El Maestro Del Mal - Jim Hougan
El Maestro Del Mal - Jim Hougan
El Maestro Del Mal - Jim Hougan
Cuando
unos mellizos de seis aos desaparecen en una feria medieval en el estado de Maryland, su padre inicia una desesperada bsqueda que le conducir hacia un escalofriante mundo de antiguos rituales litrgicos. Una escalofriant e trama que descubre un mundo de ritos y engaos.
Jim Hougan
Captulo 1
Cinco horas de sueo. Me froto los ojos, salgo de la casa y me agacho para recoger mi ejemplar enrollado de The Washington Post de debajo de una azalea. Nunca s dnde lo encontrar; el que lo lanza nunca va ms all de la primera base.
Buenos das! Hace un da precioso, no te parece? Es Yasmin Siegel, mi vecina de ochenta y tantos aos del otro lado de la calle; junto a ella est su labrador negro, Cookie. S, supongo. Saco el peridico de la funda de plstico transparente. En serio, Alex, un da como ste en Washington -sacude la cabeza, en un gesto de incredulidad- es un regalo. A finales de mayo? Hay das terribles. Me seala con el dedo-. Disfrutadlo, los nios y t.
Confiaba en que lloviera -le digo, con la mirada puesta en el cielo azul, completamente despejado. De acuerdo -replica Yasmin, con una risita-. Muy bien, Cookie, he captado el mensaje. Se despide con un gesto despreocupado y se dirige hacia el parque. La verdad es que deseaba que lloviera. Por si acaso, miro la previsin meteorolgica en el peridico. No. Nada de un frente que avanza rpidamente, ninguna tormenta que se avecina desde Canad o el Atlntico.
Un da precioso. Entro en casa y preparo la cafetera. Mientras espero que haga lo suyo, busco los tazones y las cucharas para los chicos, sirvo dos vasos de zumo de naranja, cojo un par de pltanos, los dejo sobre la mesa y saco una caja gigante de Cheerios de la alacena. El problema con el da precioso es que tengo trabajo pendiente, unos cortes de ltima hora en un reportaje que se emitir esta noche. Pero cortes o no, les promet a los chicos -mis hijos gemelos de seis aos- que todos los sbados podran elegir un lugar al que ir de
excursin. Hoy han escogido la feria medieval, que naturalmente est ms all del quinto pino, pasado Annapolis. Slo la ida nos llevar ms de una hora. Nos estropear el da. Como es la primera visita de los chicos desde Navidad -y slo la segunda desde que Liz y yo nos separamos-, sta es la primera de las excursiones. As que no tengo escapatoria. Me digo a m mismo que no pasa nada. Venga, adelante. Tengo que hacer los cortes a tiempo para dejar el archivo en la cadena cuando vayamos de camino a la feria.
Hasta ahora los nios y yo lo estamos llevando bien, aunque tras slo seis das ya estoy rendido y tengo que hacer malabares en la cadena. Esto es algo que har feliz a Liz, tanto la falta de sueo como el hecho de que, despus de menos de una semana, ya me est quedando atrs en el trabajo. Introdujo la clusula del tiempo cuando fij las condiciones para las visitas. No quiso saber nada de que me llevara de viaje a los chicos, ni siquiera durante algunos das al mes. Cmo podra competir yo si cada vez que estn contigo es como si estuvieran de vacaciones?, dijo. (Me los llev a esquiar a Utah durante los cuatro das que pasaron conmigo en Navidad.)
Lo que quiere Liz es, como ella dice, un mes de vida normal. Trabaja a jornada completa en el Museo Infantil de Portland. Quiere que viva la experiencia real, veinticuatro horas al da, los siete das de la semana, de tener a los chicos y un trabajo; quiere que me las apae con la colada, el acostarlos, con los malos hbitos alimentarios, con los amigos y los padres de los amigos. Si hay alguna oportunidad de reconciliacin, de tener una esposa y unos hijos, no ser cuestin de una simple llamada telefnica. Ser el nico progenitor durante un mes me obligar a que la familia sea lo primero. En lugar
del trabajo. En la biografa oficial de la cadena soy el tipo que va detrs de las historias ms arriesgadas en los lugares ms duros. Esto me ha hecho ganar varios premios, pero empiezo a pensar que a costa de perder a mi familia. Estaba en Mosc cuando los gemelos dieron sus primeros pasos, en Kosovo cuando Kevin se rompi el brazo, en Mazar-alSharif en su primer da en el parvulario. Si contamos las horas -dijo Liz-, es probable que veas ms a los chicos este mes que en los ltimos dos aos. Quiz incluso te guste.
El caf est hecho. Le aado un poco de leche y estoy a punto de dejar la botella sobre la mesa para los chicos, cuando recuerdo que Kev no probar la leche si no est helada. La meto de nuevo en la nevera. El caso es que me gusta tener a mis hijos conmigo, incluso a pesar de los trastornos que me ocasionan. Liz tena razn: supongo que siempre me result muy cmodo dejar que ella hiciera la mayor parte del trabajo parental, o como se diga. Resulta que eso de la rutina es cuando conoces de verdad a tus hijos. Haba olvidado lo divertidos que son, sus acertadas observaciones, la
apasionada concentracin que dedican a determinadas tareas. Lo mucho que los echaba en falta. En cualquier caso, todo eso del rollo medieval no me apetece en absoluto. Supongo que, despus de un largo viaje en caravana, no ser ms que un aburrido y caro recorrido por lo que slo es un falso parque de atracciones isabelino. Mujeres y hombres disfrazados de damas y caballeros. Justas y fingidos duelos a espada. Titiriteros y magos. Eso es algo que no me va. En absoluto. Ofrec otras alternativas: una visita al zoo, una pelcula y una pizza, pero ellos
no cedieron. Han estado dndome la lata con la feria desde que vieron el anuncio en la tele. A estas alturas yo tambin lo he visto, porque los chicos lo grabaron y me obligaron a verlo. Un caballero con una armadura resplandeciente galopa en primer plano. Detrs hay una empalizada donde los pendones ondean al viento. Con una enorme lanza en la mano, el caballero sofrena a su caballo, se levanta la visera y, en un entusiasta ingls isabelino, exclama: Venid a la feria medieval de Maryland! A m me pareci algo pobre, y comet el
error de comentrselo anoche a Liz cuando hablamos por telfono, ms que nada por compartir unas cuantas quejas amables sobre la crianza de los hijos. A cambio, recib una dura regaina de mi esposa. Pero es que no me haba enterado de que los padres disfrutan con lo que hace feliz a sus hijos? Qu me haba credo, que ella era una entusiasta del osito Barney? De los Teletubbies? De El ataque de los clones? Precisamente cuando iba a felicitarte por haber encontrado algo que encaja tan bien con su programa cultural fuera del horario lectivo -aadi Liz-. No s en qu estara pensando.
Yo no saba nada de ningn programa fuera del horario lectivo, y eso, desgraciadamente, qued muy claro. Me lo explic: a los chicos les encantan las historias del rey Arturo; son unos verdaderos expertos en el tema. Ni idea; aunque una vez que Liz lo mencion, record que los chicos no haban dejado de hablar de la Mesa Redonda y de Merln. Tambin se haban pasado horas batindose en duelo en el patio con espadas de plstico. Unas espadas de plstico que, s, haban trado en las maletas. De acuerdo, demostr una falta de
curiosidad por las espadas de plstico, es eso tan malo, o es que Liz tiene razn y soy el padre ms egocntrico del planeta? A diferencia de su madre, que vive en Maine, y que est enterada de todo. Maine. Me dejo caer en la silla delante del iMac de mi despacho. Se podra haber ido a un lugar ms lejano? Sin expatriarse? Por supuesto, la respuesta es s; podra haberse ido a Alaska, Hawai, Los ngeles Podra haberse ido a muchsimos lugares. Pero Pulso una tecla y espero a que la pantalla se reactive. Mi reportaje -Boda afgana- estaba acabado hasta
que a las nueve de la noche de ayer me avisaron de que tenan que aadir unos anuncios de promocin y deba recortar otros dos minutos. Hice los cortes lgicos anoche, pero todava necesito quitar cuarenta y cuatro segundos. El reportaje tiene ahora slo siete minutos, as que cortar es peliagudo. Lo que desaparezca en este momento ser algo a lo que no quiero renunciar. En un principio, Boda afgana formaba parte de un especial de una hora sobre Afganistn, montado alrededor de una visita de Donald Rumsfeld a aquel castigado pas. Hice una larga y bonita entrevista al secretario de Defensa sobre
el estado de la recuperacin despus de la guerra. Entrevist a Karzai. Filmamos excelentes imgenes de los equipos encargados de la reconstruccin de la carretera que va de Kandahar a Kabul. Tambin haba un pastiche de escenas felices de la vida en las liberadas Kabul y Kandahar: nias que iban a la escuela; la inauguracin de una clnica para mujeres; afganos felices escuchando msica; bailes Todo ello rematado con la boda: una pareja afgana que celebra su boda largamente postergada. La ceremonia iba a tener lugar en un pueblo cercano a Kandahar; una zona segura, o al menos eso nos dijeron. El equipo y yo llegamos all con nuestras
cmaras, ningn problema. Incluso con las cmaras, la boda comenz a la hora en punto. Y entonces la feliz ocasin se convirti en una pesadilla cuando la tripulacin de un F-16 despistado que buscaba un presunto cnclave talibn interpret errneamente la reunin de la boda en tierra. Cuatro muertos, quince heridos. El corte fue separado del reportaje de una hora sobre Afganistn. Ahora, la filmacin de la boda iba a formar parte de un ambicioso reportaje sobre los daos colaterales: Golfo I (Saddam y los kurdos), Mostar (el puente), Gaza y
Jerusaln (no combatientes muertos por ambos bandos), Afganistn (mi trozo de la boda), Liberia (manos y pies amputados), Golfo II (muertos por fuego amigo). El programa -el Gran Dave va detrs de un Emmy- acabara con un corte sobre la madre de todas las historias de los daos colaterales: el 11S. Busco mi corte en el iMac. En la pantalla, la pesadilla an no ha comenzado. La cmara muestra los rostros resplandecientes de los novios, y luego pasa a un primer plano de las banderitas norteamericanas enganchadas a sus ropas nupciales.
Pap, podemos desayunar en la sala y ver los dibujos animados en la tele? Doy un salto. Liz se larg con los chicos hace ms de seis meses, y despus de una semana de visita, todava no me he acostumbrado a la manera que tienen de materializarse. Jo, tendr que poneros cascabeles. Kevin se re. Podemos? dice Sean. Qu?
Tomar el desayuno en la sala? Por favor Me encojo de hombros. Por qu no? Genial! Vamos, Kev. Pero Kev no se mueve. Cundo vamos a ir a la feria medieval? Me pregunto qu puedo hacer para zafarme. Creo que sobre el medioda.
Ni hablar! exclama Kevin-. No veremos nada. Kevin -le dice su hermano-, si abren a las once, y no cierran hasta las siete. Luego, como acaba de aprender las horas, Sean aade-: De la tarde. Kevin mira a su hermano. No me digas. De la tarde. Se vuelve hacia m-. Lo prometes? A medioda? Hago ver que lo pienso. No, no puedo prometerlo.
Sean suelta una risita y a continuacin ambos gritan a coro: Pap! Al menos ahora, despus de una semana, saben cundo bromeo. El primer par de das se miraban el uno al otro, desconcertados. Decir que se haban olvidado de mi sentido del humor lo subraya: se han olvidado de cmo soy; un deprimente recordatorio de que seis meses han bastado para convertirme en un extrao para mis hijos. Cuando salen de la habitacin, ordeno los trozos de la filmacin que marqu
anoche para los posibles cortes. Cierro el volumen y me reclino en la silla mientras miro. Tardo unos minutos en comprobar cmo los diversos cortes afectarn la continuidad. Decido que quiz tenga que desaparecer la secuencia del hombre moreno. Dura treinta y ocho segundos, y si soy capaz de vivir sin ella, estoy salvado. Una ltima ojeada. El hombre moreno es uno de los hermanos de la novia. La ceremonia ha concluido y l sostiene su arma -es un AK- en la mano alzada. Con una sonrisa
socarrona, hace unos cuantos disparos como demostracin de su jbilo. Me gusta, la irona de los disparos como celebracin en un pas donde los sonidos de la guerra no parecen cesar jams. En el mismo momento en que la cmara se acerca al rostro feliz del hombre, salta toda la pantalla. La sacudida es la consecuencia del impacto de la primera bomba lanzada por el F-16. La sonrisa del hombre moreno deja paso a una expresin de pasmo, y luego se convierte en una intrigada contemplacin de su fusil, como si de alguna manera fuese el responsable de
lo que est pasando. Todava est uniendo los puntos cuando estalla la segunda bomba, sta tan cerca que la pantalla se llena instantneamente de polvo y escombros. Visible slo en silueta, el hombre moreno vuela por los aires y despus se estrella contra una roca, cubierto de polvo, la mirada desenfocada, con un reguero de sangre que mana de una de sus orejas. La cmara se vuelve hacia m. Yo tambin estoy cubierto de polvo, de pie delante de un saliente rocoso. Hablo por el micrfono. Luego vemos a un grupo de mujeres que se lamentan al tiempo que sealan hacia el cielo. Yo otra vez.
Despus, la aterrorizada novia que mira el rostro de su novio herido de muerte. Rebobino. Compruebo el contador. La secuencia es buena, pero es perifrica. Pulso unas cuantas teclas y desaparece. Me ocupo del corte que hice anoche. Quito los pocos segundos que necesito y despus continu el visionado. Me detengo cuando aparece la imagen del hombre moreno; no s cmo unos pocos encuadres han sobrevivido a mi edicin. Los elimino y sigo, slo para asegurarme de que la continuidad es correcta. La congelo cuando entran los chicos -sta debe de ser la dcima vezpara recordarme que es hora de irnos.
Se ha hecho tarde -afirma Kev-. Son casi las doce y media. Vmonos! lo apoya su hermano. Vmonos -repite Kevin con una graciosa voz afectada. Me doy cuenta de que es una voz caballeresca. S! Tus leales escuderos Sean y Kevin te lo suplican! De pronto, me veo asaltado por los dos: el rubio lord Kevin y su rplica, sir Sean. Me tiran de las mangas y dan saltitos, como si se estuviesen meando.
Slo dejadme que Por favoooor! Con un suspiro, cojo el ratn. De acuerdo. Quin es se? pregunta Sean, al tiempo que seala la pantalla. Me detengo en la imagen que muestra el rostro del novio, con la mirada perdida, la cara oscurecida por un velo de sangre. Slo es un tipo -le respondo.
Qu le pasa? quiere saber Kevin mientras el rostro maltrecho y desencajado del novio herido desaparece de la pantalla. Lo que los chicos no ven es que la bomba le ha volado las piernas. Lo que ven es el terror en su rostro. Doy la orden para salir del programa y saco el disco. Estaba asustado. Por qu? Porque estaba en una guerra, lo haban
herido y eso eso asusta. Quiero verlo -insiste Sean. No. Por qu no? Porque tenemos que irnos -les respondo, mientras me aparto de la mesa. Sean echa a correr hacia la puerta, pero Kevin se queda donde est, con sus grandes ojos azules fijos en m. Ese hombre va a morir?
Titubeo. Luego le contesto: S. Apoyo una mano sobre el hombro de Kevin e intento conducirlo hacia la puerta, pero l no se mueve. Pap? Qu? T estabas all con ese hombre? S. Y no podas ayudarlo?
Respiro hondo. No. Nadie poda haberlo ayudado. Si bien lo que digo es cierto -el hombre muri menos de tres minutos despus de filmar la escena-, la pregunta de Kevin me inquieta. No se poda hacer nada por el novio, y s que ayud a algunos de los dems. Aun as, no dejamos de filmar. Kevin asiente, pero despus de un momento, dice: Pap? S.
No creo que ese hombre quisiera que alguien le sacara una foto. Me pongo en cuclillas para estar al mismo nivel que mi hijo. Algunas veces, si muestras una cosa horrible, como la guerra, entonces las personas de todo el mundo pueden ver lo terrible que es, y eso puede ayudar a evitarlas. Creo que ese hombre Se puede saber qu estis haciendo? Sean entra en la habitacin con una expresin impaciente, y luego vuelve a salir a toda prisa-. Venga!
S -dice Kevin, y se lanza tras su hermano-. Venga! Agradezco la interrupcin, sin estar muy seguro de creerme mis propias palabras. Es una buena frase. Qu es una informacin objetiva e impactante? Qu es explotacin? En Kandahar, el equipo de filmacin se asust. Fui yo quien continu filmando. Todava me angustia. Algunas veces no puedo evitar sentirme culpable. La cuestin es que me gano la vida con el sufrimiento y la muerte; demonios, incluso me dan premios.
Pap! gritan los chicos desde la sala mientras guardo el disco en su funda de plstico-. Vmonos! Las lgrimas no estn mal -sola decir Jerry Tumolo, el primer productor para el que trabaj-. Las lgrimas no estn mal, pero la sangre es mejor. Un poquitn de sangre es lo que siempre capta la atencin de la gente.
Captulo 2
Kevin y Sean se comportan como angelitos en la cadena, donde le entrego el disco a Kathy Straight, una de las tcnicas. De nuevo en el coche me sealan los monumentos mientras salimos de la ciudad. Lincoln Memorial -gritan cuando tomamos la curva de la avenida. Unos pocos minutos ms tarde chillan: La patata frita gigante! Esta inolvidable muestra de ingenio
infantil recuerda la aguda observacin de Sean, con dos aitos, sobre el parecido entre este elemento fundamental de la comida rpida y el obelisco dedicado a Washington. Siempre provoca un aluvin de carcajadas. Despus hay uno cuyo nombre no recuerdan hasta que yo se lo digo: el Jefferson Memorial. Jefferson, Jefferson, Jefferson -cantan, mientras el Jeep pasa por delante de Tidal Basin. Podremos montar alguna vez en uno de aqullos? pregunta Kevin, que
seala la flotilla de barcos de ruedas de paletas azules y blancas. Qu tal si lo hacemos ahora mismo? Podramos saltarnos la feria. Papaa. No les importa mi falta de entusiasmo. Antes sola fingirlo, me esforzaba en demostrarlo en aquellas ocasiones en que, abrumado por la culpa, me dejaba arrastrar por Liz a alguna salida infantil. No colaba, as que es un descanso saber que no les importa si pap se lo pasa bien. Son nios; es algo suyo.
El paso por la cadena significa que acabamos tomando el camino ms largo para salir de la ciudad. Circulamos a lo largo del ro antes de dejar la Southwest Freeway para tomar New York Avenue. Los partidos de voleibol en el Mall dan paso al Mint. Al cabo de cinco minutos nos dirigimos al este por una calle de casas ruinosas y comercios quemados. Es sta la periferia? pregunta Sean. S. Mola. Muy pronto, del barrio de las bandas pasamos a otro industrial. Naves
abandonadas con los cristales de las ventanas rotos, restaurantes de comida rpida y moteles de la asistencia social con las cortinas echadas. Sean est entusiasmado. A Kevin le importa un rbano. Ya estamos llegando? pregunta, y se re-. Es un chiste. No lo pillis? Porque acabamos de salir! Una hora y media ms tarde llegamos a la feria. Aparco el Jeep entre miles de otros coches que se asan en un campo en la pequea Cromwell, en Maryland. Los chicos estn excitados, y se alejan a la carrera hacia un par de torres almenadas
(que es mejor que no se miren de cerca, ya que estn hechas de contrachapado). Los pendones ondean en lo alto de las murallas a cada lado del puente levadizo que cruza el foso que parece haber sido ensanchado hace poco. Una retroexcavadora cubierta de fango est aparcada junto a una tienda que alquila disfraces por un da. Tranquilos -les digo a los chicos cuando nos unimos los tres a la cola de familias preparadas para cruzar el puente y entrar en otro mundo. Un caballero y dos escuderos? pregunta la mujer disfrazada que atiende la taquilla, al tiempo que coge mi tarjeta
de crdito-. Con la real Visa de su majestad. Ya estamos dentro. De pronto, hemos retrocedido cuatrocientos aos en el tiempo. Los senderos cubiertos de virutas serpentean a travs de un poblado isabelino de tiendas, quioscos de comida, anfiteatros al aire libre y partidas de ajedrez en vivo. La lnea divisoria entre la imaginacin y la realidad es, en el mejor de los casos, borrosa, con los visitantes tambin disfrazados, algunos con sencillos disfraces caseros y otros tan bien hechos como los de los actores,
probablemente alquilados en la tienda situada cerca de la entrada. Me digo que es como una de esas reconstrucciones de la guerra civil, y pienso que podra resultar interesante hacer un reportaje sobre las personas que han entregado sus corazones a otra poca. Mientras tanto, los chicos corren de aqu para all, y en sus carreras trazan en el aire algo parecido a una estrella de cinco puntas que conecta a un halconero, a un mago que hace trucos de naipes a un bufn y a un grupo que canta madrigales con un hombre que fabrica velas. Todos, incluso los vendedores de comida y el personal de las tiendas visten disfraces y hablan en una semblanza de ingls
isabelino, con muchos ses, vos y vuestros. El entusiasmo de los chicos es contagioso, y no tardo mucho en darme cuenta de que me lo estoy pasando bien. El lugar tiene su atractivo y es impresionante, mitad parque temtico, mitad mquina del tiempo. Adems de educativo. Liz lo aprobara. Tena toda la razn: es fantstico estar con los chicos cuando se lo estn pasando a lo grande. Liz, mi dulce Liz. Tendra que estar aqu; le encantara. Durante un momento, la aoranza me remuerde. Se march
slo despus de una serie de promesas incumplidas que hacan referencia a que iba a curarme de mi adiccin al trabajo, pero todava me siento dolido por su marcha. S que tena toda la razn, eso es lo que ms duele pero es que sencillamente nunca llegu a cambiar lo que le haba prometido. Las noticias pueden convertirse en algo absorbente. Siempre puedes hacer ms, editar un poco mejor, escribir mejor, hablar con otra fuente, y todo tienes que hacerlo ahora, porque siempre es hora de cierre. As que, vale, Liz tena razn, lo admito. Soy un adicto al trabajo. Descuid a mi familia. Todo eso se lo admit al consejero matrimonial. Slo cre que
tenamos tiempo; cre que estbamos progresando. Supongo que nunca pens que ella llegara a marcharse. Pero ella y los chicos se marcharon, y dejaron mi vida con un agujero del tamao del Gran Can. La campaa para recuperarlos tampoco va muy bien. Este verano es algo as como la ltima oportunidad. Mientras tanto, me preocupa que ella encuentre a otro; un tipo new age, atento, sensible, uno de esos tipos que llevan camisetas que proclaman Yo soy el padre. Uno de esos tipos dispuesto a cargar a un beb en una mochila
marsupial. Es un pensamiento repugnante -Liz y otro tipo con su beb-, y lo borro de mi mente. Vayamos a comer algo -propongo. S. Nos sumamos a la cola en el puesto de perritos calientes. Los jvenes escuderos desearan una cuchara de real mostaza en sus canes ardientes? Los chicos se quedan boquiabiertos, y luego se tronchan de la risa. Lo han pillado? Canes? Perros calientes?
Canes ardientes? Yo? Yo estoy sorprendido de que sepan lo que significa can. Los tres pasamos la tarde entre la sorpresa y el deleite. Kevin y Sean miran atnitos al tragasables, un guaperas sudoroso con un chaleco de cuero que se inclina hacia atrs y se traga la hoja de una cimitarra, que es de un tamao inconcebible. Como todos los dems nios, son incapaces de decidir si estn impresionados o asqueados. Un prestidigitador callejero rompe el naipe escogido por alguien del pblico, y despus de mucho barajar y desplegar
las cartas en abanico, saca el naipe mgicamente reconstruido de entre los cabellos de una mujer. Kevin mira a Sean, boquiabierto. (Cmo lo ha hecho?) Contemplan con unos ojos como platos a los luchadores que combaten en un estanque de barro y el globo de cristal incandescente en la punta de la pipa del soplador de vidrio. Los tres miramos mientras nios y adultos prueban suerte con la escalera de cuerda. Nadie consigue subir ms de dos peldaos por el inestable artilugio antes de que un fallo en el equilibrio haga que todo el conjunto pivote bruscamente. Sin tener dnde sostenerse, los osados escaladores aterrizan sobre
una mullida montaa de paja, la mayora de ellos entre grandes risas. Algunos lo intentan dos o tres veces antes de pasar a otra cosa. Cuesta un pavo el intento, y aunque los gemelos son fuertes y atlticos para su edad, est claro que no tienen ninguna posibilidad. Aun as, quieren intentarlo y los dejo. Se ve que caerse es parte de la diversin. Ambos llegan hasta el tercer peldao antes de caerse, y me suplican que los deje intentarlo de nuevo. Lo pienso, porque un dlar por treinta segundos es una diversin bastante cara. Una vez ms -les digo, y se ponen en la
cola. Kevin se cae inmediatamente, pero Sean consigue mantenerse y llega hasta lo ms alto. La muchedumbre, que ha visto caer derrotados a todos los escaladores, enloquece. Kevin est un poco celoso, pero se alegra por su hermano, y tambin se siente orgulloso. Abran paso, abran paso, abran paso! El encargado de la atraccin arma un gran alboroto a la hora de darle el premio a Sean, una enorme medalla de plata con una flor de lis grabada. Ajusto el cordn de cuero para que la medalla descanse sobre el pecho de Sean. Su xito ha animado a los espectadores y ahora son muchos los que se suman a la
cola. Miramos durante un rato, y luego seguimos el recorrido. Los tres probamos suerte con los juegos malabares y la arquera (sin mucho xito), y luego hacemos unos dibujos de caballeros con cotas de malla. Los chicos estn cansados; estn aburridos. Pero entonces se animan de nuevo, se ponen como locos cuando un hombre andrajoso que se identifica a s mismo como el Rastrero se lanza a mis pies y grita: Mi seor, una moneda de plata! Cuando me sujeta por el tobillo, el enloquecido actor consigue que los chicos se tronchen porque llega hasta el
punto de lamerme una de mis polvorientas zapatillas. Luego se relame, como si saboreara la mugre. As que es divertidsimo, o al menos lo es hasta que busco la cartera para pagar el algodn de azcar y descubro que no est. Mi humor cae en picado mientras pienso en todos los trastornos que se avecinan. Tendr que renovar todas mis tarjetas de identificacin, las tarjetas de crdito, el carn de conducir. Tendr gasolina suficiente para regresar a casa? Siempre llevo veinte dlares en la guantera del coche por si surge una emergencia, pero los gast hace un par de das en una pizzera que no aceptaba tarjetas. Ni siquiera llevo calderilla: se
la di toda al Rastrero. Volvemos sobre nuestros pasos y entonces Kev, que me sigue, encuentra mi cartera. La tienes en el bolsillo, pap -me dice. Cuando llevo la mano al bolsillo trasero, aade-: No, en el otro. Tiene razn. Ah est. La saco. As que la tena en el bolsillo. Cmo es que no se me ocurri mirar ah? Los chicos responden con una risita nerviosa. Meneo la cabeza.
Siempre guardo la cartera aqu. Doy una palmada en el bolsillo trasero del lado izquierdo. Pues esta vez, no -afirma Sean. Eso parece. Me resulta tan absolutamente extrao haber cambiado el hbito de toda una vida, tanto, que abro la cartera para comprobar el contenido. Por lo que se ve, no falta nada -le digo a los chicos-. Sabis qu? Sentirme como un estpido es un gran paso adelante respecto a la manera en que me
sent cuando crea que la haba perdido. Ahora que ya la tienes, vamos -grita Kevin. A la justa, buen hombre! aade Sean. As que nos vamos para presenciar el plato fuerte de la tarde que se acaba. Los chicos llevan dndome la lata desde hace una hora, y Kevin ha mirado el reloj cada diez minutos. La justa comienza a las cuatro y media. Cuando entramos en el anfiteatro, comprendo que hemos hecho bien en no demorarnos. Ya se ha reunido un pblico muy
numeroso; tenemos que sentarnos bastante lejos de la pista. Los asientos consisten en balas de paja, colocadas para formar gradas concntricas alrededor de la pista central. En la justa participan cuatro caballeros, equipados con armaduras completas. Mientras trotan por la pista con sus hermosos caballos, los presentadores, vestidos como escuderos, animan a los partidarios de los cuatro participantes. A cada lado de la pista hay banderas y pendones de diferentes colores -rojo, verde, blanco, negro- a juego con los colores que llevan los caballeros y sus respectivas monturas.
Estamos sentados en el sector verde. Cada escudero anima el entusiasmo de su seccin. Les piden a los espectadores que den vivas y los dirigen en las provocaciones. El Caballero Negro es un zopenco. Ahora todos juntos Como parte del jolgorio, se invita a los nios partidarios de cada caballero a que se acerquen a la valla que rodea la pista. Los gemelos quieren unirse a la mquina verde, un grupo de chiquillos que se han reunido para aclamar al Caballero Verde. Vacilo. Liz nunca los dejara. Sabe que es
sobreprotectora, y eso le preocupa. S que quiz es algo que los hace sentirse inseguros -admite-. Les estoy enviando el mensaje de que el mundo est lleno de peligros. Pero no puede evitarlo. Incluso yo he sido el centro de esa clase de preocupacin. A m me encantaba la escalada, pero ella la detestaba. Cuando nacieron los gemelos, me suplic que lo abandonara. No ofrec mucha resistencia. Por un lado, comprend su inquietud, y por el otro, ya estaba tan metido en mi trabajo que en realidad no dispona de tiempo para ello. En lo que se refiere a los chicos, todava era peor. A duras penas era capaz de dejarlos subir al coche de otra madre
para ir a la escuela sin comprobar antes el estado de los cinturones de seguridad, los asientos, el mantenimiento del vehculo y la pericia de la conductora. Papaa, por favor. Junto a la valla, el escudero verde est repartiendo estandartes esmeraldas y globos verdes. Los chicos de la mquina verde agitan los estandartes con gran entusiasmo. Me digo a m mismo que sa es exactamente una de esas cosas que se les debera permitir hacer. Despus de todo, yo estoy aqu; los vigilar de cerca. Qu podra pasarles?
Accedo y disfruto de su exuberante deleite. De acuerdo! Vamos! S! Miro cmo sus cabezas rubias suben y bajan por el pasillo mientras se abren paso hacia la valla para unirse a la jubilosa chiquillada. El escudero le da a cada uno un estandarte verde. Entonces comienza la justa y, para mi sorpresa, los caballos son tan animosos como grandes. Percibes su fuerza. El suelo parece temblar cuando cargan los caballeros rojo y blanco, inclinados
sobre sus lanzas, las miradas fijas en el corazn del otro. Cuando los jinetes se cruzan, el choque es sonoro y violento. Un estruendoso clamor se levanta desde las tribunas cuando el Caballero Rojo cae de la montura y queda despatarrado en la pista. El Caballero Blanco besa su lanza y la agita en el aire. Sus partidarios en el sector blanco enloquecen. Busco a los chicos y los veo hacia la derecha de la zona blanca. Junto con algunos otros nios, estn mimando a un perrito. Incluso el perro lleva un disfraz: le han puesto una gorguera alrededor del cuello. Todas las miradas vuelven a centrarse
en la pista cuando un toque de trompeta anuncia el siguiente duelo. Verde y negro cargan a todo galope. Despus de una tremenda colisin, el Caballero Negro muerde el polvo. Incluso yo debo admitir que es excitante. Parecen duelos de verdad, y me sorprendera si los jinetes no llevaran la cuenta de las derrotas y las victorias. Cuando el Caballero Negro consigue levantarse y se aleja, frotndose el trasero, es imposible no aplaudir. Esto es fenomenal, pienso para mis adentros, y me vuelvo para ver cmo se lo estn pasando los chicos. Mi mirada se dirige a la valla donde est reunida la mquina verde, pero no encuentro a
Kevin y a Sean entre la multitud. Al menos, no al principio. Despus, no consigo verlos de verdad. Me pongo en pie, y estiro el cuello para ver mejor. La gente que est detrs de m comienza a gritar: Sintese. No hago caso y contino mirando. Pero los chicos no estn donde deberan. Un latigazo de pnico me cruza el pecho. Lo controlo. En la pista, los caballeros victoriosos se preparan para la justa final. Los caballos en cada extremo escarban el suelo con los cascos y sacuden sus
enormes cabezas. El escudero verde dirige los cnticos de su grupo. Verde! Verde! Verde! Verde! Kev? Me digo que estn ah mismo, delante de m, en algn lugar, slo que ocultos detrs de algunos otros chicos mayores, ms altos. Sean! El escudero dirige otro cntico -Adeeelaaante, Verde!- mientras me abro paso entre la multitud, dispuesto a llegar a la valla.
Kevin? Levanto la voz, as que grito ms fuerte que las aclamaciones. Llego a la valla en el momento en que el Caballero Verde carga contra su oponente, y me doy cuenta de que estoy ms aterrorizado de lo que lo he estado nunca en una zona de guerra. Sean? Ahora grito a voz en cuello, y miro con desesperacin a uno y otro lado. Slo veo a otros chicos. Una multitud de
chiquillos. El Caballero Verde acaba en el suelo y un gemido desconsolado escapa de las gargantas de sus partidarios, mientras al otro lado de la pista estalla el jbilo. A una indicacin de los escuderos se sueltan los globos. Me abro paso hasta la valla y ojeo la multitud en una frentica bsqueda de cabellos rubios, de camisetas amarillas. No los veo. Los nios comienzan a dispersarse para ir a reunirse con sus padres. Despus de un minuto, vuelvo a la bala de paja donde estuvimos sentados. No aparto la mirada de la multitud que se dispersa, atento a la aparicin de mis hijos, pero transcurridos unos pocos
minutos no queda nadie ms que una mujer unas pocas filas ms abajo que intenta calmar a su hijo, que llora. Son las cinco y veinte de la tarde, y los gemelos han desaparecido. Se han esfumado. Me quedo all sentado con la esperanza de que quiz hayan ido al lavabo y no tardarn en volver, pero tengo una terrible sensacin en el pecho. S que no han ido al lavabo. No sin decrmelo. No en mitad de la justa. Pero entonces, dnde estn? No es en absoluto racional, pero durante unos pocos minutos soy incapaz de
marcharme del escenario de la justa. Ah es donde los vi por ltima vez, donde volvern, si es que se han alejado. Borro la frase de mi mente, una expresin que asocio con las noticias sobre nios desaparecidos, a los que nunca ms se los vuelve a ver, que acaban con los rostros impresos en los cartones de leche. Permanezco sentado en la bala de paja ms tiempo del debido, porque soy consciente de que, en el momento en que me marche, estar admitiendo que mis hijos han desaparecido de verdad, que est pasando algo terrible, algo que requiere la intervencin de la polica. Es un miedo estpido arropado por una
ilusin desesperada, pero transcurren varios minutos mientras contino paralizado en esa niebla supersticiosa. Lo que bulle dentro de m cuando salgo de mi parlisis y me levanto es una electrizante descarga de puro terror. En menos de diez segundos estoy corriendo hacia la salida, con tanta temeridad que la multitud se aparta asustada y se oyen voces que protestan. Qu le pasa a ese tipo? Eh! Cuidado, to, que hay nios pequeos!
Eh, amigo, un poco ms de cuidado! Tardo un poco en encontrar a alguien del personal de seguridad de la feria. Decidme, caballero No encuentro a mis hijos. El filo en mi voz borra las centurias. De pronto estamos de nuevo en el ao 2003. Sucede a menudo -me informa el tipo-. La gente se distrae. Aparece un malabarista tenemos a una docena de malabaristas. As que es muy fcil perderlos de vista.
No los he perdido de vista -insisto-. Estbamos presenciando la justa Todos se muestran amables. Por el sistema de megafona avisan al prncipe Kevin y al caballero Sean de que su padre se ha perdido. Los caballeros tendran la bondad de comunicar su presencia en cualquiera de los tenderetes? Espero mientras me repito una y otra vez que los chicos aparecern en cualquier momento. Pero incluso mientras intento tranquilizarme, no acabo de crermelo.
Captulo 3
Permanezco anclado en un banco delante del pequeo edificio rstico que alberga el cuartel general de su majestad. El interior no es en absoluto medieval. Media docena de empleados trabajan en un amplio espacio moderno. En la seccin destinada a la seguridad hay mesas, computadores y un sistema de comunicaciones de primer orden. El edificio tambin aloja los primeros auxilios y a los perdidos y encontrados. Un hombre canoso asoma la cabeza por la puerta.
Le apetece un refresco? pregunta-. Caf? Una gaseosa? Niego con la cabeza, sin apartar la mirada de la multitud. En cualquier instante -me digo-, los chicos aparecern por esa esquina. Como quiera. El hombre canoso es Gary Prebble, el jefe de seguridad de la feria. Lleva el uniforme bsico: azul claro con rayas doradas en las perneras, la placa en el bolsillo de la camisa, el cinto con la porra pulida, el aerosol de gas
lacrimgeno y la radio. En otras palabras, un poli de alquiler, un tipo que trabaja los fines de semana en la feria. La palabra refresco marca a Prebble como un hombre que ha pasado su vida en un determinado tipo de trabajo, un empleo donde los trminos genricos ajenos a la gente de la calle acaban imponindose: refresco, ocupacin, vehculo, arma de fuego. Cuando me present y le dije a Prebble que no encontraba a mis hijos, le orden a una mujer fornida y con trenzas que hiciera un anuncio por el sistema de megafona. Luego procedi a rellenar metdicamente lo que llam un
formulario de incidentes. Cuando los nios se despistan -me explic-, algo que hacen continuamente, todos y cada uno de los das, lo que hacemos es dar un aviso, y luego esperar a que aparezcan. Antes o despus, siempre aparecen. Me aconsej que estuviese tranquilo. Llevo tiempo en esto. Apoy una mano en mi hombro en un gesto de consuelo. Cuando las personas se separan, lo mejor es que una de ellas permanezca en una posicin fija. Eso fue hace diez minutos. Ahora, Prebble se sienta conmigo en el banco,
con un vaso de caf. Soy incapaz de decir ni una palabra. Tengo la boca reseca. A Prebble le gusta hablar. Echo de menos mi arma -comenta, y palmea el cinto-. Estuve treinta aos en el cuerpo de Prince Williams, en Virginia. Me jubil hace cinco. Me traslad aqu para estar cerca de mis nietos. Me sonre con sus dientes de conejo-. No se preocupe tanto por los nios. Aparecern, se lo garantizo. Hay calidez en su mirada, un aire tranquilizador derivado de una larga vida dedicada a ser el hombre al que acuden las personas en un momento difcil. Me consuela su confianza, pero
slo hasta cierto punto. Dnde pueden estar los chicos? La gente entra y sale del edificio. Una pareja llega con un cro que se ha hecho un corte en la rodilla. Luego, una pareja de adolescentes nerviosos que escoltan a una jovencita que cojea como consecuencia de la picadura de una avispa. Un hombre con una expresin de fastidio explica que ha perdido las llaves del coche. Una mujer se queja de que le han dado mal la vuelta de diez dlares en uno de los tenderetes. Hago todo lo posible por creer que el
extravo de los chicos es uno de esos episodios habituales, que en cualquier momento un adulto amable aparecer por la esquina con Kev y Sean a la zaga. Pero despus de un rato, soy incapaz de seguir sentado. Escuche -le digo a Prebble-, si aparecen Aparecern, seor Callahan. Quiere ir a buscarlos? Adelante, vaya. Cuando aparezcan, lo llamaremos por el sistema de megafona y los retendremos aqu. Se lo prometo. Es un alivio estar en movimiento. Hacer algo, lo que sea, es mejor que esperar.
Primero voy al aparcamiento con la idea de que, cuando nos separamos, a ellos se les ocurrira ir al Jeep. Es eso lo que haran? A m me parece lgico, pero he pasado tan poco tiempo con ellos en los ltimos seis meses que no estoy muy seguro de su reaccin. En cualquier caso, coger el telfono mvil. Saben el nmero. Antes de salir de Maine, Liz hizo que se aprendieran de memoria todos mis nmeros de telfono. Quiz hayan llamado. Parecis llevar mucha prisa -me dice una mujer robusta en tono coqueto, y apoya una mano en mi brazo con la intencin de detenerme-. Os lo suplico,
aguardad un Soy incapaz de apartarla sin ms. Busco a mis hijos. Se olvida del acento. Permtame que le selle la mano. De lo contrario, le harn pagar de nuevo cuando quiera volver a entrar, aunque slo sean diez minutos. Antes de que pueda responderle, me ha puesto un sello de color rosa fluorescente en el dorso de la mano. Camino entre centenares de coches
resplandecientes; veo que ahora hay unas cuantas plazas libres cerca de la entrada. La enorme zona de aparcamiento est rodeada por un denso bosque, y de all llega el estruendoso canto de las cigarras, un sonido que sube y baja como una ola y que por un momento me marea. Junto a m pasa un pequeo tractor John Deere pintado de un color verde brillante, con el remolque lleno de chalecos reflectantes y los bastones de color naranja que se utilizan para dirigir el trfico. Se estn preparando para el xodo masivo. Tardo unos minutos en encontrar el Jeep, y cuando finalmente lo localizo, los
chicos no estn all. La verdad es que no esperaba que estuvieran, pero aun as me llevo una desilusin. Pulso el botn del mando a distancia para abrir la puerta y cojo el mvil con la momentnea esperanza de que encontrar un mensaje. No hay nada. Guardo el telfono en el bolsillo, luego lo saco de nuevo y llamo a casa. No hay ningn mensaje en el contestador, excepto uno de Kathy desde la cadena: Hay alguna sintona en el comienzo? Regreso a paso rpido a la feria y entro por la puerta, despus de mostrarle el sello rosa al empleado para que me deje
pasar por el torniquete. Cojo un plano de la feria, y con l en la mano, comienzo la bsqueda. Ser metdico, buscar en todos los tenderetes y en todos los puestos, en todos los anfiteatros, grandes y pequeos, en la multitud de lavabos porttiles, en todas y cada una de las tiendas. Mientras camino, grito los nombres de los chicos. Hago todo lo posible para no dejarme dominar por el pnico, pero de vez en cuando la voz me traiciona, y el tono de desesperacin sobresalta a los que estn cerca. Lo veo en sus ojos: se los ve alertas y alarmados.
Kevin! Sean! Despus de un rato, comienzo a detener a personas al azar. Busco a unos gemelos. Unos gemelos, los ha visto? Tienen seis aos, cabellos rubios. Ha visto a una pareja de chicos? Gemelos. La disposicin de la feria es compleja; la han montado al estilo de los grandes centros comerciales para que la gente recorra los pasillos. Buscar a alguien en una marea humana no es sencillo. En varias ocasiones me encuentro en una zona conocida, he vuelto a un lugar que ya he recorrido. Cada equis minutos voy
a la pista de la justa, por si acaso se les hubiese ocurrido volver all. Luego hablo con Gary Prebble, no fuera a ser que alguien los hubiese llevado a la oficina central. Despus de cuarenta y cinco minutos, he recorrido la mayor parte de la feria. Algunas personas recuerdan haberlos visto, pero cuando insisto, muchos de sus recuerdos son de mucho antes y otros son tan vagos que no sirven de nada. Las hay que parecen recordar a los chicos slo para conformarme. Tengo la impresin de que les parezco tan angustiado que quieren ayudarme. (Me parece haber visto a unos gemelos
durante la exhibicin de cetrera.) Entonces se oye a travs de los altavoces el anuncio de que la feria cerrar dentro de treinta minutos, que los visitantes se apresuren a realizar sus ltimas compras y que reserven unos minutos para devolver los disfraces. Casi en el acto, la gente comienza a caminar hacia la salida. Yo me dirijo al cuartel general de la feria. Lo que quiero es que Gary Prebble levante un muro alrededor de la feria. No podemos hacerlo -dice Prebble. Por qu no?
Se imagina el pnico que se desatara si pretendiramos encerrar a todas esas personas? No puedo hacerlo! Adems, la feria est rodeada, excepto para el personal. Todo el mundo entra y sale por una nica entrada. Es as como nos aseguramos de que todos paguen para entrar. Qu le parece si usted y yo nos acercamos a la salida? Quiz a los chicos se les ocurra ir al coche. Ya lo he comprobado. Aun as, es la hora de cerrar. Habrn odo el aviso. Todo el mundo se va a los coches. Prebble desaparece en su
despacho durante un momento, y lo oigo llamar a su ayudante-. Jackie, ponte en contacto con el equipo. Diles que nadie se marche a su casa. Prebble y yo estamos en el puente que cruza el foso, atentos la multitud que se marcha. Un camino de entrada, un camino de salida -me dice Prebble-. En el camino de entrada todos pagan, y en el camino de salida, los visitantes son dirigidos directamente al aparcamiento para que no se entremetan en la intimidad de los artistas y artesanos que viven en el recinto.
Viven aqu? Algunos de ellos. En la parte de atrs, pasada la charca de la lucha libre. Tienen casas rodantes, caravanas y cosas por el estilo. Hay ferias como sta por todo el pas; mejor dicho, por todo el mundo. Algunas de estas personas van de una feria a otra. Es su vida, un poco como el circo. Me concentro en la multitud que se acerca, y mi corazn se acelera cada vez que veo a una pareja de nios rubios, o incluso a uno. Pero cada vez la ilusin slo dura unos segundos, y se esfuma cuando los chicos rubios se acercan, sus
facciones visibles con la proximidad. Ni rastro de Kevin ni de Sean. Algunos de los asistentes se detienen en la tienda de disfraces antes de salir. Devuelven las prendas isabelinas y recuperan los tjanos, las camisetas, los tops y los pantalones cortos. Padres hartos guan a sus agotados hijos con las mejillas pintarrajeadas con los colores del arco iris. Los ms pequeos lloran para que los lleven en brazos. Dos risueas adolescentes con maquillaje gtico pasan con una nia pequea que lleva una guirnalda de flores en el pelo. La multitud ha disminuido
considerablemente cuando una voz suena en la radio de Prebble. El hombre canoso se aleja unos pasos y a m me invade la ilusin. Pero no dura mucho. Por la expresin de Prebble, veo que no hay ninguna noticia de los chicos. Antes de salir del despacho -me informa con una mirada un tanto dolidale ped a Mike que llamara a la polica de Anne Arundel para comunicarles que podramos tener un incidente. Llegarn en cualquier momento. Cinco minutos ms tarde, el xodo se ha reducido a unos pocos rezagados. En la feria, los equipos de limpieza comienzan
a recoger la basura y a barrer los desperdicios. Levantan las tapas de los contenedores y sacan las grandes bolsas de plstico transparentes llenas de basura. Un joven larguirucho con un gorro de bufn que conduce un tractor John Deere se encarga de cargar las bolsas en el remolque. La gente de las tiendas situadas cerca de la entrada recogen los artculos en exposicin: jarros de peltre, mecedoras, velas, estatuillas de caballeros. En la tienda de disfraces, una mujer suma las ganancias del da con una calculadora. A mi espalda, en la tienda que vende velas, un hombre cubre el escaparate con un panel de madera pintado.
Prebble llama a sus agentes a travs de la radio, pero ninguno ha visto a mis hijos. Bueno, quiz estn durmiendo en alguna parte -dice-. Este lugar est plagado de rincones y recovecos. Su voz ya no me consuela. En el enorme aparcamiento, el retumbar de centenares de motores ahoga los ocasionales chillidos de los nios cansados. Los encargados del aparcamiento, ataviados con los chalecos reflectantes y los bastones de color naranja en la mano, dirigen a los coches hacia las distintas salidas.
Un coche patrulla marrn y beige, con las luces azules y rojas encendidas, se abre paso entre la riada de coches que salen y se detiene delante de la entrada. El detective Shoffler es un tipo fornido, de rostro rubicundo, con el pelo de color rubio pajizo. Debe de tener unos cincuenta aos o quiz un poco ms, y le sobran veinte kilos. A pesar del pantaln arrugado y una americana azul que ha conocido tiempos mejores, transmite inmediatamente una impresin de autoridad. Adems, con sobrepeso o no, se mueve como un atleta. El agente Christiansen es un tipo
delgaducho con los cabellos rapados, dientes de conejo y una voz aguda. Lleva un uniforme marrn casi del mismo tono que el del coche. La mano de Shoffler es grande, con la piel spera, y no me suelta la ma inmediatamente, sino que me la cubre con la otra. Seor Callahan -dice, y me mira con una mirada tan penetrante que tengo la sensacin de que me estn sometiendo a un escner. Entonces me suelta la mano y seala a Prebble con un dedo acusador.
Gary, tendras que haberme llamado antes. Maldita sea, deberas saberlo. Sacude la cabeza en una manifestacin de reproche. Prebble se encoge de hombros. Supuse Cunto hace que han desaparecido los nios? Ms de dos horas? Shoffler deja escapar un suspiro-. Est bien. A quines tienes hoy en tu equipo? Estamos cuatro y yo -responde Prebble, y entonces, cuando es obvio que Shoffler espera algo ms, cita los
nombres-: Aparte de Jack, aqu presente -seala con un gesto al hombre plido que est sentado delante de un escritorio-, estn Gmez, Arrington y, ah, s, Abigail Dixon. El detective hace una mueca. Que vengan aqu. Prebble asiente, luego se aparta el telfono de la oreja como si fuera a decir algo, pero Shoffler se lo impide, levantando la mano como un agente de trfico. Voy a pedir un K-9 -anuncia, y coge el
mvil que lleva en el cinturn. Mira a Christiansen-. Mientras tanto, vamos a sellar este lugar.
Captulo 4
Cualquiera podra pensar que este estallido de actividad concreta me hara sentir mejor, pero en cambio el miedo me ha paralizado. Aunque no acababa de creerme del todo el aire de cordialidad y confianza de Gary Prebble, el proceder serio y prctico de Shoffler era
mucho peor. Pens en los hermanos Ramrez, los gemelos de California asesinados unos pocos aos antes. Record a Etan Patz y Adam Walsh, a Polly Klass, a Samantha Runnion, y a todos los no tan famosos nios desaparecidos cuyos rostros acosan al mundo desde los cartones de leche y los carteles en las oficinas de correos. El miedo debe de haberse reflejado en mi rostro, porque Shoffler me sujeta el brazo con una de sus manazas. Los nios se esconden -afirma, y ahora intenta consolarme-. sa es la cuestin. Se pierden, se asustan y, por lo general,
lo que hacen es esconderse. Incluso pueden llegar a creer que usted se enojar con ellos. As que vamos a buscarlos, buscaremos a fondo por toda la feria. Los perros pueden ayudarnos, por eso ped un K-9. De acuerdo? S. Lo comprendo. El detective frunce el entrecejo. Su cara me resulta familiar. Es abogado o algo as? Reportero. En la Fox. Eso es. Shoffler lo dice de una manera mecnica, pero luego lo
recuerda de verdad-. Eso es. De acuerdo. Saca una pequea libreta de espiral del bolsillo de la americana y la abre-. Veamos, los chicos Gary dice que tienen seis aos. Se llaman Kevin y Sean Callahan. Fecha de nacimiento? 4 de enero de 1997. Descrbalos. Miden, no lo s, hasta aqu, ms o menos. Levanto una mano para marcar una altura aproximada-. Ojos azules,
cabello rubio Rubio qu? Rubio pajizo como el suyo o tirando ms a platino? Casi blanco. Alguna marca caracterstica, cicatrices o algo por el estilo? Todava no les han salido del todo los incisivos. Bien -dice el detective, y asiente mientras lo anota, como si el estado de los dientes de los chicos fuese una informacin de gran utilidad. A m me parece una idiotez, a la vista del nico
hecho verdaderamente inusual de Kevin y Sean. Son gemelos -digo. Mis nervios han subido el volumen y mis palabras suenan muy fuerte. Estoy gritando. Respiro profundamente-. Ya lo saba, no? Son gemelos. S -admite Shoffler-, pero bien puede ser que se separaran. As que -Se encoge de hombros. No -insisto-. Estarn juntos. Me aterra la idea de que Kevin y Sean no estn juntos.
Visten de la misma manera? No. Pues entonces dgame cmo van vestidos. Primero Kevin. Camiseta amarilla con el dibujo de una ballena, vaqueros y zapatillas Nike blancas. Sean? Pantaln caqui, camiseta azul y zapatillas negras con rayas blancas. Shoffler lo anota y despus se vuelve hacia Gary Prebble.
Gary, doy por hecho que tienes una lista de los empleados de la feria, quin trabaja dnde y a qu horas. La voy a necesitar. Ahora hablemos de la mejor manera de realizar la bsqueda. Los dos hombres se acercan a un gran plano mural instalado en la seccin de objetos perdidos. Discuten la mejor manera de desplegar a los agentes disponibles. Cuando recorras la zona residencial dice Shoffler-, lo cual me gustara que hicieras personalmente, Gary, pide permiso para mirar en el interior de las
caravanas y las casas rodantes. Pero no insistas; slo toma buena nota de los que titubeen, porque eso quiz signifique volver con una orden. Eso cree? exclamo-. Me refiero a Shoffler me hace callar con la mirada. Yo no creo nada, seor Callahan. De verdad que no. Slo se trata de seguir el procedimiento habitual. Lo comprende? Asiento, pero estoy perdiendo el control. Procedimiento habitual? El detective habla de nuevo con Prebble.
Apunta los nombres de todos, marca si has mirado en el interior de las viviendas. Pregunta por las personas que trabajan para ellos y que puedan no figurar en la lista oficial de empleados de la feria. Si esto resulta ser un secuestro, necesitaremos identificar a los posibles testigos. Aunque ya lo haba pensado -por supuesto que lo haba pensado-, todava me aferr a la idea de que los chicos se han perdido. La palabra secuestro me atraviesa la cabeza como una bala. En cuanto Shoffler despacha al equipo
de bsqueda -el personal de seguridad, Christiansen y el equipo K-9 que acaba de llegar con Duquesa, una nerviosa perra pastor alemn-, el detective se sienta en el banco situado frente al cuartel general de la feria. Palmea el banco como una invitacin para que me siente a su lado. Ahora cunteme todo lo que hicieron en la feria. Dnde fue con los chicos, todo lo que pueda recordar. Saca del bolsillo un magnetfono pequeo-. Soy partidario de tomar notas -me explica-, pero si no le importa, tambin grabar lo que me diga. Por qu iba a importarme?
Shoffler se encoge de hombros, pone en marcha el magnetfono y comienza a hablar. Sbado por la tarde. 31 de mayo de 2003. Consulta su reloj-. Son las 19.32 horas. Soy el detective Ray Shoffler, que responde a una llamada dos-cuatro-dos hecha por el seor Gary Prebble, encargado de seguridad en la feria medieval en Cromwell, Maryland. Hablo con Alexander Callahan, el padre de los chicos extraviados, Sean y Kevin Callahan, que tienen seis aos de edad y son gemelos.
Sostiene el magnetfono plateado entre nosotros. El piloto rojo brilla con fuerza. Por cierto, seor Callahan, y su esposa? Est en casa? Ya le ha comunicado la desaparicin? Dios mo. Liz. Est en Maine -respondo-. Estamos separados. El detective inclina la cabeza hacia un lado. Frunce el entrecejo como si eso no fuese lo que quera escuchar. Ah -exclama.
Los chicos estn pasando las vacaciones conmigo. Dnde vive? En la capital. Su direccin? Se la doy. As que se present en la oficina central de la feria, digamos, a las 17.36 horas. Cunto tiempo dira que llevaban desaparecidos los chicos?
Qu me dice de una alerta mbar? pregunto-. No es algo que debera hacer? Alguien en la cadena hizo un reportaje sobre el tema unos meses atrs. No recuerdo todos los detalles, pero el sistema, bautizado con el nombre de un nio asesinado, da la alarma en el caso de chicos desaparecidos, y pone en marcha una compleja red de informacin pblica: boletines en las emisoras de televisin y radio, las noticias de ltima hora en la base de la pantalla de todos los principales canales. Incluso da la informacin en los grandes paneles luminosos instalados en las autopistas que avisan de la presencia de niebla o
accidentes. Me invade un sentimiento de culpa al recordar una discusin en la cadena. Yo era contrario al atiborramiento en la pantalla: el tiempo, el desfile de las noticias de ltima hora en la parte inferior de la imagen que, en mi opinin, distraan al espectador. La alerta mbar me pareca ms de lo mismo. No podemos poner en marcha el mbar -contesta Shoffler-. Todava no. El mbar requiere una informacin especfica: una descripcin del sospechoso, la marca y el modelo del vehculo, el nmero de matrcula.
Levanta las manos y luego las apoya sobre los muslos-. Algo. El mbar es estrictamente para los secuestros. Ahora mismo, hasta donde sabemos, sus hijos se han perdido. De acuerdo. No estamos de brazos cruzados, seor Callahan. En cuanto me llam Gary y comprend que los chicos llevaban extraviados ms de dos horas, me puse en marcha y envi un EA a las jurisdicciones vecinas. Un EA? Estad alertas.
Asiento sin hacer ningn comentario. Muy bien. Shoffler produce un chasquido con los labios-. Empecemos por donde estaba usted la ltima vez que vio a los nios, y despus seguiremos desde el principio del da, lo que hicieron por la maana, cmo vinieron aqu, cundo llegaron, y todo lo que hicieron en el recinto de la feria. Vamos a grabarlo todo mientras est fresco en su mente. Estbamos en la justa. Los chicos se acercaron a la pista para vitorear al Caballero Verde
Despus de recapitular esta parte, comenzamos por el principio. Intento reconstruir las actividades del da. El piloto rojo resplandece. Yo hablo. Shoffler escucha. La mayor parte de la feria est desierta a estas horas; los tenderetes, cerrados a cal y canto. Shoffler y yo caminamos hacia el escenario de la justa. El detective detiene a todos los que nos encontramos, anota su nombre y ocupacin con letra clara en la libreta, y les dice que tendrn que presentarse a Jack en la oficina central antes de abandonar el recinto. A todos les pregunta si recuerdan haber visto a los
gemelos. No? Y a m? No. Ya hemos tenido una docena de estos encuentros cuando Shoffler se detiene, inclina la cabeza a un lado y me mira. Vaya -dice con una expresin en el rostro que no descifro. Qu? Shoffler sacude la cabeza. Me sorprende que nadie los recuerde, nada ms. Quiero decir que son gemelos.
El comentario pasa por mi lado como un ratn por las paredes. En el anfiteatro, Shoffler me sigue mientras camino entre las balas de paja. Es por aqu -le digo y me detengo-. Estbamos sentados por aqu. Estaba aqu la ltima vez que los vio? Ms o menos. Dnde estaban ellos? Sealo hacia la valla de la pista, donde se haba situado la mquina verde para aclamar a su favorito. Describo
exactamente, por cuarta o quinta vez, lo que ocurri. Shoffler busca en las pginas de la libreta para verificar algo. As que la ltima vez que los vio estaban ah abajo, dedicados a vitorear al Caballero Verde. Cierro los ojos. Me concentro. No. Eso no es correcto. No? La ltima vez que los vi fue inmediatamente antes de la ltima justa. Estaban con otros chicos, muy
entretenidos en acariciar a un perro. Un perro? De qu raza era el perro? Un perro delgaducho. Cmo los llaman? Es como un galgo, pero ms pequeo. Un lebrel? pregunta Shoffler. Eso es. Tena una cosa alrededor del cuello, un collar. Un collar blanco con frunces. Quiere decir como uno de esos que llevaba Shakespeare? Un cmo lo llaman? Una gorguera?
Efectivamente. Una gorguera. Por cierto -la imagen aparece en mi mente-, el tipo tambin llevaba una. Qu tipo? Haba un tipo alto con el perro. Los dos llevaban gorgueras. Iban disfrazados As es. Vaya -exclama Shoffler-. As que dej de mirar a los chicos para ver la justa y cuando volvi a mirar haban desaparecido.
As es -respondo, con la sensacin de un sbito salto en el pecho, como si estuviese en un avin que ha descendido bruscamente seis mil metros-. Haban desaparecido. Cuando nos acercamos a la pista, veo que hay alguien all: un tipo flacucho con una camiseta roja Adidas desteida. Est recogiendo el estircol. Responde amablemente a las preguntas de Shoffler. Allen Babcock -dice con un acento britnico-. A, ele, ele, e, ene. Soy el jefe de los mozos de cuadra. Me ocupo de
los caballos y esas cosas. Seala los montones de estircol-. Tambin echo una mano con la limpieza. Puedo preguntar de qu se trata? Hay un par de nios que se han extraviado. Gemelos. La mirada de Babcock se fija en m. Sus hijos? S. Tienen seis aos. Cabellos rubios. Los ha visto? Lo siento. Babcock niega con la cabeza-. Ahora aqu no hay nadie, y si
se refiere a ms temprano, no estoy mucho por aqu. Algunos de los chicos se cuelan hasta los pasillos de entrada, pero son pocos. No he visto ninguna pareja de gemelos. Hoy no. Lo recordara. Pasillos de entrada? Dnde est usted exactamente durante las justas? pregunta Shoffler. Se lo ensear. Seguimos a Babcock a travs de la pista y salimos por una puerta en el lado opuesto a lo que seran las bambalinas en un escenario. Dos pasillos hechos con tubos unidos con cadenas conducen
hasta dos corrales de madera. Un pasillo de salida -explica Babcock, otro de entrada. Los caballos pueden ser un tanto testarudos; no les gustan las lorigas engalanadas que les ponen para las competiciones. As que estoy aqu atrs, para echar una mano con los animales, y ayudar a montar y desmontar a los caballeros. No es fcil con las armaduras. Qu pasa despus? Se llevan a los caballos hasta el da o la semana siguiente? No, no. Nos quedamos aqu mismo, en
el establo. Dnde est? quiere saber Shoffler. Seguimos a Babcock hasta una cerca de casi dos metros de altura. La cerca rodea todo el terreno de la feria? pregunta el detective. As es. El mozo quita el candado y abre el portaln. En cuanto cruzamos y nos encontramos al otro lado de la cerca, a campo abierto, me domina el pnico. Ah fuera hay todo un mundo inmenso. Si Kevin y Sean no estn en el recinto de la feria,
entonces pueden estar en cualquier parte. Los caballos y los equipos, all -dice Babcock, y seala un establo de madera blanco-. Las personas, en la caravana indica una Winnebago de grandes dimensiones-. Los caballeros, bueno, en realidad son actores, no? Adems de jinetes. Viven en el recinto con los dems. Aqu slo estamos Jimmy y yo para vigilar a los animales. Ms all del establo, un campo cerrado con una cerca de cuatro tablas pintadas de blanco da al bosque. El canto de las cigarras es ensordecedor.
Un caballo negro de gran alzada est junto al granero, atado a cada lado a un armazn. Un hombre bajo, moreno, sujeta uno de los grandes cascos de la bestia y se lo limpia con una herramienta. Babcock nos lo presenta como Jimmy Gutirrez. Despus de intercambiar unas palabras con l, Shoffler anota su nombre y su nmero de telfono en la libreta. Le importa si echamos una mirada al establo y a su caravana? pregunta Shoffler. La caravana no est muy ordenada responde Babcock-, pero adelante.
Hemos vuelto a cruzar la cerca y caminamos de regreso a la pista cuando lo veo, cerca de uno de los pasillos: una pequea zapatilla blanca Nike con el logo de la marca en azul. La visin me hace frenar en seco. Shoffler y Babcock ya han cruzado el portaln y estn en la pista cuando el detective advierte que ya no estoy con ellos. Seor Callahan? Lo llamo con un gesto, incapaz de hablar. Miro la zapatilla. Est all, en la
tierra, en la posicin correcta, como si alguien acabara de quitrsela, aunque veo que los cordones todava estn atados. sa parece una de las zapatillas de Kevin -digo. Qu? All. Aquella zapatilla. La sealo, una pequea zapatilla blanca con un pegote de fango en los cordones-. Mi hijo Kevin lleva unas zapatillas como aqulla. La visin de la zapatilla en la tierra, con los cordones atados, me recuerda todas
las veces -una sorprendente cantidad de veces- en que he visto zapatos separados de sus dueos. Atados juntos y colgados en un alambre. Solos en el arcn de una carretera. Tirados en un cubo de basura. Hay algo en los zapatos abandonados -incluso en los zapatos delante de las habitaciones de los hoteles, en los que estn etiquetados con los nombres de sus dueos en el taller del zapatero- que siempre me ha parecido triste, de mal agero incluso. A m, esa zapatilla es de Kevin? me parece una seal terrible, una prueba de rapidez y violencia. Hago un amago de agacharme, como si fuese a recogerla,
pero Shoffler extiende un brazo como una barrera delante de mi pecho y me lo impide. Espere un momento -dice el detective, con una voz bruscamente autoritaria-. No la toque. Christiansen llega al cabo de diez minutos y la zapatilla acaba con su propia cerca de conos de trfico y cinta amarilla. El agente se quedar hasta que lleguen los tcnicos encargados de recoger las pruebas. La palabra prueba me preocupa casi tanto como la propia zapatilla. Allen Babcock afirma que no la haba visto antes. Jimmy Gutirrez jura que l tampoco.
Cmo sabe que pertenece a Kevin? pregunta Shoffler, mientras emprendemos el camino de regreso a la entrada-. Crea que eran idnticos. No visten de la misma manera -replico. Correcto -admite Shoffler-. Lo olvid. Ahora comenzaremos desde el principio, desde que lleg aqu -dice Shoffler-. Por cierto, qu hora era? Qu aspecto tena el empleado? Saco la cartera del bolsillo de atrs.
Debo de tener el resguardo. Sacar la cartera hace que recuerde cmo unas horas antes haba estado seguro de haberla perdido. Algo relacionado con aquel incidente me preocupa, pero lo dejo correr cuando encuentro el resguardo. Leo la hora impresa-: Las 14.18 horas. El detective ha sacado de nuevo la libreta. Cmo era la persona que le vendi las entradas? pregunta, sin mirarme. La pregunta me preocupa. Mis hijos han desaparecido y es como si el detective estuviese ponindome a prueba.
Contesto a la pregunta. Treinta y tantos, con las cejas depiladas casi hasta la desaparicin. Recuerdo la voz de la mujer: Un caballero y dos escuderos? Con la real Visa de su majestad. Dos escuderos Shoffler mira mi cartera. Lleva una fotografa de los chicos en la cartera? S.
Shoffler se toca una ceja con la yema del ndice. Podra mandar a uno de los agentes a que lleve la foto a la comisara. Ganaramos tiempo. Podramos tener las copias preparadas para distribuirlas a las jurisdicciones vecinas y a los medios. Era consciente de que la polica querra una foto de los chicos, pero de alguna manera, la peticin oficial me deprime. sta es de hace ms o menos un ao -le comento a Shoffler. Saco la foto de estudio del compartimento de plstico transparente y la miro durante unos
segundos antes de drsela. En la foto, mis hijos visten camisetas de rayas azules idnticas, algo poco habitual en ellos. Liz debi de convencerlos para que lo hicieran, porque detestan llevar las mismas prendas, y slo tienen unas pocas, regaladas por la madre de Liz. Mi esposa y yo siempre dejamos que los chicos elijan lo que quieren llevar dentro de unos lmites-, y casi nunca escogen prendas que los hagan parecer intercambiables. Slo lo hacen cuando quieren divertirse a costa de los dems y jugar a lo que ellos llaman el juego de los gemelos. No pueden engaar a sus
padres, pero todos los dems son vctimas fciles. A pesar de las prendas iguales, no hay ninguna duda de cul es cul en la foto. Frente a una cmara, Sean no comprende la palabra Sonre o cualquiera de las expresiones que utilizan los fotgrafos en su lugar. No importa las veces que Liz le explica a Sean que la forma en que contorsiona el rostro no es una sonrisa; no importa las veces que se le muestra la evidencia, no hay manera. Todas las fotos posadas que le han hecho desde los tres aos en adelante muestran la idea que tiene Sean sobre lo que es una sonrisa: una mueca exagerada y carente de toda gracia, con los labios
separados al mximo en todas las direcciones, algo similar a lo que hacen los orangutanes: abrir bien la boca para dejar al descubierto los dientes. La foto es demasiado para m. Tengo la sensacin de tener el pecho lleno de cristales rotos. Reacio, se la entrego a Shoffler, como si al drsela al detective estuviese renunciando a la posesin de mis hijos. Crea que me haba dicho que no iban vestidos iguales -seala Shoffler. Y la mayora de las veces no lo hacen replico.
Vaya. Media hora ms tarde, despus de una gira por el recinto para ajustar al mximo mi relato del da, Shoffler se da por satisfecho. Apaga el magnetfono y se lo guarda en el bolsillo. Coge el mvil y se aparta unos pasos. Me da la espalda. Aun as, escucho lo que dice. Est llamando a todo el personal de la comisara. Estoy sumergido en una bruma, me debato entre la incredulidad y el pnico. Durante unos momentos soy incapaz de creer que esto est pasando. Luego, el puo helado que me oprime el corazn
confirma que es real. Sean y Kevin han desaparecido. Creo que, como todava hay luz -le dice Shoffler a su interlocutor-, aprovecharemos para extender la bsqueda al bosque.
Captulo 5
No me doy cuenta de cundo los colores rosa y oro del ocaso desaparecen debajo del horizonte, pero sbitamente es de
noche. La luna en cuarto creciente, con una claridad que sorprende, parece colgada en el firmamento poblado de estrellas. Cojo el mvil y llamo a mi casa por dcima vez. Todo sigue igual. No hay mensajes en el contestador. Shoffler no me deja ir con los primeros equipos de bsqueda. Todos me dan el mismo consejo: lo mejor que puedo hacer es esperar. Son mis hijos los que han desaparecido; sin embargo, se supone que debo sentarme y mirar, convertirme en un espectador de mi propio desastre.
No obstante, todo resulta extraamente familiar, esa sensacin de estar entre la audiencia mientras se pone en marcha la bien engrasada maquinaria del desastre. Entre los informativos y las series policacas, las pelculas de catstrofes y los reality shows, estamos preparados para cualquier clase de pesadilla. No importa lo que sea, seguro que ya le ha sucedido antes a algn otro; filmado con todos los ms espantosos detalles y con msica de fondo para realzarlo. Quin mejor que yo para saberlo. Desde mi banco, oigo a Shoffler que habla a voz en cuello en el interior de la oficina central.
Comenzad en la interseccin de la 301 y Shade Valley Road. El pjaro deber desplegarse en el punto 19, y haced una pasada por los terrenos de la feria En un primer momento, las palabras no tienen sentido para m. Despus, pjaro, desplegarse y pasada ocupan los lugares lingsticos correctos en mi cerebro y comprendo que el detective habla del helicptero de bsqueda. Si los chicos estn en el bosque -avisa Christiansen-, no los vern desde el helicptero.
En cuanto llega otro coche patrulla con el maletero lleno de linternas y otros cuatro agentes de Carroll County (vienen ms de camino), Shoffler organiza nuevos equipos de bsqueda. Ha aparecido comida de alguna parte. Pizzas de Papa Johns, Gatorade, latas de Pepsi, grandes termos de caf, pilas de vasos de plstico. Alguien ha clavado un mapa topogrfico en la pared y lo ha marcado con una cuadrcula. El primer grupo de bsqueda sale acompaado por el alboroto de estridentes voces en las radios, y despus el segundo. Cuando el tercero, formado por cuatro hombres y dos
mujeres, se rene para que Shoffler les indique su zona en el mapa, me levanto. Yo voy. Si los encontramos -replica el detective despus de un breve titubeo-, es posible Su voz se apaga, pero le leo el pensamiento: Es posible que no estn vivos. Asiento para demostrar que lo comprendo. Shoffler abre la boca, como si fuera a soltarme de nuevo el rollo de que la mejor manera de ayudar es quedarme
quieto. Luego cambia de idea y accede. Qu demonios. Caminamos a travs de una zona muy boscosa en una lnea irregular, cada persona separada de la otra la distancia reglamentaria del doble del largo de un brazo, una distancia que se acorta o se alarga sin mesura de acuerdo con el terreno y los obstculos. Las linternas horadan las tinieblas, sus haces son cilindros de luz bien definidos que abren tneles hasta que los rayos llegan al mximo de su alcance y se convierten en una bruma incandescente. Los haces de luz de las linternas buscan en los rincones escondidos de la maleza.
Iluminan las zarzas de rosas silvestres, las grietas de las rocas cubiertas de musgo, la rugosa corteza de los rboles, el agua de los charcos, arrancan destellos en los ojos de los animales. Los haces cruzan el aire como reflectores cuando los buscadores se encaraman para superar unas rocas o un tronco cado. De vez en cuando, la meloda estridente de un mvil nos sobresalta y alguien mantiene una embarazosa conversacin con el cnyuge o un amigo. El grupo de bsqueda, como una oruga enorme, hace mucho ruido mientras avanza, y hombres y mujeres gritan:
Sean! Kevin! En lo alto, el helicptero se suma al estrpito con el batir machacn de los rotores, mientras realiza sus metdicas pasadas por los terrenos de la feria. Es tal el ruido que nuestros gritos apenas se oyen. Las voces que llaman a Kevin y a Sean suenan dbiles e insignificantes, como gemidos desesperanzados en la espesura. Avanzamos trabajosamente, a tientas, a gatas, por un terreno que no slo es escabroso y est lleno de inesperadas y ocultas hondonadas, sino tambin cubierto con malezas y zarzas, algunas ms altas que un hombre. Es una marcha muy dura, tal como nos haba advertido
Shoffler, y pagamos las consecuencias. Cada pocos minutos se oye un grito de dolor, una maldicin. Al cabo de menos de diez minutos tengo los brazos y las piernas cubiertos de los rasguos de las espinas, y me sangra el rostro. De vez en cuando, una llamada de Shoffler suena en la radio del lder. Nos detenemos hasta que queda claro que es una comunicacin rutinaria y no hay noticias de los chicos. Cada vez que esto ocurre, el corazn me da un brinco y hay una brutal descarga de adrenalina. Es como si estuviese colgado en el aire y me bamboleara entre la ilusin y el miedo.
El grupo de bsqueda tambin hace una pausa cuando el helicptero se detiene sobre nosotros, como hace cada pocos minutos, en las pasadas, y proyecta un brillante cono de luz, tan potente que convierte la noche en da. Entonces alguien dice Venga, vamos, y continuamos avanzando a travs de la espesura, al tiempo que gritamos hasta quedarnos roncos. Entro en una especie de trance, centrado exclusivamente hasta donde llega el haz de la linterna, que muevo de un lado al otro, metdicamente, como un autmata, para asegurarme de que no paso por alto ni un palmo de mi sector. A menudo, la
luz alumbra una rama o un montn de hojas, y me induce a la momentnea y falsa creencia de que he visto una pernera, un brazo, un zapato, la silueta de una cabeza. Son tan pequeos. Cuando voy a verlos a su habitacin, dormidos en sus camas, cuando estn tranquilos e inmviles, a veces me sorprendo de lo pequeos que son, teniendo en cuenta el espacio que ocupan en mi vida. Si estn cubiertos de hojas, aunque slo sea en un mal intento de ocultarlos Sera muy fcil no verlos. Parpadeo, fuerzo la vista, cierro mi
mente al pensamiento: cubiertos de hojas. Pero no puedo borrar las terribles ideas que flotan en mi cabeza. No puedo dejar de pensar en aquella zapatilla de Kevin abandonada contra el metal de la cerca. La manera en que reposa, encerrada por la barrera de la cinta amarilla, a la espera de que llegue el tcnico de recogida de pruebas. stas son palabras que no quiero en mi vocabulario: tcnico de recogida de pruebas, equipo K-9, cuadrcula de bsqueda. Cuando Shoffler ordena al equipo que regrese a la base, no hay ninguno que quiera hacerlo. Todos protestan, piden
un poco ms de tiempo. No queremos dejarlo -grita un hombre llamado Rusty, que es el lder del grupo, por su walkie-talkie-. Vamos lanzados, Shoff. Sin embargo, Rusty se rinde a regaadientes ante la insistencia del detective. Los reemplazos estn preparados. La fatiga da lugar a errores. Los ojos descansados ven mejor. Adems -dice Shoffler, con la voz quebrada por la esttica-, necesito hablar de algo con el seor Callahan.
La sala es la viva imagen del desorden. La zona donde han montado la cantina rebosa de vasos de plstico, cajas de pizza y donuts, botellas de agua Sobre la mesa de la seccin de objetos perdidos se amontonan prendas y zapatos. Dispersos por el suelo hay equipos de comunicacin, pilas de conos de trfico de color naranja, chalecos reflectantes y mantas de lana de color verde en fundas de plstico. Espero la prometida conversacin, tan absolutamente agotado que por el momento carezco de la energa necesaria para imaginar el tema o su propsito. No puede ser que hayan encontrado a los chicos (porque en ese
caso no hubiese salido el equipo de reemplazo), y sa es la nica cosa que me interesa. Shoffler apoya uno de sus grandes brazos sobre mis hombros y me dice que es hora de irme a casa. Protesto, pero Shoffler me convence amablemente de dos cosas. No tenemos ninguna prueba de que se trate de un secuestro -manifiesta-. Est la zapatilla, pero -se encoge de hombros- usted no ha podido hacer una identificacin positiva. Estoy seguro de que es la zapatilla de
Kevin. Est seguro de que es suya porque tiene una zapatilla parecida y l ha desaparecido. l estaba all, en la pista de la justa. Sabe cuntos nios pasan por aqu cada fin de semana? Shoffler sacude la cabeza-. Quin sabe cunto tiempo haca que la zapatilla estaba all? Es un calzado bastante comn. El detective se balancea sobre los pies-. Si esto es un secuestro, y hay una llamada, no van a dejarle un mensaje en el contestador. Querrn hablar con usted.
Me limito a asentir. Tendremos que intervenir su telfono, y eso es algo que podremos hacer mucho ms de prisa si usted est presente. De lo contrario, tendremos que rellenar una peticin, enviar a los tipos, procurarles las llaves es un lo. Si usted est all, se podr solucionar en un par de horas. De acuerdo. Aprieta los labios durante un momento e inclina la cabeza hacia un lado. La segunda cuestin es que no podemos tener a todas estas personas aqu y a los
helicpteros y mantenerlo en secreto. El tema es que esto aparecer en los boletines de madrugada, y luego, por la maana -Sacude la cabeza-. Bueno, ya sabe cmo son estas cosas. De acuerdo -digo. Por supuesto, Shoffler tiene razn. Tendra que haberlo pensado, pero no lo he hecho. No hasta este momento. Los padres de todo el pas estn alarmados, sobre todo despus de una serie de secuestros y desapariciones infantiles que son noticia destacada en todos los medios. Ahora mismo hay un juicio en California por el secuestro y asesinato de una nia de cinco aos. Se
ha creado un estado de inquietud en que la desaparicin de cualquier nio es una gran noticia, una historia de alcance nacional. Desde el punto de vista informativo, la desaparicin de Kevin y Sean es una mina de oro: unos encantadores gemelos desaparecidos mientras se libra una justa de caballeros, damas isabelinas, hombres con calzas y jubones. No ser una noticia; ser un monstruo. Es bueno, todo eso es muy bueno -est diciendo Shoffler-. Es hora de solicitar la colaboracin ciudadana. Eso es algo que los medios harn por usted, harn
correr la voz. Guarda silencio y espera a que yo diga algo. Me doy cuenta de que debera estar uniendo algunos puntos, pero soy incapaz de adivinar lo que pretende el detective. Probablemente haya algunas personas acaba aadiendo en un tono pacienteque no deberan enterarse de esto a travs de la televisin, o porque reciban la llamada de un reportero. Dios mo! Liz! Tendr que decrselo a Liz. Creo que debera irse a su casa.
Agacho la cabeza. Me miro los pies. Liz. Chris -dice Shoffler, y seala al agente Christiansen- lo acompaar. Puedo ir solo -replico. Es obvio que Shoffler cree que no debo estar solo, pero no me interesa en absoluto la compaa del agente Christiansen. Shoffler me ignora por completo, le hace un gesto a Christiansen y despus nos acompaa hasta la salida. Tienes el mvil cargado? le
pregunta a Christiansen. El agente saca el telfono de la funda y mira la carga en la pantalla. Carga completa. En el exterior, todo est tranquilo. Un lejano rumor del trfico. El rtmico sube y baja del canto de las cigarras. El helicptero se ha marchado para ir a repostar. Durante unos momentos, me parece or los gritos distantes del equipo de bsqueda, pero entonces una ligera brisa sacude las hojas de los rboles y el sonido desaparece. Caminamos entre un pequeo grupo de
coches y vehculos de la polica que estn aparcados cerca de la verja de entrada. Bien -dice Shoffler, reprimiendo un bostezo-. Intentaremos hacerlo lo mejor posible. Me tiende la mano y se la estrecho. Luego le da una palmadita a Christiansen en el hombro y entra de nuevo en el recinto de la feria. Delante de nosotros tenemos el enorme espacio vaco del aparcamiento. Cerca del extremo ms apartado est la pequea silueta rectangular del Jeep, el nico ocupante de todo el solar. Christiansen camina a mi lado, mientras
habla con voz nerviosa sobre un caso de secuestro en el que trabaj un par de aos atrs. Encontraron a la chica en Florida -comenta-. En el patio trasero de la vivienda del novio. En el largo trayecto hasta el coche, la idea de que Shoffler ha enviado al agente conmigo movido por algo que podra interpretarse como compasin porque no quiere que el padre angustiado est solo en su desesperacin- desaparece y es reemplazada por una verdad mucho ms siniestra. Me doy cuenta de ello mientras busco las llaves y aprieto el botn del mando a distancia. Se abren las cerraduras. Los faros se encienden y
sus haces atraviesan la oscuridad. Eso es lo que dicen -afirma Christiansen, que contina con su monlogo-. Nueve de cada diez veces es alguien que conoce al nio. Nueve de cada diez veces es uno de los padres. Aqu tenemos la verdad: Christiansen no es mi canguro. Soy un sospechoso. Me detengo con una mano apoyada en la manija de la puerta del Jeep. Soy incapaz de entrar en el coche. Regresar a casa sin mis hijos est mal. Es como transmitir un mensaje de derrota y rendicin, como si estuviese
renunciando a ellos. Quiere que conduzca yo? pregunta Christiansen. Entonces, una sbita efervescencia de esperanza burbujea en mi cerebro y subo al coche en un santiamn. Supongo que eso es un no -dice Christiansen, que se acomoda en el asiento del pasajero-. Como quiera. Cuando enciendo las largas y salgo del csped para circular por el camino de gravilla, todo un magnfico escenario se ha construido por su cuenta en mi cabeza. Quiz los chicos se
desorientaron, intentaron volver a la bala de paja y tomaron el pasillo equivocado. Al finalizar la justa, el pblico se march de prisa y corriendo; aquello era un caos. Salgo del camino de gravilla y entro en la carretera. Al ver que no me encontraban, quiz hallaron a alguien, a algn vecino, a una persona a la que no haban visto desde que Liz se los llev a Maine. Y esa persona se ocup de llevar a mis hijos a casa. Tambin puede que se trate de Liz Ella sigui a los chicos desde Maine. Quera demostrar algo, as que esper a
que Alex y los chicos se separaran Quiz no fue Liz en persona, sino que contrat a otro para que Estoy lleno de quiz, lleno de miedo y esperanza. S que nada de todo esto se sostiene por ninguna parte, no si me detengo a pensarlo un minuto. Ahora que estoy en la carretera tengo la necesidad irracional de regresar cuanto antes a casa. Como si eso fuese a solucionarlo todo. Si llego a la meta, estar salvado. Ellos estarn a salvo. Se me mete en la cabeza que los chicos estn all, que estn esperndome. Ser mejor que aminore la velocidad -
gime Christiansen. Miro el velocmetro. Voy a ciento treinta. Vamos, hombre. Esta carretera -La voz del polica suena como el zumbido de un mosquito. Reduzco a ciento veinte, y entonces suena el mvil. Piso el freno a fondo y el coche colea para acabar en el arcn en mitad de una nube de polvo. Por el amor de Dios! chilla Christiansen mientras yo busco el mvil.
Por fin lo encuentro y atiendo la llamada. Hola? Hola? Quin es? pregunta Christiansen, pero apenas lo oigo. Hola? Hola! Ahora grito. No es que la comunicacin sea mala: es perfecta, no hay nada de esttica. Pero al otro lado no hay nadie, slo el silencio. Oiga? Quin es? insiste Christiansen. Levanto una mano y la acerco a la boca del agente para hacerlo callar. No cuelgo porque s que no slo oigo silencio. Oigo una respiracin.
Alguien respira. Quin me llama? pregunto con la voz ms serena de que soy capaz-. Quin es? Nada. Despus, el alivio es como un tremendo estallido en mi pecho cuando la voz de Kevin suena en mi odo, trmula y vacilante: Papi?
Captulo 6
Entonces oigo un clic y la luz de la esperanza se apaga con la misma rapidez con la que se encendi. Kevin? Kevin! Enciendo la luz interior del Jeep y miro el pequeo rectngulo luminoso de la pantalla del telfono. Como la mayora de los mviles, el mo muestra los nmeros de las ltimas llamadas. Pero slo -ahora lo recuerdo- cuando pulsas la tecla para responder. La pantalla me informa: ltima llamada: 18 segundos. Seor? pregunta Christiansen-.
Quin era? Quin lo ha llamado? Espere un momento. Sigo con el mvil, busco entre las opciones del men hasta dar con Llamadas recibidas. La ltima siempre es la primera. Sealo Recibida 1 y leo: 202-555-0199. No es correcto: es el nmero de mi casa, mi propio nmero de telfono. Significa eso -mi corazn da un salto mortal en el pecho- que los chicos estn en casa? No veo cmo puede ser posible, cmo pueden estar en casa, y sin embargo nadie -ni los chicos ni la persona que
los ha llevado all- se haya molestado en llamar a mi mvil durante las once horas que han estado desaparecidos. No tiene sentido. Aun as, me vuelvo loco de alegra. La llamada se cort. Seguramente atraves una zona sin cobertura; es algo muy frecuente. No obstante, ahora la seal es fuerte, as que pulso la tecla 2, que marca automticamente el telfono de casa. Estoy impaciente por escuchar la voz de mi hijo, y su explicacin. El telfono suena cuatro veces, y entonces oigo mi propia voz: Hola, has
llamado a Alex Callahan. Ahora no puedo ponerme al telfono, pero Cuelgo. El telfono tiene llamada en espera, as que, si ests hablando y no atiendes la nueva llamada, salta el contestador automtico. Los chicos deben de estar llamando al mismo tiempo que llamo yo. Nuestras llamadas se cruzan. Espero, pruebo de nuevo: otra vez el contestador. Repito el proceso al tiempo que le explico a Christiansen lo que hago y que ha sido Kevin quien ha llamado. Despus del cuarto intento, desisto. Quiz me apresure, quiz hay una pausa de uno o dos minutos entre llamadas.
Busco de nuevo en Llamadas recibidas, pero el nmero que aparece como Recibida 1 sigue siendo el mismo, el de mi casa. Pulso la opcin Hora de llamada. Aparece la hora: 4.42. Una mirada al reloj del tablero me dice que son las 4.48. Pero si la llamada de Kevin se hizo desde mi casa de Cleveland Park, cmo es que ahora nadie contesta? Seor Callahan, est seguro de que era uno de sus hijos? pregunta Christiansen. S, estoy seguro -respondo, con la voz estrangulada por la emocin-. Era
Kevin. Cmo puede saberlo, si son gemelos? Porque sonaba como Kevin -replico. No me molesto en explicarle que la mayora de las veces Kevin todava me llama papi, mientras que Sean me llama pap. Siempre es as. Si usted lo dice -comenta Christiansen con un tono de duda. De pronto no estoy tan seguro. Quiz fuera Sean. No saberlo a ciencia cierta me preocupa. Qu le dijo? quiere saber el agente-.
Qu les ha pasado? Dnde estn? He vuelto a la carretera, y me sumo al trfico. No le contesto a Christiansen. Slo pienso: Qu dijo? Dijo: Papi. No consigo quitarme la voz de Kevin de la cabeza, el ms dulce elixir, el sonido deseado: Papi. Enciendo la luz del mvil y llamo de nuevo a casa. Espero impaciente el final del mensaje y la seal. Quienquiera que est con mis hijos -suplico-, por favor, coja el telfono. Por favor. Poco despus de nacer los chicos, Liz yo estbamos tan ocupados que cogimos
el hbito de dejar que el contestador automtico atendiera el telfono la mayora de las veces, con la precaucin de tener conectado el altavoz para or al que llamaba y responderle si podamos o queramos. Los amigos y la familia lo saban, como tambin lo saban una media docena de personas de la cadena. A menudo, los mensajes comenzaban diciendo: Alex si ests ah, atiende o Liz, soy mam. No es necesario que respondas. Slo quera decirte que. Hay varios telfonos en casa, pero me concentro en el de la cocina. Est sobre una pequea mesa roja que Liz compr en un mercadillo. El telfono es antiguo,
de color beige, con el cable enrollado muy largo y generalmente enredado. A su lado est el contestador automtico, que es cuadrado y de color blanco, con un piloto rojo que parpadea para indicar que hay mensajes. Es por la pequea rejilla del micrfono de la mquina que imagino que mi voz amplificada suena en la cocina. Kev? Sean? Si estis solos, coged el telfono, vale? Soy pap. Slo tenis que coger el telfono. Nada. Encima de la mesa del telfono hay un
tablero de corcho, con el marco de madera manchado con tinta verde en una esquina, que Sean lo colore cuando era pequeo. En la ausencia de Liz, el rectngulo de corcho se ha convertido en el hogar permanente de una coleccin de recibos de la lavandera, recortes de noticias, mens, post-its con nombres y nmeros de telfono, los turnos de los coches que llevan y traen a los nios de la escuela, fotos, dibujos infantiles y viejos boletos de lotera. Contestad -suplico-. Vamos. El contestador se pone en marcha y oigo de nuevo mi voz grabada: Hola, has llamado Trato de imaginar a Kevin o
a Sean con la misma claridad con la que veo el tablero, pero por alguna razn no lo consigo. Qu est haciendo? pregunta Christiansen. No le hago caso. Llamo a Informacin, pido el nmero de Yasmin Siegel, pero despus decido que es mejor llamar a Fred Billingsley, que vive en la casa vecina. Yasmin tiene ochenta y tantos aos; tardara demasiado en llegar a la puerta. Fred, cuya esposa Nancy falleci hace dos aos atrs, vive con su hija mayor. Es un hombre en el que se puede confiar, aunque no sea muy amistoso.
Seor -insiste Christiansen-, tengo que informar al detective Shoffler. Puede decirme? Fred se muestra ms que sorprendido al or mi voz a estas horas. Alex? Qu hora es? La voz refleja su alarma-. Hay algn problema? Puedes hacerme un enorme favor? le pregunto. Le explico la situacin, le digo a Fred dnde est la llave de la puerta principal. Fred promete ir inmediatamente; me llamar al mvil en
cuestin de minutos. Christiansen se inclina hacia mi lado para mirar el velocmetro. Santo Dios! exclama-. Seor! Seor! Aminore la velocidad! Tiene que aminorar la velocidad. Ya estoy en el Beltway cuando Fred me llama al mvil. Aqu no hay nadie! me informa-. No veo nada extrao o fuera de lugar. Ests seguro de que te llamaron desde aqu?
Le respondo que en el mvil la llamada aparece como hecha desde mi casa, pero quiz se trate de un error. Le doy las gracias. Alex, est confirmado que los chicos han desaparecido? pregunta Fred-. Dios mo, puedo hacer algo ms por ti? Se me ha metido en la cabeza que mis hijos estn en casa, que se han ocultado para que Fred no los vea. Sin ningn motivo particular ms all del trato seco del hombre, siempre le han tenido miedo al Seor B. Gracias por el favor, Fred. Te debo una -respondo-. No creo que puedas
hacer nada ms. Estar ah dentro de media hora. Vuelve a la cama. Lamento mucho haberte despertado. En absoluto. La voz de Fred suena como muy remota-. Encantado de poder ayudarte. Finalmente Christiansen consigue comunicarse con Shoffler en el mismo momento en que salgo de Connecticut para tomar por Ordway. Todava estn hablando cuando aparco en el camino de entrada al garaje. Me apeo de un salto y corro hacia la casa. Abro la puerta mosquitera, luego la
puerta principal, y ya estoy dentro. Corro de habitacin en habitacin como una centella, al tiempo que llamo a gritos a los chicos. Abro las puertas, enciendo las luces, y lo miro todo como si quisiera atravesar las paredes con la mirada. Por fin entro en su dormitorio. Un enloquecido optimismo me dice que los encontrar all, dormidos en sus camas. Pero el dormitorio est desierto. Con Christiansen pegado a mis talones, miro en la buhardilla, en el stano, despus recorro de nuevo las habitaciones, y esta vez abro las puertas de los armarios, miro debajo de las
camas, detrs de los muebles, en cualquier parte, en todos los lugares donde podra ocultarse un nio pequeo. Una vez ms, acabo en su dormitorio. Me acerco a la ventana que da a la calle. Yasmin Siegel no es solamente un bho; afirma que por las noches slo duerme dos o tres horas. Tambin es una de esas mujeres que parecen saber todo lo que ocurre en un vecindario. Quiz haya visto algo -un coche, a los chicos, a la persona que los trajo a casa-, lo que sea. Adems, est despierta. Veo el resplandor azul del televisor encendido a travs de las ventanas de la sala de los Siegel.
Voy camino de la puerta con la intencin de llamar a Yasmin desde el telfono de mi despacho cuando veo algo que nunca haba visto antes. Es un objeto parecido a un conejito, que est sobre una cmoda con espejo, un mueble con muchos cajones que Liz compr en Ikea. Est en el lado de Sean, que a diferencia de la mitad de Kevin, est casi limpio, si no nunca lo hubiese visto. Cuando me acerco, veo que es un origami, una figurilla de unos diez centmetros de alto, hecha de papel de embalar. No s nada de papiroflexia, pero no es una sencilla representacin de un animal. Est hecho con mucha
gracia y habilidad, se parece ms a una escultura. La cojo y noto una sensacin extraa. No est hecha de papel, sino con la piel de un animal. Es algo que de alguna manera me espanta. Ya estaba aqu? No lo creo. La hubiese visto. Aunque quiz no, me digo, mientras dejo de nuevo la figurilla sobre la cmoda. Despus de todo, me di cuenta de la obsesin de los chicos con los caballeros? No. Por otro lado, Liz los lleva constantemente a talleres de las
cosas ms inimaginables. Claro que es imposible que Sean o Kevin sean capaces de hacer algo como esto. Quiz su madre Me estremezco al pensar en Liz. Dios mo, tengo que llamarla.
Captulo 7
la zona de seguridad del aeropuerto, las facciones tensas por el llanto. Despus del abrazo de rigor, la sujeto por el codo, la hago volverse hacia la izquierda y se la presento a Christiansen. La presencia del agente es una deferencia, para -como manifest Shoffler- escoltar a la seora Callahan a su casa. Le dije al detective que lo olvidara cuando me lo propuso la primera vez, pero Shoffler me convenci dicindome que un agente uniformado es una gran ayuda a la hora de abrirse paso entre una
multitud de reporteros: Un tipo de uniforme va a la suya; demonios, hasta puede ser duro con los reporteros y parecer que slo est haciendo su trabajo. El coche patrulla, el uniforme todo ayuda. Oh -exclama Liz, con los ojos como platos cuando ve al polica. Me mira con desesperacin, y s lo que est pensando, incluso cuando no tiene ningn sentido, incluso cuando debera ser yo quien se lo dijera. Creo que Christiansen est aqu en misin oficial, para comunicarle las malas noticias. Seora -murmura el agente, y se inclina un poco hacia adelante como si amagara
una reverencia. Ella espera, inmvil, y cuando queda claro que Christiansen no dir nada ms, cae sobre m, con el rostro ardiente y empapado contra mi hombro. Oh, Alex -dice-. Alex? La sostengo a duras penas mientras la muchedumbre pasa junto a nosotros. Sencillamente permanecemos inmviles, y dejo que llore sobre mi hombro. No estoy muy seguro de lo que debo hacer. Pero luego se aparta, se enjuga las lgrimas y se aleja hacia la zona de recogida de equipajes, con un paso tan
rpido que casi tengo que correr para seguirla. Juntos, miramos cmo las maletas van cayendo sobre la cinta transportadora. Abro la boca para decir algo, pero se cierra por su propio peso. Qu puedo decir? Qu tal el vuelo? Siento haber perdido a nuestros hijos? La llamada telefnica para comunicarle lo sucedido fue una pesadilla, pero esto esto es mucho peor. En lugar del encuentro que haba imaginado para la llegada de Liz, la alegra y el entusiasmo de los nios y su radiante por favorvuelve-conmigo-he-cambiado, sta es la manera como el amor de mi vida
reaparece en mi mundo. No a ms de un palmo de m, encerrada en un campo de fuerza de dolor y furia. Evidentemente se mostr muy escrupulosa por telfono, mientras yo intentaba explicarle a trancas y barrancas lo ocurrido. Hizo todo lo posible por convencerme de que no tena culpa alguna, de que no deba pensar de esa manera, de que ella no me culpaba, por supuesto que no me culpaba. Claro que eso no es cierto. Cmo puede no culparme? Es imposible. Qu le ha pasado a tu cara? pregunta en tono neutro-. Parece
La bsqueda -respondo, encogindome de hombros-. En el bosque. Aqulla es la ma -dice con una voz tensa. Su mano seala una maleta verde. El gesto es casi mecnico, como si ella fuese un juguete de cuerda. No reconozco la maleta. Verla -es verde lima brillante con vivos de cuero- me entristece a muchos niveles. Es una cosa ms adquirida durante nuestra separacin -la blusa que lleva, las mochilas nuevas de los nios y ms cosas- y esta acumulacin de objetos parece recalcar la divergencia de nuestras vidas. Tambin est el aspecto
lujoso de la maleta, que habla de una realidad alternativa. Liz yendo de viaje a algn lugar elegante. En vez de estar conmigo aqu, en esta pesadilla. Tiene ruedas -me dice, una vez que he conseguido abrirme paso entre la multitud y he sacado la maleta de la cinta transportadora. De todas formas, la llevo del asa; si cargar su peso no es exactamente un placer, me ofrece -al igual que el hecho de esperarla en el aeropuerto- un respiro de mi sensacin de ser un intil.
Ya est claro que a medida que la maquinaria del desastre gana impulso soy cada vez ms perifrico al esfuerzo. He dado mi versin de lo sucedido una media docena de veces. He buscado las mejores y las ms recientes fotografas de los chicos, y he dado mi consentimiento a la distribucin y difusin de sus imgenes. He suministrado una informacin detallada de sus prendas. He llamado a todos los vecinos para averiguar si alguno de ellos vio algo en la casa: un coche, a los chicos, luces, cualquier cosa. (Yasmin Siegel confes que se haba quedado dormida viendo Los Soprano.) He dado consentimientos: para que pincharan el telfono, para que
accedieran a los registros de llamadas telefnicas, para la inspeccin de archivos informticos a cargo de expertos, el registro de la casa. La verdad es que me molesta mucho que an no hayan registrado la casa. No entiendo por qu tardan tanto, y as se lo manifest a Shoffler por telfono momentos antes de salir hacia el aeropuerto. Kevin estuvo aqu -le dije al detective-. Llam desde este telfono. No lleg aqu por sus propios medios, eso est claro, o sea, que el secuestrador estuvo aqu. Tendra que estar revisando hasta el ltimo palmo de la casa.
