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J.K. Huysmans, À Rebours (1884)

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tisfaccion mirandose en las vitrinas.

y aquei que parecia sumido en profundos pensamientos a ia vez que devoraba,


frunciendo el ceno, unas tostadas con mermeiada y los sucesos del periodico.
Des Esseintes olfateaba y presentia una esrapidez tan
arraigada, una tal abominacion por sus propias ideas, u n
desprecio tan grande por el arte y la literatura, por todo
aquelle que el adoraba, implantades y aferrados en estos estrechos cerebros de negociantes, preocupados exclusivamente por sus raterias y p e r asuntos de dinero, y solo accesibles a esta baja distraccion de los espiritus mediocres,
la politica, que, enfurecido y preso de rabia, se v e l v i a a su
casa y se encerraba con sus libros.
Odiaba tambien, con todas sus fuerzas, a las nuevas generaciones, esa oleada de horribles patanes que sienten la
necesidad de reir fuerte y de hablar dando voces en los restaurantes y en los cafes, que empujan a uno en la acera de
la calle sin pedir p e r d o n , y le lanzan las ruedas de u n cochecite de n i n e contra las piernas, sin decir nada, s i n presentar ninguna disculpa.

E n razon de su maquillaje y de su aspecto artificial, este


paisaje no le desagradaba a Des Esseintes; pero, desde aque11a tarde que paso en la aldea de Fontenay ocupado en la
busca de una casa, no habfa vuelto a pasear durante el dia
p o r los caminos. A d e m a s , el verdor de esta zona no le inspiraba n i n g u n interes, pues no Uegaba a ofrecer ese encanto delicado y doliente que se desprende de la enternecedora y enfermiza vegetacion que crece, con gran dificultad, entre los escombros de los barrios perifericos, cerca de las
murallas.
A d e m a s , aquel dia tuvo ocasion de poder observar que
los burgueses del pueblo eran gente con barriga, bigotes y
largas patiUas, que iban enfundados en trajes ostentosos,
y paseaban, con la solemnidad de los santos sacramentos,
sus cabezas de aspectos de magistrados y de militates. Desde
entonces, su h o r r o r ante el rostro h u m a n o se incremento
aun mas.
Durante los liltimos meses de su estancia en Paris, cuando se encontraba decepcionado de todo, abatido p o r la h i pocondria, agobiado por el hastio, Uego a u n tal estado de
exaltacion nerviosa que la vista de u n objeto o de una persona desagradable se le grababan profundamente en su cerebro y era precise que pasaran varies dias para que se borrara un poco la i m p r e s i o n recibida. E l s i m p l e rece con la
cara de la gente, al pasear p o r la calle, se habia convertido
para el en uno de los mas dolorosos suplicios.
Sufria realmente a la vista de ciertas fisonomias; consideraba casi como u n insulto los semblantes paternales o cenudos de algunos rostros y sentia desees de abofetear a ese
senor que paseaba tranquilamente cerrande los ojos con u n
gesto de persona erudita; e aquel otro que se m o v i a con sa-

L m i s m o tiemoo que su desee de escapar de una i n -

A d q u i r i o sus obras maestras, y pasaba noches enteras de

soportable epoca de vulgar chabacaneri'a se iba haciende mis apremiante, la necesidad de no velvet
a contemplar cuadros que representaran la figura humana
realizando tareas domesticas en Pan's, encerrada entre cuatro paredes, se convirti6 para el en algo imperioso.
U n a vez que la existencia contemperanea habia dejado
de interesarle, decidio no introducir en su refugio obras pictoricas que pudieran provocarle repugnancia e arrepentim i e n t o ; asi pues prefiri6 adquirir u n tipe de p i n t u r a que
fuera sutil, exquisita, inmersa en una antigua fantasia, en
una vieja cerrupcion, alejada de nuestras costumbres y de
nuestras preocupaciones actuales.
P a r a el deleite de su espiritu y el placer de sus ojos, busc6 p o r lo tanto algunas obras sugestivas y evocadoras que
tuvieran el peder de sumergirle en u n m u n d e desconocido,
de aportarle revelaciones ocultas, de estremecerle el sistem a nerviose mediante eruditas histerias, complicadas pesadillas y visiones indolentes y atreces.
E n t r e todos los artistas, habia uno cuyo talento le subyugaba y le sumia en extasis prolongados, se trataba de Gustave Moreau'*''.

contemplando entusiasmade uno de los cuadros


^^"^ representaba a Salome bailando ante el rey Herodes.

*
I
'

,
'

Y , entrascado en su contemplacion, escrutaba los origenes de ese g r a n artista, de ese pagano mistico, de ese i l u minado que podia abstraerse lo suficiente del m u n d o para
ver, en pleno Paris, resplandecer las crueles visiones, las
fantasticas apoteosis de otras epocas.
Des Esseintes apenas Uegaba a encontrar su filiaci6n artistica; p o d r i a n percibirse, aqui y alia, vagas semejanzas con
M a n t e g n a y Jacopo de B a r b a r i ; confusas obsesiones de L e o nardo D e V i n c i y una fiebre de colorido al estilo de
Delacroix.
Pero la influencia de estos maestros quedaba, e n suma,
como algo imperceptible, la verdad era que Gustave M o reau no seguia la trayectoria de nadie. S i n verdaderos antecesores, s i n descendientes posibles, permanecia como una
figura unica en el arte contemporaneo. Remontandose a las
fuentes etnograficas, a los origenes de las mitologias, cuyos
sangrientos enigmas comparaba y desenredaba; reuniendo
y fundiendo en una sola las leyendas procedentes del E x treme O r i e n t e y metamorfoseadas por las creencias de
otros pueblos, este artista justificaba de esta manera sus
eclecticas fusiones arquitectdnicas, sus lujesas e insespechadas amalgamas de telas y vestimenta, sus hieraticas y s i niestras alegorias agudizadas p e r la inquieta perspicacia que
p r e p e r c i o n a u n n e r v i o s i s m o completamente m o d e r n o ; y
permanecia atormentado para siempre, obsesionado p o r los
simbolos de perversiones y de amores sobrehumanos, de estupros divines consumados s i n abandono n i esperanza.
E n sus obras, desesperadas y eruditas, se percibia u n encanto singular, u n hechizo capaz de estremecer hasta las entraiias, como el embrujo que poseen ciertos poemas de Baudelaire, hasta tal p u n t o que uno se quedaba pasmade, ensimismado y desconcertado, ante este arte que sobrepasaba
los limites de la p i n t u r a , y aplicaba las mas sutiles evocacienes del arte literario, las mas brillantes realizaciones del
arte del esmalte, y las filigranas mas exquisitas del arte
del lapidario y del arte d e l grabado.

A l Uegar aqui, D e s Esseintes v e l v i a a reaccionar. S i , p o r


u n lade, estaba conferme c o n esta v i s i o n de la miseria de
la vida humana, se rebelaba s i n embargo contra el vago y
etereo remedio de la esperanza en la otra vida. Para el,
S c h o p e n h a u e r " era mas exacto; su dectrina y la de la Iglesia tenian como p u n t o de p a r t i d a u n enfoque comun, pues
el t a m b i e n se basaba en la m a l d a d y en la i n f a m i a del m u n do, el tambien lanzaba ese g r i t o angustiade que parece en
La, imitacidn de Nuestro Senor^^: iQue miserable es realmente la vida del h e m b r e sobre la tierra!. T a m b i e n predicaba Schopenhauer el vaci'o de la existencia, las ventajas
de la soledad, y advertia a la h u m a n i d a d que, hiciese lo que
hiciese, y fuese cual fuese el camino que pudiera tomar,
siempre continuaria siende desgraciada: el pobre, por causa de los sufrimientos que surgen del hecho de v i v i r con
muchas privaciones, el rice, p e r causa del tedie insoportable que engendra la abundancia. P e r o este fil6sofo no preconizaba n i predicaba ninguna panacea, no ilusionaba a nadie con n i n g u n senuelo, para presentar remedies a males
inevitables. N o sostenia el sistema indignante del pecade
o r i g i n a l ; n i tampoco trataba de probar que el D i e s que p r o tege a los bribones, ayuda a los imbeciles, aplasta a la i n fancia, embrutece a la vejez y castiga a los inocentes, fuera
u n D i o s de una bendad soberana; no exaltaba los favores
de una Providencia que ha inventado esa abominacion i n i i t i l , incomprensible, injusta e inepta, que es el sufrimiento
fi'sico. Lejos de tratar de justificar, come lo hace la Iglesia,
la necesidad de las desgracias y de las pruebas, exclamaba
con indignada misericordia: Si es u n D i o s quien ha hecho
este m u n d o , no me gustaria ser ese D i o s ; la miseria del
m u n d e me desgarraria el coraz6n.

Des Zsie.r.Tts ;e ; e : e . - ; i cor. mas i n teres ante otros c _ i c r ; s z - r i ; ; r r . i r i r i estincia.


