Sardi. Relatos Inesperados
Sardi. Relatos Inesperados
Sardi. Relatos Inesperados
Relatos inesperados: La
escritura de incidentes crticos
en la formacin docente en
Letras
CITA SUGERIDA:
Sardi, Valeria, coord. (2013). Relatos inesperados: La escritura de incidentes crticos en
la formacin docente en letras [en lnea]. La Plata : Edulp. En Memoria Acadmica.
Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.349/pm.349.pdf
http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar
Libros de Ctedra
FACULTAD DE
HUMANIDADES
RELATOS INESPERADOS
LA ESCRITURA DE INCIDENTES CRTICOS EN LA FORMACIN DOCENTE
EN LETRAS
Valeria Sardi
(coordinadora)
2013
AGRADECIMIENTOS
NDICE
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76
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Los autores...............................................................................................
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PRLOGO
En este libro nos proponemos escribir sobre escrituras producidas por profesorxs
(1) en formacin en la ctedra de Didctica de la lengua y la literatura II y Prcticas
de la enseanza que dan cuenta de ciertos momentos de una clase, ciertas zonas
de la prctica donde se produce una experiencia desestabilizadora, que rompe
con lo esperado e instituye otras relaciones con el saber y con lxs sujetxs. Se trata
de analizar incidentes crticos en tanto inscripciones de una prctica concreta
donde lxs residentes le ponen voz y cuerpo a la experiencia vivida, fijaciones de
una situacin acotada, en una clase situada, que impone otra lgica y que
tensiona con lo imaginado. En este sentido, estas escrituras que rememoran
experiencias de la residencia donde lxs profesorxs en formacin observan un
desajuste entre lo planificado y lo efectivamente concretizado se inscriben en una
zona de incertidumbre que da cuenta de la lgica azarosa, contingente e
imprevisible de las prcticas docentes. Es decir, se trata de escrituras que
textualizan experiencias de la prctica del orden de lo inesperado, narraciones de
una prctica docente que se desacomoda en su concrecin, que se modifica al
calor de su hacer, que muta, cambia, irrumpe, desconcierta. Ese desacople en la
prctica situada no implica una experiencia percibida como negativa o un fracaso
en la prctica, sino ms bien la oportunidad de una toma de posicin, una
alternativa de accin, una reformulacin didctica, una apuesta al cambio. Es
decir, el incidente crtico en tanto tal puede ser una puerta para inventar
posibilidades nuevas y, de ese modo, revitalizar la intervencin didctica. Y, en
ese desconcierto, la escritura de la experiencia se piensa como un modo de
reflexionar sobre esa prctica pasada, sobre esas experiencias concretas
Notas
(1). En todo el libro utilizamos la x neutra o barrado a/o para dar cuenta de la
adscripcin genrica. Asimismo, aclaramos que a lo largo del texto se citan
escrituras sin referencia en la bibliografa general porque se trata de anotaciones
privadas de lxs profesorxs en formacin.
CAPTULO 1
LA ESCRITURA DE LAS PRCTICAS EN LA FORMACIN DOCENTE EN LETRAS
Valeria Sardi
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Luz, en este texto, traza una figura de su recorrido por la residencia, un dibujo en
la trama posible de las prcticas de enseanza a partir de la textualizacin de una
experiencia concreta en el aula donde da cuenta de las preocupaciones iniciales,
las posibles intervenciones didcticas, la toma de decisiones a partir del
emergente; es decir, pone en juego sus modos de mirar la prctica situada, lxs
sujetxs y el conocimiento. Este relato da cuenta de cmo Luz pas del temor al
desorden en el que, de algn modo, se presenta una representacin ideal de la
escuela donde todo es silencio y orden, como veremos en el captulo 5- en un
contexto donde los sujetos eran estigmatizados, a la posibilidad de construir una
relacin pedaggica que subvierte las lgicas internas de ese aula de secundario
a partir de la puesta en juego de una intervencin didctica que apunta a revertir la
profeca autocumplida y generar otro vnculo intersubjetivo y con el conocimiento
por parte de lxs estudiantes. No se trata solo de otro trato interpersonal sino de
proponer el dilogo como forma de intercambio entre ella y lxs sujetxs, modalidad
que aporta una visin constructivista del conocimiento y una concepcin no
autoritaria de la enseanza (Burbules, 1999). As, Luz propone la lectura en voz
alta del texto de Borges como modo de hacer lugar a la palabra de lxs estudiantes,
habilitar las mltiples interpretaciones sobre el texto y, a partir de all, dar lugar a la
metacognicin. Federico, en esta nueva micropoltica propuesta por Luz, puede
encontrar su lugar como lector, abandonar la representacin estigmatizada que lxs
otrxs se han hecho de l y, a partir del dilogo, quedar atrapado en una interaccin
donde cada unx de los actorxs participa de una dinmica particular de hablarse y
escucharse entre ellxs. Esta relacin dialgica que propone Luz habilita la
construccin de otra representacin en torno a lxs sujetxs donde el inters por la
literatura era lo que primaba, ms all de sus modos de habitar el aula. En el
relato de Luz observamos cmo al proponer una relacin pedaggica dialgica
para abordar los textos literarios, se produce un cambio en lxs sujetxs y el aula
deviene una comunidad de lectores, una comunidad de indagacin donde todxs
leen, comentan, interpretan y construyen conocimiento en torno a lo literario. Luz
logra salir de esa zona de incertidumbre que genera la primera observacin del
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Aportes histricos
Si bien en los ltimos aos distintas reas del conocimiento vienen rescatando el
lugar de la escritura en su dimensin epistmica -como, por ejemplo, en el prximo
apartado veremos los aportes de la etnografa y la investigacin narrativa- si
hacemos un poco de historia podremos relevar cmo, en el pasado, educadorxs,
maestrxs y profesorxs, tanto en Europa como en nuestro pas, han considerado a
la escritura de las prcticas como un dispositivo para reflexionar y repensar sus
modos de hacer. Leer y releer los textos de la prctica que nos han legado es una
experiencia de formacin en tanto y en cuanto esos escritos nos permiten
reconstruir la experiencia cotidiana escolar, dar cuenta de las decisiones
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llevada a cabo con los internos y las transformaciones que esas lecturas
generaron en el grupo de jvenes.
En otro fragmento del Poema pedaggico, Makarenko hace referencia a los inicios
en la colonia, sus preocupaciones y dificultades, y reflexiona acerca de su prctica
como educador:
Para m y para mis compaeros, los primeros meses de nuestra colonia no fueron slo
meses de desesperacin y de tensin impotente: tambin fueron meses de busca de
la verdad. En toda mi vida haba ledo yo tanta literatura pedaggica como en el
invierno de 1920.
(...) El fruto principal que yo obtena de mis lecturas era una firme y honda conviccin
de que no posea ninguna ciencia ni ninguna teora, de que era preciso deducir la
teora de todo el conjunto de fenmenos reales que transcurran ante mis ojos. Al
principio, yo ni siquiera comprenda, pero vea, simplemente, que no necesitaba
frmulas librescas, que, de todas suertes, no podra aplicar a mi trabajo, sino un
anlisis inmediato y una accin tambin inmediata. (Makarenko, s/d: 20)
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jvenes de
sectores populares- que tratan diversos temas vinculados con la escuela como los
exmenes, la desigualdad educativa, las diferencias sociales, el horario escolar,
las concepciones de conocimiento. As, en un fragmento del texto, un estudiante
narra una experiencia de escritura:
En junio, al tercer ao de Barbiana, me present para el diploma de secundaria
inferior como alumno libre.
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Abril 20.
(...) Les leo un captulo de Platero, Juegos del anochecer, y lo saborean. Cambio al
leer muchos vocablos: linyera por mendigo, rengo por cojo...Que me perdone don
Juan Ramn. Tampoco uso la jerga andaluza, y digo: -Mi padre tiene una escopeta...
As, todo va bien. Les leo por leer, porque nos gusta a todos. Antes les he prevenido
que no hay que hacer ningn trabajo, sino que vamos a gustar de una pgina, sin
intencin alguna. (...)
Platero y yo suena bien cuando sus palabras sonoras y claras se leen en voz alta.
Ellos no entiende, muchas veces, pero el libro los sorprende y maravilla; comnmente
quedan deslumbrados, confundidos y henchidos de poesa, de color y msica,
mientras crecida, aletea en ellos la tierna emocin biennacida. (Iglesias, 1973: 52)
Aqu Iglesias narra una experiencia de lectura colaborativa con sus estudiantes y
toma posicin con respecto a los modos de leer, la construccin de sentidos, las
decisiones didcticas que hace en su lugar de mediador en el aula y sus ideas
respecto de la significacin de la lectura en voz alta en la clase.
Otro maestro que privilegia la escritura como modo de reflexionar sobre la propia
prctica es Amado Montes de Oca quien en un artculo publicado en 1920 en El
Monitor de la Educacin Comn propone llevar un libro de observaciones diarias
con la intencin de analizar los resultados de sus decisiones didcticas, observar a
los estudiantes, explicar las causas o razones para que la prctica se realice de
determinada manera y no de otra, y cules han sido los medios puestos en juego
en el aula.
