Resum - Sagemuller C. Sagemuller
Resum - Sagemuller C. Sagemuller
Resum - Sagemuller C. Sagemuller
Sagemüller de Hinz,
Liesse L. y otro.
2º instancia.- Paraná, agosto 10 de 1988.-
¿Es justa la sentencia apelada?
El doctor Pita dijo: 1. Antecedentes de la causa: Mediante contrato de fecha 26 de octubre de
1979 los esposos Liesse L. Sagemüller de Hinz y Ernesto Hinz vendieron al ahora demandante
Francisco G. Sagemüller, hermano de la primera, el paquete accionario del que la enajenante era
titular en la empresa "Sagemüller S.A." por la suma total de 1.180.000 dólares estadounidenses.
De dicha suma abonó en el acto el comprador u$s 275.000 comprometiéndose a pagar el saldo de
u$s 905.000 en 8 cuotas semestrales consecutivas de u$s 113.125 cada una, con vencimientos el
26/4/80, 26/10/80, 26/4/81, 26/10/81, 26/4/82, 26/10/82. 26/4/83 y 26/10/83. Las cuotas de
mención devengarán un interés igual a la tasa anual "Libor" vigente a la fecha del vencimiento
de cada semestre. La falta de pago de dos cuotas operaba la caducidad de los plazos pendientes y
autorizaba a exigir el total adeudado. Asimismo, transcurridos 30 días de la falta de pago se
devengaría un interés punitorio consistente en un 50 % de la tasa pactada en concepto de interés
compensatorio. El contrato se celebró en la ciudad de Frankfurt, Alemania Federal,
constituyendo la vendedora domicilio especial en la localidad de Martínez, Provincia de Buenos
Aires y el comprador en la Ciudad de Crespo, de esta provincia. A su vez, por cláusula 6ª del
contrato, las partes se sometieron a la jurisdicción de los tribunales ordinarios de la Ciudad de
Paraná. En lo que hace al cumplimiento de las prestaciones asumidas en el contrato, por su
cláusula 2ª se convino que el pago se considerará efectuado al recibirse el monto fijado, con libre
disponibilidad, a nombre de los vendedores, en el Banco "Schweizer Bankverein", de la Ciudad
de Basilea, Suiza y por la cláusula 3ª se estableció que las acciones -depositadas en una
escribanía de la Ciudad de Buenos Aires- serían entregadas al comprador de conformidad a la
autorización dada en la oportunidad por los vendedores.
Surge de autos que el comprador abonó -además de la entrega concretada en oportunidad de
suscribirse el contrato- las tres primeras cuotas pactadas. Si bien los pagos no fueron realizados
exactamente en las oportunidades convenidas, las cuotas fueron finalmente canceladas por el
actor, con más los intereses correspondientes y sobre ellas no se formula reclamo alguno en el
presente juicio, más allá de las alegaciones que se realizan en orden a la eventual configuración
de la mora a los fines de lo que al respecto dispone el art. 1198 del Cód. Civil, cuestión que se
analizará luego. Encontrándose impaga la 4ª cuota (26/10/81) promueve el comprador, el
11/2/82, demanda de resolución del contrato por excesiva e imprevisible onerosidad
sobreviniente y con invocación de lo dispuesto en el art. 1198, párr. 2º del Cód. Civil. Alega, en
tal sentido, la brusca devaluación operada en el peso argentino respecto del dólar estadounidense,
como consecuencia de las medidas adoptadas por la autoridad monetaria en el año 1981 y que
importó abandonar la devaluación pautada de antemano, lo cual habría tornado excesivamente
onerosa la obligación a su cargo. La demanda de resolución es promovida contra quienes figuran
como vendedores en el contrato de fs. 34/35 aunque luego, mediante presentación de fs. 32,
aclara el actor que las acciones enajenadas son de propiedad exclusiva de SagemüIler de Hinz y
que la intervención de su esposo en el contrato y la consecuente demanda a él dirigida, lo es en
función del asentimiento requerido por el art. 1277 del Cód. Civil.