Shoffler me pidi que me calmara. Cuando hay temas jurisdiccionales de por medio -tienen que coordinarse con la polica metropolitana-, se tarda un poco hasta que las cosas comienzan a rodar. He entregado mi mvil a un tcnico en comunicaciones enviado por Shoffler, una mujer llamada Natalie. Juntos, repasamos las listas de llamadas, para que yo identifique los nmeros, tanto de las llamadas salientes como de las entrantes. Identifico todos los nmeros. Krista, mi ayudante en la televisin. Liz, Cass Carter, cuyo hijo comparti el coche con Kevin y Sean en la salida campestre. Dave Whitestone, mi
productor. Mis padres, y muchos ms. Natalie peg una etiqueta con un nmero de prueba a mi Nokia y me dio un resguardo. Tambin me facilit un clnico -un telfono con el mismo nmero-, por si se repite la llamada de Kevin o de Sean, o tambin de alguien que pida un rescate. Adems, habl con una mujer muy atenta llamada Shelley en el Centro de Nios Perdidos y Maltratados, que se encarg de escanear una foto de los chicos para que la organizacin pudiera comenzar su campaa de carteles a escala nacional. Otra mujer -la jefa de Shelley- ha quedado en llamarme ms adelante para
discutir otras opciones y ofrecerme consejo. Ahora me veo obligado a mantenerme al margen. Quiero remover cielo y tierra en busca de Kevin y de Sean, y en cambio estoy inmovilizado. La cinta transportadora nos lleva hacia el garaje. A mi espalda, Christiansen hace tintinear las llaves que lleva en el bolsillo. Delante est Liz, con el cuerpo rgido por el esfuerzo de reprimir su terror. Liz suelta una exclamacin cuando Christiansen gira para entrar en Ordway. El grupito de reporteros que haba ido
reunindose a primera hora de la maana se ha convertido en una muchedumbre. Dos furgonetas de comunicaciones ocupan ambos lados de la calle; hay otra en la entrada de los Hokinson, casi pegada a su Explorer rojo. Hay bateras de focos, cables que serpentean a travs de los jardines y las aceras, cmaras y tcnicos de sonido. Un par de figuras bien vestidas estn solas en sus respectivos pequeos espacios acotados, y ensayan para los tcnicos de iluminacin y sonido las presentaciones que harn ms tarde. Los vecinos estn en los umbrales y las galeras de sus casas, pasmados ante la sbita invasin de la manzana. En cuanto
los reporteros ven aparecer el coche patrulla comienzan las carreras para conseguir la mejor ubicacin. Mierda! exclama Christiansen, y se excusa-. Perdn, seora. De la boca de Liz slo escapa un dbil gemido. Noto un cosquilleo de miedo, una extraa sensacin de desamparo. He formado parte de escenas como sta muchsimas veces, otro reportero ms en los apretujamientos de una conferencia de prensa, o de una multitud que espera cazar a alguna figura clave en una historia. Con la televisin va satlite y
el cable y el creciente inters por las noticias, la cantidad de reporteros que se renen se est desmadrando. Hace un par de aos fui parte del equipo de la cadena que cubri la informacin referente al caso del francotirador de Washington, uno de los ms de novecientos reporteros acreditados para la conferencia de prensa ofrecida por el jefe de polica de Rockville. Creo -demasiado tarde- que debera haber avisado a Liz. Es probable que esto vaya a peor. La historia ser noticia de primera plana, la primera en los informativos de la televisin. El hecho de que pertenezca al medio, de que
aparezca en televisin, de que mi rostro le suene a algunos, que sea (como solamos decir con Liz) un famosillo de tercera, slo servir para avivar todava ms llamas de lo que promete ser un infierno. Liz se acurruca contra m cuando la multitud comienza a rodear el coche, y la abrazo. S que es un error -porque una persona que se oculta de la cmara es automticamente culpable de algo-, pero es lo nico que puedo hacer para protegerte. Llora desconsoladamente. Est perdiendo el control. No pasa nada -murmuro. Los sollozos la estremecen mientras intenta recuperar
el dominio de s misma. No funciona. Aprieta los puos y se frota los ojos con los nudillos. Llvenos hasta la casa -le digo a Christiansen. Cmo? Las orejas del agente tienen un color rojo fuego. Camine de prisa, no mire a nadie, no responda. Diga: Permiso. Nada ms. Eso es lo que hacemos. Sigo a
Christiansen como si fuera un ariete, y me ocupo de guiar a Liz ora a la derecha, ora a la izquierda en los huecos que crea el agente. Conseguimos avanzar entre los disparos de los flashes, el golpeteo mecnico de los obturadores de las cmaras, las ensordecedoras voces que hacen preguntas y comentarios. Permiso! Puede decirnos? Permiso! sa es la madre; parece
Permiso! sabe si hay algn sospechoso? Seor y seora Callahan, podran decirles a nuestros? Permiso! los padres de los nios llevan separados Permiso! es posible que los gemelos decidieran fugarse?
Joder! exclama Christiansen, cuando entramos en la casa. Jadea, con las orejas encarnadas. Entrar en casa y cerrar la puerta a la locura exterior parece toda una victoria, pero esa sensacin slo dura unos segundos. Liz me mira, los ojos llorosos y desenfocados. Alex -comienza, y luego se bambolea en silencio. Liz Alex! chilla. Me aporrea el pecho con furia-. Dnde estn? Tienes que
encontrarlos!
Captulo 8
Nos sentamos en la cocina. As que no hay ninguna noticia comienza Liz, y entonces su voz se apaga. Llamar a Shoffler, el detective. Le dije que lo llamara cuando
regresramos del aeropuerto. Voy junto al telfono. Ella me sigue con la mirada. Shoffler est reunido. Le dejo un mensaje, y luego le preparo a Liz un t. Est sentada como una mueca de trapo, repantigada, con los miembros flojos. Me pregunto si no tendra que llevarla al mdico. Has llamado a tus padres? pregunta con voz aptica. Vienen de camino. Mi madre tuvo una crisis -comenta
Liz-. Est en el hospital. Oh, Liz Est bien, slo ya sabes, la han sedado. Lo siento. Le rogu a pap que se quedara con ella, pero dijo que vendra. No puede evitarlo. Respira sonoramente. Remueve el azcar en el t durante tanto rato que al final tengo que sujetarle la mano.
Oh -dice, con la misma apata. A pesar de la muchedumbre del exterior, en la casa hay tanto silencio que puedo or el ruido de los electrodomsticos: el rumor de la nevera, el zumbido del aire acondicionado. Es casi como si estuvisemos escondidos. Liz apoya los codos sobre la mesa y se sujeta el rostro entre las manos. Los encontraremos -me escucho decir. Ella respira entrecortadamente y levanta la cabeza para mirarme. Claro que s -aado, con un tono
ferviente-. Liz, los encontraremos. Busca algo en mi rostro, pero lo que sea que ve no la reconforta. Su cara se comprime en una expresin atormentada. Agacha la cabeza, la apoya sobre los brazos cruzados, y comienza a llorar desconsoladamente. Liz est en la ducha cuando llega la llamada de Claire Carosella. Le devuelvo su llamada -dice la voz eficiente-. Soy del Centro de Nios Perdidos y Maltratados. Creo que mi colega le mencion
As es. Mencion que usted llamara. En el centro -comienza- somos conscientes de que los padres no saben qu hacer cuando ocurren esta clase de cosas, as que alguien como yo los llama para ofrecerles consejo. Muy bien -digo, sin saber qu pretende esta mujer. Consejo? Comencemos por el principio. Los medios de comunicacin. Estoy segura de que ya los tiene acampados delante de su casa.
S. Los volvern locos -contina-, pero, en realidad, son su mejor aliado. Tan pronto como sea posible, usted y su esposa tienen que salir en antena y pedir el regreso de sus hijos. Mi esposa la verdad es Estoy segura de que lo est pasando muy mal. Crame, lo s -Una pausa-. Pero es absolutamente necesario que lo hagan. Los humaniza a ustedes como vctimas, tanto ante el pblico que los ve como ante el secuestrador. Muchos de esos tipos no se lo pierden. Hay
ocasiones en las que incluso se involucran en la bsqueda de la vctima. Polly Klass -sealo. Es el nombre de una nia secuestrada de su dormitorio en California y que despus encontraron asesinada. Un hombre que haba destacado en los esfuerzos por encontrar a la pequea, un tipo que haba impreso y distribuido miles de circulares y que haba sido escogido por el agradecido padre de la nia para dirigir una fundacin dedicada a la bsqueda de su hija, result ser un agresor sexual con antecedentes. S -asiente Claire Carosella-, se es un
ejemplo, pero No fue l -la interrumpo, al recordar los detalles-. Result ser que el secuestrador era otro tipo. Veo que se ha documentado. S. Como se dice, he hecho mis deberes. En un par de horas conectado a Internet he aprendido ms sobre nios secuestrados de lo que hubiese deseado. Incluida la sombra realidad de que muchos de ellos -ms de la mitad- estaban muertos en un plazo inferior a las tres horas
despus de su desaparicin. No existe la posibilidad de que esos tipos disfruten con la atencin de los medios? Ver el sufrimiento de los padres y todo eso? S -admite la mujer y exhala un suspiro-. S, se es uno de los aspectos negativos. Otro suspiro-. Pero en conjunto, Alex, salir en antena tiene ms ventajas que inconvenientes. Crame: los soplos, las llamadas a la polica, los voluntarios, lo que usted quiera, todas esas cosas reciben un gran impulso despus de las splicas de los padres. Si usted lo dice
La cuestin es que siempre es una gran ayuda en la investigacin. Muchas veces se da el caso de que esos tipos son incapaces de resistirse a llamar. Entonces quiz digan algo que le d alguna pista a la polica. Es como el caso de los pirmanos que acuden a ver los incendios que ellos mismos han provocado. Quieren ser parte de la historia. De acuerdo -digo-. Lo haremos. Una cosa muy importante. Hable con total sinceridad. No intente escribir un discurso y leerlo. Lo mejor es que
improvise. Cuanto ms emotivo, mejor. Aja. Algunos padres prefieren hacerlo en un estudio, pero eso significa conceder una exclusiva. Eso deben decidirlo ustedes. Puede resultar menos intimidatorio, y la iluminacin es mejor pero naturalmente se pondr a malas con los otros reporteros. Aja. Adems, puede dar la impresin de que est muy ensayado. Creo que hacerlo delante de su casa es lo mejor. No olvide llamarlos siempre por su nombre,
eso es importante: Kevin y Sean. Nada de mis hijos o mis chicos. Muy bien. De acuerdo. Su ltimo consejo es inquietante. Creo que sera un descuido por mi parte no mencionarlo dice, y despus vacila. S? Algunas familias contratan a agencias de relaciones pblicas -me comenta-. Es algo bastante habitual entre los grupos de vctimas como son las asociaciones
de enfermos, familiares de vctimas de accidentes areos, ese tipo de cosas. Se refiere a S que suena extrao, pero me han dicho que puede ser muy ventajoso tener a alguien que haga de intermediario con los medios, y hablo de una firma profesional, no de un amigo. Tambin maximizan la divulgacin. Me refiero a que si el caso se alarga pueden ayudarlo a mantenerlo en las noticias. No creo que Escuche, slo se lo menciono porque es algo que hay que tener en
consideracin. Fue as como la familia Smart consigui que el caso de Elizabeth se mantuviera en primera plana durante tanto tiempo. Si en algn momento usted decide optar por esa va, yo puedo facilitarle una lista de empresas. Le doy las gracias, pero cuando cuelgo, tengo la sensacin de haber cruzado un espejo. Mis hijos han desaparecido y quiere que haga flexiones y contrate a un agente de relaciones pblicas? Shoffler llama para decirnos que no hay ninguna noticia de los equipos de bsqueda, pero que la centralita no para
de recibir llamadas de voluntarios. El plan es ampliar la bsqueda. Bien -digo-, eso est muy bien. Si mi voz carece de entusiasmo es porque al intentar recordar cundo uno de esos grandes esfuerzos llev a que se encontrara el objeto de la bsqueda no recuerdo ninguno. Estamos interrogando a las personas que trabajan en la feria. Buscamos a alguien que viera ayer a los nios. Hasta ahora, no hemos progresado mucho. Cmo? Esto lo dice Liz desde el supletorio de la sala-. Eso es extrao. Todo el mundo se fija en los chicos.
Es verdad. Los gemelos idnticos generan una fascinacin universal. Ahora que saben decir la hora, los chicos a veces juegan a saber cunto tiempo estarn en un lugar antes de que aparezca alguien con la inevitable pregunta: Sois gemelos? El ao pasado Sean pas por una etapa en la que le gustaba responder que no. Crea que su negativa resultaba muy divertida, pero la gente se molestaba. Todos nos alegramos cuando se cans del juego. Es probable que todava no hayamos dado con cualquiera de esas personas aade Shoffler-. En todo caso, s que
nos hemos enterado de algo. Vacila durante el tiempo suficiente para inquietarme. Lo noto en mi pecho, es un cosquilleo de ansiedad. Qu? quiere saber Liz, con una nota de pnico en la voz-. De qu se trata? Buscamos en las bases de datos si alguno de los empleados de la feria tena antecedentes -contesta Shoffler-. El computador nos proporcion una informacin interesante, aunque ahora mismo no creo que nos sirva de mucho. De qu se trata? insiste Liz, con una voz cada vez ms tensa.
Hay un tipo que tiene un tenderete: vende velas, varitas mgicas y cosas por el estilo. Cumpli condena por un delito de pedofilia. Quin es? pregunto-. Cmo se llama? Un momento -replica Shoffler-. Aunque una vez cometiera un delito, eso no significa que ese tipo sea el culpable en este caso. Estamos comprobando su declaracin de lo que hizo y dnde estaba, y hasta ahora todo encaja. Lo han detenido? pregunta Liz-.
Conoce el paradero de los nios? Podemos hablar con l? No tardaremos mucho en saber si nos ha dicho la verdad -contesta el detective-, pero como ya les he dicho, seora Callahan, no creo que est involucrado. No quera que ustedes se enteraran por la prensa. Quera advertirles. S por los sonidos que oigo por el telfono que Liz est llorando. Pasar por ah en algn momento del da -se despide Shoffler. Demonios! exclama el padre de Liz
cuando entra en casa-. Son como una bandada de buitres. Dnde est mi hija? Liz sale de la cocina, suelta un gemido, y entonces l la sujeta torpemente entre sus brazos y le palmea el hombro. Liz, tranquila, todo saldr bien. Ya lo vers. Al cabo de un minuto se separan y l me tiende la mano. Alex, esto es una pesadilla. Gracias por venir, Jack. Me cuesta
dirigirme a mi suegro por su nombre de pila. Lo que te sale natural es seor Taggart, un tratamiento que probablemente l prefiere, a la vista de su porte autoritario y la formalidad de sus modales. Jack es director de instituto. Est condicionado para esperar respeto de cualquiera que sea ms joven que l. Es Liz la que desconfa o no alcanza a comprender el profundo sentido de la formalidad de su padre. Es ella la que insiste en las muestras de intimidad. Si se los deja a su aire, los chicos llaman a Jack abuelo y lo saludan con un apretn de manos, pero cuando Kevin y Sean eran unos crios, Liz dispuso que
deban llamarlo abuelito. Insisti en eso, y tambin instituy los besos y los abrazos. Para complacerla, todos obedecemos, pero slo cuando ella est presente. Ahora mira, con el entrecejo fruncido, cmo su padre y su marido hacen algo que -si no fuera tan brevepodra considerarse como un abrazo. Marguerite esto ha sido demasiado para ella -explica mi suegro al tiempo que se aparta, una vez cumplido el trmite del abrazo. Sacude la cabeza. En sus facciones fuertes se refleja claramente la desilusin ante el comportamiento de su esposa-. Un ataque de nervios -murmura-, pero -une
las manos- se pondr bien. Marguerite Taggart es una dulce y tierna mujer, el yin del yang de Jack. Ahora la tienen sedada en el MidCoast Medical Center, en Rockland, Maine. Quiz Liz hubiese preferido que mi suegro se quedara con su esposa, pero veo que se siente ms animada por la presencia de su padre. Jack Taggart es uno de esos hombres rebosantes de confianza en s mismos que se creen capaces de hacer lo que sea, y naturalmente eso incluye encontrar a sus nietos. Est absolutamente convencido de que, una vez que el asunto se ponga en sus manos, podr prometer un
resultado positivo. Es algo irracional tener una fe ciega en la capacidad de Jack para resolverlo todo, pero Liz no es la nica que encuentra consuelo en su presencia. Es algo que siento yo tambin. Est previsto que mis padres lleguen ms o menos una hora despus que Jack. Tendra que ir a recogerlos al aeropuerto, pero Shoffler ha dicho que vendr con su grupo de bsqueda y no quiero dejar que Liz se apae sola con ellos. Por otro lado, aunque Jack pas entre la multitud de reporteros sin problemas, mis padres carecen de su enrgica presencia. Se los comern
vivos. Cuando pap llama desde la recogida de equipajes, le propongo que le diga al taxista que entre por atrs. Todas estas viejas manzanas de Cleveland Park tienen callejones de servicios que corren paralelos a las calles. Dejar la puerta abierta. De acuerdo -responde mi padre-. Eh, ya veo las maletas. Estaremos ah en un santiamn. El plan no funciona. La llegada de mis padres es anunciada por una estampida desde el frente de la casa hasta la
esquina de la manzana y luego por el callejn hasta la entrada del patio trasero. Desde el interior omos el ruido de las pisadas, el alboroto de las preguntas hechas a gritos. Jack y yo salimos a la carrera y nos encontramos con mi madre -cuyos modales le impiden colgarle el telfono a un agente de televentas- rodeada de reporteros y micrfonos. Una rubia con una sonrisa de buitre la ha cogido de un brazo y esgrime su enorme micrfono como si fuese un arma. Con una expresin de ciervo-encandilado-por-los-faros, mam hace todo lo posible por responder a las preguntas. A unos pocos pasos de la puerta, pap, con una expresin severa y
los labios apretados, intenta abrirse paso entre la muchedumbre cargado con las maletas. Alguna noticia sobre el estado de los nios? Los nios estaban alterados por la separacin de sus padres? Qu saben del sospechoso? Han iniciado los trmites de divorcio? En cuanto me ven, la multitud de reporteros abandona a mis padres y convergen todos hacia m, en una rpida e instintiva maniobra para cortar
cualquier va de escape, como una jaura de perros salvajes. Los cuatro conseguimos evitar por los pelos que nos atrapen y nos impidan entrar en la casa. Dios mo -exclama mi madre en cuanto entramos, y suelta una risita. Su mirada parece desenfocada, y cuando nos abrazamos, me doy cuenta de que est colocada, ha tomado tal cantidad de sedantes que parece no tener huesos. Pap me abraza con la intencin de darme nimos, pero su aspecto es terrible.
Los encontraremos -dice, convencido, pero su voz no transmite ninguna firmeza. Claro que s. Los encontraremos. Al orme a m mismo, la voz forzada pero llena de conviccin, me doy cuenta de que estoy cayendo en una extraa forma de pensamiento mgica. Si consigo el tono correcto y, como Jack, hablo con una seguridad absoluta, todo lo que diga se convertir en realidad. Durante la tarde, salimos a la galera, alzados unos pocos escalones por encima de la multitud de reporteros y cmaras. Ah fuera hay un bosque de
micrfonos, un mar de cmaras. El bullicio de las voces humanas sube y baja, acompaado por el zumbido mecnico de las cmaras. Los focos nos alumbran con su propio ritmo enloquecido. Liz est a mi lado, espantada por el ruido y el brillo cegador de los focos. Soy Alex Callahan -comienzo. Le imploro a la persona que se ha llevado a Kevin y a Sean que los devuelva, le suplico al pblico que se convierta en nuestros ojos y en nuestros odos, que llamen a la polica con cualquier informacin
Me doy cuenta demasiado tarde de que debera haber insistido en que Liz llevara el peso de la conversacin. Incluso a m mismo mi voz me suena medida y compuesta: mi voz cuando hablo a la cmara. Intento transmitir mi sincera desesperacin de padre, pero no funciona. Me quedo con una sensacin que conozco demasiado bien. Es difcil adivinar cmo saldr una entrevista en directo: quin funciona y quin no. Hoy, encajo en la segunda categora. Me quedo con la percepcin de que mi actuacin ha dejado mucho que desear. Liz compensa mi fracaso. Apenas si consigue decir una frase sin
interrumpirse a la mitad, pero sigue, con una muestra de valenta tan conmovedora que veo el brillo de las lgrimas en los ojos de algunas de las reporteras. Al final, les habla directamente a los chicos. Kevin? Sean? Si nos estis viendo sed valientes. Os queremos. Pap y yo os queremos mucho, con toda el alma. Os encontraremos! All donde estis. Os lo prometemos! Volveremos a estar juntos! Slo os pedimos que seis valientes. Se acab. Est tan destrozada que no puede decir nada ms. Se vuelve,
aplasta el rostro contra mi pecho y cruza los brazos sobre la cabeza como si quisiera protegerse de un golpe. Es como un peso muerto, y despus de un instante me doy cuenta de que la estoy sosteniendo. Los reporteros siguen gritando preguntas y las cmaras continan con su desconcertante barrera de luces mientras casi arrastro a mi esposa a travs de la puerta para refugiarnos en nuestro hogar. No me da la impresin de que sea un santuario. Afortunadamente, Liz est durmiendo cuando se presentan dos agentes K-9. Su tarea es recoger algo de ropa sucia de
Kevin y Sean, incluidas las sbanas de las camas de los chicos. Duquesa, que lleva un elaborado arns de cuero, est sentada a los pies de su cuidadora. Respira sonoramente mientras ellos dividen las prendas en dos bolsas de plstico. Por qu hacen eso? pregunta Jack, al tiempo que seala las bolsas-. En una de las bolsas van las prendas de Kevin y en la otra las de Sean? Lo pregunto porque creo que las han mezclado. No exactamente -le responde la agente. Entonces? dice Jack.
La mujer acaricia a Duquesa. Hay otro perro -contesta con una voz muy baja-. Corky. Otro cuidador trabaja con l. Qu? Podra decirlo ms alto, seorita? La mirada de la agente se dirige a su compaero y l se hace cargo. Duquesa es pura y simplemente una perra rastreadora -explica-. Sigue los olores. Supongo que habr visto a los sabuesos en las pelculas, no?
Jack asiente. Hay otra clase de perros, seor, que se utilizan en estas situaciones, entrenados especialmente para detectar bueno, estn adiestrados para detectar restos, seor. Son capaces de rastrear restos en lagos y arroyos, debajo del agua. Es sorprendente. Mira al suelo. Jack cierra los ojos y, por un momento, temo que se derrumbe. Dios mo -exclama, y me mira-. Ni una palabra de todo esto a Lizzie. Perros carroeros -susurra la agente-.
As los llaman.
Captulo 9
Conseguimos pasar el da -todo un calvario de emociones- interrumpido por lo que parecen ser centenares de llamadas telefnicas. Hablo con Shoffler media docena de veces, pero no hay ninguna novedad, excepto su cambio de programa; en lugar
de venir en algn momento del da, vendr en algn momento de la noche. Aconsejado por varios amigos, llamo a una agencia de investigacin privada y hablo con un tipo al que entrevist una vez en relacin con una historia de los pandilleros rusos de Brighton Beach. Antes de que pueda comentarle el motivo de la llamada, lo adivina: Oh, Dios mo, los gemelos desaparecidos. Santo Dios, es usted, no haba Me facilita el nombre del agente de la agencia ms capacitado en la bsqueda de personas desaparecidas, una mujer
llamada Mary McCafferty. Quedamos en reunimos al da siguiente. Me da una lista de las informaciones que necesita. Queremos ayudarlo -me dice-, y haremos el trabajo por la mitad de la tarifa normal. Aun as, no ser barato. Setenta y cinco dlares la hora en lugar de ciento cincuenta. Gastos aparte. Hablo varias veces con Krista en la cadena. Me comenta, muy emocionada, que han destinado diez mil dlares como recompensa. La foto de los chicos, un anuncio de la recompensa y un nmero
de telfono al que la gente puede llamar aparecern en pantalla cada hora. Hablo con una mujer del Centro de Nios Perdidos. Han puesto en marcha un envo de e-mails, que, a travs de una amplia red de libretas de direcciones, pueden llegar -con el archivo adjunto que contiene la fotografa de los chicos, su descripcin fsica y el nmero de la polica- a tres millones de personas. Suman docenas los amigos y conocidos que llaman. A las cinco de la tarde me doy cuenta de que mis hijos llevan veinticuatro horas desaparecidos. No se lo menciono a
nadie. A las seis y media, un asombrado chico hispano trae la comida que Liz ha pedido a Sala Thai. Mi padre mira la comida con suspicacia. Jack la come con gusto y anima a su hija a que siga su ejemplo. Es importante que conserves las fuerzas, cario. Mi madre prueba el pad thai y le dice a mi padre: La verdad, Bob, es que son linguini.
Son las siete, las ocho, las nueve. Hay que preparar camas para todos. Llevo despierto tanto tiempo que estoy prximo a un estado de conciencia alterado, aunque soy incapaz de imaginar que me dormir. Liz va de ac para all. Prepara el sof cama del despacho para su padre, cambia las sbanas de la cama del dormitorio principal, que ha asignado a mis padres. Yo la sigo, cargado con una pila de toallas y sbanas. Tiene la intencin de dormir en el cuarto de los chicos, pero es incapaz de ir ms all del umbral. No puedo no puedo dormir aqu dice-. Oh, Dios mo Alex
Se echa a llorar y yo apoyo un brazo sobre sus hombros, pero se envara al sentir el contacto, se aparta y se controla. Coger el futn -anuncia-. T dormirs en el sof de la sala. Va al bao. La sigo, con mi pila de toallas. Se detiene delante del tocador y se mira al espejo; despus, su mirada baja hasta el lavabo. Durante un momento veo la expresin de su rostro reflejada en el espejo antes de que se vuelva y vea directamente el entrecejo fruncido.
Qu hacen aqu estas monedas? pregunta. El tocador tiene una tapa de mrmol con un zcalo. En la Parte superior del zcalo y perfectamente centrados entre los grifos hay una hilera de monedas de diez centavos con la cabeza de la Libertad a la vista. Hay siete en lnea recta. No lo s -respondo. Son de los nios? Han comenzado una coleccin? No lo creo.
Pero la ambigedad es slo especulativa. Nunca antes he visto las monedas, y las hubiera visto. Tengo el hbito de estar presente cuando Kevin y Sean se cepillan los dientes para asegurarme de que le dedican ms de dos segundos, comprobar que enjuagan luego los cepillos y el lavamanos. No es que la higiene dental me parezca algo de una gran importancia. La vigilancia es por Liz. S que me pedir cuentas si hay algn descuido. Es imposible que no viera la fila de monedas en el zcalo. Verlas hace que se me ponga la carne de gallina. Parecen una especie de seal o un mensaje desquiciado.
Alguien las ha puesto ah -le digo a Liz. Quin? El secuestrador. Oh, Dios mo. Alex? Ven aqu un segundo. La llevo hacia el dormitorio de los chicos-. Quiero que veas algo. Le sealo el conejito de origami en la cmoda-. Esto pertenece a Kevin o a Sean? Porque nunca lo haba visto antes. No -dice Liz-. Yo tampoco lo haba
visto nunca. Me mira con una expresin intrigada-. Alex el conejito. Las monedas. Qu significan? No lo s. Las lgrimas asoman a sus ojos, pero me aparta cuando intento consolarla. La sigo hasta el bao, donde se suena la nariz, se lava la cara con agua fra y la hunde en la toalla. Estoy arrodillado en la habitacin de invitados, intentando abrir el destartalado soporte del futn, cuando oigo que llaman a la puerta. Jack y mi padre se turnan en atender la puerta, y
oigo la voz ronca de mi padre, y otra voz, en contrapunto. An no he conseguido salir de detrs del futn cuando mi padre y el detective aparecen en la puerta. Qu tal lo lleva? me pregunta Shoffler. Consigo encogerme de hombros. El polica tiene un aspecto horrible. Lleva una americana de lino arrugada, con un botn que cuelga de la hebra. La cintura del pantaln la tiene en las caderas, por debajo de la barriga. Los ojos inyectados en sangre dejan claro que necesita dormir. Una cabezada en el coche que lo ha trado hasta nuestra casa
explicara el mechn de cabellos levantados en el costado derecho de la cabeza. Si los reporteros lo incordian demasiado -aade-, puede pedir que enven a un agente. Se lo har saber -respondo, y otra vez me encojo de hombros. Eso es lo que hace usted? Seala con un gesto hacia la parte delantera de la casa. Lo he hecho. Es su trabajo.
Bob, es as, no? pregunta Shoffler, con la mirada puesta en mi padre. Engancha un dedo en el cinturn y se sube el pantaln. As es. Robert J. Callahan. Mi padre se re con una risita aguda que suena como un relincho, una seal de que est nervioso para aquellos que lo conocemos bien. Le importara llamar a los dems para que vengan aqu? El miedo me inunda el pecho. Tiene algo? Tiene noticias?
Shoffler niega con la cabeza y se agacha para ayudarme. Tira de una de las patas recalcitrantes del soporte del futn. Todo el conjunto se despliega estrepitosamente. Ya es suyo -comenta. Entre los dos conseguimos colocarlo en posicin. Mi hijo tena uno de stos cuando estaba en Bowie State -comenta-. Dorm en l una vez. Es muy cmodo. En cuanto Liz y los dems estn en la
habitacin, Shoffler nos dice que nos va a poner al corriente de lo que se ha conseguido hasta ahora. La bsqueda en el bosque lindero al recinto de la feria contina, con tantos voluntarios que ya no sabemos dnde ponerlos. Los telfonos que la polica ha habilitado para este caso estn colapsados, pero nos llevar tiempo encontrar las llamadas importantes. El interrogatorio de los empleados es lento pero avanza; como le dije antes a Alex, estamos teniendo problemas para encontrar testigos fiables que recuerden haber visto a los chicos, pero estamos haciendo progresos. Una imagen de Kevin y de Sean en la
feria, muertos de risa ante la actuacin del bufn, aparece en mi mente. Sacudo la cabeza, como si el movimiento pudiese borrarla. A medida que pasan las horas me cuesta ms pensar en ellos sin sentir una terrible sensacin de prdida. Es como caer por un precipicio, una y otra vez. La nica informacin verdica que nos ofrece Shoffler es que el pedfilo vendedor de velas est libre de toda sospecha. Aunque, evidentemente, la direccin de la feria le ha cerrado la tienda. As que no volver a vender ms varitas mgicas
a los nios durante mucho tiempo. En cuanto a ser el secuestrador de sus hijos, tiene justificados todos y cada uno de los minutos en que ocurri el hecho. Eso es tranquilizador -afirma Liz, con las manos prietas contra los muslos. Crea que una coartada perfecta tambin puede ser sospechosa -seala Jack-. No es frecuente. Shoffler exhala un suspiro. No descarta sin ms el comentario de Jack, sino que le responde sin impacientarse, como lo ha hecho con todas nuestras preguntas. En diez minutos consigue encantar y tranquilizar a Liz y a mi madre e
impresionar a Jack y a mi padre. Tiene una capacidad para escuchar que avergonzara a la mayora de los reporteros. Una coartada demasiado buena para ser cierta? En realidad, no existe tal cosa, Jack. S a lo que se refiere, pero en este caso, tenemos una carretada de testigos para todos los movimientos del tipo. Qu estuvo haciendo, si no le importa que se lo pregunte? interviene mi padre. Shoffler se pasa la mano por el mechn
de cabellos encrespados y sonre con una expresin de fatiga. No estuvo en la feria en todo el da. Pas la tarde, de la una hasta las seis, en -abre la libreta y pasa unas cuantas pginas- en el Bayside Motel en Annapolis, donde asisti a la clase de un curso de conduccin defensiva. Nos mira-. Despus, fue a -una vez ms consulta sus notas- a la reunin de un grupo de apoyo para personas que han perdido recientemente a un ser querido; su madre muri hace tres semanas. La reunin tambin tuvo lugar en Annapolis. En la iglesia episcopaliana de la Trinidad.
Shoffler cierra la libreta. As que ese tipo est descartado -dice Jack. S. Eso es tranquilizador -repite Liz, y me mira-. No? Del todo -afirma Shoffler-. Adems, elimina una posibilidad, y eso siempre es positivo. Significa que podemos centrar nuestros esfuerzos en otros puntos. Se frota las manos-. Tienen alguna otra pregunta?
No han llamado para pedir un rescate seala mi padre, que me mira con una expresin preocupada-. No es, me refiero por qu cree que es? Todava es muy pronto -le contesta Shoffler-, pero no creo que vayan a recibirla. No? Pero, pero por qu no? protesta Jack. Shoffler hace una mueca, exhala un suspiro. En primer lugar, si lo que le interesa es el dinero, por qu se llev a los dos nios? No se trata, como quien dice, de
aprovechar las rebajas. No acabo de entenderlo -admite Jack. Shoffler se encoge de hombros. Dos nios suponen el doble de problemas, pero no duplicarn la cuanta del rescate. En mi opinin, por muy desesperados que estn los padres, darn el mismo dinero por uno que por los dos. Claro que -vacila, pero al final no esquiva el tema- tambin est el hecho de que hay mucha gente rica en el mundo. Alguien que quiere hacerse con un buen pellizco? Si es as, creo que iran por padres con ms recursos que
Alex y Liz. A menos -mira con una expresin interrogativa a Jack y a mis padres- que los abuelos de los chicos Yo soy director de instituto -dice Jack. En un gesto poco habitual en l, subraya esta informacin con una risa nerviosa. Su relativa falta de medios es el nico tema capaz de poner a Jack a la defensiva-. Quiz Bob sea uno de esos millonarios que mantienen en secreto su fortuna. Se re de nuevo y mira a mi padre. No -replica mi padre-. No estoy diciendo que nosotros -mira a mi madreno podamos reunir una bonita suma si lo vendemos todo. Cosa que haramos, por
supuesto, pero llevara tiempo. Sacude la cabeza y acepta la opinin del detective. Veo que me comprenden. Shoffler levanta las manos y luego descarga una palmada contra los muslos. Qu me dice de una razn no relacionada con el dinero? pregunta mi padre. Como por ejemplo? pregunta el detective, ceudo. Mi hijo, los reportajes que hace -Me mira de reojo-. Ha hecho enemigos.
Shoffler me mira con las cejas enarcadas. Es posible? Noto esa sensacin en el pecho, la descarga de adrenalina que pone en marcha la alarma. No se me haba ocurrido. La idea de que alguien se haya llevado a los chicos por mi culpa es repugnante. Tambin es cierto que me inclino por las historias arriesgadas: mafias, blanqueo de dinero, trfico de armas Historias de ese estilo. As que quiz Mi padre tiene razn -le digo a
Shoffler-. No lo haba pensado. En ese caso -manifiesta el detective-, si recuerda a alguien capaz de llevar su venganza hasta este extremo Pero por qu ir por los nios? Por qu no venir por m? Busque en sus archivos, a ver si encuentra algo por el estilo. Hgame una lista. Siempre es til. Prometo que lo har, y despus Shoffler nos mira a cada uno por turnos. Nadie parece tener nada ms que agregar. Jack bosteza.
Perdn. Se levanta-. Bueno, muchas gracias por todo. Quiere un vaso de t fro? pregunta mi madre, que tambin se levanta-. Un caf? S que es tarde -dice el detective-, pero nos gustara hacer la bsqueda ahora. La bsqueda? exclama Liz-. Qu bsqueda? La bsqueda en la casa -contesta Shoffler. Me mira-. Su marido y yo hablamos del tema. Piensa que el
secuestrador estuvo aqu, en esta casa. Quiz encontremos algo. En cualquier caso, es pura rutina. No pienso que estuvo aqu -lo corrijo-. Estuvo aqu. Le has hablado de las monedas? me pregunta Liz-. Del conejito? De qu hablan? nos pregunta Shoffler. Cuando se lo explico, asiente, saca la libreta y toma nota. Nos llevaremos esas cosas como
pruebas. No lo entiendo -le comento a Shoffler-. No hay ninguna duda de que Kevin estaba aqu. Me llam desde este nmero. Les di mi mvil a ustedes. Ya lo sabe. Shoffler asiente con un gesto que no lo compromete y se sube de nuevo los pantalones. S. Hemos pedido a Verizon los registros de sus llamadas. Qu? Slo para compararlos con los de su
mvil y asegurarnos de que la llamada de Kevin no fue desviada desde algn otro telfono. Pero Shoffler no me hace caso. Es tarde y quisiramos empezar cuanto antes. Calculo que tardaremos un par de horas. As que, si lo prefieren, pueden ir a dar una vuelta o lo que sea. Una vuelta? exclama mi madre con el mismo tono de incredulidad que habra empleado si el detective hubiese dicho ir a la piscina o a la
peluquera. Hay personas que se ponen muy nerviosas -le explica Shoffler con toda su paciencia- al ver que unos extraos se pasean por sus habitaciones y tocan sus cosas. Se encoge de hombros-. Si deciden quedarse, tendrn que permanecer en esta habitacin hasta que acabemos con el resto de la casa. Luego haremos sta. Hace sonar la lengua contra el velo del paladar. El ruido suena como una explosin. No quiero ir a dar una vuelta-declara mi madre. Creo que nos quedaremos aqu -afirmo.
De acuerdo -dice Shoffler-. En ese caso, aprovecharemos para tachar algo ms de la lista. Tomaremos sus huellas digitales. Qu? salta Jack. Es pura rutina, seor Taggart. Necesitamos las huellas de todos los que estn en la casa para poder excluirlos. Tambin, y por la misma razn, le tomaremos las huellas a la asistenta, a la canguro y a aquellos que frecuentan la casa. Consulta su reloj. Por qu no pueden hacerlo maana?
pregunta Jack, con un brazo sobre los hombros de Liz-. Mi hija est agotada. Shoffler rechaza la propuesta con un gesto. Lo s. Soy consciente de que es muy tarde. Pero estoy seguro de que comprendern que si hay alguna prueba en esta casa, cualquier cosa que pueda darnos una pista, queremos saberlo ahora mismo. No slo podremos actuar antes, sino que, cuanto ms esperemos, ms se contaminar la escena. Por otro lado, el equipo ya est aqu, en la calle, dispuesto a trabajar. Ya estn aqu? exclamo. No s por
qu me preocupa, pero lo hace. Shoffler consulta de nuevo su reloj. Le importa si comenzamos ya?
Captulo 10
Permanecemos sentados durante unos momentos que se nos hacen incmodos, sin saber qu decir, hasta que Jack coge el mando a distancia y enciende el televisor.
Es imposible. Qu podra ser apropiado? Frunce el entrecejo mientras pasa de un canal a otro. Bisbol, series policacas, comedias, un reportaje de Frontline sobre la industria de la moda adolescente. Pap -dice Liz. Jack apaga el televisor. Pero cuando la pantalla se oscurece con un chisporroteo, los omos en la sala de estar. Se supone que estn buscando algo, pero suena como si estuviesen destrozando el lugar. El contrapunto de la conversacin, el sonido de las puertas
y los cajones que se abren y se cierran, la prueba audible de la bsqueda, todo ello me trastorna. Aunque yo haya insistido en que lo hicieran, todava me parece una invasin de la intimidad. De pronto, la palabra invasin, que con todas sus connotaciones militares siempre me pareci demasiado fuerte para ser empleada en este contexto, resulta perfecta. Or cmo esos extraos meten las manos en las pertenencias de mi familia me hace sentir como si estuviesen atacndome, como si estuviesen violando mi territorio. Detesto el sonido de sus pisadas, el murmullo de las voces, algunas risas. Me preocupa hasta tal extremo que cojo
el mando de la mesa de centro y enciendo de nuevo el televisor. Un error. He pillado el inicio de las noticias de las diez. Todos contenemos la respiracin cuando la foto de los nios aparece en pantalla y el presentador dice: No hay ninguna noticia en el caso de la desaparicin de los gemelos Callahan Oh, Dios mo -exclama Liz, mientras apago el televisor. Es casi una bendicin cuando una pelirroja malhumorada, con la tez granujienta y las uas pintadas de verde,
aparece para tomarnos las huellas dactilares. Todos soportamos el mal genio de la mujer mientras, uno cada vez, nos llama para que nos sentemos junto a ella. Con la mesa de centro como soporte, aprieta las yemas de nuestros dedos en una almohadilla empapada en tinta y luego los apoya sobre una tarjeta. Mientras hace rodar la yema de mi meique izquierdo y luego lo levanta verticalmente por encima de la tarjeta, no puedo evitar sentir que hay algo srdido en todo este proceso. La tarjeta slo contiene la informacin mnima necesaria para identificarme, eso y las marcas oblongas de mis huellas, cada
una con su intrincado dibujo de espirales y lneas. Me da unas toallitas de papel hmedas para que me limpie la tinta de los dedos mientras mi madre ocupa mi lugar. Quiz es porque ha desaparecido el efecto del sedante o por la media docena de tazas de caf que ha tomado desde que lleg, pero la cuestin es que no parece muy dispuesta a que la mujer manipule sus dedos. Es incapaz de estarse quieta, mueve los dedos por su cuenta. Se disculpa, y la experta suspira exageradamente al tiempo que rompe en dos cada tarjeta estropeada y la arroja a la papelera.
Reljese -le dice a mi madre por ensima vez-, deje que sea yo quien le mueva los dedos. Los est aplastando, lo ve?, emborronando las huellas. Su tono de voz vara de la acusacin a la condescendencia-. Deje que yo le manipule los dedos. No los arrastre No lo hago -insiste mi madre-. Intento no hacerlo. Lo hace. Deje de molestarla. Esto es voluntario, o me equivoco? Mi madre me dirige una mirada de
agradecimiento, pero se ve que est a punto de echarse a llorar. Vamos a intentarlo de nuevo -dice la zorra de la experta, y prepara otra tarjeta con otro suspiro de furia. Esta vez, todo va bien durante un par de minutos, pero luego, mam se mueve o lo que sea. Lo est haciendo otra vez! Mi madre se derrumba y rompe a llorar. Djela en paz -exclama mi padre, y se levanta.
Como quiera -replica la mujer. Se levanta y se va hacia la Puerta-. No me pagan lo suficiente para aguantar este tipo de cosas. Lo siento, mam -me disculpo en tono mecnico. Quieres un vaso de agua, Glenna? pregunta mi padre con voz ansiosa-. Alex, crees que podramos conseguir un vaso de agua? Claro. Me levanto del sof con desgana y hablo con el polica que est en el vestbulo.
Me doy cuenta -y el pensamiento me hace sentir culpable- de que estoy cansado de mis padres, de que deseo que se vayan a su casa. Tambin Jack. S que han venido porque tenan que hacerlo, para ofrecer todo el apoyo posible. Supongo que me sentira dolido si no lo hubiesen hecho. Pero tengo la sensacin de que Liz y yo tenemos que cuidar de ellos. Poco despus de que el polica aparezca con el agua llega Shoffler. Se queda en el umbral y llama con los nudillos en el marco. Puedo hablar con usted, Alex? Con
usted y la seora Callahan? Hay algo en la expresin de Shoffler que me hiela el corazn. En primer lugar, los guantes de ltex que lleva -todos los llevan- ofrecen un escalofriante toque clnico. Me levanto de un salto, como si tuviese una cuerda sujeta a la cabeza y alguien hubiese tirado de ella para levantarme. Qu pasa? Puede hablar aqu sin tapujos manifiesta mi padre, con un gesto que nos abarca a todos-. Somos su familia. Shoffler levanta una mano con la palma
hacia mi padre, como un agente de trfico. Slo los padres -responde, con algo que se parece ms a una mueca que a una sonrisa. El rostro de Liz tiene un color grisceo. Seguimos a Shoffler al primer piso, donde se halla mi despacho. Un agente de uniforme, con los guantes de rigor, est sentado en una esquina de mi mesa con una tablilla sujetapapeles. Shoffler nos lo presenta: Es el agente David Ebinger.
El detective nos explica que ahora la costumbre, despus del caso de O. J. Simpson, es que un nico agente se encargue de las pruebas, desde etiquetarlas, embolsarlas, depositarlas y sacarlas del depsito de pruebas hasta llevarlas a la sala donde se celebra el juicio. Tenemos que establecer una cadena de custodia -aade, en tono seco-, por si en algn momento este caso acaba en un juicio. Asentimos. Lo comprendemos. Entonces Shoffler cierra la puerta.
Hemos encontrado algo -anuncia. Soy incapaz de decir una palabra. Sobre mi mesa hay una caja de cartn del tamao de una caja de zapatos. Las tapas estn abiertas, extendidas a los lados, y tiene pegada una etiqueta con algo escrito. Shoffler le hace un gesto a Ebinger y despus, con el extremo de la goma del lpiz, saca de la caja un trozo de tela hecho una bola y muy manchada. En cuanto acaba de sacarlo del todo, veo lo que es: una camiseta amarilla. La mancha es de un color marrn rojizo y s instantneamente que es sangre.
Liz gime. La abrazo y se apoya en m, con el rostro contra mi pecho. No puede mirar, y yo no puedo dejar de hacerlo. Shoffler est tratando de sacudir suavemente el trozo de tela colgado del lpiz. Debi de secarse arrugado, y est tan tieso que sus esfuerzos no consiguen gran cosa. Por algn motivo me siento obligado a mirar, asustado por la idea de que la camiseta se soltar del lpiz y caer sobre la mesa. No puedo permitir que eso ocurra. Por fin, los pliegues de la tela de un lado de la camiseta se sueltan. Es como ver abrirse un puo, y de pronto veo lo que los pliegues arrugados ocultan: un trozo de la camiseta del tamao de la palma de una mano.
No necesito ver nada ms. Lo que es visible es el dibujo de una cola de pescado, la cola de lo que s que es una ballena, en el interior del cual s que est impresa la palabra Nantucket. Es de Kevin -afirmo. Doy la impresin de hablar sin voluntad-. Sean tiene una verde. Soy incapaz de apartar la mirada de la camiseta. Intento concentrarme en la tela, eliminar de mi mente la imagen de Kevin con la camiseta. Noto un extrao
sabor metlico en la boca. Liz se estremece entre mis brazos. Dnde la ha encontrado? me oigo preguntar. Puede confirmarlo, seora Callahan? Me refiero a la identificacin de la camiseta. Liz se pone tensa, aparta la cabeza de mi pecho. Vuelve la cabeza, echa una ojeada y suelta un sonido desgarrador. Sus manos vuelan a la boca. Consigue mover la cabeza varias veces Para asentir. Me est diciendo que la camiseta
pertenece a su hijo Kevin? la presiona Shoffler. S. Dnde la encontr? pregunto de nuevo, pero tampoco ahora me responde. Mete la camiseta en la caja, empuja las tapas con el lpiz y luego Ebinger se encarga de cerrarla con cinta adhesiva. Hay una cosa ms -dice Shoffler-. Me acompaan? Shoffler nos gua, Ebinger nos escolta.
Intento no pensar qu nuevo horror va a mostrarnos. Me concentro en mirar la nuca de Liz, el suave balanceo de la cola de caballo. Entramos en la habitacin de los chicos. Apenas si puedo respirar. Decidimos dejarlo en su lugar por el momento -comenta Shoffler al tiempo que abre la puerta del armario con el lpiz-. Pueden explicarnos qu es esto? pregunta, y seala con el lpiz el estante superior. Se aparta para permitirnos mirar en el interior del mueble. All, junto a Candyland y Sorry, hay un pequeo bol de cristal lleno de un lquido
transparente. Est en el borde mismo del estante, casi a punto de caerse. Qu es? pregunta Liz-. Es agua? Todava no estamos seguros pero, ah como les he dicho, si pueden decirnos para qu es, nos ayudara. Liz me mira, pero lo nico que puedo hacer es encogerme de hombros. No tengo ni la ms remota idea de por qu hay un bol lleno de lquido en el estante superior del armario de mis hijos. Tenan una mascota o algo parecido? pregunta el detective-. Me refiero a
una rana, un pez. Eso tendra sentido. No lo creo -contesto. Vaya, no lo cree. Shoffler se vuelve hacia Liz-. Seora Callaran? Liz se limita a negar con la cabeza, frunce el entrecejo y me mira con una expresin curiosa. Tomaremos una muestra del lquido y buscaremos huellas en el recipiente. Por cierto, el bol es suyo? Nos mira alternativamente. No lo s -respondo-. Supongo que lo
es. No se lo puedo decir -contesta Liz. Vaya -repite Shoffler-. Bien, Dave se encargar de esto -aade, con un gesto hacia el armario-, y el equipo se encargar ahora de la habitacin donde estn ustedes. Ya pueden disponer del resto de la casa. Se quita los guantes. Detective No tardarn mucho -afirma, sin prestarme atencin-, y luego los dejaremos tranquilos. Supongo que estn todos muy cansados, sobre todo los
abuelos. La camiseta -dice Liz con una vocecita-. Significa eso que? Lo siento -replica Shoffler con formalidad-, la camiseta es una prueba, y las preguntas tendrn que esperar. Sera prematuro sacar conclusiones. La enviaremos al laboratorio y entonces estar en una mejor posicin para hablar del tema. Pero Ahora camina hacia la puerta, pasa junto a nosotros, y no parece haber otra alternativa que seguirlo al vestbulo.
Hacemos una pausa antes de ir a la habitacin donde estn nuestros padres, para que los dos policas que salen de mi despacho puedan ir a la puerta principal. Cada uno de ellos carga una gran caja de cartn cerrada con cinta adhesiva. Qu es eso? Qu se llevan? Creo que es su computador. Mi computador? Tranquilo, Alex. Es pura rutina. El secuestrador estuvo aqu, no? Es lgico que nos llevemos algunos objetos para
examinarlos. El detective Ebinger le entregar un inventario de la bsqueda cuando hayamos terminado; usted tendra que leerlo. En cuanto al computador, no podra ser posible que los chicos se pusieran en contacto con alguien a travs de Internet? Tenemos que investigar esa posibilidad. Tienes instalados controles de acceso en el computador, Alex? me pregunta Liz. Nunca han utilizado el computador. Alex! Nunca se han acercado al computador!
Ni siquiera creo que sepan cmo encenderlo. Esto probablemente es verdad. Los diseadores de Apple han disimulado la tecla de encendido del iMac con tanta habilidad que, cuando lo compr, tuve que llamar a la tienda para preguntar dnde estaba. Me lo prometiste. Liz Shoffler nos interrumpe. Estara dispuesto a someterse a la
prueba del polgrafo? Qu? Digo qu, pero lo he odo perfectamente. Tambin s lo que eso significa. El asesinato -incluso el asesinato de nios- a menudo es una cuestin familiar. Cuando los nios desaparecen, los primeros sospechosos son los padres. Recuerdo la voz del agente Christiansen cuando caminbamos hacia el Jeep en el enorme aparcamiento desierto de la feria: Nueve de cada diez veces es uno de los padres. Quin puede olvidar el caso de Susan
Smith? Los rostros sonrientes de sus hijos aparecieron durante das en todos los informativos mientras su desesperada madre suplicaba que se los devolvieran, que le devolvieran los chicos que ella misma haba lanzado a las fras aguas de un lago, atados a los cinturones de seguridad de los asientos del coche. Cmo pudo hacerlo? Me pregunt, todos se preguntaron, si haba visto cmo suba el agua, si los haba visto sumergirse. Tambin record a una pareja de Florida que imploraba a lgrima viva que liberaran a su adorable hija, cuyo cuerpo descuartizado apareci finalmente sepultado en el patio trasero de su casa.
Estara dispuesto a someterse a la prueba del polgrafo? Me han puesto en el mismo grupo de Susan Smith, de la llorosa pareja de infanticidas de Florida? Ahora est claro. Pedirme que me someta a la prueba del polgrafo significa que la camiseta empapada en sangre o quiz hayan encontrado alguna otra cosa en la casa que los lleva a creer que podra estar involucrado en la desaparicin de mis hijos. Por supuesto, tambin s que estn en un error. Antes de que pueda responderle,
Shoffler repite aquel gesto de polica de trfico con la mano. No est obligado a someterse a la prueba -me informa el detective-. Es algo estrictamente voluntario. Lo ha comprendido? Qu? pregunta Liz-. Qu? No me muevo mientras siento cmo la furia me quema por dentro. Me someter a la prueba, pero es una prdida de tiempo. No lo entiendo. Tiene que haber centenares de personas que vieron a los chicos en la feria.
Adems, Kevin me llam, me llam desde aqu. Su hombre, el tal Christiansen, estaba conmigo en el coche. Shoffler hace una mueca, mira al techo, como si estuviese recibiendo alguna informacin desde all arriba. Luego asiente, se decide por algo. La llamada? Dijo que era su hijo, pero no hay nadie ms que lo confirme. Podra haber sido cualquiera. Incluso si la llamada se hizo desde aqu. En un primer momento parece que vaya a decir algo ms, pero luego cambia de opinin y sacude la cabeza.
Aun as, s lo que est pensando, y la palabra estalla en mi cabeza como una bomba: un cmplice. Es lo mismo que aquella zapatilla que encontr junto a la cerca -prosigue Shoffler-. Con esto no estoy sugiriendo nada, pero la cuestin es: quin la encontr? Qu zapatilla? pregunta Liz, con voz aterrada-. Hay una zapatilla? Encontramos una zapatilla de nio en la feria -le explica el detective-. Segn su marido, pertenece a uno de sus hijos.
Kevin -digo-. Una de las Nike de Kevin. Espero que comprenda por qu le pedimos que se someta a la prueba manifiesta Shoffler en un tono que me imagino pretende ser tranquilizador-, porque la cuestin es, lo que tenemos, es todo Se interrumpe y acaba encogindose de hombros. No lo dice, pero capto el mensaje. Yo podra haber dejado la zapatilla all, junto a la pista de la justa, y despus sealrsela a Shoffler. Un cmplice
podra haber hecho la llamada desde la casa a mi mvil. No hay una nota de rescate, ninguna llamada telefnica. El propio Shoffler lo dijo: para qu llevarse a los dos chicos? Esto no son las rebajas. No hay ninguna confirmacin exterior para mi historia. Todo comienza y acaba conmigo. Alguien tuvo que vernos all -insisto-. Quiero decir que es una locura. Miles de personas nos vieron. Estoy seguro de que est en lo cierto en lo que se refiere a los visitantes de la feria -declara Shoffler en un tono conciliador-. Desde luego que tenemos a
muchas personas que dicen recordarlo. Hace aquel chasquido con la boca. Un chasquido de pesar-. Pero, por supuesto, todo esto lo han emitido por la televisin. La mayora de las personas que nos han llamado ni siquiera estaban all en el momento correcto. No me cabe duda de que acabaremos encontrando a muchos testigos fiables que lo vieron a usted y a sus hijos y que confirmarn el marco horario. Levanta las manos en un gesto de qu-puedo-hacer-yo-. Pero, hasta que los encontremos, mi consejo es que se someta a la prueba. Por supuesto que me someter a la prueba.
Bien -responde el detective-. La programar. Mis padres y Jack han aparecido en el vestbulo, detrs del detective. Nos dijeron que furamos a la cocina explica mi madre. Qu es eso de una prueba? pregunta Jack. Quieren que Alex se someta a la prueba del polgrafo -responde Liz con voz temblorosa. A la prueba del detector de mentiras?
le pregunta mi padre a Shoffler-. Qu demonios pretende con eso? Shoffler levanta su mano de agente de trfico. Es pura rutina -contesta-. Un proceso de eliminacin. Como las huellas dactilares? interviene mi madre Shoffler asiente. Mi padre cuadra los hombros. Escuche, detective Shoffler, sea sincero conmigo. Necesitamos llamar a
un abogado? Esto es algo estrictamente voluntario recalca Shoffler-. Si su hijo quiere No -lo interrumpo-. Pap, por el amor de Dios! Nada de abogados. No necesito a un abogado. No se trata -comienza mi padre-. No quiero decir Sacude la cabeza. Veo que sujeta la mano de mi madre, con los dedos entrelazados, con tanta fuerza que los nudillos se ven blancos-. Es slo que no me gusta esto, Alex. No me gusta el cariz que estn tomando las cosas.
La dispondr para maana por la maana -dice Shoffler. Por un momento, la falsa acusacin me puede; ser acusado de semejante cosa Puedo escribir el texto de la noticia, imaginar el tono sombro de la lectura: Novedades en el caso de la desaparicin de los gemelos Callahan: la polica ha encontrado una camiseta con manchas de sangre en la casa del padre. La polica ha requerido que el padre se someta a la prueba del polgrafo. Pero la furia y el dolor por la acusacin, el pesar, todas esas emociones slo duran unos segundos. Apenas se
registran contra la desesperacin que me domina desde que Shoffler me mostr la camiseta de Kevin con las manchas de sangre. La nica chispa de esperanza la ofrece un pensamiento tan absolutamente espantoso que detesto admitirlo: slo haba una camiseta, no dos. Quiz dos chicos planteaban demasiadas dificultades. Adems, slo estaba la zapatilla de Kevin. Quiz Sean Me estoy hundiendo. No es que conscientemente confe demasiado en que Shoffler y las autoridades acabarn por dar con la persona que secuestr a mis hijos, en
que encontrarn a Kevin y a Sean y los traern a casa. Sin embargo, en cierto modo, he confiado ms en la idea de lo que haba esperado. Tena fe en la profesionalidad y la energa de las autoridades, en sus recursos humanos y materiales, en los helicpteros, las cuadrculas de bsqueda, en los perros, en los tcnicos de pruebas y en las bases de datos. Pero si la peticin de que me someta a la prueba del polgrafo significa qu otra cosa podra significar? que creen que tuve una participacin activa en la desaparicin de mis hijos, entonces ya no quedan esperanzas. Las autoridades estn tan despistadas que ms me valdr
depositar mi fe en las cintas amarillas que mis vecinos han comenzado a colgar en los rboles de Ordway Street.
Captulo 11
La prueba del polgrafo est fijada para esta maana a las once. A pesar de mi inocencia no puedo dejar de preocuparme. Cmo puede una mquina diseada para medir la
respuesta galvnica -y slo tengo una vaga idea de lo que es eso- distinguir entre los diferentes tipos de estrs? Cmo puede un artilugio mecnico separar la ansiedad provocada por mentir deliberadamente de la ansiedad provocada por la propia prueba, por ser acusado falsamente, por el destino de mis hijos desaparecidos? Aun as, la prueba es una distraccin casi bienvenida- del horror de la camiseta. Si bien no se puede decir que espero con ansia el momento de caminar hasta el coche, sobre todo despus de que Shoffler no ha conseguido impedir que la aparicin de una camiseta de nio manchada de sangre se filtrara a
la prensa, hasta cierto punto s que no veo la hora de salir de casa. Con el paso de las horas, la atmsfera se hace cada vez ms sofocante, una campana de cristal que incuba la angustiosa espera. Cada vez que suena el telfono -que es al menos una vez cada cinco minutosesperamos, suspendidos entre la ilusin y el miedo. Sobre todo miedo. Nos tranquilizamos cuando la llamada no arroja ninguna informacin referente a los chicos, cuando slo es otra llamada de algn reportero, de la polica, de un amigo o de un desconocido que nos ofrece su
ayuda. La manida frase resulta ser verdad. No tener noticias es una buena noticia; no tener noticias nos parece un respiro. Mis padres y Liz pueden estar furiosos por la acusacin contra m, pero con Jack debo decir que el jurado est deliberando. No est seguro. Hasta cierto punto, esto es ms fcil de soportar que la letana de amargas protestas de mi madre. Mi padre quiere acompaarme a la comisara, incluso Liz se ofrece, pero no quiero hacerles pasar por esto. Durante la conferencia de prensa de la
maana, que todos vemos en la sala, Shoffler rehsa responder o comentar cualquier pregunta sobre la camiseta con manchas de sangre y advierte contra sacar conclusiones apresuradas. No obstante, s lo que me espera cuando salga de mi casa. Entonces llega la hora. Christiansen se presenta con otro agente para escoltarme hasta el coche patrulla. Aunque no me han esposado ni puesto grilletes, escoltarme no es la mejor palabra para describir cmo me hacen bajar apresuradamente los escalones del porche y me empujan entre la multitud
iluminada por los focos que no deja de gritar preguntas. Todava no estoy arrestado, pero el lenguaje corporal deja claro lo que es esto: el andar de un sospechoso. Lucho contra la inclinacin natural a evitar el contacto visual. No es fcil. El instinto hace que quiera volver la cabeza y proteger mis ojos del resplandor de los focos. Me esfuerzo por mantener la cabeza bien alta. Cuando llegamos al coche, las luces me han dejado ciego. Christiansen me empuja al interior. Me llevan a la comisara de Park Street, donde se realizar la prueba del polgrafo. El distrito de Columbia est
involucrado porque hay cuestiones jurisdiccionales que resolver, de acuerdo con el lugar y la naturaleza del crimen. Esto es lo que manifest Shoffler durante la conferencia de prensa de la maana, para la cual, me dice Christiansen, repartieron credenciales para 318 representantes de los medios. Como la mayora de las autoridades, Shoffler no dio ms explicaciones a pesar de la insistencia de los reporteros. La explicacin la obtengo, junto con otros varios millones de norteamericanos, cuando vemos en la
televisin cmo varios expertos analizan la declaracin de Shoffler. Se reduce a esto: Escenario 1: Asesin a mis hijos en casa, me deshice de los cadveres, luego conduje noventa y seis kilmetros hasta Cromwell, Maryland. Despus deambul por la feria durante un par de horas para establecer una coartada antes de denunciar la desaparicin de los chicos. Jurisdiccin: Distrito de Columbia. Escenario 2: Asesin a mis hijos en Maryland, en algn lugar cercano a la feria. Jurisdiccin: Condado de Anne Arundel.
Escenario 3: Los chicos fueron secuestrados en la feria (sta es mencionada ahora al menos por un reportero como el lugar citado en la versin del padre). Jurisdiccin: Condado de Anne Arundel y el FBI. En la comisara reina una atmsfera de estar de vuelta de todo que curiosamente me calma. Es tan diferente de la energa alimentada a base de adrenalina en mi casa. Me recuerda a una delegacin de Hacienda. Tengo la sensacin de que la mayora de las personas que trabajan aqu, desde
los oficinistas hasta los detectives, han visto tal cantidad de barbaridades que han acabado con su capacidad de respuesta emocional. No importa lo inimaginable que resulte un crimen incluso el asesinato de un nio-, siempre hay un precedente, hay un nmero para clasificarlo en el cdigo criminal. Todo es procedimiento. Hay unas normas establecidas para tratar con todo tipo de delitos concebibles, un proceso que no deja mucho lugar para la pasin o la furia. Mientras estoy aqu, todos, si no son exactamente corteses, al menos me tratan con un distanciamiento profesional; estn interesados nicamente en seguir adelante con el
proceso. Estoy aqu para la prueba del polgrafo; la idea es hacerlo y pasar a la siguiente tarea. Es lo mismo que tomar las huellas digitales, aunque hay algo srdido en el procedimiento. Me siento atrapado, metido en una situacin donde tengo todas las de perder, la prueba del detector de mentiras es una versin no muy moderna de la prueba que pasaron las brujas de Salem. Tal como lo recuerdo (por un especial en el canal de historia), si la mujer acusada, a la que haban lastrado con varias piedras, consegua no ahogarse -como le ocurrira a cualquier persona normal-
significaba que era culpable y la quemaban en la hoguera por bruja. La prueba es idntica. El solo hecho de que me pidieran que me sometiera al polgrafo es un punto en contra. Aprobar la prueba, pero como alguien que ha asistido a multitud de juicios, s que es posible que el resultado sea no concluyente. Si lo paso, tampoco me ayudar. Claro que si rehso todava es peor. Pasar no significa nada, porque en realidad no hay nadie que confe en los resultados, porque tal como me recuerda el tcnico cuando me invita a sentarme, no se admiten en el juicio. Esboza una
sonrisa. Eso hace que uno se pregunte por qu se toman la molestia -me oigo decir a mi mismo, y en el acto me irrito por mi chchara nerviosa. El tcnico se encoge de hombros. Los resultados pueden ser instructivos, incluso si no tienen valor como prueba. Ambos sabemos la razn por la que se toman la molestia de nacer la prueba del detector de mentiras. Puede ser instructiva de muchas maneras. Significa una cosa si alguien acepta someterse a la
prueba, y otra si contrata a su propio tcnico, que puede plantear una serie de preguntas un tanto diferentes o hacerlas de una manera ms amistosa para el cliente. Gary Condit se someti a la prueba, pero contrat a su propio tcnico. Lo mismo hicieron los padres de JonBenet Ramsey. Recuerdo estas desviaciones de las pautas aceptadas para el comportamiento inocente. Lo mismo hacen todos los dems. En su mayor parte, la prueba es, pura y simplemente, una forma de presin. Tienes a un sospecho, lo presionas, haces que se ponga nervioso de todas
las maneras posibles. Todos lo hemos visto un milln de veces. Eso es lo que quiere Shoffler: presionarme. El tcnico unta los sensores con un poco de gel y me los pega a la piel. El gel est helado. El encargado de la prueba tambin parece un tipo fro -incluso mecnicocuando me explica el procedimiento. Despus de una larga pausa para comprobar el funcionamiento de la mquina, comienza a formularme una lista de preguntas preparadas. Su tono de voz no cambia, ya sea cuando
me hace las preguntas de rutina: Su nombre es Alex?, Vive en Dakota del Norte?, La camisa que lleva es azul?, o las que van al fondo de la cuestin: Mat a Sean y a Kevin Callahan?, Conoce el paradero de Sean y Kevin?. Hay un largo intervalo entre las preguntas, durante el cual ajusta la mquina y toma notas. Me sorprendo a m mismo conteniendo la respiracin cuando respondo a las preguntas y no puedo evitar mencionarlo. El tcnico me sonre. No tiene ninguna importancia responde, de una manera que no me
tranquiliza en absoluto. Entonces se acaba. Me da un pauelo de papel para que me limpie cualquier residuo de gel. Me bajo las mangas de la camisa, convencido de que me acompaarn hasta el coche que me llevar de regreso a casa. Pero, en vez de eso, aparece Shoffler, con un joven afro-americano al que presenta como el detective Price. Los tres nos dirigimos al cubculo de Price. En la pantalla del computador, los peces tropicales nadan entre la vegetacin acutica. En las paredes
grises del cubculo hay una docena o ms de fotos de nios sonrientes. Dgame una cosa, Alex -dice Shoffler-, le importara repetir su declaracin una vez ms? Quiero que el detective Price la escuche; lo han asignado para que nos ayude en este caso. Me encojo de hombros. No veo la necesidad, pero una vez ms: por qu no? De acuerdo. La cuestin es que el detective Price ha recibido una preparacin especial para interrogar a las personas. Por lo
que han contado, tiene todo un don para refrescarles la memoria. Lo que espero es que quiz recuerde algo que nos ayude a encontrar a sus hijos. Alguna pista -interviene Price con una ansiosa voz de bartono-. Eso es todo lo que queremos. Es pura mierda y los tres lo sabemos. Shoffler est buscando alguna inconsistencia en mi historia, lo cual significa que cree que es precisamente eso: una historia. Lo que ustedes quieran -respondo.
Una mujer fornida con unos grandes pendientes redondos golpea en la pared de cristal del cubculo. Oye, Jason, necesito que me firmes una cosa. Mueve un dedo con la ua pintada de color rojo fuego-. Por favor, ven a mi salita. Shoffler observa la coleccin de fotografas colgadas de las paredes del cubculo. Un chiquillo guapo -comenta, e inmediatamente se arrepiente-. Vaya, lo siento. Qu pasa con la entrada? le
pregunto. Qu? La entrada de la feria. Un adulto, dos nios. Se la mostr. Creo que se la di, no? S. En ella aparece la hora a la que entramos. Un adulto, dos nios. El detective sacude la cabeza, en su rostro aparece una expresin de reproche.
Alex, no se da cuenta de que la entrada no significa absolutamente nada? Alza las manos, las baja-. Podra haber comprado una entrada para un adulto y diez nios. Se da cuenta de lo que digo? Para mi sorpresa, me siento avergonzado. Acstica. Liz y yo fuimos a Londres en viaje de bodas. Visitamos la catedral de San Pablo y subimos hasta la mitad de la cpula, donde est la galera de los susurros. La gua turstica citaba un fenmeno acstico: alguien al otro lado
de la inmensa cpula poda susurrar contra la pared y el sonido, si no encontraba obstculos, viajaba hasta cualquiera que estuviese escuchando en el lado opuesto. Liz insisti en que lo intentramos. Ocupamos nuestras posiciones y esperamos varios minutos a que no hubiese nadie en medio. Todava recuerdo la sorpresa al or la voz de Liz, tan ntima e inmediata, cuando slo la vea como una figura pequea a una distancia de unos noventa metros. Ven a mi habitacin en el hotel -susurr-, y te lo pasars de fbula. Por un fenmeno acstico similar, ahora oigo la voz del detective Price, aunque no lo veo en la abarrotada y ruidosa sala de la
comisara. Sus palabras llegan a mis odos con la ms absoluta claridad: No, eso es lo que te estoy diciendo. Por eso mismo vamos por l. El tipo no tiene a un abogado, te lo puedes creer? Al menos de momento. Se sienta frente a m, a horcajadas en la silla, con los brazos cruzados en el respaldo como una plataforma sobre la que apoya su bien formada cabeza. Seguramente est harto de todo esto dice, y mueve la cabeza en un gesto de pesar-. Me lo imagino. Price es bueno, tengo que reconocerlo. Esperaba -no lo s- el juego habitual.
Poli bueno, poli malo, con la colaboracin de Shoffler. No s, un interrogatorio ms brusco. Pero no es as. Slo estamos el detective Price y yo en la habitacin. A Shoffler no se lo ve por ninguna parte, aunque no dudo de que est detrs del gran espejo en la pared opuesta. Doy mi consentimiento para el uso del magnetfono. Comenzamos de nuevo con mi relato de lo sucedido el sbado, con todo detalle. Despus pasamos a mi situacin
econmica. Supongo que es duro mantener dos casas ms o menos con los mismos ingresos Admito que es un esfuerzo econmico, pero le digo a Price que Liz y yo nos las apaamos. Tengo entendido que se ha retrasado en el pago de la pensin en dos ocasiones. Es verdad. Pero no fue por el dinero. Estaba en el extranjero, trabajando en un reportaje. Puede comprobarlo en la cadena.
En el extranjero -recalca Price. Hace una mueca cuando repite la palabra, como si acabara de oler algo desagradable-. En el extranjero -insiste-. Vaya. Permanece en silencio durante un minuto o ms. Me miro los pies y me resisto al deseo de romper el silencio. Price se mece en la silla, luego ladea la cabeza y me mira. El acuerdo preliminar de la separacin se lleva una buena tajada de su salario, no? Asiento.
Su casa est en un barrio caro, verdad? Si no consigue resolver las cosas con Liz, tendr que venderla, no es as? As es. Me encojo de hombros, y luego, antes de poder contenerme, aado-: Pero eso es algo que no me preocupa. No es importante para m. Vacilo. No me gusta la manera en que estoy intentando explicarme ante este tipo. No me gusta la manera como menciona a mi esposa por el nombre de pila. Ni siquiera la conoce. As que perdera la casa
De pronto me enfurezco. Qu est insinuando? Cree que mat a mis hijos porque no quiero perder mi casa de Cleveland Park? Es eso lo que cree? Santo Dios. Hace un gesto conciliador. De acuerdo, pasemos a otro tema. Los nios tienen un seguro? Alguna pliza? Porque si la tienen, lo mejor sera que nos lo dijese ahora. Seguro? Se refiere a un seguro mdico?
Price niega con la cabeza. Me refiero a un seguro de vida. Un seguro de vida? Tienen seis aos! Entonces me doy cuenta, y mi voz, furiosa y demasiado alta, lo demuestra-. Ahora est sugiriendo que mat a mis hijos para cobrar el seguro? Que esperar que pase un tiempo antes de cobrarlo y largarme a Brasil? Pero es que se ha vuelto loco? No -responde Price, con la voz tranquila y razonable-. Nadie est sugiriendo nada por el estilo. Slo hablamos de las presiones a las que est
sometido, nada ms, slo estamos investigando ese tema. Personalmente, creo que es mucho ms probable que alguien como usted perdiera los estribos, como acaba de hacer ahora, y fuera un poco ms all de lo que pretenda, ya me entiende Por supuesto, me subo por las paredes. Escuche -digo con voz temblorosa-. Yo no mat a mis hijos. Seor Callahan. Quiz tendramos que hacer una pausa. Quiz tendra que consultar con un abogado.
No quiero hacer una pausa y no necesito a un maldito abogado. El detective Shoffler le dijo que alguien lo vio en el aparcamiento cuando abra el coche, y que eso fue despus de denunciar la desaparicin de sus hijos? Fui a comprobar que no hubiesen ido a esperarme al coche cuando no me encontraron. Fue el tipo de seguridad quien me lo sugiri. Todo es por el mismo estilo. Una hora, dos, tres, cuatro. Ya estamos en la quinta, cuando Price, despus de preguntarme si quiero ir al bao, lo hace
l. Cuando vuelve, me trae un vaso de agua y propone que comencemos otra vez desde el principio. Lo hacemos. Recurdeme de quin fue la idea de ir a la feria -comienza-. Lo propuso usted? No -replico-. Ya se lo he dicho. Fue idea de los chicos. Esa clase de cosas no son lo mo. Qu es lo suyo? Continuamos. Dijo que oy la voz de Kevin en la
llamada al mvil -comenta Price cuando llegamos a ese punto-. Dijo una palabra: Papi. Lo que quiero saber es: cmo supo que era Kevin? Son gemelos, no? Son mis hijos. Lo sabes y ya est. Lo sabes y ya est. Price levanta las manos y dibuja unas comillas en el aire. As es. Me mira como si quisiera discutir la afirmacin, pero despus sonre. Supongo que puedo aceptarlo.
Sacude la cabeza-. Tuvo que ser muy duro -aade, con lo que parece ser un inters sincero-. Desesperante. Un suspiro de pesar-. Slo una palabra, y despus ya nunca volvi a llamar. As es. Vaya -dice Price, y de pronto ataca por otra direccin-. Por qu no me habla de la noche anterior? No veo la No quiere hablar de la noche anterior? Frunce el entrecejo y luego se disculpa,
como si, sin querer, hubiese puesto el dedo en la llaga. No, no me importa hablar de eso. Slo El detective se encoge de hombros. Escuche, nunca se sabe cundo puede aparecer algo que ayude. Asiento. De acuerdo, la noche anterior, el viernes por la noche, usted dijo que tena mucho trabajo. As que hablemos de la cena, le parece? Prepar usted la cena, o salieron a cenar?
Salimos a cenar. Pizza. A una pizzera? Cul? Two Amys, en Wisconsin. Alguien los vio? Claro. El camarero, los dems clientes Pag con tarjeta de crdito o en metlico? Probablemente con la tarjeta de crdito.
No lo recuerda. No lo recuerdo. Hace un gesto que descarta la importancia que eso pueda tener. Me sonre. Yo tampoco soy de los que recuerdan esas tonteras. Jason Price tiene mucho encanto y lo utiliza para convencerme de que quiere ser mi amigo, que lo desea de todo corazn, y la manera de estrechar vnculos con mi nuevo amigo es diciendo lo que l quiere escuchar. Y lo
que quiere escuchar -no es que lo vaya a emplear en mi contra, ya pas algunos momentos muy malos con Derrick, as que no me mentira- es que yo lo hice. Perd el control, todos lo hacemos, es la condicin humana. Nadie puede mantener permanentemente el control. Continuamos con el mismo estilo. Estoy haciendo que parezca una farsa, algo sin mayor importancia, pero no lo es en absoluto. Es como un anhelo casi religioso, el impulso a confesar. Si confieso, estar libre de pecado y habr renacido. Podr comenzar de nuevo. A medida que transcurren las horas
empiezo a hundirme en una peligrosa apata. Quiero dejar de hablar. Quiero dormir. He ledo no s cuntos reportajes sobre personas rescatadas cuando estaban a punto de morir. Hay un momento en que la voluntad comienza a desaparecer. Antes de morir congelado, se dice que la vctima de hipotermia tiene una sensacin de calor y sueo; que la persona que se ahoga, se siente inmerso en un estallido de luz. Deduzco de tales relatos que el olvido puede ser tentador, un bienvenido respiro de la lucha y el dolor. Estamos repitiendo de nuevo el
recorrido por la feria cuando alguien llama a la puerta. El detective Price frunce el entrecejo, dice perdneme un momento, se levanta, entreabre la puerta, mantiene una breve conversacin con alguien. Aunque hablan en susurros, me doy cuenta de que discuten. Luego, sin mediar palabra, me deja solo. Espero medio dormido. Consulto mi reloj cada pocos minutos. Pasan diez. Veinte. Media hora. Cuando Price reaparece, empieza con una serie de preguntas que me desconciertan.
Cul es su religin, Alex? Qu? Sus convicciones religiosas. Su fe. No soy muy religioso. Entonces, es ateo? No, no exactamente. Qu tiene que ver esto con todo lo dems? Tenga un poco de paciencia, vale? Digamos que, si tuviese que marcar una casilla, cul marcara? La de ateo? No, digamos que soy un catlico no
practicante. No lo s. Supongo que marcara: Cristiano. Supone. Me pregunta mi opinin sobre los sacrificios de animales, sobre un reportaje que hice en una ocasin de la santera en el sur de Florida, sobre mis convicciones espirituales, sobre religiones como la Wicca. Escuche -termino dicindole-, dnde quiere ir a parar con todo esto? No acabo de ver la importancia que pueda tener.
No le gustan estas preguntas? replica Price, con una expresin de sorpresa. Es que no entiendo cul es su sentido respondo. Le aseguro que no es una vana curiosidad. Al mirarlo, cuando veo la desilusin profesional en su rostro, acabo dndome cuenta de que, por mucha que sea mi cooperacin, no conseguir exonerarme. Estoy tratando de demostrar una hiptesis nula, y eso es algo imposible de hacer. No importa la cantidad de preguntas que responda correctamente.
Jason Price slo est interesado en las respuestas que sealen mi culpabilidad. Dado que no soy culpable, no hay ningn motivo para estar aqu sentado y aguantar todo esto. Le digo que quiero irme a casa. Rehsa someterse a ms preguntas? No le veo el sentido. Rehsa. Es eso lo que me est diciendo? Sacudo la cabeza.
No se rinde nunca, verdad? Jason Price esboza una sonrisa. Eso es un s? Decido complacerlo. Qu ms da? S. Rehso. Price se levanta y me deja solo en la habitacin.
Captulo 12
Una llamada a la puerta me saca de mi adormecimiento. No s cunto tiempo ha pasado, pero es Shoffler, no Price, quien entra en la habitacin. Vmonos -dice. S inmediatamente que ha ocurrido algo. Su actitud hacia m ha cambiado, pero de una manera que no consigo entender. Apaga el magnetfono, y lo sigo hasta el coche. Es un Ford blanco de los grandes, un Crown Victoria. Es de da; la maana. He pasado toda la noche en
la sala de interrogatorios. Me asusto cuando Shoffler me abre la puerta. Por qu de pronto se muestra tan solcito con mis sentimientos? Porque se compadece de m. Cuando entra en el coche y se abrocha el cinturn de seguridad, me preparo, atento al tono sombro, a la terrible noticia, a la peor noticia de todas. No es hasta despus de recorrer dos manzanas que me doy cuenta de que estoy conteniendo el aliento. Ha llegado el resultado de la prueba me informa Shoffler, y sacude la cabeza.
Qu? No es lo que estaba esperando, y el alivio es inmediato y profundo-. Se refiere a la prueba del polgrafo? No, a la prueba del laboratorio. La prueba de la camiseta. Resopla mientras dobla una esquina. Qu? Sangre de gallina -responde, y me mira de reojo-. La camiseta estaba empapada con sangre de gallina. Sangre de gallina! repito,
entusiasmado. No estoy muy seguro de lo que eso significa, pero es una buena noticia, eso lo s. La sangre no era humana. No era la sangre de mi hijo. Eso es -asiente Shoffler. Ahora me doy cuenta de lo que pretenda descubrir Jason Price con sus preguntas sobre la religin y los sacrificios de animales. Mi entusiasmo se esfuma. Escuche -dice Shoffler-, hemos encontrado a unos testigos fiables que lo vieron en la feria con los chicos.
Ya era hora. Un par de empleados de la feria prosigue Shoffler-. El tipo que lleva la atraccin de la escalera. Recuerda muy bien a los chicos. Nos dijo que uno de ellos la subi como un mono. Sean. S -asiente Shoffler-. Despus de que su hijo consigui llegar hasta arriba, hubo cola para intentarlo. Los chicos ms grandes dedujeron que si un pequeajo poda hacerlo, deba de ser muy fcil. A un dlar el intento, el tipo de la atraccin estaba muy agradecido,
as que tena un buen motivo para recordarlo. Se present a declarar as, por las buenas? Tena libres el domingo y el lunes, as que no dimos con l hasta esta maana. Vive en la ciudad, no viaja con la feria. Adems, despus de interrogarlo, tuvimos que comprobar quin era. Un suspiro-. Asegurarnos de que no lo conoce, que no conoce a Liz, que no conoce a los nios, esa clase de cosas. Tenemos a unos cuantos empleados de la feria que lo vieron a usted y a los chicos. El tipo que lleva el tenderete de los arcos, l los recuerda a ustedes muy
bien. Y hay otros. Qu bien. Despus de que encontramos la camiseta, tenamos que verificarlo. Lo entiende, no? Porque si fue a la feria para tener una coartada Parece lgico. Mire. Shoffler est irritado y hace un gesto despectivo con la mano-. La sangre de gallina, todas las personas que lo vieron, nada de todo eso lo saca del apuro.
No? Pinselo. Incluso si estuvo en la feria con los nios, quin dice que no pudo llevarlos despus a alguna otra parte y que luego acudi a Prebble gritando que no los encontraba? La sangre de gallina? No s. Quiz tiene usted una vida secreta. Un Mercedes todoterreno azul le cierra el paso, y Shoffler reacciona con un enrgico toque de bocina-. Demonios, mire a ese tipo. Tendra que haber puesto la sirena. En cualquier caso, lo que lo libra de toda sospecha es que tenemos justificados cada uno de los momentos de su tarde desde un testigo a otro, lo tenemos cubierto desde el momento en que dej
el disco en la cadena de televisin con los chicos a la zaga hasta la hora en que se present en seguridad para denunciar que haban desaparecido. Hace una pausa-. As que me parece que le debo una disculpa, Alex. Nos hemos detenido delante de un semforo. Mi euforia slo dura el tiempo que tarda en cambiar. S, no est mal saber que ya no soy un sospechoso. Pero los chicos continan desaparecidos. Todava es la misma pesadilla. No digo nada.
Lamento haberle hecho pasar por la prueba del polgrafo aade Shoffler- y el interrogatorio de Price. Le pido disculpas. De todo corazn. Crey que haba sido yo. Se encoge de hombros. Doblamos en Kingle Road y vamos hacia Connecticut. Miro a travs de la ventanilla, sacudo la cabeza. Mientras tanto, la persona que se llev a mis hijos tiene todo el tiempo del mundo Pienso en el secuestrador con mis hijos,
en mi casa, en aquel siniestro conejito, en la fila de monedas, en la camiseta manchada de sangre. Tambin en m mismo en la sala de interrogatorios, y mientras tanto el rastro es cada vez ms fro. Comienzo a despotricar, y Shoffler me deja que lo haga hasta que por fin me doy cuenta de que no tiene sentido continuar. A travs de la ventanilla veo a dos nios con globos del zoo que pasan con su madre. Si hubisemos ido al zoo, pienso para mis adentros. Intento suprimir esos intiles esfuerzos por cambiar el pasado, pero reaparecen por lo menos cien veces al da. Cierro los
ojos. Al cabo de un rato, Shoffler dice: El hombre con el perro, en la pista de la justa. Tengo a un par de testigos que afirman haberlo visto con los nios. Un puo helado me oprime el corazn. Cree que es se el tipo? Ver, no queremos precipitarnos. El hombre alto, el perro con la gorguera, todo eso apareci en las noticias, as que lo cogemos todo con pinzas. Aun as, comenzamos a preguntar si alguien haba visto a los gemelos con ese tipo. Por supuesto, hay Personas que lo vieron, o al menos creen -dibuja las
comillas en el aire- que lo vieron. Creen que lo vieron -repito. Afortunadamente para nosotros, en las noticias nunca mencionaron la raza de perro que era, as que eso nos da un elemento para verificar la validez del testimonio. Sabemos que era un lebrel, as que si vieron a un hombre con un pastor alemn o un dachshund De acuerdo. Quera preguntarle hasta qu punto se fij en el hombre. Recuerda su rostro?
Vacilo. Recuerdo la escena, pero buscaba a Kevin y a Sean, para asegurarme de que se encontraban donde deban estar. En el momento en que los vi entre los chiquillos que gritaban me relaj. No lo s -contesto-. En realidad, no le prest atencin. Recuerdo el disfraz, y el perro. Cre que trabajaba en la feria. Arreglar una cita con un dibujante, quiero ver qu consigue. El semforo se pone en verde y tomamos por Connecticut. Tengo una conferencia de prensa a las
cinco -aade Shoffler-. Quiere acompaarme? Usted y Liz? Me refiero a que es su reivindicacin. Quiz tendran que asistir para responder a las preguntas. No hay quiz que valga. S lo que me dira Claire Carosella. Si con eso conseguimos el mximo de publicidad, Liz y yo estaremos atendiendo a los reporteros durante toda la noche y ms. S por experiencia cmo ser. Chillarn como monos por el derecho a hacernos preguntas. Las preguntas sern manidas (Se siente mejor despus de saber que ya no es un sospechoso?) o imposibles
de responder (Considera que la polica est ms cerca de encontrar a sus hijos?). Estaremos all -afirmo. Durante los dos das siguientes, los amigos y los vecinos ms emprendedores hacen pia. Ahora que ya no soy sospechoso se abren de nuevo las compuertas. La casa est inundada de comida: cazuelas, galletas, ensaladas, enormes cestos llenos de todos los comestibles imaginables. Ordway Street aparece engalanada con cintas amarillas. Tambin lo est Connecticut Avenue a lo largo de varias
manzanas en cada direccin. Un mensajero nos trae las tarjetas hechas a mano por los compaeros de los chicos que estn de colonias en St. Albans: flores dibujadas con rotulador, palabras de apoyo escritas cuidadosamente con letra de imprenta, retorcidas firmas juveniles. La acumulacin de ositos de peluche y flores dejadas en la acera me conmueve. Me recuerdan las que se ven en el escenario de una catstrofe, los tributos pstumos en Oklahoma City, las montaas de flores y animales disecados despus del accidente de la princesa
Diana, las pilas de ofrendas conmemorativas en la Zona Cero. Ofrendas funerarias. La polica habilita una lnea telefnica, y aunque no apoyan la idea de una segunda, no hay quien pare a un grupo de vecinos. Jack organiza a los voluntarios que la atienden y coordina los turnos. A diferencia de la oficial, sta promete una recompensa, adems de confidencialidad. Mi viejo amigo Ezra Sidran, un genio de la informtica, patrocina una pgina web: findkevinandsean.com. Molly, la amiga de Liz, lanza una campaa para enrolar voluntarios que controlen la
pgina. En un plazo de dos das estn recibiendo casi cuatrocientas visitas por hora. Dado que he sido exonerado, la cadena reaviva el fondo para la recompensa, y la propia Krista se encarga de aparecer en pantalla para solicitar aportaciones. La Fox colabora con otros cinco de los grandes al fondo inicial. La firma de contables de la cadena se encarga gratuitamente de recibir y contabilizar las aportaciones. En cuestin de das hay ms de noventa mil dlares en el fondo. Un tro de viejas compaeras de
atletismo de Liz organizan la impresin y la distribucin de miles de carteles. Estamos encerrados en casa la mayor parte del tiempo, pero nos dicen que los carteles con la foto de los chicos estn en todos los escaparates, paradas de autobs, cabinas de telfono y farolas, cada uno con su hilera de pestaas para arrancar donde aparecen el nmero de telfono y la direccin de la pgina web. Hablo con Mary McCafferty, la investigadora privada que contrat para que ayudara en la bsqueda de los chicos. Me cuenta lo que ha hecho, sobre todo buscar pistas a travs de las entrevistas con docenas de nuestros amigos y conocidos, y los nuevos
amigos y conocidos de Liz y los chicos en Maine. Esto no ha dado ningn resultado hasta el momento. Ahora, ha concentrado sus esfuerzos en la ayuda domiciliaria: fontaneros, canguros, albailes, instaladores de electrodomsticos, Pintores (le he facilitado todas las facturas de los operarios que han hecho reparaciones en la casa). Es sorprendente que muchas veces resulta ser alguien as. Pero no en este caso. Hasta ahora, no. Trabajo con una dibujante de la polica
llamada Marijke Wilcke, en un intento por conseguir una imagen del hombre con el perro. Dado que slo atisb al tipo, no soy optimista. Shoffler insiste en que la Holandesita, como llama a Marijke, es extraordinaria a la hora de conseguir detalles de los testigos oculares. Sencillamente, es un genio. Tenemos problemas inmediatamente, cuando intentamos definir la forma del rostro del hombre. El hecho de que l tambin llevara una gorguera plantea un problema, no slo porque me dificulta determinar el largo de la cara, sino tambin porque disimula la unin del cuello con el hombro, la lnea de la mandbula, incluso las orejas. La perilla
y el bigote bien recortados tampoco ayudan. A pesar de la habilidad de Marijke para trasladar mis vagas impresiones al papel, el resultado es genrico. El hombre nos mira inexpresivamente desde la imagen final. Los cabellos bien peinados y la perilla y el bigote recortados son tal como los recuerdo, pero el resto es pura adivinanza. Shoffler aparece para echar una mirada. Qu opinas? le pregunta Marijke. Por lo visto, todos viajan en el mismo autobs.
Qu? exclamo. Marijke y Larry, que es otro de nuestros dibujantes, han hecho esto mismo con otros tres testigos oculares que vieron al tipo con sus hijos. Mira a Marijke-. Adelante, ensaselos para que los vea. La dibujante me muestra en la pantalla las cinco versiones del hombre con el perro, y en todas ellas destacan la perilla y el bigote bien recortados. Aparte de eso, los bocetos varan en la forma de la cabeza y otros detalles. El pelo facial -comenta Marijke con un
tono de frustracin-, sobre todo cuando est recortado con formas geomtricas y lneas definidas, causa tal impacto que borra las dems facciones. Las personas slo recuerdan el pelo facial. Quiz aade con su ingls un tanto acentuado-, simplemente se trate de un postizo. Shoffler sacude la cabeza. Todos esos volantes que lleva alrededor del cuello son otro problema. Marijke vuelve a mi boceto. Est conforme con ste? me pregunta.
Bueno -respondo, y me encojo de hombros. Cuando aprieta varias veces el botn izquierdo del ratn, el cabello, la barba y el bigote desaparecen. Afeitado, el hombre podra ser cualquiera. Har una composicin con todos ellos -aade Marijke-, y luego preparar un retrato con pelo facial y otro afeitado, de acuerdo? Se produce un cambio en la posicin oficial. Tras definir a los chicos como vctimas de un secuestro, asignan al caso a un agente del FBI. Shoffler me
advierte que Judy Jones es muy joven pero inteligente: Una novata, pero una agente de primera. Nos reunimos en la sala. Shoffler nos la presenta y ella nos explica que la participacin del FBI en los casos de secuestros es habitual desde el caso Lindbergh. Liz se sienta a mi lado y me sujeta la mano, aunque no hay nada ntimo en ese gesto. Somos como dos extraos en el escenario de una catstrofe, es el acto instintivo de buscar el contacto humano. Liz y yo mostramos en pblico un frente unido, y eso incluye sesiones como sta.
Pero, excepto en los momentos en que se derrumba y necesita -literalmente- un hombro sobre el que llorar, se muestra formal y distante, evidentemente incmoda con nuestro encuentro forzado. Todava no la he visto, por ejemplo, en albornoz. El grado de participacin del FBI vara -manifiesta Judy Jones, que se preocupa por establecer contacto visual con cada uno de nosotros-. Dado que estamos satisfechos con la actuacin de la polica en la investigacin, nuestro papel se limitar al apoyo. Jack es el primero en protestar.
Qu pasa? Es que el FBI est tan ocupado en perseguir terroristas que un par de chicos no tienen importancia? Es que mis nietos no merecen toda su atencin? Creo que la participacin limitada del FBI es una ventaja, pero Jack no lo ve de la misma forma. Por la manera que habla sobre que los chicos se merecen lo mejor, est claro que, a pesar de los fiascos del FBI durante la dcada pasada (Ruby Ridge, Waco, el espa Robert Hanssen, el vergonzoso silencio de las informaciones sobre el ataque del 11-S, los incalificables errores de sus laboratorios), Jack alberga fantasas
sobre los extraordinarios mritos y xitos del cuerpo que se remontan a Eliot Ness. Jones nos asegura que la participacin limitada no se debe a que el FBI est ocupado con la seguridad interior. Estamos Preparados para facilitar todo el apoyo que el detective Shoffler necesite y requiera. Cmo pueden estar satisfechos con la actuacin de la polica? insiste Jack-. Creyeron que Alex era el secuestrador, y mientras le apretaban las clavijas, ese tipo no dejaba de alejarse. Levanta las manos, escandalizado.
Comprendo sus sentimientos. Cuando las cosas ya han pasado, entonces todos somos unos genios. Pero debe comprender que no hay nada en como se est llevando el caso que justifique una crtica. En cuanto se lo llam, el detective Shoffler dio todos los pasos necesarios para asegurar la escena, una tarea muy difcil, todo hay que decirlo. Inici inmediatamente una activa bsqueda e investigacin. En el tiempo transcurrido desde la desaparicin de los nios, l y su equipo han interrogado a un gran nmero de testigos, a algunos de ellos en ms de una ocasin. Ha establecido un muy buen contacto con la
polica del distrito. Ha seguido todos los pasos de acuerdo con la reglamentacin, y eso incluye -me mira y esboza una sonrisa amable- sospechar e interrogar al seor Callahan. Cmo es posible? protesta Jack con un tono beligerante y el rostro encarnado por el enojo-. Pierden el tiempo con Alex, y nadie se preocupa de buscar a mis nietos. Todo el mundo cree que estn muertos. Jones se mira los dedos; se ha comido las uas hasta dejar la carne viva. En el campo de la justicia criminal manifiesta-, todos somos hasta cierto
punto estudiantes de historia. Tenemos que basarnos en los precedentes conocidos. Al sospechar del seor Callahan, el detective Shoffler hizo lo correcto. La verdad es que la mayora de los secuestros y asesinatos de nios son cometidos por los padres, sobre todo cuando estn separados. Coge el expediente del caso-. Este secuestrador no sigue las pautas establecidas. No se encuentran muchos casos, no he sido capaz de hallar ni uno, donde el secuestro se produzca a muchos kilmetros de la casa de la vctima y, sin embargo, el secuestrador vaya a esa casa, donde hace que una de las vctimas haga una llamada a uno de los padres,
una llamada que no es una peticin de rescate. Sacude la cabeza-. Es un comportamiento muy arriesgado. Qu pasa con la camiseta? pregunto. Tienen alguna teora al respecto? La agente exhala un suspiro y mira al detective Shoffler. No hay nada en la base de datos, absolutamente nada. Quiz sea algo relacionado con un sacrificio animal. Lo estamos investigando. Yo creo que la camiseta slo es un intento por despistarnos -comenta Shoffler-. Eso no significa que nos
despreocupemos de otros sospechosos o que no investiguemos nuevas posibilidades. Han desaparecido dos nios y la bsqueda es implacable. Pero hasta que no recibimos el resultado de las pruebas del laboratorio era natural que centrramos parte de nuestros recursos en Alex. Sacude la cabeza en un gesto de pesar-. Creo que la camiseta fue un engao deliberado y funcion a la perfeccin. No pudo haberlo hecho mejor -opina Jones. Liz suelta un gemido y deja caer la cabeza sobre el pecho.
Ese tipo es condenadamente listo -dice mi padre. El detective Shoffler me ha pedido que investigue un par de pistas -nos informa Jones-. Una, aquel conejito de papiroflexia. Eso ya lo he investigado. Qu ha descubierto? pregunto. Poca cosa. Jones se encoge de hombros-. Consultamos a un experto en origami. Nos dijo que estaba muy bien hecho y que demostraba un alto nivel de conocimiento, pero eso fue todo lo que pudo decirnos. Ahora lo tiene un segundo experto, pero no confo
demasiado en que esa pista nos lleve a alguna parte. Como cualquier otra subcultura que investigas, desde el parapente a los bolos, la papiroflexia cuenta con ms aficionados de lo que cualquiera imaginara. Qu hay del material? interviene Liz-. Esa piel, o lo que sea Tiene la apariencia y da la sensacin de ser piel. Se llama piel de elefante, pero en realidad es un tipo especial de papel que se utiliza en el origami. Vaya.
El experto nos explic que permite trabajarlo mojado. Se vende en todas las tiendas de papiroflexia y es el material preterido por los aficionados de un cierto nivel, para las formas de animales. Mucho me temo que buscar al suministrador del papel no sirve de gran cosa. En la red aparecen docenas de proveedores. Liz parece estar a punto de echarse a llorar. La otra lnea que el detective Shoffler me ha pedido que investigue -contina Jones- es la de los posibles enemigos del seor Callahan. Tengo una copia de la lista que nos facilit el propio seor
Callahan, y cuando acabemos esta reunin -me mira-, quisiera repasarla con usted. Mi madre levanta la mano, como si estuviera en una clase. Tiene el rostro arrebolado. No podra ser que los secuestraran por ser gemelos? sugiere-. No dejo de pensar en aquel doctor nazi en sus experimentos. Se tapa la boca con una mano. Nos mira a Liz y a m-. Lo siento. Mi padre le rodea los hombros con un brazo.
