Bertolino PDF
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Testimonio
de Derecho Penal
Homenaje a Andrs DAlessio
Testimonio
de Derecho Penal
Homenaje a Andrs DAlessio
Divito, Mauro A.
Revista jurdica de Buenos Aires 2011. - 1a ed. - Buenos Aires : Abeledo Perrot,
2012.
400 p. ; 24x17 cm.
ISBN 978-950-20-2360-1
1. Derecho Civil. I. Ttulo
CDD 346
ISSN 0326-7431
Tirada: 600 ejemplares
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Buenos Aires - Argentina
ndice General
SECCIN I
Poder punitivo y responsabilidad penal
Eugenio R. Zaffaroni: La contencin jurdica del poder punitivo como necesidad
impostergable............................................................................................................... 15
Jaime Malamud Goti: Es posible el mundo sin responsabilidad? Notas sobre
responsabilidad y comunidad..................................................................................... 27
SECCIN II
Interpretacin de la ley penal
Elizabeth A. Marum: El principio de legalidad y los mtodos interpretativos. La
aplicacin extensiva es analoga?................................................................................
49
79
SECCIN III
Delitos de lesa humanidad
Hortensia D. T. Gutirrez Posse: Ensayo en homenaje a un juez.............................
97
115
141
Maximiliano Rusconi: La imputacin de autora y sus lmites a la luz de las necesidades de la moderna poltica criminal de proteccin de los derechos humanos..........
157
VIII
ndice
SECCIN IV
Normas constitucionales y proceso penal
P edro J. Bertolino : Manifestaciones tcnico-jurdicas del debido proceso
(penal)...........................................................................................................
173
Mnica Antonini: La excarcelacin en la ley 24.767. Razones que justifican o impiden su concesin. Es inconstitucional el tratamiento dado por la ley 24.767 a la
excarcelacin en el procedimiento judicial de extradicin?......................................
183
SECCIN V
Temas de teora del delito
Juan Jos vila: En torno del delito culposo................................................................
205
229
251
267
SECCIN VI
Temas de delitos en particular
Enrique Bacigalupo: Buen gobierno empresarial y lmites del derecho penal (la
penalizacin de la deslealtad de los administradores en la legislacin espaola)......
303
319
347
ANEXO
Curriculum vitae Andrs Jos DAlessio....................................................................
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MNICA PINTO
UN RECUERDO DE ANDRS
Por Luis Lozano
Andrs abord la vida como un goloso lo hace con un pote de dulce de
leche, equipado de cuchara sopera, paladeando cada sorbo, sin pudores y con el
presentimiento de que si nada es duradero, menos an lo es el dulce de leche.
Conciliar este sensual apetito con el de otros golosos o con la vocacin misionera de estimular a los indiferentes a sumarse a la fiesta es uno de los grandes
dilemas de los seres humanos. Andrs se aboc a l con la pasin del goloso.
Voy a contar algunas situaciones que, en mi experiencia, muestran su inters por sus semejantes, esto es, entre otros ms, por nosotros, sus amigos.
Lo conoc siendo yo alumno del curso de Penal Parte General de Eduardo
Marquardt, en que Andrs era ayudante docente. El conocimiento entre personas, relacin habitualmente simtrica, era unidireccional en el caso; no creo que
l me hubiera registrado. Era un docente impetuoso en su empeo por comunicar
mediante el criollo mecanismo de vincular funcionalmente los grandes modelos
tericos de la accin, segn la concibe la doctrina alemana, con acontecimientos
cotidianos familiares para el alumno. Una actitud atribuida frecuentemente a un
conductor poltico cuyo nombre omito en atencin a que decididamente, para
mi querido Andrs, no era un sex symbol del estadista.
Varios aos despus, fui seleccionado para servir como secretario letrado
en la Procuracin General de la Nacin, de cuyas filas nuestro amigo se estaba por despedir, con cierta nostalgia, en pos de generar ms recursos para su
nutrida familia. Ya decidida la designacin, fui citado un viernes a ltima hora
para organizar el comienzo de mi desempeo. Algn defecto de comunicacin,
que siempre me pareci orquestado por alguna razn superior, podra o no ser
el destino, hizo que mi llegada tuviera lugar despus de que quienes deban
recibirme hubieran iniciado su fin de semana. Slo Andrs estaba all, en el
piso ms alto de la mansin de la calle Guido 1577. Inquirindome si me corra
prisa, comenz por invitarme con un primer whiskey, tras lo cual, apuntando a
mi futuro desde la perspectiva de su pasado, me solt algo que me qued muy
grabado, y que sign mis decisiones ms de lo que pude prever en aquella oportunidad: aqu dijo, por la Procuracin General uno descubre que el trabajo
no es una maldicin bblica. Con el correr del tiempo, comprend tambin que
el trabajo es, segn su naturaleza, parte del dulce de leche.
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LUIS LOZANO
UN RECUERDO DE ANDRS
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porque, no obstante ser compatible con el cargo, saba que muchos pensaban
que no tendra fuerzas suficientes para ambas actividades, por lo que, con esa
renuncia, daba las seguridades de que su servicio tendra la intensidad requerida. Y la tuvo.
Sus ltimas conferencias y sus ltimos alegatos como abogado tambin
respondieron a una inclinacin no invocada de servir a sus semejantes. La observo en una muy desarrollada habilidad para descubrir cmo sintetizar su mensaje en una idea nica pero suficiente. Andrs no estaba preocupado por exhibir
conocimientos sino por posibilitar su comprensin al oyente. Nuevamente, ms
el espritu del misionero que el del ejecutante virtuoso; y el perfeccionamiento
notable, casi dira manierista, aunque no era se su estilo, de aquel estilo comunicativo del entonces ayudante DAlessio.
Viv un ejemplo en ocasin de acompaarlo en la defensa de un querido
y respetado amigo, en nuestra opinin, injustamente acusado de haber participado en la represin sistemticamente organizada durante el ltimo gobierno
militar. Mientras preparbamos la defensa, insist varias veces en sealar la circunstancia de cul haba sido la actitud complaciente con aquel rgimen de un
partido de izquierda cuyo alineamiento internacional lo colocaba en cmplice
de la dictadura. No se trataba de descalificar a personas defensoras de causas
populares por responsabilidades de los dirigentes, aun cuando fueran alineamientos difcilmente comprensibles a la luz de ideales democrticos, sino de
llamar la atencin acerca de la humildad y coraje que debe observar quien juzga
a sus semejantes, cuando stos debieron obrar en escenarios desgarradores y
confusos en su tiempo, de los cuales recordamos en el presente las notas que
queremos repudiar. Andrs escuch mis protestas, aparentemente sin prestarles
atencin, aunque, vale sealar, sin estallar en una de sus tpicas descalificaciones de lo inconducente. En oportunidad del alegato final, dividimos tareas, y
l decidi asumir la de hacer una reflexin a este respecto. Consigui llamar a
los acusadores a la humildad refrescando el argumento del mal menor con que
algunos haban justificado el apoyo a ciertos jerarcas militares. Inmediatamente,
mostr con remisin a Las manos sucias, de Sartre, lo inadecuado de analizar linealmente la conducta de nuestros semejantes. Uno de los destinatarios de estas
reflexiones, que como se comprender no estaban dirigidas tan slo a los jueces,
acus el golpe. Andrs haba logrado su misin: llevar al nimo de su audiencia
una idea que fue captada aun por quien previsiblemente ms la resistira. No
ocultar que, aunque no sea sta la oportunidad de mostrarlo, aquel acusador se
ha granjeado mi respeto y aprecio, sin duda, por sus talentos, y tambin por extensin de las mismas razones que Andrs nos explic en aquella oportunidad.
La ltima vez que convers con l, estaba internado y con respiracin asistida intermitente. Mi preocupacin all era Andrs. La de l, saber de la salud
de mi hija mayor, que pasaba por un mal momento, y saborear un helado que le
dimos, cucharadita a cucharadita, Ana, Anita y yo.
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LUIS LOZANO
Jams tuve vocacin por escribir para m mismo; me refiero, por ejemplo,
a un diario personal. Me doy cuenta, sin embargo, que estas lneas probablemente ilustren menos a los lectores que a m mismo. Cuando fui llamado a
contribuir a recordar a nuestro amigo, se me dio oportunidad de hacerlo con un
comentario cientfico o personal. Siempre pens que poda ser menos infructuoso lo primero, pero, no pude resistirme a lo segundo. Lo primero era hablar de
m mismo, lo segundo de lo que aprend de Andrs. Quizs lo que a l le bast
un par de partidas de ajedrez para recoger, a m me exigi un campo de observacin ms amplio. Y bastante ms tiempo de reflexin.
SECCIN I
PODER PUNITIVO Y RESPONSABILIDAD PENAL
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EUGENIO R. ZAFFARONI
Nuestros pases latinoamericanos desde sus orgenes constitucionales adoptaron el control de constitucionalidad del modelo norteamericano, nico modelo
republicano disponible en los tiempos de nuestras consolidaciones constitucionales. Pero nuestra ciencia jurdica adopt en sus ramas particulares la doctrina
proveniente de Europa continental, o sea, de pases que no conocan el control
de constitucionalidad, pues ste se generaliz all apenas despus de la Segunda
Guerra Mundial. Es decir que fuimos estados constitucionales de derecho desde
nuestros orgenes, pero nuestra ciencia jurdica fue propia de estados meramente
legales de derecho.
De este modo, se produjo una contradiccin entre nuestra ciencia del derecho constitucional y nuestras ciencias jurdicas particulares, lo que dej en
estas ltimas una marcada tendencia a la intangibilidad de las leyes infraconstitucionales. Conforme a esta doctrina, nuestra jurisdiccin fue muy tmida a la
hora de hacer prevalecer la norma constitucional sobre la ley comn, y mucho
ms a la hora de dar vigencia a la exclusin de la autocontradiccin y de la
obsolescencia constitucional.
En el campo propio de la ciencia jurdico-penal es urgente revertir esta
tendencia en la actual hora del mundo y en particular en nuestros pases. La
urgencia de adecuar nuestra ciencia jurdico-penal como proyecto de jurisprudencia a nuestra naturaleza de estados constitucionales de derecho resulta del increble y creciente avance arrollador del poder punitivo y de su consiguiente tendencia a liberarse de los controles jurdicos que amenaza con acabar
con todas las conquistas de la modernidad en materia de respeto a la dignidad
de la persona y a su propia existencia, invocando una pretendida posmodernidad penal, que no es ms que un retroceso a la premodernidad, en nombre de
la eterna invocacin de la razn de estado.
La razn de estado se racionaliza siempre en nombre de pretendidas necesidades pblicas edificadas sobre emergencias que amenazan la existencia del
propio estado o de bienes de la ms alta jerarqua y, en general, la vida humana.
Estas emergencias legitiman excepciones que, invariablemente, se normalizan.
Este ha sido el mecanismo por el cual el poder punitivo se liber de todo control jurdico a lo largo de los ltimos ochocientos aos, que son los que lleva
de existencia en nuestra civilizacin. De este modo se establecieron todas las
inquisiciones en los siglos premodernos y los retrocesos inquisitoriales terrorficos del siglo pasado.
Cada emergencia se atribuye a un enemigo y la excepcin sirvi para
descontrolar al poder punitivo que lo aniquilara, en forma tal que cada uno de
estos pretextos que pretendan salvar a la humanidad acabaron en los peores
genocidios de la historia. Cada una de las emergencias hizo saltar por el aire
al estado de derecho y liber un poder punitivo que culmin cometiendo una
matanza o genocidio en sentido amplio (no siempre en el limitado concepto
jurdico internacional), curiosamente ignorados por la criminologa.
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EUGENIO R. ZAFFARONI
Cuando algunos riesgos se exaltan hasta la paranoia, es claro que con ello
se nos distrae, se nos obliga a concentrar nuestra atencin en ellos y, de este
modo, se nos ocultan o minimizan otros. Valga mencionar lo que nos sucede en
este momento: se nos alimenta al mximo el riesgo ante las enfermedades y la
delincuencia en cualquiera de sus formas, con lo cual pasa a segundo trmino
el peligro de un poder punitivo liberado de todo control y camino del genocidio, como tambin los de una economa que privilegia la especulacin por
sobre la produccin y la acelerada devastacin del planeta que genera dudas
acerca de la posibilidad de subsistencia de la vida humana en su superficie.
Qu ha logrado la guerra al terrorismo? Hasta el presente no ha sido
capaz de detener nada. Unas miles de vctimas de crmenes masivos y aberrantes en Europa y Estados Unidos han sido motivo suficiente para arrojar por la
borda los valores por cuya vigencia esos mismos pases sacrificaron millones
de vidas humanas en la ltima Guerra Mundial. Los pases rectores en la defensa de estos valores, que merecen todo el respeto por el enorme sacrificio que
hicieron para ello, tomaron prestado del derecho penal el concepto de prevencin y lo aplicaron a la guerra (la guerra preventiva), mundializando la vieja
doctrina colonialista de la seguridad nacional, cuyas consecuencias conocimos
bien de cerca en Sudamrica.
Agencias de pases con gobiernos y tradicin democrtica y polticamente liberal, han terminado cometiendo secuestros, desapariciones forzadas, torturas, entrega de prisioneros para ser torturados (renditions), instalando centros
de detencin clandestinos (en Polonia y en Rumania), conspirando sus gobiernos legtimos para ocultar los delitos de sus agencias, todo lo cual est perfectamente verificado (vanse sino los informes Marty del Parlamento Europeo),
para terminar en una guerra de destino an incierto y cuyos objetivos para nada
parecen ser los declarados. Los gobiernos democrticos de los pases seeros
abdicaron de su autoridad moral, con riesgo de los valores que ensearon al
mundo.
Sin embargo, al mismo tiempo y bajo amenaza expresa de sanciones financieras, organismos en los que estos pases son hegemnicos han chantajeado a nuestros gobiernos a travs de burcratas internacionales que de
este modo justifican sus altos salarios para que sancionsemos leyes antiterroristas, como si no existiesen los homicidios calificados, la instigacin y la
complicidad, la tenencia de explosivos y armas en nuestros cdigos.
III.
La otra fuente de emergencia por la que avanza la liberacin del control
del poder punitivo es el crimen organizado, pseudoconcepto de origen periodstico que en ltimo anlisis no es otra cosa que criminalidad de mercado, o
sea, la oferta de servicios ilcitos en los agujeros de prohibicin del mercado
nacional e internacional.
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EUGENIO R. ZAFFARONI
especulativo a diferencia del productivo no es manejado por sus propietarios, sino por tecncratas a los que se exige eficacia, entendida como la obtencin de la mayor renta en el menor tiempo, so pena de retirarle la confianza y el
capital y entregarlo a otro con mayor habilidad para tal objetivo. Esto da lugar
a que, progresivamente, vayan cayendo todas las barreras ticas (y an legales)
en la economa supuestamente lcita, lo que genera zonas muy grises en que la
licitud no es precisamente lo que queda ms claro.
Una zona especialmente gris en medio de esta general confusin est
dada por el reciclaje o blanqueo de dinero, que es otro de los tantos servicios
ilcitos, progresivamente sofisticado, si no en parte aceptado con general indiferencia en los llamados refugios fiscales, pblicamente conocidos. Pocas
dudas parecen quedar acerca de que esta indiferencia por as llamarla indica que la masa dineraria que produce la criminalidad de mercado cumple una
funcin macroeconmica mundial, pues de otro modo carece por completo de
explicacin.
IV.
La tercera fuente de miedo en el mundo que construye la comunicacin
masiva es la delincuencia urbana comn o callejera. Si bien da lugar a una liberacin relativamente limitada del poder punitivo, es ampliamente explotada
por la demagogia vindicativa en cuya prctica ha alcanzado un alto grado de
perfeccionamiento la comunicacin social adecuada a la poltica regresiva en
materia de libertades y garantas desarrollada por los Estados Unidos a partir
de las administraciones republicanas, concretamente a partir de 1980.
Los procuradores electos en los estados de los Estados Unidos fueron
los primeros creadores de la demagogia vindicativa y los inventores de las
vctimas-hroes a medida que usaban sus cargos para lanzarse a la poltica
partidista. Ellos individualizaron como los principales enemigos a los jueces,
acusndolos de obstaculizar sus guerras contra el crimen. Pero esta despreciable demagogia se mantuvo contenida en los estados hasta que varios hechos
polticos (derrota en Vietnam, fracaso de la tentativa de liberar a los rehenes
en Irn, etc.), provoc el desprestigio de los organismos federales y permiti
el ascenso de los gobernadores a presidentes (a partir de Reagan todos fueron
ex-gobernadores hasta Obama que rompi la cadena, salvo Bush padre, que
provena de la CIA). De este modo la demagogia vindicativa se traslad al
gobierno federal.
El resultado fue un desplazamiento de recursos de los planes sociales
al sistema penal, con un inaudito crecimiento del sistema penal que llev a
los Estados Unidos a ser hoy el pas con el ndice de prisionizacin ms alto
del mundo, superior al triste lder tradicional, que siempre haba sido Rusia.
Hoy pasaron largamente los dos millones de presos y otros tres millones controlados penalmente en libertad, cuando durante ciento cincuenta aos haban
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EUGENIO R. ZAFFARONI
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Entre los muchos presos de cualquier prisin latinoamericana encontraremos siempre muy pocos condenados. Entre el 70 y el 90% de los presos de
nuestra regin se hallan en prisin preventiva o cautelar. Slo en caso de penas
muy largas hay condenados cumpliendo los restos de sus penas del cdigo penal en las prisiones, todos los dems cumplen una pena impuesta por el cdigo
procesal. Los ndices de prisionizacin de nuestros pases no dependen de la
cuanta de las penas del cdigo penal, sino de la regulacin de la prisin preventiva o cautelar (o de la excarcelacin) del cdigo procesal penal. El discurso jurdico ha disfrazado de muchas formas en general no muy creativas el
archivo definitivo del principio de inocencia.
Si bien es cierto que el discurso penal siempre es peligrosamente perverso, en nuestros sistemas penales el mximo de perversin lo aporta el discurso
procesal penal. En nuestra realidad procesal se condena con el mero indicio
y a veces con la mera sospecha subjetiva basada en el estereotipo que basta para fundar un auto de procesamiento o de prisin preventiva. La verdadera
sentencia condenatoria es este endeble auto de prisin cautelar, en tanto que la
sentencia formal asume la funcin de una revisin extraordinaria.
No existe institucin alguna en que la perversin discursiva penal sea ms
clara que en el proceso penal latinoamericano. El derecho de ejecucin penal
casi es una utopa, pues opera nicamente en unos pocos casos en los que se
ejecutan restos de penas muy graves. La regulacin procesal de la prisin preventiva se trag a las penas del cdigo penal y a la consiguiente legislacin de
ejecucin penal. Bajo la forma de ley procesal, el derecho procesal se comi al
penal y al ejecutivo.
En tiempos recientes se ha desatado un escndalo en la doctrina europea
con motivo del llamado derecho penal del enemigo. Sin desconocer el peligro
que implica el concepto mismo y que debe fundar su rechazo absoluto, lo cierto
es que lo que se propone respecto del enemigo en Europa, sin perjuicio de que
sabemos que siempre se empieza de este modo y luego salta todos los lmites,
no es nada alarmante para nosotros, porque lo hacemos cotidianamente. Se
propone someter al enemigo a medidas de contencin o seguridad. Esto es lo
que, desde siempre, hacemos en Amrica Latina respecto de todo sospechoso.
Nuestra prctica frente a cualquier sospechoso que corresponda al estereotipo
de nuestras clases subalternas, es nada ms ni nada menos que de derecho penal del enemigo.
Desde hace algunos aos se vienen sancionando reformas procesales que
pretenden poner fin a este fenmeno de inversin del sistema penal, aunque
no parecen haber tenido mucho xito. Se trata de reformas marcadas por el
modelo de los Estados Unidos que le han permitido llegar a la ya mencionada
tasa de prisionizacin. Aunque en nuestra regin no ha tenido mucho xito, en
los Estados Unidos es verdad que les permitieron abatir su porcentaje de presos
sin condena. Qu fue lo que hicieron y lo que ahora pretenden que hagamos
nosotros? Muy simple: condenaron a todos los sospechosos.
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EUGENIO R. ZAFFARONI
Para hacerlo instrumentaron un mtodo muy expeditivo y sencillo al mismo tiempo: en lugar de mantenerlos como procesados hasta el juicio y la sentencia, decidieron suprimir el juicio y condenarlos con los mismos endebles
elementos con que fundaban el auto de procesamiento. Para eso se procede a
extorsionar al procesado, que se aviene a una pena algo ms leve o enfrenta
a un jurado que con casi absoluta seguridad lo condenar a una pena ms grave.
Cmo funcionara esto en nuestra regin? De una manera similar. Los
juicios orales son caros, para los jueces son tremendamente aburridos y extenuantes, no agilizan las sentencias sino que las demoran, los tribunales de juicio oral suelen colapsarse. Basta con que los jueces condenen en un porcentaje
alto a veces siempre para que los defensores opten prudentemente por
aceptar la negociacin con el acusador y prescindir del juicio, llegando a la
condena con el procedimiento abreviado, es decir, que se abrevia mediante la
eliminacin del juicio.
Realmente, nos hallamos ante el mximo de perversin del discurso jurdico latinoamericano: estos cdigos se presentan ante la opinin jurdica y
pblica de nuestros pases como la consagracin del principio acusatorio ms
puro, y por cierto regulan un juicio oral bastante aceptable, pero a rengln
seguido lo suprimen y acaban en un proceso sin juicio, o sea, en lo ms inquisitorio que puede imaginarse.
Desafo a cualquier previsin del juicio oral, contradictorio, acusatorio,
etc., a que a dos o tres aos de su vigencia alguien me diga cuntos juicios orales se han hecho y si el nmero de stos tiende a crecer. Veremos que casi todo
se resolver por el eufemsticamente llamado procedimiento abreviado, que el
nmero de juicios orales ser ridculamente nfimo en comparacin con ste,
que tender a disminuir y que en casi todos los casos de juicio oral los procesados sern condenados. Clara y simplemente, llegamos a un proceso penal sin
juicio, instaurado con el pretexto de garantizar el juicio.
Se trata de la ms perfecta consagracin del principio inquisitorio, pues el
procesado se ve forzado a confesar su culpabilidad, porque de lo contrario es
amenazado con una pena ms grave o con una permanencia mayor en la prisin
si es que su cautelar lo acerca a la pena que le ofrece el acusador. La diferencia
con el inquisitorio tradicional de la edad media es que no se lo fuerza mediante
tortura, sino mediante amenaza de penas ms prolongadas. Adems, como en
el acusatorio las pruebas las rene el acusador (ministerio pblico), se invoca
el acusatorio para condenarlo con las mismas pruebas que ste ha reunido para
fundar la prisin preventiva, o sea que, en definitiva, se cumple una formalidad
para que la prisin preventiva pase a ser sentencia condenatoria.
De este modo y aunque an no haya dado los resultados esperados
hemos alcanzado el ms alto grado de hipocresa jurdica. El discurso jurdico
ha cado a su ms bajo nivel de degradacin. La manipulacin con la que se
disfraza de acusatorio el inquisitorio y se proclama voluntaria la confesin del
procesado que pide su propia pena es comparable a las expresiones jurdicas
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con que en la edad media se ocultaba la tortura y se deca que las procesadas
admitan voluntaria y hasta espontneamente su culpa, como lo denunciaba en
1631 el jesuita Spee en su Cautio criminalis, adelantando las crticas de Beccaria en ms de un siglo.
VII.
En sntesis, nos hallamos ante una gran crisis que no es penal ni procesal, quiz tampoco constitucional siquiera, sino que es directamente poltica y
civilizatoria.
Son los valores de la modernidad, centrados en la dignidad de la persona,
los que estn siendo desconocidos y degradados.
La edad media no slo no parece haber terminado sino que rebrota con
fuerza.
Se nos controla mediante el miedo, se nos construye una realidad que nos
amenaza con el terrorismo, que sirve de pretexto para generar guerras que causan ms vctimas inocentes que el propio terrorismo.
Se nos amenaza con la criminalidad de mercado y se incide sobre ste
para concentrar y potenciar las empresas criminales y debilitar las instituciones
estatales.
Se nos amenaza con la criminalidad comn y se la reproduce en crceles
que se degradan en campos de concentracin. Perdimos la certeza acerca de lo
prohibido con legislaciones caticas, al grado que ningn catedrtico de derecho penal puede tener la certeza de que dispone de todas las leyes penales de
su pas.
Tenemos un proceso penal que ejecuta penas antes de la sentencia. Ahora
pretendemos resolverlo con el ltimo grito de la moda importado de los Estados Unidos: suprimiendo el juicio y vendiendo esta aberracin como la realizacin del proceso contradictorio y acusatorio, cuando en realidad no hemos
hecho ms que montar una mquina de condenar a fuerza de extorsin y con la
sola voluntad del investigador y acusador.
El avance del poder punitivo autonomiza a las agencias ejecutivas que
ponen sitio y amenazan al poder poltico.
Los polticos estn presos del discurso nico de medios de carcter vindicativo demaggico: o se pliegan a ste o son estigmatizados como responsables de la criminalidad.
Los jueces son exhibidos como cmplices de los delincuentes cuando
asumen sus deberes constitucionales.
Es decir, vivimos el ms marcado retroceso de los derechos humanos desde la posguerra.
En esta coyuntura difcil, la ciencia jurdica constitucional y penal se
halla ante una encrucijada: puede optar por un camino idealista, normativista,
ignorando la realidad del mundo so pretexto de una supuesta condicin aspti-
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EUGENIO R. ZAFFARONI
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ral de la responsabilidad y el castigo. Se aplica tanto a las pequeas transgresiones legales como a los ms grandes crmenes. Telford Taylor, Fiscal General
en Nremberg, expres este criterio al comienzo de los juicios ms notorios y
debatidos del siglo XX. Taylor declar que la justa persecucin criminal exige
algo ms que una transgresin legal, especialmente la pertenencia a un grupo
poltico o a una organizacin criminal como la SS o los Einsatzgruppen2. La
persecucin penal de los jerarcas nazis y los industriales, mdicos y altos funcionarios polticos alemanes, deba apoyarse tambin en la violacin de algn
deber moral sustantivo3. Solemos coincidir con esta opinin. Por lo general,
consideramos que es condicin necesaria para la justicia de un castigo que,
en razn de lo que hizo, quien lo padece es acreedor a una condena moral de
acuerdo con algn criterio vigente. De esta manera, impugnamos cualquier
castigo si consideramos que el agente no merece nuestro reproche. Aunque
objetemos las formas que puede asumir este castigo en diferentes sociedades,
abogamos para que quienes burlan nuestros principios reciban su merecido.
Reclamamos as el castigo de aqullos que infringen la dignidad y los derechos de otros, declaramos que actos semejantes deben ser castigados y nos
vemos defraudados si esto no ocurre. La respuesta mundial a las violaciones
de derechos humanos durante las ltimas dcadas ha puesto ms que nunca en
evidencia este anhelo generalizado.
La condena y el castigo son, en efecto, temas arraigados en cada comunidad a pesar de que o a lo mejor, precisamente, porque en su misma
raz, mantienen vigencia los grandes dilemas y misterios que encierra la moral.
Uno de estos enigmas consiste, precisamente, en el motivo por el cual es para
nosotros tan importante que ciertos transgresores terminen castigados. Es cierto que hay tambin abolicionistas, especialmente entre los acadmicos. Estos
sostienen que el castigo es verdaderamente injustificable y que, por lo tanto,
l no comporta otra cosa que un mal ms a erradicar. Yo pienso que cabe pre2 Pienso que esta tesis ha sido desbaratada en los ltimos tiempos por la influencia anglosajona de la felony murder rule y por la doctrina continental de la empresa comn ya que
ambas doctrinas sostienen que, para ser responsable por un resultado cualquiera, basta formar
parte de un grupo orientado a la violacin de derechos fundamentales. En contra de los postulados fundamentales del tradicional principio de culpabilidad, bastara ser el cocinero de los
guardias de un campo de exterminio para ser hecho responsable de los asesinatos que perpetran
los ltimos. En cuanto a este punto, y con especial referencia al caso de Ivan Demejuk (Ivan
el terrible), le estoy agradecido a Lawrence Douglas, de Amherst College, por la excelente
presentacin en un curso en el verano del 2010 en la Universidad Von Humbold, Berln, en el
que ambos enseamos.
3 Ver Taylor, Telford, Selection of Defendants, en Final report of the Secretary of the
Army on the Nuremberg war crimes trials under control council law No. 10, Washington D.C.,
15/8/1949, ps. 73-85 (Library of Congress, Catalog Card No. 97-72142; reimpreso en William
S. Hein & Co., Inc., Buffalo, Nueva York, 1997). Es cierto, no obstante, que la nocin de alta
moral fue muy ampliamente interpretada. La condena de Ernst von Weiszcker, ex Secretario
de Relaciones Exteriores, consider que la falta moral del nombrado haba consistido en no
declarar su oposicin al rgimen. Ms concretamente, por no hacerle conocer su opinin a los
funcionarios de la SS que lo entrevistaron en alguna oportunidad (ps. 84-85).
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ms amplio, de modo tal que la mente y el cuerpo que ejecutan el acto aparezcan como meros mecanismos que obedecen a las leyes de la necesidad.
La llamada idea libertaria, por oposicin al determinismo, defiende la
idea segn la cual la circunstancia de ser autnomos nos fuerza a aceptar que
nuestros actos no son susceptibles de explicaciones causales7. Ni el determinismo optimista ni el indeterminismo resultan satisfactorios. Las objeciones que
ambos desatan conducen al dilema que he sealado y que se cifra en la siguiente alternativa: el primer cuerno del dilema, el del determinismo, permite hacer
inteligibles nuestros actos a travs de explicaciones causales. Si son satisfactorias, estas explicaciones tienen que arrancar de procesos que anteceden a la
accin por la sencilla razn de que apuntan a explicar esta misma accin. Estos
procesos nos imponen, sin embargo, el costo de negar nuestra autonoma. El
determinismo implica que nuestros actos son nada ms que un tramo no el
origen de eventos exteriores a nosotros8. En lugar de darles origen con un
acto de voluntad (espontnea), nuestra accin, por as decirlo, ya est inserta
en este proceso. Para esta versin no somos, en realidad, agentes ejecutores de
acciones sino que lo que hacemos es el resultado de acontecimientos que nos
involucran.
El segundo cuerno radica entonces en que, para superar la objecin que
acabo de sealar, podemos afirmar que somos el origen mismo de los cursos
causales que se derivan de nuestra accin. Pero cuando explicamos lo que movi al agente a hacer lo que ste hizo, sumergimos a este agente en un desarrollo causal que precede a su voluntad y del cual la ltima es solamente un segmento. Quien acta de acuerdo con esta idea deja de ser, en rigor, un verdadero
agente para transformarse en una pieza de cursos causales precedentes. De esta
manera, para mantener nuestra condicin de agentes, nos vemos tentados a negar la necesidad de reconducir el proceso causal a instantes anteriores a nuestra
intervencin. Slo podemos defender la idea de nuestra autonoma si partimos de la base de que los acontecimientos que nos adjudicamos se originan
en nuestra misma voluntad. Si esta suposicin permite salvaguardar nuestra
autonoma, sto es a expensas de omitir explicar cmo es que terminamos por
hacer lo que hicimos. Nuestros actos habrn dejado as de ser inteligibles. Advirtase entonces, que es difcil defender el indeterminismo porque un evento
que no podemos explicar causalmente no es en realidad tampoco la expresin
de nuestra autonoma. Es, ms vale, slo un hecho arbitrario, caprichoso, sin
sentido9. Por esto, porque la causalidad es para nosotros el punto de partida
para explicar los procesos de cambio, ni el determinismo optimista ni el inde7 Robert
Nozick intenta hacer persuasiva esta idea, ver Nozick, Robert, The nature of
rationality, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1993, p. 72.
8 Nagel, Thomas, The problem of autonomy, en OConnor, Timothy (ed.), Agents,
causes and events, Oxford, 1995, ps. 33-42.
9 Ver Dennet, Daniel, Giving libertarians what they say they want, en OConnor,
Timothy (ed.), Agents..., cit., ps. 43-55.
32
10 Ver
Nagel, Thomas, The problem..., cit., ps. 33-42 y Dennet, Daniel, Giving
libertarians..., cit., ps. 43-55.
11 El texto original corresponde con la presentacin de Peter Strawson en la Academia
Britnica en 1963. El trabajo fue publicado en diversos lugares. Yo he consultado los textos
publicados en Strawson, Peter, Freedom and resentment, en Fischer, John Martin - Ravizza, Mark (eds.), Perspectives on moral responsibility, Cornell University Press, Ithaca, NY,
1993, ps. 45-66 y Watson, Gary (ed.), Free will, Oxford, NY, 1982, ps. 59-80.
12 Uso el trmino voluntario en un sentido amplio y lo uso aqu como contrapartida de
la coercin y el error.
33
1. En primer lugar, nuestras acciones, tal y como las conocemos, son susceptibles de ser explicadas en trminos causales. El determinismo es, as, verdadero.
2. En segundo lugar, tal y como nos relacionamos con otros, damos por
descontado que resulta con frecuencia justo reprochar, reprobar y condenar a
estos otros o lo que hacen.
Si estamos de acuerdo con la primera premisa, se tratar, cabe advertir, de
deterministas optimistas y pesimistas segn si aprueba la segunda. Los optimistas lo hacen; los pesimistas la rechazan. El tema de Freedom and Resentment
es entonces superar a los pesimistas, y para quienes, reitero, si aceptamos la
validez de las explicaciones causales, debemos entonces renunciar a la nocin
de responsabilidad moral: si actuamos de acuerdo con las reglas de la causalidad es porque no gozamos de la facultad de optar. Porque no podemos optar, no
hay una base sobre la cual apoyar nuestra responsabilidad. Esto ltimo quiere
decir que hasta ahora no se ha establecido que determinados procesos causales
encuentran en realidad su origen en nuestra propia autonoma13. Respecto de la
idea de actuar libremente, podramos suponer que, si la autonoma no existiese, la nocin misma de responsabilidad estara, como lo sugiriera, apoyada en
una nube de humo. Adelanto que la idea de Strawson consiste en comprobar
la medida en que las relaciones interpersonales, tal y como las concebimos,
se basan en considerarnos unos a otros responsables por nuestra conducta. Lo
cierto es que si no admitisemos la responsabilidad que nos cabe como agentes
segn prcticas aceptables nos veramos obligados a deshacernos de una
cantidad de otras prcticas tan cotidianas como familiares. A modo de ejemplo,
tengo en mente la censura, el reproche, la desaprobacin y la condena. Pero
si estas prcticas no fuesen justificables, tampoco lo sera agradecer, elogiar y
encomiar. La consecuencia es que no podramos justificar la construccin de
tribunales y crceles pero tampoco deberamos, si fusemos consistentes, erigir
monumentos a nuestros hroes ni premiar esfuerzos valiosos. Tanto la primera
como la ltima los pesimistas deben por fuerza reconocer se asientan en
la nocin de que lo que hicimos fue producto de nuestra autonoma. Y si actuar
mal se desprende de nuestra mala voluntad, no hay razn para sostener que no
lo es, en cambio, actuar en bien de los dems. Por qu la diferencia?; Qu
sentido puede tener agradecerle a alguien sus obsequios si nuestro benefactor
actu con una pistola en la sien? Hay acciones que suscitan emociones reactivas: resentimiento e indignacin. Hay otras, en cambio, que despiertan nuestros elogios y agradecimiento. Pero la condicin necesaria para el nacimiento
y evolucin de estas emociones, el marco en que ellas ocurren, se sostiene en
13 Dejo de lado aqu la tesis indeterminista, para la cual los procesos causales desencadenados por nuestras acciones comienzan con un acto de voluntad, una decisin (respecto de
este tema, ver Williams, Bernard, How free does the will need to be?, en Making sense of
humanity, Cambridge University Press, Cambridge, 1995, ps. 3-21).
34
35
resulta convencionalmente legtimo que por lo menos uno de los sujetos objetive al otro. Esto significa que no se toma realmente en serio las razones en
que el otro apoya sus proposiciones. El caso del psiquiatra, el experto en tests,
el encuestador y cierta clase de docentes. Estos individuos estn autorizados a
examinar lo que hay detrs de las razones que le ofrece su interlocutor en lugar
de limitarse a aceptar o rechazar estas razones. Este proceso exige que uno de
los participantes suspenda sus emociones reactivas respecto del otro y para
esto es necesario mantener al ltimo fuera del alcance de las expectativas del
primero. El primero observa al ltimo, por ejemplo, como un objeto de estudio, alguien cuya conducta debe entender. Las consecuencias de esta distincin
entre relaciones internas y externas son vastas.
Mantenemos con alguien una relacin interna cuando esperamos respecto
de ella observancia de normas morales y reglas de cortesa de manera que nos
resiente o indigna la transgresin de estas reglas. Precisamente, por carecer de
estas expectativas, no nos conmueve, en cambio, lo que hacen aqullos con
respecto de los cuales nos vinculan relaciones del segundo tipo, esto es, externas. El hecho de que quien me afecte con sus actos sea un nio o alguien presa
del terror puede provocarme incomodidad, desagrado y hasta sufrimiento. Pero
estas emociones son diferentes del resentimiento y la indignacin. En ltimo
caso, nuestro entendimiento de alguien o de su acto es un juicio caractersticamente moral15.
La distincin entre relaciones internas y externas apunta al hecho de que
las primeras se originan entre quienes se perciben unos a otros como agentes
dotados de autonoma y esto le confiere a sus acciones la jerarqua moral de las
propias. Son relaciones internas porque no observamos a estos actores con la
objetividad y distancia con que lo hacemos respecto de alguien cuya conducta
slo intentamos explicar, de modo que nos empeamos en lograr que, en la medida de lo posible, esto ocurra ms all de la interferencia de nuestras emociones. Una persona visiblemente loca o un nio pueden importunarnos, daarnos
e infligirnos sufrimientos de considerable magnitud. Lo que no hacen si los
contemplamos como locos y nios es provocarnos rencor, resentirnos, indignarnos. Los hemos tomado, de alguna manera, simplemente como objetos en
el sentido en que los psiquiatras toman a sus pacientes. Algo diferente ocurre
con las relaciones internas.
A diferencia de lo que nos ocurre con respecto de alguien cuya voluntad
se nos muestra limitada, que se vea, por lo general, de alguna manera incapacitado, las relaciones personales perceptiblemente libres resultan ms complicadas. Cuando nos afectan negativamente, los actos intencionales o desaprensivos de estas personas desencadenan en nosotros resentimiento e indignacin.
A diferencia de la indignacin, Strawson llama resentimiento a la emocin que
experimenta la vctima esto es, quien se ve, en un sentido amplio pero direc15 Strawson,
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37
quienes piensan que una tesis como la que presento no demuestra nuestra autonoma y que, en ausencia de esta demostracin, condenar y censurar carecen
realmente de justificacin. stos insistirn en que su objecin no se ve neutralizada por el hecho de que las prcticas sean muy caras a nuestras costumbres
y tradiciones o que abandonarlas es poco menos que imposible. Esto no significa entonces, reiterara el pesimista, que es justificable condenar a otros. Para
refutar la tesis de Peter Strawson, Galen Strawson adopta un camino de este
tipo17. Los argumentos de los pesimistas, afirma G. Strawson, se mantienen tan
firmes como al principio. Freedom and Resentment se basa en nuestras relaciones interpersonales y stas, es cierto, dan origen a las expectativas que Peter
Strawson ha identificado como emociones reactivas. Pero aceptar la realidad
de estas emociones no es equivalente a justificarlas. A nosotros nos interesa la
autonoma de aquellos agentes con quienes mantenemos relaciones internas.
El intento de ponerle punto final a la cuestin a travs de las emociones
que suscita nuestra percepcin de lo que le ocurre a otro implica desplazar
el problema en lugar de resolverlo18. A nosotros nos preocupa la libertad del
agente y este es el centro de gravedad relativo a si somos responsables. Peter
Strawson ha desviado del agente a los procesos que tienen lugar en la mente de
quien interacta con l. Pero esta critica no derrota de manera alguna la tesis
de Peter Strawson.
Lo que es dable entender de la crtica de Galen Strawson es que resulta
irracional censurar, reprochar y condenar y que, en consecuencia, deberamos
optar seriamente por suprimir estas actitudes. Pero, y aqu la cuestin, no deberamos contentarnos entonces con suprimir estas prcticas sino tambin las
emociones y sentimientos que les subyacen. Hay, detrs de stas, emociones
racionales: si afirmamos admirar a alguien tenemos que ofrecer razones para
hacerlo. Para ser consistente, un pesimista est compelido a sostener que todos
actuamos como el loco, el nio o el que siente el filo del pual amenazador en
la garganta. La nica diferencia es que la limitacin de los ltimos es visible
a muchos mientras que esta visibilidad no lo es en los dems casos. Pero esto
no implica que sean justificables las emociones reactivas a las que, por consiguiente, deberamos tambin eliminar. El problema surge de que, con este mis17 Strawson, Galen, On freedom and resentment, en John Martin - Ravizza, Mark
(eds.), Perspectives..., cit., ps. 67-100. Galen Strawson hace hincapi en que la idea de Peter
Strawson est basada en un modelo interactivo. Para que ste sea vlido, es necesario un alter,
otro, respecto de quien mantenemos cierto compromiso. Galen Strawson refuta esta idea sobre
la base de que nuestro autntico compromiso es con el yo. Cada agente lo tiene consigo
mismo y no como aparece enfatizado en Freedom and resentment. Esta crtica me parece insubstancial porque el tema central es hasta aqu el de responsabilidad por cosas que hacemos y
es poco menos que imposible hacer nada que no tenga una relacin inmediata con terceros. Son
terceros quienes confan en nosotros y quienes depositan tambin en nosotros sus expectativas.
La confianza en uno mismo se refiere siempre a como vamos a ingenirnosla para triunfar
entre otras personas. Ni la idea de compromiso ni las otras de confianza y expectativas tienen
mayor sentido si no pensamos en un mundo interactivo.
18 Strawson, Galen, On freedom..., cit.
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39
una parte importante de nuestra identidad individual y colectiva. Es en definitiva impensable prescindir de ellas y pretender tambin convivir cuerdamente
y es esto lo que neutraliza la objecin metafsica.
III.
Hasta aqu, la explicacin ha llegado al siguiente punto: nos resiente el
hecho de que las acciones de otros a quienes percibimos como agentes autnomos transgredan nuestras reglas y principios y frustren las expectativas que
emergen de estas reglas y principios. Llamamos a stas emociones reactivas
y, como dije, son el resentimiento y la indignacin. Pero hay un cmulo de
emociones reactivas como despreciar y rechazar, elogiar, agradecer y encomiar. Con relacin a nuestros propios actos, existen las llamadas emociones
evaluativas como en el caso del orgullo, la culpa y remordimiento. Ciertos
autores distinguen entre diferentes emociones morales reactivas y reducen su
universo a lo que P. Strawson llama indignacin y culpa, este es el caso de R.
Jay Wallace20. Es necesario reparar en que muchas de nuestras emociones no
slo dan origen a razones sino que se basan en razones ellas mismas. Si pregunto a alguien por qu admira o aborrece a alguien, consideraramos irracional de su parte que respondiese que no conoce esa razn. No sera irracional
que esta persona me diese la misma respuesta si le pregunto por qu le tiene
miedo a las alturas o a quedar encerrado por unos momentos en un ascensor
con puertas hermticas. En lo esencial, estos autores distinguen entre aqullas
emociones que se originan en acciones que transgreden nuestra idea de lo
bueno y aqullas que contradicen nuestra nocin de lo correcto. Mientras
son nuestros deseos los que definen lo bueno, lo correcto designa el objeto de
nuestros deberes. Hacer lo correcto es, entonces, cumplir con stos ltimos. Lo
bueno identifica nuestras preferencias, cualquiera sea su origen y naturaleza.
Ellas pueden ser tanto impersonales como auto-centradas. Mientras el resentimiento es auto-centrado, la indignacin es impersonal. Se resiente, conforme
al sentido que le doy a esta palabra, aqul que padece las consecuencias de la
transgresin. La indignacin surge en aquel que experimenta aversin hacia
la transgresin a pesar de no verse directamente afectado por sus consecuencias. Lo correcto, en cambio, se vincula slo con el punto de vista impersonal.
De esta manera, de las emociones relevantes para P. Strawson, esta tesis slo
incluye expectativas basadas en lo correcto21.
20 Wallace, R. J., Responsibility and the moral sentiments, Harvard University Press,
Cambridge, Massachusetts, 1994, ps. 84-109.
21 Ver Wallace, R. J., Responsibility..., cit., ps. 25-55, donde distingue, por un lado,
entre emociones reactivas y no reactivas; por el otro, entre emociones reactivas que surgen de
contradecir lo bueno y aqullas que surgen, en cambio, de infringir expectativas basadas en lo
correcto.
40
41
Retomo aqu el tema de las emociones reactivas con relacin a la conclusin de que resulta plausible construir la nocin de comunidad en sentido
normativo sobre la base de cierta exigencia impersonal de que los individuos
respeten principios y reglas. Quiero tomar como punto de partida a la indignacin dando sus caractersticas centrales: 1. La irrelevancia de la identidad
de la vctima: alguien experimenta indignacin con independencia de quin
resulte ser el que sufre la accin o sus consecuencias en carne propia. Podemos experimentar indignacin frente a un hecho que perjudica a alguien que
aborrecemos; 2. Que esta transgresin y la indignacin que suscita motivan un
juicio que condena (o reprocha) el hecho y, 3. Que, quien emite el reproche,
condena, etc., est dispuesto a justificar su juicio mediante la apelacin a una
razn impersonal. Con otras palabras, C y D experimentan indignacin cuando
A transgrede (el principio moral P) (o la regla moral R) no porque C y D hayan
padecido las consecuencias directas de A o de algn curso causal derivado de A.
Puede afirmarse as la existencia de una comunidad en el sentido normativo que he esbozado cuando un conjunto suficientemente amplio de personas
cree en la vigencia de una cantidad (tambin suficiente) de Ps (y Rs) de manera
que su transgresin les cause indignacin. Dems est decir que esta acepcin
emotiva-normativa de comunidad no excluye otras tantas descripciones sociolgicas y antropolgicas. Pero, advirtase, P y R sern insuficientes para
conformar una comunidad si su transgresin no causa indignacin. En este
ltimo caso, decimos que los juicios que estos individuos emiten slo expresan
opiniones auto-interesadas. Es muy probable que, de todos aquellos juicios que
emiten los habitantes de Buenos Aires sobre lo que debemos hacer en tal o cual
situacin, slo algunos son propiamente morales. Cuando la desaprobacin o
condena no obedecen a ciertas emociones reactivas y que llamo genricamente
indignacin, es porque estn desprovistas de la indispensable conexin de
sinceridad25: Qu barbaridad; le rob la billetera del bolsillo!. Puede expresar tanto una afirmacin moral como auto-interesada o prudencial. Sern
prudenciales (auto-centradas) cuando no se apoyan en la indignacin. Esta es
la versin emotivista en sentido limitado que he defendido.
En Buenos Aires, por ejemplo, todos conocen la existencia de reglas legales vlidas que obligan a los residentes a pagar impuestos proporcionales a los
ingresos anuales. Son pocos, sin embargo, quienes experimentan indignacin
cuando observan la infraccin de estas reglas. En este caso, quien rechace un
hecho semejante, no habr emitido propiamente un juicio moral. Por ejemplo
aqul que considere que es bueno condenar al infractor de R por razones autoreferentes, como lo son el temor al ridculo, el deseo de preservar la propia
imagen o la preocupacin que ocasiona una posible desventura; le faltar esa
25 Williams, Bernard, Morality and the emotions, en Problems of the self, Cambridge
University Press, Cambridge, 1973.
42
43
44
28 Williams,
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reactivas a las que apela P. Strawson tienen que estar presentes en el caso de
juicios morales tales como la expresin de censura, condena y reprobacin
moral.
2. La tesis de Strawson se basa en la justificacin de la responsabilidad
moral a partir de ciertas emociones vinculadas con el acto de inculpar y con la
experiencia de la culpa. El hecho de culpar no slo es explicable sino susceptible tambin de justificacin dada la naturaleza de nuestras relaciones internas,
de las expectativas que generan stas y de la transgresin de ciertas reglas
implcitas y explicitas que nacen de y rigen estas relaciones. Es importante destacar, no obstante, que la tesis ha dejado de lado, casi por completo,
toda consideracin a otra emocin que rige nuestras relaciones y que llamamos
vergenza. No intento suplir esta omisin pero s creo oportuno destacar que,
a lo mejor, el examen de la vergenza conducira a una conclusin diferente.
Detrs de la idea de culpar y la culpa yacen las de autonoma, transgresin y
castigo; la vergenza, en cambio, nace del fracaso en lugar de la violacin de
una regla o principio y la sancin no es el castigo sino el rechazo y el desprecio.
A diferencia de la culpa, la vergenza no presupone la autonoma. El suicidio
de Ayax es consecuencia de que los dioses desviasen su accin de modo que,
en lugar de atacar a los aqueos, le hubiese dado muerte a un rebao de ovejas y
a algunos de los pastores que las custodiaban. Ayax no es autnomo sino, ms
vale, objeto de la manipulacin divina. La vergenza no sugiere siquiera la
idea de una libre voluntad. La padeceremos si nos vemos desnudos en pblico
an cuando esta condicin fuese el producto de la coercin irresistible de otros
agentes o de la suerte que quiso que as huysemos de un incendio. Para que
surja, basta con que el individuo que la experimenta se sienta observado con
el desprecio que sufren quienes fracasan a los ojos de miembros de su comunidad. Esta nocin rige tpicamente en las sociedades basadas en el honor, el
coraje y otras virtudes similares como lo es, paradigmticamente, la cultura de
la tragedia griega.
De la manera indicada, reacciones como el desprecio y el rechazo, y la
correlativa vergenza llevan a conclusiones diferentes de las de Strawson y,
naturalmente, tambin de la tesis de este artculo. Este no es el lugar, insisto,
para considerar esta emocin, bastante relegada en el mbito de la responsabilidad moral y penal en especial. El mundo del derecho penal gira, en nuestra
cultura, al menos, alrededor de las nociones de la culpa y la responsabilidad31.
31 Para un estudio de la vergenza con relacin a la tica, ver entre otros a Taylor, Grabriele, Pride, shame and guilt: emotions of self-assessment, Oxford University Press, NY, 1985.
SECCIN II
INTERPRETACIN DE LA LEY PENAL
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del Dr. Bruzzone en CCC, sala I, 15/9/2005, Velazco, Rubn Daro, c. 27.102,
BCNCyC nro. 3/2005, en relacin a una botella de vidrio rota; CCC, sala I, 6/5/2004, lvarez,
Mariano Gastn y otro, c. 23.368, BCNCyC, 2004, en relacin a una baldosa; CCC, sala I,
3/3/2005, Cortez, Jonathan, Emmanuel, c. 25.345, en relacin a un palo de madera.
5 Como sustento de la ltima posicin se tuvo en cuenta, en otro caso, que donde la ley
nada distingue no se debe distinguir y el fundamento de la agravante mayor peligro corrido
por la vctima (CNCP, sala III, 19/4/1994, Gonzlez, Horacio s/rec. de casacin).
6 Eleva la pena si se cometiere el robo con un arma de fuego cuya aptitud para el disparo
no pudiera tenerse de ningn modo por acreditada.
7 CCC, sala IV, 25/4/2006, Niz Garca, Alberto, por mayora.
8 CCC, sala VII, 2/11/2004, Faras, Matas.
9 CCC, sala VII, 17/5/2005, Carranza, Julio C. y otro, c. 26.542 y 5/5/2005, Portilla, Ral Alberto, c. 25.532; CCC, sala VI, 22/11/2007, Marque, Ariel C., LL 2008-A-515.
