TEMA - 13 - Que Son Los Valores
TEMA - 13 - Que Son Los Valores
TEMA - 13 - Que Son Los Valores
CONTENIDO
1
Aristteles, Metafsica, I 1, 980a20.
1
As, doctrinas tan distintas como la ciencia natural, la geometra, la filo-
loga o la esttica surgieron de una misma doctrina, que, siguiendo la denomi-
nacin de filsofo que Pitgoras se otorg a s mismo, se conoci a partir de
entonces como filosofa. Desde ese momento, se denominaba como filsofo
a aquel pintoresco personaje que, extraamente, dedicaba sus energas y su
tiempo a estudiar las razones de los fenmenos de la vida, ms all de las que
stos presentaban en la vida cotidiana, preguntndose siempre ms y ms,
buscando siempre entender mejor el por qu de las cosas, y no contentndose
nunca con una respuesta a medias.
2
polticos, econmicos, culturales, etc., han sido problemas filosficos especfi-
cos. Ningn filsofo importante ha podido nunca dejar de lado su tratamiento
sin graves consecuencias para su sistema, si bien los valores no eran todava
tema concreto de estudio. El mismo Kant, en su Crtica de la razn prctica,
utiliza como nocin bsica el valor moral, sin concebirlo por ello como inde-
pendiente y separado del problema de la moral en s, ni ofrecer, por tanto, un
tratamiento exclusivo del mismo.
A mediados del siglo XIX, sin embargo, con la aparicin de los primeros
escritos ticos de filosofa prctica, que trataban directamente el problema de
los valores, surgi en filosofa la conciencia de que aquellas entidades que co-
nocemos y denominamos como valores y bienes no suponan, como se haba
supuesto hasta ese momento, un problema dependiente del problema ms ge-
neral del fenmeno tico y moral de la existencia humana, sino que, de hecho,
esas entidades (los valores) representaban por s mismas un problema inde-
pendiente que deba ser estudiado aparte.
3
Finalmente, ofreceremos una exposicin del que es quiz el problema
terico ms importante dentro de la axiologa o filosofa de los valores: el del
enfrentamiento de dos grandes posturas tericas: el objetivismo y el subjeti-
vismo. Cada una de estas posturas ofrece, por su parte, una explicacin y una
concepcin distintas de la entidad de los valores, as como un planteamiento
distinto de los problemas relacionados con ellos. En consecuencia, expondre-
mos aqu diferentes ejemplos de teoras concretas y personales de filsofos
subjetivistas y objetivistas, presentando luego un ejemplo de una postura inter-
media, que intentara solucionar este conflicto.
De este modo, estudiando cada uno de los temas ofrecidos en estos tres
grandes apartados, podemos confiar en que habremos dado justa cuenta de la
problemtica tratada por la filosofa de los valores y de la importancia que tiene
su estudio. Y esto no simplemente como doctrina terica filosfica, sino, ms
significativa y originalmente, como el estudio de un problema que atae direc-
tamente a una dimensin fundamental de la existencia humana, dimensin que
est presente en la vida diaria y cotidiana de todos los seres humanos de un
modo determinante, aunque a veces se oculte en las sombras de otros proble-
mas ms acuciantes.
4
El juicio de valor supone entonces una medida, una mensura de la
presencia de determinados valores, ya sean estos positivos o negativos, en un
determinado ente de la realidad, el cual, en tanto que poseedor de valores, de
nuevo ya sean positivos o negativos, es denominado como bien. Siguiendo el
ejemplo anterior, un juicio de valor o valoracin puede afirmar que el David de
Miguel ngel es, por ejemplo, bello en cuanto que presenta el valor de la be-
lleza; de este modo tal valoracin estara llevando a cabo una medicin de la
presencia de valores en un bien determinado, el David, y afirmara, como resol-
tado de tal medicin, la presencia del valor de la belleza en tal bien.
5
interpretacin fundamental de la vida y de la existencia de carcter moral. Kant,
por su parte, consider tambin que toda la existencia prctica de los seres hu-
manos estaba determinada por los dictados de una ley moral universal y eter-
na, la cual conllevaba, por supuesto, determinados valores morales. Max Sche-
ler, por su parte, y como veremos con ms detalle ms adelante, consider que
la tica era el fundamento de toda nuestra existencia, y que sta se fundamen-
taba en la existencia de valores eternos y universales.
Con esto hemos cumplido con nuestro propsito inicial, a saber: hemos
delimitado nuestro objeto de estudio aclarando qu entendemos por valores y
bienes y cmo nos referimos a ellos, y hemos delimitado tambin nuestro cam-
po de estudio al concretar que nuestro manejo de ellos se lleva a cabo a travs
de valoraciones o juicios de valor. Ahora, antes de entrar en el, propiamente
hablando, estudio terico de la axiologa, estudiaremos primero determinadas
propiedades correspondientes a los valores que estos tienen directamente en
tanto que valores, procurando mantenernos al margen de toda teora axiolgica
a fin de dar cuenta de tales propiedades de un modo neutral dentro de lo posi-
ble.
3
Este hecho, a saber, la disparidad de posiciones y la escasez de puntos tericos fijos presentes en todas las posturas
axiolgicas, aunque en parte es debido a la relativa juventud que presenta la filosofa de los valores dentro de la
historia de la filosofa, es empero elemento constitutivo de todo problema filosfico, de lo cual ya daba cuenta Kant
cuando hablaba del escndalo de la filosofa, la cual, frente al camino firme recorrido por la ciencia, segua sin poder
llegar a acuerdos tericos respecto a problemas que discuta desde el origen de los tiempos.
6
1.2. Propiedades de los valores
Pues bien, esta primera propiedad que vamos a estudiar remite por tanto
a ese estrato metafsico, condicin de posibilidad del resto de las propiedades
de los valores. En este estrato podemos distinguir, siguiendo a Aristteles y,
con l, a toda la tradicin metafsica occidental, entre la materia del valor y su
forma. No estamos aqu utilizando estos trminos en un sentido geomtrico-
espacial, esto es, la materia no remite simplemente a la masa de un ente y su
forma a la figura espacial de ste, sino que estos trminos son utilizados aqu
con un sentido metafsico que remite directamente a los entes en tanto que
seres existentes, y no simplemente en tanto que seres que poseen
determinada materia y ocupan un espacio concreto.
Tenemos entonces que todo valor, por el hecho de serlo, posee una
materia, que es aquello que otorgan a su poseedor, y una forma, que es
aquello que lo define y lo distingue de otros valores. Por ahora, no podemos
decir nada ms acerca de esta distincin de base; sin embargo, como iremos
7
comprobando paulatinamente conforme avance nuestro estudio, esta distincin
de base nos permitir plantear y entender muchas cuestiones referentes a los
valores.
8
no conseguimos ponernos de acuerdo respecto a lo que haremos, podemos
alcanzar la solucin planteando el valor que posee cada una de las posibili-
dades que manejamos, y despus preguntarnos por la altura o valor propio de
esos valores, gracias a lo cual terminaremos decidindonos por la posibilidad
cuyo valor presente la mayor altura de todos.
