Torres - Gardea Poetica Desolacion PDF
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Ciudad y literatura:
una cartografa literaria en la narrativa
chihuahuense
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DERECHOS RESERVADOS, 1A. EDICIN ELECTRNICA, 2013
Humberto Payn Fierro
por coordinacin.
Facultad de Filosofa y Letras
de la Universidad Autnoma de Chihuahua
Reyes Gonzlez Martn Doble Hlice
Allende 109-4, Centro
Chihuahua, Chih. CP 31000
www.doblehelice.com.mx.
ISBN 978-607-9086-89-3
IMPRESO EN MXICO
PRINTED IN MEXICO
Chihuahua literaria
Ciudad y literatura:
una cartografa literaria en la narrativa
chihuahuense
Presentacin
Introduccin
os festejos en torno al Tricentenario de la Fundacin de Chihuahua, adems de celebrar el origen de un centro urbano, han
propiciado que la mirada con que se contempla el escenario de la
capital y el estado se vincule con una revisin histrica que permita la comprensin del presente. La memoria, la crnica y el relato han sido testigos y protagonistas de ir forjando una tradicin
literaria, que aunque parca en el manejo de Chihuahua como espacio literario, s lo suficientemente significativa como para dejar
constancia de un estilo propio de esta tierra, cual sea de identidad.
El presente corpus ensaystico, integrado por seis aproximaciones diversas, nos comparte una mirada crtica al hecho literario en diferentes gneros y estilos, transitando por la crnica, el
teatro, la poesa y las formas narrativas del cuento y la novela. En
cada uno se ha querido evidenciar la manera en que Chihuahua,
como espacio geogrfico, se ha convertido en el espacio imaginario de la ficcin. Con diferentes marcas referenciales, cada uno de
los textos crticos se ha convertido en el testimonio de las voces
representativas de una tradicin cultural ya instaurada en una
nueva cartografa literaria contempornea.
El recorrido crtico que hemos realizado mis colegas y yo ha
pretendido enfatizar el legado de los escritores chihuahuenses
que integran el grupo de artistas que han manifestado un fuerte
apego por el lugar de origen, por lo que este representa ante la
historia, ante el momento presente y en sus variadas lecturas poticas que lo han convertido en un espacio literario.
En Construccin potica de la ciudad, el M.E.H. Marco
Vladimir Guerrero Heredia nos ofrece un panorama urbano de
Chihuahua capital a travs del anlisis de Retratos cotidianos, de
Alfredo Chvez Salcido, libro que convierte el texto en una expe9
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La ciudad mtica de Babilonia se convierte en portadora de significado; el pensamiento mtico nos revela sentidos y su funcin sigue tan vigente como antes del pensamiento racionalista, ya que
en un mito se generaliza la experiencia humana hasta un modelo
universal y por medio del cual podemos comprender nuestro destino, tal como lo afirmara Paul Ricouer (37).
As, las ciudades mticas reflejan no solo un pasado lejano, sino el deseo de realizacin y la culminacin en la ciudad perfecta.
Si la ciudad mtica es significado y evocacin de sentido, ser
tambin paradigma de unin, cohesin y legitimacin o en su fracaso, de prdida del sentido social e individual, porque como afirma, profundamente, Joan-Carles Melich en su estudio Antropologa simblica y accin educativa:
La funcin del mito es ser un paradigma, un modelo de todas las
acciones y decisiones humanas. El mito es lo que da sentido, es un
horizonte de inteligibilidad, que posee un carcter legitimador (en el
sentido de justificador). El mito es razn ltima (o, si se quiere, razn primera). Es en este sentido que sostengo que es un relato fundador de las interacciones e instituciones sociales. El mito es un sistema dinmico de smbolos que se convierte en relato; es el relato
originario que sirve de soporte para la construccin del mundo de la
vida, de la cotidianidad. El mito aglutina, cohesiona ilusiones colectivas. Con l es posible un fondo comn, intersubjetivo. De ah que
todo mundo de la vida posea un horizonte mtico. Los horizontes
de sentido son mticos. El mito es el discurso ltimo en el que se
constituye la tensin antagonista, fundamental para cualquier otro
discurso, es decir para cualquier desarrollo del sentido. Cada sociedad humana sobrevive porque se mantiene unida alrededor de
un mito, de un arquetipo central que acta de capullo de mari-
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Esto significa que la ciudad se ha ido construyendo y reconstruyendo encima o a costa de la misma ciudad. Pero ante este acto
destructivo, la Chihuahua de los tres siglos sobrevive en la memoria de los que la habitamos, de los que la hemos hecho casa y
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hogar; de todos los que la hablamos y a los que ella nos habla.
Puede ser que la ciudad colonial sucumba ante la ciudad moderna: Se demuelen edificios de la antigua ciudad espaola para
construir otros nuevos; se abren calles y se amplan callejones
[] Estas nuevas construcciones se levantan en lugar de antiguos
edificios coloniales, que son sacrificados en aras del progreso y la
modernidad (Enrquez Portillo 28-29).
Denunciar este acto ruinoso no es el objetivo de este escrito, pero s lo es el de establecer un dilogo con la ciudad de Chihuahua a travs de la palabra; y duplicamos dilogo de la palabra
porque con la ciudad se dialoga a travs de los espacios (arquitectura), por medio de la vista (pintura), por medio de sus habitantes
(antropologa y sociologa), se le habla en el tiempo (historia) y se
le habla por medio de las palabras, del lenguaje.
La polifona de elementos que hablan de la ciudad se caracteriza porque en todos ellos la ciudad se posiciona como el encuentro de mltiples posibilidades, porque la ciudad es o puede ser el
sueo tranquilo o la pesadilla abominable. Al momento de escribir estas lneas, las ciudades del estado de Chihuahua se encuentran en medio de una guerra subterrnea, pero no menos terrible
que cualquier otra guerra; guerra que obedece a complejos elementos y que se presenta como un fenmeno que requiere de
una participacin ciudadana total para ser comprendido y encontrarle una solucin civil; es un momento clave para tomarse la
ciudad como un punto de reflexin:
Mirar la ciudad a travs de la irrupcin de un acontecimiento permite problematizar las formas de estructuracin/desestructuracin de
lo social en su dinmica poltica y cotidiana. Ah, la grupalidad y las
mltiples formas que asume la identidad, los lenguajes que nombran el mundo y le dan sentido, los anclajes profundos desde los
que se participa en la accin colectiva, los desencuentros y los consensos precarios entre diferentes sistemas de representacin cultural
que organizan nuestra percepcin del mundo [Reguillo 18].
As, la construccin potica de la ciudad es el objetivo de este texto; construccin que ser posible a travs de la ciudad literaria,
aquella que se construye a travs de la memoria y que se hace
posible en la literatura, como lo asegura Demetrio Anzaldo en su
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Con profundo lenguaje potico, sensitivo: la otredad en el dilogo del obrero con la mquina (muda e inconmovible), se vuelve
una denuncia al discurso moderno, pues el desencanto en el
obrero ante el consumismo y la enajenacin son detonante de un
profundo insomnio, de un miedo profundo que intenta deshumanizar y convertir en mquina al hombre.
Otro texto donde el discurso de la otredad se hace evidente es
el de Toms el msico. Toms representa al artista callejero,
heredero del antiguo juglar. Toms construye la ciudad en medio
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no saben que son as porque les falta una cobija de luz que los alumbre, que les ayude a sacar sus pies de la basura [Chvez 26-27].
Este extrao, que pudiera ser La locura del Erasmo de Rotterdam, termina su discurso con una sentencia aguda: somos viajeros del barco que hace tiempo se hunde, lentamente, en las aguas
de los das.
Nuestro siguiente texto, El corrido (Chvez 42), intenta relatar el xodo de los hombres de la sierra a la ciudad capital. La
necesidad es el acicate que los mueve de sus orgenes a buscar
recursos para la familia; las notas de un corrido acompaan el peregrinaje:
Voy a cantar un corrido
de un hombre que fue a la guerra
y anduvo en la sierra herido
para conquistar su tierra.
La ciudad es hospicio de estos hombres de sombrero; campesinos o pequeos ganaderos de vacas flacas que se dispersan en
los oficios de la ciudad: limpian jardines, cargan costales en la
central de abastos, adems de recordarse en la sangre el melanclico terruo que se seca y se cuartea bajo el sol. El corrido es
testigo intertextual del exilio, la memoria de una clase olvidada,
doliente (Chvez 42):
El general nos deca
pelin con mucho valor
les vamos a dar parcela
cuando haiga reparticin.
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Tres aos corren a uno de donde est para ir a donde sea, aunque
slo vengan a enterarse, ms de cerca, que los problemas estn en
el cielo, en la tierra y en todo lugar.
Aqu se acaba el corrido
del hombre que fue a la guerra
que anduvo en la sierra herido
el llamado Juan sin Tierra [Chvez 43].
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Pero aun en la nostalgia del autor, el relato nos refleja una verdad
citadina; el revivir de cada urbe se presenta en el convivir de sus
ciudadanos, en el cruce de miradas y sentidos. El encuentro de
las diversidades enfatiza nuestras sociedades multiculturales que
exigen tolerancia a la diversidad, que presencian cada vez ms el
carcter de interculturalidad:
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Ahora el jugar como dira Barthes con el otro es jugar con uno
mismo; puesto que los lmites de la estructura social se han alterado
dramticamente por los cambios hechos por los seres humanos. La
ingente presencia humana ha desbordado y derribado los espacios
antiguamente restringidos para una minora. Literalmente son los
jvenes los que han tomado a la ciudad y la urbe los ha absorbido,
trastornando las relaciones sociales. La ciudad se ha convertido en
el lugar ideal para las transformaciones sociales; su centro histrico
es el espacio ambivalente donde se intensifican las contradicciones
e injusticias y donde se continan las normas culturales tradicionales [Anzaldo 37].
La calle Libertad intensifica este encuentro entre pasado y presente, entre renovacin y conservacin de tradiciones culturales.
El autor cierra el texto con una sentencia evocadora:
Esta crnica no es una elega marchita o carta a un amor ido, es un
recuerdo vivo en mis sentidos, melancola voluptuosa, de dolor de
ausencia y tiempo [] La realidad, inexorable y comprensiva, nos
despierta a la universal agona cclica de las cosas, pero tambin a
recordar la resurreccin dialctica de las costumbres y a aceptar las
promesas de nueva vida [Chvez 112].