Corrido traslado de la demanda a los accionados se presentan éstos a fs. 124/170 vta.
oportunidad en que: a) se oponen al progreso de la pretensión por entender no se configuran los
presupuestos del instituto invocado por el demandante, la excesiva onerosidad sobreviniente, el
cual reputan inaplicable al caso "sub-examine"; b) reconvienen por el pago de la cuota núm. 4,
con vencimiento el 26/10/81; e) en forma subsidiaria, ofrecen el reajuste equitativo de las
prestaciones; y, d) piden la citación como terceros de quienes en el contrato de fs. 34/35 invisten
la condición de avalistas de las obligaciones allí asumidas por el comprador. Durante el decurso
de la litis -a fs. 363/365- es ampliada la reconvención respecto a la totalidad de las cuotas
adeudadas (las núms. 5 a 8), pretensión que es contestada por el accionante a fs. 366/367,
reiterando sus argumentaciones originarias.
La sentencia de fs. 1327/1337 y su aclaratoria de fs. 1352/1353 vta. concluyen desestimando la
demanda de resolución, luego de entender inaplicable al contrato motivo de litis el instituto de la
excesiva onerosidad sobreviniente y por reputar no configurados los presupuestos resultantes del
art. 1198 del Cód. Civil. Se admite, al mismo tiempo, la reconvención por cobro de la parte del
precio impaga, con más los intereses pactados y se desestima la sanción por temeridad y malicia
reclamada por los demandados reconvinientes.
Contra el pronunciamiento definitivo de primera instancia alzan sus agravios tanto el actor como
los demandados. El primero, en cuanto se desestima la demanda promovida con fundamento en
el art. 1198 del Cód. Civil, originariamente de resolución del contrato y trocada en la de revisión
en mérito a la petición subsidiariamente formulada por los demandados. Los segundos, en cuanto
no se acogiera su pedido de sanción por temeridad y malicia al actor y a uno de sus letrados.
También resultan recurridos la totalidad de los honorarios regulados por el a quo, ya sea a los
letrados de las partes como a los peritos, impugnación que formulan tanto los beneficiados por
las aludidas regulaciones como el obligado al pago, por bajos unos y por altos el otro.
Procederé a analizar a continuación las diferentes cuestiones involucradas en los agravios
vertidos por las partes, sin respetar estrictamente el orden en que aparecen formuladas por los
recurrentes, pero pretendiendo dar completa e integral respuesta a los mismos de acuerdo a un
orden metodológico que estimo apropiado para una más clara elucidación de la materia litigiosa.
2. La cuestión de derecho internacional privado: El contrato motivo de litis es celebrado en la
República Federal de Alemania y los vendedores tienen domicilio real en ese país, según
abundante y concordante prueba adecuadamente merituada por la a quo, aspecto del
pronunciamiento no controvertido por los recurrentes. A su vez, el comprador tiene domicilio
real en la Argentina y sus prestaciones esenciales, una debe ser cumplida en Suiza -el pago del
precio- y la otra -la entrega de las acciones- en la Ciudad de Buenos Aires. Tales títulos, por su
parte, representan participaciones sociales en una sociedad anónima con domicilio, sede social y
establecimiento principal en el país.
Las circunstancias señaladas bastan, en mi entender, para concluir que estamos frente a un
contrato de compraventa internacional, entendiendo por tal, en palabras de Boggiano, a
aquél donde su sinalagma funcional, esto es, el desarrollo de su función económica
mediante el cumplimiento de sus prestaciones, pone en contacto dos o más mercados
nacionales o donde existe una conexión real de celebración o de cumplimiento en el
extranjero ("Derecho internacional privado", ps. 471 y 517 edic. 1978).
A partir de la comprobación que en el contrato de fs. 34/35 las partes se han sometido a la
jurisdicción de un tribunal argentino (la justicia ordinaria de la Ciudad de Paraná)
concluye la a quo en que ello implica la elección del derecho internacional privado del tribunal
elegido y de allí deduce luego el sometimiento de la presente cuestión litigiosa al derecho
privado argentino (cfr. consids. 3º y 4º).
Entiendo que el razonamiento es incompleto y que se omite un paso en el análisis que
eventualmente pueda llevarnos a la aplicación a esta litis del derecho privado interno o sea de la
legislación civil o comercial argentina. Sin duda que, conforme las citas que contiene el fallo
apelado, al elegir las partes el tribunal competente eligen el derecho internacional privado
del país al que pertenece el tribunal y, al elegir un determinado derecho internacional
privado rector del contrato, están eligiendo -en forma tácita, pero inequívoca- el derecho
privado que se establece según ese derecho internacional privado elegido (Boggiano, op. cit., ps.
