Alucín, S 2013 Ciudadania y Justicia Social
Alucín, S 2013 Ciudadania y Justicia Social
Alucín, S 2013 Ciudadania y Justicia Social
23 de Enero de 2013
26 de Marzo de 2013
6 de Abril de 2013
Ciudadana y justicia social: Una mirada etnogrfica sobre la educacin secundaria en Argentina
Silvia Alucin
Resumen
En el presente artculo abordamos la problemtica de la educacin ciudadana en contextos de pobreza, para
ello analizamos dos experiencias desde una perspectiva etnogrfica, las instituciones donde realizamos
nuestro trabajo de campo, a travs de entrevistas y observaciones participantes, estn ubicadas en barrios
marginales de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Esperamos que el anlisis sobre
estos casos particulares ilumine la reflexin acerca de los mecanismos de justicia social y de construccin
de ciudadana en la educacin secundaria argentina. Actualmente este pas enfrenta el desafo de masificar
el nivel medio en un esquema educativo profundamente desigual, por lo cual las polticas educativas se
entretejen con las de justicia social, tanto a nivel estatal como institucional. Teniendo en cuenta dicha situacin
investigamos la compleja relacin que se da entre los modelos de ciudadana y las condiciones de ciudadana,
aspecto que nos conduce a reflexionar en torno al peso analtico de categoras como estructura y agencia, para
pensar las condiciones educativas y la capacidad de agencia de los sujetos inscriptos en stas. A partir de esto
argumentamos que la construccin de realidades ms igualitarias depende tanto de las polticas estatales,
como del trabajo de los docentes, en este sentido sostenemos que las escuelas pueden elaborar sus propias
estrategias de justicia social. Conforme a lo mencionado tambin examinamos los modelos de justicia social
que atraviesan a la actual poltica educativa y a los mecanismos de justicia social que, a su vez, se desarrollan
en la cotidianidad escolar de las instituciones estudiadas, donde se enfrenta el desafo de formar ciudadanos
en contextos de desigualdad social.
Palabras clave: Justicia social, ciudadana, escuela media, etnografa, desigualdad educativa, cotidianidad
escolar.
Abstract
In this paper we address the problem of citizenship education in contexts of poverty, to do this we analyze
two experiences from an ethnographic perspective. The institutions where we make our field work, through
interviews and participant observations, are located in poor neighborhoods of the city of Rosario, province of
Santa Fe, Argentina. We hope that the analysis of these particular cases illuminate the reflection about social
justice mechanisms and construction of citizenship in Argentina high school education. Currently this country
faces the challenge of expanding the middle level in a profoundly unequal educational scheme, by which the
educational policies are interwoven with social justice, both at the state and institutional levels. In this way we
investigate the complex relationships between models and conditions of citizenship, wich leads us to reflect
about the analytical weight of categories as structure and agency, in order to think the educational conditions
and agency capacity of the subjects enrolled. Based on this, we argue that the construction of more egalitarian
realities depends both on government policies, such as of the work of teachers, in this sense we argue that
schools can develop their own strategies for social justice. According to the aforesaid we also examine social
justice models that traverse the current education policy and the social justice mechanisms which, in turn,
are developed in the dayly schollarity of the studied institutions, where the challenge of educating citizens in
contexts of social inequality is faced.
Keywords: Social justice, citizenship, high school, ethnography, educational inequality, school everydayness.
Resumo
No presente artigo abordamos a problemtica da educao cidad em contextos de pobreza, para isso
analisamos duas experincias desde a perspectiva etnogrfica, as instituies onde realizamos nosso trabalho
de campo, atravs de entrevistas y observaes participantes esto localizadas em bairros perifricos da
cidade de Rosrio, provncia de Santa F, Argentina. Esperamos que a anlise sobre estes casos particulares
ilumine a reflexo acerca dos mecanismos de justia social e de construo de cidadania na educao
secundria argentina. Atualmente este pas enfrenta o desafio de massificar o nvel mdio num esquema
educativo profundamente desigual, onde as polticas educativas se entretejen com a justia social, tanto a
nvel estatal como institucional. Considerando essa situao investigamos a complexa relao que ocorre nos
modelos de cidadania e as condiciones de cidadania, aspecto que nos conduz a refletir sobre o peso analtico
de categorias como estrutura para pensar as condies educativas e a capacidade dos sujeitos inscritos. A
partir disso argumentamos que a construo de realidades mais igualitrias depende tanto das polticas
estatais, como do trabalho dos docentes, neste sentido sustentamos que as escolas podem elaborar suas
prprias estratgias de justia social. Conforme mencionamos tambm examinamos os modelos de justia
social que atravessam a atual poltica educativa e os mecanismos de justia social que, se desenvolvem no
cotidiano escolar das instituies estudadas, onde se enfrenta o desafio de formar cidados em contextos de
desigualdade social.
Palavras-chave: Justia social, cidadania, educao secundria, etnografia, desigualdade educativa, cotidiano
escolar.
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Revista Internacional de Educacin para la Justicia Social (RIEJS). Vol. 2, Nm. 1, 2013, pp. 49-68.
Ciudadana y justicia social: Una mirada etnogrfica sobre la educacin secundaria en Argentina
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INTRODUCCIN
En las siguientes lneas analizamos dos experiencias educativas desarrolladas en contextos
de exclusin social, con el propsito de colaborar al debate en torno a la construccin de
ciudadana y la desigualdad educativa en Argentina. Los establecimientos donde desarrollamos nuestro trabajo de campo entre los aos 2010 y 2012 estn ubicados en barrios
perifricos de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Llamaremos a una
escuela A y a la otra escuela B. El tema abordado se empalma con la problemtica de la
justicia social, ya que un proyecto educativo que aspire a formar ciudadanos en un contexto
de pobreza necesita mecanismos de justicia social.
Primero, presentaremos la realidad educativa argentina actual, desarrollando las polticas
educativas vigentes, despus pasaremos a pensar dichas polticas en relacin a los modelos
de justicia social. Una vez desarrollado este marco general pasaremos a las realidades escolares particulares que hemos explorado durante nuestro trabajo de campo, para analizar las
estrategias de inclusin y las formas de hacer justicia social que tienen dichas instituciones.
