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Artículo Cuadernos Arata

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De la cocina al taller.

Reflexiones en torno a una categora.

Nicols Arata APPEAL-IICE-UBA

Antes de comenzar formalmente con la presentacin del trabajo quisiera


presentar una imagen para que presida mi exposicin. Se trata de una
fotografa tomada en Pars, en 1917 y lleva por nombre El trapero.
En su clebre ensayo Sobre la fotografa Susan Sontag afirma que La
fotografa implica que sabemos algo del mundo si lo aceptamos tal como la
cmara lo registra. Esto es, en definitiva, lo opuesto a la comprensin, que
empieza cuando no se acepta al mundo por su apariencia. El ensayista John
Berger retruca: Lo que si hace la cmara y el ojo por s mismo no puede hacer
nunca, es fijar la apariencia del acontecimiento. Las mantiene intactas. Si no es
posible volver a colocar la imagen en el tiempo es decir, en su propio tiempo
original- puede si, colocrsela en otro rgimen temporal: el de la narracin. Y
ese tiempo narrado ha de respetar el proceso de la memoria que pretende
estimular. (Berger, 2004: 83-84)
La fotografa escogida tiene un valor especial. Fue elegida por el filsofo
Walter Benjamin para, a travs de ella, emparentar el oficio del historiador con
el del trapero. La imagen del historiador proclamada por Benjamin es, en este
sentido, la de un coleccionista de trapos. El trapero recupera para la sociedad
lo que sta ltima previamente ha desechado. Un trapero no distingue entre
acontecimientos grandes y pequeos. Para Walter Benjamin el verdadero
historiador ha resuelto ese mito epistemolgico, y asume que nada de todo lo
que ocurri debe ser considerado como perdido para la historia. Por el contrario,
Benjamin reivindica los esfuerzos por fijar la imagen de la historia en las
cristalizaciones ms humildes de la existencia, en sus desechos -por as decirlo,
pues el oficio del historiador es impuro-. La imagen del trapero nos pone al
cuidado de no quedar atrapados en los tentculos de aqul mito, y expulsar los
saberes de la historia. El amuleto monta guardia, recordndonos que nunca se
sabe cual desecho/acontecimiento puede servirle a un historiador para formar
una nueva coleccin/enhebrar un relato.
Quisiera recuperar esta imagen, desde otro ngulo, haciendo referencia
no ya al trapero, sino al entorno en donde se encuentra: su propio taller. Como
todos sabemos, Sirvent patent una imagen sobre el quehacer del investigador
a travs de una estimulante metfora: situ su labor en el marco de la cocina de
la investigacin. Quisiera adicionar otra imagen, complementaria, bajo la
advocacin del taller. En el taller se producen los ms variados objetos. Pero
tambin tiene lugar all la identificacin de una serie de problemas, la invencin

de herramientas para resolverlos, y, sobre todo, un misterioso proceso de


transmisin de los secretos del oficio.
En el taller estn permanentemente en juego dos problemas: la autoridad
y la autonoma. El maestro basa su autoridad en el manejo experto y en la
capacidad de transferir un conjunto de destrezas procurando, a su vez, mejorar
las habilidades de quienes tiene a su cargo. De ellas se valdr el aprendiz para
forjar su obra. Su realizacin no es una tarea individual: muchas otras personas
intervienen a lo largo de su factura. Ante la obra acabada, se erige la figura de
una paternidad vicaria.
Introduccin
La crisis que atraviesan las instituciones modernas responsables de la
transmisin cultural ofrece un marco para efectuar una reflexin sobre la
relacin entre educacin y saberes socialmente productivos. Nombrar la crisis
no responde a un recaudo de orden contextual o a un requisito disciplinar: la
referencia advierte sobre la posibilidad que esa crisis abre respecto a cambiar
los trminos y no slo el contenido del debate. La impugnacin de los formatos
escolares como va privilegiada de acceso a los saberes socialmente vlidos
genera una oportunidad para reanudar un debate que estuvo presente durante
buena parte del siglo XX, para reinscribirlo en un nuevo escenario.
Qu es lo que la crisis erosiona? Nos respondemos: un conjunto de
supuestos y certezas que atravesaron la discusin en torno al lugar y las
caractersticas que deba reunir el saber legtimo durante el perodo de
expansin y consolidacin del sistema educativo occidental. Los mismos pueden
ser pensados a partir de las siguientes afirmaciones:
1- El conocimiento socialmente vlido apuntal su hegemona a travs de
una serie de nociones (escuela comn, educacin obligatoria,
instruccin pblica, etc.) que fueron mudando con el tiempo (escuela
eficiente, calidad educativa). Simultneamente, ello requiri la
construccin de un espacio exterior, constitutivo, por donde circulaban
otros saberes: los saberes no formales, premodernos, asistemticos,
populares, plebeyos. Entre unos y otros se estableci una relacin de
fuerte impugnacin.
En Amrica Latina, este proceso conoci un punto alto hacia mitad del
siglo XIX. Entonces, la Civilizacin se presentaba como un valor
incuestionable. Pero las imgenes sobre la Barbarie estn minadas de
contradicciones: la barbarie no representa siempre un exterior vaco de
sentido. El brbaro tambin tiene palabra, y por ende, produce
sentidos. En la obra cumbre de la literatura americana del siglo XIX,
Facundo, Sarmiento describe los tipos de gauchos. En 12 oportunidades
Sarmiento dice: el gaucho sabe. El gaucho rastreador tiene su
ciencia casera y popular, el gaucho malo tiene su ciencia del
desierto; el baqueano conoce las cinagas, slo el sabe y ese
saber es indispensable para el ejrcito. Es el cantor, sin embargo,