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Ser entonces que la ciudad construida por Jacob se engalanar de belleza y serenidad; son los espacios que llenarn la poesa de este autor los que nos presenten a la Chihuahua lrica; espacios que coincidirn en la melancola del recuerdo con los espacios de Chvez Salcido. A esto cabra agregar la pertinencia de
la poesa de Jacob en la literatura de la urbe, pues, como afirmara Octavio Paz, citado por Anzaldo (71-72):
La literatura moderna nace con la ciudad moderna. Son realidades
complementarias o, ms exactamente, aspectos complementarios
de la misma realidad. Nuestra literatura es hija de la ciudad pero, a
su vez, nuestras ciudades no seran lo que son sin los poemas, las
novelas, los cuentos, los dramas y las comedias que, simultneamente, las retratan, las desfiguran y las transfiguran. Ms que el espejo de la ciudad, la literatura es su lengua y su conciencia, sus sueos y sus remordimientos.
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En el penltimo terceto del soneto II (Jacob 21), la ciudad es signo y ha retomado su identidad a travs de la voz del poeta; el arte
ha expresado la ciudad:
Oh, ciudad, tu portento y lozana
blasonan el calor de un nuevo da
donde la libertad renace erguida
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Siguiendo las teoras bajtinianas, encontramos la expresin esttica de Jacob desde una perspectiva intrnseca, donde el objeto
esttico de referencia es el hombre. A partir del hombre (desde
una visin predominantemente interior) todo se humaniza y todos los dems objetos (animales, lneas, colores, etctera) se convierten en seres con espritu y alma. As, en el soneto III el poeta le
habla a una ciudad humanizada, naciente, evocada (Jacob 21):
Nufrago de tu amor, en la distancia
te soaba en mis horas de tristeza
y reclinada en sombras mi cabeza
llenaba tu visin toda mi estancia.
Mas al volver a respirar tu aliento,
renacido en amor mi pensamiento
te coron de versos mi alegra.
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Por medio del lenguaje lrico de Jacob se sorprende a lo cotidiano para transmutarlo en elementos sugestivos, inesperados,
que inmortalizan en la memoria colectiva y potica a Chihuahua
capital. Los sonetos IX y X de esta extensa oda se conecta con el
ideal esttico de armona entre belleza y moral, binomio a veces
denostado, pero que obedece a parmetros estticos enriquecidos y perpetuos. La ciudad es reflejo de valores; valores humanos
y universales que conforman en perfecta unin a la ciudad y sus
habitantes (Jacob 25):
Ctedra de lealtad, milagrera
emporio del valor y la limpieza,
enjoyada tu frente de nobleza
le roba al sol la dimensin del da.
Guarda tu corazn la diafana
de un raro manantial de aristocracia
y orgullosa cautivas con tu gracia,
con tu rosada y joven lozana.
El soneto X cierra con un mensaje claro y dulce a la ciudad enaltecida. Callar la voz del poeta, pero el mensaje esttico ha logrado el milagro de permitir la experiencia potica de la ciudad (Jacob 25):
Vas a esfumarte de mi voz, ahora,
en el rito sublime de quererte.
Quin pudiera tenerte para ofrecerte,
rumor de mares o roco de auroras!
[]
Dios te guarde, oh ciudad resplandeciente
y pueda contemplarte reluciente
como una estrella en la mitad del da.
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metfora sensual. El templo es materia de lo hermoso y de lo sagrado; lo reafirma enseguida a travs de una conjuncin de smil,
hiprbaton y metfora (Jacob 57):
[] parece de alfeique o de quimera
abalorio de cal, no de cantera,
blanca paloma toda pequeita.
La ciudad que predomina en estos sonetos es la ciudad del ensueo, una ciudad idlica, contemplativa: contemplada. La ciudad se construye a partir de sus sitios emblemticos, cada uno como smbolo de armona y ritmo apolneo. As, Parque Lerdo
(Jacob 59) se esboza en la pluma del poeta como un smbolo de
paz, del amor, de la tranquilidad:
Cadencia de la sombra y de la siesta
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En Catedral se culmina con fino emblema la construccin potica citadina de Jacob. El centenario monumento ser smbolo
del herosmo, que proyectar con esplendor sublime a los ciudadanos de la capital: monumento glorioso, pico (Jacob 65):
Triunfo de la cantera en centenaria
epopeya del fruto del artista.
Arquitectura somnolienta y lista
al requiebro amoroso en la plegaria.
Contraste temporal-espacial entre pasado y presente, entre lo viejo y lo nuevo; el reclamo sereno a lo moderno por lo clsico se
dejar sentir en los siguientes versos (Jacob 65):
El maremgnum de lo modernista
quiere ahogar tu vetusta geometra
mas victoriosa sigue tu hidalgua
del estpido albor mercantilista.
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arte: la vida, en todas las dimensiones que a esta implican: sociales, ticas, polticas, filosficas, religiosas, etctera.
Intentar separar al arte de algunas de estas dimensiones como muchas veces ha sucedido es demeritarlo y restarle valores
estticos. Como hemos mencionado, la ciudad se percibe desde
diferentes ngulos y perspectivas, ninguna menos valiosa que las
dems. Todas las esferas que dimensionan nuestra forma de vivir
la ciudad nos acercan a comprender la armona requerida que
nos coloque en el papel certero de ciudadanos.
Baudelaire, en el prlogo y dedicatoria de su libro El Spleen
de Pars: pequeos poemas en prosa (142), habla del sueo potico de encontrar la prosa adecuada para expresar los movimientos y vaivenes del alma misma; nos dice que este anhelo le vino:
De la frecuentacin de las ciudades enormes, del encuentro de sus
innumerables relaciones, es de donde nace este ideal obsesionante.
Usted mismo, mi querido amigo refirindose a Arsenio Houssaye a
quien dedica su libro no ha intentado en traducir en una cancin
el grito estridente del vidriero, y de expresar en una prosa lrica las
desoladoras sugestiones que ese enva hasta las buhardillas a travs
de las ms altas brumas de la calle?
As es la ciudad de sugerente, de constructiva. Dicho de este modo, la ciudad es espacio vital donde los diferentes discursos culturales se completan y definen; hablar de filosofa, de literatura, de
ciencias exactas o ciencias sociales (antropologa, sociologa, psicologa, etctera) en torno a la urbe es hablar de lenguajes e ideologas que se complementan y se interconstituyen.
La ciudad potica no se diferencia de la ciudad poltica, de
la ciudad tica o de la ciudad arquitectnica.
La ciudad literaria es el testimonio real de sus ciudadanos, de
sus voces; voces que construyen fuera del silencio a la urbe
imaginada en el terror o idealizada en la utopa. Es necesario tomar lugar y posicin en la ciudad que nos abraza, que nos envuelve, pues como ciudadanos nos corresponde tomar derechos,
pero tambin deberes y obligaciones.
Los derechos estticos y sociales son una realidad y no una
abstraccin. Como sociedad debemos establecer que la realizacin plena de unos depender siempre de la realizacin y el
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Fuentes citadas
Alonso, Martn. Diccionario del espaol moderno. Mxico: Aguilar, 1992.
Anzaldo Gonzlez, Demetrio. Gnero y ciudad en la novela mexicana. Mxico:
Universidad Autnoma de Ciudad Jurez, 2003.
Bajtn, Mijal. Yo tambin soy (fragmentos sobre el otro). Mxico: Taurus/Alfaguara, 2000.
Baudelaire, Charles. Tomo II: los parasos artificiales. El Spleen de Pars. Mxico: Letras Vivas, 1998.
Chvez Salcido, Alfonso. Retratos cotidianos. Mxico: Universidad Autnoma
de Chihuahua, 2000.
Cohen, Esther. El silencio del nombre. Ensayos sobre la cbala. Mxico: TaurusUNAM, 1994.
Enrquez Portillo, Esther. Los constructores de la ciudad moderna. Mxico: Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, 2004.
Fernndez-Martorell, Mercedes (ed.). Leer la ciudad. Espaa: Icaria Editorial,
1988.
Jacob, Alfredo. Yermo. Mxico: Universidad Autnoma de Chihuahua, 2001.
Melich, Joan-Carles. Antropologa simblica y accin educativa. Argentina: Paids, 1996.
Platn. Dilogos. Mxico: Porra, 2000.
Reguillo Cruz, Rossana. La construccin simblica de la ciudad sociedad, desastre y comunicacin. Mxico: Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente, 1999.
Ricoeur, Paul. Freud: una interpretacin de la cultura. Mxico: Siglo XXI Editores, 1999.
Sagrada Biblia. Charlotte, NC, Estados Unidos: C.D. Stampley Enterprises,
1965.
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chos y la pugna constante entre ellos, de modo que la fuerte personalidad de este abuelo es el conflicto inicial de la obra teatral. Y
la polmica entre ellos es que mientras el viejo insiste en hacerlo
todo a su modo, el seor Lazo exige seguir las reglas de la casa.
Este choque de personalidades se da porque uno sabe ms y el
otro se muestra ignorante, sin preparacin. Lo que se deduce es
que dentro de la familia Lazo hay ya un invasor del orden y es en
el abuelo en quien recae dicha actitud incmoda para la convivencia en cortesa. As, lo notorio del carcter de este miembro de
la tercera generacin produce un comportamiento antisocial antes de la tromba.
La conducta ignorante del abuelo no le permite comprender
que, sin conocer a Jnior, lo est induciendo a que seduzca y se
lleve a su nieta Armona. El viejo no sabe que est mostrndole al
joven una actitud desagradable que choca con el tipo de cultura
que habra de existir en la casa del profesor Lazo. El abuelo de
Armona muestra en su proceder un comportamiento vulgar que
rompe con el tipo de hogar culto y educado al expresarle a Jnior
lo siguiente: Abuelo: De veras no es tu novia? Si te fijas bien, no
es fea toca muy bonito el instrumento, y en la cocina no hace
malos quesos (Talavera 147). Esto muestra la oposicin entre
educacin e ignorancia que se da en el hogar donde se desarrolla
la obra. Lo que se percibe de la casa de Armona Lazo es un ncleo familiar que no est muy resuelto en su manera de convivir.
