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Tema 20 Historia Epocas

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Tema 20

El conocimiento histórico. Tiempo histórico y


categorías temporales. El historiador y sus fuentes.
Explicación y comprensión en la Historia
Última revisión mayo del 2010 Ver un resumen.

¿Qué es la Historia? *
El conocimiento histórico *
El tiempo histórico y las categorías temporales *

Los modelos de periodización y la cronología *


Las fuentes *
Explicación y comprensión de la Historia *
Bibliografía *

Tema

¿Qué es la Historia?

Resulta más fácil decir qué no es la Historia que definir lo qué es. La Historia no es
una ciencia hipotético deductiva que tenga modelos de interpretación que pueda aplicar
a priori. La Historia parte de un dato y analiza su comportamiento racional, con
lo que deduce la estructura lógica de su método de una manera empírica.

El conocimiento histórico

La Historia ha pasado de ser un relato erudito del pasado a ser una


explicación de cómo vivían las sociedades antiguas, que aclara cómo se vive en
las sociedades actuales. La Historia es fundamentalmente un instrumento ideológico
que permite analizar lo que pasa en nuestro mundo actual. Este instrumento es de vital
importancia hoy en día, ya que Internet es un medio de difusión de la información que
no está filtrado por nadie, y por lo tanto todos debemos tener una herramienta que nos
permita diferenciar entre los mensajes válidos y los que no lo son.

La Historia no puede crear un cuerpo de leyes ciertas e inmutables que se repitan


experimentalmente, no es una ciencia experimental, pero sí es un instrumento para
abrir las puertas de un conocimiento del mundo razonado.

Como cuerpo teórico la Historia comienza con Herodoto y Tucídides. Ambos


comprendieron que la Historia era algo más que un relato. Tucídides buscó
analogías entre los hechos históricos del pasado y los del presente, formulando su
teoría de los ciclos. Pero lo más importante de esto es que la Historia servía para
algo, dejaba de ser un cuento y comenzaba a ser interpretación. Sin embargo, hasta el
siglo XIX la Historia será fundamentalmente una colección de datos. Se
cuentan y explican los hechos de los grandes hombres y las instituciones, y se
describen cómo son los pueblos que se conocen.

Es en el siglo XIX cuando la Historia se constituye como ciencia, con métodos


críticos y extendiendo su campo de estudio a la Paleografía, la Numismática, la
Arqueología, y muchas otras ciencias auxiliares; de la mano de Niebuhr y Ranke. A
partir de entonces, la ciencia explicaría los hechos; el esfuerzo de interpretación es
lo que dará a la Historia su originalidad. Cuáles son los hechos más importantes,
cuáles son los métodos de interpretación, o si se puede hacer una historia general o
sólo local y documental es un debate de las distintas escuelas historiográficas, pero
todas ellas tratarán de interpretar los hechos del pasado.

Una concepción atemporal de la Historia es: el conocimiento del pasado


humano. Conocimiento, y no narración, aunque la divulgación de ese conocimiento
se haga de manera escrita, como un relato. Considerar a la Historia un estudio o una
investigación es confundir los fines con los medios. Es conocimiento del pasado, no
de las sociedades, ya que se da por hecho que la humanidad vive en sociedad. Y no de
los hechos, ya que eso es la realidad. Del pasado humano, ya que nos interesa el
hombre en cuanto tal. Para Marx la historia entera no consiste más que en una
continua transformación de la naturaleza humana.

El historiador no pretende revivir los hechos, sino conocerlos; saber cómo fueron
cuando eran presente. Es la situación que vivían como presente las personas del
pasado lo que nos interesa. Reclús expresa la interrelación entre Geografía e Historia
con su frase «la Historia es la Geografía del tiempo y la Geografía es la Historia del
espacio». El tiempo pasado no está aislado sino que ha dado sus frutos y tiene
consecuencias en el presente.

El tiempo histórico y las categorías temporales

El tiempo que estudiamos se percibe como cambiante, multiforme y confuso


(como el presente) pero el historiador procura saber de la época más cosas de las
que sabían quienes las vivían (entre otros motivos porque conoce el desenlace de
los hechos), no en los detalles, sino en las explicaciones generales que identifican y
definen la época. De ahí la dificultad de hacer Historia de los hechos vividos. El
defecto de la historia local es que es excesivamente exclusivista. No es más exacto
un testimonio por estar más cerca de los hechos. Pero tampoco debemos considerar
que la Historia no pasa por los particularismos de cada uno. Una historia local,
perfectamente explicada y coherente con las grandes líneas generales, arroja mucha
luz acerca del presente y del pasado.
El tiempo es inseparable de la Historia, pero el tiempo histórico no es el mismo
que el físico. Para los historiadores el tiempo es el principio y el fin de sus
investigaciones. El tiempo histórico no es unidimensional. El tiempo de los
historiadores es el que viven los individuos, el de su organización social y
económica. La permanencia de unas determinadas estructuras es lo que
determina los períodos históricos y su evolución. Permanencia y movimiento en el
tiempo es lo que interesa a los historiadores.

La permanencia y evolución de unas estructuras en un espacio es lo que


determina las categorías temporales que delimita el historiador. El tiempo histórico
no tiene un valor universal, ni incide de la misma manera en todas las sociedades,
ni simultáneamente. Existen períodos de tiempo en los que el número de
acontecimientos importantes, o al menos conocidos, es mayor que en otras, y parece
que tienen más importancia. Son los períodos de cambio. En general, los hechos más
lejanos abarcan más años y se consideran menos importantes que los más cercanos,
en el creer popular.

Para Braudel existen tres categorías históricas: el tiempo corto, medio y largo.
El tiempo corto es el que afecta a los acontecimientos, a la medida de los individuos,
a la vida cotidiana. Es el tiempo del cronista y del periodista. Esto, independientemente
de la transcendencia histórica que tengan. La caída del muro de Berlín, por ejemplo. Es
la historia de los acontecimientos, que no suelen tener en cuenta las estructuras
económicas y sociales en las que tienen lugar. El tiempo medio es la duración de la
coyuntura. Este tiempo está plagado de acontecimientos. Sin embargo, es también un
lapso breve caracterizado por el movimiento, y que se desarrolla durante la vida de una
persona. Como por ejemplo una crisis económica, la transición española o una guerra.
La variedad de duraciones efectivas es mucho mayor. El tiempo largo es el que
corresponde a las estructuras, aquellas realidades históricas que permanecen por
debajo de los acontecimientos y de las coyunturas y que no se modifican con un sólo
acontecimiento. Permanecen durante varias generaciones. En estas condiciones se
crean Estados, países, etc., como el franquismo, el comunismo en Rusia, pero también
modos de entender la sociedad, la política y las relaciones económicas. Los cambios
de una estructura a otra son lentos y afectan a multitud de acontecimientos
importantes, por lo que no es fácil determinar con exactitud y definitivamente cuándo
comienzan y cuándo acaban. También son de larga duración los modos de producción
y las edades históricas. Estas estructuras permanecen por debajo de cambios de
Estado y creaciones de países. Son los tiempos del Antiguo Régimen, la Edad Antigua
o la época capitalista. El movimiento es muy lento, si bien está determinado por
situaciones coyunturales. En realidad instituciones creadas en otras épocas pueden
perpetuarse más allá de ellas: como la familia, la Iglesia, el Ejército, etc. Aunque
cambian su naturaleza para dar respuesta a los nuevos tiempos. Parece que lo que
más lentamente cambia son las estructuras mentales, y las formas de interpretar y
comprender el mundo, que incluye desde la religión a la filosofía, pasando por los
mitos, la literatura, el arte, etc. Los diferentes enfoques de las estructuras que definen
las distintas épocas han tenido como consecuencia la creación de numerosos
modelos de periodización histórica.

Los modelos de periodización y la cronología

Uno de los problemas a los que se enfrenta el historiador es el de la objetividad de


las fechas. El calendario es fundamental en esto, y este es una convención que se ha
cambiado en algunas ocasiones. No todos utilizamos el mismo calendario. Están
vigentes los calendarios chinos, musulmanes o hebreos. El calendario juliano, creado
en el 43 a.C. por Julio César, estuvo vigente, en algunas partes del mundo, hasta el siglo
XX. Aunque es cierto que el calendario más universal, y oficialmente aceptado por
todos, es el calendario gregoriano, creado en 1580 por el papa Gregorio XIII, y
aceptado desde entonces en toda Europa occidental. Otros intentos de crear
calendarios, como el célebre calendario republicano de la Revolución francesa, han
fracasado, y es que es muy difícil cambiar la costumbre. Pero todos los calendarios son
arbitrarios. El actual toma como año 1 el supuesto año en el que nació Jesucristo. Sin
embargo, por muy importante que sea esta fecha para los cristianos no es,
objetivamente, una fecha relevante, no deja de ser una convención. Pero la importancia
de un calendario unánimemente aceptado es vital para localizar los hechos de la
historia en el tiempo, un tiempo reconocido por todos.

