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Carrère, Emilio - Almas, Brujas

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ALMAS, BRUJAS

Y ESPECTROS
GROTESCOS
INTERROGACIONES AL MISTERIO
Emilio Carrre
Edicin original: V. II. de Sanz Calleja Editores e Impresores.
Casa Central: Montera, 31 Talleres: Ronda Atocha, 23.

1 Edicin Digital 2016


Grupo Estudios Teosficos de Valencia
http://fraternidad.info/g.e.t.html
Edicin y Maquetacin: Jos Rubio Snchez
jrubio@hiperborea.net
LO QUE VIO LA REINA DE FRAN-
CIA
Fu en aquella poca, docta y galante, enciclopedista y
supersticiosa, en el ltimo tercio del siglo XVIII, cuando
lleg a Pars el mdico austriaco Antonio Mesmer.
A pesar de los fuertes y luminosos sarcasmos de Voltaire
contra las prcticas supersticiosas, el pueblo amaba lo ma-
ravilloso, crea en vuelos de brujas sabticas, en la ciencia
misteriosa de los saludadores y en el poder del mal de ojo
de los hechiceros. La Academia francesa era racionalista y
atea, y mientras preparaba la formidable revolucin ideo-
lgica, la muchedumbre acuda a la tumba del dicono de
Pars, muerto en olor de santidad; tomaba tierra de la fosa,
la mezclaba con vino y se la beba, bebedizo que tena el
poder de arrojar a los demonios del cuerpo.
A pesar del helenismo de pas de abanico que triunfaba
en los jardines de Versalles, todo el pueblo viva espiritual-
mente en plena taumaturgia.
Los clrigos no daban paz al hisopo ni al exorcismo. Los
embrujamientos de Carlos II de Espaa haban pasado los
Pirineos. Se encendan hogueras para los sortilegios, por-
que el Parlamento de Pars tambin gustaba de los torrez-
nos de bruja, como nuestra Santa Inquisicin.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

En este estado de cosas, lleg Antonio Mesmer a Pars,


con su nueva teora del magnetismo animal. En realidad,
Mesmer no aportaba nada nuevo. Agustn Paracelso, en el
siglo xv, opinaba tambin que la fuerza de la vida proviene
de los astros, y que existe una corriente fludica entre las
estrellas y los hombres. Crea en la eficacia de los talisma-
nes y de los ungentos magnticos Como se ve, esta teora
de las relaciones interplanetarias no es ms que una con-
secuencia de la astrologa de los caldeos, mstica corriente
que dur toda la Edad Media y hasta fines del siglo XVII,
en que algunos prncipes tenan astrlogos de cmara para
que descifrasen su horscopo y las influencias que tenan
que temer de los cuartos de la luna y del anillo de Saturno.
Mesmer fu un nuevo apstol del flido magntico, que
enlaza los hombres con los astros. El se crea dotado de
ese fluido imponderable, y por su influjo curaba todas las
enfermedades. Muy pronto consigui hacer una gran for-
tuna. Todas las damas que componan pastorelas galantes
en el Trianon acudieron a la cubeta de Mesmer. Aba-
tes madrigalistas y caballeros almidonados de peluqun y
de casaca se sintieron enfermos y fueron a casa del mdi-
co brujo, a pesar de los informes contrarios a las practicas
magnticas, firmados por la Academia de Ciencias por la
Facultad de Medicina, que aseguraban que Mesmer era un
loco o un embaucador.
***
Al atardecer de un da de otoo, una dorada carroza se
detuvo a la puerta del mdico misterioso. Una bella damita
seguida de otra dama y de un caballero, se apearon de la
carroza. Era la Venus austriaca, la reina Mara Antonieta
de Francia.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

En un gran saln esperaba la flor de la femenina noble-


za. La casa de Mesmer era otra fiesta en aquella poca de
fiestas, un entretenimiento exquisitamente misterioso y es-
calofriante. El escalofro de lo supersticioso era una volup-
tuosidad para las gentiles figulinas de cabellera empolvada.
Se entregaban al misterio como a un amante inefable que
saba hacer vibrar las cuerdas de su histerismo elegante y
decadente.
La imprevista llegada de la reina di una gran solemni-
dad a aquella tarde taumatrgica. Hubo un amable crujir
de sedas, como en un ceremonioso paso de payana; las risas
desgranaron sus escalas de oro como en los simulacros mi-
tolgicos de los jardines versallescos. Una fugaz risa pagana
volaba en aquella litrgica capilla de la magia, donde todo
era tenebrosamente teatral. Mesmer bes la punta de los
dedos de la divina y trgica reina de Francia.
Mara Antonieta present a Mesmer a sus acompaan-
tes.
La duquesa de Grammont. El conde Cagliostro, el
brujo exclam con una sonrisa que en vano quera ser vol-
teriana, sealando a un caballero plido y moreno, con los
ojos como dos llamas de alucinacin.
Mesmer contempl al mago Cagliostro, que se acorda-
ba de todas sus existencias anteriores. Sin embargo, no le
cans asombro aquel extrao personaje, porque en aquel
tiempo era de mal tono asombrarse de nada.
Mara Antonieta mostraba impaciencia por conocer el
misterio de la cubeta de Mesmer Se hizo un hondo si-
lencio en el que todos sintieron una vaga inquietud; zum-
baba el viento en las vidrieras como el aletazo de un pjaro
de agorera.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Antonio Mesmer se sent al clavicordio, porque la m-


sica atrae a los buenos espritus del espacio. Las resonancias
hondas y litrgicas esparcan una solemnidad religiosa en
el ambiente. La cubeta estaba colocada en el centro del sa-
ln. Era una cubeta de madera negra, de gran tamao.
En el interior, a manera de radios convergentes, haba
muchas botellas de agua magnetizada por Mesmer, en va-
rias filas, unas sobre otras. La cubeta estaba llena de agua
de color glauco, preparada con unas limaduras de hierro,
vidrio machacado, escorias de hulla y arena.
De la cubeta partan muchas varillas de metal, a cuyo re-
mate haba una cuerda que rodeaba la cubeta. Sobre la ma-
roma extendan las manos los enfermos y los practicantes
del ocultismo, poniendo en contacto los pulgares con las
piernas y los pies unidos, formando la cadena magntica.
Al cabo de unos minutos, Mesmer encarg a otro m-
sico un viejo organista de convento que continuara el
concierto, y l se acerc al grupo de los enfermos con una
varita mgica en la mano. Era una imantada de vidrio, que
es el mejor conductor del fluido.
Apenas el mdico brujo toc la cubeta con la varita m-
gica, comenzaron las convulsiones. Cuatro madamas caye-
ron en una encantadora crisis, con los ojos en xtasis, des-
granando la locura de su risa perlada.
Cuando las contorsiones y los espasmos se acentuaban
y los lazos y las sedas caan, dejando ver zonas de deliciosa
carnacin, Mesmer atraa a las posedas hacia el Infierno
de las convulsiones por la virtud de sus pases magnticos.
Era este Infierno un gabinete, guateado de raso negro,
para amortiguar el choque de los cuerpos convulsionados
por los retorcimientos histricos.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

En aquel cuarto slo penetraba Mesmer, que segua las


crisis con toques de varita y envolviendo a las enfermas con
el fluido de sus ojos de fascinacin. Las seoras llamaban a
aquel lugar, no se sabe por qu ntimos y misteriosos moti-
vos, La delicia de las damas. Cuando al cabo de un rato
volvi Mesmer del delicioso Infierno de las convulsio-
nes, haba una gran exaltacin entre los que circundaban
la misteriosa cubeta.
Mara Antonieta estaba plida como los mrmoles pa-
ganos de sus jardines reales. Exhalaba sollozos entrecorta-
dos y tena los ojos espantados y fijos en el agua glauca que
llenaba la cubeta. Sus manos, engarfiadas, se tendan hacia
adelante.
Qu veis, seora? pregunt Mesmer framente.
La reina respondi con una voz de suspiro que pareca
un eco muy lejano:
Del agua turbia surgen muchas caras que me amena-
zan! Son mendigos, ladrones, y llevan picas en las manos!
Ahora los veo mejor! Hay muchos, muchos; est llena la
calle de gentes patibularias que se dirigen a Versalles!
Seguid, majestad!
Una plaza muy grande! El cielo est gris y torvo. En
una carreta van muchas mujeres casi desnudas, con las
manos atadas a la espalda! Qu horror, Dios mo! Qu
hacen con la duquesa de Grammont? Va llorando en esa
trgica carreta!
La duquesa de Grammont era una dama racionalista y
volteriana que no crea en alucinaciones.
Veis, seora, que me llevan en una carreta? Y con el
pelo suelto? Rogad a esos sayones que me permitan aguar-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

dar a mi peluquero para que me empolve la cabellera.


La amable fanfarronera cay en un silencio glacial.
Vuestro peluquero ser esta vez el verdugo! solloz
Mara Antonieta.
Sobre el rostro plido de la reina, el mago Cagliostro
clavaba sus pupilas de fascinacin.
La duquesa de Montmorency! El seor Condorcet
est muerto en una calle solitaria! Una muchedumbre fe-
roz se apia en la plaza. Caen cabezas ensangrentadas,
muchas cabezas espantables, con los ojos abiertos, que pro-
nuncian palabras enigmticas, al caer en el lgubre cestillo!
La muchedumbre, ebria de sangre, corre a las Tulleras
Cuntos rostros conocidos y la flor de la nobleza francesa,
todos los que ayer estaban en los salones de baile!
Estaba rgida y helada; pareca una Venus de mrmol la
rubia Venus austriaca. Sbitamente lanz un alarido.
El rey! Tambin el rey! Su cabeza rueda, rebotando
sobre el tablado! Qu es esto? Me veo yo misma! Parece
que voy flotando en un mar de sangre! Veo mi garganta
con una lnea roja como una cinta de carmn! Jess! Je-
ss!
Y la reina de Francia cay en una espantosa convulsin
epilptica.
Qu habr visto la seora? exclam la de Gram-
mont. De qu cinta roja hablaba?
Cagliostro sonrea enigmtico.
Ya lo habis odo. Una preciosa corbata color de sangre
que le cea a su cuello de diosa. La cubeta de Mesmer
ha sido galante con la reina de Francia.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Aquel misterioso Cagliostro que se acordaba de las vidas


anteriores y que saba leer el futuro, quiz vi que la cinta
roja que adornaba la garganta de la reina era la corbata tr-
gica y sangrienta de maese Guillotn.
Era una galantera retrica del gusto de la poca.

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LAS VISIONES DE AMICHATIS
Amichatis tiene ojos de visionario, ardiendo sobre la pa-
lidez de su cara. Son unos ojos claros que reflejan, como
espejos pequeitos, jirones del mundo de lo misterioso.
Amichatis es un escritor cataln que viene a derramar
su talento por nuestras gacetas cortesanas. En este absur-
do caf de los nigromnticos, de los poetas, de los msicos.
Charlamos Amichatis y yo de las amarguras de la vida del
arte. Por qu, sbitamente, de las ramploneras del bajo
vivir literario, Amichatis ha saltado al plano de lo supra-
sensible? A veces tenemos la sensacin de que del seno
del misterio nos reclaman con insistencia. La ronda de lo
espectral se esfuerza porque veamos sus gestos y oigamos
su palabra sin sonido. Con su voz suave, opaca, me cuenta
sus apariciones, sus inquietudes, sus presentimientos. Este
Amichatis es un hombre inquietador.
Estudiaba yo la carrera de Farmacia y practicaba en
una botica de una calle extraviada. Me pasaba toda la no-
che solo en aquel zaquizam cargado de olor de medicinas,
y acaso, para devanar mis quimeras literarias, me tumba-
ba en un camastro que haba en la rebotica. El timbre de
la puerta me avisaba cuando alguien necesitaba que inte-
rrumpiese mis sueos para fabricar unas pldoras, proba-
blemente ineficaces. Una noche vino un seor Se cubra

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

con un sombrero blando e iba envuelto en una capa; no


recuerdo lo que me pidi; acaso morfina, cocana, no
s A la noche siguiente volvi. Me sorprendi que ya hu-
biese consumido la droga del da anterior. En el fondo me
era igual, y no le dije nada. Lo que yo quera es que se fuese
pronto para seguir durmiendo o soando Durante ocho
das vino el seor de la capa y el chapeo a buscar su breba-
je A la una en punto sonaba el timbre, y antes de verle yo
pensaba: Ya est ah.
Una noche me habl:
Nos aburrimos mucho, verdad? Tiene usted ms as-
pecto de poeta que de boticario.
Me aburro menos cuando estoy solo, le advierto a us-
ted exclam bruscamente.
A m me sucede todo lo contrario, y por eso quiero
charlar un rato con usted. Somos vecinos; yo vivo arriba,
solo, con un criado. Y me aburro espantosamente. Oh, no
sabe usted; me aburro espantosamente!
Sonaba el corazn montono de un viejo reloj de pared
tictac, tictac en el silencio vasto y misterioso de la noche.
El hombre de la capa exclam, con una voz chirriante:
Se matara usted si estuviera tan aburrido como yo?
Comprende usted que puede uno matarse por aburri-
miento?
Pues claro que s me matara! grit, y volv la espalda
a mi extravagante interlocutor. Llegu a creer que era un
manitico que quera amargarme la noche.
Reconozco que fui poco piadoso con aquel hombre que
tena la vida tan vaca, tan vaca l se veng despus.
No me volv a acordar de nuestro dilogo absurdo.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Aquella noche, a la una, no son el timbre de la puerta;


pero a la madrugada entr en la botica un individuo con
cara de espanto.
No sabe usted lo que ha ocurrido? Es horrible! Mi
amo, el seor del tercero, acaba de matarse de un pistole-
tazo en la boca! Estoy aturdido! Voy a avisar al Juzgado
Me impresion la noticia y me ratifiqu en mi opinin
de que el vecino no tena bien equilibrado su cerebro.
A la noche siguiente haba olvidado por completo aquel
fnebre episodio
Pero an resonaba en el aire la campanada de la una,
cuando son el timbre de la puerta. Abr los ojos y vi entrar,
como de costumbre, al hombre de la capa y del chapeo, que
avanz resueltamente hacia mi
Era una alucinacin, amigo Amichatis.
Eso cre yo. Pero el hombre segua caminando hacia
donde yo estaba acostado. Era l mismo, estoy seguro; el
color de su capa, de su sombrero; la tonalidad terrosa del
rostro, su gesto, doliente y marchito. No haca ruido al
andar. Cruza por encima de mi cuerpo, y entonces su mano
me asi de la garganta. Yo la vea, pero no senta ningn
contacto material; horrorizado, yo no senta aquella mano
alucinante que vea sobre mi garganta. Despus, su voz ha-
bl imperativa:
Me dijiste que t tambin te mataras. Yo ya lo he he-
cho. Ahora te toca a ti.
Y el espantoso fantasma, como quien reclama el cumpli-
miento de un pacto, me asa del cuello, gritando: Ahora
te toca a ti! Ahora te toca a ti!
Me est usted contando un cuento de Poe, querido

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Amichatis.
Mi amigo, sereno, fro, continu:
Es una cosa absolutamente real, aunque parezca un
cuento de Poe o de Hoffman. Y le advierto que entonces
yo no haba ledo ni un solo libro de espiritismo. Pero no
acaba aqu. Al da siguiente, y durante tres meses consecu-
tivamente, a la una de la madrugada vena mi inconcebible
visitante a exigirme el cumplimiento de mi palabra. Com-
prender usted que para ser alucinacin dur demasiado
tiempo.
Sin hablar ms, Amichatis y yo nos hundimos en las ca-
lles desiertas, negras como abismos infinitos y desolados.
Me impresion el relato de Amichatis; yo haba ledo
muchos casos de materializacin del doble astral de los
muertos. Las haba ledo, pero no es lo mismo que orlas
contar de viva voz por alguien que lo ha visto, por alguien
que ha tenido el escalofriante privilegio de haberlo visto.
Los muertos vuelven! Yo creo que Amichatis no es un
alucinado, que dijo sinceramente lo que vi. Y en el cora-
zn penetra la esperanza, como un rayito luminoso, como
un resplandor de lo eterno e incognoscido.
No os parece absurdo y horrible que todo acabe en el
montn de carroa que arrastran las cuatro tablas al es-
pantoso pudridero? Oh, la emocin infinita de sentirnos
eternos, sobre el abismo de la muerte! Oh, el consuelo
inefable de que nuestra esencia divina, como una lumbre
eterna, como una llama de Dios, sobrevive por los siglos de
los siglos a la desaparicin de las formas!
Oh, si yo tuviera fe! Si yo sintiera esa fe!

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EL ESPECTRO DE LA ROSA
Los versos de Liseia terminaban as:
Y este drama inmortal se llama el hombre,
y el hroe es el Gusano conquistador.

Nos quedamos silenciosos. Las campanas del hospital


del Buen Suceso doblaban en la paz azul de la tarde. Estos
bronces melanclicos deben de sonar agoreramente en
estas salas de hospital, donde la carne sensual y triste se
retuerce entre los tentculos del Dolor ciego y fatal. Son
las escenas del drama eterno, cuyo protagonista es el Gusano
triunfador.
Pero Edgard Poe era un iluminado espiritualista. Ms
abajo, la misma Liseia exclama: Los hombres pueden ser
iguales a los ngeles; no se muere completamente ms que
cuando se ha perdido la voluntad de vivir.
Estas palabras, aromadas de eternidad, caen como un in-
cienso, como un leo divino sobre el horror del fin, sobre
el estremecimiento de la carne, que tiene la evidencia de su
fin.
Ah, entonces es cierto que los muertos vuelven! sus-
pira mi amigo. Los que no han perdido la voluntad de
vivir volvern a nuestro lado, a compartir nuestras alegras

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

y nuestros dolores, invisibles para nuestros ojos fsicos.


Mi amigo es el que Maistre llamaba el otro, el que pien-
sa, suea, llora y camina por las regiones ms abstrusas del
conocimiento. Yo no le he visto nunca el rostro, aunque
es mi camarada inseparable. Oigo constantemente su voz;
pero resuena en el fondo de mi ser, en estas grutas encanta-
das y misteriosas de lo subconsciente. Mi amigo se ausenta
a veces de m, en las expansiones bellacas e imperiosas de
la vida a ras de tierra. l habla en un lenguaje ideal que la
mquina fisiolgica a ratos se niega a comprender. Pero en
estas horas el otro es dueo y seor de la mquina, la bestia
se ha dormido, y puede filosofar a su antojo.
Junto a m est un gran poeta que todos admiris: Pedro
de Rpide. Este poeta oye hablar a mi amigo, al otro, y res-
ponde a sus inquietudes.
Tenemos ejemplos literarios, universalmente conoci-
dos, de que los muertos vuelven. Shakespeare nos presen-
ta al padre de Hamlet y nuestro Galds hace aparecer a la
madre de Electra. Es la celeste intuicin del misterio que
tienen los poetas. Pero, aparte de las creaciones artsticas,
existen otras pruebas ms documentaras. Desde el viejo,
ingenuo y venerable Allan Kardec, hasta ahora, los testi-
monios de la presencia de los aparecidos se han centuplica-
do. Hay una copiosa bibliografa. Maese Prez, el organista
vuelve todas las noches a tocar su salterio como presinti el
genio iluminado de Bcquer.
Pedro de Rpide hace una pausa; despus prosigue con
su galano decir de abate dieciochesco:
Ms que el episodio literario, nos impresiona d relato
personal de lo maravilloso. Le voy a contar un episodio que
refiere en sus Memorias un diplomtico extranjero. El lo

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

vi, le sucedi a l y lo refiere con una palpitante emocin


de realidad. Yo lo he escrito alguna vez, no recuerdo en qu
peridico
Este joven diplomtico, escptico y librepensador, como
buen hijo del siglo XIX, fu una noche a un baile de ms-
caras del teatro Real. Iba dispuesto a divertirse sin preo-
cuparse de las cosas trascendentes. Era amigo del marqus
de Salamanca, y ya a la madrugada se fu a su palco, para
contemplar el pintoresco y lujoso conjunto de la fiesta. Se
qued un momento solo en el palco. Era el instante de ma-
yor animacin Las mujeres ms hermosas de Madrid, los
hombres ms ilustres La locura agitaba sus sonajas triun-
fales al ritmo de las danzas ms ardientes, en el misterio
nupcial de los antepalcos De repente la cortina se alz, y
una bella enmascarada se acerc a nuestro hroe Era una
mujer alta, muy esbelta; iba aburujada en un ropn negro,
y en el pecho llevaba prendida una magnfica rosa de te. El
antifaz cubra su rostro. Extendi su manita aristocrtica y
enguantada con un gracioso ademn, y exclam:
Sgueme.
Encantado con tan extraa aventura, el diplomtico la
sigui. Atravesaron los corredores, el vestbulo y salieron
a la calle.
Adnde vamos? pregunt el galn.
Sgueme replic la misteriosa enmascarada.
Las calles estaban desiertas. Febrero haba vestido de es-
carcha los jardines, como los ingenuos arbustos de la Navi-
dad. La dama de la rosa en el pecho caminaba en silencio,
abstrada, como olvidada de su acompaante que, aunque
bordaba lindamente el tema del amor, no obtena ni una

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

sola palabra agradable de correspondencia.


Cruzaron la calle del Arenal, la Puerta del Sol, la calle
de Alcal Debo advertir que la ciudad acababa entonces
unos pasos ms all del palacio de Buenavista.
El diplomtico comenz a sentirse inquieto. Se tratara
acaso de una celada? Solos estaban en la calle negra, la mis-
teriosa y muda belleza y l. Un farolillo de devocin arda
ante una hornacina de la iglesia de San Jos. La dama se
encamin al templo, y entr por la puerta de la calle de las
Torres.
Pero, adnde vamos? pregunt el mozo, sobrecogido
por el extrao rumbo que tomaba la aventura de carnaval.
Sgueme orden la voz enigmtica de la mujer del ne-
gro ropn.
Y ahora comienza lo verdaderamente misterioso. Entra-
ron en la Iglesia, primero la dama y l detrs. Pero, no os
parece muy raro que aquellas horas las tres de la madruga-
da estuvieran abiertas las puertas del templo?
La iglesia yaca en una penumbra amedrentadora. La
dama avanz resueltamente por las naves. De pronto, entre
las sombras de una capilla su figura se esfum como un pe-
nacho de humo. El galn la llam a voces, recorri a tientas
la iglesia, vanamente. Su voz retumbaba bajo las bvedas
sonoras, y un miedo glacial, el latigazo de lo extranatural,
le sobrecogi. Al cabo de unos instantes divis una vaga
claridad amarillenta en la capilla ms apartada. Como un
autmata encamin all sus pasos y estuvo a punto de caer
muerto de espanto! A la luz de cuatro hachones amarillos
se vea un tmulo funerario. Entonces era costumbre que
los cadveres pasasen la ltima noche en la iglesia, antes
de su enterramiento en el mismo santo lugar. Aquel da

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

haba muerto una damita aristocrtica y el galn vi en el


suntuoso atad, tendida, helada, divinamente plida a la
misteriosa enmascarada del baile del Real. Sobre la negrura
litrgica de su ropn, a la altura del seno, tena una mustia
rosa de te
Despus de una pausa, mi amigo el metafsico, el otro,
record que las apariciones suelen acaecer inmediatamente
de la muerte fsica Y crey en la veracidad de este episo-
dio bellamente macabro.
Los espiritistas creen, sin embargo, que a la muerte su-
cede un perodo de turbacin en el que los espritus no se
manifiestan, todo lo contrario de los tesofos, que afirman
que en rarsimos casos los muertos vuelven, y, si acaso, esto
sucede nicamente en los primeros das que siguen a la des-
encarnacin
Lo fundamental es la fe, la honda e inefable fe, en la vida
del ms all La creencia de que al acabar este drama, que
se llama el Hombre, no corre la cortina para siempre el Gu-
sano conquistador.
Y t, tienes esa fe que es como un resplandor de eter-
nidad? le he preguntado al otro.
Mientras t comes, fumas y te diviertes, yo vago por
los espacios en busca de esta llamita ideal del conocimien-
to trascendente. Mi fracaso ser la cada de los ngeles y el
triunfo del gusano de que hablaba Liseia. Este drama, que
se llama el Hombre, me parece que no termina bien con
las escenas de carroa y de putrefaccin. Y en un anhelo de
dramaturgo idealista, sueo con una apoteosis, toda azul y
oro milagroso, como un rompimiento de gloria para cuan-
do caiga la cortina

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EL VIEJO PASTOR EVANGLICO
En la calle del Noviciado de esta villa hay una austera
mansin. Es el Culto Evanglico. Este humilde y sedante
rincn de paz espiritual me parece una verdadera conquis-
ta de la libertad, mejor que el jurado y que el sufragio, cuya
sinceridad est en plena derrota.
Yo no soy protestante, ni catlico, ni mahometano. Pero
tengo un gran respeto a todas las religiones. Son los reta-
blos de la ilusin donde enciende sus luminarias el dolor de
la Humanidad. Yo soy, sin embargo, un mstico de todos
los enigmas del cielo y de la tierra, de la vida y de la muerte.
No le satisface a mi espritu esta menguada vida vegetativa,
ni todos los nihilismos de la filosofa atea del siglo pasado.
Busco mi estrella de Oriente, mi palabra perdida por todos
los senderos, de acuerdo con mi inteligencia y con mi sen-
timiento y acaso con mi intuicin.
Cuando en mayo florido veo a las nias comulgantes,
blancas como acacias, blancas como novias, que salen de
los templos, pienso que en sus almas se acaba de encender,
como un cirio rizado y aromtico, la primera ilusin de la
vida; cuando en un violceo crepsculo oigo las campani-
llas lgubres del Vitico, pienso, con un largo estremeci-
miento, que un viajero a punto de partir quiere llevarse la
ltima ilusin de su espritu, sobre su lengua crdena de

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

moribundo. Bendita sea toda religin que hace una vir-


tud de la Esperanza, escribi Chateaubriand.
Yo he asistido varias veces al culto evanglico. Me emo-
cionaba su austera liturgia. Estaba entonces en la calle de
Leganitos, en el antiguo palacio de la Inquisicin, entre
los mismos muros de su sanguinario y fantico enemigo, el
Negro Tribunal de la Fe! Era una especie de catacumba con
slidas columnas y arcos de medio punto. A la izquierda
haba un armonio, tocado por un hombre amarillo y es-
culido, vestido de negro, que pareca una trgica figura de
Domenico Theotocophulo. Al fondo se alzaba un estrado
de dos pisos de madera negra, al que se ascenda por una
gradera tapizada. Encima, en semicrculo, se lea, en letras
azules, esta epigrafa: Dios es espritu. No haba altares,
ni santos, ni ninguna efigie alegrica sobre las paredes des-
nudas. Esta simplicidad contrastaba con el lujo oriental
oros, sedas, perfumes y pedreras de los templos romanos.
Era el espritu asctico de la Reforma contra el fausto sen-
sual y pagano del Papa Borgia. Haba en el culto evanglico
ms uncin espiritual y menos suntuosidad artstica y asi-
tica en la liturgia. El arte espaol, que fu ferviente catlico
durante muchas centurias, no estaba all representado.
El pastor, revestido de una hopalanda negra, suba al es-
trado y haca la exgesis de los Salmos. Su palabra era
suave e iluminada; sus manos temblaban un poco y albea-
ban sobre la negra encuadernacin de la Biblia. Despus,
resonaba la meloda torrencial y solemne del armonio; a
la armona religiosa y pausada se juntaban las voces de los
fieles, mujeres en su mayora. Tambin acudan familias en-
teras de ingleses, cada uno con una Biblia, de edicin mi-
nscula.

