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Bauman - La Sociedad Individualizada

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J

S
EGN el autor, la funcin de la sociologa no es
censurar o corregir las historias que contamos
sobre nuestras vidas, sino mostrar que existen
otros modos de contarlas. Analizando las numerosas
dependencias a las que estamos sujetos y que son
invisibles desde el punto de vista de la experiencia
personal, la sociologa puede ayudarnos a relacionar
nuestras acciones y decisiones individuales con los
orgenes ms profundos de nuestros problemas y te-
mores. Y tambin puede ayudarnos a comprender
que si queremos superar nuestras inquietudes, indi-
viduales y aun as compartidas, deberemos hacerlo
colectivamente, de acuerdo con su naturaleza no in-
dividual sino social.
0112062
ISBN 84-376-1936-X
1 1 '11 '
1 1 1
Coleccin T 8:0REJ\/IA
serie mayor
9 788437 619361
SOCIEDAD
IVIDUALIZADA
t Bauman
')
,'
Ttulo original de la obra:
Thc flldidllalizcd Soti)'
Reservados todns los derechos. El contenido ele esta obra esd protegido
por i<1 Ley., que establece penas de prisin multas, adems de las
correspondientes indemniz<Kiones por y perjuicios, para
quienes reprodujeren, plagi;:uen, distribuyeren o comunicaren
pUblican1ente, en todo o en parte, una obra !iterara, Jrtstica
0 o su trJnsformacin, interpretJcin o ejecucin
artstica en cualquier de soporte o comunicada
2 travs de cualcLller medio, !.1 preceptiV<l
!C' Zygmunt 13<JunL111 2001
i[' Ediciones !Cremo S. A.l, 2001
Juan lgnacio Luc1 ele Tc,;<l, 15. l'iadrid
C1SLO lcg<ll: M.46.507-2001
SB.N.: J036-X
Printcd in spflii!
en Lwel. S. 1\.
(h1;ldn(!)
ndice
AGRADECilv!JENTOS .................................................................. .
VIDAS NARRADAS Y NARRACIONES VNIDAS: UNA OBERTURA .
CMO SOMOS ........................................................................................... .
l. Surgimiento y cada del trabajo ................................................. ..
2. rdenes locales, caos mundial .................................................. ..
3. Libertad y seguridad: la historia inacabada de una unin tem
pestuosa ........................................................................ .
4. Modernidad y claridad: historia de un ron'tance fracasado ...... .
5. iSoy acaso el guardin de mi hermano? .................................... .
6. Unidos en la diferencia ............................................................... ..
CMO PENSAMOS ....................................................................................... .
7. La crtica: privatizada y desarma.,ga ............................................. .
8. El progreso: igual y diferente .................... , ................................ ..
9. Los usos de la pobreza .......................................... ..
10 .. La educacin: bajo, por y a pesar de la postmodernidad ......... .
11. La identidad en un mundo globalizador .................. ..
12. Fe y satisfaccin instantnea .................................. .
COMO ACTUAMOS .......
1
.,
J,
14.
15.
16.
17.
18.
iNecesita el amor a la razn?
Moral privada, mlmdo inmoral
La democracia en dos frentes de batalL1 .
La violencia y nueva .....
Sobre los usos postmoc ernos del sexo
vida despus de la inmortalicl,1cll
9
11
25
27
43
53
71
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.
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7
no es la cerrazn sino la apertura, no la seleccin de posibilidades hu-
manas que vale la pena intentar sino evitar que sean excluidas o con-
fiscadas o simplemente se pierdan de vista. La vocacin de la sociolo-
ga es actualmente ampliar y conservar la anchura de la parte del mun-
do humano que est sometida a un incesante escrutinio terico y, por
tanto, mantenerlo a salvo de osificarse en una situacin de no elec-
cin.
La articulacin de narraciones de la vida es la actividad a travs de
la cual se insertan en la vida el sentido y la finalidad. En el tipo de so-
ciedad en que vivimos la articulacin es, y tiene que seguir siendo, una ta-
rea individual y un derecho individuaL Es, no obstante, una tarea terri-
blemente dificil y un derecho no fcil de reivindicar. Para llevar a cabo
esta tarea y ejercitar este derecho plenamente todos necesitamos toda
la ayuda que podamos conseguir; los socilogos pueden ofrecer mu-
cha si se desenvuelven tan bien como puedan y deban en la labor de
registrar y trazar las partes esenciales de la red de interconexiones y de-
pendencias que quedan ocultas o son invisibles desde el punto de vis-
ta de la experiencia individual. La sociologa es tambin una narracin,
pero el mensaje de esta peculiar narracin es que hay ms maneras de
contar una historia de las que nos imaginamos en nuestra narracin
cotidiana de historias; y que hay ms maneras de vivir de ~ que hacen
pensar cada una de las 'narraciones que contamos y en las que creemos,
aun cuando cada una de ellas parezca la nica posible.
Hay otro hilo comn en las conferencias y trabajos que contiene
este volumen: el efecto crucial de la lucha por expandir las fronteras
de la articulacin volviendo a poner a la vista las zonas desterradas
al segundo plano y excluidas sin examen por las narraciones de la vida
consistir en la radical ampliacin del programa poltico. En tanto que
la esfera pblica ha sido furtiva pero ininterrumpidamente colonizada
por intereses privados podados, despojados y limpiados de sus cone-
xiones pblicas y listos para el consumo (privado), pero no precisa-
mente para la produccin de lazos (sociales), este efecto se puede des-
cribir tambin como una descolonizacin de la esfera pblica. Como he
tratado de argumentar en Liquid Modemity, el camino a una ecclesia ver-
daderamente autnoma pasa por un gora populosa y vibrante, en la
que las personas se encuentran diariamente para llevar adelante su es-
fuerzo de traducir en ambos sentidos los idiomas de los intereses pri-
vados y el bien pblico.
Septiembre de 1999
24
Cmo somos
1
Surgimiento y cad del trabajo
Segn el O:iford English Dictionmy, la primera vez que se utiliz la
palabra <<trabajo [laboU7} en el sentido de <<esfuerzo fisico encaminado
a la satisfaccin de las necesidades materiales de la comunidad>> se re-
gistra en el ao 1776. Un siglo despus vino a significar tambin <<el
conjunto general de trabajadores y operarios que toman parte en la
produccin>>, y poco despus tambin englobaba a los sindicatos y a
otros organismos que establecieron el vnculo entre los dos significados
y, al final, volvieron a forjarlo constituyendo una cuestin poltica. El
uso ingls es notable porque pone ntidamente en primer plano la estre-
cha relacin que es ms, la convergencia y una identidad de desti-
no- entre la importancia que se atribuye al trabajo (ese <<esfuerzo fisi-
co y mental), la autoconstitucin como clase .de los que trabajan y la
poltica basada en dicha autoconstitucin. En otras palabras, el vncu-
lo entre la presentacin del esfuerzo fisico como la principal fuente de
riqueza y bienestar de la sociedad y la autoafirmacin del movimiento
obrero. Juntos surgieron, juntos caen.
La mayora de los historiadores de la economa coinciden (vase,
por ejemplo, una reciente recapitulacin de sus hallazgos por Paul
Bairoch)
1
en que por lo que respecta a niveles de ingresos hay poca
distincin entre diversas civilizaciones en el momento culminante de
; Vase Paul Bairoch, J11yl hes tt para de (Pars, La Dcouver-
te. 1994).
27
sus poderes: los ricos de Roma en el siglo 1, de China en el XI y de In-
dia en el XVII no eran muy distintos de los de Europa en el umbral
d; la revolucin industriaL Segn algunas estimaciones, la renta per
capzta en Europa Occidental en el siglo xvm no era ms de un 30 por
Ciento n;s alta que la de India, frica o China en la poca. Bast
poco mas de un sg]o para transformar la proporcin hasta hacerla
meconoob]e_ En 1870, la renta per cpita en la Europa industrializa-
da era once veces ms alta que en los pases ms pobres del mundo.
En el transcurso del siglo siguiente ms o menos el factor se quintu-
plic; en 1995 lleg a cincuenta. Como seala el economista de la
Sorbona Daniel Cohen, Creo que el fenmeno de la "desigualdad"
entre las nacwnes es de "origen reciente"; es un producto de los dos
ltimos sigloS>>
2
. Y lo mismo ocurre con la idea del trabajo como
fuente de riqueza y con la poltica nacida de esta suposicin y guia-
da por ella.
La nueva desigualdad mundial y la nueva seguridad en uno mis-
mo, adems del nuevo sentimiento de superioridad que la siguieron,
fueron tan espectaculares como inauditos: se necesitaron nuevos con-
ceptos, nuevos marcos cognitivos para entenderlos y asimilarlos inte-
lectualmente. Estos nuevos conceptos los proporcionaron las ideas fi-
siocrticas y mercantilistas que haban acompaado a Europa en su
cammo a la etapa moderna de su historia, hasta el umbral de la revo-
lucin industriaL No fue, por as decirlo, <<ningn accidente, que estos
nuevos conceptos fuesen acuados en Escocia, pas que estaba tanto
?entro como _fuera de la corriente principal de la agitacin industrial,
Implicado y distanoado al mismo tiempo, fisica y fisiolgicamente cer-
cano al pas que habra de convertirse en epicentro del orden industrial
emergente y, sin embargo, durante un tiempo alejado de su influencia
econmica y culturaL Las tendencias que actan en el <<centro,, por lo
general, se descubren con ms prontitud y se expresan con ms clari-
dad en <<los mrgenes,_ Estar en las afueras del centro de la civilizacin
significa estar lo bastante cerca como para ver las cosas con claridad y,
sm embargo, lo bastante lejos como para objetivarlas, y de esta forma
moldear y condensar la percepcin en un concepto. No fue una mera
comCidencia", por tanto, que las noticias llegaran de Escocia: la rique-
za VIene trabaJo, y el trabaJo es la fuente primordial de la riqueza,
qmza la unJCa.
2
Daniel Cohen, Rl1essr r!t Jmmrlr, pamrtt/ &s natiom (Pars, Fbmmarion, 1998),
pg.
28
Como habra de indicar Karl Polanyi muchos aos despus, actua-
lizando la idea de Marx, el punto de partida de la <<gran transforma-
cin, que dio origen al nuevo orden industrial fue la separacin de los
trabajadores de sus medos de vida. Este transcendental aconteCimiento
form parte de una separacin ms integral: la produccin y el inter-
cambio dejaron de estar inscritos en una forma de vida ms general,
que en realidad lo abarcaba todo, y de este modo el trabaJO Gunto co;1
la tierra y el dinero) pudo ser considerado como una simple mercanoa
y tratado como taP. Podemos decir que fue esta nueva desconexin lo
que dio a la capacidad de trabajo libertad para moverse y, por tanto, ca-
pacidad para aplicarse a diferentes usos (y as tambin a mejores
dos), lo cual permiti que el <<esfuerzo fistco y mental, se sohdtficara
en un fenmeno por derecho propio, en una <<cosa que puede ser tra-
tada como todas las cosas, es decir, <<manipulada, trasladada, umda a
otras cosas o partida por la mitad. _
De no haber tenido lugar esta desconexin hubiera habido
oportunidades para que se pudiera separar mentalmente el trabaJO de
la <<totalidad, a la que perteneca <<naturalmente>> y condensarlo en
objeto independiente. En la visin preindustrial de la nqueza, la <<tie-
rra>> era una totalidad como sta, completada por los que la cultivaban
y recogan su cosecha. El nuevo orden industria! y la red_ conceptual
que permiti el advenimiento de una soctedad
nacieron en Gran Bretaa; Gran Bretaa se destaco de sus vecmos
europeos en la destruccin de su campesinado y l del
<<natural entre la tierra, el esfuerzo humano y la nqueza. Habla pn-
mero que dejar ociosos a los que cultivaban la tierra para que se les vie-
se como contenedores de <<fuerza de trabajo, lista para usar; y para que
se diese a esa fuerza el nombre de la potencial fuente de riqueza>> por
derecho propio.
Esta nueva ociosidad de los trabajadores fue vista por sus contem-
porneos como la emancipacin del trabajo, parte integra1te de la es-
timulante sensacin de la emancipacin de las capaodades humanas
en general respecto de unas restricciones irritantes y embrutecedoras y
de una inercia naturaL Pero la emancipacin del trabaJo respecto de
sus enredos con la naturaleza no hizo que el trabajo flotara libremente y
sin ataduras durante mucho tiempo; no liber precisamente el <<trabajo
emancipado, y autocleterminado para que h1ese libre de inic1ar y seguir
3
Vase Karl
pgs. 56-57 y cap. 6
77JC Grcal Transformatlo!! (Boston, Beacon Press, 1957), espec.
esp.: La gran tmnsfrnniiJn (Madncl. Endymion, 989).]
29
sus propios caminos. El antiguo y autorreproductor modo de vida tra-
dicional, desarraigado o sencillamente ya no viable, del cual formaba
parte el trabajo antes de su emancipacin, hubo de ser reemplazado
por otro orden, esta vez prediseado, <<constmido>>; ya no un sedimen-
to contingente de los ciegos menadros del destino y de las meteduras
de pata de la historia, sino un producto del pensamiento y la accin
racionales. Una vez que se descubri que el trabajo era la fuente de la
riqueza, competi a la razn minar, drenar y explotar esa fuente de ma-
nera eficaz como jams se haba hecho antes.
Algunos comentadores, como Karl Marx, partcipes del bullicioso
nuevo espritu de la edad moderna, vieron la defuncin del viejo or-
den bsicmente como la consecuencia de una deliberada voladura:
una explosin causada por una bomba puesta por el capital con inten-
cin de <<fundir lo slido y profanar lo sagrado>>. Otros como Tocque-
ville, ms escpticos y menos entusiastas, vieron esa desaparicin
como un caso de implosin ms que de explosin: investigaron las se-
millas de la fatalidad en el corazn del <<antiguo rgimen>> (siempre ms
fciles de revelar e imaginar en una visin retrospectiva) consideraron
que el ajetreo de los nuevos maestros era esencialmente pegar una pa-
tada a uncadaver y no mucho ms que dar unas dimensiones nuevas
y mayores a curas milagrosas que el viejo orden haba probado en un
despesperado pero vano esfuerzo por conjurar su muerte. Hubo poca
discusin, sin embargo, en cuanto a las posibilidades del nuevo rgi-
men y a las intenciones de sus maestros: el viejo y ahora muerto orden
iba a ser reemplazado por otro nuevo, menos vulnerable y ms viable
que su predecesor; se iban a concebir y a constmir nuevos slidos para
llenar el vaco dejado por los que se haban fundido. Las cosas que se
haban puesto a flote iban a ser ancladas de nuevo, con ms seguridad
que antes. Para expresar lo mismo con el modismo actual: las cosas que
se estaban <<desincrustando>> tenan que ser ms tarde o ms temprano
rencrustadas.
Ruptura de los viejos lazos locales/comunales, declaracin de gue-
rra a los. modos de vida habituales y a las leyes consuetudinarias, tritu-
racin de les pouvoirs intermdiaire5 [los poderes intermediarios]: la con-
secuencia general de todo aquello fue el delirio embriagador del <<Ime
vo comienzo>>. La realiciad licuada pareca estar preparada para ser
nuevamente canalizada y vertida en nuevos moldes, para recibir una
forma que nunca habra adquirido de babrsele permitido fluir en le-
chos que ella misma se hubiera excavado. Ninguna finalidad, por am-
biciosa que fuera, pareca superar la capacidad humana de pensar, des-
cubnr, inventar, planificar y actuar. Si bien la sooedad feliz ---la socie-
30
dad de los felices- no estaba exactamente a la vuelta de la esquina, su
inminente llegada se anunciaba ya en los tableros de dibujo de los
hombres que pensaban, mientras se rellenaban de carne los perfiles
que se esbozaban en las oficinas de los hombres que actuaban. Y la fi-
nalidad a la cual los hombres de pensamiento y los hombres de accin
dedicaron sus actividades fue la construccin de un orden nuevo. La
recin descubierta libertad haba de ser utilizada al servicio de la futu-
ra rutina ordenada. Nada haba de dejarse a su propio curso, capricho-
so e impredecible, al accidente y a la contingencia; nada en absoluto
haba de dejarse en su forma actual si esa forma se poda mejorar, si se
poda hacer ms til y eficaz.
Ese nuevo orden -en el cual todos los cabos momentneamen-
te sueltos haban de volver a atarse, y los nufragos ahora perdidos,
abandonados o a la deriva, haban de ser llevados a tierra, reinstalados
y fijados en sus lugares adecuados- tena que ser slido, macizo y des
tinado a durar. Lo grande era bello, lo grande era racional, <<grande>> sig-
nificaba poder, ambicin y valenta. La zona de obras del nuevo orden
-industrial- estaba altivamente salpicada de monumentos a ese po-
der y a esa ambicin, fundidos en hierro y tallados en cemento; mo-
numentos que no eran indestructibles, pero que sin duda estaban he-
chos para parecerlo, como gigantescas fbricas llenas hasta los bordes
de voluminosa maquinaria y multitudes de operarios mecnicos, o
enormes y tupidas redes de canales, puentes y ferrocarriles con las es
taciones intercaladas emulando los templos de antao de adoracin a
la eternidad.
Henry Ford es famoso por declarar que <<la historia es una bobada>>
y que <<no queremos tradicin>>. <<QJeremos -dice- vivir en el pre-
sente y la nica historia que vale algo es la que hacemos hoy
4
El mis-
mo Henry Ford dobl un da el salario a sus obreros, explicando que
quera que sus empleados compraran sus coches. Esta explicacin, por
supuesto, no iba en serio: los automviles comprados por los trabaja-
dores de Ford suponan una fraccin despreciable de las ventas totales,
mientras que la duplicacin de salarios sobrecargaba enormemente los
costes de produccin de Ford. La verdadera razn de aquella poco or-
todoxa medida fue el deseo de Ford de detener la movilidad laboral,
initantemente elevada. Quera atar a sus empleados a las empresas Ford
de una vez y para siempre, hacer que el dinero invertido en la forma-
cin e instruccin fuera productivo una y oiTa vez durante toda la vida la-
' En Cbwgo Ti'ilnmc. 25 de 1rayo ce 1916.
31

boral de sus empleados. Y para conseguir este efecto Ford tena que in-
movilizar a su personal. Tena que hacer que fueran tan dependientes
de sus empleos en _su fbrica como lo era l de emplearlos para tener
su nqueza y su poder.
. Ford dijo_ en voz alta lo que otros se limitaban a susurrar, o, mejor
dJCho, preciso lo que otros que se hallaban en un apuro similar sentan,
pero eran mcapaces de expresar con palabras. El adoptar el nombre
de Ford para el modelo universal de intenciones y prcticas tpico de
la modermdad pesada o capitalismo ortodoxo>> se basa en buenas
razones. El modelo de Hel1ly Ford de un orden nuevo y racional esta-
blece el honzonte para la tendencia universal de su poca: ste era un
Ideal que todos o la mayora de los dems empresarios de aquella po-
ca luchaban por alcanzar, unas veces con xito y otras sin l. El ideal
era ligar capital ,Y trabajo en una unin que, como el matrimonio que
une D10s, mngun poder humano pueda deshacer.
La modernidad pesada>> fue indudablemente la poca del com-
promiso entre capital y trabajo fortalecido por el carcter mutuo de su
dependencia. Los trabajadores dependan, para su subsistencia, de ser
contratados; el capital dependa, para su reproduccin y crecimiento,
de c?ntratarlos. Su reumn tena un domicilio fijo; ninguno de los dos
pod1a trasladarse a otra parte con facilidad; los muros de la enorme f-
bnca encerraban a los dos socios en una prisin comn. Capital y tra-
baadores se umeron, podramos decir, en la riqueza y en la pobreza,
la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte los separara. La
fabnca fue su morada comn y simultneamente el campo de batalla
para una guerra de tnncheras y el hogar natural de esperanzas y sueos .
. As pues, ambos -capital y trabajo- pudieron seguir. vivos, ha-
biendo de mantener a uno y a otro en la modalidad de una mercanca:
los propietarios del tenan que poder seguir comprando trabajo,
y los prop1etanos del trabao tenan que estar aleit<i, sanos y fue1tes y ser
en otros atrayentes para no alejar a los posibles compradores.
Cada lado tema <<mtereses creados>> en mantener al otro, a las duras y a las
maduras, las condiCiones conectas. No es so1prendente que la <<remer-
de capital y trabao se haya convertido en la fi..mcin y pre-
ocupaoon pnnopales de la poltica y del estado: los desempleados eran,
total Y verdaderamente, un <<ejrcito iridustrial ele reserva>> que haba que
mantener en plena d1spos1cin por si se les llamara de nuevo al servicio
activo. El estado de bienestar, un estado concebido para hacer precisa-
mente eso, estaba por esta razn, autnticamente, ms all de la izquier-
Y de la derecha>>: t:n puntal sm el cual ni el capital ni el trabajo po-
dian sobrevnr1r y muc11o menos moverse y actuac
32
Algunas personas vieron el estado de bienestar como una medida
temporal que podra dejarse de lado una vez que los seguros colec-
tivos contra los accidentes hicieran a los asegurados lo bastante osados
e ingeniosos como para desarrollar al mximo su Algunos
observadores ms escpticos lo vieron como una operaoon de hmple-
za y saneamiento, colectivamente y dirigida, que haba de
llevarse a cabo mientras la empresa cap1tahsta sigUiera generando dese-
chos sociales que no tena ni intencin de reciclar ni suficientes recur-
sos, es decir, durante mucho tiempo todava. Haba un acuerdo gene-
ral, sin embargo, en que el estado de bienestar un d1spos!t1VO con-
cebido para abordar las anomalas, impedu desviaciOnes de la norma Y
desactivar las consecuencias del quebrantamiento de normas SI no obs-
tante se produce; la norma, casi nunca puesta en duda, era el ;nfrenta-
miento directo y cara a cara de capital y trabaJO y la resoluoon de to-
das las cuestiones importantes e irritantes que se plantean dentro del
marco de dicho enfrentamiento.
Todo el que, siendo un joven aprendiz, empezaba su primer traba-
jo en Ford poda estar bien seguro de acabar su v1da laboral en el mis-
mo sitio. Los horizontes temporales de la era de la modernidad pesa-
da se establecan a largo plazo. Para los trabajadores, los horizontes
los trazaba la perspectiva de un empleo para toda la v1da ?entro de un_a
empresa que tal vez no fuera inmortal, pero cuya duracJon se extendw
mucho ms all de las expectativas de v1da de sus trabaadores. Para los
capitalistas, la fortuna L;miliarn a dur<H, que cu_alquiera
de los miembros de L1 Lumh<l, er<l dentlcl a Lls bbnc1s que estos he-
red<:ban, construcm o se propon<ll1 <libdir <1l1 a la herenci<l bmiliaL
Por decirlo con breved,1d: la mentalicbd de ''<1 largo pbzon eqm-
vala a una expect<ltv<l n<lcid<l de la experienc<l -y <lmpli<lmente co
rrobor<ltb por ella- de que el destino de las person<Js que compran
trabao y el de L1s que lo venden esLn estrech<l e Jnsepcl!",lblemente
entrelazados v lo esL1rcn mucho tiempo. desde un punto de VlSLl
pr<ictico p<!Ll siempre, v que, en consecuenCl<l, idear un m_odo tole-
r<Jble de convivem:J \"el Lmtll 'en inters de lOdos" como lrl<l Ull<l ne-
gocJcn de L1s rc11.L1s de buenc1 veumbd entre propel.lnm de VJ\"Jen-
en L1 mislllcl Como ,vengu Rich,nd Sennett en su
reciente estudio'. h.1st,1 los mperson,lcs hor,mos que LllltO contr<l
n,Jb,m ,1 los ,ntcs,mos libres de ,wcr, Jp111.1dos en Lls (.briL<lS del u:n
Ri(iLU\J \t..'11l \r._'! L ( n{Jin/f)J! n( ( jl1t{r/-IT J/t fl: 'lli!t! ( .!!lh '(!t.!It ,_/ \\" ! t/t


,i ,11 L. 1
'
~ :
talismo temprano y tan grficamente descritos por E. P. Thompson,
as como sus posteriores versiones nuevas y mejoradas en la forma
de los infames cmputos de tiempo de Frederick Taylor -esos actos
de represin y dominacin practicados por la direccin empresarial
en aras del crecimiento de la gigantesca organizacin industrial>>-
se haba convertido en un escenario en el que los trabajadores podan
reivindicar sus propias exigencias, un escenario de dotacin de
poder. Sennett concluye: La rutina puede degradar, pero tambin
protege; la rutina puede descomponer el trabajo, pero tambin pue-
de componer una vida. Mientras se dio por hecho que la perma-
nencia en una empresa durara, la reglas de esa unin fueron el cen-
tro de atencin de intensas negociaciones, unas veces de confronta-
ciones y agarradas, otras de tregua y compromiso. Los sindicatos
fortalecieron la impotencia de los trabajadores por separado dando
origen a un poder colectivo de regateo y lucharon por rehacer las re-
gulaciones inhabilitadoras para convertirlas en derechos de los tra-
bajadores y en limitaciones impuestas a la libertad de maniobra de
los empleadores.
La situacin ha cambiado ahora; el ingrediente fundamental del
cambio es la nueva mentalidad de <<a corto plazo que vino a reempla-
zar a la de a largo plazo>>. Los matrimonios <<hasta que la muerte nos
separe>> son ahora una rareza: los miembros de la pareja ya no esperan
estar mucho tiempo en compali:a del otro. Segn el ltimo clculo, un
joven americano con un nivel educativo moderado supone que cam-
biar de empleo al menos once veces durante su vida laboral; esa ex-
pectativa de cambio de empleo seguir sin duda aumentando antes
de que concluya la vida laboral de la generacin actual. Flexibilidad>>
es el lema del da, y cuando se aplica al mercado del trabajo significa el
final del empleo tal como lo conocemos y el trabajo con contratos a
corto plazo, contratos renovables o sin contrato, puestos sin seguridad
incorporada pero con la clusula de hasta nuevo aviso>>. En su pre-
sentacin de los resultados de una investigacin integral sobre los cam-
bios en el significado del trabajo llevada a cabo en Holanda, Geert van
der Laan observa que el trabajo se ha convertido en un deporte de cla-
se alta o de alto rendimiento, ms all de la capacidad y del alcance
prctico de la mayora de los que buscan trabajo; y el deporte, como
todos sabemos, tieLde ahora a ser menos un pasatiempo popular y
ms una actividad elitista y altamente competitiva que arrastra enor-
mes apuestas monetaria:;. La pequei1a parte de la poblacin que tra-
baJa lo hace de manera muy intensa y eficaz, mientras que la otra par-
te se queda al margen porque no puede mantener el rpido ritmo de la
34
produccin
6
y, podemos ali:adir, porque la manera en que se realiza el
- trabajo deja poco espacio, y cada vez menos para sus habilidades. La
vida laboral est saturada de incertidumbre.
Se puede decu, por supuesto, que no hay nada especialmente nue-
vo en esa situacin, que la vida laboral ha estado llena de incertidum-
bre desde tiempo mmemorial, pero la incertidumbre de la actualidad
es de un gnero sorprendentemente nuevo. Los temidos desastres que
pueden desbaratarle a uno su subsistencia y las posibilidades de sta no
son del tipo que se pueda evitar o al menos resistir y suavizar uniendo
fuerzas, adoptando una postura comn, debatiendo conjuntamente,
llegando a acuerdos y ejecutando medidas. Los desastres ms terribles
golpean ahora al azar, eligiendo a sus vctimas con una lgica extrava-
gante o sin lgica ninguna, repartiendo caprichosamente sus golpes,
as que no hay manera de anticipar quin se va a condenar y quin se
va a salvar. La incertidumbre del presente es una poderosa fuerza Znd-
vidualzadora. Divide en vez de unir, y dado que no se puede decir
quin podra despertarse en qu divisin, la idea de unos intereses co-
munes se toma cada vez ms nebulosa y al final se hace incompren-
sible. Temores, ansiedades y quejas nacen de una manera tal que se pa-
decen en soledad. No se suman, no se acumulan en una causa co-
mn, no tienen un domicilio natural_ Esto despoja a la postura
solidaria de su rango en el pasado, como tctica racional, e indica una
estrategia vital totalmente diferente de la que condujo al estableci-
miento de la defensiva de la clase trabajadora y las organizaciones mi-
litantes.
Cuando el empleo ha pasado a ser a corto plazo, una vez des-
pojado de perspectivas slidas (y mucho menos garantizadas) y, por
tanto, convertido en episdico, y cuanto casi todas las reglas que
ataiien al juego de promociones y despidos se han abolido o tienden
a ser alteradas mucho antes de que el juego haya terminado, hay
poca oportunidad para que surjan y echen races la lealtad mutua y
el compromiso. A diferencia de los tiempos deJa dependencia mu-
tua a largo plazo, apenas hay estmulo para prestar un inters serio y
mucho menos crtico a la sabidura de un acuerdo que de todas for-
mas va a ser transitorio. El lugar de empleo se percibe como un lugar de
acampada que se visita durante unos pocos das que tal vez se aban-
' Geer1 van der Loan, Social work and social policy in the Netherlands", texto de
una conferencia pronuncic:da en el dilogo Oriente-Occidente sobre el trabajo social ce-
lebrado en Drcsde, l 998.
35
done en cualquier momento si no se suministran las comodidades
ofrecidas o se hallan defectuosas, en vez de un domicilio comn en el
que uno se siente inclinado a molestarse en idear unas normas de in-
teraccin aceptables. Mark Granovetter ha indicado que la nuestra es
una poca de lazos dbiles, mientras que Sennett propone que las
formas fugaces de asociacin son ms tiles a las personas que las rela-
cwnes a largo plazo,
7

La actual versin licuada>>, fluyt.ute>>, dispersa, diseminada y des-


de la modermdad no presagia el divorcio ni una mptura defi-
mtlva en la comunicacin, pero s que augura una desconexin entre
capital y trabao. Podernos decir que esta fatdica separacin es una r-
phca del paso del matrimonio a vivir juntos con todos sus corolarios
entre ellos ocupan un lugar ms preponderante que la mayora el da;
por sentados la temporalidad y el derecho a romper la asociacin cuan-
do la neces1dad o el deseo se agoten. Si el unirse y permanecer juntos
era una cuestin de dependencia recproca, la desconexin es unilate-
ral: un lado de la configuracin ha adquirido una autonoma nunca
anunciada en serio con En un grado al que nunca llega-
ron los prop1etanos absent1stas del pasado, el capital se ha soltado de
su dependencia del trabajo merced a una nueva libertad de movi-
miento inimaginable en el pasado. Su reproduccin y desarrollo se ha
hecho en buena medida independiente de la duracin de cualquier
compromisO local concreto con el trabajo.
indepen?encia no es: desde luego, completa, y el no es
todav1a tan volat1l como qms1er.a y corno se esfuerza por ser. An hay
contar con factores. terntonales -locales- en la mayora de los
calculas; el <<poder fastJdwso>> de los gobiemos locales sigue, quiz, im-
pomendo untantes hm1tac10nes a su libertad de movimiento. Pero el
capital se ha hecho extraterritorial, ligero, sin estorbos y desincrustado
hasta un extremo sm precedentes, y el nivel de movilidad espacial que
ya ha es perfectamente suficiente para chantajear a los orga-
msmos poht1cos vmculados con el territorio para que se sometan a sus
exgenCJas. La amenaza (incluso tcita y meramente sospechada) de
cortar los lazos locaJ :s y trasladarse a otra parte es algo que todo go-
bierno responsable t1ene que tratar con toda seriedad, tratando de de-
termmar sus propias acciones en consecuencia. La poltica se ha con-
vertido hoy en un tu-a y ailoa entre la velocidad con que el capital pue-
de moverse y las capacidades ele ralcntizacin de las instituciones
36
locales, y son stas las que tienen la sensacin de estar librando una ba-
talla imposible de ganar. Un gobierno ded1cado al b1enestar de sus
electores no tiene otra opcin que implorar y engatusar, en vez de obh-
gar, al capital para que acuda all y una vez dentro constmya rascaoe-
los de oficinas en vez de alquilar habitaciones de hotel. Y esto se pue-
de hacer o intentar creando condiciones mejores para la libre empre-
sa, es decir, ajustando el juego poltico a las <<reglas de libre
empresa; utilizando toda la capacidad reguladora. a d1spos1c10n del
gobierno para aclarar y hacer creble que esas capaCidades reguladoras
no sern utilizadas para limitar las libertades capital; ev1tando todo
cuanto pudiera crear la impresin de que el terntono admnmtrado po-
lticamente por el gobierno es poco hosp!talano con las preferenoas,
hbitos y expectativas del capital que piensa y acta a mvel mund1al, o
menos hospitalario que las tierras administradas j)Of los gob1emos ve-
cinos. En la prctica esto significa impuestos baos, pocas o
ninguna y, sobre todo, un mercado de trabao flex1ble. En termmos
ms generales esto significa una poblacin dcil, incapaz --y poco dis-
puesta a ello- de presentar una res1stenoa orgamzada a cualqmer de-
cisin que el capital pudiera tomar. los gob1ernos
slo pueden tener esperanzas de mantener el capital en su s1t1o con-
vencindolo, ms all de toda duda razonable, de que es hbre de mar-
charse, avisando con poca antelacin o sin av.isar. .
Habiendo soltado el lastre de la maqumana volummosa y las enor-
mes dotaciones de las fbricas, el capital viaja ligero, slo con equipaje
de mano: una cartera, un ordenador porttil y un telfono celular. Esta
nueva caracterstica de volatilidad ha hecho que el compromiso sea su-
perfluo e imprudente al mismo tiempo: si lo hubiera, el
movimiento y se convertira as en una restriccin de la compet1t1v1dad
y limitara las ocasiones de incrementar la product1v1dad. Las bolsas y
los consejos de direccin de todo el mundo son rpidos en recompen-
sar todos los pasos en la <<direccin correcta de la como
la racionalizacin, la <<reduccin y la <<enaJenaon, al tJempo que
castigan con igual rapidez cualquier noticia de un aumento de empleos
y de que la empresa se est <<enredando en costosos proyectos alar-
go plazo. Las habilidades de unos <<escapistas al est!lo de Houdm1, e1
esfumarse, la estrategia de elisin y evitacin y la disposicin y destre-
za para escaparse cuando es necesario, que son la clave de la nueva po-
ltica de desconexin y descompromiso, son hoy el sig11o de sabidura y
xito en la direccin empresariaL Como se!lal Michel Crozier, hace mu-
cho tiempo, ser libre d(: pesados lazos, engorrosos compron;1sos y de-
pendencias que impiden el movimiento fue siempre un arma tavonta de
37
r
,
1
1
Ir'
dommacin; pero las existencias del arma y las capacidades para utili-
zarla estn hoy menos igualmente repartidas que en ningn momento
anterior de la histona moderna. La velocidad de movimiento se ha
convertido actualmente en un factor importante, quiz el principal, de
la estratificacin social y de la jerarqua del dominio.
La principal fuente de beneficios -en especial de los grandes be-
neficios y por tanto tambin del capital de maana- tiende a ser de
manera creciente ideas en vez de objetos materiales. Una idea se produce
slo una vez y despus sigue aportando riqueza dependiendo del n-
mero de personas que participan en la repeticin del modelo. Cuando
se trata de hacer provechosas las.ideas, los objetos de la competencia
son los consumidores, no los productores. No es sorprendente que el
compromiso actual del capital sea pnmordialmente con los consumi-
dores, no con los productores. Slo en este mbito se puede hablar
con sensatez de dependencia mutua. El capital es dependiente, en
cuanto a su competitividad, eficacia y rentabilidad, de los consumido-
res, y sus itinerarios estn guiados por la presencia o ausencia de con-
sumidores o de las oportunidades de <<produccin de consumidores,
de generar y fortalecer la denuncia de ideas disponible. Al planificar
los viajes del capital y acelerar sus dislocaciones, la presencia de la fuer-
za de trabajo es, como mucho, una consideracin. secundaria. En c'on'
secuencia, el <<poder de retencin que la fuerza de trabajo local puede
ejercer sobre el capital y ms generalmente sobre las condiciones del
empleo y la disponibilidad de puestos de trabajo se ha reducido consi-
derablemente.
Robert Reich indica que las personas que hoy en da participan en
la actividad econmica pueden ser divididas en cuatro amplias catego-
ras8. Los manipuladores del smbolo, personas que inventan ideas y
maneras de hacerlas deseablesy vendibles, forman la primera clase. Las
que participan en la reproduccin del trabajo (educadores o diversos
funcionarios del estado de bienestar) pertenecen a la segunda. La ter- .
cera est compuesta por las personas empleadas en servicios persona-
les (los tipos de OCU}lacn que John O'Neill clasifica como oficios
de piel), que requieren un encuentro cara a cara con los destinatarios
de los servicios: los vendedores de productos y los productores del de-
seo de los productos constituyen el grueso de esta categora. Y final-
mente est la cu:1rta clase, a la que pertenecen las personas que en el l-
timo siglo y medio formaban el sustrato social del movimiento obre-
8
Vase Robert Reich, Thr Wnrk n( Nfltiom (Nueva York, Vintage BookS, 1991).
[Trad. esp.: El traba de lr1s nflrioms (ViiL!viciosa de Odn,Tavier Vergara, Editor, 1993).]
38
ro. Son, en expresin de Reich, los trabajadores de rutina, atados a la
cadena de montaje o, en las fbricas ms modernas, a las redes infor-
mticas y a los artilugios electrnicos automatizados como las cajas.
Son las.partes ms prescindibles, desechables e intercambiables del sis-
tema econmico. Ni las capacidades individuales, ni el arte de la mte-
raccin social con los clientes forman parte de los requerimientos de
su trabajo, y por tanto son los ms fciles de reemplazar, y tienen slo
-si es que tienen alguno- un poder de regateo residual y desprecia-
ble. Saben que son prescindibles y por ello no ven que tenga mucho
sentido desarrollar una vinculacin o un compromiso con su trabajo
ingresando en asociaciones duraderas con sus compaeros. No suelen
fiarse de ninguna lealtad al lugar de trabajo ni de inscribir la finalidad
de su propia vida en su futuro proyectado.
Alain Peyrefitte, en su estudio retrospectivo de nuestra sociedad
moderna/capitalista de desarrollo compulsivo y obsesivo
9
, llega a
la conclusin de que el rasgo ms destacado, incluso constitutivo, de
nuestra sociedad era la corifianza: confianza en uno mismo, en los de-
ms y en las instituciones. Los tres componentes de esta confianza
eran indispensables: se condicionaban entre s; si se quitaba uno los
otros dos implosionaran y se derrumbaran. Podramos describir el
moderno ajetreo creador de un orden como un permanente esfuerzo
por establecer los cimientos institucionales para la confianza: ofrecer
un marco estable para la inversin de confianza, hacer creble la creen-
cia en que los valores actualmente apreciados seguirn siendo aprecia-
dos y deseados, en que las reglas de la bsqueda y consecucin de esos
valores seguirn siendo observadas, imposibles de infringir e inmunes
al paso del tiempo.
Peyrefitte singulariza la empresa ms empleo como la sede ms im-
portante para la siembra y el cultivo de la confianza. El hecho de que
la empresa capitalista fuera caldo de cultivo de con'flictos y enfren
tamientos no debe confundirnos: no hay dfiance [ desconfianza].sin
confiance, no hay enfrentamiento sin confianza. Si los empleados lu-
charon por sus derechos, fue porque confiaban en el poder de reten-
cin del marco en el que, como esperaban y deseaban, se inscribiran
sus derechos; confiaban en la empresa como el lugar adecuado para
depositar sus derechos para que los S<llvaguardara. Esto ya no es as, o
al menos est dejando rpidamente de ser as. Ninguna persona racio-
q Vase Ala in
(Pars, O dile J acob,
..1\ndrs Bello, 1996).]
La sotl de
pgs. 514516.
du dvcloppcmml
confianza (Barcelona,
39
~
na] esperara pasar toda su vida laboral, ni siquiera una gran parte de
ella, en una sola empresa. Las personas ms racionales preferiran con-
los ahorros de su vida a fondos de inversin y compaas de segu-
IOs que Jugasen a la bolsa y estuviesen vtstblemente llenos de riesgos an-
tes que contar con la VIeJa pensin de jubilacin que la empresa para
la que trabaan actualmente pudiera proporcionarles. Como resuma
reoentemente Nigel Timft, es muy difcil crear confianza en organi-
;aciOnesque a!, mismo tiempo estn siendo "rebajadas", "reducidas" y
reorgamzadas ,10.
Pierre Bourdieu establece el vnculo entre el humdimiento de la con-
y la decadente voluntad de compromiso poltico y accin colec-
tiva'::Ia capaCidad para hacer proyecciones hacia el futuro, indica, es la
c_ondztw sme qua non de todo pensamiento transformativo>> y de todo es-
tuerzo por reexammar y reformar la situacin actual, pero es improba-
ble que haya una proyecc10n haCia el futuro en personas que no tienen
dommio sobre su presente. Los Imembros de la cuarta categmia de Reich
carecen muyvisiblemente de dicho dominio. Atados como estn al te-
rreno, Imposibihtados para moverse o, si se mueven, detenidos en los
puesto.s fronterizos ms cercanos, estrechamente vigilados, estn en una
posicion mfenor aprwn a la del capital, que se mueve libremente porto-
das partes. El capital es cada vez ms mundial; ellos, sin embargo, siguen
Siendo locales. Por esta razn estn expuestos, sin armas, a los inescruta-
bles. cap;IChos de unos misteriosos <<inversores y accionistas y a las to-
davia mas desconcertantes fi.terzas del mercado, los trminos del acuer-
do y las demandas la competencia .. Todo lo que consigan hoy se
les puede. arrebatar manana sm previo aviso. No pueden triunfar. Tam-
poco las personas racionales que son o que se esfuerzan por
ser- estan dispuestos a correr el nesgo de luchar. Es poco probable que
reconvier:an sus queJas en una cuestin poltica y que acudan a los po-
en busca de reraracin. Como prevea Jacques
Attah hace pocos anos, el poder resJdJra.maiiana en la capacidad de blo-
quear o fa.cJ!Jtar el movimiento s1gmendo determinadas vas. El Estado
no eJercera sus poderes smo por medio del dominio de la red. Y de este
modo la unposibiiidad de ejercer dominio sobre la red debilitar irrever-
sJblemente a las mstituciones poltica
5
,J2
10
Nigel Thrift, The rise oC soI
11
Vase Pierre Bourdicu) cAnmc-m,-.
Jzo-liberale (Pars, Liber-Raisons 1998), p<g. 97. [Trad.
sermr a la re.:!Srencza rontra la ncolibcm! (BJrcelona,
Jacques Attab, C!Je,nim de .lr(gr.ue. ?/-air d11 rr/J)'ti;rr!Je (Pars.
40
El paso de la modernidad pesada o slida a la ligera o <<licua-
da constituye el marco en el que ha estado inscrita la historia del mo-
vimiento obrero. Recorre tambin un largo camino hacia la compren-
sin de los notables vericuetos de dicha historia. No sera razonable ni
especialmente ilustrativo explicar los grandes apuros en que se ha vis-
to el movimiento obrero en toda la parte avanzada (en el sentido
modernizador) del mundo haciendo referencia al cambio del talante
pblico, ya sea ocasionado por la influencia debilitad ora de los medios
de comunicacin de masas, por una conspiracin de los anunciantes,
por el tirn seductor de la sociedad de consumo o por los efectos so-
porferos de la sociedad de espectculo y entretenimiento. Echar la cul-
pa a los polticos metepatas o falsos tampoco ayudar. Los fenmenos
evocados en estas explicaciones no son en absoluto imaginarios, pero
no valen como explicaciones, aunque slo sea por el hecho de que el
contexto de la vida, el escenario social en el que las personas (muy ra-
ras veces por su propia eleccin) se ocupan de los asuntos de su vida,
ha cambiado radicalmente desde los tiempos en que los trabajadores,
apiados en fbricas de produccin en masa, apretaban las filas para
imponer unos trminos ms humanos y satisfactorios para la venta de
su trabajo y los tericos y prcticos del movimiento obrero perciban,
en la solidaridad de los trabajadores, el ansia, embrionaria pero an no
nacida, de una sociedad buena que pusiera en prctica unos princi-
pios universales de justicia.
41

