A Quien Leyere
A Quien Leyere
A Quien Leyere
Hace veintitres años que tengo la misma cas.i, y durante tan largo
inquilinato apenas he habitado la parle principal.
Al principio el ruido de los carruajes hizo que me retrajera al interior;
y después, y ahora y para siempre, recuerdos movidos por objetos materia
les que allí están colgados, y sobre todo, sombras que animadas al calor
de mi alma por aquellos ámbitos históricos y huecos desocupados asoman,
me asaltan, me hablan y me hieren dolorosisimamente, me han ahuyentado,
y vivo en un cuarto estrecho que da vista á un jardin y al melancólico
tejado dela iglesia parroquial.
El jardin está inculto, apenas nadie le frecuenta, padecen sed sus
plantas en eslío, y hácia el crepúsculo de la tarde, sólo alguna paloma per
dida suele posarse en las mohosas tejas del templo, cuyos anchos lienzos
y elevada cúpula limitan demasiado el horizonte; pero en cambio á mi
breve estancia no alcanza el eco bullicioso de las calles y entra el sol desde
que nace.
Una hija mia, movida de su cariño, cuüto mi vivienda para que no pa
rezca tan humilde, y cuando menos pienso, me encuentro que mandó bru*
ñir los muebles y que colocó un grande espejo, en que no m miro, s¡
bien me gozo en verle.
De los veintitres años, los primeros diez ó doce, el tañido de las cam
panas llegaba á mis oidos desde racional distancia. Llamaban éstas á la
oracion desde la alta torre, y así se dirigían á todos los fieles con igualdad
cristiana.
Sucedió más tarde, que un piadoso sacerdote de mi parroquia adoleciera
de muerte y legó en testamento cierta suma, con el preciso encargo de
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82 X QUIEN LEYERE.
que con ella se construyera para su amada iglesia lina campana de marca-
das dimensiones.
Murió el cura, se incautaron los testamentarios del dinero y se hizo la
campana, que yo conozco ni más ni menos que si me la hubieran fundido
en los sesos y modelado en el cráneo.
En verdad que es robusta, lisa, redonda, hermosa como la más esco
gida barragana de las vedadas por el Concilio de Trenlo; pero sobre todo
es sonora á no poderse confundir con otra.
Cuentan, que e) párroco de la iglesia y su teniente, juntos ccn los cléri
gos subalternos, con el impar sacristan y con todos los monaguillos, al
verla recien fundida, y al contemplarla tan ancha y reposada sobre el
suelo, exclamaron unánimes: — «¡Soberbia pieza!» —y añadió uno de ellos:
— «¡Lástima que no pueda verla el cura muerto!»
Dicen que dijo otro: — «Habremos de bautizarla con su nombre.»
Aseguran, que se rieron muchos de la advertencia tardia, y que el sa
cristan, numerando por lo recio una, dos, tres, se sacudia uno tras otro
con la derecha n ano los dedos de la zurda, como si fueran badajos, y que
en todo lo demás callaba. ,
Afirman que contaba por los dedos, en efecto, ú dedo por campana,
por serle conocido el caso canónico de estas neófitas, que no se bautizan
hasta después que están colgadas en su supremo asiento lo de supre
mo está apropiado, pero lo de asiento, en punto á campanas, va mal
dicho.
Las campanas no se sientan nunca. Nacen boca abajo, y asi conforme
salen á la luz del mundo, las cuelgan á sol y á sereno en lo más alto de la
casa de Dios y colgadas las bautizan y las dejan para siempre sin otra de
fensa que la lengua, mas que se rajen á lamentos. Con esto sucede que,
por ejemplo, la campana Tomasa se queja, y dicen los intérpretes que salu
da al alba; que la campana Ruperta llora, y dicen que canta la or-acion
del ángelus; que la campana Rufina rabia, y dicen que repica; y que todas
á un tiempo, Marta, Ruperta, Rufina y sus compañeras mártires se quejan,
lloran, rabian y se desgañifan á grito pelado, miéntras siguen diciendo los
intérpretes que tocan á gloria.
El monaguillo se goza en desesperarlas; y sin embargo el sacristán las
quiere bien, aunque no las socorra en sus tribulaciones.
Relata refero.
Seguía este sacristan de mi parroquia echando sus cuentas con los de
dos; y al fin levantó el brazo desde el codo á la mano, apiñó los cinco, y
k quien leyere. 83
dijo: «sepores, este es el campanario, estos son los espácios: dos campanas
no se avienen junlas; y así, vean ustedes donde ponen la que sobra.
De aquí provino la medida de colocar la campana, tocaya del testadorf
fuera de torre; á unos cuarenta rretros de mis orejas.
Si estoy en pié, se me ofrece á los ojos en línea levemente oblicua; y la
veo al desnudo en sus menores detalles, montada al aire con gracia pla
teresca.
Nada le estorba, nada le rodea; no la ciñe nada bastante á sofocar la
lolal trascendencia de sus sonoros ecos, que rompen libérrimos por la
acústica bóveda del cielo y siguen vibrantes agitando el éter, hasta estre
llarse en la pared de enfrente, que es la mia.
He dicho (y va de tres) mis orejas, mis ojos y mi pared, ni más ni me
nos que si yo fuese un vecino sin vecinos, ó como si fuera yo el único ve
cino de la campana de en frente, siendo que somos á lo ménos treinta,
gente toda honradisima, cómoda, acomodada y sedentaria.
Alguna vez me ha acudido voluntad de preguntar á mis vecinos si les
pasa lo que á mí con nuestra comun campana; y ya que no lo he hecho
por pereza, aquí lo voy á consignar.
Sucédeme, que al principio me irritaba, que luego más tarde y un dia
tras otro, me fué dejando sordo; y que ahora. le profeso un especial
cariño.
Por dos veces la autoridad ha borrado el nombre con que la ruda
mano del pueblo habia confirmado mi calle; ese nombre era el mio ala
bada sea la autoridad que no me ha quitado la campana.
Ella es la religiosa solitaria que me llama, la mística compañera que
penetra mi espíritu y le guia; la amiga en la caridad que halaga mis dos
únicas esperanzas que se cumplen dormir, y despertar!
Así, cuando al apagarse el resplandor de cada un dia abato la frente; y
mi ser moral vá á perderse en el espacio sin términos por donde huyó la
luz, allá hácia la vaga inmensidad que no presenta objetos; ella, mi religio
sa solitaria, me llama á la vida mortal con su lento tañido; y yo traduzco
esos ecos de misericordia que me dicen: «Te aguarda el sueño.» Ciérranse
por grados los horizontes y la solitaria enmudece brindándome la quietud
en el silencio.
Descanso tarde y me despierto pronto; que dormir y despertar en tiem
po breve, son dos esperanzas cumplidas y condensadas por la fuerzas con
trarias del cansancio y del pesar. Mas ella en tanto suspensa entre las som
bras, espia los asomos de la aurora; y á la manera que la alondra de loa
84 Á QUIEN LEYERE.
campos cerniéndose en el crepúsculo, despierta á los rústicos sencillos coil
su salve de inmensa poesía ¡ella! mi amiga en la caridad, acude á mi des
velo y me advierte que ha comenzado el tímido esplendor que anuncia el
santo nacimiento del nuevo sol ¡Abrese el dia y se dilata el mundo....!
Los términos son el objetivo del alma. Ante la vista, el espíritu sumer
gido resurge del caos de la concentracion y se difunde como si fuera des
leido en la riente claridad que conduce la vida á lo exterior. ¡Santa luz ma
tinal! Dios es el Dios de todos y la manda en raudales á la tierra.
