Leyendas Chilenas
Leyendas Chilenas
Leyendas Chilenas
Chilo, archipilago conquistado en 1567, es uno de los lugares ms ricos en lo que a leyendas y mitos se refiere. Es un lugar lleno de encanto y magia que reflejan las costumbres que han marcado a esta zona de Chile. Pero la Isla Grande no es el nico lugar del sur donde se originan mitos. Poblados, ciudades, cordillera y mar son fecundos de imaginacin. Reflejando una vez ms la personalidad de nuestra gente. El Trauco Se cuenta que el Trauco es un hombrecito que mide alrededor de 80 centmetros, tiene un rostro varonil y feo, sin embargo posee una mirada muy dulce y sensual. No tiene pies, sus piernas terminan en simples muones. Dicen que viste traje y sombrero de Quilineja, planta trepadora tambin conocida como coralito, usada para hacer canastos o escobas. En su mano derecha lleva un hacha de piedra, que remplaza por un bastn, llamado Pahueldn, cuando se encuentra frente a una muchacha soltera que ha ingresado al bosque. Los que han visto al Trauco dicen que se cuelga de la rama de un Tique, rbol de gran altura, tambin conocido como Olivillo. Desde aqu espera a sus vctimas. Suele habitar cerca de las casas de los chilotes para as poder vigilar a las doncellas que le interesan. Se mete a las casas, cocinas y a todos los lugares imaginables slo para ubicar a una nueva "conquista". Los habitantes de Chilo, conociendo las maas de este pequeo individuo, tratan de no descuidar a sus hijas. Para esto toman precauciones tales como evitar que vayan solas a buscar lea o a arriar los animales. Son en esas oportunidades donde el Trauco aprovecha de utilizar su magia. A pesar de su afn por perseguir doncellas, el Trauco jams acta frente a testigos, es decir, nunca atacar a una muchacha si esta va acompaada de alguien. Cuando divisa a una nia desciende rpidamente del rbol. Luego da tres hachazos al Tique, con los que parece derribarlos todos. La muchacha luego de recuperarse del susto, se encuentra con el Trauco a su lado, quien sopla suavemente su bastn. La nia sin poder resistir el encanto del trauco cae en un profundo sueo de amor. La muchacha, al despertar del embrujo, regresa a su casa sin saber claramente lo sucedido. Nueve meses despus, tras haber experimentado cambios en su cuerpo por la posecin del Trauco, nace el hijo de este misterioso ser.
El Caleuche
No era un pueblo, no poda serlo, se trataba slo de un pequeo nmero de casas agrupadas a la orilla del mar, como si quisieran protegerse del clima tormentoso, de la lluvia constante, de las acechanzas que pudieran venir de la tierra o del mar. En la pieza grande de la casa de don Pedro se haban reunido casi todos lo hombres del casero. El tema de su charla era la prxima faena. Saldran a pescar de anochecida y sera una tarea larga y de riesgo; pensaban llegar lejos, quiz hasta la isla Chulin, en busca de jurel, rbalo y corvina. Deseaban salir porque la pesca sera buena. Durante la noche anterior estaban seguros de haber visto a la bella Pincoya que, saliendo de las aguas con su maravilloso traje de algas, haba bailado frenticamente en la playa mirando hacia el mar. Todo esto presagiaba una pesca abundante y los hombres estaban contentos. No todos saldran, porque, como siempre, don Segundo, el hombre mayor, se quedara en tierra. Uno de los jvenes le pregunt: "Usted, don Segundo, por qu no se embarca?. Usted conoce ms que cualquiera las variaciones del tiempo, el ritmo de las mareas, los cambios del viento y, sin embargo, permanece siempre en tierra sin adentrarse en el mar". Se hizo un silencio, todos miraron al joven, extraados de su insolencia, y el mismo joven abismado de su osada, inclin silencioso la cabeza sin explicarse por qu se haba atrevido a preguntar. Don Segundo, sin embargo, pareca perdido en un ensueo y contest automticamente: "Porque yo he visto el Caleuche". Dicho esto pareci salir de su ensueo y, ante la mirada interrogante de todos exclam: "Algn da les contestar". Meses despus estaban todos reunido en la misma pieza. Era de
noche, y nadie haba podido salir a pescar, llova en forma feroz, como si toda el agua del mundo cayera sobre aquella casa, el viento huracanado pareca arrancar las tejuelas del techo y las paredes y el mar no eran un ruido lejano y armonioso, sino un bramido sordo y amenazador. Don Segundo habl de improviso y dijo: "Ahora les contar...". Su relato contenido durante muchos aos cobr una realidad mgica para los que le escuchaban curiosos y atemorizados. Hace mucho tiempo haba salido navegando desde Ancud con el propsito de llegar hasta Quelln. No se trataba de una embarcacin pequea, sino de una lancha grande de alto bordo y sin embargo fcil de conducir, con dos velas que permitan aprovechar al mximo un viento favorable. Era una lancha buena para el mar y que haba desafiado con xito muchas tempestades. La tripulaban cinco hombres, adems de don Segundo, y el capitn era un chilote recio, bajo y musculoso, que conoca todas las islas y canales del archipilago, y de quien se deca que haba navegado hasta los estrechos del sur y haba cruzado el Paso del Indio y el Canal Messier. La segunda noche de navegacin se desat la tempestad. "Peor que la de ahora", dijo don Segundo. Era una noche negra en que el cielo y el mar se confundan, en que el viento huracanado levantaba el mar y en que los marineros aterrorizados usaban los remos para tratar de dirigir la lancha y embestir de frente a las olas enfurecidas. Haban perdido la nocin del tiempo y empapados y rendidos encomendaban su alma, seguros de morir. No obstante, la tormenta pareci calmarse y divisaron a lo lejos una luz que avanzaba sobre las aguas. Fue acercndose y la luz se transform en un barco, un hermoso y gran velero, curiosamente iluminado, del que salan cantos y voces. Irradiaba una extraa luminosidad en medio de la noche, lo que permita que se destacaran su casco y velas oscuras. Si no fuera su velamen, si no fuera por los cantos, habrase dicho un inmenso monstruo marino. Al verlo acercarse los marinos gritaron alborozados, pues, no obstante lo irreal de su presencia, pareca un refugio tangible frente a la cierta y constante amenaza del mar. El capitn no particip de esa alegra. Lo vieron santiaguarse y mortalmente plido exclam: "No es la salvacin, es el Caleuche!!. Nuestros huesos, como los de todos los que lo han visto, estarn esta noche en el fondo del mar". El Caleuche ya estaba casi encima de la lancha cuando repentinamente desapareci. Se fue la luz y volvi la densa sombra en que se confundan el cielo y el agua. Al mismo tiempo, volvi la tempestad, tal vez con ms fuerza, y la fatiga de los hombre les impidi dirigir la lancha en el embravecido mar, hasta que una ola gigantesca la volc. Algo debi golpearlo, porque su ltimo recuerdo fue la gran ola negra en la oscuridad de la noche. Despert arrojado en una playa en que gentes bondadosas y extraas trataban de reanimarlo. Dijo que haba naufragado y cont todo respecto del viaje y la tempestad, menos las circunstancias del naufragio y la visin del Caleuche. De sus compaeros no se supo ms, y esta es la primera vez en que la totalidad de la historia sala de sus labios. "Por eso que no salgo a navegar. El Caleuche no perdonar haber perdido su presa, que exista un hombre vivo que lo haya visto. Si me interno en el mar, ver aparecer un hermoso y oscuro velero iluminado del que saldrn alegres voces, pero que me har morir". Todos quedaron silenciosos y pareci que entre el ruido de la lluvia y el viento se escuchaba ms intenso el bramido de las olas. No obstante la creencia de don Segundo de que la visin del Caleuche significa una muerte segura, hay personas en la Isla Grande que afirman que han visto o conocido a alguien que vio el Caleuche. Tal vez lo hicieron desde la costa y no navegando. En todo caso, los que navegan entre las islas del archipilago durante la noche lo hacen con un profundo temor de divisar el hermoso y negro barco iluminado. Este puede aparecer en cualquier momento, pues navega en la superficie o bajo el agua, de l surgen msica y canciones. Entonces la muerte estar cerca y el naufragio ser inevitable. Los que no perezcan pasarn a formar parte de la tripulacin del barco fantasma, del Caleuche.
