El Cuarto Ojo
El Cuarto Ojo
El Cuarto Ojo
La ceremonia fue sencilla y emotiva. Alrededor del retrete estaban los deudos. Yo fui
echando a la taza los restos mortales que no habamos consumido al almuerzo: vsceras,
cabeza, pies, manos y huesos finamente picados, haciendo correr el estanque mientras
ellos arrojaban ptalos de flores y lloriqueaban.
Mientras se volva a llenar el estanque para repetir la operacin, ellos se tomaban de las
manos y hacan recuerdos. No muchos porque el beb solo vivi ocho meses, as que
haba dejado un vaco fcil de llenar. Y llenado uno pequeo en nuestras panzas.
Das despus me encargu de una familia entera. Drogu a los progenitores, los amarr
bien y cuando despertaron desoll a sus derrames genitales de uno y tres aos de
antigedad ante sus puercos ojos desorbitados. Me taparon a insultos y hasta trataron de
escupirme. A m me encantaban los pblicos participativos. Finalmente sus
descendientes directos se retorcieron ya sin quejarse en su salsa de sangre en el piso,
bajo mi ojo interno. Entonces fui cortando de a poco a la hembra, mientras el macho
miraba y gritaba ms. Esto dur hasta la hora en que vuelven los vecinos de sus
El tribunal me apuntaba con el dedo. Para mi ojo interno, que libre de ropa interior las
perciba reflejadas en el piso de la sala, las emociones que lo agitaban eran
inconfundibles: miedo y odio apasionados ante lo desconocido.
-Usted, como mujer... dice un abogado.
-...Como la madre que... pudo haber sido... dice el juez.
-Esto es lo que pienso de las madres y de los hijos les cort, como si cortara el
telfono. Berre como cerda hasta que se taparon las orejas.
Cuando me pusieron ante un siquiatra se me haba quitado todo afn didctico. Lo mir,
lo vi. Estaba encerrado en un cilindro de fuego y se apoyaba en el escritorio tratando de
salir pero lo consuma un papel inescapable, por toda la eternidad de vida que le
quedaba.
-Contsteme, por favor me dijo.
La voz se le perda dentro de la calavera; no se diriga a m, sino a un ojo imaginario
que lo vigilaba desde lo alto.
Chill como perra, gallina, vaca, gata y pata para contestarle cada vez que me
preguntaba.
Para entonces me haba hartado de la risa. Mi boca se haba vuelto otro ojo, dentro del
cual como que nadaba un pez. Y los peces no hacen ruido realmente.
Me llevaron a otro cuarto.
Los enfermeros me sujetaron y me pusieron una celda para la parte superior del cuerpo.
Las paredes de mi celda eran blandas. Los inquisidores venan a intervalos a amarrarme
a una silla para inyectarme fuego en los brazos. Siempre queran lo mismo:
-Confiesa!
-Contesta! Confiesa!
Pero el gusano tampoco poda hablar. Ahora se arrastraba bajo el sol por las grietas de la
tierra firme.
Luego volvieron, una madrugada cualquiera. Me abrieron la cabeza para sacar la piedra
de la locura. Cuando despert se inclinaron sobre m repitiendo:
-Contesta! Confiesa!
El gusano haba decidido haca tiempo doblar siempre hacia el mismo lado.
Cuando lleg al centro del laberinto de grietas en la tierra, el gusano mir hacia todos
lados, extendiendo sus ojos. Los agit y vol saliendo por mi boca sin ruido: cruz los
barrotes de hueso, luego los de hierro y se extendi por la oscuridad sin lmites, por la
sombra que haba detrs de cada brizna de pasto.
Esa noche de luna nueva vol hasta perderme de vista de todo lo humano, hasta entrar
en el bosque. Y me encontr en lo oscuro con otros que haban llegado antes hasta all,
una multitud entera, cubiertos con dibujos y tocados de plumas. Poda verlos, y ver mi
cuerpo, si miraba de cierta manera; de otra manera slo haba insectos. En silencio nos
entendimos y me guiaron al otro lado del bosque, donde estaba la gran quebrada. Nos
extendimos por su borde y la llamamos hasta que la quebrada se levant y tap las
estrellas de un horizonte a otro. Por ella sali del fondo de la Tierra todo lo que se haba
enterrado desde siempre. Y tom su venganza.
Pero para entonces ya era pasado. Desde entonces pudimos aullar y gozar en el silencio.
Aqu, en lo negro.