Ello es porque en la relacin de vida de esta familia existen personas con y sin educacin. Cobra relevancia entonces que el seor
Lazo no haya podido educar al suegro en su propia casa. El brote
de lucha generacional o de desacuerdos para la convivencia ordenada hace de la vida de este hogar chihuahuense una desarticulacin que expone a una clase de familia en desorden debido a
que uno de los miembros que la componen rompe el clima de cohesin en la educacin familiar de la obra Mano dura.
Ante este rasgo de un grupo familiar con caractersticas de
educacin e ignorancia, el autor parece anticipar la oleada de
ms incultura y vulgaridad que aparece en escena al momento en
que sucede la tromba con el arribo del resto de la familia de Jnior. Mientras ello llega, conviene resaltar que tambin en el proceder aludido del abuelo se nota la conducta locuaz y chistosa de
un viejo que incita al amor y sus juegos. El doble sentido en su
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de conducta debido al cultivo excesivo del exterior, el cual, lgicamente, produce un desequilibrio en la personalidad y el comportamiento.
La actitud de la seora Costa tambin muestra un desbalance
en su comportamiento y una tendencia al vicio de conducta de la
infidelidad. Su permanencia en casa de los Lazo la lleva a interactuar con el abuelo al grado de iniciar una camaradera que los lleva a la ingestin de alcohol para socializar entre ellos. La amabilidad seductora del abuelo y las copas preparan el camino para
que ambos caigan en la senda de la tentacin al pasar lo siguiente:
Abuelo: Usted es una mujer muy bella.
Dolores: Oh, qu galante.
Abuelo: No es galantera. Es la pura verdad. Est usted muy buena buenota.
Dolores: Ay, oiga, hace que me ponga colorada.
Abuelo: Perdneme, pero yo soy muy francote.
Dolores: De joven debe de haber sido usted terrible.
Abuelo: Y lo sigo siendo, cmo la ve? Sigo siendo un buen gallo.
Dolores: Pues tendra que demostrarlo.
Abuelo: Lo duda?
Dolores: Verlo para creerlo.
Abuelo: Cuando usted diga.
Dolores: Veo que usted no se anda con rodeos. Mejor srvame otro
trago [Talavera 165].
E IGNORANCIA EN
Ahora bien, si esto se mira bajo la lupa de la comedia y la bsqueda de efectos cmicos para suscitar la risa, podra percibirse
que es una situacin graciosa por parte del abuelo y valentona
por parte de Dolores. Sin embargo, aunque a la comedia Aristteles la design como la imitacin de las personas ms vulgares, aludindolas corrientes por su fealdad y ridculas como una
clase especfica de lo feo, con el paso del tiempo esta definicin
mantiene dichas caractersticas, pero se le ha sumado la contraparte a la vulgaridad al detectarse personas virtuosas que obtienen un premio por su comportamiento justo y equilibrado. De
modo que la actitud virtuosa de lo ecunime en Mano dura cobra
poca relevancia y es debido a que la ignorancia es un factor invasivo en casa de los Lazo.
La ocupacin al espacio de la familia Lazo llega a completarse con el regreso de Jnior y su padre una vez que han recobrado
el auto. El padre toma posesin completa de la recmara principal como si fuera suya. l se apropia del espacio ajeno y comete
el acto ntimo con su mujer. Lo absurdo de esto es que permanecer refugiados y comportarse de esa forma en la intimidad, recalca de nuevo una distorsin en el modo de ser. La pareja descompone el ambiente al actuar como ellos son, pero en un espacio
ajeno; su comportamiento refleja una actitud de ignorancia y desconocimiento. En cuanto a Jnior, seduce a Armona, pensando
que es la alumna y habr de asumir las consecuencias.
Al ser encontrados Armona y Jnior por los padres de ella, el
chico es reprendido y cuestionado por el seor Lazo. En sus regaos, el padre de Armona refiere a Caldern de la Barca para burlarse de Jnior. Tambin evala el esmero y el gasto de tanta
educacin hacia su hija para al final ver esos resultados. Y la desigualdad de carcter y educacin lo refleja Jnior ante el seor
Lazo al aludir a cmo resolvera la situacin de vivienda con Armona.
Y se ve as:
Seor Lazo: Y cuntos metros cuadrados tiene tu terrenito?
Jnior: Mire profesor, este, yo quiero serle muy franco, la verdad: cuadrados, lo que se dice cuadrados, no son, porque el terreno
Seor Lazo: Ser mejor que llames a tus padres.
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Aqu es notoria la carencia de conocimiento o falta de sentido comn en Jnior, que se plasma no solo como un error por ser joven, sino como un vaco de informacin o educacin que lo
muestra con una falta de desarrollo intelectual por la errnea direccin de sus padres que evidencian sus problemas con la educacin y la falta de informacin a su hijo. De seguro estos problemas de educacin tambin lo vivieron los abuelos de Jnior. Y
todo esto se envuelve en el crculo vicioso que tiene en atraso a la
educacin. La ignorancia del chico expone a un personaje incongruente y desarticulado, porque le cuesta hacer claro su pensamiento, de tal modo que cae en una situacin tan embarazosa como la de cumplirle a Armona. En la comedia, los defectos de
comportamiento producen una accin que llega a causar una risa
burlona en los dems, trayendo como consecuencia el ridculo,
que en esta parte de la obra es parcial y no conlleva a tanto castigo. Pero en suma, es un defecto mnimo del problema de educacin que el seor Lazo percibe como no viable y que choca con lo
que l quiere para su hija.
Luego el seor Lazo ve a Jnior como un barbajn, pero la
esposa y el abuelo le hacen ver que ya es inevitable. Armona declara que lo hizo por propia voluntad y que ya se quieren. Estas
razones llevan al padre de Armona a solo esperar la conversacin con los padres de Jnior. Y el encuentro con ellos produce
contrastes que los hace ver diferentes en el modo de pensar y
conducirse. El inters del seor Lazo es serio y busca aclarar cosas sobre el destino de su hija, en tanto que el seor Costa muestra la superficialidad de sus juicios e ideas. De ese modo, debido
a tanto comentario innecesario, el padre de Jnior desva y distrae mucho el hablar del seor Lazo, quien no termina por ser escuchado con atencin. Y cuando puede expresarse sin interrupcin, alude sobre el problema de la superacin as:
Seor Lazo: La educacin es importante. Cmo cree usted que
con tener dinero basta? No sabe usted que la ignorancia es el
peor lastre que puede tener un pas? Y por desgracia tenemos un
pueblo maleducado e ignorante. Cmo se puede ser tan incons-
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E IGNORANCIA EN
El resultado de esta aseveracin del seor Lazo y el desvo ignorante del tema por parte del seor Costa exponen la polaridad de
conocimientos de una familia a otra. Mientras la conciencia del
primero cuestiona aspectos de valor tico y sociolgico, la del segundo es una resolucin simple y analfabeta, porque su conciencia es la de no comprender lo que habla el profesor. La alusin
convierte al padre de Jnior en un hombre atrasado, con un grado muy bajo de cultura sobre el valor de la educacin social. As,
en tanto que la madre de Armona marca la importancia de la
carrera artstica de su hija, la madre de Jnior apela a la tradicin
familiar y la necesidad de que Armona sepa cocinar, pues se le
quem el guiso. Y es aqu donde el abuelo los trata de impresionar y pasa as:
Abuelo: Pues le habr fallado por esta vez en la cocina, pero mi nieta toca muy bien el instrumento, verdad, Jnior?
Clotilde: Pap, por favor.
Dolores: Ay, pero cmo es usted mula, don Laureano.
Abuelo: Cmo que mula? Cmo que mula? Soy un gallo, y de los
buenos, a poco ya no se acuerda?
Seor Costa: Cmo dijo el seor? [Talavera 191].
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que el esfuerzo por expandir la educacin est siendo obstaculizado por algunos medios de comunicacin que funcionan como
distractores que impiden la concentracin para desarrollarnos
educativamente? Infinidad de factores pueden estar implicados
en el bajo potencial educativo que pudiera existir en nuestra ciudad, en el pas y en muchos de los pueblos de Latinoamrica. Sin
embargo, lo que despierta el texto teatral de Talavera es que la
convivencia de la educacin y la ignorancia estn generando una
constante doble versin de ambas, al grado de fortalecerse la una
y la otra con fuerzas semejantes. Y el problema no es contemplarlas y darle su lugar a cada una, sino en buscar que lo que tenemos
cerca tienda a estar vinculado con lo educativo. En suma, es necesario insistir en asignarle un valor de virtud a la lucha por mantenerse en el ejercicio de la educacin, pues con ello estaremos
impidiendo que se generen ms vicios o actitudes antisociales
que desarticulan la conformacin de lo que tenemos como ciudad.
Bibliografa
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51
Introduccin
i participacin ser sobre el punto de vista que tienen de Chihuahua los cronistas, en particular la visin y estilo de Jess Chvez Marn. Para abordar mi trabajo, lo dividir en tres partes: perfil del autor, descripcin del gnero y evidencias estilsticas de una
crnica irreverente en el autor en comento mediante el modelo
de anlisis literario propuesto por la doctora Luz Aurora Pimentel, el cual hace nfasis en lo narrativo.
En el marco del tricentenario, ubicamos en el mapa de la Repblica Mexicana los lmites del estado ms grande de la misma:
Chihuahua. Y desde esa vista panormica y en descenso, pero en
cmara lenta, nos acercamos a nuestra ciudad capital. Nos reciben sus calles y edificios enmarcados por sus tres cerros famosos,
aunque ya en estos tiempos los rodea una, cada vez ms visible,
corona de smog.
Ya ubicados en la ciudad, fijemos nuestra mirada en un tipo
serio que camina un poco apresurado por las veredas de los jardines del viejo campus universitario, mientras fuma nerviosamente.
Usa lentes y lleva una barba de varios das. Es el maestro Jess
Chvez Marn.
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CIUDAD
Mi mam y yo salamos a tomar el fresco por las tardes, nos sentbamos en el umbral de nuestra casita blanca que estaba frente al
arroyo, en la orilla de la colonia del Rosario. All permanecamos
juntos, platicando, o en largos silencios. Yo tena cuatro aos y ella
veinticinco: es una bella mujer de la que desde entonces sigo enamorado [Chvez, 1995].
