Tú también vencerás
Por Jose González
()
Información de este libro electrónico
Poseedor de una voz lírica e hipnótica, el autor se vuelve a mover entre lo vivido y lo imaginado para entregarnos un libro que remueve el pasado, con la emoción y la urgencia de quien también se busca a sí mismo en los hechos narrados.
"Tú también vencerás" es una novela breve y conmovedora sobre la culpa, los afectos y un mundo antiguo a punto de desaparecer. Pero también sobre la memoria colectiva y el recuerdo de un tiempo salvaje que no termina de pasar.
Relacionado con Tú también vencerás
Libros electrónicos relacionados
Algunos sueños sobre el capitalismo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMitología íntima Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesQuédate donde estás Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiarios: Edición completa seguida de un epílogo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTechnophoria Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas Ramonas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Muchacha de Castilla Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos inquietos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesQuiero ser negra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn cinco minutos levántate María Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl peor escenario posible Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos últimos días de los hombres perro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCaridad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna tristeza decente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo os recuerdo: Biografía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNube negra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacioneste miro como quien asiste a un deshielo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVariaciones de voz y cuerpo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAgosto y fuga Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAntípodas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn alma de Dios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas huellas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodos y cada uno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGloria mía Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alto contraste Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFuegos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn poema pegado en la heladera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRedención Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesContribución a la historia de la alegría Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa doble ausencia Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Ficción literaria para usted
Noches Blancas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Orgullo y prejuicio: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5To Kill a Mockingbird \ Matar a un ruiseñor (Spanish edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Erótico y sexo - "Me encantan las historias eróticas": Historias eróticas Novela erótica Romance erótico sin censura español Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El retrato de Dorian Gray: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Idiota Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Viejo y El Mar (Spanish Edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Deseando por ti - Erotismo novela: Cuentos eróticos español sin censura historias eróticas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Trilogía Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Desayuno en Tiffany's Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las vírgenes suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La máquina de follar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Escritos de un viejo indecente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTe di ojos y miraste las tinieblas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novela de ajedrez Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Lazarillo de Tormes: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La alegría de las pequeñas cosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas gratitudes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El señor de las moscas de William Golding (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El viejo y el mar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Seda Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La caída de la Casa Usher Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El otro nombre . Septología I: Septología I Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El color que cayó del espacio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El idiota: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Juego De Los Abalorios Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La gran sequía Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Tú también vencerás
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Tú también vencerás - Jose González
Tú también vencerás
Jose||González
TÚ TAMBIÉN VENCERÁS
las afueras
Créditos
© Jose||González, 2021
© de esta edición, Editorial Las afueras, 2021
Av. Diagonal, 534, 2º 2ª
08006 Barcelona
www.lasafueras.com
ISBN: 978-84-122440-4-5
Diseño de la colección: Hermanos Berenguer
Maquetación: María O’Shea
Ilustración de la cubierta: Luis Seoane, Muchedumbre, 1969 (detalle). Fundación Luis Seoane
© Herederos de Luis Seoane
Faltan flores en nuestras vidas
en los campos
en las gentes en los campos
en los paseos de flores de los campos de ciudad.
Faltan flores
en lo que antes eran flores sin cortar.
Una vez maté a unos perros. Unos cachorros recién nacidos. Yo tendría dieciséis años por entonces. En aquel momento los maté por responsabilidad. Los maté porque por mi culpa, por no ceder y no haberla encerrado, aquella perra a la que adoraba se escapó varios días cuando tenía el celo, y aunque la busqué sin descanso para evitar lo que sucedió, era yo quien debía hacerse cargo de los pormenores. La suponía una más de las tareas por tener la suerte de cumplir con mi deseo de convivir con un perro, ese cuidado que conlleva aceptar todas las consecuencias. Los maté para dejar menos de los nueve que había dado a luz, para que ella no se debilitase, para ocultar un poco más el error.
No siempre es allá lejos donde aparecen los cuerpos. Entre esas rocas puntiagudas, partidas, molidas y embarradas, segadas por el viento. Cinco perros muertos de un golpe a cada uno contra la pared. El abuelo me miró de un modo extraño cuando le conté esto. Yo lloraba mientras se lo iba diciendo y tal vez supurando la rabia y el desacierto de haber hecho algo así, aunque siempre ha sido una práctica habitual en los pueblos; pero el abuelo sabía que yo venía de otro sentido, que apenas podría matar a un animal para comer, de ese empeño por visualizar lo ancestral como retrógrado, pero que en verdad es todo una compleja contradicción que nos oprime las raíces. Se lo contaba a él porque mis padres solo llegaron a ver cuatro cachorros. No preguntaron si habían nacido más. Nunca hubiese desvelado nada, ni mucho menos hubiese permitido que finalmente fuese yo el victimizado.
Lloraba porque lloré mientras los agarraba antes de golpearlos y no podía evitar llorar cada vez que lo recordaba y lo sentía como si estuviese repitiendo ese gesto violento, esa postura que busca finalizar con un golpe seco, con el corazón atrapado en ese instinto feroz. El abuelo me miraba y me seguía mirando aún cuando le pregunté por qué estaba llorando y no contestaba. Parecía que se mirase a través de mí. No tomó asiento ante su confusión porque ya ambos estábamos sentados en la galería, con las ventanas abiertas, mientras se colaba el abundante olor de los geranios de la terraza, que siempre se han cuidado y mantenido intactos en memoria de mi abuela.
Tú podrías verlo de esa manera, como lo hace un hilo desdoblado que tropieza sobre el ojo de una aguja.
Afuera siempre había un hombre sentado en un silla, fumando. Y allí pasaba las horas, cambiaba el hombre pero seguía la silla sosteniendo a un tipo sentado, delgado, con el pelo desaliñado, la nariz afilada con un grano por encima del labio. Así eran, como copias de sí mismos, los que vigilaban los barracones.
Esa silla era como el refugio de un animal, allí no pensaban en sus hijos ni en sus padres ni en sus parejas o amigos; ni en esa sonrisa final hacia una madre, cuando te llenan la boca de piedras. Los tipos fumaban un cigarro tras otro, sobras de los pitillos de los soldados, hojas secas de zarzas, orégano silvestre que nacía en los desaguaderos, no importaba, no era el gusto lo que prevalecía