Esta reivindicacin de la escritura para analizar la propia prctica tambin la
podemos observar en algunos profesores de enseanza media a lo largo de la
historia como Jos Fernndez Coria que en 1919 publica La enseanza de la
Literatura donde cuenta algunos episodios significativos de sus clases, expresa
sus ideas pedaggicas y teoriza acerca de la enseanza de la literatura. O Alonso
Criado que en Del Aula (aporte a la enseanza de la literatura) presenta sus ideas
y posicionamientos respecto de la enseanza, sus pensamientos acerca de sus
estudiantes en su experiencia educativa en el Colegio Nacional Nicols
Avellaneda.
Este recorrido histrico acotado nos permite observar cmo se le ha dado un lugar
en el desarrollo profesional docente a la escritura como dispositivo para reflexionar
en torno a las prcticas de enseanza y, a partir de all, proponer un cambio en las
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Desde dnde escribir? Cmo mirar esa prctica propia para construir un
conocimiento en torno a ella? Qu perspectiva o encuadre terico tomar para
escribir las prcticas?
Mirar y escribir en tanto leer, interpretar y reinterpretar las prcticas docentes se
constituyen en ejercicios de la formacin donde lxs profesorxs toman una
perspectiva de exteriorizacin o, mejor dicho, miran como extranjerxs. De all que
mirar la propia prctica desde
(...) la posicin ventajosa del extranjero es poder mirar con perplejidad e
interrogativamente el mundo en el que se vive. Es como volver a casa despus de una
larga estancia en cualquier otro lugar. El que regresa a casa percibe en su ambiente
detalles y formas que nunca haba visto antes. Descubre que tiene que pensar de
nuevo los rituales y las costumbres de su pueblo para poder entenderlos. (...) El que
regresa (...) mirando con nuevos ojos, no puede, sin ms, asumir el patrn cultural
heredado. (...) Para darle sentido otra vez debe reinterpretar y reordenar todo aquello
que ahora ve a la luz de su nueva experiencia. Debe, conscientemente, decidirse a
indagar. (Greene, 2009: 82-83)
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culturales
registradas
elaborar
tericamente
algunas
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prejuicios para dar lugar a las conjeturas interpretativas, al anlisis de las prcticas
a partir de cmo el contexto y lxs sujetxs involucradxs las configuran y constituyen
porque all es donde el observador puede inscribirlas en un encuadre interpretativo
inteligible y elaborar una teora.
La etnografa, entonces, es un aporte terico insoslayable para la formacin
docente en tanto y en cuanto esta disciplina se propone construir un conocimiento
local de lxs sujetxs y las prcticas situadas como as tambin vincular los procesos
educativos con los procesos macropolticos y socioculturales ms amplios. Como
seala Elsie Rockwell, la etnografa permite documentar el saber pedaggico que
habitualmente no se hace visible y, a su vez, puede favorecer la reflexin sobre la
tarea docente y puede mostrar la complejidad de procesos en los que intervienen
mltiples actores con intenciones y tradiciones diversas (Rockwell, 2009: 30).
Volviendo al inicio de este apartado y a la pregunta acerca de la escritura de las
experiencias de la prctica docente nos interesa en este captulo, tambin, hacer
referencia a la potencia de la narrativa en la formacin de un docente en Letras.
En principio, podemos partir de la dimensin escrituraria de la prctica y cmo la
narracin de las experiencias educativas da cuenta de una necesidad ontolgica
de la condicin humana que no es otra que la necesidad de contar historias para
contarse a uno mismo, para narrar su propia identidad. O podemos pensar la
escritura de la propia experiencia como una escritura que registra la mirada propia,
como confrontacin con uno mismo y con las prcticas propias, como vnculo con
otros en ese dilogo que es la trama de un texto escrito. Como seala Franco
Rella, los eventos se tejen en una trama, en la trama de uno y de infinitos relatos
posibles y, asimismo, el relato siempre est dirigido a alguien que lo escucha, lo
lee, participa de l (Rella, 2010: 21); de manera tal que la experiencia narrada
sobrevive en esa trama escrituraria y permite volver a ella y dialogar con otrxs. De
este modo, narrar la propia experiencia es mostrarse a los otrxs y a uno/a
mismo/a, descubrir sus propios valores, creencias y racionalidades, dibujar una
trama de significaciones que hablan de uno/a mismo/a y del modo en que cada
uno/a cuenta su propio hacer. En este sentido, consideramos la relevancia de la
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Bibliografa
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CAPTULO 2
TENSIONES EN LAS PRCTICAS DE ESCRITURA ESCOLARES
Cristina Blake
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fructuoso y permiti replantearme la figura que tena del docente y que haba
construido durante mi trayectoria escolar. (VV. AA., 2011: 5)
Por otra parte, una conquista continua de lxs profesorxs en formacin es encontrar
en el momento que estn escribiendo una manera de ver la prctica efectuada con
ojos diferentes. Ojos que miran y focalizan los sucesos como lo testimonia Marcos:
Mientras realizaba el registro de la clase tom conciencia de que poner en juego la
oralidad haba sido una decisin afortunada, comprend que los alumnos se sentan
algo incmodos frente a la escritura y que el debate oral les daba cierta confianza y
soltura. (VV. AA., 2011: 16)
Los fragmentos de Gisela y Marcos dan cuenta de una escritura que semeja la
declarada por la escritora argentina Mara Teresa Andruetto en una entrevista
acerca del lugar del autor:
(...) me sucedi algo que cuando uno est escribiendo sucede a menudo, es como si
uno abriera una zona de conexin con las cosas que van pasando en la escritura, (...)
en la escritura entran restos de lo que uno va viendo o le va sucediendo a los largo de
la escritura de una obra, los restos del contexto. (...) Creo que la escritura es eso:
mirada, escucha y voz. (2011: 40)
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sus alumnxs de la residencia. Erika transita esta zona como lo registr en su diario
de profesor:
No s muy bien si esto va o no va en el diario. Hace das que no puedo completarlo,
no entiendo muy bien qu escribir o s, pero, me parece que esto mismo ya es algo
para pensar. Por qu no puedo volcar muchas ideas que hace das que me vienen
atacando? Tal vez porque es algo que nunca hice o es por encargo. Y en cuaderno
de tapas duras!... Esto mismo les pasar a mis alumnos dentro de dos meses
cuando les pida escribir?
En fn igual ya empec y seguro vuelvo a vos despus de la clase porque voy a
comentar lo que me est pasando, no creo que sea la nica. Chau, diario!
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Ana Laura encuadra el incidente narrado como una resistencia a la escritura que
se revela como desborde ante el mero hecho de presentar la consigna. Ms que
generar resistencia, oper un rechazo declarado en los cuerpos. Resulta
sugerente cmo lxs alumnxs no pueden ni pretenden habitar ese terreno del texto
escrito aunque ya hipotetizaron oralmente sobre l. Reciben la consigna de
escritura como un golpe, una violencia simblica, por eso, se mueven o
deambulan para atajarse o proyectan un ataque entre ellxs. Prefieren golpear a
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unx de sus pares e inmovilizarse ante la futura docente sin intentar escribir. Pero,
la residente decide trasmutar los cuerpos huidizos o incontrolables en voces de
lxs alumnxs que le acerquen explicaciones:
Entre las razones que aducan para no escribir yo escuchaba las siguientes: ya
escribimos todo el da, estamos cansados de escribir, no tenemos ganas de hacer
siempre consignas de escritura, siempre nos dan lo mismo para hacer, las
consignas de escribir no me gustan, no me dan ganas. (Ibdem)
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Creyendo que en sus escritos iban a inventar situaciones ficticias, incluso fantsticas sobre todo porque durante el plenario que continu a la lectura hablamos sobre
fenmenos como la reencarnacin, el doble, mencionamos a Dr. Jekyll y Mr. Hyde,
La buena noticia, un captulo de Los Simpson y algunas historias que se escuchan
por ah-, me sorprend al ver que la mayora escriba sobre s mismo. (VV. AA., 2012:
8)
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lxs profesorxs en formacin y que tienen como lugar comn proponer la escritura
de invencin.
Como ctedra la decisin de formar a nuestrxs futurxs docentes en lengua y
literatura colocando a la escritura de invencin como prctica privilegiada es una
perspectiva, no la nica adoptada, que implica, al menos, tres orientaciones
fundamentales: propiciar una relacin productiva con la escritura de invencin
como acceso al conocimiento, reposicionar dentro del mbito escolar la escritura
de invencin como prctica sociocultural e histrica y auspiciar intervenciones
didcticas, que reconociendo la prctica de la escritura de invencin como prctica
intersubjetiva, contemplen la modalidad del taller de escritura.
Estas orientaciones son las que lxs profesorxs en formacin recorren en nuestras
clases tericas y prcticas, donde producen textos a partir de consignas de
escritura y, luego, elaboran consignas pensadas para su prctica en la escuela.