460/461; Najurieta, María S., "Autonomía de la voluntad en la compraventa internacional cuando
se utilizan condiciones generales de contratación", ED t. 104, p. 941).
Pero concluir en el sentido que en el caso "subdiscussio" resulta de aplicación el derecho
internacional privado argentino no nos lleva sin más a afirmar la consecuente aplicación del
derecho privado argentino y, en lo que particularmente nos interesa, el instituto regulado por el
art. 1198 del Cód. Civil. Falta analizar si, de acuerdo a las normas de conflicto del derecho
internacional privado argentino, es el derecho privado argentino el que en definitiva rige la
cuestión.
La solución viene dada, en nuestro derecho, por los arts. 1209, 1210 y 1212 del Cód. Civil y, en
función de tales normas, el "lugar de cumplimiento" determinará la respuesta en orden al derecho
privado aplicable al contrato en litigio. Pero, por tratarse de un contrato bilateral y
sinalagmático, advertimos la existencia de dos prestaciones que, en principio, se presumen
equivalentes y cuyo lugar de cumplimiento vincula aparentemente a dos o más derechos. Así, el
pago del precio debía concretarse, y principió a efectivizarse, mediante depósitos en un banco
suizo, a nombre de los vendedores y con libre disponibilidad para éstos, Ello nos conecta con un
derecho extranjero ya sea que se considere a Suiza lugar de pago o, extremando el análisis, se
repute que el Banco allí emplazado actuó en el caso sólo como mandatario de los vendedores de
donde el cumplimiento, en definitiva, se concretó en el domicilio real de éstos, o sea Alemania
Federal. A su vez, la restante prestación -la entrega de la cosa- se habría cumplido en la Ciudad
de Buenos Aires, si nos atenemos a lo convenido al respecto en la cláusula 3ª del contrato.
La cuestión ha sido resuelta doctrinaria y jurisprudencialmente otorgando prevalencia a lo que se
ha dado en llamar la "prestación más característica", entendiéndose por tal a aquella que,
dentro de la función económica del contrato, configura la conducta de adjudicación que más
satisface el fin económico del negocio jurídico, cuestión empírica que deben ser desentrañada en
cada caso (Boggiano, op. cit., p. 687). Tratándose de compraventa parece haber consenso en
que la prestación funcional que caracteriza el contrato es la entrega de la cosa que se
transfiere en propiedad, esto es, la prestación no dineraria; por el contrario, la prestación
pecuniaria no es considerada característica (CNCom., sala E, 10/10/85, ED t. 121, p. 671;
Najurieta, op. y loc. cit.; Llambías-Alterini, "Cód. Civil anotado", t. III-A, p. 217, con cita de
Goldschmidt, W.).
Un primer y superficial análisis de la situación de autos nos llevaría entonces a sostener que,
dado que las acciones enajenadas se entregaron en la Ciudad de Buenos Aires, el cumplimiento
de tal prestación, reputada característica del negocio, lo localiza con el derecho privado
argentino. Entiendo no obstante, que cabe formular una evaluación más realista del negocio que
permita desentrañar el verdadero objeto-fin perseguido por las partes al celebrarlo. Ello dará
repuesta también a la alegación referida a la eventual tradición ficta de las acciones, concretada,
desde esa perspectiva, en el lugar de celebración del contrato, o sea Alemania.
Una interposición que se constriña a verificar el lugar donde los títulos se encontraban o donde
fueron entregados al comprador importa considerar al objeto del negocio -las acciones de las que
era titular la vendedora- desde sólo una de las tres acepciones que tradicionalmente le ha
conferido la doctrina: como título valor, soslayando la consideración de las dos restantes por
cierto más relevantes y significativas- como lo es el ser parte del capital y derecho a la fracción
patrimonial que el título representa (Zaldivar y otros, "Cuadernos de derecho societario", t. II, p.
