1 La Más Bella de Todas, Disney-1
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La Más Bella de
Todas
Dedicado con amor a mi padre, quien me dijo que era hermosa, incluso
—No puedo imaginar qué fue lo que te dijeron esas brujas para que
trataras tan horrible a Nieves.
La Reina vio directamente a los ojos del Rey— Nunca pensé que te
vería poner una mano sobre nuestra hija.
La Reina vio que esto era verdad. Ella lo vio en sus ojos, escrito en
las cicatrices de su cara, y en lo rebelde de su cabello desarreglado.
—Sí, mi Reina.
—Es mi deber entregarle noticias del reino, todo lo que desee saber;
puedo ver lejos, puedo mostrarle todo lo que desee.
—¿Puedes?
—Con su hija.
—Una vez (debe haber sido cuando tenía cinco o seis años), yo
estaba parada en el patio, los rayos de sol en las copas de los árboles.
Yo estaba sosteniendo un puñado de flores silvestres cuando mi
padre se me acercó.
—Aún así, lo que sea que haya quedado en él era pura maldad.
Cuando estuve en su lecho de muerte, cuidándolo, tratando de
mantenerlo con vida porque, en mi corazón sabía que era lo
correcto… tratar a la persona que es sangre de tu sangre así. Sin
embargo, él no tenía nada más que odio y palabras amargas para mí,
—Él nunca volverá por ti, lo sabes. Siempre has sido una chica fea.
¿Qué rey quisiera algo contigo?— Yo estaba ahí cuando él dejó este
mundo. Estaba a su lado. Sosteniendo su mano para que no estuviera
solo cuando hiciera el viaje hacia lo desconocido. Y el momento
antes de que muriera, sus ojos casi sin vida me miraron. Yo estaba
llena de locura, lista para creer que me iba a dar las gracias. En vez
de eso me dijo —Nunca te amé, hija—. Y entonces cerró sus ojos y
dejó este mundo.
Este era el hombre al cual ella amaba por sobre todos los otros. Tocó
sus manos, callosas y con cicatrices por las batallas y el peso de la
artillería y el peso de las espadas. Entrelazo sus manos con las de él,
deslizándose entre sus brazos, luego lo besó suavemente en los
labios. Su boca que antes había sido suave ahora estaba agrietada e
irritada por la exposición de los elementos. Tenía sabor a sudor y,
pensó la Reina, a sangre.
P ara la Reina los días se sentían como meses y las semanas como
años mientras el Rey estaba lejos. El castillo estaba tan
silencioso. Extrañaba los días en que estaba lleno de la alegre risa de
Nieves cuando era perseguida por su padre que le gruñía, quien
intentaba ser un dragón o un brujo.
Pero por ahora, el castillo bien podría estar sin vida. La Reina se
sentó en cómodo trono junto a la chimenea en su habitación, perdida
en uno de sus manuscritos favoritos “La Canción de Rolan”. Pero
todo le recordaba al Rey, así que lo dejó a un lado y llamó a uno de
sus sirvientes para que le preparara un baño.
PARA SU HOSPITALIDAD
—No lo sé, Su… Su Majestad —dijo la niña en voz baja— pero los
guardias han confirmado que es inofensivo —le recordó a la Reina.
—Como le dije, puedo ver todo el reino. Puedo decirle cuáles son
las memorias favoritas de su hija, o de su hermana Verona… podría
revelarle sus secretos más profundos. Pero es en su esposo en quien
ha estado pensando principalmente estos días, ¿no es así? Puedo
decirle dónde está, qué es lo que ha estado haciendo. Déjeme
decirle… Ah, sí, lo más reciente que puedo ver de él es hace unos
días anteriores a este. Hmm… ¿me pregunto por qué es eso? Él está
sobre su corcel. Su espada está alzada en lo alto. ¡Oh! Una flecha
casi le da en su mejilla. Parece que lo rozó. Sí, hay sangre, una gran
cantidad, cayendo por su mandíbula. Y una gran cantidad de ruido.