El Pilln Leyenda mapuche narrada por Eduardo Ide. (Adaptacin) Crdito foto: angelfire.com/
Cuando an no haban llegado hasta estas tierras los hombre blancos, vivan en la regin del Lago Llanquihue varias tribus de indgenas que se dedicaban ms a la embriaguez que al trabajo. Un genio malfico, el Pilln, haba repartido sus secuaces entre esos indgenas para hacerles toda clase de males. En las noches esas comarcas presentaban un aspecto pavoroso: grandes llamaradas que salan de los crteres iluminaban el cielo con fulgores de fuego. Las montaas vecinas pareca que ardan y las inmensas quebradas que circundaban el Osorno y el Calbuco aparecan como bocas del mismo infierno. Cuando los pobre indios, inspirados por los buenos genios dedicaban al trabajo y labraban la tierra, el gran Pilln haca estallar los volcanes y temblar la tierra. El Pilln odiaba el trabajo y la virtud y por esto se enfureca cuando los indios abandonaban los vicios. Se deca que para vencer al Pilln haba que arrojar al crter del Osorno una hoja de canelo y que entonces empezara a caer del cielo tanta nieve que concluira por cerrar el crter, dejando prisionero al Pilln. Pero los indios no podan llegar al crter, porque se lo impedan las inmensas quebradas que rodean los volcanes. Un da en que los desesperados indios estaban celebrando un gran machitn, apareci entre ellos un indio viejo, que nadie supo quin era y que pidiendo permiso para hablar dijo: Para llegar al crter es necesario que sacrifiquis a la virgen ms hermosa de la tribu. Debis arrancarle el corazn y colocarlo en la punta del Pichi Juan, tapado con una rama de canelo. Veris entonces que vendr un pjaro del cielo, se comer el corazn y despus llevar la rama de canelo y elevando el vuelo la dejar caer en el crter del Osorno. Una asamblea compuesta de los indios ms viejos de la tribu resolvi que la ms virtuosa de las vrgenes era Licarayn, la hija menor del cacique, hermosa joven que una a una belleza extraordinaria un alma ms blanca que los ptalos de la flor de la quilineja. Temblando llev el mismo cacique la noticia del prximo sacrificio a su hija. No llores -le respondi ella- muero contenta, sabiendo que mi muerte aliviar las amarguras y dolores de nuestra valerosa tribu. Slo pido un favor: que para matarme no usen vuestras hachas ni lanzas. Quiero que me maten con perfumes de las flores que han sido el nico encanto de mi vida, y que sea el toqui Quiltrapique quien me arranque el corazn. Y as se hizo. Al da siguiente, cuando el sol empezaba a aparecer, un gran cortejo acompa a Licarayn al fondo de una quebrada, donde el toqui tena preparado un lecho con las ms perfumadas flores que haba encontrado en los prados y bosques. Lleg Licarayn y sin queja ni protesta alguna se tendi sobre aquel lecho de olores que haba de transportar su alma a la eternidad. Cuando la tarde tendi su manto gris sobre la llanura y enmudeci el ltimo pajarillo, la virgen exhal el postrer suspiro. Se adelant el toqui y ms plido que la misma muerte se arrodill a su lado y con mano temblorosa rasg el nbil pecho de la virgen, arranc el corazn, y siempre silencioso, con paso vacilante, fue a depositarlo en manos de cacique. Volvi despus el toqui adonde se encontraba la virgen y sin proferir una queja se atraves el pecho con su lanza. El ms fornido de los mancebos fue encargado de llevar el corazn y la rama de canelo a la cima del cerro Pichi Juan, que eleva su cono agudo donde termina el llano. Y he aqu que apenas el mancebo haba colocado el corazn y la rama de canelo en la roca ms alta del Pichi Juan, apareci en el cielo un enorme cndor, que bajando en raudo vuelo, de un bocado se engull el corazn y arrancando la rama de canelo emprendi el vuelo hacia el crter del Osorno, que en esos momentos arrojaba enormes haces de fuego. Dio el cndor, en vuelo espiral, tres vueltas por la cumbre del volcn y despus de una sbita bajada, dej caer dentro del crter la rama sagrada. En el mismo momento aparecieron en el cielo negras nubes y empez a caer sobre los volcanes una lluvia de plumillas de nieves que a los rojos fulgores de las llamas del crter pareca lluvia de oro. Y llovi nieve; das, semanas, aos enteros. As se formaron los lagos Llanquihue, Todos los Santos y Chapo. Por ms esfuerzos que hizo el Pilln, no pudo librarse de quedar prisionero dentro del Osorno, de donde ahora no puede salir para volver a sus malandanzas; pero no por eso deja de estar trabajando por recobrar su libertad, el da en que los habitantes del lago abandonen sus virtudes para entregarse a los vicios. Ese da, la nieve que mantiene prisionero al Pilln se derretir y temblar la tierra, y el fuego y la ceniza destruirn todo el trabajo de los hombres.
