Don Juan O'brien: Un aventurero irlandés en la Sudamérica del siglo XIX
Por Tim Fanning
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De agradable lectura, la historia de O'Brien refleja un momento álgido y trascendental en la historia de Latinoamérica y de Irlanda. "Este libro contiene una interesante, completa y accesible biografía de un individuo que, como el autor del libro lo demuestra, es claramente difícil de investigar debido no solo a la escasez de fuentes primarias directas, sino también por la distancia cronológica y geográfica que los separa. En un agradable relato sobre las actividades y propósitos de O'Brien, el autor guía al lector a través de más de cinco convulsionadas décadas en la historia de Argentina, Chile, Perú, Bolivia y Uruguay, evidenciando su contacto con el mundo británico e irlandés".
Dr José Brownrigg-Gleeson, National University of Ireland, Galway.
"Este es un libro muy legible sobre un personaje fascinante en el mundo hispano cuyas esferas de influencia fueron cronológicamente expansivas y geográficamente diversas"
Dra. Miriam Nyhan Gray, Glucksman Ireland House, Universidad de Nueva York.
Tim Fanning
Tim Fanning is a Dublin-based freelance author and journalist. His books include The Fethard-on-Sea Boycott and Paisanos, which has been published in Irish, Argentinian, and Colombian editions.
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Don Juan O'brien - Tim Fanning
ediciones universidad católica de chile
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Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390,
Santiago, Chile
editorialedicionesuc@uc.cl
www.ediciones.uc.cl
Don Juan O’Brien
Un aventurero irlandés
en la Sudamérica del siglo XIX.
Tim Fanning.
© Inscripción Nº 2021-A-371
Derechos reservados
Enero 2021
ISBN N° 978-956-14-2770-9
ISBN digital N° 978-956-14-2771-6
Traducción de Jorge Fondebrider
Diseño: Soledad Poirot Oliva
Imagen de portada:
General O'Brien: Cónsul General de la Oriental del Uruguay.
Litografía de Thomas Herbert Maguire, 1848.
Cortesía de la Biblioteca Nacional de Irlanda.
CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile
Fanning, Tim, autor.
Don Juan O'Brien : un aventurero irlandés en la Sudamérica del siglo XIX / Tim Fanning.
1. O'Brien, John Thomond.
2. Generales – Irlanda – Biografías.
3. América del Sur – Historia – Siglo 19.
4. América del Sur – Historia – Guerras de Independencia, 1806-1830.
I. t.
II. Don Juan O'Brien: an Irish adventurer in nineteenth-century South America.
Español.
2021 980.02092 + DDC23 RDA
Este libro contó con el apoyo del Gobierno de Irlanda.
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
A Conor McEnroy,
otro hombre de Wicklow en Sudamérica,
con mi agradecimiento
Índice
Agradecimientos
Introducción. Revolucionario, empresario, promotor de sí mismo
I. Rey algodón
II. El granadero a caballo
III. La invasión de Chile
IV. La liberación de Perú
V. El sueño del emigrante
VI. Laykakota
VII. La comunidad irlandesa de Buenos Aires
VIII. El Dorado
IX. El restaurador de las leyes
X. La Guerra Grande
XI. Mensajero de los héroes
Conclusión: reputación
Notas
Bibliografía
Agradecimientos
Muchos amigos y conocidos me han ayudado con este libro, pero ninguno más que Conor McEnroy, cuya generosa asistencia financiera me permitió visitar nuevamente los archivos sudamericanos. A lo largo de muchos años, Conor ha demostrado un resuelto compromiso por fortalecer la relación entre Irlanda y Latinoamérica financiando proyectos que profundizan nuestro conocimiento de esa historia.