Para sustentar su inclusin se acudi a las reglas del entendimiento humano, a la logicidad del
legislador (CNCP, sala I, 14/10/2005, Moroni, Javier Oscar s/rec. de casacin, c. 6390); al
propsito del legislador, la teleologa de la norma, las consecuencias de la interpretacin (voto
del Dr. Valle en TOC 7, 1/2/2007, Ruiz, Franco David). En este ltimo caso se agreg que
lo contrario implica un literalismo que en nada se relaciona con la prohibicin de la analoga,
pues el respeto por el tenor literal que es su punto de partida no excluye la interpretacin
correcta, es decir la que logra la inteligencia exacta de la ley; ceir la aplicacin de ella a lo que
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Sin embargo, Hart advierte que an en los casos difciles hay dos lmites
al poder creativo de los jueces: el primero, porque aunque exista ms de una
solucin, la gama de posibilidades est circunscripta por el texto de las normas
aplicables y por los precedentes judiciales que tratan temas similares; el segundo lo sustenta en la existencia de virtudes judiciales: imparcialidad y neutralidad al examinar las alternativas, consideracin de los intereses de todos los
afectados y una preocupacin por desarrollar algn principio general aceptable
como base razonable de la decisin21.
En esta sntesis, no puede pasarse por alto la visin de Kelsen, quien
afirma que La teora corriente de la interpretacin quiere hacer creer que la
ley aplicada al caso concreto solo puede proporcionar una decisin correcta, y
que la rectitud jurdico-positiva de esta decisin est fundada en la ley misma.
Presenta as el proceso de interpretacin como si se tratara de un acto intelectual del que la esclarece o comprende, como si el intrprete slo pusiera en
actividad su entendimiento pero no su voluntad, y como si por medio de una
pura actividad intelectual pudiera hacerse, entre las posibilidades existentes,
una recta eleccin acorde con el derecho positivo22. Segn el autor, la tarea
interpretativa consiste en creacin de derecho, porque el juez se mueve dentro
de un marco dotado inevitablemente de cierta amplitud y dentro del cual el
rgano decisorio puede vlidamente tomar resoluciones diferentes, ninguna
de las cuales puede ser considerada como necesaria o nica. Por precisa que
la norma general pretenda ser, la norma especial creada por la decisin del
tribunal, siempre aadir algo nuevo23. Y agrega que toda norma, por minuciosa que sea, deja librada al rgano ejecutor la iniciativa para una cantidad
bastante amplia de decisiones, opciones stas libremente tomadas por el rgano y que constituyen propiamente el proceso al que la doctrina tradicional
llama interpretacin24. Por ello Cossio atribuye a Kelsen el mrito de haber
concebido la tarea interpretativa, al menos parcialmente, como creacin judicial. Rechaza, sin embargo, las posiciones extremas que afirman que el
derecho no es el principio proclamado por una norma general sino la decisin
21 Dworkin,
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ELIZABETH A. MARUM
singular dictada por el rgano resaltando que no hay decisin judicial sin
derecho preexistente25.
Destaca Ferrajoli, tambin criticando la citada dicotoma, que carece
de sentido la alternativa ideolgica entre formalismo y antiformalismo como
mtodos de interpretacin y aplicacin de la ley, contrapuestos en nombre de
valores distintos y antinmicos. El llamado formalismo es, en realidad, una
forma, bastante difundida en el mundo judicial, de obtusidad legalista, que se
manifiesta en la falta de comprensin de los casos concretos y de las razones
humanas que los explican y caracterizan. El llamado antiformalismo es, en
cambio, una forma, no menos difundida en el mismo mundo, de arbitrio sustancialista, que se expresa en la falta de verificacin de la denotacin legal de
un hecho como delito ms all de las caractersticas concretas reprobables en
l reconocidas26.
La necesidad de valoracin por parte del juez, en el momento de la aplicacin de la ley, ha sido reconocida ante todo como una operacin impuesta
por las leyes mismas. Cmo podra el juez no valorar, si los tipos penales
contienen elementos normativos y an los descriptivos son pasibles de distintos significados? Cmo podra el juez no valorar si debe decidir acerca de la
capacidad de culpabilidad, o la evitabilidad del error?
1. La pregunta que surge, entonces, es otra: Cmo puede el juez
fundamentar su juicio de valor?
El legislador no espera que el juez valore segn su personal criterio, sino
que refleje en sus sentencias las valoraciones existentes en la comunidad27. El
juez no depende slo de su propia visin valorativa, sino que debe aplicar los
criterios valorativos elaborados y considerados vinculantes por la comunidad,
cuyo derecho el juez aplica como rgano28.
En tal sentido la CSJN ha dicho que cuando la norma constitucional ofrece un amplio marco de decisin es preciso que los jueces no se atengan a sus
propios valores personales, sino que ponderen los que apoyan la doctrina y
jurisprudencia de su poca (Fallos 313:1232).
Sin embargo, el desarrollo moderno de la hermenutica ha comprobado
que no puede garantizarse una completa exclusin de preconceptos. Afirma
Gadamer que en la medida en que la comprensin del texto legal por el intrprete se da no solo como un comportamiento del sujeto que interpreta, sino
que tiene lugar en todo el contexto existencial del mismo, es inseparable de su
25 Kelsen,
p. 126.
26 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razn. Teora del garantismo penal, Madrid, Trotta,
1995, p. 163
27 Jescheck, Hans, Tratado de derecho penal. Parte general, vol. I, Barcelona, Bosch,
1981, p. 175.
28 Bacigalupo, Enrique, Principios constitucionales..., cit., p. 128.
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experiencia del mundo y puede ponerse en duda que algn mtodo pueda modificar esta situacin. La interpretacin no puede excluir las consideraciones
previas del juez referentes a la justicia, el orden, el deber, etc., pues inclusive
el juez que quiera limitarse a un entendimiento literal de los textos legales hace
ya una opcin interpretativa que tiene implicaciones respecto de la justicia, el
deber, etc. y que no tiene su apoyo en la ley misma29.
No existe interpretacin jurdica ex nihilo; ninguna actividad humana y
tampoco la hermenutica se halla por completo desconectada del resto, por lo
que no puede concebirse de modo a-histrico, a-social o a-valorativo30.
III. La interpretacin no comprende solo la ley,
sino tambin los hechos del caso
La realidad, o cualquier segmento de ella es inabarcable en su integridad
por nuestra razn. Cuando miramos un objeto, aunque veamos de l todo lo
que pueda verse, no aprehendemos del objeto ms que un nmero finito de
caractersticas. No podemos trazar un modelo completo de un objeto o de un
acontecimiento31. De modo que dentro de una realidad ilimitada es necesario
recortar una serie de datos para componer el caso. A tal fin se realizan juicios
de relevancia, a partir de los cuales se seleccionan algunas circunstancias y se
descartan otras.
El objeto del proceso judicial es sido, no hay posibilidad de acceder
al acontecimiento en s sino a travs de relatos. Por ello, parte de la doctrina
compara el hecho que es objeto de proceso con el hecho histrico. Tal equiparacin ha sido, sin embargo, criticada: el que intenta reducir al historiador
a juez, simplifica y empobrece el conocimiento historiogrfico; pero el que
intenta reducir al juez a historiador contamina irremediablemente el ejercicio
de la justicia32.
No obstante, la propia CSJN acudi a aquella equiparacin. As lo hizo en
el fallo Casal, Matas E. y otro, del 14/6/2006 (Fallos 328:3399)33.
Esser.
29 Bacigalupo,
30 Calvo Gonzlez, Jos, Comunidad jurdica y experiencia interpretativa, Barcelona, Ariel, 1992, p. 23.
31 Guibourg, Ricardo A., La construccin del pensamiento. Decisiones metodolgicas,
Buenos Aires, Colihue, 2006, ps. 57/60. Ilustrativo de este punto es el emperador chino de Borges quien queriendo un mapa completo de su imperio exiga el imperio mismo. Todo mapa o representacin exige recortar, olvidar, pues el nico mapa completo y perfecto de China es China.
32 Guinzburg, Carlo - Claveria, Alberto, El juez y el historiador: consideraciones al
margen del proceso Sofri, Madrid, Araya & Mario Muchnik, 1993, p. 112.
33 Sostuvo en el mencionado fallo que ...el mtodo para la reconstruccin de un hecho
del pasado no puede ser otro que el que emplea la ciencia que se especializa en esa materia,
o sea, la historia. Poco importa que los hechos del proceso penal no tengan carcter histrico
desde el punto de vista de este saber, consideracin que no deja de ser una eleccin un tanto
libre de los cultores de este campo del conocimiento. En cualquier caso se trata de una in-
58
ELIZABETH A. MARUM
Por otra parte, los hechos humanos no presentan siempre perfiles y confines suficientemente recortados. Hay una indefinicin del hecho histrico. A
partir de ello, algunas teoras postulan que la historiografa, lejos de ser una
reproduccin, viene a ser una perpetua reelaboracin del pasado hecha desde
un presente y un sujeto distintos34.
Advierte Soler, que esta posicin aparece como una suerte de radicalismo subjetivista escptico que ha sido criticado en la inteligencia de que, por
borrosos y equvocos que sean los hechos humanos, no es lcito diluirlos
en puros inventos de nuestra imaginacin. Seala que an siendo cierto que en
toda historia va una dosis grande del historiador, hay ncleos consistentes e
insolubles de hechos, as, la muerte de Scrates puede ser objeto de diversas
interpretaciones, pero no puede ser negada como hecho. Ello, sin perjuicio de
admitir que se incurrira en un error semejante, aunque de signo contrario, si se
creyera que los hechos histricos estn dotados de una objetividad perfecta e
independiente del observador35.
As, de lo que ocurre, hay infinidad de hechos que nos son indiferentes,
hay algunos que son despreciados y otros que son relevados, seleccionndose
as los diferentes datos. Si este proceso de seleccin ocurre en el caso de un
dagacin acerca de un hecho del pasado y el mtodo camino para ello es anlogo. Los
metodlogos de la historia suelen dividir este camino en los siguientes cuatro pasos o captulos
que deben ser cumplidos por el investigador: la heurstica, la crtica externa, la crtica interna y
la sntesis. Tomando como ejemplar en esta materia el manual quiz ms tradicional, que sera
la Introduccin al Estudio de la Historia, del profesor austraco Wilhelm Bauer (la obra es de
1921, traducida y publicada en castellano en Barcelona en 1957), vemos que por heurstica
entiende el conocimiento general de las fuentes, o sea qu fuentes son admisibles para probar
el hecho. Por crtica externa comprende lo referente a la autenticidad misma de las fuentes. La
crtica interna la refiere a su credibilidad, o sea a determinar si son crebles sus contenidos. Por
ltimo, la sntesis es la conclusin de los pasos anteriores, o sea, si se verifica o no la hiptesis
respecto del hecho pasado. Es bastante claro el paralelo con la tarea que le incumbe al juez en
el proceso penal: hay pruebas admisibles e inadmisibles, conducentes e inconducentes, etc., y
est obligado a tomar en cuenta todas las pruebas admisibles y conducentes y an a proveer
al acusado de la posibilidad de que aporte ms pruebas que renan esas condiciones e incluso
a proveerlas de oficio a su favor. La heurstica procesal penal est minuciosamente reglada. A
la crtica externa est obligado no solo por las reglas del mtodo, sino incluso porque las conclusiones acerca de la inautenticidad con frecuencia configuran conductas tpicas penalmente
conminadas. La crtica interna se impone para alcanzar la sntesis, la comparacin entre las
diferentes pruebas, la evaluacin de las condiciones de cada proveedor de prueba respecto de
la posibilidad de conocer, su inters en la causa, su compromiso con el acusado o el ofendido,
etc. La sntesis ofrece al historiador un campo ms amplio que al juez, porque el primero puede
admitir diversas hiptesis, o sea que la asignacin de valor a una u otra puede en ocasiones ser
opinable o poco asertiva. En el caso del juez penal, cuando se producen estas situaciones, debe
aplicar a las conclusiones o sntesis el beneficio de la duda. El juez penal, por ende, en funcin
de la regla de la sana crtica funcionando en armona con otros dispositivos del propio cdigo
procesal y de las garantas procesales y penales establecidas en la Constitucin, dispone de
menor libertad para la aplicacin del mtodo histrico en la reconstruccin del hecho pasado,
pero no por ello deja de aplicar ese mtodo, sino que lo hace condicionado por la precisin de
las reglas impuestas normativamente.
34 Soler, Sebastin, La interpretacin..., cit., p. 151/52, con cita de Nietzsche.
35 Soler, Sebastin, La interpretacin..., cit., p. 152.
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de la informacin, las comunicaciones entre los hombres, sea cual fuere el lenguaje escogido para la transmisin de la informacin, se efectan por canales
excesivamente ruidosos que alteran el tenor de todo mensaje; o siguiendo al
existencialismo, es la tentativa, siempre fallida a la postre, de comunicarse entre
seres condenados a captar solo mensajes parciales y gestos distorsionados44.
Frente a este panorama (textura abierta del lenguaje, vaguedad de los
conceptos descriptivos, empleo de elementos normativos, etc.), cmo juega
la exigencia de lex certa inherente al principio de legalidad? Cmo puede el
ciudadano programar sus comportamientos sin temor a interferencias imprevisibles del Estado, si la conducta prohibida nunca puede ser total y absolutamente precisada?
A partir de este interrogante, se abren diversas posibilidades:
1) Afirmar que el principio de legalidad se encuentra superado por el cambio que se ha operado en la forma de entender la aplicacin del derecho. Se
relativiza, as, la prohibicin de la analoga, pues toda interpretacin encierra
analoga.
2) Atenerse siempre al sentido ms restringido de todos los conceptos
empleados por la ley. No admite interpretacin extensiva ni analoga.
3) Partir de la base de que el legislador crea con el tenor literal de un
precepto un marco de regulacin que es concretado por el juez eligiendo entre
varias posibilidades, sin exceder de ese marco, conforme diversas pautas. Admite tanto la interpretacin extensiva como la restringida, no as la analoga.
V. La interpretacin extensiva vulnera el principio de
legalidad? Es aplicable el principio in dubio pro reo?
El primer problema que se presenta es si puede trazarse una lnea divisoria entre la analoga in malam partem y la interpretacin extensiva, y, en su
caso cules son los criterios que la sustentan. La doctrina coincide en que la
primera, si es in malam partem, se encuentra prohibida en derecho penal como
corolario del principio de legalidad45, mientras que la aplicacin de la segunda
ha sido admitida por diversos autores y rechazada por otros.
Hay analoga cuando la ley se aplica a hechos que no estn comprendidos
en ella, pero semejantes a los que si lo estn46.
44 Vernengo,
Roberto, La interpretacin literal de la ley, 2 ed. ampliada, Buenos Aires, AbeledoPerrot, ps. 16/17.
45 Aunque Bacigalupo seala la existencia de una tendencia cada vez mayor a reducir el
alcance de la prohibicin de la analoga, en Bacigalupo, Enrique, Principios constitucionales..., cit., p. 92.
46 Enrique Zuleta Puceiro destaca que el argumento analgico requiere al menos tres
requisitos bsicos: semejanza entre los supuestos considerados, identidad de razn por el objeto y finalidad perseguida por ambos y procedencia de una norma que resulta ser, en el caso
concreto, la ms especfica, homognea, congruente y razonable Zuleta Puceiro, Enrique,
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to, habr que limitarlo y si el texto resulta demasiado estrecho tendr que ser
interpretado en una forma autorizadamente amplia. Aquello que va ms all
de la idea fundamental de la ley, o dicho de otra manera, de lo que se entiende
por tal, es interpretacin libre que contradice el principio nullum crimen sine
lege, en tanto perjudique al autor49.
2. Criterios subjetivos
Schmidhuser afirma que calificar una interpretacin de analgica requiere previamente la verificacin de una laguna legal mediante interpretacin, por
lo que saber donde termina la interpretacin permitida y comienza la analoga
prohibida resulta determinado por la interpretacin misma. En la medida en
que se afirma que la prohibicin de la analoga crea una garanta segura para
los sbditos de derecho, ello no es ms que una fachada de Estado de derecho.
Expresa que Lo nico que queda de la prohibicin de la analoga es lo siguiente: all donde el que aplica la ley piense que ya no se trate de reinterpretacin
de sta, sino de analoga, tendr que aceptar la laguna legal y ser inadmisible
la sancin del autor. Sin embargo, donde el que aplica la ley piense, convencido en conciencia, que su sujecin a la ley hace necesaria esta interpretacin,
deber cumplir con la norma as entendida y (como juez) sancionar al autor.
Bacigalupo advierte acertadamente que de este modo la garanta queda sin
contenido y pierde toda significacin50.
3. Teora del sentido literal posible del texto
Se ha intentado una diferenciacin entre ambas mediante el sentido literal
posible del texto.
Roxin seala que el lmite de la interpretacin en derecho penal est dado
por el sentido literal posible del texto en el lenguaje comn. El juez debe efectuar la interpretacin dentro de ese marco, considerando el significado literal
ms prximo, la concepcin del legislador histrico, el contexto sistemticolegal y el fin de la ley (interpretacin teleolgica). Desde este ltimo punto, la
interpretacin puede ser tanto restrictiva como extensiva; por el contrario una
aplicacin del derecho al margen del marco de regulacin legal, o sea, una interpretacin que ya no est cubierta por el sentido literal posible de un precepto
penal, constituye una analoga inadmisible51.
Conforme a ello el juez, al interpretar dentro del marco de regulacin
previamente fijado por el tenor literal, decide entre diversas posibilidades interpretativas. Pero ello radica, en primer lugar, en la propia naturaleza de las
49 Stratenwerth, Gnter, Derecho penal. Parte general. I. El hecho punible, Madrid,
Edersa, 1982, ps. 37/39.
50 Bacigalupo, Enrique, Principios constitucionales..., cit., p. 84.
51 Roxin, Claus, Derecho penal..., cit., t. I, p, 149.
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Tambin la CSJN resolvi que el art. 18, CN, proscribe la aplicacin analgica de la ley penal pero no su razonable y discreta interpretacin tendiente al
cumplimiento de los propsitos de sus preceptos (Fallos 306:796, 27).
Por otra parte, la cuestin objeto de estudio no puede analizarse sino a la
luz del principio pro homine contenido en el art. 29 del Pacto de San Jos de
Costa Rica y en el art. 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos. La Corte Suprema hizo aplicacin del mencionado principio en diversos
antecedentes. As, en Acosta 23/4/2008, expres que el principio de legalidad exige priorizar una exgesis restrictiva dentro del lmite semntico del
texto legal, en consonancia con el principio poltico criminal que caracteriza
al derecho penal como la ltima ratio del ordenamiento jurdico y con el principio pro homine que impone privilegiar la interpretacin legal que ms derechos acuerde al ser humano frente al poder estatal68. En Arriola, Sebastin
25/8/2009 expres que cuando unas normas ofrezcan mayor proteccin,
stas habrn de primar, de la misma manera que siempre habr de preferirse en
la interpretacin, la hermenutica que resulte menos restrictiva para la aplicacin del derecho fundamental comprometido69.
Los principios in dubio pro reo y pro homine obligan a dar a todos los
trminos empleados por la ley el sentido ms acotado posible cualquiera sea
el caso?
La aplicacin de tales principios a la interpretacin de la ley, no trae aparejado, indefectiblemente, en todos los supuestos, la seleccin del sentido ms
restrictivo de todas las palabras contenidas en la ley. La existencia de duda en
este mbito al igual que sucede en materia probatoria exige que ella sea
razonable. As, se ha dicho que el estado de duda no puede reposar en una pura
subjetividad, sino, por el contrario, ese particular estado de nimo debe derivarse de una minuciosa, racional y objetiva evaluacin de todos los elementos
de prueba en conjunto70. La mera invocacin de cualquier incertidumbre o de
versiones contrapuestas acerca de los hechos no impide per se obtener razonablemente a travs de un anlisis detenido de toda la prueba en conjunto,
el grado de convencimiento necesario para formular un pronunciamiento de
condena. En puridad, cada circunstancia relacionada con asuntos humanos del
pasado, dependiente de evidencia y demostracin, est abierta a alguna duda
posible o imaginaria (conf. Suprema Corte de los Estados Unidos de Nortea68 En el fallo se desech una interpretacin restrictiva del instituto de la probation previsto por el art. 76 bis CP, por ser contraria al mencionado principio. Concordantemente se
expidi la CS en Lorenzo, Amalia, del 23/4/2008.
69 Decidi all que no hay duda que el principio pro homine resulta ms compatible con
la posicin de la Corte en Bazterrica que en Montalvo, pues aqul ampla la zona de libertad individual y este ltimo opta por una interpretacin restrictiva y por ende declar la inconstitucionalidad del art. 14, segundo prrafo, de la Ley 23.737, en cuanto incrimina la tenencia de
estupefacientes para uso personal que se realice en condiciones tales que no traigan aparejado
un peligro concreto o un dao a derechos o bienes de terceros, pues conculca el art. 19, CN.
70 Fallos 311:512 y 2547; 312:2507; 314:346 y 833; 321:2990 y 3423.
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71 Dictamen
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La exigencia de la ptima determinacin de las normas jurdicas conminatorias es una exigencia insoslayable de la seguridad jurdica, emana inmediatamente del principio del Estado de Derecho y se dirige al legislador.
Una ley indeterminada o imprecisa no puede proteger al ciudadano de la
arbitrariedad porque no implica una autolimitacin del ius puniendi estatal a
la que se pueda recurrir; es contraria al principio de divisin de poderes porque le permite al juez hacer cualquier interpretacin que quiera e invadir el
terreno del legislativo; no puede desplegar eficacia preventivo general porque
el individuo no puede reconocer lo que se le quiere prohibir; y precisamente
por eso su existencia tampoco puede proporcionar la base para un reproche de
culpabilidad. Por ello es indiscutido que las disposiciones penales pueden ser
inconstitucionales por indeterminacin74.
En efecto, tal como destaca Roxin, no es raro encontrar conceptos vagos
y necesitados de complemento valorativo en los preceptos penales pese a lo
cual casi nunca se ha declarado nulo un precepto penal por infringir el mandato
de determinacin (cita el fallo del BverfG que consider que el antiguo tipo
de la falta del grave desmn o abuso fue considerado preciso). Por ello
tiene razn Welzel en su frase, frecuentemente citada: El autntico peligro
que amenaza el principio nulla poena sine lege no procede de la analoga, sino
de las leyes penales indeterminadas!75; al igual que Schnemann quien ha
diagnosticado que el punto ms dbil del principio nulla poena radica en el
mandato de precisin de la ley76.
Basta sancionar una ley penal de tipo abierto o indefinido, una sola, para
que todo el sistema quede corrupto, porque ese delito indefinido ser precisamente el que cumpla la funcin de vicariante y ubicua con la que se llenarn
todos los claros. La ingenuidad consiste en creer que la nica forma de derogar el principio nullum crimen sine lege consiste en... derogarlo, hoy ningn
dictador propugnara aquel procedimiento, cuando puede apelar a otro bien
sencillo que no ha despertado sospechas, dejando intencionalmente abierta una
figura, construyendo un tipo desfigurado, borroso y sin contornos77.
Sin embargo, no puede perderse de vista que el contenido significativo
de un concepto no se puede determinar, por lo menos en su terreno limtrofe,
con absoluta seguridad. Por lo tanto no hay un texto legal capaz de excluir toda
duda. Pese a ello, la eficacia de la funcin de garanta de la ley penal depende
de su tcnica legislativa, del grado de concrecin o abstraccin con que est
redactada la ley, lo que pone en el centro de la cuestin el grado de abstraccin
admisible a la luz del principio en estudio.
74 Roxin,
71
Seala Jescheck que sera un error creer que slo una ley redactada casusticamente logra la mxima coincidencia entre la sentencia y el texto legal
porque solo as se consigue una mayor vinculacin del juez. Precisamente,
para el citado autor, la redaccin general de la norma es la mejor y ms lgica
forma de vincular a la jurisprudencia, pues el legislador puede conseguir esa
redaccin general describiendo los factores tpicos de cada grupo de casos. Por
el contrario, el empleo de casustica que se aferra a superficialidades que en
modo alguno se adaptan a todos los hechos concretos punibles, hace surgir
necesariamente lagunas que impiden una correcta decisin en los casos lmite,
en cuanto le est vedado al juez completar la ley con el ejercicio de analoga.
Sin embargo, con la generalizacin del texto legal aunque gane la justicia
puede ponerse en peligro la seguridad jurdica, pues con la creacin de clusulas generales se eliminan diferencias materiales, anulndose la funcin de
garanta de la ley penal. Por eso mismo el legislador no slo debe clasificar las
caractersticas diferenciales que son decisivas para delimitar los tipos penales,
sino tambin destacarlas con el empleo de conceptos generales.
En definitiva, slo a travs del juego combinado de generalizacin y diferenciacin se crean las bases metdicas de la formacin de los tipos en derecho
penal, a travs de los cuales la funcin de garanta de la ley penal alcanza su
importancia prctica78.
Diversos autores fijan la frontera de admisibilidad en la mxima precisin posible. Segn ello, el empleo de conceptos valorativos resultar inconstitucional cuando el legislador disponga de la posibilidad de una redaccin
legal ms precisa.
As, Zaffaroni, Alagia y Slokar entienden que, si bien la ley se expresa
en palabras y stas nunca son totalmente precisas, es menester exigir al legislador que agote los recursos tcnicos para otorgar la mayor precisin posible
a su obra. Cuando los lmites legales no se establecen de esa forma, cuando
el legislador prescinde del verbo tpico y cuando establece una escala penal
de amplitud inusitada, como cuando remite a conceptos vagos o valorativos
de dudosa precisin, el derecho penal tiene dos posibilidades: a) declarar la
inconstitucionalidad de la ley, o b) aplicar el principio de mxima taxatividad
interpretativa, aunque la eleccin entre ambos no debe ser arbitraria79.
Otra solucin a mi juicio errada se basa en la idea de la ponderacin,
segn la cual los conceptos necesitados de complementacin valorativa sern
admisibles si los intereses de una justa resolucin del caso concreto son pre78 Jescheck,
Hans, Tratado de derecho penal..., cit., ps. 174/175. Dice Hassemer que
el legislador penal tiene que resolver al mismo tiempo dos tareas diferentes contrarias entre
s: tiene que dejar las normas lo suficientemente abiertas como para poder adaptarse a casos
futuros, an desconocidos pero pensados para cuando se conozcan y debe formularlas de un
modo lo suficientemente cerradas como para que sean impenetrables a los casos que no han sido
imaginados. Toda decisin que haya que tomar entre flexibilidad y precisin es problemtica
(Hassemer, Winfried, Fundamentos..., cit., p. 316).
79 Zaffaroni - Alagia - Slokar, Derecho penal..., cit., p. 110.
72
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ponderantes respecto del inters de la seguridad jurdica protegido. Ella relativiza inadmisiblemente el principio de legalidad80.
Para Roxin, un precepto penal ser suficientemente preciso y determinado
en la medida en que del mismo se pueda deducir un claro fin de proteccin del
legislador y que de todos modos el tenor literal siga marcando lmites a una
extensin arbitraria de la interpretacin81.
Stratenwerth parte de la base de que la ley slo puede ser exacta en mayor
o menor medida, y esta medida es a su vez mensurable. No puede fijarse ni el
lmite de la indeterminacin aceptable ni tampoco el momento en que se lo
supera. Por lo tanto, nicamente es posible determinar de alguna manera en
los casos extremos, la existencia de una lesin de la prohibicin de preceptos
indeterminados. Por lo dems no queda ninguna otra posibilidad que obrar con
toda decisin a favor de la reforma de las amenazas penales indeterminadas82.
El Tribunal Constitucional espaol sostuvo que el principio de legalidad
impone al legislador el deber de conformar los preceptos legales que condicionan la aplicacin de sanciones, sobre todo cuando se trata de sanciones criminales, de tal manera que de ellos se desprenda con la mxima claridad posible
cul es la conducta prohibida o la accin ordenada83. Tambin dijo que El
legislador debe hacer el mximo esfuerzo posible para que la seguridad jurdica quede salvaguardada en la definicin de los tipos. Pero, dicho lo anterior,
ello no supone que el principio de legalidad quede infringido en los supuestos
en los que la definicin del tipo incorpore conceptos cuya delimitacin permita
un margen de apreciacin...84.
Una atencin especial merecen los elementos normativos del tipo. Pocos
discutiran ya, que un cierto grado de indeterminacin es inevitable, porque
todos los trminos empleados por el legislador admiten varias interpretaciones. Sin embargo, el punto neurlgico son los conceptos necesitados de complementacin valorativa que no proporcionan descripciones de la conducta
prohibida, sino que requieren del juez un juicio valorativo. Por lo general se
admite que el legislador no puede renunciar por completo a dichos conceptos
valorativos en forma de clusulas generales, porque los mismos hacen posible
una resolucin del caso individual. Si las leyes solo pudieran tener conceptos
descriptivos y no valorativos, o bien tendran que ser infinitamente largas o
presentaran tal rigidez en su aplicacin que produciran resultados desafortunados. Adems existen fenmenos que no se pueden describir sin recurrir a
formulaciones valorativas. No obstante, hay que encontrar un lmite ms all
80 Ver
73
74
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75
proponen otros, una lectura ms especializada o tcnica o, por ltimo, seleccionar uno u otro criterio segn el caso teniendo en cuenta, por ejemplo, la
materia regulada.
Cuestin no menor se presenta cuando se debe decidir si se aplica este
mtodo o se lo deja de lado, pues segn afirma el ms alto tribunal del pas, se
debe recurrir a otro tipo de exgesis cuando la aplicacin textual conduce a resultados irrazonables (Fallos 323:3139), habilitando la invocacin de motivos
de justicia y equidad a fin de permitir al juez apartarse del texto legal (Fallos
322:1699), supuestos en los que la letra de la ley deja su preferente lugar y que
resultan difciles de discernir atento el carcter axiolgico de conceptos como
irrazonabilidad, justicia y equidad.
En otras decisiones la Corte propone dar primaca a la voluntad del legislador (Fallos 302:973; 304:1007; 308:1745; 324:1481) o a la voluntad de la
ley, pues no corresponde a los jueces sustituir al legislador sino aplicar la norma tal cual l la concibi, para lo cual ha considerado tiles los antecedentes
parlamentarios (Fallos 323: 3386). Sin embargo, tampoco resulta fcil establecer cual es la voluntad de la ley, si no queremos confundirla con la voluntad
del intrprete, y mucho menos lo es desentraar la del legislador, teniendo en
cuenta que aqul parece responder a una concepcin unitaria cuando en verdad
hay multiplicidad de legisladores cada uno con voluntad propia, las que, por
cierto, en modo alguno resultan, en la generalidad de los casos, coincidentes.
La voluntad del legislador es, por ello, inexistente e inaccesible.
En otros casos el Alto Tribunal acude al espritu de la ley o a sus fines
teleolgica por sobre su texto, pues es menester asegurar los grandes
objetivos para los que fue dictada (Fallos 311:2751; 312:311). Ilustrativo de
este mtodo es el ejemplo, recogido por Recasns, del Reglamento polaco de
ferrocarriles prohibiendo el paso al andn con perros, en el que fue la interpretacin teleolgica la que permiti llegar a la conclusin de que el citado
reglamento prohiba tambin el paso de osos, a pesar de que la interpretacin
gramatical y a partir de la lgica formal era imposible convertir a un oso en
perro93.
Tambin la Corte ha dicho que la interpretacin de la ley comprende la
armonizacin de sus preceptos en conexin con las dems normas que integran el ordenamiento jurdico (Esso, SAC v. Gob. Nac., del 5/6/1968). As,
la bsqueda de una interpretacin correcta o razonable dentro de la gama de
los argumentos sistmicos puede conducir a un rechazo de la alternativa que
en principio pudo parecer ms acorde con el significado ordinario de las palabras94.
2) Asimismo, el mximo Tribunal recurre reiteradamente a ficciones acerca de la perfeccin del legislador, en el sentido de que no cabe presumir la
93 Rodrguez
94 Zuleta
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77
Por el contrario, parte de la doctrina afirma que quien interpreta una ley
corrigindola conforme a los motivos o los debates, la hunde en apariencia de
aplicarla (Binding); pues los motivos se desvanecen y las leyes permanecen.
Tambin el mtodo lgico sistemtico est sometido a iguales reservas, dado
el envejecimiento de la sistemtica99. La interpretacin gramatical, si bien es
ms eficiente toda interpretacin comienza con la palabra, como nico
factor de interpretacin resulta intil.
Jescheck tambin se muestra a favor del mtodo teleolgico, aunque no
desecha los restantes. Expresa que dicho mtodo corona el proceso interpretativo porque slo l conduce directamente a la meta propia de toda interpretacin que no es otra que la de poner de relieve los fines y puntos de vista
valorativos, de los que se deduce en ltima instancia de un modo vinculante
el sentido legal decisivo. Propone una secuencia metdica en la cual partiendo
del tenor literal y pasando por la relacin sistemtica y el origen histrico,
avance sobre el conocimiento del fin, porque de este modo se recorren paso a
paso los distintos grados posibles de argumentacin. Destaca, asimismo, que
en la interpretacin conforme al fin de la ley el juez debe siempre atenerse a las
decisiones valorativas contenidas en la Constitucin100.
La Corte Suprema ha descartado expresamente que el nico mtodo de
interpretacin admisible en derecho penal sea, a la luz del art. 18 CN, el gramatical101. Destac tambin que el derecho penal es un sistema riguroso y cerrado,
ejemplo es el fallo plenario CCC Costas (15/10/86) que concluy que no encuadra en el
concepto de arma del art. 166, inc. 2, CP, el uso de arma descargada apta para disparar, pues
mediante un razonamiento teleolgico que tiene en cuenta el fin de la norma y el fundamento de
la agravacin, se arrib a la conclusin de que si no se encuentra cargada no es arma.
99 Maurach, Reinhart - Zipf, Heinz, Derecho penal..., cit., ps. 148/149.
100 Jescheck, Hans, Tratado de derecho penal..., cit., p. 210.
101 En el fallo dictado por la Corte en la causa seguida a los ex Comandantes en Jefe
actuantes durante el perodo 1976-1982 los Dres. Petracchi y Bacqu expresaron: Que el principio enunciado en el art. 18 de la Constitucin Nacional, de acuerdo al cual nadie puede ser
penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, reclama, sin duda, la
determinacin por el legislador de los hechos punibles y de las penas a aplicar y proscribe la
aplicacin analgica de la ley penal (Fallos 69:246; 75:192; 150:293; 184:116, entre muchos
otros). Empero, no impide la interpretacin de sus normas para llegar a la determinacin de su
sentido jurdico, tarea sta especfica del Poder Judicial (Fallos 254:315) en el ejercicio de este
ministerio, los jueces tienen la misin de desentraar el contenido de las normas penales, sus
presupuestos, delimitar los hechos punibles y los no punibles, conocer, en definitiva, qu es
lo que la voluntad general expresada en la ley quiere castigar y cmo quiere hacerlo. En este
sentido, la interpretacin judicial constituye una de las funciones primordiales de la actividad
jurdica de un estado de derecho con el fin de garantizar el respeto de los derechos fundales de
las personas frente al poder del estado, erigindose as en conquista irreversible del pensamiento democrtico. Para alcanzar acabadamente ese objetivo, lo cual significa que la tarea interpretativa adquiere legitimidad, es requisito indispensable que ella permita la aplicacin racional
de las normas jurdico penales...Ahora bien, no es pertinente afirmar que todo comportamiento
punible deba ser deducido o fundado en la ley en sentido formal y con prescindencia de las decisiones del intrprete. En efecto, la aplicacin del derecho positivo penal plantea la necesidad
de decidir a favor de una u otra de sus posibles interpretaciones, sin que pueda deducirse dicha
decisin de los textos legales. Ello es as, entre otras razones, porque el lenguaje de las leyes
78
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1 C. del Crimen de la Capital, Luna, Gustavo G., 19/2/1993, LL 1993-B-43, cita Online AR/JUR/416/1993; C. Nac. de Casacin Penal, Villarino, Martn P. y otro, LL 1995-E120; cita online: AR/JUR/1656/1995.
2 Luna: Cmo debe interpretarse que la pena prevista para el delito consumado se
disminuir de un tercio a la mitad?
1. Que se disminuye en un tercio el mximo y a la mitad el mnimo, o 2) que se disminuye
en la mitad el mximo y un tercio del mnimo. Muy similar, Villarino.
80
GUILLERMO LEDESMA
4 Soler, Sebastin, Derecho penal argentino, t. II, Buenos Aires, TEA, 1967, 51, I;
sigue el criterio de establecer la condenacin hipottica previa, pero se aparta en la forma de
establecer la penalidad, Carlos Vzquez Iruzubieta: El prrafo primero del artculo indica por
su redaccin que la disminucin del monto punible no se opera sobre la escala sancionadora
del delito determinado por el intento criminoso, sino que resulta de una operacin indirecta,
porque primeramente el juzgador debe adecuar la pena que correspondera al delito consumado,
y sobre esa pena individualizarla mediante una segunda operacin de reduccin. Esta reduccin
que tiende a individualizar definitivamente la pena, se efecta sin escala punible, movindose
tan slo dentro de lmites posibles que estn constituidos por un mnimo que no puede ser menor que el tercio del mnimo del delito consumado, y un mximo que no puede ser mayor que
la mitad del mximo del delito consumado. (Vzquez Iruzubieta, Carlos, Cdigo penal
comentado, t. I, Buenos Aires, Plus Ultra, 1969, ps. 245 y 246).
81
los elementos de juicio para hacerlo, pues el delito en realidad no se ha consumado5 siendo que, de igual modo, est sujeto a una escala penal dentro de la
cual tiene la facultad de dictar la pena que considere apropiada6. A esa crtica
se suma esta otra: la redaccin del art. 557 es demostrativa del sistema general
del Cdigo para establecer las penas aplicables al autor de uno o varios delitos:
fijar una escala abstracta para graduar la pena en funcin de los arts. 40 y 418.
II. Reduccin en abstracto de un tercio del mximo
y la mitad del mnimo
Este modo de ver las cosas, que en cuanto a la forma de reduccin de la
pena ya aparece en la anterior, es la ms seguida por la doctrina y por la jurisprudencia, invocando argumentos teleolgicos e histricos. Tradicionalmente
se cita a Octavio Gonzlez Roura como el primero en enunciarla para oponerla
al procedimiento seguido por Jofr. A su juicio, el mtodo que escoge responde
al sistema adoptado por el Cdigo de tener establecida de antemano para cada
delito una pena elstica con un mximo y un mnimo, facilitando as el conocimiento de la pena de la tentativa de cualquier delito fuera del juicio, con solo
disminuir aqulla en un tercio el mximo y en la mitad el mnimo, con lo que
se forma una pena tambin elstica, proporcionalmente menor y con su mximo y su mnimo, dentro de cuyos trminos se grada la pena correspondiente
a la tentativa en tela de juicio, consultando la personalidad del delincuente...9.
Este autor explica as la gnesis de la norma: ...lo que ha ocurrido es que, en
la obra de disminucin de los mnimos que formaba parte del plan de reforma,
se quiso disminuir en la mitad el mnimo que para la tentativa disminua slo
5 Esto hace decir a Gonzlez Roura que el sistema tiene una base doblemente falsa,
como es la de fijar la primera pena como si el delito se hubiese consumado, gradundola con
arreglo a las circunstancias de la tentativa, no obstante la posibilidad que, de haberse consumado en realidad, tal vez otras lo habran acompaado, como podra ocurrir con el ensaamiento
en el homicidio, la violencia personal en el robo, etc. (Gonzlez Roura, Octavio, Derecho
penal, Complemento, t. IV, Buenos Aires, Valerio Abeledo, 1922, p. 62).
6 De la Ra, Jorge, Cdigo Penal argentino, Lerner, Crdoba-Buenos Aires, 1972,
ps. 70 y 71.
7 El primer prrafo de ese artculo dice: Cuando concurrieren varios hechos independientes reprimidos con una misma especie de pena, la pena aplicable al reo tendr como mnimo, el mnimo mayor y como mximo, la suma aritmtica de las penas mximas correspondientes a los diversos hechos....
8 La formula De la Ra, Jorge, Cdigo Penal..., cit., p. 755.
9 Gonzlez Roura, al considerar errnea la interpretacin que describimos en el apartado
anterior, expresa que es provocada por la forma gramatical empleada por el legislador, indudablemente impropia, pues ha debido decir que la tentativa se reprime con la pena del delito
consumado disminuida en un tercio el mximo y en la mitad el mnimo (Gonzlez Roura,
Octavio, Derecho penal, cit.).
82
GUILLERMO LEDESMA
83
Balestra, Carlos, Tratado de derecho penal, t. II, Buenos Aires, AbeledoPerrot, 1970, 46, p. 400.
14 Conf., De la Ra, Jorge, Cdigo penal..., cit., p. 601. Tampoco parece apropiado
recurrir a criterios prcticos como el enunciado por el juez Tragant en Villarino, quien suma
a la opinin de Fontn una pregunta y su respuesta: Cuntas veces hemos visto, o tomado
conocimiento de casos en los cuales se haya aplicado el mentado mximo a un homicidio tentado?, y la respuesta entiendo que ser invariablemente negativa, con lo que el argumento aparece
como ms terico que real; o por Miguel ngel Almeyra, quien echa mano a razones de seguridad jurdica para mantener una tradicin jurisprudencial que se asienta en una considerable
opinio juris suficientemente difundida (causa Domnguez, Jorge O., del 1/10/1976, Fallos
CCC, Segunda Serie, t. I, p. 421, cit. por Bisordi en Villarino).
84
GUILLERMO LEDESMA
tambin la objecin acerca de la vulneracin del sistema adoptado por el Cdigo para la fijacin de aqulla entre un mnimo y un mximo. Ello, aunque tal
aplicacin conduzca, en la prctica, a la reduccin del mnimo a la mitad y del
mximo a dos tercios15.
Estimo que esta forma de resolver la cuestin debe ser descartada desde
el punto de vista sistemtico a poco que se observe que el Cdigo no contiene
ninguna disposicin con una penalidad que tenga una escala es decir dos
topes distintos, una para el mnimo y otra para el mximo.
IV. Reduccin de un tercio del mnimo
y la mitad del mximo
Esta manera de efectuar la disminucin de la pena fue adoptada en el fallo
de la sala 2 de la Cmara Federal de la Capital al que me refiero al principio
de este trabajo. Al fundar el primer voto, al que adhiri Andrs DAlessio, puse
de manifiesto: Determinado que estamos en presencia de un delito tentado es
menester pronunciarse sobre la forma de establecer la penalidad de la tentativa.
Entre las posiciones existentes he de inclinarme por la que sostiene que la disminucin de un tercio a la mitad a que se refiere el art. 44 del Cdigo de fondo
estn referidas al mnimum y al mximum respectivamente. Ello as, porque
dicha interpretacin es la que mejor consulta el sistema de dicho cuerpo legal,
que siempre menciona, al establecer la penalidad de los distintos delitos, en
primer lugar el mnimo y en segundo lugar el mximo. Asimismo, esta forma
de interpretar la ley evita la incongruencia que supone que tenga mayor pena el
homicidio simple tentado que el conato de homicidio calificado...16.
Al argumento del orden en que estn expresadas las penas en la parte
especial, agrega De la Ra que es tambin el criterio que informa los prrafos
15 El mismo voto de Bisordi desarrolla esta postura reproduciendo parcialmente la opinin del juez Eduardo F. Milln en el plenario de la Cmara 3 Penal de La Plata, 24/8/1982,
Ach, Luis: ...la tesis que ms se ajusta a la letra y al espritu de la norma es la del doctor
Octavio Gonzlez Roura... Considero que nada tiene de caprichosa esa interpretacin como
se la ha tildado puesto que a ella se arriba fcilmente y sin esfuerzo alguno, efectuando la
sencilla operacin de disminuir al mnimo de la pena prevista para el delito la mitad y el tercio,
e idntico procedimiento respecto del mximo. Se obtendrn dos escalas para el mnimo y dos
escalas para el mximo.... Vale la pena agregar que Gonzlez Roura no recurre a esos argumentos para llegar a la posicin que asume.
16 C. Nac. Apel. en lo Crim. y Corr. Fed. de la Capital Federal, 1/3/1984, causa Rodrguez, Eduardo G., Boletn de Jurisprudencia, ao 1984 nro. 1, p. 146. En apoyo de la opinin
se cit a Nez, Ricardo C., Manual de derecho penal. Parte general, Buenos Aires, 1977,
p. 274 y Zaffaroni, Eugenio R., Pena de la tentativa e interpretacin restrictiva, Doctrina
penal, ao 5, nro. 17, p. 163. Cabe agregar que Andrs DAlessio mantuvo la misma posicin
en las dos ediciones del DAlessio, Andrs (dir.), Cdigo Penal comentado y anotado, t. I, La
Ley, Buenos Aires, 2005, p. 483 y 2009, t. I, p. 723. Cabe sealar que Valerga Aroz se sum a
la integracin del tribunal pocos das despus.
85
2 a 417 del propio art. 4418. Tiene razn en cuanto a los prrafos 2 y 3, mas
no con relacin al 4, que comienza con la pena mayor (disminucin a la mitad
de la pena que corresponde a la tentativa) y luego se refiere a su reduccin al
mnimo legal y, finalmente, a eximirse de ella. Lo seala Tragant en su
voto en Villarino.
La crtica que se le formula es que reduce la escala punitiva. El voto de la
Dra. Argibay en el plenario Luna lo pone de manifiesto: La adopcin de
la segunda propuesta del temario, a mi juicio, restringe la escala penal de los
delitos tentados, de manera que limita las posibilidades del juzgador en la tarea
de individualizar la pena. La propia ley se encarga de ceir a lmites precisos
esta labor de los jueces, a veces con manifiesto desagrado de stos (art. 38, dec.Ley 6582/1958); y no creo que sea til, a partir de un ejemplo aislado, coartar
an ms los mrgenes en el caso de la tentativa.
V. La escala penal queda reducida a un tercio
del mnimo y a la mitad del mximo
Luego de adherir a la postura anterior, cita De la Ra esta variante de ella.
Dice ese autor: Gramaticalmente puede discutirse la interpretacin dada en
cuanto a la reduccin del mnimo de la escala penal del delito consumado a
sus dos tercios. El Cdigo dispone que se disminuir (la pena) de un tercio
a la mitad. La expresin puede entenderse como si el precepto dijera: la pena
queda reducida a una escala de un tercio a la mitad de la que corresponde al
delito consumado; b. que el mnimo se reduce a dos tercios.
En un artculo publicado en La Ley, Jos Ortega adscribe a esta posicin19.
Sostiene el nombrado que, de la letra de la ley, de su construccin gramatical,
de su sentido lgico, de su deliberada disparidad con el precedente inmediato,
y, sobre todo, de las explicaciones de Moreno, su propio autor, no puede llegarse a otra interpretacin que escoger la pena aplicable al caso concreto, dentro
de la amplitud oscilatoria que se abre a partir del tercio del mnimo establecido
en la norma especfica, y se cierra en la mitad del mximo previsto en ella20.
Atendiendo a los primeros parmetros citados, para este autor, de un tercio a
la mitad, no es la medida de la disminucin (accin de disminuir), y por ende,
17 Esos prrafos dicen: Si la pena fuere de reclusin perpetua, la pena de la tentativa
ser reclusin de quince a veinte aos.
Si la pena fuere de prisin perpetua, la de la tentativa ser prisin de diez a quince aos.
Si el delito fuere imposible, la pena se disminuir en la mitad y podr reducrsela al
mnimo legal o eximirse de ella, segn el grado de peligrosidad revelada por el delincuente.
18 De la Ra, Jorge, Cdigo penal..., cit., p. 601.
19 Lo cita Bisordi en Villarino, pero el comentario que hacemos lo tomamos del trabajo original, Ortega, Jos, Tentativa y cooperacin. Rgimen punitivo previsto en el Cdigo
Penal Argentino, LL 1983-B, p. 1079-1090.
20 Ortega, Jos, Tentativa y cooperacin...., cit., p. 1088.
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tampoco son sus topes; sino los nuevos lmites, o fronteras, o topes de la escala
penal resultante de la disminucin operada en la escala madre, en la medida
en que resulte necesaria para obtenerlos, por lo que considera que disminuir
una escala penal que va de tres aos de mnimo a diez aos de mximo de,
desde o a partir de un tercio del mnimo, a, o hasta la mitad del mximo, es
descontar dos tercios del mnimo y la mitad del mximo, dejndola reducida a
una frmula punitiva que ir de un ao a cinco aos21.
Seala luego, en lo que, siguiendo su opinin, podra considerarse el aspecto teleolgico de la reforma, que Moreno, al tratar la penalidad de los cmplices con razonamiento aplicable a la penalidad de la tentativa anota,
transcribiendo el dictamen de la Comisin Especial de la Cmara de Diputados,
que ...La reduccin hecha en esta forma (de un tercio a la mitad) permite al
juez las amplitudes que se persiguen en los efectos de la individualizacin...22,
pues lo que se procuraba con la reforma era la determinacin de penas flexibles, con un mximum y un mnimum lejanos..., apartndose del criterio de los
proyectos de 1891 y 1906 que reducan la penalidad en un tercio23.
Prosiguiendo con la opinin de Moreno transcribe lo que ste expresa
al referirse al art. 47: En general, puede decirse que el Cdigo castiga a los
cmplices y a los autores de tentativa con penas que se relacionan con la correspondiente a los autores. El magistrado entonces, ante el hecho de complicidad que se le presenta, observa qu pena procede para el autor y le aplica la
que corresponde de conformidad a la escala de la ley que incrimina con una
cantidad menor al tal cmplice en relacin con el autor. A ello aade que el
mismo criterio se aplica a la tentativa24.
Dice luego que esa enunciacin la efecta el autor del proyecto despus
de ilustrar su pensamiento con el siguiente ejemplo: De manera que si un
individuo prometi cooperar a la ejecucin de un delito castigado con reclusin perpetua, su pena como cmplice sera la de reclusin desde quince hasta
veinte aos. Pero si el delito no se consuma, a pesar de haber cumplido por su
parte con el compromiso ilcito contrado, se le aplicar la pena de la tentativa,
teniendo en cuenta como principal, a los efectos de la graduacin, la correspondiente al cmplice.
As prosigue, siendo la pena de la tentativa, la que correspondera al
agente disminuida de un tercio a la mitad, en el caso supuesto, correspondiendo
21 Ortega,
87
al cmplice desde quince hasta veinte aos, ste sera castigado con una pena
oscilante entre el tercio y la mitad de quince a veinte aos25.
A continuacin, dado que Moreno no indica el resultado numrico al que
se llega mediante el smil utilizado, seala que el nombrado habla de una pena
oscilante entre el tercio y la mitad de quince a veinte aos, precisando que la
amplitud de la oscilacin tiene principio en el tercio de quince aos, y finaliza
en la mitad de veinte aos, de acuerdo con su propsito de disminuir las escalas legales mediante la relacin cuantitativa que traduce la expresin desde un
tercio a la mitad. De ah que concluye que no puede entenderse de ninguna
otra manera, puesto que, si su criterio no hubiera sido se, tendra que haber
dicho una pena oscilante entre los dos tercios y la mitad de quince a veinte
aos, para corresponder, lgicamente por lo menos en cuanto a la cantidad de
la disminucin (del mnimo), con el precedente legal del que se apart de propsito. Y en este caso, deducido un tercio del mnimo y la mitad del mximo,
se hubiera quedado sin escala penal: 15-1/3 = 10; 20-1/2 = 1026.