7"
....
, ...... -. ':

2
rdenes locales, caos mundial
Las cosas estn ordenadas si se comportan corno uno espera que lo
hagan; es decir, uno puede dejarlas a un lado cuando planifica sus ac-
ciones. sta es la principal atraccin del orden: la seguridad que acom-
paa a la capacidad de predecir, con escaso o ningn error, cules se-
rn las consecuencias de nuestras acciones. Podernos seguir intentando
lo que estarnos intentando, concentrndonos en lo que tenernos que
hacer y sin temer ninguna sorpresa: ningn obstculo que uno no pu-
diera, con un mnimo de esfuerzo, anticipar e incluir en sus clculos.
Por decirlo en pocas palabras: las cosas estn en orden si no tenemos
que preocuparnos por el orden de las cosas; las cosas estn ordenadas
. si pensarnos, o no tenernos la necesidad de pensar, en el orden corno
"::'' un problema y mucho-menos corno una tarea. Y una vez que uno em-
pieza a pensar en el orden, esto es un signo seguro de que algo, en algu-
na parte, est desordenado: que las cosas se estn escapando de nues-
tras manos y, por tanto, tenernos que hacer algo para volverlas a meter
en vereda.
Una vez que uno empiece a pensar en el orden averiguar que lo que
le falta es una distribucin clara y legible de las probabilidades. Habra
orden si no fuera posible que sucediera cualquier cosa, al menos no con
iguales probabilidades; si unos acontecimientos tuvieran que suceder
casi con toda seguridad, otros tuvieran muchas probabilidades, otros
fi;eran extremadamente improbables y otros estuvieran totalmente fue-
ra de consideracin. Cuando no es as y por el contrario don-
de uno puede decr---- una probabilidad del cincuenta por ciento
43
de que. suceda cualquier acontecimiento, diramos que hay caos. Si la
posibihdad de predecir, y por tanto, de tener un dominio sobre las con-
secuencias de las acciones propias es el principal atractivo del orden, la
aparente mexistencia de todo vnculo entre lo que uno hace y lo que
le sucede, entre hacep; y padecer>>, es lo que hace que el caos sea
odioso, repugnante y atemorizador.
Cuanto menos iguales sean las oportunidades de reaccin a nues-
tras acoones menos aleatorios son sus efectos: ms orden -podra-
mos decir- hay en el mundo. Cualquier intento de poner las cosas
en orden se reduce a manipular !as probabzlidades de acontecimientos.
Esto es lo que cualquier cultura, o al menos se supone que hace.
P1erre Bmllez diJo del arte que transforma lo improbable en inevitable.
Lo que diJO del arte es aplicable a todos los sectores de la cultura. En
condiCiones <<naturales, no procesadas culturalmente, la reunin del
huevo con el bacon sera un hecho extremadamente raro y por tanto
Improbable, casi un milagro; en Inglaterra, sin embargo, en los <<viejos
buenos ti:_:mpos" en los que las cosas seguan en su sitio y todo el mun-
do con oCia su lugar entre ellas, dicha reunin en el plato del desayuno
era casi slo los tontos apostaran a que no se producira.
La mampulacwn de probabihdades y por tanto la invocacin del
orden a partir del caos es el milagro que la cultura hace cada da. Ms
exactamente: es la realizacin tutinaria de ese milagro lo que llamamos
cultura. de una cns.Js cultural si la rutina llega a verse de-
safiada Y se mfnnge con demasiada frecuencia como para considerarla
fiable, mucho menos para darla por sentada.
La cult_ura manipula las probabilidades de acontecimientos a travs
de la actividad de la difirenciacin. Todos recordamos la afirmacin de
Clal!de L'7-_5t;auss segn la cual el primer acto cultural de la histo-
na fue la diVlsiOn de !a poblacin femenina -por uniforme que pu-
diera ser en su po:enCial reproduct!Va- en mujeres idneas y no id-
neas para la relac10n sexual. La cultura es la actividad de establecer dis-
tmcwnes: de clasificar, segregar, trazar fronteras, y por tanto dividir a
laspersonas en categoras unidas por la semejanza y ex-
tenormente. separadas por la d1ferenoa; y de diferenciar la gama de
as1?nada a los seres humanos con arreglo a sus diferentes ca-
tegonas._2legun la c,ebre observacin de Frederick Barth, lo que la cul-
tura defme. como diferenCia, una diferencia lo bastante importante
como para JUstificar la separaCin de categoras, es el producto del tra-
zado de fronteras, no su causa o motivo.
La de claridad acerca de la gama de conducta que se puede
prever legitJmamente es la sustancia de ese "Peligro que
44
Mary Douglas descubri en la mezcla de categoras; el peligro que per-
sonas de todas las pocas y lugares tienden a asociar con los seres hu-
manos y las cosas del otro lado de la barricada, con seres que pre-
sentan rasgos que no deberan aparecer juntos para que las clasifica-
ciones conservaran su valor productivo y por ende tranquilizador_ Su
irritante hbito de caer entre categoras en vez de encajar en ellas revela
un convencionalismo y, por tanto, una debilidad donde tendra que re-
sidir la realidad objetiva y, por tanto, la firmeza. La vista misma de lo
que Mary Douglas, siguiendo a Jean-Paul Sartre, motejaba de seres vis-
cosos, cuyos obstinados intermedios, que hacen estragos en el orden
del mundo y contaminan la pureza de sus divisiones, es un vistazo por
el agujero de la cerradura al caos que subyace en todo orden y amenaza
con engullirlo. El descubrimiento del caos refuerza el celo por el orden
y las pasiones que rodean al hbito de la creacin, la proteccin y la re-
paracin del orden. Las tareas de diferenciacin/segregacin de la cu!-
tura habran aumentado el sentimiento de seguridad, ese entendi-
miento definido por Ludwig Wittgenstein como el conocimento de
cmo seguir>>, si no lo hubiera completado la ocultacin de la visco-
sidad, es decir, de todas las cosas de origen incierto, rango mixto y de-
nominacin poco clara: de la ambigedad. .
Ya que no es probable que se haga ningn intento de aJustar la
complejidad del mundo a unas divisiones netas y generales, es Impro-
bable que la ambigedad sea derrotada y deje de acosar a quienes bus-
can seguridad. Lo que se ve venir es lo contrario: cuanto ms mtenso
sea el deseo de orden y ms frenticos sean los esfuerzos por estable-
cerlo, mayor ser el volumen de restos ambiguos y ms la an-
siedad que generen. Hay pocas probabilidades de que la creaCIn de
orden llegue nunca a su conclusin, al ser una preocupacin autopro-
pulsora y autointensil:l.cadora que rebota en una actividad que va con-
tra s misma.
A causa de sus desagradables y con todo ntimas relaciones con el
estado de incertidumbre, la impureza, de las clasificaciones, la vague-
dad de los lmites y la porosidad de las fronteras son fuente constan-
te de temor y agresividad, inseparables de los esfuerzos de creacin y
salvaguarda del orden. No son la nica fuente de conflicto, sin embar-
go. Michel Crozier puso de manifiesto otra en su revelador estudio ?el
fenmeno burocrtico: esta otra fuente es el uso de la ausencza de orden,
del caos, como importante arma de poder en su intento de hacerse con el 4om-
nio. La estrategia de 1a lucha por el poder es convertme en la vanable
desconocida en los clculos de los dems, al tiempo que se les niega un
papel similar en sus propios clculos. En trminos ms sencillos, esto
45
significa que el dominio se consigue eliminando las reglas que limitan
la libertad de eleccin de uno, a la vez que se imponen otras reglas !i-
mitadoras posibles a la conducta de todos los dems. Cuanto ms am-
plio sea mi margen de maniobra, mayor ser mi poder. Cuanta menos
libertad de eleccin tenga, ms dbiles sern mis probabilidades en la
lucha por el poder.
El orden surge de este anlisis como un concepto agonista y
esencialmente impugnado. Dentro del mismo escenario social las
concepciones del orden varan marcadamente. Lo que constituye <<or
den>> para quienes estn en el poder se parece inquietantemente al caos
para aquellos a quienes gobiernan. En la lucha por el poder es siempre
el otro lado el que uno querra hacer ms <<ordenado>>, ms previsible;
son siempre las medidas tomadas por el otro lado las que uno querra
volver mtinarias, despojar de todos los elementos de contingencia y sor-
presa, reservndose para uno mismo el derecho a dejar de lado la m ti-
na y moverse errticamente. Dada la lucha por el poder, la constmc-
cin del orden tiene que ser un proceso lleno de conflictos.
El descubrimiento de Crozier, hecho en el contexto de lo que se
puede denominar <<sistemas cerrados de instituciones burocrticas, re-
vela su plena (y en el momento de este estudio no prevista) influencia
en las condiciones actualmente descritas con la lbrica de <<globaliza-
cin. Q!Jisiera recordar que el concepto de globalizacin ha sido
acuado para reemplazar al de universalizacin, establecido de antiguo,
una vez que fue evidente que la aparicin de lazos y redes mundiales
no tena nada de la naturaleza intencionada y controlada que el con-
cepto antiguo implicaba. Giobalizacin representa unos procesos
que se consideran autopropulsados, espontneos y errticos, sin nadie
a los mandos, ni encargado de la planificacin y mucho menos de los
resultados generales. Podemos decir (con poca exageracin) que el tr-
mino globalizacin representa la naturaleza desordenada de los pro-
cesos que tienen lugar por encima del telTitorio principalmente coor
dinado que es administrado por el nivel superior del poder institu-
cionalizado, es decir, !os estados soberanos. En su perspicaz estudio
del nuevo desorden mundial, Ken Jowitt observ la muerte del dis-
curso deJosu, que abierta o tcitamente aceptaba un universo acata-
dor de ia ley y esencialmente determinado y preordenado, y su susti-
tucin por el discurso del Gnesis, que, por el contrario, presenta el
mundo como un lugar de inestabilidad, cambio desprovisto de una di-
reccin coherente, e;pontaneidad y perpetua experimentacin, con
unos resultados inciertos y esencialmente imprevisibles; en resumen,
como lo ms contrario a la imagen del orden.
46
11
l nuevo desorden mundial apodado globalizacin tiene, sin
rgo, un verdadero efecto revolucionario: la devaluacin del orden
como ta!. Semejante eventualidad se poda vislumbrar a partir del anli-
sis de Crozier o incluso prever en vista de la tendencia, notablemente
autodebilitadora, de toda construccin de un orden, pero slo ahora se
puede observar en todas sus numerosas ramificaciones. En el mundo
globalizador el orden se convierte en el ndice de la impotencia )1 la subordi-
nacln. La nueva estructura mundial de poder acta merced a las opo-
siciones entre movilidad y sedentaredad, contingencia y rutina, rareza
y densidad de restricciones. Es como si el largo periodo de la historia
que empez con el triunfo de los asentados sobre los nmadas est

ahora llega. ndo a su fin ... Se puede definir la globalzacin de muchas
maneras, pero la de la venganza de los nmadas es tan buena como
cualquier otra, si no mejor.
La estrategia de la lucha por el poder de la que habla Michel Cro-
zier, al igual que el modelo panptico de control social de Jeremy
Bentham, asumi el enfrelftamiento de gobernantes y gobemados en-
tre s. La imposicin de normas y la ejecucin de una regulacin nor-
mativa ataron a controladores y controlados unos a otros y lo' hicie-
ron inseparables. Los dos lados, por decirlo as, se vieron ligados al te-
rreno; la reproduccin de la jerarqua de poder requera una presencia
y un enfrentamiento constantes. Es esta dependencia recproca, este en-
frentamiento perpetuo, lo que las nueva tcnicas del poder que se han
puesto en primer plano en la era de la globalizacin han hecho super-
fluo. La nueva jerarqua de poder est marcada en su parte superior por
la capacidad de moverse rpidamente y sin previo aviso, y en la parte
inferior por la incapacidad de hacer ms lentos estos movimientos, mu-
cho menos de detenerlos, unida a su propia inmovilidad. La escapato
ria y la evasin, la ligereza y la volatilidad han reemplazado a la pre-
sel1ciipesada y ominosa como principal medio. de dominacin.
- Yano es necesaria esa regulaCin normativa>> para garantizar la
dominacin. Los que aspiran a gobernar podran dejar escapar un sus-
piro de alivio: la regulacin normativa era una tcnica engorrosa, de-
sastrada y costosa, primitiva y econmicamente irracional y minosa
segn los criterios contemporneos. Su superfluidad se percibe como
emancipaci6n y es experimentada por la elite mundial como el man-
dato de la raz6n y como un signo de progreso. La falta de restriccio-
nes, la desregulacin y la flexibilidad parecen un gigantesco salto ha-
cia delante cuando se compara con los costosos y laboriosos mtodos
de instmccin disciplinadora que se practica en los modernos panp-
ticos.
p
,/
. , Gracias-alasxmevas tcnicas de desconexin, no-compromiso, eva-
que hay ahora_ a disposicin de las elites, se -
ner al rest()_$on.tro.Jado; lncapacJtdo y por tanto despojado. po-
der de restncnon s;mpl;:;nel1te merced a la extrema v-ulnerabilidacf y
precanedad.de su SJtuacJOn, sm necesidad de <<regular normativamen-
su _conducta. Los empleados de una fbrica del tipo de la Ford p6-
dJan eJercer su capaodad de Incordiar y obligar a los directores a ne-
gociar un modus vivendi tolerable y a llegar a un compromiso en tanto
que las partes que se reunan en la mesa de negociaciones saban que
ellos, a]gual que la parte contrana, no tenan otro sitio adonde ir v te-
nan llevar adelante el regateo. Los propietarios y los accionistas
depend1an para sus mgresos de la buena voluntad de los trabajadores
como stos. dependan para su subsistencia de los empleos que
aquellos les ofrecan. Esto ya no es as; un lado (pero no el otro) es do-
lorosamente consciente de que sus compa1eros de negociacin pue-
den abandonar. la mesa en cualquier momento; un empujn ms y a
lo meor los movlles sooos se van con la msica a otra parte y no que-
da nad1e n;gooar. los que estn en la posicin desven-
taosa y mas debJl, el umco metodo para mantener en su sitio a los m-
VIles directores y a los voltiles accionistas (y por tanto mantener sus
empleos un poco ms de tiempo) es atraerlos, que vengan y se que-
den, por mediO una convmcente exhibicin de su propia debilidad
Y de resistencia. La m certidumbre en la que la nueva movilidad de
la ehte mun_d1al ha sumido a la multitud dependiente de la buena vo-
luntad de d;cha elite a invertir tiene una capacidad de perpetuacin y
meora de SI misma. Las estrategias raoonales impulsadas por este tipo
de mcertdumbre pr?fundJZan en vez de mitigarla yace-
leran la desmtegrac10n del orden regulado normativamente.
Pr.icarit eJt. aujourd'hui partout [la precariedad est hoy en todas
partes],. conclma P1erre Bourd1eu. En parte como consecuencia de
una dehberada poltiCa de <<precarizacin>> iniciada por el capital su-
pranac!Onal Y cada vr:z ms extraterritorial y mansamente ejecutada
por los gobiernos estatales territoriales, a quienes queda poca eleccin,
Y en pa11e como sedimento de nueva lgica de las ofertas y la autode-
(
fer::sa del poder, la precanedad es hoy el elemento esencial de la jera-
qu_Ia r,nundJa!del poder y la principal tcnica de control sociaL Como
senalo Bourd1eu, es Improbable que se hagan reivindicaciones sobre
)1 el futuro a menos qw: los reivndcantes tengan un firme dominio so-
/1 bre su presen,te; ,es preosamente de sobre e presente de lo
j que la mayo na de los habitantes del mundo globahzador ms visible-
!' mente carecen.
1
48
No tienen dominio sobre el presente porque los ms importantes
de los factores que deciden sobre su subsistencia y posicin social Y so-
bre las posibilidades de ambas se hallan fuera de su alcance; es muy
poco o nada lo que pueden hacer, por separado o colectivamente, para
poner de nuevo esos factores bajo su dominio. _Las localidades e.n que
habitan ellos y otros que estn en un apneto snmlar no s?n mas que
campos de aviacin en los que aternzan y despegan magmficos apara-
tos de la flota global con arreglo a sus planes de vu;lo e Jt;neranos, des-
conocidos e inescrutables; es en este capnchoso trafico aereo en el que
tienen que confiar para su supervivencia. Y noes slo la supervven-
cia lo que est en juego, sino el modo en que viven y el modo en que
piensan sobre su vida. . . , , .
La autonoma de la comunidad local en la descnpoon de
Ferdinand Tonnies se basaba en una mcrementada densidad ae co-
municacin acompa1ada por una intensidad de relacin cotidiana.
Cuando la informacin no poda viajar sin sus transportes y el traslado
de ambos era lento, la proximidad ofreca ventajas sob;e la d1stanoa Y
los bienes y noticias originados en un lugar cercano teman clara venta a
sobre los que venan de lejos. Las fronteras de la comumdad local las
trazaban, en trminos no inciertos, el volumen y la rap1dez de movi-
miento determinados a su vez por los medws de transporte d!spom-
bles. El, espacio, dicho en pocas palabras, era importante. Pero_ah<;>ra lo.
es menos Paul Virilio al anunciar el <<fin de la geografia, ha mdJCado
que ya lo es en su importancia como obstculo
o incluso como lmite a la comumcaoon ha desapareodo ahora.
La noticia que circulaba en el marco de la interaccin cotidiana
cara a cara no tiene una probabilidad may?r de refuerzo por de
la repeticin que la informacin transmitida y d1fund1da electromca-
mente; por el contrario, est s:n situacin de desver::taa cuando se trata
de llamar la atencin. Incluso s1 lo consigue, lo mas seguro es que sea
empeque1ecida, ahogada y despojada de su inters y autondad por la
(informacin globalmente y difundida, que le gana sm es-
fuerzo en cuanto a espectaculandad, autondad de ofi-as Y poder de
conviccin. Hasta la interpretacin de los asuntos aparentemente <<lo-
;ales>> suele derivarse la mayor parte de las veces de las mismas ,fuentes
extraterritoriales. En cuanto a las opiniones originadas y promovidas
localmente, para estar a la altura de la informacin elec.trnica, ser tra-
tadas con seriedad, generar confianza y captar la atenoon, pnr_nero tie-
nen que ser reg1stradas electrnicamente y <<vistas, en television>: y de
este modo perder o renunciar a su baza d;l claro vmculo com;m1tano.
Las probabilidades de formar una opunon comumtana>> autonoma Y
49
hecha en casa, que se valga de los recursos que estn bajo el dominio
autnomo de la comunidad, son vagas o nulas.
La transmisin electrnica de informacin es ahora instantnea y
no requiere ms que una clavija en un enchufe; la relacin comunita-
ria que tratara de hacer caso omiso a Jos medios de comunicacin elec-
trnicos tendra que apoyarse, como hizo siempre, en los medios or-
todoxos de las reuniones y conversaciones, cuya velocidad tiene <<lmi-
tes naturales y cuyos costes son elevados y -al menos en trminos
relativos- van en aumento. La consecuencia es la devaluacin del lugar.
El espacio fsico, no ciberntico, en el que tiene lugar la comunicacin
no virtual no es sino una sede para la distribucin, la absorcin y el re-
ciclado de la informacin esencialmente extraterritorial y del ciberes-
pacio. Cargar el acceso al ciberespacio a la tarifa de llamadas locales tal
vez pareci el toque de difimtos de la autonoma comunitaria; fue, en
cualquier caso, el entierro simblico de la autonoma comunitaria. El
telfono celular, que ofiece independencia incluso de las redes de ca-
bles y los enchufes, dio el golpe definitivo a la reivindicacin de unin
espiritual que pudiera presentar la proximidad fsica.
La creciente otra-direccionalidad de la localidad presagia tiempos
difciles para la forma ortodoxa de la cn1unidad, esa forma que en-
vuelve el ncleo de una densa red de interacciones frecuentes y dura-
deras, la base de una inversin de confianza a largo plazo. Como se-
alaba Richard Sennett en su Corrosion "No a largo plazo"
es un principio que corroe la confianza, la lealtad y el compromiso
mutuo, pero hoy en da Un lugar salta a la vida con el movimiento
de la varita mgica de un promotor, prospera y empieza a decaer, todo
en el transcurso de una generacin. Estas comunidades no estn vacas
de sociabilidad ni buena vecindad, pero nadie en ellas llega a ser testi-
go a largo plazo de la vida de otra persona>>; en estas condiciones, <<las for-
mas transitorias de asociacin son ms tiles a las personas que las re-
laciones a largo plazo,).
La degradacin de la localidad contagia a los <<locales>> -las perso-
nas que no tienen libertad para mudarse y cambiar de lugar por falta
de los recursos necesarios-la circunstancia que constituye toda la di-
ferencia entre los turistas-en-busca-de-placer y 'hombres-de-negocios-en-
busca-de-oportunidades-de-negocio, que son bien recibidos, y los <<in-
migrantes econrmcos>>en-busca-de-subsistencia, que molestan. El gra-
do de inmovilidad es hoy la medida principal de privacin social y la
i Richard Sennett, 77;e ( 'onm1m1 o{ CJ,ara(/tr (Nueva York, Nonon., 1998).
so
!'"-
dimensin principal de la falta de libertad, un hecho simblicamente
reflejado en la creciente popularidad del encarcelamiento como modo
de tratar a los indeseables.
Por otra pa1te, la rapidez de la movilidad, la capacidad de actuar
eficazmente independientemente de la distancia y la libertad de movi-
miento que ofi:ece la inexistencia de compromisos localizados -o su
carcter fcilmente revocable- son hoy en da los principales factores
estratificadores a escala mundial tanto como local. La emergente jerar-
qua de poder es ms afn a los usos de las sociedades nmadas que a
las sedentarias; la sedentariedad, y en especial la no elegida, est pa-
sando rpidamente de ser una baza a ser una carga.
No hace mucho, Michael Thompson public un estudio de la res-
pectiva importancia social de la transitoriedad y la durabilidad, de-
mostrando la tendencia universal y permanente de las clases privilegia-
das a rodearse de posesiones perdurables y a hacer perdurar sus pose-
siones, y una tendencia similar a asociar la privacin y la debilidad
social con cosas pasajeras y de vida corta. Esta correlacin, que se afir-
ma para la mayora, tal vez todas las sociedades del pasado, se halla en
un proceso de reversin. Es un signo de privilegio viajar ligero de equipa-
je y evitar ataduras duraderas a las posesiones; es un signo de privacin
el que a uno le endilguen cosas que han sobrevivido al uso al que es-
taban destinadas y el ser incapaz de prescidir de ellas.
. El ticket de entrada a la elite mundial es la Confianza para morar en
y la capacidad de <<prosperar en medio de la desolacin;
el camet de miembro es la capacidad de <<situarse en una red de posi-
bilidades en vez de quedarse paralizado en un empleo particular; y el
camet de visitante es la disposicin a destruir lo que uno ha hecho,
a dejar ir, si es que no a dar>>; todos estos rasgos son espigados por Richard
Sennett en su estudio de Bill Gates en el libro citado, el emblema y fi-
"gura modlica de la nueva elite de la ciberpoca. Lo que convierte a es-
tos rasgos en el principal factor estratificador -incluso en el metafac-
tor, el factor que dota de significacin al resto de la parafernalia de la
posicin social y la pone en marcha- es que estos rasgos ejercen unos
efectos totalmente opuestos en la vida dependiendo de las circunstan-
cias de quienes los ostentan. Los rasgos de carcter que engendran una
exuberante y gozosa espontaneidad en los de ms arriba se tornan <<au-
todestructivos para trabajar en niveles ms baJOS del rgimen flexible.
Lo que es ms, las nuevas libertades de la reencarnacin contem.-
pmne?. de los propietarios absentistas hacen el rgimen de vida de
os de ms abajo ms flexible cada &1 (y, por tanto, cada vez ms in
cie1to, mseguro y peligr,)so); si no por designio, en los efectos no pre-
r >
.Jl
tendidos, pero con todo inevitables. Como dijo Roger Friedland en
broma, los de ms arriba <<celebran lo que los dems padecen>>. La li-
gereza de ser, fascinante y gustosamente abrazada, se convierte en la
maldicin de un sino cruel y, sin embargo, inevitable una vez que des-
ciende por la escala social.
El caos ha dejado de ser el enemigo nmero uno de la racionali-
dad, la civilizacin, la civilizacin racional y la racionalidad civilizada;
ya no es el eptome de los poderes de la oscuridad y de la sinrazn que
la modernidad jur que era e hizo cuanto pudo por aniquilar. Es cier-
to que los gobiernos de los estados-nacin y sus secretarios de corte si-
guen acatando de boquilla al imperio del orden, pero sus prcticas co-
tidianas consisten en el desmantelamiento gradual, pero implacable, de
los ltimos obstculos al desorden creativo ansiosamente buscado
por algunos y plcidamente aceptado por otros como el veredicto del
destino. El impeno del orden>> en la jerga poltica de nuestro tiempo
significa poco ms que librarse del desecho social, los marginados por
la nueva flexibilidad de la subsistencia y de la propia vida. Por lo de-
ms, lo que nos espera es ms flexibilidad y ms precariedad justo lo
contrario del imperio del orden.
Cuando el poder fluye, y fluye mundialmente, las instituciones po-
lticas comparten la privacin de todos aquellos que estn atados al sue-
lo. El <<tenitorio, ahora desarmado y en modo alguno independiente,
ha perdido mucho de su valor, su atraccin y su poder magntico para
quienes pueden moverse libremente, y se convierte en un objetivo cada
vez ms elusivo, un sueo en vez de una realidad, para quienes, inmo-
vilizados, queman hacer ms lentos o detener los movimientos de los
maestros exquisitamente mviles del arte de la desaparicin. Para
!os mviles, las tareas de la direccin y administracin tenitorial se ase-
mejan cada vez ms a un trabajo sucio que debe evitarse a toda costa y
cedido a los que estn ms abajo en la jerarqua, demasiado dbiles y vul-
nerables para negarse a hacer sus tareas aun sabiendo lo ociosos e inefi-
caces que van a ser sus esfuerzos. Y como cualquier compromiso con un
lugar y sus habitantes se ve como una carga en vez de como una venta-
ja, pocas empresas multinacionales accederan hoy a invertir en la lo-
calidad a menos que las autoridades elegidas de sta la sobornen -la
compensen y la aseguren contra los riesgos.
El tiempo y el espaCJo han sido asignados de manera diferente a los
peldaos de esta escala mundial de poder. Ql]ienes pueden permitrse-
lo viven nicamente en el tiempo. Los que no pueden viven en el es-
pacio. Por lo que atae a los primeros, el espacio no importa. Y en
cuanto a los segundos, luchan dur;meme para hacer que importe.
52
3
Libertad y seguridad: la historia
de una unin tempestuosa"
- b aba Sigmund Freud en Das Unbehagen in
Hace setenta anos
0
serv T d j a cambiado
der Kultur [El malestar en la cultura}: El hodmbre ctvttzat od 1 seguridad.
una parte de sus posibilidadds de fehcddl loJ de necesida-
La felicidad, destacaba Freu , <<Vtene e a d,, La felicidad, en cense-
des ue han sido repmmdas en a to gra o . . d n im-
libertad.: para dctuar lber-
pulso, para seguir los mstmtos y gravemente, por


por otra
cin contra tres tipos de su&lmlento que amen . o>> en
nos: Jos sufrimientOS que se originan] en
e] mundo exterior>> y en nuestras re acJOnes lcdar rienda sueita, capri-
. d d , 1 de estar a nuestro a canee s1 e l
aa
deseos se se 11a establecido una reglamentacin de una vez y
petn C;lue, cuaid1 d. . , d dnde y cmo hay que hacer una cosa,
para stempre, ec1 e cuan o,
53
{
de modo que en toda circunstancia similar se nos ahorran la vacilacin
y la indecisin>>. La mdecisin no es un estado de nimo agradable y
por eso la imposicin del orden posee unos beneficios tangibles. No
obstante, como es compulsivo y en consecuencia limita la libertad hu-
mana, el orden no puede sino verse zarandeado y, por tanto, amena-
zado por la rebelin de las necesidades reprimidas. El <<apremio a la
libertad>> se <<dirige contra formas y exigencias concretas de la civiliza-
cin o contra la civilizacin en su totalidad>>
1
, es decir, contra el sacri-
ficio de una parte de libertad por una parte de seguridad, o contra el
1
mismo principio de sacrificar una cosa por otra. Ese orden que llama-
'mos civilizacin es vulnerable y precario y est destinado a seguir sin-
dolo.
Obsrvese que el toma y daca de libe1iad por seguridad no es una
eleccin entre el bien y el mal. Si hay algo en la descripcin de Freud
que se muestre inequvocamente repulsivo e inhumano es el toma y
daca mismo. Los valores entre los cuales se realiza la eleccin son desea-
bles los dos; en todo toma y daca, por tanto, las ganancias se mez-
clan con las prdidas. Todo acto es ambiguo en sus motivos al igual que
en sus consecuencias. No cabe duda de que la libertad sin seguridad no
causa menos infelicidad que la seguridad sin libe1iad. El compromiso
entre ellas, sin embargo, puesto que inevitablemente supone un sacrifi-
cio parcial, no es tampoco garanta de felicidad. Los seres humanos ne-
ces.itan tanto libertad como seguridad; el sacrificio de una de ellas es
una causa de sufrimiento. Con todo, el sacrificio no puede evitarse y
por tanto el apremio a la felicidad se ve fi-ustrado sin remedio. La felici-
dad, 1nsiste Freud, <<por su naturaleza slo es posible como fenmeno
episdico [ ... ] Estamos hed1os de tal manera que slo podemos extraer un
goce intenso de un contraste y muy poco de una situacin>,2, Pero eso
significa que la civilizacin nunca alcanzar la meta que se fij. Siempre
habr malestar en toda cultura; es precisamente este malestar endmico
en la vida civilizada lo que hace que la civilizacin siga siendo dinmi-
ca, est en constante cambio e impida la congelacin de cualquiera de
sus formas concebibles. El perfecto equilibrio entre libe1iad y seguridad
tal vez sea una incongruencia lgica y una imposibilidad prctica, pero
<"Sto es por s mismo una razn muy poderosa para buscar unas frmu-
las cada vez mejores pMa el toma y daca.
Vase Sigmuncl Freud, Ci7Jiiizariol7 rmrl irs Disro!llmls, cd. James Slrachey, twd.Joan
Riviere (Londres, Hogarth 'rcss, 1973), p;gs. 12, 13, 14, 30, 33. [Trad. E!mriCs/arm
a wilura, en OlmJS romperm, vol. 3 (Madrid, Biblioteca Nueva. 1996, 30163067).]
2
!bd, pitg. 13.
54
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Freud es de la opinin de que la dolencia ms tpica de la vida civi-
lizada tiene su origen en la represin de la libertad individual, llevada
a cabo a regaadientes con un enorme desgaste psquico, y muy raras
veces de forma defmitiva. La tensin entre libe1iad y seguridad tiende
a ser interorzada y despus a enfrentarse al individuo <<desde dentro,
en forma de lucha entre el superego o (esa guarnicin en una ciudad
conquistada)3 y el d o ello (el almacn de los deseos reprimidos),
librada en el campo de batalla del ego o <<yo. La enfermedad carac-
terstica de la persona civilizada reside, por consiguiente, dentro de la
psiquis humana. Es all donde hay que descubrirla, diagnosticarla y cu-
rarla. Cierto que es la civilizacin la que es en buena medida respon-
sable de nuestra desdicha y que una persona se vuelve neurtica por-
que no puede soportar la cantidad de frustracin que la sociedad le im-
pone al servicio de las ideas culturales de sta
4
, pero el poder
abrumador de la civilizacin (de las restricciones impuestas en nombre
de la seguridad) sobre todos y cada uno de los individuos es tan in-
como el <<principio del placer que impulsa al individuo
a embarcarse en el viaje a la felicidad. Las cosas seguirn, sin duda, sien-
do como son; las enfermedades que acosan a la <<persona civilizada
continuarn generndose y la nica manera en que se puede mitigar la
infelicidad resultante es que la persona doliente se reconcilie con las
presiones con las que no se puede hacer como el avestruz y que no van
a desaparecer por s mismas.
En su libro ms reciente5, Alain Ehrenberg, ese infatigable explora-
dor de las mutaciones contemporneas del individualismo moderno,
recuerda a sus lectores el diagnstico opcional de los problemas ps-
quicos actuales avanzado en tiempos por Janet en su competencia
-sin xito- con el diagnstico de Freud. En opinin de Janet, los
males caractersticos de los individuos modernos se derivan de un <<d-
ficit del ego, una incapacidad para hacer frente a la realidad, absor-
berla y abrirse paso entre ella. En vez de imponer las <<ideas culturales
de Freud, sencillas, inequvocas, nada de andarse por las ramas y que
3
Ibd.,
4
lbd ..
La(atignc d'trc so.
et .1oo'!r' (Pclris, Odile Jacob, 1998).
55
no suscitan preguntas, Janet ve que la realidad social se desmorona en
manos ele los individuos y escapa a su comprensin; se presenta inco-
herente, fluida, escasamente acusada y elusiva. El diagnstico de Janet,
en opinin de Ehrenberg, ha adquirido ahora su plena importancia y
debe ser objeto de un tardo y merecido reconocimiento. No es la
presin abrumadora ele un ideal a cuya altura no puede estar lo que
atormenta a los hombres y mujeres contemporneos, sino lafolta ele
ficleales: la escasez de recetas eindeutig [claras] para una vida decorosa,
ele puntos ele orientacin fijos y constantes, de un destino previsible
para el itinerario de la vida. La depresin mental -un sentimiento de
propia impotencia, de incapacidad de actuar y, en especial, de incapaci-
dad de actuar racionalmmte, de inadecuacin a las tareas de la vida- se
convierte en la malaise [malestar] emblemtica de nuestra poca mo-
,derna tarda o postmoclerna.
!
, Impotencia, inadecuacin: stos son los nombres del malestar tar-
clomoderno, postmoderno: das Unbebagen der Postmodeme. No el miedo
a la no conformidad, sino la imposibilidad de conformarse. No el ho-
rror a la transgresin, sino el terror a lo ilimitado .. No unas exigencias
de transcender nuestra capacidad de actuar, sino unos desordenados
actos en una vana bsqueda de un itinerario permanente y continuo.
Solemos llamar libertad a la inexistencia de y lmites
obstaculizadores e insidiosos. La mayora de nosotros, habitantes del
mundo tardomoderno o postmoderno, somos en este sentido tan li-
bres como nuestros antepasados que slo podan soar. Y s, lo soa-
ban; la milagrosa desaparicin de normas y lmites era una seductora
visin cuando la vida se viva en un cotidiano miedo a la transgresin.
Las pesadillas ele nuestros antepasados o de hace cincuenta o cien aos
eran poderes sobrehumanos con exigencias sobrehumanas. La figura te-
mida y od1ada era el Gran Hermano vigilando da y noche todo movi-
miento y castigando de inmediato a todo el que se sala de la fila, y los
clemomos eran esos vecinos en comparacin con los cuales uno <<no
poda ser menos. Liberarse de todo eso significaba emancipacin, la
victoria de la libertad, y no haba sue'io ms hermoso que victoria.
Hoy en da, sin embargo, los poderes efectivos han vuelto los ojos en
la otra direccin o se han anrtado de la vista; la fila de la que poda
uno salirse no se ve por ninguna parte y, por tanto, el Gran Herma-
no, si an quisiera reconvenimos o castigarnos, tendra dificultades
para decidir por dnde empezar; y en cuanto a los vecinos, hay mu-
chos, son variados y distintos, y siguen su propio camino, y no podra
importarles menos nuestra lucha por encontrar nuestros yoes popios
y autnticos.
56
No por culpa suya, nuestros antepasados consideraban la
como un estado en el cual a mio no le cl1cen lo que ttene que hace 1:1
le obligan a hacer algo que preferira no hacer; con arreglo a esta _detl
nicin, describiran probablemente la en la que la mayona de
nosotros estamos ahora como la encarnaoon de la hbertad. Lo que no
previeron ni pudieron prever era que el t!po de hbertad que
f ban vendra con la etiqueta del preoo pegada, y que el precio sena ele-
vado. . d. 1 [}; 1: '
El precio en cuestin es la insegundad (o, meJOr !C10, a nszcm-
l t un malestar mucho ms compleJO que mcluye mcert1dumbre ype-
junto con la inseguridad); un precio elevado, sin duda,
rando el nmero de elecciones con que t1ene que enfientarse cada d1a
una persona libre. Estas elecciones tienen que hacerse sm la convic
n ele que tales pasos acarrearn unos resultados prev1stos, que las m-
de hoy supondrn beneficios maana y el _apartarse de
las opciones que hoy parecen malas no se convert1ra manana en una
dolorosa prdida. No est claro quin 1:11 en qu ya que na-
die parece tener el domimo ele como funoonan la;
d
t
, fiable de que vaya en la drecoon prevista. V1v1r en
ar una garan 1a 1 . . . .
condiciones de inseguridad es un Risikoleben [v1da en el nesgo, arnes-
gacla]; es la persona que acta la que tendr que pagar los costes del
riesgo asumido.
lNDIV1DUALMENTE ESTAMOS EN PIE; INDIVIDUALMENTE
ME CAIGO
El ttulo que dio Norbert Elias a su ltim<;> estudio, publicado ps-
tumamente The Society if!ndividua[s6, capta Impecablemente :I n1eo