Jess Chvez Marn estudi letras espaolas en la Facultad de Filosofa y Letras, egresando en el ao de 1983. Desde entonces se
ha desempeado como profesor de literatura en el Colegio de
Bachilleres, escritor, comerciante, fotgrafo, locutor en Radio
Universidad y editor.
Ha publicado poemas en Cedic, Cosecha (pgina cultural de
El Heraldo de Chihuahua), Letras al margen, Tragaluz, Aura,
ProLogos, Palabras sin arrugas, Synthesis, Cuadernos del Norte,
Azar, Finisterre, Chihuahua me vuelve loco, Solar, Tarahumara,
Scorpio, La Calle y Ahora (Chvez, 1999).
Lo anterior nos muestra todo un abanico del quehacer literario en nuestra ciudad capital. Nos habla del nacimiento de revistas literarias o culturales que vieron la luz en pocos nmeros y luego desaparecieron y solo quedan como mudos testigos en colecciones particulares.
Es importante sealar que la formacin literaria de Chvez
Marn ser la base para su estilo nico, ya que coincidimos con
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Ellos flotan en los locales de las libreras, revisan palmo a palmo los
ttulos, nombres de los autores, los precios. No tienen dinero para
comprar las novedades editoriales, se conforman por lo pronto con
un volumen de sepan cuntos o algn viejo libro en oferta [15].
Desprecian a quienes compran novelas de Irving Wallace [] Sienten
lstima por los gustadores de Gibrn [] llegan con su amigo Sal
y sacan fiados los volmenes de Alianza y Seix-Barral [15].
Al atardecer asisten a conferencias, recitales, exposiciones de fotos y pinturas [], ciclos enteros de pelculas de arte [15].
Van a las funciones teatrales vestidos de mezclilla y desdean
profundamente a los caballeros elegantes de ocasin, a las encopetadas damas que se cuelgan las joyas de la familia y se enfundan el
mink para ir al teatro; se enfurecen por los aplausos fuera de tiempo: qu pblico tan ignorante caray [] ellos s saben dnde y
cundo se aplaude, no hacen el ridculo; critican, se sienten defraudados por la obra, escpticos bostezan [15].
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Cabe hacer notar que en este ltimo mi obra, nos queda claro
que Chvez Marn se incluye en este grupo de ngeles grises. Ser esta la personalidad de Jess Chvez Marn? Nos inclinamos a
decir que s y que de esta personalidad gris que critica, que rezonga, que reclama, que denuncia, que no tiene pelos en la lengua,
se desprende su estilo en general.
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LITERARIA.
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La narracin en la crnica
La narracin es la prosa de base privilegiada y central del discurso en la crnica; por lo tanto, el cronista tiene que poner atencin
a los modos ms efectivos de contar una historia, un hecho o
asunto, en torno a los cuales se enlaza su propsito y el lenguaje
que emplear.
As, tanto la actitud del cronista ante el hecho, como sus impresiones, se adaptarn al vocabulario, al lenguaje, a la sintaxis, a
la reconstruccin textual de lo visto o vivido. Esa actitud, esas impresiones, integran el objetivo central de la crnica y conforman
su hilo conductor.
Dentro de lo que ms se recomienda, en cuanto a redaccin
de la crnica, estn, entre muchos otros aspectos, la frase corta y
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prrafo breve, ritmo rpido, manejo apropiado de elaboracin literaria, con empleo de recursos estilsticos como la metfora, el
smil, la hiprbole y cierta dosis de pensamiento como la irona y
la stira.
Para resumir las caractersticas de la crnica, diremos que el
primer atributo propio reside en el sentido temporal con que el
cronista aborda su objeto, no importa si este es un hecho, un sentimiento o un paisaje, una persona. La mayora de los especialistas coinciden en resaltar que la crnica observa un orden cronolgico, incluso cuando no se relate en orden secuencial estricto.
Otro rasgo: la actualidad, que puede ser de fiel apego a la
ocurrencia en el aqu y el ahora de los hechos, como de creacin
de ese tiempo a partir de un relato en presente. La crnica cuenta, relata una historia; esa historia se convierte en el ncleo de su
eje narrativo.
La crnica se parece mucho a la informacin, al comentario y
al reportaje. A la informacin, porque, al igual que esta, se nutre
de los hechos. Al comentario, ya que tambin valora y emite opinin. Al reportaje, en tanto ofrece testimonio personal e integral
de un acontecimiento.
Por ltimo, pero no menos importante, el cronista necesita
del conocimiento y manejo apropiado del lenguaje literario.
LITERARIA.
CIUDAD
Conceptos principales
Relato: segn Paul Ricoeur, citado por Pimentel: [] construccin progresiva, por la mediacin de un narrador, de un mundo
de accin e interaccin humanas, cuyo referente puede ser real o
ficcional (vide infra p. 10).
En el caso que nos ocupa, Chvez Marn nos presenta relatos
con referentes reales (Jess Gardea, Sergio Galindo, Jaime Labastida, el rector de la Universidad Autnoma de Ciudad Jurez,
Alfredo Cervantes, Juan Holgun, Micaela Sols, Rosario San Miguel, Ysla Campbell, Federico Mrquez, Ricardo Yez, Alejandra Guzmn, Jess Vargas, entre muchos otros del mundo cultural de Chihuahua y otros lugares).
Definido de esta manera, nos quedar ms claro entender
que el relato abarca desde la ancdota ms simple, pasando por
la crnica, los relatos verdicos, folclricos o maravillosos y el
cuento corto, hasta la novela ms compleja, la biografa y la autobiografa.
Relato, segn Jonathan Culler (citado por Pimentel, p. 10),
es un contrato de inteligibilidad que se pacta con el lector, con
objeto de entablar una relacin de aceptacin, cuestionamiento o
abierto rechazo entre su mundo y el que propone el relato (10).
De acuerdo con Culler, las palabras se ordenan de tal forma
que a travs de la lectura surgen modelos del mundo social, modelos de personalidad individual, de la relaciones entre el individuo y la sociedad.
Digesis o contenido narrativo
Dice Pimentel (10): El contenido narrativo es un mundo de accin humana cuyo correlato reside en el mundo extratextual, su
referente ltimo. Y ms adelante aade y precisa:
[] su referente inmediato es el universo de discurso que se va
construyendo en y por el acto narrativo; un universo de discurso
que, al tener como referente el mundo de la accin e interaccin humanas, se proyecta como un universo diegtico [el universo espacio-temporal que designa el relato, nota del autor de la ponencia]:
un mundo poblado de seres y objetos inscritos en un espacio y un
tiempo cuantificables, reconocibles como tales, un mundo animado
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Chvez Marn nos retrata el universo del mundo cultural de Chihuahua, desde distintos espacios, como lo son el Centro Cultural
Universitario de Ciudad Jurez, situado en la zona Pronaf, el local
de Ajos y cebollas, atendido por Federico Mrquez, la glorieta de
Francisco Villa, la Plaza de Toros La Esperanza, la calle Doblado,
el Circo de los Hermanos Melquiades, entre muchos otros.
Visto el relato como un modo de enunciacin, Pimentel lo divide en: narrador y mundo narrado, con base en tres aspectos como son: la historia, el discurso o texto narrativo y el acto de la narracin.
La historia o contenido narrativo se distingue por la serie de
acontecimientos ocurridos en un universo espacio-temporal dado. Es el nivel de realidad en el que actan los personajes, en el
que lugares, objetos y actores entran en relaciones espaciales.
En la crnica de Chvez Marn, el universo espacio-temporal
es nuestro gran estado, Chihuahua, sus instituciones, sus edificios, sus calles.
El discurso o texto narrativo es la manera como se organiza,
como se estructura el relato. En las crnicas de Chvez Marn no
hay una estructura que se repita. Cada crnica tiene un inicio diferente, pero siempre hay lugar para la informacin y sobre todo
para identificar su estilo franco y sincero, sin hipocresas.
El acto de la narracin establece una relacin de comunicacin entre el narrador, el universo diegtico construido y el lector.
Es as como Chvez Marn nos muestra un Chihuahua que ya
no es el mismo de antes, que ya perdi mucho de su aire tradicional. Lo mismo pasa con sus protagonistas: los presenta tal y como
son, sin afeites, sin maquillaje y se llegan a comportar como marionetas.
Historia y discurso
El mundo narrado se conforma por dos aspectos: la historia
(mundo) y el discurso (narrado) que se interrelacionan. El narrador es un mediador que se hace cargo del acto de la narracin.
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Metodologa
Modelo de anlisis narrativo conforme lo desarrolla Luz Aurora
Pimentel, en su texto El relato en perspectiva.
La interpretacin
La interpretacin y anlisis se realiz principalmente de la primera edicin, mientras que se tomaron algunas referencias de la tercera edicin corregida y aumentada.
De la crnica: Chulas fronteras del norte, crnica del Segundo Encuentro Nacional de Escritores en la Frontera, llevada a
cabo el 7 de mayo de 1987 en Ciudad Jurez.
Desde el inicio de la crnica, Chvez Marn manifiesta su capacidad de observacin al notar el papel que juega el locutormaestro de ceremonias:
El locutor, investido en este mismo instante como maestro de ceremonias, dice: rindmosle honores a nuestro lbaro patrio porque ya
resuenan marciales tambores y claros clarines, es la banda de guerra de la universidad de Jurez, todos se ponen de pie porque vienen entrando las chicas de la escolta con las ondas de la bandera
uno-dos, uno-dos alla destemplada la gentil damita que la hace de
comandante: media vuelta ya! los seores del presdium hacen saludo militar con el brazo al pecho (inflamado) y, muy serio, el capitn Vidal Saldvar pone uniforme y cara de circunstancias [14].
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c) La manera de referirse a como llegan o aparecen: no perdonan cctel, congreso, conferencia o pelcula de arte. Es humorstica la manera de decir no perdonan.
d) Luego est el nfasis que pone en letra cursiva al referirse a
pelcula de arte. Como queriendo decir que no todas las pelculas son realmente de este tipo.
e) De nuevo hace referencia a la vestimenta de los asistentes:
Abundan los costalitos de manta colgando del hombro []
los libros anidando bajo el brazo [] los lentes de fondo de
botella, las barbas largas [] siempre nos topamos con la
misma gente: aquel pintor vestido de tarasco con su tasolera
de grea no muy limpia recogida a la espalda con listoncitos
de colores, en forma de cola de caballo (16). Por qu es tan
descriptivo Chvez Marn, sino es para enfatizar la manera ridcula, estrafalaria o de pose que asumen los asistentes? Al
describir con detalle acenta la burla hacia el personaje.