quien maneja un saber tradicional superior, cumpliendo una funcin


equivalente a la del bardo de la Edad Media.
Qu nos dice la trascripcin de Sarmiento respecto del saber del otro?
Que es irregular, confuso, est sujeto a la organizacin del
momento que le impide convertirse en reflexin generalizadora. Pero
tambin nos dice que ese saber del cual era portador el cantor, es
parte de un saber narrativo, que la escritura racionalizadora
pretenda dominar.

2- La educacin fue sinnimo de escolarizacin. En efecto, la escuela


conquist la idea moderna de educacin. Pero esa conquista no se
desarroll sobre un territorio yermo: la escuela combati las formas
culturales previas encargadas de transmitir la cultura. Este proceso no
debe reducirse a las prcticas que tuvieron lugar en un espacio fsico
acotado la escuela- sino a travs de prcticas sociales que fundaron la
relacin asimtrica entre educador y educando. Como adverta con
elocuencia Ivan Illich: una respuesta radical al problema de la
escolarizacin no slo deba procurar desescolarizar las instituciones
del saber, sino tambin el ethos escolar de la sociedad occidental.
3- Al saber socialmente legtimo se lo denomin conocimiento. cules
fueron sus caractersticas? En primer lugar, al conocimiento se lo
codific a travs de la letra escrita, deviniendo un tipo de saber desincorporado, objetivable, fuera del cuerpo, incorpreo. En segundo
lugar, este proceso se legitim a travs de una versin de la historia
que naturaliz la modernidad (con sus tres Hitos fundacionales: el
Renacimiento, la Reforma y el Descubrimiento del Nuevo Mundo). La
modernidad fue presentada como un proceso global y punto de llegada
de la civilizacin (que ese mismo conocimiento transportaba, desde las
tierras con mayor densidad cultural a las tierras brbaras). Esta fue la
identificacin de la historia del sistema vencedor con la historia misma.
Las teoras de la dependencia y de la liberacin en un primer
momento- y las actuales teoras decoloniales establecieron que ese
conocimiento fue tambin un instrumento de colonizacin y que por lo
tanto la descolonizacin implicaba la descolonzacin del ser y del
saber.
4- La enseanza de ese conocimiento fue el resultado de un proceso que
se ajusta a lo que Flavia Terigi denomina un cronosistema escolar:
como arreglo sobre el tiempo, el cronosistema dispone condiciones
para ensear y aprender secuenciando los aprendizajes en grados, en
un ordenamiento en el que a cada ao escolar le corresponde un nivel
de esa graduacin, agrupa a los sujetos segn sus edades, ponindolos
a todos en un hipottico punto de partida comn. En otras palabras,
este dispositivo ayud a naturalizar un tiempo privilegiado de

aprendizaje la infancia- y normaliz ese proceso a travs de un


conjunto de prcticas institucionales las disciplinas escolares-. Los
aprendizajes efectuados por fuera del cronosistema escolar fueron
significados por la va negativa como no formales mientras que los
sujetos pedaggicos que se formaron por fuera de aqul fueron
calificados con trminos fuertemente connotados (analfabetos,
marginados, desertores).