A travs de diversos mecanismos de justicia social el Estado interviene para reducir la brecha de desigualdad, pero tambin las instituciones particulares generan sus propias estrategias. Inscribindonos dentro de un enfoque etnogrfico tomamos en cuenta estos diversos niveles de intervencin, para analizar cmo las escuelas forman ciudadanos, ya que el
acceso a la cotidianidad escolar nos permitir reflexionar en torno la compleja relacin que
se entabla entre las condiciones estructurales que enmarcan a la formacin de ciudadana y
la capacidad de agencia desde la cual muchos docentes y directivos apuestan a una educacin que contribuya a la igualdad social.
El sistema educativo nacional fue construido en el siglo XIX, momento a partir del cual la
educacin se fue expandiendo en todo el pas. Histricamente su funcin ha sido formar a
los ciudadanos, lo cual se ha realizado de distintas maneras y con diferentes intenciones a
lo largo del tiempo. Inscripta dentro de este sistema, la escuela secundaria fue concebida,
inicialmente, como parte de la educacin de las lites y como el antecedente de la educacin
superior (Tedesco, 1986). Sin embargo, en las ltimas dcadas ha sido soporte de diversas
transformaciones que la fueron moldeando como una continuacin de la enseanza bsica,
hasta llegar a la actualidad, donde la misma ha adquirido carcter de obligatoriedad, sancionado parcialmente en los 90 con la Ley Federal de Educacin2 y extendido en el 2006
por la Ley de Educacin Nacional N 26.206, a partir de la cual se han completando 13 aos
de escolaridad obligatoria. La masificacin del secundario impone nuevos desafos a una
institucin caracterizada por tradiciones pedaggicas y organizacionales vinculadas a su
conformacin histrica como institucin de elite, lo que ha dificultado la integracin de
los sectores que hasta el momento permanecan fuera de la educacin media (Tiramonti,
2011).
2 Esta normativa fue resultado de la reforma neoliberal de dcada del 90, donde se termin descentralizando el sistema
educativo, redefiniendo el rol del Estado, que descentralizaba la gestin y centralizaba la evaluacin, adems se le otorg
un papel subsidiario dando protagonismo a la familia y a la sociedad civil como agentes educativos (Minteguiaga, 2008).
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Entonces, uno de los desafos que enfrenta el sistema educativo para universalizar la educacin es incluir a los sectores sociales ms pobres, donde se dan las tasas de desercin ms
altas. De acuerdo con el diagnostico realizado por el Ministerio de Educacin de la Nacin,
a travs de la Direccin Nacional de Informacin y Evaluacin de Calidad Educativa (DiNIECE), la tasa de abandono interanual para los periodo 2005-2006 y 2009-2010 en la escuela
secundaria estatal se desglosa de la siguiente forma:
Tabla
1
Tasas
de
desercin
Ao
de
estudio
1er
2do
3er
4to
5to
Tasa
de
desercin
2005-2006
11,70%
13,50%
19,70%
13,50%
26,50%
2009-2010
12,66%
11,51%
17,05%
10,90%
18,48%
Ahora bien, en los ltimos aos estas cifras se han modificado positivamente. Los nmeros
citados anteriormente a nivel general se reflejan de manera particular donde realizamos
nuestro trabajo de campo, en ambas escuelas hay dos comisiones para primer y segundo
ao, mientras hay una sola para tercero, cuarto y quinto. Adems, debemos aclarar que de
acuerdo a los nmeros del INDEC3, provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares
del tercer trimestre de 2010, mientras en el quintil ms pobre el 30% de los jvenes est
desescolarizado, este problema afecta slo al del 3% del quintil ms rico. Adems, entre
los sectores pobres escolarizados se encuentran los porcentajes de repitencia ms altos, y
como consecuencia tambin de sobreedad. El total de la tasa es de 10,7%, con una marcada
brecha entre la educacin pblica (13,1%) y la educacin privada (4,4%)4.
Con el fin de transformar este panorama se han elaborado, desde las polticas educativas,
mecanismos que controlan y aseguran la permanencia escolar de los sectores ms vulnerables, las cuales han tenido buenos resultados, aunque todava parciales, en la mantencin
de la matricula. En el plano econmico podemos mencionar la asignacin universal por
hijo5, que tiene como condicin para sus beneficiarios la escolarizacin, en esta direccin
se orientan tambin la reparticin de becas, a lo que se ha sumado en el ltimo ao subsidios para madres y padres adolescentes. En el plano pedaggico se impulsan los programas
de tutoras y las reformas curriculares, con el fin de achicar la desigualdad en el acceso al
conocimiento digital se dise el plan Conectar igualdad6, que contempla la entrega de
3 Sigla utilizada para denominar al Instituto Nacional de Estadsticas y Censos. Vase http://www.indec.gov.ar/
4 Estos datos fueron elaborados en 2007 por DiNIESE. Vase http://diniece.me.gov.ar/
5 La asignacin Universal por hijo puede ser cobrada por padres desocupados que no perciban ninguna prestacin contributiva o no contributiva, por trabajadores no registrados, servicio domestico y monotributistas sociales, que ganen igual
o menos al salario mnimo, vital y mvil. La suma percibida por hijo es de $270 mensuales. Vase www.anses.gob.ar/
AAFF_HIJO2/index.php?p=1
6 El Programa Conectar Igualdad es una iniciativa que busca recuperar y valorizar la escuela pblica con el fin de reducir
las brechas digitales, educativas y sociales en toda la extensin de nuestro pas. Se trata de una Poltica de Estado creada
a partir del Decreto 459/10, e implementada en conjunto por Presidencia de la Nacin, la Administracin Nacional de
Seguridad Social (ANSES), el Ministerio de Educacin de la Nacin, la Jefatura de Gabinete de Ministros y el Ministerio de
Planificacin Federal de Inversin Pblica y Servicios [] El Programa contempla el uso de las netbooks tanto en el mbito
escolar como tambin en la casa de modo tal que se logre un impacto en la vida diaria de todas las familias y de las ms
heterogneas comunidades de la Argentina (www.conectarigualdad.gob.ar).