El tiempo pasado es un objeto demasiado amplio y diverso como para


estudiarlo en conjunto como una sola unidad, por lo que los historiadores lo han tratado
de dividir en diferentes escalas temporales, épocas, siglos, décadas, en las cuales
aparecen como temas de estudio diferentes hechos que definen unos y otros.

La historiografía tradicional ha dividido el tiempo pasado en edades. Existen


dos períodos básicos: la Prehistoria, tiempo anterior a los documentos escritos, y la
Historia. La Prehistoria se divide en: Paleolítico, antes del descubrimiento de la
agricultura, la ganadería y la artesanía; Mesolítico período de transición; y Neolítico,
después del descubrimiento de la agricultura, la ganadería y la artesanía. Por su parte
la Historia se divide en: Edad Antigua, desde las primeras culturas de las que
tenemos documentos escritos hasta la caída del Imperio romano; Edad Media, desde
la caída del Imperio romano hasta el descubrimiento de América y la caída de
Constantinopla; Edad Moderna, desde el descubrimiento de América hasta la
revolución industrial y la Revolución francesa; y Edad Contemporánea, desde la
Revolución francesa hasta la actualidad. A esta escala, es el modo de producción lo
que aparece como objeto de estudio. Evidentemente, esta periodización es arbitraria y
eurocéntrica, pero es la más utilizada. Sin embargo, no es la única manera de dividir
la historia.

Otra periodización es la de Arnold Toynbee que considera que la historia de la


humanidad ha pasado por veintinueve civilizaciones, de las cuales veintiuna se han
desarrollado completamente y nueve se han abortado; entre las que están los
esquimales, los osmanlíes y los espartanos. Catorce ya han desaparecido: egipcia,
andina, sínica, babilónica, iránica, micénica, sumeria, maya, yucateca, mexicana, hitita,
siríaca, árabe y helénica. Y cinco viven aún: occidental, ortodoxa, hindú, islámica y
extremo oriental, a las que cabría añadir la japonesa y la ortodoxa rusa. Las primeras
ocho civilizaciones no tuvieron relación entre sí, y son el origen de todas las demás.
Por otro lado, todas las civilizaciones pasan por un período de creación, otro de
desarrollo y otro de decadencia. Sin embargo, esta periodización no se ha impuesto
en ningún lado.

La única alternativa a la división tradicional es la marxista, basada en el


materialismo histórico. Según esta periodización la historia se divide en modos de
producción, los cuales pueden convivir en el tiempo y en distintas partes del mundo; lo
que permite una Historia no eurocéntrica. Pero lejos de establecer unos modos de
producción inmutables, en el marxismo se ha discutido cuáles son y cómo se
suceden, incluso si todas las sociedades han de pasar por todos ellos. Los modos de
producción básicos son: Tribal, de recolectores y cazadores y los primeros estadios
de la agricultura y la ganadería, la propiedad sería, en buena medida, comunal, la
división del trabajo es elemental y comienza a desarrollarse el esclavismo; Comunal-
Estatal, o Antigua, en la que el propietario es la ciudad estado de la antigüedad,
subsiste el esclavismo, comienza a desarrollarse la propiedad privada, la división del
trabajo se hace más compleja, se diferencia entre campo y ciudad, algunas personas
no producen bienes y aparecen las diferencias de clase; Feudal, con predominio rural
y de la propiedad comunal en la que la fuerza de producción son los hombres libres
sometidos a servidumbre, y en las ciudades aparece la propiedad gremial; y
Capitalista, la actual, con predominio de la propiedad privada y fuerte división del
trabajo. Más tarde Marx y Engels introdujeron el modo de producción Asiático, con lo
que se rompería el eurocentrismo y el mecanismo inevitable que hacía pasar a todas
las sociedades por todos los estadios. Pero ni Marx ni Engels eran especialistas en
Historia. El estalinismo redujo estos estadios a cinco: Comunidad Primitiva,
Esclavista, Feudalismo, Capitalismo y Comunismo, dejando fuera el Asiático. Esta
reducción volvía otra vez la Historia lineal y eurocéntrica. Tras la muerte de Stalin se
estableció otra periodización, unilineal, con siete estadios, o modos de producción,
según Godelier: Comunidad Primitiva, Asiático, Antiguo, Esclavista, Germánico,
Feudal y Capitalista. Otra vez todas las sociedades tendrían que pasar por todos los
estadios, generalizando los modos de producción europeos y asiáticos a todo el
mundo, sin duda un exceso. El modo de producción Antiguo de dividirá en dos: Antiguo
y Esclavista. Se suprime el Socialismo por no ser un modo de producción
históricamente desarrollado. Aunque las interpretaciones unilineales han sido las
más conocidas no han sido las que más han contribuido a la Historia. Se han
desarrollado otras periodizaciones que no son unilineales, y en las que un modo de
producción genera más de una solución. Melotti establece un sistema muy parecido al
de Marx y Engels: Comunidad Primitiva, que se diversifica en Asiática, Eslava,
Germánica y Antigua, que dará la Esclavista; y luego Feudal y Capitalista. La
complejidad de modos de producción no favorece la implantación de esta
periodización, pero el estudio de los modos de producción del pasado, en los distintos
países, es lo que permitirá hacer una Historia no eurocéntrica que explique la realidad
del mundo de hoy.

Las fuentes

La Historia se hace con fuentes. Una fuente es aquello que nos permite
verificar un hecho histórico. La concepción tradicional de la Historia sólo
considera como fuente el texto escrito. De hecho hemos visto que se divide la historia
de dos partes: Prehistoria, antes de los textos escritos, e Historia, con la aparición de la
escritura. Pero, evidentemente, esta es una visión reduccionista de la historia. Historia
es todo lo que ocurren desde la aparición de la humanidad sobre la Tierra,
exista texto o no. La escuela de los Annales negará el documento escrito como
fuente indiscutible y máxima de conocimiento histórico. Toda realización que parta
de la actividad humana será una fuente.

Consideraremos fuentes, pues, a los textos escritos, la arqueología, las tradiciones


orales, el arte, etc. Todo lo que ha producido la humanidad y todo lo que puede darnos
información sobre el pasado. Evidentemente, las fuentes escritas son las más
utilizadas: relatos, cartas, estadísticas, literatura, padrones, archivos, toponimia, etc. El
documento por excelencia es el texto legal, pero este es interesado, ya que deja
constancia de lo que interesa a quien tiene el poder. Un libro de Historia no es una
fuente, puesto que es un libro que ya interpreta los documentos.

El mayor problema al que se enfrenta el historiador es el de cómo conocer los


hechos del pasado. Para ello hay que buscar testimonios que nos los cuenten,
fuentes que suelen estar dispersas. Pero una vez localizadas no se pueden creer sin
más, es necesario comprobar su autenticidad, su veracidad, qué en el documento
es adorno, si hay ocultaciones, etc. Los documentos conservados no hablan de lo que
a nosotros nos interesa, sino de lo que les interesa a quienes los hacen. Por eso, de
ciertos hechos puede haber muy pocos documentos, mientras que de otros existen
innumerables datos, con lo que es necesario hacer un proceso de selección de los
documentos, la Heurística.

El problema fundamental es determinar el grado de fiabilidad de la fuente, sobre


todo si esta es escrita. Hay que determinar su autenticidad, saber su origen (que puede
ser interesado), conocer el grado de credibilidad y hacer una crítica de ella. Pero, una
vez estudiada y comprendida la fuente, no basta con publicar el hecho, es necesario
interpretarlo y elaborar el conocimiento histórico.

Explicación y comprensión de la Historia

Por muchos hechos del pasado que se quieran contar, jamás se podrán contar
todos. La historia erudita, en definitiva, es una reducción de la historia, y una
reproducción de la ideología dominante. Esto implica, también, una toma de posición
ante los hechos del pasado que deben ser contados. Además, el mayor número de
fuentes las conserva el poder y las clases dominantes, y estos conservan los
documentos que les interesan. Por eso, el historiador debe intentar comprender cómo
era la sociedad del pasado cuando esta era presente.

Para los positivistas, la Historia no deja de ser una acumulación de


documentos, en los que toda interpretación no haría más que falsearla. Pero esta
visión de la Historia está totalmente superada.

