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Maffia - Ciudadania Sexual

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Feminaria

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Ciudadana sexual*
Aspectos personales, legales y polticos de los derechos reproductivos como derechos humanos

Diana Maffa
Doctora en Filosofa, docente e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Gnero (UBA), Defensora Adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, miembro de la Red Argentina de Gnero, Ciencia y Tecnologa (RAGCyT) y del consejo de direccin de Feminaria.

Hace poco ms de 200 aos se escriba el primer tratado de teora poltica feminista, La Vindicacin de los Derechos de la Mujer. All su autora expona lo que luego en su homenaje se dio en llamar el dilema Wollstonecraft y que podramos expresar as: para alcanzar la ciudadana plena, las mujeres deben a la vez homologar a los varones y reivindicar la maternidad.1 Por homologar a los varones se entiende el desempeo en el mbito pblico, lo que presenta para las mujeres el obstculo del ejercicio de la maternidad. Para que maternidad y ciudadana constituyan un aparente conflicto, previamente debe haber operado una aparente neutralizacin del sexo como condicin de ciudadana. Esta neutralizacin es en verdad una masculinizacin, ya que los rasgos que no se especifican en la definicin de lo humano universal (sexo, raza, color, clase social, religin, edad, etc) terminan siendo siempre los del sujeto dominante o hegemnico. Cuando no es as, el rasgo aparece no como parte de la identidad sino como diferencia, como diversidad. Las mujeres, los negros, los ancianos, los indgenas, los nios, los discapacitados, los homosexuales, requieren un tratamiento especial para ser considerados iguales. Muchos de ellos pertenecen a lo que nuestra Constitucin llama grupos vulnerables, y hasta tienen tratados internacionales de derechos humanos propios. Que las mujeres necesitemos la Convencin para la eliminacin de toda forma de discriminacin contra las mujeres, cincuenta aos despus de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos, muestra la dificultad de aceptar la ciudadana femenina en una forma que explcitamente nos ponga en equiparacin material y no slo formal. Para esta equiparacin, los derechos sexuales y reproductivos son un eje funda*Presentado en el congreso internacional organizado por la International Society of Psychosomatic Obstetrics and Gynecology en el panel Derechos Humanos y Derechos Reproductivos (Bs. As., 27.IV.01).

mental. Debemos cambiar la concepcin de ciudadana, sexualizando a los sujetos y considerando estas diferencias como aspectos que exigen variar las respuestas del Estado para satisfacer los mismos derechos universales. Por ejemplo, la atencin del derecho a la salud debe incluir salud sexual y reproductiva, el derecho a la educacin debe contemplar la maternidad adolescente y la educacin sexual, etc. Invisibilizar el caracter sexuado de ciudadanas y ciudadanos implica borrar de la definicin de ciudadana un rasgo que por omisin permite al Estado vulnerar derechos bsicos de los individuos ms dbiles (en particular, de las mujeres). No participar en la definicin de ciudadana, significa para las mujeres no participar del pacto social. Segn la politloga australiana Carol Pateman, hay una escena originaria previa al pacto social, donde estos roles de exclusin y sometimiento se han establecido, que ella llama contrato sexual.2 Es por esta escena originaria del contrato sexual, luego enmascarada, que maternidad y ciudadana se presentan como dicotoma, materializadas y naturalizadas en la divisin entre pblico y privado. Si debemos buscar en la historia de la filosofa poltica un padre de esta distincin bsica para la concepcin del estado moderno,la distincin entre pblico y privado, se es John Locke. En un trabajo reciente,3 Mara Luisa Femenas se pregunta cul es el alcance de la definicin de Locke cuando afirma que cada hombre tiene una propiedad en su propia persona, y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto l mismo.4 Precisamente ese aspecto de la ciudadana, la propiedad sobre la propia persona, que se expresa tambin en la propiedad sobre el propio cuerpo y la propia sexualidad, es la que comienza a adquirir un nuevo sentido con la irrupcin de las mujeres a la escena pblica. Y ms an, desde los 60, con la divisin entre erotismo y reproduccin. Mientras la libertad y la igualdad se daban en el