Otro entusiasta defensor de este proyecto es Michael Lillis, quien me ha alentado de todas las formas posibles durante mi investigación. Quiero agradecer a Paul Gleeson, el embajador irlandés en Santiago de Chile, y a Mercedes Aguirre Saravia de la embajada de Irlanda en Chile y al Departmento de Asuntos Exteriores en Dublín por su ayuda para la traducción de este libro al castellano. Asimismo, me gustaría agradecer a Jackie O’Halloran, la embajadora de Irlanda en Buenos Aires y a su predecesor, Justin Harmon, por su ayuda, consejos y apoyo.
John O’Brien pasó su vida viajando entre Irlanda y Sudamérica. Por lo tanto, a ambos lados del Atlántico, hay muchos historiadores, archivistas, genealogistas y parientes de O’Brien, quienes me ayudaron en mi investigación.
Le estoy particularmente agradecido a Paul Gorry, quien me mostró algunos de los lugares de Baltinglass asociados con O’Brien, ayudándome a rastrear vínculos familiares en los archivos. Su obra sobre los primeros años de O’Brien en West Wicklow ha sido de una ayuda invaluable. El Dr. Paul Caffrey, Susan Chadwick, John Cunningham, Paul Fanning y Chris Lawlor me ayudaron a ubicar información sobre la familia irlandesa de O’Brien y sus conocidos. También quiero agradecerle al personal de la National Library of Ireland, los National Archives of Ireland, la biblioteca del Trinity College, Dublin, y los British National Archives de Kew.
En Chile, quiero agradecerle a Sergio García Valdés, orgulloso descendiente de John O’Brien. Desde hace mucho tiempo está interesado en su antepasado y fue extremadamente servicial a la hora de responder a mis preguntas sobre su familia. Fergal Morrin llevó a cabo su propia investigación sobre la familia chilena de O’Brien y me ofreció valiosos materiales para este libro. Quiero agradecer también al personal del Archivo Nacional de Santiago de Chile, especialmente a Pedro González Cancino y a Luis Martínez Tapia, y a la Biblioteca Nacional de Chile. Por último, mis agradecimientos a Ediciones UC, en especial a Patricia Corona y Rosario Pacheco por su labor editorial y a Ana María Moraga por la corrección del texto.
En la Argentina, me ofrecieron gran ayuda el personal del Archivo General de la Nación y el del Museo Mitre. También deseo agradecerles a Jorge Fondebrider y a Tomás Hudson por sus muy útiles consejos.
En el Perú, quisiera agradecer al personal del Archivo General de la Nación y de la Biblioteca Nacional del Perú, y a Percy Graham, quien me guio en los archivos del Centro de Estudios Histórico-Militares.
En el Uruguay, quiero agradecer la ayuda de Laszlo Erdelyi y Gerardo Menéndez, quienes me ayudaron con mi investigación en los archivos de Montevideo.
Como siempre, le estoy profundamente agradecido a Jonathan Williams por su entusiasta apoyo. También le agradezco a mi editor Dominic Carroll, por lo mucho que ayudó con este libro, y a Mike Collins y Maria O’Donovan, de la Cork University Press.
Por último, quisiera agradecerles a Annalisa y a Chiara por su amor, apoyo y buen humor.
Introducción
Revolucionario, empresario,
promotor de sí mismo
El 23 de enero de 2017, los restos de John Thomond O’Brien fueron vueltos a enterrar en la ciudad argentina de Mendoza, durante las conmemoraciones por el bicentenario del cruce de los Andes realizado por general José de San Martín, lo que permitió a Chile liberarse del yugo español. Seis miembros del ejército argentino, con sus uniformes originales de color azul oscuro y sus morriones rematados en el penacho verde de los granaderos a caballo, escoltaron la urna de bronce que contenía los restos de O’Brien a su lugar de descanso en El Plumerillo, en las afueras de la ciudad. La urna, de 240 kilogramos, forjada con cañones fundidos, estaba envuelta en la bandera nacional de Argentina.