Estos llevaoan l i r . r n i i
-^^i.z. r^e-wn'V

Estos dibuJGS se s:r_i= = r. r.era ;e :oco '.o conocido; la


mayor parte de ellos s u p ^ . - i r i r . :;5 ;..~.;:es de la p i n t u r a , y
aportaban -an - m v e r s c : a r . : i i : . : ; espec;ii e innovador, un
nuevo tipo de fantasia i.zzz^
- e ' : a enfermedad y del
delirio.
E n efecto, algunos it esris rcstros. cevorados p o r ojos
inmensos, por cios e.--.;:c.t:;;;5, algunos de estos cuerpos
crecidos de forma ces.-esuraca ; ceformados como si se
los viera a traves de una jarra de agua, evocaban en la mem e r i a de Des Esseintes recuerdos de fiebres tifeideas, recuerdes de las noches de ardor y delirio que se le habian
quedado grabados, o de las horrendas visiones de los suefios de su infancia.
Preso de una indefinible sensacion de malestar ante la
contemplacion de estos dibujos, al igual que le ocurria con
algunos de los Proierbtos de Goya con los cuales tenian un
gran parecido. o al acabar una lectura de Edgar Poe cuyes
espejismos alucinantes y cuyos efectos aterradores O d i l o n
R e d o n parecia haber transferido al arte de la pintura, Des
Esseintes se frotaba los ojos y se poni'a luego a contemplar
una figura radiante que, en medio de estas laminas c e n v u l sas, parecia elevarse con serenidad y calma, una figura de
la M e l a n c o l i a sentada sobre unas rocas ante el disco del sol,
con un semblante abrumado y entristecido.
Entonces, come p e r encanto, las tinieblas se disipaban,
y una suave y encantadora tristeza, un sentimiento de l a n guida deselacion, inundaba sus pensamientos y se pasaba
muche tiempo meditando ante esta obra que, con sus rasgos a la aguada, trazados con lapiz gruese, introducia una
claridad de verde liquido y ore palido, en medio de la negrura i n i n t e r r u m p i d a de estas laminas y de estos dibujos
al carbon.
_

j A h ! jfil s61o estaba en lo cierto! ^Que eran todas las farmacopeas evangelicas al lade de sus tratados de higiene espiritual? Schopenhauer no pretendia curar nada, no ofrecia
ninguna compensacion, ninguna esperanza, a los enfermos;
pero su teeria del p e s i m i s m o " era, en suma, la g r a n consoladora de los espiritus selectos, de las almas elevadas. Esta
teoria revelaba la sociedad tal come es, insistia sobre la i n nata estupidez de las mujeres, senalaba sendas y caminos,
salvaba de las desilusiones advirtiendo a cada cuni que restringiese lo mas posible sus esoeranzas v aue si sp senti'a
con fuerzas suficientes, no concibiera n i n g u n tipe de esperanza, contentandose con considerarse feliz si, en m e m e n tos imprevisibles, no le caen a uno sobre la cabeza enormes y peligrosas tejas.
Habiendose lanzado desde la m i s m a pista de donde partia L a Imitacion, la teoria de Schopenhauer desembocaba
tambien sobre el m i s m o p u n t o de Uegada: la resignaci6n y
el dejar hacer; pero no se desviaba p o r misteriosos laberintos n i p o r caminos inverosimiles.

