Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Dolina Elegia para Una Raza en Extinción

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 3

Elega para una raza en extincin

Vindicacin del cholulismo


por Alejandro Dolina

Hubo una poca en que a la gente le costaba distinguir entre la vida y obra
de sus dolos. Cruzarse con el astro favorito era ms importante que el
casamiento de un hijo. Despus, el romanticismo comenz a morir. Y
mientras los investigadores deciden si fue por causas naturales o por
asesinato, el autor de las siguientes lneas inicia el rescate de los cholulos.
Para jugar, para gozar del arte o para asombrarse ante lo mgico, siempre
es indispensable condescender a una amable seriedad. Los chicos disfrutan
intensamente sus diversiones, precisamente porque se las toman en serio.
Por el contrario, el escepticismo, el cinismo y la morbosidad analtica
pueden dejarnos fuera de muchos deliciosos entretenimientos. Ninguna
obra artstica podra interesarnos si no aceptramos de antemano creer en
lo que se nos cuenta, aunque sepamos que es falso. Pensemos en el teatro:
si uno razona que el hijo moribundo, la madre desesperada y el traidor
asesino no son ms que individuos fingiendo, difcilmente pueda encontrar
emocin alguna.
El conocido racionalista de Flores, Aquiles Fabregat, que no comprenda
estas cosas, sola asistir al cine Fnix de la avenida Rivadavia. En lo mejor
de la pelcula, cuando las viejas lloraban por las desventuras de Arturo de
Crdova, Fabregat explicaba en voz alta que todo era ilusin ptica y que el
drama que el pblico crea ver no era otra cosa que una serie de fotografas
proyectadas por una lente. Despus, trataba de impartir elementales
nociones acerca del funcionamiento de la retina, aspecto que -por lo
general- desarrollaba mientras lo echaban a patadas. Quiero decir con todo
esto que para vivir ciertas experiencias se necesita un poco de ingenuidad.
No es que uno postule el pajueranismo intelectual de los abribocas que se
desmayan ante las puertas giratorias. Pero es evidente que la perpetua
demostracin de perspicacia acaba por confinarnos en un mundo
inspidamente real.
As, en los ltimos aos han desaparecido entraables costumbres
populares, solamente porque las personas se sienten demasiados astutas
para ejercerlas. Ya no se dan serenatas. Nadie se disfraza. Nadie escribe con
el dedo en los vidrios empaados. No se juega a la escondida. Nadie se
asusta con las pelculas de terror. En medio de este engrupimiento general,
no es de extraar que haya disminuido la cndida admiracin que antes
despertaban los artistas, los deportistas y las figuras famosas. Cholula era
un personaje de historieta, no demasiado popular, cuya caracterstica era la
demasiada atraccin por las estrellas de cine. Con el tiempo, los periodistas
empezaron a llamar cholulos a todos aquellos que manifestaban tendencia a
deslumbrarse ante la fama. A m me parece que el remoquete encierra
mucho desprecio.