22
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

El pastor era un anciano septuagenario, de calva relu-


ciente y barbas blancas. Antes haba sido fraile. Abandon
la iglesia romana por un proceso espiritual anlogo al de
Martn Lutero, Jernimo de Praga y Giordano Bruno. Aca-
so el libre examen filosfico le oblig a rechazar los dogmas.
De haber nacido dos siglos antes este simptico y venerable
viejecito, que llaman el pastor Cipriano de Tornos, hubiera
finado por hereje en los braseros del Negro Tribunal.
La facultad mental del anlisis ha sido considerada como
hereja durante varias centurias de sanguinaria intoleran-
cia.
Afortunadamente los tiempos son otros, y los fieles
evanglicos pueden dedicarse a su culto con plena libertad
de accin y de conciencia. Y no es que haya desaparecido
totalmente la intolerancia religiosa; estamos an muy cer-
ca de los inquisidores, y algunas almas han heredado, en
clulas recnditas, parsitas, las mismas ideas larvas que se
arrastraron por la mente de aquellos sarcsticos, crueles y
falsos sacerdotes del Rab. No hace mucho una Biblioteca
catlica se neg a publicar un libro mo en que haca refe-
rencia a los tormentos histricos y a la manera de enjui-
ciar de la Santa Inquisicin. Se me dijo que el pblico de la
Biblioteca estaba en desacuerdo con mi concepto de la cr-
tica histrica. Yo me limitaba a transcribir las palabras del
jesuita Federico Spe, noble wesphaliano de Kaiserwerd,
que al cabo le valieron ser perseguido y quemado vivo por
el Santo Oficio, que comienzan de esta manera categrica
y terminante:
Aseguro, bajo juramento, no haber acompaado a la
hoguera a una sola persona acusada de hereja, maleficio
ni arte mgico, de que no pueda estar seguro y atestiguar

23
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

prudentemente que no era culpable.


Contina: Por falta de causa los jueces a veces se hallan
perplejos para entablar el proceso. Si lo retardan, pronto se
presenta un inquisidor general, cuya ignorancia y barbarie
se llama justicia.
Para qu continuar? Tenemos derecho a estar orgullo-
sos de nuestro siglo, en que ya no tienen carcter oficial
estos horrores, y todos pueden llamar a Dios en la lengua y
con las frmulas que mejor les plazca. El ltimo espectcu-
lo vergonzoso de intransigencia religiosa lo di Francia en
el proceso Dreyfus; pero surgi el espritu valiente de Zola,
que lanz su Te acuso, tan eterno y tan glorioso como
su extraordinaria labor literaria.
Yo tengo un gran respeto por todos los apstoles del
Amor y de la Justicia. Me inclino, reverente, ante monse-
or Bienvenido, el obispo de Los miserables como smbo-
lo del amor cristiano; veo pasar con admiracin al pastor
Tornos, viejecito, pobre y lleno de fervor, y pienso tambin
con cario en Nakens, el viejo rebelde, apstol de otra reli-
gin, que alza altares a la Verdad, a la Razn, a la Ciencia.
Los santos religiosos y los santos laicos son igualmente res-
petables si llevan amor en el pecho y luz en la mente.

24
EDGARD POE, OCULTISTA
Este artculo debiera escribirlo Mario Roso de Luna,
doctor en la ciencia oculta. Un poco a ciegas en el laberinto
de lo misterioso, voy a poner en orden unas cuantas notas
tomadas de las escalofriantes pginas de Edgard Poe.
Este taumaturgo literario me ha cautivado el espritu. El
prlogo de Baudelaire, de la traduccin francesa de His-
torias extraordinarias, es un profundo estudio crtico y
un emocionante acopio de ancdotas. Nos da, de cuerpo
entero, al Poe pasional, trabajador, analtico, matemtico
y hasta al tenebroso borracho que hace eses por las calles
de Nueva York la misma maana en que El cuervo era
publicado triunfalmente. Oh, aquella trgica embriaguez
que abre la puerta de su cerebro excepcional a la vista del
delirium tremens. Sin embargo, Baudelaire omite un
aspecto muy interesante de Edgard Poe: el soplo de ultra-
tumba que hiela las pginas ms hondas y singulares de este
artista del horror.
Las Memorias de Augusto Beldoe, Revelacin
magntica, Morella, Ligeia y La verdad sobre el
caso de Valdemar atestiguan que Poe era un iniciado en
ocultismo.
Las Memorias de Augusto Beldoe es la alucinante

25
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

historia de un hipnotizado. En la poca de Poe, la ciencia


oficial rechazaba las prcticas hipnticas, considerndolas
patraas propias del vulgo. Mesmer haba sido anatemati-
zado por la ortodoxia cientfica. El pueblo no comprenda
bien las causas, pero se sorprenda ante los efectos. Como
ante artes de milagrera, Poe, como era natural, desecha to-
das las supersticiones y se apodera del secreto del mesme-
rismo. Como adems de hombre de ciencia era poeta, la
intuicin esttica le gua. Habla del magnetismo con la
profundidad que pudiera hacerlo un buen mdico moder-
no. Poe se anticip ochenta aos en el estudio razonado y
cientfico de este sutil aspecto semipatolgico y semimara-
villoso. Hay motivos para creer que el mismo Edgard fu
un estudioso magnetizador.
Cuando escriba sus cuentos escalofriantes an no se
haba hablado de espiritismo en Europa; en Metzengers-
tein y en William Wilson se presenta un caso de me-
tempsicosis y de doble personalidad. Para el lector corrien-
te, Poe es una prodigiosa imaginacin nicamente. Sin
embargo, el caso de Ligeia no se inventa, ni el de Mo-
rella tampoco, sin poseer, adems de la imaginacin, una
completa identificacin con lo extraterrestre, juntamente
con una honda y difcil cultura ocultista. Claro que es pre-
ciso el genio para sentar la audaz hiptesis de La verdad
sobre el caso de Valdemar, el cuento ms hermosamente
horrible y ms original de todas las literaturas.
Poe debi ser mdium; confesaba que oa voces del
cielo, de la tierra y tambin del infierno. Baudelaire afir-
ma que para el poeta americano el alcohol era un puen-
te entre el plano fsico y la zona alucinante del astral, ese
fondo verdoso donde se siente la fosforescencia de la

26
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

podredumbre y el olor de la tempestad, y que reanudaba


en un acceso de embriaguez la pltica comenzada en otra
tormenta de alcohol, con unos seres absurdos e incom-
prensibles que habitaban en aquel ambiente de pesadilla.
En Revelacin magntica, la voz del sujeto dormido
no es una voz humana. Por los labios del hombre que des-
pierta del sopor hipntico para morir habla el espritu del
misterio. Aquel hombre dijo sus ltimas palabras desde
el fondo de la eterna sombra, exclama Edgard. Maravi-
llosa voz preada de ciencia humana o iluminada de res-
plandores celestes y acuciada por la intuicin que, como
una lamparilla misteriosa, arde en el fondo sin fondo de
nuestro ser!
Ligeia, la milagrosa, es una incorporacin espiritualis-
ta de un prodigioso inters esttico. Nadie muere com-
pletamente sino cuando ha perdido la voluntad de vivir.
Por el poder de esa voluntad el hombre se llega a igualar
a los ngeles. As dice Ligeia cuando se desespera ante la
idea hrrida y espantable de la muerte Y despus, en el
cadver de lady Rowena, resurge Ligeia en una tremenda,
escalofriante suplantacin espirtica.
Poe, que fu un sutil analtico ved El asesinato de la
rue de Morgue y La carta robada, un ingenioso des-
cifrador de enigmas leed El escarabajo de oro, ade-
ms tuvo el talento de encerrar en una lgica armoniosa lo
que pudiramos llamar la rbita de lo absurdo: El gato
negro ese tremendo gato tuerto y ahorcado, Cora-
zn revelador, El tonel del amontillado y otros mu-
chos de sus cuentos singulares, nicos.
Poe vino a la tierra a hacer el doloroso aprendizaje del
genio entre las almas inferiores. Realmente, si fu un genio

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

fue un hombre infinitamente desgraciado. La Naturaleza le


dot de una inteligencia extraordinaria, como compensa-
cin de un destino implacablemente cruel. La nica tacha
que se le puede imputar fu la embriaguez contumaz; pero
ha sido el nico poeta borracho? En los dems, y ms en-
tre nosotros, ese vicio ha sido una falta leve. Todos hemos
tenido el decoro de no mirar con demasiada curiosidad el
horror de las vidas ajenas. Con Poe, no. Fue una jaura gaz-
moa, burguesa, cruel, que se ceb en su cadver como
poseda de un ataque de vampirismo. Fu el aborrecimien-
to de la zoocracia.
De Poe, ocultista, se podra escribir un grueso e intere-
sante volumen. Menguada cosa son estas frvolas lneas de
peridico. Roso de Luna tiene el deber de hacerlo, porque
es acaso el nico. Ahora hubiera sido de cierta actualidad,
coincidiendo con el centenario de su natalicio (19 de enero
de 1813) y con el fervoroso renacimiento espiritualista y
religioso que, como una columna de incienso, se eleva en
toda Europa, y que se intensificar cuando termine la es-
pantosa hecatombe de la guerra actual.
A m me sorprende que un espritu tan hondo y tan in-
quieto como Unamuno no haya sentido la atraccin de es-
cribir de lo misterioso y no se haya asomado a las ventallas
de la teosofa y de la psicologa experimental. No creo que
desde esas ventanas se vea perfectamente claro; pero hay
atisbos desconcertantes, y principalmente hay infinidad
de fenmenos sorprendentes. Poe est un poco olvidado
y mal comprendido, a pesar de las infinitas ediciones que
se han hecho de sus obras. Ser que travs de la pesadi-
lla de la eterna tiniebla el karma o el Destino seguir
martirizando la memoria del pobre Edgard, como en vida

28
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

atorment su alto entendimiento y su corazn de artista


nico, extraterrestre y maravilloso?

29
PAPUSS NO HA MUERTO
Papuss, el fakir, el hombre de la perilla, el habitante de la
urna, no ha muerto.
Se ha confundido a Jorge Papuss, nuestro amigo y ayu-
nante, con el doctor Gerardo Enclausse. Viene la confu-
sin de que este firmaba sus obras con el seudnimo Pa-
pus. Era un gran cerebro que penetr el misterio de la
Kbala y deja libros fundamentales de magia. En lo que se
convierten nuestros muertos es su obra pstuma. No os pa-
rece un poco pintoresco la existencia de un mago en pleno
siglo XX?
Parece este personaje un espectro medieval que surge
para asombro de torneras simples y de comadres medrosas.
Un espritu fuerte no puede creer en lances de magia, ver-
dad? Y sin embargo Yo os aseguro que hay magos, y casi
os digo que he visto volar a las brujas.
Papus era un hombre de ciencia que moderniz el
sentido de esa creencia antigua y tenebrosa. Mago, en su
verdadero sentido, quiere decir sabio. La magia es el co-
nocimiento de ciertas fuerzas naturales no escudriadas.
Nada sucede maravillosamente; todo est sujeto a leyes. El
conjunto de esas leyes ocultas es la magia, la Gran Sabidu-
ra de los caldeos y de los persas. Zoroastro no tena ms

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

facultades inverosmiles que otro hombre cualquiera; saba


las leyes ocultas nada ms, aunque ya es bastante. Pa-
pus era un discpulo del mago persa.
Yo he conocido varias especies de magos. Unos, inquie-
tadores, escalofriantes; otros, un poco pintorescos. El lec-
tor juzgar a qu clase pertenece mi amigo el seor Ori-
fiel, doctor en Eutaxia.
El doctor posee el maravilloso secreto de nuestro pa-
sado. Con unos cuantos datos particulares os dir quin
habis sido en una encarnacin anterior. Y los clculos del
doctor Orifiel dan resultados desconcertantes.
Quin cree usted que fu ministro de Hacienda hace
sesenta aos? Un tenor de pera barata. El pobre tena po-
cos contratos!
Sin duda por un misterioso atavismo el Sr. Alba con-
serva la aficin a los cabellos ondulantes y a la barbita en
punta. Realmente, nos da la sensacin de que va a romper
a cantar Il Trovatore.
Y Lerroux, quin se figura usted que ha sido?
Cromwell quiz?
No, seor. Sor Patrocinio, la monja de las llagas. El es-
pritu no tiene sexo.
Realmente, para la falta que debe de hacerle en la vida
del espacio!
Con perdn de los magos, yo me sonro un poco de la
Eutaxia.
Lo cierto es que Jorge Papuss, el narciso que recuerda un
poco a Oscar Wilde, no ha muerto. El pobre estar metido
por ah en algn frasco. En Espaa gust poco, es natural.
Cmo nos va a sorprender que un hombre se pase ocho

31
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

das sin comer? Cualquier empleado le puede hacer una


competencia ruinosa. Y nada digamos de los poetas. Estos
hijos de Apolo son unos intrpidos camaleones con mele-
nas. Aqu los que comentaron los compadres libreros, los
galpagos, que cortan el cupn oh, la cristalizacin del
oro y de las actividades espirituales! y el seor conde de
Romanones, que es como un monstruo fabuloso y tenta-
cular.
Antes os dije que crea en la existencia de las brujas. Ah
sin duda alguna salid una noche de sbado y las veris en las
encrucijadas, en el fondo terrible de las tabernas, en ojos los
turbios de los miserables. Son las brujas modernas que se
llaman Ignorancia, Fanatismo y Crueldad. Solo que ahora
no van caballeras en palos de escoba; ahora van en el tran-
va y algunas veces en los blasonados coches oficiales.
Parece que Espaa entera est embrujada. Eh arte, la
ciencia y la literatura visten el tabardo clsico del pordiose-
ro. El torero es el hroe nacional y el Diablo Cojuelo oh,
las codiciosas diabluras a ras de tierra! es el timonel de la
nave absurda y desvencijada.
Y la sombra trgica del tiempo de Carlos II cae sobre la
urna, donde el pueblo espaol, como Papuss, hace maravi-
llosas experiencias de ayuno, un ayuno de pan, de vergen-
za y de ideal.

32
BRUJERAS
Ahora nadie tiene miedo a las brujas. El espritu del 93
las arroj de sus yacijas, y parece que han ido a hacerle com-
paa al murcilago Satn, su grotesco compadre. Pero yo
tengo la inquietante sospecha de que hay an brujos entre
nosotros.
Los bebedores de sangre infantil, las ladronas de nios,
como aquella Enriqueta Mart, de Barcelona, me dan la es-
calofriante impresin de que no todo es ferocidad e igno-
rancia. Cubre estos sucesos una sombra de misterios, como
si en el fondo hubiese una tremenda prctica de magia ne-
gra.
Yo no he credo nunca que las leyendas de brujera fue-
sen un pretexto del Santo Oficio para justificar sus cruelda-
des. La inquisicin no fu ms cruel que el Parlamento de
Pars ni que el tribunal calvinista de Ginebra, que quem
a Miguel Servet. La Inquisicin tom completamente en
serio a los brujos, y los arrojaba al brasero, con la cruz en
alto, segura de que haca bien por la causa de la Fe. La In-
quisicin fu fantica e ignorante; pero los brujos existan,
aunque no merecan tan cruento castigo.
Hubo varones preclaros, dentro del Negro Tribunal, que
no sonrean cuando se trataba de estos personajes tenebro-

33
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

sos. La preocupacin de los hechizos, del dao a distancia,


de los aquelarres, fu una obsesin que dur cuatro siglos.
Por las guerra frecuentes, Espaa estaba abierta a los aires
de Europa. El espritu de la poca era recio y aventurero, y
no se asustaba con leyendas de fantasmas. Su catolicismo
excepto en los das delirantes de Carlos II no fu cruel
ni fantico. Sentan el espanto de los brujos y los quema-
ban principalmente, porque no los comprendan bien y los
juzgaban cosa sobrenatural o del demonio. No sera aven-
turado decir que, dentro del Santo Oficio, hubo espritus
curiosos, como el alguacil Alderete, tocados de brujera.
De modo que las brujas han tenido realidad corprea?
me decs. Esto, sin duda alguna; realidad corprea o as-
tral, o brujesca, en este caso.
Yo creo firmemente en los aquelarres y a l acudan los
estrigos, no todos los que se achicharraron en los braseros
de la Puerta de Fuencarral, sino los brujos sabios, los ver-
daderos magos. Hubo muchos charlatanes, ignorantones y
sacadineros, que pagaron cara su codicia en las mazmorras
inquisitoriales, en duro trato con la penca del verdugo, con
el tormento de la cua o con el de los garrotes a cordel. Ellos
afirmaban haber volado Pero los que volaban no lo de-
can, y se estaban en sus lechos tan tranquilamente. Era un
desdoblamiento por el que el cuerpo astral acuda a la cita
de Santa Walpurgis, mientras el cuerpo fsico estaba pose-
do de una catalepsia sabiamente provocada. Lo difcil, lo
mgico, era conservar la conciencia en el doble astral. Por
eso slo eran buenos brujos los ocultistas iniciados, de una
cultura honda y rara, en su tiempo, y de unas extraordina-
rias facultades psquicas y magnticas. En el Renacimiento,
el momento de auge de los hechiceros, se les aceptaba con

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

inters un poquito medroso; pero se reconoca su existen-


cia, en fin, a pesar de Savonarola y de Lutero. Es posible
que la familia Borgia no estuviese muy limpia de prcticas
brujescas, como escabel para sus ambiciones frenticas de
poder y de gloria mundana.
No faltaba una comadre histrica que asegurase haber
visto volar a su vecino, Caballero en un palo de escoba. Y tal
vez no mintiera la comadre histrica o epilptica que, por su
misteriosa enfermedad, tena la facultad de ver lo que nadie
vea: las formas fludicas, como los mdiums modernos de
espiritismo. Rosacruces y brujos negros ha habido en todos
los tiempos, desde Paracelso hasta Balzac. Paracelso fu el
precursor involuntario del hipnotismo cientfico de hoy.
De l tom Mesmer la teora del magnetismo animal, y pa-
dre de las modernas teoras hipnticas. En el fondo haba
una verdad, que ya es oficial.
Uno de los nombres de mayor inquietud es el del conde
Cagliostro, el extravagante caballero de la corte de Mara
Antonieta, que se acordaba de todas sus existencias ante-
riores. Este maravilloso personaje estuvo de moda hasta
el Terror, en que desapareci sin dejar rastro. Posea,
entre otras gracias, la del don proftico, y saba descifrar
el porvenir de las cosas por medio del alfabeto mgico.
As predijo la revolucin y el advenimiento de Bonaparte,
como otro brujo, el poeta Cazotte predijo, en una comida
de la Academia Francesa, todos los horrores del 93, segn
consta en documentos anteriores a aquellos sucesos.
Hay un gnero bufo de brujera: el de ciertos librejos
apcrifos escritos por un humorista o un codicioso. Todo
en ellos es a base de matar gatos y de hierbas del cemen-
terio, cogidas a la media noche. Os dir algunos nombres

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

de estas prcticas mgicas, que son verdaderamente trucu-


lentos: Magia de la aguja pasada por la ropa de un difunto;
Magia de los ojos cosidos, del sapo; Magia del hueso de la ca-
beza de un gato negro; Hechizo de las alas del murcilago;
Magia de las habas de camposanto.
Todas estas cosas que ahora nos parecen absurdas, fue-
ron practicadas por los sortlegos que ajustici el Santo
Oficio. La mayora fueron embaucadores sin ningn inte-
rs. Pero hubo otros y tal vez los hay que por su cultura
de lo misterioso pueden ser terribles por dominar fuerzas
tremendas y desconocidas del astral.
De todos modos no son de envidiar esos poderes. Los
brujos negros acaban por perder la razn, y muchas veces la
vida. Son tremendas las bromas de lo desconocido.
Acaso todo esto no sea sino una extravagancia pintores-
ca que yo os cuento para entretener el tiempo. Pero os digo
que, en el fondo, con un estremecimiento medular, tengo
el temor de que no todo sea una patraa de viejas, una su-
perchera de velada de aldea. La obsesin de las brujas ha
llenado cuatro siglos. Mirad bien, a ver si pasan, el sbado a
las doce, por delante de vuestro balcn.