La ceremonia reconocía la contribución de O’Brien a la creación de las repúblicas de Argentina, Chile, Perú y Uruguay. O’Brien es uno de los más importantes soldados irlandeses que lucharon en las guerras de independencia de Sudamérica a principios del siglo XIX¹. Fue así, por cierto, como se lo homenajeó en vida en Irlanda, el Reino Unido, Europa continental y las repúblicas sudamericanas por cuya independencia luchó. No solo sirvió como principal edecán de San Martín en Chile y Perú, sino que llevó a cabo intervenciones militares vitales en Chacabuco y Maipú, las batallas más importantes de la guerra chilena.
Si bien su participación en las guerras de la independencia es de indudable interés y fue fundamental para determinar el curso de su fortuna posterior, la polifacética carrera de O’Brien en la postguerra ofrece también revelaciones sobre la Sudamérica que siguió a la independencia, a saber: el comercio entre Irlanda y Sudamérica a principios del siglo XIX; la comunidad mercantil británica de Chile y Perú a principios del siglo XIX; la comunidad irlandesa de Buenos Aires en la década de 1820; los esfuerzos realizados para introducir inmigrantes irlandeses en Argentina y Chile; la exploración científica y comercial en la Amazonia y en los Andes; la diplomacia extranjera en el río de la Plata de las décadas de 1840 y 1850, y la construcción de la nacionalidad en las repúblicas recientemente independizadas.
La carrera de O’Brien también demuestra la movilidad social, política y geográfica de una clase media católica irlandesa a principios del siglo XIX. Tanto durante su carrera revolucionaria como de la post-revolucionaria, O’Brien estuvo en contacto con miembros de las élites políticas y militares en Europa y Sudamérica, incluidos San Martín y Simón Bolívar (los líderes del movimiento independentista sudamericano), primeros ministros británicos y secretarios de Relaciones Exteriores, el rey de Francia y los presidentes de las repúblicas sudamericanas recientemente creadas. No sólo cruzó el Atlántico al menos unas quince veces, sino que cubrió miles de kilómetros durante las expediciones militares, comerciales y científicas por toda Sudamérica, incluidos los inhóspitos territorios de la Amazonia y de los Andes.
Su carrera empresarial refleja tanto las oportunidades como los obstáculos que enfrentaron los capitalistas extranjeros en la Sudamérica de la posguerra. Los éxitos iniciales a menudo podrían ser revertidos por los caprichos de una política de postguerra caótica e impredecible. Los ex combatientes extranjeros, como O’Brien, gozaban de beneficios y privilegios concedidos por los nuevos regímenes que reemplazaron el yugo colonial español, pero, también, fueron más susceptibles de sufrir los celos y las sospechas de los antiguos camaradas de armas.² En el caso de O’Brien, al menos tres de sus empresas comerciales no pudieron ponerse en marcha o fueron deliberadamente destruidas como consecuencia de enemistades políticas. Su energía imparable y su entusiasmo lo ayudaron a sobrellevar esos fracasos con optimismo.
O’Brien encarna el tipo de explorador capitalista que apareció en la Sudamérica de la post-independencia, con la convicción de que el continente podía ser transformado a través de la introducción del capital, la pericia y la tecnología de los británicos. Pertenecía a lo que Karen Racine llamó una comunidad con metas
, que incluía a las élites políticas y militares de las nuevas repúblicas y a los representantes de la manufactura y el comercio británicos, que compartían el objetivo de ganar la independencia sudamericana y embarcarse en una nueva y brillante era de libertad, felicidad y progreso material para sus ciudadanos
.³ O’Brien logró una concesión minera en Perú; trajo una máquina de vapor del norte de Inglaterra para usar en su mina peruana; desmanteló un velero y lo cargó a través de los Andes para transportar suministros a través del lago Titicaca; se embarcó en expediciones de prospección en Brasil y el este de Perú en el las décadas de 1830, 1840 y 1850; importó costosas razas de ovejas para su estancia uruguaya, y promovió ante los inversores británicos la idea de abrir los ríos sudamericanos a los barcos de vapor.
