La Oración Eficaz
La Oración Eficaz
La Oración Eficaz
La oración eficaz
Texto: Santiago 5.13-18
Propósito: El creyente practicará una vida de oración, entendiendo que este medio de gracia,
esta sometido a la voluntad soberana del Señor.
Introducción
La parte de la Escritura que el día de hoy estudiaremos, contiene una de los versículos más
conocidos por los creyentes: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si
hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” v15 Pero también, lamentablemente, es uno
de las textos más mal interpretados por algunos cristianos. ¿A que viene esta interpretación
equivocada, no solo de este versículo en particular, si no de muchos otros? Hay muchas
corrientes de mala enseñanza en nuestros días que están de “moda”. En base a estas
doctrinas “insanas”, es que se realiza la interpretación, en este caso, de Santiago 5.15. En este
tiempo, hay movimientos de “Super fe” o de “decláralo y recíbelo”. Este movimiento enseña
con toda liberalidad que nuestras palabras tienen poder por el solo hecho de ser pronunciadas,
y que podemos crear la realidad siempre y cuando tengamos suficiente fe.1
Si hacemos una lectura cuidadosa del pasaje, descubriremos su tema principal. ¿Cuál es la
palabra que más se repite en nuestro texto?:
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo puede mucho.
17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para
que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
¿De qué está hablando el texto? De la oración. Esto lo sabemos porque la oración se
menciona en cada versículo:
1 Miguel Nuñez Textos Fuera de Contexto. Analisis de Santiago 5.15 Coalición por el Evangelio.
miércoles, 9 de mayo de 2018
La vida del cristiano no siempre es estar en la cumbre de la fe. La realidad de la vida cristiana
es que de tanto en tanto el creyente pasa por dificultades. Y estos problemas o dificultades
pueden ser físicas, mentales, personales, económicas, espirituales o religiosas– por mencionar
algunas. Aunque el apóstol Pablo nos anima a regocijarnos siempre; no podemos evitar los
momentos difíciles que vienen a nuestra vida. Cuando alguien está mentalmente deprimido,
aun haciendo un esfuerzo especial lo encuentra difícil estar lleno de gozo. ¿Cual es el consejo
que encontramos en la palabra al que está en dificultades? “¿Está alguno entre vosotros
afligido? Haga oración. V13 La Palabra de Dios aconseja al que está en dificultades que ore.
“Hace algunos años, me levanté una mañana con la intención de ir a cortarme el pelo antes de
hacer un viaje a Londres. Sin embargo, revisando mi correspondencia, al leer la primera carta,
comprendí que el viaje no era necesario y decidí postergar la visita a la peluquería; pero en ese
momento comencé a escuchar una voz insistente y por demás extraña en mi mente. Me decía:
"Córtate el pelo de todas maneras. Tienes que ir". La sensación llegó a ser insoportable, en
vista de lo cual obedecí la orden. En esa época, mi peluquero era un cristiano con muchos
problemas y en algunas ocasiones mi hermano y yo lo habíamos ayudado. Apenas me vio
entrar, exclamó: "Oh, estaba “orando” para que usted viniera hoy". Y en realidad, si yo
hubiera aparecido al día siguiente, no habría podido resolver sus dificultades.”2
La Biblia nos anima a buscar fuerzas en Dios por medio de la oración. El apóstol Pedro nos
motiva también a esto escribiendo de esta manera: “Echad vuestra ansiedad sobre él, porque
él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5:7). Tenemos que recordar siempre que la oración es un
medio de gracia, es la unión de vida que nos mantiene en contacto con “el autor y
perfeccionado de nuestra fe”. (Hebreos 12.2)
Enseñanza: La Biblia nos esta enseñando la manera de enfrentar los problemas. Esto es
orando. Santiago no nos da varias opciones para enfrentar las diversas pruebas, solo una, esto
significa que la oración en sí es solo un vínculo que nos mantiene en contacto con Aquel que
nos da la fortaleza, Dios.
Notemos también que el texto relaciona la oración en conexión con varias situaciones en la
vida del creyente:
1. La oración se relaciona con el sufrimiento: “¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga
oración” (v. 13a).