Con relacin a esta interpretacin, que fue seguida por un plenario de la
Cmara 3 Penal de La Plata27 y por el Tribunal Oral en lo Criminal nro. 7 de
la Capital Federal,28 comparto la rplica que a su propio planteamiento que
inicia este apartado formula De la Ra: La ltima (el mnimo se reduce a
dos tercios) es la posicin correcta, por dos razones: a. el sentido gramatical
de las expresiones de y a, que estn referidas, como desde y hasta, a la
disminucin no a la escala resultante. Es decir, se disminuye un tercio del
mnimo hasta la mitad del mximo; no se disminuye a un tercio el mnimo...; b.
los precedentes del Cdigo, desde 1891, utilizaban la expresin en, pues slo
reducan en un tercio (...). Al modificarse en 1917 y admitirse una reduccin
de la mitad, se justifica el cambio de redaccin gramatical, pues no se pudo
decir en un tercio a la mitad...29. Cabe agregar que la opinin del autor del
proyecto, con ser de inters, no puede ser determinante, sobre todo cuando
sta se aparta del precedente suplantndolo por una norma de muy dificultosa
interpretacin, pese al optimismo con el que encara el tema: La aplicacin del
precepto no puede dar lugar a dificultades. Se trata de la tentativa de un delito
que tiene fijada una determinada pena. El magistrado no tiene sino que considerar la que correspondera al agente en caso de consumacin y disminuirla en
la forma establecida por el artculo30.
A lo expuesto vale la pena poner de manifiesto las incongruencias sistemticas resaltadas por Luis M. Garca en un voto en disidencia vertido inte25 Autor
rino.
n. 293.
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aun con mayor intensidad, cuando su aplicacin no entrae colisin alguna del
derecho humano as interpretado, con otros valores, principios, atribuciones o
derechos constitucionales (Fallos 330:1989).
VII. Aplicacin de las pautas fijadas por la Corte
A la luz de las pautas fijadas y de otras semejantes tratar de dar respuesta
al tema de la penalidad de la tentativa, en la inteligencia que, sobre su base,
podr extraerse una conclusin general en materia de interpretacin.
a) Se vio que la letra de la ley permiti hacer varias interpretaciones, todas ellas avaladas por diversos razonamientos, los que, ms all de su seriedad,
demuestran que, en el caso que me ocupa aqulla no resulta fuente segura de
su exgesis, por lo que debe recurrirse a otros mtodos de interpretacin que
surgen de otros fallos de la Corte.
b) De acuerdo con stos, si el mtodo gramatical ofrece dudas, debe ser
completado por los mtodos teleolgico, histrico y sistemtico que no tienen una mera funcin corroborante de aqul, para evitar que el intrprete se
sujete rigurosamente a l cuando una interpretacin razonable y sistemtica,
que atienda al contexto general y a los fines que informan las leyes, as lo
aconseje (Fallos 331:1215 y 1262); ello as, teniendo en consideracin que el
resultado de la interpretacin debe ser racional y congruente con el sistema
(Fallos 331:519 y 1262), buscando su equilibrio (Fallos 331:1243), atendiendo
al resultado valioso o disvalioso que se obtenga a partir de su aplicacin a los
casos concretos, resguardando el sentido que el legislador ha querido asignarle36 y el espritu que ha inspirado su sancin (Fallos 331:519) todo ello con el
propsito de lograr la armonizacin de los preceptos de la ley.
c) A estar a los antecedentes de la norma, el plan de la reforma tenda a
disminuir, de acuerdo con Gonzlez Roura, en la mitad el mnimo que para la
tentativa disminua solo en un tercio la ley 418937 con el fin de tener establesona inculpada de delito (art. 8.2.h. del Pacto de San Jos de Costa Rica y art. 14.5 del Pacto
de Derechos Civiles y Polticos), (in re Cardozo, Gustavo Fabin s/recurso de casacin, del
20/6/2006, Fallos 329:5762); en el mismo sentido, por remisin a la citada, Causa D. 393. XL
Daz, Leopoldo Anselmo y Spano Colabella, Reinaldo s/robo calificado por el uso de armas
Causa nro. 147/651, del 19/12/2006, Fallos 329:5762) y tambin que el decidido impulso
hacia la progresividad en la plena efectividad de los derechos humanos, propia de los tratados
internacionales de la materia, sumado al principio pro homine, connatural con estos documentos, determinan que el intrprete deba escoger dentro de lo que la norma posibilita, el resultado
que proteja en mayor medida a la persona humana... (causa M. 1488. XXXVI, Madorrn,
Marta Cristina v. Administracin Nacional de Aduanas s/reincorporacin, del 3/5/2007, Fallos
330:1989).
36 Ver 600.XL Vaggi, Orestes Juan v. Tanque Argentino Mediano Sociedad del Estado
TAMSE s/cobro de pesos, del 13/5/2008, aludiendo a resguardar el sentido que el legislador
ha querido asignarle a las normas.
37 Tambin lo hacan los proyectos de 1891 y 1906, que aludan a la disminucin de la
pena en un tercio.
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cida de antemano para cada delito una pena elstica con un mximo y un mnimo..., no obstante lo cual se redact el artculo en una forma deplorable,
sin que se oyeran sus reclamos de que se modificara su texto. Esos elementos
histrico-teleolgicos deberan llevar a la interpretacin que propugna el autor
citado, Fontn Balestra, Malagarriga, Oderigo entre otros muchos, y los
fallos plenarios Luna y Villarino.
d) Sin embargo, si se procura armonizar los preceptos de la ley es el
criterio que siguen, entre muchos otros, Nez, De la Ra, Tern Lomas, Zaffaroni, la sala 2 de la Cmara Federal de la Capital en la citada causa Rodrguez, DAlessio en su Cdigo Penal, y las opiniones de las minoras en los
plenarios citados disminuir el tercio del mnimo y la mitad del mximo el
que acuerda a la regla en cuestin una inteligencia que no est al menos
tericamente en pugna con el sistema, pues su aplicacin no se contradice
con otras normas.
e) Pero si la armonizacin de los preceptos de la ley para lograr la aplicacin del texto legal debe hacerse cuidando que la inteligencia que se le asigne
no pueda llevar a la prdida de un derecho, las dos interpretaciones mayoritarias, pueden conducir, segn el caso, a este fin no querido por la regla hermenutica que se acaba de enunciar.
En efecto, acarreara la prdida de un derecho la adopcin del criterio
sentado en Villarino en un caso de prescripcin de la accin penal en el que
se imputara al autor la tentativa de un delito respecto del cual transcurri la
mitad o ms del mximum de la pena desde el hecho interruptor, pero ese plazo
no alcanz a los dos tercios de la pena correspondiente al delito consumado,
como lo exige el art. 62, inc. 2, Cdigo Penal (v.gr., se imputa a B tentativa de
robo simple cometida a principios de 2002, el 3 de marzo de ese ao se dispone
su llamado a indagatoria y captura, fecha desde la que permanece prfugo sin
cometer nuevos delitos; el 5/3/2005 su abogado defensor plantea la extincin
de la accin penal por prescripcin).
A su vez, es, tambin, lo que habra ocurrido si en el mencionado precedente Veira, la Corte hubiera aplicado la disminucin de un tercio del mnimo y la mitad del mximo: la pena para la tentativa de violacin que se le
atribua, habra sido de cuatro aos en lugar de tres, lo que habra postergado,
en perjuicio del imputado, su liberacin.
f) Es aqu, pues, donde se plantea la cuestin que enunciamos al principio: Es posible interpretar una misma disposicin penal en sentidos distintos
segn sea el caso al cual se aplica?
Para ser sincero, hasta que inici este trabajo, a priori, consideraba que
la interpretacin deba tender a buscar no cualquier voluntad que la ley pueda contener, sino la verdadera38 y por tanto, la nica, con independencia del
38 Soler, Sebastin, Derecho penal..., cit., t. I, 14, p. 147; en el mismo sentido, FonBalestra, Carlos, Tratado.., cit., t. I, 12, p. 237: se trata de llegar, mediante el conocimiento, al exacto sentido de la ley, a su verdadera voluntad; Jescheck, Tratado de derecho
tn
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tico del texto legal, ha de recurrirse al principio pro homine que impone privilegiar la interpretacin legal que ms derechos acuerde al ser humano frente al
poder estatal. Ello as, porque el ser humano es el imputado en cada caso, a
quien no se le puede acordar ms derechos, sino atendiendo a las particulares
circunstancias procesales en que se halla en una causa penal, en la que se ejerce
el poder estatal a travs de la jurisdiccin penal. Y, dado que, el principio de
legalidad46 exige priorizar una exgesis restrictiva dentro del lmite semntico
del texto legal, en consonancia con el principio poltico criminal que caracteriza al Derecho Penal como la ultima ratio del ordenamiento jurdico, no hay
otro modo de solucionar la cuestin que admitiendo que es posible interpretar
una misma disposicin legal en sentidos distintos segn las circunstancias del
caso, para aplicar la que ms restrinja la punicin y ms derechos acuerde al
individuo frente al poder estatal.
46 La referencia a este principio nos sirve para hacer una reflexin final sobre las convicciones de Andrs D Alessio. Aunque era un insospechado defensor de los derechos humanos,
lo que llev a cabo con serio compromiso en sus proyectos como Secretario de la Corte, en
sus votos como juez y en sus dictmenes como Procurador General, no se inclin ante la fcil
lectura que hoy parece polticamente correcta de que estando el juzgamiento de ellos de
por medio muchos principios sustanciales del Derecho Penal deben ceder ante otros porque
las exigencias de la justicia, los derechos de las vctimas y la letra y espritu de la Convencin
Americana desplaza su proteccin (es una cita parcial de lo expresado por la CIDH en el
caso Almonacid Arellano, transcripta en una nota de su artculo: DAlessio, Andrs, Una
posicin distinta sobre el fallo Mazzeo, en DAlessio, Andrs - Bertolino, Pedro J. (dirs.),
Revista de derecho penal y procesal penal, 11/2007, p. 2154. Por el contrario, admitiendo que
es justo que los delitos de lesa humanidad sean imprescriptibles, que sus autores no pueden
alegar la excusa de obediencia debida, que no pueden ser objeto de indulto y que es correcta
la intervencin subsidiaria de los tribunales internacionales o extranjeros, critic la aplicacin
retroactiva de la Convencin sobre la Imprescriptibilidad de los Crmenes de Guerra y de los
Crmenes de Lesa Humanidad para hechos cometidos con anterioridad a su ratificacin al referirse a las decisiones de la Corte a partir del fallo Priebke (DAlessio, Andrs, Los delitos
de lesa humanidad, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2008, p. 76), porque en ellos se renuncia
expresamente al principio nullum crimen nulla poena sine lege y a otros de jerarqua semejante
como el non bis in idem, vicio que, segn su parecer, se ha repetido cada vez que el horror
por el hecho delictivo se impuso a la razn de los principios aceptados en occidente a partir de
que Beccara escribiera su inmortal Delle delito e delle pene, lo que se repiti en la Argentina,
donde la repulsin que provocan los crmenes que se cometieron durante la dictadura no puede
llevarnos a comernos al canbal, como dira Jorge L. Borges (las expresiones entrecomilladas
son del artculo citado, p. 2156). De ah que su introduccin a la cita de Radbruch y ella misma,
terminen por pintar los rasgos de las convicciones de Andrs D Alessio que dan lugar a esta
nota: Estimo que el mximo ejemplo de la actitud correcta de un jurista celoso de la objetividad frente al problema lo ha dado Radbruch, que luego de la dictadura nazi, durante la que fue
perseguido, escribi en la parte final de un trabajo que suele citarse por no leerlo completo
como aval de la tesis que en esta nota critico: Luego de doce aos de negacin de la seguridad
jurdica, es ms necesario que nunca el escudarse mediante consideraciones jurdico-formales,
contra las tentaciones que fcilmente pueden haber surgido en aquellos que han vivido sometidos al peligro y la opresin durante doce aos. Debemos buscar la justicia, pero al mismo tiempo atender a la seguridad jurdica, puesto que es ella misma una parte de la justicia, y reconstruir
un Estado de derecho que satisfaga por igual, en la medida de lo posible, a ambas ideas. La
democracia es ciertamente un bien digno de ser elogiado; el Estado de Derecho, sin embargo,
es como el pan de cada da, como el agua para beber y el aire para respirar, y lo mejor en la
democracia es, precisamente, que slo ella es apropiada para asegurar el estado de derecho.
SECCIN III
DELITOS DE LESA HUMANIDAD
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Con el objeto de apreciar la profundidad y fineza del anlisis que se efecta en la obra, en las pginas que siguen se considerar, en una primera parte,
la categora jurdica de los crmenes de lesa humanidad, tal como se ha acuado en el mbito internacional y la presenta el autor, para ver luego las consecuencias de la calificacin de un delito como crimen de lesa humanidad en el
mbito interno, sealando los aspectos sustanciales puestos de relieve sobre la
siempre presente problemtica de las relaciones del derecho internacional con
el derecho interno a la luz de fallos recientes de la Corte Suprema de Justicia
de la Nacin sobre la materia.
De la confrontacin de los efectos prcticos que se ha asignado a esa calificacin con el marco terico desarrollado en la primera parte, surgir clara
la personalidad del juez consecuente con los principios que siempre ense y
defendi.
I. Los crmenes de lesa humanidad
El derecho internacional regula relaciones jurdicas entre Estados, pero
no por ello limita la imputacin de conductas que entran en la esfera de su
mbito de aplicacin a estos sujetos del ordenamiento. En efecto, desde inicios
del siglo pasado, actos aberrantes contra las personas merecieron la condena
internacional, gestndose una categora nueva de ilcitos internacionales; los
crmenes de lesa humanidad.
La obra que se comenta se inicia con un captulo, en el que, no poda ser
de otro modo, se evoca la formacin y evolucin de esta categora de crmenes,
culminando con su expresa inclusin en 1945 en el Estatuto del Tribunal Militar
Internacional de Nremberg basado, al igual que la Carta del Tribunal Militar Internacional para el Lejano Este, en la Declaracin de Mosc de 1943 por
la que se haba expresado la determinacin de castigar a los criminales de guerra luego de la victoria y si fuese del caso exigir su extradicin del Estado
que les diese refugio. Los acusados de cometer crmenes mayores aqullas
personas con relacin a las cuales los crmenes, por su amplitud, no fuesen susceptibles de ser localizados geogrficamente seran juzgados por un tribunal
internacional, en tanto que los acusados de crmenes menores, ejecutados en
un determinado Estado ocupado, seran sometidos al sistema judicial de derecho interno de ese Estado1. En estos instrumentos se otorgaba competencia
a las instancias jurisdiccionales para conocer en crmenes de lesa humanidad
as como tambin con relacin a otras dos categoras de crmenes; esto es, los
crmenes contra la paz y los crmenes de guerra. Para cada una de estas ca1 Los textos del Acuerdo de Londres, la Carta del Tribunal Militar Internacional, anexa
al Acuerdo; la Proclamacin del Comandante en Jefe de las Potencias Aliadas de Tokio y la
Carta del Tribunal Militar Internacional para el Lejano Este pueden consultarse en Cherif
Bassiouni, M., Crimes against humanity in international criminal law, Dordrecht-BostonLondres, Martinus Nijhoff Publishers, 1992, ps. 579-586 y 604-611.
99
tegoras, los Estatutos precisaban las conductas que constituan los crmenes
pero no caracterizaban a la figura como tal. En lo que hace a los crmenes de
guerra y a los crmenes contra la paz, en realidad se trataba de dos categoras
ya reconocidas en el derecho positivo convencional al menos desde inicios del
siglo veinte2. En ese sentido cabe recordar que en el Tratado de Paz firmado
en Versalles en 1919 al trmino de la Primera Guerra Mundial se dispona que
el Kaiser Guillermo II de Alemania sera juzgado por un tribunal internacional
como culpable de ofensa suprema a la moral internacional y a la autoridad
sagrada de los tratados y que los individuos autores de actos incriminados
deban ser entregados a los Aliados para ser juzgados por sus tribunales militares. Es decir, que se afirmaba la responsabilidad penal individual tanto por
crmenes de guerra, al haberse cometido infracciones graves al derecho de la
guerra, como por crmenes contra la paz al no haberse respetado los tratados
que deban preservarla. Situacin distinta era la que se presentaba en cuanto a
los crmenes de lesa humanidad, puesto que si bien como expresa el autor
sus antecedentes se remontan a la Declaracin de San Petersburgo de 1868 y
en 1915 Francia, Gran Bretaa y Rusia denunciaban la matanza de armenios
perpetrada por el Imperio Otomano como crmenes contra la humanidad3,
en las negociaciones ulteriores a la Primera Guerra Mundial no se entendi
oportuno llevar a cabo ningn juicio por este tipo de actos al considerarse que
podra alegarse que sera una forma retroactiva de legislacin penal. De este
modo, la primer definicin convencional de crmenes de lesa humanidad es
la contenida en el art. 6 c) del Estatuto del Tribunal Militar Internacional de
Nremberg4, aceptndose una vez ms que en el mbito del derecho internacional se tipificasen conductas como crmenes y que en virtud de esas normas
se juzgase a responsables. Ahora, ya no slo por violar tratados o incurrir en
conductas prohibidas por leyes y usos de la guerra, sino tambin por cometer
crmenes contra la humanidad ya que conforme seal en su sentencia este
tribunal los crmenes contra el derecho internacional los cometen los hombres
2 La Convencin IV de La Haya de 1907 sobre leyes y usos de la guerra terrestre estipula
que las violaciones a las normas sobre la conduccin de la guerra comprometen la responsabilidad del Estado bajo cuyas rdenes se lleven a cabo esas conductas, estatuyndose en la Seccin
II del Reglamento Anexo sobre las Hostilidades una serie de prohibiciones en cuanto a los
medios de hacer dao al enemigo.
3 DAlessio, Andrs J., Los delitos de lesa humanidad, Buenos Aires, AbeledoPerrot,
2008, ps. 2-3 y 5-9.
4 El art. 6, inc. c), del Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Nremberg, estableca que constituan crmenes de lesa humanidad, asesinatos, exterminio, esclavitud, deportacin
y otros actos inhumanos cometidos contra la poblacin civil, antes o durante la guerra, o persecuciones por razones polticas, raciales o religiosas en ejecucin o en conexin con cualquier
crimen de la competencia del Tribunal, sea o no en violacin del derecho interno del pas en el
que se perpetraron. El ltimo prrafo de este artculo dispona que los lderes, organizadores,
instigadores y cmplices que participaron en la formulacin o ejecucin de un plan comn
o conspiracin para cometer cualquiera de los crmenes precedentemente mencionados eran
responsables de todos los actos llevados a cabo por cualquier persona en ejecucin de ese plan.
100
y no entidades abstractas por lo que slo sancionando a los individuos que los
cometen es posible hacer cumplir el derecho internacional5.
En los aos transcurridos desde la adopcin de los Estatutos de los Tribunales de Nremberg y Tokio, la doctrina, la jurisprudencia y normas internacionales e internas, fueron aportando precisiones a la caracterizacin de esta
categora jurdica de ilcitos del ordenamiento internacional; tal el caso de la
Ley 10 dictada por el Consejo de Control Aliado en Alemania el 20/12/1945
para enjuiciar a las personas responsables de crmenes de guerra, crmenes
contra la paz y crmenes de lesa humanidad6, la ley israel de 1951 segn la
cual se juzg a Eichman, o el proceso llevado a cabo en Francia contra Klaus
Barbie, jefe alemn de la Gestapo en Lyon. En 1993, al adoptar el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas el Estatuto del Tribunal Penal Internacional
para la ex-Yugoslavia se incluy en la competencia de esta instancia internacional a los crmenes de lesa humanidad7. Del texto de este Estatuto emerge
que se trata de crmenes contra las personas y no contra los bienes ya que los
actos que se enumeran como crmenes de lesa humanidad retoman la lista de
las conductas incriminadas en la Ley 10 del Consejo de Control Aliado en Alemania, interpretando el tribunal que para su comisin se requiere que los actos
formen parte de un ataque sistemtico o generalizado, que ste se dirija contra
la poblacin civil, y que el acusado sepa que los actos que comete forman parte
de tal plan. El ao siguiente, en razn de los hechos ocurridos en Ruanda, el
Consejo de Seguridad instituy un nuevo tribunal internacional ad hoc para
el juzgamiento de personas responsables de genocidio y de otras graves violaciones del derecho internacional humanitario cometidas en el territorio de
Ruanda y por nacionales ruandeses en el territorio de Estados vecinos entre
el 1 de enero de 1994 y el 31 de diciembre de ese ao8. El Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda contiene la misma lista de actos que
configuran el crimen9, exigiendo que sean cometidos como parte de un ataque
generalizado o sistemtico contra la poblacin civil por razones de nacionalidad o por razones polticas, tnicas, raciales o religiosas10. El hecho de que
el ataque deba dirigirse contra una poblacin civil revela el carcter colectivo
5 Judgement, Trial of the major war criminals before the international military tribunal,
Nremberg. 14/11/1945 - 10/10/1946, reimpreso en AJIL, 1947-41, ps. 172 y ss.
6 Esta ley retoma la lista de actos del Estatuto del Tribunal de Nremberg, agregando el
encarcelamiento, la tortura y la violacin; vase el texto en Cherif Bassiouni, M., Crimes...,
cit., ps. 590 y ss.
7 El Tribunal se estableci por Res. 808 (1993) y el Estatuto se adopt por Res. 827
(1993); el art. 5, crmenes de lesa humanidad, requiere que los actos all enumerados se cometan contra la poblacin civil.
8 Consejo de Seguridad Res. 955 (1994).
9 Estatuto Tribunal Penal Internacional para Ruanda, art. 3.
10 En opinin de parte de la doctrina y segn las legislaciones internas de algunos pases,
entre ellos Estados Unidos y Francia, los crmenes de lesa humanidad tienen que perpetrarse en
el marco de un plan concertado.
101
del crimen, ms que la condicin de la vctima, por lo que en este contexto por
poblacin civil se entiende no slo a los civiles en sentido estricto sino tambin
a todos aquellos que hayan sido puestos fuera de combate cuando el crimen se
cometi; teniendo presente que el hecho de la presencia entre la poblacin civil de individuos que no tengan la condicin de civiles no priva a la poblacin
misma de tal carcter11 y que en caso de duda la persona debe presumirse civil
12. Bueno es recordar el carcter vinculante de las decisiones del Consejo de
Seguridad, mxime cuando como es del caso en la institucin de estos tribunales ad hoc sus trminos no merecieron objecin13.
La naturaleza de estos crmenes fue establecida en una de las primeras
decisiones del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia al sealarse
que las vctimas no son los individuos como tales sino la humanidad como un
todo ya que, precisamente, el concepto de humanidad como vctima caracteriza
al crimen de lesa humanidad14. En esencia, los elementos que lo tipifican son la
naturaleza generalizada o sistemtica de los ataques dirigidos contra la poblacin civil y el conocimiento por parte de quien perpetra el crimen del contexto
ms amplio en el que se inscribe su accin15, entendiendo el trmino ataque
con un sentido no totalmente idntico al que se le da en el derecho internacional humanitario puesto que no se limita a la conduccin de las hostilidades sino
que puede configurarse a travs de tratos inhumanos infligidos a quienes no
participan directamente en ellas, tales como personas que han sido detenidas16.
11 TPIY., 7/5/1997, The Prosecutor v. Dusco Tadic, case nro. IT-94-1-T, Judgement;
14/12/1999, The Prosecutor v. Goran Jelisic, case nro. IT-95-10-T, Judgement; 14/1/2000,
The Prosecutor v. Zoran Kupreskic et al, case nro. IT-95-16-T, Judgement; y 3/3/2000, The
Prosecutor v. Tihomir Blaskic, case nro. IT-95-14-T, Judgement, parg. 210-216.
12 TPIY., The Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran Vukovic,
case nro. IT-96-23-T and IT-96-23/1-T, Judgement, parg. 435.
13 El art. 25 de la Carta de la ONU dispone que los Miembros de la organizacin convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad; en la especie, los tribunales
ad hoc fueron instituidos en virtud de la facultad otorgada al rgano en el art. 41 de la Carta
de decidir medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada para hacer efectivas sus decisiones.
14 TPIY., 29/11/1996, The Prosecutor v. Drazen Erdemovic, Sentencing Judgement, case
nro. IT-96-22-T. Si bien esta sentencia fue anulada en apelacin el 7/10/1997 en razn de entender que la declaracin de culpabilidad que haba expresado el acusado no haba sido informada,
desde que al mismo tiempo alegaba como eximente de responsabilidad la obediencia debida,
ordenndose en consecuencia que se dictase una nueva sentencia en primera instancia, en lo
que aqu interesa el nuevo Tribunal, en la decisin que adopt el 5/3/1998, en nada modific la
opinin que se cita.
15 El Tribunal Penal Internacional para Ruanda precis que el acto debe ser inhumano en
su naturaleza y en su carcter, causando gran sufrimiento o un grave dao al cuerpo, a la mente
o a la salud fsica; Le Procureur v. Jean Paul Akayesu, ICTR-96-4-T, Jugement, 2/9/1998.
16 TPIY., The Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran Vukovic,
case nro. IT-96-23-T and IT-96-23/1-T, Judgement, parg. 416, sealndose que sin embargo ambos conceptos tienen un origen comn; esto es, que la guerra es una cuestin entre
fuerzas armadas o grupos armados y que la poblacin civil no debe ser un objetivo legtimo;
en la apelacin, profundizndose estos conceptos, se seal que el ataque no necesita ser parte
102
Lo sistemtico del ataque puede asumir formas diversas; esto es, la existencia de un objetivo poltico, un plan de ataque, o una ideologa cuyo fin
fuese perseguir o debilitar una comunidad; perpetrar en gran escala un acto
criminal contra un grupo de civiles o la comisin continua y repetida de actos
inhumanos vinculados unos con otros. El plan no necesita que se formalice o
se declare expresamente pero ha de poder inferirse del contexto en el que se
desarrollan los hechos. En cuanto al elemento alternativo a lo sistemtico que
requiere el crimen para configurarse esto es, que sea generalizado est
referido a la escala en que se perpetran los actos y al nmero de vctimas. A
pesar de que el requisito es que el ataque sea sistemtico o generalizado y no
de que se acumule lo sistemtico a lo general, el Tribunal Penal Internacional
para la ex-Yugoslavia seal que en la prctica estos dos criterios suelen resultar difciles de separar porque un ataque generalizado que se dirige contra un
importante nmero de vctimas posiblemente se vincule con alguna forma de
planificacin u organizacin17.
Por ltimo ha de sealarse que tambin en opinin del Tribunal Penal
Internacional para la ex-Yugoslavia basndose en el derecho consuetudinario una intencin discriminatoria no es necesaria para que esta figura penal
quede configurada. La discriminacin, en la especie, slo est referida a uno
de los crmenes de lesa humanidad; el crimen de persecucin18. En efecto, slo
una norma del Estatuto de este Tribunal en trminos similares a lo dispuesto
al respecto en el Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda19
tipifica como crimen de lesa humanidad a la persecucin cuando sta se lleva
a cabo por motivos polticos, raciales o religiosos. Con relacin a los dems
actos, el nimo discriminatorio no configura un elemento del crimen de lesa
humanidad ya que la mens rea slo requiere del acusado que haya tenido conocimiento de que sus actos forman parte del ataque sin que sea necesario que
conociese sus detalles. En efecto, es el ataque, no los actos del acusado, el que ha
de dirigirse contra la poblacin civil20.
En substancia, estos crmenes se caracterizan por lo inhumano de las conductas, su gravedad, su amplitud ya que ha de tratarse de una accin a gran
escala, vinculada con un ataque sistemtico o generalizado, su inclusin en
de un conflicto armado ya que con relacin a un crimen de lesa humanidad no est limitado
al uso de la fuerza armada sino que puede referirse al maltrato de la poblacin civil, lo que no
necesariamente implica el maltrato a toda la poblacin del lugar en que se produce el ataque,
Appeals Judgement, 12/6/2002, parg. 86-90.
17 TPIY., 3/3/2000, The Prosecutor v. Tihomir Blaskic, case nro. IT-95-14-T, Judgement.
18 TPIY., 15/7/1999, The Prosecutor v. Dusko Tadic, case nro. IT-94-1-A, Appeal
Chamber, Judgement.
19 Estatuto Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, art. 5, inc. h) y Estatuto
Tribunal Penal Internacional para Ruanda, art. 3, inc. h).
20 TPIY., 12/6/2002, The Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran
Vukovic, case nro. IT-96-23 and IT-96-23/1-A, Appeals Judgement, parg. 103.
103
21 Bettati, Mario, Le crimen contre lhumanit, en Ascensio, Herv - Decaux, Emmanuel - Pellet, Alain (dir.), Droit international pnal, Pedone, Pars, 2000, ps. 293 y ss.; el
Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, sintetizando la jurisprudencia, seal como
elementos comunes de los crmenes de lesa humanidad que a) los actos del acusado tienen que
tener lugar en el contexto de un ataque generalizado o sistemtico, entendiendo como generalizado que sea a gran escala y como sistemtico que denote organizacin, debiendo cumplir este
requisito el ataque y no los actos del acusado; b) deben dirigirse contra la poblacin civil, lo
que no implica que toda la poblacin de una entidad geogrfica en la que el ataque tiene lugar
ha de haber sido objeto del ataque, siendo suficiente que un nmero de individuos haya sido
blanco del ataque o que haya sido objeto de ataque de un modo tal que muestre que el acto se
diriga contra la poblacin civil y no contra un nmero de individuos cualesquiera, debiendo
estarse en cuanto a la definicin de poblacin civil a lo dispuesto en el Protocolo I de 1977
Adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, art. 50, que en opinin del Tribunal refleja el derecho consuetudinario; c) es necesario un plan o una poltica previa, y d) el acusado ha de tener
conocimiento de que sus actos forman parte de un ataque criminal. En cuanto a la mens rea, el
Tribunal seal que el acusado ha de tener la intencin de cometer el crimen y conocer que hay
un ataque contra la poblacin civil del que sus actos forman parte puesto que es el ataque y no
los actos del acusado los que se deben dirigir contra la poblacin civil, TPIY., 17/12/2004, The
Prosecutor v. Dario Kordic and Mario Cerkez, case nro. IT-95-14/2-A, Appeals Judgement,
parg. 92-100.
22 Por codificacin del derecho internacional se entiende la inclusin en un tratado internacional de una norma consuetudinaria en modo orgnico y sistemtico; ello no obstante, la
costumbre no es reemplazada por el tratado sino que coexiste con ste y ambas fuentes pueden
tener valor vinculante al mismo tiempo y para los mismos sujetos del ordenamiento jurdico,
Corte Internacional de Justicia, caso de las Actividades Militares y Paramilitares en y contra
Nicaragua, excepciones, Nicaragua v. Estados Unidos de Amrica, CIJ, Recueil, 1984, en el
que el Tribunal seal que no corresponda rechazar la demanda de Nicaragua por el slo hecho
de que los principios del derecho internacional general invocados en su apoyo se retomasen en
tratados multilaterales, precisando que el hecho de que estos principios fuesen codificados o incorporados en convenciones multilaterales no significaba que dejasen de existir y ser aplicables
como principios del derecho consuetudinario; y ello, an con relacin a pases que son partes
en dichos tratados.
23 Estatuto Corte Penal Internacional, art. 7.1; la lista de actos es similar a la contenida
en el Estatuto de los Tribunales Penales Internacionales para la ex-Yugoslavia y para Ruanda,
pero se agregan dentro de esta categora la desaparicin forzada de personas y el crimen de
apartheid.
104
poltica de un Estado o de una organizacin de cometer ese ataque o para promover esa poltica.
A la luz de los elementos que ha de reunir una conducta para que constituya un crimen de lesa humanidad conforme al derecho consuetudinario y
convencional, que el autor sintetiza en su obra, observa en ella que los actos
enunciados en el Estatuto de la Corte Penal Internacional como crmenes de
esta categora podran conformar dos grupos distintos; uno, son delitos cuyas descripciones coinciden con las tradicionalmente existentes en los cdigos
penales de todas las naciones civilizadas tales como asesinato o privacin
ilegtima de la libertad otro, son delitos propiamente internacionales, como
ocurre con el exterminio o el embarazo forzado24. Sin embargo, se ocupa de
recalcar que para que las conductas constituyan crmenes de lesa humanidad,
en uno y otro caso, esos hechos han de cumplir las condiciones generales establecidas en el artculo 7 prrafo 1, conforme a la definicin de ataque contenida
en prrafo 2. A su juicio, algunas de estas condiciones no requieren elaboracin
particular25 pero la situacin es distinta en lo que hace a los requisitos de que
el ataque se dirija contra una poblacin civil y a que ste se integre en la
poltica de un estado u organizacin. En lo que se refiere al primero de estos
elementos, con sustento en la jurisprudencia del Tribunal Militar Internacional
de Nremberg26, del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia 27, de
la Cmara Criminal de la Corte de Casacin francesa as como en lo dispuesto en el Cdigo Penal francs, que lo regula, recuerda que los trminos de la
disposicin legal en cuestin no son en manera alguna restrictivos y que lo
decisivo es la escala y organizacin en la que fue cometido el crimen contra
una poblacin; aun cuando las vctimas fuesen soldados, no combatientes al
momento del hecho. En cuanto a la poltica a la que debe adecuarse el acto,
ha de entenderse por tal un plan preconcebido tendiente a provocar terror.
Por ltimo, en lo que hace a los conceptos de Estado y organizacin
si bien el primero es claro en derecho admite que el segundo se presta a un rico
debate sobre su alcance. En ese sentido, y en vinculacin como lo que pueden
24 DAlessio, Andrs
105
106
humanidad y, por el otro, que no slo polticas de los Estados pueden conducir
a cometerlos32.
II. Consecuencia de la calificacin de un delito
como crimen de lesa humanidad
Las consecuencias de la calificacin de un delito como crimen de lesa
humanidad se analizan en la obra en funcin del valor vinculante para el Estado argentino de las normas internacionales por las que ha aceptado obligarse.
De este modo, ya en el primer captulo se pone de relieve que el Estatuto de la
Corte Penal Internacional contiene un concepto de este tipo de crmenes y que
esa definicin constituye para el pas derecho positivo a partir de su aprobacin
por la ley 25.39033. Esta constatacin es particularmente valiosa para el anlisis
que se intenta si se tiene en cuenta que se ve reafirmada por el hecho de que al
adoptarse ulteriormente la ley 26.200, por la que se implementa en el mbito
interno el Estatuto, la norma no tipifica esta categora de crmenes segn un
principio de especialidad en el mbito penal sino que se limita a remitirse a
sus disposiciones, estableciendo en lo que aqu interesa que las conductas
descriptas en el art. 7 del Estatuto crmenes de lesa humanidad son punibles para la Repblica Argentina34.
Es decir que para que un acto constituya un crimen de lesa humanidad
ha de conformarse a la poltica de un Estado o a la de una organizacin; si
se tratase de una organizacin, sta no necesitara controlar un territorio sino
que bastara que se pudiese mover libremente por l; y a ms la vctima
del ataque sistemtico o generalizado ha de ser la poblacin civil en sentido
amplio, en la que quedaran comprendidos los soldados no combatientes al
momento del hecho.
Estas conclusiones del autor son, en un todo, conformes con lo que se
establece en la Constitucin Nacional en cuanto a las relaciones del derecho
internacional con la normativa interna al disponerse que las normas internacionales integran directamente el ordenamiento jurdico de la Argentina; sean
stas de fuente convencional35 o consuetudinaria36. En efecto, el derecho inter32 TPIY., 12/6/2002, The Prosecutor v. Dragoljub Kunarac, Radomir Kovac and Zoran
Vukovic, case nro. IT-96-23 and IT-96-23/1A, Appeals Judgement, en el que se especific
que el acusado debe saber que sus actos se compadecen con la poltica de un Estado o de una
organizacin.
33 DAlessio, Andrs J., Los delitos..., cit., p. 9.
34 Ley 26.200, art. 2, Boletn Oficial, 9/1/2007.
35 El art. 31 de la Constitucin Nacional dispone Esta Constitucin, las leyes de la
Nacin que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nacin....
36 El art. 118 de la Constitucin Nacional dispone Todos los juicios criminales ordinarios, que no deriven del derecho de acusacin concedido a la Cmara de Diputados se terminarn por jurados, luego que se establezca en la Repblica esta institucin. La actuacin de
107
108
Es decir que el texto constitucional fija tres condiciones para que normas de
fuente internacional en una materia determinada se vean imbudas de jerarqua
constitucional.
En primer lugar, la norma internacional ser norma interna en las condiciones de su vigencia; esto es, que su mbito de validez temporal est dado
no en funcin del ordenamiento domstico sino del ordenamiento internacional. As, integrar el derecho positivo argentino desde el momento en que se
encuentre vigente para el Estado en el mbito internacional. Por otra parte,
la norma interna de fuente internacional ha de tener el contenido y el alcance
que le ha atribuido el Estado al obligarse internacionalmente por ella; esto es,
conforme a los trminos en que manifest su voluntad de vincularse puesto que
en los casos de convenciones multilaterales pudo haber efectuado reservas si
stas no estaban prohibidas por el acuerdo internacional o, eventualmente,
declaraciones interpretativas del alcance de alguna de sus disposiciones.
La segunda condicin que estableci la reforma es la de que la norma
internacional no ha de derogar artculo alguno de la primera parte de la Constitucin, lo que no poda ser de otro modo en razn del expreso mandato dado a
la Convencin Constituyente ya que la ley que haba declarado la necesidad de
la reforma pona un lmite al poder que se delegaba puesto que se vedaba introducir modificacin alguna a las declaraciones, derechos y garantas contenidos
en el Captulo nico de la Primera Parte de la Constitucin Nacional, previndose como sancin la nulidad de nulidad absoluta de todas las modificaciones,
derogaciones y agregados que se realizasen contraviniendo esta limitacin41.
Por ltimo, la norma internacional ha de poder interpretarse como complementaria de los derechos y garantas reconocidos en la Norma Fundamental.
Es decir que, teniendo presente una disposicin constitucional, ha de verificarse que es posible considerar que la de fuente internacional, lejos de modificarla
o derogarla, la integra y an podra enriquecerla en cuanto a su sentido y alcance puesto que el complemento ha de estar subordinado al principal42.
su vigencia, tienen jerarqua constitucional, no derogan artculo alguno de la primera parte de
esta Constitucin y deben entenderse complementarios de los derechos y garantas por ella
reconocidos (...) y el prrafo tercero de la misma norma agrega Los dems tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirn del
voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cmara para gozar de la
jerarqua constitucional. Las leyes 24.820 y 25.778 otorgaron esta jerarqua, respectivamente,
a la Convencin Interamericana sobre Desaparicin Forzada de Personas y a la Convencin de
las Naciones Unidas sobre Imprescriptibilidad de los Crmenes de Guerra y de los Crmenes de
Lesa Humanidad.
41 Corte Sup., Fallos 322:1616 en el que el Tribunal aplic la sancin de nulidad contenida en el art. 6 de la ley 24.309.
42 Vanossi, Jorge R. A. - Dalla Via, Alberto R., Rgimen constitucional de los tratados, 2 ed., Buenos Aires, AbeledoPerrot, 2000, ps. 321-327 quienes agregan que el principio se
ha reiterado en el art. 75, inc. 22, al establecer que los tratados de derechos humanos no pueden
derogar artculo alguno de la primera parte y deben considerarse complementarios; asimismo,
vase un cuidadoso anlisis de la doctrina en la materia, en el que se incluyen tambin opiniones disidentes, en Garca Belsunce, Horacio A., Los tratados internacionales de derechos
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110
111
que han de cumplirse tres requisitos. Esto es, que exista una ley que prevea el
acto que ella haya cometido como delito; que esa previsin sea precisa y clara;
y que la ley en cuestin estuviera vigente antes de la comisin del hecho54. El
ltimo de estos recaudos comporta la prohibicin de la retroactividad en materia
penal. La Corte Suprema de Justicia de la Nacin, sin embargo, en el caso Priebke otorg la extradicin que se solicitaba al considerar que el hecho por el que
se lo requera constitua genocidio, entendindose aplicables los arts. 75 inc. 22
y 118 de la Constitucin Nacional y la Convencin para la Prevencin y la Sancin del Delito de Genocidio, conforme a los principios del ius cogens del derecho internacional55. El autor, al transcribir prrafos de los votos en disidencia
de los jueces Levene y Belluscio en los que se pone de relieve la imposibilidad
de soslayar el principio de irretroactividad, expresa que con este precedente se
inicia una serie de fallos con los que se hace realidad la amenaza que anunciaban estos jueces en el sentido de que si se lo dejase de lado, por el horror que
producen los hechos imputados, maana podra llegar a sujetarse la proteccin
de la libertad personal de aquel cuya conducta no se encuadre en ley previa, al
arbitrio de una pseudo interpretacin que puede llevar a excesos insospechados.
El precedente ms importante en esa lnea, a juicio del autor, es el caso
Arancibia Clavel56 en el que se consider pertinente la Convencin sobre la
Imprescriptibilidad de los Crmenes de Guerra y de los Crmenes de Lesa Hu54 DAlessio, Andrs
personas que no participaban en operaciones blicas durante el estado de guerra entre Italia y
Alemania como represalia por la explosin de una bomba en el centro de Roma en momentos
en que pasaba una compaa alemana por lo que el Alto Mando Alemn haba dispuesto como
sancin colectiva el fusilamiento de diez ciudadanos italianos por cada alemn muerto; esto
es, que se trat de una represalia y por ende los hechos no constituyeron genocidio como se
los calific en este fallo puesto que no reunan los elementos de este crimen distinto del
de lesa humanidad los que, conforme se establece en la Convencin para la Prevencin y la
Sancin del Delito de Genocidio, incorporada en el art. 75, inc. 22, a la Constitucin Nacional
en la reforma de 1994, requieren una intencin especial de destruir total o parcialmente a un
grupo nacional, tnico, racial o religioso como tal.
56 Corte Sup., Fallos 327:3294 y 3312; la Convencin sobre la imprescriptibilidad de
los crmenes de guerra y de los crmenes de lesa humanidad se adopt en 1968, entr en vigor el 11/11/1970 al haberse depositado el dcimo instrumento de ratificacin o adhesin de
conformidad con lo dispuesto en el art. 8, la Argentina no fue Estado signatario, la aprob por
Ley 24.584 y se dispuso su ratificacin por dec. 575/2003, publicado en el Boletn Oficial el
13/8/2003, siendo Estado parte desde el 26/8/2003; por Ley 25.778, publicada en el Boletn Oficial el 3/9/2003, se le otorg jerarqua constitucional en los trminos del art. 75, inc. 22, in fine,
de la Constitucin Nacional; en razn de que al 21/12/2009 slo 53 Estados han expresado su
consentimiento en obligarse por ella segn surge del sitio oficial www.treaties.un.org y de
la prctica de rechazarse pedidos de extradicin por tales crmenes fundados, precisamente, en
la prescripcin de la accin, resulta difcil interpretar que esta regla sea de fuente convencional
y consuetudinaria y que, por ende, pudiese tratarse de un principio general del derecho internacional bien reconocido por la comunidad internacional; conf., Schabas, William A., Art. 29,
Non-applicability of statute of limitations, en Triffterer, Otto (ed.), Commentary..., cit.,
ps. 523 y ss.; este artculo del Estatuto de la Corte Penal Internacional establece que los crmenes de la competencia de este tribunal no prescribirn, norma que es vinculante para la Corte y
para los 110 Estados que son parte de este tratado al 21/12/2009; esto es, aquellos Estados que
112
113
el cual haya sido condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con
la ley y el procedimiento penal de cada pas; non bis in idem o double jeopardy.
En la especie, el principal imputado haba recibido la gracia de un indulto del
cual fue sobresedo en resolucin que haba confirmado la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin en 199060. Sin embargo, la mayora del tribunal, sobre
la base de los argumentos vertidos en el caso Simn, entendi que ello no era
bice para reabrir la causa. Las disidencias pertenecieron a los jueces Fayt y
Argibay. El autor pone de relieve este ltimo voto, de la nica integrante del
tribunal que sufri en carne propia los abusos de la dictadura, en el que se sostuvo la intangibilidad de la cosa juzgada, afirmndose que ninguna concepcin
razonable del Poder Judicial como institucin bsica del Estado de Derecho
autoriza a no respetar las decisiones judiciales que cuentan con autoridad de
cosa juzgada puesto que lo contrario torna trivial y contingente el principal
cometido que tiene asignado; esto es, dar el fallo final e irrevocable de las controversias sobre los derechos de las partes.
Por ltimo, y en cuanto al principio que requiere la participacin personal
en el acto, en la obra se vuelve sobre el caso Arancibia Clavel ahora en lo que
hace a las disidencias de los jueces Belluscio y Fayt. Del voto del juez Belluscio se resalta el prrafo segn el cual la imprescriptibilidad no obstante el tiempo transcurrido desde los hechos no puede tener como consecuencia adicional
que las condenas no deban estar regidas por las mismas reglas de certeza que la
que se exige respecto de los dems delitos; ni tampoco, que se pueda condenar
sin que se sepa concretamente qu es lo que se reprocha al imputado. Del voto
del juez Fayt se pone de relieve la afirmacin de que las garantas constitucionales del debido proceso y de la defensa en juicio exigen que la acusacin
describa con precisin la conducta imputada a los efectos de que el procesado
pueda ejercer en plenitud su derecho a ser odo y a hacer valer todos los medios
conducentes a su defensa.
Como el propio autor seala en las pginas finales de su obra, la creacin
de crmenes internacionales cometidos fuera del marco de un conflicto armado
ha sido un paso extraordinario en el proceso de tipificar conductas intolerables para la comunidad de naciones, disminuir la posibilidad de que queden
impunes y, as, en la medida de lo posible, prevenir su comisin. Sin embargo,
expresa con absoluta claridad rebelarse ante la comprobacin de que se olvide
que la pena no puede ser considerada como expiacin ni como venganza y
que su imposicin debe estar precedida de un cumplimiento sin excepcin de
las garantas del Derecho Penal consagradas en el Derecho Internacional y en
60 Corte Sup., Fallos 313:1392; la causa se haba seguido contra Santiago Omar Riveros
por la presunta participacin en diversos delitos con la concurrencia de varias personas que
formaban parte de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado; mientras se sustanciaba,
el Presidente de la Repblica dict un decreto de indulto en virtud del cual la Cmara Federal
de Apelaciones de San Martn dict el sobreseimiento definitivo de Santiago Omar Riveros,
declarando la Corte Suprema mal concedido el recurso extraordinario que se haba concedido
contra dicha decisin con lo que se puso fin a la causa.
114
el derecho nacional desde que los tratados integran el derecho interno en las
condiciones de su vigencia y han de subordinarse a los principios de derecho
pblico en ella establecidos, segn lo dispuesto en su art. 27. Y agrega, admitir
la vulneracin de criterios que se han desarrollado en ms de doscientos aos
de cultura jurdica y que se ensean como bases de la pena es aproximarse a la
degradacin del derecho punitivo61.
A modo de conclusin
El profundo anlisis que se hace en la obra de la categora jurdica de
crmenes de lesa humanidad y su aplicacin en decisiones de la Corte Suprema
de Justicia de la Nacin, a la luz de principios bsicos del derecho penal, es
revelador no slo del conocimiento de un fino jurista sino, particularmente, de
la honestidad intelectual de quien aplic en vida las enseanzas que siempre
haba impartido.
Su pensamiento cobra todo su relieve si se tiene en cuenta que proviene
de un juez que integr un tribunal en el que se juzg a personas imputadas de
este tipo de delitos y, sin dejar de sealar el horror que provocan estas conductas, postula el permanente respeto de los principios del ordenamiento penal
como base inexcusable en la construccin del Estado de Derecho.
La defensa de los derechos humanos lesionados por la comisin de este
tipo de crmenes nunca podra progresar si se ignorasen las bases que la sustentan. El delicado equilibrio entre los derechos de las vctimas y los derechos del
acusado no se realizara si, como dice el autor, se le diese a ste un tratamiento
que no fuera acorde con los derechos que no respet.
El juez, independiente, idneo e imparcial, nos deja con su obra un ejemplo ms sobre el que todos, pero en particular los ms jvenes, debemos detenernos a pensar y, en ese sentido, meditar que quizs sera valioso aceptar la
invitacin al debate que deja planteada al sealar la situacin que se presentara si una instancia internacional pretendiese que los tribunales argentinos se
pronunciasen de modo que violase algunas de las garantas preexistentes de
nuestra Constitucin dado que los jueces que lo integrasen habrn asumido su
cargo jurando aplicar esa Constitucin.
Andrs J. DAlessio, Magistrado, Profesor, ser humano especial, que honr con sus enseanzas pero por sobre todo con su conducta al Poder Judicial
de la Nacin y a esta Casa de Estudios a los que perteneci. Valgan estas lneas
de homenaje a quien siempre predic que el juzgamiento de responsables es
va idnea en la prevencin de que actos aberrantes nunca ms se vuelvan a
cometer pero que ello no justifica violar garantas del Derecho Penal; interno
e internacional.
61 DAlessio, Andrs
DE VIDELA A FUJIMORI
Por Ricardo Gil Lavedra
I. Introduccin
La entusiasta y aguda mirada de Andrs DAlessio repos en numerosos
temas de Derecho Penal y Constitucional (en especial el rgimen del recurso
extraordinario federal). Pero me parece oportuno recordar, en ocasin de un
libro en su homenaje, un tema que discutimos intensamente en el pasado junto
a nuestros amigos y colegas de la Cmara Federal en lo Criminal de la Ciudad
de Buenos Aires: la responsabilidad penal de quien maneja un aparato organizado de poder.
El denominado juicio a las juntas militares que llevamos a cabo como
integrantes del tribunal mencionado entre los aos 1984 y 1985, tuvo como objeto analizar la responsabilidad criminal de los miembros de las tres primeras
juntas de la dictadura militar por los delitos que haba cometido personal bajo
su dependencia durante la represin del terrorismo.
Conviene recordar que, en dicho proceso, se aplic el procedimiento del
Cdigo de Justicia Militar y las reglas del Cdigo Penal comn para analizar
las conductas que se imputaban1. No se aplic disposicin alguna del Derecho
Internacional2. En ese momento, no exista an la rica elaboracin vigente hoy
en da del derecho internacional de los derechos humanos. La experiencia in-
1 La ley 23.049 modific el Cdigo de Justicia Militar para asignar a jueces civiles los
delitos comunes cometidos en acto de servicio pero, a fin de respetar quizs con celo excesivo la garanta del juez natural atribuy al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el
juzgamiento de los delitos comunes cometidos entre 1976 y 1983, con el alegado propsito de
combatir a la subversin, introduciendo un recurso de apelacin ante la Cmara Federal del
lugar y la posibilidad de que sta se avocara a un caso en el supuesto de demora injustificada del
Consejo Supremo. Esto ltimo es lo que ocurri en el caso de los ex comandantes; en octubre
de 1984, la Cmara Federal en lo Criminal de la Capital asumi el conocimiento del expediente.
As, naci la conocida causa 13/84.
2 El gobierno del presidente Alfonsn ratific la Convencin Americana de Derechos
Humanos en agosto de 1984, es decir, slo dos meses antes que la Cmara Federal se avocara al
caso de los ex-comandantes. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos fue ratificado en noviembre de 1986, casi un ao despus de la sentencia de la causa 13.
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117
5 Jimnez de Asa, Luis, Tratado de derecho penal, cit., p. 1212. La declaracin estableca que el enjuiciamiento por los hechos cometidos durante la guerra se circunscriba al caso
de los principales criminales de guerra cuyos delito no tienen localizacin geogrfica particular.
Esto no invalidaba, desde luego, la funcin de justicia en cada pas contra los traidores internos
y contra las prcticas brbaras en un sector concreto y por hechos localizados. dem, p. 1213.
