J.K. Huysmans, À Rebours (1884)
J.K. Huysmans, À Rebours (1884)
J.K. Huysmans, À Rebours (1884)
soportable epoca de vulgar chabacaneri'a se iba haciende mis apremiante, la necesidad de no velvet
a contemplar cuadros que representaran la figura humana
realizando tareas domesticas en Pan's, encerrada entre cuatro paredes, se convirti6 para el en algo imperioso.
U n a vez que la existencia contemperanea habia dejado
de interesarle, decidio no introducir en su refugio obras pictoricas que pudieran provocarle repugnancia e arrepentim i e n t o ; asi pues prefiri6 adquirir u n tipe de p i n t u r a que
fuera sutil, exquisita, inmersa en una antigua fantasia, en
una vieja cerrupcion, alejada de nuestras costumbres y de
nuestras preocupaciones actuales.
P a r a el deleite de su espiritu y el placer de sus ojos, busc6 p o r lo tanto algunas obras sugestivas y evocadoras que
tuvieran el peder de sumergirle en u n m u n d e desconocido,
de aportarle revelaciones ocultas, de estremecerle el sistem a nerviose mediante eruditas histerias, complicadas pesadillas y visiones indolentes y atreces.
E n t r e todos los artistas, habia uno cuyo talento le subyugaba y le sumia en extasis prolongados, se trataba de Gustave Moreau'*''.
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Y , entrascado en su contemplacion, escrutaba los origenes de ese g r a n artista, de ese pagano mistico, de ese i l u minado que podia abstraerse lo suficiente del m u n d o para
ver, en pleno Paris, resplandecer las crueles visiones, las
fantasticas apoteosis de otras epocas.
Des Esseintes apenas Uegaba a encontrar su filiaci6n artistica; p o d r i a n percibirse, aqui y alia, vagas semejanzas con
M a n t e g n a y Jacopo de B a r b a r i ; confusas obsesiones de L e o nardo D e V i n c i y una fiebre de colorido al estilo de
Delacroix.
Pero la influencia de estos maestros quedaba, e n suma,
como algo imperceptible, la verdad era que Gustave M o reau no seguia la trayectoria de nadie. S i n verdaderos antecesores, s i n descendientes posibles, permanecia como una
figura unica en el arte contemporaneo. Remontandose a las
fuentes etnograficas, a los origenes de las mitologias, cuyos
sangrientos enigmas comparaba y desenredaba; reuniendo
y fundiendo en una sola las leyendas procedentes del E x treme O r i e n t e y metamorfoseadas por las creencias de
otros pueblos, este artista justificaba de esta manera sus
eclecticas fusiones arquitectdnicas, sus lujesas e insespechadas amalgamas de telas y vestimenta, sus hieraticas y s i niestras alegorias agudizadas p e r la inquieta perspicacia que
p r e p e r c i o n a u n n e r v i o s i s m o completamente m o d e r n o ; y
permanecia atormentado para siempre, obsesionado p o r los
simbolos de perversiones y de amores sobrehumanos, de estupros divines consumados s i n abandono n i esperanza.
E n sus obras, desesperadas y eruditas, se percibia u n encanto singular, u n hechizo capaz de estremecer hasta las entraiias, como el embrujo que poseen ciertos poemas de Baudelaire, hasta tal p u n t o que uno se quedaba pasmade, ensimismado y desconcertado, ante este arte que sobrepasaba
los limites de la p i n t u r a , y aplicaba las mas sutiles evocacienes del arte literario, las mas brillantes realizaciones del
arte del esmalte, y las filigranas mas exquisitas del arte
del lapidario y del arte d e l grabado.
j A h ! jfil s61o estaba en lo cierto! ^Que eran todas las farmacopeas evangelicas al lade de sus tratados de higiene espiritual? Schopenhauer no pretendia curar nada, no ofrecia
ninguna compensacion, ninguna esperanza, a los enfermos;
pero su teeria del p e s i m i s m o " era, en suma, la g r a n consoladora de los espiritus selectos, de las almas elevadas. Esta
teoria revelaba la sociedad tal come es, insistia sobre la i n nata estupidez de las mujeres, senalaba sendas y caminos,
salvaba de las desilusiones advirtiendo a cada cuni que restringiese lo mas posible sus esoeranzas v aue si sp senti'a
con fuerzas suficientes, no concibiera n i n g u n tipe de esperanza, contentandose con considerarse feliz si, en m e m e n tos imprevisibles, no le caen a uno sobre la cabeza enormes y peligrosas tejas.
Habiendose lanzado desde la m i s m a pista de donde partia L a Imitacion, la teoria de Schopenhauer desembocaba
tambien sobre el m i s m o p u n t o de Uegada: la resignaci6n y
el dejar hacer; pero no se desviaba p o r misteriosos laberintos n i p o r caminos inverosimiles.