Acabamos de describir un fenmeno de alcance global que tuvo, en cada


regin, marcas particulares. De un modo semejante, podramos relatar
rpidamente como estas formas han sido, en los ltimos aos, objetos de
fuertes crticas. En un giro interesante para el tema que nos ocupa, Graciela
Frigerio seala que lo que hoy est entrando en crisis no son tanto las razones
de ensear sino las razones para aprender, a travs de un incipiente proceso de
desligitimacin de la anticipacin. Sobre qu criterio reposa esta? La
legitimidad de la anticipacin promete que aquello que se ensea ser
descubierto en diferido, a posteriori, creando un sentido que es resultado de la
interpretacin tarda de lo acontecido. Inscribir a un nio en el marco de un
proceso de aprendizaje donde los resultados se advierten con el tiempo es un
requisito de todo gesto pedaggico. Por eso, su deslegitimacin es un asunto
muy complejo. El no querer saber de los nios ejercer su derecho a la
ignorancia- contribuye a la crisis de la educacin. Imagnense que paradoja para
la llamada sociedad del conocimiento. La misma autora se pregunta:
Estaremos asistiendo a una sociedad pos-admica donde los hombres y
mujeres ya no nacern con el deseo innato de saber?
An desde una posicin menos radical, se asiste a una verdadera crisis
orgnica de los sistemas educativos. En ese marco, las formas escolares han
sido sometidas, en las ltimas dcadas, a un intenso proceso de revisin de sus
fundamentos histricos. La diversificacin de los espacios y los medios de
acceso al saber, los crecientes desajustes de la identificacin grupo de edadclase propia de la enseanza simultnea y graduada, la ruptura de las antiguas
formas de articulacin espacio-tiempo producto de la extensin de las redes
informticas, entre otros, han puesto en evidencia las profundas dificultades
que presenta la forma escuela para dar respuesta a las demandas sociales
contemporneas. Las tensiones que estos hechos suscitan ponen en discusin
la idea misma de tradicin, advirtiendo sobre su falta de adecuacin histrica.
En esta ponencia intentaremos desarrollar un argumento que establezca
una distancia respecto de estas crticas. No es nuestra intencin colaborar en el
socavamiento de la institucin escolar, sino en pensar alternativas para
fortalecer e integrar en un dilogo ms amplio, los saberes escolares y los
saberes socialmente productivos que portan los sujetos. El camino elegido
consiste en presentar el encuadre terico-metodolgico que orden nuestra
pesquisa en torno a los saberes del trabajo y particularmente, los saberes del
oficio.

El estudio de los saberes del oficio


En nuestro caso, la preocupacin por el estudio de la enseanza de los
oficios reconoce dos grandes vertientes. La primera est vinculada con el
campo de estudios de las relaciones entre educacin y trabajo, desde una
perspectiva que combina investigaciones que privilegiaron un anlisis
diacrnico a partir del estudio de casos (como fue, en su momento, la
elaboracin de La fbrica del conocimiento dirigida por Adriana) con el anlisis
terico y la construccin de un campo problemtico especfico sobre la relacin
entre educacin, saberes y mundo del trabajo. A partir de estos trabajos, fue
ganando consistencia una lnea de investigacin propia que reconoca en estos
estudios, sus antecedentes ms importantes.
En efecto, se consider que el estudio de la formacin del artesanado
entendido como un sujeto colectivo constituido por relaciones pedaggicas y
laborales- y el anlisis de un tipo especfico de conocimiento el saber
artesanal- constituan temas de investigacin a partir de los cuales podan
realizarse aportes significativos al estudio de las articulaciones entre educacin
y trabajo situados en el campo historiogrfico educativo.
Una va de entrada a estas problemticas consisti en abordar la
transmisin de los saberes ligados al trabajo artesanal en el marco del
pensamiento social como una forma especfica del asociativismo. 1 Esta primera
aproximacin intentaba registrar no slo las experiencias colectivas exitosas y
formalizadas de asociacin (esto es, entre artesanos, o entre maestros, oficiales
y aprendices) sino la multiplicidad de iniciativas informales, incluyendo las que
ya se perdieron o las que no perduraron. Se trataba de realizar un ejercicio de
reconstruccin historiogrfica que no slo atendiese las expresiones
hegemnicas de los modos sociales de produccin sino el trazo errtico que
siguieron sus alternativas menos conocidas o an poco estudiadas.
Partamos, para ello, de una constatacin: en el contexto latinoamericano,
la presencia de los oficios es tan vasta y significativa como compleja. Esta
complejidad puede ser entendida bajo el signo de una tensin; la misma se
debate entre la vigencia y el ocaso de los saberes artesanales. Por un lado, los
saberes ligados al oficio durante mucho tiempo considerados viles- alcanzaron,
en algunos casos, tal renombre, que los primeros maestros, atareados como
estaban en la penumbra de sus talleres, difcilmente hubiesen podido
imaginarlo. La vigencia del saber artesanal constituye una marca particular de
las culturas latinoamericanas y un registro singular desde el cual interrogar su
configuracin. As lo entiende Antonio Santoni Rugiu, cuando afirma que:
1

Hacemos referencia aqu a la cultura asociativa que se expres, de modos muy diversos, en la construccin de
vnculos entre individuos para la consecucin de objetivos especficos (defensa corporativa de sus miembros hasta
asociaciones cuyo objetivo consiste en la defensa de los derechos de todos). Para un anlisis pormenorizado de esta
perspectiva, vase: AA.VV. (2002) De las cofradas a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa
asociativa en Argentina (1776-1990). Buenos Aires: Grupo de Anlisis y Desarrollo Institucional y Social. Temas afines
tambin han concitado el inters del conjunto de estudios de Historia social argentina. Vase Armus, D. (comp.) (1990).
Mundo urbano y cultura popular. Buenos Aires: Sudamericana.

