Levinas El Tiempo y El Otro Libro PDF
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El Tiempo y el Otro
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3. P.K. Feyerabend, LImites de la ciencia 4. J.F. Lyotard, cPor qufilosofar? 5. A.C. Danto, Historia y narracin 6. T.S. Kuhn, c~Qu son las revoluciones cient(flcas? 7. M. Foucault, TecnologIas del yo 8. N. Luhmann, Sociedady sistema:
9. la ambicin de la teorIa J. Rawis, Sobre las libertades G. Vattimo, La sociedad transparente R. Rorty, El giro linguIstico G. Colli, El libro de nuestra crisis K.-O. Apel, TeorIa de la verdad y tica del discurso J. Elster, Domar la suerte H.G. Gadamer, La actualidad de to bello G.E.M. Anscombe, Intencin J. Habermas, Escritos sobre inoralidad y eticidad T.W. Adorno, Actualidad de lafilosofia T. Negri, Fin de siglo D. Davidson, Mente, mundo y accin E. Husserl, Invitacin a lafenornenologIa L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre esttica, psicologIa y creencia religiosa R. Carnap, Autobiografia intelectual N. Bobbio, Igualdad y libertad G.E. Moore, Ensayos ticos E. Levinas, El Tiempo y el Otro
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Emmanuel Levinas
El Tiempo y el Otro
Buenos Aires
Mexico
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TItulo original: Le temps et lautre Publicado en frances por Editions Fata Morgana Traduccin de Jos Luis Pardo TorIo Cubierta de Eskenazi & Asociados
l.a
edicin, 1993
sin la autorizacidn escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier mtodo o procedimiento, comprendidos la reprografla y el tratamiento informtico, y la distribucidn de ejemplares de ella mediante aiquiler o prestamo piiblicos.
1979 by Editions Fata Morgana, Fontfroide le Haut, Saint Clement de esta edicin Ediciones Paids Ibrica, S.A., Mariano CubI, 92 08021 Barcelona, e Instituto de Ciencias de la Educacin de la Universidad Autnoma de Barcelona, 08193 Bellaterra
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ISBN: 84-7509-878-9 Depsito legal: B-20.700/1993 Impreso en Nova-Grfik, S.A. Puigcerd, 127
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08019 Barcelona
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Impreso en Espaa
Printed in Spain
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SUMARIO
Introduccin
Felix Duque
1. RefutaciOn del paganismo o elogio del desaflo 2. Aproximacin a El Tiempo y el Otro: ~un mazdeismo neorromntico? 3. Noticia de Emmanuel Levinas 4. Bibliografia selecta
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EL TIEMPO Y EL OTRO Prefaclo I. (Sujeto y tiempo) Objetoyplan La soledad del existir El existir sin existente La hipstasis Soledad e hipstasis Soledad y materialidad II. (Soledad e hipstasis) La vida cotidiana y la salvacin La salvacin por el mundo: los nutrimentos Trascendencia de la luz y de la razn
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III. (Existencia y conocimiento) El trabajo El sufrimiento y la muerte La muerte y el porvenir El acontecimiento y lo otro Lo otro y los dems El tiempo y los otros IV. (Creacin y misterio) Poder y relacin con los dems El Eros La fecundidad
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INTRODUCCION
1.
~Qu hacer con Levinas? ~Quin es Levinas? ~Qu representa su filosofia? Preguntas sin sentido cuando uno se topa con alguien que pretende echar en cara, sacarle las vergUenzas a! ncleo ms duro del pensamiento occidental: el cierre de la sustancia, reflexionada en s como sujeto, y manifiesta en la primacIa de la accin, del ser, d la representacin. Ese ncleo, esa roca firme fundamentum inconcussum es la ipseidad: el ser, a pesar de todo, si mismo. Y no es cosa solo del pensamiento. Basta con parar mientes en las consecuencias que tal envite puede tener para una religion cuyo Dios ipsum esse es un Sujeto que habla, y ordena: <<No tendrs otro dios ms que a M1x~. 0 bien: <<Yo soy un Dios celoso~.Y el efectivo cumplimiento que no derogacin de la Antigua Ley no parece sino endurecer an ms esa solidez refulgente, al situar como mximo Mandato: <<Amars a Dios sobre todas las cosas y al prjimo como a ti mismo~, de lo cual parecen deducirse insidiosamente tres cosas: a) que las dos frases, separadas por la conjuncin copulativa, dicen lo Mismo, esto es: que amar a Dios es ya amar al
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prjimo como a uno mismo; b) que el prjimo es amable solo por ser mi semejante, excluyendo asI a! ajeno como indeseable, y c) que la orden toda gira en torno al mximo objeto de amor, a saber: Uno Mismo (advirtase: no se trata de amar al Yo, sino de amarme: de amar el reflexivo, la recaIda en lo Mismo. <Me amo a ml mismo>> significa: absorciOn de lo otro y de los otros en el agujero negro del <<estar sindome>>, del <<ser-me>>, si es que por caso cupiera verter asI el frances Moi). De modo y manera que no se trata aquI de una acusacin relativa a algo asI como el egoIsmo de Occidente. Es algo ms sutil, desde luego. Bien mirado, el hombre occidental ha sido, y sigue siendo, altamente altruista, a su manera. El griego languidecIa fuera de su polis, y Socrates preferla la muerte injusta a la apariencia de haber sido ingrato a las Leyes de su pueblo. Los romanos eran meros representantes, puros eIdola de la Patria: fueron ellos los que acuflaron eso tan bello de: dulce et decorum est pro patria mon (algo que, traducido y simplificado, sigue adornando la entrada de severos edificios ubicados en las afueras de nuestros pueblos y ciudades). Grmanos, eslavos y latinos coincidieron en lo mismo: el honor del Apellido, la marca de la Estirpe: el registro del individuo. Y el triunfo de la Revolucin Francesa (sobre todo de la autntica: la Revolucin de julio de 1830) no instaur en absoluto la primacIa del Yo, sino la del Propietario, capaz de morir o matar, no tanto por sus cosas, cuanto por algo ms retorcido: por la imagen que Uno cree que los dems tienen de l cuando se refleja en sus propiedades.
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INTRODUCCION
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AsI que bien podrIa decirse que la historia de Occidente es la narracin de una larga modulacin: la de la entrega absoluta a lo Otro, a un <<Seor que no se nos muera>>. Este es el punto: el hombre occidental desconfia de si mismo, cree que no da la talla, y se ha inventado un SI-mismo de verdad, bien redondo. Y hartas razones tiene para esa desconflanza. No hay que buscarlas fuera: siento que envejezco, que yo ya no soy el que era, y s que voy a morir. No porque haya visto morir a los otros. Real y verdaderamente, que dirla Cervantes, yo no he visto morir a nadie. He visto cmo se estaba a la muerte, y cOmo luego, por arte de magia (negra), l o ella ya no estaba. Pero no he visto el trnsito. Nadie lo ha visto. Pero s que me <<Va a pasar>> (futuro de un pasado) a MI, que voy a dejar de estar sindome. Mi enemigo mortal no es pues exactamente el tiempo (al revs: por ml y para ml pasa el tiempo), sino la falta de tiempo. De modo que me invento un ser; pero no a mi imagen y semejanza, como creIa Feuerbach (nada serla ms espantoso, segn apreci en cambio el sutilIsimo Kant, que al final de su vida insistla en que por nada del mundo querrIa volver a repetirla). En lugar de la linealidad truncada de mi vida, con principio y fin hundidos para ml (o mejor contra ml), finjo una suerte de esfera bien redonda (a! cabo, todos somos hijos de Parmnides) que abarque todos los tiempos posibles. Las modalidades son muchas; la idea, la misma: pensamiento que se piensa, cerrado a todo lo dems (de lo contrario, dejarla de ser l mismo), ser que es su propio acto de ser, sin deberle nada a nadie ni a nada, o bien ya en
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plan ms mundano Gnero que vive de y en la muerte de sus ejemplares. En esta larga historia de simulacin y olvido, el occidental puede ilegar incluso a abrir el cIrculo y acariciar la idea de una lInea vertical ascendente y asinttica. Vano empeno. Con esa idea de Progreso recibe de inmediato la constatacin de que todo lo anterior fue peor, y de que todo lo ulterior ser mejor. Tanto peor para l: porque esa linea pasa por l, y lo juzga: no recuperable.
Incluso el pensador que con mayor radicalidad pareciO oponerse a esta <<mala novela sobre el ser>>, Martin Heidegger, habria acabado a! decir de Levinas por escribir unas ilneas ms (por audaces que fueren) en esa larga narracin. Una narraciOn que se contradice a si misma en su propia escritura, desde el momento en que intenta decir en el tiempo (o sea: fuera de si) que la verdad es el Si mismo, Algo a lo que le sobra tiempo o que lo ha englobado ya de siempre (en el fondo, una y la misma cosa). No entrar aqul, por lo dems, en la muy debatida cuestiOn de si Levinas ha hecho justicia a Heidegger o no. Ni siquiera desplegare aqul el aparato de erudicin que se pide del ~especialista> cuando se trata de presentar a un pensador. Libro al lector (y a ml mismo) de tal demostraciOn de sastreria. Los textos no admiten trajes bien ajustados (~cmohacer del tejido vivo una hechura, una prenda lista para ser llevada?). Y menos textos como los de Levinas, siempre a la contra. SI me interesan en cambio, y mucho, sus quejaS y sus querencias. Sus quejas: a pocos pensadores debe tanto nuestro autor como a
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Heidegger (y no le duelen prendas para reconocerlo). Pero ello no obsta, sino que ms bien incita al <<parricidio>>. No se trata (o no se trata solo) de las faltas de Heidegger, sino del slndrome-Heidegger, de ese pensador que habrIa repetido ad nauseam el idea! de Occidente, justo en el momento en que creia haberlo superado para siempre: el hombre est-a-!a-muerte. Cierto. Pero es desde su precursar hacia (o ms bien desde) ella como recoge su carcter de <<integridad>> (Ganzheit). Proyectado del ser, toma sobre si la carga de una existencia de la que l no es fundamento ni puede dar cuenta. SOlo asI puede llegar a ser de manera propia, <<apropiada>>... al ser del que l es abertura. Tal ser no es pues Simismo, pues precisa del existir humano y de su dedr (o mejor: se dice en l). Menos lo es el existente (yo, que voy sindome en cada caso), dado que l corresponde a esa apertura de explotaciOn, a esa cantera o mina que es, que va siendo el ser en su Ahl. Mas a pesar de todo, <<hay>>, <<Se da>> un Simismo: el sl-mismo de la bifaz copertenencia o apropiaciOn: el acaecimiento mismo del P!iegue en el que se compaginan ser y ser-humano. Extraa funcin la del Ereignis heideggeriano. Mas funciOn, a la postre, en la que parece anudarse de nuevo la sierpe de lo Mismo. Y esa similitud brilla con toda su fuerza justamente en el fenmeno de la ocultacin: en la muerte, para Heidegger siempre e irremisiblemente propia. Me muero yo. Y me muero justamente por no ser el Ereignis: por no ser el SImismo. Tambin el ser muere, se desangra continuamente en la cruz de su tachadura, a! dejar espa-
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cio a! cudruple juego de Tierra y Mundo, de dioses y mortales. Pero la cruz (la Murte misma, si queremos) no muere. SOlo ella es sI-misma. Heidegger no habria escapado tampoco (y quiz menos que nadie, de seguir a Levinas) a la vieja obsesiOn por la Mismidad. Ahora bien, ~qu pretende en fin de cuentaS este hombre intempestivo liamado Emmanuel Levinas? ~Quiere quiz que dejemos de ser griegos y europeos para que nos convirtamos, por caso, en judIos? Pregunta sin sentido. El propio Levinas, que se siente (y quiere) judIo, se sabe tambin griego. Piensa en griego... no para ser ms<<griego> que ellos (Heidegger dixit), y menos para fundir armOnicamente esa herencia en la propia (pues tambin en la <<propia>>, y por serb, se siente incOmodo), sino para volver aceradamente la fuerza dialctica de ese pensar (o del pensar, sin ms) contra l mismo. Para dejar que en lo <<dicho>> salga a la luz, no lo <<no-dicho>>, sino el <<Decir>> del Otro, ante el cual yo debo responder. Y aquI se anuncia la lucha Intima contra otro enemigo cordial de Levinas. No hay dialctica en la que primero se aguzaran lo Mismo yb Otro (o Identidad y Diferencia) hasta caer en mutua contradiccin, resuelta a base de ser-se en lo Otro, o mejor: de hacer de lo Otro casa propia. Dejemos de nuevo en paz la cuestin de si Hegel se escapa de la acusacin. Si lo hace, ser en todo.caso porque ya no es el <mismo>> Hegel <<en persona>> (sOlo que: ~qu cosa puede ser tan extraa criatura: lo que Hegel es de verdad, lo que en Hegel hay de verdad?), sino el Hegel que leemos a travs de Levinas, y de tantos otros. Lo que
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importa es no caer en la trampa de la alteridad lOgica, en la que lo Otro serla... lo Otro de lo Otro, y por ende ser-para-sI: SI-mismo, reconciliado consigo mismo: Absoluto al fin que, a fuerza de matar (recurdense las bellas fibres aplastadas por las botas de siete leguas del EspIritu del Mundo) lo que le hace ser, sigue siendo in aeternum, gozando de sI mismo, es decir: de sus muertes. Levinas ha hecho la experiencia (de sabor hegeliano por lo dems, lo reconozca o no) de lo radicalmente otro. No del domesticado <<otro de lo otro>> (alter... alter), sino de lo Otro del SI-mismo, de lo Otro tout court, antes de ser si mismo. Eso Otro insondable, ese retiro ms ac del ser-se (y que tanto recuerda a la RetracciOn-de-Dios de los cabalistas judios y al <<fondo>> schellingiano), es el ser, la pura existencia, sin ms. <Ser, sin otra determinacin.>> Levinas lo denomina (impropiamente: no hay nombre para !; y, a! igual que la chra platOnica, sOlo se vislumbra de soslayo, en un logos bastardo) ii y a: ~hay>. No un nombre, sino verbo impersonal (en un sentido, el castel!ano vierte mejor esa impersonalidad; en otro, como veremos, no: astucias de las lenguas, que Levinas utilizar pro domo sua, a! precisar que ii y a es al cabo <dlxv, y a! precisar de <<ello>>. Lo mismo aunque en sentido inverso: donaciOn, no retracciOn habrIa hecho Heidegger a! hacer del ser <es gibtx: <<[ello] se da>>). <<Hay>> no conoce alteridad, ni mismidad. Est ms ac de toda distincin. No existe. Mas tampoco es nada (la mismidad del ser y la nada en Hegel, dicho sea de paso, se logra porque ste introduce de rondn a la conciencia: <<no hay
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nada que intuir>> en el ser, dice; <<o mejor, es el intuir mismo, vacio>>. Pero <<haber>> no es <<intuir>>). En el <<hay>>, nada ni nadie hay. Solo que <<hay>> se experimenta siempre demasiado tarde. No como un recuerdo (en el que, a! fin, se niega el pasado en cuanto pasado, a! traer!o a presencia), ni como una falta (a! ser no le falta nada; o mejor, verbalmente: para ser no hace falta nada), sino a! contrario: como una insoportable e ineludible plenitud: un presente que no <<hace acto de presencia>>. El ejemplo caro a Levinas es el del insomnio (presente tambin en las pginas de El Tiempo y el Otro, y a e!las ~emito, sin ms). Yo traerIa a colaciOn otro ejempbo, quiz menos <<espantoso>>, quiz ms clarificador: la <<sopa eterna>> de Hans Castorp, designado por el destino como tuberculoso. Al tener que guardar cama durante muchos dIas, <<Se>> observa (el narrador deja de referirse a Castorp, porque <<eli> ya no puede contemplar eso: <<hay>> eso, sin soluciOn de continuidad) que es el mismo dIa el que se repite sin cesar. <<Pero, como es siempre el mismo, es en el fondo poco adecuado hablar de repeticiOn; serla preciso hablar de identidad, de un presente inmOvil 0 de eternidad. Te traen !a sopa por !a maana, del mismo modo que te la trajeron ayer y como te la traern maana. Y en el mismo instante te envuelve una especie de rafaga, no sabes cmo ni de dnde; te hablas dominado por el vertigo, mientras yes que se aproxima la sopa; las formas del tiempo se pierden, y !o que se te revela como la verdadera forma del ser es un presente fijo en el que te traen eternamente la sopa.>> (La montaa mgica, a! inicio del capItulo V.) Levinas no esta-
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rIa, con todo, completamente de acuerdo con las ltimas pa!abras de Thomas Mann. ~Ver cmo se aproxima la sopa>> y la accin de traerla eternamente son descripciones de un flujo: lo que se pierde en este <<susurro anOnimo del Hay>> (TI, 177; vase la bibliografia para las siglas) esjustamente toda fijeza, toda fijaciOn. Puro ser sin ente, pura existencia sin existente: algo que seria absurdo para Heidegger, como reconoce el propio Levinas (TA 24). Para aqul, e! ser se distingue del ser-ahI, pero no se separa radicalmente de la famosaJemeinigkeit (miennit, en la no menos extrafla expresiOn de nuestro autor): porque el ser es en cada caso mb (mas no <<de ml>>, no como mi <<propiedad>>), por eso puedo ser-me. Para Levinas, en cambio, no hay <<diferencia ontolOgica>>, sino dos estados antitticos: el de la absoluta indistinciOn y tiranIa del Hay, o el de la libertad y desgajamiento del sujeto respecto del ser. La experiencia de la pasividad total (DL 26), el tre riv (el <<estar remachado, clavado>> al ser: E 70; HO 417; EE 94), en Ia que Hay fiuye <<de nada, sin portador>> (EE 111), o la negacin abrupta de esta illeitas, de este <<carcter de ser eli>. Esta experiencia extraa y anonadante (anonadante del sujeto, ya que el ser es ser-sin-nada, puro plenum) es ejemplificada por Levinas en el dbil movimiento del dedo del heracliteano Crtilo, que se negaba a hablar (muy consecuente: el hay nos quita la palabra, destruye el !enguaje) y se limitaba a ese vaivn para <<mostrar>> la fiuidez universal (segn lo recoge AristOteles en su MetafIsica, 1010a7). Sin embargo, creo que el locus classicus del que muy significativamente parte
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Levinas para la concepciOn del Hay (dejando a un lado las descripciones de M. Blanchot en su Thomas
lobscur) se halla en la Tercera M.editacin de Descartes, cuando ste distingue entre un infinito en potencia y Dios como infinito en acto (distincin que est en la base de la radical separacin !evina-
siana entre el Hay y el Absolutamente Otro). El primero, nos dice Descartes, no es percibido por una idea verdadera, <sino solo por negacin de lo finito, al igual que percibo el reposoy las tinieblas (quietern et tenebras) por la negacin del movimiento y la
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kantiano con la Geworfenheit de Heidegger). La existencia pura no es un ser abstracto (pace Hegel), sino una totalidad de asignaciOn irrevocable. El Hay es el Destino, el fatum del universo mbtico: pura irreversibilidad del tiempo, anclaje en el Pasado (tambien para Hegel el espacio es el tiempo pasado; y tambin l piensa que entre los orientales sOlo el Seor tiene derecho a mirar libremente a esclavos y servidores; vase Enciclopedia, 411, Z.). En realidad, en el mito no hay sujetos, o mejor: el hombre est <<sujeto>> a la Historia: <<la ms fuerte restricciOn, la fundamental>> (Heme 154). Sin futuro, los hombres se yen ligados a las <<cadenas de un pasado ajeno y brutal como una maldiciOnx~(Herne 155). Verdaderamente, en e! mito no hay tampoco tiempo. Y no lo hay, paradOjicamente, porque hay sOlo Histona (o mejor: Prehistoria, Urgeschichte, Urkunde), sin posibilidad de renovaciOn futura, ni de redenciOn del pasado. De esta idea (altamente debatible) del mito, extraIda por Levinas pro domo sua de La mentalit primitive, de Lvy-Bruhl, pasa nuestro autor a otra no menos extremosa: la filosofia alemana de los aos 30, y su denominaciOn ideolOgica como <<hitlerismo>> supone una <<simple y sencilla vuelta a
la mentalidad de los primitivos>> (EN 67). De nuevo
se disuelve el sujeto en el ser: el Sujeto en lo Otro (Herclito; mas el aludido es obviamente Heidegger y su affaire). El hitlerismo entiende como traicin la idea hegeliana de la auto-determinacin: el querer llevar una existencia propia, independiente de los vInculos de sangre y de la herencia de la came. Hundiendo a! individuo y a su mente en el fiujo sangul-
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no superaciOn) de la fi!osofla nos bleva a !a percepciOn de <<las misteriosas voces de la sangre, la llamada de !a herencia y del pasado>> (Herne 157). La base de la unidad social no es aqul la concordancia de los !ibres, sino la <comunidad de sangre>> (Herne 158). La <<sopa etema>> de Thomas Mann tiene ahora un extrao sabor: e! sabor del paganismo, del arraigo al suelo. Mas de pronto, sbitamente, se alza el dia de !a libertad frente a la tiranla de las tinieblas. Y ha de ser precisamente el pueblo sin suelo, el pueblo del exilio, desarraigado, el que traiga la Buena Nueva. Ulises, y su ritorno in patria, es vencido por Abraham, que abandona para siempre, sin retorno, Ur: <<esa magnbfica nueva viene dada por el judaismo>> (Herne 155). No hay deducciOn ni derivacin alguna del existente respecto a la existencia, sino corte abrupto: con el judaIsmo surge por vez primera la promesa de la RedenciOn, de la liberaciOn del ii y a. Porque el judlo entiende la opresiOn como una sujeciOn al pasado (por ejemplo: la Cautividad en Babi!onia), como una culpa que, por ser tal (lejos de la tragicidad griega), es susceptible de expiaciOn: <<En el presente halla el hombre aque!lo que puede hacer cambiar el pasado y l!evarlo a extincin. El tiempo pierde su irreversibilidadx~(Heme 155). La absolucin es la liberaciOn para que haya tiempo: la liberadon de los vlnculos tirnicos de la Historia y su <<ser siempre iguali. Se trata de una verdadera revo!uciOn: es la revolucin del sujeto desarraigado. Una revolucin moral, no ontolgica.
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JNTRODUCCION
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do a! <<extranjero>> palestino como antes hicieran los nacionalsocialistas con los judlos) explica tambin la ambigua postura de Levinas frente a! arte, del que por un lado ensaiza el hecho de que lleve a restablecimiento la forma en el plano de la movediza sensibilidad, mientras que por otra parte ye en el movimiento artIstico la amenaza de disoluciOn de los objetos: el retorno a! Hay (curiosa amalgama de la obsesiOn cartesiana por el presente sOlido y bien aristado formal y de la prohibiciOn semItica de las imgenes: <<la proscripciOn de imgenes es verdaderamente e! mandato supremo del monoteIsmo>> (REO 786). El arte ha sido tradicionalmente mImesis: sustitucin de la realidad objetiva por una imagen (EE 83): una referencia irreal a lo real: una mera representaciOn. Frente a! signo, que es pura transparencia, pura insignificancia de lo significativo, en !a imagen se queda el pensar como detenido, como retenido por una cierta <<opacidad>> (en esta primacia del signo vacIo, pura fiecha, sobre la cornpacidad y materialidad de la irnagen vienen a coincidir, no menos curiosamente, el judIo Levinas y el suabo Hegel; vase Enciclopedia, ~455-459). Lo amenazador de la imagen estriba en que ella no remite exclusivamente a la cosa, sino que <<llama la atencin>> sobre su propia materialidad, dejando asI de pertenecer a! mundo: hacindose algo <<exOtico> (EE 83 s.). En el arte no hay otra redencin posible que !a de tomarlo corno aviso del <<fin del mundo>>.
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En efecto, frente a !a inmersin del yo en el Hay, en el arte se da la conciencia de la imagen: se sabe que
se est <<soando>>, que la rea!idad se disuelve. Y este saber puede salvarnos del sueo fenomnico, de esa <<manifestacin en ausencia del ser>> (TI 153).
<<los sentimientos elementales>> (Herne 154). Frente a !a sujecin mitica se alza el sol de Occidente: la
<<libertad soberana de la razn>> (Herne 155). Ese es justamente e! !iberalismo moderno que Hitler y sus secuaces ide!ogos quisieron destruir. En esta genealogla del sujeto, Levinas no ahorra elogios a esta
magnIfica idea: la emergencia del Moi, del <<ser-
para-mI>>. Es la idea que llega hasta su maestro Husserl, para el cual aparece la filosofia <<tan independiente de la situacin histOrica como la teorla, que pretende considerar a todas las cosas sub specie aeternitatis> (ThI 220). El pensamiento hace libre, porque <<garantiza la abso!uta exterioridad del hombre respecto a si mismo>> (DEHH 96). El sujeto occidental se afirma a 51 mismo en e! idea! de la autoposesin: que nada ajeno limite esa identificacin del Soi (DEHH 134 s.).
Pues bien, e! pensamiento de Levinas parte justa-
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ideal de que la verdad (adecuaciOn del pensar y de lo pensado) libera. Occidente ha hecho en nuestro siglo la amarga experiencia de la <<impotencia del pensar sobre la existencia, de la ineficacia de la razn sobre el alma, del fracaso de la pretensiOn del FedOn: triunfar sobre e! miedo a la muerte>> (DEHH 106). Es ese miedo el que <<exp!ica>> la fascinaciOn insidiosa del hitlerismo: del Ma!. Y ese miedo no se supera volviendo ilusoriarnente a! liberalismo, a! pensarniento tradicional, sino desmantelando despiadadamente sus ilusiones: su egologIa. El sujeto hiposttico paga en efecto su soberbio desgarramiento de la existencia con la radical soledad: l es Uno. Y por ende est solo (TA 35). En esta unidad indisoluble del existente y su acciOn de existir (TA 22), allI donde el ser es ya ser-del-ente: ~r<der ich bin
ist... der intentionale Urgrund fr meine Welt>) (<<e! yo
soy es... el protofundamento intencional de mi rnundo>>: Husserl, LOgica formal y trascendental). El suje-
to ha introyectado en si la violencia de lo Otro (del Hay), proyectndola !uego desconsideradamente sobre el ser del ente, ahora plural. Ahora es el Yo (re-pliegue de lo Otro) e! que no deja ser a !o otro, a !o distinto a l. Corno seala certeramente Jacques Derrida: <<Si el presente vivo, forma absoluta del tiempo a lo otro en s, es la forrna absoluta de la vida egologica y si la egoidad es !a forrna absoluta de !a experiencia, entonces el presente, la presencia del presente y el presente de la presencia son originariamente, y para siempre, violencia. La presencia corno violencia es el sentido de la finitud, el sentido del sentido corno historia>~(ED 195). ~Aeso hemos
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l!egado? Se sali del mito, de la Historia y su sujeciOn inalienable (que no deja ser distinto, por ser pura in-distinciOn) a travs de la hipOstasis del sujeto. Y ahora, esa violencia ingerida, aparentemente dominada, se ejerce sobre todo lo que no <<da la tal!a>> del sujeto. Es decir: sobre todo, ya que sOlo el Sujeto es si mismo. Apocalipsis de la Idea absoluta hegeliana: frente a la <atome Subjectivitat>, se afirma, <<todo el resto es error, turbiedad, opiniOn, fatiga, arbitrio y caducidad>> (WdL 12: 236). El resto es lo otro: lo que resta del Yo teOrico-prctico. La h~i milde dispersion del todo distributivo (la disticiOn entre ta! cosa, y tal otra, etc.) sucurnbe frente a !a Totalidad Integra del Universal Concreto. Como decIa nuestro Antonio Machado: El hombre es por natura la bestia paradjica, un animal extrao que necesita logica. Cre de nada un mundo y, su obra terminada, Ya estoy en el secreto Se dijo: Todo es Nada. Cuando la soledad de !a hipstasis se abre corno ser-en-el- rnundo, el resultado necesario es el nihilismo: la violencia del concepto contra las cosas. Por ello es para Levinas absolutarnente necesario dar Un paso: no <<hacia atrs>>, hacia el ser (contra Heidegger), ni hacia adelante (el rnundo administrado: la rnovi!izacin total del Imperio de la violencia liberal), sino dirlamos un paso a! margen: una sa!ida a la Trascendencia. Ta! es la vIa que seguir Levinas. Dicho brutalrnente: la onto!ogia conduce a! nihilisrno, y ste, en un infarne desvIo, a! hitlerismo. Preci
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so es oponer entonces la tica a la ontologla. No el Hay impersonal, ni el sum personal, sino el El transpersonal. La via que, en su propio trazado, en su propia <<traza>>, muestra !a posibilidad, no de un desvio, sino de un verdadero salto mortale, es !a vIa fenomenolOgica de la representaciOn y la intencionalidad. Por ella anduvo el joven Levinas, atento a los recodos. Vista como accin y prestaciOn de la conciencia, y no como producto, la representaciOn es un <<acto objetivante>> (ThI 97), esto es: la captaciOn en lo multiple de una unidad objetual designable por un nombre. Por y en ese acto <viene a hacrsenos algo objetual (gegenstandlich) en un cierto sentido estricto del trmino>> (Husserl, LU Il/i, 459). Pues bien: <<Toda vivencia intencional es, o bien un acto objetivante, o bien tiene por basamento un acto tab> (LU Il/i, 493). De manera que !a intenciona!idad de !a conciencia est indisolublemente !igada a un proceso de objetualizaciOn. Mas ya aqul, en estas ridas regiones, se oculta una amenaza para el Sujeto, segun Levinas. Es la amenaza, la herida del tiempo. En efecto, tal proceso es bifaz: por el !ado del acto misrno (Seinsakt), ste cae, corno suceso, en el tiempo. Pero por otro lado establece la intencionalidad una relacin que se quiere supratemporal (la objetualizaciOn misma). Como vivencia, el sujeto representador se !!eva a sj mismo a la existencia, la cumplimenta (vollzieht) como temporalidad. Pero en cuanto referencia al objeto, la intencionalidad <<revela una direcciOn en la que la vida consciente se ye comprornetida a cada instante de su fluir, pero en la
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que ella no dura>> (HO 398). Dos caminos parale!os, pues: el supratempora! de !a estructura relaciona! Sujeto/Objeto, y !a !lnea del tiempo (HO 408, 404). ~Es posib!e la transversalidad, el corte entre ambos caminos? SI lo es: el sujeto mismo es la interseccin de ambas !lneas, siempre que dejemos de ver en l
una conciencia trascendental, y lo consideremos como vida consciente de si. Siempre, en surna, que
pasemos de Husserl a Heidegger. La trascendencia de la intencionalidad se reve!a ahora como unilateral, fallida: es una mera trascendencia espacial (TA 64), una trascendencia que no lo es, ya que sujeto y objeto estn de antemano conectados por la luz. En !a trascendencia existenciaria, en cambio, e! tiempo segmentado en instantes se <temporaliza>> o ma-
dura, desde el <<momento> en que el ser-ahI est ya siempre <<fuera>>, cabe los objetos. Pero en ese instante de gracia en que, por fin, parece superada la
admonicin fichteana de que filosofar no es vivir y vivir es no filosofar, en e! instante en que el sujeto deja de ser seor del ser y del tiempo, Heidegger
Levinas un mero episodio, una aventura extrafilosfica, sino el precio horrendo de la superacin heideggeriana (en cuanto tal superacin, necesaria, sin embargo) del subjetivismo idealista de Husser!. En
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el fondo, si bien se mira, la operacin levinasiana no deja de ser sencilla (demasiado sencilla, en verdad): adscribe a Husser! dentro y como final de la tendencia cristiana y moderna a dar !a primacIa a! alma (refinada como mens o conciencia intenciona!), mientras que Heidegger vo!verla (~serla ta! la famosa <<toma>>?) a recaer en la barbarie mItico-orienta!germnica de la primacia del cuerpo: el arraigo al suelo. Y aun cuando esta visiOn sea excesivamente simp!ista, no cabe duda de que Heidegger parece en ocasiones desear la <<vegetalizacion>> del hombre, considerando en cambio fatidicas las alabanzas modernas a! cosmopolitismo y el ecumenismo. Asi, cita por ejemplo unas palabras de Johann Peter Hebel, viendo en ellas unas <<re!aciones ms hondas del serahI humano>>. Hebel dice: <Somos plantas que nos guste estar erguidos o no tenemos que ascender de !a tierra con las raices para poder fiorecer en el ter y dar fruto>>. Es verdad que Heidegger cornenta en seguida que, si <tierrax~mienta lo sensible, <<ter>> (cielo) da nombre al sentido, a! esplritu, y que e! lenguaje es justamente e! sendero entre el <<hondOn de lo perfectamente sensible y la altura del espiritu rns audaz>> (AED 150). Pero sta es una relaciOn vertical, que impide todo traslado (toda tra-duccin, si se quiere, mientras que Levinas: judlo-lituanoruso-francs, educado en Estrasburgo y A!emania y profesor en !a Sorbona, es un buen ejemplo de traduccin viviente). El rbol da gratuitamente sus frutos, es verdad. Pero siempre son los mismos. Nada sabe de los mrgenes del suelo en que crece. El est
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espacial. La p!anta tiene por ello una implantaciOn natural, satisfecha de 51 y sin ma!a conciencia. En ella es impensable alienacin y altruismo: se limita a gozar de los alimentos terrestres y a hacer de habitculo. Es un eje, una centralizaciOn, no una mano tendida. Da espacio, pero no se abre a la proximidad del otro, a una cercanla que no es vecindad: <<no es espaciab> (AE 96) ni temporal (si por tal entendemos !a <<sincronla>> del alma que cuenta los tiempos), sino marginal, anacrnica. Ta! anacronismo viene precedido de una cierta diacronla, de un hiato insalvable, intimior intimo meo. El propio sujeto, <<evadido>> del ser, siente cOmo ese pasado se !e re-vue!ve. Es el fenOmeno de la vergenza, que imp!ica !a conversiOn del altivo y autosuficiente Yo (el norninativo de la hipOstasis) en ser-me: el <<acusativo>>, la acusaciOn del pasado, en virtud de la cual debo asumir como propias ahora, a! presente, acciones que me repugnan (E 385). (Tambin Heidegger confesO a Jaspers por escrito, en una de las confesiones rns nobles y sinceras de su vida, que l y su mujer no habian ido a visitar a! matrimonio otrora amigo la mujer de Jaspers era Halbjudin ~<porqueles daba verguenza>.) Ms radical an es el fenOmeno de la nausea descrito por Levinas ya en 1935, que introduce una radical escisiOn en el existente humano. La nausea revela la imposibilidad de ser (de seguir siendo) lo que (ya) se es (E 386), y a la vez !a imposibilidad de <<deshacerse de si mismo>> (EE 156). En la nausea se revela el peso ineludible e insoportable mas nada liviano del <<ser puro>> (E 387).
ij
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pensable, pero cierto, fenmeno de la ocultaciOn: el evento imposible de la muerte. Si Rilke canta y Heidegger piensa !a muerte propia, Levinas se entrega apasionadamente a la experiencia de <<!a otra>> muerte. La muerte, entendida no como una <posibilidad de la imposibilidad>>, sino como el desmantelamiento de toda estructura de poder y dominacin: suma indigencia, exterioridad plena. La muerte es toda ella margen: no !lmite, sino <<traza>> de un pasado que vuelve. Pura irrelaciOn: si el existente es, segun Heidegger, <<poder-ser>>, en la proximidad de !a muerte ya no podemos poder. El sujeto queda inerme, sujeto al il y a. Pero lo terrib!e de la muerte no es que <<yo>> muera, sino a! contrario: que muera <<el otro>>, aun cuando ese otro sea (haya sido, en el vuelCo del contra-tiempo) <<yo>>. Lo terrible es que la muerte no es la mera nada (ni para el ser ni para la hipstasis hay <<nada>>, falta o hueco), sino un presque-rien, un <<casi nada>>, sin que la nada advenga. No es posible morir <<en paz>>. No es posible morir. La muerte no es sincrOnica (es una fa!acia hablar del <<instante>> de la muerte) ni diacrOnica, sino anacrOnica. Futuro purlsimo, futuro que nunca ocurrir en un presente, la muerte libera de la hipoteca del instante: <<elporvenir es !o inaprehensible, lo que cae sobre nosotros y nos sobrecoge. El porvenir es el otro. La relacin con el porvenir es la re!acin misma con el otro>> (TA 172). Ella rompe todo actus essendi, toda essance, de acuerdo a la acuacin (de sabor tan derridiano) que Levinas hace de la temporalizacin del tiempo: <<desmonta el tiempo recuperable de la historia y de la memoria en que prosigue
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!a representacinx~ (AE 112; <<representacin>>, sugiero, en todos los sentidos de la palabra). La muerte es en suma un <<desanudarse>> el nudo de la existencia... ~para tornar al <<hay>> amorfo y annimo? No hay otra posibilidad, en efecto. Pero si hay a!go que, visto desde la perspectiva del ser-pasado y del
sujeto-presente, es imposible. En la <otra>> muerte, en la muerte del otro, nos ad-viene algo que est <<ms all de la esencia>>. No es ser puro, ni el ser del ente, sino algo autrement que ltre: <<de otro modo que ser>>. A travs de la experiencia de la muerte se
anuncia un devenir de transubstanciaciOn sin recalda en e! ser puro, una continuidad que no va ya a lo
largo de la subsistencia de un trmino idntico (TI 283). Esta es !a apuesta, el punto de infiexiOn de todo el pensar levinasiano: e! existente debe (aunque no pueda) ser mortal y persistir sin embargo en
su <<personalidad>>, conservar su conquista sobre el
ser annimo: ser sujeto, sin estar sujeto a lo Otro ni a Si mismo (TA 173 s.), sino sujeto a <<otro-ahi>>. Autrui es un trmino en rigor intraducible. Levinas, maestro de la lengua francesa (una lengua
aprendida en el <<exilio>>), aprovecha esta construccin, este compuesto proveniente del latin alter huic que no admite articulo, ni distincin de gnero ni plural, y que solo se da en dativo (latin alterui, dativo de alter: cet autre). Autrui solo puede aplicarse a personas, no a cosas (a! contrario de <ilautre~,
donde el articulo apocopado deja en absoluta indecisin, en indiferencia, el referente; por ello es vlido para designar la naturalidad del ily a, la impersonalidad de la illeit). Mi propuesta de traducciOn
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compuesta no es inocente: pretende sugerir que <<otro-ahi>> es la respuesta contundente de Levinas al heideggeriano <<ser-ahi>> (tre-l, como se dice en frances, por ms que esta versiOn de Dasein sea incorrecta). <<Ahi>> es un extrao adverbio de lugar: no se refiere ni a la posicin del que habla (<<aqui>>) ni a la del que escucha (~<a!li>~), sino a un ~<tercerlugar>~ intermediario, un lugar prOximo a la vez a <<ml>> y a <<ti>>: el lugar del prOjimo, de una tercera persona interpuesta y que est fuera de juego, privada de palabra. No un alter ego como el estudiado por Husserl en su quinta Meditacin cartesiana, no <<uno de dos>>, sino <<uno entre dos>>, a! margen de la relaciOn dialOgica, a! margen del dialogo (de ahi las criticas de Levinas a la relaciOn buberiana del Yo y el T). Por eso no cabrIa hablar aqul en puridad de <<alteridad>> (aunque el propio Levinas usa el trmino), que es una relaciOn !Ogica bien expuesta por Hegel, sino de (sit veniat verbo) ~xa!truidad>> (como correspondencia, por el lado de la exterioridad absoluta, a! ~<altruismo>~del sujeto atento a <<otro-ahix~).Otro-ahi se me da <<a ml>> (imposible distinguir en castel!ano entre Je y Moi: Levinas quiere subrayar el encuentro-margina! de dos dativos, despojados de toda <<nominaciOn>>) en el anuncio de la muerte. Un anuncio que echa por tierra la definiciOn hegeliana de la libertad (aunque, a! ser su ~oposicin>>violenta, no s si el viejo maestro suabo se sonreirIa: toda oposicin es reversible; quiz a Levinas le falten las palabras para <<decir>> esa experiencia). La libertad es ser 51 mismo, estando en lo otro (o en el otro, o la otra: relaciOn erOtica): mi mismidad hace de la alteridad
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gusta de recordar aquel <<pensamientox~de Pascal: quizs el humilde <<puesto a! sol>> sea ya indicio de dominaciOn y violencia: de usurpaciOn, en suma). Es verdad que, en Hegel, <do otro>> es en definitiva la Naturaleza, y que un espiritu no debiera <<invadirx~ otro espiritu, sino mantener con l una relaciOn de reconocimiento recIproco. Pero es justamente esa reciprocidad la negada por Levinas: no hay perdOn mutuo de los pecados (yo no soy quin para perdonar, pues todo perdOn implica una comprensin, una justificaciOn del crimen: y !a muerte no el dar muerte no es un crimen. Nadie ni nada puede ser <<incriminado>> por ello). Antes y ms a!ta que la libertad est para Levinas la responsabilidad: el hacerme cargo, no de la existencia propia (contra Heidegger), sino de la indigencia ajena. Ser responsable es abrirse pasivamente (una pasividad que no es contraria a !a actividad, en cuanto que ambos trminos refiejan la lucha entre dos <<si-mismos>>), abnegadamente a la insondable muerte y al sufrimiento de <<otro-ahI>>, sin considerar a ste como esplritu, sino justamente como <<corporalidad>> y came: como exterioridad. Una exterioridad que no est en el espacio (que no es intencional) ni est <<antes>> del espacio (algo asi como el espacio a priori kantiano), sino que es el punto cero: el origen del espacio. De ahI que Levinas haya dedicado un esplndido artIculo (Scularisation et faim, Heme 76-96) al fenOmeno del ~xecharse en cara>> el hambre de <<otro-ahi>. Para evitar la confusiOn de esta exterioridad trascendente con la materialidad y la naturalidad (tr-
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minos opuestos a! SI-mismo, y por ende dependientes de l) ha elegido Levinas un vocab!o frances no exento de dificultades. Se trata, como es sabido, de visage (suele verterse en espaol como <<rostro>>). Mientras que el trmino frances remite a <<vista>> (con lo que parecemos volver a! dominio de la jntencionalidad espacial y a la primacla de la luz), el castellano proviene del latin rodo (<<roer>>, y por extension <<desgastar, destruir>>), con toda una carga de agresividad absolutamente inapropiada para designar la ~<altruidad>~ (rostrum significa <<pico de aye>>, y por extensiOn <<espolOn de un navio>~. En general: <<punta o cabo>>. Es !stima que Derrida no haya podido aprovechar, en su El otro cabo, esta sugerente etimologia: Europa como agresivo espolOn de abordaje). Yo propondria en cambio <<semblante>>: es verdad que remite a <<semejanza>>, mas semejante es,justamente lo no-idntico, lo que difiere constantemente de un fondo comn pre-supuesto, siempre retraldo y oculto: en el <<semblante>> sale a !a luz la trace (<<traza>>, no <huella>>) del Innombrable, del Absolutamente-Otro: lo que se escapa de toda economia, de toda oiko-nomIa o convenciones para <<habitar>> un lugar. Semblante como aparicin desnuda, indefensa (sin seas de identidad) de otroahI, el cual remite a! Ahi de la relaciOn de altruismo y altruidad, designada por Levinas como vis--vis (~quizarecordando la promesa paulina: <<luego Lo veremos cara a cara>>?). Toda una baterla de trminos (todos ellos, necesariamente inadecuados para una relacin que esta aquende la verdad y la libertad) despliega Levinas
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para <<sitiar>> este extrao fenmeno: Trascendencia, an-arquIa (lo que me sale a! encuentro es justamente la indigencia y la indefensin, tornada a! punto en mandato absoluto: <<no matars>>, que me desarma a Mi), pre-originalidad, responsabilidad (anterior a la libertad: el no poder no verme afectado ante el grito de otro-ahi), desnudez (no fingida, como en la relaciOn erOtica, que hace surgir a! cuerpo del otro lugar de mi placer este repudio del erotismo como <<simulacro>> corresponde al !timo Levinas: los lectores de El tiempo y el otro encontrarn, en cambio, una sugestiva defensa del erotismo como anuncio de la trascendencia), proximidad, mas no en el sentido espacial, como ya indicamos, sino en el de obsesiOn otro magnIfico hallazgo linguistico de Levinas: del latin obsideo: <<situarse, estarse enfrente>> (siendo cada uno el <<ahi>> del otro, antes de toda reiacin Yo-T). Y por extension: <<estar asediado>>, verse cercado <<desde fuera>> por la splica de otroahI. Indiquemos tambin (las metforas son demasiado numerosas como para dar una relaciOn exhaustiva) sustitucin (ponerme en el lugar de otroahi: hacerme cargo, a! extremo, de su muerte: morir para otro-ahi) y ser rehn (la abnegaciOn de ser <<prenda>> de la salvaciOn de otro-ahI). Pero seguramente ninguno mas incitante ni polmico que el de trace (<<traza>>; en ambos idiomas, del latin vulgar tractiare: <<tirar una lInea>>, derivado a su vez de trahere: <<tirar>>). Una traza no es ni una huella (el resu!tado de pisar con fuerza sobre una materia blanda) ni un vestigio (de vestigium: la planta del pie), es decir: no es la remisiOn ni a una cosa existente ni a
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la existencia misma (de la que ella seria representante o lugar-teniente, como e! hombre heideggeriano: Platzhalter des Nichts) sino el aspecto a-trayente de una ilnea que margina y separa: las <trazas>> expresan la distincin: por las trazas se ye que alguien es <<distinto>>. La traza levinasiana remite a un Futuro-Pasado inmemorial, a una sospechada y supuesta Presencia que nunca hara acto de presencia (~tam poco para Si misma? No s si Levinas se habr hecho esta pregunta, decisiva, y que des-fondaria para siempre a su deus absconditus. Pero, de lo contrario, ~cOmo escapar a la <<alteridad>> lOgica, hegeliana? 0 peor an: ~cmo evitar el retorno a! ii y a?). Otro-ahI es la traza, el delineado <<en vaclo>> del Dios del monoteismo judlo. Y como buena <<traza>, el semblante remite a un registro sensoria! distinto. Lo <<visto>> habla, apela a nosotros (sin dialogo posible: ~cOmo convencer a otro de lo <<razonable>> de su dobr, o de su muerte?). Ante el semblante, la reacciOn altruista es: abrirse a! mandato <<no matars>>. 0 sea: no reducirs mi desnuda altruidad a la mismisidad de tus esquemas de <<apropiaciOn>>, no me tendrs por medio ni por objeto (una extraa cercanla a! imperativo categOrico kantiano se vislumbra aqul: <<no tomars a! hombre como medio, sino que lo tendras por fin en si mismo>>): no hars, en definitiva, de mi desnudez esquiva e! objeto de una actividad intencional. Bien se ye que Levinas se debate aqul en una tarea quizs imposible; por un lado, su lenguaje recuerda a! de la teologIa negativa (~noha ensalzado siempre el platOnico <<Bien mas all de la esencia,
,
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del ser>?), que intenta decir, por la negaciOn de la ontologia, lo que no es la relacin (si asI puede l!amarse, dada !a asimetria absoluta entre los trminos: la obligaciOn infinita por mi parte) de altruidad, escogiendo adems al respecto dos trminos tan filosficamente cargados como <<tica>> o como <<metaflsica>> (en clara po!mica contra el enemigo y maestro lntimo: Heidegger, que habla en su madurez de la Superacin de la MetafIsica: en otro sentido, claro, pero no <<absolutamente otro>>; para huir de un absoluto despeamiento, Levinas debe presuponer una Presencia, por oculta que nos est). Por otro, su cercania intelectual y emocional al existencialismo frances tine su lenguaje de giros patticos
(a las veces, inauditos en filosofla: l mismo apunta
jocosamente la cercanla de algunas expresiones a las empleadas desde los plpitos), y su conocimiento del Talmud presta por otra parte un <<valor afladido>> a un cierto mesianismo <<del otro hombre>>, de ribetes apocalipticos. Y sin embargo, Levinas pretende seguir Ia senda (!inguIstica, a! menos) de la tradiciOn filosfica, a la que no deja de someter a
fuertes torsiones (por ejemplo: Ia aproximaciOn a!
Dios cartesiano de la Tercera MeditaciOn, sin atender a que ste establece con su realitas obiectiva, con la idea que de El tenemos, una relacin de causa a efecto). Pero ningn conocedor de textos fibosO ficos se va a extraar del maltrato o saqueo de otros textoS, en filosofla. Quiz serla ms grave dejar plantada aqui la admoniciOn de Hegel: la fibosofia ha de guardarse de ser edificante. Claro que, ~edifica algo Levinas, o ms bien desmantela? No hay refugio ni
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<<hogar>> en la fibosofla desarraigada y errante de Levinas. La <patria>>, si asI pudiera llamarse, est en <<otro>> lugar: un lugar nunca presente. Ni siquiera puede decirse de este extrao escritor filosOficoreligioso que l predica con su obra el amor a Dios. ~COmoamar una retraccin? El mismo ha sealado, en su hermosa recopilaciOn de ensayos Difficile libert, que hay que amar a la Tor ms que a Dios. Estas palabras, aparentemente escandalosas, apuntan a la necesidad de proteger al hombre contra la locura de un contacto directo con lo Sagrado. Al fin, es el propio Yav quien dice a Moiss: <<Mi faz no podrs verla, porque no puede verla hombre y yivir>> (Exodo 3319). La pregunta que surge ahora, inquietante, es: ~tiene acaso Yav Dios semblante? 4~No serIa entonces el otro-ahi la traza de una traza, sin on gen ni trmino? A moms que Dieu ne veuille dire Mort: <<A menos que Dios no quiera decir Muerte>>, insina insidioso Derrida (ED, 170). ~Es acaso Dios algo <<ms que la muerte de otro-ahi>>?
2.
La obra de Emmanuel Levinas es un modelo de work in progress: de ella se diria que sufre ms bien de~ un proceso de ebullicin, y no de evoluciOn. Es verdad, sin embargo, que toda ella est presidida por una pregunta dave, decisiva: <<El hombre, como criatura o como sen sexuado, ~no tiene otra relaciOn con el ser sino la del poder sobre l o la esclavitud,
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la actividad o la pasividad?x (DEHH, 107). Levinas intentar escapar a este dualismo por la tangente de una Trascendencia en la que se vislumbra la extraa relaciOn entre dos <<pasividades>> (el altruismo y la altruidad) deSde un Fondo-Pasado anOnimo y espantoso (el amonfo il y a) y hacia un innominado A!tIsimo-Otro-que-Ser, un Futuro siempre por venir. Tambin quedara sin respuesta la pregunta de si esta dialctica entre el Infierno y el Ciebo (que parece repetir insidiosamente la pnopuesta mitica del hornbre-rbol que vimos en Hebel y en Heidegger) no acabar pon ser circular y remitir a! cabo, tnas el supremo engao marginal de la <<curvatuna del espacio intersubjetivo>>, a! informe seno de pnocedencia. Es la misma cuestin que obsesionaba a! viejo Kant, cuando se preguntaba en la CrItica delJuicio (~87) si el final de los hombres (<<rectos o no, que eso aqul da igual>>) no serla sino el de volver a sen sumidos <<en el abismo del caos informe de la matenia de donde fueron sacados>>. Y la salida (~oms bien huida hacia adelante?) es tambin analoga en ambos pensadores: la ubicaciOn de la tica ms all de la ontologia (en Kant: metafisica de la naturaleza). Los perlodos en que convencionalmente puede dividirse el quehacer filosfico levinasiano vienen de alguna manera marcados todos ellos por un esquema dialctico, en el fondo ms binario que ternanio: a) la noche de la subyugacin del Hay versus el dia de la hipOstasis del sujeto seor del ser (seorIo a! precio de la radical soledad); b) alba/crepusculo de la relaciOn ~<caraa cara>~,a-traida en una aventura sin retomo ni trmino hacia !a Retrac-
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cin del Dios (en claro paralelismo ~odesaflo? con el Entzug o netracciOn del Seyn tachado por Heidegger). Sin embargo, las modulaciones son bien distintas segn se va despnendiendo Levinas del infiujo sufrido en la juventud friburguesa: el infiujo de la fenomenologia y de la filosofia de la existencia. Asi, bien cabnia hablar pon lo pronto de un primer peniodo, de 1930 a 1949, que comienza con la tesis sobre Husserl, se revela ya como pensamiento propio en las concisas y densas paginas sobre la fibsofia del Hitlerismo, sigue con ese vendadero manifiesto que es De lvasion, y culmina en 1946/1947 con De lexistence a lexistant y las cuatro conferencias neunidas bajo el titubo de Le temps et lautre; un titubo intencionadamente ambiguo e intraducible a! castellano: <<El tiempo y lo otro>>, y a la vez <<El tiemP0 y e! otro>, que es en nealidad <<El tiempo y la otra>> (la mujer). Este perlodo est marcado por la influencia de la fenomenologia y su lenguaje es confesadamente ontologico, dentno del cua! afioran, tan irresistibles como incOmodas, dos experiencias pertunbadonas: la amistad tnabada en Estnasburgo con Maurice Blanchot (y a su travs, con Bataille) y las vivencias de un campo de concentnaciOn cencano a Hannoven, protegido el pensador judio por el uniforme frances (su familia seria en cambio exterminada en Lituania); en el stalag redactarla en gran parte De lexistence a lexistant. Dada la turbadora presencia del Otno como <<Muerte/Amada>>, podrIamos denominar a esta fase corno PERIODO EROTICO. Una segunda fase se extiende de 1949 a 1961: de En dcouvrant lexistence avec Husserl et Heidegger a la
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pnimera gran obra (en el fondo, un ajuste de cuentas con Hegel): Totalit etlnfini. Aqui, la relacin ertica aparece como preparacin y prembubo de la nelacin tica y sus conexiones con !a polItica. CabrIa denominar a este perIodo como ETICO. La tercera y ultima fase es, sin duda, la ms potente y original. En ella, el inters por el pensamiento hebreo (lecturas talmdicas) se hace patente. Hay
un claro rechazo de la relacin erotica, del arte y de cuanto perturbe la conexiOn entne tica y religion. Ms all de la libertad, es la responsabilidad del hombre, como sustitucin y nehn de otro-ahI, la
garante de la Trascendencia. Sin duda la obra mayor del peniodo (y seguramente de toda la filosofia de Levinas) es Autrement qutre ou au-del de lessence, de 1974. La ontologia es rechazada, y el lugan
La obra aqul intnoducida, El Tiempo y el Otro, culmina pues el primer peniodo. Yo me atnevenIa a
sugenir que en buena medida es una contestacin
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que seguramente asistiO (en todo caso, la interpretadOn sugenida por esas lecciones impregnarfa a toda la intelectualidad francesa del peniodo, y aun ms a!l del mismo). La insistendia de Levinas en esta obra sobre su andadura dialctica y no fenomenolgica, la idea del Hay como <maldad>> en cuanto sersin-lImites (el <<infinito malo>> hegeliano) y la concepcin del amon como vo!uptuosidad de la voluptuosidad o <<amon del amor>> (que parece remitir a! famoso dsir du dsir kojviano) abonan a mi ver esa cercania, que requerirla de un minucioso parangOn. Por lo dems, las resonancias heideggerianas son constantes, ya desde el inicio (Levinas pretende desarrollar un anlisis ontolgico, no antropologico ni psicolOgico). Y polmicas: frente al Miteinandersein (el <<ser-uno-con-otrox~)que propicia la comunicacin y el destino compartido se yergue la nelacin de alteridad: el mistenio apasionante de la incomunicabilidad, de la imposibilidad de comuniOn (tambin contra la reciprocidad dialOgica buberiana). Frente a la muerte como <posibilidad de la imposibilidad~,aferrada como pnopia (se muene <<a solas>>, frente a! levinasiano: se vive <<a solasx~),Ia muerte como sobrecogimiento, evento <<imposible>> de apertura (no de cierre: Ganzheit des Daseins o <<integnidad del sen-ahI). Frente al <<herolsmo>> de sabor kierkegaardiano de la ~repeticin>, la paternidad como continuaciOn transubstanciada de la personalidad: victoria sobre la muerte. La obra se presenta en efecto como una dialctica (no cerrada: sin <asunciOnx~o Aufhebung circular) del sen, con tres momentos clanamente diferen-
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ciables: 1) impersonalidad anOnima del Hay, 2) denominacin solitaria de la HipOstasis, del Sujeto, y 3) a travs de !a dura expeniencia del sufrimiento y la muerte (la <<desesperaciOn>>, en la Fenomenologla hegeliana), la apertura a la Amada y al Hijo. 0 bien, !Ogicamente: ipseidad, identidad, alteridad (o altruidad). Con todo, tengo para ml que terminologia y estructura filosOfica no son sino el revestimiento de una narracin mItica (bo que no dejania de ser irOnido, dada la enemiga de Levinas contra el mito; pero, ~no nos ha enseado e! que se teme lo que uno de verdad es?). Una narraciOn cuyo tema es la lucha entre la Luz y las Tinieblas, entre el Dla y la Noche; un combate en el que, in extremis, se alcanza precania victoria gracias a la irrupciOn de un aliado imprevisible (y de claro regusto novalisiano, aunque no me consta la influencia directa): el Semblante de la Amada/Madre, que reverbera a trays de la Noche/Muerte como promesa de un Ms-All (patente ya en este mundo a travs de la fecundidad). Un nuevo mazdeIsmo, pues, de tintes romnticos, cuyo finab es obviamente la RedenciOn del Mal, la Muerte de la Muerte, del ma! encarnado en el Ser (identificado un tanto fonzadamente con la base del hitlerismo). De hecho, el sabor inicitico de la narracin es innegable: el Sujeto, a la vista de la Muerte, vuelve a la infancia (se hace in-fans: pierde la palabra-quedomina-a-la-Bestia) y prorrumpe en sollozos: se hace irresponsable. Pero el Eros bo salva, destituyndole por un instante de la virilidad y la heroicidad (sus atributos esenciales), pero sob para devolverlos transfigurados en el Hijo. La mujer tiene un pa-
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pel transitivo justo bo que le faltaba a la intransitividad del ser en cuanto funcin mediadora entre dos varones. Una vez ms, la Mujer es sacrificio, seno y paso. Como en Schelling (otro esplndido narrador de mitos travestido de filsofo), tambin el Hroe de Levinas se yergue desde el baldlo de la Tierra (~por qu se niega nuestro autor a considerar el Hay como <<madre>>? ~Por qu la fecundidad es propia sOlo del VarOn?). Surgido del desierto (verdadera creatio ex nihilo: sOlo que todavia el Hombre, ensoberbecido, se cierra sobre si-mismo foco de Luz, cree ser su autor, sin saber que l es el Ahl del Otro), nutrido por los alimentos terrestres (sin trabajo: de modo que el desierto no lo era tanto, ni el Hay tan neutro), en seguida se da cuenta de que est solo (y: <<No es bueno que el hombre est solo>>). En la resistencia de la Tierra aprecia !o pIrrico de su victoria: ha de trabajar para sobrevivir. Se anuncian el dolor y la mortalidad. De la Noche que viene sob bo podr salvar la <<otra>> Noche (<<Noche transfigurada>>): la erOtica feminidad. Si el varOn es cierre-hacia-fuera, luz circular que hace horizonte (trascendencia espacia!: guardar las distancias), la Mujen es retracciOn, cierre-hacia-dentro, aquel punto de atraccin o agujeno negro que <<rehye la luz>>, que consiste en <<esconderse>. Sus atributos son el misterio y Ia virginidad: una virginidad <<ontolgica>>, intangible: ~eter namente inviolada>> (TI 265), en el sentido de que no es objeto de experiencia posible, de vivencia intencional: no puede ser <<tematizadax~.Corno ci Seyn de Heidegger (o la <Revelacin de lo !iondo>, de He-
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gel), la Mujer aparece a la luz sin desocultar su misterio; aparece como ausencia: <<Lo esencialmente ocubto se yecta hacia la luz sin convertirse en significado>> (TI 264). Acaece en el tiempo, pero no est en el tiempo (y menos es seora de l: sob el Hroe lo es). Su encanto (charme: tan frances) consiste en la retraccin del honizonte temporal de la pnesencia de lo presente. Toda ella Anuncio, Pre-monicin, en
ella se celebra la epifania del Indicio. En una palabra: si el VarOn es poder (puissance), la Mujer es pudor (pudeur: es interesante sealar que, en los Beitrge zurPhilosophie de 1936-1938 una obra de
la que Levinas no podia tener noticia Heideggen establece a! pudor (Scheu) como la nueva determinacin fundamental del <<otro inicio>>: a! revs que Ortega, a veces parece condenado Levinas a ser que-ya-bo-dijo-despus-de-Heidegger>>). El pudor garantiza la inviolabilidad de la Mujer aun (y hasta precisamente) en !a violacin, en la profanacin: sta no es segn Levinas la negacin del misterio, sino una de las relaciones posibles con l (TA 185). Justamente la profanacin mueStra, en su frenesi, la imposibilidad de apoderarse de la Mujer. Pon eso arrastra las ms de las veces a! asesinato: la pasividad inerme, la fragilidad <<a! borde del no-ser>> (TI 266), es violentamente convertida en <<cosa>>, en ser annimo (un buen ejemplo inverso que escapa a la misoginia de Levinas podria hal!anse en la desesperacin de la Salom de Wilde y Strauss, que intenta per impossibile besar al Bautista y se topa con los frlos !abios de una cabeza degollada). Es ms, la violencia del profanador (que parece no dominar lo
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suficiente a su existence) cnece con la inaccesibilidad del secreto: <<lo clandestino descubierto no toma el estatuto de lo desvelado. Descubrir significa aqui violan, ms que desvelar un secreto>> (TI 267). El violador no querla abrinse a! misterio, sino saciar su placer. Por eso, lo que encuentra en sus manos es ya una <<cosa>>. El Mistenio queda incOlume en la profanaciOn (confrOntese esta concepciOn con la alabanza cristiana del martinio de las Vingenes). El crepscubo-aurora es anuncio de un Dia ms fuerte que Ia !uz hiposttica (pero, ~por qu de un Dia y no de una Noche? ~Pon qu de una Presencia re-traida y no de una Ausencia siempne pospuesta?): el presente, ba presencia del futuro (TI 266). En este sentido, la Mujer (ese espesor insignificante: un <<signo que no apunta a nada>>, que cantaba Hlder!in), es la vendadena <catastrofe>> (en eb sentido gniego de <<inversiOn sbita>>, de conversiOn) del Sujeto: Ulises no retoma a! hogan (o bien, en jenga fenomenolOgica no necesariamente ms pnecisa: deja de sincnonizan bo multiple temporal en la apresentaciOn de la conciencia, para abrirse a la diacronia del tiempo), sino que se embarca en una aventuna sin retorno: perdindose, se ganar (transmutaciOn de Circe en Ruth o en Mania de Magdala, pace Jos Sanamago). Un No-Yo (porque la Mujer no es Sujeto, no es hipOstasis) anrastra a! Yo a un porvenir absobuto: deja asI de ser sujeto, pana estar sujeto (a! Eros salvador: al amon, fuerte como la muerte Cantar de los cantares-- y aun ms fuerte que ella Levinas). La intenciorialidad se refracta: deja de in hacia la luz (trascendencia espacial), hacia
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lo con-sentido (TI 267), y el Yo <<muere>> (instante inicitico: regenenaciOn del VarOn por la mujen, como el salvaje Enkidu gracias a la hetaina, en el Mito de Gilgamesh): ahora no es ni actividad ni pasividad (en el sentido de <<estar en potencia>>), sino pasin total. ~Levinas, apOstol del amour fou? No. En eb vertigo de la evanescencia, en la caricia misma, en ba petit morte misma (orgasmo como <<pice del pathos de ba distancia) tiene lugar una decision, suprema: o consentimiento placentero (y recaida pecaminosa en eb abismo del ii y a) o ascensi6n trascendental: apertuna a! <<otro>> tiempo, un tiempo pre- sinttico, pre-fenomenobOgico: eb tiempo del Instante (pero tambin habba Heidegger, ay, del serhumano como Augenblicks-sttte: <<estancia del instante>>). Y aqui, en esta <<muerte de la muerte> (Hegel dixit) se celebran las nupcias del Amor a travs de los cuerpos apasionados de los amantes, abismados en una diferencia insupenable: la vendadera voluptuosidad no es el deseo de la came, entendido como besoin (necesidad fisiobOgica, satisfecha en eb goce), sino como verdadero dsir (sensu kojviano): <<amor del amor del Otro> (TI 273). Dios, dirIamos, se ama a travs, subsidiariamente, del amor de los amantes. Nunca estuvo Levinas ms cerca del puro nomanticismo del Tannhuser wagneriano como cuando canta (ms que escnibe): <<La proximidad del prOjimo, en lugar de pasan de una limitacin del Mi (moi) por otro-ahl o por una aspiracin a una unidad aun por neabizar, se hace deseo que se nutre de sus hambres o, por usar de una palabra usada, amor, mas precioso a! alma que la plena posesion de si por
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mismo~(HAD 17). Lo que en el amon se cumple es justamente lo fenolOgicamente imposible: estar vis-vis con eb Entzug (o retracciOn del Dios). Muerte, ~dnde esta tu victoria, dOnde tu aguijOn?: <<Alli donde todos los posibles son imposibles, ablI donde ya no se puede poden, el sujeto esta sujeto an por el eros>> (TA 188). La redenciOn por el amor. Por lo dems, no sabemos qu ocurre con la innombnada Mujer, una vez la redenciOn cumplida: una vez fecundada para que surja el hijo (~porqu no la Hija? Justamente mientras redactaba estas conferencias tuvo Levinas de su esposa un hijo: Michael), su funciOn esta cumplida (como ba Senta de El holands errante o Doa Ins, en nuestro Tenorio, que acaban, en el sacnificio de su virginidad, sacrificadas como Vlrgenes). ~Teobogia del sexo, pues? ~Conta gio de la <<religiOn>> batailleana de la dpense? Si tal hubo, poco le durO a Levinas. Desde Totalit et infini, nuestro autor abandonama el mito para refugiarse, cada vez con mayor ardor, en ba estnicta observancia de la Ton, uno de cuyos textos (<<extnemistas>>, matiza Levinas) dice de la mujen que: <<Satans... fue creado con elba>> (DL 56). No menos extremista es eb pnopio Levinas, a! afirmar ad locum que la mujer es <<aquello que por excelencia se exhibe, lo esencialmente turbio, lo esencialmente impuro>>. Catstrofe de ba <<catstrofe>>, parece que se vuelven a poner las cosas en <<su>> sitio. A pesar de todos los naptos neorromnticos, la mujen o mejor: <<bo>> femenino, servIa para esc~ par precaniamente de ba .muerte, a! tener ba funcion de ofrecer hijos en que e! VanOn se continuara, ms
Si
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all de la de-funcion. Pero, ~y si Ubises se engatusa con Circe en vez de transfonmarse en Abrahn? 0 peon an, ~y si decide ser Onn, un Onn estigmatizado tambin por el PlatOn tan apreciado por Levinas y que condena en sus Leyes el ~xdenramar la propia semilla entne las rocas y las piedras, donde no echar nunca raices>>? (Leg. 838 s.). Ante lo que siente horror Levinas (un horror infundido por el retorno insidioso de il y a en el seno de la relaciOn erOtica) es ante la diseminacin (y recurdese que una obra importante de Derrida se titula De la dissmination), la esteribidad en la que sOlo el placer se consuma. Por eso hay que buscar desesperadamente un Amour sans Eros: agape, caritas. SOlo en la responsabilidad por otno-ahi (designado por un pronombre que no admite gnero y, desde buego, no el femenino) puede revelarse !a trace del Dios oculto: en el semblante de la viuda (esto es: la que echa en falta a! Esposo), del hurfano (esto es: eb que echa en falta a! Padre), del extranjero (esto es: el que echa en falta a la Patria). En una palabra: en el semblante de todos aquelbos desarnaigados que echan de menos el arraigo (como el Pueblo de Israel, que vaga en pos de la Tierra Prometida, la cua!, como sabemos tambin, <<no es de este mundo>>). Asi que la alabanza del desamraigo parece conblevar una desmesurada infinita, absoluta nostalgia por el Arraigo perdido (de nuevo, otro mito: el de los orIgenes o el Paraiso Perdido). El erotismo no serla entonces sino la perversiOn, eb simulacno de la tica (Dionisos contra Yav). SOlo la maternidad, sOlo la <<gestaciOn del otro en lo mis-
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mo>> (AE 95; soy yo quien subnaya la neutnalidad de lo femenino) puede nedimin a la mujer, antes redentona del hombre. SOlo <<el gemido visceral>>, alli donde las entraflas se re-vuelven y desentnaan para dan a luz lo otno de Si: lo otno-que-ser, puede redimin a la mujer de su in-significancia pana que <<coadyuve>> a la verdadena nelaciOn tica (pnefigunada ya en la patemidad, que a su vez se va a yen transfigurada ulteniormente en !a<patennidad>> espiritual). De bo contnanio, tendniamos un significante (~omultiples, si atendemos a! donjuanismo!) sin significado ultimo; caeriamos como Dernida debe haben caido, inremisiblemente non rcuperable en el infinito malo hegeliano de la <<archi-escritura>>; tropezarlamos con el <<escnda!o>> de un <<juego interminable de significantes que reprimen, sin sacarlo a la luz jams (ajournant a jamais), a! significado>> (DD 182). Este es a mi yen el punto fllosficamente importante: la nostalgia de la Presencia, de una Plenitud que de siempre se nos escapa pero que, de suyo, descansa eternamente en Si misma. De modo que ba altruidad y el altruismo es, se da para nosotros, hombres, que somos seguidores de una traza retrctib, pero para sI hay una Presencia cerrada y clausa. Dios se guarda en el silencio, pero transparece en el esfuenzo del <<Decin>>, ms all de bo <<Dicho>>: Dios es Palabra viva, dada a los hombnes como Escritura para que la traspasen y rastreen la traza del Oculto. De modo que, en el fondo, absoluta razOn tenla el ltimo Levinas a! llamar <<Metafisica>> a sus esfuerzos (y <<metafisica>> en el sentido heideggeriano del trmino: en ultimo trmino). El ltimo Trmino: cor meum in-
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NaciO nuestro autor en Kovno (Lituania) el 12 de enero de 1906, en el seno de una familiajudia relativamente acomodada e ilustrada (el padre tenia una librerla). En la pequea ciudad se respiraba una atmOsfera de libertad y soSiego bien burgueses: no existIa ghetto, y la dominacin rusa apenas se hacla notar. Por el contnanio, se intentaba por todos los medios integrar a los hijos en la cubtura dominante, pues, aunque los judios no eran molestados, su residencia estaba bimitada a las provincias limitrofes del Imperio: a Mosc sOlo podlan acceder judIos que hubienan abcanzado una dignidad especial en los estudios o en el comercio. De modo que Levinasfue abentado a la asimilaciOn de la cultura rusa. Nunca olvidanla sus primeras lecturas: Pushkin (cuyas obras completas sigue conservando), Gogol, Tolstoi y, sobre todo, Dostoievsky (<<Somos dos seres que se encontrarn cara a cara en eb infinito>>, se dice en Los demonios). No puede dejar de mencionarse, Sin embargo, la fortisima influencia del judaismo en Lituania (con nombres tan rebevantes como GaOn de Vilna, <<el ultimo gran talmudista de genio> [QEV 64] del siglo xviii, o SalomOn Maimon, que sentarla las bases del idealismo alemn a! conectar en profundidad el clculo infinitesimal, la teorla de las percepcioneS leibniziana y e! trascendentalismo kantiano). Durante toda su vida intentar sen fiel Levinas a
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Ia conjunciOn de las ideas forjadoras de la civilizaciOn moderna y la re!igiosidad judla, volviendo una y otra vez a la !ectuna del Talmud y de sus comentaristas. Las tunbulencias de !a Gran Guerra ilevaron a la familia a establecerse en Jarkov (Ucrania), en cuyo liceo ingresarla Levinas a los 11 aos. La abdicacin del Zar en 1917 y la RevoluciOn de Octubre semian contempbadas con temor e inquietud por sus padres. No asi por el pequeo estudiante de bachilberato (<<No permanecI indiferente a las tentaciones de ba revoluciOn leninista, a! mundo nuevo que iba a venir. Pero sin compromiso militante>>: QEV 68). A !a primera posibilidad en 1920 la famibia decidi regresar a Lituania (independiente desde 1919), no sin sentimiento por parte de Levinas, cuya impresiOn era la de haber dejado atrs e! centro en que se jugaba la Historia (<<Es como una era mesinica que se habia entreabierto, para cerrarse>>: ibid.). En 1923 tiene lugar (aventura sin retorno) el gnan salto a Europa, a Estrasburgo, una ciudad e!egida por la familia por dos razones: una, por tratarse de Francia (cuabquier bector de Pushkin o Tolstoi puede apreciar la admiracin rusa por el mundo cultural frances); otra, ~por sen la ciudad francesa ms cercana a Lituania! Era como Si flO se quisieran romper por entero los lazos con el lugar de proveniencia (nostalgia del suelo natal). AllI comienza Levinas sus estudios de filosofia, con profesores para los que siempre guardaria agradecido recuerdo (an los menciona en su leccin de despedida de la Sorbona, en 1976): Maurice Pradines, Charles Blon-
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del, Maurice Halbwachs (que moriria torturado por los nazis), y Henri Carteron (a! que sustituiria, tras una muerte prematura, el gran historiador de la fibsofia Martial Guroult, sin influencia empero en el desamrolbo intelectual de nuestro pensador). Pero ante todo es Estrasburgo el lugar del encuentro con Maurice Blanchot, con quien sebla una profunda amistad, probongada felizmente hasta hoy. De l dma en 1987: <<Escogia siempre el camino ms insospechado y el ms noble, el ms arduo. Esa elevaciOn (lvation) moral, esa aristocracia fontanal del pensamiento es bo que ms cuenta y eleva-y-educa (lye)>> (QEV 71). Es Blanchot quien le incita a leer a Proust, a Paul Valery. Tambin por entonces comienza a estudiar a Bergson, cuya concepciOn de la dure constituir para l uno de los hitos del pensamiento occidental, a la altura de la oritoteologIa platOnica, el trascendentalismo kantiano, la irrupciOn hegeliana de ba razOn en la historia, y la fenomenologia del sen como distinto del ente en Heidegger. Y por ltimo un estimulo que ocasionarla el punto de inflexiOn de toda la vida vida intelectual de nuestro autor Gabnielle Pfeiffer le aconseja leer las Investigaciones lgicas de Hussenl: para Levinas, la apertura a nuevas posibilidades de pensar, ms all del intuicionismo bergsoniano, el TalOn de Aquiles de la filosofia vitalista. Y en busca de Husserb se traslada Levinas a Friburgo de Brisgovia en 1928, justamente en el momento del <<gran relevo>>. El mismo lo dir en trminos bien plsticos: <<Para usar de un benguaje turIstico, tengo la impresiOn de haber ido a Husser! y ha-
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berme encontnado a Heidegger>> (QEV 74). Ya en el curso de inviemo de 1928-1929 participarIa en los seminanios de Heidegger, que siempre ser para ! <<uno de los grandes filOsofos de la histonia>>, a pesar de su colaboracionismo, juzgado como el cumplimiento apocalIptico de un destino: el <<fin del mundo>> como a!ianza demoniaca de lo ms alto del pensamiento y lo ms bajo del <<alma germnica>> embriagada de mitobogia; el apoyo al naciona!socialismo por parte del Rector de Friburgo nunca constituy pana Levinas un episodio ais!ado y disculpable como bo fue con eb tiempo para la generosa Hannah Arendt, otra eminente discIpula judia de Heidegger. De manena quizas hiperbOlica y cruel, Levinas llegar a decir: <<Puedo pendonan a! pueblo alemn. Pero no a Heidegger>>. Una condena que no deja de estar basada en el prejuicio del carcter <<anistocrtico>> del pensamiento: la RazOn del fi!Osofo ha de estar por encima de las emociones y pasiones de la masa. Y ya en seguida (Levinas ha tenido la suerte envidiable de encontrarse por lo comun envuelto en acontecimientos decisivos, que l ha intentado elevan a ba altura del pensamiento: ejercicios de la paciencia) participajunto con Eugen Fink y Otto Friedrich Bollnow en el famoso encuentro de Davos (1929) entre Cassirer y Heidegger, que marca para siempre e! relevo del neokantismo (a pesar de que politicamente Cassirer otro eminente profesor judio se hal!e del lado <justo>>) por la filosofia de la existencia y la fenomenologia, por las que toma decididamente partido Levinas: <<Hay allI una nueva vIa, una nadicalizaciOn de la interrogaciOn filosOfi-
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ca, una pnioridad respecto a la reflexiOn sobre la ciencia fisico-matemtica>> (QEV 77). La gran apuesta vital para Levinas, desde entonces, ser cOmo concilian el pensamiento democrtico, la religiosidad <dlustrada>> judIa y la fenomenologla del ser (una sintesis lograda ulteriormente en Totalidad e Infinito). En 1930, vuelta a Francia, tras olfatear agudamente los pnesagios de la inminente <<tonmenta del Ser>>. NacionalizaciOn francesa y matrimonio. Entra en Paris en ba administracin de ba organizaciOn escolar de la Alianza Israebita Universal, una instituciOn no sionista dedicada a veban pom los derechos humanos de los judios esparcidos por la cuenca mediterrnea. Para Levinas, una justa alianza entre el judaismo y <<las ideas gboriosas de 1789>> (QEV 82). En los aos treinta comienza la actividad publicistica de Levinas. Pnimero, ba tesis de doctorado <<de tercer ciclo>>, apanecida en 1930: La Thorie de imtuition dans la phenomenologie de Husseri, una obra de la que Simone de Beauvoir dma (en La force de ige) que habnia impresionado a Sartre hasta el punto de que ste, al hojear el libro, habrIa exclamado: <<Todo esto es bo que yo habrIa querido decir, y resulta que ya lo ha dicho Husserl>. No obstante, ba alusiOn a Husserl y no a Levinas revela dos cosas: que aun no estamos ante un pensamiento original, y que Sartre no se percatO de la retranca de ba tesis, dedicada a proban las huellas avant la iettre de Heidegger en Husserl. Muchos aos despus, y aprovechando la concesiOn del Premio Nobel a Samtre, Levinas be escribirIa para que mediara cerca de Nasser en el conflicto entre Israel y Egipto Segun be
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contanon despus, a! recibin Sartne !a carta preguntO: <<Pero, ~quin es ese tal Levinas?>>. Ms tarde llegarIa el reconocimiento mutuo y ba consabida fotografia de los dos juntos, aunque ni el talante ni la fl!osofia del existencialista influinian gran cosa en Levinas (dejando aparte el <<aine de familia>> entne el en soi santreano y el il y a de Levinas y Blanchot, la famosa <<angustia existencia!>> resultar incomprensible pana el pensadorjudIo: no se est angustiado ante la nada, sino a! contrario: ante el factum de no poder dejar de ser, de estar ligado ineluctablemente a un pasado anOnimo del que sOlo la Trascendencia puede nedimirnos). Mayor influjo tuvieron las tertulias en casa de Gabriel Marcel, cuyo tono <<pattico>> deja claramente su huella en el Levinas del primer perIodo. En 1934 apanece en Esprit, la revista de Emmanuel Mounier, un breve artIcubo que contiene in nuce las ideas filosOficas y polIticas que harn de Levinas un pensadon original: Quelques reflexions sur la philosophie du hitlerisme. El importante opsculo es ahona accesible en el Cahier de lHerne dedicado a Levinas. Pero es en 1935 cuando sale a la !uz el primer artIcubo que podemos considerar estrictamente <<levinasiano>>: se tnata de ese verdadero manifiesto que es De lvasion, con su descripciOn del tenebroso y maligno plenum del sen que <<hay>>: una asombrosa coyunda entre la res extensa cartesiana, la nada de Heidegger invertida en <<sen sin cesar>>, en monotonia insoportable que cosifica activamente todo intento de sen <<pana sb>, de evadirse del Ser, y la noche blanchotiana. Tambin en estos fecundos aos <<de aprendizaje>> debiO (vase Herne
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513) asistir Levinas a los memorables ciclos de lecciones de la Escuela de Altos Estudios de Paris entre 1933 y 1939, y que formanlan a lo mejor de !a intelectualidad francesa abocada a! desastre de la guenra: Alexandne Kojve (otro ilustre exibiado) interpretaba la FenomenologIa del espIritu desde un nihilismo en el que se unian de fecunda manera el trabajo antropognico del marxismo y la heroicidad trgica del ser-humano en Heidegger. Pero la segunda guerra mundial truncarla pon el momento la camera intelectual de Levinas, movilizado en 1939 como intrprete de ruso y alemn (nuestro autor domina, aparte de esas lenguas, el frances adminablemente, el hebreo y el ingls) y en seguida captunado y deportado en 1940 a un campo de concentnaciOn cerca de Hannover. Abli dejO que e! espiritu cristiano de <<fraternidad universal>> tiera su judaismo (su mujer y su hija pudieron salvanse gracias a! nefugio brindado por el monasterio de San Vicente de Paul, cerca de Orleans), y leyO durante los largos aos de cautiverio a Hegeb (no deja de ser paradOjica la situaciOn de los intelectuales franceses es tambin el caso de Sartre: su cautivenio alemn resulta soportable gracias a la lectura de pensadores alemanes; de todas formas, la atenciOn continuada a Hegel abona la hipOtesis de su asistencia a los cursos de Kojve: stos no fueron editados hasta 1947, y sin embargo la huella de su interpretaciOn de Hegel es patente en las conferencias levinasianas de 1946-1947). Tambin en el stalag comenzarIa su gran obra del primer perlodo: De iexistence a iexistant, y redondearla su formacin
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(forzosamente autodidacta) con !ecturas de Diderot y Rousseau. Que todo ello fuera posible en un camp0 de concentracin muestra por !o dems la diferencia de trato a pnisionenos de guerra y a la poblacin civil <<indeseablex~(gitanos, judios y comunistas). Y tras la paz, los honores y el trabajo fecundo. De 1946 a 1961 dirige la Escuela Normal Israelita Oriental (de algn modo, un ascenso en el cargo anterior), vuelve a frecuentan las tertulias en casa de Marcel y comienza el estudio sistemtico del Talmud bajo la direccin de Chouchani (al que tilda en Difficile libert de: <<maestro prestigioso e implacable de exegesis y de talmud>>), amen de intervenir en el clebre College phibosophique de Jean Wahi: alli pronuncianla las cuatro conferencias sobre El tiempo y el Otro. En 1958 es nombrado doctor honoris causa por la Univensidad de Bar Illar, en Israel, y pon fin, a los 55 aos, accede a la enseanza universitaria en la Universidad de Poitiers (la preceptiva tesis de <<doctorat s lettres>> es la gran obra Totalidad e infinito). En 1967 pasa a la Universidad de Nanterre (justo para vivir <<desde dentro>> los acontecimientos de mayo de 1968), y en 1973 liega su consagracin: profesor en la Sorbona (Paris IV), donde le alcanzanIa el retiro tres aos despus. La breve actividad parisina est presidida por la obra maestra de 1974: De otro modo que ser o ms all de la esencia, definida concisamente y de modo admirable en Difficile libert: <<los an!isis no remiten a la experiencia, en Ia cual un Sujeto tematiza lo que l nivela, sino a la trascendencia, en la que l
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do>>. Comienza luego un perlodo intenso de viajes por todo el mundo, impartiendo conferencias, aunque Levinas no olvida dam desde 1987 todos los sabbats por la maana una leccin sobne el pasaje biblido leido ese dia en las sinagogas. Ha entrado finalmente en la Histonia, por una via bien distinta de aquella que crela dejar atrs en los turbulentos dias ucranianos. Conpulento y de baja estatuna, ancho de frente como PlatOn, con ojos bondadosos y como de nino (extraamente parecidos a los de Schelling, y bien lejos de la mirada hipocondrIaca de Hegel o aquilina de Heidegger), sigue dichosamente escribiendo, hablando y pensando sin que ello sea Obice para seguir gozando de las nourritures terrestres, sobre todo cuando stas adoptan la fonma de un buen vino tinto y unos spaghetti al frutto di mare, como tuve ocasin de comprobar una noche, clara y l!ena de estrellas (ba <<otra>> noche, no la annima del Sen amorfo), en una trattoria napolitana. FELIx DUQUE
Universidad Autnorna de Madrid
Bibliografia selecta Existe una obra que recoge exhaustivamente toda la obra de y sobre Levinas: Roger Burggraeve,
Emmanuel Lvinas, Une bibliographie primaire et secondaire (1929-1985), Lovaina, Peeters, 1986 (2.~ ed. [1929-1989], 1990). A continuacin sealamos
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INTRODUCCION
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solamente las obras de tenor fibosfico, casi en su totalidad citadas y utilizadas en el presente estudio, dentro del cual se ha hecho ya alusiOn a las dedicadas a comentarios talmdicos: A) OBRAS
ThI La Thorie de im tuition das la phenomnologie de Husserl, Paris, Felix Alcan, 1930 (ParIs, Vnin, 1963). HO <<Martin Heidegger et lontologie>>, en Revue Philosophique de la France et de letranger 113 (1932), 395- 431, recogido con variaciones en DEHH. Heme <<Quelques rflexions sun la phibosophie du hitlerisme>> (1934). Ahora accesible en C. Chabier y M. Abensour (comps.), EmmanuelLvinas, Cahiers de lHerne 61, ParIs, 1991. Contiene adems inditos y otros escritos poco conocidos, adems de abundantes estudios y articulos sobre el pensador judio. E <<De lvasion>, en Recherches philosophiques V (1935-1936) 372-392. Reed. como libro, con introducciOn y notas de Jacques Rolland: Montpeblier, Fata Morgana, 1982; citado por esta edicion. EE De lexistence a lexistant, Paris, Ed. de la revue Fontaine, 194,7; Vnin, 1977. Ta Le Temps et lAutre, en Jean Wahl et al., Le Crob, le monde, lexistence, Paris, Cahiers du College philosophique, Arthaud, 1947. (Reimpr.: Mont-
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pellien, Fata Mongana, 1979; necogido en Quadrige, Paris, P.U.F, 1982, 1989~). REO <<La Ralit et son Ombre>>, en Les temps modenies 38 (1948) 77 1-789. DEHH En dcouvrant lexistence avec Husseri et Heidegger, Paris, 1949 (2.a ed. aumentada: 1967). TI Totalit et infini. Essai sur lextriorit, La Haya, 1961. (Trad. cast.: Totalidad e infinito, Salamanca, Sigueme, 19872.) DL Difficile libert. Essais sur le judaIsme, Abbin Michel, Paris, 1963. (Ed. nevisada y aumentada: 1976; recogida en Biblio-Essais, de Le Livre de Poche, en 1984.) HAH Humanisme de lautre homme, Montpellier, Fata Morgana, 1972. (Recogido en Biblio-Essais, Le Livre de Poche, en 1987; trad. cast.: Humanismo del otro hombre, Mexico, Siglo XXI, 1974.) AE Autrement qutre ou au-del de lessence, La Haya, Martinus Nihoff, 1974. (Recogido en Bibbio-Essais, Le Livre de Poche 4121, s.a.; trad. cast.: De otro modo que ser o ms ali de la esencia, Salamanca, Sigueme, 1987.) Sur Maurice Blanchot, Montpellier, Fata Morgana, 1975. Nomspropes, Montpellier, Fata Morgana, 1976. (Recogido en Biblio-Essais, Le Livre de Poche, en 1987.) HAD <<Hermenutique et Au-del>>, en Archivio di Filosofia (1977) 11-20. DD De Dieu qui vient a iide, ParIs, Vrin, 1982. Ethique et infini. Dialogues avec Philippe Nmo, ParIs, Fayard, 1982. (Trad. cast.: Etica e infinito,
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Madrid, Visor [col. La balsa de Ia medusa], 1981.) Transcendance et intelligibilit,Ginebra, Labor et Fides, 1984.
QEV Franois Poiri, Emmanuel Lvinas. Qui tesvous?, Lyon, La Manufacture, 1987. Hors sujet, Montpe!lier, Fata Morgana, 1987.
EN Entre nous. Essais sur le pensar-a- iautre, Paris,
Grasset, 1991.
13)
OTRAS FUENTES
Bataibbe, Georges: LErotisme, ParIs, Ed. de Minuit, 1957. Oeuvres completes I-Il, ParIs, Gallimand, 1970 s. Thorie de la Religion Paris, Gallimard, 1973. La part maudite, Paris, Ed. de Minuit, 1974. Blanchot, Maurice: Thomas lObscur, Paris, Gallimand, 1941 (nueva versiOn simplificada: 1950). Aminadab, Paris, Gallimard, 1942. Le Trs-Haut, Paris, Gallimard, 1948. La part du feu, Paris, Gallimard, 1949. Lespace littraire, ParIs, Gallimard, 1955. L entretien infini, ParIs, Gallimard, 1969. L criture du dsastre, Paris, Gallimard, 1981. ED Derrida, J.: <<Violence et mtaphysique>>, en L criture et la difference, Paris, Ed. du Seuil, 1967, 117-228. En ce moment mme dans cet ouvrage me voici, en F. Laruelle, vase rns abajo, 21-60.
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Paris, Vrin, 1967.(Trad. cast.: Meditaciones metafIsicas con objeciones y respuestas, Madrid, Alfaguara, 1977.) WdL Hegel, G.W.F.: Wissenschaft derLogik (Gesammelte Werke 11/12), Dsseldorf, F. Meiner, 19781981. (Trad. cast.: Ciencia de la lgica, SolarHachette, Buenos Aires, 1968.) Heidegger, Martin: Sein und Zeit, Tubinga, M. Niemeyer, 197212. (Trad. Cast.: El ser y el tiempo, Madrid, FCE, 1989~.) <<Hebel den Hausfreund>> (1957), en Aus derErfahrung des Denkens. Gesamtausgabe 13, Francfort del Meno, V. Klostermann, 1983, 133-150. LU Husserl, E.: Logische Untersuchungen, 2er.
Band: Untersuchungen zur Phanomenologie und Theorie derErkenntnis (Il/i 11/2), Tubinga, 1968.
(Trad. cast. rnuy incompleta en relacin con esta edicin: Investigaciones logicas, Madrid, Alianza, 19852.) Kojve, A.: Introduction a la lecture de Hegel, Paris, Gallimard, 1947. (Trad. cast.: Introduccin a la lectura de Hegel, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1972-1975.) C) ALGUNOS TRABAJOS SOBRE LEVINAS
Bello, G.: <<La construccin de la alteridad en Kant y Levinas>>, en J. Muguerza y R. Rodriguez Aramayo, Kant despus de Kant, Madrid, Tecnos, 1989,
576-604.
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VV.AA.: Exercices de la patience, Paris, Cahiers de philosophie, 1, 1980. Finkielkraut, A.: La sagesse de lamour, ParIs, Gallimard, 1984. Gawoll, H.-J.: La crItica del uno no es la epifanla del otro, Er 7/8 (1988- 1989) 149-17 1. Guibal, F.: et combien de dieux nouveaux. Approches contemporaines II. Emmanuel Lvinas. Le visage datrui et la trace de Dieu, ParIs, AubierMontaigne, 1980. Huizing, K.: Das Sein und der Andere. Levinas Auseinandersetzung mit Heidegger, Francfort, Athenum, 1988. Krewani, W. N.: Emmanuel Lvinas. Denker des Anderen, Friburgo/Munich, K. Alber, 1992. Laruchic, F. (comp.), Textes pour Emmanuel Levinas, ParIs, J.-M. Place (~<Surfaces>),1980. Les tudesphnomenologiques V/12: EmmanuelLvinas, Brusehas, 1990. Moreno Mrquez, C.: Del otro que viene a! encuentro. Para una escucha de Levinas, ER 4 (1986) 227-238. Una respuesta a H.-J. Gawoll, ER 7/8 (1988-1989) 172-180. (Vase ms arriba: Gawoll.) Peahver, P.: <<Etica y violencia. Lectura de Levinas>>, Pensamiento XXXVI (1980) 165- 185. Requena Torres, I.: <<Scnsibiiidad y alteridad en E. Levinas>>, Pensamiento XXXI (1975) 125-149. Revista de Occidente 140: El otro, el extranjero, el extrao, Madrid, 1993. (Aunquc no dedicado especialmente a Lcvinas, ia temtica es afin.) Roihand, Jacques: <<Pour une approche de la ques. . .
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tion du neutre>>, Exercices de la patience, n. 2, 1981: Emmanuel Lvinas, ParIs, Verdier, 1984. Ronchi, R.: Bataille, Lvinas, Blanchot. Un sapere passionale, Milan, Spirall, 1985. Strasser, S.: Jenseits von Sein und Zeit. Eine Einfuhrung in E. Levinas Philosophie, La Haya, M. Nijhoff, 1978. (Sigue siendo la obra ms completa sobre Levinas.)
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PREFACIO
Escribir un prefacio para la reediciOn de unas pginas publicadas hace treinta aos es casi como prologar un libro ajeno, salvo por el hecho de que sus insuficiencias se reconocen ms rpida y dolorosamente. El texto que sigue reproduce la version estenografica de las cuatro conferencias pronunciadas bajo el tItulo El Tiempo y el Otro durante el curso 1946-1947, en el primer ao de funcionamiento del College Philosophique fundado por Jean Wahi en pleno Barrio Latino. Apareci en 1948 en la obra colectiva titulada ~xLas Opciones, el Mundo, la Existenciax~,primer nmero de los Cahiers du College Philosophique, cuyas pginas tuve la suerte de cornpartir con Jeanne Hirsch, Alphonse de Waelhens y el propio Jean Wahi. El estilo (o la falta de l) hablado de este escrito est presente sin duda en muchos giros abruptos o torpes. Hay tambin en estos ensayos algunas tesis cuyos contextos no estn formulados, cuyas aberturas no han sido exploradas a fondo y cuya diseminacin no est sistematizada. Desde 1948, una nota preliminar sealaba todos estos defectos, que probablemente se han intensificado con el envejecimiento del texto. Si, no obstante, he aceptado Ia idea de editarlos por separado, y si he renunciado a actualizarlos, es
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porque aUn me mantengo fiel al proyecto principal del que ellos son en medio de movimientos diversos del pensam.ient.o el nacimiento y la primera forrnulacin, y porque su exposicin se reafirma a medida que se avanza por estas pginas excesivamente inmaduras. ~Es el tiempo la limitacin propia del ser finito o la relacin del ser finito con Dios? Una relacin que no por ello garantizarIa al ser una infinitud que se opsiera a su finitud, ni una autosuficiencia opuesta a su carcter indigente, sino que, a! margen de toda satisfaccin o insatisfaccin, significarla el suplemento de la socialidad. Esta forma de interrogar a! tiempo se nos aparece, an hoy, corno un problema vivo. <<El Tiempo y el Otro>> no presenta el tiempo como horizonte ontolOgico del ser del ente, sino corno modo del ms all del ser, como relacin del pensamiento con lo Otro y mediante diversas figuras de la socialidad frente al rostro de otro hombre: erotismo, paternidad, responsabilidad respecto del prjimo como relacin con Jo Absolutamente Otro, con Jo Trascendente, con Jo Infinito. Una relacin o una religion que no est estructurada como saber, es decir, como intencionalidad. Esta ltima entraa la representacin y conduce a lo otro hasta la presencia o la compresencia. El tiempo, en cambio, significarla, en su diacronIa, una relacin que no compromete la alteridad del otro, asegurando sin embargo su no-indiferencia al <<pensamiento>>. Como modalidad del ser finito, el tiempo deberIa significar, en efecto, la dispersion del ser del elite en momentos excluyentes y que, adems, en cuanto
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instantes inestables o infieles a s mismos, son expulsados uno a uno hacia el pasado, fuera de su propia presencia, suministrando no obstante la idea fulgurante de esta presencia y sugiriendo su sentido y su sinsentido, la muerte y la vida. Pero, en tal caso, la eternidad de la que, sin relacin ninguna con la experiencia de Ia duracin, el intelecto pretende tener la idea a priori, la idea de un modo de ser en el que Jo multiple es uno y que otorgarla al presente su pleno sentido, ~no se hace sospechosa de ser una disimulacin de ese fulgor la verdad a medias del instante, congelado en una imaginacin capaz de jugar a lo intemporal y de hacerse la ilusiOn de unificacin de lo inasimilable? Esa etemidad y ese Dios intelectual, ~no estn en ltima instancia compuestos de estos semi-instantes abstractos e inconstantes de la dispersion temporal, eternidad abstracta y Dios muerto? La tesis principal que aparece en El Tiempo y el Otro consiste, en cambio, en pensar el tiempo no como una degradaciOn de la eternidad, sino como relaciOn con aquello que, siendo de suyo inasimilable, absolutamente otro, no se dejarla asimilar por Ia experiencia, o con aquello que, siendo de suyo infinito, no se dejarla com-prender, si es que ese Infinito o ese Otro tolera que se le designe con el dedo mediante un demostrativo, como un simple objeto, y no exige un artIculo determinado o indeterminado para tomar cuerpo. Una relacin con un In-visible cuya invisibilidad no procede de Ia incapacidad del conocimiento humano sino de Ia ineptitud del conocimiento en cuanto tal de SU in-adecuacin
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frente al Infinito de Jo absolutamente otro, del absurdo que en este caso resultarIa un acontecimiento como la coincidencia. Imposibilidad de coincidir, in-adecuacin, no son simplemente nociones negativas sino que tienen un sentido en el fenomeno de la no-coincidencia que se da en la diacronla del tiempo. El tiempo significa ese siempre de la no-coincidencia, pero tambin el siempre de la relacin del anhelo y de la espera: un hilo ms delgado que una lInea ideal y que la diacronla no puede cortar; es ella quien le preserva en la paradoja de una relacin diferente de todas las relaciones de nuestra logica y de nuestra psicologla que, a modo. de comunidad ltima, otorgan a! menos sincronla a sus trminos. Se trata aquI de una relacin sin trminos, espera sin esperado, anhelo insaciable. Una distancia que es tambin proximidad, que no es una coincidencia o una union frustrada sino que corno hemos dicho significa el suplernento o el bien de una socialidad original. Que la diacronIa sea ms que una sincronizacin, que la proximidad sea ms preciosa que el hecho de darse, que la fidelidad a lo inigualable sea mejor que la conciencia de si, ~no pertenece todo ello a la dificultad y a la altura de la religion? Todas las descripciones de esta <<distancia-proximidad>> solo podrIan ser aproximativas o metafricas, ya que su sentido no figurado, su sentido propio y su modelo es la dia-cronla del tiempo.
1. Todas las negaciones que intervienen en la descnpcin de esta xrelaciOn con lo infinitox~ no se limitan a! sentido formal y logi-
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El <<movimiento>> del tiempo, entendido como trascendencia al Infinito de lo <<completamente Otro>>, no se temporaliza de forma lineal, no se asemeja a la rectitud de la flecha intencional. Su forma de significar, marcada por el misterio de la muerte, se desvIa para penetrar en la aventura tica de la relaciOn con otro hombre.2 La trascendencia temporal no se describe en este ensayo de 1948 ms que mediante esbozos que son, como mucho, preparatorios. Su gula es la analogIa entre la trascendencia que significa la diacronla y la distancia de la alteridad de los dems, asI como la insistencia en el vInculo incomparable al que une los trminos de una relacin que atraviesa el intervalo de esta trascendencia. Hemos preferido no modificar el itinerario que la expresin de estas ideas siguiO en ese libro. Pensa mos asI dar testimonio de aquel clima de apertura que ofrecIa la montana Sainte-Genevive tras la LiberaciOn. El College Philosophique de Jean Wahi
co de la negacin, ~y no constituyen una teologla negativa! Dicen todo lo que un lenguaje logico nuestra lengua puede expresar, al decirse y desdecirse, a propsito de Ia dia-cronla que aparece en la paciencia de La espera, y que es la longitud misma del tiempo, irreductible a la anticipacin (que serIa ya una forma de <hacer presente>>), que no encubre una representacin de lo esperado o de lo deseado (representaciOn que serla ella misma pura cpresentificacin>>). Lo esperado, lo deseado, son ya trminos; la espera y el anhelo son finalidad y no relacin con lo Infinito. 2. Vase nuestro <<Autrement qutre ou au-del de lessence>> (1974) [trad. cast.: De otro modo que ser o rns all de La esencia, Salamanca, SIgueme, 1987] y, ms precisamente, nuestro estudio ~Dios y la filosofia>>, aparecido en 1975 en el Nouveau Commerce, nUmero 30/31.
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era reflejo de l y a! mismo tiempo uno de sus focos. La sonoridad inimitable de la voz altiva e inspirada de Vladimir Janklvitch enunciando Jo desoIdo del mensaje bergsoniano y ilenando la sala del College Philosophique; Jean Wahl, que acogIa toda la multiplicidad de las tendencias de la <cfilosofia viva>>, subrayando ci parentesco privilegiado de la filosofia y de las diversas formas de arte y esforzndose en Se guir las transiciones de la una a las otras. Su actitud parecla invitar a todos a la <<experimentacin inte. lectualx~ y a! riesgo de las perspectivas. La fenomenologia husserliana y, gracias a Sartre y a MerleauPonty, la filosofla de la existencia e incluso los primeros enunciados de ia ontologla fundamental de Heidegger, que entonces anunciaban nuevas perspectivas fllosficas. Las palabras que designaban aquello que habla preocupado siempre a los hombres, sin atreverse a imaginarlo en un discurso especulativo, adquirIan alil ci rango de categorlas. Sin ambages y a menudo sin precauciOn, tomn~ dose ciertas libertades con respecto a las reglas acadmicas, pero escapando de ese modo a la tiranla de las consignas establecidas, era posible encontrar y proponer a otros ideas en las que <<excavar>, <<profundizar>> o <<explorar>>, expresiones frecuentes de Gabriel Marcel en su Diario MetafIsic.o. Conviene leer los diversos temas a travs de los cuales camina con desviaciones nuestra tesis principal en El Tiempo y el Otro con el espIritu de aquellos aos de apertura; ci tema de la subjetividad: dominio del Yo sobre el hay anOnimo del ser, y tambin retorno del Si sobre el Yo, ocupacin del
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Yo por el SI Mismo y, por ello, materialidad materialista y soledad de la inmanencia, peso irremisible del ser en el trabajo, el dolor y ci sufrimiento; despus, el tema del mundo: trascendencia en el seno del goce, saber y retorno a sj, soledad a la luz del saber que absorbe todo otro, soledad de Ia razn esencialmente una; el tema de Ia muerte, no como pura nada, sino como misterio inasumible y, en este sentido, eventualidad del acontecimiento hasta el punto de irrumpir en el seno de lo Mismo de la inmanencia, de interrumpir la monotonIa y ci tic-tac de los instantes aisiados eventualidad de lo absolutamente otro, del porvenir, temporalidad del tiempo en la cual la dia-cronla describe precisamente la relacin con aquello que permanece completamente exterior; el tema, en fin, de la relacin con los dems, con Jo femenino, con la infancia, el tema de la fecundidad del Yo, modaiidad concreta de Ia diacronia, articulaciones o digresiones inexitabies de la trascendencia del tiempo: ni el xtasis en el que lo Mismo se absorbe en Jo Otro, ni el saber en ci que lo Otro pertenece a lo Mismo relacin sin relacin, deseo insaciable o proximidad del Infinito. Estas tesis no han sido todas ellas reelaboradas despus en su forma primitiva, y ms tarde han ilegado a revelarse inseparables de otros problemas ms compiejos y ms antiguos, exigiendo una expresin menos improvisada y, sobre todo, un pensamiento diferente. Subrayemos a! menos dos puntos que nos parecen importantes de las ltimas pginas de estas viejas conferencias. Conciernen a la forma en que. se ha
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ensayado en ellas una fenomenologIa de la alteridad y de su trascendencia. La alteridad humana no se piensa a partir de la aiteridad puramente formal y logica por la que se distinguen unos de otros los trminos de toda multiplicidad (una multiplicidad en la cual, o bien cada uno es ya otro como portador de atributos diferentes, o bien, si se trata de una multiplicidad de trminos iguales, cada uno es <<el otro del otro>> merced a su individuaciOn). La nociOn de alteridad trascendente obra del tiempo se investiga en principio a partir de una alteridad-contenido, a partir de la feminidad. La feminidad y habria que ver en qu sentido puede decirse esto de la masculinidad o de la virilidad, es decir, de la diferencia de los sexos en general se nos aparece como una diferencia que contrasta con todas las dems diferencias, no solamente como una cualidad diferente de todas las dems, sino como la cualidad misma de la diferencia. Esta nociOn deberla hacer posible la idea de la pareja como algo distinto a toda dualidad puramente numrica, la nociOn de socialidad entre dos, que es probablemente necesaria para la epifanla excepcional del rostro esa desnudez casta y abstracta que se distingue de las diferencias sexuales, pero que es esencial en el erotismo, y en la que la alteridad considerada como cualidad, y no como simple distinciOn logica se apoya en el <<no matars>> que dice el propio silencio del rostro. IrradiaciOn tica significativa del erotismo y la libido mediante los cuales la humanidad entra en la sociedad de dos y la sostiene, irradiaciOn que quizs autorizaria a poner a! me-
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nos en cuestiOn ci simplismo del panerotismo contemporneo. Para terminar, subrayemos una estructura de la trascendencia que, en El Tiempo y el Otro, se ha hecho patente a partir de Ja paternidad: lo posible que se ofrece a! hijo, situado ms all de lo que ci padre puede asumir, sigue siendo en cierto sentido suyo. En el sentido, precisamente, del parentesco. Es suya o no-indiferente una posibilidad asumida por otro: merced al hijo, una posibilidad ms all de Jo posible. Es sta una no-indiferencia que no se desprende de las reglas sociales que rigen ci parentesco, sino que probablemente funda tales reglas. Una no-indiferencia gracias a la cual es posible para el Yo Jo que est ms all de Jo posible. Ello, a partir de la nociOn no-biologica de la fecundidad del Yo, pone en cuestiOn la idea misma de poder tal y como se encarna en la subjetividad trascendentai, centro y fuente de actos intencionales.
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Objeto y plan El objetivo de estas conferencias consiste en mostrar que el tiempo no remite a un sujeto aislado y solitario, sino que se trata de la relacin misma del sujeto con los dems. Esta tesis no tiene nada de sociologica. No pretendemos hablar de cmo dividimos o ajustamos el tiempo gracias a las nociones suministradas por la sociedad ni del modo en que la sociedad nos permite hacernos una representaciOn del tiempo. No se trata de nuestra idea de tiempo, sino del tiempo mismo. Para sostener esta tesis ser preciso, por una parte, profundizar en la nocin de soledad y, por otra, analizar qu opciones ofrece ci tiempo a la soledad. Los anlisis que vamos a presentar no sern de carcter antropologico, sino onto!gico. Creemos, en efecto, en la existencia de problemas y de estructuras ontologicas. No, por cierto, en ci sentido en que los realistas habian de ontoiogia cuando describen pura y simplemente ci ser dado. Se trata de afirmar que ci ser no es una nocin vacla, que posee su propia dialctica y que nociones como soledad o colectividad aparecen en un cierto momento de
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esta dialctica, que la soledad y la colectividad no son nicamente nociones psicolOgicas, como la necesidad que podemos tener de los dems o como una presencia, un presentimiento o una anticipaciOn de los dems implicada en tal necesidad. Dc searlamos presentar la soledad como una categorla del ser, indicar su lugar en una dialctica del ser o, mejor dicho ya que ci trmino <<dialctica>> tiene un sentido muy determinado, sealar la posiciOn de la soledad en la economla general del ser. Por tanto, rechazamos en principio la concepciOn heideggeriana que contempla la soledad en ci seno de una relacin previa con otro. AntropolOgicamente incontestable, tal concepciOn nos parece ontolOgicamente oscura. Ciertamente, Heidegger considera la reiaciOn con los dems como una estructura onto!Ogica dcl Dasein, pero, en la prctica, no representa papel aiguno ni en el drama del ser ni en la analItica existencial. Todos los anlisis de Sein und Zeit se refieren, bien a la impersonalidad de la vida cotidiana, o bien al Dasein aislado. Por otra parte, ~es la nada o la privaciOn de los dems subrayada por la muerte lo que otorga a la soledad su carcter trgico? Queda ahI, ai menos, una ambiguedad. Encontramos en ella una invitaciOn para superar la definiciOn de la soledad por la socialidad y de la socialidad por ia soledad. Y es que, finalmente, ci otro aparece en Heidegger en la situaciOn esencial del Miteinandersein (estar recIprocamente uno con otro)... La preposiciOn mit (con) describe en este caso la relacin. Se trata, por tanto, de una asociaciOn de igualdad a propOsito de algo, de algn trmi-
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no comn y, ms precisamcnte, para Heidegger, a propOsito dc la verdad. No es una relacin cara a cara. Cada cual lo aporta todo a esa relaciOn, salvo ci hccho privado de su existencia. Intentaremos mostrar, por nuestra parte, que la preposiciOn mit no es la quc debe describir la rclaciOn original con otro. Nuestra manera de proccder nos conducir a ciertos desarrollos que sern quiz bastante arduos. No gozarn del tono pattico y brillante de los anlisis antropologicos. Pero, en cambio, nos permitirn decir de la soledad cosas distintas de la desdicha que comporta y de su oposiciOn a la colcctividad, a esa colcctividad a la que se suele asociar la felicidad en su oposiciOn a la soledad. Al remontarnos de este modo a la raIz ontologica de la soledad, espcramos sugerir ci modo en que la soledad misma puede superarse. Digamos antes que nada en qu no puede consistir esa superaciOn. No puedc tratarse de un conocimiento, ya que, mediantc el conocimiento, el objeto resulta Se quiera o no absorbido por ci sujeto y la dualidad desaparecc. No puede ser tampoco un xtasis, pues, en el xtasis, el sujeto es absorbido en ci objeto y retorna a su unidad. Todas estas relaciones conducen a la desaparicin de Jo otro. Por ello, tropezaremos en ese punto con el problema del sufrimiento y de la muerte. No porque se trate de bellos temas que ofrecen cauce a csos brillantes discursos tan de moda, sino porque en ci fcnmeno de la muerte la soledad se asoma a! lImitc de un misterio. Un misterio que no hemos de entender de forma negativa, como Jo des-
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conocido, sino que nos esforzaremos en estabiecer en su significacion positiva. Esta nocin nos permitir locaiizar en el sujeto una relacin que no se reduce a! puro y simple retorno a su soledad. Ante ia
muerte, que ser misterio y no
.,
necesariamente
na a, no se pro uce a a sorcion e un termino por ci otro. Mostraremos, finalmente, ci modo en que esa dualidad que se anuncia en la muerte se convierte en relacin con los dems y en tiempo. Lo que nuestros anlisis puedan tener de dialctica no remite de ningn modo a Hege!. No es fluestro fin recorrer una serie de contradicciones ni conciliar!as en una detenciOn de la Historia. Se trata, al contrario, de abrirse camirio hacia un pluralismo que no se fusiona en una unidad y que nos permitirIa Si es que tal cosa puede intentarse romper con Parmnides. La soledad del existir ~En qu consiste el rigor de ia soledad? Decir que jams existimos en singular es una trivialidad. Estamos rodeados de seres y de cosas con las que mantenemos relaciones. Mediante la vista, ci tacto, mediante la empatia o ci trabajo en comn, estamos con otros. Todas estas relaciones son transitivas: toco un objeto, veo a Otro. Pero yo no soy ci Otro. Soy en so!edad. Por ello, el ser en ml, ci hecho de que yo exista, mi existir, constituye el elemento absolutamente intransitivo, algo sin intencionalidad, sin relaciOn. Los seres pueden intercambiarse todo
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mcnos su existir. Ser es, en este sentido, aislarsc mediante el existir. Soy mOnada en cuanto que soy. Carezco de puertas y de vcntanas debido a! existir, no a un contenido cualquiera que estarIa en ml como algo incomunicable. Si es incomunicable es porque est arraigado en mi ser, que cs Jo ms privado que hay en ml. Dc modo que toda ampliacin de mi conocimiento, de mis medios para expresarme, carece de efectos sobre mi reiaciOn con el existir, una relacin interior por excelencia. Tenemos la impresin de que Ja mentalidad primitiva o al menos la interpretacin que de ella ha presentado Lvy-Bruh! quebranta los cimientos de nuestros conceptos precisamente porque parece comportar Ia idea de una existencia transitiva. Tenemos la impresin de que, mediante Ia participacin, el sujeto no solamente ye lo otro, sino que es lo otro. Es sta una nocin ms importante para la mentalidad primitiva que Ja de Jo <prelgico>> o lo <<mIstico>>. Sin embargo, no nos Jibera de la solcdad. No hay, en todo caso, conciencia moderna que pueda abdicar tan fcilmentc de su soledad y de su secreto. La actualizacin de la idea de participacin, en la mcdida en que fuera posible, coincidirla con la fusin cxttica. No preserva suficientemente la dualidad de los trminos. Si abandonamos la monadolo gla, caemos en el monismo. El existir rcchaza toda reiacin, toda multiplicidad. No se refiere a nadie ms que al cxistente. AsI pues, !a soiedad no aparece como un aislamiento factual, como el dc Robinson, ni como la incomunicabilidad de un contcnido de conciencia, sino como
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la unidad indisoluble entre el existente y su accin dc existir. Abordar ci existir en ci existente significa cncerrarlo en la unidad y permitir que Parmnides escape de todos los parricidios que sus descendientes estuvicran tentados de cometer contra l. La soJcdad procede del hecho mismo de que hay existentes. Concebir una situacin en ia que la soledad fucra superable significarla experimentar el principio mismo del vInculo que liga a! existcnte a su cxistir. SignificarIa acercarse al acontecimicnto ontolOgico en el que el existente contrae la existencia. Llamar hipstasis al acontecimiento merced al cual cl existente sc iiga a su existir. Tanto la ciencia como la percepcin parten siempre de existcntes ya pcrtrcchados de su existencia privada. Pero, ~es indisolubic este vInculo entre el que cxiste y su existir? ~Es posible remontarse a la hipOstasis? El existir sin existente Volvamos una vez ms a Hcidcgger. Es conocida su distincin que ya he utilizado cntre Sein y Seiendes, ser y ente, y que por razones de eufonia prefiero traducir como existir y existente, sin dar a estos trminos un sentido especIficamente existencialista. Heidegger distinguc los sujetos y los objetos los seres que son, los existentes de su acciOn dc ser en cuanto tal. Los unos se traducen mediante sustantivos o participios sustantivados, ci otro mediante un verbo. Esta distinciOn, planteada desde ci inicio de Sein und Zeit, permite disipar ciertos cquI-
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vocos de la filosofla en ci curso de su historia, que partlan dcl existir para liegar al existentc que posee plenamente ci existir, Dios. Esta distincin hcideggeriana es para ml Jo ms profundo de Sein und Zeit. Pero se trata, en Heideggcr, de una distincin, no de una separaciOn. El existir se contempla siempre en el existente, y ci trmino heideggeriano Jemeinigkeit expresa precisamente, en ci caso de esc existente que es el hombre, el hccho de que cl existir siempre es poseldo por alguien. No creo que Heidegger pudiera admitir un existir sin existente, pues lo encontrarla absurdo. Pero hay sin embargo una nociOn la Geworfenheit (<<expresin de un tal Heidcgger>>, Segun Jankelevitch) que sucie traducirse como desamparo o abandono. Dc ese modo, se subraya una consecuencia de la Geworfenheit, siendo necesario traduciria por <<el-hecho-de-ser-arrojado-a...>> la existencia. Es como si el existente no apareciese ms que en una existencia que le precede, como si Ja existencia fuesc independicnte del existentc y el existente que se halla arrojado no pudiesc jams convertirse en dueflo de la cxistencia. Justamente por eso hay abandono o desamparo. Es asI como toma cucrpo la idea de un existir que ticne lugar al margen de nosotros, sin sujeto, un existir sin existente. Sin duda, Wahl diria quc el cxistir sin existente no es nada ms quc una palabra. El trmino <<palabra>> resulta moiesto, sin duda, en cuanto que es peyorativo. Pero yo estoy completamente de acuerdo con Wahl. Aadir solamente que habrIa que determinar previamente ci lugar de la palabra en la
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economla general dcl ser. Tambin dirIa de buen grado que ci cxistir no existe, sino sOlo ci existentc. Y ci hecho de recurrir a lo quc no existe para cornprender lo que existc no coristituye ninguna revoluciOn filosOfica. La filosofla idcalista ha sido, en definitiva, una forma de fundar ci ser sobre aigo que no es ser. ~COmo aproximarnos a este existir sin existente? Imaginemos el retorno a la nada de todas las cosas, seres y personas. ~Nos encontramos entonccs con pura nada? Tras esta destrucciOn imaginaria de todas las cosas no queda ninguna cosa, sino sOlo el hecho de que hay. La ausencia de todas las cosas se convierte en una suerte de prcsencia: como ci lugar en ci que todo se ha hundido, como una atmOsfera densa, plenitud del vaclo o murmuilo del siiencio. Tras esta dcstruccin de las cosas y los seres, queda e! <<campo dc fuerzas>> del existir impersonal. Algo que no es sujeto ni sustantivo. El hecho de existir que se impone cuando ya no hay nada. Es un hecho anOnimo: no hay nadie ni nada que alberguc en si csa existencia. Es impersonal como <<Jiueve>> o <<hace calor>>. Un cxistir que rcsiste sea cuai sea la negacin que intente desecharlo. Irremisible existir puro. Al evocar el anonimato de este cxistir, no pienso en absoluto en ese fondo indeterminado a partir del cual la perccpciOn separa las cosas, del quc hablan los manuales de filosofla. Tal fondo indeterminado es ya un ser un ente, algo. Cae bajo la categorIa de lo sustantivo. Posee ya esa personalidad elemental que caracteriza a todo lo existentc. El existir a!
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que intentamos aproximamos es la acciOn misma de ser, que no puede expresarse mediante ningn sustantivo, que es verbo. Este existir no es susceptible de una afirmaciOn pura y simple, puesto que siempre se afirma un ente. Pero se impone porque resulta imposible negarlo. Tras toda negacin, rca parece esta atmsfera de ser, este ser como <<campo de fuerzas>>, como terreno de toda afirmacin y de toda negaciOn. No esta nunca adherido a un objeto que es, y por ello lo denominamos annimo. Intentemos aproximamos a esta misma situaciOn por otro camino. Sea el caso del insomnio. No se trata esta vez de una experiencia imaginaria. Lo caracterIstico del insomnio es la conciencia de que no hay descanso final, es decir, de que no hay medio alguno de abandonar la vigilia en la que nos mantenemos. Vigilia sin objeto. Mientras estamos fijos, perdemos la nocin de nuestro punto de partida y de llegada. El presente queda adherido a! pasado, es todo l herencia del pasado, sin ninguna renovaciOn. Siempre el mismo presente o ci mismo pasado que dura Un recuerdo seria ya una liberacin de ese pasado. El tiempo no parte aqul de punto alguno, tampoco se aleja ni se difumina. Solo los ruidos exteriores que pueden dejar huellas en e! insomnio introducen comienzos en esta situacin sin principio ni fin, en esta inmortalidad de la que es imposible escapar, como sucede con el hay o la existencia impersonal de !a que acabamos de hablar. El hay, y el modo que tiene ci existir de afirmarse en su propia aniquilacin, se caracterizan por una vigilia sin recurso posible al sueo. Vigi!ia sin recur-
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so a la inconscicncia, sin posibilidad de retirarse al sueo como a un dominio privado. Ta! existir no es un en-sI, que significaria ya la paz; esprecisamente ausencia de todo si mismo, es un sin-si-mismo. Podemos, de este modo, definir ci existir mediante la nocin de eternidad, ya que el existir sin existente Carece de punto de partida. Un sujeto eterno es una contradictio in adjecto, porque un sujeto es ya un comienzo. Y no solamente porque ci sujeto eterno no podrla dar comienzo a nada fuera de si mismo, sino porque resu!ta imposible en s mismo, ya que como sujeto deberla ser un comienzo y excluir Ja eternidad. La eternidad no es sosiego, pucs carece de sujeto que la asuma. Tambin podemos encontrar en Heidegger esta conversion de la nada en existir. La nada heideggeriana retiene una especic de actividad de scr: la nada anonada. No permanece tranquila. Se afirma en esa producciOn de nada. Pcro, si se tratase de relacionar la nocin de hay con aiguno de los grandes temas de la filosofia cisiCa, yo pcnsarIa en Hcrc!ito. Y no tanto en ci mito del rIo en ci que es impos:ib!e baarse dos veces, sino en la version que del rnismo ofrece ci Cratilo: un rIo en el que es imposible baarse ni siquiera una sola vez; no es posible constituir la fijeza propia de la unidad, forma de todo existente, en un rIo en elquc dcsaparece ci elemento ltirno de fijeza respecto dci cual ci devenir rcsulta comprcnsible. El existir sin cxistente que !lamo hay es ci lugar en el que se va a producir ia hipstasis. Pero, ante todo, insista:mos ms en las conse-
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cuencias de esta concepciOn. Consiste en promover una nociOn de ser sin nada, quc no deja abcrturas, que no pcrmite escapar. Y esta imposibilidad dc la nada determina inciuso ci suicidio, quc cs ci Ultimo podcr sobre ci ser al que se puede aspirar, su funciOn de dominacin. Ya no somos dueos de nada, es decir, estamos en pleno absurdo. El suicidio se presenta como recurso itimo ante ci absurdo eJ suicidio en la acepciOn ms amp!ia del trmino, que comprendc tambin la lucha desesperada, aunque icida, de Macbeth, que combate incluso cuando ya ha comprendido la inutilidad dcl combate. Este poder csta posibilidad de encontrar un sentido a la existencia mediantc la posibilidad dcl suicidio es un hecho constante de Ja tragedia: ci grito de Julieta en ci acto terccro de Romeo y Julieta <<An conservo ci poder de morir>> cs an un triunfo sobre la fataiidad. Podriamos decir quc la tragedia, en general, no es nicamente Ja victoria del destino sobre Ja libertad, ya que mediante la muertc asumida en ci momento de la supuesta victoria del destino, ci mdi viduo escapa a su destino. Por clJo, Hamlet cs ci ms ail de la tragedia o la tragedia de ia tragedia. Cornprende que ci <<no ser>> puede ser imposible, y no consigue dominar el absurdo ni siquiera mediantc cl suicidio. La nocin de scr irremediablementc y sin saiida constituye el absurdo fundamental dcl ser. El ser es el ma!, no porque sea finito, sino porquc carece dc lImites. La angustia, segn Hcidcggcr, es la experiencia de ia nada. ~No sc trata ms bien si por <<muerte> cntendemos <<riada>> del hecho de quc cs imposib!e morir?
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Tambin puede resultar paradOjico caracterizar ci hay por la vigilia, como si de ese modo dotscmos a! puro acontecimiento de existir de una conciencia. Pero hcmos de preguntarnos si es la vigilia lo que define Ja conciencia, si acaso la conciencia no es ms bien la posibilidad de escapar a la vigilia, si ci sentido propio de la conciencia no consiste en scr una vigilia asociada a Ja posibilidad del sueo, silo propio dcl yo no es ci podc:r de salir de ia situaciOn de vigilia impersonal. Sin duda, la concicncia participa ya de la vigilia. Pcro lo quc !a caracteriza especificamcnte es ci conservar en todo momento la posibilidad de retirarsc <<tras ella>>, para dormir. La concicncia es el poder de dormir. Esta fuga de la pienitud es como la paradoja misma de la conciencia. La hipstasis AsI pucs, la conciencia es una ruptura dc la vigiha anOnima dcl hay que constituye ya una hiposta sis, que remite a una situacin en ia que un cxistentc entra en relacin con su existir. Evidcntementc, no podemos explicar por qu se produce: no hay una fisica dc la metafIsica. Simplemcnte mostrar ci significado de la hipOstasis. La apariciOn de un <<a!go que cs constituye una genuina inversiOn en ci seno del ser annimo. Lleva ci cxistir como atributo, cs duco dc ta! existir como cl sujeto es duco dcl atribuito. El existir le pertenccc y, precisamcnte merced a ese dominio sobre ci
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existir (dominio del quc en seguida consideraremos los lImites), merced a ese dominio celoso y exciusivo sobrc ci existir, ci existentc est solo. Dicho con mayor precision: ha aparicin de un existcnte cs la constituciOn misma de un podcr, de una libertad en un existir que, en cuanto tal, permanecerla radicalmcnte anOnimo. Para que pueda haber un existente en este existir anOnimo, es preciso que sea posible una sa!ida de si y un retorno a sj, es decir, la accin propia dc la identidad. Debido a su identificaciOn, ci existcnte est ya encerrado en s mismo: es mnada y soledad. El acontecimiento de ha hipOstasis es ci presente. El presente parte de si mismo o, mejor dicho, es la sahida de si mismo. Impiica un desgarramiento en la trama infinita sin comienzo ni fin del existir. El presentc desgarra y rcnueva: comienza; es eh cornienzo mismo. Tiene un pasado, pero a modo de recuerdo. Tiene una historia, pero no es historia. Considerar ha hipOstasis como presente no significa todavla introducir ci tiempo en ci ser. Al darnos ci presente, no nos damos una extensiOn del tiempo contemplada en una serie lineal de duraciOn, ni tampoco un punto de esta serie. No se trata de un prescnte extraIdo dc un tiempo constituido de antemano, no cs un clemento del ticmpo sino ha funcin del presente, el desgarramiento que produce en la infinitud impersonal del existir. Es una especie de esquema ontolOgico. Por una parte, es un acontecimiento y an no una cosa, no existe; pero es, por otra parte, cI acontecimiento del existir gracias al cual algo sucede a partir de sI; por una partc, es an
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un puro acontecimiento que debe expresarse en un verbo; y, sin embargo, por otra parte, hay una especic de mutaciOn en esc cxistir, hay ya algo existcntc. Es csencia! considerar ci presente en el ilmite dcl existir y cl existente en ci que, como funciOn del existir, se transmuta ya en existente. Debido precisamente a que ci presente es una forma dc satisfacer eh <<a partir de Si>>, siempre es evanescencia. Si cl presente durase, eiho indicarla quc habla recibido la existencia de alguna cosa precedente, que se beneficiarla de una hercncia. Pero cs algo que vienc de si mismo. Y no es posib!epartir dc si mismo a no ser que no se reciba nada dcl pasado. La evancscencia scria, pucs, Ja forma csenciai del comienzo. Pero, ~cOmo puede esta evancscencia conducir a algo? Esta es ha situacin dialctica quc, ms que exciuir, describe un fenmcno que ahora sc impone: el <<yo>> [je]. Los filOsofos han reconocido siempre al <yo>> un carctcr ambiguo: no es una substancia, y sin embargo es un existcnte por excelencia. Definirlo corno espiritualidad es no decir nada, si la espiritualidad equivaic a tales o cuales propiedades, ya que nada expresa acerca dc su modo de existencia, acerca de ese absoluto que no chimina dcl yo un poder dc renovaciOn total. Decir quc cstc poder ticnc una existencia absoluta cquiva!drla como mInimo a transformar cste poder en substancia. Al contrario, cuando se anaiiza en el limite del existir y dcl existente, como funciOn de hipOstasis, el yo se coloca dc entrada fuera dc las oposiciones entre Jo variable y lo pcrmanente, y tambin fuera de las categorlas dci
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ser y la nada. La paradoja desaparece cuando cornprendemos que ci <<yo>> no es inicialmente un existente, sino ci modo dcl existir en cuanto tal, que propiamente hablando no cxiste. Sin duda, ci presentc y ci <<yo>> se convierten en cxistentcs y se puede componer con ellos un tiempo, construir el tiempo conio un existente. Y es posible tcner una experiencia kantiana o bcrgsoniana de este tiempo hipostasiado. Pero sc trata en esos casos de la experiencia dc un tiempo hipostasiado, de un tiempo que es, y no del tiempo en su funciOn esquemtica entre ci cxistir y ci existente, ci ticmpo como puro acontecimiento de la hipOstasis. Al observar ci presentc como ci dominio del existcnte sobre eJ cxistir, y a! buscar ci paso del existir al existente, nos situamos en un piano dc investigaciOn que ya no se pucde denominar experiencia. Y si la fenomenoiogla no es ms que un mtodo de experiencia radical, entonces nos hallamos ms all dc ha fenomenologla. La hipOstasis del prescntc no es, por otro hado, ms que un momcnto de la hipOstasis; ci tiempo puede mdicar una reiacin distinta entre ci existir y ci existente. Ella nos ho prcscntar ms tarde como ci acontecimiento mismo de nuestra reiacin con los dems y nos permitir desembocar de ese modo en una existencia phuraiista que supere !a hipOstasis monista del presentc. Presente, <<yo>>: la hipOstasis es Jibertad. El existente es dueflo dci existir. Ejerce ci poder viril del sujeto sobre su cxistcncia. Tiene algo en su poder. Primera libertad. No se trata an de ia libertad dci libre arbitrio, sino de ha libertad del comienzo.
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Solo hay existencia ahora y a partir de algo. Esta hibertad est incluida en todo sujeto por ci hecho mismo de que haya sujeto, de quc haya ente. Es ia hibertad dci propio dominio del existente sobre ci existir. Soledad e hipstasis Si, desde ci comienzo de este trabajo, hemos caracterizado ha solcdad como ha unidad indisoluble entrc ci existente y su existir, ello no remite a ninguna clase de presuposiciOn del otro. No aparece como una privacin de una relacin con otro previamente dada. Remite a la acciOn de la hipOstasis. La soicdad es la unidad misma del existente, el hecho de que hay algo en el existir a partir de lo cual tiene lugar ha existencia. El sujeto cst solo porque cs uno. Se precisa tal soledad para que exista la libertad del comienzo, ci dominio del existente sobre el existir, es decir, en suma, para que haya existente. AsI pues, ha soicdad no es solamente desesperaciOn y desamparo, sino tambin virihidad, orguiho y soberanIa. El aniisis existenciaiista de la soiedad, conducido exciusivamcnte en trminos de desesperaciOn, no ha conseguido borrar estos rasgos ni hacer o!vidar todos los temas de la Jiteratura y Ja psicohogia romntica y byroniana de la soledad altiva, aristocrtica y genial.
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Soledad y materialidad Pero este dominio dcl sujeto sobrc ci cxistir, esta soberanIa del cxistente, comporta un giro dialctico. El existir es controlado por ci existcnte idntico a sj mismo, es decir, solo. Pcro ha identidad no es nicamcnte una salida de si, sino tambin un retorno a s mismo. Eh presente consiste en un inevitable retorno a si. El precio quc se paga por ia posiciOn de existente es ci hccho mismo de no poder separarse de si. El existentc se ocupa de sI mismo. Esta manera de estar ocupado consigo mismo es la materialidad dcl sujeto. La identidad no es una relacin mofensiva consigo mismo, sino un estar encadenado a 51 mismo. El comienzo est cargado de si mismo; es un prcSente dc ser, no dc ensueo. Su Jibertad est himitada inmediatamentc por su responsabilidad. En cso reside su enorme paradoja: un ser iibre que ya no es libre porque es rcsponsable de sI mismo. En cuanto iibcrtad respecto dcl pasado y dcl porvenir, ci presente es un encadcnamiento con respecto a si mismo. El carctcr material dci prcsente no tiene que vcr con ci hecho de que el pasado he pese o de quc se inquiete por su futuro. Tiene que vcr con ci presente en cuanto presente. El presente ha dcsgarrado la trama dci existir infinito; ignora la historia; ocurre a partir dc ahora. Y, pesc a ello (o a causa de ehlo), se compromete consigo mismo y conoce asI una responsabiiidad, se convicrte en materiaiidad. En has descripciones psicohOgicas y antropoiOgi-
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cas, csta condiciOn se traduce en el hecho dc que ci yo cst fijado a 51 mismo, de quc ia libertad dcl yo no es ligera como ia gracia, sino en si misma gravcdad, de que ci yo es irremediablemente si mismo. No pretendo haccr un drama de una tautologla. El retorno del yo sobre si mismo no es precisamente una reflexiOn serena, ni ci resultado dc una reflexiOn puramente fliosOfica. La re!aciOn consigo mismo es, como en la novela de Bianchot Aminadab, reiacin con un doblc cncadenado a ml, un dob!e viscoso, pesado, estpido, pero dcl que ci yo no pucdc desprendersc precisamente por ser yo. Y cstc con se maniflcsta en cl hecho de que hay que ocuparse de si mismo. Toda empresa cs un trajIn. No existo como espiritu, como una sonrisa o un viento que sopla, no soy sin responsabilidad. Mi ser sc duplica en un dcber: cstoy a cargo de ml mismo. En csto consiste la existcncia material. En consecuencia, la materialidad no expresa ha calda contingente del espIritu en el sepu!cro o en la prision dc un cucrpo. Acompaa nccesariamente ia emergencia del sujeto, en su libertad de cxistentc. Comprcnder ci cucrpo de este modo, a partir de ha matcriaiidad aeontecimicnto concreto de la rclaciOn entre Yo y SI Mismo es reducirlo a n acontecimicnto ontolgico. Las relacioncs ontolOgicas no son vlnculos descarnados. La relaciOn entre Yo ySI Mismo no cs una reflcxin inofensiva del espiritu sobre si mismo. Es toda la materialidad del hombre. Por ei!o, la !ibertad del Yo es inseparable dc su matcrialidad. La primera libertad, que procede del hecho dc que surja un existente en ci existir anOni-
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mo, comporta una sucrte de precio: Jo definitivo dc ia fijaciOn del yo a si mismo. Este carcter dcfinitivo dcl cxistente, que cOnstituye ho trgico de ha solcdad, es ha materiahidad. La solcdad no es trgica porque sea privacin dcl otro, sino porque est encerrada en ha cautividad de su identidad, porque es matcria. Quebrantar ci encadenamiento de ha matena serla quebrantar ho definitivo de ha hipstasis. Ser en el tiempo. La sohedad es una ausencia dc tiempo. El tiempo dado, l mismo hipostasiado, experimentado, ci ticmpo que se recorre y a travs del cual arrastra ci sujeto su identidad, es un tiempo incapaz de deshacer ci vInculo de la hipOstasis.
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II
La materia es la desdicha de la hipstasis. Soledad y materialidad son inseparables. La soledad no es una inquietud superior que se revela a un ser cuando ha satisfecho todas sus necesidades. No es la experiencia privilegiada del ser para Ja muerte sino, por asI decirlo, la compaera de la existencia cotidiana atorrnentada por la materia. Y, en la medida en que las preocupaciones materiales se derivan de la hipstasis misma, expresan elpropio acontecimiento de nuestra libertad de existentes; la vida cotidiana, lejos de consistir en una caIda, lejos de aparecer como una traicin a nuestro destino metafIsico, emana de nuestra soledad, constituye la realizacin misma de la soledad y la tentativa, infinitamente grave, de responder a su profunda infelicidad. La vida cotidiana es una preocupacin por la salvacin. La vida cotidiana y la salvacin ~No serla posible de este modo resolver esa contradicciOn en ha que se mueve toda ha fliosofla contempornea? La espcranza dc una sociedad mejor y ha desesperaciOn de la soledad, fundadas ambas en experiencias pretendidamente evidentes, aparecen en un insuperable antagonismo. Entre Ja expe-
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riencia de la soledad y la experiencia social no solamentc hay oposiciOn, sino antinomia. Cada una de ellas aspira a! rango de cxpcricncia universal y licga a dar cuenta de su contraria, hacindola aparecer como una dcgradacion de la cxpcriencia autntica. En ci seno del propio constructivismo optimista de la socio!ogla y del socialismo, el sentimiento de soicdad se manticne como una amenaza. Permite denunciar como diversion en sentido pascaliano, como simple olvido de la solcdad, todos los goces de la comunicaciOn, las acciones cohectivas y todo aquelho que hace habitable el mundo. El hecho de encontrarsc instalados en l, de ocuparse de las cosas, dc apegarse a ellas e incluso de aspirar a dominarlas, todo ehlo no sOlo es despreciado en la experiencia de ha soledad, sino explicado por la fihosofla de ia soledad. El ocuparse de las cosas y de las necesidades serIa una calda, una huida ante la finalidad ltima que implican esas mismas ncccsidades, una inconsccuencia, una no-verdad, ciertamente fatal, pero quc ileva el estigma de lo inferior y de lo reprobabie. Pcro Jo inverso cs igualmentc cierto. En medio de las cnergIas pascalianas, kierkegaardianas, nietzscheanas y heideggerianas, nos conducimos como burgueses ansiosos. 0 bicn como locos. Y nadie defcnderia la locura como via de sahvacin. El bufOn, ci loco de la tragedia shakespeariana es ci que sientc y dice con lucidez la inconsistencia dcl mundo y lo absurdo de las situaciones, pero no es el personaje principal de la tragedia, no tiene nada que superar. En el mundo de los reyes, los prIncipes y los heroes,
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es esa abertura por la que entran en el mundo las corrientes del viento de la hocura, no es la tempestad que extingue la huz y arranca los tapices. Podemos muy bien calificar como calda, vida cotidiana, animalidad, dcgradaciOn y srdido materiahismo todo ci conjunto de preocupaciones que ilenan nuestros largos dIas y que nos arrancan de nuestra soledad para arrojarnos a relaciones con nuestros semejantes, pero esas preocupaciones no tienen nada de frI volo. Podemos pcnsar que cl tiempo autntico es originalmente un xtasis, pero nos compramos un reioj; a pesar dc la desnudez de la existencia, es preciso, en la medida de lo posible, vestir decentemente. Y, cuando escribimos un libro sobre ia angustia, Jo escribimos para alguien, atravesamos todos los trmites que separan la rcdacciOn de la publicaciOn y, a vcces, nos comportamos como mercaderes de ha angustia. El condenado a muerte se arregla ci ira je antes del itimo viajc, acepta un itimo cigarrillo y cncuentra palabras e!ocucntes que decir ante los disparos. Estas son objeciones fciies, y recuerdan a aquellas que algunos realistas dirigen a los ideaiistas cuando les reprochan corner y respirar en un mundo ilusorio. Pero, en este caso, no se trata dc objeciones tan despreciabies; pues no oponen una conducta a una metafIsica, sino una conducta a una moral. Cada una de estas experiencias antagOnicas es una mora!. Lo que se objetan ia una a la otra no cs el error, sino la inautenticidad. En ci dcsaflo con que las masas responden a las elites cuando se preocupan ms del pan quc de la angustia hay algo ms
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que ingcnuidad. Dc ahI los accntos de conmovedora grandeza que proceden del humanismo que poseen las reivindicaciones dc la ciasc obrera. El!o serla inexplicable si sOlo se tratase de un comportamiento quc fuese simplemcntc una calda en lo inautntico, una distracciOn o inciuso una exigencia legItima dc nuestra animalidad. Para un sociaiismo constructivo y optimista, la soicdad y sus angustias rcpresentan una conducta de avestruz en un mundo que solicita la solidaridad y la lucidez, un cpifenmeno un fenmeno dc lujo o dc despilfarro en un perlodo dc transformaciOn social; ci Sueo insensato de un individuo descentrado, una luxaciOn en ci cuerpo colectivo. Y, con ci mismo dcrccho que lo hacc la fihosofla de la solcdad para l, ci humanismo socialista puede calificar ha angustia ante la muertc y la soledad como mcntiras, charlatanerIa o inciuso mistificacin y eiocuencia engaosa, fuga ante ho csencial y dccadencia. Esta antinomia opone ha neccsidad de satisfacciOn a ia necesidad dc salvaciOn: Esa y Jacob. Pero ha vcrdadcra rclaciOn cntrc satisfacciOn y saivaciOn no es la que cxpresa cl ideahismo c!sico, y quc ci moderno existencialismo conserva a pesar de todo. La salvaciOn no requiere la satisfaccin de las nccesidades como si se tratase de una forma superior que cxigc asegurarsc de la solidez de sus bases. La rutina de nuestra vida cotidiana no es ciertamcnte una simple secuela de nustra animalidad superada constantemente por la actividad del espIritu. Pero ia inquietud por la sa!vacin no surge tampoco del dolor dc ha neccsidad que scrla su causa ocasional,
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como si ha pobreza o la condicin dc proletario fuesen la ocasin para cntrcver has puertas del Reino dc los Cicios. No pensamos en absoluto que ha oprcsin que aplasta a ha chase obrera ha obhigue a hacer ha experiencia pura dc Ia cxphotaciOn nicamente para despertar en ella, ms ahl de la iiberacin cconOmica, ia nostalgia de una iiberaciOn metafisica. Despojamos a ha hucha revolucionaria de su verdadera significaciOn y de su intenciOn real cuando ha consideramos simpiementc como base de Ja vida espiritual o cuando espcramos que, merced a sus crisis, despicrte vocaciones. La lucha econOmica es ya pienamentc una hucha por ha salvaciOn, porque se apoya en la misma dialctica dc la hipOstasis por la cual se constituye la libertad primera. Hay en la filosofla de Sartre algo de presente anglico. Habicndo rechazado hacia ci pasado todo ci peso dc ha cxistencia, la libertad del presente se sita ya por encima dc la materia. Cuando reconocemos en el presente mismo, y en su libertad de ernergencia, todo cl peso dc la materia, queremos reconocer a la vida material, a! mismo ticmpo, su triunfo sobre ci anonimato dcl existir yb dcfinitivamcnte trgico a lo que queda vinculada por su propia hibcrtad. Al ligar soiedad y materialidad del sujcto, sicndo ha materialidad su encadcnamiento a si mismo, p0demos comprender el sentido en que cl mundo y nuestra existencia en ci mundo constituyen una tendencia fundamental del sujeto para sobreponerse a la carga quc l rcpresenta para 51 mismo, para superar su materialidad, es decir, para romper las iigaduras entre ci yo y ci sj mismo.
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tamente.
Desde Heidegger nos hemos habituado a consi-
que Heidegger haya pasado por alto en esta matena es que, antes de ser un sistema de tiles, ci mundo es un conjunto dc alimentos. La vida del hombre en ci mundo no va ms alh de los objetos que Jo hienan. Quizs es incorrecto decir que vivimos para corner, pero no es menos inexacto decir que cornemos para vivir. La finalidad htima del
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mediantc ci goce. Todo goce es una manera de scr, pero tambin una sensaciOn, cs dcci luz y conocimiento. AbsorciOn del objcto, peno tambin distancia respecto a i. Al goce le pcrtencccn csenciaimcnte un saber y una huminosidad. Por cilo, el sujcto, ante los manjares que se he ofrecen, cst en ci espacio a distancia de todos los objetos que he son necesarios para cxistir. Mientras que en Ja idcntidad pura y simple de ha hipstasis ci sujcto se sumcrge en sj mismo, en ci mundo, en lugar de un rctorno sobre si mismo, hay una <<relaciOn con todo aquello que es necesario para 8cr>>. El sujcto sc separa dc si mismo. La luz cs ha condiciOn de tai posibihidad. En estc sentido, nuestra vida cotidiana es ya una forma
de liberarnos de ha mateniahidad inicial mcdiante ha
que se nealiza ci sujcto. Contiene ya un olvido de sI. La moral de los <<manjarcs tcrrcstres>> es ha primera moral. La pnimera abncgacion. No la ltima, pero es necesario pasar por chia.~
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rompc mismo su
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las iigaduras irremediables del yo consigo Si sc separa esta luz del acontecirniento onto-
vuelta en ha inmancncia. En ci conocimiento y en ci goce vuclvo a encontrarme conmigo mismo. La cxterioridad de ha huz no basta para la liberaciOn dcl yo cautivo de si.
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cie de su materialidad. Pero, al margen de este aeontccimiento ontologico, separado de Ja materialidad a la que sc prometen otras dimensiones de liberacin, el conocimicnto no supcra Ja sohcdad. La razn y la iuz por si mismas consuman Ja soledad del ente en cuanto ente, realizan su destino de ser absolutamentc cl Unico punto de referencia. A! englobar ci todo en su universalidad, la razOn sc encuentra ella misma en soicdad. El solipsismo no cs una aberraciOn ni un sofisma: es la estructura misma de la razOn. Y no a causa del carcter <<subjetivo>> de las SenSaciones que combina, sino en razOn de ia universalidad del conocimiento, es decir, dc lo ilimitado de ia luz y de la imposibilidad de que quedc algo fuera de ella. Por ello, la razOn no cncuentra jams otra razOn con quien hablar. La intencionaiidad de la concicncia permite distinguir al yo dc las cosas, pero no hace desaparecer ci solipsismo porque su elemento, ha huz, nos hacc dueos dci mundo exterior, pero es incapaz de cncontrarnos un interlocutor. La objctividad dci saber racional no elimina en absohuto ci carcter solitario de la razn. La posibilidad de convertir la objetividad en subjetividad es ci tema mismo dcl idcahismo, que es una filosofla de la razn. La objetividad de ha iuz es la propia subjetividad. Todo objeto pucde ser dicho en trminos dc conciencia, es dccir, puesto a ha luz. La trascendencia dcl espacio no puede suponerse real ms que si est fundada en una trascendencia sin retorno al punto dc partida. La vida no puede ser camino de rcdenciOn a menos que, en su lucha con la materia, cncuentre un acontecimiento que impi-
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da a su trascendencia cotidiana volver siempre a! mismo punto. Para notar esta trasccndencia que sostiene la trascendcncia de la luz, que confiere a! mundo exterior una exterioridad real, es preciso retornar a la situaciOn concreta en la que se ofrece la iuz en el goce, es decir, a la existencia material.
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III
Hasta aquI nos hemos ocupado del sujeto en soledad, la soledad que remite al hecho mismo de que es existente. La soledad del sujeto pertenece a su relacin con el existir, de la que es dueo. Este dominio sobre el existir es el poder de comentar, de partir de 51 mismo; partir de sI mismo no para actuar, sino para pensar, sino para ser. Hemos mostrado adems que la liberacin respecto del existir se convierte en un encadenamiento a s mismo, el encadenamiento mismo de la identificacin. Concretamente, la relacin de la identificacion es la ocupacin del yo por el sI mismo, la preocupacin que el yo tiene por si mismo 0 la materialidad. Haciendo abstraccin de toda relacin con un porvenir o con un pasado, el sujeto se impone a s mismo, y ello en la misma libertad de su presente. Su soledad no procede, pues, inicialmente, del hecho de estar desamparado, sino de ser arrojado como pasto para si mismo, de sumergirse en si mismo. Esto es la materialidad. Por ello, en el mismo instante de la trascendencia de la necesidad, que coloca al sujeto frente a los alimentos, frente al mundO como alinzen to, ste le ofrece una liberacin respecto de sI mismo. El mundo le ofrece al sujeto la participacin en el existir bajo la forma del goce, le permite en consecuencia existir a distancia de sI mismo. Queda absor-
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bido en el objeto que le absorbe, pero conserva no obstante una distancia respecto de este objeto. Todo goce es a la vez sensacin, es decir, conocimiento y luz. En absoluto desaparicin de sI, sino ms bien olvido de sI y una suerte de abnegacion primordial.
El trabajo Pero csta trascendencia instantnea mediante ci espacio no nos saca de la soledad. La luz que permitc enfrcntarsc a otra cosa distinta de si mismo nos ia presenta como si esa cosa salicse dc nosotros. La iuz, ha claridad, es la inteligibilidad misma, hacc que todo provenga de ml, reduce toda experiencia a una rcminiscencia ehemcntal. La razn est soia. Y, en este sentido, ci conocimicnto nunca encuentra en ci mundo aigo vcrdadcramcnte difercntc. Tal cs la vcrdad profunda del idealismo. En ella se anunia una diferencia radical cntrc la exterioridad cspacial y ia cxterioridad de los instantes unos respecto dc otros. En la concreciOn dc la necesidad, ci espacio que nos aleja dc nosotros mismos es siempre un cspacio que sc ha dc conquistar. Es preciso atravesarlo, tomar ci objcto, es decir, hay que trabajar con las propias manos. En estc sentido, <<ci que no trabaja no come>> es una proposicin anailtica. Los tiies y la fabricaciOn de tiles persiguen el quimrico ideal de la supresiOn dc la distancia. En la perspectiva que ci instrumento moderno la mquina abre a ios tiles, nos llama mucho ms la atenciOn su funciOn
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de suprimir trabajo que su funcin instrumental, nica considerada por Heidegger. Pero, en el trabajo es decir, en el esfuerzo, en su dificultad y en su dolor, el sujeto recupera el peso de la existencia que implica su propia libertad de existente. El esfuerzo y el dolor son los fenmenos a los que en ltima instancia se reduce la soledad del existente, y en seguida los examinaremos. El sufrimiento y la muerte En el esfuerzo, en el dolor, en el sufrimiento, encontramos en estado puro lo definitivo que constituye la tragedia de la soledad. El xtasis de la soledad no consigue superarlo. Subrayemos dos puntos: el anlisis de la soledad ha de continuarse en el dolor de la necesidad y del trabajo, no en la angustia de la nada; insistiremos en el dolor que, con excesiva ligereza, liamamos fisico, pues en l se encuentra inequIvocamente el compromiso con la existencia. Mientras en el dolor moral es posible conservar una actitud de dignidad y de compuncin y, por tanto, de liberacin, el sufrimiento fisico es, en todos sus grados, imposibilidad de separarse del instante de la existencia. Representa la propia irreductibilidad del ser. El contenido del sufrimiento se confunde con la imposibilidad de alejar de si el sufrimiento. Ello no significa definir el sufrimiento por el sufrimiento, sino insistir en esa simplificacin sui generis que constituye su esencia. En el sufrimiento se produce la ausencia de todo refugio. Es el hecho de estar
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directamente expuesto al ser. Procede de la imposibilidad de huir y de retroceder. Todo el rigor del sufrimiento consiste en esa imposibilidad de distanciamiento. Supone el hecho de estar acorralado por la vida y por el ser. En este sentido, el sufrimiento es la imposibilidad de la nada. Pero, adems de una apelacin a una nada imposible, tambin est presente en el sufrimiento la proximidad de la muerte. No se trata nicamente de sentir y de saber que el sufrimiento puede conducir a la muerte. El dolor comporta en s mismo una suerte de paroxismo, como si se anunciase algo an ms desgarrador que el sufrimiento, como si, a pesar de la auSencia de espacio alguno para el repliegue constitutivo del sufrimiento, quedase an un terreno libre para un acontecimiento, como si an hubiese algo por lo que inquietarse, como si estuvisemos a la espera de un aconteciniento. La estructura del dolor, que consiSte en su propio apego al dolor, se prolonga entonces hacia una incognita no susceptible de traduccin en trminos de luz, es decir, refractaria a esa intimidad del yo consigo mismo a la que remiten todas nuestras experiencias. La incgnita de la muerte, que no se presenta de entrada como nada sino como el correlato de la experiencia de la imposibilidad de la nada, no significa que la muerte sea una region de la que nadie vuelve y que, en consecuencia, permanezca desconocida; la incgnita de la muerte significa que la propia relacin con la muerte no puede tener lugar bajo la luz; que el sujeto entra en una relaciOn con algo que no proviene de l. PodrIamos decir que se trata de la relacin con el misterio.
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Esta forma de anunciarse la muerte en el sufrimiento, ms all de toda luz, es una experiencia de la pasividad del sujeto que hasta entonces ha sido activo, que segula sindolo incluso cuando era desbordado por su propia naturaleza reservndose su posibilidad de asumir su condicin fctica. Decimos: experiencia de la pasividad. Se trata de una forma de hablar, pues experiencia significa ya siempre conocimiento, luz e iniciativa, asi como reintegro del objeto al sujeto. La muerte como misterio supone una quiebra de ese modo de concebir la experiencia. En el saber, toda pasividad deviene actividad por mediacin de la luz. El objeto con el que me enfrento es comprendido y, sobre todo, construido por ml; la muerte, en cambio, anuncia un acontecimiento del. que el sujeto no es dueo, un acontecimiento respecto del cual el sujeto deja de ser sujeto. Observamos de pasada la particularidad de este anlisis de la muerte presente en el sufrimiento, en relacin con los clebres anlisis heideggerianos del ser para la muerte. El ser para la muerte, en la existencia autntica de la que habla Heidegger, es la suprema lucidez y, por ello, la maxima virilidad. Comporta la asuncin, por parte del Dasein, de la posibilidad ltima de la existencia, justamente aqueha que hace posibles las dems posibilidades 5y que, por ende, hace posible el hecho mismo de que haya
5. Para Heidegger, la muerte no es, como dice J. Wahi, <<la imposibilidad de la posibilidad>>, sino <<la posibilidad de la imposibilidadx~. Esta distinciOn, aparentemente bizantina, tiene una importancia capital.
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una posibilidad, es decir, ha actividad y ha libertad. La muerte, para Heidegger, es acontecimiento de hibertad; en cambio, en el sufrimiento, el sujeto parece haber lhegado con ella ah limite de ho posible. Se halha encadenado, desbordado y, a pesar de todo, pasivo. La muerte es, en este sentido, eh hImite del idealismo. ~Cmo ha podido escapar a la perspicacia de los filsofos eh rasgo principal de nuestra relaciOn con la muerte? El anlisis no puede partir de ha nada de ha muerte, pues de ella es de ho que precisamente no sabemos nada; solo puede apoyarse en una situacin en ha que aparezca ahgo absolutamente incognoscible; absolutamente incognoscible, es decir, extrao a toda luz,y que hace imposible toda asuncin de una posibilidad, y a pesar de todo hugar en eh que nosotros mismos nos hahiamos presos. La muerte y el porvenir Por todo elho, la muerte no es jams un presente. Obvio. El antiguo adagio destinado a disipar eh temor a la muerte (cuando eres, ella no es y, si ella es, t no eres) olvida sin duda toda ha paradoja de la muerte, ya que oculta nuestra relacin con la muerte, que es una relacin nica con el futuro. Pero a! menos ese adagio insiste en el futuro eterno de ha muerte. El hecho de que se escape de todo presente no remite a nuestra evasiOn ante la muerte o a una imperdonable distraccin del momento supremo, sino a! hecho de que ha muerte es incomprensible, de
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que seala el fin de la virilidad y del heroIsmo del sujeto. El ahora supone que yo soy el dueflo, dueo de ho posible, dueo de captar ho posible. La muerte nunca es ahora. Cuando ha muerte existe, yo ya no estoy no porque yo sea nada, sino porque no me encuentro en disposicin de captar nada. Mi soberanla y mi virihidad, mi heroIsmo de sujeto no pueden ser virihidad ni heroIsmo en rehacin con la muerte. En ese sufrimiento en cuyo interior hemos observado esa vecindad de la muerte y an en el phano del fenmeno se produce la conversion de la actividad del sujeto en pasividad. Y no en el instante del sufrimiento en el que, acorralados por el ser, podemos an captarlo, en el que an somos sujetos del sufrimiento, sino en eh ilanto y el sollozo en los que desemboca el sufrimiento. Alil donde el sufrimiento alcanza su pureza, donde ya no hay nada entre l y nosotros, la responsabilidad suprema se torna suprema irresponsabihidad, infancia. En eso consiste el sollozo, y por ello anuncia ha muerte. Morir es retornar a ese estado de irresponsabilidad, morir es convertirse en la conmocin infantil del sollozo. Si me ho permiten, volver una vez ms a Shakespeare, de cuyas citas ya he abusado en eh curso de estas conferencias. Pero es que a veces pienso que toda fihosofia no es ms que una meditacin sobre Shakespeare. ~No asume ha muerte el hroe de la tragedia? Me tomar ha hibertad de anahizar brevemente el final de Macbeth. Macbeth ha escuchado que el bosque de Birnam se acerca a! castillo de Dunsinane, Jo que es el signo de ha derrota: la muer-
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te s aproxima. Cuando este signo se realiza, Macbeth dice: ~Vientos, soplad! ~Ven, destruccin, yen!>>. Pero, a! mismo tiempo: <<~Quesuene ha campana!, etc... Moriremos, al menos, vestidos de armadura>. Antes de la muerte habr lucha. El segundo signo de ha derrota no ha tenido an lugar. ~No hablan profetizado las brujas que ningn hmbre nacido de mujer podrIa nada contra Macbeth? Pero Macduff no ha nacido de mujer. Liega el momento de la muerte. <<Maldita sea ha lengua que me habla asI>>, grita Macbeth a Macduff, que he hace saber su poder sobre I, <<y que de esa manera abate lo mejor de mi ser... No luchar contigo>>. He ahI esa pasividad que se produce cuando ya no hay esperanza. He ahI lo que he hiamado el fin de ha virihidad. Pero ha esperanza renace inmediatamente, y de ahl las htimas palabras de Macbeth: ~<Aunqueel bosque de Birnam haya venido a Dunsinane y t ests frente a ml, t, que no has nacido de mujer, luchar hasta el final>>. Ante ha muerte, hay siempre una ltima oportunidad (distinta de la muerte) que el hroe aprovecha. El hroe es el que siempre percibe una ltima oportunidad: el hombre que se obstina en encontrar posibihidades. Por tanto, ha muerte nunca puede ser asumida; liega. El suicidio es un concepto contradictorio. La inminencia eterna de la muerte forma parte de su esencia. En el presente, en el que se afirma el seflorlo del sujeto, hay esperanza. La esperanza no se aade a ha muerte mediante una especie de salto mortale o una inconsecuencia; se halla en el mismo margen que se ofrece a! sujeto que va a mo-
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es justamente un testigo excepcional de esta imposibihidad de asumir ha muerte. La nada es imposible. La nada dejarla al hombre la posibilidad de asumir la muerte, de arrancar a ha servidumbre de la existencia una soberanla suprema. <<To be or not to be>> es la toma de conciencia de esta imposibilidad de anonadarse. El acontecimiento y lo otro ~Qu consecuencias podemos extraer de este anhisis de la muert? La muerte se convierte en el lImite de la virihidad del sujeto, de esa virihidad que ha hipstasis hizo posible en el seno del ser annimo y que se manifiesta en el fenmeno del presente, en la luz. No se trata de que haya empresas que resulten imposibles para el sujeto, o de que sus poderes sean de algn modo finitos; ha muerte no anuncia una reahidad contra ha que nada podemos, contra la que nuestro poder es insuficiente; ya en el mundo de la luz surgen muchas realidades que superan nuestras fuerzas. Lo importante de ha inminencia de ha muerte es que, a partir de cierto momento, ya no podemos poder. Es exactamente ahi donde el sujeto pierde su dominio de sujeto. Este fin del dominio indica que hemos asumido el existir de modo tal que puede ocurrirnos un acontecimiento que ya no asumimos ni siquiera en ese modo inmerso siempre en el mundo empIrico de asumir que es ha visin. Nos sucede un aconteci-
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miento sin que tengamos absolutamente ningn a priori, sin que podamos, como hoy se dice, tener el ms mInimo proyecto. La muerte es ha imposibilidad de tener un proyecto. Esta proximidad de la muerte indica que estamos en relacin con algo que es absolutamente otro, algo que no posee la alteridad como determinaciOn provisional que pudiramos asumir mediante el goce, algo cuya existencia misma est hecha de alteridad. Por ello, la muerte no confirma mi soledad sino que, al contrario, ha rompe. Debido a ello, digamoslo de pasada, la existencia es plurahista. Lo plural no designa en este caso una multiphicidad de existentes, sino que aparece en el existir mismo. En el propio existir del existente, hasta aqul celosamente asumido por el sujeto solitario y manifestado mediante el sufrimiento, se insina una pluralidad. En la muerte, el existir del existente se aliena. En verdad ho Otro que asI se anuncia no p0see ese existir como el sujeto Jo posee; su poder sobre mi existir es misterioso; no ya desconocido sino incognoscible, refractario a toda luz. Pero esto es precisamente ho que nos indica que Jo otro no es de ningn modo un otro-yo, un otro-sI-mismo que participase conmigo en una existencia comn. La relacin con otro no es una relacin idIlica y armoniosa de comunin ni una empatla mediante la cual podamos ponernos en su lugar: le reconocemos como semejante a nosotros y a! mismo tiempo exterior; la relacin con otro es una relacin con un Misterio. Con su exterioridad o, mejor dicho, con su alteridad, pues la exterioridad es una propiedad del espa-
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cio y reduce al sujeto a si mismo mediante la luz que constituye todo su ser. En consecuencia, solo un ser que haya alcanzado ha exasperacin de su soledad mediante el sufrimiento y ha relacin con ha muerte puede situarse en el terreno en el que se hace posible ha rehacin con otro. Una rehaciOn con otro que jams consistir en considerar una posibihidad. HabrIa que caracterizarha en trminos opuestos a los de las relaciones descritas por ha luz. Creo que el prototipo de esa situacin nos ho suministra ha relacin erotica. El Eros, tan fuerte como ha muerte, nos aporta las bases para anahizar esta relaciOn con el misterio siempre que ho expongamos en trminos completamente distintos a los del platonismo, que se mueve en el mundo de la luz. Pero es posible extraer an otra caracterIstica de ha existenci en rehacin con ho otro a partir de esta situaciOn de ha muerte en Ia que el sujeto ya no tiene posibilidad alguna por la que optar. Lo que no puede aprehenderse en absoluto es el porvenir; la exterioridad del porvenir es totalmente diferente de la exterioridad espacial, justamente por el hecho de que el porvenir es absolutamente sorprendente. La anticipaciOn a! porvenir, ha proyecciOn ah futuro, acreditadas como ho esencial del tiempo en todas has teorlas, desde Bergso hasta Sartre, no constituyen ms que el presente del porvenir, no el porvenir autntico; el porvenir es aquello que no se capta, aquelb que cae sobre nosotros y se apodera de nosotros. El porvenir es ho otro. La relaciOn con el porvenir es ha relacin misma con otro. Hablar de tiempo a par-
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tir de un sujeto solo, de una duraciOn puramente personal, es algo que nos parece imposible. Lo otro y los dems Acabamos de mostrar ha posibihidad del acontecimiento a propsito de ha muerte. Hemos opuesto esta posibihidad del acontecimiento, en la que el sujeto ya no es dueflo del acontecimiento, a ha posibilidad del objeto, del que el sujeto es siempre dueo y con el cual, en suma, est siempre a solas. Hemos caracterizado este acontecimiento como misterio precisamente porque no puede ser anticipado, es decir, aprehendido; no puede caber en un presente o, si ho hace, entra en l como ho que no tiene cabida. Pero ha muerte, anunciada de esta manera como otredad, como ahienacin de mi existencia, ~puede ser ,ni muerte? Si abre una sahida de ha soledad, ~no es simplemente para destruir la soledad al destruir ha subjetividad misma? En ha muerte se abre, en efecto, un abismo entre el acontecimiento y el sujeto al que ha de sucederle. ~Cmo puede ocurrirme a ml ese acontecimiento inaprehensible? ~Cul puede ser ha relacin de ho otro con el ente, con el existente? ~COmopuede el existente existir como mortal y,
sin embargo, perseverar en su <<personahidad>>, conservar sus conquistas a! <<hay>> annimo, su seflorlo
de sujeto, su conquista de la subjetividad? ~Puede el ente entrar en relacin con ho otro sin que eso otro
destruya su 51 mismo?
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comporta eh problema mismo de ha conservacin del yo en la trascendencia. Si ha sahida de ha soledad ha de ser algo distinto a ha absorcin del yo en el trmino hacia el que se proyecta, y si, por otra parte, el suj-eto no puede asumir ha muerte como asume el objeto, ~cOmo es posible esa concihiacin entre el sujeto y ha muerte? ~Cmo puede incluso el yo asumir ha muerte sin hacerlo a pesar de todo como una posibilidad? Si ante ha muerte ya no es posible poder, ~cmo es posible seguir siendo si mismo ante el acontecimiento que ella anuncia? Es un problema imphicito en ha descripcin fiel del fenmeno de ha muerte. Lo pattico del dolor no consiste solo en ha imposibihidad de huir del existir, en el hecho de estar acorralado, sino en el terror a abandonar esta situacin de luz cuya trascendencia nos anuncia ha muerte. Como Hamlet, preferimos esta existencia conocida antes que ha existencia desconocida. Como si ha aventura que el existente ha iniciado con ha hipstasis fuera su nico recurso, su nico refugio contra ho que de intolerable contiene tab aventura. En ha muerte se da ha tentacin de ha nada de Lucrecio, y tambin eh deseo de eternidad de Pascal. No se trata de dos actitudes distintas: queremos morir y ser al mismo tiempo. El problema no consiste en arrancar a ha muerte una eternidad, sino en poder acogerla, en conservar en el yo, en medio de una existencia a ha que he sucede un acontecimiento, ha libertad adquirida en ha hipstasis. Puede llamarse a esta situacin tentativa de vencer a ha muerte en ha que sucede el acontecimiento y en ha que, ah mismo tiempo y sin embargo,
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el sujeto hace frente al acontecimiento sin aceptarlo como se acepta una cosa o un objeto. Hemos descrito una situacin dialctica. Mostraremos ahora una situacin concreta en ha que se realiza esa diahctica, de acuerdo con un mtodo sobre el que no nos es posible aqul una explicacin detallada, pero a! que no hemos dejado de recurrir. Se comprender, en todo caso, que no se trata de un mtodo fenomenobogico en toda su extensiOn. Esta situacin en ha que a! sujeto he sucede un acontecimiento que no asume, que ya nada puede sobre l, pero con ha que sin embargo se enfrenta en cierto modo, es ha relacin con los dems, el cara a cara con los otros, el encuentro con un rostro en el que el otro se da y ah mismo tiempo se oculta. Lo otro <asumido>> son los dems. Dedicar mi Ultima onferencia a ha significacin de este encuentro. El tiempo y los otros Espero poder mostrar que esta rehacin es cornp!etamente distinta de ha que nos proponen, de un lado, el existenciahismo y, del otro, el marxismo. Hoy me conformar con indicar que el tiempo mismo remite a esa situaciOn de cara a cara con otro. El porvenir que ofrece ha muerte, el porvenir del acontecimiento, no es an el tiempo. Pues se trata de un futuro para nadie, un futuro que el hombre no puede asumir, y que solo puede convertirse en un ehemento del tiempo si entra en relacin con el pre-
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sente. ~Cu! es el vincuho entre dos instantes entre los que se abre todo el intervaho, todo eh abismo que separa el presente y ha muerte, ese margen ah mismo tiempo insignificante e infinito en el que queda siempre hugar para ha esperanza? No se trata, ciertamente, de una relaciOn de contiguidad pura que transformarla el tiempo en espacio, pero tampoco del impulso del dinamismo y ha duraciOn, ya que eh poder del presente para ser ms ahl de si mismo e invadir el porvenir parece juStamente excluido por el misterio de ha muerte. La re!aciOn con el porvenir, la presencia del porvenir en el presente tambin parece cumphirse en el cara a cara con el otro. La situaciOn de cara a cara representarla ha reahizaciOn misma del tiempo; ha invasiOn del porvenir por parte del presente no acontece a! sujeto en solitario, sino que es la relaciOn intersubjetiva. La condiciOn del tiempo es ha re!acin entre seres humanos, ha historia.
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lv
En la Ciltima conferencia partIamos del sufrimiento como el acontecimiento en el que se cunzple toda la soledad del existente, es decir, tOda la intensidad de su vInculo consigo mismo, lo definitivo de su identidad, y en el que, al mismo tiempo, se halla en relacin con el acontecimiento que no puede asumir y con respecto al cual es pasividad pura, lo absolutamente otro sobre lo cual carece ya de poder. Para nosotros, este futuro de la muerte determina la niedida en que el porvenir no es presente. Determina aquello que, en elporvenir, rompe con toda anticipacin, con toda proyeccin, con todo impulso. Partir de una nocin como sta para comprender el tiempo significa no poder ya definirlo como <una imagen mvil de La eternidad inmvilx~. Cuando se libera al presente de toda anticipacin, el porvenir pierde toda connaturalidad al presente. No se encuentra incluido en el seno de una eternidad preexistente en donde podrIanios aprehenderle. Es completamente diferente y nuevo. Solo de este rnodo podemos comprender La realidad misrna del tiempo, La imposibilidad absoluta de encontrar en el presente algo equivalente al porvenir, la carencia de toda aprehensin del porvenir. Sin duda, La concepcin bergsoniana de La libertad mediante La duracin tiende al mismo objetivo.
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EL TIEMPO Y EL OTRO
Pero le reserva al presente cierto poder sobre eL porvenir: La duraciOn es creacin. Para criticar esta fib sofIa sin muerte no basta con situarla en el interior de La corriente de La filosofla moderna que hace de La creaciOn eL atributo principal de La criatura. Se trata de mostrar que La propia creaciOn presupone una apertura a tin misterio. La identidad del sujeto es incapaz por sI misma de ofrecernos esa apertura. Para sostener esta tesis, hemos insistido en eL existir anOnimo e irremediable que constituye una especie de universo pLeno, en La hipstasis que conduce alpoder de un existente sobre eL existir, pero que por ebb mismo queda encerrado en bo definitivo de La identidad que su trascendencia espacial no destruye. No se trata de poner en entredicho el hecho de La anticipaciOn aL que nos han habituado Las descripciones bergsonianas de La duraciOn, se trata de mostrar sus condiciones ontolgicas; estas condiciones radican en el hecho (no en La acciOn) de un sujeto en relacin con el misterio que supone, por decirbo asI, La dimensiOn misma que se abre a un sujeto encerrado en s. Precisamente por elbo es profunda La creacin: esa renovaciOn est aztn ligada aipresente, no despierta en eL creador ms que La tristeza de PigmabiOn. Ms que renovacin de nuestros estados anImicos, de nuestras cuaLidades, el tiempo es esenciabmente un nuevo nacimiento.
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muerte, su extraeza, no dejan al sujeto iniciativa a!guna. Entre el presente y ha muerte se abre un abismo, eh abismo entre eh yo y ha alteridad del misterio. Lo que hemos subrayado no es el hecho de que ha muerte detiene la existencia, de que es fin y nada, sino el hecho de que eh yo se encuentra, al enfrentarse con ella, absohutamente falto de iniciatiya. Vencer a ha muerte no es un problema de vida eterna. Vencer a ha muerte significa mantener una relaciOn con ha alteridad del acontecimiento que es an una relaciOn personal. ~Cul es esta rehaciOn personal que difiere del poder del sujeto sobre el mundo y que no obstante preserva su personahidad? ~COmo puede darse una definiciOn del sujeto que resida en cierto modo en su pasividad? ~Hay en eh hombre otra soberanla diferente de esa viri!idad-, de ese poder de poder, de captar ho posible? En caso de haberla, serla en tah relaciOn en donde residirla e! !ugar mismo del tiempo. Dije antes que esta rehaciOn es la relaciOn con los dems.
Pero la solucin no consiste en repetir los trminos del probhema. Hemos de precisar ho que pueda ser esta rehacin con los dems. Se me ha objetado que, en mi relaciOn con los dems, no me enfrento nicamente con su porvenir, que el otro como existente tiene ya para ml un pasado y que, por consiguiente, carece del privi!egio del porvenir. Ello me permitir abordar ha parte principal de ho que hoy deseo desarrohlar. Yo no defino a! otro por el porvefir, sino al porvenir por ha otredad, ya que el porvenir mismo de ha muerte consiste en su total
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alteridad. Mi respuesta principal se reduce a decir que ha relacin con otro, considerada en el nivel de nuestra civihizacin, es una comphicacin de fluestra re!acin original; una comphicacin que nada tiene de contingente, que est en cuanto tal fundada en ha dialctica interior de ha relacin con los dems. No es ste el lugar para desarrollar esa dialctica: dire simplemente que aparece cuando se hlevan hasta su extremo todas has imphicaciones de ha hipOstasis que hasta ahora hemos tratado esquemticamente y, en particular, cuando se muestra, junto a ha trascendencia hacia el mundo, la trascendencia de la expresin que funda ha contemporaneidad de ha civihizaciOn y ha reciprocidad de toda relaciOn. Pero esta trascendencia de ha expresin, en cuanto tal, presupone el porvenir de ha alteridad, nico tema a! que me atendr en esta ocasin. Si ha relaciOn con otro comporta algo ms que relaciones con el misterio, es porque se aborda a! otro en ha vida corriente, en ha que su soledad y su alteridad radical estn ya veladas por ha decencia. Uno es para el otro ho que el otro es para uno; no hay lugar excepcional para el sujeto. Se conoce al otro por empatla, como a un otro-yo-mismo, como alter ego. En Aminadab, ha novela de Blanchot, esta situacin se fuerza hasta el absurdo. Entre has personas que circulan por la extraa casa en ha que discurre ha trama, y en ha que no hay ninguna acciOn que realizar, en ha que simplemente permanecen, es decir, existen, esta re!aciOn social se convierte en reciprocidad total. Los seres no son intercambiables sino reclprocos o, mejor dicho, son intercambia-
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bhes porque son recIprocos. A partir de ese momento, ha relacin con otro se toma imposible. Pero, inchuso en el interior mismo de ha rehacin con otro que caracteriza nuestra vida social, aparece ha relacin con otro como rehacin no recIproca, es decir, como rehacin que quebranta ha contemporaneidad. El otro en cuanto otro no es solamente un alter ego: es aquelbo que yo no soy. Y no ho es por su carcter, por su fisonomia o su psicohogia, sino en razOn de su alteridad misma. Es, por ejempho, el dbil, el pobre, <<ha viuda y el hurfano>>, mientras que yo soy el rico y eh poderoso. Podrlamos decir que el espacio intersubjetivo no es simtrico. La exterioridad del otro no se debe simplemente al espacio que separa aquello que es conceptualmente idntico, ni a una diferencia conceptual cualquiera que se manifestarla mediante ha exterioridad espacial. La relaciOn de alteridad no es espacial ni conceptual. Durkheim ignora esta especificidad del o~rocuando pregunta por qu el objeto de ha accin virtuosa han de ser los dems antes que yo mismo. ~No reside ha diferencia esencial entre la caridad y hajusticia en ha preferencia de ha caridad por el otro, mientras que, desde el puntO de vista de ha justicia, no es posible preferencia alguna? El Eros Hemos de buscar, pues, has huellas de ha forma original de esta relacin con el otro en ha vida civihi zada. ~Existe alguna situacin en ha que aparezca en
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toda su pureza ha alteridad del otro? ~Existe alguna situacin en la que eh otro no posea ha ahteridad como simple reverso de su identidad, que no obedezca a la hey phatOnica de ha participacin en ha que todo trmino contiene ho mismo y, por ello, contiene ho otro? ~No habria una situacin en ha que un ser poseyese ha alteridad a titubo positivo, como esencia? ~Qu chase de ahteridad es aquelha que no se reduce pura y simplemente a ha oposiciOn de dos especies de un mismo gnero? Pienso que ho contrario absolutamente contrario, aquello cuya contrariedad no es afectada para nada por ha rehaciOn que puede establecer con su correlato; ha contrariedad que permite que un trmino retenga absohutamente su otredad es ho femenino. El sexo no es una diferencia especIfica entre otras. Est a! margen de ha divisiOn hOgica en generos y especies. Esta divisiOn, sin duda, no hlega nunca a ahcanzar un contenido empIrico. Pero no es ello ho que impide dar cuenta de ha diferencia sexual. La diferencia sexual es una estructura formal, pero una estructura formal que troquela ha reahidad de otro modo y condiciona ha posibilidad misma de ha reahi dad como multiphicidad, contra ha unidad del ser prochamada por Parmnides. La diferencia sexual no es tampoco una contradiccin. La contradicciOn del ser y ha nada los reduce uno a otro, no deja lugar a distancia alguna. La nada se convierte en ser, y es elho ho que nos condujo a ha nociOn de hay. La negacin deh ser tiene lugar en eh phano del existir annimo del ser en general. La diferencia sexual no es tampoco ha duahidad
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de dos trminos comphementarios, porque dos trminos complementarios presuponen un todo preexistente. Decir que ha duahidad sexual presupone un todo es plantear de antemano el amor como fusiOn. Lo pattico del amor consiste en ha duahidad insuperable de los seres. Es una rehacin con aquelbo que se nos oculta para siempre. La rehaciOn no neutrahi za ipso facto ha alteridad, sino que ha conserva. Lo pattico de ha vohuptuosidad reside en el hecho de ser dos. El otro en cuanto otro no es aqul un objeto que se torna nuestro o que se convierte en nosotros: a! contrario, se retira en su misterio. Este misterio de ho femenino ho femenino, ho esenciahmente otro no remite tampoco a ha nocin romntica de ha mujer misteriosa, desconocida o ignorada. Si, a pesar de todo, para sostener ha tesis de ha posicin excepcional de ho femenino en ha economla del ser, me remito fcilmente a hos grandes temas de Goethe o de Dante, a Beatriz y a! Ewiq Weibliches, al culto de ha Dama en el entorno de ha caballerla andante y de ha sociedad moderna (culto que no se exphica nicamente por ha necesidad de sujetar con mano dura al sexo dbil) y si, ms precisamente, pienso en las pginas admirablemente audaces de Leon Bloy en las Cartas a su novia, no es para ignorar las hegItimas pretensiones del feminismo, imphicadas en los propios bogros de ha civi!izacin. Quiero simphemente decir que no hemos de interpretar este misterio en el sentido etreo a! que ho reduce una cierta hiteratura; quiero decir que el misterio y el pudor de ho femenino no quedan abohidos ni siquiera en ha materiahidad ms bruta, ms grosera o ms prosaica de
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su aparicin. La profanacin no es una negaciOn del misterio, sino una de has relaciones posibles con l. Lo que me parece importante en esta nocin de ho femenino no es nicamente ho incognoscible, sino cierto modo de ser que consiste en hurtarse a ha luz. Lo femenino es, en ha existencia, un acontecimiento diferente de ha trascendencia espaciah o de ha expresin que se dirige hacia ha !uz. Es una fuga ante ha luz. La forma de existir de ho femenino consiste en ocultarse, y el hecho mismo de esta ocuhtacin es precisamente el pudor. De modo que esta alteridad de ho femenino no consiste en una simple exterioridad como la de un objeto. Tampoco es consecuencia de una oposicin de voluntades. El otro no es un ser con quien nos enfrentamos, que nos arnenaza o que quiere dominarnos. El hecho de que sea refractario a nuestro poder no representa un poder superior a! nuestro. Todo su poder consiste en su alteridad. Su misterio constituye su alteridad. Esta es una observacin fundamental: no considero a los otros inicialmente como libertad, caracterIstica en la que se inscribe de antemano el fracaso de la comunicaciOn; pues no hay ms rehaciOn posibhe con una hibertad que ha de ha sumisin o el avasahhamiento. Y, en ambos casos, una de has dos libertades queda aniquihada. La relaciOn entre eh amo y eh eschavo puede considerarse como lucha, pero en tal caso se convierte en rehaciOn reclproca. Hegel nos ha enseado minuciosamente el modo en que el amo se convierte en esc!avo del eschavo y el eschavo en amo del amo.
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Al phantear ha alteridad de los dems como misterio definido en cuanto tal por el pudor, no ha interpreto como una hibertad idntica a ha mIa y en conflicto con ha mIa, no me represento a otro existente frente a ml, considero su alteridad. Del mismo modo que con la muerte, no nos enfrentamos en este caso con un existente, sino con el acontecimiento de ha alteridad, con ha ahienaciOn. Lo que caracteriza inicialmente al otro no es ha hibertad, de ha que se deducirla a renghOn seguido ha ahteridad; ha esencia del otro es ha ahteridad. Por ello, hemos buscado esta alteridad en ha rehaciOn absolutamente original del Eros, una rehaciOn que no es posible traducir en trminos de poder, que exige no ser traducida en trminos de poder a menos que se quiera falsear el sentido de ha situaciOn. Estamos, pues, describiendo una categorla que no entra en ha oposicin ser-nada ni en ha nociOn de existente. Se trata de un acontecimiento en el existir, pero un acontecimiento diferente de la hipstasis mediante ha que surge un existente. Mientras que eh existente se reahiza en ho <<subjetivo>> y en ha <<conciencia>>, ha a!teridad se reahiza en ho femenino. Es un trmino del mismo rango que conciencia, pero de sentido contrario. Lo femenino no se reahiza como ente en una trascendencia hacia ha luz, sino en el pudor. De modo que, en este caso, el movimiento es inverso. La trascendencia de ho femenino consiste en retirarse a otro lugar, es un movimiento opuesto ah de ha conciencia. Pero no por ello es inconsciente o subconsciente, y no veo otra posibihidad que l!amarho misterio.
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Al contrario, cuando se pone al otro como libertad, pensando en trminos de huz, estamos obhiga dos a confesar e! fracaso de ha comunicacin y, por
eros difiere de ha posesin y del poder podemos admitir una comunicacin erotica. No es hucha, ni hi siOn, ni conocimiento. Hemos de reconocer el hugar excepcionah que ocupa entre todas has chases de relaciones. Es ha relacin con ha ahteridad, con el miste-
aque!ho que puede no estar presente cuando todo est presente. No con un ser ausente, sino con la dimension misma de la ahteridad. Alll donde todos los posibles son imposibles, donde no es posibhe p0der, el sujeto es ann sujeto para el eros. El amor no es una posibihidad, no se debe a nuestra iniciativa, es sin razn, nos invade y nos hiere y, sin embargo, el yo sobrevive en l.
Una fenomenologla de ha vohuptuosidad ha voluptuosidad no es un placer cualquiera, porque no es un placer sohitario como el corner o el beber, que aqul solo podemos esbozar, parece confirmar nuestro punto de vista sobre eh papel y el hugar excepciona!es representados por ho fernenino, y sobre ha ausencia de toda fusion en eh erotismo.
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piamente hablando, no se toca. No es ha suavidad o el cahor de ha mano que se da en el contacto ho que busca ha caricia. Esta bsqueda de ha caricia constituye su esencia debido a que ha caricia no sabe ho que busca. Este <<no saber>>, este desorden fundamental, he es esencial. Es como un juego con algo que se escapa, un juego absohutamente sin plan ni proyecto, no con aquello que puede convertirse en nuestro 0 convertirse en nosotros mismos, 5mb con algo diferente, siempre otro, siempre inaccesible, siempre por venir. La caricia es ha espera de ese puro porvenir sin contenido. Est hecha del aumento del hambre, de promesas cada vez ms ricas que abren nuevas perspectivas sobre ho inaprehensible. Se ahimenta de innumerables hambres. Esta intencionahidad de ha voluptuosidad, intencionalidad nica del porvenir en cuanto ta!, y no espera de un hecho futuro, ha sido siempre ignorada por el anhi sis filosOfico. El propio Freud no dice de ha libido apenas nada ms que su bsqueda del placer, tomando el placer como simple contenido a partir del cual comienza e! anhisis, pero que no se anahiza en cuanto tal. Freud no investiga cul sea ha significacin de ese placer en ha economia general del ser. Nuestra tesis, que consiste en afirmar ha vohuptuosidad como el acontecimiento mismo del porvenir, el porvenir puro de todo contenido, el misterio del porvenir en cuanto tal, pretende rendir cuentas de su excepcional posicin. ~Podemos caracterizar esta relacin con otro mediante el Eros como un fracaso? Una vez ms: si, siempre que se adopte ha terminologla de has des-
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cripciones corrientes, que caracterizan ho ertico por el ~~aprehender>, el <poseer>> o el <<conocer>>. Pero en el Eros no hay nada de todo ehlo, ni tampoco su fracaso. Si fuese posible conocer!o, poseerho o aprehenderlo, entonces ya no seria otro. Poseer, conocer, aprehender: sinOnimos del poder. Por otra parte, ha rehacin con otro se contempla generahmente como una fusion. He querido precisamente mostrar que la relaciOn con otro no es fusiOn. La relaciOn con los dems es ha ausencia de ho otro. No ausencia pura y simple, no ausencia de pura nada, sino ausencia en un horizonte de porvenir, una ausencia que es eh tiempo. Un horizonte en el que puede constituirse una vida personal en el seno del acontecimiento trascendente, ho que antes hemos hhamado una victoria sobre ha muerte y acerca de ho cual diremos, para terminar, unas palabras. La fecundidad Volvamos a ha preocupaciOn que nos condujo de ha ahteridad de ha muerte a ha alteridad de ho femenino. Ante un acontecimiento puro, ante un puro porvenir como el de ha muerte, en el que eh yo nada puede, es decir, no puede ya ser un yo, buscbamos una situaciOn en ha que pese a todo he fuera posibhe seguir siendo yo, situaciOn que llarnbamos victoria sobre ha muerte. Digamos una vez ms que esta situacin no puede cahificarse en trminos de poder. ~Cmo puedo seguir siendo un yo en ha ahteridad de ~ t~ sin quedar absorbido por ese t, sin perderme
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en l? ~Cmo puede el yo seguir siendo un yo en un t~, sin reducirse no obstante a! yo que soy en mi presente, es decir, a un yo que revierte fatalmente sobre si mismo? ~COmo puede eh yo convertirse en diferente de Si mismo? Ello solo es posible de una manera: merced a ha paternidad. La paternidad es ha rehacin con un extraflo que, sin dejar de ser ajeno, es yo; rehacin del yo con un yo-mismo que, sin embargo, me es extrao. En efecto, el hijo no es simplemente obra mIa, como un poema o un objeto fabricado; tampoco es una propiedad. Ni has categorlas del poder ni has del tener son capaces de indicar ha rehacin con el hijo. Ni ha nociOn de causa ni ha de propiedad permiten captar el hecho de ha fecundidad. A mi hijo no ho tengo sino que, en cierto modo, ho soy. Aunque la expresin <<soy>> tiene en este caso un significado distinto de su sentido eletico o platnico. En el verbo existir se dan una trascendencia y una multiphicidad, una trascendencia de ha que carecen incluso los anlisis existenciahistas ms audaces. Por otra parte, eh hijo no es un acontecimiento cuahquiera que me sucede, como por ejemplo mi tristeza, mis infortunios o mi sufrimiento. Es un yo, es una persona. La alteridad del hijo, en fin, no es ha de un alter ego. La paternidad no es una empatIa mediante ha cual pueda yo ponerme en eh lugar del hijo. Si soy mi hijo es por mi ser, no por empatla. El retorno del yo sobre 51 mismo que comienza con ha hipstasis no es, pues, irremediable, y si no ho es ehho se debe a ha perspectiva de porvenir abierta por el eros. Esta remisin no se obtiene mediante ha imposible disolucin de ha hi-
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pOstasis, sino que se cumple en el hijo. Si se configura la libertad y se reahiza el tiempo, ello no se debe a Ia categorla de causa, sino a la categorla de padre. La nocin de impulso vital de Bergson, que confunde en el mismo movimiento ha creacin artIstica y ha generaciOn ho que hemos hlamado ha fecundidad, no tiene en cuenta la muerte; pero, ante todo, tiende a un panteIsmo impersonahista en el sentido de que no seaha suficientemente ha crispacin y el aislamiento de ha subjetividad, momento ineludible de nuestra diahctica. La paternidad no es una simple renovacin del padre en el hijo y su con-fusiOn con h, es tambin exterioridad del padre respecto del hijo, es un existir phuralista. La fecundidad del yo debe apreciarse en su justo valor ontologico, cosa quejams se ha conseguido hasta ahora. El hecho de que se trate de una categorla biologica no neutraliza en modo alguno ha paradoja de su signiflcacion, incluso de -su signiflcacion psicolgica. Hemos comenzado con ha nocin de muerte y hemos seguido con ha de Jo femenino, para desembocar finalmente en ha de hijo. Mi procedimiento no ha sido fenomenolOgico. La continuidad del desarrollo es ha de una diahctica que parte de la identidad de ha hipstasis, del encadenamiento del yo a s mismo, y que se ordena a! mantenimiento de esa identidad, a! mantenimiento del existente, pero en una hiberacin del yo respecto de si mismo. Las situaciones concretas que hemos analizado representan ha realizacin de esta dialctica. Hernos prescindido de muchos intermediarios. La unidad de estas situaciones ha muerte, ha sexuahidad, ha paterni-
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dad no se nos apareciO sino en relaciOn con ha nociOn del poder que queda exchuido de elhas. Este ha sido mi objetivo principal. He insistido en resahtar que ha alteridad no es pura y simplemente ha existencia de otra hibertadjunto a ha mla. Tengo cierto poder sobre ella y, sin embargo, permanece radicalmente extraa, sin relaciOn conmigo. La coexistencia de varias hibertades en una multiphicidad puede dejar intacta ha unidad de cada una de ellas, o bien esta multiphicidad puede unificarse en una voluntad general. La sexuahidad, la paternidad y ha muerte introducen en -ha existencia una duahidad que concierne al existir mismo de cada sujeto. El existir en cuanto tah se torna doble. La nocin eletica de ser queda superada. El tiempo ya no constituye ha forma degradada del ser, sino su acontecimiento mismo. La nocin ehetica de ser domina ha fihosofla de Platn, en ha que la multiphicidad se subordina al uno y el papeh de ho femenino est pensado mediante has categorias de pasividad y actividad, reducido a ha materia. En sus nociones especIficamente erticas, PlatOn no ha distinguido ho femenino. En su fihosofla del amor, no ha dejado a ho femenino otro papel que el de suministrar un ejemplo de ha Idea, nica que puede ser objeto de amor. Toda ha particularidad de ha rehaciOn entre uno y otro he pasa inadvertida, Phatn construye una Repbhica que debe imitar a! mundo de has Ideas; hace ha fihosofia del mundo de ha luz, de un mundo sin tiempo. A partir de PhatOn, el ideal de ho social se buscar en un ideal de fusiOn. Se pensar que, en su relaciOn con otro, el sujeto tiende a identificarse con l, abis-
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mndose en una representacin colectiva, en un ideal comn. Es ha colectividad que dice <<nosotros>>, que, vuelta hacia el so! intehigible, hacia ha verdad, siente a! otrojunto a s y no frente a sj. Una colectividad necesariamente establecida en torno a un tercer trmino que sirve de intermediario. El Miteinandersein sigue siendo an ha colectividad del con, y se reveha en su forma autntica en torno a ha verdad. Es una colectividad en torno a ahgo comn. Igual que en todas las fihosoflas de ha comuniOn, ha socialidad se recupera, en Heidegger, en el sujeto sohitario, y en estos trminos de sohedad se hieva a cabo el anhi sis del Dasein en su forma autntica. A esta colectividad del <<junto a>>, he intentado oponer ha colectividad <yo-t>>, no en el sentido de Buber, para. quien ha reciprocidad sigue siendo el vincuho entre dos hibertades separadas, subestimando el carcter ineludible de la subjetividad aislada. Lo que yo he buscado es ha trascendencia temporal de un presente hacia el misterio del porvenir.No se trata de una participaciOn en un tercer trmino, ya sea una persona, una verdad, una obra o una profesin. Se trata de una colectividad que no es una comunin. Es el cara a cara sin intermediarios y lo encontramos en eh Eros en el que, en ha proximidad del otro, se mantiene Integramente ha distancia, y cuyo carcter pattico depende tanto de esta proximidad como de esta dualidad. Lo que se presenta como el fracaso de la comunicacin en el amor constituye precisamente la positividad de ha rehacion; esta ausencia del otro es precisamente su presencia en cuanto otro.
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A ese cosmos que es el mundo de Phatn se opone el mundo del espIritu, en el que has implicaciones de Eros no se reducen a la logica del gnero, en el que eh yo sustituye a ho mismo y el otro a ho otro.
De la soledad y el deseo, de la muerte y la redencin por el amor, de la fecundidad como extraa continuidad peraltada de la propia personalidad en el Otro, escapando asI de la neutralidad que emponzoa incluso a la Amada (Esto si es came de mi came y sangre de mi sangre) para alcanzar la marca del Sexo (y sexo se dice en masculino), todo ello bajo la amenaza de la inminente vuelta de lo Otro, del Ser annimo y montono: el punto cero de la existencia. De todo esto, y de un montn de cosas ms, se habla en estas pginas tersas y como restallantes en su concision y precision, originadas en cuatro conferencias dictadas por Emmanuel Levinas en 1947 tras la catstrofe de la guerra y dentro del mundo intelectual parisino, en la encrucijada de la fenornenologla, el existencialismo y un hegelianismo trgico. Pocas vees ha estado el discurso fib sfico, sin merma del rigor argumentativo, tan cerca del hombre de came y hueso, que goza de los alimentos terrestres, trabaja (desgasta y se desgasta) y se enfrenta a la muerte, ~allI donde la virilidad se trueca en solbozo. La introduccin ha corrido a cargo de Felix Duque, profesor de Historia de la FilosofIa Moderna de la Universidad Autnoma de Madrid, conocedor del idealismo alemn y autor de varios estudios sobre Heidegger, Hegel y algn otro.
ISBN 84-7509-878-9
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