Revista Pasajes
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ISSN 2448-5659 – Publicación Semestral / Número 5 / Julio – Diciembre 2012 pp. 15-25
Resumen
Este texto apalabra algunas prácticas de las que he estado participando en los últimos tiempos junto a dos
colegas belgas, Jan Masschelein y Maarten Simons, que pueden ayudar a inspirar, renovar y repensar lo que
hacemos en Latinoamérica en los distintos escenarios que componen el campo educativo. En las dos
primeras secciones este texto presenta, entonces, el trabajo que Jan Masschelein y Maarten Simons han
consolidado en torno de dos ejes centrales: a) la defensa de la escuela; b) la afirmación del carácter
específico y singular de la investigación pedagógica. En una tercera sección, acercamos algunas ideas de
Simón Rodríguez para hacerlas resonar, junto a las de los citados autores, en torno de los desafíos presentes
de la escuela en Latinoamérica.
Palabras Claves
Abstract
This text highlights some practices that I have been participating in recent times with two Belgian colleagues
Jan Masschelein and Maarten Simons, who can help us to inspire, renew and rethink what we do in Latin
America in the different scenarios that make up the actual educational field. In the first two sections, this text
presents the work that Jan Masschelein and Maarten Simons have been consolidating around two central
axes: a) the defense of the school; B) the affirmation of the specific and unique nature of pedagogical
research. In a third section, we approach some ideas of Simon Rodriguez to make them resonate together with
the previous ones around the present challenges of the school in Latin America.
Keywords
Introducción
Estamos saturados de discursos “críticos” sobre la escuela. Sea desde una lógica
marxista, reproductivista, postestructuralista o tantas otras hemos aprendido durante
décadas todos los problemas de esa institución que, lo sabemos, vive de su crisis y de su
crítica, tanto que la hemos juzgado y condenado hasta el hartazgo, para que siga
viviendo. Al mismo tiempo, continuamos sosteniéndola, sea enviando a ella a nuestros
hijos, habitándola como maestros o formadores, proyectando “nuevas” políticas
educativas para reformarla y de tantas otras maneras. Por eso, en primer lugar,
sorprenden y dan un poco de aire perspectivas como la de Masschelein y Simons, que
proponen una defensa explícita y categórica de la escuela. En lo que sigue,
presentaremos los aspectos más significativos de esa defensa.
1
Los textos de Masschelein y Simons están en inglés, y algunos en castellano y portugués, entre
ellos su principal En defensa de la escuela (Buenos Aires: Miño y Dávila, 2014). Colocamos las
principales referencias en la bibliografía. Este texto ha sido elaborado a partir de esas referencias y
de notas a diversos seminarios que hemos compartido en los últimos cinco años con estos autores
en Río de Janeiro, Florianópolis, Leuven y Kortijk.
De modo que, la primera parte del libro es una explicitación de las principales
críticas recibidas por la escuela. Los autores las sintetizan en: a) alienación; b)
concentración de poder; c) corrupción, d) desmotivación, e) ineficacia, f) falta de empleo,
g) redundancia. La respuesta común de Masschelein y Simons es que esas críticas
desconocen lo principal del modo de ser de la escuela o ven como un problema lo que en
realidad es una virtud. Por ejemplo, se critica como un problema que la escuela esté
separada o aislada del mundo social cuando en verdad esa separación es una condición
para que una escuela puede ser una escuela. Para Masschelein e Simons, la escuela, en
tanto escuela, no tiene una función de socialización o iniciación sino, al contrario, ella es
lo que permite interrumpir un cierto curso social para que sea examinado y eventualmente
transformado. Masschelein y Simons no piensan la escuela como institución sino como
forma, remontándose a la etimología griega, scholé, que la muestra, como ha sido
estudiado, entre otros por Jacques Rancière (1988) como un espacio, un tiempo, y ciertas
materialidades separadas de los espacios sociales. Esto significa que la escuela, en tanto
scholé, tiempo libre, ocio, no nace como un lugar para aprender sino como un lugar donde
se pueda tener un espacio, un tiempo y unas materialidades que no se encuentran en el
campo social. En la sociedad rige el tiempo, el espacio y la materialidad del mercado y del
consumo. Hay que justificar lo que se produce en cada minuto. En la escuela, en cambio,
rige el tiempo libre, un tiempo liberado de todas las exigencias del mercado de trabajo
para poder estar al servicio del estudio y el ejercicio. La escuela está distanciada de la
sociedad y sólo así puede hacer lo que una escuela hace con quienes la habitan: separar,
aislar y suspender algo del mundo para estudiarlo, comprenderlo y, eventualmente,
modificarlo.