En materia de artesanado la realidad latinoamericana


constituye un observatorio privilegiado, un libro abierto y
muy significativo, absolutamente vlido ya sea para
darse cuenta del verdadero peso, no accesorio, de la
pervivencia de la produccin artesanal en estos
territorios, o bien para motivar investigaciones histricas
sobre la consistencia y las propiedades que el mundo
gremial latinoamericano tuvo en un pasado ms o
menos reciente. (Santoni Rugi, 1996: 37).
Desde diferentes reas y perspectivas del estudio de lo social, se advierte
sobre la importancia de considerar los saberes vinculados al oficio como objeto
de anlisis (Puiggrs, 2004; Waqcant, 2006; Sennett, 2009). Particularmente
desde fines del siglo XIX, estos saberes intentaron sobrevivir acorralados por un
proceso industrial que se anunciaba inexorable. Y a pesar de que muchos de
ellos fueron tocados de muerte, existe un creciente aprecio por aquello no
producido en serie. La ponderacin positiva que suele asociarse a la cocina de
autor, el tejido artesanal o la confeccin de piezas de platera o la cachaca
artesanal (ponderacin que muchas veces se traduce en un valor econmico
ligeramente superior a su par industrial) constituyen buenos ejemplos. No se
trata de fenmenos aislados o propios de sociedades tradicionales.
En la ciudad vista, Beatriz Sarlo describe la produccin artesanal como
una realidad tangible del mercado no formal y como un segmento que forma
parte de los modelos culturales que se construyen en una ciudad para
transmitirlos a sus propios habitantes y a sus visitantes ocasionales. Sarlo
caracteriza la presencia de lo artesanal como un conjunto de objetos intiles,
de apariencia pintoresca pero revestidos por un aura de autenticidad (Sarlo;
2009: 47). Sobre su elaboracin, sostiene que:
Lo recargado, lo deforme y lo irregular evocan lo hecho
a mano [] Todos remiten a una tcnica del pasado
aplicada a materiales actuales que permiten evocar
lejanamente el efecto sin conocer de verdad el secreto
del oficio. (Ibd.: 49)
Ms all de la sobriedad esttica que renen estas piezas, importa
detenernos en ese conjunto de tcnicas del pasado cuyo secreto ignoramos.
stas nos remiten a un primer aspecto del modo de produccin artesanal: un
corpus de saberes celosamente conservados de generacin en generacin. El
valor que estos saberes encierran puede ser ponderado por el lugar que estos
tuvieron en las relaciones intergeneracionales, no slo como proveedoras de
identidad sino como estrategias para la movilidad social. En cierta medida, toda
artesana se funda en una habilidad que requiere ser desarrollada en alto grado.
Esta habilidad procura desplegarse en dos planos combinados: por un lado, en
el tiempo de una vida y en la relacin entre generaciones, con vistas a su
progreso.2 Por el otro, en relacin a la movilidad individual y la movilidad del
2

No debe entender por progreso una modificacin/transformacin constante de la tcnica en vista a su


perfeccionamiento, sino que, en buena medida, el secreto del progreso reside en la capacidad de elaborar tcnicas que