Se convirtió en un incansable promotor de sí mismo, puliendo su imagen como un virtuoso ex combatiente de las guerras de la independencia en la prensa británica e irlandesa. Aprovechó las comunicaciones y el transporte modernos, incluidos los periódicos y los barcos a vapor, que estaban marcando el comienzo de una ola de globalización. O’Brien era muy consciente de su imagen pública y, al conformarla, logró principalmente volverla inseparable de Sudamérica en la imaginación pública. Esta imagen fue diseñada para atraer la atención de los lectores de un periódico masivo;⁴ por lo tanto, los bocetos biográficos escritos sobre él a finales del siglo XIX y principios del siglo XX enfatizan el romanticismo de su carrera militar en lugar de sus contribuciones a, por ejemplo, la exploración del Amazonas, el comercio o la diplomacia internacional.
A causa de esa celebridad, O’Brien fue capaz, a su vez, de darle forma a la imagen que se hizo el público británico e irlandés de la Sudamérica de mediados del siglo XIX, especialmente por sus esfuerzos, en el transcurso de casi cuarenta años, de promover la emigración irlandesa al continente. Contribuyó, de manera significativa, a la concepción utópica de Sudamérica forjada en los años veinte por los líderes de la pequeña comunidad irlandesa de Buenos Aires, quienes, si bien estaban listos para explotar las oportunidades comerciales ofrecidas por la independencia, no estaban seguros del espíritu de las nuevas repúblicas y deseaban la orientación moral de la Iglesia Católica irlandesa.
Esa utopía católica, que había en las pampas argentinas, era vacía, fértil y religiosamente tolerante, y estaba en directo contraste con la superpoblada patria del emigrante irlandés. No había, por supuesto, mención alguna de quienes estaban allí desde antes: las tribus indígenas. Como sus contemporáneos revolucionarios, O’Brien era capaz de reverenciar la civilización de los incas, del Perú, al tiempo que propugnaba el traslado o la destrucción de sus descendientes si se convertían en obstáculo para sus empresas.
Los reflejos de O’Brien que encontramos en el puñado de bocetos biográficos que han aparecido desde su muerte, han tendido a crear en la memoria pública una caricatura: la del soldado irlandés leal y gregario, grata a las épocas victoriana y eduardiana. A O’Brien le gustaba fomentar esta imagen para cosechar las recompensas resultantes de ser un héroe de las guerras de independencia. También le servía a los regímenes nacionalistas de finales del siglo XIX, los cuales preferían enfatizar su ascendencia gaélica y los elementos románticos de su carrera militar, y minimizar sus conexiones más problemáticas con el capital británico. Por útil que fuera en su momento, esa caricatura reduce el papel de O’Brien, siempre a la sombra de San Martín, y tiende a oscurecer las otras partes de su fascinante vida y carrera. La narración que sigue, por lo tanto, es un intento de separar los hechos de la ficción, para rescatar a O’Brien del mito que él mismo creó de sí.
I
Rey algodón
Si no hubiera sido por el algodón, John O’Brien nunca habría visitado Sudamérica. El auge del algodón, a fines del siglo XVIII, fue la fuente de la prosperidad familiar. Esa fue una época en la que la demanda mundial de percal y telas floreadas baratas perturbaba los ritmos centenarios de la vida rural. La invención de dispositivos mecanizados –como la hiladora giratoria de James Hargreaves, la hiladora hidráulica de Richard Arkwright y la mula de hilar de Samuel Crompton– había convertido una industria artesanal en el mayor fenómeno de fabricación que el mundo hubiese visto. En los valles tranquilos del norte de Inglaterra, se levantaron fábricas que empleaban a miles de trabajadores –muchos de los cuales eran mujeres y niños– que se deslomaban durante horas en condiciones horrendas, obteniendo pingües ganancias para sus propietarios y otorgándoles una nueva influencia política. Los artesanos que tradicionalmente habían cardado y tejido el algodón y el lino en la casa familiar, se vieron en la disyuntiva de mudarse a la fábrica textil o pasar hambre. El algodón no fue solamente la última tela de moda en las calles de Londres, sino que transformó a Gran Bretaña en una sociedad industrial y solidificó su posición como una gran potencia.