Otro caso ms el siguiente: Esta seorita disfrazada de tehuana llena de collares de chaquira, que es muy liberada a
sus horas y jams lleva ropa interior (16). Entonces para
Chvez Marn, no es moda folclrica, sino disfraz. Luego la ridiculiza detallando que es muy liberada a sus horas y jams
lleva ropa interior.
Estos dos casos son pinceladas magistrales de un estilo pictrico que raya en lo esperpntico, de acuerdo con el modelo
propuesto por Valle-Incln.
f) La stira no termina aqu, pues apuntala con saa el oficio
que realiza Juan Holgun: oficio ingrato, agotador, ese de
pastorear escritores anarquistas naturales y lograr que los culturitos abandonen largas (e interesantsimas) conversaciones
para que entren. Y Chvez Marn finaliza el prrafo con lo
que dijera Holgun, casi suplicando: Psenle ya, por favor,
andamos colgados con el tiempo, pronto, ya vamos a empezar.
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En esta crnica, me limitar a reproducir un fragmento de cmo Chvez Marn, sin pelos en la lengua, describe al poeta: Yez sonre con sus dientes salidos, se parece a Felipito el de Mafalda, treinta aos despus, con panza muy mexicana personaje de
San Juan de Dios (sus caguamas le habrn costado) (24). En este fragmento es evidente la forma que en Chvez describe al poeta.
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Subrayamos, para identificar esa irreverencia, las siguientes partes: El falso regocijo de los payasos, intenta grotescamente
capturar nuestra atencin con chistes [] viejos y gastadsimos,
la academia de los Chespiritos y los pendejos Chabelos, no
nos dejaron salir a jugar afuera nada ms porque le hayamos
puesto una madriza a nuestro primo (41).
Otro prrafo que es por dems irreverente es el que anotamos a continuacin: Por muy cnicos nios que pudiramos ser,
nuestra (quimrica) alma inicia en el circo la eyaculacin abstracta de la tristeza. Su derrame nos moja sorpresivamente los calzones mentales y tratamos de codificar aquella sensacin primeriza
(42). Subrayamos las expresiones nuestra (quimrica) alma inicia en el circo la eyaculacin abstracta de la tristeza, nos moja
[] los calzones mentales (42).
En otro prrafo de la misma crnica, dice: Un domador,
quien hace algunos aos le pidi prestado a Mandrake su smoking para dar la funcin, sale trotando en chinga tratando de emparejarse con el desfile de los elefantes (42).
La expresin que llama la atencin, por lo altisonante, es:
sale trotando en chinga.
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Conclusin
Jess Chvez Marn se cataloga a s mismo como perteneciente a
la especie de ngeles grises. Desde el punto de vista de lo literario, es un cronista que balancea la informacin como la interpretacin de los fenmenos culturales y en ella se manifiesta como
un narrador intradiegtico y autor implcito. Su historia o discurso
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se caracteriza por el manejo de una estructura variada, con nfasis en la hiprbole, la irona, el sarcasmo y una marcada irreverencia hacia instituciones pblicas y privadas, as como a los funcionarios que las representan, sin dejar de un lado a los consumidores de cultura, a los que define como culturitos.
En cuanto a su estilo, ya mencionado en citas anteriores, desde nuestro punto de vista resulta ameno por esa franqueza que
raya en lo descarnado hasta caer en la ridiculizacin, en la frsico
y en lo esperpntico con resultados humorsticos. En este sentido,
coincidimos con Ricardo Aziz Nassif (Chvez, 2010), quien prologa la tercera edicin corregida y aumentada de Te amo Alejandra: [] su humorismo toca la grotesca realidad en la que desafortunadamente algunos hemos cado (10).
Lo que es indudable es que el espacio-temporal refleja a
nuestra ciudad capital aun y cuando no se especifique el lugar
donde ocurren los acontecimientos. Bastan unas pinceladas para
ubicarnos en nuestro terruo que en el ao 2009 ya cumpli sus
tres siglos.
Bibliografa
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El sentido de la historia
Desde los remotos inicios del quehacer histrico, verdad y utilidad son mutuamente correspondientes, ya que tericamente, al
menos para quienes se dedicaron a revisar el pasado, el conocimiento de los hechos debe ser una gua que permita indicar el
mejor comportamiento de los hombres cuando de nuevo ocurran
fenmenos semejantes a los historiados. Esta bsqueda de la verdad histrica con fines utilitarios se establece a partir de espacios
especficamente delimitados, lo que explica la existencia de una
larga tradicin crtica que entiende el sentido de la investigacin
histrica como la capacidad de producir productos o resultados
que funcionen como gua de accin de las sociedades.
En nuestro pas, dicha tendencia a entender el estudio histrico como una herramienta til para descifrar el presente y marcar
posibles futuros caminos para nuestra sociedad se fundamenta en
la necesidad que tiene Mxico, nacin joven, fruto de un doloroso proceso de conquista que al parecer an no se asimila, de conformar su identidad para enfilarse hacia un desarrollo real y efectivo. Ante tan gran reto, tras doscientos aos de vida independiente y luego del fracaso de los diferentes proyectos de nacin
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A lo largo del siglo XIX y en gran parte del siglo XX, esta novela
histrica, a la que podemos llamar clsica, cumpli una funcin:
la de plantear interrogantes y respuestas al mundo de la modernidad, fruto de la revolucin industrial. Basndose en el positivismo, las ideas de desarrollo y el ideal del progreso social, dicha narrativa histrica respondi a las necesidades de una sociedad que
tras la crisis decimonnica encontr el camino para su desarrollo.
Por lo mismo, el gnero decae y sufre una parlisis cuando el arte
literario busc nuevos caminos para la expresin de sus dudas
existenciales.
La crisis de los ideales de la modernidad, que tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial recorre a la sociedad en las ltimas dcadas del siglo XX, tiene como consecuencia el resurgir de
la ficcin histrica. Marcada por los cuestionamientos filosficos,
el desarrollo tecnolgico y el triunfo del poscapitalismo que seala el fin de la historia en su visin moderna, esta nueva novela
histrica presenta todava algunos rasgos de las narraciones decimonnicas, pero ha cambiado su enfoque y ante todo se convierte en una herramienta que cuestiona y crtica la realidad del siglo
XXI, buscando la explicacin al fracaso social en la revisin del pasado.
Entre otros rasgos definitorios, en dicha revisin contempornea del gnero la importancia del espacio acotado, del tiempo
minsculo, de lo cotidiano, del protagonista annimo, de la fuerza, muchas veces inerte, de una colectividad y su participacin en
el devenir de los sucesos que conforman el hecho histrico se ha
convertido en un instrumento primordial para la exploracin del
pasado, misma que, como ya se ha sealado, conlleva una reflexin sobre el presente. Porque para explicar la compleja realidad
de la sociedad posmoderna se necesita entender el enmaraado
proceso que le ha dado sustento.
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ligada a la bsqueda de identidad de los mexicanos. En el devenir de los acontecimientos histricos, la novela se convierte en un
vehculo de expresin ideolgica, en donde la ficcin tiene como
propsito el metaforizar la realidad del pas. De esta manera, la
novelstica cumple en algunas ocasiones sin proponrselo y en
otras con clara intencin una imprescindible funcin de crtica
social y de valoracin histrica, convirtindose en escaparate
ideolgico y en el vehculo perfecto para externar el pensamiento
crtico de la sociedad a travs del arte de novelar. Con ese profundo sentido de compromiso es que nace la novela en Mxico.
En general, y sobre todo en los momentos clave de la historia,
la novela mexicana siempre ha estado ligada a la problemtica
poltica, social y econmica. Mientras se forjaba la nacin, naca
tambin la novela, comprometida con la inquietud sociopoltica
del momento. Joaqun Fernndez de Lizardi, el primer novelista
de Amrica, transparenta su liberalismo en toda su obra y as El
periquillo sarniento puso la tnica de lo que sera durante un siglo
la lnea principal de la novelstica mexicana y una de las ms persistentes orientaciones en la cultura nacional: con afanes de reforma, con inters por educar y mejorar las condiciones morales,
polticas y econmicas de su patria (Sefchovich 25).
Durante el periodo de la Reforma y los aos que le siguieron,
los novelistas mexicanos, escindidos en liberales y conservadores, romnticos decimonnicos empeados en exaltar las virtudes de su proyecto de construccin de una nacin, siguieron los
mismos caminos que tomaron las opciones polticas del momento: desde la obra de Payno, Incln y Cullar que insistieron en retratar lo mexicano con una perspectiva liberal, hasta el conservadurismo de Jos Mara Roa Brcena o de Crescencio Carrillo y
Ancona (Sefchovich 32).
La novela poltica encuentra un camino distinto en siglo XX,
despus de la Revolucin iniciada en 1910. Incubada antes de
esa fecha, y con una duracin de casi dos dcadas, el fenmeno
revolucionario afect a todos los mbitos del pas y la narrativa
dej testimonio de los acontecimientos que cambiaron el rumbo
poltico del pas, as como del desencanto de los idealistas ante el
fracaso de los ideales revolucionarios. Tanto la novela de la Revolucin, como la de la Guerra Cristera, generan novelas polticas que se determinan en funcin heroica de personajes histri81
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prende de los acontecimientos nacionales que el pueblo mexicano ha vivido en las tres ltimas dcadas del siglo XX. Esta novelstica pujante y audaz refleja el panorama de la compleja realidad
mexicana a travs de una posicin crtica que, al cuestionar la historia, cuestiona la situacin en que se encuentra la sociedad mexicana en el momento en que ha finalizado el sueo revolucionario.
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amigo el licenciado Pablo Ochoa, acusa al gobernador Lauro Carillo de buscar la reeleccin. En cambio, el Diario de Chihuahua la
apoya con vehemencia a travs de su director, el diputado Luis Daz
Couder, quien tambin ataca al grupo poltico antagnico, cuya cabeza es el ex gobernador Luis Terrazas: Jacobo constata que la crtica es acerva en ambos papeles pblicos [Macin 218].
La objetividad que se desprende de la minuciosa bsqueda documental se equilibra con la subjetividad que surge cuando el autor
habla por boca de su personaje. En este ejercicio de la memoria,
en el que Chihuahua se convierte en el espacio histrico que Macn quiere recuperar, el rescate de los hroes olvidados no poda
faltar. Sin caer en lo panfletario, el relato ajusta las cuentas con
uno de los artfices del progreso chihuahuense, el coronel Joaqun Terrazas, el hombre que trajo la paz a estas tierras al acabar
con los apaches: l cuenta algunos de los hechos ms importantes de la apachera en Chihuahua, entre los que destacan la derrota que sufrieron los indios en Tres Castillos, y la muerte del temido Vitorio en manos del tarahumara Mauricio Corredor. Meditabundo aade: Chihuahua le debe mucho al coronel Joaqun
Terrazas [249].
La vida de Jacobo Matamoros se va desarrollando a trancos,
como ocurre siempre en la existencia de todo ser humano. El relato de Macn destaca los hitos fundamentales en la vida del ganadero, que al mismo tiempo coinciden con el devenir histrico regional y nacional. De esta manera, Jacobo se convierte en testigo
de los acontecimientos que marcaron el desarrollo de Chihuahua. Por otra parte, el autor tambin retrata de una manera acuciosa la vida cotidiana, los pequeos sucesos domsticos, las fiestas, los eventos trascendentales en la vida de su personaje. Su objetivo es crear el cuadro de la vida chihuahuense en la belle
epoque porfirista, para traer a la memoria de sus contemporneos un mundo que desapareci. Tal es el sentido de momentos
en la narracin como la descripcin de una boda tpica de la clase
acomodada chihuahuense:
Antes de las seis de la maana salen de la Quinta Lisbeth dos calesas. En una va el coronel Jacobo Matamoros en compaa de su esposa y su hija Guadalupe, portando un albo vestido [] Ambas ca-
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La descripcin de la ciudad de antao y sus costumbres est matizada por un suave toque lrico que contrasta con lo pragmtico
de las acciones, como si quisiera contraponer ambos elementos
contradictorios que siempre estn presentes en el rito social del
matrimonio:
El coche rueda despacio, como si quisiera dilatar el tiempo de la felicidad, y entra por la parte trasera de la quinta donde estn las cocheras. Los criados felicitan a Jacobo y a Lisbeth. Ella est preocupada por el desayuno e interroga a las mujeres por si falt algn detalle [] En el jardn todo est listo para la recepcin. Cada una de
las mesas est adornada con un ramillete de flores. Tanto los vinos
como los alimentos fueron trados del Jockey Club [Macin 272].
Si Macn recrea el Chihuahua de antao, con sus costumbres, tradiciones, diversiones y relaciones sociales, es para relacionarlo
con el momento histrico que se viva en la ciudad y en todo el
pas.
La pugna social que se fermentaba en nuestro estado se hace
sentir sutilmente en el relato cuando Margarita Blanco, una de las
amantes de Jacobo Matamoros, debe huir apresuradamente a los
Estados Unidos porque se ha descubierto que es partidaria de los
hermanos Flores Magn.
Matamoros entiende que la dilatada dictadura de Daz lentamente est incubando el desastre para la nacin, por eso, ante el
resultado de las elecciones presidenciales de 1904, su voz, la voz
de un individuo crtico capaz de analizar los acontecimientos que
est viviendo, se escucha como funesto augurio:
Limantour le gan la partida a Bernardo Reyes. En la pugna entre
los dos ministros, don Porfirio se deshizo de Reyes [] Ahora que
Daz se entroniz por sptima ocasin, lo que se vuelve difcil es la
estabilidad poltica del pas [] Hay algo siniestro que flota en el
ambiente como preludio de una contienda civil [Macin 283].
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Los polticos y la burguesa del pas apoyaban las ideas del general Daz y estaban ciegos ante el creciente descontento que se empezaba a manifestar en todo el pas, pues como seala Jacobo:
La clase poltica olvida con frecuencia los intereses de la nacin
cuando estn en peligro sus prebendas (Macin 307). Matamoros, hombre crtico, ante el peligro que presiente es capaz de entender que los movimientos armados impiden el progreso y llevan a los pueblos a la ruina (Macin 307). Y sin embargo, no se
atreve a actuar. Vive demasiado cmodo en la posicin econmica y social que ha conseguido. Al igual que los polticos, l tambin est cegado por las prebendas que ha logrado alcanzar en el
proceso de modernizacin del pas.
La revolucin se gest en Chihuahua por la pujanza de una
clase media que ascenda merced al crecimiento econmico que
impuls el rgimen porfirista. Como seala Mark Wasserman
(195):
Lo cerrado de la poltica y la economa de Chihuahua pesaba mucho en la clase media. Los pequeos propietarios de minas, terratenientes, comerciantes y tenderos, artesanos, vendedores, jefes de
turno, capataces, maestros y profesionales que no formaban parte
de la lite, cuyo nmero se haba incrementado grandemente durante el auge que tuvo lugar entre 1897 y 1907 estaban cada vez
ms frustrados por las restricciones impuestas a sus ambiciones polticas y econmicas [...].
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El relato de la visita presidencial a Chihuahua, con las inauguraciones de infraestructura que eran un himno al progreso de la ciudad, las visitas oficiales, el saludo en el balcn de la casa del gobernador Enrique Creel y el banquete de gala en el Teatro de los
Hroes reconstruye la edad dorada de nuestro estado y resalta,
con irona, que a menos de un ao de esta recepcin faranica,
en Chihuahua inici la Revolucin. Un ciclo se cerraba para los
chihuahuenses con estas galas, aunque muy pocos fueron conscientes de eso.
En 1910 inicia la agitacin maderista en la ciudad. Las elecciones amaadas que dan el triunfo nuevamente a Daz son el catalizador para el levantamiento armado que inicia silenciosamente, desapercibida para los habitantes de la ciudad, que continan
con su vida como si nada pasara. Pero en las reuniones sociales
se escucha la voz de la razn que advierte: Chihuahua es una
estado de gran riqueza. Una revolucin terminara con toda la
abundancia que se ha creado en decenios. Las revoluciones en
Mxico siempre han generado miseria (Macin 372).
Polticamente, el egosmo y la ambicin de la burguesa terrateniente e industrial sostuvieron una dictadura que acab con lo
poco que quedaba de las instituciones democrticas. Una vez que
el Ejecutivo anul a los poderes Legislativo y Judicial, la poltica
se convirti en una lucha interna por el poder:
El gobierno de Porfirio Daz tuvo una clara tendencia al centralismo,
no obstante que la constitucin liberal del cincuenta y siete era de
corte federal [...] tuvo especial cuidado en que ningn gobernador,
presidente municipal o jefe poltico fuera elegido sin su aprobacin
[...] La tctica que us [...] para conformar el Congreso fue la de
buscar legisladores que lo apoyaran incondicionalmente. Diputados y senadores eran parte de su juego poltico [...] En lo que res-
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pecta al Poder Judicial sucede algo parecido. ste pierde su independencia: magistrados y jueces se inclinan ante las rdenes del
presidente o los gobernadores [Macin 336].
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Siguiendo los avatares que mueven a sus personajes, Macn seala cmo desde el nacimiento del pas a la vida independiente,
la poltica se ha manejado como un ejercicio de poder que ha fracasado en su objetivo de estructurar un proyecto viable de nacin
moderna, pero, sobre todo, queda claramente establecido que el
sistema poltico mexicano nunca ha conseguido generar un crecimiento armnico y sostenido de la sociedad.
Los mexicanos desde hace tres sexenios hemos visto que cada periodo presidencial termina en la bancarrota. El actual no creo que
sea la excepcin. Me preocupa el empobrecimiento paulatino, ms
constante del pueblo. Ao con ao aumentan los habitantes a la par
que la indigencia [] Si crece la mala situacin de las finanzas pblicas, nos puede llevar desde terribles disturbios sociales hasta una
revolucin. Por desgracia esta es la forma mexicana de cambiar las
cosas [Macin 465].
La reflexin poltica que subyace en el texto es muy clara: en Mxico, los cambios polticos nunca se han dado por la va democrtica, sino mediante levantamientos armados, estriles polticamente, pues lo nico que han logrado es cambiar las personas en
el poder, mas nunca han realizado una modificacin a fondo de
las estructuras polticas. Por esa razn, el fruto de su anlisis histrico le lleva a una declaracin tajante: sin negar sus aciertos, el
saldo negativo que dej la ltima de las revoluciones fue el fracaso de la democracia y la libertad poltica, pues cuando Huerta
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LITERARIA.
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LITERARIA.
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Llama la atencin que el vocablo placer presenta ms acepciones que el vocablo delicia. El trmino placer (del cat. placel, de
plaza) significa Banco de arena o piedra en el fondo del mar, llano y de bastante extensin. Otra acepcin se refiere a Arenal
donde la corriente de las aguas deposit partculas de oro. Tambin significa Pesquera de perlas en las costas de Amrica. En
Cuba, placer se refiere a Campo yermo, o terreno plano y descubierto, en el interior o en las inmediaciones de una ciudad.
En otra serie de acepciones, placer (infinit. sustantivado) significa Goce, disfrute espiritual; Satisfaccin, sensacin agradable producida por la realizacin o suscepcin de algo que gusta
o complace; Voluntad, consentimiento, beneplcito; Diversin, entretenimiento. Finalmente, el Diccionario de la Real Academia Espaola seala una tercera serie de acepciones: placer
(del lat. placere): Agradar o dar gusto y la expresin que me
place, con que se denota que agrada o se aprueba una cosa.
Las diferentes acepciones sealadas del vocablo placer se
conjugan con la serie predicativa que caracteriza a la ciudad de
Placeres en la novela La cancin de las mulas muertas.
La primera mencin de Placeres aparece en las primeras pginas de la novela. El narrador menciona: Lenidas Gngora
era un advenedizo en Placeres. De ayer, su fortuna. Tampoco esto lo toleraba Vargas (10). En estas cuantas lneas muestra del
preciso estilo de Gardea, se dibujan los tres elementos que conformarn la tensin de la novela. Es decir, los dos personajes en
pugna, Lenidas y Vargas, y el espacio donde se desarrollar la
rivalidad: Placeres.
El orden establecido en Placeres se ver trastocado con la llegada de Lenidas Gngora. Y es, precisamente, este personaje,
el advenedizo, el primero que menciona directamente a Placeres, adems del narrador. Placeres, pudricin del silencio pensaba Gngora (28).
La imagen de la ciudad de Placeres, impuesta por Gngora
el visitante es sumamente impactante. A esta imagen se sumarn las diversas frases de los dems personajes y las del narrador.
Y en esta suma destaca la presencia del sol. La realidad cotidiana de los personajes se encuentra en ntima relacin con el sol.
De acuerdo con las circunstancias de los personajes, el sol puede
ser la gloria, y su ausencia todo lo contrario de la gloria. Para
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derno puesto que todava nos sigue concerniendo, nos sigue instruyendo (187-192).
El tratamiento artstico que se le ha dado al mito de Fausto
comprende una serie sumamente rica. Solo por citar un par de
ejemplos: el primer modelo es la representacin realizada por
Christopher Marlowe, The Tragical History of Doctor Faustus, hacia 1590 y, por supuesto, el Fausto, de Goethe, el cual aporta
muchos elementos nuevos e importantes al mito que hace suyo
(Chartier 198).
En este panorama muy general del tratamiento artstico del
mito, nicamente resta sealar que Chartier hace hincapi en tres
obras maestras ms recientes: Mi Fausto, de Valery, Doctor Faustus, de Thomas Mann y El maestro y Margarita, de Bulgakov.
Con este brevsimo antecedente se puede realizar un acercamiento a Fausto Vargas y a su fbrica de refrescos, un prodigioso
laboratorio donde practica su alquimia.
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racin de la identificacin, de la intimidad entre Fausto y las abejas, plantea la posibilidad de interpretar a este personaje con cualidades propias de las abejas y ser aceptado como parte del enjambre. Posee un gran conocimiento de los sabores, de las fragancias, de los jarabes, ms propio de las abejas que de la gente
comn: La mandarina es un sabor que slo los que tienen gusto
aprecian (7), asegura. Y se molesta ante la ignorancia de los
otros.
Por lo tanto, no es extrao que la fragancia abate el negro
humor de Vargas (8). El mundo de las abejas es el mundo de paz
de Vargas.
Por lo que respecta a las moscas, en la Enciclopedia, Udo
Becker sostiene que por lo general se les vincula a la enfermedad, la muerte y los diablos; era corriente la nocin de que los demonios de las enfermedades amenazan en figura de mosca a los
humanos; pero quiz lo ms interesante con respecto a la novela
sea que el diablo bblico principal Belceb (deriva del hebreo
Baal-Zebub = Seor de las moscas), a quien se representa a veces en figura de tal (Becker 224).
La aparicin de la moscas en la novela es muy distinto al de
las abejas. Estas ltimas son introducidas por los verbos lo recibe y lo acompaa, refirindose al bullicio de las abejas al momento en que Fausto Vargas entra a su fbrica.
En cambio, la primera referencia a las moscas se produce
cuando Fausto Vargas, jugando, lanza al aire una corcholata que
topa en las vigas y espanta unas moscas. Pudiera decirse que
este inocente y tal vez muy cotidiano juego de Fausto no tiene
mayor significacin, pero es todo lo contrario. Por alguna razn,
esa corcholata, que es como un oro (8), se va a convertir en el
amuleto privilegiado de Fausto.
El amuleto privilegiado, que espanta a las moscas, va a formar parte de Fausto en la bolsa de su pantaln y continuamente
lo acompaar. Pero no en el momento ms importante: en el
juego de domin contra Lenidas Gngora.
Sin su amuleto que simboliza su fbrica, su pasin, su trabajo, su vida?, Fausto se enfrentar a la mosca que no podr
espantar, Lenidas Gngora. Esta enorme mosca que ha descubierto la debilidad de Fausto Vargas: la envidia, presencia del Seor de las Moscas.
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Bibliografa
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rutas y caminos diversos y radicalmente diferentes en estilo, la representacin del mundo que le rodea y que no se circunscribe necesariamente al desierto. Emergen las concentraciones urbanas, y
dentro de ellas con grandes distinciones dentro de lo que es una
ciudad capital o una ciudad fronteriza. El espacio geogrfico que
sirve como marco de referencia a cada uno de estos escritores,
como en el caso de Jess Gardea, har emerger una topografa
diferente, convirtiendo el paisaje referido como una nueva cartografa literaria.
Como dice Cinthia Steele en su estudio sobre la novela mexicana contempornea: [] se trata de un autor que vive en Chihuahua, y que ficcionaliza la cultura regional, o mejor an, que
posibilita una recreacin de la atmsfera particular de espacios
diferentes a aquellos de los centros urbanos. Su obra puede enmarcarse dentro de lo que se puede denominar una cultura descentralizada (Villamil 59).
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otros das (cuentos, 1980), obra que le hace merecedor del Premio Xavier Villaurrutia.
Figura singular dentro del mbito literario, que rechazaba el
pavoneo intelectual de las mafias literarias, ha sido un escritor
cuyo temple de nimo se ha revestido de un halo de misterio.
Parco y lacnico en el hablar, hosco y directo en sus comentarios,
fue un artfice de la palabra con la firme conviccin de hacer de la
escritura no solo un oficio alimentado por la vocacin, sino su razn de ser.
El acto de escribir tiene forzosamente una dimensin moral, en el
sentido de hacerlo a uno mejor. Simplemente el hecho de estar manejando un lenguaje conciso, lo ms transparentemente posible,
me obliga a ser transparente y conciso en mis actitudes hacia la vida. Tampoco siento que haya un aprendizaje tcnico de una novela
a otra porque siempre tengo la sensacin de que empiezo de cero y
eso me sucede an a la mitad de una novela. No puedo recargarme
en la imagen del escritor Gardea. No puedo ponerme frente al espejo y decir aqu est el escritor Gardea escribiendo. Cada vez es la
primera para m, est el reto de siempre de las palabras. No puedo
apoyarme en lo que he hecho, salvo publicitariamente, pero eso no
me sirve. Todo esto repercute en mi vida aunque sea moralmente y
de ah mi rechazo de tantas situaciones literarias: encuentros, premios y todo este infierno que se ha desatado, toda esta confusin en
que se ha convertido la literatura mexicana. Posiblemente se deba a
una buena parte a mi posicin frente al ejercicio de la escritura.6
En este sentido, la llegada de Gardea a la literatura es tarda, como algunos han sealado, ya que empieza a publicar a los 40
aos y lo seguir haciendo durante cerca de 20 aos, hasta que
muere el 13 de marzo de 2000. Dado que Gardea se mantena al
margen de la parafernalia literaria de la cultura, fueron pocas sus
intervenciones en foros culturales o en entrevistas concedidas.
Sin embargo, hay fragmentos de algunas charlas que reflejan la
postura del escritor ante su oficio y la literatura como expresin
artstica:
Para m la escritura es la existencia. Me han dicho si soy escritor las
24 horas del da: no, respondo, soy escritor mientras escribo y el res-
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En Los viernes de Lautaro, libro con el que Gardea se da a conocer como escritor, se muestran ya los rasgos que irn delineando
el universo imaginario de sus relatos en el que prevalece un espacio depresivo y violento, la incomunicacin entre los personajes,
la tirana, la soledad, la muerte y la prostitucin de la mujer. Algunos de los relatos son difciles de aprehender, o tienen un final
abierto ante el cual el lector queda preguntndose de qu se trata
o en qu queda la escena inconclusa que ha ledo. Tal efecto ser
recurrente en sus narraciones posteriores e incluso pudiera calificarse la construccin de la trama en cada relato como la crnica
de un instante (Villamil 60).
Cuando uno lee los cuentos de Gardea, el lector se sumerge
en el espacio imaginario de Placeres, la representacin mtica de
su natal Delicias, pero tambin recorre otros territorios, otras atmsferas, donde el llano, el desierto, la atmsfera sofocante y asfixiante o el calor abrumador nos permite conocer los grandes dilemas del hombre en su devenir existencial. Con un agudo sentido de la observacin y con una economa depurada en el manejo
de la descripcin, los relatos de Gardea condensan el mundo personal, del recuerdo, las memorias de infancia, los infortunios de
personajes que encarnan las contrariedades del mundo contemporneo.
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Segn Ricardo Gulln (cit. por Cabo y do Cebreiro 240), el verdadero espacio literario es el del texto. De ah la importancia del
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4. La potica de la desolacin
en la cartografa literaria de Jess Gardea
La tradicin artstica que forja el estilo de Gardea se sustenta en
todas las palabras que le llegan del pasado ms remoto y de su
realidad ms inmediata. Es, sobre todo, la memoria del lenguaje
la que le trae las palabras de los viejos y las lecciones vitales que
caben en lo que pudiera definirse como una frase apretada y concisa.19
Segn Lauro Zavala, unos de los estudiosos ms reconocidos
del cuento mexicano contemporneo:
Los cuentos de Jess Gardea tienen una voz distintiva en la literatura mexicana. Estn hechos de complicidades ocultas y pactos con la
muerte, de la soledad de los recuerdos y la nostalgia de la espera.
En ellos el desierto es un mundo lacnico, hecho de jacalones, gatilleros y gavillas, donde la compaa de un arma Coleman o la presencia de un micho (nombre usual para el gato) son tan familiares
como el ruido del sol crepitando en el silencio, y donde los personajes tienen nombres que saben a polvo y viento: Olegario Baeza,
Candelario Bamba, Magdalena Merinos, Martina Carrasco.20
Para identificar la potica de la desolacin, me remitir a tres libros en especfico para aplicar los niveles de anlisis de Zorn. A
partir de Los viernes de Lautaro, Septiembre y los otros das y De
alba sombra sealar la manera en que el espacio emerge no solo como escenario o descripcin topogrficos, sino que transita
del cronotopo a la cartografa literaria de la desolacin.