L a a d m i r a c i o n que sentia p o r Baudelaire no tenia l i m i >. E n su opinion, hasta ese momento la literatura se hai l i m i t a d o a explorar la superficie del alma o a penetrar
sus subterraneos accesibles e iluminados, poniendo de
lieve, aca y alia, los yacimientos de los vicios y de las p a ines, estudiando sus filones y su expansi6n, centrandose,
como Balzac, por ejemplo, en el analisis de los estratos del
alma poseida por la m o n o m a n i a de una pasion: la ambicion, la avaricia, la estupidez paternal o el amor senil.
Despues de todo, solo se trataba de la excelente salud de
los vicios y de las virtudes, del comportamiento sereno de
los cerebros conformados segun las normas comunes, de la
practica realidad de las ideas corrientes, s i n ningun ideal
de enfermiza depravacion, s i n n i n g u n i m p u l s o que los
arrastrara mas alia; en resumidas cuentas, los descubrimientos de los analistas se l i m i t a b a n a las especulaciones,
buenas o malas, que ya habian sido clasificadas por la Iglesia; se trataba de una s i m p l e investigacion, de la vigilancia
habitual de u n botanico que sigue de cerca el desarrollo previsto de las floraciones normales de las plantas sembradas
e n la tierra natural.
Pero Baudelaire habia llegado mas lejos; habia descendido hasta el fondo de la m i n a inagotable y, metiendose
t,
por galerias abandonadas o desconocidas, habia descubier- ,
to esas zonas del alma donde se r a m i f i c a n las monstruosas
vegetaciones del pensamiento.
A U i , cerca de las profundidades donde subyacen las abe;
rraciones y las enfermedades del espiritu e l tetanos mis-
tico, la fiebre abrasadora de la lujuria, las tifoideas y los v6mitos del c r i m e n encontro, incubandose bajo la languida y sombria campana del hastio, el terrible y espantoso envejecimiento de los sentimientos y de las ideas.
Baudelaire habia revelado la morbosa psicologia del esp i r i t u que ha llegado a la decrepitud otonal de las sensaciones; y habia narrado los sintomas de las almas atormentadas por el dolor y p r i v i l e g i a d a s p o r el spleen; habia
mostrado tambien la caries creciente de las impresiones,
cuando ya se han agotado los entusiasmos y las ilusiones
de la juventud, cuando no queda mas que el arido recuerdo
de las miserias soportadas, las intolerancias padecidas, y los
disgustos sufridos por los espiritus que se sienten o p r i m i dos por un destino absurdo.
Baudelaire habia recorrido todas las fases de ese lamentable otono, observado la criatura humana, d6cilmente i n clinada a la amargura, h a b i i p a r a defraudarse, obligando a
sus pensamientos a enganarse entre ellos, para sufrir mejor, malogrando por adelantado, gracias al analisis y a la observacion, toda posibilidad de satisfaccion y de gozo.
Luego, en esa sensibilidad exacerbada del alma, en esa
orgullosa crueldad de la reflexion que rechaza el molesto
entusiasmo de los gestos de abnegacion y los condescendientes agravios de la caridad, veia brotar poco a poco el
h o r r o r de esas pasiones que se han prolongado durante
alios, de esos amores maduros, en los que uno de los amantes mantiene todavia vivo su amor y lo entrega con ardor,
mientras el otro actua con indiferencia y c o n recelo, esos
amores en los que la m o n o t o n i a y la lasitud requiere de las
parejas caricias filiales cuya aparente ternura parece algo
nuevo, y u n candor maternal cuya dulzura afianza y p r o porciona, p o r asi decirlo, el interesante r e m o r d i m i e n t o de
una especie de incesto.
E n paginas magnificas, Baudelaire ha logrado expresar
sus hibridos amores, exasperados por la imposibilidad en
l a que se encuentran de llegar a la p l e n i t u d de la felicidad,
y esos peligrosos enganos de los estupefacientes y t6xicos
a los que se recurre para adormecer el s u f r i m i e n t o de la
vida y aplastar el peso del hastio.
E n una epoca en la que la literatura atribufa casi exclusivamente el dolor de v i v i r a los infortunios de un amor
no correspondido o a los celos que se derivan del adulterio,
el habia desdenado estas pueriles enfermedades, para sondear otras llagas mas incurables, mas persistentes, mas p r o fundas, causadas por la saciedad, el desengano y el desprecio de las almas destrozadas y en ruina, a las que el presente tortura, el pasado repugna y el futuro asusta y
desespera.
