Inmortalidad Del Alma
Inmortalidad Del Alma
Inmortalidad Del Alma
El "Fedón" relata la conversación que mantuvo Sócrates en la prisión con sus amigos, el
día de su muerte, sobre la inmortalidad del alma y el significado de la filosofía y la vida
del filósofo. Dos de los argumentos utilizados para demostrar la inmortalidad del alma, el
de la reminiscencia y el de la simplicidad, se basan en la teoría de las Ideas. Los otros
dos, el de los contrarios y el del principio vital, en creencias propias de la época.
·0 1) La prueba de los contrarios (Fedón, 71c-73a)
·1 2) La prueba de la reminiscencia (Fedón, 73a-78b)
·2 3) La prueba de la simplicidad (Fedón, 78d-81e)
·3 4) La prueba del principio vital (Fedón, 104e- 105d)
1) La prueba de los contrarios (Fedón, 71c-73a)
— ¡Y qué!, repuso Sócrates: ¿la vida no tiene también su contraria, como la vigilia tiene
el sueño?
— Sin duda, dijo Cebes.
— ¿Cuál es esta contraria?
— La muerte.
— Estas dos cosas, si son contrarias, ¿no nacen la una de la otra, y no hay entre ellas dos
generaciones o una operación intermedia que hace posible el paso de una a otra?
— ¿Cómo no?
— Yo, dijo Sócrates, te explicaré la combinación de las dos contrarias de que acabo de
hablar, y el paso recíproco de la una a la otra; tú me explicarás la otra combinación. Digo,
pues, con motivo del sueño y de la vigilia, que del sueño nace la vigilia y de la vigilia el
sueño; que el paso de la vigilia al sueño es el adormecimiento, y el paso del sueño a la
vigilia es el acto de despertar. ¿No es esto muy claro?
— Sí, muy claro.
— Dinos a tu vez la combinación de la vida y de la muerte. ¿No dices que la muerte es lo
contrario de la vida?
— Sí.
— ¿Y que la una nace de la otra?
— Sí.
— ¿Qué nace entonces de la vida?
— La muerte.
— ¿Qué nace de la muerte?
— Es preciso confesar que es la vida.
— De lo que muere, replicó Sócrates, nace por consiguiente todo lo que vive y tiene vida.
— Así me parece.
— Y por lo tanto, repuso Sócrates, nuestras almas están en los infiernos después de la
muerte.
— Así parece.
— Pero de los medios en que se realizan estas dos contrarias, ¿uno de ellos no es la
muerte sensible? ¿No sabemos lo que es morir?
— Seguramente.
— ¿Cómo nos arreglaremos entonces? ¿Reconoceremos igualmente a la muerte la virtud
de producir su contraria, o diremos que por este lado la naturaleza es coja? ¿No es toda
necesidad que el morir tenga su contrario?
— Es necesario.
— ¿Y cuál es este contrario?
— Revivir.
— Revivir, si hay un regreso de la muerte a la vida, repuso Sócrates, consiste en verificar
este regreso. Por lo tanto, estamos de acuerdo en que los vivos no nacen menos de los
muertos, que los muertos de los vivos; prueba incontestable de que las almas de los
muertos existen en alguna parte de donde vuelven a la vida.
— Me parece, dijo Cebes, que lo que dices es una consecuencia necesaria de los
principios en que hemos convenido.
— Me parece, Cebes, que no sin razón nos hemos puesto de acuerdo sobre este punto.
Examínalo por ti mismo. Si todas estas contrarias no se engendrasen recíprocamente,
girando, por decirlo así, en un círculo; y si no hubiese más que una producción directa de
lo uno por lo otro, sin ningún regreso de este último al primer contrario que le ha
producido, ya comprendes que en este caso todas las cosas tendrían la misma figura,
aparecerían de una misma forma, y toda producción cesaría.
— ¿Qué dices, Sócrates?
— No es difícil de comprender lo que digo. Si no hubiese más que el sueño, y no tuviese
lugar el acto de despertar producido por él, ya ves que entonces todas las cosas nos
representarían verdaderamente la fábula de Endimión, y no se diferenciaría en ningún
punto, porque las sucedería lo que a Endimión; estarían sumidas en el sueño. Si todo
estuviese mezclado sin que esta mezcla produjese nunca separación alguna, bien pronto
se verificaría lo que enseñaba Anaxágoras: todas las cosas estarían juntas. Asimismo, mi
querido Cebes, si todo lo que ha recibido la vida, llegase a morir, y estando muerto,
permaneciere en el mismo estado, o lo que es lo mismo, no reviviese; ¿no resultaría
necesariamente que todas las cosas concluirían al fin, y que no habría nada que viviese?
Porque si de las cosas muertas no nacen las cosas vivas, y si las cosas vivas llegan a
morir, ¿no es absolutamente inevitable que todas las cosas sean al fin absorbidas por la
muerte?
— Inevitablemente, Sócrates, dijo Cebes; y cuanto acabas de decir me parece
incontestable.
— También me parece a mí, Cebes, que nada se puede objetar a estas verdades, y que no
nos hemos engañado cuando las hemos admitido; porque es indudable, que hay un
regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos
existen; que las almas buenas libran bien, y que las almas malas libran mal.
(Según la versión de Patricio de Azcárate. Platón, Obras completas, vol. V, Madrid 1871)