No son todos los que se tienen por afortunados Jos primeros que la
gozan en su cuna de amor universal; y acaso no la aman porque siempre
durmieron olvidados.
No amar lo más bello, seria desgracia de los muchos que se creen afor
tunados en sus deseos; pero el no amar lo desconocido es solamente la in
sipidez que con frecuencia los atedia.
En las ciudades no vale fiar el término del sueño al canto de la alondra.
Hay que encomendarse á la campana ó á los gorriones.
Los gorriones urbanos despiertan después que yo; pero á punta de al
borada y al son de mi campana, nos levantamos juntos.
Estos animalejos, en quienes ha ido poniendo Dios algo tras algo de
mona, un tanto más de rata y un mucho de pájaro, en cuanto asoman
de su escondrijo, vuelan y vienen á pararse á mi balcon. Puestos allí, es
cudriñan con sus ojillos listos y recorren con carrerillas busconas; lo pri
mero, curiosos y atentos al por si acaso, luego, ya confiados, pónense en
busca del con qué, y así, entre mona y rata, entre miedo y hambre, cantan
como casi pájaros chao-chao grí-gri, con notas destacadas sin pizca de
armonía.
Sabido es que las especies se modifican por la higiene; y de aquí
el que nadie sepa lo que seria el gorrion que, siendo anterior á las bohar
dillas, era compañero de los trogloditas, más yo que me he encontrado
á los gorriones tal y como son ahora , les doy de almorzar migas de pan
con chocolate, y ellos ¡los inocentes! paréctme que me lo van agradeciendo
miéntras lo mascan de mollete y lo chupan de Caracas á las mil maravi
llas..... Aunque luego advierto, que en cuanto comen me abandonan á fuer
de seres civilizados; y cátenme ustedes á solas conmigo mismo.
Para no estar sólo no hay mejor medio que cerrar los ojos y ponerse á
pensar. En esta situacion los ojos miran hácia adentro, el hombre se regis
tra y conoce que tiene todo un mundo en su interior.
Yo de mi cuenta creo que el hombre es un titirimundi que se asoma á »
Á QUIEN LEYERE. 85
propio por la lente del alma, y que no hay más mundo que aquel que ve
cada uno, por sí solo dentro de si mismo.
En el mundo externo todo son fantasmagorías, mascaradas, mojigangas,
astucias sutiles y ficciones visibles salidas del ingenio ajeno.
Sea de esto lo que fuere, ello es que yo pienso con los ojos cerrados; y
quiero contar el cómo cierta mañanita en cuanto me abandonaron los gor
riones me senté frente al espejo, cerré los ojos y me solté á pensar.
Vi los años natales desde el primero que me arrulló en la cuna, hasta
el presente que me lleva por los cabellos.
Eran los que vi los efectivos años, pues aquellos que llaman bisiestos,
siderales, anomalísticos, trópicos, astrales, civiles, usuales y lunares, no
son los años que pasando pesan en la vida individual, sino meras conven
ciones y nombres tras nombres con que la historia universal, las ciencias
de observacion y las religiones clasifican los trozos de la tenia del
tiempo en el espacio. Son denominaciones convenidas á que no responden
los astros en su curso imperturbables, y que á mí por el efecto me suenan
á nombre puesto en perro sordo.
Lo que vi fué la edad; fueron los años natales en esa su incesante me
tamorfosis para allegarme á la muerte.
Eran los primeros, pequeñas y humildes crisálidas que sin perecer se
trasformaban en ninfas; y de estas se desenvolvían ligeras mariposas que
ensanchando las alas rompieron con esfuerzo las celdas de su infancia y
volaban lanzadas por praderas primaverales sobre flores luxuriantes, hasta
fatigarse y parar en el árbol procer de aquella ancha floresta. ¡Oh brevedad
sin término! ¡abreviacion de tránsitos po» tránsitos! El árbol lozano cir
cundado de lujosos horizontes, era la edad mia henchido, de esperanza.
Los años voladores, una vez reposados se fueron despojando de hermo
sura; perdian el esmalte de sus alas, cayéronles las alas, y quedaron en
gusanos roedores del árbol eminente que se iba encorvando poco á poco-
Los horizontes se estrecharon, marchitáronse las flores, y fué mi existencia
palmera solitaria, que declina roida de gusanos.
Díjeme;
Nuestra vida tiene rasgos materiales, marcha trazada con seguros con
tornos desde que toma origen y va por la adolescencia á la juventud, á la
vejez sedentaria y á la muerte De aquí el que se acepten por sinónimas
las palabras historia y vida El alma invisible es el artista que dando
norma á la vida, la guia y la ilumina con luces de alegría indefinible y
sombras de tristeza misteriosa Mas la historia de las alegrías y de las
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penas de otro, son las que nadie alcanzará á contar; y por eso aunque la .
vida tiene contornos [gráficos, las historias de los hombres son
mentira
No nos es dado sondar en lo íntimo de la vida ajena, y la referimos; al
paso que nunca alcanzamos un perfecto conocimiento de nuestro sér exte
rior y presumimos
En este instante de mi razonamiento secreto, oí una voz de confesion
ingénüa; voz de conciencia al parecer soltada sin testigos, que decia: «Somos
hipócritas, somos embusteros.»
¿i quién me acusa en mi soledad sin ser llamado? pregunté; y vi el
aspecto de otro hombre como yo desprevenido.
Con el vago recuerdo que nos dejan las figuras que vimos deslizarse
por los panoramas, me pareció haberle visto en otras ocasiones, y con
vine en que acaso fuese algun conocido, de los reciprocamente olvidados
sin prévío acuerdo; ó un amigo de esos que en las várias corrientes del
mundo toman distinto rumbo y al cabo de los años vuelven tan frescos al
punto de partida, con la memoria verde y los cabellos blancos.
Lá sinceridad empleada en el trato social, es virtud descomedida, de
suerte que peca en defecto más ó ménos grave hasta caer en imprudencia
temeraria. No sé si la voy á cometer en daño mio, pero faltara yo á la sin
ceridad en cáusá propia, si no declarase que mi desden se confunde con mi
tolerancia de tal manera, que ni yo mismo puedo á veces definir dónde
empieza el uno y donde termina la otra.
Dejé pues que estuviera, al que se habia entrado por mi casa como
'dicen de Pedro pOv la suya; f mientras, él por su parte se mantuvo mi
rándome ron cierta sonrisilla mundana, que maldito si no tocaba en sutilí
simo desden. Lo tenía á tres pasos, veiale de frente; y hablar con tino de
'sus fáccioiies no podría. Tal vez me fuera más seguro el conocer y diseñar
sil 'sombra.
Mi aparecido y yo, sea que nos halláramos influidos de mutuo tedio, ó
sea porque son los bostezos contagiosos, bostezamos á la par; y allá a'
cabo de rato y cual si no hablara conmigo, dijo el hombre: «Me levanto de
la cama más carinado que me acuesto, y me rechno en la butaca á fa
tigarme.»
En cíiánló hubo hablado, me interesé en que dijera más, pues que
sus p'átábfas con pena murmuradas, hallaron vivo eco en mi naturaleza
'enferma; y él siguió] en efecto, trayéndome á diálogo por la siguiente in-
'téirrágácibh:
Á QUIEN LEYERE. 87
—«Si tú yendo calle arriba, te vieses venir á tí por la misma calle abajo,
¡tú, te saludarías á ti?»
Me quedé pensando.