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lmite marcado por la fraternidad (la comunidad de frates, de hermanos varones) y no inclua lo que las feministas llamaron luego sororidad (la comunidad de hermanas mujeres) no haba contradiccin alguna entre esta propiedad sobre la propia persona (a la que aluda Locke) y la definicin tradicional de ciudadana. Tampoco la haba mientras ms del 90% de las mujeres permanecan analfabetas. Pero todo lenguaje universal (el de la poltica, el de la ciencia, el de la filosofa) tiene esa maravillosa referencia posible a un yo muy singular que lo resignifica. El feminismo se ha negado a admitir el dilema Wollstonecraft como tal, y ha insistido en combinar la afirmacin de la identidad especfica de las mujeres y a la vez la demanda de su presencia en todos los mbitos pblicos de la poltica, la economa, la educacin, la cultura y la vida social. En el ltimo tramo del siglo XX, esta demanda adquiri ejecutividad y compromiso internacional a partir de la delaracin de Naciones Unidas del ao 1975 como Ao Internacional de la Mujer. Desde entonces y sostenidamente se ha trabajado en la traduccin a la especfica realidad de las mujeres de los derechos humanos universales consagrados, y en la creacin de derechos especficos a su condicin. Los sucesivos Foros Internacionales de Mujeres, en especial el de Beijing de 1995, tratan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en el marco de los derechos humanos. Pero quizs ms importante an, ya comenzaron a ser vistos as en el Foro de Derechos Humanos de Viena en 1993 y en el de Poblacin de El Cairo en 1994. La experiencia de las mujeres, elaborada por la crtica feminista, le permite acceder a la vez a su identidad (en la que el cuerpo, la sexualidad y la maternidad tienen un papel destacado) y a su diversidad. Porque aun en estos temas, su condicin de blancas o negras, pobres o ricas, occidentales u orientales, adolescentes, en edad reproductiva o ancianas, heterosexuales o lesbianas, prostitutas o clibes, imprime al goce y ejercicio de esos derechos universales, demandas y condiciones especficas. Es por eso que pensar los derechos sexuales y reproductivos en el marco de los derechos humanos tiene una enorme complejidad. Y en nuestra opinin, esa complejidad slo es abarcable considerando la ciudadana como una construccin, en la que las mujeres tenemos necesariamente una participacin mltiple. Suele definirse la ciudadana diciendo que un ciudadano es un individuo con derechos dentro de una comunidad poltica5 (obviemos el gnero gramatical). Pensar la ciudadana de modo individual tiene un

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efecto sobre el modo de pensar los derechos sexuales y reproductivos, ya que significa que el ejercicio de derecho de las mujeres no debe estar supeditado (como todava hoy lo est) al derecho del cnyuge, de la familia ni de la comunidad. Afirmar que tiene derechos es no slo esperar que tales derechos estn sancionados bajo la forma de normas (lo cual no es condicin necesaria ni tampoco suficiente de su ejercicio), sino que su respeto forme parte de las relaciones sociales y que tales derechos puedan ser peticionados, reclamados y garantizados, cosa que slo ocurre dentro de una comunidad poltica. Es bueno tener presente esta complejidad de los derechos, cuando tratamos de detectar las barreras que impiden el ejercicio efectivo de ciudadana por parte de las mujeres. Y tener presente tambin que tanto la ciudadana como los derechos estn siempre en proceso de construccin y cambio. Es decir, la ciudadana no se identifica con un conjunto de prcticas concretas (votar, tener libertad de expresin, recibir beneficios sociales del Estado), sino en todo caso con una expresin tan abierta como el derecho a tener derechos. Como afirma Elizabeth Jelin, el contenido de las reivindicaciones, las prioridades polticas o los mbitos de lucha en contra de discriminaciones y opresiones pueden variar, siempre y cuando se reafirme el derecho a tener derechos y el derecho (y el copromiso) de participar en el debate pblico acerca del contenido de normas y leyes.6 Si lo pensamos de este modo complejo y articulado, no es sino muy recientemente en la ltima dcada que las mujeres estamos en condiciones de incidir en todos los mbitos para que los derechos sexuales y reproductivos sean una realidad. Convengamos con todo que si bien estn constitucionalmente amparados desde 1994, estamos lejos todava de su vigencia, y esto es as porque operan mltiples obstculos entre la enunciacin de un derecho y su pleno ejercicio. Es precisamente a estas barreras para su ejercicio a las que quisiera dedicar una breve reflexin. Me interesa distinguir tres mbitos de obstculos que requieren estrategias y compromisos diferentes para su disolucin. En primer lugar existen lo que podramos llamar barreras personales, debidas a que muchas veces los sujetos no son conscientes de los derechos que les corresponden como ciudadanos. Promover los derechos humanos ayuda a remover esta barrera. Nadie demanda lo que no sabe que le corresponde, y en particular en el mbito de la sexualidad la conciencia debe ser especialmente slida para remover fuertes

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reproductiva y procreacin responsable. Este monitoreo se har combinando recursos del estado, no gubernamentales y acadmicos. Supone la promocin de los derechos garantizados por la ley y de los recursos que el estado est obligado a brindar, el control de la atencin en los hospitales pblicos, la satisfaccin de las demandas de las mujeres, el asesoramiento y patrocinio jurdico en algunos casos clave, y adems la creacin de herramientas que sirvan como instrumentos de control en las que luego puedan entrenarse las organizaciones de mujeres comprometidas a fin de efectuar un monitoreo sistemtico. En su primer etapa, una encuesta aplicada a todos los hospitales pblicos que atienden salud sexual y reproductiva muestra una deficiente atencin, sobre todo en informacin y anticoncepcin; falta de recursos en unos centros y no en otros, que podr revelar una diferencia en la voluntad de proporcionar ciertos insumos (especficamente DIU); y una insistencia en judicializar temas que hacen a la salud (como ligaduras de trompas y abortos no punibles). Estas observaciones tienen que ver con una cultura institucional poco democrtica, y con una utilizacin del poder mdico paternalista y androcntrica. En resumen, nuestra ciudadana se expresa en demanda pero tambin en compromiso, desde todas aquellas posiciones a las que recientemente hemos arribado las mujeres, para hacer de la sociedad en que vivimos un lugar ms justo, donde las diferencias no se expresen necesariamente en jerarquas y exclusin, y las personas (en nuestra maravillosa diversidad) no debamos obligarnos a entrar en las dimensiones rgidas de la burocracia. Notas
Mary Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of Woman , London, J. Jhonson, 1792. 2 Carol Pateman, El contrato sexual, Barcelona, Anthropos, 1995 (original 1988). 3 Mar a Luisa Femen as, Lecturas sobre contractualismo. Pateman y la escena primitiva, en Alicia Ruiz (comp), Identidad femenina y discurso jurdico, Buenos Aires, Biblos, 2000. 4 John Locke, Two Treatises of Government , II, par 27, citado por Femenas op cit. 5 Catalina Smulovitz, Ciudadanos, derechos y poltica, en Agora , N 7, 1997, pp. 159-187. 6 Elizabeth Jelin, La construccin de la ciudadana: entre la solidaridad y la responsabilidad, en E. Jelin y E. Hershberg (comp) Construir la democracia: derechos humanos, ciudadana y sociedad en Amrica Latina. Caracas, Nueva Sociedad, 1996.
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obstculos religiosos, culturales y sociales que operan en direccin contraria a la conviccin de que nuestro cuerpo nos pertenece, que la sexualidad excede con mucho a la reproduccin, que la salud en este aspecto es mucho ms que la ausencia de enfermedad. La remocin de lo que llam barreras personales compromete a la educacin y es parte del trabajo que las organizaciones no gubernamentales de mujeres realizan pacientemente desde hace aos. En segundo lugar hay barreras legales, debidas a la ausencia de instrumentos formales capaces de regular las obligaciones pblicas. En este aspecto es muy notable el efecto que la vigencia de la ley de cuotas para la participacin de mujeres en cargos pblicos ha tenido. Desde la reforma de la constitucin hasta la reciente sancin de la ley nacional, la presencia de mujeres fue definitoria. Eso no quiere decir que todas las mujeres o slo las mujeres se ocupan de los derechos sexuales y reproductivos (de hecho notoriamente no es as), pero indudablemente la prioridad de ciertas experiencias ha tenido efecto sobre nuestro cuerpo legal. No obstante, el hecho de que algunas de estas normas son programticas, y el hecho de que muchas no estn reglamentadas, debilita su eficacia. Por otra parte, siempre se debe tener presente el difcil equilibrio entre las polticas de estado (natalistas o no natalistas) y la autonoma de los sujetos. Pero si una norma va a tener vigencia, debe removerse todava un tercer tipo de obstculo: las barreras polticas, ya que la falta de mecanismos de control, as como de instancias de participacin y reclamo en caso de violacin de estos derechos, neutraliza completamente la fuerza de la norma, dejndola librada a la buena voluntad de las autoridades. Es precisamente este ltimo tipo de barreras el que constituye un desafo para nuestra funcin en el rea de Derechos Humanos de la Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, las tres barreras nos comprometen: las personales porque es parte de nuestra incumbencia la promocin de los derechos humanos, las legales porque tenemos la capacidad de iniciativa legislativa y de participacin en las comisiones de la legislatura, pero fundamentalmente las polticas por ser una instancia de control y reclamo que permite tambin investigar y actuar de oficio. En lo que respecta especficamente a derechos sexuales y reproductivos, la labor de la Defensora ha sido muy activa, y nos encontramos en los inicios de un proyecto de monitoreo muy ambicioso sobre la aplicacin de la recientemente promulgada Ley de salud

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