6 Crmenes contra la paz, crmenes de guerra y crmenes contra la humanidad.
7 Owen, James, Nuremberg..., cit., p. 51.
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su aplicacin por tribunales locales, entre ellos nuestra propia Corte Suprema
de Justicia15, reivindic las reglas de Nremberg, pues se ha aceptado que ya
exista en esa poca una regla del derecho internacional consuetudinario, que
prohiba la comisin de ciertos crmenes que, por su extraordinaria gravedad,
violentaban la conciencia universal16.
III. La tesis de Roxin
Fue recin en 1963 cuando el jurista alemn Claus Roxin, a propsito de
los casos Eichmann17 y Staschynskij18, sent las bases tericas de una nueva
forma de autora mediata a la que denomin autora mediata por dominio de
voluntad en virtud de aparatos organizados de poder. La teora se refiere a
aquellos casos que se caracterizan porque el sujeto de detrs tiene a su disposicin una maquinaria personal (casi siempre organizada estatalmente) con
cuya ayuda puede cometer sus crmenes sin tener que delegar su realizacin a
la decisin autnoma del ejecutor19.
De este modo, propici una solucin dogmtica a los problemas de autora que no podan resolverse conforme a las reglas tradicionales respecto de
quienes, dentro de un aparato organizado, daban las rdenes, planificaban los
hechos, pero no intervenan en su realizacin. La autora mediata, hasta ese entonces, se admita fundada nicamente en la existencia de coaccin o error, es
decir, un autor no responsable. Cabe dejar aclarado que Roxin parti de la teora del dominio del hecho como criterio diferenciador entre autor y partcipe20.
Eichmann era un funcionario nazi a cargo de la Oficina Central para la
Migracin Juda, responsable de numerosas ejecuciones de judos, aunque di15 Casos
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otro lado, tampoco se verifica en estos casos una ejecucin comn. El burcrata no ejecuta nada por s mismo, no se ensucia las manos sino que se sirve
del rgano ejecutor39.
Roxin rechaza la tesis de la coautora por una tercera razn: sta no se
hace cargo de la diferencia estructural entre una y otra forma de participacin.
En efecto, la autora mediata se estructura verticalmente, el que ordena arriba
del ejecutor, mientras que la coautora lo est horizontalmente.
Tambin rebate la solucin de la induccin, pues si bien presenta una
estructura vertical al igual que la autora mediata, el que da rdenes en la jerarqua de un aparato de poder se diferencia de un simple inductor. El inductor
tiene que tomar contacto con el autor en potencia, captarlo para su plan, vencer,
eventualmente, sus resistencias; el burcrata slo tiene que dar una orden40.
A nivel nacional Zaffaroni no encuentra objeciones para compatibilizar
la tesis con nuestro texto legal aunque no advierte cules seran las ventajas
de esta complicada construccin, entre otras cosas porque es una cuestin de
hecho determinar si mantuvo o no el dominio del hecho, en cuyo caso no cabra
descartar la coautora o la participacin necesaria41. Garca Vitor42 se inclina
por la coautora en funcin de que nuestro derecho positivo no exige una realizacin conjunta del hecho, por lo que no es necesario extender el concepto
tradicional de autora mediata. Carlos J. Lascano (h) entiende, en cambio, que
la teora de Roxin puede tener cabida dentro de la categora de determinadotes
del art. 45 del Cdigo Penal43.
Sancinetti, a su vez, quien haba afirmado que la dogmtica moderna
aceptaba sin ms la teora, consider ms tarde que tal afirmacin fue equivocada y que, tanto hoy como ayer, hay voces autorizadas contrarias a aceptar un
autor detrs del autor, si ste es plenamente responsable. Si bien es partidario de esta forma de autora estima que ...la cuestin pierde parte de su inters
prctico en razn de que la teora del ilcito que he tratado de desarrollar...
presupone que tambin todo acto de participacin debera ser penado sin ms
tan pronto como el partcipe haya perdido el control de lo que el autor principal
pueda hacer con su aporte44.
39 dem.
40 dem.
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Es cierto que no hay diferencias en la pena que recibe el autor con la que
se impone a los coautores o a los partcipes primarios (cmplices o instigadores), con lo que bien puede argumentarse que la discusin carece de importancia prctica.
Sin embargo, intuitivamente pareciera que no puede afirmarse que quien
comete un hecho tpico, como una pieza reemplazable de una maquinaria organizada y jerrquica, es el nico autor del suceso y quien puso en marcha la
organizacin en funcin de la realizacin de esos delitos, sea el instigador. El
hombre de atrs es ms que el instigador del hecho.
En estos casos, la responsabilidad del autor directo se funda en su cercana al hecho y la del hombre de atrs resulta de la influencia que ejerce sobre
la organizacin en la cual est incluido el ejecutor. Dado que el autor mediato
tiene a la organizacin en su mano y que a travs de ella, el ejecutor es
gobernado mediatamente el ejecutor es intercambiable y sin importancia45.
Por eso, el mero ejecutor no puede ser considerado autor del hecho y quien
conduce un aparato de poder, creado a travs de sus rdenes, un simple instigador. De cualquier modo, ms all de las diferencias de apreciacin dogmticas,
tiles para los casos corrientes, la teora de Roxin se percibe como ms adecuada para estos crmenes extraordinarios cometidos a travs de una organizacin
disciplinada y jerrquica.
V. Un tribunal penal internacional permanente
1. Los primeros intentos
Luego de los juicios de Nremberg y Tokio, surgieron propuestas e iniciativas para el establecimiento de una jurisdiccin internacional. El 11 de diciembre de 1946, con el propsito de otorgar legitimidad a lo sucedido, la Asamblea
General de la ONU aprob la Res. 95 (I), mediante la cual confirm (...) los
principios de Derecho Internacional reconocidos por el Estatuto del Tribunal
de Nremberg y las sentencias de dicho tribunal46.
Un ao ms tarde, la Asamblea General encomend a la Comisin de
Derecho Internacional la elaboracin de un proyecto de cdigo de crmenes
contra la paz y seguridad de la humanidad (Res. 177 [II] del 21/11/1947).
El cdigo fue elaborado en 1951 por la Comisin y fue sometido a la
Asamblea General en 1954, pero no fue aprobado.
Asimismo, mediante Res. 260 (III) adoptada por la Asamblea General el
9 de diciembre de 1948, se invit a la Comisin de Derecho Internacional a
45 Ambos, Kai - Grammer, Christoph, La responsabilidad de la conduccin militar
argentina por la muerte de Elisabeth Ksemann, en Cuadernos de doctrina y jurisprudencia
penal, ao IX, nro. 16, 2003, Buenos Aires, Ad-Hoc, ps. 168 y ss.
46 En dicha ocasin la Asamblea General tom nota del Acta de Londres que estableci
el TMI as como de los principios similares adoptados en el estatuto del IMTFE.
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disposiciones legales y reglamentarias...Es decir, que toda la estructura militar montada para luchar contra la subversin sigui funcionando normalmente
bajo la direccin de los procesados, slo cambi la forma de combatir52.
El tribunal estim que los acusados tuvieron el dominio de los hechos
porque controlaban la organizacin que los produjo y por eso calificaron su
conducta como autora mediata.
En efecto, los sucesos juzgados ...constituyeron el modo de lucha que
los comandantes en jefe de las fuerzas armadas impartieron a sus hombres.
Es decir que los hechos fueron llevados a cabo a travs de la compleja gama
de factores (hombres, rdenes, lugares, armas, vehculos, alimentos, etc.), que
supone toda operacin militar53.
El instrumento del que se vale el hombre de atrs es el sistema mismo
que maneja discrecionalmente, el cual est integrado por hombres fungibles.
As, se afirm que el autor directo pierde trascendencia, pues cumple un papel
secundario en la produccin del hecho. Quien domina el sistema domina la
annima voluntad de todos los hombres que lo integran54.
Tampoco se estim relevante la falta de conocimiento de los hechos individuales ni de la identidad de las vctimas. Las directivas referan genricamente a todo subversivo. Los inferiores tenan libertad para proceder en
consecuencia pero los comandantes siempre tuvieron la posibilidad de evitar
los delitos que se cometan. Les bastaba ordenar el cese del sistema55.
En el fallo, se consider que la tesis de la autora mediata era la ms adecuada para fundar correctamente la responsabilidad penal del hombre de atrs
por hechos cometidos en virtud de una estructura organizada de poder.
[L]os comandantes establecieron secretamente un modo criminal de lucha contra el terrorismo. Se otorg a los cuadros inferiores de las fuerzas armadas una gran discrecionalidad para privar de libertada a quienes aparecieran,
segn la informacin de inteligencia, como vinculados a la subversin; se dispuso que se los interrogara bajo tormentos y que se los sometiera a regmenes
inhumanos de vida, mientras se los mantena clandestinamente en cautiverio;
se concedi, por fin, una gran libertad para apreciar el destino final de cada
vctima, el ingreso al sistema legal (Poder Ejecutivo Nacional o Justicia), la
libertad o, simplemente la eliminacin fsica56.
La implementacin de tal sistema en forma generalizada fue dispuesta
a partir del 24 de marzo de 1976, lo que parece indudable si se tiene en cuenta
que una decisin de esa naturaleza implicaba, por sus caractersticas, el control
52 La
128
absoluto de los resortes del gobierno como condicin indispensable para garantizar la impunidad [de los autores]57.
Los casos sobre los que vers el pronunciamiento del tribunal que de
ningn modo, segn reconoce la propia sentencia, agotaron la cantidad de crmenes cometidos integraron ...un sistema operativo ordenado por los comandantes en jefe de las tres fuerzas58, el cual supona la secreta derogacin
de las normas en vigor, [y] respondi a planes aprobados y ordenados a sus
respectivas fuerzas por los comandantes militares59.
La existencia de una estructura organizada destinada a combatir a la guerrilla subversiva al margen de la legalidad fue comprobada en la causa y es hoy
indiscutible; el dominio que los comandantes ejercieron sobre aqulla, tambin. Como sostuvo la sentencia, slo les bastaba ordenar el cese del sistema.
Por otra parte, cabe sealar que si bien mucho se ha debatido sobre la
adecuacin de la autora mediata al Cdigo Penal argentino aceptndose su
compatibilidad, cabe recordar que los hechos juzgados eran de jurisdiccin
militar de modo que se aplic el Cdigo de Justicia Militar60, que consagraba
un supuesto de autora mediata.
En efecto, la regla general sobre participacin remita al Cdigo Penal
(art. 513), pero el art. 514 estableca una excepcin, al otorgar carcter de autor
al superior que daba una orden. La norma deca:
Cuando se haya cometido delito por la ejecucin de una orden del servicio, el superior que la hubiere dado ser el nico responsable, y slo ser
considerado cmplice el inferior, cuando ste se hubiere excedido en el cumplimiento de dicha orden.
Siguiendo las bases del sistema militar, en el que las rdenes se cumplen
de modo cierto, la sentencia estim que aqulla norma supona enrolarse en
un criterio del dominio del hecho como pauta delimitadora entre la autora y la
participacin, pues se parte de la base de que el superior que imparte una orden
que ser obedecida domina el curso causal del suceso, ya que de su sola voluntad depende la consumacin o no del tipo penal de que se trate, cuya ejecucin
est a cargo del subordinado61.
Luego de ocuparse del desarrollo doctrinario de la autora mediata, de
tratar legislaciones militares comparadas y de analizar si los subordinados se
hallaban alcanzados por la obediencia jerrquica o debida62, se concluy que
57 La
sentencia, t. I, p. 267.
sentencia, t. I, p. 259.
59 La sentencia, t. II, p. 264.
60 Actualmente derogado (art. 1 de la ley nro. 26.394, BO 29/8/2008).
61 La sentencia, t. II, p. 794.
62 Para ello, la sentencia tuvo en cuenta la interpretacin autntica del texto del art. 514
que realiz el art. 11 de la Ley 23.049, segn el cual el subordinado debe responder del delito
cometido si tuvo capacidad decisoria, conoci la ilicitud de la orden o si sta importaba la
comisin de hechos atroces o aberrantes. La Cmara entendi que existan subordinados que
58 La
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129
no iban a ser alcanzados por la eximente de obediencia debida ya fuera porque por su ubicacin en la cadena de mandos conocieran la ilicitud del sistema, o bien, porque cometieron sin
miramiento hechos atroces, sino que seran responsables junto con quienes impartieron las
rdenes objeto del proceso. La importancia del planteo radicaba, precisamente, en determinar
si era posible adjudicar la autora mediata de los comandantes o si ellos deban responder como
instigadores. El punto adquiere relevancia pues si se estimaba que operaba la obediencia debida
respecto de los subordinados, jugaba la autora mediata siguiendo la tesis que slo la admita
con un instrumento no responsable. Sin embargo, se concluy que la autora mediata operaba,
aun en los supuestos en los que la obediencia debida quedaba excluida. Ver La sentencia, t. II,
ps. 801/802.
63 La sentencia, t. II, p. 802.
64 Fallos 309:1689. Los ministros Caballero y Belluscio entendieron que la teora del
dominio del hecho y del autor mediato, importan una extensin del concepto de autor que lesiona el principio de legalidad, pues es necesario la realizacin por el autor de la accin tpica (la
teora formal objetiva). Con esa inteligencia, los ex-comandantes que planificaron y ordenaron
los crmenes seran cooperadores necesarios de stos. En cambio, los ministros Fayt, Petracchi
y Bacqu coincidieron en que los condenados fueron autores mediatos, por la utilizacin de
un aparato organizado de poder, de los delitos cometidos por sus subordinados (ver Fallos cit.,
consids. 17 a 22 del voto de Fayt, y consid. 15 del voto conjunto de Petracchi y Bacqu).
65 GDR (National Defense Council, Generals), BGHSt 40, 218, en Ambos, Kai,
Temas del derecho..., cit., p. 92.
130
hombre de atrs se vale de determinadas condiciones, en las que su contribucin desencadena desarrollos regulares66.
Lo decisivo para determinar la autora de los imputados fue que, como
miembros de la CND, saban que las rdenes basadas en las resoluciones emanadas del rgano que integraban, haban sido cumplidas y ejecutadas pues tenan las notificaciones de vctimas. Ellos posean el dominio del hecho, mientras que los soldados cuyas acciones condujeron materialmente a las muertes
actuaron como subordinados dentro de una jerarqua militar en la que su papel
estaba predeterminado67.
3. El caso Fujimori
Ms recientemente, el 7 de abril de 2009, la sala Penal Especial de la
Corte Suprema de Justicia de Per conden a Alberto Fujimori a 25 aos de
prisin68. Fue condenado como autor mediato por dominio de un aparato de poder organizado, a travs del cual se ejecutaron crmenes contra la humanidad,
en 1991 y 199269, en un caso que guarda analoga con el argentino.
Como resultado del proceso de extradicin, Fujimori fue acusado y condenado por un limitado nmero de hechos por violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, la Corte sostuvo que la naturaleza premeditada de los
crmenes, la brutalidad con la que fueron llevados a cabo, y la clara intencin
del acusado de proteger a los autores materiales con leyes de amnista, justificaban suficientemente el dictado de una condena importante. Adems, los
jueces establecieron que tales hechos eran parte de un plan sistemtico para
eliminar presuntos subversivos y constituan crmenes contra la humanidad70.
El precedente peruano adquiere, as, gran relevancia. Fujimori fue acusado en su condicin de autor mediato: se trat de la persona que tom las
decisiones, dise las polticas e imparti las rdenes necesarias para garantizar la implementacin del modelo antisubversivo. En este sentido, los jueces
estimaron que ...los asesinatos de Barrios Altos y La Cantuta, as como los se66 BGHSt
DE VIDELA A FUJIMORI
131
cuestros en los stanos del SIE, se ejecutaron dominando la voluntad del mismo aparato de poder organizado y con un modus operandi... propio, cuando
menos, de la Guerra Sucia llevada a cabo por organizaciones delictivas, como
expresin de criminalidad estatal71.
La sentencia en el caso Fujimori sustenta el criterio de responsabilidad de
quien organiz el sistema y utiliz al grupo ejecutor (Destacamento Especial
de Inteligencia Colina), relatando en forma detallada el desarrollo de la teora
y precisando los presupuestos y requisitos que permiten la aplicacin de dicho
criterio de imputacin penal.
As, el tribunal sostuvo que Fujimori ocup la posicin ms alta en el
nivel estratgico del Estado en general y del Sistema de Defensa Nacional en
particular. Desde ese nivel ejerci ostensible poder de mando para la conduccin poltica y militar directas de las estrategias de enfrentamiento contra las
organizaciones subversivas terroristas que actuaban en el pas...72; como jefe
supremo de las Fuerzas Armadas configur un aparato organizado de poder y
deline las estrategias de enfrentamiento de la subversin terrorista.
En este contexto ...las rdenes de ejecucin fueron dispuestas o transmitidas por el acusado y retransmitidas por los dems estamentos del aparato
de poder organizado... Los delitos de asesinato y lesiones graves ocurridos en
Barrios Altos y La Cantuta fueron acciones ejecutivas de tales objetivos, estrategias y patrn tctico de operaciones especiales de inteligencia... Los delitos
de secuestro... respondieron tambin a disposiciones dadas y/o avaladas directamente por el acusado para el control ilcito de la disidencia o crtica polticas
a su rgimen de facto...73.
Asimismo, se afirm que Fujimori era el sujeto central del poder jerrquico de dominio sobre el aparato de poder, cuyo automatismo conoca y poda
controlar a travs de sus mandos intermedios.
VII. La responsabilidad del superior
He tratado hasta ac la teora de la autora mediata para la imputacin de
un hecho al superior en supuestos de estructuras de poder. Sin embargo, este
criterio no debe confundirse con la teora de la responsabilidad del superior.
En efecto, por aplicacin de esta ltima concepcin, se atribuye responsabilidad penal al superior que omite actuar para impedir la comisin de delitos
de sus subordinados. Se trata, a diferencia de la autora mediata conducta
71 Fujimori, parte III, cap. II, La autora mediata por dominio de la voluntad en aparatos de poder organizados, prr. 748. El tribunal seal que no hay incompatibilidad material
entre las categoras de Estado Criminal y Guerra Sucia llevada a cabo por organizaciones estatales, y que, por el contrario, ambas manifestaciones criminales y categoras criminolgicas
parten de una misma matriz etiolgica: la Criminalidad de Estado.
72 Fujimori, prr. 745.
73 Fujimori, prr. 745.
132
positiva, de un delito de omisin donde no existen rdenes ni planes criminales sino el deber de evitar el resultado.
La responsabilidad del superior funciona, en cierto sentido, como un fundamento subsidiario de responsabilidad; se aplica cuando los subordinados no
actuaron bajo directivas, pero existe un orden jerrquico que hubiera podido
impedir los sucesos.
1. La primera aplicacin: el caso Yamashita
En el juicio contra el comandante japons Tomoyuki Yamashita, se recurri por primera vez a la doctrina de la responsabilidad del superior. La decisin, sin embargo, recibi fuertes crticas, principalmente, por la dudosa prueba de la culpabilidad del acusado74.
Yamashita fue comandante en jefe del Ejrcito Imperial Japons durante la Segunda Guerra Mundial. Fue responsable de las tropas japonesas que
operaron en Manila y en otras zonas de las Islas Filipinas y fue condenado por
una Corte Marcial el 7/12/1945. Apel ante la Corte Suprema de los Estados
Unidos que el 4/2/1946 deneg el recurso. Conforme a la condena, Yamashita
fue ahorcado75.
La acusacin en su contra consisti en haber:
...desatendi[do] ilcitamente e incumpli[do] su deber como comandante
de controlar las operaciones de los miembros bajo su mando, permitindoles
cometer brutales atrocidades y otros graves crmenes contra ciudadanos de los
Estados Unidos y sus aliados y dependencias, particularmente las Filipinas;
y l, el General Tomoyuki Yamashita, viol en consecuencia las leyes de la
guerra76.
En ningn momento se aleg que l hubiera ordenado o que, de hecho,
hubiera conocido las atrocidades por las que luego result condenado77. Yamashita no fue acusado de haber realizado l directamente ninguno de los actos
que se le imputaron, ni siquiera de haberlos ordenado; fue hallado responsable
por no haber impedido que sus soldados los cometieran78.
74 Ver sobre las crticas que recibi el fallo, la sntesis que realiza Ambos, Kai, Temas
del derecho..., cit., p. 120, quien denomina al caso como el difcil debut de la doctrina de la
responsabilidad del superior.
75 Jimnez de Asa, Luis, Tratado de derecho penal, cit., p. 1229.
76 Traduccin del autor. El original en ingls dice: ...unlawfully disregarded and failed
to discharge his duty as commander to control the operations of members of his command,
permitting them to commit brutal atrocities and other high crimes against people of the United
States and of its allies and dependencies; and he, General Tomoyuki Yamashita, thereby violated the laws of war, citado por Feldhaus, J. G., The trial of Yamashita, en Case and
comment, The lawyer magazine, mayo-junio 1947, vol. 52, nro. 3, ps. 10-13. El autor integr
la Comisin de Defensa de Yamashita.
77 Feldhaus, J. G., The trial of Yamashita, cit., ps. 10 y ss.
78 Jimnez de Asa, Luis, Tratado de derecho penal, cit., p. 1230.
DE VIDELA A FUJIMORI
133
La corte militar no lleg a ninguna conclusin expresa sobre el conocimiento de lo ocurrido y solamente encontr que all haban existido enormes
atrocidades y que Yamashita haba incumplido disponer un control efectivo...
tal cual lo requeran las circunstancias79.
2. Casos posteriores
a) Con base en las pautas dadas en Yamashita, la doctrina de la responsabilidad del superior fue precisada en las decisiones de los procesos ante las
cortes marciales de Estados Unidos en Nremberg y por el IMTFE, extendindose la responsabilidad incluso a los superiores civiles.
As, en el caso US vs. Pohl et al., el tribunal con referencia a Yamashita
sostuvo que:
Las leyes de la guerra imponen al oficial militar en posicin de comandante el deber positivo de tomar tantas medidas como las que estn dentro del
mbito de su potestad y las apropiadas a las circunstancias para controlar a
aquellos que estn bajo su mando, a efecto de prevenir actos que constituyen
violaciones a las leyes de la guerra80.
Asimismo, una posicin de mando implica ciertas obligaciones de control
y supervisin con respecto al rea de competencia, admitiendo en ocasiones
un criterio amplio a la hora de imputar conocimiento subjetivo al establecer
que el comandante debera haber conocido las atrocidades cometidas por los
hombres bajo su mando81.
Se estableci, por otra parte, que la obligacin de supervisin disminuye
en la medida en que disminuye el poder del comandante. As, la jurisprudencia
ha considerado imprescindible tener en cuenta la posicin del acusado a fin de
decidir sobre el grado de responsabilidad penal basado en la responsabilidad
de mando82.
b) La responsabilidad del superior fue aplicada nuevamente por el TPIY,
si bien, en muchos casos, los hechos atribuidos a los acusados consistan en
intervenciones directas en los hechos (acciones).
En primer lugar, se estableci desde un principio en el caso Tadic83, que
tanto la responsabilidad individual como la participacin en cualquiera de las
79 Ambos,
80 US v. Pohl et al. (caso 4), Trials of Criminal War (TWC), vol. V, ps. 958-1163, cita-
134
formas establecidas en el art. 7 del Estatuto, se basan en el derecho internacional consuetudinario84. El Tribunal efectu una detallada investigacin sobre
los parmetros de la responsabilidad penal individual bajo el derecho internacional consuetudinario, considerando, especialmente, la Carta Nremberg y
los juicios llevados adelante luego de la Segunda Guerra Mundial.
Dusko Tadic fue acusado por acciones directas en los hechos (cargos que
conforme al art. 7, inc. 1, del Estatuto no ofrecan mayores inconvenientes,
en opinin del Tribunal) y por determinados actos en los que el acusado no
haba cometido directamente las ofensas, pero en los que de algn modo se
encontraba vinculado85.
La principal fuente para determinar si la conducta que conectaba al acusado con tales crmenes era suficiente para responsabilizarlo penalmente, estaba
constituida, segn el TPIY, por los juicios por crmenes de guerra de Nremberg. En este sentido, sostuvo que de aqullos se desprende que para atribuir
responsabilidad penal se requiere intencin que implica, asimismo, conocimiento del acto de participacin junto con la decisin consciente de hacerlo, ya
sea planeando, instigando, ordenando, cometiendo o de cualquier otro modo
ayudando o alentando la comisin del crimen. La acusacin debe probar que la
conducta del autor contribuy a la comisin del acto ilegal 86.
Sin embargo el tribunal no exigi la presencia fsica en la comisin del
crimen: cualquiera puede ser partcipe en la comisin de un crimen si se determina que estuvo relacionado con el delito, mediante actos directos y sustanciales87 (entendidos como aquellos que, de hecho, tienen un efecto en la
comisin del crimen88).
En el caso Mucic89 el TPIY desarroll por primera vez y en profundidad la doctrina de la responsabilidad del superior, estableciendo, asimismo,
84 Esta posicin fue luego reafirmada en el caso Mucic et al (Celebici Camp), sentencia del 16/11/1998, prrafo 321 y nota 332, que remiten, adems, a los instrumentos internacionales que reconocen la responsabilidad penal individual de aquellos que hubieran ordenado,
incitado, ayudado, alentado o participado de cualquier otra manera en los crmenes, v.gr. art. III
de la Convencin para la prevencin y sancin del genocidio (1948); art. III fe la Convencin
Internacional para la supresin y el castigo del Apartheid (1973); art. 4 (1) de la Convencin
contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes (1984). Ver www.icty.org/x/
cases/mucic/tjug/en/cel-tj981116e.pdf.
85 Tadic, prr. 673. Si bien en el caso no se aplic la teora de la responsabilidad del
superior, el precedente enuncia criterios de importancia que merecen ser examinados rpidamente.
86 Tadic, prr. 674.
87 Tadic, prr. 691.
88 Tadic, prr. 688. El Tribunal se bas en el Proyecto de Crmenes de contra la Paz y
la Seguridad de la Humanidad del ao 1996 (Proyecto de Cdigo de 1996) de la Comisin
de Derecho Internacional.
89 Anteriormente citado, ver nota 84.
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135
136
94 Mucic, prr. 346. From the text of article 7(3) it is thus possible to identify the essential elements of command responsibility for failure to act as follows:
(i) the existence of a superior-subordinate relationship;
(ii) the superior knew or had reason to know that the criminal act was about to be or had
been committed; and
(iii) the superior failed to take the necessary and reasonable measures to prevent the
criminal act or punish the perpetrator thereof.
95 Caso Kunarac et al (Foca), Sentencia del 22/2/2001. Ver www.icty.org/x/cases/
kunarac/tjug/en/kun-tj010222e.pdf.
96 Caso Kordic & Cerkez (Lasva Valley), Sentencia del 26/2/2001. Ver www.icty.
org/x/cases/kordic_cerkez/tjug/en/kor-tj010226e.pdf.
97 Caso Tihomir Blaskic (Lasva Valley), Sentencia del 3/3/2000.
DE VIDELA A FUJIMORI
137
puede ser la base para aplicar el art. 7 (1), por ayudar y alentar o instigar
la comisin de ms delitos.
Los criterios de la responsabilidad de mando tambin fueron aplicados en
los casos Krnojelac, Naletilic & Martinovic, Brdanin, Mrksic98, entre
muchos otros.
c) Si bien la jurisprudencia internacional no establece con precisin a qu
nivel jerrquico debe pertenecer el superior, en general, se exige que se trate
de un miembro de nivel de conduccin, con facultades de control efectivo99.
El resultado delictivo le es imputado al superior porque tena conocimiento de los crmenes cometidos por sus subordinados o los desconoca por negligencia, y porque no tom ninguna contramedida, teniendo la posibilidad de
hacerlo.
Estos criterios fueron introducidos en el Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12/8/1949 relativo a la proteccin de las vctimas de los
conflictos armados internacionales (Protocolo I), del 8/6/1977 (arts. 86 y 87)100
y, finalmente, la responsabilidad del superior fue receptada, en los trminos
expuestos, en el art. 28 del Estatuto de la Corte Penal Internacional101.
98 Casos Krnojelac (Foca), sentencia del 15/3/2002, Naletilic & Martinovic (Tuta
and Stela), sentencia del 31/3/2003; Radoslav Brdanin (Trajina), sentencia del 1/9/2004;
Mrksic et al (Vukovar Hospital), sentencia del 27/9/2007;
99 Ambos, Kai, La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboracin dogmtica, trad. de Ezequiel Malarino, Montevideo, Honrad-Adenauer-Stiftung E.V.,
2005, p. 303.
100 El art. 86 dispone que 2. El hecho de que la infraccin de los Convenios o del
presente Protocolo haya sido cometida por un subordinado no exime de responsabilidad penal
o disciplinaria, segn el caso, a sus superiores, si stos saban o posean informacin que les
permitiera concluir, en las circunstancias del momento, que ese subordinado estaba cometiendo
o iba a cometer tal infraccin y si no tomaron todas las medidas factibles que estuvieran a su
alcance para impedir o reprimir esa infraccin. (sin destacado en el original). Por su parte,
el art. 87 alude a los deberes de los jefes y dispone que las partes ...exigirn que los jefes
militares, en cuanto se refiere a los miembros de las fuerzas armadas que estn a sus rdenes
y a las dems personas que se encuentren bajo su autoridad, impidan las infracciones de los
Convenios y del presente Protocolo y, en caso contrario, las repriman y denuncien a las autoridades competentes (inc. 1) y que ... obligarn a todo jefe que tenga conocimiento de que sus
subordinados u otras personas bajo su autoridad van a cometer o han cometido una infraccin
de los Convenios o del presente Protocolo a que se tome las medidas necesarias para impedir
tales violaciones de los Convenios o del presente Protocolo y, en caso necesario, promueva una
accin disciplinaria o penal contra los autores de las violaciones (inc. 3).
101 La norma establece que a) El jefe militar o el que acte efectivamente como jefe militar ser penalmente responsable por los crmenes de la competencia de la Corte que hubieren
sido cometidos por fuerzas bajo su mando y control efectivo, o su autoridad y control efectivo,
segn sea el caso, en razn de no haber ejercido un control apropiado sobre esas fuerzas cuando:
i) Hubiere sabido o, en razn de las circunstancias del momento, hubiere debido saber
que las fuerzas estaban cometiendo esos crmenes o se proponan cometerlos; y
ii) No hubiere adoptado todas las medidas necesarias y razonables a su alcance para
prevenir o reprimir su comisin o para poner el asunto en conocimiento de las autoridades
competentes a los efectos de su investigacin y enjuiciamiento.
b) En lo que respecta a las relaciones entre superior y subordinado distintas de las sealadas en el apartado a), el superior ser penalmente responsable por los crmenes de la compe-
138
VII. Conclusiones
Los principales objetivos de Naciones Unidas, recogidos en las disposiciones de la Declaracin Universal de Derechos Humanos, fueron gradualmente incorporados en las convenciones internacionales y en el derecho interno de
los estados, crendose un nuevo orden jurdico internacional, que comenz a
estructurarse de modo robusto recin en la ltima dcada del siglo pasado.
De all que no se puede dejar de lado el contexto social, poltico y jurdico de la poca en que se desarroll el juicio a las juntas. Una democracia
incipiente, despus de 50 aos de alternancias entre gobiernos civiles y militares, sobre cuyo destino no haba ninguna certeza, dificultaba la tarea de llevar
adelante juicios contra quienes hubieran violado los derechos humanos en la
represin de la guerrilla102.
Asimismo, tal como he afirmado en otra oportunidad103, en aquel entonces, el desarrollo de las reglas y precedentes internacionales sobre el particular era muy escaso y no existan decisiones judiciales que mencionaran los
conceptos que hoy son comunes en la materia (delitos de lesa humanidad, ius
cogens, imprescriptibilidad, obligaciones internacionales de los estados). Entre
estos conceptos se encuentra la tesis de la autora mediata que careca de aplicacin hasta ese momento.
Por otra parte, las Convenciones de Derechos Humanos recin fueron
ratificadas y entraron en vigencia en los primeros aos de la democracia. Esta
incorporacin tuvo una gran importancia para el desarrollo de los acontecimientos futuros, pero en aquella poca, como dijera, ste era incierto.
La experiencia argentina ha efectuado muchos aportes positivos, vinculados con la afirmacin de valores y principios, ha servido de ejemplo para otros
pases y ha dejado al descubierto, tambin, las dificultades que presenta el juzgamiento de los responsables por violaciones masivas de derechos humanos.
Entre aquellas trascendentes contribuciones, como ha quedado expuesto, se encuentra el criterio de autora utilizado para responsabilizar a quienes
tencia de la Corte que hubieren sido cometidos por subordinados bajo su autoridad y control
efectivo, en razn de no haber ejercido un control apropiado sobre esos subordinados, cuando:
i) Hubiere tenido conocimiento o deliberadamente hubiere hecho caso omiso de informacin que indicase claramente que los subordinados estaban cometiendo esos crmenes o se
proponan cometerlos;
ii) Los crmenes guardaren relacin con actividades bajo su responsabilidad y control
efectivo; y
iii) No hubiere adoptado todas las medidas necesarias y razonables a su alcance para
prevenir o reprimir su comisin o para poner el asunto en conocimiento de las autoridades
competentes a los efectos de su investigacin y enjuiciamiento.
102 Adems, los miembros de las fuerzas armadas que deban ser juzgados seguan en
actividad.
103 Gil Lavedra, Ricardo, El papel de los Tribunales Penales de Argentina, en Almqvist, Jessica - Espsito, Carlos (coord.), Justicia transicional en Iberoamrica, Cuadernos
y Debates, nro. 199, Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2009.
DE VIDELA A FUJIMORI
139
104 dem.
142
143
144
III. Autora
Como se sabe, la idea de que autor es slo aquel que ejecuta los hechos
descriptos por la ley con sus propias manos, desde un punto de vista natural
d) someterlos a condiciones de vida inhumanas para quebrar su resistencia moral; e) realizar
todas esas acciones con las ms absoluta clandestinidad, para lo cual los secuestradores ocultaban su identidad, obraban preferentemente de noche, mantenan incomunicadas a las vctimas
negando a cualquier autoridad, familiar o allegado el secuestro y el lugar de alojamiento; y,
f) dar amplia libertad a los cuadros inferiores para determinar la suerte del aprehendido, que
poda ser luego liberado, puesto a disposicin del Poder Ejecutivo nacional, sometido a proceso
militar o civil, o eliminado fsicamente. Esos hechos deban ser realizados en el marco de las
disposiciones legales existentes sobre la lucha contra la subversin, pero dejando sin cumplir
las reglas que se opusieran a lo expuesto; g) garantizar la impunidad de los ejecutores mediante
la no interferencia en sus procedimientos, el ocultamiento de la realidad ante los pedidos de informes, y h) la utilizacin del poder estatal para persuadir a la opinin pblica local y extranjera
de que las denuncias realizadas eran falsas y respondan a una campaa orquestada tendiente a
desprestigiar al gobierno; i) la provisin desde los altos mandos de los medios necesarios, ropa,
vehculos, combustible, armas, municiones, lugares de alojamiento de cautivos, vveres y todo
otro elemento que se requiriera; j) que las rdenes impartidas dieron lugar a la comisin de un
gran nmero de delitos de privacin ilegal de la libertad, tormentos y homicidios, fuera de otros
cometidos por los subordinados, que se consider fueron consecuencia del sistema adoptado
desde el momento en que los objetos se depositaban en los centros militares que utilizaban
como base de operaciones los grupos encargados de capturar a los sospechosos.
Que ese mtodo no convencional de lucha tomado de las experiencias proporcionadas
por los oficiales de las OAS, y las luchas de Vietnam y Argelia, de organizacin celular, con
grupos de oficiales vestidos de civil y en coches de uso particular, con impunidad asegurada
y aptos para dotar de mayor celeridad a las tareas de inteligencia y de contrainsurgencia que
permitieron prescindir de la justicia, clasificar los prisioneros del ERP segn importancia y peligrosidad de modo que slo llegaran al juez los inofensivos. Este tipo de acciones, cuando las
Fuerzas Armadas asumieron el Poder del Estado fue adoptado por los respectivos comandantes
y objeto de rdenes verbales (extrado de la sentencia de la Corte, en Fallos 309:1689, voto del
juez Fayt, concretamente desde la p. 1773).
En 1987 el general Acdel Vilas en su declaracin indagatoria ante la Cmara Federal de
Baha Blanca (causa 11/86), aport el autodenominado Plan del Ejrcito (Contribuyente al Plan
de Seguridad Nacional secreto Buenos Aires, Febrero 1976), del cual surgen elementos
contundentes que ponen de manifiesto que nada de lo ocurrido en los hechos fue producto del
azar o de la decisin unipersonal de sus ejecutores con fines particulares, sino que responde a
un plan, concebido sobre una ideologa, que permita identificar a los enemigos como a todos
aquellos que se opusieran polticamente a ella.
Esa ideologa es consecuencia de la concepcin que de la llamada guerra fra se tena en
ese momento. En ese contexto ingresa en la Argentina la doctrina contrarrevolucionaria francesa
por dos conductos: la misin militar oficial instalada en la sede del Ejrcito y los oficiales que ingresaron en forma clandestina para huir de las condenas a muerte por su participacin en la OAS.
De all surge la tcnica de la divisin del territorio en zonas y reas, la tortura como mtodo de inteligencia de obtencin de informacin, el asesinato clandestino para no dejar huellas
y la utilizacin de algunos prisioneros para utilizarlos como agentes propios. Se sustenta en tres
ejes fundamentales. a) El concepto del terror hacia la poblacin como arma. b) Que el enemigo
est dentro o forma parte de la poblacin civil, es decir, no tiene uniforme ni emplea distintivos
que lo diferencian de los propios. c) Que la informacin es fundamental para la victoria armada
que debe ser lograda a cualquier costo. En ese contexto, la separacin del enemigo de la parte de
la poblacin que no es considerado tal, se transforma en una obsesin. Estas pautas permitieron
el mtodo represivo descripto. Propagaron esta forma de guerra que llamaron moderna y el
ambiguo concepto de subversin, entendido como todo aquello que se opone al plan de Dios
sobre la tierra (Robin, Marie M., Los Escuadrones de la Muerte: la escuela francesa, Buenos
Aires, Sudamericana, 2005, ps. 7/8).
145
146
quedan fuera los ejecutores y los que estn en escalones intermedios de una
lnea de mando, que simplemente son equiparables a un objeto o animal. No
creo que sea necesario extenderme para explicar que se trata de un concepto de
la disciplina, totalmente antidemocrtico.
De todos modos, sealo que ni siquiera esa construccin podra funcionar
en el caso argentino porque las rdenes que se dieron durante el servicio
no necesariamente fueron de servicio. Ordenes de servicio slo pueden ser
aquellas prescriptas por y subordinadas a la ley y reglamentos, aun las verbales. Mandar a un subordinado a realizar un trmite personal no es una orden de
servicio, sino una orden cualquiera durante el servicio. Lo mismo ocurre con
una orden por la cual se dispone que se torture a un detenido hasta que proporcione alguna informacin que se considere relevante. Se trata de una orden
clandestina dada durante el servicio. Si, adems, su ilegalidad es manifiesta
que en el caso de la tortura lo es, es un asunto que se analiza en el escaln
siguiente de la teora del delito.
Cabe recordar que, en aquella sentencia de 1985, la Cmara Federal comenz su argumentacin con la exposicin de la, por entonces, tradicional
autora mediata15, donde el dominio del hecho se ejerce a travs del dominio
de la voluntad del ejecutor, en lugar del dominio de su accin. En la autora
mediata el autor no realiza conducta tpica por s mismo, pero mantiene el
dominio del hecho a travs de un tercero cuya voluntad, por alguna razn, se
encuentra sometida a sus designios.
Sin embargo, enseguida apreci que en casos como el de la represin en
la Argentina, la realidad indicaba que la autora mediata no terminaba donde
haba otro autor tambin plenamente responsable, como s ocurra en los casos
tradicionales de error y coaccin del instrumento o en los especiales de instrumentos dolosos o no cualificados.
Por ello, la Cmara recurri a Claus Roxin, mentor de ese modelo de autora mediata con ejecutores responsables16.
Se trata de supuestos donde la voluntad se domina a travs de un aparato
organizado de poder, cuya caracterstica es la fungibilidad de los ejecutores,
porque opera como un engranaje mecnico. Al hombre de atrs le basta con
controlar los resortes del aparato pues si alguno de los ejecutores elude la tarea,
aparecer otro inmediatamente en su lugar que lo har, sin que se perjudique la
realizacin del plan total.
15 Fallos
309:1596.
Claus, Voluntad de dominio de la accin mediante aparatos de poder organizados, trad. de Carlos Elbert, en Doctrina Penal, ao 8, Buenos Aires, Depalma, 1985, p. 399
y ss.; tambin en Autora y dominio del hecho en derecho penal, trad. de Cuello Contreras y
Serrano Gonzlez de Murillo, Madrid, Marcial Pons, 1998, p. 267 y ss.; ltimamente en La
autora mediata por dominio de la organizacin, en Revista de Derecho Penal, autora y participacin, t. II, Buenos Aires, Rubinzal Culzoni, 2005, p. 9.
16 Roxin,
147
148
Eugenio R., Estructura bsica del derecho penal, Buenos Aires, Ediar,
2009, p. 136. Cabe recordar que Zaffaroni, en su obra general con Alejandro Alagia y Alejandro
Slokar (Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, Derecho penal.
Parte general, Buenos Aires, Ediar, 2002, p. 780), consideran que la construccin de la autora
mediata a travs de un aparato organizado de poder no tiene un valor destacable porque todo
este asunto versa ms sobre cuestiones de hecho que tericas.
20 Trib. Oral en lo Criminal Fed. nro. 1 de San Martn, 12/8/2009, causa nro. 2005 (caso
Avellaneda).
21 Roxin, Claus, La autora mediata..., cit..
149
La falta de inmediacin con los hechos por parte de las esferas de mando
del aparato se ve suplida de modo creciente por el dominio organizativo, de
tal manera que cuanto ms se asciende en la espiral de la burocracia criminal mayor es la capacidad de decisin sobre los hechos emprendidos por los
ejecutores. Lo que significa que con tales rdenes estn tomando parte en la
ejecucin del hecho, tanto en sentido literal como jurdico penal.
En la sentencia dictada en la ya citada causa nro. 44 Camps, la Cmara
Federal explic satisfactoriamente la situacin de los escalones intermedios de
esa misma burocracia. Esto responde a los reglamentos vigentes, a los clandestinos, a la doctrina implementada, a cmo se dieron los hechos y a las explicaciones del propio imputado Riveros.
Las rdenes de los autores de escritorio fueron impartidas a travs de las
respectivas cadenas de mando, por quienes contaban con el poder de emitir rdenes y con el dominio de la parte de la organizacin a ellos subordinada. Ellos
pusieron la posibilidad y decisin de que el aparato siguiera funcionando. Es
una reconfirmacin del diseo. El dominio de los escalones intermedios sobre
esa parte de la organizacin es lo que funda su responsabilidad como autores
mediatos de los hechos ejecutados por sus subordinados en esa cadena.
El esquema se mantiene ante la crtica de que estas personas no podran
ser autores mediatos porque una negativa de la obediencia de su parte no hubiese tenido relevancia alguna en la ejecucin de las rdenes, pues el aparato
habra continuado su accionar de todos modos. Ese planteo debe ser rechazado
del mismo modo que se descartan los razonamientos basados en la causalidad
de reemplazo, empleados para los casos en que las acciones recaen sobre un
objeto de proteccin que est destinado a prdida segura. Aqu, en cambio,
quien comete un delito no se libera de responsabilidad porque el hecho igual
lo podra haber cometido otra persona en su lugar. Esa hiptesis no deja sin
efecto su imputacin, porque de otro modo el razonamiento debera conducir
lgicamente a que nadie es imputable objetivamente porque ambos el que
efectivamente intervino y el reemplazante hipottico deberan ser excluidos
de la imputacin. La crtica olvida un dato de la realidad: el hecho se debera
imputar a quien lo realiz.
En el caso argentino funcion un orden clandestino que se mont o encaball sobre el orden legal y se aprovech de todos sus recursos humanos,
materiales y normativos, en la medida que no se opusieran a sus fines.
La construccin no se aplica a cualquier organizacin, por ejemplo a la
criminalidad de empresa, porque en esos casos falta la intercambiabilidad del
ejecutante tal como existe en organizaciones que se han apartado del derecho.
Cuando una organizacin acta sobre la base del derecho, tiene que esperarse
que no se d cumplimiento a requerimientos antijurdicos.
En cuanto a la base normativa de la cual deriva la autora mediata en el
derecho nacional, la doctrina clsica consideraba que todos los autores tambin los mediatos se encontraban comprendidos en la primera parte del
150
art. 45, CP, cuando dice los que tomasen parte en la ejecucin del hecho,
mientras que la ms moderna y la jurisprudencia actual mayoritaria, derivan
esta forma de intervencin criminal de la ltima parte de dicha disposicin los
que hubiesen determinado directamente a otro a cometerlo22.
Ahora bien, la Corte Suprema en la sentencia dictada el 30/12/1986 confirmatoria de la sentencia de los ex Comandantes23, no sigui en todos sus
jueces esta concepcin de la autora a travs de un aparato organizado de poder.
Dos de los magistrados no aceptaron la punibilidad del autor mediato con
un instrumento como autor inmediato con el argumento de que dos dominios
sobre el hecho no pueden coexistir y con el razonamiento de que un autor que
no realiza acciones tpicas sera un autor por extensin, violatorio del principio
de legalidad formal.
Para estos jueces, el dominio mental de los hechos y la realizacin de
acciones extratpicas con abuso de poder encaminadas hacia la ejecucin colectiva por otros, representa cooperacin intelectual y material para que los
subordinados realizaran las acciones constitutivas de homicidios, privaciones
ilegtimas de la libertad, tormentos y dems delitos investigados. Por ende,
entendieron que deban ser considerados partcipes como cooperadores necesarios y no autores en los trminos del art. 45 del CP.
Textualmente: Frente al criterio legal, que define a la autora o a la coautora bajo la exigencia de tomar parte en la ejecucin del hecho, cualquier
otra intervencin, vinculada a la realizacin del delito importa una cooperacin, un auxilio o una ayuda y por eso el incluir a la autora mediata en la
ltima parte del art. 45 del CP, constituye una extensin extratpica del concepto de instigador. Ello fundado en que si la determinacin directa del art. 45
del CP significara admitir la forma de instigacin y la de autora a la vez, ello
representara aplicar al autor mediato las reglas de la instigacin, con lo cual el
que domina el hecho sera a la vez persuasor y ejecutor. Ello sera inadmisible,
se razon, pues el concepto de instigacin enmarca una participacin puramente psquica, que el instigador dirige derechamente a la concreta finalidad de
hacer que el instigado, voluntaria, libre y conscientemente, tome la resolucin
de cometer el delito. Esa actividad intelectual que despliega el instigador se
agota una vez tomada la resolucin, de tal manera que la realizacin del delito
depende del instigado, que se convierte as en el nico autor. Y si a aquel obrar
psquico se le agrega alguna otra aportacin material, la actividad del sujeto se
22 El lector debe estar advertido de que en Alemania, el pargrafo 26 del Cdigo Penal,
expresamente llama inductores o instigadores a los que determinan a otro. Muchas confusiones derivan de la cuestin terminolgica, que no terminan de resolver el problema ontolgico, porque un inductor o instigador, claramente, no domina el hecho, mientras que quien
determina a otro, un determinador, puede o no dominar el hecho, segn como se presente el
caso en la propia realidad.
23 Tambin publicada en el tomo 309 de la coleccin de Fallos de la Corte Suprema.
151
152
concepto de sentido tambin es empleado por Jakobs, Gnther, La autora mediata (con instrumentos que actan por error como problema de imputacin objetiva), traduc.
Manuel Cancio Meli, Cuadernos de conferencias y artculos, nro. 15, Bogot, Universidad
Externado de Colombia, 1996.
26 En el sentido amplio del concepto, ya que difcilmente se pudiera formalizar un juicio
por desobedecer aplicar torturas a un detenido. En esos casos, si realmente quieren legalizar algn tipo de enjuiciamiento, las burocracias estatales enjuician al disidente por hechos distintos,
infracciones formales que encubren la verdadera razn del reproche.
153
154
que da la orden de asesinato desde muy arriba y el ejecutor. As, quien simplemente levanta el telfono, recibe la orden y la retransmite.
Sin embargo, debemos adelantar que en el caso argentino la prueba demuestra que los hechos no ocurrieron como en el ejemplo del prestigioso autor espaol. Los mismos imputados explicaron que las llamadas operaciones
de aniquilamiento eran las ordenadas por el Comando de Institutos Militares
(Campo de Mayo), impartidas por escrito segn el tipo de misin a cumplir
de acuerdo a las rdenes que a su vez reciba del Estado Mayor General del
Ejrcito. Tal lleg a ser el dominio del aparato de poder que estaba debajo de
este comandante a su vez, subordinado a los comandantes superiores a l
que, segn lo dijo en una de sus presentaciones, l mismo prepar la orden de
operaciones por escrito, que fue elevada al Jefe del Estado Mayor General del
Ejrcito quien la aprob. Los hechos ocurridos obedecan a una misma capacidad de decisin que no quedaba coartada por la mera circunstancia formal de
una divisin territorial. Si las rdenes del hombre de atrs se llevaron a cabo,
no fue porque los imputados, todos jefes en escalones intermedios, se comportaran slo como meros transmisores de comunicaciones entre los superiores autores mediatos y los ejecutores, sino porque, adems de recibirlas,
las concretaban en su porcin de dominio para hacerlas realidad en los casos
concretos ya que comulgaban con el plan criminal. Los sujetos ubicados en los
escalones intermedios se encargaron de realizar su parte del plan gracias a su
domino de la organizacin, en calidad de autores mediatos. Gimbernat Ordeig
dice tambin que a estos sujetos intermedios tampoco es posible tratarlos como
inductores, pues no es admisible un supuesto de induccin en cadena, lo cual
es claro y compartimos.
Ninguno de los subordinados tena la facultad de contradecir una orden en
tanto proviniera de la autoridad con competencia de hecho para emitirla. Existi un estricto verticalismo en la subcultura militar. Pero este verticalismo no
llegaba a cancelar la voluntad de los miembros inferiores de la organizacin,
quienes podan elegir libremente cumplir las directivas o negarse a ello, pues
la nica consecuencia de esta ltima posicin sera el reemplazo conforme a la
fungibilidad que los caracterizaba, sin mayores efectos personales para ellos.
Por cierto, los ejecutores de todos estos hechos no revestan ninguna caracterstica o calidad especial que pudiera tornar inaplicable esta teora.
Estos ejecutores realizaron hechos que al mismo tiempo son propios y
ajenos. El de atrs dominaba una organizacin, un aparato, y el hecho particular del ejecutor era dominado por el de atrs a travs de ese aparato, no
de la manera tradicional de la autora mediata. Existen documentos emitidos
por oficiales con el grado de tenientes coroneles, una jerarqua intermedia del
aparato organizado de poder, que explican cmo funcionaba esa organizacin
y lo que ocurra en sus mentes. All, se seala que las misiones y rdenes de la
lucha contra la subversin fueron cumplidas con gusto, compenetrados por
su espritu de soldados y convencidos de la legitimidad de la posicin asumida
155
por las mximas jerarquas del Ejrcito, aun a costa de las implicaciones de
ndole espiritual, tico, moral y religiosos que aquellas les acarrearon, como
personas y como catlicos, y que todos los camaradas estaban al tanto de esas
rdenes y misiones.