—«¡Hombre que tienes los ojos en la cara! (me dijo) ¡Tú que sólo has
visto de ti tu mala copia! ¡Tú, que no has podido ver nunca tu cara origi
nal, porque llevas los ojos en la cara desde que naces y mientras vives;
cuando vas y vienes, cuando con el alma piensas, con el cuerpo sientes y
con el gesto expresas, ¿intentas conocerte á lí mismo?»
Aquí por toda respuesta me miré á las pantorrillas; y como me pare
cieran idénticas á las de mi interlocutor, dije para mis adentros; «en verdad
que no me conocería.»
—«¿Aun para identificar tu persona ante tu propio juicio, acudes á exa
minarte por junto una faccion muda? Pues ahí lo tienes (dijo el incógnito)
somos hipócritas, somos embusteros. Aseguramos conocer nuestras fac
ciones y mentimos, negamos; conocernos el fondo de nuestra moral, el al
cance de nuestra inteligencia, el orden de nuestros defectos, la índole de
nuestros vicios; y fingimos virtud ó modestia, generosidad ó franqueza-
¡Embusteros! No hay quien en su capacidad intelectual y moral, no sea en
conciencia un convicto inconfeso.
"Registra con tu alma tus virtudes, y las verás en el primer término de
tu historia, ostentándose lujosas como rameras, en tanto que al asemo de
ellas van los vicios, siguiéndolas vestidos de fraile capuchino.» Pues eres
tú el que vistes las virtudes de vicio y los vicios de virtud.
»Si tratas de medir con la tuya la inteligencia ajena, donde no alcanzas
te avergüenzas; pero no te declaras inferior y le evades coh frases de apa
rente desden á fin de atajar el término de tu derrota. ¡Hipócritas y embus
teros! Emplear talento llamamos al recurso de la astucia, cuando hemos
aprendido que á la sombra . de las conveniencias sociales se corrompe la
sinceridad.
«Aquí, entre todos, me tienes á mí, que he quemado muchas hojas de
cierto libro de mis confesiones, en las que habia vertido lágrimas de con
tricion y de atricion verdaderas.
«Aquí estoy yo, que después de haber escrito un libro entero con lodo
el corazon arrojado en sus páginas, pensé en darle á la luz pública tal y
conforme me habia nacido de la intimidad del alma; y luégo al repasarlo
para limar su estilo con mmia vanidad, se me fue desatando la sospecha de
si caeria en imprudencia temeraria, y oí la voz y entendi consejo de la
serpiente, que oculta á la sombra de las conveniencias sociales me decia:
88 Á QUIEN LEYERE.
* e
«Yo no soy desde el origen del hombre; aquella es la eviterna Yo vin
con los hombres, crezco con la especie y enlazo la Humanidad Mi ani
llo es flexible, mi lazo blando, mi voz la ciencia, mi palabra el secreto, m¡
razon el misterio, la sociedad es mi vida y yola suya.... No soy yo la malde
cida ... Arropo la verdad desnuda, disfrazo la mentira insolente. Soy unidad
trina, encierro tres atribut03, llevo tres nombres, circunspeccion, recalo,
conveniencia; y tengo altares en los templos de la Justicia. La palabra
guardada, la accion secreta, el prescindimiento oportuno, son las triples
corrientes invisibles que ciñen y fecundan el paraíso social, á la manera de
los tres rios del Génesis. A nadie le pesó de haber callado, y la palabra
suelta arrastra en pos de sí arrepentimientos ¡Cuánto más persevera la
palabra escrila!.... El cincel y la piedra, el buril y el bronce, son menos
fuertes que la pluma delave y que el papel delas yerbas.
«Los niños viven con el alma entre los ángeles, y los adolescentes la co
munican entre si Los mozos andan puesto su corazon á precio entre
mujeres Acorta, acorta de esta parte de tu vida lo que mejor parezca
á tus sentidos Los hombres ya formales adelantan con los ojos fijos en
los histriones que les cercan..... y mal habrá quien á los enmascarados di
jere: «te conozco » Corta aquí de tu libro por entero, y advierte, que las
tonterias se pagan en esta vida, y deja que , las picardias se paguen en la
otra Y pues que no has llegado aún á la edad de los enfermos de su
alma, de su corazon y de sus ojos; á la edad de los que apenas viven, y son
relegados forzosos al patio de la cárcel; de los que se acuestan entre muer
tos, deliran con recuerdos, agonizan en presidio y mueren desheredados de
consuelo después que ya habian muerto en el olvido, para los niños, paralas
mujeres y para los hombres Como no has llegado á la edad miserable,
acorta, corta y cierra tu libro para siempre, no sea que si por colmo de
tus dolores te alcanzara la más gran desventura, que es el sobre- vivir, allá
en las soledades de tu alma, exprimiendo tus lágrimas postreras, escribas
con ellas memorias funerales y débiles epitafios de aquellos tus hijos que
cayeron desconocidos, de tus muertos amigos que serán á los leyentes
como si no hubiesen sido, de tus mujeres queridas, que si te fueron envi
diadas no lo son, y los que viven de su presente alegre, se mofen crueles del
loco del cementerio, que riega en tierra estéril, escarba las tumbas y cierne
polvo de un mundo ya pasado
»Yo soy la serpiente posterior á la ciencia del bien y del mal.
»Yo limité ú la oreja del sacerdote la suelta voz de los primeros confe
santes.
k QUIEN LEYERE. 89
«Yo recaté las confesiones; y soy la Prudencia.
«Haz que tu libro sea confesionario cerrado para el 'mundo y abierto á
cada contieneia, para que túseas justificado en secreto por quien leyé-re, al
encontrarse confesor y confeso dentro de sí misino.*' •'* , ' ',;.'..! » .
Enmudeció la serpiente que tiene altares venerandos. ' "", ... ...
Era su voz retrocedente como el eco que soltamos err los .valle» y 'vuelve
á nuestro oido; es nuestra propia vOz. Era grito de alma que viajaba do
vuelta, traido por el aura de los recuerdos, siempre dotorosüsM !- ' ,
En este momento mi severo aparecido dejó paso a la insinuacion de un
suspiro, y á poco continuó hablando al aire como si conversara con las
moscas, y decia: , .' '.
—¡Ab! mutilar un libro quien lo ha escrito éntero! ¡La madíe eiv cuyas
manos quedan pedazos que se desprenden de 'su hijo enfermo, rio siente
mayor pena!' La prudenciarla fortaleza y la templanza son virtudes1 ne
cesarias que no suman nunca la cabal justicia!» '!1! f.'' '- . l"
Y luego, presentándome un rollo de papeles que' yo ya le lubia visto,
medijor .'. .. " i
—«Toma este esqueleto en que habitó un espíritu sincero, y entrégale á los
analíticos por si le encuentran médula en los huesos->' •
La accion fué imperativa; y de ella vino el que yo me encontré con que
habia tomado el manuscrito tan sin conciencia, como ahora, lectores mios,
leñeis vosotros el impreso. • .
Registraba las primeras páginas como presumo que pasado este prolo-
guillo hareis vosotros, y acudi de pronto á rascarme la oreja y distraje la
mirada.; . ' . ' ..'<,-. :: ' . '; - . '.!. '.
No hay escritor que se ponga á escribir parasí solo, y de eso infieTó que
lodo literato es músico de contra-punto intelectual. Y irié afirmó en ello
tanto más, cuanto que tengo observado que si el lector acude de pronto á
rascarse la oreja y mira al limbo, es porque se toma tres compases de espe.
ra para entrar en concordancia con el libro.
Yo á lo menos, por tal medio busco la armonía; más á pesar de los
tres compases me quedo muchas veces rezagado. '-'
Dichosos los que entran á tiempoy sigue la música, quede ellos es el
reino dela inteligencia.
Decia pues, que registrando las primeras páginas, me quedaba tan atrás,
con tanta letra menuda por delante, el juicio tan desparramado, la oreja
tan caliente y tan puestos los ojos en lu nada, que al fin caí en la cuenta
de que con haber perdido el acorde por no tomar la entrada á tiempo,
90 Á QUIEN LEYERE.
gastaría la mañana en balde, si no apelaba al autor para que me dijese
claro, qué cosa quería él decir con aquello apenas dicho, ó si es que era
calderon de solfa donde debiera yo pflr mí solo lucir mi propio ingenio.
Apénas lo hube resuelto me fui al bulto... y aquí, lectores analíticos,
llegamos al cabo del suceso y fin del prólogo.
Es el caso, que, por dar en el bulto di en el hueco; y tras esta sor
presa acudi en busca de mi desaparecido por todos los ángulos de mi es
trecha vivienda.
Como tampoco le encontrase en parte alguna, mi natural impulso fué
llamarle; pero en el mismo instante de soltar el nombre, se me ocurrió que
no le sabia, y quedé por un rato con la boca abierta y la lengua apuntan
do á las narices. Si alguno se sonríe, no se corra mucho; que yo bien sé,
en lo que el desmemoriado y el bobo se asemejan.
Ello es que el incógnito se fué sin saludarme.
Se fué, se huyó, desapareció, conforme se me habia presentado.
Lo que habló está escrito, lo que me dejó entre manos lo pongo en las
vuestras.
Antonio Ros de Olano.
JORNADAS DE RETOMO
PARTE PRIMERA.
II.
III.
En la época á que me voy á referir estaba yo en Barcelona encerrado en
un colegio de primera enseñanza: y por las vacaciones sacábanme mis
parientes, para llevarme á la casa paterna.
En esto de la casa paterna, cuanto más aludiendo á las casas pairales de
Cataluña, no he sido muy exacto. Diré, pues, que venia á Barcelona algun
pariente mio y me sacaba de aquel tristísimo colegio para llevarme á la
casa del padre de mi padre.
98 JORNADAS DE RETORNO,
la frase «venid á mí los niños,» paréceme que me hubiese ascendido del co
razon á los lábios.
Jesucristo tampoco tenia que darles más que su inmenso amor.
IV.
V.
VI.
VII.
VIH.
X.
Además de labran huerta, hay contiguo al pajar (qué como dije está
pegado á la casa) un pequeño huerto, conocido por el nombre de Hort-
boflll.
Lugar recóndito es este, y se halla descuidado. Desmorónanse sus ta
pias con frecuencia, dejando brechas de fácil acceso dias olvidados, hasta
que la necesidad de acudir al reparo de olías obras, lleva la mano del al-
bañil á restaurar aquellos desprendimientos acaecidos por la vejez,
Tan humilde buerlecillo fué sin duda el exclusivo recreo de los funda
dores de la casa, y su suelo todavía es hoy el más fértil de todo el contor
no. Se comprende que en aquellos tiempos fuese cultivado con solicito es
mero, y ahora deja ver que apenas le hacen caso.
El brazo del hombre no se emplea en él, y sólo las mujeres con ligeras
azadas ó con escardillos, le cavan, siembran y cosechan, sin sujecion á
regla ni á precepto. Sin embargo, allí la tierra siempre agradecida, dá de
su seno con amor, y las verduras del Hort'bofill, resultan más sabiosas qu
las de otra parte.
El Hort-bofill, es, ó parece ser, el fiador de la gran huerla; si en aque
lla no han sazonado, si el hielo ha enmustecido, ó si el calor ha agostado
los frutos, en este se anticipa, ó se hace tardia la sazon á voluntad de quien
siembra las plantas, ó las cultiva en sus resguardos. Es sobre todo la patria
propia, el paraíso terrenal, del peregil, de la yerba-buena, y de la borraja,
puestos en confuso y simpático consorcio, con el don Diego de nache, la
albahaca y los claveles sencillos.
Se comprende que como son mujeres las que le cultivan, sea el jardin
de las mozas, sin dejar de ser el recurso de las cocineras.
Los pocos árboles que en él se mantienen, nunca fueron ingerios; son
añosos, se plantaron sin simetría y nadie los poda; gigantes centenarios
airen los brazos para abarcar las nubes; atletas encanecidos, soportan la
nieve, luchan con la tramontana que lo ciñe, cimbrea y silba al huir heri
da, á la manera de una serpiente enorme, y allá cuando llega la primave
i JORNADAS DE KETOENO. 111
ra, se revisten de hojas y se coronan de llores, para alardear su constan
cia, para ostentar su triunfo al través de las edades; al paso que esa misma
ufanía luxuriante, les revela en su mísera ancianidad, sellada con las garras
del tiempo Ni aquellas hojas los arropan por completo, ni aquellas flo
res los coronan del todo; son girones de galas que fueron juveniles, por
las que á trechos asoma el esqueleto.
Ramas secas junto á ramas verdes, leña seca al lado de flores codiciadas
iejhs abejas, patentizan la hermosura fecunda de la vida y la tristeza esté
ril de la muerte Así el influjo del verano obra y madura en ellos las
escusas frutas que pueden soportar, y cuanto las de la huerta grande son
celadas, las del Hort-Bofill se dejan expuestas al hurto lacedemonio de
los muchachos, que comunmente las derriban ¿pedradas.
En este momento me acude un recuerdo que reduce á un loque lu
minoso lo que he mal diseñado.
Recuerdo que allá en mi adolescencia volvia yo del campo al comple
tarse una noche de primavera, mansa, tibia y serena. Noche de aquellas
que susurran amor traido en alas de los céfiros, y que exhalan melancolía
entre báisamo y aromas de las llores. La voz de la naturaleza,, venida del
infinito, habla á nuestras almas, los oidos la oyen en confuso, envuelta en
efluvios de vaga armonía, y el corazon la pendra, la traduce, y responde
suspirando á ese sublime idioma de la resurreccion universal, que á todos
nos dice: «Amad y suspirad.»
Volvíame de un pueblo inmediato donde residia una hermana mía allí
casada: mi hermana me habia abrazado con tristeza al despedirnos, y á mi
regreso'me senté junto á las tapias del Hort-Bofill atraido por el canto de
un ruiseñor que gemía como las arpas eólias, y.á' poco le respondió una
corneja. Levanté la vista, fijé el oido, escudriñó y enter.di y vi que el rui
señor y la corneja cantaban en un mismo árbol; aquel entre las flores y ésta
parada en una de las ramas secas ¡Sonaba el himno de la esperanza y
respondia la elegía de la muerte! El árbol era el más carcomido por ol
tiempo, mitad esqueleto y mitad niño que sonríe al beso de la madre pri
mavera!
El modesto Horl-Bofill, solaz de mis antepasados, sabe Dios si habrá
sido arrasado al restaurar la casa. Sus ingentes nogales, sus ancianas hi
gueras, sus desparramados manzanos y nudosos perales, sus granados de
encendida muestra, los claveles sencillos, aquellas plantas, aquellos ar
bustos; su cerca, su tierra fecundisima, todo, lodo será acaso suelo llano,
infecundo; suelo tendido y de paso á la vanidad presente.