Si la Revolución Industrial arrasó Gran Bretaña como una tormenta, en Irlanda fue más como una brisa estival. En la década de 1780, los empresarios nativos y extranjeros desarrollaron una industria algodonera irlandesa, que logró ser lo suficientemente exitosa como para atemorizar a sus competidores de la isla vecina, antes de hundirse en la irrelevancia hacia mediados del siglo XIX. El éxito de la industria reflejó más o menos el período de independencia legislativa irlandesa. En 1782, se eliminaron las restricciones desde hacía ya mucho tiempo establecidas sobre la capacidad del Parlamento irlandés para promulgar leyes. Durante unos años el Parlamento de Grattan introdujo medidas financieras para estimular el desarrollo industrial irlandés. El Parlamento reflejó los intereses de la clase terrateniente protestante que, al arrendar tierras a precios altos a los fabricantes, podría ver los beneficios financieros de subsidiar la industria textil en Irlanda. Durante la década de 1780, el Parlamento introdujo subsidios y protecciones para la industria textil, incluidos los derechos punitivos sobre las importaciones¹. Esas medidas cambiaron el paisaje de Baltinglass y sus alrededores en West Wicklow, el lugar de nacimiento de John O’Brien.
Edward Augustus Stratford, el segundo conde de Aldborough, era el principal terrateniente de Baltinglass. No era popular entre sus pares; lo consideraban pomposo, quisquilloso y excéntrico. A pesar de que representaba a Baltinglass en la Cámara de Comunes de Irlanda, de joven, Aldborough pasó mucho tiempo en Inglaterra. Era, asimismo, una especie de derrochador, que se gastaba el dinero en monedas raras, en medallas, libros, antigüedades y organizando fiestas costosas. En 1774, en la Cámara de Comunes británica, lo eligieron MP (Miembro del Parlamento) por Taunton, pero lo expulsaron después de haber sido condenado por soborno. Cuando murió su padre, volvió a Irlanda para descubrir que sus hermanos menores se habían repartido la herencia entre ellos, lo que lo llevó a un prolongado pleito familiar. No solo se peleó con la familia, también disfrutó de armarse conflictos con amigos y rivales políticos².
Con todo, a pesar de su ímpetu juvenil, Aldborough era un hombre inteligente, con visión de futuro. Había visto cómo la manufactura textil masiva estaba transformando la economía inglesa, y regresó a Irlanda con nuevas ideas; entre otras, la de convertir West Wicklow en el equivalente irlandés de Lancashire, la gran región manufacturera del norte de Inglaterra. En 1780 construyó una fábrica, un molino y un pueblo para los trabajadores en una parcela lindera con el río Slaney. Incorporó el propio apellido familiar (Stratford) al nombre del lugar, llamándolo Stratford-on-Slaney, en alusión al lugar de nacimiento de Shakespeare en el río Avon, en Warwickshire. Para finales del siglo, Stratford-on-Slaney se había transformado en uno de los más importantes centros de la industria textil de Irlanda.
West Wicklow tenía varias ventajas para los fabricantes. Contaba con abundante suministro de agua de los ríos y torrentes que fluían desde las Montañas Wicklow. Estaba cerca de Dublín, con sus comerciantes y puerto, pero lo suficientemente lejos de los descontentos tejedores manuales de la ciudad, cuyos medios de vida estaban siendo destruidos por la mecanización, lo que los había llevado a destruir fábricas y a proferir siniestras amenazas. Uno de esos estallidos de violencia tuvo lugar el 17 de enero de 1810, cuando los tejedores alzados le prendieron fuego a un depósito de Ardee Street, en Dublín, que contenía prendas de algodón terminadas. Como parte de la misma campaña, escritores anónimos les enviaron cartas amenazadoras a los principales comerciantes y fabricantes de algodón de la ciudad. Una de esas cartas acusaba la firma dublinesa de O’Brien y Meade de chupasangre de los pobres
, y alertaba: Tenemos la intención de ocuparnos de su negocio en breve, así como del de todo fabricante que envíe trabajo al país mientras nos morimos de hambre, porque no vamos a dejar que nadie se escape, porque podemos también Morirse [sic] por dispararles y quemarlos, y podemos hacerlo en breve, se lo aseguramos
³.