Yo tambin he pensado en eso -dice. Es una posibilidad que intento mantener apartada de mis pensamientos. No puedo soportarla, soy incapaz de hacer frente a la idea de que algn Mengele moderno les est haciendo algo a los chicos. Estaran mejor muertos, y yo tambin. He buscado antecedentes -responde Judy Jones, al tiempo que sacude la cabeza para reforzar la negativa-, y puedo decirles que en los ltimos veinte aos hay poqusimos casos de secuestros o desapariciones de gemelos. Que sean gemelos no tiene ninguna relevancia en este caso.
Qu hay de aquellos muchachos de Los ngeles? Lpez? Tenan un apellido hispano -pregunta Jack. Los gemelos Ramrez -preciso. Por lo visto, Alex sabe por qu ese caso no es relevante -declara Jones, que me seala con un ademn. La polica encontr al secuestrador con los cuerpos de los dos chicos -explico-. Luego el tipo se suicid. No puede haber un caso ms cerrado afirma Jones-. As que
La madre de Liz, Marguerite, llega de Maine, y casi hay que volver a llevarla al hospital despus de la lucha por abrirse camino entre la multitud de reporteros. Aunque, transcurrida tan slo una semana desde el secuestro, ya comienza a disminuir. Todava hay desconocidos que siguen ofrecindose como voluntarios para los equipos de bsqueda, que siguen, cuando el tiempo lo permite, rastreando los alrededores de la feria. Cuando podemos, nos unimos a ellos: Liz, Jack, la madre de Liz, mi padre y yo. Equipados con las prendas deportivas
de ltima moda donadas por Tenleytown Outdoor Sports (el dueo es el amigo de un amigo mo), hacemos el viaje de una hora y media hasta Cromwell y despus nos repartimos, de acuerdo con las indicaciones de la polica, para unirnos cada uno a un grupo de bsqueda diferente. La mala vista de mam no le permite moverse por los barrancos y los zarzales. Se queda en casa para colaborar con un grupo llamado Poder de la Oracin organizado por una de sus amigas, que atiende una vasta red de crculos de e-mail.
El solitario telfono de mi estudio tiene ahora la compaa de otra media docena de aparatos, que dependen de una centralita instalada por la polica. Si llama el secuestrador -le explica mi madre a una de su grupo- no queremos que tenga ninguna dificultad para comunicarse. El telfono no deja de sonar. Cuando estamos en casa, nos turnamos para atender las llamadas, y anotamos en unas hojas de registro el nombre de la persona, su nmero y el motivo de la llamada. Shoffler se presenta una tarde, diez das despus de la desaparicin. Todos los
dems estn ocupados, as que hablamos a solas. Primero me dice que est recibiendo mucha ms informacin sobre el hombre del perro. Todos nos dicen que ese tipo estaba rodeado de chicos en todo momento. Es por el perro. Un perro muy bonito. Acta como un imn, un imn que atrae a los nios. Eso es lo que vi, un montn de chicos acariciando al perro. Hemos recibido la confirmacin de uno
de los vendedores de entradas. Recuerda haber visto a sus hijos marcharse con un hombre y un perro. Recuerda haber visto cmo se marchaban? En serio? Y dnde ha estado ese taquillero todo este tiempo? Es algo as como un testigo forzado. Tiene antecedentes. No estaba dispuesto a presentarse voluntariamente, eso est claro. Dimos con l en la segunda ronda. Estbamos interrogando de nuevo a todo el personal, y esta vez preguntamos si alguien haba visto a un tipo alto con un perro y dos nios salir de la feria. Ver, este chico, que es muy tmido, en general es un ciudadano respetuoso de la ley,
excepto por que fuma mara, estaba inquieto por lo que vio. Qu pasa si no deca nada? Sera eso mentir? Sera obstruccin a la justicia? Sera una violacin de la condicional? As que acab por hablar. Vaya. S, yo tambin lo cog con pinzas. Cmo es posible que lo recuerde? Son miles las personas que entran y salen de all todos los das, la mitad de ellas disfrazadas de Robin Hood o de rey Arturo. Adems, estamos hablando de algo que pas hace ms de una semana.
Diez das. Eso es. En cualquier caso, eso es lo que dice el tipo. En realidad, no recuerda exactamente a los gemelos, slo a dos chicos ms o menos de la misma estatura; no se fij mucho en ellos. Lo que recuerda es que el grupo le pareci raro. El grupo? Los dos nios, el hombre y el perro. Le pregunt a qu se refera. Est de caballeros y princesas hasta el moo, ve montones de gticos y ese pequeo grupo le pareci raro? Raro cmo? Raro por qu? Lo que me respondi es
que se fij en que el hombre llevaba un disfraz, el perro tambin, pero los chicos no. No tena sentido. Por lo general, dijo, es al revs. Lleva razn. Cuando lo dijo, me pareci que era verdad. No es la clase de cosas que uno se inventa. Adems, acert con el perro. Dijo que era un lebrel? Shoffler saca la libreta y se pone las gafas. Es muy aficionado a las libretas, y lo anota todo. Hay ocasiones en las que consulta las notas varias veces en el
transcurso de una conversacin. Tiene centenares de libretas. Comenta con tono burln que algn da escribir sus memorias. Ahora encuentra lo que busca. S, aqu est. Le pregunto cmo es el perro del tipo alto, y me responde que es uno de esos perros rpidos. Como un galgo, pero ms pequeo. Ya lo tiene. Entonces le pregunto cmo iba vestido el dueo. Me contesta: Ya se lo he dicho, iba disfrazado. Insisto: Qu clase de disfraz? Me dice que su hermana le consigui el trabajo, que no
est metido en toda esa mierda medieval. Luego me seala lo obvio: la gente no va a una feria medieval disfrazado de vaquero o de superhroe. As es. S que Shoffler est entusiasmado con todo esto, pero no s adonde quiere ir a parar. El tipo ya est harto de m -contina-, pero yo lo presiono: Puede ser un poco ms preciso? Bueno, el tipo alto no iba de rey. Tampoco de caballero. El chico no sabe de qu iba disfrazado. El disfraz tena aquella cosa extraa
fruncida en el cuello, lo mismo que el perro esqueltico. Entonces me dice que el tipo llevaba algo as como unas mallas y una flauta. Shoffler me mira por encima de la montura de las gafasUn momento, le digo, llevaba una flauta? Porque lo mismo me dijo otro testigo, pero no le hice mucho caso. El chico se alegra, como si acabara de hacer un gran descubrimiento. Creo que ya lo tengo, me dice. El tipo llevaba una chaqueta, de cuatro colores diferentes. Y la flauta. De eso era de lo que iba disfrazado: del Flautista de Hameln. Shoffler cierra la libreta. Parece muy satisfecho consigo mismo, pero noto el
cosquilleo del miedo en la nuca. Cmo era el cuento? Si no lo recuerdo mal, el Flautista se llev a las ratas del pueblo, pero despus no quisieron pagarle por el servicio. As que comenz a tocar la flauta y todos los nios lo siguieron, y despus, qu pas? Que los nios desaparecieron para siempre.
Captulo 13
Siempre s cunto tiempo ha pasado desde la desaparicin de los chicos. No necesito hacer cuentas; est disponible al instante. Hoy, cuando llevo a mis padres al aeropuerto, han pasado veintin das, ocho horas y unos cuantos minutos. Suger que regresaran a su casa (como Jack y Marguerite hicieron la semana pasada), y no me cost mucho superar su cariosa resistencia.
En la terminal, mi madre me abraza durante largo rato, y luego se enjuga las lgrimas. Mi padre me da un abrazo muy masculino. Me demoro delante del control de seguridad y miro cmo un hombre calvo y ancho de hombros aparta a mi madre para una segunda inspeccin. Hace que se quite la chaqueta de lino amarillo y que permanezca con los brazos levantados y extendidos para que l pueda pasar el detector de metales sin obstculos. Lo hace de una forma tan lenta y metdica que a ella comienzan a temblarle los brazos por el esfuerzo de mantener la posicin.
Hasta este punto se ha debilitado el control de mis emociones: durante un segundo miro al hombre calvo que molesta a mi madre y al siguiente estoy furioso. Me cuesta un esfuerzo tremendo no cruzar la barrera e ir por el tipo. Me gustara darle una paliza. Me gustara machacarle la cabeza contra el suelo. Ahora ya estoy oyendo la excusa: Slo estoy haciendo mi trabajo, pero no me lo trago. Si lo que intenta es descubrir a presuntos terroristas, est desperdiciando el tiempo y el dinero de todos molestando a mi madre. No est haciendo su trabajo; es un sdico que disfruta de su poder.
A medida que pasan los das, el circo meditico contina a la baja. Kevin y Sean dejan de aparecer en los titulares. Las llamadas, los correos electrnicos, los voluntarios y las donaciones tambin menguan. El telfono ya no est colapsado, las cintas amarillas comienzan a romperse, los carteles de los chicos desaparecen de los escaparates, desplazados por anuncios de actuaciones corales, perros extraviados y curas de desintoxicacin. Mientras tanto, la polica est haciendo todo lo que podemos, que no es mucho. Al menos durante un tiempo siguen apareciendo pistas, y cada una de ellas renueva mis esperanzas hasta que
Shoffler declara que nos encontramos en un callejn sin salida. Una noche se presenta con bolsas de comida china. Nos comenta que han estado investigando a fondo todo el mundillo de las ferias medievales. Vamos por el hombre alto. Hemos distribuido de todo: bocetos, descripciones del tipo y del perro, toda la pesca. No se imaginan la cantidad de aficionados a la Edad Media que hay sueltos. Cuntos flautistas puede haber? pregunta Liz.
No debe pensar en el tipo de esa manera -le advierte el detective entre bocados de lo mein-. Vestirse de tal guisa pudo ser deliberado, ya sabe, un disfraz. Es como los tipos de uniforme. Digamos que tenemos un robo, el atraco a un banco. Un tipo con el uniforme de UPS, un mono de mecnico, el mono azul del personal de mantenimiento, eso es todo lo que los testigos recuerdan. De acuerdo, pero qu pasa con el tipo alto? digo-. Han conseguido algo? Shoffler hace una mueca. Hasta ahora, nada ms que visiones.
Cromwell. La mayora de los das hago el viaje para unirme a los voluntarios ms fieles, aquellos que continan presentndose todos los das, incluso con este calor infernal, para seguir con la bsqueda. Hago el largo viaje muy bien dispuesto; agradezco la oportunidad de salir de casa y hacer algo. No obstante, un da, mientras me abro paso entre la maleza en la zona vecina a la feria, me doy cuenta de que participo en la bsqueda sin ninguna esperanza de encontrar algn rastro de los chicos, pero tambin sin miedo a encontrarlo.
No creo que vaya a ver una forma acurrucada, las ropas intactas, la carne descomponindose entre las ramas y las hojas. Liz es diferente. Cuando hace el viaje, busca con una dolorosa pasin que denuncia con demasiada claridad lo que espera encontrar. Por mi parte, creo que los chicos estn con el Flautista, quienquiera que sea, y aunque a estas alturas ya me han advertido repetidamente de los peligros de la negacin y s que quiz me est engaando a m mismo, todava creo que Kevin y Sean estn vivos. Esto convierte la bsqueda con los voluntarios en Cromwell en algo parecido a un ritual, en una forma de devocin a la causa de
encontrar a los chicos, como rezar una plegaria o hacer una peregrinacin. Algunos de los voluntarios de Cromwell me alarman. Me pregunto por su ardor en la tarea, su voluntad por adentrarse en una nueva zona cubierta de ortigas e infestada de insectos. A estas alturas, ya conozco a muchos de ellos. Aunque la mayora se han enganchado a esta bsqueda de la misma manera que otros dedican sus esfuerzos en recaudar fondos para la lucha contra el cncer o manifestndose para reclamar ms zonas verdes, hay algo inquietante en algunos de ellos. Me preocupa el fanatismo en los ojos de un hombre, como tambin lo
hace la pasin casi religiosa de un par de mujeres. Me pregunto cmo ser el resto de sus vidas, cmo pueden permitirse esta enorme inversin de tiempo. De vez en cuando, me asalta la duda de que alguno de ellos pueda estar involucrado en el secuestro, un cmplice que informa al Flautista. Aunque me siento culpable por albergar tales pensamientos, he preparado un expediente con sus nombres, sus direcciones, sus trabajos, sus historias matrimoniales, sus rarezas y sus aficiones. Se lo he enviado a la investigadora privada Mary McCafferty. La relacin entre Liz y yo contina
deteriorndose. Durante los primeros das siguientes al secuestro de los nios, lo sucedido era tan terrible que buscamos consuelo en nuestra prdida comn. Pero eso desapareci hace tiempo, reemplazado primero por parte de Liz en una formalidad al estilo de Jack, para despus derivar en algo todava menos amistoso. Ahora, cuando estamos en la misma habitacin, es incapaz de permanecer sentada. Cuando nuestras miradas se encuentran, la suya se desva inmediatamente. Detrs de todo esto est el hecho
innegable de que, en el fondo, me culpa. Eso se hace cada vez ms evidente, en forma de si hubiese. Me digo a m mismo que esto es lo que ocurre despus de cualquier desastre. Una vez superada la conmocin, los seres queridos de las vctimas comienzan a buscar la manera en que se podra haber evitado la tragedia. Lo recuerdo de muchos reportajes, los rostros angustiados de los deudos despus de desastres evitables (el incendio del club nocturno en Rhode Island, el Valujet que se estrell en Florida, la explosin del transbordador espacial): La tragedia es mayor porque no habra tenido que pasar. Es algo que
aparece en nuestro sistema legal; las demandas se presentan antes de que se apaguen las llamas. El litigio de la culpa. En este caso, no hay ninguna necesidad de investigar o de hacer una reconstruccin. Soy la encarnacin del error humano. Como el agente que podra haber prevenido la catstrofe, poco a poco me voy convirtiendo -en el corazn y la mente de mi esposa- en su causa. Asistimos a una reunin destinada a recaudar fondos patrocinada por el Centro de Nios Secuestrados. Parece
imposible negarse, pero la reunin en s resulta un mal trago. Liz y yo estamos en el estrado, junto con otras celebridades de la desgracia. Algunos padres llevan colgadas alrededor del cuello las fotos plastificadas de sus hijos, como si fuesen tarjetas de identidad, una conmovedora galera de sonrisas felices y ojos chispeantes. Docenas de desconocidos ofrecen su ayuda y solidaridad, pero hay algo en todo esto que me produce dentera. En algunos casos, tengo la impresin de que lo que buscan es un encantamiento. El discurso principal lo ofrece una madre soltera llamada Melinda. Cuenta
la desgarradora historia del secuestro de su hija de ocho aos con el estilo sencillo y directo de una narradora nata. Hace todas las pausas correctas para reforzar el dramatismo. Ocho aos despus de la desaparicin de la nia, sus restos aparecieron enterrados en el patio de un vecino. Todos los aos, alrededor de un centenar de nias y nios son secuestrados y asesinados por extraos nos dice-. A pesar de la saturacin informativa que los secuestros y asesinatos reciben de los medios, no deja de ser uno de los crmenes menos frecuentes. Hay ms probabilidades de
que el nio o la nia sean alcanzados por un rayo. Hace una pausa-. Algunos de nosotros hemos sido alcanzados por esa clase de rayo. Cruza las manos sobre el pecho al tiempo que nos dedica un gesto de pesar a algunos de los que estamos sentados en la cabecera. Una de las mujeres deja escapar un sollozo-. Cuando esto ocurre -prosigue Melinda con voz ronca-, lo hace con la velocidad de una centella. Al setenta y cuatro por ciento de estas vctimas, mi hija Bonnie fue una de ellas, las asesinan dentro de las tres primeras horas siguientes al secuestro. De los secuestrados, la gran mayora, el setenta y seis por ciento, son nias, y
la edad promedio es de once aos. En el ochenta por ciento de los casos, las vctimas fueron secuestradas a menos de quinientos metros de sus casas. Por tanto, no crean que sus hijos estn seguros en el patio, o cuando dan vueltas a la manzana con la bicicleta. Es lo mismo que ocurre con los accidentes de trfico, que se producen dentro de un radio de poco ms de un kilmetro de la casa. La gran mayora de los accidentes de otra clase tambin tienen lugar en la casa. Nuestros hogares, damas y caballeros, pueden ser nuestros castillos, pero no son fortalezas. Mientras hace una pausa para que calen
sus palabras, pienso: Kevin y Sean no encajan. No son nias, estn muy por debajo de la edad promedio, se encontraban a casi cien kilmetros de casa y, por si fuera poco, son dos. Por tanto necesitamos los recursos para actuar de inmediato -afirma Melinda. Hace la peticin de fondos en el momento exacto, de una manera impecable. No me sorprendo cuando me entero de que ha emprendido una nueva carrera como oradora profesional o que ha escrito un libro, Mantengamos a nuestros hijos seguros, lleno de consejos sobre cmo proteger a los nios de los secuestradores sin que al mismo tiempo los asustemos
innecesariamente. El libro se vende a la salida de la sala. El diez por ciento de la recaudacin es para el centro. Despus de la salida del pblico general, hay una sesin de rezos para los padres y familiares de los desaparecidos. Nos sentamos en sillas plegables, cogidos de las manos. Mi vecino me aprieta la ma con tanta ferocidad que casi pierdo la sensibilidad en los dedos. Despus de un minuto de silencio, nos turnamos para manifestar en voz alta los detalles de nuestras catstrofes personales. Me marcho cuando me doy cuenta de
que la mayora de los participantes en el crculo estn de duelo. Han venido aqu para compartir las estrategias destinadas a aceptar aquello que consideran -a menos que se produzca un improbable milagro- la prdida permanente de sus hijos. Como los padres y las esposas de las vctimas desaparecidas en combate en Vietnam, ya no buscan a sus seres queridos. Lo que buscan es otra cosa, algo que siempre se menciona como la clausura. En otras palabras: los restos. La prueba de la muerte. No puedo quedarme aqu -le susurro a mi esposa al odo-. Creen que sus hijos estn muertos.
Cuando me levanto para marcharme, me acompaa, pero no porque quiera hacerlo. Por favor, con su permiso, disclpenos -murmura mientras yo me libro de la mano de mi vecino y camino hacia la puerta. En el coche, su mirada es dura y condenatoria. Quin te crees que eres, Alex, juzgndolos por la manera en como encajan sus prdidas? Creen que sus hijos estn muertos. Yo
no. Liz se echa a llorar. Esa noche hace el anuncio: Me voy a Maine. Se mira las uas y, de nuevo, comienza a llorar. Al da siguiente se ha ido. El trabajo. Si bien Al me dijo en el mismo momento en que se enter de la desaparicin de los chicos que poda olvidarme del trabajo durante el tiempo que haga falta, la semana
pasada recib un e-mail donde se me peda que aclarara mis planes. Poda escoger entre reincorporarme en una fecha prxima, al menos a tiempo parcial, o solicitar una excedencia, donde especificara el plazo que deseaba y una fecha para la reincorporacin. La letra pequea mencionaba que, dadas las circunstancias, la cadena seguira hacindose cargo de los beneficios sociales incluso si decida continuar con un permiso por motivos familiares. Beneficios sociales, s, pero dado que mi ausencia significaba contratar a un sustituto, no habra remuneracin. Casi todos coinciden en que volver al
trabajo es lo ms conveniente para m. La base para esta conclusin es una idea borrosa pero universal del trabajo como distraccin y, por tanto, como terapia. Se reduce a esto: si estoy ocupado hasta el punto de que no pienso en mis hijos desaparecidos, estar menos deprimido. Lo dudo. Levantarse, vestirse, ir al trabajo; me resulta tan extrao meterme de nuevo en la rutina. La propia cadena me parece un terreno ajeno. Las cadenas de televisin son lugares desquiciados, ruidosos y frenticos, donde todo el mundo corre para hacer algo o se recupera de una
emisin. Yo? Yo me siento inerte y ocioso en medio de tanta actividad. Existo dentro de una burbuja creada por la puntillosa cortesa de los dems. Las voces se apagan cuando paso, las miradas se desvan, nadie sabe qu decirme o cmo actuar en mi presencia. Veo cmo giran las ruedas, debo mencionarlo o no? Cuando explico que nada de lo que hagan o digan puede hacer que me sienta peor, se sienten rechazados. Un da, despus de volver del trabajo, aparece Shoffler. Llega con seis botellas de Sierra Nevada y una enorme pizza pastosa.
Comida sana -comenta, y suelta una risa aguda y entrecortada-. Qudese conmigo y usted, tambin, podr ser un palurdo gordo. Me alegra verlo. En realidad, no se me ocurre nadie ms a quien me gustara ver en mi puerta, excepto a mis hijos. En primer lugar, Shoffler es casi la nica persona en el mundo que est siempre dispuesta a hablar de la nica cosa de inters para m. Adems, es cnico, divertido y, como he llegado a descubrir, muy inteligente. Por lo general, acabamos repasando una y otra vez las pistas descartadas para ver si hemos pasado algo por alto; el conejito
de origami, el lebrel, los testigos que vieron al hombre subir a una furgoneta negra, los ltimos avistamientos, la sangre de gallina, la lista de enemigos que cosech al atacarlos en mis reportajes. Shoffler comprueba sus libretas; ya va por la tercera. El expediente del caso, me dice, ocupa siete carpetas. Cada caso, me explica, comienza con una nica carpeta de hojas sueltas. Las carpetas -que Shoffler me ha permitido hojear- contienen copias de todos los documentos generados por la investigacin: informes, declaraciones de los testigos, entrevistas, fotos del escenario del crimen, pruebas forenses, rdenes de registro, inventaro de los
registros, resguardos del depsito de pruebas, y mil cosas ms. Comemos la pizza, miramos un partido de baloncesto y charlamos sin prisas antes de que aborde la razn de su visita. Detesto tener que decrselo, Alex comienza, y se interrumpe. Est molesto, rasca con las uas la tapa de la caja de la pizza, balancea un pie. Al ver la expresin de mi rostro, mueve la mano hacia m-. No se preocupe. No tiene nada que ver con los chicos. No hay ninguna noticia. Es una cuestin que me atae: me han apartado del caso.
Qu? Shoffler tiene la reputacin de un perro de presa, que nunca se rinde, que sacrific dos matrimonios en aras del trabajo, que dedica todos los momentos libres a los casos pendientes-. A qu se refiere? Usted nunca ha cerrado un caso. Es famoso por eso. Apartado del caso? Por qu? Exhala un sonoro suspiro. Se lo explicar. No es slo usted, todos mis casos han sido asignados a otros detectives. Hay una cosa nueva de la que vienen hablando desde el 11-S y finalmente se ha puesto en marcha: la Unidad Contraterrorista del rea
Metropolitana. Abre las manos, como un libro-. Hay agentes de todas las jurisdicciones, adems de un par de tipos del FBI, personal de Aduanas y de Seguridad Nacional. Yo soy el tipo de Anne Arundel. Mire, lo siento. No digo nada. Es un golpe terrible. Su caso ha sido asignado a una joven detective llamada Muriel Petrich. Puede que yo sea un perro de presa, pero ella es ms lista que el hambre, adems de ambiciosa. Es una buena combinacin. De acuerdo. Escuche, lo s -Sacude la cabeza-.
Puede estar seguro de que seguir metido hasta donde pueda, vale? Llmeme todas las veces que quiera, por el motivo que sea. Una idea, una pista, cualquier cosa, har lo que est en mi mano. Pero dele una oportunidad a Petrich, es una fiera. De acuerdo -repito, sin poder disimular la amargura en mi voz. Tengo la sensacin de que Kevin y Sean han sido abandonados. He cogido el hbito de dormir en la sala de estar. La mitad de las veces me desplomo en el futn, me duermo vestido y me despierto al cabo de dos o
tres horas, con el televisor funcionando y las luces encendidas. Esta noche, en cuanto se va Shoffler, retiro las botellas de cerveza y la caja de la pizza, meto los platos en el lavaplatos, lo pongo en marcha y limpio la encimera. Despus hago la ronda por la casa, apago las luces, cierro las puertas, y a continuacin me desnudo y me acuesto en la cama. Esta es la cama de hierro blanco que Liz compr a base de ahorrar hasta el ltimo centavo. Debera tenerla en Maine. Me parece terrible no poder imaginar dnde vive o las cosas que la rodean, creo que debera estar rodeada de todos los objetos que ha acumulado con tanto
cario. La cama: recuerdo las noches cuando uno de los chicos o incluso los dos aparecan, arrancados del sueo por una pesadilla, por sentirse solos o enfermos, Para detenerse al pie de la cama y decir: Mam! No Pap, nunca Pap. No puedo hacerme ilusiones en ese sentido. Siempre buscaban a Liz porque ella siempre estaba all. Recuerdo las maanas de los fines de semana, cuando los chicos entraban para despertarnos, se suban a la cama, y los cuatro nos lanzbamos a disfrutar del nuevo da. Estoy tumbado en la cama, a oscuras. De
vez en cuando, un coche entra en Ordway y las luces de los faros recorren la pared y cruzan el techo. Estoy acostado en la oscuridad y tomo una decisin. Volver al trabajo, ir pasando las horas sumido en una bruma de preocupacin No puedo hacerlo. Voy a encontrar a mis hijos.
Captulo 14
intentan convencerme de que no lo haga. Debera pensarlo mejor, esperar un poco, etctera. Supongo que creen que terminar hecho pedazos sin el soporte del trabajo. El Gran Dave sacude su enorme cabeza y le da la vuelta a la hoja de mi renuncia, para que el escrito quede boca abajo sobre la mesa. La considerar solamente como una solicitud de excedencia -dice-. Pongamos tres meses. No puedo prometrtelo -respondo-. No s cunto tiempo me llevar esto.
Cuando Dave dice algo que realmente no quiere decir, agacha la cabeza, frunce el entrecejo y te mira, como si fuera una tortuga gigante. Me preparo para escuchar un comentario desagradable cuando veo que agacha la cabeza, pero lo que pregunta es esto: De dnde sacars el dinero? Dave conoce lo suficiente mi situacin econmica como para comprender que esto ser un problema. Estamos lo bastante unidos como para que viniera a mi casa en unas cuantas ocasiones como invitado a una de las cenas cuidadosamente organizadas por Liz.
Sabe que no estamos forrados y que la separacin ha sido una penuria aadida. Escucha, si te ves en un aprieto, slo tienes que decirlo -afirma. La manera como me hace el ofrecimiento me revela que le duele. Se lo agradezco. Tengo algo ahorrado -le digo. Para ser sincero, no estoy muy seguro de cmo me las voy a apaar con el dinero. De ninguna manera puedo pedirle a Liz que me deje hipotecar la casa. Tcnicamente, de acuerdo con los
trminos de nuestro acuerdo de separacin, ni siquiera puedo solicitar una excedencia porque eso disminuye mi capacidad para proveerle de una pensin. Tengo que encontrar la manera de buscar a los chicos y al mismo tiempo seguir pagndole la pensin a Liz. No puedo dejar que pase apuros. Tendr que pedirle un prstamo a mi padre, aunque, como todos los dems, opina que dejar mi trabajo es una equivocacin. Tengo a un par de amigos, Michael y Scott, que me prestarn algunos miles. Es as como tendr que hacerlo. Pedir prestado, mendigar. Lo que haga falta.
Todava creo que ests cometiendo un gran error -declara Dave, mientras me estrecha la mano. Sin embargo, estoy seguro de que, detrs de su pesar, se siente aliviado de no tenerme como una carga. Comienza con Dave, pero no se acaba aqu. Todos me dicen que estoy cometiendo un error. Qu puedo hacer que no se haya hecho ya? Lo que nadie dice es lo que la mayora de ellos piensan: que estoy persiguiendo una quimera, que mis hijos estn muertos y que debera enfrentarme al hecho, aunque, por supuesto, sin renunciar a la
esperanza. Ocurren milagros. Elizabeth Smart es un nombre que mencionan con frecuencia. Incluso Shoffler intenta disuadirme. Alex -dice, con el tono de un padre desilusionado-. No lo haga. Lo he visto otras veces antes, y se lo digo, no conseguir nada ms que partirse el corazn. Hgalo y acabar quemado, emocional y econmicamente. Qu ms da? sta es la verdad. En el instante en que decid abandonar la idea del trabajo, no poda creer que hubiese tardado tanto en hacerlo.
El detective exhala un suspiro. Casi todos estos casos, si se resuelven, algo que la mayora de las veces no ocurre, y lamento decirlo, es por algo que llega desde el exterior. Puede pasarse la vida investigando y no llegar a nada. Y entonces algn tipo le murmura algo a un compaero de celda, o al secuestrador lo detienen en otra jurisdiccin por un delito similar, el computador lo descubre, y se resuelve. Ya lo s. S lo que est pensando, que usted
aportar ms energa y concentracin en la bsqueda que cualquier profesional, y que triunfar all donde el resto de nosotros hemos fracasado. Cree que por el solo hecho de que a usted le interesa ms encontrar a los nios. Lo que estoy tratando de decirle Los encontrar -lo interrumpo-, o descubrir lo que les ha pasado. Si quemo todos mis recursos, si acabo quemado, bueno, pues que as sea. Shoffler exhala otro largo suspiro, pero permanece callado durante un buen rato. De fondo, oigo personas que hablan, los telfonos que suenan, el tecleo de los computadores.
Bueno -dice finalmente con voz cansada-, mantngase en contacto. Kevin y Sean. Sean y Kevin. En muchos sentidos, estoy mucho mejor preparado para la tarea de la bsqueda que la mayora de los padres. Soy un reportero: descubrir cosas es mi trabajo. Antes de comenzar con las preguntas, o buscar consejo, lo primero que debo hacer es intentar pensar en el porqu, aunque no es que no lo haya pensado mil veces. Aun as
Lo repaso todo de nuevo. Comienzo por el Flautista. Cuando los polis acabaron la investigacin, haban encontrado a ms de una docena de testigos que los haban visto -a los chicos y al Flautista- cuando se dirigan al aparcamiento. El Flautista. Todava pienso en l de esa manera, a pesar de la advertencia de Shoffler de que sus ropas podan ser un disfraz. El problema es que para m no tiene dimensiones. Es una idea, no una persona. No es real. Pero lo es. Es un hombre que vive en alguna parte, que compra comida, que
conduce un coche, que lleva unos calcetines determinados y que ha secuestrado a mis hijos. Dado que no s lo bastante de l para tener una imagen concreta, tengo que concentrarme en lo que s y en lo que hizo. Se llev a mis hijos y tuvo una razn para hacerlo. Motivo, anoto en el primer rengln de una pgina. Despus pienso en las posibilidades. Beneficio? La ausencia de una nota de rescate parece descartarlo. Venganza? Alguien secuestr a mis hijos para vengarse de m, por algn
reportaje que hice? Es verdad, mi trabajo me pone en contacto con algunos personajes peligrosos, pero Shoffler investig esta pista y acab por descartarla. En los crmenes por venganza, el autor casi siempre enva una seal para que la vctima se entere. Shoffler lo llam el factor presuncin. Ese tipo es rematadamente listo, con todo eso de la camiseta y la llamada, pero seguimos sin tener el factor presuncin. Si el tipo que se venga de usted no le hace saber que se ha tomado la revancha, dnde est su gratificacin? Shoffler y yo lo investigamos, intentamos relacionar las pistas que dej el Flautista con uno de los reportajes que he hecho, pero no
parece haber ninguna conexin. Agresin sexual? sta es la posicin por defecto, pero la verdad es que no me la creo. Por qu llevarse a dos nios, lo cual slo hace que el secuestro sea ms difcil? Qu sentido tiene que volviera con ellos a casa, llamara a mi mvil y confundiera deliberadamente las cosas con la camiseta ensangrentada? Los agresores sexuales son impulsivos y oportunistas, o al menos eso es lo que dicen. Regresar a casa, dejar recuerdos, todo eso fue premeditado. No encaja en el patrn clsico. Pornografa infantil? Unos guapos
gemelos rubios? Fueron secuestrados por una red de pedfilos para filmar una pelcula o para venderlos a alguien que goza con los gemelos? Shoffler lo investig a fondo, pero no lleg a ninguna parte. Para empezar, la mayora de los chicos pillados en el repugnante mundo de la pornografa infantil no son secuestrados sino comprados a los familiares o a los padres adoptivos. Adems, un secuestro de esas caractersticas, que tena asegurada la ms amplia difusin a travs de los medios, es poco probable en un submundo que prefiere moverse en las sombras. Aun as Un fantico religioso? No hay
absolutamente nada que lo sugiera. Un experimento mdico? Shoffler rechaz la teora del doctor Mengele sobre la base de que no haba virtualmente ningn caso de gemelos desaparecidos en los archivos. Podra ser que Kevin y Sean fuesen los primeros? Me exprimo el cerebro en un intento por pensar en otras posibilidades. En este mundo de embarazos tardos y parejas estriles es posible que los chicos fueran secuestrados por alguien desesperado por tener hijos. Alguien que acechaba en la feria vio su
oportunidad y fue por ella. Lo analizo durante un rato, la idea de una persona obsesionada con la paternidad. Quienquiera que sea, l o ella tendra que ser un recluso total, alguien que vive marginado de la sociedad, porque no se ha producido ningn avistamiento creble de los chicos desde el da en que fueron secuestrados. Y qu pasa con las monedas? La camiseta? La llamada telefnica? Cmo encajan cualquiera de esas cosas en el escenario de esa clase de persona? Un recluso. Se me ocurre un pensamiento obvio que no se me haba
ocurrido antes. A diferencia de Elizabeth Smart, no hay manera de que alguien pueda pasearse con un par de gemelos idnticos sin despertar sospechas. Por tanto, donde sea que estn, quienquiera que sea quien los tiene, si los chicos estn vivos, entonces Kevin y Sean estn ocultos de la vista, aislados. Repaso mi lista de posibles motivos: beneficio, venganza, agresin sexual, pornografa infantil, fantico religioso, experimento mdico, padre frustrado. Reducido a esto, la lista me provoca escalofros. El menos aterrador de los motivos sugiere una locura desatada; los
ms alarmantes, una maldad absoluta. Inspiro a fondo. Debajo de la lista de motivos, escribo una segunda palabra: Pistas. Conejito de origami. Sangre de gallina. Hilera de monedas. Los recuerdos del secuestrador. Judy Jones estableci que el conejo estaba hecho de un material fcil de conseguir, que no haba huellas dactilares, que era de un grado de ejecucin intermediaalta. Nada ms.
Sin embargo, el Flautista dej el objeto en el lado del tocador correspondiente a Sean. Por qu? La sangre de gallina. Es posible que la camiseta ensangrentada fuese una trampa para desviar las sospechas hacia m, pero eso no es ms que una suposicin. La sangre de gallina puede tener otro significado. Los anlisis hechos por el laboratorio de la polica determinaron que la sangre provena de una variedad de pollos que es la ms comn. Las monedas. El laboratorio las examin en busca de huellas, pero no obtuvo
ningn resultado. Tambin hubo un intento de rastrearlas, pero result ser que, aunque no ves muchos Mercury en circulacin, hay millones en uso. Fueron acuados durante casi treinta aos, desde 1916 a 1945, cuando la moneda de Franklin Delano Roosevelt reemplaz el diseo de la cabeza de la Libertad. La polica y el FBI tambin analizaron as marcas de la acuacin, y las fechas de las monedas dejadas por el secuestrador, pero no encontraron ningn patrn. Aun as, las monedas fueron dejadas deliberadamente; el Flautista se tom la molestia de colocarlas en hilera. Tienen que tener algn significado.
Hay otras pistas. El perro, por ejemplo. El Flautista utiliz el cebo del perro como un imn para atraer a los chicos. Shoffler investig la pista y nos dijo que los lebreles eran cada vez ms populares. Por lo visto, hay muchos lebreles por ah. Pero cuntos hay, en realidad? Yo nunca he visto a nadie paseando a un lebrel. Despus est el Flautista, su vestuario. No era ms que un disfraz, o tambin tiene un significado? Necesito investigar el cuento del Flautista. Qu pasa con el disfraz? Dnde consigues un disfraz de Flautista de Hameln? Slo lo vi de
reojo, pero pareca muy bien hecho. Qu hay de las gorgueras? Una para l y otra para el perro. Dnde compras una gorguera? Shoffler lo investig? Y, si lo hizo, qu encontr? Debajo de Pistas, aado: Lebrel El cuento del Flautista de Hameln Disfraz Gorguera Tendr que leer los expedientes de Shoffler, aunque creo que ahora se han
convertido en los expedientes de Muriel Petrich. Cojo el telfono y llamo a Petrich. No est. Dejo un mensaje y pruebo con el nmero de su casa. En lugar de un mensaje preciso o una voz mecnica, oigo una voz de nia, una pequea que tiene problemas para pronunciar la letra erre: Hola, has llamado a la casa de Peterg, Murgiel y Brigittany. Si El sonido de la voz de la pequea, tan dulce, vulnerable y orgullosa de s misma, es ms de lo que puedo soportar. Es como caer por el precipicio. Lo que he perdido. Cuelgo.
Siento el impulso de llamar de nuevo a Petrich. Quiero decirle que borre la voz de la nia del contestador automtico. Como sin duda sabe, cualquiera puede conseguir la direccin a travs de la gua. Est loca? Advertir a cualquiera que llame que hay una nia en la casa? Respiro profundamente, contengo el impulso y decido ignorar su investigacin. A pesar de su trabajo, Petrich todava vive en un mundo que parece un lugar amistoso. Sabe, pero no lo sabe en realidad, que todo se puede evaporar en un instante.
Captulo 15
No tiene sentido meterme en el tema de las monedas o el origami sin, al menos, echar antes una ojeada a los expedientes de la polica para saber lo que tienen. As que, hasta que Petrich responda a mi llamada, entro en Internet. Una vez ms, desciendo al mundo de los nios desaparecidos. He visitado muchas pginas que tratan de nios secuestrados; quiz haya algo que haya
pasado por alto, algn detalle inadvertido. Estoy de nuevo en el mundo de los cartones de leche, acompaado por las barras de anuncios de detectives privados que ofrecen sus servicios para la bsqueda de nios desaparecidos. Me veo contemplando absorto los rostros de los esfumados, incluidos los rostros sonrientes de Kevin y Sean. Me corrijo a m mismo: nadie se esfuma. No es un nmero de magia. Estos nios fueron secuestrados. El hombre que acudi a la feria medieval vestido de Flautista de Hameln es el que arrebat a mis hijos de mi vida y
se los llev a su mundo. Voy a descubrir quin es y por qu lo hizo. Visito la pgina del IRE, una organizacin de reporteros de investigacin y editores. Al principio, no me parece importante. La mayora de las informaciones sobre secuestros se refieren al mundo online, como pasa en Los peligros en Internet. Hay docenas de historias sobre intrpidos policas y agentes del FBI que investigan los chats. Pero esto no puede tener ninguna relacin con mis hijos. Hay algunos nios de seis aos que tienen una sorprendente capacidad para la
informtica, pero no es el caso de Kevin y Sean, cuyo acceso a los computadores est estrictamente controlado por Liz. En cualquier caso, estn empezando a aprender a leer; ni siquiera saben escribir. Es imposible que entraran en un chat, y mucho menos que se pusieran de acuerdo para reunirse con un extrao. No obstante, algunos de los artculos en los archivos del IRE me horrorizan. Uno se refiere a una pareja muy religiosa que tena un asilo rural en Illinois, desde donde vendan nios a los pedfilos. Otro es sobre unos asesinos que secuestraron a un nio de diez aos con la intencin de filmar un asesinato en directo. Es una pesadilla detrs de otra,
cada una ms espantosa que la anterior. Una segunda pgina me recuerda que son menos de un centenar los secuestros llevados a cabo por extraos todos los aos y que los nios no suelen ser el objetivo. Prefieren a los adolescentes. Las chicas mayores de doce aos representan ms de la mitad de los casos. Paso por docenas de pginas que me facilitan una de mis bsquedas, cada una correspondiente a un nio desaparecido. Es deprimente ir pasando por este penoso catlogo de rostros. Las propias pginas parecen remotas avanzadillas en la inmensidad del mundo, como las fotografas en los
envases de leche: Ha visto a esta chica? Disparos en la oscuridad. Las pginas de algunos nios -me alegra ver que findkevinandsean.com es una de ellas- aparecen una y otra vez mientras realizo la bsqueda. Tambin hay anuncios pagados de nios desaparecidos que aparecen a la derecha de la pantalla. Tomo nota para consultarlo con Ezra, mi amigo genio de la informtica. Cunto cuesta uno de esos anuncios? Ahora que los nios estn relegados a alguna mencin espordica, quiz valga la pena poner un anuncio de pago vinculado a trminos
como nios secuestrados. Quiz sea el momento, despus de todo, de buscar a un agente de relaciones pblicas. Alguien que pueda conseguir un especial en 20/20 o Dateline y mantener a los chicos en las noticias. La familia Smart lo consigui despus de que su hija llevaba desaparecida varios meses, un especial de una hora repleto de imgenes de la nia. El especial, que vi a instancias de Claire Carosella, dejaba claro que la polica haba centrado su atencin en un operario, un ex convicto que haba muerto varios meses despus del secuestro. Era una teora creble, reforzada por algunas
pruebas circunstanciales sobre un coche, aunque la viuda del ex presidiario insista en su inocencia. Incluso con el sospechoso muerto, la familia Smart no ces en su empeo de mantener la atencin pblica en el caso de su hija. Quiz slo confiaban en encontrar sus restos, pero en todo esto haba una leccin importante: no te ates demasiado a una teora. Llevado por un impulso, tecleo gemelos en el campo de bsqueda junto con un par de otras de mis palabras clave: secuestro, desaparecido, nios.
Google me da ms de cien mil pginas. Especifico gemelos desaparecidos. Todava hay ms de treinta y tres mil pginas. Dedico veinte minutos o ms a pasarlas, slo para enterarme de que casi todas son de Kevin y Sean. Me conecto a Lexis/Nexis, con mi contrasea de la cadena. Introduzco los trminos de bsqueda: gemelos desaparecidos, y restrinjo la bsqueda a los casos ocurridos antes del secuestro de mis hijos. La lista incluye ms de mil historias, pero en cuanto afino un poco ms veo
que en trminos reales slo hay tres de gemelos secuestrados. Los nios Ramrez. Los reporteros citaron el caso a las pocas horas de la noticia del secuestro de Kevin y Sean, debido a que las similitudes eran sorprendentes. Julio y Wilson Ramrez fueron secuestrados a la salida de un centro deportivo en Los ngeles Oeste. Los Ramrez no slo eran gemelos, sino que en el momento del secuestro tenan siete aos, casi la misma edad de Kevin y Sean. Ocurri hace un par de aos atrs. Los nios desaparecieron y se llev a cabo una bsqueda masiva, aunque no tan
masiva como para impedir la crtica de que lo hubiese sido mucho ms de haberse tratado de nios anglosajones. Tres meses despus de su desaparicin, digamos que al asesino lo pillaron con las manos en la masa. Lo detuvieron en una cochambrosa cabaa en las montaas, no muy lejos de Big Sur. Los cuerpos de los chicos muertos los encontraron en la cabaa: uno en la nevera, cuidadosamente empaquetado como filetes de ternera, y el otro colgado en el interior de un pozo. Despus del arresto, el asesino no vacil en identificarse a las autoridades. Result ser Charley Vermillion, un
psicpata sexual que haba salido de un psiquitrico de Lousiana alrededor de un mes antes de la desaparicin de los chicos. A Vermillion lo esposaron, le leyeron sus derechos y lo subieron a un coche Patrulla. Pero antes de que el coche llegara a la comisara local, el tipo ya estaba muerto, despus de haber ingerido una cpsula de cianuro potsico que llevaba pegada al cuello de la camisa. Por lo tanto, el caso Ramrez estaba cerrado, y con el secuestrador muerto, no poda tener ninguna importancia para mis hijos. Gracias a Dios. Tanto el FBI como Ray Shoffler investigaron la posibilidad de que el secuestro fuera
obra de un imitador, pero no llegaron a ninguna parte. Otro grupo de pginas es de las gemelas Gabler. Es un pinchazo errneo, porque las Gabler son mujeres, artistas en Las Vegas. Las pginas aparecen porque uno de los trminos de la bsqueda era nios y los peridicos haban publicado que las Gabler actuaban en una revista musical en el Blue Parrot. La revista se llama Nios del futuro. Desaparecieron hace cosa de tres aos, y un mes ms tarde encontraron sus cadveres en una zona desrtica, a unos treinta kilmetros de Las Vegas. Las
fotos de los peridicos mostraban a las gemelas Gabler vivas, con muy poca ropa, las largas piernas enfundadas en medias de rejilla, los rostros sonrientes enmarcados por sus peinados futuristas. Resulta difcil encontrar alguna relacin con mis hijos. Esto me deja con los gemelos Sandling: Chandler y Connor. Tambin conozco este caso, uno con final feliz. Tal como lo recuerdo, la madre estuvo implicada en el secuestro de los chicos, aunque nunca la acusaron. Tambin haba habido algo de un novio. Debido a la supuesta participacin de la madre, nunca me haba centrado a fondo
en el caso. Ahora estoy dispuesto a darle un repaso, porque se me acaba de ocurrir: a quin ms conozco que fuera considerado injustamente como sospechoso en la desaparicin de sus hijos? Comienzo a leer. Al principio, es tal como lo recuerdo. A diferencia de m, Emma Sandling no era un miembro destacado de la comunidad, sino una vagabunda a la que adjudicarle un estilo de vida marginal sera una redundancia. Una adicta a la herona que haba pasado por innumerables programas de desintoxicacin no tena mucho de madre. A menudo, sus hijos
estuvieron a cargo de amigos o parientes, y vivieron en instituciones para menores en ms de una ocasin. Algunas de las historias publicadas por los peridicos mencionaban un incidente relacionado con una de las estancias de Connor y Chandler en una casa de acogida; lo definan como el primer secuestro. Despus de leer un poco ms, decido que calificar dicho incidente como un secuestro es injusto, una grave (y engaosa) exageracin. Todo parece resumirse en que Emma Sandling devolvi a los chicos un par de das ms tarde de la fecha autorizada de la visita, debido, declar, a una avera del coche.
Luego estaba el novio que viva en la casa, adems del hecho de que en el momento del secuestro Sandling y sus dos hijos estaban viviendo en una tienda en un parque estatal cercano a Corvallis, Oregn. El novio -de quien Sandling insisti en decir que slo era un amigo- era otro vagabundo llamado Dalt Trueblood. Sandling lo haba conocido en la rehabilitacin, y cuando se cruz con l en la biblioteca de Eugene, lo invit a alojarse en su tienda durante unas semanas. Result ser que Trueblood haba violado la libertad condicional,
aunque Sandling afirm que no lo saba. Si a los servicios de proteccin de menores no les haba hecho felices saber que el hogar de los nios y su madre era una tienda, les gust todava menos enterarse de que un fugitivo estaba compartiendo dicho espacio. Cuando Trueblood se esfum en el mismo momento en que desaparecieron los chicos, y no volvi a aparecer hasta unas cuantas semanas ms tarde (borracho perdido y dirigiendo el trfico con una capa roja en el centro de Portland), fue lgico pensar que los nios pudieran estar con l. Entre su pasado de drogadicta, su estilo
de vida y el novio desaparecido, cuando los chicos se desvanecieron, las sospechas recayeron sobre la madre. La idea pareci ser que ella y Trueblood estaban compinchados, que tenan la intencin de presentar una peticin de rescate, aunque eso nunca sucedi. En cuanto a Trueblood, cuando la polica lo arrest en Portland y lo interrog, dijo que se haba marchado de Eugene porque el secuestro lo espantaba. Las circunstancias del secuestro eran muy sencillas: Sandling llev a los chicos a un McDonalds de Corvallis, con la intencin de invitarlos a un Happy Meal. Los dej en la jaula de las
bolas mientras ella iba a buscar la comida. No haba otros nios -o adultos- en la zona de juego. Nueve adultos -seis de ellos ciudadanos mayores que celebraban una tertulia literaria- estaban sentados en la zona central del restaurante. Cuando Sandling regres con la comida, los nios haban desaparecido. Desafortunadamente para Sandling, los adultos y el personal del restaurante recordaron haberla visto, pero ninguno de ellos vio a sus hijos. Algunos de los artculos muestran diagramas del McDonalds, marcados con la ubicacin de los clientes y los empleados; stos dejan claro que Sandling y los chicos
tuvieron que cruzar por el campo visual de los dems clientes y el Personal para llegar a la zona de juegos. Adems de los nueve clientes, los seis empleados del McDonalds estaban detrs del mostrador cuando los nios desaparecieron. Haba dos coches en el drive-in. Nadie vio nada. Tampoco fue de mucha ayuda para Sandling cuando acudi a denunciar la desaparicin de sus hijos que era del conocimiento pblico que dejaba a los nios durante horas en la biblioteca pblica mientras ella trabajaba de asistenta domstica.
Lo que sigui era previsible: una tempestad de recriminaciones dentro de la burocracia de los servicios de proteccin de la infancia de Oregn y una investigacin policial centrada casi exclusivamente en Emma Sandling. El juez que haba reunido a los nios con la madre rehabilitada fue condenado desde todos los frentes. Los asistentes sociales que haban dado fe de la rehabilitacin de Emma Sandling fueron objeto de toda clase de vituperios. Muchos se golpearon el pecho ante el hecho de que los gemelos -Chandler y Connor- haban cado a travs de las grietas (abismos, segn el peridico de Portland) del sistema. Se reclamaron investigaciones y la reforma total del sistema de
proteccin de la infancia. Si mi experiencia sirve de gua, Emma Sandling tuvo que, ser sometida a unos interrogatorios feroces, aunque ella, al menos, parece ser que tuvo la sensatez de pedir un abogado. No se presentaron cargos, pero la retuvieron para interrogarla durante treinta y dos horas. Los nios aparecieron ocho semanas ms tarde en un centro comercial cerca de Eureka, California. Segn el artculo publicado en el Sacramento Bee haban estado viajando en una pequea casa rodante durante mucho tiempo, cuando el conductor se detuvo para repostar.
Era el tipo de vehculo -en realidad, una camioneta y un remolque- en el que la cabina del conductor est separada del compartimento de los pasajeros. Los chicos esperaron a que el conductor los dejara salir. Queran decirle que haca demasiado calor en la parte de atrs; queran un helado; queran ir al bao. Pero el conductor no apareci. Golpearon en la pared del remolque y gritaron; entonces, uno de ellos se lanz contra la puerta y, para su sorpresa, cay al suelo. Salieron del vehculo. Uno de ellos quera ir a la tienda de la estacin de servicio, encontrar al conductor y pedirle dinero para los helados. Pero su
hermano dudaba de la historia que les haba contado el secuestrador. Le preocupaba que a l y a su hermano nunca los dejaran salir del recinto donde los tenan escondidos. Ese viaje en la caravana era la primera vez. Decidieron telefonear a la amiga ntima de su madre, Phoebe, as que corrieron al centro comercial y buscaron un telfono pblico. Eran expertos en hacer llamadas a cobro revertido, pero el telfono no funcionaba, por lo que entraron en una tienda para preguntar si los dejaran hacer una llamada a cobro revertido. El empleado los reconoci y llam a la polica.
Cuando un coche patrulla lleg al lugar, el vehculo con el remolque haba desaparecido. Finalizado el secuestro, el tratamiento que dio la prensa al feliz reencuentro de Sandling con sus hijos dej mucho que desear. Se hicieron muchos comentarios cnicos acerca de la puerta cada, de los exitosos esfuerzos de Sandling (al conseguir un abogado que trabajaba de manera altruista) para proteger a sus hijos de un interrogatorio agresivo por parte de las autoridades. Ante esta postura negativa de la polica y gran parte de la comunidad, no tiene nada de particular que, a pesar de la multitud de testimonios de empresarios, del
personal de la escuela a la que asistan los nios y de los amigos sobre cmo Sandling haba emprendido una nueva vida, tardara varios meses y necesitara presentar una demanda para recuperar la custodia de sus hijos. Amplo la bsqueda y bajo todo lo que encuentro del caso Sandling. Un par de horas ms tarde estoy convencido de que todas mis impresiones estn prejuiciadas por las informaciones que convirtieron a Emma Sandling en el chivo expiatorio. Shoffler tambin parece habrselo credo, junto con Judy Jones, del FBI; al menos nunca mencionaron que el caso fuera
importante, a pesar de los obvios paralelismos con el mo. Los paralelismos -unos gemelos de seis aos secuestrados de un lugar pblicoson tan sorprendentes que soy incapaz de abandonar la lectura de los recortes. Quiz haya pasado algo por alto cuando me cre el supuesto de que la borrascosa historia personal de Sandling significaba que ella haba organizado de alguna manera el secuestro de sus hijos. Sin embargo, al leer todo esto, no aparece ninguna prueba de que hubiese ocurrido alguna otra cosa diferente de lo que haba manifestado Emma Sandling. Trueblood tena una coartada. No apareci ningn otro cmplice. Sandling
nunca cambi su historia, y aunque el empleado de la tienda de regalos recibi una parte de la recompensa, ni un solo centavo lleg a manos de la madre. Dedico las dos horas siguientes a llamar a las comisaras de Corvallis y Eureka. Al principio, cuando me presento y explico lo que me interesa -el caso Sandling- me pasan de una persona a otra. Cuando insisto, la reaccin me sorprende: me topo con un muro de silencio. Me valgo de los nombres publicados en las crnicas del secuestro para rastrear los nmeros de telfono de los clientes
de Emma Sandling, los asistentes sociales, el abogado, y de cualquier otro cuyo nombre consigo encontrar en las informaciones. Hablo con la mitad de ellos y me encuentro con la misma reaccin: no saben dnde est; no pueden ayudarme. Me levanto de la silla. Me doy cuenta de que ha anochecido y de que he estado delante del computador durante horas. Quiero continuar con la bsqueda de Emma Sandling, pero s que debo comer algo. Llevo perdiendo peso sistemticamente desde que Liz se march; la gente comienza a comentarlo. Voy a la cocina para ver qu encuentro,
aunque s que no queda gran cosa. En la nevera hay unos trozos de queso resecos, un meln mohoso y un cartn de leche de dos litros que est agria. Un pollo asado que no me acord de envolver est ahora disecado como una momia. En el congelador no hay nada ms que las cubiteras y una pizza. Saco la caja para leer la fecha de caducidad y la encuentro debajo de los cristales de hielo. La fecha, apenas legible y de color rojo, es de hace ms de un ao. Incluso esto me deprime. La pizza ha estado en el congelador desde antes de que rompiera con Liz, desde antes de que mi vida se desintegrara.
Probablemente se compr como cena para los chicos. Hay un momento durante el cual le otorgo a la pizza las cualidades de un talismn. Me cuesta tirarla. Sacudo la cabeza, vaco el cartn de leche en la pila y tiro todo lo dems al cubo de la basura. Como y ceno fuera la mayora de las veces. Tengo que dejar de hacerlo; es demasiado caro. Me digo a m mismo que maana ir al supermercado; comprar platos precocidos y tambin cosas sanas. Frutas, verduras Por primera vez desde el secuestro de los chicos me calzo las zapatillas y salgo a correr en la hmeda noche de
Washington. Estoy desentrenado, pero correr es un alivio. Disfruto con la sensacin de movimiento, del sudor que resbala por la piel, del ritmo forzado de la respiracin. Me gusta la manera como me adelantan los coches, el halo de las luces en la bruma, y cmo mi atencin se centra en cosas bsicas: dnde pongo los pies, cmo guiar mi carrera para adelantar a los peatones con la mayor eficacia, cmo calcular el cruce de las calles de tal forma que no tenga que interrumpir el ritmo. Corro durante quince minutos y luego emprendo el camino de regreso. Me detengo en el 7-Eleven de la esquina de
Porter y Connecticut. Jadeo sonoramente, baado en sudor de la cabeza a los pies. Saco un billete de cinco dlares del bolsillo del pantaln corto. El billete tambin est hmedo de sudor. La empleada es la misma que Jack apod Lentorra. Es una mujer tmida, delgaducha, con un cuerpo casi de adolescente y unas facciones hermosas. Lo hace todo con una lentitud tan exasperante que ms de un cliente ha preferido marcharse al ver que haba ms de una persona en la cola. Dos empanadas jamaicanas -le digo a la empleada.
sta ser mi cena: unas muy sabrosas, aunque grasientas, empanadas. La mujer me mira con sus grandes ojos castaos y luego se mira las manos. Usted es el padre de los nios secuestrados -comenta. As es. Mi to, l sabe todas esas cosas del otro mundo. Apoya un dedo en la frente-. Dice que sus hijos estn bien. Su to? Qu otro mundo? Sabe
dnde estn los nios? No, no. Mueve los dedos y mira a un lado, con los ojos bajos-. Es el (cmo se llama?) el mundo de los espritus. Dice que sus hijos no estn all, que todava estn en este mundo. Yo le dije que usted vive cerca de aqu, que viene por aqu a menudo. Mi to dice que sus chicos estn bien. Pens que a usted le gustara saberlo. Convierte la expresin de su rostro en una sonrisa tmida que tambin es algo as como un encogerse de hombros. Muchas gracias. Lo digo de todo corazn. Aprovechar hasta el ms mnimo atisbo de luz que pueda
encontrar en el mundo-. Gracias por decrmelo. No hay de qu. Hace una pausa-. Picantes o normales? Echo la vuelta en un gran frasco de vidrio que hay sobre el mostrador para recaudar fondos destinados a una nia llamada Belinda, que padece leucemia. Otro disparo en la oscuridad, como las pginas web, los envases de leche, como todo lo dems. Cuando se trata de nios, no te puedes mover por porcentajes o probabilidades; haces lo que puedes, lo que sea que est a tu alcance.
Gracias por contarme lo que dijo su to. Mi gratitud es sincera; es sorprendente cmo este apoyo imprevisto me anima el corazn. La Madonna de la caja registradora me recompensa con una sonrisa beatfica.
Captulo 16
Un momento -dice Shoffler-, que estoy saliendo de una reunin. Oigo las voces, las campanillas de los ascensores, al detective que se despide de alguien. Luego est por m-. Qu ocurre? Los gemelos Sandling. Si no conociera tan bien al detective, quiz no lo habra advertido, pero capto el titubeo y la sbita retencin en su voz. Qu pasa con ellos? Cuanto ms leo acerca del caso, ms se parece al de Kevin y Sean. Los
paralelismos son sorprendentes. No consigo entender por qu usted y Judy Jones descartaron el caso como irrelevante. Casi no quisieron ni mencionarlo. Una vez ms, est esa nota extraa en su voz, como si recelara. Lo consideramos, Alex. Lo hicimos. Escuche, ese secuestro se cometi en el otro extremo del pas. Tenan la misma edad que sus hijos y, adems, eran gemelos. Pero eso es todo. Eso es todo? Aparte de eso, no parece que haya
ninguna vinculacin. Shoffler carraspea-. La madre, no s si lo sabe, no era precisamente un pilar de la comunidad. Escuche, Ray, he ledo todo lo que he encontrado del caso. Por lo que a m respecta, Emma Sandling quiz no haya sido la madre Teresa, pero no hay ninguna prueba de que tuviera algo que ver con el secuestro de sus hijos. sa es su opinin. Probablemente haya cosas que usted ignora. Es posible. Porque, hasta donde yo s, no se realiz una bsqueda activa para
atrapar al secuestrador despus de que los chicos aparecieron en Eureka. Est en un error -replica Shoffler-. Se llev a cabo una investigacin. Muy exhaustiva, por cierto. Pero la madre no se mostr nada dispuesta a colaborar. Quiere decir? Quiero decir que Emma Sandling no colabor. Afirm que era para proteger a los nios, pero no todos la creyeron. Escuche, esos chicos estn sanos y salvos; es un final feliz. Durante unos pocos das fue la gran noticia, un milagro. Pero despus, qu? No hay un autor, no hay cargos, no hay historia, no
hay juicio. Todo lo que tiene es a los chicos y una investigacin policial que no conduce a ninguna parte. Por qu? Por la razn que sea, ya sea porque est involucrada de alguna manera o porque de verdad quiere proteger a sus hijos, mam no dice ni po ni deja que los nios suelten prenda. Podra haber ganado unos cuantos dlares con la exclusiva, eso est claro. Es verdad, y eso podra significar que es sincera. Claro que tambin slo se trata de controlar los daos. Cuanto ms se indague, mayor es la posibilidad de que se haga evidente su participacin.
Si es que hubo una participacin De acuerdo, si es que hubo una participacin. Pero el consenso fue que ella haba tenido algo que ver, que algo haba fallado. Despus de aquello, mam Sandling brill por su ausencia. No lo creo. Shoffler permanece en silencio durante unos segundos. Despus pregunta: Por qu no? Porque, cuanto ms lo pienso, ms tengo esa escalofriante sensacin de que
quien se llev a los nios Sandling es el mismo tipo que se llev a los mos. Ellos se escaparon, as que se llev a los mos para reemplazarlos. Vaya. Una pausa-. Una sensacin escalofriante? Es el mismo patrn. Venga, Shoff. Debe de haber montones de gemelos en la costa Oeste. Por qu iba a cruzar ese tipo todo el pas? No lo s, pero el caso es que estoy leyendo todo este asunte los Sandling y se parece mucho al de mis hijos. Creo
que debo investigarlo ms a fondo. Pero no puedo, porque, para empezar, dnde est ahora Emma Sandling? Se ha esfumado, es como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra. Ha intentado encontrarla, no? Lo hice. Encontrar a las personas forma parte de mi trabajo. Si eres un reportero, necesitas tener fuentes y tienes que encontrarlos lo quieran o no. Pero no encuentro a Emma Sandling. Ah. Al mismo tiempo que intento dar con su paradero, tambin estoy hablando con
los polis de Oregn. Bueno, no, eso no es del todo correcto. Me dirijo a los polis de Oregn. No veo Llam a las dos jurisdicciones. A Corvallis, donde desaparecieron los nios, y a Eureka, donde cayeron de la caravana. En Eureka me dijeron lo que pudieron, que no es mucho. Pero en Corvallis? No consegu nada, Ray. Un muro de piedra. Los polis se negaron a hablar conmigo. Me soltaron no s qu rollo de asuntos privados. As que es por eso por lo que me ha
llamado. Exhala un suspiro. S. Pens que quiz usted podra hablar con ellos. Hacerles saber que no ser un problema. Pasa un buen rato antes de que me responda. Lo siento, Alex, pero no puedo ayudarlo. Deseara hacerlo, pero tengo las manos atadas. Tiene las manos atadas? Estamos hablando de mis hijos. Ray, no puede Pero el detective ha colgado.
Dos horas ms tarde, estoy delante de la casa de Shoffler en Greenbelt, Maryland, esperando a que aparezca. La casa no es como me la haba imaginado, aunque tampoco s muy bien qu esperaba. S que Shoffler trabaja setenta horas a la semana, que ha hundido dos matrimonios. Supongo que esperaba encontrarme con un cuchitril, pero la bonita casa estilo rural que tengo delante parece acogedora, con una cerca blanca y parterres bien cuidados. Hay incluso una hiedra. Me siento en el porche, pero al atardecer una nube de tbanos me obliga a volver al coche. Espero, me entretengo
escuchando la retransmisin de un partido de baloncesto, y cuando hace demasiado calor, enciendo unos minutos el aire acondicionado. Un fuerte golpe metlico que parece sonar en el interior de mi crneo me despierta bruscamente. El sonido es un golpe en la puerta del coche, cosa de la que me doy cuenta cuando abro los ojos y veo a Shoffler junto a la ventanilla. No le alegra verme. Mantiene una postura agresiva, intimidatoria, con medio cuerpo en la sombra, iluminado por la repugnante luz verde de la farola. Tiene un aspecto horrible, parece furioso, pero tambin tan agotado que
miro de reojo el reloj del tablero para saber qu hora es: las 3.32 de la madrugada. Una pelcula de sudor me cubre la piel. Tengo la boca pastosa, los labios secos y agrietados. La camisa est pegada al asiento de cuero y se oye un sonido como algo que se rompe cuando me muevo para abrir la puerta. Shoffler apoya una de sus manazas contra la puerta del Jeep para impedrmelo y me mira con una expresin agria. Vyase a su casa, Alex. No.
Vyase a su casa -insiste. Necesito hablar con usted. Da media vuelta y camina hacia la puerta principal; entra antes de que yo consiga bajar del coche. Toco el timbre, que en realidad suena como una campana, por lo menos una docena de veces. No me lo puedo creer. He estado sentado en la entrada durante seis horas. De nuevo en el coche, mi primer impulso es tocar la bocina, montar un escndalo, obligar a Shoffler a que hable conmigo. Pero cuando recuerdo la expresin de su rostro, desisto.
He pasado mucho tiempo con Shoffler en las ltimas semanas, y cada minuto de ese tiempo he estado en sintona con l con la atencin embelesada de un amante, siempre atento a los detalles reveladores: se ha enterado de algo? Tendr alguna noticia? Me he convertido en un experto en la lectura de las pistas del lenguaje corporal: las inflexiones vocales, los gestos y las expresiones faciales. Tambin s que los polis y los militares valoran mucho el respeto. Si comienzo a tocar la bocina y le monto un escndalo, no llegar a ninguna parte. Es capaz de hacer que me detengan. Me voy y aparco
el coche dos manzanas ms all. Pongo el despertador del mvil para que suene a las seis. El detective no volver a pillarme dormido. Cuando sale de su casa a las 7.44, parece sorprendentemente fresco para un hombre que -como mucho- ha dormido cuatro horas. Entonces me ve, cuando salgo de detrs de su Crown Vic. Afloja los hombros y sacude la cabeza. Por Dios, Alex. No me muevo. Abre las puertas del Crown Vic.
Suba -dice. Qu? Suba. Ya hace calor, el sol es una mancha blanca detrs de la bruma. El interior del coche es asfixiante. Tambin apesta a restos de comida y a humo de tabaco mezclado con el ambientador de aroma a pino. He pasado tiempo ms que suficiente con Shoffler como para saber que bebe caf durante todo el da, que fuma un cigarrillo tras otro cuando puede y que come la mayora de sus comidas en el coche.
Sale marcha atrs, baja todas las ventanillas. En un primer momento creo que vamos a tomar un caf, al DunkinDonuts o al 7-Eleven, pero no tardamos mucho en circular por la carretera 50. El detective conduce en silencio. Despus de unos minutos, pulsa los botones y cierra todas las ventanillas, menos la suya. Pone en marcha el aire acondicionado, enciende un cigarrillo y le da una larga calada. Es por puro hbito -no como una deferencia hacia m- que suelta el humo a travs de la ventanilla. Est cabreado y su enojo emana de su cuerpo como un campo de fuerza.
Adonde vamos? Tengo una reunin en el Congreso. Pero Quiere hablar? ste es todo el tiempo de que dispongo. Quiere volver donde est su coche en algn momento antes de la medianoche? se es su problema. De acuerdo. Tengo que resistir el impulso de disculparme, o al menos de decir algo que pueda rebajar la tensin en el coche. Es mejor de esta manera, con los dos
cabreados. As, hablaremos con franqueza. Ahora circulamos por la 95. Shoffler zigzaguea entre la multitud de coches; su estilo de conduccin es temerario y tan agresivo que hago lo imposible por no apretar con el pie un freno imaginario. Se fuma el cigarrillo hasta el filtro, aplasta la colilla en el cenicero repleto y luego cierra la tapa. No est apagada del todo, y al cabo de menos de un minuto una muy fina columna de humo -y el olor acre de los filtros que se queman- escapa por la juntura del cenicero. Despus de un par de minutos, abre de nuevo la tapa y echa
un poco de caf fro sobre la masa humeante. Se oye un siseo cuando el lquido cae sobre los filtros, seguido por un nuevo y apestoso olor. Aromaterapia -afirma Shoffler. Cierra la tapa y golpea con las puntas de los dedos la parte exterior de la puertaEscuche -aade al cabo de un rato-, la verdad es que no estoy cabreado con usted. Ah, no? Sabe por qu? Porque tiene razn. Desva el enorme coche para colarse en
un hueco del carril izquierdo, y entonces se oye un largo bocinazo de protesta. Shoffler saca la mano por la ventanilla con el dedo corazn levantado. Mi hija dice que carezco de madurez, es as como lo explica. Yo le digo que esto es la madurez para m. Mando a esos cabrones a tomar por el culo en lugar de ordenarles que se detengan. Mueve los hombros, se palmea el bolsillo del pecho para buscar un cigarrillo, saca uno y lo enciende-. As que mam Sandling S. Es como en el caso del francotirador.
Todo el mundo dice que el francotirador es un blanco solitario: blanco, blanco, blanco. Un tipo blanco con una furgoneta blanca. Quiz no lo sepa, pero mientras todo esto ocurre, algunos de los tipos del distrito, me refiero a los agentes afroamericanos, creen que no es as. Tienen la idea, a partir de los testimonios oculares, de las grabaciones de su voz, que el tipo es un hermano. Tambin creen que conduce un coche patrulla reconvertido, un Crown Vic o un Chevy Caprice azul, lo que ellos llaman aviones. Algunos de esos tipos son fanticos de los coches patrulla reciclados, ya sea por una cierta irona o sencillamente porque estos trastos
vuelan. La cuestin es: alguno de los dems nos enteramos de esto? Por qu nadie, en ninguna de las reuniones informativas, dice ni una palabra de un tipo negro en un coche azul que se llama a s mismo nosotros? Niego con la cabeza. Shoffler apaga el cigarrillo en la masa de colillas empapadas. Pues porque el condado de Montgomery est involucrado en una demanda por un perfil calificado de racista. Bromea?
Esta vez es Shoffler quien niega con la cabeza. En el caso Sandling tambin tenemos una demanda, ms de una. Jones y yo s que vimos los paralelismos. Jones llam por telfono a Corvallis. Qu pas? Se mostraron dispuestos a colaborar, nos ofrecieron toda clase de facilidades? Qu va. Ms o menos nos dijeron que no incordiramos. Ella es del FBI y se la sacaron de encima? Fueron muy corteses, queran
complacernos, pero se la quitaron de encima. Por qu? De-man-da. La cosa va de la siguiente manera: Emma Sandling tiene quejas por la manera en como se llev el caso de sus hijos. Ha demandado a la polica de all por el tiempo que la tuvieron detenida, por cmo se dirigi la investigacin, por todo. Hay una demanda por abuso de autoridad y otra por el perfil de estilo de vida. Qu es eso? Dicen que la clusula de igualdad de
proteccin en la Constitucin debera incluir los temas de clase y estilo de vida, de la misma manera que incluye la raza, la religin, el gnero y la tica. Es un tema constitucional? S. Qu le parece? Ahora bien, los polis de all no se fan ni un pelo de Sandling. Todava creen que se est protegiendo el culo; todava creen que est involucrada. Por lo tanto, hgase usted mismo la pregunta: qu inters podra tener Sandling en hablar con cualquiera que estuviera vinculado con la polica? Los polis creyeron que haba sido ella. Le haban arrebatado a los
nios, y tard meses en recuperarlos. La nica razn de su xito fue tener la fortuna de dar con un juez bondadoso capaz de llegar a la conclusin de que dejar a los chicos en la biblioteca y vivir en una tienda no era una negligencia. Despus de las reformas en la atencin social, la tasa de desempleo y la falta de alternativas para el cuidado de los nios a las que se enfrentaba Sandling, qu otra cosa poda hacer? En cualquier caso, cuando Jones llam para conseguir el nmero de telfono de Sandling, no lo consigui. Sandling no quiere hablar. As es. Sandling no quiere hablar, los
polis no quieren hablar, los abogados no quieren hablar. Nosotros preguntamos. Estaba enterada de la desaparicin de Kevin y de Sean? Shoffler gira su cabezota en mi direccin y me mira. Usted qu cree? Cree que podra no haberse enterado? Quiz si viviera en Marte. No, el problema est en que el secuestro de sus hijos la hizo revivir toda aquella pesadilla. La aterroriz. Cmo lo sabe?
Mantuvimos una conferencia telefnica: yo, Jones, Sandling y sus abogados. Como ya se puede imaginar, los abogados son una gran ayuda. No dejaban de decirle que no tena por que hablar con nosotros, que no respondiera a tal o cual pregunta. Pero la atacamos con todo; me refiero a que procuramos hacerla sentir culpable al mximo. Tenemos a dos nios que estn en peligro, sus hijos quiz tengan una informacin que nos ayude en la investigacin, cmo es posible que ella, como madre, fuera bla, bla, bla. Qu consiguieron? Nada. Nada de nada. Donde sea que
viva ahora, nadie sabe quin es. Y quiere que siga siendo as, lo cual es muy comprensible. Le preocupa que pueda haber una filtracin, que el caso de sus hijos vuelva a aparecer en las noticias, que los marginen en su nuevo domicilio. Quiz al secuestrador se le ocurra intentarlo de nuevo, a lo que Jones responde: No, si nosotros lo pillamos. Pero Sandling no est interesada; no pa. El abogado nos advierte que no mencionemos el caso Sandling a los periodistas. No puede ser. Llam al supervisor de Jones en el FBI
y a mi jefe en Arundel slo para recalcar la advertencia. Permanezco inmvil, envuelto en una nube de rabia e impotencia. Estoy cabreado con Sandling, con sus abogados, con los polis, con todos. Por si fuera poco, me siento asqueado. Respiro unas cuantas veces muy profundamente, en un intento por combatir lo que parece un derrumbe interior. Est bien? pregunta Shoffler. Me encojo de hombros. Puedo hacer dos cosas por usted -
aade Shoffler-. Una, y dudo que pueda servirle de mucho: le conseguir una copia del retrato robot, el que hicieron con la ayuda de los nios Sandling. Jones logr sacrselo. Se supona que yo no poda hacer una copia, pero la hice. En cualquier caso, fue publicado en los peridicos por aquellas fechas. Si alguien le pregunta, es all donde lo consigui. Se parece al Flautista? Se encoge de hombros, al tiempo que levanta una mano. Quin sabe? No mucho. Tiene ms
pelo facial que nuestro hombre. Le oculta las facciones. Exhala un suspiro-. La otra, y usted puede conseguirla por sus propios medios, as que slo estoy ahorrndole tiempo: el apellido de soltera de Emma Sandling es Whalen. Cree que es el nombre que usa ahora? No puedo saberlo -responde Shoffler, y me obsequia con una sonrisa-. Me prohibieron investigar el tema. Me deja cerca de la Casa Blanca. Tome el MARC en Union Station -me aconseja-. Baje en New Carrolton. Un
taxi lo llevar el resto del camino. Como mucho, le costar diez dlares. A la maana siguiente, cuando abro la puerta para ir a recoger el peridico, veo un sobre metido detrs de la mosquitera. No esperaba gran cosa, pero aun as me llevo una desilusin al ver el retrato. El rostro es inexpresivo, algo que nunca ocurre con los rostros de verdad. La falta de expresin priva de coherencia a las facciones y hace que la imagen sea ambigua. Incluso las instantneas tienen una cierta animacin que seguramente aporta la vida misma. Llevo el retrato a
mi despacho y lo comparo con los dibujos que hizo Marijke, uno de mi atisbo del Flautista y los otros realizados en las sesiones con otros testigos oculares. Quiz haya algo en los ojos que se repite de un dibujo a otro. Aparte de eso, son hombres diferentes con pelo facial. Los rostros me miran, inescrutables, casi burlones: T no sabes quin soy, parecen decir. Mary McCafferty golpea en la mesa con una ua de color rosa y me mira con sus grandes ojos castaos. Encontrarla no puede ser muy difcil declara-. Quiz no tenga una direccin, si vive en un parque, pero tendr un
coche, y eso va acompaado de un carn de conducir y un seguro. Por lo que parece, tiene una tarjeta de socio de una biblioteca, y estoy segura de que tiene un pediatra para los chicos. Habr registros escolares, quiz multas de aparcamiento y trfico, tarjetas de compras. Crame, a menos que uno se encargue de evitarlo, aparecemos en mil bases de datos. Adems, hasta qu punto habr conseguido cortar todas las vinculaciones con su pasado? McCafferty sacude la cabeza. Notable. Quiz est utilizando otro nombre, pero
usted dice que es su nombre de soltera, as que lo ms probable es que siga en la Seguridad Social, y en ese caso bueno, entonces est chupado. Es probable que tenga algo para maana. Le envo un e-mail o un fax? El e-mail ya me vale. Pues en marcha -dice, y se levanta. Vacila. Sacude la cabeza-. La ma es la parte fcil. An tendr que conseguir que hable con usted. Lo s. Yo dira que esa mujer tiene tendencia a llamar de inmediato a la caballera -
Captulo 17
McCafferty obtiene la informacin. Emma Sandling, de soltera Whalen, vive en Florida. A la maana siguiente, a las siete, cojo un vuelo de la Delta hacia Daytona Beach. En el trayecto a la ciudad desde el aeropuerto paso junto al enorme circuito
de Daytona. Luego sigo por la autopista A-1-A, una carretera requemada por el sol y bordeada a ambos lados por una interminable sucesin de puestos de comida rpida, moteles, campos de minigolf y boleras. Todo est pavimentado. La nica vegetacin, aparte de los jardines de los minigolf, es una palmera azotada por el viento. De vez en cuando, entre los enormes hoteles y los edificios de apartamentos en el lado de la costa, atisbo el motivo de que exista todo esto: la arena blanca y el cegador reflejo del Atlntico. Despus de varios kilmetros, veo el lugar que estoy buscando, la enorme extensin del Adam s Mark Hotel. Mi
habitacin en el Drop Anchor Inn est una manzana ms all, en el otro lado menos deseable- de la carretera. En su gigantesco cartel con forma de ancla se anuncia: Tarifas especiales para estudiantes y la tercera edad. Segn el canal meteorolgico, la diferencia de temperatura y humedad entre Washington y Daytona Beach no es exagerada, pero me siento engaado en cuanto me bajo del Hyundai Sonata que he alquilado. El calor irradia del pavimento, tan denso y hmedo que es como una bofetada. La fuerte brisa marina no ayuda en nada. Es como una bocanada que escapa de la puerta de un
horno. La habitacin es lo que puedes esperar por treinta y dos dlares al da: las oscuras quemaduras de cigarrillos marcan todas las superficies, el televisor y las lmparas estn atornillados a las mesas, y tengo que dejar un depsito de veinte dlares por el mundo a distancia. El olor a tabaco rancio impregna todas las telas y se mezcla con el perfume barato del ambientador. Pero la habitacin es grande, con un aparato de aire acondicionado que parece capaz de hacer su funcin, y tiene toma de telfono, as que podr conectar mi computador porttil.
Emma Sandling, ahora Susie Whalen, trabaja muy cerca, en la famosa playa. Tiene un puesto de comida llamado Beach Bunny, a unos doscientos metros del Adams Mark. Tambin es estudiante a tiempo parcial en el Daytona Beach Community College, donde asiste a un curso de terapia respiratoria. Sus hijos cursan el quinto grado en una de las escuelas bblicas gratuitas. Est en Ormond Beach y la patrocina la escuela de la Palabra de Dios. Whalen conduce un Subaru rojo familiar del 84 con una matrcula donde se lee Salvemos al manat. Ella y los nios viven en un pequeo apartamento
en Port Orange, donde le hacen una rebaja en el alquiler a cambio de que haga de conserje, lo que incluye fregar la escalera y el portal y ocuparse de que la lavandera y la zona de los trasteros estn limpias. Todo esto lo s gracias al e-mail de McCafferty, que slo me factur dos horas. Maravillas de la era de la informacin, me coment. Me siento en la cama y, despus de un minuto, me tumbo y contemplo el techo. Desde que recib el e-mail de McCafferty no he dejado de pensar en cmo har para abordar a Emma Sandling. Mi plan es ir al Beach Bunny, alquilar
una tumbona y una sombrilla, comprar un bote de leche solar y charlar con ella. Soy bueno en este tipo de cosas; la mayora de los reporteros lo son. Pago el aparcamiento para un da, pongo el recibo a la vista, encima del salpicadero, y me dirijo a la playa, detrs de un Explorer negro. Circulamos por la arena a la velocidad sealada de veinte kilmetros por hora. A mi derecha, un interminable desfile de edificios y coches estacionados, los reflejos de las piscinas de los hoteles y los apartamentos. A mi izquierda, el bosque de sombrillas, toallas, tumbonas, gente y la extensin del ocano y el
cielo. Veo la furgoneta donde trabaja Emma Sandling. Est debajo de un enorme conejo hinchable, vestido con un biquini. El mueco se mueve y tira de los cables de sujecin empujado por la fuerte brisa. Unos pocos clientes hacen cola delante del mostrador, bsicamente adolescentes larguiruchos en baador y jubilados barrigones. Una muchacha muy bronceada se aparta del mostrador con un cucurucho de patatas fritas. Dejo atrs la furgoneta. Mi primera visin de Emma Sandling es la de una figura detrs del mostrador que cuenta la vuelta. Salgo por la salida siguiente al
Adam s Mark y regreso por la A-1-A para entrar de nuevo y hacer una segunda pasada. Esta vez, Sandling est fuera de la furgoneta, con una libreta en la mano. Habla con una pareja de chicos cargados con tablas de surf color verde lima. Es una mujer pequea con los cabellos cobrizos recogidos en una cola de caballo. Viste pantalones cortos de color rosa, un top blanco y sandalias. El destello de una sonrisa, un rostro pecoso, y ya he pasado de largo otra vez. El tipo de la entrada me reconoce y me deja pasar con un gesto. A unos cien metros del Beach Bunny aparco el
Sonata entre una camioneta blanca y un Blazer oxidado. Qu le sirvo? Tiene una sonrisa bonita. Hoyuelos. Una botella de agua. Pequea o de litro? Me llevar una de litro. Es lo mejor -comenta. Saca una botella de Dasani de la nevera que est detrs de ella. Aqu hace mucho calor. Querr mantenerse hidratado.
Deja la vuelta sobre el mostrador, y mira a la mujer que me sigue en la cola, pero titubeo, inmovilizado por su despreocupacin y su vulnerabilidad. Alguna cosa ms, seor? me pregunta, al tiempo que frunce el entrecejo. No, es todo -le contesto, y me aparto del mostrador. Encuentro un lugar en la playa, extiendo la toalla en la arena dura y contemplo las olas, el interminable ir y venir del oleaje. Los nios juegan en el borde del agua, construyen castillos de arena,
obsequian con conchas a sus madres. Las gaviotas chillan, los aviones vuelan sobre el mar arrastrando pancartas de publicidad. Las mujeres dispuestas a broncearse yacen inmviles en sus toallas, como leones marinos calentndose al sol. Adolescentes en biquini chillan cuando entran de puntillas en el agua. Por el camino de servicio, un desfile de coches se mueve a la velocidad de un cortejo fnebre. Estoy sentado con el sol machacndome la espalda y la imagen de Emma Sandling en la mente. Noto que me arde la piel, y cuando cierro los ojos, siento como un golpeteo en la cabeza, como una puerta que se cierra una y otra vez.
Cuando regreso al coche, la sensacin de golpeteo ha desaparecido, y en su lugar hay un nico pensamiento que me deprime: no funcionar. He estado engandome a m mismo: cmo he podido creer que funcionara? No hay ninguna duda de que puedo abordar a Emma Sandling, incluso hacerme amigo suyo. Pero qu pasar cuando saque a relucir el tema? Cuando su nuevo amigo comience a hablar del secuestro de sus hijos, un incidente que ella ha hecho lo imposible por sepultar en el pasado? En el interior del coche hace tanto calor
que cubro el asiento con la toalla sucia de arena. El volante me quema las manos. De nuevo en el motel repaso la informacin que McCafferty me envi referente a los horarios de Emma Sandling. Anoto en la libreta las preguntas que quiero formular. Luego, con la mirada puesta en el techo, pienso durante mucho rato cmo conseguir que Emma Sandling hable conmigo. Finalmente, me visto con un pantaln corto y una camiseta y salgo a correr por la calzada lateral paralela a la A-1-A en un trance de calor y movimiento. Quiz correr consiga que brote una idea. Corro media hora de ida y otra media de vuelta, despus me arrastro a mi helada
habitacin y me doy una ducha. No dejo de pensar. Tengo algo para presionar a Emma Sandling. Se esconde. S dnde est. Puedo descubrirla. Ella lo comprender: aqu tiene una vida; no querr volver a vivir en una tienda. Pero la presin no equivale exactamente al plan B. De ninguna manera. Slo puedo hacer una cosa: ponerme a su merced. Gracias al e-mail de McCafferty s los horarios de Emma. Cierra el Beach Bunny a las cinco, luego va a Ormond Beach para recoger a los nios en la
escuela. Supongo que hacen una cena rpida y despus deja a sus hijos con la canguro en Port Orange, con lo cual slo dispone del tiempo justo para asistir a su clase de las siete en el Daytona Beach Community College. sta dura hasta las nueve y media, y cuando sale recoge a los nios y se van todos a casa. Una larga jornada. Podra presentarme en su apartamento, pero tengo la impresin de que me irn mejor las cosas si consigo hablar con ella sin la presencia de los chicos. No se sentir amenazada. Si tuviera un poco ms de paciencia, podra esperar hasta maana, esperarla en el Beach Bunny antes de que abra. Pero estoy
impaciente. Si doy con su coche en el aparcamiento del Community College, la esperar all. Mientras tanto, abro el correo electrnico. Hay un mensaje de Petrich, que adjunta el expediente sobre las monedas y el conejo de origami. Lo leo, pero la nica informacin nueva es la opinin de un experto en papiroflexia que ocupa un prrafo. Sin destruir la muestra, no puedo ver las tcnicas de plegado, pero por la observacin exterior, mi opinin es que se trata de un conejo Lang modificado, una pieza de dificultad intermedia
adaptada de uno de los muchos conejos de origami creados por el reputado doctor Joseph Lang. Intento ver la televisin, pero me pone frentico: los anuncios, las risas enlatadas y las noticias me producen dentera. Apagarla es peor; me quedo con el miedo estimulado por la adrenalina y el glacial paso del tiempo. Al cabo de un rato me voy a caminar por la playa, un poco ms tranquilo por el rumor de las olas. Aun as, no dejo de consultar el reloj cada pocos minutos. A las nueve, circulo por el Clyde Morris Boulevard. En el cielo destacan unas franjas rosas. Doblo en International
Speedway Drive, y hago otro giro a la derecha para entrar en el enorme aparcamiento del colegio universitario. Estaba ocupado hasta la mitad, pero seguramente deba de estar lleno cuando lleg Emma, porque encuentro su Subaru rojo aparcado en un extremo. Estoy seguro de que es el suyo porque en las placas de la matrcula se lee Salvemos al manat, pero de todas formas cotejo el nmero con el que aparece en el email de McCafferty. Correcto. Son las nueve y cuarto. Aparco a un par de plazas del Subaru. Escucho la radio durante un rato, pero despus de unos pocos minutos tengo que bajar del
coche. Me comen los nervios. Pero entonces me parece que llamo la atencin de pie sin hacer nada, as que me acerco a una pequea faja de vegetacin que separa el aparcamiento de una calle de servicio. Es aqu donde espero, rodeado de palmeras y junquillos, y murmuro para mis adentros mientras las hojas susurran y se mueven con la brisa. Me doy cuenta de lo que hago: estoy ensayando. Es como si estuviese ponindome a tono antes de salir al aire. S que es una estupidez, como si hubiese una manera correcta de decir lo que dir, pero de todas maneras contino ensayando diferentes frases, porque eso
mantiene mi mente ocupada. Emma, me llamo Alex Callahan. Tenemos una tragedia comn Emma Sandling, necesito su ayuda. Emma Ya es noche cerrada. Los focos colocados a intervalos regulares por todo el aparcamiento proyectan sus respectivos conos de luz con sus correspondientes nubes de insectos. Se marchan ms coches. En este sector slo quedan poco ms de una docena.
Se acerca una figura, pero no tardo en ver que no es ella. Es un chico, con unos pantalones que parecen ser tres tallas ms grandes y auriculares. Sube a un Toyota y se va. Cinco minutos ms tarde, la veo. Camina a paso rpido en mi direccin. Me doy cuenta de que puede parecer algo siniestro la manera en como estoy entre la vegetacin, as que antes de que se acerque demasiado camino hasta mi coche. Pienso en abrir el maletero como una manera de justificar que estoy fuera del coche. En el ltimo momento cambio de idea y levanto el cap. Inmediatamente, intuyo que es un error.
Tiene las llaves en la mano y me mira con recelo antes de abrir la puerta. Estoy paralizado. Baja el cristal de la ventanilla manualmente y hace girar la llave de contacto. El motor est muy revolucionado. Cuando consigo moverme, ella se est abrochando el cinturn de seguridad. Me acerco con una mano en alto. Me permite? Lo siento, pero la verdad es que tengo mucha prisa.
Espere -digo, y luego le suelto con mi mejor voz de reportero-: Tenemos una tragedia comn. Las palabras ensayadas suenan extraas, muy extraas, incluso para m. Emma frunce el entrecejo, como si le hubiese hablado en un idioma extranjero y estuviese intentando traducir lo que he dicho. Soy Alex Callahan. Ahora hablo demasiado de prisa, las palabras se atropellan las unas con las otras-. Usted lo ha visto en las noticias. Mis hijos, Kevin y Sean, han sido secuestrados. Su tragedia se ha acabado, Emma, pero la
ma contina. Necesito su ayuda. Necesito Creo que es el sonido de su nombre lo que lo consigue. Nada ms de lo que digo llega a calar hasta que empleo su nombre, el nombre que ella ya no usa. Veo el impacto, la comprensin seguida un nanosegundo despus por el horror. Luego se va, en medio de un horroroso rechinar de los neumticos y una lluvia de gravilla. La he pifiado. Aun as, no me asusto porque s que no
puede escapar de m. Desde luego que no. S adonde va. Pero en este mismo momento parece como si no pudiera moverme, como si no pudiera respirar. El aire me oprime, pesado y denso. An contino en el mismo lugar cuando ella vuelve. Detiene el coche y abre la puerta. La luz escapa por la puerta abierta y recorta su silueta. Escuche, lo siento. Es que me aterra. Hay tanta energa negativa que sea yo la nica persona que puede comprender lo que ocurre, y sin embargo hiciera todo lo posible para mantenerme apartada
Su voz se apaga y durante un minuto o ms permanece en silencio. El sonido del trfico parece ir en aumento, como si ganara fuerza. Cuando vi a sus hijos en la televisin Oh, Dios mo -Respira entrecortadamente-. Supe que era l, lo supe en el acto. Pens, llegu a pensar pens. Pierde el control de la voz y rompe a llorar-. Pens bien, ahora ya no volver. Tiene lo que quiere. Reprime un sollozo-. Lo siento. No pasa nada -comienzo-. Com
S que pasa -me interrumpe-. Me siento tan avergonzada. Exhala un suspiro-. La cuestin es que, cuando los nios aparecieron en Eureka, cualquiera hubiera credo que todos estaran muy felices. Pero no lo estaban, de verdad que no. Se llenaron la boca con todo aquello de que era un milagro, que era maravilloso, pero era como si no fuese suficiente para ellos. El final feliz dur algo as como cuarenta y ocho horas. Despus quisieron volver a la tragedia y al desastre, cuanto ms horrible mejor. Fue muy duro. Mis hijos volvieron, y entonces ellos me los quitaron. Tuvo que ser terrible
Sacude la cabeza, golpea el suelo con la punta del zapato, saca un cigarrillo y lo enciende. Estoy intentando dejarlo -comenta-. Nunca fumo cuando estoy con los nios. Eso est muy bien. Tiene que comprenderlo -dice-. Todava tengo miedo de que encuentren la manera de quitrmelos. Lo comprendo. Siguen sin creer que soy inocente.
Nunca creyeron que Dalt se marchara sin ms, que se espant cuando lo llam desde la comisara para decirle lo que haba pasado. Haba tenido problemas en el pasado; haba estado en la crcel. Lo saba, Pero no saba que estaba en libertad condicional. Despus, cuando no pudieron encontrarlo, se aferraron a esa teora. Sencillamente no podan creer la verdad, que se haba largado porque tena miedo. Siempre creyeron que encontraran a los chicos enterrados en alguna parte, o que Dalt acabara por presentarse y confesar que l y yo habamos vendido a los nios como esclavos sexuales o algo as. No puede ser.
Lo es, y cuando mis hijos volvieron, fue como si quisieran encontrarlos destrozados. Que estuvieran bien, quiero decir, ms o menos bien, fue una desilusin. Fueron incapaces de dejarlos en paz. No dejaban de incordiarlos. No lo s. Supongo que yo tampoco hubiera confiado en m. Escuche, tiene usted todo mi apoyo. Pero la razn por la que he venido a buscarla es que estoy desesperado. Creo que quien se llev a sus hijos ahora tiene a los mos. Desva la mirada, y cuando me mira de
nuevo, veo que est llorando. Se sujeta el rostro con las manos. Lo s. Entonces Es que, sencillamente, no creo que pueda ayudarlo. En parte porque la polica iba por m y por Dalt, pero tambin porque ellos no tenan ninguna pista. La cmara de seguridad de la gasolinera film la caravana, pero no la matrcula. Muchas personas que se encontraban en la gasolinera vieron al tipo, pero llevaba un uniforme, un mono y una gorra, como un operario. No aparece en el vdeo de la gasolinera.
Hablar conmigo? Por favor, slo quiero que me cuente cmo ocurri todo. Me mira. Si puedo hacerlo sin convertir mi vida en una historia del National Enquirer, s. No s qu puedo decirle que le sirva de ayuda, pero -Se encoge de hombros. Gracias. Exhala un fuerte suspiro, consulta su reloj.
La canguro comenzar a preocuparse, y tengo que acostar a los nios. Por qu no viene al Bunny maana? No s por qu, pero me hago el loco. El Bunny? Lo vi all, con la gorra de los Orioles Usted compr una botella de agua. Se toca la sien-. Es una pena que no viera al tipo que se llev a mis hijos. Nunca olvido una cara.
Captulo 18
Ayudo a Emma en los momentos en que se ve desbordada por los clientes; le alcanzo las latas de gaseosa, cargo las neveras, atiendo el mostrador mientras ella alquila una tabla de surf. Hablamos durante los momentos de calma. Entre el estruendo de las olas, el rugir del generador y el zumbido de los motores de las neveras y el aire acondicionado, hay tanto ruido en el interior de la furgoneta que mantenemos nuestras conversaciones casi a voz en cuello. A media maana, nos hemos contado lo
bsico de nuestras historias. Para m, no hay ninguna duda de que el hombre que secuestr a sus hijos es el Flautista. Pero Shoffler tena razn: los paralelismos son muy vagos. No hay ningn detalle real, y mucho menos pruebas, para relacionar ambos casos. Comentamos lo que es ser considerados como presuntos responsables de la desaparicin de nuestros hijos. En mi caso, podas suponer que sucedera -afirma-. Me refiero a que soy una yonqui, rehabilitada, s, hace tres aos que estoy limpia, pero qu? Siempre ests a esto de recaer. Me ensea el pulgar y el ndice apenas
separados-. Tienes que convertir ese espacio en algo as como el titanio. Eso es lo que estoy intentando hacer. Creo que lo conseguir. Se encoge de hombros. El caso es que, con alguien como yo, fue como si creyeran que se trataba de una extorsin, que intentaba conseguir dinero, que eso era lo que haba detrs de la desaparicin de los nios. Pero con usted? No lo entiendo. Mi esposa y yo estamos separados. El caso es que el Flautista dej la camiseta
ensangrentada en el armario y durante un par de das creyeron que yo haba matado a mis hijos. Ah, s, ya lo recuerdo. La sangre de gallina. El bol de agua tambin era una parte del montaje. No s qu creyeron, que tena a los chicos encerrados en el armario? Qu bol de agua? Haba un bol de agua en un estante del armario de los nios, el ms alto. No s qu haca all. Era el mismo armario donde encontraron la camiseta.
No es un jadeo -se parece ms a que haya dejado de respirar-, pero es imposible no percibir la alarma que provoca en Emma Sandling. Qu pasa? pregunto. Es l -responde. A qu se refiere? Qu hay de las monedas? Haba una hilera de monedas? S. Estaban alineadas en el lavabo. Cmo?
Emma apoya una mano en mi antebrazo. Haba una hilera de monedas en el centro del saco de dormir de Connor. Cre que lo haba hecho Conn. Pero entonces Amalia, que viva en la tienda vecina, vio las monedas y se llev un susto de muerte. Quiero decir que prcticamente se puso blanca, y Amalia era de piel muy oscura. Ella fue tambin la que encontr el agua, un bol en un pequeo estante que yo haba instalado en un lado de la tienda. Por qu se aterroriz? Qu significa? Eso es lo que yo quera saber, pero
Amalia Primero me dijo que no tocara nada, estaba fuera de s. No toques el agua, me deca. No muevas las monedas. Lo deca muy convencida, como si fuese algo de vida o muerte. Yo no entenda nada. Ella trat de explicrmelo, pero apenas chapurreaba el ingls. Al parecer era algo relacionado con el vud, y ms vala no tocar nada. Le he dicho que era de Hait? Espere. Atiende a un grupo de adolescentes: gaseosas, patatas fritas, crema solar, una camiseta. Una de las chicas se re y exclama:
Venga, Kevin, para ya! Kevin. El nombre, slo su sonido, me paraliza. Kevin, Sean, dnde estis? Hay un vaco, una inquietud en mi pecho. Es porque la polica se llev el agua y las monedas con la cabeza de la Libertad como pruebas. A la vista de lo que Emma acaba de contarme no puedo evitar la sensacin de que eso puede ser malo para los chicos. Quiz lo ha sido. Emma se aleja del mostrador, se sienta en el taburete y se aparta un mechn de pelo de la frente. El aire acondicionado no consigue enfriar del todo el interior de la furgoneta, y ambos estamos
cubiertos con una pelcula de sudor. Qu hay de la tal Amalia? Todava est en contacto con ella? Emma niega con la cabeza. No he vuelto a verla nunca ms. Ms o menos en el mismo momento aparecieron los polis y acordonaron la tienda con la cinta amarilla. Yo quera quedarme all, convencida de que los nios quiz regresaran, pero me llevaron a la comisara. Tambin comenzaron a interrogar a las dems personas del parque; cerraron las salidas. Amalia y su compaero
Bertrand eran ilegales. Ella trabajaba en el Comfort Inn. l era techador. Hay muchas personas as que viven en los parques. Ya sabe, los pobres con empleo. Un camping siempre es mucho ms barato que un alquiler. La cuestin es que Bertie y Amalia no quisieron hablar con la polica. Ella sencillamente enmudeci. No vio nada, no oy nada, no saba nada. Cuando la polica fue a buscarla de nuevo para preguntarle por aquellas monedas, porque yo se las haba mencionado, y esto fue como una semana ms tarde, Amalia y Bertie ya se haban largado haca tiempo. As que nunca descubri de qu estaba hablando?