Algunos autores sostienen que se trata de casos de coautora29. Pero
Roxin considera que no la hay entre los autores ubicados en distintos peldaos
del aparato porque falta una resolucin comn hacia el hecho, la cual, segn
la teora absolutamente dominante, es presupuesto de cualquier comisin conjunta en el sentido de coautora, dado que el hombre de atrs y el ejecutante
generalmente ni siquiera se conocen. El ejecutor es un simple destinatario de
una indicacin. En segundo lugar, seala que tambin falta una ejecucin conjunta del hecho toda vez que el autor de escritorio precisamente no ejecuta
nada por su propia persona, sino que se sirve de instrumentos de su voluntad
que ejecutan el hecho. Rechaza la admisin de una coautora porque estima
que con ello se allana la diferencia estructural entre autora mediata (la comisin a travs de otro) y la coautora (la comisin conjunta). La autora
mediata tiene una estructura vertical (en el sentido de un curso de arriba hacia
abajo, del motivador hacia el ejecutante); la coautora, por el contrario, est
estructurada horizontalmente (en el sentido de un estar al lado de otro entre los
coautores).
En consecuencia, todos los sujetos deben ser considerados autores, y no
coautores ni instigadores.
Por supuesto, no estn comprendidos en estas situaciones los casos de los
sujetos que entraban a las viviendas en grupo para saquear y detener a quienes
despus seran conducidos a un centro clandestino de detencin. Estos hechos,
y hasta el tramo sealado, llevados a cabo por grupos de personas, se explican
por la coautora tradicional30.
Para finalizar, debo formular una aclaracin porque los hechos gobiernan
la interpretacin. Hasta aqu se ha hablado de una estructura cuasi piramidal
cuyo vrtice es un comandante y su base los ejecutores, pasando por diversos
escalones de mando intermedios, hasta llegar a un hecho delictivo. Pero debe
tenerse en cuenta que los hechos han demostrado la existencia de varios delitos cometidos sobre las mismas personas en un determinado perodo. Cuando
el rol de un jefe intermedio consiste en detener ilegalmente a una persona y
llevarla hasta las puertas del centro clandestino de detencin y all hacer
entrega de ella al jefe de este lugar y dejarla librada a su poder, el dominio del
hecho del primero cesa respecto de lo que comience a ocurrirle dentro de ese
lugar de detencin.
29 Ver la discusin en Righi, Esteban, Derecho penal. Parte general, Buenos Aires,
Lexis Nexis, 2007, p. 387.
30 Observacin otra ms de Guillermo Silva.
156
En esos casos, a los primeros ya no puede imputrseles autora, sino participacin necesaria en la continuacin de las privaciones ilegales de la libertad,
las torturas y cualquier otro delito al que realizaron un aporte objetivo y subjetivo, y siempre, en la medida de ese aporte.
V. Conclusin
Creo que la teora de Roxin, que hbilmente se aplic en la primera gran
sentencia dictada por estos sucesos, sigue funcionando y sortea con xito las
crticas de la doctrina y la jurisprudencia. Capta en toda su dimensin el fenmeno desplegado por los militares y civiles que tomaron las vas de hecho en
la Argentina de mediados de los 70, y resulta plenamente compatible con el
derecho positivo argentino.
158
MAXIMILIANO RUSCONI
159
160
MAXIMILIANO RUSCONI
Schnemann, Bernd, El dominio sobre el fundamento del resultado: base lgicoobjetiva comn para todas las formas de autora incluyendo el actual en lugar de otro, en
Revista de derecho penal, 2005-2, Autora y Participacin II, p. 38 y ss.
4 Una breve pero ilustrativa descripcin de las sentencias de la Cmara de Apelaciones
y de la Corte Suprema de Justicia, en el llamado Juicio a las Juntas, y el modo en que fue
tratada la posible incorporacin conceptual de la figura de la autora mediata por dominio de la
organizacin, puede verse en DAlessio, Andrs (dir.) - Divito, M. (coord.), Cdigo Penal.
Comentado y anotado. Parte general, Buenos Aires, La Ley, 2005, ps. 505 y ss.
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5 Ver,
sobre todo, Roxin, Claus, Autora y dominio del hecho en derecho penal, traduc
cin de Joaqun Cuello Contreras y Jos Luis Serrano Gonzlez de Murillo, Madrid, Marcial
Pons, 1998, p. 267 y ss.
6 Uno de los anlisis crticos ms interesantes de la categora de la autora mediata, puede
verse ya en Gimbernat Ordeig, E., Autor y cmplice en derecho penal, una obra publicada
por primera vez a mediados de la dcada de los aos 60, y reaparecida en el ao 2006, por BdeF,
Montevideo, ps. 193 y ss.
7 Roxin, Claus, La autora mediata por dominio en la organizacin, en Revista de
derecho penal, 2005-2, Rubinzal Culzoni, ps. 9 y ss.
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9 Ambos, Kai, Dominio del hecho por dominio de voluntad en virtud de aparatos de
poder organizados, Universidad Externado de Colombia, p. 29.
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la teora de los aparatos de poder de Roxin, en AA. VV, Nuevas formulaciones de las ciencias
penales, Crdoba, Universidad Nacional de Crdoba, 1991.
11 Jakobs, G., Derecho penal. Parte general, traduccin de Joaqun Cuello Contreras y
Jos Luis Serrano Gonzles de Murillo, Madrid, Marcial Pons, 1995, ps. 784 y ss.
12 Jakobs, G., Derecho penal...., cit., p. 784.
165
ejecucin deba ser considerado como necesario. Que no sea posible contar con
la posibilidad de imputar participacin no necesaria durante el proceso ejecuti
vo es un costo que no est claro por qu razn hay que pagar.
En tercer lugar, no es claro cules son, en la concepcin de Jakobs, los
supuestos normales en el marco de la coautora. An as no parece claro que
la coautora no presente problemas13. Por definicin, y ms all de las consi
deraciones realizadas anteriormente, la complementariedad como vehculo de
imputacin que se verifica entre sujetos que individualmente considerados no
han realizado todo lo que exige la norma para ser destinatarios del deber y que
se instala como la razn de ser de la figura del coautor (una expansin desco
munal de aquello que se presenta como el mbito de regulacin de la norma
jurdico penal), debe generar siempre, y ello es sin dudas saludable, muchos
ms problemas que el expediente de atribuir la totalidad de la infraccin a la
totalidad del protagonismo por la conduccin del caso que ofrece cualquier
figura de autora individual (directa o mediata)14.
La induccin, adicionalmente, y en un modelo de accesoriedad interna
de la participacin, presenta la debilidad poltico-criminal de que inductores
de semejante protagonismo institucional podran beneficiarse de cualquier exi
mente que impugne la punibilidad del autor operativo (pinsese qu pasara
en el modelo de la induccin si la misma orden es considerada con la fuerza
suficiente como para considerar la generacin de la eximente de la obediencia
debida como ubicable en un lugar sistemtico dentro de lo trasladable segn la
subteora de la comunicabilidad autora-participacin que se defienda: limita
da, mxima, hiper-accesoriedad).
Con respecto al carcter nocivo no hay que olvidar que, justamente, lo
que termina por transformar a esas vinculaciones organizativas en un hacer
comn, no es otra cosa que el propio dominio desviado hacia lo ilcito de la
organizacin.
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que las premisas que ofrece el sistema del derecho penal, el sistema del he
cho punible, garanticen, posibiliten, una comunicacin precisa de aquello en
lo que consiste el ilcito imputado. Ello exige, ya en el terreno del derecho
penal sustantivo, en primer lugar descripciones de hechos en la ley penal que
posean capacidad comunicativa de hechos individuales y precisamente defini
dos. Sin duda, tipos penales de asociacin, por ejemplo, que descansan en
descripciones de conducta meramente grupal no son el mejor escenario en este
sentido. Adicionalmente, y en segundo lugar, tambin se requieren estructuras
dogmticas en la parte general que profundicen esas descripciones aumentando
los niveles de precisin y no que, en cambio, los desdibujen. En este sentido,
cuando hoy se repite, aqu y all, cada vez ms a menudo, que no es relevante
el modo en que el sujeto activo lesiona el deber, si por accin o por omisin,
este paradigma no se encuentra en el mejor de los mundos, ni mucho menos.
4. Todo concepto de autora debe tener consecuencias razonables
en el plano de la coautora
En el mismo sentido, es posible pensar que todo modelo terico destinado
a imputar al rol del autor, debera pasar por el examen que consiste en su obser
vacin desde el prisma, normalmente considerado subsidiario, de la coautora
como estructura terica15. No me es posible aqu desarrollar extensamente este
punto de partida que plantea un conjunto de dificultades realmente interesan
tes, pero es posible adelantar que, a mi juicio, no es una buena seal el hecho
de que algn punto de partida para la imputacin de autora ostente dificultades
adicionales para imaginar las posibilidades de coautora y en cambio le sea ms
sencillo, rpidamente, trabajar sobre hiptesis multiplicadas hasta el infinito de
autora paralelas.
La coautora es un buen banco de pruebas para evaluar las capacidades
de respuesta terica de los conceptos de autor que imaginemos: ello se debe
a que, inevitablemente, el hecho de que cada coautor no posee en forma au
tnoma toda la legitimacin pasiva para poder imputar la totalidad de la con
duccin lesiva, debe incentivarnos a tomar cartas en el asunto y ah comenzar
a desmenuzar los detalles de la injerencia en el hecho con niveles de precisin
obligatoriamente incrementados.
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SECCIN IV
NORMAS CONSTITUCIONALES Y PROCESO PENAL
MANIFESTACIONES TCNICO-JURDICAS
DELDEBIDO PROCESO (PENAL)*
Por Pedro J. Bertolino
I. Proemio
1. El ideario de Andrs J. DAlessio
En otro lugar hemos sealado cmo, a nuestro juicio, vea el proceso penal y sus garantas Andrs J. DAlessio1.
All, decamos: puede constatarse en el ideario de DAlessio esta permanente cadencia estructural: del derecho positivo al ordenamiento constitucional y desde ste ltimo a los derechos humanos. En tal ptica, cobra relieve
la legalidad procesal positiva articulada por aqul en lo constitucional, como
manifestacin del valor seguridad, proyectando ste hacia el resguardo de los
derechos humanos ante todo.
2. El tema elegido
Colocado dentro de los precitados parmetros, entonces, nos resulta ms
que honroso sumarnos al justo homenaje a la persona y obra de nuestro querido
y siempre recordado amigo.
Hemos elegido para nuestra aportacin tocar el fenmeno jurdico que
corrientemente denominamos debido proceso (penal), en este caso bajo el
aspecto de sus manifestaciones tcnicas, con especial referencia al Derecho
argentino.
Precisamos que, siguiendo a Ihering, entendemos aqu la tcnica-jurdica como la manera cmo el Derecho debe ser organizado y establecido para
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PEDRO J. BERTOLINO
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Aunque tales expresiones configurantes, sin perder esa cierta autonoma, a su vez estn relacionadas entre s; relacin que se genera por su dependencia a un mismo tronco comn, constituido justamente por la garanta,
que hace las veces de patrn dominante, al par que vinculante.
Expresado de otra manera: la garanta constitucional conforma una cumplida directriz respecto del funcionamiento del debido proceso (penal) en
orden a su cabal cumplimiento.
4. Determinaciones
Sin pretender agotar las posibilidades clasificatorias podemos encontrar,
al menos en el Derecho argentino, las siguientes determinaciones de la garanta
del debido proceso (penal):
a) en el campo de la sentencia arbitraria dentro del recurso extraordinario
federal;
b) en la zona de los principios jurdicos operantes en el proceso penal; y
c) en el territorio de los estndares que dirigen la actividad procesal penal.
Pasamos, entonces a considerar una a una estas determinaciones de la
garanta (constitucional y constitucionalizada) del debido proceso (penal).
III. El campo de la sentencia arbitraria
1. El recurso extraordinario federal
La determinacin ms frecuente de la garanta del debido proceso (penal), en el Derecho argentino, se da en el campo de la sentencia arbitraria,
categora especfica que, como es conocido, integra el alcance del recurso extraordinario federal4.
Esta determinacin es ms que ostensible en la experiencia jurdica del
remedio extraordinario federal. Espigando la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, se comprueba sin esfuerzo que se ha tratado la
garanta del debido proceso (penal) al juzgarse sobre la posible arbitrariedad
de fallos y resoluciones5.
Aunque tambin la garanta que nos ocupa ha sido admitida en el mbito
de los recursos extraordinarios provinciales. Verbigracia, la Suprema Corte de
Justicia de la Provincia de Buenos Aires ha tratado el debido proceso (penal)
4 Cfr., por todos, Carri, Genaro R., El recurso extraordinario por sentencia arbitraria, Buenos Aires, AbeledoPerrot, 2 ed., 1978, ps. 21 y ss.
5 Ver, para confirmar lo consignado en el texto, los fallos de la CSJN y sus comentarios
recogidos en DAlessio, Andrs J., Elementos de derecho penal y procesal penal, Buenos
Aires, La Ley, 2005, ps. 267 a 409 inclusive.
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6 Por ejemplo in re Acua, Sergio Anbal s/robo calificado, del 23/11/2005, entre otras.
7 Carri,
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8 Para una noticia suficiente sobre los principios generales del derecho; ver Aragoneses Alonso, Pedro, Proceso y derecho procesal, cit., ps. 435 y ss.; para lo procesal penal,
ver Maier, Julio B. J., La ordenanza procesal alemana, Buenos Aires, Depalma, 1978, vol. 1,
ps. 52 y ss.
9 Bertolino, Pedro J., Sobre el debido proceso en materia penal, en El Derecho,
vol. 105, ps. 763 y ss., nro. 10.
10 Bacigalupo, Enrique, El debido proceso penal, Buenos Aires, Hammurabi, 2005,
p. 13..
11 Ver Bertolino, Pedro J., El funcionamiento del derecho procesal penal, Buenos Aires, Depalma, 1985, ps. 60 y ss.
12 Ver, por todos, el art. 1 del Cdigo Procesal Penal de la Nacin y lo pertinente de las
Cartas internacionales constitucionalizadas a travs del inc. 22 del art. 75 de la CN.
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PEDRO J. BERTOLINO
3. Ubicacin sistemtica
Por ejemplo, Humberto Quiroga Lavi, dentro del enfoque que estamos
efectuando, sita el debido proceso legal como constitutivo de un subprincipio emanado de la supremaca constitucional13.
A nuestro juicio, el principio en cuestin, ya ms puntualmente, deriva de
una formulacin si bien implcita del texto constitucional (art. 33, CN).
Aunque para una mayor nitidez, siempre podr tenerse en cuenta la formulacin explcita en este caso derivada de la garanta del art. 18 de nuestra Carta Magna.
4. Algunas relaciones
Pensamos merece la pena detenerse siquiera someramente en algunas relaciones posibles emanadas de los antedichos principios jurdicos en lo
procesal penal, a saber:
a) En el estrato del derecho natural, colorea el perfil axiolgico de la
garanta, sobre el cual se inserta el problema de la fuente iusnaturalista del
debido proceso (penal);
b) en la zona conformada por los principios inducidos de la ley positiva,
aparece el ngulo de legalidad del debido proceso, donde la conducta de
los intervinientes se vincula con principios tales como los de oficialidad,
legalidad, investigacin integral, defensa en juicio, etc.; y
c) por ltimo, en la zona de los principios positivizados, hallamos la ms
directa e inmediata vinculacin de ellos con el funcionamiento concreto de la
norma procesal penal en cada uno de los casos ocurrentes.
V. El territorio de los estndares
1. Conceptualizacin
Siempre en orden a la determinacin tcnico-jurdica de la garanta que
nos ocupa vemosla ahora desde la ptica del estndar. Precisamente y ya lo
hemos transcripto ms atrs como estndar entendi ms que nada Genaro
R. Carri el debido proceso.
En rigor de verdad, mediante el estndar se prescribe un modelo de conducta razonable en nuestro caso, la de hacer bien el proceso penal modelo que, al decir de Julius Stone ...requiere del juzgador una decisin personal acerca de lo que la justicia exige en vista de las circunstancias concretas
que el caso ofrece14.
13 Quiroga
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Anteriormente, tambin hemos procurado referenciar este estndar, declinndolo al debido proceso en materia penal, y en tal sentido, dijimos que
el juez y los funcionarios que encarnan al Estado en el proceso penal, deben
conducirse respetando el debido proceso15.
2. Significado
Como lo ha sealado Chaim Perelman, para que exista un Estado de derecho es preciso que los que gobiernan ...y los que estn encargados de administrarlo y de juzgar conforme a la ley, observen las reglas que ellos mismos han
instituido. Si falta lo que los americanos llaman due process of law, el respeto
de una honesta aplicacin de la justicia y la idea misma del derecho pueden
servir de cortina a los excesos de un poder arbitrario16.
En suma, el verdadero significado del estndar que tratamos apunta, ms
que nada, hacia el modo con el cual debe hacerse funcionar el Derecho Procesal Penal. Y as, la garanta del debido proceso (penal) adquiere un importante papel, sobre todo en las instancias ordinarias, en las cuales el proceso
correspondiente se hace en lo cotidiano.
Justamente, en tal quehacer cotidiano, el estndar se expresa en la directiva de una aplicacin racional de la normativa procesal penal a las situaciones
reales, excluyente de toda ilogicidad y de toda arbitrariedad.
3. Aspecto axiolgico
Mas el estndar no conlleva slo la impronta de un deber ser referido a
la tramitacin regular y legal del proceso penal; su alcance va ms all, anclando en lo axiolgico, tal como lo sealara el antes recordado Perelman17.
En el precedente sentido, lo debido se desdobla de la siguiente manera:
a) se relaciona primordialmente con la aplicacin justa de la norma
procesal penal; y
b) derivado de ello, se conexiona con la aplicacin, tambin justa, de
la ley de fondo.
Sintticamente: la normativa procesal penal se convierte, por va del debido proceso, en una instrumentalidad justa en tanto, a su vez, es un medio
para la obtencin de un fin preciso: la aplicacin justa de una pena (o, en su
caso, de una medida de seguridad).
15 Bertolino,
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25 Ciuro
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El recurso tendr efecto suspensivo: pero si se hubiese denegado la extradicin. El reclamado ser excarcelado bajo cancin2 [sic], previa vista al fiscal.
El juez ordenar entonces la prohibicin de salida del pas del reclamado.
La simple lectura del texto legal permite colegir que en materia de extradicin, tal vez por caractersticas propias de la institucin, o bien del procedimiento diseado para su examen entre ellas la de celeridad, a las cuales
me referir posteriormente, el legislador ha optado por privilegiar una mayor
sujecin del individuo al proceso, que lleva a disciplinar de un modo ms estricto las cuestiones atinentes a la privacin de la libertad ambulatoria del requerido.
III. Concepto de extradicin
Soler3 entendi la extradicin como el acto por el cual un estado entrega
un individuo a otro que lo reclama, con el objeto de someterlo a un juicio penal
o a la ejecucin de una pena, criterio que, con muy pocas variantes de redaccin, comparten Fontn Balestra4 y Jimnez de Asa5.
Quintano Ripolls6, analizando las definiciones antes transcriptas, observa que carecen de la nota de juridicidad que precisamente sirve para distinguir
al instituto jurdico de la extradicin, de las dems arbitrarias y an criminales
prcticas poltico-policacas. Por ello sugiere la adicin del complemento realizada conforme a normas preexistentes de validez interna o internacional,
criterio similar al sostenido por Gallino Yanzi7, quien tambin considera que
en la definicin de la extradicin debe incluirse la existencia de una ley expresa
(tratado o ley) como base para conceder la entrega.
En mi opinin, ms all de la ilustracin que debe reconocerse a los autores de aquellas consideraciones doctrinarias, estimo que las referencias significantes de la extradicin antes expuestas prescinden de la dimensin poltica
del instituto.
Por cierto, la atribucin de notas de juridicidad al concepto de extradicin, que indudablemente son esenciales, no puede ser vehculo para justificar
que se soslaye su condicin de acto en el que, principalmente, se expresan y
concretan las relaciones entre sujetos del derecho internacional pblico, gober2 N.E.: dem
3 Soler, Sebastin, Derecho penal argentino, t. I, Buenos Aires, 1970, ps. 177 y ss.
4 Fontn Balestra, Carlos, Tratado de derecho penal, t. I, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1966, p. 269 y ss.
5 Jimnez de Asa, Luis, Tratado de derecho penal, t. I, 2 ed., Buenos Aires, Losada,
1958, p. 894.
6 Quintano Ripolls, Antonio, Tratado de derecho penal internacional e internacional
penal, t. II, Madrid, 1957, ps. 196 y ss.
7 Gallino Yanzi, Carlos, Extradicin de delincuentes, Buenos Aires, Enciclopedia Jurdica Omeba, t. XI, 1969, ps. 685/686.
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La regulacin legal del instituto de la eximicin de prisin o de la excarcelacin contiene siempre la tensin evidente y tpica entre autoridad y libertad y el deber del legislador consiste en analizar cundo y cmo, de acuerdo
a las normas constitucionales se puede restringir la libertad del imputado. En
este sentido, el concepto de riesgo o peligrosidad procesal es normalmente el
fundamento que autoriza acotar la permanencia en libertad de quien goza del
estado de inocencia.
La doctrina se ha encargado de amojonar el camino de aquella necesaria
razonabilidad en la ponderacin legislativa de razones que justifiquen la limitacin de la libertad ambulatoria del imputado. En el marco de estos conceptos,
Maier seala que la peligrosidad procesal debe reunir los siguientes requisitos:
a) no puede estar presumida en abstracto, b) debe ser comprobada en el caso
concreto y c) debe resultar de pautas de orden subjetivo, esto es atinentes a la
personalidad o situacin del imputado como proclive a la evasin o la obstruccin del proceso13.
Ahora bien, aquella potestad legislativa originaria para regular la institucin ha llevado a los legisladores a seguir caminos o modelos distintos para
tener por acreditado el riesgo procesal que permita fundar el encarcelamiento
preventivo. As, podemos hablar de sistemas judicialistas, en los que la determinacin de la peligrosidad procesal es apreciada por el juez en cada caso
concreto sobre la base de su discrecionalidad racional, o los modelos legalistas,
en los que el riesgo es tasado de alguna manera por el legislador14.
Dentro de esta ltima modalidad las pautas legales seleccionadas pueden
estar definidas slo como indicadores de riesgo, que el juez puede o no considerar relevantes para la solucin del caso, o como mandato legal de acatamiento obligatorio para el magistrado, atribuyendo distinta aptitud a las pruebas que
pudieran producirse en sentido contrario. As, el modelo legislativo indicado
en ltimo trmino vendr acompaado de presunciones de carcter absoluto
e incontrovertibles (iure et de iure) u otras susceptibles de ser removidas por
prueba en contrario (iuris tantum)15.
Al respecto Ferrajoli sostiene que en definitiva, en nombre de necesidades diversas y a veces invocadas cada una como exclusiva, slo el peligro de
fuga, slo el riesgo de obstaculizacin de la prueba, ambos peligros a la vez,
o la simple gravedad del delito imputado y la necesidad de prevencin, o conjuntamente la necesidad de prevencin de peligros de naturaleza procesal y los
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16 Ferrajoli,
p. 553.
Luigi, Derecho y razn, teora del garantismo penal, Madrid, Trota, 1995,
17 Roxin, Claus, Derecho procesal penal, traduccin de Gabriela Crdoba y Daniel Pastor,
Buenos Aires, Del Puerto, 2002, p. 257.
18 DAlessio, Andrs - De Paoli, Gustavo - Tamini, Adolfo, La nueva ley de extradicin y cooperacin en materia penal, Buenos Aires, LL 1997-C, ps. 1175/1188.
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En esa ocasin la Procuracin General de la Nacin, entre otras manifestaciones sostuvo que admitida entonces la vigencia de nuestro derecho interno
para regular la cuestin, se advierte la objecin constitucional que cabe formular al art. 26 de la ley 24.767, pues representa una barrera indiscriminada a la
posibilidad de aplicar el rgimen de los arts. 316 a 333 del Cdigo Procesal
Penal de la Nacin a las personas requeridas de extradicin. En efecto, impide
la libertad provisoria sin dejar margen para evaluar cada caso concreto (v.gr.
delito imputado, pena aplicable, situacin de arraigo, sometimiento a la accin
de la justicia, conocimiento de la existencia del proceso seguido en el extranjero), pudiendo generarse as situaciones manifiestamente injustas.
Agreg entonces que este cuadro no se modifica por los supuestos de
excarcelacin que reconocen sus arts. 29 y 33, que por tratarse de excepciones
no hacen ms que confirmar que la regla es la del objetado art. 26.
Tambin se indic que la privacin de libertad que de modo genrico
impone la ley 24.767, es capaz de afectar el principio de igualdad frente a
casos que, de hallarse exclusivamente regidos por nuestro derecho interno, podran admitir la soltura provisoria, pues excluye del rgimen general del cdigo
procesal a las personas reclamadas en un juicio de extradicin con exclusivo
fundamento en esa circunstancia.
Adems se afirm entonces que aun de admitirse que esa distincin se
justificara por tratarse de personas reclamadas por autoridades judiciales de
Estados extranjeros, la eventual aplicacin de las reglas de exencin de prisin
y de excarcelacin habr de depender del pas de donde provenga el pedido.
En consecuencia, la restriccin de la libertad que impone la ley 24.767 resulta
arbitraria, pues inclusive dentro de la categora de procesos de extradicin se
presentan situaciones de desigualdad sin que corresponda continuar admitiendo excepciones dentro de ella por tratarse de un campo de por s restringido,
como es el de la privacin de ese derecho fundamental.
Como remate a estos argumentos, se sostuvo que los reparos que presenta la norma analizada, no se desvirtan con las previsiones de los arts. 11,
inc. e), 28, 30, segundo prrafo, y 51 de la ley, pues ni el eventual cmputo del
tiempo de detencin sufrido durante el trmite del juicio de extradicin, ni la
posibilidad de allanarse el requerido a la solicitud de traslado, ni la supuesta
celeridad del juicio respectivo, representan razones vlidas para comprometer
los derechos a la libertad e igualdad reconocidos en la Ley Suprema y en los
tratados de derechos humanos incorporados (art. 75, inc. 22).
VIII. Hechos nuevos
El anlisis de los argumentos transcriptos ms arriba no consultara la
integralidad de la situacin jurdica existente sobre la materia si se prescindiera del criterio innovador expuesto en nuevos antecedentes jurisprudenciales y
doctrinarios, como as tambin los informes elaborados por tribunales inter-
193
nacionales que, desde el dictado de la ley 24.767 (ao 1997) hasta la fecha,
han modificado sustancialmente algunos aspectos esenciales en los principios
interpretativos que deben sostenerse acerca de la prisin preventiva.
Como muestra de ello, y a modo de ejemplo, podemos citar el fallo Daz
Bessone, Ramn Genaro, de la Cmara Nacional de Casacin Penal, en pleno
(nro. 13) , del 30 de octubre del 2008, y el Informe nro. 35/07 de la Comisin
Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Peirano Basso.
En el fallo mencionado se resolvi, como doctrina plenaria, que no basta en materia de excarcelacin o eximicin de prisin para su denegacin la
imposibilidad de futura condena de ejecucin condicional, o que pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de libertad superior a ocho aos
(arts. 316 y 317, CPPN), sino que deben valorarse en forma conjunta con otros
parmetros tales como los establecidos en el art. 319 del ordenamiento ritual a
los fines de determinar la existencia de riesgo procesal.
Por su parte, en el Informe del caso Peirano Basso, se dejan de lado
los criterios mantenidos en los Informes 12/96 y 2/97 que rechazaran la admisin de criterios normativos excluyentes para arribar a la conclusin sobre la
peligrosidad procesal, afirmndose que se deben desechar los esfuerzos por
fundamentar la prisin durante el proceso basados por ejemplo en fines preventivos como la peligrosidad del imputado, la posibilidad que cometa delitos
en el futuro o la repercusin social del hecho (...), para ms adelante agregar
que (...) el riesgo procesal de fuga o frustracin de la investigacin debe estar
fundado en circunstancias objetivas. La mera alegacin sin consideracin del
caso concreto no satisface este requisito. Por ello las legislaciones slo pueden
establecer presunciones iuris tantum sobre este peligro, basadas en circunstancias de hecho que, de ser comprobadas en el caso concreto, podrn ser tomadas
en consideracin por el juzgador para determinar si se dan en el caso las condiciones de excepcin que permitan fundamentar la prisin preventiva. De lo
contrario, perdera sentido el peligro procesal como fundamento de la prisin
preventiva (el resaltado y la cursiva no estn en el original).
A partir de estos dos precedentes, que no son aislados pues resumen toda
una corriente que podra entenderse iniciada en el fallo Barbar 24 hacia 2003,
ha de concluirse que se ha instalado un nuevo principio interpretativo en el mbito de los institutos de la excarcelacin y eximicin de prisin, que modifica
en gran medida los criterios de apreciacin de la libertad en el proceso, pues se
descarta de plano la postura que entiende que los parmetros de los arts. 316 y
317 constituyen una presuncin iure et de iure, centrando el anlisis en el punto
nuclear de la cuestin, esto es la peligrosidad procesal, y en el caso en anlisis, la fuga o el peligro de fuga que, al decir de Roxin25, comprende tanto la
24 Edwards, Carlos E., Improcedencia de la exencin de prisin o de la excarcelacin y
la peligrosidad procesal, Buenos Aires, LL 2004-A-672.
25 Roxin, Clauss, Dercho procesal penal, cit.
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26 Fallos 308:1848.
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existencia del valor previsibilidad en el mundo jurdico-poltico, obliga a tenerlo presente en el proceso de funcionamiento de la norma. La interpretacin
de sta, para ser axiolgicamente correcta, debe por tanto ser previsora y
no imprevisora, temeraria o imprudente. Tiene que auscultar las consecuencias y resultados de la interpretacin, tanto para el caso concreto como para el
medio social (...) Y esto cuenta tambin para el juez que realiza el control de
constitucionalidad30.
En este sentido, debera tenerse en cuenta que la Corte Suprema de Justicia de la Nacin ha decidido, de modo pacfico que la declaracin de inconstitucionalidad de una disposicin legal es un acto de suma gravedad institucional, pues las leyes dictadas de acuerdo a los mecanismos previstos en la Carta
Fundamental gozan de una presuncin de legitimidad que opera plenamente y
obliga a ejercer dicha atribucin con sobriedad y prudencia. nicamente cuando la repugnancia de la norma con la clusula constitucional sea manifiesta,
clara e indudable (...)31 y la incompatibilidad inconciliable y cuando no exista
la posibilidad de otorgarle una interpretacin que se compadezca con los principios y garantas de la Constitucin Nacional es factible su dictado32.
Conforme lo seala Gullco33, similar interpretacin podemos encontrar
en la jurisprudencia estadounidense como por ejemplo en el caso del voto en
disidencia del juez Brennan en el caso NLRB v. Catholic Bishops (440 U.S.
490, de 1979) , quien cit la tradicional jurisprudencia del Tribunal sobre la
cuestin (...) una ley no puede ser sustituida mediante su interpretacin y un
tribunal no est facultado a ejercer funciones legislativas para salvar a una ley
de un conflicto con una limitacin constitucional (...) Cuando se cuestiona la
validez de una ley del Congreso, y an cuando se planteen serias dudas acerca
de su constitucionalidad, es un principio central que esta Corte determinar
primero si es razonablemente posible una interpretacin de la ley mediante la
cual se pueda eludir dicha cuestin (...) la citada limitacin a interpretaciones
que sean razonablemente posibles y razonables (...) actan como un freno
respecto de la destruccin lisa y llana de la ley por parte de los jueces. Restringe al poder judicial a su rol especfico de interpretar la ley, que consiste en
hacer cumplir con la intencin del Congreso (...).
Esta interpretacin parte del hecho evidente de que la declaracin de inconstitucionalidad es un acto fuertemente perturbador del sistema democrtico
en tanto supone aceptar que un rgano, que carece de legitimidad popular directa (el poder judicial), invalide las normas generales emanadas de los rganos elegidos directamente por el pueblo, como lo son los poderes ejecutivo y
30 Sagus, Nstor P., Control judicial de constitucionalidad: legalidad versus previsibilidad, Buenos Aires, ED 118, ps. 909 y ss.
31 Fallos 248:73; 266:688; 300:241; 314:424; 319:178.
32 Fallos 310:500; 310:1799; 315:1958, 322:842 y 322:919.
33 Citado por Gullco, Hernn, Buenos Aires, LL 2009-A-508.
197
35 C. Nac. Crim. y Correc., sala VI, 7/11/2003, in re Acosta; id. sala VI, 19/11/2002, in
re Satriano, Yamila.
36 Gullco, Hernn, cit. nota 19.
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b) En que el art. 16 de la Constitucin Nacional no impone una uniformidad de tratamiento legislativo ni obsta a que el legislador contemple en
forma distinta situaciones que considere diferentes, con tal que la discriminacin no sea arbitraria ni importe ilegtima persecucin o indebido privilegio de
personas o grupos, aunque su fundamento sea opinable41 y que ...el principio
constitucional de la igualdad ante la ley, no puede decirse de manera alguna,
afectado por las concesiones y ventajas recprocas de los tratados, desde que la
misma Constitucin prev y autoriza la celebracin de stos42.
c) En que es criterio de hermenutica reiterado de la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin que las normas procesales dictadas por el Congreso de la
Nacin en materia de excarcelacin son inmediatamente reglamentarias del derecho consagrado por el art. 18 de la Constitucin Nacional43 y que las razones
de inters pblico que determinan al legislador ...a excluir determinadas conductas han surgido de la necesidad de armonizar las disposiciones del derecho
interno con los compromisos internacionales asumidos por el pas al aprobar
diversos tratados... 44.
d) En que el criterio segn el cual la peligrosidad procesal sea el obstcu
lo a la restriccin de la libertad individual ya haba encontrado respaldo, tambin en precedentes de nuestro Mximo Tribunal, al sostener que el pronunciamiento que deniega la excarcelacin por entender que ...se pueda intentar
eludir la accin de la justicia y con ello impedir la concrecin del derecho
material, se ajusta a los requisitos fijados por el art. 7, inc. 5, de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos45. Jurisprudencia esta que tambin
encuentra sustento en los arts. 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Polticos, el art. 20 del Proyecto de Reglas de Mallorca, el art. 202 del Cdigo
Modelo para Iberoamrica y la Res. 17 del VII Congreso sobre prevencin del
Delito y Tratamiento del delincuente de la ONU.
Estas pautas de interpretacin son, a mi entender, las razones que claramente conducen al rechazo de la tesis de la inconstitucionalidad del art. 26 por
parte de los rganos jurisdiccionales y, ms an, de su postulacin por parte del
Ministerio Pblico Fiscal.
Vinculado con lo que viene desarrollndose resulta imposible dejar de
resaltar cul haba sido la postura de la Procuracin General de la Nacin al
momento de dictar la res. 31/1988, de fecha 28/10/1988, esto es nueve aos antes del dictado de la ley en anlisis, en la que, sin que se suscitara controversia
alguna, precisamente se instruy a los fiscales en el sentido de que en todos
41 Fallos 320:1396 (voto en disidencia de los Dres. Nazareno, Molin OConnor, Guillermo Lpez y Adolfo Vzquez.
42 Fallos 106:24.
43 Fallos 316:1934.
44 Fallos 318:2611.
45 Fallos 310:1385 y 1476.
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los casos en que deban dictaminar sobre la excarcelacin de la persona requerida de extradicin, consideren esa calidad como una de las caractersticas y
condiciones previstas en el art. 380 del CPMP para presumir que ella intentar
eludir la accin de la justicia, sin perjuicio de valorar otras que, excepcionalmente, conduzcan a desechar esa presuncin.
Entiendo que esta interpretacin no deja de considerar que es difcil conciliar con las pautas constitucionales e internacionales vigentes una hermenutica que postule la inclusin por ste de una presuncin iure et de iure,
olvidando una larga tradicin de nuestro pas que se opone a la caracterizacin
de delitos no excarcelables.
Es que la postergacin de la declaracin de inconstitucionalidad, para
mantenerla como ltima ratio del orden jurdico, debera haber obligado a
plantear que, frente a casos como el presente, el anlisis de las reglas acerca del
encarcelamiento durante el trmite de la extradicin debe ser cotejada con los
elementos del caso, donde el riesgo de fuga es un elemento no slo importante
sino definitivo, pero que puede ser sujetado por la restante prueba a producirse.
Seguramente Andrs DAlessio, como era habitual en l, hubiera defendido esta idea con una inteligencia y una vehemencia que hubiera generado ms
de un cruce de ideas con los autores que se han expedido sobre la materia y
hasta provocado algn replanteo del caso por parte de los tribunales.
Es por ello que me permito concluir estas lneas con sus palabras, agradeciendo la suerte de haber podido transitar ms de la mitad de mi vida jurdica
de la mano de alguien tan digno.
La extradicin es un instituto en el que confluyen de modo simultneo,
consideraciones sobre garantas constitucionales de la persona requerida, de
soberana nacional y poltica exterior. Cuando privan indebidamente las ltimas sobre las primeras se producen extradiciones de facto como la unnimemente repudiada de los Estados Unidos...; cuando ocurre lo contrario, los
procesos se eternizan, como ha ocurrido tradicionalmente en la Argentina.
En la conjugacin de esas consideraciones debe tenerse presente, por un
lado, que la posibilidad real de juzgar y aplicar pena a un individuo rara vez
constituye un inters vital para un Estado, del otro, que el requerido es, por
definicin, alguien que se est sustrayendo, deliberadamente, a una potestad
jurisdiccional a la que por alguna circunstancia se encontr sometido46.
SECCIN V
TEMAS DE TEORA DEL DELITO
206
cual debe ser ese riesgo jurdicamente desaprobado2, y no otro, el que se haya
realizado en el resultado.
Este trabajo, que no pretende antagonizar sino ordenar y aclarar algunas
cuestiones de la teora que se consideran relevantes por cierto que de modo
incompleto, pues se dejan de lado discusiones importantes y evita conside
rar las complejas distribuciones de responsabilidad que generalmente suscitan
los estragos culposos complejos en los que juega un papel preponderante el
principio de confianza que aqu no se trata comienza presentando unas
Generalidades introductorias (I.); intenta luego resolver una carencia crucial
(II.), que no obstante haber sido advertida por la doctrina, no parece haberla
resuelto: la necesidad de fundamentar bajo qu condiciones y cumpliendo qu
exigencias pueden resultar jurdicamente obligatorias, reglas que en rigor son
sociolgicas o tcnico-fcticas, como por ejemplo, las que componen el rol,
o muchas de las que pueblan la constelacin normativa que es sustrato de los
delitos culposos3. En efecto, autores han sealado las limitaciones que acarrea
esa especie de vicio de origen, pero parecen haberse quedado ah, en el mero
sealamiento, sin proponer criterios de legitimacin satisfactorios o al menos
consistentes; y esto llev a una digresin: bajo qu circunstancias, la posicin
de garante juega un papel en los delitos culposos. Finaliza (III.) con un intento
de aclarar requisitos de la tipicidad objetiva en esta clase de delitos, concre
tamente, qu propuesta debera formular la imputacin objetiva como tesis
causal moderna sucednea de la causalidad natural que sea apta para explicar
la relacin entre el riesgo jurdicamente desaprobado y el resultado producido.
I. Generalidades introductorias
1. Uno de los objetivos que comnmente se le asigna al Derecho Penal,
es el de prevenir que situaciones cotidianas crecientemente complejas lesionen
o pongan en riesgo estados de cosas que la sociedad considera valiosos. Su
estrategia especfica es intentar conjurar contrafcticamente4 esas situaciones
2 La teora parte de reconocer que es imprescindible permitir ciertos niveles de riesgo
para no paralizar la vida social (riesgo permitido), por lo que resulta obvio que lo desaprobado
es el exceso que se genere por sobre ste. Por eso se advertir que a veces se utilizan estas
expresiones (riesgo desaprobado; incremento de riesgo, etc.) como sinnimos intercambiables.
3 En la semblanza de DAlessio penalista, que se public en el ejemplar del mes de
agosto de 2009 de la Revista de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal que l codiriga con
el Dr. Pedro J. Bertolino, recordaba una de mis ltimas conversaciones con Andrs, a propsito
del amplio uso del vocablo normativo y la escasa fuerza explicativa que, por su excesiva
amplitud, conlleva su mera invocacin (p. ej. le cabe tanto a la religin como al lenguaje; a la
tica como a la moda).
4 Los condicionales contrafcticos como al que aqu se alude, tienen como antecedente
un subjuntivo: si cometiera... sera penado y se diferencian de los condicionales indicativos
en que stos afirman la ocurrencia del antecedente: si cometi, entonces pena (conf. def. del
prof. Michael Cohen en Honderich, Ted [editor], Enciclopedia Oxford de filosofa, Madrid,
Tecnos, 2001, p. 191).
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Derecho Penal se ocupa de la realidad bajo una cierta relacin la que es afn
a sus prohibiciones y mandatos no bajo cualquier relacin20.
5. La consistencia argumentativa de sus propuestas se ha impuesto, como
se acaba de decir, para fundamentar la solucin de situaciones y estados de
cosas que el legislador no previ ni pudo prever, como el apuntado incremento
del riesgo en la vida moderna y su decidida irrupcin en nuestra cotidianeidad,
lo que termin repercutiendo en la disciplina penal que, de alguna manera,
hubo de procesarlo. El Derecho especialmente el Penal que ya se haba
visto beneficiado con la autonoma metodolgica y filosfica que le suministr
el reconocimiento de las llamadas ciencias del espritu, pudo encontrar su pro
pio camino de reconocimiento, apropindose del sentido21 como instrumento
para forjar su nuevo derrotero.
De ese modo y en el particular mbito de la explicacin de la causa y el
efecto pudo desprenderse de las propuestas llamadas causal-naturalistas y
sus inconvenientes, e introducir sin contradiccin consideraciones valorativas
que ampliaron, adecuaron y revitalizaron su horizonte, legalizando la impu
tacin como eje de la tipicidad, sucedneo de aquella causalidad natural.
Esa adecuacin ha hecho explcitos unos presupuestos que quisiera des
tacar a esta altura del trabajo: (i) la imprescindible necesidad de tolerar niveles
de riesgo para no paralizar toda actividad; (ii) que se evite extender indiscrimi
20 Ver artculos del CPPN citados en nota 9. Si lo que aqu se dice resulta plausible, una
relacin del hecho debe ser previa a la teora (aunque no ajena a ella, sino que ser guiada por
ella). Si es as, esa relacin slo excepcionalmente podr prescindir de referencias subjetivas
(es decir, de estados mentales del agente) pero ello por exigencias de la clasificacin bajo pa
labras que importa toda comunicacin que usa lenguaje (sobre todo, habiendo tipos dolosos y
culposos, adems de situaciones fortuitas). No hay nada ntico u ontolgico en ello. Por eso
he sostenido que la divisin en tipo objetivo y subjetivo es slo analtica, agregando ahora que
carece de sentido discutir si es una inconsecuencia que la teora de la imputacin objetiva eche
mano, en ciertos casos, de estados subjetivos (como el dudoso enunciado disposicional de la
previsibilidad). Lo que s, esto debe hacerse una vez agotado el anlisis objetivo.
21 Conf. Habermas, Jrgen, Teora de la accin comunicativa: complementos y estudios
previos. Primera leccin, Madrid, Ctedra, 1994. El sentido, como estrategia de abordaje al
objeto de estudio de las Ciencias Sociales, se ha trasladado al Derecho Penal. Se vincula con la
comunicacin lingstica que caracteriza el mbito objetual de la Sociologa, y en lo que aqu
parece relevante, a la comprensin de los movimientos corporales como integrantes el mundo
social de la vida, permitindonos distinguir a aqullos (los movimientos corporales) de las ac
ciones (Las acciones no puedo observarlas exclusivamente como comportamiento por (...) que
para poder describir un comportamiento dado como accin tengo que referir determinadas notas
de ese comportamiento a reglas subyacentes y entender el sentido de esas reglas para lo que
deben ser stas las reglas y normas intersubjetivamente detectadas y compartidas. Id. p. 22
(Ver u observar o percibir una accin implica siempre la comprensin de una norma (o
de la correspondiente intencin del agente) y la interpretacin de movimientos (o estados) a la
luz de una regla de accin (o intencin) entendida. Veo una bandada de pjaros volar hacia el
norte en cierta poca del ao y digo (o pienso) estn migrando. Veo a mi vecino acercarse
a su casa a cierta hora, con cierto atuendo y con aspecto agitado: vuelve de hacer gimnasia; el
peatn que cruz mal la calle advierte la presencia de mi coche: interpreto su intencin de de
tenerse para que yo lo esquive, o de echar a correr para esquivar l mi coche; siempre son reglas
subyacentes en nuestro mundo de la vida las que le dan sentido a esos movimientos. Ver tambin
Vives Antn, Toms S., Fundamentos del sistema penal, Valencia, Tirant lo Blanch, 1996.
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dado en el trfico 29 que proviene del Derecho Civil alemn30 y que ingres
aqu de la mano del finalismo; pero termin siendo adoptada por nuestra doctri
na y jurisprudencia dominantes ya que, en definitiva, no es difcil ni impropio
reconducir a esta escueta frmula, las diversas maneras que emple nuestro
legislador para caracterizar la tipicidad culposa.
Pero como quiera que sea, siempre queda abierto el problema de suminis
trar validez jurdica a muchos de los deberes concretos que se consideran vio
lados, pues como se dijo al comienzo, no siempre cuentan con ella ab initio. En
efecto, ellas surgen de reglas sociolgicas o tcnico-fcticas que son fruto de
la experiencia, del ensayo y error, de la investigacin emprica, del sentido co
mn o de costumbres sociales, pero no de fuentes jurdicas de validez inobjeta
ble. No obstante, aspiran a integrar el universo proteico del rol o de la buena y
mala praxis. Y esto vale tanto para la formulacin casustica de nuestro Cdigo
Penal, como para la definicin ms general que proviene del Derecho alemn.
2. Los problemas del origen en la pretensin de validez de las reglas
que cierran el tipo
a) El ejercicio imperito del arte o de la profesin, o la no observancia de
los reglamentos, deberes u ordenanzas que conlleva el ejercicio de cualquier
actividad en suma, su manejo falto de cuidado se puede calificar, sin es
fuerzo, como negligente o imprudente. Si esto es as, la definicin casustica
del art. 84 se puede proyectar a la totalidad de las que utiliza el Cdigo Penal
en otros delitos culposos bajo diversa relacin tpica31.
Pero adems, suministra una base legal para que la dogmtica del delito
culposo, cumplidas ciertas condiciones, pueda introducir en el tipo a esas re
glas sociolgicas o tcnico-fcticas que apoyan expectativas normativas, sin
forzar el principio de legalidad penal.
29 Que puede considerarse que resume a la formulacin ms casustica que es comn
que empleen los tipos culposos del Cdigo penal argentino ([...] imprudencia, negligencia,
impericia en su arte o profesin o inobservancia de los reglamentos o de los deberes de su cargo
[...] dice el art. 84 del Cd. Penal). Diluir esas exigencias del tipo en criterios de imputacin
como lo propone G. Jakobs y parece ver bien Bacigalupo (Bacigalupo, Enrique, Derecho
penal. Parte general, 2 ed., Buenos Aires, Hammurabi, 1999, p. 661), creo que implica eludir
la fundamentacin de aspectos relevantes de la tipicidad objetiva y confundir, precisamente, esa
tipicidad, con los criterios para la adecuacin. O, para decirlo con palabras de Silva Snchez en
la presentacin del libro de Hruschka, Joachim, Imputacin y derecho penal. Estudios sobre
la teora de la imputacin, Aranzadi SA, Navarra, 2005, entre reglas de comportamiento que
tienen una funcin de configuracin de la realidad y reglas de imputacin, como baremo de
anlisis de la conducta ya producida en la aplicacin de la ley al hecho. Vase tambin la cita
de Habermas en la nota 6.
30 Pargrafo 276 BGB (Conf. Welzel, Hans, Derecho Penal alemn. Parte general,
11 ed. traducida por Juan Bustos Ramrez y Sergio Yez Prez, Santiago de Chile, Editorial
Jurdica de Chile, p. 187).
31 Como por ejemplo, arts. 223; 254, 3 prrafo, y 255, 2 prrafo, que slo exigen im
prudencia o negligencia.
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38 Por ejemplo no parece que merezca la categora de regla tcnica y mucho menos,
generadora de un deber jurdico la visita que hace el cirujano al paciente cuando ste es
trasladado a la habitacin. Distinto sera el caso si la omisin incluyera efectuar curaciones o
indicaciones teraputicas, si esa ausencia se realizara en un dao a la salud.
39 Curioso destino el de la palabra dogmtica, que sirve para expresar tanto la absoluta
falta de razones, como una estrategia hermenutica que suministra razones. Obviamente, en esa
frase se la usa en el primer sentido.
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afirmar que hubo exceso al ejercer la competencia y se es, por tanto, garante.
No al revs, es decir, nunca afirmar (dogmticamente) que se es garante y su
poner por eso que se excedi la competencia (generalmente, por organizacin).
Pero si se piensa que sigue siendo vlida la distincin entre delito culpo
so de comisin y delito culposo en omisin impropia, la posicin de garante
seguir teniendo sentido como instancia previa que determina la equivalencia
entre una infraccin de deber activa y otra omisiva.
Un ejemplo espero aclarar esto: un estudiante de medicina que pre
sencia una operacin quirrgica desde un balcn elevado respecto del lugar en
que se practica la ciruga, deja caer por descuido un objeto que produce daos
en un aparato45. Este dao agrava la situacin del paciente, pues obliga a reali
zar otras incisiones y maniobras en su cuerpo que le ocasionan nuevas lesiones
adems de las que deba producir la ciruga originaria. Para la primera tesis, la
sola presencia del estudiante en el quirfano, ya lo coloca en posicin de ga
rante al obligarle a administrar esa presencia de modo de no causar dao en la
organizacin ajena constituida por el paciente y los mdicos. Para la otra posi
cin que llamar tradicional resulta innecesario sostener que el estudiante
se encontraba en posicin de garante, pues se trata de un delito de comisin:
con su dejar caer descuidado increment el riesgo de lesin, y ste se realiz
en el resultado. Como puede advertirse, segn la tesis que se adopte amplia o
tradicional la posicin de garante puede o no cumplir alguna funcin en de
litos de comisin culposa (siempre la cumple en delitos de omisin impropia).
Lo que no puede hacerse es utilizar la posicin de garante para obviar la
fundamentacin de la infraccin de deber46, sea que se la utilice para fijar los
lmites del actuar correcto como postula la posicin amplia sea para sus
tentar la equivalencia entre accin y omisin, si se defiende la tesis tradicional.
Una consecuencia crtica de la tesis amplia, es que hace de cada organi
zacin una fuente potencial de peligro para las otras organizaciones, fuente
de peligro que hay que conjurar. Esto es coherente con una concepcin de la
sociedad que la concibe como un campo de interaccin de sistemas cerrados
45 Este caso, describible sin esfuerzo como dejar caer comisin no requiere que se
invoque ninguna regla diversa o adicional a la propia norma que castiga la negligencia culposa
(conf. Nino, Carlos, Da lo mismo omitir que actuar?) del mismo modo que no hace falta
ninguna regla adicional a la del art. 79 para castigar a quien dispara contra otro matndolo. Si
esto es as, pareciera que la distincin entre delito culposo de comisin y de omisin impropia
no depende tanto de su forma de ejecucin, sino ms bien, de la necesidad de fundamentar
especialmente la regla que homologa una omisin a la accin.
46 Conf. Gimbernat Ordeig, Enrique, Ensayos penales, Madrid, Tecnos, 1999, p. 199
que sostiene que el disparo certero que impact en otro ha causado cientfico-naturalmente su
muerte por accin, pues ha implicado el despliegue de energa; en tanto que quien no ha impe
dido esa muerte no la ha causado pues no ha desplegado energa alguna. Evidentemente, en ese
caso el criterio propuesto funcion. Sin embargo, nadie dira que la omisin de cerrar una llave
que hubiera impedido el paso de aire (que contiene oxgeno) a un recinto en el que se llevaba a
cabo un experimento que exiga su ausencia bajo riesgo de explosin por combustin, no lo ha
causado al omitir cerrar la llave.