grupo social al cual pertenece el artesano. Las transformaciones que sufre esta
habilidad de generacin en generacin (por ejemplo, por la introduccin de
nuevas tcnicas o tecnologas), presentan una serie de problemas relacionados
con los cambios de velocidad o ndice as como transformaciones en la
modalidad en la transmisin del oficio (Burke, 2007: 98).
Es preciso sealar que la enseanza de oficios reconoce tradiciones muy
diversas, presentes en todos los continentes, donde la valoracin del trabajo
manual mantiene similitudes y diferencias (Wolff; 1965). Para el caso que nos
proponemos estudiar, la tradicin europea constituye la principal matriz que ha
ejercido su influencia sobre el artesanado latinoamericano. Sin embargo, sera
errneo ver en la experiencia latinoamericana en general, y en la del Ro de la
Plata en particular, solamente el trasplante al Nuevo Mundo de una institucin
europea; su emergencia y expansin se desarroll en ntima relacin con
necesidades econmicas y sociales entre otras- que difcilmente fueran
asimilables a las de la Metrpoli. Por otra parte, no nos es posible ignorar que el
artesanado como estamento social exista en el continente americano previo a
la llegada del conquistador. 3 Se trata entonces de comprender los procesos de
difusin del saber artesanal y, simultneamente, las estrategias de recepcin
del mismo, incorporando en el anlisis la cuestin del enraizamiento local de los
saberes, formulndose la pregunta sobre cmo estos saberes se construyen y
tambin sobre el impacto que estos conocimientos tuvieron en las sociedades
en las que estos se implantan o bien donde estos se aclimatan (Salvatore;
2007).
Para ello, un enfoque sustantivo consiste en analizar las modalidades y los
efectos de esta movilizacin producida por los hombres y mujeres implicados en
la expansin ibrica abierta con la Conquista. Muchos de estos agentes, seala
Serge Gruzinski, actuaron como passeurs culturels y fueron responsables de
la circulacin de:
cuerpos, prcticas, saberes e imaginarios que no
dejaron de provocar enfrentamientos con otros sistemas
de pensamiento, con modales de vida diferentes, con
memorias distintas y con presentes que parecan
irreductibles al presente europeo. (Gruzinski, 2005: 17).
Estos mediadores culturales no deben asociarse exclusivamente con las
elites de la Monarqua catlica; muy por el contrario debe considerarse el papel
que tuvieron otros hombres y mujeres que participaron de estos movimientos
migratorios provocados por la expansin ibrica. Incluso, aquellos que fueron
sus vctimas.4 Vale advertir que la accin llevada adelante por los mediadores
faciliten o permitan la conservacin de las mismas.
3
La presencia de trabajos de artesanos en las civilizaciones Inca y Azteca por citar las culturas que contaron con un
mayor nivel de expansin y desarrollo- testimonian la presencia de una compleja y exquisita cultura material que en ms
de una ocasin, obnubil la mirada del conquistador.
4
Seala Gruzinski el papel que tuvieron en la circulacin de la cultura la mano de obra esclava, arrancada de frica por
la trata de negros, o de los degradados portugueses condenados a lejanos exilios. Tambin se refiere a aquellos otros que
sin embargo, lograron recuperar algunas migajas de las riquezas anunciadas. Pienso en las capas modestas que migraban
en busca de un mejor destino, en los aventureros y los pcaros Gruzinski, Serge Passeurs y elites catlicas en las
Cuatro Partes del Mundo. Los inicios ibricos de la mundializacin. En OPhelan Godoy; Salazar-Soler, Carmen

culturales no debe concebirse desde una perspectiva unidireccional- como la


accin de imposicin de los parmetros culturales occidentales sino como un
proceso constituido por tensiones que se relacionan entre s de manera
asintomtica y que por lo tanto no admiten una nica narracin de la historia
de su devenir (Mitchell, 2000: 16).
La transmisin del saber artesanal se produjo en el seno de un grupo
determinado de individuos. Por esta razn, merece una atencin particular la
modalidad especfica de asociativismo que desarrollaremos en este trabajo. Si la
experiencia del artesanado suele estar ligada a las sociedades estamentarias
particularmente al perodo medieval-, su presencia no debe ser infravalorada o
lisa y llanamente- descartada en otros momentos o ciclos histricos. 5 Puede
resultar ilustrativo recurrir a la referencia que realiza Hobsbwam en torno a la
Revolucin Industrial, para advertir esta presencia. En su estudio sobre los
cambios sucedidos en los orgenes de la Revolucin Industrial, Hobsbwam
propone reconsiderar el lugar asignado a mercaderes, industriales, banqueros,
inventores, indicando que todos ellos se haban hecho a s mismos a partir de
un origen modesto. El historiador afirma que se trataba de hombres que deban
muy poco a su nacimiento, su familia o su educacin. Por el contrario, seala
que
Estos hombres eran, tal vez por su falta de instruccin,
reacios a aceptar introducir modificaciones poco
prcticas o muy sofisticadas, para mejorar sus negocios.
George Stephenson, un minero que haba progresado por
su propio esfuerzo, domin los nuevos ferrocarriles
imponindoles el patrn de los antiguos carruajes a
caballo mucho ms que el imaginativo, sofisticado e
intrpido ingeniero Isambard Brunel quien no tiene ms
monumento en el panten de los ingenieros, que la
infamante frase A juzgar por los resultados prcticos y
provechosos, los Stephenson eran indiscutiblemente los
hombres a los que haba que seguir. (Hobsbwam; 1977:
193)
Interrogarse sobre la procedencia de ese saber al cual este minero haba
recurrido para establecer con xito- el ancho de las vas ferroviarias no resulta
menor. De su respuesta depende en buena medida comprender cmo logr
imponerse por sobre el conocimiento organizado y sistemtico del ingeniero.
En la Argentina, el proceso de construccin de un orden capitalista
privilegi al sector agropecuario. Sin embargo, el sector productivo ligado a la
(editoras) (2003) Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalizacin en el Mundo Ibrico, siglos XVIXIX. Pg. 16.
5
Manacorda remonta la presencia de los primeros gremios de artesanos al reinado de Numa Pompilio (hacia 700 a.C), a
quien podemos acceder a travs de los escritos de Plutarco. Numa dividi al pueblo compuesto por plebeyos libressegn la maestra que tuviera en un determinado oficio. Estos fueron originalmente Flautistas, Orfices, Carpinteros,
Tintoreros, Zapateros, Curtidores, Broncistas, Alfareros, a los que ms tarde se les sumaron artesanos del hierro y de la
plata, entre otros. Esta organizacin por oficios mantuvo su vigencia durante los siguientes siglos. Vase Manacorda, M.
(1987) Historia de la educacin de la antigedad al 1500. Sigo XXI: Mxico.