172 JORNADAS DE RETORNO.
Ya por entóneos tenia impresa la marca de exterminio.
Habian establecido en él el pisadero de la uva bajo un tinglado á teja
vana erigido al efecto, y esto no sólo le robó gran parte de su cultivo, sino
(pie además, en la época de la vendimia quedaba todo él, entregado á la
profanacion más impía y al merodeo insolente de cuantos en la faena viní
cola se ocupaban.
Aquel lagar comunicaba precisamente con la bodega, y en esta no pe
ndraba otra luz que la muy escasa que de las caballerizas recibia por una
claraboya.
XI.
La apertura de la veda. ¡Oh cuán alegre estacion para los que aún no
están heridos del pesar de los placeres del lujo, ni tocados del tedio de los
goces en las ciudades!
Si la comedia debia lomar su necesario origen en la perversion de las
costumbres sociales, el drama debió tenerle antes en los impensado•! in
cidentes y las fuertes emociones de la caza. Y si hoy este ejercicio os
higiene y espectáculo de drama, ante la soledad de la naturaleza, para los
agobiados poderosos porque los distrae de la vanidad de sus vanidades, y
los aisla desus iguales, ¡qué no seria la apertura de la veda, para nosotros
muchachuelos inquietos y mozos imberbes, crecidos á la sombra de los
bosques, educados en el aislamiento de la familia campestre, y sueltos,
como los hijos del árabe, desde los primeros años armados de escopeta, y
seguidos del perro perdiguero, ó rodeados de una turbulenta jauría de
podencos?
Hé aquí que cierta mañana de las primeras del mes de Agosto, nos
disponíamos los muchachos para salir á cazar conejos; é Íbamos capitanea
dos por el mayor de Hodos, que era mi primo Antonio. Aunque la hora,
fuese la del alba, llamábamos á los perros á grito herido y con silbidos pe
netrantes, y estos acudian de todas direcciones, contestándonos con au
llidos, y nos festejaban con saltos y revueltas.
Estando, pues, nosotros ocupados en aquella faena, acertó á pasar
Marieta; y en el portal le preguntó mi primo—«¿á dondes vás?»
316 JORNADAS DE RETORNO.
—Al IIort-Bofill—respondió ella; —y Antonio le dijo: —Dime donde
quieres que cazexos hoy para quo nuestro dia sea afortunado.
Marieta abatió la mirada, y confurmeiba andandole respondió;—Hacia
Puig-Alegre, que desde allí se vé la casa.
—Piies no dejes de mirar hácia allá Marieta, —le previno diciendo el
estudiante; y miéntras ella se encaminaba al IIort-Bofill; nosotros con
tinuamos nuestra árdua tarea de reunir galgos y podencos, y de separar y
encerrar los perdigueros.
Operacion engorrosa, pero del todo necesaria, era la última; porque es
de advertir que en mi familia, cada hombre era un cazador, y cada cazador
tenia su pachon, que no sólo no prestaba á nadie, sino que ni él mismo
cuando salia con la jauría, sacaba al campo su perro de perdices.
Largo rato empleamos, y ya que merced á nuestras astucias y á nues
tras patadas en perro boca arriba, conseguíamos romper la marcha y
tomamos la direccion de Puig-Alegre, sucedió que á cosa de trescientos
pasos andados, mi primo volviera la cabeza, y vió que un hombre escalaba
la tapia del Hort-Bofill. Era Saturní; Antonio naturalmente le reconoció al
momento; y volviéndose, nos dijo á un hermano suyo y á mí, que le acom
pañáramos, para en caso necesario sujetarle:—No sea el diablo, nos añadió,
que haga yo un disparate.
Los otros muchachos siguieron con la jauría despaés de haberles ase
gurado nosotros, que muy pronto los alcanzaríamos.
Recelándonos como ladrones, ó hurtados como conejos, logramos llegar
sin ser advertidos á la cerca del huerto, y mi primo, después que hubo
marcado la accion de amartillar su escopeta, me la entregó y dijo «¡tenia!»
Llegábamos en el preciso instante en que Saturní presentaba la peineta
á la honesta doncella, y le deciaen voz alta..... —Con que Marieta ¿mees-
limas ó no me estimas?—Ella calló; y continuaba Sarturní diciendo:—Pues
yo te estimo aunque te pese, —y en esto avanzó más la ofrenda, hasta casi
locarle el rostro con ella, y le dijo:—No seas tonta, te digo por segunda vez
que la tomes; si no lo haces, será señal de que no me estimas, y después
verás lo que te pasa
Sobre si el catalan siente ó no 'siente en su corazon,
De la flecha de amor la dulce herida
Que amando desdeñado, á amar convida,
Se ve, que cuando está educado al u3o de su pais, acepta desde muy
joven el yugo matrimonial, y envejece y muere, amando á la Dona: al paso
que si se mantiene bravio, es notorio que padece amor de toro. Y aqi i
sin ir más lejos, siguiendo la narracion del caso que nos ocupa, ahora se
318 Jornadas de retorno.
verá como resulta la demostracio/i al canto, con sólo contar, que apenas
Marieta volvió la espalda á Saturní, en señal de que no aceptaba su ofrenda
propiciatoria, este novillo embistió con ella y le clavó en el cogote la peí
nela, que por ser de cuerno y con puntas, vale decir que le clavó el
cuerno.
La pobre niña dió un grito, y acudia con ambas manos al sitio de su
dolor, mientras que Saturni se gozaba en contemplarla herida, á tiempo que
mi primo botó y cayó plantado entre los dos; firme y espantable como
leon que salva la cerca y ruje amenazante en medio del rebaño.
Fué aquel un instante peligrosísimo que pudo costar caro á Saturni, si
Antonio no me hubiese entregado la escopeta. No atendió éste á la afligida
doncella,' y presumo que el corneta de Misas vió claro q¿ie el estudiante iba
á arrancarle la vida, porque verle y huir fué un punto mismo.
Dió tras él mi primo; ¿pero quién hay que alcance á un faccioso lan
zado á la carrera? Y cata que cuando le tenia á toca-ropa, se le desapareció
de ante los ojos.
Quedóse Antonio parado é inseguro sobre el mismo borde de la fosa del
pisadero de la uva, en el que Saturni se habia precipitado, desapareciendo
cual si se hubiese abierto bajo sus piésla tierra.
Mí primo al refrenar su ímpetu, volvió y buscó en vano á Marieta, h
tímida muchacha habiase escurrido á la manera de una cervatilla asustada.
Incorporósenos Antonio; seguimos nuestra marcha, comentando el su
ceso, y á poco trecho andado, vimos á Saturni que hácia la huerta aguija
ba el borrico, a la dcsesperad:i.
Vimos tambien que le paró mi primo el hereu y conversaron, mas nos
otros, echándonos el peso de las consecuencias á la espalda, continuamos,
y allá, entrada la noche, volvíamos á casa con liebres y conejos, disimulan
do el trance de la mañana.
Pasaron dias sin que nadie nos reprendiese, aunque si advertimos que
Saturní, desde aquel mal encuentro, nunca andaba solo, y que comun
mente pegado á Jepet y metido en su trabajo, parecía ser pecador arrepen
tido. A punto llevó su conducta, que Antonio convirtió los celos en des
precio.
En cambio Marieta no iba al Hort-Bofill á cuidar flores, ni á coger ver
duras; Marieta no salia sola á la fuente, ni asemaba por las habitaciones al
tas, siendo así que hasta entonces habia sido parle de su ocupacion el subir
con otra de sus compañeras á asearnos los cuartos, y preparar las camas.