Y denuncio que su uso se extendi cuando ya los cholulos estaban en


minora. Antes de eso, cuando todava exista esta desagradable palabra, el
cholulismo conoci su momento de auge. Los artistas no eran entonces
personas de carne y hueso, como se nos miente ahora. Tenan categora de
semidioses. Los actores no podan salir a la calle sin producir un batifondo.
Alberto Castillo y Jorge Vidal obligaban a cortar el transito. Las seoras
comentaban los romances de Zully Moreno o Laura Hidalgo como si fueran
asuntos de inters nacional. Cuando Isabel Sarli asista a los estrenos, sus
fanticos se esmeraban para terminar de desnudarla. Haberse cruzado
alguna vez con Miguel de Molina era un episodio ms conmovedor que el
casamiento de un hijo.
Cierto es que algunos astros lamentaban la intimidad perdida. Al parecer,
les resultaba imposible ejercitar cualquier actividad -aun las ms
personales- sin ser ovacionados por la multitud. A veces la gente no
alcanzaba a distinguir los lmites entre la vida y la obra artstica de sus
dolos, cosa que -de paso- constituye el ideal del romanticismo. Cuando las
compaas radiales de Hctor Bates salan de gira por los cines, los actores
que hacan los papeles de malvados deban soportar los insultos y los
coscorrones de un publico ingenuo y justiciero. Tanta arrebatadas
expresiones no siempre fueron hijas del caos y el amontonamiento. Algunos
fanticos ordenados procuraban encauzar el entrevero y darle forma
institucional. As nacieron los clubes de admiradores. Las tareas cotidianas
de estas instituciones son para el que escribe un absoluto misterio. Sin
embargo, puede adivinarse que repartan fotografas, que mantenan
correspondencia con las revistas y hasta es posible que existieran
comisiones destinadas a conseguir prendas y recuerdos de la figura amada.
Cabe imaginar la instalacin de vitrinas para exhibir corbatas, botones,
medias, camisas, zapatos, guantes, mechones y calzoncillos de origen
estelar. No todos los clubes habrn sido iguales. Pedrito Rico o Palito Ortega
deben haber inspirado entidades poderossimas. Humildes seran las
instituciones para exaltar a Lalo Fransen o a Adolfo Prez "Pocholo".
Organizarse en grupos para admirar es -nadie lo dude- propio de espritus
nobles y desinteresados. As lo entendi el polgrafo y pensador de la calle
Artigas, Manuel Mandeb. el hombre, cautivado por la generosidad de estas
iniciativas, resolvi -como siempre- ir un poco ms lejos. As surgi el Club
de Admiradores. Como su seco nombre lo seala, la entidad no propugnaba
ninguna admiracin particular, sino una actitud admirativa general y
filosfica. Noche a noche, los socios se reunan para maravillarse ante
cantores, guardavallas, sastres, hroes, santos y bandoleros. Se admiraba la
claridad de una luna, el color del ltimo vagn de los trenes de carga, las
carambolas de Ezequiel Navarra, el olor de las panaderas y el diseo
mgico del siete de oros. El club de Mandeb desapareci por sus propsitos
demasiado amplios y por la falta de pago del alquiler de sus oficinas.
Los Refutadores de Leyendas, que odiaron siempre a los cholulos, eran ms
proclives al rechazo que a la exaltacin. Con toda insidia promovieron la

fundacin de clubes rechazantes, que muy pronto prosperaron en la ciudad.


El Club de Rechazantes de Antonio Prieto, sin ir ms lejos, organizaba
reuniones en las que se proferan toda clase de denuestos contra el cantor
chileno. Muchas veces los socios asistan a los recitales para silbar o
sencillamente para no aplaudir. Los Refutadores siempre han credo que el
rechazo es seal de inteligencia. Hoy en da se tropieza a cada paso con
personas que se reputan lumbreras en virtud de su disgusto por Hctor
Larrea. Y, en rigor de verdad, hay profesionales y pensadores que
fundamentan su carrera en el sistemtico rechazo a cualquier cosa.
Pero volvamos a los buenos cholulos. Un deporte que practicaron con
tenacidad fue la caza de autgrafos. Esta disciplina encuentra soporte en el
error de confundir a las personas con su firma. Como quiera que sea, los
cazadores de autgrafos existieron y existen en todo el mundo. A principios
de siglo la firma de Bernard Shaw se cotizaba en 50 libras. Se cuenta que
Shaw liquidaba sus deudas entregando cheques por sumas inferiores a esa
cantidad. De este modo, nadie se presentaba a cobrar al banco: era ms
negocio vender los cheques como autgrafos.
En nuestros das asistimos a un nuevo cholulismo: El de los intelectuales y el
de los funcionarios. Por supuesto que esta gente no persigue a los cantantes
de boleros. Mas bien se amontona en torno a los escritores y polticos,
particularmente si son extranjeros. Lejos de criticarlos, me atrevo a
saludarlos. Junto a las pelandrunas que siguen a Menudo, son los ltimos
admiradores ingenuos que nos van quedando.
Pese a estas expresiones tardas, presiento que el cholulismo es una causa
perdida. Mala seal es avergonzarse de los sentimientos. Mala seal es
apostar al aburrimiento de los sabelotodos. Mala seal es el temor al
ridculo. Porque quien teme al ridculo est perdido para toda accin heroica.

Revista "Magazine" Ao 1 - Nro. 2 - 19 de Abril de 1985 LVSTplayer.com.ar

También podría gustarte