Carrère, Emilio - Almas, Brujas
Carrère, Emilio - Almas, Brujas
Carrère, Emilio - Almas, Brujas
Y ESPECTROS
GROTESCOS
INTERROGACIONES AL MISTERIO
Emilio Carrre
Edicin original: V. II. de Sanz Calleja Editores e Impresores.
Casa Central: Montera, 31 Talleres: Ronda Atocha, 23.
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LAS VISIONES DE AMICHATIS
Amichatis tiene ojos de visionario, ardiendo sobre la pa-
lidez de su cara. Son unos ojos claros que reflejan, como
espejos pequeitos, jirones del mundo de lo misterioso.
Amichatis es un escritor cataln que viene a derramar
su talento por nuestras gacetas cortesanas. En este absur-
do caf de los nigromnticos, de los poetas, de los msicos.
Charlamos Amichatis y yo de las amarguras de la vida del
arte. Por qu, sbitamente, de las ramploneras del bajo
vivir literario, Amichatis ha saltado al plano de lo supra-
sensible? A veces tenemos la sensacin de que del seno
del misterio nos reclaman con insistencia. La ronda de lo
espectral se esfuerza porque veamos sus gestos y oigamos
su palabra sin sonido. Con su voz suave, opaca, me cuenta
sus apariciones, sus inquietudes, sus presentimientos. Este
Amichatis es un hombre inquietador.
Estudiaba yo la carrera de Farmacia y practicaba en
una botica de una calle extraviada. Me pasaba toda la no-
che solo en aquel zaquizam cargado de olor de medicinas,
y acaso, para devanar mis quimeras literarias, me tumba-
ba en un camastro que haba en la rebotica. El timbre de
la puerta me avisaba cuando alguien necesitaba que inte-
rrumpiese mis sueos para fabricar unas pldoras, proba-
blemente ineficaces. Una noche vino un seor Se cubra
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Amichatis.
Mi amigo, sereno, fro, continu:
Es una cosa absolutamente real, aunque parezca un
cuento de Poe o de Hoffman. Y le advierto que entonces
yo no haba ledo ni un solo libro de espiritismo. Pero no
acaba aqu. Al da siguiente, y durante tres meses consecu-
tivamente, a la una de la madrugada vena mi inconcebible
visitante a exigirme el cumplimiento de mi palabra. Com-
prender usted que para ser alucinacin dur demasiado
tiempo.
Sin hablar ms, Amichatis y yo nos hundimos en las ca-
lles desiertas, negras como abismos infinitos y desolados.
Me impresion el relato de Amichatis; yo haba ledo
muchos casos de materializacin del doble astral de los
muertos. Las haba ledo, pero no es lo mismo que orlas
contar de viva voz por alguien que lo ha visto, por alguien
que ha tenido el escalofriante privilegio de haberlo visto.
Los muertos vuelven! Yo creo que Amichatis no es un
alucinado, que dijo sinceramente lo que vi. Y en el cora-
zn penetra la esperanza, como un rayito luminoso, como
un resplandor de lo eterno e incognoscido.
No os parece absurdo y horrible que todo acabe en el
montn de carroa que arrastran las cuatro tablas al es-
pantoso pudridero? Oh, la emocin infinita de sentirnos
eternos, sobre el abismo de la muerte! Oh, el consuelo
inefable de que nuestra esencia divina, como una lumbre
eterna, como una llama de Dios, sobrevive por los siglos de
los siglos a la desaparicin de las formas!
Oh, si yo tuviera fe! Si yo sintiera esa fe!
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EL ESPECTRO DE LA ROSA
Los versos de Liseia terminaban as:
Y este drama inmortal se llama el hombre,
y el hroe es el Gusano conquistador.
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EL VIEJO PASTOR EVANGLICO
En la calle del Noviciado de esta villa hay una austera
mansin. Es el Culto Evanglico. Este humilde y sedante
rincn de paz espiritual me parece una verdadera conquis-
ta de la libertad, mejor que el jurado y que el sufragio, cuya
sinceridad est en plena derrota.
Yo no soy protestante, ni catlico, ni mahometano. Pero
tengo un gran respeto a todas las religiones. Son los reta-
blos de la ilusin donde enciende sus luminarias el dolor de
la Humanidad. Yo soy, sin embargo, un mstico de todos
los enigmas del cielo y de la tierra, de la vida y de la muerte.
No le satisface a mi espritu esta menguada vida vegetativa,
ni todos los nihilismos de la filosofa atea del siglo pasado.
Busco mi estrella de Oriente, mi palabra perdida por todos
los senderos, de acuerdo con mi inteligencia y con mi sen-
timiento y acaso con mi intuicin.
Cuando en mayo florido veo a las nias comulgantes,
blancas como acacias, blancas como novias, que salen de
los templos, pienso que en sus almas se acaba de encender,
como un cirio rizado y aromtico, la primera ilusin de la
vida; cuando en un violceo crepsculo oigo las campani-
llas lgubres del Vitico, pienso, con un largo estremeci-
miento, que un viajero a punto de partir quiere llevarse la
ltima ilusin de su espritu, sobre su lengua crdena de
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EDGARD POE, OCULTISTA
Este artculo debiera escribirlo Mario Roso de Luna,
doctor en la ciencia oculta. Un poco a ciegas en el laberinto
de lo misterioso, voy a poner en orden unas cuantas notas
tomadas de las escalofriantes pginas de Edgard Poe.
Este taumaturgo literario me ha cautivado el espritu. El
prlogo de Baudelaire, de la traduccin francesa de His-
torias extraordinarias, es un profundo estudio crtico y
un emocionante acopio de ancdotas. Nos da, de cuerpo
entero, al Poe pasional, trabajador, analtico, matemtico
y hasta al tenebroso borracho que hace eses por las calles
de Nueva York la misma maana en que El cuervo era
publicado triunfalmente. Oh, aquella trgica embriaguez
que abre la puerta de su cerebro excepcional a la vista del
delirium tremens. Sin embargo, Baudelaire omite un
aspecto muy interesante de Edgard Poe: el soplo de ultra-
tumba que hiela las pginas ms hondas y singulares de este
artista del horror.
Las Memorias de Augusto Beldoe, Revelacin
magntica, Morella, Ligeia y La verdad sobre el
caso de Valdemar atestiguan que Poe era un iniciado en
ocultismo.