En casa no habia hombres dedicados á la servidumbre propiamente
JORNADAS DE RETORNO. 3l9
llamada doméstica, esa obligacion la tenian mujeres á su cargo; los hom
bres se empleaban sólo en la labor del campo.
Nosotros, en vez de llamar para ocuparle á tal ó cual criado, llamába
mos ánsta ó la otra criada, y por más que apellidásemos á Marieta, ella no
respondia.
Sólo á las horas de comer se presentaba á servirnos, y lo hacia con ac
titud •acobardada.
El mismo estudio con que escusaba acercarse á Antonio hubiera basta
do á despertar nuestra sospecha en edad más experimentada.
Mas no fué así, y corrieron dias, hasta que en uno, el ménos pensado,
llamó el hereu á su hijo D. Antonio y le puso en la mano un pliego oficial
en que S. M. Te nombraba cadete del regimiento de Zamora.
Cayósele al estudiante por lo pronto la casa á cuestas, mas luego en sus
adentros hubo de comparar la libertad futura con los cláustros de la uni
versidad, y su manteo negro con la casaca de dos colores, y ambas consi
deraciones esforzadas por lo que un nuestro pariente alférez retirado le dió
á conocer acerca de las ventajas y la gloria de las armas, mi primo tomó re
solucion favorable á cambiar las letras por las armas, y pidió que le dis
pusieran su equipaje y que le regalasen un caballo, lo cual conseguido, sin
aguardar más que veinticuatro horas, salia hácia Barcelona más galan que
Gerineldos.
Al irse, en tanto que todos le cercábamos y mientras que todos le de
cíamos, contemplábale desde una ventana Marieta, bañada en lágrimas. E|
entónces, revolviendo su palafren de batalla, nos dió la espalda, miró hácia
allá donde oyó á su golondrina que piaba, vió á sú flor nemorosa que lan -
guidecia, y como el último escándalo no se teme, le dijo cuan dulcemente
cabe en lengua catalana: «Adios, muchacha; mantenme en tu memoria co
mo yo te llevo en mi corazon,» y en el acto partió á galope, tan resueltv
mente, que apenas le alcanzaba á escape el espolique .
XI.
XII.
I
JORNADAS DE RETORNO. 339
cuanto llegó su muía, le acarició el morro, la llamó Currutaca, y sin más
dilacion cabalgó en ella.
Fallábale tiempo al lego para trepar á la suya, mostrándose tan atrope
llado que por tres veces, basta enmendar la zancada, hubo de tropezar con
las alforjas, que eran panzudas.
Harto se comprende lo desairado de mi posicion en aquellos momentos.
El conflicto por la duda de la prision estaba felizmente resuelto; el gru.
po para la nueva situacion, formado ya, y á punto de partir y funcionar en
la dichosa esfera de la libre voluntad. En todo babia relacion, en todos se
mostraba la armonía, el contento, la prisa, el ánsia, y sólo yo parecía des
perdicio olvidado, desprendido del corazon monástico y de la preocupada
memoria de mi tío. Sólo yo tenia que volver al colegio, cabizbajo y por mis
pasos contados, sin recibir una muestra de cariño.
Aquí volví á acordarme de mi padre, y me ocurrió compararlo con su
hermano, en cuanto son comparables una espada de ceñir y un breviario
cualquiera.
Mi padre—dije—mi padre enflaquecido por los trabajos de la guerra,
demacrado por los desvelos de la familia, inválido por sus heridas, me col
maría ahora de caricias, y penetrando en mi alma me llevaría consigo, basta
sobre sus mismos hombros; al paso que mi tio, austerizado por la medita
cion espiritual, se va sin siquiera despedirme Dije otras cosas, todas á
propósito para herir mi corazon de niño, y ahora añado que en este mundo,
una vez muertos los padres, no vale decir: «Tio, páseme el rio.»
Acto continuo el prior emprendió su marcha de retorno, regalándome
en suma dos dedos de bendicion, quiero decir, echándome de pasada su
santa bendicion con el dedo índice y el que le sigue.
Apresuradamente le besé la mano, y sólo el lego dió claras muestras de
su buen deseo en lo de vernos pronto por allá.
Esta es la abreviada historia dela prision y suelta de mi tio el prior de
Peralada, al que á pocos meses alcanzó la muerte.
Cuentan que nunca se quejó de sus perseguidores; pero añaden que no
fué bastante á sobrellevar el peso con que las persecuciones le habian ago
biado.
Si asi es, no supo el religioso empalmar dos tiempos distantes, relegan
do á sus enemigos á aquel espacio intermedio que de su propia vida le usur
an. No pudo empalmar dos tiempos, á la sublime manera que lo hizo fray
Luis de Leon.
La cuestion era de alma, y la suya no atinó á decir iU ¡a ¡tos ayer.
340 JORNADAS DE RETORNO.
Adicion cuarta—Decia Cuvier: «Dadme un sólo hueso, y os completaré
el esqueleto del animal á que perteneció.»
Diéronsele, y por el método analítico, ha reconstruido las especies que
fueron y no son.
Espíritu y materia constituyen el ser humano. Dadme á mi en toda su
pureza un solo rasgo de un alma, y os completaré su historia.
El cuerpo es cárcel movible; ven ella, la vida forzosamente vagabunda,
encierra, lleva y pasea el espíritu, como Ginés de Pasamonte mostraba
por el mundo su retablo; mas no siempre la historia de un alma es la de
su cárcel.
A veces á un alma sana le toca caer en naturaleza enferma, y son las
contradicciones; y casi siempre, al cuerpo y al alma les toca aadar sobre
suelo ingrato.
Suele acontecer con el hombre lo que con las plantas exóticas, por lo
cual, casi todos nosotros, nos sentimos desterrados en la tierra.
Cada vida es una historia manifiesta; pero el alma de cada criatura, for
zada muchas veces á las funciones de la conducta práctica, esconde sus do
lores, guarda sus secretos, encierra su pudor dentro de sí misma.
Misterios individuales, llama el vulgo á los factores de la secreta con
ciencia Dadme uno bien definido, y conocido otro factor de la vida ma
nifiesta, eliminando actos, os resolveré el problema del hombre ín
timo.
Para disculpar tan atrevido aserto, ¿quieren mis lectores conocerlo por
si mismos sintéticamente? ¿Quieren verlo por intuicion? Pues miren al Cal
vario, y verán que á los lados del Justo crucificado, expían en idéntico patí
bulo el buen y el mal ladron. Señalado ya este punto histórico, se demues
tra por solo el raciocinio, como la religion de la moral, de la inmortalidal
y de los dogmas completa la idea clara y necesaria de la perfecta justicia,
que nó de otra manera existiera, y quede nó existir, la humanidad creada
fuera sarcasmo de su Creador El Justo sacrificado en la vida efímera,
es Juez Supremo en la vida eterna .
Marieta llamó á las puertas de los ricos para que la sumaran con sus
servidores, y no cupo; llamó á las de la caridad, y estaban cerradas; llamó,
rogó, lloró y anduvo.
La joven de diez y seis años, la virgen, que aquí llama, allá ruega, luego
llora, y anda y anda de puerta en puerta, es la historia de un alma dester
rada que vá en cárcel movible, llevada á tropezar con el verdugo sin bus
carle.
JORNADAS DE RETORNO. 341
El verdugo violenta la cárcel para saciarse en la vida de la víctima, pero
la víctima y su vida no son su alma, ni la historia de su alma.