Descubr al cabo de un tiempo que se trataba de algo as como una maldicin, cosa que ya me figuraba por la reaccin de Amalia. Pero nada ms. Ella le dijo que no las moviera, que ni siquiera las tocara? As es. La polica se llev el bol de agua de mi casa, y tambin las monedas. Como pruebas. Tambin se llevaron las mas. La verdad es que prcticamente destruyeron
todo lo que haba en la tienda, incluida la tienda, para ver si haba rastros de sangre y todo eso. Tendra que haber visto lo que recib cuando acabaron por devolverme mis bienes materiales. Hicieron una lista cuando se lo llevaron. Supongo que estaban obligados. El inventario del registro. S, eso es. Algunas de las cosas no me las devolvieron. En la lista estaban marcadas: Sometidas a pruebas hasta la destruccin. -Traza unas comillas en el aire, y luego sacude la cabeza-. Las monedas estaban en un sobre de plstico. Las tir al mar, despus, cuando me devolvieron a los nios. Una
a una. Me hago cargo del mostrador mientras ella sale para alquilar dos sombrillas. Vendo dos helados y un polo. No acabo de entender qu pinta el vud en todo esto -le digo cuando vuelve-. El tipo que se llev a mis hijos es blanco. Eso mismo dijeron los mos: el tipo no era negro. Yo tampoco consegu entenderlo. Uno de los detectives me coment que poda tratarse de una red de secuestradores de nios. Emma
Por favor, intente llamarme Susie. Lo siento. Susie Est sentada en el taburete, con las piernas cruzadas, balancea un pie del que cuelga la zapatilla. Veo que se ha pintado las uas de los pies de cinco colores diferentes, como si fuesen caramelos de goma. Puedo hablar con los chicos? Dios mo -exclama-. Saba que al final llegaramos a esto. Se lo pido slo porque creo que puede
haber algo, ni siquiera s qu, pero quiz sepan algo que pueda ayudarme. Es que sencillamente no quiero revivir todo aquello. Exhala un suspiro-. Qu pasar si le dicen algo y usted quiere comunicrselo a la polica? Despus la polica los interrogar de nuevo y se filtrar -Vuelve a suspirar-. La verdad es que no quiero tener que marcharme a otro lugar y empezar de nuevo. Echa la cabeza hacia atrs y mira el techo. Por encima del rugido del generador se oye el estruendo del viento, que vuelve a soplar. Una nube de arena golpea contra la furgoneta. Por encima de nosotros, el globo con forma de conejo tira de los
cables de sujecin. Cuando Emma me mira de nuevo, veo el brillo de las lgrimas en sus ojos. Creo que no tendra que haber preguntado. Cmo poda no preguntar? replica-. Me hago cargo. Cierra las manos y se frota los ojos con los nudillos, como un nio. Respira profundamente e hincha los carrillos, como un dibujo que representa al viento del norte, y despus exhala, bruscamente, como si hubiese estallado. La compasin acaba por imponerse a su instinto de supervivencia-. De acuerdo -asiente, y cierra los ojos con fuerza cuando lo
dice, como si no quisiera ser testigo de su propio asentimiento. Emma establece las normas y me hace jurar por mis hijos que las respetar. Llamar a los nios por sus nombres de Florida (Kai y Brandon). No los presionar demasiado si parece que no quieren responder a una pregunta. La reunin no durar ms de quince minutos y todo lo que digan ser confidencial. Hay ms. Me sorprende que, despus de todo lo que ha pasado, todava otorgue tanto valor a la palabra de alguien. Nos encontramos a la noche siguiente. Mi primera visin de Kai y Brandon
casi me quita el aliento. No es que se parezcan a mis hijos. No se parecen. Pero comparten los hbitos de los gemelos, la manera como se miran el uno al otro, se siguen el juego, se interrumpen todo el tiempo, acaban la frase del otro e intercambian miradas para apoyarse mutuamente en medio de la conversacin. Estoy preparado para una historia de horror, pero lo que me dicen casi me consuela. Dnde estabais? es mi primera pregunta, y los miro por turnos-. Cmo era el lugar?
Era una casa grande. Brandon mira a su hermano, que le responde con un gesto. Muy grande. Con un jardn. Y muchos rboles. Como un bosque. Qu clase de rboles? Kai mira a Brandon y se encoge de hombros. Pinos?
S -dice Brandon, y mira a su madre-. Como en Grand Tetons. Estuvimos all un par de meses explica Emma-. Trabajaba en un restaurante en Jackson. Tenan hamburguesas de bfalo comenta Kai, con una expresin de asco. Enormes. Haba otras personas, en la casa grande, me refiero a personas que cortaran el csped o hicieran las tareas, o slo el hombre que os llev en el coche cuando estabais en el McDonalds?
Slo l. Algunas veces haba otras personas, pero nosotros no las veamos. Tenamos que quedarnos en la habitacin grande. Es lo que nos deca Doc. Doc. No me gusta cmo suena. Doctor Mengele. Papa Doc. Baby Doc. Pero no tenamos que estarnos callados o nada. Ni nada -lo corrige Emma. Ni nada. Incluso podamos jugar con la consola.
Por qu no podais ver a otras personas? Porque podan decrselo a los dems, y entonces mam -mira a Emma- poda tener problemas y no volveramos a verla nunca ms. Cuando el hombre los abord en el McDonalds -explica Emma-, les dijo que era amigo mo, que yo deba someterme a tratamiento, que no poda soportar la idea de tener que decirle a los chicos Doc nos dijo que haba tenido una recada -precisa Brandon.
Le dijo a los nios que a m se me partira el corazn si tena que despedirme de ellos -aade Emma-. Les dijo que me quedara en el lavabo de seoras hasta que se marcharan. Tambin les prometi que yo ira a buscarlos en cuanto acabara con el tratamiento. Pero que si alguien se enteraba de que estaban con l, que no tena autorizacin para cuidarlos, entonces los llevaran a un hogar de acogida y los servicios sociales no permitiran que volvieran a vivir conmigo. Nunca ms -recalca Kai, con voz enftica-. Eso fue lo que dijo.
Nosotros tenemos un cdigo -explica Brandon-, para saber si de verdad lo ha dicho mam o no. No se lo digas! le advierte Kai. Brandon mira a su hermano con una expresin de reproche y luego me mira a m con una sonrisa de disculpa. No podemos decrselo a nadie porque entonces podran enterarse y seran capaces de engaarnos. Es un plan muy bueno. Soy consciente de que se me acaban los quince minutos-. As que eso era lo que
hacais todo el da? Jugar con la consola? Mirar la tele? No, nada de tele. Jugbamos mucho con la consola y al ping-pong. Tambin al Uno. Sobre todo entrenbamos. Entrenabais? Los miro-. Qu hacais? Ejercicios -contesta Kai, y comienza a recitarlos con un sonsonete al tiempo que cuenta con los dedos-. Flexiones, abdominales, estiramientos
Los dos? El doctor Mengele reaparece en mi cabeza junto con frases como biopsia muscular, desarrollo cardaco y esfuerzo mximo. Aja. Os someti a pruebas, con mquinas o cosas por el estilo? No. Algunas veces competamos -dice Kai. Casi siempre ganaba yo.
No todas las veces -protesta Brandon. Hacamos mucha gimnasia -recuerda Kai-. Saltos mortales y cosas as. Tambin saltos mortales de espalda. Quiere verlo? Alex no tiene tiempo para eso interviene Emma-. Al parecer, eso era lo que hacan todos los das durante horas aade-. Caminar sobre la barra de equilibrio, saltos. Ms de una vez me he preguntado si el tal Doc no sera algo as como un preparador fsico chiflado. Tambin trepbamos por cuerdas -
comenta Kai, muy animado-. Hasta el techo. Lo hacamos a menudo. Era duro. Era para hacerte fuerte. Qu clase de cuerdas? Kai y Brandon se miran el uno al otro y se encogen de hombros. Cuerdas -contesta Kai-. Eran gruesas y colgaban de unos ganchos en el techo. Las que tenan nudos eran ms fciles. S, al principio nos costaba mucho subir por las lisas. Lo recuerdas, Bran? No subamos ms de medio metro del suelo.
Fuimos mejorando. As que hacais Dnde, en un gimnasio, en la casa grande? S, estaba en el stano. Era una habitacin muy pero que muy grande. Ambos asienten muy seguros. S. Como la YMCA o algo as. A qu altura estaban las cuerdas? Se miran el uno al otro de nuevo.
Muy altas. El techo estaba alto como ste, o? Las habitaciones del apartamento de Emma tienen unos dos metros cuarenta de altura. No -niega Brandon-. Ms altas mucho ms altas. Aja. Ese hombre l os hizo algo? Como qu? No estoy muy seguro de cmo decirlo, y Emma interviene:
No -responde-. Nada de eso. Nada de qu? quiere saber Kai. Su madre vacila. T me dijiste que no os hizo ningn dao. Brandon niega con la cabeza. No nos hizo dao. Nos trataba bien. Os trataba bien. As que era simptico? pregunto. Emma me mira, pero lo deja correr. Los
chicos niegan a la vez con un gesto. Estn aburridos, comienzan a inquietarse. No -dice Kai-, slo era slo era Mira a su hermano, pero Brandon se encoge de hombros. Ninguno de los dos parece ser capaz de definir la conducta del secuestrador-. Era normal -acaba por decir Kai-. La mayor parte del tiempo nos dejaba tranquilos, excepto cuando entrenbamos. Qu fue lo que os hizo desconfiar de l? le pregunto a Kai-. En el centro comercial. Qu te impuls a llamar a la amiga de tu madre?
No lo s. Kai frunce el entrecejo-. l no lo s. Sacude la cabeza. Kai es muy intuitivo y un peln desconfiado -afirma Emma con una dbil sonrisa-. Brandon es ms optimista. Eso qu quiere decir, mam? pregunta Brandon. Significa que siempre esperas lo mejor, cario. Ser tuitivo tambin es bueno? quiere saber Kai.
Intuitivo. S, chiquitn, significa que eres listo y ests siempre atento, no a lo que las personas dicen, sino de la manera como ves las cosas. Me mira-. Han estado mucho tiempo al cuidado de otras personas, y hay mucha eme en el sistema. Eso no es algo que fomente la confianza. Emma se encoge de hombros-. Brandon es la excepcin. Oooh -exclama Brandon-. Mam ha dicho eme. El hecho de que el secuestrador no abusara de los nios me quita un enorme peso de encima, pero no consigo adivinar cules pueden sus intenciones. Secuestra a una familia? Hijos?
Qu clase de relacin mantiene con ellos? Ese tipo, Doc, coma con ustedes? No, nos dejaba los cereales, la leche y todo el desayuno, y nosotros nos preparbamos nuestros propios bocadillos al medioda. l se encargaba de la cena, comida en cajas de plstico que calentaba en el microondas. No estaba mal -seala Kai-. La comida. Era sana. Nada de comida basura. Nunca visteis a nadie ms?
Brandon sacude la cabeza con energa. No. Estoy tratando de pensar alguna otra pregunta cuando Kai aporta algo. Algunas veces haca trucos para nosotros, lo recuerdas, Bran? Al principio? Trucos? Emma frunce el entrecejo. Esto parece ser una novedad para ella-. Qu clase de trucos? S, con naipes y cosas -aade Brandon. Ese tipo de cosas, trucos de magia.
Tambin con monedas. Monedas. Haca filas con las monedas? pregunta Emma. Brandon hace una mueca. No. Era como si las sacara del aire, o las haca desaparecer. As -dice Kai, y aplaude. Emma consulta su reloj. El recordatorio me impulsa a formular una pregunta que
nunca he hecho como reportero, una pregunta tan abierta y genrica que casi siempre se responde con un encogimiento de hombros. Recordis cualquier otra cosa algo de la casa, del hombre o no s cualquier cosa que ocurriera mientras estabais all? Se lo dijimos a la polica -contesta Brandon, que est aburrido a ms no poder-. Una vez, y otra, y otra. Lo s, pero hay algo que pueda ayudarme a encontrar a ese hombre? Nos minti -declara Kai-. Mam nunca
le pidi que nos llevara con l. Ella estaba en la cola para traernos la comida. Lo s. Pero si hay alguna Kai exhala un suspiro. De acuerdo. Toca concentracin, vale, Bran? Ambos cierran los ojos y en sus rostros aparecen sendas expresiones muy exageradas de profunda concentracin. Kai abre los ojos y se encoge de hombros.
Creo que ya es suficiente -decide Emma. Brandon abre los ojos y se vuelve hacia su hermano. Alguna vez hablamos de los perros? Kai se encoge de hombros. Perros? pregunto. Flacos -contesta Brandon-. Se les vean los huesos. Pero no tenan hambre. l dijo que eran as. En la puerta, le doy las gracias a Emma
con tanta efusin que ella casi se avergenza. A m no me parece que lo hayan ayudado mucho -manifiesta. Se muerde el labio inferior-. Espero que le sirva de algo. Espero que encuentre a sus hijos. Oigo a los nios en la habitacin, y el sonido de sus voces hace que se reavive todava ms la sensacin de prdida. Por lo que parece, no puedo moverme, y se produce un silencio incmodo. Emma carraspea. Es obvio que no quiere cerrarme la puerta en las narices, pero tiene que ocuparse de las tareas de la casa y acostar a los nios.
Bueno -aade-, buena suerte. Son muy afortunados al tenerla a usted digo, cuando recupero la voz-. Son muy afortunados al tenerla como madre. Se rasca una ceja con el meique, luego me mira con una cierta irona. Gracias -responde. Se balancea atrs y adelante-, pero nacieron adictos, sabe?, as que les debo algo. Estoy seguro de que se lo pagar con creces. Esta frase manida parece inquietarla.
Quiere que me marche. La verdad es que me cuesta irme porque me deprime la idea de emprender el camino de regreso al Drop Anchor. Bueno -repite Emma. Mis titubeos en su umbral slo consiguen ponerla nerviosa. Es con un cierto esfuerzo que amago un saludo y me marcho. S, he confirmado mis sospechas de que el secuestrador de los nios Sandling es el mismo hombre que se llev a mis hijos, pero eso adonde me conduce? Estoy ms cerca ahora de encontrarlos?
Captulo 19
De nuevo en Washington consulto mis libretas y me lanzo a la persecucin de mis pistas, si es que lo son. Las monedas. Si Amalia, la amiga de Emma, acert en la vinculacin con el vud, s por dnde comenzar. Scott, uno de los productores de la cadena, hizo un reportaje sobre el vud el ao pasado. Fue a algn lugar de Florida, donde hay una muy numerosa comunidad haitiana. Eh, Alex! Te echo de menos, to. Cmo van las cosas? Me las apao.
Si puedo hacer algo por ti, no tienes Pues por eso mismo te llamo. Recuerdas el reportaje del vud? Tengo una pregunta y pens que t podras decirme a quin acudir. Una pregunta de vud? Claro. Si yo no puedo respondrtela, s quien lo har. La persona que se llev a los nios dej unas cosas en mi casa. Espera. A tus hijos no los secuestraron en una feria? El secuestrador los trajo a casa y dej unas cosas. No estoy muy seguro de si la
polica dio esa informacin. Cosas de vud? Algunas. Al menos, eso creo que son. Diablos! Muecos? No. Monedas. Una hilera de monedas, un bol de agua, colocado en un lugar alto. Sabes?, eso me recuerda el caso de una residencia de Cocoa Beach. El sindicato estaba intentando organizar a los trabajadores de una serie de residencias en la zona. En una de ellas,
la gerencia contraatac con la colocacin de mensajes vud, creo que los llaman as, por todas las dependencias. El personal de servicio era en su mayor parte haitiano, vale? Estas advertencias, o lo que fueran, consistan en hileras de monedas y boles de agua en los lugares ms extraos. Todo acab cuando a la gerencia la acusaron de prcticas laborales injustas! Intimidacin a la fuerza laboral. Porque las monedas eran maldiciones, y los boles de agua eran para que bebieran los espritus, para sugerir que haba espritus por all. Espritus sedientos. Increble.
Las monedas de tu casa eran de diez centavos? S. Las de diez centavos con la Libertad alada, con las alas que salen de la cabeza de la Libertad? Cmo lo sabes? Porque esas monedas valen en el reino del vud. No pude meter nada de todo esto en el programa, pero es un tema fascinante. En primer lugar, porque, debido a las alitas, la mayora de la gente las llama Mercurio. As que es
posible que todas esas supersticiones estn basadas en error. Porque se supone que la cabeza de la moneda es la Libertad. En cualquier caso, Mercurio era el dios romano de las encrucijadas, los mensajes, los juegos de azar y la prestidigitacin. El dios de la magia. Encaja porque los haitianos creen que algunos de los houngan tienen poderes sobrenaturales; en otras palabras, que pueden hacer magia. Qu es un houngan? Un sacerdote, un sacerdote vud. Como te deca acerca de las monedas Mercurio, el equivalente vud de Mercurio se llama Legba.
El equivalente vud? Hay un equivalente? El vud es una religin muy sincrtica. Sencillamente, se apropia de cosas que toma de aqu y de all. sa debe de ser la razn ms probable para que siga funcionando. As que Legba tambin est relacionado con san Pedro, el guardin de las puertas, vale? Esa figura, que es Mercurio, Legba y san Pedro, va de accesos y umbrales. Cmo es que esas monedas acaban convirtindose en maldiciones?
Eso es algo que no s, pero los trabajadores de aquella residencia se negaban rotundamente a entrar en algunas de las habitaciones porque decan que estaban malditas. Caray. Supongo que las monedas Mercurio tambin funcionan como amuletos de la suerte, porque la gente en Louisiana y Florida las llevan alrededor del cuello como si fueran collares. Al parecer, atraen el dinero. No me digas. Adems, las monedas las usan en las
bolsas mojo. Bolsas mojo? No te burles. Consegu que me hicieran una cuando el reportaje, y quiz slo sea una coincidencia, pero mi vida est funcionando a tope desde entonces. Para una bolsa mojo necesitas una moneda Mercurio. Tambin un par de races, la clase de raz depende de lo que decida el houngan. La ma tiene una raz de san Juan el Conquistador. Lo recuerdo porque me hizo gracia el nombre. Ah.
La cuestin es que los houngan saben cules son las races correctas. As que coges una moneda Mercurio, las races y un poco de azcar. Lo envuelves todo en un billete de dos dlares, luego lo metes en una bolsa de franela roja y la atas bien apretada. Despus, para hacer que tu mojo funcione, tienes que mojarlo con la sangre menstrual o la orina de la mujer que amas. Esa parte me cost lo mo con Christine No me cabe ninguna duda. Hablamos un poco ms, le doy las gracias, y por si acaso necesito saber ms cosas sobre vud me da el nombre de un profesor de la universidad estatal
de Florida. Hago una lista de ferias medievales. S por investigaciones anteriores que se celebran muchas ms de lo que cualquiera podra imaginar. Afortunadamente para m, la primera pgina que me da Google -una gua de ferias- resulta ser de gran ayuda. Slo con cliquear en el centro de la muy adornada tapa de cuero del libro que es la pgina tengo acceso a una larga lista de eventos: ferias, festivales, representaciones, fiestas, desfiles, justas y ms. Presentadas en orden cronolgico, las pginas imitacin
pergamino del libro son una magnfica fuente de informacin. Cada feria o festival tiene apartados con detalles sobre el ao en que la feria o el festival est ambientado (1567, 1601, etctera), desde cundo se hace, de cuntos escenarios dispone, la cantidad de tenderetes y puestos de comida, mapas, informacin meteorolgica, horarios, precios de las entradas, junto con nmeros de telfono y otras informaciones de inters. Hay incluso una poltica de armas para cada evento, donde se estipula si las armas deben o no estar sujetas o enfundadas. Adems de los doscientos nueve eventos ms destacados, la gua
tambin incluye a los artistas y las compaas que montan todo eso, un fabuloso catlogo que abarca desde exhibiciones de aves de presa hasta tragafuegos y bufones. Los artesanos y los vendedores tienen sus propias pginas: entre los que aparecen en las listas hay proveedores de vasos y jarras de cuero, cotas de malla y mazas para malabaristas. Con la gua como referencia, ahora dedico unas cuantas horas al da a hablar por telfono con las personas que dirigen esos espectculos. A la mayora tengo que ganrmelas, evitar que se
pongan a la defensiva y se nieguen a colaborar. Comprendo sus razones para no querer hablar conmigo. Yo tampoco hara caso a las llamadas de un tipo desesperado que va diciendo por ah que mi mundo de fantasa es el coto de caza de un secuestrador. Aun as, consigo ganarme a la mayora de ellos, al menos hasta el punto en que acceden exhibir el cartel de se busca en las zonas reservadas al personal. Hago el cartel en Kinkos. Debajo del clsico Se busca aparecen los diferentes retratos del Flautista (incluido el que hizo el dibujante de la polica que trabaj con los gemelos Sandling). Al
pie de las fotos hay una breve descripcin del secuestro de mis hijos, las circunstancias y la fecha, junto con lo que se sabe del fsico y el disfraz del Flautista y el perro. Por ltimo, estn los telfonos de contacto y la recompensa ofrecida. Envo varios paquetes todos los das: una carta de presentacin y las copias del cartel. Los mando por FedEx aunque es caro- por la sensacin de urgencia que implica la entrega al da siguiente. Llevo el control de los envos en el computador, donde he abierto una carpeta para cada evento, de tal forma que pueda hacer el seguimiento de las
llamadas, los e-mails, las respuestas y las acciones emprendidas. Los links con la agenda me recuerdan cundo debo consultar el seguimiento. En cuanto acabe con todos los eventos que aparecen en la gua har lo mismo con las listas de vendedores y artistas. Mientras tanto, intercalo las visitas al mundo medieval para planificar una campaa en el reino canino. Quiz pueda pillar al Flautista a travs de su perro. Me quedo pasmado cuando en la primera bsqueda de Google lebrel- encuentro ms de treinta y siete mil entradas. Hay muchsimas repetidas, pero aun as, hay ms criadores de
lebreles, clubes y aficionados a este tipo de perros de lo que poda imaginar. Oh, s -afirma muy contenta una mujer del Mundo Lebrel-, son unos perros maravillosos, activos pero dciles, y son tan increblemente bonitos, no le parece? Puedo ayudarlo a encontrar un cachorro? Por eso me llama? Mi sencilla explicacin -que estoy intentando dar con una persona a la que han visto con un lebrel- slo la confunde y la preocupa. Eso es todo lo que sabe sobre ese hombre? Que tiene un perro? El perro
lo atac? Le explico quin soy y por qu estoy intentando localizar a alguien a travs de su perro. Ah -dice, en un tono neutro, sin el ms mnimo asomo de entusiasmo-. Vaya. Bueno, no lo s. Si el hombre no compite, ser terriblemente difcil dar con l. Si compite, o si por lo menos lo ha hecho alguna vez, entonces quiz haya alguna posibilidad. Pero si slo compr un lebrel en una tienda o en un criadero, o lo recogi en adopcin no s. Competir? Se refiere a concursos caninos?
Esa es una posibilidad. Los lebreles estn de moda entre las razas de galgos. Tenemos grandes esperanzas de que uno de ellos gane este ao en Westminster. Cuntos concursos caninos hay? Oh, ni se lo puede llegar a imaginar. Pero creo que perder el tiempo si busca en esa direccin. Yo dira que un individuo como el que describe bueno, es poco probable que busque la notoriedad participando en concursos caninos, sobre todo si utiliz el perro como, y es muy doloroso pensarlo siquiera, una especie de cebo.
As que Quiz valdra la pena buscar en otra clase de competiciones, que ni siquiera se mencionan en la prensa. Son muchsimos los propietarios de lebreles que compiten, disfrutamos con la batalla. Si su hombre es uno de sos, puede que alguien lo reconozca. Dijo que tena un retrato para distribuir? S. Pues podra intentarlo por ese lado, hacerlo circular entre algunos de esos grupos.
De qu hablamos? Se refiere a correr por una pista? La mujer re con ganas. Santo Dios, eso ya prcticamente ha desaparecido en nuestros das. No digo que no vaya a encontrar algn candromo si busca bien, pero la cacera es mucho ms popular, es un tipo de carrera donde los perros persiguen cebos. Son sabuesos visuales, as son los lebreles: cazan orientndose por la vista. El circuito tiene obstculos y un trazado con salida y meta. Utilizamos bolsas de plstico blanco como cebos: mundanos pero humanos,
como decimos nosotros. Los lebreles tambin son unos perros extraordinarios para atrapar cosas al vuelo, y verdaderamente destacan cuando se trata de coger pelotas y otros objetos. La dejo que siga y siga y al final me promete que pondr un link en su pgina para conectar con mi cartel y que me enviar un listado de grupos de aficionados y criadores de lebreles. El paquete llega al cabo de dos das por correo urgente. La lista me facilita los nombres de cuatrocientos treinta y cuatro grupos y ms de doscientas pginas que me recomienda. Por supuesto, encontrar muchas repetidas -
seala en una nota adjunta-. A los dueos de lebreles les encanta agruparse! Hasta el momento he llamado a slo cuarenta y dos de mi lista de eventos medievales. Todo indica que investigar la pista de los lebreles requerir otro considerable esfuerzo. Me siento abrumado, acobardado, deprimido. Este asunto necesita una fuerza de trabajo que slo est a disposicin de la polica. En mi opinin, esto es algo que deberan haber hecho ellos. La prenda ornamental isabelina conocida como gorguera tambin es otro
campo que debo investigar. De mi lista de vendedores hago una seleccin de aquellos que cosen y venden prendas medievales: gorgueras, jubones, miriaques, calzas El catlogo de proveedores aumenta cada vez que hablo con uno de ellos. El mercado de gorgueras se extiende ms all de las ferias medievales a las compaas de teatro, trovadores, bufones, coros y circos (donde los payasos y los animales llevan gorgueras). Como ocurre con el sorprendente nmero de ferias y dueos de lebreles, la fabricacin de gorgueras resulta ser toda una industria por mrito propio. Puedes comprarlas por correo, a travs de Internet o en las propias ferias.
Lo siento, pero casi todas nuestras ventas son en efectivo, me dice una mujer de Carpe Diem Rags. Hago unas cuantas llamadas al da, pero lo que pareca ser un campo reducido y prometedor se convierte en algo que me llevar meses. Me despierto en plena noche y pienso: material deportivo. Cuntas personas tienen cuerdas colgadas del techo? Sea cual sea la respuesta, al da siguiente descubro que puedes comprar cuerdas en cualquier parte. La misma cuerda que se cuelga del techo para
hacer ejercicios de fortalecimiento de los brazos y el tronco tambin se emplea para amarrar embarcaciones, como guarniciones de bordas y muelles para amortiguar el impacto, como pasamanos en las pasarelas, en los restaurantes adornados con temas nuticos. Se pueden comprar en tiendas de suministros marinos, en Internet y por correo. Estn disponibles en Lowes y Home Depot. Una cuerda comn puede convertirse en una escala con slo hacerle una vuelta de cabo en un extremo, para colgarla del techo. Adems, las viejas cuerdas de trepar nunca mueren. Migran de clubes de primera fila y de los gimnasios de academias y colegios de lujo a
gimnasios parroquiales y comunitarios, y de all a las casas de los adictos a la gimnasia. Emma aporta lo suyo. La polica de Corvallis le envi los expedientes del caso Sandling, que incluyen copias de documentos importantes de Eureka. Les dedico horas, y me dan unas cuantas pistas: los nombres de otros residentes del parque donde Emma y los chicos tenan la tienda, los antecedentes de Dalt Trueblood, los nombres de los padres de los amigos de Connor y Chandler. Sigo esas pistas. Hablo con esas personas, pero no encuentro nada nuevo. Qu dijo Shoffler? Que estoy
persiguiendo humo. Dedico horas a las listas, a las llamadas telefnicas, a preparar los paquetes para FedEx. Me conecto a Internet al menos cuatro horas todos los das, para hacer un seguimiento de los e-mails que llegan todava a findkevinandsean.com. El problema con estas sesiones de Internet es que me agotan. Resurge la esperanza con las nuevas pistas, pero todas acaban convirtindose en lo que Shoffler llama avistamientos de Elvis. Es como caminar en la cuerda floja: intento mantener la mente abierta y alerta sin hacerme demasiadas ilusiones. La repeticin del fracaso me est
hundiendo. Durante las primeras tres semanas, la pgina findkevinandsean.com era una extraordinaria fuente de energa positiva. Te sentas reconfortado al saber que haba muchsimas personas que te apoyaban. Un pblico vigilante dispuesto a ayudar, y recibamos no slo un aliento constante, sino incluso informaciones que podan ser tiles. Todava recibo a diario mensajes de personas que manifiestan su solidaridad y alguna que otra consulta de alguien que quiere saber dnde enviar una contribucin. Se rezan miles de
plegarias por Kevin y Sean, y aparecen en otros tantos miles de cadenas de oraciones. Pero aparte de esto y de los mensajes diarios de unas cuantas mujeres que son adictas a recorrer las pginas de los nios desaparecidos para obrar el milagro del rencuentro, la pgina se ha convertido en un imn para chalados. Predominan los bienintencionados, casi todos adivinos profesionales o aficionados, junto con practicantes de otras formas de adivinacin ms excntricas; todos ellos ansiosos de ofrecer sus servicios, algunos gratis, otros por una tarifa. Hay escritores que quieren escribir libros sobre los nios,
tipos que han recibido mensajes en sus sueos, miembros de diversas sectas religiosas que ofrecen un paraso espiritual para m y para Liz. Tambin est lo que Liz llama basura txica. Mensajes con una ortografa horrorosa y peor sintaxis que estn plagados de siniestras insinuaciones y estrafalarias deducciones o, todava peor, plantean unas desquiciadas fantasas en las que los nios aparecen como los protagonistas de repugnantes psicodramas. Tampoco faltan quienes nos amenazan de muerte, junto con las cnicas ofertas
de comercializar objetos de la infancia de los nios: prendas de ropa, dientes, imgenes. Les pasbamos invariablemente al FBI aquellos que planteaban una amenaza directa, y yo contino hacindolo, pero tener que leerlos todos los das es del todo deprimente. Hay jornadas en las que prcticamente no salgo a la calle. Paso catorce, diecisis horas al da ocupado con las listas. Al telfono, ocupado con los paquetes, o intentando descubrir algo nuevo en la red. A pesar de mis primeras intenciones de llevar una vida sana y tener la casa limpia y en orden, vivo a base de pizza, pasteles y cerveza.
La casa est que da asco. Mi ropa est arrugada y el rostro que veo reflejado en el espejo es macilento y grisceo. Tengo un aspecto desaseado. No me afeito ni me corto el pelo. Me sangran las encas. Mi mano derecha -la mano del ratnest siempre acalambrada. La mayor parte del tiempo estoy absolutamente concentrado en mi trabajo y prescindo de todo lo dems, pero de vez en cuando, me domina el abatimiento y admito para mis adentros que ninguno de todos estos esfuerzos conseguir acercarme a Kevin y a Sean. Y finalmente llega un da en que, por un momento, me permito pensar cmo sera renunciar.
Eso es lo peor -el ms absoluto vaco-, mucho peor que la sensacin de que estoy dando palos de ciego. Quiz lo que hago es absolutamente intil, pero estoy haciendo algo. Sigo con ello, trabajo con la desesperada energa de un estudiante al que le faltan la mitad de los temas el da antes del examen. Porque no consigo librarme de la sensacin de que el tiempo se acaba.
Captulo 20
Tiene una pinta que da asco. Shoffler. Es sbado por la noche y el detective se ha presentado en casa sin avisar. El corazn me da un vuelco al verlo tendr alguna noticia?-, pero me tranquilizo al ver que trae una caja de seis botellas de Sierra Nevada. Me invita a entrar o no? Incluso le he trado su cerveza de yuppie favorita. Pase. Abro la puerta.
Hace una mueca al ver el estado de la sala. Dnde est Martha Stewart cuando se la necesita? comenta y me sigue a la cocina, que merece otra mueca. Shoffler saca dos botellas, las sostiene por el cuello y guarda la caja en la nevera. Ah dentro hay algo que tiene vida propia, jefe. No me diga que lo han ascendido a inspector de tareas domsticas. Este lamentable intento de hacerme el
gracioso slo merece una carcajada de compromiso por parte del detective. Ja, ja. Destapa las cervezas, me pasa una y se sienta a la mesa. Luego levanta la botella y la inclina hacia m-. Salud! Respondo al brindis. Qu pasa? Qu tal va el nuevo trabajo? La expresin que se dibuja en su rostro lo dice todo. Es preferible a una visita al dentista.
A qu se refiere? Me refiero a que esencialmente es un ejercicio de control de masas, nada ms. Me comenta que, si se produce un ataque terrorista en Washington, lo mejor que puedo hacer es robar un bote o una piragua-. Lrguese remando por el Potomac. A eso lo llama usted un plan de evacuacin? No me busque las cosquillas. Bebe un buen trago de cerveza-. Qu tal por aqu? Poca cosa.
Enarca las cejas al or esas palabras. Entonces, cmo es que parece destrozado? Quiz sea por mi total falta de xito. Qu pas con los Sandling? No hay ninguna pista en los expedientes? Hemos hablado por telfono un par de veces despus de mi viaje a Florida, as que est enterado de la reunin que mantuve all con Emma Sandling y de que sus abogados me enviaron los expedientes de la polica.
Estoy seguro de que es el mismo tipo o alguien que trabaja con l, pero ms all de eso no tengo nada til. Al menos hasta ahora. Nada? Correcto. Vaya. Se levanta y se dirige a la nevera-. Otra cerveza? Por qu no? Si no ha conseguido nada, qu ha estado haciendo?
Venga al cuartel general -le contesto. Vamos a mi despacho y le muestro las listas, las pilas de carteles, el resultado de la bsqueda en la red. Shoffler asiente con una inclinacin de cabeza. Regresamos a la cocina, donde ataca de nuevo la nevera. Otra? Ya estoy servido, gracias. Vuelve a sentarse a la mesa y hace un gesto en direccin a mi despacho.
Lo que est haciendo es como querer vaciar un cubo de agua con un colador. Es consciente de eso, no? Me encojo de hombros. No ha dedicado mucho tiempo a las tareas domsticas, es algo que salta a la vista. Ni tampoco, por lo que parece, al aseo personal. Tiene un aspecto deplorable. Gracias. Es sa la razn de su visita? La verdad es que pensaba darme una vuelta por aqu de todas formas, pero s. Recib una llamada de una persona preocupada, su vecina, la seora
Whoosey, la que tiene el perro. La seora Siegel. Correcto. Le advert que esta mierda acabara quemndose y eso es lo que ha pasado. Mire cmo est esto. Hace un gesto que abarca la habitacin-. Parece Bagdad. Mrese a si mismo. Esto no funciona, Alex. Gracias por su inters. S, bueno, me pareci que le deba una. No tendra que haber cado en la trampa de la camiseta. Durante un instante frunce el entrecejo, enfadado consigo
mismo, y despus mueve la cabezota como si estuviese arrepentido-. Nos enga a todos. Qu es esto? Un control de daos? Me arrepiento en cuanto lo digo. Mi voz tiene el tono de autocompasin de un adolescente resentido que discute con su padre. Tampoco pretendo hacerlo. Me gusta Shoffler y s que est aqu animado por una preocupacin sincera. La verdad es que es un alivio tenerlo en mi cocina. Mi contacto personal con los humanos prcticamente se limita a las breves conversaciones con Damon en Whatsa Bagel y Consuelo en Vaces Pizza.
Shoffler se levanta como impulsado por un resorte, ofendido a ms no poder. Sabe qu? Que le den por el culo! Arroja la botella casi llena en el cubo de la basura y luego camina hacia la puerta. Lo sigo, incapaz de decirle nada. Cuando llega a la puerta y se vuelve para mirarme, veo que tiene el rostro rojo como un tomate. Me hace sentir fatal. No tendra que haberlo dicho, Ray. Lo siento. No saba
Rechaza la disculpa con un gesto. Lo considero un amigo, Alex. Vine aqu como un amigo. Toda esa mierda que est haciendo -sacude la cabeza lentamente- est bien, no me malinterprete. Quin sabe? Quiz encuentre algo. Pero si lo encuentra, ser como si le hubiera tocado la lotera. En todos mis aos de servicio, nunca he visto que todo ese trabajo d resultado. Nunca. Levanto las manos, como si no pudiera resistir ms y me rindiera. No puedo estarme sentado aqu, de brazos cruzados.
Lo tiene todo escrito? En eso soy su discpulo, Ray. Voy por la quinta libreta. Pero las he repasado todas, Ray, una y otra vez. Puedo repetirle todo lo que he escrito con los ojos cerrados. No creo que haya ni una sola cosa en ellas que no haya investigado. Le dir una cosa. Vaya a comprar una pizza, y unas cuantas cervezas ms tampoco vendran mal. Mientras usted se encarga de eso, yo les echar una ojeada.
De acuerdo -digo, y me encojo de hombros. Cuando regreso, tenemos que despejar la mesa para la pizza y buscar servilletas. Hace tanto tiempo que no salgo a comprar que no hay ni una sola servilleta de papel en toda la casa. Acabo por ir al comedor para sacar dos servilletas color verde manzana del aparador donde Liz guarda la mantelera. Ver las servilletas, el tacto de la tela, provocan un torrente de recuerdos sobre las ocasiones especiales en que usbamos estas cosas. Navidad, el Da de Accin de Gracias, el cumpleaos de los nios
Shoffler se anuda la servilleta al cuello, coge una porcin de pizza y es ms o menos como si la absorbiera. Maldita sea -exclama, y bebe un buen trago de cerveza- Me he quemado el paladar. Siempre me pasa lo mismo. Creo que me perd la leccin de demorar la gratificacin. Kevin siempre se quemaba -Me interrumpo. Me lanzo sobre cualquiera que hable de los chicos en tiempo pasado. Ahora soy yo quien lo hace. Shoffler asiente, luego da un papirotazo sobre la libreta nmero tres, que veo
que est separada de la pila. Aqu est lo que yo investigara afirma-. Las gemelas Gabler. Las coristas? Las gemelas coristas. Lleg hasta donde le fue posible con los nios Sandling, as que ahora le toca a Carla y a Clara, y por cierto, me toma por un primo? Qu clase de padres haran algo as? Sacude la cabeza y coge otra porcin de pizza. Pero si eran mujeres. Adultas. Coristas. No veo cmo -Me encojo de hombros.
Piense un poco ms all -dice Shoffler. Leo lo que ha escrito en las libretas y lo que veo son gemelos que han desaparecido. Como los Sandling. Como los suyos. Excepto que ellas no aparecieron. Correcto, tiene toda la razn. Las asesinaron, y por eso se niega a creer que existe una relacin. No es que las asesinaran y ya est. Es verdad que no le prest mucha atencin al caso, pero no las mutilaron o algo as?
Algo as, razn de ms para que usted rechace cualquier paralelismo con el secuestro de sus hijos. Pero lo que digo es que hay una relacin. As que tal vez valdra la pena investigarlo. Ir all. A Las Vegas? Por qu? Me lo pregunta a m? Porque puedes jugar toda la noche y la comida es de primera. Suelta una risa aguda, pero despus va a lo suyo-. Hablo muy en serio. Veo lo que piensa de esto, pero insisto -Su voz se apaga y l se acomoda en la silla-. Mrelo de esta manera, acert al seguir su instinto de investigar el secuestro de los Sandling,
no es as? Gemelos. Tenan la misma edad, eran nios Ahora est haciendo un montn de suposiciones. Est pensando que esto va de nios, y quiz sea as. Pero no tendra que aceptarlo a pies juntillas. Qu pasa si va de gemelos? Siempre me pareci extrao, llevarse a dos nios. No encaja. Quiere recuperar a sus hijos? Pues mantenga la mente abierta. Porque no lo sabe. Puede que vaya de nios o de gemelos. Bien podra ser de alguna otra cosa, algo que ni siquiera podemos imaginar. Pero sus hijos son gemelos que han desaparecido, y las Gabler son
gemelas que han desaparecido. No s. Qu? Cree que es una prdida de tiempo? pregunta el detective-. Es que tiene algo mejor que hacer? Seala hacia el despacho-. Es que est siguiendo un rastro fresco? Me encojo de hombros. Tiene razn. No tengo nada mejor que hacer, excepto estar encadenado a los e-mails y a las listas de telfonos. Escuche, es una pista. Quiz no le guste, pero como suele decirse, si no tuviese esa pista, no tendra ninguna. Se
lo estoy diciendo. Cuntas parejas de gemelos desaparecidos ha encontrado en su bsqueda? Se lo dir porque yo recorr el mismo camino. Los cuenta con los dedos-. Una, tiene a los chicos Ramrez, pero el tipo que los mat se suicid. Ah no hay nada. Despus tenemos a las gemelas Gabler. Luego a los nios Sandling. Quiz echarle una ojeada al caso de las gemelas Gabler sea una prdida de tiempo, o quiz no. No lo s. Recoge las libretas con una mano y las sostiene en alto, como si estuvisemos en un juicio y fuesen pruebas.
Las he ledo a fondo, y sa es la nica cosa que me llam la atencin, y ahora le estoy dando mi opinin de profesional, despus de dieciocho aos como detective. La nica cosa que destaca son las Gabler. Es la nica piedra que falta por levantar. Esto es esto es una corazonada? No subestime esa mierda. Quiero decir, si cree que vale la pena intentarlo. Me encojo de hombros. Ahora estoy en el territorio del qu-msda, Pero no es as de sencillo. Quiz estoy dispuesto a hacer el viaje como
una manera de disculparme por lo que dije antes. Quiz Shoffler me est vendiendo el viaje a Las Vegas y el caso de las Gabler porque cree que me har bien salir de la ciudad. En cualquier caso, est tirado en esta poca del ao -comenta Shoffler-. Tengo amiguetes en la divisin de homicidios. Tengo entendido que usted tiene amiguetes en todas partes. En su rostro aparece una expresin cnica, pero me doy cuenta de que est complacido con el comentario.
S, soy ms conocido que el Pupas. Para lo que me sirve -Sacude la cabeza-. No hay ningn plan de evacuacin, se lo puede creer? Tenemos esta cojonuda fuerza contraterrorista y sta es la decisin poltica ms importante tomada hasta la fecha. Es como lo opuesto a la evacuacin. Estamos hablando de un cordn militar: impedir que los residentes salgan de la ciudad. La gente se volver loca si se filtra. Claro que se filtrar. Quiz yo mismo llame al Post. -Se pasa la mano por la frente. Debajo de lo que, a falta de una palabra mejor, cualquiera llamara
flequillo, la piel es de un blanco reluciente-. En cualquier caso Las Vegas -aade-. All hay un tipo, un amigo mo, Holly Goldstein. l le conseguir el expediente de las gemelas Gabler. Holly? Ja! S, es el apodo de un apodo: Hollywood Mike Goldstein. Todo el mundo lo llama Holly a secas. Le dar un toque.
Captulo 21
Nunca antes he estado en Las Vegas. Nunca se haba presentado la ocasin. Supongo que, como todos los dems, tengo una visin exagerada del lugar: lujo y miseria a partes iguales. Pero resulta ser que la imagen mental que tengo de Las Vegas no se parece en nada a la realidad. El primer par de kilmetros desde el aparcamiento de Avis en el aeropuerto McCarran es srdido, tan ruinoso como cualquier zona de mala reputacin de la carretera 1. Moteles cochambrosos y
casinos miserables compiten por el espacio con roosas capillas de bodas y tiendas de baratillo. El Hearing Palace, Leonards Wide Shoes, The Laughing Jackalope. Este ltimo es un motelcasino sacado directamente de una pelcula de serie B. No puedes prosperar con un local llamado El Gazapo Sonriente. Es demasiado miserable. El letrero muestra a un conejo siniestro vestido con un esmoquin verde que se apoya en una baraja desplegada en abanico. Paso por delante de un gigantesco cartel que anuncia Se hacen reversiones de vasectomas. (Hay mercado para eso? En el cartel aparecen cuatro
direcciones.) Entonces me topo con el primer gran hotel-casino, el Mandalay Bay, forrado en oro. Es increblemente grande, mucho ms que cualquier edificio del rea de Washington, quiz con la excepcin del Pentgono, y es el primero de estos monstruos. No puedo hacer otra cosa que mirar boquiabierto mientras circulo por el Strip en mi Ford alquilado. Cada hotel es como un parque temtico, un enorme y lujossimo decorado teatral. Mandalay Bay, Luxor, New York New York, Pars, el Bellagio, Caesars Palace. En una de las revistas que le en el avin se deca que la luz de la
pirmide de obsidiana del Luxor se ve desde el espacio exterior. Los rostros de los artistas que actan en Las Vegas aparecen por todas partes en letreros descomunales: David Copperfield, Lance Burton, Penn y Teller, Wayne Newton, Le Cirque du Soleil, Cline Dion Luces, letreros, multitudes. Es Times Square hormonado. No me alojo en ninguno de esos nuevos palacios. Priceline me encontr una ganga en el Tropicana. Es enorme, pero comparado con los nuevos lugares, parece casi pequeo. Aparco el coche y entro en el hotel por el casino.
Est tan lleno que resulta difcil caminar. Una galera con el techo curvo de cristal esmerilado alberga interminables hileras de tragaperras. Cuatro mujeres con vestidos de lentejuelas verdes cantan y bailan en un escenario elevado. Las luces destellan. El aire est lleno de melodas Nintendo, el sonido machacn de las musiquillas enlatadas interrumpidas de vez en cuando por un ruido argentino: la cascada de monedas cuando una tragaperras da un premio. Todos los fenmenos pop -pelcula, serie, famoso, juguete popular, emblema tnico, nanastienen su rplica en una tragaperras.
Coros de voces agudas suenan a intervalos regulares, para anunciar: La ruleta de la fortuna! Tres en raya! Cuando consigo abrirme paso a brazo partido hasta la recepcin del hotel, necesito una cmara de silencio. Bien venido a Cursilandia! me saluda Holly Goldstein cuando lo llamo por telfono-. Tengo el expediente del caso Gabler. Podemos vernos a las tres, si no est muy cansado del viaje. Le respondo que estar all. Coja un lpiz -dice-. La gente cree que estamos directamente en el Strip o en la
vieja Las Vegas, pero estamos casi a las afueras de la ciudad. En realidad, si usted est en el Strip, tcnicamente ni siquiera est en Las Vegas. Est en Paradise. Qu? S. Con pe mayscula. Urbanismo decidi que el Strip era una jurisdiccin separada con el nombre de Paradise. Vaya. S, en cuyo caso, podra decir que el Departamento de Polica de Las Vegas est muy lejos de Paradise. Nos
mandaron a los suburbios, como si furamos una pandilla de dentistas. Es un viaje de media hora, si no pilla mucho trfico. Goldstein me explica cmo llegar con la voz sonora de un presentador de telediarios o un locutor de continuidad. Incluso su risa es meliflua, un gorgoteo lquido. Shoffler me coment que Goldstein haba estado en el mundo del espectculo antes de ingresar en la polica. De ah le viene el apodo de Hollywood. Protagoniz una serie de polis har cosa de unos veinte aos y descubri su verdadera vocacin. A las tres menos diez, despus de conducir a lo largo de kilmetros y
kilmetros de tiendas y centros comerciales, entro en lo que parece, efectivamente, un parque de oficinas. El complejo ni siquiera lo tiene la polica para su uso exclusivo. El Departamento de Polica de Las Vegas comparte su cuartel general con Happy Feet Podiatry, el Bahama Tanning Saln y el Nauticale Pool Services. Por fin veo una flotilla de furgonetas blancas con el rtulo Escena del crimen, y unas puertas con el cartel de Criminalstica, y deduzco que estoy en el lugar correcto. Un hombre con un soplahojas lo apaga para hablar conmigo, pero se encoge de hombros cuando le pregunto dnde est la oficina de Homicidios. Un colega,
que masca un tallo de hierba, seala por encima del hombro: Por aqu. En la recepcin, dos mujeres escriben en sus computadores. En la pared que tienen detrs hay una foto mural hiperrealista de un bosque, una guirnalda estilo campestre con pjaros y huevos de yeso y algunos dibujos infantiles. Una de las mujeres me pregunta el motivo de la visita, luego llama a Goldstein y me dice que espere. Me seala un pequeo cubculo, donde apenas caben dos sillas. Me siento, de cara a un grabado de un sendero boscoso. La inscripcin en letras doradas dice: Nunca caminars solo.
Goldstein es un cincuentn alto y elegante, con los cabellos blancos y las cejas negro azabache. Nos damos la mano, y habla de los muchos mritos de Ray Shoffler. A Ray deben de estar zumbndole los odos -concluye-, pero no lo engao, ese tipo es muy bueno. De la vieja escuela. Ahora todos dependemos de la tecnologa, y es fantstico, vale? Los expedientes de los casos son diez veces ms gruesos de lo que lo eran hace diez aos; disponemos de muchsima informacin. Eso ayuda, sobre todo en los juicios. Pero para resolver un crimen? No. Algunas veces te pierdes
con toda esa paja; te perjudica. Fjese en el 11-S. La informacin estaba all, Pero se perdi en el aluvin. Ray me solucion uno de mis casos basndose exclusivamente en una corazonada. Estoy aqu por una de sus corazonadas. Lo que digo -afirma, y hace un gesto con la cabeza-. Eh, Cindy! grita-. brete, Ssamo! Lo sigo a travs de una puerta metlica que se abre con un sonido electrnico. Caminamos por los pasillos de un laberinto de pequeas oficinas, pasamos junto a un equipo que trabaja con una cmara enorme y un micro de jirafa.
Parecen estar fotografiando un trozo de papel. Casos pendientes -dice Goldstein, con un gesto hacia el fotgrafo-. Estn reuniendo documentos. No podemos permitirnos poner estas cosas en el escner. Hay que resguardar el original, as que debemos fotografiarlas. Todo esto se debe a que hemos elegido a un nuevo sheriff. Una de sus promesas electorales fue la de ocuparse de los casos pendientes. Como el de las Gabler? Supongo que todos. Se encoge de
hombros-. Pero el de las Gabler no s. La cuestin es que ellas son un caso hurfano. Y eso qu significa? Llegamos a la sala de reuniones. Goldstein me seala una de la docena de sillas colocadas alrededor de una mesa de madera. Permtame que le explique cmo trabajamos aqu. En primer lugar, tenemos que atender una zona muy grande. El condado de Clark y la ciudad de Las Vegas ocupan ms territorio que el estado de Massachusetts. Algo ms de veinte mil kilmetros cuadrados. Me
indica con un gesto la enorme foto tomada desde un satlite de Las Vegas y el entorno que ocupa toda una pared-. Para colmo, crece. Es la ciudad que ms crece de todo el pas. El trabajo es bestial. Se supone que debemos ocuparnos de los casos pendientes cuando afloja la faena, algo que por aqu es un chiste. Tienen muchos asesinatos? Menos de los que cree. Tenemos un promedio de unos ciento cincuenta homicidios al ao, y muy poco de nuestro trabajo llega del Strip. Los grandes casinos se gastan una pasta en
seguridad, y hay muchsima vigilancia. A los turistas no los matan, es algo muy poco frecuente, y la gente tampoco viene a Las Vegas para matarse unos a otros. La mayora de nuestros asesinatos son iguales que los de cualquier otra parte: maridos y esposas, novios y novias, ajustes de cuentas entre traficantes. Qu ha querido decir con eso de que las Gabler son hurfanas? Da sendas palmadas, una despus de la otra, sobre los dos legajos que tiene delante, sobre la mesa. Clara y Carla. Carla y Clara. Son hurfanas por partida doble, o es
cudruple? Para empezar, eran hurfanas de verdad, sus padres murieron en un accidente de trfico en los alrededores de Searchlight. Por aquella poca, las chicas tenan diecisiete aos. Menuda tragedia. Los coches matan a ms personas que las armas. De lejos! Me refiero a que al ao mueren cuarenta mil personas en accidentes de coche, slo aqu, en Estados Unidos. Eso es como si un par de Jumbos se estrellaran todas las semanas. La cuestin es que las chicas Gabler no slo son hurfanas,
sino que su caso tambin es un hurfano. Ver, esto funciona de la siguiente manera: cada detective es dueo de sus casos. El detective investigador, cuando tiene un caso, lo tiene para siempre. El tipo que llevaba la investigacin de las Gabler era Jerry Olmstead. Ocupaba la mesa junto a la ma, y por eso s tanto del caso. A lo que bamos, Jerry cumpli los treinta y cinco aos de servicio, tena la presin alta, su esposa estaba inquieta. As que se retir, se fue a vivir a Lake Havasu. A los treinta das exactos la palm. Santo Dios. As fue cmo las Gabler se quedaron
hurfanas por segunda vez. No es bueno que una vctima pierda a su detective investigador. Ests ligado, no s si me entiende. Desde el primer momento. Es tu caso; es algo que te pertenece. Se inclina hacia m, con una expresin muy seria-. S que suena fatal, pero sentimos de verdad, me refiero a nosotros, los detectives, sentimos de verdad que estamos trabajando para las vctimas. As que -Se encoge de hombros-. Desaparecido Jerry, el caso Gabler no tiene un abogado de oficio. Es un caso importante, as que el tipo que lo herede lo seguir con entusiasmo, ahora que al sheriff le ha dado por los casos pendientes. Pero lo dudo, la verdad que
s. No hago ningn comentario. Estoy pensando en el traslado de Shoffler a la nueva unidad. Cmo es que no ha heredado usted el caso Gabler? No lo quise. Es un caso difcil. Adems, estaba liado con los Mongoles. Los qu? Los Mongoles. Una banda de motoristas. Ellos y los ngeles tuvieron una guerra en Laughlin: muchas personas muertas, montones de testigos que
interrogar Me pas meses en el juicio. Pero escuche -aade-: Averigua quin tiene el caso, y es Moreno. Pablo Moreno. Es muy buen tipo. Esta semana tiene un juicio, pero puedo llamarlo al mvil. Me da el nmero y yo lo apunto en mi libreta. Ese tal Moreno, est trabajando en el caso Gabler? Goldstein niega con la cabeza. No. Como le dije, quiz lo siga ahora que hay esta movida, pero no lo tengo nada claro. Como todos nosotros, tiene docenas de casos pendientes entre los
que escoger. Y, por si esto fuera poco, el caso Gabler tiene otra pega. Cul es? Que nadie est dando la tabarra. Algunas veces tienes un asesinato, y diez aos ms tarde, mam o pap todava se preocupan de llamar todos los das para saber si se est haciendo algo. No miento, llaman todos los das. Pero las gemelas Gabler? No, seor. Nadie est haciendo el menor ruido. Digamos que todo lo contrario. A qu se refiere? El asesinato fue tan grotesco, y las
chicas trabajaban en el Strip. Bueno, a dos manzanas, pero muy cerca. El Strip es nuestro pan de cada da. Unos crmenes horribles sin resolver no son el tipo de publicidad que quieres. No exactamente. Goldstein frunce el entrecejo-. A mi modo de ver, el aspecto sensacionalista de los asesinatos contribuy a que no se siguiera investigando el caso. Es malo para los negocios. Demasiado visceral, no s si me entiende Ms o menos. Se lo explicar de esta manera. Aqu, en Las Vegas, tenemos tipos con tigres
devoradores de hombres, tenemos coches y personas que desaparecen, tenemos montaas rusas que te cagas. Tenemos coristas para dar y vender. Demonios, todos los casinos, e incluso algunos restaurantes, tienen unas camareras preciosas que van con el culo y las tetas al aire. Pero todo est empaquetado. Los espectculos de magia que desafan a la muerte, los viajes a las montaas rusas y todo lo dems es emocin sin riesgos. En lo que respecta a las coristas, tambin eso est higienizado. Sexo sin fluidos, como dijo alguien. No es que no tengamos prostitutas. Joder, aqu es legal. Ha visto los cofres del tesoro?
S. Se refiere a las cajas metlicas que hay en muchas calles entre las cajas que venden el USA Today y otros peridicos, pero en el interior estn la direccin, el telfono y las fotos de muchas de las prostitutas de la ciudad. La mayora de las ciudades tienen anuncios de inmobiliarias en esas cosas. Goldstein sacude la cabeza-. Casas a la venta. Nosotros tenemos putas en alquiler. Pero volvamos a lo nuestro, el caso Gabler: coristas descuartizadas! A la vista de todo lo que haba en juego, la historia pas rpidamente a las ltimas pginas.
Vaya. Sin familia. Creo que eso duele. As que digamos que el caso se fue esfumando. Cree que no pasar nada si leo los expedientes? A Moreno no le importar? El detective levanta las manos y las acerca a los expedientes con las palmas hacia arriba. Son todo suyos. No es que vaya a encontrar gran cosa. Nadie denunci la desaparicin de las chicas hasta despus de dos semanas.
Dios santo. Bueno, ya sabe, estamos en Las Vegas. Llega gente nueva continuamente. Otros que se van. Palmea de nuevo los expedientes-. Clara y Carla -dice, y mueve la cabeza con un aire de pesar-. Incluso despus de que su compaera de piso comenz a preguntarse si les habra pasado algo, se tard otra semana en encontrar una prueba concreta. Hasta entonces, nadie se haba preocupado ni siquiera de buscarlas. Qu hubiese pensado cualquiera? Que se haban marchado a Los ngeles, a Maui, o que sencillamente haban regresado a casa.
Lo que sea. Me refiero a que, aparte de tenerse la una a la otra, no tenan a nadie ms, a nadie que se preocupara de su desaparicin. Mientras tanto, el rastro se iba enfriando. Dos semanas son toda una vida. La prueba concreta -digo-. Se refiere a cuando las encontr el excursionista? As es. Ese pobre diablo Tuvieron que llevarlo al hospital! Se lo llevaron en un helicptero! Pero l no las encontr. No?
Captulo 22
Goldstein tena razn. Despus de dedicarles una hora y media a los expedientes, no me he enterado de muchas ms cosas de los asesinatos de lo que ya saba por los medios. La ltima vez que alguien las vio, las
gemelas Gabler trabajaban en un espectculo de topless en el Blue Parrot. El director de personal del club, un tal Clay Riggins, dej tres mensajes en el contestador automtico de las hermanas, cada uno ms irritado que el anterior, y finalmente renunci. Los mensajes facilitaron a la polica una fecha aproximada de la desaparicin de las chicas. No, Riggins no llam a la polica, al suponer que las muchachas sencillamente se haban marchado de la ciudad o haban encontrado un trabajo mejor en alguna otra parte. En la entrevista de Jerry Olmstead con Riggins, ste declar: Eran gemelas idnticas. No eran ninguna maravilla, pero estaban aprendiendo a maquillarse
y cada vez bailaban mejor. Tenan posibilidades que se podan aprovechar. Tammy Yagoda, una corista de veintitrs aos que trabajaba en el Sands, fue la compaera de piso de las gemelas. Ella fue quien denunci su desaparicin. No las haba visto durante dos semanas, un tiempo que cuadraba con la fecha de su primera ausencia en el Parrot. Tammy le dijo a la polica que, la ltima vez que las haba visto, las gemelas estaban bien. Trabajaban en el Blue Parrot, y estaban tomando clases de baile y diccin. La cuestin era que Tammy ms o menos acababa de irse a vivir con un
nuevo novio, Jaime, as que no fue hasta que se present en el apartamento para recoger algunas cosas que se dio cuenta de que algo no andaba bien. El hedor de la basura era insoportable cuando abri la puerta. Rmulo y Remo, los dos gatos siameses que pertenecan a las Gabler, estaban famlicos. Yagoda manifest que las gemelas adoraban a los gatos; nunca los hubieran abandonado de esa manera. As que comprendi que algo no marchaba bien. Acert de pleno. Red Rock Canyon es un paraje turstico muy popular situado a unos treinta kilmetros de Las Vegas. Una carretera de veinte kilmetros muy bien sealizada lleva al visitante a travs del
magnfico panorama del desierto de Mojave. Unas impresionantes formaciones rocosas sirven de teln de fondo a la fauna (carneros cimarrones, tortugas del desierto, onagros) y la flora nativas (yucas, manzanitas, cactus). En las rocas hay pictogramas y petroglifos, la obra de los indios payutes, que se remontan al menos a mil aos atrs. No son slo los turistas quienes disfrutan de estos parajes; tambin los residentes. Es un paraso para las hordas de excursionistas, ciclistas y escaladores de Las Vegas. Los folletos y los mapas animan a todos a No dejar rastro.
Josh Gromelski, un excursionista que recorra una zona aislada detrs de Icebox Canyon, se encontr con algo ms que un rastro. Despus de escalar las paredes del Icebox, entr en una zona que haba detrs y que conduca a un can mucho ms pequeo llamado Conjure. Mientras escalaba, casi se precipit a la muerte cuando, al siguiente paso, se encontr con el rostro a poco ms de un metro del torso y las piernas de la que result ser Clara Gabler. Gromelski llevaba en la mochila un aparato de GPS y un telfono mvil. Y aguant lo suficiente como para comunicar el macabro hallazgo antes de vomitar hasta la primera papilla y caer en un estado de choque.
Comprendo el motivo. Las fotos de la escena del crimen provocan nuseas. Me obligo a mirarlas de nuevo, aunque no s por qu. Como otras fotos que he visto las montaas de cadveres de judos desnudos arrojadas a las fosas comunes, los cuerpos hinchados de gases en Jonestown, el combatiente talibn cado en una carretera a las afueras de Tora Bora, con el pantaln bajado y una palanqueta metida en el culo-, la primera visin es indeleble. Como otras cosas que he visto en persona -la carnicera de Kosovo, donde vi a una mujer embarazada sin cabeza-, no necesitan una segunda mirada.
La foto de la parte inferior del cuerpo de Clara Gabler se aade a lo que se ha convertido, con el paso de los aos, en una galera de horrores en mi cabeza, un lugar donde tales imgenes -aquellas que lamentas haber visto- quedan grabadas para siempre. El tronco est seccionado por la cintura, las piernas separadas, una de ellas un tanto doblada. La cavidad superior es como un cuenco repugnante, el borde de la piel y la grasa subcutnea en el corte limitan el recipiente que contiene una masa de pulpa roja mordisqueada. A pesar del dao hecho por los carroeros, la mitad inferior de Clara
Gabler no se deterior mucho en el aire seco del desierto de Mojave. Excepto por la carne destrozada todava visible donde seccionaron el cuerpo (los animales salvajes se comieron los rganos, seala el informe de la escena del crimen), el torso y las piernas tienen el aspecto de pertenecer a una mueca. Las piernas bien torneadas con las medias de rejilla, los pies -con las puntas ligeramente hacia adentro- an estn calzados con los zapatos de charol con tacones de diez centmetros. Un trozo de tela con lentejuelas doradas como la braguita de un biquini, pero desgarrado en la cintura- cubre la mitad inferior de Clara.
La identidad de las piernas y el torso no se estableci hasta ms tarde, aunque no tardaron mucho en encontrar la otra mitad de Clara Gabler una vez que la polica comenz a buscarla. Slo estaba unos veinte metros ms all, encajada en una grieta, y al parecer fue arrastrada hasta all por los coyotes. sta es la mitad con una cara, un rostro con las cuencas de los ojos vacas. Mirarla es difcil: la horripilante manera como su cuerpo se acaba bruscamente, apenas por debajo de las costillas. A Carla la encontraron a unos cincuenta metros, boca abajo, en una pequea hondonada. De acuerdo con los
informes, los animales y las aves estuvieron alimentndose de los cadveres durante unas dos semanas antes de que el excursionista los encontrara. Carla Gabler muri de una manera mucho ms convencional que su hermana. Le dispararon, como si fuera el tiro de gracia, detrs de la oreja derecha. Es casi un alivio mirar las fotos de su expediente, y me obligo a recordar que a ella, tambin, la asesinaron a sangre fra. La fotografa de la escena del crimen muestra a Carla con sus prendas de trabajo: medias de rejilla, zapatos de tacn alto, braguitas
de lentejuelas doradas y un sostn con pedrera. Estaba boca abajo sobre una roca cuando le dispararon. Entre el livor mortis, los estragos de los carroeros y el orificio de salida de un proyectil del calibre 38, su rostro es irreconocible. Si las fotografas son brutales, el texto no ofrece refugio. La prosa seca del informe de la autopsia seala que Clara fue cortada en dos por una sierra lo bastante potente como para seccionarle la columna vertebral. La incisin pasa directamente por el tejido blando del abdomen, un poco por encima del ombligo, corta el intestino en el duodeno y contina a travs del disco intervertebral entre la segunda y la
tercera vrtebra lumbar. Hay algo todava peor que eso. Segn el mdico forense, la herida en el tronco del sujeto fue hecha antes de morir. La causa de la muerte fue por desangramiento. El lenguaje del informe no disimula su significado. Clara Gabler estaba viva cuando la cortaron por la mitad; estaba viva cuando su asesino envi su alma a la otra dimensin. En otras palabras, me digo a m mismo, la carnicera no se hizo en un esfuerzo por facilitar la eliminacin del cadver.
Fue un acto de sadismo. Sin embargo, al parecer, no fue el resultado de un crimen sexual. Ninguna de las dos mujeres haba sido agredida sexualmente. De hecho, segn el mdico forense, no haba ninguna prueba de una actividad sexual reciente en ninguna de las dos. Varios documentos en los expedientes -las entrevistas con Yagoda, Riggins, varios residentes de los apartamentos Palomar, donde vivan las Gabler, y empleados del Parrotabordan la posibilidad de que las gemelas se prostituyeran de vez en cuando. Eh -dijo Goldstein-. Eran gemelas idnticas, estamos en Las Vegas, eran coristas, por todos los
diablos. Unos cuantos tros para llegar a fin de mes? Nadie iba a escandalizarse por tan poco. Pero Yagoda insiste en que, si bien Carla y Clara no eran vrgenes, no eran de sas. En absoluto -afirma Goldstein-. Ni siquiera salan mucho. Yagoda dijo que a las chicas les preocupaban esa clase de cosas. Eso de las gemelas. Se ponan de los nervios cuando la gente bromeaba con lo de hacer un tro, algo que ocurra ms de una vez. Ni siquiera les gustaba tener citas juntas. Yagoda llev a cabo la identificacin formal de las chicas. En su declaracin dej constancia de que, cuando las
gemelas Gabler vivan, no le costaba distinguirlas, a travs de sus modales y su forma de hablar. Pero ahora La identificacin definitiva se hizo gracias a las piezas dentales. Ninguna de las dos tena caries, pero Clara se haba roto un diente y, en consecuencia, haba pagado un empaste. Esto permiti a los investigadores determinar a quin perteneca cada cadver. Los informes tambin dejaban claro que si bien, despus de muertas, los carroeros quiz haban arrastrado los cuerpos unos pocos metros, a las hermanas Gabler no las haban asesinado en otro lugar para despus
abandonarlas en Conjure Canyon. Las haban matado no muy lejos de donde haban aparecido. Leo de nuevo los expedientes, primero el de Clara, luego el de Carla. Esta vez tomo notas. Dedico un par de horas a estudiar las horribles fotografas, los esquemas, a leer todos y cada uno de los documentos. Cuando acabo, debo admitir que me siento enfermo y cansado. Para colmo, tengo la sensacin de haber perdido el tiempo. Aun as, estoy en Las Vegas y s que, cuando regrese, Shoffler me preguntar si hice esto o aquello. Casi puedo
recitar de memoria las cosas que, segn l, debo hacer: entrevistar a Tammy Yagoda, ir al Blue Parrot, visitar la escena del crimen, averiguar dnde compraron el vestuario, etctera. Goldstein asiente con un gesto cuando le digo todo esto. Tambin tendra que hablar con Chisworth. Barry Chisworth. Es el mdico forense que intervino en el caso. Un tipo brillante. Probablemente vio cosas que no aparecen en el informe. Como qu? El detective se encoge de hombros.
Quin sabe? Una idea del arma, una corazonada sobre el asesino, pero nada que est fundamentado en pruebas. El adivinar no forma parte del trabajo del mdico forense, y no les gusta poner por escrito sus reflexiones por un muy buen motivo: cualquier cosa que anoten es muy probable que acabe en un juicio. Van con mucho cuidado y slo ponen por escrito aquello que pueden respaldar. Pero, por supuesto, tienen sus opiniones. Si tienes a un buen mdico forense, como lo es Chisworth, es posible que le comente sus impresiones al detective que lleva la investigacin. En este caso, desafortunadamente, se
sera el difunto Jerry Olmstead. Anoto el nombre de Chisworth y el nmero de telfono del despacho del mdico forense. Puede tachar el vestuario -aade Goldstein-. Yo le dir dnde se lo dieron: en el Parrot. El tipo aquel, el tal Riggins, se cabre mucho. Jerry no se lo poda creer. Se haba cometido un brutal asesinato y ese imbcil estaba cabreado por la ropa. Llegamos a creer que sera muy capaz de pedir que le devolviramos el traje que estaba entero. Por qu iban vestidas con esa ropa?
Es probable que fueran de camino al trabajo. Goldstein sacude la cabeza-. Al parecer, preferan vestirse en su casa, y maquillarse. No les gustaba el ambiente en los vestuarios del Parrot. El reloj digital de Goldstein emite un pitido, y el detective se levanta-. Tengo que marcharme. Me tiende la mano. Le doy las gracias por la ayuda. Ha sido un placer. Si hay algo ms que pueda hacer por usted, llmeme. Tiene pensado ir a Conjure Canyon en algn momento?
Quiz. No tengo muy claro que vaya a encontrar algo til. No le digo lo que estoy pensando, que todo esto no tiene ningn sentido, que no veo cmo el caso Gabler puede tener la ms mnima relacin con Sean y Kevin, que creo que todo esto no es ms que una estratagema de Shoffler para hacerme salir de mi casa. Por lo menos eso es algo que debo agradecerle al detective. Ahora que no lo estoy haciendo -los largos das y noches con las listas y las llamadas, la constante y obsesiva bsqueda en el ciberespacio-, me parece como un movimiento que no conduce a ninguna
parte. Como la rueda de un hmster. En el evangelio segn Ray, siempre vas a la escena del crimen. Nunca sabes qu te dir. Recoge los expedientes-. Por otro lado -me mira atentamente-, no se le ocurra pasearse por Conjure Canyon con zapatos de calle. No le vendra mal contratar a un gua. Es un terreno muy duro, y en esta poca del ao tendr que salir muy temprano o el sol lo asar vivo. Goldstein ha acertado con el sol. Tengo que tener las puertas abiertas durante cinco minutos y el aire acondicionado funcionando al mximo para enfriar el
coche hasta un punto que pueda tocar el volante. Ahora entiendo que los lugareos no se olviden de poner los parasoles en los parabrisas. Puede que sea un calor seco, pero te castiga como una bocanada de fuego. Paso por delante del termmetro de un banco: cuarenta grados. De nuevo en el Tropicana, un acrbata blgaro acta en el escenario elevado. Se aguanta apoyado en una mano sobre una torre de pequeos cubos, y el aplauso de los espectadores recompensa su trabajo. La mayora de los clientes del Tropicana ni siquiera lo miran, absortos como estn en las pantallas de las tragaperras.
En mi habitacin, saco las notas que escrib en el departamento de polica y preparo una lista de cosas para hacer: 1. Blue Parrot / Riggins 2. Yagoda (compaera de piso) 3. Mdico forense: Barry Chisworth 4. Conjure Canyon Ya puestos, puedo hacerlo en ese orden. Con un poco de suerte liquidar las tres primeras visitas hoy mismo y saldr para el can maana por la maana a
primera hora. Pero no soy optimista. Mientras cojo el telfono, debo admitir que esta piedra de Shoffler sin levantar no se diferencia mucho de la rueda del hmster. Dos muchachas, gemelas idnticas, vestidas con atuendos provocativos. Una descuartizada; la otra, asesinada. Puede que Shoffler sea famoso por sus corazonadas, pero esta vez tiene que estar equivocado. Esto no tiene nada que ver con mis hijos. No puede ser.
Captulo 23
El Blue Parrot se encuentra slo a un par de manzanas del Strip, pero est varios escalones ms abajo del esplendor de los grandes casinos. Incluso desde el exterior tiene muy mala pinta. Unos cuantos tubos apagados en el gigantesco letrero hacen que el loro de nen tenga un aspecto desgreado, como si perdiera las plumas. Busco al aparcacoches y le doy las llaves a un hombre sesentn de aspecto distinguido. Las coge con un gesto austero al tiempo que me entrega un
resguardo de color azul brillante. Se me ocurre que Las Vegas es el ltimo escaln de la economa de servicio; aqu hay muchos hombres como ste: apuestos jubilados con el aspecto de que tendran que estar sentados en la sala de juntas. A las seis de la tarde, el lugar tiene un aspecto de abandono, slo hay un par de mesas funcionando, las cortinas del escenario estn echadas, y el local est casi vaco. Unos pocos le dan duro a las tragaperras, pero a estas horas la mayora de los clientes estn disfrutando de la cena de tres dlares con noventa y nueve que ofrece el establecimiento.
Una mujer fatigada con un minivestido estampado que imita la piel de un leopardo exhala un suspiro y me acompaa hasta el despacho del jefe. Es un cuarto de tres por tres metros, con las paredes revestidas de plstico imitacin madera, con una roosa alfombra roja y una mesa de aglomerado con la lmina de plstico despegada en los bordes. Clay Riggins, un tipo que ronda los cincuenta, calvo, con los ojos entrecerrados tpicos de los fumadores, seguramente ha conocido pocas mejores, aunque el diamante que lleva en una de las orejas indica una cierta jactancia. Est al telfono, con una gaseosa en la mano. La levanta a modo
de saludo y contina con la conversacin. El tema es el mantenimiento de la piscina. Espero de pie durante ms de cinco minutos, entretenido en contar el nmero de latas de gaseosa vacas que hay en la habitacin (catorce) y en preguntarme de qu podr enterarme a travs de Riggins. Qu puedo esperar? Algo -responde Shoffler en el fondo de mi mente-, o quiz nada. El detective me dira que es el proceso asociativo. Ese tipo quiz le dice algo y ms tarde usted lo asocia con alguna otra cosa. Riggins acaba la conversacin. Lo siento -dice, con una pequea
mueca-. Hoy en da, si quieres que se haga algo, tienes que estar encima de la gente, sabe lo que le digo? Sacude la cabeza-. As que ha venido por lo de las hermanas Gabler. As es. No me importa hablar con usted, pero apenas conoca a las chicas, sabe lo que le digo? Trabajaron para usted durante ocho meses -le recuerdo. S, s, s, pero hay muchsima gente que trabaja para m. Saba muy poco de
ellas, ni siquiera saba dnde vivan. No tengo muy claro qu preguntarle. Eran buenas en su trabajo? Qu hacan exactamente? Tenamos un espectculo que iba de pjaros. Salan con sus vestidos, se quitaban el sujetador y sacudan las tetas junto con otra docena de chicas, mientras una de las bailarinas o cantantes haca lo suyo en el centro. No, no eran muy buenas. Tenan morbo porque eran gemelas, pero nada ms. Ah.
La verdad es que no eran unas bellezas -aade Clay Riggins-. Yo no dejaba de decirles que necesitaban trabajar ms, tener un poco menos de nariz y un poco ms de tetas. Suelta una carcajada que suena como un ladrido-. Entonces -traza con las manos una silueta en el airequiz podra haberlas promocionado un poco ms. Luego -Hace un suave sonido explosivo con la boca y da palmaditas en la mesa con ambas manos. Por qu cree que no se presentaron al trabajo? Eso s que no era tpico de ellas responde, como si nunca se le hubiera
ocurrido antes-. Tengo que reconocer que eran cumplidoras. Nunca faltaban al trabajo. Si es as, no le sorprendi que no se presentaran? No se le ocurri pensar que podra haberles pasado algo? Frunce el entrecejo y empuja el aire con las manos, como si quisiera devolverme la pregunta. No, esto es Las Vegas, muchacho. Entonces, qu pens? La verdad? Se toca el diamante-. Cre que haban regresado a su casa, que
se haban empleado en Wal-Mart, en Dairy Queen o en cualquier otra parte. Cre que eran como muchas de las otras chicas que vienen aqu, con la ilusin de encontrar al prncipe azul, llamar la atencin de algn director de Hollywood o lo que sea que piensen esas muchachas. Me dije que haban llegado a la conclusin de que eso no sucedera y que haban plegado velas. Eran bastante tmidas; pens que quiz por eso no haban venido a decrmelo personalmente. Eso fue lo que cre. Se encoge de hombros y se acaba la gaseosa-. Aunque puede que no. A qu se refiere?
Tammy? Su compaera de piso ella fue quien me las present. Una buena chica, Tammy. Ahora trabaja en el Sands. El caso es que las gemelas le dijeron que tenan una prueba, que quiz conseguiran otro trabajo. Me siento muy erguido en la silla. Qu prueba? Dnde? No creo que Tammy me lo mencionara -responde Riggins, y se encoge de hombros. Tammy Yagoda vive con su prometido, Jaime, en un edificio nuevo de
apartamentos a ocho kilmetros de la ciudad en direccin al pantano Hoover. En la sala hay un televisor de pantalla panormica y un sof del tamao de una cama. Acabamos de instalarnos -se disculpa Tammy-. Ser un apartamento absolutamente fantstico! Es una suerte que seamos minimalistas, no es as, cario? Le dedica a Jaime una sonrisa resplandeciente y le pide que me traiga una silla. Jaime trae una silla de respaldo recto destartalada del comedor. Los dos se sientan acurrucados en el sof mientras
hablamos, y procuran no meterse mano. No lo consiguen. Tammy ha pasado por esto un milln de veces -me advierte Jaime-. No cree que tenga nada nuevo que aadir. Tammy lo mira con adoracin; es su caballero. Todava no me lo puedo creer -seala Tammy, y su rostro se ensombrece-. Eran tan dulces, unas chicas adorables. Sus bonitas facciones muestran una expresin de pena-. Fue tan horrible. Jaime la abraza para animarla y le da un beso en la mejilla.
Adorables, en qu sentido? En todos -responde Tammy-. Hacan lo que fuera por ti. Adems -mira a Jaime-, eran un poco ingenuas, sabe? Se refiere a que no tenan experiencia sexual -interviene Jaime. Jaime! Tammy le da una palmadita en el muslo. Eh, l ha preguntado -protesta Jaime-. Por qu no contrselo? Yo no conoc a las chicas, pero por lo que Tammy me dijo, eran como si acabaran de salir del
nido. Tiene razn -admite Tammy con un suspiro, al tiempo que menea la cabeza con una expresin de pena-. Eran tan absolutamente ingenuas. Imagnese que crean a los tos cuando les decan que no estaban casados! T me dijiste que ni siquiera saban lo que era un francs. Tuviste que explicrselo. Jaime! Otra palmadita. Quiero decir, en qu planeta vivan? As que no tenan muchas citas?
Oh, no -contesta Tammy-. Viv con ellas durante casi un ao y quiz cada una tuvo un par de citas. No me malinterprete; no eran vrgenes, pero eran de esas chicas que necesitan estar enamoradas para acostarse con alguien. Eso es algo que te limita mucho la vida social por estos lugares. Detestaban trabajar en el topless. No vean la hora de dejarlo. Ningn antiguo novio resentido, alguien que las acosara, algn admirador, nadie que intentara cortejar a alguna de las dos?
Conoc a Jaime un par de semanas antes de que desaparecieran y fue -mira a su prometido- un amor a primera vista. As que quiz, conocieron a alguien en aquellas dos semanas que yo estuve ocupada. Jaime se re-. Pero hasta donde yo s, no haba nadie. El chico le acaricia un muslo y le besa el cuello. Me siento como un mirn. Haba muchsimos tipos que intentaban ligrselas -prosigue Tammy-, pero nunca trajeron a nadie a casa. No eran as. Yo les ense a tener cuidado. Cuando sales del Parrot para volver a casa, hay un tipo que te escolta hasta el coche; son muy buenos en esas cosas. Pero incluso
as, les dije, no subis nunca al coche sin mirar en el asiento trasero. Mirad siempre detrs de vosotras. Qu hay de un tipo con un perro, un lebrel? Alguna vez vio a alguien as? No. Clara les tena miedo a los perros. Ellas eran amantes de los gatos. Pregunto si las gemelas eran aficionadas a las ferias medievales. Qu es eso? replica Tammy. Ya sabes, Tammy -le explica Jaime-, eso de los caballeros y toda esa mierda.
Como Excalibur. Mi primo Wilson me arrastr a una har cosa de dos aos. A m me pareci un coazo, pero a Wilson le encant todo aquel rollo. Acaricia el muslo de Tammy-. Quiz a las chicas les gustaban ese tipo de cosas. No lo creo -dice Tammy-. No eran muy dadas a la historia. Se anima-: Aunque s que fueron a ver Harry Potter. Le pregunto a Tammy qu cree ella que pudo haberles pasado. La muchacha se estremece y mira a Jaime. No lo s. Algn psicpata, quin si
no? Tuvo que ser un chalado. Alguien que las sigui desde el Parrot, descubri dnde vivan y les tendi una trampa. Cierra los ojos con fuerza-. Me provoca escalofros. No dej que Tammy se acercara a su apartamento despus de que encontr a los gatos abandonados de aquella manera -manifiesta Jaime-. Incluso antes de que los polis descubrieran los cadveres, Tammy saba que haba ocurrido algo terrible. Sencillamente lo saba. Aquello tambin fue muy triste -dice Tammy, que mira a su novio con una
expresin de dolor-. Lo de los gatos. Intent encontrar un hogar para ellos, pero al final tuvieron que ir al refugio. Clay Riggins mencion una prueba o algo as -le digo-. Sabe algo de eso? S! Qu pena tan tremenda. Estaban tan entusiasmadas. Trabajaron como burras: clases de diccin, danza, Pilates, se hicieron blanquear los dientes Pareca que todo iba a salir a las mil maravillas, y entonces Qu clase de prueba era? Quiero decir, para qu espectculo? Algo as como un espectculo de magia
-responde Tammy, sin mucha conviccin. Un espectculo de magia? Sabe algo ms al respecto? Tammy niega con la cabeza. Hablamos algo as como unos dos das despus de conocer a Jaime. Clara me lo coment cuando las llam para decirles dnde estaba, porque saba que estaran preocupadas. Me dijo que casi con toda seguridad lo haban conseguido. Estaba muy entusiasmada, pero yo hablaba desde el mvil, en el trabajo, as que no le ped ms detalles.
Ezme (con zeta) Brewster, la propietaria y administradora residente de los apartamentos Palomar, me saluda al estilo vaquero. Tiene sesenta o quiz setenta aos. Las gafas de lectura le cuelgan de una cadena sobre el pecho. En una mano sujeta el mando a distancia de la televisin; en la otra, un cigarrillo encendido con el que seala el televisor que est en el rincn. Pasa, cario, pero no digas nada. Estoy viendo una cosa Desde el televisor, Maury Povich dice: Vamos a descubrirlo ahora mismo! La cmara enfoca a un adolescente negro
con la cabeza gacha para ensear el pelo crespo y corto, y luego muestra a un nio sonriente. En el caso del pequeo Devon prosigue Maury, que abre un sobre-, Donnell, t eres el padre. Una mujer gorda se levanta de un salto y se marca unos pasos de lo que parece una danza de victoria. Luego agita un puo, para maldecir al chico del pelo crespo, que ahora sonre como si se hubiese tragado un sapo. Una niebla de pxeles oculta la boca de la mujer mientras lo insulta. Ezme apaga el televisor.
Tengo menos sesos que un mosquito afirma, al tiempo que aplasta la colilla-. Pero qu demonios A mi edad no ser yo quien resuelva el conflicto de Oriente Medio. As que ha venido por las chicas Gabler? Sacude la cabeza con una expresin de pena-. En qu puedo ayudarle? No estoy muy seguro. Le explico quin soy y que estoy investigando los crmenes de gemelos. Oh, Dios mo, por supuesto. Pobre hombre. Aquellos chiquillos. Lo vi en la tele. Algo terrible. Cree que hay alguna relacin con Clara y Carla? Seor
Bueno, eran las mejores inquilinas que he tenido. Una verdadera lstima. Pagaban puntualmente, tenan el apartamento limpio como una patena, no reciban visitas masculinas. Yo estaba en el hospital cuando desaparecieron. Los electrlitos descompensados o algo as. Si hubiese estado aqu, por supuesto que hubiera denunciado su desaparicin muchsimo antes. Las vea con regularidad? Todos los das. Eran muy caseras; algo raro en esta ciudad. Le formulo la serie habitual de preguntas
sobre hombres altos, perros flacos y ferias medievales. Sacude la cabeza: no, no, y no, no hasta donde ella sepa. Sabe algo sobre una prueba para un espectculo de magia? Eso fue otra autntica pena -afirma-. Trabajaron como burras para prepararse. Se gastaban todo el dinero que tanto les costaba ganar en esa clase o aquella otra. Finalmente fueron a la prueba, y entonces -Exhala un suspiro, que se convierte en un prolongado ataque de tos. Para quin hicieron la prueba?
La mujer se rasca la sien. Era un espectculo nuevo, estaba empezando. Tenan por delante unas cuantas semanas de ensayos. Clara me dijo el nombre. Exhala un suspiro, mira al techo-. Por mucho que lo intente, no lo recuerdo. El show de Neressa? Marassa? Malessa? Un nombre por el estilo, a m me sonaba a melaza. Creo que la prueba se hizo en el Luxor, o quiz fue en el Mandalay Bay. Le pregunto su parecer sobre lo que sucedi. Enciende un cigarrillo. Algn chalado las convenci para
llevarlas a Red Rock, y despus las mat para divertirse. Eso es lo que creo. Supongo que sa es la opinin general. Qu otra cosa podra ser? La polica investig en el instituto, en su ciudad natal, y no encontraron nada de nada. Tampoco parece algo personal, no s si me entiende. No lo cree? No. Ni siquiera se mencion. Ningn motivo sexual. Yo creo que las mat alguien slo por el placer de hacerlo. Quiz.
Si ves tanta televisin como en mi caso -seala Ezme-, tienes una visin bastante clara de lo que es capaz de hacer la gente. Entre los reality shows y las noticias, yo dira que nos estamos acercando a los romanos. Excepto que cuando lleguemos a la etapa de los gladiadores, Barbara WaWa entrevistar al tipo antes de que salga a la pista. Entonces, el gladiador dar las gracias a todos aquellos que le han dado la oportunidad de morir en la tele. A su apoderado, a su peluquero, a su preparador fsico Puedo ver el apartamento de las
chicas? Oh, cario, no hay nada que ver. Ahora vive all una pareja con un beb. Qu se hizo de las pertenencias de las gemelas? Dej el apartamento tal cual estaba durante tres o cuatro meses. No tenan gran cosa y lo que tenan no vala ni un centavo, pero no me vea con nimos para vaciarlo. La polica acab por dar con el paradero de una prima suya en Dakota del Norte. Pero ella no quiso quedarse nada, ni una sola cosa. Algo un tanto triste, no le parece? No conoca a las gemelas. Tampoco quiso enterrarlas.
Las chicas estn sepultadas aqu, por cortesa del estado. Al final decid donar lo que poda ser til a Purple Heart; son casi los nicos que vienen a recoger lo que das. Se me han acabado las preguntas. Le doy las gracias a la seora Brewster y me vuelvo hacia la puerta. Ella me detiene con una mano en mi brazo. Santo Dios, vestidas con aquellas medias y las braguitas. Usted cree que fue durante la prueba, verdad? Contiene el aliento. La prueba? A qu se refiere?
No es eso lo que est pensando? Que algn chalado las engatus, se vali de sus ilusiones y sus sueos para atraerlas, hizo que se vistieran, que recitaran sus frases, y que hicieran sus pasos, y entonces como si les hubiese hecho una prueba de su propio asesinato. Respira con fuerza y eso hace que sufra otro ataque de tos. La seora Brewster cierra los ojos durante unos momentos, como si estuviese rezando una plegaria para sus adentros-. Eso es siniestro sentencia-. Directamente malvado! Con la carne de gallina consigo agradecerle a la seora Brewster el tiempo que me ha dispensado.
De pie junto al coche, mientras espero a que se enfre, me digo que Ezme Brewster probablemente est en lo cierto. Las Gabler actuaron para su asesino. La cuestin es: qu ms da? Sigo sin ver qu relacin tiene todo esto con Sean y Kevin. En el Tropicana tengo dos mensajes. El primero es de Liz: Alex, qu ests haciendo en Las Vegas? La voz es aguda y con un tono de reproche. Luego va a lo prctico: Por favor, llmame. El segundo es de Barry Chisworth, el mdico forense. Dice que estar
encantado de hablar conmigo y me deja un rosario de telfonos. No resulta fcil hablar con Liz en estos das. Sabe que es injusta, est tratando de solucionarlo con su terapeuta, pero es incapaz de ir ms all y no centrar en m todos sus sentimientos negativos. Se siente culpable por haber permitido que los nios vinieran a pasar una temporada conmigo, y se entrega a imaginar centenares de versiones del juego de los si hubiese. As que cualquier resto de culpa que no me toca recae sobre ella. La persona que secuestr a los chicos ni siquiera entra en sus esquemas. Ella dej que los chicos vinieran a casa. Si hubiese
rehusado si slo me hubiese permitido llevarlos a la playa Me obligo a m mismo a llamarla. Hola? Su voz es dbil, titubeante. Soy yo. Qu ests haciendo en Las Vegas, Alex? Ests jugando? Estoy siguiendo una pista que me sugiri Shoffler. Eso haces? Si l ya ni siquiera est vinculado al caso.
No pidi que lo transfirieran. Contina interesado. Qu pista? La mente me da vueltas. Desde luego que no voy a decirle nada de las gemelas Gabler. Dudo que exista una relacin y, de todas formas, lo que les pas a esas mujeres es demasiado terrible como para mencionrselo a Liz. Una pista falsa. No ha dado ningn resultado. No tendras que estar en Las Vegas. Mi padre lo ha estado pensando. Lo que
tendras que hacer es visitar las casas cercanas a Shade Valley Road. Es muy probable que Liz, la polica ya visit todas esas casas. Varias veces. Mi padre est convencido! Su voz suena como un alarido, descontrolada. Seguimos hablando un rato ms. Su tono es cada vez peor-. Todava estoy esperando que pagues la pensin. Tengas un empleo o no, no pienso financiarte tus viajes a Las Vegas. Va en serio, Alex. Ms te vale que reciba el cheque puntualmente.
Me digo a m mismo que esa arpa no es Liz. No quiere sentir el terror y la prdida, as que se aferra a la clera. Liz Lo digo muy en serio, Alex. No me vengas con historias para no pagarme. Ni siquiera lo intentes. Quisiera ser capaz de decirle la palabra perfecta, algo que la consuele y la anime, algo que le d esperanzas. Pero el descenso de mi esposa a este comportamiento mezquino me hace sentir tan triste que mucho me temo que, si abro la boca, me derrumbar. Cuelgo.
Me llama cuatro veces. La furia y el resentimiento cada vez mayor quedarn registrados en mi buzn de voz.
Captulo 24
He quedado con Barry Chisworth en que nos encontraramos en el Rumjungle, un bar-restaurante en la planta baja del Mandalay Bay. Como la mayora de los dems restaurantes que encuentro en mi camino (el French Bistro, el Red Square, etctera), la decoracin tambin
es temtica, aunque no acabo de adivinar cul es. Lminas de agua caen por las paredes. Hay una hoguera en un foso abierto. Quiz va de safaris. Con elementos acuticos. Chisworth es un tipo fornido, de unos cincuenta y tantos aos, con los hombros abultados de un levantador de pesas. Lleva una mosca en la barbilla. Gracias por darme una excusa para salir de casa -comenta, mientras me estrecha la mano con una fuerza tremenda-. Vivo solo, por supuesto, pero aun as -Se re la gracia y yo lo secundo-. Pruebe un mojito -sugiere, y
levanta el vaso largo-. El favorito de Hemingway. No est nada mal. Suelo mantenerme fiel a la cerveza, pero tengo el presentimiento de que Chisworth se llevar una desilusin si lo rechazo. Por qu no? digo. Otros dos de estos petardos -le dice al barman, y luego me mira-. As que quiere saber cosas de las Gabler. Se inclina hacia m-. Quiero dejar bien claro que nada de todo esto es oficial. Cualquier cosa que le diga es entre nosotros dos, de acuerdo?
Tiene mi palabra. Fue todo un caso. Veo muchsimas cosas, pero aqul fue algo muy especial. Se toca la mosca, algo que hace a menudo, como si eso lo tranquilizara. Me recuerda la manera como Sean sujetaba la manta. Sean. Cuando pienso en uno de los chicos de esta manera casual -y esto ocurre varias docenas de veces al daes como si se abriera una trampilla en mi mente. Al principio, caa por el agujero, me precipitaba a un lugar donde slo haba desesperacin. Pero durante
el ltimo par de semanas, pensar en mis hijos, en la realidad de su desaparicin, ya no me golpea de la misma manera. Casi tengo que esforzarme, concentrarme en mi prdida para sentirla, y a veces se me ocurre que, en algn lugar muy dentro de m, me estoy acostumbrando a ella. El camarero nos sirve los dos mojitos y Chisworth mueve su vaso hacia el mo. Salud -brinda-. Le dir una cosa. Siempre he credo que el tipo que se carg a esas dos chicas era algo ms que un tipo listo, por llamarlo de alguna manera. Ha encontrado algo?
Mi inters es mucho ms especfico. Le explico quin soy. Da un respingo. Ya deca yo que su rostro me sonaba. Se toca la mosca-. Pero demonios, cmo puede haber un vnculo entre sus hijos y las Gabler? Gemelos idnticos -respondo, y me encojo de hombros. Gemelos, s, pero no la misma clase de gemelos. Me refiero a que ellas eran coristas. Quiz unas buenas chicas, pero al fin y al cabo trabajaban en un
espectculo de topless. Resulta difcil imaginar cmo el mismo psicpata que se las carg puede tener cualquier inters en qu? Unos chiquillos de primer grado. Me encojo de hombros. No s si servir de algo, pero hay un par de cosas que me desconcertaron. En serio? Esa chica -prosigue, inclinado sobre la mesa- cortada en dos. Los carroeros estuvieron comiendo en las heridas durante dos semanas, as que eso elimin cualquier posibilidad de
establecer qu clase de arma o herramienta se utiliz para cortar el torso. Se puede llegar a la conclusin de que fue algo afilado, probablemente mecnico, pero nada ms. En el banquillo, y por lo tanto por escrito, slo puedes presentar pruebas y conclusiones. Es este caso -sacude la cabeza-, los tejidos blandos estaban desgarrados. Hasta los huesos estaban rodos. Noto una sensacin de nusea. Lo habitual es encontrar fragmentos de metal en heridas de esa magnitud. Eso ayuda a delimitar el tipo de arma. En el
caso de Clara Gabler, los animales se comieron los fragmentos. Tambin hay que tener en cuenta la accin de los insectos. Dos semanas es mucho tiempo En cualquier otro clima, los restos se hubiesen convertido en papilla, as que, en ese sentido, los despojos me dieron mucha informacin. No olvide que he visto muchas heridas. Demonios, yo mismo he hecho muchas heridas. Aunque no pueda declararlo bajo juramento, yo dira que, ms all de cualquier duda razonable, a Clara Gabler la cortaron en dos con una sierra circular, un corte de izquierda a derecha a travs del torso.
Una hoja de un tamao considerable. Ms o menos algo as. Deja el mojito sobre la mesa por un momento y levanta las manos separadas a una distancia de unos cincuenta centmetros-. De corte fino y lo bastante fuerte como para cortar el hueso sin destrozarlo en exceso. Lo digo porque no haba muchas astillas. Las sierras de ese tipo estn disponibles? Quiero decir, se pueden comprar? Por supuesto. Estamos hablando de una sierra de banco. Puede comprarlas en Home Depot. Pero la cuestin es que
para usar una sierra de banco de ese tamao a campo abierto se necesita un generador. Eso, o uno de aquellos viejos aparatos que funcionaban conectados al eje de un vehculo. Adems de una plataforma para trabajar encima. Por si fuera poco, tendra que llevar todo el equipo hasta all, ms arriba de Icebox Canyon. Necesitara un todo terreno de los buenos. Podra hacerlo con un Land Rover. Son ilegales en la zona donde encontraron los cuerpos, pero ojo, no es como si el desierto de Mojave estuviese vallado. Hay una manera relativamente fcil de llegar viniendo del valle de la Muerte. Encontramos huellas, pero se es otro problema; encontramos muchas huellas.
Hace una pausa para beber un trago. Pero vamos a lo que me desconcierta. Por qu tomarse la molestia de cargar con una sierra circular, un generador y un banco o una mesa? Por qu llamar la atencin apareciendo por all con un todoterreno, lo cual va contra la ley, si vas a cometer un crimen? Eso es algo que no consegua responderme. Me refiero a que si vas a descuartizar a alguien, una motosierra sera mucho ms prctica. Comprendo muy bien lo que dice.
En su opinin, entonces, por qu alguien se tomara tantas molestias? Eso es algo que no he conseguido aclarar. Se encoge de hombros, bebe otro trago de su mojito-. Por supuesto, es obvio que el asesino de las Gabler est como una chota, o sea, que tampoco hay un motivo para que el mtodo sea lgico. Le hago una sea al barman para que nos sirva otra ronda. Entran bien, no? As es. Pienso para mis adentros que este tipo no menta con respecto a lo de
salir de su casa. Habla de Hemingway y de Cuba durante un rato, de su viaje a La Habana, de sus opiniones sobre el embargo. Me cuesta conseguir que vuelva al tema que me interesa. Tiene algn otro detalle interesante sobre el caso Gabler? Se tironea de la mosca. Oh, s, y ste tambin me llev de cabeza. Ley el informe de la autopsia, no?
Le ech una ojeada. Por lo tanto, sabe que esa chica, Clara, estaba viva cuando eso ocurri. Asiento. Haba rastros de serrn en el cuerpo. En las pantorrillas, en la nuca, en las suelas de los zapatos, en los dedos. Madera de pino. Pero no haba heridas defensivas, ni un rasguo en los dedos de las manos y los pies. Un atad? Es posible. Slo es un comentario. Quiz el tipo iba a enterrarlas, pero
cambi de opinin. Ahora vamos a lo que realmente me pareci alucinante. Tenemos una herida enorme en Clara Gabler, que estaba viva cuando se la hicieron. Sin embargo, no encontr ningn rastro de ligaduras. Ni un solo roce, ningn dao en los tejidos de las muecas y los tobillos. Tampoco ningn dao visible correspondiente a un forcejeo para librarse, ni la ms mnima herida defensiva, ni piel, tierra o madera debajo de las uas. Nada. Eso qu significa? Drogas? Eso fue lo primero que pens, pero no encontr nada. En absoluto.
Eso qu significa? repito. Significa que no estaba atada, y hasta donde pude determinar, tampoco estaba drogada. A la mujer que cortan en dos, pero no est atada. Dgame, cmo se consigue algo as? T, acustate, cario. De acuerdo, muy bien, no te muevas. No notars nada. Sacude la cabeza. Algo oscuro comienza a moverse en el fondo de mi mente, pero sea lo que sea, no acabo de fijarlo. Bien podra ser que ella no supiera lo que iba a pasar.
