Poesia Mistica
Poesia Mistica
Poesia Mistica
La Mariposa de la Paz
F. Fernando Ruiz-Torres
En el Sutra Diamante, habita la mariposa luna
aquella que al batir las alas en Oriente provoca una tormenta en Occidente.
Ah, el efecto mariposa luna, ese fenmeno de fenmenos
que aplaudimos en la ciencia y desdeamos en el espritu.
Ese efecto mariposa luna cuyas plateadas alas pueden provocar
hilos de lluvia o espigas solares,
crculos de buitres o botones de bugambilias.
Existen alas visibles: amarillas, azules, aguafuego que se hacen una con el viento
y tambin alas invisibles: mariposa mente y mariposa corazn
cuyos vuelos tienen la potestad de hacer y deshacer las realidades del mundo.
Entonces, una mariposa luna puede generar un cicln?
S, pero tambin puede provocar un amanecer violeta.
En un enjambre todo parece caos, sin embargo, cada mariposa es el enjambre.
Una guerra es un enjambre. Y todas nuestras mariposas invisibles
son partcipes ya para alentar al opresor, ya para detener un proyectil.
La pastora que domestica sus mariposas agresivas detiene al misil.
El ciego que cra mariposas nocturnas fortalece al tirano.
Tal es el efecto mariposa luna.
Nada hay en el pensamiento mariposa o en la accin mariposa,
an la ms humilde, que no haga temblar al universo entero.
El genocida lanza mariposas envenenadas. Y cada vez que damos a beber veneno
a nuestras mariposas aun en dosis infinitesimales
nos convertimos en cmplices del malvado.
Pero, igualmente, si liberamos de nuestros corazones a la mtica mariposa dorada
del karuna y la benevolencia, nos volvemos sembradores de la paz.
Juntemos las manos en gassho y hagamos una reverencia a la mariposa Buda,
a la mariposa mente-despierta que puede separar lo cierto de lo ilusorio,
a la mariposa crstica de alas transparentes capaz de ofrecer
generosidad a la mezquindad, amor al odio,
benevolencia a la maldad, Verdad a la mentira y paz a la guerra.
Salve, mariposa ahimsa, mariposa de la no violencia, mariposa Gandhi,
mariposa de la compasin, de la dignidad y de la resistencia,
no nos dejes caer en la tentacin de responder al infierno con demonios
y lbranos de hacer el mal y del peor de todos los males
que es el egico imperio del poder, de la devastacin y la ignorancia.
Amn.
El ngel viejo
F. Fernando Ruiz-Torres
ngel de mi guarda que me cuidaste cuando nio,
que segundo a segundo vigilabas mis pasos,
te has vuelto viejo, desmemoriado y distrado,
El templo
F. Fernando Ruiz-Torres
Provengo de un gran templo donde la miel derrama
dulce, fiel, generosa, por los acantilados.
Hay bellotas y granos, man en abundancia,
hay ros de leche blanca y panes consagrados.
Nadie padece de hambres, ni de sed, ni cansancio,
quien ah llega deja de perseguir empeos.
Los nios son palomas que juguetean volando
y los a ncianos cantan la cancin de sus sueos.
Provengo de aquel templo fecundo en medios das,
en maanas azules y estrellas en cascada.
El tiempo all no existe, slo existen la vida
y el amor que es incendio en todas las miradas.
Por doquier se levantan nubes de mariposas,
cien lunas enramadas y colibres dorados.
A veces llueven miles de ptalos de rosas
y florecen, de pronto, arcngeles alados.
Provengo de ese templo que nos habita a todos:
la casa de los soles, la espiritual morada
donde legiones de aves alaban con sus coros
cuando abrimos las puertas y asomamos el alma.
Entrar ah es cortar las ilusiones cambiantes
es encontrar intacto el continente perdido,
danzar para siempre en la eternidad del instante
y saber que s existe la paz del paraso.
Provengo del gran templo del Ser Ilimitado
de aquel Ser de luz que soy yo y eres t, en esencia,
hermanas y hermanos en espritu sagrado
hijos del Padre Madre de altsima presencia.
Entender esta verdad es trascender el mundo,
es brindarse al servicio de los necesitados,
multiplicarles peces, brindarles el refugio
que est en su propio templo donde son millonarios.
Ah hay manantiales que sacian al sediento,
fluyen blsamos de amor que sanan las heridas,
se aprende a perdonar con el corazn despierto
Guadalupe Tonantzin
F. Fernando Ruiz-Torres
La vendedora de flores
F. Fernando Ruiz-Torres
Las flores son el nctar y el cliz de las almas
la ofrenda y el misterio del milagro amoroso,
convierten en un templo el rincn de la casa
y avivan los recuerdos ms sentidos y hermosos.
Y ah va la vendedora cargando con sus ramos
pregonando sus versos de flores y esperanzas
con docenas de tallos que le llenan las manos
de jardines y llanos, de milpas y montaas.
El tulipn pregona- aumenta las virtudes,
llena de luz los ojos, alivia la tristeza.
El crisantemo blanco libera de inquietudes
y en dosis generosas purifica y alienta.
Con un t de geranios se hace bueno al malvado
y un clavel en el bolso asegura abundancia.
La rosa es buen remedio para el enamorado
y el lirio (slo el lirio) acorta las distancias.
Qu promesa de nardos, bugambilias, violetas,
pareciera que todo, con flores, se define
en un edn florido sin envidias ni guerras
y la paz en el mundo se hiciera con jazmines.
III
Soy el anochecer que hace invisible al cielo,
soy la invisible esencia de las cosas nocturnas.
Soy cascada de estrellas y grillos en concierto
que al chirriar van pescando con sus redes las lunas.
Soy la luna que brilla como barca plateada
y en las olas marinas soy tambin su reflejo.
Yo soy la noche, la bruma, la indefinible nada,
una nada que es luna mirndose al espejo.
Yo soy el alfarero del mundo de los sueos,
yo soy el sueo mismo y soy el Ser Despierto.
Soy la flor del dondiego que no ceja en su empeo
de ensear a las sombras sus ptalos abiertos.
Yo soy en la penumbra la verdad y la vida.
Soy el Dios Padre Madre y el sagrado misterio.
Soy en la oscuridad quien parir al nuevo da
y a todo el universo cuando cante el silencio.
El sptimo evangelio
F. Fernando Ruiz-Torres
T y yo juntos, amor, desde el gnesis sin tiempo.
Cuando Dios dijo: Haya luz, ah fuimos nosotros.
Luego fuimos los mares, el fruto y los desiertos.
Fuimos Adn y Eva y sus descendientes todos.
Meditacin
F. Fernando Ruiz-Torres
Buscad un sitio solo, donde nadie os inquiete,
donde podris escuchar los trinos de vuestra alma,
los ecos de vuestra voz de Oriente a Occidente
y el ntimo refugio que os brinda la calma.
Tomad una postura justa, el cuerpo es la llave
que abre los portones de los diez mil parasos,
os lleva a la inmensa flor de loto que es un ave
que al remontar el vuelo os conduce al infinito.
Estirad vuestra espalda hasta tocar las estrellas
y haced de vuestras piernas las races de un pino.
As soportaris vendavales y tormentas,
soles de los desiertos y cataratas de fros.
Posad vuestra mirada en un punto del espacio
y as, sin mirar nada, observaris vuestro cosmos,
vuestro propio universo que afuera est girando.
Porque vos sois el uno y al mismo tiempo el todo.
Es Dios el que respira cuando estis respirando.
Cuando llenis de aire vuestro mar, vuestro vientre,
una lluvia de flores aparece danzando
y vos bailis con ellas si exhalis lentamente.
Dejad que vuestras palmas miren hacia las nubes,
la izquierda hinca en la diestra y esta sobre el regazo.
Los pulgares se hacen un horizonte que fluye,
al unirse en sus puntas, como lnea de ocaso.
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