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¿Qué Es La Historia?

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Instituto Superior del Profesorado N°8 Almirante

Guillermo Brown

Trabajo práctico individual N° 1

Carrera: Profesorado de Historia

Materia: Introducción al conocimiento histórico


2022

Docente: Ekkert, Elizabet

Alumna: Robert, Tatiana Anabel


Fecha de entrega: 06/06/2022

1.A lo largo de los siglos se han adoptado innumerables definiciones de la Historia, tantas como
historiadores hay y hubo en el mundo, así como también resistencias a definir la disciplina. Para
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Santurnino Sánchez Prieto (1995), comprender el entramado sobre el cual está fundada la Historia
como ciencia social, teniendo en cuenta sus características y métodos específicos, amerita una
reflexión epistemológica ya que la teoría configura los hechos y la visión que el historiador tiene
sobre ellos. Sin embargo, siguiendo a Aróstegui (1995) se evidencia que hay una resistencia por
parte de muchos historiadores a reflexionar sobre los fundamentos profundos de su trabajo debido a
la inmensidad y complejidad de la tarea.

Una definición, según Santurnino Sánchez Prieto (1995), es el resultado final de un largo proceso
de acumulación de reflexiones y experiencias sobre la investigación histórica. Así mismo, la
ideología o visión en la que el historiador se enmarque condicionará su concepción de la disciplina.
Por ejemplo, no es la misma la definición de la disciplina que brindará un historiador que adhiera la
Historiografía Marxista Británica que uno que encuentre mayor afinidad con Annales, así como
tampoco será la misma la definición de Historia que podría brindar un historiador del Siglo XIX que
un historiador del siglo XX. Para la historiografía positivista alemana, la historia no era más que
una cronología de hechos encarnada en grandes personajes del poder, su metodología no iba más
allá de la lectura de documentos de archivos institucionales para lograr una reconstrucción de
hechos. Por el contrario, para la Historiografía del siglo XX la Historia se trata, en gran parte, de la
la dialéctica de las duraciones y los diversos actores y clases sociales que entran en juego.

Según Santurnino Sánchez Prieto (1995) La historia es una ciencia cuya finalidad ronda en la
comprensión del cambio y para ello debe situar los acontecimientos diferentes en cada época, en el
contexto también cambiante que caracteriza a esa época. Para el historiador marxista Pierre Vilar,
así mismo, la Historia es “el estudio de los mecanismos que vinculan la dinámica de las estructuras
en la sucesión de los acontecimientos” (1980:47, en Sánchez prieto:1995:12). Por otro lado, para
Bloch (1949), es preciso conservar la más amplia significación de la palabra Historia. Esto
posibilitaría que no vede ningún género de investigación, ya sea que se proyecte a los individuos o a
la sociedad, a la búsqueda de elementos más prolongados en el tiempo, a crisis momentáneas o
acontecimientos explosivos. La palabra Historia, siendo fiel a su etimología, no compromete a otra
cosa que a la investigación y a la producción de conocimientos científicamente elaborados. Bloch,
a comparación de los historiadores del Siglo XIX, sostiene que la historia quiere aprehender a los
hombres y que no está presente sólo en las instituciones sino también detrás de los rasgos del
paisaje, de las herramientas y las máquinas: “Allí donde huele la carne humana, sabe que está su
presa” (Bloch: 1949:22). En esta línea, siglos más tarde, Braudel impulsado por su ideal de Historia
Total sostendrá que “la historia es la suma de todas las historias posibles: una colección de oficios y
puntos de vista, de ayer, de hoy y mañana” (1972:118). Siguiendo a Bloch, desde que apareció hace
más de dos mil años, el término Historia ha cambiado mucho de significado y en hora buena ya que
“ese es el destino, en el lenguaje, de todos los términos verdaderamente vivos. “(1949:21).

En síntesis, pese a las distintas acepciones, no cabe duda de que la historia es una ciencia social
capaz de generar conocimientos provisorios e incompletos -pero no por ello falsos- sobre el devenir
las sociedades en el tiempo. Así como también es producto de “un proceso continuo de interacción
entre el historiador y los hechos, un diálogo sin fin entre presente y pasado” (Carr, 1980:76 en
Sánchez Prieto 1995:12).

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1.B El conocimiento objetivo no es posible en la Historia ni en ninguna otra ciencia social.


Siguiendo a Esther Díaz (2007), se puede argumentar que esto se debe a que es “el investigador
social el que capta desde sí mismo el sentido de las realizaciones humanas y desde ellas interpreta
su propio ser” (2007:26). Pese a que puedan existir ciertas convenciones, es decir, acuerdos entre
historiadores, cada uno de ellos interpretará al pasado desde su bagaje intelectual, sus posturas
políticas, su contexto social y cultural, y sus intencionalidades. Es por eso que es posible
encontrarse con diversas explicaciones del devenir histórico, así como también distintas maneras -
metodologías, teorías, recortes, análisis, etc.- de acercarse al objeto de estudio.

1C. Para mí, la Historia como disciplina y práctica encuentra su propósito en tres aspectos que se
relacionan entre sí: el científico, el filosófico y el educativo. Con respecto al primer aspecto
anunciado, considero, siguiendo los aportes de Palti (2000) que el fin de la historia es ampliar el
horizonte cultural de las sociedades al ponerlas en contacto con realidades que les resultan ajenas en
tiempo y espacio, para generar rupturas con la concepción de naturalidad con la que se les presentan
sus creencias y realidades presentes. Generar la conciencia de que, como anunciaba Campagno,
todo en la Historia es variable y esa variabilidad genera sociedades diversas, por lo tanto, diferentes
maneras de vivir su devenir histórico. Siguiendo con el segundo aspecto, coincido con Rosa
Belvedresi (2000) en que el conocimiento histórico es útil para brindar una mirada atenta sobre el
presente y hacernos conscientes de nuestra propia fugacidad. Por último, en el aspecto educativo,
enseñar, estudiar, investigar y difundir el conocimiento histórico, como apunta Cattaruzza (2000)
posibilita la extensión de un modo crítico de pensar la realidad en la que vivimos. De esta manera,
la historia como educadora no aspira demasiado a los resultados alcanzados sino a exhibir los
modos en los que se construye nuestro saber. Como señala el autor: “difundir los procedimientos
del pensamiento crítico en la sociedad es expandir los espacios de libertad y de igualdad.”
(2000:32).

2.A En la actualidad, gracias a los aportes de Braudel (1902-1985) y sus sucesores, diferenciar el
tiempo cronológico del tiempo histórico no es una tarea compleja. Sin embargo, para los
historiadores positivistas del siglo XIX no existía tal diferencia y tampoco la concepción de
pluritemporalidad característica de la visión del tiempo histórico o social que tenemos hoy en día.

El tiempo de la historia era, entonces, una sucesión de hechos políticos ordenados


cronológicamente. Evocando a Braudel, se podría enunciar que un día, unos meses, un año eran
medidas correctas para los historiadores positivistas, pues para ellos la historia no era más que una
suma de días. En síntesis, el tiempo cronológico se caracteriza por ser lineal, único y progresivo; y
por estar generalmente reducido a los grandes personajes del poder: sus proezas y reyertas, sus
decisiones, ambiciones e intencionalidades. No por nada Braudel lo llamó el tiempo de la crónica,
del periodista, y advirtió, así mismo, que simplemente es la «corteza de la realidad social».

El tiempo histórico o social a partir de mediados del siglo XX, en cambio, es mucho más complejo
que una cadena de hechos políticos eslabonada cronológicamente. Como se adelantaba al inicio,
una de sus características más importantes es la pluritemporalidad. Esto quiere decir que existen
muchos tiempos históricos o, al menos, si se adhiere a los aportes de Braudel, tres movimientos
temporales que se desenvuelven simultáneamente -cada uno con su propio ritmo-. De este modo, se
infiere que el tiempo social, humano, histórico, es decir, los tiempos de la vida, es una

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simultaneidad de movimientos, duraciones y cambios diversos que se dan en una sociedad o


colectividad humana a lo largo de un período determinado.

Para finalizar esta breve explicación sin dejar dudas sobre las diferencias entre ambas concepciones
temporales, se puede argumentar, siguiendo los aportes de Trepat y Comes que “el tiempo
cronológico ordena, sitúa y organiza; en cambio el tiempo histórico - diversos movimientos o
sucesiones simultáneas de ritmo diferente según la naturaleza de los hechos- explica.” (1998:42).

2.B En esta consigna se profundizarán algunos elementos ya abordados en la consigna anterior. Se


explicó que a principios del siglo XX hubo una ruptura con la concepción positivista de la
temporalidad histórica. Así mismo, también ya se ha mencionado que Braudel (1902-1985) tuvo un
rol fundamental en ello y que se le confiere a él el mérito de introducir la conciencia de las
múltiples dimensiones temporales da la Historia.

Ahora bien, cabe profundizar más en estos aportes del gran historiador de Annales que revolucionó
la historiografía de su tiempo. De este modo vale preguntarse: ¿Cuáles son las diferentes
temporalidades para Braudel? ¿Qué características tiene cada una? ¿Qué nos permiten entrever,
examinar y analizar? ¿Cuánto enriquecen al conocimiento histórico? ¿Por qué era necesario romper
con esa concepción del tiempo lineal, única y progresiva de los historiadores positivistas del siglo
XIX?