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computadoras porttiles para los estudiantes y docentes, as como la adecuacin de los establecimientos para que puedan tener Internet. Lo mencionado se condice con la decisin
ministerial de anular la posibilidad de expulsar o dejar libre a ningn alumno, dejando as
a las amonestaciones y las inasistencias sin el carcter sancionatorio que tuvieran antiguamente. Adems, se facilita a los estudiantes que han abandonado la escuela programas
como el Plan FinEs7, para que puedan terminar sus estudios. De esta forma, el Estado espera que ningn joven quede afuera de la educacin secundaria, considerada como la base
para desempearse en la vida social.
Lo mencionado pone en evidencia que la inclusin de todos y todas en la educacin obligatoria es la clave central de las polticas educativas actuales (Feldfever y Gluz, 2011). Sin embargo, consideramos necesario reflexionar acerca de los lmites de dicha inclusin, porque
no basta con tener a los nios y adolescentes adentro de las instituciones escolares si stas
no se encuentran en condiciones de brindarles una educacin que les permita ser ciudadanos ms dignos. La escuela inclusiva y de calidad aparece como objetivo, aunque todava
no se traduce en los hechos. La educacin an est lejos de ser igualitaria, todava tenemos
escuelas pobres para los pobres y escuelas ricas para los ricos (Kessler, 2002).
Desde la perspectiva de Gentili (2009), en nuestro pas, al igual que en otros del continente
Latinoamericano, entramos en una dinmica de inclusin excluyente, donde los mecanismos de exclusin educativa se recrean y asumen nuevas fisonomas. Segn este autor, la
exclusin es una relacin social y no una posicin ocupada dentro de la estructura institucional de la sociedad, por esta razn no es necesario estar fuera del sistema educativo para
estar excluido del derecho a la educacin, sino que basta con ser parte de un conjunto de
relaciones y circunstancias que imposibilitan el acceso a este derecho o que lo habilitan de
manera restringida. En este contexto la desigualdad educativa aparece como un problema
de justicia social y a la vez de ciudadana, ya que cada ciudadano debe tener la posibilidad
de elegir a sus representantes y a participar de la vida poltica con conocimiento de causa,
lo cual se ve amenazado por el desequilibrio que existe en la distribucin de los conocimientos (Dubet, 2003). Cabe destacar que en Argentina, a travs de la nueva ley N 26.774
los jvenes de 16 aos pueden votar8. Entonces, el papel del sistema educativo que haba
sido fundamental para la formacin de los ciudadanos en sus comienzos, hoy cobra otra
importancia, ya que la escuela debe acompaar a los adolescentes para que la desigualdad
educativa no empae el derecho a votar, recientemente adquirido.
Ahora bien, la escuela ha perdido peso en la socializacin juvenil, por causas internas y externas (Tedesco, 1995; Tenti Fanfani, 1999). Incluso, algunos autores han planteado como
hiptesis la desinstitucionalizacin de la escuela (Dubet y Martuccelli, 1998; Lewkowicz,
2004), la cual conlleva una separacin entre los procesos de socializacin y subjetivacin.
Por esto la formacin de ciudadana dej de recaer principalmente en la misma. Sin embargo, en contextos de pobreza sta adquiere una potencialidad inaudita, al ser una de las pocas instituciones que tiene llegada masiva y cotidiana a las poblaciones ms empobrecidas.
7 Se trata de un Plan de finalizacin de estudios primarios y secundarios, realizado en el perodo 2008-2011. Estuvo dirigido a jvenes de entre 18 y 25 aos y a adultos mayores de 25 aos, al primer grupo etario se le ofreca el acompaamiento
de tutores y profesores que los guiarn en el proceso de preparar las materias que adeudaban. Para el segundo grupo etario
se ofreca el mismo acompaamiento, pero la evaluacin de las materias de realiz con diferentes estrategias, tales como la
elaboracin de monografas, trabajos prcticos, investigaciones aplicadas al sector laboral donde se estn desempeando,
etc. Vase www.fines.educ.ar
8 A partir de esta ley, sancionada en 2012, los jvenes de 16 aos podrn votar de manera optativa, el voto comienza a ser
obligatoria desde los 18 aos de edad.
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Actualmente, en un momento donde hemos pasado del mandato homogeneizador a la premisa del respeto por la diversidad, debemos re-pensar las formas de inclusin social. El
modelo educativo argentino dominante entre 1880 y 1980 era un sistema de instruccin
centralizado estatal (Puiggrs, 1990) orientado por un proyecto civilizatorio, dnde la promesa de igualdad estaba acompaada por un mandato homogenizante9. En la dcada del
70, con la entrada de polticas neoliberales comienza a trepidar dicho modelo, la Ley Federal de Educacin, sancionada en 1993, fue el golpe de gracia. De esta manera, se redefini el
rol del Estado, que descentralizaba la gestin, centralizando la evaluacin y el desarrollo de
programas sociales de asistencia. En pos de la autonoma y la participacin se fragment el
sistema, profundizando las desigualdades que se criticaban. A partir de esto cada provincia
maneja su presupuesto educativo, lo que se tradujo una serie de desigualdades que se reflejan en la poltica salarial docente, la disponibilidad de recursos, las capacidades edilicias, la
inversin por alumno, de acuerdo a la situacin social, poltica y econmica de cada estado
provincial (CIPPEC, 2004).
As, la promesa de la igualdad, asociada a la homogeneidad, fue remplazada por la promesa
de la equidad, para impulsar un modo de igualdad educativa que respetara las diferencias
(Dussel, 2007). Pero tal intercambio de trminos trajo consecuencias polticas no deseadas
por algunos de sus propulsores (Minteguiaga y Ramirez Gallegos, 2008). Por un lado condujo a una redefinicin del principio de gratuidad, ya que entonces quienes estuvieran en
condiciones deberan aportar a travs de un arancel; por otra parte hizo desembarcar en la
agenda administrativa polticas de discriminacin positiva de corte asistencialista, que garantizaran las condiciones de educabilidad, pero sin reducir las brechas de desigualdad (Sabato y Tiramonti, 1995). De esta manera se fue dando el pasaje de un esquema de justicia
social basado en la igualdad de posiciones a uno orientado por la igualdad de oportunidades,
modelos definidos por Dubet (2011).