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cabra sostener de aquel que lo haga, que aun no se encontr la causa) o (iii)
como un principio regulador de la investigacin que insta a los cientficos, para
que busquen la causa de todo evento.
3. Bsqueda y fundamentacin de lmites en el tipo objetivo
de los delitos culposos
a) Como se dijo, la dogmtica no incluy el riesgo en su problemtica
conforme ste fue incrementndose pese a que se trata de un componente
bsico e insoslayable de la moderna vida social con clara tendencia a aumen
tar54, sino que irrumpi en ella tardamente; y tambin que esa inclusin del
riesgo provoc una sutil redefinicin en los tipos penales, que incidi especial
mente en los verbos que describen las acciones tpicas. En ella influy tambin
la trascendencia asignada al desvalor de accin, y la progresiva autonoma que
fueron adquiriendo las palabras con que se construyen los tipos penales frente
al uso en otras disciplinas o, inclusive, frente al propio lenguaje ordinario. Este
proceso, que se suele denominar con el impreciso nombre de normativiza
cin, se afianza apelando a la constelacin de deberes a veces dudosamente
vlidos55 y escasamente explcitos, que subyacen en las acciones que proh
ben y ordenan cumplir las normas penales56.
54 Incluyo aqu dos citas que me parecen ilustrativas de este fenmeno y que parecen
complementarse: dice Bauman, Zygmunt, Mundo consumo, Buenos Aires, Paids, 2010, p. 33,
la incertidumbre es el hbitat natural de la vida humana, pero es la esperanza de huir de la in
certidumbre la que constituye el autntico motor de nuestros empeos; y Jakobs, G., Derecho
penal..., cit., p. 963, sostiene el concepto de riesgo es hijo de la incertidumbre y la incertidum
bre es hija de los lmites del conocimiento (...).
55 Como el deber de verdad que se suele sostener que debe cumplirse ante el fisco, y que
no encuentra correlato ni en la ley ni en otras situaciones como p. ej., derivadas del derecho
alimentario entre familiares directos en que no conozco que se postule la existencia de un
deber irrestricto de decir verdad, como ocurre con respecto al fisco.
56 Segn Klaus Gnther, ha generado una pluralidad de deberes indeterminados de or
ganizar el uso de una libertad llena de riesgos, de modo tal que se eviten puestas en peligro y
lesiones de bienes jurdicos Conf. Gnther, Klaus, De la vulneracin de un derecho a la
infraccin de un deber un cambio de paradigma en el derecho penal?, en Estudios de derecho
penal, Granada, Comares, 2000, ps. 489 y ss. (...) para soportar la carga de fundamentacin
del cambio de paradigma dogmtico... [cambio al que alude el ttulo del trabajo y que resulta
contrario a] (...) ceirse a lesiones o puestas en peligro concretas del objeto de proteccin (apa
recen) infracciones de deberes de profesin, funcin u oficio, vulneracin de los compromisos
que se derivan de la familia o el matrimonio, incumplimiento de obligaciones asumidas en
negocios jurdicos (deslealtad), as como la lesin de deberes generales que se derivan de la
posicin del autor como miembro o husped de la comunidad del pueblo alemn (deber de de
nuncia de delitos, deber de defensa, de prestacin de socorro, alta traicin). Si se manejan estos
delitos como centro sistemtico, aparece como factor comn de todos los delitos la infraccin
de deberes comunitarios primarios. Y agrega a continuacin: Esto se muestra de modo espe
cialmente claro en el prominente grupo de los delitos de comisin por omisin, los cuales, como
consecuencia de la definicin del delito como la vulneracin de un deber pierden su posicin
excepcional y se convierten en un factor integrante, ejemplar para la dogmtica de las restantes
clases de delito (con cita de Schaffstein). Debe sealarse que el trabajo adopta un tono ms
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tividad del principio de legalidad impone la necesidad de practicar una hermenutica que, basada
en las palabras utilizadas para la elaboracin del tipo penal, resuelva las dudas interpretativas
en la forma ms limitativa de la criminalizacin. En consecuencia, la opcin en favor de una
exgesis que amplifique el mbito de la prohibicin penal compromete ciertamente la garanta
que implica el nullum crimen sine lege y, por ello, resulta preferible la eleccin de la interpre
tacin ms restrictiva de la punicin en la medida en que, adems, no provoca en el caso una
consecuencia ridcula o absurda, no se me escapa que esa posicin puede resultar anacrnica a
la luz de los tiempos que corren, producto de la mayor complejidad social e inventiva humanas.
63 Conf. Wolfram, Sybil, Sobre denotacin y connotacin, en Honderich, Ted (edi
tor), Enciclopedia Oxford de filosofa, cit., p. 242, que atribuye la distincin a Mill, J. S., A
system of logic, Londres, 1843.
64 La desaprobacin jurdica o equiparable por procedimientos que aseguren desarro
llos argumentativos en lo fctico y lo normativo es la nica que puede generar deberes que
completen el tipo.
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modo conjurar los peligros que podan originarse (...) por el incumplimiento de
dichas reglas de cuidado 65.
e) Si se considera que el principio de legalidad penal debe preservarse en
el mbito de la imputacin objetiva, no debera imputarse a todo el que infrin
gi un deber de cuidado e increment el riesgo, sino estrictamente a aqul o a
aqullos que crearon el riesgo que se realiz en el resultado.
Para eso, la primera y fundamental pregunta que debe responder una teo
ra que pretenda vincular un fenmeno acaecido con las circunstancias huma
nas que intervinieron en su produccin, es determinar por qu se produjo ste.
En nuestra cultura, que ha desterrado oficialmente el pensamiento mgi
co66, lo que debe buscarse es una explicacin67 que permita dar cuenta racio
nal de los datos fcticos y normativos que sirven de antecedente al fenmeno
acaecido: la propia teora gua la seleccin de esos datos fcticos y normativos,
y sus pretensiones de verdad y validez68 se debern acreditar en el curso del
proceso judicial.
Esos datos, a su vez, deben subsumirse bajo ciertas leyes o hiptesis le
galiformes provenientes de disciplinas naturales o humanas, que son las que
suministran racionalidad a la conclusin explicativa a que se arribe69. Y a ellas
no son ajenas otras tomas de posicin que sustentan principios como los de
ltima ratio y derecho penal mnimo.
f) No hay duda de que en casos complejos, en los que intervienen diversos
infractores, se presentan dudas acerca de a quin o a quines de los vinculados
se debe imputar el acontecimiento. He partido de una posicin restrictiva que
an me sigue pareciendo valorativamente ms racional: el deterioro cultural
y humanstico que se observa no puede paliarse o sustituirse con incrementos
indiscriminados de punicin, sino todo lo contrario: slo deber ser imputado
aqul o aqullos cuya intervencin sea indispensable para obtener una expli
cacin exhaustiva y concluyente del resultado acaecido de modo que una vez
65 Estos prrafos estn tomados de la fundamentacin que utiliz el Tribunal Oral nro. 1
para condenar al presidente de la red Megatln y a su colaborador Giraldi en la causa Storchi
y otros s/homicidio culposo de la menor FAMR.
66 Para comprender modelos de pensamiento mgico ver, p. ej. el clsico libro de Fraser, La rama dorada, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, Dcima reimpresin, 1991.
67 Conf. G. Jakobs (Jakobs, Gnther, Derecho penal..., cit. 7/78, p. 273). Reyes Alva
rado cita expresamente a Jakobs en nota 275. Como ya se dijo, en la traduccin de Jakobs al
castellano se dice: aclarar el dao, y no explicar el dao. La identidad de significados entre
aclarar y explicar, adems de surgir del contexto, se hace ms evidente cuando dice: si no se
necesita uno de estos datos (para aclarar el dao), no se ha realizado la relacin no permitida.
68 La pretensin de sinceridad refiere un dato subjetivo. Las manifestaciones objetivas
que puedan revelarla (por ejemplo, el acto de habla que exprese ausencia o imposibilidad de
conocimiento) no es objeto de anlisis en esta instancia.
69 Creo que G. Jakobs se remite a ella cuando dice: Importa slo saber si un compor
tamiento ha condicionado un resultado (conforme a una ley causal), lo que ha de juzgarse con
ayuda de la experiencia general o de expertos Conf. Jakobs, Gnther, Derecho penal..., cit.,
p. 229.
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70 Creo que Yesid Reyes Alvarado propone esta solucin, pero por la negativa, a partir
de la supresin hipottica del riesgo desaprobado; entonces, esa supresin impide explicar el
resultado. Dice as: Cuando sin la conducta generadora de un riesgo desaprobado es imposible
explicar el resultado penalmente relevante, estaremos en presencia de un comportamiento que,
habiendo producido un riesgo jurdicamente desaprobado, se realiz en el resultado.
71 Klimovsky (cit., p. 251) lo completa y expone de este modo: no se pueden explicar
sucesos describiendo meramente enunciados singulares. El que explica, explcita o implcita
mente, tiene que hacer referencia a conocimiento terico, ya sea porque ste implique regula
ridades, ya sea porque construya un modelo general del funcionamiento del universo o de un
sector de la realidad. Este modelo, enunciado como de Hospers, Hempel y Popper aunque
se lo conoce ms como hempeliano presupone: a) que una explicacin es siempre una de
duccin; b) que lo que se deduce es la proposicin que expresa el hecho que se quiere explicar;
c) que entre las premisas empleadas para la deduccin deben figurar leyes (en el sentido, ms
bien, de regularidades legaliformes). (cit., p. 247).
72 Respecto del modo que reformula esta exigencia, ver Klimovsky (cit., p. 245).
73 Conf. Klimovsky, cit., p. 255. Jakobs (Jakobs, Gnther, Derecho penal..., cit.,
p. 274) dice: Se trata de invertir el proceso que se sigue en la formacin de riesgos (no per
mitidos)... de acuerdo con la experiencia, de un complejo de condiciones conduce a definirlas
prospectivamente como un riesgo, en la realizacin del riesgo se aclara el resultado retrospec
tivamente con la concurrencia del riesgo.
te,
230
231
4 Jubert,
232
8 Snchez
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2. El concepto de accin
Debemos insistir en que en la estructura de la norma, el concepto de accin que se utiliza tanto para el tipo doloso, como para el imprudente es igual:
se trata de la accin libre del sujeto12. En este aspecto, ha sido importante la
concepcin del injusto, que dej de lado la consideracin meramente objetiva
del injusto imprudente, que se basaba en la sola causacin naturalstica del resultado por parte del autor13. Con ello, el injusto personal entra a tener decisiva
importancia. El resultado tendr que ver con el autor, como una obra propia.
La norma se dirige, como hemos visto, a evitar la lesin al bien jurdico, que
en este caso se realiza mediante una accin imprudente14.
La accin en el hecho imprudente debe ser entendida como una conducta
libre, que puede dominar la causalidad, pero cuyo fin no tiene por objetivo la
realizacin de un hecho tpico, el que solo tiene lugar en caso de que se viole
el deber de cuidado objetivo. En consecuencia no hay posibilidad de la existencia lgica de un doble concepto de accin. As, por ejemplo, la direccin
final que, en el caso del mdico, es curar al paciente; el problema est, entonces, en los medios elegidos para llegar al fin que se propona. La necesidad
de apreciar el curso total de la accin es de aplicacin a las diversas formas de
aparicin del hecho punible.
El delito imprudente se trata esencialmente de una accin final libre de
la que slo un segmento adquiere relevancia para el Derecho penal, fraccin
para cuya trascendencia normativa-penal deber indagarse primariamente en el
contenido de la voluntad del agente, sin la cual es imposible determinar, ya en
el tipo penal la posibilidad de imputar el resultado. En tanto la finalidad se basa
en la capacidad de la voluntad de prever, dentro de ciertos lmites, las consecuencias de su intervencin en el curso causal y de dirigirlo, consiguientemente, al logro de un objetivo conforme a un plan, el eje central de la accin final
es la voluntad consciente del fin, rectora del acontecer causal15. Debe quedar
perfectamente claro: el abordaje en uno y otro tipo de lo injusto es realizado
desde perspectivas diferentes; en lo ilcito doloso la ptica analtica se centra
en el fin en cuanto tal, mientras en el mbito de la imprudencia lo relevante se
asienta en la ejecucin final concreta.
La cuestin es sencilla de explicar, y creemos que ya lo hemos hecho,
especialmente en el T I de nuestra parte general, especialmente en la idea de
la imputacin a la accin libre, en donde es claro nos hemos separado de la
12 Vase
Donna, Derecho penal. Parte general, t. I, ps. 29 y ss., y t. II, ps. 164 y ss.,
especialmente ps. 172 y ss.
13 Welzel, Das Deutche Strafrecht, 11 ed., Walter Gruyter, Berln, 1969, ps. 127 y ss.
14 Serrano Gonzlez de Murillo, Jos L., Teora del delito imprudente, Civitas,
Madrid, 1991, ps. 169 y ss.
15 Welzel, El nuevo sistema del derecho penal, B de F, Montevideo-Buenos Aires,
2001, ps. 41-42;
234
16 Hirsch, Sobre el injusto en el delito imprudente, en RDPC, 16, 2005; La antijuridicidad en el delito culposo, en Donna, Edgardo (dir.), Revista de derecho penal, 2002-2,
Buenos Aires-Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, p. 65; Gil Gil, El delito imprudente, Barcelona,
Atelier, 2007, p. 27 se muestra en desacuerdo con la idea de reclamar relevancia de una parte
de la finalidad, lo que por otra parte considera insuficiente, pues en su opinin se dejaran fuera
los casos en que el medio descuidado o la forma descuidada de utilizacin del medio, no haya
sido elegida conscientemente (determinados supuestos de imprudencia inconsciente); y, por
ello, concluye, no pertenecen a la finalidad. Al respecto, Cerezo explica que en los tipos de
los delitos imprudentes se compara la direccin finalista real con la direccin finalista exigida
por el derecho. Si se parte del concepto finalista de la accin y se lo considera imprescindible
para conocer cul es la accin realizada por el sujeto y para identificar la norma de cuidado
aplicable a partir de lo cual se construye el tipo imprudente, entonces no puede negarse,
sin embargo, la relevancia de la finalidad para el tipo de los delitos imprudentes, aunque dicha
relevancia sea concebida de un modo diferente; Cerezo Mir, Jos, Prlogo, en Gil Gil, El
delito imprudente, cit., p. 15.
17 Hirsch, La disputa sobre la teora de la accin y de lo injusto, especialmente en su
reflejo en la Zeitschrift fr die gesamte Strafrechtswissenschaft, en Hirsch, Obras completas,
t. II, Rubinzal Culzoni, 2000, p. 115.
18 No es este el lugar de tratar el tema. Vase Donna, Derecho penal..., cit., t. V, en
prensa.
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35 Welzel, Hans, El nuevo sistema del derecho penal. Una introduccin a la doctrina
de la accin finalista, versin castellana de la 4 ed. alemana y notas por Jos Cerezo Mir, Ariel,
Barcelona, 1964, p. 69; de acuerdo con ello, Muoz Conde, Francisco - Garca Arn, Mercedes, Derecho penal. Parte general, 4 ed. revisada y puesta al da, Tirant Lo Blanch, Valencia,
2000, p. 322.
36 Cury Urza, Enrique, Derecho penal. Parte general, 2 ed. actualizada, Jurdica de
Chile, Santiago, 1992, ps. 327-8.
37 Cury Urza, Enrique, Derecho penal..., cit., p. 328.
38 Ibidem.
39 Welzel, Hans, El nuevo sistema..., cit., p. 71; Cerezo Mir, Curso de derecho..., cit.,
p. 167.
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naciente emprica de los procesos acaecidos en el seno social, sino que tambin
contienen una propuesta valorativa acerca de la desviacin y de los sistemas
para su control, usualmente alternativos del Derecho Penal. Sobre estas ideas
ya nos hemos explayado anteriormente.
3) Existe una posicin seguida en general por los autores ms cercanos
a la teora final de la accin que va a sostener que hay que analizar la relacin
entre la accin imprudente y el resultado, en cuanto el ncleo del tipo de injusto del delito imprudente consiste en la divergencia entre la accin realmente
realizada y la que debera haber sido realizada en virtud del deber de cuidado
que, objetivamente, era necesario realizar47. Por consiguiente el tipo objetivo
del hecho punible imprudente incluye una accin descuidada referida al bien
jurdico perjudicado48. En palabras de Romeo Casabona, habr de tomarse
en consideracin como punto de partida todos los elementos fcticos que concurren en el caso concreto utilizando para ello un criterio intelectual (el de la
previsibilidad objetiva, es decir, que el resultado sea objetivamente previsible
en un juicio ex ante) y otro normativo, que restringe o limita al anterior: el
del comportamiento que tendra un hombre sensato y prudente puesto en la
situacin del autor; pues de lo contrario, infinidad de acciones peligrosas para
los bienes jurdicos, de las que es objetivamente previsible que se produzca
un resultado, no podran realizarse sin incurrir en el tipo imprudente, lo que
explica tambin la razn de ser del riesgo permitido49. Las reglas de cuidado
necesarias para completar el tipo de injusto resultan un indicador, aunque
no el nico, al igual que la previsibilidad, para brindar al intrprete las herramientas bsicas para completar el tipo. Por ejemplo, el comportamiento de un
conductor experimentado, las reglas de comportamiento en actividades profesionalmente regladas (mdico, enfermero, ingeniero, etc. ) permiten establecer
el cuidado objetivo que en el caso concreto deber guiar al autor en miras a la
evitacin del resultado lesivo al bien jurdico.
Entre la accin contraria al deber de cuidado y el resultado debe verificarse una relacin causal, actualmente se habla de imputacin objetiva, que
establezca que el resultado es el producto de la accin misma. De forma tal no
basta con que la accin sea contraria al deber de cuidado exigido ya sea por
normas implcitas o explcitas y que haya producido un resultado daoso,
lesivo al bien jurdico, sino que debe mediar entre ambas una relacin causal.
Remarcan en este aspecto algunos autores que si el resultado de todas maneras
se hubiese causado por la accin, no existe relacin entre la inobservancia del
cuidado requerido y el resultado y, por lo tanto, no se da lo injusto del delito
imprudente. Se cita en este punto como ejemplo el caso del suicida que es
47 Muoz
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Como ejemplo puede citarse las leyes de trnsito, las leyes que se dictan para
evitar contagios, las leyes de medio ambiente, entre otras. Pero queda claro
que con ello no se ha dado el delito imprudente sino que deben darse todos los
elementos del tipo penal. La sola violacin de alguna disposicin de las leyes
de trfico, no decide sobre la responsabilidad penal del sujeto55.
ii) El problema se encuentra en otro tipo de reglas, las cuales no estn
escritas
El contrapunto de las reglas jurdicamente fijadas acerca del cuidado,
a las que recin (...) est en aquellos casos en los cuales la costumbre social
constituye meramente un conglomerado de reglas puramente fcticas y seguidas como socialmente correctas, pero que carecen de una consagracin escrita completa, con una pretensin siquiera social de vigencia. Cabe contar
dentro de stas a las reglas acerca de la ciencia mdica, pero tambin al uso del
buen montero y el ejercicio artesanal, como tambin al cuidado de un hombre de negocios ordenado56. En este sentido no infringe el deber de cuidado
el mdico que se atenga a la lex artis, aunque no logre el objetivo de sanar al
enfermo. Estas normas, que se vern ut infra, son claras en el sentido de que
existe un protocolo mdico que se debe seguir. Ejemplo: frente a un dolor
de pecho fuerte, el protocolo mdico indica la internacin y no el recetar un
medicamento. Pero que no se siga ese protocolo no implica que se de el delito
imprudente, porque el enfermo, por ejemplo puede morir por otra causa o probarse que igual iba a fallecer. Es decir, es un indicio.
En todos estos casos, como la cuestin se remite a la ciencia en particular
que rige el caso, debe exigirse la opinin del perito en el mbito que se discute
el tema.
Bien dice Gssel que estas reglas han sido establecidas por expertos, ya
sea las escritas como las no escritas, en algunos casos, a los efectos de evitar
daos a los bienes jurdicos. Las reglas de proteccin de accidentes de trabajo,
reglas deportivas.
Lo importante es que a diferencia de las reglas escritas y con validez
jurdica, stas no pueden ser reconocidas per se como opuestas al deber de
cuidado. No obstante, conjunto de reglas extrajurdicas pueden proporcionar
importantes puntos de referencia para juzgar una conducta daosa del bien
jurdico como socialmente adecuada conforme al deber de cuidado o como
socialmente inadecuada contraria a dicho deber (Bohnert, JR 82, 6)57. Ahora bien este efecto indiciario descansa sobre la idea de que si se siguen estas
reglas de seguridad, se protege al bien jurdico y es una forma de previsin de
futuros peligros que estn basados en la experiencia y en la razn, por eso la
55 Maurach
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nm 55.
nm 58.
60 Frisch, Delito y sistema de delito, en Wolter - Freund, Sistema integral del
derecho penal, Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2004, p. 261.
59 Ibidem,
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67 Ibidem.
68 Ibidem.
69 Khler, Starfrecht..., cit., p. 183; del mismo autor: Die bewusste Fahrlssigkeit,
Winter Universittverlag, Heidelberg, ps. 334 y ss. y 412/413.
249
70 Khler,
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SANTIAGO VISMARA
Otra de sus preocupaciones, ntimamente relacionada con la de la inflacin legislativa, era la inclinacin de ciertos magistrados a incrementar la
punicin por el riesgoso camino de utilizar, frecuente y promiscuamente, categoras de la teora del delito que deberan ser objeto de un uso muy prudente
por parte de los jueces2.
Uno de esos conceptos dogmticos que suele elastizarse a fin de agravar
la punicin es el del dolo eventual, en particular, en hechos ocurridos como
consecuencia del trfico vehicular. Tratar entonces, en este trabajo, de formular algunas aclaraciones al respecto, que contribuyan a prevenir esa suerte de
esnobismo penal que asoma en algunos fallos3.
Encontrar una definicin apropiada del concepto jurdico-penal de dolo
fue y es una tarea en la que se han embarcado casi todos los juristas de la materia. Las discusiones al respecto, y las teoras que se han desarrollado, reflejan
la dificultad de la problemtica, la que se agiganta cuando se trata de trazar la
frontera o lmite entre el llamado dolo eventual y la imprudencia consciente.
El debate acerca de la posicin sistemtica del dolo en la teora del delito,
ya no tiene cabida en la doctrina. Casi nadie postula en nuestros das que estamos ante un problema de culpabilidad, sino que existe consenso en tratar al
dolo y a la imprudencia como aspectos especficos del mbito de la tipicidad.
En efecto, se ha dejado de lado la definicin causalista clsica del dolo,
que lo conceba como dolus malus, requiriendo para su configuracin el conocimiento y voluntad de los hechos, y la conciencia de su significacin antijurdica (conocimiento del derecho)4.
El finalismo redefini el concepto, concibiendo al dolo en forma ms
restringida, como dolo natural, el cual consiste en el conocer y querer la realizacin del tipo objetivo, sin necesidad de que se requiera la conciencia de
la antijuridicidad (requisito que es menester analizar recin en el plano de la
culpabilidad).
Este dolo, entendido como conocimiento y voluntad de realizacin de
los elementos objetivos del tipo, se ha distinguido tradicionalmente de la imprudencia, caracterizada por la infraccin a un deber de cuidado que, en una
situacin determinada, es necesario observar.
Asimismo, suelen diferenciarse tres formas de dolo:
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SANTIAGO VISMARA
255
Asimismo, dentro del concepto de dolo se distinguen dos aspectos o momentos: a) el cognitivo o intelectual, y b) el volitivo o conativo.
El primero implica que el sujeto debe tener un conocimiento efectivo de
los elementos requeridos por el tipo objetivo, bastando para ello el conocimiento normativo del comn de la gente (lo que Mezger llamaba la valoracin
paralela en la esfera del profano).
El aspecto volitivo est dado por la voluntad realizadora, que abarca tanto
el fin propuesto por el sujeto como los medios elegidos. Aqu es donde pueden
distinguirse las tres clases distintas de dolo ya sealadas: 1) el dolo directo o
inmediato o de primer grado, cuando el resultado inmediatamente querido es
el fin del agente; 2) el dolo indirecto o mediato o de segundo grado, cuando el
resultado es una consecuencia de los medios elegidos; y 3) el dolo eventual o
condicionado, que ser tratado a continuacin.
2. El dolo eventual
Se afirma la presencia de dolo eventual cuando el sujeto se representa el
resultado como relativamente probable e incluye esa probabilidad (no el resultado a secas sino la probabilidad de resultado) en su voluntad realizadora11.
En cambio, acta con imprudencia consciente quien advierte la posibilidad de produccin del resultado, pero no se la toma en serio y tampoco se
resigna a ella, sino que, negligentemente, confa en la no realizacin del tipo12.
Sin embargo, en la prctica se ha evidenciado que no resulta tarea sencilla
la de delimitar, en ciertos casos, la culpa consciente del dolo eventual. Esta
problemtica (que acertadamente se afirma es ms procesal que dogmtica)
resulta de una enorme trascendencia ya que, como afirma Daz Pita, no slo se
trata de conseguir una definicin ms operativa de ambas figuras, sino tambin
de dilucidar la imposicin o no de una pena o la gravedad de la misma. La
definicin tradicional del dolo empieza, entonces, a ser cuestionada, fundamentalmente por las dificultades que plantean los casos de dolo eventual. En
ste, la constatacin de la concurrencia tanto del elemento cognitivo como, y
sobre todo, del elemento volitivo, no resulta tan sencilla como pudiera parecer
a simple vista13.
Alejandro - Slokar, Alejandro, Derecho penal. Parte general, Buenos Aires, Ediar, 2000,
p. 495.
11 Zaffaroni, Eugenio R. - Alagia, Alejandro - Slokar, Alejandro, Derecho penal....,
cit., ps. 354/355.
12 Roxin, Claus, Derecho penal. Parte general. Fundamentos. La estructura de la teora
del delito, t. I, Madrid, Civitas, 1997, p. 427.
13 Daz Pita, Mara del Mar, El dolo eventual, cit., p. 21.
256
SANTIAGO VISMARA
el hombre que ejecut un hecho del cual result la ofensa a la ley, no quiso
ni previ aquella consecuencia, sino que previ y quiso solamente el antecedente, no hay dolo
respecto a la consecuencia (Carrara, Francesco, Programa de derecho criminal, vol. I, Buenos Aires, Depalma, 1944, 78).
15 Soler, Sebastin, Derecho penal argentino, cit., p. 125.
16 Roxin, Claus, Derecho penal...., cit., p. 431.
257
el dolo eventual requiere el elemento volitivo en forma de aceptacin o consentimiento (o frmulas similares) de la eventual produccin del hecho. Esta
aceptacin o consentimiento slo se excluye por una confianza mnimamente
fundada objetivamente, aunque errnea, en que no se produzca el hecho17.
La teora de la indiferencia, que tambin se relaciona con la teora de la
voluntad, y segn la cual el dolo eventual revela un grado mayor de desprecio
o indiferencia por el bien jurdico que la imprudencia consciente. Esta postura
es criticada porque no es cierto que la falta de indiferencia excluya categricamente al dolo. Sin embargo, Roxin la considera valiosa porque la indiferencia
es un indicio seguro de que el sujeto se ha representado el resultado y por tanto
obrado en forma dolosa18.
La teora de la posibilidad, que proviene de la teora de la representacin, sostiene que la sola representacin del resultado como posible fundamenta ya el dolo eventual, sin que haga falta siquiera comprobar elemento volitivo
alguno. Esta postura es criticada por Roxin, con toda razn, porque reducir el
dolo exclusivamente al componente del saber es demasiado intelectualista19.
La teora de la probabilidad, hija tambin de la teora de la representacin, y defendida en su momento por Mayer, sostiene que probabilidad
significa ms que una mera posibilidad. A esta parece acercarse la tesis de
Zaffaroni, en cuanto afirma el dolo eventual en aquellos casos en que el sujeto
se representa al resultado como relativamente probable, incluyendo esa probabilidad (no el resultado sino la probabilidad de que acontezca) en la voluntad
realizadora20. La jurisprudencia nacional ha adoptado esta teora en numerosos
fallos, con formulaciones tales como que el sujeto debe haberse representado el
resultado como probable y coadyuv a l con indiferencia y temeridad como
aportes subjetivos incidentes, es decir que actu con dolo eventual, porque sin
intencin directa o indirecta de delinquir, tom a su cargo lo que, por representrsele como probable en su conciencia, poda eventualmente ocurrir21.
La crtica ms fuerte a la que se hace acreedora esta teora es la de trazar
un lmite poco preciso entre el dolo y la imprudencia, esto es, cundo debe
considerarse que el resultado era o no probable desde la perspectiva del autor.
La teora de la no puesta en prctica de la voluntad de evitacin, desarrollada por Armin Kaufmann. Segn ste, cuando hay representacin de la
posibilidad del resultado, slo puede descartarse el dolo eventual si la voluntad
conductora del sujeto est dirigida a evitar el resultado. Habr imprudencia
consciente en los supuestos en que, pese a haberse representado el resultado, el
17 Luzn Pea, Diego M., Curso de derecho penal. Parte general, t. I, Madrid, Universitas, 1995, ps. 426/427.
18 Roxin, Claus, Derecho penal...., cit., p. 432.
19 Roxin, Claus, Derecho penal...., cit., p. 434.
20 Zaffaroni, Eugenio R., Tratado de derecho penal..., cit., p. 355.
21 C. Nac. Crim. y Correc., sala IV, 16/2/1995, causa Olivera, JPBA, tomo 90, fallo 33.
258
SANTIAGO VISMARA
agente manifieste en forma objetiva su voluntad de evitar la lesin al bien jurdico ajeno. La crtica tradicional que suele formulrsele es la de no advertir que
en muchos supuestos puede faltar la voluntad de evitacin por haber confiado
el sujeto en que el resultado no se producira. Pese a ello, es revalorizada por
Zaffaroni, quien entiende que la teora de Kaufmann puede tener interesante
valor en el derecho procesal, siendo una hiptesis digna de transitar ms detenidamente en ese campo, que es al que se nos ocurre que se van derivando las
mayores dificultades del dolo eventual22. Roxin, por su parte, la considera un
importante indicio para la determinacin del dolo23.
La teora del peligro no cubierto, propiciada por Rolf D. Herzberg,
quien sostiene que la solucin al problema del dolo no slo debe estar en funcin de las representaciones del sujeto, sino tambin de la calidad objetiva del
riesgo creado. El dolo no depende de que el autor haya tomado en serio un peligro reconocido, sino de que haya reconocido un peligro a tomar en serio. Para
esto distingue dos modalidades de riesgos no permitidos: los peligros cubiertos
(que se dan cuando existen circunstancias que permiten confiar objetivamente
en que el tipo no va a realizarse, es decir, cuando el sujeto puede reconocerlas y
evitar el resultado prestando atencin, o cuando se confa fundadamente en controlar el riesgo que se crea) y los peligros descubiertos (aquellos casos en que no
existen datos objetivos para la confianza racional en la no realizacin del tipo,
y que el autor debe tomar en serio). El conocimiento por parte del sujeto de un
peligro cubierto slo fundamenta una imprudencia, mientras que si lo que se
conoce es un peligro descubierto, se estar ante un hecho doloso. La crtica que
se le efecta a su postura radica, principalmente, en la dificultad de establecer
cundo se est ante un peligro cubierto y cundo no24.
Como puede advertirse, ninguna de las teoras est exenta de crticas y
objeciones, lo que dificulta la solucin pacfica de los casos y el optar por una
de ellas. Partidarios de unas y otras siguen alimentando una discusin que parece no acabar nunca.
Pero an siendo conscientes de esta dificultad, y de los problemas que
surgen de casi todas las teoras en danza, se hace necesario agudizar la bsqueda a fin de conseguir un concepto de dolo que est expuesto a menos objeciones que el tradicional.
Un buen comienzo podra estar dado por tomar de la definicin de Roxin
la idea de que la realizacin del plan constituye la esencia del dolo. Un resultado ha de considerarse dolosamente producido cuando y porque se corres22 Zaffaroni,
259
260
SANTIAGO VISMARA
261
31 Concurrir, pues, dolo eventual cuando en el momento de la accin el autor juzgue que la realizacin del tipo no es improbable como consecuencia de esa accin (Jakobs,
Gnther, Derecho penal. Parte general. Fundamentos y teora de la imputacin, Madrid, Marcial Pons, Ediciones Jurdicas SA, 1995, p. 327).
32 Jakobs, Gnther, Derecho penal..., cit., p. 335.
33 Soler, Sebastin, Derecho penal argentino, cit., p. 125.
34 Roxin, Claus, Derecho penal...., cit., p. 446.
35 Stratenwerth, Gnther, Derecho penal. Parte general, t. I, El hecho punible, Buenos Aire, Fabin J. Di Plcidos, 1999, ps. 94 y ss.
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SECCIN VI
TEMAS DE DELITOS EN PARTICULAR
270
ENRIQUE BACIGALUPO
271
1 Confr.
272
ENRIQUE BACIGALUPO
III
Las respuestas tcnico-jurdicas para la delimitacin del contenido del
Derecho Penal en esta materia no siempre han sido acertadas, lo que se explica
por las dificultades que entraan. En el siglo XIX la jurisprudencia francesa de
la Cour de Cassation trataba, en verdad infructuosamente, de distinguir entre
las infracciones meramente civiles y las de contenido penal en el mbito del
delito de las defraudaciones. La jurisprudencia espaola, que sigui el mismo
camino, no tuvo ms fortuna en semejante tarea. En la doctrina alemana se ha
tratado de caracterizar el contenido criminal de una infraccin del deber de
lealtad refiriendo la cuestin a la gravedad de la infraccin de los deberes del
administrador, pero la jurisprudencia del BGH ha rechazado recientemente tal
punto de vista.
El Cdigo Penal vigente ha recurrido a veces a criterios discutibles. No
es objetable que haya criminalizado la infraccin del deber de lealtad en el
delito de administracin desleal (arts. 252 y 295, CP), aunque su tcnica sea
totalmente deficiente y aunque, como se ver, el Proyecto del Poder Ejecutivo
agrave seriamente la situacin de inseguridad. Lo verdaderamente problemtico son otras figuras penales en las que el deber de lealtad es relevante.
En efecto, el Cdigo Penal considera como un primer criterio de criminalizacin de la deslealtad de los administradores el abuso del derecho. El
art. 291, CP, impone una pena de tres aos de prisin o multa del tanto al triplo
del beneficio obtenido a los que prevalindose de su situacin [debera decir:
posicin] mayoritaria en la junta de accionistas o el rgano de administracin
de cualquier sociedad constituida o en formacin, impusieren acuerdos abusivos, con nimo de lucro propio o ajeno, con perjuicio de los dems socios y sin
que reporten beneficios a la misma. La pena prevista para este delito puede ir
acompaada de la inhabilitacin especial para el ejercicio de la industria o el
comercio (art. 56.3, CP).
Como se ve la ley penaliza como deslealtad de los administradores actos que formalmente considerados consisten en el ejercicio del derecho de la
mayora que establece el art. 140.1, LSA. El tipo penal no se refiere slo a los
acuerdos impugnables del art. 115, LSA, es decir, contrarios a la ley, a los estatutos o a los intereses sociales. El texto legal alcanza tambin a los cometidos
con abuso del derecho, reemplazando el procedimiento mercantil previsto para
esos casos por la criminalizacin de la conducta. El legislador penal ha entendido que la norma del art. 140.1, LSA, segn el cual los acuerdos del Consejo
de Administracin se adoptarn por mayora absoluta, no puede operar sin ms
como una causa de justificacin en el sentido del art. 20.7. CP. El abuso de
ese derecho, por el contrario, ser subsumible bajo el tipo del art. 291, CP, y,
adems, antijurdico. Esta extensin del art. 291, CP es sorprendente, dado que
no parece que la limitacin del campo de ejercicio del derecho de la mayora
sea una exigencia del deber de lealtad empresarial. Es posible comprobar que
273
en la amplia caracterizacin del deber de lealtad contenida en el Informe Aldama (2002), no aparece una limitacin semejante. Por otra parte, no se conoce
paralelo alguno de un tipo penal como ste en el Derecho europeo.
La aplicacin del art. 291, CP, ser particularmente dificultosa. La nocin
de abuso del derecho, en general, ha sido tradicionalmente tratada y desarrollada en Francia2. La doctrina francesa ha sealado el problema: El ncleo
de la cuestin es la determinacin de los elementos que permitan fijar dnde
comienza el abuso en el cumplimiento de actos correspondientes al ejercicio
de un derecho; [...] Si la controversia puede ser prolongada es sin duda porque
la jurisprudencia es muy difcil de interpretar3. La imprecisin del concepto
condujo a parte de la doctrina al rechazo de la nocin de abuso de derecho
y a considerar que los derechos son en principio absolutos y que el abuso
del derecho es una atemperacin de orden moral. Planiol ha negado, en este
sentido, la posibilidad de un control del ejercicio de los derechos de estas caractersticas. No obstante los tribunales civiles franceses utilizan el criterio del
abuso del derecho en diversas relaciones privadas contractuales o familiares
a la vez que han rechazado definir un concepto general de abuso del derecho,
entendindolo como una consideracin de equidad y de poltica jurdica4.
Los civilistas modernos coinciden en que La preocupacin por moralizar el
ejercicio de los derechos [...] tiene una posicin importante en el razonamiento
de los jueces5. La jurisprudencia ha considerado la cuestin especialmente en
el marco del art. 1338 del C. Civil, es decir en el mbito de los delitos y cuasidelitos civiles, sosteniendo que el ejercicio de un derecho puede constituir
culpa cuando el titular del mismo lo ejerce con el designio de lesionar haciendo un uso perjudicial a otro6. Sin embargo entre las numerosas infracciones
penales de las leyes francesas sobre sociedades no se encuentra un tipo penal
semejante al del art. 291, CP.
Nuestro Cdigo Civil vigente recept la idea de la jurisprudencia francesa
y desde la reforma de su Ttulo Preliminar introducida por el dec. 1836/1974
prev el abuso del derecho en el art. 7.2. La Exposicin de Motivos slo dice
que la licitud carece de validez absoluta. El concepto es oscuro. De la dudosa
redaccin del artculo, sera posible deducir un deber de compensar equitativamente las consecuencias extraordinariamente gravosas que tenga que sufrir
un tercero por el ejercicio del derecho, pero ello no debera determinar necesariamente la antijuricidad ni la nulidad jurdica del acto. La jurisprudencia del
2 Josserand, De lesprit des droits et de leur relativit, Universidad Nacional de Bogot, 1940.
3 Ghestin, J. - Goubeaux, G. - Fabre Magnan, M., Trait de droit civil. Introduction, Paris, LGDJ, 1993, 2 ed.
4 Ghestin, J. - Goubeaux, G. - Fabre Magnan, M., Trait de droit civil..., cit., p. 790.
5 Ghestin, J. - Goubeaux, G. - Fabre Magnan, M., Trait de droit civil..., cit., p. 791.
6 Chambre Civil, 2, 26/11/1953.
274
ENRIQUE BACIGALUPO
Tribunal Supremo (sala de lo Civil), sin embargo, tiende a identificar abuso del
derecho y antijuricidad.
La solucin civil del conflicto, de todos modos, no es lo que est en cuestin. Lo problemtico es su criminalizacin en el marco del derecho de las sociedades. Desde este punto de vista parece necesario distinguir entre obligar a
compensar civilmente, a costa del que ejerce el derecho, al que se vea obligado
a soportar las consecuencias del ejercicio del mismo, y convertir al que ejerce
el derecho en autor de un delito.
A mi modo de ver la criminalizacin del abuso del derecho de la mayora
ofrece dificultades tcnicas que impiden la estructuracin de un tipo penal de
este contenido. El problema radica en el grado de seguridad jurdica que exige
el Derecho Penal. La nocin de abuso del derecho, no es tericamente pacfica,
pero, en todo caso, es entendida en el Derecho Privado como un correctivo necesariamente limitado, dado el carcter vago de la equidad y la poltica jurdica
que la inspira, y es considerada como fuente de inseguridad. Por lo tanto, la
cuestin que plantea el art. 291, CP, es si el legislador est constitucionalmente
habilitado para estructurar un tipo penal con apoyo en el abuso del derecho
de las mayoras en el mbito de la administracin de sociedades. Dado que el
principio de legalidad del art. 25, CE, exige que los tipos penales sean precisamente determinados (lex certa), la respuesta no requiere largas cadenas argumentales. La descripcin de una conducta mediante una nocin vaga, imprecisa y basada exclusivamente en la equidad no puede cumplir con las exigencias
constitucionales de seguridad y precisin del Derecho Penal.
Sera errneo suponer que la precisin necesaria surge de los otros elementos que establece el art. 291, CP: el nimo de lucro, el perjuicio para los
socios y la ausencia de beneficio para la sociedad. Pienso que no es as. El
nimo de lucro, como motivacin de la conducta no es razn para convertir un
acto basado en el ejercicio de un derecho en un delito; no se debera confundir
el nimo de lucro con el propsito de obtener beneficios antijurdicamente.
Tambin el dao a los socios es un concepto vago. Los beneficios de una decisin pueden no manifestarse inmediatamente, por lo tanto, el dao ser en un
nmero importante de casos slo un pronstico a largo, mediano o corto plazo.
En suma: relativizar el concepto de antijuricidad convirtindolo en un juicio de
equidad y remitir a definiciones imprecisas de las consecuencias del acto no se
ajusta, sin duda alguna a la exigencia de certeza de la ley penal.
No existe hasta ahora al menos no es conocida aplicacin jurisprudencial de esta disposicin. La inseguridad se agrava porque se trata adems de un
delito que en nuestro sistema de recursos carece de acceso al Tribunal Supremo. Probablemente lo recomendable es que los jueces, antes de aplicarla, plantearan la cuestin de inconstitucionalidad en los trminos del art. 35, LOTC.
Hasta ahora el Tribunal Constitucional, sin embargo, ha sido extremadamente
tolerante con las inconsecuencias del legislador en relacin al art. 25.1, CE.
La solucin ms segura sera, por lo tanto, la derogacin de esta figura penal.
275
IV
El deber de lealtad tambin se manifiesta en la obligacin de informar
a los accionistas de la gestin del negocio. Desde el punto de vista de los accionistas se trata de la transparencia de la administracin. El art. 171, C. Comercio, impone a los administradores la obligacin de presentar las cuentas
anuales, el informe de gestin y una propuesta de aplicacin del resultado. En
su caso, las cuentas y el informe de gestin deben ser consolidados, es decir,
deben integrar en el balance de la matriz total o parcialmente los resultados de
las filiales. Los arts. 290 y 293, CP, establecen los tipos penales que describen
las conductas punibles por la infraccin de los deberes de informacin leal que
surgen de la ley mercantil.
El deber de informacin leal tiene tambin destinatarios distintos de los
accionistas. Los partcipes del mercado tambin tienen un derecho a la informacin sobre la situacin jurdica de la empresa como eventuales inversores,
en la medida en la que son posibles adquirentes de acciones o de participaciones en la sociedad.
Estas ilicitudes son las que han caracterizado casos tan resonantes en los
ltimos tiempos como el caso Enron (desde 1997), en el que se transferan a
special purpose entities todo cuanto no interesaba hacer aparecer en las cuentas de aquella, o el caso Worldcom (2002), en el que se contabilizaron gastos
corrientes como si fueran inversiones y se comprobaron prdidas por ms de
7.500 millones de dlares.
Es necesario ante todo advertir sobre el error de suponer que el delito del
art. 290, CP, es una variedad de los delitos de falsedad documental. En realidad nada tienen que ver con la falsedad documental aunque el legislador haya
descrito el hecho punible como falsear las cuentas anuales u otros documentos que deban reflejar la situacin jurdica o econmica de la entidad. No se
trata de alterar o destruir medios de prueba documental, sino de proporcionar
informaciones inveraces o incompletas a quienes tienen derecho a conocer la
situacin jurdica o econmica de la entidad, en los trminos del art. 290, CP.
La comisin de este delito se relaciona especialmente con las llamadas
tcnicas de cosmtica contable, que no se refieren tanto a las tergiversaciones
formales de las normas sobre balances del C. de Comercio (arts. 175 y ss.),
como a las valoraciones desviadas, dentro de un cierto mbito de apreciacin
tcnico-contable, previsto en las reglas de valoracin de los arts. 193 y ss.,
LSA.
Sin duda equivalente a la desfiguracin de las cuentas presentadas es la
conducta sancionada por el art. 293, CP, consistente en negar informacin o en
impedir al socio el ejercicio del derecho de informacin. Negar informacin
es una forma de incumplir el deber de informar y, por lo tanto, es un acto de
deslealtad que no se manifiesta expuesto en el balance, sino en la prctica cotidiana de la gestin. El texto legal es redundante, dado que no slo se refiere
276
ENRIQUE BACIGALUPO
277
V
La punibilidad de la deslealtad, por el contrario, no ofrece ninguna duda
en el caso del delito de administracin desleal. Este delito describe la conducta
del administrador que causa un perjuicio infringiendo los deberes que le incumben.
La relacin de la administracin desleal con las previsiones del Cdigo de
Buen Gobierno est fuera de toda duda, si se admite que las recomendaciones
de los cdigos de buen gobierno se dedican, sobre todo, a la vigilancia de los
ejecutivos de las empresas para que stos no se excedan de sus atribuciones7.
Sin embargo, tambin aqu es necesario advertir que ello no significa que toda
infraccin de algn deber contenido en el Cdigo de Buen Gobierno deba ser
considerada un delito de administracin desleal.
En este sentido tiene especial relevancia el modelo legislativo sobre el
cual se hayan definido las conductas de la administracin desleal.
La comparacin jurdica demuestra que se trata de un delito que pertenece
al Derecho Penal europeo, aunque entre una y otras legislaciones existan diversidades que condicionan la extensin de la punibilidad. Los derechos alemn,
austriaco, suizo, portugus o del Reino Unido han legislado sobre este delito8.
El Derecho Penal espaol desconoca el delito de administracin desleal
hasta 1995. Desde entonces su historia en Espaa ha sido todo menos sencilla.
El legislador de entonces lo incluy en el art. 295 del nuevo CP, bajo la rbrica
de los delitos societarios, un captulo inspirado en el libro V, ttulo XI del
Cdigo Civil italiano (arts. 2621/2641) o, quizs, en la legislacin francesa
sobre sociedades. La decisin legislativa se bas en un entendimiento muy
discutible del problema, pues se apoyaba en la creencia de que la administracin desleal slo era relevante en el mbito de la administracin de sociedades.
Cabra suponer que el legislador se dej influir por un modelo normativo propuesto en Alemania, que entendi equivocadamente. En efecto: en el Proyecto
Alternativo alemn referente a los hechos punibles contra la economa (1977)
se propuso penalizar graves excesos de los administradores en el ejercicio de
sus facultades, como un delito de peligro, es decir, que no requiere la produccin real de dao patrimonial9. Pero, esta disposicin, que nunca se incorpor
al Derecho alemn, presupona que, fuera del mbito de las sociedades, exista
un delito genrico de lesin patrimonial real para todo administrador desleal
( 266, StGB), una figura que, lamentablemente, no se incluy en el Cdigo de
1995. Por lo tanto, el delito del art. 295, CP, entendido como un delito espec7 Calzada
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ENRIQUE BACIGALUPO
ficamente societario, result una pieza extraa dentro del sistema del Cdigo
Penal, alejada adems del supuesto modelo originario porque fue concebido
como un delito que requera dao patrimonial y no slo peligro de dao, que
es lo que explicaba que en el Altenativ-Entwurf tuviera menor pena que las
defraudaciones genricas del Cdigo Penal.
La nueva legislacin, por lo dems, no modific el contenido del art. 535
CP 1973 y lo mantuvo en lo esencial en el texto del art. 252 del nuevo CP. Dado
que, sobre todo desde principios de 199410, el Tribunal Supremo vena entendiendo, de manera expresa, que la distraccin de dinero prevista en el art. 535,
CP 1973, constitua una hiptesis tpica de la administracin desleal, el resultado no poda sino sorprender: en el nuevo Cdigo se prevean dos hiptesis
de administracin desleal, la genrica del art. 252 y la societaria del art. 295,
sustancialmente igual y, sin embargo, menos punible.
El mayor desarrollo prctico del delito de administracin desleal ha tenido lugar en Alemania, donde se perfilaron tres nociones sobre la esencia del
delito que determinaron la definicin del delito en otros pases europeos: (a)
la que lo entiende como un abuso de los poderes de disposicin acordados sobre el patrimonio administrado en relaciones jurdicas con terceros; (b) la que
concibe el delito como la lesin de un deber jurdico de cuidado del patrimonio
ajeno; (c) la que lo interpreta como la lesin de una relacin de confianza,
tenga sta base jurdica o no. A partir de aqu se consider que caban dos posibilidades legislativas: el llamado tipo del abuso, estructurado sobre el ejercicio
excesivo de poderes de administracin conferidos, y el tipo de la infidelidad,
que no requera una relacin legal formal y que se manifiesta en la infraccin
del deber de custodiar intereses patrimoniales ajenos (Vermgensbetreuungspflicht). En el marco del tipo de la infidelidad la doctrina discute si la deslealtad
del administrador puede ser fundamentada en actos contrarios a la moral que
falsean una finalidad del Derecho11.
La difusin legislativa de estos modelos en Europa no ha sido uniforme.
El Derecho alemn (desde 1933), en el 266, DStGB, y el portugus vigente
en el art. 224, CP, han codificado la administracin desleal sintetizando en una
disposicin el tipo del abuso y el de la infidelidad. Por el contrario, el Derecho
austriaco ( 153, StGB) y el derecho suizo (art. 159, CP) han limitado el
delito a la hiptesis del abuso de poderes legales o contractuales. Es probable
que la seccin 4 de la Fraud Act del Reino Unido, de 8/11/2006, que pone el
acento en la simple deshonestidad del administrador se oriente slo al tipo
de la infidelidad. El art. 295 de nuestro CP, no responde a un modelo concreto,
tiene una cierta similitud con la ley francesa de sociedades por acciones de
1966; define la conducta, con dudosa tcnica, como la disposicin fraudulenta
de los bienes de la sociedad o como la de contraer obligaciones a cargo de la
10 SSTS
11 Confr.
de 7/3/1994 y 14/3/1994.
Kindhuser, U., StGB, 3 ed., 2006, p. 936, con indicaciones bibliogrficas.
279
sociedad (es de suponer que abusivamente, dado que la ley no lo dice). Esta
doble configuracin de la accin permiti inicialmente suponer que el CP se
haba orientado segn el modelo sinttico del DStGB.
Es interesante sealar que el llamado tipo de la infidelidad del Derecho
alemn y portugus (probablemente tambin del Derecho del RU), que alcanza, como se vio, un catlogo de comportamientos mucho ms amplios que el
abuso de poderes legales o contractuales (incluidos los estatutarios en el caso
de los administradores de sociedades) ha sido y es sometido a no pocas crticas
de la doctrina por su amplitud y su discutible cumplimiento de la exigencia de
determinacin precisa de la conducta punible (lex certa).
La doctrina alemana admite que, por su mayor amplitud, el tipo de la infidelidad tiene una relacin de subsidiaridad con el tipo del abuso y que de esta
manera pueden entrar en consideracin en su mbito inclusive actos contrarios
a los fines jurdicos o morales; tesis slo defendida minoritariamente, o la infraccin de deberes de cuidado del patrimonio ajeno que acuerdan al administrador un cierto margen para decisiones. La determinacin de los deberes del
administrador cuya infraccin puede dar lugar a un acto de infidelidad punible
es extraordinariamente casustica en la jurisprudencia.