produccin artesanal y manufacturera alcanz un protagonismo para nada


desdeable dentro del proceso de organizacin capitalista. 6 El desarrollo de este
sector es particularmente significativo pues no puede desconocerse que buena
parte de la formacin para el mundo del trabajo ha tenido lugar dentro de los
mismos espacios de trabajo, sean talleres, manufacturas o industrias,
considerando la validez de esta afirmacin al menos durante el perodo previo a
la conformacin de los estados modernos. Por otro lado, tambin es prudente
sealar que la relacin entre formacin, capital y trabajo fue modificndose,
entre otras variables, a partir de los cambios sufridos en la nocin misma de
especializacin profesional.
Otra lnea de anlisis result de una aproximacin al estudio de la relacin
entre trabajo manual y trabajo intelectual. Si las relaciones entre los hombres
prcticos y los intelectuales fue motivo de sendas controversias, los saberes del
oficio ofrecen una clave de lectura significativa para comprender las diferentes
formas de articulacin entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. El estatus
de uno y otro sufri variaciones y cambios en su estima en diferentes perodos y
en distintas geografas. Incluso, esta distincin estuvo precedida por otras:
aquella que enfrentaban labor productiva e improductiva, o trabajo experto e
inexperto, caracterizaciones que contraponan la labor de nuestro cuerpo y el
trabajo de nuestras manos (Arendt; 2005: 101). En esta distincin, segn
advierte Hannah Arendt, no puede desconocerse la dimensin poltica que
impregna el problema
Parece razonable y es muy corriente relacionar y
justificar la moderna distincin entre labor intelectual y
manual con la antigua que diferenciaba las artes
serviles de las liberales. Sin embargo, el signo
caracterstico entre estas ltimas no es en absoluto un
mayor grado de inteligencia o que el artista liberal
trabaje con el cerebro y el srdido artesano lo haga con
las manos. El antiguo criterio es fundamentalmente
poltico. (Arendt, Ibd.: 105)
El trabajo srdido y repetitivo del artesano en contraposicin al trabajo
reflexivo y creativo del artista constituye un punto de vista tan recurrente como
desde nuestro enfoque- poco fructfero para el anlisis. Dicha tradicin se
remonta a Aristteles y Cicern, y es retomada luego por Galeno, quien sostena
est divisin entre artes que son racionales y de veneracin, en contraposicin
a las que producen la fatiga del cuerpo y son, por lo tanto, despreciables. Esta
lnea de razonamiento nos conducira a vas muertas. Ello se ratificaba, en
buena medida, a travs del pensamiento del filsofo francs Jacques Rancire,
quien recuperaba uno de los puntos ms altos del pensamiento clsico,
afirmando que Platn haba explicado esta distincin entre el trabajo manual y
el intelectual de manera definitiva
6

En particular, esto es atendible al caso estudiando teniendo en cuanta que en la produccin artesanal de Buenos Aires,
este sector se caracteriz ms bien por la continuidad al menos hasta finales del siglo XIX en trminos de mtodos de
trabajo, escala de produccin y especializacin de la mano de obra. Vase Romero & Sbato (1990) Artesanos,
oficiales, operarios: trabajo calificado en Buenos Aires (1854-1887) En Armus, D. Mundo urbano y cultura popular, Op.
cit.