9 El sistema educativo argentino tuvo un rol fundamental en la construccin del Estado-Nacin, su poltica de homogeneizacin buscaba asimilar la inmigracin que haba llegado al pas estimulada por el mismo gobierno y a las poblaciones
indgenas autctonas.
10 La bsqueda de igualdad de oportunidades ha ganado lugar en los ltimos aos y recorre, de distintas maneras, las
concepciones de justicia social en boga. Podemos nombrar entre stas a las propuestas de Rawls (1979) y Sen (1995). La
primera, a pesar de haber sido elaborada en la dcada del 70 mantiene una notable vigencia, esta fundamentacin de la
justicia como equidad se encuentra en la base de la posicin liberal en educacin, la cual se traduce en polticas educativas
que buscan asegurar la igualdad de oportunidades como forma de respetar un sistema de libertades bsicas iguales (Cullen, 2008). Por otro lado, en el pensamiento de Amartya Sen, construido a partir del debate con las ideas de Rawls, la igualdad de oportunidades se transforma en igualdad de capacidades, ya que este enfoque se concentra en las oportunidades
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des existentes sino a ofrecer oportunidades a todos para ascender socialmente. En consecuencia, la intervencin del Estado ya no es clave, la misma se limita a la implementacin de
polticas de discriminacin positiva, dedicadas a garantizar la igualdad de oportunidades,
stas se materializan en programas sociales dirigidos a los sectores ms vulnerables. Debemos aclarar que ambos modelos pueden atravesar de manera simultnea la organizacin
de un Estado, donde se puede otorgar prioridad a uno u otro (Dubet, 2011).
Los dos esquemas conllevan una representacin acerca de la solidaridad social e implican determinadas formas de percibir las desigualdades. En este sentido, siguiendo a Dubet
(2011), podemos observar que dentro del enfoque de la igualdad de posiciones se concibe
a la redistribucin como un acto legitimo, la misma no es realizada en funcin de una obligacin tica sino en funcin de un contrato social fundado en la reciprocidad. En cambio,
desde la perspectiva de la igualdad de oportunidades las desigualdades existentes entre los
ingresos y las condiciones de vida asociadas a ste no son pensadas como injustas, porque
son resultado de una competencia donde todos tienen las mismas capacidades para acceder a mejores posiciones sociales. Las desigualdades reconocidas en este esquema son las
discriminaciones y desventajas para acceder a las oportunidades de progresar socialmente.
Siguiendo esta concepcin la responsabilidad de mejorar reposa en los individuos y no en
las instituciones.
Ahora bien, las polticas educativas enmarcadas en estos modelos reflejan caractersticas
del orden social al cual se aspira desde cada uno. La escolarizacin segn el modelo de
igualdad de posiciones se funda en el acceso igualitario a la educacin, para lo cual el Estado ofrece una enseanza laica, gratuita y obligatoria, que garantice a todos un mnimo
bagaje de conocimientos, por ello los contenidos se uniformizan en una nica oferta curricular y la administracin del sistema educativo est centralizada. Adems, en este proyecto
la educacin tiene como fin lograr la integracin y la cohesin social. Sin embargo, debemos reconocer que la escuela que emana de tal esquema no genera, necesariamente, igualdad de oportunidades y puede terminar siendo conservadora, ya que produce igualdad sin
transformar la estructura social. Por esta razn, hoy en da, cuando se distribuyen ms bienes culturales que antes, cuando ms se ha masificado la escolarizacin, cuando ha crecido
el acceso a niveles educativos ms altos, la escuela parece ser menos justa. Porque, a pesar,
de que la mayora de los jvenes tengan la posibilidad de conseguir un ttulo de educacin
secundaria, ste no ofrece las mismas oportunidades a todos por igual; quienes egresan de
escuelas perifricas se gradan sin haber accedido a los mismos conocimientos que han
incorporado estudiantes de escuelas cntricas, adems, el ttulo se evala segn el tipo de
institucin que lo ofrece, la edad del estudiante y los meritos conseguidos (Dubet, 2011).
Por otro lado, la escuela que responde al modelo de igualdad de oportunidades, ya no tiene
como objetivo integrar a la sociedad, orientar a cada individuo dentro del lugar que le est
destinado, sino distribuir a los alumnos -tericamente iguales- de acuerdo a una competencia basada en el mrito. El Estado ya no centraliza la gestin educativa y para combatir las
desigualdades se apoya sobre dos polticas: la homogeneidad de la oferta escolar y el apoyo
a los alumnos considerados desfavorecidos. A pesar de esto el modelo no puede reducir las
brechas educativas, ya que las mismas estn fundadas en las desigualdades de orgenes y
stas continan reproducindose dentro del sistema educativo. Como seala Dubet (2011),
reales que tienen los individuos de desarrollarse, las mismas no pueden definirse por sus ingresos, sino por la capacidad de
transformar ese capital para ser o hacer algo.
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el mismo modelo genera sus lmites, porque se funda en una paradoja, contina reproduciendo una jerarquizacin educativa y le otorga un halo de justicia, puesto que el lugar ocupado en la misma sera responsabilidad del mrito individual. En este sentido, coincidimos
con los planteos del citado autor (2003, 2011), ambos modelos tienen aspectos criticables
y deseables, pero sin lograr la igualad de posiciones no se podr hacer real la igualdad de
oportunidades.
En Argentina durante la dcada del noventa, mientras estuvo vigente la Ley Federal de Educacin, la poltica educativa estaba inspirada en el modelo de igualdad de oportunidades.
Actualmente la poltica ha cambiado mucho, pero tambin hay continuidades, analizando
la gestin podemos encontrar caractersticas de ambos modelos (Feldfever y Gluz, 2011).
La nueva Ley de Educacin Nacional (26.206), vigente desde el ao 2006, se encuentra atravesada por un discurso sobre la justicia social, en el cual se establece como responsabilidad
del Estado la implementacin de polticas de promocin de la igualdad, diferencindose,
de esta manera, de las polticas de asistencialidad, tal como eran establecidas en la Ley
Federal11.