Las Memorias de Augusto Beldoe es la alucinante
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PAPUSS NO HA MUERTO
Papuss, el fakir, el hombre de la perilla, el habitante de la
urna, no ha muerto.
Se ha confundido a Jorge Papuss, nuestro amigo y ayu-
nante, con el doctor Gerardo Enclausse. Viene la confu-
sin de que este firmaba sus obras con el seudnimo Pa-
pus. Era un gran cerebro que penetr el misterio de la
Kbala y deja libros fundamentales de magia. En lo que se
convierten nuestros muertos es su obra pstuma. No os pa-
rece un poco pintoresco la existencia de un mago en pleno
siglo XX?
Parece este personaje un espectro medieval que surge
para asombro de torneras simples y de comadres medrosas.
Un espritu fuerte no puede creer en lances de magia, ver-
dad? Y sin embargo Yo os aseguro que hay magos, y casi
os digo que he visto volar a las brujas.
Papus era un hombre de ciencia que moderniz el
sentido de esa creencia antigua y tenebrosa. Mago, en su
verdadero sentido, quiere decir sabio. La magia es el co-
nocimiento de ciertas fuerzas naturales no escudriadas.
Nada sucede maravillosamente; todo est sujeto a leyes. El
conjunto de esas leyes ocultas es la magia, la Gran Sabidu-
ra de los caldeos y de los persas. Zoroastro no tena ms
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BRUJERAS
Ahora nadie tiene miedo a las brujas. El espritu del 93
las arroj de sus yacijas, y parece que han ido a hacerle com-
paa al murcilago Satn, su grotesco compadre. Pero yo
tengo la inquietante sospecha de que hay an brujos entre
nosotros.
Los bebedores de sangre infantil, las ladronas de nios,
como aquella Enriqueta Mart, de Barcelona, me dan la es-
calofriante impresin de que no todo es ferocidad e igno-
rancia. Cubre estos sucesos una sombra de misterios, como
si en el fondo hubiese una tremenda prctica de magia ne-
gra.
Yo no he credo nunca que las leyendas de brujera fue-
sen un pretexto del Santo Oficio para justificar sus cruelda-
des. La inquisicin no fu ms cruel que el Parlamento de
Pars ni que el tribunal calvinista de Ginebra, que quem
a Miguel Servet. La Inquisicin tom completamente en
serio a los brujos, y los arrojaba al brasero, con la cruz en
alto, segura de que haca bien por la causa de la Fe. La In-
quisicin fu fantica e ignorante; pero los brujos existan,
aunque no merecan tan cruento castigo.
Hubo varones preclaros, dentro del Negro Tribunal, que
no sonrean cuando se trataba de estos personajes tenebro-
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EL CHATO DE EL ESCORIAL
Fu una tragedia brbara de lujuria y de alucinacin, dig-
na de DAnnuncio o de Valle Incln. El crimen horrendo y
repugnante tiene un negro fondo donde danzan brujas y
hechizamientos de lascivia. Slo por tremendos sortilegios
comprendemos el delito feroz, porque un alma de hombre
no puede estar tan lejos de la gracia para caer por propio
impulso en esas simas de abominacin.
Ello fu que un hombre viol a un nio de cinco aos, le
asesin y despus llev el ensangrentado y tierno cuerpeci-
to a un monte para que se lo comieran los lobos.
El autor de este crimen satnico y monstruoso ha estado
tomando caf con nosotros, apaciblemente, das pasados.
Al mirarle al rostro cetrino y deforme, al sentir el vaho
de su persona, nos flagel un estremecimiento glacial. El
hombre tiene un nombre tremendamente pavoroso en los
anales del horror: se llama el Chato de El Escorial. Slo
los autores del crimen de Gdor tienen tan siniestro presti-
gio; son los protagonistas de una tragedia brbara que ms
parece pesadilla que un suceso que ha sido en la vida real.
El Chato es alto, flaco y recio, tostado como un haz
de sarmientos. Sus manos enormes son las zarpas faunescas
que atarazaron la mancillada carne del nio Pedrn. La na-
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EL KISER Y LAS BRUJAS
La magia del Oriente remoto, la ciencia del futuro y del
misterio, ha hecho augurios nefastos para Guillermo II de
Alemania.
Vosotros sonres un poco al or hablar de magia. Esto os
retrotrae a la edad tenebrosa de la alquimia, a las consejas
sabticas, a las verdes cruces inquisitoriales; sin embargo,
en este siglo mecnico y racionalista hay magos. Y lo in-
quietante es que tal vez aciertan en sus profecas.
En torno a la testa del Kaiser, las brujas tejen un sinies-
tro remolino. Es un prncipe de mala estrella. Y l que lo
sabe, quiere conjurar al destino con un ejercito poderoso y
una fuerte escuadra.
Los hechiceros sonren ante los caones de gran calibre,
ante el brillante Estado Mayor, ante las legiones de hula-
nos, valientes y rutilantes, como un tropel magnfico de la
Edad de hierro. La magia sabe que lo que ha de ser, ser.
Un viejo adivino ingls predijo, hace un siglo, que Ale-
mania alcanzara la suma del poder y de la gloria bajo el rei-
nado de un monarca prudente, amado del pueblo y que mo-
rira de edad avanzada, con sentimiento general. Y aadi
que su hijo no reinara, ms que algunos meses, a cuyo plazo
ira a buscar en el misterio de la muerte a sus antecesores, los
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LA SENDA DEL SANTUARIO
Estaba rendido de caminar todo el da por el sendero de
la montaa. Caa la tarde y se oa, como un lamento remo-
to, el chirriar de las carretas por las carreteras polvorosas.
Un aldeano me haba enseado el camino de la choza, con
su parla lenta y musical.
Dicen que vinieron de un pas muy lejano, ms all del
mar. La moza es ms bonita que una onza; pero ningn pe-
regrino duerme en la choza, aunque le acabe el cansancio.
Y bajando la voz con una ingenua medrosia, aadi:
Tenga por cierto que es bruja!
Yo sonre fanfarrn, y di tres sonoros golpes con mi ca-
yado, en la puerta de la guarida tenebrosa. Una muchacha,
alta y flexible, de una gran belleza, me abri. Era una admi-
rable mujer judaica, con la nariz corvina, el cabello negro
con fulguraciones azuladas, y los ojos como dos llamas sa-
tnicas en la palidez de alabastro de la cara; sonrea de un
modo enigmtico.