174, 2ª parte, con cita de Renard y Vivante). Es que, como bien ha sido señalado, "sin desconocer
la extraordinaria fecundidad negocial de la acción, el carácter distintivo de las sociedades por
acciones se funda en la naturaleza de la acción como participación social y no en el título que
representa tal participación" (Anaya, Jaime, "El caso de las sociedades por acciones, sin
acciones", Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones, 1975, ps. 107/128).
Es desde esa perspectiva que, a la hora de determinar cuál es la prestación característica del
negocio celebrado entre las partes de este juicio, debe estarse, no a la entrega de las acciones,
concebidas como materialidad, sino a la transferencia de la participación social en una empresa -
constituida como sociedad comercial- con domicilio, sede social y establecimiento principal en
la República Argentina. Ello así y por aplicación de los principios expuestos, el punto de
contacto "lugar de cumplimiento" impone juzgar la litis a la luz del derecho privado argentino y
concretamente determinar la configuración o no del instituto regulado por el art. 1198, párr. 2º,
del Cód. Civil, invocado por el accionante como sustento de su pretensión.
3. El art. 1198 del Cód. Civil y las devaluaciones dispuestas en 1981: Luego del fenómeno
hiperinflacionario de 1975, conocido como "rodrigazo", cuya incidencia claramente desquiciante
de las relaciones negociales daría origen a una jurisprudencia que no dudó en calificarlo como
extraordinario e imprevisible a los fines de hacer operante el remedio incorporado al art. 1198
del Cód. Civil por la ley 17.711, nuestro país conocería otro hecho, de signo inverso, que produjo
consecuencias parecidas y que también tuvo similar respuesta de la jurisprudencia y doctrina
nacionales. Los contratantes, con la intención de ponerse a cubierto de las oscilaciones del valor
de la moneda, recurrían al dólar como moneda estable, generalizándose lo que se dio en llamar la
"cláusula-dólar". Lo hacían en el marco de una política cambiaria, iniciada en diciembre de 1978,
en cuya virtud podía conocerse anticipadamente cuál iba a ser la cotización del dólar
estadounidense. Se adoptaron, a través de circulares del Banco Central, sucesivas disposiciones
que pautaban futuras cotizaciones de esa moneda, incluso a través de tasas decrecientes.
La situación descripta emerge del informe evacuado en autos por el Banco Central de la
República Argentina y de la documentación anexa al mismo. Un análisis claro y exhaustivo del
problema y de sus antecedentes aparece realizado por Bustamante Alsina en uno de los primeros
aportes doctrinarios publicados en relación al tema ("La devaluación del peso y la teoría de la
imprevisión", ED t. 95, p. 757). Las sorpresivas devaluaciones producidas en los meses de
febrero, abril y junio de 1981 implicaron un aumento de la cotización del dólar del 126 %, en el
primer semestre de dicho año, contra un incremento del 46,9 % del índice de precios al
consumidor, por igual período (cfr. Gastaldi, "Cláusula dólar y revisión del contrato", ED t. 115,
p. 256; Krause, "La devaluación monetaria y el hecho imprevisible", ED t. 96, p. 866).
Las mencionadas circunstancias dieron origen a una importante corriente doctrinaria a favor de
considerar los hechos descriptos -las devaluaciones de 1981- como el "acontecimiento
extraordinario e imprevisible" que menta el art. 1198 del Cód. Civil. Tales trabajos aparecen
reiteradamente citados en autos, pudiéndose mencionar, entre otros, los ya citados de Gastaldi,
Krause y Bustamante Alsina (incluyendo: "La imprevisión frente a los sistemas convencionales
de reajuste del valor de las deudas dinerarias", LL 1981-D, 858), como asimismo de Morello-
Troccoli, "Imprevisión cambiaria y revisión del contrato" (JA 1981-III, 771); Casiello,
"Compraventa en dólares e interpretación de la voluntad contractual" (LL 1983-D, 100);
Cáceres-Pizarro, "Cláusula de pago en 'valor dólar' e imprevisión contractual" (LL 1982-A, p.
914); Vitolo, "El valor de la moneda y la imprevisión" (LL 1981-D, 868). En la jurisprudencia se
advirtió prontamente una orientación similar, a través de reiterados pronunciamientos favorables
a la revisión de los contratos sujetos a "cláusula dólar", celebrados bajo el régimen de la llamada
"tablita" cambiaria y con cumplimiento diferido, posterior al acaecimiento de las devaluaciones
ya mencionadas (una reseña de tales fallos puede verse en Amadeo, "Las devaluaciones de 1981
y las cláusulas de garantía dólar de los contratos" (LL 1984-B, 519).
4. El contrato motivo de litis: La sola verificación de la fecha de celebración del contrato de
autos y de las que corresponden a los pagos diferidos allí pactados emplazaría al negocio en la
situación descripta en el considerando precedente. La venta de las acciones se realiza el 26 de
octubre de 1979 y el régimen de devaluaciones anticipadamente pautadas ya regía en el país
desde diciembre de año anterior (circular R. C. 807, fs. 533/534). A la fecha del contrato las
cotizaciones diarias del dólar eran fijadas por la circular R. C. 832, complementaria de la anterior
y con vigencia hasta el 31/12/79. Durante el año 1980 la devaluación resultó establecida por las
circulares R. C. 853, y R. C. 907. A su vez, la circular R. C. 916 implementó nuevos valores del
dólar para el período enero/marzo 1981, siendo modificada por circular R. C. 929 que introdujo
la primera variación sustancial al sistema vigente, a la cual sucedió la circular Camex 1.1., por la
que "dejando de lado los valores prefijados, se dispuso que el Banco Central fijara diariamente
los tipos límite de regulación, comprador y vendedor contado, para transferencia del dólar
estadounidense".
Lo expuesto ratifica la precedente afirmación en el sentido que el contrato fue celebrado en plena
vigencia del régimen de devaluaciones prefijadas el cual, si bien no provenía de una norma única
que lo estableciera para un tiempo prolongado posterior, fue resultado de una sucesión de
disposiciones, todas ellas inspiradas en un mismo espíritu y que posibilitaban prever de
antemano la evolución futura de la moneda estadounidense. A su vez el pago de la 3ª cuota, con
vencimiento el 26/4/81 se realizó cuando ya se habla producido la brusca devaluación que
venimos analizando. Entiendo que ello no obsta, en principio, la operatividad del remedio
previsto en el art. 1198 en tanto se trata de una decisión del deudor -pagar aunque la deuda se
tornara excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles- que sólo
importa renunciar a su invocación respecto a esa cuota y no lo compromete para el futuro. Por su
parte, aun cuando las cuotas vencidas ulteriormente (las núms. 4 a 9) lo fueron cuando ya el
régimen de la llamada "tablita" había sido abandonado, no cabe duda que la brecha cambiaria
producida en 1981 trasladó el desfase señalado en el consid. 3º a las restantes cuotas impagas.
5. Carácter internacional del contrato: el dólar como moneda de cuenta: La sola circunstancia de
haberse contratado bajo el régimen de devaluación previamente pautado y de que en la etapa de
cumplimiento del acuerdo sobreviniera su brusca alteración no es suficiente para hacer operar el
remedio del art. 1198 del Cód. Civil. Deben analizarse las singularidades del negocio jurídico
"subexamine" las cuales, eventualmente, pueden resultar Incompatibles con la función y
finalidad del instituto.
El análisis de la jurisprudencia existente sobre el tema evidencia que, luego de consolidarse una
tendencia claramente favorable a la aplicación del art. 1198 a los contratos sujetos a cláusula-
dólar, afectados por las devaluaciones de 1981, proveniente de la Justicia en lo Civil de la Capital
y referida, principalmente, a la compraventa de inmuebles, se sucedieron diferentes
pronunciamientos, emanados fundamentalmente de la Justicia Nacional en lo Comercial y
atinentes a contratos de naturaleza mercantil, que adecuaron la interpretación judicial de la
norma a la situación que cada caso planteaba. No cabe, entonces, realizar una aplicación
mecánica de la figura, a partir de la mera comprobación objetiva de estar frente a un contrato en
dólares, celebrado con anterioridad a las devaluaciones de 1981.
