Cueva - CAS Interpretación Sociológica
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cion narrativa, no puede engendrar otra cosa que una forma novelesca.
No se trata, claro esta, de un dato universal de la vida urbana, sino
de la forma de conciencia de aquellos grupos medios de intelectuales so-
metidos en la urbe a un doble "marginamiento": el que padecen siempre
en un espacio social regido omnimodamente por la economia de merca-
do ("alienaci6n" del artista en la sociedad capitalista), mas el originado
por su desplazamiento reciente de la aldea a la gran ciudad.
Ese conflicto del artista con la economia de mercado, Garcia Marquez
lo ha plasmado con nitidez en por lo menos uno de sus cuentos: La pro-
digiosa tarde de Baltazar, donde a traves de la antagonica relaci6n del
creador con el burgues se plantea la oposici6n irreconciliable entre valores
de uso y valores de cambio.
Sobre el segundo problema, disponemos de una interesante declaraci6n
del propio autor, quien refiere en estos terminos sus impresiones de des-
arraigo en Bogota:
"Cuando cruce frente a la gobernaci6n, en la Avenida Jimenez abajo
de la septima, todos los cachacos andaban de negro, parados ahi con pa-
raguas y sombreros de coco, y bigotes, y entonces, palabra no resisti y me
puse a llorar durante horas. Desde entonces Bogota es para mi aprehen-
si6n y tristeza. Los cachacos son gente oscura, y me asfixio en la atm6s-
fera que se respira en la gran ciudad, pese a que luego tuve que vivir afnos
en ella. Pero, aun entonces, me limitaba a permanecer en mi aparta-
mento, en la universidad o en el periodico, y no conozco mas que estos
tres sitios y el trayecto que habia entre unos y otros; ni he subido a Mon-
serrate, ni he visitado la Quinta de Bolivar, ni se cual es el Parque de
los Martires".3
La praxis proveniente de este nivel originaria, pues, aquel sentimiento
de soledad y ese "exceso" humoristico o ir6nico que estructura global-
mente a Cien anos de soledad, instituyendola como novela. Soledad ubi-
cua pero indeterminada en la obra, ya que pese a ser su elemento tema-
tico mayor no puede decirse que se desprenda de la configuraci6n de los
protagonistas ni de sus interrelaciones o modos de insercion en la colec-
tividad inmediata a la que pertenecen, sino mas bien que aparece pro-
yectada sobre ellos y su mundo desde fuera, a traves de la perspectiva de
un narrador omnisciente. De suerte que esa conciencia "urbana" (en el
sentido ya indicado) esta presente en la narraci6n, pero "en negativo",
si cabe el termino. Es, como diria Pierre Macherey, "esa ausencia de pa-
labra que precede a toda palabra como su condicion".4
Dato importante, puesto que nos permite aproximarnos al problema
central de la creaci6n de Garcia Marquez, problema que a nuestro juicio
reside en el hecho de que la forma de conciencia que acabamos de anali-
62 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
zar no opera sobre una "materia prima" proveniente del mismo nivel es-
tructural, sino, por el contrario, sobre una materia procedente de una
instancia distinta y ademas subalterna de una unica formaci6n social. En
efecto, el referente empirico directo de todos los relatos de Garcia Mar-
quez es ese nostalgico espacio aldeano, recreado con el nombre de Ma-
condo y convertido en materia obsesionante y exclusiva no s6lo por co-
rresponder a las mas tempranas experiencias personales del autor, sino
tambien, quizas, como elemento compensatorio de una traumatica expe-
riencia "urbana".
El problema se plantea, entonces, en terminos virtualmente antin6mi-
cos. De una parte, un referente empirico que no puede imponer su fornma
propia de conciencia como perspectiva hegemonica, capaz de estructurar
a la obra en la forma estetica pertinente (epopeya o romance epico, por
ejemplo), por hallarse ubicado en un nivel subalterno de la formaci6n
social que lo engloba y redefine y desde el cual solo podria engendrarse al-
gun genero de literatura popular, que no es el caso de la de Garcia Mar-
quez. De otra parte, una forma de conciencia proveniente del polo so-
cial hegem6nico, pero que por si sola no basta e incluso puede convertirse
en 6bice para la adecuada plasmaci6n de aquella materia prima que na-
turalmente posee su propio espesor, vale decir su propia forma, y requie-
re por lo tanto un tratamiento estetico particular. Antinomia, esta, que
s6lo se superara dialecticamente en Cien aios de soledad.