los artesanos no pueden ocuparse de las cosas


comunes de la ciudad por dos razones: en primer lugar,
porque el trabajo no puede esperar; en segundo lugar,
porque Dios ha dotado de hierro el alma de los
artesanos, mientras que el alma de los que deben dirigir
la ciudad est hecha de oro. En otras palabras, sus
ocupaciones definen sus aptitudes (y sus inaptitudes) y,
como contrapartida, sus aptitudes los consagran a una
determinada ocupacin. No es necesario que los
artesanos estn persuadidos en su alma del hecho de
que Dios verdaderamente ha puesto hierro en su alma y
oro en la de sus jefes. Basta con que acten
cotidianamente como si as fuera: basta con que sus
brazos, sus miradas y su juicio proporcionen habilidad al
saber de su condicin y viceversa. All no hay ninguna
ilusin, ningn desconocimiento. (Rnciere, 2007: 285)
No obstante, la reflexin de Rancire aade una dimensin fundamental al
problema que nos preocupa: el filsofo nos recuerda que un saber es siempre
dos cosas en una: un conjunto de conocimientos y, a la vez, una cierta
distribucin de las posiciones de ese saber en un determinado momento y en
una determinada estructura social. Ahora bien, cada uno de estos
conocimientos es el reverso de una ignorancia: se supone que quien sabe
trabajar con las manos es -a su vez- incapaz de tener la mirada que aprecia la
adecuacin de su trabajo a un fin superior. 7 Por eso sabe que debe quedarse en
su lugar. Pero decir que lo sabe, de hecho, es decir que no le corresponde
saber lo que debe ser el sistema de espacios. (Rancire, Ibd.: 258).
Contra esta tradicin filosfica, parece desarrollar sus argumentos Richard
Sennett cuando sentencia en el comienzo de El artesano que Hacer es pensar.
Pero antes de abordar sus argumentos, es preciso recuperar el pensamiento,
algo ms elusivo, de Levi-Strauss. Este admiti, en la entrega de un premio a su
trayectoria que, si tuviese que volver a elegir un trabajo, optara por un oficio
manual. En su eleccin, argumentara que
El trabajo manual, menos alejado de lo que se tiende a
creer del pensador y del cientfico, constituye asimismo
un aspecto del inmenso esfuerzo desplegado por la
humanidad para entender el mundo. (Levi-Strauss,
1986).
Una preocupacin semejante organiza la ya citada obra de Richard
Sennett; precisamente se trata de ofrecer respuesta a esta escisin entre el
hombre de ideas y el hombre prctico. En El artesano, Sennett recupera y
discute la distincin que realiz Hanna Arendt entre el Animal laborans y el
7

Esta referencia puede ser tomada a la par de Arendt, para quien signo de todo laborar es que no deja nada tras de s, que
el resultado de su esfuerzo se consume casi tan rpidamente como se gasta el esfuerzo (Arendt, Op.cit.: 98)

Homo faber.8 Apoyado en los argumentos del pragmatismo filosfico, Sennett


sostiene que el primero puede verse enriquecido por las habilidades y
dignificado por el espritu de la artesana. Este espritu no se contenta con el
desarrollo de una habilidad: tiene que evolucionar. En esta evolucin puede
tener lugar la indagacin tica. An ms, respondindole a Arendt, Sennett
afirma que aprender a hacer bien un trabajo es el fundamento de la ciudadana,
estableciendo un vnculo entre las esferas de lo social y lo poltico. (Sennett;
2009: 356). Por esta razn, la intencin del pragmatismo filosfico es enfatizar
el valor de la reflexin tica durante el proceso de trabajo, en contraste con la
tica ex post facto, que comienza con la consumacin de los hechos. (Sennett;
Ibd.: 363).
No obstante, la pervivencia del saber artesanal no est garantizada, en
tanto el universo de los oficios vive permanentemente amenazado. La
configuracin del nuevo capitalismo descansa en un sistema de produccin que
requiere que cada trabajador sea capaz de someterse a una exploracin
permanente de su talento. Los discursos en torno a la indagacin constante de
las habilidades potenciales, se alza en detrimento del modelo de formacin
propio del saber artesanal. Mientras ste constituye un tipo de habilidad que
descansa en una acumulacin lenta y progresiva de saberes (representado en el
escalafn que coloca en la cspide la figura del maestro), la cultura del nuevo
capitalismo efecta una interpretacin del talento entendida como un tipo de
saber mucho ms emparentado con la capacidad de desarrollar nuevas
habilidades, que de profundizar aquello que ya se ha aprendido a hacer
(Sennett; 2006: 92). En otras palabras, la cultura del nuevo capitalismo ensalza
la figura del emprendedor, en detrimento de la del aprendiz: un sujeto flexible,
elstico y capaz de adaptarse a diferentes escenarios laborales, en
contraposicin a aqul otro que slo sabe realizar una actividad bien hecha 9. En
trminos del saber, podra sostenerse que
mientras el trabajo artesanal requiere el dominio de un
campo particular de conocimiento; en cambio, esta
nueva versin del talento no especifica ni determina su
contenido. Las firmas de vanguardia y las organizaciones
flexibles necesitan personas capaces de adquirir nuevas
habilidades y no aferrarse a viejas competencias
(Sennett; Ibd.: 101).
En efecto, entre un presente amenazado y la persistencia de formas de
produccin artesanal, debe subrayarse el carcter paradojal bajo el cual puede
interpretarse el saber artesanal.

El primero es el ser humano asimilable a una bestia de carga, un siervo condenado a la rutina, donde el trabajo es un fin
en s mismo y por ende, desafiliado de su eticidad. Por el contrario, para Arendt el Homo faber es la imagen del hombre y
la mujer que realizan otra clase de trabajo, que producen una vida en comn.Homo faber es el juez del trabajo y las
prcticas materiales; no el colega del Animal laborans, sino su superior [] Mientras que para el Animal laborans slo
existe la pregunta cmo?, el Homo faber pregunta por qu?. (Sennett; 2009: 17-18)
9
El contrapunto con la figura del aprendiz que imaginaba el Conde de Campomanes para el despegue de la industria
popular no deja lugar a dudas sobre este ideal formativo: Todo aprendiz se destina a un arte solo, bastndole adquirir un
exacto conocimiento de la tarea y calidad del oficio que elige para mantenerse durante su vida (Campomanes; 1976: 86)

A modo de cierre
Nos hemos propuesto reconstruir algunos elementos centrales en torno a
la categora saberes socialmente productivos y, particularmente saberes del
trabajo. Sin embargo, notamos que aun debemos hacer un esfuerzo de
inteligibilidad ms, incorporando a nuestro anlisis la nocin de experiencia,
para ver de que modo puede terciar en los debates anteriormente planteados
el lugar del saber en la cultura y la tensin entre trabajo manual y trabajo
intelectual-.
La caracterizacin del concepto de experiencia es fundamental en este
sentido. Qu entendemos aqu por experiencia? Podramos decir que la
experiencia es el punto nodal de interseccin entre el lenguaje pblico y la
subjetividad privada, entre la dimensin compartida que se expresa a travs de
la cultura y lo inefable de la interioridad individual. Desde la teora clsica se
haba atacado la nocin de experiencia a partir de tres cuestiones: en primer
lugar, contrastando el conocimiento racional (el cientfico por excelencia) de
aqul que se poda obtener empricamente (ligado a la creencia y la opinin); en
segundo lugar, cuestionando la naturaleza restringida de la praxis en contraste
con el carcter libre del pensamiento racional; finalmente, se cuestion la base
metafsica de la experiencia, el hecho de que la accin fsica y los sentidos
estn confinados al mbito de los fenmenos mientras que la razn se asimila a
la realidad ltima.
Esta tradicin hunde sus races en el pensamiento griego. Platn pensaba
que la experiencia significaba ser esclavo del pasado y de los hbitos ms que
de la razn, mientras que Aristteles confinaba su uso a la confirmacin de
leyes universales. La filosofa pragmtica, en cambio, otorg un lugar
sustantivamente distinto a la experiencia. John Dewey va a proponer una idea
de experiencia ligada a la idea de experimentacin (que est en la base del
conocimiento cientfico) que implicaba que el pasado nos enfrenta con
problemas a resolver (no solamente con hbitos a repetir) y con falsas
soluciones a evitar. La experiencia para Dewey se volva tanto ms valiosa no
cuando confirmaba las hiptesis del pasado sino cuando las refutaba, abriendo
as la posibilidad de un nuevo conocimiento sin precedentes. De igual forma, la
palabra experiencia es a la vez un concepto lingstico colectivo, un
significante que se refiere a una clase de significados que tienen algo en comn,
y un recordatorio de que tales conceptos siempre dejan un excedente que
escapa a un dominio homogeneizador, pero que pueden comunicarse a travs
de una narrativa llena de sentido.
En segundo lugar, la idea de saber. Saber no slo es un verbo asociado a
la actividad de educar. Tambin designa una institucin. Estas instituciones
pueden ser parcialmente identificadas con formas organizacionales. El saber
como institucin no necesita de edificios concretos que lo vuelvan viable o de
muros que la protejan de un exterior amenazante. Por otro lado, el saber no
tiene tanto que ver con el contenido sino con el tipo de relacin que entablan
quienes participan de ella. Lo que emancipa es la capacidad de reconocer en el

otro un sujeto deseante. Alcanzar ese reconocimiento implica dar lugar a


nuevos saberes.
En resumidas cuentas, esta primera lnea de inters propona interrogarse
respecto a la medida en que el saber artesanal puede ser considerado
simultneamente- como un elemento contemporneo y, a la vez, residual o
incluso anacrnico. Los interrogantes referidos a cunto de oficio y de
gremio conservan an nuestras profesiones, quines son los sujetos que ofician
de pasadores y sobre qu tcnicas y tecnologas basan su saber, la presencia
tangible de saberes que son adquiridos en el marco de los ms diversos oficios,
o el lugar que ocupa el trabajador artesanal en las economas informales
latinoamericanas (no ya como un nutriente de la nostalgia sino como alternativa
econmica para incursionar en viejas/nuevas formas de produccin
sustentables) entre otras preguntas, constituyen nudos problemticos con un
potencial impacto en los estudios sobre educacin y trabajo.

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