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Marcos

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Marcos es todas las minoras intoleradas, oprimidas, explotadas, resistiendo, diciendo ya basta!

Todas las minoras a la hora de hablar y mayoras a la hora de callar


y aguantar. Todos los intolerados
buscando una palabra, su palabra,
lo que devuelva la mayora a los
eternos fragmentados, nosotros.
Todo lo que incomoda al poder y a
las buenas conciencias, eso es
Marcos.

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Los Otros Cuentos

La historia de la medida de la memoria


Cuentan los viejos ms viejos de los nuestros, que los ms primeros
dioses, los que nacieron el mundo, repartieron la memoria entre los
hombres y mujeres que caminaban el mundo. Buena es la memoria dijeron y se dijeron los ms grandes dioses- porque ella es el espejo
que ayuda a entender el presente y que promete el futuro.
Con una jcara (1) hicieron los ms primeros dioses la medida para
repartir la memoria y fueron pasando todos los hombres y mujeres a
recibir su medida de memoria. Pero resulta que unos hombres y mujeres eran ms grandes que otros y entonces la medida de memoria no
se vea igual en todos. Los ms pequeos la brillaban ms plena y en
los ms grandes se opacaba. Por eso dicen que dicen que la memoria
es ms grande y fuerte en los pequeos y es ms difcil de encontrar
en los poderosos.
Por eso dicen tambin que los hombres y mujeres se van haciendo
cada vez ms pequeos cuando envejecen. Dicen que es para que
ms brille la memoria. Dicen que ese es el trabajo de los ms viejos
de los viejos: hacer grande la memoria.
Y dicen tambin que la dignidad no es ms que la memoria que vive.
Dicen.
Vale. Salud y que la memoria cumpla su cometido, es decir, haga justicia.

1 Jcara: pequea vasija

Los Otros Cuentos


Relatos del Subcomandante Insurgente Marcos
El tercer hombro..2
El yo y el nosotros..4
La historia de los hombres y mujeres de maz...5
La palabra rendirse no existe en lengua verdadera..6
La huella de la Comandanta Ramona7
Historia del uno y los todos...10
La historia de las piedras y los sueos..12
L@s otr@s... que somos.15
La historia de la llave enterrada17
La historia del sostenedor del cielo.19
El dolor si se duele juntos...............................................................21
Uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar.22
Tres definiciones para das tan aciagos.23
La historia de la Ceiba.24
Durito y una de llaves y puertas ....................................................26
La historia de la medida de la memoria..28

Los Otros Cuentos

El tercer hombro
En el hombro de la noche apareci la luna, pero apenas por un momento. Las nubes se apartaron, como descorriendo una cortina, y entonces el cuerpo nocturno luci su huella de luz. S, como la marca
que deja un diente en el hombro cuando, en el vuelo del deseo, uno
no sabe si cae o se eleva.
Hace 20 aos, despus de subir trabajosamente la primera loma para
entrar a las montaas del Sureste mexicano, me sent en un recodo
del camino. La hora? No la recuerdo exactamente, pero era sa en
que la noche dice que ya-estuvo-bueno-de-grillos-mejor-me-voy-adormir, y al sol ni quin lo levante. O sea que era la madrugada.
Mientras trataba de serenar la respiracin y los latidos del corazn,
pensaba yo en la conveniencia de optar mejor por una profesin ms
reposada. Despus de todo, estas montaas se la haban pasado muy
bien sin m hasta mi llegada, y no me echaran de menos.
Debo decir que no encend la pipa. Es ms, ni siquiera me mov. Y no
por disciplina militar, sino porque me dola todo mi entonces- hermoso cuerpo. Iniciando una costumbre que mantengo (con una frrea
autodisciplina) hasta ahora, empec a maldecir mi habilidad para meterme en problemas.
En esas estaba, o sea en el deporte de la queja-queja-queja, cuando
vi pasar, loma arriba, a un seor con un costal de maz a la espalda.
Se vea pesado el bulto, y el hombre caminaba encorvado. A m me
haban quitado la carga a media loma para no retrasar la marcha, pero
me pesaba la vida, no la mochila. En fin, no s cunto estuve ah sentado, pero al rato pas de nuevo el seor, ahora loma abajo y ya sin
carga. Pero el hombre segua caminando encorvado. Chin!, pens
(que era lo nico que poda hacer sin que me doliera todo), as me
voy a poner con el tiempo, mi porte varonil se va a arruinar y mi futuro
como smbolo sexual ser como las elecciones, o sea, un fraude.
Y en efecto, a los pocos meses caminaba ya como signo de interrogacin. Pero no por el peso de la mochila, sino para no enganchar la
nariz en las ramas y bejucos (1).
Como un ao despus encontr al Viejo Antonio. Una madrugada lle-

1 Bejuco: caa o junco.

Los Otros Cuentos

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su lugar, sino romper las paredes del laberinto de la historia, salir de


l y, con todos, hacer otro mundo sin habitaciones reservadas ni exclusivas y sin, ergo, puertas y llaves, dice Durito mientras me pregunta dnde diablos dej el plumn negro con el que me da clases de teora poltica.

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Los Otros Cuentos

Durito y una de llaves y puertas


Dice Durito que todos los polticos (que conste que no estoy diciendo
que sean malos o buenos, aclara Durito) predican que la historia no
es ms que la bsqueda de una habitacin donde estar contentos. Los
enemigos (que quede claro que no digo que sean malos o buenos,
vuelve a interrumpir Durito) estn encerrados en esa habitacin y no
dejan entrar a los dems. El objetivo de la historia es entrar a esa habitacin, desalojar a los que estn ah y ocupar su lugar. El poltico
llama entonces a luchar por la posesin de la llave de la puerta.
Pero, dice Durito, la lucha poltica no es ya por entrar a esa habitacin,
sino slo por la llave de la puerta, es decir, por quitar la llave a quienes la tienen y ocupar su lugar de porteros. Se ha avanzado mucho
en la democracia, dice Durito que dicen los polticos, ahora ya se
puede cambiar de portero. Tener el Poder es tener la llave de la puerta de la historia, no importa que los dueos de la habitacin sean
siempre los mismos.
Dice Durito que los zapatistas son el hazmerrer de todos los polticos
modernos, sean de izquierda o de derecha. Dice Durito que es porque
los zapatistas cargan a sus espaldas una pesada llave para la que no
hay puerta, ni cerradura, ni habitacin.
Miren a esos tontos, dice Durito que dicen los polticos modernos,
esa llave, adems de que es muy pesada, no sirve para abrir la puerta del Poder y entrar a la culminacin de los tiempos. Dice Durito que
los zapatistas slo sonren y siguen caminando con la pesada llave en
sus espaldas y que no se apenan porque no hay puerta ni cerradura
que se abra con la llave que cargan.
Dice Durito que, ocupados todos en rerse de ellos, nadie repara que
la llave que cargan los zapatistas se parece demasiado a un mazo, de
sos que sirven para derribar puertas y paredes. Dice Durito que,
mientras los polticos se aglomeran y pelean por la llave frente a la
puerta del Poder, los zapatistas pasan de largo, se paran frente a una
de las paredes del laberinto que, adems, no tiene nada que ver con
la habitacin del poder y, con un plumn negro, marcan una X.
Los zapatistas marcan as una incgnita, pero tambin el punto donde hay que golpear para resolverla. Porque los zapatistas no quieren
entrar a la habitacin del poder, desalojar a los que estn ah y ocupar

Los Otros Cuentos

gue hasta su champa (2) para recoger tostadas (3) y pinole (4). En ese
entonces no nos mostrbamos a los pueblos y slo unos cuntos indgenas saban de nosotros. El Viejo Antonio se ofreci a acompaarme
hasta el campamento, as que reparti la carga en dos costales y le
puso el mecapal (5) al suyo. Yo met el costal en la mochila porque lo
del mecapal no se me daba. Con focador (6) hicimos la caminata hasta llegar a la orilla del potrero donde empezaban los rboles. Paramos
frente a un arroyo, esperando ya a que amaneciera.
No recuerdo bien a cuento de qu vino la pltica, pero el Viejo Antonio
me explic que los indgenas caminan siempre como encorvados,
aunque no traigan cargando nada, porque llevan sobre los hombros el
bien del otro.
Pregunt cmo mero era eso, y el Viejo Antonio me cont que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, hicieron a los hombres y mujeres de maz de modo que siempre se caminaran en colectivo. Y me
cont que caminar en colectivo quiere decir pensar tambin en el otro,
en el compaero.
-Por eso los indgenas caminan encorvados- dijo el Viejo Antonio-,
porque cargan sobre los hombros su corazn y el corazn de todos.
Yo pens entonces que para ese peso no bastaban dos hombros.
Pas el tiempo y, con l, pas lo que pas. Nos preparamos para
combatir y nuestra primera derrota fue frente a estos indgenas. Ellos y
nosotros caminbamos encorvados, pero nosotros por el peso de la
soberbia, y ellos porque tambin nos cargaban a nosotros (aunque
nosotros ni en cuenta). Entonces nos hicimos ellos, y ellos se hicieron
nosotros.
Empezamos a caminar juntos, encorvados pero sabiendo todos que
no bastaban dos hombros para ese peso. As que nos alzamos en armas un da primero de enero del ao de 1994... para buscar otro hombro que nos ayudara a caminar, es decir, a ser.

2 Champa: Rancho
3 Tostadas: tortillas de maz fritas y crocantes.
4 Pinole: dulce de harina de maz tostado azucarado.
5 Mecapal: banda de algodn o de fibra, se apoya sobre la frente, sujeta por sus extremos a dos cuerdas que sirven para sostener la carga.
6 Focador: Linterna.

Los Otros Cuentos

El yo y el nosotros
Segn nuestra tradicin cultural, el mundo fue creado por varios dioses. Unos dioses muy bailadores, muy reventadores tambin decimos, que no lo hicieron cabal. Dejaron cosas pendientes, o cosas que se hicieron mal.
Una de ellas fue que no hicieron a los hombres y mujeres cabales,
todos, es decir, de buen corazn. Sino que se les sali por ah algn
gobernador, o algn presidente del pas que sali con el alma mala y
con el corazn chueco.
Cuando se dieron cuenta los dioses de esta injusticia, de que haba
hombres y mujeres que estaban viviendo a costa de los dems, quisieron ayudar algo a los hombres y mujeres de maz. A los pueblos indios
de este pas.
Y para ayudarlos les quitaron una palabra: les quitaron el yo.
En los pueblos indgenas, en los de races mayas y en muchos pueblos de este pas, la palabra yono existe. En su lugar se usa el
nosotros. En nuestras lenguas mayas es el tic. Esa terminacin de
tic, que menciona al colectivo o a la colectividad, se repite una y otra
vez. Y no aparece por ningn lado el yo.
Nosotros no tememos morir luchando, decimos nosotros. Nunca
hablamos en singular.
El ticque se repite una y otra vez en nuestras lenguas, viene a ser
como el tic-tac de ese reloj que nosotros queremos llegar, para ser
parte de este pas, sin ser una vergenza para l, una afrenta o un
motivo de burla o de limosna.

Los Otros Cuentos

25

Y dicen nuestros antiguos que de ah, de esas astillas que llegaron


otra vez a la tierra volvieron a germinar, que son esos pueblos indios
casi 60, ms de 60 pueblos indios. Y dicen nuestros antiguos que el
trabajo de esos pueblos indios es guardar la memoria para que este
pas recuerde lo que fueron sus races.

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Los Otros Cuentos

Los Otros Cuentos

La historia de la Ceiba

La historia de los hombres y mujeres de maz

Hay una historia segn nuestros antiguos, nuestra creencia es que en


la naturaleza, en la tierra, en los rboles, en los manantiales est la
historia de los hombres y mujeres, no slo la historia que pas antes
sino tambin la que va a pasar despus.
Y cuentan nuestros ms viejos que cuando los dioses hicieron el mundo, pues eran un relajo, as como cuando echan relajo ustedes, y
todos estaban haciendo bulla y no quedaron las cosas completas
cabales, no quedaron el mundo como deba haber quedado.
Pero ms o menos ah se iba. Los hombres y mujeres trabajaban, vivan parejos. No haba quien mandara ni quien obedeciera, y todo lo
sacaban por acuerdo.
Y luego lo que pas es que dijeron que iba a llegar un momento en
que iba a llegar otro de fuera, iba a querer conquistar las tierras, iba a
querer destruirlas.
Entonces, que era necesario que estos pueblos originarios de estas
tierras, antes de que existieran todos los dems pases, tuvieran una
memoria y entonces los dioses les regalaron un rbol.
El rbol sagrado para nosotros los mayas es la ceiba, la que sostiene
el mundo sobre su cabeza y que hace que la tierra no se caiga con
sus races. Ese era el rbol, decan estos dioses, era el rbol de la
memoria.
Cuando llegan los conquistadores, los conquistadores espaoles se
dan cuenta de que no pueden vencer a los pueblos indios que estn
defendindose en todo el territorio que despus sera Mxico, y que
las fuerzas las estaban obteniendo de ese rbol, de esa ceiba, del rbol de la memoria, y quisieron destruirlo y quisieron quemarlo y le
prendieron fuego. Y entonces la lluvia apag el fuego y no pudieron
destruirlo. Entonces vieron que para destruirlo tenan que cortarlo,
trajeron sus hachas, sus lanzas, sus espadas y empezaron a cortar el rbol de la ceiba hasta que lo tiraron al suelo y luego lo empezaron a hacer astillas, a partir por completo para que no quedara nada.
Entonces vino un viento muy fuerte, levant todas esas ramas, hojas y
astillas del rbol y las reparti por todo el pueblo, por todo el territorio
mexicano.

Cuentan nuestras gentes ms ancianas, nuestros jefes, que los dioses hicieron al mundo, hicieron a los hombres y a las mujeres de
maz primero. Y que les pusieron precisamente el corazn de maz.
Pero que el maz se acab y que algunos hombres y mujeres no alcanzaron corazn.
Pero tambin se acab el color de la tierra, y empezaron a buscar
otros colores y entonces les toc corazn de maz a gente que es
blanca, roja o amarilla.
Por eso hay aqu gente que no tiene el color moreno de los indgenas, pero tienen el corazn de maz, y por eso estn con nosotros.
Dicen nuestros ms antiguos que la gente que no agarr corazn
luego lo ocup, ocup el espacio vaco con el dinero, y que esa gente
no importa qu color tenga, tiene el corazn de color verde dlar.
Y dicen nuestros antiguos que, cada tanto, la tierra busca proteger a
sus hijos, a los hombres y mujeres de maz. Y que llega un momento
-que es cuando la noche es ms difcil- donde la tierra se cansa y
necesita que esos hombres y mujeres le ayuden a vivir.

Los Otros Cuentos

Los Otros Cuentos

23

La palabra rendirse no existe en lengua verdadera

Tres definiciones para das tan aciagos

En el Comit estuvimos discutiendo toda la tarde. Buscamos la palabra en lengua para decir rendir y no la encontramos. No tiene
traduccin en tzotzil ni en tzeltal, nadie recuerda que esa palabra
exista en tojolabal o en chol (1).
Llevan horas buscando equivalentes. Afuera llueve y una nube compaera viene a recostarse con nosotros. El Viejo Antonio espera a que
todos se vayan quedando callados y slo quede el mltiple tambor de
la lluvia sobre el techo de lmina.
En silencio se me acerca el Viejo Antonio, tosiendo la tuberculosis, y
me dice al odo: -Esa palabra no existe en lengua verdadera, por eso
los nuestros nunca se rinden y mejor se mueren, porque nuestros
muertos mandan que las palabras que no andan no se vivan.
Despus se va hacia el fogn para espantar el miedo y el fro. Se lo
cuento a Ana Mara, ella me mira con ternura y me recuerda que el
Viejo Antonio ya est muerto...
La incertidumbre de las ltimas horas de diciembre pasado se repite.
Hace fro, las guardias se relevan con una contrasea que es un murmullo. Lluvia y lodo apagan todo, los humanos murmuran y el agua
grita. Alguien pide un cigarrillo y el fsforo encendido ilumina la cara
de la combatiente que est en la posta... un instante solamente... pero
se alcanza a ver que sonre...
Llega alguien, con la gorra y el fusil chorreando agua. Hay caf, informa. El Comit, como es costumbre en estas tierras, hace una votacin para ver si toman caf o siguen buscando el equivalente de rendirse en lengua verdadera.
Por unanimidad gana el caf. Nadie se rinde...
Nos quedaremos solos?

A La Sociedad Civil Nacional e Internacional, donde quiera que se


encuentre:
Disculpad, seora Sociedad Civil, que os distraiga de vuestras mltiples ocupaciones y reiteradas angustias. Slo os escribo para deciros que aqu estamos, que seguimos siendo nosotros, que la resistencia es todava nuestra bandera y que todava creemos en usted.
Pase lo que pase, seguiremos creyendo. Porque la esperanza, seora
de rostro difuso y nombre gigante, es ya en nosotros una adiccin.
Vuesa excelencia sabr ya que el horizonte se encapota de un gris
que va para negro con la misma celeridad que marcha la venta de
nuestra historia. Sin embargo, sabed que la libertad sigue estando ah
adelante, que sigue siendo necesario luchar y que la historia todava
espera quien le complete las planas. As las cosas, y temiendo que no
os veamos de nuevo, aceptad estas tres definiciones que vienen muy
a pelo para das tan aciagos como los que nos esperan:
Libertad. Dice Durito que la libertad es como la maana. Hay
quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y
caminan la noche para alcanzarla. Yo digo que los zapatistas somos
los adictos al insomnio que la historia desespera.
Lucha. Deca el Viejo Antonio que la lucha es como un crculo. Se
puede empezar en cualquier punto, pero nunca termina.
Historia. La historia no es ms que garabatos que escriben los hombres y mujeres en el suelo del tiempo. El Poder escribe su garabato,
lo alaba como escritura sublime y lo adora como verdad nica. El mediocre se limita a leer los garabatos. El luchador se la pasa emborronando cuartillas. Los excluidos no saben escribir... todava.
Aceptad, seora, estas tres flores. Las otras cuatro llegarn luego... si
es que llegan.
Vale. Salud y recordad que la sabidura consiste en el arte de descubrir, por detrs del dolor, la esperanza.

1 Tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol: lenguas mayas

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Los Otros Cuentos

Uno es tan grande como el enemigo que escoge para


luchar
Parte de una carta a Eduardo Galeano, 2 de mayo de 1995.
Lo que yo quera era contarle un cuento para que usted lo cuente:
Me ense el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo
que escoge para luchar, y que uno es tan pequeo como grande el
miedo que se tenga.
Elige un enemigo grande y esto te obligar a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si l crece, t te hars pequeo,
me dijo el Viejo Antonio una tarde de mayo y lluvia, en esa hora en
que reinan el tabaco y la palabra.
El gobierno le teme al pueblo de Mxico, por eso tiene tantos soldados
y policas. Tiene un miedo muy grande. En consecuencia, es muy pequeo. Nosotros le tenemos miedo al olvido, al que hemos ido achicando a fuerza de dolor y sangre. Somos, por tanto, grandes.
Cuntelo usted en algn escrito. Ponga que se lo cont el Viejo Antonio. Todos hemos tenido, alguna vez, un Viejo Antonio. Pero si usted
no lo tuvo, yo le presto el mo por esta vez.
Cuente usted que los indgenas del sureste mexicano achican su miedo para hacerse grandes, y escogen enemigos descomunales para
obligarse a crecer y ser mejores...
Esa es la idea, estoy seguro que usted encontrar mejores palabras
para contarlo. Escoja usted una noche de lluvia, relmpagos y viento.
Ver cmo el cuento sale as noms, como un dibujito que se pone a
bailar y a dar calor a los corazones que para eso son los bailes y los
corazones.

Los Otros Cuentos

La huella de la Comandanta Ramona


La Comandanta Ramona era muy alegre y muy burlona. Deca de
broma cuando le tocaba guiarnos a nosotros -porque ella era la nica
que conoca el camino- que nuestra lucha era buena, porque era lo
primero en lo que la mujer iba adelante. Y bromeaba y deca: cuando
ganemos tal vez nos van a alcanzar ustedes, los hombres que todava van detrs de nosotras y, entonces, en el nuevo mundo que queremos construir vamos a caminar uno al lado de otro!. Y lo deca con
burla porque la costumbre hasta entonces en las comunidades es que
el hombre iba adelante y la mujer atrs, siguindolo.
Yo me iba tropezando a cada rato y ella se adelant. Aunque era muy
chaparrita (1) y chiquita pues caminaba como pirinola, o sea como
que le daban cuerda y chale los jales, porque no la alcanzaba. Por
supuesto, me perd. Por el peso yo iba mirando abajo y aprend a seguir su huella. Iba dejando la huella -ella caminaba descalza, yo con
botas-, iba dejando su huella...
Bueno, si se adelanta mucho yo voy siguiendo su huella... Lleg un
momento en que el suelo estaba duro, como aqu. Yo no me haba
dado cuenta y segua viendo sus huellas y siguindola. Entonces, me
par a descansar, porque entre los pulmones y la pipa pues no, tampoco aguanto mucho. Y entonces me di cuenta, por qu era que estaba dejando huella el pie de Ramona si el piso estaba duro. No s si
era un problema geolgico, o algo as, pero volte a ver y no estaban
mis huellas a pesar de que yo usaba botas y era del doble de estatura
que Ramona. No entenda por qu su paso dejaba huella y el mo no.
Ms adelante la alcanc por fin y le pregunt: ya viste que tu paso s
deja huella y el mo no? As es de por s, dijo y se sigui.
No entend entonces. Tiempo despus, en la niebla Ramona gustaba
jugar que haba que caminar la nube, deca, porque llegaba un momento en que la niebla se acostaba completamente sobre las montaas y pareca que estbamos realmente caminando sobre las nubes.
Volv otra vez a la parte de la selva y encontr al Viejo Antonio y le
cont la ancdota de Ramona -ellos se haban conocido en una de
nuestras reuniones-, y se sonri y me dijo:
-Te voy a contar una historia que cuentan nuestros ms antiguos. Los
nadie sabedores de nuestros pueblos indios, contaban que en los prime
1 Chaparrita: menuda, de baja estatura.

Los Otros Cuentos

meros das les haban escogido a hombres y mujeres grandes, y los


hicieron grandes porque grande era su tarea; gigantes, diran ustedes,
ellos usaban la palabra grandes. Y que a esos hombres y mujeres les
tocaba, por su estatura, ir marcando el camino para que cuando se
fueran muy lejos, la gente que iba atrs los viera de lejos, muy por
encima de los rboles. Y que al principio as fue, pero lleg un momento en que esto despert la envidia y el coraje de otros: de los chiquitos o de los pequeos, y se hizo el gran problema.
Se reunieron entonces los dioses primeros, los que nacieron el mundo
y dijeron: bueno, aqu ya hicimos un problema -ellos s reconocan
cuando hacan mal las cosas, no como los gobiernos de ahora- y entonces, ahora, cmo le hacemos. Dijeron: vamos a tener que esconder la grandeza de estos hombres y mujeres de alguna forma y decidieron hacerlos chiquitos, pero eran gigantes, nada ms que de corta
estatura. Pero entre que se estaban peleando y se ponan a bailar con
la marimba y todo eso -porque eran dioses muy alegres, muy bailadores- se les olvida un detalle y s les modifican la estatura, pero no el
peso. Entonces resulta que estos hombres y mujeres que eran gigantes, eran chiquitos, pero pesaban como gigantes e iban dejando huella.
Deca el Viejo Antonio que para aprender el modo de los indgenas
mayas, haba que aprender a mirar hacia abajo. Deca que los caxlanes (2), los tzules (3), los conquistadores, que tenan diferentes colores, diferentes nombres y diferentes nacionalidades, incluso mexicanos, que nos iban a ir oprimiendo a lo largo de todos estos aos interpretaban que los indgenas bajbamos la cabeza como un signo de
humillacin y obediencia.
Dice el Viejo Antonio: -No, lo que estamos haciendo siempre es buscando la huella que es profunda; aprende a mirar abajo y atrs de que
vayas de alguien y sigue la marca, sguelo, no lo pierdas, porque arriba no lo vas a encontrar!
-Y entonces, qu pasa despus?- le pregunt al Viejo Antonio.
-Cuando esos gigantes mueren por fin, los dioses dejaron arreglado el
problema que todos estn pensando: cuando ya estn finados, juntos,
no va a haber tumba en la que quepan, porque aunque son pequeos
de cuerpo, son grandes de estatura. -Y entonces me dijo- para eso es
que est la ceiba, estos hombres y mujeres no pueden yacer tendidos;
2 Caxlan: extranjero, mestizo.
3 Tzul: perro trado por los conquistadores.

Los Otros Cuentos

21

El dolor si se duele juntos


Deca el Viejo Antonio que son muchos los ingredientes para que el
pan que muchos llaman maana se cocine.
-Uno de ellos es el dolor- agrega ahora el Viejo Antonio, mientras acomoda el tercio de lea junto al fogn. Salimos a la tarde, abrillantada
despus de una de esas lluvias con las que julio pinta de verde a la
tierra, y la Doa Juanita se queda preparando el pan de maz y azcar que ac llaman marquesote y que, a la hora de servirlo, tendr la
forma de la lata de sardinas que le sirvi de molde.
No s desde cundo son pareja el Viejo Antonio y la Doa Juanita, y
nunca se los pregunt. Hoy, en esta tarde de la selva, el Viejo Antonio
habla del dolor como ingrediente de la esperanza y la Doa Juanita le
cocina un pan como argumento.
Tiene noches que una enfermedad aqueja el sueo de la Doa Juanita, y el desvelo del Viejo Antonio la alivia con historias y juegos. Esta
madrugada el Viejo Antonio le ha montado un grandioso espectculo:
jugando con sus manos y la luz que viene del fogn, le dibuja con
sombras una multitud de animales de la selva. La Doa Juanita re del
noctmbulo tepezcuintle1, del inquieto venado cola blanca, del ronco
saragayo (2), del vanidoso faisn y de la escandalosa cjola (3) que
pintan, sobre el lienzo de las paredes de su champa (4), las manos y
la garganta del Viejo Antonio. -No me cur, pero mucho re- me cuenta la Doa Juanita- No saba que tambin las sombras son alegres.
Esta tarde la Doa Juanita le cocina un marquesote al Viejo Antonio,
no para agradecerle la intil medicina de la noche de las sombras
alegres. Tampoco para l y su contento... Es para dejar testimonio de
que el dolor, si se duele juntos, es alivio y sombra
que se alegra. Para eso cocina la Doa Juanita el pan que sus manos
y la lea del Viejo Antonio nacen dentro de una vieja lata de sardinas.
Y, para que no se perdiera nunca, con caf caliente nos comimos el
testimonio del dolor conjunto de la Doa Juanita y el Viejo Antonio,
ese dolor que se hizo alivio y pan compartido...
Esto que les contamos pas hace muchos aos, es decir, hoy.
Vale, salud y que nada falte en el horno de la memoria.
1 Tepezcuintle: roedor, conejillo de indias
2 Saragayo: mono aullador
3 Cjola: ave
4 Champa: rancho

20

Los Otros Cuentos

cosas se acomoden de nuevo.


Y este sostenedor nunca duerme, siempre debe estar alerta y pendiente para despertar a los dems cuando el mal se cae sobre la tierra. Y dicen los ms antiguos en el paso y la palabra que este sostenedor del cielo lleva en el pecho colgado un caracol y con l escucha los
ruidos y silencios del mundo para ver si todo est cabal, y con el caracol los llama a los otros sostenedores para que no se duerman o para
que se despierten.
Y dicen aquellos que ms primero fueron que, para no dormirse, este
sostenedor del cielo va y viene dentro y fuera de su propio corazn,
por los caminos que lleva en el pecho, y dicen aquellos enseadores
antiguos que este sostenedor ense a los hombres y mujeres la palabra y su escritura porque, dicen, mientras la palabra camine el mundo
es posible que el mal se aquiete y est el mundo cabal, as dicen.
Por eso la palabra del que no duerme, del que est pendiente del mal
y sus maldades, no camina directo de uno a otro lado, sino que anda
hacia s misma, siguiendo las lneas del corazn, y hacia fuera, siguiendo las lneas de la razn, y dicen los sabedores de antes que el
corazn de los hombres y mujeres tiene la forma de un caracol y quienes tienen buen corazn y pensamiento se andan de uno a otro lado,
despertando a los dioses y a los hombres para que se estn pendientes de que el mundo se est cabal.
Por eso, quien vela cuando los dems duermen usa un su caracol, y lo
usa para muchas cosas, pero sobre todo para no olvidar.

Los Otros Cuentos

viven y mueren de pie y tienen que estar descansando despus de


dejarnos, de pie. Estas personas, estos hombres y mujeres, cuando
mueren forman parte de la gran ceiba madre, que es la que los arropa.
Aos despus y todava, sigo mirando mis pasos y no hay huella, pero
sigo recordando el paso de Ramona y de otros compaeros que son
los que nos dirigen y sigo viendo que aunque el suelo est duro, sea
rido, aunque haya cemento cuando han salido a la ciudad, siguen
dejando una huella muy honda, y siempre me preocupo de ver para
abajo para no perderla. Es con esa huella, la de nuestros compaeros, que son los que nos dirigen, como llegamos aqu.

10

Los Otros Cuentos

Los Otros Cuentos

19

Historia del uno y los todos

La historia del sostenedor del cielo

Hubo un tiempo en el que no haba tiempo. Era el tiempo del inicio.


Era como la madrugada. No era noche ni era da. Se estaba el tiempo
as noms, sin ir a ningn lado y sin venir de ninguna parte. No haba
luz pero tampoco haba oscuridad. Era el tiempo en el que vivan los
ms grandes dioses, los que nacieron el mundo, los ms primeros.
Dicen los ms viejos de nuestros viejos que esos primeros dioses eran
siete y que cada uno era dos. Dicen los ms ancianos de nuestros
ancianos que siete es como los ms antiguos numeran a los todos, y
que el uno siempre es dos para poder caminarse. Por eso cuentan
que los ms primeros dioses eran dos cada uno y eran siete veces. Y
estos ms grandes dioses no se nacieron sabedores y grandes. Pequeos eran y no mucho saban. Pero eso s, mucho hablaban y se
hablaban. Puro palabrero eran estos primeros dioses. Mucho se hablaban todos al mismo tiempo y nada se entendan unos a los otros.
Aunque mucho hablaban estos dioses, poco saban. Pero, a saber
cmo o por qu, hubo un momento en que todos se quedaron callados
al mismo tiempo. Habl entonces uno de ellos y dijo y se dijo que era
bueno que cuando uno hablara los otros no hablaran, y as el uno que
hablaba poda escucharse y los otros que no hablaban podan escucharlo y que lo que haba que hacer es hablar por turnos. Los siete
que son dos en uno estuvieron de acuerdo. Y dicen los ms viejos de
nuestros viejos que ese fue el primer acuerdo de la historia, el de no
slo hablar sino tambin escuchar.
Miraron los dioses los rincones de esa madrugada en que todava no
haba ni da ni noche ni mundo ni hombres ni mujeres ni animales ni
cosas. Miraron y se dieron cuenta de que todos los pedacitos de esa
madrugada hablaban verdades y que uno solo no poda escuchar todos los rincones, as que se dividieron el trabajo de escuchar a la madrugada y as pudieron aprender todo lo que el mundo de entonces,
que no era mundo todava, tena para ensearles.
Y as vieron los ms primeros dioses que el uno es necesario, que es
necesario para aprender y para trabajar y para vivir y para amar. Pero
vieron tambin que el uno no es suficiente. Vieron que se necesitan
los todos y slo los todos son suficientes para echar a andar al mundo.

Segn nuestros ms anteriores, al cielo hay que sostenerlo para que


no se caiga. O sea que el cielo no mero est firme, sino que cada tanto se pone dbil y como que se desmaya y se deja caer as noms
como se caen las hojas de los rboles y entonces puras calamidades
que pasan porque llega el mal a la milpa (1) y la lluvia lo rompe todo y
el sol castiga al suelo y es la guerra quien manda y es la mentira
quien vence y es la muerte quien camina y es el dolor quien piensa.
Dijeron nuestros ms anteriores que as pasa porque los dioses que
hicieron el mundo, los ms primeros, tanto empeo pusieron en hacer
el mundo que, despus de terminarlo, ya no muy tenan fuerza para
hacer el cielo o sea el techo de nuestra casa y le pusieron ah noms
lo que se les ocurri y entonces el cielo est puesto sobre la tierra
noms como un techo de esos de plstico. Entonces el cielo no est
mero firme, sino que a veces como que se afloja. Y has de saber que
cuando esto pasa, se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego se
inquieta y la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar donde
estarse sosiega.
Por eso dijeron los que antes de nosotros se llegaron, que, pintados
de colores diferentes, cuatro dioses se regresaron al mundo y, hacindose gigantes, se pusieron en las cuatro esquinas del mundo para
agarrarlo al cielo para que no se cayera y se estuviera quieto y bien
planito, para que sin pena lo caminaran el sol y la luna y las estrellas y
los sueos.
Pero, tambin cuentan aquellos del paso primero en estas tierras, que
a veces a uno o a ms de los bacabes (2), los sostenedores del cielo,
como que le entra su sueo y como que se duerme o se distrae con
alguna nube y entonces no lo tensa bien su lado del techo del mundo
o sea del cielo, y entonces el cielo o sea el techo del mundo como
que se afloja y como que se quiere caer sobre la tierra, y el sol y luna
ya no tienen plano su camino y las estrellas igual.
As pas desde el principio, por eso los dioses primeros, los que nacieron el mundo dejaron encargado a uno de los sostenedores del
cielo y l debe estarse pendiente para leer el cielo y ver cuando empieza a aflojarse y entonces este sostenedor debe hablarle a los otros
sostenedores para que despierten y vuelvan a tensar su lado y las
cosas se
1 Milpa: maizal
2 Bacabes: dioses

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Los Otros Cuentos

-No te creo -dice La Mar, pero con discrecin gira sobre su costado y
se asoma por un huequito que una piedrita dej en el suelo.
- De veras -le insisto-, si tuviramos un periscopio podramos asomamos.
-Un periscopio? -murmura.
-S -le digo-, un periscopio, un periscopio invertido...
... finalmente me parece que el Viejo Antonio tiene razn cuando dice
que hay debajo de nosotros un mundo mejor que el que padecemos,
que la memoria es la llave del futuro, y que (agrego yo) la Historia no
es ms que un periscopio invertido...

Los Otros Cuentos

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Y as fue como se hicieron buenos sabedores los primeros dioses, los


ms grandes, los que nacieron el mundo. Se supieron hablar y escuchar los dioses estos.
Y sabedores eran. No porque supieran muchas cosas o porque supieran mucho de una cosa, sino porque se entendieron que el uno y los
todos son necesarios y suficientes.

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Los Otros Cuentos

La historia de las piedras y los sueos

Los Otros Cuentos

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La historia de la llave enterrada

30 de abril 2006. Magdalena Contreras, DF. Reunin con nios.


Cuentan los ms mayores de nuestros abuelos que los dioses primeros, los que nacieron el mundo con su palabra, eran muy descuidados
y donde quiera dejaban tiradas sus cosas. Cuentan que en los primeros das y noches del mundo, los hombres y mujeres de maz, los originarios de estas tierras, los hechos de maz y palabra, donde quiera
se tropezaban con las cosas que los dioses dejaban en su tiradero.
Cuentan que en veces se topaban con una chancla, o con un azadn,
o con una coa -que es una vara o un palo que usamos para sembrar,
con ella hacemos un hoyo en el suelo y ah ponemos la semilla del
maz-, y entonces, preguntaban de quin es esta chancla que est
tirada en medio del camino (de por s as hacen las mams no? Que
dicen: de quin es esta chancla?, no?, quin dej tirado el calzn?).
Y entonces preguntaban de quin es esta chancla que est tirada ah
en medio del camino y se ponan as no? -as se ponen cuando se
enojan, no?, de quin es esta chancla?, verdad?, lo conocemos
bien-. De quin es esta chancla?. Y rpido se vea que no era de
nadie, de nadie de los hombres y mujeres de maz porque apenas
eran unos cuantos. O sea que no haba mucha gente en el mundo,
porque ya habra despus muchas madrugadas para que los hombres
y mujeres se sembraran uno en el otro, para cansarse con contento y
se mojaran los vientres con la vida por venir.
Entonces, como no era de nadie la chancla perdida, pues rpido saban que seguro algn dios andaba como cojo, porque le faltaba una
chancla. Y saban quin la perdi porque el dios, en lugar de buscarla
su chancla, se pona a cantar esa que dice y la chancla que yo tiro no
la vuelvo a levantar. Y entonces ah se quedaba botada la chancla.
Pero no slo se les caan las chanclas a los dioses, tambin se le
caan los sueos.
Y es que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, dorman en
hamaca. Porque resulta que eran muy caminadores estos primeros
dioses hacedores del mundo, y siempre llevaban una su morraleta -o
sea que es como una bolsa para el mandado, pero ms pequea-, y
ah llevaban su pozol, su tortilla y su hamaca. Y ah noms donde les
daba hambre, se paraban y se sentaban a orillas de un arroyo y lo
batan su pozol con agua y lo tomaban junto con sus tortillas y tambin, cuando les entraban las ganas de dormir, noms buscaban dos

Cuentan que los ms primeros dioses, los que nacieron el mundo,


tenan muy mala memoria y rpido se olvidaban de lo que hacan o
decan. Unos dicen que era porque los ms grandes dioses no tenan
por qu acordarse de nada, porque ellos ya eran desde cuando el
tiempo no tena tiempo, o sea que no hubo nada antes de ellos y si no
hubo nada antes entonces no haba de qu tener memoria. Quin
sabe, pero el caso era que todo lo olvidaban. Este mal lo heredaron a
todos los gobernantes que en el mundo son y han sido.
Pero los dioses ms grandes, los ms primeros, supieron que la memoria era la llave del futuro y que haba que cuidarla como se cuida la
tierra, la casa y la historia. As que, como antdoto para su amnesia,
los ms primeros dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una copia de todo lo que haban hecho y de todo lo que saban. Esa copia la
escondieron bajo el suelo de modo que no se confundiera con lo que
haba sobre la superficie. As que debajo del suelo del mundo hay
otro mundo idntico al de ac arriba, con una historia paralela a la de
la superficie. El mundo primero est bajo la tierra.
Le pregunt al Viejo Antonio si es que el mundo subterrneo era una
copia idntica a la del mundo que conocemos.
-Fue -me respondi el Viejo Antonio-, ya no. Y es que -explic- el
mundo de afuera se fue desordenando y desacomodando al paso del
tiempo. Cuando los ms primeros dioses se fueron, nadie de los gobiernos se acord de mirar abajo para ir arreglando lo que se iba desacomodando. As que cada nueva generacin de jefes pens que el
mundo que le tocaba as era de por s y que no era posible otro mundo. As que lo que est abajo de la tierra es igual a lo que est arriba,
pero es en forma distinta.
Dijo el Viejo Antonio que por eso es costumbre de los hombres y mujeres verdaderos el enterrar el ombligo del recin nacido. Lo hacen
para que el nuevo ser humano eche un vistazo a la historia verdadera
del mundo y sepa luchar para acomodarlo de nuevo como debe ser.
As que all abajo no slo est el mundo, sino que est la posibilidad
de un mundo
mejor.
-Y estamos tambin los dos? - pregunta La Mar somnolienta.
-S, y juntos -le respondo.

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Los Otros Cuentos

Y no nos vemos.
No si solos somos lo otro que somos.
Entre la desbocada competencia por la corrupcin y el crimen que son
el combustible del slvese quien pueda, hay una, uno, otro, otra, alguien que dice NO.
Hay, por ejemplo, una joven mujer que aparta su paso del conformismo de ser lo que el varn quiere que sea y pone en un rincn sus miedos para vestirse y desnudarse con el traje siempre nuevo de la rebelda...

Los Otros Cuentos

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rboles y con bejucos tendan su hamaca, y se echaban a dormir sin


pena y se ponan a soar cosas buenas.
Pero luego no se acomodaban bien, y estaban a la vuelta y vuelta,
como si no hallaran de qu lado dormir. Y entonces se les caan los
sueos. Y como la hamaca era tejida, pues el sueo se iba hasta el
suelo. Y cuando el dios se despertaba -que no era rpido, porque mucho dorman estos dioses primeros-, noms recoga su hamaca, la
meta en su morraleta y anda vete!, a seguir caminando.
Bueno, pues esos sueos no eran todos iguales, sino que unos eran
sueos de colores diferentes, y otros eran de distintas formas. Y otros
se rompan al caer y quedaban partidos en muchas partes. Y entonces la tierra -que sea el mundo- se llenaba de colores y formas diferentes. Y los primeros hombres y mujeres llamaron piedras a esos
sueos de formas y colores distintos. Y con piedras -o sea con sueos- adornaban sus champita -o sea sus casitas- y era bien alegre,
porque en la noche parecan como lucecitas esos sueos de los dioses que se llamaban piedras.
Y haba piedrotas, piedras y piedrecitas. Y los nios agarraban las
piedrecitas y jugaban con ellas a la matatena, y al avin, y al bebeleche. Y hacan caminitos que brillaban en la noche. Y esos sueos que
eran piedras tambin cantaban, y sus canciones cantaban cosas buenas y decan vida, alegra, paz. Y haba unas piedrecitas, las ms
pequeitas, que amor no decan, sino que lo murmuraban, como si
una cancin cantaran al odo moreno de la tierra.
Y entonces, llegaron los poderosos -que sea los ricos y sus malos
gobiernos- a hacerle mucho mal a los hombres y mujeres del maz, a
los originarios de estas tierras. Y entonces, esta gente buena, para
que los ricos no se robaran los sueos hechos piedras de los dioses,
los agarraron y los aventaron para arriba con mucha fuerza para que
llegaran bien lejos. Y las piedras pegaban en el techo del mundo -que
sea en el cielo- y lo dejaban hoyeado -que sea con agujeros-. Por eso
es que en la noche, cuando el sol se va a dormir y se tapa con la cobija de la noche, en nuestras montaas se ven las estrellas, porque
bien llena de agujeros qued la noche -que sea, la cobija con la que
se tapa el sol para dormirse.
Pero no todos los sueos cados de los dioses primeros, los sueos
hechos piedra, se aventaron para arriba para esconderlos en el cielo,
muchos quedaron en el suelo, tirados por donde quiera. Y pas mucho tiempo y el polvo los fue cubriendo y quedaron como grises, como negros, como amarillos, como rojos, como azules, pero sin brillo

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Los Otros Cuentos

por el polvo.
Y los hombres y mujeres de maz, los originarios de estos suelos, les
contaron esta historia a sus hijos e hijas. Y estos y estas a sus hijos e
hijas, y as por muchos calendarios.
Por eso es que nuestra gente, los pueblos indios, caminan mirando al
suelo. Es que van buscando esos sueos hechos piedras. Y adivinan
si tienen el brillo escondido. Y reconocen si es un sueo roto. Y entonces recogen la piedrecita y siguen buscando ms
pedacitos de ese sueo incompleto, como si fueran armando un rompecabezas con pedacitos regados por los caminos del mundo. Y ya
que lo completan el sueo que estaba roto e incompleto, escuchan su
palabra hecha canto y se alegra su corazn.
Por eso es tambin que nuestra gente no batalla para saber escuchar
a otros y a otras. Como saben escuchar a las piedras, entonces bien
que saben escuchar los silencios, que no son sino palabras que se
rompen antes de salir, y hay que saberlos armar en el corazn colectivo que somos los pueblos indios.

Los Otros Cuentos

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L@s otr@s... que somos


La historia, o la leyenda, se tejen de madrugada. Habr, es cierto,
quien cuestione su veracidad y pretenda clasificar una u otra en el
endeble criterio de verdadero o falso. Para lo que concierne a lo
que ahora cuento, no importa ni lo uno ni lo otro.
Las palabras que nombran lo que est por hacerse no salen de pronto ni en cualquier parte, sino que van buscando un lugar dnde nacerse y esperan el tiempo propicio para surgir.
Hay un lugar en el que la oscuridad y la luz se encuentran y se tocan
apenas un instante. Despus se va cada una a su camino, a su espera. As van la sombra y la luz, siguindose y evitndose, hasta que se
olvidan de lo que son y se hacen de nuevo en lo otro, rehaciendo una
y otra vez el oxmoron de su deseo. Ese lugar tiene tambin su tiempo, y en l la muerte y la vida se postergan. Es el amor, dicen, quien
entonces ah reina.
Es en la madrugada, en ese espacio y tiempo, donde hay quien est
ya y quien llega apenas. Dicen que es la sombra quien espera, acechando con la mirada de quien lleva como maldicin la duermevela, a
que la luz desnude sus ropas y sus miedos, que recueste el cuerpo y
ponga de pie el deseo. Ah, la madrugada! Hay ah, esperando siempre (es decir, no estando), una piel compleja hecha de dos tibiezas,
que la arroparan del fro y soplaran lejos la soledad.
En ese delgado lmite, donde no hay muro ni abismo, la palabra recorre todos los calendarios y asume una forma que es hablada en muchas lenguas. Digo ahora lo que esa palabra me cuenta en ese quiebre del tiempo, con la niebla de la duermevela, y en la lengua de la
montaa:
Hay en cada hombre, en cada mujer, un otro y una otra diferentes.
Escondido est lo otro, como guardado est. Esperando espera. Estando est.
A veces es un rasguo, imperceptible afuera y definitivo dentro; otras
es un terremoto que rompe la fastidiosa cotidianeidad; y a veces es
una piel, caricia o spero roce, que rasga con tierna furia la piel de
afuera y revela y rebela la otra piel, la del otro, la de la otra que somos.
Pero es siempre un dolor lo que obliga a salir eso otro que somos sin
serlo todava.
Las ms de las veces somos lo otro con un NO que es un desafo a
la docilidad impuesta.

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