-- II -
- III-
Considerada a la luz de su "historia", Cien aios de soledad ya no apa-
rece, pues, como fruto de una creaci6n ex-nihilo, ni como la plasmacion
socialmente indeterminada de las obsesiones personales de su autor, sino
como producto de una practica especifica (la literaria narrativa), reali-
PARA UNA INTERPRETACION SOCIOLOGICA DE "CIEN ANOS DE SOLEDAD" 65
zada a partir de cierta forma de conciencia social, que opera sobre una
materia prima tambien social y por lo tanto ya conformada.
i Como recrear literariamente esta forma social ya dada, sin mutilarla
ni convertirla en una simple "pantalla" en la que se refleje una concien-
cia proyectada desde otro nivel estructural? Tal es el problema que Gar-
cia Marquez solo resolvera satisfactoriamente en Cien anos de soledad,
mediante la construcci6n de una forma literaria heterogenea, que articula
sabiamente elementos novelisticos y de epopeya. Estos ultimos no son, por
lo tanto, gratuitos ni improvisados, sino producto de una prolongada prac-
tica que los ha ido revelando como los mas id6neos para la plasmaci6n
de un referente empirico que, por hallarse estructuralmente distanciado
del polo social hegemonico, necesitaba ser recreado como una entidad de
fisonomia propia, es decir, en terminos literarios, como un personaje co-
lectiuo.
Esta entidad no tiene, desde luego, una historia aut6noma, como la
misma Cien aios de soledad lo demuestra. El Macondo arcadico y au-
tarquico de los dos primeros capitulos -recuerdo idilizado de ciertas for-
mas ya caducas de economia patriarcal-, no es mas que un mito nostal-
gico forjado en pocas lineas de fulgurante poesia; mientras que el otro
Macondo, el vivido y actuante del resto de la obra, va perfilandose a
traves de sus conflictivas relaciones con conjuntos sociales mayores, ya
como instancia pre-capitalista suibitamente enfrentada al desarrollo del
capitalismo agrario, ya como "localidad" inserta en las guerras "naciona-
les". Pero, asi y todo, posee su propio espesor "cultural" que lo totaliza,
y el gran acierto de Garcia Marquez reside en haber sabido reconstituirlo.
Ademas, como la distancia que separa a esta entidad del polo social
hegemonico no es estrictamente diacronica -en rigor no se trata de otra
epoca hist6rica-, y que incluso su autonomia cultural es s6lo relativa, el
autor logra recrear la idiosincrasia aldeana con una cercania vital que
le evita caer en la mera reconstrucci6n etnografica o folklorica. No se
trata, claro esta, de un acercamiento por introspeccion y profundizaci6n
sicologica, imposible no solo por la distancia estructural anotada, sino
ademas porque el modo de produccion pertinente todavia no ha desarro-
llado a ese nivel ciertas formas hist6ricas de individualidad: se trata, mas
bien, de una recreaci6n de las principales coordenadas de una represen-
taci6n particular ("aldeana") de la realidad.
Gracias a esta recreaci6n, lograda mediante el uso de procedimientos
epopeyicos especificos, la aldea deja de ser ese espacio social desertico y
mon6tomo que veiamos en El coronel no tiene quien le escriba, para re-
cobrar su exuberancia y sentido, sin necesidad de que una conciencia exte-
66 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
rior a ella tenga que atribuirle una esencia "misteriosa" y "oculta" como
en las primeras narraciones.
Esa conciencia exterior al referente empirico desde luego subsiste en
Cien aios de soledad, y es la matriz finalmente hegemonica que totaliza
a la obra como novela. Pero ahora esa conciencia ya no es la encargada
de procesar directa e inmediatamente los datos, sino tal procesamiento se
realiza a traves de una segunda matriz, subordinada a la anterior en la
medida en que no es ella la que genera las significaciones "ultimas"
ni impone una forma global a la narraci6n, pero con suficiente autonomia
relativa como para poder subtotalizar los datos conforme a la perspectiva
particular de su nivel de procedencia.
Ademas, ese sentimiento ubicuo e indeterminado de soledad no es un
elemento disfucional, a pesar de no provenir del referente directo de la
narraci6n, porque en la obra se opera una apertura semantica que nos
permite desplazarnos del concepto de soledad, entendido en terminos in-
dividualistas, al concepto de desamparo, que no es otra cosa que el corre-
lato subjetivo de la distancia que separa al polo hegem6nico de la "des-
amparada" aldea, a la vez que el nexo animico encargado de reconsti-
tuir la heterogenea unidad de esos dos niveles.
IV
Estamos conscientes de que el corte que hemos realizado entre los dos
planos de la obra deslinda tajantemente elementos que de hecho se im-
brican de manera muy compleja; pero nos parece el uinico capaz de
explicar no solamente la forma generica de Cien aios de soledad y su re-
laci6n con la sociedad pertinente, sino ademas otros aspectos fundamenta-
les de la narraci6n, como son el problema de la conformaci6n de los
campos denominados "real" e "imaginario", la logica de constituci6n de
los personajes, la estructura del tiempo y algunas de las articulaciones
tematicas mas relevantes.
