Cuento S Buenos
Cuento S Buenos
Cuento S Buenos
Oscar J. Quevedo
4 Grado
rase una vez un rey que tena una hija tan bella como
orgullosa. La princesa ya tena edad para casarse pero no
encontraba el marido adecuado. Para ella, todos los
pretendientes tenan
defectos o no eran lo
suficientemente importantes como para hacerles caso
Ninguno mereca su amor!
Y dicho esto, sali del gran saln dando un gran portazo y dejando a todos los
invitados sin saber qu decir.
Al cabo de tres das, llamaron al portn principal. Era un mendigo vestido con
harapos que, al parecer, se ganaba la vida pidiendo limosna. El rey le mand pasar y
llam a su hija.
Pero padre! Yo Yo no puedo casarme con este hombre andrajoso, sin clase ni
educacin!
Por supuesto que puedes! Tu conducta fue inadmisible y ahora debes asumir las
consecuencias.
Todo lo que ves, hasta donde no alcanza la mirada, es de nuestro Rey y de su hijo,
un joven prncipe de gran corazn al que todos en este reino queremos y
admiramos.
Caramba Si le hubiera elegido como marido, ahora todo esto sera mo medit
la princesa con tristeza.
Era noche cerrada cuando llegaron a casa. Su nuevo hogar se reduca a una cabaa
muy humilde, llena de rendijas por donde
entraba el fro y sin ningn tipo de
comodidades.
La
princesa
estaba
desolada Qu sitio ms horrible!
No tenemos nada para comer. Tendrs que trabajar para ganar algo de dinero.
Toma estas tiras de mimbre y haz unas cestas para venderlas en el pueblo.
La princesa lo intent, pero al manejar las ramitas se hizo heridas en sus delicadas
manos Ella no estaba hecha para esas tareas!
La joven puso inters, pero de nada sirvi. El hilo cort sus dedos y de ellos
salieron finsimos regueros de sangre.
Est bien, olvdate de eso! Maana irs al pueblo a vender las ollas de cermica
que yo mismo he fabricado Es nuestra ltima oportunidad para ganar unas
monedas!
Yo? Al mercado? Eso es imposible! Soy una princesa y no puedo sentarme all
como una pordiosera a vender baratijas Si me reconocen ser el hazmerrer de
todo el mundo!
Lo siento por ti, pero no queda ms remedio. Si no, nos moriremos de hambre.
Regres con el saco vaco, sin vasijas y sin dinero. Cuando entr en casa, se
derrumb y comenz a llorar sin consuelo. Su marido fue muy tajante.
Tena el presentimiento de que esto tampoco saldra bien, as que fui al palacio
del rey y le ped trabajo para ti. Slo hay un puesto de fregona y tendrs que
aceptarlo.
Fregona en el palacio del reino! La princesa se sinti humillada Seguro que el rey y
el prncipe eran amigos de su padre y la reconoceran!
La princesa se gir y dio un grito ahogado. El joven, aunque era apuesto y desde
luego muy refinado, tena la barbilla ligeramente torcida El prncipe era Pico de
Tordo!
Se sinti tan abochornada que ech a correr por el saln. Estaba sucia, despeinada
y vestida con ropa vieja y descolorida. A su alrededor, los ilustres invitados
estallaron en carcajadas. La princesa se puso tan nerviosa que tropez y cay a la
vista de todo el mundo. Se tap la cara con el mandil y sus llantos fueron tan
grandes que el saln enmudeci. Entonces, not que alguien le tocaba el hombro
suavemente. Levant la mirada y ah estaba el prncipe Pico de Tordo tendindole la
mano.
Simbad El Marino
Mi segundo viaje fue muy curioso Avist una isla y atracamos el barco en
la arena. Buscando alimentos encontr un huevo y cuando me dispona a
cogerlo, un ave enorme se pos sobre m y me agarr con sus fuertes patas,
elevndome hasta el cielo. Pens que quera dejarme caer sobre el mar, pero
por suerte, lo hizo sobre un valle lleno de diamantes. Cog todos los que pude
y, malherido, sal de all a duras penas. Consegu localizar a la tripulacin de
mi barco, pero por poco no lo cuento.
aventuras del viejo Simbad el marino y fue puntual a su cita. Una vez ms, el
hombre se sumi en sus apasionantes recuerdos.
Un gigante? Qu miedo!
-S, era terrorfico! Se comi a todos los marineros, pero como yo era muy
flaco, me dej a un lado. Cuando termin de devorarlos se qued dormido y
yo aprovech para coger el atizador de las brasas, que estaba al rojo vivo, y
se lo clav en su nico ojo El alarido fue aterrador! Gir con rabia sobre s
mismo pero ya no poda verme y aprovech para huir. Llegu hasta la playa
y un comerciante que tena una barquita me recogi y me regal unas telas
para vender cuando llegsemos a buen puerto. Gracias a su generosidad,
hice una gran fortuna y regres a casa.
Durante siete noches, Simbad cont una nueva historia, un nuevo viaje,
cada uno ms alucinante que el anterior. Y como siempre, antes de
despedirse, le regalaba cien monedas.
Ahora ya sabes que, quien algo quiere, algo le cuesta. El destino es algo por
lo que hay que luchar y que cada uno debe forjarse Nadie en esta vida
regala nada! Espero que el dinero que te he dado te ayude a empezar nuevos
proyectos y que lo que te he contado te sirva en el futuro.