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EL CHATO DE EL ESCORIAL
Fu una tragedia brbara de lujuria y de alucinacin, dig-
na de DAnnuncio o de Valle Incln. El crimen horrendo y
repugnante tiene un negro fondo donde danzan brujas y
hechizamientos de lascivia. Slo por tremendos sortilegios
comprendemos el delito feroz, porque un alma de hombre
no puede estar tan lejos de la gracia para caer por propio
impulso en esas simas de abominacin.
Ello fu que un hombre viol a un nio de cinco aos, le
asesin y despus llev el ensangrentado y tierno cuerpeci-
to a un monte para que se lo comieran los lobos.
El autor de este crimen satnico y monstruoso ha estado
tomando caf con nosotros, apaciblemente, das pasados.
Al mirarle al rostro cetrino y deforme, al sentir el vaho
de su persona, nos flagel un estremecimiento glacial. El
hombre tiene un nombre tremendamente pavoroso en los
anales del horror: se llama el Chato de El Escorial. Slo
los autores del crimen de Gdor tienen tan siniestro presti-
gio; son los protagonistas de una tragedia brbara que ms
parece pesadilla que un suceso que ha sido en la vida real.
El Chato es alto, flaco y recio, tostado como un haz
de sarmientos. Sus manos enormes son las zarpas faunescas
que atarazaron la mancillada carne del nio Pedrn. La na-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

riz se aplasta sobre el rostro terrizo, donde bajo unas cejas


terribles hay unos ojos muertos. Porque el Chato de El
Escorial se ha quedado ciego en el presidio. Este dolor
tremendo de la eterna sombra estremece como la evidencia
de una justicia misteriosa.
Estos ojos muertos son negros y fulgurantes; miran sin
ver, de un modo zurdo y feroz. Su voz spera suplica la cari-
dad del viandante y su mano presenta un platillo de latn.
La gente pasa indiferente junto a este trgico perfil; na-
die le conoce ya; el crimen horroroso est olvidado. Ahora
es un pobre mendigo ciego, un terrible fantasma expiato-
rio, la sombra que vuelve del fondo espantable de aquella
pesadilla de sangre y de lujuria.
La ley ha perdonado, y nosotros slo piedad debemos
de mostrar al asesino, con un amor sincero y franciscano.
Dios le ha arrancado la luz de los ojos, y el pan que se come
es el mendrugo de la caridad. Este hombre est demasiado
bien castigado.
Ahora, el Chato fu el asesino del nio Pedrn?
Esto tal vez no est bien esclarecido.
Yo no fui! Yo no fui! Cuando me lo entregaron ya
estaba muerto gritaba el miserable en un aullido de fiera
maltratada.
Entonces El pueblo de El Escorial cree que no fu el
Chato. Y este es el eplogo medroso y misterioso de luju-
rias absurdas y sanguinarias, de scubres demonacos.
Figuraos que estis posedos de una alucinacin Al
fondo, acostado en la falda verdinegra y austera del monte,
est un soberbio monasterio.
Por un capricho arquitectnico o por un fanatismo prin-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

cipesco, la planta tiene la forma de una parrilla. Dentro, por


largos claustros, en cuyos muros hay frescos maravillosos,
circula una procesin de negros ensotanados. Leed el pen-
samiento de alguna de esas sombras. Tal vez monstruosas e
inconfesables lascivias se retuerzan como larvas hediondas.
Bajo los hbitos severos hierve la gusanera de la carne, que,
falta de fuego mstico, y en una vida absurda de sociedad
unisexual, alla por las noches como un lobo hambriento,
como aquellas alimaas que oy Felipe el Sombro, mien-
tras vea cmo fermentaban los gusanos en las llagas de su
carne viva. El nio Pedrn estuvo secuestrado varios das
hasta que apareci muerto en el monte.
La alucinacin se ha borrado de vuestros ojos. Olvidad
lo que habis puesto, tan terrible y tan abominable. El es-
pritu del pueblo de El Escorial cree an en la verdad de esa
alucinacin.
El Chato no acus a nadie durante el proceso. Cuan-
do el aspecto del patbulo se alz ante sus ojos, que an
vean, y ante su agreste juventud, fulmin acusaciones te-
rribles que se creyeron palabras de un loco. Hubiera sido
un tremendo escndalo que fuesen palabras de cuerdo. El
Chato se salvaba del garrote por loco, porque estaba ata-
razado por el espantoso mal de la epilepsia. Su voz era una
voz sin eco.
Veintitrs aos vivi en la brigada del penal, donde se
qued ciego por los viscosos y absurdos amores solitarios.
No supo del dulzor de unos labios femeninos hasta que
sali del presidio este mozalln fuerte, de un sensualismo
montaraz.
Julin Garca, el Chato de El Escorial, nos tiene ho-
rror a los periodistas. Teme que una indiscrecin nuestra

39
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

atraiga sobre l la severidad de la Justicia y vuelva al penal


a cumplir los siete aos que le faltan de cadena. Est an
sometido a la condena condicional.
Sera una crueldad excesiva e innecesaria, y adems hara
sospechar que la libertad de este hombre poda molestar a
cierta fuerza que puede mucho desde la sombra.
Veintitrs aos de presidio pesan sobre el cerebro como
una gigantesca mano de plomo! La ceguera y la indigencia
hacen borrar aquella monstruosa hora de lujuria y feroci-
dad sanguinaria, y la sociedad ofrece su mano a este hroe
de tragedia brbara, pobre alma paraltica y menguado ce-
rebro atarazado por el tremendo mal de la locura. Y loco si-
gue tal vez cuando, al evocarle aquella hora siniestra, repite
corno posedo por una pesadilla:
Los frailes! Fueron los frailes!

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EL KISER Y LAS BRUJAS
La magia del Oriente remoto, la ciencia del futuro y del
misterio, ha hecho augurios nefastos para Guillermo II de
Alemania.
Vosotros sonres un poco al or hablar de magia. Esto os
retrotrae a la edad tenebrosa de la alquimia, a las consejas
sabticas, a las verdes cruces inquisitoriales; sin embargo,
en este siglo mecnico y racionalista hay magos. Y lo in-
quietante es que tal vez aciertan en sus profecas.
En torno a la testa del Kaiser, las brujas tejen un sinies-
tro remolino. Es un prncipe de mala estrella. Y l que lo
sabe, quiere conjurar al destino con un ejercito poderoso y
una fuerte escuadra.
Los hechiceros sonren ante los caones de gran calibre,
ante el brillante Estado Mayor, ante las legiones de hula-
nos, valientes y rutilantes, como un tropel magnfico de la
Edad de hierro. La magia sabe que lo que ha de ser, ser.
Un viejo adivino ingls predijo, hace un siglo, que Ale-
mania alcanzara la suma del poder y de la gloria bajo el rei-
nado de un monarca prudente, amado del pueblo y que mo-
rira de edad avanzada, con sentimiento general. Y aadi
que su hijo no reinara, ms que algunos meses, a cuyo plazo
ira a buscar en el misterio de la muerte a sus antecesores, los

41
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

magnficos reyes de la noble Germana.


Esto se cumpli con Guillermo I y con su heredero Fe-
derico III.
La segunda parte de la profeca es la ms inquietadora:
A Federico le suceder un prncipe que tendr siete hijos, y
despus del nacimiento del postrero ser desposedo del Impe-
rio fundado por su abuelo.
Pocos meses pasarn para saber si el viejo mago britni-
co acert en la suerte de Guillermo, como acert con sus
antecesores. Los acontecimientos actuales hacen presumir
que el brujo tuvo hace cien aos una clara visin del por-
venir. En el corazn del Pueblo teutn ruge una tormenta
de odios contra el rgimen cesarista; el horror de la guerra,
la casi seguridad del desastre hacen que surja una esperanza
de triunfo para la democracia alemana. La repblica ser
el rgimen probable para la extensin de tierra que quede
libre despus del reparto.
Adems de la clebre profeca de Strasburgo, hay otra
que seala para esta fecha el aniquilamiento del Imperio y
la cada de Guillermo. Una adivinadora, en el mismo ao
que subi al trono en 1888, dijo que a los veinticinco
aos se proclamara la repblica en Alemania. Este clculo
se funda en la suma de las cifras del ao citado, que hacen
justamente veinticinco. En pocos meses se ha equivocado
la sortilega. No os parece raro e interesante que al caer esa
fecha surjan estos sucesos tan amenazadores para el Impe-
rio germnico?
Tampoco la astrologa ha sido muy propicia para Gui-
llermo. El horscopo le augura la desmembracin del Im-
perio por Francia y Rusia. El len y Acuario en el cabalstico

42
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

lenguaje de las estrellas.


Dicen, adems, los brujos, que Guillermo II morir de
una rpida enfermedad cardiaca.
Qu habr en el fondo de este hechizante laberinto?
Si los adivinadores leen en el porvenir; si se realizasen
las profecas de gitanos, magos, brujos, astrlogos y dems
maravillosos personajes, increbles y anacrnicos; si nues-
tro destino est escrito en el libro del infinito, para qu
sirven nuestros esfuerzos desesperados, nuestra menguada
voluntad braceando furiosamente en este caos de inquietu-
des, de misterios y de dolor? Seramos como grotescas ma-
rionetas movidas por hilos invisibles en este triste retablillo
de la vida humana.
Somos espectadores de una gran tragedia, cuyo desenla-
ce no puede estar muy lejano. Si los brujos aciertan, habr
que confesar que lo que ha de ser est determinado, y creere-
mos con los tesofos en la ley krmica en el planeta donde
viven las causas de efectos que nosotros presenciamos, en
nuestro triste mundo de sombra espiritual. Y pensamos que
ms alto estar el plano de los principios De todos mo-
dos, nuestro corazn sentimental no comprender nunca
la razn de los principios ni de las causas de estos efectos de
horror y de matanza, que as siembran la tragedia y retrasan
el progreso cultural, industrial y artstico de los pueblos.
Pero, y si aciertan los magos? No sents un escalofro
de misterio al haceros esta pregunta?

43
LA SENDA DEL SANTUARIO
Estaba rendido de caminar todo el da por el sendero de
la montaa. Caa la tarde y se oa, como un lamento remo-
to, el chirriar de las carretas por las carreteras polvorosas.
Un aldeano me haba enseado el camino de la choza, con
su parla lenta y musical.
Dicen que vinieron de un pas muy lejano, ms all del
mar. La moza es ms bonita que una onza; pero ningn pe-
regrino duerme en la choza, aunque le acabe el cansancio.
Y bajando la voz con una ingenua medrosia, aadi:
Tenga por cierto que es bruja!
Yo sonre fanfarrn, y di tres sonoros golpes con mi ca-
yado, en la puerta de la guarida tenebrosa. Una muchacha,
alta y flexible, de una gran belleza, me abri. Era una admi-
rable mujer judaica, con la nariz corvina, el cabello negro
con fulguraciones azuladas, y los ojos como dos llamas sa-
tnicas en la palidez de alabastro de la cara; sonrea de un
modo enigmtico.
No sois del pas, verdad, seor? Cmo os atrevis a
llamar al castillo de la hechicera!
Hablaba en un dulce castellano antiguo; su voz pareca
sonar desde la pura entraa del siglo XV. Viva sola con su
padre; eran judos espaoles, y Dios sabe por qu azar ha-

44
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

ban venido del Oriente hasta el fondo de aquella montaa


llena de leyenda y supersticiones.
Dicen que soy bruja porque no asisto a su iglesia. Y el
seor abad dijo muy serio que me viera volar.
Llegu en mala hora. El padre haba muerto a medio
da, y la moza, despus de brindarme hospitalidad, fue a
llorar junto al difunto, que yaca tendido en un pao ne-
gro, sin blandones, con un ramo de flores silvestres sobre
el corazn, que ya no lata, como un viejo reloj destrozado.
Me tend bajo el cobertizo, sobre un haz de paja. A lo
lejos, en una cumbre de la montaa, se vean las luces del
santuario Se oa una lenta canturia como el zumbido mo-
nocorde y alucinante de un abejorro de pesadilla a lo largo
de los caminos. Eran los romeros que iban en penitencia a
visitar al Cristo milagroso de la montaa. De todas partes
venan lacerados y dolientes con mltiples exvotos, para el
Cristo lvido y ensangrentado, que ostenta, como un airn
escalofriante, una luenga cabellera humana.
Haba peregrinos de esclavina y bordn, con largas bar-
bas de plata, que eran los que cantaban los salmos peniten-
ciales. Luego, por la vereda, vimos ascender, lentamente,
una luz, que traa colgada al cuello una especie de fantasma
envuelto en un blanco y flotante sudario. Sal al encuentro
del aparecido. Era un marinero astur que en una tempestad
haba ofrecido al Cristo hacerle una visita en hbito de di-
funto y cargado de cadenas.
Tras del marino vena una aldeana, andando de rodillas,
con los brazos en cruz. Haba hecho promesa de caminar
as una legua y media de tierra montaosa que haba desde
su lugar hasta el Santuario. Al mismo tiempo recitaba una
absurda letana de vocablos ininteligibles. Le sangraban las

45
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

rodillas, y ella caminaba, impvida, sobre las llagas vivas de


sus piernas, con la mirada exttica, insensible al dolor fsi-
co, en una embriaguez, casi patolgica, de misticismo. A
veces se retorca, como una endemoniada, y se rea y exha-
laba largos aullidos de lobo, que rasgaban la paz rumosa de
la noche.
Tullidos en carricoches, cojos, mancos y ciegos, ascen-
dan en espiral como una larga y moviente gusanera. Gru-
pos de leprosos caminaban aparte, hundiendo sus uas
como garfios en su viva podredumbre.
De toda aquella ola de supersticiones y de ingenua reli-
giosidad, lo ms macabro, lo ms ciego, lo ms angustioso,
era una viejecita de setenta aos, que llevaba sobre la espal-
da un largo atad, tosco, de pino, como los hediondos fre-
tros de hospital que conservan hedor de muchos cadveres.
Dentro iba un hijo suyo vivo, asomando la cabeza por el
hueco por donde se dice adis a los muertos por ltima
vez.
El hijo era recio y barbudo: un tipo fuerte de campesino
norteo. Estuvo paraltico ms de veinte meses, sin poder
ir a la labor, y la miseria se hizo reina de su humilde hogar.
La madre vieja, en un punto de locura, de dolor, ideo esta
ofrenda terrible, entre grotesca y macabra, y la estaba cum-
pliendo.
Era angustioso y haca rer, e inspiraba deseos de tundir
al gaan que iba dentro del atad.
Una gran luna rojiza y manchada dejaba un reguero san-
griento sobre el largo rosario doliente, que iba al Santuario,
con los ojos ciegos, la carne lacerada como un ondulante
pudridero, y en el fondo del alma el fulgor de su fe primi-
tiva, como un oloroso cirio de devocin, en un capilla en

46
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

tinieblas.
Raquel, la bruja, me sac de mi contemplacin.
Traa dos grandes herradas llenas de agua, que arroj por el
barranco. Tena una plida y dramtica belleza, toda blanca
y luminosa, con el cabello deshecho en rizos, como coro-
nada de negros spides. Ms tarde trajo otras dos herradas,
que se despearon sonoramente entre los peascales. Hie-
rtica y silenciosa, pareca que realizaba un acto de ritual.
Se acerc a m y musit con una voz supersticiosa:
Ella ha entrado en mi choza, y despus de segar la
vida de mi padre ha limpiado su guadaa en el agua de mis
herradas. La he visto yo!
Ella era la Muerte.
Raquel sigui vertiendo toda el agua que haba en la casa,
hasta la ltima gota. Deba de ser esta una antigua creencia
de su raza y tena un aroma de misterio y de poesa.
La luna roja se reflejaba en el agua que caa, como si
realmente la bruja estuviese vertiendo sangre, acaso la
sangre de un nio, despus de una brbara ceremonia de
magia negra.

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EL LIMPIO HONOR DE FLORESTN
Yo era entonces un nio plido y enlutado. Senta el do-
lor humillante de la pobreza, y mis ojos, muy abiertos a la
desgracia, vean en la sombra de las grandes cmaras silen-
ciosas lo que nadie vea ms que yo.
Este nio est hechizado! exclamaba con su voz de
fantasma mi anciana madrina la condesa de Florestn.
Era una dama alta y solemne, envuelta en el terciopelo li-
trgico de su ropn de viuda. Andaba sin ruido, como una
aparicin, y en sus manos de marfil antiguo lucan extraas
sortijas con esmeraldas, inquietantes como los ojos vivos
de un gato. Tenan poder de amuleto, y la condesa que era
muy supersticiosa, no se las quitaba nunca de sus dedos lar-
gos y amarillos de difunta.
Yo viva aterrorizado en el enorme palacio solitario,
donde los muebles tenan de noche largos crujidos y haba
espejos antiguos en cuyo cristal amarillento vea rostros de
niebla, horriblemente burlones, como las grgolas de la ca-
tedral.
Todo era severo recogimiento, austeridad y supersticin
en la noble casa de Florestn, cargada de nobleza y roda de
melancola, cual si una araa invisible tejiera su telar sobre
aquellos salones seculares.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

El saln de retratos me inspiraba un terror religioso. All


haba guerreros y monjes, damas muy blancas con los pr-
pados como ptalos de rosa, vestidas con trajes solemnes, y
terribles caballeros de erguidos mostachos y ojos de fasci-
nacin. Yo estoy seguro de que alguien hablaba de noche
en el solitario saln de la iconografa familiar.
Mi madrina era sobria y seca de palabras, y muy altiva
de sus ocho siglos de nobleza. Nunca me dijo una frase de
cario, ni tampoco a Blanca Mara, la heredera del conda-
do de Florestn, una noble virgen vetusta, que se extingua,
como un cirio, en una atormentada doncellez.
Blanca Mara iba a entrar en los treinta aos, y tena los
ojos llameantes, hundidos en las ojeras, moradas como dos
lirios. Se senta abrasada por las diablesas del pecado mor-
tal, que la maceraban de noche como a m las venerables
sombras de los retratos, que cruzaban en cohorte de aluci-
nacin por las tinieblas de mi alcoba.
Rara era la noche que yo no rompa el silencio del pala-
cio con un alarido de terror. Oh aquel silencio de la alta
noche, que pareca tener un peso de siglos! Se despertaban
las criadas, y Asuncin, la vieja nodriza, se sentaba a mi ca-
becera, hasta que me volva a dormir
Este nio est embrujado! exclamaba solemnemente
mi madrina, con su voz que pareca sonar muy lejos.
Tambin Blanca Mara gritaba algunas veces. Cuando
acudan sus doncellas, la hallaban retorcindose como una
poseda, con los ojos estrbicos, las piernas retorcidas y los
brazos en cruz, como dicen que yacan las monjas endemo-
niadas, en aquel tiempo en que un diablo galante recorra
las conventos para torturar a las msticas corderas.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Yo creo que en el palacio pasaban cosas sobrenaturales


durante la noche. Fabio, un criado zambo y maligno como
un bufn, sonrea extraamente, mientras Blanca Mara
crepitaba y se retorca, en la posesin satnica, como un
sarmiento entre las llamas.
Y por Fabio supo mi madrina, la implacable y noble con-
desa de Florestn, que un hombre saltaba algunas noches,
desde el viejo jardn, todo blanco de acacias, a la cmara
virginal de Blanca Mara.
***
Aunque viviera cien aos no podra olvidar aquella no-
che terrible. Era sbado, las campanas de la catedral haban
cantado el alegre carilln de las Vsperas.
Al anochecer lleg una vieja vestida de negro, Entr en
el cuarto de Blanca Mara. La condesa de Florestn mand
a los criados que con ningn pretexto salieran en toda la
velada de las cmaras interiores.
A las nueve vinieron otras dos viejas, tambin enluta-
das. Se juntaron, y todos hablaban en voz baja, con largos
bisbiseos, con ese rumor hmedo y tembloroso que yo oa
cuando rezaban el Rosario, alargndose como un crujir de
sedas, por la naves de la catedral.
Ay, Jess!
Sollozaba de vez en vez la voz fantstica de mi madrina.
Fabio, el maligno y patizambo domstico, era el nico ex-
ceptuado como criado de confianza. Fumaba su pipa silen-
ciosamente, y en sus ojillos verdes de felino haba un brillo
de perversidad satisfecha.
Nunca tuve ms miedo que aquella noche. Slo haba
luces en la alcoba de la condesita de Florestn; el resto del

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

palacio pareca hundido en una obscuridad de sepulcro, en


un silencio de ciudad deshabitada.
Yo me senta olvidado por todos en el seno de aquella
noche henchida de presagios, en los salones solemnes don-
de se oa el aletazo glacial de la tragedia.
Tienes susto, muchacho? pregunt Fabio; ms pa-
saras solo, por los caminos, como van muchos hurfanos
como t.
El viejo monstruo me aborreca con un odio de can.
Eres muy seorito para vivir de limosna, y se rea ma-
lignamente.
Yo hu de su lado, y deslizndome tras de los cortinones,
me puse a escuchar lo que pasaba en la estancia de Blanca
Mara.
Cuando usted mande, seora condesa, podemos em-
pezar.
La voz de mi madrina temblaba al responder.
Y usted me asegura que no hay peligro?
La vieja solt una risa seca, como un chocar de tabletas,
como suenan las carracas en la tarde de las tinieblas de la
Semana de Pasin.
As Dios me salve! Llevo ms de treinta aos y an
no he tenido una desgracia. Es que mi santo patrn prote-
ge mis manos y la pureza de mis intenciones! Muchas no-
bles seoras pueden llevar la frente muy alta gracias a esta
humilde servidora. En la ciudad dicen que soy bruja y la
justicia se mete en mi propia casa. Que digan, que digan!
Yo me siento muy honrada con que la seora condesa de
Florestn haya acudido a m, pobre gusano de la tierra.

51
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Y usa usted una sonda, buena mujer?


Para qu? Me basta con las manos.
La voz me son como un crujido en el cerebro, que
comprenda confusamente. Alzando un poco el cortinn
de damasco negro, contempl la zurda silueta retorcida de
la saludadora, que extenda sus manos largas, esquelticas
como dos reptiles repugnante y blanquecinos, mientras
sonrea con un orgullo macabro. En su lecho cndido de
virgen estaba Blanca Mara, muy plida, con los ojos abier-
tos, en un xtasis de terror. Oa en Silencio, Dios sabe con
qu desgarramientos en las entraas, las palabras de abo-
minacin.
Bien sabe el buen Jess cmo me pesa! musit mi
madrina. Voy a encender la lamparilla del bendito San Li-
sardo de Florestn, nuestro glorioso ascendiente, que mu-
ri en tierra de turcos en el siglo XIV. Yo s que aprueba mi
decisin l, que verti su preciosa sangre por la gloria de
Dios y la limpieza de nuestro nombre.
El monje guerrero Lisardo de Florestn era el retrato
que ms me aterrorizaba, con su rostro flaco y amarillo y
sus ojos hundidos, donde brillaba el iris azulado, con un
medroso fulgor de fuego fatuo. Haban trado la tremenda
efigie a la alcoba de la prcer doncellona.
Con razn teme la seora arguy otra voz de vieja;
que Mariana, la Cereza, se nos fu en un decir Jess
Y la Juana, la lavandera de las monjas, que le entr una
fiebre maligna. Ay, Seor, que no somos nada!
Porque no las asist yo! clam fieramente la salu-
dadora. Basta!
Mi madrina se hinc de hinojos sobre su reclinatorio de

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

bano tallado, y orden con imperio:


Rezad, mujeres!
Se alz un coro gangueante, que se rompa en sollozos, y
a intervalos alargaba el bisbiseo de los jesuses o ronroneaba
al final los dieces del rosario.
Blanca Mara pareca una difunta. Era una yacente es-
tatua de alabastro, como las que yo haba visto en los tem-
plos, sobre los sepulcros de las nobles damas de la casa de
Florestn.
La saludadora estaba junto a ella, en el claroscuro de la
alcoba, con su perfil de estriga y sus manos largas, amarillas
y esquelticas, que avanzaban sobre las holandas del lecho
como dos enormes araas de pesadilla.
Despus Tena yo doce aos, y senta una inefable tur-
bacin cuando me envolva la fuerte fragancia nupcial de
Blanca Mara. Por qu hu aquella noche, al ver ante mis
ojos, como un deslumbramiento, la rubia carnacin lumi-
nosa de la condesita de Florestn?
Tena tanto miedo como si me hubiese aparecido el
Gran Cornudo en el saln de retratos familiares. Apoy
la frente febril sobre un cristal, y mir sin ver las grgolas
grotescas. Tal vez mi madrina tuviera razn para decir que
yo estaba embrujado, porque las tarascas y los gnomos, los
monstruos fabulosos y los perfiles milenarios que estaban
esculpidos en el frontn del templo, tomaron de sbito
una vida incomprensible y escalofriante, y comenzaron a
danzar ante mis ojos. Me pareca que todas aquellas larvas
de horrendos pecados giraban en torno al lecho de Blanca
Mara, como si brotasen de los labios crdenos de las tres
viejas enlutadas, como algunos endemoniados que arroja-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

ban sapos por la boca en la hora de los exorcismos.