2. La oración se relaciona con los buenos tiempos: “¿Está alguien alegre? Que cante
alabanzas” (v. 13b). Cantar alabanzas es una especie de oración cantada, porque al cantar
ponemos música al deseo de nuestros corazones. La oración en medio de los buenos tiempos
expresa agradecimiento a nuestro Creador.
3. La oración se relaciona con las enfermedades: “¿Está alguien entre ustedes enfermo?
Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el
nombre del Señor” (v. 14).
En esos casos, ¿qué debemos hacer? Orar y confesar nuestros pecados unos a otros para
sanación, nos dice este texto. Aquí vemos que la fe sola no es suficiente para estos casos;
además tenemos que 1) orar, 2) tener fe en Dios y 3) confesar nuestros pecados, caminando
en santidad delante de Dios. No negamos el valor de la fe, como declara Santiago en 1:6-7.
Pero la fe no es una garantía de sanación.
17-18).
Enseñanza: Con esto podemos concluir con lo que el Apóstol Pablo enseña: 1Ts 5:17 “Orad
sin cesar.” Oremos en todo tiempo, sean días difíciles o felices.
Los dos versículos siguientes, (14-15) aunque son bien conocidos, son frecuentemente mal
entendidos. Tal vez esto suceda porque dichos versículos parecen más bien postular
preguntas desafiantes que aportar respuestas concluyentes. No obstante, las enseñanzas de
esta sección son claras y van al grano.
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.”
“¿Está alguno de vosotros enfermo?” Santiago especifica qué quiso decir cuando habló de
dificultades (v. 13). Se refiere a una enfermedad física de algún tipo. Es decir, alguien está
debilitado físicamente por una enfermedad interna o externa y necesita urgentemente atención
médica. ¿Qué debe hacer entonces la iglesia?
“Llame a los ancianos de la iglesia” La persona enferma misma u otros a pedido suyo deben
llamar a los ancianos de la iglesia.
“y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.” Hemos visto que el tema
central del texto es la oración, y no la unción con aceite. Pero también es importante conocer
bíblicamente el uso que se le daba al aceite de oliva en tiempos de la iglesia primitiva.
Las heridas eran ungidas (untar) aceite para limpiarlas, y los que padecían de dolores de
cabeza y deseaban evitar algunas enfermedades eran ungidos con aceite con propósitos
medicinales. El aceite también se utilizaba para ungir a los sacerdotes o gobernadores como
símbolo de consagración a Dios. Concluimos que, los cristianos pueden haber combinado el
uso medicinal simbólico con el símbolo de entregar al enfermo al poder del Espíritu de Dios.
Como leemos en Marcos 6.13:
“Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.”
Las palabras de Santiago no deben interpretarse como un mandamiento apostólico para que
se unja a los enfermos con aceite. Al contrario, en su ministerio curativo Jesús no recurrió a su
uso. En el libro de Hechos los apóstoles curaron enfermos en numerosas ocasiones, pero sin
usar aceite (3:6; 5:15–16; 9:34; 14:8–10; 16:18; 28:8–9). Por tanto, debemos tener muy claro
que lo que se enfatiza es la oración no el aceite.
Cuando son llamados al lado de la cama del enfermo, los ancianos derraman sus oraciones a
favor de este enfermo. Ellos dependen totalmente del Señor, quien concederá curación y
restauración. Ofrecen sus oraciones con fe porque tienen la promesa de que el Señor curará al
enfermo y lo levantará de su lecho.
Enfatiza lo interrelacionados que están el alma y el cuerpo. Por ejemplo, Jesús curó
espiritualmente al paralítico cuando le dijo: “Tus pecados te son perdonados”, y lo hizo
físicamente al decir le: “Levántate, toma tu camilla y anda” (Mr. 2:5, 9–11). Jesús sana el alma
y el cuerpo para hacer del hombre un ser completo.
3 “Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. 4 Porque de día y de
noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano.”