No sois del pas, verdad, seor? Cmo os atrevis a
llamar al castillo de la hechicera!
Hablaba en un dulce castellano antiguo; su voz pareca
sonar desde la pura entraa del siglo XV. Viva sola con su
padre; eran judos espaoles, y Dios sabe por qu azar ha-
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tinieblas.
Raquel, la bruja, me sac de mi contemplacin.
Traa dos grandes herradas llenas de agua, que arroj por el
barranco. Tena una plida y dramtica belleza, toda blanca
y luminosa, con el cabello deshecho en rizos, como coro-
nada de negros spides. Ms tarde trajo otras dos herradas,
que se despearon sonoramente entre los peascales. Hie-
rtica y silenciosa, pareca que realizaba un acto de ritual.
Se acerc a m y musit con una voz supersticiosa:
Ella ha entrado en mi choza, y despus de segar la
vida de mi padre ha limpiado su guadaa en el agua de mis
herradas. La he visto yo!
Ella era la Muerte.
Raquel sigui vertiendo toda el agua que haba en la casa,
hasta la ltima gota. Deba de ser esta una antigua creencia
de su raza y tena un aroma de misterio y de poesa.
La luna roja se reflejaba en el agua que caa, como si
realmente la bruja estuviese vertiendo sangre, acaso la
sangre de un nio, despus de una brbara ceremonia de
magia negra.
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EL LIMPIO HONOR DE FLORESTN
Yo era entonces un nio plido y enlutado. Senta el do-
lor humillante de la pobreza, y mis ojos, muy abiertos a la
desgracia, vean en la sombra de las grandes cmaras silen-
ciosas lo que nadie vea ms que yo.
Este nio est hechizado! exclamaba con su voz de
fantasma mi anciana madrina la condesa de Florestn.
Era una dama alta y solemne, envuelta en el terciopelo li-
trgico de su ropn de viuda. Andaba sin ruido, como una
aparicin, y en sus manos de marfil antiguo lucan extraas
sortijas con esmeraldas, inquietantes como los ojos vivos
de un gato. Tenan poder de amuleto, y la condesa que era
muy supersticiosa, no se las quitaba nunca de sus dedos lar-
gos y amarillos de difunta.
Yo viva aterrorizado en el enorme palacio solitario,
donde los muebles tenan de noche largos crujidos y haba
espejos antiguos en cuyo cristal amarillento vea rostros de
niebla, horriblemente burlones, como las grgolas de la ca-
tedral.
Todo era severo recogimiento, austeridad y supersticin
en la noble casa de Florestn, cargada de nobleza y roda de
melancola, cual si una araa invisible tejiera su telar sobre
aquellos salones seculares.
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EMBRUJAMIENTO
As Dios me ilumine como yo no quera volver al pa-
lacio. Fui por los caminos comiendo el pan de la caridad,
que era negro y poco; dorm de limosna bajo los cobertizos
de los mesones, y mis pies sangraban por los guijarros del
sendero.
A veces me echaba cara a la luna y soaba con cosas ma-
ravillosamente inverosmiles, con la oreja pegada a la tierra,
escuchando el ruido de la ciudad distante con el son remo-
to del mar.
Viva como un rbol, como una piedra, como un chorro
de agua, libre y alegre bajo el misterio inefable del azul. El
pasado me pareca una pesadilla: dirase que, por una alu-
cinacin, el pasado se me representaba con el rostro flaco
y amarillo del monje guerrero Lisardo de Florestn, visin
inquisitorial y brbara, alzando un lamentable cristo de
palo junto a una hoguera del Santo Oficio, y el porvenir
era aquel horizonte de cristal, puro y dorado todas las ma-
anas.
Pero un da dos hombres que venan a caballo, con es-
copetas, me aprehendieron cuando reposaba y miraba a las
estrellas, rendido en las gradas de un humilladero.
Eran dos guardas de mi madrina, que me condujeron,
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nacina.
Dios me perdone, que ya s que condeno mi alma ha-
ciendo pactos con brujos y conjurando los poderes sobre-
naturales! Vosotros, que sabis mi intencin, me compa-
deceris y rogaris por m!
En medio de la estancia haba una cubeta llena de agua y
de limaduras de hierro y vidrio machacado. Unas botellas,
convergentes, como radios, se alineaban en el fondo de la
cubeta. Del borde salan unas varillas imantadas que todos
asimos cuando nos lo orden el brujo ciego.
Conoces t a Rogelio de Haro, el mayorazgo de los
marqueses de Mantua?
S, madrina!
Era el buen mozo libertino a quien Fabio haba visto en-
trar por la ventana en el cuarto de Blanca Mara.
Bscale, nio, bscale exclam el hechicero. Mira
fijamente al fondo del agua.
Nada vea. La luz de las bujas llenaba el fondo negro de
ureos puntitos temblorosos. En seguida, el agua se torn
de un color plomizo, y me pareci ver una calle larga y tor-
tuosa.
Veo! exclam. S; es la calle de la Fuente Vieja.
Un largo estremecimiento, como un latigazo de hielo, me
corri por la espalda.
Sigue por esa calle, nio! Adnde ests ahora?
En la plaza. Bajo los soportales. Hay una puerta ilumi-
nada Pero qu es esto? Ah est, ah est!
En el fondo de la cubeta diablica sonrea, fanfarrn, el
mayorazgo de Mantua. Pareca que me encontraba envuel-
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ROSO DE LUNA EL INQUIETANTE
Este doctor en la oculta sapiencia es el hombre ms in-
quietante que conozco. Encarna el tipo ideal del espritu
en marcha hacia su destino, hacia la luz del pleno cono-
cimiento. La vida social, con sus brbaras exigencias, crea
el tipo del hombre estacionario. Qu progreso alcanza el
oficinista en su covachuela, el militar en su regimiento o
el abogado entre las trapazas curialescas? Espiritualmente,
ninguno. Conquistan la comida, el techo y el abrigo, y se
cierra su horizonte vital. Pocos hombres os dirn conscien-
temente algo acerca de s mismos, de su propia esencia y del
devenir de su alma. Los hombres pasan como sombras de
sombras. Es una vida rudimentaria, como la de la piedra y
la del vegetal, a pesar de que sepan hablar, vayan al caf o se
presenten diputados provinciales. Cautivos en su concha
de tortuga, no distinguen ms all de su horizonte cotidia-
no y rampln. La mayor parte de los hombres, con relacin
a Roso de Luna, tienen un retraso espiritual de miles de
aos.
El mago de la cara roja y los ojos de porcelana este
inquietante Roso de Luna sabe lo que nadie sabe sino l.
Ahonda en el misterio azul de los cielos y descubre un nue-
vo diamante luminoso, se relaciona con las sombras de la
zona radiante del astral superior y penetra con su ojo zaho-
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SE VIVE MS DE UNA VEZ?
En El espiritismo y la anarqua, de M. Bouvier, se refie-
re un caso de reencarnacin verdaderamente trascendental
para la minora espiritualista que rechaza el seco y vaco
atesmo del siglo XIX:
Mster Isaac G. Jostez tuvo una hija llamada Mara,
que muri a los diez aos de edad en el condado de Effin-
gham . Algunos aos ms tarde tuvo una segunda hija, que
naci en Nakota, ciudad donde vino a vivir despus de la
muerte de Mara. A esta segunda nia se le puso de nombre
Nelli; ms ella persista obstinadamente en que se llamaba
Mara, diciendo que era su verdadero nombre, con el cual se
le llamaba otras veces.
En un viaje que realiz en compaa de su padre, reco-
noci la antigua casa y a muchas personas que jams haba
visto, pero que la primera nia conoca muy bien. A un
cuarto de hora de nuestra antigua morada dice Mr. Jos-
tez est la escuela donde iba Mara; Nelli, que jams la
haba visto, hizo de aquel local una exacta descripcin, y
me expreso su deseo de volver a verlo. La llev all, y una
vez que estuvo en la sala de estudio se fu directamente al
pupitre que haba ocupado su hermana, diciendo: Este es
el mo. Se dira que hablaba un muerto resucitado.
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EL HOSPICIO
Entre las antigedades madrileas condenadas a muer-
te, figura el hospicio de San Fernando. Los amantes del arte
y de la arqueologa han empezado a dejar or sus lamentos.
Sern tan infructuosos como las voces que se levantaron
tiempo ha pidiendo la conservacin del hospital que fun-
d Beatriz Galindo, legndole a lo porvenir con su propio
remoquete de La Latina?
Precisamente porque la piqueta, que ha empezado la
demolicin de los edificios anejos, no ha tocado an a la
famosa portada churrigueresca, lo ms tpico que un esti-
lo tpicamente madrileo ha producido, es an ocasin de
dedicar a este monumento algunas lneas.
Digan lo que quieran los sistemticos de tractores del
estilo, la portada exuberante del Hospicio es una obra muy
estimable por su originalidad, su complicacin y su fantasa
ornamental; en unin de la iglesia de Monserrat es la mejor
que en Madrid se conserva de esta escuela arquitectnica.
All en las viejas ciudades castellanas, vila, Toledo, exis-
ten retablos de indiscutible valor imperecedero.
Dos son las versiones conocidas acerca de la fundacin
de este piadoso establecimiento. La ms vulgar, la que
consta en la crnicas de los eruditos, atribuye la fundacin
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PAPUSS, EL FAKIR
Jorge Papuss es parisin. Es un hombre magro, de alta ta-
lla, un poco anguloso. En su abandonada actitud, un poco
felina de ademanes, hay algo elegantemente femenino, que
contrasta con sus manos fuertes, de pulgares anchos, de
hombre de formidable voluntad.
Sus pulgares son puntiagudos me dice Papuss; us-
ted es un poco ablico
Es usted tambin quiromntico?
S, seor. S leer en las rayas de la mano y conozco la
Astrologa, esa ciencia encantada y misteriosa de los tiem-
pos medievales. Tambin me es familiar la Grafologa. Du-
rante mi estancia entre ustedes pienso hacer horscopos,
responder a las consultas que se me hagan, por el gran Ta-
rot, el arte de los gitanos
Reclinado en un divn, casi inmvil, como buen fakir,
Papuss tiene una gran semejanza fsica con Oscar Wilde, el
infortunado narciso britnico. Sus ojos son claros, redon-
dos y extticos; el pelo, partido en dos crenchas, sobre la
frente recta y exigua; el perfil correcto, y, sobre todo, el aire
indolente, felino, recuerdan al desventurado y admirable
poeta de Salom.
Se llama usted Papus, verdaderamente?
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me.
Hay un momento de pausa. Yo contemplo con enorme
inters a este doctor en ocultismo, que me habla de la India
sagrada y misteriosa; a este raro narciso que se parece a Os-
car Wilde y que es dueo y seor de una enorme voluntad,
la llave mgica de la vida.
Qu experiencias piensa usted presentar ante nuestro
publico?
Estar ocho das embotellado sin comer ni beber
En estado de vigilia?
S, seor. Antes me produca la catalepsia por autosu-
gestin; pero me fatigaba mucho. Pasaba despus veinte
horas en un angustioso estado comatoso.
Y poda usted volver de la catalepsia a plazo fijo?
Indudablemente. A los ocho das justos. Por autosu-
gestin he llegado a interrumpir la circulacin de mi san-
gre Esos ocho das de ayuno los pasar en un saln del
Gran Teatro, y al salir de la urna cruzar con los pies desnu-
dos sobre una tabla erizada de cuchillos.
Esta experiencia se llama levitacin, no es as? Quie-
re usted decirme si su inmunidad es obra de sugestin o si
es energa magntica acumulada bajo sus pies lo que le hace
volar sobre las hojas de acero sin tocarlas?
Este es mi secreto, seor repuso el fakir sonriendo.
De todos modos, sepa que yo soy un sujeto dotado admi-
rablemente de energas magnticas. Tal vez sea esa explica-
cin que usted me ha dado
Y en estado de catalepsia, tiene conciencia de ese mo-
mento; existe realmente un desdoblamiento consciente del
cuerpo fludico, un desplazamiento de las energas volitivas
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EST ESCRITO EL FUTURO?
A ltimos del siglo XVIII, en plena efervescencia enci-
clopdica, en la Era de la Razn y de la Filosofa, hubo en
Francia varios profetas; Cagliostro vivi una de sus encar-
naciones por aquella poca. Ya sabis que este maravillo-
so conde Cagliostro se acordaba de que su espritu haba
vivido en diferentes edades bajo diversas formas de mate-
ria. Hubo otro iluminado que no se acordaba tal vez de sus
vidas anteriores, pero que tena el don de ver en lo futuro.
Se llamaba Jacques Francois Cazotte, acadmico, notable
poeta y novelista, autor del libro El diablo amoroso, que fu
muy ledo y celebrado. El crtico La Harpe, traductor de La
Roma bajo los Csares, de Suetonio, refiere un episodio ma-
ravilloso de Cazotte. Ved un fragmento de la traduccin
que inserta Mariano Ruth Sinu en su admirable libro Ele-
mentos de una nueva ciencia:
Fu en 1786 Estbamos comiendo en casa de uno de
nuestros colegas de la Academia, gran seor y hombre de
ingenio. En la cordialidad de la sobremesa se habl de Vol-
taire como precursor de la revolucin, y todos convinimos
en que no tardara en llevarse a cabo. Se aplauda a la Aca-
demia por haber preparado la gran poca y ser el centro, la
medula de la libertad del pensamiento. Todos ramos fil-
sofos racionalistas, ninguno creamos en Dios.
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ser
Quin ser el feliz mortal que tenga ese privilegio?
Es el nico que le quedar. Y ser el rey de Francia!
Todos estbamos preocupados. La duquesa de Gram-
mont, queriendo hacer volver el buen humor a los comen-
sales, se acerc a Cazotte y le dijo:
Seor profeta, vos nos habis dicho a todos nuestro
destino; y el vuestro?
Permaneci un momento con la cabeza baja, y luego
continu:
Mi destino ser el vuestro.
Despus de esta respuesta Cazotte salud cortsmente
se retir.
Todos sabis cmo sus predicciones se cumplieron hacia
el fin de 1792, precisamente seis aos despus de aquellas
profecas, se di muerte a Luis XVI, rey de Francia; le fu
negada la dilacin de tres das, permitindole tan slo te-
ner un confesor, el abate Edgeworsd. En 1793, Condorcet
es apresado y evita el patbulo envenenndose. Es condu-
cido al cadalso Roucher, poeta famoso, y Malesherbes, a
quien se le corta la cabeza juntamente con su hija. El 10
de agosto de 1792 Cazotte fu arrestado. De las matanzas
del 2 de septiembre se salva por las splicas de su hija. Des-
pus que sali de la prisin, es apresado de nuevo, y el 25
del mismo mes muere en la guillotina. Una muchedumbre
ebria esperaba todas las maanas la carreta del verdugo, y
la segua a travs de todos lo barrios de Pars, con groseras
chacotas. Vironse carretas atestadas de mujeres hermosas,
medio desnudas, con las manos atadas a la espalda. En cua-
tro meses, doce mil mujeres subieron al patbulo en Pars,
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DEL DIARIO DE UN DIFUNTO
Me molestan mucho estas visitas que nos hacen los vi-
vos en estos das. Ms parecen cosa de teatro que de ntima
devocin. Las coronas, las luminarias y los llantos enfadan
a los difuntos tan modestos como yo que ya en vida odia-
ba el rebullicio. Mi pariente, el notarlo, me ha obsequiado
este ao con una redondilla que ha mandado labrar sobre
mi piedra funeraria. Este hombre es implacable, no se con-
forma con haberme heredado; su rencor me persigue ms
all de la tumba
Tambin ha venido Cecilia en la sabrosa compaa de
Gonzalo. No podan ellos sospechar que yo los estaba vien-
do. Sobre todo, ella ha estado muy inconveniente. Mien-
tras lloraba sobre mis restos mortales, le pona a Gonzalo
un hociquito verdaderamente encantador. Eternamente
Colombina, capaz de coquetear hasta con el chato Caron-
te!
Pero si no creen que los muertos les vemos a qu vie-
nen al camposanto? Entre los que hoy han venido a verme,
el ms irrespetuoso ha sido Gonzlez, que se ha comido
una tortilla de escabeche como la rueda de un carro sobre
mi mrmol fro. Gonzlez es librepensador; no cree en la
vida espiritual, y esta formidable tortilla era el smbolo de
la vida sobre la muerte. Yo le conozco bien; Gonzlez ha
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LAS INCURABLES
Es un casern pardo y conventual, sito en el nmero 11
de la calle de Amaniel.
All, en tiempos remotos, fu la casa solar de un noble
viejo y austero, el conde de Monterrey, y an a travs de los
siglos y de haber sido varias veces remozado el edificio, to-
dava parece flotar en l el espritu de las antiguas vidas. En
1824 fu adquirido por la condesa de Lerena, y por su pa
voluntad convertido en asilo de ancianas incurables.
En el amplio portal hay una hornacina con una imagen,
ante la cual arde una lmpara roja y cuelgan amarillentos
exvotos de cera. Yo he cruzado varias veces ese portaln en
un triste y lejano mes de mayo, llevado por una devocin
dolorosa, y he subido lentamente la gran escalera enjalbe-
gada de azul tenue, en uno de cuyos testeros, y junto a un
lienzo borroso que representa un pasaje evanglico, albea
una lapida de mrmol perpetuando la fecha en que un ca-
ritativo seor, en descargo de sus flaquezas mundanas, hizo
al morir donacin de sus haciendas a la santa casa. Nada
hay tan hondamente melanclico y montono como un
hospital. Yo he presenciado el drama vulgar de esos mseros
vivires, con sus das abrumadoramente idnticos, el alma
desolada y la carne roda por la carroa. Llevan en la frente
como un tremendo tatuaje la desconsoladora palabra Incu-
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SOL DE DOMINGO
Sol del domingo, dulce oro del invierno, amigo de los
viejos y los convalecientes! Por las calles arboladas van lar-
gos rosarios humanos a gozar del cielo lmpido y de las aro-
madas espesuras de la Moncloa. Yo miro el alegre desfile
desde un rincn de mi viejo caf, donde el tedio cotidiano
cuelga sus grises telaraas. Novios ilusionados, grupos fa-
miliares vestidos con las galas de domingo, enjambres de
pequeuelos blancos, azules, rosados. Veo esta ingenua
poesa que pasa por mi rincn de misntropo, con una
dulcedumbre melanclica. Y el domingo adquiere para m
un gran valor sentimental. Comprendo cmo se entra este
oro invernal hasta el fondo de estas almas apacibles. Locas
modistillas, joyantes horteras, llanos menestrales, obreros
aburguesados ponen este dorado parntesis en el tedio y en
el esfuerzo de la semana. Siento cmo sonarn las campa-
nas del domingo en estas vidas mansas y resignadas, porque
estos son los nicos que gozan plenamente del da pascual.