Puede. Pero ya se lo he dicho: hice toda clase de pruebas. Primero busqu sedantes, opiceos, tranquilizantes Nada. Tampoco relajantes musculares. Incluso busqu paralizantes. Nada. Nada de nada. Qu hay de la otra muchacha, la que mataron de un disparo? La ejecutaron -responde de forma tajante Chisworth. As de sencillo. Tumbada boca abajo en el suelo. Un disparo, en la nuca, con el arma apartada del crneo slo lo justo para no hacer un estropicio. Eso tambin
me dej pasmado, se lo juro. A qu se refiere? A la comparacin. En la muerte de Clara nos encontramos con que el asesino se ha tomado muchas molestias. Tener que llevar un montn de cosas hasta un lugar de difcil acceso. Despus, con la hermana es todo lo contrario. Nada de los, a lo prctico. Se acaba el mojito-. Por qu? A las siete de la maana siguiente estoy en el coche con mis provisiones: dos botellas de agua, protector solar, gorra de los Orioles y gafas de sol. El tercer mojito fue claramente un error. Contino
lamentndolo mientras encaro hacia el Tropicana Boulevard. La fuerte luz de la maana rebota en las pulidas curvas de los otros coches y me hace guiar los ojos. La cosa mejora cuando giro a la izquierda en Charleston y voy en direccin oeste, de espaldas al sol. Me dirijo a Red Rock Canyon, el lugar donde Carla y Clara Gabler fueron asesinadas. Conduzco a travs de kilmetros y kilmetros de un territorio plano como una mesa de billar. Si Dios no lo hizo as, Asplundh o Caterpillar se encargaron de corregir la omisin. Llega un momento en que las urbanizaciones
en marcha dan paso a las futuras, y algunas de ellas no son ms que una extensin de tierra allanada por las excavadoras y una entrada al estilo del suroeste adornada con unos cuantos cactus de buen tamao. Las mejores cien parcelas! Doscientas soberbias parcelas! Cuatrocientas inmejorables parcelas! Slo quedan cuatro parcelas! sta es una ciudad en expansin. Lo vi en la fotografa del satlite en el despacho de Holly Goldstein: la ciudad como una metstasis que se acerca a las montaas. Hacia el oeste, las urbanizaciones se detienen muy cerca de Red Rock Canyon, uno de los varios parques y
zonas protegidas en el camino al valle de la Muerte y la lnea a California. Veo cuando me aproximo lo hermoso que es: una cuenca desrtica con un fondo de piedra caliza roja almenada. Los cinco dlares que pago en la taquilla (que abre a las seis de la maana) me dan acceso a los veinte kilmetros de carretera por un recorrido turstico. El guardia forestal me entrega un folleto donde aparecen la flora y la fauna, los senderos y una breve historia de la zona. Incluso hay un mapa del recorrido y los caminos a campo traviesa. Icebox Canyon? me contesta cuando le pregunto dnde est-. Deje el coche
en el aparcamiento del mojn nmero ocho. Lleve agua en abundancia. Hoy no ser precisamente una nevera. Ya hay un coche en el parking, una camioneta Dodge con unas astas de toro atornilladas al cap. La pegatina en el parachoques dice: Mi hijo le da al suyo sopas con hondas. Me tomo media botella de agua, me meto otra en el bolsillo y sigo la seal que me lleva al sendero. Al cabo de quince minutos renuncio a la idea de llegar hasta el punto donde encontraron a las Gabler. Es un pequeo can situado por encima y por detrs de Icebox, un lugar llamado Conjure
Canyon. La escalada era mi deporte favorito, pero no lo he practicado mucho desde mis das en el colegio universitario, y nada en absoluto desde un ao o poco ms despus de que nacieron los nios. Tampoco he venido preparado para seguir el camino del excursionista. Para empezar, no llevo botas, y una escalada libre por la pared casi vertical de Icebox no sera una buena idea para alguien cuya ltima escalada fue aos atrs. Haba credo que podra encontrar otro camino, una manera de rodearlo. Ahora
que estoy aqu, veo que el terreno es tan escabroso que me llevara horas. Necesitara botas, una mochila y mucha ms agua. Decido conformarme con acercarme lo suficiente a la escena del crimen como para tener una sensacin del lugar. Inmediatamente, me preocupan un par de cosas. La primera es que veo a lo que se refera Chisworth. Si su corazonada sobre la sierra circular y el generador es correcta, el asesino tuvo que arrastrar todo el equipo hasta un lugar muy poco conveniente; un lugar que est muy cerca de una zona muy popular entre los excursionistas. No hay duda de que la mayora de los turistas probablemente
slo hacen el recorrido normal, el que est sealado en todas las guas (hasta el fondo de Icebox y vuelta al aparcamiento). Pero la zona alrededor de Icebox es una de las preferidas de los escaladores, por eso Josh Gromelski vino a escalar aqu. Hay mucho territorio salvaje por esta parte de Nevada: por qu escoger un lugar con tantos posibles testigos? Con tantos amantes de la vida al aire libre en esta parte del Oeste, el asesino deba de saber que pronto alguien acabara encontrando los restos de las gemelas Gabler. Por qu no escogi, entonces, un sitio poco accesible tambin pero mucho menos popular?
Durante los primeros veinte minutos, camino por un terreno llano, entre cactus, arbustos resinosos y yucas. La caminata es relativamente fcil, aunque es suelo rocoso y tengo que vigilar dnde piso. Luego entro en un terreno ms duro. No tardo mucho en preguntarme si voy por el camino correcto. Puede que sta sea una excursin popular, que el folleto seala como de dificultad moderada, pero el sendero no est bien sealizado. Esto no es un parque nacional -me digo a m mismo-; es uno salvaje. Aguanta. Hay momentos en los que me veo obligado a trepar por rocas y peascos.
En unas pocas ocasiones tengo que retroceder porque he tomado un desvo que no era y he acabado en el borde de un precipicio. Diez minutos ms tarde, me tuerzo un tobillo. Duele, pero no es grave. Un poco ms adelante, el terreno es tan duro que no s si an estoy en el sendero. Aun as, disfruto con el esfuerzo de la caminata, aunque me doy cuenta de que no estoy para nada en forma. Tal vez debera haber contratado a un gua, o al menos hacerme con un mapa topogrfico. El sol no tardar en convertirse en un
problema. Noto el calor detrs del frescor momentneo, que espera atacarme tan pronto como el sol me ilumine directamente. El aire ya es ms clido, y los rayos del sol que rebotan en las piedras se cuelan por los laterales de mis gafas oscuras. Cuando no estoy a la sombra, noto cmo las piedras se calientan bajo mis manos. En cuanto llego al fondo de Icebox Canyon, el sol ya no molesta tanto y decido subir un poco; escojo una ruta hacia un saliente donde crece un pin. La subida es ms dura de lo que haba imaginado, y cuando llego hasta all, jadeo y agradezco poder sentarme. En el acto, me doy cuenta de que no soy el
primero en descubrir este lugar. Hay un envoltorio de goma de mascar junto a las races del pin, y alguien ha aplastado cuatro colillas en una grieta. Bebo un trago de agua casi tibia y doy un mordisco a una barrita energtica. As que estoy aqu, cansado pero entero, sentado en el lado del can que Josh Gromelski escogi para su escalada. Miro hacia arriba, hacia el lugar donde encontr los restos de Clara Gabler. Pero la escena del crimen Cmo lo dijo Holly Goldstein? No me habla Me acabo la barrita energtica, mientras pienso: Qu ms da?
As que el asesino escogi un lugar inaccesible. As que cort a Clara Gabler por la mitad cuando ella an estaba viva. As que utiliz una sierra circular. As que se tom un sinfn de molestias para trasladar todas aquellas cosas hasta un lugar remoto. As que las muchachas realizaron una prueba para un espectculo de magia. Qu ms? Qu tiene todo esto que ver con Kevin y Sean? Recojo el envoltorio de la goma de mascar, las cuatro colillas, y hago una bola con todo ello y el papel de la barrita energtica. Luego la meto en el bolsillo junto con la botella de agua vaca. Mientras bajo con mucha cautela
hacia el fondo del can, no puedo creer que est aqu, en una zona salvaje prxima a Las Vegas, dedicado a perseguir no lo s. Qu estoy haciendo aqu? Liz tiene razn. sta no es ms que otra versin de la rueda del hmster. Estoy perdiendo el tiempo. Estoy derrochando mi dinero. Todo este viaje no es ms que un capricho. Estoy furioso conmigo mismo, hasta tal punto que bajo a una velocidad desquiciada. Salto de piedra en piedra, sin pensar en el riesgo, con el nico propsito de llegar al suelo lo antes posible.
Y entonces se hace la luz. Es un destello tan intenso que pierdo la concentracin durante un segundo. Lo prximo que s es que he pisado donde no deba y que estoy cayendo a plomo. Toco una piedra y luego consigo lanzarme hacia una cornisa. Un torpe aterrizaje en tres puntos me despelleja las rodillas. Estoy tendido en una cornisa a unos seis metros del suelo. Veo cmo mis gafas de sol caen dando tumbos por la ladera, despus agacho la cabeza y cierro los ojos. Permanezco tumbado durante unos minutos, con la roca caliente contra la mejilla, mientras un fuerte hormigueo me recorre los brazos. Puede ser que este
residuo de adrenalina se deba a la cada, pero la cada en s fue por la sbita comprensin que tuve durante mi alocado descenso. Dnde encontraron a las Gabler? En Conjure Canyon. Para qu era la prueba que hicieron las Gabler? Para un espectculo de magia. Las fotos de la escena del crimen aparecen con toda nitidez en mi mente: las dos mitades de Clara. Clara Gabler,
cortada en dos. Cortada con una sierra circular, dijo Chisworth. Un corte de izquierda a derecha a travs del torso. En otras palabras: no cortada por la mitad sino aserrada por la mitad. Estaban en un escenario. Por eso iban vestidas de coristas. Era una funcin, durante la cual Clara Gabler fue aserrada en dos. La sangre que chorreaba de la caja era autntica, los alaridos no eran la interpretacin de una actriz, sino alaridos de sufrimiento y horror. El nmero de serrar a una mujer por la mitad que despus aparece entera; las dos partes reunidas mgicamente.
Slo que en este caso el truco era que no haba truco. Haba una doble. Una gemela. Me siento en la cornisa y miro a travs del desierto hacia el Strip. Me quito los minsculos granos de arenisca de la palma lastimada, mientras hago todo lo posible por mantener la mente concentrada en las hermanas Gabler. As que Ezme Brewster tena razn: era un espectculo, una funcin en directo. Me levanto, con el tobillo hinchado y la sangre que mana de los cortes en las rodillas. Tengo la boca seca, la visin
desenfocada, me duele la cabeza. Estoy deshidratado. Entrecierro los prpados para protegerme del resplandor mientras busco la mejor manera de bajar. Comienzo el descenso. Pero el movimiento no funciona. No puedo evitar eternamente que mis pensamientos hagan las deducciones lgicas. No puedo reprimir el recuerdo de los gemelos Sandling dicindome que el secuestrador los entretuvo con unos trucos. Qu clase de trucos? Trucos con naipes y monedas. Haca desaparecer las monedas. Trucos de magia. Trucos con naipes. Aserrar a una mujer por la mitad.
Gemelos en el primer caso; gemelas en el segundo. Mientras camino tambaleante por el desierto hacia el aparcamiento, me siento como un ciego al borde de un precipicio. Intento aferrarme a mi confusin y no hacer caso de la sacudida del presentimiento que me asalt cuando bajaba desde el pin. Cuando llego al coche, bajo las ventanillas y espero a que se disipe el asfixiante calor. No puedo evitarlo; es imposible controlarlo. El vnculo es tenue en la superficie, pero dentro de m
s que la corazonada de Shoffler es correcta. Hay una vinculacin entre las gemelas Gabler, los Sandling y mis hijos, y ese vnculo es la magia. Por primera vez desde la desaparicin de los chicos, tengo una sospecha de lo que puede depararles el destino y me hundo en la ms negra desesperacin. Si estoy en lo cierto, y el hombre que se los llev es el mismo que asesin a las hermanas Gabler, el Flautista no es slo un asesino, sino tambin un sdico. Y, por si eso fuera poco, no slo un sdico, sino una persona con un don para el dolor y la decepcin. Mis hijos son la materia prima para un
Captulo 25
Llamo a Shoffler para comunicarle que su corazonada parece haber dado en la diana, que el vnculo entre las Gabler y mis hijos es uno que no hubiramos descubierto ni en mil aos: la magia. Quiero hablar de ello con el detective, que me d su consejo, pero resulta que est en Francia para participar en una conferencia sobre seguridad o algo as.
Le dejo un mensaje. De todas formas, intuyo al menos una parte de sus consejos. Mientras estoy en Las Vegas, tendra que investigar si el Flautista trabaj aqu como mago y seguir cualquiera de las otras pistas locales que tenga. Resulta que, cuando se trata de magia, Las Vegas es el lugar indicado. Despus de tres das, he visto aparecer y desaparecer ms palomas y velas encendidas de las que puedo recordar. Ya comienza a parecerme algo rutinario que un hombre con un esmoquin chasquee los dedos y una paloma o un
pato incluso una oca! aparezca en medio de la nada, que ponga la chistera boca abajo, que la golpee para demostrar que est vaca, que incluso llame a alguien del pblico para que meta una mano dentro, y a continuacin, con un simple ademn, voil. Un conejo. Un conejo de verdad, que comienza a saltar por el escenario, asustado por los focos. He visto pauelos, cuerdas y hojas de papel cortadas a trozos que vuelven a ser enteras con la ayuda de unas pocas palabras mgicas. He sido testigo de proezas telepticas, fugas milagrosas, levitaciones y docenas de transformaciones (un trozo de papel en
un pjaro, una pelota en un conejo, una mueca en una mujer, un trozo de cuerda en una serpiente). He perdido la cuenta de las veces que he visto desaparecer a unas bellezas, que despus aparecan, sonrientes y orgullosas, en los lugares ms inesperados; por ejemplo, en la ltima fila de butacas. En el San Remo, las Coristas de la Magia (topless en la sesin nocturna) son lo que dice su nombre: unas muchachas preciosas que hacen trucos con naipes y monedas y, por supuesto, conejos. Al finalizar el espectculo, puedes ir a
la tienda donde venden recuerdos del mago que has visto, junto con libros y equipos de magia, carteles y biografas de Houdini. Es en estas tiendas donde muestro mis retratos del Flautista a los vendedores y cajeros, que tambin hacen trucos con los naipes y otros juegos de manos mientras te atienden. Les digo que el hombre del retrato es un mago. Lo reconocen? Un par de ellos creen que s, pero nadie es capaz de asignarle un nombre o mencionar un lugar. Estoy tomando una cerveza antes del espectculo de Lance Burton cuando se me acerca un gigantn.
Soy Boyd Veranek -se presenta-, con V. Encantado de conocerlo. Mire esto. Me lo veo venir: el tipo se dispone a ensearme un truco. No quiero ser su pblico, pero hay mucha gente y no puedo marcharme sin comportarme como un maleducado. Une sus manazas y luego las separa lentamente. Entre las palmas, una rosa de papel flota en el aire. Separa las manos bruscamente y la flor cae al suelo. La recoge por el tallo, y con una leve inclinacin, me la ofrece. Est hecha con una servilleta de Lance Burton, los ptalos ingeniosamente
plegados, el tallo de papel retorcido. Veranek me mira, orgulloso. La acaba de hacer aqu? Es muy bueno. Supongo que funciona mejor con las mujeres -comenta Veranek, con una sonrisa-. Lo he visto en el espectculo de las Coristas de la Magia, el de Penn y Teller. Me dije que era usted un colega ilusionista. Tengo razn? No exactamente, pero veo que usted s lo es. Veranek sonre y se encoge de hombros.
Ya lo puede decir. Soy un ingeniero retirado. Haca nmeros de magia por aficin, pero se ha convertido en una segunda carrera. Acto en fiestas infantiles, bar y bat mitzvah, en algn crucero o en una convencin de vez en cuando. Ayuda, a la vista de como est mi cartera de inversiones. Eso s que fue un nmero de desaparicin. Se echa a rer y yo lo secundo-. Si no es un mago dice-, qu es? Un adicto a la magia? Le respondo que soy un investigador privado. Que estoy investigando un caso. Ya no menciono a los chicos si puedo evitarlo, con la ilusin de esquivar la habitual secuencia que sigue
al relato de mi pesadilla. El recuerdo del secuestro y la obligada manifestacin de solidaridad da paso a la fascinacin, y luego a un rechazo mal disimulado. La fascinacin es fcil de comprender: es el instinto que nos lleva a mirar los accidentes de coche. El rechazo es el mismo que seguramente conocen muy bien los enfermos de cncer y los incapacitados. Da lo mismo que no sea contagioso, el miedo al contagio no desaparece. A m me ocurri algo terrible: nadie quiere que se le pegue mi mala suerte. Un asesinato? Boyd Veranek me mira con los ojos entrecerrados, como si no tuviera muy claro si se trata de una
broma o no-. Todas esas funciones encajan en la investigacin? Cmo? Si no le importa que pregunte Creo que el asesino es un mago. Caray. Vaya con el vecindario. Un profesional? Un aficionado? No lo s. Sacudo la cabeza-. Tengo unos retratos. Quiere echarles un vistazo? Por supuesto. Observa los retratos con mucha atencin. Dice que no con un gesto-. El asesinato se cometi aqu? En Las Vegas?
Cerca. Fue hace tres aos. Unas coristas que fueron asesinadas en Red Rock Canyon. Quiz haya odo hablar del tema. Frunce el entrecejo, pero cualquier recuerdo de los asesinatos ha sido reemplazado por alguna brutalidad ms reciente. Voy a todos esos espectculos para ver si puedo pillar algo nuevo para mi nmero -comenta-, y lo que usted hace caray es rastrear a un asesino. Asiento.
Si de verdad quiere saber cosas sobre la magia, tendr que hablar con Karl Kavanaugh -afirma Veranek-. Vive en la ciudad y lo sabe absolutamente todo. Quin es? Es un mago, aunque ya prcticamente no acta. Trabaja para Copperfield, que tiene aqu un museo de la magia. No lo saba. Es un museo privado, pero la cuestin es que Karl lo sabe todo de la magia, de la A a la Z. Es el mago de los magos. Quiz pueda ayudarlo. Puede que
incluso sepa quin es ese tipo. Tiene su nmero de telfono? No, quiero decir que no lo tengo aqu. Probablemente figure en la gua. Karl con K, Kavanaugh tambin con K. Si no aparece, llmeme, porque seguramente podr consegurselo. Estoy en el Luxor. Veranek, con V. De acuerdo, muchas gracias. Slo faltan unos minutos para que comience el espectculo y la multitud est entrando en la sala. Me dispongo a unirme a los dems cuando Veranek me pone su copa en mi mano.
Ah viene mi esposa. Le importara sostenrmelo un momento? Comienza a hacer algo con su programa, trabaja rpida y furiosamente con las manos. Unos momentos ms tarde, una mujer de expresin bondadosa se abre paso entre la muchedumbre y aparece a su lado. Haba cola en el lavabo de chicas comenta. Yo dira que has salido en el momento oportuno -replica Veranek-. Mira lo que has cogido all. Ha tenido que salir de
las tuberas. Hace como si cogiera algo del hombro de la mujer y lo sostiene en la palma de la mano. Es una ranita muy bien hecha. Se las apaa para que salte. Oh, Boyyyyd. La mujer se re como una adolescente. Miro la rana, que me recuerda mucho al conejo de origami que encontr en la cmoda de los chicos. Sufro un ataque de paranoia. Es este tipo quien me ha abordado, no ha sido al revs. No se parece en nada a mis retratos del Flautista, pero es alto, hace animales de origami, hace trucos de
magia Es sorprendente -me oigo decir-. La rana es genial. No, no es muy buena. Estoy un tanto oxidado. Ahora no hago ms que cosas con globos. La papiroflexia est algo pasada. Hasta cierto punto, es una pena. El origami es algo que tiene una muy larga relacin con la magia. Encaja muy bien. A qu se refiere? Para empezar, es algo que requiere destreza -responde Veranek-, y los
magos son muy buenos con las manos. Adems, es una transformacin. Bastan unos pocos pliegues para transformar un trozo de papel en un pjaro, en un animal. A la gente le gusta. Pero ya no se ve mucho. Ahora no hay ms que globos. Sonre-. Claro, que no deja de ser la misma idea. Noto una presin en la cabeza, como si estuviese debajo del agua. Puede hacer un conejo? Boyd -interviene la mujer de rostro bondadoso-, no quiero perderme el comienzo de Lance.
No te preocupes, cario. Puedo hacer un conejo en treinta segundos clavados. Lo hace. Con una impresionante destreza manual, Veranek corta la ltima hoja del programa para tener un cuadrado. Segundos ms tarde, lo ha transformado en un precioso conejito. No se parece en nada al conejo que encontr en la habitacin de los chicos. Me digo a m mismo que eso no prueba nada, pero dejo de sospechar de Boyd Veranek. Las luces del vestbulo comienzan a parpadear.
Fantstico -exclamo, admirado ante el conejo que descansa en el dorso de la mano de Veranek. Boyd -insiste su esposa-. Vamos. Veranek me saluda con la cabeza y -no veo cmo ocurre- hace desaparecer el conejo.
Captulo 26
Karl Kavanaugh figura en la gua, y quedamos de acuerdo en encontrarnos a la maana siguiente. Propone el Peppermill, que me dice que est en la parte alta del Strip, al otro lado de Circus Circus. El restaurante ocupa un edificio con techo de ripias, estilo aos setenta, que parece acurrucado entre sus gigantescos vecinos. En el interior, las banquetas de terciopelo azul estn a la sombra de
falsos cerezos. Kavanaugh me espera apenas pasada la entrada, un hombre alto y elegante vestido con un traje azul. Soy un tipo sesentn -me dijo por telfono-. Llevo gafas de aviador. Nos damos la mano. La mano de Kavanaugh es grande y fuerte, con los dedos largos. A Boyd le gusta exagerar -comenta-. Pero no soy el mago de los magos, o lo que sea que le dijera. En cambio, s que soy un estudioso de la magia. Una mujer joven nos acompaa hasta
una mesa. Viste un pichi con la falda plisada muy corta y una camisa blanca, una versin sexualizada del uniforme de las escuelas catlicas. Acta aqu, en Las Vegas? le pregunto. No, ms o menos estoy retirado. Vine aqu bueno, vine aqu porque segua el oficio. A qu se refiere? Ver, algunas industrias permanecen fijas -responde Kavanaugh-. Me refiero en trminos geogrficos, como la
industria del cine, las aceras o la construccin naval, pero la magia va cambiando de capitales. Ahora mismo est aqu, en Las Vegas. Dnde estaba antes? A Karl se le iluminan los ojos. A principios de siglo estaba en Nueva York, lo cual tiene mucho sentido. All estaban los grandes teatros, los agentes artsticos, los crticos, las tiendas de magia, el vodevil. Por no hablar de las grandes audiencias. Recuerde que por aquel entonces no exista el cine, as que las funciones en vivo eran el nico entretenimiento. As fue cmo alguien
como Houdini atrajo a multitudes de espectadores. Tambin lo hacan sus rivales e imitadores. Entonces no haba derechos de autor ni nombres registrados, as que haba legiones de Howdini, Hondini y Houdin, y todos ellos llenaban los teatros. Howdini? Es una broma. En absoluto. sa era una de las razones por las que casi toda la publicidad de aquellos aos se centraba en establecer la identidad: El nico y verdadero, El autntico!. Haba espacio para todos los competidores, porque la magia floreca. Pero despus aparecieron las
pelculas, y el vodevil comenz a decaer. Fueron muchos los espectculos de magia que se hundieron con el barco. Cmo es eso? La magia no fue capaz de hacer la transicin al cine. Sencillamente, no funcionaba en la pantalla. Ni en la pantalla ni, ms tarde, tampoco en la televisin. Vaya. Entonces, el epicentro de la magia se traslad a Chicago. Fue por los aos veinte, y en Chicago era donde se cruzaban todas las lneas de ferrocarril,
el segundo hogar para legiones de viajantes de comercio. Era el lugar de las grandes convenciones, y todo eso. Los magos tuvieron una segunda oportunidad trabajando en las ferias y exposiciones. Es probable que stas sigan siendo las que ms trabajo dan a los magos. Ferias comerciales? No lo dir en serio? Por supuesto que s. Las ferias comerciales son bsicamente un espectculo en directo. Digamos que es necesario que los visitantes se acerquen a sus stands. No hay nada mejor que un
mago. La gente se detendr a mirar. Dnde ms trabajan los magos hoy en da, aparte de Las Vegas y las ferias? En los cruceros hay mucho trabajo. Fiestas de cumpleaos, comuniones, residencias de la tercera edad -Los enumera con los dedos. Comienzo a tomar notas. Tiene que haber asociaciones para las ferias, los barcos de crucero, los magos. Puedo enviar a todas ellas los retratos del Flautista. Despus tenemos las medis -aade Karl-. Contratan a muchos magos.
Medis? Qu es eso? Las ferias medievales. Gustan mucho. Ferias medievales. ste es uno de esos momentos en que el pasado me cae encima. La cabeza se me llena con imgenes del da en la feria: la expresin de Sean cuando le cuelgan la medalla, la ligera desconfianza en el rostro de Kevin mientras mira el halcn posado sobre el guantelete de cuero de su cuidador Me concentro en mis notas.
Karl, sin duda, ha visto algo en mi rostro, porque me pregunta si estoy bien. Murmuro algo referente al jet lag y salgo del paso. l vuelve al viaje geogrfico de la magia. As que los magos se reunieron en Chicago durante unos aos, digamos entre 1930 y 1962. Entonces, toda la accin se traslad a Los ngeles. Por qu a Los ngeles? Karl se encoge de hombros. Un mago muy conocido compr all una vieja mansin y abri un club. Lo llam Magic Castle. Con el tiempo, el Castle
fue atrayendo ms y ms magos a la costa Oeste, y Los ngeles se convirti en el nuevo epicentro de la magia. Quin era ese mago? Mark Mitchell. Supongo que ni siquiera ha odo su nombre. Lo admito con un gesto de la cabeza. Eso es algo que seala de forma clara el declive del arte -opina Karl, que sacude la cabeza con una expresin de pena-. Para m, como estudioso de la magia, el deterioro que ha sufrido es del todo sorprendente.
Ha cambiado? Aqu, por lo que se ve, los espectculos de magia son muy populares. Puede que s, pero es la excepcin. Si nos fijamos en la historia, la magia fue una vez la ms importante de las artes, sus intrpretes fueron famosos en el mundo entero. Antiguamente, asistir a la actuacin de un mago inspiraba asombro y respeto. Pero todo eso ha desaparecido. En la actualidad, la palabra magia slo mantiene su importancia cuando se la emplea como un adjetivo para describir alguna otra cosa.
Qu quiere decir? Si una representacin es pura magia, una obra de arte es mgica, si una comida es tan deliciosa que al cocinero lo llaman mago, esto sigue siendo una alabanza por todo lo alto. Pero la magia en s ha perdido su condicin de arte y se la tiene como la simple ejecucin de unos trucos baratos, o unas ilusiones un poco ms caras de montar. Tiene toda la razn. Ya nadie recuerda a las grandes estrellas del pasado. Como Mark Mitchell, del Magic Castle. S que no lo
conoce, pero qu me dice de Dai Vernon? Niego con la cabeza. Slo como una prueba: aparte de Houdini y de los tipos que trabajan ahora en Las Vegas como David Copperfield, dgame los nombres de algunos magos famosos del pasado. Un momento. Me concentro, con el entrecejo fruncido, sin dejar de mirarlo-. Mark Mitchell y Karl Kavanaugh! Karl se echa a rer, una risa sonora y feliz que me agrada.
No es que a usted le vaya a importar, pero ya estoy muy cerca del final. Nueva York, Chicago, Los ngeles. Los cuenta con sus largos dedos-. Despus, ms o menos por el ochenta y cinco, cuando Las Vegas comenz a destacar, la magia se traslad aqu. Por qu Las Vegas? Porque la magia cuando mejor funciona es en vivo y en directo, y lo curioso de Las Vegas es que es el nico lugar de todo el pas donde florecen los espectculos. No slo el teatro, sino tambin la msica, la danza y la magia. Por eso mismo dije que la
popularidad de la magia aqu era la excepcin. Pienso en lo que dice, en los espectculos que son tan populares en Las Vegas, en todos aquellos enormes letreros que anuncian las actuaciones de viejas estrellas y famosos que nunca he odo mencionar. A qu se debe? La camarera nos toma nota. Kavanaugh pide una limonada; yo, un bocadillo y caf. Cuidado -exclama Kavanaugh-. El bocadillo ser del tamao de un
portaaviones. Seor Kavanaugh -le reprocha la camarera-, quiz su amigo tiene ms apetito que usted. Despus no diga que no se lo advert. Por dnde bamos? Me estaba contando los motivos de la popularidad de la magia en Las Vegas. Correcto. Bueno, no slo es la magia, sino todas las actuaciones en directo. La gente no puede jugar todo el da, y nadie viene a Las Vegas slo para comprar un billete de lotera. Es un lugar nico.
Fjese en los grandes hoteles. Ni siquiera necesitan letreros. Ellos son letreros en s mismos. Son como decorados de Hollywood, telones para que acten los turistas y los asistentes a las convenciones. El viejo de Scranton, la pareja de Huntsville, vienen a Las Vegas y de pronto estn protagonizando su propia pelcula. Todo es maravilloso, y ellos tambin. No slo estn en Las Vegas; tambin estn en El Cairo, Pars, Venecia y Nueva York, pero con coristas, tragaperras, y barra libre. Pagan por ir a ver espectculos, porque eso es lo que haces en Las Vegas. Ir a ver un espectculo. Separa las manos en un gesto expansivo-. A las seoras les encanta. La magia es popular porque
funciona de maravilla en el escenario. Se inclina hacia m con una sonrisa tmida-. Tengo mi propia teora al respecto. Adelante -digo, con un gesto corts. Estamos todos tan hartos de ver los efectos especiales en las pelculas que ya casi no hay nada que pueda sorprendernos. Vemos algo que es realmente fabuloso, algn efecto o acrobacia que es muy difcil de hacer, pero no nos asombra. Ya no. Ni siquiera nos importa saber cmo se ha hecho. Se hacen con computadores,
especialistas, lo que sea. Exactamente. Por eso mismo, la magia no funciona bien en la televisin, porque en las pelculas se puede hacer cualquier cosa. Me refiero a que, en cierto sentido, qu es una pelcula sino el efecto mgico ampliado? Cuando vemos algo en una pelcula, sabemos que es falso. Pero cuando ves algo en tiempo real, con tus propios ojos, an confas en tus sentidos. As que el truco ms sencillo provoca asombro. Puedo hacer un truco con naipes y ver cmo se quedan boquiabiertos. La magia sigue siendo magia cuando las personas la ven de cerca. Todava maravilla al espectador. An consigue la respuesta
que todo mago busca: Cmo lo ha hecho? Por cierto, nunca lo digo. Nunca? Casi nunca. Es algo que causa una gran desilusin. Algunos artilugios y mecanismos muy complicados permiten realizar ciertas ilusiones mgicas, no me malinterprete. En su da, los magos estaban a la ltima en tecnologa e inventos mecnicos. Hay algunos autmatas sorprendentes de los siglos xviii y xix, cosas maravillosas. As que no quiero minimizar la importancia de aparatos muy ingeniosos. Pero muy a menudo el secreto del truco ms
sorprendente es algo sencillo, incluso burdo. Un poco de cera, un cordel, un imn. Te da reparo dejar que vean la trastienda. No es por eso por lo que la gente viene a los espectculos de magia. Por qu vienen? Vienen a que los engaen, a que los sorprendan. Ah es donde est el placer, no en descubrir que algo increble se hizo gracias a una cerradura secreta, un espejo o con la ayuda de un cmplice que est entre el pblico. El placer estriba en que te engaen sin ser capaz de descubrir cmo lo hicieron. De acuerdo.
Ahora bien, alguien como Houdini, que era sencillamente genial, sola recalcar este aspecto. Antes de una de sus escapadas insista en que lo revisaran desnudo, generalmente se lo peda a la polica, para demostrar literalmente que no tena nada guardado en la manga. Buscaban en los pantalones cortos, en el baador, o lo que fuera que llevara en la actuacin, antes de escoltarlo al escenario. Afortunadamente, esto era en la poca en que no buscaban en las cavidades. Quiere decir
S. Algo metido en el culo. Eso es lo que se sospecha, aunque eso no desacredita a Houdini. Era un atleta extraordinario y se entrenaba tanto como Lance Armstrong. No hay nadie que se entrene tanto. Quiz exagero, pero entrenaba durante horas todos los das. Por ejemplo, haca aquel nmero donde lo esposaban, lo sujetaban con cadenas, cerraban los candados y despus lo sumergan en agua fra, mejor dicho, helada. Est claro que deba de tener una lima o una ganza para abrir los candados. Aun as, estaba cabeza abajo, sumergido en agua a una temperatura de tres grados
centgrados, con las manos y los pies esposados, y envuelto en cadenas con candados. Aunque tuviese una ganza, tena que abrir todas aquellas cerraduras. Haba aprendido desde haca aos a contener la respiracin hasta que aguantaba tres minutos y medio. Sorprendente. Para prepararse para las escapadas sumergido en agua helada, se entren metido en una baera llena de cubitos de hielo todas las noches durante semanas hasta que el cuerpo se le acostumbr al cambio de temperatura y poda funcionar Kavanaugh mueve los dedos- en el agua helada. Aquel chico, David Blaine, hizo no hace mucho algo parecido. Estuvo
encerrado en un bloque de hielo durante varios das, una proeza de resistencia por encima de todo lo dems. Esa clase de cosas tienen una larga y honrosa tradicin en la magia. Ser enterrado vivo. La verdad es que toda clase de proezas fsicas solan ser parte de los espectculos de magia: comer piedras, escupir fuego, caminar sobre brasas Fue muy interesante ver cmo Blaine resucitaba todo ese aspecto. Blaine? No lo conoce? Tendra que verlo, hizo unas cuantas actuaciones por televisin. Creo que Street Magic fue la primera. En cualquier caso, algo muy
impresionante. No ha dicho que la magia y la pequea pantalla no se llevaban bien? Blaine hizo algo realmente innovador: se concentr en la audiencia. Aparece haciendo nmeros para grupos pequeos: tres o cuatro personas, nada ms. Ver cmo responden resulta fascinante. Enloquecen, se sienten transportados. No pueden creer lo que estn viendo. Es algo maravilloso. Algunos de ellos llegan al extremo de taparse los ojos, como si no se sintieran capaces de mirar el mundo de nuevo.
Aado el nombre a mis notas: David Blaine. Podra seguir hablando todo el da. Exhala un suspiro-. Quiz tendra que decirme qu quiere saber. No estoy muy seguro de lo que quiero saber. Le comento que estoy investigando el asesinato de las gemelas Gabler y creo que el asesino puede ser un mago. Une las puntas de los dedos y apoya la barbilla encima. Recuerdo el caso. Fue algo horrible. Qu le hace pensar que un mago es el
responsable? Cuando le cuento lo que he averiguado, se reclina en el respaldo. Veo que contiene la respiracin por un momento, y que su expresin es seria, incluso grave. Oh, Dios mo -exclama-. El nmero de la mujer aserrada por la mitad. Vaya, es como una broma privada. Le enseo el cartel de Se busca con los retratos del Flautista. Frunce el entrecejo. No lo s. Quiz. Le importa si me lo
quedo? Todo suyo. Dobla el cartel exactamente por la mitad, pasa la ua por el pliegue, vuelve a plegarlo y se lo guarda en un bolsillo. No estoy muy seguro de compartir su opinin de que un mago cometi el crimen. Espero que no. Quiz slo sea alguien con un repugnante sentido del humor. Si se trata de un mago, encontrar que hay ciertas caractersticas que compartimos muchos de nosotros. Eso podra serle de alguna ayuda?
Por favor. Ver, la mayora de los magos se inician en el arte durante la infancia. Hay un par de razones para que sea as. En primer lugar, se tarda mucho tiempo en desarrollar la destreza que necesita un mago. Hay muchos trucos que necesitan meses de prcticas. Es como mira el techo- el monopatn. Hasta la pirueta ms sencilla, y lo s porque mi nieto es un fantico, requiere horas, horas y ms horas para dominarla. Lo mismo pasa con la magia. Un adulto se espantara ante la cantidad de horas que hacen falta para dominar el barajar del faro.
Qu es eso? Si corta un mazo de naipes por la mitad y baraja, y corta y baraja ocho veces, intercalando las cartas, al final habr conseguido que la baraja vuelva al orden original. Cualquiera puede hacerlo? Por supuesto. Yo lo haca cuando tena diez aos. Todava puedo hacerlo. Pero requiere mucha prctica. Tanta, que un adulto acabara por abandonar. En cambio, a los nios no les importa dedicar todo ese tiempo.
Aja. As que, si tiene ms de un sospechoso, quiz quiera saber si alguno de ellos aprendi trucos de magia en la infancia. Permtame que le pregunte una cosa. Hay trucos donde se haga participar a los nios? Es algo habitual en todas las fiestas infantiles. Pides voluntarios entre los chicos. Pero si se refiere al ayudante del mago, entonces, casi siempre es una mujer joven y bonita, lo ms adecuado para aportar un poco de atractivo sexual al espectculo. Adems, las mujeres con
poca ropa funcionan muy bien cuando se quiere desviar la atencin, se lo digo por experiencia propia. El pblico las mira. En el pasado, era muy frecuente que se utilizaran a nios como ayudantes. Podan hacer todo lo que hacen las mujeres ahora: podan levitar, se los poda encerrar en armarios, o ponerlos en urnas o cestos, y despus transportarlos a puntos lejanos o transformarlos en animales y de nuevo en nios. Me obligo a formular la pregunta. Aserrados por la mitad? Quiz -admite. Frunce el entrecejo-.
No puedo darle una fecha, pero creo que ese nmero es relativamente nuevo. Slo he visto hacerlo con mujeres, y nunca he ledo que se hiciera con otras personas. Hay algo ms que deba saber sobre los magos? Pues la verdad es que he estado pensando en su tipo. Si es un mago, yo dira que es un estudioso del arte, alguien que conoce la historia. Por qu lo dice? Ver por lo que hizo con las chicas Me refiero a que el
desmembramiento y la restauracin han formado parte de los nmeros de los magos desde hace siglos, pero en la actualidad slo se ven trucos aspticos. Ves papel, dinero, cuerdas, o tela, rotos o cortados a trozos. Quiz el mago tiene a alguien entre el pblico que escribe algo en un trozo de papel, que luego rompe y despus aparece entero. Un billete de veinte dlares, la corbata de alguien, eso es suficiente para el pblico de hoy. Incluso en el nmero de aserrar a la mujer por la mitad no hay sangre. Ella no deja de sonrer. Nadie cree que le hacen dao, o siquiera que corra peligro de resultar herida. Alguien, no recuerdo quin fue, opinaba que el truco no era ms que una mal disimulada
muestra de sadismo sexual. Se encoge de hombros-. No s si es verdad. Sigue siendo un nmero muy popular. Pero, desde luego, no hay sangre. Lo que quiero decir es que los gustos cambian. Al pblico solan encantarle los espectculos sangrientos. A qu se refiere? A la gente le sigue gustando la violencia, eso est claro. El peligro, ver que alguien est en peligro, nos hace sentir ms vivos. Pero en trminos de magia, al pblico no le gusta la sangre y la violencia como antes. Todos nos hemos vuelto remilgados. Muchsimas
personas que devoran chuletas y hamburguesas consideran la caza como algo brbaro. Uno se pregunta qu pensaran de los mataderos. Se haran vegetarianos. Exactamente. Pero el remilgo, eso es un fenmeno nuevo. Hubo una poca, y no hace tanto, cuando la gente disfrutaba viendo cmo se destrozaban las bestias las unas a las otras, o seres humanos. En el Viejo Oeste, o en la vieja Inglaterra, las ejecuciones pblicas eran tremendamente populares. El pblico llegaba muy temprano para conseguir los mejores lugares. Probablemente organizaban fiestas mientras esperaban
el momento de la ejecucin. En los espectculos de magia ocurra lo mismo. Slo por ponerle un ejemplo, haba un nmero muy popular en la poca de Houdini que se llamaba palingenesia. Los carteles mostraban al mago con una espada enorme. Las octavillas anunciaban: Hoy descuartizarn a un hombre. No se pierdan este fantstico espectculo! Durante la funcin, hacen ver que anestesian a un hombre y luego lo descuartizan, y me refiero a que los trozos sanguinolentos estn tirados por el escenario. El pblico ve hasta el ltimo detalle. Recogen los trozos del pobre hombre, los cubren con una manta o una sbana, el mago pronuncia sus
palabras milagrosas o pasa su varita sobre los restos y, milagro!, el tipo reaparece sano y salvo. Tengo la sensacin de que voy a vomitar. se no era el nico de esos nmeros. Los trucos de desmembramiento son muy antiguos. En la India era muy popular que los magos les cortaran las lenguas a los nios; era un nmero de rutina. Desmembrar pjaros, cortar serpientes a trozos; es probable que los magos callejeros de la India todava hagan esa clase de cosas. Muestran la sangre; incluso puede que mojen piedras en ella. Luego, una vez que el pjaro (suelen ser
pjaros porque son baratos) vuelve a la vida, venden las piedras como amuletos de la suerte, cargados con la fuerza de la vida. Espere un momento, no me estar diciendo que la sangre es real? Oh, s. Bueno, no en el caso de las lenguas de los nios. Pero los pjaros? Por supuesto. En mi opinin dispone de tiempo? Asiento. Creo que esos trucos se remontan a la antigedad. El desmembramiento y la
restauracin de la persona son el poder de la vida y la muerte. Los magos no comenzaron como artistas que entretenan al pblico. Tenan una posicin muchsimo ms elevada en las sociedades. En cualquier caso, una teora ms divulgada es que el mago de hoy equivale al sacerdote o el chamn del pasado. No me diga. La religin y la magia siempre han estado entrelazadas. Eso es porque la magia investiga el espacio entre lo natural y lo sobrenatural, entre la vida y la muerte, entre la realidad y la ilusin. Sospecho que las figuras religiosas
siempre han utilizado artilugios y trucos de magia para ganarse la atencin de sus seguidores y aumentar su propio poder. No hay ninguna duda al respecto. En los papiros hay dibujos donde se ve que los antiguos egipcios utilizaban mecanismos hidrulicos para hacer que las puertas de los templos se abrieran misteriosamente. brete ssamo? Efectivamente -dice, y se re-. Tambin hay pruebas de que los sacerdotes en Grecia se valan de conductos sonoros para hacer que hablaran las estatuas de Delfos. Eso te hace pensar en las
estatuas que lloran y sangran. Incluso las palabras mgicas tienen races religiosas. A qu se refiere? Bueno, abracadabra es una palabra que procede directamente de la cabala juda. As que las palabras, los smbolos la cabala es un texto mstico sobre hasta cierto punto del poder de las palabras. Es posible? As que abracadabra tiene un significado. Absolutamente. Qu me dice de hocus-pocus? sa es todava ms
sorprendente. Algunos eruditos creen que hocus-pocus es una deformacin de Hoc est meum corpus. Mi mirada de desconcierto refleja claramente que no s qu significa. No sabe nada de latn, verdad? Niego con la cabeza. No s hasta qu punto es usted una persona religiosa y no quiero escandalizarlo, pero se cree que hocuspocus, una palabra habitual entre los magos, deriva directamente de las palabras de la eucarista cristiana: Hoc
est meum corpus, o sea, ste es mi cuerpo. No Tenga presente que en los primeros aos de la Iglesia se hablaba abiertamente de Jess de Nazaret como un mago. Sus milagros: la multiplicacin de los panes y los peces, la transformacin del agua en vino, incluso la resurreccin de Lzaro, figuran entre los trucos habituales de los magos callejeros de la poca. Hay frescos romanos del siglo ii donde aparece Jess con una varita mgica. No s qu decir.
El caso es que la magia tiene unas races profundas y del todo sorprendentes. Pinselo: si usted no supiese que en un espectculo de magia lo estn manipulando, creera que est presenciando unos milagros. Supongo que s. Otra cosa ms. Recuerda a los espiritistas? En la dcada de los veinte? Le algo sobre ellos. Madame Blavatsky y cosas por el estilo.
Exactamente. Los tableros ouija, las sesiones espiritistas, todo aquel montaje. En aquellos aos haba un gran inters en comunicarse con el otro lado. Despus de un fallido intento por ponerse en contacto con su madre, en una sesin donde, en lugar de hablarle en yiddish, se dirigi a l en ingls, que no hablaba, Harry Houdini inici una campaa para desenmascarar a los espiritistas. Vio cmo se aprovechaban del dolor de los deudos y de las personas desesperadas, y que estaban haciendo su buen dinero con trucos de segunda categora. Se dedic a demostrar que la mayora de las manifestaciones sobrenaturales no eran ms que vulgares trucos que resultaban
muy fciles de ejecutar gracias a que el pblico tena que permanecer sentado en la oscuridad, cogidos de las manos. Tuvo xito? La verdad es que no. Kavanaugh se encoge de hombros-. Houdini no tuvo en cuenta que la gente quera creer, as que creyeron. No tena ni la ms mnima idea de que la magia tuviese algo que ver con la religin. Claro que s. Tiene usted delante a un descendiente degradado de un sumo
sacerdote -comenta con una sonrisa. As que, en su opinin, el hombre que busco, si efectivamente es un mago, puede conocer este aspecto de la magia. Creo posible que sea un estudioso de la historia de la magia. El desmembramiento de aquella muchacha me lleva a pensarlo. Hay un truco, creo que lo mencion antes de hablar de la magia y la religin. No estaba hablando del truco con los pjaros? As es. El desmembramiento de un pjaro. S. Tal como le deca, estoy seguro de
que todava se sigue haciendo en la India. Le explicar cmo funciona. Hay un artilugio mgico muy antiguo que se conoce con el nombre de caja de la paloma, con un compartimento disimulado para una carga secreta. As que, al comienzo del truco, el mago abre un compartimento y saca un pjaro que aletea y todo eso. Hace unas cuantas cosas con l y despus el mago lo desmiembra. Lo desmiembra de verdad? Puede optar por cortarlo a trozos. Se encoge de hombros-. Hay que sacrificar un pjaro. Por lo general, es una paloma
blanca si el mago se lo puede permitir, porque la sangre resalta muy bien contra las plumas blancas; es mucho ms impresionante. Se anima a los espectadores a que toquen el pjaro muerto, a que metan los dedos en las heridas. Qu pasa despus? Noto que se me va la cabeza. Tengo la sensacin de que me estoy acercando a algo letal. El mago cierra la caja, pasa el platillo entre los espectadores, les pide que contribuyan a su esfuerzo mental, es algo agotador reunir la energa vital. Los
anima a que concentren sus propias energas para devolverle la vida al pjaro. Hay un par de intentos fracasados para aumentar la tensin, un cmplice secreto entre la multitud que duda de la capacidad del mago. Luego, de nuevo, los aspavientos de la concentracin, unas pocas palabras mgicas, y presto! Presto? El mago abre la caja, esta vez levanta la tapa del compartimento secreto, y aparece el pjaro vivito y coleando. Kavanaugh interpreta errneamente la
expresin de horror en mi rostro. Cree que estoy confuso. Cree que no lo entiendo. Es lo mismo que les hicieron a las muchachas que asesinaron en Red Rock. A una la sacrifican, y luego aparece la otra, viva. sa es la segunda cosa deseable en las palomas blancas. Todas parecen iguales. Desde el punto de vista de los espectadores, dos palomas blancas son idnticas. Podramos decir que, a todos los efectos, son gemelas. Hay algo que me oprime. Estoy en el camino de un tren de carga y no me
puedo mover. A todos los efectos, son gemelas. Todas son gemelas. Kavanaugh se inclina hacia m. Se encuentra bien?
Captulo 27
Dedico un par de das a asistir a espectculos de magia en escenarios cada vez ms miserables, donde muestro mis retratos del Flautista. Le pregunto a
las chicas que trabajan en esos espectculos. Conocan a las Gabler? Reconocen al Flautista? Alguna particip en una prueba para un espectculo de magia har cosa de unos tres aos? La idea de que el asesinato y la magia puedan estar ligados no consigue atravesar su indiferencia. Cumplen con el trmite de mirar los retratos, pero estn pensando en alguna otra cosa: un cigarrillo, un novio, una ua rota. Durante el da, estoy pegado al telfono. Incordio a todas las empresas que venden o alquilan vehculos todoterreno y generadores en la zona de Las Vegas
para que consulten sus registros correspondientes al perodo en que se cometi el asesinato de las Gabler. Tres aos atrs? me dice un tipo, atnito-. Hombre, eso aqu es toda una vida. La mitad de las empresas ya ni siquiera existen. Incluso cuando explico quin soy, una explicacin forzada por el muro de indiferencia, la mayora de las personas con las que hablo se muestran reacias y a la defensiva o, sencillamente, estn muy ocupadas. Quiz si fuese un poli, podran ayudarme, pero como no lo soy no hay nada que hacer. Mencionan la confidencialidad del cliente, falta de personal, ausencia de registros.
Me conecto a Internet en la biblioteca pblica de Las Vegas para leer el correo. Shoffler sigue en Francia, as que llamo a Muriel Petrich. Me escucha mientras le relato lo que he encontrado. Toma notas, me pide que le repita algunas cosas. Me promete ocuparse, que se encargar de que la polica empapele todas las asociaciones de magos y agencias de representantes artsticos con los retratos del Flautista. Pero s por la manera que me habla que no est muy convencida de que la nueva pista sea una gran cosa o que mi caso ha perdido posiciones en su lista de prioridades.
Por qu tengo la sensacin de que slo estn cumpliendo con el trmite? le pregunto. Vamos, Alex, le parece eso justo? Me ocupar de hacer todo lo necesario, pero -un suspiro- no s qu ms puedo hacer. Qu quiere que haga? Podra mostrar un poco ms de entusiasmo. Exhala otro suspiro. Escuche, tengo a una familia en Severna Park, un cudruple asesinato. Quiz eso no ha sido noticia en Las
Vegas, pero aqu es algo muy importante. Los asesinaron en sus camas, mientras dorman. As que eso es algo que me tiene muy ocupada. Ahora me toca a m exhalar un suspiro. Eso es horrible. Lo siento mucho. Mire, Alex, investigar la pista de la magia. Le prometo que har todo lo posible. Llamo a todas las personas que entrevist: Tammy Yagoda, Ezme, Riggins en el Blue Parrot. Han recordado alguna otra cosa? Nadie ha
recordado nada ms. Llamo a Pablo Moreno y le cuento que estoy interesado en el caso Gabler. Le comento mi opinin de que el asesino es un mago. Me escucha. Es corts. Se ocupar de investigarlo. Quiz lo haga la semana que viene, cuando no est en la rotacin de servicio activo. Luego ya est. Tengo lo que considero como una pista de primera. Creo haber encontrado algo importante sobre el Flautista, pero no s qu ms puedo hacer al respecto. Estoy en el casino, sumergido en el estrpito de las tragaperras, las
conversaciones, las risas. Una serie de hermosas mujeres sonrientes y casi desnudas me sirven cerveza. Durante una hora o poco ms, rondo por las mesas de dados. Contemplo a una bonita pelirroja llamada Mane que est en racha. Juega con tanta alegra que resulta doloroso verla cuando comienza a perder. Me alejo hacia las tragaperras. Despus de algunas pruebas, me decido por el Duendecillo de la Suerte, y rpidamente le cojo el tranquillo. Insertar la moneda, tirar de la palanca y esperar a que los smbolos se alineen. Me entusiasmo cuando el duendecillo verde choca los talones, guia un ojo,
vuelca su caldero de oro y en la bandeja cae un torrente de monedas. Echo la moneda, tiro de la palanca, miro cmo giran las ruedas. Una vez, otra y otra. Otra cerveza? Por qu no? Le pido a otro jugador que vigile mi tragaperras mientras voy al cajero automtico. Inserto la moneda, tiro de la palanca. Una vez, otra y otra. Otra cerveza.
Noto una especie de chapoteo en el estmago, as que me paso a una bebida ms corta. Whisky. Otra visita al cajero automtico. He agotado el lmite diario de la tarjeta. El saldo? Novecientos veinte dlares. Novecientos veinte dlares. Me digo a m mismo que es poco, que estoy casi en la ruina, que debera marcharme con el dinero que tengo en el bolsillo. No hago caso. S que debo de estar borracho, pero no lo noto. Me veo dominado por una lucidez tremenda mientras me concentro
en el duendecillo, a la espera de que se marque sus pasos de baile, su guio exagerado, su sonrisa cuando vuelca el caldero de oro. Hay un momento en que tengo tres cubos de monedas, pero contino reciclndolas, aunque tenga que luchar contra la fatiga, el dolor en la espalda, el quejido de mi conciencia. Meto las monedas en la ranura como un autmata hasta que finalmente slo me queda una. Ya no pretendo ganar. Me parece mucho ms importante, incluso necesario, perder. En algn momento, durante las ltimas horas, mi cerebro ha hecho un pacto con el azar. A partir de
afortunado en el juego, desafortunado en el amor, he pergeado una frmula diferente: desafortunado en el juego, afortunado en la vida. Necesito perder mi ltima moneda para salvar a mis hijos. Noto la moneda tibia, casi viva, cuando la meto en la ranura. Tiro de la palanca, y espero a que las ruedas dejen de girar. Entonces ocurre: uno, dos, tres trboles se alinean en la pantalla. El duendecillo baila, me guia el ojo, vuelca su caldero de oro. En la pantalla se enciende y se apaga la palabra Ganador. La tragaperras me obsequia con una versin
electrnica de When irish eyes are smiling. Una pequea multitud me rodea para presenciar cmo mi premio cae en la bandeja. Estoy decidido a perder todo mi dinero. No es sencillo, y no tengo idea de cunto me llevar. Los relojes no abundan en los casinos, y no hay ni un resquicio de luz natural para que el jugador sea consciente de sus ritmos circadianos. Consigo perder mi ltimo dlar en la tragaperras de un cerdo de aspecto malvolo que se revuelca en su pocilga electrnica mientras en la pantalla aparece Juego finalizado. La resaca es tan terrible que me siento
dbil y absolutamente incapaz de concentrarme. Salgo del Tropicana al infierno de la calle. El resplandor del sol poniente mientras conduzco hacia el aeropuerto McCarran es insoportable. La alegre musiquilla de las hileras de tragaperras en el aeropuerto es tan irritante que me obliga a trotar. Un grave error. Hay algo que chapotea en mi cerebro. Noto algo parecido a unos siniestros chasquidos y un dolor agudo detrs de los ojos. Me refugio en un lugar tranquilo y me obligo a beber una botella de agua. Mi avin, como no poda ser de otra manera, despega con el alba. El trayecto
de regreso a casa me tranquiliza, los monumentos de toda la vida, el camino de siempre. La abundancia de flores, los rboles y la hierba verde tienen el aspecto de una selva despus de mi temporada en el desierto. En el ro, los remeros se entrenan en el agua calma. La casa tiene ese olor rancio de los lugares deshabitados. Liz acostumbraba a encender unas cuantas velas cuando volvamos de las vacaciones. Considero la posibilidad de llamarla, pero qu puedo decirle? Ahora que estoy en casa, las relaciones entre las Gabler, los Sandling y nuestros hijos no parecen muy slidas.
Gemelos asesinados. Entro en la red durante algunas horas y pruebo con varios buscadores, a ver qu encuentro. Pero estoy recorriendo un terreno explorado, y esas bsquedas no encuentran nada nuevo. El nico otro asesinato de gemelos aparte de las Gabler ocurri en el sur de California. Lo recuerdo de mis primeras bsquedas en la red: los gemelos Ramrez, Wilson y Julio. Nunca le prest mucha atencin al caso, a pesar de que las vctimas tenan siete aos y eran gemelos. El secuestrador estaba muerto.
Oigo la voz de Shoffler recordndome que no descarte nada; de Holly Goldstein, en su explicacin de que ciertos hechos y opiniones nunca aparecen en los informes de la polica, y mucho menos en las noticias. Un ejemplo? La corazonada de Barry Chisworth respecto a que se haba utilizado una sierra circular para aserrar a Clara Gabler por la mitad. As que quiz hay un cmplice en el caso Ramrez; un sospechoso cuyo nombre no ha salido a la luz. Quiz la polica no tena pruebas suficientes para acusarlo, y ahora ha vuelto a las andadas.
A primera vista no es muy prometedor. El asesino era un hombre llamado Charley Vermillion. Segn la polica, lo haban liberado del Instituto Forense Port Sulfur unas dos semanas antes de que desaparecieran los gemelos Ramrez. No s qu es un instituto forense, aunque la palabra liberado me sugiere una detencin. Lo averiguo. En este caso, un instituto forense es un asilo para locos asesinos. Port Sulfur est en Louisiana. Una crnica en el Times-Picayune, al que accedo a travs de Google, me informa de que Vermillion fue detenido
gracias a una denuncia annima. En la misma crnica se dice que estaba oculto con los cadveres de los chicos en una cabaa ruinosa cercana a Big Sur. Uno de los cadveres estaba en la nevera. El cuerpo haba sido atravesado docenas de veces, y luego cortado como una res y empaquetado en bolsas de plstico. Al parecer, Vermillion haba cocinado y comido la carne del nio muerto. A su hermano, tambin muerto, lo encontraron colgado por los pies en un pozo de quince metros de profundidad. Efectuado el arresto, Vermillion se haba suicidado en el coche patrulla con una cpsula de cianuro potsico que llevaba pegada al cuello de la camisa.
Caso liquidado. Diez minutos ms tarde estoy hablando con Harvey Morris, uno de los detectives de Big Sur que trabaj en el caso. No tuve mucho que hacer -me dice Morris-. Recibimos el chivatazo y fuimos donde nos dijo el informador. All estaba el viejo Charley con la nevera llena con partes del cuerpo. Se entreg sin rechistar. Pareca tener mucho sueo y slo hablaba de irse a su casa. Ya lo tenamos en el coche, habamos asegurado la escena del crimen, y nos preparbamos para
regresar a la comisara. Entonces, de buenas a primeras, el muy hijo de puta comenz a hacer ruidos, como si se estuviese ahogando. Creo que sufri un ataque o algo as. Se puso rojo como un tomate, tena convulsiones. Llamamos a una ambulancia, le hicimos masajes cardacos pero la palm. Cundo descubrieron que se haba envenenado? No fue hasta el da siguiente. No lo vimos cuando se trag la cpsula. Crea que le haba fallado el corazn, cmo poda saberlo yo? Pero el mdico dijo que era cianuro, y la autopsia lo confirm. Eso, y una carretada de
Valium. Por eso estaba tan tranquilo. Los tcnicos encontraron rastros de celo en el revs del cuello de la camisa. Lo tena todo preparado para suicidarse. Eso parece. Slo por guardar las apariencias, intentas decirte que es terrible que un tipo as se mate. No me malinterprete, para m fue terrible porque ocurri durante mi turno. Hubo una investigacin; me apartaron del servicio; tuve que pasar por toda aquella mierda burocrtica. Pero quiere que le diga lo que creo? Creo que suicidarse fue lo mejor que Charley hizo en toda su vida.
Pretendo intercalar una pregunta, pero Morris no ha terminado. El tipo es un psicpata, vale? Louisiana no quera que saliera de aquel manicomio, pero algn bienintencionado les forz la mano. Si al tipo lo hubieran juzgado aqu, qu cree que habra pasado? Habra alegado locura. Efectivamente. Lo hubiesen metido de nuevo en el trullo, slo que esta vez en el nuestro. El seor y la seora Ramrez hubiesen obtenido alguna satisfaccin? No lo creo. Ese tipo se
comi a sus hijos. Antes haba cortado a uno, lo haba apualado docenas de veces. Recompusieron lo que quedaba del cuerpo, reunieron los trozos. Al parecer, al pobre chico lo haban atravesado con una hoja larga y afilada, y lo que digo es que fue apualado de adelante hacia atrs, de lado a lado, por todas las partes imaginables. El chico era un acerico. Resopla, indignado-. Si Vermillion hubiese ido a juicio, mam y pap tendran que haber escuchado hasta el ms mnimo detalle. Hace una pausa, y oigo cmo respira profundamente, suena casi como un suspiro.
Me cabreo -comenta-, porque hubo insinuaciones de que podra habrselo impedido. Pero, demonios, est esposado, se hace con la cpsula con la boca. Cuando cacheas a alguien, no buscas una cpsula pegada debajo del cuello. Entiende lo que digo? Quiz en la comisara la hubiese encontrado. Ah le ha dado. La podra encontrar porque lo procesas, se tiene que poner el mono. Hace una pausa-. Tiene alguna pregunta? Me preguntaba la causa de la muerte.
Tcnicamente, una parada cardaca. Me refiero a los chicos Ramrez. Ah no hay sorpresas. El que encontramos en la nevera? Prdida de sangre. Con todas esas heridas. Hay un trmino tcnico Exanguinacin. Eso. Se desangr hasta morir. Qu me dice del segundo nio? El que encontraron en el pozo.
La mejor suposicin que se nos ocurri fue que lo puso all para conservarlo; como si colgaras un trozo de carne. Haca fro en el pozo y Vermillion no tena ms espacio en la nevera. Estaba muerto? Claro que estaba muerto. Llevaba muerto un par de das. No creo que sufriera. Le haba disparado en la cabeza. Un solo disparo: calibre treinta y ocho. Lo mismo que las Gabler. Una desmembrada, la otra con un disparo en la cabeza.
El chivatazo que recibieron? El que los llev hasta la cabaa de Vermillion? Hicieron alguna investigacin? Por supuesto que la hicimos. Intentamos rastrearlo, pero Vermillion llevaba muy poco fuera del trullo y corra por lo que para l era territorio extranjero. No tena muchos amigos y conocidos que pudiramos interrogar. Llegamos a la conclusin de que se trataba de algn vagabundo. Alguien que consigui que lo llevara en su coche. Es probable que est en lo cierto -digo, y le doy las gracias. Morris me invita a que lo llame cuando quiera.
Pero no est en lo cierto. Est absolutamente equivocado. La persona que mat a los chicos Ramrez tambin mat a las gemelas Gabler, y no fue Charley Vermillion. No pudo haber sido, porque Vermillion estaba muerto cuando se cometi el asesinato de las Gabler. As que la persona que mat a los gemelos Ramrez es el monstruo que secuestr a los chicos Sandling, y se llev a mis hijos. Chivatazo annimo, y un cuerno.
Captulo 28
Hay algo que tengo muy claro. No puedo presentarme sin ms en el Instituto Forense Port Sulfur. Si aparezco por all y comienzo a preguntar alegremente por Charley Canbal Vermillion, no pasar de la puerta. Incluso si el hospital lo hizo todo de acuerdo con las normas, cuando una institucin para locos criminales libera
a un interno que despus asesina a un par de chicos, siempre hay consecuencias. De hecho, tal como me enter por una informacin del TimesPicayune, rodaron varias cabezas. Pero el mandams -Peyton Anderton- se las apa para aferrarse a su puesto. Mientras tanto, una demanda civil de diez millones de dlares presentada contra la institucin por los padres de los gemelos Ramrez todava se est abriendo paso por los vericuetos de los tribunales, y virtualmente garantiza el silencio de todos. Supongo que nadie habla con nadie. Despus de una larga carrera a travs de Rock Creek Park, decido llamar a
Anderton. Le dir que trabajo en Countdown y que estoy preparando un programa que seguramente le interesar ver en la televisin. Hablaremos de lo difcil y peligroso que es su trabajo. Las razones por las que las instituciones forenses -no slo en Louisiana, sino en todo el pas- necesitan ms fondos, mejores instalaciones, ms personal. Eso tendra que garantizarme la entrada. A menos que reconozca mi nombre. As que lo llamo. Por supuesto que est encantado con la atencin. Quiz un peln desconfiado, pero
Sin cmaras? No -le respondo-. Para empezar, creo que lo mejor es que hablemos de la entrevista, ver si nos encontramos a gusto los dos. Por el momento, sera algo informal y luego, ms adelante, si vemos que puede funcionar, fantstico! Si no resulta, pues tampoco pasa nada. Debo advertirle de antemano que, si esto acabara por hacerse, tendra que pensarlo. Lo tranquilizo. Lo halago. Tiene usted muy buena voz, pero estamos muy lejos de cualquier rodaje.
Bien, porque tendra que recibir una autorizacin, ya sabe cmo son estas cosas de los poderes. Permanezco callado. Puedo or el funcionamiento de su cerebro. Finalmente dice: Creo que tengo un hueco el jueves por la tarde. Podra estar aqu a las tres? Por supuesto. Avisar a la entrada. El aeropuerto Louis Armstrong, en
Nueva Orleans. Junto con todas las dems ciudades del pas, Nueva Orleans se ha comercializado a s misma, y el jazz, el vud y el Mardi Grass dominan el negocio de las camisetas y las chucheras. La conexin con el vud -las monedas- son una prueba ms de que estoy en la senda correcta. Si consigo que Peyton Anderton me hable de Vermillion La mujer en el mostrador de lamo es amable, me pregunta dnde quiero ir, si necesito alguna indicacin. Port Sulfur. Diga dnde.
Plaquemines Parish -pronuncio Plaquemines para que rime con nines. Plak-a-mihn -me corrige-, y no nos preocupamos de la ese. Me devuelve el carn de conducir y la tarjeta de crdito, despliega un mapa y marca la ruta con un rotulador verde-. Siga la I10 a travs del ro hasta la 23. Llegar a Belle Chasse, y despus siga hacia el sur. La carretera bordea el ro todo el camino. Pliega el mapa y me lo entrega con una sonrisa-. Para qu quiere ir all? Tiene toda la ciudad, el condado de Cajn, y lo que sea, y
escoge Plaquemines? Ladea la cabeza. Quiz ha venido aqu por trabajo y no por placer. No hay diversiones en Plaquemines? A menos que le guste pescar, nadie va a Plaquemines para divertirse. Petrleo, gas y pescado, es todo lo que hay por all. Y naranjas. Adems, es uno de esos sitios que te ponen la carne de gallina. La carne de gallina? A qu se refiere? Plaquemines le dio muy mala fama a Louisiana hace algunos aos, y eso es algo que no se olvida fcilmente. Sabe
a lo que me refiero? La verdad es que no s si todo eso ha cambiado mucho. Mreme a m, soy mitad negra. Ni se me pasara por la cabeza ir all. No, muchas gracias. Por qu no? Ha odo hablar de Leander Prez? Niego con la cabeza. En sus tiempos manejaba toda esa zona como No lo s. Era como un dictador, y a las personas como yo nos trataban como a esclavos. Votar? Olvdelo. Los negros no podan votar. Demonios,
apenas si les permitan conducir. No tenas ms que baruchos con un tocadiscos automtico y linchamientos. Sacude la cabeza, y deja las llaves del coche sobre el mostrador. Fila siete, cochera doce. Recojo las llaves y ya estoy a punto de marcharme cuando ella aade: Usted no es una persona de color, pero es un yanqui, as que vaya con cuidado. Le prometo que lo har. Y no olvide abrocharse el cinturn de seguridad. En Plaquemines lo detendrn si no lo lleva.
Una hora ms tarde, ya estoy en Belle Chasse. No parece un lugar que te produzca escalofros excepto por la gran cantidad de coches patrulla, pero s que parece un sitio aburrido. El campo pelado cede paso a los huertos de naranjos, y luego, ms campo pelado. La tierra est dividida en parcelas de cuatro hectreas, y hay grandes letreros de Se venden parcelas por todas partes; tambin se ven las grandes McMansions en construccin. Dejo atrs las urbanizaciones y conduzco por una nueva autova de
cuatro carriles a travs de la llanura. De vez en cuando, veo una finca ganadera, pueblos de mala muerte, y poca cosa ms. Los nombres son un viaje en s mismo: Concession, Live Oak, Jesuit Bend, Myrtle Grove. No hay mucho que ver. En el lado del ro, los taludes impiden cualquier vista, y hasta donde deduzco, el lado del golfo no es ms que terreno llano. S que all estn las plataformas petroleras, y un puerto de aguas profundas, pero lo nico que veo son rboles achaparrados y caaverales y, de vez en cuando, una casa solitaria. Le en una de las guas
que la zona haba sido muy castigada por los huracanes unos pocos aos atrs, y que muchas de las casas antiguas resultaron destruidas. Pointe a La Hache, Diamond, Happy Jack, Magnolia. Entonces ya estoy all: Port Sulfur. La gua dice que la ciudad recibi su nombre de una mina de azufre que estaba en las salinas. El centro es una gasolinera con una tienda de chismes varios, y al otro de la calle, el Port Sulfur High School (hogar de los Mighty Broncos), junto con la
biblioteca, la oficina del sheriff y el Departamento de Servicios Humanos. La mitad de estos establecimientos estn albergados en caravanas. Dejo atrs la gasolinera y sigo las indicaciones de Anderton. Giro a la derecha a un kilmetro y medio del pueblo para tomar por la Louisiana 561. Despus de recorrer los cuatro kilmetros y trescientos metros especificados, veo el pequeo letrero que seala el desvo al Instituto Forense Port Sulfur y contino por el largo camino de entrada. Veo el hospital, un feo edificio rectangular de color amarillo, pero delante hay una de aquellas preciosas casas tpicas de las
plantaciones, con columnas blancas, una galera y unos magnficos robles. Alrededor de ambos edificios hay una alambrada plegable. Las ventanas de la garita del guardia estn empaadas por la condensacin. El guardia abre la ventana sin muchas ganas y luego me pregunta el motivo de mi visita. Le deletreo mi nombre. Cierra la ventana. Desliza un dedo por la lista, encuentra lo que busca, y luego, con mucho esfuerzo, rellena dos pases de visitante de color naranja brillante. Abre de nuevo la ventana y me los entrega. Culguese uno en el bolsillo de la
camisa -dice-, y el otro pngalo en el tablero. Devulvalos cuando se marche. Levanta la barrera y se apresura a encerrarse en la garita con aire acondicionado. S por su curriculum vitae que el doctor Peyton Anderton tiene cuarenta y tres aos. Sin embargo, el rostro redondo y la piel rosada hacen que parezca un nio que intenta ser un hombre. Incluso el bigote tiene el aspecto de ser un postizo, y estoy seguro de que se lo ha dejado crecer para parecer mayor. Lleva un traje de lino y su sonrisa no puede ser ms alegre. Seor Callahan! exclama, y me
estrecha la mano con gran entusiasmo-. Es un placer conocerlo. Percibo el olor de una colonia. Es una habitacin grande, y todava retiene las armoniosas dimensiones de otra poca y usos. Los techos altos, las ventanas anchas, las grandes molduras. Las paletas de un ventilador de techo giran por encima de nuestras cabezas. Varios mapas de Louisiana antiguos adornan la pared detrs de la mesa escritorio de Anderton, y unas preciosas cajas de madera y cristal estn colocadas junto a las paredes. Son algunas de las obras de arte -me
explica Anderton, al ver el inters que les dedico-, hechas por los pacientes. Tenemos aqu a unas cuantas personas de mucho talento. Nos sentamos en un par de sillones, bebemos t helado y hablamos de los desafos a los que se enfrenta el personal en lo que l llama la institucin. En lo que a m respecta, no es tan malo -comenta, despus de quince minutos de charla banal-. En el edificio de la administracin, donde paso la mayor parte del tiempo, se est muy bien, como puede ver.
Es hermoso. Sonre, orgulloso a ms no poder. Las personas suelen sorprenderse. El edificio principal es otra historia. Es lo que puedes esperar de un lugar que es un hbrido de hospital y crcel. La seguridad de los internos y el personal es un tema prioritario, por supuesto, y no ayuda precisamente a crear un ambiente cmodo. Qu me dice del trabajo? Lo encuentra gratificante? Adelanta la barbilla y asiente con
tristeza, luego me dirige una mirada que pretende ser sincera, pero que a todas luces es ensayada. No del todo -admite y exhala un suspiro-. La mayora de nuestros pacientes se clasifican en dos categoras. Muchos estn aqu para ser sometidos a las evaluaciones previas al juicio, para saber si estn en condiciones de aparecer ante un tribunal. Los dems son exculpados por locura. Mi expresin debe de haber reflejado mi desconcierto porque Anderton me lo explica:
Exculpados por locura. Exculpados, capta el matiz? El tema es que nuestros pacientes estn aqu para ser sometidos a tratamiento, no como un castigo. As que nosotros los tratamos. Pero mucho me temo que no curamos a demasiados. Por? Porque sus enfermedades a menudo son crnicas, como la diabetes. Podemos tratar la diabetes con insulina y una dieta, pero no podemos curarla. Lo mismo pasa con la esquizofrenia o el desorden bipolar. Eso puede hacer que el trabajo resulte muy frustrante.
Ah. Mientras los pacientes estn controlados y reciben su medicacin, no representan una amenaza para s mismos ni para nadie ms. Pero cuando se los libera, y hay un momento en que debemos liberar a muchos, no tenemos manera de hacer un seguimiento de su comportamiento o de si continan medicndose. No hay algo as como libertad condicional? En ocasiones, se fijan unas condiciones para dejarlos marchar. Puede haber un perodo durante el cual se les requiere
que continen con la terapia. Pero sa es una zona gris. No es como la libertad condicional, en el sentido que se aplica al delincuente. Si no se presentan a las sesiones de terapia, si abandonan la medicacin, slo disponemos de unos recursos limitados para obligarlos a que lo hagan. Qu ha querido decir con eso de tenemos que liberarlos? El doctor Anderton sacude la cabeza. se, tambin, es otro punto donde se hace evidente la escasez de recursos. La masifcacin es un problema grave.
Cuando la poblacin llega a un cierto nivel, tendemos a ascender a los pacientes a niveles privilegiados porque, sencillamente, no tenemos el personal necesario para asegurar un confinamiento ms restrictivo. Niveles privilegiados? Esa es la manera como funciona en la mayora de los lugares como ste. Puede un paciente hacer ejercicio sin supervisin? Sin un permiso? Puede comer con los dems, o debe permanecer confinado en su habitacin? Puede ducharse sin vigilancia? Sin un sistema de recompensas, no tenemos manera de estimular el buen
comportamiento. La ltima recompensa es que te dejen marchar. As es, y tenemos que dejarlos marchar. Los jueces han decidido que, a menos que tengamos pruebas claras y convincentes de que alguien est mentalmente enfermo y es un peligro para l o para los dems, no podemos retenerlo aqu. Puede ser un antisocial y capaz de toda clase de cosas, pero si no est loco, se le da un billete de autobs. Porque tiene el derecho de ser libre aunque se trate de un canalla hijo de puta. Hace una pausa y aade-: Foucha
contra Louisiana, 504 U.S. 71. Sonro como una muestra de aliento, y tomo nota, al tiempo que me pregunto cmo har para sacar a colacin a Charlie el Canbal sin estropear esta conversacin. Pero Anderton va lanzado. Ya ve cul es el problema -manifiesta, y se inclina hacia adelante con aire confidencial-. Los tipos que estn aqu, al igual que los que estn en la crcel, tienen todo el da para presentar escritos. Se consigue algn abogado de tres al cuarto para que los ayude a solicitar la libertad sobre la base de que han violado sus derechos
constitucionales. Se rene el comit encargado de considerar el caso. No quieren dejar que el tipo se marche, todos saben que el muy imbcil se meter en problemas en cuanto salga. Pero eso no es suficiente. Quiz no queremos hacerlo, quiz va en contra de nuestro mejor juicio, pero a los jueces no les interesan nuestras suposiciones. La mayora de las veces tenemos que dejar que salgan. No tenemos otra opcin. Decido tantearlo. Es como el caso de ese tipo de hace unos aos atrs -le digo-. Cmo se
llamaba? Qu tipo? replica Anderton y se echa a rer-. Esto que le estoy diciendo es algo que ocurre todos los meses. El tipo que asesin a aquellos nios en la costa Oeste. Anderton se hunde en el silln y agacha la cabeza. Charley Vermillion -responde con una voz cansada-. Se da cuenta? Podemos convertir a todos nuestros pacientes en ganadores del Premio Nobel y, aun as, nos tiraran a Charley Vermillion a la cara. l es un claro ejemplo de lo que
estoy diciendo. A qu se refiere? Charley Vermillion tena un trastorno de personalidad crnico y probablemente incurable. Era un pedfilo violento, y eso lo converta en un peligro para la comunidad. De eso no hay ninguna duda. Pero aqu, en el entorno de esta institucin, con la medicacin correcta, era un paciente modelo. As que cree que se poda confiar en l?
En este entorno? Absolutamente. Gozaba de todos los privilegios. Por supuesto -aade Anderton con una risita, no tenemos a ningn chiquillo correteando por aqu. Me sumo a su risa. Cmo vino a parar aqu? Anderton frunce el entrecejo, en un esfuerzo por recordar. Atac a un nio, creo que fue en un bao. Si no recuerdo mal, el padre del chico lo sorprendi y Charlie lo apual con saa.
Lo apual? Con un cuchillo de abrir ostras. se era su trabajo. Abra ostras en el Quarter. Lo exculparon? Psicosis inducida por las drogas. As que se libr? Pas diecinueve aos en esta direccin, as que yo no dira que se libr. Pero el caso es que no tuvimos otra alternativa. Charley Vermillion era un perturbado, y poda ser violento si no tomaba la medicacin. Pero saba
distinguir muy bien entre el bien y el mal cuando sali por esa puerta. Tiene sentido, excepto por una cosa. Se tard diecinueve aos en decidir eso? Anderton se encoge de hombros. Solicit ser puesto en libertad. Esper diecinueve aos para presentar la peticin? No. Alguien le puso la pulga detrs de la oreja. Probablemente otro paciente.
Tiene alguna idea de quin pudo ser? Anderton frunce el entrecejo, y en el acto se pone en guardia. Me he equivocado. La pregunta era demasiado especfica. En realidad, no puedo hablar de casos individuales -responde con un tono seco. Lo siento, por supuesto que no puede. Lo comprendo. Slo que se trata de un ejemplo muy dramtico de lo que puede suceder Est el tema de la confidencialidad del paciente.
No puedo detenerme. S, pero en este caso, Vermillion est muerto, no? Un error. Lo lamento inmediatamente. Intento cambiar de tema, le pregunto por su carrera, la tesis doctoral, su experiencia. Le doy coba, en un intento desesperado por restablecer la informalidad anterior, pero el doctor est en guardia. Lo animo a que piense en aparecer ante las cmaras, y esto hace que recupere el humor, aunque me recuerda que tendr que consultarlo con sus superiores.
En lo que se refiere a mis comentarios, me temo que debern limitarse a una discusin general o casos hipotticos. Le digo que eso no supone ningn problema, que voy a pasar un par de das en la zona, que puedo invitarlo a comer y a charlar un poco ms. Otro error. Lo veo en su lenguaje corporal. Se cie el cuerpo con los brazos; aprieta los labios. Un par de das por aqu? El motel ms cercano est en Empire, y no creo que le guste.
Me refiero a que estar en Nueva Orleans. El viaje es entretenido. Bien -dice Anderton. Se levanta y consulta su reloj. La entrevista ha terminado. Me levanto, convencido de que la entrevista ha sido un fracaso, y me pregunto qu har ahora. Lo ms lgico sera llamar a los Ramrez. Presentaron una demanda, quiz se enteraron de algo cuando encontraron los cadveres. Tambin est el abogado que ayud a Vermillion a redactar la peticin de libertad. La peticin estar en el archivo pblico. Puedo conseguir el nombre del
abogado, dar con su paradero, averiguar quin le interes en el caso Vermillion. Pienso en todo esto mientras sigo a Anderton hacia la puerta. Entonces veo algo en las vitrinas colocadas junto a la pared, y se me erizan los cabellos de la nuca. En el interior de una de ellas hay una exposicin de las cosas hechas por los pacientes como parte de la terapia. Hay pequeas esculturas, tejidos, cermicas, dibujos, collares de cuentas, cada pieza marcada con una fecha; se remontan hasta 1930. Entre todo esto, hay un grupo de figuras de origami, cada una es
una escultura sorprendente. Un rinoceronte, un elefante, un len y un duplicado del conejo que encontr en la cmoda de Sean. Un segundo ms tarde, estoy junto a la vitrina con los dedos apoyados en el cristal. Delante de las figuras de origami hay un pequeo triangulito de papel, como las tarjetas que sealan el lugar de cada invitado en una comida: 1995. No puedo hablar. Hay un martillo que me golpea el pecho. Por fin, me escucho a m mismo preguntar: Quin hizo estas figuras de origami? Fue Vermillion?
Oh, no. A Charley no le interesaba el arte. En absoluto. Trabajos como stos estn mucho ms all de las capacidades de Charley. Vacila y ahora su voz es suspicaz-: Por qu lo pregunta? No puedo apartar la mirada del conejo. No estoy muy seguro de lo que debo hacer. Anderton se ha escudado en su armadura burocrtica. Si le digo la verdad, ser suficiente para llegar hasta l? Identificar al paciente que hizo el conejo? Doctor Anderton, tengo que confesarle algo
Treinta segundos ms tarde, soy consciente de mi error. Anderton no tiene el menor inters en lo que le digo. Est furioso por el engao e irritado porque el documental slo era una excusa. Contino, le suplico que me diga el nombre del interno que hizo las figuras de origami. Le explico que encontr un conejo idntico en la cmoda de mi hijo. Le comento mi teora de que Charley Vermillion no fue el asesino de los gemelos Ramrez, que el hombre que pleg el papel para transformarlo en un conejo es el verdadero asesino. Sacude la cabeza.
A m todo eso me suena a una teora descabellada. Me refiero a la muerte de las coristas y todo lo dems. No s cmo puede llegar a todas esas vinculaciones. Le digo que si mis hijos mueren considerar que l es en parte responsable. Anderton no cede. Cita la santidad de los historiales mdicos, el pacto sagrado con la confidencialidad del paciente. Slo dgame una cosa -le suplico-. La
persona que lo hizo ya no est aqu, verdad? Cunto tiempo estuvo aqu? Cundo lo dejaron salir? sas son tres cosas. Espero en silencio. Anderton apoya un dedo en la barbilla y mira al vaco, como si buscase una razn para negarse a mi solicitud. Al final, me responde quiz porque no ha encontrado ninguna o porque sufre un momentneo ataque de compasin. No. El interno en cuestin ya no est aqu. Lo recibimos en 1983. Fue liberado en 1996.
Qu hizo? Por qu estaba aqu? Cmo se llama? Estamos hablando de mis hijos. Por favor. El doctor Peyton Anderton sacude la cabeza, al parecer apenado. Lo siento, seor Callahan. Quiero estrellarlo contra las vitrinas, dejarlo inconsciente y despus destrozar su despacho. Pero no lo hago. Recupero el control de m mismo. Gracias por su ayuda -le digo, y salgo de la habitacin. Dos fornidos
ordenanzas esperan en el vestbulo y me doy cuenta de que, en algn momento, Anderton ha pedido ayuda. Una alarma silenciosa, o algo as. Debe comprender que me gustara hacer algo ms -dice Anderton. Todava lo tengo detrs, con el tono de tengo las manos atadas cuando bajo la escalera y salgo por la gran puerta principal.
Captulo 29
Espero veinte minutos en la pequea biblioteca de Port Sulfur para usar uno de los tres computadores, que estn ocupados por muchachos que leen sus correos electrnicos. Intento hablar con la mujer del mostrador, pero no es dada a la charla. Le pregunto si recuerda el caso de Charley Vermillion. No -responde. Le doy ms detalles, le recuerdo que era un antiguo paciente del instituto forense. No -repite, y sigue leyendo una revista. Cuando se le termina el tiempo a uno de
los chicos, utilizo mis veinte minutos para aprovechar la oferta de una habitacin en el Crescent City Omni. Luego le envo un e-mail a Muriel Petrich para que me remita las fotografas del conejo de origami al hotel, o que las escanee y las mande por e-mail. En los pocos minutos que quedan antes de que cierre la biblioteca, utilizo la fotocopiadora para hacer una copia de la lista de abogados que aparecen en la gua de telfonos del condado de Plaquemines. La capital del condado es Pointe a La Hache. Est al otro lado del ro. Es all donde est el juzgado, y donde probablemente est archivada la peticin de libertad
presentada por Charley Vermillion. Cuando le pregunto a uno de los chicos que est esperando que le entreguen un libro cmo se va a Pointe a La Hache, me responde que hay un transbordador gratuito que cruza el ro cada media hora. Puedo cogerlo unos pocos kilmetros al norte. Que siga los letreros. Me siento en el coche, con el mvil en la mano, y miro la lista de abogados. Quiz no sea una buena idea elegir al azar un abogado en las pginas amarillas, pero no tengo otras alternativas. Llamo a tres antes de dar con Hawes, Halliday y Flood. Lester
Flood puede hacerme un hueco a las cuatro menos cuarto de maana en su despacho en Belle Chasse. Mi propsito es solicitar al juzgado la identidad del hombre que hizo el conejo de origami que est en la vitrina de Peyton Anderton. Me dirijo al norte, hacia el embarcadero del transbordador, pero una vez que llego all, me doy cuenta de que no tiene sentido cruzar hoy. Es muy tarde. El juzgado estar cerrado. Regreso a Nueva Orleans y voy al Omni. Mi habitacin da a un patio de luces, pero el precio es correcto y el aparcamiento es gratuito. Despus de
instalarme, llamo a Petrich. No espero encontrarla, pero quiero dejarle un mensaje en el contestador para recalcar la importancia de que me enve las copias de las fotos del conejo. Resulta ser que todava est trabajando. Dnde est, Alex? Qu pasa? En Nueva Orleans. En Nueva Orleans? Ha encontrado algo? No s por qu, pero no quiero hablarle de Vermillion ni del conejo de la vitrina. Me recuerda cuando Liz no
quera decirle a nadie que estaba embarazada hasta que pasaron los tres primeros meses. Era como si dar la noticia hubiese sido tentar al destino y poner en peligro el embarazo. Quiz. Ya la avisar si consigo algo concreto. Hgalo -me responde. Me promete escanear las fotos y envirmelas en formato JPEG antes de marcharse del despacho. Salgo a comer un bocadillo en una cafetera que est un poco ms all del hotel -tengo que vigilar el presupuesto-, y luego doy un paseo por el Quarter.
Acabo en Bourbon Street. Est a rebosar, y el aire hmedo huele dbilmente a dcadas de whisky y vmitos. Me detengo delante de un local, y la msica que llega desde el interior es tan fabulosa que decido entrar. Qu demonios. Una cerveza. El blues. El tipo del escenario est encorvado sobre el micrfono, su cuerpo es la encarnacin de la desdicha. Oh, mi corazn comienza a martillar, y mis ojos se llenan de lgrimas. Tendra que ser la msica perfecta para m, la expresin de mi dolor, pero no lo es. Me siento a la barra y bebo, pero no
pasa nada. No siento la msica. Ni siquiera saboreo la cerveza. Aguanto unos diez minutos y salgo a la calle. Cuando regreso al hotel, tardo mucho en quedarme dormido, y cuando finalmente lo hago, sueo que todo lo que toco desaparece. Por la maana, tomo un par de tazas de caf gratis en el comedor, enchufo el computador porttil y me conecto con la contrasea de Liz en la cuenta de AOL. Su contrasea es la fecha de nacimiento de los gemelos, 010497, y eso me deja paralizado durante unos segundos. Pruebo con cinco nmeros de telfonos de la zona de Nueva Orleans. Pasan casi
veinte minutos antes de que el servidor encuentre una conexin. Entro en mi cuenta de Yahoo! y veo que Petrich ha cumplido con lo prometido. Pulso la tecla para descargar el archivo JPEG adjunto al mensaje y espero a que aparezca. La barra azul se va llenando al pie de la pantalla, y entonces, ah est. Incluso en dos dimensiones, el conejo es impresionante y poderoso. No me he equivocado: es idntico al que est en la vitrina del despacho de Anderton. Hay una etiqueta pegada al conejo. En el recuadro estampado en la pgina aparecen las siguientes palabras: Departamento de Polica del condado de
Anne Arundel. Depsito de pruebas. Hay una firma (sargento David Ebinger) y una fecha (1 de junio de 2003). A las nueve, cuando la oficina del hotel est disponible para los huspedes (por una tarifa determinada), imprimo unas cuantas copias de la foto del conejo. Mi plan es entregarle una copia al abogado, Lester Flood, con la intencin de que utilice la foto como una prueba, algo que le permita obtener la informacin del Instituto Forense Port Sulfur. Estoy a punto de marcharme cuando
decido enviarle un e-mail a Judy Jones en el FBI. Quiz ella pueda ayudarme. Tardo veinte minutos en escribir un mensaje sobre lo que he averiguado, y explico cmo descubr un conejo idntico al que estaba sobre la cmoda de mi hijo Sean en una vitrina en un asilo de Louisiana. Cuando acabo, repaso lo que he escrito. No estoy conforme. S que las vinculaciones entre los asesinatos de los Ramrez y el secuestro de mis hijos (a travs de las Gabler y los Sandling) son slidas. S que la llamada annima fue un engao, que el hombre considerado responsable del asesinato
de los nios Ramrez no fue la persona que los asesin. S que el hombre que hizo el conejo que est en la vitrina de Port Sulfur se llev a mis hijos. Pero en el papel, por mucho que precise y aclare, mi relato sigue pareciendo insustancial. Envo la versin final, pero s que no funcionar. Coristas? Magia? Poner en duda un doble asesinato que se resolvi a satisfaccin de todos? El pequeo conejo de papel plegado no parece lo bastante fuerte como para oponerse a todo eso. En el coche, le echo una ojeada al mapa. El condado de Plaquemines es una
pennsula dividida por el ro Mississippi. El juzgado est en Pointe a La Hache, en el lado oeste. Ir all primero, para buscar la peticin que dej en libertad a Charley Vermillion. Tengo experiencia en buscar documentos en un juzgado. Es algo lento y aburrido; puedes tardar das. Pero podr dedicarle unas cuantas horas antes de ir al despacho del abogado. La gua confirma la informacin que me dio el chico de la biblioteca de Port Sulfur: los transbordadores van y vienen a travs del ro cada media hora. Me dirijo al embarcadero donde sale el transbordador que cruza de Belle
Chasse a Dalcour. Tambin me entero gracias a la gua de que el edificio del juzgado en Pointe a La Hache tiene ms de un siglo, y que ha soportado los embates de muchsimos huracanes. Si es un edificio ms que centenario, slo me queda rezar para que tenga aire acondicionado. Tardo menos de una hora en llegar a Belle Chasse. Estoy de suerte, y subo al transbordador cinco minutos antes de que zarpe. Todos los dems vehculos que viajan a bordo son camionetas. El ro es ancho y la corriente muy fuerte. Los potentes motores del transbordador propulsan la embarcacin ro arriba,
contra corriente, y sta se abre paso hacia la orilla opuesta. Las casas de este lado se ven ms antiguas y distinguidas, pero, por lo dems, el trayecto en coche es muy parecido al de ayer. Te fijas en los pueblos slo porque tienes que bajar la velocidad mientras los atraviesas. Un talud oculta el ro. Huertos de naranjos, y poca cosa ms. Al cabo de veinticuatro minutos, estoy en Pointe a La Hache. No es difcil dar con el juzgado, que es con mucho el edificio ms grande que he visto en Plaquemines. Pero no es ms que un
cascarn ennegrecido, cercado con la cinta de plstico amarilla de las escenas del crimen, gran parte de la cual est en el suelo enredada entre la maleza. Un bosquecillo de robles quemados se inclina sobre el edificio en ruinas como demonios, con sus troncos nudosos y sus ramas retorcidas carbonizadas. Hay una caseta a un lado, con un letrero que dice Obras pblicas del condado de Plaquemines. Llamo a la puerta y aparece un hombre rubicundo con un casco de plstico amarillo. Me mira de pies a cabeza como si yo fuese de otro planeta.
S? Qu le ha pasado al edificio? No consigue evitar que una expresin de burla aparezca en su rostro. Se ha quemado. Cundo ocurri? El 12 de enero de 2003. Qu pena. La visin del soberbio edificio en ruinas me deprime. Dnde estarn ahora los archivos? Se habrn salvado?
Una autntica cabronada -opina el tipo del casco-. Tena ms de cien aos. Resisti no s cuntos huracanes. Sirvi con distincin a los ciudadanos. Cuando Betsy pas por aqu con vientos de ms de doscientos kilmetros por ahora, se trajo la mitad del ro a esta orilla. Muchsima gente cape la tormenta en el juzgado, en la parte alta. Cien aos y despus -Chasquea los dedos-. Adis. Hay un juzgado nuevo? Pero el hombre no ha terminado. La naturaleza no poda destruir este edificio, pero el hombre s, y lo hizo.
Quiere decir que fue un incendio provocado? Efectivamente -responde, y hace un gesto con aire de experto-. Lo dijo nada menos que la Agencia del Alcohol, el Tabaco y las Armas de Fuego. Encontraron los restos de un acelerante. Un incendio provocado. Por qu? Mi interlocutor sacude la cabeza. Hay un centenar de aos de historia en
esos archivos, o haba. Algunos dicen que sa es la razn, alguien quera que se perdiera definitivamente algn documento antiguo. Un testamento o algo as. Tiene que haber archivos informatizados. Se echa a rer. Los hay de los ltimos aos, pero los restantes noventa y cinco o los que sean, ni cenizas. Esos archivos se han perdido para siempre. Quiz todava pueda averiguar el nombre del abogado de Vermillion. El
caso es lo bastante reciente como para entrar en el intervalo de los ltimos aos. Yo tengo mi propia teora sobre el incendio -me informa el tipo del casco. Cul es? Llevan aos intentando el traslado del juzgado a un lugar ms conveniente. Pero el empecinado po-pu-la-cho siempre ha votado en contra de la propuesta. Se re-. Creo que ahora lo trasladarn. Trasladarn el juzgado? Por qu?
Por los abogados, los jueces, los reporteros de tribunales y todos los dems. Hace mucho tiempo que quieren tenerlo en la orilla este, en Belle Chasse. All se llega en un momento desde Nueva Orleans. No es como venir hasta aqu, con todos los inconvenientes del transbordador. Las malas lenguas dicen que los abogados estaban hasta el gorro de tener que arrastrar el culo hasta aqu para hacer su trabajo. Cunto dinero hace falta para que un tipo roce un poco de gasolina y encienda una cerilla? Esto es Louisiana. Lo reconstruirn?
No lo creo. Dnde funciona ahora el juzgado? En una sede provincial. Un grupo de caravanas. Dnde estn? pregunto, mientras miro en derredor. Por eso mismo creo que se han salido con la suya. Ni siquiera se tomaron la molestia de poner la sede provisional aqu. Las caravanas estn al otro lado, en Belle Chasse -comenta con sorna-. Ver, es ms conveniente durante el nterin.
Captulo 30
Encuentro el juzgado provisional en Belle Chasse; media docena de caravanas en el aparcamiento de un centro comercial abandonado. Cada caravana tiene un cartel que la identifica: Juzgado de trfico, Juzgado juvenil, y los dems. Cuando encuentro el que busco, donde estn los archivos, la funcionara me dice que no estoy de suerte. Todos los archivos
correspondientes al Instituto Forense Port Sulfur resultaron destruidos en el incendio. Me dijeron que haba archivos informatizados de los ltimos aos. Slo intento averiguar el nombre de un abogado que trabaj en un caso. La funcionara es una mujer de cabellos blancos y brillantes ojos castaos. Me dedica una sonrisa irnica. Se supona que haba unos archivos informatizados, pero nunca se hicieron. Ahora tienen un sistema nuevo. El caballero que instal el sistema antiguo
ha sido denunciado. Comprendo. Tenemos los archivos de los ltimos cuatro meses y eso es lo que hay. Quiz pueda encontrar algo referente a su caso en el peridico. The Peninsula Gazette, que est aqu mismo en Belle Chasse, es tambin el boletn oficial. Creo que estn obligados a publicar las sentencias. Pienso en las fechas mientras sigo las indicaciones de la funcionara del juzgado para ir a las oficinas del peridico. Los gemelos Ramrez fueron secuestrados el 4 de mayo de 2001, dos
semanas despus de que Vermillion sali de Port Sulfur. La peticin de libertad tuvo que ser antes, y quiz mucho antes. Puedo empezar a finales de abril y retroceder, aunque eso no me hace demasiada ilusin. Buscar en las morgues de los peridicos es de lo ms aburrido. Pero tengo que matar tres horas antes de mi cita con Lester Flood, as que bien puedo intentarlo. Pero, por lo visto, no ahora. Mientras me acerco a la oficina del peridico, una joven con un peinado punky est cerrando la puerta. Viste un top,
vaqueros cortados por debajo de las rodillas y sandalias. En un hombro lleva tatuada una araa. Vuelve a abrir esta tarde? La muchacha inclina la cabeza hacia un lado y me evala. Por qu? pregunta, de una manera que cada palabra parece tener dos slabas-. Quiere poner un anuncio? Le explico que quiero buscar una cosa en la morgue. Que quiere buscar dnde?
Me refiero al archivo de los peridicos viejos. Ah. S, ya lo saba. Se da una palmadita en la cabeza-. Se lo o decir a mi padre una vez. l no est aqu. Se ha ido a pescar. Qu est buscando? Busco la noticia de un juicio. Los archivos del juzgado se destruyeron en el incendio, as que sta es mi nica esperanza. Ja. Su nica esperanza. The Peninsula Gazette, su nica esperanza? Ojal pap estuviese aqu. Me sonre. Su sonrisa es tmida y muy dulce-. Soy Jezebel -
dice-. Jezebel Henton. Alex Callahan. Bien, seor Callahan, podra dejarlo entrar. Sacude el llavero-. Por supuesto, tendra que quedarme con usted. Cunto tiempo tardar? Podra tardar bastante -respondo. Me encojo de hombros. Vaya. Me mira. Tengo una cita a las cuatro y media. Juega con el anillo que lleva en el meique.
A la vista de que tengo que quedarme aqu, creo que es justo que me pague por mi tiempo, no le parece? Me parece justo. Entonces me pagar diez dlares la hora -aade-. Porque, de lo contrario, nada me impide ir a mirar la tele, no? As es. Adems, lo ayudar a buscar -afirma Jezebel-. Tengo experiencia, por eso me merezco los diez dlares la hora. He hecho bsquedas en el juzgado para
Pinky Streiber. Quin es Pinky Streiber? Es un investigador privado. Nunca ha odo hablar de l? No. Es todo una leyenda -afirma-. No le mienta. Me tiende la mano. Lleva las uas pintadas de color negro brillante; el esmalte est parcialmente desconchado-. Trato hecho? Entramos. Le explico lo que estoy buscando.