Yo perdi de vista á Marieta á medida que la ofuscaban las nieblas de la
miseria en que se hundia. De vez en suando, de tarde en tarde, solíamos
recordarla, y decían: «Por tal parte pasó.»
Iría dejando en harapos su modesta ropa por áspero camino, mientras
su alma inmaculada la revestía de candor, ¡qué bien la conocí!
¡Flor nemorosa digna de ser presentada en vaso ¡le oro en la mansion
de un príncipe! Flor, que apenas exhalaste tu divino perfume en el desierto,
¿dónde eslá tu sepultura? ¿en dónde están tus frutos?
Pasad al contacto de la memoria mía sucesos de mi infancia, eslabones
de la cadena de mi vida, pasad, pasad rozándome el corazon que es voy
contando....; los blandos de la niñez, los leves de la juventud, los duros
déla ancianidad se anudan por el recuerdo y todos gravitan con igual pe
sadumbre á medida que caminamos sin fuerzas al término de la existencia.
A cadena perpetua nacemos condenados, y la filosofía vulgar, la filosofía
aplicada á la vida es la cancion que canta el cautivo del tiempo al compás
de su cadena. Así por estos trámites en la edad cansada narramos el pasado
cancionando nuestra niñez, nuestra juventud, nuestra vejez. Cancionando
nuestras tres edades; la primera con envidia, la segunda con arrepenti
miento, la última con tédio.
Y así, yo contaré para luego volver á mi proposito, como huidos los
años de la adolescencia, nos hallábamos ocupados en la guerra y servíamos
en un mismo regimienlo, mi primo Antonio y yo ¡Trece años se habian
deslizado desde que Antonio dijo á Marieta: «Guárdame en tu corazon como
"yote llevo en mi memoria!» Y.sucedió que en un combate mi primo cayó
jierido de mucha gravedad.
Lleváronle á Pamplona y yo seguí las operaciones militares; mas al poco
tiempo se dispusieron estas de modo que nos tocó recaer y descansar en •
aquella ciudad en donde adolecía mi pariente.
Le hallé en muy mal estado, la fiebre le devoraba y apénas me recono
ció. Quédeme á velarle y la ausencia de amor solícito en tan humilde alo
jamiento, y el dolor del^enfermo, todo tan opuesto á las comodidades de su
pa y á sus pasadas alegrías, me contristaron.
Antonio pedia agua sin fijar á quien, ni nombrar á nadie; pedia agua
romo si la demandase á los rios y no le bastaran.
La saciedad no le duraba un minuto; se agitaba y caía hasta que allá á
la media noche quedó postrado.
342 JORNADAS DE RETORNO.
Esperé que le entrase la agonía; pero cuál no seria mi contento cuando
á las pocas horas despertó sereno y al encontrarme á su lado pronunció mi
nombre y me beso.
Limpiábale yo el sudor que á chorros le corría por el rostro á tiempo
que advertí que se distraía registrando la estancia.
—¿Qué buscas? le pregunté por dos veces sin que me respondiese ni ce
sara de buscar en torno suyo .
Los ávidos ojos del entermo, junto á la extrema palidez derramada en
su rostro como sombra de muerte, le daban el aspecto de un cataléptico
que despierta dentro del ataud.
Sentí temor de que le poseyera el delirio y creció mi sospecha al oir
que me preguntaba por Marieta.
—¿Se ha ido Marieta?—me dijo—¿se ha ido Marieta? ¿por qué se ha 'é
después de apagar mi sed con el agua de la fuente de mi casa? ¡Bendita sea'.
He bebido mucho en un cántaro muy hondo vertido con su mano generos
por toda mi boca...
Esto me habló con debilísima voz, más la fiebre le calmaba por mo
mentos y balbuciendo el nombre de Marieta quedóse otra vez dormido con
muestras evidentes de que habia terminado la crisis.
Velé su sueño, y velando mecido en los recuerdos que sus últimas pala
bras me habian despertado, me quedé tambien dormido.
Vi penetrar un óvalo de luz semejante á las elipsis radiales que circun
dan á las vírgenes de la escuela bizantina.
Al principio la irradiacion concéntrica rechazaba la mirada, hasta m
un rocío apacible se interpuso entre mis ojos y la luz, y de aquel seno dej!
lumbrante se desataron bandas de iris apacibles que se movian en circulo
espirales.
Llovían las ténues golas en el fondo del óvalo, y, juntas cuajaron un
flor flor de los bosques, violeta sencilla, que apénas nace, inclina pfl
modestia su corola.
La florecilla del monte, la hija preciada de la luz y del rocío ton
cambiantes de las bandas del iris y arrebatada luego giró con ellas en
tiginoso movimiento.
La luz, el rocío, las bandas, la flor se condensaron en el foco del óvalo
y como en la copela del químico tras de la crespa luminosa brota puro i
boton de oro, surgió del centro del óvalo la viva imágen de la pobre y sen
cilla Marieta.
Pios habia colocado en aquella criatura ciertos contrastes que sólo
JORNADAS DE RETORNO. 343
armonizan en el corazon del bueno. Puso cu ella las contradicciones que se
suman por la lógica del sentimiento; y así de la incorreccion y de la belleza
física que singularizan el sujeto del origen humilde que abate y de la digni
dad que eleva, de la pobreza que desdora á la mujer y del pudor que la en
riquece, creó la peregrina, dejándola sobre la senda de un valle de lágrimas
para que allí fuese encontrada y enaltecida por el hombre, y la modeló para
que de él fuese amada y ella le amase. »
Tal la seguí en sus primeros pasos; nos desvió el destino, y al término
de trece años me apareció en sueños entre rayos de luz, y señalada con
sello de dolor....; vision misteriosa que no sé si revela mi corazon ó sim
boliza su historia.
Marieta estaba en el centro del óvalo radiante, tan joven y sencilla como
lahabia perdido, envuelta en la niebla de la miseria, y yo desde la baja
sombra la contemplé á distancia, en la riente claridad del imitado cielo.
Se apoyaba sobre espinas con los piés desnudos, y á su frente ceñía
corona funeral de siempre-vivas.
No insinuaba impudor la corla saya de su anterior costumbre que
vestía; sea porque las leves formas de la virgen llevaran velatura de ino
cencia, ó porque en la costumbre apagase el deseo; y aunque le vi desabro
chado el seno candoroso, no alcancé á ver el tesoro de sus redondos
pechos La virtud es avara; lo guarda todo para sí sola, y los codiciosos
de la virtud de la mujer, son castigados en su culpa sin que logren hartarse
del castigo Miré y miré.
¡Oh libertad del sueño! ¡Oh delectacion de los sueños! ¡A los niños los
pasea por el cielo, á los hombres los arrastra por las sensaciones terrenales!
No parece sino que á medida que crecemos se nos acortan las alas del
alma.
Yo solo atento al desceñido seno, registraba hácia el tesoro oculto en
que nunca sondó la audaz ojeada del fuerte, y entonces mismo á la débil
criatura le asomaron dos lágrimas, y extendió la diestra en que mostraba
una moneda hecha ascua, miéntras que con la izquierda se levantó de
sobre el corazon el casto y breve pecho. Tan breve que todo le cabia en el
hueco de aquella mano.
