Libro Trabajo y violenciaMRS PDF
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Trabajo y Violencia.
Perspectivas de
Gnero
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Trabajo y Violencia.
Perspectivas de
Gnero
Mara J. RodrguezShadow
Beatriz Barba Ahuatzin
Editoras
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Consejo Editorial
Ana Esther Koldorf, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Aurelia Martin, Universidad de
Granada, Espaa. Concepcin Aorve-Tschirgi, American University in Cairo, Egipto. Lilia Granillo
Vsquez, UAMA, Mxico. Eli Bartra, Universidad Autnoma Metropolitana-Xochimilco, Mxico. Lilia
Campos Rodrguez, Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, Mxico. Karina Crouchet,
University of Bradford, Inglaterra. Lourdes Prados, Universidad Autnoma de Madrid, Espaa.
Roselis Batista, l'Universit de Reims Champagne Ardenne, Francia. Margarita Snchez
Romero, Universidad de Granada, Espaa. Sara Beatriz Guardia, USMP, Per.
Los ensayos que conforman este libro fueron sometidos a un proceso de dictamen bajo la modalidad de
doble ciego realizado por pares expertos en la materia.
ISBN 978-607-00-8765-3
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CONTENIDO
PARTE I
LA TEORA Y LA PRAXIS
13
25
47
MUJERES DE SEDA
Beatriz Barba Ahuatzin
69
83
PARTE II
109
7
121
133
149
167
183
PARTE III
207
221
241
8
LAS MUJERES HOMICIDAS VISTAS DESDE LA CRIMINOLOGA
Iris Roco Santilln Ramrez
257
9
10
PARTE I
LA TEORA Y LA PAXIS
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ASPECTOS TERICOS Y CONCEPTUALES DEL TRABAJO Y
LA VIOLENCIA
Mara J. Rodrguez-Shadow y Beatriz Barba Ahuatzin
En tiempos recientes ha habido un gran inters por los estudios vinculados al trabajo
que llevan a cabo las mujeres, tanto al que desarrollan en sus hogares para sus
familias, como el asalariado que desempean en las maquiladoras, como el que
llevan a cabo ejerciendo lo que Lamas denomina comercio sexual. Asimismo,
debido a que los tiempos actuales ocurre en medio de una gran violencia, que se
expresa en los diversos mbitos sociales se ha generado una amplia variedad de
investigaciones que se abocan al anlisis de estos contextos y la manera en la que
las instituciones intentan abatir las cifras que dan cuenta de este fenmeno.
Con el fin de abordar el amplio abanico que las investigaciones que se llevan
a cabo, esta compilacin consta de tres secciones; la primera inicia con una
disertacin de Marta Lamas en la que discute el carcter del comercio sexual, el
pnico moral y la violencia institucionalizada. Aqu, esta destacada antroploga, se
enfoca en el anlisis de las fuerzas polticas y sociales que moldean los conceptos y
norman los cauces legales a travs de los cuales se atiende un problema social y de
qu manera es visto y enfrentado. Hace hincapi en el modo en el que los conceptos
que propone se entrelazan y contribuyen a formar un velo que a travs del cual los
problemas que se analizan quedan borrosos y sus mrgenes parecen ambiguos.
Critica acremente que no se defina lo que se entiende por prostitucin y
otras formas de explotacin sexual, lo cual permite que cada Estado que participa en
pactos internacionales lo interprete a su manera. En especfico haciendo referencia
al Protocolo de Palermo, que aunado a campaas retrgradas en EEUU, result
fundamental para emplear indistintamente los trminos trata, explotacin sexual y
prostitucin, lo cual contribuy a demonizar al comercio sexual al equipararlo con el
delito de trata.
Por su parte, Los estudios sobre la violencia hacia las mujeres: nuevos
aportes las investigadoras Mara J. Rodrguez-Shadow y Lilia Campos Rodrguez se
proponen ofrecer nuevos estudios en torno a este complejo problema social que nos
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aqueja y que, por que constituye un fenmeno que afecta a un gran porcentaje de la
poblacin a nivel mundial atrae la atncin de una diversidad de especialistas que
enfocan su inters en analizar los diversos aspectos que involucra y los distintos
mtodos que pueden emplearse para erradicarlo.
Las autoras cuyos trabajos se citan en este ensayo parten de diferentes
campos disciplinarios y contribuyen con su aportacin al esclarecimiento de esta
problemtica a la que se enfrentan mujeres de diversas edades, condiciones
sociales, distintos estados civiles y grupos tnicos.
En su estudio sobre La mujeres y el pecado la Dra. Beatriz Barba enfoca
su inters en el anlsis de los discursos populares que muestran el doble rasero que
se usa para categorizar las conductas femeninas y masculinas y lo entrecruza con
otros ejes de diferenciacin social como la clase social. Su punto de partida es que
es imposible llevar a cabo un anlsis de la condicin femenina si no se toma en
cuenta el estudio de su posicin de clase, as como del tiempo especfico en el que
estas mujeres desempean sus roles, as como el lugar geogrfico en el que se
hallan. Por esto, y por la mirada particular que imprime la Dra. Barba a sus trabajos,
se trata de un anlisis crtico y quer refleja las particularidades de perspectiva crtica
que ella adopta.
La ultima disertacin de esta primera parte fue realizada por la antroploga
Melissa Fernndez Chagoya, y su ttulo es: Hombres feministas: el escndalo de
renunciar a la masculinidad.
La segunda parte de esta compilacin se aboca al estudio y los ensayos que
se refieren a la Violencia, la sexualidad y el trabajo. Esta seccin se inicia con una
investigacin que la autora, Irma Carillo, denomin: La violencia fsica, psicolgica y
sexual en las parejas amorosas de la Universidad Autnoma de Aguascalientes
Se trata de un estudio exploratorio realizado con el propsito de dimensionar
el fenmeno de la violencia contra las estudiantes universitarias e identificar cul es
el tipo de agresiones ms frecuentes, de manera que se puedan ofrecer
recomendaciones para emprender acciones tendientes a erradicarla. La muestra que
compone esta disertacin fueron 700 estudiantes de la UAA de 25 carreras. La
autora encontr que las expresiones de violencia fsica ms frecuentemente
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experimentadas por las mujeres fueron: mordidas, empujones, jalones, araazos,
bofetadas, puetazos, patadas y/o puntapis.
Las expresiones de violencia psicolgica, ms frecuentes fueron: insultos,
rechazo por parte de su pareja amorosa, interrupcin al hablar, amenazas por su
pareja con gestos, palabras, su pareja le puso un apodo que le disgustaba, y la
ridiculiza frente a tus amigos. Las expresiones de violencia sexual que dijeron las
estudiantes de la UAA que haban experimentado con ms frecuencias fueron:
seduccin de forma verbal, que su pareja amorosa le haya enseado su rgano
sexual y que su pareja amorosa le ha tocado intencionalmente zonas ergenas. Se
sugirieron mltiples acciones al ingresar a la universidad y durante su estancia en la
misma para prevenir, atender y eliminar la violencia de gnero contra las estudiantes
de la UAA.
Por su parte, Mara Eugenia Salinas Urquieta y Mara de la Paloma
Escalante nos sealan en Violencia hacia las mujeres en Quintana Roo las cifras
sobre la violencia de gnero en el estado, al mismo tiempo que explican cules son
las instancias de gobierno que se ocupan de darle seguimiento a los casos que se
presentan, la ruta crtica para la atencin y los programas que se han desarrollado
para atenderla, por un lado y, por otro analizan la situacin concreta en una
poblacin, a partir de experiencia directa, en que se da y se ve como algo natural, la
venta de mujeres, como esposas desde la adolescencia, as como los golpes y
violencia de todos los tipos en las relaciones de matrimonio.
Estas antroplogas analizan el problema a la luz de la ley del derecho de las
mujeres a una vida libre de violencia y concluyen que, si bien es un adelanto, es
mucho lo que falta por hacer para transformar una cultura en que es natural una
violencia terrible hacia las mujeres.
En Mujeres y violencia, lenguaje y chistes el objetivo de Anna Mara
Fernndez Poncela es revisar la violencia inscrita en el lenguaje a travs de sus
mensajes y discurso, en especial, el sexismo lingstico que recorre nuestra idioma y
expresiones populares. Se trata de una cuestin de lo que en pocas ocasiones nos
damos cuenta pero que existe de forma explcita en nuestras vidas y en el habla
cotidiana. Para mostrar esto la antroploga eligi el chiste, tomando en cuenta que
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se trata de una narrativa social productora y reproductora de la cultura, y a su vez,
llev a cabo una seleccin de algunos y los presenta como ejemplo. El resultado
resulta muy encomiable, toda vez que enfatiza el importante contenido sexista que
violenta y discrimina tanto a mujeres como a hombres, reflejo y constructor de la
cultura inequitativa que existe en especial hacia las mujeres-, sobre todo se trata de
burlas que nos hacen rer y que descargan tensin de un conflicto mucho ms
profundo que el chiste retoma y muestra.
La autora no trata de enjuiciar a este tipo especfico de relato coloquial que
constituye tambin un acto social, sino de enfatizar que el chiste slo muestra el
desencuentro intergenrico que existe en la sociedad, y adems lo hace de manera
ligera y divertida, y como decimos sirve de una suerte de catarsis espontnea. Su
objetivo al elegir este tema es que nos demos cuenta que existe ese problema y que
cuando deje de existir tambin se extinguirn los chistes sobre el mismo.
La violencia en Espacios Laborales. La Regin Centro Occidente de
Mxico de Beatriz Adriana Bustos Torres tiene el propsito de este trabajo es
mostrar a travs de datos estadsticos generados por el INEGI la magnitud y
caractersticas de la violencia que se gesta y reproduce en los espacios de trabajo
donde las mujeres desarrollan actividades que les permite un ingreso econmico.
La informacin aqu presentada se toma de encuestas que no fueron
diseadas con el objeto de indagar sobre la violencia laboral, sin embargo,
proporciona valiosa informacin sobre una fase de la violencia de gnero hacia las
mujeres que se mantiene poco estudiada, dada su condicin soterrada, ya que no se
trata de violencia fsica. Se trata de conocer con mayor profundidad la violencia
hacia las mujeres que impacta su historia laboral, econmica y social.
Las conclusiones a las que llegamos indican dos grupos de mujeres
trabajadoras mayormente impactadas por la violencia laboral, uno de ellos es el de
mujeres ocupadas en el sector de los servicios, y otro es el de las mujeres
trabajadoras ms jvenes. Por otra parte, la violencia laboral en la RCO nos muestra
diferencias importantes en los estados que la componen, dada la cantidad de PEA
femenina la cual difiere significativamente en relacin al monto total de poblacin.
Queda pendiente indagar si las polticas laborales y de proteccin a la mujer contra
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la violencia de gnero impactan sobre la poblacin trabajadora de los estados que
componen la RCO.
En la investigacin sobre La violencia simblica y la normalizacin de la
esclavitud sexual de mujeres y nias de la Dra. Mara Eugenia Salinas se examina
la situacin que viven en Quintana Roo algunas mujeres y nias que han sido
reclutadas para la prostitucin. Para comprender esos procesos de explotacin
sexual de las mujeres en la sociedad, Bourdieu puede ayudar a explicar porque se
ha normalizado una serie de prcticas de discriminacin y de violencia en contra de
ellas. No solamente porque muchas formas de subalternidad son disfrutadas y
defendidas por las mismas mujeres como parte de su identidad femenina (sumisin,
abnegacin) No es solo la violencia simblica sino tambin la masculinidad como
nobleza la que contribuye a que muchos aspectos de las nuevas leyes no se
comprendan cabalmente, se desconozcan y por lo tanto se transgredan. Gayle
Rubin es otra autora que contribuye a comprender en su extraordinario artculo El
trfico de mujeres, en consecuencia el marco terico, se nutre de aportaciones
posestructuralistas, feministas y del interaccionismo simblico.
En Mxico los autores que se han ocupado de estudiar las masculinidades
son: Juan Guillermo Figueroa, Benno de Keijzer y Juan Carlos Ramrez, entre otros.
Es pertinente para comprender la masculinidad en relacin a la prostitucin, el trfico
de mujeres y la trata, lo planteado por Michael Kaufmam, quien analiza el
patriarcado (dominacin masculina), privilegios (como nobleza), permisividad, poder,
psiquismo construido de cierta forma. As tambin este autor explica, como la triada
de la violencia masculina; contra s mismo, contra las mujeres y en contra de otros
hombres, no solo daa a las nias y mujeres sino que tambin a los mismos
hombres. De all emerge la necesidad de construir nuevas masculinidades y
legitimar otras formas de ser hombre.
El universo de estudio estuvo constituido por funcionarios operativos y
dems profesionales, que ya sea de forma directa o indirecta trabajan o han
trabajado en la implementacin de polticas pblicas con perspectiva de gnero. El
contexto estuvo determinado por el proyecto de investigacin Aplicacin de los
Protocolos de Actuacin para la elaboracin de un Programa Estatal de Prevencin
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de la Violencia de Gnero, la Atencin de Mujeres Vctimas de Violencia de Gnero,
el Acompaamiento de las Mujeres Vctimas de Violencia de Gnero ante las
Instancias de Justicia, la Intervencin con Agresores de Mujeres y de Contencin
Emocional para el personal que atiende a mujeres vctimas de violencia. La
metodologa consisti en el entrenamiento de un grupo de estudiantes egresados de
la universidad de Quintana Roo, as como de funcionarias y funcionarios operativos
de las instituciones que marca la ley de acceso, para luego adecuar de manera
conjunta y con trabajo en equipo los protocolos de actuacin, a las condiciones de
Quintana Roo. Para posteriormente recabar los indicadores respectivos en cada
institucin. De igual manera se elaboraron cinco talleres, para los fines de esta
ponencia solo se analizan y presentan algunos resultados de esos talleres,
particularmente se retoma lo que las relatoras de los eventos indican.
La prostitucin y la trata de mujeres tienen un origen econmico, sin
embargo la existencia de un mercado de seres humanos para el comercio sexual, da
cuenta de la forma en que se construye socialmente la sexualidad masculina y la
identidad de los hombres, de una serie de representaciones sociales en torno del
cuerpo de las mujeres y de su sexualidad.
La ltima disquisicin de esta seccin corresponde a Lilia Campos y Mara J.
Rodrguez-Shadow que titularon Mujeres prominentes: violencia simblica y la figura
de autoridad en el mbito laboral, tambin se relaciona tambin con la violencia
simblica. Aqu se hace el sealamiento de que en las ltimas dcadas, las
modificaciones en lo econmico, lo poltico, lo social, lo cultural y lo tecnolgico
concatenadas al esfuerzo, al estudio, a la disciplina y al trabajo personales de
algunas mujeres, han generado que ellas se encuentran ocupando puestos de
trabajo que se encuentran en los niveles altos de los organigramas de las empresas.
Lo que resulta relevante porque estas mujeres prominentes se hallan en espacios,
irrumpiendo posiciones y desempeando funciones que hasta hace pocos aos eran
considerados como propias de los varones.
Como se sabe, la relacin entre las fminas y el trabajo remite a un conjunto
de variables entre las que se encuentran: la divisin sexual del trabajo, la
segregacin ocupacional, la discriminacin salarial, la doble jornada y el laberinto de
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cristal, por referir algunas, que han provocado profundas injusticias que las mujeres
han tenido que soportar con respecto a los hombres. En tal situacin, la violencia
simblica concepto acuado por Bourdieu-- ha ejercido un papel fundamental.
En este sentido, las empresas al ser un correlato de lo que acontece en las
sociedades, en trminos de colocar a las fminas en situaciones no slo de
subordinacin sino tambin de minimizacin, se traducen en una arena propicia para
que pululen todos los tipos de violencia hacia ellas. As, en este captulo se
describen, se analizan, se interpretan y se problematizan las formas y los contenidos
que adopta la violencia simblica en los casos de algunas mujeres prominentes en
las organizaciones laborales.
En la tercera y ltima seccin de esta compilacin se tratarn diversos
aspectos relacionados con la Violencia poltica y jurdica. Esta seccin inicia con la
contribucin de la Dra. Dalia Barrera quien ubica su investigacin enfocndose en el
avance reciente de la participacin femenina en los cabildos como regidoras y
sndicas, y en menor proporcin, como presidentas municipales, y se sealan
ejemplos de las prcticas diversas de discriminacin, acoso y violencia poltica que
enfrentan las mujeres para llegar y al ejercer el cargo.
En su estudio se puntualizan los retos que debern superarse para avanzar
hacia la eliminacin de estos fenmenos, Finalmente, se seala el rezago que se
vive en nuestro pas en cuanto a la organizacin de las mujeres con cargos en los
cabildos, frente a otros pases de Amrica Latina, como por ejemplo Bolivia. La
informacin se recab a travs de diversos Talleres de sensibilizacin sobre
Polticas Pblicas de Equidad de Gnero con funcionarios (as) municipales y
miembros del cabildo en los estados de Guanajuato, Veracruz, Hidalgo, Tlaxcala,
Guerrero, Zacatecas; otra fuente fueron diversos Encuentros de Presidentas
Municipales, sndicas y regidoras, organizados en Guanajuato, Veracruz y Guerrero.
Beatriz Garrido y Graciela Hernndez, en su ensayo sobre la Violencia de
gnero y dictadura cvico-militar en la Argentina efectan un acercamiento a los
debates en torno a la violencia que se vivi en ese pas en la dcada de los aos 70
del siglo XX. Estas reflexiones suponen intentos para develar ideologas, memoria y
formas de sociabilidad entre los gneros, que se orientan a dar explicaciones acerca
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de la historia reciente. Segn las autoras de los estudios la recuperacin de la
memoria no supone el restablecimiento de los eventos del pasado, sino una
seleccin y estiman que con frecuencia en esas opciones se ha invisibilizado a las
mujeres. Ellas se sienten involucradas en este proceso, dado que estn investigando
la dictadura cvico-militar, un hecho que directa o indirectamente se relaciona con
sus vidas; por lo tanto se consideran ligadas a lo que investigan y se sienten
cercanas a las voces de las mujeres cuyas vidas analizan.
En este artculo, uno de los objetivos es realizar un examen de las
particularidades de la violencia ejercida sobre las mujeres detenidas durante la
ltima dictadura militar (1976-1983) a partir de un estudio pormenorizado de los
Juicios al V Cuerpo de Ejrcito realizados en la ciudad de Baha Blanca durante los
aos 2012-2013 en las instalaciones de la Universidad Nacional del Sur.
Las perspectivas tericas que delimitaron se encuentran entre la
epistemologa crtica y la epistemologa poscolonial -que incluye al gnero como
categora de anlisis- que cuestionan a la epistemologa tradicional que considera
posible la neutralidad cientfica y no reconoce a las estructuras poder/saber. Desde
este enfoque terico abogan por una nueva epistemologa que pueda superar la
fragmentacin de las luchas y los saberes, para pensar en una ciencia que pueda
integrar las resistencias para imaginar, pensar y nombrar.
La metodologa de investigacin por la que optaron es claramente
cualitativa. Realizaron un trabajo etnogrfico cercano a la historia oral. El principal
campo o espacio de investigacin fue el mbito de las audiencias, en el cual
testimoniaron mujeres.
Las principales estrategias fueron la observacin participante y las
entrevistas. La primera se realiz en las audiencias pblicas de los aos 2011- 2013.
El material emprico que surgi de esta instancia fueron anotaciones -no estaba
permitido grabar- conformadas por fragmentos de los testimonios de las mujeres
durante el transcurso de sus declaraciones y las descripciones de las circunstancias
de la enunciacin. En segunda instancia entrevistaron a los fiscales y a la abogada
querellante por la Secretara de Derechos Humanos de la Nacin en los Juicios de
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Lesa Humanidad, quien considera especialmente a la violencia de gnero y sexual
ejercida sobre las mujeres en el caso que se juzgaba.
El caso especfico analizado lleva a quienes lo escribieron a asegurar que a
partir de una mirada con perspectiva de gnero de las condiciones de detencin de
esas mujeres pueden observarse las peculiaridades de la violencia ejercida contra
varones y mujeres, pero en especial a la especificidad de la violencia practicada
contra stas, tema que tratan de visibilizar y analizar.
Luca Nez hace un anlisis genealgico discursivo del tipo penal federal
de abuso sexual utilizando una perspectiva crtica del gnero. A partir de dicho
anlisis reflexiona acerca de cmo funciona el discurso de la ley penal para
(re)producir gnero y nos invita a ir ms all en el anlisis de la violencia de gnero,
sugiriendo que es el mismo gnero el que se erige como violencia al fomentar
relaciones desiguales de poder entre los sexos.
La autora problematiza el discurso jurdico-penal asumiendo que ste opera
de una manera maniquea y excluyente, aunque no slo en cuanto al gnero, por ello
afirma que el tipo penal de abuso sexual est generizado y sexualizado, al concebir
tanto a la vctima como al victimario en consonancia con una ideologa de gnero.
Su hiptesis de trabajo es que a travs del tiempo, los discursos de las leyes
penales estudiadas son textualmente dismiles pero la Dra. Nez concluye que las
representaciones de los hombres y las mujeres en poco o nada han cambiado. Del
lenguaje moralista del siglo XIX se ha transitado a uno aparentemente cientfico. As,
la autora hace notar que lo que pervive y est vigente en el discurso penal es una
ideologa de gnero que concibe a las mujeres como base de la familia en virtud de
su capacidad reproductiva y de ah la necesidad de regular su sexualidad con mayor
rigor que la de los hombres.
A travs de estas reflexiones deja abierta la pregunta acerca de si puede la
ley penal ser utilizada como un instrumento poltico que ayude en alguna medida a la
disuasin o eliminacin de las violencias que sufren las mujeres por parte de los
hombres o si, por el contrario, la utilizacin de ese discurso de forma acrtica nos
enredara ms en la problemtica de los crculos del gnero, como los llama la Dra.
Nez, en los que, a pesar de las reformas legales que han impulsado los
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movimientos feministas en aras de la disminucin o eliminacin de las violencias en
contra de las mujeres, se estara cayendo en una trampa en la que ellas continan
sujetadas a representaciones discursivas que las asimilan a seres carentes de
autonoma y agencia.
Estaran algunos feminismos en complicidad (inconsciente?) con cierto
tipo de imposicin por la va jurdico penal del clasismo, el heterosexismo, el racismo
y de una forma conservadora de moral sexual que fomenta la regulacin de los
deseos, el sexo y el gnero?
En el captulo Las mujeres homicidas vistas desde la criminologa, la Dra.
Iris Roco Santilln Ramrez, hace un anlisis de las diversas corrientes
criminolgicas que han pretendido explicar, a travs de la historia del mundo
occidental, casos de mujeres que han sido etiquetadas de manera exitosa como
delincuentes. Desde esa perspectiva, explica que lo que se conoce como
criminologa etiolgica -la cual tiene como objeto de estudio al sujeto, en este caso a
la criminal- intenta identificar las causas de la conducta delictiva en la propia
naturaleza de las mujeres, etiquetndolas casi siempre como seres inherentemente
tramposas, manipuladoras, ambiciosas, proclives a la maldad, a pesar de que las
estadsticas indican los bajos niveles de delincuencia femenina.
El anlisis hecho por la autora deja claro que este tipo de ideas formuladas
desde el paradigma etiolgico siguen vigentes e influyen de manera importante al
momento de la formulacin de acuerdos, resoluciones o sentencias por parte de
quienes resuelven los casos de mujeres acusadas de homicidio al considerarlas
peligrosas, a pesar de que en el marco jurdico mexicano se ha eliminado el
paradigma de la peligrosidad que es propio de lo que se conoce como derecho penal
de autor, en el que se sanciona a las personas por lo que son y no por lo que han
hecho, intentando con esto desechar justificaciones manifiestamente
discriminatorias.
En este ensayo la Dra. Santilln, se propone revisar algunos casos
dramticos de mujeres acusadas de homicidio de forma diferente y distante a la
tradicional mirada sexista que culpabiliza a las mujeres. As, la teora de gnero y la
criminologa crtica conforman el marco terico que permite mirar de cerca los
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hechos y valorar las pocas alternativas que muchas de estas mujeres tienen cuando
se enfrentan al peligro de morir a manos de quien dijo a amarlas, y la nica opcin
que tienen es defenderse.
Con esta coleccin de ensayos tenemos suficientes textos que nos permiten
reflexionar sobre los diferentes espacios y mbitos en los que socialmente se ejerce
la violencia hacia las mujeres y podemos iniciar la gestin de demandas concretas
de poner un alto a estas agresiones, pues est estipulado que tenemos el derecho a
vivir una vida libre de violencia. Con estos ensayos nos hacemos conscientes de
cul es nuestra posicin en esta sociedad y en que sentidos debemos encauzar
nuestros esfuerzos para legar a nuestras hijas y nietas un mundo que se
fundamente en relaciones armoniosas basadas en la paz y podamos construir un
mundo sin jerarquas de gnero, en el que la masculinidad no se construya como un
arma que se detente contra las mujeres para conseguir su sometimiento por el
convencimiento, la socializacin o la fuerza bruta.
Aqu se han expuesto diversas teoras explicativas en torno a los factores
que propician la violencia hacia las mujeres: polticas pblicas diferenciales, doble
patrn de moralidad, socializacin perjudicial para las mujeres, discriminacin
poltica, violencia simblica, nociones conceptuales que considera a lo femenino
como nocivo o intil, lo que puede ser objeto de abuso, de atropellos sin lmites.
Todo eso tiene que cambiar. Los seres humanos estn preparados, por su
racionalidad y capacidad intelectual de crear civilizaciones basadas en la paz y la
equidad. Es esa nuestra aspiracin y nuestra meta.
Referencias Bibliogrficas
Bosch, Esperanza, Victoria Fiol y Aurora Ferrer, 2000, La violencia de gnero, de
cuestin privada a problema social, Psychosocial Intervention, Vol. 9, No. 1, pp. 7-
20.
23
Expsito, Francisca, C. Herrera, M. Moya y P. Glick, 2010, Dont Rock the Boat:
Womens Benevolent Sexism Predicts Fear of Marital Violence, Psychology of
Women Quaterly, Vol. 34, pp. 36-42.
Moya, M., P. Glick, Francisca Expsito, S. de Lemus y J. Hart, 2007, Its, for Your
Good: Benevolent Sexism and Womens Reactions Protectively Justified
Restrictions, Personality and Social Psychological Bulletin, Vol. 33, Nm. 10, pp.
1421-1434.
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COMERCIO SEXUAL, PNICO MORAL Y VIOLENCIA
INSTITUCIONALIZADA
Marta Lamas
Desde hace unos aos circula un discurso feminista que califica toda forma de
comercio sexual como violencia hacia las mujeres. Esas feministas, que se
autoproclaman abolicionistas, argumentan que ellas no eligen prostituirse, que
siempre son engaadas, amenazadas u orilladas por traumas infantiles de abuso
sexual. En paralelo existe otro discurso que plantea que tal actividad tiene un
rango de formas variadas de desempeo que deberan regularse as como
reconocerse los derechos laborales de quienes se dedican a ella. Esta postura
despunta en los aos 70, cuando las llamadas prostitutas se empezaron a
organizar para que su milenario oficio fuera considerado un trabajo legal. No me
gusta hablar de prostitucin, pues es un trmino que nicamente alude de manera
denigratoria a quien vende servicios sexuales, prefiero la frase comercio sexual
pues da cuenta del proceso de compra-venta, que incluye tambin al cliente.
A partir de los 90s tal avance se fren por distintas cuestiones, aunque la
principal fue que la derecha religiosa en EEUU gan influencia y muchas
feministas que luchaban en contra de la violencia hacia las mujeres se aliaron con
la cruzada moral de Reagan, y luego de Bush. La tragedia de las personas
migrantes indocumentadas, traficadas y forzadas a dar servicios sexuales tambin
tuvo un impacto determinante cuando en diciembre de 2000 se firm el Protocolo
de Naciones Unidas sobre trfico de personas en Palermo.
La Convencin de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional, llamada Convencin de Palermo, tiene tres protocolos: uno para
prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y
nios; otro sobre el contrabando de migrantes y el tercero contra la fabricacin y
trfico ilegal de armas.
En dicho Protocolo el peso que se le da a la prostitucin es absolutamente
desproporcionado en relacin al trfico para el trabajo forzado, agrcola o en
maquilas. Adems, no define bien qu se entiende por explotacin de la
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prostitucin y otras formas de explotacin sexual, lo cual permite que cada nacin
lo interprete a su manera (OConnell y Anderson, 2006). Este Protocolo, junto con
la campaa de Bush de abstinencia sexual antes del matrimonio, fue instrumental
para instalar el uso indistinto de los trminos trata, explotacin sexual y
prostitucin, lo cual contribuy a demonizar al comercio sexual al equipararlo con
el delito de trata.
Poco despus, Estados Unidos proclam la US Global AID Act en 2003,
que tambin mezcl discursivamente comercio sexual y trata, con la cual bloque
el apoyo a los programas dirigidos a trabajadores sexuales. Adems, el gobierno
estadunidense condicion a las ONG que trabajaban contra la epidemia de VIH-
sida a firmar un juramento de que, si queran aceptar fondos de USAID, no haran
su labor educativa y de prevencin con trabajadores sexuales. Brasil rechaz un
financiamiento de varios millones de dlares para la campaa contra el sida
porque se neg a firmar el juramento de que no colaborara con los/as
trabajadores sexuales (Ver Saunders, 2004).
Esto afect seriamente la poltica de cooperacin con las asociaciones
civiles en campaas relativas a infecciones de transmisin sexual. As, la legtima
preocupacin por la situacin del trfico de personas se transform en una
discusin sobre la trata con fines de explotacin sexual, que margin el debate
sobre el trabajo sexual. El discurso dominante en Naciones Unidas fue el de las
feministas abolicionistas estadunidenses y los cristianos conservadores, y la
promulgacin del ambiguo Protocolo de Palermo dificult en algunos pases el
reconocimiento del carcter laboral de la actividad, al mismo tiempo que la
confusin conceptual entre trata y comercio sexual tuvo gran influencia en las
polticas pblicas para criminalizar el comercio sexual (Weitzer, 2014).
Los abolicionistas desplegaron una campaa muy bien financiada por el
gobierno de Estados Unidos, diciendo que hay cientos de miles, sino es que
millones, de vctimas de la explotacin sexual en todo el mundo, y que este
problema ha alcanzado niveles epidmicos. Estas afirmaciones luego fueron
reproducidas -sin corroborar- por funcionarios del gobierno de Estados Unidos y
de otras naciones. Un experto en el tema, Ronald Weitzer (2012; 2014), revis con
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cuidado las cifras de distintas fuentes oficiales sobre las vctimas de trata, las
analiz minuciosamente y las compar con las declaraciones sobre el nmero
estimado de vctimas.
Como existe una total discrepancia entre ambas afirma que las cifras que
reflejan la magnitud del problema no son confiables en lo ms mnimo (Weitzer,
2014). Incluso los estimados generales son dudosos, dada la naturaleza ilegal y
clandestina del comercio sexual. Hay otros focos rojos, como que las cifras
oficiales han fluctuado bastante en un periodo de tiempo corto, que relativamente
pocas vctimas de trata han sido localizadas. Por eso, Weitzer encuentra que las
declaraciones de los grupos abolicionistas sobre que la magnitud del problema es
inmensa y que va en aumento no tienen sustento alguno; pero son declaraciones
estratgicas, porque las dimensiones de un problema social importan para atraer
la atencin de los medios de comunicacin, los financiamientos y el inters de los
responsables de la creacin de polticas. Adems, hay discrepancias sustanciales
en cuanto a cmo se define la trata y cmo se identifica a las vctimas y se les
certifica como tales (OConnell Davidson, 2014).
Pese a todo ello, en varios pases grupos de trabajadoras sexuales han
seguido reivindicado su quehacer como una cuestin laboral y han desarrollado
diversas estrategias para obtener los derechos correspondientes. Los procesos de
autoorganizacin de las trabajadoras del sexo han fructificado en varios pases,
como Alemania y Holanda, donde el trabajo sexual est regulado como cualquier
otro (Weitzer, 2012). La generalizacin de la perspectiva abolicionista, que
califica a todas las mujeres que trabajan en el comercio sexual de vctimas,
ocurre en un momento en que es visible el crecimiento del comercio sexual.
Este aumento implica no slo un fenmeno econmico sino que tambin
supone una transformacin cultural. Aunque la droga y el sida han impactado
dramticamente el mercado del sexo, desde hace aos se han multiplicado los
table dance y las strippers, los shows de sexo en vivo, los masajes erticos, los
servicios de acompaamiento (escorts), el sexo telefnico y el turismo sexual.
Este ascenso del sexo recreativo viene de la mano de la liberalizacin de
las costumbres sexuales y de la desregulacin neoliberal del comercio, que han
27
alentado la expansin del comercio sexual como nunca antes, con una
proliferacin de nuevos productos y servicios. La industria del sexo se ha
convertido en el mundo en un gran empleador de millones de personas que
trabajan en ella, y que atraen igualmente a millones de clientes. Los empresarios
tienen agencias de reclutamiento y sus operadores vinculan a los clubes y
burdeles locales en varias partes del mundo, en un paralelismo con las empresas
transnacionales de la economa formal. Y al igual que aquellas, algunas se
dedican a negocios criminales, como el mercado negro de la trata.
En Mxico, en el contexto de la precarizacin laboral (el desempleo, la
ausencia de una cobertura de seguridad social y los salarios de miseria) la
llamada prostitucin representa una forma importante de subsistencia para
muchas mujeres. Ganar dinero se plantea como una necesidad fundamental para
asegurarse dnde vivir, para vestirse y alimentarse, educar a los hijos, pagar
medicinas, en fin, para sobrevivir de manera decorosa y darles a sus familiares
otras opciones. La coercin econmica es fundamental y las feministas que han
reflexionado sobre el tema estn divididas al respecto. Aunque casi la totalidad de
las mujeres elige la venta de sexo fundamentalmente por cuestiones econmicas,
tambin existen algunos casos donde son las razones psquicas las que las
impulsan.
Anne Phillips (2013) dice que hay algo en el uso de las partes ntimas del
cuerpo que vuelve la presin del dinero inaceptablemente restringida en el caso de
la prostitucin mientras que Martha Nussbaum (1999) seala que la compulsin
econmica es ciertamente problemtica, pero que la presin del dinero no se
vuelve ms coercitiva o inaceptablemente coercitiva solamente porque conduzca a
un acceso ntimo en el cuerpo. Por eso en el debate sobre el comercio sexual hay
quienes subrayan la autonoma en la toma de tal decisin mientras que del otro
lado estn quienes insisten en la explotacin y coercin. Ahora bien, no son
excluyentes: puede haber decisin y explotacin, autonoma para ciertos aspectos
y coercin para otros (Widdows, 2013).
La mayora de las trabajadoras sexuales reconoce que lleva a cabo un
anlisis muy pragmtico de sus oportunidades laborales y realiza una eleccin del
28
tipo de actividad con la que consigue el mayor ingreso. Elegir en este caso no
implica escoger entre dos opciones equiparables, sino slo tomar el ingreso
superior a las dems posibilidades que estn a su alcance, y la eleccin es no la
de un bien, sino la del menor de los males. Tal parece que quienes ven el trabajo
sexual como denigrante y explotador no visualizan la carencia de alternativas
disponibles de las mujeres.
Martha Nussbaum (1999:278) analiza el caso de la prostitucin a partir de
un amplio marco donde inscribe dos cuestiones: una revisin de nuestras
creencias y prcticas en relacin a tomar dinero por el uso del cuerpo y un
examen de las opciones y alternativas de las mujeres pobres. Para esta filsofa,
no debera preocupar el que una mujer con muchas opciones laborales elija la
prostitucin. Es la ausencia de opciones de las mujeres pobres la que hace de la
prostitucin la nica alternativa posible, y eso es lo verdaderamente preocupante.
Por eso para Nussbaum (1999:278) el punto ms candente que plantea la
prostitucin es el de las oportunidades laborales de las mujeres de escasos
recursos y el control que pueden tener sobre sus condiciones de empleo. De ah
que para ella la legalizacin de la prostitucin logra mejorar un poco las
condiciones de mujeres que tienen muy pocas opciones.
A Nussbaum (1999:278) le irrita que el inters de las feministas est muy
alejado de la realidad de las opciones laborales existentes, como si la venta de
servicios sexuales se pudiera sacar del contexto de los intentos de las mujeres
pobres para sobrevivir, y considera que la lucha de las feministas debera
promover la expansin de las oportunidades ocupacionales, a travs de la
educacin, la capacitacin en habilidades y la creacin de empleos.
Lo grave, segn ella, es que muy pocas personas en el mundo tienen la
opcin de usar sus cuerpos, en su trabajo, con lo que Marx llamara una manera
realmente humana de funcionar, lo cual implica, entre otras cosas, tener opciones
sobre los oficios a elegir, una medida razonable de control sobre las condiciones
laborales, el resultado de su tarea, y tambin la posibilidad de usar el pensamiento
y la habilidad en lugar de funcionar como una parte de una maquinaria (1999:298).
Por eso para Nussbaum el punto es cmo expandir las opciones y oportunidades
29
que tienen las personas que trabajan, cmo aumentar la humanidad inherente en
su labor y cmo garantizar que sean tratados con dignidad (1999:298).
Es un hecho que, aunque las mujeres elijan la prostitucin como el trabajo
mejor pagado que pueden encontrar, dicha eleccin no es, en s misma, una
confirmacin de que se trata de una prctica deseable. Me sorprende el
paralelismo que se da con el aborto. Quienes luchamos por la despenalizacin del
aborto no lo hacemos porque tal intervencin nos parezca la mejor de las
opciones, ni deseamos que ms mujeres aborten, sino que pensamos que su
ilegalidad produce males mayores y que, en ltima instancia, las propias mujeres
deben decidir al respecto.
Si defendemos la regulacin del comercio sexual no es que consideremos
que sea la mejor de las elecciones, ni anhelamos que ms mujeres se dediquen a
l, ms bien tenemos la conviccin de que su ilegalidad provoca ms dao y que,
finalmente, son ellas mismas quienes deben tomar su decisin.
El trabajo sexual es la actividad mejor pagada que encuentran cientos de
miles de mujeres en nuestro pas. Y ms que un claro contraste entre un empleo
asalariado y las tareas forzadas se da un continuum de relativa libertad y coercin.
Como ellas estn ubicadas en lugares sociales distintos, con formaciones
diferentes y con capitales sociales diversos, en ciertos casos, el trabajo sexual
puede ser una opcin elegida por lo empoderante y liberador que resulta ganar
buen dinero, mientras que en otros casos, se reduce a una situacin de una
precaria sobrevivencia, vivida con culpa y vergenza. Adems, as como muchas
mujeres ingresan por desesperacin econmica, otras son inducidas por la droga,
y viven situaciones espantosas.
Sin embargo, no hay que olvidar que tambin hay quienes realizan una fra
valoracin del mercado laboral y usan la estrategia de vender servicios sexuales
para moverse de lugar, para independizarse, incluso para pagarse una carrera
universitaria o echar a andar un negocio. O sea, al mismo tiempo que existe el
problema de la trata aberrante y criminal con mujeres secuestradas o engaadas,
tambin est el sector donde ellas entran y salen libremente, y donde algunas
llegan a hacerse de un capital, a impulsar a otros miembros de la familia e incluso
30
a casarse. Por eso, quienes sostienen que es un trabajo que ofrece ventajas
econmicas tienen razn, pero no en todos los casos, y quienes insisten en que la
prostitucin es violencia contra las mujeres, tambin tienen razn, pero no en
todos los casos (Bernstein, 1999:117).
Los brutales cambios econmicos y la creciente fluidez en el movimiento de
personas, capital y servicios que provoca la reestructuracin globalizada del
capitalismo alimentan un discurso que favorece la violencia. As, las trabajadoras
viven violencia simblica, fsica, sexual, econmica y punitiva. Desde hace aos la
Red Mexicana de Trabajo Sexual hace un informe anual a partir del Observatorio
Laboral del Trabajo Sexual en Mxico, y en el de 2013, ledo por Jaime Montejo de
Brigada Callejera, en el XVII Encuentro Nacional de la Red Mexicana de Trabajo
Sexual se recopilaron denuncias sobre la situacin de las trabajadoras/es
sexuales, en los 4 grandes rubros analizados en la Sexta Declaracin de la Selva
Lacandona del EZLN: la represin, la explotacin, el despojo y el desprecio.
Las denuncias vienen de 21 entidades federativas y del DF: Aguascalientes;
Baja California (Mexicali y Tijuana); Coahuila (Torren); Chiapas (Tapachula);
Chihuahua (Ciudad Jurez, Chihuahua y Camargo); Estado de Mxico (Toluca,
Chiconautla, Ecatepec, Tecamac, Ecatepec, Coacalco, Tultepec, Tultitln y San
Mateo Atenco); Guanajuato (Silao); Guerrero (Tlapa); Jalisco (Guadalajara);
Michoacn (Uruapan); Nayarit (Ixtln del Ro); Oaxaca; Puebla (Apizaco, Sierra
Norte de Xicotepec de Jurez, Cuautlancingo, Tehuacn); San Luis Potos (Ciudad
Valle y SLP); Sinaloa (Los Mochis); Sonora (Hermosillo); Tamaulipas (Tampico);
Tlaxcala (Santa Ana Chiautempan); Veracruz (el Puerto); Yucatn (Mrida y
Oxkutzcab); Zacatecas y el DF (delegaciones V. Carranza y Cuauhtmoc).
Son varias las formas de represin, explotacin, despojo y desprecio que
sufren. Si bien antes el discurso en contra de ellas se construa en torno a que son
mujeres que afectan a la moral y las buenas costumbres, hoy despunta un fenmeno
de rechazo vinculado al pnico moral.
Originalmente Stanley Cohen (1972) plante que el pnico moral es una
reaccin inapropiada de la sociedad ante cuestiones menores. El concepto de
pnico moral surge en los 70s ante la preocupacin por el uso sensacionalista de los
31
medios de comunicacin. La prensa amarillista desempea un papel importante en
la formacin de la opinin pblica y la competencia entre medios es un factor que ha
llevado a una sucesin de episodios de pnico moral al dar a conocer noticias
alarmantes, con frecuencia infladas o claramente inventadas.
La representacin distorsionada o la produccin de un estereotipo
exagerado de las personas consideradas desviantes son formas caractersticas del
tratamiento sensacionalista que estos medios amarillistas hacen, y que conducen a
una indignacin pblica y a llamados a que el Estado ejerza un mayor control social.
Implica un miedo/preocupacin desproporcionado ante la amenaza de un
supuesto peligro. El pnico social suele expresar, de forma extrema miedo, pues se
vive una amenaza a la propia identidad generalmente por un conflicto de valores
(Hier, 2011:5). Por eso, el elemento moral del pnico es la indignacin ante la
violacin de un valor cultural compartido. Dos elementos asociados al pnico moral
son su irracionalidad y su conservadurismo. Por eso los pnicos morales suelen
transformarse despus en batallas culturales.
Alan Hunt (2011:60) plantea que el pnico moral sobre la trata ha sido
estimulado por el activismo anti-prostitucin, y creo que tiene razn. Es imperativo
deslindar el comercio sexual de la trata con fines de explotacin sexual, pues dicha
confusin se expresa en actos discursivos que logran un cierto efecto en la sociedad
y en el gobierno. Pero lamentablemente lo que hoy en da campea es lo que
Kempadoo (2012) denomina la aplanadora anti-trfico: una estrategia discursiva,
que tiene como fin ltimo abolir toda forma de comercio sexual y cuyo elemento
central es declarar, contra toda evidencia, que con la regulacin del trabajo sexual
se favorece la trata.
Ahora bien, el pnico moral ante la trata tiene efectos negativos en el trabajo
sexual, y favorece su situacin de ilegalidad de facto. Es esta mezcla de pnico
moral, estigma y desprecio lo que hace de la extorsin de las trabajadoras sexuales,
tanto en la modalidad delictiva como en la supuesta legalidad del control sanitario
recaudatorio (CSR), una prctica impune para funcionarios y policas.
Respecto al control sanitario, no obstante la OMS, ONUSIDA, el Censida en
Mxico y otras instituciones han sealado reiteradamente que ste no representa
32
ningn beneficio a la salud pblica y s en cambio estigmatiza a quienes son
sometidos a tal trmite, en trece entidades de nuestro pas donde todava existe el
control sanitario recaudatorio (CSR). Por este examen trabajadoras/es sexuales son
reprimidas por la polica con el pretexto de que no estaban actualizados sus estudios
correspondientes. Hay redadas a trabajadoras/es sexuales por carecer de
documentos que acreditaran su CSR.
Algunas han denunciado a inspectores municipales que las extorsionan para
dejarlas laborar por 100 pesos al da y 350 por acreditarles exmenes inexistentes.
Las trabajadoras sexuales muy a menudo son remitidas al juez cvico por carecer de
control sanitario recaudatorio. Adems, sufren maltrato en chequeos mdicos, por
ejemplo, han sido sometidas a pruebas de deteccin del VIH/Sida en las cuales el
personal utiliz la misma lanceta, sin saber si alguna estaba infectada y poniendo en
riesgo la salud de varias.
Es rutinario el abuso policial, con sus cuotas de extorsin econmica y sexo
forzado demandado por los uniformados. La explotacin y la violacin sexual van de
la mano y estn absolutamente institucionalizadas en los usos y costumbres
policiacos. Segn Brigada Callejera, se ha dado un xodo de trabajadoras sexuales
de ciertos lugares ante la persecucin y la confiscacin de dinero y pertenencias por
parte de policas municipales, estatales y federales. A esto lo califican de despojo
por represin. Hay otros ejemplos, supuestamente menos graves, a cargo de
autoridades, como la elaboracin de censos de trabajadoras sexuales, a quienes se
obliga a entregar copias de sus credenciales del IFE. Las autoridades no tienen
facultades para hacer este tipo de censo, pero lo llevan a cabo por que les da la
oportunidad para el chantaje y la extorsin.
Tal vez lo que caracteriza ms la situacin de las trabajadoras sexuales en
nuestro pas es, como bien seala Brigada Callejera, que ellas representan una
fuente de ingresos en los municipios y delegaciones: cerca de 1200 pesos de multa
por faltas a la moral o por alterar el orden, o arresto de 36 horas, ya que cuando
pagan la multa no les entregan recibo alguno. Las trabajadoras denuncian que
vigilantes municipales llevan en sus patrullas a adolescentes a trabajar en el sexo
quienes son utilizadas para actividades de narcomenudeo y para extorsionar a
33
clientes. Tambin hay policas que quieren regentear a las adultas a la fuerza, y a las
trabajadoras sexuales que se niegan a ello, las violan sin condn o las graban y
suben los videos al youtube.
Junto con estas arbitrariedades y violaciones a sus derechos humanos, va
en aumento la tendencia de limpiar de comercio sexual ciertas zonas con el
argumento de que se atenta contra la moral y las buenas costumbres. De esa forma
las autoridades retiran violentamente a trabajadoras sexuales de parques y espacios
pblicos, incluso Brigada Callejera cuenta con testimonios de autoridades que
hostigan a las trabajadoras sexuales para que se alejen porque afean el lugar. Ha
habido cierre de bares y clausura de casas de masajes y algunas trabajadoras y
bailarinas han migrado hacia otros estados.
El desprecio hacia las trabajadoras sexuales est presente en el estigma
que persiste y deteriora la identidad (Goffman, 1980) y se expresa con los
calificativos negativos con los que se nombra a las integrantes de este sector de la
clase trabajadora: pecadoras, sucias, proclives al delito, malas mujeres,
degeneradas y, finalmente, putas. Esto incide en el imaginario social, que empieza a
asociarlas con la delincuencia y alimenta expresiones de pnico moral. Al
establecerse una asociacin discursiva entre el desorden urbano y las trabajadoras
en la calle se genera una reaccin negativa. Que en nuestra ciudad se vea a las
trabajadoras callejeras como obstculos que hay que desaparecer hace, como bien
seala Hubbard (2004), que la poltica de limpieza urbana acabe siendo una
poltica de limpieza social.