0
del problema que-ha acosado a la teora sooal desde sus mJCIOS.
Rompiendo con la tradicin estableoda desde Hobbes y refund1da
] h St
uart Mil! Herbert Spencer y la ortodox1a hberal en la doxa
por o n , d , el
-el marco, no sometido a examen, para to a cogmoon u tenor- e
nuestro siglo, Elias reemplaz el y el contra>> porelde>>; al ha:
cerlo as. traslad el discurso de lo zmagmano delas dos fuezas ence
rradas una batalla --mortal y, sin embargo, de !t:
bertad y dominacin, de una concepcin recproca>>: la soc1edad
-6 Norbert Elias, Tbe Soely ofbzdi7;iduals, ed. Michael Schroter, trad. Edmund Jephco:t
Blackwell, 1991). [Trad. esp.: La sociedad de !os mdrmd!los: oM)'OS (Barcelon",
62-Pennsula, l990).J
configurando la individualidad de sus miembros y los individuos for-
mando la sociedad a partir de sus acciones al tiempo que continan
estrategias plausibles y viables dentro de la red de sus dependencias,
socialmente tejida.
Presentar a los miembros como individuos es el sello caracterstico
de la sociedad modema; no se trata, sin embargo, de un acto excepcional
como la creacin divina; es una actividad que se vuelve a realizar cada
da. La sociedad moderna existe en su actividad de individualizacin>>,
al igual que las actividades de los individuos consisten en la reconfigu-
racin y renegociacn cotidianas de la red de sus enredos mutuos lla-
mada sociedad. Ninguno de los dos socios se queda mucho tiempo.
De este modo, el significado de individualizacin no cesa de cam-
biar, adoptando constantemente nuevas formas, confonne las conse-
cuencias aC1:1muladas de su historia pasada establecen reglas siempre
nuevas y estn en juego cosas siempre nuevas. La individualizacin>>
significa ahora algo muy distinto de lo que significaba hace cien aos
y de lo que supona en los primeros tiempos de la era moderna, la po-
ca en la que la ensalzada emancipacin de los seres humanos de la
apretada red de la dependencia, la vigilancia y la imposicin comuni-
tarias.
}enseits ?JOn Klasse und Stand?, de Ulrich Beck, seguido a los pocos
a1os de su Risk Society: To7vards a New

abrieron un nuevo
captulo de nuestro entendimiento del proceso individualizador. Las
dos obras presentaron este proceso como una historia permanente e
inacabada, con sus diferentes etapas, aunque sin un telas [finalidad] ni
un destino preordenado sino con una lgica errtica de vueltas y giros
bruscos. Se puede decir que al igual que Elias historiz>> la teora de
Sigmund Freud del individuo civilizado explorando la civilizacin
como un acontecimiento en la historia (moderna), Beck historiz la
versin de Elias del nacimiento del individuo re-presentando dicho na-
cimiento como un aspecto de una modernizacin continua y continua-
da, compulsiva y obse;iva. Beck despoja tambin la imagen de la indi-
vidualizacin de sus accesorios transitorios y ligados al tiempo, que
ahora nublan la comprensin mcs que aclaran la imagen (antes que
nada, de la visin de un desarrollo lineal, un progreso que se traza si-
guiendo los ejes de la emancipacin, la creciente autonoma y la libcr-
58
To?f!rnrls rr !Vne1 tr2d. JVIark Ritter (Londres,
Jrrprf'lh,-Jwff. ,-ur( don tiJ!c tmdcrr ll'!orlrrne (Francfort
Wh11l!t{"iJfl modernidad (Barcelo-
tad de autoafirmacin), abriendo con ello al escrutinio la variedad de
las tendencias histricas de la individualizacin y sus productos y ha-
ciendo posible una mejor comprensin de los rasgos distintivos de su
fase actual.
Podemos decir, en una visin retrospectiva, que la divisin de cla-
se (o la de gnero, si a eso vamos) fue un subproducto del desigual
acceso a los recursos necesarios para hacer eficaz la autoafirmacin.
Las clases diferan en la gama de identidades disponibles y en la faci-
lidad de eleccin entre ellas. Las personas dotadas de menos recursos,
y, por tanto, de menos. elecciones, tenan que compensar sus debilida-
des individuales con el poder del nmero: cerrando filas y partici-
pando en una accin colectiva. Como ha sealado Claus Offe, la ac-
cin colectiva, orientada a la clase, les vino a los que estaban en la
zona ms baja de la escala social de una forma tan <<natural y .<<por
su propio peso como a sus empleadores la bsqueda individual de
sus objetivos vitales.
Las privaciones se sumaron>>, por decirlo as, y cristalizaron en <<in-
tereses comunes; se consider que slo podan tener un remedio co-
lectivo: el <<colectivismo fue una estrategia de primera opcin para
quienes estaban en el extremo receptor de la individualizacin y, sin
embargo, eran incapaces de autoafirmarse utilizando sus propios recur-
sos, de propiedad individual y a todas lutes inadecuados. La orienta-
.cin de clase de los ms acomodados era, por otro lado, parcial y en
cierto sentido derivada; pas a primer plano sobre todo cuando la de-
sigual distribucin de los recursos fue objeto de duda y oposicin. Se
puede decir, con todo, que en general los individuos <<desincrustados
de la era de la modernidad <<clsica hicieron uso del nuevo poder
puesto a su alcance y de los derechos de una actuacin autnoma en
. una fientica bsqueda de <<reincrustacin.
Qe no haya ningn error: ahora, como antes, la individualizacin
es un sino, no una eleccin: en la tierra de la libertad individual de
eleccin la opcin de escapar a la individualizacin y negarse a palii-
cipar en el juego individualizador no est en el programa y se hace hin-
capi en ello. QJe los hombres y mujeres no tengan a nadie a quien
echar la culpa de sus fiustraciones y problemas no significa --no ms
ahora que en el pasado- que puedan protegerse contra la frustracin
utilizando sus propios aparatos domsticos o quitarse los problemas ti-
rndose de los Delos. como el barn de Munchhausen.
Si se es porque no fueron lo suficientemente de
ciddos e ingeniosos como para seguir el rg1men sano. S siguen es-
tando desempleados es porque no aprendieron la tcnica para salir con
59
bien de una entrevista o porque no se esforzaron lo suficiente en bus-
car empleo o porque pura y simplemente tienen poca inclinacin al
trabajo. Si no estn seguros de sus perspectivas lab;rales y les angustia
el futuro, es porque no son lo bastante hbiles para hacer amigos e in-
flmr en la gente y no han aprendido como debieran las artes de auto-
expresarse e impresionar a los dems. Esto es, al menos, lo que se les
dJCe ... Y lo que han llegado a creer, de manera que se comportan
<<co;no SJ>> esto fuera la verdad del asunto. Como dice Beck acertada y
patetiCamente, la manera en que uno vive se convierte en una solucin
biogrfica a las contradicciones stmicas". Se siguen produciendo social-
mente nesgos y contradicciones; es precisamente el deber y la necesi-
dad de hacerles fi-ente lo que est siendo individualizado.
Para abreviar: hay un creciente abismo entre la individualidad
como s!no y la individualidad .como capacidad prctica para la autoa-
firmacJOn (como el trmino elegido por Beck para
dist_mgmr al mdividuo que se sostiene y se propulsa a s mismo del
mdividuo meramente individualizado, es decir, un ser humano que
no tiene otra opcin que actuar como si la individuacin se hubiese lo
grado); y, lo que es ms cmcial, salvar este abismo no forma parte de
esa capacidad.
pUEDE HABER POLTICA EN LA SOCIEDAD INDIVIDUALIZADA?
La capacidad de autoafirmacin de los hombres y mujeres indivi-
dualizados }lega por regla general a lo que requerira una autntica
autoconstltucwn. Como ha observado Leo Strauss la otra cara de la li-
bertad sin es la insignificancia de la pues las dos
caras se condicionan entre s: por qu molestarse en prohibir lo que
de todos modos es de escasa transcendencia? Un observador cnico di-
ra que la libertad Uega cuando ya no importa. Hay una desagradable
mosca de ImpotenCia en, la dulce mermelada del tipo de libertad que
se ha configurado atraves de las presiOnes de la individualizacin; di-
cha se siente como mucho ms repugnante y ofensiva en
VJSta de poder que se esperaba que la hbertad suministrara y garanti-
zara.
, Tal vez, como en el pasado, estar hombro con hombro y marchar
a pas? pudiera ofrecer un remedio. Tal vez si los poderes individuales,
por pahd,os y ex1guos que sean, fueran condensados en una postura y
una colectivas se podran h!ccr conjuntamente cosas cnie ni
nmgun hombre 111 muier creera posible ni en sueos. La pega sin
60
embargo, que en estos tiempos los problemas ms habituales de los in-
dividuos"por-destino no son aditivos. No se suman en una causa co-
mn. Estn formados desde un principio de tal manera que carecen
de los bordes o interconexiones, que haran posible encaJarlos con
los de los dems. Puede que los problemas sean similares (y los programas
de entrevistas, cada vez ms populares, se salen de su cammo para de-
mostrar su similitud y remachar el mensaje de que su semeJanza mas
importante radica en el hecho de que person.a que l?s sufre se
arregla con ellos sola), pero a diferenoa del Interes comun de antano
no forman una totalidad que sea mayor que la suma de sus partes, m
adquieren ninguna cualidad nueva, fcil de maneJar, por el hecho de
enfrentarse a ellos y abordarlos juntos. _, ,
La nica ventaja que puede acarrear la compama de los demas afec-
tados es tranquilizar a cada uno al hacerle ver que e_l luchar solo ,con los
problemas es lo que hacen cada da todos los ciernas, dando asi nuevo
vigor a la decisin, cada vez ms dbll, de seguir baCJ;ndo preosa-
mente eso: luchar solo. Qiz se pueda aprender tamb1en de la expe-
riencia de los dems cmo sobrevivir a la siguiente ronda de reduc-
ciones", cmo aparselas con los nios que creen que son
tes y con los adolescentes que se niegan a hacerse aultos, como sacar
del sistema de uno>> la grasa y otros cuerpos extranos:> mal recibidos,
cmo liberarse de adicciones que ya no son satlsfuctonas o de una pa-
reja que ya no es placentera. .
Y hay otra pega adems: como Tocquevllle sospechaba
cho tiempo, liberar a las personas puede El mdi-
viduo es el peor enemigo del cmdadano, md1co Tocqueville; Elmdm-
duo suele ser tibio, escptico o receloso con el bien comum>, la so-
ciedad buena o la sociedad justa". Q sentido tienen los mtereses
comunes a menos que dejen que cada individuo satisfaga los suyos?
Cualquier otra cosa que los individuos pueden hacer cuando se unen
conlleva una limitacin de su libertad para tratar de hacer lo que ven
adecuado para s mismos y no quieren contribuir en modo alguno a
ello. Las dos nicas cosas tiles que se puede esperar y desear que el
poder pblico suministre son que respete los derechos humanos,
es decir, que deje que cada cual siga su cammo, y hacer pos1ble que lo
haaa en paz, cuidando de la seguridad fsica de las personas y sus po-
sesiones, encerrando a los delincuentes en crceles y conservando
calles libres de atraca de res, mendigos y extrailos detestables y malc-
volos.
Con su habitual e inimitable ingenio, Woody Allen capta certera
mente las ncai1as y las flaquezas de los individuos-por-decreto tardo-
61
modernos, hojeando unos imaginarios folletos publicitarios de cursos
de verano para adultos a los que los americanos estaran ansiosos por
asistir: el curso de teora econmica incluye el apartado Inflacin y
depresin: cmo vestirse para cada una; el curso de tica contiene <<el
imperativo categrico y seis maneras de hacer que funcione para us-
ted; en el prospecto de astronoma aparece la informacin de que el
sol, que est hed10 de gas, puede explotar en cualquier momento, des-
truyendo todo nuestro planeta en un momento; se aconseja a los
alumnos lo que el ciudadano medio debe hacer en ese caso.
Resumiendo: la otra cara de la individualizacin es, segn parece, la
corrosin y la lenta desintegracin de la ciudadana. Joel Roman, coedi-
tor de Esprit, seala en su reciente libro La Dfmocratie des individus
8
que
la vigilancia es degradada a la de los bienes, al tiempo que el inters
general no es ms que un sindicato de egosmos que rene emociones
colectivas y el miedo al vecino>> e impulsa a las personas a buscar <<una re-
novada capacidad de decidir juntos>>, que ahora brilla sobre todo por su
ausencia.
Si el individuo es el peor enemigo del ciudadano y si la civilizacin
significa problemas para la ciudadana y para la poltica basada en sta,
es porgue los intereses y preocupaciones de los individuos llenan el es-
pacio pblico, afirmando ser sus 'nicos ocupantes legtimos, y echan
del discurso pblico a empujones todo lo dems. Lo pblico es co-
lonizado por lo privado>>; el inters pblico>> es reducido a una cu-
riosidad por la vida privada de las figuras pblicas, rebajando el arte de
la vida pblica a una exposicin pblica de asuntos privados y a unas
confesiones pblicas de sentimientos privados (cuanto ms ntimos,
mejor). Las <<Cuestiones pblicas>> que se resisten a dicha reduccin se
tornan casi incomprensibles.
Las posibilidades de que los actores individualizados sean <<rein-
crustados>> en el cuerpo republicano de la ciudadana no son nada pro-
metedoras. Lo que los apremia a aventurarse en la escena pblica no es
tanto la bsqueda de causas comunes y modos de negociar el signifi-
cado del bien comn y los principios de la vida en comn, como la de-
sesperada necesidad de <interconectarse: compartir intimidades, como
sigue seJ'ialando Richard Sennett, suele ser el mtodo preferido, si no
el nico que queda, de construccin de una comunidacl. Esta tcnica
de constmccin slo puede producir <comunidades>> tan frgiles y de
vida tan corta como las emociones dispersas y vagabundas, que pasan
8
Joel Rom;1n) Lt? Dimorrc,tic des indh-'irlns (Paris, CJlmann-LvyJ 1998).
62
r,..
errticamente de un objetivo a otro y van a la deriva en una bsqueda
interminable e infructuosa de un puerto seguro; comunidades de preo-
cupaciones comunes, ansiedades comunes y odios comunes, pero en
todos los casos comunidades <<colgador>>: una momentnea reunin en
tomo a un clavo del cual numerosos individuos solitarios cuelgan sus
solitarios miedos individuales. Como dice Ulrich Beck en su artculo
n the mortality of industrial society>>, lo que surge de las normas
sociales agonizantes es el ego desnudo, agresivo, en busca de amor y
ayuda. En la bsqueda de s mismo y de una socialidad afectuosa, se
pierde con facilidad en la jungla del yo ... Alguien que se dedique a hur-
gar en la niebla de su propio yo ya no es capaz de darse cuenta de que
ese aislamiento, este "solitario confinamiento del ego" es una senten-
cia en masa
9
.
LA UNIN Y EL ESTILO INDIVIDUAL
Tenemos individualizacin para rato; todos aquellos que reflexio-
nan acerca de los medios de hacer frente a su influencia en la manera
en que todos conducimos nuestra vida deben empezar por reconocer
este hecho. La individualizacin aporta a un nmero cada vez mayor
de hombres y mujeres una libertad sin precedentes para experimentar,
pero (timeo Danaos et dona .forentes .. .) tambin una tarea sin precedentes
de enfrentarse a sus consecuencias. El abismo que se abre entre el de-
recho a la autoafirmacin y la capacidad de tener dominio sobre los es-
l'cenarios sociales que hacen viable o poco realista esa autoafirmacin es
al parecer la principal contradiccin de la segunda modernidad, una
contradiccin que mediante el mtodo de ensayo y error, la reflexin
crtica y la experimentacin atrevida aprenderamos colectivamente a
abordar colectivamente.
En Das Zetalter der Nebenfolgen 1111d die Politiesimmg der Industriege-
sellschaft, Ulrich Beck indica que se necesita nada menos que otra Re-
forma>> y hace un llamamiento por la radicalizacin de la moderni-
dad>>. Afirma que <<esto supone invenciones sociales y valor colectivo
para unos exp1rimentos polticos>>, para aadir inmediatamente que lo
que supone son unas inclinaciones y cualidades que no se encuentran
precisamente con fiecuencia, que tal vez ya no son capaces de cose-
Ritter (Atlantic
la criar! rfd riesgo
Enlgh/Cinnmi: on 1/x Polilirs o(R1sli Sorcl)', trad. Me1rk
'"'""'"''o J 995). 40. [',,//mseroMgws en
de Llobrcgat,
63
char una mayora'' Sin embargo, aqu estamos: o tenemos otras con-
diciones en las que actuar, y en ellas actuaremos, nos guste o no, car-
gando con las consecuencias de nuestras acciones o de nuestra falta de
actuacin, o ambas cosas.
Pasar errticamente de un riesgo a otro es una experiencia que aca-
ba con los nervios de cualqmera, generando gran cantidad de ansiedad
y temor sin alivio ni atenuacin y no permitiendo descanso alguno en
la vglanoa; desde luego una enorme mosca en la dulce mermelada
de la libertad. No es aqu, sin embargo, donde acaba el dao.
Pierre Bourdieu nos ha recordado recientemente una regla vieja y
universalmente vinculante:
La capacidad de hacer previsiones para el fiJturo es la condicin
de toda conducta considerada racional... Para concebir un proyecto
revolucionario, es decir, para tener una intencin bien meditada de
transformar el presente en un futuro previsto, se necesita un mnimo
de domimo sobre el presente
10
El gran problema es que, a causa de la endmica Unsidxr!Jeit, un
dominio sobre el presente es un rasgo notoriamente ausente de la si-
tuacin de los hombres y mujeres contemporneos. Ninguna de las pa-
lancas y salvaguardas ms importantes de su situacin actual queda
bajo su jurisdiccin, mucho menos bajo su dominio, ejercido por se-
parado o colectivamente. Muchas personas han sido golpeadas ya di-
rectamente por la.s misterosas divers.amente apodadas compe-
titJvJdad, recesiOIP, raCionahzacion>>, cada en la demanda del mer-
cado o reduccin?>; cada uno de nosotros puede nombrar fcilmente
unos cuantos conocidos que de repente se quedaron sin el suelo bajo
sus pies ... Pero los golpes reverberan mucho ms all de. sus blancos in-
mediatos; no son slo stos los que de la noche a la maana quedaron
rebajados, degradados, privados de su dignidad o de su medio de vida
o ambas cosas quienes han suf!-ido el golpe. Cada impacto lleva un
mensaJe a todos los que se han librado (de momento) y les apremia a
su futuro por la severidad de la probJble sentencia, no por la
duraCion (desconoCida) de su suspensin temporal. El mensaje es sim-
ple: todo el mundo es potmcirr!mmle o sustituible y, por tan
to, todo el mundo es vulner<1hie y cualquier posicin social, por eleva-
10
Fie1Te I3ourdeu, "La
Ra1sons d'Ag1r, q98), pJgs.
64
da y poderosa que pueda parecer ahora, es a largo plazo precaria; has-
ta los privilegios son frgiles y estn amenazados. . , . ,
Los golpes podrn tener un objetiVO, pero la devastaoon psicolo-
gica y poltica no lo tiene. El miedo que generan es d1fusoy ambien-
taL Como dice Bourdieu, ese miedo acecha a la consoenoa Y al sub-
consciente. Para subir a las alturas uno tiene que poner los pies en el
suelo con firmeza. Pero es precisamente el suelo lo que se nota cada
vez ms tembloroso e inestable y menos fiable, no roca firme en la
cual apoyarse para saltar. La confianza, esa condicin indispensable de
toda planificacin racional y accin con segundad, flota bus-
cando en vano un terreno lo bastante solido como para echar el ancla.
La situacin de precariedad, observa Bourdieu,
hace Incierto todo futuro y de este modo impide toda previsin ra-
cional, y sobre todo anula ese mnimo de esperanza en el futuro que
uno necesita para rebelarse y en espeoal para rebelarse colectiva-
mente, incluso contra el presente menos sopmtable.
Es habitual y est en boga hoy en da deplorar el creciente nihilis-
mo y cinismo de los hombres y mujeres contemporneos, su cortedad
de miras su indiferencia a los proyectos de v1da a largo plazo,Ia tn-
vialidad elegosmo de sus deseos, su a dividir la vida en
1 episodios para exprimir cada uno hasta la ltima gota sm preocuparse
por las consecuencias. Todas estas acusaCiones con
testimonios que dan pmeba de ellas. Lo que no menCionan la .mayo na
de los predicadores morales quedespotncan contra la decadenCia moral,
sin embargo, es que la reprensible tendenCia que condenan extrae su
fuerza del hecho de ser una respuesta racional al mundo en el que nos
vemos obligados a consi?erar como una amenaz,a en vez
como un refugio o una tierra prometida. Lo que la mayona de. los cn-
. ticos no analizan tampoco es que este mundo, como cualqwer otro
mundo humano, lo hacen los seres humanos; lejos de ser producto de
unas inescmtables e inquebrantables leyes de la l,o es, en no
poca medida, de lo que slo se puede llamar la econonua po!Jtzca de fa m-
certidumbre11.
El principal vehculo de esta peculiar economa polti.ca de nuestro
tiempo es el hecho de queel)Poder ha escapado de la pol!tiGl, una. hw-
da realizada en conmvencia con las mstJtuoones del dommio poht!co,
-ll Va-se Pierre Bourdieu, Le no-liberalisrne} utopie (en voie de ralisation) d\1ne
sans iimitesn, ibd., p<g. ] 10.
65
sobre todo con los gobiernos de los Estados, y muy a menudo con su
colaboracin activa a travs de las polticas de desregulacin y privati-
zacin. La consecuencia general de este proceso es, como dijo Manuel
Castells
12
, un mundo en el que el poder fluye mientras que la poltica
sigue vinculada al sitio, el poder es cada vez ms mundial y extraterri-
torial mientras que la poltica sigue siendo territorial y encuentra difi-
cil, si no imposible, elevarse por encima del nivel local. Tras dos siglos
de esfuerzo moderno por domar y domesticar las fuerzas ciegas y err-
ticas de la naturaleza y reemplazarlas por un orden humano racional-
mente diseado, previsible y manejable, son ahora las consecuencias
de las actividades humanas las que se enfientan con los actores presen-
tndose como unas fuerzas naturales>> excntricas y arbitrarias, capri-
chosas e impenetrables, pero, sobre todo. desenfrenadas e incontrola-
bles. Las sociedades que una vez lucharon por hacer que su mundo
fuera transparente, a prueba de peligro y al abrigo de sorpresas se en-
cuentran ahora con que su capacidad de actuar depende del humor
cambiante e unprevisible de fuerzas misteriosas como las finanzas
mundiales y las bolsas, o contemplan impotentes, sin poder hacer gran
cosa, la continua reduccin de los mercados de trabajo, el aumento de
la pobreza y la imparable erosin de la tierra cultivable, la desaparicin
de los bosques, el creciente volumen de dixido de carbono en el aire
y el calentamiento del planeta humano. Las cosas -:-Y sobre todo las
cosas ms importantes- se estn yendo de las manos>>, Conforme
crece la capacidad humana de hacer fiente a los problemas que se pre-
sentan, tambin lo hacen los riesgos y los nuevos peligros que trae o
puede traer tras de s cada nuevo paso.
)/ La abrumadora sensacin de perder el control del presente, que
p a su vez conduce a un languidecimiento de la voluntad poltica, a la in-
creduhdad en que se pueda hacer nada sensato colectivamente o en
que la accin solidaria pueda ocasionar ningn cambio radical en la si-
tuacin de los asuntos humanos. Dicho Estado se ve cada vez ms
como algo imprescindible, como una suprema necesidad en la que los
seres humanos slo pueden interferir por su cu-enta y riesgo. Omos de-
cir, una y otra vez, que la nica medicina que sirve para los morbosos
efectos secundarios de la competitividad desregulada es ms desregula-
cin, flexibilidad y una negativa an miis resuelta a entrometerse. Y por
si uno sigue sin estar convencido, el argumento contundente contra la
12
Vease Manuel C<J.steils, La rrrt de la mfnnnn: iOrier!ar11' cuitura (Ma
Jnd, Alimna, 2000). " " '
66

resistencia es la ausencia, que no es sino demasiado tangible, de un or-
ganismo lo suficientemente poderoso como para ejecutar cualesquiera
decisiones que se puedan tomar mediante deliberacin conjunta y
acuerdo. Incluso quienes piensan que saben lo que hay que hacer tiran
la toalla en el cuadriltero cuando se trata de decir quin -qu clase
de institucin eficaz- va a hacerlo.
sta es, como observ Cornelius Castoriadis, la razn por la que
nuestra civilizacin dej de cuestionarse a s misma. Cuando las per-
sonas aceptan su impotencia para dominar las condiciones de su vida, si
se rinden o lo entienden como necesario e inevitable, la sociedad deja
de ser autnoma, es decir, de definirse y dirigirse a s misma, o, mejor
dicho, las personas no creen que sea autnoma y, por tanto, pierden el
valor y la voluntad para autodefinirse y autodirigirse. La sociedad se
vuelve entonces heternoma como consecuencia: dirigida por otros,
empujada en vez de guiada, semejante al plancton, va a la deriva en
vez de navegar. Qrienes estn a bordo del barco aceptan plcidamente
su destino y abandonan toda esperanza de determinar el itinerario de
la nave. Al final de la aventura moderna con un mundo humano
autnomo y que se gobierna a s mismo, entramos en la poca de la
conformidad universalizada>>
13
.
ASEGURAR LA SOCIEDAD INDIVIDUALIZADA
PARA LA DEMOCRJ>,CIA
Muchos historiadores y filsofos polticos, con buenas razones, ha-
cen remontarse los comienzos de la democracia moderna a la rotunda
negativa a pagar impuestos sin el consentimiento de los gravados. Lo
que aquello implic no fue slo la preocupacin por el bolsillo; esta-
ba en juego un pn'nci.pio (aunque slo de manera oblicua y embriona-
ria): la idea del sbdito como ciudadano y del ciudadano como miem-
bro de la comunidad poltica que tiene algo que decir, junto con los
dems miembros, en todos los asuntos que tienen _que ver con sus de-
rechos y deberes, sus cualificaciones y sus obligaciones. Fue aquella
idea la que se situ en los cimientos de la democracia moderna y de la
visin moderna de la repblica -rrspublica-- como comunidad pol-
tica cuyos miembros deliberan colectivamente sobre cmo configurar
las condiciones de su convivencia, cooperacin y solidaridad.
'
3
Cornelius Castoriad.s, La Montc de (Pars, Seuil, 1996), pag. 99.
[Trad. esp.: El mcemo de la inszgnifcanoa (Madrid, 1999).]
p
C)
Este modelo de democracia moderna nunca se llev plenamen-
te a la prctica. Hay razones para creer que no puede serlo, que su
fuerza radica preClsamente en su permanente e incurable <<insatis-
faccin. Como indica Jacques Ranciere
1
4, la democracia no es una
institucin sino esencialmente unafuerza antiinstitucional, una <<ruptu-
ra en la tendenCia, por lo dems implacable, de los poderes efecti-
vos a silenciar y a eliminar del proceso poltico a todos aquellos que
no han <<nacido, dentro del poder o han pugnado por conseguir el
derecho exclusivo a gobernar sobre la base de su singular pericia.
Mientras que los poderes efectivos promueven el gobierno de los
pocos, la democracia es un llamamiento constante en nombre de to-
dos, una pugna por conseguir el poder sobre la base de la ciudada-
_nia, esto es, de una cualidad que pertenece a todos en igual medida.
\)La democracia se expresa a travs de una continua e implacable cr-
tica de las mstJtucJOnes; la democracia es un elemento anrquico,
perturbador, dentro del sistema poltico, esencialmente una fuerza
de disensin y cambio. Donde mejor se puede reconocer a una so-
ciedad democrtica es en sus continuas quejas de no ser suficiente
mente democrtica.
La fuerza que ejerce la presin democrtica sobre un sistema pol-
tico, el xito o el fracaso de su impulso hacia una sociedad autnoma,
depende del equilibrio entre libertad y seguridad. La presin de la vi-
sin democrtica, si no en teora en la prctica, se debilita y reduce
cuando el equilibrio se inclina en favor de una de las dos condiciones
esenciales de la participacin poltica y de la ciudadana responsable:
cuando o la libertad o la seguridad son deficientes. La historia poltica
de la modernidad se puede interpretar como una bsqueda incesante
del correcto equilibrio entre las dos condiciones, qe un. <<punto de re-
conciliacin, postulado pero jams encontrado, entre libertad y segu-
ndad, los dos aspectos de la condicin humana que son a la vez con-
tradictorios y complementarios. La bsqueda no ha dado fmto hasta
ahora. Con toda certeza, no se ha acabado. Contina. Su continuacin
es precisamente la condicin sine qua non de la lucha de la sociedad
moderna por la autonoma.
. En el transcurso de la mayor p1rte de la historia moderna, el prin-
C!pal pehgro para la democracia se vio acertadamente en las restriccio-
nes impuestas a la libertad humana por los poderes de mantenimiento
del orden de las instituciones a cargo de la seguridad colectivamente
"' Vase Jacques Jtmcie1 /htx /Jo tris dt /11 polili<ttt Wns, La Fabrique, 1998).
68
asegurada. Parece ser que la democracia actual est amenazada pri-
mordialmente desde el lado contrario: es la segundad colectiVamente
garantizada lo que queda cada vez ms que desear, al ha_ber sido gra-
dualmente abandonada como objetivo vlido de la poltica pbhca y
despreciada como valor digno de ser defendido. El dficit de libertad
como consecuencia una incapacidad de autoafirmarse, de opo-
ner resistencia, de <<dar la cara por los principios de uno. El dfiCit de
seguridad tiene como consecuencia una disipacin de la ;alenta de
imaginar una causa factible para la reSJStenCJa y para la umon en nom-
bre de una sociedad ms hospitalaria para las necesidades Y anhelos
humanos. En ambos casos, el resultado es notablemente similar: un
debilitamiento de las presiones democrticas, una creCiente mcapaCl-
dad para actuar polticamente, una salida masiva de la poltica Y de la
ciudadana responsable. . .
Ahora tenemos buenas razones para sospechar que la reconola-
cin completa y libre de conflictos y la coexistencia pacfica de hber-
tad y seguridad es una meta inalcanzable. Pero hay razones
te poderosas para suponer que el pnnC!pal tanto la hber-
tad como para la seguridad, radiCa e11: la su:pens10n de la ,busqueda de
dicha coexistencia o incluso la dismmucJon de la energw con la que
aqulla se lleva a cabo. Tal como estn las cosas en estos momentos,
hay que centrar la mxima atencin en el_lado de la segundad la
preterdida unin. Dado que es mconcebible un.a soCJe,dad autono-
m. sin ciudadanos autnomos, y dado que la autonom1a de los cm-
dadanos es impensable en otra parte que en una
para tener una probabilidad de xito hay que aphcar Simultaneamen-
te ]os esfuerzos al nivel macro y al micro>>_ Algo hay que hacer para
aumentar la capacidad de autogobierno de la comunidad poltica exis-
tente o para extender el alcance de sta a fm de poner bao al
poder el dominio poltico del que ha escapado en tiempos reCien-
tes. Y algo hay que hacer para aumentar el <<domm!O sobre el presen-
te>> que tienen los individuos con obeto de que puedan su
perdida valenta y retomen las obhgaoones de la cmdadama respon-
sable,
Lo que hay que hacer tiene que decidido el proceso poltico. Pero lo
ms probable parece ser c
1
ue en el nivel macro la bsqueda se centrara
en los medios de elevar las instituciones poltiCas almvel mt.md1al en el
que ,,fluyen los poderes que verdaderamente cuentan, y, por tanto,en
;brir a la accin poltica un espacio que est, por elmome1_1to, poltlca-
mente vaco. i\1 nivel micro, en las actuales u;ndJc!ones de ''superflm-
dad estructural, la aventura a la cual conducira {i; .almente la bsqueda
69
es lo que Claus Offe y sus socios
15
han denominado renta bsica, o
desconectar del empleo el derecho a una renta,: hacer que los funda-
mentos de la subsistencia individual sean independientes de los capri-
chos del mercado y asegurarlos contra los meandros, infestados de pe-
ligros, del cambio guiado por la tecnologa.
La segunda cuestin, todava ms alucinante que la primera, es la
de quin tiene que hacer lo que hay que hacer ... El camino a un agen-
te capaz de satisfacer los requisitos se parece sospechosamente a un
crculo vicioso, o a un callejn sin salida. Se necesita una fuerza polti-
fi ca de capacidad verdaderamente mundial para detener y limitar los po-
1?9deres mundiales, actualmente incontrolados, pero es precisamente el
hecho de que los poderes mundiales estn sin control lo que impide el
surguniento de instituciones polticas eficaces a nivel mundial...
De nuestra habilidad para desatar o cortar este nudo gordiano de-
pender el destino de la repblica, la ciudadana, la democracia y la
autonoma humana en el futuro inmediato.
15
Vnse Ciaus Offe, Ulnch Mckenbngcr e Ilon<1 Ostncr, "A besic income ;uaren-
teed by the statc: a necd of the momcnl in social policy". en Ciaus O!Te, ,HodrmiCl' and
thc Statc (Cambridge, Polity Prcss. 1996)
70
r-
4
Modernidad y claridad:
historia de un romance fracasado
Ambivalencia, ambigedad, equvocos ... Estas palabras transmiten
una sensacin de misterio y enigma; adems indican un problema
cuyo nombre es incertidumbre, y un sombro estado de nimo llama-
do indecisin o vacilacin. Cuando decimos que una cosa o una si-
tuacin es ambigua lo que queremos decir es que no podemos estar
seguros de lo que va a pasar y tampoco de cmo conducirnos, ni po-
demos predecir cules sern las consecuencias de nuestras acciones.
Instintivamente o por un hbito aprendido, nos desagrada o nos ins-
pira temor la ambivalencia, ese enemigo de la seguridad y de la con-
fianza en uno mismo. Nos sentimos inclinados a creer que nos sentira-
mos mucho ms seguros y ms cmodos si las situaciones fuesen ine-
quvocas, si estuviese claro lo que hay que hacer y fuera seguro lo que
ocurrira si lo hiciramos.
En el fenmeno de la ambigedad se encuentran y se funden las
dudas de la razn y la indecisin de la voluntad, las respectivas dolen-
cias de los dos ingredientes integrales de la mente humana. El mundo
-la esfera de la razn- se presenta falto de claridad (es decir, emi-
tiendo sei.ales oscuras, incluso contradictorias) cuando la voluntad no
est segura acerca de qu elegir; la falta de claridad del mundo, tal
como la presenta la razn, y la incertidumbre, tal como la padece la
voluntad, aumentan juntas y disminuyen juntas. El mundo es de roca
firme y no suscita dudas mientras las accione; habituales y rutinarias
funcionen. Percibimos el mundo como falto de claridad cuando ya no
71
podemos apoyamos en la gua del hbito. La indecisin de la voluntad
se proyecta entonces sobre el mundo de ah fuera>> y rebota en forma
de percepcin de falta de claridad. Lo que la razn revela, al traernos
el mensae de la indeterminacin o de la, por lo dems incierta, na-
turaleza del mundo, es en ltima instancia la falta de confianza en s
misma de la voluntad humana.
La otra manera de decir todo esto es seialar una ntima relacin
entre las percepciones del mundo como algo tambaleante y discutible
y el mbito de la libertad humana. Cuanto menos puedo hacer y me-
nos puede que haga (es decir, cuanto ms limitadas son mis posibili-
dades), ms sencillas son las realidades de la vida>>, Cuanto ms am-
plia se hace la esfera de mis elecciones -el mundo imaginario de las
futuras posibilidades- menos evidentes y convincentes parecen los
signos que VIenen del mundo real de aqu y ahora.
Esto no es, si.n embargo, ms que una primera aproximacin. Un
examen ms detenido revela que la experiencia de la libertad no est
tallada de un solo bloque (de la misma manera que la propia voluntad,
dividida entre la premonicin de lo que puedo hacer>> y el sentimien-
to de ."lo que quiero que se haga>>). Capacidad y deseo pueden quiz
comodn y umrse perfectamente en una firme resolucin de actuar.
Pero con demasiada frecuencia no se solapan, y la ambigedad es la
pnmera mtmon de su falta de_ajuste. Si el v0lu;nen de posibilidades
excede a la capacidad de la voluntad, resurge la ambigedad en forma
de mqmetud y ansiedad; si sucede lo contrario y los estados que uno
puede desear alcanzar no son igualados por la capacidad de alcanzar
los, la ambigedad se manifiesta en la disconformidad, el retraimiento
o unas ganas locas de huir.
Una vez fundido todo lo slido y profanado todo lo sagrado, la
modernidad marca el comienzo de la era de la inarmona permanente
entre deseos y capacidades. Por la misma razn, sta fue la era de la am-
bigedad en sus dos manifestaciones. Y, por supuesto, la era de la Ii-
bertad. Y de ese gnerv de crtica, escptico y especficamente modemo,
que est enraizado en una lacerante sospecha de que las cosas no son
Jo. que parecen y el mundo, que da la casualidad de que es el nuestro,
no tiene unas bases lo suficientemente slidas como para hacerlo ne-
cesano e mevitable. La aparicin sincronizada de ambivalencia, liber-
tad y escepticismo n? fue una <<mera comcidencia>>. Uno se pregunta si
es s1qmera concebible la presencia de cualquiera de los elementos de
esta moderna trinidad ;in los otros dos.
El escepticismo como tal no desde luego, un invento moder-
no. Cuando en toda con la erosin de las antiguas cer-
72
tidumbres de la civilizacin cristiana de la Edad Media, alcanzando su
culminacin en la poca moderna, en el siglo XV1I: ,adquiri la forma
de la reinterpretacin, el replanteamiento y la reviSion de los antiguos
argumentos presentados mucho tiempo antes por Enesidemo o Sexto
Emprico y otros como ellos; se le dio incluso el nombre de <<CriSIS p-
!TOniana en honor al codificador helnico del argumento escptiCo al
uso. Y, sin embargo, haba una profunda y fundamental diferen,cia en-
tre el pensamiento escptico de la Antigedad y mo-
derna. Para Sexto Emprico, la duda debw tener y tema cor:no
consecuencia la salud mental; para Montaigne y qmenes lo segman
conducira a la locura. Los antiguos pirronistas, dice su exqmsito his-
toriador y analista, Richard H. Popkin, <<se limitaban a alcanzar la ata-
raxia, la paz mental e imperturbabilidad>>
1
Por lo que respecta a los pnme-
ros escpticos modernos de los siglos XV1 y XV1I, sm embargo, hecl;os
a la importancia csmica de las mores y costumbres en que vivian
ellos y sus contemporneos, <<dudar n? llevaba a la paz me:1tal smo a
pesadillas: que no hay nada real, que siempre estamos enganados, que
Dios es un engaii.ador, que no poseemos verdad 111 a,lgu-
na>,2, El escepticismo antiguo era una actitud anstocratica. Los escepti-
cos voluntarios de la Grecia clsica esperaban que una vez se supiera
que nada es bueno ni malo en s mismo y que no hay manera de pro-
bar que las cosas tienen realmente el valor que creemos que tienen, los
tormentos del deseo se evaporaran junto con la agona de las esperan-
zas no realizadas y el horror de la prdida, y de este modo daban la
bienvenida a los placeres de la tranquilidad, que vendran tras
No hubo nada de voluntario ni de aristocrtico en la <<cnsis pmoma-
na. Fue el mundo de hoi polloi [los muchos, el pueblo] el que estaba
siendo conmocionado hasta sus cimientos. A los escpticos de la po-
ca moderna les horroriz el caos que era cada vez ms visible a trvs
del tejido del orden tradicional, cada vez ms gastado; su descubn-
miento les espant y les produjo un pnico mortal y que no
descansaran hasta encontrar o reconstnm un claro e meqmvoco co-
nocimiento del mundo. Leibniz, por ejemplo, interpret la suspen-
sin del juicio (epocb) como duda y la duda como un estado invo-
luntario de ignorancia que nos deja a merced de Impulsos ongmad?s
en las pasiones. Evidentemente, el hombre que es presa de una pasion
r y ase tbe Rcnaimmce to r!x Enligbren!n,;t, Richard H. Popkin y Char-
les B. Schmitt, eds. Otto !98'; ,',pg. 9.
2 M. F. Burneyot, The sceptic in his place time", ibd., pg. 26.
est perturbado; parecera absurdo tratar de lograr la imperturbabilidad
a travs de las perturbaciones
3
.
Para los escpticos antiguos, enfientarse con la incognoscibilidad
ltima del mundo y negarse a dejarse llevar por las rutinas diarias (sin
fundamento, meramente habituales) era una muestra de distincin,
un signo de la elevacin y la serenidad de los filsofos, que se levan
tan por su propio esfuerzo mental del barullo trivial de hoi polloi a un
mundo platnico de contemplacin y reflexin. Pero los primeros fi-
lsofos modernos vieron (o tuvieron que ver) su papel y su deber de
manera diferente. Haban de participar en el gran esfuerzo moderno
de la construccin del orden en un mundo doliente entre las ruinas
del antiguo rgimen. El nuevo orden haba de ser obra de la razn, la
nica arma digna de confianza de sus constructores humanos; tradu-
cir el es>> de la razn al debes>> de la accin humana era la vocacin de
los filsofos. Los filsofos modernos estuvieron obsesionados des-
de el principio por el apremio a construir los puentes con la vida
mundana, no a quemarlos. Las premoniciones de los escpticos eran,
en consecuencia, una pesadilla, los argumentos escpticos un fastidio,
la falta de claridad del mundo una irritacin, la vacilacin, un signo
de la ignorancia que peda a gritos ser reemplazada por una certeza
basada en el conocimiento.
Haba una Vilablverwandtschafi [afinidad electiva], una especie de
parentesco electivo entre la vocacin asumida por los filsofos moder-
nos y las preocupaciones de los poderes modernos, enfrentados a la
formidable tarea de un nuevo comienzo: erigir un orden artificial en
medio de los restos del orden natural>>, intemporal, autorreproductor
y que cuida de s mismo, pero ya no viable. El vnculo entre las dos ta-
reas lo ofreca la razn, gobernada por la ley de la no contradiccin y
del medio excluido; la razn era el enemigo jmado, y se supone que in-
vencible, de la ambigedad y de la indecisin. y los filsofos eran, por
d. car'cter de sus habilidades y ocupaciones, portavoces de la razn. .
Los idelogos, los doctos miembros de I.:Institut National, fun-
dado en 1795 con el encargo de explorar los modos y maneras de for-
mar el tipo adecuado de hombre-ciudadano y reglamentar sus deseos
(<a buena y la mala tendencia de nuestra voluntad -explicaba la M-
moire de su fundador, Destutt de Tracy- es siempre directamente pro-
porcional a la extensin y exactitud de nuestro conocimiento; <<es ta-
rea de los idelogos crear un orden, consciente, racional, ideolgico),