Lo que me interesa, sobre todo, es el nombre del abogado de Charley Vermillion. Me gustara hablar con l o ella. Eso tendra que aparecer en las peticiones presentadas, aunque algunas veces slo ponen el nombre de la firma que la present. Ahora mismo, ya le ahorrar tiempo. Selecciona una llave y abre una puerta de roble-. El peridico slo publica cosas del juzgado una vez a la semana. Los mircoles. Jezebel lo encuentra a las 15.48. Bingo! grita, y luego contina con
voz acelerada-: Soy buena o soy buena? 9 de enero de 2000. Caso nmero cuatro-nueve-seis-ocho-siete Divisin A: Charles Jimmie Vermillion versus Instituto Forense Port Sulfur, et. al., presentado por Francis -se interrumpe bruscamente-. Mierda. Perdn, se me ha escapado. Qu ms? Presentado por Francis Bergeron concluye-. Frankie Bergeron. Espero que no necesite hablar con l ahora mismo. Por qu?
Porque est muerto, por eso. Se estrell con el coche, en Des Allemands. No hubo ningn otro coche involucrado en el accidente. Fue a dar directamente en el pantano. Frankie era un conductor muy agresivo, as que puede escoger: fue algo que tuvo que ver con otro conductor, o sencillamente que iba demasiado de prisa y cogi mal la curva? No se present ningn testigo. Eh, qu le pasa? Sacudo la cabeza. Cada vez que creo que estoy llegando a alguna parte en este asunto, acabo en una va muerta.
Bueno, est claro que Frankie Bergeron es una va muerta, pero Pinky dice que siempre hay otra manera para descubrir una cosa. S, el juzgado. S. sta era su ltima esperanza. Lo siento mucho, seor Callahan. Quiz la firma de Bergeron venga en los archivos -digo, casi como si hablara conmigo mismo, y no con Jezebel-. Sabe para quin trabajaba? Lacey y Bergeron. Aqu mismo, en Belle Chasse. Podra llamar al seor
Lacey. Le dar su nmero de telfono. No lo llame despus de -Busca en la agenda, con el pulgar en el labio inferior, y luego escribe el nmero en un Post-it-. No lo llame despus de las tres. Pruebe a eso de las dos. Bebe un poco. Me da el papel. Su letra es clara y bonita. Dedicamos algunos minutos a guardar las cajas de los peridicos que hemos revisado, Jezebel cierra la puerta y yo le doy los treinta y cinco dlares. Casi me sabe mal aceptarlos -dice-. Me refiero a que Frankie Bergeron Un trato es un trato.
Dobla los billetes por la mitad y los dobla de nuevo, y luego los sujeta entre el pulgar y el ndice. De todas formas, no creo que no aceptarle los treinta y cinco dlares vaya a alegrarle mucho, verdad? No. Gracias por la ayuda. Se guarda el dinero en el bolsillo del pantaln y me tiende la mano. Le deseo buena suerte, seor Callahan. Quiz las cosas cambien para mejor. Pinky dice que eso siempre sucede en una investigacin si no dejas de
machacar. Espero que tenga razn. Dnde es su cita? Tpelo Street. A quin va a ver, si no le molesta que se lo pregunte? Voy a ver a un abogado. Lester Flood. Jezebel piensa un momento. Hace un ao que regres de Tulane, pero Les es un buen tipo. Se mira las
uas-. Dgale que Jez Henton le manda saludos. Sabe cmo llegar all? Gracias a las indicaciones de Jezebel tardo cuatro minutos en llegar a las oficinas de Hawes, Halliday y Flood, que estn en un bonito edificio antiguo de ladrillo rojo, en una calle que -a juzgar por la proliferacin de placas- es obviamente la favorita de la abogaca de Belle Chasse. Espero diez minutos y luego me hacen pasar al despacho de Lester Flood. Es una habitacin encantadora al estilo sureo, con antigedades, alfombras gastadas pero hermosas y los techos muy altos. Hay una coleccin de objetos de
cristal en una mesa auxiliar. Flood no parece mucho mayor que Jezebel. Seor Callahan. Les Flood. Nos damos las manos y me seala una silla-. Qu puedo hacer por usted? Tardo quince minutos en decrselo. Toma notas en un bloc, y de vez en cuando me pide que le deletree un nombre o le aclare un punto. Cuando termino, le doy una copia de la foto del conejo. La mira durante unos segundos antes de dejarla a un lado. Golpea el bloc con la pluma.
No lo s -comienza, y luego aprieta los labios-. Puedo aceptarlo; lo aceptar si usted decide ir por ese camino, pero Sacude la cabeza-. No lo s. El juez pide unas pruebas contundentes y una necesidad urgente para autorizar que se d informacin sobre un paciente de hospital, como era el caso de este individuo. Hace una mueca-. Debo decir que no me gustan nuestras perspectivas. Por qu no? Esta es una prueba contundente, y desde luego que hay una necesidad urgente: mis hijos. Golpea el bloc con las puntas de los
dedos y las desliza sobre la superficie. Comprendo su posicin. Incluso puedo estar de acuerdo. Pero hay muchas suposiciones en su teora. Cules? Para empezar, usted no sabe si el secuestrador de sus hijos dej el conejo de origami en la cmoda. Usted no lo haba visto nunca antes del secuestro, pero pudo haber estado all desde antes, tengo razn? No lo creo.
Est absolutamente seguro? Ahora s. Claro. Seguro que lo est. Pero eso es invertir las cosas, no? Dirn que su hijo pudo haberlo conseguido en cualquier otra parte. De otro chico, de un vecino, quin sabe? No lo hizo. Se hace cargo de que estoy haciendo de abogado del diablo? Estoy de acuerdo en que el conejo es algo extrao, y que hallar una rplica del que usted encontr en su casa en el instituto de Port Sulfur da que pensar. Sobre
todo, dados los vnculos entre el instituto y el asesinato de los Ramrez y los paralelismos entre el caso Ramrez y el suyo. Pero quedan muchsimos puntos por unir. Adems, no aparecen conejos en ninguno de los otros casos. As que podra tratarse de una coincidencia, cosa que argumentar la defensa. No haba huellas dactilares en el conejo que encontraron en su casa, correcto? Asiento. l vuelve a apretar los labios. Tambin sabe que hay otra demanda contra el instituto forense de Port Sulfur. La familia Ramrez.
S. El instituto cree que obraron correctamente. Apelaron la decisin del tribunal inferior que otorg la libertad del tipo. Perdieron la apelacin. Tuvieron que dejar que el tipo se marchara. Qu otra cosa podan hacer? Estamos hablando de Vermillion. Eso es, Vermillion. Quiz no nos agrade, pero dejar en libertad a hombres como l es algo que dispone la ley. Ahora bien, usted puede alegar, como hacen los abogados de la familia Ramrez, que el hombre no tendra que
haber sido puesto en libertad. Pero eso es en retrospectiva y constituye una falacia. Post hoco, ergo propter hoc. Despus de esto, y en consecuencia debido a esto. Asesin a dos nios, y en consecuencia no tendra que haber sido puesto en libertad. De todas formas, por qu culpar al instituto. Ellos no queran dejarlo en libertad. Para complicar todava ms las cosas, todo el asunto es ahora mismo un embrollo, porque los archivos de la defensa se quemaron. He odo decir que los representantes legales de los Ramrez han aceptado compartir sus archivos con la defensa para continuar con el caso.
Vaya. S. Lo ms probable es que al final el estado y el instituto acaben por llegar a un acuerdo. Mientras tanto -sacude la cabeza-, no creo que el juez aproveche la ocasin de meterse de nuevo en todo esto y obligar a la institucin a que entregue una informacin. Al menos, hasta que esta otra cosa est solucionada. Para empezar, si lo que usted sugiere es verdad, significara que la demanda planteada por la familia Ramrez carecera de base, no es as? Me refiero a que usted sugiere que Vermillion no asesin a los chicos. Eso es.
Lester Flood levanta las manos con las palmas hacia arriba. se sera un giro sensacional. Sonre-. Como le he dicho, estoy dispuesto a intentarlo. Tengo mucha prisa. Incluso estoy dispuesto a darme prisa afirma Flood-. Slo digo que no tengo mucha fe en nuestras probabilidades, y quiero que usted lo tenga claro desde el principio. Si no lo he entendido mal, me est
diciendo que es probable que no tengamos xito, pero que debo intentarlo. Muy bien, de acuerdo. Lo intentaremos. Hablamos de dinero. Mi cuenta corriente vuelve a tener fondos gracias a un adelanto de cinco mil dlares de mi tarjeta de crdito. Le entrego a Flood un cheque de mil dlares. Regreso a Nueva Orleans con un humor sombro. Por fin he encontrado una pista, y dnde me ha llevado? A tierra quemada.
Charley Vermillion tena una cpsula de cianuro potsico sujeta debajo del cuello de la camisa y se suicid cuando lo arrestaron. Un pirmano incendi el edificio centenario del juzgado de Pointe a La Hache donde estaba archivada la peticin de libertad de Vermillion (despus de diecinueve aos). Francis Bergeron, el abogado que present la peticin, cay con su coche desde un puente y muri en el pantano. Los archivos informatizados del juzgado se borraron, as que no queda registro alguno de las actuaciones judiciales referentes a la peticin de Vermillion. Es posible que todo esto sea una
coincidencia?
Captulo 31
Por la maana, llamo a William Lacey, el antiguo socio de Francis Bergeron. l no ve ningn mal en decirme que el trabajo de su socio en el caso de Charley Vermillion fue pro bono. Tena muchos casos pro bono?
Frankie? Qu va, y no s qu mosca le pic con Vermillion. No es precisamente que la salud mental sea una causa importante. Frankie no tena muchas causas. Su meta era presentarse como candidato a la alcalda. As que usted no sabe cmo es que el caso lleg a sus manos. No tengo ni la ms remota idea. Si quiere que le diga la verdad, me pareci algo inusitado. Era un riesgo, y que me cuelguen si no le sali el tiro por la culata. Por supuesto, tuvo la oportunidad de defender el caso ante el tribunal de apelaciones. As que quiz se era el objetivo: la publicidad.
Le pregunto si puedo echarle una ojeada al expediente del caso, que los archivos del juzgado se quemaron en un incendio. La verdad es que no puedo hacerlo responde-. Estn de por medio todos los temas de la relacin abogado-cliente. En este caso, tanto el abogado como el cliente estn muertos. Bien razonado, pero me temo que es intil. Entregu los archivos de Frank al fiscal del distrito. Sabe usted que hay una demanda pendiente en el caso Vermillion?
La demanda presentada por los padres de los gemelos Ramrez. Exactamente. Quin sera tan idiota como para no presentar una demanda cuando el Estado, con su infinita sabidura, deja en libertad a un chalado que utiliza sus derechos constitucionales para secuestrar y asesinar a un par de chicos? Es el peor de los escenarios. Dnde est la oficina del fiscal del distrito? En Belle Chasse? Est aqu, pero sa es la cuestin. Segn tengo entendido, los archivos de Frankie se quemaron en el incendio. Fue
inmediatamente despus de que el juzgado se hizo cargo de los archivos que se incendi el edificio. Esto slo me deja el conejo. Miro la imagen en la pantalla de mi computador. Shoffler la mir y yo tambin, pero en aquel momento la pequea criatura de papel slo representaba una de varias pistas. Ahora es todo lo que queda. Repaso mis notas. Papiroflexia practicada por Leonardo. Base matemtica. Relaciones con los
espectculos de magia del siglo xix. Una nota al margen, aadida posteriormente, dice: La papiroflexia es como una transformacin. Ahora son mucho ms populares los globos. Forma tradicional: no se permite pegar ni cortar; slo un cuadrado de papel. Me doy cuenta de que esto hace que la papiroflexia sea una actividad ideal para las personas confinadas en crceles y psiquitricos. La prctica requiere una mente adepta a la geometra y el pensamiento
abstracto. Popular entre los fsicos y matemticos. Jerga origami: pliegues traslapados, rellenados, bombeados, bases de pjaros ampliadas. Los diagramas se comparten libremente en la red. Diagramas complejos. Judy Jones: conejo hecho con papel de origami especial, piel de elefante. Plegado hmedo. Petrich: el experto identific el conejo como un Lang modificado.
Me conecto a Internet. Escribo conejo origami Lang en la barra de Google. Me da ms de mil entradas. El doctor Joseph Lang cre muchos conejos, pero despus de dos horas de visitar las pginas, he visto docenas de conejos Lang y versiones modificadas del mismo, y ni uno solo de estos conejos se parece al que encontr en el dormitorio de los chicos. Quiz el experto de Petrich encontr un conejo Lang diferente a los que he visto hasta ahora. Tambin est la posibilidad de que cometiera un error. Cuando escribo conejo origami,
Google me ofrece miles y miles de entradas, aunque muchas de ellas resultan ser repeticiones. Dedico otra hora y media, pero sigo sin encontrar nada que se parezca a mi conejo. En cambio, s que me entero de que en el mundo de la papiroflexia reina una gran camaradera y que es muy activo en la red. Abundan los concursos y las exposiciones, y hay muchas crticas de libros de origami, comentarios sobre proveedores de materiales, muestras de nuevas creaciones e intercambio de diagramas. Quiz la cibercomunidad origami pueda decirme algo ms de mi conejo. A juzgar por los objetos que vi en la vitrina de Anderton, el Flautista no
era un novato, sino un profundo conocedor del tema. Quiz tena acceso a un computador en Port Sulfur. Quiz se comunicaba con otras personas que compartan su aficin. Es posible que alguien reconozca su trabajo, o incluso lo identifique. Escribo origami en la barra de Google y hago una lista de dos docenas de direcciones de pginas. Redacto un e-mail donde solicito colaboracin para identificar el conejo en el archivo JPEG adjunto. Lo envo.
Si esto no funciona, bueno Anderton sabe quin hizo el conejo. Si es necesario, le apretar las clavijas hasta que me lo diga. He estado encorvado delante del computador durante tanto rato que me duele todo cuando me levanto. Hago unos cuantos ejercicios de estiramiento. Tendra que llamar a mis padres. Tendra que hablar con Liz. No he hablado con mis padres ni con mi esposa desde hace ms de una semana, dispuesto a eludir la inquietud de mis padres y la hostilidad de Liz. Al menos, tendr que escuchar los
mensajes. Son los mismos de siempre. Big Dave desde la cadena: Alex! Ha salido algo que creo que te interesar. Si ests preparado para volver, te estamos esperando. Es una gran oportunidad, as que Mis padres: Slo queremos saber si ests bien. Mi amigo Scott, que todava intenta animarme: Eh, hola, Alex. Te llamo por lo siguiente: estoy organizando este eh torneo de bdminton. Es una
causa benfica, por supuesto, aunque no esperamos que participe una multitud. En cualquier caso, jugaremos Brad y Jennifer, Tim y Susan, Bill y Hillary, yo y Demi tiene un saque de apa, por si no lo sabas. Charlize Theron necesita un compaero as que si ests interesado, compaero, llmame, vale? Liz: Dnde ests ahora, Alex? Tenemos que hablar. No quiero hablar con ninguno de ellos. Me digo a m mismo que los llamar maana. Me cambio de ropa para ir a correr. Al salir del vestbulo con aire acondicionado y encontrarme con el aire
clido y hmedo, me sorprende que no est lloviendo. El aire se nota tan denso que casi es como correr sumergido en el agua. Corro a lo largo del paseo martimo hasta donde estn los muelles y una valla de seguridad me detiene. En el camino de regreso, doy una vuelta a todo el permetro de Lafayette Park. Una multitud baila y aplaude al comps de la msica de un grupo que toca en el pabelln, un concierto gratuito, la msica es funky salsa blues. Estoy empapado en sudor cuando entro en el Omni, y empao el espejo del ascensor. Me ducho, abro una cerveza y de nuevo me siento delante del computador. Slo
ha pasado una hora o poco ms, pero ya tengo ocho respuestas a mi peticin de ayuda. La mayora me sugieren otras pginas que podra consultar, pero uno (folderman@netzero.com) identifica al conejo como el ganador de un concurso de la seccin Prospect Hill de la biblioteca pblica de Filadelfia. La Prospect Hill Origami Society patrocina una competicin anual, donde cada ao los participantes deben hacer una figura determinada. Este ao, es el tiburn; 1995 fue el ao del conejo. No es una de las grandes competiciones, pero la entrada es muy barata, as que se inscriben numerosos aficionados. El conejo de la foto que ha
enviado fue el gran campen de 1995, y todos nos enfadamos cuando el creador slo fue identificado por su nombre de pila. No se facilit la direccin. Estaba muy claro que el tipo posea un talento espectacular, y algunos de nosotros queramos comunicarnos con l, pero no se dio ninguna informacin de cmo hacerlo. Pngase en contacto con George Esterhazy, es el presidente emrito del grupo. Ahora est retirado, pero sigue muy vinculado a estas actividades. Suerte, espero que esto lo ayude. Folderman aade el nmero de telfono y el e-mail de Esterhazy. Le envo un
mensaje de agradecimiento, y despus reenvo el e-mail original a Esterhazy junto con una copia del mensaje de Folderman. Al cabo de unos minutos, llamo a Esterhazy. Quiz sea uno de esos tipos que leen el correo una vez a la semana. Al menos, debo advertirle que se lo he enviado. Esterhazy -dice una voz chillona. Seor Esterhazy, me llamo Alex Callahan. No s si ha tenido la oportunidad S. Recib su e-mail. Por supuesto que
recuerdo aquel extraordinario conejo. Byron B. Muy frustrante. Byron B.? A qu se refiere? se era su nombre, fue el nico nombre que conseguimos. Tal como le deca, fue muy frustrante. Algunos miembros del comit queran despojarlo del ttulo, pero me opuse. No hubiese estado bien. Era un concurso abierto, y su conejo destacaba de lejos por encima de todos los dems participantes. Perdn, pero cmo presentaron el conejo, si ustedes no conocan la identidad de la persona que lo hizo?
Result ser que el tipo que envi la pieza era un terapeuta ocupacional en el un momento, lo tengo en la punta de la lengua. El Instituto Forense Port Sulfur de Louisiana? Ese mismo! Un psiquitrico! No tiene nada de particular, por supuesto. Jules Kravik, un famoso plegador, sufra de graves trastornos mentales y vivi gran parte de su vida en un psiquitrico. Caramba. En el caso de este tipo, Byron B., quiz
nos hubiesen permitido comunicarnos con l, de no haber sido porque para cuando el jurado dio su veredicto y estuvimos preparados para avisar a los ganadores y anunciar los resultados, l ya haba salido. Nuestros intentos para convencer a la direccin del instituto para que le informara de que haba ganado el premio y pudiramos hacerle llegar la pequea recompensa en metlico fueron rechazados con toda firmeza. Exhala un suspiro-. As que eso fue todo. Me sorprendi un poco que no volviera a reaparecer en el mundo del origami, alguien con tanto talento, con un uso muy innovador de la base del pjaro ampliada Pero ah acab la
cosa. Estoy tan entusiasmado que a duras penas recuerdo los buenos modales para darle las gracias antes de colgar. Byron B. quiz no sea mucho, pero es algo. El instituto de Port Sulfur no es un centro de desintoxicacin o rehabilitacin donde los pacientes entran y salen a voluntad. Es una institucin para locos asesinos. Esto equivale a decir que, quienquiera que sea Byron B., hizo algo muy grave y de una manera muy pblica, porque, de no ser as, no lo hubiesen tenido encerrado all durante tantos aos.
Tampoco entr por su propia voluntad. Por lo tanto, en algn lugar de Louisiana tiene que haber una decisin judicial que envi a un hombre llamado Byron, y con un apellido que comienza con B, al Instituto Forense Port Sulfur. Segn lo que hiciera ese tipo, puede que incluso saliera en los peridicos. Gracias a Anderton, s el ao: 1983. En cualquier otra circunstancia normal, quiz no contratara a un investigador privado que me recomendara una chica de trece aos, pero ya no hay nada en mi vida que sea normal. Jezebel Henton me facilita con mucho gusto el nombre de Pinky Streiber, me lo deletrea, y su
nmero de telfono, que al parecer se sabe de memoria. Gracias, Jez. Hay una cosa de Pink que quiz debera saber. Vacila. Qu es? Es que a veces la gente se sorprende. Ver, lo llaman Pinky porque es albino. Me reno con Pinky Streiber en su oficina en el French Quarter. Una rubia con pinta de dura con un vestido de lino rojo atiende la recepcin. Me dice que me siente en lo que debe de ser una de
las oficinas ms sofisticadas que he visto. Jazz en el hilo musical. Cuadros, muebles antiguos y plantas. Los techos altos con ventiladores. Grandes ventanas con celosas blancas. A Pinky Streiber le van muy bien las cosas. Cinco minutos ms tarde, me estrecha la mano y me hace pasar a un despacho en penumbra. Hay muy pocos muebles. Se sienta detrs de una enorme mesa, donde no hay nada ms que un telfono rojo. Yo me siento en una silla Barcelona de cuero rojo. Streiber lleva gafas de sol y su piel es blanca como el vientre de un pez. Hay un olor que me resulta familiar en el ambiente, pero no acabo de
identificarlo. Protector solar -dice Streiber, como si me hubiese ledo el pensamiento-. Estoy untado de pies a cabeza. Eso es lo que huele. Coppertone Sport cuarenta y ocho. Le pido disculpas por las gafas; slo me las quito por la noche. Despus de comprender cul es el trabajo, Pinky comenta -Es una tarea intensiva, pero incluso as, slo es preguntar. Si pudiramos tener a un milln de hmsters saltando sobre un teclado el tiempo que hiciera falta, acabaramos por tener un ejemplar de Gunga Din, nest-ce pas? La pregunta es: a cunto asciende su presupuesto?
No se contenga. Me encojo de hombros-. Lo que haga falta. Por el momento, lo que har es seguir firmando los cheques que me envan las compaas de tarjetas de crdito. Llegar un momento en que tendr que sablear a mi padre. Despus Le har un descuento, a la vista de que no es otro de esos aburridos casos de divorcio, pero aun as necesitar una paga y seal, digamos quinientos dlares. Slo para que lo sepa: yo no hago personalmente la bsqueda en los juzgados. Tengo un equipo heterogneo
de paralegales, jubilados, adolescentes y parados crnicos. Diga adelante y yo los soltar para que busquen en todos y cada uno de los juzgados de Louisiana hasta que encuentren la orden de reclusin. Fantstico. Les pago a mis subalternos veinte dlares la hora. Esto podra llevar muchas horas, o muy pocas. Nunca se sabe. De acuerdo. Me hago cargo. Vaaa-le. As que Byron B. Orden de reclusin en el Instituto Forense Port
Sulfur. Entr en el sistema en 1983. Lo anota-. No hay ms, verdad? Eso es todo lo que tiene. Sabe cundo sali? En 1996. De acuerdo, es todo lo que necesito. Quiz pueda echar una mano -le comento-. Si en algn lugar le falta alguien, yo s buscar en los archivos. Maravilloso. Se acaba de adjudicar un puesto en el condado de San Juan Bautista. La sede del condado est en LaPlace. Mi subalterna nmero uno acaba de tener un beb y el suplente ha
aceptado un empleo en el nuevo Target. Pronuncia la palabra como si fuese francesa: Tagr-ye-. No est muy lejos de aqu. No tiene ms que coger la autopista 10. De acuerdo. Saco la billetera para firmarle el cheque. Becky se ocupar de eso. Aceptamos Visa y MasterCard -dice Pinky.
Captulo 32
Paso los das en el juzgado de LaPlace, las noches en el Comfort Inn. Mientras leo los archivos, bebo litros de caf y hago un esfuerzo para mantener el nombre de Byron en el primer plano de mi mente. Sera muy fcil pasarme de largo la orden de reclusin de la misma manera que me olvido de girar y me paso de largo Ordway Street cuando regreso a casa del trabajo. El tercer da, cuando voy camino de regreso al motel, suena el mvil. Es Pinky. Est en el coche?
S. Aparque. Qu? Estoy excitado, cabreado y un tanto desilusionado, buen hombre -dice Pinky, con una risa que suena como un relincho. Qu pasa? Esta bsqueda podra haber sido una gran ayuda para rebajar las estadsticas del paro en Louisiana. Pinky
Exhala un suspiro. De acuerdo. El caso es que contrat a una mujer para que hiciera el condado de Santa Mara. Hasta hoy estuvo visitando a su hermano en Houston, pero vala la pena esperar, porque esta seora es muy lista. Una maestra. El caso es que mi encargo la est esperando en su fax cuando llega a su casa. Bingo. Me llama en el acto. Resulta ser que conoce al cabrn. Byron B., me dice. Pinky, slo puedes estar hablando de Byron Boudreaux. No puede ser.
No me digas -prosigue Pinky-. Creo que s, aade ella. Vers, yo me cri en Morgan City, y al otro lado del ro tenan a un chico pirado llamado Byron Boudreaux que hizo algunas cosas terribles. Recuerdo cundo encerraron a aquel chico, porque todos pudimos dormir mejor. Tuvo que ser alrededor de 1983 o algo as porque entonces yo estaba en el instituto, y acab en 1985. Creo que tiene que ser l, Pink. Eso parece, le digo. Bueno, qu le parece? No digo nada. Byron Boudreaux. Tener un nombre para el tipo que secuestr a mis hijos ha dado de alguna manera un foco a mi tormento, y ahora mismo me
embarga tal emocin que apenas si veo. Byron Boudreaux. Lo estrangular con mis propias manos. Alex? Est ah? S -consigo responder-. Buen trabajo. No es ms que un golpe de suerte replica Pinky-. Por cierto, la seorita Vicky ha solicitado una copia de la orden de reclusin, cosa que est bien porque podra tener otras informaciones que nos seran tiles. Pero tardaremos un par de das en tenerla en nuestras manos. Se dejar caer por aqu?
Captulo 33
Le dir qu -manifiesta Pinky, una vez que estoy sentado en la silla Barcelona en su despacho. Me entrega el expediente del caso. Enganchado a la tapa hay un mapa de Louisiana, con la ruta a Morgan City sealada, y una ficha con los varios nmeros de telfono de la seorita Victoria Sims-. Por qu no voy con usted?
Bueno, yo Los cajn son amistosos, pero suelen recelar de los forasteros. La verdad sea dicha, las plataformas petrolferas no estn hechas para tipos muy dados al orden, as que Morgan City es un lugar bastante violento. Es en el segundo permiso en tierra cuando esos chicos acaban el turno. Bueno Si est pensando en el dinero, no lo haga. Digamos que invita el chteau. Bueno, eso es
No aplauda. He estado pensando en esos dos chicos suyos. Es hora de que el Pinkster haga un poco de travail pro bono. Hace un gesto que abarca el despacho-. No tengo nada urgente que atender. Nada que no pueda esperar. El despacho de Pinky y sus prendas caras hablan del valor de su tiempo. Le estoy muy agradecido. Olvdelo -dice Pinky-. Tengo que salir del despacho, por muy agradable que sea. Adems, conozco a algunos tipos por all que podran ser de mucha ayuda.
Ponemos rumbo hacia el ocaso en el coche de Pinky, un todoterreno BMW X5 plateado tan nuevo que todava huele. Por lo general, los albinos tienen mal la vista -comenta-. Yo soy la excepcin. Veo muy bien, sobre todo de noche. Es un viaje de poco ms de ciento cuarenta kilmetros desde Nueva Orleans a Morgan City, donde la secretaria de Pinky nos ha reservado habitaciones en el Holliday Inn. A pesar de la oscuridad, la manera que estn colocadas las farolas a lo largo de la ribera, agrupadas en las playas, y ausentes en largos tramos oscuros, recuerdan la constante presencia del
agua. Al pasar por Houma (Ome-u, me corrige Pinky cuando me equivoco en la pronunciacin), vemos los descoloridos restos del apoyo patritico a la invasin de Iraq: cintas amarillas deshilachadas y muchas banderas. Cuando doblamos en una esquina, los faros del BMW alumbran una pancarta en una gasolinera abandonada: Saddam? Neaux problem. Vicky Sims se rene con nosotros para desayunar en el comedor del Holliday Inn. Tiene unos treinta y tantos aos, el cutis lleno de puntos negros y una voz dulce y suave.
Encontr el expediente del caso en el juzgado de Franklin -nos informa-, despus de hablar contigo, Pinky. Est en el archivo pblico, as que no hubo ningn problema para conseguirlo, aunque es probable que algunas de las opiniones mdicas que justificaron la reclusin estn censuradas. Hice todo lo posible por meterles prisa, pero tardarn un par de das en hacer una copia. Ya sabes, recortes de personal. Las finanzas del condado son un desastre. Lo mismo que en todas partes -seala Pinky-. Es lamentable. Qu te parece si empezamos con lo que t recuerdas del seor Byron Boudreaux. As, despus,
Alex y yo podremos ir a hablar con las personas que quiz conocieron al tipo, con la gente que todava est por all. La mujer se limpia los labios y la barbilla con la servilleta. Perdn. Para m, las galletas de maz siempre son una plataforma ideal para la mantequilla y la sal. Claro que terminas con toda la cara sucia. Es obvio que no es un placer al que te entregues con frecuencia -comenta Pinky. Vicky Sims agradece el comentario con
una sonrisa. No s si podr ayudarte mucho con Byron. Viva en Berwick, al otro lado del ro, as que no lo conoca. Slo saba de l, todos sabamos de l Frunce el entrecejo-. Un chico bien parecido, y muy inteligente, casi como un genio, o quiz un genio. Tuvo muchos seguidores durante sus das de predicador. Era la clase de chico que poda convertirse en un gran hombre, o acabar majara perdido, que fue como acab Byron. Era un predicador? pregunto. Un predicador, s.
Vaya -dice Pinky. Oh, s, sus sermones eran absolutamente fabulosos. Era como un pequeo Billy Graham. La gente vena de todas partes para verlo. Estaba en la Primitiva Iglesia Baptista de Berwick. Tal como lo recuerdo, se hizo predicador despus de que su hermano pequeo se ahog. Frunce el entrecejo-. Yo no viva aqu cuando pas. Todava estbamos en Baton Rouge, pero, al parecer, corrieron rumores. Qu se deca? pregunta Pinky.
Decan que no haba sido un accidente, que quiz Byron haba ahogado a su hermano menor. Sacude la cabeza-. No lo s, Byron no era ms que un muchacho cuando ocurri. Tampoco recuerdo exactamente si la gente sospech en aquel momento, o si fue algo que surgi despus, cuando asesin a su padre. Eso fue lo que hizo? le pregunto-. Asesin a su padre? Eso s que lo recuerdo muy bien, y por eso lo encerraron en el psiquitrico. Asesin a su padre invlido.
Bromea -digo, aunque nada de lo que ese monstruo haya hecho puede sorprenderme. No bromeo. Byron tena diecisiete aos, y tenan la intencin de juzgarlo como adulto. Entonces lo declararon incompetente. Una decisin que todo el mundo consider correcta, porque aquel chico estaba loco de remate. Pinky se acaba el caf. Su padre era un invlido? Vicky Sims se limpia los labios con la servilleta.
Claude, el padre de Byron, trabajaba en las plataformas de Anadarko. Sufri un accidente y tuvieron que operarlo. Se estaba recuperando, pero todava iba en silla de ruedas cuando se cometi el asesinato, algo que lo hizo todava ms terrible. Qu hizo, mat al viejo de un disparo? pregunta Pinky, y despus me dice-: Por aqu, a la gente le gusta llevar la artillera. Oh, no, nada as de normal -replica Vicky-. Lo envenen de la forma ms traicionera, creo que a travs de la piel Puede ser?
Transcutneo -dice Pinky-. Caray, s! Pero cmo lo pillaron? Vicky frunce el entrecejo. Creo que nunca lo supe. No se mencion en el juicio. Pero, dado que era veneno, no hubo ninguna duda de que fue premeditado. Por eso queran ver si podan juzgarlo como a un adulto. Aleg locura -sealo. As es. Los abogados dijeron que estaba loco, que oa voces, que su padre haba abusado de l cuando era un
pequeajo. Echa ms sal en las galletas-. Lo habitual. Habr ms cosas en los archivos del juzgado, o en el peridico. The New Iberian puede que sea la mejor fuente. Ahora que lo pienso, conozco al editor Max Maldonado. Quieres su nmero de telfono? Llamamos desde mi habitacin del hotel, con Pinky en la extensin. Explico quin soy y lo que deseo, y Maldonado dice que es hora de cierre pero que era reportero en aquel entonces y que, por supuesto, recuerda el caso Boudreaux. Promete que me llamar por la tarde. Cuando voy a decirle que se lo agradezco, interviene Pinky.
Deberas avergonzarte, Max. Comienza a hablar ahora mismo. Sin duda, puedes dedicar cinco minutos de tu valiossimo tiempo a dos bambinos desaparecidos. Venga, to. Estoy hablando con el ms blanco de los investigadores privados de Louisiana? replica Maldonado-. Mierda, Pinky, por qu no has dicho que eras t? Estoy verificando tu brjula moral, Max. Suelta una carcajada como un trueno al or el aullido de protesta de Maldonado-. Lo estoy haciendo. No es
una broma. Lo nico que queremos es informacin sobre ese tipo. Dnde viva, dnde trabajaba, algo que nos permita seguir. No queremos estar mano sobre mano mientras esperamos que ellos nos den el expediente del juzgado. Nada menos que mi brjula moral, eh? Vale, de acuerdo. Intentar que apunte hacia ti, Pinky. Byron Boudreaux, por qu no me sorprende que an est vivito y coleando? Exhala un suspiro-. Puedo darte cinco minutos ahora; esta noche, todo el tiempo que quieras. Fantstico. Veamos. La familia de Byron viva en
Berwick en un parque de caravanas llamado Meadowlands. Un lugar que era una pocilga, aunque chez Boudreaux estaba limpio como una patena. Lo s porque cuando ocurri el asesinato de Claude yo estaba sustituyendo al fotgrafo y saqu muchas fotos. Marie, la madre de Byron, era muy buena mujer, segn la opinin general. Claude tambin era, por lo que contaron, un buen hombre, muy trabajador. Trabajaba en las plataformas para Anadarko. Imagnate lo que es acabar envenenado por tu propio hijo! El chico era malo hasta la mdula. La mayora de las personas del lugar no se crean toda esa basura de que Claude haba abusado del
chico, aquello no era ms que un montn de mierda. Como los hermanos Menndez. T lo has dicho. La verdad es que todos tenan a Claude por un tipo de primera. Si yo estuviese en tu lugar, me dara una vuelta por Meadowlands. Es muy probable que todava haya por all gente que conoci a la familia. Mientras tanto, le encargar a alguien que busque los peridicos viejos donde aparece el caso. Cmo llegamos a Meadowlands? pregunta Pinky.
Dnde ests? En el Morgan City Holiday Inn. Puedes cruzar el puente a Berwick, sigue casi un hum quiz un kilmetro. Meadowlands, est en hum en Tupelo, o Live Oak. Una de esas calles con nombre de rboles. Lo encontrars sin problemas. Omos un gritero de fondo. Maldonado tapa el auricular, pero lo omos hablar. Luego dice: De acuerdo.
Boudreaux todava tiene familia all? pregunto. Me tiembla la voz. La emocin es tan evidente que Pinky se levanta las gafas y me mira desde el otro extremo de la habitacin. No lo s -contesta Maldonado-. No queda nadie de la familia, al menos, que yo sepa. El padre muri envenenado, la madre unos aos antes, y un momento. Lo interrumpen de nuevo. Parece que tienes que irte -comenta Pinky. Puedo reunirme con ustedes esta noche si quieres, despus de que acabe aqu.
Te invito a cenar -dice Pinky. Hecho -responde Maldonado. Cruzamos la extensin del ro Atchafalya (Chafalaya, me dice Pinky) por el puente Huey P. Long, y llegamos a Meadowlands al cabo de diez minutos. A pesar de su buclico nombre, no hay nada a la vista que se parezca a un prado. En el parque hay un par de docenas de caravanas, la mayora de las cuales obviamente llevan all varias dcadas. Algunas tienen una cadena alrededor de la parcela a modo de cerca; la mayora estn reparadas con
trozos de contrachapado. Hay unas pocas que destacan del resto con persianas, tablas de chilla nuevas, cercas de madera y flores. Un letrero muestra la figura de dos nios cogidos de la mano y marca una velocidad lmite de ocho kilmetros por hora. El letrero est lleno de agujeros de bala, y la concentracin de impactos est en la silueta de los chicos. Delante de muchas de las caravanas hay contenedores de basura de plstico marrn, la mayora tan llenos que no permiten cerrar las tapas. En los patios delanteros hay sillas de plstico, cubos blancos puestos boca abajo que tambin sirven de asiento, bicicletas de nio,
toda clase de juguetes, piscinas infantiles de plstico, remolques de embarcaciones y neumticos viejos. Todas las caravanas parecen tener uno o dos vehculos aparcados delante, casi todos camionetas. Pinky recorre la calle central y aparca delante del nmero 14, una caravana de madera con una curiosa ventana sobresaliente adosada en el frente. El BMW brilla en la calle de tierra llena de rodadas como una nave aliengena.
Captulo 34
Llamo a la puerta. Una mujer de cabellos grises con rulos de gomaespuma rosa (nunca los haba visto antes, excepto en las viejas series de televisin) grita desde la caravana vecina: No estn en casa. Puedo ayudarlos? Estamos buscando -comienzo, pero Pinky me interrumpe. Qu tal est usted hoy, seora?
Intentas venderme algo, cario? Porque no tengo ni un centavo; podra decirte que te largaras ahora mismo. Sin embargo, tengo tiempo, as que puedes practicar conmigo si quieres. No vendemos nada -responde Pinky-. Estamos Perdona, eres albino? Comienzo a decir algo, ofendido en nombre de Pinky, pero l se re. S, lo soy -afirma con una voz muy sonora-. Tiene usted ante sus ojos, seora, en su patio, a una curiosidad gentica. S que al principio algunas
personas se desconciertan y olvidan sus modales, lo mismo que le ocurre a alguien con una desafortunada deformidad. Creo que, de una manera un tanto divertida, es una forma de racismo. Ahora, quin creera que aqu en Louisiana podra haber algo que fuera demasiado blanco? Sonre. Permteme que te pregunte una cosa dice la mujer Te quemas con facilidad? se es un gran problema -admite Pinky. Yo soy muy rubia, y adems tengo la rosola y me quemo por nada. Seor, me pongo protector solar con una cuchara.
Por qu t y tu amigo no vens aqu, a la sombra, y me contis qu os ha trado a Meadowlands? Aqu es una destartalada terraza hecha de contrachapado y sostenida por unos ladrillos. Unas sillas de metal plegables y una vieja mesa de centro hecha de mimbre son el mobiliario de la terraza. En la mesa hay un cenicero y una caja de manicura de plstico. La mujer ha estado hacindose la pedicura; tiene los pies metidos en unas sandalias, y los dedos de los pies con las uas pintadas de rojo brillante separados con trocitos de gomaespuma. Soy Pinky Streiber, y ste es Alex
Callahan. Pinky le tiende la mano. Lo siento, cario -se disculpa la mujer, y nos muestra las manos, con los dedos separados, para que comprobemos que acaba de pintarse las uas-. Todava no se ha secado. Soy Dora Garrity -aade, y luego se vuelve hacia m-. Te he visto en la tele, no? Entonces, recuerda todo lo dems-. Oh, Dios mo, eres el padre de aquellos dos chiquillos. Oh, Dios santo. Creemos que Byron Boudreaux puede ser quien se llev a los chicos -le informa Pinky.
La mano de Dora se levanta rpidamente y se tapa la boca, las uas pintadas de rojo parecen sangre en la nieve. Oh, Seor. Conozco la emocin que le hace apretar los labios y que todo su rostro parece encogerse. Es el miedo-. Ese chico -aade, despus de encender un cigarrillo y exhalar una gran nube de humo-. Ese chico naci malo. Malo hasta la mdula. Sabe dnde est? Dnde est cualquiera de su familia? Dora niega con la cabeza. Lo siento, cario. No puedo ayudarte.
No he vuelto a ver a ese chico desde que se lo llevaron. Sus padres estn muertos. Ni siquiera saba que haba salido del asilo. Cundo fue? En el noventa y seis. Pues me alegro mucho de que no se le ocurriera volver. Qu hay de las personas que viven all ahora? Son parientes de Boudreaux? No. Claude y Marie no eran los dueos de la casa. La tenan alquilada. As que desde entonces han pasado la tira de inquilinos.
Se me acaba de ocurrir una cosa -me dice Pinky-. Tiene que estar en los archivos. Claude tuvo que dejar un testamento. Tendremos que comprobarlo. Recurdemelo. Por lo que s, todo fue para Byron declara Dora-. Lo cual cabre muchsimo al hermano de Claude, Lonnie. No es que quedara gran cosa despus de que enterraran a Claude y todo eso. Por supuesto, Lonnie se puso como un basilisco cuando supo que lo que haba era para Byron, pero no pudo hacer nada. Tal como vinieron las cosas, con el alegato de locura y todo ese rollo, desde el punto de vista legal, Byron no
cometi ningn crimen. Lonnie vive por aqu? Lonnie muri. Qu hay de los amigos? pregunto-. Byron tena amigos aqu? Ese chico no tena amigos. Ni uno solo. Cuando mat a Claude, pasaba la mayor parte del tiempo en el barrio negro, con un hechicero. Un hechicero? Eso es lo que he odo. Parece irritada
por mi escepticismo-. Los tienen, sabes? Llevan trescientos aos aqu y todava no han salido de la selva. S que debo mantener la boca cerrada, pero es duro. Eso es Pinky me interrumpe en el acto. Conoce al hechicero? Sabe su nombre? Dora parece ofendida por las preguntas. No, no lo s. Cmo podra saber algo as?
Pero s que conoci a Byron, no? consigo decir. Cario, viva al lado. Cuando tu casa es una caravana, pasas mucho tiempo fuera. Llevo viviendo aqu desde hace ms de treinta aos. Lo creas o no, ni siquiera me acerco al rcord. Su risa se convierte en un ataque de tos de los fumadores-. El viejo Ralph Guidry lleva aqu mucho ms tiempo que yo. Puede hablarnos de Byron? Qu les interesa saber?
Todo -responde Pinky-. Lo que sea. No tenemos idea de lo que puede ayudarnos a encontrarlo. Bueno -Dora enciende otro cigarrillo, un Misty mentolado-. Djame ver. Byron tena un hermano. Al menos, lo tuvo durante un tiempo. Cuando Byron tena diez y su hermano, Joe, tena unos cuatro, Byron vio, algunos dicen que se limit a observar, cmo el ms pequeo se ahogaba en la piscina municipal. Ahora ya no existe, pero estaba a poco ms de un kilmetro de aqu. Era un lugar muy popular entre los chicos. Pinky me mira.
Esto es de lo que hablaba Vicky. Su hermano se ahog delante de l? Eso es terrible. Intent salvarlo? Bueno, sa es la cuestin, el motivo por el que os cuento esta historia. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que fue una tragedia, pero algunos se preguntaron si no haba sido algo peor. Porque todo ocurri por la noche, cuando Byron y su hermano se escabulleron de la casa. No parece que fuera idea del pequeo Joe, verdad? En cualquier caso, anduvieron rondando por el vecindario. Byron tuvo una idea brillante y ayud a su hermanito a saltar la valla que rodeaba la piscina, que
estaba cerrada, por supuesto. Segn lo que cont Byron, los dos estaban jugando cuando el pequeo Joe resbal y se cay en la parte ms profunda. Dado que ninguno de los dos saba nadar, Byron no pudo salvar a su hermano. No saban nadar? dice Pinky-. Entonces, por qu entraron en la piscina? Bueno, vers, eso es lo ms curioso. Marie, la madre de Byron, llevaba a los chicos a la piscina. Yo misma la vea salir con las toallas y los flotadores. Pero cuando Byron dijo que no saba nadar, Marie no dijo ni po. Dora se
encoge de hombros. As que la gente pens que Byron haba ahogado a su hermano. Sospecharon. Vers, haba una prtiga de aluminio con una red en una punta, la que usaban para sacar las hojas y los bichos que flotan en el agua Hago un gesto para animarla. Cuando lleg la polica, estaba junto a la piscina, seca como un hueso. No la haban tocado. Byron tambin estaba seco, y no haba agua junto al borde de la piscina. Marie les haba ledo un
cuento a los nios y los haba acostado ms o menos una hora antes de que Byron apareciera gritando por la calle y llamaran al nueve uno uno. Sin embargo, cuando los bomberos llegaron a la piscina, todo estaba seco. S? digo, porque no s qu quiere decir. A uno de los tipos de la ambulancia eso le llam la atencin, no le pareci normal. Por aqu, el agua tarda mucho en evaporarse. El moho es un gran problema. Ni siquiera pareca que Byron se hubiera acercado al borde de la piscina y hubiera metido las manos en el agua. No pareca haber hecho nada.
Por qu no us la prtiga? La tena al alcance de la mano. As que las cosas no cuadraban. No lo s -opino-. Hay un gran trecho de todo eso a creer que el chico asesin a su hermano. Quiz sencillamente se qued paralizado. Ocurre. Eso mismo pens yo -afirma Dora-. Despus de todo, el chico slo tena diez aos. Eso fue lo que Byron le dijo a la polica: no haba visto la prtiga, ni se le haba ocurrido buscarla. Luego llor y llor hasta que lo dejaron en paz. Se supone que, cuando tienes diez
aos, mereces el beneficio de la duda. Oh, pero incluso entonces ese chico asustaba a la gente. Y no acaba aqu la cosa. Hubo una camarera, una camarera que volva a casa desde el Shrimp Shack. Aquella noche pas junto a la piscina. Dijo que haba visto a Byron sentado en la punta del trampoln, al estilo indio, mirando el agua. Ella no vio a nadie ms, y desde luego no haba nadie jugando. La escena era como una foto. As que, dnde estaba el pequeo Joe? Hum En el bao, fue lo que dijo Byron.
Pero no era ms que una mentira, porque las puertas estaban cerradas. Lo que todos pensamos era que el chico estaba en el agua y Byron estaba all arriba, en el trampoln, mirando cmo se ahogaba. Es algo que te produce escalofros. Despus de aquello, Marie no dej que nadie se le acercara. Deca que eran muy crueles con l, que Byron se senta fatal, que no dejaba de llorar. Al final no pas nada; no hubo nadie que lo acusara abiertamente. S que la muerte fue considerada como un accidente. Dora toca delicadamente con la yema del dedo una de sus uas pintadas.
Sabis qu? dice, al tiempo que se levanta con un suave quejido-. Tengo mucho ms que contaros de Byron, pero creo que estoy seca. Hace girar las manos en el aire-. Qu os parece si vamos a ver a Ralph? Entre los dos recordaremos muchas ms cosas. l conoci muy bien a la familia. Trabaj con Claude, el padre de Byron. Estaban juntos en las plataformas. Adems, eran compaeros de pesca. Nos pide que esperemos y reaparece, al cabo de cinco minutos, con los rulos puestos, pero ha reemplazado las sandalias por unas resplandecientes zapatillas New Balance.
Hemos de caminar? pregunta Pinky, al ver las zapatillas. Diablos, no -responde Dora-. Quiero ir en ese coche. Ralph insiste en servirnos t helado. Reparte los vasos con mucho cuidado, y luego dice que voy a buscar una cosa. Esperamos en la minscula sala de estar abarrotada de muebles, y Ralph vuelve con un par de polvorientos lbumes de fotos. En aquel entonces me haba dado por la fotografa -comenta. Pasa las pginas de uno de los lbumes hasta que
encuentra lo que busca-. Aqu -seala, y nos inclinamos para mirar una instantnea de nueve por quince-. ste es Claude -aade Ralph, y nos indica a un hombre bien parecido y con patillas largas, sentado en un banco de una plaza-. sta es Marie. Seala a la mujer de aspecto tmido y recatado que est junto a Claude. Est con la cabeza girada, y con una sonrisa orgullosa, contempla al nio muy guapo y compuesto que tiene a su lado. La raya en los cabellos del nio parece hecha con un tiralneas. Ese que est ah es Byron -nos informa Dora-. La foto se tom antes de que el pequeo Joe viniera a este mundo. Oh,
era tremendo cmo mimaba a ese nio. Marie se desviva por l, no es verdad, Ralph? No haba nada que el chico quisiera que ella no se lo diera -afirma Dora-. Todos los juguetes, bicicletas, consolas Nintendo. Una guitarra, un kart. Gafas de sol de doscientos dlares, ya me dirs. Prendas de marca nada era lo bastante bueno para l. Claude tambin quera mucho al chico -puntualiza Ralph-, pero intent inculcarle a su hijo un poco de disciplina, algo que todos los nios necesitan. Pero Marie no dejaba que
Claude lo tocara. Ni siquiera que lo regaara. Ah tiene el resultado. Yo no soy de las que acusan de todo a los padres -declara Dora-. Marie era un trozo de pan, y Claude tambin era un buen hombre. Slo creo que el chico naci malo. Puede que s -admite Ralph. Encuentra otra instantnea, tomada un par de aos ms tarde. Byron deba de tener unos siete aos. Va vestido con un traje, sombrero de copa y lo que parece una capa. Tiene pintado un bigote con las puntas curvadas. Detrs, colgada en el frente de la caravana, hay una pancarta escrita a mano que reza: El Gran
Byron. Recuerdo el comentario de Karl Kavanaugh referente a que los magos comenzaban a formarse en la infancia. La fotografa me provoca un escalofro. Oh, los espectculos de magia! exclama Dora-. Los haba olvidado completamente. Byron venda entradas a veinticinco centavos, y todo el mundo estaba dispuesto a pagarlos porque Marie preparaba limonada, bocadillos y ensalada de patatas, as que al final era una ganga. Preparaba una ensalada de patatas muy
buena -apunta Ralph-. Aunque no tanto aade diplomticamente- como la que prepara Dora. Lo recuerdas? pregunta Dora-. Mirbamos la funcin sentados en las sillas plegables que Byron colocaba delante de la caravana. Lo haca muy bien para ser un cro opina Ralph-. Nunca descubr cmo haca algunas de aquellas mierdas, perdn. Haba un truco donde meta unas cuantas plumas y un puado de hierbajos en una sartn, deca todo aquello de abracadabra, y cuando destapaba la sartn sala un pjaro volando. Les juro que le ech una buena ojeada a la sartn.
No haba ningn lugar donde esconder un pjaro vivo. Recuerdo el artilugio que me describi Kavanaugh. Hblenme del padre -dice Pinky. Trabajaba en las plataformas, como yo. Claude era un tipo muy trabajador. Marie tambin trabajaba; era planchadora. Por lo que cuentan los dos vecinos, Claude era un padre ausente. Trabajar para Anadarko significaba turnos de seis semanas en las plataformas en el golfo,
seguidas por tres semanas en casa. Cuando estaba en casa, tampoco es que estuviese mucho. Iba a pescar. Ralph esboza una sonrisa-. La mayora de las veces conmigo. Byron lo acompaaba? No. Se aburra. Prefera quedarse en casa con su madre. Iban a menudo a la iglesia? He odo que Byron era predicador -digo. Dios mo, s -afirma Dora-. Antes ya iban a la iglesia, pero despus de la muerte del pequeo Joe, Byron se
volvi mucho ms religioso. Una experiencia transformativa -dice Ralph. Una qu? pregunta Dora-. De dnde has sacado eso? Ralph se sonroja. De la Biblia. Es as como lo llaman; es lo mismo que le pas a Pablo en el camino hacia Damasco. Cuando Joe se ahog, la idea es que eso hizo que Byron pensara en su alma mortal. No s nada de que tuviera eso que
dices t -replica Dora-, pero s s que al chico le dio fuerte aquello de predicar. Byron le predicaba a cualquiera que estuviese dispuesto a escuchar. Se pona en el puente, incluso se iba con una Biblia a los muelles cuando llegaban los barcos que pescaban gambas. Marie se pona de los nervios al pensar en la clase de hombres que haba por all. Borrachos, maleantes, de todo. Pero no haba quien pudiera parar a Byron. Hasta comenz a tener fama de curandero, no es as, Ralph? As es. La gente deca que haba tenido una revelacin. Ralph hace una pausa, y despus aade-: No eran ms que bobadas, por supuesto, pero tena sus
seguidores, de eso no hay ninguna duda. Era todo un artista del espectculo. A qu se refiere? pregunto-. Qu haca? Oh, por ejemplo, una vez dio un sermn sobre eludir las responsabilidades. Hablaba de Poncio Pilatos, y tena un recipiente de vidrio lleno de agua en el altar, y hablaba de cmo Pilatos se haba lavado las manos en todo aquel tema que Jess no era asunto suyo. Entonces, el pequeo Byron se enjabon las manos mientras predicaba, meti las manos en el agua y el agua se volvi roja, y todos gritaron
oooooooh, ya sabe. Fue muy impresionante. Byron levant las manos y le chorreaban sangre mientras l gritaba que Pilatos no poda limpiarse la sangre de las manos. Un truco. Un jabn especial fue lo que me dijo Claude, pero llama la atencin, entiende lo que le digo? Haca muchas cosas de ese tipo. Chasqueaba los dedos y apareca una gran nube de humo. Entonces ocurri aquella cosa con el cachorro, y -Se vuelve hacia Dora-. No lo echaron de la iglesia? Qu cosa con el cachorro?
pregunta Pinky. Aquello fue ms tarde -precisa Dora-, cuando era un adolescente. Yo no los escucho. Estoy pensando en el nio predicador con las manos que chorrean sangre. El nio predicador que chasquea los dedos y hace que aparezca una nube de humo. El nio predicador que hace trucos de magia. El Gran Byron, que a los siete aos ya pula sus habilidades. Las imgenes de las gemelas Gabler aparecen en mi mente. Con sus vestidos. La foto de la polica de la parte inferior de Clara
Gabler. Pienso en los chicos Ramrez. Uno de ellos descuartizado. Los gemelos Sandling, que trepan por una cuerda y hacen ejercicios. Por qu? Cul es el propsito? Un artista del espectculo. Cuando pienso en lo que ese loco tiene preparado para mis hijos Le pasa algo? me pregunta Pinky. Ms t helado? sugiere Ralph. Niego con la cabeza. Estoy bien.
Qu es eso del cachorro? insiste Pinky. Dora frunce el entrecejo. Te importa si fumo, Ralph? Es malo para ti, pero t misma. Aquel cachorro -dice Dora-. Oh, Dios mo. Fue entonces cuando comprendimos que el chico estaba loco de remate. Acab con sus das de predicador aade Ralph.
Qu hizo? insiste Pinky-. Tortur a la pobre criatura? Peor que eso -afirma Ralph. Qu puede ser peor que eso? Ralph exhala un suspiro, se hamaca en la silla. Era Navidad, y quiz esto slo sea ver las cosas en retrospectiva, pero ahora la gente dice que Byron infunda miedo. Nadie sabe decir exactamente qu era, pero los pona nerviosos. Sencillamente, no queras estar cerca de l. Todava predicaba mucho, pero, cuando no
predicaba, desapareca durante horas y horas. Qu tena? Mira a Dora-. Catorce? Dora asiente. Marie estaba preocupada -contina Ralph-, deca que l tena algo as como un lugar secreto, que no saba dnde iba ni qu haca. Entonces fue cuando al chico de la casa vecina -dice Dora, que se estremece- le regalaron un cachorro para Navidad. Recuerdan que Dora les ha dicho que a Byron le daban todo lo que peda?
Pinky y yo asentimos. Haba una excepcin -dice Ralph-, Marie tena asma, muy fuerte, y no poda tener animales. Se ahogaba, haba que llevarla al hospital. As que Byron no poda tener perros o gatos, ni siquiera un hmster. Lo que pas fue lo siguiente -explica Dora-: al pequeo Emory Boberg, el chico que viva al otro lado de la calle, le regalaron un cachorro para Navidad, un pequeo labrador dorado, una cosita preciosa. Estaba paseando a su cachorro cuando pas por delante de la caravana de Byron, y Byron le pregunt si poda
jugar con el perro. Emory no quera, pero le tena miedo a Byron, as que le dio la correa. Byron le dio a Emory dinero para que fuera al 7-Eleven a comprar unos caramelos para los dos. En cuanto Emory desapareci de la vista, Byron cav un agujero en el patio y enterr al cachorro hasta el cuello. Si yo hubiese estado aqu, quiz podra habrselo impedido, pero estaba en Lafayette, con mi hermana. Byron intent explicarlo -dice Ralph-. Se invent una historia de que el cachorro no se quedaba quieto y se soltaba del collar y enterrarlo fue la nica manera que se le ocurri para
sujetarlo. Mientras l haca su trabajo. Como si no hubiese podido esperar diez minutos a que Emory volviera. Como si alguien fuera a creer que Marie le haba dicho que cortara el csped; era diciembre. La cuestin es que sac el cortacsped y comenz a cortar la hierba. Oh -exclama Dora, y se lleva las manos a la cabeza como si no pudiese soportar el recuerdo-. Dios mo. El pequeo Emory regres justo a tiempo para ver cmo Byron pasaba la mquina por encima de la cabeza del cachorro. Yo estaba aqu cuando Emory solt aquel horrible alarido. Yo y todos
los que estbamos por aqu fuimos corriendo a ver qu pasaba. Aquello era un surtidor de sangre. No se lo pueden ni imaginar Le seg la cabeza al perro? As que la madre de Emory llam a la polica -prosigue Ralph-. Vinieron y nadie se crey nada de nada cuando Byron insisti en que haba sido un accidente. Lo acusaron de conducta maliciosa aade Dora. Qu le pas?
Nada. Slo ordenaron que visitara a un terapeuta. Los Boberg se marcharon de aqu tan pronto como pudieron. Eso s, se corri la voz -explica Ralph. El chico de los Boudreaux no est bien. Le falta un tornillo, quiz algo ms. Los padres les dijeron a sus hijos que se apartaran de l. La iglesia no lo dej que siguiera predicando. Poco despus de aquello, Byron abandon la escuela -dice Dora-. Fue entonces cuando comenz a rondar por Morgan City. Aplasta la colilla-. Se enganch con aquel hechicero negrata.
Me enfurece tanto esta muestra de racismo que quiero marcharme. Me levanto, pero Pinky no me hace caso. Sabe el nombre de ese tipo? Ya se lo he dicho -responde Dora-. Cmo voy a saber algo as? Creo que s quin es -interviene Ralph-, pero no s su nombre. Pueden ir a aquella parte de Morgan City y preguntar. Alguien les dir dnde encontrarlo. Diablos, la gente se pega todo el viaje desde Nueva Orleans para verlo, para pedirle un nmero de la lotera o saber quin ganar la Final
Four. Ese tipo es famoso. Slo eh preguntamos por el hechicero? quiere saber Pinky-. Nada ms? Bueno, ellos no se llaman a s mismos hechiceros -responde Ralph-. Tienen un nombre vud que ahora mismo no recuerdo. Higgan? Hungin? Houngan -lo ayuda Pinky. Eso es. Ver, hay ms de uno de esos tipos en la ciudad. El tipo con quien Byron se junt despus de aquello del cachorro? Pregunten por el que no tiene labio superior.
S, y qu ms? replica Pinky. Se lo juro por Dios -afirma Ralph-. Lo he visto. Quiz no sea ms que un truco vud. No s cul es la causa verdadera de la herida. Su rostro muestra una expresin entre risuea y preocupada-. Lo que l dice es que un zombi se cabre con l y se lo arranc de un mordisco. Le comi el labio? exclama Dora. Se persigna a escondidas, con un movimiento tan mnimo que casi pasa desapercibido.
De esta manera -explica Ralph, y mueve la cabeza hacia Dora, como si fuese a morderla-, como una tortuga. Dora suelta un chillido. Un mordisco -precisa Ralph-. No hace falta ms.
Captulo 35
el que venden cebo vivo y alquilan botes, adems de ofrecer bocadillos y bebidas.
ste s es un buen bocadillo poboy ([1]) -afirma Pinky, y bebe un largo trago de coca-cola para bajar el ltimo bocado-. Con lo buena que es la comida en Nueva Orleans, cada vez es ms y ms difcil encontrar un poboy de primera. Yo tengo la teora de que tienes que salir al campo, porque los restaurantes de la ciudad cambian la manteca demasiado a menudo. T qu opinas, Arthur?
Arthur es el hombre que atiende el mostrador, al parecer un viejo amigo de Pinky. (La gente nunca se olvida de m -explica Pinky-. Eso est muy claro.) En el rostro oscuro de Arthur aparece una dulce sonrisa desdentada. Sacude la cabeza. Es un halago sincero, o est diciendo que mi manteca est pasada? No, de verdad -insiste Pinky-. Es como la carne de vaca. La de ternera no tiene sabor. Es neutra. No sabe a nada. a sadonne. Comme ci a se fait ici?
No slo para los poboy de Arthur, no. Mi ami, aqu presente -dice Pinky, y me seala con un lento y apenado movimiento de la cabeza-, tout mauvais. Un tipo le rob a sus chavalines. No! Arthur me mira con una expresin de asombro, despus mira de nuevo a Pinky-. Vraiment? Los dos hablan en un dialecto que no comprendo, y entonces Pinky dice: Chiquillos, amigo. Slo seis aitos. Mi amigo se est rompiendo la cabeza y el corazn intentando encontrarlos. Tiene miedo de que les vaya a pasar algo
malo. Buscando al hombre que los secuestr, hemos llegado aqu. A Katys? El hombre me echa una ojeada. No, no a Katys, no directamente. El camino lo llev a Berwick, donde viva el hombre que estamos buscando. Creci en aquel lugar. Estn cazando a este hombre? Eso es. Boute boute. Es un hombre negro?
No, es un hombre blanco -Pinky se re-, aunque no tanto como yo. Un chalado, se llama Byron Boudreaux. Lo conoces? Arthur niega con la cabeza. No, no lo conozco. Ahora viene lo mejor. Nos dijeron que el tal Byron iba con un houngan de Morgan City. Ya hace tiempo de eso, unos aos atrs. Te ests quedando conmigo? pregunta Arthur, con los ojos muy abiertos. Eso es lo que nos han dicho. Queremos
encontrar a este houngan, ver si nos puede decir algo sobre dnde puede estar ahora Byron, porque creemos que, si encontramos a Byron, encontraremos tambin a esos dos nios. Todo lo que sabemos del houngan es que le falta el labio superior. Cmo? Arthur se sujeta el labio superior con el pulgar y dos dedos-. No tiene el labio de arriba? Eso es lo que me han dicho -afirma Pinky. S que me han hablado de este hombre -admite Arthur-. Dice que un zombi lo
bes, que se le llev el labio. Un hombre famoso. Cmo se llama? le pregunto. Diment. l es el houngan sin labio. Doctor Aristide Diment. Gran bizango. Qu es un bizango? -quiero saber. Un houngan es un sacerdote vud, s? El bizango es como su congregacin, slo que estn muy unidos, como una familia -explica Arthur. Algo as como una sociedad secreta aclara Pinky.
Si padeces una enfermedad o tienes algn tipo de problema -aade Arthur-, o necesitas consejo, vas al houngan. El sabe cmo complacer el loa, sabe cmo hacer el mojo, mantendr tu matrimonio estable, te encontrar una novia, o har que tu negocio funcione. Algunos de ellos tambin conocen los caminos oscuros. Algunos de ellos sirven con las dos manos. Arthur baja la mirada y veo cmo hace la seal de la cruz-. El doctor Diment es uno de sos. Sirve con las dos manos? Arthur contina con la mirada baja. Sacude la cabeza.
Significa que el sacerdote es un hechicero -precisa Pinky-. Tiene poderes sobrenaturales. Con una mano se ocupa del culto y con la otra hace magia. As que Diment es un mago. Ahora comprendo el inters de Boudreaux. S, pero no es tan sencillo -me advierte Pinky-. El vud es algo muy pero que muy complejo. Puedes dedicarle mucho tiempo y ni siquiera comenzar a entenderlo. Lo poco que s es porque una vez tuve un caso. Se deca que una mujer haba muerto por una maldicin, pero sus familiares no se lo tragaron.
Vinieron a verme, y result ser que la haban envenenado. Ella, envenenada? pregunta Arthur. Pinky asiente, y a m me explica: Hay hierbas que curan y pcimas que enferman. Los houngans y las manbos, sas son las sacerdotisas, estudian los remedios y los venenos en el mundo natural. Es parte de su preparacin. Mira a Arthur-. No es as? As es. Arthur nos obsequia de nuevo con su clida sonrisa-. Se podra decir que es la parte del doctor del hechicero.
Se supone que slo te curan -contina Pinky- de aquello que tiene un origen sobrenatural. Le hace un gesto a Arthur-. El tal Byron Boudreaux, Arthur, envenen a su propio padre; lo encerraron por eso. Arthur hace una mueca. El veneno tiene una larga relacin con el vud -dice Pinky. Golpea con el vaso la superficie del mostrador-. En las plantaciones de las Antillas, algunos de los esclavos utilizaron venenos de accin lenta contra sus amos. Ah fue cuando comenzaron a preocuparse por la religin de los esclavos. Adems,
corran rumores de poderes sobrenaturales, algo que para los cristianos slo poda ser obra del diablo. Brujera. Entre el veneno y los poderes mgicos, los dueos de las plantaciones no tardaron en asustarse. Nunca saban de dnde poda llegarles algn mal, quin les echara una maldicin o les envenenara la comida. Fue entonces cuando las autoridades pusieron manos a la obra para reprimir la religin. Reprimirla? Oh, s, lo intentaron, lo intentaron, y siguieron intentndolo. Entre el gobierno
y la Iglesia, creyeron que podran acabar con el vud. Pero lo que pas en realidad fue que la represin slo consigui que el vud se ocultara. Lo hizo de la manera ms sencilla, se ocult a plena vista. Ver, la nica manera que tenan los esclavos para continuar con su culto era fingir que eran cristianos, cosa que sus amos estimularon. Lleg un momento en que el vud se asimil con las prcticas cristianas. Todos los loa del vud, los seres que reinan en el mundo de los espritus, tienen su rplica en figuras y santos cristianos. El loa Legba, por ejemplo, es san Pedro. De eso ya haba odo hablar. Recuerdo cuando Scott me habl de la
figura en la moneda: Mercurio, san Pedro, y tambin Legba. Ve la astucia, verdad? Los esclavos podran fingir que eran devotos, con su culto a san Pedro, y todo el tiempo era Legba. Despus, al cabo de los aos, es ambos. Mira a Arthur-. Cules son los otros? La Virgen Mara es Ezili. San Juan Bautista es Chango. San Patricio es Dambala Wedo. Y as con todos los santos. Qu pasa con Diment? le pregunto a Arthur-. Lo conoce?
Jamais -niega Arthur-. He odo hablar de l, s. Vive cerca del cementerio de Morgan City. A Morgan City se va por la 182. Despus creo que es Myrtle Street la que te lleva hasta el agua. Hay que cruzar las vas del ferrocarril, y seguir un poco ms. Hay un local, Lasseignes, una tienda que hace esquina. Pregntele al hombre que la lleva, Flix. Dgale que va de mi parte. l sabe dnde encontrar a Matre Diment. Gracias, Arthur. S -aado, y le estrecho la mano-. Muchas gracias.
Pas de quoi. Bonne chance. -Hace un gesto con la cabeza-. Espero que encuentre a sus chavales. Flix es un hombre pequeo, con la piel color caf. l y Pinky hablan en un dialecto incomprensible. Flix dibuja un plano. Despus estamos de nuevo en el Bimmer, y pasamos por delante del termmetro de un banco que marca casi cuarenta grados centgrados. Por un momento, me pregunto si sa es la temperatura real. Esa cosa del labio -dice Pinky-. Si uno no es de los que creen en zombis, hay
otra explicacin. Lo he visto antes. Es la clase de mutilacin que le hacen a alguien cuando lo pillan haciendo el tonto con la hija o la mujer de otro. El padre o el marido le estropean la cara al tipo para que las mujeres no se le acerquen. Bueno, al menos es un sistema expeditivo. En el Morgan City High School, alguien est cortando la hierba del estadio. Una pancarta colocada en lo alto de la valla anuncia: Partido inaugural, 28 de agosto. El hombre que maneja la segadora lleva el torso desnudo y est baado en sudor. Se cubre la cabeza con
un pauelo atado al estilo pirata, y una pequea sombrilla sujeta a la segadora lo protege del sol mientras trabaja. Resulta difcil creer que alguien est dispuesto a jugar a lo que sea con este calor, pero falta menos de un mes para el primer partido. Un poco ms all de la escuela, un grupo de chicos con las camisetas de entrenamiento estn delante de un puesto de helados que anuncia bolas de nieve. Flix dijo que debemos llevarle un regalo a Diment -comenta Pinky, mientras gira en una esquina. Aparca delante de una licorera-. Al parecer, al doctor le gusta el ron.
Luego continuamos nuestro camino hasta que Pinky se detiene en un cruce y consulta el mapa. Hay una pequea choza de madera a la derecha, casi engullida por la vegetacin que la rodea. El lugar parece estar a punto de desmoronarse en cualquier momento, pero hay una camioneta roja reluciente delante y una antena parablica nueva que sobresale del tejado. A ver -dice Pinky-. Creo que es aqu donde debemos girar a la derecha. Damos unas cuantas vueltas ms y llegamos a un camino de tierra. Recorremos unos dos kilmetros y nos
detenemos ante un edificio rectangular de cemento. El patio es de tierra, con unos cuantos matojos y rodadas llenas de agua. Una pequea ventana, que parece haber sido aadida en algn momento posterior a la construccin, es como un pegote en la pared. El edificio bien podra ser un almacn, excepto por la puerta, que consiste en una cortina de cuentas de plstico. He visto antes puertas como sta en frica. Las cuentas dejan pasar el aire pero impiden el paso de las moscas. Ms o menos eso. Aqu es -afirma Pinky, y da unas palmadas en el salpicadero como si fuese un tambor-. Chez Diment.
Muy bien. Salimos al calor que nos aplasta. Pinky aprieta un botn en la llave del coche y los intermitentes parpadean. No se puede llamar a una cortina de cuentas, as que Pinky las aparta y mete la cabeza. Hola? Ya pueden pasar -responde una voz desde una cierta distancia. En el interior del edificio est oscuro y hace todava ms calor que en el
exterior. Es sofocante. No hay aire. Detrs del olor del polvo y el aceite de eucalipto se huele el de los cuerpos humanos, una vaharada de excrementos, orina y sudor. En los momentos que tardan mis ojos a acomodarse a la penumbra, percibo los sonidos en la habitacin, una respiracin forzada, toses, carraspeos. Alguien gime. Entonces, una docena o ms de bultos que estn en el suelo se convierten en personas: la mayora nios, a juzgar por el tamao. S qu es esto -me informa Pinky-. Es una clnica. Un hospital vud.
Mi reaccin inmediata, y me avergenzo de ella, es no respirar profundamente. Por aqu -dice una voz potente desde el fondo de la habitacin. Apenas si alcanzo a ver una puerta abierta, y por el hueco, el titilar de unas luces de colores, como esas que se cuelgan en el rbol de Navidad. Sigo a Pinky por el corredor entre los pacientes, cuyas camas de hospital consisten en esteras de paja en el suelo. Por aqu, por aqu -insiste la voz. Cruzamos la puerta y entramos en una habitacin separada. Es
aproximadamente la mitad de mi habitacin en el Omni y est iluminada slo con la guirnalda de luces de colores y tres o cuatro velas. Delante tengo algo parecido a un altar, con forma de pirmide, atestado de los objetos ms variopintos. Les echo una ojeada: un sonajero, un peine negro, estatuas vestidas con lentejuelas, botellas con lquidos, cuerdas con nudos complicados, cruces, muchas de ellas envueltas con un cordn, un crneo pintado, prendas atadas con cordel, flores, entradas (tambin atadas con cordel), jarras de brillantes colores envueltas con lentejuelas, iconos de la Virgen y el Nio con aureolas doradas,
carmbanos de plstico, coches en miniatura, una pelota de ftbol pequea, muecas de plstico, una fotografa de JFK, una talla de madera de un loco con esmoquin que fuma un puro. Hay cinco sillas plegables en la habitacin y en una de ellas est sentado nada menos que el doctor Diment en persona. Los dientes y los ojos parecen brillar en la oscuridad. El labio ausente es inquietante porque deja al descubierto todos los dientes superiores, como la dentadura de una calavera. Bien venidos -dice con voz sonora-. El hombre blanco y el hombre no tan blanco. Se re.
Pinky Streiber. ste es Alex Callahan. Nos estrechamos las manos. Seor Streiber, es usted tan blanco que casi es una fuente de luz -comenta Diment, y se re-. Sintense y dganme qu puede hacer por ustedes el doctor Diment. Le entrego la botella de ron Appleton. La observa y despus asiente de una manera muy formal. Muchas gracias. Aprecio su regalo. Otra amable carcajada-. Un ron muy
bueno. Perder el gusto por el clairin. Eso tambin es ron -me explica Pinky-. Casi alcohol puro. Usted conoce la manera local -dice Diment-. Traduce para su amigo. Eso es bueno, ayuda a su amigo. Pero cul de ustedes necesita la ayuda del doctor, usted? Me enjugo la frente. Las gotas de sudor comienzan a caerme por la espalda. Asiento. Estoy buscando a Byron Boudreaux. Dicen que fue amigo suyo.
By-ron -repite Diment, y exhala un suspiro-. By-ron. l no tiene ningn amigo. Nos han dicho que lo conoca -seala Pinky. Tomemos un trago -propone Diment. Desenrosca el tapn de la botella y bebe un buen trago, luego me la pasa. Incluso en la media luz, veo la saliva en su barbilla; la verdad es que no quiero beber de la botella, pero de alguna manera s que debo hacerlo. Yo tambin le doy un buen lingotazo. El ron me quema, de una manera agradable, hasta
el estmago. Pinky declina, y le devuelve la botella a Diment. Ahora que mis ojos se han habituado a la penumbra, veo mejor al doctor. Lo que veo es un hombre muy delgado (sida?) que lleva una sucia camiseta imperio blanca y unos pantalones cortos caqui rotos. Calza unas viejas sandalias de plstico. Cul es su inters en Byron? pregunta, y levanta las manos, con las palmas hacia afuera-. No, no me lo diga ahora. Miremos las cartas. Saca una baraja y reparte las cartas sobre una mesa pequea que tiene
delante. Hay una secuencia en la forma de repartirlas, separa la quinta o la sexta carta. Luego coge la mano que se ha dado. Cuando las despliega, las cartas son tan viejas y flexibles que caen sobre sus nudillos. Me pregunto si no estoy alucinando. Las cartas me recuerdan los relojes blandos de Salvador Dal. Diment utiliza la mano izquierda para que no se caigan, y las mira con los ojos entrecerrados. Vale -dice. Junta las cartas y las pone boca abajo en la mesa-. Ahora dgame cul es su inters en Byron. Creo que ha secuestrado a mis hijos, a
mis dos hijos. S? Creo que tiene la intencin de matarlos. Hum -Se toca el labio mutilado. Necesito su ayuda Le dir esto: Byron, vino a m despus de matar a aquel cachorro. Se lo han dicho? S. Nadie quera hablar con l despus de
aquello. Los padres les dijeron a sus hijos que no se le acercaran. La iglesia de Byron, ellos le volvieron la espalda al chico. Me encontr una noche en el cementerio, cuando estaba haciendo veve. Estaba interesado en el tema. Le cont unas cuantas cosas. Al da siguiente, vino despus de la escuela para ayudarme aqu. Me haca los recados, limpiaba la clnica, incluso les limpiaba la mierda a los pobres que estaban all. Hace un gesto hacia la otra habitacin-. A cambio quera aprender lo que yo saba. Las maneras del mundo. Diment bebe otro trago de ron y me
ofrece la botella. Yo bebo tambin. Aquel asunto con el perro -prosigue Diment, y sacude la cabeza-. Hablamos de eso, Byron y yo. Le dije que matar el perro no era tan malo, no en s mismo. Un perro no es ms que una gallina con una cola. A qu se refiere? Diment hace caso omiso de mi pregunta. Lo que estaba mal era matar al animal slo para verlo sangrar. Le dije: Byron, nadie consigui nada con eso, y t menos que nadie. As que la muerte del perro fue un desperdicio. Un
desperdicio de juju. Qu ms? Nada -declara Diment. No lo entiendo. Hace un gesto hacia el altar. La respuesta que busca est aqu mismo. La tiene delante de usted. Miro fijamente el altar, pero lo nico que veo es un montn de quincalla. No puedo decirle nada ms -afirma
Diment. Pero si no me ha dicho nada. Sabe dnde est Byron? Cmo puedo dar con l? Diment parece compungido, pero niega con la cabeza. Hay algo que no comprende, amigo mo. Byron es parte del bitango. Somos un crculo cerrado. Si le digo algo ms de l, quebranto la fe. Pinky comienza a recitarle las razones por las que Diment debe ayudarnos, incluido el dinero. Le suplico al doctor, pero Diment est decidido. No dir nada
ms. Mis labios estn sellados -bromea. Tiene que haber una manera de solucionar esto -opina Pinky-. Siempre hay una manera. Una manera, quiz -admite Diment-. Si el hombre aqu presente quiere saber ms, tendr que convertirse en parte del bitango. Entonces, no habr secretos entre nosotros. Fantstico. Dnde tengo que firmar? No es tan sencillo -replica Diment. Se
re-. Hay una ceremonia. La iniciacin. Lo que haga falta. Hay algunas personas a las que no les gusta -manifiesta Diment-. Porque tiene que tener fe en m, en el bitango. Entonces nacer de nuevo en el vaudoo, y ser una parte de nosotros. Tengo que tener fe? No tiene que creer en una cosa en particular -me aclara Diment-. Es como subir a un avin. Usted se pone en manos del piloto y de aquellos que han construido el avin. Deposita su confianza en ellos. Se abrocha el
cinturn. Corretean por la pista. Usted no comprende qu sostiene al avin en el aire, no conoce a las personas que pilotan la mquina, pero as y todo usted sube, se abrocha el cinturn y confa en que acabar donde quiere ir. Es algo parecido. Usted deposita su fe en el bitango. Pasa por la iniciacin. Confa en nosotros. Abre los brazos en gesto de justicia y racionalidad. No lo s -seala Pinky-. He odo decir que estas cosas pueden ser peligrosas. Peligrosas? exclama Diment-. Claro. Cruzar la calle es peligroso. Con el loa, nosotros los llamamos, los
conocemos, pero no los controlamos, no. Esa es la nica manera que tengo para que me diga ms cosas acerca de Byron? Es la nica manera -asiente Diment. Pues entonces, adelante. Cuente conmigo. Est usted seguro? pregunta Diment. Absolutamente. Entonces, vuelva a medianoche. Esta noche?
Diment asiente, y luego se levanta y camina hacia la puerta. Mientras avanzamos por el sendero entre aquellas pobres almas acurrucadas en la oscuridad y el calor, Diment formula una pregunta que no puede ser ms extraa: Qu talla gasta? Qu talla? S! Parece enfadado-. Qu talla gasta? Una cuarenta y dos, normal -respondo. Ahhh. Perfecto. Aparta las cuentas.
Pinky y yo salimos al patio, y la cortina de cuentas se cierra detrs de nosotros con un sonido que es como un gorgoteo. Es como salir de una matine. Estoy ciego. Una imagen del altar de Diment parece flotar delante de m en el resplandor del sol: un icono pintado donde hay dos nios, cada uno con una aureola dorada alrededor de la cabeza, cada uno con una pluma. Gemelos. Me pregunto qu significa. Tendr que preguntrselo a Diment. El coche de Pinky emite un pitido, y luego oigo el chasquido metlico cuando se abren los seguros de las puertas. Caray! exclama Pinky, cuando
estamos dentro del coche-. No tengo muy claro que vaya a pedirle hora al doctor D. para otra consulta. No lo s. A qu vena la pregunta sobre la talla que uso? Dudo que vaya a asesinarlo para quedarse con sus pantalones Gap, pero quin sabe? responde Pinky. Da el contacto y baja las ventanillas. Nos ponemos en marcha-. Ese tipo es la viva imagen de la muerte! Eso no le preocupa, compaero? Por qu quiere saber la talla que gasta? Y lo de que un perro no es ms que una gallina con cola? Qu ha querido decir con eso?
Creo que se refera a que todas las cosas vivas no son ms que una fuerza vital, algo que puede ser sacrificado. Pero y si cree que puede hacer eso con usted? S -respondo. Pero la verdad es que me cuesta tenerle miedo al doctor Diment, o preocuparme por cualquier cosa que me pueda suceder. Ya no hay nada que me asuste. No estar pensando en volver, verdad? Lo estoy pensando -contesto. Me encojo de hombros. A lo largo de todo el camino hasta el
Holiday Inn, Pinky intenta convencerme de que no lo haga. Es una locura! No conoce a ese tipo, ni sabe lo que es capaz de hacer. Ese labio, to. No puedo creer que fuera capaz de beber de la misma botella! Ha visto lo esqueltico que est? Quin sabe lo que tiene? A m me pareci que tena los ojos amarillos. Estamos hablando del sida, hepatitis C, lo que sea. Adems, a nadie se le ocurrira meterse en todo ese rollo del vud. En absoluto. Va de sangre, drogas, y toda esa mierda Yo le propongo que
esperemos a ver qu nos cuenta Maldonado. Escuche, en ltima instancia, siempre puede ir a ver de nuevo a ese tipo. S, ya veremos -le digo a Pinky. Pinky est abonado a un servicio llamado OnStar, al que llama su mayordomo viajero. Llama, da el nmero de Maldonado y despus le ordena a la mquina que llame al periodista. Eh! grita la voz de Maldonado desde el salpicadero-. Buenas noticias, Pinky! Llam al doctor que admiti a Claude cuando lo trajo la ambulancia. Sam
Harami. De no haber sido por Sam, Byron se hubiese salido con la suya. Probablemente habran atribuido la muerte a causas naturales. De qu me hablas, Max? Te estoy diciendo que ese tipo descubri cmo haban envenenado al viejo Claude. Es amigo mo y est dispuesto a cenar con nosotros, si t invitas. Ser un placer -afirma Pinky. Mientras continan con la conversacin para acabar de decidir dnde iremos a
cenar, pienso en cmo har para ir a chez Diment esta noche. A pesar de que Pinky la considera una muy mala idea, quiz quiera prestarme el coche o llevarme hasta all. En el peor de los casos, siempre puedo coger un taxi. Lo que s est claro es que ir. Pienso en las monedas, en los boles de agua, los recuerdos que me ha dejado Boudreaux. De alguna manera, s que si quiero encontrarlo, el hombre con la cara de calavera ser quien me seale el camino.
Captulo 36
Hemos quedado en reunimos con Maldonado en Prideauxs Eat Place. Es un restaurante de primera en el campo, a las afueras de New Iberia, una bonita ciudad a unos pocos kilmetros de Morgan City. Nos acompaan hasta una mesa junto a la ventana, donde un hombre pequeo con los cabellos grises se levanta de un salto cuando nos acercamos. Es Maldonado, un joven de setenta y cinco aos, como comentar ms tarde. La compresin de la edad, algo que ya conozco porque mi padre
est pasando por el mismo proceso de encogimiento, slo parece haber servido para concentrar su energa. Pinky! exclama al tiempo que le estrecha la mano como quien acciona una bomba-. Hace mucho que no nos vemos, mueco. Pinky se encarga de hacer las presentaciones. Un placer conocerlo. Este tipo callado -seala a un asitico de cabellos negros que est sentado a su izquierda-, ste es Sam Harami. Harami levanta la copa a modo de saludo.
Querrn beber algo? pregunta la camarera. Por supuesto -responde Pinky. Pide un Jack Daniels con hielo. Yo, una cerveza de barril. As que Byron Boudreaux -dice Maldonado-. Recuerdas cuando sali aquel hijo de puta, Sam? Harami asiente. Todos respiramos profundamente cuando lo soltaron. Te lo juro. Comenzamos a mirar por encima del hombro.
Aquel tipo me asust -comenta Harami. Su voz es una extraa combinacin del sur profundo y el Lejano Oriente. Un deje japons-. Y no soy de los que se asustan fcilmente. Regres directamente a Morgan City en cuanto lo dejaron salir. Eso nos tuvo preocupados -aade Maldonado-. Pero no se qued mucho. Pas una semana con aquel hechicero, y eso fue todo. No he vuelto a saber nada de l desde entonces. Pedimos la cena, un proceso que lleva al menos quince minutos porque
Maldonado tiene mil y una preguntas sobre los ingredientes y cmo los preparan. Me vuelve loco -afirma Sam Harami-. Es peor que una mujer que elige su vestido de novia. Por fin, consigo preguntar lo que tengo en mente. Pueden contarme algo acerca de l? Sam Harami se encoge de hombros. No estoy muy seguro. Qu es lo que le interesa saber?
Slo queremos hablar -seala Pinky. Se bebe el bourbon-. Qu saben del tipo? No slo el caso de su padre, aunque eso tambin. Cualquier cosa. Todo. Nunca se sabe lo que puede ayudar. Bueno, nunca me cruc con l -dice Maldonado-, hasta que pas aquello con el cachorro. Saben de lo que hablo? S -le contesto-. Nos enteramos por la gente del parque de caravanas. La mayora de las cosas que o fueron despus de la muerte de Claude puntualiza Maldonado-, as que no se
puede aceptar a pies juntillas. Me refiero a que si le muestra a alguien una foto de Jeffrey Dahmer o Adolf Hitler de beb, lo ms probable es que asienta y diga: S, siempre dije que haba algo raro en el viejo Jeff Pero aquel tema del cachorro convirti al chico en un paria. Me lo creo -asiente Pinky. La gente comenz a pensar en la manera en como se haba ahogado su hermano, y lo vieron con otros ojos. Lo recuerdas, Sam? Harami enarca las cejas, que son dos arcos perfectos.
Todava no estaba aqu, Max. Llegu en el ochenta y seis, cuando sal de Tulane. Todo lo que s de Byron slo se remonta a cuando asesin a su padre. Ah, tienes razn. Bueno, lo que pas a continuacin, despus de aquello del perro, fue que Marie falleci. Un cncer de ovarios, que te mata seguro. Me dijeron que haba muerto. S. Byron tena entonces quince aos. Una gran mujer, Marie. Algunas personas comentaron que quiz haba sido eso lo que haba acabado por
volver loco a Byron, cuando ella muri, porque el rumor era que se lo consenta todo. El caso es que, unos pocos meses despus de su fallecimiento, Claude result herido en un accidente en la plataforma. Se lesion la espalda de mala manera. Tena que estar meses postrado en una silla de ruedas. Cuando sali del hospital, Byron era quien se iba a encargar de cuidarlo -El periodista marca unas comillas en el aire. Es un chiste -explica Harami. Digamos, sencillamente, que se encarg de su padre -aade Maldonado.
La camarera llega con la sopa de quingomb y las ostras, y la comida nos mantiene callados durante un rato. Finalmente, Maldonado retoma el hilo de la historia. Veamos, por dnde iba? Claude iba en silla de ruedas y Byron lo cuidaba. Eso es! La cuestin es que ah tenemos al viejo Claude, recuperndose lentamente de la operacin. Creo que fue una fusin espinal. Mira a Harami.
Correcto. Despus, sin ningn motivo aparente, una tarde se puso malo de verdad. Estaba sentado delante del televisor, en la silla de ruedas, muy entretenido viendo las carreras del campeonato NASCAR con su amigo Boot. Por aquel entonces, yo ya era mdico de guardia en la sala de urgencias en New Iberia -dice Harami-. Estaba haciendo la residencia. Mi ingls no es muy bueno ahora, pero entonces? Sacude la cabeza y hace una mueca-. Muy malo. Para colmo, Claude apenas poda hablar cuando lo trajeron al hospital.
S -bromea Maldonado-. l no poda hablar y t tampoco. Sonre y sacude la cabeza. Pero su amigo estaba con l -prosigue Harami-. Boot. As que Boot me cont lo que haba pasado. Estaban mirando la carrera juntos y tomando unas cervezas. Muchas cervezas. De pronto, Claude le dijo a su amigo que la habitacin Harami hace un movimiento circular en el aire con la mano, por encima de la cabeza. Frunce el entrecejo-. Se revolva? Daba vueltas, Sam.
Ah, correcto. La habitacin daba vueltas. Claude notaba que se le iba la cabeza. El amigo le coment en broma que se le iba la cabeza porque tena muy poco cerebro. Harami se seala la cabeza-. Pero entonces Claude comenz a gritar. Le dijo a Boot que tena la boca dormida, que le dola el estmago. Boot llam al nueve uno uno. Se presentaron en un tiempo rcord! afirma Max- Tuvo que ser un rcord. A pesar de los semforos y el folln habitual, y tambin llegaron al hospital en un tiempo increble. As es -confirma Harami-. Llegaron
muy de prisa. De lo contrario, Claude habra muerto en el trayecto y quiz yo nunca hubiese descubierto lo que le haba sucedido. Sea como sea, llegaron aqu y yo no comprenda gran cosa de lo que deca Claude, porque, para entonces, slo murmuraba. Pero, vale, entre Boot, los tipos de la ambulancia y la enfermera, se las apaaron para entender lo que deca, y despus me lo explicaron. Primero, Claude se mare y not que se le iba la cabeza, despus sinti que se le entumecan los labios y la lengua. Boot explic que Claude se mostr muy alegre por unos momentos, y luego triste. Boot dijo: Como si tuviese una tormenta en la cabeza. Le entraron
todos los males, doctor. Luego Claude vomit en la ambulancia. En la sala de urgencias, me dijo que se notaba cada vez ms rgido, como si de pronto tuviera artritis por todo el cuerpo. La camarera llega con los entrantes y sirve los platos que sostiene en el brazo izquierdo como si fuesen naipes. Chico -exclama Maldonado-, en este lugar saben cmo preparar cangrejo touf. -Pincha uno con el tenedor. Harami deja que su especial de barbo laosiano repose unos momentos. Yo nac en Japn -nos dice-, y me -
se da una palmada en la frente- olvid de mi paciente, Claude Boudreaux. No entiendo qu quiere decir con eso, por qu el hecho de que sea japons pueda tener alguna importancia para Claude Boudreaux. Pinky me mira, con idntica perplejidad. Tena un paciente delante -aade Harami-, y me dije a m mismo: No puede ser. Repas de nuevo la lista de sntomas. Harami los cuenta con los dedos-: Dolor de estmago, parestesia, afona, euforia, depresin, parlisis Perdn -lo interrumpo-. Qu es
parestesia? Y afona? aade Pinky. La parestesia es una sensacin de hormigueo en la piel. La afona es que no puedes hablar. As que l presentaba esos sntomas? S, y luego encontraba que le costaba cada vez ms moverse, que le resultaba difcil respirar. Ya no hablaba en absoluto. Orden que lo intubaran. Lo prepar para un lavado de estmago; comenc la hidratacin intravenosa. Le administramos carbn activado.
El doctor saba que lo haban envenenado -apunta Maldonado. No funcion -prosigue Harami, con mucho entusiasmo-. Al cabo de dos horas, Claude estaba muerto. Y aqu viene lo importante -nos advierte Maldonado En el certificado de defuncin, el doctor escribi: Parada respiratoria. Envenenamiento por fugu. Envenenamiento por fugu? -pregunta Pinky, que casi se ahoga con la comida-. No es eso lo que pillas cuando comes no s qu pescado?
En Japn -aado. Fue fantstico -afirma Maldonado, orgulloso-. Escrib un artculo al respecto. Vern, se trata de un tipo de muerte que normalmente les toca a los sibaritas japoneses. Unos locos que practican lo que se podra llamar una ruleta rusa culinaria. Es verdad -asiente Harami. Esos tipos creen que el riesgo es un magnfico potenciador del sabor. As que, todos los aos, cincuenta o ms japoneses se desploman de morros sobre los platos, fulminados mientras disfrutaban del delicioso sabor del fugu
sashimi. El fugu es un pez globo, una exquisitez culinaria. La nica pega es que la piel, el hgado y las gnadas son muy txicos. Hay que confiar en la habilidad del cocinero -seala Harami-. Pero algunas veces Basta el ms pequeo corte que haga el cuchillo del cocinero sushi en cualquiera de esas zonas intocables para que se cuele una dosis de veneno letal en el plato. Tetrodotoxina -dice Harami.
El caso es que Claude ingres en una sala de urgencias en Louisiana -seala Maldonado-. La mayora de los mdicos no hubieran identificado los sntomas. En cambio, Sam est seguro. Ese hombre, Claude Boudreaux Tena los clsicos sntomas -declara Harami-. Saba que tena razn. No dud en ningn momento, incluso cuando en la autopsia vieron que en el contenido del estmago del difunto no haba pescado. Ni pescado ni marisco. Claude slo comi un par de salchichas ahumadas y un puado de patatas fritas -explica Maldonado-. Eso y un poco de cerveza, y eso es todo lo
que la autopsia encontr en el estmago del viejo. La conclusin fue que Sam estaba equivocado. Saba que no estaba equivocado afirma Harami-. Queran que cambiara el certificado de defuncin, pero nadie era capaz de decirme por qu Claude haba dejado de respirar. As que hicieron una prueba -dice Maldonado-, slo para que Sam se callara. Una cromatografa gaseosa, y ah sali. La sangre del viejo Claude estaba saturada con tetrodotoxina. Sin que hubiera ni rastro en el
estmago -sealo. La polica estaba pasmada -comenta Maldonado-. Cmo puedes envenenarte con fugu sin comer el pescado? Haba otras fuentes para la toxina? Yo no saba la respuesta -confiesa Harami-, as que el mdico forense pregunt en el Centro de Control de Enfermedades en Atlanta. No tard en recibir la respuesta. El tritn de California y la salamandra oriental son fuentes de tetrodotoxina. Pero qu importaba eso? exclama Maldonado-. Claude Boudreaux no comi tritones ni salamandras. Comi un
par de salchichas ahumadas. Por lo tanto, cmo entr el veneno en su torrente sanguneo? A esas alturas, el mdico forense estaba tan intrigado como el propio Sam. Fue algo que inhal? Puede que s. Porque encontramos una fuente. Resulta ser que la tetrodotoxina en polvo es un veneno que se utiliza en los rituales de vud. Polvo de zombi. Por tanto, pensamos que tenamos algo -manifiesta Harami-. El mdico forense le hizo ms pruebas al cadver. Pero no, en las fosas nasales y el sistema respiratorio no haba rastros de la toxina. Nada. Levanta las manos-. Un
autntico misterio. Finalmente hicimos otra cromatografa gaseosa. Nos centramos en el torrente sanguneo de la vctima. Y esta vez -Harami asiente vigorosamente- encontramos la respuesta. Adems de la tetrodotoxina, en la sangre de Boudreaux haba rastros de ltex y sulfuro de dimetilo. Sonre-. Ahhh, dijimos. Pinky y yo intercambiamos una mirada. El DMS es un disolvente -aclara Maldonado. Byron mezcl DMS con tetrodotoxina y lo unt en la goma de las ruedas de la silla de su padre. Mientras el viejo Claude iba de habitacin en habitacin, este cctel letal de veneno
fugu y DMS pasaba directamente de las gomas a su torrente sanguneo. Un sistema de inoculacin subcutneo puntualiza Harami. Como el parche de nicotina -dice Pinky. A partir de ah, no fue difcil deducir que Byron haba sido el autor -contina Maldonado-. Todo el mundo saba que frecuentaba al hechicero vud junto al cementerio. All fue donde consigui el veneno. El DMS lo compr por correo, a travs de un catlogo para levantadores de pesas. Ni siquiera
intent ocultar las huellas. Por qu iba a hacerlo? Tuvo tan mala suerte. Si la ambulancia no hubiera hecho los recorridos en un tiempo rcord Si cualquier otro mdico de Louisiana hubiese estado de guardia en la sala de urgencias Si su inters por el vud no hubiese sido algo que saban todos Maldonado levanta las manos en un gesto muy expresivo. Se le jodi la marrana -dice Harami, y se re-. Yo se la jod. Por eso me puse tan nervioso cuando lo soltaron. Por qu soltaron a ese hombre? A alguien as, que asesin a su padre, tan traicionero, tan astuto Un hombre as no cambiar nunca. Ahora tenemos la
prueba. Me mira con una expresin piadosa-. Lo siento. Confo en que encuentre a sus hijos. Cunto hace que desaparecieron? Desaparecieron el 31 de mayo. Confo en que los encuentre -repite Harami. Luego desva la mirada porque, como creo que sabe, su expresin no es de esperanza.
Captulo 37
En el camino de regreso a Morgan City, suena el telfono de OnStar. El sistema es de manos libres y la voz suena por los altavoces del BMW. Aqu Pinky. Seor Streiber? Jez, eres t? La bella dama de Plaquemines? Cest moi. Tengo a Alex Callahan conmigo en el coche, as que no digas palabrotas.
Hola, seor Callahan. En realidad, esta llamada tiene que ver con usted. Hola, Jezebel. De qu se trata? El seor Streiber me pidi que intentara dar con la orden de libertad de Byron Boudreaux. Por supuesto, no pude. Se quem junto con todo lo dems en el incendio del juzgado. Pero encontr algo casi tan bueno. Qu es? Es mejor decir quin es. Se trata de una enfermera psiquitrica que trabaj en el asilo. Trabaj all durante ocho de los aos en que Byron estuvo recluido. Lo
sabe todo de l. Jezebel, eres una maravilla -afirma Pinky. Vamos, tampoco fue tan difcil -replica Jezebel-. No tuve ms que preguntarle a mi papi y l le pregunt a su novia y ella se lo pregunt a su peluquera. As fue. Finalmente llegu hasta esa persona. Quin es ella? Tienes su nmero? Bueno, ah tenemos un problema. La mujer le tiene miedo a Byron. As que se supone que no debo divulgar su nombre. Se lo promet.
Jezebel No se lo dir, as que puede ahorrarse los ruegos. Una buena reportera no divulga sus fuentes. En estos lugares, nadie abrir la boca si los denuncias. T no eres una reportera, Jez. Lo ser. Estoy en prcticas. En cualquier caso, le interesa o no lo que he descubierto? Porque quiero ver Sexo en Nueva York. Empieza dentro de diez minutos. Queremos saberlo -digo.
Tendr que pagarme -me advierte Jezebel-, incluso si la fuente permanece annima. Le dediqu tres horas a este asunto. Me parece bien -responde. Esto es lo que averig. Un momento. Esta comunicacin es segura? Ha dicho que no divulgara el nombre de la fuente. De acuerdo. Vale. Byron estuvo muy ocupado en Port Sulfur. Su voz cambia y resulta que est leyendo de las notas que ha tomado-. Primero, acab la
enseanza general bsica a los dieciocho, porque haba abandonado la escuela. Seis aos ms tarde, se licenci en psicologa; todo esto por correspondencia. Dos aos despus, se doctor. El tema de su tesis fue La oracin y el efecto placebo. Dirigi una clase de estudios bblicos en Port Sulfur. Byron tambin tena muchas aficiones; es algo que a los terapeutas los entusiasma. Una era la papiroflexia. Por si no lo sabe, es eso de plegar trozos de papel para hacer animalitos y figuras. Tambin hizo un curso de magia, aunque la seorita Na mi fuente, dijo que l ya saba hacer muchos trucos con las cartas y otras cosas cuando ingres. Al parecer, dedicaba horas y horas a
practicar sus trucos. Adems, les daba clases de magia a los otros internos. Le dejaban hacer funciones. A esas funciones asista tambin el personal; incluso haba invitados. Eso es una muestra de lo bueno que era. Tena un nivel de profesional. Mi fuente me dijo que todos estaban de acuerdo en que Byron era casi tan bueno con una baraja como a ver, a ver, acabo de perderme ah, s. Aqu est, era casi tan bueno como Ricky Jay. Una pausa-. Quin es Ricky Jay? No he odo ese nombre en mi vida. Es un mago muy conocido -le informo.
Bueno, supongo que no forma parte de mi bagaje cultural -dice Jezebel-. Me refiero a los magos. En cualquier caso, Byron tiene muchas aficiones y adems es un fantico de la lectura. Como estaba apuntado a todos esos cursos universitarios por correspondencia, poda recibir libros de las bibliotecas a travs de la City University de Nueva Orleans. Ellos se los enviaban. Mi fuente no recuerda todo lo que lea Byron, pero lea muchos libros de magia, historia y religin. Tambin de psicologa, por supuesto, dado que sa fue su licenciatura. As es.
Comenz a presentar las peticiones de libertad desde el primer ao en que lo encerraron, pero no consigui nada hasta el noventa y cuatro. sa fue la primera vez que el comit estudi su caso, a pesar de que era un tipo ejemplar, con todos esos estudios y el doctorado. Segn mi fuente, a pesar de que haba asesinado a su padre, haba montaas de pginas sobre los supuestos abusos que Byron haba sufrido a manos de su padre cuando era un nio. Ninguno de ellos se lo acababa de creer, pero Como el hombre estaba muerto, tampoco podan descartarlo sin ms seala Pinky.
Efectivamente. Al ao siguiente, en el noventa y cinco, volvi a tratarse el caso, pero en el comit no hubo unanimidad porque haba alguien que se opona. Despus, esa persona se march, se jubil o lo que sea, mi fuente no lo recuerda, as que cuando lo consideraron de nuevo en el noventa y seis, decidieron que Byron estaba cuerdo, o por lo menos lo bastante cuerdo, que no era un peligro para s mismo ni para la comunidad, y que haba llegado el momento de dejarlo en libertad. Qu les hizo cambiar de opinin?
El tiempo, ms que cualquier otra cosa -responde Jezebel-. Para empezar, llevaba demasiados aos encerrado. Despus, estaba todo el tema de los supuestos abusos que haba sufrido por parte de Claude; por aquellos aos, la gente an crea que sa era una explicacin vlida para todo tipo de cosas. Adems, era menor cuando cometi el crimen, luego se puso a estudiar En fin, que decidieron que el asesinato de su padre lo haba cometido impulsado por veamos qu pone aqu enajenacin mental transitoria, y era poco probable que volviera a cometer actos similares.
Byron tena amigos entre los internos? Algn amigo en particular? pregunto. Estaba segura de que me lo preguntara -dice Jezebel. Y bien? Charley Vermillion. Usted quiere saber si era muy amigo de Byron? La respuesta es que Charley frecuentaba mucho a Byron. Estaba en la clase de estudios bblicos, y se trataba de un grupo muy cerrado, segn mi fuente. Byron tambin se haba convertido en algo parecido al abogado de los locos, sobre todo para los miembros de la clase. Los ayudaba a redactar las
peticiones, a ponerse en contacto con los abogados. No se me ocurri preguntar quines eran todos los integrantes del grupo. Quiere saberlo? S, si puede averiguarlo -contesto. Falla la comunicacin -dice Jezebel-. Dnde estn? Cerca de Houma -responde Pinky. No los oigo. Me voy a ver la tele a casa de mi amiga Felicia. Llmenme maana. Y cuelga. Vaya, esa jovencita es fantstica -
afirma Pinky. Gira a la derecha. No hay ruido de rodamiento en el BMW. Me resulta un tanto extrao, como si estuvisemos volando por el espacio exterior-. Entre Max y su amigo Sam, y Jez, hoy nos hemos enterado de muchas cosas. S. Quiz la lista de las personas de la clase de estudios bblicos nos d alguna pista. Quiz. Por qu est tan callado? No estar pensando en ir a ver esta noche al
hechicero, verdad? No haga tonteras, compaero. Pasamos por delante de una gasolinera que vende cuadros hiperrealistas enmarcados, pintados sobre vidrio y tan reales que parecen fotografas, excepto que todos los detalles estn en primer plano y los colores son excesivamente brillantes. Bosques, pjaros y arroyos de un color azul brillante. La bandera aparece en muchos de ellos, junto con el guila. Cada uno tiene su propia lmpara, y su resplandor atrae a nubes de insectos. Un par de mujeres contemplan una de las obras mientras un hombre con pantalones cortos y camiseta
imperio fuma un cigarrillo sentado en una silla plegable. Viajamos en amigable silencio durante un rato. Pinky enciende la radio. Medio minuto de Beausoleil, y la apaga. Me refiero a que una cosa es olvidarse de cualquier precaucin y salir a buscar a los chicos -dice-. Pero otra muy distinta es ir a una barraca en el pantano a pasar la noche con un cabrn que no tiene labio. Lo nico que sabe de ese tipo es que era el nico amigo de Byron, y, dira, que el probable proveedor del veneno que mat a Claude. Permanezco en silencio.
Por tanto, ir con usted. No me parece aconsejable. De esa manera, si no vuelvo, podr Llamar a la polica? Venga, Alex. Slo tengo la sensacin de que Diment puede tener alguna idea sobre el paradero de Byron. Y cree que se lo dir? Quiz. No lo s. Pero tengo la sensacin de que tal vez est dispuesto a ayudarme.
Pues yo no tengo esa sensacin en absoluto. Con todos aquellos pobres tosiendo en la otra habitacin? Todas aquellas cosas envueltas con cordeles. Me pusieron los pelos de punta. Se supone que tiene que ir all a medianoche? Ponerse en sus manos? Caray! No ser yo quien lo haga. Explqueme por qu confa en l? Qu tiene ese hombre que pueda inspirar confianza, compaero? Eh? Entiendo perfectamente lo que me dice. Pinky resopla. Cmo piensa ir hasta all? Recuerda
el camino? Pensaba en llamar a un taxi, y que usted me dibujara un plano. Le dibujar un plano. Pero olvdese del taxi. Le dejar mi coche. No puedo llevarme su coche. Qu har usted? Yo estar durmiendo. Desayunar tranquilamente en el Holiday Inn. Leer el peridico. Si no me llama o no aparece para el medioda, har sonar la alarma. Digamos que el coche es una pliza de seguro.
A qu se refiere? En primer lugar, es fcil dar con el paradero del coche. OnStar tiene instalado un sistema GPS. Lo segundo es que los policas de por aqu no echarn a correr si algn tipo de Washington se pierde en el pantano. Me mira-. Algunos de nuestros agentes quiz no tienen el mximo respeto por la vida humana. Pero un vehculo de sesenta mil dlares? Si desaparece algo as, entonces ver cmo mueven el culo.
Captulo 38
Los faros de xenn del coche perforan la oscuridad, e iluminan caminos sin carteles que a m me parecen todos iguales. Me pierdo un par de veces, a pesar del plano que Pinky me ha dibujado laboriosamente. Sin embargo, he salido con tiempo de sobra, as que, incluso despus de haberme confundido un par de veces, llego a la vivienda de Diment quince minutos antes de la medianoche. Salgo del coche. La noche es clida. El zumbido agudo de los insectos suena a mi alrededor, y luego oigo a un animal o un pjaro, un grito de desesperacin que me pone la carne de gallina. Los faros
del BMW permanecen encendidos durante unos segundos, como si alumbraran el trayecto desde la entrada del garaje a la puerta de mi mansin suburbana. En realidad, iluminan con una claridad brutal el edificio de cemento que tengo delante. Parece el lugar ms adecuado para que te maten. Slo una luz muy dbil y vacilante se ve a travs de la nica ventana. Una vela? Me pregunto si el edificio tendr electricidad, pero entonces recuerdo la guirnalda de luces de Navidad en el altar. Pienso en la extraa coleccin de objetos que acumula. Es imposible atribuirle el ms mnimo significado. Qu puede
significar el peine? Un bibern? En el suelo, delante de la puerta, hay una zapatilla de tenis tumbada de lado. Me recuerda la Nike de Kevin, la que descubr en la verja, junto a la pista de la justa. El siniestro recuerdo me provoca un fuerte ataque de paranoia, y hago lo imposible para no salir corriendo. Se oye un suave chasquido en el coche y se apagan los faros. Me acerco y golpeo en el marco de la puerta. No he acabado de tocar la casa cuando se separa la cortina con un sonoro tintineo de las cuentas. Es como si los hombres que veo
en el interior, junto al umbral, me hubiesen estado esperando. Me sonren. Bien venido, bien venido -dice uno de ellos. Es un hombre delgado, con unos pocos mechones de cabellos canos. Su delgadez es extrema, casi esqueltica. Habla con una voz muy aguda y chillona-. Pase. Vengo a ver El houngan no est -me informa el segundo hombre. Es un tipo grande y de piel tan oscura que la luz se refleja en los anchos planos de su rostro. Su estatura ronda los dos metros, y mientras que el hombre flaco me asusta,
encuentro que este gigantn me tranquiliza-. Pero primero tiene que vestirse -aade con una resonante voz de bartono. Estoy vestido -replico. Pero no. Me dicen que tienen algo especial para m. Los sigo. Camino de puntillas junto a los pacientes que estn acostados en hilera junto a la pared. Alguien gime. Otro, a la izquierda, tose: un sonido que acaba en un angustioso jadeo. Por aqu -me indica el ms grande. Abre una puerta, tira del cordn de la
lmpara y veo que se trata de un retrete-. Cmbiese -aade-. Lo esperaremos fuera. Mis nuevas prendas estn colgadas detrs de la puerta; un esmoquin blanco con un clavel rojo en la solapa. Ahora comprendo la razn de la pregunta de mi talla. Aun as, no es tranquilizador. Un esmoquin blanco Estoy baado en sudor; me chorrea por todo el cuerpo. De pronto, tengo mil y una preguntas: Por qu tengo que cambiarme de ropa? Por qu un esmoquin blanco? Algo que
dijo Karl Kavanaugh aflora en mi mente, algo sobre las palomas blancas y la sangre. Qu es exactamente una ceremonia de iniciacin? Evteme los detalles, slo quiero una idea general. Es posible unirse a un bizango sin ms, o Diment se est quedando conmigo? Cmo puedo unirme a lo que sea si no s a qu me estoy uniendo? No hay un catecismo, o algo as? Diment afirm que deba encarar el asunto con confianza. Pero cmo puedo
confiar en Diment si ni siquiera lo conozco? Y por qu a medianoche? Una parte de mi cerebro poco dispuesto a colaborar me informa: es la hora de las brujas. Ninguna de estas preguntas pasa de mis labios. En cambio, lo que digo mientras titubeo en el umbral del bao antes de cerrar la puerta es: No estoy muy seguro de todo esto. Cmbiese aqu dentro -insiste el hombre delgado, como si yo no hubiese
dicho nada. Me empuja suavemente. Slo Lo esperaremos aqu -repite el tipo grande, y me palmea el brazo como si quisiera darme nimos. Despus me empuja un poco ms y cierra la puerta. El bao es pequeo y slo contiene lo esencial: un inodoro, un lavabo, una pila de toallas de papel, una botella de jabn lquido, Una lmina de metal pulido cuelga sobre el lavabo a modo de espejo. La puerta se sacude y cruje, y me doy cuenta de que los dos hombres se han apoyado en ella.
Controlo la sensacin de claustrofobia e intento calmarme. Quiz slo se han apoyado en la puerta porque es slo un lugar para apoyarse. Resulta difcil calmarse. Respiro demasiado de prisa, y una voz en el interior de mi cabeza grita: Qu ests haciendo? Los hombres que estn al otro lado de la puerta charlan entre s. El tipo grande se re, una risa franca donde no parece haber ninguna nota de malevolencia. Respiro lenta y profundamente. T has venido aqu -me digo a m mismo-. T has venido a buscar a Diment, no al
revs. T le pediste ayuda. Me pongo el esmoquin. Me abrocho los tirantes y la faja roja. Como no poda ser de otra manera, me va perfecto. Cuelgo mis prendas en las perchas y vuelvo a ponerme los zapatos. Despus me miro en la lmina de metal que descansa sobre el lavabo. Hay algo tan ridculo en mi aspecto, un exceso al estilo Liberace, que por un momento me siento mareado. Golpeo en la puerta con los nudillos. Se abre. El hombre delgado asoma la cabeza y me mira.
S, seor! exclama, y se re-. To, menuda pinta! No est superelegante? Hum -dice el gigantn, mete la mano en un bolsillo y saca un frasco de Deep Woods Off-. Cierre los ojos -aade. Antes de que pueda protestar, me roca de la cabeza a los pies con una nube de repelente que apesta. El flaco apaga la luz, y luego volvemos a cruzar la clnica, en fila india, con el gigantn a la cabeza. El BMW resplandece iluminado por la luz de la luna, el coche de la huida. Manoseo las llaves en el bolsillo, pero
no me dejo dominar por la tentacin de abrir las cerraduras y escapar de todo esto. He cruzado una barrera invisible. Estoy comprometido con lo que sea que he venido a hacer aqu. El tipo grande tiene una linterna Maglite, pero las pilas deben de estar a punto de agotarse porque la luz que da es un disco amarillento que apenas alumbra nuestro camino. La luz de la luna atraviesa a duras penas el denso follaje. Caminamos por un angosto sendero de tierra en un bosque plagado de enredaderas. Los rboles parecen espectros; los troncos estn cubiertos de musgo negro. El sendero est lleno de
races. El zumbido de los insectos que nos rodean es casi ensordecedor. Las colinas estn vivas -comenta el delgaducho, y luego se re. El gigantn lo secunda. Adonde vamos? Apenas si alcanzo a ver a los hombres, pero yo? Prcticamente resplandezco en la oscuridad. Al lugar -responde el alto-. No se preocupe, no tardaremos en llegar. No veo gran cosa, pero s que nos estamos acercando al agua. El disco de
luz se desliza sobre las races retorcidas de los mangles y de vez en cuando oigo el chapoteo de una rana. Tambin el aire es diferente, hmedo y ftido. Despus de unos pocos minutos, huelo humo de lea y oigo un murmullo de voces. Finalmente, salimos de la oscuridad del bosque y entramos en un claro. Diment y una docena de personas ms, hombres y mujeres, estn sentados alrededor de una hoguera. Un par de botellas de lo que parece ser ron pasan de mano en mano alrededor del crculo, y huelo el alcohol. En la oscuridad, cuando el fuego se aviva, veo el resplandor del agua.
Diment se levanta en cuanto me ve. El resto del bizango sigue su ejemplo. Diment me abraza, y luego me aparta a la distancia de un brazo. Demonios, se le ve muy elegante. Sonre, y los dientes le brillan. Todos me abrazan, se presentan y me dan la bienvenida de una manera muy formal. Tengo una sensacin de distanciamiento, como si estuviese observando todo esto desde lo alto: un grupo de personas alegres sentadas alrededor de una hoguera, que beben, presididos por un hombre al que un zombi le comi el labio superior. Luego sale del bosque un
hombre vestido de blanco y se une a ellos. Es una escena de una extravagancia visual, como algo que puedes ver en el Corcoran o en la National Gallery, una pintura del siglo xix de un grupo que participa en una escena extica: La iniciacin. Mi corazn late descompasado, y una y otra vez, oigo una voz interior que me dice: Qu ests haciendo? Despus de todos los abrazos y las reverencias, me tiemblan las piernas. Estoy ms que agradecido cuando Diment me invita a sentarme a su lado. El delgaducho y el gigantn se unen al
crculo. Las botellas de ron circulan en ambas direcciones. Esta vez, bebo todo lo que puedo cuando es mi turno, y los dems aprueban ruidosamente mi sed. Al cabo de unos pocos minutos, me doy cuenta de que la mayora de los integrantes del bizango estn borrachos. Por fin, Diment levanta una mano, y todos guardan silencio. Se vuelve hacia m y apoya una mano en mi brazo. Alex, est preparado? Asiento. Para mis adentros, no hago ms que repetirme: Acabemos de una vez con todo esto.
-Bon! El gigantn distribuye las antorchas; estn hechas con caas de bamb, con algo que parece tela envuelta muchas veces en los extremos. Los miembros del bizango encienden las antorchas en la hoguera, y luego nos ponemos todos en marcha, para adentrarnos todava ms en las profundidades del pantano. Tenemos que agacharnos para evitar las ramas de los rboles y pisar con mucho cuidado para no tropezar con las races. Los insectos rugen, y doy gracias por el repelente, que ms o menos los mantiene a raya.
So! grita una voz desde la vanguardia de la fila como si furamos la caballera. Un minuto ms tarde, sigo a Diment alrededor de un enorme rbol y entro en un claro. Hay una tosca cruz de madera de poco ms de un metro de alto, clavada torcida en el suelo. Un par de pasos ms all hay una fosa acabada de abrir, y junto a ella, un atad de pino. Tardo un segundo en comprender lo que veo, y cuando lo hago, doy instintivamente un paso atrs. Todos se ren. Diment me mira. Su estrafalaria sonrisa
dista mucho de ser tranquilizadora. Ten fe, amigo mo. Es una de esas cosas de llamada-yrespuesta, y el resto del bizango le da rplica a Diment al unsono. Ten fe! Confa en tus hermanos y hermanas. Confa! Sin fe, no hay resurreccin. Sin fe, estamos condenados.
Sin fe, no tenemos nada. Ten fe! Continan as durante un rato y despus todos guardan silencio. Diment me da una palmada en la espalda. No se preocupe, hombre! Lo desenterraremos en menos que canta un gallo! En menos que canta un gallo! repito. Quiero decir, ahora mismo, o Diment se re. Echa la cabeza hacia atrs y deja ver todos los dientes.
No -responde el hechicero, que apenas puede hablar por culpa de la risa-. Descansar bajo tierra toda la noche. Nosotros estaremos aqu. Tocaremos msica. Nos moveremos con el loa. Cuando salga el sol, sus hermanos y hermanas aqu presentes lo sacarn. Amn! Oh, s! Dulces sueos! Seor en las alturas!
Respiro profundamente. Santo Dios. Desde que secuestraron a mis hijos, me aventuro cada vez ms y ms lejos de lo que parece normal. Estoy mucho ms all de cualquier lugar que podra suponer. Estoy en medio de un pantano, vestido con un esmoquin blanco. Contemplo el atad. Respiro profundamente una vez ms. Pienso en el mdico forense de Las Vegas que se preguntaba por qu Clara Gabler se haba metido en una caja de pino, quiz un atad, y por qu aparentemente haba esperado su destino muy bien dispuesta, sin oponer resistencia.
Creo que no puedo hacerlo -declaro. La alegra se esfuma del rostro de Diment. De pronto se lo ve muy desilusionado. Entonces no puedo ayudarlo -dice. Demonios! oigo que exclama el delgaducho-. El ltimo tipo se enterr slo para conseguir un nmero! Mierda! Diment levanta una mano para silenciarlos. De pie, en el claro, con mi esmoquin que parece absorber la luz de la luna, lucho
por encontrar las palabras. Lo que se me pide que haga -comienzo. Tengo la boca tan seca que apenas puedo hablar-. Lo que se me pide que haga, valdr la pena? Eso es algo que le corresponde decidir a usted -responde Diment. Su rostro parece de piedra. Sus ojos brillan a la luz de las antorchas. Parece cansado y furioso. A nuestro alrededor, los dems murmuran. Tengo la sensacin de estar en el borde de un precipicio, a punto de saltar al vaco.
No -replico-. No es decisin ma. Es cosa suya. Puede decirme cmo encontrar a Boudreaux? El hechicero sacude la cabeza. No es su turno, hijo. sa es una pregunta para despus. Comprende lo que le digo? Primero tiene que demostrar su confianza. Pero si bien el viejo elude la pregunta, no ocurre lo mismo con sus ojos amarillentos. Permanecen clavados en m. Me obliga a sostenerle la mirada. No hay malevolencia alguna en ellos-. Si confa en m -aade-, lo ayudar.
No s por qu, pero lo creo. Comienza a sonar un tambor, un ritmo lento y machacn en algn lugar a mi izquierda. Se oye el murmullo de las voces. Alguien bebe un trago de ron. El tipo flaco se re. Una mujer tararea una cancin de cuna. No aparto la mirada de los pies mientras camino hasta donde est el atad, y entonces, antes de cambiar de parecer, me meto en la caja. Todos se inclinan sobre m. Veo al gigantn, que se agacha para coger la tapa de madera. Cierro los ojos. Estoy loco. Alex! llama Diment, y abro los ojos.
Me mira. Detrs de l, el gigantn y otro par de hombres sostienen la tapa del atad. Diment me moja el rostro con un lquido que le chorrea de los dedos. Est fro, pero parece que me quema cuando toca la piel. Tetrodotoxina? Mis labios comienzan a entumecerse? Esperen! grito, e intento levantarme. Los tres hombres me empujan suavemente hacia abajo. Una mujer con una clara voz de soprano canta Gracia divina. Me domina el pnico. No es lo que cantan en los funerales? Despus pienso: Esto es un
funeral. Me estn enterrando. Confe en m -dice Diment, y entonces ponen la tapa sobre el atad. Mantengo los ojos cerrados con todas mis fuerzas. Quiz me han hipnotizado o algo as. Porque as es como las personas desaparecen. De pronto, noto mi aliento contra la madera y se me sube el corazn a la garganta. Quiz ahora me dejarn salir -pienso durante un segundo glorioso-. Quiz lo nico que debo hacer es demostrar que soy capaz, y entonces Pero no. La ilusin desaparece y hago lo
imposible para evitar el pnico y lanzarme contra la madera cuando comienzan a clavar la tapa. Por qu es necesario clavarla? Si esto es algo as como un falso funeral, por qu usan clavos de verdad? Adems, de los grandes. Los he visto. El atad parece nuevo. Por qu no usan el mismo atad una y otra vez si esto es algo que hacen habitualmente? Porque el atad se quedar aqu. El pantano seguramente est lleno de tipos a los que enterraron vivos Los martillazos suenan fuertes, muy fuertes, cada impacto produce un ruido ensordecedor. Tambin tengo la
impresin -que me hace encoger, apartarme de la tapa- de que los clavos puedan atravesar la madera y pincharme. Comienzan a clavar por la cabeza y bajan hasta mis pies, y luego de nuevo hacia la cabeza. De fondo, cuando el hombre que pone los clavos pasa a otro lugar, oigo el tambor y los cantos. Se reanudan los martillazos. No soporto el estrpito. Quisiera poder taparme los odos, pero no hay lugar en el atad para mover los brazos. Cuento los clavos mientras los colocan; hasta ahora, once. No es excesivo? Es ensordecedor.
Aunque de verdad no lo aguanto, de alguna manera soporto el ruido. Cuando se acaba, descubro para mi gran sorpresa que estoy rezando. Rezo de una manera atropellada, sin ton ni son, repito el padrenuestro una y otra vez, hasta convertirlo en un montn de slabas sin sentido. No soy una persona religiosa, y la riada de palabras en mi cabeza me parecen un truco barato. Tambin una especie de colapso. No tendra que permitrseme rezar cuando no es algo que hago regularmente. Es como coger algo que no me pertenece.
Padrenuestroqueestsenelcielosantificad
Aun as, no puedo callarme. Vengaanosotrostureinohgasetuvoluntade cielodanoshoynuestropandecadadaperdon alosquenosofenden. Tengo la impresin de que, si consigo decirlo lo ms rpido posible, lo ms perfectamente posible, si consigo que no haya ningn silencio entre las palabras, entonces no me pasar nada malo.
El atad se sacude y noto un olor a plstico cuando meten un tubo, o algo parecido a un tubo, por un agujero de la tapa, justo encima de mi rostro. No haba visto el agujero, cosa que me sorprende. Cualquiera dira que era lo ms lgico que sucediera. Lo ves?, tus plegarias han sido escuchadas, dice la voz en mi cabeza. No puedo tocar el agujero, no lo veo, pero s que est ah por el olor del plstico y el aire un poco ms fresco que entra. Con un poco de esfuerzo, levanto la cabeza, sujeto el tubo con los labios y respiro.
Es como si todo mi cuerpo hubiese estado oprimido por un puo mientras clavaban la tapa. Ahora, al comprobar que hay un tubo para el aire, comienzo a aflojarme un poco. He estado tan rgido que relajar los msculos hace que comience a temblar. Todava no me he librado del espasmo cuando noto que el atad se balancea. Lo estn levantando. Se mueve adelante y atrs, de izquierda a derecha. Oigo voces, un grito, pero no consigo entender lo que dicen. Entonces bajan el atad. Se mece suavemente mientras lo bajan, pero luego, cuando debe de faltar medio metro, lo sueltan. Prevalece la fuerza de la gravedad: me doy de morros contra la tapa del atad,
mi nariz se aplasta contra el tubo, con tanta fuerza que me hace gritar. Me asalta un miedo terrible al pensar que pueda haber quitado el tubo. Muevo la cabeza e intento sujetarlo con los labios. S, est. Entonces, una palada de tierra se estrella contra la madera. Me encojo, como si pudiera atravesar la madera y golpearme. Despus otra, y otra. Luego nada. Slo la oscuridad. El sonido de mi respiracin.
Captulo 39
No tengo muy claro si estoy dormido o slo en una especie de trance -quiz sea la escasez de oxgeno- cuando oigo el sonido por primera vez. Llega de un lugar muy, muy lejano, como de la China. Es un sonido apagado, fragmentado, que no significa nada para m, que ocurre de una manera independiente, que parece existir en un universo separado. Oigo el sonido con
el distanciamiento de una mquina, uno de esos monitores en los museos, por ejemplo, que controlan silenciosamente la humedad y la temperatura, que llevan un registro para que en un futuro lo lea algn ser consciente. El sonido no cesa, y poco a poco me hago a la idea de que mi nuevo universo contendr ese sonido. No estoy muy seguro de cmo me sentir al respecto porque el sonido no es realmente agradable, ahora que lo considero como una condicin permanente. Ahora que es omnipresente. Ahora que ocupa gran parte de mi estado consciente. No puedo sentir gran cosa: la madera contra mis
dedos, la superficie spera del tubo de respiracin. No veo nada. Los olores estn limitados al olor de mi propio cuerpo, al de la madera de pino y al del plstico del tubo. La nica cosa que cambia es el sonido, as que acaba por concentrar toda mi atencin. Despus de un rato, me parece que el sonido est realmente dentro de mi cabeza, que de alguna manera me lo he inventado. No es hasta que una pala golpea contra la madera cuando me sito verdaderamente en la perspectiva de un observador real, cuando el sonido representa un acontecimiento en el
tiempo. Es el sonido de un instrumento metlico que golpea el objeto de madera donde estoy encerrado. El descubrimiento me saca de mi estado de trance. Estoy enterrado vivo y alguien me est desenterrando. De inmediato, siento gran pavor y claustrofobia. Estoy enterrado vivo! Me sobrecoge el terror de que la persona que me est desenterrando decida detenerse. En los primeros momentos, despus de salir del trance, no recuerdo cmo he llegado aqu, ni
siquiera dnde est este lugar. Un terremoto, una avalancha, un ataque terrorista? S s que no puedo ver, no puedo respirar, que estoy atrapado, y me domina el pnico. Intento gritar, quiero ofrecer una seal de que el esfuerzo vale la pena, avisar a quienquiera que sea mi salvador de que aqu abajo hay una persona. Quiero gritar: Estoy vivo. Estoy aqu. Siga, no abandone. De mi boca sale algo que no se parece en nada a lo que pretendo. No es un alarido, ni siquiera un grito. Se parece ms a un gemido o un gruido, tan ronco que dudo que nadie pueda orlo. Es
como si mi voz careciera de la velocidad necesaria para romper la barrera del sonido. Para el momento en que levantan el atad y quitan la tapa -un proceso que lleva mucho tiempo-, ya he recordado cmo es que me enterraron vivo. Me pregunto, mientras trabajan en mi exhumacin, cunto tiempo he estado bajo tierra. Mientras estaba enterrado, perd toda referencia del tiempo y el espacio. Durante un tiempo, incluso perd la nocin de ser yo mismo, de ser Alex Callahan. El tiempo pareci extenderse infinitamente. Al principio, cont mis respiraciones en ciclos de
cien, pero lleg un momento en que comenc a perder la cuenta. Despus olvid la secuencia correcta de los nmeros y finalmente me pareci un ejercicio intil. Durante un corto perodo me volv loco, comenc a gritar, a retorcerme, a intentar abrirme paso a travs de la madera hasta que me destroc las uas y me sangraron los dedos. Utilic el dolor, durante un tiempo, para mantenerme animado. Mientras duela -me dije a m mismo-, es que estoy vivo. Una nueva deduccin cartesiana. Dolor ergo sum, o algo por el estilo. Me arrepent de la desaparicin. Sera muy duro para mis padres y para Liz.
Pero sobre todo me preocupaban los chicos, porque me consideraba a m mismo como su ltima oportunidad. Otros podran seguir con los pasos formales, pero todos los dems los haban dado por muertos. Este pensamiento me sirvi durante algn tiempo. Al pensar en Sean y Kevin, al recapitular todos los recuerdos de ellos, al evocar sus rostros y sus voces, fui capaz de mantenerme controlado durante algn tiempo. Tambin tuve una visin de ellos, que estaba seguro de que era real, de la que todava estoy convencido de que es real. Mi mente se libr de las cadenas del
tiempo y el espacio y me transport a una habitacin donde nunca antes haba estado. Era como si estuviese en el centro del techo y mirara hacia abajo. Los nios dorman en unas literas de estilo rstico, como las que se ven en las pelculas del Oeste. Dorman abrigados con unas mantas de lana color borgoa: Sean en la litera de abajo, Kevin en la de arriba. Kevin se movi, bajo mi mirada, y se gir hacia el otro lado. Tena la boca abierta y vi que sus incisivos, que comenzaban a apuntar cuando los chicos llegaron de Maine, ya le haban salido casi del todo. Los bordes tenan una apariencia vagamente ondulada, aristas
que limaran con el tiempo, y los dientes parecan demasiado grandes para su rostro, como es natural en los incisivos. Entonces, la visin desapareci y me encontr de nuevo en la oscuridad, desesperado por evocar cualquier cosa: la Navidad en casa de mis suegros, la expresin en el rostro de Sean cuando vio la bicicleta al pie del rbol Aun as, lleg un momento en que mi voluntad se derrumb. Diment me haba enterrado vivo. Era amigo de Boudreaux. Si haba credo que su mirada bondadosa era prometedora, me haba engaado a m mismo. Me pregunt si Pinky sera capaz de
localizar mi tumba. Despus dej atrs cualquier arrepentimiento, entr en un terreno nuevo, donde estaba ms all de cualquier inters en m mismo. Creo que eso fue lo que me hizo sobrevivir. Renunci. Borr todos los pensamientos porque todos volvan sobre s mismos: Qu pasa si me giro? siempre llevaba a Puedo girarme?, y as todos los dems. En cierta manera, fue un alivio rendirse. Dejar de contar, dejar de concentrarme en mi dolor, dejar de pensar en Sean y Kev, dejar de ilusionarme. Dejar de pensar que Alex Callahan tena alguna
importancia en el universo. Dejar de pensar del todo. A medida que arrancan los clavos, el chirrido es la msica ms encantadora que he odo jams. Cuando quitan la tapa, me ciega la luz y mis ojos se cierran automticamente. Unas manos me sujetan los brazos y me ayudan a incorporarme. Venga, tranquilo, con calma. No intente abrir los ojos. Deje que la luz se filtre a travs de los prpados. Alguien acerca un vaso de agua a mis labios y bebo unos pocos sorbos, algo
muy engorroso. Intento llevarme una mano a la cara para limpiarme los labios, pero la mano me tiembla con tanta violencia que no puedo hacerlo; slo consigo abofetearme. No pasa nada -dice una voz que identifico como la de Diment-. Estar bien. No se lo dije? Slo es cuestin de confiar. Al cuerpo no le agrada verse encerrado de esa manera, nada ms. Se recuperar, tal como le promet. Slo tiene que tomrselo con calma. Deje que el mundo le d la bienvenida a su seno, hermano. Ms agua. Es deliciosa, un elixir. Tambin lo es sentir el contacto del aire
hmedo en la piel, algo que me produce un millar de sensaciones, a cul ms exquisita. La luz del sol a travs de mis prpados, que flucta y se dispersa a travs de algo que no puedo ver, es una revelacin despus de las tinieblas. Es usted un hombre nuevo. Ha renacido. Ahora vamos a levantarlo, venga. Unas manos fuertes me cogen por los brazos y me levantan. Abra los ojos, Alex. Slo un poco, eso es, ahora un poco ms. Pise la tierra.
El mundo todava es una mancha luminosa, como una foto sobreexpuesta, pero veo lo suficiente como para no tropezar con los bordes del atad y poner los pies en la tierra. Oh, s! grita una mujer. Ahora es uno de los nuestros! Sus voces son dulces y maravillosas, la msica ms arrulladora. La verdad es que ahora que estoy fuera del atad, estoy maravillado. El aire hmedo que me acaricia la piel, el sol, el rumor de las hojas movidas por la brisa, la tierra. Me estremezco de puro deleite. Incluso comienzo a llorar, con lgrimas de
alegra y alivio. Oh, s! Ahora ve! En el suelo, a mi derecha, hay un dibujo muy complicado hecho con un polvo blanco. Es una hermosa filigrana. Eso es un veve -me explica Diment, que sigue mi mirada-. Ayuda a que venga el loa. -Se agacha y, con las puntas de los dedos, borra el dibujo. Los miembros del bizango estn recogiendo las banderas y los tambores, y meten las botellas, los platos y los vasos de papel en bolsas de basura.
Algunos de ellos tienen los rostros pintarrajeados con polvo blanco. Parecen cansados, como si la noche tambin hubiese sido muy difcil para todos ellos. Una vez ms, es como si Diment pudiese leer mis pensamientos. No es nada descansado cuando el loa entra en ti. Te sacudes, te caes y despus bailas. Ahora todos estamos agotados, usted es el nico que ha podido descansar. Se re con su risa inquietante. Estoy sentado en una desvencijada silla de caa en un pequeo patio de cemento
oculto detrs del edificio de Diment. No es ms que una lpida de cemento, con una gran bobina de madera a modo de mesa y dos sillas a punto de deshacerse. A la derecha hay unas jaulas para animales y aves de diferentes tamaos, hechas a mano con caas y atadas con races. En una de ellas hay una gallina de plumaje plomizo con pintas blancas, pero las dems estn vacas. La gallina permanece acurrucada e inmvil, con la excepcin de sus ojos brillantes. Visto de nuevo mis propias prendas y he llamado a Pinky desde el telfono del BMW para hacerle saber que estoy bien. Ahora espero a que salga Diment. Por lo
general, detesto esperar, pero por ahora no siento la ms mnima impaciencia. La noche pasada bajo tierra me ha conducido a un nuevo estado mental. Sera una redundancia decir que me siento renacido, pero me siento renovado y ms vivo. Me he desprendido de la impaciencia, mi habitual pelea contra los lmites impuestos por cualquier programa que no est diseado conmigo en el centro. Estoy profundamente afectado por aquella extraa visin de los chicos en las literas, que ha reafirmado mi convencimiento de que estn vivos. Sabe por qu acept ayudarlo? me pregunta Diment cuando viene a sentarse
conmigo, alrededor de media hora ms tarde. El viejo parece cansado, tiene mal color, los ojos inyectados en sangre. No. Los gemelos. Usted busca a sus hijos y son gemelos. Es por eso nicamente. Soy un viejo al que no le gusta pasarse la noche sin dormir. Los gemelos son muy especiales en el vaudoo. Por encima de todos los loa, que son los espritus encargados de todo el mundo, el de los vivos y los muertos, por encima de todos ellos, est el Marassa. El Marassa?
S, los gemelos. Ellos hacen que caiga la lluvia, hacen las hierbas que curan a los enfermos. Los dos en uno simbolizan la armona del mundo tal como debe ser, el equilibrio entre la tierra y el cielo, el fuego y el agua, los vivos y los muertos. Los gemelos. As es -asiente Diment con su voz meliflua-. As son las cosas. Los gemelos no son del todo lo que se dice amistosos. Oh, no. Algunas veces se enfurecen. Son celosos. Las cosas se salen del equilibrio. Pero en el vaudoo, los hijos gemelos en una familia, esto es algo de mucha importancia. Son -busca
la palabra- un recordatorio del misterio. Tendr que hacer una ceremonia para ellos, eso es algo que deber hacer si encuentra a sus hijos, s? Debe prometrmelo. Una ceremonia? En su honor. Todos los aos. Ahora esccheme. Todos los aos. Navidad es uno de los posibles das, pero la celebracin debe ser aparte de la fiesta de Navidad, as que quiz sa no sea la eleccin ms acertada. El 4 de enero es el segundo da ms apropiado. se es
Levanta una mano para hacerme callar. El tercero es la vspera de Pascua, el da anterior a la Pascua cristiana. Si no celebra una ceremonia para los gemelos, vendrn das desafortunados. No es ningn problema -replico-. Siempre lo celebramos. Su cumpleaos es el 4 de enero. Esto lo desconcierta, casi lo asusta. Me ha sido enviado para que pueda servir al Marassa. -Cierra los ojos, musita, se persigna, y deja caer la cabeza sobre el pecho. Cuando abre los
ojos de nuevo, parece tan absolutamente agotado que le pregunto si quiere descansar un rato. Escuche, tengo que devolverle el coche a Pinky -le digo-. Puedo volver ms tarde. No, no. no, no. Se pasa la palma de la mano por la cara-. Le dir ahora lo que s de Byron. Quiz s un par de cosas. Confiemos -Traza un gesto con la mano en el aire-. Confiemos en que puedan ayudarlo. Me invade el desnimo. No parece tener una informacin concreta sobre el
paradero de Boudreaux. Nos interrumpe la aparicin de una mujer. Lleva un vestido largo desteido y va descalza. Est nerviosa y trata a Diment con mucho respeto. Sostiene a un gallo blanco entre los brazos y lo sujeta de una manera que le impide todo movimiento. Diment se disculpa con una leve inclinacin y se levanta para echarle una ojeada al gallo. Le levanta las alas y aparta las plumas aqu y all. El gallo cacarea de vez en cuando y mueve la cabeza en pequeas sacudidas. La cresta roja se ondula mientras mira al viejo con ojos brillantes. Es bueno -afirma Diment, y luego le
dice a la mujer que encierre al animal en una de las jaulas vacas. El gallo bate las alas y cacarea furioso. La mujer cierra la puerta de la jaula y la sujeta pasando un palo por un doble nudo hecho con races. Lo trae para el sacrificio -me explica Diment, cuando la mujer se marcha-. Volver ms tarde. Usted est primero. Mi mente recuerda la sangre de gallina en la camiseta de Kevin, aquella que la polica encontr en mi armario. Va a sacrificarlo? Hasta que Diment
no ha mencionado el sacrificio, crea que la gallina estaba all para poner huevos, y que el gallo era, no s, un regalo. A usted no le hace ninguna gracia seala Diment. Sacudo la cabeza como si quisiera descartar el comentario, pero l tiene razn, por supuesto. No me sorprende -aade-. Cree que es primitivo. Me equivoco? Supongo que no. El sacrificio est en el corazn de
todos los cultos, desde hace mucho, creo que desde el principio. El dios o los dioses crearon el mundo entero y le dieron la vida. Para honrar al dios, se realiza el ritual. Se le devuelve una de sus criaturas, se le da la vida de una criatura para alimentarlo. Algunas veces, hay momentos difciles. Hay sequas o los animales enferman. Incluso entonces el animal para el sacrificio no puede estar enfermo. No puede tener defecto alguno. As que dar un animal sano en tiempos difciles es algo duro. Pero es en los tiempos difciles cuando ms se necesita al loa, no? Comprendo la idea, pero
Diment hace un gesto spero y tajante, apoya una mano en mi brazo. Permtame que le pregunte una cosa: es usted un hombre cristiano? Ms o menos. La fe cristiana est fundada en el sacrificio, lo entiende, verdad? Dios le pidi a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac, y despus Dios se apiad de l. Acept un cordero. Acept un cordero en lugar de Isaac. Tom una vida. No, no reclam al hijo de Abraham, pero Dios se lo reclam a s mismo. Sacrific a su nico hijo, lo dej
morir en la cruz abrasado por el sol, derram la sangre de su propio hijo, tom la vida de su propio hijo. No tom la vida de una gallina, de un toro o de un cordero, sino la de su propio hijo. Jess lo saba de antemano. Lo dijo en la ltima cena: ste es mi cuerpo, sta es mi sangre. La comunin es un sacrificio, no? Usted bebe la sangre de Jess, come su cuerpo. Tiene razn -digo-. Tiene toda la razn, pero Todava cree que matar una gallina es algo salvaje, no es as? Le preguntar una cosa: cmo puede
respetar la vida si no respeta la muerte? Si me permite que se lo diga, cree que soy un hombre sanguinario, que me gusta derramar sangre. No. Pero Usted vive en su cabeza. Y menea la suya tristemente-. Alex, tambin debe vivir en su cuerpo. Se golpea el pecho-. Tiene que vivir aqu. Tiene que aprender a vivir aqu. Vivo en mi cuerpo. No. Lleva tres horas fuera de la sepultura y ya vuelve a estar aqu. Se toca la cabeza y exhala un suspiro, un
sonido que expresa un profundo cansancio. Lo siento. l sacude la cabeza. Creo que tal vez Byron todava practica sacrificios -le digo-. Dej la camiseta de uno de mis hijos en mi casa, empapada en sangre. Hizo que la polica creyera que yo haba matado a mis hijos hasta que analizaron la sangre. A Byron le gusta matar cosas, s? No s qu responder.
Tiende una mano hacia m en un gesto de bendicin. No, Byron es como el bho o la pantera. Sacude la cabeza-. Caza, derrama sangre para su propio ser, para saciar su propia sed. Intent ensearle cmo deba utilizarlo, pero Sacude la cabeza una vez ms. A qu se refiere? Aquel perro -dice Diment-. Por aquel entonces l vino aqu, y le dije que el perro era un desperdicio. Has desperdiciado tu poder, chico, no te queda nada, le dije. l me pregunt:
Qu poder es se? As que le contest: El poder que obtienes cuando hieres a las cosas. El poder que recibes cuando las criaturas mueren. El poder del sacrificio. Y qu respondi Byron? Diment se encoge de hombros. Me pidi que le enseara. Qu? La magia. Como los trucos de cartas?
Diment niega con la cabeza. No, no, no. l ya sabe todas esas cosas. Byron l poda hacerte mirar hacia el lado que no era una y otra vez. Quera saber sobre los misterios. Quera saber sobre el sacrificio, lo que nosotros llamamos la magia real. Usted poda ensearle eso? Oh, s. Pero no puedo hablar de esto con usted. No lo comprende. Ni siquiera comprende su propia fe sobre el sacrificio. Le dir lo siguiente: hay cosas que parecen magia, pero no siempre lo son. Se toca la sien-. Usted
no puede ver lo que ocurre, no puede ver la verdadera causa. Pero habl de esto con Byron? Asiente. Poda ensearle, y le ense. Qu cosas? Qu le ense? Le ense el loa, los signos y los significados, el sacrificio, la danza, todo lo que trae el poder del otro mundo a ste. Cmo ayudar al espritu a moverse cuando alguien muere. Cmo cada espritu tiene su lugar en el mundo, cmo
conseguir que el espritu venga aqu sin que te haga dao. Cmo preparar el juju, el mojo, el veve. Cmo hacer todas las cosas que s hacer. Incluso cmo conseguir que el espritu se ponga de tu lado para hacerle dao a otro. Le ense a Byron todo lo que s. Le ense las hierbas y las hojas. Y l lo utiliz todo para matar. Su padre S. Diment asiente-. Le ense las maneras. Pero l no aprendi de verdad. Qu quiere decir? Diment slo sacude la cabeza.
Lo utiliz todo slo para Byron. sa no es la manera. sa fue la primera cosa que intent ensearle, con el cachorro. Simul que aprenda, pero sigui de la misma manera. El mismo Byron. Veo las lgrimas en los ojos de Diment. Sacude la cabeza con fuerza, como si quisiera disiparlas-. Vino aqu cuando sali, lo saba? De Port Sulfur? S. Menea la cabeza-. Despus de muchos aos. Pas unos das conmigo. Yo confiaba en que hubiese cambiado. Haban pasado tantos aos,
ahora era un hombre. Pero -Sacude la cabeza-. Era el mismo Byron, slo que ms fuerte. Me alegr cuando se march. Diment se levanta con un movimiento brusco-. Venga. Lo sigo al interior, a la habitacin donde est el altar. Se acerca, murmura algo y saca del montn de objetos algo que se parece a una postal. Me la da. La luz es pobre; slo un par de velas y la guirnalda de luces navideas. Lo que estoy mirando me recuerda a una de esas tarjetas que los oculistas utilizan para comprobar la ceguera a los colores. Qu es esto?
Mire -responde Diment. Sigue parecindome slo una mancha de colores. Tengo que mirarla fijamente durante tres o cuatro minutos para que me revele su secreto. Ocultas en un campo de manchas rojas hay dos rostros de payasos que miran implacablemente al espectador. Qu es esto? repito. Dele la vuelta. Una nota impresa identifica la pintura como
El Marassa de Petit Jean Puerto Prncipe, Hait, 1964 Los gemelos -aade Diment-. Los ve? S. Est dirigida a m. Mire lo que escribi Byron. En el recuadro del mensaje, al otro lado de la direccin, hay una nota escrita a mano: Se termin el Castillo. Ahora hago magia real.
Qu es magia real? A qu se refiere? Los gemelos -me explica Diment-. Son los guardianes de les Mystres. Sin ellos, no puedes hacer magia real. Pero qu es magia real? El viejo no me hace caso. Me seala el matasellos con el ndice:
10 de agosto de 2000
Point Arena, CA
Para la gente vaudoo, ste es un da muy importante. Sagrado para el Marassa. Por eso Byron envi la tarjeta ese da. El 10 de agosto. Podramos decir -Diment me sonre con su sonrisa aterrorizadora- que es nuestra Pascua vaudoo. Cree que Byron vive all? En Point Arena? No lo s. sta es la ltima postal que
me envi. Tres aos atrs. No se puede decir que le est pisando los talones. Miro la firma, que es un garabato. Fuerzo la vista, pero lo que veo no se parece ni remotamente a Byron. Diment mira por encima de mi hombro. El nombre? pregunta-. Firma Matre Carrefour. Quin es se? Es el nombre que Byron utilizaba cuando trabajaba como mago. En el
escenario -responde Diment. Trabajaba? Ya no trabaja? Diment niega con la cabeza. Por qu no? Ha visto la postal. Dice que ahora est haciendo magia real. Pero eso qu significa? Diment inclina la cabeza y frunce el entrecejo. Eso significa que haces que el mundo
haga tu voluntad, con la ayuda del espritu. Te conviertes en uno de ellos, ellos trabajan contigo, haces que ocurran cosas. Mueve la cabeza lenta y rtmicamente, como un metrnomo, con los ojos cerrados-. Eso es lo que significa para m. Con Byron, no lo s. Eso que mencionaba de un castillo Diment se encoge de hombros. Yo tampoco s qu quera decir con eso. Qu pasa con Carrefour? Ah, s. Eso se lo puedo decir. Matre
Carrefour es algo as usted lo llamara un santo patrono -contesta el viejo. De qu? Diment me mira, sacude la cabeza. De la brujera -responde.
Captulo 40
Holiday Inn. Se est tomando un caf mientras lee la informacin meteorolgica en el USA Today. El mapa es de un color naranja brillante, todo el pas est cubierto por una ola de calor. Caray -dice, cuando me siento al otro lado de la mesa-. No tiene tan mala pinta para ser alguien al que han enterrado vivo. Qu le pareci? Oscuro. Pinky suelta una carcajada tan estruendosa que todos los que estn en la cafetera miran en nuestra direccin.
Por una de esas cosas, mi respuesta le resulta extraordinariamente graciosa, y slo deja de rer cuando se queda sin respiracin. No lo dudo -dice finalmente. Exhala un suspiro-. Al menos, espero que haya conseguido algo til. Me encojo de hombros. El caso es que Diment no sabe dnde est Byron. No lo sabe o no quiere decirlo? No creo que lo sepa. Hay algo sobre los gemelos y el vud no acab de
entenderlo muy bien, pero se ve que los gemelos son algo muy importante. Creo que quiere ayudarme. Pero no puede? Me dijo un par de cosas Me coment que, despus de salir del asilo, trabaj de mago con el nombre de Matre Carrefour. Se ganaba la vida con eso. Pinky asiente, y saca una tarjeta del bolsillo. As que Carrefour. Podramos iniciar una bsqueda por ese lado. Un mago. Ponernos en contacto con las sociedades
de magos, las asociaciones profesionales, representantes artsticos. Algo ms? Byron se ha retirado, ya no acta. Entonces, qu hace? Diment no lo sabe. La ltima noticia que tiene es que Byron estaba haciendo magia real. Marco la frase con unas comillas en el aire. Qu demonios es eso? Cul es la diferencia entre magia y magia real? Diment no acab de explicrmelo con claridad, o quiz yo no lo entend. Byron
pas por el proceso de convertirse en un houngan, ya sabe, un sacerdote vud. Los fieles, incluido Diment, creen que la cortina entre lo natural y lo sobrenatural, entre los vivos y los muertos, es permeable, que alguien como Byron puede ms o menos unirse a un loa y realizar actos sobrenaturales. Vaya, qu cosas. Qu ms tiene? Byron le enviaba postales a Diment de vez en cuando. La ltima la mand desde California. Desde qu lugar de California?
Point Arena. No suena a gran ciudad. El hechicero cree que Boudreaux vive all? Me encojo de hombros. Byron le envi ms postales, pero Diment las tiraba cuando reciba una nueva. Tampoco prest atencin a los matasellos. sta era la ltima y es de hace casi tres aos. Pinky frunce el entrecejo y da golpecitos con sus dedos rosados en la superficie de la mesa. El fino vello blanco en el dorso de las manos brilla con la luz.
As que eso es todo? Matre Carrefour. Magia real. Un matasellos de hace tres aos. Pinky sacude la cabeza, me mira-. Compaero, no me parece que para conseguir esto valga la pena pasar la noche metido en un atad. En el camino de regreso a Nueva Orleans, Pinky procura no mostrarse tan crtico con los resultados. Quiz podamos conseguir algo por el lado de Carrefour. Una cosa que cuenta a su favor, al menos hasta donde sabemos, es que sabe muchas cosas sobre Byron, incluido su nombre, pero l ni siquiera sabe que lo tiene en su
pantalla de radar. Tal vez todava viva en Point Arena. Eso podemos averiguarlo pronto. Un tipo como l quiz sea arrogante hasta el punto de usar su propio nombre. Hasta que no lo investiguemos, no habr manera de saber si slo estaba de paso o si vivi en la ciudad durante un tiempo. Quiz lo suficiente como para dejar rastros. Estoy tan cansado que no dejo de bostezar. Quiz tendra que ir a Point Arena. Quiz s -responde Pinky. Otro tremendo bostezo.
Est hecho polvo -comenta Pinky-. Se ve que dormir en un atad no es nada cmodo. Yo podra habrselo dicho. Lo ms probable es que lo rociaran con cortisol. Cortisol? La hormona del estrs. Seala el peridico y aade-: Lo acabo de leer. No es nada sano. Permanecemos en silencio durante unos minutos. Qu ms deca en la tarjeta?
pregunta Pinky-. Adems de eso de la magia real. Deca: Se termin el Castillo. Ahora hago magia real. Qu es eso? Qu castillo? No lo s. Diment tampoco lo saba. Vaya -dice Pinky-. Un castillo. En California. Estoy semiconsciente cuando me viene a la cabeza. Es como una burbuja que asciende a la superficie: Karl Kavanaugh sentado al otro lado de la mesa en un reservado del Peppermill, en
Las Vegas. Habla de la historia de la magia y de cmo, en un momento dado, el centro de la magia se traslad de Chicago a Los ngeles. Haba un club en Los ngeles: el Magic Castle. Karl. Soy Alex Callahan. S, por supuesto. Qu tal est? De nuevo en la ciudad? No. Ahora mismo estoy en Nueva Orleans. Slo estoy averiguando una cosa.
Referente al asesinato de las Gabler? Eso es. Por unos instantes no recuerdo qu le cont a Kavanaugh. Le habl de los chicos? No lo creo. Qu tal le ha ido? Estoy progresando. El motivo de mi llamada es recuerda cuando me habl del Magic Castle? Todava funciona? Por supuesto. Hacen funciones todos los fines de semana, con varios escenarios con actuaciones simultneas. Cena y magia, esa clase de cosas. Si quiere ver alguna, estar encantado de
presentarlo. Es necesario? Bueno, es un club. No se venden entradas. Tiene que ser socio o invitado de un socio, o pertenecer a la Sociedad de Magos Norteamericanos. No s si valdr la pena asistir a un espectculo, pero gracias por el ofrecimiento. La cuestin es que el tipo que estoy buscando, el que mat a las gemelas Gabler, es probable que trabajara all. Vaya. Tiene un nombre?
Matre Carrefour. Su nombre verdadero es Boudreaux. Carrefour. Boudreaux. Hum -Una pausa-. No me suena, pero eso no significa nada. El mundillo de Los ngeles es muy suyo, bastante aislado. Adems, ya no voy por all con frecuencia. Conoce a alguien en el Castle con quien pueda hablar? Por supuesto. Djeme pensar. Una pausa-. John DeLand, el director, sera el ms aconsejable. Lo sabe todo acerca de la magia y conoce a todos los magos.
Tiene su nmero? Me lo da, despus se ofrece a llamar a DeLand para presentarme. Los magos pueden ser un tanto corporativos. Hay una tendencia a hacer pia cuando alguien comienza a preguntar por alguno de los nuestros. Si usted quiere, podra allanarle el camino. Estoy en un cubculo que me han cedido en el fondo del despacho de Pinky, en el Quartier, dedicado a leer mis e-mails, cuando me llama Kavanaugh.
John DeLand estar encantado de hablar con usted. S que recuerda a Carrefour. Estuvo trabajando en el Castle durante un par de aos. Fantstico! Gracias! DeLand est en el nmero que me dio? S. Hace una pausa-. Aunque, si me lo permite, le dara un consejo Por supuesto. Bueno, no s cul es su presupuesto, pero si pudiera, valdra la pena que hiciera el viaje a Los ngeles. S? En realidad, era exactamente lo
que estaba pensando. Si Boudreaux trabajaba habitualmente en el Castle, entonces tena que vivir en alguna parte. Deba de tener amigos, un casero, una vida Eso significa pistas. La cuestin es que John es una muy buena fuente -aade Kavanaugh-, pero seguramente habr otros magos en el Castle que tambin conocieron a Carrefour. John podr decirle quines son. Perfecto. Despus est el propio John.
A qu se refiere? Ver -Se re-. John nunca ha salido del todo del siglo xix. Es uno de esos tipos mayores que gritan por el telfono como si ste fuera un par de latas unidas con un cordel. Le ir mucho mejor si se sienta a charlar con l. Ver que es un hombre muy tratable. Vaya. Nosotros, los magos -afirma Kavanaugh-, damos lo mejor en vivo y en directo. Una pausa-. Vaya, es una frase curiosa, si lo piensa un poco, no le parece?
Lo entiendo muy bien -le digo a Karl, pero en realidad no le presto mucha atencin. Ya estoy averiguando qu vuelo puedo conseguir que me lleve a Los ngeles. En vivo! En directo! entona Karl como si fuese el presentador de un espectculo-. Es que hay alguna otra alternativa?
Captulo 41
El Magic Castle es una mohosa mansin victoriana situada en las colinas por encima de Hollywood. John DeLand encaja perfectamente con el entorno. Tiene los cabellos blancos y erizados, los ojos de un color azul claro y la mirada aguda. Las gafas bajadas sobre la nariz larga. Viste un lustroso traje negro de corte antiguo y un chaleco con una cadena de reloj. La palabra justillo aparece en mi mente. La nica nota discordante es el gran reloj digital azul con una pulsera de velero en su mueca izquierda. Me recibe en la planta baja y despus me acompaa por una gran escalera
circular hasta su despacho. Dispongo de ms o menos una hora -me dice-, aunque seguramente podremos hablar ms maana. Eso si es que puedo hablar. Tengo cita con el dentista. Ha prometido dejarme las encas como nuevas. La puerta se abre automticamente cuando dice ante la rejilla del micrfono: Harry Houdini. Su despacho parece sacado directamente de Dickens: un espacio enorme amueblado con macizas antigedades victorianas; montones de columnas, volutas y terciopelo rado. Todo est
abarrotado, todas las superficies cubiertas: libros, bolas de cristal, globos terrqueos, naipes, estatuas, crneos, plantas, mquinas, artilugios, papeles, octavillas, objetos de toda clase. Carteles antiguos de espectculos de magia y magos cuelgan en todos los espacios disponibles en las paredes, con varitas, cetros enjoyados, y ms cosas intercaladas entre ellos. Los gatos descansan en los alfizares. DeLand me seala con un gesto una silla de madera tallada. No es muy cmoda, pero a los felinos no les gusta, as que evitar adornarse
con el decorativo pelo de gato. Pasa detrs de su enorme mesa negra, cubierta de papeles de un extremo al otro, y quita de la silla a un gato negro de pelo largo antes de sentarse. Sostiene al gato entre los brazos y lo acaricia. As que est aqu por Carrefour. Cul es su inters? Karl me ha dicho que es un caso de asesinato Efectivamente. Una serie de asesinatos. Oh, Dios mo. Y cree que Carrefour est involucrado? S.
Se reclina en la silla y me observa con sus ojos azul claro. No me lo diga Usted, qu es? Un detective de la polica? Slo se lo pregunto porque los magos formamos parte de algo as estee una hermandad. Si quiere que contribuya a sus esfuerzos para encontrar a Carrefour, me gustara saber cul es el fin. Tambin me gustara saber cmo es que sus investigaciones lo han trado hasta el Magic Castle. Sonre con una sonrisa distante y acaricia al gato, que ronronea ruidosamente.
No soy polica -comienzo-. El inters es personal. A medida que le ofrezco la versin resumida de mi historia, se esfuma la sonrisa distante de DeLand y en su lugar aparece una expresin de alarma. Es terrible -afirma, con voz temblorosa-. Lo siento mucho. Por supuesto que lo ayudar en todo lo que pueda. Coge un telfono negro-. Comenzar por llamar a administracin y a la Sociedad de Magos. Es obvio que Carrefour era socio de la SMN, adems de socio nuestro. Debe de haber pagado las cuotas y le habrn enviado informacin de las actividades; tendramos que tener una direccin y un
nmero de telfono. Cuando acaba de gritar instrucciones, cuelga el telfono y acaricia al gato. Qu puedo decirle? Por qu no me habla de Carrefour? Cualquier cosa que recuerde. No estoy muy seguro de cmo lleg a actuar aqu -comienza DeLand-. Quiz algn otro lo recuerde. Podra ser que ya tuviera un cierto renombre, que lo hubiesen contratado para una o dos noches. Tambin es probable que slo viniera para ver un espectculo, y
siguiera a partir de ah. A qu se refiere? Los magos vienen al Castle desde todas partes, ya sea como un destino, o slo porque se da el caso de que estn en la ciudad. El Castle es algo as como un lugar de peregrinacin para los magos. Tenemos unos cinco mil socios. Vaya. Oh, s. Digamos que un mago est en la ciudad y viene al Castle para presenciar un espectculo. Quiere ver qu est haciendo la competencia, quiz coger ideas para su propia actuacin, o quiz
slo para que la esposa o la novia disfruten de una velada agradable. Antes de que comience el espectculo, tal vez en el bar, en el intervalo despus de la cena, o mientras hacen cola para alguna de las funciones, hay quien aprovecha esos momentos para actuar, para exhibir sus habilidades. Ves a tipos que estn en el bar haciendo juegos de manos, trucos con cartas o monedas mientras hacen cola. En ocasiones, alguien incluso hace alguna cosa muy elaborada. As que es como una prueba? Bueno, en cierto modo, s. Es una manera de poner un pie en la puerta.
Luego quiz uno de los magos falta por enfermedad o porque tiene algn problema y queda un hueco en una de las rotaciones. Al mago visitante quiz se le presente la oportunidad de reemplazarlo. Y despus de eso, quin sabe? As que Carrefour acab siendo uno de los habituales. S, y muy merecidamente. Era un hombre con grandes dotes, con una soberbia presencia en el escenario. La verdad es que todo lo que haca era fantstico. Adems, al principio, muy en lnea con lo que aqu es la tradicin.
Cul es? Ver, como es obvio, no disponemos de medios suficientes para montar grandes espectculos de ilusionismo, del tipo que hacen en Las Vegas. La mayora de esos espectculos tienen escenarios construidos especialmente slo para el mago y sus nmeros. Eso permite utilizar la tecnologa a gran escala, trampillas muy sofisticadas, tneles por debajo del escenario y luz negra, por no hablar de los cables y las pasarelas que permiten simular la levitacin. Nuestros escenarios son sencillamente escenarios. Hay una utilizacin mnima de las luces, los espejos, los aparatos y
las distracciones atmosfricas. Eso no es slo porque nuestro presupuesto no nos lo permite, sino porque nos gusta creer que es una virtud, que ofrecemos la magia clsica. Carrefour no era diferente de la mayora de nuestros magos, al menos al principio. Cul fue el cambio? Bueno, al cabo de un tiempo, cambi sus nmeros. Se remont al pasado y comenz a realizar algunos trucos de siglos anteriores, en particular, de la tradicin india. Cosas sorprendentes, efectos alucinantes pero -Frunce el entrecejo, aparta la mano del gato y la agita en el aire.
Qu? Ver, los gustos han cambiado Su nuevo espectculo no era muy popular. A qu se refiere? Qu gustos? Lo que la gente quiere ver en el escenario. Ya no quieren que los aterroricen. Sorprendidos, desconcertados, encantados, muy bien, pero no horrorizados o que les den un susto de muerte. Para ser ms exactos, en lo que a Carrefour se refiere, el pblico ha perdido su inters por la sangre. Su actuacin, a medida que
maduraba, era bueno muy sangrienta. Todo muy de acuerdo con la tradicin, pero -DeLand se encoge de hombros. Cree que al pblico no le gusta la sangre? Hollywood discrepara. l vuelve a encogerse de hombros. Le concedo el punto. Tripas desparramadas, ros de sangre, cadveres a porrillo. Todas esas pelculas al estilo de La matanza de Texas. Todo es terriblemente real, pero aun as -Inclina la cabeza hacia un lado-. Una pelcula es una pelcula. Por muy impactante que sea, ha sido rodada
y montada hace meses, y todos lo sabemos. Hemos visto los trilers y cmo se hizo, los actores han hecho las giras de promocin Luego vemos el producto, y lo que vemos est proyectado en una pantalla en dos dimensiones. De acuerdo. Pero incluso en el escenario, todava sabes que es una representacin. Eso es verdad, pero es toda una experiencia ver cmo se ejerce la violencia en una persona, de muy cerca, en tiempo real. Incluso en el teatro. Hay una tendencia a estilizar la violencia.
Para empezar, es muy difcil conseguirlo. Incluso una buena pelea a puetazos; es difcil lograr que parezca real. La verdad es que la mayora de las personas no quieren presenciar una violencia que parezca autntica. Dios mo, en una ocasin asist en Amsterdam a una funcin teatral donde uno de los actores desmembraba una planta, la destroz en el escenario, me refiero a un filodendro en un tiesto, y varios de los espectadores se sintieron tan escandalizados que se marcharon. Vaya. Venga una noche al Castle y asista a los espectculos. Ver que las salas son
bastante pequeas. La ms grande tiene capacidad para un centenar de espectadores, como mucho. Los magos estn prcticamente encima del pblico, como tiene que ser para realizar sus nmeros de cerca. En algunos de los nmeros de Carrefour, santo cielo, tenas miedo de que te salpicara. Era como estar sentado en primera fila en un combate de boxeo y con uno de los pgiles sangrando en el cuadriltero. No era precisamente algo muy popular entre las damas, por muy carnvoras que fueran. Aun as, a Carrefour lo dejaron que continuara con sus nmeros?
Ver, antes de que cambiara su actuacin, era muy popular. Se agotaban las entradas para verlo; siempre ocupaba nuestro escenario principal. As que, incluso cuando reform sus nmeros, una parte del pblico sigui sindole fiel. Era un artista excepcional, y si bien a los espectadores no terminaban de agradarles los cambios, recibi mucho apoyo a lo que haca dentro de las filas del Castle. S? Los trucos que realizaba eran famosos dentro de la historia de la magia, nmeros de ilusionismo con una larga
tradicin y, como le he dicho, extraordinariamente ejecutados. Parte de la raison dtre del Castle, por as decirlo, es preservar la historia de la magia como una forma de arte, as que era agradable ver revividos algunos de aquellos nmeros, aunque slo fuera como una curiosidad histrica. Tenas que ver primero alguna de sus actuaciones para darte cuenta de cunto haban cambiado los gustos. Hace un siglo, el pblico no se asustaba ante la visin de la sangre, y nadie hubiese ni siquiera parpadeado ante cualquiera de las cosas que haca Carrefour. se es un cambio muy grande.
S, seor. Olvdese de algo tan inofensivo como un espectculo de magia donde slo se simula que se derrama sangre. Hace un siglo, las peleas de osos, perros y rias de gallos eran tremendamente populares. Por no mencionar las ejecuciones pblicas, los linchamientos. La gente acuda en masa. Sangre de verdad? Cuanta ms, mejor. En cambio, ahora la gente lo rechaza digo, al tiempo que recuerdo el comentario de Karl Kavanaugh sobre este cambio en los gustos. Efectivamente, incluso cuando saben que es una ilusin. Cuando ese joven
mago, David Blaine, se arranc el corazn del pecho ante las cmaras de televisin, me refiero a que meti la mano debajo de la camisa y sac aquel trozo de carne que chorreaba sangre y palpitaba, la cadena quiso interrumpir la emisin, y aquello fue por televisin. Qu clase de nmeros haca Carrefour? Uno de los habituales era el truco del cesto. Un truco muy viejo, antiqusimo. Lo ha visto alguna vez? Niego con la cabeza.
Ver, est muy en la lnea de la tradicin poner en peligro al ayudante del mago. En la actualidad, se ven algunos nmeros descafeinados y aspticos que van por esa lnea: cuchillos lanzados contra la hermosa ayudante para modelar su figura en una tabla, o algn truco mecnico, como el de la bella dama que es encerrada en una jaula o aserrada por la mitad. Sin embargo, no existe ninguna sensacin de peligro real. ste no es el caso con los viejos trucos. Se remarcaba el peligro. Se haca todo lo posible para aumentar el peligro para el ayudante. Comprendo.
Para los viejos trucos como los que haca Carrefour, el mago sola tener a un nio como ayudante. A menudo, era su propio hijo. No llegamos a las chicas guapas hasta un poco ms tarde. Ya sea una muchacha bonita o un nio, en ambos casos los ayudantes son sirvientes del mago y se emplean para reforzar su poder. En realidad, la introduccin de la mujer represent un cambio en la dinmica. El mago y su bella ayudante son algo as como un do sexualizado. Con el chico, lo que tenas, en cambio, era un simulacro de vida familiar. Padre e hijo.
Exactamente. El poder del mago era el de un patriarca, aunque en algunos casos, se pareca ms a una relacin amo-esclavo o, como diran algunos, dios-hombre. Uno de los trabajos del ayudante, por supuesto, es servir como agente de la distraccin. El mago quiere que el pblico no mire lo que est haciendo, as que si, por ejemplo, le lanza una pelota a su ayudante, todas las miradas seguirn la pelota, es instintivo. Como una fuente de distraccin, una mujer con poca ropa funciona; tambin es instintivo mirar a dichas criaturas, pero no consiguen ganarse el afecto del pblico, como ocurre con los nios. No consiguen poner a los espectadores de
su parte de la misma manera que un nio. Ya veo a lo que se refiere. Un chico tiene otros magnficos atributos como ayudante. Es pequeo y cabe en espacios reducidos. Pero, sobre todo, es mucho ms vulnerable que una mujer. Adems, est revestido con un manto de inocencia, as que el pblico no piensa en l, por decirlo de alguna forma, como una parte del engao. Ahora no puedes utilizar nios debido a las restricciones legales, as que Carrefour se vali de lo ms aproximado. Contrat a un joven, muy
menudo y de aspecto infantil, pero que tena la edad legal. Interesante. Cmo es el nmero? El truco del cesto era el nmero final del espectculo de Carrefour. Haba otros muchos efectos e ilusiones. Pero en el nmero del cesto, hacia el final de la actuacin, el chico comete un error, comete alguna torpeza con algn objeto del decorado o se comporta de una manera desafiante. Su amo lo obliga a meterse en el cesto como un castigo. A menudo, el cesto est colocado sobre un pedestal abierto para que el pblico vea que no hay
ninguna trampilla ni nada por el estilo, que el chico no tiene escapatoria posible. As que -DeLand da una palmada- el chico est encerrado y el mago contina con su actuacin, pero el chico no se calla, no deja de protestar. Finalmente, el mago se enfada. Est realizando un truco con espadas, coge una y la clava en el cesto. El chico grita: Eso me ha dolido! Me ha apualado!, pero esto slo sirve para que el mago se enfurezca todava ms. Mientras se oyen unos alaridos escalofriantes, el mago sigue atravesando el cesto con ms espadas, las entrecruza de tal manera que parece imposible que la persona encerrada
pueda sobrevivir. El mago est fuera de s, comprende?, lo han interrumpido en medio de un truco muy importante. Contina con el nmero y responde a los alaridos del chico con el ms absoluto desprecio: Adelante, grita todo lo que quieras, de nada te servir. No me impresionas. Dios mo, vaya llorica. Los gritos van disminuyendo en intensidad, luego se convierten en gimoteos, y finalmente se hace el silencio. E1 pblico est nervioso. El mago exhala un suspiro de satisfaccin y vuelve a dedicar su atencin a lo que est haciendo: materializar conejos, cruzar y descruzar aros, o lo que sea que
forme parte de su rutina. Los espectadores comienzan a preocuparse cuando ven que se est formando un charco de sangre al pie del pedestal. Al or sus gritos, hay un colaborador en la platea por si acaso nadie dice nada, el mago deja lo que est haciendo, se acerca al cesto y ve el charco de sangre. Abre la tapa y todos ven cmo le abruma el arrepentimiento. Hay que ser muy buen actor para que esto cuele, pero Carrefour es un actor de primera. Comienza a retirar las espadas, algo que hace con muchos titubeos y expresiones de sufrimiento. Luego exhorta a los espectadores a que lo
ayuden a devolver la vida a su ayudante. Se me erizan los cabellos de la nuca. Recuerdo al detective de Big Sur cuando me hablaba de los gemelos Ramrez. Me haba dicho que haba tenido que reunir los trozos de uno de los nios, que lo haban apualado repetidamente, lo haban atravesado de lado a lado. Despus, recuerdo sus palabras exactas: El chico era un acerico. Est usted bien? pregunta DeLand. Contine -consigo responder. Le explicar cmo funciona el truco del cesto; las espadas son de verdad, y
se clavan con fuerza. El truco funciona porque el ayudante ha ensayado cmo mover el cuerpo aqu y all de acuerdo con las indicaciones y la secuencia establecidas, as que las espadas no lo tocan en ningn momento. Ahora puede ver el motivo por el cual en la actualidad no se permite que los nios participen en ese nmero. Como en muchos otros de los viejos trucos, en el nmero del cesto algo puede salir mal. Me hago cargo. Algunos nmeros son muy peligrosos. El truco del cesto se basa en la ms estricta ejecucin de una serie de
movimientos por parte de dos individuos diferentes. No hay margen para el error. Atrapar balas es otro muy arriesgado. Formaba parte de muchos espectculos, pero es muy peligroso. Un famoso mago muri mientras lo realizaba en un teatro de Londres en 1930. Slo escucho a medias lo que me cuenta DeLand. Boudreaux realiz el truco de serrar a una mujer por la mitad con las gemelas Gabler, el truco del cesto con los gemelos Ramrez. Pero lo que me dijeron los chicos Sandling no me parece que sea parte de la preparacin de alguno de esos trucos.
Penn y Teller -contina DeLand- hacen el nmero de atrapar la bala simultneamente, pero Houdini, por ejemplo, a pesar de las muchas maneras que tena de ponerse en peligro, nunca atrap balas. Su modelo, RobertHoudin, un renombrado mago francs de mediados del siglo xviii, se hizo todava ms famoso cuando con el truco de atrapar una bala ayud a acabar con una rebelin en Argelia. Qu me dice. Oh, s. El gobierno francs lo envi a Argelia porque unos morabitos, es decir, unos anacoretas musulmanes, estaban
fomentando una rebelin, y se valan de unos trucos muy comunes para soliviantar a los lugareos. RobertHoudin organiz, al aire libre, una demostracin de sus poderes, y por extensin, de los poderes de Francia, para convencer a los lugareos de cul era la magia ms poderosa. El plato fuerte de la demostracin de RobertHoudin fue cuando ret en duelo a uno de los morabitos. Atrap la bala que le dispar con los dientes y despus dispar su arma todava cargada contra la pared encalada de uno de los edificios de la calle donde tena lugar el duelo. Al producirse el impacto de la bala, la pared blanca qued manchada con una enorme mancha de sangre.
Aquello fue la prueba final para los argelinos. La magia francesa de RobertHoudin era ms poderosa que la magia de los morabitos. Los argelinos perdieron la fe en los provocadores y se acab la rebelin. Lo contrat el gobierno francs? Oh, hay muchsimos ejemplos antiguos y mucho ms recientes de gobiernos que han contratado a magos. La CIA, sin ir ms lejos, contrat al mago John Mulholland para que les enseara a los espas cmo evitar ser descubiertos. Mulholland hizo demostraciones, dirigi seminarios y escribi una serie de
manuales para la Agencia. Manuales? Sobre distracciones, juegos de manos, sorpresas Increble! Pinselo. Qu hacen los espas? Todo no es ms que ilusiones y engaos. Un espa aparenta ser algo o alguien que no es. Un espa tiene que realizar su trabajo de una manera que no se detecte. Qu habilidades hay mejores que los juegos de manos y las tcnicas de la distraccin? Si puede conseguir que el tipo mire en otra direccin, o
sencillamente que no se fije en usted Se encoge de hombros. Por muy interesante que sea todo esto, quiero que DeLand se centre de nuevo en Carrefour. As que el truco del cesto era peligroso -digo. Efectivamente. Si el ayudante no se mova en la secuencia correcta, el mago olvidaba la secuencia, o se confunda, el ayudante poda acabar muerto. Hace una pausa para coger aliento-. Dios mo, le preocupa que sus hijos?
Creo que Boudreaux podra estar utilizando a los nios en alguno de sus nmeros. Le pido disculpas por mi celo al describir los efectos No me hara gracia ver a mi nieto de ayudante en el truco del cesto. Asiento y DeLand me pregunta: Por dnde iba? El mago, arrepentido por lo que ha hecho, le suplica al pblico que lo ayude a resucitar al chico. Eso es, s. Entonces canta o murmura
unas palabras, algo para concentrar su poder. Finalmente, est preparado, levanta la tapa del cesto y voil!, aparece el nio sin un rasguo. Vaya. Es el tema de la resurreccin, una persona que vuelve de entre los muertos. En realidad, sta es la base de una infinidad de trucos, una tradicin que se remonta al principio de la historia de la magia. Supongo que esos trucos tienen sus orgenes en los das en que los magos eran sacerdotes. Incluso los trucos de Houdini, cuando lo sumergan en el mar, esposado y sujeto con
cadenas, podran englobarse en esta clase de efectos. Eso, al menos, es lo que yo opino. Por qu? Es una muerte simblica. La figura solitaria, que reta a la muerte a que se lo lleve, la multitud que contiene la respiracin al unsono con el mago sumergido, mientras espera durante unos minutos que parecen eternos sin que se lo vea. Ser que esta vez ha ido demasiado lejos? Es posible que esta vez la muerte lo haya reclamado? Entonces, por fin, la heroica reaparicin. Aquello era recibido como algo milagroso, como una resurreccin.
Resurreccin o no, el caso es que al pblico no le gustaba el nmero del cesto que haca Carrefour. No, no les haca gracia. Tal como le he dicho, Carrefour es un actor muy dotado, y mucho me temo que demasiado impactante. La furia, la sangre, los gritos, todo era demasiado real. Ah radicaba su problema. Asustaba a la gente. Por supuesto, tena sus admiradores. Qu admiradores? Hum. Djeme pensar. DeLand frunce
el entrecejo-. Recuerdo a un tailands menudo y a una rusa. Olga no s qu. Haba un jeque. Unos cuantos tipos gticos, en realidad del todo inofensivos, pero a los que les gustaba ver sangre. Exhala un suspiro-. Ya han pasado algunos aos y no recuerdo sus nombres. Quiz alguien los recuerde. Podra preguntar. Oh, excepto uno: Mertz. Casi me olvido de Mertz, y eso que era el mayor admirador de Carrefour. Un autntico devoto. Creo que no se perdi ni una sola de sus actuaciones. Solan marcharse juntos, despus de la funcin. Slo me fij porque formaban una curiosa pareja. A qu se refiere?
Carrefour es un tipo alto, que llama mucho la atencin. Mertz, en cambio, es bajo y muy fornido, calvo como una bola de billar y casi tan ancho como alto. Riqusimo. Conduca un Rolls. Por supuesto, ambos eran europeos, as que haba un vnculo. Qu quiere decir? El nombre verdadero de Carrefour es Byron Boudreaux, y no es europeo. Es de Louisiana. DeLand me mira, atnito. No, es francs.
Sacudo la cabeza. No saba que Carrefour era su nombre artstico? Siempre lo conoc por el nombre de Alain Carrefour. Vaya, que me aspen. He recorrido mundo, incluso pas un par de aos en Francia. Nunca sospech ni por asomo ya le he dicho que Carrefour era un gran actor. Sacude la cabeza-. Quiz Mertz tambin sea un gringo -dice, y se re. Mertz era miembro del Castle? No lo s -responde con un tono de
duda-. Puedo averiguarlo. No actuaba, pero es posible que fuera un miembro asociado. Desde luego, era un habitual. Se tomaba la magia muy en serio. Por cierto, no creo que fuera norteamericano a menos que l, tambin, fuera un actor de primera. Puede que fuera francs o algo as. Quiz belga. Hasta qu punto se tomaba en serio la magia? Era un coleccionista de libros de magia. La mayora referentes al viejo truco indio de la cuerda. Hablamos del tema un par de veces. Tena algunos libros excepcionales en su coleccin.
Cosas muy difciles de encontrar, y, desde luego, muy caras. El truco de la cuerda? S. El legendario truco indio de la cuerda. Marco Polo lo mencion en su diario, que es del siglo xiii, pero se cree que es mucho ms antiguo. Es probable que tenga su origen en China, y que despus llegara a la India a travs de la ruta de la seda. El reloj que lleva en la pulsera emite varios pitidos agudos, y l mira a travs de las gafas para encontrar el botn correcto que apaga la alarma. Un suspiro.
Tengo que irme. Mi odontlogo me reclama. Se levanta-. Por qu no viene esta noche? Puede ver la funcin si quiere. Volver a tiempo para reunir la informacin que tengamos en los archivos referente a Carrefour. La de Mertz, tambin, si es que tenemos algo. Se la tendr preparada para que la recoja. Suena el telfono de DeLand. Es su taxi. Lo sigo escalera abajo. Hay un tipo que conoci a Carrefour; acta esta noche. Se llama Kelly Mason. Quiz quiera hablar con l. Es probable
que tambin conozca a Mertz, porque tenan un inters comn. Cul era? El truco de la cuerda. Mason escribi varios artculos sobre el truco y creo que Mertz le permiti el acceso a su coleccin. As que quiz sepa dnde est Mertz, y si encuentra a Mertz Es una posibilidad -admito-. Escuche, seor DeLand Oh, por favor, llmeme John. John, escuche. Le agradezco mucho su ayuda. Toda la informacin referente a
Carrefour, Mertz y cualquier direccin que pueda facilitarme me ser de gran ayuda. Adems, estoy muy interesado en hablar con Kelly Mason. Siempre a su disposicin -responde DeLand. Lo sigo hasta el exterior. El taxi lo est esperando en el camino de coches-. Le dejar una entrada. Podr recogerla en la taquilla. A qu hora? La primera funcin es a las siete, pero digamos a las ocho? Me reunir con usted en el bar.
De acuerdo. Antes de que me olvide -aade DeLand-. Tenemos una norma en cuanto a la vestimenta: traje y corbata. Levanto la mano en seal de despedida mientras el taxi se aleja. Veo cmo el coche amarillo aparece y desaparece, cuando desciende por el camino sinuoso. Estoy pensando en Mertz cuando subo a mi coche alquilado y bajo la colina. Me dirijo a mi hotel, que est en Santa Mnica, cerca de Venice, e intento encontrar una explicacin al hecho de que Boudreaux pueda tener admiradores.
Entonces me doy cuenta. Boudreaux tiene admiradores, por supuesto que tiene admiradores, y no slo por sus actuaciones en el Magic Castle. Recuerdo al mdico forense de Las Vegas cuando me deca que, en su opinin, el cuerpo de Clara Gabler haba sido cortado con una sierra circular, y lo extrao que eso le haba parecido, porque una motosierra habra bastado para lograr el mismo resultado. Barry Chisworth, sentado al otro lado de la mesa, con un mojito en la mano, comentndome las dificultades de transportar una sierra circular, un banco
para sujetarla y un generador para hacerla funcionar, hasta Conjure Canyon. El mdico forense estaba asombrado. Por qu alguien se tomara tantas molestias? Incluso cuando yo haba resuelto el enigma, que el asesino se haba tomado todas esas molestias porque a las gemelas Gabler las haban matado durante una actuacin, nunca se me haba ocurrido pensar en un elemento clave de cualquier espectculo. El pblico. Byron Boudreaux quiz haba dejado de ofrecer espectculos de magia en pblico. Pero no haba dejado de actuar. Sin duda, haba tenido a un pblico
delante para ver cmo cortaba a Clara Gabler por la mitad. Un crculo de espectadores para presenciar los asesinatos de Julio y Wilson Ramrez. De la misma manera que habra un pblico presente para presenciar el espectculo cuando asesinara a mis hijos. Estas siniestras inversiones de los trucos de magia habituales tiene que ser a lo que se refera Byron en su postal a Diment, a lo que se refera cuando escribi: Magia real. Los integrantes de ese pblico saben que las ilusiones no son tales? Que se
sacrifican vidas en el transcurso de la funcin? Creo que s. Creo que deben de saberlo. Creo que sa es la clave de todo. Mertz. Mertz. Qu dijo DeLand del tipo? Que era francs o algo as, que era rico, y que coleccionaba libros sobre el truco de la cuerda. El truco de la cuerda. Lo que s del truco de la cuerda podra escribirlo en el reverso de un sello de correos: Es algo que solan hacer en la India. Arrojaban una cuerda al aire, y sta quedaba colgada. Luego suban por la cuerda o algo as.
Entonces tengo una horrible secuencia de pensamientos. Mertz es el gran admirador de Boudreaux. Mertz est obsesionado con el truco de la cuerda. Qu me dijeron los gemelos Sandling sobre lo que hacan en el casern antes de escaparse? Hacan ejercicios. Durante horas, todos los das. Trepaban por cuerdas.
Captulo 42
estrella que est en Santa Mnica, hacia el lado de Venice. Me registro, subo a la habitacin, y busco magia en la gua de telfonos. Encuentro dos columnas de libreras especializadas en magia y ocultismo. La ms cercana est en Hollywood Boulevard, y resulta ser uno de esos locales en los que tienes que llamar al timbre para entrar. Es un sitio pequeo, y est abarrotado de pilas de libros viejos que llegan hasta el techo. El olor a libro viejo, una amalgama de papel que se desintegra y moho, impregna el aire. El hombre que me ha abierto la puerta est sentado a una mesa en el
fondo. Habla por telfono y levanta una mano para saludarme. En una mesa central hay cajas de plstico con carteles y panfletos, cada uno de ellos protegido por una funda de plstico. Echo una ojeada a los panfletos, la mayora de los cuales son antiguos y describen cmo ejecutar diversos trucos, mientras espero a que el hombre acabe con su conversacin. Un minuto ms tarde viene a mi encuentro. Es joven, con los cabellos oscuros y largos, gafas con montura metlica y un pendiente de oro en una oreja.
En qu puedo ayudarlo? Estoy buscando algn libro sobre el truco de la cuerda. Es usted coleccionista? No, slo necesito algo que me lo describa, que hable de su historia. De acuerdo, creo que tengo alguna cosa. Lo sigo por un pasillo angosto y lo observo mientras sube por una escalera de madera. Baja con un manoseado ejemplar en rstica guardado en una funda de plstico-. ste es una compilacin de los trucos ms famosos
en la historia de la magia. No est en muy buen estado, pero tiene un captulo muy bueno sobre el truco de la cuerda. Ladea la cabeza y me sonre-. Alguna cosa ms? Slo una. Estoy buscando a un tipo. Sola vivir en Los ngeles. Trabajaba en el Magic Castle. Adelante. Su nombre artstico era Carrefour. Matre Carrefour. No. Niega con la cabeza-. No me suena.
Le suena un tipo llamado Mertz? Un europeo, quiz francs. Colecciona libros sobre el truco de la cuerda. Lo siento. Es mi imaginacin o es que ha contestado con demasiada prisa?. Slo estoy aqu sustituyendo a mi to, que es el dueo de la librera. S que he sido demasiado directo. Por lo general, no me lanzo de cabeza de esta manera. En cualquier otro momento, tratara de ganrmelo, procurar caerle bien, engatusarlo un poco. sa es la manera como consigues que las personas te cuenten cosas que no deberan contarte. Me lo recuerdo, me digo a m
mismo que primero debo ganrmelo, pero soy incapaz de hacer el esfuerzo de presentarme como un tipo encantador. Quiz se me haya agotado la seduccin. Podra darme el nmero de telfono de su to? Es importante. Dado que el tal Mertz era un coleccionista, y que viva aqu en Los ngeles, ste parece el lugar ms No -responde el muchacho. Se mira las manos, y de nuevo noto un leve titubeo antes de darme la respuesta-. Lo siento, pero mi to Frank est en Croacia. Una pausa-. En un recorrido turstico. No tiene telfono.
Vaya. Sabe cundo regresar? Dentro de un par de semanas. En ese caso, slo el libro -le digo, convencido por su lenguaje corporal de que est mintiendo. Ha odo hablar de Mertz. He hecho tantas entrevistas que conozco las seales. Lo sigo hasta la caja, marca el libro (9,25 dlares), y luego lo guarda en una bolsa de papel. El ticket en la bolsa? pregunta. S. Permtame una ltima pregunta.
Conoce alguna otra librera o tienda de magia donde pueda preguntar? Necesito encontrar a este tipo, Carrefour. Esto parece relajarlo, la ocasin de pasar el testigo. Claro, est Magic Magic, en Sunset. Puede probar all. Pero resulta ser que Magic Magic est cerrado. El cartel dice, que abren de diez a dos. Tendr que volver maana. Me siento en la cama en mi habitacin del hotel y busco en el libro el truco de la cuerda. El captulo es largo y comienza con la referencia a la
antigedad del truco. Se menciona de pasada en los Upanishads. Un poco ms adelante, se habla del truco de la cuerda en los textos sagrados budistas como uno de los entretenimientos realizados en un intento (fracasado) de provocar una sonrisa en el joven prncipe que ms tarde sera Buda, un chico que nunca sonri en toda su vida. El truco se hizo tan famoso durante la poca del gobierno colonial britnico que se utiliz, junto con otros trucos, para fomentar el reclutamiento de soldados para el ejrcito ingls. A los oficiales indios se les ofreci una recompensa de un ao de paga si encontraban a alguien que practicara el truco. En 1875, una
sociedad de magos en Londres ofreci una gran recompensa a cualquiera capaz de hacer el truco en pblico. Tambin incluye una extensa explicacin de los paralelismos del truco con la cosmogona hind, y del cuento infantil de Jack y la habichuela, y otros mitos de la escalera hacia el cielo. Hay incluso una interpretacin freudiana del truco, centrado en la inesperada rigidez de la cuerda. Finalmente, llego a un artculo publicado en la edicin de 1898 de The Lahore Civil and Military Gazette: El mago cogi una gran bola de
cuerda, y despus de sujetar uno de los extremos de la cuerda a su bolsa, que estaba en el suelo, arroj la bola al aire con todas sus fuerzas. (En muchas versiones, la bola cae una y otra vez al suelo antes de que el mago tenga xito.) En lugar de caer al suelo, la bola continu ascendiendo lentamente, al tiempo que se desenrollaba, hasta que desapareci en las nubes. No haba ninguna casa (o cualquier otra edificacin) donde podra haber cado Una gran parte de su longitud permaneci rgida. El mago [entonces] le orden a su hijo, que era su ayudante, que trepara por la
cuerda. El nio sujet la cuerda con las manos y comenz a subir con la agilidad de un mono. Fue hacindose cada vez ms pequeo, hasta que desapareci entre las nubes como haba pasado con la cuerda. Luego el mago se despreocup de la cuerda y se ocup de hacer otros trucos menores. Al cabo de un rato, le dijo al pblico que necesitaba de los servicios de su hijo, y le grit que bajara. El nio respondi desde las alturas que no quera bajar. Despus de haber intentado convencerlo por las buenas, el mago se puso furioso y le orden a su hijo que descendiera inmediatamente so pena de muerte. Despus de recibir otra respuesta
negativa, el hombre, fuera de s, se puso un cuchillo de gran tamao entre los dientes, comenz a trepar por la cuerda y desapareci entre las nubes. De pronto se oy un grito y, para horror de los espectadores, comenzaron a caer gotas de sangre del lugar donde el mago haba desaparecido entre las nubes. A continuacin cay el nio, cortado en pedazos: primero las piernas, luego el tronco y despus la cabeza. En el momento en que la cabeza del nio toc el suelo, el mago se descolg por la cuerda con el cuchillo sujeto al
cinturn. (En muchos relatos, el mago, al llegar a este punto, se muestra desconsolado. Oh, lo que he hecho, etctera.) Sin darse mucha prisa [el mago entonces] recogi las partes del cuerpo del nio y las puso debajo de un trozo de tela [encima de un cesto] Reuni su parafernalia mgica (a menudo, al mismo tiempo que entonan una serie de frmulas mgicas), apart la tela [del cesto] y (mirabile dictu!) el nio [apareci] sin un rasguo. Luego leo un artculo donde se ofrece una posible explicacin del truco. Siempre se realizaba en terrenos
montaosos, con una cuerda de catgut o una soga sujeta entre dos promontorios. Se crea que instalaban sendas plataformas a cada lado, donde unos ayudantes invisibles tiraban de la soga y de esa manera mantenan rgida la cuerda. Un acrbata o un funambulista esperaba en lo alto, oculto entre la niebla y fuera de la vista. Cuando se lanzaba la cuerda, la punta lastrada se enganchaba a la soga. Entonces, el ayudante caminaba por la soga, y la sujetaba. A continuacin, con la ayuda de otro hombre situado en la plataforma opuesta, se tensaba la cuerda. El truco siempre se realizaba al anochecer o al alba y en una ubicacin donde la niebla
era frecuente, para ocultar de esa manera el lugar donde desaparecan la cuerda, luego el nio y, por ltimo, el mago. Si la naturaleza no cooperaba con niebla o bruma, se empleaban braseros para producir humo en abundancia. En cuanto al resto del truco, las opiniones variaban. Algunos consideraban que el pblico era vctima de una hipnosis colectiva o que se echaban hachs y opio en las hogueras que se encendan habitualmente en estos espectculos: el aire, cargado con productos alucingenos, era empujado hacia el pblico gracias a los enrgicos aspavientos del mago. Otros sostenan que los lugares donde se realizaban las
representaciones eran escogidos meticulosamente, de tal manera que, en un momento dado, la luz solar cegara a los espectadores. Haba quien afirmaba que las partes sanguinolentas del nio no eran ms que partes de un mono descuartizado, al que previamente haban afeitado, con el rostro manchado de sangre y oscurecido con un turbante. Otros decan que los trozos lanzados al suelo eran partes de una efigie de cera, idntica al nio. En estos casos, se supona que el nio bajaba por la cuerda oculto entre los pliegues de la tnica del mago. Un historiador situaba los orgenes de la
magia en los tabernculos de las antiguas religiones. stas eran creencias donde el sacrificio, incluso el sacrificio humano, era algo comn, una parte de la liturgia. Qu es un sacrificio sino un ritual donde las fuerzas de la destruccin, aquellas que causan la muerte, son transformadas en las fuerzas de la vida y la creacin? Segn este historiador, la magia que vemos en los escenarios es una reinterpretacin de estos antiguos ritos religiosos. El desafo de las leyes naturales encarnadas en los trucos ms famosos (levitacin, desmaterializacin, etctera) repite los viejos milagros religiosos, y de esta manera continan
siendo misteriosos y potentes incluso despus de haberse convertido en algo seguro. Los dioses, aade, tienen poderes sobrenaturales; es una de las caractersticas que los define. Buda, aunque no es exactamente un dios, a menudo demostraba su perfeccin al levitar unos metros por encima de la tierra. El dios de Abraham dominaba la naturaleza. No slo era capaz de producir una voz en un tornado, o la combustin espontnea de una zarza, sino que poda separar las aguas del mar. Jess de Nazaret demostr su poder con la multiplicacin de los
panes, caminando sobre el agua, curando a los enfermos y resucitando a los muertos. En cuanto al truco de la cuerda, durante su ejecucin, muere un nio y despus vuelve a la vida. Por lo tanto, representa lo ms profundo de estas reinterpretaciones sagradas. Despus, el experto opinaba objetivamente que la razn por la que nadie haba aceptado el desafo de lord Northbrook -la oferta de diez mil libras esterlinas (una fortuna en 1875) a cualquiera que fuera capaz de realizar el truco de la cuerda- era que el ingrediente clave del truco es una
pareja de gemelos idnticos, y son difciles de encontrar. El secreto, por supuesto, es muy sencillo: uno de los gemelos es sacrificado en la realizacin del truco. Lo saba por supuesto que lo saba. Lo haba deducido haca mucho tiempo, mientras estaba en Red Rock Canyon. Clara Gabler haba muerto en el escenario. Carla haba aparecido sana y salva, y sin duda con una amplia sonrisa para mostrar sus dientes blanqueados. Luego, cuando la funcin haba acabado y el pblico se haba marchado, Carla haba sido asesinada de un disparo en la cabeza. Lo mismo les haba ocurrido a
los gemelos Ramrez. Despus de estas actuaciones, el hermano sobreviviente era una redundancia, un incordio y un peligro. En el caso de los gemelos Ramrez, Byron Boudreaux lo haba planeado muy bien. Sin duda haba ayudado a Charley Vermillion para que presentara la peticin de libertad en Port Sulfur, y lo haba arreglado todo para que se convirtiera en el asesino de los chicos Ramrez. Estoy seguro de que Boudreaux encontr la cabaa cerca de Big Sur, y luego se la ofreci a Vermillion. Finalizada la actuacin donde haban muerto los gemelos Ramrez, Boudreaux le haba dado la
cpsula de cianuro potsico a Charley. A saber qu le dijo que era. Por ltimo, le haba dado el soplo a la polica. Lo s, s, pero es pura adivinanza. Leer la opinin de un experto, escrita con un cierto distanciamiento y la prosa un tanto anticuada de 1952 -antes de mi nacimiento-, me centra. Permanezco sentado durante un minuto, con el corazn en un puo. Tengo que encontrarlos. Escribo Mertz en la pgina web de Anywho y obtengo una media docena de entradas en el rea de Los ngeles. Pero
despus de comprobarlas, est claro que ninguna corresponde al hombre que busco. Llamo a Mary McCafferty y le pido consejo. Me cita a Emma Sandling; quiz ella pueda localizar a Mertz. McCafferty se disculpa, estaba a punto de salir para una boda, pero me da los nombres y los nmeros de telfono de dos investigadores en Los ngeles. Qu les digo? Todo lo que tiene es el apellido? Mertz? As es, y que es extranjero.
Dgales que averigen si tiene un telfono que no figura en la gua. Tambin que prueben con el registro de la propiedad. Quiz era dueo de una casa. Llamo a uno de los investigadores. Me promete llamarme por la maana. Como despus, aparentemente, no tengo nada ms que hacer, busco magos en las Pginas Amarillas, y comienzo a llamar. Es un poco como estar de nuevo en la rueda del hmster, pero no se me ocurre otra cosa para matar el tiempo hasta que sea la hora de ir al Magic Castle.