En lo que al primer punto se refiere, hay algo que debemos destacar
de inmediato: el limite entre lo "real" y lo "imaginario" en Cien aios de
soledad no es otro que el que separa a dos concepciones sociales de ve-
rosimilitud. En efecto, lo que hace Garcia Marquez es abandonar en cier-
to plano el concepto "moderno" de verosimilitud, correspondiente a un
desarrollo avanzado de las fuerzas productivas, e instalarnos en el seno
de una concepci6n "tradicional", es decir, pre-cientifica, de las relaciones
hombre-naturaleza.
Asi, interpretados en primera instancia desde el punto de vista de una
representacion "aldeana" del mundo, inventos tan banales y para nos-
otros "verosimiles" como el iman, la lupa o una dentadura postiza, apare-
PARA UNA INTERPRETACION SOCIOLOGICA DE "CIEN ANOS DE SOLEDAD" 67
- V-
En Cien anos de soledad hay desde luego una superaci6n de esta pers-
pectiva y es ello, justamente, lo que permite al autor reconstruir las coor-
denadas generales de la visi6n del mundo de la aldea en su conjunto. Sin
embargo, aquella perspectiva no esta del todo ausente. La primera situa-
ci6n conflictiva, que motiva precisamente el exodo inicial de la familia
Buendia, es el incidente de la gallera. Dada la relaci6n homol6gica entre
el militar y el gallo de pelea (que ya senialamosal referirnos a El coronel
no tiene quien le escriba), esta seria pues una primera prefiguraci6n de
la arena politica, vista desde la perspectiva ya detectada. Por eso, en la
etapa idilica de Macondo se prohiben las peleas de gallos para conservar
la arcadica condici6n del pueblo: condici6n efimera y apenas evocada
como Un suefio, que empieza a desvanecerse con el arribo de la autoridad
representante del poder central; es decir, con la irrupcion de la instancia
politico-estatal en la aldea. A partir de entonces la problematiciad no ha-
ce mas que incrementarse, ligada siempre a la involucraci6n del pueblo
en el conflicto global del pais. Y es este conflicto el que termina por
arrancar definitivamente a Macondo de su "infancia" o "prehistoria" fe-
liz, pero sin que ello signifique en estricto y unilateral sentido una degra-
daci6n, sino mas bien la entrada en una etapa de madurez problematica:
si por un lado esto acarrea innumerables males, por otro es la ocasi6n
propiciadora de la gesta del coronel.
La verdadera degradaci6n s61o ocurre despues, cuando la era semi-he-
roica de los Buendia ha concluido y entramos en la era de predominio
de las practicas burguesas, representadas por la compafiia bananera. En-
tonces si se desarrolla en la obra una problematizaci6n a otro nivel, que
la convierte en dilatada metafora de la explotaci6n y la violencia en Ame-
rica Latina.
El eje conflictivo que hemos destacado no es sin embargo reductible a
una mera visi6n de grupo que llevaria a concebir la instancia juridico-po-
litica como fuente unica y ultima de todo problema social. Hay, claro
esta, la determinaci6n hist6rica concreta del periodo de la violencia en
Colombia, que mal podia no dejar su impronta en una obra de esta mag-
nitud. Pero si resulta interesante observar c6mo a partir de aquel eje, y
recurriendo a nuevos cruces de perspectivas, Garcia Marquez desarrolla
una serie de oposiciones, que en iultima instancia parecen remitirnos nue-
vamente a la relaci6n, percibida como antin6mica, entre cierta forma de
vida "aldeana" y la de la gran urbe.
En efecto, la ubicaci6n privilegiada del conflicto en el plano politico
(visto desde un angulo y en un sentido pequeiio-burgues) permite al au-
tor articular cierta concepci6n de lo "publico", que de alguna manera se
confunde con lo "nacional", y oponerlo a la esfera "privada", identifi-
74 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
cada de algun modo con lo "local". Es lo que ocurre, por ejemplo, cuan-
do el coronel Aureliano se ve forzado a decidir el fusilamiento de su
compadre Jose Raquel Moncada en nombre de la pugna politica entre li-
berales y conservadores ("Recuerda, compadre, que no te fusilo yo. Te
fusila la revoluci6n"); escena en la que interviene Ursula para recrimi-
nar a su hijo el coronel, en una actitud perfectamente coherente en la
medida en que ella encarna el ambito de lo "privado", en oposici6n a
Aureliano.