De este modo, igual que dijimos del valor que era criterio o norma de los
juicios de valor, podemos establecer ahora que las jerarquas son criterios o
normas de decisin a la hora de escoger entre determinados valores con
alturas diferentes. Atendiendo a ellas podemos por tanto aportar soluciones a
casos de conflictos entre juicios de valor opuestos, o sencillamente a aquellos
casos en los que debemos decidirnos entre la realizacin de un bien con un
valor u otro. De hecho, el axilogo Max Scheler conceba la solucin de un
proceso de deliberacin atendiendo a la altura de los valores que queramos
realizar con cada una de las acciones posibles, de modo que terminamos
eligiendo la accin que realiza o actualiza el valor con la altura ms alta.
9
Esto es: el problema que presenta el criterio de preferencia es que no es
realizado en condiciones impersonales con valor universal, sino que es puesto
en juego por sujetos concretos en situaciones y condiciones concretas y que
adems poseen ya una cierta nocin del valor de los valores en conflicto. De
hecho, tanto podemos decir que la preferencia desvela la altura de los valores
como que sta viene establecida por nuestra efectiva preferencia, y entonces
este criterio perdera toda su utilidad como criterio de solucin de conflictos
axiolgicos. Incluso la segunda posibilidad resulta ser la ms lgica, pues, si
nosotros mismos no tuviramos de antemano una cierta nocin de la altura de
los valores entre los que tenemos que elegir, cmo bamos a ser capaces de
elegir entre ellos, si tal eleccin y preferencia se lleva a cabo precisamente en
funcin de la altura de los valores?
10
aplicarse por comparacin entre dos o, a lo sumo, tres tipos de valores, resul-
tando prcticamente imposible realizar una comparacin de todos los tipos de
valores existentes a la vez. A pesar de todo, resulta tentador, y una lnea im-
portante de investigacin, plantear la posibilidad de que los seres humanos
podamos llevar a cabo este tipo de decisiones racionales atendiendo no sim-
plemente a convicciones e intereses subjetivos, sino directamente a condicio-
nes existenciales derivadas del propio ser del hombre, de modo que esas de-
cisiones tuvieran validez universal al fundamentarse en condiciones que todos
los seres humanos poseen por el mero hecho de serlo 4 .
El problema que presenta este criterio deriva del hecho de que el deber-
ser de los valores supone una propiedad que solamente los valores morales
podran llegar a presentar; el resto de los valores, por mucha altura que
posean, difcilmente podrn presentar ese carcter de obligatoriedad en
relacin a la existencia humana. Adems, que incluso los valores morales
puedan presentar ese carcter de deber-ser con respecto a su realizacin es
algo, por lo menos, discutible, y completamente ligado a la propia postura moral
de cada autor.
4
Por este camino es por el que B. Spinoza propone, en su tica, como fundamento de las decisiones morales, las
definiciones de lo alegre como aquello que potencia la vida y lo triste como aquello que reduce la vida; igualmente,
Nietzsche propuso, en Ms all del bien y del mal, centrar la atencin sobre aquellos fenmenos que potencien la
existencia, que la desarrollen, y valorarlos positivamente frente a aquellos que la reduzcan a su mnima expresin.
11
Habiendo estudiado diferentes posibles criterios para establecer la al-
tura, aunque no hayamos podido encontrar ninguno completamente eficaz, sin
embargo, hemos podido avanzar en el estudio de los valores, comprendiendo
con ms profundidad cmo estos poseen una altura y adentrndonos cada vez
ms y ms en el campo de los valores. Y as es como debemos avanzar en
filosofa, enfrentndonos continuamente a los problemas para poder poseer de
ellos una nocin cada vez ms amplia y exacta.
Y esto nos lleva, por ltimo, al gran problema relacionado con las jerar-
quas relativas. Este problema fue formulado brillantemente por Frondizi: a la
hora de medir la altura de los valores, con qu vara medimos la vara? Es
12
decir, parece claro que podemos establecer determinadas jerarquas; lo que no
est tan claro es que podamos incluirlas a todas ellas dentro de una jerarqua
ms amplia que las englobe a todas ellas y que juzgue de la altura propia de
cada una de ellas. Cmo valoramos la altura de una determinada jerarqua de
valores? Y, sobre todo, cmo lo hacemos de un modo que trascienda o
solucione su relatividad, de modo que esas jerarquas pudieran servir de
criterio de decisin en conflictos axiolgicos?
13
La primera de ellas establece que los valores se encuentran presentes
en los bienes del mismo modo como lo estn el resto de sus propiedades
fsicas; esto es, por ejemplo, que en una manzana su valor nutritivo est
presente en ella del mismo modo como lo estn su color, su forma, su
rugosidad, etc. Si esto fuera verdadero, entonces percibiramos ese valor
nutritivo del mismo modo como percibiramos el resto de las propiedades
fsicas de la manzana, a saber con alguno de los denominados sentidos
externos (vista, tacto, gusto, olfato, odo). Pero, como estudiaremos con ms
detenimiento en el apartado sobre la epistemologa axiolgica, tal posibilidad
no parece sostenible, ya que la experiencia cotidiana nos muestra que los
valores no son percibidos de ese modo, an ms cuando nos referimos a
valores ms abstractos como el valor moral de una accin o el valor literario de
un libro. De este modo, podemos entonces rechazar con derecho esta primera
posibilidad.
14
humano. Segn Locke, toda entidad real posee dos tipos de cualidades
sensibles: primarias y secundarias. Las cualidades primarias son aquellas
cualidades propiamente objetivas, las cuales estn presentes en los objetos de
modo necesario y sin que requieran que un sujeto consciente los perciba para
poder existir; as, su figura o su extensin son propiedades que podemos
reconocer como existentes en los objetos sin necesidad de que nosotros las
percibamos, es decir que existen incluso cuando no las percibimos.
Por el contrario, las cualidades secundarias son cualidades que los ob-
jetos presentan cuando son percibidos por un sujeto, siendo producidas por
una determinada combinacin en trminos de grado de las cualidades prima-
rias en virtud de la cual los sujetos elaboran subjetivamente dichas cualidades
secundarias; de este modo, el color o el tacto de un objeto slo existen en l
cuando un sujeto los percibe y son resultado de la combinacin de las cua-
lidades primarias realmente existentes en l. De este modo, las cualidades pri-
marias son efectivamente objetivas, mientras que las secundarias son cua-
lidades subjetivas causadas por las primarias. Segn esto, lo que establece la
primera respuesta posible es que los valores son una suerte de cualidades
subjetivas de los objetos presentes nicamente en la percepcin que los su-
jetos tienen de estos y producidas por sus propiedades fsicas, siendo entonces
stas condicin necesaria pero no suficiente de la presencia del valor en el
bien, ya que es necesaria tambin la intervencin de un sujeto.
15
comprendido al principio como bien; siguiendo un famoso ejemplo de la Edad
Media: sera como reconocer que el opio es capaz de producir sueo porque
posee la capacidad de producirlo, y la posee porque efectivamente lo produce.
16
que viene definida, como vimos anteriormente, por su forma, ya sea sta
objetiva o subjetiva, y que proyecta su materia sobre determinados bienes en
base a sus caractersticas fsicas, de modo que estos presenten un carcter
valioso, sin necesidad de que ese valor sea una propiedad ms entre el resto
de las propiedades fsicas del bien, ni de que se reduzca a una mera com-
binacin de ellas. El hecho de que esa proyeccin est fundamentada en las
propiedades fsicas de los bienes supone, por una parte, que posee cierto
carcter objetivo, cierto fundamento en la realidad, y, por otra, que la relacin
entre el valor proyectado y las propiedades fsicas de los bienes es de depen-
dencia, y no de completa independencia.
5
Sin que aqu el trmino nivel implique una supremaca de uno con respecto al otro.
17
torio de los valores y pasamos ya a estudiar, primero, cmo los conocemos o
percibimos, y despus qu tipo de naturaleza presentan.
18
sentidos externos. El filsofo escocs David Hume afirma en su Investigacin
sobre los principios de la moral que, cuando analizamos de un modo cientfico
(atendiendo a lo fsicamente experimentable) un objeto valioso o una situacin
o acontecimiento a la que le predicamos valor, lo nico que encontramos en
ellos son propiedades fsicas, objetivas, mensurables y clasificables, pero
ningn rastro de algo as como una cualidad objetiva de valor.
Ahora bien, de estas otras tres facultades, la nica que puede aportar un
dato con carcter de ser percibido, y ste es el carcter que presentan los
valores segn indicamos antes, es el sentido interno, de modo que es, para
Hume, a travs de la introspeccin, y no mediante los sentidos externos, como
percibimos los valores de los bienes, pues en realidad los valores, en vez de
estar presentes fsicamente en los bienes, derivan de los sentimientos que
estos producen en nosotros cuando los percibimos. Es decir, que, volviendo al
ejemplo anterior, el valor artstico de un cuadro no supone una propiedad fsica
ms de ste, sino justamente la expresin de un sentimiento que el cuadro nos
produce.
Esta dificultad, empero, nos gua hacia una tercera respuesta posible,
quiz la ms elaborada y fecunda de las tres, pero tambin una de las ms
peligrosas. Reunamos los datos positivos obtenidos en el anlisis de las dos
respuestas anteriores: tenemos entonces que no percibimos los valores por los
sentidos externos sino por introspeccin, y que, aun as, estos se nos
19
presentan como estando presentes en la conciencia conjuntamente con el resto
de las propiedades fsicas del bien valorado. Si encontrramos un proceso
cognoscitivo que incluyera en un cierto sentido tanto la percepcin externa
como la interna quiz podramos encontrar una respuesta a la pregunta inicial
que salvara los problemas que no resolvan las anteriores.
Sin entrar ahora en las objeciones posibles a toda teora axiolgica ob-
jetivista, de las que daremos cuenta cuando estudiemos ejemplos concretos de
stas, la suposicin de que existe una facultad cognoscitiva especfica para el
campo del valor parece, de entrada, aceptable en base a la distincin entre el
nivel del ser y el nivel del valer. Los problemas surgen cuando queremos ca-
racterizar esta facultad. Algunos autores consideran que esta presenta el
carcter de una intuicin, esto es, que percibe el objeto al que se dirige de un
modo absoluto y evidente sin perder ningn dato de ste.
20
Plantearemos, para terminar este apartado, una ltima respuesta posi-
ble, formulada por autores subjetivistas, por lo que se acerca ms a la segunda
respuesta, planteada por Hume, que a la primera y a la tercera. Para la
mayora de los autores subjetivistas, principalmente para los que sostienen un
subjetivismo individualista o individualismo axiolgico, cada uno percibe los va-
lores en sus propias valoraciones porque son stas las que crean las con-
diciones y circunstancias en las que el ente valorado por ellas es valioso del
modo como ellas lo valoran, y por tanto las valoraciones crean, directa o indi-
rectamente, los valores.
Esta objecin posee a su vez, sin embargo, otra objecin, la cual nos
obligar a adentrarnos finalmente en el estudio de la naturaleza de los valores.
6
Tendramos que suponer entonces una tercera valoracin anterior a la primera, y as hasta el infinito.
21
En efecto, si afirmamos que toda valoracin necesita de un valor anterior a ella,
y a la vez reconocemos que no podemos tratar los valores exteriormente a va-
loraciones concretas ms que por abstraccin, corremos el peligro de producir
una regresin al infinito en busca del valor o valoracin sobre la cual se
fundamentan todas las dems valoraciones, de modo que, de no encontrar ese
valor o valoracin original, las dems valoraciones se vuelven, simplemente,
imposibles. Por ello necesitamos encontrar un fundamento del valor externo a
la propia valoracin que posibilite la existencia de ste con independencia de
valoraciones concretas, aunque nosotros no seamos capaces de manejarlo sin
llevarlas a cabo. Ese fundamento debemos buscarlo estudiando no ya el modo
como conocemos el valor, sino directamente el modo como el valor existe.
Sin embargo, antes de pasar a ese estudio, recojamos las notas gene-
rales acerca del modo cmo conocemos los valores que hemos podido al-
canzar a travs del anlisis de las distintas respuestas posibles, planteadas
como consecuencia de la pregunta sobre qu facultad ponemos en funcio-
namiento cuando valoramos. En efecto, no percibimos los valores mediante la
percepcin externa, dirigida al nivel del ser, sino mediante una suerte de per-
cepcin axiolgica, dirigida al nivel del valer, y esto porque los valores no son
propiedades objetivas de los seres, como lo son su peso, color o figura, sino
cualidades axiolgicas de stos. A su vez, hemos reconocido que esta per-
cepcin axiolgica, al menos en la mayora de los casos, presenta cierta rela-
cin, cuando no una identidad, con la introspeccin de nuestros propios sen-
timientos y estados de nimo en el momento de valorar. Por ltimo, hemos
comprobado de nuevo la necesaria anterioridad lgica del valor con respecto a
la valoracin que lo utiliza o lo predica de un bien.
El problema que nos queda por resolver en relacin al modo cmo cono-
cemos los valores, y cuya solucin depender de la posicin axiolgica que
adoptemos respecto a su modo de existir, es el referido a la naturaleza de esa
percepcin axiolgica, o, desde otro punto de vista, al fundamento de esa per-
cepcin: si ste es objetivo o subjetivo, real o emocional, fsico o psicolgico.
22
derivan algunas notas generales sobre la naturaleza del valor, correspondiendo
el resto de la comprensin de sta ya a una postura axiolgica u otra, sin que
ninguna de ellas, no obstante, se presente en principio como verdadera frente a
las dems. De aqu surge precisamente, como hemos sealado al final del
apartado anterior, la necesidad de estudiar este problema: de la comprobacin
del hecho de que la mera comprensin de que reconocemos valores en objetos
valiosos no implica, de suyo, ninguna nocin sobre su naturaleza.
A), B) y C) son entonces las tres posibles concepciones del valor que
vamos a analizar, estudiando en cada caso cada uno de los modos segn los
cuales podemos entender el valor dentro de cada una de ellas.
23
Podemos, por otra parte, entender los valores como propiedades fsicas
que presentan los bienes. Hemos estudiado ya esta posibilidad, pero slo una
versin, por as decirlo, de ella, a saber, la que entiende ese ser propiedades
fsicas como si los valores fueran directamente una propiedad ms de los bie-
nes. Sin embargo, podemos entender esta posibilidad de otro modo, justa-
mente concibiendo a los valores no como siendo directamente propiedades f-
sicas, sino como refiriendo a determinado grupo de propiedades fsicas que los
bienes presentan, y en virtud de las cuales precisamente poseen valor; como si
dijramos, por ejemplo, que el valor artstico consiste en las propiedades fsicas
a y b, y por tanto que todo objeto que posee esas propiedades a y b es, por
ello, un bien artstico.
A esta tesis cabe hacerle una objecin que el ya citado Hume le hace,
en otro contexto, a aquellos sabios que sostienen que las entidades universales
surgen por abstraccin de entidades singulares presentes en los objetos. En
esa crtica, Hume, con su irona caracterstica, invita a esos sabios a describir
el proceso segn el cual reconocemos esas propiedades y de ellas abstraemos
las entidades universales, ya que, si hasta un beb es capaz de llevar a cabo
esas abstracciones, cmo no iban a poder hacerlo ellos, siendo grandes y
reconocidos sabios?
Del mismo modo, los valores de entidades temporales, por ello de enti-
dades generables y corruptibles, seran igualmente generados y dejaran de
existir cuando los bienes en los que se realizan fueran, respectivamente, ge-
nerados y corrompidos, y entonces no podramos, por ejemplo, predicar la
24
amabilidad y la generosidad con la que un hombre pint su vida si ese hombre
ya est muerto, o la dulzura y el carcter agradable de un caramelo cuando ha
sido digerido por nuestro estmago. Y aunque, efectivamente, en algunos ca-
sos, prediquemos en un momento un valor de un bien, pero posteriormente
neguemos que siga presentndose en l, tal hecho no debe despistarnos, ya
que lo que en esos casos es temporal no es el valor mismo, sino la propia va-
loracin. Es decir, la aplicacin de ese valor, como cualquier otro fenmeno
humano, es temporal, pero no el valor mismo, el cual no deja de existir porque
nosotros dejemos de predicarlo 7 . Nuestro modo de valorar est igualmente
afectado por modificaciones culturales e histricas, lo cual no significa que se
modifiquen los valores, sino justamente nuestra preferencia ante su realizacin
en bienes concretos, y por ello nuestra valoracin de esos bienes.
7
De este estar afectado por el tiempo de las valoraciones surge un problema de carcter moral. Normalmente
tendemos a pensar que el carcter moral, y con ello la responsabilidad, de una accin llevada a cabo por un agente
permanece ms all de la propia duracin temporal de sta, y por eso tiene sentido todo nuestro sistema legal de
recompensas y castigos. Pero, podramos mantener ese sistema si los valores morales fueran temporales? Parece
evidente que no; sin embargo, no est tan clara la repercusin de la temporalidad de las valoraciones en ese sistema
legal. Pretendemos generalmente, sobre todo desde la Ilustracin y la Declaracin universal de los derechos del
hombre, que ese sistema est fundamentado en una naturaleza humana comn que hay que respetar, y por tanto los
castigos y recompensas que ese sistema indica tienen carcter universal y eterno en relacin a esa naturaleza humana
siempre y cuando sta permanezca inalterable. Podemos, sin embargo, seguir llevando a cabo esos castigos y
recompensas si reconocemos que nuestras valoraciones, como nosotros mismos, son temporales y se encuentran
afectadas, como mnimo, por modificaciones histricas? Quiz sea la necesidad de responder afirmativamente a este
problema la razn por la cual algunos axilogos han sostenido el carcter atemporal de las valoraciones.
25
existencia en la realidad con lo comprobable por experiencia, y esto es, por
definicin, lo fsico-objetivo, de modo que introducir en estas categoras de
pensamiento una irrealidad realmente, pero no fsicamente, existente nos
supone, al menos de entrada, una contradiccin lgica, y por ello nos resulta
prcticamente imposible manejar tal nocin de irrealidad, al menos desde el
modelo de pensamiento impuesto actualmente por las ciencias naturales al
suponer una categora que simplemente no encaja en ese modelo; ahora bien,
como los autores que plantean este modo de entender la naturaleza de valor
no ofrecen una revolucin del pensamiento que posibilite manejar esa
categora de irrealidad, nos vemos incapacitados para mantenerla.
8
Utilizamos aqu, en vez de otros trminos, el manejado por N. Hartmann en virtud de que este autor sostiene esta
concepcin del valor.
26
mente como producto de una abstraccin personal de un sujeto comunicada
dentro de una comunidad, de modo que la existencia real de los valores no
vendra ya de su idealidad, sino de su mantenimiento en el sistema de cono-
cimiento por parte de una comunidad intersubjetiva.
27
3. Objetivismo y subjetivismo axiolgicos
Desde otro punto de vista, este problema tambin puede estudiarse bajo
la perspectiva del reconocimiento de un derecho: si consideramos que existen
en los bienes determinadas propiedades que los hacen ser merecedores de ser
considerados como valiosos reconocemos que estas propiedades sirven de
fundamento objetivo a todas nuestras valoraciones, y por tanto nos inclinamos
hacia el objetivismo; si consideramos, sin embargo, que el derecho de los
objetos a ser merecedores de valor no proviene, o no se reduce en todo caso
a, un conjunto determinado de propiedades fsicas presentes en los entes valo-
28
rados, sino que requiere en ltimo trmino la intervencin activa y valorativa de
una conciencia, estaremos sosteniendo entonces una postura subjetivista.
Cmo decidirnos por una de las dos posturas? Nuestra actitud natural
se incluye dentro del subjetivismo porque normalmente en nuestra vida
cotidiana, a partir de la experiencia de que diferentes sujetos defiendan juicios
de valor contrarios referidos a preferencias personales, sostenemos la tesis
de gustibus non est disputandum, es decir, no hay disputa acerca de
gustos (o, como suele decirse en espaol coloquial, para gustos, los
colores), la cual afirma el carcter individual y personal de las valoraciones.
Pero cuando analizamos las consecuencias que conlleva sostener esta tesis,
encontramos que ello supone la ruptura de toda existencia tica y social al
29
fundamentar todo valor y toda valoracin en experiencias y convicciones
personales incomunicables y, sobre todo, indemostrables.
Si reconocemos, por ejemplo, que otros pueden disfrutar del mismo ca-
rcter dulce del caramelo que nosotros estamos disfrutando es porque creemos
que existe algo en el caramelo que produce ese encontrarlo como dulce,
aunque en ltimo trmino dependa de los propios sujetos el juzgarlo como tal o
no. Al limitar de este modo la tesis original subjetivista de gustibus non est
disputandum, hemos vislumbrado indirectamente uno de los grandes proble-
mas morales a resolver por el subjetivismo: toda teora subjetivista, si no quiere
caer en un relativismo extremo, por otra parte inaceptable, debe ser capaz de
establecer un criterio objetivo de valoracin que fundamente a la vez que limite
toda valoracin subjetiva, sin que por ello deba negar el subjetivismo de los
valores predicados en ellas.
9
Hablamos aqu de conciencias valorativas, y no simplemente de sujetos humanos, pues, de hacer lo segundo,
negaramos la capacidad de valorar a otros seres; pero resulta evidente que los animales, aquellos otros seres que
poseen conciencia, tambin son capaces de experimentar, al menos, sensaciones de agrado y desagrado, de placer y
dolor, las cuales remiten igualmente a valores.
30
una dignidad positiva o negativa, es decir, un valor, de tal modo que ste le
viene impuesto al sujeto en el momento de valorarlo.
31
existen para el especialista que los maneja, mientras que para l no existen en
absoluto.
Por otra parte, existe un gran riesgo, al solucionar los conflictos axio-
lgicos con mtodos de especializacin, de llegar a situaciones de tirana que
nieguen por completo cualquier capacidad valorativa de los sujetos ajenos a los
grupos de especialistas 11 . Por eso, aunque con esta postura objetivista haya-
mos encontrado una solucin posible ante los conflictos axiolgicos, lo cual es
en ltimo trmino, y nunca debemos olvidarnos de ello, el fin perseguido por la
axiologa, debemos seguir analizando las posturas objetivista y subjetivista con
la intencin de encontrar una solucin mejor.
11
De hecho este riesgo es actualmente denunciado dentro del campo de las ciencias naturales debido al aparente
dominio tirnico que stas parecen mantener del campo del saber en general.
32
Tipo de Subjetivismo Subjetivismo Subjetivismo
subjetivismo extremo o moderado o intermedio
individualista especializado
Intereses
Tipo de inters que Cualquier tipo de Intereses relativos a fundamentados en
fundamenta el valor inters un campo propiedades
especfico objetivas
Objetos con
Tipo de objeto Cualquier tipo de Objetos de un determinada
valorado objeto campo especfico dignidad
No debemos pasar por alto que tambin puede concebirse el tener in-
ters por algo como una forma de desvelar el valor de ese algo, con lo que el
inters ya no sera marca de una posicin subjetivista sino objetivista (cercana
a la tercera posicin indicada en la tabla anterior). Con ello, sin embargo, vol-
vemos a necesitar continuar nuestra investigacin acerca de la naturaleza ob-
jetiva o subjetiva de los valores, sin que la posibilidad de manejar el inters
como fundamento de la naturaleza del valor nos haya demostrado la validez de
alguna de las dos posibilidades.
33
cuadro determinado posee valor, a partir de ese momento se tomar como
verdadera tal valoracin, y como falsa cualquier valoracin contraria a sta.
Con esto hemos llegado al final de nuestro estudio del conflicto entre las
posturas objetivista y subjetivista y de los planteamientos de ambas acerca de
la naturaleza de los valores. Como hemos visto, ninguna de estas dos posturas
nos ofrece, en notas generales, un planteamiento exento de problemas que nos
haga decantarnos por una de ellas.
12
Es el caso mismo de M. Scheler, axilogo objetivista que maneja este mtodo a priori, y el cual fue rebajando la
altura de los valores religiosos, al principio supremos, conforme a su secularizacin personal.
34
filosofa de los valores (as como de cualquier otra doctrina filosfica), el
tratamiento correcto de la naturaleza de los valores y teorizar (y actuar) en
consecuencia, sin que sea necesario adscribirse a todas y cada una de las
tesis planteadas por ejemplos concretos ya existentes de teoras axiolgicas.
35
S: De lo que ahora me cuenta se deduce que los valores existen con
independencia de los bienes en los que se actualizan por proyeccin, me
equivoco? Pues bien, esos valores en s existentes pueden serlo por ser
objetivamente reales o por ser creaciones subjetivas mantenidas por los seres
humanos. Le exijo ahora que me demuestre que lo primero es cierto y lo
segundo falso, pues ambas posibilidades son, lgicamente, posibles, valga la
redundancia. De hecho, ciertos desacuerdos histricos o culturales acerca de
los propios valores ponen en cuestin la primera de las posibilidades y
demuestran la segunda, siendo verdad, contrariamente a lo que usted dice, que
es bueno lo que deseamos, y no que deseamos lo bueno, lo cual se
demuestra, por ejemplo, en el caso del valor filatlico, el cual no existe hasta
que los sujetos lo toman en consideracin.
36
La primera teora subjetivista que vamos a estudiar es la teora de Perry.
Esta teora se resume perfectamente en su tesis principal: Lo que es objeto de
inters adquiere eo ipso valor. Un objeto, de cualquier clase que sea, adquiere
valor cuando se le presta un inters, de cualquier clase que sea 13 . Desde el
momento en que un sujeto cualquiera experimente inters por un objeto
determinado, sean el primero y el segundo del tipo que sean, ese objeto
adquiere un valor correspondiente al inters que suscita en el sujeto.
As, si una teora nos resulta interesante a nivel intelectual por presentar
la solucin de un problema terico, el valor que nuestro inters otorga a esa
teora es igualmente valor intelectual; si, por el contrario, una llave inglesa nos
resulta interesante porque nos resulta til para arreglar un aparato elctrico, el
valor de esa llave inglesa ser de utilidad. Es cierto que existen determinados
tipos de valores, como los de tipo tico o religioso, que resulta realmente difcil
reducirlos a intereses concretos de los sujetos que los manejan; para Perry, sin
embargo, esta dificultad slo muestra lo complejas que pueden llegar a ser
nuestras elaboraciones racionales a la hora de valorar objetos.
Pongamos otro ejemplo para intentar refutar la tesis del inters: un fsico
puede estar sumamente interesado en la ciencia que estudia, y en cambio no
encontrar ningn inters en otras ciencias, como la paleontologa o la
antropologa, sin que esa falta de inters repercuta en que todos reconozcamos
el mismo valor intelectual en esas tres ciencias. De nuevo se comete aqu un
error por culpa de transgredir las condiciones establecidas por la tesis de Perry:
a la hora de atribuirle valor a algo, o nos movemos en el nivel individual o en el
nivel social. A nivel individual es cierto que ese fsico encontrar mucho ms
13
R. B. Perry, Teora general del valor.
37
valor en la ciencia que estudia que en cualquier otra ciencia mucho menos
interesante para l (por eso mismo, estudia fsica y no paleontologa); a nivel
colectivo, sin embargo, reconocemos que todas las ciencias, en principio,
poseen el mismo valor intelectual por poseer el propio rango de ciencia, y esto
porque esas mismas ciencias promueven y regulan un inters colectivo hacia
ellas.
De este modo, Perry reconoce que los intereses fundados son me-
jores que los infundados; lo cual, por otra parte, es evidente, pues no parece
38
posible que en una persona surja repentinamente un inters por algo com-
pletamente infundado. Lo que generalmente ocurre es que los intereses surgen
tras un conocimiento, incluso tras una deliberacin, de las propiedades del ente
en cuestin, de sus efectos y consecuencias, de su utilidad, etc. Por ejemplo,
nuestro inters por la utilidad de la llave inglesa surge cuando conocemos su
efectiva utilidad para solucionar nuestro problema. Esto significa que, general-
mente, intentamos fundamentar nuestro inters de la mayor manera posible en
determinadas caractersticas objetivas del ente interesante.
La tesis principal de esa teora comn defiende que una cosa tiene valor
cuando y en la medida en que nos resulta placentera, es decir en tanto que po-
see la capacidad de causar en nosotros un sentimiento de placer en el caso de
un valor positivo, y un sentimiento de displacer en el caso de un valor negativo.
El placer aqu es considerado como una suerte de reaccin originaria frente al
objeto; por lo tanto, los valores de los objetos se establecen directamente en su
contacto con nosotros en tanto que, originariamente, producen en nosotros
sensaciones placenteras o displacenteras en ese contacto, lo cual es posible
porque no nos mantenemos indiferentes ante el mundo como mentes descor-
poreizadas, sino que sentimos, disfrutamos y sufrimos ante l.
Esta tesis del placer necesita, no obstante, una matizacin, realizada por
Ehrehnfels. Si slo el placer producido por un objeto con el que tenemos
39
contacto real fuera el origen de todo valor, entonces nunca podramos valorar
objetos inexistentes, ya que con estos no es posible ese contacto directo. Pero
tal reduccin del mundo de los bienes supondra el aniquilamiento de toda es-
peranza y de todo ideal humano, pues la esperanza y el ideal se fundamentan
sobre los valores que realizan: por ejemplo, tenemos esperanza en los estudios
porque realizan diferentes valores positivos. De este modo, otorgamos, o inclu-
so reconocemos, un valor positivo de un objeto no existente todava, por lo tan-
to con el que no tenemos contacto directo, sin que eso quite que lo deseemos.
40
Sin embargo, y como tambin ocurra con las objeciones a la tesis de
Perry, estos casos no consiguen refutar del todo la tesis del placer, pues
comparan sensaciones de placer o displacer con valores que no se reducen
directamente a ellas por suponer una elaboracin distinta: el mal sabor del
pescado no est en relacin directa con la sensacin agradable nutritiva que se
encontrara en la base de su valor nutritivo. Adems, estos casos olvidan la
elaboracin racional del placer, as como la proyeccin al futuro del pasado
experimentado y la proyeccin al presente del futuro esperado: conocemos el
valor nutricional del pescado porque sabemos por experiencia pasada que nos
proporcionar en un futuro salud y bienestar, y superponemos esa sensacin
placentera esperada a la sensacin desagradable actual, con lo cual seguimos
fundamentando el valor positivo del pescado en el placer que nos produce 14 (n.
14).
La tesis del placer presenta, a su vez, el mismo problema que toda tesis
subjetivista irrestricta, y es que genera un relativismo extremo insostenible. En
efecto, si el placer otorga ipso facto valor al objeto que lo produce no podran
existir ni la inmoralidad ni el pecado. Nunca podramos castigar a un ladrn por
haber cometido su crimen si l lo encontraba placentero, a no ser que im-
pongamos a su valoracin la de aquellos a los que ha robado; pero nos faltan
criterios ticos, morales y legales que legitimen esa imposicin, los cuales no
pueden en ningn caso ser impuestos desde las sensaciones de placer o
displacer sin dar como resultado la misma situacin de relativismo moral.
14
De todos modos, sigue sin estar claro qu placer posee ms intensidad y, con ello, capacidad para fundamentar
nuestras valoraciones, si los placeres actuales o los placeres futuros calculados. En este caso, puede que el sabor
desagradable actual pese ms en nuestras valoraciones que el bienestar futuro esperado. Con esto no anulamos su
valor nutritivo, que sigue fundamentndose en ese valor futuro esperado, pero nos ponemos en una situacin de
conflicto entre dos valores, sin que poseamos un criterio para decidir cul es el ms valioso para nosotros.
41
valor o peso en esas decisiones a ninguna de sus valoraciones personales
opuestas.
Con el giro a principios del siglo XX hacia la filosofa del lenguaje co-
menzaron a aparecer determinadas teoras axiolgicas que intentaban encon-
trar la validez y la justificacin de los juicios de valor en un anlisis lgico-lin-
gstico de estos. Las dos teoras ms importantes dentro de este movimiento
son fruto de dos famosos filsofos del lenguaje, R. Carnap y A. Ayer. Antes de
estudiar sus teoras, sin embargo, daremos un repaso breve a lo que la tesis
logicista sostiene. Desde esta posicin lingstica semntica, lo que esta tesis
defiende es que, al emitir un juicio de valor sobre un objeto concreto, lo que
estamos haciendo es expresar mediante el adjetivo de valor el estado emo-
cional que ese objeto produce en nosotros. Por ello, el error de toda teora
objetivista consiste en interpretar mal nuestro uso del lenguaje al considerar
que el hecho de predicar un adjetivo de un objeto slo es posible si el referente
de ese adjetivo se encuentra objetivamente presente en el objeto en cuestin.
42
estado emocional, no es ni verdadero ni falso, pues no afirma nada de la reali-
dad, se limita a expresar un estado subjetivo.
Esto significa, sin embargo, que, en ltimo trmino, slo puede haber
discusin axiolgica cuando todas las personas incluidas en la discusin
manejan la misma tabla de valores, esto es, si todos ellos entienden los valores
del mismo modo, pues esto les permite discutir sobre sus interpretaciones;
desde el momento en que entre ellos hay diferencias en el modo de concebir
los valores, al ser las tablas de verdad verdaderas en s por no poder ser
errneas, se anula toda la posibilidad de discusin al no haber ni demostracin
ni refutacin posibles, con lo que slo queda, quiz, la persuasin 15 .
15
Cuando lo que se enfrenta realmente son dos principios irreconciliables, sus partidarios se declaran mutuamente
locos y herejes. He dicho que combatira al otro pero, no le dara razones? Sin duda; pero, hasta dnde llega-
ramos? Ms all de las razones, est la persuasin. L. Wittgenstein, Sobre la certeza, 611-612.
43
estado emocional concreto que ese objeto produce en el sujeto que formula el
juicio estaremos refutando esa tesis. Ese caso lo encontramos, por ejemplo, en
los juicios morales, los cuales provienen de una reflexin racional, no
emocional, y en general en todos los juicios de valor cuyo origen se encuentre
en una reflexin racional y no en estados emocionales. Resultara realmente
complicado fundamentar la valoracin de una teora en el estado emocional
que esa teora nos produce. Esta objecin, empero, plantea un problema de
carcter terico, y es que maneja una distincin tradicional entre razn y
sentimiento, entre la lgica de la razn y la lgica del sentimiento o del corazn,
acerca de la cual Ayer ni habla ni juzga.
16
Siempre que esta teora utiliza la expresin mantener los valores debe entenderse que la sociedad utiliza o maneja
efectivamente esos valores, y con ello les aporta subsistencia, los mantiene existentes.
44
que no hay valores mejores ni peores, sino simplemente valores diferentes que
son mantenidos o no lo son.
Otra consecuencia derivada del hecho de que los valores slo existan en
tanto en cuanto una sociedad los mantenga o los acepte es que slo reciben su
validez dentro de la sociedad que los mantiene; extrapolados de sta, no son ni
verdaderos ni falsos, ni acertados ni errados. Esto significa que las distintas
tablas axiolgicas sostenidas por diferentes sociedades son inconmensurables,
no pueden compararse entre s, ya que entre ellas no son ni mejores ni peores,
son simplemente distintas, cada una obtiene su fundamento y su valor de su
propia sociedad y no puede ser ni criticada ni alabada por miembros externos a
45
ella. Cada sociedad posee su propia cultura con su estructura axiolgica
derivada de la aprobacin social de los valores en uso, de modo que, fuera de
la sociedad que los legitima, los valores, sencillamente, no tienen sentido, no
pueden ser comprendidos en su ser.
46
criterio de validez de su propio modo de valorar. De este modo, empero, disol-
vemos la distincin entre deseado y deseable, pues nicamente existe lo efec-
tivamente deseado, mientras que nada podemos decir acerca de lo deseable.
Ahora bien, como hemos visto, ya existen dos modos de entender ese
ser deseable de un valor: como deseabilidad explicitada por un ser deseado, o
como derecho a ser deseado o deber ser deseado. Al negar la existencia de lo
deseable esta teora niega el mbito del deber ser valorado, niega toda capa-
cidad normativa de los valores. Por ejemplo, si una sociedad considera como
bueno lo que fomenta la vida, toda accin que se considere como capaz de
llevar a cabo ese fomento debera ser considerada como buena, independien-
temente de si un sujeto la valora efectivamente as; sin embargo, de la tesis
sociologista se sigue que nada podr ser considerado como bueno, por mucho
que se siga lgicamente de alguna consideracin social, hasta que sea
considerado as por un ciudadano perteneciente a ella.
17
En este ejemplo hemos mencionado sociedades relativamente pequeas, pero este problema se complica cuando
las sociedades a las que ese individuo pertenece son sociedades con identidad nacional o cultural diferente, como por
ejemplo un ciudadano madrileo que posee la nacionalidad alemana, o un ingls con nacionalidad espaola.
47
nunca este conflicto, ni siquiera a travs de la persuasin, pues no cabe dis-
cusin axiolgica alguna entre dos sociedades con tablas de valores distintas.
Se mantendr entonces ese individuo en un estado de tensin permanente,
sin actuar, desde el momento en que surge ese conflicto hasta su muerte por
ser incapaz de resolverlo?
Por otra parte, no est demostrado que sea verdad que las valoraciones
vienen siempre socialmente impuestas, pues es plausible que, en ltimo
trmino, sean los propios individuos los que tengan que llevar a cabo las
valoraciones concretas y decisiones entre unas tablas de valores y otras que
mantienen socialmente los valores, sin que esas valoraciones y decisiones le
vengan ya impuestas. Es decir, la tesis sociologista debe demostrar que no es
cierto que la aceptacin social de los valores se sostenga en las decisiones
personales de los individuos (es decir, tiene que demostrar justamente la
denominada sociedad de masas o, en trminos socialistas, alienacin
capitalista).
48
problema partiendo de los presupuestos sociologistas y matizando algunas de
sus tesis. As, podemos considerar que las sociedades, aun siendo inconmen-
surables, no son excluyentes, esto es, existen sociedades cuya amplitud de
referencia les hace englobar, o al menos estar mezcladas con, otras sociedad-
des. Es el caso del ejemplo anterior, en el que la sociedad cristiana englobaba
parte de la sociedad estudiantil al referirse ambas a la misma dimensin de la
existencia humana por ser la primera ms extensa, y por esa razn tena
derecho a, como mnimo, plantear la discusin axiolgica.
49
absolutamente, con validez eterna y universal, de modo que esta validez se
extenda a la tica en ellos fundamentada.
Para Scheler, los bienes son objetos en los que en la experiencia cons-
tatamos la presencia de un valor. Pero ni ellos mismos son los valores, ni estos
se agotan en su actualizarse en los bienes, sino que los valores son cualidades
objetivas de los bienes con existencia independiente a ellos: tienen el carcter
de esencias en s mismas objetivamente existentes que se actualizan en bie-
nes concretos pero que no se agotan en ellos. Y no son simplemente indepen-
dientes a los bienes con respecto a su existencia, sino que tambin somos ca-
paces de conocerlos de un modo a priori por intuicin emocional con inde-
pendencia de la percepcin emprica de cualquier bien 18 . Es decir, podemos
saber qu es el valor moral bueno sin necesidad de verlo realizado en una
accin o fenmeno concreto. Estos dos tipos de independencia (ontolgica y
epistemolgica) se demuestran en dos hechos fundamentales de la existencia
del valor. Por una parte, si la existencia del valor se agotara en su darse efec-
tivo en bienes, la modificacin de los bienes conllevara de suyo la modificacin
de los valores en ellos actualizados.
As, la prdida del sabor de una fruta con el paso del tiempo implicara la
degradacin del valor mismo de ese sabor. Por la misma razn, si no se
cumpliera esa independencia en su existencia, la destruccin de todos los
bienes existentes de un mismo tipo de valor conllevara la destruccin de ese
valor. Por ejemplo, si destruyramos todas las obras de arte existentes en el
mundo estaramos llevando a cabo con ello la destruccin del valor mismo de
belleza esttica o de obra artstica, lo que significara que a partir de ese
momento ninguna creacin humana podra considerarse como hermosa, ni
siquiera como obra de arte, al haber desaparecido esos valores con sus bienes
correspondientes.
18
Scheler rechaza que percibamos los valores a travs de los sentidos, ya sean los externos o, como vimos que
defenda Hume, los internos. En defensa de este rechazo argumenta que en multitud de ocasiones percibimos el valor
de un determinado bien independientemente del estado de nimo o sentimiento que ese bien produzca en nosotros.
As, por mucho que odiemos a nuestro enemigo podemos llegar a reconocer su valor moral al llevar a cabo una accin
justa. Ahora bien, no podra considerarse, en este caso concreto (y por extensin en todos los dems), que ese
reconocimiento del valor moral deviene de un repentino sentimiento de respeto dirigido indirectamente a nuestro
enemigo a travs de la accin que nos produce agrado, sentimiento que estara inserto dentro del continuo odio que
sentimos hacia l?
50
modo que estos existen incluso si ningn ser humano los hubiera percibido
nunca.
Por ejemplo, Scheler define, a partir de una intuicin emocional (la suya),
como moralmente malo el asesinato. A partir de este momento, el asesinato es
malo por esencia, independientemente de que cualquier ser humano lo juzgue
as en cualquier momento de la historia. Pero este juicio es dogmtico: cmo
conoceramos la maldad moral del asesinato si nunca hubiramos conocido un
asesinato? Scheler dira: no lo conoceramos por experiencia, pero el asesinato
seguira siendo malo, y nosotros podramos conocer esto por intuicin
emocional. Scheler defiende esta tesis hasta tal punto que llega a calificar
como errneo todo juicio de valor que contradiga la esencia de un valor
determinado. Esto es, si consideramos a la fruta como nutritiva, entonces la
fruta poseer ese valor de un modo esencial, a priori, y si alguien encuentra
daina la ingestin de fruta (por enfermedad o alguna otra razn), ese alguien
no se encuentra en situaciones normales, es anormal.
51
distinguir entre la vivencia intencional y aquello a lo que tiende objetivamente
esa vivencia; dicho con ms precisin, hay que distinguir entre el objeto al que
se tiende dentro de la vivencia y el mismo objeto fuera de la vivencia. Si los
valores slo existieran dentro de nuestras valoraciones entonces nunca
podramos llevarlas a cabo, porque necesitaran estar ya en nosotros como
objetos psquicos; por ello, los valores deben existir con anterioridad y
externamente a los juicios de valor.
Al intuir los valores no slo intuimos su forma, sino que adems intuimos
su altura, intuimos el valor de los valores mismos, y con ello instauramos una
jerarqua. Sin embargo, esto no significa que esa altura provenga de la propia
esencia del valor. Podramos afirmar con perfecta coherencia que los valores
existen objetivamente pero que anteriormente a cualquier percepcin subjetiva
son jerrquicamente neutros. Scheler niega que ocurra esto. Para l, los
valores poseen en s mismos, por su propia esencia, una altura determinada
derivada de lo que ellos mismos son 19 . Y el criterio que nosotros manejamos
para determinar esa jerarqua eterna y universal de los valores es la
preferencia: juzgamos la altura de un valor mediante el preferir, que se
diferencia tanto del elegir como del juzgar por encontrarse en la base de los
dos. Esto es, elegimos realizar efectivamente un bien, producir su existencia,
antes que la de otro, y juzgamos un bien como mejor que otro porque
preferimos la existencia del valor del primero antes que la del segundo.
19
Esto le permite establecer normas y criterios ticos fundamentados en la altura absoluta de los valores que posean,
por ello, validez eterna y universal.
52
intuido acertadamente los valores. Y con ello volvemos a introducirnos en el
crculo lgico.
Ahora bien, en qu consiste ser valioso? Para Ortega pensar que ser
valioso es igual a ser agradable o producir agrado es absurdo, y supone un mal
anlisis de los fenmenos en los que valoramos. No ocurre que nosotros le
impongamos valor al bien segn nuestro estado emocional, sino que ese valor
nos viene impuesto ya originariamente en nuestra percepcin del bien. Por
ejemplo, la bondad moral de una accin no viene impuesta por nosotros, por un
sentimiento subjetivo, sino que ese sentimiento viene producido ya por una
bondad moral objetivamente presente en la accin. Todo complacerse es
complacerse en algo, y por tanto ese complacerse viene determinado por ese
algo.
53
ello ese valor se impone, o al menos debera imponerse, a todas las posibles
valoraciones de l.
Por ltimo, esa estimativa posee las mismas propiedades que la intuicin
intelectual, aunque se mueva dentro del campo de los sentimientos subjetivos.
As, cuando tenemos conciencia de la presencia de un valor en un bien, esa
conciencia no es parcial (como nuestra percepcin sensible del bien), sino que
es absoluta, percibimos el valor como absolutamente presente en el bien. A su
vez, no necesitamos percibir un valor concreto para tener clara conciencia de
54
su materia y de su forma. As ocurre, por ejemplo, en la creacin artstica, en la
que el autor tiene ya conciencia del valor que quiere plasmar en su obra antes
de crearla. Este hecho nos permite manejar los valores con independencia de
toda valoracin concreta. De estas caractersticas de la estimacin se sigue
que la Estimativa o ciencia de los valores es un sistema de verdades evidentes
y absolutas, al modo de la matemtica, de modo que la verdad de los juicios de
valor se deduce necesaria e indubitablemente de la estimacin absoluta de los
valores.
55
bilidad no slo es, valga la redundancia, posible, sino que su necesidad resul-
tara evidente a cualquier terico que estudiara las fluctuaciones entre ambas
posturas que llevamos a cabo y no se viera obligado a posicionarse en uno de
los extremos.
De esta tesis deviene una nocin de valor como cualidad de los bienes
que no se reduce ni a las cualidades objetivas (primarias) ni a las subjetivas
(secundarias). Estas cualidades presentan un tipo caracterstico de totalidad en
el que sus elementos, de naturaleza heterognea, se relacionan entre s de un
56
modo concreto para dar como resultado una unidad total que no puede re-
ducirse a la mera suma de sus partes; por eso los valores no son ni objetivos ni
subjetivos, sino algo ms all de ambas categoras: son cualidades estructu-
rales 20 . Los elementos de las valoraciones se relacionan entre s de un modo
activo, por lo que la modificacin de alguno de los aspectos de ellos o de su re-
acin puede cambiar (o no hacerlo) el resultado total, es decir el valor mismo.
57
respecto al sujeto: cuando Ortega plante su famosa tesis yo soy yo y mi
circunstancia puso de manifiesto la dificultad, si no la imposibilidad, de desvin-
cular a los sujetos de un contexto que los determina a ser como son.
58
Por su parte, la presencia de elementos subjetivos rompe con una su-
puesta universalidad ideal tanto de los valores como de las soluciones a los
conflictos axiolgicos, la cual no est en absoluto presente en la vida diaria, y
exige que cada conflicto sea tomado en cuenta en sus caractersticas propias y
singulares a la hora de aportarle una solucin, solucin que por la misma razn
no tiene pretensin de valer universalmente, sino simplemente en el caso con-
creto al que se aplica y, como mucho, a casos semejantes a se, siempre y
cuando esos casos no presenten una condicin nueva que anule la aplicacin
de esa solucin.
22
Este problema es realmente grave, y su gravedad se hace ms patente en situaciones extremas que llevan al lmite
la validez del relativismo moral. Como ya se ha dicho, el caso ms citado de situacin extrema es el del holocausto
judo. Ante tal suceso todos los axilogos, pertenezcan a la postura que pertenezcan, reconocen que debe existir algn
modo de censurar racionalmente acciones de ese tipo (si bien no siempre son capaces de encontrarlo). El filsofo H.
Putnam, por ejemplo, propone atender a los gritos de los heridos como criterio para distinguir universalmente las
acciones que atentan contra la humanidad.
59
aportar una solucin factible en los casos en los que los conflictos surgen por el
hecho de manejar jerarquas diferentes.
60
maneja un criterio universalmente aplicable, con lo que se abre la posibilidad al
dar razones y al convencimiento, o slo cabe la persuasin.
Resumen
61
GLOSARIO
LECTURAS RECOMENDADAS
62
Ingarden, Roman, Sobre el problema de la relatividad de los valores, Facultad de
Filosofa de la U.C.M, Madrid. Este escrito de Ingarden analiza seis sentidos o modos
de entender el relativismo de los valores predicado por el subjetivismo, cada uno
analizado en sus consecuencias con el fin de demostrar su insostenibilidad. Aunque
resulta meridianamente claro en sus anlisis, el tratamiento crtico de los diferentes
sentidos no es completamente neutro ni, por ello, vlido al estar encaminado por la
concepcin personal del autor.
EJERCICIOS DE EVALUACIN
9. Para Perry, todos los valores existentes se reducen a intereses concretos, por muy
complicado que sea el proceso de elaboracin racional desde el inters hasta el valor
en cuestin.
10. Slo podemos hablar de los valores en s y referirnos a ellos directamente hacien-
do abstraccin de las valoraciones concretas en las que los manejamos.
63
11. No es cierto que gran parte de los fenmenos de nuestra vida estn dirigidos por
valores y valoraciones, pues son muy pocos los mbitos en los que estos influyen.
12. Frondizi cree que es posible manejar las jerarquas de valores como criterios de
solucin de conflictos axiolgicos con validez universal.
13. La tesis del placer slo permite predicar valores a objetos inmediatamente presen-
tes ante nosotros.
14. Segn el subjetivismo, si realizamos la distincin entre ser deseable y ser deseado
perdemos lo primero y nos quedamos slo con lo segundo.
15. Segn Carnap, los juicios de valor son imperativos disfrazados.
16. El sociologismo axiolgico afirma que las sociedades no son excluyentes entre s,
esto es, que algunas sociedades abarcan otras de mbito menor y por ello tienen de-
recho a juzgar sobre sus tablas de valores.
17. El criterio de preferencia no resulta siempre y sin excepciones vlido y absoluto a
la hora de establecer la altura de los valores.
18. Las cualidades axiolgicas del nivel del valer determinan tambin las propiedades
objetivas del nivel del ser de los bienes en los que se realizan.
19. Los valores referidos a bienes temporales, esto es, generables y corruptibles, son
por ello igualmente temporales y corruptibles.
20. Para Scheler el criterio de preferencia es relativo por ser subjetivo, y por eso nos
aporta informacin igualmente concerniente a la altura de los valores.
21. Solucionar los conflictos axiolgicos es el fin ltimo perseguido por la filosofa de
los valores.
22. Ortega concibe el proceso de valorar como un dar valores a los bienes en virtud
del reconocimiento en ellos de ciertas propiedades fsicas.
BIBLIOGRAFA COMPLEMENTARIA
64