1
Esequicl de O laso, Leibniz and scepucism)), !ldrl., pg. ! 56.
74
F.
se proponan desarrollar las ciencias morales y polticas, que gozaran
de tanta certeza como las ciencias matemticas
4
. Uno de los miem-
bros ms ilustres del Instituto, Condorcet, sostena que las sociedades
humanas se representan como grandiosas construcciones geomtricas
en las cuales todo est determinado por causas constantes y fjas; <<es
posible por lo tanto crear una matemtica social, calcular geomtri-
camente todos los pasos futuros de las sociedades humanas [ ... ] de la
manera en que se calculan los eclipses solares o el regreso de los co-
metas5.
La Ilustracin era un programa selectivo; preparar el camino para
el imperio de la razn requera una medida doble y una estrategia en
dos flancos. Uno de stos se compona de los propietarios y guardia-
nes del verdadero conocimiento. Para Spinoza, por ejemplo, como in-
dica Popkin,
no hay ningn problema escptico posible porque uno sabe, y sabe
que sabe, o est en la ignorancia. Al escptico que quiera debatir a
Spinoza se le enviar simplemente a considerar si sabe o comprende
algo perfectamente (lo que equivale a un conocimiento claro y cier-
to). Si el escptico duda de si posee este conocimiento se le desecha
como un inculto que no sabe lo que es esencial para el deba t.
Ai1adamos que la indic:1da oposicin de Spinoza no es slo una di-
visin filosfica sino una escisin social. Saber perfectamente no era
una opcin al alcance de cualquiera; de hecho slo era alcanzable por
unos pocos escogidos. Mercenne, Gassendi e incluso Descartes seala-
ron repetidamente que lo que suscitara dudas en la mente del filsofo
podra seguir siendo cierto para los mortales corrientes. stos pueden
ir por ah perfectamente bien armados con sus certidumbres cotidia-
nas, mucho ms fiables e inamovibles por no ser objeto de reflexin. La
estrategia racional en este caso no requerira tanto inducir a bo polloi a
pensar crticamente y a reflexionar acerca del testimonio, aparente-
mente inequvoco, de su experiencia como de dar forma a la experien-
cia de un modo que la haga verdaderamente inequvoca, haciendo por
tanto innecesaria toda reflexin. Para Helvecio, por ejemplo, puesto
' Emmet Kennedy, Desllut de Tracy and t!x Ongiw ofuldeolog'" (Filadeltia, American
Philosophical Society, 1978), pg. 48.
5 F. J. Picavet, Les (Nueva York, Burt J".'anklin, 1971), p<g. 110.
& Richard 11. Pon"kir; o[Srcp!I'JJ1 (rom ,L_"1SJ71ltS lo S pinaza Uni-
vemty of Californw . .
75
que los hombres y mujeres corrientes (ignorantes) estn desprovistos
de facultad crtica, la tarea de distinguir el bien y el mal est totalmen-
te en manos de los legisladores, capaces de seguir los consejos de la ra-
zn y dar al entorno humano una forma que promueva el bien y di-
suada del mal. Como resume Eric Voegelin:
La funcin de la regeneracin es transformar al analista en el pa-
pel del legislador que crear externamente la situacin social que a
su vez inducir el conformismo externo de la conducta a las normas
morales mediante el juego del mecanismo psicolgico del hombre
desordenado ...
Lo que sucede, en pocas palabras, es que el analista legislador se
arroga la posesin de la sustancia del bien en la sociedad al tiempo
que lo niega al resto de la humanidad. La humanidad se divide en-
tre la masa de los mecanismos de placer-dolor y el Uno que mani-
pula los mecanismos por el bien de la sociedad. La naturaleza del
hombre, mediante una especie de divisin del trabajo, es distribuida
entre masas y lderes de manera que slo la sociedad en su conjunto
es el hombre ntegro
7
.
Uno no debera quejarse de la maldad de los hombres sino de la
ignorancia de los legisladores, resumi el propio Helvecio. Aunque
Cabanis seal que medicina y moral, ramas de la misma ciencia, la
ciencia del hombre, se fundan en la misma base. La estructura del en-
torno determina y modifica la <<sensibilidad fsica>> y a travs de ella <<las
ideas, sentimientos, pasiones, virtudes y vicios>>. Es mediante el estu-
dio de las constantes relaciones entre los estados morales y fsicos
corno se puede guiar a los seres humanos hacia la felicidad y convertir
en hbito el buen sentido y en necesidad la moraP. Destutt de Tracy
elogiaba a Pinel, uno de los pioneros de la psiquiatra y de la educacin
modernas, por probar que el arte de curar a los dementes no es dife-
rente del arte de manejar las pasiones y dirigir las opiniones de las per-
sonas normales; las dos cosas consisten en la formacin de hbitos>>, y
mostrando del mismo modo que la educacin moral de las masas
debe fundarse en la detenida observacin de salvajes, campesinos que
habitan en aldeas apartadas, nios y animales
9
Bien, incluso Kant, ba-
sando su esperanza de reforma moral de la humanidad en las faculta-
7
Eric Voegelin, From En,li"h.lrm;'lfi1i lo Rr:vo/ution, tracL John H. Hallowell (Durham,
N.C.. Duke University Press, 51, 61.
76
8
Vase Picavet, Les ldologurs,
9
Destutt de T racy. iNmen!s vol. 1 (Pars,]. Vrin, 1970), pgs. 299-300.
des racionales del hombre comn, lamentaba la actitud desconfiada
adoptada por los gobernantes con respecto a los ilustrados>>, sealan-
do que stos no se dirigen en trmmos fam1hares al pueblo (que pres-
taba escasa o ninguna atencin a ellos y a sus escntos) smo en terml-
nos respetuosos al Estado; era tarea del Estado, insista Kant, el crear
condiciones en las cuales el juicio moral, guiado por la razn, puede
prosperar y gobernar como poder supremo; el progreso slo podra se-
guir el camino de arriba abajo>>
10
La armona entre los filsofos modernos y los gobernantes moder-
nos nunca fue completa; la disonancia, que estallaba una y otra vez
convirtindose en abierto conflicto, era tan prominente como el apa-
rente consenso entre el bsqueda filosfica de una verdad inequvoca
y la bsqueda poltica de un_orden carente de, amb,igedad. Kant, qm-
z el ms perceptiVO de los Ilustrados y el mas acernmo defensor del
concepto del hombre como agente hbre>>, 1magmaba otro tanto, ad-
virtiendo que nosotros>> (los filsofos) podemos dzctar al pueblo ant:-
cipadamente lo que debe hacer, pero no podemos predem lo que hara.
Los gobernantes, naturalmente queran ms; para ellos eran los res,ul-
tados lo que contaba, no los principios que llevaban a su obtenoon.
De aqu la acusacin de abstraccin, falta de sentido prctico o vivir en
las nubes que con demasiada frecuenoa, e mdeper:denten:_ente de sus
simpatas o estilos polticos, dirigan contra los <<OCiosos sonadores>> m-
telectuales. Y, sin embargo, haba una unidad de propsitO que a pesar
de tdo ese rencot recproco y esa friccin haca que los s f u ~ z o s de
los portavoces modernos de la razn legislativa y de los profesiOnales
polticos de la legislacin se respondieran y complementaran mutua-
mente. sta fue la guerra que se declar a los peligros gemelos de la
ambigedad del pensamiento y la contingencia de la accin. En resu-
men, la guerra a la ambigedad. . .
El enfrentami-ento con lo poco claro, lo Impenetrable, lo mespera-
do no era en modo alguno una novedad moderna. Una cosa e_ra nue-
va, no obstante: la inaccesibilidad de los probados mediOs antiguos y
medievales de evitar -en vez de hacerles frente- las duras conse-
cuencias psicolgicas y pragmticas de la resultante incertidumbre del
destino y las posibilidades humanas. La modernidad rechazaba la so-
lucin antigua tanto en su versin radical, escptico/ crnco/ estOica de
resignacin altanera como en su versin aristotlica del compromiSO
w Vase l:-bns Reiss, ed., Kant's Politcal Wri!ngs, trad. H. B. Nisbet (Cambridge,
Cambridge lJJ1Jversity Press, 1970), pgs. 186, !88.
77

basado en la fi-nesis; rechazaba asimismo la solucin cristiana de con-
fiar incondicionalmente en Dios y resignarse al misterio fundamental
de la Providencia. La primera solucin era inaceptable porque, a dife-
rncia de la Antigedad clsica, la modernidad tena un trabajo que ha-
cer: crear un orden que de otro modo no se producira, configurando
el futuro, que de otro modo asumira una fonna inaceptable. Para esta
finalidad necesitaba un conocimiento exacto de las relaciones y se-
cuencias de las causas y efectos con un grado de precisin semejante al
del arquitecto o el mdico. La segunda solucin, la cristiana, no vala
tampoco en un mundo moderno en el que quiz no todo estuviera
dentro de la capacidad humana, pero slo las cosas que eran o podan
ser sometidas al dominio humano eran proclamadas dignas de refle-
XJn e inters. La modernidad no negaba el misterio fundamental de
la existencia, no con tantas palabras por lo menos; se limitaba a sacar-
lo del programa racional y a dejarlo en manos de unas personas reco-
nocidamente poco prcticas, los poetas, despus de declarar que no
mereca la pena dedicar tiempo a resolverlo y de centrarse, en lugar de
ello, en aclarar y ordenar los confusos y distorsionados testimonios
de la situacin que estaba a su alcance y dentro de sus ambiciones de
dominio.
Pero la instalacin y conservacin del orden -la estructuracin de
la condicin humana- era ahora, tras el derrumbamiento de la rutina
autorreproductora moderna, uno de los asuntos que pedan a gritos el
dominio humano. La idea de estructura se refiere a la manipulacin
de probabilidades; un escenario est <<estructurado si determinados
acontecimientos son ms probables que otros, si otros son muy im-
probables y si la jerarqua de las probabilidades se mantiene relativa-
mente constante. El mantenimiento del orden en los asuntos huma-
nos se reduce al final a aumentar la probabilidad de un tipo de con-
ducta y disminuir o eliminar por completo la de otros: Si este esfuerzo
tiene xito, el giro de los acontecimientos puede ser previsible y las
consecuencias de las acciones calculables; es tal vez posible, en otras
determinar el futuro an0cipadamente. . , .
. ' La modernidad temprana es tamosa por la profus10n de literatura
/"'utpica que se public, ley y debati. Las utopas modernas fueron
algo ms que vuelos de la fantasa o productos de desecho de la imagi-
/ nacin disparatada. Constituyeron un modelo del mundo venidero
dominado por el hombre, una declaracin del propsito de obligar a
ese mundo a aparecer: un clculo serio de los medios necesarios para
ello. Sirvieron tambin de tubos de ensavo en los cuales se mezclaban
los ingredientes b8sicos del moderno y se sedimentaba
78
r
y daba forma al conjunto de las ambiciones modernas. Un rasgo nota-
ble de las utopas modernas fue la atencin que se dedic a la meticu-
losa planificacin del entorno de la vida cotidiana: el trazado y el di-
seo del espacio urbano en el que haban de vivir la mayora, si no la to
talidad, de los habitantes de los mundos futuros. Se esperaba que la
claridad y la uniformidad del escenario exterior garantizara una clari
dad y uniformidad similares en la conducta humana, al no dejar espa-
cio para la vacilacin, la incertidumbre ni la ambigedad.
Las preocupaciones de los escritores y lectores de las pnrneras uto
pas modernas han sido perspicazmente exploradas y documentadas a
fondo en tiempos recientes por Bronislaw Baczko
11
. Tras cotejar doce-
nas de tratados utpicos populares de la poca, hall que durante
todo el siglo, todo lo que hacen es reinventar continuamente la misma
ciudad>>. Las invenciones utpicas eran asombrosamente parecidas unas
a otras, testimoniando vvidarnente la comn obsesin que haba dado
origen a todas ellas: la de la transparencia y la inexistencia de ambi-
gedad del escenario, capaz de curar o conjurar la agona de la eleccin
arriesgada. No hay nada catico en estas ciudades: en todas partes
reina un orden perfecto y asombroso ... Es fcil orientarse en ellas.>>
<Todo en la ciudad es funcionaL Domina en ellas una perfecta re-
gularidad. Las calles son anchas y tan rectas que se tiene la impresin
de que se han trazado con regla. Casi todos los elementos de la ciu-
dad son intercambiables. Las ciudades se asemejan entre s hasta el
punto de que tras visitar una se tiene la sensacin de haberlas visto to-
das. Un forastero no tiene necesidad de pedir informacin ... la ar-
quitectura le habla en un lenguaje universaL>> Y otra cuestin impor-
tante: los modelos utpicos transmitan la idea de un comienzo absolu-
to, que haba de llegar a ser la premisa de la accin moderna. No
puede salir orden perfecto de los vericuetos, intrnsecamente
ambiguos y caticos, de los accidentes histricos. De aqu que <<la pla-
nificacin urbana se imagina y piensa corno un rechazo de toda his-
toria>>. Las ciudades que los pioneros utpicos del espritu moderno
deseaban y apremiaban a construir <<no conservaban vestigio alguno
del pasado; contenan <<una feroz prohibicin de cualquier huella de
la historia>>.
Las civilizaciones humanas de mentalidad ms histrica declararon
la guerra a la historia; es esto a lo que equivale, a tin de cuentas, la lucha
11
Bronisiaw Baczko, Lwmcrcs de l'Uropic (Pars, Payot, 1978); cit. aqu en trad.
sa, Uropian Thc Evo!ulion of !/;e Jderr ofSocial Progrcss, trad. Judith L.
(Nueva York, 1989), espec. pgs. 219-235.
79
contra la ambigedad._ El contexto de la vida humana ya no puede de-
Jarse a merced del acodente, permitir que sea consecuencia del juego
de unas fuerzas d1scordantes y descoordinadas. El escenario en el que
los seres humanos toman sus decisiones tiene que estar esmeradamen-
te d1seado y claramente marcado con signos legibles e inequvocos.
Tanto la penuna como el exceso de sentido, tanto la escasez como la
abundancia de posibles Auslegungen [interpretaciones, explicaciones]
son trastornos que una orgamzacin racional del mundo humano no
puede a largo plazo tolerar y que slo puede considerar como irritan-
tes temporales. La modernidad iba en busca de un ajuste perfecto, y de
uno a uno; de nombre y cosas, palabras y significados, de una serie
de reglas sm puntos muertos y de casos sobrecargados de instruccio-
nes, de una taxonoma en la que haba una carpeta para cada fenme-
no pero no ms de una para cada uno de ellos; en busca de un mun-
do, en fin, en el ,que haya una receta inequvoca (algortmica ms que
meramente heunstica) para cada Situaon y no hay ninguna situacin
sm una receta umda a ella. Pero para crear un mundo que se ajuste a
tan eXJgentes cntenos era preciso primero despejar la zona de obras de
los sedmentos dispersos de pasadas acciones, que daba la casualidad
de que no estaban a la altura del ideal. La modernidad fue, por tanto,
la era e la destruccin creativa, del perpetuo desmantelamiento y de-
mohcwn; el COmienzo absoluto>> era la otra cara de la inmediata ob-
solescencia de todas las sucesivas situaciones, y por tanto unas inter-
mmables tentativas de librarse de la historia de ayer.
, En otras palabras, la mentalidad moderna ha abrigado el proyecto
de reemplazar la h1stona por la legislacin, de sustituir por unas normas
legales dotadas de coherencia lgica las incontroladas, quiz incontro-
lables, ':leyes de la historia (la mentalidad moderna slo poda canee-
bu la h1stona como un refleJo de su propia pragmtica: como un orga-
( msmo fundador de li:yes, aunque tal vez imperfecto, zarandeado por las
l
. oleadas entrecruzadas de la pasin y el prejuicio). La mentalidad mo-
derna ;s la razn legislativa; la prctica moderna es la prctica de la le-
gslaoon. S1 volvemos ahora a la intrnseca antinomia de la voluntad
humana
12
, parecer posible sugerir que la esencia de los esfuerzos le-
gslatvos modernos (o los esfuerzos por combatir la ambigedad con
unas.normas legales mequvocas) era la intencin de garantizar la ar-
moma entre los aspectos <<puedo y <<quiero de la voluntad, poten-
'
1
Nadie ha explorado las compeid<Jdcs ele lo volunt<ld
en su The Lifcofihc M inri. vol. 2: lf/i!ling (Nueva York. Harcourt
[Trad. esp.: Vida del espn,, (Madrid, Centro de Estudios l"onsutucronalcs,
80
cialmente discordantes. En la expresin de Freud, antigua pero an no
superada, <<el orden es una especie de compulsin a repetir que, cuan-
do se ha establecido una reglamentacin de una vez y para Siempre, de-
cide cundo dnde y cmo debe hacerse una cosa, de modo que en
toda situacin similar se nos ahorran la vacilacin y la indecisin
1
\ Y
la manera en la que la civilizacin moderna se propona conseguir ese
orden era cambiar el principio del placer, <<bao la mfluenoa del
mundo exterior>>, por el principio de la realidad, ms modesto. El
principio de la realidad, en tnninos sencillos, significa redum el <<qme-
ro al tamao del puedo. .
Como si obedeciera el mandamiento de Hegel, la modernidad de-
fina la libertad como la necesidad conocida y comprendida. Durk-
heim se'al las restricciones sociales, la constante presin de una con-
ciencia colectiva y unas sanciones punitivas que amenazan la conducta
individual y desafiadora de las normas, como las condiciones necesa-
rias de la <<verdadera libertad; la opcin, insista Durkhenn, no era una
mayor libertad sino la esclavitud: el individuo no coaccionado :ooal-
mente no poda ser sino vctima de unos mstmtos y deseos errat1cos.
El secreto de la liberacin individual radicaba en la capacidad de coac-
cin de la ley socialmente establecida. Ser libre significaba querer lo
que se puede, querer hacer ~ o q u ~ uno debe hacer y no desear nunca
lo que no se puede conseguir. Elmdividuo _adecuadamente -'<Sooahza-
do (descrito tambin como individuo feliz Y. como <<mdJvJduo au-
tnticamente libre) es el que no expenmenta d1screpanoa m choque
alguno entre deseos y capacidades y no d:sea ha;:er ~ que no puede
hacer pero desea hacer lo que debe hacer; este sena el umco m diVIduo
que no experimentara la realidad como una red de lnmtaoones mo-
lestas e irritantes, sintindose por ello verdaderamente hbre y fel;z.
Podemos decir que la manera moderna de abordar la mtnnseca
ambigedad de la identidad <<desincrustada o desobstmJda que se
ha puesto en circulacin con la muerte del escenano autorreproductor
premoderno era ajustar los deseos individuales a lo que el med;o soCial
diseado y legalmente estructurado haca reahsta. Tamb!en en el
caso de esta estrategia podemos localizar las races de la tendenCia ocul-
ta y, sin embargo, notoriamente totalitaria, de la modernidad: dentro
del marco de dicha estrategia, la armona entre deseos y capacidades
slo se podra lograr realmente, si es que es posible, en las condiciones
13
Sigmund Freud, Civiliza/ion ami ils Discontmls, trad. Joan Rivicre (Londres, Ho
garth Press, .10, 14. [Trad. E!ma/csfm cnla m!lutf!, en Obras romp!c!f!s,
vol. 3 (Madrid, Nueva, 1996, 3017-3067).]
81
de un poder legislativo concentrado, unas regulaciones ubicuas y ge-
nerales y una deslegalzacin y despojamiento de poder (y al final eli-
minacin) de todas las autoridades compensatorias (colectivas adems
de las que tienen sus races en los ignorantes abismos de la individua-
lidad no-totalmente-domada).
En nuestra propia poca hay cosas cada vez ms claras: que esta es-
trategia no logr su propsito y que ha sido en buena medida aban-
donada, tal vez incluso invertida. Fue abandonada, quisiera aadir, no
a causa de su fracaso; el abandono vino primero, y slo despus, retros-
pectivamente, se pudo ver plena y ciaramente la inevitabilidad del
fracaso.
La estrategia moderna de combatir la ambigedad fracas princi-
palmente a causa de su influencia conservadora y restrictiva, que cho-
c con otros aspectos de la modernidad intrnsecamente dinmicos: el
nuevo comienzo>> continuo y la destruccin creativa>> como modo
de vida. El estado permanente>>, el estado equilibrado>>, el estado de
equilibrio>>, el estado de plena satisfaccin de la suma total (supuesta-
mente invariable) de las necesidades humanas, ese estado que los eco-
nomistas modernos presentan como la condicin definitiva de huma-
nidad a la cual conduca la <<mano invisible del mercado, result ser
un horizonte en constante retroceso, empujado an ms por el impla-
cable poder de las necesidades qe surgen ms deprisa que la capaci-
dad de satisfacerlas. La estrategia moderna de combatir la ambigedad
se poda aplicar aunque slo fuese con una escasa probabilidad de xi-
to si a las necesidades/ deseos se les asignara un papel secundario con
respecto a la <<necesidad objetiva>> de satisfacerlos.
Esta estrategia se sigue aplicando hoy -pero nicamente a los
<<marginados>>, los <<nuevos pobres, los <<perceptores de las prestaciones
sociales- a personas que, por comn acuerdo, son incapaces de go-
bernar el conflicto endmico entre sus deseos y sus capacidades; slo
por J.o que atae a su caso toca una uerda receptiva el argumento de
<<no nos lo podemos permitir. En cuaJ1to al resto -la mayora, el
grueso, la parte de la sociedad que establece las pautas- es a los deseos
a los que se les ha asignado una prioridad sin matices y se les ha dado
el papel de poner en marcha y dirigir la fuerza por lo que atai1e a las
potencialidades de la sociedad. Medimos el <<crecimiento econmico
y la salud general de la economa por d incremento en la demanda
de mercancas, y el xito econmico por el incremento en la <<capaci-
dad de gasto. En F ocas de recesin y cada de la produccin, omos
hablar de la recuperacin conducida por el consumo. Como indica-
ba Piene 13ourdieu en Dtincon, su revelador estudio de la cultura
~ 8
;
U
ontempornea, la creacin de necesidades ocupa hoy el lugar de la re-
gulacin normativa, la publicidad reemplaza el adoctrinamiento deo-
gico y la seduccin sustituye a la coaccin y al mantenimiento del
rden. Podemos decir que el grueso de la poblacin es integrada en la
ociedad en el papel de consumidores, no de productores; este tipo de
integracin slo puede mantenerse en tanto que los deseos excedan el
nivel de su satisfaccin real.
sta es la razn de que la estrategia moderna de combatir la arnbi-
gedad haya sido casi abandonada (exceto, repitamos, en los tratos
con los mrgenes de la sociedad, cuya marginalidad consiste precisa-
mente en su incapacidad prctica, supuestamente orgnica, de hacer
frente a la ambigedad nacida entre el abismo deseos/capacidades). La
permanente inarmona entre <<quiero y puedo, y ms exactamente el
exceso de deseos con respecto a la capacidad actual de satisfacerlos, se
est convirtiendo en el principio rector del entorno social en sus tres
<<niveles analticos: la formacin de la identidad, la integracin social
y la reproduccin sistmica. Pero esta inarmona significa ambigedad y
cada vez ms ambigedad; se puede decir que la sociedad postmoder-
na/consumista/ desregulada se juega mucho en el mantenimiento de
un alto nivel de ambigedad en la vida individual. La ambigedad
de contexto vital, si se me permite utilizar este concepto, descarada-
mente modernista, es funcional para la situacin postmodema.
Hay otra razn por la que la estrategia moderna estaba abocada al
fracaso. Al no poder obedecer hasta el final a su innata tenencia totali-
taria (los casos son por fortuna pocos e infrecuentes en la historia de la
modernidad), las sociedades modernas slo podan aplicar esta estrate-
gia localmente, <<a un problema cada vez, <<conforme surgen los pro-
blemas, ms al estilo de la gestin de crisis que de un plan integral y
general. Cada esfuerzo por racionalizar y aclarar as una confusin es-
pecialmente irritante tena por lo tanto que producir nuevas <<zonas gri-
ses, tierras de nadie y situaciones sin defincin inequvoca en lugares
en los que unos rdenes locales precarios y por lo general descoordi-
nados se interconectaban o, todava peor, se solapaban.
Como de manera admirable demostr Ulrich Beck en su descrip-
cin de la sociedad del riesgo, ese carcter de <<archipilago del(los) or-
den( rdenes) social(es) moderno(s) y la relativa autonoma de cada isla
de orden por separado han creado la confusin miificial que ha reem-
plazado ahora en buena medida a ];: confusin natural que la mo-
dernidad se propuso r.:emplazar por la claridad y transparencia del or-
den completamente legislado Hablamos de riesgos" siempre que es
imposible nrf'rlecrr con exactitud las consecuencias de acciones que pre
83
tendemos llevar a cabo, y de aqu que toda decisin sea ambigua y
todo deseo de actuar sea ambiguo; en otras palabras, el riesgo repre-
senta la memedable clandad de la situacin. La falta de claridad del
presente es un producto del impulso a aclarar; la mayor parte de la am-
blguedad profundamente sentida brota hoy de los esfuerzos dispares y
d1fusos por ehmmar la ambiValencia de unos lugares selectos, separa-
dos y s1empre confinados. Pero, como de manera convincente argumen-
ta Beck la amb1gedad continua, creciente e imponente, que gobierna
esta soczedad del nesgo nuestra tiene su utilidad. Lubrica las ruedas de la
ciencia y la tecnologa, los dos vehculos principales del desarrollo con-
Se ha convertido, por utilizar otro desacreditado concep-
to modernista, en un formidable agente de progreso.
Podemos con;Iuir que la est per-diendo ahora rpi-
damente su agm]On sooalls1stem!Co, deJando de ser un <<enemigo p-
bhco>>. Esto no s1gmfica, sm embargo, que deje ni que sea probable
que _deJe de ser un enemigo privado, un adversario, quiz ms ate-
monzador que muchos, del individuo humano en su imparable es-
fuerzo por formar su 1dent1dad. Como muchos otros aspectos de la so-
mdad contempornea, los peligros de la ambigedad han sufrido un
proceso de desregulacin; la tarea de hacer frente a los resultados (aun-
que no necesanamente los recursos que aqulla requiere) han sido pri-
vatizados. Puede que la ambivalencia sea, como antes, un fenmeno
sooal, pero cada uno de nosotros se enfrenta solo, como un problema
personal (y, como indicaran con entusiasmo muchos consejeros de
/
;nuestro <<boom del nuestro defecto o achaque persa-
al). Somos -la mayona- hbres para gozar de nuestra libertad, pero
para ev1tar las consecuencias de ese goce. Para hacer frente a las con-
secuenCias nos vemos abocados a dmg!fnos al mismsimo mercado de
b1enes, servicios e ideas mercantilizados (por tanto tambin de conse-
JOS Y terap1as) que es la principal fbrica de ambigedad y su entusias-
ta e mge1:10so proveedor. El mercado mantiene viva la ambigedad, y
la amblguedad mant1ene v1vo el mercado. De este crculo cerrado no
hay una visible. Pero desde los tiempos del nudo gordiano, to-
dos los orculos cerrados ahmentan la tentacin de cortarlos y la exi-
gcnoa de cuchillos afilados.
_ De aqu los sentimientos tribales y fundamentalistas que acampa-
nan mev1tablemente la actual pnvatizacin de la ambigedad. Su
atractiVO es la promesa de acabar con la agona de la eleccin indivi-
dual aboliendo la eleccin misma; curar el dolor de la incertidumbre
individual liquidando la cacofona de voces que hacen que no estemos
seguros de la sabidura de nuestras decisiones. Su anzuelo es el de la
84
Eindeutigkeit hace mucho perdida, el de un mundo que vuelve a ser me-
quvoco y que enva seales inequvocas, es deor, el de una tdent1dad
ya no multiestratificada, mult1dm1ens10nal y <<hasta nuevo. aviSO>>.
Como todo los dems en el mundo desregulado del consum1d<;>r so-
litario, estos sentimientos, por utilizar la acertada metfora de Yun Lot-
man, el gran filsofo ruso, no se funden en el poderoso curso de un
ro, que fluye en una direccin y disuelve y arrastra a su paso todos los
obstculos, sino que surgen repentmamente en lugares d1spersos Y dl-
ficiles de prever, como las minas en un vasto campo ..
El romance moderno con la claridad no ha termmado: no ha he-
cho ms que cambiar de forma. La gran guerra moderna, de, tresCien-
tos aos de duracin, contra la ambigedad ya no la hbran eerotos re-
gulares sino unidades guerrilleras que se renen y vuelven a desapare-
cer en los oscuros callejones que salp1can las avemdas, alegremente
iluminadas, de las disneylandias postmodernas de los consumidores
libres.
85
r
5
Soy acaso el guardin de mi hermano?':-
El profesor Van der Laan me envi amablemente unos cuantos re-
flexivos y perspicaces estudios que trataban, segn seal, de cuestio-
nes importantes sobre el trabajo social en Holanda. Le estoy agrade-
cido; aprend mucho de l acerca de los problemas que acaparan la
atencin de los trabajadores scicia:les en este pas. Pero lo estoy sobre
todo por la confirmacin que obtuve de mis lecturas: que las preocu-
paciones de los trabajadores sociales holandeses no son diferentes de
las que sienten los de otros pases europeos. En su propio artculo, el
profesor Van der Laan recoga acertadamente ese extendido sentimien-
to de inquietud cuando indicaba qucel Estado de bienestar est sien-
do atacado, acusado de proporcionar a sus pupilos una hamaca mien-
tras que una autntica red de seguridad debera actuar ms bien como
un trampoln. En otras palabras, el Estado de bienestar es acusado de
no estar cumpliendo adecuadame'nte con su tarea.
La tarea propia del trabajo social debera ser, se nos dice, quitarnos
de encima a los desempleados, los discapacitados, mvlidos y otras per-
sonas indolentes que, por una u otra razn, no pueden ganarse mal que
bien la vida y, por tanto, dependen de la ayuda y la asistencia social para
su supcrviviencia; esto, evidentemente, no est sucediendo. Como el
trabajo social, se nos dice, debe juzgarse al igual que cualquier otra ac-
Este captulo se public con anteriorid3d en European }o unza/ of Social \\7ork, 3.1
(marzo de 2000).
87
f''
l,
11
:
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,
1'''
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r:
1
11
La identidad en un mundo globalizador
Ha habido una verdadera explosin terica en los aos recientes
en torno al concepto de "identidad",,, observaba Stuart Hall en la in-
troduccin a un volumen de estudios publicado en 1996
1
. Desde en
tonces han pasado pocos aos, en los que la explosin ha desencade-
nado una avalancha. Actualmente no hay al parecer ningn otro as
pecto de la vida contempornea que atraiga en la misma medida la
atencin de filsofos, cientficos sociales y psiclogos. No es slo que
estos <<estudios sobre la identidad se estn convirtiendo con gran cele-
ridad en una prspera industria por derecho propio; es ms que eso lo
que est ocurriendo: se puede decir que la <<identidad se ha converti-
do ahora en un prisma a travs de cual se descubren, comprenden y
examinan todos los dems aspectos de inters de la vida cntem]J.or-
nea. Las cuestiones establecidas del anlisis social se estn refriendo y
renovando para ajustarse al discurso que ahora gira en torno al eje de
la <<identidad. Por ejemplo, el debate de la justicia y la igualdad suele
hacerse desde el punto de vista del <<reconocimiento, la cultura se de-
bate desde el de la diferencia individual, de gmpo o de categora, la
criollizacin y la hibridacin, mientras que el proceso poltico se teo
riza cada vez ms en torno a las cuestiones de los derechos humanos
(es decir, el derecho a una identidad diferenciada) y de la <<poltica de
1
Stuart !-lall, \Vho needs "idcntity"),, en Stuart 1-bi! y P<1lli du Gay, eds,, Qj!tstiolls
o(Cidorml !dmtlry (Londres, Sage, 1996), pg, L
161
l
).
l
r.lr
. 1
1 1',1
' ;',
f
i,,
h.
la vida (es decir, de la construccin, negacin y afirmacin de la iden-
tidad).
Yo sostengo que el espectacular ascenso del discurso de la identi-
dad puede revelarnos ms acerca de la situacin actual de la huma-
nidad de lo que sus resultados analticos y conceptuales nos han re-
velado hasta ahora. Y de este modo, en vez de componer otro <<infor
me de carrera de disputas y controversias que se combinan para
formar ese discurso, pretendo centrarme en el seguimiento de las ba
ses experimentales, y a travs de ellas en sus r;ces estructurales, de ese
notable cambio en las preocupaciones mtelectuales del cual es un sn
torna muy destacado la nueva posicin central del <<discurso de la
identidad".
Sabemos p.or Hegel que 'la lechuza de Minerva, la diosa de la sabi
dura, extenda sus alas, prudentemente, al oscurecer; el conocimento,
o lo que fuere que pase por tal, llega al final del da, cuando se ha pues
to el sol y las cosas ya no estn iluminadas ni son fciles de encaniJar
y manejar (mucho antes de que Hegel acuara la metfora de la lechu-
za, Sfocles convirti la claridad de visin en el monopolio del ciego
Tiresas). Martn Heidegger dio un nuevo giro al aforismo de Hegel en
el debate sobre la prioridad de la Zuhandenbcit sobre la Vorbandenheit y
del origen <<catastrfico>> de la segunda: la buena iluminacin es la ver
dadera ceguera; uno no ve lo que es perfectamente visible, no percibe
lo que est siempre ahh, las cosas se perciben cuando desaparecen o
van a la quiebra, primero tienen que salir de lo rutinariamente <<dado
para que se inicie la bsqueda de sus esencias y se planteen las pre
guntas sobre su origen, paradero, uso o valor. En el sucinto resumen
de, <<el mundo como tal slo se me revela cuando las cosas van maP.
O, en la versin de Vincent Vycinas
3
, sea lo que fuere lo que compone
mi mundo, mi atencin se fija en l cuando desaparece, cuando de re-
pente deja de comportarse de la manera montona en que lo haca an-
tes; pierde su utilidad o muestra no estar preparado para mis esfuer
zos por usarlo. Son las cosas torpes e inflexibles, no fiables, resistentes
y por o demsfi"ustmnlcs las que entran a la fuerza en nuestra visin,
atencin y pensamiento.
Observemos que el descubrimiento de que las cosas no consenran
su forma de un::t vez y para siempre y pueden ser diferentes de como
son es una experiencia ambigua. La nnprevisibilidad genera ansiedad y
162
Arl<lnd Usshcr,}olllm')' 1hro11SJ Drrrrrl (Nueva York. Devn-Adar, 1955), p.g. 80.
Vinccnt Vyci1 ;as, F!lli/J m11 Gorls (La I-Lly,l, l\tntinus Nijholl 1969), m\gs. 36-37
1
)
temor: el mundo est lleno de accidentes y sorpresas, nunca se debe re-
lajar la vigilancia ni quedarse con Jos brazos cados. Pero la inestabili-
dad, la blandura y la flexibilidad de las cosas pueden tambin desen-
cadenar la ambicin y decidir: uno puede hacer que las cosas sean me-
jores de como son y no necesita conformarse con lo que son ya que
ningn veredicto de la naturaleza es definitivo, ninguna resistencia de
la realidad es inquebrantable. Ahora se puede soar con una vida dife-
rente, ms decorosa, soportable o placentera. Y si adems uno tiene
confianza en su propia capacidad de pensar y en la fuerza de sus ms-
culos, tambin puede hacer realidad esos sueos y tal vez obligarlos a
hacerse realidad ... Alain Peyrefitte ha indicado que el dinamismo de
nuestra sociedad capitalista moderna, notable, nico y sin precedentes,
todos los espectaculares avances que ha hecho la civilizacin occi-
dental" durante los ltimos dos o tres siglos, seran impensables sin esa
seguridad, la triple confianza: en uno mismo
4
, en los dems y en las
instituciones, duraderas y construidas entre todos, en las cuales uno
puede inscribir con seguridad sus acciones y planes a largo plazo.
Ansiedad y audacia, temor y valenta, desesperacin y esperanza
han nacido juntos. Pero la proporcin en la cual se mezclan depende
de los recursos que estn en nuestro poder. Los propietarios de barcos
infalibles y navegantes habilidosos ven el mar como lugar de excitan-
tes aventuras; los que estn condenados a unos botes neumticos in-
salubres y peligrosos preferiran esconderse detrs de los rompeolas y
pensar en navegar sin trepidaciones. Los miedos y alegras que ema-
nan de la inestabilidad de las cosas se distribuyen de una forma muy
desiguaL
La modernidad, podemos decir, se especializ en convertir las co-
sas zuha.nden en -vorhanden. Al <<poner el mundo en movimiento, puso
al descubierto la fragilidad y la inestabilidad de las cosas y abri de gol
pe la posibilidad (y la necesidad) de reformarlas. Marx y Engels elogia-
ron a los capitalistas, a los burgueses revolucionarios, por f1mdir los
slidos y profanar lo sagrado que durante muchos aos haban para-
lizado las capacidades creativas humanas. Alexis de Tocqueville pensa-
ba por el contrario que los slidos elegidos para fundirlos al calor de la
modernizacin estaban ya en avanzado estado de descomposicin y
por tanto eran mpo:ibles de salvar mucho antes de que empezase la
rev1sin moderna de naturaleza y sociedad. Sea como fuere, !J natura-
' Vase Ala in Pcyrclittc, Lrr soolli rlc
(Pars, Odilejacob, l9S'8), p<gs. 514-516.
na, Andres Bc!h l ~ \ 9 6 . ]
163
rr.---.
1
1
!
1
:
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J
j;
.,
1
,.
leza humaru, antao considerada como un legado permanente y no
revocabl de la creacin divina nica, fue arrojada al crisol junto con
el resto de esa creacin. Ya no se la vio ms, ni poda ser as, como algo
dado>>. Antes bien se convirti en una tarea, y en una tarea que todo
hombre y mujer no tena otra opcin que hacer frente y llevar a cabo
lo mejor que pudiera. La predestinacin fue reemplazada por el pro
yecto de vida, el destino por la vncacin, y la naturaleza humana
con la que uno naca por la identic>c,d, que uno tiene que cortar y
ajustar.
Los filsofos del Renacimiento alabaron los nuevos e impresio
nantes panoramas que abri lo inacabado de la naturaleza humana
ante los ingeniosos y los osados. <<Los hombres pueden hacerlo todo si
quieren, declar Leon Battista Alberti con orgullo. <<Podemos llegar a ser
lo que queramos, anunci Pico della Mirandola con alegra y fruicin.
El Proteo de Ovidio -que poda convertirse a voluntad en len, jaba
l, serpiente, piedra o rbol- y el camalen, ese maestro de la reencr
nacin instantnea, pasaron a ser los parangones de la virtud humana,
recin descubierta, de la autoconstitucin y la autoafirmacin
5
. Algu
nas dcadas despus, Jean-Jacques Rousseau mencionara la peifectibili-
dad como el nico atributo no elegido que la naturaleza ha concedido
a la raza humana; insista en que la capacidad de transformacin de s
mismo es la nica esencia humana y el nico rasgo comn a todos
nosotros
6
. Los seres humanos son libres para crearse a s mismos. Lo
que hacen no depende de un verdicto inapelable de la Providencia,
no es cuestin de predestinacin.
Lo cual no quiere decir necesariamente que los seres humanos es
tn sentenciados a flotar e ir a la deriva: Proteo ser un smbolo del po
der de autocreacin, pero la existencia proteana no e&frecesariamt'ol<1;e
la primera eleccin de los seres human:os libres. Los s.:hcjos
fundir, pero se funden para dar lugar a nuevos slidos nejor confor
mados y mejor adaptados a la felicidad humana que losviejps, pero
tambin ms slidos y por tanto ms <<seguros de lo que ;Sgrban ser
los viejos. Fundir los slidos haba de ser slo la etapa preliminar, de
limpiar el escenario, del moderno empeo por hacer el mundo ms
adecuado para la convivencia humana. El disei'io de un nuevo escena
5
Vase Srevie Rcnaissal!ce View f! l!1an (Manchester) Manchester University
Prcss, 1978), 6;: y ss.
6
Vase Rousseau, Dismrsos primrro J' segzmdo (T7Je Firsl rmd Secorzd Dis
!64
trad. Victor Gourevitch (Nueva York, HaqJer and Row,
esp.: Di<mrsos (Madrid, Alianza, 998).1
T
1
rio -resistente, duradero, fiable y solvente- para la vida humana ha
ba de ser la segunda etapa, una etapa que era verdaderamente impor
tante porque haba de dar significado a toda la empresa. Un orden tie
ne que ser desmantelado para que sea posible reemplazarlo por otro,
construido con ese objeto y a la altura de los criterios de la razn y la
lgica.
Como insista lmmanuel Kant, todos nosotros -cada uno de no
sotros- estamos dotados con la facultad de la razn, ese poderoso ins
trumento que nos permite comparar las opciones posibles y hacer
nuestras elecciones individuales; pero si utilizamos ese instrumento
adecuadamente todos llegaremos a las mismas conclusiones y todos
aceptaremos el tipo de convivencia que la razn nos dice que es el me
jor. No todos los pensadores seran tan optimistas como Kant: no to
dos estaran seguros de que cada uno de nosotros siguiera la gua de la
razn por su propio acuerdo. Tal vez sea preciso obligar a las personas
a ser libres, como sospechaba Rousseau. Tal vez la recin adquirida Ji.
bertad tenga que ser utilizada para las personas en vez de por las perso
nas. Tal vez sigamos necesitando dspotas, si bien dspotas <<ilustra
dos y son por tanto menos errticos, ms resueltos y eficaces que los
de antao, para disefar y establecer pautas dictadas por la razn que
garanticen que la gente haga un uso correcto y adecuado de su liber
tad. Ambas suposiciones parecan posibles y tenan sus entusiastas,
profetas y predicadores. La idea de la autoconstruccin y la autoafir
macin humana llevaba, por dcirlo as, las semillas de la democracia
mezclada con las esporas del totalitarismo. La era de las realidades fle
xibles y de la libertad de eleccin iba a verse preada de gemelos: los
derechos humanos pero tambin lo que Hannah Arendt denomin
<<tentacin totalitaria.
Estos comentarios no guardan aparentemente relacin con nuestro
tema; si los he expuesto aqu ha sido con la intencin de mostrar que esa
aparente falta de relacin es ilusoria, si no es una gran equivocacin. El
carcter incompleto de la identidad, y en especial la reponsabilidad de
hacerla completa, estn de hecho ntimamente relacionados con todos
los dems aspectos de la condicin moderna. Sea como fuere como se
plantee en nuestra poca y como se presente en nuestras reflexiones, la
identidad no es un asunto privado ni una <<preocupacin privada>>.
nuestra individualidad es producida socialmente es a estas alturas
una verdad trivial; pero sigue haciendo falta repetir con ms frecuencia
el reverso de esta verdad: la forma de nuestro carcter social y por tanto
de la sociedad que compa1timos depende a su vez de la manera en que
se enmarca la tarea de la mdividualiz8cin y en que se responde a ella.
165
Lo que contiene la idea de individualizacin es la emancipacin
del individuo respecto de la determinacin adscrita, heredada e innata
de su carcter social: un alejamiento que se considera correctamente
como el rasgo ms conspicuo e influyente de la condicin moderna.
Por decirlo en pocas palabras, la individualizacin>> consiste en con-
vertir la identidad humana de algo <<dado>> en una <<tarea>>, y cargar a
los actores con la responsabilidad de realizar esta tarea y con las con-
secuencias (tambin con los efectos secundarios) de su realizacin; en
otras palabras, consiste en establecer una autonoma de iure (aunque no
. necesariamente defacto). El lugar de uno en la sociedad, su definicin