Todo esto lo vea muy difano, porque yo siempre he
visto lo que nadie ve.
Cayeron las horas del reloj de la catedral como lgrimas
de bronce en el infinito abismo de la sombra.
Sonaba la voz de mi madrina detrs de los espesos cor-
tinajes:
Pobre Blanca Mara! Duerme. Y el aventurero, el tro-
tatierras, hijo de un perro, tan ufano de su hazaa! A veces
estamos locas las mujeres!
Una voz gangueante musit:
Est contenta la seora condesa de Florestn?
Mi madrina exhal un hondo suspiro.
He cumplido con mi deber! El preclaro nombre de
la casa de Florestn est limpio de toda sombra de baldn!
Que el Seor sea loado!
Ocho das despus yo caminaba sollozando detrs de
los restos mortales de Blanca Mara. Una fiebre terrible y
misteriosa se la llev. Estaba divinamente plida, con una
belleza de aparicin; yo estuve mucho tiempo enamorado
de aquella muerta.
Llova mucho, como si el cielo llorase una pena de siglos,
y las gotas caan sobre el atad de Blanca Mara, que, como
muri clibe, era todo blanco y llevaba la palma simblica.
No volv al palacio de Florestn. Me inspiraba un miedo
supersticioso y hubiera visto en sus grandes salones lo que
acaso nadie vera ms que yo.

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EMBRUJAMIENTO
As Dios me ilumine como yo no quera volver al pa-
lacio. Fui por los caminos comiendo el pan de la caridad,
que era negro y poco; dorm de limosna bajo los cobertizos
de los mesones, y mis pies sangraban por los guijarros del
sendero.
A veces me echaba cara a la luna y soaba con cosas ma-
ravillosamente inverosmiles, con la oreja pegada a la tierra,
escuchando el ruido de la ciudad distante con el son remo-
to del mar.
Viva como un rbol, como una piedra, como un chorro
de agua, libre y alegre bajo el misterio inefable del azul. El
pasado me pareca una pesadilla: dirase que, por una alu-
cinacin, el pasado se me representaba con el rostro flaco
y amarillo del monje guerrero Lisardo de Florestn, visin
inquisitorial y brbara, alzando un lamentable cristo de
palo junto a una hoguera del Santo Oficio, y el porvenir
era aquel horizonte de cristal, puro y dorado todas las ma-
anas.
Pero un da dos hombres que venan a caballo, con es-
copetas, me aprehendieron cuando reposaba y miraba a las
estrellas, rendido en las gradas de un humilladero.
Eran dos guardas de mi madrina, que me condujeron,

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

entre sus cabalgaduras como a un ladrn.


Yo entr llorando por la gran portalada plateresca, don-
de el viejo Fabio miraba el negro rosario de beatas que sa-
lan de la novena.
***
Mi madrina est plida y enflaquecida. Era un espectro
cuyos ojos fosforecan como dos llamaradas satnicas. Tuve
mucho miedo, y ca de rodillas besando la orla de su negro
ropn de terciopelo.
Perdn! Yo hu del palacio porque una voz me lo
mandaba. Era una voz irresistible, y la oa dentro de m!
Perdn, perdn!
Me miraba framente; tena un aspecto de estatua fatdi-
ca, como si fuese la alegora de lo Irremediable.
Siempre fuiste un nio alucinado. Esta noche dormi-
rs aqu; maana te irs otra vez a hacer vida de vagabundo.
Romp a llorar como barruntando una nueva embosca-
da de lo misterioso. O las campanadas de la catedral, y un
aliento de vidas irreales me rozaba la frente, como si todos
los fantasmas del saln de retratos estuvieran en ronda jun-
to a m, para darme la bienvenida.
Otra vez un terror extrahumano me envolva como el
ala de un negro pjaro de alucinacin.
Por qu querra la condesa de Florestn que yo pasara
aquella noche en el palacio? Recorr, con paso de fantasa,
la larga galera de cristales, y entr en el cuarto mortuorio
de Blanca Mara. Un olor religioso se conservaba, como
la noche en que muri la noble doncella vetusta. Ola a la
cera de los hachones y a rosas de t. Me daba miedo mirar

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

la luna de su espejo, como si temiera verla aparecer, toda


blanca y desgarrada por las manos, como araas monstruo-
sas de la saludadora.
Su lecho estaba intacto. De una percha colgaban sus
vestidos. Con qu extrao arrobamiento hund la cara en
aquellos vestidos que conservaban su intenso perfume pe-
culiar! Y llor largamente bebiendo aquella fragancia nup-
cial de Blanca Mara, aroma de su carne pomposa atormen-
tada por todas las mordeduras del pecado que ahora era
una hirviente gusanera, en el soberbio panten de condes
de los condes de Florestn.
Era cerca de media noche cuando Fabio me llev de la
mano al saln de los retratos tutelares. Dos candelabros de
bronce, donde ardan bujas aromticas, esparcan un cla-
ror amarillento. Las llamas se retorcan como fantsticos
reptiles de oro.
Junto a mi madrina haba un anciano de blancas barbas
de profeta, envuelto en un alquicel.
Cerca de dios, otro ms joven, tambin barbudo y ciego.
Sus ojos eran como dos llagas ennegrecidas en el fondo de
dos cavernas. Yo los haba visto mangar por los caminos;
eran dos mozos mendigos y costrosos que curaban con
hierbas desconocidas que traan en un zurrn y predecan
lo porvenir.
Es ste el inocente? pregunt el viejo. Tiene unos
bellos ojos que ven a los espritus. Es un don precioso y
espantable. Mejor, seora, ser un instrumento magnfico.
Mi madrina contemplaba en xtasis a los guerreros, y a
los mitrados, y a las santas y blancas mujeres que estaban
en sus suntuosos marcos, como en el sagrado de una hor-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

nacina.
Dios me perdone, que ya s que condeno mi alma ha-
ciendo pactos con brujos y conjurando los poderes sobre-
naturales! Vosotros, que sabis mi intencin, me compa-
deceris y rogaris por m!
En medio de la estancia haba una cubeta llena de agua y
de limaduras de hierro y vidrio machacado. Unas botellas,
convergentes, como radios, se alineaban en el fondo de la
cubeta. Del borde salan unas varillas imantadas que todos
asimos cuando nos lo orden el brujo ciego.
Conoces t a Rogelio de Haro, el mayorazgo de los
marqueses de Mantua?
S, madrina!
Era el buen mozo libertino a quien Fabio haba visto en-
trar por la ventana en el cuarto de Blanca Mara.
Bscale, nio, bscale exclam el hechicero. Mira
fijamente al fondo del agua.
Nada vea. La luz de las bujas llenaba el fondo negro de
ureos puntitos temblorosos. En seguida, el agua se torn
de un color plomizo, y me pareci ver una calle larga y tor-
tuosa.
Veo! exclam. S; es la calle de la Fuente Vieja.
Un largo estremecimiento, como un latigazo de hielo, me
corri por la espalda.
Sigue por esa calle, nio! Adnde ests ahora?
En la plaza. Bajo los soportales. Hay una puerta ilumi-
nada Pero qu es esto? Ah est, ah est!
En el fondo de la cubeta diablica sonrea, fanfarrn, el
mayorazgo de Mantua. Pareca que me encontraba envuel-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

to en una rara atmsfera plateada Me crea lejos del saln


de los retratos, en un paraje desconocido, y oa las voces de
los brujos y de mi madrina, como sonando muy distantes.
Le ves bien?
Oh, muy bien! Est con dos mujeres y varios hom-
bres. Ahora se despide. No quieren dejarle salir. Una mujer
llora, disputan. Eh? Abre la puerta. Una rfaga de aire le
azota la cara
El ciego me puso un pual en la mano.
Mtale, nio.
Yo exhal un alarido, y mis dientes castaearon.
Son la voz del brujo, metlica, tremenda, irresistible
Mtale! Mtale!
No pude resistir el sortilegio de aquella voz. Hund tres
veces la hoja en el pecho de aquel espectro de Rogelio de
Haro, el caballero conquistador de los rojos mostachos,
bajo lo que se estremeci de amor la difunta condesita de
Florestn.
La hoja damasquinada choc contra las botellas diabli-
cas de la cubeta, con un chasquido que me crisp. El horror
de aquella tremenda liturgia me priv de sentido, y estuve
ms de un mes con unas fiebres malignas, en las que vea
a todas las nobles figuras de los retratos como monstruos
fabulosos que atarazaban el cuerpo seco y el alma supersti-
ciosa de mi madrina, la alucinada y noble condesa de Flo-
restn.
No quise saber si el designio del embrujamiento se cum-
pli. Mi madrina nunca me habl de aquella noche terrible;
rezaba y lloraba silenciosamente, e iba por la casa como un
fantasma por las galeras de un sueo.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Pero jams he vuelto a ver al caballero conquistador, de


los mostachos de Mosquetero, como si se le hubiera traga-
do el fondo tenebroso de aquella cubeta hechizada.

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ROSO DE LUNA EL INQUIETANTE
Este doctor en la oculta sapiencia es el hombre ms in-
quietante que conozco. Encarna el tipo ideal del espritu
en marcha hacia su destino, hacia la luz del pleno cono-
cimiento. La vida social, con sus brbaras exigencias, crea
el tipo del hombre estacionario. Qu progreso alcanza el
oficinista en su covachuela, el militar en su regimiento o
el abogado entre las trapazas curialescas? Espiritualmente,
ninguno. Conquistan la comida, el techo y el abrigo, y se
cierra su horizonte vital. Pocos hombres os dirn conscien-
temente algo acerca de s mismos, de su propia esencia y del
devenir de su alma. Los hombres pasan como sombras de
sombras. Es una vida rudimentaria, como la de la piedra y
la del vegetal, a pesar de que sepan hablar, vayan al caf o se
presenten diputados provinciales. Cautivos en su concha
de tortuga, no distinguen ms all de su horizonte cotidia-
no y rampln. La mayor parte de los hombres, con relacin
a Roso de Luna, tienen un retraso espiritual de miles de
aos.
El mago de la cara roja y los ojos de porcelana este
inquietante Roso de Luna sabe lo que nadie sabe sino l.
Ahonda en el misterio azul de los cielos y descubre un nue-
vo diamante luminoso, se relaciona con las sombras de la
zona radiante del astral superior y penetra con su ojo zaho-

61
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

r en las grutas encantadas y subterrneas donde los gno-


mos guardan sus tesoros.
Algunos sospechamos que los fantasmas de los muer-
tos rondan junto a nosotros; los tesofos nos hablan de la
alucinante teora de los elementales y los elementarios; los
brujos cuya existencia ha sido siempre real, y no una cruel
superchera de la Inquisicin afirman la realidad, aunque
invisible, de larvas, vampiros ncubos y scubos, y de ese
magnetismo de hechicera que produce el maleficio. Roso
nos habla de todo esto y, adems, de un nuevo personaje:
el jina.
En un frvolo artculo de peridico difcilmente puede
el pobre foliculario darnos una idea exacta de este miste-
rioso personaje, al que Mario Roso de Luna ha dedicado
un volumen de ms de 500 pginas en 4 menor. Lo ms
razonable es aconsejar su lectura a los que sents aletazos
de infinito debajo de la crcel de huesos de vuestro crneo.
Este libro extraordinario se titula De gentes del otro mundo,
y es el tercer tomo de la Biblioteca de la maravillas.
El jina es el habitante del seno de la tierra. Segn parece,
puede tomar la forma humana y divertirse con los simples
mortales de carne y hueso, y aparecer y desaparecer ante
nuestros ojos estupefactos. En este libro se cuentan anc-
dotas escalofriantes, y con una enorme cultura, con una
cultura asombrosa, para cuya adquisicin toda la vida de
un hombre parece corta, nos ofrece la tradicin, la literatu-
ra y el origen de este ser superior y desconcertante.
Yo, por mi cuenta, puedo aadir un relato de alguien
que no conoce el libro de Roso, y cuyos detalles coinciden
por completo con los casos que en el libro se refieren. Un
ingeniero de Montes fu llevado por su profesin a un te-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

rreno abrupto, lleno de simas profundas y misteriosas. Le


acompaaban varios obreros y algunos vecinos del pueblo
cercano. Llegaron a una cueva que en el pas tena una le-
yenda de supersticin, y el ingeniero quiso bajar a cono-
cer por s mismo aquel enigma. Un aldeano le advirti que
ninguno de los que bajaron volvi a subir. El ingeniero
sonri, escptico; se at una cuerda a la cintura y, provisto
de una gran linterna, descendi. Al cabo de cinco minu-
tos, desesperados tirones de la maroma advirtieron a los
de arriba que el explorador peda auxilio. Le ascendieron
rpidamente, y el ingeniero apareci, plido, con los ojos
enloquecidos de terror y el cabello erizado. Le preguntaron
qu cosa haba visto, y, con muestras de un espanto extra-
humano, se neg a responder.
Es horrible lo que he visto, pero no puedo decir nada!
Sera fatal para m!
Un obrero, de espritu bien templado, se burlaba del
pnico de su jefe, y solicit bajar para comprobar tan ho-
rripilante y extrao espectculo. No pudieron disuadirle, y
baj al fondo de la cueva. Pocos instantes pasaron cuando
los de la superficie sintieron violentos sacudimientos de la
cuerda. Extrajeron al obrero y, horrorizados, vieron que es-
taba ciego y mudo. No volvera a ver lo que vi ni podra
contar lo que haba visto! Todos le rogaron que escribiese
lo que le haba sucedido, y l se neg con violentas sacudi-
das de cabeza.
Qu es lo que haba visto en aquella cueva? Sera acaso
el palacio encantado, la guarida tenebrosa de un jina feroz
y vengativo de los que habla Roso en su libro portentoso e
inquietante?
Estas audaces suposiciones lanzan a nuestra razn en

63
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

la rbita de las cosas aparentemente absurdas. El jina, in-


terviniendo en nuestro plano vulgar, nos hace pensar en
las creaciones de Poe o de Hoffman. No podemos darnos
cuenta de la existencia de este ser maravilloso. Este reciente
despertar de la Teosofa nos hace pensar de nuevo en los
ngeles y en los demonios de una manera antropomorfa.
A nosotros ya slo nos parecan alegoras religiosas de las
pasiones humanas; pero el demonio de la teogona persa
parece que quiere ocupar un puesto entre nosotros.
Yo, como Gerardo de Nerval, guardo las mismas consi-
deraciones a este cornudo compadre que a todas las divi-
nidades de todas las religiones, por aquello de que no sabe
uno lo que puede pasar despus
Milagros! Alucinaciones! Magia sorprendente! Qu
se sabe de la verdad en el fondo de este laberinto de nues-
tro propio yo, entre las dos interrogaciones del antes y del
despus?

64
SE VIVE MS DE UNA VEZ?
En El espiritismo y la anarqua, de M. Bouvier, se refie-
re un caso de reencarnacin verdaderamente trascendental
para la minora espiritualista que rechaza el seco y vaco
atesmo del siglo XIX:
Mster Isaac G. Jostez tuvo una hija llamada Mara,
que muri a los diez aos de edad en el condado de Effin-
gham . Algunos aos ms tarde tuvo una segunda hija, que
naci en Nakota, ciudad donde vino a vivir despus de la
muerte de Mara. A esta segunda nia se le puso de nombre
Nelli; ms ella persista obstinadamente en que se llamaba
Mara, diciendo que era su verdadero nombre, con el cual se
le llamaba otras veces.
En un viaje que realiz en compaa de su padre, reco-
noci la antigua casa y a muchas personas que jams haba
visto, pero que la primera nia conoca muy bien. A un
cuarto de hora de nuestra antigua morada dice Mr. Jos-
tez est la escuela donde iba Mara; Nelli, que jams la
haba visto, hizo de aquel local una exacta descripcin, y
me expreso su deseo de volver a verlo. La llev all, y una
vez que estuvo en la sala de estudio se fu directamente al
pupitre que haba ocupado su hermana, diciendo: Este es
el mo. Se dira que hablaba un muerto resucitado.

65
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Comprendo el estupor que este extraordinario relato


producir entre los lectores, ocupados en los negocios te-
rrenos. La lucha tremenda de la vida, la conquista del oro,
del laurel y del amor, nobles ambiciones humanas, produce
una especie de inconsciencia con relacin al problema de
la muerte y de la probable existencia ms all de la muer-
te. De tiempo en tiempo, surge el espanto de una guerra,
donde perecen millares de hombres, lanzados unos contra
otros, en nombre de unos cuantos tpicos sonoros y an-
cestrales, mal comprendidos generalmente. Como conse-
cuencia de la carnaza, llegan las fnebres legiones de la Pes-
te, atravesando las fronteras. Acaso en estas horas terribles
pensamos, con sorpresa, en la posibilidad de que nosotros
tambin tenernos que morir. Al decirnos estas palabras
cartujas y escalofriantes, volvemos los ojos a los altares de
las ingenuas religiones y vemos que nosotros mismos, por
un atesmo rampln, hemos arrojado las imgenes y hemos
dejado apagarse las luminarias del templo.
Faltos ele la Fe la lcida doncella teologal, slo tene-
mos una sensacin ciega de espanto ante las sbanas de tie-
rra. Es la labor demoledora y terrible de la pseudo-filosofa
de los revolucionarios del ltimo siglo.
A la fe ingenua, la que se siente y no se razona, sustituye
en los cataclismos espirituales ante las tremendas interro-
gaciones de la Esfinge, una fe inteligente, mitad intuicin y
mitad conocimiento. Y el alma se hunde en el laberinto de
mgicos cristales del ocultismo.
Entonces nos preguntamos Se vive ms de una vez?.
Segn Beuvier, en el caso de la nia Nelli, que recuerda
una encarnacin anterior, no cabe duda. No es esta la ni-
ca vez que se ofrecen estos extraos testimonios. Lamarti-

66
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

ne, el dulce poeta francs, tiene, en su viaje a Tierra Santa,


recuerdos e impresiones de que conoca completamente
aquellos lugares, donde no haba estado nunca, al me-
nos en aquella existencia. Ved lo que dice en su Voyage en
Orient: Yo no tena en Judea ni Biblia ni gua alguna para
darme el nombre de los lugares, ni del nombre antiguo de
los valles y montaas, y, sin embargo, reconoc en el instante
el valle de Terebinto y el campo de batalla de Saal. Al llegar
al convento, los Padres me confirmaron la exactitud de mis
previsiones, hallndose tan asombrados mis compaeros
que no queran creerlo. Del mismo modo, en Sfora haba
designado con el dedo e indicado con su propio nombre
una colina coronada por un castillo en ruinas, citndola
como el sitio probable del nacimiento de la Virgen. Al da
siguiente reconoc, al pie de una montaa rida, la tumba
de los Macabeos. Excepcin hecha de los valles del Lba-
no, apenas encontr en Judea un lugar o una cosa que no
fuese para m un recuerdo. Hemos vivido dos veces o mil?
Nuestra memoria no es ms que una imagen obscura que
el soplo de Dios reanima?. Delaune en Les vies sucesives,
recoge y comenta estas palabras de Lamartine.
El mismo Gabriel Delaune da una explicacin de por
qu no conservamos el recuerdo de las vidas anteriores.
Existen dice series de memorias que coexisten en el
mismo sujeto y que se ignoran completa y absolutamente.
En estas condiciones, fcil es comprender que si es exacta
la hiptesis de las vidas sucesivas, es por lo mismo, gene-
ralmente, difcil recordar los acontecimientos de una vida
anterior, pues el movimiento vibratorio de la envoltura
periespiritual, unida a la materia que le es propia en esta
encarnacin, difiere sensiblemente del que posea en una

67
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

vida anterior, no consiguindose la renovacin de recuer-


dos porque falta un mnimo de intensidad y de duracin
caractersticas de las vibraciones de aquella poca.
Ante la maravilla de que vivimos esta vez, no hay moti-
vo para no creer que hayamos vivido otras varias. Desde el
misterio del Protoplasma hasta el enigma de la desintegra-
cin de la tumba, todo es desconocido para nosotros. Por
otra parte, hay serios indicios para creer en la pluralidad de
existencias, aparte de la razn filosfica, que no comprende
lo absurdo de nacer, vivir y morir definitivamente, sin ra-
zn ni explicaciones de este xodo, slo como un accidente
sensual de una naturaleza arbitraria y loca. Desde hace mi-
llones de aos tal vez, buscando el origen divino y la alta
misin de su alma, y no se resigna a ser una floracin casual
de la materia ciega.
Muchos filsofos afirman diversas rondas de existencias.
Y, adems, surgen casos extraordinarios, como el referido
por Bouvier, que les dan la razn y que no hay modo de ex-
plicar de manera natural, o sea con sujecin a la pseudo-fi-
losofa materialista, que niega incluso la existencia del alma
con el argumento de que ningn mdico la ha encontrado
al operar con su bistur.
El caso de Mozart componiendo una misa a los seis aos,
el conocidsimo de Vctor Hugo, y aun la misma pasmosa
precocidad de nuestro Pepito Arriola, entre otros muchos,
indican que el espritu trae facultades desarrolladas en vi-
das anteriores que fructifican antes de que el nuevo orga-
nismo est perfectamente granado.
Es esta una pregunta que abre consoladores horizontes
espirituales. Se vive ms de una vez? Ante la hecatombe
de la guerra, con la muerte que nos acecha y se nos mues-

68
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

tra por doquiera, en estos grficos instantes, el alma de la


Humanidad reacciona contra los ramplones materialismos
huecos y desconsoladores y busca asideros para su fe y espe-
ranzas para el devenir de lo ms puro de su esencia, la con-
ciencia del yo y la inmortalidad del pensamiento, el Manas
eterno de la Teosofa.
Y pensamos que acaso hemos de renacer dentro de cien-
tos de aos, en la plena apoteosis de la Ciencia, del Amor
y de la Belleza, cuando ya se consideren las guerras como
monstruosidades inconcebibles, propias de una edad br-
bara y obscura.

69
EL HOSPICIO
Entre las antigedades madrileas condenadas a muer-
te, figura el hospicio de San Fernando. Los amantes del arte
y de la arqueologa han empezado a dejar or sus lamentos.
Sern tan infructuosos como las voces que se levantaron
tiempo ha pidiendo la conservacin del hospital que fun-
d Beatriz Galindo, legndole a lo porvenir con su propio
remoquete de La Latina?
Precisamente porque la piqueta, que ha empezado la
demolicin de los edificios anejos, no ha tocado an a la
famosa portada churrigueresca, lo ms tpico que un esti-
lo tpicamente madrileo ha producido, es an ocasin de
dedicar a este monumento algunas lneas.
Digan lo que quieran los sistemticos de tractores del
estilo, la portada exuberante del Hospicio es una obra muy
estimable por su originalidad, su complicacin y su fantasa
ornamental; en unin de la iglesia de Monserrat es la mejor
que en Madrid se conserva de esta escuela arquitectnica.
All en las viejas ciudades castellanas, vila, Toledo, exis-
ten retablos de indiscutible valor imperecedero.
Dos son las versiones conocidas acerca de la fundacin
de este piadoso establecimiento. La ms vulgar, la que
consta en la crnicas de los eruditos, atribuye la fundacin

70
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

a una anciana seora, que para alivio de sus flaquezas en el


transito mortal, salvacin de su nima y mayor edificacin
de las costumbres, lo hizo construir para albergue de no-
che, haca el ao 1776.
Coincidi con el asilo nocturno que los piadosos Her-
manos de la Ronda de pan y huevo instalaron en la calle
de los cojos; y por ambos han pasado en las noches preca-
rias los fulleros de la escalerilla de Cuchilleros, la gallofa
pintoresca del antiguo solar de Rodrigo el Chopa, las
mozas de partido trashumantes, los embajadores de la bri-
bia de todo el reino, que traan en sus faltriqueras ms car-
ga de malicias y barajas marcadas que sana voluntad, junto
con estudiantes sopistas, mendigos y caminantes con la ga-
veta exhausta.
Despus se convirti en escuela de nias pobres, y pos-
treramente en asilo de nios de familias pauprrimas y de
desdichados abandonados al nacer, en el torno de alguna
casa de misericordia.
La otra versin que casi est indita, es ms romancera,
y tal vez ms verosmil. Cuando Don Fernando el Sexto
volvi de Italia, vino en su squito, y aposntandose con l
en el castillo de Villaviciosa, un gentilhombre florentino
llamado don Baltasar Viglieti, que en la florida patria de
Petrarca haba emulado las glorias galantes de D. Miguel
de Maara, el burlador andaluz. Hay un romance annimo
de la poca, que habla del mencionado caballero.
Bravas historias se trajo
don Baltasar, el de Italia;
ricos diamantes lucan
en el puo de su espada.

71
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Aqul que fund un hospicio


en descargo de sus faltas.