Los ociosos, los ricos, los perezosos, odian el domingo; este
da vestido de limpio, lleno de risas, de promesas y de liber-
tad, que parece que es siempre joven a lo largo de todas las
vidas.
Contagiado por la alegra gregaria me fundo con la ola
humana, que camina al sol beatficamente. En este mo-
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UN DOCTOR EN CIENCIA OCULTA
Estamos en la torre litrgica de un astrlogo. No os
parece un episodio medieval? Nuestro astrlogo no lleva
una tnica cuajada de estrellas ni una larga caperuza. Es un
hombre moderno, que tiene un ttulo universal, aunque l
se enorgullece principalmente con el de doctor en ciencia
oculta. Don Isidro Cruzado es astrlogo cartomntico,
magnetista y mago.
Es hombre de biblioteca. Papuss, el doctor Enclausse, el
autor del dogma y ritual de la alta magia, el inquietador
personaje que se llam Eliphas Levi, son los mejores ami-
gos del doctor Cruzado. Nosotros nos sorprendemos de la
existencia de un astrlogo en este siglo tan rampln, que
tiene los ojos cerrados a lo maravilloso.
La senda de la iniciacin no se borra nunca. Das ven-
drn en que esta ciencia tendr numerosos adeptos, y tor-
nar a ser lo que fu en la antigedad.
Usted est convencido de la realidad de la astrologa?
Indudablemente, la posicin de los astros en el mo-
mento de la natividad influye, an ms, determina el des-
tino de las personas. La astrologa es de las ms elevadas y
abstrusas manifestaciones de la ciencia oculta.
Es difcil hacer un horscopo?
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LA ELEGA DEL CANARIO
Hubo un poeta bonachn a quien se le muri un cana-
rio-flauta que tena en gran estima. Reinaba Mara Anto-
nieta, la Venus austriaca, cuando acaeci este grave suceso
en la vida mansa de nuestro poeta. Viva en un barrio apar-
tado de Pars, y decidi encerrarse en su casa para compo-
ner una sentida elega en memoria de su canario.
Fu una pieza potica bastante extensa. Cincel primo-
rosamente las rimas, hizo toda suerte de retricos malaba-
rismos con las palabras, y al cabo de seis meses de trabajo
puso su firma al final de las mltiples hileras de renglones
cortos. El poeta respir satisfecho; su canario estaba llora-
do muy poticamente.
Durante su aislamiento se desarrollaron los ms san-
grientos episodios del Terror. El poeta, que no se haba
enterado de nada, llev al Mercurio la elega del canario,
creyndolo de gran inters pattico, cuando a diario cente-
nares de cabezas humanas caan en el cesto de maese Gui-
llotn.
A m me sucede un poco lo que a este poeta. En los cua-
tro aos de la guerra he estado muy distrado haciendo
elegas a los canarios-flautas y no me he enterado de nada.
Sabia que la muerte y el diablo se folgaban copiosamente al
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UNA RARA ANCDOTA DE HUGO
La dislaceradora, la taladrante idea de la muerte, la fatal
evidencia de un fin seguro, ha preocupado siempre a los
hombres de gran altura espiritual. El amor y la muerte son
los inmensos enigmas, las dos eternidades misteriosas que
se presentan a nuestra razn menguada, perdida por la vida
como en un laberinto de espejos. He aqu la causa de los
hombres ms ilustres, los espritus faros de la humanidad,
se hayan hundido en la selva sagrada de la oculta sapien-
cia, selva virginal llena de msicas magas y de maravillosos
resplandores. Es como una ventana entornada, detrs de la
cual tal vez exista un infinito de verdad y el alma, sedienta
de belleza, de bondad, de ideal, llega a asomarse a ella con
divinos temblores de emocin.
El padre Hugo haba sacudido su melena de len ro-
mntico; su voz de apstol haba clamado por las libertades
pblicas, y a la sazn purgaba sus nobles rebeldas desterra-
do en Jersey.
Por las noches sola acompaar a la familia Hugo la se-
ora Girardn, iniciada en los misterios del ms all. Esta
seora convenci al autor de La leyenda de los siglos para
que consultase a las mesas giratorias. Se reunan en el des-
pacho del poeta en torno de un velador, formando con las
manos la alucinante cadena magntica.
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la augusta eternidad!
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UN SONETO INDITO DE
GERARDO DE NERVAL
Gerardo de Nerval es un hombre desconocido de nues-
tro pblico. Fu un gran poeta francs que, hace muchos
aos, una noche lgubre de enero se fu de la vida ahorcn-
dose del hierro de un tragaluz, en la horrible y sucia calleja
de la Vieille Lanterne, en un rincn del Pars de los apaches
y de las buscadoras de amor.
Yo tengo para este raro poeta un devoto cario. En una
vieja revista he hallado un soneto epitafio que l escribi,
acaso, aquella noche lamentable. Estaba indito en nues-
tro idioma, y lo he traducido con ms emocin que acier-
to literario. Y como aditamento voy a transcribir algunas
ancdotas, reseas y singularidades para ayudar al lector a
perfilar la silueta de este trnsfuga infortunado.
Perteneci a la generacin literaria de Gautier, de Balzac,
de Baudelaire, de Murger y de Honssaye, poca de la bohe-
mia dorada, pintoresca y espiritual. Los amplios bolsillos
de su levita negra eran una biblioteca ambulante. Libros
de versos, de filosofa, de esttica e innmeros cuadernos
de apuntes. Nerval amaba lo raro en la vida y en los libros;
fu un profundo orientalista adems de un exquisito Poeta
y se inici en todos los ritos esotricos. Tradujo el Fausto,
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EL AMIGO CHAMORRO
Chamorro es bajito, gordifln y se toca con un sombre-
ro hongo de alas exiguas.
El hongo es el sombrero que viste ms ha dicho elo-
cuentemente el amigo Chamorro.
Usa unas gafas que se quita para leer y lleva un encende-
dor en el que ha puesto toda su vanidad. Chamorro es un
modesto covachuelista, acaso un poco grotesco, que entra
en el caf con el augusto continente de un portugus que
fuese emperador. La hiprbole de la hiprbole. Y es porque
Chamorro es un formidable tresillista.
Este noble juego de presbteros es el eje de su vida. Un
codillo es una efemride imborrable de su existencia.
Recuerdo que el 12 de agosto del 90 llevaba yo cinco de
estuche y
Yo os confieso que aborrezco a Chamorro, a su sombre-
ro hongo y a su encendedor. Acaso sean extravagancias de
hombre de letras.
El sombrero es el hombre. Los hongos de alas cortitas
son los preferidos de los hombres sin alas en el espritu, la
adaptacin a lo gregario, incapaces de permitirse un grito,
una extravagancia que perturbe la uniformidad del medio.
Es el sombrero que ms se lleva y por eso lo lleva Cha-
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LA DAMA DE AFICIONADOS
Era en la hora de mi adolescencia, cuando todo tena
un sentido indito y luminoso para mi corazn. De aquel
tiempo, recuerdo una figura femenina, toda blanca y dora-
da, como rodeada por un nimbo.
Esta mujer est beatificada en mi memoria y me parece
una virgen dorada e irreal de un libro de horas. Se llamaba
Ascensin, y su nombre me suena a campanas pascuales,
huele a las acacias de mayo, y lo veo ante mis ojos todo azul
como aquellas luminosas maanitas de mi adolescencia.
Algunas veces creo que es slo un espectro florido que
he visto en las galeras de mis buenos sueos. El alma tiene
unos mgicos espejos donde se ven tan lindas cosas! Cuan-
do la vida es demasiado inaguantable, cerramos los ojos y
nos ahondamos el espritu, en la encantada cisterna inte-
rior.
Pero mi amiga era hecha de realidad. Me asegura de que
no era una imagen de mi ntimo retablo, un detalle burles-
co, desagradablemente real. Mi amiga tena por padre a un
seor enorme, calvo, bizco, con cabeza grotesca de grgola.
Aquel hombre tan grande tena una vocecita atiplada y se
pasaba las horas haciendo escalas, por los corredores de su
casa. Adems, el hombre bizco, enorme y atiplado, tocaba
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el contrabajo.
Este seor absurdo me odiaba, como un galpago debe
de odiar a un cndor. Yo era un gran viajero del espacio
azul y l tocaba su panzudo instrumento en la orquesta de
algn teatrillo.
Adems, yo le deca palabras un poco turbadoras a su
hija, con la inefable turbacin de un patio de azahares o de
un licor fuerte y embalsamado. Oh, aquel halcn solitario,
de la vieja y torcida callejuela de Rodas, en el antiguo barrio
de los Curtidores!
Ascensin acariciaba el sueo de ser una gran actriz: yo
creo que lo era. Organizbamos veladas teatrales, en el an-
gosto Saln Zorrilla, de la calle de la Reina, o en el Liceo
Rus. Y en los ensayos, conoc a la dama de aficionados.
Este tipo, creo que ya ha desaparecido, cobraba dos duros,
el da de la funcin, trabajando en los cinco o ms actos, y
con obligacin de asistir a todos los ensayos. Como veis, la
dama de aficionados no robaba su sueldo.
Sola pasar de los treinta aos; modesta en el vestir, con
dignidad de gran dama, y un gesto un poco triste, corres-
pondiendo a un ideal artstico, que haba fracasado obscu-
ramente en la vida diaria.
Por los referidos dos duros tena obligacin de ser Mar-
garita de Borgoa, Doa Aldonza Coronel o Doa
Ins de Ulloa, vestida con los polvorientos, manoseados
y desteidos trajes del sastre de aficionados. Y parlar de
amor, y sentirse abrazada por un honrado y brbaro pen
de albail que se daba un beneficio y que aullaba los
versos haciendo zapatetas y contorsiones, entre la chacota
del pintoresco senado.
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MODOS DE VIVIR QUE NO DAN
PARA VIVIR
Fgaro nos habl ya de los humildes industriales que po-
dramos llamar los reyes del maraved. El hombre que
vende a nuestro amigo de la niez, al grave don Nicanor,
tocando el tambor, estirado y huero como un jerifalte de
nuestra poltiquilla; la chufera, la que vende majuelas y to-
rraos; la castaera. dentro de su invernizo palacio de cuatro
tablas, lanzando su pregn con una voz aosa y ronca que
parece que rasga la niebla de las noches glaciales.
No os interesan estas vidas humildes? Todos recorda-
mos a la viejecita que tena su tinglado en la esquina de
nuestra calle, cuando ramos nios. Parece que es siempre
la misma viejecita, con sus manos de sarmiento, su perfil
garduo y sus arrugas, que son el arado de los aos.
Estas viejecitas ganan, a lo sumo, dos reales al da.
Y, sin embargo, el oficio persiste. Ya se conoca en los
tiempos mozos de Espronceda. Cuentan que los terribles
conspiradores de la pea de los Numantinos hacan gran
consumo de castaas asadas que servan, generalmente,
ms que para regalo del paladar, para apedrear la carroza
de aquel aristcrata, tirano de libertades, a quien tanto
aborreca el poeta:
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EL CASO ALUCINANTE DE
FELIPE TRIGO
Ya he dicho en varios artculos la gran consideracin
intelectual que me merece Roso de Luna. Por eso me sor-
prende y me desconcierta su opinin acerca de la vida y la
obra de Felipe Trigo.
Hace algunas tardes, en el Ateneo, se habl del gran no-
velista de La sed de amar. Entonces Roso nos comunic su
alucinante teora. Estas fueron sus palabras, casi al pie de
la letra:
Ustedes creen que Trigo ha muerto el ao pasado, de
un pistoletazo en la sien. Ese es un error; Trigo se haba
muerto veinte aos antes en Filipinas.
Gran sensacin. Todos los atenestas formaron corro
junto al mago rojo de los ojos de porcelana, que continu
con su verbo meridional y su gran efusin acaso demasia-
da efusin para ser completamente sincera. (Es una pre-
ocupacin pueril, pero me inquietan los hombres de una
cordialidad explosiva.)
S, seores; a Trigo le mataron los tagalos. Entonces
los elementales le resucitaron para que escribiera su
obra. Fu una vitalizacin monstruosa que produjo Las in-
genuas, La sed de amar y sus restantes novelas de la lujuria.
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EL ORCULO DE LA CABEZA
SANGRIENTA
En el libro del cabalista Bodn, judo de corazn y catli-
co de conveniencia, encontramos una ancdota truculenta,
muy edificante y propia para este glosario de ancdotas de
reyes, y documento interesante para la historia de la locura
de la Humanidad.