A esto se suma la disputa que existe por la calle. En la modernidad
capitalista incomoda la visibilidad del trabajo sexual en los espacios pblicos de las
grandes ciudades. Hay, sin duda, un fenmeno mundial, caracterizado por el impulso
de un nuevo urbanismo basado en polticas neoliberales conducidas por el gobierno
en asociacin con los corporativos. Para los intereses empresariales, la
gentrificacin, eje de las nuevas polticas urbanas, alienta y facilita que el capital
privado avance sobre los espacios abandonados de la poltica social (Hall y
Hubbard, 1996). La pretensin de sacarles ms rdito a ciertas zonas va la
promocin de habitaciones familiares o centros comerciales obliga a limpiarlas de
34
los mendigos, las personas sin casa y quienes trabajan en la va pblica. Estos
personajes callejeros son liquidados o corridos sin contemplaciones con tcticas
autoritarias o represin justificada como cero tolerancias.
Para el aburguesamiento o la gentrificacin de los centros de las grandes
ciudades, se enarbola el supuesto mejoramiento de la zona y se busca aislar el
comercio sexual a locaciones marginales, incluso con el desplazamiento forzado de
las trabajadoras callejeras. Qu lejos estamos de la forma en que las putas
honestas prehispnicas andaban alegres por la calle! Lo que sorprendi a los
cronistas novohispanos fue que los indios no tuvieran a las rameras segregadas en
barrios, calles y casas especiales sino que aquellas se confundieran con las buenas
mujeres.
Muchos estudiosos actuales que revisan crnicas y cdices afirman algo
significativo: no haba espacios especiales para la prostitucin, ni lugares
particulares o casas especficas para su trabajo (Moreno de los Arcos, 1966;
Dvalos, 2002). Cada mujer viva donde le apeteca. Sahagn (1956), quien trata
con ms extensin el asunto, describe a la prostituta: "es andadora o andariega,
callejera y placera, andase paseando, buscando vicios, anda rindose, nunca para y
es de corazn desasosegada" (Tercer tomo, pp. 129). Desde mediados del siglo XVI
Fray Alonso de Molina, en su Vocabulario en lengua castellana y mexicana y
mexicana y castellana, consigna la existencia de un trmino que alude a la puta
honesta (Ver Molina, 1992).
A esa discriminacin se suma que, en el marco de la cruzada nacional
contra la Trata de personas, a las trabajadoras sexuales se las vea como vctimas
incapaces de tomar sus decisiones, misma que le es impuesta por quienes las
rescatan de las garras de la prostitucin. Las detenciones arbitrarias y la violencia
policaca son muy comunes, especialmente ahora con los operativo anti-trata en la
frontera, donde muchas trabajadoras sexuales, meseras y cocineras migrantes que
trabajan en bares y cantinas son detenidas y deportadas. Brigada Callejera califica
esto de despojo de fuentes laborales, a travs de la represin y la simulacin de
rescates de falsas vctimas de trata. Y en el DF est ocurriendo algo muy grave: en
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los operativos en los antros se separa a las mujeres y si no se declaran vctimas,
entonces son consideradas cmplices de trata o incluso tratantes.
En otro registro se encuentra la explotacin sexual. En el trabajo sexual,
como cualquier otro oficio o profesin, los seres humanos son explotados
laboralmente, ya que en el capitalismo se extrae plusvala. Slo que las modalidades
de explotacin en una actividad de servicios que se encuentra al margen del
derecho laboral, se utilizan formas que generan exclusin y violencia, muy diferentes
a los trabajos vinculados a la seguridad social. Las trabajadoras sexuales son
explotadas por empresarios particulares, por el crimen organizado y por las
autoridades. Ahora bien, en el discurso amarillista del abolicionismo es frecuente
escuchar la expresin de explotacin sexual. En su Modelo Integral de Intervencin
contra la Trata Sexual de Mujeres y Nias, el UNFPA (2013) hace la siguiente
importante aclaracin: la explotacin de la prostitucin, que se da cuando el dinero
ganado mediante la prostitucin llega a manos de cualquier persona que no sea la
que se prostituye, es intrnsecamente abusiva y anloga a la esclavitud. La
esclavitud sexual se realiza contra la voluntad de la persona y no es necesario que
exista lucro (UNFPA, 2013:47).
Por ltimo, pero no por ello menos importante est la cada vez mayor
desaparicin de adolescentes y jovencitas. De este doloroso dato no hay cifras, pero
Brigada Callejera cuenta con testimonios de trabajadoras de la zona de Ecatepec.
Tal vez lo ms impactante en el Informe es la seccin sobre los tipos de
feminicidios de trabajadoras sexuales. Aunque la utilizacin del concepto feminicidio
no es la correcta, ya que ste implica un asesinato deliberado por el hecho de ser
mujer, y en la relacin que presenta el informe se usa como sinnimo de asesinato
de mujer, s resulta muy elocuente la lista de las diversas formas en que mueren las
trabajadoras sexuales a causa de la violencia a la que estn expuestas. Para no
crear confusin, y dado que estoy retomando el Informe de Brigada Callejera, dejar
el trmino feminicidio, no obstante, algunas muertes no ocurrieron porque ellas
fueran mujeres sino por encontrarse en un lugar determinado.
Tradicionalmente en Mxico se han presentado feminicidios de este sector
laboral de las trabajadoras sexuales, provocados por sus parejas (padrotes o no),
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por clientes o policas, que consisten en ahorcar a las mujeres con sus pantimedias
o ropa interior, apualarlas, asfixiarlas o asesinarlas a balazos en los lugares donde
ellas se ocupan con sus clientes, casi siempre en cuartos de hotel. Sin embargo,
para Brigada Callejera desde el sexenio de Vicente Fox Quezada, empez a
presentarse un ascenso importante en dichos crmenes de odio misgino hacia las
trabajadoras sexuales, donde la saa presentada por los descuartizamientos,
degollamientos, quemaduras, traumatismos crneo-enceflicos o abdominales
ocasionados por golpes contundentes con piedras o martillos o ahogamientos.
Pero segn Brigada Callejera fue en el sexenio de Caldern, cuando se
dispararon los reportes periodsticos de crmenes contra las trabajadoras sexuales,
comparando esa ira y la crueldad con la de los grupos paramilitares en otros pases,
que han generado toda una escuela de sadismo contra las mujeres, nias y
adolescentes. Brigada Callejera estima que el promedio de crmenes de odio por
misoginia se increment a 18 o 20 por entidad federal, y estuvo acompaado por un
registro periodstico que no mencionaba que se trataba de prostitutas,
sexoservidoras o trabajadoras del sexo, aunque los cuerpos fueran reconocidos por
sus compaeras o fueran encontrados en zonas de comercio sexual. A esto se suma
que funcionarios pblicos al servicio de un Estado paralelo del crimen organizado
extravan pistas y evidencias, y diluyen la informacin relativa al comercio sexual.
Brigada Callejera tipifica distintos tipos de feminicidios de trabajadoras
sexuales:
Los feminicidios por violencia represiva, incluyen los asesinatos de
trabajadoras sexuales que denuncian la violencia policaca, quienes se organizan
contra la represin de la polica o rechazan la extorsin de los cuerpos policacos o
la impunidad que stos le suministran a explotadores y tratantes sexuales. Estos le
han ocurrido a varias integrantes de cooperativas del DF de la Red Mexicana de
Trabajo Sexual.
Los feminicidios por explotacin sexual, laboral, econmica u obrero
patronal, llevados a cabo por padrotes, enganchadores, encargados o dueos de los
negocios donde se ofertan servicios sexuales. Crmenes tpicos en la zona de la
Merced, en el Distrito Federal.
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Los feminicidios por discriminacin, debido a que la ocupacin que
desempean las trabajadoras sexuales es considerada impropia de mujeres de bien,
y por tanto no merecen seguir viviendo y pueden ser asesinadas por cualquier
hombre, como ha ocurrido en la Plaza del Sol en Zapopan, Jalisco.
Los feminicidios por despojo, donde las trabajadoras sexuales son
asesinadas por negarse a ser despojadas de su fuente laboral en la va pblica o en
algn espacio cerrado, como ha sucedido en los proyectos de rescate de los centros
histricos en todo el pas. Tambin estn los casos de trabajadoras, previamente
asaltadas y/o violadas por delincuentes, que saban a qu se dedicaban y por ello
las robaron y asesinaron.
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d) Feminicidios por ejecuciones extrajudiciales de trabajadoras sexuales que han
sido vctimas, testigos o se han solidarizado con quienes han sido objeto de
violencia criminal, al sealar o acusar al crimen organizado, as como a
tratantes y lenones, en particular como ocurri en la calzada de Tlalpan,
despus del operativo del hotel Palacio en el ao 2009.
e) Feminicidios corporativos como los de Ciudad Jurez (Segato); con la diferencia
que en Tlaxcala, Puebla y Oaxaca son las mafias histricas dedicadas al
enganche, traslado y explotacin sexual de mujeres, nias y adolescentes, que
han diversificado sus negocios y actualmente incluyen la venta de armas y el
narcotrfico, como lo ha denunciado el Centro de Derechos Humanos Fray Julin
de Garcs en varias de sus publicaciones.
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fsica y moralmente al mismo tiempo que la consideraban vulnerable. As se
justific la regulacin social y legal de muchas mujeres solteras de la clase
trabajadora, para que la salud moral de la sociedad quedara a salvo.
Tambin Jane Scoular (2010) comparte tal interpretacin y aade que el
espectro de la esclavitud sexual serva como cortina de humo para cubrir otras
cuestiones, como la esclavitud colonial. Desde esa perspectiva ser que en
Mxico el escndalo sobre la trata se manipula tambin como un distractor, una
cortina de humo, para ocultar el nivel de violencia, abuso sexual, explotacin
laboral y violacin a los derechos humanos del conjunto de las trabajadoras
sexuales?
Lo que es indudable es que el pnico moral que se ha filtrado en la
discusin alimenta lo que Elizabeth Bernstein (1999) califica el giro carcelario de
la poltica neoliberal. Bernstein (1999) encuentra que, al reformular el comercio
sexual como trfico de mujeres, el activismo feminista abolicionista
estadunidense ha transnacionalizado un discurso que alienta una poltica punitiva.
A Bernstein (1999) le indigna que ahora las feministas acudan cada vez
ms al terreno judicial y lamenta que la tendencia feminista abolicionista busque la
criminalizacin, no exclusivamente de los padrotes, sino de los clientes, como una
va eficaz para erradicar el comercio sexual. El abolicionismo le da la espalda a
una reflexin sobre las causas estructurales (econmicas y culturales) del
fenmeno, y en su lugar asume el imperativo punitivo neoliberal. Bernstein (1999)
documenta cmo el discurso feminista sobre las vctimas que hay que salvar ha
servido a la estrategia carcelaria contempornea de la agenda econmica
neoliberal, y ha producido una remasculinizacin del estado, al facilitar un control
creciente sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres.
El anlisis de Bernstein (1999) se inscribe en una tendencia crtica que
analiza la relacin entre las estrategias carcelarias contemporneas para la
gobernanza social con la agenda econmica neoliberal. Al acotar su reflexin al
comercio sexual Bernstein (1999) no analiza otros aspectos del problema
vinculados con otras transformaciones culturales del capitalismo tardo.
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S, el abolicionismo contemporneo, al concebir la prostitucin como una
forma de violencia sexual, en lugar de insistir que el Estado se enfoque en las
condiciones estructurales de explotacin de la fuerza de trabajo, ha ampliado y
fortalecido la intervencin judicial. As su anlisis se ha desplazado de los factores
estructurales y las instituciones dominantes a los hombres delincuentes (clientes,
padrotes y traficantes). Lo que ms preocupa a las feministas abolicionistas y a los
cristianos conservadores es la mercantilizacin generalizada de las relaciones
sexuales. Y ante lo que viven como una amenaza, su reaccin puritana ha sido
respaldar la estrategia neoliberal de criminalizacin del comercio sexual, que ha
provocado el pnico moral y este a su vez ha impulsado a que aumente la poltica
carcelaria.
Ha sido inevitable que el neoliberalismo impactara al feminismo al igual que
a toda la vida social. Son muchas las reflexiones acadmicas que analizan la
dinmica que est generando este momento tardo del capitalismo, en el que el
movimiento feminista ha terminado enredndose en lo que Nancy Fraser (2013)
denuncia como una amistad peligrosa con los esfuerzos neoliberales para
construir una sociedad de mercado. Ya Irma Saucedo y Guadalupe Huacuz
(2011:236) apuntaron algunos efectos no deseados de la accin feminista en la
lucha en contra de la violencia hacia las mujeres. Y Kristin Bumiller (2008) ya ha
abundado en cmo la poltica neoliberal ha aprovechado la lucha feminista contra
la violencia hacia las mujeres.
Las trabajadoras sexuales de la calle enfrentan condiciones brutales que
determinan su vulnerabilidad ante distintas violencias. Desde una perspectiva de
poltica pblica, las intervenciones ms eficaces en el comercio sexual en relacin
a la prevencin de la violencia no radican en prohibirles ese oficio a las
trabajadoras sino justamente en alterar las condiciones estructurales que las
llevan a ejercerlo y as desincentivar el abuso machista en todas sus formas: las
de los clientes, los policas, los funcionarios, e incluso las de sus parejas. Ante
esta gravsima situacin, me parece que hay que volver a poner la mirada a la
cuestin del trabajo.
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Apoyar la lucha de quienes estn en la calle para ser reconocidas y
respetadas como trabajadoras no asalariadas no supone considerar al comercio
sexual como la mejor de las actividades laborales, ni tampoco implica no repudiar
la trata. De hecho, la regulacin es muy til en el combate a la trata. Mientras
cambian los factores econmicos estructurales que llevan a las mujeres a vender
servicios sexuales hay que estar del lado de las ms vulnerables, para que
puedan enfrentar la violencia econmica y la violencia sexual sin riesgos.
Trabajar de manera independiente y fuera de las mafias es el objetivo de la
mayora de ellas. El Reglamento para los Trabajadores No Asalariados del Distrito
Federal dice textualmente: Artculo 2. Para los efectos de este Reglamento,
trabajador no asalariado es la persona fsica que presta a otra fsica o moral, un
servicio personal en forma accidental u ocasional mediante una remuneracin sin
que exista entre este trabajador y quien requiera de sus servicios, la relacin
obrero patronal que regula la Ley Federal del Trabajo.
De ah su exigencia a ser consideradas como trabajador no asalariado, el
reconocimiento del GDF a personas que trabajan en va pblica sin una relacin
patronal, ni un salario fijo, como los lustrabotas, los cuidacoches, los msicos
callejeros, los vendedores de billetes de lotera y diez categoras ms. Hay que ver
al trabajo sexual como trabajo. Este es tal vez el mayor desafo, pues la doble
moral, que considera que las transacciones sexuales de las mujeres son de un
orden distinto a las transacciones sexuales de los hombres, se resiste a ello.
Reconocerles derechos como trabajadoras a quienes lo solicitan de manera
independiente, como acaba de ocurrir luego de que una Jueza lo resolviera
despus de una lucha de aos y mediante un litigio jurdico, es una mediacin
ante la falta de otras opciones laborales que caracteriza la situacin nacional. Pero
para garantizar los derechos de quienes trabajan en ese sector hay que ir ms all
de las posturas fundamentalistas del abolicionismo y regular el negocio. A raz de
un juicio de amparo de las propias trabajadoras sexuales es que la Jueza Primera
de Distrito en Materia Administrativa del DF, Lic. Paula Mara Garca Villegas
Snchez Cordero otorga legalidad a las trabajadoras de la calle, al resolver
judicialmente su carcter de trabajadoras no asalariadas. El Expediente
42
112/2013, con la sentencia de la jueza Villegas Snchez Cordero puede
consultarse en:
http://sncedj.ijf.cjf.gob.mx/Doctos/NuevoJuicioAmparo_Act/Docs/Tema1/112.2013.
pdf
Originalmente el abolicionismo signific la ausencia del involucramiento del
Estado en el registro, otorgamiento de permisos o inspeccin de las trabajadoras
sexuales (Day, 2010:821). En la actualidad la postura abolicionista implica
erradicar totalmente el comercio sexual.
En mi opinin hay que apoyar a las trabajadoras sexuales para que puedan
laborar sin riesgos y de manera independiente o, si lo desean, capacitarse para
realizar otro tipo de oficio. Para ello es indispensable retipificar el delito de
lenocinio y regular nuevas formas de organizacin laboral. Pero ese ya es otro
tema, para otra ocasin.
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45
46
LOS ESTUDIOS SOBRE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES:
NUEVOS APORTES
Mara J. Rodrguez-Shadow y Lilia Campos Rodrguez
Introduccin
En esta comunicacin, proponemos que las manifestaciones de la violencia
masculina que se observan en distintos contextos histricos y sociales no
representan un fenmeno natural que pudiera corresponder a la supuesta
agresividad innata de los machos generada por su actividad hormonal (Fausto-
Sterling, 1992), para erradicar esos mitos existe una amplia bibliografa de la que
hablaremos a lo largo de esta disertacin.
Aqu, al igual que otros autoras, sostenemos que se trata de una prctica
cultural (Tecla, 1996; Rodrguez-Shadow, 2008b; Rodrguez-Shadow y Campos
Rodrguez, 2011b), una tradicin y un hecho histrico que ha adoptado
caractersticas dismiles en distintas pocas y regiones geogrficas que muestran
la variabilidad de los valores sociales cambiantes, las presiones econmicas, las
relaciones coyunturales entre las clases sociales, la asimetra entre los gneros,
el paisaje tnico, las coyunturas polticas. Por ejemplo, vase Toole, Schiffman y
Edwards (2007:xi), quienes sealan que en los conflictos intertnicos en Sudn,
Congo e Irak las milicias rivales masacraban a los hombres y sometan a las
mujeres a salvajes violaciones seriales con el fin de humillarlas y
deshumanizarlas. Asimismo los soldados de Estados Unidos han llevado a cabo
atropellos semejantes en todas las invasiones realizado desde hace ms
doscientos aos, y los mismo se efecta hacia las mujeres de las colectividades
migratorias en un contexto xenofbico, entre otros (Rodrguez-Shadow, 2002,
2008a, Rodrguez-Shadow y Monzn, 2010). Lo mismo se aplica para las mujeres
de los grupos conquistados con el poder de las armas en contextos blicos
antiguos (Rodrguez-Shadow, 2000) o contemporneos.
Basndonos en las premisas planteadas por Gordon (1988) y Bederman
(1996), a travs de investigacin bibliogrfica, nos proponemos enfocarnos en la
violencia que los hombres ejercen contra las mujeres, ofreciendo un breve repaso
47
por diferentes etapas histricas y culturas, iniciando con los griegos y terminando
con la sociedad actual. Nuestro anlisis forma parte de la corriente de estudios
que asume una ptica denominada con perspectiva de gnero, sin que por ello
se pierda de vista los otros ejes de diferenciacin, tales como: la clase social, la
edad, la etnicidad, las ciudadanas, entre otros.
48
sociedades y el papel del Estado en el control social. En este libro se trata con
claridad y de manera crtica el por qu las mujeres han sido sometidas a este tipo
de abuso sexual, el peligro, as como la violencia real y simblica que conlleva.
Tambin revsese OToole, Schiffman y Edwards (2007), quienes afirman que
miles de nias y adolescentes son vendidas como esclavas sexuales por familias
empobrecidas o secuestradas para ser ofrecidas en un lucrativo comercio por
grupos de mafias en contubernio con los gobiernos en muchas naciones del
mundo, Estados Unidos, Japn, Mxico, Rusia, entre otros.
Sobre la cuestin de la violencia a la que se ha sometido al cuerpo
femenino puede mencionarse el vendaje de los pies en la sociedad china; si se
habla de la mutilacin genital podemos referirnos a la clitoridectoma (ablacin o
extirpacin del cltoris) o a la infibulacin (cerrar zurciendo los labios de la vagina
dejando slo un orificio muy pequeo, apenas suficiente para permitir el paso de
la menstruacin). En relacin este tipo de mutilaciones se cree que ms de 130
millones de nias en el mundo han sido sometidas a esta agresin, sobre todo en
frica, en especial entre los musulmanes. Al respecto vase nuestra modesta
contribucin que denominamos Los estudios del cuerpo: una visin crtica, que
ser integrada a la publicacin de las memorias, pero que fue presentada como
ponencia en las Jornadas Acadmicas del Seminario Permanente de Iconografa
(Rodrguez-Shadow y Campos Rodrguez (2011d).
A las mutilaciones les conciernen todos los procedimientos referentes a la
extirpacin total o parcial de los genitales de las mujeres debido a elementos
culturales y no a razones teraputicas. Esta violencia contra las nias que influye
a lo largo de toda su vida, es una prctica tradicional en algunas culturas, una
costumbre denigrante a la que son sometidas las infantes con la idea de que este
procedimiento salvaguardar la dignidad de la nia y de su respectiva familia, y
para incrementar la probabilidad de casarse
(http://www.monografias.com/trabajos15/la-violencia/la-violencia.shtml).
Como se dijo arriba, existen determinados grupos que resultan ms
vulnerables que otros por ejemplo, las esclavas en la Grecia de la antigedad, las
macehualtin en el Mxico antiguo, las esclavas en el sur de los Estados Unidos en
49
el siglo XIX, las mujeres negras pobres de ese mismo pas en la actualidad, las
prostitutas en Alaska o en Puebla en el siglo XIX o en el mundo contemporneo
las migrantes indocumentadas que van del mbito rural a la ciudad o que migran
de un pas a otro y en trminos generales las mujeres indgenas de todos los
rincones del orbe.
Determinadas clases de violencia, que resultan ser las ms frecuentes e
insidiosas, se producen en el seno de las instituciones ms sagradas de la
sociedad: la familia, puesto que, como se sabe, en esta pueden ocurrir los actos
ms falaces y nefastos para la salud mental y el bienestar de los individuos
(Rodrguez-Shadow, 1997; 2008a). Pero tambin la calle, en la cual existen
determinados espacios y horas en las que de manera no explcita se prohbe o
mejor dicho se recomienda- que las mujeres no estn (Rodrguez-Shadow,
2010a). Esto, desde luego, no slo se produce en nuestro pas (Rodrguez-
Shadow, 2008b; Ramrez Rodrguez, 2005; Ramrez Hernndez 1999) sino
tambin en las regiones pobres de los Estados Unidos (Rodrguez-Shadow,
2008a), en los barrios de negros, o en las colonias pobres de cualquier ciudad
latinoamericana (Ferreira, 1995; Salinas, 2000), en Espaa (Prez, 1995; Fisas
1998), en Europa (Rodrguez-Shadow y Campos Rodrguez, 2010a), sino tambin
ocurre en las llamadas sociedades tribales estudiadas por las antroplogas,
tngase presente por ejemplo el famoso estudio de Margaret Mead (2001) en
Samoa, o en el Mxico Antiguo (Lpez Hernndez y Rodrguez-Shadow, 2011;
Rodrguez-Shadow, 2000, 2002), en la antigedad en Atenas (Keuls, 1993).
Violencia familiar
Este tipo de violencia, habitualmente, se haba considerado como una cuestin
que solamente ataa a los esposos, y por lo tanto no se consideraba un
problema social debido a que se pensaba que eran sucesos ocasionales ya que
slo los hombres dementes y desequilibrados eran capaces de lastimar a su
pareja. O que se engendraba solamente cuando los hombres se hallaban bajo los
efectos etlicos o de enervantes. Sin embargo, desde 1960, se sabe que el
maltrato femenino constituye un grave problema social que ha tomado enormes
50
proporciones, no exclusivamente en determinadas colectividades sociales, sino
entre parejas homosexuales, en todas las clases sociales, grupos tnicos y en
una diversidad de contextos culturales (Levinson, 1989; Prez, 1995).
El considerar a la violencia domstica como un asunto privado ha generado
que por siglos se pensara que era un derecho del marido y, en consecuencia,
algo normal; y ms adelante, algo que lamentablemente ocurra en algunos
hogares, pero que era parte de la vida privada de las parejas y en lo que, por
tanto, nadie deba intervenir. En este orden de ideas, muchos de los estudios
sobre la violencia domstica coinciden en afirmar que su supuesta privacidad es
uno de los elementos que subyacen en el hecho de que las vctimas no
denuncien, y este problema contine escondido y cuyos nmeros reales sean
casi imposibles de saber (Bosch y Ferrer, s/f), No obstante, y huelga mencionar,
la manera ms frecuente de violencia hacia la mujer es aquella que se ejerce en
la familia y en el hogar. Los estudios al respecto ponen en evidencia,
constantemente, que una mujer ms que por otra persona-- tiene una
probabilidad alta de ser lesionada, violada y hasta asesinada por compaero
actual o anterior.
Los hombres golpean, estrangulan, violan (con partes de su cuerpo u
objetos), apualan, disparan y tiran cido en la cara a sus compaeras o esposas.
Las mujeres son lastimadas gravemente y mueren a consecuencia de estos
actos. En este sentido, la violencia contra la mujer en el contexto familiar ha
generado parangones con la tortura. Los ataques se dirigen a lacerar tanto la
salud psicolgica de la fmina como a su cuerpo, generalmente van
acompaados de violencia fsica y de humillacin. La analoga con la tortura
estriba en que estas agresiones tambin son impredecibles y tienen una mnima
relacin con la conducta de las mujeres; adems, estos embates ocurren semana
con semana, a lo largo de los aos (http://www.monografias.com/trabajos15/la-
violencia/la-violencia.shtml).
Por otra parte y como se sabe, la violencia contra las mujeres al interior de
la pareja necesita la intervencin social, precisamente en ese mbito privado con
la finalidad de defender los derechos alienados de las mujeres, debido a que en
51
ese espacio ntimo se ha traspasado traumticamente los lmites en la convivencia
diaria. Sin embargo, la forma en que los poderes pblicos han organizado sus
medios de intervencin no son suficientes para proporcionar una respuesta
eficiente a muchos de estos problemas sociales (Montero, 2001)
McNulty (1980) afirma que cuando Richard Gelles public en 1974 su ahora
famoso libro The Violente Home: A Study of Physical Agression between Husband
and Wives, la violencia familiar era escasamente conocida. Este autor inici su
investigacin con familias en las que los trabajadores sociales sospechaban que
haba violencia. Su trabajo revel que 55% de los esposos admitieron golpear a
sus mujeres, una investigacin posterior revel que 8 de cada 10 esposas eran
agredidas por sus maridos. Unas estadsticas impactantes. Hoy da se calcula un
porcentaje semejante slo que se observa un incremento anual en su registro
puesto que el nmero de casos denunciado ha aumentado. Es posible que los
porcentajes se hayan mantenido estables, lo que no ha permanecido constante es
la paciencia y la permisividad de las mujeres.
Violencia simblica
La dominacin masculina que convierte a la mujer en un objeto simblico trae
como consecuencia el colocar a las mujeres en un estado constante de
inseguridad corporal o, en trminos ms adecuados, de alienacin simblica
(Bourdieu, 2000). As, el estar embestidas con un ser que es apariencia, las coloca
en una situacin en la que se encuentran conminadas a expresar una especie de
disponibilidad sexuada y sexual hacia los hombres (Miranda, s/f). Asimismo, esta
posicin sociocultural en la que las mujeres son colocadas genera una
subordinacin en todas las esferas de la vida.
Violencia psicolgica
Est dada por el maltrato verbal frecuente, el acoso, el aislamiento y la privacin
de los recursos de ndole fsico, econmico y personal. En palabras de las
mujeres, las injurias permanentes y la tirana, que se traducen en el maltrato
emocional, probablemente, son ms dolorosos que las agresiones fsicas debido a
52
que entraan la peculiaridad de minar efectivamente la seguridad, la confianza y la
autoestima de las mujeres. Inclusive, se afirma que lo ms negativo de la violencia
es la tortura mental, el terror y el miedo
(http://www.monografias.com/trabajos15/la-violencia/la-violencia.shtml).
Violencia econmica
La carencia de recursos de esa ndole, en los seres humanos, les trae como
consecuencia un estado de vulnerabilidad en todos los mbitos de la vida. No
obstante, la poblacin femenina es la que ms se halla, no slo en condiciones de
pobreza, sino de pobreza extrema. En este sentido, el no tener una
independencia econmica hace que las mujeres soporten cualquier tipo de
violencia ante la falta de alternativas para superar esta condicin.
Violencia institucional
Esta violencia ejercida por las instituciones encargadas entre otros
mecanismosde mantener el orden social en una determinada sociedad, se pone
de manifiesto en el trato desigual que da a las personas segn se trate de su ser
mujeres u hombres. Y, que el caso de lo concerniente a las mujeres, adopta
formas de violencia.
53
la colonia se siguieron estas mismas tradiciones britnicas. De este modo, en
algunos estados de la Unin, tan tarde como 1864 se permita que los maridos
usaran la cantidad y el grado de violencia necesaria para controlar un
temperamento femenino incapaz de comportarse como se esperaba.
Alabama rompi con esa maravillosa tradicin al considerar que la ley no
permitira los siguientes actos con los que los maridos trataban comnmente a
sus esposas: golpearlas con un palo, jalarlas del cabello, escupirles en la cara o
patearlas en el piso. De ese modo, a fines del siglo XIX el privilegio de golpear a
sus esposas fue revocado en todos los estados. Empero, como muchas veces
ocurre, la ley no propuso disposiciones o reglamentaciones que sirvieran para
proteger a las mujeres golpeadas.
El caso presentado por McNaulty (1980) expone pruebas irrefutables de
que hacia 1977 y an hoy da en los Estados Unidos los maridos que agreden a
sus esposas no pueden ser enviados a la crcel, a menos que durante la visita
policial los agresores dirijan su rabia a los uniformados. Por otra parte, los mismos
oficiales reciben rdenes de no involucrarse en disputas familiares puesto que
estos problemas domsticos no requieren accin directa. Los oficiales de la
polica actan de la misma manera en Mxico, concretamente en el estado de
Michoacn cuando ocurri un evento mientras estbamos en trabajo de campo.
54
evento privado y ocasional, vino, despus de la dcada de los 1870, a
considerarse un problema social y que slo hasta dcadas recientes se ha
considerado un delito punible, aunque pocas veces castigado.
As, se produjo el descubrimiento de la violencia domstica bajo la
presin del movimiento de los derechos civiles que se inici desde fines del siglo
XIX y continu hasta mediados del siglo XX. Esta obra ofrece luces sobre la
manera en la que la opinin y las percepciones pblicas sobre el matrimonio, la
pobreza y el alcoholismo se sensibilizan y se oponen al maltrato familiar. Gordon
ofrece una mirada realista sobre este problema que ella considera un indicador de
graves problemas sociales que no se relacionan con lo privado, sino con lo
pblico y cuya solucin slo corresponde a la sociedad en su conjunto, evaluando
objetivamente las dificultades que se debern enfrentar para su erradicacin.
55
ponerlas fuera del alcance del marido violento; empero, apoyndose en su
experiencia de trabajo de campo, ella plantea que debe aplicarse la estrategia que
se sigue en India. En la comunidad que ella investig las mujeres se constituan
en grupos de vigilancia que, organizadas por bloques o colonias y conservando
una comunicacin expedita, que posibilitara que las integrantes del grupo se
desplazaran y congregaran de manera presurosa al hogar de la mujer atacada en
el momento de los hechos con el objeto de impedir la agresin; posteriormente,
entre todas, daban al bravucn una sopa de su propio chocolate, indicndole que
de recaer en estos actos hostiles, le suministraran otra paliza ms dura.
Al parecer, estas maniobras produjeron buenos resultados en trminos de
tiempo y esfuerzo, de este modo, las madres no tenan que dejar el hogar y la
movilizacin de los hijos con el consiguiente gasto de energa y tiempo. Una
estrategia parecida fue utilizada por las mujeres chinas durante la Revolucin
Cultural China que fue registrada por las feministas francesas que llevaron a cabo
este estudio. Maies afirma que esta tctica debe ser implementada en ms pases
puesto que es una forma ms prctica y econmica de detener las agresiones de
hombres violentos que la, hasta ahora, infructuosa o de resultados parciales o
desalentadores de construir casas-refugio, que, de todos modos, slo resuelven
el problema de manera precaria y breve.
Muchas estudiosas han intentado socializar estas experiencias exitosas
para paliar la intensidad de la violencia o al menos, alguno de sus aspectos, en
ese sentido puede citarse nuestra modesta contribucin que denominamos Te
voy a convertir en sapo Estrategias para enfrentar la violencia domstica en una
comunidad rural poblana, (Rodrguez-Shadow y Campos Rodrguez, 2011b), as
como la propuesta por la canadiense Andrea Routley (2010).
56
marcando un amplio repertorio de tcticas para su prevencin y asistencia. Se
trata de un tesis muy interesante ya que ofrece un inventario de los ficciones y
prejuicios existentes en las ideas de los profesionales (psiclogos, abogados,
mdicos, jueces) y las creencias populares sobre la violencia domstica: que se
trata de una cuestin privada que slo compete a la pareja, que slo se da entre
gente sin educacin e inculta, que las personas que se involucran en estos
conflictos son individuos enfermos y que por lo tanto representan casos aislados,
que las golpizas que reciben las mujeres slo ocurren cuando el marido est
alcoholizado, o slo cuando stos deben enfrentar el estigma del desempleo o las
preocupaciones de la crisis econmica y por lo tanto, slo propia de las clases
bajas, o que, en todo caso, no puede evitarse puesto que es natural e instintiva. O
bien, que las elaboraciones ideolgicas se basan en la falsa creencia de que las
mujeres que son golpeadas se lo merecen, porque son masoquistas, dbiles y
tontas, las mantienen, no obedecen rdenes simples o porque su naturaleza es
as.
Otro texto que irrumpe de esta temtica es el de Ana Mara Prez, jurista
espaola que en su obra Una cuestin incomprendida: el maltrato a la mujer
(1995), afirma que, pese a que en Espaa la igualdad jurdica entre los gneros
est protegida por ley, en la realidad social se produce una asimetra muy intensa,
lo cual propicia la violencia domstica, ella invoca a las instituciones sociales y
polticas para que, a travs de la educacin, se erradique este grave problema en
el que se pone en riesgo el bienestar personal, el orden social, la armona familiar,
e incluso el destino futuro de la especie humana.
Resulta interesante que Prez slo apela, para resolver este problema que
est causando muchas muertes y graves problemas sociales ahora en Espaa, a
la buena voluntad de las instituciones burguesas o a la necesidad de educar a
las masas, sin continuar su anlisis por el camino inicial, o sea, en insistir que la
violencia familiar se basa en la asimetra entre los gneros, fallando en indicar
que esta caracterstica es un rasgo estructural de la sociedad globalizada.
La propuesta generada por Felipe Ramrez, (1999), psicoterapeuta que
escribi Violencia Masculina en el hogar -residente en San Francisco, quien ha
57
establecido varios centros de rehabilitacin para hombres golpeadores en
diferentes ciudades de los Estados Unidos y organizado innumerables talleres en
otros pases- es que los hombres violentos proclives a agredir a las mujeres
deben acudir voluntariamente a un cierto nmero de sesiones en las que, en
grupo, comunican los sucesos violentos en los que se ha involucrado, l conjetura
que este procedimiento ofrece buenos resultados en la conducta de los pacientes
pues, de esta manera, los hombres reflexionan sobre el evento y se hacen
conscientes de las escenarios en los que se generan esos episodios y as logran
evitarlos.
En Mxico tambin, parece que con cierto xito, se han establecido este tipo
de procedimientos en una organizacin que opera bajo los mismos principios de
Alcohlicos Annimos. Sin embargo, hasta donde se sabe, pocas personas de
escasos recursos materiales y con pocas posibilidades de acceso a la creacin de
capital cultural asisten a alguno de estos programas o en pocas ocasiones acuden a
solicitar ayuda a estas instituciones que desarrollan programas para suprimir la
violencia en el hogar. El procedimiento, tal y como lo explica Ramrez en su obra,
semeja a las estrategias planteadas por ALANON, grupo asociado a AA y cuyo
sistema que no le proporcion ninguna ayuda a Francine Huges cuando recurri a
ellos.
Existe otra propuesta para enfrentar la violencia domstica que han
desarrollado las mujeres afroamericanas en los Estados Unidos que se funda en un
planteamiento anti violencia y que ha sido expuesta por Sanbury (2003). Estas
tcticas tienen muy en cuenta las estructuras de violencia que han moldeado la vida
de las mujeres negras pobres. Se ha pensado que estas estrategias que estn
diseadas para lidiar con la violencia en las comunidades (violencia domstica,
sexual), deben estar muy vinculadas con las medidas para bregar con el
hostigamiento dirigido contra esas colectividades en especfico (brutalidad policiaca,
prisiones, racismo, explotacin econmica). Estas dos estrategias deben ir unidas
pues sus causas y efectos estn estrechamente interconectados.
58
Bergen, Adleson y Renzetti (2004), elaboraron su obra clasificando las
contribuciones en tres rubros: la violencia sexual contra las mujeres; la violencia
fsica contra las mujeres; y perpetradores de violencia contra las mujeres.
Un estudio realizado en el 2006 por el Grupo de Estudios sobre la Familia
del Centro de Investigaciones Psicolgicas y Sociolgicas comprob, tras entrevistar
a 564 personas que, aunque la mayora dijo tener claridad acerca de lo que es el
maltrato en la familia, afirmaban que no crean que hubieran razones que lo
justificaran, aseveraron estar de acuerdo con la idea de que "las vctimas del
maltrato a veces se lo buscan; hacen cosas para provocarlo." Este pensamiento, que
es muy comn, puesto que despoja de responsabilidad al perpetrador dando bases
para la propagacin de un mito que legitima las formas ms brutales de violencia
contra las mujeres: desde la joven que es violada sexualmente porque "iba vestida
de forma provocativa" o la esposa con ojos morados o huesos fracturados porque
"no respet la autoridad del marido.
De modo que, casi la mitad de las personas que componen la muestra
afirm que las vctimas son las causantes de la violencia y casi todos estn de
acuerdo con la frase: "la violencia familiar es un asunto privado que slo a ellos les
corresponde resolverla". Si bien se trata de un estudio cualitativo, no representativo,
el colectivo de autores seala que entre la cuarta parte y la mitad de las personas
entrevistadas han adoptado creencias errneas que ayudan a dar invisibilidad a las
relaciones de maltrato que observan o experimentan, y que pueden paralizar el
inters y la iniciativa de las mujeres para lograr un cambio de su vida cotidiana.
En dicho estudio llegan a la conclusin que aunque numricamente resulte
alentador que una mayora no defienda mitos universales, se debe considerar que
son excepcionales los sujetos que no tienen incorporado alguno de los estereotipos
que legitiman la violencia hacia las mujeres. Las personas dedicadas al estudio de la
violencia llaman la atencin acerca de que los mitos, la falta de informacin y el
desconocimiento en torno a este problema social siguen frenando su identificacin y
enfrentamiento.
Entre las ideas ms generalizadas, y aceptadas acrticamente, estn
aquellas que suponen que las personas violentas tienen bajo nivel cultural o
59
padecen de algn problema psiquitrico. Tambin que se trata de un asunto privado,
en el que nadie se debe involucrar. Las especialistas alertan que, bajo estos
criterios, los episodios violentos se ven de manera aislada y sus causas se limitan a
la incompatibilidad de caracteres entre las partes, los factores externos, el
alcoholismo, el consumo de drogas o un deficiente autocontrol de la conducta,
cuando en realidad subyace un desequilibrio de poder, en el que las mujeres son
vistas como cosas que sirven para parir hijos, limpiar la casa y prestar servicios
ilimitados a los otros.
60
Un concepto breve, pero acertado sobre el poder consiste en designarlo
como: una capacidad que A tiene para influir en la conducta de B, de modo que B
haga algo que de lo contrario no realizara. Huelga mencionar que, en las culturas
machistas se percibe a la mujer como dbil; lo que genera una alta probabilidad de
que las mujeres se conviertan en blanco del acoso. As, los atributos de gnero
ejercen una influencia determinante debido a que los que son considerados como
femeninos, en automtico son asignados a las mujeres, y los que son estimados
como masculinos son conferidos a los hombres.
En este tenor, la ideologa patriarcal sostiene una rgida divergencia entre los
gneros femenino y masculino, con sustento en la diferencia biolgica de los sexos y
en la capacidad de procreacin de las mujeres, de lo que se sirve para establecer un
supuesto "orden natural de las cosas". De hecho, se trata de una produccin cultural,
que tiene como secuela la subordinacin femenina a la estructura de poder de la
sociedad patriarcal (Garca y Ramos, 1998; Gutirrez, 2002; Arredondo, 2003; Corsi,
1995; Sanchos, 1996).
Por otra parte, es un hecho que la mujer se enfrenta a una situacin de
desventaja con respecto al hombre en el mercado laboral; ya sea por la doble
jornada de trabajo, por la segregacin ocupacional o por la discriminacin salarial,
por mencionar algunas.
Como sabemos, el principal problema que presenta el mobbing es como
detectar al agresor ya que la imagen que proyecta hacia el exterior es bastante
positiva. Generalmente no es consciente del dao psicolgico que puede ejercer y
no conoce el significado del trmino equidad.
(http://contenidos.universia.es/especiales/mobbing/perfil/agresor /index. htm).
El acosador laboral, a diferencia de otro acosador como puede ser sexual,
mantiene hasta el ltimo momento la sentencia condenatoria, e incluso despus, la
conviccin interna de no haber hecho nada malo, sino el ser estricto con su trabajo.
Lo que parece desencadenar su agresividad y toda la serie de conductas de acoso
es la envidia por los xitos y los mritos de los dems, entendida esta envidia como
un sentimiento de codicia, de irritacin rencorosa, que se desencadena a travs de
la visin de felicidad y de las ventajas del otro (Idem.).
61
Resulta menester dirigir la mirada a la paradoja que consiste en la
interpretacin que tambin dan los hombres de la mujer, en tanto alguien
amenazante porque --segn su propia lectura-- posee una serie de atributos que l
carece. Esta percepcin, genera en los hombres, toda una parafernalia en trminos
de considerar a las mujeres como brujas, perversas, ninfmanas, entre otros; es
decir, seres malficos a los cuales es necesario aniquilar para el bien comn.
Algunas caractersticas de los acosadores, apunta Hirigoyen (2004),
convergen con las de los narcisistas y, adems, poseen atributos propios de los
paranoicos aunque no lo son:
- Los perversos narcisistas pueden presentarse como moralizadores y
suelen dar lecciones de rectitud a los dems.
- Tienen una gran rigidez psicolgica, obstinacin, intolerancia,
racionalidad fra, dificultad para mostrar emociones positivas y desprecio al otro.
- Poseen sndrome de mediocridad inoperante activa (MIA), es decir
experimentan grandes deseos de notoriedad. Y, en consecuencia, ejecutan
demasiada actividad que es completamente intil, en trminos laborales; es decir,
absolutamente inoperante para el equipo de trabajo.
- Muestran desconfianza, un temor exagerado de la agresividad ajena,
sensacin de ser la vctima de la crueldad del otro, celos, suspicacia.
- Suelen hacer juicios equivocados, interpretan acontecimientos neutros
como si fueran adversos.
- Los acosadores, adems, presentan actitudes inapropiadas vinculadas
a una serie de prejuicios tnicos, polticos y de gnero, entre otros.
Por otra parte, las personas acosadas, en paradoja con lo que desde una
perspectiva ftil, se pudiera pensar, no son sujetos dbiles ni con trastornos
psquicos y/o con problemas para las relaciones sociales; sino que son seres
humanos que, ante la mirada del acosador, emergen como envidiables; lo que
obedece a sus caractersticas carismticas y al desarrollo de una gran experiencia
para los vnculos interpersonales; asimismo, debido a que son ambiciosas,
inteligentes, con una buena capacitacin para el desempeo de su trabajo, lo que
generalmenteles conduce a cuestionar constantemente las indicaciones que les
62
imponen. Entre otras de sus peculiaridades tambin se hallan su disponibilidad para
el trabajo en equipo y para apoyar a sus compaeros en todo lo que sea necesario
para el logro de los objetivos organizacionales. Inclusive el que tengan una situacin
personal, familiar y social satisfactoria les puede colocar como vctimas del
acosador.
Huelga mencionar que, a menudo, los blancos se autosealan en forma
inconsciente ante la mirada del acosador, justo por oponerse de manera frontal al
acosador
(http://contenidos.universia.es/especiales/mobbing/perfiles/victima/index.htm).
Como se sabe, lo anterior genera en el acosador un deseo intenso dadas
sus propias caractersticas de inteligencia y de personalidad que hemos mencionado
con antelacin-- de mentir con la finalidad de descalificar a su vctima y de oponerla
al equipo de trabajo.
En este tenor, el acosador no est solo ya que halla, en el resto de la gente,
una suerte de apoyo aunque exclusivamente estribe en la indiferencia- para
aniquilar psquicamente a su blanco (Idem.).
Como se infiere, no existe ninguna coincidencia entre la imagen que crea el
acosador sobre su vctima y quien realmente es; ya que, aun cuando tal imagen
tiene la intencin de hacer aparecerle como un individuo tonto y flojo, las personas
acosadas son inteligentes y laboriosas.
En este orden de ideas, es inevitable relacionar tales caractersticas con el
estereotipo del rol sexual masculino, al que se le asocia con comportamientos
agresivos sexualmente, la contencin de emociones intensas, en particular las
relacionadas con la ansiedad o el dolor, la independencia en situaciones
problemticas y el dominio.
Por otro lado, cuando son las fminas quienes presentan las caractersticas
del blanco del acoso y, por tanto, se encuentran en el papel de vctimas, la causa
ltima -lamentablemente, en pleno siglo XXI- consiste en su condicin de mujeres.
Debido a que los acosadores, con base en su propia mentalidad patriarcal, perciben
a estas trabajadoras como alguien a quien destrozar porque su identidad de gnero
no corresponde con la definicin de ser mujer que han elaborado a los vuelos de
63
sus imaginarios machistas.
64
corporaciones tuvieron que ser ms discretas en los asuntos de gender equality a
nivel nacional.
Otras historias ficticias de violencia domstica han sido abordadas en
Sleeping with the enemy (1991), un pelcula poco conocida de Julia Roberts, por
razones obvias; otras dos historias flmicas que terminan con la muerte del marido
agresor son Dolores Claiborne (2004) y Enough (2002), la primera con la estupenda
actuacin de Kathy Bates y la segunda, ms fantasiosa, aunque igualmente
sugerente, protagonizada por Jennifer Lpez. La ltima que quisiramos mencionar
y recomendar es Once Were Warriors, pelcula australiana, en el que la violencia
domstica se desarrolla en contextos intertnicos. No abundamos en este tema pues
ser desarrollado a profundidad en un documento que se encuentra en preparacin
Conclusiones
Esta prctica cultural, aunque a menudo ha sido considerada como lgica y natural y
tratada como un fenmeno que siempre ha existido (y existir), en esta
comunicacin, apoyndonos en estudios llevados a cabo por especialistas en este
tema y adoptando una perspectiva crtica demostramos que se trata de una prctica
histrica, esto es, que sus manifestaciones han asumido particularidades distintivas
en diferentes lugares, periodos histricos y contextos sociales y por lo tanto, se trata
de una construccin cultural que refleja los valores culturales cambiantes, las
presiones econmicas, los contextos polticos, as como las relaciones coyunturales
entre las clases sociales, los gneros y las identidades tnicas. Desde esta ptica es
posible el planteamiento de que pueden crearse estrategias para erradicarla puesto
que no forma parte de nuestro bagaje biolgico como seres humanos y su
eliminacin exhibira el carcter racional que la especie humana se ha imputado a s
misma.
El hecho de que muchas de las estrategias institucionales, comunitarias e
individuales creadas para su eliminacin funcionan, da cuenta del carcter cultural
de esta prctica. Asimismo, el hecho de que las mujeres acepten, no sin resistencia,
esta marginacin y maltrato, se funda, no en sus hormonas, sus genes o en su
aparato reproductivo, sino en una estrategia de socializacin profunda e intencional
65
para generar ciertos rasgos suavidad, pasividad, domesticidad pero que resultan
apropiados para imputar un carcter negativo a la feminidad en una sociedad
machista y estructuralmente violenta.