Don Baltasar, que tena muchas piezas de oro en sus


arcas y un humor libertino y reidor, fu durante algn
tiempo el escndalo de la villa y el desvelo de los tutores
y los esposos, y por sus frecuentes demasas sufri algn
advertimiento del inquisidor general.
Un da, en los ltimos aos del temido seductor, en que
tornaba de una jira aristocrtica en unin de los principales
prceres, hubieron de detenerse, dejando paso al fatdico
cortejo de un hombre a quien iban a ajusticiar. Era el reo
un mozalbete de unos veinte aos, desarrapado, con la ms
abyecta depravacin marcada en el semblante. Haba ase-
sinado a una vieja vendedora, robndole sus menguados
ahorros, y el pregn iba delante diciendo al pueblo apiado
la culpa, y la justicia que el Rey mandaba hacer.
Si vuestra merced, seor caballero dijo el delincuente
al pasar junto al de Viglieti, cuidase ms de los hijos que
engendra, no me vera hoy en este trance. Mi madre era
Mariana Mollinedo.
El caballero, avergonzado ante su linejuda compaa y
sintiendo en su conciencia la angustia del remordimiento,
abjur de sus pasados yerros y licencias y vivi cristiana-
mente el resto de sus das, que no fueron muy luengos. Un
ao antes de morir, segn reza en el annimo romance,
fund un hospicio en descargo de sus faltas. Debi de ser
hacia el ultimo cuarto del siglo XVIII, y por la coinciden-
cia de fechas supnese que el hospicio a que se refiere fuera
el de San Fernando de Madrid, abonando esta opinin que
el da de aquel emocionante encuentro con el hijo a quien

72
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

iban a ajusticiar fu justamente el 30 de mayo de 1779, da


de San Fernando, por lo que pudo erigirse bajo la advoca-
cin del santo rey el mencionado edificio.

73
PAPUSS, EL FAKIR
Jorge Papuss es parisin. Es un hombre magro, de alta ta-
lla, un poco anguloso. En su abandonada actitud, un poco
felina de ademanes, hay algo elegantemente femenino, que
contrasta con sus manos fuertes, de pulgares anchos, de
hombre de formidable voluntad.
Sus pulgares son puntiagudos me dice Papuss; us-
ted es un poco ablico
Es usted tambin quiromntico?
S, seor. S leer en las rayas de la mano y conozco la
Astrologa, esa ciencia encantada y misteriosa de los tiem-
pos medievales. Tambin me es familiar la Grafologa. Du-
rante mi estancia entre ustedes pienso hacer horscopos,
responder a las consultas que se me hagan, por el gran Ta-
rot, el arte de los gitanos
Reclinado en un divn, casi inmvil, como buen fakir,
Papuss tiene una gran semejanza fsica con Oscar Wilde, el
infortunado narciso britnico. Sus ojos son claros, redon-
dos y extticos; el pelo, partido en dos crenchas, sobre la
frente recta y exigua; el perfil correcto, y, sobre todo, el aire
indolente, felino, recuerdan al desventurado y admirable
poeta de Salom.
Se llama usted Papus, verdaderamente?

74
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

S, seor; Jorge Papuss.


Usted sabe que Papuss fu un clebre mago que escri-
bi un libro acerca de magia negra.
El faquir sonre y se muestra sorprendido de que un pe-
riodista espaol hable familiarmente de las cosas del mis-
terio. Papuss cree en la exactitud admirable de la Kabala,
como yo.
Dnde aprendi usted esta experiencia con que sor-
prende al pblico mundial?
En la India. Me interesaban los fakires que se traga-
ban espadas o se tendan desnudos sobre una tabla eriza-
da de clavos puntiagudos. Son fanticos, sabe usted? Su
fuerza es su fanatismo tremendo, su fe inquebrantable. El
fakir es un sacerdote. Vive una vida sobria y pura, dedica-
da al cultivo de la voluntad. Son dueos absolutos de ellos
mismos. Por autosugestin, por el admirable imperio de su
voluntad, suprimen el dolor fsico y realzan cosas imposi-
bles para los dems hombres. Algunos pasan meses enteros
enterrados, slo con a cabeza a ras de tierra
Eso es increble
La voluntad es la omnipotencia. Yo he visto a un fakir
hacer crecer en quince das una simiente que, naturalmen-
te, hubiese tardado tres meses en germinar Su voluntad
era la gran fuerza germinadora.
De modo que la voluntad puede ejercer efectos abso-
lutamente fsicos?
Indudablemente.
Papuss me pide mi cigarrillo encendido y lo aplica sobre
su lengua.
Ve usted? No me quemo, porque no quiero quemar-

75
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

me.
Hay un momento de pausa. Yo contemplo con enorme
inters a este doctor en ocultismo, que me habla de la India
sagrada y misteriosa; a este raro narciso que se parece a Os-
car Wilde y que es dueo y seor de una enorme voluntad,
la llave mgica de la vida.
Qu experiencias piensa usted presentar ante nuestro
publico?
Estar ocho das embotellado sin comer ni beber
En estado de vigilia?
S, seor. Antes me produca la catalepsia por autosu-
gestin; pero me fatigaba mucho. Pasaba despus veinte
horas en un angustioso estado comatoso.
Y poda usted volver de la catalepsia a plazo fijo?
Indudablemente. A los ocho das justos. Por autosu-
gestin he llegado a interrumpir la circulacin de mi san-
gre Esos ocho das de ayuno los pasar en un saln del
Gran Teatro, y al salir de la urna cruzar con los pies desnu-
dos sobre una tabla erizada de cuchillos.
Esta experiencia se llama levitacin, no es as? Quie-
re usted decirme si su inmunidad es obra de sugestin o si
es energa magntica acumulada bajo sus pies lo que le hace
volar sobre las hojas de acero sin tocarlas?
Este es mi secreto, seor repuso el fakir sonriendo.
De todos modos, sepa que yo soy un sujeto dotado admi-
rablemente de energas magnticas. Tal vez sea esa explica-
cin que usted me ha dado
Y en estado de catalepsia, tiene conciencia de ese mo-
mento; existe realmente un desdoblamiento consciente del
cuerpo fludico, un desplazamiento de las energas volitivas

76
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

a distancia del cuerpo fsico, como aseguran los ocultistas?


Durante la catalepsia pierdo la consciencia plenamen-
te, y al volver no me acuerdo de nada.
Papuss cree en la existencia de la doble personalidad
magntica, del espectro astral del cuerpo humano. Sin em-
bargo, est ms fuerte en la ciencia de los fakires que en los
dems extremos de la oculta sapiencia. Afirma la existen-
cia de diversos fenmenos magnticos y espiritualistas, sin
comprender completamente las causas. Papuss es, incons-
cientemente, un sonmbulo lucido, de doble vista. Una
vez, su intrprete tuvo la tremenda desgracia de matar de
un tiro a un hermano suyo. Papuss, que estaba embotellado,
lo presinti a distancia, claramente. Es, como veis, una ad-
mirable sujeto teleptico.
Cul es la experiencia que ms le interesa al pblico?
La del ayuno. Todos creen que existe el fraude, que es
imposible pasar ocho das sin comer.
Realmente, no hay derecho para asombrarse. En Espa-
a hay muchos poetas lricos que le pueden hacer a usted
una competencia muy ventajosa.
Papuss es esencialmente la prueba del poder de la vo-
luntad. Venlos bien que esa maravillosa energa de nuestro
espritu puede llegar a extraordinarios resultados.
Yo estaba dotado, naturalmente, de una gran fuerza vo-
litiva, que he perfeccionado con un mtodo de cruel auste-
ridad. Yo soy completamente casto. Slo bebo agua. Como
muy poco. Mi nica pasin es el caf Oh, tomo mucho
caf!
Despus permanece, con las manos cruzadas, en un en-
simismamiento hondo, fakiriano. Yo pienso con un poco

77
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

de melancola en la vida de renunciaciones de este hom-


bre, que prescinde voluntariamente de los pequeos place-
res que hacen amable la vida, y, sobre todo, de la inefable
emocin del amor, lo nico que nos compensa a los dems
hombres del dolor de vivir y de morir.
Ya muy tarde, nos despedimos cordialmente. Me ha im-
presionado este hombre misterioso que sabe leer en las es-
trellas como los magos medievales y en las rayas de la mano
como las gitanillas auribronceadas, eternas nmadas que
recorren las tierras ms distantes con la gracia de un decir
pcaro, a flor de labio. Papuss es un embajador del misterio,
que viene de las selvas sagradas de la India milagrosa. Y so-
bre todo, Jorge Papuss es una inconmensurable voluntad,
que es la fuerza suprema de la vida, el talismn del triunfo,
el alma antigua, la llave mgica del Destino.

78
EST ESCRITO EL FUTURO?
A ltimos del siglo XVIII, en plena efervescencia enci-
clopdica, en la Era de la Razn y de la Filosofa, hubo en
Francia varios profetas; Cagliostro vivi una de sus encar-
naciones por aquella poca. Ya sabis que este maravillo-
so conde Cagliostro se acordaba de que su espritu haba
vivido en diferentes edades bajo diversas formas de mate-
ria. Hubo otro iluminado que no se acordaba tal vez de sus
vidas anteriores, pero que tena el don de ver en lo futuro.
Se llamaba Jacques Francois Cazotte, acadmico, notable
poeta y novelista, autor del libro El diablo amoroso, que fu
muy ledo y celebrado. El crtico La Harpe, traductor de La
Roma bajo los Csares, de Suetonio, refiere un episodio ma-
ravilloso de Cazotte. Ved un fragmento de la traduccin
que inserta Mariano Ruth Sinu en su admirable libro Ele-
mentos de una nueva ciencia:
Fu en 1786 Estbamos comiendo en casa de uno de
nuestros colegas de la Academia, gran seor y hombre de
ingenio. En la cordialidad de la sobremesa se habl de Vol-
taire como precursor de la revolucin, y todos convinimos
en que no tardara en llevarse a cabo. Se aplauda a la Aca-
demia por haber preparado la gran poca y ser el centro, la
medula de la libertad del pensamiento. Todos ramos fil-
sofos racionalistas, ninguno creamos en Dios.

79
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Sbitamente, Cazotte tom la palabra:


Seores, estad satisfechos; todos veris esa gran revolu-
cin tan anhelada. Sabed que yo soy un poco profeta.
No se necesita ser adivino para eso repusimos.
Sea sigui Cazotte ; pero es necesario ser algo ms
que adivino para lo que voy a decir. Sabis lo que resultar
de esa revolucin, lo que suceder a todos vosotros?
Veamos exclam Condorcet, el prologuista de las
obras completas de Voltaire; un filsofo se alegra siempre
que encuentra un profeta.
Vos, seor Condorcet, expiraris en el empedrado de
una calle secreta, por el veneno que habris de tomar para
sustraeros al verdugo, de ese veneno que la suerte de aque-
llos tiempos os obligar a llevar siempre encima.
Gran estupor al principio.
Seor Cazotte, la relacin que acabis de hacernos
es tan agradable como vuestro Diablo amoroso. Pero qu
diantre ha puesto en vuestro magn esa prisin, el veneno
y el verdugo? Qu relacin tiene eso con la filosofa y con
la razn?
Es que eso pasar precisamente en el reinado de la Ra-
zn y de la Filosofa, cuando en Francia no se vean sino al-
tares de esos cultos. Vos seris uno de sus ms dignos sacer-
dotes agreg, dirigindose a Chamfort, y os cortaris las
venas con veinticuatro golpes de navaja de afeitar y no mo-
riris sino algunos meses despus. Vos, seor Vig dAzyr, no
os abriris las venas por vuestra voluntad; pero os las haris
abrir seis veces en un da y moriris por la noche. Vos, seor
de Nicolai, moriris en el patbulo; vos, seor Bailly, en el
patbulo, y vos, seor Malesherbes, tambin en el patbulo.

80
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Bendito sea Dios dijo Roucher. Parece que el seor


Cazotte no protege a la Academia
Cazotte exclama sin dejarle concluir:
Vos tambin moriris en el patbulo.
Y cundo acaecer todo eso?
Suceder todo eso antes de seis aos.
He aqu grandes sucesos. (Esta vez hablaba yo, dice La
Harpe.) Por qu no me hacis entrar a m?
Vos entraris, precisamente por milagro extraordina-
rio. Entonces seris cristiano.
( Juan Francisco La Harpe fu discpulo de Voltaire y
perteneci a la secta filosfica que preparaba la revolucin.
Despus de sta se convirti y escribi la Apologa de la re-
ligin.)
Chamfort exclam jovialmente:
Si no debemos morir hasta que La Harpe sea cristiano,
entonces somos inmortales.
Nosotras, las mujeres dijo la duquesa de Gram-
mont, estamos contentsimas de no figurar en vuestra
descripcin
Vos, seora duquesa, seris conducida al patbulo; vos
y muchas mujeres como vos, en la carreta del verdugo y con
manos atadas por detrs.
Ah! Espero que, en ese caso, la carroza ser bruida
No, seora; damas ms grandes que vos irn tambin
en la carreta, con las manos atadas.
Al menos se me permitir un confesor
No, seora; no tendris confesor ni vos ni las otras.
El nico ajusticiado que tendr uno, por especial merced,

81
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

ser
Quin ser el feliz mortal que tenga ese privilegio?
Es el nico que le quedar. Y ser el rey de Francia!
Todos estbamos preocupados. La duquesa de Gram-
mont, queriendo hacer volver el buen humor a los comen-
sales, se acerc a Cazotte y le dijo:
Seor profeta, vos nos habis dicho a todos nuestro
destino; y el vuestro?
Permaneci un momento con la cabeza baja, y luego
continu:
Mi destino ser el vuestro.
Despus de esta respuesta Cazotte salud cortsmente
se retir.
Todos sabis cmo sus predicciones se cumplieron hacia
el fin de 1792, precisamente seis aos despus de aquellas
profecas, se di muerte a Luis XVI, rey de Francia; le fu
negada la dilacin de tres das, permitindole tan slo te-
ner un confesor, el abate Edgeworsd. En 1793, Condorcet
es apresado y evita el patbulo envenenndose. Es condu-
cido al cadalso Roucher, poeta famoso, y Malesherbes, a
quien se le corta la cabeza juntamente con su hija. El 10
de agosto de 1792 Cazotte fu arrestado. De las matanzas
del 2 de septiembre se salva por las splicas de su hija. Des-
pus que sali de la prisin, es apresado de nuevo, y el 25
del mismo mes muere en la guillotina. Una muchedumbre
ebria esperaba todas las maanas la carreta del verdugo, y
la segua a travs de todos lo barrios de Pars, con groseras
chacotas. Vironse carretas atestadas de mujeres hermosas,
medio desnudas, con las manos atadas a la espalda. En cua-
tro meses, doce mil mujeres subieron al patbulo en Pars,

82
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

entre ellas, la condesa Du Barry, la duquesa de Grammont,


hermana del duque Choiseul y la princesa austriaca, reina
de Francia, Mara Antonieta. Doscientos miembros de la
Constituyente fueron ejecutados, entre ellos Bailly. En la
Convencin se proclam que no haba Dios y que la nica
religin era la Razn y la voluntad del pueblo. Este es el
camino exacto que profetiz seis aos antes Cazotte, poeta
satrico.
Es posible que alguna pupilas tengan el precioso poder
de ver en lo porvenir?
Yo lo recogido esta ancdota inquietante y la he trans-
crito con un poco de escalofro en la medula, lo confieso.
Que sabe nuestro triste espritu aherrojado de las maravi-
llosas fuerzas naturales desconocidas del infinito?

83
DEL DIARIO DE UN DIFUNTO
Me molestan mucho estas visitas que nos hacen los vi-
vos en estos das. Ms parecen cosa de teatro que de ntima
devocin. Las coronas, las luminarias y los llantos enfadan
a los difuntos tan modestos como yo que ya en vida odia-
ba el rebullicio. Mi pariente, el notarlo, me ha obsequiado
este ao con una redondilla que ha mandado labrar sobre
mi piedra funeraria. Este hombre es implacable, no se con-
forma con haberme heredado; su rencor me persigue ms
all de la tumba
Tambin ha venido Cecilia en la sabrosa compaa de
Gonzalo. No podan ellos sospechar que yo los estaba vien-
do. Sobre todo, ella ha estado muy inconveniente. Mien-
tras lloraba sobre mis restos mortales, le pona a Gonzalo
un hociquito verdaderamente encantador. Eternamente
Colombina, capaz de coquetear hasta con el chato Caron-
te!
Pero si no creen que los muertos les vemos a qu vie-
nen al camposanto? Entre los que hoy han venido a verme,
el ms irrespetuoso ha sido Gonzlez, que se ha comido
una tortilla de escabeche como la rueda de un carro sobre
mi mrmol fro. Gonzlez es librepensador; no cree en la
vida espiritual, y esta formidable tortilla era el smbolo de
la vida sobre la muerte. Yo le conozco bien; Gonzlez ha

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

querido hacer una afirmacin racionalista y ha cogido


una indigestin.
Ah! Yo tampoco crea en la vida de ultratumba. Me
figuraba que todo conclua cuando un ciudadano estira la
pata.
Recuerdo que tena la lengua muy sucia y que una fie-
bre maligna me hara decir ms tonteras que de ordinario.
Y esto no es poco, haciendo constar que en vida fui varias
veces diputado. Despus me dorm profundamente. Cuan-
do me despert, tuve la sensacin de que haba dormido
un par de aos. Estaba en un paraje desconocido. Pens en
mi casa y al pronto me encontr en ella. Pero mi asombro
y mi indignacin fueron indescriptibles cuando hall dur-
miendo tranquilamente, junto a mi querida Cecilia, a un
seor gordito con las patillas rubias. Ah, era el canalla de
Machancoso, el diputado de a Defensa social, mi rival en el
distrito! No os parece que mi diputado catlico en paos
menores es una obscena paradoja?
Cuando me dispona a estrangularle me sent violen-
tamente atrado, hacia arriba, por los faldones de mi cha-
quet. Di un salto de veinte metros y esto me sorprendi
mucho, porque yo, entonces, era reumtico.
Pas muy malos ratos hasta que me enter de mi verda-
dero estado. Prescindan de mi en la partida de tresillo; los
camareros no acudan a mis palmadas; la gente se sentaba
desconsideradamente en mis rodillas cuando tomaba un
tranva. Es que yo era invisible; pero como el alma es idn-
tica al cuerpo, yo me vea perfectamente con mi chaleco de
fantasa y mi chaqueta perla.
Ya estoy perfectamente enterado de todo, gracias a
mi amigo Pelez, que muri cinco aos antes que yo, de

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

una borrachera de whisky. Por cierto que se pas una tem-


porada dando tumbos por los espacios y haciendo eses de
un lucero a otro, con gran regocijo de espritus burlones.
Por fin, uno ms piadoso se encarg de darle una especie
de amoniaco espiritual que le trajo a la realidad de su es-
tado. Pelez se avergonz mucho porque el estar borracho
dos aos despus de muerto, realmente era impropio de un
hombre serio.
Ahora estoy muy contento, y si no fuese por esta con-
memoracin hipcrita de los aniversarios Pero esto me
indigna y me saca de mi atad. Los que no nos quisieron,
los que nos olvidaron, los que fueron felices al heredarnos,
a qu vienen este da a escarnecer nuestra memoria? Ah,
prfida y hermosa Cecilia que te has dejado consolar por
mis amigos; y t, poeta notario que has arrojado sobre mi
tumba cuatro octoslabos como cuatro ladrillos, yo os abo-
rrezco con todo mi espritu! Yo os asustar, cuando vayis
por pasillo oscuro, y os har cosquillas en el cerviguillo con
una ramita de ciprs, el rbol de los muertos.
Vosotros, los que heredasteis mi fortuna, partisteis
mis tierras y engalanasteis vuestras personas con mi cha-
leco de fantasa y mi chaqueta perla, os aborrezco tambin
con toda la fuerza que cabe dentro de mis huesos descar-
nados! Sois unos redomados hipcritas. Encendis sobre
mi tumba cuatro luces y sois vosotros los alumbrados con
el rico vino de mis vias. Yo os prometo no dejaros dormir
tranquilos, pellizcando vuestros pies cuando estis en la
cama
As terminaba esta hoja del diario de un difunto. Como
habis visto, es un cadver de buen humor, y yo opino que
el pobre tiene razn que le sobra al protestar de la mascara-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

da lgubre de los cementerios.


El recuerdo de los seres amados es una luminaria encen-
dida en la soledad del corazn.
Y el dolor no es precisamente un pagar que vence a pla-
zo fijo.

87
LAS INCURABLES
Es un casern pardo y conventual, sito en el nmero 11
de la calle de Amaniel.
All, en tiempos remotos, fu la casa solar de un noble
viejo y austero, el conde de Monterrey, y an a travs de los
siglos y de haber sido varias veces remozado el edificio, to-
dava parece flotar en l el espritu de las antiguas vidas. En
1824 fu adquirido por la condesa de Lerena, y por su pa
voluntad convertido en asilo de ancianas incurables.
En el amplio portal hay una hornacina con una imagen,
ante la cual arde una lmpara roja y cuelgan amarillentos
exvotos de cera. Yo he cruzado varias veces ese portaln en
un triste y lejano mes de mayo, llevado por una devocin
dolorosa, y he subido lentamente la gran escalera enjalbe-
gada de azul tenue, en uno de cuyos testeros, y junto a un
lienzo borroso que representa un pasaje evanglico, albea
una lapida de mrmol perpetuando la fecha en que un ca-
ritativo seor, en descargo de sus flaquezas mundanas, hizo
al morir donacin de sus haciendas a la santa casa. Nada
hay tan hondamente melanclico y montono como un
hospital. Yo he presenciado el drama vulgar de esos mseros
vivires, con sus das abrumadoramente idnticos, el alma
desolada y la carne roda por la carroa. Llevan en la frente
como un tremendo tatuaje la desconsoladora palabra Incu-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

rable, y arrastran la penosa cadena de sus das por las salas


blancas, llenas de lechos iguales, con un nmero y la efigie
nimbada de algn santo.
En las horas beatficas de solecito, las ancianas a quie-
nes el mal no retiene en el lecho, salen a una galera alegre,
adornada con macetas, que cae sobre el jardn gris y sim-
trico, con una fuente vieja en el centro.
Todas las asiladas son muy viejas; algunas llevan en su
alma la pesadumbre de un siglo de recuerdos, y pocas per-
sonas van a visitarlas. Las hermanas suelen entretener su
amarga soledad con la narracin de milagrosas historias de
santoral.
Los das de fiestas el administrador y sus hijas visitan el
establecimiento, y es muy triste ver pasar el grupo familiar,
con la expresin de su felicidad serena y amorosa y de su
bienestar burgus, por las salas heladas de aquel cemente-
rio de almas.
Al declinar de una tarde vi a las religiosas reunidas en
torno de un lecho donde agonizaba una enferma. No haba
a su cabecera ningn corazn familiar. Su rostro era de co-
lor de tierra rojiza y de sus labios caan, una a una, palabras
incomprensibles y estertores ms como cuentas de un triste
rosario.
Era la hora de las Flores, y las enfermas se dirigieron a la
capilla. El rgano salmodiaba solemne y lejano. Y fueron
pasando ante los ojos vidriados de la moribunda, como un
cortejo de pesadilla, una tras otra, las siluetas contorcidas,
borrosas, arrastrando los pies con algo medroso y de male-
ficio.
Yo tambin acud a la capilla. La salmodia grave, pro-

89
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

funda, era como un sollozar de dolores confusos y anti-


guos. Un violn cantaba los estribillos y las dulces estancias
de las Flores. A las voces cristalinas de las religiosas se una
el coro spero de las viejas, con ese sonido que hace vibrar
lo nervios. Las flores nuevas aromaban la capilla blanca de
cndida liturgia, y profusin de luces ardan ante la Santa
Dolorosa.
Cuando volv a la sala de la moribunda, todo estaba en
sombra, y una campana doblaba solemnemente. Junto al
lecho ya no haba nadie. Las lneas angulosas, rgidas del
rostro, se dibujaban confusas bajo un lienzo blanco.

