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9.2.a Caudillos en Hispanoamerica, 1800-1850 - John Lynch

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JOHN LYNCH

CAUDILLOS EN HISPANOAMRICA

1800-1850

EDITORIAL

MAPFRE

Director coordinador: Jos Andrs-Gallego Traduccin de: Martn Rasskin Gutman Diseo de cubierta: Jos Crespo

1993,John Lynch 1993, Oxford University Press Ttulo original Caudillos in the Hispattic World 1993, Fundacin MAPFRE Amrica 1993, Editorial MAPFRE, S. A. Paseo de Recoletos, 25 - 28004 Madrid ISBN: 84-7100-379-1 Depsito Legal: M. 22886-1993 Compuesto por Composiciones RALI, S. A. Particular de Costa, 12-14 - Bilbao Impreso en los talleres de Mateu Cromo Artes Grficas, S. A. Carretera de Pinto a Fuenlabrada, s/n., km. 20,800 (Madrid) Impreso en Espaa-Printed in Spain

NDICE

PREFACIO PRIMRA PARTE

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ESTRUCTURAS CAUDILLARES
I. PRECURSORES Y PREMONICIONES

Las condiciones del poder Estancias, hatos y haciendas Bandidos y guerrillas en el mundo hispnico La monarqua absoluta. El arbitro nico Ro de la Plata: delegados y disidentes Las guerrillas del Alto Per Los montoneros del centro del Per Central Venezuela: los prototipos de caudillos Mxico: los clrigos caudillos El legado de la guerra
L o s NUEVOS DIRIGENTES

17 26 42 51 60 71 80 84 106 117 119 138 158 75 179


179 119 59

17

IL

LA INDEPENDENCIA: CANTERA DE CAUDILLOS

III.

Caudillos y constitucionalistas en Argentina Venezuela: de la guerra a la paz Mxico: caudillos en busca de espacio Expectativas de los caudillos
CAUDILLISMO Y ESTADO-NACIN

IV.

Del estado Borbn al estado caudillista

ndice
El estado en tiempos de guerra Del estado de la guerra al estado-nacin El nacionalismo de los caudillos La versin mexicana Los caudillos y el nacionalismo econmico
V. EL GENDARME NECESARIO

186 191 197 210 221


239

La tipologa del caudillismo Guerra y desorden social Los imperativos del caudillismo El principal protector Patricios o populistas? El sistema de poder de los caudillos: condiciones y mtodos El desafo que vino de atrs Caudillos y campesinos en Mxico Los modelos de caudillo en Hispanoamrica
SEGUNDA PARTE CARRERAS VI. CAUDILLAJES

239 241 245 252 260 265 278 288 298

JUAN MANUEL >E ROSAS: ARGENTINA 1 8 2 9 - 1 8 5 2

305

La formacin de un caudillo El dictador conservador Gobierno personal Crisis y colapso El modelo de Rosas
VII. JOS ANTONIO PEZ: VENEZUELA 1 8 3 0 - 1 8 5 0

305 315 320 331 342


345

Preparacin para el poder Presidente y protector Caudillo de la oligarqua Caudillo en derrota


VIII. ANTONIO LPEZ DE SANTA A N N A : MXICO 1 8 2 1 - 1 8 5 5

345 359 373 380


395

Hroe mexicano Patrn y propietario El caudillo ausente El hombre necesario Variaciones de liderazgo

395 408 417 434 449

Indice
IX. RAFAEL CARRERA: GUATEMALA 1 8 3 7 - 1 8 6 5

9
453 460 471 481 488 495 505 520 529
537 539 559 565 495 453

El lder del pueblo La revolucin de Mita E! rey de los indios Caudillo y presidente Caudillismo popular, caudillismo conservador Orgenes y desarrollo El caudillo en la teora poltica Las tres etapas de la dictadura La sombra del caudillismo
GLOSARIO BIBLIOGRAFA NDICE ONOMSTICO NDICE TOPONMICO

X.

LA TRADICIN DE LOS CAUDILLOS EN HISPANOAMRICA

APNDICES

PREFACIO

Los caudillos y los dictadores han tendido a ocupar una posicin central en la historia de Hispanoamrica, siendo, con frecuencia, los encargados de regir los destinos de estos pases, convertidos en hroes recurrentes de la sociedad. Algunas de las preguntas que los historiadores de Hispanoamrica suelen hacerse con mayor frecuencia son las siguientes: Por qu razn se malogran los perodos constitucionales? Cmo explicar el predominio del caudillismo? Cules fueron sus orgenes, su naturaleza y su significado? Los especialistas no han evadido la cuestin. El caudillo, lder regional convertido en gobernante nacional, es descrito como una figura, con caractersticas definidas tanto por los historiadores como por los socilogos, si bien, determinados rasgos suelen obviarse habitualmente, de forma que las interpretaciones existentes al respecto suelen carecer del realismo propio de los trabajos cronolgicos y los estudios de casos particulares. La presente investigacin intenta Henar este vaco, partiendo de la conviccin de que la figura del caudillo fue el producto de la combinacin de ciertas condiciones y sucesos, y que, por tanto, no debe tratar de explicarse en trminos que impliquen valores culturales, tradiciones heredadas de Espaa o un carcter nacional en particular, sino como parte de un proceso histrico en el cual los lderes personalistas acumulaban una serie de funciones y acrecentaban su poder de manera gradual en respuesta a intereses especficos. El mtodo que sigue la presente obra implica una primera bsqueda de las races, la definicin precisa del carcter y el papel desempeado por estos individuos en un marco cronolgico cuyo lmite inferior queda determinado por el comienzo del siglo xix y el superior,

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Caudillos en Hispanoamrica

por la mitad de dicha centuria. Ms tarde, se mostrar a los propios caudillos en accin, comparndolos entre s, a fin de establecer el grado de liderazgo de cada uno de ellos. La seleccin que se ha efectuado responde a razones tanto de ndole prctica como terica. Asimismo, la bsqueda est guiada por una clara conciencia acerca de la existencia de determinados imites en la capacidad que el historiador tiene para abarcar en su totalidad un tema de estas dimensiones, al tiempo que la idea de establecer una tipologa comparativa anima la obra en su conjunto. Por otra parte, cabe sealar que el centrarse exclusivamente en el anlisis de las caractersticas de un reducido nmero de caudillos, minimiza ei riesgo de posibles digresiones y la consiguiente redaccin de una historia general de Hispanoamrica. Fundamentalmente, los datos relacionados con los aspectos estructurales del tema tienen su origen en el devenir histrico de tres territorios especficos: Argentina, Venezuela y Mxico. Sin embargo, y en lo que respecta a determinados temas puntuales tal es el caso del bandidaje y las guerrillas he considerado oportuna la referencia a otros pases. En la parte correspondiente a los estudios de casos particulares, he aadido ei anlisis de la figura del guatemalteco Rafael Carrera, en conjuncin con las de sus homlogos contemporneos en la Argentina, Venezuela y Mxico, con el propsito de establecer un elemento comparativo que proporcionase un cierto grado de centraste. La idea de escribir una historia comparada del caudillismo tuvo su origen en el estudio de la figura del dictador argentino Juan Manuel de Rosas. El anlisis de la Venezuela de Jos Antonio Pez sirvi de contrapunto idneo a este tema, al tiempo que se aadieron ciertos ejemplos procedentes de Mxico y Amrica Central. Encontrndome en esta tesitura, el historiador mexicano Moiss Gonzlez Navarro teniendo en cuenta la figura de Rosas me recomend, repentinamente, que volviese mi atencin hacia Antonio Lpez de Santa Anna. Debo confesar que, de haber carecido del entusiasta apoyo y la orientacin bibliogrfica que tuvo a bien proporcionarme mi distinguido colega razones por las cuales le estoy muy agradecido, hubiera vacilado en ms de una ocasin antes de decidirme a analizar este perodo de la historia mexicana o a incluir a Santa Anna en el grupo de caudillos, aunque esto ltimo hubiera supuesto un perjuicio para el sentido general de la obra. Asimismo, quiero expresar mi ms profunda gratitud hacia otros colegas y colaboradores, entre los cuales quiero destacar la

Prefacio

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labor que llevaron a cabo Peter Blanchard, Malcom Hoodless y, especialmente, Andrew Barnard, cuyas tareas de investigacin facilitaron enormemente el estudio de los diferentes pases, as como todo aquello relacionado con los diversos caudillos y la elaboracin de los datos que constituan la materia prima hasta que adquirieran el aspecto de un relato. Tambin debo destacar la colaboracin de mis alumnos del seminario de posgrado, por haber seguido con atencin el desarrollo de estos temas durante los cursos, as como por las ideas y la localizacin de ciertas fuentes que me suministraron en el transcurso de los mismos. Particularmente, quiero nombrar a Guadalupe Jimnez, Leonardo Len y Rafael Varn. Ciertas partes pertenecientes a tres captulos han sido dadas a conocer en una forma menos elaborada en congresos celebrados en estos ltimos aos y las referencias a los mismos se encuentran consignadas en la bibliografa. Me complace dejar constancia de mi agradecimiento a los responsables de todos los archivos enumerados en las fuentes, especialmente, al Archivo General de la Nacin de Buenos Aires, el Archivo General de la Nacin de Caracas y la Public Record Office, Londres. Tambin debo hacer mencin de la British Library, la Biblioteca del University College London, la University of London y el Institute of Latn American Studies. Finalmente, quiero agradecer a mi hija Caroline la ayuda que me proporcion en el proceso de preparacin del manuscrito. John Lynch

PRIMERA PARTE

ESTRUCTURAS CAUDILLARES

II
PRECURSORES Y PREMONICIONES

LAS CONDICIONES DEL PODER

El culto al caudillo fue un culto republicano, surgido en el transcurso de la guerra y la revolucin. En 1835, un grupo de militares venezolanos descontentos denunciaban a Jos Antonio Pez con anterioridad presidente y por entonces protector presidencial, de la siguiente manera: No puede Venezuela gozar de tranquilidad mientras viva en ella el general Pez, porque si manda la convierte en juguete de sus caprichos, y si no manda hace del gobierno un instrumento suyo o ha de conspirar siempre para volver al mando, resultando de todo ello que no puede haber ningn sistema estable y seguro Se trata de un documento partidista, redactado por un grupo de rebeldes cuyos levantamientos haban sido aplastados recientemente por el propio Pez, pero, al mismo tiempo, los hombres que lo escribieron conocan perfectamente el tema y en el texto cabe encontrar algunos de los rasgos esenciales que definen al caudillo. El individuo al que se hace referencia ejerca un poder independiente de cualquier institucin, libre de toda constriccin y, al intentar perpetuarse en el poder, constitua una fuerza desestabilizadora para el gobierno. La definicin que encontramos aqu no resulta del todo completa ni tampoco es aplicable a cualquier poca, pero nos transmite la percepcin que se tena del tema en aquellos aos, al tiempo que define ciertas orientaciones polticas.
Presidencia de la Repblica, Pensamiento poltico venezolano del siglo xix, 15 vols., Caiacas, 1960-62, xii, p. 200.
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Caudillos en Hispanoamrica

El vocablo caudillo tuvo una presencia mnima en la conciencia poltica de la Amrica hispana del perodo colonial. En un principio, su significado estuvo circunscrito a poco ms que su sentido bsico, es decir: haca referencia a la figura de un lder. En ciertas ocasiones, los funcionarios reales utilizaban la expresin para sealar al cabecilla de una rebelin, pero esta utilizacin careca de resonancias polticas. En el transcurso de la guerra de la independencia, su uso se generaliz de forma paulatina cuando a su significado original se sum una dimensin militar, si bien, an no designaba ningn ttulo o cargo especial. Poco a poco adquiri un perfil ms definido, con un sentido ms especfico que el de la palabra jefe y un grado de concrecin menor que el de presidente. El sentido de la expresin cabe situarlo a medio camino entre la idea de liderazgo y la realidad institucional. En todo caso, su significado era perfectamente comprendido por los hombres de aquellos tiempos. Un caudillo poda gobernar con o sin oficio de estado o autoridad de estado. Asimismo, poda ejercer el poder arropado por una constitucin o careciendo de ella. Tanto su autoridad como su legitimidad estaban representadas por su propia persona y no dependan en absoluto de la existencia de una serie de instituciones formales. Los habitantes de Hispanoamrica reconocan un genuino caudillo a primera ^jista y crean que sus actos eran los propios de su figura y no simplemente los de un presidente o general enmascarado. El caudillo posea tres rasgos bsicos definitorios: una base econmica, una implantacin social y un proyecto poltico. En un principio, emergi como hroe local, el hombre fuerte de su regin de origen cuya autoridad emanaba de la propiedad de la tierra y el control que ejerca sobre los recursos locales, sobre todo acceso a hombres y abastecimientos. Asimismo, posea un historial que inclua la realizacin de determinadas hazaas que causaban viva impresin por su importancia o por el grado de valor demostrado en ellas . Un caudillo bien poda partir al galope desde su propia hacienda a la cabeza de un grupo de hombres armados y sus seguidores le estaran obligados por una serie de lazos personales determinados por relaciones de sumisin. Entre todos estos individuos cabe establecer un denominador comn:
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E. R. Wolf y E. C. Hansen, Caudillo Politics: A Stroctural Analysis, Comparalive Studies in Sotty and Histoty, 9, 1966-1967, pp. 168-179.
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Precursores y premoniciones

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se trata del deseo de obtener poder y riqueza mediante el uso de las a r m a s E l progreso de sus actividades era inversamente proporcional al grado de solidez del estado. En aquellas sociedades en las que el desarrollo institucional an se encontraba en fase embrionaria, el caudillismo se encargaba de llenar los vacos de poder. La competicin poltica se expresaba a travs de conflictos armados y aqul que resultaba vencedor rega los destinos de los hombres mediante la violencia y no gracias a los poderes heredados u obtenidos mediante la celebracin de un proceso electoral. Un gobierno de tales caractersticas estaba sujeto a una fuerte competicin y raramente poda garantizar su propia permanencia. La poltica del caudillo, superviviente entre los ms fuertes, sustitua a las negociaciones de paz. De esta manera, los caudillos emergan cuando reinaba el desorden en el estado, el proceso poltico institucional se trastocaba y la sociedad en su totalidad se hallaba envuelta en una gran confusin. En esa coyuntura, el personalismo y la violencia ocupaban el lugar de la ley y el orden institucional y, al mismo tiempo, el imperio de la fuerza era la forma de gobierno preferida por encima de los sistemas representativos. Si bien los militares podan llegar a convertirse en caudillos y, a su vez, los caudillos podan recibir la honra militar, no se deben considerar ambos conceptos como la expresin de una misma realidad. La intervencin militar en terrenos pertenecientes a la poltica, el trato presupuestario de favor y el sometimiento de las estructuras estatales mediante el uso de las armas podan existir en el marco de diversas formas de gobierno, y no representan caractersticas especficas que permitan distinguir al caudillismo de otros sistemas . Impulsado por las cualidades propias del liderazgo, teniendo el apoyo de una extensa familia y progresando mediante una creciente influencia personal y la realizacin de actos oportunamente intimidatorios, el caudillo estableca una clientela, que se ocupara tanto de conducirle al poder como de mantenerle en dicho puesto. El ncleo de esta clientela estaba conformado por una banda de hombres ar4

R. Th. J. Buve, Peasant movements, Caudillos and Land Reform during the Revolution (1910-1917) in Tlaxcala, Mxico, Boletn de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 18, 1975, pp. 118-119. R- L. Gilmore, Caudillism and MUitarism in Venezuela, 1810-1910, Athens, Ohio, 1964, pp. 5-6, 47.
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Caudillos en Hispanoamrica

mados. Asimismo, la periferia inclua una red de individuos dependientes y una serie de partidarios que desempeaban diferentes papeles y cumplan ciertas tareas. Todo el conjunto permaneca unido mediante el vnculo patrn-cliente, mecanismo esencial del sistema caudillista. Esta relacin puede definirse como el intercambio personal e informal de recursos econmicos o polticos entre partes cuya situacin resulta marcadamente desigual. Cada una de estas partes procuraba avanzar en el cumplimiento de sus propios intereses mediante el ofrecimiento de aquello que estaba bajo su control instituciones, tierra y favores a cambio de aquello que escapaba al mismo hombres, armas y suministros. La lealtad personal y all donde existan los lazos de parentesco, contribuan a estrechar an ms los vnculos entre ambas instancias, que constituan relaciones puramente informales, ya que no exista ninguna clase de contrato legal, sino que, a menudo, dichos lazos comportaban una invitacin a realizar actividades fuera de la ley. Sin embargo, exista un elemento de obligacin permanente en esta clase de tratos y no resultaba nada fcil el revocar sus efectos, incluso cuando entraba en franca contradiccin con otras lealtades. Estas relaciones establecieron una organizacin de carcter vertical y contribuyeron a minar las agrupaciones de carcter horizontal o los lazos clasistas, especialmente; aquellos que existan entre los propios clientes. Los vnculos existentes en las relaciones patrn-cliente se basaban en desigualdades claras y manifiestas en cuanto a sus respectivos grados de poder y riqueza. En este sentido, los patrones solan monopolizar determinados recursos que resultaban de vital importancia para los clientes . A pesar de este desequilibrio, el sistema alcanz un considerable grado de coherencia. Crecieron las alianzas individuales hasta conformar una estructura piramidal, ya que los propios patrones se convertan en clientes de otros patrones ms poderosos con el propsito de acceder al control de determinados recursos que les estaban vedados, hasta llegar a la figura del superpatrn que ejerca su ascendencia sobre todos ellos. La estructura de estas relaciones segua el esquema terratenientecampesino. El propietario de las tierras quera el trabajo de su clientela
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S. N. Eisenstadt y L. Roniger, The Study of Patron-Clicnt Relations and Recent Developments in Sociological Theory, S. N. Eisenstadt y R. Lcmarchand, cds., Polical Clientelism, Patronage and Devtlopmenl, Londres, 1981, pp. 276-277.
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Precursores y premoniciones

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y, al mismo tiempo, su obediencia, lealtad y respeto. Por su parte, el campesino buscaba un mnimo de seguridad fsica y social: tierra, crdito, medios de subsistencia y proteccin. De qu manera podan satisfacerse estas necesidades de forma estable? La forma ms habitual era la relacin de dominacin y dependencia, as, en el marco de la hacienda, stas se ponan de manifiesto en los lazos existentes entre patrn y pen. La dependencia poda asumir diversas formas: los peones podan ser jornaleros, trabajadores temporales, trabajadores forzosos o bien, trabajadores que ofrecan sus servicios a cambio de tierra o derechos de pasto para sus animales. En este ltimo caso, se les llamaba aparceros, colonos, conuqueros, medieros y yanaconas. Cualquier propietario que poseyese una clientela disfrutaba de la condicin bsica para pertenecer al sistema caudillar y participar en la escena poltica, ya sea como un competidor ms en pos del poder o bien, como cliente de un supercaudillo. De esta forma, esta carrera por el control del poder hizo que los campesinos se vieran envueltos en luchas polticas ya fuese como productores o actores directos en los combates, a menudo, en contra de sus propias voluntades. Puesto que los caudillos se solan poner de acuerdo con los hacendados en contra de las aspiraciones de los trabajadores, deban emplear la fuerza para controlarlos, convencindolos mediante una serie de promesas e incorporndolos a un sistema de clientela masiva Lder y terrateniente, padrino y patrn, el caudillo poda entonces arriesgarse a conseguir el poder poltico. En primer lugar, construa una base de poder local o regional, luego, cuando sus dominios superaran el marco regional y alcanzaran dimensiones nacionales, podra asumir la autoridad suprema del estado y proceder a gobernar su pas desde el palacio presidencia], aun cuando su poder continuara siendo personal y no institucional. Los caudillos locales y nacionales diferan unos de otros por el grado de poder que posean, antes que por el papel que desempeaban. A decir verdad, algunos historiadores distinguen entre diversas clases de caudillos y denominan cacique al caudillo local. Cacique era una palabra arawak cuyo significado corresponde a jefe. Los espaoles introdujeron esta expresin en Mxico y Per y la utilizaron para designar a un jefe indio cuyos poderes fueran de carcter
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Buve, Peasant movements, Caudillos and Land Reform, pp. 119-121.

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Caudillos en Hispanoamrica

hereditario, incorporado al sistema autoritario espaol. En el Mxico republicano sin llegar a perder su significado colonial, el vocablo era aplicado a los jefes locales y su uso se convirti en una costumbre. De acuerdo con esto ltimo, los caudillos tienen una mentalidad urbana y una visin nacional que comprende una toma de postura poltica. As, se esfuerzan en la consecucin de cambios sociales, defendiendo un programa y una carta magna, representando un estadio de transicin hacia una forma de gobierno constitucional. En cambio, los caciques tienen una mentalidad rural y una serie de metas de carcter regional, defienden el statu quo, asumiendo las reivindicaciones campesinas y conservando las formas tradicionales de dominacin . Estas distinciones no son enteramente consistentes en lo que respecta a la historia o a la lgica y, en s mismas, difcilmente justifican la utilizacin de una nomenclatura diferenciada para hacer referencia al caudillo nacional y al local. A decir verdad, el establecimiento de un estado nacional en Mxico se vio claramente retrasado debido a la existencia de una serie de bases de poder provinciales, en donde los propietarios de la tierra dominaban la vida poltica, monopolizaban la riqueza econmica y controlaban la poblacin, apoyados en mayor o menor medida por una serie de aliados militares o bien, por individuos pertenecientes al estamento clerical. Elj poder regional se resuma en la figura del caudillo regional o cacique quien se ocupaba de reunir y dirigir una coalicin de fuerzas locales con el propsito de consolidar su propia posicin en contra del gobierno central. En este sentido, el cacique era un caudillo regional. Pero he aqu que otros pases posean una serie de estructuras regionales similares o incluso idnticas a aquellas que existan en Mxico, sin que resulte estrictamente necesario el invocar el concepto de caciquismo. El hecho de que un historiador utilice el trmino caudillo o cacique con el propsito de describir a un jefe regional, es una cuestin de uso y costumbre antes que un imperativo semntico. Cabra afirmar que el caudillo posea poderes dictatoriales. El concepto de dictadura tiene una larga historia. Fue conocido en la antigua Grecia como una forma electiva de tirana. En Roma, por su parte, consista en una variacin del esquema de gobierno republicano, en donde
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' F. Daz Daz, Caudillos y caciques. Antonio Lpez de Santa Annit y Juan harez, Mxico, 1972, pp. 3-5.