Los hechos que conocemos se encuentran incardinados, y se relacionan entre sí


formando estructuras que explican e identifican una época. No sólo es necesario fijar
los hechos, sino que hay que buscar las causas, las consecuencias, la relación con
otros hechos de la época (anteriores y posteriores), y hay que interpretarlos, pero sin
recurrir a la noción científica de causa efecto, automáticamente. En toda causa están
todos los elementos del efecto, pero hay más, y no tiene porqué pertenecer a la misma
escala. Una cosa es responder a la pregunta ¿porqué ocurrieron los hechos?, y otra
justificarlos por tener unas causas que inevitablemente dan unos efectos. La historia no
es causal. Frecuentemente, quien busca causas y efectos tiene una concepción
finalista de la historia que, al fin, justificaría el estado actual de las cosas.

La Historia no siempre ha sido un saber científico. Hasta el siglo XIX fue un


saber enciclopédico y precientífico, como muchas otras ciencias.

«La explicación en Historia es el descubrimiento, la aprehensión, el análisis de los


mil vínculos que, de forma inextricable, unen entre sí las múltiples facetas de la realidad
humana, que ligan cada fenómeno a los fenómenos vecinos, y cada estado a sus
antecedentes inmediatos o lejanos, y también a sus consiguientes» (Marrou).

Este tipo de conocimiento difiere mucho del dato, ya que se fundamenta en la


comprensión y la interpretación de los hechos. No debemos caer en el
reduccionismo unitario, la realidad es muy compleja. Cada época hace la Historia
sobre los temas que le interesan, que no tienen porque ser los temas que nos
preocupan en la actualidad, la Historia puede cambiar. Los hechos de la Historia
varían según la corriente de pensamiento o la escuela que los formule, y hay muchas
escuelas historiográficas, unas que pretenden justificar la situación actual de
distribución del poder y otras ser más críticas.

Un tema recurrente es el de la objetividad, y si un historiador debe dejarse influir


por los hechos que le son más simpáticos. Tenemos que, el hecho de elegir un
acontecimiento puede ser un acto subjetivo. Pero creer que un acontecimiento es
objetivo en sí, termina transmitiendo la ideología dominante, mientras que el que es
consciente de su ideología puede imponer las conclusiones de la metodología a sus
juicios previos. Pero una cosa es utilizar la ideología, y otra muy distinta juzgar los
hechos desde esa ideología. Quien juzga los hechos no hace Historia sino
proselitismo.

Que los hechos de la historia se interpreten desde la ideología del historiador no


quiere decir que su interpretación sea arbitraria. Los historiadores aplican un
método, que les puede llevar a unas conclusiones que pueden ser inesperadas para
ellos. Primero formulan una hipótesis de trabajo, luego recopilan fuentes y las
someten a crítica, y a la luz de ellas sacan sus conclusiones, verificando o
rechazando la hipótesis, para luego divulgar los resultados.

Para la explicación y la visión de una época es indispensable, e inseparable, la


ideología de historiador. La ideología es una visón del mundo que nos ayuda a
seleccionar los hechos que nos interesan, aunque también es cierto que la teoría se
elabora a partir de los datos seleccionados con objetividad. Existe el peligro de no
tener en cuenta aquello que se ha decidido dejar de lado, pero que existe. La
explicación histórica no debe salir de los límites que la ideología y las fuentes recogidas
tienen. No se puede explicar el arte con documentos económicos, aunque marquen la
época.

La verdad en la Historia no es geométrica ni unitaria, ya que no lo es la realidad.


Las explicaciones deben hacer comprender cómo era la época y explicarla, pero la
verdad es parcial.

En Historia, la verdad objetiva no está en saber si un hecho es cierto, sino en


descubrir y determinar cuál es la auténtica naturaleza del hecho, hasta
comprender las verdaderas relaciones entre la sociedad y las cosas.

La forma de expresión de la Historia es la palabra, fundamentalmente escrita, el


libro, pero no necesariamente como literatura. De hecho, hacer de la explicación
literatura perjudica el análisis, lo que no quiere decir que no deban estar bien escritos, y
de forma amena.

En definitiva, la Historia sirve para conocer cómo funciona nuestra sociedad,


cómo ha funcionado en el pasado, qué soluciones se dieron y cuáles fueron sus
consecuencias, y también para satisfacer la curiosidad humana. La memoria nos
permite progresar como seres humanos, en sociedad y acumulando cultura. La Historia
es un instrumento de análisis del mundo, de nuestro mundo de hoy.

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