90
SOL DE DOMINGO
Sol del domingo, dulce oro del invierno, amigo de los
viejos y los convalecientes! Por las calles arboladas van lar-
gos rosarios humanos a gozar del cielo lmpido y de las aro-
madas espesuras de la Moncloa. Yo miro el alegre desfile
desde un rincn de mi viejo caf, donde el tedio cotidiano
cuelga sus grises telaraas. Novios ilusionados, grupos fa-
miliares vestidos con las galas de domingo, enjambres de
pequeuelos blancos, azules, rosados. Veo esta ingenua
poesa que pasa por mi rincn de misntropo, con una
dulcedumbre melanclica. Y el domingo adquiere para m
un gran valor sentimental. Comprendo cmo se entra este
oro invernal hasta el fondo de estas almas apacibles. Locas
modistillas, joyantes horteras, llanos menestrales, obreros
aburguesados ponen este dorado parntesis en el tedio y en
el esfuerzo de la semana. Siento cmo sonarn las campa-
nas del domingo en estas vidas mansas y resignadas, porque
estos son los nicos que gozan plenamente del da pascual.
Los ociosos, los ricos, los perezosos, odian el domingo; este
da vestido de limpio, lleno de risas, de promesas y de liber-
tad, que parece que es siempre joven a lo largo de todas las
vidas.
Contagiado por la alegra gregaria me fundo con la ola
humana, que camina al sol beatficamente. En este mo-

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

mento olvido la filosofa, que es la ciencia de hacer desgra-


ciados a los hombres, porque les hace pensar demasiado.
Creo que la Cancin de mayo, de Goethe, vale ms que el
Fausto, porque es el triunfo de una hora de juventud sobre
ochenta aos de sabidura. Una paloma vuela bajo la gloria
azul del cielo, hay fragancias de mujer en el aire y canta un
viejo romance un coro infantil en los jardines.
He llegado a la plaza de Oriente, con paso de sonm-
bulo, dulcemente distrado con mis pensamientos. Suena
el fresco rumor en los surtidores y hay en el viento una
fragante anunciacin de la primavera. Parece que mi alma
asciende en la tarde como una columna de incienso. Si yo
fuera un grave poeta hara una estrofa toda blanca y azul,
como este instante de retablo evanglico de un ingenuo
candor primitivo.
En torno a la plaza, llena de sol, hacen su amable paseata
los coches de los nios, ataviados con banderolas y gayas
percalinas, alborozados de locas campanillas. Una viejecita
conduce al borriquillo manso, que parece que conoce a los
ilusionados viajeros que conduce. La viejecita es muy vieje-
cita Acaso, ochenta aos pesan sobre sus huesos lamen-
tables. Limpia, en su simptica pobreza, dulce y exorable
con sus pequeos parroquianos, a m siempre me ha pare-
cido esta buena mujer un ser irreal, como un hada humilde,
encargada de realizar la ilusin de los nios, conduciendo
esta carroza de la quimera.
Los coros de nios repiten los mismos romances.
El romance de la princesa muerta, Las trenzas de
Elisa, La espada del cadete, la cancin ingenua de
la muequita vestida de azul La musa de los jardines le
dio a mi corazn la primera emocin de poesa. Bajo estas

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

arboledas sent la anunciacin del amor, cuando an no


me haban abandonado mis sueos azules de nio. Mi
novia era una nena rubia, tena los ojos claros, llevaba un
vestidito de seda escocesa. En la taumaturgia del recuerdo
se me aparece toda dorada, como si tuviese un nimbo y
oigo su voz de plata, en el romance aorante y remoto:
Yo me quera casar
con un mocito barbero,
y mis padres me queran
monjita en un monasterio.

Desde entonces, cunta sombra ha cado sobre mi vida!


Qu magia posee la evocacin que resucita tan vivas y
fragantes las antiguas memorias y parece que se incendian
de oro los cristales del espejo interior? Parece que ha cado
una lluvia de estrellas sobre la podredumbre y la desolacin
de mi camposanto sentimental!
La vida se renueva en una floracin maravillosa, La musa
de los jardines ver renacer las primaveras y oir la voz ao-
rante del romancero infantil. Slo nosotros pasamos como
sombras de sombras y le damos a cada hora que huye nues-
tra ms dolorosa despedida.
El dulce sol de invierno muere en una apoteosis de magias
luminosas, tras de las frondas adustas de la Casa de Campo.
Sobre el bello teln del crepsculo se recortan los viejos
campanarios de la ciudad. La muchedumbre endomingada
retorna a sus casas, con una mstica dulcedumbre en el alma.
Se van encendiendo las luces con temblores de estrella. El
coro de nias canta:

93
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Su carita era de virgen,


sus manitas de marfil,
y el velo que la cubra
era rico carmes.

La ciudadsirena me vuelve a llamar para reanudar la vida


de siempre. Las sombras que caen parece que pesan sobre
mi espritu, que se ha vestido de azul, durante una hora, a la
suave caricia del sol del domingo. Pero un perfume antiguo
y familiar me sahuma el corazn y llevo en los ojos, como
un deslumbramiento, el reflejo de oro de la tarde de fiesta,
y en el alma dolida el carilln de plata de las campanas del
recuerdo.

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UN DOCTOR EN CIENCIA OCULTA
Estamos en la torre litrgica de un astrlogo. No os
parece un episodio medieval? Nuestro astrlogo no lleva
una tnica cuajada de estrellas ni una larga caperuza. Es un
hombre moderno, que tiene un ttulo universal, aunque l
se enorgullece principalmente con el de doctor en ciencia
oculta. Don Isidro Cruzado es astrlogo cartomntico,
magnetista y mago.
Es hombre de biblioteca. Papuss, el doctor Enclausse, el
autor del dogma y ritual de la alta magia, el inquietador
personaje que se llam Eliphas Levi, son los mejores ami-
gos del doctor Cruzado. Nosotros nos sorprendemos de la
existencia de un astrlogo en este siglo tan rampln, que
tiene los ojos cerrados a lo maravilloso.
La senda de la iniciacin no se borra nunca. Das ven-
drn en que esta ciencia tendr numerosos adeptos, y tor-
nar a ser lo que fu en la antigedad.
Usted est convencido de la realidad de la astrologa?
Indudablemente, la posicin de los astros en el mo-
mento de la natividad influye, an ms, determina el des-
tino de las personas. La astrologa es de las ms elevadas y
abstrusas manifestaciones de la ciencia oculta.
Es difcil hacer un horscopo?

95
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Despus de estar iniciado es sencillo. Se necesitan cier-


tos datos de la persona interesada, especialmente la hora
justa del nacimiento. Los resultados son sorprendentemen-
te exactos. Las estrellas no se equivocan, y para quien sabe
leer, el cielo es un gran libro maravilloso. Se pueden ha-
cer comprobaciones por el procedimiento inverso. Entre
los muchos horscopos que he hecho, figura el del torero
Florentino Ballesteros, que fatalmente tena que morir as.
Respecto al procedimiento inverso, fjese en la situacin
del cielo en el instante de la catstrofe de Cuatro Vientos
el da 18 de enero del pasado ao, a las diez y media de la
maana.
El astrlogo me ensea el horscopo, y yo le confieso
que no entiendo una palabra.
Vea usted. Mercurio, culminante en el cenit, es herido
violentamente por la cuadratura de Marte. Estas dos son
las notas tpicas causantes de la catstrofe.
Mercurio, el genio alado del estudio, la ciencia, la ins-
peccin, era fatal a esa hora a todo ejercicio de enseanza
o instruccin militar por la violenta cuadratura de Marte,
el dios de la guerra. La Luna, significadora tambin de las
masas, reuniones de gente, etc., seala la catstrofe sobre
el pelotn de reclutas. Marte, es signo areo la Balanza,
significa por la cuadratura de Mercurio, rpido, ligero, a-
reo, el aparato causante del accidente. No cree usted que
sera conveniente que el estudio de la Astrologa se vulga-
rizase, como asimismo el de la ciencia oculta, en general?
Las gentes le daran crdito, como ocurre en otros pases y
en pocas de malas configuraciones planetarias se podran
evitar accidentes o tragedias que no dependieran de una
Karma fatal o ineludible.

96
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

El astrlogo me habla de las cosas celestes, de la oposi-


cin y de la cuadratura de los astros Yo le escucho encan-
tado. Me parece que he dado un salto atrs en el tiempo, y
que me encuentro en la corte de un prncipe supersticioso,
que consulta a los astros antes de emprender una cruzada
contra la morisma.
Tambin hace usted prcticas de magnetismo?
Si, seor. Mi mdium posee la doble vista, esto es, ve
los objetos perdidos, las personas distantes, los pases don-
de ella no ha estado jams. Adems se relaciona con los
espritus, y ve a los habitantes del plano astral, esos seres
fludicos que se llaman larvas, vampiros, egregores
Cree usted que el flido magntico existe? Todas las
Academias de Medicina lo han negado. Recordar usted la
guerra que se le hizo a Mesmer.
Todos los sensitivos afirman la existencia del flido
magntico animal, como le llam el mdico austriaco a
quien acaba de citar. Es, en el fondo, la misma teora del
flido universal del mago Paracelso, y astrolgicamente, la
ligadura o relacin que hay entre los astros y las criaturas
humanas. Lea usted a Zoesner, el astrnomo alemn. Mu-
chos confunden el magnetismo y el hipnotismo
Hay gran diferencia?
S; el magnetismo es ms espiritual en el sentido psico-
lgico trascendente. Es la hipnosis maravillosa.
Tambin es usted cartomntico. Cree usted en la vera-
cidad de estas caprichosas combinaciones de naipes?
Es una ciencia misteriosa y antigua. Quin conoce su
origen? Es un aspecto de la Kbala, completamente serio.
Claro que hay muchos ignorantes embaucadores.

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

El doctor Cruzado me ensea su baraja mgica. Los


naipes son largos y estrechos, y tienen figuras alegricas:
la Fortuna, sobre su rueda; la Lujuria, mirndose al espe-
jo; la Muerte, una osamenta grotesca y espantosa, que baila
como en los abecedarios del siglo XIII y en los dibujos de
Durero.
Y de la magia, qu me dice usted? Le confieso que esto
traspasa los lmites de mi comprensin.
Pues, sin embargo, es una realidad. No es la magia negra
de las brujas de portera. Es una admirable manifestacin
del poder oculto. Los magos, o sabios iniciados en el ocul-
tismo, han existido verdaderamente. La Inquisicin los
persigui cruelmente, porque eran una realidad anticat-
lica. Yo creo en la posibilidad del hechizo, del maleficio a
distancia, del embrujamiento del muequillo de cera y en
el crculo mgico. Es difcil explicarle en poco tiempo el
ritual de la magia. Slo le dir que consiste principalmente
en el poder del mago sobre las fuerzas de lo invisible
Era casi de noche cuando sal de la torre del astrlogo,
tesofo, cartomntico y mago. En la escalera me top con
un enorme gato negro, que me mir fijamente con sus ojos
dorados y fosfricos.
Dicen que los gatos negros son hechiceros disfrazados.
Yo le salud con la mayor consideracin. No es que yo crea
completamente en estos personajes fabulosos; pero no est
de ms estar bien con ellos, porque no sabemos lo que
puede pasar despus

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LA ELEGA DEL CANARIO
Hubo un poeta bonachn a quien se le muri un cana-
rio-flauta que tena en gran estima. Reinaba Mara Anto-
nieta, la Venus austriaca, cuando acaeci este grave suceso
en la vida mansa de nuestro poeta. Viva en un barrio apar-
tado de Pars, y decidi encerrarse en su casa para compo-
ner una sentida elega en memoria de su canario.
Fu una pieza potica bastante extensa. Cincel primo-
rosamente las rimas, hizo toda suerte de retricos malaba-
rismos con las palabras, y al cabo de seis meses de trabajo
puso su firma al final de las mltiples hileras de renglones
cortos. El poeta respir satisfecho; su canario estaba llora-
do muy poticamente.
Durante su aislamiento se desarrollaron los ms san-
grientos episodios del Terror. El poeta, que no se haba
enterado de nada, llev al Mercurio la elega del canario,
creyndolo de gran inters pattico, cuando a diario cente-
nares de cabezas humanas caan en el cesto de maese Gui-
llotn.
A m me sucede un poco lo que a este poeta. En los cua-
tro aos de la guerra he estado muy distrado haciendo
elegas a los canarios-flautas y no me he enterado de nada.
Sabia que la muerte y el diablo se folgaban copiosamente al

99
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

calor de la hoguera del mundo y que se estaba escribiendo


la pgina ms abominable para la Historia de la locura de
la Humanidad.
Realmente las agencias telegrficas hubieran contribui-
do a mi confusin; los aliados y los imperialistas obtenan
idntica victoria en la misma batalla, segn las convenien-
cias subterrneas de las fuentes informativas que llegaban
a calmar mi curiosidad. Esta era una broma demasiado pe-
sada.
Decid, pues, dedicarme a la filosofa esotrica y al noble
juego de carambolas.
Despus de una gran serie de retrocesos y de recodos de
fraile, abro un ojo a la realidad exterior y me encuentro con
una divertida batuda de reyes. Esto ya empieza a interesar-
me. Es la voz potente y magnfica de los pueblos la que se
oye por encima de las fronteras. No es la sirena falaz de la
diplomacia, ni el brbaro rugir de los caones. Este con-
cierto le place ms a mis orejas de hombre pacfico y civil.
Este encantador no enterarse de nada me ha librado
acaso de las violencias de la pasin. De este hervidero en-
conado de filias y fobias surjo ingenuamente, espectador
ecunime, aunque dolorido, del monstruoso asesinato de
tantas floridas juventudes. Ninguna fobia se retuerce en mi
alma: nicamente el amor sereno y ungido de compasin
para los que duermen bajo las sbanas de tierra, para todos
los hurfanos del mundo, para las madres dolorosas, con el
pecho atravesado por los siete puales.
No influye en mi sentimiento que los muertos sean ger-
manos, los hurfanos belgas o las doloridas mujeres ingle-
sas o turcas. En mi geografa sentimental no hay fronteras.
Es el dolor humano que se retuerce ante mis ojos por siglos

100
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

de siglos, multiforme Prometeo amarrado al potro de la


crueldad, de la locura y del crimen, como por una maldi-
cin oculta y milenaria.
Y como no me he enterado de nada, me he librado, oh
felicidad!, de leer los artculos de los crticos de guerra, esos
hombres terribles que anunciaban la probable destruccin
de millares de hombres con la misma frialdad de la del aje-
drecista que calcula las jugadas ante el tablero.
Germanfilos, aliadfilos! El momento es un vendaval
de pasiones enconadas, el mundo es como un cadver don-
de la materia se desborda falta de la mnada directriz. Las
testas coronadas tienen trgicas pesadillas en las doradas
alcobas de sus palacios. A nuestro rincn llegan salpicadu-
ras de la putrefaccin mundial y se plasman los odios vio-
lentos en esta hora que debiera ser de la piedad universal.
Ms all del tiempo y del espacio, Shakespeare, Goethe
y Hugo se funden amorosamente a la serena y dorada luz
del Elseo.
Son la eternidad del genio humano sobre las divisiones
geogrficas, sobre los crmenes de los ejrcitos; sobre los ro-
jos odios de esta hora siniestra de la Historia.
El poeta cine escribi la elega del camino durante el
Terror, fu superior a sus contemporneos. Su pluma
no se manch con el fango del odio, ni sus manos con la
sangre fraterna.

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UNA RARA ANCDOTA DE HUGO
La dislaceradora, la taladrante idea de la muerte, la fatal
evidencia de un fin seguro, ha preocupado siempre a los
hombres de gran altura espiritual. El amor y la muerte son
los inmensos enigmas, las dos eternidades misteriosas que
se presentan a nuestra razn menguada, perdida por la vida
como en un laberinto de espejos. He aqu la causa de los
hombres ms ilustres, los espritus faros de la humanidad,
se hayan hundido en la selva sagrada de la oculta sapien-
cia, selva virginal llena de msicas magas y de maravillosos
resplandores. Es como una ventana entornada, detrs de la
cual tal vez exista un infinito de verdad y el alma, sedienta
de belleza, de bondad, de ideal, llega a asomarse a ella con
divinos temblores de emocin.
El padre Hugo haba sacudido su melena de len ro-
mntico; su voz de apstol haba clamado por las libertades
pblicas, y a la sazn purgaba sus nobles rebeldas desterra-
do en Jersey.
Por las noches sola acompaar a la familia Hugo la se-
ora Girardn, iniciada en los misterios del ms all. Esta
seora convenci al autor de La leyenda de los siglos para
que consultase a las mesas giratorias. Se reunan en el des-
pacho del poeta en torno de un velador, formando con las
manos la alucinante cadena magntica.

102
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Mucho se ha hablado de estas liturgias raras, casi siem-


pre en un sentido burln, por gentes inferiores, sin ningu-
na inquietud espiritual. Yo os afirmo que es una prctica
que llega a preocupar a los entendimientos que poseen el
don de poder volar sobre este triste y absurdo espectculo
de la vida diaria.
Cuando la Girardn parti de Jersey, Hugo sigui lla-
mando a los amigos desterrados en las regiones australes.
Camilo Flammarin ha publicado en Los anales polticos y
literarios del 7 de mayo de 1889 algunos fragmentos de las
conversaciones que el gran poeta sostuvo con las voces de
lo ultrahumano.
Sola acompaarles Augusto Vacquerie. Ved un frag-
mento de su obra Las migajas de la historia, que copia el
docto y admirable Len Denis en su libro En lo invisible:
Una noche, la mesa deletreo el nombre de una muer-
ta, viva en el corazn de todos los presentes. All no caba
desconfianza; nadie hubiera tenido valor de hacer, en pre-
sencia nuestra, un tablado de aquella tumba. Muy difcil
era admitir una mixtificacin, pero una infamia! Hugo
interrog a la hermana muerta, que sala de la tumba para
consolarle en el destierro; la madre lloraba; una indefinible
emocin oprima nuestros pechos. Yo senta distintamente
la presencia de aquella que haba sido arrebatada por terri-
ble vendaval. Dnde estaba? Era feliz? Nos conservaba
su cario? Ella contestaba a todas las preguntas o deca que
le estaba prohibido responder. La noche pasaba, y nosotros
permanecamos all, con el alma clavada en la invisible apa-
ricin. Al fin nos dijo: Adis!, y la mesa no se movi
ms.
Os supongo iniciados en estas prcticas, que representan

103
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

los primeros balbuceos del ocultismo. En las experiencias


tiptolgicas, los oficiantes se sirven de un abecedario que
colocan encima de la mesa. Esta va marcando con golpes,
bien en el suelo o sobre el tablero algunas veces las le-
tras que quiere dictar. As se construyen palabras y fechas,
con un perfecto sentido, y, a veces, en un estilo elevado.
Los creyentes afirman que el velador magnetizado sirve de
comunicacin al espritu de los desencarnados. Tal vez
De la India sagrada, del Oriente milagroso llegan hasta
nosotros estos ritos extraos. Muchas almas se han hundi-
do en esas encantadas fontanas de sortilegio, muchas bocas
febriles han abrevado en esas magas linfas, muchas pupilas
han cegado por los resplandores de la suprema verdad. A
la puerta del gran misterio est, como un dragn fabuloso,
con el dedo en el labio, la lgubre Locura. Y quin sabe
la palabra verdadera? Quin posee la llave milagrosa del
terrible secreto? Yo no s nada, no he visto nada; pero me
parecen completamente respetables esas ansias de verdad y
de infinito de tantas pobres almas, hambrientas de luz y ca-
minando a tientas por este in pace horrible de sombras
y de errores.
A pesar de sus orientaciones espiritualistas, Vctor Hugo
senta un poco de hostilidad hacia esa clase de experiencias
y nunca una sus manos a la cadena magntica. Una noche
la entidad espiritual dict el nombre de Molire e invit
a Hugo a manifestarse en contra de sus deseos. El poeta
confes que no saba improvisar y pidi que se aplazase la
sesin hasta el da siguiente. Cuando la noche llegaba, el
padre Hugo, el emperador de la barba florida, ley las
siguientes estrofas:

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Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

VCTOR HUGO A MOLIRE


Oh t que la manopla de Shakespeare recogiste,
que cerca de su Otelo tu Alcestes esculpiste,
sombro de pasin!
Oh sol que resplandeces en doble espacio y vuelo;
poeta desde el Louvre y arcngel en el cielo!
Tu esplndida visita honra mi mansin.
Me tenders arriba tu hospitalaria mano?
Yo s que en ella encuentra prisin el cuerpo vano;
Mas s tambin que el alma sus alas ha de hallar.

Cuando la voz solemne del poeta-dios hubo cesado,


se hizo un enorme silencio. Despus comenz la
comunicacin tiptolgica, y segn dice Denis no se
puede leer esta respuesta sin sentirse impresionado por su
irnica grandeza.
LA SOMBRA DEL SEPULCRO A VCTOR
HUGO
Espritu que quieres saber nuestro secreto,
que en sus tinieblas alzas la antorcha terrenal,
que a tientas y furtivo pretendes, indiscreto,
forzar la inmensa tumba, la puerta funeral!
Retorna a tu silencio y apaga candelas;
retorna hacia la noche profunda en donde velas,
dejando algunas veces su densa oscuridad,
los ojos terrenales aun vivos, aun abiertos,
no leen por encima del hombro de los muertos

105
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

la augusta eternidad!

Esta bella traduccin al castellano es debida al poeta


Salvador Sells.
Vctor Hugo crey que en las comunicaciones haba una
entidad extraa, una inteligencia ajena a los circunstantes.
Muchos han sido los grandes escritores con estas preocu-
paciones: Edgard Allan Poe era ocultista; las personas no
iniciadas en esos mgicos derroteros no pueden compren-
der la grandeza esttica y la emocin, ni apenas el sentido
de Ligeia y La verdad sobre el caso Valdemar, esos
dos cuentos maravillosos de aquel altsimo espritu que oa
voces del cielo, de la tierra y tambin del infierno.
Alfredo de Musset, Guy de Maupaussant, Hoffman,
Mozart y Beethoven, han confesado sus investigaciones en
esa esfera cientfica, injustamente desdeada por la cien-
cia oficial. Chopin tena visiones que le helaban de terror,
igualmente que Haydn y Gluk. Gauthier y los hermanos
Goncourt han escrito admirables pginas espiritualistas.
Tal vez fuerzas mentales inconscientes, fenmenos des-
conocidos de psicologa, realmente influencia del otro
mundo. Quin sabe! Yo slo me he propuesto divulgar
esta ancdota inquietante y dar a conocer esos versos, casi
inditos, de Vctor Hugo, escritos en tan extraas circuns-
tancias. Respecto a la contestacin de La sombra del se-
pulcro, nada podemos afirmar en conciencia. Quin es
capaz de responder a esta inquietadora interrogacin que
se extiende en la vida de los hombres entre dos enigmas
alucinantes?