sobre la mesa algo del mundo para poder apreciarlo más allá de su valor social, y los
estudiantes valen en cuanto estudiantes, sin que rija lo que fuera de la escuela los
jerarquiza y discrimina, como su clase social, etnia, sus preferencias sexuales, etc.); b)
profanación (el mundo es ofrecido a los estudiantes para poder transformarlo; para poder
hacer de ese mundo viejo un mundo nuevo); c) atención (al poner sobre la mesa algo del
mundo la maestra llama la atención de los estudiantes sobre esa parte del mundo, hace
que los estudiantes se interesen por ella, la estudien con atención e interés); d) tecnología
(existen una serie de materialidades y tecnologías de estudio, ejercicio y disciplina
necesarias para hacer lo que una escuela puede hacer con lo que allí se le presenta a los
estudiantes y con los propios estudiantes a través del estudio y del ejercicio; e) igualdad
(todos los estudiantes en cuanto estudiantes son igualmente capaces de estudiar,
ejercitarse y pensar mundo nuevo; la escuela presupone, para Masschelein y Simons, que
“cualquiera es capaz de aprender cualquier cosa”); f) amor (la maestra en cuanto maestra
de la escuela es amadora, amateur, o sea, está guidada por un doble amor, por las
nuevas generaciones y por el mundo; esta es una forma de amor como respeto, atención,
dedicación, entrega, generosidad, pasión no personal, por este o aquel estudiante sino
por la condición de estudiante, por un estudiante qua estudiante y por el mundo
estudiado; g) preparación (en la escuela se aprende a estar preparado, en aptitud, en
condición, en forma, no para una instancia o tiempo determinado sino para la propia
preparación, para estar preparado; porque de eso se trata en la escuela, de prepararse
para estar presente en el presente, preparado; y finalmente h) responsabilidad y autoría:
la escuela da nombre y autoría a las cosas del mundo, que pasan a tener una voz propia,
que pasan a hablarle de una manera especial a los estudiantes.
La escuela tiene, hoy, dos desafíos más importantes, según los autores belgas.
Por un lado, el riesgo de volverse una fábrica, esto es, una entidad reproductora de
habilidades, competencias, al servicio de los valores neoliberales dominantes de “alumnos
emprendedores” para una “sociedad del aprendizaje”. El riesgo de una “sociedad del
aprendizaje” justamente es que hace, hasta de las fábricas, espacios de aprendizaje, un
aprendizaje muy diferente del que Masschelein y Simons consideran escolar, porque
cuando la fábrica se vuelve una escuela, el modo en el que se aprende no tiene nada que
ver con aquellas características que tipifican la forma escolar. Esto es, la fábrica se vuelve
una escuela que no es escuela porque justamente sólo puede haber escuela cuando se
suspende la lógica fabril.
Universidad del Estado de Río de Janeiro en busca de espacios públicos. Hemos narrado
la experiencia con cierto detalle (cf. Kohan; Martins; Vargas, 2013), un ejercicio de
apertura y desplazamiento, una especie de educación formadora no sólo de otras formas
de subjetividad sino también de mundo (Masschelein, 2013a; p. 259).
Las fuentes en las que se inspiran Masschelein y Simons son diversas. Entre los
autores antiguos podríamos citar a Isócrates en oposición a los siempre influyentes
Sócrates y Platón. Según los autores belgas (Kohan; Masschelein, 2015), Sócrates y
Platón habrían impreso una especie de mandato ético a la educación (“debes cambiar tu
vida”), cuando una visión pedagógica de la educación se refiere a una de-velación del
mundo (un tornarlo público) y a un des-cubrimiento de una (im)-potencialidad del otro (tú
no eres in-capaz). La pedagogía devela el mundo y descubre una capacidad. Estos dos
elementos, esenciales para una experiencia pedagógica, serían más propios de una
pedagogía de Isócrates, quien perdió la batalla con Sócrates y Platón que al imponerse,
impusieron también un legado externo para la educación, relegada al mundo de las
sombras hasta que el filósofo iluminado le muestre la luz del mundo exterior.