Paso tres horas al telfono. La mayora de las veces me responde un contestador automtico. De los pocos magos con los que consigo hablar, tres recuerdan a Carrefour; todos lo vieron actuar en el Castle. Ninguno de ellos lo conoca personalmente ni puede darme informacin sobre su domicilio, sus amigos o su paradero. Nunca han odo hablar de Byron Boudreaux, y slo lo conocen como Carrefour, Matre Carrefour, y algunas veces Doctor Carrefour, un hombre que hablaba ingls, pero con acento. Es hora de irme. Me pongo una camisa limpia, me anudo la corbata y salgo para ir al Castle, ansioso por ver a DeLand y
Kelly Mason, el mago que conoca a Carrefour y a Mertz. El cielo est encapotado, y el Castle, una sombra estructura digna de una novela gtica, tiene un aspecto amenazador cuando subo la colina. Pero es una amenaza falsa. Visto de cerca, el Castle tiene un bonito jardn, huspedes impecablemente vestidos y aparcacoches. Recojo mi entrada en la taquilla, donde me entregan un programa con todos los espectculos, y luego me sealan una puerta con muchos arabescos y lo que debo decir. Le digo brete, ssamo a la lechuza de ojos rojos colocada en el centro de la puerta,
y sta se abre. Todo el lugar es as: alterna lo siniestro con lo encantador, lo ms indicado para una cita un tanto excntrica o una noche de aventura con tu madre. El hecho de que todo el mundo vaya correctamente vestido, una anomala en esta ciudad informal, contribuye a la atmsfera un tanto anticuada del lugar. Me abro paso a travs de la muchedumbre y llego al bar, que me recuerda a un agradable pub ingls, con los cristales esmerilados, y lucho para acercarme al camarero. La multitud se apretuja alegremente, y se oyen las risas por doquier. Encuentro una mesa diminuta contra la pared del fondo. Tal como me haba comentado
DeLand, veo por lo menos media docena de tipos con cartas en las manos, que hacen trucos o, en algunos casos, los explican. En los diez minutos que transcurren antes de que llegue DeLand, me doy cuenta de que al menos la mitad de las personas que me rodean son magos. DeLand habla como mnimo con una docena de ellos antes de llegar a mi mesa. Se sienta y me entrega un sobre. No s si esto le servir de mucho. Hay una direccin y un nmero de telfono, algo que parece un nmero de identificacin fiscal, aunque no aparece
ningn nmero de la seguridad social. Me doy cuenta de que probablemente sea una prdida de tiempo. Recuerde que est hablando con el hombre convencido de que el tipo era francs. Tambin pregunt por Mertz. Era un miembro asociado del Castle. Viva en Beverly Hills. La direccin est en el sobre. Una mujer con un vestido de satn rosa le sirve una copa. Gracias, Sally -dice DeLand, y le pone el dinero en la mano-. Cmo has sabido que quera una copa? La mujer trina como un pjaro, cosa que
a nadie parece llamarle la atencin excepto a m, y se aleja con una sonrisa. Salud -brinda DeLand, con la copa en alto-. No puedo quedarme. Tengo que dar una vuelta y ver si hay alguien ms con quien debera hablar; si es as, se lo traer. Seguramente querr ver el espectculo de Kelly a las nueve. Acta en el Parlour. Podr hablar con l cuando termine. Se levanta y se acaba la copa-. Si va a cenar -aade-, le recomiendo el filete. Lo preparan muy bien. Deja la copa y se encamina hacia la puerta. Quince minutos ms tarde, apenas si ha
recorrido la mitad de la distancia. Me dirijo a una zona tranquila para comunicar las direcciones y los nmeros de telfono que hay en el sobre al investigador. Aunque dudo que Carrefour haya dejado su nueva direccin. Me asust -afirma Kelly Mason, cuando hablo con l en el pequeo camerino, despus del espectculo. Carrefour? No. Sus nmeros eran un tanto siniestros, pero no pareca mal tipo. Luc Mertz fue el que me asust de mala manera. Viva en aquella mansin
Fue all? S. Me invit. Una casa estilo espaol en Beverly Hills. Pero no s. Tenamos un inters en comn, pero Mason todava lleva el maquillaje, algo que exagera sus expresiones, as que ahora parece la viva imagen del hombre perplejo-. No poda hablar con l. Quiz fuera cosa del lenguaje, o la evidente disparidad de ingresos. Tena cosas que no poda crermelas. Como erudito, fue todo un privilegio ver algunos de los viejos carteles y documentos, y fue muy generoso al permitir que les hiciera fotografas e incluso publicarlas. Pero
todo el tiempo que estuve all, me sent muy incmodo. Cuando me invit de nuevo, me invent una excusa. Como diran mis padres hippies, me daba malas vibraciones. Estoy cansado cuando llego al hotel, y al entrar en mi habitacin, descubro que alguien ha estado aqu. La lmpara y el telfono han desaparecido de la mesilla de noche, junto a la cama, y han sido sustituidos por unas monedas con la cabeza de Mercurio dispuestas en forma de cruz. Por encima de la parte superior de la cruz hay algo absolutamente inesperado: un pjaro de azcar blanco, una golosina tpica de la Pascua. Cmo los llaman?
Pollitos. Un pollito blanco. Una cruz. Al principio no lo capto. Despus, s. El feo rostro de Diment aparece en mi memoria. Seala el matasellos en la postal de Point Arena. Para la gente vaudoo, ste es un da muy importante. Sagrado para el Marassa. Por eso Byron envi la tarjeta este da. El 10 de agosto. Podra decirse que es la Pascua vaudoo. As que ahora s quin, qu, cundo, cmo y por qu. Byron Boudreaux es
quin, y lo que har, lo que quiere hacer, es matar a los chicos, a mis chicos, a uno con un cuchillo y al otro con una pistola. Ocurrir dentro de cuatro das a partir de hoy, en una actuacin de magia real que equivale a algo as como una ceremonia religiosa. Ahora lo s todo: quin, qu, cundo, cmo y por qu. Slo que no s dnde.
Captulo 43
Hay docenas de maneras por las que Boudreaux puede haberse enterado de que le sigo la pista, pero el hecho de que sepa dnde me alojo reduce el campo de fuentes potenciales a las personas de Los ngeles. Porque nadie ms sabe que estoy aqu. Quiz fue el chico de la librera, o alguno de los magos con los que habl en el Castle. Dej el nmero del hotel en mis llamadas a los magos que figuran en las Pginas Amarillas, para que, si respondan, no tuvieran que hacer una llamada a larga distancia a mi mvil. No importa. Byron me ha encontrado y
me lo hace saber, lo tengo delante mismo de las narices. Es el factor burla que haba mencionado Shoffler; fantstico. Hasta cierto punto, su aparicin es una buena noticia. Significa que ha salido al descubierto. Significa que quiere jugar. Quiz cometa algn desliz y pueda encontrarlo. Pero no puedo quedarme sentado sin ms, esperando a que Byron y Mertz vengan por m. Cuatro das. Por la maana, tengo una cita con el investigador privado. Aparco cerca de su despacho en un vecindario venido a
menos cerca del Manns Chinese Theatre. Me aseguro de cerrar el coche, a la vista de la categora del barrio. Los turistas se agachan en la acera para poner sus manos en las huellas de las manos de Arnold, Clint o Julia. Hay algo en la manera en como posan, bromean y le sonren a la cmara que me deprime. Son turistas que se divierten. Supongo que me recuerda el da que los nios y yo fuimos a la feria medieval. Recib su llamada -me dice el investigador. Sacude la cabeza-. No encontr absolutamente nada sobre Carrefour. Lo subarrendaba todo, el coche era de alquiler. La tarjeta de
identificacin fiscal era falsa, corresponde a un jubilado en Iowa. Su tipo es un fantasma. Tiene todos los documentos que necesitas para sobrevivir en la era de la informacin, pero ninguno legtimo. Tambin comprob el apellido Boudreaux. No consegu nada. En cuanto a este tipo, Mertz, tuve ms suerte. La casa de Beverly Hills? Barrymore Drive. Un lugar bonito. Mertz la alquilaba, pero se march el ao pasado. Dej alguna direccin?
Un apartado de correos. Lo dio de baja hace seis meses. No esperaba gran cosa, pero incluso as, es otra va muerta. Es casi ms de lo que puedo soportar. No puedo permitirme ms callejones sin salida; no puedo perder ni un minuto. Una gota de sudor me corre por la espalda. Mientras me levanto, busco la cartera para pagarle al investigador. Un momento -dice-. Encontr algo que quiz le interese. Qu?
Al buscar en los registros, encontr una cosa. Ahora lo tienen todo informatizado. Estaba tratando de averiguar si el tipo haba pagado la contribucin urbana en Beverly Hills, cosa que no hizo, pero su nombre apareci en un caso. De qu clase? El investigador se inclina hacia m. Aduanas. Le confiscaron unos vdeos a Mertz y l los reclam por la va judicial. Qu tipo de vdeos?
El investigador se encoge de hombros. No lo s. Pero copi el archivo. No podr ocuparme hasta maana, pero si tiene prisa, puede averiguarlo por su cuenta. El nombre del funcionario de aduanas que fue testigo en el caso de Mertz se llama Michael Aguilar. En aquel entonces trabajaba en el aeropuerto de Los ngeles, y todava sigue hacindolo. Estoy a una manzana de mi coche cuando finalmente se pone al telfono. Me dice que acaba el turno a medioda.
As que, si quiere hablar conmigo, es el mejor momento. Hace una pausa-. Maldita sea. Mi hija se ha llevado mi mvil. Le dir qu haremos; hay un bar en el vestbulo de la TBI. Podemos encontrarnos all. La TBI? La terminal internacional. La Tom Bradley International. All estar. Le parece bien a las doce y cuarto? Perfecto.
Quiero saber si tengo algn mensaje en el hotel, y quiz llamar a Shoffler. Ver si tiene algn consejo. Abro el coche. Hay un folleto en el asiento del conductor. Lo cojo sin ms y lo dejo sobre el salpicadero, pero entonces caigo en cuenta: yo cerr el coche. En la portada del folleto, el logo del infinito parece flotar sobre las palabras Hollywood forever. Tambin aparece la foto de un obelisco junto a un lago y los rostros enmarcados en valos de viejas estrellas de cine. (Identifico a Rodolfo Valentino y Jayne Mansfield.)
Despliego el folleto y encuentro que el interior es un plano: calles y caminos con nombres, un lago y rboles: el plano de un cementerio. No muy lejos de la entrada, a la izquierda de Memorial Lane, han pegado dos figuras diminutas: ngeles dorados gemelos, uno al lado del otro. Me tiemblan las manos y en mi cabeza se agolpan las preguntas sin respuesta. El plano de un cementerio? Esto significa que mis hijos estn muertos? Pongo en marcha el coche y hago un cambio de sentido, lo que provoca los bocinazos de protesta de varios
conductores. He odo hablar de ese cementerio. S dnde est, en Santa Mnica, en un barrio duro cerca de Plummer Park, en la zona de Los ngeles donde viven muchos rusos. Hicimos un reportaje sobre las mafias rusas en Estados Unidos y rodamos una parte en esa zona de Los ngeles. Muy pronto paso por delante de tiendas con los letreros en alfabeto cirlico. Mientras espero a que el semforo se ponga verde, bajo la ventanilla y le pregunto a un transente: Perdone? Puede decirme dnde est el cementerio, el Hollywood Forever?
El hombre se vuelve hacia m y me sonre. Por supuesto, amigo -responde con un fuerte acento ruso-. Ciento por ciento. A diez manzanas, a la derecha. Ya lo ver. Ciento por ciento. Recuerdo la frase de cuando hicimos el reportaje. Es lo que dicen los inmigrantes rusos cuando estn seguros de algo. Ahora mismo, no estoy seguro de nada. Estaba tan seguro de que el 10 de agosto era Pero ahora Hollywood Forever. Estoy
aterrorizado. Recuerdo a Diane o a Barbara cuando entrevistaban al joven empresario que haba comprado el cementerio y lo haba rescatado de la bancarrota. La ltima morada de muchos de los grandes de Hollywood (Cecil B. DeMille! Rodolfo Valentino! Jayne Mansfield! Douglas Fairbanks! padre e hijo-) pasaba por una mala poca. Luego lo compraron, le cambiaron el nombre y lo renovaron, tanto para los turistas como para los difuntos. Si no recuerdo mal, todava funciona como cementerio: una de sus especialidades son los tributos filmados, que se archivan in situ y que
se pueden ver, as que despus de visitar la tumba donde estn los despojos mortales, los familiares y amigos tambin pueden ver pelculas protagonizadas por los desaparecidos. Entro en la necrpolis. Es obvio por las lpidas de rusos y latinos que el cambio demogrfico en el barrio est representado aqu. Cuando veo la zona marcada por los ngeles, aparco a un lado del camino y me apeo del coche. Agrupadas contra un muro de piedra estn las tumbas de los nios. Juguetes, zapatitos de beb de bronce, fotografas, estatuas de ngeles, conmovedores testimonios de amor y pesar cubren las
pequeas sepulturas. Camino entre ellas, sin saber muy bien qu busco, hasta que llego al final de la hilera. All, en un trozo de tierra vaco, dos caballos de plstico montados por dos caballeros de plstico se enfrentan el uno al otro, las lanzas en alto. Dos figuras de FisherPrice idnticas, con una sonrisa perpetua en sus rostros pintados, los contemplan. Durante unos momentos, estoy paralizado y luego echo a correr hacia el coche. Tardo un rato, pero al final convenzo a una mujer que trabaja en la administracin del cementerio para que me acompae hasta las tumbas de los nios. Vamos en su coche, un sobrio
Mercedes negro. Est tan acostumbrada a hablar con los deudos que mi agitacin no parece inquietarla. De vez en cuando, apoya una mano en mi brazo como si quisiera consolarme. Cuando llegamos al lugar donde se enfrentan los caballeros de plstico, usa el mvil para llamar a la administracin. Luego, mientras me mira con una expresin bondadosa, dice el nmero de la parcela y las coordenadas. Llmame para comunicarme su estado, vale? Quiero saber la identidad del difunto, la fecha del enterramiento, la funeraria, lo que tengas. Muy bien.
Mientras esperamos la llamada con las respuestas, me comenta: Debera haber una lpida, pero a veces tardan en colocarla. Soy incapaz de decir ni una palabra. Para su mrito, la mujer slo me aprieta el brazo y respeta mi silencio. Esperamos. Ella parece contemplar las figuras que forman las nubes. Yo no puedo apartar la mirada de los caballeros de plstico, las figuras de Fisher-Price, la tierra desnuda. Suena su mvil, un pitido discreto. Me da la espalda mientras habla.
No? susurra-. No puede ser. Santo Dios, las cosas que se le ocurre hacer a la gente. Guarda el mvil en la funda que lleva en la cintura y me mira; el entrecejo levemente fruncido altera un tanto su expresin serena. Esto es lo que alguien interpreta como una broma -dice, y se agacha para recoger los juguetes-. Aqu no hay nadie enterrado. Es una de las seis parcelas que hemos retirado de la venta. Aqu instalaremos una fuente, para la zona de los pequeos. Inclina la cabeza hacia un lado y apoya una mano en mi brazo-.
Oiga, ste es un lugar muy grande, es fcil confundirse. Si est buscando una tumba en particular, tendra que ir a la oficina que lleva el registro de las sepulturas. Est en el mismo edificio donde me encontr. De acuerdo? Lo llevar en mi coche. Comienza a caminar hacia el coche y la acompao. Ambos lo omos al mismo tiempo: las cristalinas notas de una flauta. Es un sonido triste y hermoso. No es bonito? dice la mujer mientras nos volvemos al unsono para ver de dnde procede la msica-. No saba que hoy se realizara una
ceremonia. Entonces lo veo, apoyado tranquilamente en una lpida, a menos de diez metros de m. Lleva unos pantalones color arena y una camisa blanca. Sostiene la flauta contra los labios. Eh! protesta la mujer cuando voy por l, pero ya me he ido. Corro entre las lpidas y los visitantes del cementerio, que miran, sorprendidos. Corra los cuatrocientos metros en el instituto, y aunque no estoy en forma, todava soy rpido y recorto la ventaja. Corro hacia un pequeo lago, en
medio de una zona ajardinada con rboles y setos, donde estn los mausoleos familiares. El lugar ofrece tantos sitios donde ocultarse que en un par de ocasiones lo pierdo de vista, pero entonces l toca la flauta y asoma por detrs de un rbol o una lpida. Tengo la sensacin de que me estallarn los pulmones, noto los calambres en los cudriceps cuando veo que corre por una pasarela que lleva a una isla situada en medio del lago. Acelero: se ha metido en la trampa. Ya prcticamente lo siento, su cuerpo debajo del mo cuando me arrojo sobre l y lo tumbo.
Corremos a lo largo de un gran mausoleo erigido en la isla y estoy tan cerca que veo la marca de las zapatillas que calza: Nike. Llega al final del mausoleo y da la vuelta a la esquina. Estoy slo un par de segundos ms atrs, y sin embargo, cuando rodeo la esquina, por imposible que parezca, no est all. Se ha desvanecido.
Captulo 44
sin embargo, se ha esfumado. Dedico los siguientes cuarenta y cinco minutos a la bsqueda: primero lo busco a l, y despus intento descubrir cmo lo ha hecho. Observo el entorno, convencido de que volver a verlo, que est jugando conmigo, como antes. Me equivoco. Luego recorro el mausoleo y todos los alrededores: busco entre los rboles, los setos, las lpidas. Incluso me acerco al lago y miro en el agua. Busco cualquier lugar donde haya podido ocultarse, aunque slo sea por un momento, y me devano los sesos intentando descubrir cmo ha realizado el nmero de la desaparicin. No encuentro absolutamente nada.
Me acerco a los otros visitantes de la isla y los alrededores. Muchos han visto al Flautista, han odo la msica, incluso me han visto perseguirlo, pero nadie ha visto dnde ha ido. Nadie lo ha visto desaparecer. No me lo creo, por supuesto. S que no ha desaparecido. Slo ha sido un truco, una ilusin. l dej el folleto de Hollywood Forever en mi coche; saba que vendra al cementerio. Tuvo tiempo ms que suficiente para disponerlo todo. Mont el escenario con los caballeros y los juguetes, esper a que los viera, y despus hizo que lo persiguiera. Saba
adonde me llevara, porque me guiaba. Pero, aun as, cmo lo ha hecho? No encuentro nada, absolutamente nada, que le haya permitido desaparecer de esa manera. Claro que, despus de todo, es un mago. Si dispusiera de un da o una semana, quiz descubrira cmo lo ha hecho, pero no tengo tiempo. Todava sacudo la cabeza como muestra de mi desconcierto cuando salgo del cementerio y me dirijo al aeropuerto de Los ngeles. Mike Aguilar es un chicano cachazudo que no me reprocha haber llegado quince minutos tarde.
Es el trfico. Sacude la cabeza-. El tipo que quiera ceirse a un horario acaba loco. El camarero nos sirve un par de cervezas, patatas fritas y salsa. As que le interesa ese tipo, Mertz aade Aguilar-. La verdad es que es un tipo interesante. No me sorprende que alguien quiera echarle una ojeada a ese hombre. Tengo entendido que le confiscaron unos vdeos y que fue a juicio para que se los devolvieran.
Aguilar niega con la cabeza. Present la reclamacin, pero no fue a l a quien se los confiscamos. Le quitamos los vdeos a un empleado suyo, a un fotgrafo japons que vena a Estados Unidos desde Croacia o algn otro lugar. Los vdeos estaban guardados en cajas con cartulas falsas. Creo que una era El rey len. Eso fue lo que me llam la atencin. Me pareci que probablemente era pornografa, porque el tipo no tena pinta de que le gustaran las pelculas infantiles. Qu pas? Vimos un par de minutos de cada
vdeo, y despus los confiscamos. As que era pornografa. No. Era mucho peor. De acuerdo con las normas sociales, y me da lo mismo que hablemos de Los ngeles o Fargo, aquellos vdeos tendran que haberlos quemado. Pero Ver, Mertz le pag a ese tipo para que viajara y filmara vdeos en lugares como Bosnia, Albania o Sierra Leona. As, lo que haba en los vdeos eran personas a las que torturaban o mataban, delante de
la cmara. En vivo y en directo! Era como una de esas pelculas snuff, pero sin el sexo. Nada de poltica, ningn contexto. Slo noventa minutos de personas que moran en primer plano. El tipo iba de campos de concentracin a crceles clandestinas, pagaba sobornos y diriga la accin. El juez le permiti que se los quedara? S -asiente Aguilar-. Dijo que era arte. Eso fue todo? No hubo ninguna investigacin? El funcionario de aduanas se encoge de
hombros como para manifestar su impotencia. No pudimos hacer nada. Los abogados de Mertz aparecieron como moscas en cuanto nos incautamos de los vdeos. Tenamos la primera entrevista con el fotgrafo, y nada ms. Les dijo algo? No mucho. Lo nico que saqu en limpio fue que no era slo Mertz. Al parecer, haba un club o algo as. Qu clase de club?
El hombre sacude la cabeza. No lo s. El fotgrafo se volvi loco cuando le quit los vdeos. As que comenz a gritar nombres, dijo que los tipos para los que trabajaba haran que me echaran del trabajo. Mertz fue uno de los nombres que mencion. Pero haba otros. Un jeque. Un petrolero ruso. Gente as. Frota el pulgar y el ndice-. Gente de pasta. Tipos que tienen contactos. Insisto para que Aguilar me d nombres. Lo siento. No los recuerdo. Qu hay de la entrevista? Tiene una
grabacin? No, perdimos el caso. Sacude la cabeza-. Las cintas se destruyeron. Una ltima cosa. De qu nacionalidad es Mertz? Es francs? Aguilar niega con la cabeza una vez ms. Belga. Se me ocurre una idea cuando estoy metido en un atasco en Seplveda. Quiz pueda conseguir que Mertz venga a m.
Pesco a John DeLand cuando sale del Castle para ir a comer. Slo una pregunta rpida. Por supuesto. Ese tipo, Mertz, colecciona libros sobre el truco de la cuerda. Hay algn libro en particular que le gustara tener? Algo que ambicione conseguir como coleccionista? Djeme pensar. Lo hace durante un minuto, pero despus niega con la cabeza-. Sabe?, tendra que preguntrselo a Kelly. Veamos si puedo hablar con l.
DeLand se lo pregunta a Kelly Mason gritando a travs del telfono. Luego anota algo en un papel. Me lo puedes deletrear? De acuerdo. Gracias, Kelly. Muchas gracias. DeLand me mira-. Hay algo, pero Kelly dice que se lo advierta: l nunca ha visto un ejemplar. Cul es el libro? DeLand lo lee del papel. Las memorias autobiogrficas del emperador Yahangir.
Puede deletrermelo? Lo que hace es darme el papel. En caso de que no pueda descifrar mis garabatos, el libro se escribi en el siglo xvii -dice DeLand-, pero la edicin que busca Mertz es una traduccin hecha por un ingls llamado David Price. Se public en 1829. Segn Kelly, contiene una de las descripciones ms completas del truco de la cuerda. Cunto costara algo as? Un clculo aproximado? pregunta-. No s. Es un libro raro, pero tampoco hay tanto mercado. Copperfield podra
estar interesado para su museo, as que eso hara subir un poco el precio. Algo tan antiguo, difcil de encontrar? Dira que Mertz estara dispuesto a pagar unos cinco mil sin rechistar. Le debo una copa. Veo lo que pretende conseguir, Alex. Tenga cuidado. Tardo unos minutos en abrir una cuenta de correo en Yahoo! con un nombre que he sacado de la gua de telfonos, Daniel Helwig. Hago una bsqueda rpida con Google para conseguir una lista de libreras especializadas en
libros de magia antiguos, y luego les envo un e-mail a todas. Con mi seudnimo, ofrezco una primera edicin del Yahangir por cinco mil dlares, pero hago la advertencia de que slo estar disponible durante dos das. Despus, escribe Daniel, se marchar por una larga temporada al extranjero, que es el motivo por el que vende el libro. Para prolongar todava ms la estancia. Una vez enviado el e-mail, no puedo hacer otra cosa que esperar, y en un arranque de optimismo, comprarme un arma.
Liz aborrece las armas, detesta la idea de su existencia, nunca ha permitido que los chicos tengan armas de juguete, aunque es obvio que su odio hacia las armas no se extiende a las espadas. Un da castig a Sean porque l le dispar con un pltano. Cuando supe que el hecho de que tuviese un arma la volva loca, me desprend del viejo revlver British Bulldog que me haba regalado mi abuelo. Se lo di a uno de mis primos. Su esposa es socia de la Asociacin Nacional del Rifle. Mi abuelo me ense a disparar y a cuidar de un arma. l no cazaba, pero viva en el campo, en el norte de
Wisconsin, y a pesar de la oposicin de mi abuela, era del parecer que todo el mundo deba saber cmo manejar una arma de fuego, como las llamaba l. Paso por un cajero automtico y despus me dirijo a Plummer Park. Pas por all de camino al cementerio, as que lo encuentro sin dificultad: una zona verde en medio de una ciudad de cemento. Era un lugar ms peligroso hace un par de aos, cuando vinimos a grabar el reportaje sobre las mafias rusas, pero creo que todava podr conseguir lo que busco. Mientras camino por el parque, veo que el lugar sigue siendo uno de los sitios preferidos de los inmigrantes rusos, que juegan al ajedrez, descansan y
charlan a la sombra de los rboles. Por los encuentros en voz baja y las chaquetas que se abren por un segundo para mostrar algo, veo que todava sigue siendo algo as como un mercadillo, el lugar adecuado si quieres comprar un Rolex usado, un Mercedes o un arma. Me acerco a las pistas de tenis donde dos chicos latinos pelotean con una fuerza tremenda. Me siento en un banco donde la mitad de los graffiti marcados con una navaja en la pintura verde estn en letras cirlicas. Diez minutos ms tarde, un chico con unos pantalones muy anchos se deja caer
a mi lado en el banco. Lleva una cazadora de cuero, a pesar del calor, enciende un cigarrillo, y luego se inclina hacia m. Quieres alguna cosa, to? Quiz. Caballo o crack? Quiero un arma. Se encoge de hombros. Dame un minuto -responde. Tiene tatuados los dorsos de las manos, y veo parte de otros dibujos que asoman por el
cuello. Los tatuajes son toscos, de esos que te haces t mismo cuando ests en la crcel. Levanta un dedo-. Se paga en efectivo. Trescientos pavos. Hago un gesto como si no le diera mayor importancia. S, est bien. Quiero una cuarenta y cinco. Regresa al cabo de cinco minutos con una bolsa de Burger King. Parece un poco nervioso. No te preocupes -le digo-. No soy un poli.
Se echa a rer. Me importa una mierda si lo eres o no replica-. El fin de semana me largo a Mosc. Me trincan? Pues lo nico que harn ser deportarme. Me mira con expresin divertida-. Quiz me toque ventanilla. Miro en el interior de la bolsa. Es una automtica calibre 38, no una 45, cosa que le comento al chico. Saco el cargador. Slo hay tres balas. Una vez ms, se encoge de hombros.
Puedes preguntar por ah si quieres. Esto es lo nico que tengo, ciento por ciento. Lo tomas o lo dejas. Lo tomo. Ahora s que no puedo hacer ms que mirar y mirar los e-mails, a la espera de una respuesta. La noche se hace interminable. Por fin alguien pica a las 9.22 de la maana. Un librero de San Francisco tiene un cliente que est interesado. Si el libro est en buenas condiciones, el precio no es un inconveniente.
Respondo con un e-mail en donde pregunto el nombre y la direccin del interesado. Puedo enviarle el libro para que lo vea. Lo recibira maana por la maana. No, seor. El librero no est dispuesto a darme la informacin, sin duda ante el temor de quedarse sin su comisin por la venta. Si me enva el libro -responde el librero-, se lo ensear a mi cliente por la tarde. Naturalmente, le reembolsar los gastos del envo y el seguro. Es imposible. No tengo el libro. Ni tampoco, ya puestos, tengo ninguna
garanta de que el posible cliente sea Luc Mertz. Incluso as, es la nica pista -y el nico plan- que tengo. Pienso en coger un avin para ir a San Francisco y hablar con el librero, pero eso no funcionar. Sin un libro que pueda ver, el intermediario no escuchar ni una sola de mis palabras. Eso me deja como nica alternativa al investigador privado. Porque una cosa est muy clara. El librero qjwynn@coastal.com- ha tenido que ponerse en contacto con su cliente despus de enterarse de la supuesta disponibilidad del libro. As que deben
de haber hablado entre s. Llamo al investigador, que me confirma que puede averiguar las llamadas hechas por el librero el da anterior, pero no hasta que la compaa termine el ciclo de facturacin. No puedo conseguirlos -dice-, hasta que la compaa acabe de recoger la informacin. Frustrado, llamo a un amigo que sabe mucho de bases de datos. Un amigo de mis aos en la universidad. Chaz disea simulaciones por computador -juegos de guerra- para el Pentgono. Hablo con l y me comenta que no tiene ni la ms
mnima idea de cmo acceder a la lista de llamadas del librero. De todas formas -seala-, cmo sabes que lo llam por telfono? Quiz le mand un e-mail. Muy bien razonado. Si es as, cmo entro en su correo? Chaz piensa durante unos momentos. Conoces su nombre de usuario? S.
Entonces todo lo que necesitas es su contrasea. Cmo me hago con ella? Depende. Si tiene un programa de correo que le permite utilizar contraseas no encriptadas, puedes bajarte una lista de palabras y dejar que pruebe. Pero eso podra llevarte das, y lo ms probable es que te pillaran. Por qu? Porque si tienen instalado un detector de intrusos (y probablemente lo tendrn), estars entrando cada tres segundos en el servidor y dejars tu
direccin IP con la hora en el registro de errores del servidor. Cosa que no parece muy aconsejable. Probablemente te detendran. Chaz hace una pausa-. Por supuesto -aade-, siempre puedes probar a adivinarla. Adivinarla? La contrasea. Nueve de cada diez personas, casi todos, utilizan las mismas contraseas. Cules? pregunto.
Contrasea. sa es la ms comn. Tambin Cmbiame es muy popular, al igual que Cambiaesto. Despus tenemos los nombres de las mascotas. El tipo tiene un perro? No lo s. Quiz. Prueba con Brownie, Blackie o Jack. Venga ya. No pienso probar con Brownie. Pues no lo hagas. En qu trabaja? Te juro que no hace falta ser un genio para adivinar contraseas. Es librero. Vende libros de magia.
Prueba Houdini, y cosas por el estilo. Es lo que hago. Los pruebo todos, incluido Brownie. Cuando ninguno de stos funciona, lo intento con los nombres de los magos mencionados en los libros de magia que he ledo. blackstone kalang thurston kellar
pennandteller johndeland karlkavanaugh Nada de nada. Pruebo con palabras mgicas: abracadabra bretessamo ssamo hocuspocus
pocushocus La pgina se abre inmediatamente. Entro en la bandeja de entrada. Hay una docena de e-mails del da anterior. Entre ellos aparece uno de lxmertz@sequoia.net: Estoy interesado, por supuesto, pero primero tendra que ver el libro. Est seguro de que la oferta es genuina? Lo leo, y lo vuelvo a leer. Pero es lo que hay. No se le puede sacar nada ms. Salgo de la cuenta del librero y paso a sequoia.net. Dedico una hora al intento de encontrar la contrasea de Mertz,
pero es intil. El belga es demasiado listo como para usar algo que cualquiera puede descubrir. Entonces se me ocurre una idea; sequoia.net es una direccin comercial de algn tipo. Utilizo el buscador Anywho para buscar primero Sequoia Net, despus Sequoia Networks, luego Sequoia Enterprises, y as sucesivamente, por toda una lista de nombres genricos. Parto del supuesto de que la compaa est en algn lugar de California. (De no ser as, el librero probablemente no hubiera prometido ensearle el libro al comprador a la tarde siguiente.)
Aparece en la pantalla: Sequoia Solutions, Ltd. 11224 Fish Rock Rd. Suite 210 Anchor Bay, CA Me paso a MapQuest y pido que me indique cmo se llega hasta all y un mapa. Copio las indicaciones en una hoja con el membrete del hotel, y veo en el mapa que Anchor Bay parece estar a unos pocos kilmetros de Point Arena, desde donde Byron envi la postal a
Diment, y que Eureka, donde los chicos Sandling escaparon en el centro comercial, tampoco est muy lejos. Creo que es posible que Byron y los gemelos Sandling se dirigieran a ver a Mertz en aquel momento. Es posible que las relaciones que estoy estableciendo sean tenues y no conduzcan a nada. Quiz Mertz slo tenga intereses comerciales en el norte de California y no viva en la zona. Quiz Mertz y Boudreaux no se ven desde hace aos. Quiz Boudreaux todava est aqu, en Los Angeles. Quiz no sea ms que humo, como dira Shoffler.
As y todo, no lo creo. Hay casi novecientos kilmetros desde Los ngeles hasta Anchor Bay. Es un viaje muy largo. Si encuentro algn vuelo que salga dentro de las prximas dos horas, puedo volar a San Francisco y hacer el resto del trayecto en coche. Paso veinte minutos frente al computador, dispuesto a comprar el billete, cuando recuerdo una cosa: el arma. Vuelvo a considerar la idea de hacer todo el viaje en coche, pero tardara por lo menos unas ocho horas. Pienso en desprenderme del arma, pero ahora que
la tengo, quiero conservarla. Reservo el billete, y luego me voy a Vons. Compro una caja de Wheat Thins, dos sacacorchos, un par de tijeras, un tapn de fregadera, estropajos de nquel y un rollo de papel de aluminio. Es cierto que pasan por el escner el equipaje que va en la bodega, pero la mayora estn diseados para detectar artefactos explosivos. S por un reportaje que emitieron no hace mucho en la Fox que los delincuentes suelen transportar armas en las maletas que viajan en la bodega. Es sencillo disimular un arma si se mete en una caja junto con otros objetos metlicos, se
rellenan los intersticios con papel de aluminio, y luego se envuelve la caja con varias capas de papel de aluminio. El escner slo ve un objeto metlico de diversas densidades. Vaco la caja de galletas y al cabo de cinco minutos tengo hecho el equipaje y estoy preparado para salir. Una hora y media ms tarde, estoy instalado en el asiento 23A en el vuelo de United 1421, que va al norte.
Captulo 45
Cuando cruzo el Golden Gate, despus de ir en caravana desde el aeropuerto, son casi las cinco. La direccin que encontr en la red, con el nmero de la oficina, es efectivamente un despacho y no donde vive Mertz. Quiz tenga que ir al registro del condado de Mendocino, en Ukiah, para averiguar cules son las propiedades que pertenecen a Luc Mertz o Sequoia Solutions, pero ahora lo que hago es ir directamente a Anchor Bay. No es una metrpolis. Si Mertz vive en la zona, quiz haya alguien que lo conozca.
Estoy muy cerca de Cloverdale cuando llamo a Shoffler. Tal vez conozca a alguien de la polica local, alguien que pueda ayudarme. Qu tal por Francia? le pregunto cuando atiende la llamada. La comida es sencillamente fantstica. Increble! Una pausa-. Quin es? Es usted, Alex? Dnde demonios est? Suena como si hablara desde la luna. Estoy en California. Me dije que quiz podra ayudarme en una cosa.
Ya sabe que lo har si est en mi mano. Conoce a alguien en el norte de California? En la costa ms arriba de San Francisco? Por qu? Tiene algo? Creo que mis hijos estn all. Dnde? Cerca de Anchor Bay. Dnde est eso? A unos setenta kilmetros al sur de Mendocino.
Vaya. Exhala un largo suspiro-. Ser mejor que me lo cuente todo. Por qu cree que sus chicos estn all? Vacilo antes de darle una respuesta. Es una historia muy larga, y me resulta imposible contrsela por el mvil. Lo importante es que s quin se los llev. Lo sabe? Se llama Byron Boudreaux, y si me sucede algo a m, Ray, debe prometerme que ir por l. Tiene un millonario que lo protege. Se llama Mertz. Luc Mertz.
Se lo deletreo-. Mertz es belga. Aja. Otro suspiro-. Como comprender, si quiere que lo respalde, necesito saber toda la historia, Alex. Escuche, conoce a alguien que est aqu o no? Ahora, no. Ms suspiros-. Conoca a un tipo en Healdsburg, pero lo mataron en una operacin contra unos pescadores furtivos. Durante unos segundos, hay un fallo en la comunicacin por falta de cobertura. Si me pasa algo -insisto-, pngase en
contacto con un investigador privado que se llama Pinky Streiber en Nueva Orleans. l se lo contar todo. No me gusta nada cmo pinta todo esto, Alex. No podr ayudar a sus hijos si consigue que lo maten. Espere un da o dos. Conozco a un par de tipos en San Francisco. Dme tiempo para organizar un poco las cosas. Cuando giro para ir hacia la costa, me doy cuenta de que estoy perdiendo el tiempo. Las fuerzas de la ley no me ayudarn. Todo es circunstancial. Conejos de papel, entierros vud, matasellos y el truco de la cuerda. La
vinculacin con Mertz todava es ms tenue. Ningn juez autorizar una orden de registro basada en lo que tengo, y desde luego no en la propiedad de un multimillonario litigioso como Luc Mertz. Pinky Streiber -le repito a Shoffler-. Decatur Street, Nueva Orleans. Est tomando nota? Hgame caso, Alex, retrselo. Puedo Apago el telfono y contino mi camino hacia la costa.
Encuentro la direccin de Sequoia Solutions sin problemas. Est en un edificio de madera al estilo del Viejo Oeste, con docenas de pequeos despachos. Son casi las diez, y todo el mundo se ha marchado hace rato, excepto un hombre con aspecto cansado, en Coastal Chiropractics. Abre la puerta cautelosamente, se baja las gafas y me mira. Puedo ayudarlo? Conoce al tipo del dos-diez, al otro extremo del pasillo? Sequoia Solutions.
Niega con la cabeza. No, ni siquiera recuerdo haber visto nunca a nadie en esa oficina -responde. Un tipo llamado Mertz? Vuelve a negar con la cabeza. Aqu hay un montn de despachos, y la mayora de las personas no vienen todos los das. Yo soy la excepcin. Lo siento. Le pido el nmero de la agencia que los alquila, y me lo da. Tienen que tener un contrato, saber algo ms de Mertz. Me pondr en contacto con ellos maana.
Mientras tanto, necesito una habitacin. Esto resulta ser un problema. Es agosto, no hay muchos lugares donde alojarse, y estn todos llenos. Salgo de Anchor Bay. Me dirijo al norte, hacia Point Arena, y me marcho. En todos los lugares a los que voy, pregunto por Mertz y Sequoia Solutions. Otro fracaso. Nadie ha odo hablar de ellos. El recepcionista del Buena Vista Cottages en Point Arena se apiada de m y hace unas cuantas llamadas. Bingo. El Breakers Inn, en Gualala. Tienen una cancelacin.
Dnde est? Vaya por la 101 hacia el sur. Es la ciudad que viene despus de Anchor Bay. Muchas gracias. Se lo agradezco. S, me debe una. Son casi las once cuando entro en el aparcamiento del Breakers Inn. El recepcionista me informa de que es una habitacin doble, con una terraza con vistas al mar. Las flores abundan y los arcos del
edificio estn cubiertos con rosales. Ms all del plcido estuario, rompen las olas. Todo en este lugar, incluida la feliz pareja que tengo detrs en la cola, sugiere que es muy popular entre los que quieren disfrutar de una escapada romntica. No es exactamente mi caso. El recepcionista coge mi tarjeta y la pasa por la mquina. Decido no andarme con rodeos. Conoce a un tipo de por aqu llamado Mertz? le pregunto-. Un tipo bajo, calvo, con mucho dinero. Pero no es un nativo; es belga.
Lo siento. Slo estoy aqu por el surf. Conoce a alguien que pueda saberlo? insisto, mientras cojo la llave de la habitacin. Piensa un poco. La tienda de comestibles. Est aqu mismo. Abren hasta la medianoche. All trabaja gente del lugar. Tambin podra probar con las inmobiliarias, hay muchsimas agencias. Tienen mucha informacin. Despus hay un par de restaurantes que no slo sirven a los turistas. Pruebe en el Cliff House. Le doy las gracias y cuando miro la
llave, veo que no tiene nmero. Dnde est mi habitacin? Usted est en Canad -contesta-. Siga el pasillo, la tercera a la izquierda. Canad? Todas tienen nombres de lugares -me explica-. Tambin la decoracin va a juego con el nombre. No est mal. Alguien consider que los nmeros eran aburridos. Demasiado jerrquicos. Es tan tpico de California -dice la mujer detrs de m-. No le parece
encantador? En la tienda, dejo pasar a una seora mayor que tengo detrs en la cola, y me lo agradece con una leve inclinacin de la cabeza. Compra un paquete de cigarrillos Salem Light, un bote de Pringles y un cartn de dos litros de leche desnatada. La mujer que atiende la caja es joven y enorme, mide por lo menos un metro ochenta y cinco de estatura y pesa unos ciento veinte kilos. Con su rostro redondo y los cachetes rosados como un querubn, parece un beb gigante. Dejo la botella de agua Zephyrhills en la
cinta transportadora. Estoy buscando a alguien -le digo-. Quiz lo conoce. Gira la mueca con un movimiento gil y pasa la botella por el lector. Un dlar con veinte. Un tipo llamado Luc Mertz. Es un un hijoputa franchute, eso es lo que es -replica la cajera-. Corrjame, diga que no es franchute, que es belga. Sacude la cabeza-. Es lo mismo. Adems, nos detestan. Vaya mierda de
aliados. As que lo conoce. Carita de ngel no pasa por alto la estupidez de la observacin. Bueno, digamos que s. Estoy pasmado. Por un momento, me siento desconcertado por este golpe de suerte. Estaba preparado para una nueva desilusin. Vive por aqu? Joder, s. Una vez fui a trabajar a su casa para una fiesta. Atenda el bar. Una
casa muy grande, pasado el Sea Ranch. Tiene un nombre franchute. Se concentra y su expresin mientras piensa es la de un beb enfurruado-. Mystre! dice como el concursante de un programa de preguntas y respuestas-. Significa misterio. Mete la botella de agua y el ticket en una bolsa de plstico y me la da. Dnde est el Sea Ranch? le pregunto. No sabe dnde est el Sea Ranch? Estoy poniendo a prueba su paciencia. Pone los ojos en blanco-. Probablemente
es la urbanizacin ms grande que hay desde aqu a San Francisco. Se va por la 101 en direccin sur. Hasta un ciego la encontrara. Ocupa algo as como cien mil hectreas. Tienen unos enormes cuernos de carnero en la entrada. Es el busca la palabra en el techo- logo del Sea Ranch. Tienen agencia de alquiler de casas, hotel y restaurante. A lo que bamos. Unos pocos kilmetros ms all de donde termina el Sea Ranch, hay un camino a la derecha que se llama Estate Road. Siga el camino y, al final, llegar a Mystre. Hay una verja enorme con una gran M antigua en el medio y una garita para el guardia. Antes de salir, dejo la maleta sobre la
cama y saco el arma del envoltorio. Ya que tengo el arma, ser mejor que la lleve debajo del asiento del pasajero. Cruzo el lmite del condado. Salgo del condado de Mendocino y entro en el condado de Sonoma. Por lo tanto, ir al registro en Ukiah habra sido un viaje intil. Diez minutos ms tarde, dejo atrs el Sea Ranch, y estoy en Estate Road. Es casi de noche, y cuando paso por delante de la finca de Mertz, lo nico que veo es la garita del guardia muy iluminada y una visin general del terreno. Hay una serie de ondulantes colinas en direccin
al mar, pero est a una distancia desde donde no se alcanza a or el romper de las olas. Despus lo oigo; un ruido sordo y distante, como un corazn que late dbilmente. Asoma la luna en un hueco entre las nubes, y su luz alumbra, por unos momentos, los escollos en el ocano. A la luz de la luna, los peascos parecen una multitud de gigantes aliengenas que caminan hacia la playa. Las olas rompen contra ellos, y se levantan grandes nubes de espuma. Luego las nubes ocultan de nuevo la luna, y no veo ms que el spero contorno del terreno. La finca -que est en alguna parte- es enorme, sus lmites protegidos por el
mar y una reja muy alta con las barras verticales rematadas en afiladas puntas. Cada veinte metros ms o menos, los diodos rojos marcan la posicin de las cmaras de vigilancia. En algn lugar est la casa. Y en algn lugar de la casa estn mis hijos. Tengo un nudo en la garganta. Qu estarn haciendo Kevin y Sean? Uno de ellos est ensayando las frases para la representacin? El otro est ensayando su aparicin al final del
truco, con una gran sonrisa para el pblico? Me los imagino juntos. Sean se burla de Kevin mientras sale del cesto, con los brazos levantados en seal de victoria, como un gimnasta que acaba con xito sus ejercicios. Los veo rerse, encantados con su parte en el engao, el truco de los gemelos. Qu le dir Boudreaux al chico escogido para que salga del cesto pletrico de vida? Cmo le explicar los miembros sanguinolentos y las partes del cuerpo arrojados sobre el cesto donde est acurrucado el otro, atento a la seal para aparecer? Deduzco que el cesto est construido de una manera especial -
como la caja que me describi Karl Kavanaugh-, de tal forma que el nio que espera no tenga contacto con los miembros amputados y la cabeza cercenada de su hermano. Avanzo a lo largo de la verja de hierro a una velocidad mnima, tentado de escalarla ahora mismo, pero contenido por la presencia de las cmaras. Entonces se acaba el camino en una pequea explanada al borde del acantilado. Veo con toda claridad el lmite de la propiedad. La verja gira y se extiende unos treinta y tantos metros por una zona llana a lo largo del acantilado. Luego, cuando el terreno
baja bruscamente en una grieta, el lmite de Mystre est marcado por una cerca de alambre de espino que se prolonga hasta donde alcanza la vista, en direccin al mar. El ltimo hilo, casi a tres metros de altura, brilla con la luz de la luna; es de alambre filoso. Incluso aqu, en un terreno que planteara dificultades a un escalador experto, las cmaras de vigilancia estn atornilladas a los postes metlicos de la cerca, separadas unos veinte metros las unas de las otras, y, por lo que alcanzo a ver, bajan hasta el mar. Es siniestro verlas girar, ojos electrnicos que vigilan incansablemente la noche brumosa. Confo en no haberme colocado en su campo visual.
Vuelvo al coche, doy la vuelta en la explanada, y emprendo el camino de regreso a la carretera. Una media docena de ideas sobre cmo podra entrar en la finca desfilan por mi mente: desarmar al guardia, escalar la reja de hierro, alquilar una embarcacin y acercarme por el mar, cortar la cerca de alambre de espino, hacerme pasar por un repartidor Pero las rechazo una tras otra despus de considerarlas durante unos segundos. Todas comportan el mismo riesgo. Qu pasar si me detienen? Si el permetro
de Mystre est protegido de esa manera, estoy seguro de que habr defensas interiores. Qu me encontrar en la casa donde estn encerrados mis hijos? Estoy seguro de que se trata de una verdadera fortaleza. Si entro ahora y me atrapan, no creo que Boudreaux vacile en lo ms mnimo en matarme. Me esconder en alguna parte hasta que acabe la representacin, y luego se deshar de mi cadver, junto con los cuerpos de mis hijos. Supongo que en algn lugar lejos de aqu. Quiz nos arrojar directamente al mar. Acabo de pasar por delante de la entrada y la garita del guardia y estoy
saliendo de una curva cuando aparece un coche patrulla. Supongo que slo est haciendo la ronda cuando de pronto se encienden todas sus luces como un rbol de Navidad, y a continuacin se desva para cortarme el paso. Espero, en mi asiento, como un buen ciudadano. Me obligo a m mismo a respirar lenta y profundamente. Tena la mala costumbre de comportarme como un bocazas con los polis que me detenan por exceso de velocidad. Pero despus de una dcada o ms de entrar y salir de zonas de combate, he aprendido a comportarme con ms prudencia con la autoridad. Algunas veces, los soldaditos
de los puestos de control estn tan nerviosos o drogados, o muestran una indiferencia tan absoluta por las vidas de los dems, que la cosa ms nimia puede provocar un tiroteo. Meto la mano en el bolsillo, saco mi carn, abro la guantera y cojo la documentacin del coche. Me parece que el poli tarda muchsimo en bajar del coche. Golpea en la ventanilla. Bajo el cristal. Veo que es joven, un veinteaero. Tiene la piel llena de granos y es uno de esos polis que llevan sombrero de nio explorador. Qu ocurre?
El carn y la documentacin del coche -responde. Me ha tocado uno de sos. Exhalo un suspiro, se los doy. Lee los documentos, luego vuelve a su coche patrulla. Permanece all mucho rato, quiz unos diez minutos, antes de volver. Me devuelve los documentos. Qu est haciendo aqu, seor? Tom el desvo equivocado. Tom el desvo equivocado. Me mira-. Ah.
Intento no comenzar a dar explicaciones, pero no se puede decir que sta sea una gran conversacin. Sin embargo, el chico tiene el don de la paciencia y yo soy incapaz de mantener la boca cerrada. Slo pretenda contemplar el ocano digo-. Supongo que no es la mejor hora para admirar el paisaje. Es de noche. De todas maneras, dnde est la carretera hasta la playa pblica? No est por aqu? Inclina la cabeza hacia un lado sin dejar de mirarme. Se aloja por aqu?
En el Breakers Inn. Me alegro al responderle. Es un lugar de categora. Uno de esos hoteles donde suele alojarse la gente de bien. Sabe por qu lo he detenido? me pregunta. Niego con la cabeza. Llamaron de Mystre -lo pronuncia mister- para quejarse. Un coche que rondaba a velocidad muy reducida. Pens que poda tratarse de un furtivo o de algn tipo que quera observar el terreno con la intencin de cometer un
robo. No -respondo-. Slo soy un turista. Cojo la hebilla del cinturn de seguridad y comienzo a cruzrmelo sobre el pecho. Salga del coche, seor. Qu? Puede ver el mar perfectamente bien desde el Breakers Inn. Pero desde all no se puede caminar por la playa -protesto-. Eso es todo lo que quera hacer. Venga, yo
Aqu hay algo que no encaja -replica con dureza-. Baje del coche. Lo hago. Me dice que apoye las manos sobre el cap. Me cachea. Me ordena que no me mueva mientras l pide refuerzos. Veinte minutos ms tarde, llega un segundo coche patrulla, con las luces de emergencia encendidas. Los agentes mantienen una breve conversacin, y el resultado es que los dos polis llegan a la conclusin de que tienen motivos para registrar mi coche. Me esposan con unas esposas de plstico slo como precaucin.
En los cuarenta segundos que pasan entre que comienzan a registrar el coche de alquiler y encuentran el arma, lucho contra la tentacin de salir del coche patrulla y echar a correr. Me obligo a pensar en los chicos. No podr ayudarlos si me disparan por la espalda, algo de lo ms probable si escapo del coche patrulla. Cmo he podido dejar que ocurriera esto? Me pegara un tiro ahora mismo por haber ido por ah con una arma. En qu he estado pensando? Cul es la pena por la posesin ilegal de armas de fuego? Cules son las leyes que se aplican en California en cuestin de armas?
Dos horas y media ms tarde, a las 2.04 de la madrugada, me han fichado. Estoy vestido con un mono naranja, en un calabozo en Santa Rosa, que es la capital del condado de Sonoma. Me han ledo mis derechos. Me acusarn de posesin ilegal de un arma de fuego. El arma ser objeto de una investigacin separada. Slo puedo rezar para que no la hayan utilizado para matar a alguien. Me devano los sesos pensando a quin llamar, pero finalmente me decido por mi padre. A pesar de que lo saque de la cama y le d un susto de muerte cuando me oiga, s que me conseguir un buen abogado.
Pap?: Qu, Alex? Estoy en un aprieto. No tengo mucho tiempo. A qu te refieres? pregunta mi padre, con una voz que refleja su temor. Pero despus retira la pregunta-. No importa. Qu necesitas? La noche se hace interminable. En un primer momento, slo pienso en las muchas maneras en que las cosas pueden salir mal, en cmo se me agota el tiempo. Creo, por lo que le del truco de
la cuerda, que la actuacin tendr lugar en las primeras horas del 10 de agosto, antes de que se disipe la bruma. Hoy es 9 de agosto. A qu hora abren el juzgado? Supongo que a las nueve. Cundo se ocuparn de mi caso? Quin lo sabe? Camino por el calabozo como una fiera enjaulada. No puedo estarme quieto. Cuando el pblico est sentado y listo para presenciar la realizacin del legendario truco de la cuerda, cuando uno de mis hijos aparezca en el escenario como ayudante de Byron Boudreaux (el otro ya estar escondido hasta el momento de su aparicin
triunfal), estar todava aqu, encerrado en la crcel del condado de Sonoma? Incluso si se presenta el abogado y consigue sacarme de aqu, cmo har para entrar en Mystre?
Captulo 46
comenta-. Esto es Yupilandia, y nos gusta tener las cosas bajo control. Lo que le quiero decir es que a esta gente no le gustan las armas. A su padre le costar una buena pasta sacarlo de aqu. Cree que me dejarn salir bajo fianza? Oh, s. A menos que el juez Upshaw haya pasado una muy mala noche. Me refiero a que ste es su primer delito. Sus amigos han acudido en su defensa, tuve que despertarlos en plena noche, pero he conseguido unas cuantas declaraciones. Adems, seamos sinceros, su situacin personal lo favorece. Si alguien secuestrara a mis hijos es probable que yo tambin me
hiciera con un arma. La pregunta es: por qu no lo hizo legalmente? Slo meneo la cabeza. Aqu el problema es el arma. La compr en un parque, a un inmigrante ilegal? Entrecierra los prpados y hace una mueca-. Quin sabe? A las diez y cuarto juzgan mi caso. Su seora, creo que el estado estar seguro si se deja en libertad al seor Callahan bajo su propia responsabilidad.
Nuestros conceptos de seguridad difieren, seor Doncaster. Como ha dicho el seor Jurez -seala al ayudante del fiscal del distrito-, el seor Callahan no tiene vnculos con esta comunidad. No tiene un empleo, ni contactos locales. En ese caso, existe el riesgo implcito de que se fugue. Es su primer delito. Por todo lo dems, el seor Callahan es un ciudadano intachable. Su seora debe tener en cuenta el sufrimiento que ha vivido. Quiz la ayuda profesional sea el canal ms adecuado para su frustracin y su rabia, del todo comprensibles Antes de que se deje llevar por su
oratoria, seor Doncaster, le advierto que el arma en posesin de su cliente puede estar relacionada con un asesinato cometido en el condado de San Diego. Cundo se cometi ese crimen? El juez consulta sus notas. El martes pasado, 3 de agosto. Doncaster habla conmigo. Yo estaba creo, que en Las Vegas. Quiz en Nueva Orleans. Mi cliente no estaba en el condado de
San Diego en esa fecha, su seora. El tribunal toma nota, abogado. La fianza se fija en cien mil dlares. Pero, su seora Siguiente caso. Pasa una hora y media antes de que acaben los trmites con la agencia de fianzas, y es casi medioda cuando me devuelven la cartera, el telfono mvil y la calderilla, y estoy en la acera delante del juzgado, convertido de nuevo en un hombre ms o menos libre. Se han llevado mi coche alquilado a un depsito en Guerneville, que est a
cincuenta kilmetros al sur de Guadala. Durante unos momentos, no s qu hacer. Debo tomar un taxi para ir a recoger el coche? Alquilar otro coche aqu, en Santa Rosa? Primero, aunque no quiero hacerlo, llamo a casa para darle las gracias a mi padre y hacerles saber que estoy bien. Me quito un peso de encima cuando oigo el contestador automtico. En lugar de dirigirme sin ms a la costa, voy al mostrador de informacin del juzgado, donde una mujer muy amable me indica las oficinas del registro de la propiedad. Diez minutos despus, estoy
sentado delante de la pantalla de una terminal de computador donde aparece el mapa de la zona de la costa que me interesa. La propiedad de Sequoia Solutions tiene una superficie de poco ms de doscientas hectreas, y casi un kilmetro y medio de frente martimo. Un rombo grande y varios ms pequeos sealan la ubicacin de la casa y las dependencias anexas. Veo que estn situadas bastante lejos del ocano. La enorme extensin correspondiente al Sea Ranch toca con la propiedad de Mertz por el lmite norte. En el lado sur, hay varias parcelas de diferentes propietarios que van desde la carretera hasta el mar.
Le pregunto a la empleada si hay alguna tienda en la ciudad que venda material deportivo. Me recomienda una que est en un centro comercial a las afueras de la ciudad, y cuando se lo pido, llama a un taxi. Le pido al taxista que me espere mientras compro. Ocho minutos ms tarde, salgo de la tienda con botas de montaa, calcetines, una mochila, un anorak Patagonia y una linterna Maglite de las grandes. La linterna es muy pesada. Ya no llevo la pistola, y como un poli de Washington me coment una vez, hay un motivo para que los polis
prefieran las Maglite. Son mejores que una porra. Despus le pregunto al taxista dnde puedo alquilar un coche. Veinte minutos ms tarde, salgo del aparcamiento de Santa Rosa Executive Rentis al volante de un BMW plateado. Slo hay unos ciento diez kilmetros desde Santa Rosa hasta Gualala, pero la carretera es sinuosa y abundan los lmites de velocidad. Tardo ms de dos horas en llegar, a pesar de que no levanto el pie del acelerador durante todo el trayecto. Haba decidido volver al Breakers y recoger la maleta y el computador porttil, pero en cambio voy
directamente a la oficina de alquiler del Sea Ranch. La rubia que atiende el despacho no parece darse cuenta de que tengo prisa. Cuando ya estoy dispuesto a alquilar un apartamento en la parte sur del Sea Ranch, quiere mostrarme las otras alternativas. No, no, el Housel Hut me parece perfecto. Son trescientos veintinueve dlares por da, con una estancia mnima de dos das. Teclea una orden y mira la pantalla-. Est reservado a partir del
lunes, as que slo puede Dos noches es el tiempo del que dispongo. Ya me va bien. Lo cargo a mi Visa. La mujer me da varios planos del complejo, los pases de entrada a las diversas instalaciones, un pase para el coche, un programa de actividades y, finalmente, las llaves. Son las cinco y veinte cuando aparco detrs del edificio. Entro en el apartamento slo un minuto, el tiempo justo para coger dos botellas de agua y dos paquetes de galletas de la cesta de bienvenida. Meto el agua, las galletas, la cartera, la linterna, el mvil y el anorak
en la mochila. En el ltimo momento, busco en los cajones de la cocina y encuentro un paquete de bolsas de plstico con cierre hermtico. Guardo el mvil en una de ellas, la cartera en otra. Me hago con un cuchillo de cocina. Con todo este equipo, me encamino hacia la playa que comunica con la propiedad de Luc Mertz. En el camino, me cruzo con una pareja con el pelo canoso, pero que parecen tener el estado fsico de un muchacho de diecinueve aos. La mujer tiene una sonrisa preciosa. Me saludan y siguen su camino.
Es un paisaje agreste. Durante siglos, las mareas han castigado las rocas para crear un archipilago de escollos, sus formas determinadas por la dureza de los diferentes tipos de roca. Tienen el aspecto de minaretes, o de cpulas de iglesias ortodoxas, esculpidas por el agua. Entre ellas aparecen un peasco aislado y rocas redondas, como bolas de bolera gigantes. El batir del agua es furioso. Cerca de la orilla, el agua aparece cubierta de algas. El ruido del oleaje es tremendo. Cuando las olas rompen contra las piedras, el impacto es sorprendente. Las columnas de espuma se levantan quince metros o ms en el aire.
La lnea de la marea alta es muy clara, marcada por un trazo irregular de algas, maderas y otros residuos dejados por el agua al retirarse. Al mirar hacia tierra adentro, ms all de la lnea de la marea y hasta los acantilados, es evidente que las rocas ms cercanas a la costa no siempre estuvieron fuera del alcance del agua. La impresionante formacin se prolonga unos doscientos metros o ms por la ladera, donde acaba en un borde irregular, encima del cual brilla el verde brillante de la hierba. Entonces lo atisbo, recto a travs de la hierba: el brillo del alambre de espino que marca la lnea divisoria entre el Sea
Ranch y Mystre. La marea est baja y tengo la precaucin de mantenerme fuera del radio de accin de las cmaras de vigilancia de Mertz mientras me acerco. Tal como sospechaba, la cerca baja hasta la zona rocosa, pero se detiene a un par de metros de la marca de la marea alta. Como los residentes de la mayora de los estados, los californianos tienen el derecho constitucional de caminar por las playas. La zona marcada entre la marea alta y la baja se considera de uso pblico. El nico problema es el acceso. En una ocasin, hicimos un reportaje sobre las disputas entre los usuarios pblicos y los propietarios
cuando los activistas organizaron un desembarco en Malib. Los partidarios del acceso libre transportaron a centenares de personas en lanchas; las masas ocuparon la arena delante de las casas de los ricos y famosos durante unas pocas horas entre las mareas. Debo admitir que cuando vi playa en el plano del Sea Ranch, pens en arena y no en piedras. Llevo un pantaln caqui y escog un anorak del mismo color, para minimizar mi visibilidad. Una eleccin equivocada. Aqu no hay arena. Slo hay piedras, y cuando se mojan, tienen un color casi negro.
Hay dos maneras de entrar en Mystre. Una es esperar a la noche para entrar. Pero tendr que hacerlo aqu, entre las rocas, y es tan abrupto que ser prcticamente imposible. Quiz la luz de la luna pueda ayudarme si despeja, pero ahora mismo, el cielo est encapotado. La otra eleccin es meterme en el agua y escalar de piedra en piedra hasta quedar fuera del alcance de las cmaras. Por lo general, las cmaras de vigilancia no tienen mucha profundidad de campo. Luego me mover hasta llegar a un lugar seguro desde donde avanzar hacia la playa. Por supuesto, es posible que Mertz tenga instalado algn sistema de
vigilancia en la zona de la playa, pero lo dudo. No hay manera de pasar con una lancha o un kayak entre las rocas sin que los destrocen las olas. En cambio, no me cabe ninguna duda de que Mertz tiene un sistema de seguridad que protege la casa. Mi reloj marca las seis y treinta y cinco. A qu hora anochece? A las ocho y media? En el mejor de los casos, slo dispongo de un par de horas de luz. No puedo trepar por la zona cercana a la playa porque me vern las cmaras. Esto significa que debo ir ms all de donde rompen las olas, que es una lnea muy
irregular, dada la cantidad de escollos. El otro problema es que los escollos no estn unidos. Comprendo que ser inevitable acabar empapado. El agua est fra, muy fra. Meto una mano e intento adivinar. Diez grados? Quiz quince. Lo bastante fra como para que despus de treinta segundos de inmersin tenga la mano entumecida. Lo bastante fra como para necesitar un traje de buceo, botas de escalada, guantes, piquetas y cuerdas. Intento trazar una ruta de piedra en piedra que me lleve ms all de los rompientes. Me pongo la capucha, la ajusto bien, meto las perneras de los
pantalones dentro de los calcetines, agacho la cabeza y me lanzo. Al principio es difcil, pero no tanto como pensaba. Me cuesta moverme con las botas, aunque no tenga problemas para encontrar puntos de apoyo porque las rocas estn llenas de agujeros. Hay un punto donde no puedo esquivar la espuma y me mojo un poco. Despus llego a un lugar donde no hay manera de que pueda evitar meterme en el agua sin tener que volver por donde he venido y perder quiz media hora. No hay modo de esquivarlo. No tengo otra alternativa. Me sumerjo hasta las
caderas, con la mochila apretada contra el pecho. Es un proceso lento y laborioso, moverse por el agua helada. El tirn del reflujo hace que tenga que caminar casi de lado, como un cangrejo, hacia el siguiente escollo. Cuando salgo del agua, tengo las piernas heladas. No deben de haber ms de quince grados de temperatura y sopla viento, as que estar fuera del agua no significa un gran alivio. Contino avanzando, y el ejercicio me ayuda a calentarme. A medida que se ponga el sol y baje la temperatura, el fro ir en aumento. Deber tener mucho cuidado para no
caer al agua. Practiqu mucho la escalada antes de que nacieran los nios. Me gustaba la energa, la precisin y la concentracin que requiere. Pero, por encima de todo, me gustaba ponerme a prueba: dividir el riesgo en el equivalente a dosis controladas. En cierta manera, era lo opuesto a lo que haca en el trabajo. Cuando trabajas en una zona de guerra, haces todo lo posible por minimizar el riesgo, pero es algo que no puedes controlar. El peligro te llega desde el exterior y no viene dosificado.
La escalada es todo lo contrario: t escoges dnde pones una mano o un pie. T eres el nico que sabe si eres lo bastante fuerte o flexible para hacer un movimiento. Aun as, puedes tener mala suerte, topar con una mala piedra, pero durante la mayor parte del tiempo trabajas dentro de tus propias capacidades y miedos. Eso me gusta. Esto es diferente. Para empezar, nunca he trepado por rocas mojadas, y no estoy escalando exactamente hacia una cima. Subo y bajo slo lo suficiente para atravesar un terreno escabroso. Adems, no estoy escalando por diversin, sino que tengo prisa; no tengo ninguna
alternativa de abandonar porque estoy cansado o se me acalambran las piernas. Para colmo, en lugar de llevar unas botas con unas suelas de goma flexibles que se sujetan con seguridad a un pequeo reborde o una grieta, calzo unas botas que necesitan un espacio grande para afianzarse. Me las quitara -y es posible que an tenga que hacerlo- si no fuera porque me destrozara los pies en cuestin de minutos. Ahora mismo ya los tengo helados, no los siento. A pesar de todo, estoy llegando a mi objetivo. Antes de abandonar la playa del Sea Ranch, escog como punto de referencia las formaciones rocosas ms
altas dentro de los lmites de Mystre. Resulta un tanto difcil estar seguro, pero a m me parece -despus de fijarme en las referencias- que he avanzado lo suficiente dentro de la lnea de la cerca como para emprender el camino hacia la playa. Me detengo por un momento en una roca que ofrece un buen punto de observacin y miro hacia adelante, con el propsito de encontrar un paso entre la lnea del rompiente. Aqu, sta dista mucho de ser bien definida como en la playa. Debido a las formaciones rocosas y a la topografa del fondo, es ancha y catica. All donde las olas rompen entre escollos y peascos, no puedo meterme
en el agua. Necesitar un lugar donde las piedras estn unidas. Me abro paso poco a poco hacia el rompiente cuando ocurre: un pequeo salto de una roca a otra, un salto fcil. Pero la piedra est mojada, piso mal, me tuerzo el tobillo, y al instante siguiente estoy en el agua. Decir que me quedo sin respiracin es decir poco. El agua helada no slo me quita el aire de los pulmones, sino que los pulmones no funcionan. He cado en el agua entre dos olas. He tenido suerte, y por un momento creo que podr salir.
Me muevo, pero antes de que pueda encontrar un buen lugar donde sujetarme, una ola se abalanza sobre m. Tengo la sensacin de que todo ocurre a cmara lenta, la manera en como me arrastra la ola me hace dar una voltereta. El ruido es atronador. Intento sujetarme, me lastimo los dedos mientras busco el mejor lugar y encajo el pie en una grieta de la base de la roca. Lo consigo, hasta que el agua comienza a retroceder. Oigo un sonido, como el de un enorme desage, el estrpito de los cantos rodados, y me suelto. Al segundo siguiente, me doy de bruces contra la roca.
Ahora, por primera vez, las cosas parecen estar fuera de control. No puedo respirar, y creo que tengo un corte en la pantorrilla izquierda. Noto algo, no es exactamente dolor, porque el fro lo impide. Se parece ms a una sensacin ardiente en la pierna. S que si no salgo del agua ahora mismo, antes de que me golpee otra ola, no lo conseguir. Algo me empuja. Pensar en Sean y Kevin y lo que les espera? S. La idea de acabar destrozado contra las rocas? Eso tambin. Estamos hechos para producir ms energa si hay que escapar
del peligro, as que debe de ser una gran descarga de adrenalina lo que me saca del mar. Sea lo que sea, trepo por la cara de la roca como Spiderman, lo suficientemente alto como para llegar a un saliente donde poder sujetarme con los brazos y las piernas. La ola me sacude y la succin tira de mis piernas, pero creo que ni una bomba conseguir que me suelte. Estoy bastante mal cuando me acerco a la costa. Oscurece, hace ms fro, me duele el tobillo y la pantorrilla, y tiemblo como un azogado. Me pesa la mochila. Considero la posibilidad de tirar la Maglite -estoy seguro de que el agua ha estropeado las pilas-, pero no
quiero perder tiempo. Avanzo lentamente, de una roca a la otra, atento a los ojos rojos de las cmaras de vigilancia, o a alguna seal de movimiento. No veo nada. Entonces, por fin, estoy de nuevo en tierra firme. Encuentro un lugar protegido y bebo unos cuantos tragos de agua de una de las botellas que llevo en la mochila. Me quito las botas, vaco el agua que hay en su interior, estrujo los calcetines. Tengo el tobillo como un pomelo. Me pongo los calcetines y las botas de nuevo y ato los cordones bien fuerte para que me sujeten los tobillos. Echo una rpida ojeada al corte en la pantorrilla. Est
abierto como una boca, el contacto del aire con la carne hace que me arda, pero no tiene tan mal aspecto. Probablemente, el agua de mar le ha ido bien. Me quito el anorak, el suter, la camiseta. Los estrujo al mximo y me visto de nuevo. No consigo dominar los temblores. He perdido el cuchillo de cocina; quiz se sali de la mochila cuando estaba en el agua. La linterna no funciona, pero decido conservarla de todas maneras, es la nica arma de que dispongo. Busco el mvil; la bolsa est llena de agua. No sirve.
Tengo la sensacin de que necesitar una gra para que me levante, pero consigo hacerlo solo. El sol se ha puesto; slo quedan unos minutos de luz crepuscular. Tengo que encontrar el lugar de la funcin. Entre las rocas, y en el ocaso, no consigo ver los dos peascos que haba escogido como puntos de referencia. Estaba seguro de que seran el escenario para la representacin de maana, pero mientras doy vueltas por el laberinto de formaciones rocosas no acabo de pasar por aqu? me invade la duda. Despus de todo, quiz tenga que ir a la casa.
Entonces lo veo. No s qu esperaba encontrar, pero el teatro me corta la respiracin. El escenario de grava aplanada est definido por grandes maceteros de cemento rectangulares llenos de flores y tiestos con ligustros entre ellos. En esta ubicacin espectacular, de cara al escenario y ms all el mar, han construido un pequeo anfiteatro. Apartados slo unos metros del escenario, hay tres semicrculos de granito pulido cortados en la elevacin natural del terreno.
El pequeo teatro es tan hermoso que hace que su terrible propsito resulte todava ms escalofriante. A la derecha del escenario, un biombo de rejilla, engalanado con flores y hiedra, oculta varios cofres cerrados con candados y, debajo de una lona, hay un cesto enorme. Me gustara explorar un poco ms. Me gustara encontrar, por ejemplo, el camino que lleva hasta el teatro, pero ya he desistido de la idea de salir al encuentro de los espectadores cuando lleguen para presenciar el espectculo de la maana. S, por lo que he ledo del truco de la cuerda, que Boudreaux bien puede tener un ayudante, o quiz
dos. Me superaran en nmero, y, excepto por la Maglite, estoy desarmado. Mi nica oportunidad es el aislamiento y la sorpresa. Adems, ahora que casi no hay luz, slo dispongo del tiempo necesario para escalar a uno de los peascos antes de que sea noche cerrada. Son bastante altos, alrededor de unos veinte metros. No son idnticos son formaciones de piedra naturales-, pero s similares. Estn separados por una distancia de poco ms de noventa metros. Muy anchas en la base, las torres de piedra se van aguzando de una manera irregular hasta las cimas, que incluso ahora aparecen envueltas por la
bruma. En circunstancias normales, estos peascos no presentan ninguna dificultad, ni siquiera para un escalador principiante, pero estoy tan cansado que la ascensin resulta ser muy difcil. La oscuridad todava la complica ms. En el cielo, apenas se vislumbra la luna, y su dbil e inconstante luz no ayuda gran cosa. Una media docena de veces, uno de mis pies resbala y mis msculos estn tan cansados que recuperarme no es fcil. Cuando estoy ms o menos a mitad de camino, me acerco peligrosamente al
lmite de mis fuerzas y casi casi desisto. Esto me asusta, y me detengo durante unos minutos, a pesar de que corro el riesgo de quedarme a oscuras. Reanudo la escalada lentamente, descanso cada par de metros. Finalmente, encuentro lo que s que debe estar ah: una plataforma de madera. Me encaramo a la tarima y me desplomo. La plataforma mide unos dos metros cuadrados, pero para m es como un palacio. Es un alivio enorme no tener que estar aguantando el peso. Despus de unos minutos de descanso, saco la
segunda botella de agua de la mochila y me bebo la mitad. Apenas si hay un resto de luz, pero hace rato que mis ojos se han acostumbrado a la oscuridad. Veo dos cables de acero tendidos hasta la cima opuesta. Pero no hay otra plataforma en aquel lado, al menos que alcance a ver. Casi lloro de alegra por haber acertado con la roca correcta. Nunca habra conseguido bajar de sta y escalar la otra. Uno de los alambres comienza debajo de la plataforma, el otro est a poco ms de un metro por encima de mi cabeza. El inferior est sujeto a lo que parece ser
un molinete. El otro tiene varias palancas y engranajes y lo que parece ser un voluminoso generador atornillado a la piedra. En el alambre debajo de la plataforma y en el abismo entre los dos peascos, cuelgan varios lazos oscuros. Suspendido del alambre por encima de mi cabeza hay un artilugio que parece una gran boca de dientes metlicos triangulares, como una versin gigante de las mordazas de los taladros donde sujetas las brocas. Tardo unos minutos en deducir cmo funciona todo este montaje. El mago arroja la cuerda (deja que caiga unas
pocas veces, slo para darle un poco ms de emocin) hasta que se engancha en uno de los lazos que cuelgan, que seguramente debe de estar forrado con velero o algo as. En ese momento, el ayudante que est oculto aqu -o quiz el mecanismo funciona con un mando a distancia- pone en marcha el segundo cable, lo sita en posicin y lo baja hasta atrapar el extremo suelto de la cuerda. Luego el mecanismo se eleva hasta que la cuerda queda bien tirante. En un primer instante pienso -espantado por el riesgo que representa- que Sean o Kevin, el que sea de los dos que suba por la cuerda, debe caminar por el
alambre hasta alcanzar la seguridad de la plataforma. Pero no es as. Un lazo de cuerda, como un lazo de rappel, est enganchado a un mosquetn de acero en el alambre por encima de mi cabeza. Cualquiera que trepe por la cuerda puede enganchar una pierna en el lazo y deslizarse hasta la plataforma. Me siento en la tarima. No puedo saber si el mecanismo requiere la presencia de un ayudante o, sencillamente, funciona por control remoto. Tendr que esperar. Todava estoy mojado y la evaporacin hace que sienta todava ms fro. Me concentro en conservar el calor. Supongo que ser imposible que me
duerma, pero slo por si acaso pongo la alarma de mi reloj para que suene a las cinco. Me acurruco con las piernas encogidas, me ajusto la capucha, cruzo los brazos sobre el pecho, meto las manos bajo las axilas y espero.
Captulo 47
Una excursin familiar. Harpers Ferry. El ro Potomac. Liz, los nios y yo, sentados en los grandes flotadores negros alquilados, nos dejamos llevar
por la corriente hacia el punto de recogida. El cielo que vemos entre el follaje es de un color azul brillante. La temperatura del agua es clida y la profundidad es la suficiente para no rozar las rocas del fondo. Los chicos intentan remar para ir ms de prisa, pero con los chalecos salvavidas y el tamao de los flotadores, apenas consiguen meter las manos en el agua. Qu pasa si hay peces? pregunta Sean. S, qu pasa si alguno me muerde el trasero? dice Kevin.
No creo que haya peces carnvoros en el Potomac -responde Liz. Qu es carnivo? Carnvoro. Significa que come carne. Yo no soy carne -protesta Sean-. Puaj. Qu asco. Yo no estara tan seguro en eso de los peces -le digo a Liz-. Creo que perdieron a un hombre en el punto de recogida. Papaaa! No estamos solos. Una pareja flota un
par de metros delante de nosotros. Un grupo de adolescentes nos siguen. No dejan de empujarse los unos a los otros para hacerse caer de los flotadores, entre grandes risas y gritos. No me molestan en lo ms mnimo -slo se divierten-, pero cuando oigo el pitido perentorio del mvil de alguien, me enfado. Te lo puedes creer? le comento a Liz-. No hay maneja de librarse de esos malditos chismes. Dentro de poco, los harn sumergibles -afirma ella, y se acomoda las gafas de sol.
El sonido no cesa y estoy a punto de gritarles a los adolescentes que al menos podran atender la llamada, cuando Es mi reloj. Me despierto bruscamente, sobresaltado. Todava es de noche, y la niebla es tan espesa que apenas si veo a un par de metros. Me bebo lo que queda de agua, despus de lidiar con la tapa de la botella porque tengo los dedos helados. Tengo la sensacin de ser un anciano centenario; me duele todo el cuerpo. Espero a que los ojos se habiten a la luz. Intento hacer unos ejercicios de estiramiento.
Media hora ms tarde, comienza a clarear. Detrs de la plataforma, en el lado opuesto de la roca, hay una pequea cornisa, casi un nicho. Debe de tener unos cuarenta centmetros de profundidad, pero por arriba tiene un saliente. El nico modo de meterme en ese hueco sera agachado. Lo descarto. Subo el peasco, en busca de un lugar donde ocultarme. Encuentro uno sin mayores dificultades, a unos tres metros por encima de la plataforma, un sitio donde puedo meterme sin tener que hacer equilibrios ni soportar mi propio peso. Desde aqu veo la plataforma, los
cables, el centro del abismo. Pero nadie puede verme a m. Consulto mi reloj cada quince minutos. Transcurre una hora y comienzo a preocuparme. El fro me atormenta. Muerdo la tela del anorak para impedir que me castaeteen los dientes. Y entonces, por fin, los oigo, aunque debido al estruendo del rompiente no es hasta que casi estn en el teatro. Oigo el ruido de las pisadas en las rocas. Oigo las voces de dos hombres -no, tres-, y uno de ellos habla con una extraa cadencia que sugiere una lengua extranjera. Luego -los ojos se me llenan de lgrimas-, mezcladas con las voces
bajas de los hombres, oigo las voces agudas y dulces de los chicos. Sean se re, con su caracterstica risa aguda, una risa que no se parece en nada a la risa potente de Kevin. Tengo la sensacin de que mi corazn est a punto de estallar. Apenas puedo respirar. Oigo las voces, pero no entiendo lo que dicen. Se oye el sonido de los cofres cuando levantan las tapas, el ruido de cosas pesadas que arrastran. Es obvio que estn haciendo los preparativos para la funcin, que estn colocando los decorados en su lugar. Alguien comienza
a silbar. Intento contenerme. Por lo general, se me da bien esperar. Es algo que aprendes a base de pasar horas y ms horas en los aeropuertos. Pero, ahora, la inmovilidad se me hace insoportable. Considero la posibilidad de bajar y enfrentarme a ellos. Pero no. Mis probabilidades de salir victorioso en el suelo -son tres contra uno- son mnimas. Slo tendr una oportunidad y ser aqu arriba. Uno de los hombres comienza a subir. No es un buen escalador. Se mueve con torpeza. Agradezco en mi fuero interno
que sea as, porque eso me permite controlar el ascenso. Anoche tard casi media hora en escalar el peasco. l tarda unos diez minutos. Lo veo, unos segundos antes de que alcance la plataforma, cuando asoma entre la niebla. Lleva la cabeza afeitada. Se encarama a la plataforma sin problemas. Es un tipo grande y fornido, con un tatuaje estilo maor que asoma por el cuello de la sudadera. Abre la tapa de una caja metlica que est atornillada debajo del cable superior y aprieta un interruptor. Luego saca un walkie-talkie del bolsillo.
De acuerdo -dice-. Adelante. Me doy cuenta de lo que hacen: es una prueba. Lanzan una cuerda que se engancha en uno de los lazos. El mecanismo colgado del cable superior se mueve, sin duda en respuesta a una orden por control remoto. Tiene que haber algo que sirve de gua en el extremo de la cuerda, porque el mecanismo, que parece un brazo articulado, baja, localiza la cuerda y sujeta el extremo. Entran en accin los molinetes y las poleas en cada lado del abismo, y tiran del cable y con l de la cuerda- hasta que quedan tensas. La maquinaria es
extraordinariamente silenciosa, no se oye ms que un mnimo zumbido. Hecho -susurra el tipo-. Ah va. Pulsa de nuevo el interruptor, y todo el mecanismo funciona a la inversa. Se aflojan los cables, se abre la mordaza que sujeta el extremo de la cuerda, y la cuerda cae al suelo. Para mi gran alivio, el hombre tambin baja. Veinte minutos ms tarde, oigo la msica. Tambores y un sitar. Los invitados no tardan demasiado en llegar.
Hacen mucho ruido cuando entran en la zona del escenario. Procuro no pensar en los invitados cuando el tintineo de las copas y el murmullo de las conversaciones llega hasta aqu arriba. Noto un picor en la garganta y hago lo imposible para no toser; me lloran los ojos. Estoy tieso como una momia y comienza a preocuparme que, cuando llegue el momento de moverme, no podr hacerlo. Entonces empieza el espectculo. Escucho la charla de Boudreaux mientras realiza los diferentes nmeros,
y, de vez en cuando, la voz de Kevin o la de Sean? que le da rplica. Por su parte, los espectadores se ren, aplauden y gritan asombrados. El Flautista hace sus trucos. Entonces llega el gran momento. El Flautista lanza la cuerda. Sube! le ordena. La cuerda cae al suelo-. No s lo que pasa -dice-. El cielo me desafa. Un coro de carcajadas. Tendr que concentrarme.
Una vez ms, la cuerda cae al suelo. El Flautista se queja de nuevo, pide a los espectadores que lo ayuden a ordenar a la cuerda que se enganche en el cielo. La voz de uno de los chicos dice algo que no alcanzo a entender, pero que es recompensado por unas muy sonoras carcajadas. Otro intento. Entonces el extremo de la cuerda aparece a la vista, en su ascenso entre la niebla. A qu altura ha tenido que lanzarla? Es toda una proeza.
La cuerda se engancha y el pblico aplaude. El mecanismo entra en accin, sujeta el extremo con sus mandbulas. Los molinetes y las poleas entran en funcionamiento en el acto, tiran del cable en ambas direcciones hasta que la cuerda queda tensa. Comprobemos que est bien sujeta dice el Flautista. La cuerda se sacude, est verificando que no se caer del cielo-. Por qu no trepas y ves qu pasa all arriba? le propone a mi hijo. No lo s -responde Kevin, con un tono
de duda-. Est muy alto. Haz lo que te digo -replica el Flautista. Bueno, vale. Suenan los aplausos cuando mi hijo comienza a subir. El Flautista sigue con su chchara, pero no lo escucho. La cuerda se mueve a un lado y a otro. Vigilo el ritmo de la cuerda y entonces veo la cabellera rubia de Kevin cuando asoma por entre la niebla. Va vestido con un taparrabos, y un tahal
le cruza el pecho. Est tan absolutamente concentrado en la escalada que no mira lacia la plataforma hasta que est casi en lo ms alto. Cuando me ve -con los ojos llorosos, un dedo sobre los labios y moviendo la cabeza a un lado y a otro en seal de advertencia-, veo reflejado en sus ojos el ms completo y total asombro. Por un instante, que se me hace espantoso, tengo miedo de que la sorpresa lo haga soltarse de la cuerda y acabar estrellado contra el suelo. Se engancha en el lazo con la agilidad producto de la prctica, y luego se mueve hacia m.
En el momento en que pisa la plataforma, tengo los brazos abiertos para abrazarlo, pero lleva un pequeo micro enganchado con una pinza en el tahal. Mantengo el dedo contra mis labios, y con la otra mano lo desengancho, lo envuelvo con el faldn del anorak y lo aprieto en el puo. Pap -susurra Kevin, con una expresin en su rostro donde se mezclan la alegra y la perplejidad-. Qu haces aqu? No s qu responderle. Dijo que no te veramos hasta Navidad -contina con un susurro furioso-. Nos dijo que haban ido a buscarte a la feria,
los de la cadena, porque t tenas que hacer un reportaje, y que l nos llevara a casa y se quedara hasta que llegara mam. Nos compr pasteles. Tambin nos llev a casa, pero slo por un rato. Cuando intentamos llamarte, l dijo que ibas camino del aeropuerto. Trat de llamarte y t dijiste hola, pero se cort. Fue entonces cuando nos dijo que habas tenido un accidente y que estabas muy mal herido, que mam tena que cuidarte y que no poda atendernos a nosotros, que -Su voz se apaga. La expresin le cambia. Debe de haberse dado cuenta de que algo no estaba bien. En algn nivel, ha
tenido que comprender que era un cautivo. Pero ha sabido mantenerse entero durante todas estas semanas, se ha acomodado a lo que le han dicho, ha aceptado la extraa vida que l y su hermano han estado llevando, en un intento por convertirla, dentro de lo posible, en una existencia normal. Pero en el fondo, debe de haberse preocupado por los agujeros en las explicaciones del Flautista. En algn momento, debe de haberse preguntado por qu no aparecan sus abuelos. Debe de habrselo preguntado un milln de veces. Ahora vuelve a ser un chiquillo y se echa a llorar.
Finalmente, se apoya en mi pecho y lo abrazo. No es posible, lo juro, describir la sensacin de este momento, la increble ternura del reencuentro, mientras sujeto a mi hijo entre los brazos. Pero no dura. Lo aparto un poco para mirarlo a la cara. Kevin, escchame. Qu tienes que hacer ahora? Sealo en direccin al escenario-. Debes hacerlo todo tal cual y como habis ensayado.
Sacude la cabeza. Parece aterrorizado. Nada. Ah, tengo que devolver esto a su sitio. Mueve la mueca y enva el lazo de nuevo al centro-. Despus slo tengo que esperar. Durante cunto rato? Se encoge de hombros. Hasta que l me llame. Escucha, Kev. Apoyo una mano en su hombro-. Tienes que entender que Cre que te habas estrellado por mi culpa -me dice con voz llorosa-. Mam
dice que los mviles son peligrosos. Kevin, no sufr ningn accidente. El seor Boudreaux te minti. Quin? El seor Carrefour? El doctor Carrefour -me corrige-. Doc. De acuerdo. Bueno, quienquiera que sea, l os minti. No tuve ningn accidente ni estuve enfermo. Mam y yo os hemos estado buscando sin descanso. Crees que tu madre no habra estado con vosotros, pasase lo que pasase?
Pero l nos dijo que estbamos ayudando, que -Le falla la voz, llora de nuevo. Kevin. Hago una pausa, cierro los ojos-. Quiere matarte, es una parte de su magia. Forma parte del espectculo. Despus, tambin matar a Sean. Por qu? Niego con la cabeza. Ahora tienes que ayudarme. Pap? Va a salir todo bien?
Por supuesto. Slo debes escucharme. Tienes que hacer exactamente lo que tenas preparado. Luego, cuando l suba por la cuerda, quiero que te escondas. Lo cojo de la mano, hago que se gire, y le enseo el pequeo nicho detrs de la plataforma. Y si me caigo? Puedo caerme. No te caers. Tienes mucho equilibrio. Recuerdas la escalera de la feria? T fuiste el nico que trep hasta lo ms alto. La voz amplificada del Flautista llega hasta nosotros.
Qu ves all arriba, chico? Pap -susurra Kevin-. El de la escalera de cuerda fue Sean. Por estpido que parezca, esto me hace callar por un momento y no se me ocurre qu puedo decir. Es un pecado capital para los padres de gemelos, confundirlos. Kev, puedes hacerlo. Hay mucho espacio. Tienes que hacerlo. Escucha, te dar mi mochila. Necesito que me la vigiles. Le entrego la mochila, ms que nada para que haga algo, aunque primero saco la Maglite, y me la sujeto a
la cintura. Ests dormido, chico? repite el Flautista. Kevin no sabe qu hacer. Te he preguntado qu ves ah arriba, chico -insiste la voz amplificada del Flautista. Abro el puo, desenvuelvo el micrfono y lo engancho al tahal de Kevin. Respndele -susurro. Cielo -contesta Kevin, con voz
temblorosa. Abajo suenan las carcajadas. Qu ms? Nubes. Todava suena como si estuviese a punto de llorar. Ms carcajadas. Te necesito aqu abajo. La voz del mago es tranquila. Me gusta estar aqu arriba. No quiero bajar. Contina la discusin. El Flautista se
muestra cada vez ms enfadado con la insolencia del chico. Tengo que dejar a Kevin y subir a mi puesto. Si no bajas ahora mismo -le advierte el Flautista con un tono severo-, tendr que subir a buscarte y ya vers lo que te pasa. Adelante, intntalo, viejo -replica Kevin-. Estoy seguro de que ni siquiera eres capaz de trepar por la cuerda. Ya estoy metido en mi hueco por encima de la plataforma. Kevin me mira. Le
hago un gesto: hora de esconderse. La cuerda comienza a sacudirse mientras el Flautista trepa. Los espectadores lo aclaman. Entonces lo veo, sus cabellos castaos asoman por encima de la niebla. Como Kevin, viste como un faquir, y como Kevin, est concentrado en la subida. En su caso, trepar le resulta ms difcil porque, como si fuese un pirata, sujeta un cuchillo de hoja curva entre los dientes. Muy lenta y cautelosamente, comienzo a bajar hacia l.
En cuanto llega al lazo y pasa el brazo por el agujero, mira hacia la plataforma. Frunce el entrecejo. Le leo el pensamiento: dnde est Kevin? Se encarama a la plataforma y empua el cuchillo. Dnde ests, chico? grita, sin abandonar el personaje-. Se acabaron los juegos. Te lo digo muy en serio! Abajo suenan las carcajadas. El mago se levanta y comienza a volverse.
No soy un peleador. No es que rehya los enfrentamientos. Es que nunca he llegado a las manos. Donde yo crec, nadie se meta en peleas; todos tenamos demasiadas cosas que hacer con nuestras actividades programadas. No estaba bien visto, era algo que no hacas. Una vez, le di un puetazo a otro chico que me hizo una entrada muy fuerte en un partido de ftbol, pero el hecho de que llegara a pegarle fue cosa del azar. Me expulsaron del partido, me suspendieron por otros dos, y tuve que escuchar no s cuntas pamplinas sobre la importancia del autocontrol. Nunca tom clases de boxeo o krate.
En otras palabras, no hay nada en mis antecedentes que me haya preparado para lo que har ahora. Sin embargo, bajo por la roca como una fiera. Antes de que el hombre llegue a enterarse de que estoy aqu, antes de que pueda volverse, le he pegado con la Maglite un golpe tan tremendo en la parte de atrs de la cabeza que oigo cmo se rompe el hueso. De pronto, hay sangre por todas partes: en m, en las piedras, en el aire, en l.
Se tambalea, pero para mi gran sorpresa, no cae. Suelta un gemido como una bestia herida que capta el micro, y despus se vuelve, con los ojos como ascuas, cuchillo en mano. Juro que lo veo sonrer. Entonces me ataca con un movimiento lateral, que falla la primera vez, y luego me alcanza en la vuelta, me corta la manga del anorak y el brazo. Un grito escapa de mi garganta cuando Boudreaux intenta cortarme el cuello. Por increble que parezca, el mundo est en silencio, o casi en silencio. En el movimiento a cmara lenta y cargado de adrenalina de lo que parece ser mi asesinato, oigo el retumbar de las olas que rompen y la silenciosa espera -o
quiz el desconcierto- de los espectadores ocultos por la niebla. Descargo otro golpe con la linterna, lo fallo, y luego paro otra cuchillada. El filo de la hoja resbala por la Maglite, me corta los dedos, y la sangre me salpica en los ojos. Boudreaux da un paso atrs y se rehace. Durante un momento, permanece all. Se tambalea y respira afanosamente, con los brazos cados. Parece estar a punto de desplomarse. Envalentonado, doy un paso adelante, y despus retrocedo precipitadamente, cuando se abalanza sobre m con un aullido, como un
director de orquesta que se ha vuelto loco, mueve el cuchillo como si fuese una batuta, al tiempo que grue y chilla como una bestia feroz. La locura emana de su ser como el calor de un horno. Oigo el grito aterrorizado de Kevin, que est detrs. El sonido es como una descarga elctrica. Al mismo tiempo, frentico, furioso y aterrorizado, me lanzo sobre el mago, y caemos sobre a plataforma en un enredo de sangre, gritos y gemidos. Por una de esas cosas del azar, estoy encima de l, con el antebrazo cruzado en su garganta, mientras que con la mano derecha le sujeto la mueca contra el
suelo. Hace un ltimo intento por golpearme con la otra mano, pero ya no le quedan fuerzas. Despus de un momento, afloja los msculos y la furia desaparece de sus ojos. Ahora qu? pregunta. Con el corazn a punto de estallarme, tardo unos segundos en recuperar el aliento. Cuando estoy en condiciones de levantarme, lo hago. Luego sujeto a Boudreaux por los cabellos y lo obligo a levantarse. Me mira con una expresin burlona.
Cmo cree que conseguir bajarme de aqu? pregunta. Le respondo en voz baja, casi como un gruido. sa es la parte ms fcil, cabrn hijo de puta. Lo sujeto por el cogote, hago que se vuelva, y de un empelln lo lanzo al vaco, para que vaya a reunirse con un alarido con su club de admiradores veinte metros ms abajo. En el anfiteatro reina el caos, todos gritan a voz en cuello. Kevin sale a gatas del pequeo nicho y se me acerca,
asustado y con el rostro baado en lgrimas. Sangro por toda la plataforma. Me sostengo en pie y, aunque hay mucha sangre, s que estoy bien. Ha llegado el momento de actuar sin demora. Ahora mismo, las personas que estn abajo pueden creer que la cada de Boudreaux ha sido un accidente. Pero bien podra ser que no. No s qu me hace creer que los chicos que eran los principales actores del espectculo han sido olvidados, al menos momentneamente. Tal vez el propio Sean pueda haberse preguntado qu estaba pasando y haya decidido
salir de su escondite para averiguarlo. Sin embargo, no lo creo. Estoy seguro de que sigue en el cesto, a la espera del aviso. Kevin, tenemos que buscar a Sean. No discute, aunque me mira con los ojos muy abiertos. Pap, ests sangrando. No pasa nada. Kevin es un atleta nato. Juntos, comenzamos el descenso sin problemas. A medio camino, salimos de la niebla y le digo que espere un momento.
Ahora debemos tener mucho cuidado. Mantente del lado del mar, para que no nos vean. De acuerdo. Kevin baja, con pie seguro y gil como un mono. Hay momentos en los que tiene que esperarme. Soy yo quien tiene dificultades. Casi no tengo fuerza en el brazo donde me ha herido Boudreaux. Tengo la mano casi destrozada. La sangre hace que resbale. Incluso as, estamos en el suelo al cabo de menos de cinco minutos.
Necesito descansar, me apoyo contra la roca y respiro lenta y profundamente. Desde el anfiteatro llegan las voces que discuten. No son muchas. Es obvio que algunos de los invitados quieren marcharse. Ahora discuten qu deben hacer. Vaya desilusin -afirma una voz femenina. Un final diferente -opina un ingls-, pero no por eso menos impresionante. Lo que s est claro es que no llamaremos al nueve uno uno -declara una voz con un fuerte acento extranjero-.
No quiero tenerlos por aqu metiendo las narices. Hay un camino por atrs -me dice Kevin-. Puedo colarme por ah. Llamar a Sean. Me oir a travs del cesto. Sigo a mi hijo mientras avanzamos cautelosamente hacia la parte de atrs del escenario. El estruendo del mar ayuda porque estoy tan dbil que me muevo con torpeza y tropiezo en ms de una ocasin. Desde nuestra ventajosa posicin, veo el pequeo grupo de invitados, veo una pierna de Boudreaux, doblada en un
ngulo imposible en alguien vivo. El cesto est en el centro del escenario, a la vista de todos. Antes de que pueda impedrselo, Kevin se ha marchado. Lo veo acercarse al cesto, veo cmo el cesto se mueve un poco. No puedo creer que Sean pueda salir sin que nadie lo vea. Entonces lo recuerdo: la distraccin. En el momento en que veo que se levanta un poco la tapa, saco la Maglite de la mochila y la lanzo con todas mis fuerzas hacia la derecha. La linterna da vueltas sobre s misma mientras vuela, y se estrella, con un fuerte ruido metlico,
contra las rocas. Todas las cabezas giran en aquella direccin mientras Sean sale del cesto. Veo cmo el pequeo grupo de espectadores comienza a caminar lentamente hacia el punto del impacto, al mismo tiempo que los chicos vienen a mi encuentro. No puede haber ms de unos ochocientos metros desde el anfiteatro hasta la playa del Sea Ranch. No tenemos que meteros en el agua. No es ms que un paso por la arena dura, entre las rocas. S que en algn momento no muy lejano alguien nos perseguir, y
hago todo lo posible por darme prisa. Me parece que ha pasado una eternidad antes de ver la cerca de alambre de espino que marca la divisoria entre Mystre y el Sea Ranch. Otra pareja de cabellos plateados ser la misma? pasea por la playa. Voy hacia ellos, con un nio que me sujeta en cada brazo. Son ellos los que me arrastran, porque me muevo muy lentamente. Entonces se me acaban las fuerzas y no puedo dar ni un paso ms. No pasa nada -les digo a los chicos, e intento mover los pies-. No pasa nada repito, y me desplomo.
Kevin sale como un rayo, y veo las tres figuras, la elegante pareja un poco agachada para or las palabras de mi hijo. Kevin seala y miran hacia nosotros. Sean me aprieta la mano con una fuerza tremenda. Kevin y la pareja echan a correr. Veo que el hombre se acerca un mvil a la oreja. Cierro los ojos. Pap! exclama Kevin.
Sea Ranch -informa el hombre-. En la playa. Meg, voy buscar el Jeep. Oh, Dios mo -dice la mujer. Me envuelve la mano herida-. Nios, mantenedlo apretado de esta manera. As como lo hago yo, de acuerdo? S. Stan! La chaqueta. Me venda el brazo con la chaqueta y comprime la herida-. Mantened la presin, chicos, lo estis haciendo muy bien. Se pondr bien? pregunta Kevin, con voz temblorosa.
S -responde la mujer, muy segura-. Todo ir a las mil maravillas. Por una de esas cosas, aunque sospecho que slo lo ha dicho para tranquilizar a mis hijos, s que tiene razn.
Agradecimientos
Muchas gracias al detective Kevin Manning del Departamento de Polica de Las Vegas y al mago Leo Behnke, por su valiosa ayuda a la hora de guiar al autor por tierras desconocidas. Gracias tambin a Sam y Elisabeth Johnson por su constante apoyo. Una reverencia para Sara Murray por sus muy tiles comentarios al leer el manuscrito. Un brindis, como siempre, para Elaine Markson, Joe Blades y todos los de Ballantine que ayudaron a convertir este libro en una realidad. Tambin quiero mencionar los siguientes libros que me proporcionaron una valiossima informacin sobre el tema de mi novela: Los misterios del vud, de Lannec
Hurbon;Panorama of Magic, de Milbourne Christopher; The Art of Deception, de Chuck Romano;Mysterious Stranger: A Book of Magic, de David Blaine, y el fascinante Net of Magic, de Lee Siegel.
([1]) Bocadillo tpico de Luisiana hecho con lechuga, tomate, mayonesa y pescado o marisco (normalmente ostras, gambas o bagre), aunque tambin puede llevar carne. (N. del t.)
Jim Hougan ha ganado varios premios de periodismo de investigacin por sus ensayos sobre los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Ha escrito tres novelas de suspense bajo el pseudnimo de John Case: Cdigo Gnesis, que lleg a ser nmero uno en la lista de ventas de The New York Times, El Primer Jinete del Apocalipsis y, ms recientemente, The Syndrome. Socio de la fundacin periodstica Alicia Patterson, Hougan ha sido editor en Washington de Harper`s Magazine. Tambin ha producido varios documentales para 60 Minutos y