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Cuento de Horror

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Cuento de horror

[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

La seora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvi
matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de l despus de cincuenta aos
de matrimonio. Se lo dijo:

-Thaddeus, voy a matarte.

-Bromeas, Euphemia -se ri el infeliz.

-Cundo he bromeado yo?

-Nunca, es verdad.

-Por qu habra de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?

-Y cmo me matars? -sigui riendo Thaddeus Smithson.

-Todava no lo s. Quiz ponindote todos los das una pequea dosis de arsnico en la
comida. Quizs aflojando una pieza en el motor del automvil. O te har rodar por la
escalera, aprovechar cuando ests dormido para aplastarte el crneo con un candelabro
de plata, conectar a la baera un cable de electricidad. Ya veremos.

El seor Smithson comprendi que su mujer no bromeaba. Perdi el sueo y el apetito.


Enferm del corazn, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses despus falleci.
Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeci a Dios haberla librado de
ser una asesina.

FIN

MS CUENTOS DE ESTE AUTOR


Cuento policial
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los das por
delante de una casa en cuyo balcn una mujer bellsima lea un libro. La mujer jams le
dedic una mirada. Cierta vez el joven oy en la tienda a dos clientes que hablaban de
aquella mujer. Decan que viva sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de
dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platera. Una noche el joven, armado de
ganza y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La
mujer despert, empez a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla.
Huy sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la polica no
descubrira al autor del crimen. A la maana siguiente, al entrar en la tienda, la polica lo
detuvo. Azorado por la increble sagacidad policial, confes todo. Despus se enterara
de que la mujer llevaba un diario ntimo en el que haba escrito que el joven vendedor
de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la
visitara.

FIN
Dulcinea del Toboso
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Viva en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y
de Francisca Nogales. Como hubiese ledo novelas de caballera, porque era muy
alfabeta, acab perdiendo la razn. Se haca llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que
en su presencia las gentes se arrodillasen y le besaran la mano, se crea joven y hermosa
pero tena treinta aos y pozos de viruelas en la cara. Se invent un galn a quien dio el
nombre de don Quijote de la Mancha. Deca que don Quijote haba partido hacia lejanos
reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amads de Gaula y de Tirante el
Blanco, para hacer mritos antes de casarse con ella. Se pasaba todo el da asomada a la
ventana aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalgo de los alrededores, un tal
Alonso Quijano, que a pesar de las viruelas estaba prendado de Aldonza, ide hacerse
pasar por don Quijote. Visti una vieja armadura, mont en su rocn y sali a los
caminos a repetir las hazaas del imaginario don Quijote. Cuando, confiando en su
ardid, fue al Toboso y se present delante de Dulcinea, Aldonza Lorenzo haba muerto.

FIN
El precursor de Cervantes
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Viva en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchelo,
sastre, y de su mujer Francisca Nogales. Como hubiese ledo numerossimas novelas de
estas de caballera, acab perdiendo la razn. Se haca llamar doa Dulcinea del Toboso,
mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le
besasen la mano. Se crea joven y hermosa, aunque tena no menos de treinta aos y las
seales de la viruela en la cara. Tambin invent un galn, al que dio el nombre de don
Quijote de la Mancha. Deca que don Quijote haba partido hacia lejanos reinos en
busca de aventuras, lances y peligros, al modo de Amads de Gaula y Tirante el Blanco.
Se pasaba todo el da asomada a la ventana de su casa, esperando la vuelta de su
enamorado. Un hidalgelo de los alrededores, que la amaba, pens hacerse pasar por
don Quijote. Visti una vieja armadura, mont en un rocn y sali a los caminos a
repetir las hazaas del imaginario caballero. Cuando, seguro del xito de su ardid,
volvi al Toboso, Aldonza Lorenzo haba muerto de tercianas .1

FIN
Epidemia de Dulcineas en el Toboso
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi
El peligro est en que, ms tarde o ms temprano, la noticia llegue al Toboso.

Llegar convertida en la fantstica historia de un joven apuesto y rico que, perdidamente


enamorado de una dama tobosina, ha tenido la ocurrencia (para algunos, la locura) de
hacerse caballero andante. Las versiones, orales y dismiles, dirn que don Quijote se ha
prendado de la dama sin haberla visto sino una sola vez y desde lejos. Y que, ignorando
cmo se llama, le ha dado el nombre de Dulcinea. Tambin dirn que en cualquier
momento vendr al Toboso a pedir la mano de Dulcinea. Entonces las mujeres del
Toboso adoptan un aire lnguido, ademanes de princesa, expresiones soadoras,
posturas hierticas. Se les da por leer poemas de un romanticismo exacerbado. Si llaman
a la puerta sufren un soponcio. Andan todo el santo da vestidas de lo mejor. Bordan
ajuares infinitos. Algunas aprenden a cantar o a tocar el piano. Y todas, hasta las ms
feas, se miran en el espejo y hacen caras. No quieren casarse. Rechazan ventajosas
propuestas de matrimonio. Frunciendo la boca y mirando lejos, le dicen al candidato:
"Disculpe, estoy comprometida con otro". Si sus padres les preguntan a qu se debe esa
actitud, responden: "No pretendern que me case con un cualquiera". Y aaden:
"Felizmente no todos los hombres son iguales". Cuando alguien narra en su presencia la
ltima aventura de don Quijote, tienen crisis histricas de hilaridad o de llanto. Ese da
no comen y esa noche no duermen. Pero el tiempo pasa, don Quijote no aparece y las
mujeres del Toboso han empezado a envejecer. Sin embargo, siguen bordando al
extremo de leer el libro de Cervantes y juzgarlo un libelo difamatorio.