L a a d m i r a c i o n que sentia p o r Baudelaire no tenia l i m i >. E n su opinion, hasta ese momento la literatura se hai l i m i t a d o a explorar la superficie del alma o a penetrar
sus subterraneos accesibles e iluminados, poniendo de
lieve, aca y alia, los yacimientos de los vicios y de las p a ines, estudiando sus filones y su expansi6n, centrandose,
como Balzac, por ejemplo, en el analisis de los estratos del
alma poseida por la m o n o m a n i a de una pasion: la ambicion, la avaricia, la estupidez paternal o el amor senil.
Despues de todo, solo se trataba de la excelente salud de
los vicios y de las virtudes, del comportamiento sereno de
los cerebros conformados segun las normas comunes, de la
practica realidad de las ideas corrientes, s i n ningun ideal
de enfermiza depravacion, s i n n i n g u n i m p u l s o que los
arrastrara mas alia; en resumidas cuentas, los descubrimientos de los analistas se l i m i t a b a n a las especulaciones,
buenas o malas, que ya habian sido clasificadas por la Iglesia; se trataba de una s i m p l e investigacion, de la vigilancia
habitual de u n botanico que sigue de cerca el desarrollo previsto de las floraciones normales de las plantas sembradas
e n la tierra natural.
Pero Baudelaire habia llegado mas lejos; habia descendido hasta el fondo de la m i n a inagotable y, metiendose
t,
por galerias abandonadas o desconocidas, habia descubier- ,
to esas zonas del alma donde se r a m i f i c a n las monstruosas
vegetaciones del pensamiento.
A U i , cerca de las profundidades donde subyacen las abe;
rraciones y las enfermedades del espiritu e l tetanos mis-
tico, la fiebre abrasadora de la lujuria, las tifoideas y los v6mitos del c r i m e n encontro, incubandose bajo la languida y sombria campana del hastio, el terrible y espantoso envejecimiento de los sentimientos y de las ideas.
Baudelaire habia revelado la morbosa psicologia del esp i r i t u que ha llegado a la decrepitud otonal de las sensaciones; y habia narrado los sintomas de las almas atormentadas por el dolor y p r i v i l e g i a d a s p o r el spleen; habia
mostrado tambien la caries creciente de las impresiones,
cuando ya se han agotado los entusiasmos y las ilusiones
de la juventud, cuando no queda mas que el arido recuerdo
de las miserias soportadas, las intolerancias padecidas, y los
disgustos sufridos por los espiritus que se sienten o p r i m i dos por un destino absurdo.
Baudelaire habia recorrido todas las fases de ese lamentable otono, observado la criatura humana, d6cilmente i n clinada a la amargura, h a b i i p a r a defraudarse, obligando a

sus pensamientos a enganarse entre ellos, para sufrir mejor, malogrando por adelantado, gracias al analisis y a la observacion, toda posibilidad de satisfaccion y de gozo.
Luego, en esa sensibilidad exacerbada del alma, en esa
orgullosa crueldad de la reflexion que rechaza el molesto
entusiasmo de los gestos de abnegacion y los condescendientes agravios de la caridad, veia brotar poco a poco el
h o r r o r de esas pasiones que se han prolongado durante
alios, de esos amores maduros, en los que uno de los amantes mantiene todavia vivo su amor y lo entrega con ardor,
mientras el otro actua con indiferencia y c o n recelo, esos
amores en los que la m o n o t o n i a y la lasitud requiere de las
parejas caricias filiales cuya aparente ternura parece algo
nuevo, y u n candor maternal cuya dulzura afianza y p r o porciona, p o r asi decirlo, el interesante r e m o r d i m i e n t o de
una especie de incesto.
E n paginas magnificas, Baudelaire ha logrado expresar
sus hibridos amores, exasperados por la imposibilidad en
l a que se encuentran de llegar a la p l e n i t u d de la felicidad,
y esos peligrosos enganos de los estupefacientes y t6xicos
a los que se recurre para adormecer el s u f r i m i e n t o de la
vida y aplastar el peso del hastio.
E n una epoca en la que la literatura atribufa casi exclusivamente el dolor de v i v i r a los infortunios de un amor
no correspondido o a los celos que se derivan del adulterio,
el habia desdenado estas pueriles enfermedades, para sondear otras llagas mas incurables, mas persistentes, mas p r o fundas, causadas por la saciedad, el desengano y el desprecio de las almas destrozadas y en ruina, a las que el presente tortura, el pasado repugna y el futuro asusta y
desespera.
Y cuanto mas releia Des Esseintes a Baudelaire, mas
apreciaba u n encanto especial e indescriptible en este escritor que, e n una epoca en la que el verso solo servia para
pintar el aspecto externo de los seres y de las cosas, habia
conseguido expresar lo inexpresable gracias a una lengua
y a u n estilo vigoroso y solido que, mas que n i n g u n otro,
poseia esa maravillosa capacidad de definir, c o n una m i s teriosa vitalidad expresiva. los estados rnnrhnsns mas resbaladizos, mas estremecidos, de los espiritus agotados y de
las almas tristes y melanc61icas

