La Palabra de Vida, 1 Juan 1:1-4
La Palabra de Vida, 1 Juan 1:1-4
La Palabra de Vida, 1 Juan 1:1-4
por H. Marshall
Ver todas las entradas de semperreformandaperu
1. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verboa
de vida
2. (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);
3. lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros
tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el
Padre, y con su Hijo Jesucristo.
4. Estas cosas os escribimos, para que vuestrob gozo sea cumplido.
Comentario:
Verso 1: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos
tocante al Verbo de vida
Este escrito comienza sin ninguno de los rasgos característicos de una carta,
como los que encontramos en 2 Juan y 3 Juan. Como la conclusión tampoco
tiene las características de una carta,1 debemos concluir que este escrito no
es tanto una carta, sino más bien un sermón o discurso escrito. No obstante,
la estrecha relación que es evidente entre el escritor y sus lectores, y la
referencia ocasional a una situación específica (2:19) muestran que el autor
estaba escribiendo para beneficio de un grupo o grupos particulares, de
manera que el escrito es, en efecto, una carta. El autor no se nombra a sí
mismo ni a sus lectores. Naturalmente su identidad les sería conocida a
ellos, y debemos dar por sentado que era la misma persona que escribió 2 y 3
Juan.
Su mensaje comienza en una manera elevada y difícil. En el griego original
los primeros tres versículos y medio forman una larga oración compuesta. La
Versión Popular la ha dividido en oraciones más cortas para facilitar la
comprensión. En una oración normal el orden básico es «sujeto—verbo—
objeto». Aquí, en cambio, para dar mayor énfasis, el escritor ha colocado el
objeto primero y nos mantiene en suspenso con respecto al sujeto y al verbo.
Peor aún, el objeto consiste en una cadena de proposiciones relativas
paralelas, uno de cuyos elementos es desarrollado en mayor detalle en un
paréntesis (v. 2).2 Como resultado de estas complicaciones el escritor repite
lo esencial del versículo 1 en el versículo 3 antes de llegar al verbo principal:
«anunciamos». Con el fin de simplificar esta complicada construcción, la vp
ha insertado el verbo «escribimos» en el versículo 1, de manera que no se le
deja al lector en un suspenso muy largo; otras traducciones modernas
también tratan de salvar esta dificultad de distintas maneras.3
Pero, ¿por qué lo dice en una forma tan ambigua? El autor tiene en mente
dos cosas que, sin embargo, son una sola. Por un lado, tiene en mente el
mensaje cristiano que es el objeto de la proclamación y es escuchado por los
hombres; él mismo lo está proclamando a sus lectores para que ellos puedan
gozar de las bendiciones que les son dadas a quienes lo reciben (v. 3). Jesús
mismo predicó este mensaje. Por otro lado, Jesús mismo puede ser descrito
como el Verbo. El mensaje toma forma concreta en él. Podemos enviarle un
mensaje a una joven diciéndole que la amamos; pero también podemos
enviarle un costoso anillo que ella reconocerá inmediatamente como un
mensaje concreto de amor. Jesús es tanto el predicador del mensaje de Dios
como el mensaje mismo. Pablo podía decir: «Predicamos a Cristo» (1 Co.
1:23; cf. 2 Co. 4:5), mostrando que el mensaje y la persona son en última
instancia idénticos. En forma parecida, el escritor a los Hebreos puede
relatar cómo «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en
otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha
hablado por el Hijo» (He. 1:1s.). Nuestro escritor desea hacer hincapié en
que el mensaje cristiano es idéntico a Jesús; tomó forma personal en una
persona que podía ser oída, vista, y aun tocada.10
La «Palabra de Vida» puede significar el mensaje que transmite esta vida a los
hombres o que les anuncia ese mensaje (Hch. 5:20; Fil. 2:16). La frase
entonces sería una descripción del mensaje cristiano predicado por el
escritor y sus colegas. Pero si volvemos la mirada a Juan 1:4, encontramos
que «En él [sc. la Palabra o Verbo] estaba la vida», y en Juan 11:25; 14:6 Jesús
dice que él es la vida. Por lo tanto, bien puede ser que lo que se expresa es
que Jesús mismo es la Palabra, fuente y sustancia de la vida eterna.12
Probablemente la fraseología es deliberadamente ambigua, aunque quizás el
escritor tenga más en mente el mensaje cristiano.13
Verso 3: lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también
vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente
es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
Verso 4: Estas cosas os escribimos, para que vuestrob gozo sea cumplido.