social, ha dejado de ser zuhanden para ser 7Jorbandcn. Ya no llega como
un regalo (deseado o no deseado). (En frase famosa de Jean-Paul Sar-
tre, no basta haber nacido burgus; hay que vivir como un burgus.
No hizo falta decir lo mismo, ni se pudo decir, sobre los prncipes, ca-
balleros, siervos y habitantes urbanos de la era premodema). Necesitar
convertirse en lo que uno es es el rasgo de la vida moderna (no de la <<in-
dividualizacin moderna), um expresin evidentemente pleonstica;
hablar de individualizacin y de modernidad es hablar de la misma
condicin social). La modernidad reemplaza a la determinacin de la
posicin social por una autodetermmacin compulsiva y obligatoria.
Esto, quisiera repetir, vale para toda la poca moderna: para todos
los periodos y para todos los sectores de la soCJedad. De ser as, por
qu la <<verdadera explosin>> de preocupaciones por la identidad no se
produjo hasta ai1os recientes? QJ sucedi -si sucedi algo- que
siendo nuevo afect a un problema tan viejo como la propia moder-
nidad?
S, hay algo nuevo en el viejo problema y ello explica la actual alar-
ma acerca de las tareas de las que las pasadas generaciones se ocupaban
al parecer de forma rutinaria y prctica. Dentro del aprieto comn de
los constructores de identidad hay importantes variaciones que distin-
guen entre s los sucesivos perodos de la historia moderna. La tarea de
la <<autoidentificacin planteada a los hombres y mujeres una vez rotos
los rgidos marcos d, los estamentos a comienzos de la era moderna se
redujo al reto de vivir <<fiel a los iguales (no ser menos que el vecino):
de conformarse activamente a los tipos sociales y modelos de compor-
tamiento establecidos, de imit:1r, seguir las pautas, <<aculturarse, no sa-
lirse del paso, no desviarse de la norma. El desmoronamiento de los
estamentos>> no mand a los individuos a la deriva. Los estamentos>>
vinieron a ser sustituidos por as <<clases.
Mientras que los estamentos eran cuestin de adscripcin, la-perte-
nenoa a una clase Implicaba una gr;m cantidad de logros; en las clases,
166
T
1
a diferencia de los estamentos, haba que entrar>>, y la perteneca a ellas
haba de ser constantemente renovada, reconfirmada y documentada en
la conducta cotidiana. Dicho de otro modo, se apremia y empuja a los
individuos <<desincrustados a utilizar su nueva capacidad y su nuevo de
recho a la autodeterminacin en la fi-entica lucha por la <<reincrusta-
cin. Y no haba escasez de <<huecos en los que incrustarse esperando
y fciles de adaptar. La asignacin a una clase, aunque formada y nego-
ciable en vez de heredada o innata en la manera en que lo eran los esta-
mentos, Stande o tats, sola ser tan slida, malterable y resistente a la ma-
nipulacin individual como la adscripcin premodema al estamento.
Clase y gnero pesaban mucho en el mbito de elecciones individual;
escapar a la limitacin que imponan no era mucho ms fcil que poner
en duda el lugar de uno en la cadena divina de los seres. Si no en teo-
ra por lo menos a fines prcticos, la clase y el gnero se parecan incre-
blemente a unos <<hechos de la naturaleza y la tarea que les quedaba a
los individuos ms seguros de s mismos era <<encajar>> en el nicho asig-
nado comportndose como lo hacan sus residentes ya establecidos.
Esto es precisamente lo que distingue la <<individualizacin de an-
ta1o de la forma que ha asumido ahora, en nuestra propia poca de
modernidad lquida, cuando no slo los placements [colocaciones] in-
dividuales en la sociedad sino tambin los places [sitios] a los que los
individuos pueden obtener acceso y en los cuales pueden desear esta-
blecerse se estn fundiendo velozmente a toda velocidad y diflcilmen-
te pueden servir como objetivos para <<proyectos de vida. Esta nueva in-
quietud y fragilidad de las metas nos afecta a todos por igual, cualifi-
cados y no cualificados, educados y no educados, reacios al trabajo y
muy trabajadores. Es poco o nada lo que podemos hacer para <<atar el
futuro obedeciendo con diligencia a los estndares en vigor.
Como ha sefalado Daniel Cohen, <<Otti de1mte sa carriere cbez Mi-
crosoft n 'a auame ide de la o u illa terminera. La commencer chez Ford o u Re-
nault {tail au mntraire la quasi-certitude de la finir au mme cndroib> [El que
empieza su carrera en Microsoft no tiene ni idea de dnde la termina-
r. Empezarla en Ford o Renault supona por el contrario la c::tsi segu-
ridad de acabarla en el mismo sito]l. No son slo los individuos los
que estn de un lado para otro, sino tambin la lneas de meta de las
pistas por las que correr. La es ahora una experiencia
que tiene probabilichdcs de repetirse un nmero desconocido de veces
' Daniel Cohen, Ridmsr du monde, prwurcis dn nalions (Pars, FIC1mme1rion, 1997),
p.'g. 84.
167
en el transcurso de la vida de un individuo, ya que hay pocos <<huecos>>
para_ la remcrustacin>>, si es que hay alguno, que parezcan lo bastan-
te slidos para augurar la estabilidad de una ocupacin prolongada.
Los huecos que se vislumbran ms bien parecen formar patie de un
Juego de las sdlas>> en el que stas tienen diversos tamaos y estilos as
como nmeros cambiantes y posiciones mviles, que obligan a hom-
bres y muJeres a estar constantemente a la carrera, no prometen des-
canso alguno 111 nada de la satisfaccin de llegar>>, nada de la comodi-
dad de llegar al destino en el que uno puede dejar caer los brazos,
relaprse y depr de preocuparse. No hay perspectiva alguna de rein-
crustaon final>> al trmino del camino; estar de camino se ha conver-
tido en el modo de vida permanente de los individuos ahora crnica-
mente desincrustados.
, A principios del siglo xx Max Weber indic que la racionalidad
mstmmentah> es el principal factor regulador de la conducta humana
en la poca de la modernidad, tal vez el nico que tiene probablida-
. des de sabr mdemne de la batalla de las fuerzas motivadoras. La cues-
, tin de los fines pareca haber sido resuelta entonces; la tarea que que-
\ daba a hombr;s y mueres era seleccionar los mejores medios para esos
\fines. Se podna decu que la mcerttdumbre en cuanto a la relativa efi-
cacia de l?s medos y su disponibilidad sera, s se tiene por cierta la
propos!CI.On de Weber, la fuente principal de la inseouridad v la ansie-
!dad caractersticas de la moderna. Yo sostengo, pero: que, fue-
ra o no correc,ta la opm10n de Weber a comtenzos del siglo xx, su ver-
1dad se evaporo gradual pero unplacablemente conforme el siglo se acer-
lcaba a su fin. Hoy en da no son los_ medios los que constituyen la
)
fuente pnmordtal de msegundad y ansiedad.
siglo XX destac en la produccin de medios; se han producido
medtos a una veioodad en constante aceleracin, alcanzando a las ne-
cestdades conoCidas, mucho menos agudamente sentidas. Unos abun-
dantes medios acudieron en busca de los fines a los que pudieran ser-
vr; les, tocaba a las soluCiones buscar desesperadamente unos proble-
mas aun no planteados que pud1eran resolver. Por otra parte, sin
,a embargo, los fi:1es se han vuelto an ms difusos, dispersos e inciertos:
es la fuente mas profusa de ansiedad, en los grandes desconocidos de
las v1das de los hombres y mujeres. Si uno busca una expresin, breve
y persp1caz y, sm embargo; afortunada y conmovedora, del apuro en
que las personas suelen encontrarse en estos tiempos, no hara mal en
recordar un breve anuncio recientemente publicado en la columna de
demanda de empleo de un diario ingls: ''Coche propio, posibilidad
de VIaJar; se esperan o 'ertas.>>
168
, Y as el problema de la identidad>>, acosando a los hombres y mu-
Jeres desde el inicio de la poca moderna, ha cambiado de forma y
contenido. Era el tipo de problema con que se encontraban y trataban
de resolver los peregrinos: el problema de <mo llegar all? Ahora se
parece ms al problema con que luchan diariamente los vagabundos,
las personas sin direccin fija y los sin papeles: Dnde podra o de-
bera ir? y adnde me llevar el camino que he tomado?>> La tarea ya
no es reunir la suficiente fuerza y determinacin para avanzar, a travs
de pruebas y errores, triunfos y derrotas, por el camino trillado que se
extiende ante nosotros. La tarea es escoger el menos arriesgado en la si-
guiente encmcijada, cambiar de direccin antes de que el camino se
vuelva impracticable o el plan de carreteras se baya replanificado, o an-
de que el destino codiciado sea trasladado a otra parie o haya per-
dido su antenor atractivo. En otras palabras, el dilema que atormenta
a hombres y mujeres en el cambio de siglo no es tanto cmo conseguir
las identidades de su eleccin y cmo hacer que las reconozcan los que
estn alrededor, cuanto qu identidad elegir y cmo mantenerse alerta "'-..
y vigilante para que sea posible hacer otra eleccin si la identidad ante-
riormente elegida es retirada del mercado o despojada de su capacidad
de seduccin. La preocupacin principal y que ms destroza los ner-
vios no es cmo encontrar un lugar dentro del slido marco de una
clase o categora social, ni -una vez encontrado- cmo conservarlo
y evitar ei desalojo; lo que causa preoc.upacin es la sospecha de que
ese marco, arduamente conquistado, pronto se romper o se fundir.
En su declaracin, ahora clsica, formulada hace unos cuari'Bf'
aos, Erik H Erikson diagnosticaba la confusin que sufran los
lescentes de aquella poca como una crisis de identidad>> (un trmino
acuado durante la guerra para describir el estado de algunos enfermos
mentales que perdan el sentido de "mismidad" personal y de conti-
nuidad histrica), La crisis de identidad>> en los adultos, como dijo
Erikson, es un estado patolgico que requiere atencin mdica; es tam-
bin una etapa habitual pero transitoria en el desarrollo personal nor-
mal, la cual con toda probabilidad llegar a su trmino natural cuan-
do el adolescente madure. A la cuestin de lo que debera ser el estado
de salud de una person::., de cmo se percibe la identidad cuando uno
llega a ser consciente del hecho de que indudablemente tiene una iden
tidad, Erikson contestaba: hace que se perciba como un sentido subje-
tivo de una "mismidad"); continuidad cstimulantes
8
,
8
Erik H. Erikson, Jdml!h Youth and Cnsis (Londres, Faber and Faber, 1974), peigr-
nas 17-19.
169
O la opinin de Erikson ha envejecido, como les pasa por lo ge-
neral a ias opiniones, o la crisis de identidad se ha convertido hoy en
algo ms que un estado mfiecuente de los enfermos mentales o un es-
tado pasajero de la adolescencia: esa <<mismidad y continuidad son
sentimientos raras veces experimentados ahora por jvenes o por adul-
tos. Adems, ya no se codician, y si se desean, el sueiio est habitual-
mente contaminado de siniestras premoniciones y temores. Como
han se!'alado los destacados analistas culturales Zbyszko Melosik y To-
masz Szkudlarek
9
, es una maldicin de toda construccin de la identi-
dad el que pierdo mi libertad cuando llego a la meta; no soy yo mis-
mo cuando me convierto en alguien. Y en un mundo caleidoscpico
de valores, de pistas mviles y marcos en fusin, la libertad de manio-
bra se eleva al rango de valor supremo, en realidad de metavalor, en
condicin de acceso a todos los dems valores: pasados, presentes y so-
bre todo los que an estn por venir. La conducta racional enun mun-
do as exige que las opciones, todas las que sea posible, se mantengan
abiertas; conseguir una identidad que se ajuste de una manera dema
siado estricta, que de una vez y para siempre ofrezca mismidad y
continuidad, tiene como consecuencia cerrar opciones o perder an-
ticipadamente el derecho a ellas. Segn la clebre reflexin de Chris-
topher Lasch, las identidades que se buscan en estos tiempos son ta-
les que se puedan adoptar y desecbr como quien cambia de traje>>; si
son libremente elegidas, la eleccin <<ya no supone compromisos y
consecuencias, y por tanto la libertad de escoger equivale en la prc-
tica a abstenerse de hacer una eleccin
10
, o por lo menos, quisiera aa-
dir, de hacer una eleccin vinculante.
En Grenoble, en diciembr'e de 1997, Piene Bourdieu habl de la
<prcarit>> [precariedad] que est aujourd'huipartout>> [est hoy en todas
partes] y hante les consciences et les inronsrimts>> [acosa a las conciencias y
1 a los inconscientes]. La fiagilidad de todos los puntos de referencia y
la incertidumbre endmica acerca del futuro afectan profundamente a
quienes han sido ya golpeados y todos los dems, que no podemos es-
. tar seguros de que los futuros golpes nos pasen largo. <<En rendant
tout !'avenir incertain --dice Bourdieu- la prcan't interdzi toute anticipa-
tion ratiomzcllc el, en parliculio; ce mininnm de croyance et d'eJprance en
" Zbyszko !v1eiosk y Tomasz Szkudlarek, Kulium, Toz.<amosr 1 Edukac
Impuls. 1998), pg. 89. .
1
Christopher Lasch. Thr Minimal Sdf l'sycbic Sumi7;a/ in limrbled Times (Londres,
Pan Books, ! 984), p<g. 3S.
170
r

!'avenir qu'iljut m10irpour se rvoltcz; surto uf co!lectivemmt, co/ztre !e prsent,
mme le plus intolrablc>> [Al hacer incierto todo el porvenir, la precare
dad impide toda previsin racional y, en especial, ese mnimo de creen-
cia y de esperanza en el porvenir que hay que tener para rebelarse, so-
bre todo colectivamente, contra el presente, incluso contra el ms
intolerable J. Pour conccvoir un proJct tvolutiozmaire, c'cst-lr.-dire une
ambition raisonne de transfozmer ie prsczzt par rrffrezzce a un avenirprojet, il
faut avoir un minimum de prise sur le prsent [Para concebir un proyecto
revolucionario, es decir, una ambicin razonada de transformar el' pre-
sente en referencia a un provenir futuro proyectado, hay que tener un
mnimo de asidero en el presente ]1
1
; este asidero en el presente, la se-
guridad de tener dominio sobre el destino de uno, es lo que ms visi-
blemente falta a los hombres y mujeres de nuestro tipo de sociedad.
Cada vez tenemos menos esperanzas d que uniendo fuerzas y co-
gindonos del brazo podamos forzar un cambio en las reglas del jue-
go; quiz los riesgos i1os hacen temer y las catstrofes que nos hacen
sufrir tengan orgenes colectivos, sociales, pero parecen que caen sobre
cada uno de nosotros al azar, como problemas individuales de gnero
de los que slo se pueden abordar y arreglar -si es que se puede- me-
diante el esfuerzo individuaL
No parece que tenga mucho sentido disear modos alternativos
de unin, hacer un esfuerzo de. imaginacin para visualizar una so-
ciedad que sirva mejor a la causa de )a libertad y la seguridad, trazar
modelos de justicia socialmente administrada, si no se ve por nin-
guna parte una actuacin colectiva capaz de lograr que el verbo se
haga carne. Nuestras dependencias son ahora verdaderamente mun-
diales; nuestras acciones, con todo, son locales, como antes. Los po-
deres que determinan las condiciones en las que hacemos frente a
nuestros problemas estn fuera del .alcance de todos los agentes in-
ventados por la democracia moderna en sus dos siglos de historia:
como dice Manuel Castells, el podn real, el poder mundial extrate-
rritorial, fluye, pero la poltica, confinada ahora como en el pasado
al marco de los estados-nacin, sigue estando como antes unido al
suelo.
Un crculo vicioso, en verdad. La rpida globalizacin de la red del
poder parece conspirar y colaborar con una poltica de la vida priva-
tizada; se estimulan, sostienen y refuerzan la una a la otra. Si 18 globa-
!
1
Pi erre Bourdieu, ((La
Raisons d'Agir, 1998), pgs.
est

partout>>. en Crmfn'-ft'u\
[Trad. esp.: Conlra/irrgo (Barcelom.
Lber-
] 999).]
171
lizacin sorbe la capacidad de actuar con eficacia que tienen las insti-
tuciones polticas, la retirada masiva de la comunidad poltica>> a los
estrechos intereses de la poltica de la vida impide la cristalizacin de
unos modos alternativos de accin colectiva que estn al mismo nivel
que la mundialidad de la red de dependencias. Todo parece estar en el
lugar de hacer que tanto la globalizacin de las condiciones de vida
como el morcellement, la atomizacin y la privatizacin de las luchas de
la vida, se impulsen y se perpeten a s mismos. Es ante este fondo
donde hay que examinar y entender la lgica y la endmica ilgica de
las preocupaciones contemporneas por la identidad y las acciones
que desencadenan.
Como ha destacado Ulrich Beck, no hay soluciones biogrficas a la
contradiccin sistmica, si bien son estas soluciones las que se nos
apremia o engatusa a descubrir o inventar. No puede haber ninguna
respuesta racional a la creciente prcarit de las condiciones humanas
mientras dicha respuesta haya de limitarse a la accin del individuo; la
macionalidad de las posibles respuestas es inevitable, dado que el m-
bito de la poltica de la vida y el de la red de fuerzas que determinan
sus condiciones son, pura y simplemente, incomparables y extremada-
mente desproporcionados.
Si uno no puede o no cree que pueda hacer lo que es verdadera-
mente importante, se vuelve a unas cosas que lo son menos o quiz
nada en absoluto; al dirigir la atencin y la energa a esas cosas, puede
ser que hasta las vuelva importantes, al menos durante un tiempo ... <<El
no tener esperanza", dice Christopher Lasch,
de mejorar su vida de ninguna de las maneras que son importantes,
las personas se han convencido de que lo que importa es la mejora
psquica de uno mismo; entrar en contacto con sus sentimientos,
comer alimentos sanos, tomar clases de ballet o de danza del vien-
tre, sumergirse en la sabidura de Oriente, correr, aprender a rela
cwnarse, superar el Miedo al placer>>. Inocuas en s mismas, estas
ocupaciones, elevadas a programa y envueltas en la retrica de la au-
tenticidad y la consciencia significan una retirada de la poltica ... l2.
. H a ~ un amplio y creciente espectro de pasatiempos suplentes,,
smtomat1cos del paso de las cosas que son importantes, pero con las
que no se puede hacer nada, a las que tienen menos o ninguna impor-
12
Christopher Lasch. Culture
ginas 29-30. [Trad. esp.: 1 rl wffna
172
(Nueva York, Warner Books, 979), p-
(Barcelona, Andrs Beilo, 1999).]
T
1
tancia, pero que se pueden manejar y controlar. Los carnavales de Mi-
jal Bajtn se celebraban dentro del territorio del hogar, donde en otro
tiempo se desarrollaba la <<vida mtinaria, y por tanto se permita que
pusieran al descubierto las opciones, normalmente ocultas, que con-
tena la vida cotidiana. A diferencia de ellos, los viajes a los centros
comerciales son expediciones a otro mundo que son marcadamente di-
ferentes del resto de la vida cotidiana, a esa otra parte donde uno
puede experimentar brevemente esa seguridad en s mismo y esa
autenticidad que busca intilmente en las ocupaciones de la mtina
diaria. Las expediciones para ir de compras llenan el vaco dejado por
los viajes que la imaginacin ya no emprende a una sociedad humana
alternativa, ms segura, humana y justa.
La actividad, que consume tiempo y esfuerzo, de reunir, desman-
telar y reordenar la propia identidad es otro de esos pasatiempos su-
plentes". Dicha actividad se lleva a cabo, como ya hemos visto, en
condiciones de profunda inseguridad: los objetivos de la accin son
tan precarios como son inciertos sus efectos. Los esfuerzos conducen a
la fmstracin con bastante frecuencia como para que el temor del fra-
caso final emponzoe la alegra de los triunfos temporales. No es sor-
prendente que disolver los miedos personales en el poder de los n-
meros, tratar de hacerlos inaudibles en el bamllo de una multitud bu-
lliciosa, sea una constante tentacin que muchos constructores de
identidad encuentran dificil de resistir. Todava ms fuerte es la tenta-
cin de hacer como si fuera la similitud de miedos individuales lo que
hace a una comunidad, y por tanto uno pudiera sacar compaa de
la soledad.
Como observ recientemente Eric Hobsbawm, <<nunca se utiliz la
palabra "comunidad" de forma ms indiscriminada y vaca que en las
dcadas en las que se hizo dificil encontrar en la vida real comunida-
des en sentido sociolgico
13
; los hombres y mujeres buscan gmpos a
los que puedan pertenecer, con certeza y para siempre, en un mundo
en el que todo lo dems es variable y cambiante, en el que nada ms
es seguro>>
14
. Jock Young ofrece una glosa sucinta y punzante: <0usto
cuando se derrumba la comunidad se inventa la identidad,,l
5
. La iden-
tidad debe la atencin que atrae y las pasiones que engendra al hecho
de ser un sustituto de la comunidad: de ese supuesto hogar natural" que
1
3 Eric Hobsbawm, 17Jc Age
14
Eric Hobsbawm, The
40.
(Londres, Micbael Joseph, 1994), pg. 428.
of identity politics, Nc?rJ Lcji Revie111, 217 (1996),
jock Young, 77x Ex< litsir;e Socictv (Londres, Sage, 1999), ~ g 164.
173
ya no est a nuestro alcance en un mundo rpidamente privatizado e
individualizado, velozmente globalizador, y que, por esa razn, puede
ser imaginado de manera segura como un refugio acogedor de seguri
dad y confianza y como tal se desea ardientemente. La paradoja, no
obstante, es que para ofrecer siquiera un mnimo de seguridad y de ese
modo cumplir con su funcin curativa, la identidad tiene que desmen-
tir su origen, tiene que negar que no es ms que un sustituto y ms que
nada evocar a un fantasma de la mismsima comunidad que ha venido
a sustituir. La identidad brota en el cementerio de las comunidades,
pero florece gracias a su promesa de resucitar a Jos muertos.
La era de la identidad est llena de mido y furia. La bsqueda de
la identidad divide y separa; sin embargo, la precariedad de la cons
tmccin solitaria de la identidad imoulsa a los constructores a buscar
perchas en las que colgar juntos los, temores y ansiedades que experi
mentan individualmente y a realizar los ritos de exorcismo en compa-
'a de otros individuos igualmente atemorizados y ansiosos. Si estas
comunidades de percha proporcionan lo que se espera de ellas -un
seguro colectivo contra unos riesgos a los que cada uno se enfi-enta in
dividualmente- es una cuestin controvertida, pero montar una ba-
rricada con otros s proporciona un momentneo alivio de la soledad.
Algo hay que hacer, sea o no eficaz; al menos uno puede consolarse de
que los golpes no le pillen con los brazos cados. Cor1o dijo Jonathan
Friedman, en nuestro mundo globalizador una cosa que no est ocu
rriendo es que estn desapareciendo las fi-onteras. Por el contrario, se
dira que se estn levantando en todos los nuevos rincones de las calles
de todos los barnos en decadencia de nuestro mundo,)
6