E n el caso de Des Esseintes, este proceso de seleccion habia ido avanzando poco a poco. E n el pasado habia sentido
verdadera veneracion p o r el gran Balzac, pero a medida
que su organismo se fue desequilibrando y se fue i m p o niendo la sensibilidad de sus nervios, sus preferencias e m pezaron a variar y sus gustos y aspiraciones experimentaron una importante transformacion.
Poco despues, y aunque se daba cuenta de que esta actitud resultaba injusta tratandose del prodigioso escritor de
La Comedie humaine, habia llegado incluso a no molestarse mas en abrir sus |ibros cuyo arte, que seguia siendo valido, se le hacia insoportable; ahora sentia buUir dentro de
el otras aspiraciones mas exigentes, que resultaban, en cierto modo, indefinibles.
Sin embargo, p r o f u n d i z a n d o u n poco en si m i s m o , se
daba cuenta e n p r i m e r lugar de que, para que una obra le
llegara a interesar y a atraer, tenia que poseer ese caracter
de extraiia y desconcertante peculiaridad y rareza que reclamaba Edgar Poe. P e r o el se aventuraba todavia mas lejos p o r este camino y exigia ademas una gran minuciosidad imaginativa y complicadas filigranas de estilo delicado
y delicuescente; buscaba una vaguedad inquietante y turbadora que le permitiera alimentar sus suerios y que pudiera
ser adaptada y transformada, a su gusto, en algo mas difuso o mas f i r m e segiin el estado de a n i m o de cada m o m e n to. A p r e c i a b a , en suma, una obra de arte p o r lo que ella
era en si m i s m a y por lo que podia aportarle personalmente; queria caminar con ella, apoyandose en ella, como sostenido p o r u n ayudante, como transportado p o r u n vehiculo que le permitiera acceder a una esfera en la que las
sensaciones sublimadas le produjeran una sacudida inesperada, cuyas causas intentaria analizar durante mucho tiempo e, incluso, en vano.
P o r u l t i m o , desde que abandono P a r i s , se iba alejando
cada vez mas de la realidad y, sobre todo, del m u n d o contemporaneo que le causaba una creciente sensacion de hor r o r ; esta profunda aversi6n habia influido forzosamente
sobre sus gustos literarios y artisticos, de tal manera que
procuraba apartarse lo mas posible de los libros y de los
cuadros cuyos temas se centraban exclusivamente en las
realidades de la vida moderna.

D e s Esseintes h i z o u n gesto de aprobacion m o v i e n d o la


cabeza. Sobre su mesa s6io quedaban ya dos folletos. Indico
a su criado que abandonara la estancia y se puso a hojear
uno de ios folletos, encuadernado e n p i e l de onagro, previamente satinada en una prensa hidraulica, decorada a la
acuarela con nubes plateadas y provista de guardas hechas
con vieja tela de seda cuyos rameados dibujos u n poco descoloridos tenian ese encanto de las cosas marchitas que habia celebrado M a l l a r m ^
en u n delicioso poema.
_