En nuestras rebuscas por los viejos cronicones que refie-
ren todos los delirios del fanatismo y de la crueldad de los
ltimos siglos inquisitoriales, hemos hallado, al azar, unos
cuantos episodios del libro de Bodn Nemonomana de los
brujos, donde maquiavlicamente denuncia todos los abu-
sos y las iniquidades de los catlicos de su tiempo.
Nos cuenta que en los ltimos das de Carlos IX de Fran-
cia, la reina madre, Catalina de Mdicis, acudi a los magos
negros en busca de una medicina diablesca para alargar la
vida dcl rey, que se acababa, con espantoso sufrimiento de
un raro mal, desconocido de los mdicos de cmara.
Entre los tenebrosos amigos de la reina figuraba un frai-
le apstata, muy docto en las prcticas del sortilegio, que
la convenci de que deba invocar el orculo de la cabeza
sangrienta, la ms hedionda y criminal de todas las hechi-
ceras satnicas.
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LA VERDAD DE LAS LEYENDAS
Todas las consejas tienen un fondo de realidad; las su-
persticiones son verdades cuyo exacto sentido ha mixtifica-
do el vulgo. Cuando los hechos se repiten con diferencia de
tiempo y de lugar, por muy inverosmiles que parezcan, sin
duda tienen un principio comn verdadero.
Releyendo un libro de leyendas del viejo Madrid, me he
encontrado con la tradicin del convento de Santa Isabel.
Recuerda un poco La noche de nimas, del gran poeta Gus-
tavo Adolfo Bcquer, espritu tan ntimamente relaciona-
do con lo suprasensible, acaso inconscientemente.
Dice la misteriosa tradicin que en el siglo XVI viva en
la calle del Prncipe una rica y bella dama, nombrada doa
Prudencia Grilo, a la que cortejaban los ms pulidos gala-
nes de la Corte. Ella prefera a cierto mozo, sin ms fortuna
que su gentileza personal y el buen temple de su espada.
Acaso por oposicin familiar o por coquetera de doa
Prudencia, aquel noviazgo tardaba en trocarse en casorio,
y, desesperado el galn, se alist como voluntario en la In-
vencible, ganoso de jugarse la vida en la conquista del oro
que era preciso para que su novia no echase de menos el
bienestar de la casa paterna. A la hora de partir le pregunt
la dama por qu medios tendra noticias suyas.
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LA SOMBRA DE TRIGO
Fu en un crdeno crepsculo septembrino. Delante iba
una camilla de hule negro; un grupo pequeo de amigos,
detrs de la camilla. La carretera polvorienta, montona,
finalizaba en un pequeo cementerio aldeano, y cerca ha-
ba una casuca blanca, donde colocaron el fardo fnebre.
Era el depsito de cadveres. Momentos despus vimos el
cuerpo de Felipe Trigo, sobre una mesa viscosa, hrrida,
donde antes se acostaron otros desventurados que se esca-
paron de la vida, por modo violento. Un atad estaba pre-
parado de pie, en un ngulo de la pieza. Un solo hachn
doraba con su llama temblorosa la frente del cadver. En la
pared se agigantaba la sombra de su perfil ganchudo como
el pico de un pjaro de alucinacin.
De uno en uno pasamos junto al amigo, ya eternamente
inmvil y silencioso. Por la angostura de la cmara, trope-
zbamos al pasar con el fretro destapado, y con un estre-
mecimiento indecible nos sentamos en un instante casi
dentro de la negra caja. Haba un silencio hondo, interro-
gante. Todos mirando el rostro lvido pareca que pregun-
tbamos: Porqu te habrs matado?
En la sien derecha tena una manchita de sangre negruz-
ca. Un suicida nos produce una honda convulsin fisio-
lgica. Es el tenor de los tomos y el estremecimiento de
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PREGUNTAS ALUCINANTES
Hablad a la mayor parte de la gente de las inquietudes
espirituales ante el enigma escalofriante de la muerte, y os
llamarn loco en vuestras barbas. Se suele tener una in-
consciencia de bestia interior, y eso es, en medio de todo,
una felicidad. Ni el gato, ni el asno, ni muchos seores de
nuestro vulgo intelectual, piensan en eso. Yo, por morbo-
sismo tal vez, tengo la obsesin de ese momento en que
me encierren en una caja y caiga la tierra sobre m con un
rumor trgico y montono.
Por ese horror a que me hundan en el polvo, por rebel-
da de mi esencia, soadora de eternidades, me he asoma-
do a las ventanas del misterio. No soy espiritista, pero en
el mundo suprasensible hay atisbos alucinantes. Hombres
de preclaro entendimiento, de reputacin cientfica como
Flammarin, Lombroso, Denis Willians, Crookes, afirman
que existe una vida espiritual despus de la disgregacin de
las molculas vitales.
Hay una vasta literatura que nos habla de mesas parlan-
tes, de sonmbulos que ven a distancia, de desdoblamien-
tos de la humana personalidad, de aportes, de materializa-
ciones.
Esos escritores, que han escrito volmenes llenos de cul-
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NDICE
LO QUE VIO LA REINA DE FRANCIA.4
LAS VISIONES DE AMICHATIS....11
EL ESPECTRO DE LA ROSA15
EL VIEJO PASTOR EVANGLICO20
EDGARD POE, OCULTISTA24
PAPUSS NO HA MUERTO.29
BRUJERAS32
EL CHATO DE EL ESCORIAL36
EL KISER Y LAS BRUJAS40
LA SENDA DEL SANTUARIO.43
EL LIMPIO HONOR DE FLORESTN47
EMBRUJAMIENTO.54
ROSO DE LUNA EL INQUIETANTE.60
SE VIVE MS DE UNA VEZ?64
EL HOSPICIO69
PAPUSS, EL FAKIR73
EST ESCRITO EL FUTURO?78
DEL DIARIO DE UN DIFUNTO83
LAS INCURABLES87
SOL DE DOMINGO.90
UN DOCTOR EN CIENCIA OCULTA94
LA ELEGA DEL CANARIO98
UNA RARA ANCDOTA DE HUGO101
UN SONETO INDITO DE GERARDO DE NERVAL106
EL AMIGO CHAMORRO.111
LA DAMA DE AFICIONADOS.115
MODOS DE VIVIR QUE NO DAN PARA VIVIR.119
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