Las fronteras no se trazan para aislar y proteger identidades ya exis
tentes. Como explico el gran antroplogo noruego Frederick Barth, es
exactamente al revs: las identidades <<comunales>>, aparentemente
compartidas, son subproductos de un febril trazado de fronteras. No
es hasta despus de que los puestos fronterizos se han atrincherado
cuando se tejen los mitos de su antigedad y se tapan cuidadosamen
te los recientes orgenes poltico-culturales de la identidad con los rela
tos de su gnesis. Esta estratagema trata de desmentir el hecho de que
(por citar de nuevo a :)ruart Hall) lo que no seala la idea de identidad
es un ncleo estable del yo, que se despliega del principio al fin a tra-
vs de todas las vicisitudes de la historia sin cambios
17
.
16
Jonathan Fricdn1an, ((The hybridizc1tion ofroots the abhorrence ofthe buslP)
en Mike y Scott Lash, eck, Swcs of'Ciilliirc (Londres, S01ge, 1999), pg. 241.
17
Who needs "identI ;"?,, pg. 3.
174
Qtliz en vez de hablar de identidades, heredadas o adquiridas, Ira
ms acorde con las realidades de un mundo globalizador hablar de
identificacin. una actividad interminable, siempre incompleta, inaca
bada y abierta en la cual participamos todos, por necesidad o por elec-
cin. Hay pocas probabilidades de que cedan las tensiones, enfrenta
mientos y conflictos que genera esa actividad. La fi-entica bsqueda
de identidad no es un residuo de los tiempos de la preglobalizacin
an no totalmente extirpado, pero destinado a extinguirse conforme
progrese la globalizacin; es, bien al contrario, el efecto secundario y
el subproducto de la combinacin de las presiones globalizadoras e in-
dividualizadoras que producen. Las guerras de la identificacin no son
contrarias a la tendencia glob;;lizadora ni se interponen en su camino:
son un vstago legtimo y un compa'ero natural de la globalizacin y,
lejos de detenerla, le engrasan las medas.
175
12
Fe y satisfaccin instantnea':-
Los antiguos ya saban la verdad. En su dilogo Sobre la vidafiliz,
Lucio Anneo Sneca seii.alaba que, en marcada oposicin a los place-
res de la virtud, las delic::ias de la pasin se enfriaban cuando eran ms
ardientes; su capacidad es tan pequei'a que se agota en un momento.
Revigorizados slo por un momento pasajero, lcis que buscan el placer
sensual caen rpidamente en la languidez y la apata. En otras palabras,
su felicidad dura poco y sus sueos son autodestructivos. Sneca ad-
verta: la satisfaccin que antes llega es tambin la que antes muere.
El antiguo sabio haba imaginado tambin qu tipo de personas
suelen elegir una vida dedicada a la bsqueda de los placeres que traen
satisfaccin instantneamente. En otro dilogo, Sobre la brevedad de la
vida, haca notar que dicho gnero de vida era la suete de las personas
que haban olvidado el pasado, no se preocupaban por el presente y te-
nan miedo al futuro.
Las observaciones sobre la dura condicin humana que son cier-
tas siguen sindolo durante mucho tiempo. Su verdad no se ve afecta-
da por los juicios de la historia. Las ideas de Sneca, sm duda, perte-
necen a esta categora. La fragilidad endmica de! deleite instantneo y
la estrecha relacin que hay entre la obsesin por dicho deleite, la in-
diferencia hacia lo que ha sido y la desconfianza de lo que ha de venir
tienden a confirmarse hoy igual que hace dos milenios. Lo que ha
- Este artculo se public con anterioridad en Concili11m, 4 (1999).
177
'1
cambiado es el nmero de personas que experimentan directamente la
desdicha de viv1r en un tiempo aplanado y cortado en rodajas. Lo que
a Sneca le pareca nada ms que un signo de lamentable desviacin
del camino recto -un signo de haber perdido el camino y desperdi-
ciado la vida- se ha convertido en la norma. Lo que era eleccin de
pocos se ha tornado destino de muchos. Con el fin de entender por
qu ba sucedido esto, no estara mal que nos dejramos llevar por las
intuiciones de Sneca.
El ttulo de una ponencia presentada en diciembre de 1997 por
uno de los analistas sociales ms perceptivos de nuestra poca, Pierre
Bourdieu, era La prrarit cst mrourd'lmiparlolft. El ttulo lo deca todo:
la precariedad -la inestabilidad, la vulnerabilidad- es un rasgo ex-
tendido (adems del que se siente ms dolorosamente) de las condi-
ciones de vida contempol'<neas. Los tericos fi-anceses hablan de pr-
carit, los alemanes de Unsichrrhrit y Risi!wgesc!!scba.ft, los italianos de in-
certezza y los ingleses de imemrI)l. Todos tienen en cuenta el mismo .
aspecto de la apurada situacin humana, experimentada en toda la ex-
tensin de la parte muy desarrollada, modernizada y rica del planeta,
y percibida en ella como especialmente enervadora y deprimente por-
que es nueva y en muchos aspectos no tiene precedentes: el fenme-
no que tratan de comprender es la experiencia combinada de la inseguri-
dad de la posicin, los derechos y la subsistencia, ele incertidumbre en
cuanto a su continuacin y futura estabilidad y lafizlta de seguridad del
cuerpo de uno, su yo y sus prolongaciones -posesiones, barrio, co-
munidad. La tendencia a olvidar el pasado, a preocuparse por el pre-
sente y a temer el futuro, la reprobaba Sneca como fracaso personal de
sus contemporneos, pero hoy podemos decir que en la experiencia
de nuestros prjimos el pasado no cuenta mucho ya que no ofi-ece un
fundamento seguro para las posibilidades de la vida, no se presta una
atencin adecuada al presente porque est casi fuera de nuestro domi-
nio y hay buenas razones para temer que el futuro nos reserve ms sor-
presas desagradables, pruebas y tribulaciones. Hoy en da, la precarie-
dad no es cuestin de eleccin; es el sino.
Tener fe significa confiar en el sentido de !a vida y esperar que lo
que uno hace o dea de hacer tenga una importanCia duradera. La fe
viene con facilidad cuando la experiencia de la vida confirma que esa
confianza est bien fi.mdada. Slo en un mundo relativamente estable,
en el que las cosas y los actos conservan su valor durante un largo pe-
riodo de tiempo, un periodo cKorde con la duracin de la vida huma-
na, es probable que se ofi"ezca esa confirmacin. En un mundo lgico
y congruente, las acciones humanas adquieren tambin lgica y con-
178
gruencia. Viviendo en un mundo as, como ha afirmado el destacado
filsofo Hans Jonas, contamos los das y los das cuentan. Los nuestros
son malos tien>pos para cualquier fe, sagrada o secular, para la fe en la
Providencia, en una Cadena Divina de los Seres, tanto como para la
fe en una utopa mundana, en una sociedad perfecta del futuro. Nues-
tra poca no es hospitalaria con la confianza ni, ms en general, con
los objetivos y esfuerzos a largo plazo, a causa de la evidente transito-
riedad y vulnerabilidad de wdo (o de casi todo) lo que cuenta en la
vida terrena.
Empecemos por la condicin preliminar de todo lo dems: la sub-
sistencia de una persona. Se ha v'1.1elto extraordinariamente figil. Los
economistas alemanes escriben sobre la Zioei-Drittel Gcsel!scbafi [socie-
dad de los dos tercios] y prevn que pronto llegar la de cin-Drittcf,
[un tercio], lo que significa que todo lo que hace falta para satisfacer la
demanda del mercado puede ser producido ahora por dos tercios de la
poblacin y pronto bastar con un tercio, dejando a los dems hom-
bres y mujeres sin empleo, hacindolos econmiwmcnte intiles y so-
cialmmte superfluos. Por buena cara que pongan al mal tiempo los po-
lticos y por audaces que sean sus promesas, el desempleo en los pases
ricos se ha hecho estmctural: es sencillamente que no hay bastante
trabajo para todos. .
Es fcil imaginar lo precaria e insegura qe es la vida de quienes,
Ocorn,o consecuencia, se ven directamente afectados. La cosa es, sin em-
bargo, que todos los dems tambin se ven afectados, de momento in-
directamente. En un mundo caracterizado por el desempeo estructural
nadie puede sentirse seguro. Ya no existe el empleo seguro en una em-
presa segura; tampoco hay muchas habilidades y tipos de experiencia
que una vez se adquieran garanticen la oferta de un empleo y, una vez
ofrecido ste, sea duradero. Nadie puede suponer razonablemente que
estn asegurados contra la siguiente ronda de reduccin, reorgani-
zacin o racionalizacin>>, contra los errticos cambios de la deman-
da del mercado y las caprichosas, pero poderosas, presiones de la
competitividad y la eficacia. Flexibilidad>> es la palabra clave del
momento. Augura empleos sin seguridad de derechos incorporada:
contratos a plazo fijo o renovables, despedida sin previo aviso l1l com-
pensaCIn.
Nadie puede pensar que es verdaderamente msustituible; hasta la
posicin ms privilegiada puede resultar no ser ms que temporal y
<<hasta nuevo aviso. Y si los seres humanos no cuentan, tampoco
cuentan los das de su vida. A falta de seguridad a largo plazo, ~ sa-
tisfaccin instantnea>> parece seductora y una estrategw razonable. Sea
]7q
lo que fuere lo que ofrece la vida, que lo ofrezca hic et nunc, aqu y aho-
ra. Qlin sabe lo que puede traer el maana? El aplazamiento de la
satisfaccin ha perdido su atractivo: es muy incierto, despus de todo,
si el trabajo y el esfuerzo invertidos hoy supondrn una ventaja du-
rante el tiempo que se tarde en conseguir la recompensa; no hay nin-
guna seguridad, adems, de que los premios que hoy parecen atracti-
VOS sigan siendo deseables cuando por fin lleguen tras mucho tiempo.
Las ventajan tienden a convertirse en cargas, los premios mtilantes en
signos vergonzosos, las modas van y vienen con una velocidad aluci-
nante, todos los objetos de deseo se quedan obsoletos y molestos an-
tes de que haya tiempo de disfmtarlos plenamente. Estilos de vida que
son chic hoy se convertirn maana en motivo de ridculo.
Si esto es as, para evitar la fmstracin uno hara mejor en no desa-
rrollar hbitos y apegos 1'i 'llegar a compromisos duraderos. Los obje-
tos de deseo se disfrutan mejor en el momento y luego se deshace uno
de ellos; los mercados se encargan de que se hagan de una manera tal
que tanto la satisfaccin como la obsolescencia sean instantneas. No
slo hay que renovar el contenido del armario cada temporada, tam-
bin hay que cambiar de coche porque el diseo de la carrocera est
pasado de moda y hace dao a la vista, se desechan buenos ordenado-
res porque los nuevos cacharros los han dejado anticuados, esplndi-
das y apreciadas colecciones de discos son reemplazados por cintas
slo para reemplazar stas por CDs simplemente porque ya no se en-
cuentran nuevas grabaciones en las formas anteriores.
Por ello, a los hombres y mujeres se les entrena (se les hace aprender
a las malas) a percibir el mundo como un contenedor lleno de objetos
desechables, objetos de usar y tirar. El mundo entero, incluyendo a los
dems seres humanos. Todas las piezas son reemplazables, y es mejor
que lo sean: cmo va uno a estar contento con su suerte si a lo lejos le
hacen sei1as unos goces mejores, aunque an no puestos a pmeba? En
un mundo en el que el futum est lleno de peligros, toda opo1iunidad no
aprovechada aqu y ahora es una oportunidad perdida; no aprovecharla
es por tanto imperdonable y no se puede justificar. Puesto que los com-
promisos de un da se interponen en el camino de las oportunidades del
sigmente, cuanto ms ligeros y superficiales sean menor ser el perjuicio.
Ahora>> es la palabra dave de la estrategia de la vida, sea lo que sea a lo
que se refiera dicha esu-ategia. Por un mundo tan inseguro e imprevisible
los caminantes listos e inteligentes viajan ligeros de equipaje y no veiie-
ran ninguna lgrima por nada que entorpeciera su avance.
De este modo, la poltica de la precanzacin>> dirigida por los ope-
radores de los mercados de trabao es secundada y ayudada por las po-
180

lticas de la vida. Las dos convergen en el mismo resultado: los lazos
humanos, las comunidades y las asociaciones decaen, se marchitan, se
desmoronan y se descomponen. Los compromisos hasta que la muerte
nos separe se convierten en contratos hasta que la satisfaccin decai-
ga, temporales por definicin y por disei1o y de posible ruptura unila-
teral en cuanto uno de los socios olfatee que le aporta ms valor salir-
se de ellos que continuar la relacin.
Los lazos y las asociaciones se consideran, en otras palabras, cosas
que hay que consum; no producir; estn sometidos a los mismos cri-
terios de evaluacin que todos los dems objetos de consumo. En el
mercado de consumo se ofrecen, por lo general, unos productos apa-
rentemente duraderos para un <<periodo de pmeba y se promete de-
f; volver el dinero si el comprador no est totalmente satisfecho. Si se
considera desde este punto de vista a una parte de una asociacin, ya
no es misin de las dos partes <<hacer que la relacin funcione>>, hacer
que funcione a las duras y a las maduras, ayudarse mutuamente en las
buenas y malas rachas, recortar si es necesario las propias preferencias,
comprometerse a hacer sacrificios y hacerlos para que la unin dure.
Se trata, por el contrario, de obtener satisfaccin de un producto listo
para usar; si el placer que se extrae de l rio est a la altura de lo pro-
metido y de lo que se espera, o si la novedad deja de serlo a la vez que
se extingue el goce, no hay razn para seguir con el producto inferior
o envejecido en vez de buscar en la tienda otro <<nuevo y mejorado.
Lo que se infiere es que la aceptada temporalidad de las asociacio-
nes suele convertirse en una profeca que se realiza a fuerza de hacerla.
Si el vnculo humano no es, como todos los dems objetos de consu-
mo, algo que hay que elaborar medi}mte el esfuerzo prolongado y oca-
sionalmente el sacrificio, sino algo que se espera que aporte satisfac-
cin de inmediato, algo que se rechaza si no lo hace y que slo se con-
serva y utiliza mientras sigue satisfaciendo (y no ms), no tiene mucho
sentido esforzarse cada vez ms y mucho menos sufrir malestar e in-
comodidad por salvar la asociacin. Hasta un tropezn sin importan-
cia puede trastocarla; los desacuerdos banales se convierten en enco-
nados conflictos, las leves fricciones se toman como signo de incom-
patibilidad esencial. Como dira el socilogo americano W. I. Thomas,
;i las personas aceptan que sus compromisos son temporales y hasta
nuevo aviso, estos compromisos tendern a serlo como consecuencia
de las propias acciones de las personas.
En estos tiempos de incertidumbre y precariedad, la transitoriedad
adquiere una ventaa estratgica sobre la durabilidad. Ya no est da-
ro ul es la causa y cul el efecto. (Son la fragilidad y la vulnerabilidad
]81
de la condicin humana la sumaria consecuencia de las habituales po-
lticas de la vida, que no reconocen los objetivos y valores a largo pla-
zo, difciles de conquistar y conservar? o es ms bien que las perso-
nas suelen preferir satisfacciones a corto plazo porque hay en el mun-
do pocas cosas que sean verdaderamente duraderas y pocos objetivos
en los que se pueda confiar que sobrevivan al esfuerzo necesario para
alcanzarlos? Las dos suposiciones son parcialmente ciertas y contienen
una parte de verdad. Un mundo saturado de incertidumbre y unas vi-
das divididas en breves episodios necesarios para aportar satisfaccin
instantnea se ayudan y secundan, se apoyan y refuerzan entre s.
Una parte fundamental de cualquier fe es la inversin de valor en
algo ms duradero que la vida individual, evanescente y endmica-
mente perecedera; algo que perviva, que resista el impacto erosivo del
tempo, quiz incluso inmortal y etemo. La muerte individual es ine-
vitable, pero la vida se puede utilizar para negociar y conquistar un si-
tio en la eternidad; se puede vivir de manera que se transcienda la mor-
talidad, que la huella que deje no se borre por completo. Puede que la
fe sea un asunto espiritual, pero para mantenerse firme necesita un an-
claje mundano; sus amarres tienen que llegar muy hondo en la expe
riencia de la vida cotidiana.
La familia sirvi durante mucho tiempo como uno de los princi
pales vnculos que relaciorian a los seres humanos con la inmortalidad:
de las ocupaciones de la vida individual a los valores duraderos. Las
amarillentas fotografas de los lbumes familiares, y antes de ellas las
largas listas de fechas de nacimientos, matrimonios y fallecimientos de
las biblias familiares, eran testigo de la longevidad de la familia, que los
miembros concretos deban hacer todo lo posible por no daar y por
asegurar. Los lbumes familiares, sin embargo, han sido sustituidos
ahora por cmaras y cintas de vdeo, y estas cintas son diferentes de las
fotos porque se pueden borrar y est;n concebidas para borrarlas una y
otra vez a fin de dejar sitio a 1Uevas grabaciones igualmente tempora
les. La sustitucin de la fotograBas por vdeos tiene un significado sim
blico; se ajusta al cambio en el estatus de la vida familiar, que ha pa-
sado a ser para un nmero creciente de hombres y mujeres un aconte-
cimiento que no necesariamente durd ms que la vida individual. Hay
una tendencia a que las fm1lias se hagan y deshagan varias veces en el
transcurso de la vida de un individuo. La familia difcilmente sirve
como puente material, slido y fiable haca la inmortalidad.
Por enormes que hayan sido las consecuencias de esta evolucin,
no est sola; lo que hoy ocurre con la familia refleja profundos cam-
bws en otros aspectos de la condicin humam que antao proporcw
182
naban puentes desde la mortalidad individual hasta unos valores per-
durables, incluso inmortales. Se puede decir que la inmortalidad mis-
ma tiende a hacerse instantnea. Omos a los presentadores de acon-
tecimientos deportivos o festivales de msica pop anunciar, con la voz
ahogada por la excitacin, que ellos (y los espectadores) estn siendo
testigos de la historia. En su nueva versin, la imortalidad no es algo
que se pueda ganar por lo difcil, merced a un esfuerzo de toda la vida;
antes bien es algo que se dsfmta en el momento, sin pensar mucho en
las consecuencias, sin preguntar hasta qu punto resultar eterna esa
inmortalidad objeto de goce instantneo. Los artistas se cuidaban
mucho de que sus murales y lienzos fuesen perdurables, los arquitec-
tos erigan edificios concebidos para durar siglos. Ahora los materiales
artsticos preferidos son los que hacen alarde de su carcter perecede-
ro; la forma favorita de arte visual es un happming o una instalacin,
montados como acontecimiento nico para el tiempo que dure la ex-
posicin y destinados a ser desmontados la noche despus del cierre.
En todos los campos de la cultura (incluyendo la ciencia, que se supo-
ne interesada slo en las verdades eternas), !a notoriedad reemplaza a la
fama; y la notoriedad es, reconocida y desvergonzadamente, la versin
instantnea de la inmortalidad, indiferente a todas las dems versiones.
S la dedicacin a los valores duraderos est hoy en crisis, es por-
que la idea misma de duracin, de inmortalidad, est tambin en cri-
sis. Pero la inmortalidad est en crisis porque la confianza bsica y co-
tidiana en la perdurabilidad de las cosas haca la que quiz est orien-
tada la vida humana se ve debilitada por la experiencia humana
cotidiana. Esa erosin de la confianza es a su vez provocada por la pre-
cariedad, fi-agilidad, inseguridad e incertidumbre endmicas del lugar
humano en la la sociedad humana.
La elevacin de la competitividad y de una bsqueda gratis para
todos del mayor provecho, a la categora de criterio principal (incluso
monopolista) para distinguir entre acciones adecuadas e inadecuadas,
correctas y equivocadas es el factor que tiene la responsabilidad ltima
del miedo ambiente" que impregna la vida de la mayora de los hom-
bre y mujeres contemporneos, de su sentimiento de inseguridad, tan
difundido y tal vez univen:almente compartido. La sociedad ya no ga-
rantiza, ni siquiera promece, un remedio colectivo para las desdichas
individuales. A los individuos se les ha ohecido una libertad de pro-
porciones sin precedentes (o mejor dicho, se les ha arrojc1do a ella),
pero al precio de una inseguridad asimismo sin precedentes. Y cuando
hay inseguridad queda poco tiempo para cuidarse de valores que se ha-
llan por encima del nivel de las preocupaciones cotidianas. , Sl ;: eso
183
vamos, para ocuparse. de cualquier cosa que dure ms que el momen-
to pasajero.
La vida fragmentada suele vivirse en episodios, en una serie de
acontecimientos sin relacin entre s. La inseguridad es un punto en el
cual el ser se rompe convirtindose en fragmentos y la vida en episo-
dios. A menos que se haga algo con el espectro de la inseguridad que
nos acosa, habr pocas posibilidades de restablecer la fe en los valores
perdurables.
.184
1
1
Cmo actuamos
13
Necesita el amor a la razn?':-
El amor teme a la razn; la razn teme al amor. Cada uno trata de
prescindir del otro. Pero siempre que lo hacen les esperan problemas.
ste es, en su presentacin ms breve posible, el dilema del amor. Y de
la razn.
Su separacin significa desastre. Pero las negociaciones, si tienen
lugar, raras veces producen un modus vivendi tolerable. Razn y amor
hablan lenguajes distintos que no es fcil traducir uno a otro; los in-
tercambios verbales producen ms incomprensin y recelo mutuos
que verdadero entendimiento y simpata. Razn y amor no conversan,
en realidad; la mayora de las veces se hacen callar a gritos.
La razn habla mejor que el amor, de manera que a ste le resulta
tremendamente difcil, por no decir imposible, reparar sus errores en el
discurso. Los duelos verbales terminan por lo general con la razn
triunfante y el amor herido. La discusin no es el fuerte del amor. Con-
minado a presentar un argumento que la razn reconociera como v-
lido, proferira sonidos que la razn hallara incoherentes; como mu-
cho elegira quedarse callado. Jonatban Rutherford ha compuesto un
conciso resumen de la larga lista de las escaramuzas perdidas por el
amor: El amor est al borde de lo desconocido ms all de lo cual se
hace casi imposible hablar. Nos conmueve ns alL de las palabras.
Cuando se nos apremia a hablar del amor, tratamos de encontrar las
Este artculo se public con Jnterioridad en versin alemana con el ttulo Brrwd;!
die Licbc das Vrrmnifi2 en R!Jcf/7 Rrdm. 1 (2000).
!87
palabras, pero <<las palabras se doblan, se pliegan y desaparecen.
<<Aunque me parece que tengo todo por decir, digo muy poco o
nada>>
1
. Todos sabemos lo que es el amor... hasta que intentamos de
cirio en voz alta y con claridad. El amor no se reconocera en las pala-
bras: las palabras parecen ser propiedad de la razn y un territorio ex-
traii.o y hostil al amor.
Como acusado sn el tribunal de la razn, el amor pierde necesa-
riamente el pleito. Este estaba perdido antes de empezar. Como el
hroe de El proceso de Kafka, el amor es culpable de ser acusado; aun-
que uno puede absolverse de los delitos que le acusan de haber co-
metido, no hay defensa contra el cargo de ser acusado. Este gnero
de culpa no se deriva de los <<hechos del caso>> sino que depende de
quin mande en los tribunales, quin tenga derecho a juzgar y quin
deba someterse al veredicto.
Y sin embargo, como observ Blase Pascal en su famoso aforismo,
le coeur a sesraisons [el corazn tiene sus razones l. El acento de esta fra-
se, como seal Max Scheler, recae en dos palab1:as, ses y raisom. <<El co-
razn tiene sus razones, de las cuales el entendimiento no sabe ni podr
nunca saber nada; y tiene sus razones, es decir, ideas objetivas y evidentes
sobre asuntos al que todo entendimiento es ciego, tan "ciego" como lo
es un ciego al color o un sordo al tono>>
2
Yo considero a alguien <<ciego
s no ve lo que )!O veo claramente. Y la acusacin de ceguera funciona en
las dos direcciones. El corazn, insiste Scheler, no tiene nada de qu
avergonzarse ni por qu disC1lparse. Puede estar fcilmente a la altura de
los niveles de los que la razn se declara orgullosa. Aunque la razn
no los reconocera como lo que son, hay un ordre du coeu1; una logique du
coeur, hasta una ma!hmatique du coeur [orden, lgica, matemtica del co-
razn], tan congruentes y elegantes como las que la razn enumera or-
gullosamente como su ttulo de superioridad. Lo que pasa, sin embargo,
es que los rdenes, las lgicas, las matemticas de corazn y entendi-
miento respectivamente, o de amor y razn, no se ocupan de los mis-
mos aspectos de la experienCia ni persiguen los mismos objetivos. Por
esto la razn y el amor no se escuchan uno a otro y s lo hicieran dificil-
mente veran algn sentido en lo que el otro dice. El lenguaje aJiiculado
de uno le parece al otro un parloteo incoherente.
Rutherford, I A m No Longer Mysdf \'(li!lmur You: An Analo177)' o/ LmJc
Flamngo, 1999), p<ig. 4.
2
Max Scheler, rdo Arnoris, en Sdcclrrl !'bilosoj'!Jicfli EufiJ'S, trad. David R. Lach-
rerman (Evanston, Northwestern Umvcrsity Prcss, 1973), p;ig. 1]7_ !Trad. eso.: Oi-rlo
amoris (Madrid. C;parrs: 1996).1
188
Qisiera sugerir al menos tres motivos convergentes por los que su
comunicacin ha de fracasar.
Para empezar, el amor tiene que ver con el valor mientras que la
razn tiene que ver con el uso. El mundo, tal como lo ve el amor, es
una coleccin de valores; tal como lo ve la razn, es una coleccin
de objetos. Las dos cualidades -de valor>> y de <<uso>>- son famo-
sas por ser confusas y confundidas: no es valiosa una cosa porque es
til? Esto, desde luego, lo dice la razn, y as lleva hablando desde su
despertar en los dilogos de Platn. Desde entonces, la razn se ha
esforzadO mucho, y sigue esforzndose, por aadir valor y desha-
cerse de todo lo que quede que se resista a esa adicin, de enrolar al
<<valor al servicio del USO, de convertir el valor en criada o produc-
to del uso.
Pero el valor es la cualidad de una cosa, mientras que la utilidad es
un atributo de los usuarios de la cosa. Es la imperfeccin del usuario,
la escasez que hace sufrir al usuario, el impulso del usuario a llenar el
vaco, lo que hace til a una cosa. Usar significa mejorar la situacin
del usuario, reparar una deficiencia; <<usar significa inters por el bie-
nestar del usuario.
En el Banquete de Platn, Aristfanes relaciona el amor con el de-
seo de totalidad que en ese momento no se tiene: el deseo de la to-
talidad y su bsqueda es llamado Amor, dice. Scrates, como siem-
pre, trata de elevar la mera descripcin a la categora de la ley. de la l-
gica, de sustituir <<probablemente por <<necesariamente: ,,acaso no
es preciso que el deseoso desee lo que le falta o, por el contrario, que
no desee lo que no le falta? As pues no queda sitio para la adivi-
nanza y los errores de juicio, resume Scrates; todo <<el que desea, de-
sea lo que no est en su posesin y no est all, lo que no tiene, lo que
l mismo no es y lo que le falta. Esto es, insiste, lo que llamanos <<de-
seo; es lo que el deseo tiene que se1; a menos que sea otra cosa que no es
deseo. Pero es este deseo lo que llamamos amor, como dira implci-
tamente Arstfanes? Scrates cita por extenso las palabras de una sa-
bia mujer, Dotma de Mantnea fW. H. D. Rouse indica que el equi-
valente de este nombre sera <<Temealseor de Ciudaddelprofeta).
Diotima seala que el Amor fue concebido en la fiesta del natalicio de
Afrodita por la unin sexual de la Abundancia y la Pobreza, y por tan-
to el Amor no naci ni rico ni pobre, o mejor dicho pobre pero con
'<designios sobre lo bello y lo bueno; el Amor no era mortal ni in-
mortal, o mejor, era un mortal con designios sobre la inmortalidad. El
Amor, en otras palabras, no tiene necesidad ni riquezas; el amor <<no
es amor por lo bello, ,,no e' amor por y nacer en lo bello,
189
y es as porque engendrar es para el mortal algo eterno e inmortal>>.
<<En consecuencia, es forzoso, segn este razonamiento, que el amor
sea tambin amor de la imortalidad (pgs. 114-115)1.
Lo que uno desea quiere usarlo; ms exactamente, gastarlo, des
pojarlo de la otredad, hacerlo poses1n de uno o ingerirlo, convertirlo
en parte de su cuerpo, en una extensin de s mismo. Usar es aniquilar
al otro por el yo. Amar, por el contrario, significa valorar al otro por su
otredad, desear reforzarlo en su otredad, proteger esa otredad y hacer
que florezca y prospere y estar dispuesto a sacrificar la propia comodi-
dad de uno, incluyendo su misma existencia mortal, si es eso lo que
hace falta para realizar esa intencin. Uso significa una ganancia para
el yo; valor augura su negacin de s mismo. Usar es tomar, valorar
es dar.
Las orientaciones hacia el uso y hacia el valor ponen el amor y la
razn en caminos diferentes. Pero una vez estn en sus caminos ade-
cuados tienen tambin horizontes diferentes. Los del amor son infini-
tos, nuncan se alcanzan, retroceden constantemente conforme avanza
el amor. El amor no es ms inmortal que los enamorados y puede que
darse muy lejos del infinito, pero no es amor si no toma un tiempo in-
finito y un espacio ilimitado como nicos lmites aceptables. El que
ama estara de acuerdo con Lucano, sobrino de Sneca: Tengo esposa,
tengo hijos; todos ellos son rehenes entregados al destino; aceptara
que el destino est abierto para siempre y no conoce lmites y conce
dera que amar es consentir que as sea. La intencin de la razn es, sin
embargo, exactamente lo contrario: no abrir la puerta a lo infinito sino
cerrarla, y de forma segura. El acto del uso es un acontecimiento en el
tiempo, un acontecimento que se realiza y se agota en un tiempo li-
mitado: las cosas suelen perder su utilidad durante el acto de usarlas.
El uso slo puede lograr duracin mediante la repeticin, no de la
realizacin de s mismo; la realizacin conducira a su muerte (ste es
el sentido en el que podemos hablar del tipo de deseo de objetos ti-
les que nuestra sociedad de consumo suele fomentar que lo que desea
es desear, no verse satisfecho).
citar de imevo a Max Scheler: El amor ama y al amar
mira siempre mJs all de lo que posee y tiene en su poder. El Ti-iebim-
pu!s [fuerza impulsora] que los suscita extinguirse; el amor
mismo no se cansa. El amor, insiste Scheler, es por esencia infinito;
<<para su satisfaccin un bien infhliV
1
lomar un :Jien o estado
Pbtn, Bmuprtrr !}vladnd, Ali,ll17J. 1999).
190
1
1 finito para la satisfaccin del impulso amoroso es seal de mcapric!Ja-
miento, una grave aunque habitual <<destruccin y confsin del orr!o
amoris [orden del amor]. El amor digno de tal nombre nunca se de-
tiene y nunca se da por satisfecho; es posible reconocer el verdadero
amor por la sospecha del que ama de que todava no ha llegado a las
alturas a las que debera ascender, no por su seguridad de haber ido lo
bastante lejos y menos todava por su queja de haber ido demasiado
lejos.
Lo que es la gloria del amor es tambin su desgracia. Lo infinito es
tambin indqinido. No se le puede precisar, circunscribir, medir. Se re
siste a las definiciones, revienta los marcos e invade las fi-onteras. Al ser
su propia autotransgresin, est siempre por delante de cualquier ins
tantnea, incluso de la ms inmediata; slo se puede hablar de l como
historia, y esa historia se queda anticuada en el momento en que se
cuenta. Desde el punto de vista de b razn, entusiasta como es de las
copias fieles y de los diagramas legibles, el amor lleva b carga del pe
cado original de la falta de forma. Y como la razn quiere detener o ca-
nalizar los flujos rebeldes, domar lo salvaje y domesticar lo elemental,
el amor es acusado asimismo por su carcter evasivo, rebelde y obsti-
nado. La razn, esa bsqueda de lo til, recorta lo infinito a la medida
del yo finito. El amor, al ser la bsqueda del valor, expande el yo fini-
to hacia lo infinito. El entendimiento no puede aventurarse tan lejos y
por tanto se queda a mitad de camino. Su incapacidad para mantener
se a la altura y su abandono de la persecucin que sigue se interpreta
equivocadamente como la prueba de la vaguedad, subjetividad, ob-
cecacin; falta de sentido e imprudencia del amor y el valor, y por tan
to de su inutilidad.
Finalmente hay una tercera oposicin que distingue la razn y el
amor. La razn, podemos decir, impulsa a la lealtad al)'o .. El amor, por
otra parte, reclama solidaridad con el Otro y por tanto supone la su-
bordinacin del yo a algo dotado de mayor valor e importancia.
En el ejemplar publicitario de la razn, la libertad figura en el lugar
ms destacado; lo que se promete en ese ejemplar es libertad para bus-
car y alcanzar fines, sean cuales fueren ahora o el futuro los fines juz-
gados dignos de buscarse; esa libertad presenta el '<exterior" del ser,
cosas y personas por igual, como un conjunto de potenciales obstculos
a la accin y de vehculos de la accin, o mejor dicho de obstculos que
bay que rehacer convirtindolos en vehculos. Son los objetivos del yo
(Ordo An1oris'', p,1p;. 113, 111.
191
lo que da sentido a los elementos del <<exterior>>. No se puede recono
cer fundamento a la asignacin de sentido para que la razn siga
siendo fiel a s misma y cumpla su promesa. Toda se1al de autonoma
y autodeterminacin en las cosas o en las personas slo puede ser per
cibido y expresado como signo de su <<capacidad de resistencia>> exis
tente. Si esa capacidad es demasiado grande para dominarla, hay que
<<contar con ella y la negociacin y el compromiso son tal una
eleccin ms prudente que el ataque directo; pero, una vez ms, ser
en nombre del inters bien entendido>> del yo. Si la razn quiere
aconsejar a los actores en su calidad de personas morales, no puede
utilizar otro lenguaje ms que el del clculo de ganancias y prdidas,
de la rentabilidad, como lo hizo mediante el <<imperativo categn
co>> de Immanuel Kant.
Segn este clculo el amor es culpable de ser sordo a los apremios
de la razn. En el acto del amor, seala Max Scheler, un ser <<se aban
dona para compartir y participar en otro ser como ens intentionale [ser
mtencional]. En y a travs del acto del amor un ser <<Se une al otro ob
jeto afirmando su tendencia hacia su propia perfeccin, a la que se es
fuerza por ayudar, fomentar y bendecir
5
.
La razn ofrece al yo la habilidad de convertir las propias inten
ciones del yo en los objetivos que guan la conducta de los otros; el
amor, por el contrario, estimula al yo a aceptar las intenciones del otro
como su propio objetivo. La razn, en su nivel tico ms alto, accede
magnnimamente a ser tolerante con el Otro. El amor no se rebajara
a la mera tolerancia; antes bien quiere solidaridad, y la solidaridad sig
nifica quiz altrusmQ y negacin de uno mismo, el tipo de actitud que
la razn se vera en un aprieto para justificar.
Pero en el amor hay ms que una aceptacin incondicional de la
otredad del otro y del derecho del otro a su otredad, ms aw que el
consentimiento a servir -ayudar; fomentar, bendecir- la casll. de esa
otredad. El amor significa firmar un cheque en blanco: en tanto en
cuanto hay acuerdo total y verdadero sobre el derecho del otro a la
otredad, no hay manera de saber en qu podra consistir esa otredad
ahora, y mucho menos despus. Emmanuel Levinas compara al Otro
del Eros con el fiJturo, a causa de la negativa del futuro <<a ser apre
hendido de ninguna m2nera>>, de su hbito de <<caer sobre nosotros y
apresarnos>>, por el contrario. No defino al Otro por el futuro -ex
plica Levinas-- sino al futuro por el Otro>>: <<la total alterid8d del Otro
192
es tan completa e invencible que puede servir como la referencia em
prica necesaria para visualizar la al ten dad del futuro o de la muerte ...
El amor significa entrar en relacin con el m1steno y aceptar que es 1m
posible resolverlo. El amor no significa -ni tiene corno resultado-
<<aprehender, poseer>>, llegar a conocer>> m mucho menos llegar a te
ner dominio sobre al objeto del amor m someterlo a control. El amor
significa consentimiento al misterio del otro, que es anr; al n1isterio, del fu.
turo: a algo <<que en el mundo en el que todo esta, nunca esta, algo
<<que no puede estar aunque todo est
6
El futuro est siempre en otra
parte, y as sucede con el Otro del amor. . .
Se ha podido reparar en que no hemos hecho mnguna referencia a
los sentimientos y pasiones que normalmente se asooan a '<<estar
morado o enamorarse. Si <<el amor tiene sus razones, como quena
Pascal, o tiene sus leyes, su lgica y sus como md1caba
Scheler, si es posible describirlo en un lenguaJe va.h<Clo mterpersonal
mente es slo como una <<presentacin concreta del yo y del Otro,
como 'una modalidad concreta de la presencia del Otro y por tanto
tambin de la constitucin del Yo. Una vez observado esto, podemos
concebir el amor como un molde para el yo tico y la relacin moral.
Mientras que la razn se guarda de traspasar la frontera de lo ontol-
gico, el amor apunta a la esfera de lo tico. La tica, se puede deo,r, se
hace a imagen y semejanza del amor. Todo lo que se ha d1cho aqm del
amor se aplica en igual medida a la tica.
Antes que un em cogitans o que un ens vo1ens, el hon:_bre es un ens
amans [ser pensante, deseante, amante], d1ce Scheler, y anade: no pue
de ser de otro modo, ya que es en la red te)! da de amor y od10 donde
los seres humanos atrapan el mundo que despus someten -:-;como ha
bra dicho Schopenhauer- a la voluntad y a la represe:1taoon.
mos el amor y el odio y no habr red ni captura., comodma
con la afirmacin de Scheler de la pnondad de la et1ca, aunque no ne
cesariamente con el argumento presentado en apoyo de su verdad. Tal
como yo lo entiendo, la famosa mxima de Levinas <<la tica es antes
que la ontologa, a diferencia de la aseveracin de Scheler, no preten
de tener rango emprico/ontolgico. Antes bien, contiene dos propo
siciones, una fenomenolgica y otra tica. Primera: para aprehender el
significado de lo tico hay que suspender todo conocumento
de lo ontolgico por razn de su melevanCia. Segunda: no es la etlca
la que tiene que justificarse desde el punto de v1sta del ser, smo al re-
6 Emmonuel Levinas: Lt !rmps el l'd77/rt (Pars, PUF, ! 979), p<gs. 64, 80 Y ss. [Tr<1d.
esp.: El tiempo)' el otro (Bcmclona, Paicls, 1993).]
193
vs: onus probandi [la carga de la pmeba] recae en el ser, es el ser el que
tiene que demostrar su acuerdo con la tica. En otras palabras, no es
posible derivar el debe, del eS>>, pero no hay que preocuparse por
ello, ya que es el es, el que debe preocuparse por su relacin con el
debe. La declaracin la tica es antes que la ontologa ha de ser in-
terpretada en trminos ticos: lo que dice es que <a tica es mejor que
la ontologa.
El rostro de un prjimo -escribe Levinas-- significa para m una
exceptional responsabilidad, anterior a todo libre consentimiento, a
todo pacto, a todo contrato
7
Yo era responsable antes de entrar en
cualquier compromiso que la sociedad sabe petrificar en una regla u
obligacin social. Pero como no se haba anotado an ninguna regla,
mientras que la responsabilidad ya haba adquirido fuerza al ver por
primera vez al Otro, esa responsabilidad est 7Jaca de contenido: no dice
nada acerca de lo que hay que hacer; slo dice que desde ahora todo
lo que hay que hacer parecer bien o mal dependiendo de cules sean
sus efectos sobre el Otro. Una cosa notable en Levinas, pensador pro
fundamente reiigioso y perspicaz experto talmdico, es que aunque
utiliza con profusin el concepto de los mandamientos no entra en
detalle ms que en uno de ellos: no matars. Ese mandamiento bas-
ta para cimentar todo el edificio de la moral, ya que requiere el asen
timiento a la perpetua compaa del Otro, a vivir juntos, con todas
sus consecuencias desconocidas e .imprevisibles. Nos manda que com
partamos nuestra vida, interactuemos y hablemos; todo lo dems que-
da sin especificar: un cheque en blanco que an hay que rellenar con
nuestras acciones. Y es esta inconcrecin lo que nos gua al pas de lo
tico.
Otro gran pensador religioso y filsofo tico de nuestro siglo,
Knud Logstrup, es todava ms cGncreto al referirse a la inconcrecin,
irritante y, sin embargo, bendita, de la exigencia tica: Esta exigencia
no da instrucciones de ninguna clase acerca de cmo hay que cuidar
de la vida de una persona entregada as [a nuestro mdado]. No espe
cifica nada a este respecto sino que lo deja enteramente en manos del
individuo. Indudablemmte hay que servir a esa persona con la palabra
y con la accin, pero con qu palabra y con qu accin exactamente es
algo que tenemos que decidir nosotros mismos en cada situacin
8
El
7
Vase Emmanucl Levnas, A11lrtmcn! q'ftrc Dlt a u-de/ de l'CJscna (La Haya, Nijhoff:
1974). [Trad. De afro modo mrs td!t dr /11 rsrncia (Sc1lamanca, Sgueme, 1995).]
8
Knud L0gstrun. T Jt Drnumd. trad. Theodor l. Jensen (Notre Dame,
Press, 1997', p<1g. 56.
194
T
1
1
'1
saber que estamos sometidos a un mandato, pero no lo. que el manda-
to nos ordena que hagamos, significa estar sentenciados a una incerti-
dumbre de por vida. Pero, dice Logstrup, esto es precisamente lo que
significa <<ser moral: la certidumbre genera irresponsabilidad; la certi-
dumbre absoluta es lo mismo que irresponsabilidad absoluta. Si se nos
dijera exactamente lo que tenemos que hacer, la sabidura, la perspi-
cacia y el amor con que tenernos que actuar ya no seran nuestros;
el mandato no sera un llamamiento a la humanidad, la imaginacin y
la perspicacia, sino a la obediencia; la tica cristiana en especial Se an
quilosara convirtindose en ideologa y de este modo cederamos to-
dos a la tentacin de absolutizar los puntos de vista que actualmente
prevalecen en las leyes, la moral y la convencin contemporneas
9