Precursores y premoniciones

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al gobernante le era otorgada una serie de poderes extraordinarios, aunque limitados en lo que respecta a su duracin. La dictadura asumi su aspecto moderno en el transcurso de la Revolucin Francesa, cuando su base ideolgica y apoyo popular trazaron las lneas que la definen a partir de las tradiciones de la monarqua absoluta, y cuando los tericos comenzaron a considerarla como ideal de carcter positivo, antes que como un mal necesario. El dictador revolucionario gustaba de establecer la democracia mediante el ejercicio de una fuerte e irresistible autoridad. Acaso se trataba de un dictador popular? En este sentido, la Revolucin Francesa introdujo un nuevo concepto, la dictadura de la vanguardia ilustrada, que expresara aquello que el pueblo debera pensar y, al mismo tiempo, le otorgara aquello que debera poseer . Edmund Burke consideraba esta forma de gobierno como despotismo puro, ejercido por una minora que habra traicionado la confianza depositada en ellos con el propsito de obtener el poder y que utilizara medios violentos para conseguir sus objetivos . Para John Stuart Mili, la concentracin de poder absoluto en forma de dictadura temporal era algo que poda ser tolerado en circunstancias excepcionales, pero normalmente, la dictadura al igual que la forma de patronazgo poltico que practica resulta algo totalmente opuesto a la libertad y a los sistemas representativos . En Hispanoamrica, la dictadura se convirti en un punto de referencia habitual para los observadores de los procesos de independencia y asimismo, en una forma de gobierno practicada, incluso, por algunos libertadores. Para Bolvar el constitucionalista supremo la dictadura consista en una cura desesperada para enfermos desahuciados, en ningn caso una opcin poltica derivada de un pensamiento poltico. En diversas ocasiones, en Venezuela, Per y Colombia, se convirti en dictador y jefe supremo de la repblica, poseedor de poderes extraordinarios, justificndose a s mismo por la necesidad de salvar la revolucin y apoyndose en el beneplcito de la opinin popular . Se
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j. L. Talmon, The Origins of Totalitarian Democracy, Londres, 1970, pp. 209-11. E. Burke, Rejlections on the Rwohilion in France, Penguin Books, Londres, 1986, pp. 141-142, 344-345. J. S. Mili, Representative Government, Everyman's Library, Londres, 1926, pp. 207, 226-227. " Discurso ante la Asamblea de Caracas, 2 de enero de 1814, Simn Bolvar, Escritos del Libertador, Caracas, 1964, vi, pp. 8-9; de Bolvar a Diego Ibarra, Bogot, 28 de junio de 1828, Memorias del General O'Leary, 34 vols., Caracas, 1981, xxxi, pp. 146-147.
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Caudillos en Hispanoamrica

trataba de una visin pragmtica de la dictadura, en donde se consideraba al dictador como un protector del pueblo contra las tendencias anarquizantes y la opresin. La tradicin hispnica no es en absoluto ajena al concepto de protector de determinados grupos sociales. La Corona espaola trat desde poca muy temprana de contrarrestar los efectos negativos de la colonizacin mediante la creacin de la figura institucional del protector de indios y, posteriormente, continu experimentando otras frmulas jurisdiccionales que afectaban a los indios, entre las cuales destaca el Juzgado General de Indios . La Ilustracin y sus primeros discpulos en tierras de Hispanoamrica fueron hostiles a la existencia del concepto de una proteccin especial para grupos vulnerables de la sociedad e intentaron lograr la integracin de estos grupos en el marco de una estructura social de carcter nacional. Pero los dictadores eran conscientes de la ventaja poltica que supona el apelar a los sectores populares de la poblacin y, asimismo, de la legitimidad que podran obtener gracias a dicha proteccin. En resumidas cuentas, las masas silenciosas se encargaran de retribuir convenientemente los favores recibidos. De esta manera, el dictador se transform en un protector protector de leyes, de grupos e incluso de pueblos y gobernantes tales como Juan Manuel de Rosas o Antonio Lpez de Santa Ann^ se convirtieron en hbiles manipuladores, expertos en dar al pueblo la ilusin de proteccin y participacin, mientras que, en realidad, el statu quo segua vigente. La existencia del dictador en calidad de protector no constitua una costumbre habitual, sino que posea un claro sentido propagandstico. En todo caso, esto no enga a nadie. En Argentina, ciertos individuos crticos con la figura de Rosas, tales como Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, le tacharon de dictador en sentido peyorativo, acusndole de ser un gobernante poseedor de un poder absoluto, sin ninguna clase de restricciones constitucionales y que no tena, en ningn caso, que justificar sus acciones ante nadie. W. H. Hudson hablaba de Los Caudillos y Dictadores... que han accedido al poder en este continente de repblicas y revoluciones .
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W. Borahj Justice by Insurance: The General Iridian Courl of Colonial Mxico and the Legal Aides of hc Half-Real, Berkelcy y Los ngeles, 1983, pp. 64-65, 409-410. W. H. Hudson, Far Away and Long Ago, Everyman's Library, Londres, 1967, p. 91.
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Precursores y premoniciones

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En determinadas circunstancias en un contexto decimonnico las palabras caudillo y dictador resultan intercambiables entre s y hacen referencia a un regidor absoluto que ejerce un poder personalizado. En otros casos, dichas palabras tienen sentidos diferentes, si bien cabe sealar que la diferencia es una cuestin ms de grado que de especie, con el matiz de que el poder dictatorial posee un carcter ligeramente institucional en comparacin con el poder del caudillo. Incluso en otros contextos, estas palabras transmiten un significativo contraste y no son sinnimos. En primer lugar, en la mayor parte de los territorios hispanoamericanos, el trmino caudillo poda aplicarse tanto a un jefe regional como a uno de carcter nacional, mientras que el dictador tendra una significacin nacional en lo que respecta a sus dominios. En segundo lugar, la calificacin de caudillo comportaba una referencia al camino que el propio jefe haba transitado hasta la cima, desde el poder local, hasta alcanzar el poder central. No cabe considerar la palabra dictador como una cuidadosa descripcin, sino ms bien como una designacin del poder y su cpula en lo que respecta al estado nacional. Finalmente, cabe hablar de la existencia de una progresin cronolgica desde el caudillo al dictador. El caudillo ejerca su dominio en un marco econmico, social y poltico, cuyas estructuras eran de carcter simple por no decir primitivas. El dictador presida una economa ms desarrollada, una alianza de intereses ms compleja y una administracin que posea grandes recursos. El caudillismo fue una primera fase de la dictadura. Y la lnea divisoria entre ambas formas cabe establecerla aproximadamente en 1870. Esta divisin no fue de carcter absoluto. La calificacin de dictador fue utilizada antes de esa fecha, generalmente por burcratas y tericos antes que por las gentes en un lenguaje coloquial y tambin comportaba un sentido peyorativo. Por su parte, la calificacin de caudillo perdur ms all de sus lmites naturales, puesto que ciertos restos de caudillismo sobrevivieron en determinadas sociedades modernas o en vas de modernizacin ' . No cabe hablar de reglas permanentes al respecto. Estas designaciones diferenciadas tienen su origen en las percepciones y el lenguaje de las gentes de aquellos tiempos, as como de los hbitos de historiadores posteriores y puede decirse que estn basadas en el uso prctico.
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I. Quintero, El ocaso de una estirpe, Caracas, 1989, pp. 19-23, 44-50.

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Caudillos en Hispanoamrica

Cuando el caudillo emergi desde el mbito local a la historia nacional, cambi el poncho por el uniforme y la estancia por el palacio, y poda ser contemplado como un ser autnomo y absoluto. Autnomo, puesto que no deba obediencia a ninguna otra persona, a excepcin de s mismo. Absoluto, por cuanto no comparta el poder con ninguna persona o institucin. Idealmente, su gobierno era de carcter permanente, dominado por la imperiosa voluntad de poder y poseyendo el derecho de designar a su propio sucesor. Normalmente, esta clase de pretensiones resultaba ciertamente desafiante y provocaba el estallido de conflictos. Nacido en un estado dbil, el caudillo contribua a desestabilizar el estado cuando trataba de asegurarse el control del poder, o bien, se rebelaba contra aquellos que lo posean o provocaba la aparicin de una serie de rivales cuando lograba obtenerlo. Por definicin, un caudillo era incompatible con la existencia de un estado imperial, Iiderado por un monarca, gobernado por una serie de leyes reales y administrado por sus funcionarios. De esta manera, no resulta posible encontrar caudillos en la Hispanoamrica colonial. An as, incluso antes de 1810, hubo una serie de premoniciones y existieron precursores de esta figura.
ESTANCIAS, HATOS Y [UCLENDAS

En la Hispanoamrica colonial, la autoridad personal a diferencia de la oficial sola derivarse, o bien de la propiedad de la tierra, o bien, del propio repudio de sus poseedores. El gran aparato estatal generaba un liderazgo de naturaleza dual: el liderazgo de los propietarios y el liderazgo de los desposedos. La lgica de la violencia en el siglo XVIII a menudo tena su origen en el usufructo de la tierra. La extensin de la propiedad privada, la formacin de haciendas y la marginalizacin de la poblacin rural crearon las condiciones bajo las cuales los pobres y las gentes desposedas buscaron lderes y reunieron bandas con el propsito de conseguir los medios necesarios para su subsistencia y, al mismo tiempo, obtener botines. En respuesta a esto, los propietarios organizaron fuerzas con el propsito de aniquilar a los disidentes. Este proceso no era inevitable ni tena un carcter universal, pero fue lo suficientemente comn como para hablar de la existencia de un modelo aplicable a toda Hispanoamrica, con determinadas variaciones segn la regin en donde se desarrollase.

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El informe clsico acerca de la anarqua en Argentina fue redactado en 1801 por Flix de Azara, un cientfico e ilustrado espaol, que pensaba que un jornalero en Espaa equivala a tres en el Ro de la Plata y que clasific a los habitantes de la pampa en gauchos y granjeros, o bien, en ladrones, borrachos y jugadores, por un lado y, por otro, gentes con afanes econmicos, educada e industriosa. La diferencia resida en el grado de progreso material, concentracin en comunidades rurales y presencia de instituciones civizadoras, tales como las iglesias, las escuelas y la propiedad privada . La investigacin moderna tiende a mostrar que el Ro de la Plata no era una gran estancia ganadera rodeada por gauchos vagabundos. A pesar del crecimiento de las estancias y la expansin de la produccin ganadera y la exportacin de cueros, la agricultura sigui siendo una actividad econmica de carcter vital. En el transcurso de los ltimos aos del siglo xvm, la produccin agrcola fundamentalmente de trigo estaba a cargo de los chacreros pobres que arrendaban sus tierras. Pero he aqu que la produccin de estos chacreros sobrepasaba a la de los ganaderos, resultando comparable a la produccin de grandes reas trigueras de Hispanoamrica, tales como la regin central de Chile y el Bajo de Mxico . La actividad cerealera mostraba un gran nivel de productividad al tiempo que una ocupacin mesurada de las tierras, y su existencia indicaba al menos hasta 1815 que existan ms opciones para el trabajo que la vida como pen de estancia . Si la mano de obra de las estancias ganaderas estaba sujeta a una rotacin frecuente, su movilidad estaba ms directamente relacionada con la existencia de alternativas que permitan a los campesinos tener la oportunidad de abandonar la estancia temporalmente para trabajar en las chacras productoras de grano, o bien, en sus propias explotaciones ganaderas, que con el carcter nmada del gaucho . Adems del sector de trabajadores del campo (y
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F. de Azara, Memoria sobre el estado rural del Ro de ta Plata y otros informes, Buenos Aires, 1943, pp. 5-6, 8-9. J. C. Garavaglia, Econornic Growth and Regional Differentiations: The River Pate Regin at the End of the Eighteenth Century, HAHR, 65, 1, 1985, pp. 51-89. J. C. Garavaglia y J. Gelman, El mundo ruralrioplatensea fines de la poca colonial: estudios sobre produccin y mano de obra, Buenos Aires, 1989, pp. 37-38. J. Gelman, New Perspectives on an Od Problem and the Same Source: The Gaucho and the Rural History of the Colonial Rio de la Plata, HAHR, 69, 4, 1989, PP- 715-731; Garavaglio y Gelman, El mundo rural rioplatense, pp. 82-83.
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probablemente reclutados por las bandas que operaban al margen de la ley), exista otra clase rural: aquellos que no tenan intencin de trabajar, sino que vivan como marginados de la sociedad, cazando o realizando exploraciones y regresando a la civilizacin de cuando en cuando. El gaucho era una criatura esencialmente decimonnica, que se conform cuando las estancias ocuparon las tierras y el reclutamiento de soldados para la formacin de un ejrcito regular dieron a los hombres libres a caballo pocas razones para quedarse y muchas para escapar. Pero he aqu que la expansin de las estancias haba comenzado en el siglo XVIII y es all en donde hay que buscar los orgenes de la alienacin rural. Mientras tanto, lejos de Buenos Aires, en los remotos distritos fronterizos, donde la poblacin rural estaba instalada de forma considerablemente dispersa y las actividades agrcolas eran menos intensas, abundaban las oportunidades para los contrabandistas y los individuos que operaban al margen de la ley. Paralelamente al auge de la agricultura de labranza, las explotaciones ganaderas entraron en un perodo de crecimiento en los ltimos aos del siglo XVIII y las estancias comenzaron a ocupar poco a poco nuevas tierras, como respuesta a las nuevas necesidades. El comercio libre abri a partir fie 1778 vas ms amplias para la exportacin, lo cual estimul la produccin de cueros para los mercados de Europa y de carnes en salazn para los esclavos del propio continente americano. Las tierras se apreciaron y una nueva generacin de emigrantes lleg con el propsito de crear riqueza comercial e invertir en tierras y ganado. Las exportaciones de cueros, el aumento de la poblacin y el crecimiento del mercado urbano constituyen indicadores de un nuevo perodo de expansin de las estancias y ayudan a explicar la atraccin que ejercan como objeto en el cual invertir. Slo aquellos que posean capital tuvieron la oportunidad de convertirse en propietarios, aquellos que pudieran resistir la lentitud burocrtica del proceso de adquisicin de tierras y, al mismo tiempo, pagar las altas tasas legales y los costos que implicaba la construccin de una nueva estancia. Segn el informe de un oficial espaol para el virrey del Ro de la Plata realizado en 1795, slo logran establecer estancias los acaudalados, avasallando y precisando a los pobres a que los sirvan por el triste inters de un conchabo o a que, y esto es lo ms comn, se abando""" v rnntrabando donde hallan firmes apoyos para subsis-

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tir Los estancieros poderosos ya se haban apropiado de las tierras disponibles en ambas riberas del Ro de la Plata, construyendo estancias y, segn otro informe elevado al virrey, que ocupan ms terreno que un reino de Europa, al mismo tiempo que se apropiaban del ganado que previamente haba sido propiedad comn de los pobres y pagaban mseros jornales a sus peones. La concentracin de tierras en manos de los acaudalados estancieros supuso la apropiacin de territorios y ganado que previamente haban sido usufructados por los habitantes rurales, obligando, de esta manera a que infinitos pobres labradores andaran {sic) vagando errantes . Los peones se encontraban a merced de factores estacionales y, con el propsito de conservar los lazos de dependencia en el transcurso de los meses en los que no haba trabajo, los propietarios les permitan establecerse temporalmente en la estancia, o bien, sustraer ganado en pequeas proporciones, pero esta ddiva se les otorgaba como un privilegio y no como un derecho . La mayor parte de la poblacin rural acept su destino, acomodndose lo mejor posible en un rincn de la estancia, realizando una agricultura de subsistencia, as como labores relacionadas con el ganado, pero fueron perseguidos por los nuevos propietarios, puesto que stos los consideraban individuos desposedos de la tierra y desocupados. Las desgracias nunca vienen solas '. Aquellos que decidieron buscar su sustento fuera de la ley fueron perseguidos con vigor renovado. La configuracin de grandes propiedades proporcion a los terratenientes la posibilidad de organizar sus propias bandas autorizados por el virrey con el propsito de defender el ganado de los cuatreros y de aquellos que sacrificaban los animales para obtener los cueros y, de esta manera, se legitimaban los ejrcitos privados de las estancias y el papel de sus jefes . El siguiente paso consisti en aislar las estancias, de forma que escapasen por completo a la ingerencia de los posibles invasores individuales, as como al control de los funcionarios del gobierno,
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" Cita de Ricardo E. Rodrquez Molas, Historia social del gaucho, 2* ed., Buenos Aires, 982, p. 79. Cita ibid., pp. 80, 82. Samuel Amaral, Rural Production and Labour in Late Colonial Buenos Aires, /LAS, 19, 2, 1987, pp. 235-278. * N. del T.: Nuestro dicho castellano resulta ms categrico que el anglosajn. Memoria de Cevallos, Buenos Aires, 12 de junio de 1778, S.A. Radaelli, ed., Memorias de los virreyes del Ro de la Plata, Buenos Aires, 1945, pp. 12-13.
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lo que constitua la mejor manera de poder extraer los cueros de miles de animales sin ninguna clase de control oficial: cuida el hacendado de que su estancia sea un coto cerrado a que nadie llegue: no permite que en la vasta extensin de su rinconada entre persona alguna... . Los gauchos, los jinetes nmadas de la pampa, pueden considerarse como pertenecientes a diferentes clases rurales, desde los peones de estancia que trabajaban una determinada cantidad de horas, hasta individuos en franca rebelda contra la sociedad. Los espaoles crearon una imagen estereotipada que hablaba de hombres fuera de la ley y cuatreros, que vivan gracias a la hospitalidad de las estancias o, en caso de no existir sta, gracias al robo y el pillaje: sus pasiones favoritas son el juego de azar de cualquier case, las carreras de caballos, las corridas de patos, naipes y las mujeres . Los funcionarios del ltimo perodo colonial no distinguan entre gauchos buenos y malos, sino que los consideraban a todos ellos como vagos y ladrones, mientras que los propios gauchos tenan una idea de las cosas totalmente diferentes y crean en la libertad y la propiedad comunitaria del ganado. Muchos intendentes estaban convencidos de que los habitantes de Amrica tenan una especial pasin por la. libertad y por la existencia al margen del control institucional. El intendente de Crdoba, el marqus de Sobremonte, consideraba que la predileccin de los habitantes rurales por la vida apartada, lejos de la jurisdiccin urbana, se derivaba del deseo de libertad, apartndoles esta dispersin de la vista de la justicia y de los curas, que les perseguiran en sus excesos, y en sus robos de ganados que tanto frecuentan . Si bien esto era verdad en lo que respecta a Crdoba, un diminuto oasis de civilizacin, an resultaba ms cierto con respecto a La Rioja, un territorio semidesrtico emplazado en la frontera del imperio, futura base de operaciones de Facundo Quiroga. Sobremonte lo consideraba un lugar triste, pobre y miserable, con pocas instituciones
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De Manuel Cipriano de Mel al Virrey, 1 de septiembre de 1791, BL, Add. MS 32,604, f. 232. " Descripcin de Peni, Chile, y Buenos Aires compilada por los integrantes de una expedicin realizada en 1783-1784 por el gobierno espaol, BL, Add. MS 17,592, f. 467. En este informe redactado por los espaoles se utiliz trmino Guazo hombre de campo. " De Sobremonte a Glvez, 6 de noviembre de 1785, BL, Egerton MS 1815; de Sobremonte al virrey Loreto, 6 de noviembre de 1785, en J. T. Revello, El marqus de " ~' Mnntr Rueos Aires, 1946, p.c.
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y una milicia desarmada. Virtualmente, all no exista el comercio y caba observar todos los signos propios de una barbarie natural. Lo mismo puede decirse de San Juan, provincia en donde se produca maz, frutas y vinos. Sus llanos constituan el hogar de familias dispersas de mestizos e indios que vivan fuera del alcance de los funcionarios y los sacerdotes, que no pagaban ninguna clase de impuestos, y sobrevivan en chacras improductivas, mediante la sustraccin de ganado perteneciente a las estancias cercanas. Estos individuos resistan todos los intentos de confinamiento en las ciudades, puesto que aborrecan la sociedad. Ciertos intendentes, tales como Sobremonte, consideraban que para atraer a estas gentes al imperio de la ley y la civilizacin, eran necesarias dos cosas: el establecimiento de instituciones urbanas y la extensin de las haciendas privadas . Otros, como Francisco de Paula Sanz, resultaban ms explcitos. As, este intendente abogaba por la venta de tierras de la Corona en parcelas de tamao razonable, una conecta gestin de las estancias con el propsito de preservar los recursos y una campaa para limpiar el territorio de contrabandistas, ladrones, vagos e individuos fuera de la ley, estableciendo una serie de agencias inspiradas en la Acordada de Mxico, que tenan como cometido el hacer observar el cumplimiento de la ley . Azara, por su parte, promova el reparto de la tierra en parcelas de extensin moderada para los indios y para todos aquellos que realmente trabajaran sus propiedades y no la divisin de la tierra en vastas estancias cuyos dueos estuvieran siempre ausentes . Pero he aqu que la elite de los propietarios, respaldados por muchos funcionarios, se esforz por acumular tierras, apropindose del ganado y limitando las prerrogativas tradicionales de los gauchos. El choque de intereses era inevitable. Los gauchos volvieron sus miradas hacia sus antiguas costumbres. El gobierno vio en los gauchos rebeldes en potencia. Y los estancieros queran, a toda costa, tierras y mano de obra. El resultado de todo esto fue el desarrollo de severas leyes sociales y la realizacin de campaas para controlar a los vagos, la necesidad de pasaportes para desplazarse y el servicio militar obligatorio, un c26 11 2S

Informe del 6 de noviembre de 1785, en Torre Revello, El marqus de Sobre Monto, pp. xci-cviii. " Informe sobre la Banda Oriental, de Sanz a! virrey Loreto, 4 de agosto de 1785, > Add. MS 32,604, ff. 143-95. Azara, Memoria sobre el estado rural del Ro de la Plata, pp. 18-19.
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digo rural que continu aplicndose casi sin interrupcin desde la Colonia hasta la Repblica. Perseguidos por el estado y la sociedad, muchos campesinos huyeron ms all de las fronteras, o bien, se enrolaron en bandas de fugitivos. Los territorios del interior pronto se convirtieron en el hogar de los caudillos y sus montoneros, una terrorfica amenaza no slo para Buenos Aires, sino para la elite de propietarios en general. La ms mnima prdida de control por parte de Buenos Aires invitaba a la insubordinacin. Las invasiones inglesas de 1806-1807 proporcionaron una clara oportunidad para ello, cuando la huida del virrey hizo que aumentara considerablemente el descontento de los gauchos y los milicianos hacia las autoridades. Las noticias del xito britnico llegaron al Fuerte Melincu el 9 de julio de 1806. Entonces se oy a los milicianos gritar Ya no haba rey ni jefes. Se puso tan insolente este pueblo que ya ninguno quera obedecer al comandante... No cabe en los lmites del atrevimiento la osada de estos habitantes . En Venezuela, la ocupacin de los llanos sigui un camino diferente, aunque con un destino similar. Los productos agrcolas tales como el cacao o los cueros, alcanzaron una venta reducida en el interior de la Colonia y dependan por completo de la exportacin. Esta actividad estaba fundamentalmente en manos de extranjeros y se encontraba fuera de la oligarqua colonial. En la ltima dcada del siglo xvni, la exportacin de cacao se hundi al decrecer la demanda mexicana y debido a la incapacidad de Espaa para absorber el excedente de la produccin. De esta manera, los plantadores de Caracas comenzaron a sustituir el caf por e cacao e, intencionadamente, empezaron a considerar los llanos como un territorio en el que poder realizar una empresa alternativa que supondra una fuente para adquirir propiedades adicionales, con el propsito de comercializar el ganado y extender las exportaciones de tasajo a los territorios caribeos . La transformacin de los llanos tuvo
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" L. de la Cruz, Viaje desde el fuerte de Ballenar hasta la ciudad de Buenos Aires, P. de Angelis, Coleccin de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna, de las provincias del Rio de la Plata, 2.' ed., 5 vols., Buenos Aires, 1910, i, p. 25. M. Izard, Sin domicilio fijo, senda segura, ni destino conocido: Los llaneros del Apure a finales del perodo colonial, Boletn Americanista, 33, 1983, pp. 14-21; Sin el menor arraigo ni responsabilidad. Llaneros y ganadera a principios del siglo xix, Boletn Americanista, 37, 1987, pp. 128-139; Venezuela: Trfico mercantil, secesonsimo poltico e insurgencias populares, R. Liehr, ed., America Latina en la poca de Simn Bolvar, R-rlfn 1989. DO. 207-225.
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una serie de consecuencias sociales. En las planicies, los nuevos terratenientes habitualmente sus capataces en representacin de stos se enfrentaron con los llaneros salvajes, una raza mixta de indios, negros y zambos, cazadores nmadas que vivan en una tierra que impresion fuertemente a Alexander von Humboldt a causa de su paisaje montono, la ausencia de seres humanos, su cielo ardiente y una atmsfera oscurecida por el polvo, en donde slo algn rbol aislado de palma rompa la monotona del horizonte . La poblacin original de este ttrico escenario fue aumentando poco a poco debido a la llegada de emigrantes y fugitivos desde la costa que estaba dominada por los criollos. Algunos venan buscando tierras y oportunidades, y otros, escapando de la ley. Para los blancos, los llanos se convirtieron en un sitio inhspito, en donde no encontraran ni alimentos, ni agua, ni ninguna clase de seguridad u organizacin institucional. La invasin de los llanos a finales del siglo XVIII simplemente aceler un proceso que haba comenzado anteriormente . La formacin de grandes hatos tuvo como consecuencia la marginalizacin de los llaneros y alcanz a definir los rasgos de la propiedad privada en detrimento de los campos abiertos y la existencia del ganado salvaje. Los llaneros tenan una serie de costumbres tradicionales. Algunos posean ganado y utilizaban los ejidos o tierras comunales como tierras de pasto. Otros, aun sin ser propietarios, solan ejercer ciertos derechos mediante los cuales se apropiaban del ganado que no tuviera propietarios conocidos. Finalmente, cabe considerar otra clase de llaneros, que vivan en los alrededores de los hatos y trabajaban en ellos como peones llaneros, recibiendo a cambio de su trabajo algunas parcelas de tierra y derechos de pasto. Estos ltimos fueron descritos por Humboldt como hombres a un tiempo libres y esclavos . La comercializacin de los usos de la tierra afect a todos los llaneros, pero especialmente a aquellos que sobrevivan gracias a la caza de ganado salvaje. Esta actividad comenz a ser sealada como robo y, por tanto, castigada con3I n 33