La Pincoya
Al regresar la Huenchula, a casa de sus padres, en donde dejara bajo sus cuidados a su tierna hija, durmiendo en unalapa; comprob que debido a la curiosidad de sus mayores, la nia se haba transformado en agua cristalina. Invadida por el llanto y la desesperacin, cogi la vasija y corri desesperada hacia la playa, a vaciar suavemente su contenido en las aguas del mar. Y avanzando hacia el interior, se perdi en las profundidades del ocano, en busca de su esposo el Millalobo. Entre sollozos y llantos, le relat lo acontecido. Apenas hubo de terminado de pronunciar la ltima frase de su historia, vio acercarse hacia ella, una delicada barca semejante a una lapa, llevando en su interior a su desaparecida hija; convertida ahora, en una hermosa joven, a quien dio el nombre de Pincoya. Las mltiples variedades de peces y mariscos, que el Millalobo, ofrece generoso al pueblo chilote, las siembras, en mares y playas, por intermedio de las maravillosas y fecundas manos de su hija predilecta, la Pincoya. Adolescente muy hermosa, de larga cabellera dorada, de encanto y dulzura incomparables. Sale desde las profundidades del mar, semi vestida con un traje de algas, a danzar a las playas. Cuando realiza su delicado baile mirando hacia el mar, significa que en esas playas y mares abundarn los peces y mariscos; en cambio si lo hace con el rostro vuelto hacia la tierra, indica a los pobladores que para la temporada venidera, los mencionados productos escasearn y por tal motivo, ser menester salir en su bsqueda a playas y mares lejanos. No obstante, cuando la escasez, en ciertas regiones se prolonga por largo tiempo, por ausencia de la Pincoya, es posible hacerla volver, y con ella, la abundancia, por intermedio de una ceremonia especial. Cuando los chilotes, eternos vagabundos del mar, naufragan, siempre encuentran junto a ellos a la candorosa Pincoya, que acude pronto a su auxilio. Si por razones superiores, no logra su propsito de salvarlos, ayudada por sus hermanos La Sirena y el Pincoy, transporta con ternura los cuerpos de los chilotes muertos hasta el Caleuche, en donde ellos revivirn como tripulantes del barco fantasma y a una nueva existencia de eterna felicidad. Seguramente, por esta razn, los chilotes jams temen al mar embravecido, a pesar que la mayora de ellos no sabe nadar. El espritu de la Pincoya, creado por su imaginacin, al velar siempre por ellos, les infunde plena confianza, durante sus arriesgadas faenas por los ocanos del mundo. (Publicacin del Dr. Bernardo Quintana Mansilla, Chilo Mitolgico).
