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El Leñador y Los Buñuelos

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El leador y los buuelos

Hace muchos aos, un leador que regresaba del bosque encontr por casualidad una
bolsa repleta de monedas que alguien haba extraviado en medio del camino.
Lgicamente se puso contentsimo y se fue corriendo a su casa para contrselo a su
mujer.
Mira, mira lo que acabo de encontrar tirado junto a la cuneta!
Madre ma, pero si es una bolsa llenita de dinero contante y sonante! Se acabaron
nuestros problemas! Somos ricos!
No, querida, no Lo siento, pero esta bolsa no es nuestra y tenemos que buscar al
dueo para devolvrsela. Esperaremos unos das a ver si alguien la reclama y si no
encontramos al propietario, se la entregaremos a las autoridades.
Pero qu dices! Nos la quedamos nosotros que para eso la has encontrado t!
El matrimonio comenz a discutir durante horas sobre si deban o no quedarse la bolsa de
monedas pero ninguno quera bajarse de la burra y no consiguieron ponerse de acuerdo.
Tanto se pelearon que al final el sueo les venci de puro agotamiento.
Al amanecer la mujer se levant sigilosamente y decidi llevar a cabo un plan para
quedarse con el botn. Lo primero que hizo fue esconder la bolsa en un lugar secreto;
despus, se dirigi a la cocina y se puso preparar buuelos. Cuando haba cocinado ms
de cinco docenas, sali al jardn y los colg como si fueran frutas en las ramas de una
higuera.
A media maana el marido se despert. Bostezando y todava adormilado se asom a la
ventana para ver si haca buen da. Se qued alucinado cuando vio que de la higuera no
colgaban higos sino buuelos.
Querida, mira la higuera! Ha dado docenas de buuelos! No es extrao? Desde luego
qu cosas tan raras pasan por aqu!
Su mujer no dijo nada y sigui con las faenas de la casa como si con ella no fuera la cosa.
Pasaron los das y un amigo fue a visitarles. El leador le sirvi una taza de t y le cont
que una semana antes haba encontrado una bolsa de monedas. El amigo, que no era un
amigo leal del todo y s bastante avaricioso, vio la oportunidad de hacerse con el dinero.
Levant las cejas y poniendo cara de sorpresa, exclam:
Anda, qu bien que hayas encontrado mi bolsa! S, como lo oyes, es ma! La perd el
otro da cuando iba de camino al pueblo.
La mujer del leador se dio cuenta de que estaba diciendo una mentira grande como una
catedral y decidi que ni de broma ese tipo iba a salirse con la suya.
Disimulando muy bien, le dijo:
No hagas caso a mi marido! l no encontr ninguna bolsa con dinero!
El inocente leador la mir atnito.
Cmo qu no? Pero si la traje yo mismo y contamos el dinero los dos juntos!
Que yo cont qu? Yo no he visto una bolsa de monedas en mi vida! Querido, lo
habrs soado.
Te repito que yo encontr una bolsa de monedas Acurdate de que aquella noche
discutimos un montn sobre qu hacer con ella, nos quedamos dormidos, y cuando me
levant la higuera haba dado un montn de buuelos!
La cara del amigo era un poema. Mir al leador y preocupado, le pregunt:
Me ests diciendo que en tu higuera en vez de higos crecieron buuelos?
S, tienes que creerme! No queda ni uno porque estaban tan ricos que me los com
todos, pero te prometo que es verdad.
La mujer haba conseguido su propsito. Se acerc al amigo y susurrndole al odo le dijo:
Como ves, se ha vuelto un poco loco. ltimamente desvara e inventa cosas como lo de
la bolsa de dinero o que la higuera da buuelos Creo que el pobre est perdiendo la
cabeza!
Al hombre le sali el tiro por la culata. Desconcertado, se fue de all pensando que
ciertamente el leador lo haba inventado todo y, por supuesto, sin la bolsa de dinero.
La mujer le acompa hasta la salida y le dijo adis con la mano. Despus, cerr la puerta
con una sonrisa picarona.

El rey prudente

Haba una vez un rey que viva en un lejano pas asitico. Era un hombre muy querido por
todos. No era ambicioso y estaba convencido de que las guerras no servan para nada. Su
lema era que su pueblo fuera feliz, tuviera trabajo y viviera en paz. Todos le consideraban
un monarca justo y trabajador. Viva con a su familia en un palacio bastante sencillo y sin
grandes lujos, pues no quera suscitar envidias entre sus sbditos.
Cierto da, el mayordomo entr en sus aposentos para comunicarle que la mesa estaba
servida, as que baj hasta el comedor dispuesto a devorar un delicioso plato de arroz con
brotes de soja Qu bien preparaban la comida en las cocinas de palacio! Se sent en su
silla de siempre y, cuando se dispona a coger los palillos para comer, se qued
observndolos y llam a su consejero.
Dgame, seor En qu puedo ayudarle?
Llevo aos utilizando estos palillos. La madera ya est muy desgastada y necesito que
me traigis otros. Quiero que hablis con el orfebre y le encarguis unos palillos de marfil
y esmeraldas para m.
El consejero, un anciano bajito y huesudo, clav su mirada profunda en el rey, quien al
momento comprendi que tena algo muy importante que decirle.
Majestad Le comunico que dejo mi cargo de consejero. Si es posible, busque a
alguien que me sustituya antes del anochecer.
El rey se qued de piedra Por qu le deca eso? Slo porque le haba pedido unos
nuevos palillos? No entenda nada.
Qu te sucede? Por qu ya no quieres seguir trabajando para m? pregunt el rey
extraadsimo.
Ver, majestad No puedo atender a vuestra peticin.
El rey no sala de su asombro y el fiel consejero continu su explicacin.
Usted me pide que cambie sus modestos palillos de madera por otros de marfil y
esmeraldas. Estoy seguro de que una vez que los tengis, querris que el orfebre os haga
una vajilla de oro. Cuando os veis rodeado de semejante lujo, diris que vuestras ropas
no son las adecuadas para sentarse a una mesa tan elegante y encargaris a vuestro
sastre que os haga capas de seda y zapatos de terciopelo.
El consejero par para tomar aliento. Su voz llenaba el saln y el silencio entre los
asistentes era absoluto. Slo se rompi cuando el rey le pidi que continuara hablando.
Siga, por favor
Seor, uno no debe dejarse llevar por la ambicin. Cuanta ms riqueza tenga, ms
querr. Llegar un momento en que sus caprichos no tendrn lmite. Otros reyes, en el
pasado, pecaron de avaricia: siempre queran ms y ms y acabaron convirtindose en
tiranos con su pueblo. Yo no quiero que esto le suceda a vos, pues le aprecio como rey y
como amigo. Y si es as, yo no quiero estar aqu para verlo.
El rey comenz a llorar emocionado. Las lgrimas resbalaban lentamente por sus
redondas mejillas. Los consejos que acababa de escuchar le haban llegado al corazn.
Tienes toda la razn dijo con voz serena No necesito nada. Gracias por ser tan
sincero conmigo.
El rey cogi los viejos palillos de madera y con una sonrisa dibujada en su cara, comenz
a degustar la comida, que ese da le supo ms rica que nunca.
La historia corri de boca en boca por todo el reino y desde ese da, sus sbditos le
bautizaron como El Rey Prudente.

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