FIN
Gnesis, 2
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Imaginad que un da estalla una guerra atmica. Los hombres y las ciudades
desaparecen. Toda la tierra es como un vasto desierto calcinado. Pero imaginad tambin
que en cierta regin sobreviva un nio, hijo de un jerarca de la civilizacin recin
extinguida. El nio se alimenta de races y duerme en una caverna. Durante mucho
tiempo, aturdido por el horror de la catstrofe, solo sabe llorar y clamar por su padre.
Despus sus recuerdos se oscurecen, se disgregan, se vuelven arbitrarios y cambiantes
como un sueo. Su terror se transforma en un vago miedo. A ratos recuerda, con
indecible nostalgia, el mundo ordenado y abrigado donde su padre le sonrea o lo
amonestaba, o ascenda (en una nave espacial) envuelto en fuego y en estrpito hasta
perderse entre las nubes. Entonces, loco de soledad, cae de rodillas e improvisa una
oracin, un cntico de lamento. Entretanto la tierra reverdece: de nuevo brota la
vegetacin, las plantas se cubren de flores, los rboles se cargan de frutos. El nio,
convertido en un muchacho, comienza a explorar la comarca. Un da ve un ave. Otro da
ve un lobo. Otro da, inesperadamente, se halla frente a una joven de su edad que, lo
mismo que l, ha sobrevivido a los estragos de la guerra nuclear. Se miran, se toman de
la mano: ya estn a salvo de la soledad. Balbucean sus respectivos idiomas, con cuyos
restos forman un nuevo idioma. Se llaman, a s mismos, Hombre y Mujer. Tienen hijos.
Varios miles de aos ms tarde una religin se habr propagado entre los descendientes
de ese Hombre y de esa Mujer, con el padre del Hombre como Dios y el recuerdo de la
civilizacin anterior a la guerra como un Paraso perdido.

FIN
La hormiga
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Un da las hormigas, pueblo progresista, inventan el vegetal artificial. Es una papilla fra
y con sabor a hojalata. Pero al menos las releva de la necesidad de salir fuera de los
hormigueros en procura de vegetales naturales. As se salvan del fuego, del veneno, de
las nubes insecticidas. Como el nmero de las hormigas es una cifra que tiende
constantemente a crecer, al cabo de un tiempo hay tantas hormigas bajo tierra que es
preciso ampliar los hormigueros. Las galeras se expanden, se entrecruzan, terminan por
confundirse en un solo Gran Hormiguero bajo la direccin de una sola Gran Hormiga.
Por las dudas, las salidas al exterior son tapiadas a cal y canto. Se suceden las
generaciones. Como nunca han franqueado los lmites del Gran Hormiguero, incurren
en el error de lgica de identificarlo con el Gran Universo. Pero cierta vez una hormiga
se extrava por unos corredores en ruinas, distingue una luz lejana, unos destellos, se
aproxima y descubre una boca de salida cuya clausura se ha desmoronado. Con el
corazn palpitante, la hormiga sale a la superficie de la tierra. Ve una maana. Ve un
jardn. Ve tallos, hojas, yemas, brotes, ptalos, estambres, roco. Ve una rosa amarilla.
Todos sus instintos despiertan bruscamente. Se abalanza sobre las plantas y empieza a
talar, a cortar y a comer. Se da un atracn. Despus, relamindose, decide volver al Gran
Hormiguero con la noticia. Busca a sus hermanas, trata de explicarles lo que ha visto,
grita: "Arriba... luz... jardn... hojas... verde... flores..." Las dems hormigas no
comprenden una sola palabra de aquel lenguaje delirante, creen que la hormiga ha
enloquecido y la matan.

(Escrito por Pavel Vodnik un da antes de suicidarse. El texto de la fbula apareci en el


nmero 12 de la revista Szpilki y le vali a su director, Jerzy Kott, una multa de cien
znacks.)

FIN
La mujer ideal no existe
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi
Sancho Panza repiti, palabra por palabra, la descripcin que el difunto don Quijote le
haba hecho de Dulcinea.

Verde de envidia, Dulcinea mascull:

-Conozco a todas las mujeres del Toboso. Y le puede asegurar que no hay ninguna que
se parezca ni remotamente a esa que usted dice.