La Viuda
Los jinetes solitarios y su cabalgadura, siempre abrigan el temor de un encuentro, en algn recodo del camino, con la fatdica Viuda. En la obscuridad de la noche, de pronto el caballo se encabrita y se niega a seguir su camino. Slo contina adelante, aguijoneado por las filudas espuelas y rebencazos de su amo; ms, a poco de andar, el caballo lanza fuertes relinchos y se desboca en alborotada carrera; guiado ahora, no por las riendas que mantiene en las manos su jinete, sino por la magia de la Viuda, que se encaram a sus ancas. Ya no se detendr, ni siquiera frente al prximo barranco, en donde se precipita, empujado, con fuerza titnica, por la Viuda: jinete y caballo encontrarn la muerte en el fondo de la quebrada. Cuando los viajeros nocturnos escasean, por los caminos, la Viuda se acerca a los poblados en busca de algn peatn transnochador y en estas ocasiones se deja ver en alguna ventana iluminada. Los moradores son invadidos de intenso temor y confusin, al observar su horrible cara, de palidez cadavrica, con grandes ojos brillantes y movedizos, y su cabellera tiesa amarrada con un velo negro que cae hasta barrer el suelo, junto a su largo vestido. Los varones ms valientes, salen presurosos a perseguirla; la ven deslizarse sobre el suelo, con la velocidad del viento y es imposible alcanzarla, si ella as no lo permite; en los despoblados tras algunos matorrales, se detiene junto a uno de sus perseguidores, para disfrutar con l las delicias del amor.... El infortunado o afortunado, regresa a su casa aturdido, como ebrio, araado en el rostro y en las manos, con sus ropas parcialmente descosidas y desabrochadas. En estos ltimos tiempos y marchando con los avances de la ciencia y de la tcnica, se dice que la viuda tambin se encarama a los automviles, de volantes solitarios, especialmente si llevan algunos grados de alcohol en la sangre. (Publicacin del Dr. Bernardo Quintana Mansilla, Chilo Mitolgico).
INVUCHE
La Fiura Pequeo monstruo, en forma de mujer; el mito la muestra habitualmente, danzando sobre la dbil alfombra, de un balanceante hualve, sin temor a que, en cualquier instante se rompa y la trague el pantano. Detiene su baile, para contemplar su horrible rostro, en el espejo de un charco y peinar su larga cabellera con un reluciente peine de plata. Contonea, coqueta, su exuberante busto y corre gil, haciendo flamear su breve pollera roja, entre los troncos quemados de los roces, mimetizando sus miembros, con los semicarbonizados ganchos de los rboles. Se escabulle entre los matorrales, en busca del fruto de las espinosas chauras, que come con glotonera. El ms leve ruido la asusta, adoptndo de sbito, caprichosas y convulsionantes posturas; hace muecas horrendas con fesimo rostro y con sus ojos chispeantes, casi ocultos por una descomunal nariz; alarga sus brazos en todas direcciones y mueve nerviosamente los dedos deformes de una enorme mano, en demanda de una vctima, para tirarle un mal aire. La Fiura, hija nica de la Conden, es la mujer del virl Trauco, ms esto no le impide ofrecer su amor a todos los hombres, a quienes impone, como severa condicin, aceptarla con los ojos cerrados. No admite mirada alguna, ni siquiera la de los animales, sin aplicar al instante su castigo: El osado que se atrevi a mirarla, quedar torcido en algn lugar de su cuerpo. Si quien la mira es un nio o un animal, le deforma generalmente las extremidades, hacindoles imposible la marcha, los tulle. Luchar contra ella, es tarea imposible; posee una fuerza y destreza tal, que cuantos hombres quieran pueden pelear con ella, pero los deja a todos maltrechos y contusos, cuando no quedan teldelde (trmulos). En cambio a ella, no se logra asestarle un solo golpe: es como pegarle a la sombra . Las deformaciones causadas por la Fiura, son prcticamente incurables; en casos afortunados, se consigue alivio, utilizando el siguiente tratamiento: al amanecer se corta una rama de la enredadera llamada pahueldn, una vez transportada junto al enfermo, se la azota, hasta arrancarle la savia; lquido que debe beber el enfermo y enseguida se la lleva arrastrando hasta la playa, para lanzarla al mar (en Europa, los pueblos primitivos realizaban una ceremonia parecida, con el rbol, que representaba el espritu de los rboles). Por haber obtenido, con ello, buenos resultados, tambin se aconseja tomar raspaduras de Piedra de Ara. (Publicacin del Dr. Bernardo Quintana Mansilla, Chilo Mitolgico).