¡Áy! del que dijo «¡hasta el placer nos duele, hasta el dolor nos
place!....» ¡miré y mire!.... bajo aquella mamila casi impúber, se escondia
una herida, y se descubrió una llaga profundisima.. . m . . i
«¡Y tú que apagas la sed ajena! ¡Y tu que calmas la fiebre del doliente
y alivias las heridas del ingrato!» ¿Tú lloras y me enseñas tu lacerado co
344 JORNADAS DE RETORNO.
razon, pobre María?.... Dijele y sonreia la inocente; pero las dos lágrimas
asomadas, le rodaron desprendidas, y de sus ojos cayeron calientes en los
mios.
Al punto desperté, palpé las lágrimas, y cuando quise adorar á la in
feliz mujer que las habia derramado sobre mis párpados, ya no encontré en
el óvalo radial la mística vision.
La hre del sol que penetraba por las hendiduras de una ventana carco
mida, me ofendió las pupilas.
Reconocí mi estado, repuse mis sentidos, y acudi al enfermo.
El enfermo dormía.
Ultima adicion. —Conmemoraba los juegos de mi niñez y dije: «Des-
piértanseme los oidos, y figúraseme que escucho la voz de los que ya no
«existen.» «Paréceme que presencio las francas escenas de la vida, en
«aquel aislamiento donde el mundo era la casa y la casa era un mundo.» «No
«quisiera terminase la carrera de mis dias, sin Antes llegarme á la casa en
«que fueron mis mayores, contemplarla desierta, galvanizar sus muertos
"que, con la fuerza de mi voluntad los veria levantarse á saludarme
Retrocedia en el tiempo con amor, y no por otra senda la memoria halla
frescas las huellas del pasado. Pero tal es el corazon del hombre, que estas
mismas huellas amorosas, embellecidas por la distancia, una vez pisadas
retrospectivamente pierden la frescura de un rocío de purísimas ilusiones,
que el alma desterrada habia derramado en el espacio, y ya entonces asoman
los abrojos.
Todo recuerdo es una síntesis impulsiva, y la deleitacion sobre el re
cuerdo es exámen.
¡Ay, todo análisis enciera dolor! Al hogar de mis mayores se calientan
hoy los ajenos de mi sangre, y ellos le llaman suyo.
Las leyes se lo han dado entero; suyo es en efecto, mas yo á mi tur
no vuelvo los ojos hácia la santa justicia y exclamo sin envidia: «Tú eres la
verdad destronada.» Mi último pariente morador de aquella casa, hace
poco que muriú de puro viejo en el mismo cuarto en que habia vivido
ochenta años sin abonos de servicio frase militar.
Era todo un solteron catalan que, como dije, llaman fadrí eslern (sol
tero externo), por más que no se aparten del techo en que nacieron, y aqu1
con lo dicho va sobreentendido que mi pariente tenia condicion de gato.
El caso es frecuente en Cataluña. El soltero, que allí madura en tal es
tado, se apega á las paredes más que á los parientes, se suele adherir (de
afecto) á la criada que le hace la cama, y sólo por excepcion establece reía
JORNADAS DE RETORNO. 345
ciones de paz, amistad y concordia con ún su único perro ama las pa
redes, con los parientes habla, estima á la criada, y con el perro intima,
pasea, caza, le sirve la comida y duermen juntos, si bien nunca tan juntos
que se toquen, pues el solteron catalan de suyo es cómodo, y una de las
mayores dichas á que aspira es á que no le piquen pulgas. Vean ustedes
ahora por qué distintos modos se acercan, se juntan y confunden los extre
mos que median entre el sueño de delicias del divino poeta y las delicias
del sueño del soltero catalan. Esta quj acabo de soltar es la más limpia de
todas mis observaciones depuradas en el crisol de los cincuenta años: recó
janla los lectores y aseguren que cuando el poeta delira y cania, y el solte
ron catalan sueña y ronca, no son más que dos instrumentos en la orquesta
del eterno concierto que arrulla el universo. No son más (y créanme y .afír
menlo, que el arpa y el violon. La finura, la delicadeza para el goce de los
oyentes está en que cojan la armonía de las desarmonías.
Y vuelvo á mi pariente.
El buen señor, miéntras que á disfavor de un dia trás otro vió morir y
hubo cerrado los inertes párpados á quince ó veinte de los suyos, siguió
impasible sin alterar sus horas, rezando por las nociies o1 osario en apa
rente comunidad con los difuntos, sentándose á la mesa de los treinta cu
biertos él solo, paseando á lo largo y á lo ancho sin estorbo, recoriendo
dormitorios desiertos, soplando el polvo reposado en las imágenes pintadas
en las camas, reponiendo el agua bendita de las pilas puestas á las cabece
ras etc., etc., y matando cucarachas.
En tanto mantenía completa la servidumbre doméstica y aguardaba á un
sobrinillo oficial de marina, en quien habia recaido la herencia, como se ve,
por un trancazo dela muerte en el billar del mundo.
El tal mozo se encontraba en Filipinas, y más tardó en llegarle el soplo
que él en venirse.
Verdad es que el soplo le fué por el Cabo de Hornos y él volvió por las
Pirámides.
¡Costumbres acuáticas! Llegó en buen hora acompañado de cien bote
llas de rom, puras vírgenes de Jamaica, de las que al primer beso alumbran
(por si no vale decir) que al primer beso cada doncella pare una bacante.
Tomado que hubo posesion de su casa el joven marino, colgó una ha
maca, en que dormía vestido, se despertaba para fumar, dejaba de fumar
para beber poquito, andaba al dia como dos escolares; y fumando y bebien
do dijo un dia á su señor tio con palabras frescachonas que á un mayorazgo
rico como él era, le conventa apropiarse una mujer,
34C JORNADAS DE RETORNO.
—Sobrino—respondió el tio—una mujer propia, supongo que habrás
querido decir; yá propósito de eso, tengo yo echado el ojo á cierta Pubilla,
que no dudo le vendrá de molde al patrimonio, y á ti no te
A mitad de su frase se encontraba mi primo-hermano, y no pudo aca
barla, por asombro que le causara ver levantarse y botar desde la hamaca
al suelo á mi primo en tercer grado, hecho un demonio, ó como si fuera un
capitan pirata, y oirque le decia:
—A mí, que con solo mi goleta he dado caza al fiero Dato Pangasilán,
terror de Cagayán, que mandaba los mejores pancos delas islas moras y le
pasé por ojo, no se me dan mujeres, sino que me las tomo yo. A mí no
me benefician las mujeres, sino al contrario; ni yo quiero mujer que le ven
ga de molde al patrimonio, sino á mí.
Y sm más hablar, dejó á su tio con la boca abierta, sopló en' un pito,
vino un su criado, y mandó que le atracaran la chalupa, porque se iba á
la mar con viento fresco.
Chalupa, llamaba á la tartana mi primo en tercer grado, y se echó casa
á fuera, sin más atender á su señor tio que, entregado á sus solas, se decia;
«¡Para mí, pecador, que el hereu se ha vuelto loco!»
De presumir es que el honrado segundon, deseó en este instante de su
duda, equivocar el juicio, y dar sin tino, como suele decirse, en la herra
dura, pero mal su deseo dió en el clavo.
Mi primo en tercer grado estaba loco.
Salió y entró, fué y vino, auduvo sin cesar y no paró, hasta que con
trajo esponsales en secreto y casó de público con mujer honesta, hermosa
y pobre, en la que menos pensara su tio el censejero solitario.
Supe yo lo que va escrito, por el mismo sugeto que á palabra corrida
me explicó el cómo al corto tiempo murió súbitamente mí primo en tercer
grado, y recuerdo que el biógrafo ampurdanés, por efecto de no hablar con
pureza el castellano, concluyó el relato con la siguiente frase: