Drogas y Control Social
Drogas y Control Social
Drogas y Control Social
alarma social causado por las noticias que sobre las drogas y sus efectos
aparecan constantemente en la prensa.
(A pesar de que los datos existentes indican la prctica inexistencia de un uso
masivo de drogas ilegales en esa poca.) Durante esos aos se tenda a asociar
cualquier tipo de disidencia poltica con el consumo de drogas, relacionando
ambas actitudes como parte de una nica estrategia cuyo objetivo final era
debilitar al rgimen franquista o lo que era lo mismo a la nacin' espaola. 4
A esa primera imagen del drogadicto -contestatario-, enemigo poltico
corresponde un tipo de respuesta puramente represiva, penal. Al "drogadicto"
se le persigue por el hecho de serlo, porque su drogadiccin le enfrenta
inmediata y directamente con las normas sociales. El consumidor de drogas
(de un tipo de drogas) es, por el hecho de serlo, un enemigo social. La crcel
es el nico instrumento de respuesta.
La segunda de las etapas en cuanto a la definicin social del
fenmeno droga se corresponde con un modelo de identificacin del
toxicmano con el joven marginal de cualquiera de los barrios perifricos
de las grandes ciudades. Se trata de un joven desocupado, inmerso en
condiciones sociales caracterizadas por la desorganizacin social en las
que el consumo de drogas y las actividades delictivas forman parte de un
contexto normalizado. La droga comienza a ser vista como un factor de
cohesin y de identificacin del grupo marginal y se diversifica; adems
del L.S.D. y los derivados de la cannabis -predominantes en la etapa
anterior- comienzan a formar parte de la percepcin social otros
productos como los inhalantes las "pastillas" (barbitricos y anfetaminas)
y en menor medida tambin la herona.
A este segundo modelo de percepcin social,
corresponde un tipo de control doble se comienza a distinguir entre traficante
y consumidor (corresponden a esta etapa las primeras sentencias del Tribunal
Supremo declarando la impunidad de la tenencia de droga para el propio
consurno); al primero, obviamente, se le sigue considerando delincuente y
envindole a la crcel; al segundo comienza. a considerrsele no delincuente,
sino peligroso social.
Se produce en esta poca la promulgacin de la Ley de Peligrosidad y
Rehabilitacin Social -que supuso la extensin del control penal a colectivos
de desviados a quienes resultaba difcil aplicar la categora de delincuentes
(vagos, toxicmanos, homosexuales..., etc.)- y a pesar de que la mayor parte
de las veces la aplicacin de dicha ley a los toxicmanos significaba para
ellos la crcel, comienza a aparecer un cambio en el discurso ideolgico: el
objetivo de la cura, el objetivo teraputico, comienza aunque tmidamente, a
introducirse en la legislacin penal y a veces en la prctica judicial. El
hospital penitenciario o el sanatorio psiquitrico son, junto a la prisin, los
nuevos instrumentos de control que ya comienza a aparecer como
aislamiento y tratamiento. 5
En la tercera de las etapas, la ms prxima, la definicin de droga
viene asimilada en forma inequvoca con la herona. Los drogadictos ya
son sujetos pertenecientes a todas las clases sectores 6. Unos portadores de
la enfermedad y otros infectados por la misma. La imagen del toxicmano
que delinque para atender sus necesidades de droga o de dinero para
obtenerla es la imagen predominante. 'La toxicodependencia comienza a
asimilarse a la enfermedad. La respuesta social comienza a preocuparse
droga adulterada), que corren el peligro, una vez ms, de dejar sin
contenido la apenas estrenada reforma de l983. (35)
A este respecto, Hassemer (36) ha hecho una acertada descripcin de
la situacin general de las tendencias poltico-criminales presentes hoy en
el mbito europeo: El problema de la droga pertenece a los grandes
temas de la poltica interior de varios pases en las ltimas dcadas y el
comercio de drogas est bajo una fuerte presin punitiva por parte de la
opinin pblica; luego, el legislador ha estado exigido. Por otra parte,
no hay ninguna prueba estadstica significativa para a conexi6n entre
influencia inmediata de la droga y aumento de la criminalidad; ... ).
Finalmente, por el momento no hay en el mundo un concepto de
tratamiento para los. adictos a las drogas que pueda considerarse
cientficamente o al menos prcticamente seguro". Luego, las esperanzas
en efectos preventivos individuales estn por lo menos disminuidas.
"Tomado todo esto en su conjunto produce, desde un punto de vista
poltico-criminal una mezcla explosiva: por un lado, la necesidad
creciente de criminalizacion por parte de la opinin pblica con la
exigencia de penas draconanas, no se puede basar en una comprobacin
cientfica de peligrosidad especial; pero, por otra parte, una mayor
necesidad de solucin del problema, no tiene por base una posibilidad real
de solucin del mismo. En resumen, un caldo de cultivo para la
legislacin simblica cuyos efectos no se esperan directamente en una
solucin del problema que no se sabe cmo abordar y que, adems, ofrece
serias dudas en cuanto a su eficacia real (criminalidad de la droga), sino,
indirectamente, por el apaciguamiento de la presin pblica por parte de
un legislador atento y decidido. Legislacin simblica, pues, no como
representacin o cristalizacin de una norma social, sino como apariencia
de diligencia para solucionar un problema
3. Por ltimo, dicha legislacin ha potenciado la conversin de los grandes traficantes en grupos de poder poderossimo, capaz en la actualidad de
manejar sectores enteros de la economa y aun de la vida econmica y
poltica de determinados pases.
La legislacin antidroga y la difusin de imgenes sociales irracionales
ligadas a este fenmeno han cambiado la significacin tradicional que para
ciertas colectividades campesinas tenan la droga como parte de equilibrios
culturales. Que las ligaban a la vida cotidiana o a la prctica religiosa de
centenares de miles de personas en el mundo. Hasta que la droga no se
desvincula de esa especfica matriz cultural, hasta que no se convierte en puro
objeto de consumo y de beneficio es decir, en una mercanca, su produccin y
circulacin permanecieron drsticamente limitadas. La droga, lejos de ser,
como afirma el estereotipo cultural, algo extrao o ajeno a nuestra sociedad,
slo puede comprenderse analizando los complejos mecanismos de
produccin y distribucin de bienes y de acumulacin de capital propios de
las sociedades industriales avanzadas. (37)
La formacin del mercado mundial de la droga se ha producido de
forma paralela a la creacin de otros grandes mercados ilegales, como el de
las armas de guerra vendidas por los productores occidentales a los
gobiernos y a los movimientos insurreccinales del Tercer Mundo, con la
mediacin de traficantes, hombres de negocios y agentes de servicios
secretos que obtienen ingentes beneficios de esa actividad (38)
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actual- y trata de hallar una respuesta tan parcial como equvoca al problema,
en lugar de enmarcarla dentro de toda una nueva concepcin del sistema
penal en su globalidad.
De ese hecho se deducen algunas perplejidades con la que se
enfrentan los expertos a la hora de abordar este tipo de soluciones, entre
las que ocupan un lugar destacado un nuevo efecto perverso que se
puede producir como consecuencia de su aplicacin: el de que, aplicado
este sistema slo a los toxicmanos, el mensaje que se esta lanzando es
que, tal condicin unidad a la de ser autor del un delito, puede ser
altamente beneficiosa para este ltimo, con lo que, adems de poner en
cuestin el principio de igualdad ante la ley, se puede producir un
aumento del consumo de drogas con el fin de poder alegar la condicin
de toxicmano en el caso de caer en las redes de la justicia y poder
escapar as ms fcilmente a la pena de prisin. (43)
En segundo lugar, a partir de la constatacin anterior, se han intentado
encontrar frmulas que de una u otra forma tratan de limitar dichos
beneficios a los sujetos verdaderamente recuperables, sobre la base de una
pretendida mayor sinceridad en cuanto a sus propsitos rehabilitadores. A tal
fin se discute sobre la posibilidad de aplicar dichas medidas sustitutorias a
los sujetos con buen pronstico basada en estudios psico-sociales previos,
y an, en nuestro pas, se ha pretendido basar dicha seleccin en la
constatacin previa de si nos hallamos ante un toxicmano-delincuente
-en cuyo caso podra concederse el beneficio- o 'ante un
delincuente-toxcmano a quien en principio no podran aplicarse dichas
medidas de tratamiento extra peni tenciario (44)
No merece la pena de volver a insistir sobre la mixtificacin y la carga
ideolgica presente en los trminos delincuente y drogodependiente,
pero, si es necesario constatar que la utilizacin de criterios de esa
naturaleza a la hora de conceder o no el beneficio de las medidas
sustitutorias representa un eslabn ms en el proceso de marginacin y
exclusin de los sectores sociales ms desfavorecidos. Estos, como es
lgico, siempre tienen peor pronstico que los sujetos pertenecientes a la
clase media y han sufrido desde edad ms temprana los procesos de
estigmatizacin socal que los han conducido a ser identificados como
delincuentes, con lo que sus posibilidades de ser englobados en la categora
de toxicmanos-delincuentes suelen ser nfimas, aadiendo, por tanto, las
consecuencias negativas de la prisin a una situacin social de inferioridad y
de carencia.
En tercer lugar, las propuestas de alternativa a la prisin se presenta, se
presenta siempre bajo la etiqueta del tratamiento, lo que engloba de una u
otra forma procesos de reeducacin o de readaptacin, y llevan implcits la
consideracin de anormalidad o enfermedad de los sujetos a los que se
aplica.
Nos hallamos aqu, frente a la otra cara de la moneda representada por la
represin, dentro de una poltica pretendidamente preventiva del problema.
Se trata de crear una ilusin teraputica complementaria de la ilusin
represiva a la que antes nos referamos. Porque si es cierto, como ya se ha
dicho, que no se ha hallado en la actualidad una metodologa especfica de
tratamiento equivalente, a la de otras patologas, lo que de hecho se persigue
es crear un estado de opinin social que reafirme la racionalidad y
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