FIN

Los ardides de la impotencia


[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi
Quiz Dulcinea exista, pero don Quijote le hace creer a Sancho lo contrario porque es
incapaz de amar a una mujer de carne y hueso.

FIN

Proposicin sobre las verdaderas


causas de la locura de don Quijote
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

Don Quijote, enamorado como un nio de Dulcinea del Toboso, iba a casarse con ella.
Las vsperas de la boda, la novia le mostr su ajuar, en cada una de cuyas piezas haba
bordado su monograma. Cuando el caballero vio todas aquellas prendas ntimas
marcadas con las tres iniciales atroces, perdi la razn.
FIN

Esquina peligrosa
[Cuento. Texto completo.]

Marco Denevi

El seor Epiddimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres ms ricos del
mundo, sinti un da el vehemente deseo de visitar el barrio donde haba vivido cuando
era nio y trabajaba como dependiente de almacn.

Le orden a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto. Pero el
barrio estaba tan cambiado que el seor Epiddimus no lo reconoci. En lugar de calles
de tierra haba bulevares asfaltados, y las mseras casitas de antao haban sido
reemplazadas por torres de departamentos.

Al doblar una esquina vio el almacn, el mismo viejo y sombro almacn donde l haba
trabajado como dependiente cuando tena doce aos.

-Detngase aqu. -le dijo al chofer. Descendi del automvil y entr en el almacn. Todo
se conservaba igual que en la poca de su infancia: las estanteras, la anticuada caja
registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadera.

El seor Epiddimus percibi el mismo olor de sesenta aos atrs: un olor picante y
agridulce a jabn amarillo, a aserrn hmedo, a vinagre, a aceitunas, a acarona. El
recuerdo de su niez lo puso nostlgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareci que
retroceda en el tiempo.

Desde la penumbra del fondo le lleg la voz ruda del patrn:

-Estas son horas de venir? Te quedaste dormido, como siempre.

El seor Epiddimus tom la canasta de mimbre, fue llenndola con paquetes de azcar,
de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina, y sali a hacer
el reparto.

La noche anterior haba llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal.

FIN
LA MANO - RAMN GMEZ DE LA SERNA

El doctor Alejo muri asesinado. Indudablemente muri estrangulado. Nadie


haba entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dorma con el balcn
abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por all hubiese
entrado el asesino. La polica no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a
abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a
la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario haba cado sobre la mesa, las haba
mirado, las haba visto, y despus haba huido por la habitacin, una mano solitaria y
viva como una araa. All la haban dejado encerrada con llave en el cuarto.

Llena de terror, acudi la polica y el juez. Era su deber. Trabajo les cost cazar la
mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella
radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. Qu hacer con ella? Qu luz iba a
arrojar sobre el suceso? Cmo sentenciarla? De quin era aquella mano? Despus de
una larga pausa, al juez se le ocurri darle la pluma para que declarase por escrito. La
mano entonces escribi: Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el
doctor en el hospital y destrozado con ensaamiento en la sala de diseccin. He hecho
justicia.
UN TIPO

Era bastante imbcil. Trabajaba en uno de esos parques


temticos. En invierno se vesta de Silvestre y en verano de
Pioln. Los psiquiatras le diagnosticaron sndrome de doble
personalidad. Era bastante imbcil. Sonrea dentro de la careta
cuando le hacan una foto. Muri el ao pasado. Un chaval
precoz de once aos con pelo largo y ojos guionados le prendi
fuego a la poliamida con la punta de un cigarro.

El pobre imbcil se pasaba la mitad de un ao persiguiendo y la


otra mitad perseguido, la mitad de un ao de blanco y negro y
la otra mitad amarillo y naranja. Cada uno de esos trajes
representaba una personalidad y una temporada, igual que el
olor a pipas impregnaba sus tardes de domingo. Su pobre mujer
guarda el nico traje de trabajo dentro del ropero, en un
sepulcro hecho con miles de bolitas de alcanfor, como si fuera
un monumento marca ACME. Muri en verano, as que es
Silvestre el que yace en el armario.

Fabio Rodrguez de la Flor


Historia del joven celoso
[Minicuento. Texto completo.]

Henri Pierre Cami

Haba una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.

Un da le dijo:

-Tus ojos miran a todo el mundo.

Entonces, le arranc los ojos.

Despus le dijo:

-Con tus manos puedes hacer gestos de invitacin.

Y le cort las manos.

Todava puede hablar con otros, pens. Y le extirp la lengua.

Luego, para impedirle sonrer a los eventuales admiradores, le arranc todos los dientes.

Por ltimo, le cort las piernas. De este modo -se dijo- estar ms tranquilo.

Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. Ella es
fea -pensaba-, pero al menos ser ma hasta la muerte.

Un da volvi a la casa y no encontr a la muchacha: haba desaparecido, raptada por un


exhibidor de fenmenos.

FIN

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