Cul es exactamente el rango de la irresponsabilidad incondicio-
nal de Levinas y del mandamiento tcito de Logstmp es notoria-
mente una cuestin discutible. La respuesta oscila incmodamente en-
tre dos puntos de vista polarizados adoptados en la filosofia tica;
entre la creencia en unos orgenes divinos y prerracionales de la tica y
la concepcin de sta como la voluntad de la sociedad, codificada,
producto de la convencin sedimentado a partir de la experiencia his-
trica humana y al que se ha llegado a travs del mtodo de ensayo y
error, aunque lo haya guiado en su camino la consideracin racional
de los requisitos previos de la convivencia humana. Levinas y Logstrup
se esfuerzan por reconciliar ambos extremos y por demostrar que, lejos
de contradecirse entre s, la presencia prerracional de la exigencia tica
y la responsabilidad humana de hacer que el verbo no expresado se haga
carne se condicionan e impulsan la una a la otra. En la visin de la ti-
ca de Levinas y Logstrup hay sitio para las dos y, adems, es indispen-
t<sable la presencia de las dos.
Pero el mensaje combinado de los dos grandes pensadores no se
detiene en el intento de resolver la antinomia ms irritante de la filo-
sofia tica. La parte ms importante del mensaje es la rfutacin de la
suposicin, expresa o tcita, de todo o casi todo el pensamiento tico
hasta la fecha: que la causa de la tica sufre en condiciones de incerti-
dumbre y se beneficia de la seguridad en uno mismo que ofrece la ine-
quvoca letra de la ley, y por tanto que ser moral significa, en ltima
instancia, ajustarse al cdigo tico. Contra el extendido concepto de
moral hecho a semejanza de la ley, Levinas y Logstmp ofrecen una vi-
sin de la moral como reto, como cuestin de responsabilidad por la
; Veasc n" Erhimi Drma.1r, pgs. i 10113.
195
menos ambiguos que cosas tan elusivas y difciles de precisar como el
bienestar o la desgracia de lo dems y la propia responsabilidad por
ellos. El amor, evidentemente, no sirve para pensar y por tanto tam-
poco para ese entendimiento que se supone le dice a uno cmo continuar;
la moral comparte ese defecto con el amor. Si la razn pudiera ofrecer
un argumento sensato contrario a seguir los impulsos morales y a favor
de despreciarlos sealando que las acciones en cuestin son <<moral-
mente indiferentes>>, la oferta encontrara muchos postores fanticos.
Un ejemplo puede mostrar lo que se quiere decir con esto.
Uno de los argumentos que con mayor fi-ecuencia se oyen en fa-
vor del desmantelamiento del estado de bienestar es: <<no podemos
permitrnoslo. Lo que pasa es que hay demasiadas personas sin tra-
bajo, demasiadas madres solteras sin medios para alimentar a sus hi-
jos, demasiadas personas que se hacen mayores y dependen de sus
pensiones de vejez; bien, si lo pensamos, en trminos generales hay
demasiada gente, hombres y mujeres, blancos, negros y amarillos. Po-
dramos ayudarlos a todos alegremente, pero esto no es posible sin re-
partir nuestra riqueza, sin unos impuestos ms altos, y ello sera per-
judicial o estpido, ya que <<mandara unas seales equivocadas>> y di-
suadira a las personas de ganar dinero y ms dinero, de manera que
vendra una depresin sin posibilidad de recuperacin conducida
por la demanda>>, <<todos estaramos en peor situacin. As que, si a
usted le importa de verdad, no sea imprudentemente generoso. Puede
que sea triste y deprimente no poder guiarse por los sentimientos,
pero el amor necesita a la razn para que lo salve de su necedad. Esto
es tal vez un razonamiento circular, pero bienvenid -sea el Tizona-
miento si lo es sin lugar a dudas. No slo sirve para absolver a una
conciencia culpable sino que adems presenta la negativa a compartir
como un acto en ltima instancia moral.
Esto es lo que quiero decir al referirme a la razn utilizada para ex-
cusar al amqr por su fracaso y como escondite para el carcter tcito de
la exigencia tica y la naturaleza incondicional de la responsabilidad mo-
ral. Lo que sstengo es que stas son utilizaciones indebidas de la razn.
Ofrecen una escapatoria de una dificil situacin moral, no la ocasin
para hacer fi-ente a sus verdaderos dilemas y tratar de resolverlos.
198
14
Moral privada, mundo inmoral':-
Todos los grandes pensadores crean vigorosos conceptos o imge-
nes propios, o ambas cosas, pero por lo general junto con todo un
universo en el que incluirlos y que les infunda sentido: todo un mun-
do hecho a su medida, el mundo que es su hogar. Para Levinas, ese
mundo era el grupo moral de dos, una consciente utopa en sus dos
inseparables sentidos (de <<no lugar y de <<buen lugar>>). El grupo mo-
ral de dos era para Levinas la .<<escena primordial de la moral, el tubo
de ensayo en el que los yoes morales germinan y brotan; era tambin
la nica etapa en la cual estos yoes pueden representarse a s mismos
como son, es decir, como seres morales, en vez de representar papeles
escritos y recitar los versos de otro. La <<escena primordial>> de la mo-
ral es la esfera del <<cara a <;ara, del tremendo encuentro con el Otro
como Rastr.
Se sabe que la moral (desde el punto de vista de Levinas: ser para
el Otro) tiene un formidable potencial de amor y odio, de autosacrifi-
cio y dominio, de cuidado y crueldad; la ambigedad es su principal
motor, y, sin embargo, dentro del grupo moral de dos es, por as de-
cirlo, capaz de sostener sola el universo. La moral no necesita cdigos
ni reglas, razn ni conocimiento, argumento ni conviccin. No los en
tendera, de todas maneras; la moral es antes que todo eso (no se
Uno versin abreviada de este ortculo se public con anterioridad como The
world inhosprtable to Levinas", Philoso0y Today, 43.2 (verano de 1999).
199
debilidad del Otro en vez de responsabilidad ante un poder superior.
Y contra la idea de que la solucin del dilema tico es un empeo
esencialmente _finito, destinado a concluir una vez se ha compuesto el
cdigo tico plenamente racional y no contradictorio y se ha decreta-
do cul es su esfera indiscutible, Levinas y L0gstrup plantean la res-
ponsabilidad como la condicin humana etemaJ! sin fin. Lo que se dedu-
ce. de la idea de responsabilidad incondicional y exigencia tcita es que
slo se puede reconocer a los seres morales por su perpetua ansiedad y
autorreprobacin: por el recelo devorador de que no son lo bastante
morales, que no se ha hecho todo lo que se poda hacer y que la exi-
genoa peda ms de lo que ellos creyeron al escucharla.
Ahora estamos preparados para ofrecer un intento de respuesta a la
pregunta del ttulo. Y esa respuesta es: s, el amor necesita a la razn,
pero la necesita como instmmento, no como excusa, justificacin o es-
condite.
Amar, igual que ser moral, significa hallarse y permanecer en un es- .
tado de perpetua incertidumbre. El que ama, igual que la persona mo-
ral, navega entre 18 tolerancia, que la mayora de las veces encalla en los
bajos de la indiferencia, y el impulso posesivo que tan fcil y bmsca-
mente zozobra en la roca de la coaccin; el que ama y el yo moral no
tienen otras aguas en las que navegar. Necesitan toda la ayuda que
puedan obtener; la promesa de ayuda de la razn parece atractiva. Al
fin y al cabo necesitan sopesar lneas de actuacin opcionales y calcu-
lar sus riesgos y oportunidades, ganancias y prdida; necesitan hacer
todo lo posible para prever los efectos de sus acciones sobre el bienes-
tar de los objetos de su amor o inters; tienen que comparar y valorar
la gravedad de unas exigencias que no se pueden satisfacer simultnea-
mente debido a la escasez de sus recursos y tienen que calcular la me-
jor manera, o la menos perjudicial, de distribuir los recursos a su dis-
posicin. En todas estas y parecidas tareas, la razn es insuperable; nin-
guna otra facultad humana lo har mejor. Pero es al artesano, no a las
herramientas, al que, y con razn, se culpa por los defectos del pro-
ducto y el que se supone que tiene que a!'repentirse y compensar por
los perjuicios. Utilizar las capacidades del razonamiento racional no
descarga al que ama ni a la persona moral de sus responsabilidades por
las consecuencias. Slo es posible renunciar a esa responsabilidad a la
vez que al amor y a la moral.
Pero esto no basta para evitar sus sufrimiento al que ama y a la per-
sona moral. La incertidumbre es la mayora de las veces una situacin
poco grata; la incertidumbre incurable es absolutamente desagradable
y repulsiva. Se puede disculpar a quienes se ven arrojados a esa situa-
196
"'f
1
cin por buscar alivio desesperadamente. El alivio slo puede llegar en
forma de una autoridad lo bastante poderosa como para responder de
la adecuacin de determinados pasos y la inadecuacin de todos los
dems. La confianza que ponen en dicha autoridad quienes buscan
certidumbre promete la liberacin de la carga de la responsabilidad. La
autoridad es ahora la nica que asume la culpa si algo sale mal.
Las autoridades se presentan en muchas formas y colores. Hay go-
bernantes despiadados y totalitanos que amenazan con severos casti-
gos en caso de desobediencia. Hay versiones ms blandas del gobierno
a travs del mando, en forma de jerarquas burocrticas, que sin pres-
cindir del palo tienen un constante suministro de zanahorias frescas.
Y hay autoridades sin cargo ni direccin postal, autoridades annimas:
la autoridad de nmero, cuya arma es la amenaza del ostracismo so-
cial, es la ms destacada. Cuando se les hace rendir cuentas de sus ac-
tos, los que han metido la pata siempre pueden indicar, segn la auto-
ridad elegida para poner su confianza, que ellos <<no hacan ms que cum-
plir rdenes>>, o que se limitaban a <<atenerse a las normJS>>, o que <<todas
las personas sensatas hacen lo mismo>>.
En nuestra sociedad moderna, estas autoridades tienen una cosa en
comn: todas ellas, explcita o implcitamente, afirman hablar en nom-
bre de la razn (en la sociedad moderna es enormemente dificil hablar
con autoridad sin afirmar que se tiene lnea directa con la razn) ..
Cuando dicen que hay que hacer algo no es slo que haya que ha-
cerlo>> sino que se atiene a la razn. Todo el que muestra desobe-
diencia no slo es un infractor y quebranta las normas sino que es ade-
ms una persona poco razonable; contra lo que se alzan los culpables
es nada menos que contra la cordura y la racionalidad. Este hbito de
los gobernantes puede dar la impresin de que la razn est del lado
de quienes ostentan el poder, una ilusin de la que han sido vctima
no slo los poetas cortesanos sino muchos filsofos sensatos y crticos.
Sera aconsejable, empero, distinguir la utilidad ideolgica de una cosa
de la cosa misma. Lo que yo sugiero es que no es mediante los servi-
cios prestados a los dadores del orden (o no de manera primordial)
como la razn ofrece su ayuda a los que buscan refugio de las respon-
sabilidades.
Esa ayuda viene mediante la absolucin de toda preocupacin ti-
ca. Determinadas elecciones -y sobre todo las ms dolorosas y que
ms destrozan los nervios- estn exentas de significacin moral. Se
tranquiliza a quienes eligen dicindoles que los remordimientos de
conciencia no estn aqu ni all: lo que uno hace hay que medirlo, ala-
bario o condenarlo con arreglo a otros criterios, ms claros y mucho
197
puede siquiera decir que el impulso moral sea indabb o mudo>>: la
inefabilidad y la mudez vienen despus del lenguaje, pero el impulso
moral desencadenado por el Rostro precede al lenguaje). Establece sus
criterios sobre la marcha. No entiende de culpa ni de inocencia; es pura
en el mco sentido verdadero de la pureza: la pureza de la ingenuidad.
Como sei'ial Vladimir Janklvitch
1
, uno no puede ser puro salvo a
condicin de no lener pureza, es decir, de noyoseerla a sabiendas.
El grupo moral de dos, postulado por Levinas como la cuna y patria
de la moral, es ingenuo; no sabe (no le han dicho) que sea un grupo, y
mucho menos que sea moral. Slo cuando se ve desde fuera se congela
el <<grupo morah en una <<pareja, un <<par>>, un los de ah fuera (y por
la ley de la reciprocidad que rige fuera, se supone que el <<ellos es tradu-
cido por los de dentro de la <<pareja como <<nosotros: isin prdida, ni si-
quiera cambio de significado!). Es la mirada desde fuera la que objeti-
va el grupo moral, y lo convieJie as en una unidad, una cosa que se pue-
de describir tal como es, manejar, romparar con otras <<como ella, evalua1;
aquliata1; resohJer acerca de ella. Pero desde mi punto de vista como yo
moral, no hay ningn <<nosotros, ninguna <<pareja, ninguna entidad su-
praindividual con sus necesidades y <<derechos.
<<Dentro del grupo moral estoy solamente yo, con m responsabi-
lidad, mi cuidado, el mandato que me manda a m y slo a m, y el
Rostro, el catalizador y la comadrona de todo esto. Mi unin con el
Otro no sobrevivir a la desaparicin o aba1;dono por mi parte o por
la del Otro. No quedar nada que <<sobreviva>> a dicha desaparicin.
La unin del grupo moral es vulnerable, dbil, frgil, vive en
precario con la sombra de la muerte nunca muy lejos, y todo ello por-
que ni yo ni el el Otro de este grupo somos sustituibles. Es precisamen-
te esta insustituibilidad lo que hace moral nuestra unin. No hay nadie
ms que haga lo que no haya hecho yo, de modo que no hay excusa
pare que cuente con que lo hagan otros en rpi lugar o con que alguno
de ellos haga algo parecido. Adems, como;,cadt_1 uno de nosotros es in-
sustituible, no tiene sentido pensar en las acciones desde el punto de
vista de los intereses: no hay ninguna manera de clasificar las accio-
nes de cualquiera de los dos como egostas o <<altruistas. E! bien se
ve slo en contraposicin a! mal, pero dentro de una sociedad en la
cual (en discordante oposicin a la sociedad <<autntica) nadie es susti-
tuible, como se puede decir que lo que es bueno para un miembro
puede que sea malo para otro' Es dentro de esta sociedad moral, el
l Vbdimir hnklvitcb. Trrritl des m! m (Pars, 1968).
200
l
1
<<grupo moral de clos>>, donde no es posible comprender mi responsa-
bilidad y <<cumplir con ella y donde se percibe como ilimitada, se con-
vieiie en la responsabilidad <<para toda la vida; es en estas condiciones
como el mandato no necesita ningn argumento para tener autoridad,
ni tampoco el respaldo de la amenaza de unas sanciones para ser un
mandato; se ha percibido como un mandato, y como un mandato in-
condicional, y adems de forma permanente.
Pero todo esto cambia con la apaii:;n del Tercero. Ahora aparece
la verdadera sociedad y ya no basta el ~ p u s o moral ingenuo, rebelde
e indisciplinado, condicin necesaria y suficiente al mismo tiempo del
<<grupo moral.
LA IRRUPCIN EN EL GRUPO MORAL
Aqu, en la sociedad -a diferencia del universo de dos- resulta
extrai'io el postulado de Levinas de poner a la tica <<antes que la onto-
loga: aqu, prioridad significa <<estar antes no <<Ser mejor. La unin
prstina e ingenua del yo y el Otro no es prstina ni ingenua. Ahora hay
muchas preguntas que se pueden formular y se formulan acerca de esa
unin y muchas pruebas a que es posible que se pida a esa unin que
se someta. El amor tiene que tener en cuenta ahora al amor a uno mis-
mo, el Frsein al Mitscin [ser-para, ser-con], a veces como competidor,
siempre como juez. La responsabilidad busca desesperadamente sus l-
mites, se niega rotundamente que el <<mandato sea <<incondicional>>.
Desconcertado, el impulso moral se detiene y espera instrucciones.
Ahora vivo en un mundo, como ingeniosamente dijo Agnes He-
llerl poblado por <<Todos, Algunos, Muchos y sus compaeros. De ma-
nera semejante, hay Diferencia, Nmero, Conocimiento, Ahora, L-
mite, Tiempo, Espacio, tambin Libertad, Justicia e Injusticia e indu-
dablemente Verdad y Falsedad. stos son los principales personajes de
la comedia titulada Sociedad y todos ellos estn mucho ms all del al-
cance de mi sabidura moral (ahora <<meramente intuitiva), aparente-
mente inmune a lo que yo haga, poderosa en comparacin con mi im-
potencia, inmortal en comparacin con mi mortalidad, segura en com
paracin con mis equivocaciones, de manera que mis equivocaciones
slo me perjudican a m, no a Ellos. Ellos son los personajes que ac-
tan ahora: como explica Agnes Heller, <<la Razn razona, la Imagina-
cin imagina, la Voluntad desea y el Lenguaje habla (die Sprache Spricht).
2
Ag;ncs Heller, .11 Pbi!osopb o{Him)l ll
esp.: Unafi!osqf!a de fa bistontl en frarmrntos
(Oxford, BLKkwcll, 1993). [Tr<1d.
Gedisa, 1999).}
20l
Es as como los personajes se convie1ten ahora en actores por derecho
propiO. Adquieren existencia. Viven independientemente de sus crea
dores ... Y todo esto lo hizo posible, ms an, m evitable, la entrada del
Tercero, esto es, el desbordamiento del grupo de dos de sus dimen,.
s1ones naturales y su conversin en sociedad.
El Tercero es tambin un Otro, pero no el Otro con el que nos en
contrbamos en el escenario primordial>> de Levinas, donde la comedia
moral, no consciente de ser una comedia moral, era escrita y dirigida ni
camente por mi responsabilidad. La <<otredad del Tercero es de un orden
completamente distinto. Los dos Otros residen en mundos diferentes.
Son dos planetas cada cual con su propia rbita, que no se cruza con la
del otro Otro. Ninguno de los dos sobrevivira a un intercambio de rbi-
tas. Los dos Otros no conversan entre s; cuando uno habla, el otro no es
cucha; si el otro escuchara no entende1a lo que oyera. Cada uno slo
puede sentirse cmodo si el otro sale fuera, o mejor an si se queda fue
ra. Slo podemos encontrarnos con el Otro que es Tercero si salimos de
la esfera de la moral de Levinas y entramos en otro mundo, en la esfera
del Orden soczr1l regido por la}ustica. Como explica Levinas,
sta es la esfera del Estado, de la justicia, de la poltica. La justicia se
diferencia de la cai"idad en que permite alguna forma de igualdad y
medida de intervencin, una serie de normas sociales establecidas
con arreglo al juicio del Estado y por tanto tambin de la poltica. La
relacin entre el otro y yo tiene que dejar sitio esta vez para el terce
ro, un juez soberano que decide entre dos iguales
3
hace al tan desigual del Otro al que conocimos en el
encuentro moral primordial y prstino? En su evaluacin del significa
do y papel sociolgico del tercer elemento, Georg Simmel, reduce el
papel nico y transcendental del Tercero al hecho de que en cualquier
trada <<el tercer elemento est a una distancia de los otros dos tal que
no existen interacciones propiamente sociolgicas que interesen por
igual a los tres elementos
4
La distancia mutua, cuando est despro
vista de encuentros, se solidifica en objetividad (lase desinters, au
sencia de compromiso). Desde el punto de vista del Tercero, lo que era
una reunin moral se convierte en un grupo, una entidad dotada de
vida propia, una totalidad que es ms grande que la suma de sus par
tes. As, los yoes se pueden colocar y ver contra la <<totalidad>>, y sus
3
Entrevista con Emmanuel Lcvims por Roged'ol Driot en Le Mo11rlc, 2 de junio.
4
Georg Simmcl, Tbc Snciolo,\1' o(Grn1;g Simmd (Glencoe, Free Press, 1950). [Trad. esp.:
Sociologa (Madrid, Aliann 1998).]
202
'1
1
motivos contra el inters del conjunto. Los yoes se convierten en in
dividuos, que son comparables, mensurables, juzgados con arreglo a
criterios extrapersonales, de meda estadstica>> o normativos; al Ter
cero se le coloca firmemente en la posicin del posible jurado, el rbi
tro, el que dicta sentencia. En contra de las compulswnes de los yoes
morales, inevitablemente subjetivas y por tanto no racionales, el Ter
cero puede establecer ahora los criterios objetivos de los intereses ra
cionales. La asimetra de la relacin moral casi ha desaparecido, los
miembros son ahora iguales, intercambiables y reemplazables. Los ac
tores tienen ahora que explicar lo que hacen, exponen los argumentos
y se justifican en referencia a unos criterios que no han establecido
ellos. Se despeja el sitio para las normas, leyes, reglas ticas y tribunales
de justicia.
Y en ese emplazamiento hay que construir, y con urgencia. La ob
jetividad -ese caballo de Troya del Tercero, ha propinado un golpe
mortal, o al menos potencialmente fatal, al afecto que impulsaba a los
socios morales. <<Un tercer elemento mediador priva de sus cualidades
afectivas a las reivindicaciones en conflicto, dice Simmel, pero tam
bin priva al afecto de su autoridad como gua de la vida. La razn
-ese enemigo de la pasin- debe intervenir para que no gobiernen el
caos y la desorientacin. La razn es lo que llamamos las versiones ex
post Jacto de unas acciones de las que se ha extrado la pasin del pasa
do ingenuo. La razn es lo que esperamos que nos diga qu hacer
cuando las pasiones estn domadas o extinguidas y nada nos impulse.
No podernos vivir sin razn, una vez que la supervivencia del <<gmpo
es algo distinto de la vida del Otro sostenida por mi responsabilidad;
una vez que el Otro nico se ha disuelto en la otredad de los Muchos.
Es ahora un asunto entre mi vida y la de los muchos. Al ser la supervi
venca de los muchos y la ma propia dos supervivencias diferentes, yo
me habr convertido quiz en un individuo pero el Otro ha perdido
sin duda su individualidad, ahora disuelta en un estereotiopo de cate
gora. M ser-para se ha dividido, pues, en tareas en conflicto potencial:
de autoconservacin y de conservacin del gmpo.
Cuando el Otro se disuelve en los Muchos, la primera cosa que es
barrida es el Rostro. El(los) Otro(s) carece(n) ahora de rostro. Son perso-
nas (persona significa mscara, y la mscara oculta rostros, no los des
cubre). Allora trato con mscaras (clases, estereotipos, a los que me diri
gen las mscaras/uniformes) no con rostros. Es la mscara la que deter-
mina con quin estoy tratando y cules deben ser mis reacciones. Tengo
que aprender el significado de cada lliJo de mscara y memorizar las re
acciones que cada una exige. Pero ni s1qmera entonces puedo estar to
203
talmente seguro. Las mscaras se ponen y se quitan; ocultan ms de lo
que revelan. La inocente confianza del irnpulso moral ha sido reempla
zada por la inextinguible ansiedad de la incertidumbre. Con el adveni-
mrento del Tercero, entra deslizndose el fraude, an ms espantoso en
su premonicin que en su presencia confirmada, ms paralizante an
por ser un espectro que no se puede exorcizar. En la sociedad es preciso
vvr con esta ansedad. Me guste o no, tengo que confiar en las mscaras,
aunque no puedLJ. La confianza es la manera de vivir con la incertidum-
bre, aceptar los riesgos, apostar, no de librarse de la ansiedad.
El grupo moral de dos>> es un vasto espacio para la moral. Es lo
bastante grande para contener al yo tico en pleno vuelo. Sube a las
cumbres ms altas de la santidad y desciende a los arrecifes submarinos
de la vida moral, las trampas que el yo debe evitar antes (y tambin des-
pus) de asumir la responsabilidad de su reponsabilidad. Pero ese gru-
po es un espacio demasiado atestado para el ser-humano-en el-mundo.
No tiene espacio ms que para dos actores. Deja fuera la mayora de las
cosas que llenan el cotidiano trajn de todo ser humano: la lucha por
la supervrviencia y el engrandecimiento de s mismo, la consideracin
de fines y medios, el clculo de ganancias y prdidas, la bsqueda del
placer, la deferencia o el poder, la poltica y la economa ... Para estar en
el espacio moral es preciso ahora volver a entrar en l, y esto slo se pue-
de hacer quitando tiempo a los asuntos cotidianos, dejar a un lado por
un tiempo sus reglas y convenciones mundanas. Con el fin de volver al
grupo moral de dos (se puede realmente volver? El grupo al que selle-
ga es marcadamente distinto del establecido por Levinas antes de la
ontologa>>), el Otro y yo tenemos que despojarnos/ser despojados de
todo el boato social, rango, distinciones sociales, handicaps, cargos o
papeles;-unavez ms no tenemos que ser ricos ni pobres, altivos ni hu-
mildes, poderosos ni impotentes. Ahora tenemos que reducirnos a la
desnuda esencialidad de nuestra humanidad comn que en el umver-
so de Levinas se nos haba dado al nacer.
pUEDE LA MORAL SOBREV1VIR AL ALLANAMIENTO?
En presenc del Tercero, dice Levinas (en conversacin con
Franc;:ois Poiri),
204
abandonamos lo que yo llamo el orden de la tica, el orden de la
santidad, el orden de la misericordia, el orden del amor o el orden
de la caridad. en el que e otro ser humano me mteresa indepen
1
1
1
l
dientemente del lugar que ocupe en la multitud de los seres huma-
nos e incluso de nuestra comn cualidad como individuos de la es-
pecie humana; me interesa como el que est cerca de m, como el
primero en llegar. Es nico
5

Ms all de este orden se extiende el mbito de la eleccin, la pro-


porcin, el juicio y la comparacin. La comparacin supone ya el pri-
mer acto de violencia: el desafio a la singularidad. Esta violencia no se
puede evitar, ya que entre la multiplicidad de los dems son necesarias
ciertas divisiones (adscripcin a clases, a categoras), son divisiones
justificadas>>. La tica exige, podemos decir, una cierta autolimitacin;
para que se satisfaga la demanda tica hay que sacrificar determinados
axiomas de la tica.
El estado liberal, dice Levinas -ese estado basado en el princi-
pio de los derechos humanos- es la puesta en prctica y la visible
manifestacin de esa contradiccin. Su funcin es nada menos que
limitar la misericordia originaria de la que surgi la justicia. Pero
la contradiccin interna>> del estado liberal halla expresin en la
percepcin, ms all y por encima de toda justicia ya incorporada
al rgimen, de una justicia ms justa ... >> La justicia, en el estado li-
beral, nunca es definitiva.>> <<La justicia la despierta la caridad, la ca-
ridad tal como es antes de la justicia pero tambin despus de ella.
El preocuparse por los derechos humanos no es la funcin del Es-
tado. Es una institucin no estatal dentro del Estado, un llama-
miento a la humanidad que el Estado todava no ha hecho.>> La
preocupacin por los derechos humanos es un llamamiento al ex;
cedente de caridad. Se puede decir: a algo mayor que cualquier le-
tra de la ley, que todo lo que el Estado haya hecho hasta ahora. La
justicia que el Estado administra nace de la caridad gestada y criada
dentro de la situacin tica primaria. Y, sin embargo, la justicia slo
puede ser administrada si nunca deja de verse empujada por su spi-
ritus movms [impulso motor] original; si se conoce a s misma como
la persecucin interminable de una meta siempre elusiva, la re-crea-
cin entre individuos-ciudadanos de esa singularidad del signo de
nacimiento del Otro como Rostro; si sabe que no puede igualar la
amabilidad que le dio origen y la mantiene viva (L'Autre, Utopie et
}ustice, 1988), pero sabe asimismo que nunca podr de intentar
hacer precisamente eso.
5
Emn1anuel Levinas) en conversacin con Poiril Qpi hcs-7.JO!!J? (Lyon) di-
tions ia Manufactme, 1987).
205
f
1
1:
!

'.:
t;
,,
Ql es exactamente lo que podemos aprender de la exploracin
que hace Levinas del mundo del Tercero>>, el mundo de la multipli-
cidad de los otros>>, el mundo social?
Podemos aprender, para empezar, que este mundo de lo social es
simultanemente vstago legtimo y distorsin del mundo moral. La
idea de justicia es concebida en el momento del encuentro entre la ex-
periencia de la singularidad (tal como se da en la responsabilidad mo-
ral por el Otro) y la experiencia de la multiplicidad de los otros (tal como
se da en la vida social). No puede ser concebida en otras circunstancias,
necesita a los dos progenitores y tiene relacin gentica con los dos, aun
cuando los genes, a pesar de ser complementarios, contienen tambin
mensajes genticos contradictorios. As, paradjicamente, la moral es la
escuela de la JUSticia, aun si la categora de justicia es ajena a ella y su-
perflua dentro de la relacin moral (la justicia llega a ser plenamente
apreciada junto con la comparacin, pero no hay nada que comparar
cuando se produce el encuentro con el Otro en tanto que nico). El
escenario primordial>> de la tica es por ello tambin el escenario pri
mOI-dial, ancestral, de la justicia social.
. Aprendemos tambin que la justicia se hace necesaria cuando el
impulso moral, totalmente autosuficiente dentro del gmpo moral de
dos, resulta una gua deficiente una vez nos aventuramos ms all de
las fronteras de dicho grupo. Es sencillamente que lo infinito de la res-
ponsabilidad moral, el carcter ilimitado (iincluso el silencio!) de la
exigencia moral no pueden sostenerse cuando el Otro>> aparece en
plural (se puede decir que hay una proporcin inversa entre la rfni-.
tud de ser para>> y la de los otros). Pero es ese impulso moral lo que
hace necesaria a la justicia: recurre a la justicia en nombre de la auto-
conservacin, aunque al hacerlo as se arriesga a verse reducida, recor-
tada, mutilada o diluida ...
En el Dialogue sur le penser-a-!'Autre (1987), el entrevistador pregun-
t a Levinas:
206
En tamo que sujeto tico, soy responsable de todo en todos; mi
responsabilidad es infinita. (No es cierto que esa situacin no es lle-
vadera para m ni el otro, a quien me arriesgo a aterrorizar con
mi voluntarismo iNo se deduce que la tica es impotente en
su voluntad de hacer el bien)
A lo cual Levinas contest lo siguiente:
No s si esa situacin no es llevadera. Sin duela, una situacin
as no es lo que uno calificara ele placentera, de agradable para vr-
l
1
vir, pero es buena. Lo que es extremadamente importante -y pue-
do afirmarlo sin ser un santo ni hacerme pasar por tal- es poder
decir que un ser humano que realmente merezca ese nombre en su
sentido europeo, derivado de los griegos y de la Biblia, es un ser
humano que considera la santidad como el valor ltimo, un valor
inalcanzable.
No se renuncia a este valor cuando el inflexible requerimiento ti-
co de <<ser-para>> es reemplazado por el cdigo de justicia, un tanto di-
luido y menos acentuado. Sigue siendo lo que era, el valor ltimo, re-
servndose para s el derecho a vigilar, seguir y censurar todos los tra-
tos que se cierran en nombre de la justicia. Una tensin constante y un
recelo que no se puede mitigar gobernan la relacin entre la tica y el
Estado justo, su agente nunca lo bastante entusiasta ni fiable, su pleni-
potenciario nunca lo bastante ingenioso. La tica no es un derivado
del Estado; la autoridad tica no se deriva de los poderes del Estado
para legislar y para imponer la ley. Precede al Estado, es la fiJen te ni-
ca de la legitimacin del Estado y el juez ltimo de esa legitimacin. El
Estado, se puede decir, es justificable slo como vehculo o instru-
mento de la tica.
Esto es mucho, pero demasiado poco para explicar los complejos
procesos sociopolticos que median entre los impulsos morales indivi-
duales y los efectos ticos generales de las acciones polticas. La visin
de Levinas de los orgenes ticos de la justicia y del Estado mismo
como instrumento de la justicia (e, indirectamente, de la tica misma)
no es, ni pretende ser, una aseveracin sociolgica. Es en su intencin
y en su forma final una concepcin fenomenolgica del significado de
la justicia; tambin se puede interpretar quiz como un <<mito etiolgi-
co, argumentando a favor de la subordinacin del Estado a unos prin-
cipios ticos y su sometimiento a unos criterios ticos de valoracin.
Es dificil, sin embargo, verla como algo que ayude a comprender el
proceso a travs del cual la responsabilidad tica por el otro llega (o no
llega, como pudiera suceder) a ser puesta en prctica a una escala ge-
neralizada por medio de la labor del Estado y sus instituciones. Sin
duda, avanza mucho en la explicacin de las preocupaciones por los
apuros del <<otro generalizado>>, el Otro lejano, el Otro alejado en e! es-
pacio y en el tiempo, pero dice poco de las maneras y los medios a tra-
vs de los cuales esa preocupacin puede acarrear efectos prcticos, y
todava menos de las razones por las que dichos efectos se quedan tan
notablemente por debajo de la necesidades y las expectativas o ni si-
quiera son v1sibles.
207
Los escritos de Levinas ofrecen una frtil inspiracin para el anli-
sis de la apora endmica de la responsabilidad moraL No ofrecen, em-
pero, nada comparable para el escrutinio de la naturaleza aportica de
la justici_a. No se con la posibilidad de que -igual que en el
caso de la asunC!on de la responsabilidad moral por el Otro-la labor
de las instituciones que Levinas quiere que se dediquen al fomento de
la JUStlC!a se quede por debajo de los ideales morales o incluso tengan
consecuenCias que vayan en detrimento de los valores morales. Tam-
poco cuentan con la posibilidad de que dichas consecuencias peijudi-
C!ales puedan ser algo ms que un simple efecto secundario de los erro-
res y la negligencia y estn, por el contrario, enraizadas en la manera
misma en que estas instituciones puede -deben- actuar para seguir
siendo viables.
Se pueden encontrar algunas ideas sobre esta ltima cuestin en la
obra de Hans Jonas
6
. A diferencia de Levinas, Jonas sita nuestro ac-
tual dilema moral en una perspectiva histrica, representndola como
un acontecimiento en el tiempo en vez de como una situacin extratem-
poral y metafsica. Segn Jonas, durante la mayor parte de la historia
humana el abismo entre microtica y <<macrotica>> no supone un
problema; el corto alcance del impulso moral no estaba erizado de pe-
hgros mortales por la sencilla razn de que las consecuencias de las ac-
ciones humanas (dada la escala, determinada por la tecnologa, de
la acCIn humana) eran igualmente limitadas. En pocas recientes, sin
embargo, la magnitud de las consecuencias inmediatas o indirectas de
la accin humana ha aumentado exponencialmente y este aumento
no ha s1do Igualado por una similar expansin de la capacidad moral
humana. Lo que ahora somos capaces de hacer puede tener unos efec-
tos radicales y profundos en pases lejanos y generaciones distantes,
unos efectos que no podemos explorar ni imaginar. Sin embargo, el
m1smo desarrollo que pone en las manos de la especie humana pode-
res, herramientas y armas de magnitud sin precedentes que requieren
una estncta regulacin normativa <<ha erosionado los fundamentos de
los cuales se podan extraer las normas; ha destruido la idea misma de
nom;a como tal. Estos dos cambios son obra de la ciencia, que noto-
lera lumtes a lo que los seres humanos pueden hacer y es improbable
acepte que no todo lo que se puede hacer se deba hacer: la capaci-
dad de hacer algo es para la ciencia y la tecnologa -el brazo ejecutor
de la CienCJa--- toda la razn que hace falta para hacerlo. Y de este
6
I-bns
984).
208
Thr: Imp,Ta!7_;{' rif (Chicago, of Chicago Press,
esp : Eprinu1;/o de la rcsponsrtbi!iriflrf (B,1rcelona) Crculo lectores, ] 994).]
1
modo -seala Jo nas- al mismo tiempo que unos nuevos poderes ne-
cesitan una nueva tica, y con urgencia, debilitan la posibilidad misma
de satisfacer esa necesidad al negar a las consideraciones ticas el dere-
cho a interferir en su propio crecimiento, infinito y autoimpulsado, y
mucho menos a detenerlo.
Es preciso invertir esta tendencia ciega, exige Jonas. Pero cmo?
Ideando una nueva tica, hecha a la medida de las nuevas capacidades
humanas. sta es una respuesta kantiana: lo que necesitamos para salir
del actual dilema y evitar catstrofes todava mayores es, en opinin de
Jonas, ciertas normas tan apodcticamente verdaderas que toda perso-
na cuerda tendra que aceptarlas. Necesitamos, en 'otras palabras, una
especie de imperativo categrico modelo dos, por ejemplo, <<acta de
manera que los efectos de tu accin sean compatibles con la perma-
nencia de la genuina vida humana.
Idear un imperativo categrico para nuestra difcil situacin actual
es una tarea ingente, sin embargo, y por diversas razones. En primer lu-
gar, la negativa de cualquiera de los candidatos al rango de <<imperati-
vo modelo dos, a diferencia del imperativo kantiano original, no su-
pone contradiccin lgica. En segundo lugar, es reconocdamente di-
ficil, incluso imposible, saber con seguridad qu acciones inspiradas
por el progreso de la tecnocenca son <<compatibles con la permanen-
cia de la genuina vida humana>> y cules no, al menos antes de que se
haya producido el dao, en ocasiones irreparable. Aun en el caso im-
probable de que se confiriera autoridad normativa indiscutible al nue-
vo imperativo categrico, seguira estando en pe la irritante cuestin
de su aplicacin: cmo sostener de manera convincente que hay que
detener un fenmeno polmico, si sus efectos rio se pueden medir por
anticipado con el grado de precisin, con la certeza casi algortmica
que satisfara lo que la razn cientfica se sentira inclinada a respetar?
S no es seguro un clculo verdaderamente algortmiCo de los peligros
que amenazan, indica Jo nas, deberamos conformarnos con su mejor
sustituto posible, la heurstica del miedo>>: hagamos todo lo posible
para visualizar la consecuencias ms temibles y duraderas de una ac-
cin tecnolgica determinada. Por encima de todo tenemos que apli-
car el <<principio de incertidumbre: Hay que prestar ms atencin a
la profeca de la condenacin que a la de la bienventuranza.n Necesi-
tamos, quiere decir Jonas, una especie de <<tica del pesimismo siste-
mtico>>, para que as slo podamos equivocarnos en el sentido de un
exceso de precaucin, si es que nos equivocamos.
La confianza de Kant en la fuerza de la ley tica se basaba en la
conviccin de que hay ;rgumentos de la razn que toda persona razo-
209
nable, por el hecho de ser razonable, tiene que aceptar; el paso de la
ley tica a la accin moral conduca a travs del pensamiento racional,
y para facilitar ese paso Jo nico que baca falta era cuidar de la racio-
nalidad no contradictoria de la ley, dejando el resto a las facultades ra-
cionales endmicas a los actores morales. A este respecto, _Tonas per-
manece tiel a Kant, aunque es el primero en admitir que no se puede
articular nada tan indiscutible como su imperativo categrico (es decir,
ningn principio que no pueda ser violado sin violar a la vez la ley l-
gica de la contradiccin) en relacin con el nuevo reto que se presenta
a las facultades ticas humanas. Para Jonas, como para Kant, el quid
del asunto es la capacidad de la razn legislativa, y el fomento, as
como la tina] universalidad de la conducta tica es en ltima instancia
un problema filostico y tarea de los filsofos. Para Jonas, como para
Kant, el destino de la tica se halla total y verdaderamente en manos
de la Razn y de sus portavoces, los filsofos. En este esquema de co-
sas no sitio para .la posibilidad de que la razn, en alguna de sus
encarnacio' 'eS, pueda militar contra lo que en su nombre promueven
los filsofos ticos.
En otras palabras, no queda sitio para la lgica de los intereses hu-
manos y para la lgica de las instituciones sociales, los intereses orga-
mzados cuya funcin es, en la prctica si no por designio, hacer exac-
tamente lo contrario de lo que la tilosofa tica de Kant supona que
hacan: a saber, hacer viable el evitar las limitaciones ticas y que las
consideraciones ticas sean irrelevantes para la accin. Tampoco queda
sitio para la observacin sociolgica, por lo dems trivial, segn la cual
para ser aceptados los argumentos tienen que concordar con los inte-
reses, adems de (o en vez de) ser racionalmente impecables. No que-
da sitio tampoco para otro fenmeno igualmente trivial, las conse-
cuencias imprevistas>> de la accin humana, de actos que producen re-
sultados que no se toman en consideracin o no se prevn en el
momento en el que :Se emprendi la accin. Ni lo hay para la sospe-
cha, relativamente sencilla, de que cuando los intereses son muchos y
no concuerdan entre s, toda esperanza de que prevalezca al tina] una
determinada serie de principios y sean universalmente obedecida tiene
que buscar apoyo en un scns;to anlisis de las fuerzas sociales y polti-
cas capaces de obtener la rictoria.
Sostengo que se puede culpar a una mezcla de todos esos factores
--pasados por alto o desatendidos o no tom<ldos en cuenta en la bs-
queda de la nueva tica por parte de de la curiosa paradoja de
nuestra poca, en la cual ];: creciente ron.1rima de los peligros 1uc uos
va de la mano con una cm:iwtc impotma para cuitar!os o atenuar
210
1
1
la gravedad de sus t:fctos. No es que estemos en desacuerdo acerca de los
valores, de las cosas que nos gustara que se hicieran y las que no. La
coincidencia en cuanto objetivos comunes es casi puerilmente fcil:
nadie quiere la guerra, la contaminacin, el empobrecimiento de una
parte cada vez mayor del planeta. Lo que es todava ms importante,
al parecer sabemos cada vez mejor que, para evitar la catstrofe, las
fuerzas en la actualidad incontroladas han de ser sometidas a la con-
tencin y el control de unos factores que no son los intereses end-
micamente difusos y dispersos, amn de cortos de miras. En la prcti-
ca, no obstante, las cosas que no deseamos o que nos resultan total-
mente madmisibles ocupan el lugar de las que queremos que
sucedan, mientras las consecuencias de las acciones humanas rebotan
con una fuerza ciega y elemental que recuerda ms los terremotos,
inundaciones y tornados que un modelo de conducta racional y con-
trolada por uno mismo.
Como nos recuerda DaniiJe Sallenave
7
,Jean-Paul Sartre pudo afir-
mar hace algunas dcadas que <os desastres naturales no existen,; pero
hoy en da los desastres naturales se han convertido en el modelo y
prototipo de todas las desgracias que afligen al mundo; igual se podra
invertir la aseveracin de Sartre y decir que no hay otra cosa que ca-
tstrofes naturales>>. No es slo que los radicales cambios en el grado
de habitabilidad de nuestro medio natural (contaminacin del aire y el
agua, calentamiento global, agujeros en el ozono, lluvia cida, salini-
zacin o desecacindel suelo, etc.) sino tambin los aspectos comple-
tamente humanos de las condiciones mundales (guerras, explosiones
demogrticas, migraciones y desplazamientos masivos, estallidos de
hostilidades tnicas, el creciente abismo entre ricos y pobres, la exclu-
sin social de grandes grupos de la poblacin, etc.) que se producen de
forma imprevista, nos cogen desprevenidos y parecen totalmente aje-
nos a los angustiados gritos pidiendo ayuda y a los esfuerzos ms fi-e-
nticos por idear el remedio, mucho menos para otl-ecerlo.
LA TICA BAlO ASEDIO
Evidentemente esto no es la consecuencia de que se siga la estrate-
gia tica de Jonas. No se puede echar precisamente la culpa de lo que
est sucediendo a la escasez de conocimiento y entendimiento ticos.
Le Monde Dlj,omrrtiqllc, JUlio de 1997.
211
""'
Nadie excepto los lunticos extremos certificados como tales afirmara
en serio que es bueno y beneficioso contaminar la atmsfera, agujerear
la capa de ozono o desencadenar guerras, superpoblar la tierra, privar
a las personas de su subsistencia o convertirlas en vagabundos sin ho-
gar. Sin embrgo, todas estas cosas suceden a pesar de la condena con-
sensual, casi universal y muy midosa de la que son objeto. Tienen que
estar actuando otros factores, fuera de la ignorancia tica o la ncapaci-
dad de los filsofos para ponerse de acuerdo en unos principios, para
que la consistencia opresora y sistemtica del dao que sufre el plane-
ta sea igual a la cohesin de la indignacin tica. Es posible conjeturar
sensatamente que esos otros factores estn atrincherados en aspectos
de la realidad social que o bien no se han visto afectados por la filoso-
fia tica o bien son capaces de resistir con xito sus presiones o de es-
capar a ellas, o mejor an de hacer inaudibles o -caso de ser audi-
bles- ineficaces las demandas ticas.
Entre estos factores hay que conceder un lugar preferente a las fuer-
zas del mercado, cada vez ms desreguladas, exentas de todo control
poltico eficaz y guiadas nicamente por las presiones de la competiti-
vidad. Merced a los avances tcnicos secundados por el progresivo des-
mantelamiento de las restricciones polticas, el capital es ahora libre
para moverse cuando y donde quiera. Los posibles promotores y guar-
dianes de la justicia social han sido privados por ello del msculo eco-
nmico sin el cual no se puede planear imposicin alguna de princi-
pios ticos. Las instituciones polticas siguen siendo locales, mientras
que los poderes reales que deciden cmo van a ser las cosas presentes
y futuras han adquirido una genuina extraterritorialidad; como dice Ma-
nuel Castells en su monumental estudio en tres volmenes La era de la
informacin
8
, el poder en la forma del capital y especialmente del capi-
tal financiero fluye, mientras que la poltica sigue atada al terreno, car-
gando con todas las limitaciones impuestas por :su carcter local. Se
puede decir que el poder ha sido emancipado de la poltica>>, Pero una
vez que ocurre esto, el Estado en e1 que Levinas invirti sus esperanzas
del fomento de una justicia de inspiracin moral se convierte en cual-
quier cosa menos una abstraccin del pensamiento que se quisiera
real; y es cada vez m; dificil localizar un agente capaz de acometer, y
mucho menos realizar, la tarea de llevar a la prctica el nuevo impera-
tivo categrico que pretenda Hans Jonas, si tal imperativo se pudiese
formular y hubiese acuerdo universal acerca de L Podemos decir: la
8
Manuel Castells, La na de la informacin; economa., sociedady culr11ra (Madrid, Alian
za, 2000).
2
,,.,
l__
1
l
dificultad de la aplicacin de la tica de Levinas a los problemas del
mundo contemporneo es antes que nada la cuestin de un abismo de
actuacin.
En el mundo de hoy, la movilidad se ha convertido en el factor es-
tratificador ms poderoso y ambicionado, la materia de la que se ha-
cen y rehacen cada da las jerarquas sociales, polticas, econmicas y
culturales. La movilidad adquirida por los propietarios y administra-
dores del capital significa un nuevo -y en realidad sin precedentes
por su radical incondicionalidad- descompromiso del poder respecto
de toda obligacin: de los deberes para con los empleados, pero tam-
bin para con los ms jvenes y los ms dbiles, o incluso con las ge-
neraciones an no nacidas y la autorreproduccin de las condiciones
de vida de todos; en suma, libertad de la obligacin de contribuir a la
vida cotidiana y la perpetuacin de la comunidad. Hay una nueva asi-
metra que aparece entre la naturaleza extraterritorial del poder y la
continua territorialidad de la <<Vida entera, que los poderes ahora sin
amarras, capaces de trasladarse sin previo aviso o casi, son libres de ex-
plotar y abandonar a las consecuencias de esa explotacin. Sacudirse la
responsabilidad por las consecuencias es el beneficio ms ambiciona-
do y apreciado que la nueva movilidad aporta al capital que flota li-
bremente y carece de vnculos locales. Los costes de hacer frente a las
consecuencias han de incluirse ahora en el clculo de la rentabilidad
de la inversin.
La nueva libertad del capital recuerda los terratenientes absentistas
de los tiempos pasados, conocidos por el descuido, causante de tanta
indignacin, en que tenan las necesidades de las poblaciones que les
daban de comer. El nico inters que estos terratenientes absentistas
tenan en la existencia de la tierra de la que eran propietarios era lle-
varse el producto excedente. Hay sin duda una cierta similitud, pero
la comparacin no hace plena justicia al tipo de libertad de la preocu-
pacin y la responsabilidad que alcanz el capital mvil de fines del si-
glo XX y que los absentistas ni siquiera podran haber soado.
En contraposicin a los absentistas de la poca moderna primitiva,
los capitalistas y agentes inmobiliarios tardomodernos (merced a la
nueva movilidad de sus recursos, ahora lquidos) no encuentran lmi-
tes a su poder que sean lo bastante reales -slidos, fuertes, resisten-
tes- como para forzarlos al acatamiento. Los nicos lmites que po-
dran hacerse sentir y respetar seran los de imposicin administrativa
sobre el libre movimiento del capital y el dinero. Estos lmites, no obs-
tante, son pocos y estn muy alejados entre s, y los que quedan sufren
una tremenda presin y corren riesgo de ser eliminados o sencilLm1en-
213
fl
bl
u

1
f:!
:,;
te barridos por obra de la negligencia. En el momento en que quienes
estn en el extremo receptor -las vctimas seleccionadas o accidenta-
les de la pulsin al beneficio- trataran de flexionar sus msculos y ha
cer sentir su fuerza, el capital tendra poca dificultad en levantar el
campamento y encontrar otro entorno ms hospitalario, es decir, no
resistente, blando, maleable. El capital no tiene necesidad de compro-
meterse SI con evitarlo basta.
Por decirlo en pocas palabras: en 71ez de igualar las condiciones huma-
nas, la anulacin tecnolgica _11 poltica de las distancias temporales/espaciales
tiende a polarizadas. Emancipa a algunos seres humanos de las limita
ciones territoriales y hace extraterritoriales algunos sentidos generado-
res de comunidad, al tiempo que despojan al territorio, al cual siguen
estando confinadas otras personas, de su sentido y de su capacidad de
otorgar identidad. Para algunas personas augura una libertad sin pre-
decentes de los obstculos fisicos y una inaudita capacidad para mo-
verse y actuar a travs de la distancia. Para otras supone la imposibili-
dad de apropiarse y domesticar la localidad de la cual tienen pocas
oportunidades de liberarse para trasladarse a otra parte. Al no significar
ya nada las distancias, o en cualquier caso no mucho, las localidades,
separadas por distancias, pierden tambin gran parte de su sentido.
Esto, empero, augura para algunos libertad para la creacin de sentido,
pero para otros supone una adscripcin a la falta de sentido. Unos pue-
den marcharse de la localidad -de cualquiera- a voluntad. Otros mi-
ran impotentes cmo la nica en que pueden habitar se muda debajo
de sus pies.
No slo el capital sino tambin la informacin flota ahora con in-
dependencia de sus portadores; el movimiento de los cuerpos y su re-
organizacin en el espacio fsico son menos necesarios que nunca para
reordenar sentidos y relaciones. Para algunas pel'Sonas -la elite mvil,
la elite de la movilidad- eso significa literalmente desfisicalizacin>>,
una nueva ingravidez del poder. Las elites viajan por el espacio, y ms
depnsa que jams con anterioridad, pero la extensin y densidad de la
red de poder que te
1
en no depende del viaje. Gracias a la nueva de-
sencarnacin del poder en su forma principalmente financera, quie-
nes ostentan el poder se tornan verdaderamente extraterritoriales, aun
cuando corporalmente estn en el sitio. Su poder, plena y verdade
ramente, no es de este mundo, del mundo fisico en que construyen
sus casas y oficmas, 1my bien protegidas, tambin extraterritoriales, li-
bres de toda intrusin de vecinos no bien recibidos, aisladas de todo lo
que se pudiera llamar una comunidad local, inaccesibles a todo el que,
a diferencia de ellos, est confinado a sta.
214
Y as se abre otro abismo, junto al de la actuacin. Este abismo cre-
ce v se ensancha entre las elites creadoras de sentido y todos los de
Al igual que quienes ostentan hoy el poder nos recuerdan a los
terratenientes absentistas, las elites cultas y culturalmente creativas
muestran una sorprendente semejanza con las elites escolsticas de la
Europa medieval, asimismo terraterritoriales, cultas y eruditas y que
hablaban y escriban en latn. Parece que el episodio moderno de cons-
truccin nacional fue una excepcin nica a una norma mucho ms
permanente. La tarea, terriblemente difcil, de rehacer el batiburrillo de
lenguas, cultos, tradiciones, costumbres y estilos de vida en naciones
homogneas bajo gobiernos homogneos puso a las elites cultas du-
rante un tiempo en contacto directo con el pueblo (tanto los inte-
lectuales como el pueblo, as como la idea de un vnculo entre co-
nocimiento y poder, son invenciones modernas). Habiendo concluido
ese episodio h:1ce mucho tiempo, al menos en la parte rica del plane-
ta, el hogar del sector mas int1uyente de la lite cultural, no parece ha
ber ninguna necesidad (<<objetiva) de que ese contacto contine. El ci-
berespacio, anclado con seguridad en las 7RJebsites de Internet, es el equi-
valente contemporneo del latn medieval, el espacio en el que
habitan los doctos de hoy; hay pocas cosas de las que los residentes en
ese espacio pudieran hablar con los que siguen varados sin esperanza
en el inuy real espacio fisico. An es menos lo que podran sacar de di-
cho dilogo. No es sorprendente que la palabra <<pueblo est desapa
reciendo rpidamente de la moda filosfica; reaparece en el discurso
pblico, si es que lo hace, en las campafas electorales.
Los nuevos Estados, al igual que los antiguos en su situacin ac-
tual, ya no se supone que tengan que realizar la mayora de las funcio
nes que antes se consideraban como la misan c!'etre [razn de ser] de las
burocracias de los estados-nacin. La que de manera ms conspicua ha
sido abandonada, o arrancada de las manos del estado ortodoxo, es el
mantenrniento (como dijo Cornclius Castoriadis
9
) de un equilibrio
dinmico entre el riLno del crecimiento del consumo y el del aumen-
to de la productividad, una tarea que condujo en diversas pocas a los
Estados soberanos a imponer de forma intermitente prohibiciones de
importar o exportar, barreras aduanerc1s o un estmulo de la demanda
inten1a dirigida por el estado, de estilo keynesiano. Todo control de
este equilibrio dinmico se halla ahora fuera del alcance y tambin de
hecho de las ambicie nes de casi todos los Estados por lo dems sobe-
4
Corneiiu' Castori.Jclis, Lrl il1n111ic rk l'imigiii/()))Cl' (P,lris, Seuil. !9%). [Tr.1cl. esp.: E!
ascenso de lff (l\1adrid, Cjredr<-l,
21.5
<--'<'
ranos (en un sentido estricto de mantenimiento dd orc:ln}):.a, misma
distincin entre dentro y fuera del Estado es extternacHiinente difi-
cil de mantener en ningn sentido que no sea en el muy estrecho del
mantenimiento del orden del territorio y la poblacin>>.
Las tres patas del trpode de la soberana -econmico, militar,
cultural- se han hecho aicos ahora. Incapaces ya de cuadrar las
cuentas, proteger el territorio o fomentar identidades distintivas, los
Estados contemporneos se convierten cada vez ms en ejecutores y
plenipotenciarios de fuerzas que no tienen esperanzas de controlar
polticamente. En el incisivo veredicto de un analista poltiCO rad1cal
iatinoamericano
10
, merced a la nueva porosidad de todas las econo
mas supuestamente nacionales>> y al carcter efmero, elusivo y no
territorial del espacio en el cual ellos mismos actan, los mercados fi.
nancieros mundiales imponen sus leyes y preceptos al planeta. La
"globalizacin" no es ms que una extensin totalitaria de su lgica a
todos los aspectos de la vida. Los Estados no tienen suficientes re-
cursos ni libertad de movimientos para resistir la presin, por la sen-
cilla razn de que <<basta unos pocos minutos para que las empresas y
los propios Estados se derrumben (como han testimoniando muy re
cientemente, podemos aadir, los casos de Mxico, Malasia y Corea
del Sur).
que se haga en este sentido se topara con la pronta y furiosa actuacin
punitiva de bancos, bolsas y mercados financieros. La impotencia eco-
nmica del Estado se pone descaradamente de manifiesto una vez
ms, para horror de su actual equipo gobernante: segn los clculos de
Ren Passet
11
, las transacciones financieras puramente especulativas de
cambio de divisas alcanzaran un volumen total de 1.300 miles de mi
llones de dlares al da, cincuenta veces mayor que el volumen de los
intercambios comerciales y casi igual al total de 1.500 miles de millo-
nes de dlares que es la suma de todas las reservas de todos los ban-
cos nacionales>> del mundo. Por lo tanto -comenta Passet- ningn
Estado puede resistir ms que unos pocos das las presiones especulati-
vas de los "mercados".>> La nica tarea econmica que se perm1te y se
espera que haga el Estado es garantizar el equilibrio presupuestario
manteniendo en orden y bajo control las presiones locales por una in-
tervencin estatal ms enrgica en la direccin de los negocios y por la
defensa de la poblacin de las consecuenoas ms siniestras de la anar-
qua del mercado. . .
Como ha sealado recientemente Jean-Paul F1touss1:
Dicho programa, sin embargo, no se puede llevar a la prctica a
menos que de una u otra manera se saque a la economa del terreno
de la poltica. Un ministerio de Hacienda sigue siendo sin duda un
mal necesario, pero idealmente se puede prescindir de un Ministerio
de Asuntos Econmicos (es decir, del gobierno de la economa). En
otras palabras, hay que despojar al gobierno de responsabilidad por
la poltica macroeconmica
12
.
En el cabaret de la globalizacin, el estado hace strip tease y al fi-
nal de la funcin slo le queda lo estrictamente necesario: sus pode
res de represin. Con su base material destruida, su soberana y su
independencia anuladas, su clase poltica borrada, el estado-nacin
se convierte en un simple servicio de seguridad P.aya las megaempre-
sas ... Los nuevos amos del mundo no tienen ninguna necesidad de Para tener libertad de movimiento y una libertad ilimitada en la
gobernar directamente. Se encarga a los gobiernos naciopales la ta,: . . l persecucin sus objetivos, las finanzas, el c?mercio y l,a indu;tria de
rea de administrar los asuntos en su nombre. _: .. ... i- ... , la.'mJormacwn mundiales dependen de la fragmemaoon poht!ca, el
, ...,-;: "" -,,. :,. """iv.:.:norcellement del escenano mund1al. Podemos deor que ha desan ollado
La consecuencia ge1;eral de esto es ql;e se , personales en que haya dbiles>>, esto es, unos Esta-
vamente de control pohtlco a la lo que. es mas, el sgmfica dos que son de1nles pero con todo s1guen s1endo Estados. Dehbe1ada o
do pnmano ,que hoy sug1ere el termmo eco;10mJa>> es el de la zona subconsoentemente, estas instituCiones interestatales y supralocales,
de lo no De lo que queda de la pohtlca se supone que trene que han naodo y se les perm
1
te actuar con el consentimiento del ca
que ocuparse el l:stado, como en los veos t1empos, pero todo lo que i pita! mundial, ejercen unas presiones coordinadas sobre todos los
tenga que ver con la vda econmica no se le pen111te tocarlo, excepto l miembros
0
estados dependientes para destruir sistemticamente todo
por su cuenta y nesgo y por los de sus cmdadanos: cualqmer mtento !
0
que pudiera refrenar
0
ralentizar el movimiento del capital y limitar
'
0
En Le J.1onde Diploma tique, agosto de 1997.
ll Lr Jkionde DjJomttlirNr} ulio de 1997,
I.e 29 ctgosto de 1997.
216 71

la libertad de mercado. Abrir las puertas de par en par y abandonar
todo pensamiento de una poltica econmica autnoma es la condi-
cin preliminar, mansamente acatada, para tener opcin a la ayuda fi-
nanciera de los bancos y fondos monetarios mundiales. Los Estados
dbiles son precisamente lo que necesita el Nuevo Orden Mundial,
que muchas veces se parece sospechosamente a un nuevo desorden
mundial, para mantenerse y reproducirse. Los cuasi-estados dbiles
pueden ser reducidos con toda facilidad al (til) papel" de comisaras de
polica locales, que garantizan el mnimo de orden requerido para ha-
cer negocios, pero no hay que temerlos como frenos eficaces a la li-
bertad de las mundiales.
La separacin de economa y poltica y la exencin de aqulla de
la intervencin reguladora de sta, que tienen como consecuencia la
prdida de poder por parte de la poltica como agente efectivo, augu-
ran ms que un simple cambio en la distribucin del poder social.
Como seala Claus Offe
13
, la actuacin poltica como tal -<<la capa-
cidad de tomar colectivamente decisiones vinculantes y llevarlas a la
prctica- se ha vuelto problemtica. <<En vez de preguntar lo que hay
que hacer, sera ms fructfero que explorramos si hay alguien capaz
de hacer lo que es necesario hacer." Dado que <<las fronteras se han
vuelto penetrables (de forma muy selectiva, claro est) las soberanas
se han tornado nominales, el poder annimo y su sede vaCa>>. Todava
no hemos llegado al ltimo destino; el proceso contina y, al parecer, no
hay quien lo detenga. <<El modelo dominante se podra describir como
"soltar los frenos": desregulacin, liberalizacin, flexibilidad, aumentar
la fluidez y facilitar las transacciones sobre la propiedad financiera y
los mercados de trabajo, aliviando la carga impositiva, etc. Cuanto
ms sistemticamente se aplique este modelo menos poder quedar en
manos del agente que lo promueve, y menos puede abstenerse el agen-
te, cada vez con menos recursos, de ajustarse a l, si quisiera hacerlo o
se viese presionado a ello.
Una de las consecuencias ms transcendentales de la nueva liber-
tad mundial de movimiento es que se hace cada vez ms dificil, quiz
totalmente imposible, reconve1tir las cuestiones sociales en una accin
colectiva eficaz. Y, adems, que los sectores de las sociedades que tra-
dicionalmente se hacan cargo de esta tarea cada vez miran ms en sen-
tido contrario; no hay nada en su propia posicin ni en las vocaciones
enmarcadas socialmente que los impulse a asumir una vez ms el pa-
Claus Ofk Modemty and the Sta/e: Emr. \flesl (Cambridge. Poli!:)' Press, !996).
218
pe! que perdieron o les arrebataron. Estos dos cambios transcendenta-
les juntos hacen que el mundo actual sea menos hospitalario que nun-
ca a la tica de Levinas, al tiempo que las llamadas de clarn de Hans
Jonas no parecen hacer otra cosa que predicar en el desierto.
Ambos cambios han sido anunciados, con una mezcla de asombro
y complacencia, como el fin de la historia o <<el fin de la era de la ideo-
loga>>. El no tener ningn programa ni visin alguna de la sociedad
buena, ningn modelo de justicia social, en realidad ningn modelo
de poltica moral ni de poltica de orientacin tica, excepto el de po-
lticos que se resisten a utilizar su poder para solicitar sobornos o favo-
res sexuales (con el ruido que levant la ligereza sexual de Clinton casi
no se oy el derrumbamiento de los cimientos del estado de bienes-
tar), se ha proclamado, en una curiosa inversin de valores, como un
motivo de orgullo de la elites cultas; insistir (excepto durante las cam-
paas electorales) en que la equidad, la justicia, el bien pblico, la so-
ciedad buena o la ciudadana efectiva siguen siendo conceptos impor-
tantes y tareas que vale la pena realizar es algo que slo se puede hacer
arriesgndose al ridculo o a la indignacin.
pUEDEN LOS INTELECTUALES SER LOS SALVADORES?
Cornelius Castoriadis afirm en una de sus ltimas entrevistas que
el problema de nuestra civilizacin es que ha dejado de cuestionarse a
s misma. En realidad, podernos decir que la proclamacin de la muer-
te de las <<grandes narraciones (o, en el caso de Richard Rorty,
abandono de la poltica del movimiento, que evaluaba cada pas
desde el punto de vista del acortamiento de la distancia hasta una si-
tuacin ideal, en favor de la resolucin de los .problemas imediatos,
que es el principio de la poltica de campaa>> de una cosa cada vez)
anuncia el descomprorniso de las clases que poseen el conocimiento,
la gran negativa de la vocacin intelectual moderna.
Hay dos maneras, al parecer radicalmente opuestas, pero de hecho
convergentes, en las que las clases que poseen el conocimiento suelen
lavarse las manos en cuanto a ese cuestionamiento de la sociedad que
antal'io fue su rasgo definitorio.
La concepcin positiva de la ideologa es una de ellas. Si todo co-
nocimiento es ideolgico, si uno slo puede enfrentarse a la ideologa
desde la perspectiva de otJa ideologa, si i! n) a pas bors d'idologie [no
existe un fuera de la ideologa], no hay criterios externos segn los
cuales medir y comparar la validez de las distintas ide>ologas, no que-
219

.. .
da ningn problema de ideologa, nada que los estudiosos de la ideo-
loga necesiten o deban hacer aparte de describirlas sine ira et studio
[sin ira y con estudio]. Por en cima de todo, no se requiere adoptar
una postura. Dado que no hay ninguna manera de establecer la supe-
rioridad de una percepcin del mundo sobre otra, la nica estrategia
que queda es tomarlas conforme vienen y aceptar el hecho bruto de
su amplia e irreductible vanedad. Si no se permite ninguna crtica de
la ideologa, la tarea de la reflexir social acaba una vez se ha seala-
do que hay ideologa en todas partes y que todo es ideolgico. La idea
de un compromiso activo con la sociedad pierde su justificacin y su
urgencia.
Irnicamente, la visin aparentemente contraria lleva a las mismas
conclusiones prcticas. Esa otra visin, nunca del todo ausente del dis-
curso moderno y ahora ganando fuerza, es que la presencia de ideologa
es signo de una sociedad an no totalmente modernizada; la ideolo-
ga es una variedad de conocimiento retrgrada y perjudicial. Si persiste,
slo puede ser debido a la ignorancia o a una insidiosa conspiracin de
unos autoproclamados reformadores de la realidad. Con la ocasin de
su ingreso en la Academia Francesa, Jean- Revel defini la ideo-
loga como una <<construccin a priori, elaborada a pesar y con despre-
cio de los hechos y las leyes; es lo contrario de la ciencia y la filosofa, de
la religin y la moral, al mismo tiempo
14
Cmo la ciencia y la filosofa,
que la religin y la moral se encuentren codo con codo como defenso-
ras de hechos y leyes es algo que slo podemos imaginar. Pero una su-
posicin creble es que el papel de comandante se haya asignado, en este
ejrcito, a la ciencia, la cual como dice Revel, somete a prueba a la reah-
dad contra sus afirmaciones (a diferencia de la ideologa, que -como
no dice Revel- somete a prueba a la realidad contra sus afirmaciones).
Revel espera que la ciencia acabe por reemplazar a la ideologa. Cuando
esto suceda, la premonicin de Castoriadis se har realidad finalmente:
la sociedad dear de cuestionarse a s misma.
El anuncio del <<fin de la ideologa es una declaracin de inten-
ciones por parte de los comentadores sociales ms que una descripcin
de las cosas tal como son no se acab la crtica de la manera en que se
hacen las cosas, se acab el juzgar o censurar al mundo contraponien-
do a su situacin actual una opcin de una sociedad mejor. Toda teo-
ra v ha de ser desde ahora fragmenL1da, desregulada, autorre-
singular y episdica como la propia vida postmoderna.
1
' En Le Momie, 12 de iunio de 1998.
220
A veces se defiende, sin embargo, que la apoteosis de mercado/neo-
liberal de los resultados econmicos, la productividad y la competiti-
vidad, a la que rinde culto el ganador y constituye su manera de pro-
mover el cinismo tico, es el equivalente actual de las grandes ideolo-
gas de antao; una ideologa, adems, que se aproxima ms a una
hegemona no impugnada que ninguna de sus predecesoras. Ante esto
parece que hay mucho que decir en favor de esta opinin. La similitud
entre la visin neoliberal del mundo y una tpica ideologa <<clsica es
que las dos sirven como marcos a priori para todo discurso futuro, dis-
tinguiendo lo que se ve de lo que pasa inadvertido, otorgando o ne-
gando relevancia, determinando la lgica del razonamiento y la valo-
racin de los resultados. Y sin embargo, lo que diferencia marcada-
mente la visin neoliberal del mundo de otras ideologas, incluso la
convierte en un fenmeno de una categora aparte, es precisamente
la ausencia de cuestionamiento y de toda crtica, su sometimiento a lo
que se considera la lgica implacable e irreversible de la realidad social.
La diferencia entre el discurso neoliberal y las ideologas clsicas de la
modernidad es, se puede decir, la que hay entre la mentalidad del
plancton y la de los nadadores o lo marineros.
Pierre Bourdieu ha comparado la aparente invencibilidad de la vi-
sin neoliberal del mundo con la del <<discurso fuerte del derecho de
asilo de Erving Goffman
15
: es notoriamente dificil oponerse a este tipo
de razonamiento y rechazarlo porque tiene de su lado a todas las fuer-
zas terrenas ms poderosas e indomables que han preseleccionado ya
lo <<real diferencindolo de lo <<poco realista>> y han hecho que el mun-
do sea como es. La apoteosis neoliberal del mercado confunde les cho-
ses de la logique avec la logique des choses [las cosas de la lgica con la lgi-
ca de las cosas], mientras que las grandes ideologas de la poca mo-
derna, con todas sus controversias, coincidan en un punto: que la
lgica de las cosas tal como son desafa y contradice lo que dicta la l-
gica de la razn. La ideologa pona a la razn contra la naturaleza, el dis-
curso neoliberal arrebata el poder a la razn naturalizndola.
Antonio Gramsci acu la expresin intelectuales orgnicos>> para
referirse a los miembros de la clase poseedora del conocimiento que se
hicieron cargo de elucidar las tareas y perspectivas genuinas, supuestas
o postuladas de grandes sectores de la poblacin, ayudando de este
modo a la elevacin de una u otra Klasse an sich a K!asse fiir sicb [clase
en s, clase para Esta elucidacin, <<que pone la difcil situacin de
lS Le /!1ondr Dlfiomatiql!e, marzo de 1998.
221
una clase en una perspectiva histrica>>, fue obra de la ideologa; los in-
telectuales se hicieron orgnicos compromtiendose en la praxis ideo-
lgica. Qtlisiera observar que aadir el calificativo orgnico al con
cepto de intelectual hace pleonstica la combinacin resultante; es
precisamente el hecho de <<ser orgnico>> en el sentido gramsciano lo
que convierte en intelectuales a los simples hombres y mujeres de co-
nocimiento>>.
Al desarrollar la nocin de ideologa a modo de artilugio para cam-
biar el mundo, de palanca que levante las clases de la sociedad de cla-
ses al rango de agentes histricos conscientes de s mismos, o ms ge-
neralmente' a modo de artefacto para reconfigurar y condensar unas
poblaciones heternomas y heterogneas en unidades culturales aut-
nomas y homogneas, los intelectuales s que actuaron en un papel
<<orgnico>>; en ese caso, sin embargo, actuaron como intelectuales or-
gnicos>> de s mismos, elevando a la clase que posee el conocimiento no
slo al rango de Klassefiir sich sino al de un clase muy especial de per-
sonas que tienen una vocacin misionera peculiar, una especie de me-
taclase, la <<clase productora de clase. Cualquier concepcin de ideo-
loga asigna una actuacin histrica y esencial a los hombres y mujeres
de conocimiento, proclamndolos responsables de la expresin de los
valores y objetivos ajustados, adecuados y apropiados a las cla_ses, gru-
pos tnicos, gneros o naciones, y de hacer que sus descubrimientos
posean eficacia histrica. Esta fimdamental concepcin subyacente de
la idea de ideologa presenta a los intelectuales en el papel de creado-
res de la cultura y de profesores as como guardianes de los valores (en
especial de los valores ticos); exige un compromiso directo con el mo-
delo de la sociedad justa y, por tanto, el compromiso con la propia so-
ciedad o unos sectores seleccionados, y sin duda da sentido a la idea
misma de intelectuales>> como hombres y mujeres de conocimiento
con una min que realizar y una virtud que fomentar, adems de res-
paldar la demanda colectiva de la clase que posee el conocimiento de
una posicin de autoridad correspondiente a esa vocacin colectiva.
La cuestin es Sl el evangelio tan difundido, quiz
del fin de la ideologa>> o la muerte de las grandes na-
rraciones>> (y, abarcndolo, del fin de la historia>>) es un acto de rendi-
CIn por parte de la clase que posee el conocimiento y de la retirada de
la demanda colectiva, o, por el contrario, s se puede considerar como
otra versin, actualizada, de estrategia autoorgnica>> y a consecuencia
de esa ideologa que proporciona su justificacin y raison d'etre.
Parece ser que s1 los Imembros de la clase poseedora del conoci-
rmento de la ooca tardomodcrna o postmoderna asumen en efecto el
222
papel de intelectuales orgnicos; es slo el papel de intelectuales org-
nicos de s mismos. Lo que de manera ms manifiesta caracteriza el
pensamiento actual de estas clases es su autorreferencialidad, su pro-
funda preocupacin por las condiciones de su propia actividad profe-
sional y una actitud cada vez menos comprometida hacia los dems
sectores de la sociedad, incluso su total abandono del papel sintetiza-
dor tradicional, una falta de disposicin a ver en el resto de la socie-
dad algo ms que un agrado de individuos, junto con una propensin
a teorizar sobre ellos como unos agentes solitarios en vez de como un
agente colectivo. La <<privatizacin>> de la idea de fuerza actuante en el
pensamiento social de hoy es un buen ejemplo, uno de muchos.
Sera ingenuo culpar al actual y transcendente alejamiento de la
traicin de los empleados>> hacia otras producciones escnicas y bus-
car compensacin en la invocacin ortodoxa del compromiso como
un deber. La retirada de un programa pblico a unos refugios profe-
sionales diflcilmente se puede explicar como un cambio repentino de
nimo (igualmente inexplicable) o una racha de humor egosta. Con
toda probabilidad, las causas son ms profundas y ahondan en las pro-
fundas transformaciones en que ha habido poder y capacidad de ac-
tuar, y de actuar eficazmente, que acompai'ia al poder se distribuyen y
ejercen en la sociedad postmoderna, y en la manera en que se repro-
ducen las condiciones de la vida social, incluyendo a las clases posee-
doras del conocimiento.
Al analizar las causas del rpido debilitamiento de los vnculos en-
tre los intereses y preocupaciones de las clases poseedoras del conoci-
miento y el programa pblico, Geoff Sharp ha destacado recientemen-
te como una de las fundamentales el aislamiento del "discurso" teri-
co social del lenguaje de la vida cotdiana>)
6
Una vez ms, este
aislamiento no es solamente una consecuencia de la eleccin contin-
gente ni cuestin de un defecto de carcter. Viene tras una reutilizacin
radical de los recursos intelectuales y de un cambio en la manera en que
se realiza la labor intelectual. En los trminos que sugiero usar, pode-
mos decir que el aislamiento en cuestin bien puede ser la nica forma
que la ideologa autorreferencial de los intelectuales podra adquirir si
hubieran de seguir siendo, en condiciones postmoden1as, como duran
te toda la poca moderna, intelectuales orgnicos de s mismos; aun-
que, al mismo tiempo, esta forma exige que las clases poseedoras delco
nacimiento dejen de ser intelectuales orgliicos>> de nadie ms.
'" En Arena, 10 ( 1998).
223
11
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1
La cuestin rns general, dice Sharp,
es que b prctica inteleclual como tal es tm radicalmente depen
diente de la mediacin tecnolgica en ClWIIIO <1 SU manera propia de
constituir una forma de vida. La accin mediatizM!a es su signo dis
tintivo ... Vale tambin para la manera mediatizada en que las tecno
cienci<Js ;fCrran y constituyen sus obetos, es decir, por medio de un
aparato interpuesto que permite que ese objeto sea rerepresentado y
entendido en unos modos que no sean accesibles a un conocimiento
ms dircctmnente sensato. Finalmente, la mediacin permite que todas
las expresiones de la prctica intelectual constituyan sus obetos de for
ma ms abstracta; lo cual viene a decir, constituirlos en categoras di-
ferentes y tpicamente ms integradoras de lo que es caracterstico de
las rel<1Ciones de presencia rnutua.
Quisina af.tadir que, col! todo su alarde integr8clor y tipificador, las
categoras en cuestin no integran a todos los seres humanos confor-
me aparecen y actan en su vida cotidiana. Por el contrario: al genera-
lizar aspectos abstractos de unos agentes humanos, pars pro tolo [la par
te por el todo], dichas categoras se parten y dividen en vez ele formar
una totalidad>> e impiden gue la vida humana consiga alguna vez lato-
talidad a la que aspira. Sea como fuere, sin. embargo, observamos con
Sharp la manera sin precedentes en que unas prcticas intelectual-
mente relacionadas estn reconstituyendo el mundo de la postmoder'
nidad a su propia imagen y semejanza: mediatizada y abstractamente
y a travs del archivo textual.
La Red que habitan las clases poseedoras del conocimiento, que s-
tas procesan y por la cual son procesadas, deja fuera el Lebemwe!t, el
mundo vivido; admite trozos y partes del mundo slo cuando estn
adecuadamente fragmentados y, por tanto, preparados para procesar, y
los devuelve al rnundo exterior en una forma debidamente reciclada
y abstrada. El la sede de la prctica intelectual postmo-
derna, se nutre ele la fi-agmentacin y promueve la fragmentacin, al
ser Simultneamente su producto y su principal causa e[ficiem.
La ascendencia de la ideologb en el apogeo de la modernidad tuvo
notoriaiTJente sus pros y sus contras. Pero tambin los tiene su muerte.
/\roro pasado conocemos Jo.1 costes de meter a la sociccbd en camisas
de fi.1erza ideolgicas, de caer en la tentacin de casar modelos icleol
gicos con el fervor de los poderes r:jccutivos, y nos sentimos inclinados
a considerarlos con atr:ncin anlcs de llegar a un nuevo cornprormso.
Pero todava tenemos que .aprender los costes de vivir sin postes indi-
cadores 111 mcdichs, de clcpr l;1s cos;ls ir>> y dcclar;H que bs consc-
224
cuenuas son tan mcvitables corno imprevisibles. La visin de Ulrich
Beck de la Risdwscsel1scbaji, la sociedad del riesgo, es una vislumbre de
esa vida: pasar de una crisis a otra, tratar de hacer frente a un problema
conocido slo para provocar una cantidad desconocida de problemas
desconocidos, centrarse en la administracin de rdenes locales mien-
tras se pierde de vista su contribucin al caos mundial. Es demasiado
pronto para celebrar el fin ele IJs. grandes narraciones, al igu<ll que es
extrao, quiz tarnbin antitico a la luz de la experiencia moderna, h
mentar su desaparicin.
225
462
sobrf dispersos y scgr:rwntnd.os
t re s y cada vez mcncJs dt: '
se cor.struyrm
formss ele
paralelo:1,
rnensiones.
LB scded2 red
vez menos relacionadtw .:n-
cdigos c:uJturah.:s. J\ mc:nos
y entre estas
tlB.CJa una VEla en universos
estn urdidos en di-
AORIUA DFLA
INTRODUCCiN
Somos tien:po '.;ncarn;:J,J. Jl i!),:al qu::; ck
hisloria. Nu obstante. ht de esta r;_;";;macin ocul:rt
daJ dd concepto de ..,na LL:: ia:; fDs
las Ce!Jcias nG.tt:.ra1es como las cisncia::; :;;:.'<::alcs, cuyo cen:ral
subrayan los debates anu;.Ji;::: en lEt teora
1
F11 eftctu. t.ransfor-
m acin del tic.mpn de l2
moldeado por las Jz, nueva
sociecl ad en 1 a
el surgim_iento
pocn.<:: his\ricas.

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