Asimismo, conocen como aportes en nuestras clases y recorren algunas lecturas
de un corpus bibliogrfico que da cuenta de los diferentes enfoques histricos de
la enseanza de la escritura en la escuela (Alvarado, 2001; Bombini, 2012; Sardi,
2006 y 2007), perspectivas acerca de la escritura de invencin (Egan, 1994;
Frugoni, 2006) y de la modalidad del taller de escritura en Argentina (Grafein.
1981; Pampillo, 1985; Bratosevich, 1992), como planteos acerca de la escritura
como acceso al saber (Rockwell, 2000; Sardi, 2005; Eisner, 2007).
De esta manera sus propias experiencias de escritura, antes y en el trnsito de su
formacin acadmica, sumado a ese conocimiento terico sobre la escritura de
invencin, son el andamiaje con el cual lxs residentes se acercan al territorio
escolar, vuelven a mirar sus propias representaciones de escritura, enfocan el
imaginario de sus futurxs alumnxs y suponen prcticas de escritura de invencin
para ensearla.
Nos apropiamos de la categora de escritura de invencin porque, como lo
planteara Maite Alvarado (1997), resulta ms adecuada que la de creativa,
espontnea y libre. La escritura de invencin es descubrimiento y trabajo con la
escritura, no es un acto que deviene de la inspiracin ni un encuentro azaroso con
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de
invencin.
En
su
reflexin
comparte
un
proceso
de
recuperar
experiencias,
saberes
emociones
para
inventar
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iba a dictar, y as poder cumplir con la consigna. En ese momento de tensin, no supe
cmo reaccionar, no me esperaba algo as, y esto tiene que ver con la imagen del
docente que yo tena. Esta representacin del docente se remontaba a mi propia
biografa escolar, en la cual ste se remita solamente a explicar lo que el alumno
luego deba realizar por s solo. Luego de pensar una y otra vez lo que el alumno me
haba dicho, decid acceder a su pedido porque para m negarle la posibilidad de
trabajar significaba excluirlo de la clase y lo que menos pretenda era eso.
Una vez que comenz a dictarme not que no slo se haba entusiasmado con la
consigna de escritura que le haba propuesto sino que tambin me sorprend por el
relato que me estaba dictando y las explicaciones que me daba acerca de la
utilizacin de los signos de puntuacin. Al finalizar el relato, pudimos hacer la puesta
en comn de los relatos y l no qued afuera. (VV. AA., 2011: 5)
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replantearme la figura que tena del docente y que haba construido durante mi
trayectoria escolar. (Ibdem)
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para quienes han producido un texto, y consignas nuevas de ficcin para quienes
estuvieron ausentes o se resisten a producirlo.
A diferencia de Gisela, Mara Fernanda dispone una batera de intervenciones
para que la insistencia a no dormirse provoque la apropiacin de una consigna,
ya no la pensada sino la que produjo en la urgencia del impedimento. Aunque no
est satisfecha con su consigna elaborada in situ, su microtexto despierta a sus
alumnxs en una ficcin dominada por el humor dentro de un cuento policial.
Tambin ella apost a la inclusin, pero, esta vez no fue la insistencia sobre la
misma consigna el disparador de ficcin, sino hallarse en su propia invencin y
formular una nueva. Este cambio de posicin ante la resistencia, muestra un
carcter de las consignas de invencin que no debemos olvidar, su posibilidad de
flexibilizacin. Teniendo en claro el propsito de la consigna, ella puede
modificarse para adecuarse a las posibilidades de recepcin de nuestrxs alumnxs.
La consigna de invencin en una clase taller no es inmutable, al contrario, permite
el ingreso o la alteracin por enmarcarse en una actividad que privilegia la
produccin, la lectura y el comentario de todxs. As, los automarginados se
convirtieron en los promotores de una clase donde la ficcin gana la partida,
incluso la de la profesora en formacin.
La revisin de estos incidentes crticos de lxs profesorxs en formacin da cuenta
de cmo las tensiones en el trabajo de la escritura detentan un proceso de
apropiacin de saberes sobre su propia lengua, sobre los mecanismos de
textualizacin, descentralizacin y ficcionalizacin que incitan a lxs sujetxs ir
configurndose a s mismos en la escritura.
En consecuencia, todos sus escritos nos permiten pensar la didctica de la
escritura como un acceso al conocimiento en tanto una ruptura con una didctica
del embrutecimiento. Reinstalamos esta categora de Jacques Rancire porque
resulta nutritiva para redimensionar los incidentes crticos en prcticas de escritura
que transitaron lxs futurxs profesorxs.
Rancire sostiene que Instruir puede significar dos cosas exactamente opuestas:
confirmar una incapacidad en el acto mismo que pretende reducirla o, a la inversa,
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Por lo tanto, lxs profesorxs en formacin a partir de sus incidentes nos muestran
otra dimensin de la escritura en la escuela que seguiremos auspiciando, la
escritura emancipadora.
Bibliografa
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VV. AA. (2010). Dossier 2010 Ctedra Didctica de la Lengua y la Literatura II.
UNLP, La Plata, ficha de ctedra.
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Captulo 3
MARCAS BIOGRFICAS EN LA ESCRITURA DE INCIDENTES CRTICOS
Valeria Sardi y Fernando Andino
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inseguridades, y ahora veo fortalezas. Vuelvo sobre mi afn de saber y preverlo todo y
reconozco qu poco se puede prever y qu sensacin nica vivir cada respuesta de
los pibes con sorpresa, construyendo el saber con ellos, incluyndolos, conocindolos,
creciendo juntos.
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Empec a leer. Recuerdo que unos minutos despus tuve la impresin de que estaba
leyendo un pasaje demasiado largo y por temor a que se perdieran o aburrieran, me
detuve antes de lo previsto, lo cual fue un inconveniente, ya que empec a
problematizar la lectura cuando aun no tenan todos los elementos necesarios para
elaborar las respuestas con la riqueza con que despus lo haran. Por ejemplo, les
hice una pregunta destinada a establecer la poca en la que se desarrollaba la
historia, lo cual era clave para m, ya que bamos a analizar como funcionaba el
lenguaje para proyectar un futuro posible en base al conocimiento cientfico del
presente. Pero hasta donde habamos ledo, el cuento no brindaba la informacin
suficiente para que se dieran cuenta y la mayora coincidi en que la historia
transcurra en el presente, lo cual no era as. Decid dejar a un lado esta cuestin y
apuntar a lo que el cuento ya haba mencionado. Entonces les ped que me contaran
quienes eran los personajes, frente a lo cual no tuvieron ningn problema. Despus
les pregunte en qu lugar estaban y Facundo respondi que en un quirfano. Hasta
ac las preguntas eran generales y los chicos contestaron de forma directa y acotada.
Aqu fue cuando comet el segundo error, me pareci que tena que problematizar
ms la lectura y les pregunt sobre qu discutan el cirujano y el ingeniero mdico, no
supieron contestarme, entonces me di cuenta que apuntaba a un conflicto que el texto
todava no haba desarrollado en profundidad. Evidentemente estaba ansioso por
hacerlos participar y esto estaba llevando a saltear pasos que ms adelante podran
dar ellos mismos.
Seguimos con la lectura. Ped que lo continuara leyendo uno de ellos. Gabriel ley
hasta que lo interrump. Me pareci que poda hacer una pregunta, pero nuevamente
me anticip, me dej llevar por el hecho de que el cuento introduca trminos tcnicos,
provenientes del mbito de la qumica y la ciberntica, detalles en los que pensaba
hacer hincapi. Pero tendra que haber esperado. Les pregunt si seguan pensado
que la historia transcurra en el presente. La mayora, para mi sorpresa dijo que s,
con lo cual me descolocaron. Por suerte, en esta oportunidad no me precipit y esper
para reformular la pregunta y este tiempo que me tom fue revelador, porque mientras
yo pensaba cmo repreguntar, uno de los chicos dijo que era el futuro. Le pregunt
por qu y respondi que era una operacin muy avanzada y otro agreg que hoy no
existan corazones as. Me di cuenta que otra vez me haba anticipado con la
interrupcin, porque, si bien se estaba dando el debate que yo quera, si hubiramos
seguido leyendo habran tenido ms elementos para problematizar el cuento. No
obstante, los deje continuar. De esta manera, el tema de la anticipacin al futuro
estaba surgiendo antes de que se mencionaran un montn de detalles. Sin embargo,
la situacin me sirvi para darme cuenta de que deba darle tiempo al silencio de los
chicos y no precipitarme cuando no respondan como lo tena previsto o cuando lo
hacan de forma muy directa con pocas palabras. Deba darles tiempo, no quedarme
con la primera respuesta porque siempre poda surgir algo desencadenante de
nuevas opiniones.