Por otra parte la ley 26.206 unific los contenidos curriculares, mostrndose as ms prescriptiva, ya que en la misma se definen los contenidos comunes que deben estar incluidos
en las currculas de todas las jurisdicciones provinciales, sta es una caracterstica clave
de la escuela basada en polticas que apuntan a la igualdad de posiciones. En este sentido,
hay una diferencia con la Ley Federal que haba dejado atrs la existencia de un currculum
nacional nico, argumentando que no dejaba espacios para las inscripciones regionales y
para la articulacin con los problemas locales; decisin en un contexto de creciente desigualdad social trajo como consecuencia un deterioro en la calidad educativa brindada a
los sectores ms pobres, que concluyen la escuela sin adquirir aprendizajes y capacidades
fundamentales, entre las que la defensa de los propios derechos ocupa un lugar fundamental (Canciano y Serra, 2006). En consecuencia, se observa actualmente un proceso de recentralizacin, mediante el cual el Estado Nacional fortalece su papel en la definicin de
polticas educativas y en los lineamientos curriculares. Desde nuestra perspectiva un currculum compartido no implica el viejo universalismo homogeneizante, sino que debe exigir
el reconocimiento de la diversidad. Todos los alumnos, en su particularidad sociocultural
deben sentirse reconocidos en las definiciones de los saberes fundamentales (Veleda, Rivas
y Mezzadra, 2011).
Sin embargo, por otra parte el Ministerio de Educacin Nacional contina dejando en manos de los estados provinciales la gestin y la poltica salarial de los docentes. La continuidad en la descentralizacin aleja a la poltica vigente del modelo de justicia social orientado
a la igualdad de posiciones, pues uno de sus ejes es la centralizacin de la oferta educativa
(Carli, 2006).
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Entonces, podemos decir que la poltica educativa actual tiene caractersticas de ambos
modelos de justicia social, reconocemos que la misma est profundamente comprometida
con la inclusin social (Feldfever y Gluz, 2011), aunque esto no se puede materializar de
forma acabada (Tiramonti, 2011). Por supuesto entendemos que la universalizacin del
nivel medio llevar un buen tiempo, como sucedi con el nivel primario. Pero debemos
allanar los obstculos y extender los lmites, dicha tarea la enfrenta el Estado a nivel general y las escuelas y los docentes a nivel particular. Si bien tenemos una educacin desigual
creemos que la misma sigue siendo la mejor herramienta para lograr una sociedad ms
igualitaria, el trabajo de los profesores observados demuestra esta doble realidad.
Para pensar la ciudadana y la justicia social como una problemtica conjunta retomamos la
diferenciacin elaborada por Bloj (2004) entre modelos de ciudadana y condiciones de
ciudadana, abrindonos de esta forma, a la re-consideracin de cmo son efectivamente
implementados, ejercidos y apropiados los modelos por los sujetos. Esto implica que [...]
el anlisis ya no se limite a los trminos de derechos y obligaciones (el derecho al voto, la
pertenencia a una comunidad poltica) sino al movimiento de inclusin-exclusin que se
inaugura y re-inaugura en las diferentes coyunturas histrico-sociales y polticas (Bloj,
2004, p. 12).
Para articular esta tensin retomamos tambin la categora prcticas de ciudadana. Segn
Brcena (1997), la postura liberalista se asocia con un tipo de ciudadana entendida como
estatus y la postura comunitarista con un tipo de ciudadana entendida como prctica, nos
interesa esta ltima perspectiva ya que justamente la problematizacin de las prcticas nos
permite observar la interseccin entre modelos y condiciones. Asimismo, consideramos
que la ciudadana, la democracia y el quehacer poltico tienen un pilar en comn: la participacin genuina de los sujetos, ste es un derecho y una habilidad que se aprende. Entonces,
toda educacin ciudadana debe estar compuesta por prcticas, es decir, instancias que se
ofrecen a los jvenes para que realicen actividades que los preparen para la ciudadana,
cultivando sus virtudes cvicas (Puig, 2003).
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La reflexin en torno a los modelos y las condiciones nos conduce a pensar en la doble relacin que se teje entre estructura y agencia. De acuerdo con la teora de la estructuracin
de Giddens la estructura no es externa a los individuos: en tanto huellas mnmicas, y en
tanto ejemplificada en prcticas sociales, es en cierto aspecto ms interna que exterior, en
un sentido durkhemiano, a las actividades de ellos (2006, p. 61). La misma se halla materializada en las instituciones, en las disposiciones incorporadas (Bourdieu, 2007), en las
prcticas, en las reglas y en los recursos que los actores movilizan. Ahora bien, la estructura
en tanto conjunto de reglas, esquemas y recursos es a la vez limitante y habilitadora, por la
relacin intrnseca que existe entre sta y el obrar de los actores, es decir la agencia. En el
accionar de los agentes se reproduce la estructura, pero dicha reproduccin no es automtica, en cada accin se arriesga la estructuracin del sistema social, por eso los cambios son
posibles. De acuerdo a la posicin que ocupe cada sujeto tendr acceso a ciertos recursos
(simblicos y materiales), que tal como hemos mencionado restringen pero a la vez habilitan, es justamente en el margen de lo que la estructura posibilita donde aparece la agencia,
la capacidad de controlar y de transformar las relaciones sociales o el estado de las cosas,
de esta capacidad dependen las maneras en que se movilizan, combinan y re-significan los
recursos. Asimismo, debemos tener presente que la agencia est social, cultural e histricamente especificada (Giddens, 2006; Sewell, 1992).
Entonces, podemos decir que los modelos de ciudadana son limitados por ciertas condiciones estructurales, pero stas ltimas no son estticas, pueden ser transformadas por
la capacidad de agencia del Estado, de maestros y alumnos. Debemos encontrar un punto
donde no descuidemos la importancia analtica de la estructura ni de la agencia, ya que
si le otorgamos a las condiciones de ciudadana un carcter estructural determinante le
restamos poder a la capacidad de agencia de los sujetos y de los rganos estatales, pero si
descuidamos estas condiciones no podremos entender el contexto de desigualdad donde se
insertan las escuelas investigadas.