¡Pongámonos a camino!
Quiero hacer dialogar estas ideas con las de Simón Rodríguez, usualmente
conocido por haber sido el maestro de Simón Bolívar y que es una fuente impresionante
de inspiración para pensar una escuela comunista y popular entre nosotros. Rodríguez
creó una escuela así en Chuquisaca, la entonces capital de Bolivia, en la primera mitad
del siglo XIX en la que la igualdad era un principio y no un objetivo. Allí entraban todos
porque todos eran considerados ciudadanos (Rodríguez, 2001, I; p. 284): no es la escuela
que forma ciudadanos sino los ciudadanos que forman la escuela. No hay ciudadanos
porque hay escuela sino que hay escuela porque hay ciudadanos.
Una frase de Simón Rodríguez es tal vez la más conocida y repetida entre sus
vastas enseñanzas que publicó con esfuerzo y muchas de las cuales no se han
conservado hasta nuestro tiempo. Decía muchas veces don Simón: “inventamos o
erramos” (Rodríguez, 2001). Consideraba a América (Latinomérica) tierra da invención.
Hay muchas maneras de entender esta frase. Son tres palabras polisémicas. Como de lo
que se trata es de apalabrar las prácticas, vamos a detenernos en ellas con cierto cuidado
En este otro sentido, entonces, la frase estaría oponiendo el errar a esa forma de
atención al exterior. Si no inventamos, en el sentido de que si no estamos atentos,
abiertos al mundo exterior, a los que están afuera, erramos, en el sentido de que nos
equivocamos, no acertamos, nos perdemos. Así podríamos leer de esta segunda manera
esta frase manteniendo un mismo sentido para la conjunción “o” y para el errar.
Del mismo modo, errar puede querer decir algo diferente de lo opuesto al acertar.
La errancia es una forma de viajar diferente de otras tantas como las migraciones (con
sus variantes de emigración e inmigración), el exilio, el vagabundear, el turismo, el
transhumante, el nomadismo. El errante es un viajante particular, específico, singular,
diferente de todos esos otros, un viajante que no sabe adónde va a llegar no porque sea
alguien perdido, sin voluntad de andar o que le da lo mismo ir a cualquier lugar sino
porque sabe que los sentidos de un viaje se encuentran, sobre todo, en el propio viaje. Un
errante es alguien que sabe que un verdadero viaje es un viaje que se hace al viajar, en
cuanto se viaja.
La vida de Simón Rodríguez aboga esta lectura: fue la vida de un inventor errante,
alguien siempre atento a los otros del saber y al saber de los otros: alguien que hizo
escuela viajando sin parar, en el sentido de hacer de la errancia un modo constitutivo de
su hacer escuela, alguien que viajaba para vivir más que vivía para viajar (Kohan, 2013).
Una vida errante, inventando escuela e inventando también un modo de hacer escuela
entre nosotros.
Referencias bibliográficas
Arendt, H. (1958). The Crisis in Education en: Arendt, H. (1977). Between Past and
Future: Eight Exercises in Political Thought. New York: Penguin.
Kohan, W. (2013). El maestro inventor: Simón Rodríguez. Buenos Aires: Miño y Dávila.
Kohan, W., Martins, F., y Vargas, M. (coord.) (2013). Encontrar escola: o ato educativo e a
experiência da pesquisa em educação. Rio de Janeiro: Lamparina.
Masschelein, J. (2013). O mundo mais uma vez. Andando sobre linhas en: Kohan, W.,
Martins, F. y Vargas, M. (coord.). (2013) Encontrar escola: o ato educativo e a experiência
da pesquisa em educação. pp. 259-264. Rio de Janeiro: Lamparina.
Masschelein, J. (S/F). Filosofia como (auto) educação: para fazer a voz do pedagogo ser
ouvida. en: Masschelein, J. y Simons, M. (2014) A democracia, a pedagogia, a escola. pp.
7-24. Belo Horizonte: Autêntica.
Kohan, Walter Omar. Formas, pedagógicas, de pensar y vivir la ecuela. Rev. Pas. Num.
5. Julio-Diciembre (2017), ISSN 2448-5659, pp. 15-25.