En este sentido la jurisprudencia reciente del BGHSt ha considerado que
incurre en el delito el gerente de una sucursal bancaria que dispone el otorgamiento de un crdito incumpliendo, de manera grave, sus deberes habituales de informacin y comprobacin (BGHSt 46, 30 [2000] y 47, 148 [2001]).
Tambin ha establecido que las disposiciones de fondos imputados al presupuesto social destinado a la promocin del arte, la ciencia, los deportes y la
sociedad pueden constituir un delito de administracin desleal, cuando dichas
disposiciones carecen de vinculacin con el objeto social, se realizan sin la
necesaria transparencia, persiguiendo preferencias personales o son inadecuadas a la situacin productiva y patrimonial de la empresa (BGHSt 47, 188
[2001]). Especial repercusin ha tenido en este contexto la sentencia del caso
Mannesmann (BGHSt 21/12/2005) en el que se dispuso que es de apreciar
un perjuicio del patrimonio confiado a los administradores, si el consejo de
vigilancia de una sociedad por acciones otorga a un miembro del consejo de
direccin un pago especial (reconocimiento de premios sin compensacin), no
previsto en el contrato de servicios por una prestacin cumplida y debida segn
dicho contrato de servicios y que slo tiene carcter retributivo que no reportar beneficios futuros a la empresa. En esta sentencia el BGH precis que en
la de 47, 148 (otorgamiento de crditos), cuando se haba referido al carcter
grave, de la infraccin del deber no haba mencionado el deber de cuidado del
patrimonio, sino el deber de informacin y de comprobacin que incumba al
administrador.
En Espaa la cuestin tiene otras caractersticas. La jurisprudencia ha
definido la administracin desleal limitndose a la hiptesis ms reducida del
tipo del abuso. Como hemos dicho, la jurisprudencia ha entendido que junto al
280
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IVANA BLOCH
su vez, el hecho de dejar una botella que contiene una sustancia txica ha sido
considerado por algunos autores como un caso ms de proteccin por medios
automticos2 y es por ello que aqu se lo relacionar con el tema principal de
este escrito.
Cancio Meli sostuvo que el caso deba ser tratado como un supuesto de
prohibicin de regreso3. Sabido es que la prohibicin de regreso en su concepcin actual4 implica que una conducta previa estereotipadamente inocua
no fundamenta ninguna responsabilidad si se dan posteriores vuelcos hacia lo
delictivo5. La institucin de la prohibicin de regreso se aplica tambin a la
posterior conducta de la vctima: no hay una conducta tpica cuando el autor
hace un aporte que luego vira a un dao a la vctima por su propia obra6. A
su vez, sostiene el profesor Cancio Meli que en primer lugar debe tratarse
la exclusin de la imputacin por aplicacin de la prohibicin de regreso y
luego si no se est ante un contexto inocuo el filtro de imputacin a la
vctima7.
Mas, cabe poner en duda la consideracin del fallo de la botella de vino
como un caso de prohibicin de regreso. En efecto, uno de los ejemplos ms
conocidos de prohibicin de regreso es aquel en el que el panadero, al vender
el panecillo, sabe que el comprador envenenar el producto y luego lo servir
a sus invitados8 (negocios comunes de intercambio de la vida cotidiana). Este
ejemplo se aplica tambin a la conducta posterior de la vctima. Ello por cuanto
las constelaciones de casos en cuestin tambin pueden darse con relacin a la
conducta posterior de un sujeto que anuda a un determinado comportamiento
del autor una accin que puede ser lesiva para sus propios bienes (es decir, si el
2 La han tratado de ese modo autores como Bekker, Ernst I., Theorie des heutigen
deutschen Strafrechts, t. I, suplemento II, Leipzig, Ghirzel, 1859, p. 605 y Khnen, Klaus, Antizipierte Notwehr (Ein Beitrag zur Frage der Verteidigung durch selbstwirkende Schutzmittel),
Mnich, Mnchen, Jurf. Diss., 16 sept. 1950, p. 7.
3 Cancio Meli, Manuel - Barreiro, Agustn J., Conducta de la vctima e imputacin
objetiva en el Derecho Penal: estudio sobre mbitos de responsabilidad de vctima y autor en
actividades arriesgadas, Barcelona, Jos M. Bosch, 1998, p. 327.
4 Aqu, por ahora, no se har referencia a la definicin tradicional de la prohibicin de
regreso es decir: a la interrupcin de la relacin causal cuando con posterioridad a una conducta imprudente de un primer sujeto le sigue el comportamiento doloso y culpable de un segundo, lo que exime de responsabilidad a aqul sino a la concepcin introducida por Jakobs.
5 As cit Cancio Meli a Jakobs (Cancio Meli, Manuel, Opferverhalten und objektive Zurechnung, en Zeitschrift fr die gesamte Strafrechtswissenschaft ZStW 111 (1999),
p. 28). Para ser ms precisos, dice Jakobs, Gnther, La imputacin objetiva en el derecho penal (traducido por M. Cancio Meli), Madrid, 1996, p. 107: una conducta estereotipadamente
inofensiva no puede fundamentar una participacin en una organizacin no permitida.
6 Cancio Meli, Manuel, Opferverhalten..., cit., p. 29.
7 La explicacin de este orden de prelacin excede el presente trabajo. Ver Cancio Meli, Manuel, Conducta de la vctima..., cit., ps. 326 y ss.
8 El ejemplo es de Jakobs, Gnther, Strafrecht, Allgemeiner Teil. Die Grundlagen
und die Zurechnungslehre, 2 ed., Berln y Nueva York, 1991, ps. 24/17; tambin en Jakobs,
Gnther, La imputacin objetiva..., cit., p. 107.
287
panadero sabe que el mismo comprador comer el pan que previamente envenenar). En ambas situaciones el panadero no responde por participacin en el
homicidio. Por supuesto, no puede dudarse de que ese caso debe ser calificado
como un supuesto de prohibicin de regreso, pues para la configuracin de ese
filtro lo decisivo es que la conducta pueda definirse como inofensiva.
Junto con el caso del panadero Cancio Meli menciona el ejemplo del
vino envenenado9. As sostiene que la conducta del autor no tiene significado
delictivo si ste guarda en un recipiente de apariencia inocua, un lquido venenoso en circunstancias tambin aparentemente inocuas por ejemplo en la
heladera y la vctima, quien penetra de modo no autorizado en la vivienda,
ingiere el lquido y sufre lesiones.
Sin embargo, cabra preguntarse si tanto Cancio Meli como Derksen10
no estaran confundiendo una conducta estereotipadamente inocua con una
conducta que parece inocua. En efecto, bien podra sostenerse que la conservacin de una botella de vino llena de una sustancia txica no tiene un
significado claramente inocuo como s lo tiene la venta de pan11. Y, justamente,
dado que el contexto no puede definirse como inofensivo sino como riesgoso,
podramos avanzar hacia el segundo filtro de la imputacin de la conducta: la
accin a propio riesgo o imputacin a la vctima.
Para ello, en primer lugar debe acreditarse que se cumplan las condiciones que estos mismos autores proponen. Si quisiramos definir la interaccin
entre el propietario de la casa y el intruso, no podramos decir de ninguna
manera que ese contacto visto objetivamente resulta inofensivo para la
vctima. Esta conducta puede ser vista tan riesgosa como el conocido caso de
la relacin sexual sin proteccin, al que tambin Cancio Meli hace referencia. Es por ello que, en principio, el intruso ha actuado a propio riesgo dada su
responsabilidad preeminente en la organizacin conjunta12. Sin embargo, tal
9 Cancio
288
IVANA BLOCH
como en ese caso, es aqu tambin necesario definir el contexto de la interaccin. De ese modo se puede comprobar si la vctima ha sido instrumentalizada,
es decir: si la vctima no debe ser responsable de la actividad riesgosa (as lo
ha concluido, por ejemplo, Cancio Meli respecto de quien mantiene relaciones sexuales sin proteccin estando casado, pues en ese caso en resumidas
cuentas podra sostenerse que si el infectado sabe de su enfermedad y la
oculta se ha configurado una instrumentalizacin de la vctima, toda vez que
el contexto s podra definirse como estereotipadamente inocuo. Si el propietario sabe que tiene vino envenenado en su casa, entonces tambin deberamos
observar el contexto. As, por ejemplo, si un husped se dirige a la cocina y
toma lo que aparentemente es vino tal como sucede en el conocido caso del
arsnico13 se puede hablar tambin aqu de una instrumentalizacin. Puede
verse, entonces, que el lmite de la organizacin conjunta que decae en
caso de instrumentalizacin puede ser la solucin para estos casos. En efecto, en el caso del vino, la vctima (el husped) puede visto objetivamente
definir el contexto como inocuo. Por el contrario, el intruso, no; tal como aqul
que mantiene relaciones sexuales sin proteccin con un desconocido y contrae
una enfermedad de transmisin sexual.
El hecho de que al propietario de la casa no pueda imputrsele la conservacin de la botella de vino en el caso del intruso tiene su fundamento en
el principio de autorresponsabilidad. Como seala Frisch casi intuitivamente:
(s)era grotesco prohibirle al propietario la conservacin de sustancias txicas, etc. en recipientes a la vista inofensivos en el stano de su casa para que
un intruso (...) u otra persona que sin autorizacin ponga mano a los objetos no
sufra daos a causa de esa confusin14. Para este autor falta ya aqu la creacin
del riesgo jurdicamente desaprobado15. Esto no es otra cosa que el corolario
del principio de responsabilidad propia: uno no est obligado a considerar la
conducta errada de otras personas.
Hasta ahora se ha intentado dejar en claro que la conducta del intruso ha
cumplido con las condiciones de la accin a propio riesgo. Pues supongamos que el propietario ha dejado la botella de vino como medio de defensa. l
piensa que la botella podra atraer al intruso a que tome de ella y de esta forma
podra evitar la comisin del delito. Si el intruso resulta entonces lesionado,
este caso podra resolverse tradicionalmente con la institucin de la legtima
defensa. Sin embargo, quizs haya en esta solucin un resto de subjetivismo,
pues si se quiere ser consecuente con una concepcin normativa, no podra
decirse otra cosa que tambin en este caso se configura un supuesto de accin
13 RGSt
1, 373. La imputada haba dejado una botella de vino envenenada con arsnico
en el alfizar de la ventana. Su marido tom de sta y muri.
14 Frisch, Wolfgang, Tatbestandsmiges Verhalten und Zurechnung des Erfolgs, Heidelberg, 1988, p. 220. El autor nota que para determinadas relaciones es diferente (p. ej. si lo
tomaran miembros de la familia).
15 Frisch, Wolfgang, Tatbestandsmiges..., cit., p. 219.
289
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Ernst Bekker fue en el ao 1859 el primer autor que rechaz la utilizacin de la legtima defensa para la solucin de estos casos y al mismo tiempo
se ocup de responder la cuestin acerca de si en la defensa con medios automticos la lesin producida (puede) imputrsele a aquel del cual parti, a
ttulo de dolo jurdicamente punible o culpa25. Bekker respondi la pregunta
sirvindose de la teora de las condiciones imposibles. La fundamentacin fue
la siguiente: si el organizador de dispositivos de proteccin ve que el dao slo
alcanzar al que cometa un delito, entonces se comporta sin culpa porque la
posibilidad de que un tercero cometa un delito no necesita ser prevista por l26
(la comisin de un delito es una condicin con la cual uno nunca debe contar).
La inculpabilidad sera la consecuencia de la carencia de una porcin esencial
de la tipicidad interna27. Segn la opinin de Bekker, su solucin encontrara
aplicacin slo all donde quien es afectado por el dao se lo ocasiona l mismo mediante su propio delito28.
Esta posicin fue criticada por muchos autores. Algunos por su imprecisin o insuficiencia29 y otros porque esta tesis permitira excluir la punicin
tambin en casos de defensa no necesaria30.
Como valor negativo de su explicacin puede observarse tambin que su
fundamento no se apoya en el principio de autorresponsabilidad, sino en una
forma de inadmisible versari in re illicita, pues slo quien comete un delito
debera cargar con las costas de su actuacin. De su lado, y aunque la pregunta
acerca de en ese entonces la culpabilidad, no haya sido el punto de partida
ms propicio, este autor contribuy con dos aportes importantes para la problemtica aqu tratada. Primero, el hecho de que en su trabajo ya se reconoce
un intento por delimitar mbitos de responsabilidad. Segundo, que tal como
se adelant se plantea por primera vez la pregunta acerca de la no punibilidad en estos casos desde un punto de vista distinto al de la legtima defensa.
concepcin dogmtica que criticaba el fallo. En ninguno de los textos modernos hay alusin
alguna a esta jurisprudencia ni a sus crticos.
25 Bekker, Ernst I., Theorie des..., cit., p. 606. Sobre ese tema hubo ya antes de su escrito una discusin interesante entre Passn y Von Metzburg pero sobre la base de la legtima defensa el primero la acepta, el segundo no (en detalle v. Sommerlad, ber die Ausbung
des Notwehrrechts durch Veranstaltung von Sondervorrichtungen, GS 39 (2887), p. 364).
26 Bekker, Ernst I., Theorie des..., cit., p. 607.
27 Bekker, Ernst I., Theorie des..., cit., p. 608.
28 Bekker, Ernst I., Theorie des..., cit., p. 608. nfasis agregado.
29 Entre otros y desde posturas totalmente distintas: Bhlau, Hugo, Occidere und causam mortis praestare (Eine Antwort auf eine Frage), GA XIII (1865), p. 472; v. Sommerlad,
ber die Ausbung..., cit., p. 367.
30 v. Sommerlad, ber die Ausbung..., cit., p. 367 n.p. 1; Langenbach, Paul, Die
Vorbereitung und Ausbung der Notwehr durch Schutzmaregeln, Disertacin, Giessen, 1907,
p. 6; Khnen, Klaus, Antizipierte Notwehr..., cit., p. 22.
292
IVANA BLOCH
Es el propio autor, quien admite que su cometido fue solamente plantear esa
cuestin31.
Hugo Bhlau tambin intent responder la pregunta formulada por
Bekker, pero tomando como punto de partida la diferenciacin realizada por el
derecho romano entre occidere y causam mortis praestare (causar y dar ocasin). Luego subsumi el problema aqu tratado bajo el ltimo concepto mencionado32: (...) en los casos en cuestin falta el nexo causal necesario entre accin y muerte. Con esta respuesta toda referencia a la legtima defensa resulta
prescindible33.
En la tesis de Bhlau resulta decisiva la existencia de una accin ajena,
ilegtima y arbitraria del intruso. Dicha accin hace imposible el nexo causal
entre la organizacin de los medios materiales de proteccin y la lesin acaecida34. Si el ladrn se acerca al dispositivo de tiro automtico y se encuentra con
l se pone l mismo en peligro35, l se mata con culpa dolo determinata y se
cumple por libre voluntad la aplicacin de la mortis causa en el occidendus36.
El instalador dio ocasin a esa muerte pero no la caus.
Aunque tambin aqu se esconde un resto de versari in re illicita, pueden
encontrarse en la posicin de Bhlau enunciados significativos. Ante todo el
hecho de que la problemtica de la defensa automatizada fue considerada por
primera vez como una pura cuestin de causalidad. Como ya se seal arriba,
Bhlau diferenci en el examen de la cuestin, entre causa y condicin y no
desconoci la importancia que tiene para esta diferenciacin la libre intervencin del lesionado. La crtica negativa de distintos autores a la concepcin de
Bhlau se dirige, ante todo, contra esta clasificacin y proviene naturalmente
de representantes de la teora de la equivalencia37. Esto ser tratado en detalle
ms adelante.
Algunas de estas crticas resultan entendibles, pues se formularon en una
poca en la que la conducta de la vctima no tena relevancia alguna para la
ciencia del Derecho Penal, p. ej. en Sommerlad: (p)or lo dems no surge, en
mi opinin, de ninguna de las definiciones del concepto de causa (...) hasta
ahora expuestas, que el lesionado se haya causado a s mismo su lesin38. Ms
31 Bekker,
293
adelante se examinar si las crticas a la posicin de Bhlau quizs comprensibles en aquella poca pueden ser defendidas an hoy, a la luz de la teora
de la imputacin objetiva.
Luego de Bekker y Bhlau resulta tambin muy interesante observar la
posicin de Ludwig von Bar, quien ya en el ttulo que dio a su trabajo sita la
problemtica de la defensa automatizada en el terreno de la conducta de la vctima y no en el de la legtima defensa. El ttulo reza: Lesiones que son ocasionadas por eventos que suponen una actividad propia del lesionado mismo39.
El autor critica all la posicin de Bhlau, dado que para l no hay ninguna
duda de que existe relacin causal entre accin y resultado40 , salvo cuando
realmente se configure la propia imprudencia del lesionado, cuando el ladrn
en efecto sepa que en el lugar en cuestin se encuentra p. ej. un dispositivo de
disparo automtico, pero sin embargo elija entrar a ese lugar41 (lo que no resulta claro en su escrito es si por consiguiente se interrumpe la relacin causal).
Tal como sus predecesores Bekker y Bhlau, tampoco von Bar trata estos
supuestos desde el punto de vista de la legtima defensa. Para fundamentar la
impunidad de los casos en cuestin parte del principio no muy desarrollado de
la regla de la vida: aqu aparece otra vez el enunciado, segn el cual quien
se comporta de acuerdo a la regla de la vida no acta ni dolosa ni culposamente. En el caso de un evento [la instalacin del medio automtico] que se
corresponde con esa regla, es nicamente el ladrn o, en su caso, el imprudente
quien provoca la lesin en cuestin42. Resulta interesante en su posicin, que
el lesionado no necesariamente debe ser un ladrn (a diferencia de lo sostenido por Bhlau y Bekker). De ese modo se aproxima ms al concepto moderno
de vctima.
Como ejemplo de dispositivos que se corresponden con la regla de la
vida, von Bar menciona, entre otros, los siguientes: un muro que tiene en su
parte superior pedazos de vidrio, una fosa honda detrs de un muro y hasta una
puerta que se deja abierta y que conduce a un stano profundo, agregando que
quizs incluso se ha mandado a hacer la puerta intencionalmente para proteccin contra ladrones43. Con este ltimo ejemplo tambin puede notarse que
para este autor resulta irrelevante si la puerta-trampa fue dejada abierta con fin
de defensa o por descuido, pues el propietario no est obligado a cambiar un
dispositivo que se corresponde con la regla de la vida slo porque piense que
39 v.
294
IVANA BLOCH
295
doloso [es decir: en el caso de un] tipo de defensa que sobrepase todos los lmites y que deba tener necesariamente como consecuencia muerte y lesiones48.
Esta diferenciacin que von Bar establece por medio del concepto
anodino49 de regla de la vida es comparable con la diferencia que, como
vimos, aos ms tarde plantea Cancio Meli entre un contexto que objetivamente puede definirse como inocuo y otro que resulte riesgoso para la vctima.
Por eso von Bar no se ve obligado a recurrir al elemento de la necesidad de
la legtima defensa, toda vez que para la decisin acerca de si un dispositivo
de proteccin se corresponde en el caso concreto con la regla de la vida se
requiere tomar en consideracin circunstancias de lugar e incluso individuales,
como por ejemplo, si el organizador del dispositivo vive en una ciudad o no,
etc.50. Otro criterio para determinar si el dispositivo correspondiente coincide
con la regla de la vida consiste en que el intruso conozca su existencia: si el
instalador haba dado a conocer que instalara un dispositivo de disparo automtico y si, como no es improbable, el ladrn lo saba, entonces cesara ya por
ese motivo toda responsabilidad del organizador ya que puede verse al ladrn
mismo como una causa libre de su lesin51.
Lo que no resulta claro en la postura de von Bar es, por un lado, cmo juegan los diferentes factores (locales e individuales) entre s. Adems, tampoco
llega a comprenderse si lo decisivo es la simple advertencia o el conocimiento
de hecho del intruso. La segunda posibilidad parece corresponderse ms con
su opinin. En este sentido debe aceptarse que dicha postura guarda ms similitudes con la posicin del consentimiento, pues para sta el conocimiento de
la vctima y no la cognoscibilidad resulta decisivo.
Por ltimo, tambin Rotering adopta el concepto de regla de la vida
para tratar este crculo de problemas52. Es por ello que sus crticos sostienen
que su opinin no es otra cosa que una mera continuacin de la tesis de von
Bar. En parte tienen razn. En efecto, para Rotering tambin es de importancia
el conocimiento del lesionado para fundamentar la no punibilidad del organizador del dispositivo. Adems, este autor tampoco circunscribe la constelacin
de vctimas a los delincuentes, como lo demuestra claramente la siguiente
frase: [la cuestin es] si (...) l [el instalador] resulta responsable cuando el
lesionado sea un delincuente o un tercero inocente cae en la trampa por su
propia culpabilidad53.
48 v.
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su StGB (Frank, Reinhard, Das Strafgesetzbuch fr das Deustche Reichnebst dem Einfrungsgesetze: herausgegeben und erlutert von Reinhard Frank, Tubingen, JCB, Mohr, 1908). Vase
nota 70.
84 Oetker, Friedrich, Notwehr und Notstand in: Vergleichende Darstellung des Deutschen und auslndischen Strafrechts, t. II, Berln, Darstellung tergleicherde, desdeitschen und
ausln dischor Strafrechts (A) Bd 2, Berlin Otto Liebmann, 1908, p. 276, n.p. 1.
85 Oetker, Friedrich, Notwehr und Notstand..., cit., p. 275.
86 Seidel, Alfred, Die Verletzung Dritter in der Notwehr, Inaugural Dissertation... von
Alfred Seidel, Borna-Leipzig: R. Noske, 1931. Parecido tambin Sommerlad, que sostiene que
la lesin por medida de proteccin la mayora de las veces no puede justificarse por legtima
defensa (vase arriba ).
87 Seidel, Alfred, Die Verletzung..., cit., p. 44.
88 Aqu no se considerarn la mayora de los comentarios en los que el problema de la
defensa automatizada es examinado como una cuestin de actualidad y necesidad de la
defensa.
89 Sus explicaciones ya haban sido formuladas en 1944 (LK6). Las citas del presente
trabajo provienen de la 7 ed. del LK (1954), que fue publicado post mortem. All trata el pro-
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como Bhlau aunque sin hacer mencin de este autor la existencia de una
relacin causal entre la instalacin de un medio de proteccin automtico y la
lesin producida por ste. La fundamentacin es la siguiente: desde el punto
de vista de una teora causal moderna se diluyen la mayora de las cuestiones
dudosas porque el que ha sido afectado por la medida es el que se causa a s
mismo la lesin90.
Por ello resulta de importancia examinar qu entiende Nagler por una
teora de la causalidad moderna. En primer lugar, describe y critica las consecuencias que se derivan de la teora de la condicin o de la equivalencia an
reinante en aquel tiempo. Un reproche que formula y que puede resultar de inters para el presente trabajo es el siguiente91: para la teora de la equivalencia
resulta indiferente (...) si entre la conducta y el resultado tiene lugar una accin del lesionado (la llamada consecuencia intermedia)...92. Como ejemplos
de esta situacin menciona entre otros: la imprudencia del lesionado al beber
un lquido txico que no fue preservado eficientemente93 (el caso del arsnico
ya nombrado arriba)94 y la no curacin de una herida que en s no resultaba
mortal y a consecuencia de la que el lesionado muere95.
En todos estos casos, contina de modo crtico Nagler, para la teora de la
equivalencia la imprudencia del lesionado est totalmente al mismo nivel que
la accin imprudente de un tercero. Aun cuando sea la causa intermedia necesaria, no interrumpe el desarrollo causal impulsado (...) Incluso cuando el resultado haya sido provocado dolosamente o procurado dolosamente por quien
interviene en forma posterior, la causacin del primer actor queda indemne96
(si la causacin del primer sujeto actuante permanece indemne aun en el caso
blema de la defensa automatizada en dos secciones: en el apndice I Die Verursachung (la
causacin) y al tratar el 53 (aqu con Jagusch, aunque la interpretacin le pertenece slo a
Nagler como se ver ms adelante por eso slo se cita a este ltimo).
90 Nagler, Johannes L - Ebermayer, Ludwing - Jagusch, Heinrich - Lobe, Adolf
- Mezger, Edmund, Strafgesetzbuch: Leipzig r Kommentar: Grosskommentar, Grosskommentare der Praxis, Berln, W. de Gruyler & Co, 1954, p. 370. nfasis agregado.
91 Las otras son las objeciones usuales a la teora de la equivalencia: como p. ej. la problemtica del llamado desarrollo inadecuado del proceso causal, la aceleracin de la produccin del resultado o la cuestin del comportamiento alternativo adecuado a derecho, p. 18 y 25.
92 Nagler, Johannes, Kommentar zum..., cit., p. 19, conclusin nro. 9.
93 Este caso, como se dijo, ya fue utilizado por Frank cuando critic la teora de la equivalencia (Frank, Reinhard, Das Strafgesetzbuch..., cit., 18 ed., p. 14).
94 Nagler, Johannes, Kommentar zum..., cit., ps. 18 y ss.
95 Nagler, Johannes, Kommentar zum..., cit., ps. 19, 26. En este problemtico caso el
resultado es la acumulacin del riesgo no permitido creado inicialmente por el autor y su conducta de la vctima posterior contraria a la diligencia. Tambin fue tratado por Cancio Meli,
Manuel, Conducta de la vctima..., cit., p. 332 y ss., quien considera que si el objeto inicialmente afectado y el objeto lesionado son idnticos no se ha configurado para l una organizacin
conjunta. La opinin mayoritaria sostiene que si la vctima no neutraliza el riesgo inicial, el
resultado no puede imputrsele al autor.
96 Nagler, Johannes, Kommentar zum..., cit., p. 19.
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nes la frmula de la conditio sine qua non ha sido y es el nico motivo por el
que realmente tuvo que clasificarse la proteccin automatizada como un caso
de legtima defensa. Esta fundamentacin prevaleci lgicamente tanto
como lo hizo la teora de la equivalencia118. En efecto, para esa teora en su forma ms ortodoxa no puede configurarse obviamente interrupcin alguna
de la relacin causal: la teora de la equivalencia imposibilita la prohibicin de
regreso119.
Tampoco resulta casual que todos los autores que han intentado defender
teoras de la causalidad diferentes a la de la equivalencia, hayan resuelto los
casos de defensa automatizada ya a nivel de causalidad. Como primer exponente debe mencionarse al ya recordado Bhlau. En este sentido resulta muy
interesante observar que August Finger, al abordar el tema causalidad en
su tratado, encontr en la concepcin de Bhlau el primer intento en pos de
distinguir entre causa y condicin (diferenciacin que tambin para tener en
cuenta continu Binding)120.
En mi opinin es an ms interesante que Bhlau haya realizado esta
diferenciacin justamente al escribir su trabajo sobre defensa automatizada.
Tambin se ha mencionado aqu que von Bar haba rechazado una solucin por
la legtima defensa y no debe subestimarse que dicho profesor fue uno de los
primeros representantes de la teora de la adecuacin121. Segn sta debe tambin hacerse una diferenciacin entre las causas que son jurdicamente relevantes y las que no (por medio del juicio de probabilidad). Otro intento se pudo
ver, en principio, tambin en Langenbach (empero slo en el caso de conducta
dolosa de la vctima).
118 No hay que olvidar que en el ao 1964 Naucke todava considera la teora de la equivalencia como dominante (Naucke, Wolfgang, ber das..., cit., p. 411).
119 Esa imposibilidad conceptual fue pronunciada por primera vez por Oppenhof (1874)
y por la jurisprudencia recin en el ao 1924, RGSt. 58, 366 (ambas citas de Naucke, Wolfgang, ber das..., cit., p. 418 con n.p. 32 y 33).
120 Finger, August, Lehrbuch des Deutschen Strafrechts, Berln, C. Heymanns Verlag,
1904, p. 275 con n.p. 363.
121 v. Bar, Ludwig, Die Lehre..., cit., p. 11. Vase Jakobs, Gnther, Strafrecht..., cit.,
ps. 7/31 con n.p. 44. Resulta notable asimismo que Von Bar no se refiriera a la vctima sino al
damnificado, p. 87. Comparte Cancio Meli: dos personas que colaboran no son en principio
ni vctima ni autor, sino dos sujetos similares y racionales, ambos dueos de un propio mbito
de organizacin (Conducta de la vctima, p. 278). La actividad riesgosa que conduce a daar a
uno de esos actores (vctima ex post) pero que contiene los aportes de ambos, debe ser impu
tada a la vctima, que tiene la responsabilidad preeminente. El injusto en hechos punibles contra
las personas se compone de la usurpacin del crculo de organizacin de otros, por lo tanto es
imposible que exista un injusto cuando la persona competente en ese crculo de organizacin
toma parte en esa organizacin: en este caso el otro participante no le usurpa nada; la accin a
propio riesgo excluye el elemento de la usurpacin por el autor. Ver notas 12 y 71.
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122 Ella comparte con las teoras de la adecuacin las diferenciacin entre causa y condicin (Nagler, Johannes, Kommentar zum..., p. 24).
123 Naucke, Wolfgang, ber das..., cit., p. 422 con n.p. 53. Vase antes al tratarse la
posicin de Langenbach.
124 Naucke, Wolfgang, ber das..., cit., p. 423 con n.p. 53.
125 En contra Cancio Meli, Manuel, Opferverhalten..., cit., p. 5. All subestima el
valor de las teoras individualizadoras de la causalidad y de la interrupcin de la relacin causal
para tratar correctamente la conducta de la vctima.
126 Jakobs, Gnther, Strafrecht..., cit., ps. 7/27 (se refiere a la versin ms antigua de
la doctrina de la prohibicin de regreso: la mediacin de un sujeto que acta dolosa y culpablemente interrumpe la relacin causal). Tampoco es un problema de la causalidad para Bloy,
Ren, Die Beteiligungsform..., cit., p. 94.
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Ambas se esfuerzan por llevar a cabo una clara distribucin de los mbitos de
responsabilidad de los sujetos intervinientes.
Llegados a este punto, cabe formular nuevamente la pregunta acerca de
si en tiempos de la imputacin objetiva puede sostenerse que los casos
de proteccin por medios automticos deben seguir siendo tratados como una
problemtica de la legtima defensa.
IV. La defensa automatizada y la necesidad
Ahora bien, si considersemos que los casos de defensa automatizada no
han de analizarse desde la perspectiva del derecho de la legtima defensa sino
del comportamiento a propio riesgo: Qu sucedera con la necesidad que
se exige como requisito de la legtima defensa? Le estara permitido todo
al organizador de los medios materiales de proteccin para repeler un ataque?
En mi opinin fue el temor a una respuesta afirmativa lo que motiv que
muchos autores se hubiesen visto obligados a considerar esa constelacin de
casos como de legtima defensa. Se pudo ver esto con claridad en la crtica
que autores como Sommerlad132, Langenbach133 o Khnen134 formularon contra las posturas que sostenan la en ese entonces ausencia de causalidad.
Todos estos autores padecan tambin de una suerte de obsesin positivista
por demostrar que los casos aqu tratados podan ser subsumidos en el 32135
(o bien en el 53 antigua redaccin). Tan as es, que ellos se han pronunciado
expresamente acerca de este objetivo136 y por eso luego se encontraron obligados a una fundamentacin forzada (en especial en los aspectos de actualidad y
necesidad).
Sin embargo, puede afirmarse que no existe desde la dogmtica penal
un motivo para no considerar esa constelacin de casos como supuestos de
accin a propio riesgo. Por otro lado, el tratamiento que los autores mencionados han elaborado respecto de la necesidad en los casos de defensa automalas consecuencias de su conducta. El sujeto slo es responsable por su propio actuar y no por el
actuar de otros. A causa del principio de autorresponsabilidad deben delimitarse los mbitos de
responsabilidad. Por eso el principio de autorresponsabilidad es el punto de partida que explica
la solucin en el caso de varios participantes (p. ej. en la prohibicin de regreso o en el principio
de confianza, entre otros). En todos estos casos se trata de que, como consecuencia del principio
de autorresponsabilidad no todo le concierne a cada uno. Hasta aqu es claro que la autorresponsabilidad significa que cada persona tiene un propio mbito de organizacin de su mbito
de vida (autonoma) y que ella en principio es responsable por los daos que causa esa propia
organizacin (responsabilidad). El concepto de autorresponsabilidad contiene dos perspectivas:
autonoma y responsabilidad.
132 Sommerlad, vase antes (crtica a la opinin de Bhlau).
133 Langenbach, Paul, Die Vorbereitung..., cit., p. 6.
134 Khnen, Klaus, Antizipierte Notwehr..., cit., p. 22.
135 Pargrafo del StGB Cdigo Penal alemn correspondiente a la legtima defensa.
136 Khnen, Klaus, Antizipierte Notwehr..., cit., passim.
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Eran aos difciles, con trato espordico sin mengua de lo intenso, donde
los debates amables discurran por nuestros temas favoritos a la par de la competencia en la profusin verbal. Recobrado el orden constitucional, me honr al
invitarme a integrar su ctedra, donde atiz un ncleo inquieto de colegas con
diversidad generacional. Una resea somera de esa etapa excedera el espacio
del que dispongo; baste apuntar que todos recibimos su aliento para mejorar en
nuestro servicio docente y los esfuerzos de investigacin. En ese marco, respald sin retaceos mi oferta de una materia en la que volqu mis preocupaciones
poltico-criminales asociadas a la proteccin ambiental. Esas inquietudes las
volvimos a discutir durante su desempeo como Procurador General.
Durante sus decanatos, en los que ese influjo lo traslad al conjunto de la
comunidad universitaria sin que sus recurrentes problemas de salud lo hicieran
cejar, tuve el privilegio de colaborar con l en variadas cuestiones, incluyendo la instruccin del seguramente ms complejo sumario administrativo en la
historia de la Facultad, donde demostr su independencia y autoridad. Decir
que perdimos a Andrs tempranamente suena ya como un lugar comn, pero
entiendo que vale destacarlo por la proyeccin de su obra y los deberes que nos
caben consecuentemente.
Desde estos apuntes surgi la idea de analizar aqu un fallo sobre un caso
de depredacin ambiental en el que una vez ms, pero con nitidez destacable,
quedaron a la vista las limitaciones de la persecucin penal en esta materia y
falencias varias de nuestras estructuras normativas. La pertinencia para incorporarlo a este libro no proviene slo de aquellos intereses comunes desarrollados con DAlessio, puesto que la sentencia inicial lleva la firma de su hija Ana
Mara, entre sus otros hijos Santiago es un bilogo con meritorias actividades
en el campo de la conservacin ambiental y, adems, varias de nuestras ltimas
conversaciones con el amigo desaparecido versaron sobre este asunto, habindole prometido desarrollar un anlisis en profundidad. Intento aqu cumplir
con mi palabra.
II. El caso
A partir de una denuncia formulada en 1994 por el Intendente del Parque
Nacional Tierra del Fuego, se imput a seis personas integrantes de la empresa Counajen SRL el corte y extraccin clandestina durante 1992/1993
de 747 ejemplares arbreos de lenga (Nothofagus pumilio) propios de dicha
rea protegida (de dos sectores muy lejanos entre s), que fueran utilizados para
la construccin de un complejo turstico perteneciente a esa firma, ubicado a
unos 10 kilmetros del lmite Este del P. Nacional y sobre la margen Sur del
Lago Fagnano, en el paraje Baha Torito1.
1 Tribunal Oral Federal de Tierra del Fuego, 26/5/2005, causa nro. 146 J, Martnez,
Esteban y otros, (obtenible en LexisNexis Online, documento Lexis nro. 35001812), magistrados Spratt, DAlessio y Puglisi.
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diferencia), que la madera ilegalmente obtenida fue la empleada para las construcciones y que la procedente del bosque provincial resultaba insuficiente para
desarrollarlas, concordando sin rechinar los volmenes totales con la suma de
lo talado en el Parque Nacional5.
De modo paralelo, la investigacin demostr que las nicas fuentes posibles de obtencin de los materiales eran las sospechadas, mxime cuando
el nico establecimiento afn ubicado en la zona haba sido destruido por un
incendio aos antes de iniciarse el proyecto de los imputados.
2. La sentencia
a) Cuestiones subjetivas y de autora
Para pronunciarse6, el Tribunal Oral encontr mayores dificultades a la
hora de sostener los aspectos tpicos subjetivos; como caba presumir, los encausados negaron haber incurrido en las conductas achacadas y adujeron, con
matices diversos, que desconocan se hubiese afectado el bosque propio del
Parque Nacional Tierra del Fuego.
Tales argumentaciones fueron descartadas con argumentos enraizados
en circunstancias emergentes de los propios dichos vertidos por los acusados.
As, qued claro que ninguno de los socios del emprendimiento tena idea de
los costos asumidos en la construccin del complejo ms all de las remuneraciones al personal (ilegalmente contratado, cabe recordar), que carecan de
presupuestos y no tenan acceso a fuentes de financiacin, por lo que la nica
manera de proveerse de los materiales necesarios era la tala efectuada. Ello,
sin perder de vista que todas las tareas vinculadas con dicha obtencin fueron
clandestinas y hasta plagadas de contumacia, como se precis.
En ese contexto, los jueces tambin fundaron su atribucin en que al escudarse en que slo habran ordenado la tala en jurisdiccin provincial, los
imputados estaban admitiendo la ilcita apropiacin de los rboles con la nica
salvedad de su ubicacin concreta.
Con especial detenimiento se analiz lo atinente al dominio del hecho en
relacin a cada uno de los sujetos, que fueron catalogados como coautores sobre la base del criterio de divisin funcional entendido conforme tesituras doctrinarias avanzadas; en tal aspecto, las declaraciones de varios de los laborantes
por ellos contratados y diversos elementos documentales aportados resultaron
decisivos. Procede citar, por su acierto y sin perjuicio de otras valoraciones
que de all fluyen, el tramo en el que se sostiene que la calidad de autor no
5 En tales clculos se tuvieron en cuenta, incluso, los porcentajes de desperdicio derivados de las tcnicas de aserrado y construccin, concordantes con los promedios histricos de
la regin.
6 Uno de los imputados recibi un pedido absolutorio en el alegato del Fiscal, por lo que
la sentencia lo acogi sobre la base de la doctrina de la CSJN a partir del caso Tarifeo, entre
otros; de all que se analice solamente lo resuelto respecto de los otros tres.
324
8 Por
325
boles una vez cortados y desramados a la costa, para as llevarlos por jangadas
al lugar de construccin del complejo turstico, supone daos adicionales a los
rboles restantes; adems, los efectos de estos arrastres aumentan la erosin y
degradacin del suelo y retardan la regeneracin de las especies.
Y de seguido, los magistrados pasan a destacar que la inexistencia de
autorizaciones administrativas para intervenir en el bosque (aluden all al rea
provincial) reviste tambin importancia, atento que la decisin previa del organismo competente no importa meramente un paso burocrtico ms, sino la
determinacin y seleccin en el lugar de los rboles a cortar con criterio no utilitario sino ecolgico. Intervencin previa que naturalmente no se ha concretado y que constituye un instrumento fundamental de tutela al medio ambiente.
Dejaron en claro, as, que ms all de estar juzgando un delito contra la
propiedad no puede negarse la tutela del medio natural como implcito en ese
derecho difuso que recepta la reforma constituyente en su art. 41, abundando
luego en disquisiciones con apoyo de la doctrina sobre la conveniencia o
no de esa tutela de modo efectivo a travs de legislacin penal concreta9.
Los fundamentos siguientes discurrieron en torno al concepto de cosa
mueble aplicado a los rboles, inclinndose por la tesis que ampla en materia
penal las expresiones del Cdigo Civil, yendo a la tradicional controversia que
pasa por la fuerza que debe ser utilizada para encuadrar la accin de troncharlos. En ese marco, con recurso a criterios sentados en varios fallos, el Tribunal
entendi que el quid pluris de fuerza con relacin a la accin separativa que
encuadrara el hecho en la figura del robo estaba dado por los medios utilizados tanto para cortar los rboles y la fuerza adicional resultante de las tareas
realizadas para facilitar su traslado y el aprovechamiento parcial del recurso
natural, desechando la mayor parte en el lugar mismo, adicionndole los
daos producidos en el bosque por el transporte desde el lugar de corte hasta
la costa apuntados.
En su consecuencia, se calific a los tres acusados como coautores penalmente responsables del delito de robo agravado por haber sido cometido en
despoblado (art. 167, inc. 1, en funcin del art. 164 del CP), imponindoseles,
en suspenso y conforme las reglas de conducta pertinentes (arts. 26, 27 y 27 bis
del mismo cdigo), el mnimo de la pena de prisin prevista (tres aos), junto
con una multa accesoria de $ 30.000 fundada en la comisin con nimo de lucro (art. 22 bis idem), ponderndose el perjuicio ambiental generado.
c) Otras cuestiones relevantes
En sendos apartados, la sentencia analiz dos aspectos directamente relacionados con el detrimento que los comportamientos juzgados determinaron.
El primero, rechazando en conformidad con la norma del art. 29, inc. 2,
del CP, la pretensin de los inculpados de ser propietarios de madera prove9 Las
326
niente de las talas referidas, no utilizada aun para las construcciones. No se trataba, a esta altura, de las cosas fungibles definidas por el art. 2324 del C. Civil
puesto que fueron debidamente individualizadas, por lo que el planteo careca
de la ms mnima base10. En mrito a la prueba pericial se fij el volumen que
deba reintegrarse a la Administracin de Parques Nacionales y se difiri la
forma de efectivizarlo a la ejecucin del decisorio.
En coherencia con lo fallado, se dispuso el decomiso de los instrumentos
utilizados para la comisin del delito que haban sido secuestrados11.
3. Los recursos
Como era previsible, los defensores de los condenados ocurrieron ante
la Cmara Nacional de Casacin Penal, iterando entre otros agravios ciertos
argumentos vertidos durante el debate precedente. Cabe tocar aqu los ms
relevantes, resumindolos por separado y en consonancia con lo resuelto a su
respecto12.
a) El ataque a los hechos
Desde varias perspectivas, las asistencias tcnicas procuraron revertir la
evaluacin del cuadro probatorio; entre sus embates, destaca el centrado en que
las talas en sectores de bosque provincial seran conocidas por las autoridades
de aplicacin respectiva y que, por ende, no se habra incurrido ms que en
transgresiones administrativas menores.
Por otra vertiente, se tildaron de arbitrarias las conclusiones en que recal
el Tribunal Oral, las que segn esos enfoques se habran basado en meras conjeturas alejadas de los elementos recogidos en el debate, incluyendo en esas
crticas la referida a los clculos efectuados por los peritos sobre la suficiencia
de la madera extrada del rea provincial para construir las instalaciones detectadas.
Con extensa resea, acorde con las pautas fijadas por la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin en Casal13, el rgano casatorio mantuvo la totalidad de
las conclusiones elaboradas en la sentencia, encontrando congruentes y slidos
los razonamientos que llevaron a sostener la ilegtima corta de gran cantidad de
rboles organizada por los procesados, lo mismo que el destino dado a la madera que result de las actividades ilcitas referidas. Vale sealar que algunas
de las defensas haban invocado supuestas inversiones del onus probandi, que
10 Con acierto se cit a De Luca, Javier A., El ladrn y su botn, Revista de la Asoc.
de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, Buenos Aires, 1992, ao V, nro. 8.
11 Las dos cuestiones fueron analizadas en los consids. XII y XIII.
12 C. Nac. Cas. Pen., sala I, 3/10/2006, causa nro. 6369, Martnez, Esteban y otros,
registro nro. 9523, jueces Catucci, Madueo y Bisordi.
13 Fallos 328:3399.
327
la Cmara descart al convalidar que la prueba de aquellas acciones antijurdicas dejaba en vilo las excusas intentadas sin el menor atisbo de probatura en
respaldo.
b) Encuadre tpico
Es en esta materia donde, luego de la enunciacin detenida de los fundamentos del fallo cuestionado, el recurso prosper parcialmente al inclinarse el
rgano revisor por una tesitura tradicional en cuanto a los requisitos del elemento fuerza en las cosas que demanda el tipo penal del robo, as como en
orden al concepto amplio de cosa mueble en materia penal.
La segunda de esas cuestiones fue resuelta en consonancia con el criterio
del tribunal de juicio, desbaratndose de ese modo la pretensin de uno de los
defensores de catalogar la conducta como dao (que consistira en el derribo de
los rboles), acogindose las citas que abonaron aquella decisin.
Discrep en cambio la Cmara de Casacin en el otro aspecto, al sostener
escuetamente:
Dadas las caractersticas del terreno, su lejana y la cantidad de rboles
que fueron extrados, si su dueo los hubiese querido sacar tendra que haber
desplegado la misma o, cuanto menos, similar actividad que los imputados...
resulta errneo razonar... que la fuerza en la cosa, adems, se presenta por los
cortes producidos en otros ejemplares del bosque para formar las picadas o
vas que permitieron transportar los troncos hasta la costa del lago ya que, ese
perjuicio, en todo caso, configurara el delito de dao, ms no la fuerza fsica
ejercida sobre los ejemplares daados.
Sobre tales bases, se reform la calificacin adecundola al delito de hurto cometido en concurso ideal con el de dao calificado (arts. 54, 162 y 184,
incs. 4 y 5, del C. Penal).
c) Conclusin del proceso
Atento el principio de la ley penal ms benigna (art. 2, CP) y la reforma
introducida por la Ley 25.990 al concepto de secuela de juicio (art. 67 idem),
la Cmara tuvo en cuenta que, iniciada la causa el 29/8/1994, los encausados
fueron llamados a prestar declaracin indagatoria por primera vez el 28/4/1997
y la elevacin a juicio fue requerida recin el 29/3/2004, por lo que el tiempo
transcurrido entre los dos actos procesales citados exceda el mximo de la
pena prevista para el delito ms grave (dao calificado), declarndose extinta
por prescripcin la accin penal y sobreseyendo a los tres imputados.
328
329
de obrados administrativos no llega a su debida culminacin por errneos enfoques de esta laya.
Como mnimo, la actividad de la administracin en cada uno de los
estamentos involucrados debera caracterizarse por modos de colaboracin
activa y continuada con el ministerio pblico, cualesquiera fuera la dependencia de ste que intervenga (fiscal competente, unidad especializada, Fiscala de
Investigaciones Administrativas), evitando rmoras cuya notoriedad me releva
de extenderme. Lo dicho vale para las diversas estructuras jurisdiccionales,
habida cuenta que situaciones semejantes tienen su paralelo en el orden provincial.
En materia de agresiones al ambiente, esa clase de cortocircuitos no slo
es frecuente, tambin potencia la lesin a los intereses que se intenta proteger.
Demoras, actitudes de indiferencia hacia la responsabilidad consistente en la
puesta en acto, un derecho constitucionalmente garantizado (art. 41, 1er. prr.,
CN), y hasta la total ausencia de compromiso de ciertos integrantes del funcionariato especializado con sus misiones, conspiran en tal sentido. Por cierto,
esas funciones reclaman algo ms que mera formacin profesional o tcnica,
dado que su desempeo sin un grado importante de conviccin emanada de
cimientos vocacionales marca la sutil, pero decisiva, diferencia entre lo formal
y lo profundo.
Un aspecto que a menudo se descuida y en el que la participacin reclamada puede surtir diferencias significativas es el de las medidas cautelares, que
desde ya no se limitan a lo estrictamente patrimonial. Hasta el menos avezado
en estos asuntos reconocer que la oportuna traba de aquellas redunda en balances finales con menores posibilidades de frustracin.
Bienvenida debe ser, en el mismo marco, la creacin de unidades especializadas dentro del ministerio pblico. Los asuntos ambientales, incluso por
tratarse de cuestiones relativamente novedosas hasta en el plano universal14,
son en su mayora intrincados y el apoyo de quienes poseen mayor capacitacin y cuya experiencia se nutre de casos semejantes no puede ser desdeado.
En el orden federal, la Unidad Fiscal para la Investigacin de Delitos contra
el Medio Ambiente (UFIMA), creada en el marco de un convenio de cooperacin entre la Procuracin General de la Nacin y la Secretara de Ambiente
y Desarrollo Sustentable de la Nacin15, configura un saludable avance en ese
campo. Armonizar los esfuerzos y conocimientos, sin mengua de mantener las
respectivas competencias e independencia funcional, aparece como una forma
14 Recordar que an no han transcurrido 40 aos de la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente Humano (Estocolmo, 1972), con la que la crisis mundial del
ambiente fue asumida como problema pero tambin con dudas o indiferencia de algunos y
excesiva cautela por otros.
15 Res. PGN 123/2006 del 13/9/2006; el convenio lleva la misma fecha.
330
Plata).
331
De haberse incorporado tales referencias al decisorio se hubiesen reforzado, estimo, los fundamentos relacionados con la titularidad del dominio y
tambin, como se ver, el encuadre tpico escogido por los sentenciantes.
Y tambin me parece oportuno, como argumento suplementario, aludir
a la normativa que atiende a la situacin de la fauna silvestre, cuya movilidad
exige precisiones distintas a las de la flora, pero que en lo pertinente precepta
de modo similar. El art. 9, 1er. prr., de la ley establece: La fauna silvestre
autctona, excluidos los peces y todas las dems especies que tienen su ciclo
total de vida dentro del medio acutico, que se encuentren en las tierras de propiedad del Estado Nacional, dentro de los Parques Nacionales, Monumentos
Naturales y Reservas Nacionales, pertenecen al dominio privado de aquel,
ratificando que la eventual apropiacin ilegal configurara un delito contra la
propiedad17.
De otro costado, el muy prolijo basamento de los aspectos subjetivos de
las conductas delictivas perpetradas trat las excusas que ensayaron los impu
tados, centradas en que slo habran autorizado talas en sectores de jurisdiccin provincial y, al confutarlas, se inclin por destacar extensamente cmo de
igual modo se estara produciendo el apoderamiento de cosas ajenas sometidas
a un rgimen especial de proteccin, que por tanto exiga cuanto menos un
trmite inhabitual para obtener el permiso.
Apunto que en ese razonamiento subyace una atribucin no puntualmente
delimitada, que tanto podra ubicarse dentro de las reglas del dolo eventual
cuanto en las del dolus generalis, aunque pareciera que los magistrados optaron por esta ltima hiptesis y no recibi crticas al sustanciarse el recurso de
casacin. Si el anlisis hubiese discurrido tambin por la primera no hubiese
sido, en mi opinin, superfluo.
Vase que si la existencia del Parque Nacional Tierra del Fuego, lindante
con los bosques provinciales, era un hecho notorio que ni siquiera en sus intentos exculpatorios negaron los inculpados; cuando stos machacaron que nunca
dispusieron talas dentro de aqul pusieron en evidencia uno de los presupuestos generalmente aceptados del dolo eventual, la representacin del resultado
como posible. Y tal representacin se dio englobada en una actividad desarrollada a lo largo de casi dos aos, dirigida por ellos (lo que adujeron al respecto
fue descabalado sin remedio).
Dadas estas premisas, aun en el improbable y verdaderamente absurdo
supuesto de que durante tan prolongada actividad nunca hubiesen verificado
en qu sitios se cumplan los trabajos que ordenaran, tal despreocupacin con-
332
todos, Welzel, H., Derecho penal alemn, Santiago, Jurdica de Chile, 1970,
p. 100 y Jakobs, G., Derecho penal. Parte general, Madrid, Marcial Pons, 1995, p. 327.
19 Desde los aspectos formales, ms all de lo que en este trabajo se critica, esa doctrina
est adecuadamente resumida en DAlessio, Andrs (Dir.) - Divito, Mauro (Coord.), Cdigo
penal comentado y anotado - parte especial, Buenos Aires, La Ley, 2004, p. 402/403.