En esta comunicacin pretendemos mostrar el carcter histrico de este
fenmeno citando su variabilidad a travs del tiempo y en diversos contextos
sociales y ejes de diferenciacin tales como: la clase social, la etnicidad, el gnero y
la cultura. Nuestra meta, es, entonces, examinar la literatura histrica y antropolgica
producida en las ltimas dos dcadas en la que se estudia este fenmeno que se
encuentra presente en diversos periodos histricos, contextos sociales, naciones,
estratos socioeconmicos y grupos tnicos distintos en los que, sus manifestaciones
resultan distintas en sus especificidades y manifestaciones.
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Cuadernos Inacabados.
68
MUJERES DE SEDA
Introduccin
Desde que existe la organizacin en grupos que debieron ser familiares al principio,
las luchas por territorios, las mujeres y los nios, fueron motivo de envidias y pleitos
entre los hombres, aunque no podemos decir que desde el paleoltico inferior (Morillo
y Black, 2008). Posteriormente, las pugnas intertribales debieron haber sido muy
frecuentes. Pero las guerras formales, organizadas con combatientes que reciban
instruccin militar son tardas, probablemente de fines del neoltico (en Mxico 300 a.
C) (Rodrguez-Shadow, 1998; Kelly, 2000).
Siempre se ha considerado, errneamente, que las batallas en la antigedad
fueron una actividad masculina y cuando las mujeres intervienen apoyando a los
hombres que peleaban, era slo para recoger armas tiles para llevarlas a los
milicianos (Miles y Cross, 2013). No obstante, la participacin de las mujeres en la
defensa de sus comunidades ha sido documentada histricamente: las que saban
tallar piedra probablemente hacan flechas, lanzas, cuchillos, puales, de obsidiana y
otras piedras que abundaran, inclusive recogan piedras servan como proyectiles.
Posteriormente, cuando las armas se hicieron complejas y sofisticadas y su
hechura requiri la dedicacin completa del tiempo de trabajo debieron aprender esta
labor, aunque slo fuera como ayudantes. Entonces, las mujeres deben haber
colaborado en las tareas blicas haciendo la comida y buscando alimentos para los
guerreros. Con esto no quiero decir que ellas no luchaban, pero servan en lo que
podan a los soldados, los curaban, los atendan, y les acercaban todo el utillaje que
recogan de los campos de la batalla. Lo que no hacan era pelear cuerpo a cuerpo
porque su fuerza muscular siempre ha sido muy inferior a la masculina.
Las armas fueron hechas y usadas slo por hombres, porque requeran la
fuerza del herrero, el conocimiento del armero, la fuerza del guerrero y las estrategias
que se aprendan cuando la situacin era peligrosa. Las mujeres siguieron apoyando,
curando, dando de comer, y reuniendo armas.
69
Sin embargo, la mitologa de algunos pueblos nos relata la valenta y el arrojo
de las mujeres en la guerra como sucede con las amazonas (Mayor, 2014). Sus
hazaas se asemejan a las luchas de las mujeres que son preparadas para la guerra
en grupos que viven a lo largo del ro Amazonas en Brasil, Ecuador o Palestina
(Victor, 2003), tambin son muy comentadas las proezas de las reinas en la
antigedad (Nelson, 2003).
En Mxico se dice que los grupos tardos como los mexica tenan pequeos
conjuntos de mujeres a quienes les gustaba la guerra y aprendan a luchar,
preparaban la comida, hacan armas, y satisfacan sexualmente a los guerreros; les
llamaban maquis (Rodrguez-Shadow, 2000). Los hijos que tenan eran cuidados por
toda la comunidad, se les consideraba hijos de padres valientes y se les daba una
buena posicin social procurando que fueran guerreros en su momento. De esa
manera, en Mxico, a las mujeres no les espant la guerra hasta que los espaoles
les ensearon que no era trabajo femenino y las obligaron a alejarse de toda prctica
blica.
Foto 1 Foto 2
Matrimonio de revolucionarios de Revolucionarias armadas. Al parecer de alguna familia gobernante de
provincia. Clase alta.
70
Foto 3 Foto 4 Foto 5
Mujeres armadas para la Revolucin de 1910. Parecen ser clase media.
Foto 6 Foto 7
Mujeres en la lucha pero sin armamento
Los tres siglos que los espaoles controlaron Mxico cambiaron por completo la
personalidad femenina y con ello tambin la actitud de los hombres que las hicieron
de muy diferente forma: siempre dependientes, profundamente religiosas,
sometidas, sin ninguna posibilidad de ser tiles en la guerra, y con una personalidad
delicada, fina, romntica, que nada tena que ver con la mujer prehispnica. Aunque
algo de aquella conservaron los grupos indgenas y en las luchas que Mxico ha
tenido, internas y externas, siempre hay personajes femeninos que sirven de
ejemplo en la historia para las dems. La literatura de los siglos XVIII y XIX abunda
en poemas, novelas, mitos, leyendas, resaltando la dulzura femenina que la
consideraba slo una paloma para el nido (Francoise, 1987).
71
Foto 8 Foto 9
Las clases altas o burguesas luchaban intelectualmente. En la segunda foto est Francisco
Ignacio Madero y su esposa Sara Prez de Madero.
Foto 13
Familiares de revolucionarios de clase alta.
En este ensayo, vamos a mostrar a las mexicanas que lo nico que saben hacer es
envolverse en sedas y de otras, cuyo trabajo mantiene a la familia por falta de un
72
hombre responsable y mujeres de clase humilde que no tienen ningn temor de
trabajar y luchar igual o ms que los hombres.
II
Las Clases Sociales en Mxico
Como en casi todo el mundo, Mxico se divide en 3 grandes clases, en lucha
interna, y dan la impresin de ser 3 sociedades diferentes (Marx, 2008):
a) la burguesa, compuesta por extranjeros, gente rubia con costumbres
europeas pero tambin asiticos. Son dueos de la tierra, del capital y de los medios
de produccin, desarrollan toda clase de trampas para controlar la poltica y la
economa; procuran que los jvenes estn muy preparados, manejan varios idiomas
y forman sus familias tambin con extranjeros. Dirigen la educacin y la religin y
procuran habitar zonas hermosas con familias semejantes.
b) Las clases medias formadas con la gente dedicada a organizar la
produccin y la ciencia. Son empleados que buscan una economa familiar segura y
se preparan en escuelas gratuitas alejadas del boato y de las ciencias costosas
como la astronoma. Las zonas habitacionales de las clases medias tienen mejores
servicios que las clases ms bajas, pero no son las grandes mansiones que
caracterizan a la burguesa.
c) Las clases proletarias y campesinas las forman las grandes masas de
trabajadores manuales, con mala preparacin, el porcentaje de analfabetos es alto.
Abundan los artesanos que conservan costumbres prehispnicas, como casas de
paja y lodo, y vajillas de barro; conservan costumbres familiares antiguas, como la
venta de mujeres y de nios y soportan toda clase de caprichos del jefe. Su horario
de trabajo es muy amplio, descansan poco y las zonas de habitacin son malas,
antihiginicas y carecen de dinero para darle buena vista a sus colonias.
A principios del siglo XX, se acentu esta situacin, reduciendo el nmero de
burgueses y aumentando el proletariado (Dahrendorf, 1979). El campesinado llevaba
una vida casi medieval y el trabajador perteneca al dueo del rancho o de la fbrica
de manera muy parecida al esclavo histrico. Las clases medias eran realmente
pobres, de economa baja, y las mujeres continuaban siendo las figuras romnticas
73
que les gustaban a los conquistadores. An los cientficos estaban satisfechos de
todo ello, y consideraban buena a la mujer que aceptaba su sometimiento y malo al
trabajador que luchaba por mejores condiciones. El Gral. Porfirio Daz haba repetido
la figura de presidente de la Repblica e iba a cumplir 30 aos en el poder cuando la
burguesa del norte organiz a las otras clases en su beneficio por un lado, y el
campesinado del sur se organiz tambin con la idea europea de conseguir mejor
situacin de vida, ms igualdad social (Flores, 1982). Ya no se permiti que Porfirio
Daz tomara el poder y todo Mxico se levant en armas con diferentes miras de
lucha segn la clase a la que pertenecan: los burgueses queran el poder, las clases
medias queran el saber y el proletariado y campesinado, queran la tierra para quien
la trabajara; ms o menos esa era la orientacin de los lderes.
Empezaba a perfeccionarse la fotografa, y una familia apellidada Casasola
se dedic a tomar fotografas del descontento, de la lucha armada, de la lucha de
clases, de los lderes, del asesinato de esos lderes, y de muy pocas mujeres,
porque como de costumbre, se vea muy mal una mujer con pantalones y rifle.
El trabajo que les presento tiene el propsito de mostrarles algunas escenas
de la vida de esas tres diferentes clases sociales.
74
Foto 15 tomada de Casasola (1992:65), Tomo I.
En un festival hpico en honor de don Porfirio, el viejo presidente mexicano pasea del brazo
de la esposa del embajador alemn Wengeinheim, la que luce un tapado de piel de zorro en un da
soleado.
Clase media
Ya dijimos que las clases medias eran personas que trabajaban controlando a la
sociedad institucionalmente. Eran empleados de mostrador, de contabilidad,
maestros y profesionistas.
Aqu encontramos a los jefes de menor rango, a los intelectuales y a los que,
fundamentalmente, organizaron la Revolucin y posteriormente controlaron a la
nueva sociedad.
75
Foto 17 tomada de Casasola (1992:184-55), Tomo I.
Don Porfirio gan en una de sus mltiples reelecciones. La gente baila en la calle formando
parejas. El vestido nos indica que son clase media.
76
Fotos 19 y 20 tomadas de Casasola (1992:184-185), Tomo I.
Campesinos y obreros
Mxico careca de industria y comercio y era la agricultura la actividad principal. La
base de la riqueza era la hacienda que explotaba a sus trabajadores con psima
retribucin y el sistema de tienda de raya. Mantena esa organizacin un ejrcito
federal pauprrimo, con armas viejas e insuficientes y los trabajadores eran en su
mayor parte, indios que constantemente se levantaban en armas, sobre todo en el
norte y en Yucatn.
77
Foto 21 tomada de Casasola (1992:25), Tomo I.
Un soldado del ejrcito federal, se despide de su familia antes de salir a combatir a los
indios mayas. La familia porta atuendos de mucha pobreza.
78
Carmen Serdn Sra. de Aquiles Serdn
Fotos 23 y 24 tomadas de Casasola (1992:216).
Se va perfilando una clase media con mujeres de lucha como Carmen Serdn y la esposa
de Aquiles Serdn (Pg. 216).
La instruccin pblica, est encabezada por don Justo Sierra (Marsiske, 2006) quien
trae a Mxico mujeres profesionistas preparadas para demostrar que en Mxico los
Altos Estudios poco a poco estn siendo ocupados por mujeres clasemedieras. En la
79
Pg. 203 (Casasola, 1992) se ve a don Justo Sierra orgulloso de estar en el Saln
El Generalito auditorio de la preparatoria de Altos Estudios que en otras partes de
Amrica Latina no podra ser ocupada por mujeres.
Tanto las mujeres que se estn preparando en la Universidad y en la
Normal, como los hombres de clases medias nos permiten ver que la educacin se
va abriendo muy lentamente para indios y mestizos (Robichaux, 2008).
Poco tiempo despus se desarrollan escenas de guerra que cambian a
Mxico drsticamente, como la matanza de Ro Blanco, Cananea y la huida de los
burgueses al Viejo Mundo como la de Limantour y don Porfirio a Francia, y las
decenas de licenciados reeleccionistas al resto del mundo (Serrano, 2012).
A lo largo de las 203 pgs. del libro de los Casasola (1992), las mujeres han
ido apareciendo y tomando una posicin importante en la sociedad mexicana. Ya
hemos visto embajadoras, maestras, y otras profesionistas.
Despus de una larga lucha en 1953 las mujeres lograron el derecho de
votar y ser votadas (Instituto de las Mujeres de la Ciudad de Mxico, s/f) y a partir de
entonces se ha ido igualando en derechos a los hombres para dejar de ser espinas y
tomar mayor personalidad de flores en la sociedad mexicana.
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81
82
HOMBRES FEMINISTAS: EL ESCNDALO DE RENUNCIAR A
LA MASCULINIDAD
Resumen
Hombres feministas: el escndalo de renunciar a la masculinidad es un texto cuya
base es la tesis doctoral Hombres feministas? Activistas contra la violencia hacia
las mujeres en Mxico (UAM, 2014), realizada entre el 2011 y el 2014 en la Ciudad
de Mxico. En este ensayo se aborda, aunque de manera sinttica, los ltimos
captulos de dicha tesis y se perfila en aras de considerar el cmo y desde qu
lugar prestando atencin al por qu les interesa a ciertos hombres formar parte del
sujeto poltico del feminismo y, a propsito, a qu feminismo estaran apelando si
esto sucediese.
A partir de entrevistas en profundidad aplicadas a un grupo de hombres
activistas que llevan a cabo un proceso autoreflexivo y poltico en torno a lo que
representa para ellos ser hombres y cmo les afecta esa construccin, planteo
algunas reflexiones sobre lo que considero pueda ser la salida de la paradjica
masculinidad que les hace ser pero que, mediante sus prcticas discursivas, la
interpelan contradicindose a s mismos. Una paradoja que los mantiene en los
mrgenes de la hegemona y que los descoloca al mismo tiempo a merced de las
vivencias que a lo largo de sus vidas han experimentado.
Son varones que vivieron una suerte de subalternidad, es decir,
experimentaron los efectos de la lgica de gnero en carne propia y tuvieron, as, un
descolocamiento de la masculinidad hegemnica sin haberlo decidido. Eligieron, por
tanto, reflexionar en torno a su performance de gnero (Butler, 1998); algunos desde
pequeos y otros ya en la adultez decidieron ser empticos con las luchas de
mujeres escudriando en sus propias vidas por qu la masculinidad tradicional no
espejea lo que son (o lo que desearan llegar a ser).
83
Introduccin
Por qu un sujeto decide cuestionar los privilegios que la lgica de gnero le
otorga? Qu hace que los privilegiados interpelen su posicin y se sumen a las
luchas de mujeres? Lo novedoso del cuestionamiento sobre si los hombres pueden
o no ser feministas radica en su descomposicin para responder, en primer lugar,
por qu les interesa serlo, quin decreta si lo son o no, de qu depende esa
determinacin y, desde luego, a qu tipo de feminismo, por tanto, se est apelando.
Este trabajo se perfila en aras de considerar el cmo y desde qu lugar
prestando atencin al por qu les interesa a ciertos hombres formar parte del sujeto
poltico del feminismo y, a propsito, a qu feminismo estaramos invocando si esto
sucediese. Dicho lo anterior, es preciso aclarar de qu tipo de hombres estoy
hablando; me refiero a aquellos con los que trabaj en mi tesis doctoral intitulada
Hombres feministas? Activistas contra la violencia hacia las mujeres en Mxico
(Fernndez, 2014). Se trata, pues, de un grupo de hombres activistas que llevan a
cabo un proceso autoreflexivo y poltico en torno a lo que representa para ellos ser
hombres y cmo les afecta esa construccin; son varones que colaboran en
asociaciones de la sociedad civil en la Ciudad de Mxico y se asumen como pro-
feministas, es decir, su praxis poltica est enfocada principalmente a la
erradicacin de la violencia contra las mujeres, apoyan activamente ciertas
demandas feministas y procuran renunciar a los privilegios que su gnero les
confiere por el slo hecho de ser hombres en una sociedad como la nuestra.
Como se observa, estos hombres no son representantes de los hombres
de nuestro pas. Son una minora, en su sentido cuantitativo y cualitativo; son
varones, adems, que a lo largo de sus vidas vivieron una suerte de
subalternizacin, es decir, vivieron los efectos de la lgica de gnero en carne propia
y tuvieron, as, un descolocamiento de la masculinidad hegemnica sin haberlo
decidirlo. No se trata de varones que insisten en encontrar el lado amable de la
masculinidad suponiendo que hay masculinidades diversas o nuevas, son hombres
que se asumen como tal an y cuando pretenden materializar prcticas
contrahegemnicas en su vida cotidiana y en su labor activista. No pretenden
posicionar una masculinidad alternativa, por el contrario, desde mi lectura estn
84
viviendo lo que masculinidad en s misma representa, es decir, una paradoja que los
mantiene en los mrgenes de la hegemona y que los descoloca al mismo tiempo a
merced de las vivencias que a lo largo de sus vidas han experimentado.
Los 18 hombres activistas que entrevist tomaron la decisin de reflexionar
en torno a su performance de gnero (Butler, 1998); algunos desde pequeos y
otros ya en la adultez, decidieron ser empticos con las luchas de mujeres
escudriando en sus propias vidas por qu la masculinidad tradicional no espejea lo
que son o lo que desean llegar a ser.
85
Connell retoma el concepto de hegemona de Antonio Gramsci y lo refiere a la
dinmica cultural por la cual un grupo exige y sostiene una posicin de liderazgo en
la vida social (Gramsci apud. Connell, 1997:39). La autora plantea un esquema
importante para entender la estructura de los modelos de la masculinidad infiriendo
que existe un modelo de masculinidad hegemnica la cual permea el resto de las
otras masculinidades, subordinndolas.
Para dar cuenta de la autoreflexin que estn llevando a cabo los hombres
activistas aludo a una re-escritura del sujeto al considerar ciertos aspectos que
facilitan el proceso de asumirse como los cuerpos-sujeto que son, es decir, desde
donde se re-construyen por medio de las experiencias (para algunas/os autoras/es
este proceso se llama encarnacin); asumirse antes que nada como sujetos-
cuerpos y no como hombres, de ah que me result til el concepto acuado por
Najmanovich (2001) de sujeto encarnado que se construye por medio de un
proceso basado en la experiencia, no es determinado por la biologa, no es
ahistrico, no tiene un carcter fijo. El sujeto, y su subjetividad, por tanto, no es
esencia sino que se materializa por medio de la experiencia y el contexto
sociocultural.
Los activistas pro-feministas no slo son un cuerpo; no propongo que se
asuman cuerpo a secas, sugiero que devengan sujetos-cuerpo-vivencia-experiencia;
que devengan sujetos encarnados:
El sujeto encarnado participa de una dinmica creativa de s mismo y del
mundo con el que est en permanente intercambio () se relaciona con la
aceptacin de que la corporalidad implica que todo conocimiento humano se da
desde una perspectiva determinada. El sujeto encarnado no puede estar en todos
lados al mismo tiempo, y por lo tanto slo puede conocer en un contexto
especificado, y su conocimiento se estructura en un lenguaje determinado. Es decir,
que habr siempre un lugar especfico de la enunciacin (Najmanovich, 2001:15-16).
Por lo tanto, asumirse como sujetos encarnados y no como hombres cuyo
ejercicio de masculinidad los hace olvidarse y negar que son un cuerpo vulnerable y
que, en efecto, han sido vulnerados, no slo su corporalidad sino ellos, completos.
Asumir la situacin de sujetos encarnados, implica que:
86
Podemos componer y de hecho esto es lo que hacemos en nuestra experiencia
cotidiana una "imaginera" ms compleja, que incluya distintas fuentes de
informacin pero nunca infinitas fuentes. Solo podemos conocer lo que somos
capaces de percibir y procesar con nuestro cuerpo. Un sujeto encarnado paga
con la incompletud la posibilidad de conocer. Al asumir esta posicin nos damos
cuenta que el "cuerpo" del que estamos hablando no es el "cuerpo de la
modernidad", estamos comenzado a pensar en una multidemensionalidad de
nuestra experiencia corporal (Najmanovich, 2001:17).
87
contrario, la norma encarnada en los hombres es la que les permite a stos marginar
y oprimir. Estos sujetos activistas han experimentado la discriminacin y otras
violencias en carne propia y en algn momento de sus vidas estuvieron del otro
lado, es decir, del lado de los subordinados; ese lado comnmente ocupado por
nosotras, las mujeres.
Metafricamente, los varones que estudi salieron huyendo de la
marginalizacin y de la subalternidad, ya que, despus de todo quin no lo hara si
pudiera? Lo que estoy sugiriendo es que estos sujetos han vivido la condicin de
subalternidad que no caracteriza propiamente a los hombres urbanos blancos y/o
mestizos, de clase media y con estudios (caractersticas de los activistas que
entrevist); esta condicin subalterna los sita en un umbral fuera de los mrgenes
de la hegemona. Con estos eventos se puede apreciar la descolocacin de la
masculinidad hegemnica; los actos performativos que hoy da llevan a cabo pueden
alejarlos de ella, no obstante, considero que son estos eventos los que realmente les
mostraron la otra cara de la moneda. De ah que como Gargallo (2014) afirma, la
renuncia de los privilegios no es una decisin personal, sino una condicin a la que
se est sujeto.
88
el mundo que conocemos y su funcionamiento; el patriarcado est pensado por
hombres, para beneficio de los hombres y su control sobre las mujeres y, si bien el
patriarcado es ideologa, tambin se materializa, es decir, tiene responsables y
stos, son principalmente los varones. Otra posible respuesta es que lo que existe
son los cuerpos construidos a partir del pensamiento heterosexual (Wittig, 2010): el
privilegio masculino no es algo a lo que se pueda renunciar por un acto de buena
voluntad o tica humana, porque es parte constitutiva del sujeto social generado por
el contrato social heterosexual (De Lauretis, 1993, 90). De Lauretis manifiesta que:
En tal sentido, considero que as como las mujeres pueden lograr una conciencia de
ellas como una clase social (Guillaumin, 1981; 2005) o como un grupo social, y la
transformacin de la conciencia en un movimiento poltico que es lo que el
feminismo representa, tambin los varones podran ser capaces de conformarse
como sujetos polticos del feminismo por medio de su incipiente desprendimiento del
contrato social heterosexual (que les genera privilegios) a raz de las experiencias
que los han desprovisto de esos prebendas y que nos hablan, entre lneas, de un
acercamiento al sujeto encarnado.
Collete Guillaumin expone que lo que es dicho y lo nico que es dicho a
propsito de los seres humanos hembras, es su posicin efectiva en las relaciones
de clase: la de ser primera y fundamentalmente mujeres (Guillaumin, 1981:20-21).
La autora argumenta que lo que desvela la naturaleza especfica de la opresin
femenina, lo que nos hace entender a las mujeres en tanto que clase, es la
apropiacin (Guillaumin, 2005:34-35). La apropiacin en dos sentidos imbricados;
la apropiacin colectiva de las mujeres por medio de la familia, la religin y el
servicio sexual, en el sentido de que esas mujeres (madres e hijas, monjas y
prostitutas) son mujeres de alguien (del padre, del hijo, del esposo, de dios y de los
hombres tratantes o consumidores de sexo, todas ellas al servicio de la comunidad).
89
El otro nivel de apropiacin es el individual entendiendo a la mujer como una unidad
material productiva de la fuerza de trabajo. Este tipo de apropiacin individual se
manifiesta por medio de la apropiacin fsica a causa del sexaje (economa
domstica moderna), el uso del tiempo, la apropiacin de los productos del cuerpo,
la violencia sistemtica contra las mujeres, la obligacin sexual -en el matrimonio,
por ejemplo- y el control sexual manifestado sobre todo por la violacin o el miedo a
ella, en otras palabras, asumir que ser mujer en una sociedad como la nuestra
representa, en s, la posibilidad de sufrir una agrsin sexual.
Algunos varones que estudio han sido apropiados individualmente por medio
de la violencia fsica y del control sexual; han sido sujetos vulnerados y violentados
con mecanismos comnmente e histricamente- ocupados para controlar y dominar
a las mujeres. Hasta cierto punto, han experimentado una condicin de
subalternidad ante los hombres siendo hombres. Esa ubicacin en un lugar de
sujecin la entiendo en tanto que implica una semejanza con el sitio que ocupan las
mujeres, ms especficamente, una similitud con cierta circunstancia en las que son
instaladas ellas.
90
Aquellos individuos cuyas experiencias los coloquen como un grupo
oprimido, o si se prefiere, con dficit de poder, estaran comprometidos con la lucha
por la desaparicin de la lgica de gnero y, por tanto, la eliminacin de la clase
social mujeres y la clase social hombres, as como la abolicin del masculinismo. En
palabras de Le Doeuff:
Apunto hacia una reconceptualizacin del sujeto que involucre la relacin entre la
subjetividad y la sociabilidad, y del saber desde una posicin experimentalmente
autnoma de la heterosexualidad institucional y que excede por lo tanto los trminos
del horizonte discursivo y conceptual () Consiste en concebir al sujeto social de
modo que exceda, que sea otro que, que sea autnomo de, las categoras del
gnero (De Lauretis, 1993:173).
As como las lesbianas no son mujeres, negarse a ser hombres no les hace
ser mujeres, ni tampoco hombres; saliendo del marco del pensamiento heterosexual,
la lesbiana de la que habla Wittig es algo ms que hombre o que mujer. Lo que
podran llegar a ser estos varones quisiera pensarlo como una suerte de sujetos
excntricos (De Lauretis, 1993) quienes a partir de su experiencia personal, deciden
descolocarse de lo establecido, del gnero impuesto, de la heteronormatividad:
No es una simple "preferencia sexual" personal o un sujeto social con una
prioridad simplemente "poltica", sino un sujeto excntrico, constituido en un proceso
de lucha y de interpretacin, de reescritura del propio yo, como dicen Martin y
Mohanty, en relacin a una nueva comprensin de la comunidad, de la historia y de
la cultura () como el trmino para un espacio conceptual y experimental cavado en
el campo social, un espacio de contradicciones, aqu y ahora, que necesitan ser
afirmadas pero no resueltas; un espacio en el que el "no apropiado/Otro", como lo
91
imagina Trinh T. Minh-ha, "se mueva alrededor con dos o tres gestos al menos: el de
afirmar "soy como vos", pero apuntando insistentemente sobre la diferencia; el de
recordar "soy diferente" mientras fija cada definicin del otro a la que llega () una
posicin que se logra slo por medio de las prcticas del desplazamiento poltico y
personal a travs de los lmites de las identidades sociosexuales y de las
comunidades, entre los cuerpos y los discursos, y que yo quiero llamar sujeto
excntrico (De Lauretis, 1993:172-173).
Renunciar a ser hombres, un anhelo utpico que poco a poco va desvelando
su complejidad. La renuncia, hasta ahora, la puedo entender justo mediante su re-
escritura. Lo anterior no implica el regreso a la retrica de los estudios de la
masculinidad, es decir, a la insistencia en las masculinidades. Ms bien estoy
pensando en a-similar en dos sentidos, el primero: asimilarse, es decir, ingresar
nuevos elementos a su propia construccin de sujeto preexistente; el segundo:
similar, quiero decir, asemejarse, compararse, tener parecido con las mujeres,
como una va para, primero, lograr su descolocacin, y segundo, su reescritura.
Y no me refiero slo a los actos performativos de gnero con los cuales des-
estereotipan a los hombres. Ms bien aludo a prcticas que no estn pensadas en el
marco heteronormativo, hablo de prcticas contrahegemnicas que desestabilicen al
rgimen heterosexual. Una de ellas puede ser la bsqueda de convertirse en sujetos
encarnados al aceptar, reflexionar y denunciar las experiencias que los han colocado
como sujetos-cuerpos vulnerables y vulnerados. Incluir en su activismo demandas
propias como grupo social que pueden llegar a ser una vez encarnados.
Considero, as, que para lograr esa reescritura del sujeto es preciso
desdibujar la diferencia sexual que siguen asumiendo como natural. Para tal efecto,
en primer lugar, concibo imperioso ponerle fin a la melancola de gnero (Butler,
2011), lo que llamo la melanclica prdida de sus privilegios; segundo aspecto a
considerar es asumirse como sujetos-cuerpos y, por ltimo, y a nivel conceptual,
sugiero que no se definan en tanto que hombres ni tampoco en tanto que
masculinidades (ni disidentes, ni alternativas, ni nuevas); sugiero que se
92
identifiquen como parte del sujeto poltico del feminismo y para ello, necesitan un
nombre propio.
Wittig (2010) ha llamado a la clase social subversiva: lesbianas; Anzalda
(1983) ha denominado a este sujeto subalterno: new mestiza; Teresa De Lauretis:
sujeto excntrico. Si se acepta mi propuesta terico-poltica sobre deshacer el
gnero masculino y, consigo con ello abonar al desmantelamiento de la estructura
patriarcal que lo sostiene, viene siendo momento de acuar o construir un nombre
propio. Un nombre, valga aclarar, que debe ser acuado por el grupo de varones
activistas.
Con lo antes escrito encuentro posibilidades para construirse como un grupo
social asimilado, que asuma su condicin de similitud o semejanza con las mujeres
y, ms que detentar el poder en tanto que hombres, lo reviertan a s mismos. Que se
perciban como un nosotros, como un nodo social en potencia buscando
desmantelar la estructura patriarcal de la que ellos tambin han sido vctimas. As,
creo que podramos hablar entonces de sujetos polticos del feminismo:
Si se incluye a los varones en la concepcin de un sujeto feminista
reconfigurado, se pensara que stos seran tambin despreciados en tanto
masculinidades disidentes ms cercanas a lo definido como femenino o los varones
incluidos como objetos de estudio en tanto representantes de una masculinidad
dominante que se pretende deconstruir desde sus significados culturales. En este
sentido, para fines de este trabajo, planteo que es la justicia de reconocimiento la
que modula la posibilidad de una justicia distributiva, pues esta ltima sera una
forma, entre otras, de expresin de la primera y la base de la divisin sexual del
trabajo y las otras formas de segregacin laboral estudiadas desde las teoras
feministas. Esta justicia de reconocimiento sera entonces el fundamento tico de la
agenda feminista (Tena, 2014:26).
93
su autonoma. Y si dicha lucha emancipatoria cabe en el feminismo, es decir, si en el
feminismo ese esfuerzo encuentra el aliento para su emancipacin, bienvenido sea.
Los hombres activistas en contra de la violencia hacia las mujeres deben
vislumbrar, aceptar y denunciar los efectos que el patriarcado ha tenido en ellos
mismos. Y no me refiero a lo que en ese sentido plantean ciertos estudios de la
masculinidad cuando se denuncia lo peligroso que es ser hombre a cabalidad, lo
dificultoso que les resulta adaptarse al modelo hegemnico de la masculinidad y sus
malestares. Estoy sugiriendo, por el contrario, que encuentren y rescaten eso que no
quieren aceptar, es decir, que rechacen las situaciones en las que han estado del
lado en que histricamente hemos sido colocadas las mujeres. Desde su semejanza
o asimilacin con las mujeres (asumida y encarnada) es que encuentro la salida de
la paradoja.
Para ello, considero que deben hablar de lo que hasta ahora no han
verbalizado (al menos no pblicamente ni tampoco como una demanda poltica);
deben incluir eso no dicho en sus pronunciamientos, en breve, deben de luchar por
ellos mismos. Considero que insistir en la demanda ajena, es decir, actuar contra la
violencia hacia las mujeres, tambin es una manera patriarcal de concebir a las
mujeres. Perseverar en dicha peticin es asumir que hay un hombre que violenta,
luego entonces, debe de haber un hombre que salva, de tal suerte que las mujeres
seguimos necesitando de ellos para existir.
El fin ltimo del feminismo es derrocar las estructuras que oprimen, es decir,
el rgimen heterosexual y consigo el patriarcado. Los medios para ello son diversos,
queda claro, de ah los feminismos en plural. Vamos pensando entonces en
reconceptualizar tambin al sujeto del feminismo; reflexionemos en qu feminismo
podran ser sujetos polticos, vamos fortalecindonos con otros actores prestos a
sumarse con demandas propias a nuestra causa, la cual tiene diferentes medios
pero el fin puede ser bastante similar o incluso el mismo.
94
son an un grupo social. No slo hablo del nmero de activistas, tampoco lo reduzco
a la organizacin civil en la que participen en este momento. Me refiero a que entre
varones inmersos en temas de mujeres, an no encuentran algo que resulta
fundamental para consolidarse como un grupo social, es decir, el espejo, el
compaerismo, la hermandad entre ellos mismos. Y esto, se logra construyendo un
objetivo en comn.
La nocin poltica hombre que construye a los hombres, no ha vivido las
desventajas e injusticias que la categora poltica mujer, y las mujeres, s. La
sororidad entre las mujeres cobra sentido para generar una alianza a fin de luchar
contra la opresin sistemtica de las mismas. Apunto la sororidad de la que habla
Marcela Lagarde (2006) justamente para evidenciar que sta, no es pensable en el
caso de los varones a quienes estudio. La ocupo a manera de ejemplo de aquellas
estrategias a las que no pueden aspirar.
Roberto Garda (2011) genera un anlisis comparativo entre lo que l concibe
como polticas pblicas bajo un pensamiento liberal y polticas pblicas radicales. De
estas ltimas, el autor argumenta que el malestar de los hombres, y sus problemas,
no pueden ser la poltica pblica que impulsen los movimientos de hombres () los
costos del patriarcado para los hombres se convierten en banderas donde quieren
estar igual que las mujeres en los beneficios de las polticas pblicas (Garda,
2011:20). Justo aqu se ubica mi precaucin ya que, la asimilacin de la que hablo,
no se refiere a un mero malestar en el mundo ni tampoco es sinnimo de
victimizacin, por el contrario, es una condicin que deviene posicin poltica y lugar
de enunciacin.
El enemigo y lo que les mantiene en la paradoja es el s mismos, es el
rgimen heterosexual (Wittig, 2005) que atrapa y no permite trascender de l, es no
querer, tampoco, salir de l. Al negarse vctimas cuando en efecto lo fueron, al
escaparse de la subalternidad, al posicionarse como simpatizantes y no como parte
del grupo por el que se lucha, es un estar y no ser parte de, es una compaa y no
un camino andado. Es no involucrarse y tan slo estar all para apoyar. El s pero no
tanto que no es sino una paradoja.
95
Las paradojas son siempre sistemas de autorreferencia. La famosa paradoja
de Epimnides, por ejemplo, dice que l, que era un cretense, se paraba en las
puertas de Creta y deca: todos los cretenses son mentirosos. Si deca la verdad...
menta, y si menta... deca la verdad. Cualquier sistema de autoreferencia directa o
cruzada desemboca en una paradoja. Desde la lgica clsica, las paradojas son
ofuscaciones de la razn porque violan los axiomas de la lgica clsica. Para
pensadores como Von Foerster, en cambio, las paradojas son dispositivos creativos.
Para m las paradojas son verdaderas compuertas evolutivas. Abren nuestra
mente hacia nuevas dimensiones. Esto es as porque las paradojas nos sealan que
hemos llevado hasta el lmite de un sistema conceptual, y que si mantenemos las
premisas de partida ya no podemos ir ms all. En los trminos en que est
planteada la paradoja no hay solucin posible. Slo nos queda una alternativa.
Repensar el espacio cognitivo del que partimos y salirnos por la tangente o escapar
por la compuerta evolutiva hacia un nuevo paisaje donde Epimnides es la
excepcin que confirma la regla, o es un mutante veraz, o un extranjero camuflado,
o... infinidad de nuevos mundos posibles (Najmanovich, 2001:19).
Carmen de la Peza, en su estudio sobre boleros y la vida sentimental en
Mxico, descubre una coexistencia contradictoria que depende de la posicin del
sujeto:
Las distintas posiciones adoptadas por los sujetos en sus relatos fueron
intercambiables y en ocasiones contradictorias. La posicin respecto a la misma
norma fue variable. Un mismo sujeto en ciertos momentos manifest una aceptacin
de la norma social vigente y en otros dio muestras de resistencia a la misma. El
punto de vista crtico o de aceptacin a la norma social dependi de las distintas
posiciones del sujeto, adoptadas por los entrevistados en distintos momentos (De la
Peza, 2001:423).
La posicin del sujeto actual, la que se presenta hoy en da mediante el
discurso activista alineado a las demandas feministas es, ms que ambiguo,
contradictorio. La contradiccin radica en que los activistas que estudi se asumen
como hombres y es precisamente la clase social hombres la que violenta, la que
ocupa un peldao superior, la que encarna la norma. La renuncia radical a la
96
masculinidad, no slo a la hegemnica sino a todas, pienso que pueda ser el
objetivo en comn que an no vislumbran; a la renuncia la deduzco por medio del
encarnamiento, es decir, ese continuum sujetos-cuerpos. Se antoja como una
propuesta transgresora pero no necesariamente placentera. Y si Foucault (2002)
tena razn y lo que nos libera no es el placer, sino el deseo, hay esperanza
entonces.
97
cuerpos ininteligibles en los que el sistema sexo/gnero no es fcilmente ledo. Para
Christine Delphy (1985), en la clase social mujeres, adems de mujeres podemos
ubicar a los nios/as, ancianos/as y cuerpos con discapacidades. Es justamente en
todos estos cuerpos, aunque con la posibilidad de devenir andrginos, desde donde
pienso que no se logra la contingencia de la utopa posgnero; el receptculo de la
contingencia de sujetos sin gnero puede que est en los hombres desapareciendo
en ellos la masculinidad.
Hago alusin al mtodo que ocupa Joan Vendrell para analizar al gnero, y a
su lgica, como un acontecimiento. Pensar puntualmente a la masculinidad como un
acontecimiento en singular:
Es decir, ocurri slo una vez. Apareci de repente y qued fijado de una
vez para siempre, convertido en estructura. Ante un acontecimiento, cabe plantearse
las siguientes preguntas: por qu ocurri?, hubiera sido posible no suceder? La
primera nos remite a la bsqueda de las causas, lo cual, como afirma Jean
Baudrillard (Baudrillard citado en Vendrell, 2000, 138), siempre es una negacin del
acontecimiento como tal. Es la bsqueda de las condiciones en las cuales hubiese
podido no suceder. En qu condiciones hubiese no podido suceder el gnero?
(Vendrell, 2013:11).
La masculinidad ocurri, pero en qu condiciones los hombres pueden
dejar de ser hombres? Propiciar las formas para dejar de ser hombres no slo le
compete a los varones activistas ni al estudio de las masculinidades sino que el
feminismo -particularmente el posfeminismo- hoy en da precisa que los hombres
devengan sujetos encarnados, es decir, necesita que no exista la masculinidad para
que con ello se destruya la feminidad, que se desestabilice la lgica de gnero y,
consigo, no acte la violencia del gnero (Vendrell, 2013).
Hablar de los activistas que entrevist como un grupo social en potencia
para formar parte del nuevo sujeto poltico del feminismo supone una precisin que
quisiera aclarar. Para empezar, encuentro que los activistas entrevistados, de
devenir sujetos encarnados, podran configurarse como parte del sujeto poltico del
posfeminismo. Esto lo argumento con base en ciertos planteamientos de Aline Lynne
(1996) quien considera que la teora feminista como tal, a decir de Teresa de
98
Lauretis, fue posible gracias a la condicin postcolonial (De Lauretis, 1988, 130
citada en Lynne, 1996):
De Lauretis argumenta que la teora feminista se puede distinguir por sus
procesos ms que por sus simples orgenes o manifiestos. Le interesan
principalmente los cambios de enfoque, que ella interpreta como resistencia a
definiciones cerradas. Uno de los cambios ms notorios de los que habla de
Lauretis es el de la institucionalizacin del feminismo, y a cmo ste ofrece una
crtica fundamentada del conocimiento, de las representaciones y del entorno como
parte de la aplicacin crtica de las disciplinas de las ciencias sociales y la filologa.
La mayora de feministas, sin embargo, saben que la ubicacin y los significados del
feminismo siguen siendo motivo de polmica y que as ha sido desde que se
empez a utilizar el trmino en los Estado Unidos en la dcada de los noventa del
siglo pasado (Rossi, 1974, 45; citada por Lynne, 1996) Sin embargo, dentro de la
teora feminista, al anteponerse el proceso frente a las definiciones cerradas, siguen
sustentndose importantes debates sobre cualquier concepto que se consideren
centrales a la esencia del feminismo. Puede que los conflictos dentro del feminismo
sean su aspecto ms fascinante e interesante, ya que muchos han aceptado que la
divisin no es necesariamente consecuencia del reconocimiento de las diferencias
entre feministas (Hooks, 1984, 45; citada por Lynne, 1996:23).
A la corriente feminista no excluyente de personas que no se identifiquen
como mujeres, Sarah Projansky, Angela McRobbie, Judith Butler y Beatriz
Preciado, entre otras, le llaman posfeminismo. Diversas son las definiciones que las
autoras ofrecen, no obstante, se observa un consenso respecto de que lo pos (o
post) indica un despus, un pensamiento que trasciende de sus primeros
planteamientos y se reformula con nuevas directrices, con nuevos mtodos y
probablemente con un nuevos sujetos polticos.
Para Projansky (2001) el concepto de posfeminismo perpeta el feminismo
mientras insiste en su superacin. Para esta autora la clave es determinar qu tipo
de feminismo es perpetuado en este proceso de negociacin o transformacin.
Projansky distingue cinco categoras de discursos posfeministas, dentro de ellas,
una que incluye a los hombres, afirmando que en aras de lograr la igualdad de
99
gnero, nada impedira considerar a algunos varones feministas, incluso ms que
algunas mujeres que se autodenominan feministas (Projansky, 2001:79). El
postfeminismo linear que considera que el feminismo fue superado en trminos de
luchas histricas culminadas; 2.- El postfeminismo que no slo anuncia el fin del
feminismo sino que se pronuncia en contra de ciertas posiciones feministas
equivocadas. 3.- El postfeminismo de la igualdad que considera que hombres y
mujeres vivimos en igualdad, ergo, el feminismo ya no es necesario y 4.- El
postfeminismo positivo que no centra su anlisis en la estructura de reproduccin de
la ideologa patriarcal sino en las resistencias ante el ejercicio de poder (Projansky,
2001:34-45).
A diferencia de Judith Butler (1998) y de Beatriz Preciado (2002), Projansky
se muestra muy reticente al considerar al posfeminismo como una corriente
emancipatoria para las mujeres; para esta autora, el posfeminismo puede que sea,
como tambin lo advierte Angela McRobbie (2009), un fenmeno social y cultural
que permea actualmente el pensamiento de las mujeres jvenes y que la hegemona
patriarcal utiliza para frenar el movimiento feminista contemporneo (McRobbie,
2009:16). Estas dos autoras indican que la hegemona patriarcal no slo es
representada por los hombres; consideran que muchas mujeres lo hacen tambin.
Por su parte, Butler podra definirse a s misma como posfeminista toda vez
que asume al feminismo como un proyecto ilustrado mismo que no slo es un
proyecto inacabado sino irrealizable (Butler, 1998:65):
Si recordamos la convocatoria de Beauvoir de convertirnos todas y todos en
sujetos libres capaces de ejercer nuestra libertad y nuestra transcendencia, la
primera crtica est centrada en que las mujeres no nos podemos constituir en
sujetos. Esto es as porque la nocin misma de sujeto, que ella asimila a nocin
varn siguiendo a Irigaray, pero cuya crtica ya viene de Lacan y de Derrida, se
constituye como tal en un espacio que es simblicamente masculino: un espacio
centrado simblicamente en el orden simblico del padre.
Si el orden es masculino, no nos constituimos en sujeto porque el pedido
que hace Simone de Beauvoir es un imposible. Las mujeres no podemos, dice
Butler, ser sujeto. Por lo tanto, dejamos por lo menos ahora en suspenso qu somos.
100
En base a esta primera crtica a Simone de Beauvoir, Butler fundamenta el fracaso
del movimiento feminista, que viene luchando desde hace siglos por reivindicaciones
que nunca terminan de consolidarse. Esto es as porque su intento es el intento por
acceder a algo a lo que, de hecho, es imposible de acceder (Femenas, 2003:3).
Para Preciado (2002) lo posfeminista comprende que las posiciones de los
cuerpos en los diferentes sistemas culturales (sexo, gnero, deseo) producen
sujetos (in)inteligibles en un punto determinado de la jerarqua social. Por ello, se
parte de que los conceptos que conforman las dicotomas naturaleza/cultura o
sexo/gnero han sufrido una maniobra con el posfeminismo, lo que nos permite
variar la posicin de los cuerpos en la sociedad en relacin con las ideologas de
gnero hasta ahora vigentes. Para los entrevistados, el posfeminismo -bajo las
nociones que nos ofrecen Butler y Preciado, principalmente- cobra sentido porque
no les excluye como en el caso de otras posturas feministas.
Considero que mediante la bsqueda selectiva de descolocacin de la
masculinidad, entre los activistas existen las fisuras de donde podran salir de su
propia paradoja deviniendo sujetos encarnados y, as, estar en condiciones de ser
parte del sujeto poltico del posfeminismo. Si nos centramos ms en el proceso y no
en las definiciones cerradas, como lo sugiere de Lauretis, estaremos en condiciones
de robustecer el debate sobre el posfeminismo, incluyendo como sujetos polticos a
otros cuerpos hasta ahora no considerados en las teoras feministas.
Al sujeto poltico del posfeminismo le hace falta la existencia de un sujeto
anterior al gnero, simplemente se trata de considerarlo como espacio poltico en el
cual puede intervenirse (y de hecho se interviene) para modificar sus trminos, para
redibujar sus lmites, para incluir posiciones antes excluidas, para resignificar las
posiciones existentes (Crdoba, 2005:23). Coincidimos plenamente con las
propuestas queer respecto a la propuesta de una sociedad sin gnero slo que
consideramos que el origen factible para ello se ubica principalmente en los
hombres.
Por lo general, cuando se habla de los hombres desde un punto de vista
feminista el dialogo suele adoptar forma de crtica, y sta, algunas veces es incluso
descalificativa. Los trabajos generados por varones y que son recibidos en los
101
estudios feministas han de ser crticos y radicales (como los trabajos de Thiers-Vidal
(2013), Jacquemart (2011), Nez (2008) y Guttmann (2008)), de lo contrario, no
tienen cabida en esta rama de estudio, es ms, nos parece que ni siquiera son
ledos. En la academia feminista est bien que se hable de los hombres siempre y
cuando se hable mal de ellos, sin embargo, por mucho que pueda irritar a algunas
feministas el tema de las masculinidades, dicho tpico existe y cada vez cobra ms
fuerza, hay ms lugares para sus publicaciones, especialidades y dems espacios
de estudio y enseanza. No por ignorarlo o descalificarlo este asunto deja de existir.
Resulta necesaria no slo la lectura crtica por parte de mujeres feministas de los
estudios de la masculinidad sino la incursin de mujeres feministas en el estudio de
la masculinidad y pensar, junto con ellos, cmo le hacemos para deshacernos de
sta.
Pensar y trabajar desde los feminismos y de manera conjunta mujeres y
hombres no me parece descabellado, me queda la impresin de que los hombres
activistas pro-feministas con quienes trabaj esta investigacin estn abiertos al
trabajo con nosotras, las que no necesitamos confirmar que somos feministas
porque somos mujeres. Me queda la duda de si entre nosotras podremos desdibujar
la resistencia de trabajar con ellos.
Abandonar el punto de vista masculino, analizar y construir las posibles
veredas para que los hombres devengan sujetos encarnados y as, entonces, poner
en marcha prcticas contrahegemnicas para desestructurar las bases materiales
patriarcales, en otras palabras, renunciar al planteamiento sobre qu podemos
conocer de la masculinidad, para plantear, por el contrario, cmo se ha llegado a ser
esto que se quiere ser y cmo se puede llegar a ser lo que se quiere ser
hombres feministas?, ojal.
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105
106
PARTE II
107
108
LA VIOLENCIA FSICA, PSICOLGICA Y SEXUAL DE LAS
PAREJAS AMOROSAS EN LA UNIVERSIDAD AUTNOMA DE
AGUASCALIENTES
Introduccin
Numerosas instituciones y organismos estn tratando de definir y acotar los
diferentes conceptos que hacen referencia a la violencia que padecen las mujeres:
violencia de gnero, violencia contra las mujeres, violencia domstica o familiar.
La violencia de gnero como tal, hay consenso en entenderla como aquella que
ejercen los hombres contra las mujeres con las que mantienen o han mantenido
un vnculo afectivo de cierta duracin, sin que esto signifique convivencia. Y
comprende todo acto de violencia fsica y psicolgica. Se puede agregar que es
una manifestacin de la discriminacin, de la situacin de desigualdad y de las
relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
A su vez, la violencia se ha justificado en una diferencia biolgica y
reproducida a partir de la subordinacin del ms dbil, del ejercicio del poder
legitimado y naturalizado por las instituciones sociales. Las relaciones entre los
sexos parten de identidades sexuadas, es el dominio masculino, la desigualdad y
la subordinacin manifiesta en el universo cultural y social, donde se oculta y
legitima una relacin de poder. La violencia de gnero normalizada, naturalizada e
invisible ante los ojos de hombres y mujeres, es aprendida desde los procesos de
socializacin primaria, en contextos sociales, culturales que influyen en la forma
en que el individuo entiende y establece sus relaciones con el otro, desde sus
primeras experiencias de aprendizaje de roles en el mbito familiar y en la relacin
inicial de pareja: el noviazgo. En palabras de Valls (2004) Todas las
investigaciones disponibles establecen que las relaciones violentas son un hecho
significado, frecuente y repetitivo en las relaciones entre chicos y chicas jvenes.
Ello nos hace suponer que buena parte de las nuevas generaciones se est
socializando o est presenciando un tipo de relaciones afectivas en donde la
violencia es un componente habitual (Valls, 2008:42).
109
Es as que la violencia se considera en esta investigacin como un
fenmeno social peligroso, donde mucha gente se ve involucrada, perjudicada,
puede llegar a la muerte, no distingue clase social, estatus, edad, ni gnero. La
violencia es entonces un acto intencional, dirigido a dominar, controlar, agredir o
lastimar a alguien ms. Este acto que, ya sea que se produzca una sola vez o se
repita, puede ocasionar daos irreversibles. Implica un abuso del poder mediante
el empleo de la fuerza, ya sea fsica, psicolgica, econmica o poltica (Olvera y
Velzquez, 2012).
En este estudio se siguieron adems algunos supuestos que orientaron el
camino de la investigacin, el primero es que el fenmeno de la violencia es un
tema de actualidad debido a su preocupante incremento y sus diversas
manifestaciones, es adems un tema de la agenda internacional, nacional y desde
luego local, en donde se trabaja en la bsqueda de medidas para contrarrestarla.
El segundo, la violencia familiar es otro de los factores que propician las conductas
agresivas de las personas, entonces si se quiere combatirlas debemos comenzar
a disear e implementar acciones que impacten en las familias. El tercero, es que
hacemos poco o casi nada si solo nos limitamos a conocer acerca del fenmeno
de la violencia, es necesario actuar en todos los mbitos posibles para no permitir
que se genere ms violencia. El cuarto, es necesario ensear a las jvenes que
estn experimentando violencia en su noviazgo a que no lo toleren.
Destacando que el problema de la violencia contra las mujeres no se limita
al mbito familiar sino que tambin se est presentando con ms frecuencia en las
escuelas -pues es el espacio donde confluyen conductas, costumbres y valores
que se transforman en comportamientos en los estudiantes- es que hubo el inters
por realizar un estudio exploratorio. En la Universidad Autnoma de
Aguascalientes (UAA) convena realizar una investigacin sobre la temtica de la
violencia de gnero contra las estudiantes universitarias para que como mxima
casa de estudios, est en posibilidades de ofrecer informacin sistematizada y
acciones que de manera fundamentada conduzcan a la reduccin y eliminacin de
aquella en el mbito educativo.
110
La teora y el mtodo
La perspectiva terica de esta investigacin fue la comunicativa crtica, donde se
recogieron contribuciones de la fenomenologa, el constructivismo, el
interaccionismo simblico. En el enfoque metodolgico se emple la
etnometodologa, la dramaturgia, y ms especficamente, la accin comunicativa,
la accin y el aprendizaje dialgico. Dicha metodologa responde a los retos de la
sociedad y la ciencia actual a travs de sus postulados, principios, tcnicas de
recoleccin y anlisis de la informacin, y de la propia organizacin comunicativa,
desarrollando la construccin de conocimiento desde la intersubjetividad y la
reflexin.
Desde esa posicin se coloca el acento poniendo especial nfasis en las
interacciones y en las dimensiones sociales que provocan la exclusin y/o
transformacin social, tiene como meta principal la comprensin explicativa y la
modificacin de la realidad social. As, la pregunta de investigacin fue: Cmo se
expresa la violencia de gnero que experimentan las estudiantes de la UAA?.
Con el objetivo general de llevar a cabo la sistematizacin de la informacin
sobre la violencia contra las mujeres, para conocer cmo se vive sta en la UAA, y
ms especficamente conocer las manifestaciones de conductas violentas que
sufren las estudiantes, se debe identificar cul es el tipo de violencia ms
frecuente que padecen, conocer los tipos de violencia a que estn expuestas
(violencia fsica, psicolgica y sexual), as como identificar el conjunto de
expresiones de comportamiento violento, para poder sugerir acciones concretas
en funcin de las expresiones de violencia ms frecuentes contra las
universitarias, as como ofrecer un protocolo tendiente a erradicar la violencia de
gnero contra las estudiantes de la Universidad Autnoma de Aguascalientes.
Se procedi adems a la creacin de una hiptesis del trabajo, la cual
supona que eran mltiples las manifestaciones de conductas violentas que sufran
las estudiantes de la UAA y que tales conductas violentas provienen tanto de
compaeros(as) como de profesores(as) y parejas amorosas, adems que el tipo
de violencia al que las estudiantes de la UAA estaban ms expuestas era la
violencia psicolgica.
111
En las 70 opciones formativas a nivel licenciatura que ofrece la UAA, estn
inscritas 6645 mujeres, pero se trabaj con una muestra de 700 universitarias, a
quienes se les encuest acudiendo saln por saln, tanto en los turnos matutino
como vespertino. La muestra qued conformada por 32 estudiantes de la carrera
de Diseo de Moda en Indumentaria y Textiles, 12 de Agronoma, 8 de la
Licenciatura en Agroindustrial, 37 de Medicina Veterinaria y Zootecnia, 32 de
Enfermera, 17 de Estomatologa, 34 de Medicina, 9 de Salud Pblica, 34 de
Turstica, 33 de Biologa, 12 de la carrera de Ing. Industrial Estadstico, 84 de
Asesora Psicopedaggica, 47 de Comunicacin Organizacional, 16 de Docencia
de Francs y Espaol como lenguas Extranjeras, 19 de Enseanza del Ingls, 5
de la carrera de Filosofa, 6 de Historia, 62 de Psicologa, 8 de Sociologa y 20
estudiantes de la carrera de Trabajo Social.
Finalmente, para recuperar ms informacin sobre la temtica, se invit a
aquellas estudiantes que reconocieran haber sido violentadas de alguna manera,
a participar en un trabajo en grupos pequeos. Les solicitamos que si estaban
interesadas en participar escribieran al final del cuestionario su correo electrnico.
Slo cuatro estudiantes comunicaron su correo electrnico. Se hizo cita por correo
para cambiar la estrategia de reunir informacin. As que se tom la decisin de
hacer entrevistas a profundidad en lugar de grupos de discusin. Despus de
buscar personalmente a estas jvenes lo que dijeron es que podan participar en
el estudio si se les entrevistaba personalmente pero que no deseaban hablar de
su experiencia frente a otras; de ah que se haya tomado la decisin de aplicar un
cuestionario tipo encuesta para recoger informacin personalizada de estas cuatro
estudiantes.
Resultados de la Investigacin
Violencia fsica
El primer tipo de violencia es la fsica. En el cuestionario aplicado se les explicaba
que este tipo de violencia estaba caracterizado como actos de agresin intencional
en los que se utiliza cualquier parte del cuerpo, algn objeto, arma o substancia,
con la finalidad de sujetar, inmovilizar y causar dao a la integridad fsica de otra
112
persona. As, en el cuestionario usado para recabar informacin se hicieron
preguntas sobre haber recibido empujones, araazos, jalones, mordidas,
bofetadas, puetazos, patadas y/o puntapis, agresiones con objetos pesados,
quemaduras, intentos de estrangulamiento, amenazas con objetos punzocortantes
o armas de fuego por parte de sus compaeros(as), profesores(as) o su pareja
amorosa.
Aunque es pequeo el porcentaje de estudiantes que dicen haber recibido
empujones (9.7%), este dato puede estar relacionado con la intimidacin, acoso
en la escuela, buscapleitos o peleones, es decir, se puede estar viviendo alguna
situacin de violencia por parte de una persona o de un grupo de personas. En la
literatura se encontr que la intimidacin se produce cuando una persona o grupo
intenta repetidamente lastimar a alguien que es ms vulnerable o que se cree que
es ms dbil. Algunas veces implica ataques directos, como golpes, insultos,
provocaciones o burlas. Otras veces es indirecta, como difundir rumores o intentar
que otros rechacen a alguien. De cualquier forma, la intimidacin es daina, ya
que puede conducir a que los adolescentes se sientan tensos y asustados. Puede
llevarlos a evitar ir a la escuela. En los casos ms severos, los adolescentes
intimidados pueden sentir la necesidad de tomar medidas drsticas o reaccionar
con violencia. Otros llegan hasta a pensar en el suicidio. Para algunos, los efectos
de la intimidacin duran toda la vida.
El porcentaje de casos de estudiantes que han recibido araazos es de
1.1%, aunque pareciera poco si se toma en cuenta que la muestra representa una
dcima parte de la poblacin total. Podemos decir que aproximadamente 40
parejas amorosas de la UAA experimentan estas muestras de violencia en su
relacin y visto de esta manera 40 parejas son considerables. Otra conducta que
alcanza un porcentaje alto es la de experimentar jalones de su pareja en su
relacin amorosa (8.6%). Tal vez ninguno de los miembros de la relacin es
consciente de que justo as pueden comenzar una serie de eventos que se
pueden llevar a ver como aceptables conductas todava ms violentas.
A diferencia de la agresin anterior, recibir mordidas nada tiene que ver con
los actos inocuos que se exhiben en la televisin, es abiertamente una muestra de
113
dominio, control e ira que en ningn momento puede justificarse en una pareja.
Por esta razn es alarmante que casi el 2% de las entrevistadas lo hayan sufrido.
Si ya se deca que era preocupante saber que entre las parejas amorosas
universitarias se dieran bofetadas, resulta ms alarmante que hayan llegado hasta
los golpes, entendidos estos como patadas y puntapis (1.6%). Definitivamente, la
averiguacin de que estas conductas existen, hacen necesaria la realizacin de
acciones tendientes a prevenir y atender este tipo de violencia. Otra modalidad de
golpes lo es el haber recibido agresiones con objetos pesados. Al respecto las
estudiantes expresaron que s haban pasado por esta experiencia, aunque cabe
resaltar que estuvo presente en un porcentaje muy bajo, pero esto no consuela
porque lo ideal es que no se presentase nunca este tipo de conductas entre
parejas, bajo ninguna circunstancia.
Una expresin de violencia fsica de mayor gravedad, por las
consecuencias de sta, es haber recibido quemaduras por parte de la pareja
amorosa. Es alentador saber que esta expresin de la violencia fsica en particular
no se da entre las parejas de la UAA. Ahora bien, la respuesta que dieron las
estudiantes cuando se les pregunt si su novio haba intentado estrangularla, fue
afirmativa, as que result sorprendente encontrar casos en los que esta conducta
se haba presentado.
Despus de haber indagado sobre un amplio abanico de expresiones de
violencia fsica por parte de la pareja amorosa, se pregunt por un posible agente
de violencia en la escuela: sus propios compaeros(as). Al respecto se encuentra
que un bajo porcentaje (1%) expresa haber experimentado violencia por parte de
compaeros(as). Aun as se encontraron dos estudiantes que nos compartieron
que sus compaeros les ponan apodos porque estudiaban mucho para los
exmenes y obtenan buenas calificaciones; compartieron esta situacin con su
maestra de Filosofa y ella las acompa ante una autoridad que le dijo que mejor
no se metiera en chismes de las estudiantes. La profesora sinti este comentario
como una amenaza y no hizo ms.
Las instituciones universitarias pueden llegar entonces a dificultar que las
mujeres vctimas denuncien a sus agresores por su naturaleza jerrquica y el
114
dominio de los hombres en las estructuras de poder. En este marco, es probable
que las estudiantes de la UAA tambin tengan miedo de expresar ms
abiertamente que han sido vctimas de violencia fsica, pues cuando se les
preguntaba directamente referan conocer a amigas que s eran violentadas.
Violencia psicolgica
Se entiende por violencia psicolgica esa forma de maltrato que se manifiesta a
travs de palabras hirientes, descalificaciones, humillaciones, gritos e insultos y/o
abusos verbales, como rebajar, ridiculizar, hacer ironas para generar inseguridad,
humillar. Tambin son casos de violencia psicolgica los supuestos de
intimidacin, en los que se asusta con gestos, gritos, miradas o incluso se arrojan
objetos o destrozan propiedades. Consiste en maltrato verbal en forma repetida,
acoso, reclusin y privacin de los recursos fsicos, financieros y personales.
En este estudio, un alto porcentaje (19.4%) ha experimentado rechazo por
parte de la pareja amorosa. Parece ser que es la conducta violenta que se
experimenta con ms frecuencia. Lo que no sera para nada aceptable es que se
llegaran a familiarizar tanto con este tipo de conductas que terminaran vindola
como algo normal y que pudieran considerarla ms delante de la relacin como
una conducta tolerable si no logran identificarla como conducta violenta.
En el conjunto de conductas de violencia psicolgica est el que la pareja
amorosa interrumpe o calla a la pareja cuando sta quiere expresar alguna idea
(16%). Lo que se est transmitiendo a la persona es que lo que tiene que decir no
es importante, no interesa o que se tiene la incapacidad de comunicar algo que
pueda considerarse interesante.
Es comn que entre jvenes se genere lo que se conoce como echar
carreta, a veces en broma, otras con intencin. Pero a fin de cuentas se hace
sentir mal a la otra persona. En esta investigacin es el 24.9% de estudiantes las
que reportan haber sufrido este tipo de insultos. Ligado a sta ltima, otra
conducta tpica desde la niez es el inventar motes, esta conducta se extiende en
la adolescencia y hasta la universidad. El asunto es que hay de apodos a apodos,
algunos son tan ofensivos que pueden ser el origen de pleitos y enemistades que
115
pueden durar de por vida. En esta investigacin es el 6.9% de estudiantes que lo
han experimentado.
Llama la atencin adems que no consideren violencia de gnero que su
pareja les exija saber con quin y dnde estn, que les impidan hablar con otras
personas y que las persigan insistentemente ya sea fsicamente o por telfono. No
nicamente los apodos o las palabras altisonantes son conductas violentas
psicolgicamente hablando, tambin decirles a las personas que son ineptas es
otra conducta ofensiva que limita, detiene y agrede a las personas. En esta
investigacin el 1.3% dicen haberlo experimentado.
Otra conducta psicolgicamente violenta es el lenguaje no verbal con el que
tambin nos comunicamos. En este caso nos referimos a los gestos, silencios,
muecas o miradas que en una situacin especfica la persona reconocer su
significado, que puede expresar: vete, cllate, desaparece, entre otras. De lo
anterior se puede extraer que en 12% de las personas encuestadas se han
sentido amenazadas tanto de forma verbal como no verbal, situaciones que
propician un ambiente de violencia. Aunque nuevamente, cuando se les solicita
que declaren qu gestos, palabras, gritos o miradas las hicieron sentir
amenazadas, no especifican, ni dan ms informacin.
Es esperable, segn los estudios psicolgicos de este fenmeno de la
violencia, que el autoconcepto de las personas se vea directamente afectado a
partir de la opinin de sus parejas, situacin que vulnera la autoestima, ocurriendo
as en el 14.4% de las estudiantes que participaron en este estudio.
La conducta violenta ms importante que refieren las estudiantes por parte
de sus profesores es la calificacin. Algunas veces, sus compaeros pares reciben
mejores calificaciones en sus exmenes cuando han resuelto de la misma manera
los problemas, a unos les valen el proceso y a otras no. Aunque en ciertas
ocasiones, cuando reprueban el examen, son las estudiantes las que piden que se
califiquen los apuntes de clase para tener un punto extra a sabiendas de que son
stas las que tienen cuadernos ms ordenados.
La revisin documental de investigaciones internacionales ya alertaba sobre
los conflictos que tiene el estudiantado para identificar determinadas situaciones
116
como violencia de gnero. Los resultados del cuestionario nos han mostrado que
esta dificultad tambin la tiene el grupo en estudio de la Universidad Autnoma de
Aguascalientes.
Violencia sexual
En el cuestionario usado para recabar informacin, se entenda como violencia
sexual todo acto sexual y la tentativa de consumar ste, comentarios o
insinuaciones sexuales no deseadas o las acciones para comercializar o utilizar de
cualquier otro modo la sexualidad de una persona, en cualquier mbito en contra
de su voluntad. La violencia sexual tiene un comienzo evidente en la forma de
insinuar, ordenar o inclusive forzar la relacin sexual, destacando caractersticas
particulares concentradas sutil o descaradamente en el mensaje de comunicacin,
como lo son el chantaje, las amenazas, los engaos, las mentiras y las promesas
que no tienen ms que fines sexuales, exteriorizado as por 35.5% de la poblacin
investigada.
En la literatura ya habamos encontrado que la convivencia en los centros
educativos est afectada por conflictos sociales que vienen arrastrando los
jvenes. Se han podido documentar conductas de acoso y violencia interpersonal,
la cual desemboca en problemas de hostigamiento por tener bustos grandes, por
ejemplo. Se puede tambin escuchar en el grupo de amigos chistes obscenos,
palabras altisonantes, aseveraciones falsas de que se han acostado con alguien,
burlarse de alguien por tener trasero de un modo u otro, comentarios de
desprestigio social y otras formas de maltrato. Este tipo de injurias siempre ha
causado dao a quienes lo han padecido, ha provocado descalabros morales en
quienes lo han sufrido y hasta ha sido causa de abandono escolar.
Un extremo de la violencia sexual es cuando la pareja amorosa se exhibe
mostrando su rgano sexual, sin el consentimiento de la otra persona. Una posible
explicacin de este fenmeno es que en las pelculas se hace con tal naturalidad
que ya hasta puede verse como anticuada la chica que se molesta por esta
conducta. En las reuniones de fin de semana, donde el alcohol es el invitado
nmero uno, es comn que se comience a contar chistes obscenos y que al bailar
117
se propicien acercamientos con una clara provocacin sexual. Parte de las
medidas preventivas tienen que ver con reconocer estas conductas como inicio de
actos ms fuertes y claros de violencia sexual. La recomendacin es no prestarse
a estas conversaciones, ni participando al contar ese tipo de chistes, ni
permaneciendo en el espacio donde se narran. Cabe mencionar que en la
presente investigacin el 19.1% de las mujeres fueron sometidas corporalmente,
es decir, las zonas ergenas femeninas fueron estimuladas sin consentimiento.
Dicha conducta ha vulnerado su dignidad y a su vez resultan lastimadas tanto en
forma fsica como psicolgicamente.
En la mayora de las ocasiones el ejercicio de un tipo de violencia conlleva
al inicio y desarrollo de otra, es decir, primero se violenta a las mujeres a travs de
los silencios castigadores, despus con palabras humillantes, posteriormente
aventones y bofetadas, entre otras, para despus dar paso a la violacin; el 0.50%
de las jvenes entrevistadas manifest haber vivido tal acto de abuso.
En las instalaciones acadmicas de la Universidad Autnoma de
Aguascalientes se pueden encontrar casos en donde se ejerce violencia de
gnero traducido en acoso sexual sobre las jvenes estudiantes, al solicitar los
profesores relaciones sexuales a cambio de asignarles una mejor calificacin. De
esta forma, 5.1% de la poblacin encuestada asegura conocer algn caso con
dichas caractersticas. Fue muy interesante encontrar este resultado y que las
jvenes pudieran expresarlo sin problemas. Es preocupante que ofrecer sexo se
pueda convertir en algunas estudiantes como un recurso que consideren vlido,
aceptable y que dejen de lado el aspecto social, moral y el prestigio como persona
que implica prestarse a estas prcticas. Pues el hecho de que otro individuo pueda
decir que sabe que alguien lo ha hecho quiere decir que no es una prctica oculta,
sino que es conocido al menos por otra gente, ya sea amiga o compaera de
estudios.
Cuando se indag de manera indirecta el asunto de la violencia, las jvenes
dicen conocer casos de violencia sexual. Este indicador debiera ser tomado en
cuenta cuando se elaboren medidas preventivas, pues generalmente se piensa
que es una exageracin estar hablando de que existe violencia en la universidad.
118
Aun as no se tuvo oportunidad de saber si la persona que contestaba haba sido
vctima o si lo estaba diciendo de otra persona; es comn que no se acepte
directamente haber sido vctima de violencia y mucho menos de violencia sexual.
Desafortunadamente existen jvenes cuyos compaeros de clase son
capaces de acosarlas de diferente forma (verbal, psicolgica y sexual) de tal
manera que inciden directamente en la integridad emocional de stas, pues
pueden llegar a presentar sntomas de baja autoestima, calificaciones deficientes,
depresin, tristeza, exclusin e incluso afectaciones ms severas. Cabe
mencionar que es el tipo de violencia menos denunciada a pesar de que ha sido
experimentada por un 4% de la poblacin en estudio.
De esta forma un programa de prevencin debe incluir informacin sobre
las distintas acciones que una estudiante puede realizar cuando comience a notar
que hay acoso por parte de sus profesores. El protocolo propuesto debe contener
ms de una instancia a dnde acudir pues es conocido que algunas estudiantes
han acudido a lugares donde las han tachado de exageradas y hasta ah termina
lo que debiera ser una denuncia con consecuencias disciplinarias para el profesor
responsable.
Una vez ms, si se estn encontrando expresiones de violencia sexual
entre los compaeros de clase es importante que se detecte a tiempo y se tomen
las medidas necesarias antes de que la persona violentada tome la decisin de
abandonar los estudios por este motivo.
Conclusiones
En suma, las mordidas, empujones y jalones son las conductas de violencia fsica
ms frecuentes entre las estudiantes de la UAA. Entre el conjunto de conductas de
violencia psicolgica est el que la pareja amorosa prohba o calle a la pareja
cuando sta desea exteriorizar alguna idea, al impedrselo est comunicndole
que lo que tiene que comentar es irrelevante o que no tiene la capacidad de decir
algo interesante o que sus opiniones no importan. Y finalmente, las expresiones
de violencia sexual que dijeron las estudiantes de la UAA que haban
experimentado con ms frecuencia fueron: seduccin de forma verbal, que su
119
pareja amorosa le haya enseado su rgano sexual, que su pareja amorosa le ha
tocado intencionalmente zonas ergenas, que saben de estudiantes que han
ofrecido sexo por calificacin y han sabido de algn profesor que ha solicitado
sexo a cambio de calificacin.
El haber encontrado estos resultados invita a disear y fortalecer acciones
tendientes a reducir y erradicar la violencia no nicamente entre las parejas
amorosas de la UAA sino en toda la comunidad universitaria para que todas y
todos puedan sentirse seguros en las instalaciones universitarias. Fue notorio
durante la fase del anlisis de la informacin que las participantes dudaban qu
situaciones podan ser consideradas como violencia de gnero en las
investigaciones cientficas desarrolladas con anterioridad, y que ellas no
identificaban como tales. Es por ello que al preguntar directamente, los resultados
reflejan un bajo porcentaje de estudiantes que dice que conoce o dice haber
padecido violencia de gnero en el espacio universitario, y porcentajes muy altos
dicen que no conocen ni han padecido ninguna situacin de violencia de gnero
en el ambiente universitario. Pero cuando se pregunt indirectamente si conocan
a alguien que haba padecido violencia de gnero en el mbito universitario,
muchos afirman conocer a una amiga o a una compaera.
Referencias Bibliogrficas
Olvera, R. Arias, J. Velzquez, J., 2012, Tipos de violencia en el noviazgo,
estudiantes universitarias de la UAEM, Toluca, Centro Universitario UAEM
Zumpango.
120
VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES EN QUINTANA ROO
Introduccin
La violencia hacia las mujeres en el estado de Quintana Roo tiene ciertos
elementos especficos que remiten a la historia particular de dicha entidad que
tienen que ver con la forma en que ha sido poblada, as como a las leyes y
acciones polticas que se llevan a cabo y que se relacionan, por una parte, con el
impulso que requiere el desarrollo turstico y, por la otra, con su situacin de
frontera. Recorriendo el estado y revisando la legislacin y las acciones concretas
para atender la problemtica de dicho fenmeno encontramos que en trminos de
violencia laboral, simblica, domstica y en todos los mbitos de la vida cotidiana,
ser mujer implica un serio riesgo en Quintana Roo y, si bien comienza a haber
resultados significativos de algunas acciones puntuales, el profundo arraigo que
tiene la cultura de la violencia hace muy difcil pensar en terminar con ella a
mediano plazo.
El trabajo antropolgico nos ha permitido tener acceso a historias de vida, a
la vivencia cotidiana de las mujeres en diversos mbitos y al anlisis de las formas
culturales que se desarrollan en el campo y en las ciudades. La revisin de las
leyes, programas, proyectos de atencin y los datos estadsticos sobre las
diversas formas de violencia nos ayudan a poner en contexto y a reflexionar lo
estudiado. El anlisis de toda la informacin recabada puede facilitar la
elaboracin de propuestas de accin que en algn momento apoyen una
transformacin de la lacerante situacin observada.
121
poblaciones rurales, las de origen maya yucateco, asentadas desde tiempos de la
guerra de castas en la zona centro y norte, hasta las localidades ubicadas en las
riveras del Ro Hondo, lnea fronteriza con Belice, que fueron nuevos centros de
poblacin ejidal, colonizadas a partir de las campaas de poblamiento con
personas de toda la repblica, o los pueblos de los que llegaron como refugiados
desde Guatemala en fin, es grande la diversidad y distintas las situaciones, sin
embargo no hay uno solo de los ncleos de poblacin mencionados que est
exento de la violencia y adems de la especificidad de una violencia de gnero.
En el ao 2007 Quintana Roo con una tasa de 3.3 homicidios de mujeres
fue una de las nueve entidades federativas, que se coloc por arriba del promedio
nacional (2.0), las otras fueron: Guerrero (5.0), Oaxaca (3.8), Chihuahua (3.2),
Baja California Sur (3.1), Distrito Federal (2.7), Estado de Mxico (2.6), Michoacn
(2.4) y Colima (2.1).
Estos datos provenientes del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y
la Equidad de Gnero de la LXI Legislatura de la Cmara de Diputados ubican a
122
esta entidad en el tercer lugar en feminicidios respecto a los otros estados de la
Repblica Mexicana.
Por otro lado, la tabla 1 sita los porcentajes de la violencia laboral en
Quintana Roo como unos de los ms altos en comparacin con otras entidades de
la regin sureste y a la nacional segn la investigacin patrocinada por la
Comisin Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres
(CONAVIM).
Como expondremos en este texto esta situacin es producto de una serie
de condiciones que generan un contexto de extrema vulnerabilidad para las
mujeres y las nias. Estos escenarios se relacionan con el impacto que sobre la
regin tiene la industria turstica y la oferta de diversin de todo tipo, incluida, entre
otras, la sexual en todas sus modalidades, en un mundo globalizado de
dominacin masculina y sistema de gnero que convierte a las mujeres y las nias
(y nios) en una mercanca que reporta grandes ganancias a ciertos hombres de
negocios. Aunado a lo anterior, se presenta la problemtica vinculada a las zonas
fronterizas, as a travs de esta rea transitan migrantes provenientes de regiones
de igual o mayor violencia y pobreza que buscan legtimamente, mejores
condiciones de vida para ellos y sus familias.
Violencias
Aunque en la Ley de Acceso a una vida libre de violencia para las mujeres, se
seala que la violencia institucional es entendida como: los actos u omisiones de
las y los servidores pblicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o
tengan como fin dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos
humanos de las mujeres, as como su acceso al disfrute de polticas pblicas
destinadas a prevenir, atender, investigar, sancionar y erradicar los diferentes
tipos de violencia en el estado no se aplica. Entonces es posible dilucidar el
entramado de relaciones sociales entre diferentes sectores de la poblacin, que se
benefician de alguna forma, usufructuando las condiciones de necesidad,
ignorancia y subalternidad de amplios sectores de mujeres que se ven
constreidas a soportar y tolerar las ms diversa formas de explotacin.
123
En el estado de Quintana Roo se presentan muchos tipos de violencia: la
violencia estructural, esa que determina el sistema econmico que produce una
inmensa desigualdad social, una injusta distribucin de la riqueza, el abuso por
parte de todos los implicados en el manejo de los grandes capitales, esa es
omnipresente y afecta a la gran mayora de la poblacin, a todos menos a los que
la fomentan y aprovechan. Otro tipo de violencia es la que llega de las polticas en
cuanto al desarrollo turstico, que favorecen siempre a los intereses de los grandes
capitales, perjudicando a las poblaciones locales, sta afecta a todos tambin,
pero acrecienta la percepcin de injusticia y la frustracin por la desigualdad, ya
que pone en contacto a grandes sectores marginales y sin oportunidad alguna de
progreso con la opulencia del turismo de lujo, evidenciando lo grave de la
situacin.
Por otra parte, las ciudades reportan altsimos ndices de incidencia de
crmenes violentos, robos, homicidios, feminicidios y violaciones,
proporcionalmente ms altos que la mayor parte del pas.
En las comunidades rurales, menos vinculadas al desarrollo y la actividad
turstica, por otra parte, se presentan prcticas de violencia hacia las mujeres,
erradicadas en otras zonas desde hace tiempo, pero aqu han perdurado. Por
ejemplo, la prctica de comprar mujeres, muchas de ellas menores de edad, para
esposas, golpearlas con inaudita violencia, sin que a nadie le importe o los
detenga, cuando las nias entran a la adolescencia los padres ya no les permiten
asistir a la escuela porque se supone que ellas no necesitan estudiar, violentar
sexualmente a nias y nios que se ven en la necesidad de ir a trabajar para
ayudar a la economa familiar; el abuso sexual de las hijas por el padre, sobre todo
de la hija mayor, por considerar que es su derecho, al fin que es su hija y de que
te lo haga un desconocido, mejor yo y ya luego ah te vas con el que sea
(Entrevista realizada por Escalante en 2010). Es tan fuerte la presencia de las
mltiples violencias, que se puede dejar de ver y aceptar la naturalizacin que
predomina en las diferentes comunidades.
Tambin debe tenerse en cuenta que en el estado hay pueblos
culturalmente distintos, con un estilo de vida, religin y una visin del mundo
124
especfica, tales como los mormones o los menonitas, que tienen prcticas que,
desde nuestra perspectiva podran parecernos anmalas, pero que habra que
investigar y entender antes de juzgar. Aqu nos referimos a cuestiones como la
poliginia de los mormones o la sumisin y permanencia exclusiva de las mujeres
en el hogar en el caso de las menonitas. No cabe duda, por otra parte, de la
necesidad de atender otras situaciones ms urgentes como la cuestin de la
inseguridad urbana para las mujeres y los abusos que ocurren en el medio rural
que implican frecuentemente golpes, violacin sexual y venta de nias (Salinas
Urquieta, 2009).
125
empez a mejorar en cuanto a las posibilidades de supervivencia; sin embargo
para nadie fue fcil la vida en los primeros aos, lo mismo que en la mayora de
los centros de poblacin que se fundaron por esos tiempos en el estado. Las
mujeres que llegaron, acompaando a sus esposos -algunas con hijos y otras que
empezaron a tenerlos all- procedan del campo con experiencia previa en cultivar
y luchar por la tierra en diferentes estados. En algunos casos, las mujeres y sus
compaeros ya haban hecho otros intentos de migrar a lugares en que pareca
haber tierras, ya que todos eran campesinos sin propiedades. La historia de cada
una de estas personas y grupos, por lo tanto se inicia en otro estado, no en
Quintana Roo, pero es en Quintana Roo en que se dan las condiciones para que
se perpeten situaciones de profunda violencia hacia las mujeres.
Hay aspectos que llaman la atencin desde que se llega, ms que nada por
lo normales que son, porque a nadie le parece que sean extraas o que haya
que hacer algo al respecto, asuntos que en otros lugares de nuestro mismo pas
ya no son tan comunes. El hecho de que los hombres golpeen a sus esposas no
es nada nuevo, lo que no significa, por supuesto, que haya que dejar de luchar en
contra de esas aberraciones y erradicarlas, pero las mujeres de San Jos sufren,
cuando estn los hombres, grados de violencia enormes.
A nuestra llegada, durante el primer ao de investigacin de campo en el
pueblo, haba pocos hombres, la mayora estaba en Estados Unidos trabajando;
algunos mandaban dinero de vez en cuando, otros no, pero se escuchaba que
haba deportaciones, por lo que era probable que volvieran. Cremos que para las
mujeres esas noticias seran motivo de alegra, que sus maridos y sus hijos
mayores retornaran, aunque fuera por la crisis en Estados Unidos, no obstante, se
esperaba que regresaran por su propia voluntad, no deportados. Sin embargo, los
rumores del retorno preocuparon y entristecieron a las mujeres, no queran que
regresaran y preguntando por qu, contaron las historias:
Aqu doa Flor s est bien, porque ella es viuda, o sea que se le queda la casa
y ya no tiene que aguantar al hombre pero las que tenemos hombre No! Puro
sufrir, noms toman y nos golpean, pero no crea que as con la mano, no, la otra
vez a ella (a Alicia, que estaba presente) que la empieza a corretear su marido
para pegarle pero con cable, con machete y que la corre por todo el pueblo y
126
nadie hace nada, ella hasta en las casas se trata de meter y no la dejan, l la
amarr a un poste de la luz de su mismo pelo y con el cable y que la golpea
hasta que se cans y se cay de borracho (Entrevista realizada por Escalante
2012).
Bueno a ella la acaban de vender, quin sabe cunto le daran a su pap, pero
el hombre tiene como cincuenta y tantos, tiene otra mujer, pero se encaprich de
la chamaca, as que no se va a casar yo creo, va a estar como el barbas. Y
quin es el barbas? Ah, es el de la casa de all arriba, su seora est enferma,
as que se consigui tambin una chamaquita, a ella se la llev como de 13 aos
y ya tiene un beb, as que no se puede ir la chamaca porque cmo se lleva al
beb o slo que se lo deje pero se escap una vez y lleg a Chetumal, all
estaba en la calle con su beb, es una nia, y andaba pidiendo en la calle y que
le avisan al barbas dnde est y que va y la trae y bien feo la golpe y ya no la
deja salir, ah est y las tiene a las dos mujeres tambin. Ese, el barbas anda ya
por los sesenta aos.
127
Esas son las historias cotidianas en el pueblo. Se trata de mujeres que vivieron
tambin situaciones terribles antes de llegar a Quintana Roo, pero slo nos
referiremos a los datos que tienen lugar en este estado. Cuando volvimos al ao y
despus, dos aos posteriores a la primera visita, los hombres haban regresado,
efectivamente las cosas se pusieron difciles en el otro lado, algunos retornaron
por s mismos, la gran mayora haban sido deportados.
Deportados significa que vuelven sin absolutamente nada, los mandan de
regreso sin nada, no importa si tenan pertenencias, ahorros, casa, familia, lo que
tuvieran, todo lo perdan, regresan simplemente con la ropa que traen puesta y
nada ms. Quienes hubieran mandado algo antes a su pueblo tienen eso, los que
no haban enviado nada no tienen absolutamente nada. En esa situacin hay
hombres y mujeres, pero nos referimos a los hombres porque son la mayora y por
el asunto que se est tratando aqu. Salieron del pueblo en algunos casos hace
diez o quince aos, el paso fue dursimo, con historias espeluznantes de lo que
significa cruzar por el desierto, que es por donde pasan ellos, all nada les es fcil
tampoco, llegan ilegales, sin hablar ingls, con unos 15 aos de edad y regresan
as, sin nada, ya no estudiaron, ya no tienen nada en el pueblo y no traen nada,
adems en algunos casos llegan tatuados y con adicciones, lo que les dificulta
mucho conseguir cualquier trabajo.
Su situacin es dramtica, en el tiempo que dur la temporada de trabajo
de campo un muchacho que regres as se enfrent al reclamo furioso de su
padre que lo corri de su casa insultndolo y dicindole que era un fracasado que
no serva para nada. El muchacho se suicid, pero el padre, en su enojo, encerr
a su esposa y no le permiti ni asistir al entierro de su hijo.
En el caso de las seoras que eran nuestras informantes, cuando
regresaron sus maridos tenan que correr a tener la comida lista y a atenderlos
para que no las fueran a golpear, dejaron de asistir a las reuniones del grupo; la
que era afortunada porque estaba viuda, tena un hijo que regres deportado con
tal frustracin y enojo que se la pasaba deprimido, todo el tiempo irascible gritando
y golpeando a su mam. Pareca que no haba escapatoria, las mujeres son para
que los hombres las golpeen y descarguen su furia, para que las tomen cuando
128
quieran y las vendan cuando puedan. Estas son las vivencias cotidianas en el
siglo XXI en muchas poblaciones rurales de Quintana Roo.
Al comentar estas experiencias con la arqueloga que trabajaba en el
mantenimiento de las zonas arqueolgicas del rea ella coment que escuchaba
las conversaciones de los jvenes que llegaban a trabajar en los programas de
empleo temporal para el mantenimiento y limpieza de los sitios y que ellos
hablaban con cierta frecuencia de que estaban reuniendo dinero para ir a comprar
una esposa, platicaban que queran ir a Veracruz o a Tabasco porque saban que
all las podan comprar de 12 o13 aos y eso les convena ms porque las que se
podan conseguir en la misma regin ya eran ms grandes y quiz menos dciles.
Conclusiones
No sabemos realmente qu hacer con la informacin recabada, ms all de seguir
yendo y armando talleres con las mujeres para que se puedan valorar a s
129
mismas, tomar conciencia de que tienen derechos humanos. Sin embargo,
debemos reflexionar acerca de que esta problemtica no slo es un asunto
individual o grupal, sino tambin de poltica pblica, es necesario reforzar la
autonoma de las mujeres, por ejemplo, la aplicacin genuina del programa de
becas para que las nias terminen secundaria y bachillerato (ACCIONES
AFIRMATIVAS), as como tomar consciencia de que es un asunto de ciudadana
y de lucha contra la corrupcin, transparentar el uso de los recursos y rendicin de
cuentas.
Existen muchos apoyos de la Secretaria de Desarrollo Social para las
mujeres, sin embargo, se tendra quiz que ver cmo llegan o si no llegan a las
mujeres de los poblados. Sin lugar a dudas, las mujeres enfrentan el problema de
la dependencia econmica, pero tambin de una vulnerabilidad jurdica y poltica.
Es cierto que las leyes, si bien se ha avanzado en su transformacin, siguen
privando a las mujeres de una serie de derechos elementales y al mismo tiempo,
legitiman la reclusin en los hogares y el acoso si se aventuran en las calles, los
mercados o el mbito pblico en general.
Tambin se debera hacer un trabajo con los hombres violentos (como lo
marca la ley de Acceso a una vida libre de violencia) y en general en torno a la
masculinidad en los planes y programas de estudio de las escuelas, en los medios
de comunicacin, pues de otra forma no ser posible transformar la cultura.
Otras personas que trabajan en el estado al escuchar estos relatos
comentaron que tenan noticia de esa situacin, no es lo ms comn, pero es
conocido, sucede y no es fcil denunciar porque se trata de un asunto menor, no
es el trfico de personas para los burdeles de las zonas tursticas, que tambin se
da, o para otros fines, no se relaciona con las organizaciones criminales, con los
grupos mafias mayores; esta venta de nias slo son transacciones entre
particulares, de las que no queda documentacin o constancia alguna, convenios
entre dos hombres adultos, de los que las personas de la comunidad estn al
tanto y no denuncian ni se sorprenden, se sabe y se vive con eso como algo
normal y aceptable. Pero si podra ser una forma de trata de personas segn,
130
Anglica de la Pea, quien ha trabajado en este tema y est involucrada en la
implementacin de la ley federal al respecto.
Existe tambin la discusin de establecer una edad mnima para los
casamientos, pues muchos son forzados. Existen trabajos antropolgicos acerca
de los matrimonios impuestos o por conveniencia, sin embargo, se tendra que
implementar tambin una perspectiva de los Derechos Humanos de las Mujeres.
Al revisar las actas del registro civil se puede observar, por ejemplo,
matrimonios de nias que tienen entre los 12 y 17 aos con hombres de edades
entre los 30 y los 70 aos. Las recomendaciones serian en torno a impulsar
polticas pblicas que fortalezcan la ciudana de las mujeres, la equidad y el
fortalecimiento de su capacidad de agencia, como la ley lo seala, en ello estn
involucradas todas las instituciones de gobierno, desde la Secretaria de
Educacin, la Secretaria de Salud, de Seguridad Pblica y la Secretaria de
Desarrollo Social, entre otras.
Cada gobierno local de cada uno de los municipios tendra que impulsar a
su vez acciones especficas, Benito Jurez, Isla Mujeres, Cozumel o Solidaridad,
tendran que hacer algo respecto de la industria turstica, establecer regulaciones,
impuestos, vigilancia, entre otras. Jos Mara Morelos y Felipe Carrillo Puerto
tendrn que implementar acciones afirmativas en beneficio de las nias y mujeres
mayas. En Othn P. Blanco tendra que existir un Refugio para mujeres migrantes
y victimas de trata. As como tambin establecer una ruta crtica de la forma en
que las mujeres ingresan al refugio que ya existe, difundiendo los procedimientos,
pues hasta ahora existe inconformidad respecto a la forma en que es posible
acceder a l (Comunicacin personal de la Lic. Gabriela Rojo a Salinas).
Y por supuesto es necesario fortalecer los procesos de rendicin de
cuentas y profundizacin de la democracia. Construir e implementar acciones muy
concretas de gobernanza y buenas prcticas en el ejercicio de los presupuestos
pblicos.
Referencias Bibliogrficas
Hernndez Cruz, Armando, et al., 2012, Captulo VI. Regin Sureste: Campeche,
Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo y Yucatn, Castro Roberto y Florinda
131
Riquer (Coords.), Estudio Nacional sobre las Fuentes, Orgenes y Factores que
reproducen la Violencia contra las Mujeres, CONAVIM, CRIM-UNAM, pp. 409-697.
132
MUJERES Y VIOLENCIA. LENGUAJE Y CHISTES
Introduccin
En pocas recientes parece tener lugar un aumento de la violencia en Mxico en
todos los mbitos. En paralelo se incrementa su visibilidad y denuncia, tambin su
estudio. Se trata de un tema complejo, polmico, fenmeno multicausal y tan
antiguo como la humanidad del que no hay escapatoria. Obvio, expresividad,
manifestacin
Siempre ha existido, aunque solo hasta tiempos recientes se ha
investigado, conceptualizado y reflexionado como tal, anteriormente ni haba sido
objeto de preocupacin poltica o legislacin jurdica tal como lo es en nuestros
das. Una ilustracin de esto, de la violencia que siempre ha existido y a la cual
apenas se haba mirado es la inscrita en el lenguaje, que ms que nueva,
repetimos, lo novedoso es su visibilidad, sealamiento y anlisis.
La violencia en el lenguaje es el tema de este texto. En concreto, la que se
encuentra en los mensajes y discursos en las expresiones verbales, y de manera
especial, la inequidad de gnero que se manifiesta en ellas y el sexismo
lingstico. ste es cuando la eleccin del lxico (palabras) o sintctico
(construccin de las frases) produce discriminacin por razn de sexo, aqu se
considera que puede ser hacia mujeres, pero tambin hacia los hombres. Con el
objeto de hacer algo ms aterrizado y amable este trabajo y reflexin, elegimos
como objeto de estudio a los chistes. En particular y muy especficamente a los
que tienen como protagonistas a hombres o mujeres y cuyo enunciado refleja la
mirada del otro sexo. Que por otra parte, todo hay que decirlo, son muy
numerosos, divertidos y aplaudidos.
133
el comportamiento agresivo y destructivo del ser humano es, segn algunas
corrientes, innato, programado filogenticamente y persigue la descarga. Hay una
agresin benigna defensiva, como supervivencia del individuo o la especie,
biolgicamente adaptativa. Existe otra, que es maligna y destructiva, la poseen los
seres humanos, no los animales, no est programada y no es adaptativa, carece
de finalidad aparente y su satisfaccin es incluso placentera.
Desde la psicologa se seala que en ocasiones la violencia hacia las otras
personas tiene que ver con la incapacidad de responsabilizarnos de nuestros
propios sentimientos, pensamientos o conductas. Un desequilibrio emocional, sin
duda alguna, del que poca gente se escapa. A veces, ante pulsiones frustradas se
desarrollan deseos de daar y destruir. La violencia y la tentacin de ejercer el
poder sobre los dems son consecuencias de la impotencia segn Filliozat
(2007:152).
El violento niega que la rabia procede de s mismo. Acusa al nio (la mujer, el
judo, el tibetano, el tutsi), se justifica atribuyendo a la vctima sus propios
sentimientos de vergenza y maldad. Deber corregir a ese granuja, expulsar
a ese extranjero, limpiar el planeta de esos hombres inferiores (Filliozat,
2007:161).
134
caractersticas comunes con el objeto de resentimiento, aunque puede servir
cualquier ser que d muestras de vulnerabilidad. Se entiende que esta violencia se
ejerza sobre las mujeres, sometidas culturalmente, las minoras, inferiores
socialmente, y los nios, biolgicamente dependientes.
En resumen y de forma muy general se entiende por violencia aquel
comportamiento que causa o puede causar dao.
En cuanto a los chistes, desde las ciencias sociales son historias o relatos
muy breves que se comparten y pretenden hacer rer o cuanto menos sonrer. El
chiste como parte del humor verbal mitiga el sufrimiento, aligera la vida (Berger,
1999). Es un momento catrtico, una explosin emotiva, ms all de sus orgenes
y sus intenciones conscientes o inconscientes, as como sus varias funciones. Se
dice incluso que un chiste es un anti-rito, pues desdibuja jerarquizaciones y
clasificaciones, suaviza lmites, deja la estructura social temporalmente
suspendida, y todo se relativiza.
No obstante, existen diversos tipos de chistes. Uno de ellos proviene de lo
que se puede denominar el humor benigno, el ms usual en el da a da, el que
proporciona placer y distensin, reconforta el fluir de la existencia cotidiana, es
inofensivo e inocuo. Por otro lado, est el humor hostil o denigratorio, el empleo de
la agresin en lo cmico -hacia un grupo, una institucin, una creencia-, como la
malicia etnocntrica o xenofobia dirigida a algunos individuos o sectores. Una
ilustracin de la risa utilizada como verdadera arma (Bergson, 2008), recurso que
humilla o denigra, en este caso a los otros o las otras, los de afuera, los diferentes.
Se trata de los chistes tendenciosos de los que habla, por ejemplo, Freud
(2008). Entre los cuales estn los discriminatorios y agresivos hacia hombres o
hacia mujeres, los popularmente llamados chistes machistas o misginos y los mal
denominados chistes feministas. Y que sera positivo empezar a designarlos en su
conjunto simplemente como chistes sexistas porque son ofensivos, burlones,
maliciosos y en general muestran una impronta negativa para cada sexo, como si
se tratara de una guerra intergenrica o batalla de sexos en toda la extensin de la
expresin.
135
Subrayar que si bien en otras narrativas sociales populares como cuentos,
leyendas, refranes o canciones, el sexismo aparecen como mensajes y discursos
denigratorios generalmente por parte de los hombres hacia las mujeres
(Fernndez Poncela, 2000, 2002a, 2002b), en el caso de los chistes esto es
diferente, pues es posible or o leer bromas burlonas de mujeres hacia hombres
como a la inversa. Lo que podramos denominar la equidad de la inequidad o la
igualdad en un discurso violento, discriminatorio, verbal y simblicamente
hablando. Venganza histrica? Equidad agresiva? Lo que yo llamo la equidad
de la inequidad.