Empec a leer otra vez y llegu hasta el punto donde me lo haba propuesto desde un
principio. Ahora la decisin que deba tomar giraba en torno a hacerles o no una
pregunta que ya haba surgido. Decid hacerlo y les pregunte de nuevo qu pensaban
sobre la poca, ahora todos estuvieron de acuerdo en que la historia transcurra en el
futuro. Les ped que me explicaran cmo se haban dado cuenta. Dijeron otra vez lo
del corazn metlico, entonces les pregunt si era un futuro cercano o lejano a
nosotros. Los primeros en contestar dijeron que era un futuro lejano, les pregunt por
qu y enseguida argumentaron que esos corazones eran muy avanzados. Adems,
Emanuel dijo que era muy lejano porque haba robots.
Considero que el desajuste entre la secuencia que persegua en mi guin y la
secuencia real de la prctica, fue resultado de la tensin entre dos formas de ensear
que emergieron en la situacin concreta de la clase. El guin conjetural apuntaba a la
participacin de los alumnos en la problematizacin de ciertos elementos de la ciencia
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ficcin por medio de la lectura dialogada del cuento. Lo cual me generaba una serie
de expectativas sobre su intervencin. Dichas expectativas entraron en tensin con la
ansiedad por organizar o direccionar la clase en torno a los contenidos tericos,
resabio del habitus de enseanza en que he realizado la mayor parte de mi trayecto
educativo. Esto se tradujo en la ansiedad por problematizar contenidos que el cuento
an no haba introducido e hizo que me resultara difcil lidiar con los silencios de los
alumnos, as como dejarlos desarrollar sus respuestas, lo cual era fundamental para ir
construyendo el tema entre todos. (VV. AA., 2010: 19-20)
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estudiantes a lo largo del ao, en las escrituras de la prctica. Por ejemplo, en una
clase terica de la cursada 2012 un estudiante plante que no entenda por qu
haba que proponer la escritura de ficcin en el aula para ensear literatura porque
en el recorrido de la carrera se aprende teora leyendo teora y crtica literaria, no
escribiendo, dando cuenta, en esta intervencin, de sus habitus universitarios, de
una representacin del conocimiento sobre la literatura donde hay una
preeminencia de lo terico sobre lo prctico y, de alguna manera, de la
desconfianza en torno a la escritura como prctica que posibilite la apropiacin de
saberes terico literarios. Esta tensin se encabalga con otra presente en el
recorrido de la materia vinculada con las prcticas de escritura acadmicas frente
a las prcticas de escritura escolares en las que, cada vez ms, se privilegia la
escritura de ficcin para aprender literatura como vimos en el captulo 2-. De all
que en la formacin docente en Letras nos preguntamos y trabajamos sobre esta
pregunta con lxs profesorxs en formacin: cmo hacemos escribir a otros si no
escribimos nosotros? A partir de esa pregunta van apareciendo, a veces
imperceptiblemente, sus propias experiencias de escritura por fuera de las tareas
acadmicas encomendadas por lxs profesorxs de cada una de las materias que
cursan, escrituras fronterizas entre lo ficcional y lo potico, entre lo biogrfico y lo
acadmico, otros vnculos con la escritura que, en muchos casos, remiten a una
prctica de escritura previa a la entrada a la formacin universitaria y a intereses
que, de algn modo, lxs llevaron a elegir la carrera de Letras y que, como sealan
muchxs estudiantes, la praxis universitaria fue desalentando. Como comenta
Florencia, en el espacio del Taller de profundizacin coordinado por el profesor
adscripto Fernando Andino (1), durante la carrera aparece la vergenza por
exponer la voz propia -y la escritura personal- va agazapando pensamientos,
sentimientos y prcticas que se colocan "en espera" o se vehiculizan "fuera" del
mbito acadmico, llmese talleres, blogs grupales y personales, publicaciones
artesanales. La tensin, entonces, entre escritura acadmica y escritura de
ficcin, entre prcticas de escritura para la apropiacin de saberes literarios y
prcticas de lectura tericas, es otro indicio para mostrar cmo las marcas
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poco de autoridad y hacer notar que aunque su profesor no estuviera a cargo del
curso deban cumplir igual). Como vemos, la evaluacin impresa en la biografa
escolar reproduce los gestos en la relacin profesor/a/alumnxs. La escritura del
relato de Karina escenifica los efectos del dispositivo evaluativo institucional.
Pero no toda la biografa escolar de lxs profesorxs en formacin se agota en la
universidad, muchos de ellxs, en el momento de realizar sus prcticas ya han
dado clases en la escuela o en talleres. Tres ejemplos nos ayudarn a observar
las tensiones que se crean en esta instancia, ya sea por tener que cambiar el
paradigma en el cual venan trabajando, ya sea por la situacin de observacin en
la que se insertan.
El primer caso lo protagoniza Fernanda, militante poltica con una determinada
trayectoria como coordinadora de talleres en crceles y comedores que, a la hora
de enfrentar su primer curso en una escuela seala: Me pareci que tengo que
mejorar la manera en que hablo, un tanto rstica, muy ligada todava a los talleres
en el territorio para compaeras ya grandes. Este es otro sujeto al que hay que
hablarle distinto. La toma de conciencia impacta sobre su propia biografa.
Fernanda se ve repitiendo el habitus adquirido en los talleres de barrio. Otra vez,
la tensin en el cambio de escenario y en la situacin especial de observacin
descoloca y hace ver a Fernanda el sujeto-otro, alumnx de secundaria bsica
que, inserto en la escuela, devela las formas de su militancia en otros contextos.
Otro caso de ruptura epistemolgica entre la situacin de enseanza antes y en la
residencia la aporta Ana Julia, profesora en formacin quien reflexiona: Hace
tiempo que soy preceptora en el Nacional pero esto (por la situacin de residente)
no es igual a nada. El hecho de encontrarnos una vez por semana con Cristina (la
profesora tutora) y de dialogar con el profesor del curso hace de la prctica un
curso intensivo. Tampoco va a ser igual cuando demos clases en el futuro. Ana
Julia lleva al aula su experiencia como preceptora, su relacin con lxs alumnxs es
fluida, sin embargo, a la hora de dar clases de literatura, como confes ella
misma llen el tiempo de palabras, no me di cuenta. El pasaje preceptoraprofesora se desestabiliza, se introduce en otra dimensin y se revisa lo que
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El incidente, en tanto primer registro escrito que Matas hizo de sus clases,
evidencia lo que, en el taller de profundizacin, llamamos clases psicticas, esto
es, clases donde lo impredecible surga a cada rato interrumpiendo los temas
pensados para intervenir en el aula.
Matas
expona,
encuentro
tras
encuentro,
la
angustia
de
enfrentar,
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Notas
(1). El taller de profundizacin se dict los aos 2011 y 2012 en el marco de la
Ctedra Didctica de la Lengua y la Literatura II y Prcticas de la enseanza. Esta
modalidad se propuso de forma optativa y cada encuentro semanal giraba en
torno a un eje temtico. Para interiorizarse sobre este espacio ver: Andino, F.
(2012). Taller de profundizacin para profesores en formacin: construccin de
conocimiento en un espacio no formal de la carrera del profesorado en Letras de
la UNLP. Ponencia presentada en las 3ras Jornadas Regionales. Prctica y
Residencia Docente, Baha Blanca, 8 y 9 de Agosto.
Bibliografa
Alliaud, A. (2002). Los residentes vuelven a la escuela. Aportes de la biografa
escolar. En Davini, C. (coord.). De aprendices a maestros. Ensear y aprender a
ensear. (pp. 39-78). Buenos Aires: Papers Editores.
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L.
(2002).
El
espacio
biogrfico.
Dilemas
de
la
subjetividad
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VV. AA. (2011). Dossier 2011 Ctedra Didctica de la Lengua y la literatura II.
UNLP, La Plata, ficha de ctedra.
VV. AA. (2010). Dossier 2010. Ctedra Didctica de la lengua y la literatura II.
UNLP, La Plata. Ficha de ctedra.
VV. AA. (2008). Relatos de enseanza. Ctedra Didctica de la lengua y la
literatura II. UNLP, La Plata. Ficha de ctedra.
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CAPTULO 4
ENSEANZA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA: UNA MIRADA DESDE LA
ESCRITURA DE LAS PRCTICAS
Volver sobre los pasos que hemos transitado. Subrayar y releer andares. Repasar
la memoria y -acaso- inaugurar huellas que animarn a otros a seguir por el
camino de la enseanza.
Desde la Didctica de la Lengua y la Literatura como disciplina que investiga e
interviene en la formacin de formadores y cuya perspectiva es sociocultural y
transdisciplinaria, intentaremos acercarnos -a travs del anlisis de algunos
incidentes crticos- al problema del conocimiento y su construccin desde un
campo disciplinar cuyo objeto es doble: la lengua/ la literatura (Bombini, 2001).