No siempre. Tomemos la vida de Job como punto de referencia. Aunque estaba cubierto de
dolorosos forúnculos, Job sabía que su aflicción no le había sobrevenido por ningún pecado.
Dios lo hacía sufrir para probar su fe. Y aunque sus amigos le instaban a confesar su pecado,
Dios mantenía su inocencia e integridad (véase Job 6:28–30).
Pero después de haber dicho todo esto, cabe agregar que la persona enferma debería
examinar su vida espiritual para “ver si hay en él camino de perversidad” (Sal. 139:24). Las
dolencias físicas están con frecuencia relacionadas con una conciencia culpable. Dios muchas
veces utiliza un período de enfermedad en la vida de una persona para llevarlo a un auto-
examen y a elevar un ruego pidiendo la gracia perdonadora de Dios
Una vez que ha reconocido su pecado, descubierto ante él por el Espíritu de Dios, debe
confesarlo. Dios está dispuesto a perdonar el pecado que confesamos. Es más, nunca volverá
a recordarnos dicho pecado. Cuando Dios cancela el pecado, nunca más lo recordará—
estamos ante él como si nunca hubiésemos pecado.
Enseñanza: Estos bien conocidos versículos se encuentran entre los más descuidados y
distorsionados hoy en día en la iglesia. En primer lugar, están descuidados. Cuando alguien se
encuentra en dificultades, pronto se vuelca a la oración. Pero cuando alguien está contento, no
le oímos cantar himnos de alabanza. Nuestra era tecnológica nos ha rebasado y nos hemos
transformado en una sociedad que escucha, en vez de un pueblo que canta. Y hay algo más.
Aunque los pastores hacen visitas regulares a los hospitales para confortar a los enfermos, la
costumbre de llamar a los ancianos de la iglesia para orar por el enfermo parece pertenecer a
una época pasada. Una de las ta- reas de los ancianos de la iglesia es la de orar por los
enfermos cuando son llamados a hacerlo; no obstante, esta tarea habitualmente se la adjudica
al pastor.
En segundo lugar, estos versículos son frecuentemente mal interpretados. Mucha gente ha
reclamado para sí lo que se ha dado en llamar don de sanar (1 Co. 12:9, 28, 30) y por ello
ofrecen oraciones con fe para sanar a los enfermos. Declaran que los versículos de la epístola
de Santiago expresan con claridad que “la oración ofrecida con fe sanará a la persona
enferma” (5:15). Nadie niega que Dios hace milagros de curación en la comunidad cristiana en
respuesta a las oraciones de los santos. ¿Pero qué sucede cuando Dios no sana al enfermo?
¿Se debe a falta de fe? ¿Existe algún pecado inconfeso? Sí, pero no en todos los casos.
Considérese el caso de Pablo, a quien se le había concedido el don de sanar. Parece no haber
podido librar a su amigo Epafrodito de una prolongada enfermedad que casi lo lleva a la
muerte (Fil. 2:27). Además, Pablo escribe: “Dejé a Trófimo enfermo en Mileto” (2 Ti. 4:20). ¿Por
qué no oró Pablo a Dios con fe para que sus amigos fuesen curados instantáneamente? No
cabe la menor duda de que Pablo haya orado, pero él había aprendido por experiencia propia,
cuando pidió ser librado del aguijón el su carne, que Dios no siempre nos cura tal como
nosotros lo deseamos. El oyó a Dios decirle: “Mi gracia te basta, ya que mi poder se
perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9).
“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis
sanados.
Esto quiere decir lo siguiente: confesad vuestros pecados no solamente a Dios sino también a
las personas que han sido dañadas por vuestro pecado. ¡Pedidles perdón!
La confesión es señal de arrepentimiento y petición de perdón por parte del pecador. Cuando
el pecador confiesa su pecado, pide perdón y lo recibe, experimenta la liberación de su carga
de pecado
El texto dice “unos a otros”. Santiago no habla específicamente de la iglesia o de los ancianos;
él habla más bien de la confesión mutua hecha individual- mente de una persona a otra dentro
del círculo de los creyentes. Esto excluye que los miembros de la iglesia confíen sus
problemas al pastor o a los ancianos (v. 14). También hay algunos pecados que afec- tan a
todos los creyentes de la iglesia, por lo que dichos pecados deberían ser confesados
públicamente. Pero otros pecados son privados y no necesitan ser dados a conocer a nadie
más que a las personas di- rectamente involucradas. La discreción y la limitación deben ser
entonces la guía del pecador que desea confesar su pecado personal.