En el nivel topogrfico, los elementos distintivos del mapa escnico que construye Gardea est plagado de lecturas lricas profundamente evocadoras, y que sin precisar especficamente a un
lugar determinado, construyen una geografa paralela al paisaje
chihuahuense. Las imgenes que aluden al espacio estn cargadas de sensaciones y algunos pasajes descriptivos son totalmente
impresionistas, cual fotografa fugaz de un momento que se desvanece. El poder sinestsico de la imagen contenida hace que el
espacio fsico se convierta en un recinto casi mtico, como es la
fisonoma geogrfica de Placeres. Algunos ejemplos bastarn pa118
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Por ltimo, la carga metafrica, que le otorga al referente geogrfico una dimensin que oscila entre lo fantstico y lo mtico. De
ah, quiz, las constantes reminiscencias que algunos crticos han
querido encontrar del mundo rulfiano en el espacio narrativo de
Gardea. En ocasiones, el laconismo es arrebatador, pues en unas
cuantas palabras el espacio se describe con una imagen cuya car-
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Adems, hay que destacar que los elementos que integran el paisaje en el nivel topogrfico presentan una peculiaridad ms en el
relato. Gardea le confiere a las entidades propias del espacio, como la tierra o el sol, atribuciones humanas, lo que vigoriza la existencia de lo que no solo es un escenario donde deambulan los
personajes, sino que se transforma en una especie de presencia
que testimonia, da fe, de lo que ah acontece, o incluso, que participa de las acciones de la historia.
La tierra no conoca montes all, nada que atajara las soledades, los
vientos, los silencios. El sol se tenda siempre a morir en pleno llano,
como una bestia reventada; la hierba reciba su cuerpo, y no haba
el beneficio de las sombras refrescantes, piadosas, que preceden el
fin de otros soles en otros lugares [Trinitario, Septiembre y los
otros das].
En el nivel cronotpico, imposible de desligar el espacio del tiempo; el cronotopo se convierte en la narrativa de Gardea en una
forma de condensar el lugar, con la atmsfera y el ambiente en
que deambulan las figuras y con la esfera semntica del texto. A
partir de la concepcin del cronotopo en Zorn, se puede identificar en los relatos de Gardea, una fusin indisoluble al insertar el
espacio y tiempo dentro de la trama narrativa. El cronotopo, entonces, se convierte en una forma de construir el ambiente que
cobija no solo la desolacin fsica del lugar, sino tambin la abrumadora soledad y tristeza con que los personajes transitan por sus
vidas. Espacio y lugar al integrar el cronotopo dan cabida a una
situacin particular en el discurso narrativo. Los personajes no
solo se sitan en un espacio determinado, sino que por el hecho
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de estar en ese espacio, la accin se nutre de los mismos elementos que caracterizan la topografa. El sol abrasador no solo asfixia
y sofoca el ambiente, tambin el andar y el hablar del personaje o
incluso sus pensamientos y recuerdos se derivan de la manera en
cmo emerge el espacio.
La madre qued alucinada por el sol de estas palabras. A ciegas sali a la calle, hacia la tienda de ngel Bautista [Aquellos Bamba,
Los viernes de Lautaro].
Lautaro Labrisa se sienta en cuclillas frente a la tumba de su mujer.
No la mira: de memoria sabe que es un rbol que l plant para la
defensa del cuerpo querido. Los huesos del rbol se habrn fundido
ya a los de ella. Lautaro no se mover en mucho rato. Se vaca para
que los recuerdos, que empuja el viento, lo colmen, lo rebosen [Los
viernes de Lautaro].
Algo interesante en la manera en cmo Gardea inserta el cronotopo en el espacio discursivo es la alternancia entre el manejo de
la topografa con la accin propiamente que ejecuta el personaje.
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El hombre descolg la guitarra de la pared. Luego busc donde sentarse. Haba slo una silla, junto a la ventana. El hombre se sent.
La luz del sol choc contra sus espaldas. El hombre se inclin sobre
la guitarra. La mano del mstil permaneci quieta como ajena al
resto del cuerpo. Era como un pjaro de uas crecidas y sucias. Las
cuerdas sonaron entonces. Despacio [La guitarra, De alba sombra].
En el nivel textual, el espacio en la obra narrativa de Gardea incluye una fisonoma cotidiana con cierto halo de misterio, donde
la vida y la muerte tienen una estrecha relacin en situaciones
temporales que parecen, en ciertas ocasiones, estar sin movimiento. Los espacios que emergen en el relato construyen, como
afirma Ysla Campbell, una metfora de la soledad, del furioso y
apasionado silencio con que los personajes observan y viven el
devenir, el dolor y la muerte. Vastedad y silencio rodean a esos
seres cuyo signo anmico ms evidente es la renuncia, el nihilismo
llevado a sus ltimas consecuencias (Campbell y Rivera 30-31).
Correcto le dijo, pero no olvide usted que yo soy una anciana
que apenas pesa lo que el otoo en un sola de sus hojas, y que a m
esos estridentes con su viento de risas me arrancaran en un santiamn del rbol de la vida [Aquellos Bamba, Los viernes de Lautaro].
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son grises y desolados. Pocos los pueden ver sin que sientan desrtico el mundo.
[]
Debajo de los rboles, el viento suena mucho. Zamudio mira al
fondo de la calle solitaria. Su vida piensa es como esa calle []
Zamudio no se mueve desde que regres de los rboles. Conserva
puestos los zapatos y los pantalones. Mantiene a raya la desesperanza: los aos le han enseado que en el mundo existen cosas que
llega a su destino slo dando mucho rodeo [Hombre solo, Los
viernes de Lautaro].
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El parentesco rulfiano se hace cada vez ms evidente, y uno identifica el pramo chihuahuense con la cancula de agosto que convierte el llano en llamas. Pero el abandono en que estos personajes estn as como la vida miserable que llevan, convierte el espacio gardeano en una especie de Luvina chihuahuense, un lugar
donde tambin anida la tristeza. Incluso se puede comparar la
pintura que construye Gardea con retoques de lo que Revueltas
planteaba, del andar errtico y doloroso en que se encuentra el
hombre en el caminar inevitable hacia la muerte. Como la ha expresado Vicente Francisco Torres, los textos del escritor chihuahuense que crean tanto una atmsfera de soledad, desencanto,
amargura y pobreza, como un paisaje desolado y rido, al que
slo Jos Revueltas o Juan Rulfo lograron darle tanto valor esttico.21
En la calle, el calor hincha el aire y me aplasta y me sofoca. Es un
sapo de lumbre. De nada vale pasarse a la sombra de los edificios.
La incomodidad que siento en las axilas es creciente. Si no me quito
el saco pronto voy a sentirme ms infeliz; hasta las uas. Y no quiero. No lo soportara [Soliloquio del amargo, Los viernes de Lautaro].
El ruido se mueve, se aproxima. Las piedras revientan de sol. La sequa no va a dejarnos nada: ni el juicio siquiera. Dicen que en el llano andan almas resucitadas de animales. Que llevan en orden sus
huesos pisando firmes la tierra. Tantos aos sin agua dan para todo.
Espantos y fantasmas. Suena, acompasadamente, el ruido: dos golpes, y luego, vuelta a empezar. Qu bochornos. Y, de pronto, una
ola de clido silencio. No es el de todos los das, y la ola ha arrastrado una sombra hasta mi puerta. Me oscurece el aire [Arriba del
agua, De alba sombra].
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Miguel Rodrguez Lozano, en su obra Escenarios del norte de Mxico, seala que la clave bsica de la obra de Jess Gardea est
en la reduccin al mnimo del uso de la palabra y de las historias,
ya que en una imagen reveladora est contenido todo el relato.
Afirma que los elementos que integran la cuentstica de Gardea
dependen del espacio, el cual no limita ni asfixia a los personajes;
por el contrario, los hace mirar ms all de su entorno, presentando los diferentes instantes donde el ser humano, por caminos variados, lucha por mantenerse ms all del desierto.24
El espacio literario en Gardea se convierte en pilar fundamental de sus historias y registros discursivos, captando la impresin de una realidad que por ms asfixiante que parezca, deja entrever un toque de esperanza que hace recuperar el aliento para
seguir adelante.
A final de cuentas uno escribe expresa Gardea, como hace el pintor con las formas, con los colores, el material de uno son las letras,
es la literatura. Fundamentalmente ese es mi elemento de trabajo,
las palabras, y si yo les tengo fe debo fiarles la creacin de mi mundo, de mis personajes, casi exclusivamente, a las palabras. Ese es mi
punto de vista mi reaccin contra esta voluntad de encajonarme en
una dimensin puramente plstica del lenguaje y a m no me pare-
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ce. Eso sera un ejercicio muy gratuito y creo que en lo que he hecho, eso de gratuito, si aparece, ser de vez en cuando. En mi literatura hay una tensin de mundo, hay una tensin de cosa que est
luchando, batallando a travs del lenguaje por salir, por aparecer.25
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127
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LOS
AUTORES
Los autores
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LOS
AUTORES
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LOS
AUTORES
Ha participado en diversos foros culturales donde la literatura, el oficio literario y la crtica se han dado cita, como lo ha sido
en la presentacin de libros, homenajes, conferencias y mesas
panel en eventos organizados por la UACH y organismos culturales del municipio de Chihuahua y Gobierno del Estado de Chihuahua.
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Contenido
Presentacin ............................................................................ 7
Introduccin ............................................................................. 9
MARCO VLADIMIR GUERRERO HEREDIA
Construccin potica de la ciudad: Yermo, de Alfredo Jacob,
y Retratos cotidianos, de Alfredo Chvez Salcido ............. 13
TOMS CHACN RIVERA
Educacin e ignorancia en Mano dura,
de Manuel Talavera Trejo ................................................ 41
JOS ANTONIO GARCA PREZ
La crnica irreverente de Jess Chvez Marn ....................... 53
CSAR ANTONIO SOTELO GUTIRREZ
Chihuahua como espacio histrico en Sueos sin eplogo,
de Enrique Macn ............................................................. 73
HUMBERTO PAYN FIERRO
Una visita no guiada a la ciudad de Placeres ......................... 97
MNICA TORRES TORIJA GONZLEZ
Jess Gardea o la potica de la desolacin en la
cartografa literaria chihuahuense .................................. 109
Los autores .......................................................................... 131
137
Chihuahua literaria
Ciudad y literatura:
una cartografa literaria en la narrativa chihuahuense
se realiz en la instalaciones editoriales de
ISBN 978-607-9086-xx-x
9 786079 086329