Sobre esta última interrogante, se podría responder, teniendo en cuenta los aportes de Trepat y
Comes (1998), que para Braudel la historia tradicional o positivista, esa historia política
cuidadosamente datada y siempre fiel a los poderes de turno, no era más que «la corteza de la
realidad social». Su habilidad para explicar los movimientos históricos era nula ya que construía
cimientos sobre el tiempo del acontecimiento, el «más engañoso» y fugaz de los tiempos históricos.
Así mismo, al centrarse simplemente en los documentos proporcionados por distintas instituciones
estatales y personajes del poder, su visión era demasiado estrecha e incompleta, detalle que
obstaculizaba el ideal de crear una «historia total» sostenido por Braudel.

Era necesario explorar nuevos rumbos que desafiaran la tiranía del acontecimiento, su poca
profundidad para explicar lo social siempre limitado a causas y efectos, para así desembocar en la
complejidad de la realidad histórica. De esta manera, Braudel propone la existencia de una duración
social de tiempos múltiples y contradictorios, cada uno de ellos con diferentes ritmos y su propio
devenir: el acontecimiento (corta duración); la coyuntura (media duración) y la estructura (larga
duración).

El acontecimiento, para Braudel, está «aprisionado» en la corta duración ya que es explosivo y


tonante. Existe un tiempo corto en todas las formas de vida: social, institucional, económico,
religioso, literario, hasta incluso geográfico. Por ende, un acontecimiento puede cargarse de una
serie de relaciones y de significaciones, así como también testimoniar movimientos profundos. Sin
embargo, en palabras del historiador francés: “Echa tanto humo que llena la conciencia de los
contemporáneos, pero apenas dura, apenas se advierte su llama” (1972:120). Por tal motivo se
anexiona a un tiempo muy superior en su propia duración: “«extensible hasta el infinito» se une,
libremente o no, a toda una cadena de sucesos, de realidades subyacentes, inseparables
aparentemente, a partir de entonces, unos de otros” (1972:120).

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Para Braudel (1972), paralelamente al tiempo corto se proyecta otro tiempo más extenso, de
carácter cíclico, generalmente relacionado con cuestiones de índole económica. Esta dimensión
temporal es denominada «coyuntura o media duración» y se caracteriza por tener una mayor
capacidad para explicar los movimientos históricos que el acontecimiento. Por ejemplo, cuando se
aborda Historia Americana y se pretende aproximarse a la Crisis del Siglo XVII, muchos
historiadores ponen el foco en ambos espacios geográficos para explicar que mientras que España
había un período de recesión económica; en América, muy por el contrario, había un período de
suma prosperidad. De esto deriva la concepción de “La contracoyuntura del siglo XVII”.

Así mismo, Braudel postula que existe una dimensión temporal de «anchura secular» que se
caracteriza por ser casi inmóvil. La denominada estructura es, para el autor, un ensamblaje o
arquitectura, una constante de tipología diversa que el tiempo tarda en erosionar. Por ejemplo, el
tiempo de las mentalidades, de la geografía, de los límites tecnológicos o las constantes
demográficas. Hay algunas estructuras que se desintegran más fácilmente que otras, pero, en
general, están tan enraizadas en el tiempo que se convierten en elementos estables para muchas
generaciones. De esta manera, “obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su
transcurrir” (Braudel: 1972:126). Este andamiaje opera a través de del sistema económico o del
inconsciente colectivo; y presenta al mismo tiempo sostenes y obstáculos para el devenir histórico.
Se podría inferir, siguiendo al autor, que “todos los niveles, todas las miles de fragmentaciones del
tiempo de la historia, se comprenden a partir de esta profundidad, de esta semiinmovilidad, todo
gravita en torno a ella” (Braudel:1972:127).

En conclusión, esta teoría de las tres dimensiones temporales que conviven y se manifiestan
simultáneamente ha significado un gran aporte para la historiografía del Siglo XX hasta el presente.
Braudel puso en el foco del oficio del historiador la dialéctica de la duración. En sus palabras “para
nosotros nada hay más importante en el centro de la realidad social que esta viva e íntima oposición,
infinitamente repetida, entre el instante y el tiempo lento en transcurrir. Tanto si se trata del pasado
como si se trata de la actualidad, una conciencia neta de esta pluralidad del tiempo social resulta
indispensable para una metodología común de las ciencias del hombre.” (Braudel: 1972:124).

