Marcelo Méndez Sobre Casa Tomada
Marcelo Méndez Sobre Casa Tomada
Marcelo Méndez Sobre Casa Tomada
La casa tomada
Las migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires, que se haban tornado
masivas desde la segunda mitad de los aos treinta, encontraron su coronacin poltica y
carta de ciudadana con la victoria electoral de Juan Domingo Pern en febrero de 1946.
Este fenmeno fue directamente decodificado por la oligarqua y las capas medias
porteas de la poca a travs del conocido dispositivo discriminador pergeado por
Sarmiento de civilizacin y barbarie. Roda por el tiempo y abaratada por idelogos
que no llegaban a los talones del sanjuanino, la antinomia se tradujo en una versin
cromtica y racista que ni se molestaba en disimular su intencin discriminatoria:
blancos y negros. Se trata de una construccin bien simple: si quienes haban irrumpido
en la Plaza de Mayo en octubre del `45 eran llamados (entre otras cosas) negros por las
clases dirigentes y los porteos del centro, tcitamente estos se autocalificaban como
blancos.
La expresin con que se populariz el desprecio, cabecitas negras, es, en su
polisemia, ms compleja de lo que parece. Porque si en un primer movimiento atena
la frontalidad de la agresin racial evocando a un simptico pajarito criollo, en el
segundo, y decisivo, el trmino remite a un ave que suele criarse en cautiverio y tiende
qu punto el tpico es, adems, productivo para la literatura: la invasin es un eje que
dinamiza cualquier argumento.
Casa tomada, de Julio Cortzar, puso en palabras como ningn otro ese temor
de la burguesa blanca y se vuelve para este trabajo un punto de partida insoslayable. En
el cuento, la ociosa vida de una pareja de hermanos en el casern que fuera de sus
antepasados se ve interrumpida por la llegada de extraos completamente innominados
y nunca visibles que los llevan a replegarse primero y a abandonar la casa despus.
Todo sugiere que la posibilidad de hacerles frente ha sido desestimada de antemano.
Como se ver, el carcter indeterminado que los invasores nunca pierden en este texto
fortaleci las hiptesis que ven all el violento desembarco de los peronistas en una
mansin aristocrtica.
Ya en 1962, con el peronismo proscripto, Germn Rozenmacher escribe
Cabecita negra un cuento basado en su fuerte intertextualidad con Casa tomada, que
no slo funda la interpretacin que retomar Avellaneda (y antes Juan Jos Sebreli), esa
que hizo de Casa tomada, que podra haber pasado como un cuento fantstico ms, el
paradigma del cuento antiperonista, sino que invierte la ideologa de su texto precursor:
Rozenmacher, un emergente de los sectores medios que empezaban a incorporarse a la
incipiente izquierda peronista, celebra la toma de la casa burguesa por los apodados
cabecitas negras que bajo la proscripcin soportaban una vida difcil.
Cuando pareca que todo estaba dicho sobre el tema, Rabia, una novela que
Sergio Bizzio publica en 2005 vuelve a la carga con la matriz de la casa tomada para
actualizar el problema: un joven de evidente extraccin popular, prfugo de la justicia,
se refugia en una mansin en la que pasa aos sin ser descubierto por la polica ni por
los dueos. Ac la poltica en sentido explcito casi no aparece. Sin embargo a la luz de
los antecedentes puede sostenerse la siguiente hiptesis: as como los primeros cuentos
Gamerro, C., Julio Cortzar, inventor del peronismo, en Guillermo Korn (comp.), El peronismo
clsico. Descamisados, gorilas y contreras, Buenos Aires, Paradiso, 2007, p.44
3
Sebreli, J.J., Buenos Aires: vida cotidiana y alienacin, buenos Aires, Sudamericana, 1964, p.
4
Gamerro, C., op. cit., p.56
una muy temprana aparicin del tipo de lector-cmplice que reclamar Rayuela. Casa
tomada es el mejor cuento sobre el tema porque el lector debe hacerse cargo de
ponerle nombre a lo indeterminado. No puede, como en Las puertas del cielo,
quedarse afuera diciendo qu gorila este Cortzar. Y si se hace cargo quedan dos
posibilidades: o toma la posicin de Cortzar y discrimina con l o concluye que el
cuento es claramente tendencioso y desoye la moraleja poltica oculta en su mecanismo
fantstico. Pero esto es slo una opcin posterior a la lectura: el aspecto socio-poltico
del texto ya ha prevalecido.
El cuento de Rozenmacher, para poder invertir la ideologa de su precursor
llena el polo que Cortzar dejaba vaco. Contra toda indeterminacin subraya que
el temor de la burguesa era hacia los cabecitas negras llegados con el peronismo.
Conviene reponer brevemente su argumento: un burgus amargado mira desde su
balcn a la calle. Es muy tarde pero padece un fuerte insomnio5. Intencionalmente,
Rozenmacher lo sita, hosco y malhumorado, en el espacio donde Pern se mova con
mayor comodidad: el balcn. El Sr. Lanari, como exige ser llamado, es alguien cargado
de desprecio hacia los trabajadores, un pequeo burgus que se ufana de logros ms
bien mdicos. Su imperio es una ferretera. An as, el llanto desesperado de una chica
humilde en mitad de la noche lo lleva a bajar a la calle para consolarla. Cuando aparece
en la escena un polica hermano de la chica- surge una situacin confusa. El burgus es
acusado de viejito verde, se lo amenaza con un viaje a la comisara. Para evitarlo, el
hombre invita a su departamento a los hermanos, quienes una vez all, lo maltratan a l
y a sus pertenencias. Rozenmacher aprovecha para liquidar la indeterminacin
cortazariana: todo estaba al revs. Esa china que poda ser su sirvienta en su cama y
Un cruce, este de insomnio y burguesa, que aos ms tarde el Indio Solari defini en dos lneas: y
cunto vale todo lo registrado/ si el sueo llega tan mal que te condena.
ese hombre del que ni siquiera saba a ciencia cierta si era polica, ah, tomando su
coac. La casa estaba tomada.6
El ncleo poltico del cuento es el conflicto entre quien defiende sus bienes
individuales frente a los antiguos beneficiarios de las conquistas sociales de un
peronismo que se encuentra proscripto. Si se quiere -y Rozenmacher quiere- un episodio
de la lucha de clases.
Cabecita negra se recuesta enteramente sobre su poca. No explica nada de lo
que narra porque en 1962 Fanon, Sartre, Guevara o Cooke lo explicaban todo.
Actualmente, si no se repone bien ese marco, algunos pueden llegar a ver al burgus
como vctima. Slo su lenguaje, que hiere y maltrata, se opone a la confusin: lo
miraba () con duros ojos salvajes, inyectados y malignos, bestiales, con grandes
bigotes de morsa. Un animal, otro cabecita negra.7
Dictadura mediante, el peronismo transita desde 1983 circunstancias mucho
menos picas que las que corresponden a su instauracin o a su resistencia posterior al
55. Oscila entre largos tramos de entreguismo neoliberal y otros ms breves donde se
plantea recuperar ciertas polticas fundacionales sin conmover como antao a los
sectores dominantes (las clases medias, ms escandalosas, lucen un gorilismo como la
gente). Es en suma, este peronismo contemporneo, un integrante ms de un sistema
de partidos funcional a los poderes fcticos. En 1970, uno de los cargos formulados
contra Aramburu por sus ejecutores fue que ste diriga una maniobra para convertirlo
precisamente en eso.8 Desde los ochenta esto se da capitaneado desde adentro.
Tambin estos plidos aos son representados por la literatura argentina
mediante el dispositivo de la casa tomada. A diferencia de lo que ocurra con Casa
tomada y Cabecita negra, Rabia, la novela de Sergio Bizzio no apunta
6
explcitamente a la cuestin del peronismo, pero s permite hacer una lectura que
vincula lo que se narra con este debilitamiento del partido como herramienta de cambio.
No obstante la sola reaparicin de la matriz casa tomada ya habla de grupos enfrentados
y, en este caso, de un binarismo racista que demuestra en el texto haber sobrevivido al
retroceso de las fuerzas transformadoras del peronismo.
La novela, cuyo texto conviene escandir, se abre en la cola de un supermercado
de la zona ms cara de Buenos Aires. Ah se inicia la relacin entre Jos Mara, un
obrero de la construccin que ha entrado a buscar un poco de fiambre y Rosa, la
mucama que vive en la lujosa mansin de los Blinder. A la larga, Jos Mara ser el
invasor y la mansin Blinder la casa invadida.
Cuando el romance entre estos dos tpicos jvenes de los sectores populares se
desata surgen elementos interesantes de cara a los cuentos ya comentados. Los textos de
Cortzar y Rozenmacher tienen, de acuerdo al marco que se traz al comienzo, un fuerte
componente racial: Una minora blanca, que no se siente protegida por sus polticos el burgus de Rozenmacher, premonitoriamente piensa tenemos toda la fuerza pblica
y el ejrcito-9 se siente invadida por una mayora de negros que s estn
cohesionados polticamente. Ese componente racial no se debilita en Rabia pero se
evidencia que se ha roto la unidad que el peronismo clsico les confera a sus
partidarios. Absorbido el partido por el sistema, aparecen las estrategias individuales.
Rosa y Jos Mara, dos negros, se besan en la calle. Esto indigna al portero de un
edificio vecino (un negro que ha optado por blanquearse) que corre a decrselo al
hijo del administrador, un blanco forzudo que aunque no es rugbier- viste como si lo
fuera. De paso, Bizzio introduce as a uno de los prototipos de los ganadores de la
Argentina neoliberal.
Hay un punto que explica que al portero le brote la furia de los conversos: en
este juego de colores, Rosa es una figura ambivalente. En tanto empleada de la mansin
Blinder deviene blanca, pero el beso con Jos Mara la devuelve a su negritud
original. Esto es intolerable para quien ha recorrido el camino inverso. Pensaba el
portero: era evidente que el desconocido seduca adrede a la mucama de los Blinder.10
El ltimo giro de la serie lo da el capataz (rango bicolor, si los hay) de la obra
donde trabaja Jos Mara, que lo despide a pedido del portero y del rugbier. Es otro que
opta por ponerse blanco. Gestos individuales de personajes que ya no encuentran
representacin poltica para sustentar su subjetividad.
Pocos das despus Jos Mara mata al capataz. No ser la nica vez que mate.
Aunque debe suponerse que esto es lo que Bizzio entiende por rabia, dado que Jos
Mara mata sin enojarse, es mucho ms fcil entenderla como una forma fra y
expeditiva de la justicia, que ya no es social sino individual.
Es interesante sealar que hay parecida distancia entre esta rabia posmoderna,
que excluye la bronca, y la gran rabia de la literatura argentina, la que Roberto Arlt
impuso con El juguete rabioso, a la que hubo polticamente entre quienes a fines de la
dictadura decan ser la rabia de Juan Pern y las posibilidades de rabiar que les dio el
Partido Justicialista, ya lanzado a una decidida burocratizacin.
Fuera de ello lo que fuere, el crimen del capataz es lo que lleva a Jos Mara a
esconderse en la mansin Blinder.
Ocupa un lugar en la mansarda, en la planta ms elevada de la mansin. Su
inicial reclusin va dando lugar a exploraciones cada vez ms osadas. As, al cabo de
la segunda semana conoca los ruidos de la casa como si hubiera vivido siempre all.11
Ubica con rapidez los lugares necesarios para su supervivencia. Nunca ser visto por el
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una tranquilidad pasmosa, asoma siempre la desproteccin social. Y muy lejos del
temor inicial e inverso de Cortzar, la impunidad del hombre blanco frente a la mujer
negra.
Desde su invisible proximidad, Jos Mara sigue atentamente el embarazo de
Rosa, muy asistida por la seora Blinder. El nio que nace, recibe su nombre. Con su
absoluto dominio de la mansin y de la ubicacin de sus habitantes se las arregla para
jugar con Joselito todos los das. Le construye juguetes. Se hace llamar mam para
que el llamado del nene a un padre fantasma no despierte las sospechas de Rosa.
El final llega bruscamente: los Blinder, Rosa y su hijo parten hacia Mar del Plata
una temporada. Jos Mara dispone de toda la casa tomada para s, pero casi no tiene
vveres y el polica de la puerta veta toda posible salida al exterior. Una decena de ratas
que de a poco abandonan sus escondites, lo miran con familiaridad. Son todos
miembros de una misma fraternidad A ese nivel se manifiesta su poder como intruso.
Casi muerto, Rosa lo descubre en la mansarda al regresar. Jos Mara, el invasor
imperceptible, podra decirse remedando los ttulos de las historias infames de Borges,
muere con Joselito sobre su pecho.
Una cuestin importante todava no ha sido mencionada. Desde las primeras
pginas, se le hace saber expresamente al lector que a Jos Mara se lo llama
habitualmente Mara: todo el mundo lo llamaba as, Mara. Era algo que se daba
naturalmente y que a Jos Mara pareca no importarle.12 El asunto es tan extravagante
y en apariencia tan carente de sentido, que tal vez valga la pena buscrselo. De acuerdo
a la hiptesis, la invasin insensible de Jos Mara representa la prdida de temor al
peronismo por parte de los sectores dominantes: pero Mara, oculto en lo ms alto en
el cielo- de la mansin y protegiendo amorosamente a Rosa, ofrece otro significado que
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2008 indica que no se tolera la ms tibia reforma. Debe pensarse ms bien que se est
ante un Otro despojado de ropajes partidarios pero que las clases dominantes identifican
ahora primordialmente por su color de piel, por su procedencia o por su vinculacin con
la cultura popular en cualquiera de sus formas.
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