Pero él es orgulloso y valiente. Un verdadero guerrero. Está
sangrando, pero continúa peleando. Va a estar a salvo. Arman un
gran jaleo en el campo de batalla, ¿no es cierto? Oh, no, ¿qué es
eso? Un hombre con una lanza, viene directo hacia él desde atrás.
Creo que su esposo no ve al atacante. Si sólo pudiéramos advertirle.
Si sólo pudiéramos evitar de alguna forma que la lanza entre en su
espalda y lo atraviese y que el arma emerja de su pecho… para
prevenirlo…
La Reina se cubrió su boca con una mano temblorosa, sus ojos muy
abiertos, mirando a Verona con incredulidad.
¡Se fue!
Así que enterró su dolor muy dentro de ella. Se atragantó con las
palabras mientras las forzaba fuera de su garganta.
— ¿Es Papa? ¿Va a volver hoy? ¿Podemos tener una fiesta como la
que tuvimos cuando inició el invierno?
Ella solía hacer promesas a los dioses, jurando ser una mejor
esposa si pudiera tener a su marido de vuelta. Se sintió malvada por
avergonzarlo en el festival del solsticio de invierno. Ella quería
decirle cuánto lo amaba. Él tenía que haber sabido. No podía
soportar el hecho de que él no lo sabía.
—Ya estamos aquí, querida. Tu tía Viv y yo, estamos aquí para
ayudarte.
La Reina sonrió por primera vez desde que perdió a su marido. Fue
una sonrisa débil y casi forzada, pero una sonrisa aun así. Era lindo
tener a alguien mayor con quien contar. Alguien que había sido tan
cercano a su marido.
La Reina estaba muy agotada a causa del duelo como para sentir
algo además de apatía hacia las hermanas. Ahora no era el momento
de indignarse.
—Gracias— respondió la Reina.
—Puede ser un poco frío y bruto, ese padre tuyo— dijo Ruby. —Por
favor avísanos si necesita ser domado.
— ¿Y qué es eso?
—Noticias de mi esposo.
—No puedo ver más allá de la tumba. Pero tengo la habilidad de ver
cualquier cosa en estas tierras. Puede ver cosas que te pondrán
sumamente triste. Y puede ver cosas que probablemente te harán
muy, muy feliz.
— ¿Qué podría hacerme feliz ahora que mi esposo está muerto? —
preguntó la Reina.
Sin embargo, no tuvieron que lidiar con ellos por mucho tiempo. La
Reina había pedido que las hermanas fueran llevadas a su habitación
inmediatamente después de su llegada a la corte.
—El funeral —un día tan triste— sí, triste, triste, muy triste, –las
hermanas cacarearon.
—La última vez que nos vimos, —la Reina comenzó de nuevo,
ignorando sus interrupciones, –ustedes hablaron de mi espejo.
—Oh cielos, debió ser muy duro para ti haber estado sin ninguno de
tus padres amorosos, –dijo Martha sonriendo.
La Reina asintió.
—Que él te diga,
—No he sido amable con Su Majestad, eso lo sé, pero como verán,
ella nunca me ha invocado con el poder que me encadenó por
ustedes.
—Deseo saber sobre mi esposo, ¿él está bien? ¿Está entre los dioses
o entre los demonios?
—Se lo había dicho antes, mi Reina, no puedo ver más allá de lo que
puede ser visto.
La Reina Consideró esto. Todas sus esperanzas por saber qué había
sido de su marido tras su muerte la fueron abandonando lentamente.
Apenas y podía ver su reflejo más allá de la cara en el espejo. Pero
lo que podía ver la asustaba. Era tan fea como su padre había dicho
que era. Sólo había otra cosa además de noticias sobre su marido
que podría levantarle el ánimo.
—Nunca dije que no fuera usted. Le dije que no podía mentir. Pensé
que debería saberlo antes de meterse a este territorio.
—Tal vez sea la más hermosa del reino. ¿Pero cómo puedo ser feliz
otra vez?