106
UN SONETO INDITO DE
GERARDO DE NERVAL
Gerardo de Nerval es un hombre desconocido de nues-
tro pblico. Fu un gran poeta francs que, hace muchos
aos, una noche lgubre de enero se fu de la vida ahorcn-
dose del hierro de un tragaluz, en la horrible y sucia calleja
de la Vieille Lanterne, en un rincn del Pars de los apaches
y de las buscadoras de amor.
Yo tengo para este raro poeta un devoto cario. En una
vieja revista he hallado un soneto epitafio que l escribi,
acaso, aquella noche lamentable. Estaba indito en nues-
tro idioma, y lo he traducido con ms emocin que acier-
to literario. Y como aditamento voy a transcribir algunas
ancdotas, reseas y singularidades para ayudar al lector a
perfilar la silueta de este trnsfuga infortunado.
Perteneci a la generacin literaria de Gautier, de Balzac,
de Baudelaire, de Murger y de Honssaye, poca de la bohe-
mia dorada, pintoresca y espiritual. Los amplios bolsillos
de su levita negra eran una biblioteca ambulante. Libros
de versos, de filosofa, de esttica e innmeros cuadernos
de apuntes. Nerval amaba lo raro en la vida y en los libros;
fu un profundo orientalista adems de un exquisito Poeta
y se inici en todos los ritos esotricos. Tradujo el Fausto,

107
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

y Goethe le escribi estas palabras: Nunca me he entendido


mejor que cuando os he ledo.
En 1836 public su Bohemia galante. Hizo con Gautier
la crtica teatral en La Presse y public interesantes traba-
jos; pero era un hombre tmido y solitario que desdeaba la
popularidad y las firmaba con pseudnimos distintos. Te-
na la inocente vanidad de que se le creyese un perezoso, y
en realidad trabajaba intensamente, sin darle importancia,
en un rincn de cualquier cafetn solitario en medio de
sus lecturas profundas y eruditas.
Dedic la mayor parte de sus horas a crearse una vida
fantstica y nicamente interior, que para l no tena una
absoluta realidad, como aquel Mr. Joyeuse de Daunet.
Cualquier detalle que vea al paso hera vivamente su ima-
ginacin; el resto de la novela se elaboraba rpidamente en
su laboratorio espiritual. Se enamor de una belleza mis-
teriosa, a la que no dijo nunca nada de su cario; pero un
da que la casualidad, la providencia de los poetas, le envi
un montn de oro, se fu a casa de un mueblista y compr
un amplio lecho Renacimiento con bellas esculturas, entre
las que se vea la salamandra de Francisco I. Pero no se ha-
ba ocupado de tomar un cuarto y la magnfica cama fu a
parar a casa de Gautier donde intilmente aguard a que
reposase en ella el cuerpo de la bella desconocida.
Tena la fiebre de la lectura. Lea acostado doce horas de
un tirn, y haba hallado un modo extravagante de alum-
brado; pona en equilibrio sobre su cabeza una gran palma-
toria de cobre, que iluminaba perfectamente las paginas;
pero a veces se dorma, y la palmatoria rodaba por la cama,
con grave peligro de incendio.
Acaso bebi un poco o se entreg al opio; lo cierto es

108
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

que sus extravagancias se hicieron muy frecuentes. Hubo


que llamar al mdico, cosa que indign mucho a Nerval,
que no comprenda la ingerencia de la ciencia. Total, por-
que un da se paseo por el Palais Royal llevando tras s
un cangrejo vivo, sujeto a un largo cordn de color azul.
Acaso deca un cangrejo es ms ridculo que un gato,
que una gacela, que un len o que cualquiera otro animal
de que pueda uno hacerse seguir? A m me gustan los can-
grejos, porque son pacficos, serios, saben los secretos del
mar, no ladran ni asustan a las gentes, como lo perros, que
tan antipticos le eran a Goethe, el cual, sin embargo, no
estaba loco.
Tenia la preocupacin del mundo invisible y de los mitos
cosmognicos, y cultiv los crculos misteriosos de Swen-
denborg y del clrigo Terrasson. En un viaje que hizo por
Oriente compr una esclava de piel dorada y de cabellos
rubios y el pecho pintado de soles. Iba a documentarse
para escribir un poema de la reina de Saba, de Salomn, y
se dirigi al Lbano. Fu husped de los jefes prusos y ma-
ronitas semejantes a los burgraves del siglo XIII.
Bien pronto olvid los motivos literarios de su viaje y
quiso penetrar la doctrina secreta de los drusos. Un da,
jinete en un caballo blanco, fu a visitar al cheih Saiv Es-
chezazy para pedirle la mano de su hija la attak Siti
Salema. Esta virgen drusa acept a Gerardo de Nerval, le
at un tulipn y plant un arbolillo que deba crecer con
sus amores. Pero el poeta, un da que iba a ver a su prome-
tida, divis un escarabajo, y tomndolo por mal augurio,
renunci a su pintoresco enlace.
Fu un espritu sediento de ideal, que buce en todas las
regiones, y si no hallo la satisfaccin de sus anhelos espiri-

109
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

tualistas, adquiri el convencimiento en los mitolgicos.


Una vez en el saln de Vctor Hugo charlaba con la misma
ligereza de Alah, de Jehov y de Budha, y alguien le inte-
rrumpi al ver que mezclaba irreverentemente los para-
sos y los infiernos de diferentes religiones:
Pero, Gerardo usted no tiene ninguna religin?
Nerval contest desdeoso:
Que yo no tengo una religin? Lo menos tengo diez y
siete. (Notas de Tefilo Gautier.)
Con todas estas noticias, conociendo su labor potica,
sus inquietudes filosficas y su frtil imaginacin, que
contrastaba con su vida de bohemio menesteroso, este
soneto epitafio tiene un gran inters de emocin:
SONETO EPITAFIO
A ratos vivi alegre igual que un gorrin
este poeta loco, amador e indolente,
y otras veces sombro cual Clitandro doliente
Cierto da una mano llam a su habitacin.
Era la Muerte! Entonces l suspiro: Seora,
dejadme urdir las rimas de mi ltimo soneto;
despus cerr los ojos acaso un poco inquieto
ante el helado enigma para aguardar su hora
Dicen que fu holgazn, errtil e ilusorio,
que dejaba secar la tinta en su escritorio.
Lo quiso saber todo y al fin nada ha sabido.
Y una noche de invierno, cansado de la vida,
dej escapar el alma de la carne podrida
y se fu preguntando: Para qu habr venido?

110
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Dijeron que se haba ahorcado en un punto de locura.


Pero este epitafio rimado demuestra lo contrario. Se
fu de la Vida en la cumbre de una de esas crisis morales
en las que acaso el hombre alcanza mayor lucidez. Quin
lo sabe

111
EL AMIGO CHAMORRO
Chamorro es bajito, gordifln y se toca con un sombre-
ro hongo de alas exiguas.
El hongo es el sombrero que viste ms ha dicho elo-
cuentemente el amigo Chamorro.
Usa unas gafas que se quita para leer y lleva un encende-
dor en el que ha puesto toda su vanidad. Chamorro es un
modesto covachuelista, acaso un poco grotesco, que entra
en el caf con el augusto continente de un portugus que
fuese emperador. La hiprbole de la hiprbole. Y es porque
Chamorro es un formidable tresillista.
Este noble juego de presbteros es el eje de su vida. Un
codillo es una efemride imborrable de su existencia.
Recuerdo que el 12 de agosto del 90 llevaba yo cinco de
estuche y
Yo os confieso que aborrezco a Chamorro, a su sombre-
ro hongo y a su encendedor. Acaso sean extravagancias de
hombre de letras.
El sombrero es el hombre. Los hongos de alas cortitas
son los preferidos de los hombres sin alas en el espritu, la
adaptacin a lo gregario, incapaces de permitirse un grito,
una extravagancia que perturbe la uniformidad del medio.
Es el sombrero que ms se lleva y por eso lo lleva Cha-

112
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

morro, que se pondra tan tranquilo una baca de barbero,


no con la bella locura de nuestro seor Don Quijote, sino
si ese fuese el gusto de los carneros humanos, que funden
su persona en el gris de la multitud que pasa por la calle. La
chistera de siete reflejos es menos antiptica pero es ms
petulante. Es el sombrero de los sepelios, de las tardes par-
lamentarias y de las comisiones de provincias que vienen
a ver al ministro. Es pueril y vanidoso; si los loros usasen
sombrero, la chistera sera el sombrero preferido de los lo-
ros. Es un lujoso artefacto que, en el Congreso, en los das
de moda de los teatros elegantes, cubre brillantemente la
oquedad mental. La suprema aristocracia de los sombreros
est en las grandes alas de los Rembrand. Dicen indepen-
dencia, ensueo, arbitrariedad, literatura.
Pero Chamorro es empleado y no poeta. No se mete en
aventuras de mujeres, ni de consonantes, y est satisfecho
con ser el mejor tresillista del caf donde va todas las tardes,
desde hace treinta aos. Adems tiene otra gran vanidad,
la de ser el parroquiano ms antiguo, y as lo hace constar
dignamente cuando se dirige en queja al mostrador, un
mueble que tiene una personalidad casi mitolgica, en es-
tos establecimientos.
Cuando llega el amigo Chamorro, el camarero le pone
una taza delante.
Mitad y mitad?
Mitad y mitad.
Leche en la copa?
Leche.
Enciende su puro y aguarda a que se forme la partida.
Despus, repite los profundos aforismos de todas las tar-

113
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

des: Vuelta de bastillo, ctala codillo y Seis de espada,


mala, rey de fuera, asistiendo a la primera o bien Este
gallo que no canta, algo tendr en la garganta.
Y en la trascendente tarea de fallar, pisar y arrastrar a
sus contertulios, se le va cayendo el pelo, su vientre se abul-
ta y no se entera de que los pasos de la Descarnada suenan
cada vez ms cerca de su personilla.
El amigo Chamorro es feliz. Basta para ser feliz con ser
el parroquiano ms antiguo de un caf? Sueos de arte, fie-
bres de amor, de gloria o de fortuna; el amigo Chamorro
se ha reducido a una partida de tresillo con premio al solo.
Compra peridicos para leer los sucesos y ver los san-
tos, como l dice. Ni suea, ni es voluptuoso, ni se es-
tremece con el cataclismo europeo. Su esposa, que es una
dama crepuscular, con el fuego de los crepsculos de los
trpicos, dice donosamente que vive entre cinco paredes.
Las cuatro de la habitacin y su marido.
Esta tortuga de Chamorro es dichosa, mientras los sa-
bios se secan el cerebro por descubrir maravillas de que l
gozar o luchando con las bacterias para que l se cure si
una enfermedad pone en riesgo su preciosa persona. Ar-
tistas, inventores, sabios, todos realizan su noble esfuerzo
para que Chamorro juegue al tresillo, sordo y ciego a toda
inquietud espiritual.
Vida con musgo, magn de cartn piedra, cortesano de
la costumbre, Chamorro es espaol y est en todas las co-
vachuelas y en todos los cafs de todas las provincias. Des-
pus, Chamorro estirar la pata y le enterrarn como quien
siembra una hortaliza. Y teosficamente, qu importan-
cia tiene el trnsito por el mundo del amigo Chamorro?

114
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Pero Chamorro es un hombre serio y honrado, y decen-


temente vestido, y quin mate a Chamorro ir a presidio,
como si hubiera eliminado a un hombre, en el valor esen-
cial de la palabra, corazn abierto al bien y a la armona,
cerebro sediento del infinito, del saber.
Las estrellas, con su inquietud religiosa; la ciencia y el
arte, y la mujer, con su entraa inefable y misteriosa, no
tienen palabras para nuestro amigo. La hembra, acaso, con
cierto mtodo
Tiene una amiguita, a la que suele visitar l ya la ha
advertido: Ya sabes que a mi me toca un sbado s y otro
no

115
LA DAMA DE AFICIONADOS
Era en la hora de mi adolescencia, cuando todo tena
un sentido indito y luminoso para mi corazn. De aquel
tiempo, recuerdo una figura femenina, toda blanca y dora-
da, como rodeada por un nimbo.
Esta mujer est beatificada en mi memoria y me parece
una virgen dorada e irreal de un libro de horas. Se llamaba
Ascensin, y su nombre me suena a campanas pascuales,
huele a las acacias de mayo, y lo veo ante mis ojos todo azul
como aquellas luminosas maanitas de mi adolescencia.
Algunas veces creo que es slo un espectro florido que
he visto en las galeras de mis buenos sueos. El alma tiene
unos mgicos espejos donde se ven tan lindas cosas! Cuan-
do la vida es demasiado inaguantable, cerramos los ojos y
nos ahondamos el espritu, en la encantada cisterna inte-
rior.
Pero mi amiga era hecha de realidad. Me asegura de que
no era una imagen de mi ntimo retablo, un detalle burles-
co, desagradablemente real. Mi amiga tena por padre a un
seor enorme, calvo, bizco, con cabeza grotesca de grgola.
Aquel hombre tan grande tena una vocecita atiplada y se
pasaba las horas haciendo escalas, por los corredores de su
casa. Adems, el hombre bizco, enorme y atiplado, tocaba

116
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

el contrabajo.
Este seor absurdo me odiaba, como un galpago debe
de odiar a un cndor. Yo era un gran viajero del espacio
azul y l tocaba su panzudo instrumento en la orquesta de
algn teatrillo.
Adems, yo le deca palabras un poco turbadoras a su
hija, con la inefable turbacin de un patio de azahares o de
un licor fuerte y embalsamado. Oh, aquel halcn solitario,
de la vieja y torcida callejuela de Rodas, en el antiguo barrio
de los Curtidores!
Ascensin acariciaba el sueo de ser una gran actriz: yo
creo que lo era. Organizbamos veladas teatrales, en el an-
gosto Saln Zorrilla, de la calle de la Reina, o en el Liceo
Rus. Y en los ensayos, conoc a la dama de aficionados.
Este tipo, creo que ya ha desaparecido, cobraba dos duros,
el da de la funcin, trabajando en los cinco o ms actos, y
con obligacin de asistir a todos los ensayos. Como veis, la
dama de aficionados no robaba su sueldo.
Sola pasar de los treinta aos; modesta en el vestir, con
dignidad de gran dama, y un gesto un poco triste, corres-
pondiendo a un ideal artstico, que haba fracasado obscu-
ramente en la vida diaria.
Por los referidos dos duros tena obligacin de ser Mar-
garita de Borgoa, Doa Aldonza Coronel o Doa
Ins de Ulloa, vestida con los polvorientos, manoseados
y desteidos trajes del sastre de aficionados. Y parlar de
amor, y sentirse abrazada por un honrado y brbaro pen
de albail que se daba un beneficio y que aullaba los
versos haciendo zapatetas y contorsiones, entre la chacota
del pintoresco senado.

117
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

La dama de aficionados ha llorado las brbaras bur-


las, en el menguado tabladillo, acompaada de unos oran-
gutanes irreverentes que se disfrazaban de Don Juan Te-
norio o de Don Pedro el Cruel, durante tres horas.
Los sueos escnicos se convertan en una manera dolo-
rosa de conquistar la comida del da siguiente. Esta es una
irona que se repite desoladoramente. Todos los artistas
extraen del dolor del arte unas moneditas de plata, que a
veces estn manchadas con la sangre propia.
Hace ya tantos aos de estos recuerdos! Ayer! Quince
nada ms! Pero tengo la sensacin de que fu en una vida
anterior.
Te acuerdas, Ascensin, cuando ensaybamos Don
lvaro o la fuerza del sino? Yo siempre fui muy torpe.
Tropezaba con todos los muebles, y al declamar mi primer
verso, que era
Angel consolador del alma ma!

me llev detrs un bastidor, enganchado en una espuela.


Obtuve un gran xito de risa!
T recitabas muy bien. Me suena tu voz, ms que en el
odo, en el misterioso escondrijo de los recuerdos inolvida-
bles.
En este momento de la noche, en que escribo pensando
en ti, siento cerca tu sombra galana, como en un desdobla-
miento taumatrgico. Pero t ests lejos, al otro lado del
mar, en una tierra de sol, donde, acaso, llega suavemente el
eco de mis versos.
Un da, queramos ir por el mismo camino de la vida,
pero, ya ves, nuestro camino no era el mismo

118
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Cuando nos separamos en la vieja calle madrilea, yo te-


na una gran melena, y era como Cyrano diciendo madri-
gales ante el balcn de Roxana. Mi cabello ha cometido la
ingratitud de abandonarme y he convertido mis versos en
un oficio para vivir.
Esto es la losa de los sueos, como ha dicho el brujo ar-
tista Jacinto.
No sientes tambin una vaga tristeza, al pensar en la
retorcida calle de Rodas, o cuando eras la Leonor en el
sonoro drama romntico?
Est amaneciendo y dejo de escribir. Me he puesto un
poco melanclico. Estas lneas tienen la tristeza de una ora-
cin fnebre, por un sueo de la juventud La vida cobra
muy caro el soar.
Oigo a un hijo mo, que me llama desde su cuna. Acaso
t tambin duermes a un nio en tu regazo maternal. Es
triste volver los ojos al pasado.
Ya ves, nos engaamos; nuestro camino no era el mis-
mo

119
MODOS DE VIVIR QUE NO DAN
PARA VIVIR
Fgaro nos habl ya de los humildes industriales que po-
dramos llamar los reyes del maraved. El hombre que
vende a nuestro amigo de la niez, al grave don Nicanor,
tocando el tambor, estirado y huero como un jerifalte de
nuestra poltiquilla; la chufera, la que vende majuelas y to-
rraos; la castaera. dentro de su invernizo palacio de cuatro
tablas, lanzando su pregn con una voz aosa y ronca que
parece que rasga la niebla de las noches glaciales.
No os interesan estas vidas humildes? Todos recorda-
mos a la viejecita que tena su tinglado en la esquina de
nuestra calle, cuando ramos nios. Parece que es siempre
la misma viejecita, con sus manos de sarmiento, su perfil
garduo y sus arrugas, que son el arado de los aos.
Estas viejecitas ganan, a lo sumo, dos reales al da.
Y, sin embargo, el oficio persiste. Ya se conoca en los
tiempos mozos de Espronceda. Cuentan que los terribles
conspiradores de la pea de los Numantinos hacan gran
consumo de castaas asadas que servan, generalmente,
ms que para regalo del paladar, para apedrear la carroza
de aquel aristcrata, tirano de libertades, a quien tanto
aborreca el poeta:

120
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Es hombre vil, de corazn de cieno,


a quien llaman el conde de Toreno.

Las castaas han sido, pues, un elemento revolucionario


en la poca romntica espaola.
La castaera, viga en su garita de tablas rodas por tan-
tas lluvias, vi pasar a los galanes de trueno, que iban de
conquista o de camorra, o a conspirar en los rincones de
la botillera de Pombo. Y acaso tambin, desde la esquina
de la Torrecilla y Santa Isabel, vi al poeta llorar toda una
noche junto a una reja donde ardan las hachas mortuorias,
a cuyo amarillento fulgor yaca el esquife negro del postrer
viaje, aquella sin par Teresa, cuya esplndida hermosura en-
terraron de limosna al siguiente da.
Otra de estas viejecitas, desde su miradero, vea pasar a
un caballero que se entraba en el nmero 3 de la calle de
Santa Clara. Era un petimetre muy pulido, con su frac azul,
su gran chistera y su colan de color de barquillo. Y tal vez
vi el resplandor de un pistoletazo con que se arranc un
tenaz pensamiento de amor aquel tempestuoso paladn del
romanticismo, gloria de las letras, que se llamaba Mariano
Jos de Larra.
Estas viejecitas son iguales. Dijrase que es la misma vie-
jecita que mira pasar la vida, y los hombres, y las cosas. Es
un ser un poco misterioso, tal vez una jina, ese personaje
extraordinario de que nos habla el mago Roso de Luna.
Ella nos podra contar la historia callejera del siglo XIX.
Ha visto las barricadas y las ejecuciones. La viejecita de la
plaza de la Cebada nos podra contar cmo muri aquel D.
Rafael de Riego por un ideal de liberalismo que an sigue
pareciendo cosa nefanda, despus de ciento cinco aos.

121
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Ella vi la noche de San Daniel, como ha visto la ltima


huelga sangrienta.
Nos podra contar cmo arrastraron al polica estanque-
ro de Antn Martn las turbas, irritadas por su arbitraria
crueldad. Ella lo sabe todo; porque no es verdad que pa-
rece la misma vieja, espectadora misteriosa de la vida desde
su tabanque? Porque yo no creo en la realidad de su pe-
quea industria, ni que haya gente que ingiera esos rombos
de madera. El castao secular es slo un elemento literario
para los estilistas gallegos.

122
EL CASO ALUCINANTE DE
FELIPE TRIGO
Ya he dicho en varios artculos la gran consideracin
intelectual que me merece Roso de Luna. Por eso me sor-
prende y me desconcierta su opinin acerca de la vida y la
obra de Felipe Trigo.
Hace algunas tardes, en el Ateneo, se habl del gran no-
velista de La sed de amar. Entonces Roso nos comunic su
alucinante teora. Estas fueron sus palabras, casi al pie de
la letra:
Ustedes creen que Trigo ha muerto el ao pasado, de
un pistoletazo en la sien. Ese es un error; Trigo se haba
muerto veinte aos antes en Filipinas.
Gran sensacin. Todos los atenestas formaron corro
junto al mago rojo de los ojos de porcelana, que continu
con su verbo meridional y su gran efusin acaso demasia-
da efusin para ser completamente sincera. (Es una pre-
ocupacin pueril, pero me inquietan los hombres de una
cordialidad explosiva.)
S, seores; a Trigo le mataron los tagalos. Entonces
los elementales le resucitaron para que escribiera su
obra. Fu una vitalizacin monstruosa que produjo Las in-
genuas, La sed de amar y sus restantes novelas de la lujuria.

123
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Trigo fu estos aos como un cadver galvanizado por las


larvas del astral, como un mdium que daba forma mate-
rial a los engendros de lo misterioso. Y no crean ustedes
que este es el nico caso Cuando los elementales de
la sensualidad acabaron su labor, le transmitieron la idea
obsesionante del suicidio
Todos nos quedamos silenciosos. Si no fuese Roso de
Luna el defensor de tan inslita teora, acaso hubiramos
sentido la melancola que nos invade en las galeras de los
manicomios ante los apstoles malogrados, los genios per-
seguidos o los inventores de cosas absurdas.
Roso es un sabio y los sabios no cultivan el humorismo.
Hablaba en serio y se apoyaba en el testimonio de la maes-
tra Blawasky, que cita casos anlogos.
Desde que me he internado en la galera laberntica de
los conocimientos ocultos, este es el caso ms inslito, ms
alucinante, ms desconcertador, que he odo o ledo. He
llegado a familiarizarme con la posible aparicin de los
espectros el caso de Katy King, relatado por Williams
Crookes, que un piano suene solo, que aparezcan flores
en el aire, que suenen voces de ultratumba en la cmara
obscura. Acaso pienso, qu sabemos de la pesadilla
de la eterna tiniebla, como la llamaba Poe?
Yo fui muy amigo de Trigo, le estim como hombre y le
admir como escritor. Y me estremece pensar que he teni-
do tanta amistad con un cadver galvanizado por los mons-
truos de las inquietudes sensuales. Convendris conmigo
en que es una inquietud legtima ante un caso tan tenebro-
samente pintoresco.
De todos modos aun aceptando la teora de Roso re-
conozcamos que estos elementales tenan mucho talen-

124
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

to y conocan muy bien el alma y la sensibilidad amorosa


de las damas.
El ltimo da que vi a Trigo hablamos de la muerte. Re-
bati mis preocupaciones espiritualistas y me dijo, con rara
seguridad, que ahora comienza a inquietarme:
No pienses en eso. Yo conozco bien el misterio. Un da
yo te dir cul es la verdad del despus
Yo no le volv a ver hasta la tarde otoal en que unos
cuantos amigos muy pocos seguimos la camilla en que
iba su cadver, carretera adelante, hasta la cmara fnebre
del Depsito judicial. Por ltima vez vimos su perfil afilado
y su sien hundida, donde haba un puntito de sangre negra.
Al da siguiente le enterraron en el rstico cementerio, ante
varios compaeros de letras, hondamente doloridos. Un
clrigo rezongaba sus latines litrgicos con un zumbido de
colmena; el aclito, con voz gangosa, le responda, y mu-
chas lindas y frescas muchachas del pueblecillo rodeaban el
atad del novelista del amor.
Trigo se fu sin revelarme la verdad del despus Es que,
acaso, los muertos no la sabrn tampoco? Tendr que resig-
narme y esperar a que llegue el momento de ir a enterarme
personalmente, cosa que deseo que se retrase mientras me
parezcan lindas las mujeres y sienta un poco de lumbre en
el corazn y el cerebro.
De todos modos, como yo no estoy en el secreto, no me
encuentro del todo incrdulo ante las palabras de Roso de
Luna. Creo que no se puede negar rotundamente nada
por si acaso. Lo interesante sera que nuestro cultsimo e
inquietador amigo lo explicase pblicamente, con la diafa-
nidad que estas especulaciones ocultistas lo permitan. Los
elementales son criaturas incomprensibles, absurdas,

125
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

cuya realidad fludica no me cabe completamente en la


cabeza. Roso cree firmemente en estos hijos nuestros, de
nuestras pasiones, de nuestros torcidos pensamientos, que
no nos son visibles por la tosquedad de nuestros sentidos.
Recientemente un loco hiri a su esposa porque cuatro
hombres pequeitos le hacan la corte con ademanes y pa-
labras obscenas. El los vea a diario declar tranquilamen-
te el loco. Y seguramente los vea. Este pobre orate no ha
ledo, sin duda, ningn libro teosfico, y l ha visto cuatro
elementales que le han arrastrado al crimen. Y los des-
criba, detalladamente, como cualquier mdium enterado
de la existencia de tan desconcertantes personajes de lo in-
visible.
Duendes, slfides, larvas, vampiros Estar nuestra
pobre alma ciega e incluso nuestra carne sensual, eterna-
mente triste, a merced de estos monstruosos piratas del
plano superpicio? Esto no es ni tico ni consolador. A lo
largo de estas galeras encantadas de lo misterioso, parece
que asoma a veces la lvida cartula de la Locura. Pero si los
elementales existen y los locos les ven, no es esa una
superioridad sobre nuestra menguada y ramplona cordura?

126
EL ORCULO DE LA CABEZA
SANGRIENTA
En el libro del cabalista Bodn, judo de corazn y catli-
co de conveniencia, encontramos una ancdota truculenta,
muy edificante y propia para este glosario de ancdotas de
reyes, y documento interesante para la historia de la locura
de la Humanidad.
En nuestras rebuscas por los viejos cronicones que refie-
ren todos los delirios del fanatismo y de la crueldad de los
ltimos siglos inquisitoriales, hemos hallado, al azar, unos
cuantos episodios del libro de Bodn Nemonomana de los
brujos, donde maquiavlicamente denuncia todos los abu-
sos y las iniquidades de los catlicos de su tiempo.
Nos cuenta que en los ltimos das de Carlos IX de Fran-
cia, la reina madre, Catalina de Mdicis, acudi a los magos
negros en busca de una medicina diablesca para alargar la
vida dcl rey, que se acababa, con espantoso sufrimiento de
un raro mal, desconocido de los mdicos de cmara.
Entre los tenebrosos amigos de la reina figuraba un frai-
le apstata, muy docto en las prcticas del sortilegio, que
la convenci de que deba invocar el orculo de la cabeza
sangrienta, la ms hedionda y criminal de todas las hechi-
ceras satnicas.

127
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Llevaron al palacio a un nio menor de diez aos, y el


padre limosnero palatino lo prepar para la primera comu-
nin. A las doce de la noche, en la misma alcoba del mori-
bundo, el fraile apstata celebr el sacrificio de la misa del
Diablo, a la que nicamente asistieron Catalina de Mdi-
cis, el padre limosnero y el nio, todo vestido de blanco. En
un rincn de la extraa capilla aguardaba rdenes el verdu-
go de Pars.
En esta misa, celebrada ante una imagen del Macho Ca-
bro, con una cruz invertida a sus pies, se consagraban dos
hostias una blanca y otra negra. Con la blanca comulg el
inocente, escogido por su belleza y su candor para que re-
presentase la alegora de lo ms puro y anglico en el abo-
minable sacrificio. A una seal del fraile brujo, el verdugo
lo degoll sobre las gradas del altar, y Catalina de Mdicis
recogi la sangre caliente en una copa de cristal, con pie-
dras preciosas. El rey bebi devotamente aquel licor huma-
no. La cabeza, separada del cuerpo, fue colocada sobre la
hostia negra y trasladada a una mesa revestida de terciope-
lo negro. Junto a la cabeza sangrienta se encendieron unas
lmparas de leos aromticos.
El exorcismo comenz. El monarca conjuro al Gran Ma-
cho a que pronunciase su orculo por los labios del nio
sacrificado sobre una pregunta secreta que el rey mascullo
con voz muy queda. Dice Budn que entonces se oy una
voz dbil, extraa y sobrehumana, que flua de la muerta
boca del inocente:
Vim patios.
Despus de la respuesta que anunciaba al moribundo
que el Infierno no le protega, sigui una terrible fiebre, en
la que exhalaba alaridos de una angustia indefinible.

128
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Llevaos esa cabeza! Llevaos esa cabeza!


Pocas horas ms tarde muri tras de una espantosa ago-
na.
El mismo Bodn, cabalista israelita, refiere el proceso
contra Gilles de Laval, seor de Raiz, que pas del catoli-
cismo asctico a las abominaciones de la magia negra.
Este enfermo de locura mstica y demoniaca a la par de-
clar en su proceso que se le haba aparecido el Diablo re-
petidas veces, en virtud de ciertas prcticas que l realizaba.
De la informacin judicial result que ms de un centenar
de nios haban sido vctimas de sus monstruosas concu-
piscencias. Estas eran las practicas por las que consegua las
apariciones demoniacas.
Lujurias inconcebibles, crueldades, fanatismos, asesina-
tos o prcticas diablescas forman un ndice macabro de la
demencia religiosa. Unas veces, en nombre de Cristo, al-
zbanse los braseros del negro Tribunal de la Fe; otras, en
nombre de Satans, se erguan los altares de la misa negra.
La sangre humana era siempre el licor con que se embriaga-
ban los locos de Dios y los locos del Diablo.
Se respira a pleno pulmn cuando pensamos que estas
pocas tenebrosas estn muy distantes. Sin embargo, re-
cientes estn el proceso de Enriqueta Mart, la degolladora
de nios, de Barcelona, y el del crimen de Gdor, en que
fu asesinado un nio para que bebiese su sangre caliente
un tuberculoso.
Como vemos, estos rsticos contemporneos han te-
nido el honor de coincidir en la Historia con Catalina de
Mdicis y su augusto hijo.

129
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

De qu cavernas del alma, de qu clulas de trgica he-


rencia surgirn estas larvas de abominacin?

130
LA VERDAD DE LAS LEYENDAS
Todas las consejas tienen un fondo de realidad; las su-
persticiones son verdades cuyo exacto sentido ha mixtifica-
do el vulgo. Cuando los hechos se repiten con diferencia de
tiempo y de lugar, por muy inverosmiles que parezcan, sin
duda tienen un principio comn verdadero.
Releyendo un libro de leyendas del viejo Madrid, me he
encontrado con la tradicin del convento de Santa Isabel.
Recuerda un poco La noche de nimas, del gran poeta Gus-
tavo Adolfo Bcquer, espritu tan ntimamente relaciona-
do con lo suprasensible, acaso inconscientemente.
Dice la misteriosa tradicin que en el siglo XVI viva en
la calle del Prncipe una rica y bella dama, nombrada doa
Prudencia Grilo, a la que cortejaban los ms pulidos gala-
nes de la Corte. Ella prefera a cierto mozo, sin ms fortuna
que su gentileza personal y el buen temple de su espada.
Acaso por oposicin familiar o por coquetera de doa
Prudencia, aquel noviazgo tardaba en trocarse en casorio,
y, desesperado el galn, se alist como voluntario en la In-
vencible, ganoso de jugarse la vida en la conquista del oro
que era preciso para que su novia no echase de menos el
bienestar de la casa paterna. A la hora de partir le pregunt
la dama por qu medios tendra noticias suyas.

131
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Por estas cortinas de damasco respondi enigmtica-


mente el mozo. Y si muero, adems de ellas, mover las
gavetas de este escritorio, siendo a seal ltima descorrer
las muselinas de vuestro lecho
La nia acogi estas palabras como un donaire acaso un
poco estrafalario, y muy pronto se olvid de su enamorado,
entre los galanteos, las fiestas y el fausto de su elevada posi-
cin en la Corte.
Pas tiempo sin que recibiera ninguna noticia Una
noche, cuando acababa de acostarse, antes de dormir
profundamente, pero sin estar ya despierta, en esos
misteriosos espacios que separan
la vigilia del sueo,

le pareci que se movan los tapices de la cmara. Salt


del lecho, con gran susto, y sus ojos se fijaron al azar en su
escritorio, cuyas gavetas se movan pausadamente
Sbitamente record las extraas palabras del galn que
se fu a la guerra. Helada de espanto, corri a refugiarse en
su lecho, y al llegar junto a l vi que las cortinillas de mu-
selina se descorran solas.
La recogieron exnime por la maana, y estuvo mu-
chas horas con fiebre, que pusieron su vida en peligro. En
aquellos das se supo la perdida de la flota y se hizo pbli-
ca la muerte del amante de la dama frvola quien, en aquel
mismo punto hizo voluntad de abandonar el mundo, fun-
dando poco despus, en 1589, el convento de Santa Isabel,
donde muri siendo abadesa.
Este es el sucinto relato de esta tradicin madrilea, be-
lla y escalofriante. A travs de tantos lustros ha llegado cla-

132
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

ramente hasta nosotros. En los das en los que acaeci se


consider el hecho como un milagro; ahora se piensa que
slo puede ser un fenmeno de magnetismo maravilloso,
una proyeccin de la doble personalidad que en el momen-
to de morir acude a cumplir la promesa que haba hecho a
la mujer que quera por la que fu a la guerra la que llenaba
plenamente su pensamiento.
Desprovistos de la emocionante poesa que dan a esta
tradicin los siglos pasados, lo pattico del episodio y las
piedras grises evocador del convento, que an existe, en el
libro de Gabriel Delanne Las vidas sucesivas, y en Los fan-
tasmas de los vivos, de Durville, encontramos muchos casos
parecidos que no tienen fcil explicacin, no aceptando la
existencia del otro yo, el desdoblamiento de la personali-
dad, la influencia a distancia del pensamiento, sobre todo
en el instante supremo de la muerte. Estos casos observa-
dos por Delanne y por Durville seran motivo suficiente
para edificar otras leyendas y tradiciones completamente
milagrosas en apariencia.
As, pues, el espritu de las consejas populares es verda-
dero; el hecho acaeci, por muy extrao que parezca; las
causas tienen ahora distinta interpretacin.
El doctor Britten, en su libro Man and his relations,
cuenta el caso siguiente (traduccin de Vctor Melcior Fa-
rr):
Un caballero llamado Wilson, habitante en Toronto
(Estados Unidos), se durmi y so que se encontraba en
Hamilton, poblacin situada a cuarenta millas inglesas al
Oeste de Toronto, y que iba a llamar a la puerta de una ami-
ga suya, la seora D. Una criada sali a abrirle y le participo
que la seora haba salido; a pesar de ello entr, bebi un

133
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

vaso de agua y se fu, no sin encargar antes a la criada que


cumplimentase a la seora. Al despertar el Sr. Wilson se
apercibi de que haba dormido cuarenta minutos. Algu-
nos das ms tarde, una seora llamada G., y que habitaba
en Toronto, recibi una carta de la seora D., de Hamilton,
en la que le deca que el Sr. Wilson haba estado en su casa,
haba bebido un vaso de agua y que se haba marchado sin
volver de nuevo, lo cual le haba extraado. El Sr. Wilson
afirmaba no haber estado en Hamilton; pero pensando en
su sueo, rog a la seora G. que escribiera a la seora D.
suplicndole que nada dijera a los criados del incidente
ocurrido, a fin de comprobar si le reconoceran. Dirigise
a Hamilton en unin de algunos amigos y se present con
ellos en casa de la seora D. Dos criadas reconocieron al Sr.
Wilson como la persona que bebi el vaso de agua y dej
recuerdos para la duea de la casa.
Gabriel Delanne, aade: Este ejemplo demuestra un
viaje cumplido por el alma durante el sueo, con recuerdo,
al despertar, de los acontecimientos ocurridos durante este
desprendimiento. Como se ve, el doble es tan material que
puede llamar a una puerta, beber un vaso de agua, ser visto
y luego reconocido por testigos. Es claro que aqu no se tra-
ta de telepata, sino que es una completa bicorporeidad y la
aparicin que anda, habla y bebe, no puede ser una imagen
mental, sino que es una verdadera materializacin del alma
o del doble, de un vivo.
La literatura romntica nos habla de los fantasmas de los
moribundos; el doctor Britten afirma la existencia del fan-
tasma de los vivos. La clave est en el agente universal corno
llamaron los magos a la eterna y misteriosa corriente de la
vida. Lo que fu milagro, patraa o alucinacin en el siglo

134
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

XVI se convierte en fenmeno de psicologa trascendental.


Los sucesos se repiten tenaz y profusamente en la Historia
y cada poca los denomina con nombres distintos.
En los siglos de la fe fueron milagros los que son casos
de estudio en nuestro siglo racionalista. No hay un solo
fenmeno sobrenatural que haya servido de base para las
tradiciones ms o menos remotas, que no sea explicable na-
turalmente. Ahora que no es precisamente el vulgo, ram-
plonamente positivista, quien puede explicarlos.
Nosotros, los poetas, debemos creer todos los prodigios,
porque por don celeste poseemos la lmpara misteriosa de
la intuicin. Nuestra fe no es ciega; la divina doncella teo-
logal tiene los ojos abiertos a la verdadera luz.
Y aparte de todas las digresiones de esttica o de misti-
cismo entre la tradicin del convento de Santa Isabel y el
caso apuntado por el doctor Britten, con cuatro siglos de
distancia, encontramos una semejanza completa. Y dedu-
cimos sencillamente que lo milagroso, lo inverosmil, pue-
de ser completamente real.

135
LA SOMBRA DE TRIGO
Fu en un crdeno crepsculo septembrino. Delante iba
una camilla de hule negro; un grupo pequeo de amigos,
detrs de la camilla. La carretera polvorienta, montona,
finalizaba en un pequeo cementerio aldeano, y cerca ha-
ba una casuca blanca, donde colocaron el fardo fnebre.
Era el depsito de cadveres. Momentos despus vimos el
cuerpo de Felipe Trigo, sobre una mesa viscosa, hrrida,
donde antes se acostaron otros desventurados que se esca-
paron de la vida, por modo violento. Un atad estaba pre-
parado de pie, en un ngulo de la pieza. Un solo hachn
doraba con su llama temblorosa la frente del cadver. En la
pared se agigantaba la sombra de su perfil ganchudo como
el pico de un pjaro de alucinacin.
De uno en uno pasamos junto al amigo, ya eternamente
inmvil y silencioso. Por la angostura de la cmara, trope-
zbamos al pasar con el fretro destapado, y con un estre-
mecimiento indecible nos sentamos en un instante casi
dentro de la negra caja. Haba un silencio hondo, interro-
gante. Todos mirando el rostro lvido pareca que pregun-
tbamos: Porqu te habrs matado?
En la sien derecha tena una manchita de sangre negruz-
ca. Un suicida nos produce una honda convulsin fisio-
lgica. Es el tenor de los tomos y el estremecimiento de

136
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

la conciencia; el absurdo monstruoso del hombre que se


destruye; una admiracin medrosa por la energa brba-
ramente extrahumana del ser que quiere anularse y que lo
realiza. Vemos ante nuestros ojos la negacin de nuestras
ansias sensuales de vida y de nuestros divinos ensueos de
inmortalidad.
Al da siguiente enterraron al gran forjador de novelas
amorosas. Por las callejuelas del pueblo desfil el cortejo.
Un clrigo cantaba con voz de tiple las fnebres salmodias,
y el aclito le responda con una terrible voz de bajo. Mu-
chas mujeres pueblerinas, con las mantillas echadas sobre
sus rostros morenos, rodeaban el fretro del noble creador
de almas femeninas. Sobre el luto de los trajes resaltaba el
oro litrgico de la casulla y la blancura rizada de las sobre-
pellices. El hachn amarillo goteaba sobre el libro de los re-
zos, y la llamita se retorca como un reptil de oro. Despus
los terrones que caen con un golpe seco. Una azada, otra
azada: hasta que no se ve el atad
***
Hace dos aos que se fu el novelista Felipe Trigo.
Baudelain se lamentaba de que el derecho de irse de la vida
no figurase entre los derechos del hombre. El da antes
haba estado en casa de su editor, donde dej entrever su
determinacin tremenda. Se dijo que se haba matado en
un momento de locura. Dos das antes habl con l y le
hall lleno de energa y de optimismo, proyectando su re-
vista Vida, que no lleg a publicarse. No creo que estuviese
loco; la carta que se hall en sus ropas era una sensata y
emocionante despedida.
Un da, un mes antes del suicidio, hablbamos de la pro-

137
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

bable vida espiritual, despus de la muerte fsica.


Yo s cul es el devenir del ser, la maravillosa mutacin
de las formas en el crisol universal. Ven una tarde entera
para hablar de lo que es nuestra preocupacin trascenden-
te.
Trigo tena una enorme cultura filosfica; seguramen-
te me hubiera dicho teoras profundas e interesantes. l se
apresur a penetrar en el misterio antes de darme la prome-
tida explicacin; ahora que ya lo sabe verdaderamente, su
boca no hablar porque est llena de tierra, en el rincn del
cementerio pueblerino.
La filosofa espiritualista dice que los suicidas sufren
horriblemente hasta que llega la hora en que su vida de-
ba extinguirse. Es un perodo a veces de varios aos, en el
que se eterniza el horror del instante en que dispararon su
pistola. Creen que siguen viviendo, y slo cuando expira el
plazo de su vida terrena marcado en el llano de las causas,
ese monstruoso dolor inconcebible. Leyendo esta tremen-
da expiacin en el Manual teosfico de Annie Bessant, he
pensado en la pobre sombra martirizada de Felipe Trigo
sintiendo en la sien la frialdad del canon, viendo que la vida
no acaba entre las cuatro tablas negras que la tierra devora.
Era con lo que l crea aquella tarde que hablamos del
misterio espiritual? No, seguramente no era eso. El quiso
descansar y se abri el crneo para que volase el pjaro vi-
sionario del pensamiento. Esta peregrinacin de su pobre
sombra supliciada, asistiendo siempre, sin una posibi-
lidad de huida al vivir que dej por propia voluntad, es un
martirio superior a la fantasa de los artistas del espanto.
Trigo era mdico y filsofo, y sobre todo un gran poeta
de almas de mujer. Dolironse de su fin unos pocos amigos.

138
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Mucho ilustres gramticos mordieron su memoria. Oh,


qu terrible sintaxis posea el difunto! No pudieron ana-
lizar la magnitud de su gran sueo de amor humano, de su
divino amor carnal y mustio, encarnado en un tipo de mu-
jer nicamente vivo en su cerebro de artista de seleccin,
perseguido a travs de la vida y de todas sus novelas, un
poco incomprendidas, a pesar de sus enormes xitos edito-
riales ramplonamente gramticos. Y tampoco podran me-
dir la hondura del dolor incgnito que puso el arma trgica
en su mano.
Hace dos aos que se fue. Era uno de los pocos escri-
tores emocionantes e interesantes. Y, adems, un hombre,
nada menos que todo un hombre, como dira don Mi-
guel de Unamuno. Yo quiero recordarle devotamente y s
que su sombra me lo agradecer, su trgica sombra, dando
cabriolas siniestras e inverosmiles, con el dolor del pistole-
tazo en la sien, en esas zonas astrales, pobladas de larvas, de
vampiros, de espectros asesinos, de lujuriosos, de avaricio-
sos, de todos los monstruos de los pecados y de las pasio-
nes. Ser verdad que nunca tendremos una hora de paz en
el infinito del tiempo?

139
PREGUNTAS ALUCINANTES
Hablad a la mayor parte de la gente de las inquietudes
espirituales ante el enigma escalofriante de la muerte, y os
llamarn loco en vuestras barbas. Se suele tener una in-
consciencia de bestia interior, y eso es, en medio de todo,
una felicidad. Ni el gato, ni el asno, ni muchos seores de
nuestro vulgo intelectual, piensan en eso. Yo, por morbo-
sismo tal vez, tengo la obsesin de ese momento en que
me encierren en una caja y caiga la tierra sobre m con un
rumor trgico y montono.
Por ese horror a que me hundan en el polvo, por rebel-
da de mi esencia, soadora de eternidades, me he asoma-
do a las ventanas del misterio. No soy espiritista, pero en
el mundo suprasensible hay atisbos alucinantes. Hombres
de preclaro entendimiento, de reputacin cientfica como
Flammarin, Lombroso, Denis Willians, Crookes, afirman
que existe una vida espiritual despus de la disgregacin de
las molculas vitales.
Hay una vasta literatura que nos habla de mesas parlan-
tes, de sonmbulos que ven a distancia, de desdoblamien-
tos de la humana personalidad, de aportes, de materializa-
ciones.
Esos escritores, que han escrito volmenes llenos de cul-

140
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

tura y de serenidad, por qu han de ser unos embaucado-


res? Por qu hemos de negar que haya algo ms all de
nuestra sensibilidad orgnica?
Existen criaturas que tienen una hiperestesia sensorial
que les permite ver y sentir el mundo de las formas flu-
dicas. Son los mediums seres patolgicos, al decir vulgar,
pero que a veces dicen cosas desconcertantes. No pueden
ser sensibilidades superiores a nuestra tosquedad?
Yo no he presenciado experimentos que me hayan con-
vencido plenamente; pero me han pasado cosas muy extra-
as, que no tienen una explicacin corriente y fcil.
He visto cmo las mesas se mueven y se elevan a regu-
lar altura del suelo, y dictan, por medio de un abecedario,
palabras y prrafos perfectamente claros y categricos. Un
sujeto automagnetizado me ha revelado, la primera vez que
le vi, intimidades de mi vida, que nadie ms que yo saba. Y
he presenciado un aporte.
Las cuatro personas que estbamos en la habitacin aca-
bbamos de llegar de la calle, despus de una ausencia de
todo el da. Era en las primeras horas de la madrugada.
La mdium, con esa escritura vertiginosa y febril de los
sujetos hipnticos, escribi que obtendramos un aporte.
Apagamos la luz. Sin embargo, por el balcn abierto en-
traba la vaga claridad de la calle, y permita ver si alguno se
mova de su sitio y cometa un fraude. Ninguno se movi.
Al cabo de diez minutos aspiramos una fragancia de nar-
dos. Son en seguida un chasquido, bien claro, hacia un
rincn de la habitacin, donde haba un filtro de loza lejos
de todos los circunstantes, que permanecamos en nuestras
silla, espindonos unos a otros.

141
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

Encendimos la luz y no vimos nada. La mdium tom


el lpiz, y con los ojos cerrados escribi: Son flores y muy
lindas. Estn en el filtro.
En efecto; en el filtro, vaco momentos antes, haba una
gran cantidad de nardos y un ramo de rosas de te, catorce
rosas, como un florido soneto, de los parques del astral.
Yo lo vi y s que nadie pudo ponerlas all de antemano.
Vosotros tal vez no quedis convencidos, y pensis en el
fraude. Yo, que lo presenci serenamente, s que las flores
no estaban all, que nadie las puso en mi presencia. Los es-
piritistas ven en esto un fenmeno corriente de aporte. Yo
slo refiero el hecho y confieso una preocupacin.
Hay espritus que obsequian a sus amigos con flores,
como testimonio de su poder y de su existencia, despus de
la tumba?
Por qu energa se mueven las mesas parlantes y qu in-
teligencia se manifiesta las experiencias tiptolgicas? Exis-
te esa doble personalidad fludica que viaja a distancia de
su propia materia adormecida?
Estos enigmas me interesan profundamente. Presumo
que late junto a mi algo sobrenatural, o ms bien algo na-
tural desconocido. Galds hace intervenir a lo maravilloso,
en sus ltimas obras, desde la aparicin de la madre de Elec-
tra. Qu significado trascendente tiene esa aparicin en la
dramtica de un autor no catlico y racionalista? Como
efecto teatral es demasiado pueril y viejo. Es, acaso que el
insigne don Benito cree en la posible comunicacin entre
vivos y muertos? No hay una voz en el fondo de vuestra
conciencia que os dice que seria demasiado absurdo y de-
masiado cruel nacer para vivir en este laberinto de tinieblas
y pudrirse despus la pobre carne sensual y triste, y extin-

142
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

guirse esa lucecita divina del conocimiento?


Sera inarmnico, horroroso, sin sentido.
La vida terrestre es demasiado amarga, demasiado est-
pida. Consolmonos soando que ese dolor del trnsito es
una purificacin espiritual, y que la sed de saber de nuestra
alma conocer algn da el sentido esotrico del vivir.
Si no, sera horrible, horrible

143
NDICE
LO QUE VIO LA REINA DE FRANCIA.4
LAS VISIONES DE AMICHATIS....11
EL ESPECTRO DE LA ROSA15
EL VIEJO PASTOR EVANGLICO20
EDGARD POE, OCULTISTA24
PAPUSS NO HA MUERTO.29
BRUJERAS32
EL CHATO DE EL ESCORIAL36
EL KISER Y LAS BRUJAS40
LA SENDA DEL SANTUARIO.43
EL LIMPIO HONOR DE FLORESTN47
EMBRUJAMIENTO.54
ROSO DE LUNA EL INQUIETANTE.60
SE VIVE MS DE UNA VEZ?64
EL HOSPICIO69
PAPUSS, EL FAKIR73
EST ESCRITO EL FUTURO?78
DEL DIARIO DE UN DIFUNTO83
LAS INCURABLES87
SOL DE DOMINGO.90
UN DOCTOR EN CIENCIA OCULTA94
LA ELEGA DEL CANARIO98
UNA RARA ANCDOTA DE HUGO101
UN SONETO INDITO DE GERARDO DE NERVAL106
EL AMIGO CHAMORRO.111
LA DAMA DE AFICIONADOS.115
MODOS DE VIVIR QUE NO DAN PARA VIVIR.119

144
Emilio Carrre Almas Brujas y Espectros Grotescos

EL CASO ALUCINANTE DE FELIPE TRIGO122


EL ORCULO DE LA CABEZA SANGRIENTA126
LA VERDAD DE LAS LEYENDAS130
LA SOMBRA DE TRIGO135
PREGUNTAS ALUCINANTES..139

145

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