AvJ

Estas paginas, nueve en total, habian sido extraidas de


los ejemplares de los primeros volumenes del Pamasse
Contemporain;
estaban impresas en pergamino y precedidas del titulo siguiente: Quelques vers de Mallarme, d i bujado por u n sorprendente caligrafo con letras unciales,
coloreadas y realzadas, como en los viejos manuscritos, con
puntos de oro.
E n t r e las once composiciones reunidas bajo esta cubierta, algunas, como Les Fenetres L'Epilogue, Azur, le
atraian de una manera especial; pero entre todas ellas, el
fragmento de L'Herodiade le subyugaba, en ciertos m o mentos, de la m i s m a manera que u n extraiio y magico
sortilegio.
jCuantas noches, bajo la luz de la lampara que, con sus
resplandores enfocados hacia abajo, iluminaba la silenciosa
habitacidn, no se habia sentido levemente rozado y acariciado por esa H e r o d i a s que, en el cuadro de Gustave M o reau, ahora sumido en la penumbra, quedaba ligeramente
difuminada, no dejando entrever mas que una confusa forma de estatua, todavia blanquecina en medio de las brasas
apagadas de las joyas!
L a oscuridad encubria la sangre, hacia languidecer los reflejos y el b r i l l o del oro, entenebrecia los pianos mas lejanos del t e m p l o , anegaba entre sombras a los acompanantes del c r i m e n enterrados en sus colores mortecinos, y, respetando solamente los tonos blancos de la acuarela, resaltaba con intensidad la desnudez de la mujer haciendola sobresalir entre las gemas que la envolvian.
S i n poderlo evitar, dirigia su mirada hacia ella, la distinguia p o r sus contornos inolvidables y la veia como si estuviera v i v a , evocando sobre sus labios esos extraiios y d u l ces versos que M a l l a r m e pone en su boca:
...O miroir!
Eau froide par I'ennui dans ton cadre gelee
Que de fois et pendant des heures, desolee
Des songes et cherchant mes souvenirs qui sont
G)mme des feuiUes sous ta glace au trou profond, .
Je m'apparus en toi comme una ombre lointaine.
Mais, horreur! des soirs, dans ta severe fontaine,
J'ai de mon reve epars connu la nudite!*
A d m i r a b a estos versos como admiraba todas las obras
de este poeta que, en una epoca de sufragio universal y en
unos tiempos en los que i m p e r a el afan de lucro, v i v i a alejado de los ambientes literarios, resguardado en su desden
de la estupidez que le rodeaba, complaciendose, lejos del
mundo, en las sorpresas y en los gozos del espiritu, en las
visiones poeticas que descubria su cerebro, puliendo y refinando pensamientos que ya eran sutiles de por si, injertandoles exquisiteces bizantinas, perpetuandolos en deducciones vagamente insinuadas y apenas enlazadas p o r u n
h i l o imperceptible ^"^
A n u d a b a estas ideas, trenzadas y rebuscadas, mediante
u n estilo adhesivo, personalisimo y secreto, lleno de frases
concentradas, de giros elipticos y de audaces figuras.
Siendo capaz de captar las mas lejanas analogias, recur r i a con frecuencia a u n termino que, p o r una relacion de
semejanza, sugeria a la vez la f o r m a , el perfume, el color,
la calidad y la brillantez, para designar u n objeto o u n ser,
que habria necesitado numerosos y diferentes epitetos para
hacer resaltar sus facetas, todos sus matices, si s i m p l e m e n te hubiera sido indicado con su nombre tecnico.
D e esta manera conseguia abolir el enunciado de la c o m paracion que se establecia p o r si sola en el espiritu del lector, por analogia, una vez que este habia captado el s i m bolo evitando asi tener que dispersar la atencion en cada
una de las cualidades que hubieran podido presentar, uno
tras otro, toda una serie de adjetivos colocados en fila, y la
concentraba en una sola palabra, en u n todo, produciendo,
como sucede con u n cuadro p o r ejemplo, una i m p r e s i o n
unica y completa, la imagen de un conjunto.
D e esta manera de proceder resultaba una literatura concentrada, u n jugo poetico esencial, u n sublimado de arte.

Entre todas ias tormas literarias, la preterida p o r Des Esseintes era el poema en prosa. Manejada p o r u n alquimista
de talento, esta forma, segun su o p i n i o n , tenia que llegar
a encerrar en su pequena extension, en estado de of meat,
la m i s m a fuerza expresiva de la novela, suprimiendo las d i gresiones analiticas y las redundancias descriptivas de esta.
C o n cierta frecuencia, Des Esseintes se habia dedicado a
meditar sobre el inquietante problema de escribir una novela concenrrada en pocas frases que contendrian el jugo
destilado de centenares de paginas empleadas siempre para
configurar y establecer el entorno, trazar los caracteres de
los personajes, apoyando la trama en u n a i m u l o de observaciones y de hechos secundarios. P o r lo tanto las palabras
escogidas serian tan esenciales e insustituibles que s u p l i r i a n a todo lo demas; e l adjetivo estaria colocado de una
f o r m a tan ingeniosa y d e f i n i t i v a que nunca p o d r i a ser desplazado legalmente del lugar en el que estuviera situado y
abriria tales perspectivas que el lector podria sofiar, durante semanas enteras, sobre su significado a la vez preciso y
multiple, constataria el presente, reconstruiria el pasado,
adivinaria el futuro de los personajes, revelados p o r la l u minosidad de ese capitulo linico.
L a novela, concebida de esta f o r m a y condensada en una
o dos paginas, se convertiria en una c o m u n i o n de pensam i e n t o entre u n magico escritor y u n ideal lector, en una
colaboracion espiritual emprendida entre diez personas
de sensibilidad superior dispersas p o r todo el mundo,
u n deleite a la disposicion de los delicados, accesible a ellos
solos.
E n una palabra, el poema en prosa constituia para Des
Esseintes e l jugo y la medula de la literatura, el 61eo esencial del arte.
Esta suculencia elaborada o concenrrada en una sola
gota se encontraba ya en Baudelaire y tambien e n esos
poemas de M a l l a r m d que saboreaba con tan p r o f u n d o
placer
Cuando cerro esta antologia, Des Esseintes se dijo que
su biblioteca, que concluia con este u l t i m o libro, tal vez no
aumentaria nunca mas.

-'i't'ti-'-. .ftii v d i ^ ' -iS-

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