Y cuanto mas releia Des Esseintes a Baudelaire, mas
apreciaba u n encanto especial e indescriptible en este escritor que, e n una epoca en la que el verso solo servia para
pintar el aspecto externo de los seres y de las cosas, habia
conseguido expresar lo inexpresable gracias a una lengua
y a u n estilo vigoroso y solido que, mas que n i n g u n otro,
poseia esa maravillosa capacidad de definir, c o n una m i s teriosa vitalidad expresiva. los estados rnnrhnsns mas resbaladizos, mas estremecidos, de los espiritus agotados y de
las almas tristes y melanc61icas
E n el caso de Des Esseintes, este proceso de seleccion habia ido avanzando poco a poco. E n el pasado habia sentido
verdadera veneracion p o r el gran Balzac, pero a medida
que su organismo se fue desequilibrando y se fue i m p o niendo la sensibilidad de sus nervios, sus preferencias e m pezaron a variar y sus gustos y aspiraciones experimentaron una importante transformacion.
Poco despues, y aunque se daba cuenta de que esta actitud resultaba injusta tratandose del prodigioso escritor de
La Comedie humaine, habia llegado incluso a no molestarse mas en abrir sus |ibros cuyo arte, que seguia siendo valido, se le hacia insoportable; ahora sentia buUir dentro de
el otras aspiraciones mas exigentes, que resultaban, en cierto modo, indefinibles.
Sin embargo, p r o f u n d i z a n d o u n poco en si m i s m o , se
daba cuenta e n p r i m e r lugar de que, para que una obra le
llegara a interesar y a atraer, tenia que poseer ese caracter
de extraiia y desconcertante peculiaridad y rareza que reclamaba Edgar Poe. P e r o el se aventuraba todavia mas lejos p o r este camino y exigia ademas una gran minuciosidad imaginativa y complicadas filigranas de estilo delicado
y delicuescente; buscaba una vaguedad inquietante y turbadora que le permitiera alimentar sus suerios y que pudiera
ser adaptada y transformada, a su gusto, en algo mas difuso o mas f i r m e segiin el estado de a n i m o de cada m o m e n to. A p r e c i a b a , en suma, una obra de arte p o r lo que ella
era en si m i s m a y por lo que podia aportarle personalmente; queria caminar con ella, apoyandose en ella, como sostenido p o r u n ayudante, como transportado p o r u n vehiculo que le permitiera acceder a una esfera en la que las
sensaciones sublimadas le produjeran una sacudida inesperada, cuyas causas intentaria analizar durante mucho tiempo e, incluso, en vano.
P o r u l t i m o , desde que abandono P a r i s , se iba alejando
cada vez mas de la realidad y, sobre todo, del m u n d o contemporaneo que le causaba una creciente sensacion de hor r o r ; esta profunda aversi6n habia influido forzosamente
sobre sus gustos literarios y artisticos, de tal manera que
procuraba apartarse lo mas posible de los libros y de los
cuadros cuyos temas se centraban exclusivamente en las
realidades de la vida moderna.
AvJ
Entre todas ias tormas literarias, la preterida p o r Des Esseintes era el poema en prosa. Manejada p o r u n alquimista
de talento, esta forma, segun su o p i n i o n , tenia que llegar
a encerrar en su pequena extension, en estado de of meat,
la m i s m a fuerza expresiva de la novela, suprimiendo las d i gresiones analiticas y las redundancias descriptivas de esta.
C o n cierta frecuencia, Des Esseintes se habia dedicado a
meditar sobre el inquietante problema de escribir una novela concenrrada en pocas frases que contendrian el jugo
destilado de centenares de paginas empleadas siempre para
configurar y establecer el entorno, trazar los caracteres de
los personajes, apoyando la trama en u n a i m u l o de observaciones y de hechos secundarios. P o r lo tanto las palabras
escogidas serian tan esenciales e insustituibles que s u p l i r i a n a todo lo demas; e l adjetivo estaria colocado de una
f o r m a tan ingeniosa y d e f i n i t i v a que nunca p o d r i a ser desplazado legalmente del lugar en el que estuviera situado y
abriria tales perspectivas que el lector podria sofiar, durante semanas enteras, sobre su significado a la vez preciso y
multiple, constataria el presente, reconstruiria el pasado,
adivinaria el futuro de los personajes, revelados p o r la l u minosidad de ese capitulo linico.
L a novela, concebida de esta f o r m a y condensada en una
o dos paginas, se convertiria en una c o m u n i o n de pensam i e n t o entre u n magico escritor y u n ideal lector, en una
colaboracion espiritual emprendida entre diez personas
de sensibilidad superior dispersas p o r todo el mundo,
u n deleite a la disposicion de los delicados, accesible a ellos
solos.
E n una palabra, el poema en prosa constituia para Des
Esseintes e l jugo y la medula de la literatura, el 61eo esencial del arte.
Esta suculencia elaborada o concenrrada en una sola
gota se encontraba ya en Baudelaire y tambien e n esos
poemas de M a l l a r m d que saboreaba con tan p r o f u n d o
placer
Cuando cerro esta antologia, Des Esseintes se dijo que
su biblioteca, que concluia con este u l t i m o libro, tal vez no
aumentaria nunca mas.