El primer distingo que corresponde formular al respecto lo es entre las transacciones internas
argentinas y los contratos internacionales. En el primer supuesto, no caben dudas respecto a la
aplicabilidad de la teoría de la imprevisión. Acá el dólar opera como "moneda de cuenta" o sea
como módulo estabilizador de una de las prestaciones y a las partes, a la hora de su
cumplimiento, les era indiferente recibir estrictamente dólares o el equivalente de éstos en
moneda argentina. A tales hipótesis apuntaba básicamente la jurisprudencia y la doctrina -citada
en el consid. 34- que reputó configurada la imprevisión contractual como consecuencia de las
devaluaciones de 1981. Como bien lo señala Casiello, comentando uno de esos fallos,
"tratándose de una compraventa realizada en el país, relativa a la venta de un inmueble ubicado
en la Provincia de Buenos Aires, entre dos personas también residentes en este país, el pacto de
pago de precio en dólares, no se concertó para convertir la operación en una permuta, ni para
procurarse el vendedor esa especie monetaria específica, sino sólo para dar estabilidad al valor
de la prestación pecuniaria a cargo del comprador, atento la previsible depreciación de la moneda
vernácula y la circunstancia de que el pago se difería en el tiempo" (op. y loc. citado).
Distinta es la situación cuando se trata de un contrato internacional, donde el precio en dólares
constituye "moneda de pago" o sea la moneda propia del contrato. Acá el pago en dólares, en la
intención común de las partes y en la economía general del propio negocio, configura un
requisito esencial del acuerdo y no actúa entonces como mero mecanismo estabilizador de las
prestaciones. En tal supuesto la jurisprudencia -más allá de las particularidades de cada negocio
(mutuos dinerarios, importación de equipos, etc.)- coincidió en sostener la inaplicabilidad del art.
1198.
Respecto a la exclusión de los contratos internacionales tal criterio fue sostenido desde los
primeros análisis doctrinarios sobre el tema. Ellos, han sido citados por la a quo en el consid. 5º
de su sentencia: Morello - Troccoli, (op. y loc. citada); Gastaldi (op. y loe. cit.; además: "La
doctrina, legislación y jurisprudencia argentinas en torno al principio de la autonomía de la
voluntad en los contratos internacionales y de la regulación de éstos", ED 123, p. 889); Casiello,
(op. y loc. cit.) y Moisset de Espanes-Pizarro-Vallespinos ("Inflación y actualización monetaria",
p. 364).
La necesidad de determinar cómo opera la cláusula-dólar en el negocio, si como moneda de
cuenta o como moneda de pago, ha sido exigida por una reiterada jurisprudencia. Se ha dicho al
respecto que "en orden a la aplicación del art. 1198 del Cód. Civil es útil determinar si las
obligaciones en cuestión fueron pactadas en dólares, o si la moneda extranjera fue empleada
como cláusula de ajuste. Tratándose de obligaciones pactadas en moneda extranjera la
onerosidad solo importa la expresión de la cantidad de moneda de curso legal que la deudora
deberá abonar para adquirir la moneda extranjera debida. Ello no altera la base del caso, ni
destruye la equivalencia de las prestaciones; sólo indica que para obtener los mismos bienes que
fueron objeto del negocio, será necesario aportar mayor cantidad de moneda argentina. Tampoco
origina un beneficio para el acreedor, que sólo espera recibir en pago lo prometido. La
hiperdevaluación del peso torna más oneroso el contrato, pero no lo descalifica puesto que no
desarticula sus bases. De lo que se desprende que habiéndose pactado las obligaciones en
moneda extranjera, resulta inaplicable la teoría de la imprevisión" (CNCom., sala E, 9/6/86,
"Lorizzo Vito - conv. prev.- inc. de ajuste promovido por Elma S.A. y Banco de la Provincia de
Río Negro"; además: sala A, "Menning c. Banco Sudameris", 8/5/84, ED 109, p. 690 -LL 1984-
C, p. 103-; sala B, "Benachini c. Banco Español del Río de la Plata", 29/5/84; sala D,
"Beltramino c. Banco Argentino de inversión" LL 1984-B, p. 446, "Unicor c. Agterberg", LL
1984-B, p. 449; "Vallejo c. Banco Español del Río de la Plata", LL 1984-B, p. 444; "El Cano
2723, S.R.L. c. Sugar Soc. en Com. por Accs.", 15/5/84 -LL 1984-C, p. 106-; "Televel, S. A. c.
Banco de Crédito Argentino, S. A.", 6/6/85).