Lo que el autor más subraya, sin embargo, es que ciertas personas pueden
dar testimonio de estos hechos porque han tenido una experiencia personal
con Jesús. Ellos lo oyeron y vieron, hasta lo tocaron, y vieron en él la
encarnación de la vida divina. El autor se identifica con otros que
compartieron su experiencia personal. Emplea la forma de expresión
«nosotros» para incluirse él mismo y a otros que habían conocido a Jesús
personalmente y que por lo tanto estaban capacitados para testificar a otros e
introducirlos en el círculo de comunión cristiana. No cabe duda de que el
autor sostiene haber sido testigo presencial del ministerio terrenal de Jesús.
Conclusión:
El prólogo de Juan resalta dos peligros que todavía enfrenta la iglesia. Uno es
el dar por sentado que la comunión cristiana es posible sobre una base
distinta de la acción común de creer en Cristo. Algunos llegan al extremo de
decir que la unidad cristiana significa que cristianos de diversas convicciones
se unen en comunión; dicen que es fácil tener unidad cristiana con los que
piensan igual, pero que la prueba de la verdadera unidad está en la voluntad
de unirnos con quienes no estamos de acuerdo. En cierto sentido esto es
verdad: cuando se trata de asuntos no substanciales de la fe, es fácil evitar la
unidad cristiana con gente que tiene una manera de hacer las cosas o una
cultura general distinta a la nuestra, y necesitamos derribar esas barreras.
Pero no es verdad que pueda haber comunión entre personas que no estén
de acuerdo en las afirmaciones centrales de la fe. No puede haber comunión
entre denominaciones que difieren en su comprensión del camino de
salvación, y no puede haber unidad entre aquellos que aceptan y aquellos
que no aceptan a Jesucristo—crucificado por nuestros pecados y resucitado
para nuestra justificación—como Salvador. En tales casos no hay base
común. El segundo peligro es el dar por sentado que es posible tener una
verdadera relación con Dios y rechazar a Jesucristo como el camino, la
verdad y la vida. Como esta epístola pone en claro más adelante, el Padre
solamente puede ser conocido por medio del Hijo. No hay «otro nombre».
Adaptado de: I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand
Rapids, MI: Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991),
95–103.
Sobre el autor:
Notas:
1 Ver, sin embargo, F. O. Francis, «The Form and Function of the Opening
and Closing Paragraphs of James and 1 John», ZNW 61, 1970, 110–126,
quien hace notar que las cartas antiguas podían terminar sin una conclusión
formal.
5 Algunos eruditos han pensado que la frase ap’ arjēs significa: «desde el
principio de la dispensación cristiana» (cf. 2:7, 24; 3:11; H. H. Wendt, «Der
‘Anfang’ am Beginn des I Johannesbriefes», ZNW 21, 1922, 38–42). H.
Conzelmann, «Was von Anfang war», en Theologie als Schriftauslegung, Munich,
1974, 207–214 (originalmente en W. Eltester [ed.], Neutestamentliche Studien
für R. Bultmann, Berlin, 1954, 194–201), afirma con razón que se refiere al
principio absoluto. Ya que no se menciona la creación (en contraste con Jn.
1:3) y la frase difiere de la de Juan 1:1 (en arjē), la referencia es a la eternidad
pasada antes que al comienzo de la creación (Schnackenburg, 101; cf. 2:13s.;
G. Delling, TDNT I, 481s).
11 La sintaxis de la frase peri tou logou tēs zōēs es incierta, (a) Puede tomarse
estrechamente relacionada con las proposiciones relativas precedentes: lo
que el autor oyó, vio y tocó con respecto a la palabra de vida, eso es lo que
proclama. Por ejemplo, Dodd, 3, quien sugiere que la frase indica el tema del
anuncio, mientras que las oraciones adjetivas enuncian el contenido del
mismo (en forma semejante, Bultmann, 8 n. 5). (b) La mayoría de los
comentaristas consideran la frase como un resumen de las proposiciones
adjetivas, resumen que constituye un segundo objeto directo del verbo
«anunciamos» (respectos apaggellō peri ver Lc. 7:18; 13:1; Jn. 16:25). Si es así,
entonces «esta frase define la esfera a la que pertenece lo que hemos oído,
visto y tocado» (Houlden, 50; cf. Schnackenburg, 102s.; Haas, 21, 29). Como
comenta Houlden, la diferencia entre las dos construcciones no es muy
grande. La primera parece mucho más natural.
13Así Westcott, 6s.; Brooke, 5; Stott, 64, 73s.; Bruce, 36s.; