Para Una Iglesia Misionera
Para Una Iglesia Misionera
Para Una Iglesia Misionera
LA MISIÓN CONTINENTAL
para una
IGLESIA MISIONERA
PRESENTACIÓN
El fuego purificador y renovador del Espíritu Santo que nos conmovió en Aparecida como Iglesia de
Latinoamérica y del Caribe quiere extenderse a nuestras Iglesias particulares en la forma de una Misión
Continental.
El sujeto principal portador de la Misión es, por supuesto, cada diócesis donde las orientaciones de
Aparecida quieren impregnar la Iglesia que en ella conformamos. La misión desea ser Continental en la
medida en que algunos tiempos y signos compartidos, expresen y enriquezcan la comunión de todas las
Iglesias que peregrinamos juntas en Latinoamérica y El Caribe y que mutuamente nos animamos en el
esfuerzo renovador para una Iglesia misionera.
Presentamos ahora un documento que ha surgido de muchos aportes sucesivos y que finalmente
aprobaron los Presidentes de las Conferencias Episcopales como orientación y sincronización mínima
para este gran impulso misionero del Espíritu. El documento reúne el espíritu, los objetivos y un plan
mínimo para el efecto visible de la comunión.
Orar es abrirse al Espíritu para que Él renueve en cada discípulo del Señor el ánimo permanente de
misión. María, Madre y Modelo de todo discípulo de Jesús, nos implore esta conmoción en el Espíritu,
un nuevo Pentecostés. Oremos con Ella.
25 de marzo de 2008
La Anunciación del Señor
PLEGARIA DE LA MISIÓN
CONTINENTAL
Quédate con nosotros, Señor,
acompáñanos, aunque no siempre
hayamos sabido reconocerte.
I
UNA IGLESIA MISIONERA EN EL CONTINENTE
El Espíritu Santo nos precede en este camino misionero. Por eso confiamos que este testimonio de
Buena Nueva constituya, a la vez, un impulso de renovación eclesial y de transformación de la
sociedad.
Así, la misión nos lleva a vivir el encuentro con Jesús como un dinamismo de conversión personal,
pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a
quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están alejados del influjo del evangelio y a quienes aún no
han experimentado el don de la fe.
Esta experiencia misionera abre un nuevo horizonte para la Iglesia de todo el continente que quiere
“recomenzar desde Cristo” recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al
encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la
solidaridad.
El "estado permanente de misión" implica ardor interior y confianza plena en el Señor, como también
continuidad, firmeza y constancia para llevar
nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las
tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas7.
El mismo Espíritu despertará en nosotros la creatividad para encontrar formas diversas para acercarnos,
incluso, a los ambientes más difíciles, desarrollando en el misionero la capacidad de convertirse en
“pescador de hombres”.
En fin, "estado permanente de misión" implica una gran disponibilidad a repensar y reformar muchas
estructuras pastorales, teniendo como principio constitutivo la “espiritualidad de la comunión”8 y de la
audacia misionera. Lo principal es la conversión de las personas. No cabe duda9. Pero ello debe llevar
naturalmente a forjar estructuras abiertas y flexibles capaces de animar una misión permanente en cada
Iglesia Particular.
II
LA MISIÓN CONTINENTAL
A esto nos ayuda la próxima realización del Congreso Misionero Latinoamericano-COMLA8 / CAM3,
lo mismo que el Sínodo sobre la Palabra en la vida y misión de la Iglesia (2008) y la celebración del
Año Paulino en 2008-2009.
Para entrar y permanecer en este lugar de encuentro con Cristo que es la Palabra, instrumento
privilegiado de la misión, hay que destacar cinco metas particulares:
• el fomento de la "pastoral bíblica", entendida como
animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o
conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la
Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la
Palabra16;
17
• la formación en la Lectio divina, o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura , y su
amplia divulgación y promoción;
• la predicación de la Palabra, de manera que realmente conduzca al discípulo al encuentro vivo,
lleno de asombro, con Cristo, y a su seguimiento en el hoy de la vida y de la historia;
• el fortalecimiento, a la luz de la Palabra de Dios, del tesoro de la piedad popular de nuestros
pueblos,
para que resplandezca cada vez más en ella “la perla preciosa” que es Jesucristo, y sea
siempre nuevamente evangelizada en la fe de la Iglesia y por su vida sacramental18.
• La presentación de la vida de los santos, en especial de la Virgen María, como páginas
encarnadas del evangelio que tocan el corazón y motivan el camino del discípulo hacia Jesús y
del misionero hacia la gente.
Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella
se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de
Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6, 63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un
mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro
compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios19.
b. Alimentarse de la Eucaristía
Un segundo medio para la misión es la Sagrada Liturgia, en especial, los sacramentos de la Iniciación
Cristiana, signos que expresan y realizan la vocación de discípulos de Jesús a cuyo seguimiento somos
llamados. De forma significativa, la Eucaristía es lugar privilegiado del encuentro del discípulo con
Jesucristo. Y es, a la vez, fuente inagotable de la vocación cristiana y del impulso misionero;
allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida
voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido20.
Dentro de este segundo medio misionero, hay que destacar cuatro metas particulares:
• Conducir, mediante la iniciación cristiana, a la incorporación viva en la comunidad, cuya
fuente y cumbre es la celebración eucarística, y dedicar tiempo y atención al seguimiento de
quienes son incorporados a la comunidad;
• Cultivar en la celebración eucarística su dimensión de renovación de la Nueva y Eterna
Alianza, lugar de encuentro con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con los ángeles, los santos
y entre los hermanos, de ofrecimiento de la vida del discípulo, cargando con su cruz, a la vez
que de envío misionero;
• fomentar el estilo eucarístico de la vida cristiana, y recrear y promover la "pastoral del
domingo"21, dándole "prioridad en los programas pastorales"22, para un nuevo impulso a la
evangelización del pueblo de Dios23;
• en los lugares donde no sea posible la Eucaristía, fomentar la celebración dominical de la
Palabra,
que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (cf. 1 Jn 3, 14), en la Palabra
acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18, 20)24.
Formar comunidad implica abrazar el estilo de vida de Jesús, asumir su destino pascual con todas sus
exigencias, participar en su misión, estar en actitud de permanente conversión y mantener la alegría del
discípulo misionero en el servicio al Reino.
Dentro de este tercer medio para la misión, hay que destacar cinco metas particulares:
• fomentar la conciencia de comunión a nivel familiar para que cada hogar se convierta en una
iglesia doméstica, en un santuario de la vida, donde se le valora como don de Dios y se forma
en ese sentido a las personas, una verdadera escuela en la fe, un espacio en que crecen
misioneros de la esperanza y de la paz;
Dentro de este cuarto medio para la misión, hay que destacar cuatro metas particulares:
• la fraternidad con los más pobre y afligidos, hermanos nuestros en quienes nos encontramos y
servimos al Señor, y la defensa de los derechos de los excluidos30, ya que allí se juega la
fidelidad de la Iglesia a Jesucristo31;
• la renovación y fortalecimiento de la pastoral social, a fin de que exprese en signos concretos la
opción preferencial por los pobres y excluidos, especialmente con las personas que viven en la
calle, con los migrantes, los enfermos, los adictos dependientes, los niños en situaciones de
riesgo y los detenidos en las cárceles32;
• la atención pastoral de los constructores de la sociedad, que tienen la misión de forjar
estructuras justas, que estén al servicio de la dignidad de las personas y de sus familias; como
asimismo de los comunicadores sociales, para que alienten el crecimiento de una cultura que
sea manifestación del reinado de Dios;
• el apoyo decidido a todas aquellas personas e instituciones que "dan testimonio de lucha por la
justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida"33.
Los medios de la misión, en su conjunto, deben ser nuestro instrumento para lograr la gran meta:
impulsar la realización de la Misión Continental de tal forma que las Iglesias del continente se pongan
en estado de misión. Esto significa que la acción misionera intensiva sea tan motivadora, que asuman la
misión permanente como plan pastoral.
Esto implica:
• conocer las búsquedas de las personas —y los pueblos— que Dios nos confía, y llevarlas a un
encuentro con Jesucristo vivo,
• que suscita una actitud de conversión,
• y la decisión de seguir los pasos de Jesús,
• para que, viviendo en común-unión con Cristo, como convocados por Él35, dentro de la
comunión de la Iglesia, crezca y sea vivo un fuerte sentido de pertenencia eclesial,
• y un proceso de formación integral, kerigmática, permanente, procesual, diversificada y co
munitaria, que contemple el acompañamiento espiritual,
• los bautizados asuman su compromiso misionero y pasen de evangelizados a evangelizadores, a
fin de que el Reino de Dios se haga presente y así nuestros pueblos latinoamericanos y
caribeños tengan vida en Él.
Estas dimensiones del camino podemos explicarlas con palabras que encontramos en el mismo
evangelio, y que describen el proceso de encuentro, formación y envío, de quienes reciben la vocación
de ser discípulos misioneros para que los pueblos tengan vida en Cristo36:
• Todo comienza con una pregunta: ¿Qué buscan? (Jn 1, 38). Comenta el documento de
Aparecida 279 a:
Quienes serán sus discípulos ya lo buscan. Se ha de descubrir el sentido más hondo de
la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación
cristiana. (Búsqueda).
• Los discípulos, que quieren encontrarse con Cristo, le preguntan: "Maestro, ¿dónde vives?" (Jn
1, 38). Jesucristo los invita a vivir una experiencia: Vengan y lo verán (Jn 1, 39), Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). (Encuentro).
• Encontrando a Felipe le dijo: Sígueme (Mt 4, 19), y más tarde, junto al lago de Galilea,
asombrados por la enseñanza del Maestro y por la pesca milagrosa, también Pedro, Andrés,
Santiago y Juan, dejándolo todo, le siguieron. (Conversión y Discipulado).
• Los llamó para que estuvieran con Él (Mc 3, 14) y "permanecieran en su amor", formando una
comunidad de discípulos, que más tarde fue conocida por su solidaridad, y por su unidad en la
oración, en la fracción del pan y en la enseñanza de los apóstoles (cf. Hch 3, 42ss). (Comunión).
• Pero la llamada de Jesús al discipulado es inseparable de la vocación misionera. Ya en el
encuentro a orillas del lago les manifiesta su propósito: Los haré pescadores de hombres, y
cuando llama a los doce les dice explícitamente que los llama para enviarlos a predicar (Mc 3,
14). Y antes de ascender a los cielos, los envía a hacer discípulos a todos los pueblos,
bautizándolos ... (Mt 28, 19). (Misión).
Para lograr este proceso, y recuperar a personas que se han alejado "hemos de reforzar en nuestra
Iglesia cuatro ejes":
• “un encuentro personal con Jesucristo, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio
kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión
personal y a un cambio de vida integral";
• "la vivencia comunitaria [pues] nuestros fieles buscan comunidades donde sean acogidos
fraternalmente … Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una
comunidad eclesial y corresponsable en su desarrollo";
• "una formación bíblica-doctrinal […] acentuadamente vivencial y comunitaria” que es necesaria
para madurar la experiencia religiosa y se percibe como una “herramienta fundamental y
necesaria en el conocimiento espiritual, personal y comunitario";
• "el compromiso misionero de toda la comunidad… que sale al encuentro de los alejados, se
interesa por su situación, a fin de reencantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella"37.
Hay que ser concientes que sólo surgirán discípulos misioneros si en el proceso enunciado, nuestras
comunidades se comprometen con la evangelización de los bautizados que no tienen conciencia de ser
discípulos, acompañándolos para que puedan vivir una maduración paulatina hacia la voluntad de
servicio y, así, respondan al envío que el Señor les da por medio de la Iglesia.
En esta vivencia, la renovación de la conversión personal y pastoral de los pastores y de todos los
consagrados es un elemento indispensable para que el testimonio coherente de vida sea el cimiento
pedagógico fundamental.
Para los Ministros Ordenados es un gran momento de gracia que les pide renovar la comunión de los
Presbíteros y Diáconos con el Obispo y de ellos entre sí. Así como el entusiasmo y la entrega al
servicio del evangelio. Ellos son los portadores primeros de todo este impulso misionero y habría que
sensibilizarlos especialmente en el espíritu y conversión pastoral de Aparecida.
La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los
sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un
auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede
renovar una parroquia. Pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que
vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple
administración (DA 201).
La Misión Continental debe tener especial penetración en los sectores culturales, políticos y de
dirigentes sociales y económicos que identifican a nuestra sociedad globalizada. Para que esto sea
posible, debemos reafirmar vigorosamente la misión peculiar y específica del laico en el mundo
secular50, evitando la tentación de motivar a los laicos más comprometidos con su fe, tan sólo a
involucrarse en los servicios que necesita la comunidad eclesial para formarse, sostenerse y crecer.
d. Interlocutores y destinatarios
Los destinatarios (o “interlocutores”) de la misión somos todos, comenzando por los discípulos
misioneros que animan el proceso evangelizador, pero especialmente debe dirigirse a los pobres, a los
que sufren y a los alejados51, e impulsar a los constructores de la sociedad a su misión cristiana de
transformarla.
Llegar hasta los más alejados debe ser siempre uno de los objetivos de la dimensión misionera de la
Iglesia, utilizando los medios adecuados a cada situación.
No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge
acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la
última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la
victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en Iglesia, y que quiere
multiplicar el número de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en
América Latina. Somos testigos y misioneros: en las grandes ciudades y campos, en las
montañas y selvas de nuestra América, en todos los ambientes de la convivencia social,
en los más diversos “areópagos” de la vida pública de las naciones, en las situaciones
extremas de la existencia, asumiendo ad gentes nuestra solicitud
por la misión universal de la Iglesia52.
La misión exige una convocatoria a los discípulos misioneros y a las comunidades eclesiales. En la
misión se debe aprovechar el potencial educativo de la Iglesia, a través de sus escuelas e institutos de
formación, valorando el dinamismo misionero de los miembros de la comunidad educativa.
misioneros, pues esto crea una dinámica especial en las familias. Por otra parte, se considera importante
la labor de los emigrantes como discípulos misioneros, quienes
están llamados a ser una nueva semilla de evangelización, a ejemplo de tantos
emigrantes y misioneros que trajeron la fe cristiana a nuestra América54.
b. Formación de misioneros
Aparecida asumió una
clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en
bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia55.
La formación debe estar impregnada de espiritualidad misionera, que es impulso del Espíritu que
motiva todas las áreas de la existencia, penetra y configura la vocación específica de
cada uno. Así, se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de
religiosos y religiosas, de padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada
una de las vocaciones tiene un modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que
da profundidad y entusiasmo al ejercicio concreto de sus tareas. Así, la vida en el
Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas
generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve
comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo
significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo56.
El Espíritu entreteje vínculos de comunión entre las diversas vocaciones para que realicen la única
misión como miembros complementarios de un solo Cuerpo.
La evangelización, como acción privilegiada hacia los pobres, debemos vivirla teniendo presente que
los más humildes nos evangelizan.
No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de
algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones
selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos
sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o
crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza "es el
gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo
procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en
mezquindad".
A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva"62.
Esto ayudará a
comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva. Son muchos los
que se dicen descontentos, no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino
con la forma comoésta es presentada64 y vivida.
Será muy importante hacer presente el anuncio misionero en los medios de comunicación en general,
así como en los espacios virtuales, cada vez más frecuentados por las nuevas generaciones. Así como
en radio y televisión ya existen experiencias de programas educativos en la fe, también un portal
interactivo puede ser una opción útil en el desarrollo de la misión.
8. LUGARES DE COMUNIÓN
Las Conferencias Episcopales como espacios de comunión entre las Iglesias locales necesitan reavivar
su identidad y misión, para apoyar especialmente a las Iglesias con menores recursos, motivando la
generosidad y apertura.
Cada Diócesis necesita robustecer su conciencia misionera, saliendo al encuentro de quienes aún no
creen en Cristo en el ámbito de su propio territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas
de la sociedad en la cual está inserta. Pero también, con espíritu materno, está llamada a salir en
búsqueda de todos los bautizados que no participan en la vida de las comunidades cristianas66.
En la diócesis, el eje central deberá ser un proyecto orgánico de formación, aprobado por el Obispo y
elaborado con los organismos diocesanos competentes, teniendo en cuenta todas las fuerzas vivas de la
Iglesia particular… Se requieren, también, equipos de formación convenientemente preparados que
aseguren la eficacia del proceso mismo y que acompañen a las personas con pedagogías dinámicas,
activas y abiertas67.
La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana y tendrá como tareas
irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados;
educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana;
iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. En esta tarea, el
estudio y la asimilación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos es una referencia necesaria y un
apoyo seguro68.
Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio, deben estar en la
convocatoria y en la formación de laicos misioneros69.
La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que
sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y
sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión70.
La opción por la Misión Continental y su finalidad de impulsar la misión permanente, otorga a los
organismos e institutos misioneros una responsabilidad particularmente importante para dinamizar su
labor habitual y ofrecer apoyo subsidiario a los diferentes niveles eclesiales.
Invocación final
Ponemos este proyecto en manos de Nuestra Señora, bajo sus advocaciones de Aparecida y de
Guadalupe, conscientes de que quien le abrió el camino al Evangelio en nuestro Continente será quien
inspire, ayude y proteja nuestro proyecto misionero. Ella no es sólo la primera discípula y misionera del
Evangelio sino aquella que, con un corazón inmensamente materno, goza más que nadie cuando su
Hijo es conocido y amado, y le va traspasando a sus nuevos hijos con el "he aquí a tu hijo"
característico de su Hora pascual.
III
SERVICIOS COMPLEMENTARIOS PARA LA MISIÓN CONTINENTAL
1. OBJETIVOS
1.1. Objetivo general
Abrirse al impulso del Espíritu Santo para promover la conciencia y la acción misionera permanente de
los discípulos mediante la Misión Continental.
1.2.2. Promover una profunda conversión personal y pastoral de todos los agentes pastorales y
evangelizadores, para que, con actitud de discípulos, todos podamos recomenzar desde Cristo
una vida nueva en el Espíritu inserta en la comunidad eclesial.
1.2.4. Comunicar que la vida plena en Cristo es un don y un servicio que se ofrece a la sociedad
y a las personas que la componen para que puedan crecer y superar sus dolores y conflictos con
un profundo sentido de humanidad.
2. ITINERARIO DE LA MISIÓN
La misión se realizará en cuatro etapas, siguiendo los criterios de simultaneidad (pueden sobreponerse),
la flexibilidad (según circunstancias locales) e irradiación (se sustentan unas a otras).
Los misioneros formados en las etapas 1 y 2 son los agentes evangelizadores para la Misión sectorial
(Etapa 3) y territorial (Etapa 4).
3. DESTINATARIOS DE LA MISIÓN
Todos los cristianos son a la vez destinatarios y sujetos de la misión. Es necesario tener en cuenta que
el discípulo se forma para la misión y, a la vez, la misión forma al discípulo. Por eso, al realizar la
acción misionera, al mismo tiempo que los discípulos se renuevan en la vida de Jesucristo, se preparan
también para llevar la Buena Noticia a todos los pueblos.