Este ambito, que por momentos se identifica con la infancia individual
y la etapa arcadica de Macondo, abriendo nuevos planos de significaci6n
en la obra, es representado como un espacio nostalgico y a-problematico,
opuesto a otras formas y fases de la vida social e individual. Por eso, el
narrador nos recuerda que "los 'inicos instantes felices" del coronel Au-
reliano Buendia, "desde la tarde remota en que su padre lo llevo a cono-
cer el hielo, habian transcurrido en el taller de plateria, donde se le iba
el tiempo armando pescaditos de oro. Habia tenido que promover 32
guerras, y habia tenido que violar todos sus pactos con la muerte y re-
volcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con
casi cuarenta afnosde retraso los privilegios de la simplicidad".
O este otro pasaje, sobre el mismo coronel:
"El no le puso atenci6n, porque estaba pendiente de los aprestos de
la tropa, los toques de corneta y las voces de mando que estropeaban el
alba. Aunque despues de tantos anios de guerra debian parecerle familia-
res, esta vez experimento el mismo desaliento en las rodillas, y el mismo
cabrilleo en la piel que habia experimentado en su juventud en presencia
de una mujer desnuda. Pens6 confusamente, al fin capturado en una
trarnpa de la nostalgia, que tal vez si se hubiera casado con ella hubiera
sido un hombre sin guerra y sin gloria, un artesano sin nombre, un ani-
mal feliz. Ese estremecimiento tardio, que no figuraba en sus previsiones,
le amarg6 el desayuno".
El mismo tema de la gloria y el aislamiento, magnificamente represen-
tado en aquella imagen del circulo de tiza destinado a impedir que "nin-
gun ser humano, ni siquiera Ursula", su madre, se aproximara a menos
de tres metros del coronel Aureliano, podria ser interpretado como una
plasmaci6n mas del sistema de oposiciones que venimos examinando, y
que ahora parece desarrollarse tambien hacia una contraposici6n de las
formas llamadas "primarias"y "secundarias" de relaci6n social.
Perdida de la "familiaridad", despersonalizacion, "opacidad" y progre-
siva "abstracci6n" de las relaciones interhumanas, he ahi unos cuantos
efectos del capitalismo en el espacio urbano, efectos que en Cien anos de
.oledad aparecen ligados al tema de la guerra y a la correspondiente in-
PARA UNA INTERPRETACION SOCIOLOGICA DE CIEN ANOS DE SOLEDAD" 75
1 En Para una sociologia de la novela. Ed. Ciencia Nueva, Madrid, 1967, p. 20.
2
Explicar esta combinaci6n por la influencia de las novelas de caballeria o
las cronicas del siglo xvII carece de sentido. Si tal influencia existe, ella misma
reclama una explicaci6n. Un "retroceso" de cuatro o mas siglos no puede pro-
ducirse por simple capricho o casualidad.
3 Reproducida por Mario Vargas Llosa en: Garcia Mdrquez: historia de un
deicidio. Ed. Barral, Barcelona, 1971, p. 29.
4 Cf. Pour une theorie de la
production litteraire. Ed. Francois Maspero, Pa-
ris, 1971, p. 107.
Op. cit., p. 38.
6 En Los nuestros. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1966, p. 397.
7 Cf. sobre todo las pp. 38 y 39 de la edici6n de Sudamericana.
8 Cf. el comentario de Luis Harss, en op. cit., p. 413.
9 "Esto es comun a muchos cuentos de Garcia Marquez: su naturaleza frag-
mentaria, ser partes de un todo omitido. Incluso La hojarasca y La mala hora
tienen una personalidad algo incompleta; solo El coronel no tiene quie le escriba,
a pesar de haber nacido como un desprendimiento de la 'novela de los pasquines',
y Cien anos de soledad, dan la impresi6n de ser autosuficientes". Op. cit., p. 233.
10 Cf. "Los cuentos de Gabriel Garcia Marquez o el tr6pico dedembrujado",
en la edicion de Isabel viendo lHover en Macondo, ed. Estuario, Buenos Aires,
1968, p. 34.
11 "-- Es que uno puede casarse con una tia?", pregunto Aureliano Jose.
-"No s6lo se puede -le contest6 un soldado- sino que estamos haciendo esta
guerra contra los curas para que uno se pueda casar con su propia madre."
12 "El coronel Aureliano Buendia promovi6 treinta y dos levantamientos arma-
dos y los perdi6 todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres dis-
tintas, que fueron exterminados todos en una sola noche, antes de que el mayor
cumpliera treinta y cinco afnos. Escap6 a catorce atentados, a setenta y tres em-
boscadas y a un pelot6n de fusilamiento..." Etc. Cf., p. 94.
13 Op. cit., p. 34.