Siguiendo los lineamientos tericos desarrollados intentaremos analizar las condiciones de
ciudadana que atraviesan a los establecimientos estudiados y los mecanismos elaborados
por los profesores para enfrentar y transformar dichas condiciones, mediante la elaboracin de prcticas de ciudadana.
La perspectiva etnogrfica en la cual nos inscribimos habilita el acceso a las formas en que
dicha capacidad de agencia se desarrolla en la cotidianidad escolar; la misma no es pensada como una tcnica sino como un enfoque terico-metodolgico que nos permite recuperar significaciones, experiencias y prcticas cotidianas de los sujetos, para entramarlas
con aspectos socio-estructurales de la problemtica (Achilli, 2005). De esta manera, una
de nuestras tareas fundamentales ser lograr documentar lo no documentado (Rockwell,
1987, p. 33), es decir los saberes y estrategias delineadas por los docentes con quienes
trabajamos; esperando generar un movimiento dialctico entre investigacin emprica e
investigacin terica, apostando a una metodologa reflexiva que inaugure la posibilidad de
construccin de conocimiento con el otro. Siguiendo este propsito realizamos entrevistas
no estructuradas con docentes de diferentes disciplinas, tambin a directivos, pero principalmente realizamos observaciones con participacin en clases, recreos, reuniones docentes, reuniones de padres, talleres y encuentros estudiantiles, actos escolares, almuerzos en
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los comedores, donde registramos la interaccin entre los diferentes sujetos involucrados,
sus discursos, acciones y prcticas.
Los dos establecimientos donde llevamos adelante nuestra investigacin se hallan en contextos de pobreza. La zona donde est emplazada la escuela A es un barrio de obreros e
inmigrantes, que se fue armando en torno a un Matadero Pblico construido hacia finales
del siglo XIX. Por su parte, el lugar donde se encuentra la escuela B fue habitado primero
por inmigrantes extranjeros, en los ltimas dcadas comenz a poblarse con gran cantidad
de familias provenientes del norte de nuestro pas, quienes vinieron en busca de fuentes de
trabajo. Con el transcurso del tiempo fue adquiriendo una fisonoma propia, que combina
viviendas muy humildes y ranchos de lata12 .
En ambos territorios, a partir de la dcada del noventa13, la situacin de exclusin se agudiz enormemente, produciendo no slo consecuencias de orden econmico, sino tambin
social y cultural, haciendo de la pobreza una cuestin estructural que conllev la profundizacin de situaciones de violencia, instalando la droga y la delincuencia entre los jvenes,
quienes caen en esta dinmica cada vez a ms temprana edad. En estos barrios la violencia
se ha convertido en el sustrato cotidiano sobre el cual construyen su subjetividad nios y
adolescentes, en una nueva forma de socializacin, en un modo de estar con los otros (Duschatzky y Corea, 2009). La misma se halla omnipresente en los dos establecimientos que
analizamos.
Este contexto en el cual crecen los jvenes es descrito por un profesor de la escuela A de la
siguiente manera:
12 La seleccin de estos casos responde al inters por abordar la problemtica estudiada en dos de los barrios ms emblemticos de Rosario, por la historia que tienen y por la compleja situacin actual que los azota, lo que convierte a sus
jvenes habitantes en uno de los sujetos ms estigmatizados de esta ciudad. Adems, estas fueron las escuelas que mejor
garantizaron nuestra insercin institucional.
13 En Argentina los cientistas sociales marcan esta dcada como el momento donde se instalaron, de manera acabada,
las polticas neoliberales del Consenso de Washington. Como resultado emergi una sociedad excluyente (Svampa, 2005),
esto trajo consecuencias econmicas y polticas, pero tambin modific los vnculos sociales. En el sentido comn tambin
circula una conciencia de esta dcada como momento de fractura social.
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primero ac hay mucha droga, tenemos gente que mueve muchsima droga,
est involucrada la polica, los transas, hay todo un sector de gente, y a veces
los pibes quedan en el medio y son participes, de manera no voluntaria, pero
son participes de manera involuntaria de ese accionar mafioso que existe (Escuela A).
De frente a esta grave problemtica la postura de los docentes es la siguiente: Si la situacin que los estudiantes traen es de violencia, nosotros tenemos que trabajar la contraviolencia (Escuela B). En este sentido, la escuela aparece como la institucin que puede,
sin la vocacin civilizatoria que la caracterizaba en sus orgenes, brindar herramientas para
desnaturalizar la situacin de exclusin y violencia en la que habitan estos sectores.
Lo que hemos relatado hasta ahora nos permite establecer algunas de las dificultades que
marcan al proceso de construccin de ciudadana de estos jvenes, en el cual muchas veces
terminan siendo, en vez de un sujeto de derecho, un sujeto sin derechos y en el peor de los
casos un sujeto de derecho penal. Tal circunstancia se asocia al crecimiento de las distintas
situaciones de violencia que mencionamos y con los procesos de estigmatizacin de la juventud (sobre todo de aquella pobre) que es ubicada, por diversos sectores de la sociedad
y por los medios de comunicacin, como responsable de la violencia y de la inseguridad de
la cual son tambin vctimas.
La antroploga Rosana Reguillo, especialista en temas asociados a la juventud, trabaja la
cuestin de la erosin de los imaginarios de futuro (2008, p. 211) como uno de los problemas que da forma a las violencias juveniles en sectores marginales. Las limitaciones de
los sistemas educativos y laborales para incluir efectivamente a los jvenes alimentan esta
sensacin. Entonces, el desafo es generar posibilidades para que los jvenes puedan pensar otro porvenir.
Siguiendo este objetivo las instituciones estudiadas han delineado diversos mecanismos de
justicia social escolar. Una estrategia que aparece en ambos establecimientos es la flexibilidad curricular, una cierta apertura para incorporar inquietudes y temas que atraviesan la
realidad de los estudiantes, una predisposicin a re-pensar los contenidos y las metodologas de enseanza junto con los educandos, en la experiencia. De manera que los mismos no
sean conocimientos lejanos sino herramientas que puedan ser apropiadas para vivir como
ciudadanos ms dignos. Los docentes plantean que ellos tambin deben aprender de los
estudiantes, entrar en la cultura juvenil, observar, mirar, saber cules son los ritos, porque
tienen ritos, cules son los cdigos con los que se manejan, el lenguaje (Escuela A). Esta es
una metodologa que les permite contextualizar la transmisin en el acervo cultural de los
adolescentes, para hacer entrar la cultura barrial en la escuela; lo cual no implica dejar de
ser crticos con ciertas dinmicas instaladas en estos territorios ni abandonar contenidos
conceptuales generales. Esta actitud trae como consecuencia un posicionamiento flexible
a la hora de elaborar el diseo curricular, porque hay que adaptar los contenidos y experimentar con las herramientas de enseanza, de acuerdo a las necesidades de cada grupo.
Ahora bien, dicha tctica puede traer como consecuencia una guetizacin curricular, efecto
en el que deriv la autonoma escolar y curricular durante los 90 en nuestro pas. Como
explicbamos, una postura que pareca democrtica termin profundizando la desigualdad
educativa, generando circuitos educativos de calidad diferenciada de acuerdo al sector de la
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los mira sin necesidad de estar juzgndolos, incluso cuando se mandan flores
de macanas (Escuela B).
De esta manera, a travs del compromiso y el afecto los docentes construyen una mirada
que no reproduzca la estigmatizacin de los sectores pobres con los que trabajan y acciones
que brinden contencin donde no la hay.
Asimismo, se han diseado espacios de participacin a la medida de los intereses e inquietudes de los estudiantes. En la escuela A se ha construido un sistema de delegados por
cursos, con representatividad de gnero, un varn y una mujer. La directora y algunos docentes han estimulado a los jvenes para formar un centro de estudiantes, pero el proyecto
no prosper. En cambio tuvo xito otra iniciativa ligada a lo artstico, se arm una banda de
cumbia. Dicho proyecto se gest con la intencin de utilizar a la msica como herramienta de inclusin social. Cuando las prcticas artsticas se presentan como herramientas de
dilogo pueden generar cambios que mejoren las condiciones de vida de los adolescentes,
su capacidad de participacin y de construccin colectiva. Cabe mencionar que la banda
ha participado, dos aos consecutivos, en los eventos realizados por el 12 de octubre, da
de la resistencia indgena, en el barrio donde habita gran parte de la comunidad Toba de
la ciudad de Rosario. Adems, actualmente forman parte de un proyecto de prevencin de
HIV, elaborando canciones sobre la temtica. Lo mencionado da cuenta de que el trabajo
musical tambin les posibilita un modo de participacin que es a la vez artstico, social y
poltico. Para ilustrar este impacto citamos las palabras de un alumno: Yo quiero que otros
pibes se sumen a la banda, para que no anden en cualquiera, para que no se metan a robar, a
mi me hizo bien (Escuela A).
Mientras tanto, en la escuela B, la participacin se piensa en tensin con lo que muchos
docentes interpretan como asistencialismo o clientelismo. Hay un diagnostico realizado
por la institucin donde se reconocen estas prcticas en el barrio, producto de las formas de
hacer poltica heredadas de la dcada del 90 y de la situacin de pobreza que travesaba y
atraviesa al barrio. Frente a la lectura de esta situacin y para cambiar la lgica clientelista
de participacin poltica, eso de si te vens a la marcha te doy un bolsn (Escuela B), algunos
docentes han convocado a los estudiantes a formar una cooperativa escolar, estas fueron las
palabras del director el da que les presentaron la propuesta:
La idea es que no queremos esperar a que el ministerio nos traiga las estufas que necesitamos o nos mande una partida ms para el comedor. Vamos a
seguir reclamando, pero por otro lado vamos a hacer nosotros. Ustedes son
el futuro social, los futuros dirigentes del barrio que necesitamos, tienen la
capacidad cultural, se formaron, pueden (Escuela B).
La cooperativa nos sirvi para mostrar que por ms que vivamos en un barrio
pobre, no somos todos delincuentes, y que por ser jvenes no estamos meti-
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Estas instancias de participacin se han adecuado mejor a los imaginarios y prcticas de los
adolescentes, que otros ms tradicionales como un centro de estudiantes. Ya que responden a un horizonte de sentidos construidos en las coordenadas histricas actuales, donde
se ha construido una cooltura poltica juvenil en la cual, de acuerdo con Nuez (2006), los
adolescentes saben ms lo que no se quiere, lo experimentado como injusto, cuya expresin ms emblemtica es la queja, donde la participacin es circunstancial y espordica,
imbuida por la incertidumbre y alejada de los meta relatos (2006, p. 245). Esto se relaciona con tres puntos centrales de la experiencia juvenil que marca el citado autor: la
desresponsabilizacin, producto de un contexto general donde se licua la responsabilidad
(estatal, institucional, familiar, etc); los intentos de re-jerarquizacin, frente a una dinmica de desigualdad social, y la restriccin de la confianza. En la actualidad los jvenes han
abierto otras vas de participacin, que discurren, cada vez ms, en contextos informales,
en la msica, en expresiones artsticas, en actos de generosidad, en la utilizacin de nuevas
tecnologas comunicacionales, reconfigurando as las formas de hacer poltica y de ejercer
la ciudadana (Reguillo, 2003).
Las estrategias de justicia social desarrolladas son a la vez instancias de prctica ciudadana. Fueron materializadas por la capacidad de agencia de los docentes, dicha capacidad,
como explicamos anteriormente, siempre est situada. Los profesores se han formado en
universidades, magisterios, escuelas; sus trayectorias estn atravesadas por saberes disciplinares, paradigmas, experiencias; su trabajo se encuentra enmarcado por un conjunto de
leyes, decretos, normas, programas y polticas que posibilitan su accionar. Todo maestro es
un agente estatal (Tenti Fanfani, 1999), pero la relacin entre Estado, instituciones y agentes no es mecnica, existen mediaciones. Las disposiciones emanadas desde el Estado no
tiene efectos inmediatos, automticos o transparentes sobre las cotidianidad de los actores
involucrados (Noel, 2009). Aqu radica la importancia de los estudios empricos que nos
abren una ventana hacia estas complejas mediaciones. Por esta razn nos queda claro que
los docentes no pueden operativizar ningn cambio sin el respaldo de las polticas pblicas.
Como bien ha establecido Juan Carlos Tedesco cuando presida el Ministerio de Educacin
Nacional:
Una sociedad que declara obligatoria la escuela secundaria requiere niveles
de equidad social y de distribucin de la riqueza que permitan a las familias
mantener a sus hijos en la escuela, sin tener que enviarlos a trabajar o hacerles
abandonar prematuramente su escolaridad obligatoria. Por ello es indudable
que la escuela no puede afrontar ni resolver por s sola las problemticas que
atraviesan al nivel secundario. Alcanzar la universalizacin de la escuela secundaria supone una economa en crecimiento, competitividad genuina basada en la incorporacin de progreso tcnico en la produccin, empleos decentes, salarios dignos, democracia y ciudadana reflexiva (Tedesco, 2008, pp.
3-4).
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cacin igualitaria, hacen que escuelas como las estudiadas brinden herramientas, que sin
duda, marcan una diferencia para sus alumnos en su proceso de insercin social. En ellas
se puede observar caractersticas de los dos modelos de justicia social definidos por Dubet
(2011), ya que en ambas escuelas se trabaja para brindar igualdad de oportunidades a los
estudiantes, pero sin librarlos a la cruel competencia meritocrtica. En estos colegios la
prioridad de los respectivos proyectos institucionales es lograr una educacin igualitaria,
eje del modelo de igualdad de posiciones, pero a la vez se intenta ofrecer oportunidades de
movilidad social. La escuela secundaria -si bien no tanto como en otras pocas- representa,
para los sectores ms pobres que no accedan a ella, la oportunidad insertarse mejor en el
mercado laboral e inclusive la posibilidad de acceder a estudios superiores. En este sentido
es interesante remarcar que aunque todava son casos excepcionales, en ambas escuelas
se ha acompaado la incorporacin de algunos alumnos en carreras universitarias, los docentes los han seguido en el proceso administrativo de ingreso y les han ofrecido ayuda
pedaggica para el cursado.
De esta manera, podemos ver que en el compromiso de los profesores hay una vocacin
de justicia social, sostenida por una concepcin de la educacin como herramienta para
reducir la desigualdad y marcar de manera positiva las biografas de los estudiantes. As lo
expresan tambin algunos padres y alumnos, para ejemplificarlo citamos dos testimonios:
Yo la mando a la escuela para que no sea como yo, para que no salga a robar o
se termine prostituyendo, para que sea mejor (Madre, escuela B).
Ac andan a los tiros. Y no les importa nada, si hay chicos, si hay grandes. Para
m la escuela es totalmente otro mundo a diferencia del barrio la escuela te
contiene Despus [la escuela sirve] para educarte para poder hablar bien,
para aprender a compartir Para aprender a escuchar a los dems (Estudiante, escuela A).
Lo mencionado pone en evidencia que la institucin escolar puede lograr una mayor inclusin social. Sin embargo, consideramos necesario reflexionar acerca de los lmites de dicha
inclusin, ya que tal como plantea Tiramonti (2011) la masificacin de la educacin media
se fue dando de manera fragmentaria, es decir, por medio de la construccin de trayectorias
diferenciadas. La escuela inclusiva y de calidad aparece como objetivo, aunque no se traduce en los hechos. Las palabras de este directivo dan cuenta de dicha problemtica:
La escuela tiene 200 chicos, tenemos el proyecto de que no sea slo un espacio
de contencin, que no sea una guardera. Cuando firmamos la independencia
de la escuela nos felicitaron, nos dijeron porque estos 200 chicos ya no iban a
estar en la calle dicho as suena La idea es que estn ac, eso ya est, pero que
aprendan. Para que de verdad haya educacin para todos, escuela para todos
(Escuela B).
Los docentes dejan vislumbrar en sus discursos una doble perspectiva que reconoce los lmites de las condiciones del sistema educativo para lograr igualdad, pero a la vez continan
apostando a la educacin como herramienta de inclusin social. Entonces, la promesa de
la igualdad, que articulaba al sistema educativo desde sus comienzos, poca en la que se
superpona con el mandato civilizatorio homegeneizador, puede ser llenada de otros sig-
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nificados; porque desde otro horizonte histrico muchos maestros, desde la elaboracin
institucional de mecanismos de justicia social escolar pensados para la particularidad de
cada poblacin estudiantil, se comprometen en la construccin de una sociedad y una ciudadana ms igualitaria.
5. REFLEXIONES FINALES
En un estudio realizado por Baudelot y Leclerc (2005) queda demostrado que quienes acceden a mayores niveles de instruccin incrementan su civismo. Las capacidades de expresin que brinda la educacin son competencias imprescindibles para la participacin
ciudadana y adems tienen un rol determinante para la insercin laboral. Entonces, la
educacin aparece como una va estratgica para construir igualdad social y poltica. Sin
embargo, tal potencialidad debe ser problematizada, sobre todo en un pas como Argentina, donde el sistema educativo an se muestra extremamente fragmentado. En semejante
contexto la bsqueda de una educacin comn adquiere un significado especial, asociado a
la bsqueda de condiciones de aprendizaje equiparables que garanticen las herramientas
necesarias para lograr una paridad participativa (Veleda, Rivas y Mezzadra, 2011).
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tarea es de gran importancia ya que tal tipo de conocimiento rara vez se documenta, y no es
tenido en cuenta -como se debera- en la elaboracin de las polticas pblicas. Cuando es de
vital importancia su anlisis, debido a que el resultado de un proyecto educativo depende
tanto de la macropoltica, donde se definen los lineamientos a nivel estatal, como de la micropoltica, que es el espacio de definicin institucional (Frigerio, 2000). En la cotidianidad
escolar se da el movimiento entre lo instituyente y lo instituido (Castoriadis, 2003), esta
tensin es la que define los cambios reales o las persistencias y continuidades, por eso es
necesario analizar la prctica docente. Esta posibilidad que nos brinda la etnografa es uno
de los aportes ms frtiles que puede hacer la antropologa en el desarrollo de las investigaciones educativas.
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