En este tenor la violencia en los chistes como acto de habla y discurso
social- es interpersonal y en ste tiene que ver en numerosas ocasiones con
relaciones intergenricas en el seno de la familia -como por ejemplo, los chistes de
matrimonios o la interrelacin padres y madres e hijos/as en la adolescencia
(Fernndez Poncela, 2011, 2014), pero y tambin es comunitaria, ya que las
relaciones de gnero atraviesan toda la sociedad.
Otra cuestin a destacar de los chistes en el caso que nos ocupa es que
presentan cierta ambigedad, o mejor dicho utilidades y funciones que pueden
incluso considerarse aparentemente opuestas: alivia las tensiones culturales,
sociales y afectivas, pero tambin fomenta los miedos y las conductas
etnocntricas y destructivas; reitera estereotipos culturales, prejuicios sociales,
pero tambin insistimos, calma y alegra de forma compartida, quizs hasta
explosiva y catrtica. Triunfa el placer instantneo, descarga resentimientos,
desva agresividad, explota la risa, se libera tensin corporal, fsica, energtica y
emocional y se puede recargar tensin cultural, mental, energtica y emocional.
Por qu chistes contra las mujeres? Igual que los hay contra judos,
negros, indios, otras nacionalidades o religiones, siempre son los otros, en este
caso las otras, los diferentes, y la burla hacia ellos y ellas, lo que causa risa. Se
trata de chistes que se han calificado o conceptualizado de machistas o
misginos, conformando un discurso de devaluacin de todas las maneras
posibles hacia la poblacin femenina en general.
136
En fechas recientes, como decamos, han rpidamente proliferado los mal
llamados chistes feministas -el feminismo es la equidad en derechos y
oportunidades- y que tal vez tendran que ser catalogados como sexistas igual que
los anteriores, pero en este caso con mensajes despreciativos y denigrantes hacia
la poblacin masculina. En la actualidad quizs exista un nmero similar de
narraciones jocosas en ambos sentidos. Lo cuantitativo es difcil de medir en un
estudio, lo cualitativo es fcilmente detectable y lo vamos a revisar y presentar en
parte aqu.
Regresando a lo que decamos del lenguaje de la violencia salta a la vista lo
destacado de los sentimientos, introyecciones, proyecciones, impotencias y
resentimientos, en este caso entre las mujeres y los hombres. Por lo que es
posible pensar que esos relatos graciosos constituyan una expresin,
representacin y construccin social a la vez, o lo que es lo mismo productos y
productores en su doble vertiente, de lo que acontece en las relaciones entre los
gneros en varias esferas de la vida social, as lo consideramos en estas pginas
y a travs de su estudio se puede observar y analizar ese conflicto y los nudos o
problemas concretos sobre el mismo. Los chistes son una esplndida radiografa y
termmetro social de cmo estn las relaciones intergenricas y de cmo a travs
de ellos se intentan, por lo menos en el discurso, el espacio de la afectividad y de
forma simblica, reequilibrar.
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sonrisa, y de paso nos ayudan a distinguir los procesos mentales y emocionales
de algunas mujeres y hombres, lo cual fcilmente obviamos u olvidamos y de ah
surgen conflictos sobre los cuales los chistes son un hbil reflejo, cual espejo.
El diario de l y de ella
1.- El diario de Ella
El sbado por la noche lo encontr raro. Habamos quedado en
encontrarnos en un bar para tomar una copa. Estuve toda la tarde de
compras con unas amigas y pens que era culpa ma
porque llegu con un poco de retraso a mi cita, pero l no hizo ningn
comentario. La conversacin no era muy animada, as que le propuse ir a
un lugar ms
ntimo para poder charlar ms tranquilamente. Fuimos a un restaurante y l
se segua portando de forma extraa. Estaba como ausente. Intent que
se animara y empec a pensar si sera por
culpa ma o por cualquier otra cosa. Le pregunt y me dijo que no tena
que ver conmigo. Pero no me qued muy convencida. En el camino para
casa, en el coche, le dije que lo quera mucho y l se limit a pasarme el
brazo por los hombros, sin contestarme. No s cmo explicar su actitud,
porque no me dijo que l tambin me quera, no dijo nada y yo estaba cada
vez ms preocupada.
Llegamos por fin a casa y en ese momento pens que quera dejarme. Por
eso intent hacerle hablar, pero encendi la tele y se puso a mirarla con
aire distante, como hacindome ver que todo haba terminado entre
nosotros. Por fin desist y le dije que me iba a la cama. Ms o menos diez
minutos ms tarde, l vino tambin y, para mi sorpresa, correspondi a mis
caricias e hicimos el amor. Pero segua teniendo un aire distrado.
Despus quise afrontar la situacin, hablar con l cuanto antes, pero se
qued dormido. Empec a llorar y llor hasta qued adormecida.
Ya no s qu hacer. Estoy casi segura de que sus pensamientos estn con
otra. Mi vida es un autntico desastre.
2.- El diario de l:
Perdieron los tigres. Por lo menos me ech a mi vieja.....
Proseguimos con otra narracin que conviene leer atentamente, ya que no todo
est tan claro y algunas veces el lenguaje es ms incomunicacin que
comunicacin aunque dicha afirmacin parezca una contradiccin. Para el caso
que nos ocupa se trata de, por supuesto, algo en principio ldico pero que refleja
como decimos lenguajes diferentes, estereotipos segn gnero que se pueden
romper en un instante incluso a travs de un relato chistoso o su reinterpretacin.
138
Recib tu carta y me sorprend, que pen-
sndolo bien eres muy tonto y por eso te
dejo, te imaginaste que me ibas a co-
nocer ms; yo valgo mucho como mu-
jer, espero que tu comprendas que for-
malizar estas relaciones, nunca se podran comu-
nicar, as por as no se puede.
As mismo te hago saber que no soy pu-
ritana pero tampoco una gran ton-
ta, mis hermanas me dijeron que tu ver-
dadera intencin hacia nosotras, no nos ala-
ga, es deplorable y que no sirve para for-
mar un hogar, esto te lo quiero comu-
nicar las veces que yo desee.
Yo quiero un hombre fuerte, que pueda cu-
brir mis sentimientos y que posea amor fami-
liar todos los das y en varias posi-
bilidades, y triunfar en la vida en situa-
ciones por difciles que sean. Creo que co-
nocer la dicha conyugal que deseamos toda mu-
jer es lo ms importante de la vida
Ahora vulvela a leer, saltndote una lnea
139
Los hombres dicen, por ejemplo, sobre la belleza femenina y otras cosas:
Un escultor deca: Para esculpir a la mujer perfecta, voy a tomar los brazos de
Sofa Loren, el rostro de Brigitte Bardot, el busto de Gina Lollobrigida y las piernas
de Farah Fawcett. Uno de pblico exclam: -Yo me conformo con lo que vaya
sobrando.
El jefe revisa una carta que acaba de escribir la secretaria: Tendr que borrar
algunas palabras, seorita. Cules, seor? La verdad es que cuando le dije
que sus ojos eran muy bonitos, no era para que se lo dijera al cliente.
Dos nios presumiendo de sus paps: -Mi padre es mejor que el tuyo. Bueno,
pero mi madre es mejor que la tuya. Creo que tienes razn porque mi pap dice
lo mismo.
Dos nios se sientan a la mesa para la cena y uno le pregunta al otro: -Oye, T
rezas antes de comer? A lo que el otro le responde: -No, porque mi mam cocina
muy bien
140
-Mam le has pedido a pap que me compre la bicicleta? S, muchas veces,
Luisito; pero es intil, no quiere. Mam has probado con los ataques de nervios,
como cuando el abrigo de pieles?
Lo que las mujeres dicen en torno a los hombres o su relacin con ellos:
-He roto con Alfredo. Es una persona llena de defectos. -Y le has devuelto el
anillo? -Por qu lo iba a hacer? El anillo no tiene ningn defecto.
-Dios llama a Adn y le dice: Hijo, tengo una noticia buena y otra mala. La buena
primero, contesta Adn. dios responde: Te voy a hacer dos regalos: un cerebro y
un pene. Fantstico!... y la mala? Es que no tienes suficiente sangre como para
hacer funcionar los dos al mismo tiempo.
-Cuales son los tres tipos de mujeres que existen? Uno: las fieles; son las que lo
hacen solamente con vos. Dos: las putas; las que lo hacen con todo mundo hasta
con vos. Tres: las hijas de puta; las que lo hacen con todo mundo menos con vos.
141
Despus de discutir con su mujer, un hombre le dice: -Por qu no podemos
encontrar un punto medio? De acuerdo. Estoy dispuesta a admitir que ests
equivocado si admites que tengo razn.
Una joven est sentada en un caf explicando a sus amigas su idea sobre el marido
ideal: -Tiene que brillar con luz propia en las reuniones. Debe contar chistes. Y
cantar. Y entretener. Y quedarse en casa por la noche. Una mesera que la ha odo,
le dice: -Si eso es lo que quiere, cmprese un televisor.
Conclusiones
Finalmente, retomando todo lo visto y centrndonos en la violencia que atraviesa
los chistes se pueden concluir varias cuestiones especficas. Hay eso s que
profundizar la interpretacin ms all de la visin simplista o maniquea sobre el
asunto. Mirar y ver ms all del blanco y el negro no slo los tonos de grises, sino
y tambin todos los colores que el ojo y el cerebro humano es capaz de percibir.
En cuanto a la modalidad de violencia es de accin, considerando el
discurso como un acto (Van Dijk, 2001) y el lenguaje como actos de habla (Searle,
2009). As los chistes son actos adems o ms all de su funcin lingstica. Y por
supuesto, actos que inciden en la sociedad de una doble manera, reflejndola en
el espejo y creando a la vez el reflejo, esto es, como se dijo con anterioridad, son
producto y productores a la vez.
Respecto al tipo de dao causado, por as decirlo, es bsicamente de
carcter psicolgico y social verbal y simblico, mental y emocional-, el sujeto y
el paciente -por llamarlo de alguna manera-, esto es, las partes participantes son
hombres y mujeres o mujeres y hombres. Claro que al dao por la humillacin,
burla, irona o sarcasmo del mensaje hiriente hay que aadir la risa que provoca
con lo cual sta aporta tambin los beneficios que la risa posee para la salud y la
vida misma. Una aparente contradiccin que tiene lugar, pero es que los chistes
violentos, como muchas cosas en la vida poseen cierta carga de ambigedad, dos
lecturas o ms, todas con su parte de verdad.
El contexto o escenario es todo espacio social -hogar, escuela, trabajo,
calle y medios-. Eso s, la caracterstica peculiar y particular es que el contar
chistes tiene lugar en general en reuniones de grupos de mujeres y grupos de
142
hombres, por lo que es posible afirmar que es una violencia intergenrica en el
discurso, expresada en un mbito intragenrico como acto de habla. Y que
persigue la afirmacin, complicidad y risa que une al propio grupo en el cual se
cuentan los chistes a expensas del grupo protagonista del chiste, el otro o los
otros, u otras en su caso. Lo cual parece ser una cuestin de autoafirmacin y
autovaloracin genrica intergrupal como la psicologa social estudia, algo as
como una autoidentidad positiva que diferencia de los otros.
Se ha trabajado sobre el tema de la violencia de hombres hacia mujeres,
pero tambin de la que stas ejercen:
En resumen, los hombres son ms violentos que las mujeres. Esto no impide
reconocer que existe una violencia femenina ms sutil, menos relacionada
con conductas fsicas destructivas y ms implicada con la violencia
psicolgica que puede expresarse de otras formas (venganza, humillacin,
desplantes, etctera) (Echebura, 2012:35).
143
que las mujeres presentan una respuesta reactiva con los chistes contra los
hombres, segn esta interpretacin. En fin, que En su conjunto, los chistes que
expresan una queja podran ser sntoma de un complejo entendido como maraa
de sentimientos viscerales y ambivalentes, en los que ya no se sabe si se ama o
se odia. Laberinto emocional del que no encontramos ni buscamos la salida.
Situacin bloqueada en la que las partes implicadas hablan idiomas distintos, pero
estn condenadas a entenderse porque se necesitan (Izquierdo, 1998:318).
Hay, segn esta mirada, repetimos, que cruzar al otro lado del espejo,
aprender a escuchar a los hombres, saber las quejas que se encubren con esa
maraa de insultos y amenazas Junto a la violencia de los hombres, tambin se
hace abrumadoramente evidente la reactividad de las mujeres ante el maltrato
sistemtico (Izquierdo, 1998:319). Y es que finalmente: En el dilogo fallido entre
las mujeres y los hombres no hay otra cosa que una demanda de amor, pero al
olvidar que es tan irrealizable como irrenunciable, se transmuta en ansia de poder
(Izquierdo, 1998:320). Es como el desamor de la cancin popular tradicional
mexicana en torno a temas amorosos, y ah s el sexismo es desde ellos hacia
ellas en la mayora de las ocasiones (Fernndez Poncela, 2002b), tendencia
compartida, como se dijo, en varias narrativas populares.
Sin embargo, y como tambin se insinu en un inicio, este discurso plagado
de mensajes violentos quizs no tenga la clara intencin de hacer dao ni de
reproducir estereotipos, descalificar y denigrar -aunque lo hace-, tal vez se trate
ms de un artefacto socio-cultural y dispositivo psicolgico-afectivo que refleja el
conflicto intergenrico, y que a su vez descarga la tensin existente sobre el
mismo, para empezar parece claro que por lo menos la expresa y es sta una
manera de no slo visibilizarse sino de compartirse. Eso s de manera agresiva a
travs del lenguaje, sin embargo, menos ofensiva que otros tipos de ataques
(fsicos, sexuales, econmicos). Hasta dnde reproduce y contribuye a
incrementar la violencia social intergenrica? En qu medida la seala, visibiliza,
denuncia o relativiza?, y de qu manera la llega a exorcizar evitando la tensin
emocional que lastima el cuerpo y la psiquis o deriva en violencia fsica? Son
144
stos, interrogantes que desbordan los objetivos del texto pero no queremos dejar
de mencionar.
Para concluir, decir que los chistes reproducen estereotipos, roles, modelos
sexistas, esto es, una cultura inequitativa y violenta, a veces en grado sumo como
se vio en los ejemplos dados. Pero se trata como hemos visto, hoy por hoy, de
una violencia sexista de hombres hacia mujeres y de mujeres hacia hombres de
manera indistinta, al contrario de otras narrativas sociales donde es el machismo
el que impera (Fernndez Poncela, 2002a, 2002b).
A esto hay que aadir que los chistes tambin tienen ms all de su
contenido intelectual, cognitivo, mental y cultural, su mensaje y discurso, un
aspecto afectivo relativo al mundo de las emociones y sentimientos, y es en este
sentido que es posible afirmar que tambin colaboran en la descarga de presin y
tensin emocional en general con la risa, y en particular sobre el tema que
estudiamos en estas pginas.
Y entre la reproduccin cultural y la descarga de tensin, aceptan aunque
tambin relativizan actitudes que en mayor o menor medida son violentas, esto es,
critican, se burlan, ironizan, evidencian, sealan, y al hacerlo colaboran a reiterar
la situacin concreta narrada. En fin, muestran la realidad, dan cuenta de ella, o la
exageran para criticarla o evidenciarla, ms an con lo cual se reproduce el
discurso sexista, sin negar lo que estamos tambin afirmando aqu, que se libera
tensin emocional, desde el expresar el conflicto, compartirlo y rerse del mismo.
Chistes violentos, lenguaje sexista, discriminacin y liberacin, todo en una misma
expresin.
En todo caso, hay que tener claro que la violencia seguir hasta que no se
produzca un cambio de conciencia y una transformacin cultural, eso con o sin los
chistes. Los chistes no seguirn cuando dicha metamorfosis haya tenido lugar,
desaparecern por el simple hecho de carecer de sentido. Conclusin, sin aplaudir
a los chistes, por lo menos ofrecen una reelaboracin simblica-emocional de la
realidad social de las relaciones y el conflicto intergenrico que tiene lugar, son un
medio para expresar y ser escuchado -algo tan humanamente necesario- y
145
compartir el dolor del desencuentro -quizs una suerte de terapia improvisada o
catarsis espontnea-, y adems aligeran o alivian con la risa, cuerpo y mente.
Referencias Bibliogrficas
Berger, Peter, 1999, La risa redentora. La dimensin cmica de la experiencia
humana, Barcelona, Kairs.
_____, 2002b, Pero vas a estar muy triste y as te vas a quedar. Mensajes de
gnero en la cancin popular mexicana, Mxico, INAH.
Filliozat, Isabelle, 2007, El corazn tiene sus razones. Conocer el lenguaje de las
emociones, Barcelona, Urano.
146
Freud, Sigmund, 2008, El chiste y su relacin con lo inconsciente, Madrid, Alianza.
147
148
VIOLENCIA EN ESPACIOS LABORALES. LA REGIN CENTRO
OCCIDENTE DE MXICO
Introduccin
La violencia laboral es propia de sociedades complejas donde a travs de la
economa se entrelazan relaciones personales en una organizacin, con la
finalidad de producir bienes y servicios comercializables, es decir, el modelo
econmico, en el cual se desarrolla la transaccin econmica de compra y venta
de la fuerza de trabajo, se despliegan relaciones de poder que pueden incidir de
manera negativa sobre las tareas que desempean en la esfera productiva. Las
estructuras sociales centradas en la predominancia masculina en la vida social
pblica y privada, arropa y justifica la dbil posicin de la fuerza laboral femenina,
dando paso a una segregacin sexual del trabajo (Bustos 2011; Bustos y Palacio
1994), en la que ellas se encuentran en las posiciones ms vulnerables y con
menos posibilidades de avance en el mercado laboral. La asimetra que
reconocemos en los distintos mbitos de la vida social, se repite en los espacios
laborales adoptando los criterios androcntricos que rigen en las relaciones en el
ambiente familiar, y en la sociedad en general.
El estudio de las agresiones hacia las mujeres es muy amplio; en las
ltimas dcadas dicha discusin se ha centrado en el concepto de violencia de
gnero, mostrado ste, ser una nocin que agrupa las diferentes modalidades de
ataques hacia las mujeres, sin descartar, que la violencia de gnero, explicara
tambin casos en los que hombres son sujetos de victimizacin por su condicin
masculina, como sera el caso de la homofobia. La violencia hacia las mujeres es
multidimensional, se genera en gran parte en el mbito familiar o privado; sin
embargo, ejercicios por detectar y ubicar las fuentes y orgenes de la misma han
mostrado que los mbitos sociales o espacios pblicos como el paisaje
comunitario, el contexto laboral y la esfera escolar constituyen medios donde se
origina y reproduce ese tipo de agresiones y ataques (INEGI, 2007).
149
Sobre la violencia laboral de gnero, destacan dos situaciones donde se
observa sta; una, la discriminacin de las mujeres en el proceso de seleccin de
personal, y otra, que se desarrolla en el lugar de trabajo, en su defecto, durante la
realizacin de las actividades remuneradas.
La violencia laboral durante la eleccin de personal ha sido una constante
que enfrentan las mujeres, debido precisamente a su condicin genrica, y ser las
procreadoras fsicas, dichas agresiones tienen que ver con la discriminacin hacia
las mujeres embarazadas. Es comn que las empresas indaguen que las mujeres
no estn encintas antes de contratarlas; esto es, les solicitan el comprobante del
laboratorio, documento que se convierte en requisito para obtener un empleo. Si el
embarazo es obvio, las mujeres saben que no tienen posibilidad de obtener un
trabajo en el sector formal de la economa.
La agresin que se presenta en los recintos de trabajo es mejor conocida
como acoso laboral; ese proceso involucra diversas dimensiones entre las ms
observadas son: la sexual, psicolgica, moral y en algunos casos la fsica. La
violencia laboral es un fenmeno no fcilmente visible para aquellos que no la
padecen, lo contrario es para aquellos individuos que son sometidos a ella y
sufren el acoso cotidianamente en su lugar de trabajo. La violencia laboral no es
privativa de las mujeres; sin embargo, podemos afirmar que en su mayora las
vctimas son mujeres, sobre todo si se trata de acoso sexual. Si bien la violencia
en el mbito laboral adquiere diversas connotaciones, se encuentra como eje
comn el abuso de poder por parte de superiores. Las manifestaciones van desde
sutiles sugerencias e insinuaciones, hostilidad, humillaciones repetidas en forma
de crticas, insultos, hostigamiento y desprecio, hasta la violacin, as como
tambin la inequidad salarial.
150
desenvolvimiento cotidiano de la dinmica laboral, la cual puede ser a travs del
acoso e intimidacin sexual, de hostigamiento y el maltrato psicolgico, conocido
como mobbing. Un amplio nmero de estudios han mostrado que el acoso
psicolgico puede conducir a graves problemas emocionales, psicosomticos y
psiquitricos en las victimas (Pea, Snchez y Ravelo, 2007). Entre los problemas
ms frecuentes se encuentran los sndromes de estrs, la irritabilidad, el deterioro
de la salud mental, la depresin, la ansiedad, e incluso sntomas de estrs
postraumtico.
El objetivo de este anlisis es mostrar la magnitud y relevancia del
fenmeno de la violencia hacia las mujeres en espacios laborales en la regin
centro occidente (RCO) de Mxico a travs de datos estadsticos generados por el
Instituto Nacional de Estadstica, Geografa e Informtica (INEGI). Este problema
social debe ser examinado como parte del entramado socioeconmico que origina,
reproduce y tolera violencia hacia las mujeres y las inequidades de gnero. La
motivacin para presentar informacin estadstica generada por el INEGI es con la
finalidad de rastrear y ubicar la magnitud del problema en la regin sealada.
Uno de los objetivos al mostrar los ndices estadsticos es contribuir a
reconocer las principales fuentes y consecuencias de la violencia de gnero y
formular recomendaciones que contribuyan a orientar las polticas pblicas en los
mbitos institucional, laboral, familiar, destinadas a prevenir, combatir y erradicar
todas las formas identificadas de violencia hacia las mujeres. Se analizarn las
condiciones referentes al mercado de trabajo y al ambiente productivo, como
medios facilitadores de la inequidad y violencia laboral de gnero.
Para ello se presentar informacin estadstica generada por el INEGI, a
travs de la Encuesta Nacional de Ocupacin y Empleo (ENOE) y la Encuesta
Nacional sobre Dinmica de Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que ofrecen
indicios relevantes sobre la poblacin econmicamente activa, sus condiciones de
empleo, y sobre la violencia laboral gestada en ambientes productivos. Los datos
estadsticos ofrecidos por las encuestas mencionadas, son complementarios, en el
sentido de brindar indicadores y elementos distintos cada una. En este trabajo se
analizan los estados que comprenden la Regin Centro Occidente, as como la
151
informacin contextual a nivel nacional. (Datos y Estadsticas sobre la Violencia
Laboral de Gnero).
Entre el conjunto de documentos existentes destacan aquellos realizados
por instituciones mundiales como la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT) y
los nacionales confeccionados por el Instituto Nacional de las Mujeres
(INMUJERES). Entre los internacionales tenemos el Informe de la Organizacin
Internacional del Trabajo del ao 1998 y actualizado en 2006, en donde se
abordan y examinan diversas manifestaciones de la violencia laboral. Seala que
sta es una forma de discriminacin, la cual tiene un marcado sesgo de gnero,
basado en percepciones y expectativas en relacin a la sexualidad femenina y
masculina en la sociedad contempornea.
El documento producido por el Instituto Nacional de Estadstica, Geografa
e Informtica (INEGI, 2011), con motivo del Da Internacional para la eliminacin
de la violencia contra las Mujeres, presenta una seleccin de los datos
procedentes de la ENDIREH (2006) que ponen de manifiesto la magnitud,
circunstancias y consecuencias de la violencia ejercida en diversos mbitos de la
vida social contra las mujeres en Mxico. Este documento considera que la
violencia laboral consiste en el abuso de poder por parte de los jefes o
compaeros de trabajo e incluye expresiones que van desde insinuaciones
sexuales, hostilidad, humillaciones en forma de insultos y hostigamiento, hasta la
violacin; as como desprecio, inequidades salariales y despido.
La violencia laboral ms frecuente es la que tiene que ver con hechos de
discriminacin laboral; por cada 100 mujeres trabajadoras, 24 declararon haber
sufrido inequidades de salario con respecto a los hombres para un mismo nivel,
peticin de prueba de embarazo, menores oportunidades de ascenso, despidos o
disminucin del salario por embarazarse, por su edad o estado civil. En tanto, 12
de cada 100 declararon haber padecido acoso laboral o sexual (humillaciones,
insinuaciones o propuestas sexuales, menosprecio, manoseos, agresiones fsicas,
relaciones sexuales obligadas y represalias por no haber accedido). La
prevalencia de esta modalidad de violencia se observa ms entre las mujeres de
152
25 a 39 aos de edad, en particular entre las de 35 a 39 aos, de ellas poco ms
de un tercio declar haber sufrido violencia en el mbito laboral.
Es importante resaltar que la ENDIREH (2006) indica que las agresiones
ocurren con mayor frecuencia entre las mujeres que laboran en fbricas, talleres o
maquilas (45.4% de las mujeres que trabajan) o en dependencias pblicas
(33.1%), quienes reportan principalmente discriminacin laboral. Como se
mencion anteriormente hay dos fuentes primordiales de violencia laboral: la que
se produce durante el proceso de seleccin de personal, y otra, que se despliega
en el mbito laboral, en su defecto. Veamos la primera.
La violencia laboral en el transcurso de la seleccin de personal es muy
frecuente, puesto que las empresas se niegan a contratar mujeres en general, y si
presentan una preez manifiesta menos. Aunque es contra la ley solicitar el
comprobante de no embarazo es una prctica habitual de las compaas y centros
de trabajo del gobierno o corporaciones privadas.
Por otra parte, la violencia laboral que se asocia a otras situaciones de
violencia, por ejemplo la ENDIREH del 2003, seala que el 48% de las mujeres
agredidas fsicamente por sus parejas, necesitan permiso de ellos para ir a
trabajar.
153
masculina en su composicin sexual.
En el sector secundario o industrial la distribucin sexual de la poblacin
econmicamente activa revela una inclinacin a favor de la PEA masculina con
una diferencia significativamente alta. Por otra parte, el sector terciario o de
servicios es el predominante en la economa de la regin. La distribucin por sexo
en el terciario es casi equitativa entre hombres y mujeres, lo que no significa una
ventaja para las mujeres, pues la segmentacin del empleo femenino no permite la
distribucin equitativa del empleo calificado o bien remunerado (Ver Cuadro
nmero 1).
Los datos dan cuenta de las principales tendencias en el empleo y los
puestos de hombres y mujeres en la RCO; sin embargo, estamos conscientes de
ubicar con mayor precisin el fenmeno de la violencia laboral en espacios donde
la segmentacin ocupacional nos indica oficios predominantemente femeninos.
Como es el caso del sector productivo con mayor feminizacin, el terciario o de
servicios, donde el abandono de mujeres por motivo de discriminacin y acoso se
acumula de manera relevante.
La Encuesta Nacional sobre Dinmica de las Relaciones en los Hogares del
2006 nos indica que aproximadamente un tercio de las mujeres ocupadas en
Mxico han padecido o padecen algn tipo de violencia laboral, porcentaje que se
incrementa al 31.6% en la Regin Centro Occidente.
En los estados que conforman la RCO observamos que ninguno registra
menos del 25 % de mujeres en condicin de violencia laboral. Entre el 25 y 30% lo
registran San Luis Potos con 25.2, Colima con 25.7, Guanajuato con 26.9, Nayarit
el 28.9 y Aguascalientes el 29.9. Con porcentajes mayores al 30% estn Jalisco
con 36.1, y 37.6 Quertaro. Estos datos nos reportan que una proporcin mayor a
un cuarto de la poblacin trabajadora femenina en Mxico se enfrenta en su vida
laboral a repetidas situaciones que infringen sus derechos humanos y laborales
por el hecho de ser mujeres. Es decir, la violencia laboral es un evento asociado a
la condicin de gnero o sexual de la poblacin trabajadora en Mxico (Ver
Cuadro nmero 2).
Otra fuente de informacin estadstica relevante para el anlisis de la
154
Violencia Laboral la constituye la ENOE es la encuesta diseada para generar
cifras relativas a la ocupacin y al empleo entendidas estas como actividades
econmicas principalmente remuneradas. Se aplica con una periodicidad
trimestral, y su unidad de muestreo son los hogares. Respecto al anlisis de la
violencia laboral, esta encuesta nos proporciona referencias sobre los motivos y
causas de abandono de su puesto, estos indicadores se desagregan por sexo y
edad, lo que permite hacer observaciones relativas al gnero y a grupos por edad.
En los registros de la ENOE podemos observar datos sobre el abandono
del empleo a nivel nacional entre la poblacin no ocupada, es decir, aquella que
ha dejado de realizar alguna actividad de ocupacin o empleo, pero que si cuentan
con experiencia laboral. La ENOE nos ofrece informacin sobre tres principales
causas de renuncia al empleo asociadas al contexto de violencia laboral, ellas son
el abandono por marginacin o acoso, por matrimonio o embarazo, y una ms
porque un familiar le impidi seguir trabajando.
Los registros nacionales respecto a esos rubros por sectores econmicos
nos muestran que en la agricultura o sector primario la principal causa de dimitir
en el empleo se debe a que contrajeron nupcias o a gravidez, seguido del
abandono porque un familiar la convenci de abdicar, y no se seala el motivo de
la discriminacin o el hostigamiento. En el sector secundario o de manufactura
revelan que el casamiento o por estar encinta son los principales mviles de la
claudicacin, seguido de la segregacin o la coaccin, o que un familiar le
impusiera obstculos en tercer lugar. En el sector servicios o terciario, el ms
nutrido de PEA y de mujeres, la primera razn para retirarse del trabajo es el
desposorio o gravidez, seguido del veto de un familiar para continuar laborando y
por ltimo, la exclusin o el abacoro.
Estos informes corroboran una marcada segmentacin en los mercados
laborales a partir del hecho biolgico de la procreacin. Tambin nos indican que
las relaciones familiares marcan fuertemente los itinerarios de empleo femenino.
Los datos sobre el indicador de discriminacin y el acoso no tienen tanto peso
como causa de abandono laboral, lo cual nos conduce a considerar que los
mecanismos de la discriminacin y el acoso (casi siempre sexual) se mantienen
155
soterrados, pero presentes entre la poblacin econmicamente activa, y no
constituyen un motivo para renunciar al empleo, sino que son problemas con los
cuales se debe lidiar el da tras da. De acuerdo con Hirigoyen (1998), la violencia
en los mbitos laboral y escolar suele ser menos visible, sin embargo, es frecuente
encontrar la separacin o abandono de estos lugares como tctica de
sobrevivencia de las mujeres (Ver Cuadro nmero 3).
Los datos de la ENOE, nos indican que la edad es una variable importante
en el anlisis de la violencia laboral. En el grupo de mujeres entre 14 a 19 aos
encontramos a 9,479 (25.9%), de 20 a 29 aos tenemos 11,687 (31.9%). Los
siguientes grupos muestran una notable disminucin; entre 30 y 39 aos
disminuye al 15.2%, entre 40 a 49 aos el 14.2%; en el grupo de mujeres
trabajadoras entre 50 a 59 aos se registra el 10.4%, y el 2.3% de mujeres con 60
aos y ms. Los porcentajes nos indican que son pues, las mujeres de menor
edad quienes enfrentan con mayor frecuencia discriminacin y acoso en los
espacios laborales (Ver cuadro nmero 4).
Las cifras arrojadas por la ENOE en 2011, corroboran los presentados por
la ENDIRH 2006, y nos muestran que la tendencia en cuanto al abandono de
empleo por discriminacin y acoso sobresale en el estado de Jalisco, en donde los
hombres constituyen un grupo numeroso. Los datos exhibidos son nmeros
absolutos y se relacionan con la cantidad de poblacin econmicamente activa
para cada estado del pas. Los estados de Jalisco y Guanajuato acumulan ms
PEA que el resto de los estados de la regin; sin embargo, llama la atencin la
mayor proporcin de dichos casos en la cifras de abandono de empleo por causas
de discriminacin y acoso en los estados de Jalisco y Guanajuato (Ver Grfica
nmero 1).
Conclusiones
Hemos observado a lo largo de este documento datos reveladores sobre la
violencia laboral a travs de indicadores proporcionados por dos encuestas
nacionales: la ENOE y la ENDIREH. Dichas indagaciones tienen objetivos
diversos que no estn enfocadas a medir el fenmeno que es de nuestro inters
156
aqu; sin embargo, nos brindan valiosa informacin que nos permite reflexionar
sobre la condicin de mujeres y hombres en el contexto laboral.
La violencia laboral es multifactorial, en ella se relacionan elementos de
ndole socio cultural y estructural. La violencia laboral hacia las mujeres es poco
visible en apariencia, ya que no se manifiesta a travs de la violencia fsica, son
mas bien, manifestaciones y conductas asociadas a la supremaca sexual que
tienen los hombres sobre las mujeres, en las estructuras de predominancia
masculina en el mercado, del ambiente laboral que inciden sobre el empleo,
ocupaciones, desempleo y las trayectorias de empleo femenino.
A partir de los datos presentados para Mxico y para la Regin Centro
Occidente distinguimos en el mbito laboral grupos de mujeres mayormente
afectadas por la Violencia Laboral. Estos grupos mas vulnerables se encuentran
en el sector terciario o de servicios, el cual es el ms nutrido por toda la PEA, y
donde hay ms mujeres. Por otra parte, identificamos que son las mujeres con
menor edad en la PEA quienes enfrentan mayores condiciones de violencia
laboral.
Una tarea pendiente sera relacionar la incidencia de la violencia laboral por
estados de la RCO, la cual puede estar relacionada con polticas sociales sobre el
empleo y proteccin a las mujeres contra la violencia de gnero en todos los
mbitos (intrafamiliar y social/comunitario).
157
Cuadro nmero 1.
Poblacin Econmicamente Activa por Sector Econmico y Sexo en la RCO
158
Cuadro No. 2.
Mujeres ocupadas mayores de 15 aos por Estado de la RCO y Condicin
de Violencia Laboral.
159
Cuadro nmero 3
Motivos de abandono de empleo por sector econmico en 2011, Nacional.
160
Cuadro nmero 4
Motivos de abandono de empleo por edad en Mxico
Total 14 a 19 20 a 29 30 a 39 40 a 49 50 a 59 60 y ms
Discriminaci
n o acoso 36,598 9,479 11,687 5,583 5,224 3,791 834
Matrimonio/ 542,36
embarazo 4 63,882 261,953 143,185 47,852 18,983 6,509
Un familiar
impidi.. 47,587 5,004 16,471 8,923 8,558 6,010 2,621
626,54
Totales 9 78,365 290,111 157,691 61,634 28,784 9,964
Fuente ENOE, I trimestre 2011. INEGI
161
Grfica nmero 2.
8,000
7,400
7,000
6,000
5,000
Totales
4,000
Hombres
2,851 Mujeres
3,000
2,000
1,215 1,162
792 871
1,000 707
572
0
Aguas Colima Guanajuato Jalisco Michoacn Nayarit Queretaro San Lus
Calientes
Fuente: Encuesta Nacional sobre la Dinmica de las Relaciones en los Hogares, 2006. INEGI
162
Cuadro nmero 5
163
Cuadro nmero 6
Motivos de abandono de empleo por violencia laboral en la RCO.
2011 Mujeres
Nal. RCO Ags. SLP
Col. Gto. Jal. Mich. Nay Qro.
.
Discrimi
-nacin 36,59 6,864 203 338 2,40 2,25 460 387 694 124
y Acoso 8 1 7
Matrimonio,
542,3 114,9 4,52 4,39 29,6 41,6 13,3 5,27 6,02 10,1
embarazo 64 31 2 4 02 45 55 7 4 12
Un
familiar 47,58 7,783 119 156 1,64 1,67 2,56 372 525 731
impidi 7 4 0 6
.
Total 626,5 129,5 4,84 4,88 33,6 45,5 16,3 6,03 7,24 10,9
49 78 4 8 47 72 81 6 3 67
164
Referencias Bibliogrficas
Bustos, B. y Palacio, G. (Coords.), 1994, El empleo femenino en Amrica Latina
en la dcada de los noventa, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, Instituto
Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos.
Pea, F., Snchez, S., Ravelo, P. (Coords.), 2007, Cuando el trabajo nos castiga.
Debates sobre el mobbing en Mxico, Barcelona, En, UAM-Azcapotzalco,
Servicio Europeo de Informacin sobre el Mobbing.
165
166
VIOLENCIA SIMBLICA Y NORMALIZACIN DE LA ESCLAVITUD
SEXUAL DE MUJERES Y NIAS
Introduccin
La Organizacin Mundial de la Salud define la violencia sexual como todo acto
sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones
sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier
otro modo la sexualidad de una persona mediante coaccin por otra persona,
independientemente de la relacin de sta con la vctima, en cualquier mbito,
incluidos el hogar y el lugar de trabajo. Un limitado pero creciente conjunto de
evidencia indica que ese tipo de ataques es un grave problema en toda la regin
de Latinoamrica y el Caribe (LAC), no slo como una cuestin de salud pblica
sino tambin como violacin de los derechos humanos.
La trata de mujeres y nias en Quintana Roo se inserta en un contexto
regional poco favorable para un libre desarrollo de este sector de la poblacin.
Adems confluyen una serie de situaciones de discriminacin y vulnerabilidades,
como pobreza, etnofobia, sexismo, racismo y explotacin, entre otros. A la vez que
se producen en escenarios de ejercicio del poder opaco, corporativo y de
contubernio entre tratantes y empleados pblicos. Sin embargo retomando a
Foucault (1988) podemos tambin constatar que el poder no es monoltico, lo que
nos permite infiltrarnos a travs de esas grietas, constituidas por funcionarios
operativos honestos que documentan los esfuerzos y la complejidad que conlleva
el desmantelamiento, la deconstruccin y la prevencin de este delito en el
contexto de las mltiples fronteras simblicas y materiales (con Centroamrica, el
Caribe, y el mundo global) que impactan la regin.
Para poder comprender la trata de personas con la intencin de lograr su
erradicacin, es necesario reflexionar y conocer la discusin que existe a nivel
mundial acerca de la prostitucin, es por ello que nos parece pertinente lo que
seala sobre este asunto MacKinnon (2010), en su conferencia magistral dictada
en Argentina en el Encuentro Internacional sobre Violencia de Gnero. En su
167
argumentacin inicia planteando la disyuntiva entre las dos posiciones respecto a
la prostitucin, si legalizarla y verla como un trabajo cualquiera de servicio o luchar
por su erradicacin y prohibirla.
Quienes estn a favor de legalizarla opinan que las y los trabajadores
sexuales, en su gran mayora mujeres, controlan la interaccin sexual, reciben
dinero por algo que en general se espera (de las mujeres) en forma gratuita, y esto
les permite tener una vida independiente y relaciones sexuales con muchos
partenaires. Todos estos comportamientos son, por lo general, monopolizados
por hombres, y en este sentido pueden ser considerados liberadores para las
mujeres. Algunas mujeres adoptan el rol masculino de vender a otras mujeres a
hombres para tener relaciones sexuales. Esto socava la hermandad entre ellas.
(MacKinnon, 2010:16).
El enfoque de la explotacin sexual, en cambio, considera la prostitucin
como la ms antigua forma de opresin de las mujeres, tan extendida como la
desigualdad institucionalizada entre los gneros y la supremaca masculina, de la
cual forma su piedra angular. La denominacin de explotacin sexual se basa en
informacin recabada de cmo funciona esa industria. La prostitucin se
considera un producto de la falta de elecciones, el ltimo recurso de aquellas
personas con menor cantidad de opciones, o que carecen de cualquier otra opcin
de vida real. La coercin detrs de este fenmeno, tanto fsica como de otro tipo,
produce un contexto de abusos sexuales a cambio de dinero, y en el que la mayor
parte de ese dinero va a otras personas (MacKinnon, 2010:18).
Son los padrotes, cafiches, tratantes y traficantes practicantes del lenocinio
quienes son las figuras delictivas en Mxico. En aquel tipo de transacciones el
dinero sirve para coaccionar el sexo, no existe alguna garanta de consentimiento,
muchas veces se convierte en violaciones sucesivas o violacin en serie. Las
relaciones sexuales pagadas tienen un alto costo para quien ejerce la prostitucin,
en tanto que son ellas las que cargan con el estigma (la violencia y los
asesinatos). Los clientes no, sobre ellos, por lo menos en los pases
latinoamericanos, no recaen ningn castigo, ni sancin legal o moral. De acuerdo
168
con este punto de vista, las personas que son prostituidas cargan injustamente
con un estigma que les pertenece a sus explotadores.
169
larga data, que hunde sus races, en un periodo histrico incluso anterior a la
conformacin de los estados nacionales, estamos hablando, por ejemplo, de las
comunidades mayas asentadas en la regin desde hace siglos. Por ello, hasta
mediados del siglo XX las poblaciones de Mxico, Guatemala y Belice
atravesaban estas fronteras libremente por asuntos comerciales, de parentesco,
de amistad o de salud, sin mayores contratiempos.
A finales del siglo XX surge la preocupacin por parte de Estados Unidos y
Mxico, por la violacin de los marcos jurdicos en lo que se refiere al
desplazamiento de individuos, posteriormente la trata de personas, el trasiego de
drogas y por supuestas razones de seguridad nacional (Casillas, 2009). Existen
dos planos de convergencia de esta permeabilidad negativa, una se refiere a la
comisin de delitos y la otra afecta las relaciones bilaterales entre Mxico y EEUU,
as como con Centroamrica, esto relacionado a la vez con los flujos
transmigratorios. Paradjicamente al intentar asegurar la frontera, se incurre en
la creacin de condiciones de mayor vulnerabilidad para las mujeres y los infantes.
Es as que en el contexto espacial de Quintana Roo, en sus territorios de
sol y playa, tienen lugar diversos cruzamientos de fronteras, la llegada de las
trabajadoras y/o migrantes en busca de empleo, constituye el caudal de
combustible que alimentara la industria turstica, donde se cumplirn los sueos y
deseos de los turistas con capacidad econmica para comprarlo todo, desde una
zambullida con los delfines hasta sexo con infantes.
Pero es necesario tener cautela pues no todo lo perverso y cruel viene del
exterior y para ejemplificarlo existe la peculiar historia de una tratante chetumalea
Nikita encarcelada en el CERESO de Chetumal por asesinar a un pedfilo (no
por el delito de trata) y que desde su reclusin contina surtiendo de
acompaantes a los hombres poderosos de la entidad. O los distintos relatos que
dan cuenta de las nias de 13, 14 o 15 aos de algunos poblados del sur del
estado y la rivera del Rio Hondo, que son compradas a sus familias (al padre en la
mayora de los casos) por seores de 30, 40, 50 o ms aos, en nuestros das; y
que resulta normal a los ojos de algunas socilogas pues, en un contexto de
170
carencias y violencia intrafamiliar es la nica oportunidad para esas nias de tener
un hogar, una casa, comida todos los das y ropa nueva.
171
evidencian una segregacin espacial apabullante, donde contrasta un centro
urbano con todos los servicios, alumbrado pblico y calles relativamente
pavimentadas, con una periferia donde se carece de electricidad, banquetas para
los peatones, servicios y transporte. A los tres llegan ininterrumpidamente
migrantes internacionales. Atravesando la frontera con Belice arriban personas
generalmente indocumentadas de Honduras, Guatemala y El Salvador, un
porcentaje de aproximadamente 35% los constituyen mujeres, nias y nios.
Cancn constituye la entrada de los migrantes internacionales procedentes de
Cuba, Argentina, Colombia y pases de Europa Oriental como Hungra, Bulgaria y
Rusia, la mayora entra legalmente (no como turistas) para trabajar directamente
en la industria turstica o en alguna actividad relacionada indirectamente con ella.
Sin embargo, debemos tener en cuenta las palabras de Bernard Duterme
(2008:16), quien nos explica en trminos de profundas desigualdades Norte-Sur,
el turismo:
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que una actividad econmica como el
turismo, ya de por si originada en las desigualdades y polarizaciones planetarias,
difcilmente podr en sus territorios de enclave, generar condiciones de vida
aceptables para sus trabajadores, no digamos para todo aquel ejercito industrial
de reserva constituido por los y las migrantes provenientes de las poblaciones
depauperadas de las regiones aledaas (estados y pases vecinos) o lejanas
(como Europa Oriental) (ver Tabla 1).
En lo que respecta a las fronteras territoriales nacionales, es preciso tener
en cuenta que la lnea fronteriza sur de Mxico mide 1,149 kilmetros (956 km.
con Guatemala, 183 km. con Belice), en la cual hay dieciocho municipios de
172
Chiapas, dos de Campeche, dos de Tabasco y uno de Quintana Roo: el de Othon
P. Blanco, cuya cabecera municipal es Chetumal, capital del estado y fronterizo
con Belice, es el nico no colindante con Guatemala.
Segn el Diagnstico de las Condiciones de Vulnerabilidad que Propician la
Trata de Personas en Mxico, publicado por CEIDAS en 2009 nuestro pas tiene
una posicin geogrfica particular, que lo convierte en escenario de una intensa
dinmica migratoria. Por ello, es considerado un pas de trnsito de vctimas de
trata de personas; al mismo tiempo, Mxico es un pas de origen
(fundamentalmente de nias, nios y mujeres), que son trasladadas a otros
territorios para ser sujetos de la trata con fines de explotacin sexual y laboral; y
es tambin una nacin en la que se comete de manera reiterada ese delito,
adems de ser considerado un lugar de destino de vctimas que son trasladadas al
territorio nacional con fines de explotacin sexual o laboral.
173
salieron a la luz pblica por sendos operativos realizados en aquel entonces, sin
embargo, pese a los operativos y acciones que se han hecho no hay sentencias, y
el mensaje que se enva es que hay 100% de impunidad y es un paraso para
crecer la actividad de la trata de personas, declar Rosy Orozco, titular de la
Comisin Especial de Lucha contra la Trata de Personas de la Cmara de
Diputados en 2010.
Otro caso, aparecido en la nota roja, fue el de Galina Chankova Chaneva,
de 25 aos, de nacionalidad blgara y que segn refiere la averiguacin previa,
arrib a Cancn procedente de msterdam, Holanda, el da 1 de abril de 2011, la
joven al parecer se suicid al da siguiente lanzndose del 19avo piso de un
departamento propiedad de Jorge Emilio Gonzlez, lder del partido verde. En ese
destino turstico es exageradamente elevado el nmero de suicidios de mujeres
jvenes lo que hace suponer segn el informe de la comisin del Feminicidios que
fueron vctimas de trata (http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/55654.html).
En el centro norte del estado estn los municipios de Solidaridad y Tulum,
tambin son parte de la industria turstica, y por lo tanto atraen migrantes tanto
nacionales como extranjeros, un porcentaje elevado de esos migrantes son
hombres y mujeres indgenas procedentes tanto de Centroamrica como de los
estados y municipios del mismo Quintana Roo y de otras entidades como Chiapas,
Yucatn, Tabasco y Veracruz.
La permeabilidad negativa construida en trminos tericos a finales del siglo
XX como producto de las polticas pblicas estadounidenses, que buscaban frenar
la migracin de los pases centroamericanos hacia EEUU, y que en su paso por
Mxico se convertan en transmigrantes, dieron origen a las Polticas de
inmigracin restrictivas, lo que hizo crecer el nmero de trabajadores y
trabajadoras con situacin migratoria irregular, conformando as, una condicin
de vulnerabilidad en lo que a vctima de trata se refiere. Pudiramos decir en este
contexto que para ciertos grupos el haber cruzado la frontera se convierte en un
peligro, colocarse a merced de aquellos vigilantes fronterizos de ese limite que
contiene a un nosotros los mexicanos y excluye a los otros a los no mexicanos,
a los sin papeles, indocumentados, sin una residencia legal.
174
Pero paradjicamente all mismo cruza otra divisin secundaria, la frontera
tnica con la zona maya, con los municipios de Jos Mara Morelos y Felipe
Carrillo Puerto, de all llegan jvenes, nias y nios pobres que son explotados y
discriminados por su fenotipo, por su forma de hablar, por su actitud humilde, por
su mirada.
La literatura al respecto seala a la trata como un negocio estrechamente
ligado al trfico de drogas, esas mismas redes son las que negocian tambin con
migrantes indocumentados, extorsionndolos y sometindolos a mltiples
amenazas. Sin embargo, esos mismos autores indican que paralelamente (y a
veces entrelazadas) a esas organizaciones existen condiciones depauperadas que
constrien a familias y personas a someter a explotacin y vender a sus propios
parientes, allegados y afines (sobrinas, ahijadas).
Elena Azaola (2003) escribe:
175
sino tambin en Playa del Carmen, Tulum y en algunos poblados de Othon P.
Blanco.
Ilustra esta situacin la historia de la Sra. Martina Domnguez originaria de
Chiapas pero radicada en la ribera del Rio Hondo desde 1975, quien lleg a
trabajar en el servicio domstico a la ciudad de Chetumal hace algunos meses,
cansada de los golpes y malos tratos de su marido, al preguntarle si no tena
miedo de que su esposo la viniera a buscar para llevrsela de regreso, respondi
que no porque l ya haba logrado juntar lo suficiente para ir a comprar al pueblo
una nueva esposa.
La diputada federal Lizbeth Gamboa inform en Chetumal que Quintana
Roo se encuentra entre los tres primeros estados del pas en donde es ms
frecuente el delito de la trata de personas, sealando:
176
trabajos o los servicios forzados, la esclavitud o las prcticas anlogas a la
esclavitud, la servidumbre o la extraccin de rganos.
3. La identificacin del delito de la trata de personas tiene tres componentes:
I) la definicin de las conductas delictivas; II) los medios comisivos; y III) los
fines.
4. Con respecto a la definicin se establecen 8 conductas delictivas, definidas
en la primera parte del citado Artculo 5 de la Ley y sanciona a quien: 1)
promueva; 2) solicite; 3) ofrezca; 4) facilite; 5) consiga; 6) traslade y 7)
entregue o; 8) reciba, para s o para un tercero.
5. El segundo componente de la definicin del delito de la trata de personas
establece los medios de los que el o los tratantes, se sirven para el desarrollo
de cualquiera de las actividades descritas. Los medios definidos por la Ley
son, en ese tenor: 1) la violencia fsica; 2) violencia moral; 3) el engao; y 4)
el abuso de poder.
177
esposa porque la sopa esta fra, no lo hace solamente para corregirla o slo
como ejercicio de poder, sino porque se cree con el derecho a ser servido por ella.
De igual manera y es el asunto que nos ocupa en este captulo, cuando un
hombre abusa sexualmente de su esposa o de su novia, lo hace guiado por la
creencia de que tiene el derecho de satisfacer su libido y obtener placer sexual,
sin importar el bienestar o el placer de la mujer en forma recproca.
La tercera P es el permiso que las costumbres, los refranes, las
canciones, los cdigos legales y las normas religiosas, entre otros, dan a los
hombres de atropellar, daar o herir a las mujeres y en definitiva de imponer su
voluntad sin consecuencias de ningn tipo. Ms adelante cuando hagamos
referencia a la violencia feminicida y de cmo se construye el concepto mismo de
feminicidio, abundaremos con datos precisos sobre este asunto, que fue
precisamente lo que hizo La comisin del feminicidio en 2005.
Respecto de la violencia de los hombres contra otros hombres, seala
Kaufman (1989), es celebrada, impulsada y aplaudida permanentemente en los
deportes, en las pelculas y en los interminables actos beligerantes que la
sociedad actual promueve persistentemente, desde las operaciones contra el
narcotrfico, hasta las guerras contra los musulmanes, contra el hambre o contra
el calentamiento global.
La cuarta P a la que se refiere Kaufman (1989), es la paradoja de que esa
violencia en la que se socializa y construye la masculinidad, como nobleza,
privilegio y podero, ocasiona a los hombres gran dolor, aislamiento, temor y
frustracin, produciendo las experiencias contradictorias del poder entre los
hombres. Esta construccin de la masculinidad pletrica de problemas
incapacitantes, prohibido llorar, negarles pedir ayuda, impedir expresar sus
sentimientos, es adems imposible de lograr plenamente, a la vez que exige una
vigilancia y trabajo permanente particularmente a los hombres jvenes, y son
estos elementos los que segn Kaufman (1989:3) conforman un estado emocional
donde la violencia se convierte en un mecanismo compensatorio, como una forma
de restablecer el equilibrio masculino, de afirmarse a s mismo y afirmarles a otros
las credenciales masculinas de uno.
178
Sin embargo, este mecanismo no funcionara si la violencia no fuese
aceptada y legitimada socialmente como un medio para resolver las diferencias y
los conflictos, adems de controlar a los otros y reafirmar el propio poder. Las
mltiples formas de violencia entonces, serian el resultado tanto del poder de los
hombres como de la percepcin de su derecho a los privilegios, el permiso para
ciertas formas de violencia y el temor (o la certeza) de no tener poder.
No obstante tambin existe otra P que hace referencia a la armadura
psquica de la masculinidad. La hombra es construida en torno a un poder lograr
una distancia emocional de los otros, contribuye a ello las pautas de crianza donde
los hombres adultos estn ausentes, o en el mejor de los casos si existen, abuelos
o maestros, lo que ellos ensean es a distanciarse de las cualidades femeninas de
ternura y cuidados amorosos. Kaufman (1989:206) indica que las psicoanalistas
feministas proponen que esas circunstancias de crianza infantil crean en los
hombres rgidas barreras del ego o, en trminos metafricos, una fuerte
armadura.
Este proceso tendra como resultado el que los hombres en general,
posean una capacidad disminuida para la empata, es decir, para darse cuenta de
lo que otros estn sintiendo, a la vez que una incapacidad para percibir las
necesidades de otras personas. Este asunto ser relevante para comprender la
trata de seres humanos, a la vez que la prostitucin y la esclavitud sexual de
mujeres adultas y nias.
Cuando se habla de la disociacin que experimentan muchas mujeres
sujetas a explotacin sexual, que miran la televisin o el techo mientras el cliente
fornica con ellas, dicha circunstancia y trabajo sexual slo es posible porque
algunos hombres pueden experimentar placer y llegar al orgasmo,
desentendindose en absoluto del otro ser humano o utilizndolo como un objeto.
Pero eso est condicionado socialmente, no forma parte de su bagaje biolgico.
De algo parecido se escribe cuando se reportan los testimonios de mujeres
que al referirse a las relaciones sexuales con sus esposos, dicen: hace tiempo
que no me usa o ayer hizo uso de m mi seor. Se ha sealado de cmo esta
179
forma de entender y vivir la sexualidad, no slo es poco placentera, sino que
estara facilitando y posibilitando el abuso, el hostigamiento sexual y la violacin.
La sexta P analiza la masculinidad como una olla psquica de presin.
Para Kaufmann (1989:4) la socializacin masculina, conlleva el que los hombres
logren, al interiorizar toda una gama de emociones conflictivas, transformarlas en
ira y enojo. Con todos los matices culturales que ello comporta, la masculinidad
hegemnica logra el que los nios desde pequeos empiecen a reprimir los
sentimientos de dolor y temor. En los juegos y competencias deportivas, en el
futbol por ejemplo, deben hacer caso omiso del dolor que causan las patadas, en
el box se convierte en hroe el que golpea hasta ocasionar un trauma
craneoenceflico al oponente, en consecuencia el que se sube al ring sabe a lo
que se arriesga, lo que es celebrado glamorosamente por el pblico y comentado
por grandes expertos en tono muy serio e importante.
Lo que caracteriza la masculinidad es ser fuente de poder, un hombre o es
poderoso o no es hombre, esta circunstancia de vida atravesada por la condicin
de clase y/o tnica, pudiera acarrear experiencias de menosprecio y humillaciones
de diverso tipo, y dado que la cultura hegemnica el nico recurso que ofrece (a
travs de la televisin, la radio o los anuncios espectaculares) es enfrentarse a
golpes y sentir rabia, pues es lo que generalmente vemos y de lo que estn llenos
los noticieros y la nota roja. De nuevo, la violencia se convierte en el medio para
probar, que se es un hombre muy hombre, ante s mismo y ante otros (Kaufmann
1989:4).
La sptima P de la que nos argumentara Kaufmann considera las
experiencias pasadas. Muchos hombres fueron testigos en su infancia de la
violencia contra la propia madre, lo que de manera esquemtica puede llevar a
dos grande respuestas, a rechazar y alejarse de forma radical de ese tipo de
comportamientos, o por el contrario convertir esa conducta en una respuesta
aprendida y a repetir el mismo patrn. Sin embargo, este autor seala que existen
infinidad de matices y de formas de elaborar las experiencias de la infancia y de la
vida. Es necesario tambin detenerse a reflexionar sobre el abuso sexual, del cual
han sido vctimas muchos hombres pero del que todava se conoce poco. De
180
cualquier forma muchos nios crecen viendo que es posible lastimar a la persona
amada y que ello no tiene mayores consecuencias. Por otro lado, existen
contextos donde el nico modo de sobrevivir es interiorizando que la violencia es
una norma de conducta vlida.
Referencias Bibliogrficas
Azaola, Elena, 2003, La infancia como mercanca sexual, Mxico, Canad,
Estados Unidos, Mxico, Siglo veintiuno editores.
Foucault, Michael, 1988, Madness and Civilization: A History of Insanity in the Age
of Reason, London, Vintage.
181
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/55654.html
Kaufman, Michael, 1989, "Las experiencias contradictorias del poder entre los
hombres," En Masculinidad/es. Poder y crisis, Teresa Valds y Jos Olavarra
(Eds.), Santiago de Chile, Isis Internacional y FLACSO Chile.
182
LAS MUJERES DE LAS ALTAS JERARQUAS LABORALES:
VIOLENCIA SIMBLICA Y LA FIGURA DE AUTORIDAD EN EL
MBITO DEL TRABAJO
Lilia Campos Rodrguez y Mara Rodrguez-Shadow
Introduccin
Durante las dcadas ms recientes han ocurrido una serie de transiciones muy
significativas en los que concierne a lo econmico, lo poltico, lo tecnolgico, lo
cultural y lo social, que han generado una diversidad de consecuencias en las
condiciones de vida diaria de los seres humanos. Todo esto, aunado al esfuerzo,
la disciplina, el estudio y el trabajo personales --entre otros factoresde algunas
mujeres han hecho posible que ellas se encuentren desempeando posiciones
laborales que anteriormente slo eran consideradas como propias de los
hombres, nos referimos a los puestos de trabajo que se sitan en las escalas ms
altas de las empresas.
En principio, resulta menester precisar que el hacer referencia a la dada
mujeres-trabajo1, conduce insoslayablemente a dirigir la mirada a una serie de
singularidades, por dems importante, que dotan de particularidades a la esfera
del mercado laboral femenino. Entre estas variables se hallan: la divisin sexual
del trabajo, la segregacin ocupacional, la discriminacin salarial, la doble jornada
y el laberinto de cristal2, por mencionar algunas. Mismas que, como se sabe,
constituyen serios antagonismos para que las mujeres se hallen en situaciones de
equidad en la esfera de las actividades retribuidas.
Cabe mencionar que, la divisin sexual del trabajo3, con independencia de
las formas que tome en cada una de las culturas y sociedades, recurrentemente
1 Vanse, verbi gratia, las aportaciones de: Arriagada, 1997; Barrera Bassols, 2001; Borderias y
Carrasco, 1994; Buttarelli, et al. 2001; Cceres Feria (2002); Christenson, Garca y Oliveira, 1989;
Cooper Tory, 1990; Garca guzmn, Blanco Snchez y Pacheco Gmez Muoz, 1999; Guzmn
Gallangos, 2001; Martnez Cerda, 1999; Martnez Vzquez, 2001; Parra Garrido, 2002; y las de
Zabludovsky y de Avelar, 2001; por mencionar algunas.
2 Estos trminos provienen de lo que con antelacin se denominaba techo de cristal.
3 Sobre este tema, consltese: Benera y Roldn, 1987; Borderas y Carrasco, 1994; Campos
Rodrguez, 2012 y 2009a; Carrasco, 2001; Hartmann, 1980; Hirata y Kergoat, 2000; Kendel, 2006;
183
confina a las mujeres a las funciones reproductivas, y en el marco del trabajo
remunerado las coloca en posiciones de subordinacin, desempeando tareas
casi siempre asociadas a lo domstico, que tienen poco reconocimiento y bajo
valor. As, se trata de una divisin asimtrica y jerrquica que tiene como ejes
articuladores: al gnero con toda su parafernalia de ideas en torno a la feminidad y
a la masculinidad, al sistema produccin-reproduccin y al sexismo.
La segregacin ocupacional4 origina que las profesiones y los oficios sean
definidos como femeninos y masculinos; aun cuando las conceptualizaciones que
las culturas elaboran acerca de lo que se considera femenino o masculino sean
distintas y objetos de metamorfosis constantes.
As, y en lo que concierne al trabajo remunerado, la segregacin
ocupacional trae consigo actividades diferentes para las mujeres y para los
hombres; y genera que en las estructuras de personal de las organizaciones, las
cualificaciones laborales, las profesiones y los salarios se distribuyen en forma
desigual segn el sexo (Lipovetsky, 1999). Lo que provoca desventajas
importantes para las fminas5.
Tal segregacin est ntimamente vinculada con la discriminacin salarial
hacia las mujeres, y presenta un sinfn de variaciones segn se trate de los niveles
de los organigramas en las cuales ellas se ubiquen y, por supuesto, de las
empresas y los pases de los que se trate6; empero, siempre se traducen en
circunstancias de menoscabo para las fminas.
Por todo lo anterior, la situacin -del sector de la poblacin
econmicamente activa, al que dirigimos nuestra mirada, es decir, de las mujeres
que se encuentran en puestos laborales altos- resulta extraordinaria. Ya que, son
ellas las que ocupan posiciones elevadas en las jerarquas de trabajo y
desempean funciones que implican un rendimiento intelectual superior al
promedio, una estabilidad emocional, alta responsabilidad, iniciativa y creatividad;
Lagarde, 1990; Lagrave, 1994; Mercado, 2000; Messing, 2002; Oakley, 1997; Rodrguez y Cooper,
2005; Rubin, 2013; Saltzman, 2002; Sanahuja Yll, 2002; entre otros.
4 Barret y McIntosh, 1979; Barret, 1980; Benera, 1991; Brenner y Ramas, 1984; Lipovetsky, 1999;
Millett, 1975; Mora, 2013; Peres Rokhas, 2007; Villar, 2010; y Zaretsky 1986, entre otros.
5 Vid.: Campos Rodrguez, 2009c.
6 Al respecto, consltese: Izquierdo, 1998; y Rica Goiricelaya, 2010.
184
excelentes habilidades en lo que concierne a la planeacin, al orden y al control, a
la comunicacin, a las relaciones interpersonales, a la toma de decisiones, a la
negociacin, al trabajo en equipo; asimismo, son necesarios altos grados de
motivacin, empuje7 y liderazgo.
Tambin, estas fminas cuentan con varias prestaciones laborales y
perciben ingresos monetarios considerables. En lo que concierne a su escolaridad,
tienen maestra o doctorado; adems, dominan dos o ms idiomas. Todo esto,
como hemos mencionado, dota de particularidad al estatus de tales mujeres y las
sitan en escenarios que no concuerdan con lo considerado --desde la perspectiva
de las construcciones culturales hegemnicas y los roles de gnero
tradicionalescomo lo propio de la mujer.
No obstante todo lo anterior, ellas padecen antagonismos significativos por
el slo hecho de ser mujeres; mismos que, muy frecuentemente, suelen pasar
desapercibidos a consecuencia de la ideologa de gnero que permea a las
entidades sociales.
La violencia simblica
Este tipo de violencia es, precisamente, una de las variables que sufren las
fminas en los diferentes contextos, y el laboral no es la excepcin.
En este orden de ideas y en palabras de Bourdieu, la violencia simblica es:
185
de los setenta. En ciencias sociales se utiliza para describir una accin racional
donde el "dominador" lleva a efecto una violencia indirecta y no fsicamente directa
en contra de los "dominados", quienes no la evidencian o no se hallan conscientes
de esas prcticas que le son contrarias, por lo cual se convierten en cmplices de
tal dominacin a la que se encuentran sometidos.
Tal dominacin prescinde de justificaciones, se impone como neutra y no
precisa de discursos que la legitimen. Es un orden social que funciona como una
inmensa mquina simblica apoyada en la separacin delimitada de los espacios
y de los tiempos en dependencia de si se les concibe como femeninos o
masculinos.
En este sentido, el mundo social construye el cuerpo humano como una
realidad sexuada y como depositario de principios de visin y de divisin
sexuantes. La distincin biolgica entre los sexos de las personas --y muy
concretamente, la disimilitud anatmica entre el pene y la vulva-- aparece como la
justificacin natural de la diferencia socialmente establecida entre los sexos, y en
especial de la divisin sexual del trabajo (Idem.).
La estructura de dominacin que de esta manera se constituye es el
resultado de un trabajo continuo, histrico, de reproduccin en el que colaboran
agentes singulares entre los que se hallan: los hombres y las instituciones
ejerciendo todos los tipos de violencia hacia las mujeres.
La violencia simblica, en lo particular, es suave e invisible y se instituye a
travs de la adhesin que el dominado se siente obligado a conceder al
dominador, ya que las nicas herramientas de que dispone para pensarse a s
mismo son las que comparte con el dominador; por eso la relacin de dominacin
parece natural (Bourdieu, 2000).
Se trata de una forma de poder que se ejerce directamente sobre los
cuerpos a travs de emociones, pasiones, sentimientos. Por eso no se la puede
anular mediante un esfuerzo de la voluntad, basado en una toma de conciencia
liberadora. La ruptura de la relacin de complicidad entre vctimas y dominadores
slo puede producirse a travs de una transformacin radical de las condiciones
sociales (Ibid.).
186
Tal poder es presencia ineludible y da lugar a una violencia simblica que
oculta las relaciones de fuerza verdaderas. Todo poder de violencia simblica, o
sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlos como legtimos
disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, aade su
fuerza propia, es decir, propiamente simblica, a esas relaciones de fuerza
(Bourdieu, 1999a).
Estas relaciones de fuerza que se ocultan al instaurar un poder de violencia
simblica, al imponer unos significados legtimos e ilegitimando a otros no
convenientes, contrarios, fortalecen el ejercicio del poder al ocultar la procedencia
del poder. El poder simblico busca pasar de relaciones arbitrarias de clara
dominacin a relaciones legtimas, inculcando cierta cosmovisin arbitraria. Se
trata de un proceso de conversin en aras de suavizar la dominacin (Bourdieu,
1999a).
La forma paradigmtica de la violencia simblica es el fenmeno de la
dominacin masculina que, lejos de ser slo una violencia ejercida nicamente por
hombres sobre mujeres, es un complejo proceso de dominacin que afecta a los
agentes sin distincin de gneros; as, pueden encontrarse formas y contenidos de
violencia y dominacin simblicas en los ms diferentes acontecimientos sociales
y culturales (Bourdieu, 1999a).
Valga mencionar que, el mbito del trabajo remunerado est absolutamente
permeado, entre otros, por este tipo de violencia; as, los antagonismos que sufren
las mujeres por el slo hecho de serlo-- al interior de la esferas laborales, como
se sabe, tienen su origen en las culturas que estn atravesadas,
significativamente, por la ideologa patriarcal.
Tal ideologa da origen a un modelo de organizacin social que est
presente en todas las culturas8, aun cuando se opera en forma distinta en las
8 Estudiadas hasta ahora. Nos hemos abocado a la revisin de las premisas que se basan en
distintas investigaciones para plantear la existencia de un matriarcado entre las comunidades
primitivas; sin embargo, la mayora de esos estudios se sostienen en el anlisis de los restos
arqueolgicos, y slo de forma tangencial han abordado el examen de las leyendas y los relatos
orales. En general, no van ms all de la descripcin de un pasado glorioso para las mujeres en
las sociedades prehistricas, y carecen de elementos para fundamentar la existencia de un tipo de
situacin que no implique la subordinacin femenina. (Rodrguez-Shadow y Campos Rodrguez,
2011).
187
diferentes sociedades a travs de la institucionalizacin de la jerarqua sexual; los
contenidos de los papeles sexuales pueden presentar matices al interior de cada
sociedad, no obstante, el poder ha residido y se halla en los hombres.
El patriarcado el poder del hombre por medio de los papeles sexualesse
encuentra institucionalizado en la familia nuclear. Y se fundamente en la
orquestacin sexual de la sociedad que procede de significaciones ideolgicas y
polticas sobre las diferencias biolgicas; es decir, los hombres decidieron
interpretar y emplear polticamente la funcin de las mujeres en la reproduccin de
los seres humanos. As, por el control poltico que los hombres han ejercido, las
relaciones de reproduccin se han convertido en un tipo especfico de formulacin
para la opresin de la mujer. Cabe mencionar que, una cultura patriarcal pasa de
un perodo a otro nicamente para proteger la jerarqua sexual de la sociedad
(Eisenstein, 1980).
As, la ideologa patriarcal9 sostiene una rgida divergencia entre los
gneros femenino y masculino, con sustento en la diferencia biolgica de los
sexos y en la capacidad de procreacin de las mujeres, de lo que se sirve para
establecer un supuesto "orden natural de las cosas". De hecho, se trata de una
produccin cultural10, cuya consecuencia ser la subordinacin y control de las
mujeres a la estructura de poder de la cultura patriarcal (Burn, 1987: 211).
Tal ideologa sustenta una manera de organizacin cultural, social, poltica y
econmica que tiene como base la autoridad de algunos hombres sobre el resto
de los individuos de una entidad social; en este tipo de sistema, se concibe una
preeminencia de los varones sobre la naturaleza, del esposo sobre la esposa, del
padre sobre la madre y los hijos, el jefe sobre la secretaria, por mencionar algunas
concreciones.
188
Las mujeres de los puestos laborales altos, las empresas y la violencia
simblica en su relacin con la figura de autoridad
Huelga decir que al hablar de la violencia simblica, es menester la consideracin
de las formas particulares del ejercicio del poder que posibilitan que las empresas
se conviertan en un terreno frtil para dar origen a una diversidad de conductas
tpicas de este tipo de violencia. En este orden de ideas, una organizacin es una
colectividad que se establece para la consecucin de unos objetivos que son
relativamente especficos sobre una base, ms o menos, contina. Posee un
orden normativo, rangos de autoridad, sistemas de comunicaciones y de
incentivos que dan lugar a que los distintos tipos de participantes laboren juntos
para alcanzar los objetivos en comn. Su estructura de personal es jerrquica y
tiene reglas, normas y descripciones de puestos bien definidas, en la que algunos
integrantes identificados como jefes tienen la autoridad sobre los dems (Hall,
1996).
Por otra parte, la lgica que actualmente rige a las organizaciones es la de
ganar lo ms que se pueda y minimizar la inversin; es decir, buscan optimizar los
recursos, incrementar las utilidades y reducir los costos. Lo que genera que, ante
la percepcin de la ineficiencia de un empleado al margen del puesto de trabajo
que ocupe se tenga como principal alternativa el que renuncie con la finalidad
de evitar su liquidacin.
Cabe mencionar que la ideologa patriarcal penetra significativamente en la
cultura organizacional. A sta se le entiende como el conjunto de ideologas,
smbolos y valores centrales que se comparten en toda la empresa y que influyen
en su forma de realizar los negocios (Romero Roaro, 2009).
El gnero11 --en tanto eje de diferenciacin social coloca a priori a las
mujeres en situaciones de vulnerabilidad para padecer la violencia simblica, an
cuando ellas se encuentren en posiciones elevadas en los organigramas de las
empresas, ya que, como apunta Touraine, el gnero es una creacin del poder
masculino (2007: 29).
11Que consiste en el conjunto de relaciones sociales entre las mujeres y los hombres que tiene
como base la construccin simblica de la diferencia de sexo, en las distintas culturas (Campos
Rodrguez, 2009b).
189
En sociedades diferentes surgen elaboraciones de significado en lo que
respecta al ser mujer y al ser hombre; sin embargo y con independencia del
contenido que adopten, prevalece una visin dicotmica con caractersticas
binarias y en oposicin que traen consigo un sinfn de prcticas sociales.
Cabe decir que, distintas investigaciones han encontrado que aun cuando
se presenta una gran variedad cultural, lo designado a las mujeres es percibido
como algo con un valor menor que aquello es atribuido a los hombres. En este
sentido, la valencia diferencial de los sexos12 y la dominacin masculina13, como
variables de la ideologa de gnero, dotan de atributos de gnero y de papeles
sociales, en dependencia de ser mujer u hombre.
As, generalmente, los contenidos semnticos que la diversidad de culturas
otorga a todo lo que concierne a la capacidad de reproduccin de las mujeres, se
convierte de manera por dems arbitrariaen referentes para ubicar a las
mujeres en circunstancias de subordinacin. Y generan diferencias, divisiones,
exclusiones y discriminaciones en el mbito de las relaciones de poder, mismas
que toman formas particulares al interior de las relaciones de reproduccin y de
produccin. Todo esto, como se sabe, se proyecta a todos los mbitos de la vida
social incluyendo, desde luego, al laboral14.
En este sentido, la relacin entre la dominacin masculina y la violencia
simblica se pone en evidencia, al respecto Bourdieu apunta:
Huelga mencionar que, el contexto del trabajo ha sido abordado desde distintas
aristas, ya sea desde sus mercados, sus procesos, sus contenidos y desde las
190
maneras especficas que, stos toman, en las distintas entidades sociales;
asimismo, desde la psicologa y otras disciplinas afines se ha colocado el acento
en la consideracin de que es un ser humano quien desempea las funciones
laborales.
En tal escenario plagado de antagonismos surge una gama de
interrogantes acerca de las ideas que las mujeres de los puestos altos conciben
en lo que concierne a la violencia simblica y sus relaciones con las figuras de
autoridad y de subordinacin.
En este orden de ideas, y como un primer acercamiento a este particular,
consideramos pertinente preguntar a mujeres --que se hallan ocupando puestos
laborales que estn en niveles elevados de los organigramas de distintas
empresas-- a quines eligen como figuras de autoridad en el mbito del trabajo y
las razones de su preferencia.
Valga precisar que los hallazgos los recopilamos por medio de preguntas a
diez mujeres que elegimos al azar. Ellas son parte de un conjunto de veinte
ejecutivas que aceptaron participar en una investigacin muy amplia que
realizamos y en la que se indagamos sobre distintos rubros. Todas perciben
salarios que ascienden a los setenta mil pesos, tienen estudios de posgrado y sus
edades se encuentran entre los 40 y los 62 aos. Las empresas para las cuales
laboran se sitan en la Ciudad de Mxico y en la Ciudad de Puebla.
Cuando les preguntamos a quines prefieren como sus jefes, de las diez
mujeres, siete eligen a los hombres, dos se deciden por las fminas y a la otra le
da igual. Sus razones son las siguientes:
A los hombres, definitivamente. Fjate que slo he tenido a una jefa y tuve
demasiados problemas, no te podra decir si fue porque haba rivalidad o
porque siempre quera que se hiciera lo que ella deca, y como que de mujer
a mujer no me gustaba eso. Con mis jefes se hace lo que ellos dicen, pero
como son hombres y yo mujer, me siento ms cmoda (Gabriela, 42 aos).
191
Hombres, por favor. En general, yo prefiero tratar con hombres y ya te
imaginars, como jefes, con mayor razn. Es importante tener una buena
relacin con tu jefe porque convives muchas horas con l y el trato es muy
directo, y yo siempre me he compenetrado mucho mejor con los hombres. No
te niego que luego quieren ir a lo sexual, pero es lgico, son hombres, raro
sera que no, ya estoy acostumbrada a ello y s cmo manejar la situacin
aunque luego es difcil, pero dime qu es fcil en el trabajo (Melisa, 41 aos).
A las mujeres porque es ms fcil establecer una relacin cordial con ellas y
todo es ms fcil. Te entienden mejor y el apoyo es mutuo. No se sienten
superiores a ti y no te tratan como mujercita, y te libras del hostigamiento
sexual. No tienes idea de todo lo que he tenido que padecer con los hombres
que todo lo confunden con oportunidad sexual, y cuando los rechazas, se
vuelven insoportables y te maltratan mucho. En cambio con las mujeres, no
hay nada de esto y si hay trato honesto, hasta el ambiente laboral es
amigable, lo que es muy difcil con los hombres (Fernanda, 44 aos).
A los hombres, aunque sean muy autoritarios y fros. Con ellos me siento
segura, son ms confiables. He tenido problemas con varios de ellos, pero es
normal, en el trabajo as es. Los problemas han sido porque como te digo,
son muy mandones y, bueno tambin, porque luego quieren tener una
aventura contigo y si no aceptas, siempre hay broncas y se desquitan en la
relacin de trabajo, son hombres, qu le vamos a hacer (Sonia, 40 aos).
Ahora, ya me da igual. Mucho tiempo pens que era mejor tener hombres
como jefes, pero he tenido todo tipo de experiencias con ellos y algunas han
sido muy negativas, pienso que es porque en el fondo se sienten superiores a
nosotras y cuando les demuestras que, a pesar de que son tus jefes, eres tan
inteligente como ellos o ms, y tambin sabes lo que haces, como que les
entra un complejo y tienen comportamientos muy destructivos hacia una. Slo
he tenido dos jefas y con una, la experiencia no fue buena, era muy insegura
y se senta como amenazada por m, pero eso tambin me ha llegado a
ocurrir con los jefes; y con la otra, la experiencia fue muy buena, con decirte
que nos hicimos amigas y aunque ya no trabajamos juntas, seguimos siendo
amigas (Ftima, 62 aos).
A los hombres, con ellos todo es ms fcil, y como que nos compenetramos,
como somos diferentes hay ms respeto. Nunca he tenido a una mujer por
jefa, pero no se me antoja, se me hace raro y no me agrada la idea. Es mejor
con los hombres porque como todo lo vemos diferente, nos complementamos
y el trabajo sale mejor. Lo nico que no me gusta de ellos es que, a veces, te
ridiculizan y delante de otras personas, pero ellos son as, ni hay que
tomrselos en cuenta. Tampoco me gusta que te estn proponiendo jueguitos
sexuales, pero son as, y una mujer inteligente sabe como torearlos
(Jacqueline, 56 aos).
192
A las mujeres, ni duda cabe. La verdad, son ms sensatas, ms ecunimes,
ms inteligentes, saben ms de estrategias que los hombres. Yo he tenido
tres jefas y con todas me llev muy bien, conmigo siempre tuvieron un trato
respetuoso, de igual a igual. Eran muy profesionales, no mezclaban lo laboral
con lo personal, cuando surga algn problema lo hablbamos, lo
solucionbamos y ya, no perdamos de vista los objetivos organizaciones, y
lograrlos nos beneficiaba mutuamente, guardo un buen recuerdo de ellas y
las admiro. Con mis jefes ha habido de todo, buenos, regulares y malos. Pero
siempre te tienes que estar cuidando de que una amabilidad o atencin no la
confundan con ligue. He tenido jefes que me han descalificado por ser mujer,
uno hasta haca burlas sobre m porque yo era la nica mujer que entraba a
esas reuniones (Nora, 53 aos).
Ay!, bueno, a los hombres. Son seguros, fuertes, ven todo muy objetivamente,
no se confunden, saben mandar. Los prefiero a pesar de que he tenido
problemas con ellos, pero la solucin siempre es ms fcil entre un hombre y
una mujer, que entre dos mujeres. No falta el que se ha querido pasar de listo
y hacer pasar mi trabajo por suyo o el que se ha intentado propasarse
conmigo, pero con inteligencia llego a controlarlos, porque eso s, son muy
fciles de manipular, ponte guapa y hblales bonito, y los tienes comiendo de
tu mano (Silvia, 49 aos).
A los hombres. No he tenido jefas pero pienso que como son tan
emocionales, habra muchos problemas. Es difcil que las mujeres se ayuden
en el trabajo. Con los hombres, si te los ganas, ya todo es sencillo, hay que
tenerlos contentos. A m me ha costado mucho llegar a donde estoy y he
tenido que sortear muchos obstculos con los hombres, acosos sexuales y
hasta envidias, pero soy fuerte e inteligente y he sabido manejar las cosas,
pero es desgastante. Los hombres son difciles, pero imagino que con las
mujeres sera peor todava (Montserrat, 58 aos).
15 Dado que ellas viven en una cultura machista como la mexicana y que, como sabemos, la
cultura penetra la mente humana en el pensar, el sentir y el actuar.
193
siendo stos sus jefes y no tan tenido la vivencia, excepto un caso, de contar con
una jefa, sostengan que prefieren a los hombres. Ellos les han hecho propuestas
sexuales en el mbito laboral y cuando no han aceptado sus pretensiones de esta
ndole, les han ocasionado problemas en el trabajo como venganza, como si estas
mujeres les hubieran causado algn dao. Lo me posibilita el pensar que quiz
estos hombres han tenido la idea de que las mujeres son objetos sexuales y que
al rehusarse a cumplir con su funcin, se dan por ofendidos y buscan que ellas
paguen por el error cometido. Adems, ellos han mostrado un comportamiento
carente de profesionalismo al no saber separar lo laboral de lo personal. No
obstante, parece que ellas los justifican bajo las ideas de que son hombres o as
son los hombres, como si el ser hombre legitimar estas conductas que denigran
a las mujeres, o como si este tipo de situaciones fueran inevitables porque son
normales y, hasta, naturales. E inclusive externan que son ellas las que tienen que
ejecutar lo pertinente para librarse de tales atropellos. Lo que lleva a la
consideracin de lo apuntado por Bourdieu (2000) sobre la dominacin masculina
que prescinde de fundamentos, se impone como neutra y no requiere de discursos
que la avalen.
Al mismo tiempo de todo lo anterior, estas mujeres tambin han sufrido
burlas de sus jefes por encontrarse en esos puestos de trabajo que, hasta hace
poco tiempo, se pensaba que eran exclusivos de los hombres; tambin han sido
blanco de ridiculizaciones por parte de los varones; han estado a punto de que
ellos se apropien de su trabajo; y han sido vctimas de sus envidias. No obstante
todo esto, prefieren a los hombres como figuras de autoridad; lo que nos conduce,
inevitablemente, a la lo que Bourdieu concibe como esa sumisin paradjica, que
proviene de la violencia simblica que es amortiguada, insensible, e invisible para
sus propias vctimas (2000: 11-12).
Lo verbalizado por estas mujeres que prefieren a los hombres como jefes, y
que sealan el sentirse ms cmodas, acostumbradas, seguras, compenetradas,
confiadas y apoyadas con ellos que con las mujeres, a pesar de las experiencias
negativas que han tenido con los varones, nos lleva a lo precisado por Bourdieu:
los dominados aplican a las relaciones de dominacin unas categoras
194
construidas desde el punto de vista de los dominadores, hacindolas aparecer de
ese modo como naturales. Eso puede llevar a una especie de autodepreciacin, o
sea de autodenigracin (Ibid.: 50).
Asimismo, en sus argumentos sobre su decisin por los jefes se vierten las
premisas de la ideologa patriarcal que conllevan una visin dicotmica y que
emplean el lenguaje binario. Ellas manifiestan las siguientes ideas: son hombre y
yo una mujer, me siento ms cmoda, yo siempre me he compenetrado mejor
con los hombres, si tuviera una jefa, no s como que sacara de onda, con
ellos todo es ms fcil, y como que nos compenetramos, como somos diferentes
hay ms respeto [] como todo lo vemos diferente, nos complementamos y el
trabajo sale mejor; son muy fciles de manipular, ponte guapa y hblales bonito,
y los tienes comiendo de tu mano; nunca he tenido a una mujer por jefa, pero no
se me antoja, se me hace raro y no me agrada la idea; con los hombres, si te los
ganas, ya todo es sencillo, hay que tenerlos contentos [] los hombres son
difciles, pero imagino que con las mujeres sera peor todava. Una de estas
mujeres tuvo una jefa y piensa hubo demasiados problemas porque siempre
quera que se hiciera lo que ella deca, y como que de mujer a mujer no me
gustaba eso. Estas comunicaciones pueden tener su origen en prejuicios que
obedezcan a la visin dicotmica y esencialista que subyace en las
representaciones sobre los gneros femenino y masculino.
En este orden de ideas, Hritier sostiene:
195
consecuencia, sitan a las mujeres en lugares de subordinacin. Valga enfatizar
que, en la dicotoma mujer y hombre, todo lo que est asociado a la mujer tiene un
valor inferior con respecto a todo lo vinculado al hombre. En este sentido y como
se sabe, los sistemas de gnero son estructuras de prestigio 16, en las que los
hombres, por el slo hecho de serlo, son ms valorados17 Y como aduce Hritier,
estos conjuntos de reducciones simblicas dan sentido a las prcticas sociales
(1996: 220).
Otro aspecto a considerar estriba en la convergencia entre lo que externan
estas mujeres con las representaciones hegemnicas sobre las mujeres y los
hombres y sus consabidos atributos de gnero, de la sociedad en las que se
hallan. Ellas expresan que los varones son: ms seguros, autoritarios, fros,
confiables, muy mandones, fuertes, ven todo muy objetivamente, no se
confunden, saben mandar, fciles de manipular, ponte guapa y hblales
bonito. Como se observa, estas ideas que estas fminas tienen sobre los
hombres coinciden completamente con los atributos de gnero masculino que
pululan en la mayora de sociedades occidentales18.
En este sentido, sobre las mujeres, ellas enuncian: la solucin siempre es
ms fcil entre un hombre y una mujer, que entre dos mujeres; no he tenido jefas
pero pienso que como son tan emocionales, habra muchos problemas. Es difcil
que las mujeres se ayuden en el trabajo [] los hombres son difciles, pero
imagino que con las mujeres sera peor todava, la causa de los problemas con su
jefa quiz fue: porque haba rivalidad . Como se observa en estos comentarios,
se encuentran atributos de gnero femenino como el ser muy emocional, pero
tambin pensamientos patriarcales de la cultura popular como la rivalidad entre
mujeres pero no se dice nada de la rivalidad entre las mujeres y los hombres--, el
que sea ms difcil que las mujeres se ayuden entre s sin embargo, se omite que
entre los hombres y las mujeres no hay colaboracin--, y la dificultad en las
interacciones sociales entre mujeres tampoco se expresa que en las relaciones
196
interpersonales entre fminas y varones, asimismo hay escollos.
Por otra parte, una entrevistada manifiesta que es igual que sus jefes
hombres y mujeres porque aun cuando ella, en principio, pensaba que era mejor
que fueran hombres, su experiencia le demostr que con ambos se tienen buenas
y malas vivencias; al respecto menciona que un aspecto negativo de que los jefes
sean hombres radica en que: en el fondo se sienten superiores a nosotras y
cuando les demuestras que, a pesar de que son tus jefes, eres tan inteligente
como ellos o ms, y tambin sabes lo que haces, como que les entra un complejo
y tienen comportamientos muy destructivos hacia una. Estas conductas de los
varones, probablemente, tengan su gnesis en las premisas de la ideologa
patriarcal y en sus aterrizajes en la violencia simblica, ya que cuando sus propias
experiencias con las fminas los confrontan, se sienten amenazados y/o atacados
y reaccionan en consecuencia.
Lo externado por esta entrevistada en lo que concierne a lo ocurrido con
una jefa: la experiencia fue muy buena, con decirte que nos hicimos amigas y
aunque ya no trabajamos juntas, seguimos siendo amigas, rompe con otro de los
pensamientos de la ideologa de gnero y que consiste en suponer que entre las
mujeres la convivencia es mala.
En lo que toca a los argumentos de las mujeres que prefieren que tener
jefas, se presentan ideas que contradicen los discursos del patriarcado. Verbi
gratia, esta ideologa supone que entre fminas las relaciones interpersonales son
negativas; sin embargo, ellas aducen: a las mujeres porque es ms fcil
establecer una relacin cordial con ellas y todo es ms fcil. Te entienden mejor y
el apoyo es mutuo [] y si hay trato honesto, hasta el ambiente de laboral es
amigable, lo que es muy difcil con los hombres; en este sentido, otra de estas
mujeres menciona: yo he tenido tres jefas y con todas me llev muy bien,
conmigo siempre tuvieron un trato respetuoso, de igual a igual. Eran muy
profesionales, no mezclaban lo laboral con lo personal, cuando surga algn
problema lo hablbamos, lo solucionbamos y ya, no perdamos de vista los
objetivos organizaciones, y lograrlos nos beneficiaba mutuamente, guardo un buen
recuerdo de ellas y las admiro. Estas comunicaciones ponen en evidencia
197
lecturas se oponen al pensamiento dicotmico en la elaboracin simblica de las
relaciones entre las mujeres y los hombres, y que habla de complementariedad y
armona entre ellos. Adems, van en contra del prejuicio recurrente de que las
interacciones entre las mujeres son difciles y conflictivas.
Tambin se observa otra discordancia entre el discurso hegemnico sobre
la feminidad --ya en l se califica a las mujeres como inestables emocionalmente,
poco racionales y que tienen limitaciones en el pensamiento abstracto, entre otros
atributos-- y lo que expresan las entrevistadas que eligen a las jefas. Ellas afirman
que las fminas son: ms sensatas, ms ecunimes, ms inteligentes y que
saben ms de estrategias que los varones, lo que rompe con percepciones
esencialistas sobre las mujeres y los hombres.
Conclusiones
Las respuestas que las entrevistadas ofrecen ante el cuestionamiento sobre si
prefieren a mujeres o a hombres como jefes, da cuenta de las distintas
perspectivas y actitudes que ellas muestran hacia las figuras femenina o
masculina en puestos de autoridad y, como se infiere, de las relaciones entre los
gneros, as como de las representaciones que han elaborado acerca del ser
mujer y del ser hombre y que se hallan ntimamente ancladas a la violencia
simblica.
Lo anterior trae, entre otras consecuencias, la probabilidad de distorsionar
la percepcin de las situaciones laborales; tales son los casos de algunas de estas
mujeres que, tal vez llevadas por la idealizacin de la relacin entre las personas
de sexo diferente, prefieren a los hombres como jefes a pesar de haber sido
vctimas de hostigamiento sexual, de burlas, de descalificaciones y de
discriminaciones; lo que conduce a lo referido por Bourdieu: la representacin
androcntrica [] se ve envestida por la objetividad de un sentido comn, []
que las mismas mujeres aplican a cualquier realidad y, en especial, a las
relaciones de poder en las que estn atrapadas, unos esquemas mentales que
son el producto de la asimilacin de estas relaciones de poder y que se explican
en las oposiciones fundadoras del orden simblico (2000: 49).
198
En este orden de ideas, las verbalizaciones de estas entrevistadas
presentan matices interesantes con respecto a cmo la violencia simblica oprime
a las mujeres, en tanto dominacin masculina, aun cuando ellas rompen con la
construccin cultural prevaleciente sobre la identidad de gnero femenina, lo que
es evidente porque se encuentran ocupando puestos de trabajo que se
encuentran en los niveles altos de los organigramas de las empresas. Lo que lleva
a la consideracin de lo sostenido por Bourdieu: cuando los esquemas que [el
dominado] pone en prctica para percibirse y apreciarse, o para percibir y apreciar
a los dominadores [] son el producto de la asimilacin de las clasificaciones []
naturalizadas, de las que su ser social es el producto (2000: 51).
Asimismo, sus palabras dan cuenta de las influencias que los seres
humanos tienen de la ideologa patriarcal, en lo que respecta a las construcciones
simblicas sobre las mujeres y los hombres, y los tipos de interacciones que se
dan entre ellos. Lo que remite a lo apuntado por Bourdieu (2000: 22): El orden
social funciona como una inmensa mquina simblica que tiende a ratificar la
dominacin masculina en la que se apoya.
Por otra parte, en lo que comunican estas mujeres prominentes cuando
exteriorizan que prefieren tener jefas o que les da igual que la figura de autoridad
sea una fmina o un varn, se hallan las transformaciones que --en lo individual y
con base en el aprendizaje que aportan las propias experiencias-- ellas han
elaborado sobre los significados con respecto al ser mujer y al ser hombre, y a
las relaciones de poder en las interacciones entre las fminas y los varones;
desconstrucciones y reconstrucciones que distan de los dictados de la ideologa
patriarcal.
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204
PARTE III
205
206
DISCRIMINACIN, ACOSO Y VIOLENCIA POLTICA CONTRA LAS
MUJERES EN LOS CABILDOS
Introduccin
A seis dcadas del reconocimiento del derecho de las mujeres al voto y a ser
votadas en nuestro pas, en los niveles federal y estatal (1954), y un poco ms, a
nivel municipal (en el cual se haba reconocido desde 1947), los avances en la
presencia femenina en los cargos de representacin representan un panorama
heterogneo y paradjico. Como vemos en el Cuadro 1, actualmente las mujeres
van acercndose a un tercio en tanto que senadoras, diputadas, delegadas en el
Distrito Federal, diputadas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y son
una cuarta parte, en conjunto, como Diputadas locales, con un panorama
heterogneo en cuanto a su presencia en los distintos estados.
Cuadro 1
Mxico
Participacin de las mujeres en cargos de representacin
2012
Cmara de Senadores 32.8%
Cmara de Diputados 31.8%
Diputadas en Congresos Locales 25.0%
Presidentas Municipales 6.8%
Delegadas del D.F. 31.2%
Diputadas de la Asamblea Legislativa del D.F. 33.3%
Fuente: Elaboracin propia con base en datos del Instituto Nacional de las Mujeres,
www.inmujeres.gob.mx; www.ife.org.mx; www.camaradediputados.gob.mx; www.aldf.gob.mx;
Sistema de Informacin del Inmujeres, www.inmujeres.gob.mx consulta del 5 de mayo de 2013.
207
otra parte, las presiones del movimiento feminista y a favor de los Derechos
humanos de las mujeres, as como de diversos organismos internacionales, y
especialmente, las de los organismos financieros internacionales como el Banco
mundial, el Fondo Monetario Internacional, y otros ms, han llevado a que los
partidos polticos y los gobiernos traten de presentar una imagen de avance hacia
la Equidad de Gnero, al menos en los niveles del Congreso de la Unin y, en
menor medida, en los Congresos Locales.
Sin embargo, resalta el rezago profundo en el acceso femenino a las
presidencias municipales, que nos habla de un espacio social muy ligado a sus
funciones como madres -amas de casa y ciudadanas-, pero a la vez, aquel en el
que se da la confrontacin directa y contundente con los esquemas de
pensamiento de la dominacin masculina (Bourdieu, 2000), con sus mecanismos
de exclusin de las mujeres operando en todos los niveles de la vida social
(Godelier, 1993). Paradjicamente, el espacio de mayor acceso de mujeres a los
cargos de representacin radica en el cabildo (37%), en las regiduras, pero hay
que tener en cuenta que representan el cargo de menor jerarqua, frente a las
sindicaturas (en las cuales ha habido un avance significativo, constituyendo ya la
cuarta parte)), y al cargo de presidente municipal, el de radical mayor atraso en el
pas (6.8%), (Cuadro 2).
Cuadro 2
Mxico
Presidentas municipales, sndicas y regidoras
2012
Presidenta Municipal 6.8%
Sndica 24.9%
Regidora 37.0%
Fuente: Elaboracin propia, con base en datos del Sistema de Informacin del Inmujeres,
www.inmujeres.gob.mx, y del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de
Gnero, LXI Legislatura, Cmara de Diputados, consulta 5 de mayo de 2013.
Como puede adivinarse por las cifras anteriormente expuestas, el ingreso de las
mujeres a los espacios de toma de decisiones y a los cargos de representacin no
208
ocurre sin enfrentarse a obstculos y retos, tanto desde los espacios partidarios,
para formar parte de las listas de candidatos, as como en los procesos electorales
mismos; pero adems, una vez asumido el cargo, se enfrentan retos y obstculos
diversos, para hacer valer su autoridad y ejercer el cargo.
En esta ocasin nos referiremos a un aspecto de los procesos vividos por
las mujeres en su experiencia dentro de los cargos en el cabildo, centrndonos en
el caso de sndicas y regidoras, quienes han expresado sus vivencias a lo largo de
mltiples talleres de sensibilizacin y polticas pblicas de equidad de gnero en
los gobiernos municipales, llevados a cabo a travs del Grupo Interdisciplinario
sobre Mujer, Trabajo y Pobreza, GIMTRAP, A.C., a lo largo de ms de diez aos.
(Barrera, 2006; Barrera, 2011a; Barrera, 2011b).
Un posible enfoque en el anlisis es el de hacer un seguimiento de las
situaciones vividas por sndicas y regidoras, como formas de discriminacin, ante
las cuales el Estado mexicano est comprometido a actuar para su eliminacin, de
acuerdo con los compromisos contrados al firmar y ratificar la Convencin sobre
la Eliminacin de todas las formas de Discriminacin contra la Mujer, CEDAW,
donde se define la discriminacin, en su Artculo 1:
Artculo 2
e) Tomar todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminacin contra
la mujer practicada por cualesquiera personas, organizaciones o empresas;
209
f) Adoptar todas las medidas adecuadas, incluso de carcter legislativo, para
modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prcticas que constituyan
discriminacin contra la mujer.
Artculo 7
Los Estados Partes tomarn todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminacin contra la mujer en la vida poltica y pblica del pas y, en
particular, garantizando, en igualdad de condiciones con los hombres el
derecho a:
a) Votar en todas las elecciones y referndums pblicos y ser elegibles para
todos los organismos cuyos miembros sean objeto de elecciones pblicas;
b) Participar en la formulacin de las polticas gubernamentales y en la
ejecucin de stas, y ocupar cargos pblicos y ejercer todas las funciones
pblicas en todos los planos gubernamentales;
c) Participar en organizaciones y asociaciones no gubernamentales que se
ocupen de la vida pblica y poltica del pas.
Artculo 8
Los Estados Partes tomarn todas las medidas apropiadas para garantizar a
la mujer, en igualdad de condiciones con el hombre y sin discriminacin
alguna, la oportunidad de representar a su gobierno en el plano internacional
y de participar en la labor de las organizaciones internacionales.
210
intentos de negociacin del respeto a sus derechos ciudadanos y polticos, hasta
las de confrontacin y airada denuncia.
Tres mil pesos para que nosotros entrramos al curso de ICADEP, cunto
de regidora?, veinte mil pesos para que se registre para diputada?,
cincuenta mil pesos.
La cuestin no es que las mujeres en el partido sean las nicas a las que se les
solicitan aportaciones, sino que suelen estar en condiciones de desventaja en
cuanto a la disposicin de recursos y redes a su favor, respecto de los varones,
situacin que ha sido reconocida por algunas mujeres de partido, que han
desarrollado incluso propuestas de accin afirmativa al respecto (Rodrguez,
2002).
El llegar a formar parte de una planilla pasa por diversas negociaciones
dentro del partido en cuestin, en las cuales se llega a plantear explcitamente
objeciones a su inclusin, por el mero hecho de ser mujer:
211
les otorgara el amparo de ciertos personajes masculinos, personajes de peso en
el partido:
Bueno, nmero uno, desde que quise contender, que yo por qu?, que
haba mujeres que tenan ms aos que yo en el partido, y que por qu yo,
que yo fui amante de Claro, lo dicen con obscenidades, no creas que as
como yo te lo estoy diciendo
Resulta claro que la inclusin de acciones afirmativas como las cuotas de no sobre
representacin, tanto en los documentos bsicos de los partidos como en la
normatividad electoral, ha incidido en la ampliacin de las oportunidades de llegar
a cargos en el nivel municipal, pues a la hora del registro de las candidaturas a
presidente municipal con su planilla, los organismos electorales presionarn para
que se incluyan mujeres, en concordancia con la normatividad interna de los
partidos mismos. Incluso, en ciertos casos se presenta el fenmeno de ser
regidora de relleno, como se explica en el siguiente testimonio:
212
Prcticamente creo que si llegu al cargo de regidora fue porque no haba
mujeres en la planilla, y fue como requisito, como A ver quin est? A ver,
fulanita y rale.
Esta situacin a veces se complica por el hecho de que quienes las integran a la
planilla de ltimo momento, piensan que ellas debern hacer lo que se les diga al
ejercer el cargo, pues ellos las pusieron ah, y no llegaron por sus propios
mritos. Todas las experiencias hasta aqu sealadas, ocurren en un contexto
social determinado, de dominacin masculina, que no debe obviarse al hacer el
anlisis del proceso de incorporacin femenina a los cargos de representacin, en
este caso, en el cabildo, tanto en el camino a llegar al cargo, como en su ejercicio
mismo. Sndicas y regidoras tienen muy claro que la cultura machista que viven en
su entorno familiar, en el partido, en el Ayuntamiento y en todos los espacios
sociales, es el sustento del cmulo de obstculos y limitaciones para llegar as
como para ejercer su cargo, y encuentran claramente una conexin entre el
mejoramiento de la situacin de las mujeres en la sociedad, con el ejercicio de sus
derechos en todos los espacios de la vida social:
213
Cuando llegu a la presidencia, yo escuchaba que decan son de
oposicin Yo me sent excluida. Incluso, el cubculo que me dieron es el
ms pequeo, ah hace mucho calor, se trasmina el agua y s le dije al
Presidente oiga Presidente, se trasmina el agua, y se empez a rer y me
dice y si te compraras una sombrilla? luego fui y le dije oiga Presidente,
es que sabe qu? que hace mucho calor, yo quisiera un ventilador o algo y
me dice bueno, lo que pasa es que tienes que tomar en cuenta que ests en
la menopausia
Fui y le di el oficio y me dijo que para que puedan salir del Cabildo con
viticos, tenamos que recibir una invitacin, y me ense una invitacin de
las que le mandan del gobierno estatal. Entonces yo le contest Dnde ha
visto usted que para ir a pedir, le manden invitacin? Entonces nos
agarramos del chongo en el Cabildo y no me quiso dar los viticos
214
Otro aspecto es el de los rumores en el mbito del gobierno municipal o en el
partido, acerca de la vida sexual de las sndicas o regidoras, dirigidos a acusarlas
de conductas impropias, por las cuales habran logrado ocupar el cargo, los
recursos, etc. Ante esta situacin, muchas desarrollan diversas estrategias
discursivas, inclusive ironizando sobre las acusaciones, acallando as las voces
acusadoras:
Otra regidora comenta cmo los chismes llegan a afectar la relacin con su pareja,
causndole adems problemas familiares:
Los obstculos que he enfrentado, son los chismes, a travs de los chismes
que le llevan a mi marido y mi marido se la cree. No, dicen que barro con
todos los regidores! Pero no es cierto.
Una cosa es llegar al cargo, y otra es lograr el respeto a la investidura por parte de
los dems miembros del cabildo y de los funcionarios del gobierno municipal, de
manera que son comunes las situaciones en que no se da crdito a las palabras
de la sndica o regidora, llegando a negarse su validez, inclusive, como lo plantea
el siguiente relato de una regidora, quien relata cmo otros miembros del cabildo
iban detrs de ella, cada que acuda a una comunidad para arreglar crditos y
proyectos productivos con las mujeres, haciendo una campaa de descrdito de
los compromisos que ella haba establecido:
Lamentablemente, creo que los obstculos siempre son por parte de los
varones, y es lgico cmo una vieja va a ser ms cabrona que ellos? y esa
vieja es hija de tal por cual, porque quin se cree? Aqu los varones somos
los que la movemos y no la dejaremos llegar. Y bueno, te quieren boicotear
por todos lados, inclusive van y les dicen a las comunidades: no, no le crean,
son puros chismes, al fin, ella ni est en el Ayuntamientosi no quiere el
presidente, no va a hacer nada qu se creen que les van a dar esto!
215
El entorno social machista sigue siendo el contexto estructural en el que se ejerce
el cargo, por lo que es comn tambin encontrarse en situaciones en que reciben
agresiones verbales, por el hecho de ser mujer y pretender realizar acciones como
autoridad (en el siguiente caso, a favor de una mujer que padece violencia de
pareja), ante lo cual no necesariamente las sndicas o regidoras se dejan intimidar:
216
Dicha asociacin plante tambin la definicin de violencia poltica, como: las
acciones y/o conductas agresivas cometidas por una persona, por s o a travs de
terceros, que causen dao fsico, psicolgico o sexual en contra de una mujer y/o
su familia, en ejercicio de la representacin poltica, para impedir y restringir el
ejercicio de su cargo o inducirla a tomar decisiones en contra de su voluntad, de
sus principios y de la ley (ACOBOL, 2007).
Ubicadas en coyunturas en las que forman parte de la oposicin, ya sea
dentro de un mismo partido, o en el liderazgo de algn movimiento social, o
simplemente por negarse a ser manipuladas al antojo de los caciques polticos de
los partidos, encontramos casos diversos de acoso poltico a sndicas y regidoras,
en forma de amenazas, secuestros, encarcelamientos, y, en un caso extremo,
atentados a su vida y la de sus familiares.
El siguiente es un ejemplo de acoso y violencia poltica para impedir la toma
de posesin de una regidora, forzarla a renunciar a favor de su suplente varn:
217
Presentamos ahora un testimonio de las repercusiones que tuvo el trabajo de una
regidora en la Comisin de Seguridad, por parte de un grupo del mismo gobierno
municipal:
218
y la violencia poltica, con base en los compromisos contrados por el Estado
Mexicano a nivel internacional, y a travs de la legislacin nacional.
Comprometer a los (as) aspirantes a cargos de eleccin a nivel municipal,
con la Equidad de Gnero, la no discriminacin y contra el acoso y la
violencia poltica.
Sensibilizar y comprometer a las autoridades municipales y miembros del
cabildo con la Equidad de Gnero, la no discriminacin, y la eliminacin del
acoso y la violencia poltica contra las mujeres, como obligaciones y
compromisos del Estado Mexicano en sus distintos rdenes de gobierno, que
incluyen el federal, estatal y municipal.
Lograr que se integre el trabajo de los Institutos Municipales de las Mujeres
con el de presidentas municipales, sndicas y regidoras y de sus homlogos
varones, a favor de los Derechos Humanos de las Mujeres y de la Equidad
de Gnero en los Municipios, contra la discriminacin y todas las formas de
violencia hacia las mujeres, en sintona con las organizaciones de mujeres y
mixtas de la sociedad civil que operan en los municipios y a nivel estatal y
nacional.
Integrar el trabajo de los Institutos Estatales de las Mujeres, con el de los
Institutos Municipales de las Mujeres, con el apoyo del Instituto Nacional de
las Mujeres, en favor de los Derechos Humanos de las Mujeres, y
especficamente en cuanto a la obligacin de prevenir y eliminar todas las
formas de discriminacin y violencia contra las mujeres.
219
pertenezcan, y las estrategias individuales y colectivas para enfrentar esta
problemtica, discusin que implica un compromiso con los derechos humanos de
las mujeres y las polticas pblicas de equidad de gnero especficamente en el
orden municipal de gobierno.
Esperamos que este artculo haya contribuido a ubicar esta problemtica y
sealar la importancia de su consideracin y enfrentamiento, por las mujeres y
hombres comprometidos con los derechos humanos y la democratizacin de la
vida social y poltica de nuestro pas, particularmente all donde se encuentran los
mayores obstculos y resistencias a la equidad de gnero: el espacio municipal.
Referencias Bibliogrficas
Asociacin de Concejalas de Bolivia (ACOBOL), 2007, Gua de informacin y
prevencin contra el acoso poltico y la violencia en razn de gnero, La Paz,
ACOBOL, UNFPA.
Recuperado de:
www.acobol.org.bo
Barrera Bassols, Dalia (Ed.), 2006, Memoria del Primer Encuentro de Sndicas y
Regidoras Guanajuatenses, Guanajuato, Mimeo.
Rodrguez Ramrez, Yolanda, 2002, Retos de las mujeres del PRI en las
contiendas municipales, Dalia Barrera Bassols (Comp.), Participacin poltica de
las mujeres y gobiernos locales en Mxico, Mxico, GIMTRAP A.C.
220
VIOLENCIA DE GNERO Y DICTADURA CVICO-MILITAR EN LA
ARGENTINA
Conoc slo una Escuelita, sin embargo, en nuestro continente hay muchas
escuelas cuyos maestros se especializan en ensear a perder la memoria y la
conviccin ideolgica a fuerza de tortura y humillaciones.
Les pido que se mantengan alerta: en esas Escuelitas, los lmites entre la historia
y las historias son tan tenues que ni yo misma las puedo detectar.
Alicia Partnoy
La Escuelita.1
Introduccin
Los debates que giran en torno a la violencia que se vivi en la Argentina en la
dcada de los aos 70 del siglo XX, suponen intentos para develar creencias,
valores, ideologas, memoria, formas de sociabilidad, que se orientan a dar
explicaciones acerca de la historia reciente.
La memoria no supone el restablecimiento total del pasado, sino una
seleccin, pues ciertos elementos del suceso sern conservados, mientras otros
van a ser progresivamente marginados y finalmente olvidados.
De aqu se desprende que hay que distinguir entre la recuperacin del
pasado y su utilizacin subsiguiente. A partir de la aceptacin de que la memoria
es seleccin, sta se har partiendo de las informaciones recibidas de acuerdo a
determinados criterios; y esos juicios, sean o no conscientes, van a servir,
probablemente, para orientar la utilizacin que se har del pasado. "Sin embargo,
desde otro punto de vista, de legitimidad y no ya de origen, existe una gran
discontinuidad: no se puede justificar un uso engaoso por la necesidad de
recordar. Nada debe impedir la recuperacin de la memoria. Cuando los
acontecimientos vividos por el individuo o por el grupo son de naturaleza
1La Escuelita es un centro de detencin y tortura ubicado en el V Cuerpo de Ejrcito de Baha Blanca y es
un libro escrito por esta autora recordando el horror.
221
excepcional o trgica, tal derecho se convierte en un deber: el de acordarse, el de
testimoniar" (Todorov, 2000).
La dictadura cvico-militar
A comienzos de los aos 70, en la etapa de la denominada Revolucin Argentina,
el conflicto social desencaden una fuerte movilizacin. En este contexto,
emergieron organizaciones armadas; estos grupos combinaron la accin
clandestina con la actividad poltico partidaria.
En 1975 se puso en marcha en Tucumn, provincia ubicada en el noroeste
argentino, el denominado Operativo Independencia, a partir del cual se
comenzaron a ejecutar las operaciones que sean necesarias a efectos de
neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos2.
Comenz as una etapa de represin implementada por el gobierno; era la
aplicacin oficial de la Doctrina de Seguridad Nacional, que parta de concebir la
existencia de una guerra Este-Oeste, fijando fronteras ideolgicas y por la que
surgi un nuevo tipo de enemigo: el enemigo interno.
Este concepto es el que autorizar a las Fuerzas Armadas (FFAA) a vigilar
la actividad poltica de la ciudadana, reprimir las actividades consideradas como
subversivas y, llegado el caso, intervenir en el sistema poltico y excluir a la
poblacin de la participacin democrtica (Schwartz, 2004). El concepto de
frontera ideolgica plantea un nivel de subjetividad absoluto. En palabras del
general Ibrico Saint Jean: ... primero mataremos a los subversivos, luego a sus
colaboradores, luego a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por ltimo a
los tmidos3.
La crisis estaba tan generalizada en esos aos que an los sectores
oficialistas consideraban que la nica salida era la cada del gobierno de Isabel
Martnez4. Las rivalidades entre los sectores en pugna, por un lado las
2 Decreto del Poder Ejecutivo Nacional S N 261. Firmado por Mara Estela Martnez de Pern, Presidenta
de la Nacin y los ministros del gabinete. Buenos Aires. Repblica Argentina. 05/02/1975.
3 Informe de la Bicameral.
4 Dentro del oficialismo, algunos sectores conservaban cierta esperanza de conservar el poder, a pesar de la
crisis y el deterioro del gobierno. Desde inicios del ao 75, el entonces gobernador de La Rioja y miembros
del ejecutivo nacional pugnaban por lograr la reforma de la Constitucin que posibilitara la reeleccin
presidencial. Diario La Gaceta, 06-01-1975. Tucumn.
222
organizaciones armadas que impulsaban la revolucin social, y por otro el
terrorismo de estado de la Triple A5, ponan en evidencia la incapacidad del poder
poltico de manejar la crtica situacin. Este paisaje se tornaba ms complejo por
la profunda crisis econmica y los conflictos laborales; todo ello coadyuv a la
creencia generalizada de que la salida militar era la nica alternativa.
Instalado el proceso militar en el poder implement un rgimen de
acumulacin que aparecer con toda violencia en el denominado "Proceso de
Reorganizacin Nacional," a partir de este modelo aperturista de acumulacin se
producir una fuerte concentracin del capital en los sectores dominantes y en los
grandes grupos empresarios; se otorgar ms valor al capital financiero por
encima del capital productivo; tambin se producir una acumulacin geomtrica
de la deuda externa que convertir a la dependencia financiera en el principal
nexo de subordinacin. Se producir la reestructuracin del mercado interno
orientado a las demandas del consumo suntuario y la disminucin del poder
adquisitivo de los sectores asalariados. En realidad este modelo ya haba
aparecido con el "rodrigazo" en el gobierno peronista anterior (Agostino et al.,
1995).
El decenio del 70 ser para nuestro pas cruento y dificultoso dado que la
vida cotidiana de miles de personas va a estar marcada por la pesada carga de la
dictadura. Las organizaciones armadas van a sufrir las consecuencias directas de
la legalizacin de la represin instrumentada por la dictadura instaurada a partir de
1976.
Asimismo, la estrategia que se planific e implement desde Tucumn por
el poder se orient a aniquilar a importantes sectores de la poblacin a travs de
la prctica constante de las desapariciones, de las torturas, de las violaciones, de
los asesinatos, de los secuestros de nios/as y de la desintegracin familiar. En
realidad, Tucumn fue el laboratorio del terrorismo de Estado con la instalacin de
los primeros centros clandestinos de detencin desde 1975. Fue tambin una de
las provincias donde la represin cal ms hondo tanto en su profundidad y
extensin (1 desaparecido cada 1000 habitantes) como en la conformacin de una
223
memoria que legitim la existencia y la necesidad de una guerra sucia como lo va
a demostrar el surgimiento del bussismo6 como fuerza poltica (Schwartz, 2004).
Lo ocurrido en Tucumn se fue extendiendo a todo el pas. En este caso
vamos a focalizar en este proceso de expansin de la violencia, y las agresiones
ejercidas hacia las mujeres en espacios concentracionarios en Baha Blanca, en el
centro sur de la Argentina.
Pero la fuerza de sus componentes no fue abatida. Prueba de ello son estas
112 mujeres hoy maduras, casi todas nacidas entre el 45 y el 55, que en un
momento de sus vidas jvenes fueron prisioneras polticas, sometidas a
torturas y vejmenes en distintas crceles y centros clandestinos del pas, y
coincidieron en la crcel de Villa Devoto por decisin planificada del poder
poltico-militar, que las concentr all para exhibirlas como en una vidriera ante
los organismos internacionales (Izaguirre, 2006:17).
6Expresin poltica partidaria cuyo nombre deriva de Domingo Bussi, conocido genocida que actu en la
Provincia de Tucumn. En la etapa de recuperacin democrtica fue elegido gobernador.
224
de Marta Vasallo en la cual las autoras de los distintos captulos describen y
analizan las caractersticas especficas de la violencia sexual ejercida sobre las
mujeres. Se trata de una edicin de CLADEM, (Comit de Amrica Latina y el
Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres) es una red feminista que
trabaja para contribuir a la vigencia de los derechos de las mujeres en
Latinoamrica y el Caribe e INSGENAR, (Instituto de Genero, Derecho y
Desarrollo) es una asociacin con sede en la ciudad de Rosario, Argentina, que se
especializa en la defensa y promocin de los derechos humanos de las mujeres y
las nias. En este caso no se trata de una obra testimonial sino de una
investigacin que tuvo entre sus principales objetivos hacer visible la sistemtica
violencia sexual que sufrieron las vctimas, en especial las mujeres.
Las autoras del trabajo sobre las grietas del silencio pudieron realizar sus
investigaciones sobre las causas abiertas en el ao 2005 sobre los Centros
Clandestinos de detencin en Argentina (Rosario en este caso) debido que en
esta ciudad como pasa en Baha Blanca, donde trabajamos- las causas son
llevadas a cabo por jvenes abogadas y abogados muy comprometidos con los
derechos humanos y la justicia, acompaados por la organizacin H.I.J.O.S: ( ) y
la CLADEM y el INSGENAR pudieron trabajar en forma conjunta a partir de un
pedido en el que actuaran como amicus curiae. En esta situacin de observadores
de los juicios pudieron ver las dificultades que tena el aparato judicial para probar
la violacin, para incluir este tema en las causas exigan ms pruebas que para la
tortura, es as que decidieron entrevistar a las vctimas de violencia sexual y
analizar los escollos puestos por los jueces, revisar la legislacin y la
jurisprudencia nacional e internacional.
Otra obra central para la temtica que estamos trabajando es: Gnero y
Poder. Violencias de gnero en contextos de represin poltica y conflictos
armados, compilado por Mara Sonderguer y publicado por la Universidad
Nacional de Quilmes (2012). Esta publicacin incorpora de manera sistemtica la
perspectiva de gnero para realizar el estudio de las violaciones de los derechos
humanos en conflictos armados y contextos de represin poltica. La inclusin del
gnero como variable de anlisis complejiza el debate sobre la temtica, ya que
225
recin a partir del ao 1998 el Estatuto de la Corte Penal Internacional tipific a la
violencia sexual como delito de lesa humanidad, adems reconoci a la violencia
ejercida contra las mujeres, en contextos de guerra y represin. El libro aborda la
experiencia de violencia y represin en la Argentina, en especial despus de la
reapertura de los juicios despus del 2003, y la inclusin del enfoque de gnero.
Ejemplo de esta problemtica es un caso juzgado en el Tribunal Oral de Mar del
Plata. La sentencia seleccionada incluye el sometimiento sexual de las detenidas,
de esa manera se deja de lado la idea de que el delito sexual es una instancia
privada. Este tipo de trabajos constituyen un cambio en la jurisprudencia y
reconocimiento de la violencia de gnero y sexual como delito de lesa humanidad
y autnomo de otros delitos.7 En suma, encontramos textos que sealan y bucean
en la comprensin del impacto diferencial de la violencia represiva sobre varones y
mujeres y lo analizan en el marco de los avances de la jurisprudencia internacional
e interamericana sobre el tema.
Recientemente conocimos la publicacin del libro Putas y Guerrilleras de
Miriam Lewin y Olga Wornat, quienes seleccionaron el ttulo recordando la forma
en que las llamaban los represores a las secuestradas. Las autoras nos dicen que
las que sobrevivan al horror fueron estigmatizadas como traidoras, se habran
salvado porque tuvieron relaciones sexuales con sus captores. Este tipo de
trabajos nos estn sealando que los crmenes sexuales de la dictadura son an
casi una caja negra que encierra las caractersticas del funcionamiento del
sistema de los lugares de detencin y concentracin en la Argentina. Durante los
primeros aos de la democracia y los juicios de la CONADEP8, se saba de las
violaciones pero pocas se atrevieron a contarlo, recin hoy empiezan a ser
juzgados en algunos lugares. En este caso el libro transita por zonas oscuras que
seguramente van a generar tensiones e impugnaciones, dado que describe
7 Recordemos que los delitos de orden privado solo pueden ser denunciados por las vctimas y no por otras
personas, y como en general las vctimas han sido reticentes a dar este tipo de testimonios la problemtica
conduca a una especie de callejn sin salida del que actualmente se est tratando de salir con nuevos
lineamientos jurdicos, dejando de lado de que se trata de Delitos contra el honor.
8 CONADEP: Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas fue una comisin asesora creada por
226
situaciones muy complejas, en especial de aquellas que despus de la dominacin
y el sometimiento llegaron incluso a casarse con sus captores. Las autoras
puntualizan en la devastacin de la subjetividad de las mujeres y en la inexistencia
de la posibilidad de consentimiento en estos contextos concentracionarios.
En el caso de Baha Blanca, si bien los juicios se desarrollan en la
Universidad del Sur9, no se han publicado an trabajos de investigacin que den
cuenta de la particularidad de esta instancia de bsqueda de justicia, que ha sido y
es muy importante. En la actualidad (2014) se estn juzgando los crmenes de la
Armada. Hasta el presente el libro ms importante es La Escuelita. Relatos
Testimoniales de Alicia Partnoy, se trata de relatos bellamente escritos por una
militante detenida en el principal centro de tortura de la zona, La Escuelita
ubicado en el V Cuerpo de Ejrcito. La autora es escritora, doctora en filosofa y
letras y docente en la Universidad Loyola Marymount de Los Angeles, lugar donde
se exili. Alicia Partnoy testimoni primero en los juicios de la CONADEP, sus
declaraciones son consideradas un documento fundamental sobre los campos de
concentracin del sur de Argentina y muy especialmente de los existentes en la
zona de Baha Blanca; luego volvi a testimoniar en 2012 en los juicios al V
Cuerpo de Ejrcito.
En el caso de Chile hemos encontramos que en la actualidad existe una
agrupacin de militancia y estudio denominada Colectiva Mujeres por la Memoria
de Chile. Presas ayer historia hoy, de la que encontramos algunos trabajos en
los dos tomos de la obra: Tres feministas materialistas; las feministas
materialistas a las que se refiere el ttulo son las francesas: Colette Guillaumin,
Nicole-Claude Mathieu y la italiana Paola Tabet. La obra fue realizada con la co-
direccin de Marie-Claire Caloz-Tschopp de Suiza y Teresa Veloso Bermejo de
Chile, y trata de articular los trabajos europeos con los realizados en suelo chileno.
El Volumen I se titula: Exilio, Apropiacin, Violencia. El segundo volumen se
denomina: Racismo/Sexismo/Naturalizacin, Consentimiento. Ambos tomos
compilan ensayos de las citadas pensadoras feministas y trabajos realizados por
investigadoras chilenas o sobre temticas que dan cuenta de problemticas de
9 Se conform una comisin y grupo de trabajo que est haciendo un trabajo arqueolgico en el rea.
227
Chile, especialmente sobre los movimientos estudiantiles de los ltimos aos y las
mujeres en la dictadura.
De la diversidad conceptual utilizada con densidad terica y explicativa por
las autoras nos interes ahondar en el concepto de sexaje, desarrollado
especialmente por Colette Guillaumin. Este concepto nos resulta iluminador para
aprehender los procesos sociales que abordamos, ya que, da cuenta de la
apropiacin constitutiva de las mujeres, para la cual se articula el modo de
produccin esclavista con el capitalismo. Este anlisis supera a la ptica feminista
que funda la opresin de las mujeres en la familia conyugal, con esta mirada
tambin podemos examinar las mltiples opresiones que sufren las mujeres en la
familia y en otras instituciones.10 El sexaje se hace visible a travs de la violencia
que se ejerce para domesticar a las mujeres, en la apropiacin de sus cuerpos, en
la violacin y abuso sexual, tanto en el mbito familiar, como en su uso como arma
de guerra y como demostracin de poder y propiedad de los varones.
10 Para las autoras el sexaje se ve claramente en: el mercado de trabajo, el confinamiento en el espacio,
la demostracin de fuerza, la obligacin sexual y el arsenal jurdico que sostiene estas prcticas.
Sostienen que en el siglo XXI se siguen manteniendo relaciones de tipo esclavistas cuando se trata de
las mujeres, ya sean esposas, viudas, abuelas, monjas, solteras se la obliga -sin salario y sin
restricciones horarias- el cuidado corporal y afectivo de otros seres humanos.
228
discursos de la comunidad cientfica. Adems est relacionado con el resto de
la sociedad. Por consiguiente, ciencia es un trmino de mucho mayor
alcance que conocimiento cientfico. El conocimiento cientfico, entonces,
forma parte de la ciencia. Pero la ciencia es ms abarcativa, pues comprende
tambin las investigaciones gubernamentales y privadas que invierten en
investigacin cientfico-tecnolgica, las universidades e institutos de
investigacin, las editoriales de temas cientficos y, por supuesto, la
comunidad cientfica, que est constituida por investigadores, editores,
periodistas especializados, divulgadores cientficos, docentes, alumnos,
tcnicos, metodlogos y espistemlogos (2010:19-20).
229
As, el conocimiento que se erige como principal logro humano y como visin
universal y objetiva del mundo, expresa el punto de vista que las feministas
llamamos "androcntrico": el del varn adulto, blanco, propietario, capaz. Las
propias instituciones que estos varones crean, legitiman y justifican la falta de
condiciones indispensables del resto de los sujetos para participar en ellas:
nos niegan racionalidad, capacidad lgica, abstraccin, universalizacin,
objetividad, y nos atribuyen condiciones a las que les restan cualquier valor
epistmico: subjetividad, sensibilidad, singularidad, narratividad (2007:63).
230
Nuestro trabajo es apenas un inicio de una investigacin, por ahora
identificamos situaciones que puntualizamos para analizar con los elementos que
disponemos hasta el momento, sabemos que nos queda mucho para seguir
trabajando. En primer lugar armar una estrategia para entrevistar a las vctimas en
particular, para ello tenemos que saber quines estaran dispuestas a hacerlo, ya
vimos que muchas no quieren hablar de esta situacin, por lo tanto tendremos que
evaluar cmo sigue adelante este trabajo, sin dudas se trata de un proyecto de
investigacin absolutamente flexible que se ir diseando de acuerdo a la
participacin y decisin de distinto/as actore/as que han protagonizados los
hechos que analizamos.
231
pero no somos parte de ellos en sentido estricto, vamos a las audiencias,
tomamos notas y no hacemos mucho ms. Segn Rosana Guber:
11 El concepto de reflexividad nos parece fundamental ya que da cuenta del papel del investigador/a en el
proceso que estudia. Harold Garfinkel, fundador de la etnometodologa, defini el concepto. Segn Guber,
desde 1980 la literatura antropolgica ha tomado el concepto de reflexibilidad como equivalente a la
conciencia del investigador /a sobre la persona y los condicionamientos sociales y polticos. Para Martyn
Hammersley y Paul Atkinson la reflexividad supone superar al positivismo y al naturalismo.
232
subalternas y la memoria colectiva. En primer trmino cita a Pierre Nora (2004:14)
recordando sus afirmaciones en cuanto a que, lo que queda del pasado es la
vivencia de los grupos, o lo que los grupos hacen con el pasado. Luego nos da
una serie de caractersticas de la memoria social de gran importancia:
Aquello callado por una generacin, los padres por ejemplo, puede encontrar
otros canales de transmisin generacional. Cuando no hay palabras o relatos,
historias o cuentos que la familia privilegia, puede haber otras formas de
transmisin de experiencias pasadas inhibidas, silenciadas o guardadas como
secreto. Lo que no se dice, lo silenciado, no es solo un intervalo en la
comunicacin lingstica; en un fenmeno que tiene figuras cargadas de
sentido y emociones. Sus significaciones y contextos van ms all de las
233
palabras, y cada situacin humana los pondrn en evidencia y les darn
sentido.
234
Nuevamente las mujeres tuvieron un problema adicional: la menstruacin,
para lo cual no disponan de paos higinicos. Sin embargo, es interesante
anotar que muchas mujeres tuvieron amenorrea durante todo el tiempo que
estuvieron detenidas o buena parte de l; podra ser por la mala alimentacin
o por el stress, pero es posible hipotetizar que el cuerpo de muchas mujeres
sometidas a violaciones y violencia sexual, "decidi" suspender el
funcionamiento hormonal general, incluyendo la ovulacin, as fue declarado
por la testigo vctima Alicia Partnoy quien manifest: Siempre nos decan
porque nosotras no tenamos nuestro perodo y a m me parece que es una
situacin que se llama amenorrea de guerra que se da con las mujeres
durante el holocausto durante las guerras y entonces nos decan que antes
de trasladarnos a la crcel nos iban a dar una inyeccin para regularizar
nuestro perodo.
Tambin recuerdan las mujeres que se las obligaba a hacer sus necesidades en
pblico ante la burla de los secuestradores, todo serva para torturar y desbastar
a las personas. La revisin del plus de violencia que sufrieron las mujeres dio lugar
a la creacin de una escultura que seala a este Centro Clandestino de Detencin
(CCD).
235
En nuestra observacin de las audiencias escuchamos en varias oportunidades
que las mujeres en sus declaraciones reconocan que la violacin era una prctica
corriente pero aclararon que no iban a hablar del tema, ante esta decisin no se
les volva a preguntar sobre el tema. Otras dieron datos sobre esta situacin y
anotamos algunos fragmentos de estos recuerdos del horror:
Existen varios factores que contribuyen al mutismo casi absoluto que tiene
las vctimas para denunciar este delito, por un lado los sentimientos de culpa,
humillacin y vergenza son dominantes y generan que las vctimas silencien
y oculten estos hechos tan graves de vulneracin de sus derechos humanos,
como si hubieran alguna responsabilidad de esos delitos perpetrados por los
represores. Por otra parte, este silencio tiene otro factor que lo nutre y radica
en las responsabilidades del Estado de investigar y juzgar la violencia sexual.
La indiferencia en la investigacin de la violencia sexual por su magnitud,
crueldad y consecuencias, tiene un efecto directo que es la impunidad.
Obligar a la desnudez forzada en pblico implica quitar referencias bsicas
culturales a una persona, y constituye violencia contra su privacidad sexual.
Si esto se produce frente a un represor, un carcelero, y adems genera
burlas, el efecto se multiplica. As lo han entendido los tribunales
internacionales y tambin algunos nacionales. La gran mayora de las
vctimas que pasaron por los CCD fueron desnudadas, la picana se le aplic
en sus genitales.
236
Federal de Baha Blanca el pedido de que se impute por esos delitos a los
represores que actuaron en los centros clandestinos de detencin que
correspondieron al V Cuerpo del Ejrcito, pero el juez federal Santiago Martnez
rechaz al requerimiento, considera que: El plexo probatorio no resulta suficiente
para atribuir a ninguno de los setenta imputados la consumacin de las conductas
endilgadas, segn refiere el fiscal Jos Nebbia.
237
realidad se trataba de un nombre falso. Pasado un tiempo ella descubri que
haba tenida una hija con un reconocido torturador y genocida al que nunca ms
vio hasta su detencin.
Alicia Partnoy en su libro describe una situacin en la que podemos ver
estos desvelos por conocer y contralar con la tortura a los pensamientos y la
subjetividad de las mujeres, en este caso torturando al marido de la escritora del
poema que resultaba incomprensible para el torturador. Veamos el poema:
Conclusiones
La dcada del 70 es un espacio de disputa en el que los debates no estn
cerrados. Uno de ellos, sin duda, es el referido, la violencia ejercida sobre los
cuerpos de las mujeres y su relacin con el poder desde la mirada del gnero.
238
Esto es posible de ser explorado en mayor profundidad pues muchas de sus
protagonistas pueden narrarlo y as se podr recuperar y comunicar su historia, su
vida, su pensamiento recurriendo a su memoria.
En el caso especfico que analizamos vemos que una mirada con
perspectiva de gnero de las condiciones de detencin nos permite ver las
particularidades de la violencia ejercida contra varones y mujeres y la
especificidad de la violencia ejercida contra las mujeres que tratamos de visibilizar
y analizar. Las mujeres detenidas encarnaban un tipo de mujer que no era el ideal
de la dictadura, por eso haba que castigarlas y era un mensaje para otras
mujeres.
Referencias Bibliogrficas
Agostino, Hilda N. et al., 1995, Aportes para el estudio de la Historia econmica y
social contempornea. II, Buenos Aires, Floppy.
Daz, Esther, 2010, Metodologa de las ciencias sociales, Buenos Aires, Biblos.
Lewin, Miriam y Olga Wornat, 2014, Putas y guerrilleras, crmenes sexuales en los
centros clandestinos de detencin, Buenos Aires, Planeta.
239
Maffia, Diana, 2007, Epistemologa feminista: La subversin semitica de las
mujeres en la ciencia, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Vol.12, Nm.
28, pp. 63-98.
Recuperado de:
http://www.scielo.org.ve/scielo.php
240
LA VIOLENCIA DEL GNERO EN LA LEY PENAL
Introduccin
El presente ensayo tiene como propsito invitar a reflexionar sobre algunas de las
estrategias polticas feministas que estn dirigidas a combatir la violencia de
gnero y que han derivado en cambios legislativos penales, pero sin advertir que,
a pesar de las reformas alcanzadas, pervive en la ley una ideologa de gnero que
contina re-produciendo representaciones de inferioridad y sujecin de las
mujeres, las cuales, se ha dicho, juegan un papel primordial en la legitimacin,
sostenimiento y existencia de la violencia en contra de las mujeres. De ah que se
proponga pensar ms all de la violencia de gnero y se sugiera indagar la
violencia del gnero en el discurso de la ley.
Para ello se analiza el discurso punitivo como parte de una tecnologa de
gnero mediante la cual se interpelan determinadas prcticas tanto de los
hombres como a las mujeres. As se puede advertir cmo en el discurso de la ley
se invoca tanto lo prohibido y/o abyecto como lo permitido e/o ideal; un no ser/no
hacer, pero tambin un ser/hacer, todo esto vinculado con un tipo ideal de Hombre
y Mujer.
Finalmente, a travs del anlisis discursivo del tipo penal federal de abuso
sexual y su contraste con sus antecesores, se sugiere que ms que subvertir la
ideologa de gnero que contiene la ley, paradjicamente se le contina
reproduciendo.
241
Esta elaboracin conceptual tiene como intencin fundamental la de poner
de relieve que la violencia en contra de las mujeres no es un suceso aislado, una
situacin que tiene su origen en el marco de relaciones interpersonales o una
problemtica que concierne al mbito de lo familiar, de lo domstico, de las
relaciones de pareja o de las relaciones afectivas y sexuales, tampoco como
producto de la agresividad innata de los hombres, ni resultado de situaciones
atribuibles a la biologa de las mujeres.
Poner nfasis en el concepto violencia de gnero permite vislumbrar que tal
violencia que se expresa de mltiples formas tiene su raz en una estructura social
en la que las mujeres --tomando en cuenta las diferencias entre ellas-- han
(hemos) sido oprimidas en diversos grados por ser consideradas inferiores con
respecto de los hombres.
As, la violencia en contra de las mujeres es considerada la expresin ms
frecuente de la violencia de gnero. Deca Marcela Lagarde (2004:116-117) en su
ponencia presentada en la primera reunin regional de la Internacional Socialista
de mujeres en Amrica Latina y el Caribe: desde una perspectiva feminista
colocamos la violencia de gnero como un problema poltico para el mundo.
Plantear de esta manera la situacin de violencia a la que nos enfrentamos las
mujeres permite entender que la expresin de violencia de gnero se refiere
tambin a su carcter instrumental, es decir, su fin es el de colocar y mantener a
las mujeres en desventaja y desigualdad en el mundo y en las relaciones con los
hombres; permite excluir a las mujeres del acceso a bienes, recursos y
oportunidades; contribuye a desvalorizar, denigrar y amedrentar a las mujeres; y
reproduce el dominio patriarcal.
Apuntalar la violencia en contra de las mujeres como la forma ejemplar de
la violencia de gnero signific reflexionar y problematizar las relaciones
estructurales entre los sexos. Poner en evidencia que, ms que el resultado de
una situacin de desigualdad basada en la naturaleza de los cuerpos y
capacidades de las mujeres y de los hombres, se trata de una relacin de poder
en la que las mujeres hemos sido devaluadas frente al valor de supremaca
adjudicado a los hombres en menor o mayor medida durante la historia.
242
El gnero no implica una propiedad de los cuerpos o algo que preexiste en
los seres humanos sino, como expone Teresa de Lauretis (2000:35) retomando a
Foucault, se tratara de un conjunto de efectos producidos en los cuerpos,
comportamientos y relaciones sociales. En ese sentido, el gnero tiene ms
relacin con su constante construccin social que con el pretendido fundamento
de las diferencias sexuales.
Si esta relacin de poder desigual que subyuga a las mujeres es el gnero,
entonces no es el mismo gnero el que se constituye como basamento de la
opresin de las mujeres? No es el gnero el que sujeta tambin a los hombres a
una posicin de superioridad? Sera viable subvertir la idea de la violencia de
gnero y trasladarla en la del gnero como violencia?
La propuesta terica de tecnologa de gnero de De Lauretis propone
analizar al gnero ya no a partir de una diferencia entre los cuerpos sino de sus
significaciones sociales y el papel de las tecnologas polticas del cuerpo (como
las llamaba Foucault) en la re-produccin de ciertas prcticas y sus modos de
racionalizacin que diferenciaran a los seres humanos en dos clases,
produciendo y reproduciendo de esta manera al gnero.
Se trata en concreto de la solicitud o, ms bien, de la interpelacin de
prcticas, conductas, representaciones y autorepresentaciones que la tecnologa
del gnero hara a los sujetos. Esta forma de plantear la posibilidad de la
construccin de sujetos de gnero a partir de las representaciones que hacen los
sujetos de s mismos y de las representaciones que hacen los diversos discursos,
instituciones o aparatos de Estado, siguiendo la lnea de Louis Althusser (2005),
da paso a cuestionar qu tipo representaciones de gnero interpelan los diversos
discursos que transitan en la sociedad desde los discursos en la literatura, en los
medios de comunicacin, en la ley penal y en el propio feminismo o en un sector
de ste. Qu tipo de sujetos pretende generar el discurso de la ley penal? Qu
representaciones de las mujeres existen en el discurso punitivo, en especfico en
los delitos que se han instaurado con el propsito de proteger a las mismas?
Si se acepta la premisa de que el gnero en nuestro tiempo y en nuestro
contexto sigue ubicando a las mujeres en una relacin de inferioridad con respecto
243
a los hombres al seguir solicitando a ellas unas prcticas y conductas dirigidas a
mantener la supremaca de ellos, podra plantearse que la opresin de gnero,
ms que mermar, ha mutado a partir de ciertas exigencias y reclamos feministas?
Lo que quiero proponer es que la ley penal como discurso punitivo del
Estado entraa cierta representacin de la Mujer y del Hombre o, dicho de otra
forma, una ideologa de gnero, y que dichas representaciones continan
ubicando a las mujeres en el mismo lugar de inferioridad o de sujecin, aun
cuando los discursos jurdicos penales se hayan modificado a consecuencia de
reclamos feministas que han pretendido utilizarlos de manera tuitiva con el fin de
eliminar la discriminacin que sufren las mujeres, ya sea en el propio texto legal o
en la vida real. Conforme a lo anterior, a pesar de esos cambios, se estara
otorgando a la ley penal cierta legitimidad en su uso como instrumento de
eliminacin o disuasin (?) de la violencia contra las mujeres, llevada sta a su
anlisis estructural que devendra en violencia de gnero, sin querer advertir que
en la misma ley penal se (re)produce el gnero con lo cual se estara de manera
paralela reproduciendo violencia.
Estaramos siendo cmplices del Estado sexista y masculino al encasillar
los deseos, sexualidades y cuerpos a una forma maniquea y dualista de visualizar
el mundo? Y, adems, creando controles punitivos que en lugar de liberar o de
convocar expresiones menos opresivas del gnero las (re)producen reforzando su
carcter dominante y opresivo?
Ms all de entrar a la crtica del sistema de (in)justicia penal y su funcin
en relacin con el neoliberalismo, que ha seducido a cierto feminismo, me interesa
apuntalar, en la lnea de De Lauretis (2000), que se puede tratar de una
complicidad --no consciente?-- de algunos feminismos con la ideologa de gnero
y de esa manera con la heteronormatividad, el clasismo; el racismo; una forma
conservadora de la moral y la prctica sexual. Por esto, me gustara plantear la
necesidad de (re)tomar consciencia sobre nuestra relacin con las instituciones,
las prctica polticas (reivindicatorias y tuitivas), la manera en que stas se han
llevado al discurso de la ley penal como una forma punitiva de regulacin del sexo,
el gnero y el deseo.
244
Biopoltica, regulacin de la sexualidad y los crculos del gnero en la ley
penal
El anlisis de la produccin de gnero en los discursos jurdicos penales parte de
desentraar sus racionalizaciones, pero tambin las interpelaciones del discurso a
determinadas prcticas de gnero, por las que se plantea, en nuestro contexto, la
prohibicin y, dentro de sta, la benevolencia de ciertas conductas, sus
antecedentes e implicaciones en la produccin de representaciones discursivas
del Hombre-vctima-delincuente y de la Mujer-vctima-delincuente.
La apuesta es ubicar en el discurso de la ley los rasgos de la matriz de
inteligibilidad a la que se refiere Judith Butler (2007), esas normas que establecen
relaciones coherentes y continuas entre sexo, gnero, prctica sexual y deseo. La
ley penal impone castigos, los cuales estn vinculados a las formas negativas del
ser, a lo inaudito o lo inaceptable, que constituyen la funcin represiva,
sancionadora y punitiva del Estado, sin embargo, existe otra funcin del discurso
de la ley penal que se manifiesta en lo no dicho o por lo menos no de manera
explcita, que consiste en su funcin (re)productora de gnero en consonancia con
la matriz de inteligibilidad.
En la ley penal se describen las conductas y formas de ser consideradas
aberrantes. De ah que su opuesto, lo que debe ser, por ejemplo la idea o el
prototipo de la Mujer y el Hombre, no aparezca textualmente aunque, sin embargo,
siempre una y otro sean interpelados. De esta manera se puede advertir que en la
ley penal se encuentran lo que denomino coordenadas de subjetivacin de gnero
que se refieren a una gradacin discursiva de formas de ser: entre ms alejado se
encuentre el sujeto discursivo de las categoras Hombre y Mujer, ms proximidad
tendr con lo anormal; a su vez, entre ms cercano se encuentre el sujeto de
dichas categoras, mayor ser su cercana con lo normal. As, el discurso de la
ley se constituye como una tecnologa de gnero.
De manera simblica se encuentra descrita una serie de grados en los que se
precisa o tienen la intencin de definir a los individuos. A travs del estudio de
diversos tipos penales en Mxico (aborto, violacin, incesto) se puede desvelar el
245
poder (re)productor de ley penal. El ejemplo que abordar ahora es el delito de
abuso sexual.
El antecedente legislativo del delito de abuso sexual data de 1871, primer
cdigo penal en Mxico independiente. En este cdigo estaba definido como
atentado al pudor. Se trata de todo acto impdico que pueda ofenderlo pero sin
cpula carnal y sin consentimiento de la vctima.
En el siglo XX este delito prescrito ya no como un acto impdico que ofenda
al pudor, sino como un acto ertico sexual sin llegar a la cpula que se comete
aun con consentimiento de la vctima cuando se trata de impber. Mientras en
1871 se prescriba prisin slo cuando haba violencia fsica o moral, en 1929 ya
se consideraba, por definicin, a la impber como una persona sin capacidad de
decidir y, por lo tanto, haba delito violento aun con consentimiento de la vctima
(1929:851). Qu sucedi para que se llevara a cabo tal viraje en la concepcin
del sujeto y su relacin con la capacidad de consentir sexualmente, la cual est
vigente?
Dice Foucault en su texto Los anormales (2000) que los discursos jurdicos
y mdicos se entrelazaron en la consolidacin de una nueva verdad del sujeto
delincuente/anormal. En Mxico, a diferencia del cdigo penal del siglo XIX, en el
de 1929 se nota claramente la influencia del discurso mdico:
246
En 1871, desde la proteccin declarada del orden de las familias, la moral pblica
o las buenas costumbres, hasta la proteccin de la libertad sexual en 1929. De
qu manera la libertad sexual sustituy al orden de las familias?
Como se advierte ya en el siglo XX, con la impronta del discurso cientfico en
Mxico, era imposible seguir sosteniendo la definicin de pudor dada en el cdigo
de 1871 como un bien jurdico tutelado, de ah que los positivistas se encargaran
de insertar un nuevo lenguaje en la descripcin del tipo penal pasando de la
definicin de atentado contra el pudor, como todo acto impdico que pueda
ofenderlo, al de atentado al pudor como todo acto ertico sexual.
Esta transformacin discursiva con pretensiones cientficas se trat tan slo
de eso o signific un viraje en la ideologa de gnero, en la representacin de la
Mujer () y, por ende, en los valores y cualidades adjudicadas ella? Me refiero slo
a esta categora (Mujer) ya que, como se ver, el delito de abuso sexual es una
descripcin tpica que est construida para proteger a mujeres, nios y nias. Sin
duda, no hubo un cambio de importancia en la ideologa de gnero durante los 58
aos que separan a cada cdigo penal. Sobre esto, Julia Tun (2008:54)
considera que los temas que ataen a las mentalidades, los imaginarios y los
cuerpos, marchan a ritmos morosos de larga duracin.
Si seguimos los anlisis de Michel Foucault (2000), se puede afirmar que el
cambio de discurso obedece a la puesta en marcha del biopoder, esta biopoltica
tendra como primeros objetivos de control: los nacimientos, la tasa de
reproduccin y fecundidad de una poblacin, natalidad, mortalidad y longevidad en
conexin con una masa de problemas econmicos y polticos. En general, la
nueva discursiva de la ley en la regulacin sexual apuntara ms al control y
vigilancia de la poblacin y su sexualidad enmarcada en el contexto del sistema
econmico capitalista, que a la conservacin del pudor, la moral pblica o las
buenas costumbres. La familia hegemnica y su reproduccin seran los objetivos
que esta ley tendera a perpetuar.
En cuanto al pudor como valor adjudicado a lo femenino, aquel encuentra su
origen en el comportamiento sexual de las mujeres, de ellas se esperaba una
conducta recatada. Mantener el decoro de quien tiene la capacidad reproductora
247
de la especie, as como el mantenimiento de la estirpe. As, Ramos (2008:95)
afirm que la regulacin del cuerpo de la mujer, en cuanto que capaz de producir
otro cuerpo, es objeto de una legislacin cuidadosa, especfica del sexo
femenino. Como lo demuestra Ramos esta afirmacin tiene sustento de manera
evidente en las normas civiles de Mxico pero, adems, dichas pautas se
encuentran relacionadas directamente con muchos preceptos penales que
pretenden regular la sexualidad, especialmente la de las mujeres. Otro aspecto
que hay que tomar en cuenta es que no se consideraba del todo como un acto
impdico aquel que se cometa contra una mujer licenciosa, indecente o
deshonesta. Las prostitutas no tenan derecho a reclamar nada para el sostn
de sus hijos, y la seduccin, violacin o agravio de una mujer vil no mereca
ningn castigo a menos que hubiera habido violencia fsica (Arrom, 1988:82). Por
el contrario, el comportamiento de los hombres no estaba sujeto a esos criterios
de regulacin sexual, su reputacin se encontraba generalmente desligada de su
comportamiento sexual para, por ejemplo, poder actuar como testigo u ocupar un
cargo pblico (loc. cit.).
El abuso sexual, como se le llama ahora, era visto en 1871 como un acto
impdico con una persona pber o impbersin el consentimiento de sta y sin
cpula pero, como se puede advertir, el bien jurdico tutelado que subyace era la
pureza de las mujeres jvenes y solteras, es decir, la pertenencia de tales
personas al mbito de la familia y disponibles para el casamiento, esa condicin
nbil que slo poda modificarse especficamente con el matrimonio. La falta de
consentimiento se produce con la sola declaracin de la vctima aunque sin el
empleo de la fuerza fsica o moral, por lo que pareciera que una relacin sexual
sin cpula es considerada anormal, pues la violencia fsica o moral opera aqu
como una especie de agravante para efectos de aumentar la pena pero no es
caracterstica constitutiva del tipo penal.
Ahora bien, de un delito en el que se configura bajo la condicin de que el
acto sea cometido contra la voluntad de la vctima, independientemente de su
edad, a partir de 1929 esa condicin slo funciona para personas pberes pues
quienes no lo fueran de por s no pueden tener acercamientos y tocamientos
248
sexuales voluntarios sino que todos ellos seran realizados, por definicin, en
contra de su voluntad. La edad sexual se sujeta a un acontecimiento biolgico por
decreto del Cdigo Penal.
La contradiccin que surge es evidente. El Estado es quien habla por la
vctima, se apodera de su voz y le arranca toda capacidad de decisin, lo cual deja
en duda el fundamento bajo el cual el Estado se arroga la potestad de ejercer su
poder regulador de castigo que es la libertad sexual. As, en un caso que podra
parecer extremo, qu sucedera cuando el sujeto activo del delito sea tambin
impber, es decir, un/una menor de 15 aos, segn el delito vigente? De acuerdo
con la Ley de Justicia para Adolescentes, el o la menor que haya abusado
sexualmente de otra u otro, podr ser sujeto de proceso penal siempre y cuando
no tenga menos de 12 aos, en cuyo caso, quedara libre de responsabilidad
penal. De esta manera la relacin sexual sin el propsito de llegar a la cpula
entre dos adolescentes menores de 15 aos y mayores de 12, est prohibida y
castigada por la ley a peticin de la parte ofendida o de los padres.
Es evidente que todo acto violento debe ser punible pero el problema surge
de la falta de voluntad de la posible vctima se encuentra plenamente acreditada
por la ley y no por ella misma. Cmo probar la falta de voluntad en una relacin
sin violencia fsica o moral? El legislador se encarga de aportar la prueba: que sea
impber (ahora son 15 aos), pero si no lo es, las cosas entraran al terreno de la
contradiccin en la cual slo hara falta la simple declaracin de la vctima o, para
evitar la imputabilidad, el casamiento, lo cual funcionaba hasta el cdigo de 1929.
Existe aqu el postulado de que el deseo sexual no puede corresponder a una
persona impber que, en cuanto a las mujeres, arranca a partir de la
menstruacin. En otras palabras no se es Mujer sino hasta que se tiene capacidad
biolgica reproductiva o, de otra manera, no se es una persona con deseos
propios hasta ser Mujer. De esta manera tambin se pone en evidencia la idea
que asimila al sexo con el nico fin de la reproduccin y de ah la importancia de la
alianza matrimonial.
En 1871 el atentado al pudor se produca generalmente en ncleos
sociales bien determinados pues el desarrollo urbano no se haba producido; casi
249
no existan ciudades y los pueblos eran relativamente pequeos donde la mayora
de las personas podan conocerse. El contenido bsico del tipo penal sin su
consentimiento (de la vctima) pero sin violencia fsica o moral (del victimario)
remite el criterio punitivo al campo de la seduccin, pues cualquier relacin de
supeditacin o en la que medie la autoridad se entendera como violencia moral,
pero sta no es el contenido, como ya se ha visto, del tipo penal ni la vctima es la
protegida, sino el pudor, como lo sealaba el nombre del delito en el siglo XIX, es
decir, la regla de la relacin sexual entre personas, impuesta por el Estado, con lo
cual, como ya se mencion un novio o novia impulsivo asumira una conducta
ilcita. El delito est construido contra los hombres que atentan contra el pudor
pues es evidente que no se pensaba en lo absoluto en una mujer como victimaria.
Son evidentes aqu las coordenadas discursivas de subjetivacin de gnero,
gradaciones de actos que impone el texto cuando invoca cierta forma de ser,
actuar o no actuar y que se encuentran anudadas a sanciones especficas.
El Hombre lo es en tanto posee una sexualidad sin recato, engaador,
seductor empleando artimaas, es decir, burlador, conforme a las
representaciones dominantes en las que aparece con la capacidad de someter a
las mujeres a travs del ejercicio de una superioridad ya no slo fsica sino
tambin mental.
En la actualidad el delito de abuso sexual (1931:260) puede ser configurado
en cualquier grupo de personas que no tengan el menor conocimiento mutuo
previo, pero la situacin en 1871 era diferente. El abuso sexual vigente se define
como un acto sexual (tocamientos o manoseos corporales obscenos o los que
representen actos explcitamente sexuales u obliguen a la vctima a
representarlo) sin el propsito de llegar a la cpula y se mantiene la agravante
cuando se hace uso de la violencia. La acreditacin del consentimiento sexual lo
sigue estipulando la ley penal (15 aos). Como se ve, ya no se sujeta a una etapa
biolgica sino a un mandato del legislador. Sin embargo, las caractersticas tpicas
de ambos delitos, atentado al pudor y abuso sexual, poseen elementos
semejantes e, incluso, las mismas agravantes.
250
El atentado al pudor o el abuso sexual representan una conducta de los
hombres, es decir, una forma deshonesta de mantener una relacin con una mujer
sin violencia fsica o moral y sin llegar a la cpula. El delito casi es el mismo con
diferentes nombres aunque las penas, sin agravantes de violencia, han sido
aumentadas: en 1871, de tres a 30 das de arresto (1871:789); en 1929, arresto no
mayor de seis meses (1929:853); en 1931 (1931:260), la pena era de seis meses
a cuatro aos; en la actualidad, la pena es de seis aos a diez aos de prisin y
cuando la vctima es persona menor de 15 aos la pena mxima es de trece aos.
Aqu vemos que existe una escalada histrica de aumento de penas, impulsada
bajo el argumento que de esa manera se protege a la infancia y a la juventud --a
las mujeres jvenesde los ataques sexuales. La proteccin naturalmente no
puede provenir del aumento de penas pero se sostiene que la sancin es
preventiva, es decir, podra pensarse que ahora se previene ms ese delito que en
los ltimos 150 aos.
Como se ve, en pleno siglo XXI se siguen reforzando y (re)produciendo la
misma ideologa de gnero que en el siglo XIX y todava peor, se han hecho
reformas a este delito en aras de proporcionar, como se dijo, mayor proteccin a
las mujeres, nios y nias. Sin embargo, el sustrato de la ley penal sobrevive,
aunque con otro nombre. La ley actual no ha podido escapar de su pasado. De ah
la constante (re) produccin de gnero en la que las mujeres seguimos asimiladas
a los menores de edad y sujetas a la potestad ya sea del hombre o de su Ley,
seguimos, aunque sin quererlo, atrapadas y atrapados en los crculos discursivos
del gnero en la ley penal.
Acaso no se constituye como violencia el propio gnero en el discurso
penal? La representacin de las mujeres como seres dbiles, irremediablemente
vctimas de la seduccin de los hombres e incapaces de tener deseos sexuales
sino slo reproductivos?
Las reglas sexuales sobre el consentimiento de las menores en la ley penal,
segn Couso (2009), tienen como fundamento en Amrica Latina la proteccin del
inters paterno y familiar en la preservacin de la virginidad de las hijas hasta el
matrimonio que entraa valores morales, religiosos y econmicos, los cuales estn
251
relacionados con las lites blancas, pues de dichos valores dependa la posibilidad
de establecer una alianza matrimonial conveniente.
La capacidad de aquiescencia de los y las menores decretada por la ley
penal, en lo que corresponde al delito de abuso sexual, muestra una
inconsistencia si se le analiza desde distintas perspectivas: el de la vctima y el
victimario. En ambas, la anuencia est basada en la valoracin de las habilidades
de los adolescentes (antes llamados pberes) para tomar decisiones por s
mismos y para discurrir como adultos. Las dos perspectivas conducen a
conclusiones legales dismiles acerca de cundo los adolescentes tienen la
disposicin de razonamiento e intencin. En cuanto al victimario, que en este tipo
de delitos generalmente es hombre, la ley lo considera que ha adquirido esa
solvencia a partir de los 12 aos, ya que antes de esta edad ellos quedan
excluidos de responsabilidad penal.
En la doctrina penal se consideran como elementos positivos del delito el
consentimiento, la culpabilidad y la imputabilidad, es decir, para que se configure
una conducta como un delito no deben existir condiciones o circunstancias que
puedan eximir al victimario de su responsabilidad penal. Para que se configure
sta se requiere de la capacidad plena de consentir y de esta manera integrar la
conducta punible, se requiere tener aptitud para responder por las consecuencias
de los actos propios, de ah el principio nullum crimen sine culpa, se trata pues, de
la reprochabilidad del acto.
No ahondar en presupuestos doctrinarios, pues como ya dije, lo que me
interesa resaltar aqu tiene que ver con el reconocimiento legal de la capacidad de
condescender de los menores y la paradoja que ello implica. Los discursos legales
sobre la concesin de los menores se funda en dos argumentos principales, desde
la perspectiva de la vctima, considerando su proteccin y, desde el enfoque del
victimario, el de su castigo. Mientras que para la primera, como ya se dijo, la edad
de otorgar su anuencia sexual esta prescrita a partir de los 15 aos y no antes,
para el segundo, la edad para ser responsable penalmente est estipulada a partir
de los 12.
252
En los ltimos aos se aprecia una disposicin legislativa por elevar la edad
del consentimiento sexual de los y las menores, lo cual ha llevado a prolongar la
infancia de las y los adolescentes y a negarles la capacidad de tomar decisiones
(sexuales) adultas. Esta tendencia que en la letra de la ley penal parece inocua,
en los hechos se traduce ntidamente en regulaciones jerarquizadas de gnero, en
donde principalmente la conducta sexual de las mujeres es controlada por la ley
penal y de manera paralela se construyen representaciones generizadas y
sexualizadas de los sujetos con capacidad de decidir.
Si se acepta la afirmacin de que la ley penal se fundamenta en una
ideologa de gnero asimtrica y de que el discurso jurdico liberal no ayud a
superar la situacin de opresin de las mujeres, se puede llegar a concluir que
la utilizacin de la ley penal para disminuir las desigualdades entre los sexos
debe realizarse de manera crtica. De nada sirve ejecutar la legislacin sexista,
masculina y reproductora de gnero con nuevas propuestas punitivas a travs
de las cuales se pretenda que, al ser institucionalizadas, el Estado las utilice en
beneficio de las mujeres y otros sectores subalternos.
Transitar del concepto de violencia contra las mujeres al de violencia de
gnero, como se mencion en un inicio, fue una estrategia feminista para
descubrir el problema de violencia estructural al que nos enfrentamos las
mujeres. Fue una estrategia para dislocar la idea de la violencia contra las
mujeres como una violencia coyuntural y posicionarla como un problema que
deviene de las condiciones sociales de desigualdad entre los sexos y en las que
las mujeres son devaluadas y oprimidas por el solo hecho de serlo.
No resulta contradictorio utilizar el discurso de la ley penal que reduce los
problemas a situaciones interpersonales y coyunturales de relacin vctima-
victimario? No se convierte en una estrategia contraproducente?
La imposibilidad del discurso penal de representar subjetividades de gnero
mltiples se debe a que ste opera con la necesidad de encasillar identidades
fijas. Si no podemos deshacernos del gnero en el discurso de la ley penal debido
a su propia estructura, podemos pensar en representaciones menos opresivas?
Podra ser una alternativa poltica limitar este discurso en lugar de ampliarlo?
253
Conclusiones
No hubo un cambio radical de importancia en la ideologa de gnero expresada
desde el tipo penal de atentado al pudor en 1871 hasta el actual denominado
abuso sexual. El discurso, evidentemente, no es el mismo, ya que de un lenguaje
abiertamente moralista se transita a uno pretendidamente cientfico, el cual, se
puede considerar, fue producto de la impronta de los saberes cientficos en los
discursos legales.
Puede pensarse que los cambios econmicos, polticos y sociales del Mxico
del Siglo XIX se encuentran relacionados con la necesidad del surgimiento de un
nuevo control de vigilancia de la poblacin y su sexualidad.
El objeto de control de la sexualidad y la reproduccin de gnero en el
discurso de la ley tiende a la conservacin de la familia hegemnica y a su
perpetuacin, poniendo en el centro la sexualidad de las mujeres como sustento
familiar. De ah el fuerte y sistemtico control de las prcticas sexuales de los
individuos, aunque con mayor nfasis las prcticas sexuales de las mujeres pues
stas tienen consecuencias trascendentes en los procesos de reproduccin de la
especie y, por tanto, en la herencia. A los hombres se les adjudica mayor libertad y
autonoma en cuanto a su cuerpo y sexualidad, siempre y cuando sean
coherentes con la normalidad de su sexo.
La reputacin de los hombres no se encuentra ligada siempre a sus deseos y
prcticas sexuales sino ms bien, con mayor nfasis, a sus relaciones de poder
econmico y de clase.
La limitacin que aparece al consentimiento de los/las impberes en 1929
parece tener un estrecho vnculo con la idea que se tena sobre el momento
biolgico de la capacidad reproductiva.
Queda al descubierto que las menores, en tanto vctimas, en su mayora
mujeres, son representadas como carentes de capacidad de autonoma y decisin
sobre su cuerpo y deseos. Por el contrario, cuando se trata de victimarios, en su
mayora hombres, su representacin es de autonoma y de capacidad de decisin
y responsabilidad sobre sus actos.
254
Como se ve, las representaciones de los menores en los delitos sexuales y
en el de abuso sexual en particular, est claramente heterosexualizada y
generizada pues aunque nos sea evidente textualmente, se sabe que la mayora
de los encarcelados por este delito son hombres que atacan a las mujeres.
Ms all de proporcionar una pauta o respuesta sobre cuando es una edad
adecuada para que sean socialmente reconocidos los deseos y decisiones de los
menores sobre su cuerpo y sexualidad, pretendo poner en evidencia la forma en
que la ley penal funciona y opera para reproducir representaciones desiguales y
opresivas de gnero, a fin de reflexionar acerca de la relacin del feminismo con
este instrumento jurdico.
Referencias Bibliogrficas
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Repblica en Materia de Fuero Federal, 1931, Diario Oficial de la Federacin 14
de agosto.
Cdigo Penal Federal, 2014, Agenda penal federal, Mxico, Ediciones Fiscales
ISEF.
255
Caribe, Informe de trabajo. Por la vida y la libertad de las mujeres, Mxico, Grupo
Parlamentario del PRD en la Cmara de Diputados, LIX Legislatura.
256
EL CASO DE LAS MUJERES HOMICIDAS VISTAS DESDE LA
CRIMINOLOGA
Introduccin
Cuando se hace referencia al tema de mujeres homicidas, de manera casi
instantnea vienen a nuestra mente nombres e imgenes de mujeres sangrientas
que sin ningn remordimiento ni culpa al menos de manera aparente han
privado de la vida a sus semejantes. De este modo, quiz el nombre de Erzbet (o
Isabel, en castellano) Bathory no les sea ajeno a quienes han estudiado el tema.
La Condesa Sangrienta, como tambin se le llam, naci en 1560 en Byrbathor,
una ciudad de la regin de Transilvania, en la Hungra Profunda. Tena la aficin
de secuestrar y torturar a mujeres jvenes (siervas y campesinas) que vivan a los
alrededores. Pero no se crea que aquellas muertes eran el resultado de una
mente enferma o la accin de una brbara. No!, por el contrario, eran acciones
racionales. El objetivo era uno: obtener la sangre de las doncellas para de este
modo conservar la eterna juventud desde antao la belleza exterior ha sido una
exigencia para el sujeto femenino. Erzbet no slo se baaba en el lquido vital,
tambin la beba. Los atroces actos de la Condesa, no hubieran llamado las
atenciones ni sido condenadas a no ser que empez a hacer lo mismo con
jvenes de buena familia, lo que gener que el rey Matyas ordenara la
investigacin del caso. Una vez detenida, Erzbet se neg a declarar, y fue
condenada de manera manifiesta a cadena perpetua despus de haber asesinado
a ms de 600 jvenes, aunque en realidad se le conden a muerte al ser tapiada
su habitacin en la cual fue confinada, viviendo emparedada durante casi cuatro
aos, medio muerta de hambre y de fro sin que, segn sus bigrafos, mostrara
arrepentimiento ni una pizca de comprensin respecto a los motivos por los cuales
fue castigada. Finalmente la Condesa Sangrienta muri el 21 de agosto de 1614
(Sanz, 2009).
257
En Mxico, en enero de 1964 el clebre semanario de nota roja, el
Alarma! inform sobre la exhumacin de 11 osamentas de sexo femenino, as
como de la liberacin de 16 mujeres vctimas de esclavitud sexual. Este caso,
representa sin duda uno de los casos paradigmticos de lo que hoy se ha
tipificado como trata de personas.i Eran infernales!, anunciaba el semanario
(Morales, 2010)ii al referirse a las hermanas Delfina, Mara de Jess y Eva
Valenzuela, mejor conocidas como las poquianchis, quienes siendo dueas de
un bar en el Estado de Guanajuato inicialmente contrataban a las mujeres que ah
trabajaban, pasando posteriormente a reclutar con engaos a mujeres interesadas
en conseguir trabajo en labores domsticas. Entre ms jvenes fueran las
interesadas, mejor era para el prolfico negocio de las hermanas Valenzuela. De
este modo privaron de su libertad a nias de 12 a 14 aos de edad obligndolas a
prostituirse. Muchas de ellas quedaron embarazadas y fueron sometidas a abortos
que, dada su condicin de clandestinidad, pona en alto riesgo sus vidas,
muriendo varias de ellas. Cuando estas jvenes mujeres cumplan 25 aos,
dejaban de ser tiles para las hermanas Valenzuela, quienes las consideraban
viejas, por lo que las entregaban a Salvador Estrada Bocanegra, alias el
Verdugo, quien las mantena encerradas en la habitacin de un rancho por varios
das sin proporcionarles agua ni alimento, sometindolas frecuentemente a
puntapis y golpes con una madera en cuyo extrema haba un clavo afilado. Una
vez doblegadas fsica y espiritualmente, eran privadas de la vida a travs de
diversos mtodos: algunas eran enterradas vivas en una zanja, a otras les pona
planchas calientes sobre la piel o eran arrojadas desde la azotea para que
murieran al caer (Escrito con sangre, 2009).
Varios aos despus la sociedad mexicana se conmocion con el caso de
Elvira Luz Cruz, a quien la prensa la llam La fiera del, ya que en agosto de 1982
a sus 26 aos de edad ahorc a sus cuatro hijos con una soga y un cinturn,
intentndose quitar la vida colgndose con un cable de electricidad del techo de su
casa, sin que tuviera xito, debiendo purgar una pena de 23 aos de prisin por el
delito de filicidio (Herrera, 2003). La prensa la acus de haberlos matado por
258
celos, aunque despus declar que no soport verlos con hambre y no tener
dinero para darles de comer.
Inolvidable tambin el caso de nuestra asesina en serie mexicana, Juana
Barraza alias La mataviejitas, quien fue sentenciada a 759 aos y 17 das de
prisin al ser encontrada responsable de 17 homicidios y 12 robos cometidos en
agravio de personas de la tercera edad (Bolaos, 2008).
No hay duda que analizar criminolgicamente este tipo de casos resulta
apasionante. Muy tentador resulta hablar de las mentes de estas asesinas, sin
embargo, no llevar a cabo un anlisis clnico de las mujeres que se han atrevido
a matar alguien. Definitivamente no hablar del grado de peligrosidad o temibilidad
de estas mujeres, tampoco de los trastornos psquicos que le aquejan, ni del perfil
de las homicidas ni de las asesinas en serie, ni mucho menos de las causas psico-
sociales que les llevan a delinquir.
S en cambio, intentar explicar los motivos por los cuales las mujeres que
privan de la vida a alguien, son sancionadas de manera ms severa que los
hombres que matan. Elena Azaola (1996), comprob que a ellas se les castiga
con un 30% de penas ms graves que a los hombres, a pesar de que las
circunstancias en que las mujeres matan en un gran nmero de casos son
justificables por haber ex ante una vida de violencia por parte de sus, ahora,
vctimas.
Para esto es importante citar la aportacin de la jurista feminista costarricense
Alda Facio, quien afirma que el Derecho tiene tres componentes: [a] el formal-
normativo (sustantivo), [b] el estructural y [c] el componente poltico-cultural. El
primero lo conforman las leyes formalmente promulgadas (Constituciones, leyes,
reglamentos, etc.); el componente estructural es el contenido que los y las
operadores/as del sistema de justicia le da a las reglas y principios que se
encuentran en el componente formal sustantivo. Por ltimo, y quiz el ms
importante lo constituye el componente poltico-cultural conformado por:
259
que en la vida diaria siguen vigentes aunque hayan sido derogadas y de las
relaciones entre las leyes escritas y las no escritas.(Facio, 1992:66).
En este ltimo componente debemos considerar entre muchas otras cosas, todas
las ideas sexistas y prejuicios que los y las operadores/as del sistema de justicia
penal tienen sobre los hombres y las mujeres ya que por qu hemos de
suponer que quienes asumen un cargo como agente del ministerio pblico, juez/a,
magistrado/a o ministro/a est inmune a la cultura patriarcal y a toda su
ideologa? respecto a la criminalidad y, en el caso especfico que nos ocupa, el
de la criminalidad femenina.iii
Intentar entonces mostrar cmo ciertos criterios sexistas de los y las
operadores/as del sistema de justicia penal, determinan sentencias tan graves
como las aplicadas a Juana Barraza.
260
sujeto criminal,iv les resulta difcil a algunos criminlogos o criminlogas reconocer
que su marco terico sigue siendo de corte positivista.
Si bien la obra de Lombroso LUomo Delinquente (1876) no es hoy en da el
libro de texto de los incipientes estudiosos de la criminologa, s lo son otras obras
que tienen las mismas bases y que conllevan a las mismas consecuencias.v
Por otra parte, la criminologa crtica cuya base terica es la teora
marxista, lleg a Mxico quince aos despus de que Taylor, Walton y Young
escribieran su obra fundacional La nueva criminologa: para una teora social de la
desviacin (1973). El principal representante de esta corriente crtica en nuestro
pas es Fernando Tenorio Tagle, quien aunque ha formado a un gran nmero de
profesionales de la criminologa, no es esta visin la que predomina ni en el
mbito acadmico, ni menos en la prctica profesional lo cual es una constante
no slo en Mxico, sino en Amrica Latina y Europa. Es importante dejar claro que
una de las aportaciones ms importantes de la criminologa crtica adems de
afirmar que el delito es una construccin social es que epistemolgicamente
cambia de objeto de estudio, para analizar ahora de manera crtica al sistema de
justicia penal y a sus operadores.vi
A continuacin, veremos de manera breve las explicaciones que se han
dado desde diversas posturas criminolgicas la mayora con base positivista
sobre la criminalidad femenina.
a) Teoras biolgicas
Es de sobra conocida la obra de quien es considerado por la criminologa
positivista como el padre de la criminologa, el mdico italiano Cesare Lombroso,
quien influenciado por la teora positivista y las recientes aportaciones cientficas
de Charles Darwin, despus de aplicar el mtodo cientfico en el anlisis de
cientos de cadveres de hombres que haban muertos en prisin escribi LUomo
Delinquente (1876) elabor una tipologa criminal, en la que destacaba la figura
del criminal atvico o criminal nato, quien era una especie de ser
evolutivamente inferior cuya condicin se reflejaba en sus rasgos fsicos. En esa
poca todava eran vigentes ideas como las expuestas por Aristteles quien en
sus textos biolgicosvii afirmaba que las mujeres eran defectuosas por naturaleza,
afirmando con esto la superioridad del sujeto masculino sobre el femenino.
261
Pareca contradictorio entonces que si por naturaleza las mujeres eran en cierto
modo atvicas, ya que de no serlo habran nacido hombres, hubiera en ese
entonces como ahora, cuyo porcentaje de encarcelacin femenina flucta entre
el 5 y 8 por ciento (Antony, 2007 y Larraeta, 2014) tan poca criminalidad de su
parte.
De este modo la delincuencia femenina atrajo la atencin del famoso mdico y
antroplogo, quien asistido por el joven estudiante Gugliemo Ferrero, dedic su
obra La donna delincuente, la prostituta e la donna normale a explicar que slo un
reducido nmero de mujeres llegaban a ser delincuentes natas debido a la poca
evolucin de stas con relacin a los hombres; las mujeres son biolgicamente
menos activas, llevan una vida ms sedentaria (cit. en Legans, et al., 1999: 142);
sin embargo, contradictoriamente a lo que se esperara, afirmaban que cuando
una mujer llega a delinquir es mucho ms peligrosa que el hombre, ya que une
las cualidades de la criminalidad masculina y las peores caractersticas de la
femenina: mayor primitivismo, menor evolucin, gran astucia y falsedad (Cit. en
Legans, Op. Cit.: 142). De acuerdo a estos autores, estas particularidades
inclinan a las mujeres criminales a cometer delitos de sangre, injurias, calumnias,
etc.viii Afirmaban:
Hemos visto que las mujeres tienen muchos rasgos en comn con los nios,
que su sentido moral es deficiente, que son resentidas, celosas e inclinadas a
venganzas de crueldad refinada. En casos comunes estos defectos se
neutralizan con la compasin, la maternidad, la ausencia de pasin, la frialdad
sexual, la tendencia al orden y una inteligencia subdesarrollada. Pero []
cuando la compasin y los sentimientos maternales estn ausentes y en su
lugar se desatan fuertes pasiones y tendencias intensamente erticas,
cuando la fortaleza muscular y una inteligencia superior para la concepcin y
ejecucin de la maldad [] es claro que lo inocuo semi-criminal presente en
la mujer normal debe transformarse en una criminal nata ms terrible que
cualquier hombre. (Lombroso y Ferrero cit. en del Olmo, 1998: 21).
262
Aos ms tarde, el enfoque endocrinolgico explicaba que las hormonas
influyen en el tipo de delincuencia. As, Gray afirmaba que los varones son ms
agresivos debido a la mayor presencia de hormonas andrgenas, lo que deriva
necesariamente en delitos violentos; mientras que las mujeres padecen ms
miedo que los hombres y sufren ms depresiones y neurosis (cit. en Legans, et
al., 1999:143). Desde esta misma ptica Jos Luis Trujillo Linares explica las
causas del delito de aborto: el delito de aborto a la luz de la moderna
endocrinologa tiene tambin su explicacin, en vista de los desarreglos que
sufren los rganos incretores durante el periodo de embarazo (Trujillo, 1983:212).
Son frecuentes las explicaciones en el sentido de que ciertos estados fsicos
de las mujeres como la menarquia, la menstruacin, el climaterio, el embarazo o
el post-parto, pueden influir de manera trascendental para que una mujer
delinca, al encontrarse en estados de irritabilidad y bajo control de sus impulsos.ix
Al respecto se hacen aseveraciones que bien valen la pena reflexionar. Por
ejemplo en 1968 el criminlogo espaol Blas Aznar afirmaba que La
menstruacin es una enfermedad, lo que hace a la mujer una desgraciada. No
podemos extraarnos que se diga que la mujer es un ser naturalmente dbil y
enfermo que siempre padece algo (Legans, Op. Cit.: 143).
Y es que desde siempre a la sangre menstrual se le han atribuido supuestos
poderes mgicos (Behar, 1993:174-175) que ponen en riesgo a los hombres, por
lo que con frecuencia se le sataniza, ligndola inclusive con actos criminales de
las mujeres. As por ejemplo, en 1960 Parker constat que el 62% de los delitos
cometidos con violencia por mujeres los llevaron a cabo en la semana
premenstrual (Legans, Op. Cit.:143).
Un ao ms tarde, Otto Pollack explic que durante la menstruacin, la
mujer comete actos de venganza al sentirse en un status inferior al hombre ya
que la menstruacin le recuerda su fracaso de no poder ser hombre. Estos actos
de venganza pueden ser delitos de acusaciones falsas, perjurio, incendio,
asesinato, robos (Legans, Op. Cit.: 143).
La propuesta de este autor norteamericano va ms all, al formular su
tesis sobre la criminalidad femenina camuflajeada que construye a partir de tres
263
argumentos: el primero es que la naturaleza propia de las mujeres es ser ms que
ejecutoras, instigadoras de la conducta criminal. Pollack afirmaba que las mujeres
son inherentemente tramposas,x manipuladoras, acostumbradas a ser
escurridizas, pasivas y sin pasin; el segundo argumento es que las actividades
que desarrollan las mujeres amas de casa, enfermeras, trabajadoras
domsticas y maestras les dan mayores posibilidades de disimular su delito. Un
ejemplo que pone este autor es el envenenamiento de menor de edad por parte de
una mujer, sin que se sospeche del crimen (cit. en del Olmo, Op. Cit.: 22). El tercer
argumento se refiere al principio de la caballerosidad, que consiste en la
posibilidad de que algunas mujeres evadan el sistema de justicia penal en razn
de su sexo. Pollack afirmaba: es parte de nuestra cultura que la mujer debe ser
protegida por el hombre. La importancia de esta norma convencional tambin
afecta nuestra lucha contra la criminalidad femenina (cit. en del Olmo, Op. Cit.:
22).
Por otra parte, algunos estudios genticos afirmaban que el cromosoma Y
determina la agresividad del individuo, por lo que al carecer las mujeres de ste, la
posibilidad de que sean agresivas es poco comn (Garca-Pablos, 1988:338). Otra
vez, el diagnsticoxi ante una mujer agresiva va en el sentido de considerar la
conducta como anti-natural a su sexo, mientras que la agresividad de un varn se
justifica en razn de formar parte de su propia naturaleza, contra la cual les es
difcil resistir.
b) Teoras psicolgicas
Desde la perspectiva psicolgica, la criminloga argentina Hilda Marchiori estudia
la conducta delictiva de las mujeres, afirmando que es la expresin de una
psicopatologa individual de su alteracin psicolgica y social, pero en este caso la
mujer delincuente no solamente es una persona enferma sino el elemento
emergente de un ncleo familiar enfermo, y traduce, a travs de la agresin, las
ansiedades y conflictos del intragrupo familiar (Marchiori, 1983:191).
Es decir, acorde con la base positivista en la que asienta su anlisis del
fenmeno criminal, este tipo de explicaciones etiquetan a la persona que comete
una conducta ilcita como una persona enferma; en el caso de las mujeres
264
inclusive si bien las ubica como elemento que emerge de un ncleo familiar
enfermo, de algn modo tambin las responsabiliza de lo que se generen en sus
familias, al ser ellas quienes cultural y tradicionalmente son las responsables de la
crianza y educacin de los hijos e hijas.
Si las mujeres que delinquen estn enfermas, Por qu el sistema de
justicia penal les impone una pena y no, una medida de seguridad? Si esto fuera
as, el sistema de justicia penal tendra que considerar a las mujeres que han
cometido un injusto penalxii como inimputables, y por tanto no culpables de sus
actos.
Por su parte, de manera general, la teora psicoanaltica ha establecido que:
Ambos ejemplos aqu citados, dejan clara la actitud androcentrista de quienes los
escriben. Vale la pena recordar tambin el discurso freudiano aunque Freud
nunca lo utiliz como herramienta terica para explicar la delincuencia femenina,
ni mucho menos respecto a la supuesta envidia de las mujeres al pene y, por
tanto, al complejo de castracin que las hace sentir inferiores: Muy distintas, en
265
cambio, son las repercusiones del complejo de castracin en la mujer. sta
reconoce el hecho de su castracin, y con ello tambin la superioridad del hombre
y su propia inferioridad; pero se rebela asimismo contra este desagradable estado
de cosas (Freud, 1972: 134).
d) Teoras modernas
Rosa del Olmo afirma que el silencio de la criminologa respecto al tema de la
mujer fue roto a principios de los aos 70 en Estados Unidos y Gran Bretaa,
gracias a una serie de trabajos realizados por criminlogas que criticaban los
discursos de la criminologa positivista; asevera que, 1975, considerado por la
Organizacin de las Naciones Unidas como el Ao Internacional de la Mujer, fue el
punto de partida para las teoras modernas sobre la criminalidad femenina. Las
obras de las norteamericanas Freda Adler y Rita Simon fueron punto clave para
abandonar la clsica orientacin que el anlisis sobre las mujeres criminales tena
hasta entonces (del Olmo, Op. Cit.: 23-24).
Por un lado, Freda Adler, en su obra Sisters in Crime: The Rise of the New
Female Criminal, afirma que el aumento de la criminalidad femenina se debe a los
cambios sociales que han vivido, derivado del movimiento de liberacin femenina;
esto es, parte de la hiptesis que cunto ms se masculiniza una mujer, ms
posibilidades tiene de cometer delitos (Rafter, Op. Cit.: 13). Este tipo de teoras
266
recibe justamente la denominacin teoras de la masculinidad, las cuales han
sido seriamente criticadas por diversas causas, una de ellas es que en la realidad
los ndices de delincuencia femenina no han ido en aumento con relacin a la
masculina, ni tampoco han aumentado en proporcin a la incorporacin de la
mujer a la sociedad y al mundo productivo (del Olmo, Op. Cit.: 22-23 y Legans,
Op. Cit.: 146-147).
Rita Simon recoge diversos datos relacionados con la criminalidad
femenina de varias dcadas en su obra Women and Crime, a partir de la cual
plantea su tesis de la oportunidad. Simon afirma que, en la medida que las
mujeres participan en actividades que eran exclusivas para el gnero masculino, el
grado de oportunidad para que ellas delincan se incrementa. La autora tambin
plantea que el movimiento de liberacin femenina ha impactado en el sistema de
justicia penal para las mujeres, en el sentido de que se ha ido abandonando el
principio de caballerosidad, y el trato es cada vez ms igualitario y, quiz, ms
severo, con relacin al hombre delincuente. Tambin la teora de la oportunidad
fue seriamente criticada por no considerar variables, como el proceso de
socializacin y el control social, que son diferentes para ambos gneros (del Olmo,
Op. Cit.: 24-25).
En 1986, la sociloga norteamericana, Eleanor M. Millar en su investigacin
Street Women reconoce la importancia de los trabajos de Adler y Simon; sin
embargo pone el dedo en la llaga cuando afirma:
267
mujeres, y no ya al movimiento de liberacin femenina. Esto no significa que slo
las mujeres o los hombres en situacin econmica precaria cometen delitos,xiii
sino ms bien que de origen el sistema de justicia penal selecciona entre los y las
menesterosos/as a su clientela, y que no son razones de la naturaleza las que
hacen que un hombre o una mujer transgredan las normas penales.
268
ciertas conductas de las mujeres que, al final del camino, terminan por oprimirlas
ms (Huerta, 1983).
En 1985 la criminloga britnica Pat Carlen, junto con Christina Diana,
public el libro Criminal Woman, que consiste en una investigacin de campo con
mujeres prisioneras en crceles de Escocia, la cual contino en aos posteriores,
llegando a las siguientes conclusiones:
269
parejas o ex parejas, para lo cual me aboqu a buscar en los archivos del
Reclusorio Femenil de Santa Marta Acatitla casos que se hubieran dado entre el
periodo que abarca los aos 1995 a abril de 2005. Encontr 89 expedientes
jurdicos por el delito de homicidio y uno por el de tentativa de homicidio. De ese
total, 36 expedientes estn relacionados con el delito de homicidio en razn de
parentesco, siendo en mayor proporcin los casos de mujeres que privaron de la
vida a sus hijos. De stos, 10 casos son de mujeres que cometieron el delito de
homicidio en contra de su pareja o ex pareja. Estos fueron el objeto de estudio de
mi trabajo.
De la informacin obtenida, los datos generales de estas mujeres son los
siguientes:
Las edades fluctan entre 21 y 54 aos;
1 de estas mujeres no tena instruccin educativa, 4 tenan algn estudio en
el nivel primario, 2 en el secundario, 2 con nivel de bachillerato o carrera comercial
y 1 con licenciatura.
No hay uniformidad en la denominacin del tipo penal por el que fueron
procesadas o sentenciadas. Algunos jueces sentenciaron por el delito de
homicidio en razn de parentesco, otros por homicidio en razn al vnculo de
concubinato doloso (sic).
Las penas impuestas van de 3 aos correspondientes al delito de homicidio
por emocin violenta, hasta 40 aos por el delito de homicidio en razn de
parentesco con las agravantes de premeditacin, alevosa y ventaja.xv
La nica de las inculpadas que tuvo defensa particular, obtuvo la pena ms
baja por el ilcito de homicidio por emocin violenta.
De la lectura de los expedientes jurdicos, al menos en seis de estos diez
casos queda evidente el antecedente de violencia familiar de la vctima en contra
de la victimaria de homicidio.
En 7 de los diez casos los juzgadores basaron sus argumentos para
individualizar la pena en el dictamen criminolgico relativo al grado de
peligrosidad.
Despus de analizar estos expedientes algunas de las conclusiones fueron:
De los diez casos analizados de mujeres que privaron de la vida a su pareja
o ex pareja, slo en uno, la juzgadora consider la violencia familiar como variable
importante en el momento de individualizar la pena, aunque en la mayora de ellos
haba indicios de su presencia. Los argumentos utilizados por los miembros del
poder judicial al momento de analizar los elementos del delito e individualizar la
pena no consideraron en absoluto la violencia familiar y ninguno de ellos ni
jueces ni magistrados fundament su resolucin o sentencia en alguna
declaracin, convenio o tratado internacional en materia de derechos humanos de
las mujeres, ni en ninguno otro.
270
En seis de los diez casos analizados, los/as juzgadores/as violentaron el
principio de legalidad al no ceirse al marco legal vigente, y por el contrario
motivar el grado de culpabilidad con base en los dictmenes criminolgicos
especficamente en la graduacin del ndice de peligrosidad, con lo cual se
transgredi el derecho de acceso a la justicia a estas mujeres sentenciadas por el
delito de homicidio.
En razn de lo anterior, poco importaba en aquellos momentos el anlisis
de los casos desde la teora del delito y la ley, porque quienes marcaban la
graduacin de la pena a determinar eran los/as criminlogos/as penitenciarios/as,
quienes hasta el da de hoy han sido formados bajo la teora positivista, utilizando
criterios peligrosistas, los cuales se han caracterizado, algunos de ellos, por su
discurso francamente sexista y misgino.
A partir de esta investigacin se fundamenta la necesidad de revisar los
criterios utilizados por los/as criminlogos/as penitenciarios en los dictmenes
criminolgicos, a fin de promover cambios en los mismos, a efecto de que stos
puedan ser una herramienta que permita darle elementos a quien juzga, de
conocer y valorar el mbito de autodeterminacin que los y las victimarios/as
tienen en el momento de transgredir la ley penal.
Debiera ser obligatoria la aplicacin de pruebas para determinar la
presencia de trastorno de estrs postraumtico, en los casos de mujeres que
privan de la vida a sus parejas o ex parejas. Y los resultados debieran ser
considerados por los/as juzgadores/as.
Es urgente la capacitacin, en materia de gnero y derechos humanos de
las mujeres, a los integrantes de la Defensora de Oficio.
Es indispensable que las escuelas de Derecho revisen sus programas de
estudio a efecto de incluir la perspectiva de gnero en todas y cada una de las
materias, a efecto de que esta disciplina reconozca a las mujeres como sujetas de
Derecho y al mismo tiempo como personas con experiencias diferentes al modelo
masculino, sin valorizarlas a partir de ste, comprendiendo que las mujeres son
tan diferentes respecto a los hombres, como estos son diferentes respecto a las
mujeres.
Es importante que agentes del ministerio pblico, jueces/zas,
magistrados/as y ministros/as tengan una formacin interdisciplinaria y
transdisciplinaria, que incluya no slo los estudios de abogaca, sino tambin
estudios de gnero, sociologa, historia, psicologa, filosofa, antropologa y
psiquiatra, con el fin de estar en aptitud de entender la problemtica y el mbito
de autodeterminacin de quienes delinquen, y de este modo administrar de mejor
manera la justicia.
En cinco de estos casos la resolucin pudo haber sido diferente sin la existencia
de criterios sexistas y con la aplicacin de sistemticas penales como las de Juan
Bustos Ramrez y E. Ral Zaffaroni, esto es, considerando la vida concreta de las
personas, y en este caso el de las mujeres, porque como acertadamente ha
sealado Carol Smart (1976) la experiencia del mundo de ellas, frecuentemente
tiene un efecto distinto al de la experiencia masculina, la relacin que tenan con
su vctima, su medio y las posibilidades de poder actuar de manera diferente a
como lo hicieron. Esto representa el 50 por ciento de los casos, que no es poca
cosa si consideramos que estamos hablando de aos/libertad/vida (70 aos
271
sumados) de mujeres cuya circunstancias las hicieron relacionarse con hombres
violentos, sin que la sociedad ni el Estado hayan hecho algo por ellas y menos
an en aquellos aos.
Conclusiones
Con todo lo anterior, resulta indispensable reflexionar sobre la necesidad de que
quienes se han formado y se estn formando como futuros criminlogos y
criminlogas accedan a conocimientos diferentes a los que tradicionalmente se
ensean en las aulas. Abandonar las viejas tesis positivistas que criminalizan la
conducta de los y las menesterosos/as. Aqu he intentado demostrar cmo un
mismo hecho analizado bajo dos perspectivas diferentes la criminologa
positivista con sus discursos sexistas y la crtica con una perspectiva de gnero
tienen consecuencias diferentes que se traducen en aos de privacin de la
libertad para las personas, especficamente el caso de las mujeres homicidas. Es
tiempo ya de que se deje de criminalizar a las mujeres como se haca en la
poca de la Inquisicin y ms adelante bajo los argumentos de Lombroso que
transgreden los tradicionales estereotipos y roles femeninos.
Notas
i Fue a partir de 1815 que a nivel mundial empiezan a cuestionarse actividades
como las denominadas trata de blancas, trmino que evidencia la proteccin
nicamente a cierto tipo de mujeres, aquellas que cumplieran con determinadas
caractersticas: europeas, de raza blanca, no importando la situacin de las
mujeres de otra raza.
ii Es interesante mirar cmo la nota hace referencia a 16 famlicas prostitutas, y
aunque s hacen mencin a que eran vctimas de esclavitud sexual, desde un
inicio fueron etiquetadas como prostitutas, lo cual socialmente en las sociedades
patriarcales es valorado de manera negativa (Morales, 2010).
iii Al respecto es recomendable revisar el Diagnstico realizado por EPADEQ a
solicitud de la Asociacin Mexicana de Impartidores de Justicia (AMIJ) y en el cual
particip (Zermeo, 2012).
272
iv Conviene la lectura de Tenorio, 1988.
v La obra del reconocido criminlogo mexicano Luis Rodrguez Manzanera, quien
en su Criminologa la cual va en la edicin 28 hace su propia tipologa del
sujeto criminal, o la obra de la Dra. Feggy Ostroski-Sols Mentes asesinas. La
violencia en tu cerebro (2008), son slo dos ejemplos de la presencia de este tipo
de ideas en la academia [Cfr. Orellana, 2013]. Tambin en el campo legal se ha
evidenciado la influencia de Lombroso, como lo muestra las diversas
publicaciones que versan sobre las opiniones criminolgicas de Sergio Jaubert,
quien trabaj como perito durante varios aos en la Procuradura General de
Justicia del Distrito Federal (Ciudad de Mxico, s/f).
vi Cuando hablo de operadores del sistema de justicia penal me estoy refiriendo
desde los/as legisladores que formulan y votan un proyecto de ley, el aparato
policaco, fiscales, jueces, magistrados/as, ministros/as de justicia,
administradores carcelarios, etc.
vii Principalmente en su obra Generacin de los animales.
viii Nicole Rafter, al hacer una nueva traduccin de La donna delinquente junto con
la historiadora italiana Mary Gibson, analiza el momento histrico en que esta obra
fue escrita. Encontraron que La donna delincuente fue producida durante un
periodo en que el movimiento feminista iniciaba en Italia. Las mujeres activistas
demandaban el acceso a la educacin, a las profesiones, igualdad al interior de la
familia y el derecho al voto (Rafter, 2003).
ix Este tipo de explicaciones tambin han servido de justificacin en las ltimas
dcadas para obstaculizar el ascenso en los planos laboral y/o poltico de las
mujeres a cargos de poder.
x Su afirmacin la basaba en la posibilidad del cuerpo femenino para fingir un
orgasmo y participar an sin deseo en la actividad sexual, situacin
fisiolgicamente imposible para los varones.
xi Para utilizar los trminos clsicos del positivismo y la clnica.
xii El injusto penal es la conducta tpica y antijurdica.
273
xiii Esto hace muchos aos que Taylor, Walton, y Young, lo descubrieron,
derrumbando las afirmaciones de la criminologa positivista (Taylor, et al. 1977).
xiv La construccin social de la realidad es un paradigma propuesto por Peter
Berger y Thomas Luckmann, en el que sostienen que una sociologa del
conocimiento deber tratar no slo las variaciones empricas del conocimiento en
las sociedades humanas, sino tambin los procesos por los que cualquier cuerpo
de conocimiento llega a quedar establecido socialmente como realidad (Berger
y Luckmann, 1968: 15).
xv En primera instancia.
Referencias Bibliogrficas
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condesa-sangrienta, URL consultado el 24 de octubre de 2014.
275
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