3. Sanar. Santiago expresa el propósito de confesar el pecado y orar unos por otros diciendo:
“para que seáis sanados”. Su expresión es intencionalmente vaga; es decir, no aclara si se
refiere a una curación física o espiritual, presente o posible, individual o colectiva. Lo que sí es
claro, sin embargo, es que cuando los creyentes se confiesan mutuamente los pecados y oran
unos por otros, toma lugar un proceso de curación. Y eso se aplica a cualquier situación.
¿Quién es este hombre justo? Nos inclinamos a pensar en los gigantes espirituales, en los
héroes de la fe y en los hombres y las mujeres de Dios. En nuestra opinión ellos son la clase de
gente que puede, por medio de la oración, mover montañas. Pero Santiago no da nombres, a
excepción de Elías a quien se califica diciendo que es “un hombre en todo semejante a
nosotros” (v. 17). Lo que él quiere decir es que cualquier creyente cuyos pecados han sido
perdonados y que ora con fe es justo. Cuando ora, sus oraciones son “poderosas y eficaces”.
Tanto la oración como la respuesta a la oración son poderosas y eficaces. Lo uno no cancela
lo otro. En otras palabras, la oración que un creyente perdonado eleva con fe es un medio
poderoso y eficaz de acercarse al trono de Dios. Y Dios “recompensa a los que le buscan
fervientemente” (Heb. 11:6), ya que sus respuestas a la oración son por cierto poderosas y
eficaces.
Enseñanza: La Escritura da numerosos ejemplos del poder de la oración. He aquí unos pocos
ejemplos tomados sin orden especial:
- Ezequías oró y 185.000 soldados asirios fueron muertos (Is. 37:21, 36).
Las Escrituras describen a esta gente como hombres y mujeres comunes y corrientes que
pecaron, pidieron perdón, oraron con fe y recibieron respuestas divinas a la oración. En suma,
ellos eran personas como nosotros.
a. Santiago dice: “Elías era un hombre en todo semejante a nosotros” (compárese con Hch.
14:15). Por medio de esta observación él da a entender que el profeta del Antiguo Testamento
era un ser humano común, como cualquier otro; tuvo que habérselas con temores, períodos
de depresión y limitaciones físicas (1 R. 19:1–9). Pero Santiago también revela que nosotros, al
igual que Elías, podemos echar mano del poder de la oración.
b. “Oró fervorosamente que no lloviese”. De una lectura de Reyes 18:42 podemos deducir
que Elías oró pidiendo lluvia, pero no encontramos indicación alguna que diga que Elías oró
pidiendo una sequía. Suponemos que Santiago derivó esta información de alguna tradición
oral judía.
c. “Y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses”. Encontramos este mismo
pensamiento en el sermón que Jesús predicó en la sinagoga de su pueblo de procedencia,
Nazaret: “De cierto os digo que había muchas viudas en Israel durante el tiempo de Elías,
cuando el cielo estuvo cerrado durante tres años y medio y hubo severa hambre por toda la
tierra” (Lc. 4:25).
d. “Volvió a orar, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”. El hombre es capaz de
hacer cosas asombrosas, pero no puede cambiar el tiempo. No obstante, Santiago presenta al
profeta Elías como un hombre que pudo, mediante la oración, influenciar el tiempo. El profeta
asumió una postura que indica que oró fervientemente, y presumiblemente durante cierto
tiempo (1 R. 18:42–44). Como resulta- do de la oración de Elías terminó la sequía. Dios
escuchó la oración de su siervo, dio por finalizado el período de sequía y dio abundante lluvia,
la que produjo una cosecha suficiente para hombre y bestia.