A. von Humboldt, Personal Narralive of Trovis to the Equinoccial Regions of the New Continent during the Years 1799-1804, 6 vols., Londres, 1814-1829, iv, p. 302. M. Izard, El miedo a la revolucin: La lucha por la libertad en Venezuela, (17771830), Madrid, 1979, p. 96. Humboldt, Personal Narrative, iv, p. 320; M. Izard, Orejanos, cimarrones y arrochelados, Barcelona, 1988, pp. 60-61.
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venentemente, cuando los rancheros invocaron la ley y se dirigieron al gobierno colonial en busca de proteccin. Los llaneros, por su parte, conformaron bandas con el propsito de asaltar las propiedades y procurarse medios de subsistencia. A partir de este momento, se convirtieron en una amenaza permanente para las personas y la propiedad, as como en un constante peligro para la ley y el orden. Aun teniendo en cuenta que la cultura propia del llanero consideraba el robo de ganado como una tradicin antes que como un crimen, haba muchos fugitivos de la ley en los llanos, tantos que, en ciertas reas, se hallaban en un estado de rebelin virtual. Sus jefes eran, efectivamente, lderes de bandas criminales, cuyas actividades comenzaron a ser un elemento ms, propio del paisaje de las planicies. Ya exista una progresin que tena su origen en el llanero, continuaba con el cuatrero, el bandido, y una secuencia que bien poda conducir a la figura del guerrillero. A los nativos de los llanos se unieron otros grupos en las postrimeras del siglo XVIII. Entre stos estaban los indios fugitivos y rebeldes, algunos procedentes del norte, del otro margen del Apure, otros que venan escapando de la jurisdiccin colonial y, como denominador comn de todos ellos, cabe considerar la bsqueda de la salvacin a la explotacin vil a que eran sometidos por los funcionarios o los hacendados. Las jbropias autoridades espaolas admitieron que todos los corregidores resultaron ms o menos cmplices en el mal tratamiento de los indios de su cargo . Estos indios huidos solan ser acogidos por otros hacendados que precisaban de mano de obra, quienes fueron denunciados por determinados funcionarios por promover el desorden y permitir que los indios escaparan al cumplimiento de sus obligaciones . Otros indios rebeldes atacaron los hatos, formaron bandas bajo la direccin de capitanes y se abastecieron cazando ganado. La poblacin marginal creci debido a un flujo constante de esclavos, fugitivos procedentes de las plantaciones del norte o los ranchos ganaderos, algunos de los cuales sobrevivan como cazadores solitarios y otros conformaban bandas con el propsito de operar al margen de la ley. Tambin los pardos se dirigieron a los llanos, escapando de la dis34 35

Del Gobernador de Cuman a la Corona, 13 de diciembre de 1767, AGI, Caracas 201. Izard, Sin domicilio fijo, pp. 21-33.
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criminacin racial y la falta de oportunidades en las regiones del centro' y el norte. Se trataba de gentes que las elites blancas, secundadas por los cabildos y la audiencia, miraban como mulatos notorios y que, por dicha razn, estaban descalificados para puestos oficiales y cargos de responsabilidad . Adems de los indios fugitivos, los esclavos y los pardos, haba otros muchos individuos que vivan al margen de la sociedad y la ley competente los categorz como vagos y mal entretenidos y fueron perseguidos por el simple hecho de no poseer una ocupacin, como arrochelados, revoltosos o disidentes de una u otra clase. Fugitivos, cuatreros y ladrones no eran, en ningn caso, criminales operando en solitario, sino que se trataba de bandas organizadas bajo la direccin de ciertos jefes que imponan el peso de su autoridad. De acuerdo con Juan Jos Blanco y Plazos, procurador sndico general de Caracas, los recin llegados a los llanos eran inmediatamente corrompidos por los delincuentes locales y se les reclutaba para las bandas, viviendo del pillaje, atacando a los rancheros y a los funcionarios, y provocando un estado de inseguridad tal que los caminos se transitaban con los mayores riesgos de las vidas y del inters . Para los espaoles, los fugitivos y los vagos practicaban el pillaje juntos con un nico objeto: vivir en calidad de rebeldes enfrentados a la sociedad blanca. De acuerdo con Humboldt,
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los llanos estaban (hacia 1800) infestados por un inmenso nmero de ladrones, que asesinaban a los blancos que caan en sus manos mediante procedimientos atroces de refinada crueldad... Al mismo tiempo, los llanos eran el refugio de malhechores que haban cometido una serie de crmenes en las misiones del Orinoco, o que haban escapado de las prisiones de la costa .
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En la ltima dcada del siglo xvm, los rancheros estaban convencidos de que las bandas de cuatreros posean efectivos considerables y cuarteles generales en las montaas o en otros lugares inaccesibles . Los jefes de las bandas comenzaron a declarar su liderazgo, con el Proposito de adquirir fama y fortuna, y emular las hazaas de Guar39

" Audiencia de Caracas, Cartas y expedientes, 1789-1796, AGI, Caracas 167. Cita de Izard, Orejanos, cimarrones y arrochelados, p. 42. Humboldt, Personal Narratjvc, vi, pp. 56-57. Cita de Izard, Orejanos, cimarrones y arrochelados, p. 72.
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dajumo, un indio que rob una serie de ranchos y mercados itinerantes en la regin comprendida entre Barcelona y Calabozo, hasta que fue capturado en 1802 . Cuando los cuatreros incrementaron considerablemente su agresividad y las autoridades se demostraron incapacitadas para controlarlos, las vctimas comenzaron a tomarse la ley por su mano y la elite blanca tambin form bandas. Esto provoc que los terratenientes estuvieran divididos entre la lealtad al clan y a las familias, lo que se tradujo en luchas internas entre rancheros, al mismo tiempo que combatan a los cuatreros. En 1796, el hacendado Toms Paz del Castillo informaba al capitn general acerca de la violencia y el desorden que reinaba en los llanos. Fundamentalmente, se refera a las actividades de un grupo de bandidos, violadores, asesinos y ladrones, capitaneados por Ermenegildo de la Caridad Lpez, el Xerezano y su hermanastro Pedro Pea, ambos zambos libres que vivan en la ciudad de Cachipo, cerca de Barcelona, con la complicidad de muchos de sus habitantes. Cuerpos de viajeros mutilados, decapitados y colgados de los rboles, constituan un fenmeno comn en los llanos de Calabozo. Hacia 1800, la incapacidad de las autoridades judiciales y policiales de los llanos permiti a los bandoleros la expansin de sus operaciones, que y no se limitaban slo al robo de ganado, sino que tambin incluan ^1 rapto de mujeres, la quema indiscriminada de casas, el asesinato de sus propietarios y el saqueo a los caminantes. En septiembre de 1801, se inform desde San Carlos que, al menos, existan cuatro o cinco bandas de forajidos compuestas por aproximadamente quince hombres cada una, equipados con armas de fuego y que estaban dedicados al pillaje, el rapto y la sustraccin de bienes . Hacia finales del siglo xvm, las crecientes oportunidades para comercializar la produccin ganadera en los mercados caribeos, produjo una presin que afect a ambas facciones enfrentadas que intentaron aumentar sus propios recursos. En lo que respecta a los hateros, stos queran aumentar la produccin ganadera, la extensin de sus tierras y el nmero de peones, en tanto que los cuatreros pretendan compartir los beneficios del comercio. Las autoridades y los hateros respondieron con una gran represin, castigos, ejecuciones y una nueva campaa
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M. Landaeta Rosales, Gran recopilacin geogrfica, estadstica c histrica de Venezuela, 2 vols., Caracas, 1889, i, p. 235. Izard, Orejanos, cimarrones y arrochelados, p. 74; Sin domicilio fijo, pp. 49-52.
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contra los vagos. Tanto la violencia como la punicin resultaban contraproducentes, puesto que convertan a los cuatreros en bandidos y desataban una espiral de terror que alcanz su cumbre en vsperas de la Independencia. Situados entre los magistrados y el bandidaje, la vida era una cuestin de azar para los llaneros. Hacia finales del perodo colonial, aquellos que optaron por la libertad y la independencia en los llanos fueron identificados como vagos y malentrenidos y, finalmente, conducidos a la prctica del bandidaje, bajo el mando de jefes que les procuraran los medios para su subsistencia, ejerciendo como cuatreros y practicando el contrabando. All se juntaron con criminales fugitivos, que eran muy peligrosos y escurridizos . Resulta evidente que exista una confrontacin racial entre la elite criolla, por un lado, y los indios, esclavos, mestizos y pardos, por el otro. En todo caso, no hay que pensar que la vida ms all de los llanos tena un grado de civilizacin mayor. Los asentamientos espaoles en la jurisdiccin de Cuman, si bien estaban gobernados por funcionarios locales y pagaban sus diezmos, poseen todas las caractersticas de lo que Sarmiento considera barbarie, verdadero campo abonado para el desarrollo del bandidaje, sin crceles, iglesias, escuelas, instituciones pblicas o de caridad, al tiempo que sus melanclicos habitantes vivan en ranchos de adobe, sin muebles, hasta el punto de que incluso, no tenan ni siquiera una cama ' . Mxico, al menos en lo que respecta a las regiones del centro del pas, tena un nmero mayor de instituciones y funcionarios que Argentina o Venezuela, y normalmente, el estado colonial funcionaba como un poderoso mecanismo disuasor que contribua a mantener el orden. Pero he aqu que incluso en Mxico haba una serie considerablemente extensa de territorios que escapaban a un control efectivo. No exista una polica rural y la nica institucin que mantena el orden en los caminos de la colonia, tanto en los de carcter principal como en los que se encontraban apartados, era el Tribunal de la Acordada, que en el siglo xvm fracas en su lucha contra el crimen. En las regiones ms remotas, all donde la autoridad del virrey se dilua en la
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Izard y Slatta en R. W. Slatta, ed., Bandidos; The Varieties of Latin American Bandiiry, Westport, Connecticut, 1987, pp. 39-40. Del Gobernador de Cuman a la Corona, 9 de diciembre de 1761, AGI, Caracas, 201.
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distancia y el desierto, a menudo exista una serie de individuos poderosos y grupos de intereses que unan sus fuerzas y creaban sus propios feudos, que estaban ms all del alcance o incluso, de la jurisdiccin de los funcionarios pblicos . En el Mxico rural, la poblacin era escasa, con una densidad de tan slo 2,6 habitantes por kilmetro cuadrado. All donde resultaba difcil concentrar la poblacin en asentamientos, las grandes propiedades se encargaban de llenar el vaco . De esta manera, los seores de la tierra caciques locales se convertan en intermediarios entre el gobierno y las comunidades rurales que controlaban. Los funcionarios coloniales tendan a tratar con los caciques antes que con las gentes del pueblo. A stos, los funcionarios les exigan el pago de impuestos, pero a cambio, les permitan ejercer su autoridad en sus propios dominios. En la mayora de los casos, tanto el poder real como la mediacin de sus funcionarios (de la forma en que acabamos de describir) se relacionaban con los caciques de forma pacfica, pero simplemente bastaba una insurreccin para transformar a los jefes locales en lderes rebeldes. Frecuentemente, el poder colonial permita a los hacendados ejercer una justicia de carcter privado, que afectaba a su mano de obra tanto si se trataba de peones como de esclavos y la crcel de la propia hacienda, as tomo la capilla, se convirti en parte integrante del paisaje rural. En ocasiones, las autoridades del virreinato otorgaban a los propietarios una determinada cuota de poder en las fuerzas rurales de seguridad, con lo cual contribuan no solamente a mantener la ley y el orden sino que, adems, podan coaccionar a sus propios peones. En las reas ms alejadas, los irregulares grupos armados adscritos a la hacienda se ocupaban de atrapar a los bandidos y velaban por la paz. En el interior de la hacienda, se haca tomar conciencia a los trabajadores de las sanciones que podan aplicrseles en el caso de infringir la ley local. Pero fue el gran tamao de la hacienda y su comunidad antes que cualquier trato con el estado lo que otorg al propietario su poder y sus partidarios. En su interior, los trabajadores podan encon44 45

F. Chevalier, Land and Socicty in Colonial Mxico: The Great Hacienda, Berkeley y Los ngeles, 1963, pp. 294-296; E. Van Young, Mexican Rural History since Cbeva u rl il Hacienda.. LARR, 18, 3, 1983, pp. 5-61.
45 nn

p. 55.

" B. R. Hamnett, Roots of Insurgen: Mexican Regions, 1750-1824, Cambridge, 1986,

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trarse seguros, obteniendo los medios para subsistir, bajo las rdenes de un capataz. La hacienda mexicana se convirti en el hogar de una sociedad patriarcal, un poderoso centro de relaciones patrn-cliente, organizada conforme a estructuras jerrquicas y patriarcales. Muchas haciendas tenan una poblacin considerable, albergando doscientas, quinientas o incluso, hasta mil personas. Actuaban como verdaderos imanes que atraan a los indios desde sus pueblos, constituyendo comunidades alternativas unidas por una serie de lazos informales de lealtad y solidaridad. El patrn se convirti en cacique y ejerci el papel de intermediario entre sus propios dominios y el mundo exterior . Como cabe suponer, los propietarios no siempre tenan un gran poder. En el norte del Per, la existencia de la clientela constitua un signo de debilidad antes que de poder: los propietarios utilizaban una influencia de carcter patriarcal y poltica para indemnizar por los posibles fracasos econmicos, as como los daos causados por las insurrecciones de los indios, al mismo tiempo que se servan de ella para preservar su autoridad sobre grupos sociales y raciales subordinados . Por otro lado, en Mxico el propietario tena una categora superior a la del patrn. Hasta qu punto el Mxico rural se vio afectado por los conflictos sociales, la criminalidad y el bandidaje? Si la hacienda tena sus propios jefes, acaso su expansin provoc la aparicin de jefes alternativos? Al contrario de lo que ocurra con la pampa argentina y los llanos venezolanos, Mxico no constitua una frontera de nueva colonizacin. Incluso en el siglo xvm existi una gran competicin por la propiedad de la tierra y surgieron grandes haciendas en el centro de Mxico y en Oaxaca. Esta tendencia se increment con el crecimiento de la poblacin, que supuso una mayor presin sobre la tierra, as como a causa de las nuevas oportunidades econmicas en los mercados regionales, virreinales y mundiales durante el perodo cimero de la explotacin minera y el comercio libre. La competencia no convirti necesariamente a los pueblos en haciendas y a los campesinos en peones. En el Bajo, Michoacn y Oaxaca, sobrevivi una serie de peque46 47

E. Van Young, Hacienda and Market in Eighteenth-Century Mxico: The Rural Economy qftbe Guadalajara Regin, 1675-1820, Berkeley, 1981, pp. 264-267. S. E. Ramrez, Provincial Patriarchs: Land Tenure and the Economa of Power in Colonial Per, Albuquerque, 1986.
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os propietarios en las mrgenes de las grandes haciendas, al tiempo que en la parte central de Mxico, los sistemas de alquiler y arrendamiento constituan costumbres habituales. La explotacin de los recursos rurales pudo efectuarse sin necesidad de reducir a los indios y a las comunidades campesinas a la categora de peones y desposedos. Esto pudo hacerse sin necesidad de modificar las estructuras existentes, movilizando la capacidad productiva de los pueblos mediante el pago de impuestos y el trabajo forzoso, y permitiendo la supervivencia de determinadas comunidades de campesinos con sus tierras y sus formas de vida tradicionales ms o menos intactas Sin embargo, mientras que en general el campesinado de la parte central y el sur de Mxico no era vctima ni enemigo de las autoridades espaolas, exista una serie de regiones en donde la opresin constitua el modelo habitual y en donde las crisis sociales estaban a punto de estallar, en espera del hombre fuerte que supiera canalizar su descontento. Esto es lo que ocurri en el Bajo " . Lo que haba sido una sociedad agraria de carcter estable se convirti en el caldo de cultivo de bandidos e insurgentes. Los criollos posean las mejores tierras en el Bajo y la mayor parte de la poblacin rural tena lazos de dependencia arrendatarios o peones con las grandes haciendas. En tanto y en cuanto sus condiciones de vida resultaban tolerables, no haba rebeliones. Pero despus de 1750, los niveles de seguridad y subsistencia degeneraron en una* precaria lucha por la supervivencia y el Bajo experiment una crisis agraria que prepar el terreno para la revolucin. En un momento en que la poblacin creci, estall el boom de la minera y las haciendas obtenan grandes beneficios de sus cosechas, eran las elites quienes avanzaban, mientras que el sufrimiento se apoderaba de los pobres. La expansin de las haciendas, financiadas con los beneficios obtenidos de la minera, se produjo a expensas de modestos rancheros . Un nmero creciente de familias fue reducido a la condicin de pauprrimos arrendatarios y ocupantes ilegales . Al mismo tiempo,
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" W. B. Taylor, Drinking, Homicide and Rthellian in Colonial Mexican ViUages, Stanford, 1979, pp. 160-161. J. Tutino, From nsurreciion lo Revolution in Mxico: Social Bases of Agrarian Violence 1750-1940, Princeton, 1986, pp. 4647. D. A. Brading, Haciendas and Ranchos in the Mexican Bajo: Len 1700-1860, Cambridge, 1978, pp. 159-162. Tutino. From Insurreccin to Revolution in Mxico, p. 73.
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la sustitucin de los cultivos de maz por trigo lo cual beneficiaba a los criollos constituy otra carga para los pobres. AI quedar relegados los cultivos de maz, los precios subieron, apareci la escasez y muy pronto, en 1785-1786, muchas partes de Mxico sufrieron una crisis de abastecimiento. El alza de los precios provoc la subida de los alquileres y, al mismo tiempo, el desahucio de aquellos arrendatarios que no podan pagar. En Mxico, de la misma manera que se produjo en Argentina y en Venezuela, los cambios en el mbito agrario convirtieron a los peones en rebeldes. Los indios y los campesinos no eran dciles. La protesta constitua una prctica endmica en el Mxico colonial, adoptando la forma de levantamientos espontneos y a menudo carentes de liderazgo, como reaccin a las amenazas que afectaban a la comunidad desde el exterior. Pero estos espasmos solan tener una duracin limitada y se consuman en s mismos sin llegar a provocar un levantamiento masivo. Si se producan asesinatos, los pobladores podan escapar a las colinas, aunque habitualmente preferan negociar su regreso antes que permanecer all como bandidos . El sistema colonial espaol fue construido con el propsito de absorber las protestas y normalmente, proporcionaba los medios para que se hiciera justicia. De esta manera, las injusticias cometidas con los campesinos no siempre se traducan en una respuesta violenta o al margen de la ley, algunas de ellas eran simplemente soportadas, otras se resolvan de manera pacfica y existan an otras que generaban diversos grados de violencia. La intransigencia de las elites, los abusos cometidos en las haciendas, los pueblos desposedos, la escasez y la recesin no constituan necesariamente causas que contribuyeran a la rebelda y la aparicin de un liderazgo claramente definido . Las estructuras permanentes del Mxico rural fueron aceptadas en mayor o en menor medida. Fueron los extraordinarios abusos y las terribles epidemias lo que ocasion la disidencia y la aparicin de la delincuencia. Los motivos de protesta pueden ser clasificados en cuatro tipos de conflicto . 1) Abusos administrativos y presiones fiscales que generaban confrontaciones entre subditos y funcionarios; 2) en lo que respecta a las condiciones laborales agrarias, ge52 53 S4

" Taylor, Drinking, Homicide and Rtbelion, pp. 115-116, 120. Hamnett, Roots of Insurgtncy, pp. 44-46. stos han sido identificados por Hamnett, Roois of niurgeticy, pp. 74-75, 77.
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neralmente, la pretensin de los propietarios de obtener ms trabajo a cambio de una remuneracin menor, lo que ocasionaba disputas con los jornaleros, los peones y los arrendatarios; 3) los cambios en el derecho consuetudinario, a menudo en lo que respecta a las relaciones entre las haciendas y los pueblos o, en lo concerniente a la explotacin minera y 4) la escasez que se produca tras una mala cosecha. Cuando se daban estas condiciones, los jefes de los grupos de bandidos podan proceder a reclutar nuevos individuos y los campesinos ms pacficos se preparaban para lo peor. En lo que respecta al siglo XVIII, Argentina, Venezuela y Mxico tuvieron su propia historia agraria, pero exista un rasgo comn que los caracterizaba: la consolidacin de las grandes propiedades la estancia, el hato y la hacienda conjuntamente con una renovada explotacin de los recursos y una serie de inslitos ataques a las estructuras tradicionales. El estmulo y la respuesta produjeron nuevas clases de liderazgo de carcter irregular, el Hderazgo del hacendado y el del bandido. Los lazos propios de la clientela contribuan a alimentar ambos fenmenos afectando tanto a los propietarios como a los peones. La relacin patrn-pen se convirti al mismo tiempo en un smbolo de divisin y de unidad y los lazos de parentesco podan ser utilizados tanto por el bandido como por el hacendado.
t BANDIDOS Y GUERRILLAS EN EL MUNDO HISPNICO

Pocos lugares en el mundo hispnico estuvieron a salvo del bandidaje. Esto dependa de las condiciones rurales en cada caso, la presencia policial y las oportunidades de obtener beneficios. Hacia finales del siglo XVIII, estas oportunidades se volvieron muy seductoras cuando la creciente riqueza y una cantidad mayor de rutas comerciales muy transitadas se convirtieron en polos de atraccin importantes para los criminales. Puede observarse la existencia de un modelo comn tanto en Espaa como en Hispanoamrica, no slo en lo que respecta a la incidencia de la delincuencia sino tambin en la transicin de los grupos de bandidos a las guerrillas, transicin marcada por el estallido de la guerra o revolucin, cuando los lderes rurales adquirieron una ideologa, un mando militar y ambiciones polticas.

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En Espaa, los bandoleros eran hijos del empobrecimiento rural, las leyes impopulares y la delincuencia. Bandas de ladrones y criminales, virtualmente inmunes en ausencia de fuerzas policiales en el interior del pas, convirtieron muchas regiones del sur de Espaa en territorios peligrosos. La criminalidad se agravaba con las actividades de los contrabandistas, especialmente en el rea de Cdiz, Mlaga, la frontera con Gibraltar y la ruta interior de montaa de Antequera, Estepa y cija. Se obtenan grandes beneficios a partir de productos sujetos al pago de importantes tasas, tales como el tabaco. Un impuesto alto sobre el tabaco y funcionarios aduaneros mal pagados, constituan una combinacin fatal y una invitacin abierta al contrabando. En las serranas' ' existan bandas armadas de doscientos o trescientos hombres que actuaban con total impunidad y las fuerzas del orden a menudo hacan la vista gorda. En la regin de cija, bandas de contrabandistas perfectamente pertrechadas, de aproximadamente un centenar de miembros, eran capaces de infligir derrotas a unidades militares y proceder a ocupar pueblos mientras se encargaban de vender sus mercancas. Estos grupos raramente cometan sus robos en los caminos principales, a menos que necesitaran caballos y armas, pero en el territorio en que llevaban a cabo sus operaciones, se mostraban despiadados . El crecimiento de la delincuencia rural estaba estrechamente relacionado con el empobrecimiento de las condiciones de vida de los campesinos andaluces y el contraste que supona el aumento de los beneficios de las clases acomodadas, especialmente en el frtil valle del Guadalquivir, en donde la concentracin de la propiedad continu enriqueciendo a unos pocos y marginando a la mayora. La criminalidad estaba profundamente enraizada en Andaluca y, en Sevilla, Cdiz y Mlaga, los asaltos, los robos y los ataques a las personas y la propiedad constituan hechos cotidianos . Diego Corrientes, nacido en Utrera, nos brinda un perfil tpico del jefe de bandidos andaluz. Se trataba de un jornalero que entr en conflicto con la ley y prefiri escapar a las montaas para probar suerte como capitn de bandidos. Corrientes se especializ en el robo de caballos de las granjas y las ha1 55 56

*N. de T.: en el original sienas. " J. Townsend, A Joumiy ihrough Spain in the Yean 1786 and 1787, 2.' ed., 3 vols., Londres, 1792, ii, pp. 305-7; iii, pp. 47-48, 52. ' Ibid., iii, p. 18.
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riendas y, posteriormente, se diriga a Portugal para venderlos. Por espacio de tres aos, sus movimientos se vieron coronados por el xito, ganando una considerable reputacin entre el pueblo por su arrojo y valenta, y su generosidad para con los pobres, hasta que fue apresado y ejecutado en Sevilla en 1781, a la edad de 24 aos . La impotencia de las autoridades quedaba reflejada en la severidad del castigo. Los jefes de la banda del Tenazas, capturados en los alrededores de Sevilla en 1794, fueron ahorcados y descuartizados y sus cabezas fueron exhibidas en los caminos pblicos . Espaa tena una ligera ventaja con respecto a Hispanoamrica en lo que respecta a la formacin de guerrillas a partir de los grupos de bandidos, pero los dos procesos pueden ser contemplados como sucesos producidos de forma paralela, antes que como hechos consecutivos. En el transcurso de la guerra contra Francia en los aos 1793-1795 las unidades irregulares espaolas incluan no slo a los tradicionales miqueletes y somatenes, sino tambin bandas de contrabandistas procedentes de Sierra Morena. Los contrabandistas estaban encuadrados en un cuerpo libre de carcter independiente, aunque no siempre con mucho xito. Una de estas unidades, bajo las rdenes del ltimo dictador de Crdoba,, el coronel Pedro Agustn Echvarri, era tan indisciplinada que resultaba ms peligroso para la poblacin civil que para el enemigo '. Pero filialmente lleg el tiempo de las guerrillas en la siguiente guerra contra los franceses, la Guerra de Independencia. Numerosas bandas guerrilleras surgieron en Espaa en 1809. Enrolarse en una banda ofreca ms libertad y menos disciplina que hacerlo en el ejrcito regular. Los hombres podan luchar sin abandonar sus hogares y, por encima de todo, podan albergar la esperanza de obtener mayores beneficios materiales, puesto que la Junta Central haba decretado que todo el dinero capturado a los franceses perteneca legtimamente a las guerrillas. De esta manera, se convirtieron en corsarios terrestres y muchas guerrillas hacan horas extra como bandidos, de forma que su actividad dio lugar a la aparicin del siguiente
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C. Bemaldo de Quirs y L. Ardila, El bandolerismo andaluz, Madrid, 1973, pp. 38-42. Ibid., pp. 54-56. * C. J. Esdaile, The Spanish Army in the Peninsular War, Manchester, 1988, pp. 37, 91, 98.
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dicho popular: Viva Fernando y vamos robando! . Algunos contrabandistas se convirtieron en guerrilleros, pero sin abandonar su ocupacin anterior. Ciertamente, en ausencia de la autoridad, esta ocupacin se tornaba ahora ms lucrativa. De esta manera, el contrabando acompa al robo y al pillaje como una forma ms de hacer la guerra y de recompensar a los seguidores. Por todas estas razones, muchos reclutas preferan unirse a las guerrillas antes que al ejrcito regular y, con el estmulo de los jefes de las bandas, muchos desertores del ejrcito se unieron a las guerrillas. Estos cuerpos irregulares alcanzaron su cnit en 1812 y hacia finales de aquel mismo ao, encuadraban a ms de 38.000 hombres organizados en veintids bandas diferentes. Su mayor contribucin a la guerra consisti en mantener viva la resistencia en regiones que an estaban en espera del ejrcito de Wellington y, asimismo, en obligar a los franceses a enviar ms tropas a Espaa de las que haban previsto en un primer momento . Pronto surgi una serie de caudillos que dirigan las bandas y constituan una especie de autoridad en su propia tierra. Al norte, los hombres de Francisco Longa despejaron, con la ayuda de un escuadrn naval britnico, las costas del Pas Vasco y se apoderaron de Santander, mientras que en Aragn, las partidas de Jos Joaqun Durn y Ramn Gayn hostigaron al enemigo de forma efectiva. Pero las victorias ms memorables fueron las obtenidas por Francisco Espoz y Mina, quien reuni cerca de diez mil hombres en Navarra e inmoviliz a los franceses en Pamplona Mina era un caudillo propiamente dicho, en el sentido en que fue ms all de una accin militar para asumir un papel de carcter poltico. Cre una administracin provincial efectiva, con sus propios hospitales, fbricas de armas y una serie de tiendas para la venta de los productos importados desde Francia para sostener la causa patriota. Mina invent un sistema simple para obtener fondos para sus guerrillas: estableci una serie de puestos aduaneros que aplicaban un impuesto, ya
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Ibid., pp. 139, 141; J.-R. Aymcs, La Gucrre d'Indpendence espagnole (1808-1814), Pars, 1973, pp. 50-56. " G. H. Lovett, Napolen and ihe Birtb of Modem Spain, 2 vols., Nueva York, 1965, ii, pp. 666-709; Esdaile, The Spanish Army in the Peninsular War, pp. 161, 163-164. F. Espoz y Mina, Memorias, ed. M. Artola, BAE, Madrid, 1961-2, pp. 146-147; J-M. Iribrren, Espoz y Mina: El Guerrillero, Madrid, 1965, pp. 121-125; Lovet, Napoleon and the Birth of Modem Spain, i, pp. 709-719.
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fiiera legtimo o no, a todos los comerciantes sobre sus mercancas a cambio de proteccin. Y he aqu que Navarra comenz a ser conocida entre los mercaderes como un lugar en donde prevaleca la ley y el orden, en contraste con la regin andaluza, infestada de bandidos. El gran xito de Mina gener cruentas luchas por el poder entre caudillos rivales y, al mismo tiempo, oblig a retroceder a los franceses. Estos, a su vez, infligieron duros castigos a las fuerzas caudillares en Navarra, aunque a costa de sus propias fuerzas enfrentadas a Wellington y sin poder evitar que las guerrillas volvieran a establecerse en Aragn. Las guerrillas tenan una serie de puntos dbiles. El primero de ellos era la falta de coordinacin. Muchos jefes intentaron establecerse como caudillos en sus propias localidades, al tiempo que luchaban contra los franceses: suprimieron a todas aquellas bandas rivales que suponan un estorbo y se negaron a aceptar la autoridad de los comandantes militares. Por otra parte, sus campaas para obtener reclutas debilitaban las fuerzas regulares espaolas, retirando fuertes contingentes de hombres Estos rasgos anticiparon extraamente los problemas polticos y personales con los que Bolvar habra de enfrentarse con respecto a los caudillos de Venezuela. Haba muchas similitudes entre ambas situaciones. Un gran nmero de partidas espaolas sigui siendo poco ms que bandidos que atacaban a sus propios compatriotas de la misma forma en que hostigaban al ^enemigo , y esto era exactamente lo que estaban haciendo sus contemporneos en Venezuela y Mxico. Asimismo, si se efecta un anlisis a fondo, se pondr de manifiesto que las guerrillas slo podan obtener victorias de carcter permanente cuando estaban integradas en unidades mayores y sus evoluciones estaban sostenidas por ejrcitos regulares. Estas caractersticas tambin se reprodujeron en Hispanoamrica. Las bandas constituan un reflejo de la estructura social y no eran necesariamente hroes para las gentes con las que coexistan, a las que, a menudo, ni siquiera alcanzaban a proteger. Los caudillos espaoles no eran lderes de carcter popular, hijos del pueblo o luchadores por causas justas. Raramente se trataba de simples campesinos. La naturaleza patriarcal de la sociedad espaola aseguraba que tena que tratarse de hombres de cierto peso en la comunidad local, para que su liderazgo
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Esdaile, The Spanisb Army in the Peninsular War, p. 161.

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fuese aceptado. Muchos de los jefes guerrilleros eran, en realidad, oficiales regulares aferrados a una serie de privilegios militares y se mantenan firmes por el fuero . Tras la guerra, pretendan obtener su recompensa. Sin embargo, a Mina se le deneg la posibilidad de convertirse en virrey de Navarra y fiie pblicamente repudiado por Fernando VII. Volvi a Pamplona y realiz un vano intento de levantar en armas la guarnicin en una revuelta de tipo caudillista, antes de huir a Francia. El modelo espaol de bandido y guerrilla resulta un elemento a tener en consideracin en lo que respecta al estudio del caudillismo hispanoamericano, si bien no debe considerarse como una influencia directa, y menos como un factor casual, para lo cual no existen pruebas y hay pocas posibilidades de que esto haya sido as. Antes bien, se trataba de un desarrollo paralelo generado por condiciones similares y sostenido por una serie de estructuras sociales y econmicas comunes al conjunto del mundo hispnico. Las presiones sobre la tierra, el poder de los terratenientes, la expulsin de campesinos y los perodos en que no exista la autoridad gubernamental, todo esto tenda a desestabilizar las reas rurales y estimular la formacin de bandas organizadas con el propsito de obtener medios de subsistencia y llevar a cabo actos de pillaje bajo la direccin de jefes naturales que eran capaces de crear una red constituida por una serie de clientes y que estaban avalados por su propio xito. Los bandidos conformaban una guerrilla incipiente y sus lderes eran caudillos en miniatura. Segn Jorge Escobedo, oficial espaol y experto en asuntos coloniales, en Amrica exista un problema inherente de orden pblico. Sus gentes eran naturalmente insubordinadas, y los Intendentes no podan ni aun mover una piedra de la calle sin encontrar resistencia o recurso a la audiencia. Por tanto, Amrica necesitaba un gobierno frreo, el cual no siempre era aceptado y el poder de carcter privado tenda a ocupar estos espacios . Respondiendo a condiciones y cambios similares, los grupos rurales y sus lderes alimentaron la misma clase de estructuras y los bandidos y las guerrillas aparecieron a ambos lados del Atlntico. En Espaa, los jefes de las guerrillas y los caudillos locales no tenan inM 6S

ff

Ibid., pp. 178, 197. " J. Escobedo, Manifiesto, Madrid, 2 de agosto de 1802, BN, MS 3073, - 25-26.
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tencin alguna de considerarse como parte del pueblo, sino que se vean a s mismos como integrantes de las elites. Por su parte, en Hispanoamrica, algunos jefes alimentaron pretensiones populistas y otros adquirieron estas condiciones, que les fueron atribuidas por historiadores posteriores. Los bandidos hispanoamericanos son en ocasiones considerados conforme al modelo del bandido social, el rebelde protopoltico nacido de las diferencias sociales, las privaciones y la injusticia. Los seores y los cargos gubernamentales le consideraban un criminal, pero las comunidades campesinas le protegan como hroe y defensor de la justicia. El bandidaje social no tena ideologa y miraba en direccin al pasado hacia un orden social tradicional y no hacia adelante, en busca de un proyecto revolucionario . Los bandidos hispanoamericanos tienen cierta afinidad con la orientacin social pero se separan de ella en determinados puntos claveEn el Ro de la Plata, los gauchos tenan algunos de los rasgos que caracterizaban al bandido social. Eran vctimas de un conflicto social y fueron proscritos en su propia tierra cuando las autoridades apoyaron los intereses de los poderosos estancieros y dejaron a los desposedos pocas alternativas al margen de convertirse en montoneros. Los gauchos intentaban rescatar ks costumbres tradicionales en lugar de avanzar en busca de logros d carcter revolucionario. Muchos de ellos optaron por vivir al margen de la ley a causa de un incidente de orden particular originado por la injusticia o la opresin que ejercan las autoridades civiles o militares. Pero he aqu que los gauchos no eran bandidos de corte social o hroes de las comunidades rurales. Llevaban una existencia solitaria, practicando una violencia gratuita y sobreviviendo mediante el uso del cuchillo y la lanza. Constituan parte de una frontera marginal de la sociedad sin la ligazn que una a los bandidos con los campesinos, y careciendo de base entre las masas rurales y sus actos no daban ninguna seal de querer proceder a distribuir las riquezas entre el p u e b l o E n contraste con todo ello, los bandidos
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" E. J. Hobsbawm, Primitive Rebels: Studies tn Arcbaic Forms of Social Movement itt the Nineteenth and Twentielb Ccnluries, Manchester, 1959, pp. 13-29; y del mismo autor, Bandits, Nueva York, 1981, pp. 15M52. R. W. Slatta, Gauchos and the Vanishing Frontier, Lincoln, Nebraska, 1983, pp. 118-25, y Bandidos, pp. 49, 65, 191-198.
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peruanos de los alrededores de Lima provenan inequvocamente de sectores populares inscritos en el propio corazn de la sociedad colonial, en particular, de razas mixtas, que huan del desempleo, la falta de tierras, el hambre, la esclavitud y la persecucin de la justicia . Aun as, stos tambin carecan de motivaciones de ndole social y eran capaces tanto de aterrorizar a su propio pueblo como de atacar a los ricos y, en ausencia de aliados polticos, se dedicaban principalmente al pillaje antes que a la protesta. En los llanos de Venezuela, el robo de ganado, el pillaje y otras formas de conflicto, constituyeron una forma de vida para el llanero en una sociedad fronteriza en donde la violencia gobernaba y la anarqua prevaleca. Al contrario de lo que ocurra con los bandidos movidos por motivaciones sociales, los llaneros no eran los protegidos de la sociedad campesina, sino que constituan un pueblo independiente. A pesar de que fueron clasificados como criminales por las autoridades coloniales, eran habitantes de la frontera apegados a sus costumbres y a la tradicin antes que bandidos sociales desafiando la opresin . Pero resulta necesario efectuar ms precisiones. As como existan gauchos malos, tambin cabe hablar de llaneros delincuentes. En efecto, el historiador puede distinguir tres clases. Algunos se quedaron y asumieron su castigo, o bien, soportaron su miseria, si bien su docilidad obedeca a la impotencia para protestar antes que a la conformidad con su forma de vida. Otros se unieron a una banda y fueron en busca de una existencia al margen de la ley. Y an existen otros que, habiendo cometido un crimen dentro de la sociedad civil, huyeron a las montaas y se unieron a una partida. Todos stos podan clasificarse desde bandidos a guerrilleros, teniendo en cuenta el marco en que se desenvolvan, es decir, si se trataba de una guerra o una revolucin. Las zonas interiores de Argentina y Venezuela constituan fronteras tpicas de colonizacin, en donde en el transcurso del siglo xvui, la tierra y el ganado se comercializaron, las costumbres comunales se deterioraron y las gentes de las planicies se empobrecieron y hubieron de conver6S 69

A. Flores Galindo, Aristocraity plebe, Lima 1760-1830, Lima, 1984, pp. 139-148, 235; C.V. Lara, Bandolerismo colonial peruano: 1760-1810, C. Aguirre y C. Walkei, eds.. Bandoleros, abigeos y montoneros: Criminalidad y violencia en el Per, siglos xvw-xx, Lima, 1990, pp. 25-56. Izard y Slatta, en Slatta, Bandidos, pp. 33-47.
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tirse en peones. Las instituciones gubernamentales eran escasas en aquellos territorios y los funcionarios no solan permanecer durante mucho tiempo all. Se trataba de un campo abonado para la existencia de la dominacin y los movimientos de resistencia. Los hroes locales de las elites y de las clases populares podan contribuir a agitar a sus seguidores, movilizar a sus bandas y entrar en accin sin toparse a cada momento con los intendentes y las instituciones. Estas eran las sedes en ciernes de los bandidos, las guerrillas y, finalmente, de los propios caudillos. Mxico era diferente. Lo que en Venezuela haba sido una prdida de las prerrogativas campesinas, en Mxico fue una crisis de subsistencia. Pero tambin aqu, las masas rurales recurran al bandidaje, fundamentalmente motivadas por problemas de supervivencia econmica, antes que por protestas de ndole poltica. El auge de la hacienda y el declive del campesinado constituan hechos ciertos, pero el crimen era una va de escape y una expresin de oportunismo personal que no responda necesariamente a los intereses del campesinado. Los bandidos aparecieron cuando se produjeron vacos de poder en la administracin real y, tras la independencia, cuando se pona de manifiesto la debilidad en el gobierno central, antes que constituir una forma de protesta social . El desempleo, en s mismo, no contribuy a crear criminales. El bandidaje poda ser una consecuencia del crecimiento econmico. Cuando las privaciones ^ que eran sometidos algunos coincidan con la prosperidad de otros, entonces estaban dadas las condiciones para el desarrollo de la delincuencia y los jornaleros, campesinos desposedos y artesanos desempleados estaban prestos a enrolarse en las bandas que actuaban fuera de la ley. El ltimo perodo borbnico fue un perodo en el que se incrementaron los intercambios comerciales, hubo un flujo mayor de mercancas en los caminos y, asimismo, ms oportunidades y mayores tentaciones para los bandidos en lo que respecta a la posibilidad de obtener riquezas y dinero en efectivo al instante. ste fue el marco en el que surgi el bandidaje en Nueva Galicia, especialmente en los alrededores de Guadalajara, en las ltimas dcadas de la colonia . El
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P. J. Vanderwood, Nineteenth-Century Mexico's Profiteering Bandits, en Slatta, Bandidos, pp. 11-31. W. B. Taylor, Bandit Gangs in Late Colonial Times: Rural Jalisco, Mxico, 1794-1821, en P. J. Vanderwood, ed., Social Banditry and Spanish American ndependence, Biblioteca Americana, 1, 2, 1982, pp. 37-56.
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bandido no era lo mismo que el vago, quien normalmente, era vctima del estancamiento y la recesin econmica. Los vagos se encontraban en los mrgenes de la sociedad, pero an dentro de ella. Ms all estaban los bandidos, quienes sin duda reclutaron un nmero mayor de hombres, incluyendo vagos, cuando la recesin fue en aumento y las oportunidades de obtener un empleo legal disminuyeron. Esto explicara el incremento de los incidentes en los que estaban implicados los bandidos y que se desarrollaron en las inestables condiciones existentes en las dcadas de 1790 y 1800. El bandidaje no constitua un movimiento de clase. En ocasiones, los propietarios concertaron acuerdos con los jefes de los bandidos, comprando proteccin, recibiendo mercancas robadas o colaborando en el contrabando . Los bandidos atacaban tanto pueblos como haciendas y los aldeanos posiblemente preferan cazar bandidos por una recompensa antes que pagarles dinero a cambio de proteccin. Esto indica que una gran parte de los actos cometidos por los bandidos eran pura y simplemente actos criminales y eran pocas las regiones de Mxico que estaban libres de criminales. Zacatecas y el Bajo posean sus propios grupos de bandidos y salteadores de caminos. En Guadalajara y Valladolid existan bandoleros que asaltaban las oficinas de recaudacin de impuestos y robaban a los viajeros . El virrey Branciforte (1794-1797) realiz una serie de esfuerzos para acabar con el bandidaje, temiendo que esto pudiera ser el preludio de una insurreccin general. Esta era una postura alarmista, y muchos de los bandidos capturados resultaron ser desertores del ejrcito. Como forma de desafo, el bandidaje al igual que la rebelin fue un fenmeno de carcter local y no general. Para adquirir un papel de carcter poltico y una posicin caudillar, un jefe de bandidos necesitara expandir sus horizontes.
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LA MONARQUA ABSOLUTA. EL ARBITRO NICO

En Espaa, el caudillo, como una clase que abarcaba desde un liderazgo informal hasta un papel de carcter militar y que aada pre" Hamnctt, Roots of nsurgcncy, pp. 64-65. " C. I. Archer, The Army in Bourbon Mxico, 1760-1810, Albuquerque, 1977, pp. 91-92.

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tensiones polticas a su xito militar, no existi en el antiguo rgimen. La soberana del rey, la autoridad de sus ministros y la omnipresencia de la burocracia dej pocos espacios libres para la insercin de un poder privado o el ejercicio de la autoridad personal. Sin duda, la combinacin de una gran propiedad y una jurisdiccin seorial, otorgaba a un gran seor considerables poderes sobre los campesinos, los aldeanos e incluso pueblos enteros, pero en el siglo xvm este poder era de carcter esencialmente econmico y, en el ltimo de los casos, incluso el ms grande de los aristcratas estaba sujeto a la tutela del poder real y a las decisiones adoptadas por sus cortes. Fueron necesarios la Guerra de Independencia librada desde 1808, la deposicin del monarca legtimo, el colapso de su gobierno y la extensin de un estado de anarqua pblica, para convertir al bandido en un guerrillero y, al mismo tiempo, hacer que su jefe adquiriera la situacin de caudillo. Esto mismo ocurri en Hispanoamrica. Las Leyes de Indias eran las leyes del rey, y por esta misma razn eran obedecidas. Las grandes divisiones del imperio estaban al mando de virreyes, quienes a su vez, ejercan su autoridad sobre presidentes, gobernadores, capitanes generales, audiencias, corregidores, alcaldes mayores y, finalmente, intendentes. Entre estos funcionarios y los cargos burocrticos menores que les asistan, haba un espacio mnimo para la existencia de parcelas de poder poltico de carcter personal y, por tanto, no haba justificacin para la existencia del culto al caudillismo. El poder del estado colonial se volvi absolutista en los aos posteriores a 1760, cuando Carlos III y sus ministros ejercieron una fuerte presin sobre las colonias para obtener ingresos y recursos. La visin borbnica del imperio no conceba la existencia de espacios polticos entre el estado imperial y sus subditos americanos. Los virreyes, que anteriormente haban actuado como intermediarios informales entre las pretensiones de la Corona y los intereses de las oligarquas locales, ahora promulgaban exigencias de carcter no negociable. Pero el gobierno del rey segua siendo un gobierno civil cuya legitimidad se derivaba de una autoridad de carcter histrico y una serie de hbitos de obediencia, antes que de la fuerza militar. Las fuerzas existan y podan ser reunidas si esto era necesario, si bien Espaa no tena recursos suficientes como para mantener grandes guarniciones de tropas regulares en Amrica. A partir de 1760, se desarroll una nueva clase de milicia, y con el propsito de estimular a los reclutas, se les otorg el fuero militar,

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proporcionndoles la misma proteccin de las leyes militares de la que hubieran gozado en el ejrcito regular y creando la posibilidad de la existencia de un predominio militar a expensas de una jurisdiccin civil. La defensa del imperio y la seguridad interna fueron encomendadas de forma creciente a los oficiales criollos y a las tropas tnicamente mixtas, un arma que poda, finalmente, volverse contra Espaa. El gobierno imperial era consciente de la existencia de estos peligros, que nunca fueron tan grandes como aparentaban, y procuraban asegurarse de que los privilegios de carcter militar no fuesen concedidos indiscriminadamente en favor de los americanos y as, hacan que el trato preferencial hacia los espaoles en lo concerniente a las cuestiones civiles, tambin fuera aplicado en todo aquello relacionado con las cuestiones del alto mando castrense. En estas circunstancias, haba muy pocas posibilidades de que emergiese una clase militar criolla de carcter autnomo . Cabe, asimismo, considerar otra cuestin. Acaso el estado borbn en Amrica era un estado militarizado? Si los espaoles tenan preferencia para ocupar los altos cargos militares, tenan tambin los militares espaoles ventajas para ocupar altos cargos en organismos civiles? De un total de veintisis intendentes en el Ro de la Plata entre los aos 1782 y 1810, diecisiete haban sido oficiales del ejrcito, tres fueron oficiales de la armada, otros tres fueron abogados y, finalmente, hubo tres burcratas profesionales . En Per, aproximadamente el cuarenta por ciento de los intendentes tena una formacin militar . Asimismo, algunos virreyes de Mxico, Per y el Ro de la Plata tenan tambin credenciales militares y eran capaces de actuar como soldados profesionales. Qu significa todo esto? Una nueva orientacin del gobierno real? La militarizacin de la burocracia colonial? En Espaa,
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" Ibid., pp. 28-31, 191-222; A. J. Kuethe, Milary Reform and Society in Nene Granada 1773-1808, Gainesvle, 1978, pp. 5-6, 185-187. G. M. Miller, Status and Loyalty of Regular Army Officers in Late Colonial Venezuela, HAHR, 66, 4, 1986, pp. 667-696, seala que los oficiales del ejrcito espaol en Venezuela experimentaron los efectos de la crisis financiera y, en 1808, estuvieron prestos a cambiar el patronazgo rea! por el de las elites ocales. " J. Lynch, Spanish Colonial Administraron 782-1810. The Intendant System in the Viceroyaty of the Ro de la Plata, Londres, 1958, pp. 73-74. " J. Fisher, Government and Society in Colonial Per. The Intendant System 1784-1814, Londres, 1970, pp. 239-250.

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la aristocracia dominaba los altos cargos militares. Puesto que los orgenes aristocrticos constituan una credencial fundamental para el cargo de virrey, no resulta nada sorprendente que la situacin de soldado y aristcrata coincidiera, en ocasiones, en un mismo nombramiento. En el siguiente nivel social, los graduados con calificaciones ms altas, los abogados y los burcratas buscaban empleos en la pennsula y no en las colonias. Fuera de esta elite, una carrera militar era una de las pocas en las cuales un espaol poda conseguir un buen curriculum vitas en caso de que se conformara con desarrollar una carrera en Amrica. La prueba fundamental la constituan las acciones de los oficiales y no su proveniencia. Los virreyes y los intendentes aplicaban las leyes reales y el derecho civil, todos ellos interminablemente debatidos por los burcratas de Madrid. Los negociados americanos seguan siendo oficinas de carcter civil, sometidas a una jurisdiccin civil. Y las audiencias, dominadas por abogados procedentes de las universidades, seguan imponindose sobre los funcionarios ejecutivos. En resumidas cuentas, no hay indicios suficientes que indiquen la existencia de un proceso de militarizacin en el gobierno y la sociedad de Amrica bajo el reinado de los Borbones. En cualquier caso, como ya hemos visto, militarismo la intervencin de los militares en asuntos polticos y la dominacin militar del-estado no significa lo mismo que caudillismo. La bsqueda que pudiera emprender un historiador con el propsito de encontrar la figura del caudillo en la burocracia o el ejrcito coloniales, resulta vana. Queda el sector privado. Se ha sugerido que han existido dos clases de caudillos en la Hispanoamrica colonial: jefes de rebeliones populares y lderes oligrquicos que ejercieron un control econmico, social y poltico sobre los hombres y los recursos de grandes haciendas . Ciertamente, existieron personas poderosas que prosperaron, especialmente entre los propietarios de haciendas alejadas de los centros burocrticos. Pero, contrariamente a lo que suceda con sus pares en Espaa, los hacendados americanos no gozaban de la posesin de una jurisdiccin seorial. A pesar de sus recursos econmicos, no llegaron al punto de designar funcionarios, apropiarse de los impuestos, crear
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M. Izard, Tanto pelear para terminar conversando. El caudillismo en Venezuela, Nova Americana, 2, 1979, pp. 46-47.
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su propio sistema, desestabilizar la burocracia imperial o desafiar a las autoridades legtimas. Tenan mucho que perder para arriesgarlo todo en la insubordinacin y, por tanto, preferan obrar como manipuladores antes que como caudillos. En ocasiones, la autoridad fue desafiada desde abajo y el reto creca hasta transformarse en una violenta protesta. Los funcionarios espaoles se referan a los lderes rebeldes como capitanes, otras veces como caudillos y muy frecuentemente, no utilizaban ninguna designacin particular. Los jefes de los comuneros en Nueva Granada y Venezuela se llamaban a s mismos capitanes y otorgaron a sus subordinados una serie de rangos militares menores. En Per, Tupac Amaru ocupaba ya un cargo oficial como cacique y, al parecer, reivindicaba un puesto an ms importante. En 1781, como consecuencia de la onda expansiva que caus la rebelin de Tupac Amaru, el intendente de Salta, Andrs Mestre, inform que el liderazgo criollo estaba fundamentado en un movimiento menor en Jujuy:
Un traidor criollo de Santiago llamado Josef Quiroga, seduciendo a la mayor parte de la gente comn de la jurisdiccin, logro reducir al squito de sus maquinas mas de doscientos cristianos criollos, que se pasaron a la reduccin de Tovas, y venciendo la rudeza de los Indios con artificio les hicieron concevir era tiempo oportuno de desprenderse del jugo y sujecin de los espaoles y fcil destruirlos, y apoderarse de sus familias y caudales; para conseguirlo, proyecto el caudillo que los Tovas solicitasen el auxilio y amistad de la nacin Mataca, cuia unin les seria mui propicia para tan ardua empresa .
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Mestre tom inmediatas y despiadadas medidas y ejecut a diecisiete rebeldes, pero fracas en su intento de capturar a Quiroga, caudillo principal del movimiento . Los levantamientos urbanos y las rebeliones rurales constituyeron fenmenos inherentes a la historia del siglo xvm en Hispanoamrica, formando parte de las expectativas propias del gobierno colonial y constituyendo un elemento cotidiano para la mayor parte de los sec79

De Andrs Mestre a Glvez, Jujuy, 24 de abril de 1781, AGI, Buenos Aires 143. " De Mestre al virrey Vertiz, Jujuy, 24 de abril de 178!, M. de Odriozola, ed., Documentos histricos dtl Per, 10 vols., Lima, 1863-79, i, p. 357.
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tores sociales, criollos, campesinos, grupos tnicos y esclavos . La mayor parte de estas rebeliones tuvo jefes individuales: Juan Francisco de Len en Venezuela, en 1749, Tupac Amaro en el Per, en 1780, y Juan Francisco Berbeo y Jos Antonio Galn en Nueva Granada, en 1781. Algunos cabecillas, especialmente Tupac Amaru, recurrieron a los lazos de parentesco y a la creacin de redes de clientes como apoyo fundamental e intentaron extender el nmero de adeptos mediante promesas y actos dirigidos a contentar grupos de intereses particulares tales como arrieros, pequeos chacareros, mineros y artesanos . Emplearon la violencia para conseguir sus objetivos y en el caso de Tupac Amaru, puede hablarse de la existencia de metas tanto polticas como sociales. En este punto termina la semejanza con el caudillo. Las rebeliones coloniales tendan a ser coaliciones de fuerzas dispares antes que redes ntimamente ligadas de fieles seguidores. El vnculo de la clientela resultaba menos seguro de lo que era en el caudillismo. La autoridad de los jefes rebeldes no era el poder absoluto del caudillo sobre su banda, sino una clase de poder disperso en una gran variedad de propsitos, respuestas y solidaridad entre las distintas jerarquas rebeldes. Incluso la posicin de Tupac Amaru era ambigua y la percepcin que ste tena de s mismo no parece clara del todo. Acaso se trataba de un agente del rey de Espaa o, por el contrario, era un inca con su propio poder real? En cualquifer caso, tena una inclinacin hacia la legitimidad antes que hacia la. autoridad personalista y no guardaba parecido con un caudillo. Los propsitos de la mayor parte de los jefes rebeldes no estaban dirigidos hacia la toma del poder procedente del gobierno anterior y a su retencin mediante el uso de la fuerza. Antes bien, se trataba de afirmaciones de protesta en contra del abuso de la autoridad ejercida por el estado colonial, contra los recaudadores de impuestos, funcionarios, las innovaciones administrativas y fiscales, e intentaron persuadir al gobierno colonial para que volviese a las prcticas y al sistema tradicional, sin pretender derrocar al gobierno e instaurar un nuevo rgimen. Como resultado de todo ello, cabe deducir que se trataba
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A. McFarlane, Civil Disorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada, HAHR, 64, 1, 1984, pp. 22-27, y The "Rebellion of the Barrios": Urban Insurrection in Bourbon Quito, HAHR 69, 2, 1989, pp. 328-330. Scarlett O'Phelan Godoy, RcbiUions and Revolts in Eighteenth Centuiy Per and Upper Per, Colonia, 1985, pp. 218-219, 228-243, 260-263.
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de jefes de movimientos temporales y no de los autores de un gobierno alternativo. Por tanto, cualquier vestigio de caudillismo en el perodo colonial constituye un espejismo. El gobierno y la sociedad coloniales constituan escenarios de una intensa competicin. Las rivalidades entre funcionarios envidiosos, las disputas entre los hacendados y comerciantes, las tensiones existentes entre los propietarios y los peones, y entre los blancos y las dems castas, as como las luchas entre las diferentes regiones para obtener una posicin prioritaria en el orden imperial, constituan la rutina de la vida colonial, as como la causa de un interminable flujo de documentos entre Amrica y Espaa. La agitacin y la protesta propiciaron el crecimiento de los grupos de intereses, cada uno de los cuales, individualmente o constituyendo alianzas, poda generar lderes con el propsito de resolver las diferencias mediante la persuasin o el uso de la fuerza. Pero los papeles ya estaban establecidos. Exista un arbitro soberano, el rey, cuya autoridad era umversalmente aceptada, cuya legitimidad no se cuestionaba y cuya funcin de mediacin entre las partes en conflicto constitua una tarea tradicional de la monarqua. Mientras el monarca estuviese en su palacio, sus funcionarios en sus escritorios y sus fuerzas militares en sus puestos, no haba espacio para el caudillo. Sin embargo, la cada de los Borbones en 1808, convirti a Amrica en un desierto desprovisto de instituciones y estructuras legales tradicionales. Ahora exista un amplio espacio poltico esperando ser ocupado y estaban dadas las condiciones esenciales para el surgimiento de un Iiderazgo de carcter informal. Una vez que el caudillismo fue posible, se convirti rpidamente en un fenmeno inevitable y la era del absolutismo dio paso a la era del caudillismo.

I I X LA TRADICIN DE LOS CAUDILLOS EN HISPANOAMRICA

ORGENES Y DESARROLLO

La figura del caudillo suscit la curiosidad de los observadores contemporneos y la atencin de los posteriores, que, fascinados por este ser de violencia, indagaban para descubrir a su creador. Se hablaba del entorno, del carcter nacional, de lo superficial y lo pintoresco de ste, siempre refugindose en los valores ibricos o en las tradiciones hispnicas. Las novelas de dictadores era natural que apelaran a la imaginacin e intensificaran el drama y la sordidez del mundo de los caudillos. Los socilogos analizaron las estructuras y tipologas e intentaron definir estadsticamente las caractersticas del caudillo. Los historiadores indagaban en un pasado cada vez ms lejano, convencidos de que en l estaba la clave. Pero la investigacin deba ser realizada con conciencia temporal y espacial. La bsqueda de los orgenes exige sentido de la proporcin. La mentalidad de la conquista y las ideas que prevalecan en el siglo xvi no proporcionan ninguna explicacin realista sobre hechos que sucedieron 300 aos despus. En cuanto a los valores tradicionales de los espaoles, stos s que podan facilitar distintas respuestas polticas que podan encontrarse en la monarqua, en la burocracia y en las corporaciones, as como en concentraciones de poder menos oficiales. De modo que, cmo puede explicarse el fenmeno del caudillo, sin buscar refugio en trminos que no afectan al tema y que no hacen ms que retrasar el verdadero examen? La palabra carisma significa muy poco para los historiadores, es el sustituto de una explicacin, es una palabra disfrazada de argumento. Como machismo, es un vocablo subjetivo, tan universal en cuanto a su aplicacin, que nos dice muy

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poco sobre el mundo hispnico. Cuando todos los hombres son machos, qu es lo que distingue al caudillo? Aunque estos esquivos conceptos sean tiles para el estudioso de las ciencias sociales o para el que intenta reconstruir modelos tericos, no sirve de nada para aquel que intenta reconstruir el pasado de acontecimientos, circunstancias y personas concretas. De hecho, son los acontecimientos los que encierran los secretos del caudillo. Antes de 1810 la figura del caudillo era desconocida. Su origen no est en la tradicin, ni en los valores, ni en el pasado remoto, sino en las circunstancias concretas que se vivieron en las dcadas posteriores a 1810: guerra, reconstruccin nacional, anarqua; cada uno de estos momentos generaba necesidades y respuestas. El caudillo entr en la historia como hroe local y los acontecimientos le convirtieron en jefe militar. Consigui el poder gracias al acceso a los recursos ms inmediatos, especialmente a las haciendas, que le proporcionaban hombres y provisiones y le permitieron convertirse en lder de bandas armadas. Pero cundo naci? La herencia colonial haba sido culpada de las muchas adversidades con las que tuvo que enfrentarse la moderna Latinoamrica, y el caudillismo fue una de ellas. Pero en la monarqua espaola no haba sitio para lderes autnomos. El estado imperial haba sido establecido sobre los pilares de las instituciones, la burocracia, lps tribunales y las leyes, evidencias tangibles de la alta cualificacin de (la administracin espaola. La cuantificacin tambin era impresionante. Entre la corona y el hombre de a pie haba veinte instituciones, y los funcionarios coloniales se contaban por miles. La Recopilacin de las leyes de las Indias (1861) inclua 400.000 cdulas reales, reducidas por comodidad a slo 6.400 leyes. El imperio espaol era imperfecto en muchos sentidos, pero la informalidad no era uno de sus defectos. Hispanoamrica formaba parte del, podra decirse, imperio ms burocrtico que haya existido en la historia del mundo; los letrados, no los soldados, eran sus administradores; y los precedentes, no el personalismo, su ideal. Entre el rey y el virrey, el virrey y la audiencia, la audiencia y el intendente, el intendente y las autoridades locales, no haba lugar para que pudieran surgir formas de poder personal, y entre la multiplicidad de leyes, no haba ninguna que dejara una puerta entreabierta para el azar ni los jefes. Antes de 1810 la situacin en Hispanoamrica no era propicia para el caudillismo. Sin embargo, al margen de la sociedad colonial, el precursor del caudillo ya se haba dado a conocer. Se prevean cambios para cuando

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acabara el perodo colonial, si no en cuanto a las instituciones, al menos en cuanto a la situacin social y econmica en la que el caudillo se asentaba. No fue producto de las circunstancias ni de las estructuras tradicionales, ni tampoco surgi por casualidad. Fue el resultado directo de las transformaciones sufridas en lo referente a la propiedad y a la utilizacin de la tierra en distintas partes de Hispanoamrica a finales del siglo xvin. En Venezuela la concentracin de tierras se produjo por la competencia que exista en los llanos o por las incursiones que hacan algunos hacendados norteos y que provocaron la formacin de grandes hatos cuyos propietarios introdujeron el concepto de propiedad privada. Los usos comunes y el acceso al ganado salvaje desaparecieron con el establecimiento de los nuevos hatos dedicados a la cra y venta de ganado. Los llaneros fueron marginados y obligados a tomar medidas para defenderse. Muchos se agruparon en bandas bajo el liderazgo de jefes locales y vivan de la violencia y el saqueo. En el Ro de la Plata la formacin de estancias y la apropiacin de recursos naturales durante las ltimas dcadas del virreinato hicieron menguar los horizontes de los gauchos convirtiendo en actos criminales algunas de las que hasta entonces haban sido sus actividades tradicionales. En Venezuela y Argentina la vida rural se vio afectada por las bandas armadas, cuyas actividades, en algunas regiones, se reducan a un estado de rebelin permanente. Sin embargo, aunque rechazaban las leyes del rey y atentaban contra los funcionarios, los bandidos no eran ms que prototipos an no definidos de los caudillos. No actuaban lejos de sus escondites, ni hacan discursos polticos, ni constituan una alternativa de gobierno. Los precursores de los caudillos, por tanto, eran lderes naturales, hombres que reaccionaban con agresividad a la situacin de cambio de finales del perodo colonial. Tenan que ganarse una reputacin. Edmund Burke, quien desconfiaba de los lderes populares, opinaba que el camino hacia la eminencia y el poder, partiendo de una baja condicin, no se les debe poner demasiado fcil, porque la virtud se pone a prueba por las dificultades y los conflictosLos primeros caudillos aceptaron el reto y lucharon. Eran seres producto de los conflictos esE. Burke, Rcjkctions on ibe Revolution in Frartct, Penguin Classics, Londres, 1986, pp. 139-140.
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pecficos de los aos posteriores a 1810. El primero de ellos fue la guerra de la independencia, poca en que el estado colonial fue destruido, sus instituciones desmanteladas y el vaco poltico esperaba ser ocupado por alguien. Fue la gran oportunidad para los hroes locales, que iniciaron as su carrera, aunque lo hicieran sin convicciones polticas claras. Hubo un proceso de transformacin imperceptible, de llanero o gaucho a vago, de vago a bandido, de bandido a guerrillero, que se produjo a medida que los terratenientes armados o los nuevos caciques iban reclutando hombres. Aunque las bandas podan ponerse al servicio de causas polticas muy distintas, la motivacin subyacente era an las condiciones econmicas en las zonas rurales, agravadas ahora por la guerra, y por el liderazgo personal que haba que demostrar en la batalla. El campo se fue convirtiendo en una especie de campo armado donde podan conseguirse reclutas y recursos, en refugio de desertores y delincuentes y en fuente de alimentos que cada vez eran ms escasos; ello oblig a sus habitantes a buscar proteccin en bandas Iideradas por un hombre fuerte a travs del cual conseguan subsistir gracias al saqueo. As que el bandidaje fue el resultado del empobrecimiento del campo y muy pronto se convertira tambin en la causa del mismo. Durante los primeros aos de la guerra, el instinto de supervivencia fue ms fuerte que la ideologa. Pero gradualmente el caudillo se fue transformando en lder Ue la guerrilla, y a veces en jefe armado, entre cuyos seguidores se incluan su familia, los peones, los vagos y los fugitivos de la justicia o de la esclavitud. Necesitaba poder absoluto y lo consigui, como le sucede a cualquier lder en tiempos de guerra, estableciendo su poder en la jerarqua basada en los criterios de liderazgo natural: xito, popularidad y crueldad. Estos valores son universales y compatibles con la posibilidad de volver a la vida civil en tiempos de paz. Pero sta fue una guerra lenta y larga, a veces se luch muy lejos de la sede del gobierno y del mando militar, situacin que posibilitaba a los caudillos echar races, aumentar y perpetuar su autoridad. El caudillismo, creado por la guerra, prolong su existencia durante los conflictos de posguerra que se dieron entre unitarios y federales en Argentina, entre caudillos rivales o colectivos de caudillos en Venezuela, entre liberales y conservadores en Mxico, y entre los grupos regionales de inters en Centroamrica. El caudillismo surgi cuando el gobierno se vio incapaz de imponerse en toda la nacin, bien porque la soberana se la disputaban monrquicos y republicanos, bien porque los triunfan-

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tes republicanos estaban en desacuerdo no slo entre ellos, sino tambin con sus vecinos, o bien porque los sectores poderosos de inters competan por el control del nuevo ejecutivo; de este modo, surgieron bases locales de poder y los caudillos aprovecharon para ocupar el vaco poltico y establecer el nuevo orden social. La guerra legitimiz la figura del caudillo, que adquiri sus primeras funciones en el papel de guerrero. Aunque pronto se le atribuyeron otros. El caudillo responda a los distintos tipos de grupos de presin civil. Esto sucedi en un momento concreto de la historia, caracterstico de la guerra y de sus secuelas. En algunos casos, el caudillo fue el representante de una familia poderosa que controlaba y distribua los recursos, y los entregaba al estado revolucionario, como Facundo Quiroga en La Rioja antes de que se independizara; en otros era el lder de la elite local a la que le unan lazos de parentesco, como Martn Gemes que, al servicio de un poderoso grupo de estancieros en Salta, era dirigido y controlado por ellos sin base personal de poder fuera de la red familiar, y el estado le reconoca como el guardin de la frontera. Lo ms comn, sin embargo, era que el caudillo representara los intereses regionales que iban ms all de las familias. En los casos de Nueva Granada, Argentina y Amrica Central, el caudillo defenda a la elite local y a sus intereses econmicos de la poltica impuesta por el gobierno central. Mientras que la capital empleaba la fuerza, las regiones encargaban su defensa al hombre fuerte local, que a menudo ya haba demostrado ser capaz de imponer el orden social. Algunos caudillos consideraban el ataque como la mejor forma de defenderse y perseguan el poder central. Un caudillo nacional tendra acceso al control de los recursos del estado; una vez obtenidos tales poderes, su familia, amigos y regin contaban con l para satisfacer sus expectativas. En este momento el caudillo ejerca una funcin ms, y una de las ms caractersticas: la de benefactor, la de patrn. Los caudillos atraan seguidores prometindoles cargos y otras recompensas cuando alcanzaran el poder, satisfaciendo a sus amigos y comprando a sus enemigos. Era fcil que un hombre se enrolara en las filas de un patrn que tuviera futuro, ya que esperaba beneficiarse de su favor una vez que la empresa hubiera concluido. Semejante sistema de reparto dependa exclusivamente de los vnculos personales: la promesa de un caudillo era mejor aceptada que la de un burcrata o un legislador. As que la necesidad mutua que exista entre patrn y cliente se convirti

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en uno de los pilares bsicos del caudillismo de las nuevas repblicas. La recompensa ms apreciada era la tierra, y la ambicin del caudillo era adquirir tierras para l y para sus seguidores. El desarrollo del patronazgo y su aplicacin en los campos poltico, militar y social, se hizo ms urgente durante la posguerra, cuando los nombramientos dejaron de ser regalos del poder imperial y, a falta de cualquier otro sistema, se convirtieron en una ms de las armas del caudillo. La relacin entre patrn y cliente beneficiaba principalmente a la elite, pero tambin era un nexo de unin entre los caudillos y el pueblo. El proceso se iniciaba en la hacienda. Los terratenientes demandaban mano de obra, lealtad y servicio tanto en tiempos de paz como de guerra. El pen buscaba seguridad y la manera de sobrevivir. De modo que el hacendado era un protector, que posea el poder suficiente como para defender a sus protegidos de los intrusos, de oficiales de reclutamiento, y de las bandas rivales. Tambin era el que haca progresar y defenda los recursos locales, poda dar empleo, comida y cobijo. Proporcionando a sus protegidos lo que necesitaban y recibiendo de ellos lo que le ofrecan, el hacendado formaba la peonada. Esta primitiva estructura poltica, nacida de la lealtad personal, construida sobre la autoridad del patrn y la dependencia del pen, fue finalmente incorporada al estado, y se convirti en modelo del caudillismo. Las alianzas individuales s realizaban en el marco de una especie de pirmide social, en la que los patrones a su vez, se convertan en clientes de hombres ms poderosos, hasta que se alcanzaba el punto ms alto del poder y todos se consideraban clientes de un super-patrn, que era la culminacin de la jerarqua del caudillo y la personificacin nacional de las bases individuales de poder . As que el caudillo local, desde su guarida en el campo, ayudado por los hacendados y por los que dependan de ste, poda conquistar el estado para l, para su familia y para su regin. El sistema no estaba garantizado por ningn vnculo formal, slo se basaba en la adhesin de los grupos de inters, unidos por la lealtad, la conveniencia y el temor. El caudillo fue guerrero y patriota, jefe regional y patrn, formas de liderazgo acumuladas casi en estadios sucesivos en las dcadas pos2

D. Urbaneja, Caudillismo y pluralismo en el siglo XDC venezolano, Politeia, 4, 1975, pp. 133-151; vase el mismo autor La idea poltica en Venezuela 1830-1870, Caracas, 1988.
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tenores a 1810. Su situacin alcanz el punto cumbre al asumir el papel de primer protector, servicio indispensable para la elite republicana que, de nuevo, es el resultado de unas determinadas circunstancias y de un momento determinado. Las guerras de la independencia haban debilitado las tradicionales formas de control social, haban permitido que peones, mulatos y esclavos reivindicaran el compartir la libertad y la igualdad y haban dado a varios caudillos la oportunidad de alcanzar el poder apoyndose en estas fuerzas. Los caudillos populares militarizaron y popularizaron a los insurgentes: demostraron que eran ellos los que podan movilizar y controlar al pueblo y liderarlo para convertirlo en una fuerza que poda tanto servir como amenazar a la elite. En el proceso las masas fueron engaadas: para ellos la independencia se convirti en una trampa, no en un triunfo. Las expectativas polticas llegaron a su fin junto con la guerra. La movilizacin social se paraliz debido a los prejuicios de la elite y a la pobreza del pueblo. La movilizacin, por tanto, no vino acompaada de una participacin masiva y en la mayora de los casos se limit a sectores reducidos de las zonas urbanas y rurales. A falta de medios legales, muchos recurrieron a la protesta y a la rebelin. En Argentina, Venezuela, Mxico y Guatemala, el activismo de los grupos tnicos y la insubordinacin de las masas provocaron problemas de orden pblico, y ello exigi la presencia de un poder que las instituciones no proporcionaban. sta fue una de las tareas esenciales del caudillo. La elite dominante de Argentina, Venezuela y otros pases consideraba que los caudillos lderes militares que contaban con bases de poder en las pampas, en los llanos y en las montaas, pero que no eran simples instrumentos de las masas rurales eran los ms apropiados para cumplir el papel de hombres fuertes, de gendarmes necesarios, para convertirse en la personificacin tanto de la autoridad como de la representacin popular. La elite necesitaba de Rosas, Pez o Carrera porque ejercan cierta influencia entre los gauchos, los llaneros y los indios, y eran esencialmente los nicos lderes de sus respectivos pases que podan controlar al pueblo. En este contexto, los caudillos contribuyeron, no a crear anarqua, como algunos suponen, sino a restaurar el orden y la estabilidad. Su papel tampoco era transitorio, no fueron autores ni vctimas de continuos golpes de estado; la mayora tena medios para sobrevivir polticamente y se evitaron, como hubier dicho Bolvar, el inconveniente de convocar elecciones con frecuencia.

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Explotaron sus bases de poder y encandilaron al pueblo con el breve espejismo de la participacin, dndoles poco o nada a cambio. La excepcin, Rafael Carrera, tambin disfrut de una situacin excepcional, gracias al apoyo especial de los numerosos indios con los que poda tranquilizar o amedrentar a la elite y a los que continu beneficiando para garantizar que no reaccionaran en su contra. Este tipo de influencia popular se basaba en parte en la propiedad de la tierra, que proporcionaba al caudillo dos elementos esenciales: respeto y recursos, y le permita emplear a muchos peones. No todos se adaptaron a las circunstancias del mismo modo; todos los caudillos terminaban como terratenientes, pero no todos empezaban como tales. Algunos procedan de familias con tierras, como Rosas, y aadieron algunas ms a su patrimonio. Otros alcanzaron el liderazgo sin el beneficio directo de la tierra, pero la consiguieron ms tarde. Un caudillo poda reclutar seguidores invocando a sus cualidades de lder y a la causa. Pez, Zamora y Carrera fueron algunos ejemplos. La tierra era una base de poder, pero no necesariamente la ms importante; los caudillos tenan ms tendencia a convertirse en terratenientes que los terratenientes a convertirse en caudillos. No se posean tierras automticamente, y conseguir peones o seguidores tampoco era fcil. El caudillo poda conseguir formar una guerrilla con la gente de sus haciendas, pero no un ejrcito. P^ra ello necesitaba convocar a un colectivo popular mayor, no directamente, sino a travs de sus familiares o de otros caudillos inferiores en la cadena. Sin esta cadena, el caudillo slo contara con su influencia personal para reclutar seguidores, una influencia que podra evaporarse algn da, como le sucedi a Pez. Como protectores y guardianes del orden que eran, los caudillos no slo utilizaban su poder de persuasin personal y su influencia moral, tambin hacan uso, en diferentes grados, de mtodos de represin. La crueldad no era algo inherente al caudillismo y en algunos casos, este sistema era menos opresivo que los regmenes presidenciales. Rosas, por supuesto, no dudaba de la necesidad de que existiera una autoridad a la que el ciudadano deba estar subordinado. Carlyle opinaba del liderazgo que no hay acto ms moral entre hombres que el del mando y la obediencia, principio que Rosas puso en prctica . Pero
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p. 228.

T. Carlyle, On Herots, Hero- Worsbip, and the Heroic itt History, Londres, 1901,

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Rosas tom ciertas precauciones. Una vez que alcanz el poder y tom posesin del estado, envi a casa a las fuerzas populares que haban llegado del campo y gobern a travs de la burocracia, la polica, la mazorca y el ejrcito. Rosas fue un caudillo terrorista, el cuchillo y la lanza eran sus castigos, no en ltimo caso, sino inmediatos. Pez dispona de menos fuerza y su personalidad era menos dura que la de sus homlogos de otros pases; fue ms un caudillo por consenso, el hombre que convena a Venezuela, donde las divisiones polticas fueron menos acentuadas que en Argentina o Mxico, donde el peligro ms acuciante era el bandidaje manipulado por disidentes polticos y por militares rebeldes, y donde el estado era demasiado pobre como para reaccionar de forma tirnica. Santa Anna tena en el ejrcito su principal apoyo; era un apoyo poco fiable, pero al haber pocos lderes alternativos que pudieran soliviantar los nimos, Santa Anna pudo conseguir lo que buscaba. Rafael Carrera, producto de la base de poder ms popular de Hispanoamrica, se uni a las tropas indias y a sus oficiales mestizos creando una fuerte oposicin contra el gobierno y convirtindose en un instrumento efectivo de proteccin. El caudillismo, por lo tanto, se desarroll como respuesta a determinados acontecimientos histricos: la guerra de la independencia, el nacimiento de la nacin-estado, la tendencia a la anarqua durante la posguerra; cada uno de estos estadios cumpli su funcin particular, y dur tan largo tiempo que la gente no se daba cuenta de lo que pasaba. Una vez conseguido el poder, los caudillos se mantuvieron en l. Pero la coyuntura poltica tambin fue importante para la creacin de los caudillos y para la permanencia de stos en el poder. La independencia impuls al liberalismo que se convirti en la nueva forma de gobierno. La causa de la liberacin, las ideas de los libertadores, el hundimiento de las instituciones tradicionales, todo se combin para dar a los liberales ciertas ventajas en la reconstruccin del estado; ellos, y no los conservadores, contaban con la poltica, la gente y la organizacin, y podan tomar la iniciativa aplicando programas de gobierno necesarios tras 1820. Al mismo tiempo, el hecho de que la economa atlntica se abriera al libre comercio ofreca nuevas oportunidades a los productores y a los exportadores, lo cual requera un marco poltico apropiado. De nuevo los liberales parecan tener la respuesta un estado constitucional y una poltica de mercado orientada. La dcada de 1820, por lo tanto, fue la primavera anticipada del liberalismo: los

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lderes intentaron reformar y modernizar sus pases, disear constituciones e inventar sistemas electorales que les permitieran conseguir los votos de los criollos que les apoyaban, perpetuarse en el poder e imponer una poltica econmica favorable a los propietarios y a los exportadores. El marco poltico no tena necesariamente que ser ms democrtico: los liberales ms que nadie necesitaban contar con un poder ejecutivo fuerte; en cierto sentido conformaban una dictadura colectiva cuyo ideal era conseguir un gobierno presidencial fuerte. Pero se adelantaron a los mandatos del progreso y reclamaron la legitimidad a travs de la representacin. Los conservadores estaban confusos. Rechazados por los nuevos tiempos, les costaba avanzar, imponer ideas relacionadas con el pasado, organizar la estructura de su partido y ganar elecciones. Aunque saban que tambin eran representativos: contaban con seguidores entre las corporaciones profundamente enraizadas en la sociedad hispanoamericana, que ahora eran marginadas por la poltica liberal el ejrcito, la Iglesia, y en algunos pases las comunidades indias y entre los artesanos tradicionales. Cmo podan recurrir directamente a estos sectores evitando el proceso electoral, que no podan garantizar, y movilizar a sus seguidores, a los que no tenan acceso inmediato? Cmo podan organizar a sus aliados y concentrar el poder? La respuesta estaba en los caudillos. Ls conservadores acudieron a los caudillos, y los caudillos estaban de acuerdo con la poltica conservadora. Sobre 1830 se produjeron reacciones conservadoras en Buenos Aires y Venezuela, en los dos casos se coloc en el poder al caudillo apropiado. En Mxico el proceso puede observarse en 1834, en Guatemala, en 1839. Los caudillos fueron los instrumentos a travs de los cuales se despert el apoyo latente de los sectores tradicionales, apoyo que no se reflejaba en el sistema electoral diseado por los liberales porque restringa el sufragio. Adems de los programas liberales, los aos 20 tambin presenciaron cmo se incorporaron a los grandes estados pequeas unidades en forma de provincias federalizadas. Este fue el taln de Aquiles del liberalismo. La debilidad innata del federalismo como sistema de gobierno, su incapacidad para superar las lealtades regionales y su tendencia a ignorar las economas locales dieron a los conservadores y a sus caudillos la oportunidad de separarse de los super-estados liberales: Buenos Aires de la Argentina de Rivadavia, Venezuela de la Colombia de

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Santander o Guatemala de la Federacin Centroamericana o, como en el caso de Mxico, de sustituir el modelo federal por una alternativa autoritaria y centralista. Los caudillos eran representantes del estadonacin, y el estado-nacin era la plataforma de las ambiciones del caudillo, donde triunfaba el personalismo y prevaleca el clientelismo: los nacionalistas le dijeron a Pez en 1830, General!, T eres la Patria . Para conseguir el poder, el caudillo, normalmente, segua un proceso: primero ejerca la autoridad de manera no oficial y luego asuma el cargo de supremo poder ejecutivo, convirtindose en presidente o en gobernador. Pero el cargo solo no reemplaz el poder del caudillo ni su autoridad: simplemente confirmaba su posicin y reforzaba su capacidad originaria de tomar decisiones e imponer el orden, una capacidad que haba desarrollado gracias a sus cualidades personales, a su actuacin en tiempos de guerra, y a su reaccin a la poltica.
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EL CAUDILLO EN LA TEORA POLTICA

El caudillismo pronto se convirti en una teora adems de en un hecho. Fue racionalizado, criticado y justificado. De l surgi una literatura y una mitologa, hubo apologistas y crticos. Como sucede con muchas de las teoras sobre la autoridad, la del caudillo se defini como transicin de un estado natural a la sociedad civil, o como la gran oposicin entre anarqua y orden, cuanto mayor era la anarqua, ms absoluto era el orden. Al primer gran terico poltico de Latinoamrica, Simn Bolvar, no le preocupaba el caudillismo, quiz porque le inquietaban ms otros problemas y porque estaba convencido de que las nuevas repblicas estaban ms faltas de autoridad que de libertad. El fracaso de la Primera Repblica de Venezuela se lo achac al federalismo y a la debilidad del gobierno. El hundimiento de la Segunda Repblica, a la desunin y a la inexperiencia. Entonces tuvo que trabajar con los caudillos para hacer revivir la revolucin. Despus de 1819 denunci a los abogados, legisladores y liberales. En 1826 identific a dos monstruosos enemigos en el discurso de presentacin de su borrador de la
* Vallenilla Lanz, Cesarismo dimocrtico, p. 94.

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Constitucin al Congreso boliviano. La tirana y la anarqua forman un inmenso ocano de opresin que rodea a una pequea isla de libertad . Los tiranos no tenan por qu ser los caudillos. Colombianos!, se lamentaba, os enamorasteis de la libertad, deslumhrados por sus poderosos atractivos, todo el mundo quera conseguir el poder absoluto, nadie quera ser un subordinado. Esto acarre la creacin de facciones civiles, levantamientos de los militares y la rebelin en las provincias. Para contrarrestar la anarqua, se decidi por un poder ejecutivo fuerte y por la presidencia vitalicia. Sin embargo, la paradoja de la Constitucin boliviana fue que esa presidencia vitalicia no significaba gobernar con poder absoluto, sino que desprovea al presidente del patronazgo y de muchos otros poderes que un caudillo tena asegurados. Para Bolvar los caudillos eran buenos o malos segn fueran instrumentos del gobierno o de la anarqua. Los soldados son los ms crueles, afirmaba, como los ms tremendos cuando se hacen demagogos. Al describir el mundo poltico que le rodeaba, Bolvar no aislaba al caudillismo considerndolo un fenmeno especial. Esa fue tarea de los historiadores posteriores. Domingo Faustino Sarmiento, exiliado por un caudillo envenenado de poder, intent explicar por qu prevaleca el caudillismo en su tierra natal. Por qu losj primitivos caudillos como Rosas o Quiroga llegaron a dominar la viaa poltica de Argentina? ste era el tema de su mayor obra, Facundo. No tuvo apenas contacto directo con los caudillos ni con las tierras desiertas donde vivan, y consigui la informacin que necesitaba a travs de la lectura y de los informes que le proporcionaban sus colegas exiliados en Chile. Pero esto no descalifica su trabajo: en l planteaba su visin de los hechos y su tesis. El rgimen de Rosas, escribi, era connatural a Argentina; personificaba demasiado bien la historia y el carcter de sus gentes. El proceso hay que empezar a analizarlo en el entorno: las pampas. Los desiertos o las estepas argentinos estaban habitados por jinetes, cazadores nmadas, peones y algn que otro proscrito, alguien les defini como este hombre divorciado con la sociedad (...) este salvaje de color blanco; todo ello haca que la gente les llamase gauchos, su vocacin era su profesin, y no
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Bolvar, mensaje al Congreso de Bolivia, 25 de mayo de 1826, Obras completas, ni, p. 763.
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deba identificrseles con vagos o bandidos . Los gauchos requeran la mano de hierro de los caudillos, que a menudo surgan de entre las filas de los estancieros y daban rdenes, pistola y cuchillo en mano, para establecer el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del ms fuerte, y salvar a la sociedad rural del crimen y el caos , En el contexto de esta sociedad que se debata entre autoridad y anarqua, la Revolucin de 1810 y las reformas de Rivadavia sirvieron para inclinar la balanza hacia el desorden y para provocar la consiguiente reaccin. Ello dio a los jefes de los gauchos la oportunidad de alcanzar el poder y de desencadenar una violenta reaccin contra el liberalismo. La Revolucin Argentina, afirmaba Sarmiento, fue un movimiento doble: Las ciudades triunfan sobre los espaoles i las campaas, de las ciudades. Durante el proceso, los jefes rurales y sus hordas eliminaron de la ciudad cualquier resquicio de civilizacin, colegios, iglesias, instituciones caritativas, despachos de abogados, La barbarie del interior ha llegado a penetrar hasta las calles de Buenos Aires . Entre los ms crueles de los brbaros estaba Facundo Quiroga. Sarmiento dot a Quiroga de la fisonoma clsica del caudillo. Su descripcin, confirmada por los retratos de la poca, le pinta como a un monstruo incluso fsicamente; era bajo, corpulento, ancho de hombros y de cuello corto, su pelo era oscuro y muy rizado, llevaba barba y patillas, normalmente sola inclinar la cabeza hacia abajo, de manera que miraba a la gente desde debajo de sus negrsimas cejas. Los primeros aos de su vida estuvieron caracterizados por los ultrajes, el juego, la violencia, los asesinatos, las rebeliones, las violaciones, era un hombre completamente opuesto a la disciplina o a las rdenes, un hombre en aquella sociedad nacido para gobernar. Se senta llamado a mandar, a surgir de un golpe, a crearse l solo, a despecho de la sociedad civilizada i en hostilidad con ella, una carrera a su modo, asociando el valor i el crimen, el gobierno y la desorganizacin . A Sarmiento le dijeron que Quiroga no tena religin, que nunca se confesaba, ni rezaba, ni oa misa: l mismo le deca que no crea en nada.
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Sarmiento, Facundo, p. 59. Ibid., p. 35. Ibid., pp. 78, 86. ' Ibid., p. 96.
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La carrera pblica de Quiroga confirm los rasgos de su juventud y estuvo marcada por una serie de horrores y atrocidades que personificaban los conflictos argentinos entre civilizacin y barbarie, entre libertad y despotismo, entre las ciudades y el desierto, entre Europa y Amrica. Quiroga era el argentino natural, el perfecto especimen de gaucho malo: Facundo es un tipo de la barbarie primitiva; no conoci sujecin de ningn jnero; su clera era la de las fieras . Comparado con el soldado profesional, Jos Mara Paz, representativo de la civilizacin europea, un educado militar que fue un autntico hroe republicano, Quiroga personificaba el atraso y la desesperanza en Argentina. Se produca una atrocidad tras otra, las vctimas se multiplicaban a medida que criollos, campesinos, soldados o civiles caan en manos de sus secuaces, la crueldad de su comportamiento fue tal, que todos los habitantes de la ciudad de La Rioja tuvieron que emigrar a los llanos amenazados de muerte. Qu sentido tena esta horrorosa e implacable forma de actuar? El objetivo era provocar el terror, que era el mejor medio de establecerse en el poder. El terror suple a la falta de actividad i de trabajo para administrar, suple al entusismo, suple a la estratejia, suple a todo. I no hai que alucinarse: el terror es un medio de gobierno que produce mayores resultados que el patriotismo i la espontaneidad Esta variante del principio de Hobbes se acercaba mucho a la verdad para algunosHectores de Sarmiento que consideraban que no corresponda a los liberales verificar el argumento del terrorismo. Sarmiento, sin embargo, crea que este mismo punto haba sido ya probado por Rosas. l tambin encarnaba la naturaleza de Argentina, haba llegado al poder aprovechando la barbarie del pueblo. Tambin hizo uso del terrorismo como instrumento de gobierno, aunque lo aplic con mtodo, no indiscriminadamente, y se bas en las observaciones i la sagacidad, no se dej llevar por los impulsos. Experiment con Buenos Aires como si fuera una regin desrtica, y trastorna en seis aos la conciencia de lo justo i de lo bueno. Y Sarmiento repiti que un caudillo que haca uso del terror consegua resultados ms rpidamente que cualquier otro: El terror produce resultados mayores que el patriotismo .
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Ibid., pp. 99, 100. Ibid., p. 179. Ibid., pp. 211, 220.

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Sarmiento estaba haciendo una aseveracin factual, no moral. Necesitaba establecer una ruta de escape del caudillismo para poder admitir la posibilidad del progreso. En 1844 ya haba escrito una valoracin sobre Rosas en la que buscaba respuestas. Rastre las huellas del origen del caudillismo de Rosas que le llevaron hasta la estructura social de Argentina, estructura que Rosas haba sabido explotar con habilidad:
Nadie conoce con ms sagacidad que el general Rosas la situacin de los pueblos que lo rodean. Su larga permanencia en el mando i la inteligencia penetrante i aguda de que por desgracia lo ha dotado la naturaleza, i que slo por una miserable i ridicula porfa de partido se le puede negar, basta para hacer que est bien informado de estas cosas (...) Elevado al mando de su pas por los brazos de una insurreccin general de las masas; sostenido en este mando por los medios mismos de que esta insurreccin lo ha provisto, dueo de este elemento i conocedor de su fuerza i de sus instintos; vencedor, si no en el campo de batalla, al menos en la poltica i en los resultados, de toda la parte ilustrada, de toda la parte europea, diremos as, por ideas i por hbitos que tena la Repblica Argentina, ha llegado a tener un conocimiento completo del estado de la sociedad en Sud-Amrica, i despliega a cada momento una astucia nada comn para tocar las cuerdas sociales i producir los sonidos que le interesan, segn las miras que se propone realizar .
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Un ao ms tarde, en 1845, Sarmiento introdujo en la parte final del Facundo un programa de reconstruccin nacional que contrastaba con la intransigencia de los primeros captulos. Afirmaba que Rosas no tena la culpa de proceder de una familia de godos que le educaron como un criollo conservador que, al menos en sus estancias, mantena una severa disciplina. Segn Sarmiento, Rosas haba eliminado a Quiroga, evitando as el establecimiento de un feudo rival, nuevos estallidos de guerra civil y la proliferacin de los caudillos. La situacin del pas no haca posible ni la paz interna ni la prosperidad econmica, como poda deducirse del creciente nmero de inmigrantes europeos.
Sarmiento, El Progreso, 8 de octubre de i844, Obras de D. F. Sarmiento, 53 vols., Santiago y Buenos Aires, 1887-1903, VI, pp. 118-119; Obras selectas, ed. E. de Ganda, iii, Juan Manuel de Rasas, su poltica, su cada, su herencia, Buenos Aires, 1944, pp. 103-106.
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De modo que a Rosas se le present como el camino hacia el futuro, un grande i poderoso instrumento de la Providencia, a travs del cual el pas iba entrando poco a poco por el camino de la paz, la unidad y el progreso . Arga que las personas no eran criminales ni asesinos por naturaleza; sino que su comportamiento dependa de las circunstancias que se les presentaran. En la Argentina del futuro, sin embargo, habra un lugar para los honrados seguidores de Rosas; no quedaran excluidos ni siquiera los mazorqueros, que, aunque escondidas, tambin tenan algunas virtudes . El propio Sarmiento, sin embargo, no fue instrumento de la reconciliacin. Cuando asumi el cargo de gobernador de San Juan, persigui sin piedad a los ltimos caudillos, consideraba que su misin era la de un procnsul autorizado a luchar a muerte contra el robo y el asesinato, y a establecer la paz republicana en el interior. Su vctima ms famosa fue ngel V. Pealoza, El Chacho, caudillo de La Rioja. En 1863 triunfaron las fuerzas de Sarmiento, asesinaron a los prisioneros y clavaron la cabeza de Chacho en un palo. En una carta al presidente Mitre justificaba el tratamiento que haba recibido el caudillo, que fue ejecutado sin juicio y salvajemente, como el triunfo de la civilizacin sobre la barbarie, y describa la decapitacin como otro rasgo argentino: Sin ccjrtarle la cabeza a aquel inveterado picaro y ponerla en expectacin, las chusmas no se habran aquietado en seis meses . Con esta violencia persigui Sarmiento a sus vctimas y fue testigo de las ltimas horas de los caudillos, convencido de que para acabar con la barbarie era necesario ser ms brbaro que los brbaros . Enemigo del gaucho malo, fue, sin embargo, uno de los pocos argentinos de su tiempo que comprendi que para redimir al gaucho era necesario darle tierras y educacin. Como escritor, Sarmiento tuvo que exaltar lo que haba destruido y darle ms publicidad de la que mereca. Al sacar a la luz el mundo de los caudillos en el Facundo, aument sus defectos, como ranchitos al sol. Su anlisis de los caudillos conduca a una respuesta mixta. A
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Sarmiento, Facundo, pp. 261-262, 264-268, 292-293. Ibid., p. 303. " Cita encontrada en J. S. Campobassi, Sarmiento y su poca, 2 vols., Buenos Aires, 1975, i, p. 548. " Ibid., ii, p. 8.
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algunos les perturb su realismo, a otros sus supuestas equivocaciones. Juan Bautista Alberdi critic la tesis de que la civilizacin estaba ubicada en las ciudades y la barbarie en el campo, y la calific de error de historia y de observacin. Pero el contraste no era totalmente infundado. Como resultado de la independencia, el poder se fue trasladando de las ciudades y zonas civiles caractersticas del dominio colonial hacia reas rurales que se convirtieron en bases de riqueza donde se tomaban decisiones, un traslado que los historiadores modernos han identificado con la militarizacin y la ruralizacin del poder. Por otra parte, debido a este cambio, las familias criollas de las provincias, como los Sarmiento, quedaron excluidas de los cargos importantes porque surgieron los caudillos rurales y se impuso el dominio de los montoneros. Sin embargo, Alberdi tena razn en algo. Est comprobado histricamente que la Revolucin de Mayo en Argentina provoc un conflicto de doble sentido en el que Buenos Aires provoc a las provincias imponiendo la revolucin sin negociar con la elite local, y el interior reaccion de tal forma que amenazaba los intereses polticos y comerciales de Buenos Aires. Es ms, la oposicin entre ciudad y desierto no estaba tan clara. Alberdi afirmaba que era precisamente en el campo donde residan las clases productivas, las que trabajaban silenciosa y afanosamente en favor de la prosperidad, mientras que las ciudades estaban atestadas de vagos, ociosos y ladrones. La crtica poda llevarse an ms lejos. Buenos Aires era una extensin del campo, una ciudad donde los productos derivados de la ganadera se almacenaban o se exportaban, donde preferan vivir los grandes estancieros y dominar desde all, a travs de su caudillo, a las provincias. A cambio, los beneficios obtenidos en Buenos Aires eran reinvertidos en la produccin rural, en la mayora de los casos el empresario y el estanciero eran la misma persona. De modo que si Buenos Aires era puerto indispensable, las pampas eran la fuente de riqueza. Tambin Alberdi intent comprender a Rosas y analizar las causas de su permanencia en el poder. Su fra valoracin de Argentina 37 aos despus de la Revolucin de Mayo, publicada en un panfleto el 25 de mayo de 1847, a pesar de ser adversa a Rosas, atacaba a muchos exiliados por su complaciente punto de vista ante la dictadura. El consideraba que el rgimen era un producto natural de la poca y del lugar. Donde haya repblicas espaolas, formadas de antiguas colonias, habr dictadores. Esto no significaba que Rosas no fuera ms que un tirano.

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Aunque gobernaba con mano de hierro, tambin posea talento para la poltica y se haba ganado una reputacin por la que era ms conocido en el mundo que Bolvar o Washington. Simbolizaba las tpicas caractersticas de Argentina. Como todos los hombres notables, el desarrollo extraordinario de su carcter supone el de la sociedad a que pertenece. Rosas y la Repblica Argentina son dos entidades que dependen mutuamente: l es lo que es porque es argentino; su elevacin supone la de su pas. Haba logrado muchas cosas: repeler a Gran Bretaa y a Francia, crear un estado poderoso y unificado, y restablecer la paz. Adems, Rosas haba conseguido que la clase baja accediera al poder y haba contribuido a educarles polticamente. Sin embargo, conclua Alberdi, el dictador ha desperdiciado oportunidades; en ltimo trmino ha fracasado, porque no ha dado a Argentina una constitucin:
No hay Constitucin escrita en la Repblica Argentina, no hay ni leyes sueltas de carcter fundamental que la suplan. El ejercicio de las que hubo en Buenos Aires est suspendido, mientras el general Rosas es depositario indefinido de la suma del poder pblico (...) es un dictador: es un jefe investido de poderes despticos y arbitrarios, cuyo ejercicio no reconoce contrapeso (...) Vivir en Buenos Aires es vivir bajo el rgimen de la dictadura militar. Hgase cuanto elogio se quiera de la modelacin de ese poder: ser en tal caso una noble dictadura. En el tiempo en que vivimos, las ideas han llegado a un punto en que se apetecen ms las Constituciones mezquinas que las dictaduras generosas .
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La indulgencia con que Alberdi trataba la dictadura fue quiz un reflejo del intento del exiliado de encontrar identidad nacional y consenso entre los argentinos y de su resolucin de no excluir a los rosistas; y no le importaba denigrar a su pas frente a cualquier audiencia extranjera . En sus Bases para la organizacin poltica de Argentina, publicadas en 1852, fue menos considerado y describi la dictadura como una provocacin perpetua a la pelea (...) La dictadura es la
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J. B. Alberdi, La Repblica Argentina, treinta y siete aos despus de su Revolucin, Valparaso, 25 de mayo de 1847, Obras completas, 8 vols., Buenos Aires, 1886-1887, ii, pp. 223, 225, 241. " J. M. Mayer, Alberdi y su tiempo, Buenos Aires, 1963, pp. 342-347.
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anarqua constituida . Sin embargo, a pesar de que rechazaba las dictaduras frreas, Alberdi pareca desear un gobierno con una presidencia fuerte que preservara las bases de la monarqua y la aristocracia, una especie de autoritarismo progresista capaz de influir en las elecciones, dominar la opinin pblica, imponer la modernizacin y favorecer el progreso econmico . Semejante gobierno exiga lealtad del pueblo y sera un subproducto al estilo del despotismo de Rosas que fomentara el hbito de la obediencia, que podra emplearse para mejores usos. John Stuart Mili propuso algo parecido al afirmar que la gente que an tena que aprender la primera leccin de civilizacin, la de obediencia; era probable que las aprendieran no de una asamblea representativa, que sera simplemente el reflejo de su propia insubordinacin, sino de un dspota militar, que Ies hara pasar por un estadio previo y necesario para poder acceder a un gobierno representativo . Alberdi estaba en la misma lnea. Mantena que la Argentina no se haba incapacitado para un gobierno constitucional por su adiccin al caudillismo. Al contrario que Sarmiento, opinaba que poda redimirse a los caudillos:
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Los que antes eran repelidos con el dictado de caciques, hoi son aceptados en el seno de la sociedad de que se han hecho dignos, adquiriendo hbitos ms cultos, sentimientos ms civilizados. Esos jefes antes rudos y selvticos han cultivado su espritu y carcter en la escuela del mando, donde muchas veces los hombres inferiores se ennoblecen e ilustran. Gobernar diez aos es hacer un curso de poltica y de administracin. Esos hombres son hoi otros tantos medios de operar en el interior un arreglo estable y provechoso .
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Argentina fue el pas donde hubo ms tericos y ms caudillos; no muchas otras sociedades de Hispanoamrica produjeron un Sarmiento o un Alberdi. Los liberales de Mxico, como los de Argentina, eran, naturalmente, contrarios a la dictadura, aunque a veces la toleraron mientras centraban su atencin en las fuerzas conservadoras de la sociedad que apoyaban a los dictadores. Pero los conservadores mexi20 21 22 23

Las Bases de Alberdi, ed. J. M. Mayer, Buenos Aires, 1969, p. 353. T. Haipern Donghi, El espejo de la historia, Buenos Aires, 1987, pp. 29-30. Mili, Representare Government, pp. 220-221. Las Bases- de Alberdi, pp. 389, 392.

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canos tambin eran reacios a los caudillos, a los que consideraban instrumentos peligrosos con los que podan restablecerse los valores tradicionales e imponerse formas de gobierno inferiores a las que poda proporcionar el partido conservador. Carlos Mara Bustamante, el cronista de la insurgencia mexicana y de la poltica posterior a la independencia, y narrador de la mayora de las hazaas de los militares mexicanos y de los hroes polticos, no da apenas claves para la comprensin del secreto del xito de Santa Anna al considerarle un monstruo, un demonio y un traidor, indigno de constar en la lista de hroes mexicanos y parece ser que indigno de un estudio ms profundo. Incluso en sus Apuntes para la historia del gobierno del General D. Antonio Lpez de Santa Anna, predomina ms la descripcin y la denuncia que el anlisis crtico. Lucas Alamn nos proporciona en su Historia de Mxico un marco bsico para la interpretacin de la historia de dicho pas. Al igual que a Sarmiento, le horrorizaba la barbarie rural y sus principales exponentes: los caudillos y los bandidos; se desesperaba con la unidad nacional y le horroriz que los polticos hicieran tratos con los disidentes. Al contrario que Sarmiento, sin embargo, respetaba los valores hispnicos; para l, el ltimo ejemplo de civilizacin en Mxico haba sido la poca de paz y prosperidad que trajo el estado Borbn, cuyos aos dprados contrastaban cruelmente con el desorden y el empobrecimiento (que viva el pas a mediados de siglo . La dualidad civilizacin-barbarie no fue invencin de Sarmiento ni de Argentina. Al mismo tiempo ya hablaba de ella en Centroamrica Frederick Chatfield, el cnsul britnico, quien describi la rebelin de Carrera como una guerra de barbarie contra civilizacin . Un contraste similar, el existente entre cultura y anarqua fue aplicado a la Inglaterra victoriana por Matthew Arnold; su cultura era el conocimiento, su anarqua el culto a la riqueza y sus brbaros la aristocracia. La oposicin tambin est latente en el discurso de Thomas Carlyle sobre los hroes y su aplicacin en Amrica del Sur. Segn Carlyle, los grandes hombres son el tema principal de la historia. Dada la inestabilidad poltica de la poca y la bsqueda de soluciones en vano, el culto al hroe es una tendencia natural. Los hroes, afirma, pueden ser
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D. A. Brading, The First America, Cambridge, 1991, pp. 736-737. " De Chatfield a Palmerston, San Salvador, 16 de agosto de 1838, PRO, FO 16/20, f. 301.
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de varios tipos, pero el ltimo de los hroes personaliza virtualmente a toda la tipologa: es profeta, sacerdote, poeta, profesor, y gobernante aqul ante quien deseamos estar subordinados . El gobierno del hroe es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Encontrad en cada pas al hombre ms capaz que exista, dadle el mximo poder y reverenciadle con lealtad; as tendris el gobierno perfecto para el pas; ni las urnas, ni la elocuencia parlamentaria, ni los votos, ni la constitucin, ni ninguna otra maquinaria podr mejorarlo ni una pizca. Es el estado perfecto, el pas ideal . Los hroes de Carlyle tienen una personalidad especial y cumplen funciones tambin especiales. No necesitan adoptar un tono declamatorio, ni demostrar ambicin ni reclamar la grandeza. Los verdaderos hroes son los hombres silenciosos de la historia, los que piensan en silencio, trabajan en silencio, habitan el gran Imperio del silencio, el que parece haber sido el paraso poltico de Carlyle . En su ensayo sobre el doctor Francia, en muchos aspectos un trabajo poco serio, condescendiente y extremadamente irnico, que se salva por la originalidad de su autor al estudiar la historia de Paraguay en 1843, muestra una extraa simpata por el dictador condenado a gobernar semejante pas y semejante pueblo que necesitaba ser azotado y cribado para librarlo de su ociosidad, de su rebelda y de sus modales groseros. Afirmaba que el pueblo de Paraguay, o los guachos, como l los llama, an no estaban preparados para la libertad constitucional. La libertad que proporcionaba el gobierno de los polticos no era ms que desfalcos, malversacin. Para liberar a Paraguay del desorden era indispensable una nueva revolucin, la que trajo Francia: Los ojos de todo Paraguay... se vuelven hacia el hombre de ms talento, hacia el que est en posesin de la verdad . Francia les dio paz y orden, de modo que les fue posible afirmar: Toda Sudamrica est furiosa y se revuelve como un perro rabioso, aqu en Paraguay tenemos paz y nos dedicamos a cultivar t . De este modo Francia gobern
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" Carlyle, On Hroes, pp. 225, 232. Ibid., p. 226. Ibid., pp. 257-258. ' T. Carlyle, -Dr. Francia, Crilical and MisceUaneous Essays, 4 vols., Londres, 1888, IV, pp. 269, 277. Ibid., IV, p. 278.
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Paraguay como un dictador iluminado, y no impuso el reino del terror, sino el reino del rigop> . Para Carlyle era un dictador solitario rodeado de analfabetos intiles, sin nadie con quien hablar y sin nadie a quien comprender. Oh Francia, aunque hayas ejecutado a cuarenta personas, por quien siento lstima es por ti! . Carlyle lleg a ser conocido en Hispanoamrica y, en Venezuela, Jos Gil Fortoul supo de sus escritos . Pero su trabajo sobre el doctor Francia, en el que tambin trataba el tema de Bolvar y de otros libertadores, tuvo poca resonancia y, en general, no dej huella alguna. Los historiadores positivistas, por otro lado, s que tuvieron un cierto impacto especfico, aunque con retraso, que dur hasta finales del siglo xix e incluso ms. La filosofa de Auguste Comte proporcionaba no slo una nueva teora del conocimiento sino tambin una teora de la estructura y de las transformaciones sociales, a travs de la cual podan desarrollarse planes sociales. El marco poltico era una dictadura apoyada por el pueblo y gobernada de por vida con la ayuda de la elite tecnocrtica que fomentaba el progreso econmico en una sociedad jerarquizada. El historiador positivista francs Hipolyte Taine escribi que la condicin humana requera el establecimiento de instituciones, un gendarme electivo o hereditario de ojo avizor, de mano dura, que por las vas de hecho inspira el temor y cjue por el temor mantiene la paz . Ello atrajo la atencin del periodista y erudito venezolano Laureano Vallenilla Lanz, quien introdujo la idea en una tesis sobre la historia de Venezuela, Cesarismo democrtico, pubcada por primera vez en 1919. Vallenilla Lanz no fue un simple portavoz de la dictadura ni de ningn caudillo. Su libro fue escrito antes de que Juan Vicente Gmez accediera al poder, y parece ser que surgi de sus propias ideas e investigaciones . De todos modos trabaj para el rgimen de Gmez como director del Archivo Nacional, editor del peridico gubernamental Nuevo Diario, y ministro en Pars. Pero su trayectoria y sus ideas polticas formaban parte de una misma conviccin: la de que la dictadura
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Ibid., IV, p. 280. Ibid., IV, p. 293. G. Carrera Damas, Historia de la Historiografa venezolana (Textos para su estudio), tomo I, 2* ed., Caracas, 1985, p. 489. " Cita de Vallenilla, Cesarismo democrtico, p. 79. N. Harwich Vallenilla, Estudio preliminar, Cesarismo democrtico, p. xxxviii.
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era natural y necesaria en Venezuela, expresin ms que negacin de la verdadera democracia. A travs de sus investigaciones centradas en la poca colonial, la guerra de la independencia y el perodo de la postindependencia de Venezuela, lleg a la conclusin de que el pas era una sociedad turbulenta en la que los brbaros montoneros podan, en cualquier momento, entregarse a la violencia, el asesinato y el robo, a menos que una fuerza mayor los controlara; la experiencia demostr que este control deba ser representado no por las leyes sino por los ms prestigiosos y temidos caudillos. De este modo, en Venezuela el caudillo ha constituido la nica fuerza de conservacin social . Vallenilla rastre el origen social de los caudillos en los sectores ms bajos de la sociedad: surgidos casi todos los caudillos que actuaron en aquella lucha de independencia, de un mismo medio social, tan ignorante y fantica deba de ser la mayora de los unos como de los otros [monrquicos y republicanos] . Pero para l las caractersticas individuales y personales de los caudillos eran menos importantes que los factores estructurales permanentes que explicaban el robo, los saqueos, la violencia, el asesinato y los brutales instintos de las masas. La incorporacin de los llaneros al ejrcito de liberacin no se debi principalmente al liderazgo de Pez sino a la ambicin material de los nmadas. Vallenilla tenda a interpretar el caudillismo desde una perspectiva determinista, condicionada por las estructuras y las circunstancias. Justificaba el alzamiento de 1846 no como respuesta al liderazgo poltico, ni como plataforma de la poltica liberal, ni siquiera como aspecto de la poltica de los caudillos: Ese deba ser y se era necesariamente el criterio, la conciencia social de un pueblo semibrbaro y militarizado en que el nmada, el llanero, el beduino, preponderaban por el nmero y por la fuerza poderosa de su brazo . No todas estas interpretaciones son vlidas. Muchos de los caudillos provenan de la elite colonial; las decisiones que tomaba el caudillo eran tan esenciales para conseguir el apoyo de una banda como la situacin social de los llanos; y en la rebelin de 1846 entraron en juego varios factores. El mismo enfatiza la significacin del personalismo. Los polticos, afirmaba, tanto conservadores como liberales, intentan eliminar el personalismo
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Vallenilla, Cesarismo democrtico, p. 79. " Ibid., p. 64. " Ibid., p. 122.

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acabando con las pretensiones de Pez sobre la presidencia y obligndole a someterse al imperio de la Constitucin.
No se daban cuenta de que el poder personal del caudillo era la verdadera constitucin efectiva del pas, y que con leyes exticas, pretendiendo establecer el orden sin contar con la accin directa y eficaz del gendarme, no hadan otra cosa que aumentar la anarqua, sistematizar el desorden y abrir amplio campo a los agitadores, que, invocando tambin los principios abstractos y pidiendo el cumplimiento de la Constitucin, disfrazaban sus resentimientos personales y sus ambiciones de poder .
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En la opinin que Vallenilla tena sobre los caudillos subyacia el concepto de gendarme necesario, del lder llamado a controlar a las masas, de establecer el orden y de mantener la paz. Era alguien que protega a la sociedad contra la insurreccin de las tropas, contra los saqueos de los llaneros, contra los ataques de los mulatos en las ciudades, contra los ex-esclavos agitadores o contra la inminencia de una guerra racial. Tras la independencia, Pez y otros caudillos tuvieron que cumplir un deber supremo, de amparar con su autoridad el renaciente orden social contra aquellas bandas que asolaban los campos, saqueaban e incendiaban las poblaciones, vejaban a las autoridades y asesinaban a los blancos Sin embargo, el concepto de gendarme es desgraciadamente ambiguo. Era el representante de las masas? O era el protector de la elite contra las masas? Vallenilla afirma que Venezuela, como todas las sociedades pastorales, posee un carcter igualitario que deriva no slo de la igualdad de derechos sino tambin de la igualdad de condiciones en los llanos y de los instintos niveladores del pueblo venezolano, siendo tan heterogneo social y racialmente, los instintos de igualdad prevenan que cualquier casta, clase u oligarqua dominara . La revolucin por la independencia fue seguida inmediatamente por la revolucin social, en la cual, apoyados por las masas, los Caudillos, por virtud de sus grandes hazaas, vinieron a ocupar las ms elevadas posiciones en la na41

" bid., pp. 123-124. Ibid., p. 81. Ibid., pp. 128-129, 132.
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cente Repblica y eran en realidad los genuinos exponentes de la revolucin . El ejemplo de Pez, que pas de pen de hato a jefe supremo de la Repblica, rico, adorado por unos y temido por otros, tuvo que animar al pueblo y motivarlo para que se movilizara, para que se levantara, para que conquistara las alturas y para que derribara las barreras levantadas por el rgimen colonial contra el progreso democrtico. Pez, Jefe Supremo de4a Nacin, ha significado mil veces ms para la democracia venezolana que todas las prdicas de los jacobinos y todos los "sacrosantos" principios escritos en las Constituciones \ De modo que la autoridad del caudillo emana de la sugestin inconsciente de la mayora; el Csar democrtico (...) es siempre el representante y el regulador de la soberana popular . Es una definicin muy peculiar de democracia, pero tambin es un componente esencial del artificio construido por Vallenilla. Vallenilla Lanz no fue el nico cesarista de Hispanoamrica. El escritor peruano Francisco Garca Caldern tambin plante la necesidad de caudillos en tiempos de crisis, cuando la inestabilidad de las heterogneas sociedades hispanoamericanas demandaba la mano firme de un lder fuerte. Pero el cesarismo democrtico ocupa un lugar importante en la literatura poltica de Latinoamrica. Probablemente nos dice ms de su propio tiempo que de la revolucin para la independencia y sus consecuencias; pero incluso como trabajo histrico de referencia an es til, es una fuente de datos especficos, que aporta expresiones eficaces y un punto de vista original. Como la mayora de los tericos polticos, Vallenilla nos proporciona una explicacin parcial aunque instructiva del origen y de la naturaleza del poder. Su tesis encierra la ms pura versin del autoritarismo progresista, que crea, desde un estado de anarqua hobbesiana, al gendarme necesario, no como criatura transitoria para mejorar las cosas, sino como forma suprema de gobierno. Sin embargo el libro tiene sus fallos. Su estructura puramente terica no concuerda con la historia, con la aparicin de una sociedad de clases en Venezuela, con la incorporacin de los caudillos a la oligarqua criolla ni con la falta de igualdad y democracia en la Venezuela del siglo xix. Tampoco queda muy claro el concepto
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" Ibid., p. 130. Ibid., p. 131. Ibid., p. 122, 132.


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de gendarme necesario. Es el protector de la oligarqua? Es el protector de las masas? O es el protector de toda la sociedad contra el desorden provocado por elementos violentos y anrquicos? El problema est an sin resolver, y respecto a este tema Vallenilla es menos claro que Hobbes. En los tiempos en que los hombres viven sin un poder comn que mantenga a todos ellos bajo el temor, se encuentran en aquella condicin llamada guerra; y esta guerra enfrenta a cada hombre contra cada hombre. La nica manera de defenderse de las injurias mutuas y de las invasiones extranjeras es entregar sus derechos de gobierno y otorgarlos todos al poder de un solo hombre. Porque gracias a la autoridad que le otorga cada hombre de la mancomunidad llega a asumir tanto poder y tanta fuerza que, por el terror que ello produce, es capaz de controlar las voluntades de todos ellos, de lograr la paz interior y la mutua ayuda contra los enemigos externos . El argumento sirve tanto para los caudillos del siglo xix como para los absolutistas del xvn.
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LAS TRES ETAPAS DE LA DICTADURA

Rosas, Pez, Santa Anna y Carrera pertenecieron a una poca primitiva de caudillismo, fetimeno caracterstico de la primera mitad del siglo xix, cuando las economas de Hispanoamrica languidecan estancadas, las sociedades an estaban dominadas por hacendados y militares, y los caudillos podan gobernar sus pases slo con el poco conocimiento que adquiran administrando sus haciendas o ingresando en el ejrcito. La derrota de los conservadores y el ascenso de los liberales no elimin la figura del caudillo ni la reemplaz por una forma de gobierno constitucional. Tambin es cierto que en las dcadas posteriores a 1850 Argentina comenz a destruir a sus caudillos y a sustituir al gobierno constitucional y a la organizacin nacional; pero los mismos sectores que haban apoyado a los caudillos, apoyaban ahora otra forma de autoritarismo: la presidencia de la repblica. En Mxico los polticos intentaron romper el crculo de golpes y contragolpes de estado, y crear un rgimen presidencial basado en la reforma social y pof i

T. Hobbes, Leviathan, Everyman's Library, Londres, 1976, pp. 64, 89-90.

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ltica; pero tambin en Mxico los liberales terminaron por descubrir que lo que necesitaban era un ejecutivo fuerte, aunque slo fuera para imponer el liberalismo. En Venezuela el caudillismo se asegur la existencia durante la segunda mitad del siglo xix. Entre 1848 y 1863 el personalismo, el clientelismo y la reticencia a retirarse, an caracterizaban el ejercicio del poder, slo que ahora estaba en manos de los federalistas, no de los conservadores. Durante este perodo surgi una nueva generacin de caudillos, que reemplaz a los hroes de la independencia y que se nutra no slo de doctrinas conservadoras y patriticas sino tambin de la ideologa liberal y federal. En 1858, con el derrocamiento de Jos Tadeo Monagas, la lucha por el federalismo inspir a los grandes caudillos como Ezequiel Zamora o Antonio Guzmn Blanco, as como a los pequeos caudillos de las provincias. El final de la Guerra Federal en 1863 y la ascensin a la presidencia de Guzmn Blanco en 1870 inauguraron una nueva fase del caudillismo, aunque no variaron sus estructuras. Guzmn fue caudillo y modernizador, dictador y liberal. No disfrut de una base de poder regional, ni de haciendas, ni de la fuerza de los peones. El camino hacia la cumbre lo hizo como soldado, como poltico y como hombre fuerte que supo reconciliar los intereses de los caudillos regionales, de los hacendados y de los comerciantes. Como caudillo se hizo a s mismo, aunque tambin fue producto de su poca. Primero fue caudillo y luego magnate, no a la inversa. La clave de su actuacin fue el personalismo; sus mtodos, la violencia y la astucia; estaba ligado econmicamente a la oligarqua mercantil; y daba la impresin de gobernar en nombre de la causa liberal y del pueblo. A medida que las economas y sus marcos polticos sufran transformaciones, el caudillismo se iba convirtiendo en algo cada vez ms complejo. En los aos posteriores a 1870 Hispanoamrica entr en un perodo de fuerte crecimiento de exportacin. El capital se inverta en agricultura y minera, de modo que fueron cambiando los modelos de produccin primaria: se explot la tierra y la riqueza del subsuelo, se acumul gran cantidad de capital y se lograron progresos, aunque modestos, en el campo tecnolgico. La mayora de las economas moderniz sus sistemas de produccin y de distribucin, y mejor la infraestructura instalaciones portuarias, comunicaciones martimas, telgrafos, ferrocarril y carreteras para acelerar el proceso de exportacin tan-

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to de productos manufacturados como de materias primas. El crecimientos inducido por las exportaciones y la incorporacin de Latinoamrica al mercado mundial vinieron acompaados y estimulados por las nuevas oleadas de inmigrantes europeos, especialmente en Argentina y Brasil; al mismo tiempo aument y mejor la mano de obra y se multiplicaron los consumidores. Este desarrollo foment a su vez la transformacin social, que se reflej visiblemente en la rpida urbanizacin y en el aumento de la movilidad social. Aunque la prosperidad material no fue compartida por todos los sectores de la poblacin, s que coadyuv al nacimiento de nuevos sectores, que no eran ni terratenientes ni campesinos, sino gente que, directa o indirectamente, dependa del comercio, de la produccin y de la tecnologa. Empezaba a surgir la clase media integrada por polticos y hombres de negocios. El caudillismo primitivo no pudo sobrevivir en el nuevo entorno econmico y social. En primer lugar los caudillos obstaculizaban el desarrollo. Las inversiones extranjeras, de las que dependa el nuevo modelo de crecimiento, necesitaban estabilidad y continuidad polticas que garantizaran beneficios y remesas. Los caudillos no tenan que ser necesariamente efmeros, como hemos visto, pero su reputacin les traicionaba y la imagen era determinante. En segundo lugar, el desarrollo econmico y la diversifucacin trajeron consigo el nacimiento de nuevos grupos de presin, tnucho ms poderosos y ricos que aquellos a los que estaban acostumbrados los caudillos y que, normalmente, se aliaban con los intereses extranjeros. Los gobernantes tuvieron que aprender nuevas formas de clientelismo. En tercer lugar, la inmigracin no fue indiscriminada. Los inmigrantes, que en la mayora de los casos huan de las adversidades polticas o econmicas, buscaban preferentemente regmenes que fueran ms o menos constitucionales y que no reprodujeran el modelo del estado del terror libre de la polica secreta. Finalmente, los nuevos estados derivados del crecimiento econmico, que haban mejorado sus recursos financieros gracias a los impuestos y a los prstamos extranjeros, no podan tolerar que existieran rivales polticos como los caudillos. Ahora el estado contaba con un ejrcito profesional, con armas modernas que sobrepasaban la capacidad de los caudillos y con ferrocarriles que les permitan imponer su autoridad hasta en el rincn ms lejano de la repblica. El estado tambin contaba con una nueva ideologa: el positivismo, que proporcion a sus lderes una teora de estructura y cambio social e introdujo la posibili-

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dad de que Ja elite tecnocrtica que operaba bajo el gobierno dictatorial planificara el orden social. El positivismo fue bien recibido por los que intentaban explicar la recesin poltica y econmica de Hispanoamrica y que aceptaban de las promesas de renovacin y modernizacin. Para la elite de gobernantes supona la legitimidad necesaria para mantener el modelo econmico y el marco institucional. La clase media lo interpretaba como una mezcla de reformismo y conservadurismo que prometa progreso sin amenazar la estructura social. La presin de las nuevas condiciones y la influencia de la ideologa importada fueron el marco en el que surgi el modelo del nuevo dictador, al que se denominaba dictador moderno o, utilizando la nomenclatura comtiana, dictador del orden y el progreso . No todos estos nuevos dictadores consiguieron progresar y modernizarse, y quizs el ttulo ms apropiado para ellos sera el de dictador oligrquico, trmino que define su relacin con la elite dominante como denominador comn. El nuevo dictador puede ser, en lo relativo a su origen, un caudillo, como Guzmn Blanco en Venezuela, y como tal caudillo puede acceder al cargo de presidente en el marco de una constitucin legal. Pero su modelo de gobierno ya no correspondera a la estructura caudillista. Aunque los nuevos dictadores contaban con las caractersticas propias del caudillo personalismo, clientelismo, propensin a la violencia estaban definidos por dos nuevos rasgos. En primer lugar, el dictador trabajaba dentro de un sistema de gobierno cada vez ms centralizado; la burocracia, las cada vez ms poderosas fuerzas armadas y los crecientes ingresos le permitan gobernar ms all de la capital y de su provincia, extender su radio de accin a todo el pas y controlar a los disidentes locales. En segundo lugar, tena que equilibrar las fuerzas sociales que en aquel momento eran ya muy diferentes a las que haban manipulado los caudillos originarios. El nuevo dictador era el representante de una alianza poltica mucho ms compleja que las antiguas alianzas entre hacendados y militares. Era el representante de distintos grupos de inters relacionados con la economa de las exportaciones: terratenientes, comerciantes, banqueros, empresarios extranjeros y burcratas. Su recompensa ya no era el fruto de los saqueos, sino de los acuerdos con la alianza. A pesar de que poseer una hacienda era
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Wolf y Hansen, Caudillo Politics: A Structural Analysis, p. 178.

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algo que an se valoraba mucho, tener cuenta en un banco extranjero era un accesorio indispensable para cualquier dictador. A cambio el dictador actuaba como gendarme de la alianza, jefe del ejrcito y la polica, y protector contra cualquiera que amenazara la coalicin. Tambin es verdad que los nuevos dictadores utilizaban an mtodos sancionadores como la violencia o el estado del terror, pero el proceso poltico no fue tan cruento como el de sus predecesores. El caudillismo primitivo nunca lleg a resolver el problema de la sucesin. El mtodo comn utilizado para reemplazar a un caudillo era el golpe, con todas las desventajas que acarreaba. Los dictadores oligrquicos encontraron una alternativa al golpe: el fraude electoral. De este modo, la mayora de los dictadores eran reelegidos frecuentemente. El arquetipo de esta escuela de dictadores fue Porfirio Daz, quien gobern Mxico desde 1876 hasta 1911. En su caso, la etiqueta de orden y progreso s que tena sentido. Paz, estabilidad y centralismo eran las condiciones necesarias para conseguir inversiones extranjeras y desarrollo econmico, lo que a cambio, proporcionaba nuevos recursos al estado, aumentaba su representacin y reforzaba su poder de decisin. El orden fomentaba el crecimiento, y el crecimiento generaba orden. A medida que fue creciendo la economa de las exportaciones, que se mejoraron los puertos y se construyeron ferrocarriles, que el mercado y la industria s'f desarrollaron, el rgimen pareca estar ms justificado y los grupos de inters ms satisfechos. Es verdad que los pueblos se fueron quedando sin tierras y sin haciendas, los indios y campesinos fueron desposedos de sus tierras y convertidos en peones y las crceles estaban atestadas. Pero en el corazn mismo de la coalicin dominante, el dictador se mantena firme, cooptando a los oligarcas regionales, incorporando nuevos caciques locales, manejando a sus clientes y derribando a la oposicin. Sin embargo la base de poder en la que se apoyaban el orden y el progreso era menos segura de lo que pareca. La cada del estado de Porfirio y la disolucin de la autoridad central en los aos posteriores a 1910 permiti que los caudillos populares asumieran el poder y rellenaran el vaco poltico, y Mxico volvi a estar dominado por un caudillismo en el que las bandas controlaban las regiones y amenazaban al centro. Los nuevos caudillos, sin embargo, no eran simples reproducciones de los antiguos; se vieron obligados a reclutar seguidores de entre los campesinos y trabajadores, y a ofrecer reformas sociales ms radicales que las de sus predecesores.

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De modo que se produjo una transformacin de caudillos tradicionales en revolucionarios . Al mismo tiempo, otra figura ya familiar reapareci aunque con distinto aspecto: el cacique, o jefe local, que a travs de la coaccin y el paternalismo consigui seguidores y actu como intermediario entre la comunidad rural y el gobierno * . La revolucin institucionaliz Jas relaciones entre el centro y las organizaciones corporativas unidas al partido oficial, el PRI; de modo que se margin a los caciques, que fueron dependiendo cada vez ms de cargos inferiores . El porfiriato y el estado revolucionario transformaron y eliminaron el caudillismo tradicional en Mxico. No muchos otros dictadores latinoamericanos alcanzaron la posicin del porfiriato, aunque algunos se aproximaron al modelo. Los pueblos centroamericanos aprendieron de una experiencia amarga, cmo gobernaban los dictadores oligrquicos. Los gobiernos de Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico en Guatemala, as como los de Jos Santos Zelaya y Anastasio Somoza en Nicaragua fueron ejemplos de dictaduras de este tipo, que daban prioridad al orden sobre el progreso, tendan a la corrupcin ms que a la modernizacin y sobrevivieron durante mucho ms tiempo que su modelo. Centroamrica mantuvo los moldes de la dictadura oligrquica hasta la revolucin de la dcada de 1970. Las razones fueron varias. La oligarqua centroamericana, la clase poderosa de los terratenientes, controlaba toda la economa de la regin y ejercitaba el despotismo poltico a travs de los dictadores. Es cierto que se enfrentaron con serias amenazas a lo largo del siglo xx, sobre todo, con la rebelin de Sandino en Nicaragua o la revuelta campesina de 1932 en El Salvador. Hasta los aos de 1930 Jos ejrcitos centroamericanos eran instituciones inferiores, mal entrenadas y pobremente armadas. Entonces, con la ayuda de los Estados Unidos y con la aprobacin de la oligarqua, se crearon nuevos ejrcitos que podan acabar con el ms ligero intento de rebelin popular y compartir el poder poltico con la oligarqua civil. La combinacin de oligarqua y dictadura militar termin cerrando las puertas a un sistema
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A. Knight, H. Fowler Salamini, en D. A. Brading, ed., Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, Cambridge, 1980, pp. 3740, 170. G. M. Joseph, ibid., p. 197. L. Roniger, Caciquismo and Coronelismo: Contextual Discussions of Patrn Brokerage in Mxico and Brazil, Latn American Research Revine, 22, 2, 1987, pp. 73-74.
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poltico que ya era bastante exclusivista . La oligarqua no pudo evitar algunos cambios. La produccin de caf foment mnimamente la modernizacin y la urgencia de la pequea clase media, mientras que el crecimiento de la industria haca aumentar la importancia de la mano de obra. Pero estos nuevos sectores eran demasiado dbiles como para constituir una base de poder popular. Al mismo tiempo, al resistirse a la modernizacin, sobre todo a las exigencias de participacin poltica, los caudillos acabaron siendo dspotas. En Nicaragua, el rgimen somocista estableci un despotismo dinstico y monopoliz el poder excluyendo a todas las clases sociales: trabajadores, clase media e incluso a la oligarqua, de manera que al final slo la familia de Somoza se mantuvo en su fortaleza poltica. La dictadura hereditaria, fiie la aportacin de los Somoza al museo poltico. Fueron la culminacin del proceso, la solucin que originalmente buscaron algunos de los primitivos caudillos y una de las que contenan cierta lgica. El caudillismo primitivo y la dictadura oligrquica fueron dos formas y dos estadios del gobierno personalista. Pero existi un tercer modelo, la dictadura populista. sta tambin haba surgido de las transformaciones econmicas. La depresin mundial de 1930 fue un golpe demoledor para Hispanoamrica: provoc un dramtico descenso de la produccin y de las exportaciones, desempleo en masa y la reaccin de los nacionalistas, inspirada tanto en motivos polticos como econmicos. Hubo un cambio hacia regmenes alternativos y hacia el extremismo poltico. Los nuevos polticos no se conformaron con un slo modelo, sino que experimentaron con varias formas. En la mayor parte de Hispanoamrica la reaccin favoreci a la derecha ms que a la izquierda y se tendi ms a restablecer las economas basadas en la exportacin que a reemplazarlas por nuevos modelos. En algunos pases los regmenes radicales o reformistas fueron sustituidos por movimientos de derecha que ofrecan acabar con la debilidad y la incertidumbre gracias a un gobierno fuerte que supiera bien hacia dnde dirigirse. En Uruguay, en 1933, el presidente Gabriel Terra aboli al poder ejecutivo colegiado, disolvi el Congreso y se erigi como dictador. En Venezuela la dictadura de Juan Vicente Gmez no cedi ante la depresin ni paJ. Weeks, An Interpretaron of the Central American Crisis, Latn American Research Revine, 21, 3, 1986, pp. 31-53.
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recio mostrar signos visibles de cambio en sus mtodos de gobierno o restringir la primaca del petrleo. En Argentina, la revolucin de 1930, con la que acab Hiplito Yrigoyen, aunque apoyada por los sectores perjudicados por la alta inflacin y el desempleo, fiie principalmente un golpe militar dirigido por fuerzas conservadoras que establecieron la dictadura en coalicin con los terratenientes. Sin embargo, la dictadura oligrquica y el estado autoritario no fueron las nicas respuestas de Latinoamrica ante la depresin econmica. El caso de Brasil ue ms tpico. En Brasil la depresin produjo una dictadura populista, y las masas se manifestaron a favor del hombre fuerte, Getulio Vargas, esperando que l pudiera aliviar sus privaciones, mientras que l, a su vez, buscaba una base poltica entre los trabajadores de la ciudad y la clase media. Vargas consolid al estado durante el proceso de aplicacin de la nueva economa y de la nueva poltica social. Las actividades y los servicios tradicionalmente suministrados por los coronis (en Brasil el equivalente a los caciques), que contrarrestaban la debilidad de las municipalidades y que se dedicaban, entre otras cosas a la recogida de votos del electorado rural, fueron gradualmente sustituidos por representantes de instituciones nacionales, aunque los dominios de muchos hombres fuertes de las reas rurales permanecieron como estaban . Qu significa populismo en este contexto? El estado populista, producto de la depresin econmica, fue un estado intervencionista que intent defender la economa nacional contra las presiones extranjeras y proteger a los sectores ms vulnerables contra los efectos de los recortes, la inflacin y el desempleo. De este modo, el populismo favoreci una poltica econmica proteccionista y el traspaso de recursos de la agricultura a la industria; increment la participacin de la clase obrera en las rentas, y estableci los primeros sistemas de seguridad social en Latinoamrica. Al mismo tiempo, fue un estado consensuado que buscaba la representacin electoral: su base poltica era una alianza multiclasista, y su marco poltico la coalicin de la clase media, los burcratas y los trabajadores del sector industrial . Algunos de los pri51 52

Roniger, Caciquismo and Coronelismo, pp. 74-75. " M. L. Conniff, ed., Latn American Populism in Comparative Perspective, AJbuquerque, 1982, pp. 13-23; T. S. Di Telia, Latin American Politics: A ThcorcticalFramcwork, Austin, 1990, pp. 97-116.
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mitivos caudillos, Rosas, por ejemplo, previeron vagamente el populismo: liderazgo dinmico, proteccionismo econmico, apoyo del pueblo tanto como de los propietarios. Pero el populismo, obviamente, dio un paso ms all del caudillismo en el desarrollo poltico. El caudillo actuaba desde la base rural en una sociedad agraria, y centr su poder en una combinacin de relaciones personales directas. El lder populista extendi su radio de accin a las ciudades, y su instrumento de poder fue el partido. El caudillo se mantena gracias a una serie de economas regionales y a los ingresos aduaneros; el populista, de una u otra forma, consegua quedarse con los ingresos del estado centralizado. El estado populista no tena por qu ser una dictadura. En Mxico, el rgimen del presidente Lzaro Crdenas (1934-1940) puede considerarse no slo una extensin de la revolucin mexicana, sino tambin un producto de la depresin. Las transformaciones polticas tendientes al reformismo social y al nacionalismo econmico realizadas bajo el mandato de un presidente fuerte que no se diferenciaba demasiado de un dictador, fueron provocadas por la reaccin del pueblo mexicano ante las tensiones derivadas de la depresin. La dictadura populista probablemente alcanz su cumbre con el gobierno de Juan Domingo Pern en Argentina. En su caso el modelo populista file casi perfecto. Un lder fuerte, un estado intervencionista, una poltica nacionalista, una alianza de clases. Con estos clsicos componentes de la dictadura populista cont Pern desde el principio, cuando reuni una base de poder que consista en un movimiento de masas combinado con sectores clave de la clase alta, de los militares y de los industriales. En 1945 elev al poder a una coalicin formada por trabajadores, conservadores y sectores nacionalistas; luego disolvi los partidos y los sustituy por el Partido Peronista: Ahora yo soy vuestro lder. Yo doy las rdenes y vosotros las cumpls El liderazgo personal, que descansaba sobre una base populista, benefici a los trabajadores de las ciudades y a los militares, y atrajo a una gama ms amplia de grupos de inters que el gobierno tradicional argentino. Pero hubo que pagar un precio. El peronismo no permiti que existieran otras alternativas. Era imposible conseguir trabajo en la administracin
" Cita de J. A. Page, Pern: A Biograpby, Nueva York, 1983, pp. 139, 161; vase cambien Di Telia, Latn American Politcs, pp. 116, 138-141.

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sin la aprobacin de un peronista y sin el carn del partido . Y aunque la base poltica del gobierno aparentemente se haba democratizado debido a una mayor participacin de las nuevas clases sociales, las tensiones desencadenadas contribuyeron a que el lder asumiera el poder dictatorial, hiciera depender todo de l, subordinara el Congreso y la judicatura a sus deseos, recurriera a mtodos del estado policial y, finalmente, empujara a sus seguidores de la clase trabajadora hacia la violencia. Pern justificaba su dictadura en trminos de populismo. En julio de 1955, declar ante los legisladores peronistas: Nosotros provenimos de una revolucin, no de una poltica y una accin poltica. Los movimientos revolucionarios dan algunos derechos que no otorga la accin poltica. Nosotros somos intrpretes de una voluntad revolucionaria del pueblo argentino . Pero las dictaduras populistas no pudieron escapar a sus orgenes militares, y hacia 1955, el ejrcito y otros elementos de la coalicin populista dejaron de creer en los derechos revolucionarios de Pern y de confiar en su capacidad para proteger sus intereses y gobernar apropiadamente.
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LA SOMBRA DEL CAUDILLISMO

La historia de las dictaduras no constituye toda la historia de Latinoamrica. Hay otra historia, la del progreso constitucional: el gobierno presidencial de Chile, la repblica conservadora de Argentina, el estado unipartidista de Mxico o la socialdemocracia en Costa Rica. Las dictaduras y la democracia se han ido sucediendo cclicamente como respuesta a las revueltas internas y a los conflictos externos. Del mismo modo que la crisis poda engendrar caudillos, tambin poda hacer revivir a las constituciones. Sin embargo, aun en los regmenes constitucionales quedaron huellas del pasado. Desde el caudillismo primitivo, pasando por la dictadura oligrquica, hasta los lderes populistas, la tradicin del caudillo fue dejando huella en el proceso poltico. Al menos aparentemente. Quizs la cualidad ms importante de los caudillos, que les sirvi para sobrevivir a los avatares de la historia, para atraer la atencin de
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F. Luna, Pern y su tiempo, 3 vols., Buenos Aires, 1984-1986, II, p. 17. " Cita ibid., III, p. 293.

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los historiadores y para ser componente esencial de la cultura poltica latinoamericana, haya sido el personalismo, descrito por un historiador como la sustitucin de las ideologas por el prestigio personal del jefe . En la prctica, el personalismo se traduce en la tendencia popular a guardar mayor lealtad y obediencia al ser que gobierna que al cargo que ostenta . La creencia de que el gobierno y la burocracia deberan aplicar polticas generales de forma imparcial utilizando para ello las instituciones es totalmente ajena a la ideologa personalista. Las lealtades personalizadas y la fidelidad individual son elementos que hacen funcionar tanto al sistema democrtico como al caudillista. La gente confia ms en las promesas personales de un poltico que en las afirmaciones programticas de un partido o en las garantas de un gobierno oficial. Por todo ello el personalismo se aprende con la experiencia, es el legado de la poca caudillista, ya que fue entonces cuando se puso en prctica como forma de gobierno. Influy tanto en los gobiernos como en los sindicatos. En la Argentina peronista los lderes sindicales, que actuaban como los tpicos caudillos, disfrutaban de una autoridad que proceda no tanto de la burocracia sindical como de las luchas personales y del xito individual . El vnculo entre el patrn y su cliente, expresado en la poca de los caudillos bajo el glich primitivo patrn-pen, es un elemento esencial en las relacionfcs sociales de Hispanoamrica. El hecho de ser patrn supona el pasaporte para la poltica. No haba otro modo de acceder a ella. Tambin es cierto que desempear dicha funcin social no exima completamente de la necesidad de contar con un programa de gobierno; los partidos, al igual que los caudillos, ansiaban una causa, pero esto era menos importante que acceder al poder y a los privilegios. El gobierno, adems de ser un instrumento poltico, significaba la posibilidad de acceder a cargos, promociones, contratos, licencias, permiso para violar la ley, y otras formas de patronazgo. Las decisiones polticas y la obediencia se basaban en el juego de dar y recibir recompensas, y se entiende la poltica como una defensa de los grupos de inters ms cercanos familiares, amigos y seguidores, ms que como el servicio del bienestar comn. Las relaciones entre los miembros de
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G. Carrera Damas, El culto a Bolvar, Caracas, 1969, p. 228. " L. Britto Garca, La mscara del podtr, Caracas, 1988, pp. 93-101. Di Telia, Lalin American Politics, pp. 113, 136-137.
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estos grupos se caracterizaban por la confianza y la ayuda mutuas, mientras que las que mantenan con otros sectores se expresaban en trminos de temor y desconfianza. Tambin estas costumbres se aprendan gracias a la experiencia. Los primeros caudillos slo podan confiar en sus amigos y en sus seguidores, y las posteriores generaciones de dictadores lo hacan en sus grupos de inters. En el caso de las clases populares la preferencia era obvia; entonces, como ahora, vivan en un mundo en el que la poltica produca desencanto y la nica certeza descansaba en la solidaridad establecida entre el grupo social y su lder. En Argentina, el trmino caudillo perdur en la poca del postcaudillismo para significar, no un jefe a caballo, sino un cacique poltico o patrn: el caudillo se convierte en un hombre capaz de reunir votos en un barrio, en una ciudad o en una provincia, y de aportarlos al partido. Los nuevos caudillos polticos expresaban los mismos valores y empleaban los mismos mtodos que los primitivos jefes, esto es, el personalismo y el clientelismo. Sin el vnculo personal entre patrn y cliente, los partidos polticos no funcionaran. El jefe poltico necesitaba de una clientela, y obtena votos no a travs de las declaraciones hechas al electorado sino por las promesas concretas que haca a sus clientes. La causa, o el programa en accin, reside en los favores personales . En algunos casos los clientes son individuales amigos, familiares, colaboradores polticos, activistas del partido y el sistema aboca a la corrupcin. En otras ocasiones el cliente son los intereses econmicos un empresario, un determinado sector social, una regin en particular, y el clientelismo poltico funciona como forma de negociacin entre los diversos grupos corporativos. El sistema de patronazgo es inherente a los partidos polticos, como el caso de los peronistas en Argentina, Accin Democrtica en Venezuela, o el PRI de Mxico aunque no exclusivo de stos, y hace de ellos un ncleo de poder basado no en una estructura ideolgica clara o en un programa coherente, sino en un centro de distribucin de parabienes al estilo caudillista. En los das del caudillismo primitivo la recompensa caracterstica se traduca en tierras o botines, aunque no en una actuacin enfocada a la reforma agraria, lo que hubiera sido clasificado como poltica. Las recompensas eran otorgadas por el caudillo en forma de fa59
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Britto Garca, La mscara del poder, p. 225.

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vores personales, en ocasiones especiales y siempre como impulsos, como concesiones a ruegos, y con la intencin elemental de ganar un partidario. Los bienes otorgados eran generalmente recursos que el estado posea en exceso. En el siglo xix eran tierras; desde 1920 los caudillos venezolanos pudieron utilizar para los mismos fines un nuevo recurso, los excedentes de petrleo. En la poltica contempornea las recompensas han dejado de ser vistas como botines para traducirse en promesas de partidos polticos, desde el punto de vista de expectativas de promocin para los seguidores no de derechos ciudadanos. Las recompensas, generalmente cargos, empleos, prebendas, se presentan ms como concesiones del partido que como ventajas del estado. La sucesin siempre constituy un problema para el caudillismo. Algunos intentaron permanecer en el poder de forma vitalicia; otros pretendieron crear una dinasta; la mayora procur nombrar su sucesor. El caudillo sola nombrar bien un sucesor dbil al que pudiera dominar, bien a alguien similar a l, a quien pudiera apoyar, o bien a un hombre fuerte inaceptable al que se viese obligado a deponer. Pocos tuvieron tanto xito como Rafael Carrera, quien opt por la presidencia vitalicia y nombr sucesor, frmula tpica de Bolvar. Incluso Alberdi estaba convencido de que un gobierno presidencial fuerte deba ser capaz de controlar las elecciones, evitar la dependencia de la opinin pblica y la discontinuidad en el poder. Los modernos partidos polticos no funcionan Exactamente del mismo modo que los de la oligarqua liberal, pero la manipulacin poltica influye ms que los mecanismos democrticos en la eleccin de los candidatos a presidente. Los partidos polticos intentan controlar la sucesin nominando candidatos no conflictivos y aceptables para los grupos polticos de inters. En Mxico los candidatos a presidente y a otras instituciones son fruto de los antiguos procedimientos de seleccin del PRI, donde prevalecen ms los acuerdos privados que la democracia. En Venezuela, los personajes con peso poltico, normalmente expresidentes que han sobrevivido mucho tiempo en el cargo, dominan el procedimiento de seleccin . En Argentina el liderazgo peronista estuvo monopolizado durante tanto tiempo por Pern que los problemas que planteaba la sucesin fueron posponindose, hasta que se hicieron evidentes cuando el peronismo tuvo que sobrevivir sin Pern.
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Ibid., pp. 154-169.

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Los caudillos han muerto, pero sus valores perduran. Pero, es esto cierto del todo? Se sabe perfectamente que es difcil rastrear con exactitud las influencias ideolgicas, la causalidad intelectual y la ascendencia poltica, al menos como en el caso de las dictaduras, que se mantienen y perduran bajo formas muy diversas. La tentacin, inherente a la bsqueda de orgenes histricos, tiende a exagerar aquellos valores en los que se muestra la influencia del pasado, y a oscurecer cualquier tentativa de cambio mediante la atribucin de los ltimos logros a sus predecesores. Las huellas del primitivo caudillismo se encuentran en Pern, marcas no necesariamente heredadas y continuadas desde Juan Manuel de Rosas, sino manifestadas por todas las dictaduras como respuesta a las diversas presiones de que son objeto. El absolutismo, el exclusivismo, el abuso del patronazgo y el recurso de la violencia son prcticas comunes a ambos dictadores, pero en cambio, cmo determinar, en el caso de Pern, si estos mtodos proceden del caudillismo primitivo en lugar del liberalismo autoritario, o del ambiente poltico del siglo xx? Muchos de los rasgos de la poltica contempornea de Latinoamrica, como el autoritarismo, la demagogia o la violencia, son aparentemente vestigios del caudillismo, pero un anlisis ms profundo demostrara que stos son un denominador comn universal cuyos orgenes pueden rastrearse en cualquier tradicin poltica; otros rasgos, como el nepotismo, el patriarcado o la corrupcin son atribuibles no tanto a los caudillos como al comportamiento social bajo el caudillismo del cual no son especficamente responsables. Con frecuencia la historia sirve tanto para justificar como para explicar, para atribuir los males modernos a las injusticias del pasado y para buscar la verdad; por ello los problemas de la poca contempornea se le imputan al legado colonial, a la influencia del caudillo y a la experiencia de la dependencia, lo que conduce a un fatalismo poltico que responsabiliza a la historia de todas las crisis. El caudillo proyecta su sombra sobre Hispanoamrica, una presencia del pasado que no se puede borrar.

GLOSARIO

abiego alcabala alcalde mayor artiguismo audiencia Banda Oriental blancos de orilla cabildo cacique castas caudillo clientela compadrazgo corregidor criollo cuatrero estancia fuero gaucho hacienda hato mazorca mestizo montonero

ladrn de ganado impuesto sobre las ventas autoridad de un distrito, equiparable al corregidor doctrina o movimiento de Artigas alto tribunal de justicia con funciones administrativas la costa este del ro Uruguay y del ro de la Plata, lo que equivaldra al Uruguay actual junta, concejo jefe indio persona de ascendencia mixta o negra lder cuyo gobierno est basado en el poder personal ms que en el modelo constitucional grupo de clientes, de seguidores situacin de padrino autoridad de un distrito espaol nacido en Amrica ladrn de ganado gran rancho ganadero. Estanciero: propietario de una estancia derecho, privilegio, inmunidad nmada, vaquero, habitante de la pampa argentina gran propiedad rural gran rancho de ganado (Venezuela). Hatero, dueo de un hato escuadrn terrorista semi-ofictal de ascendencia blanca e india luchador de la guerrilla

blancos pobres

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de ascendencia blanca y negra poltica o movimiento de Pez. Paecista: seguidor de Pez mulato banda, grupo habitante de Buenos Aires tienda de ultramarinos y bar granja pequea mini-repblica, enclave de la guerrilla poltica o movimiento de Rosas. Rosista: seguidor de Rosas poltica o movimiento de Santa Anna. Santanista: seguidor de Santa Anna poder dictatorial o absoluto de ascendencia negra e india

mulato paecismo pardo partida porteo pulpera rancho republiqueta rosismo santanismo suma del poder zambo

BIBLIOGRAFA

FUENTES PRIMARIAS

1. Archivos Archivo General de a Nacin, Buenos Aires.


Sala 7, Documentacin Donada y Adquirida. Archivo Adolfo Saldas-Juan Farini. Coleccin Celesia. Sala 10, Divisin Nacional, Seccin Gobierno. Correspondencia Confidencial, Secretara de Rosas. Gobierno, Solicitudes, Embargos.

Secretara del Interior y Justicia, tomos II1-CCCLXXV1, 1830-1848. Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas. General Jos Antonio Pez, Correspondencia privada. Oficios del General Pez. Landaeta Rosales: Documentos de los Archivos, Escritos y Documentos. Archivo General de Indias, Sevilla. Audiencia de Buenos Aires: Legajos 1140-43. Audiencia de Caracas: Legajos 167, 201. Biblioteca Nacional, Madrid, MSS. 3073. British Library, Londres. Additional MSS. 17.592, 32.604. Additional MSS. 43.124, 43.126, 43.127 (Aberdeen Papen). Egerton MS. 1815.

Archivo General de la Nacin, Caracas.

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