3.A finales de agosto de 1789, impulsada por el gran agitamiento de la revolución, la Asamblea
Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y el
Ciudadano, poniendo fin al Antiguo Régimen. Si bien, hombres y mujeres lucharon por igual para
lograr esta ampliación de derechos -la toma de Bastilla y la Marcha de Mujeres de Versalles, son un
claro ejemplo-, no hubo igualdad en la Asamblea. Tal declaración, advirtieron tempranamente
mujeres como Olympe de Gouges, reconoció la igualdad de todos los ciudadanos masculinos ante la
ley y la justicia, recortando así a la mujer de todo plano simbólico, jurídico y social. Una vez más el
hombre se había aprovechado de los servicios femeninos para lograr sus objetivos, para luego dejar
a la mujer relegada al puesto de ciudadana de segunda y menor de edad ante la ley. Hecho que no
pasó desapercibido para la elite femenina de ese entonces.

Fue así como, contagiada por la fiebre revolucionaria e impulsada por el ardor de la injusticia, la
filósofa política Olympe de Gouges (1748-1793) decidió redactar Los Derechos de la Mujer y la
Ciudadana. En la introducción del manifiesto se erigió en portavoz de “las madres, hijas, hermanas,
representantes de la nación constituidas en Asamblea Nacional”, en cuyo nombre solicitó “los

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derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer”. A tal toma de posición siguieron


diecisiete artículos en los que se insistía en la necesidad de igualar a hombres y mujeres en todos los
aspectos de la vida pública y privada. Se pedía el derecho al voto femenino, la igualdad de poder en
los ámbitos familiar y eclesiástico, el derecho a la educación, al acceso al empleo público y a la vida
política de las mujeres, el derecho a poseer y controlar propiedades, a gozar de igualdad fiscal, entre
otras demandas. Sin embargo, si la revolución femenina no alimenta y fortalece fines masculinos,
es un crimen mortal y Olympe de Gouges no tardó en descubrirlo. El 3 de noviembre de 1793 su
rebeldía ante el orden simbólico patriarcal le costó la cabeza, dejando resonar sus palabras en la
mente de muchas: “Si la mujer puede subir al cadalso, también puede hacerlo a la tribuna pública”.

Este breve relato situado en los turbulentos años de la Revolución Francesa da cuenta de muchos
movimientos temporales desenvolviéndose simultáneamente, la dialéctica de los cambios y
continuidades propuesta por Braudel. Por un lado, tenemos los acontecimientos o tiempo corto, las
fechas y hechos precisos como la aprobación de la Declaración de los derechos del Hombre y el
Ciudadano (finales de agosto de 1789), la toma de la Bastilla (mediados de julio de 1789), la
Marcha de las Mujeres en Versalles (5 y 6 octubre de 1789), hasta incluso el guillotinamiento de la
escritora, dramaturga y filósofa política Olympe de Gouges el 3 de noviembre de 1793. Por otro
lado, se evidencia la coyuntura económica y política: este proceso de transición del Antiguo
Régimen, caracterizado a grandes rasgos por la monarquía absoluta, la estricta estratificación social
y una economía basada en la agricultura; al Nuevo Régimen caracterizado por la destitución total de
gobiernos absolutistas y basado en una República con ideales democráticos donde todos los
ciudadanos eran iguales ante la ley y la justicia, y una economía que pretende tomar un nuevo
rumbo hacia el camino de la industrialización y el capitalismo. Finalmente, es posible identificar la
estructura o larga duración que obstaculiza y limita los cambios propuestos por los acontecimientos
de la época: el orden simbólico patriarcal. A lo largo de toda la breve exposición se analiza el rol
fundamental de las mujeres para lograr los avances de la Revolución, así como también su poco
reconocimiento y los altos costos a pagar por pretender declararse -al igual que los hombres-
ciudadanas con derechos naturales e inalienables. Esto se debe a la estructura de las mentalidades,
siempre reacia a erosionarse y poco dispuesta a dejarse trastocar por los cambios propuestos por los
actores y actrices sociales de un determinado contexto histórico.

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BIBLIOGRAFÍA

ARÓSTEGUI, J. (1995) La investigación histórica: teoría y método. Crítica, Barcelona.

BLOCH, M. (1974) Introducción a la Historia., México. FCE. Intr. y cap.1

BRAUDEL, F. (1972) La Historia y las Ciencias Sociales, Alianza, Madrid, Cap.3: “La

larga duración”.

DÍAZ, ESTHER (2007) Conocimiento, Ciencia y Epistemología en DIAZ E. (Edit)

Metodología de las Ciencias Sociales. Ed. Biblos. Bs.As.

SANCHEZ PRIETO, S. (1995) ¿Y qué es la Historia? Reflexiones epistemológicas para

profesores de secundaria. SXXI. Madrid. Cap. 1

TREPAT, C y COMES, P. (1998) El tiempo y el espacio en la didáctica de las Ciencias

Sociales. GRAO; Barcelona

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