20 El TOF invoc: CCC La Plata, sala 2, causa nro. 74.092, reg. 121/89 del 29/11/1989;
CCC Cap., sala I, causa Schnider, Jorge s/robo del 7/5/1997 y C. Nac. Cas. Pen., sala III,
26/3/2002, causa nro. 3725, Salinas, Csar W., mencionndose que esta ltima sentencia se
dict con cita de importante doctrina, como Nez, Tozzini y Donna.
333
334
335
lo propio con lo que denominar plan del dueo, esto es una formulacin hipottica, pero fundada en las circunstancias concretas de tiempo, modo, lugar
y basamento jurdico de las maniobras normales que el titular del dominio
habra realizado para derribar y extraer rboles de los sectores intervenidos; a
posteriori, comparar ese plan con las acciones perpetradas por los imputados.
Una vez hecho ese contraste podra sostenerse o no la concurrencia de la figura
del hurto o la del robo.
Para dilucidarlo creo tambin que esa reconstruccin imaginaria del comportamiento natural del propietario debera componerse con la totalidad de las
bases fcticas del o los hechos a parangonar. Y en el caso, ubicarnos en el supuesto del apeo de ms de 700 rboles, realizado de una manera que segn las
precisiones de los expertos nunca un dueo racional hubiese empleado; ms
an, el retiro y traslado tanto de los rollizos cuanto de las maderas aserradas gener la prdida de una cantidad apreciable de otros ejemplares, lo que tampoco
hubiese estado en la planificacin del ms torpe de aquellos. Cae de su peso
que menos todava hubiese sido ese el modo seguido por la APN.
Conviene recordar que estamos ante una suerte de extraccin de un recinto, para el caso un ambiente natural conservado en estado prstino. Juguemos
con una comparacin: unos ladrones ingresan a la habitacin en la que hallan
efectos pesados que pretenden sustraer, pero no pueden sacarlos por las aberturas existentes dado que llamaran la atencin y seran descubiertos, por lo
que arrancan la reja de una ventana trasera y utilizan una mesa que para ello
es destruida como rampa hacia un vehculo estacionado debajo. Dudara
alguien de la calificacin? ... Hubo mayor o menor fuerza fsica aplicada a la
sustraccin en ese suceso que en el analizado?
Por ltimo, la crtica reclama insistir en las variables que contemplara el
fallo Salinas, invocado en la sentencia del TOF e ignorado por la Cmara27.
3. Alternativas
Al margen de lo debatido en la causa, corresponde la exploracin de otras
soluciones no contempladas en ella. Encuentro al menos una que merece tal
esfuerzo.
Bastan las reseas de hecho en las que se bas la decisin de la causa para
tener en claro que los comportamientos depredatorios alcanzaron una magnitud considerable, a tal punto que dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego
afectaron 15 has. en la costa Norte del Lago Fagnano y 1,5 has. en la costa Sur,
siendo visibles desde el aire con facilidad los detrimentos irrogados. stos, ya
se dijo, fueron de graves consecuencias mensurables en cuanto a su reversin
en muchas dcadas (Ver la sntesis del cap. II.1).
27 Ver
nota 20.
336
Ante ese panorama se desdibuja, en mi opinin, lo razonado sobre la significacin jurdica de los hechos, en particular la solucin cuasi formalista a la
que arribara la CNCP. Cuando, fuere para concretar un apoderamiento o para
cualquiera otra finalidad (incluso lcita), un sujeto recurre a medios que provocan daos de enorme magnitud en bienes de terceros, el primer encuadre que
se sugiere es ciertamente el del estrago (art. 186, inc. 2, CP). No creo factible
descartar a la ligera esa alternativa a luz de lo detallado en el prrafo anterior.
Comn denominador de los delitos contra la seguridad pblica (libro II,
ttulo VII, CP), es que a diferencia de los contemplados en el ttulo anterior los
titulares de los bienes sean en principio indeterminados y que la amenaza creada se extienda a una comunidad o colectividad, de all que en puridad se trata de
delitos contra la seguridad comn. Sin embargo, debe precisarse que los comportamientos enumerados en el inc. 2 citado no delinean figuras agravadas del
tipo bsico (inc. 1) sino que alcanzan autonoma ya que no se tiene en cuenta
el peligro comn de la destruccin o el incendio. Aqu, no se est protegiendo
la seguridad comn, sino la riqueza comn, habiendo fuertes argumentos para
sostener que se trata de una modalidad especial del delito de dao28. En nuestro
idioma, adems, estrago significa ruina, dao, asolamiento29.
Queda dicho que con cimientos de buena cosecha, el tribunal de juicio
reflexion acerca del dao ambiental provocado, aunque limit su decisin a lo
delineado por el acusador pblico. Sobre las mismas bases, que desde ya sera
factible consolidar con muchsimas referencias provenientes del conocimiento
biolgico y tambin de la densa experiencia en materia de conservacin de
ambientes naturales, vertiente en la que lo jurdico aporta datos valiosos, no se
advierte dificultad para sostener que se perpetr un delito contra la seguridad
comn. Apunto que en la tesitura sugerida no existe bice desde ninguno de
los elementos tpicos, atento que de un lado se afectaron bosques, formaciones
vegetales expresamente previstas en el precepto legal y, tambin, el grado de
menoscabo que se produjo encuadra con facilidad en el concepto de destruccin en el que radica la conducta antijurdica.
Nuestra doctrina no ha dedicado mucha extensin a lo relacionado con el
alcance que debe revestir el dao para que se configure la destruccin exigida
por el tipo, aunque esa parquedad no incluye opiniones segn las cuales la cosa
deba ser ntegramente devastada. De vuelta con las acepciones idiomticas,
advierto que se trata de reducir a pedazos o a cenizas algo material u ocasionarle un grave dao30, significado que a mi modo de ver se corresponde con
28 Por todos DAlessio, Andrs (Dir.) - Divito, Mauro (Coord.), Cdigo penal..., cit.,
n. 19, ps. 580/1, con citas de Molinario, Donna y Creus.
29 Diccionario R.A.E., 20 ed., t. I, Buenos Aires, Espasa Calpe, 2002, p. 1002.
30 Diccionario R.A.E., cit., n. 29, t. I, p. 806.
337
31 Por otra parte, estrago y destruir proceden de la misma raz latina strgs, conf. Diccionario esencial latino-espaol, Barcelona, Vox, 1998, p. 438.
32 Ver ap. II.2.b).
33 A ese tipo de penetracin alud al escribir mi primer trabajo sobre conservacin de
la Naturaleza: Costa, M. G., Tambin debe morir el Impenetrable?, en Boletn Fundacin
Vida Silvestre Argentina nro. 3-4, Buenos Aires, 11/1978, ps. 35/37.
34 En esa materia, conf. obras clsicas como Drake, J. A. et al, Biological invasions:
a global perspective, John Wiley, Chichester, 1989 o Elton, C. S., The ecoloy of invasions by
animals and plants, Londres, Methuen, 1958.
35 Ver, v.gr., Listado de las 100 especies invasoras [vegetales] en la Argentina, documento de la Sec. de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacin, en www.ambiente.gov.ar;
Di Paola, M. E. - Kravetz, D. G., Invasive alien species: Argentine country report, FARN,
Buenos Aires, 1999 o la informacin que actualiza la Red Interamericana de Informacin sobre
la Biodiversidad Red de Informacin sobre Especies Invasoras (I3N, adm. por la UN del Sur,
www.inbiar.org.ar).
36 As, entre muchos otros: Machain, Natalia, La emergencia forestal y la competencia
federal, en LL Buenos Aires, Suplemento de Derecho Ambiental del 30/12/2005; Valls, Mario, La proteccin y el aprovechamiento de los bosques..., en El Dial.com (elDial-DC 1022)
o el interesantsimo artculo de Morello, J. H. - Pengue, W., Argentina: debate acerca de la
Ley de Bosques, en rev. Noticias, Buenos Aires, 17/9/2007 (la Ley de Presupuestos Mnimos
de Proteccin Ambiental de Bosques Nativos es la 26.331).
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49 & 329. Puesta en peligro de reas necesitadas de proteccin... (3) Quien dentro de un
rea de proteccin de la naturaleza, o de un parque nacional, o de un rea asegurada provisionalmente, en contra de disposicin legal expedida para su proteccin o contra una prohibicin
ejecutiva...5. tale bosques, 6. mate, atrape, aceche animales de una especie protegida de manera
especial en el sentido de la Ley Federal de Proteccin de la Naturaleza [Bundesnaturschutzgesetz] o distribuya o retire completa o parcialmente sus madrigueras, 7. dae o retire plantas
de una especie especialmente protegida en el sentido de la Ley Federal de proteccin de la
Naturaleza; & 330. Caso especialmente grave de un hecho punible contra el medio ambiente.
(1) En casos especialmente graves un hecho doloso segn los 324 hasta 329 ser castigado
con pena privativa de la libertad de seis meses hasta diez aos. Un caso especialmente grave se
presenta por regla general cuando el autor:... 3. perjudique de manera permanente un nmero de
animales o plantas de las especies amenazadas por la extincin, o 4. acte con nimo de lucro.
341
de incendios (arts. 352 y 353) cuando ocurrieren en estaciones naturales protegidas, quedando a la vista que no se trata de esparcir preceptos sino ms
bien de sistematizarlos coherentemente50. Los pronunciamientos judiciales han
interpretado dichas cuestiones con criterios diversos, que aqu sera imposible
detallar. Por su extraordinario inters vale citar un caso reciente de ese pas,
en el que el Tribunal Supremo valid condenas por deterioros provocados en
un rea natural protegida que no slo incluyeron al principal responsable de la
sociedad que en algn modo similar a nuestro caso produjo los aprovechamientos ilegales, sino tambin como autor de prevaricacin (art. 404, CP)
al Director-Conservador del Parque Natural de la Sierra de Baza (Granada)
que autoriz intervenciones desmedidas y omiti supervisar las cortas y otros
trabajos efectuados, al igual que mantuvo los resarcimientos fijados pero estimando el recurso interpuesto por una ONG conservacionista de modo tal que
esa reparacin incluy costas que no se haban contemplado y la reparacin fue
adecuada al valor de la madera retirada51. Valga acotar que no se aplic la figura de prevaricacin ambiental y s la genrica, por cuanto el tipo del art. 329
limita las conductas alcanzadas a las que enumeran los preceptos bsicos de
contaminacin (art. 325 a 328).
Estructura plausible es la del Cdigo Penal Federal de los EE.UU. Mexicanos, cuyos arts. 418 a 420 describen una gama de conductas escalonadas,
con un aceptable y hasta exagerado nivel de precisin, que en todos los casos
prevn agravantes si afectasen un rea natural protegida o, en otros, se cometieren con fines comerciales. Cabra criticar que si bien la amplitud de las
escalas punitivas es tal que permite a los jueces una graduacin proporcionada
a la entidad del injusto, algunos de los mximos resultan desmesurados. Las
talas ilegales son, notoriamente, un gravsimo problema en Mxico, lo cual es
probable haya inspirado esos criterios draconianos, sin que obviamente de su
amenaza se haya seguido un efecto disuasivo perceptible52. Varias sentencias
han ido acotando la interpretacin de los tipos previstos, tanto del Cdigo Federal como de las legislaciones estaduales53.
Un ejemplo reciente de adaptacin normativa se dio en los EE.UU. de
Amrica el 22/5/2008, cuando el Congreso a instancias de congresistas del
50 Ver, por todos y con su habitual concisin, Silva Snchez, J. M., Delitos contra el
medio ambiente, Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, ps. 133/139.
51 STS, sala II de lo Penal, sentencia 1318/2005 de 17 de noviembre, ponente Perfecto Andrs Ibez. El fallo recurrido lo dict la Aud. Provincial de Granada, seccin 2, de
20/11/2003.
52 En la prensa mexicana menudean referencias a esas depredaciones. V.gr. Equiparan
tala ilegal con narcotrfico, Mural, Guadalajara, 14/12/2001; La comunidad ejidal de Pilagos...[Durango] registr la extraccin ilegal de 58 mil metros cbicos de madera en rollos...,
Norte, Monterrey 19/4/2007 o Devasta la tala ilegal una reserva de San Luis Potos, Reforma,
Mxico D.F. 29/12/2008.
53 Entre otros, los fallos de la Suprema Corte de Justicia: Sentencia ejecutoria de 1 sala,
Contradiccin de tesis 29/98, de 1/9/1999; idem, Contradiccin de tesis 12/93, de 1/7/1994.
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61 Es oportuno apuntar que este 2010 ha sido denominado por las Naciones Unidas como
el Ao Mundial de la Biodiversidad, a modo de recordatorio de tales urgencias.
62 Ver Costa, Mario G. - Lichtschein, Victoria, Proteccin de la fauna silvestre en
la Argentina, Revista de Derecho Pblico nm. Esp. de D. Ambiental, Rubinzal Culzoni,
Santa Fe-Buenos Aires, en prensa.
63 Ribeiro Lepri Moreira, Luciana, Tutela Penal Ambiental mito o realidad?, en
Criminognesis, Mxico D.F., nro. 5 (10/2009), ps. 257/272.
345
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* Dictado
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Con ello lo que quiero dejar en claro es que, pese a que no tuve la suerte
de cursar ninguna materia de grado ni de posgrado con l, yo siento con orgullo
que Andrs DAlessio ha sido mi maestro.
I. Introduccin
He querido recordar el fallo dictado en el ao 1987 por la sala II de la Cmara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal en el caso
Frvega, mediante el que en definitiva el tribunal revoc la sentencia
condenatoria dictada en primera instancia y absolvi a los imputados en orden
al delito de ultraje de los smbolos patrios por el que haban sido acusados.
El motivo de esa eleccin radica en que la propuesta absolutoria fue desarrollada en un voto, precisamente, de Andrs DAlessio que lider el acuerdo, al que en esa ocasin adhiri el juez Horacio Cattani. Por su parte, el juez
Jorge Valerga Aroz, en disidencia, consider que el fallo deba ser confirmado.
Los hechos juzgados, concretamente, fueron los siguientes: el 19 de junio
de 1984, los procesados concurrieron al cine Alfa, sito en la calle Lavalle 830,
a fin de ver la proyeccin de la pelcula Los valientes, que comenzaba a las
23 horas, la que fue interrumpida a las 24, para emitir las estrofas del Himno
Nacional con motivo del Da de la Bandera. Como es costumbre, el pblico
presente se puso de pie, a excepcin de los encausados, que permanecieron en
sus butacas.
El aspecto en torno del cual como se ver se produjeron las principales discordancias estuvo referido a si la actitud descripta constituye el ultraje
previsto en la ley penal.
Con el marco del caso reseado me propongo, entonces, examinar los
antecedentes del delito, su ubicacin sistemtica y bien jurdico, la estructura
del tipo, su relacin con otras figuras, algunos problemas que puede deparar su
aplicacin desde la perspectiva de la libertad de expresin, el criterio que prima para definir la competencia en su juzgamiento y finalmente formular
una propuesta de lege ferenda.
II. La figura y sus antecedentes
El art. 222 del CP contempla aparte de la revelacin de secretos polticos o militares (prrafo 1), su obtencin (prrafo 2) y una agravante para los
militares en ejercicio de sus funciones (prrafo 3) el delito conocido como
ultraje a los smbolos nacionales o provinciales (prrafo 4), disponiendo:
Ser reprimido con prisin de uno a cuatro aos el que pblicamente ultrajare
la Bandera, el Escudo o el Himno de la Nacin o los emblemas de una provincia argentina.
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que haba hecho la mayora era esquivar la cuestin bsica planteada en la causa: si era punible o no quemar la bandera norteamericana como un modo
de protesta, cuestin respecto de la cual ellos se inclinaban por una respuesta
afirmativa.
En mi opinin, si bien efectivamente la lectura del voto de la mayora deja la impresin de que se prefiri evitar una decisin sobre esa cuestin
puntual, existen en l de todos modos tres aspectos que a los fines de
este trabajo resultan especialmente interesantes:
1) Ante todo, qued bien en claro an en el voto de la minora que
las ofensas verbales no podan ser penalizadas sin afectar el derecho a la libre
expresin.
2) Por otro lado, se precis que la libertad de expresin no puede ser
restringida sobre la base de que las ideas manifestadas sean ofensivas para
quienes las oyen, argumento que adems de clarificar los alcances de dicho
principio constitucional servira para descartar las objeciones que se podran
hacer a la postura de que se trata de un delito sin vctimas, considerando como
tales a las personas que, eventualmente, presenciaran los actos de ultraje.
3) Finalmente, la Corte destac que la que llam libertad de diferir no
se encuentra limitada a las cosas poco importantes, sealando que, precisamente, debe abarcar an las cuestiones que tocan el corazn del orden existente; en consecuencia, pese a expresar que los agravios a la bandera merecen
ser deplorados, la mayora resolvi que debe respetarse el derecho a expresar
pblicamente las propias opiniones sobre aqulla, incluso las que son despreciativas43.
2. El caso Texas v. Johnson44
En 1984 Gregory Lee Johnson haba participado de una manifestacin
poltica de protesta contra la administracin Reagan, en el marco de la cual
entre otras cosas se cantaron consignas polticas y, finalmente, frente al
edificio de la municipalidad de Dallas, aqul despleg una bandera de los Estados Unidos, la roci con kerosene y la prendi fuego. Fue acusado por una
infraccin al Cdigo Penal de Texas, consistente en la profanacin de un objeto
venerado, y condenado a un ao de prisin y a pagar una multa.
La condena dictada en las instancias inferiores fue revocada por la Cmara de Apelaciones en lo Penal de Texas. Este tribunal entendi que la conducta
de Johnson era lenguaje simblico amparado por la Primera Enmienda; afirm
adems que los intereses alegados a favor de la penalizacin del nombrado,
43 Se cit un precedente en el que se haba considerado contrario a la 1 enmienda obligar
a los alumnos de una escuela a saludar la bandera Board of Education v. Barnette, 319 U.S.
624 (1943).
44 109 US 2533 (1989) para este trabajo he seguido la traduccin de Alberto B. Bianchi publicada en Revista Jurdica de Buenos Aires, 1990 II, ps. 149/184.
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que concretamente eran conservar la bandera como smbolo de unidad nacional y evitar quebrantamientos de la paz, no sustentaban tal pronunciamiento.
La Corte Suprema (21/6/1989) confirm lo resuelto por la Cmara de
Texas. Entre otras razones, se destac que la accin de Johnson, al haber sido
parte de una manifestacin poltica y por las circunstancias en que tuvo lugar,
estuvo suficientemente imbuida de elementos de comunicacin como para ser
considerada una conducta expresiva amparada por la Primera Enmienda.
Sobre esa base, se seal que si bien generalmente la conducta expresiva
admite restricciones mayores que la palabra escrita o hablada, una ley que
las contemple debe justificarse mediante la demostracin de su necesidad, de
modo que en el caso lo que corresponda era examinar si el estado de
Texas haba alegado un inters que permitiera sustentar la condena. Se analizaron, entonces, los dos intereses ya citados:
1) En relacin con el inters en evitar quebrantamientos de la paz, se seal que no se haban producido perturbaciones ni amenazas en tal sentido; y se
destac que si bien varias personas testimoniaron que se haban sentido gravemente ofendidas, ello no implicaba una presuncin de perturbaciones de la paz,
mxime cuando segn los precedentes del tribunal una funcin principal
de la libertad de palabra es invitar a la controversia.
2) En cuanto al inters restante preservar la bandera como smbolo de
la independencia y unidad nacional, la Corte afirm que en tanto persegua restringir la expresin poltica aqul deba ser sometido a la ms minuciosa inspeccin45. Se record entonces que el gobierno no puede prohibir
la expresin de una idea sencillamente porque la sociedad encuentre dicha idea
ofensiva o desagradable, y que en definitiva nada sugiere que un estado pueda
fomentar su propia opinin de la bandera prohibiendo la conducta expresiva
con relacin a la misma. La conclusin fue que la aceptacin del inters gubernamental en alentar el tratamiento correcto de la bandera no implica que
pueda penarse a una persona por quemar una bandera como medio de protesta
poltica46.
3. La libertad de expresin como precepto permisivo
A partir del relevamiento precedentemente realizado intentar esbozar algunas pautas para la interpretacin de la incidencia que podra tener el derecho
a la libertad de expresin frente a las conductas tpicas en los trminos del
art. 222 in fine del CP.
En este punto, por razones de claridad, conviene retomar la distincin
ya sealada entre omisiones y acciones, y dentro de stas diferenciar las
45 Se
cit el precedente Boos v. Barry, 485 U.S., en 321, 108 S. Ct. en 1164.
el voto de la mayora redactado por el juez Brennan se afirm No consagramos a la bandera castigando a los que la profanan, ya que al hacerlo diluimos la libertad que su
estimado emblema representa.
46 En
361
cometidas mediante palabras sea de modo verbal o escrito de las exteriorizadas de otra manera.
Respecto de las omisiones, sean propias o impropias, la cuestin ahora
tratada solamente resulta relevante si en el nivel de la tipicidad contra lo
sostenido en este trabajo aqullas han sido admitidas como posibles modalidades del ultraje. En este caso sin perjuicio de lo ya explicitado en torno
de la eventual responsabilidad administrativa de determinados funcionarios
corresponde tener principalmente en cuenta que, como parte de la libertad de
expresin, la doctrina ha sabido reconocer un derecho a no expresarse que
abarcara las hiptesis tradicionalmente consideradas omisivas47. A ttulo de
ejemplo, se apunt que ese derecho resultara afectado si se pretendiera imponer el uso forzoso de distintivos, o de signos de duelo o de festejo, tal como
en ocasiones se ha hecho en nuestro pas48.
De tal modo, frente a comportamientos similares al ya examinado
de no ponerse de pie en un cine durante la ejecucin del himno nacional, el
enfoque recin propuesto conducira a la conclusin de que no constituyen
un delito, pues aunque se afirmara su tipicidad correspondera considerarlos
justificados.
En cuanto a las acciones, aquellas que se limiten al empleo de las palabras
sea de manera oral o escrita, puesto que al menos en nuestra cultura
ese es justamente el modo por antonomasia de exteriorizar el pensamiento,
quedarn por regla justificadas en el marco del derecho de expresar las propias
ideas, conforme a los lineamientos fijados en Street vs. New York. Es que
desde una perspectiva democrtica que les asigne algn valor a la discusin
y el intercambio entre los ciudadanos, parece claro que resultara altamente
contraproducente admitir conminaciones penales que restrinjan nada menos
que la posibilidad de manifestarse en forma verbal o escrita respecto de
los smbolos patrios, ya que stos pueden llegar a ser vistos an sin razn
como elementos representativos de instituciones o polticas a las que se pretende criticar.
Finalmente, resta examinar las conductas activas cuyas connotaciones exceden las tratadas en el prrafo anterior, es decir, aquellas que no se limitan a
las palabras. Aqu quedan abarcadas, obviamente, acciones tales como la ya
sealada de quemar la bandera y otras de similar tenor que impliquen mancillar de hecho alguno de los smbolos incluidos en el tipo.
Es en este punto donde cobra toda su magnitud el enfoque antes esbozado
que destaca la especial proteccin que merece el derecho a la libre expresin
en su eventual confrontacin con otros derechos en funcin de su centralidad para la vida democrtica, carcter que a su vez impide que aqul sea
47 Sags,
48 Sags,
362
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Roberto, Constitucionalismo y libertad de expresin, en GargaRoberto (coord.), Teora y crtica del derecho constitucional, t. II, Derechos, Buenos
Aires, AbeledoPerrot, 2009, p. 744.
50 Ibdem.
51 Gargarella, Roberto, Constitucionalismo..., cit., p. 752.
52 Gargarella, Roberto, Constitucionalismo..., cit., p. 770.
53 Corte Sup, 15/3/1984, Shuit, Carlos A., LL 1984-C-87 - JA 984-II: Corresponde
entender al Juez Federal de Azul en el proceso por dao y menosprecio pblico a un smbolo
patrio, la bandera Nacional, que se encontraba en el local de un club, al cual se introdujo el
rella,
363
a smbolos nacionales tal como la citada en este comentario proviene invariablemente de tribunales federales.
IX. Sugerencia final
Luego de las reflexiones efectuadas, cabe preguntarse si hoy en da
es razonable mantener la tipificacin examinada.
El fallo anotado es claro al respecto, al consignar que Los smbolos nacionales constituyen un bien de importancia suficiente para merecer proteccin
penal, porque ellos resumen, del modo ms eficaz, la totalidad de las vivencias,
emociones e identidades que conforman el sentimiento de Patria54.
Sin embargo, parte de la doctrina ha objetado la existencia de la figura55.
En esta misma lnea, pienso que la circunstancia incuestionable de que
la bandera, el himno, etc., merezcan ser respetados por lo que simbolizan, no
bastara, sin ms, para justificar la penalizacin de quienes los ofenden o humillan. Por el contrario, existen buenas razones para propiciar que esos hechos no
conlleven un reproche penal.
Puntualmente, considero que hay tres rdenes de argumentos a los que
me voy a referir a continuacin que permiten sostener la conveniencia de
derogar la figura.
1. Inexistencia de vctimas
Ante todo, se trata de un delito en el que no hay vctimas. Tanto en las
modalidades omisivas (no homenajear, por ejemplo, a la bandera) como en
las activas (agraviar de hecho o de palabra a un escudo nacional) los hechos no
pueden causar un dao relevante a ninguna persona. Es probable que puedan
provocar, quiz, cierta incomodidad a quien los presencie, y hasta mortificar a
todos los que comparten que los smbolos patrios merecen ser respetados, pero
me parece que nadie sufrira un perjuicio real derivado de actos de esa ndole.
Es decir que, si bien es cierto que podra verse afectado el ...sentimiento
de respeto de los argentinos por los smbolos y emblemas de la Nacin o de las
provincias..., que es aquello que la doctrina seala como el bien jurdico en
procesado con otras personas clandestinamente, en horas de la noche, cuando se encontraba
cerrado, pues debe considerarse cumplido el requisito de publicidad exigido por el art. 230 bis
del Cd. Penal, por cuanto las constancias del proceso, por el momento no permiten afirmar que
quienes acompaaban al causante hayan tomado parte en el accionar sobre uno de los smbolos
nacionales, y porque al haber dejado el hecho huellas materiales de su perpetracin, torn posible el conocimiento de terceros, extremo que el autor no poda ignorar en virtud de la naturaleza
del sitio donde se cumpli.
54 Cfr. voto del juez DAlessio.
55 En tal sentido, Donna ha considerado que los smbolos enunciados no necesitan proteccin penal, aunque son merecedores de respeto (Donna, Edgardo, Derecho penal..., cit.,
p. 407).
364
MAURO A. DIVITO
56 As,
365
3. Libertad de expresin
Finalmente, y ste es a mi juicio el argumento de mayor peso, estimo
que aunque la mayora de los habitantes considerasen que los ultrajes comentados son algo malo, y lo mismo ocurriera desde el Estado, nicamente se
podra justificar su prohibicin aunque no bajo una conminacin penal en
mbitos tales como p. ej., las Fuerzas Armadas, cuya naturaleza y funciones
son, claramente, un motivo vlido para exigir a quienes las integran, en el
plano administrativo, un comportamiento particularmente respetuoso de los
smbolos en cuestin.
Pero respecto del resto de la sociedad, considero que las autoridades deberan respetar sin limitaciones este gnero de manifestaciones agraviantes, en
procura de resguardar la libertad de expresin.
Es decir que, aunque se trata de actos que pueden ser considerados disvaliosos, resulta preferible no amenazarlos con penas, pues la prohibicin implicara (o al menos estara demasiado prxima a) una perturbacin sobre el
derecho de los habitantes a manifestarse libremente.
Es que la libertad de expresin sera una frmula de muy poca utilidad,
si slo amparara actos ms o menos inofensivos. Su importancia aparece, precisamente, cuando los comportamientos que se juzgan son de aqullos que
resultan molestos o desagradables para algunos sectores de la poblacin, o
incluso para su mayora.
4. Conclusin
No veo inconvenientes en que el respeto a los smbolos patrios se predique en las escuelas, se demuestre en los actos de los poderes pblicos, y hasta
se imponga, eventualmente, como obligatorio bajo amenaza de sanciones
administrativas en mbitos como el castrense.
Sin embargo, por las razones que intent explicar en los prrafos precedentes, considero que no debera mantenerse la tipificacin en el Cdigo Penal
de los actos que los agravian.
ANEXO
I. Datos personales
Argentino; casado; nacido en la Capital Federal el 17/4/1940.
II. Antecedentes profesionales
1. Egres con el ttulo de abogado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA) en 1968.
2. Entre 1968 y 1974, desempe la profesin de abogado.
3. A partir del 12/6/1974, fue subsecretario de la Procuracin General de la
Nacin, de la que se lo design, poco despus, secretario letrado. Renunci
a dicho cargo, para volver al ejercicio de la profesin, el 30/4/1977.
4. Durante el resto de 1977 y hasta el mes de junio de 1978, fue abogado
asesor en el Departamento de Asuntos Jurdicos de la Administracin Nacional de Aduanas.
5. A partir del 29/5/1980, fue designado secretario de la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin. Renunci al cargo a partir del 30/4/1982, fecha en
que se reintegr al ejercicio profesional.
6. Juez de la Cmara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Federal de la Capital Federal, entre el 13/2/1984 y el 17/11/1987.
7. A partir del 17/11/1987 y hasta el 31/8/1989, fue procurador general de la
Nacin.
8. Desde noviembre de 1989 hasta el 31/12/1993 ejerci su profesin.
9. Desde 1994, miembro del Tribunal de Arbitraje General y Mediacin. (Facultad de Derecho y Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires).
10. Por acordada dictada por la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, el
12/5/1998 fue designado miembro suplente del Tribunal de Enjuiciamiento
del Ministerio Pblico de la Nacin.
11. Ha sido miembro del Consejo Asesor de Profesionales del Instituto Nacional Coordinador nico de Ablacin e Implante (INCUCAI).
12. Ha sido miembro del Comit de Biotica de la Fundacin Favaloro.
13. Fue reelecto por cuatro aos en el cargo al que se refiere el punto 10.
370
ANEXO
371
372
ANEXO
21. Entre el 1/5/1986 y el 31/7/1988, ocup el cargo de director del Departamento de Derecho Penal y Criminologa de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales (UBA).
22. Fue presidente de la Asociacin de Docentes de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales (UBA), durante los aos 1986 y 1987.
23. Coordinador de la Comisin de Organizacin del Tribunal Penal Federal (asesoramiento legislativo) creada por la Secretara de Justicia, el
24/6/1987, para estudiar los medios tendientes a la organizacin de dicho
tribunal en el marco de la reforma de la legislacin procesal penal.
24. Participante en el Seminario sobre Control de Constitucionalidad por el
Mtodo de Casos, dirigido por Jonathan Miller, organizado por el Departamento de Derecho Pblico de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA) y la Asociacin Argentina de Derecho Constitucional, entre el
5/5/1987 y el 8/7/1987.
25. Miembro suplente del jurado para el concurso para designar cincuenta y
seis profesores adjuntos de Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal y
catorce profesores adjuntos de Derecho Penal I y Derecho Penal II, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA), junio de 1987.
26. Profesor titular interino de la materia Derechos Humanos y Garantas, en
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA), desde junio de 1987
hasta el 30/6/1990.
27. Instructor en la gira de estudio sobre el Procedimiento Penal organizada
por el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevencin
del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD) para magistrados de
los tribunales superiores de los pases centroamericanos (Buenos Aires, 1
al 14/11/1987).
28. Miembro del Comit de Redaccin de Saber Abierto, revista de pedagoga
universitaria de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (1986-1989).
29. Expositor en el Seminario sobre La represin de las violaciones de los
derechos humanos en la Argentina 1976/1983, organizado por el Instituto
Noruego de Derechos Humanos (Oslo, abril de 1988).
30. Miembro de la Comisin Tcnica Jurdica creada por res. de fecha
1/6/1988, del Hon. Senado de la Nacin, para asesorar a su Comisin de
Legislacin General en el anlisis y evaluacin de las modificaciones o
sancin del Cdigo Penal de la Nacin.
31. Invitado especial al Seminario sobre el Sistema Interamericano de Proteccin de los Derechos Humanos, organizado por la Secretara de Justicia
de la Nacin, en el que expusieron el Dr. Eduardo Jimnez de Archaga,
ex Presidente de la Corte Internacional de Justicia; Rafael Nieto Navia,
presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; Hctor Gros
Espiell, vicepresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos;
Edmundo Vargas Carreo, secretario ejecutivo de la Comisin Interameri-
373
cana de Derechos Humanos y los Dres. Mnica Pinto, Mara Teresa Flores
y Pablo Tonelli, asesores del Gobierno de la Nacin en el tema (San Carlos
de Bariloche, octubre de 1988).
32. Contratado como instructor en el Curso Regional Ministerio Pblico organizado en Lima, Per, por el Instituto Latinoamericano para la Prevencin del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD), entre el 3 y el
14/4/1989.
33. Jurado titular en el concurso para designar profesores de Derecho Penal en
la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Comahue.
34. Profesor invitado al Curso Regional sobre Proteccin Internacional de los
Derechos Humanos, Tucumn, 2 al 6/10/1990, organizado por el Instituto Holands de Derechos Humanos de la Universidad de Utrecht, IDELA
(Instituto para la Integracin y el Desarrollo Latinoamericano de la Universidad de Tucumn) y el Colegio de Abogados de Tucumn.
35. Profesor invitado al Curso Regional sobre Proteccin Internacional de los
Derechos Humanos, Buenos Aires, 8 al 12/10/1990, organizado por el Instituto Holands de Derechos Humanos de la Universidad de Utrecht, IDELA
(Instituto para la Integracin y el Desarrollo Latinoamericano de la Universidad de Tucumn) y el Colegio Pblico de Abogados de Buenos Aires, con
el apoyo de la Universidad de Belgrano.
36. Jurado titular del concurso para seleccionar un profesor asociado de Derecho Penal en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires.
37. Invitado por la Oficina de las Naciones Unidas en el Paraguay, dirigi un
seminario sobre Jurisprudencia en casos vinculados con los derechos humanos para jueces y fiscales de ese pas, organizado por la Corte Suprema,
la Fiscala General de Estado y el Ministerio de Justicia y Trabajo (Asuncin, 30/11 y 1/12/1990).
38. Expositor en el Seminario sobre La violacin de los derechos humanos en
la Argentina durante el rgimen militar de 19761983, organizado por el
Harry S. Truman Institute for the Advancement of Peace y la Universidad
Hebrea de Jerusalem (Jerusaln, 19 al 21/1/1992).
39. Expositor en el panel acerca de Political Options on the Repression of
Crimes against Human Rights, John Jay Institute of Criminal Justice
(Nueva York, 10/3/1992).
40. Speaker en la conferencia sobre Transition to Democracy in Latin America: the Role of the Judiciary, organizada por el Centro de Estudios Institucionales y University of Miami (Miami, 19 al 21/3/1992).
41. Coautor del anteproyecto de Ley de Cooperacin Internacional en Materia
Penal, sancionado luego como Ley 24.767.
42. Miembro de la Comisin sobre Encuestas en Casos de Violacin del
Derecho Internacional Humanitario, Sanciones Penales, en el Seminario
sobre la Implantacin del Derecho Internacional Humanitario en la Argen-
374
ANEXO
375
Argentina para analizar la adecuacin de la legislacin argentina a los requerimientos de la Convencin Interamericana Contra la Corrupcin (Buenos Aires, 10 y 11/10/2000).
59. Miembro del Consejo Acadmico de ndice, Revista de Ciencias Sociales
publicada por el Centro de Estudios Sociales de la DAIA (Delegacin de
Asociaciones Israelitas de la Repblica Argentina.
60. Miembro de la Comisin de Estudio para analizar y evaluar la adaptacin
de la legislacin vigente al Estatuto de la Corte Penal Internacional, creada
por res. conj. 930/2000 dictada el 29/9/2000 por los ministros de Relaciones Exteriores Comercio Internacional y Culto, de Justicia y Derechos
Humanos y de Defensa.
61. Miembro de la Comisin Interministerial de Estudio para analizar y evaluar la legislacin en materia de financiacin del terrorismo.
62. Profesor en el Curso de Actualizacin en Derecho Constitucional, Departamento de Posgrado, Facultad de Derecho, UBA. septiembre/octubre de
2003.
63. Desde agosto de 2004, director de la Revista de derecho penal y procesal
penal, LexisNexis, Buenos Aires.
64. Designado, en abril de 2005, profesor titular de Derecho Penal y Procesal
Penal, en la Facultad de Derecho de la UBA.
65. Miembro del Consejo Asesor de Cuadernos de doctrina penal, Ad-Hoc,
Buenos Aires.
66. Designado miembro del jurado para designar un profesor de derecho penal
en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
de Tucumn.
67. El 12/9/2007, fue designado por el Consejo Superior de la Universidad de
Buenos Aires profesor titular consulto de Derecho Penal en la Facultad de
Derecho.
68. Profesor emrito de la Universidad de Buenos Aires, designado por resolucin del Consejo Superior de fecha 8/10/2008.
IV. Conferencias
1. Autorizacin de actos indebidos, Asociacin de Abogados de Buenos Aires, 1977.
2. Los delitos econmicos previstos en la Ley 20.840, Colegio de Abogados
de San Martn, provincia de Buenos Aires, 1979.
3. El recurso extraordinario federal, Instituto de Derecho Procesal del Colegio de Abogados de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, 1981.
4. El delito de contrabando, Asociacin de Abogados de Buenos Aires, 1981.
5. Aspectos actuales del recurso extraordinario federal, mesa redonda compartida con los Dres. Germn Bidart Campos, Genaro Carri, Emilio Har-
376
ANEXO
377
378
ANEXO
36. Aspectos jurdicos novedosos vinculados a la corrupcin, en el Seminario: Lobbies, Grupos de informacin y de Presin, organizado por la
Asociacin de Dirigentes de Empresa y el Club del Progreso, 20/11/1990.
37. Control judicial de la justicia militar, en el Seminario sobre Estado de
Derecho y Justicia Militar, organizado por la Fundacin Arturo Illia para
la Democracia y la Paz, 29/11/1990.
38. Proceso penal y derechos humanos en la Argentina actual, exposicin
en mesa redonda sobre Derechos humanos en la Argentina de hoy, Fundacin Ricardo Rojas, 23/7/1991.
39. The Role of the Prosecutors, exposicin en la conferencia sobre Transition to Democracy in Latin America: the Role of the Judiciary, organizada
por el Centro de Estudios Institucionales y University of Miami, Miami, 19
al 21/3/1992.
40. La jurisdiccin per saltum de la Corte Suprema, en las II Jornadas Nacionales de Estudio de Derecho Procesal Argentino, organizadas por el Colegio de Abogados de Villa Mercedes, San Luis, 23/8/1991.
41. La organizacin del trabajo en un tribunal de juicio oral, exposicin en
la mesa redonda sobre Enjuiciamiento penal oral, algunas experiencias en
su aplicacin organizada por el Ministerio de Justicia de la Nacin, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires,
26/6/1992.
42. A nueve aos de dictado el dec. 158/1983, organizacin Memoria,
13/12/1992.
43. Diez aos desde la recuperacin de la democracia, mirada retrospectiva
sobre la justicia argentina, Asociacin Macabi, 31/3/1993.
44. El Ministerio Pblico Fiscal en el Cdigo Procesal Penal. Necesidad de
una ley de organizacin. Pautas que deben incluirse en ella, Instituto para
la Enseanza de la Praxis en Derecho Penal, 3/5/1993.
45. La independencia del Poder Judicial, exposicin en mesa redonda organizada por el Centro de Estudiantes de Derecho, Facultad de Derecho
(UBA).
46. El rol del Ministerio Pblico, conferencia en mesa redonda dentro del
ciclo Hacia una administracin de justicia independiente, organizada por
el Centro de Estudios Institucionales, Buenos Aires, 29/7/1993.
47. Sobre un proyecto moderno de Cooperacin Internacional en Materia
Penal, en el V Congreso Universitario Latinoamericano de Derecho Penal
y Criminologa, Tucumn, 29/5/1994.
48. Reflexiones sobre la enseanza del derecho, Asociacin Argentina de
Derecho Comparado, 8/8/1994.
49. Acotaciones sobre el caso Dreyfus, exposicin en mesa redonda, Delegacin de Asociaciones Israelitas en la Argentina, 5/8/1994.
379
380
ANEXO
66. Palabras inaugurales del Congreso en Homenaje a los 75 aos del Cdigo
Penal Argentino, Buenos Aires, Facultad de Derecho de la UBA, 1997.
67. Qu suma y qu resta la agravacin de las penas para la eficacia del
sistema penal?, en el Seminario sobre Justicia y democracia, Fundacin
Cvico Republicana, Buenos Aires, 18/7/1997.
68. La significacin de Luis Jimnez de Asa para el derecho penal argentino. Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid,
28/4/1998.
69. El juzgamiento de las violaciones masivas de derechos humanos en la
transicin argentina, Facultad de Derecho de la Universidad Autnoma de
Madrid, 30/4/1998.
70. Privacidad e impunidad, en el mbito del Seminario Latinoamericano
sobre Teora Legal y Poltica (SELA), organizado por la Universidad de
Yale, con la colaboracin de varias universidades europeas y latinoamericanas, Mar del Plata, 9/8/1998.
71. El juicio por jurados en la Argentina: situacin actual, Law Week, organizada por el British Coucil, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
la Universidad de Buenos Aires, 7/9/1998.
72. Derecho internacional penal y proteccin internacional de los derechos
humanos, Universidad de la Repblica, Montevideo, 10/12/1998.
73. Bases para un plan de estudios de la carrera de abogaca, Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Tucumn, 9/9/1999.
74. Cuestiones constitucionales del nuevo Cdigo Procesal Penal de la Provincia de Mendoza, Departamento de Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 30/4/2000.
75. La reciente nulidad de las llamadas leyes de perdn, Facultad de Derecho, Universidad Austral, 8/10/2003.
76. La poltica criminal en la Argentina de hoy. Entre la razn y el miedo,
Congreso Estudiantil de Derecho, Universidad de Tucumn, 2/09/2004.
77. Le Transformazione del Diritto Penale Internazionale e lArgentina, Facolt di Giurisprudenza, Universit di Napoli Federico II, Italia, 6/10/2004.
78. LArgentina e il nuovo dirtto penale internazionale, Universit degli
Studi di Urbino Carlo Bo, Facolt di giurisprudenza, Istituto di Diritto
Publico e Dottorato di Ricerca in Diritto Procesuale Penale Comparato e
Iternazionale, Italia, 7/10/2004.
79. Presentacin junto con los profesores Luigi Ferrajoli y Alberto Filippi del libro La Corte Penal Internacional, Fundamentos y jurisdiccin,
de Pablo Eiroa, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2004, realizada en la Fondazione
Internazionale Lelio Basso y organizada por la Universit di Camerino Dipartimento di Scienze Giuridiche e Politiche, Roma, 11/10/2004.
80. El perfil de Graciela Reiriz como Procuradora Fiscal de la Corte Suprema,
en Jornada de Homenaje a la Profesora Titular Consulta Graciela Reiriz,
Facultad de Derecho, Buenos Aires, 17/9/2007.
381
81. Delitos de lesa humanidad, VII Encuentro organizado por la Asociacin Argentina de Profesores de Derecho Penal, Buenos Aires, 9/11/2007.
82. El futuro del derecho procesal penal argentino luego del fallo Casal de
la Corte Suprema, organizada por la Revista de derecho penal y procesal
penal, Buenos Aires, 26/11/2007.
83. Reforma policial y poltica criminal, presentacin del libro de Arslanin, Len C., Un cambio posible, Facultad de Derecho (UBA), 20/8/2008.
84. El fundamento del derecho penal, exposicin en panel, Departamento
de Filosofa del Derecho de la Facultad de Derecho de la UBA, 4/9/2008.
85. Represin ilegal, terrorismo, impunidad y consenso, presentacin en el
Senado de la Nacin del libro de Berhongaray, Antonio, El juicio a las
juntas militares, un ejemplo para el mundo, 21/10/2008.
V. Actuacin en Congresos y Sociedades Cientficas
1. En 1960 particip en la organizacin de las Jornadas de Derecho Penal en
Adhesin al Sesquicentenario de la Revolucin de Mayo.
2. Intervino, por invitacin de la Comisin de Legislacin Penal de la H. Cmara de Diputados de la Nacin, a propuesta del Prof. Sebastin Soler, en
las Jornadas sobre la Reforma Penal, organizadas en, el mes de junio de
1961, por la Universidad Catlica de Mar del Plata.
3. Fue miembro titular de las IV, VI, VII, VIII y IX Jornadas Nacionales de
Derecho Penal.
4. En la ltima de esas reuniones, actu como relator contradictor en el tema
Contrabando.
5. Miembro titular del Instituto de Estudios Legislativos, en las secciones de
Derecho Penal y Derecho Penal Econmico. Secretario de la primera de
ellas entre 1977 y 1980.
6. Miembro titular del V Encuentro de Profesores de Derecho Constitucional,
Corrientes, 1982.
7. Miembro de la Sociedad Argentina de Anlisis Filosfico.
8. IX Congreso Internacional de Defensa Social; Buenos Aires, 27/10 al
1/11/1986. Miembro del Comit de Admisin de Trabajos.
9. Congreso Internacional sobre Proteccin Penal de los Derechos Humanos,
Buenos Aires, 13 al 15/4/1987; organizado por la Universidad de Buenos Aires, Fordham University y la Comisin Fullbright de la Argentina.
Presidente de la Segunda Sesin: Los derechos humanos: legislacin y
procedimiento penal.
10. Miembro titular del Primer Congreso Nacional sobre Seguridad Urbana,
Buenos Aires, 30/6 al 3/7/1987.
11. Jornadas de Derecho Procesal Constitucional, organizadas por la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario (Universidad Catlica Argentina), panelista en la mesa redonda sobre recurso extraordinario e integra-
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ANEXO
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384
ANEXO
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386
ANEXO
22. La justicia y la recuperacin de la identidad, en Democratizacin y proteccin de la dignidad humana, publicado por CODESEH (Comit para
la Defensa de la Salud, la tica y los Derechos Humanos), con el auspicio
de las Naciones Unidas (Alto Comisionado para los Derechos Humanos y
Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Vctimas de la Tortura) y la Comunidad Europea (Comisin Europea Derechos
Humanos y Democratizacin).
23. Privacidad e impunidad, versin de la ponencia presentada en la cuarta
reunin del SELA (ver Antecedentes s/ Actuacin en Congresos y Sociedades Cientficas, nro. 36), Revista jurdica de la Universidad de Palermo,
1999.
24. El acatamiento del derecho y el desarrollo de Amrica latina versin de
la ponencia presentada en la quinta reunin del SELA (ver antecedentes s/
Actuacin en Congresos y Sociedades Cientficas, nro. 40), Revista jurdica
de la Universidad de Palermo, Buenos Aires, del Puerto, 2000.
25. Nota sobre Constitucin, poder poltico y derechos humanos de Jonathan
Miller, Mara Anglica Gelli y Susana Cayuso, 2 ed. a cargo de Hernn
Gullco, Buenos Aires, LL, 2003.
26. Los efectos de la interposicin del recurso extraordinario, nota a fallo,
LexisNexis-JA del 16/4/2003.
27. La jurisdiccin extraordinaria discrecional y los derechos humanos,
LexisNexis-JA 2003-III-889.
28. Prlogo del libro Eiroa, Pablo, La Corte Penal Internacional. Fundamentos y jurisdiccin, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2004.
29. Cdigo Penal comentado y anotado. Parte especial, en carcter de director de la obra, Buenos Aires, La Ley, 2004.
30. La poltica criminal en la Argentina. Entre la razn y el miedo, Revista
de derecho penal y procesal penal, Buenos Aires, LexisNexis, agosto 2004.
31. Cdigo Penal comentado y anotado. Parte general, en carcter de director
de la obra, Buenos Aires, La Ley, 2005.
32. Anlisis jurisprudencial. Elementos de derecho penal y procesal penal,
con mltiples colaboradores, Buenos Aires, La Ley, 2005.
33. Origen, desarrollo, apogeo y desmadre del recurso extraordinario por
sentencia arbitraria, JA 2006-III-1378
34. Nuevamente acerca de la criminalizacin de estupefacientes, Revista de
derecho penal y procesal penal, LexisNexis, 9/2006, p. 1726.
35. En defensa de Paulo y del empirismo jurdico, en Fides, humanitas,
ius. Studii in onore di L. Labruna, vol. II, Scientfica SRL, Napoli, 2007,
ps. 1257 a 1272.
36. Privacidad y avance tecnolgico, en Revista de derecho penal y criminologa, 2007, 7, p. 1067.
37. Otra opinin sobre el caso Mazzeo, en Revista de derecho penal y
criminologa, 2007, noviembre de 2007.
387
38. Prlogo del libro Bianchi, Alberto B., Una corte liberal. La corte de Alfonsn, Buenos Aires, baco, 2007.
39. Los delitos de lesa humanidad, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2008.
40. Contenido de las garantas y supremaca constitucional (a propsito del
fallo Medelln v. Texas), LL, Buenos Aires, 2/7/2008.
41. La garanta de conservar los jueces naturales, en Sabsay, Daniel (dir.)
- Manili, Pablo (coord.), Constitucin anotada, (entregada y en vas de
publicacin).
42. Graciela Reiriz, Procuradora Fiscal ante la Corte Suprema, en Responsabilidad del Estado. Jornada de homenaje a la profesora titular consulta
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires Dra. Mara
Graciela Reiriz, Departamento de Publicaciones, Facultad de Derecho
(UBA), Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, 2008.
VII. Traducciones
A. Del italiano
1. Bettiol, Giusseppe, Del derecho penal al derecho premial, Estudios jurdicos en homenaje al Prof. Luis Jimnez de Asa, Buenos Aires, AbeledoPerrot, 1964.
2. Petrocelli, Biagio, Delito y punibilidad, Estudios jurdicos en homenaje al Prof. Luis Jimnez de Asa, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 1964.
3. Pisapia, Gian D., Reflexiones sobre la reincidencia, Estudios jurdicos
en homenaje al Prof. Luis Jimnez de Asa, Buenos Aires, AbeledoPerrot,
1964.
B. Del ingls
4. Goldstein, Abraham, La discrecionalidad de la persecucin penal en los
Estados Unidos, trabajo preparado por el profesor de la Universidad de
Yale, EE. UU., para las conferencias que dictara el 4 y 5/6/1987, respectivamente, en la Secretara de Estado de Justicia y en la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales, Lecciones y ensayos, nro. 49, 1988, p. 13 (en colaboracin con Mnica A. Antonini).
5. Versin final de Burt, Robert, Constitucin y conflicto, Buenos Aires, Eudeba y Departamento de publicaciones de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, 2000 (en colaboracin con Mary Ana Beloff).
6. Sentencia de la Corte Federal de Apelaciones para el VIII Circuito de los
Estados Unidos en el caso US v. Garca, en Revista de derecho penal y
criminologa, 2007.
388
ANEXO
VIII. Distinciones
1. Profesor honorario de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
2. Al cumplirse diez aos de la sentencia dictada en la causa seguida contra
los ex comandantes en jefe por las violaciones masivas de los derechos
humanos durante el lapso 1976-1983, recibi junto con sus cinco colegas que integraron la Cmara Nacional de Apelaciones en lo Criminal
y Correccional Federal durante ese proceso un homenaje unnime del
Honorable Senado de la Nacin.
3. Designado por decreto del Poder Ejecutivo nacional teniente auditor honoris causa del Ejrcito Argentino.
4. Miembro del Consejo Asesor Honorfico de Notables del Observatorio de
la Democracia, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Centro para la
Participacin y el Control Ciudadano).
5. Condecorado como Benemerito della Scienza e della Cultura por el Gobierno de Italia, por decreto del 8/3/2001.
6. Premio Bnai Brith de Derechos Humanos, 15/10/2002.