Aldborough había construido el pueblo y la fábrica de Stratford-on-Slaney, pero los responsables de haberla convertido en un negocio próspero fueron los miembros de la familia Orr. Los Orr eran empresarios textiles de Paisley, en Escocia, que habían operado un negocio lucrativo importando productos terminados a Irlanda. Cuando en la década de 1780 el Parlamento irlandés introdujo impuestos sobre el percal importado, los Orr montaron una fábrica para tejer y blanquear muselinas en Hillsborough, Condado de Down. En la siguiente década, alquilaron las estampadoras y el molino de Stratford, donde empezaron a tejer y estampar percal, habiendo invertido en las instalaciones unas £20,000 esterlinas⁴. Para la década de 1830, ya estaban empleando alrededor de mil trabajadores en la fábrica de Stratford y fabricaban unos dos mil ítems completamente terminados⁵, lo que los convirtió en uno de los mayores productores de Irlanda. Los artículos producidos en Stratford eran principalmente para el mercado irlandés, pero los Orr también los exportaban a los florecientes mercados sudamericanos, y algunos miembros de la familia trabajaban como agentes en Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile⁶.
Puede que el éxito de los Orr en Stratford haya alentado a la familia Bryan. En 1783, Sylvester Bryan⁷ era uno de los fabricantes instalados en Stratford-on-Slaney que publicitaban sus mercaderías en las páginas del Saunder’s News-letter, de Dublín. El negocio iba rápido y a los potenciales inversores en el sector textil se les informaba que el pueblo se estaba expandiendo:
Stratford upon Slaney está en el condado de Wicklow, sobre el gran Camino de la Metrópolis a Wexford y Waterford, y a veinticuatro Millas de Dublín. Ese pueblo el próximo año consistirá en varias Plazas conectadas por un Número de Calles, constituidas por varias casas de diversos precios, todas de pizarra y adecuadas para Fabricantes o Comerciantes; el próximo año se terminarán una Iglesia con Capitel y una Capilla; Mercados y un Ayuntamiento...⁸
Paul Gorry, genealogista radicado en Baltinglass, escribe que los miembros de la familia Bryan eran importantes terratenientes incluso antes de los tiempos de las Leyes Penales y lograron retener gran parte de su riqueza a lo largo del siglo XVIII
, cuando Martin, el padre John O’Brien, y sus tíos lograron hacer arriendos sustanciales entre 1789 y 1796⁹. Eran miembros de la clase media católica que se animaron a buscar nuevas oportunidades comerciales después de la relajación de las leyes punitivas que, durante gran parte del siglo XVIII, habían restringido la posibilidad de que los católicos compraran tierras, se postularan para cargos políticos o tuvieran profesiones¹⁰.
En escrituras relacionadas con propiedades en Baltinglass, a Martin Bryan se lo describe como comerciante y tendero. Él y su hermano Laughlin tenían una importante cantidad de propiedades en el pueblo del Conde de Aldborough alquiladas breve tiempo después del levantamiento de una prohibición en 1778 sobre los católicos que contratan largos arrendamientos¹¹. No está clara la naturaleza exacta del negocio, pero no hay duda de que la familia Bryan estaba vinculada a la industria textil. En el Topographical Dictionary of Ireland, de Samuel Lewis, se deja constancia de que antes de 1837 había habido una vasta manufactura de lino, algodón y pañales en el