Ensear lengua y literatura, entonces, implica inscribirse en la trama de una
prctica cultural y discursiva que -como tal- exhibe tradiciones, convenciones,
rutinas y valores, es decir, un cdigo disciplinar que -a pesar de su durabilidadpresenta cambios que responden no tanto al seguimiento del conocimiento de
referencia sino a factores histricos, culturales y polticos (Sardi, 2006: 25). Descubrir esas tradiciones en nuestras biografas y trayectorias escolares durante la
formacin inicial, durante ese rito de pasaje que implica una residencia docente,
conlleva -como hemos visto en los captulos anteriores- tensiones y sobresaltos
que tal vez nos permitan saltar sobre lo ya dicho, lo ya andado, lo interiorizado y
no cuestionado hasta el momento (Perrenoud, 1995).
As, detenernos sobre la escritura de los incidentes crticos para reflexionar y
desentraar los diversos modos de construccin del conocimiento lingsticoliterario en los procesos de enseanza-aprendizaje nos conduce a preguntas del
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tipo: Cules son las tradiciones, las continuidades, las rupturas que, con respecto
al cdigo disciplinar, operan en la instancia de la residencia docente del
Profesorado en Letras? Qu representaciones sociales forman parte de los
esquemas de pensamiento de lxs profesorxs en formacin a la hora de ir a
ensear Lengua y Literatura a las escuelas y otros espacios de educacin formal
y no formal? Cmo influye la cultura universitaria y sus habitus en las
intervenciones didcticas que esos espacios singulares nos exigen? Qu
tensiones se producen?
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vez otrx alumnx se quede afuera del juego social de construir significados en la
clase de literatura si se conecta a Facebook o a un juego digital, entonces,
probablemente, a partir de esta experiencia y en otra prctica futura, Santiago
decida habilitar para todxs el uso de las netbooks y jugar juntos el juego de la
escritura ficcional sobre las pantallas. En esa intervencin didctica posible, por la
interaccin docente-estudiante y desde el proceso de negociacin de significados
que se genera en el aula (Litwin, 2010: 104) se estara propiciando la
construccin del conocimiento literario en torno a la obra arltiana. Resulta
interesante observar cmo este anlisis de la prctica se hace posible a partir de
aquel elijo reflexionar que abre el incidente. Es decir, la escritura le permite a
Santiago ejercer un protagonismo necesario a la hora de atravesar sus prcticas
de enseanza y, a partir de all, como vimos en el captulo 1, construir un
conocimiento sobre cmo lxs sujetxs se vinculan con los saberes escolares.
Otra estudiante del Profesorado en Letras cuyas prcticas fueron realizadas en el
contexto de la educacin de adultos, presenta as las marcas de lo inesperado y el
desconcierto:
Este lunes deban traer resuelta una actividad para el hogar donde tenan que narrar
un cuento que respetara las caractersticas del policial negro o del clsico () El caso
fue que una mujer de aproximadamente treinta aos, Estela, me dijo que la tarea la
haba hecho con sus hijos porque se re coparon con la consigna. Confieso que
cuando me lo coment me descoloc bastante. Tuve la misma sensacin que tiene
una maestra cuando su alumnito le dice que el dibujo se lo hizo la mam. Lo sent
como una trampa, en ese instante no pude reflexionar del todo la situacin ante mi
vista. Con una sonrisa pero con un remolino por dentro le dije que lo leyera. Comenz
a leer. Ella se rea, pareca recordar ciertos eventos particulares con sus hijos, lea
contenta y hasta orgullosa por la creatividad de sus nios. Lo interesante, adems, es
que esta versin fue bastante sangrienta. Violenta, con palabras rudas y un discurso
que parecan conocer perfectamente. Al terminar con la lectura ella explic que slo
se remiti a escribir, todo el cuento fue inventado por Agustn y Jeremas. Cuando
termina el ejercicio se los solicito para mirarlos en casa y Estela me pidi si le escriba
una notita a ellos, ya que el protagonismo sin duda recay en estos nios que
ayudaron a su mam a hacer la tarea. (VV. AA , 2012: 14-15)
Como pudimos leer, Daiana confiesa en la escritura que no puede reflexionar del
todo en el momento en que transcurren los hechos. La escritura del incidente
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instal. Los alumnos y alumnas que conformaban un solo grupo de nueve mostraron
posiciones muy encontradas respecto a los temas de las notas, a tal punto que desde
dichos puntos de vista se comenzaron a agredir e insultar. Quise intervenir para poder
seguir con el desarrollo de la clase pero el docente a cargo no me lo permiti
dicindome que no era posible impedir que los alumnos discutieran sobre temas tan
actuales. (VV. AA., 2011:14)
Mirar para atrs, volver los ojos hacia aquello que ha ocurrido y desde una mirada
retrospectiva tomar conciencia de los aciertos y las dificultades de nuestra
prctica, es lo que la escritura del incidente crtico le permite hacer a Jos Mara.
Es decir, reconocerse como un profesor que tiene que tomar decisiones para
trabajar con sus alumnxs pero manteniendo todava su condicin de estudiante
imbuido de prcticas universitarias recientes (3). Es en la escritura donde puede
exponer las tensiones entre esas prcticas y las que organizan el espacio del
bachillerato popular. Jos Mara quiere propiciar el dilogo pero piensa en qu
conceptos sera necesario reponer y con qu conocimiento contbamos con lo
cual notamos una presencia de ciertos presupuestos en torno a los saberes
escolares y que dejan afuera lo que Foucault ha denominado saberes sujetos,
aquellos considerados como no competentes, o insuficientemente elaborados:
saberes ingenuos, jerrquicamente inferiores, por debajo del nivel de conocimiento
o cientificidad requerido (Foucault, 1996:18). Esos saberes que vienen con la
vida, con las experiencias que cada unx transita, pero que al no estar legitimados
por la cultura escolar se silencian.
Alentar el debate a partir de esos saberes sujetos en un aula de lengua puede
ser muy productivo a la hora de instalar la argumentacin como tema escolar
demandado a nuestra disciplina. Alejarse de la idea de reponer -que estara
sealando una falta de saber erudito- y establecer con lxs alumnxs un dilogo,
podra promover la argumentacin en accin. En definitiva, lo que hicieron lxs
estudiantes del bachillerato espontneamente. Es all donde Jos Mara reconoce
su incidente crtico, en lo que l como docente no haba previsto: la lectura crtica
que llevaron a cabo lxs estudiantes y el debate acalorado. La docente a cargo,
probablemente debido a su trayectoria, puede decidir que ese debate siga
adelante porque lo est reconociendo como parte de la clase que construye la
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cabo las tareas, en esta ocasin les llev algunas frases con ideas de las que ellos
pudieran servirse para comenzar a escribir. Adems haba imaginado que la escritura
tambin les costara. Pero me sorprendi ver que muy pocos chicos usaron las frases
que les llev, y la mayora, en cambio, invent otras ideas. Si bien hubo consultas, la
cantidad no fue la esperada, fue menor. Pero lo que ms me sorprendi fueron sus
ideas y el entusiasmo con el que trabajaron. Aunque hubo algunas fallas en la
conexin y otras de ortografa, eso no les impidi llevar a cabo sus narraciones.
() haba pensado que la escritura les iba a costar, sobre todo si las tareas que
venan realizando les generaban dificultad. Pero la realizacin de las consignas de
escritura demostr lo contrario. Ellos superaron mis expectativas, tanto a nivel
inventivo como narrativo. (VV. AA, 2010: 8)
Erika organiz un espacio real de escritura desde el aula para que los chicos
inventaran. Decide que el texto literario -el cuento de Poe- sea pre-texto y, a
travs de una consigna, espera que sus alumnos escriban. Pero como observa
que tenan dificultad para realizar las tareas lleva frases para incentivar el
trabajo. Cabe preguntarnos desde dnde miramos cuando decimos -muchas
veces- que los chicos tienen dificultad? Nos atrevemos a pensar que las
dificultades pueden estar en las consignas planteadas por lxs docentes, en la falta
de vinculacin de la tarea con aquellas dimensiones afectivas y estticas del
texto literario desde las que lxs alumnxs se pueden involucrar? Qu tareas
venan realizando los alumnxs? Lo que podramos pensar a travs de este relato
es que en el momento de la observacin, lxs estudiantes, tal vez, no se sintieron
interpeladxs por las tareas y Erika enuncia lo que ve como dificultades. Desde
ese punto de vista imagina, adems, que les costar escribir. Pero tambin desde
all es que se sorprende, descubre y seala en su incidente crtico que esxs chicxs
pueden realizar tareas: pueden escribir, inventar y narrar, superando sus
expectativas. Lo que recupera es que aunque hubo algunas fallas en la conexin
y la ortografa, hubo trabajo y entusiasmo. Erika modific su representacin
acerca del dficit escriturario de lxs alumnxs en la escuela y revirti el eco de una
pedagoga que se piensa desde el fracaso escolar. As, la profesora en formacin
lxs anim y ellxs se animaron.
Muchas de las expectativas docentes responden a un habitus internalizado
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feliz que nos permite poner en el trazado de una letra un poco ms que la simple
intensin de comunicar ( ) la ortografa legal no deja de tener su encanto, en la
medida en que es perversa; pero que las ignorancias o las distracciones dejen de
castigarse; que dejen de percibirse como aberraciones o debilidades; que la sociedad
acepte por fin (o que acepte de nuevo) separar la escritura del aparato del Estado del
que forma parte; en resumen que deje de practicarse la exclusin con motivo de la
ortografa. ( Barthes, 1987: 60-61)
Barthes alude, por ejemplo, a los textos de lxs nixs y sus aberraciones respecto
de la ortografa. Tambin a las cartas de extranjeros. Y vincula estos aspectos con
la bsqueda de libertad por parte de los individuos: libertad de trazar, de soar,
de recordar, de or (Barthes, 1987: 60). Acaso un territorio que Erika dej transitar
cuando llev frases y les dio ideas a lxs alumnxs para que pusieran en juego las
propias y habilit la escritura como para mostrarles cunto se puede decir, cmo
les pertenece esa posibilidad de decir (Bollini, 2007:72). El relato de Erika nos
permite seguir reflexionando sobre qu prcticas se vuelven ms fructferas en las
aulas que deciden el encuentro con la lengua y con la literatura como objeto
cultural y esttico cuya materialidad se trama desde las palabras. Una apuesta de
abordaje didctico donde los saberes literarios y lingsticos pueden entrar en
dilogo.
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El curso en el que realic mis prcticas estaba conformado por un grupo de chicos
muy respetuosos y cordiales. Lo que pude notar en las dos semanas de
observaciones previas a dar mis clases fue que si bien no molestaban ni se distraan
demasiado tampoco participaban activamente en las clases.
En una de mis clases prepar un cuestionario con algunas preguntas tericas y otras
de contenido sobre lo que la profesora haba dado y que yo haba continuado, el
Martn Fierro. Di unos minutos para que respondan y pude observar que trabajaban,
los vi escribiendo, se preguntaban entre s y me preguntaban a m. Cuando propuse
una puesta en comn y ped que leyeran sus respuestas nadie quiso leer, insist
varias veces y la respuesta fue negativa, como la clase estaba a punto de de terminar
me llev los trabajos. Al leerlos pude comprobar que las respuestas estaban escritas,
las preguntas de contenido estaban respondidas correctamente, las tericas no tanto.
Teniendo en cuenta esto decid incluir en la siguiente clase alguna consigna de
escritura para comprobar si de ese modo poda conseguir la participacin.
Durante la clase habamos ledo el cuento El fin en el que Borges ficcionaliza un final
para Martn Fierro. Propuse entonces que me respondieran si el final que Borges
propona era el que ellos hubiesen imaginado, qu final hubiesen propuesto ellos para
Martn Fierro. Luego de dictar la consigna los chicos comenzaron a preguntarme qu
haba que responder, cul era la respuesta correcta, etc., les respond que no haba
respuesta incorrecta que lo que buscaba era que escriban el final que ellos hubiesen
esperado o deseado para Martn Fierro, nuevamente encontr resistencia a escribir y
decid pedirles que lo resuelvan oralmente. ()
Se desat un debate entre todos, los alumnos y yo, sobre un buen final para Martn
Fierro ().
Mientras realizaba el registro de la clase tom conciencia de que poner en juego la
oralidad haba sido una decisin afortunada, comprend que los alumnos se sentan
algo incmodos frente a la escritura y que el debate oral daba cierta confianza y
soltura. (VV. AA. 2011:16)
En este caso, el pre-texto para hacer escribir es nada menos que un cuento de
Borges, escritor de literatura consagrado que se permite la desacralizacin de la
obra nacional e invita a los lectores -desde ciertos procedimientos ficcionales de
su potica- a apropiarse de los textos que leen, a inventar a partir de ellos.
Creemos que en ese sentido la eleccin del texto literario es muy coherente con
los objetivos de Marcos, pero vale pensar en las razones por las cuales lxs chicxs
no saben qu responder ni, luego, cmo producir un escrito de invencin.
Nuevamente, como fuera analizado en el captulo 2, emerge el problema con el
cuestionario cuando las preguntas implican una reformulacin propia o una toma
de posicin interpretativa acerca del texto. Marcos advierte que su propuesta de
cuestionario se aleja del habitus instalado en las prcticas de estxs alumnxs
cuando persiguen una respuesta nica y correcta. Ante esta ruptura en su
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En los incidentes mencionados hemos podido observar cmo dar a leer, dejar
hablar y dar a escribir son prcticas que entronizan representaciones acerca de la
lengua y la literatura de todxs lxs sujetxs en el aula. Y detenindonos en las
representaciones acerca de la enseanza de la lengua, muchos incidentes crticos
de lxs profesorxs en formacin aluden a la necesidad e incomodidad que genera
trabajar con diferentes variedades de lengua que circulan, se contagian, se
desvan y se silencian en la escuela. As Mara Fernanda transita la problemtica
en su incidente crtico:
Cuando terminan el cuento, me pidieron que lo lea en voz alta. Comenc a leerlo pero
censurando algunas partes. Lalo todo profe me decan. Ellos queran que leyera el
texto porque deca poto roto, caquero y algunos otros sinnimos de estas palabras.
Se haban centrado en el personaje del basurero, que era el poto roto y
puntualmente en esa caracterstica, de la que se desprendan descripciones que
hacan referencia a su olor, etc. Haban resuelto el caso del asesinato de la siguiente
manera: el empleado quedaba tan shockeado cuando encontr el cuerpo que no pudo
volver a hablar ms, por lo que nadie se enter de lo que haba sucedido.
Me negu a leerlo todo. No quera ponerme el primer da de clases en dominio de
ellos. Yo no hubiese tenido problema en leerlo, no tengo problemas con las malas
palabras, pero senta que en ese momento y en ese contexto me estaban probando.
Las malas palabras tomaban otra dimensin ah en el aula, se agigantaban y ms en
boca de la profesora. Me dio la sensacin de que por ah vena la cosa. Yo no iba a
leer el relato para todos, pero abr el espacio para que lo leyeran ellos si queran.
Lautaro comenz a leer y la clase no les prest mucha atencin. Cort la lectura y se
lo fue a mostrar al profesor que estaba observando. A ellos les causaba mucha gracia
lo que haban escrito. Lo disfrutaron mucho. Yo, aunque un poco sin saber cmo
manejar la situacin, me qued contenta porque escribieron; esa fue su apropiacin
de la consigna. (VV.AA., 2011: 5-6)
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que
muestran un
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renovar los sueos de nuestra tarea: que las aulas de lengua y literatura se
vuelvan espacios de discusin, de expresin de diversidad de voces que ejercen
su derecho a nombrar cmo las ha interpelado o rozado una lectura. Espacios de
lxs que escriben y hablan -desde la lengua de sus culturas- sin miedos, sin
vergenzas; que interrogan la realidad desde la ficcin, que imaginan mundos
posibles y que aceptan las diferencias para sumar igualdad de oportunidades.
En esta escritura de lo no esperado hemos escuchado una diversidad de voces
en contextos tambin diversos que nos invitan a pensar la singularidad que los
habita como lo veremos en profundidad en el prximo capitulo. El oficio de
ensear lengua y literatura no se aprende de una vez y para siempre. El recorrido
inicial
de
formacin
no
nos
garantiza
ningn
proceder
exitoso
para
Notas
(1). La presencia de las netbooks en las escuelas corresponde al Programa
Conectar Igualdad (Decreto 459/10) implementado por Presidencia de la Nacin,
la Administracin Nacional de Seguridad Social (ANSES), el Ministerio de
Educacin de la Nacin, la Jefatura de Gabinete de Ministros y el Ministerio de
Planificacin Federal de Inversin Pblica y Servicios. Se trata de una poltica de
inclusin digital federal que efectiviz la entrega de 3 millones de netbooks en el
perodo 2010-2012.
(2). Para profundizar sobre otras dimensiones de este incidente, ver captulo 5.
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(3). Remitimos al captulo 3 para profundizar sobre las relaciones entre formacin
docente y trayectorias biogrficas.
Bibliografa
Andino, F., Blake, C., Mathieu, C. y Sardi, V. (2009). La escritura de las prcticas
como construccin del conocimiento en la formacin docente en Letras ponencia
presentada en el Primer Congreso Internacional de Pedagoga Universitaria,
organizado por la UBA, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, 7 al 9 de diciembre.
Barthes, R. (1987). El susurro del lenguaje. Barcelona: Paids.
Bixio, B. (2007) Condiciones de posibilidad de una prctica. En Actas del V
Congreso Nacional de Didctica de la lengua y la literatura. Homenaje a Maite
Alvarado. Bs. As: El HacedorJorge Baudino Ediciones.
Bollini, R. (2007). Trazos para una potica de la escritura. En
Actas del V
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99
100
Captulo 5
VOCES QUE TENSIONAN CONTEXTOS
Fernando Andino
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Dentro del relato de enseanza de Ysica, la cada del guin se configura como
incidente crtico en la medida en que la dispersin de lxs jvenes no fue lo
imaginado por la profesora en formacin. As, el pasaje de lo oral a lo escrito no
tuvo lugar y la intervencin, qued sin efecto. En cuanto a la literatura, no se logr
104
construir ningn saber en torno a ella, no se pudo interpelar los dichos que
escuch Ysica, confrontarlos con otros registros, discutirlos.
Otra variable decisiva en este contexto es la no obligatoriedad de la asistencia de
lxs jvenes. Dicho de otro modo, lxs sujetxs que acuden a la actividad no son
alumnxs. Al respecto, Dbora Kantor nos acerca unas lneas sobre la inevitable
relacin escuela/espacios no formales:
Lo relativo a la escolaridad, por ejemplo, suele avanzar sobre los espacios no
formales en virtud de las dificultades de la escuela para cumplir con aquello que define
su funcin y su responsabilidad, es decir: ensear de modo tal que los alumnos
aprendan, contemplando alternativas de apoyo y recuperacin de los aprendizajes.
As, resulta habitual que ciertas temticas y actividades ad hoc avancen sobre clubes,
centros y propuestas recreativas, desplazando incumbencias, transformando sentidos.
(Kantor, 2008: 150)
105
El segundo ocurre en una ESB de Arturo Segu, luego de una clase conflictiva
porque los alumnos queran irse de la escuela ante un paro docente. La situacin
que vivi Melina, la profesora residente, fue de extrema violencia simblica
provocndole un estado de angustia e impotencia. Sin embargo, en una nota al
pie, ella escribe:
106
La clase posterior a esta los chicos tuvieron que hacer una composicin que llevara
como ttulo algo que pude haber sentido yo la clase anterior: tristeza, impotencia,
dolor. La respuesta que tuve fue muy buena. (VV. AA., 2011: 11-12)
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en
tanto
construcciones
histricas,
son
dos
categoras
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hombres y ser mujeres que distan del estereotipo dominante? Por ltimo, el
gnero se construye del mismo modo en la escuela que fuera de ella, siendo esta
institucin histricamente reproductora de la matriz heteronormativa dominante?
Desde el ao 2011, estos interrogantes dieron lugar al estudio de las
construcciones de gnero en el seno de nuestra ctedra por presentar una
dimensin de la intervencin didctica por dems interesante para la formacin de
futuros profesionales y de profesores en actividad (1).
En este apartado analizamos dos incidentes crticos que se enmarcan en el mbito
escolar, especficamente en la educacin para adultos. En los mismos veremos
cmo el gnero en el aula interpela a lxs sujetxs que se involucran en la situacin
de enseanza. Dicha interpelacin provoca distintas posturas, resistencias,
omisiones en lxs alumnxs y una controversia profesional al/la docente que deber
relevar y discutir los conflictos que se presenten o acallar el tema reproduciendo la
norma heterosexual dominante.
En un curso de adultos Gonzalo, profesor en formacin, se encuentra con la
siguiente escena luego de leer y discutir con lxs alumnxs La pata de mono de
Jakobs:
Mi intencin era partir de la asercin enunciada por el sargento en las primeras
pginas del cuento para pensar la idea del destino inexorable. La misma deca:
Quera demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede
oponrsele impunemente.; a partir de aqu pensaba formular las siguientes preguntas
disparadores: Ustedes piensan que las acciones que llevamos a cabo ya estn
determinadas por Dios, el destino, la Fortuna o el azar?, somos marionetas de algn
dios caprichoso o, por el contrario, el hombre rige su propio destino? Para mi sorpresa
una alumna repar en el trmino hombres. Plante que el sargento era un machista
debido a que slo hablaba de los hombres y no inclua a las mujeres. Sus
compaeros le dijeron que la palabra hombre inclua a la mujer, por lo cual no sera
correcto decir que no se piensa en las mujeres. Aqu interced y seal que la
opinin de la alumna era pertinente porque el machismo del que ella hablaba estaba
inscripto en la lengua; que hombre se usara de manera genrica pona en evidencia
la histrica dominacin masculina sobre la mujer. (VV. AA., 2012: 12)
109
110
Lo que aparece en el trmino hombres como una neutral inclusin del gnero
femenino no es ms que el cercenamiento de lo femenino, no solo como
subalternidad, sino como lo otro que, por oposicin, es lo no masculino.
Pero como explicamos ms arriba, el incidente anterior se puede ubicar entre las
construcciones contrahegemnicas de gnero en el espacio escolar. Como apunta
Zattara la escuela es una ms de las instituciones que intentan perpetuar la
heteronormatividad obligatoria el poder de la sociedad adulta, masculina,
heterosexual, clasemediera y conservadora es cada vez ms fuerte, y la escuela
en muchos aspectos suele ser representante de estos poderes (Alonso, G.;
Domnguez, M.; Rodrguez, P. citado en Zattara, 2010: 17). En consecuencia,
aunque se trate de clases de lengua y literatura, no siempre las irrupciones de lxs
alumnxs que problematizan gnero y sexo hallan cauce. Ms bien, se ocultan bajo
la sospechosa neutralidad de la lengua o, directamente, sufren la dictadura de la
indiferencia.
En otro incidente, tambin en un curso de adultos, Ana se desestabiliza cuando un
grupo de alumnas defienden un sentido sobre la protagonista del cuento de
Abelardo Castillo, Hernn, sentido inesperado para ella. El marco argumental en
el que se da la discusin encuentra a Hernn, un alumno de secundaria que
coquetea cnicamente con su profesora solterona para ganarles una apuesta a sus
amigos. Obviamente, las insinuaciones del protagonista hallan en la seorita
Eugenia aceptacin:
Yazi dice que la seorita Eugenia (la profesora a la cual deba conquistar Hernn para
cumplir su apuesta) es "una trola"; y en ese momento es cuando se produce para m
el incidente crtico. Lo viv como tal, an contando con que la lectura de los chicos
puede ser, y de hecho lo es en muchas ocasiones, diferente a la ma. Pero en
realidad, lo que constituye el incidente crtico fue la expresin segura y contundente
de Yazi, para quin no haba otra lectura posible. Indudablemente para ella (y para
sus compaeras de banco, que le daban la razn cuando ella hablaba) esa sera la
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nica interpretacin posible del cuento y eso fue lo que me descoloc. Creo que
hubiera podido esperar una interpretacin que, aunque no fuera la ma (que deposit
en Hernn todas las connotaciones negativas sugeridas por el narrador y convert a la
"seorita Eugenia" en una vctima), fuera ms piadosa, cmo por ejemplo que la
"seorita Eugenia" era una tonta, o incluso una viva, pero nunca una trola. (VV. AA.,
2012: 13-14)
sobre
la
seduccin
mutua
de
la
pareja
protagonista.
Evidentemente Ana dot al personaje masculino del poder mientras que Yazi y sus
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en el
-profesorxs,
institucin-
sobre
mismos,
cuerpos
evaluados
diferentes:
Es significativo los espacios que ocupan en el aula, los varones se sientan a la
izquierda y las mujeres a la derecha. Y entre los dos grupos se gritan, pelean,
estimulan, excitan. Contina la lectura una chica y luego la retoma otro chico. Pienso
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que fue una mala idea dejarles leer en voz alta, perd demasiado tiempo. (VV. AA.,
2009: 14)
La mayora de los chicos orden en primer lugar las acciones en la fotocopia que yo
les di con la secuencia. Despus arrancaban con su escritura. La mitad de los
alumnos mezclaban trabajo con chistes, jugar con celulares, pedidos para ir a tomar
agua (a lo que me negu y ped que esperen hasta el recreo), levantarse para ir a
pedir algo a otro compaero como excusa para charlar. Trat de que cada uno se
quede en su lugar, a algunos les solicit en reiteradas ocasiones que se queden
quietos, que trabajen porque despus tenamos que seguir con otra actividad y yo me
quera llevar sus hojas. Por momentos se generaba mucho ruido y algunos gritos, ante
los que peda que hicieran silencio. (VV. AA., 2009: 3-4)
Felipe y Magal deben dar cuenta de lo que podramos llamar cuerpos indciles,
inscribir su prctica en una lgica corporal que impide el panptico foucaltiano. Ya
no sern ellos, en tanto mirada autorizada por la institucin, los que controlarn la
totalidad de los cuerpos y prevern sus movimientos. Lejos de esto, ambos relatos
presentan la frmula invertida: los cuerpos ya estn ah, imponiendo su
cotidianeidad, sus gestos rutinarios (pedir para ir al bao, levantarse, gritarse,
pelearse) y son los cuerpos docentes los que deben dialogar en esa lgica
(esperando, decidiendo que no lean) e ir construyendo el espacio donde intervenir
didcticamente.
La prdida de tiempo a la que refiere Felipe o el pedido de silencio de Magal
puede relacionarse directamente con la historia de la escuela en tanto espacio de
disciplinamiento del cuerpo. El tiempo que se pierde preocupa a Felipe porque
en la escuela el tiempo debe ser aprovechable. Foucault al estudiar la microfsica
del poder en tres establecimientos paradigmticos de la modernidad como la
prisin, la fbrica y la escuela, seala la correlacin cuerpo-gesto como
constitutiva del control disciplinario:
El control disciplinario no consiste simplemente en ensear o imponer una serie de
gestos definidos; impone la mejor relacin entre un gesto y la actitud global del cuerpo
que es su condicin de eficacia y rapidez. En el buen empleo del cuerpo, que permite
un buen empleo del tiempo, nada debe permanecer ocioso o intil. (Foucault, 1976,
156)
116
del alumno
egresaban, erguido sobre la calle Nueva York, calle perifrica de la ciudad aledaa
al puerto. El valor semntico, por su historia, hace que el nombre de esta calle le
d nombre al barrio. Lxs alumnxs que all asisten provienen de familias humildes
de clase trabajadora (empleados o subempleados temporarios).
Lo curioso de la creacin de este anexo es su fundamentacin: se abre el espacio
porque los egresados de 9 ao de la ESB no logran integrarse a la Escuela
Media por distintos motivos y estos alumnxs quedan en la calle. Otra curiosidad
es que el anexo quede a tan solo siete cuadras de la escuela que los debera
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Esta es una escena comn en lxs alumnxs. Como se ve, ellxs estaban en recreo y
ya ha tocado el timbre para entrar al aula, sin embargo Juana me esper (5) para
pedirme un cuento que habamos trabajado la clase anterior y as lerselo a una
compaera.
El incidente presenta una irreverencia corporal que deriva en una situacin de
lectura. La desobediencia de Juana a la marcacin sonora del timbre y, por ende,
a los gestos que dictan los espacios- es una constante en lxs alumnxs de esta
escuela, razn por la cual las preceptoras deben insistir y hasta a veces llamar al
director porque los alumnxs estn entretenidos con otras cosas y se resisten a
entrar al aula. Sin embargo, Juana no est distrada con otra cosa, ella se
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apropi de una historia de ficcin y se la va a leer a una amiga, solo que fuera del
horario que establece el orden institucional. Este gesto corporal que evade la
mirada de la docente e instala una situacin de lectura en otro espacio se inscribe
en un habitus sobre el que Guillermina tendr que reflexionar para guionar sus
clases de manera ms efectiva.
Esta circulacin de lectura sin vigilancia, en un pasillo o en el bao o en otro aula
que sorprende a la residente, altera la representacin que tenemos de la lectura y
los cuerpos en la escuela. Es interesante ver cmo esta relacin lectura/cuerpo se
encuentra presente histricamente en las prcticas de lectura en la escuela. Para
ejemplificar, citamos algunos tems donde se explican ejercicios para la buena
lectura en la escuela primaria, en un artculo de 1926:
1. Boca muy abierta. Lengua plana y firme. Inspirar profundamente. Espirar fuerte.
2. Boca entreabierta. Inspirar lentamente. Espirar fuerte y ligero.
3. Boca muy abierta. Inspirar profundamente. Retener la respiracin. Espirar fuerte y
ligero.
(...)
d) Lectura de pie, caminando, sentado, que es el modo ms comn y ms natural.
Exigir que los alumnos articulen con limpieza, respeten la puntuacin y la conozcan.
(Sardi, V.; 2010: 144-145)
Existe toda una microfsica de la lectura que incluye al cuerpo en las mediaciones
didcticas. Guillermina deber considerar irrupciones como la de Juana como
parte constitutiva de sus prcticas de lectura y escritura, fenmeno que incluir su
propio cuerpo docente.
Siguiendo la narracin de la clase, los dems alumnxs entraron al aula y
Guillermina continu con la lectura de un cuento de Walsh hasta que volvi Juana:
Por ello cambia la lectora y lee Roco. Entre medio llega Juana, toma asiento y le
sealo que se enganche con la lectura, y me dice bueno, pero que se haba ido a
fumar un puchito. Le contesto que se nota por el olor e inmediatamente vuelve a
tomar la lapicera para seguir pasando su cuento. Le pido que por favor leamos todos
juntos (el cuento Para tahres) y me responde que le aburren tantos nmeros y
dados. La dejo con su cuento. Antes, sin embargo, se pone a contar algo que le pas
con su ta y una pincita y todos la escuchan atentamente. Dada esta circunstancia, la
dejo que contine su relato y ella cuenta todo lo que le pas, pero que por suerte est
todo bien. No logro entender bien el episodio, pero considero que ha sido importante
que lo cuente porque se queda tranquila y porque adems todos la escuchan. Una vez
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que termina, les pido que continuemos ya que los he dejado que compartan el
problema de Juana. Se ren y sigue la lectura. (VV. AA., 2009: 19-20)
120
La recurrente preocupacin de Guillermina por quebrar la distancia profesoraalumnxs encuentra asidero en algunas de estas interpelaciones. En general, ellxs
resisten
profesores
que
acentan
las
diferencias
identitarias:
los/as
profesores/as, para ellxs, vienen de otro lado. No ser del barrio es un umbral
simblico que hay que franquear para ir construyendo un espacio confiable y de
mutua cooperacin. As, el cuerpo docente vestimenta, etnia, etc.- es blanco de
cuestionamientos sobre las marcas identitarias pertenecientes a otra clase social,
diferente a la de ellos:
Juana me queda mirando y los mira a ellos y afirma mi comentario diciendo que soy
comn y junto a Mara dicen: es como nosotros. Esto me da mucha tranquilidad y
alegra a la vez; teniendo el estigma de la rubia, encima sumar otra cualidad que me
diferencie
de
ellos,
me
daba
pavor.
(VV.
AA.,
2009:
19-20)
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Para que el actor tenga sentimientos y los exprese, stos deben pertenecer de algn
modo al repertorio cultural de su grupo (). Muchas conductas en apariencia por
datos fisiolgicos y que, por otra parte, escapan al control voluntario o consciente no
dejan de estar influidas o, inclusive, directamente orientadas, por datos sociales,
culturales, psicolgicos. (Le Breton, D.; 2008: 55)
contexto,
de
ser
aceptada
para
enriquecer
su
intervencin,
de
Notas
(1). Resultados de los avances de esta investigacin lo muestran los siguientes
trabajos de la Dra. Valeria Sardi y el Profesor Fernando Andino: La formacin
docente en Letras en la encrucijada: construcciones de gnero, pasiones y
sexualidades en las clases de Lengua y Literatura, ponencia presentada en el IV
Coloquio de Gnero y sexualidades, Facultad de Filosofa y Letras, UBA,
Noviembre de 2011; Leer literatura: tensiones en torno a las construcciones de
gnero en mbitos escolares y en la formacin docente. Ponencia presentada en
las XI Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y VI Congreso
Iberoamericano de Estudios de Gnero, Facultad de Filosofa, Humanidades y
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Bibliografa
Andino, F. y Blake, C. (2012) Multiplicidad de voces para desentraar prcticas
docentes en la enseanza de la lengua y la literatura. Ponencia presentada en las
Terceras Jornadas Nacionales y Primeras Latinoamericanas de Investigadores/as
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A.
(2008)
Nueva
masculinidad
sociedad
de
consumo.
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LOS AUTORES
Valeria Sardi es profesora y doctora en Letras por la Universidad Nacional de La
Plata. En esa casa de estudios es profesora adjunta ordinaria e investigadora en la
ctedra de Didctica de la Lengua y la Literatura II y Prcticas de la Enseanza.
Sus temas de inters en la investigacin se vinculan con la formacin docente, la
literatura para nios y la historia de la lectura.
Sus publicaciones ms recientes son El desconcierto de la interpretacin (UNL,
2010) y Poticas para la infancia en coautora- (La Bohemia, 2011; Mencin de
Honor Los Destacados de ALIJA en Produccin Terica 2012). Su ltimo libro
Polticas y prcticas de lectura. El caso Corazn de Edmundo De Amicis (Mio &
Dvila, 2011), fue galardonado con el Segundo Premio Nacional de Ensayo
Pedaggico, Produccin Editorial 2008-2011 otorgado por la Secretara de Cultura
de la Nacin.
Cristina Blake
Profesora y licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Se
desempea como jefa de trabajos prcticos e investigadora en la ctedra de
Didctica de la Lengua y la Literatura II y Prcticas de la Enseanza en Letras en
la mencionada casa de estudios. Es coordinadora y profesora de la Licenciatura
en Enseanza de la Lengua y la Literatura en la Universidad Nacional de San
Martn y profesora en materias de su especialidad en los Institutos de Formacin
Docente Superior N. 9, N. 95, N. 97 de La Plata. Ha publicado La narracin en
la literatura y en otros discursos sociales (2003), Cultura y comunicacin, en
coautora con Mauro Lococco, (2009) y Poticas para la infancia (2011), en
coautora.
Carolina Mathieu. Profesora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata.
Se ha desempeado como profesora adscripta de la ctedra Didctica de la
lengua y la literatura II y Prcticas de la enseanza y en la misma asignatura ha
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