La Inspección Sanitaria en Los Animales de Matadero
La Inspección Sanitaria en Los Animales de Matadero
La Inspección Sanitaria en Los Animales de Matadero
La Comisión del Codex Alimentarius [3] plantea que la inspección de los animales vivos en
el matadero (ante mortem) y de las carcasas (post mortem) tiene una función esencial tanto
en la red de vigilancia de las enfermedades animales y las zoonosis como en garantizar la
seguridad e idoneidad de la carne y de los productos derivados para sus usos previstos. El
control y/o reducción de los riesgos biológicos en los animales y la protección de la salud
pública mediante la inspección ante y post mortem de la carne constituye una de las
responsabilidades mayores de los servicios veterinarios que tienen la responsabilidad
principal del desarrollo de programas de inspección pertinentes. Con el fin de garantizar la
correcta aplicación de los procedimientos de inspección ante y post mortem, la autoridad
veterinaria debe contar con sistemas para el control de estos procedimientos y el
intercambio de la información adquirida. Los sistemas de identificación y rastreabilidad de
los animales se deben integrar para así estar en capacidad de rastrear los animales
sacrificados desde su lugar de origen y los productos derivados que se envían a la cadena de
producción cárnica.
La inspección sanitaria puede ser realizada por funcionarios calificados en salud pública,
avalados por el Ministerio facultado para tal fin, contando siempre con la presencia y
coordinación del médico veterinario [1, 6,7].
En un estudio realizado durante tres años en varios mataderos bovinos de Nigeria por
Cadmus y Adesokan [12], se pone de manifiesto que en el 7,98% de los vacunos
sacrificados fueron detectadas catorce patologías o condiciones anormales incluyendo
tuberculosis, neumonía, fasciolosis, oesophagostomosis, paramphistomosis, cisticercosis,
dermatofitosis, tonsilitis, teniasis, ascariosis, abscesos, sarna, mamitis y fetos inmaduros.
Las mayores causas de decomiso fueron la neumonía (21,38%), fasciolosis (20,28%) y
tuberculosis (7,95%); siendo la causa de menor importancia la ascariosis (0,01%). Los
pulmones (32,94%) y el hígado (32,94%) fueron los órganos más decomisados, mientras
que el corazón (0,02%) fue el que menos.
Otro ejemplo de la íntima relación entre determinadas especies y los decomisos hallados en
matadero lo podemos encontrar en el mencionado trabajo realizado a escala nacional en
Chile por Morales y Luengo [13] a lo largo de un año. Se observa que en bovinos la mayor
cantidad de decomisos está dada por distomatosis, hidatidosis y un grupo denominado
"otras enfermedades" en el que se encuentran diversas patologías que agrupadas entregan
una alta cifra de decomisos; le siguen en importancia la tuberculosis y la cisticercosis,
representando esta última un 0,13%.
Mellau et al. [14] plantean que hasta un 0,11; 0,04; 0,11 y 0,10% de canales bovinas,
ovinas, caprinas y porcinas, respectivamente, fueron decomisadas. La cisticercosis fue la
causa de decomiso principal de canales en bovinos representando un 0,05% y en porcinos
de 1,40%, mientras que la emaciación ascendió al 0,05 y el 0,07% de los decomisos de
canal en ovinos y caprinos, respectivamente. El hígado y los pulmones fueron nuevamente
los órganos más decomisados en las cuatro especies. La principal causa de decomiso de
hígados bovinos fue la fasciolosis (8,6%). La ascaridiasis (4,03%) fue la única causa de
decomiso hepático en porcinos.
Así mismo, Lima et al. [15] realizaron una investigación, donde el objetivo fue analizar las
causas más frecuentes de decomiso de vísceras (hígado, corazón y riñón) en un matadero
bovino perteneciente a una empresa pecuaria cubana. Se analizaron los sacrificios bovinos
en el año 2000 y en el primer trimestre del año 2001. El decomiso de hígados por
fasciolosis fue del 55% en el año 2000 y del 54% en el primer trimestre de 2001; el
decomiso de corazones y riñones representan el 2,32 y 3,18% respectivamente del total de
animales sacrificados. La fibrosis, cirrosis, abscesos, telangiectasias, ictericias y
cisticercosis hepáticas representan el 0,16%; 0,81%; 0,32%; 0,32%; 0,94% y 0,94%
respectivamente del total de hígados decomisados. Los abscesos, quistes, puntos rojos,
ictericias y cisticercosis renales representan el 2,42%; 2,07%; 0,32%; 0,11% y 0,97%
respectivamente del total de riñones decomisados. Las ictericias, pericarditis, abscesos,
quistes, petequias y cisticercosis cardíacas representan el 0,94%; 1,45%; 0,16%; 0,32%;
0,32% y 0,48%, respectivamente del total de corazones decomisados. En este trabajo se
observa la alta prevalencia que puede llegar a tener la fasciolosis en ciertas regiones, con el
consiguiente impacto económico, pasando el resto de patologías a un segundo plano.
En relación a la especie porcina, Chiew y Chua [17] en un amplio estudio sobre las
pérdidas económicas debidas a la mortalidad y decomisos en mataderos porcinos de
Singapur entre los años 1984 y 1985 comunican un 0,10% de canales decomisadas en la
inspección post mortem. La razón más importante para estos decomisos fue la piemia
(30,30%). Los riñones y el hígado fueron los dos órganos más decomisados. Los decomisos
de riñón se debieron principalmente a nefritis (54,80%) mientras que los de hígado fueron
fundamentalmente debidos a cirrosis (36,80%).
Mateus [18] observa que la causa de decomiso más frecuente para los hígados, fueron las
lesiones parasitarias seguidas por contaminación y en tercer lugar por congestión.
Las lesiones parasitarias en hígado son debidas al daño causado por la migración de larvas
a través del parénquima hepático generando una hepatitis intersticial; la alta frecuencia de
lesiones parasitarias en hígado, conocidas como "manchas de leche", ello demuestra la
amplia distribución del parásito Ascaris suum, principal agente relacionado a esta lesión
[19, 20].
En el caso de las patologías de forma específica, según Cordero y Rojo [22] la cisticercosis
hepato-peritoneal, mantiene la infección entre los hospedadores definitivos e intermediarios
a través de varios factores. Los sistemas de explotación, extensivos, así como diversos
aspectos, tanto del propio parásito como del hospedador, contribuyen a mantener la
infección. Debemos señalar en primer lugar la alta prevalencia de infestación de los perros.
Por otra parte, tanto el alto potencial biótico de Taenia hydatigena como la resistencia de
los huevos son factores de vital importancia en el mantenimiento de la infección.
Igualmente diversas especies de dípteros (Calliphora quadrimaculata, C. hortona, C. stygia
y C. erythrocephala) contribuyen a la dispersión de los huevos. Se ha demostrado que el
contagio de los hospedadores intermediarios se produce en los primeros 10 días de
introducir perros infectados en los pastos. El 60% del ganado ovino que se encuentra
pastando ingiere huevos durante este período, disminuyendo en los 3-6 días posteriores al
6,50-3,50%, respectivamente [22].
Según Espaine y Lines [23] el cisticerco consiste en un único escólex invaginado sobre sí
mismo en una vesícula o vejiga grande rellena de líquido en su interior. Puede presentar
una localización muscular o hepato-peritoneal (seroso). Estos cisticercos, por lo general no
son patógenos y se localizan con más frecuencia en la superficie serosa de las vísceras
abdominales calcificados. La cisticercosis hepato-peritoneal es producida por Cysticercus
tenuicollis, fase larvaria de Taenia hydatigena cuyo hospedador definitivo es el perro.
En un estudio realizado en hígados por Cordero y Rojo [22] plantean que el lóbulo
izquierdo se encuentra afectado en el 52,71% de los animales parasitados, mientras que en
el 27,15% se encuentran en el lóbulo derecho y un 20,15% en ambos lóbulos.
En el interesante estudio realizado por Luzónet al. [25] a partir de corderos sacrificados
entre julio y diciembre de 2006 en un matadero ubicado en la zona centro de España, se
observa que el 25% de los hígados fue decomisado, siendo el 84% debido a infecciones por
Cysticercus tenuicollis y el 16% restante debido a la presencia de abscesos hepáticos. El
21% de los hígados inspeccionados en el semestre fueron decomisados por cisticercosis,
con un promedio mensual del 20,60%.
Los parásitos gastrointestinales (PGI) son considerados como causa importante de pérdidas
en la productividad, asociada al desarrollo escaso de los lechones, pérdidas económicas en
alimentación sin ganancia de peso y decomiso de órganos [27]. Considerando este
elemento, Weng et al.[28] han señalado que en la producción porcina intensiva, las
enfermedades parasitarias ocupan un lugar secundario con respecto a las enfermedades
infecciosas y a las deficiencias de alimentación y manejo, por lo que no pueden ser
subvaloradas. Por ejemplo, la prevalencia parasitaria en 3 636 cerdos de China
pertenecientes a 38 granjas de crianza intensiva que empleaban sistemas de control
antiparasitario diferentes, fue del 7.5 % para Trichuris suis, 5.2 % en el caso de Ascaris
suum, 2.5 % para Oesophagostomum sp., 24.9 % para coccidios y del 47.2 % para
Balantidium coli. Los cerdos infectados pertenecían básicamente a unidades sin un régimen
estratégico de terapia antiparasitaria.
La mayoría de los parásitos internos tienen una forma característica de infectar al cerdo,
que tiene relación con la edad, debido a factores de manejo, pero sobretodo relacionados
con la inmunidad del hospedador. Los cerdos de crecimiento y ceba entre 2 y 5 meses de
edad suelen tener contacto masivo con Ascaris suum, mientras que no afectan tanto a los
lechones. A las 4-6 semanas de contacto con áscaris, ya hay protección; si los contactos son
con infecciones leves, no se genera protección y hay más "manchas de leche". En matadero,
las "manchas de leche" se observan cuando la migración larvaria ha ocurrido en las últimas
5-6 semanas, ya que las lesiones hepáticas curan en unos 35 días. Además hay poca
correlación entre la severidad de la infección y lesiones hepáticas en matadero, y la mayor
presencia de lesiones se produce 2-3 semanas después de mover los cerdos a nuevos
corrales contaminados [29].
Por su parte Herenda y Franco [31] dan un listado de los diversos tipos de microorganismos
patógenos y saprofitos que aíslan de los abscesos: Actinomyces pyogenes, Escherichia coli,
Enterococcus spp., Enterobacter spp., Pseudomonas aeruginosa, Bacteroides spp.,
Aeromonas hydrophila, Citrobacter spp., etc. principalmente a los que pueden considerarse
como no específicos u oportunistas al formar abscesos así como otras lesiones
inespecíficas.
O"Sullivan [32] halló que el 5,80% presentaron amplias lesiones hepáticas de las cuales el
1,90% fueron abscesos, el 1,17% fibrosis y el 0,70% telangiectasias o "hígado de serrín".
De los hígados detectados con abscesos, el 44% tenían un único absceso grande, el 36,60%
un único absceso pequeño y el 19% tenían más de dos abscesos; en el 16,60% los abscesos
estaban en proceso de resolución y el 8,30% se encontraban abiertos. El 35,80% de los
hígados con abscesos tenían adherencias en el diafragma y en los lóbulos pulmonares
diafragmáticos, el 2,50% tenían adherencias a otros órganos abdominales, el 10% también
tenían fibrosis y el 1,70% también tenían lesiones correspondientes a trematodosis.
Las lesiones inflamatorias del riñón se presentan de diversas formas. Las nefritis, procesos
inflamatorios del riñón pueden ser clasificados de acuerdo a la localización de las lesiones
en, glomerulonefritis cuando la afección primaria se desarrolla en los glomérulos y nefritis
intersticial que afecta primariamente al tejido intersticial. Los procesos inflamatorios del
riñón pueden ser clasificados a su vez en, purulentos y no purulentos. Aunque los
elementos estructurales del riñón se encuentran en estrecha relación unos con otros, en los
estadios finales pueden dañarse todas las estructuras, por ejemplo: una lesión grave de los
glomérulos también afecta a los capilares lo suficientemente como para que los túbulos
renales sufran isquemia y se desarrollen fenómenos degenerativos, además no es
infrecuente la presentación de cierto grado de fibrosis y esclerosis localizada de los vasos
sanguíneos [33].
Stephanurus dentatus o gusano del riñón puede ocasionar considerables pérdidas debido a
la mala salud de los cerdos y de los decomisos de la carne y de sus despojos en los
mataderos. Las lesiones hepáticas originadas por las larvas, probablemente afecten la salud
del huésped más que los gusanos adultos; pero cuando las infestaciones son severas, puede
resultar la muerte por el daño causado al hígado o a los riñones [35].
Una vez realizados los controles, el veterinario oficial debe asegurarse en particular de que
el marcado sanitario, que garantiza la idoneidad para consumo humano, se aplique
únicamente a los animales a los que se haya efectuado la inspección ante mortem y post
mortem y siempre que no existan motivos para declarar que la carne no es apta para el
consumo humano. La carne será declarada no apta para el consumo humano si procede de
animales que no hayan sido sometidos a una inspección ante mortem o procede de animales
cuyos despojos no hayan sido sometidos a una inspección post mortem, en general; así
como de animales que padezcan una enfermedad que figure en la lista de la OIE o que
padezcan una enfermedad generalizada, como septicemia, piemia, toxemia o viremia
generalizadas o revelan infección parasitaria en particular [37].
Por otra parte la NRAG 1145/1994 [37] establece la sistemática que debe seguir el
veterinario oficial para llevar a cabo la inspección post mortem, diferenciando entre
especies, así como edades. Así, se establece la sistemática de la inspección para bovinos
menores de seis semanas, bovinos mayores de seis semanas, ovinos y caprinos, equinos y
porcinos cada una adaptada a sus características anatómicas y patologías más frecuentes.
De modo general, la inspección post mortem debe incluir una inspección de la canal, de las
vísceras torácicas, de las vísceras abdominales, así como la incisión, palpación y examen de
determinados ganglios linfáticos y ciertas vísceras que variarán según la especie que está
siendo inspeccionada.
En el matadero se obtiene mucha información sobre las enfermedades y los procesos que
afectan a los animales de abasto, que podría ser beneficiosa si se utilizase
convenientemente [30]. Sin embargo, los datos que están siempre a disposición del
ganadero, no siempre llegan, especialmente en el caso de los decomisos de vísceras, según
la modalidad de venta del ganado, número de intermediarios que interviene y si se agrupan
animales de diversos orígenes antes de llegar al matadero. Además aunque lleguen al
ganadero, o a su veterinario clínico, estos no siempre pueden tener datos estadísticos
suficientes y fiables con que comparar que les permitan conocer si esos decomisos son
similares, o distintos a los de otros ganaderos y cuáles son las causas de los mismos [38].
Es importante considerar también, la dificultad que se puede presentar al condenar un
órgano o carcasa según la severidad de la lesión. Aunque las razones de decomiso están
bien descritas [7], no se menciona el criterio exacto que debe tener en cuenta el funcionario
a la hora de la inspección, por lo que al final, la decisión será subjetiva y tomada más con
base en la formación, la experiencia, la finalidad del matadero y el ritmo de trabajo a la
hora de los sacrificios [1].
A partir de entonces, determinar cuáles son las vísceras más frecuentemente decomisadas,
las causas de mayores decomisos, las regiones con mayor número de decomisos y sus
motivos. Ello con el fin de reducir los decomisos innecesarios al iniciar el proceso de
organización de los criterios en los inspectores de los diferentes centros de sacrificio. De
esta manera, será posible realizar estudios de prevalencia de enfermedades, localizar las
áreas de mayor predominio de determinada enfermedad e instaurar o evaluar la eficacia de
los programas de control de las mismas [5,39].
Las visiones en relación a la seguridad sanitaria de los alimentos han evolucionado en las
recientes décadas, de los controles tradicionales basados en las buenas prácticas (Buenas
prácticas de agricultura, Buenas prácticas de higiene, etc.), a través de sistemas más
centrados en la seguridad sanitaria de los alimentos basados en el Análisis de Peligros y
Puntos Críticos de Control (sistema HACCP) a los enfoques basados en los daños usando el
análisis del riesgo para la seguridad sanitaria de los alimentos [40].
Brito et al.[42], en un estudio retrospectivo basado en los registros existentes sobre los
hallazgos de fasciolosis en tres mataderos bovinos de la región central de Cuba durante
cinco años (2000-2004) estimaron cuantiosas pérdidas económicas, calculándose, sólo por
concepto de hígados decomisados en 322.905 € durante el período estudiado,
correspondiéndose la gran mayoría de los decomisos a fasciolosis.
Lima et al. [15], llevaron a cabo un estudio en una empresa pecuaria cubana en la que se
encontraba integrado un matadero bovino, observando elevadísimas tasas de fasciolosis. El
objetivo de este trabajo fue analizar las causas más frecuentes de decomiso de vísceras
(hígado, corazón y riñón) y su repercusión sobre los resultados finales de la empresa. En el
mismo se estima que las pérdidas por decomiso de vísceras fueron de 2 071€ durante el
periodo comprendido entre el año 2000 y el primer trimestre de 2001; repercutiendo en los
resultados finales, con un 15 % en el año 2000 y un 4,30 % en el primer trimestre de 2001.
Algunos trabajos realizados dan cifras globales, es decir, sin referencia a patologías
concretas, de pérdidas de decomiso en matadero muy considerables. Así, es llamativo el
estudio realizado por Chiew y Chua [17] sobre las pérdidas debidas a mortalidad y
decomisos en una población de tres millones de cerdos sacrificados en Singapur. Entre los
años 1984 y 1986 tales pérdidas ascendieron a 3 900 000 € de lo que resulta 1,32 € por cada
cerdo sacrificado. También en la especie porcina, Martínez et al. [43] estudiaron las
principales causas de decomiso de cerdos desmedrados que tuvieron lugar en un matadero
valenciano, estimando las pérdidas directas asociadas al decomiso en 30 000 € anuales.
En Centroamérica ya se han hecho esfuerzos por estimar este tipo de pérdidas económicas.
Es así como Bueno [10] en su trabajo realizado en Honduras, determinó que las pérdidas
por decomisos de vísceras alcanzan un valor realmente significativo en esa región.
Lo que está claro es que las pérdidas por decomiso de vísceras (hígado, corazón y riñón)
alcanzan valores importantes aún en países desarrollados donde el decomiso de hígados por
infestación por fasciola está entre un diez y un veinte por ciento del total de animales
llevados al sacrificio, elevándose a entre un 45 y un 55% en países subdesarrollados [44].
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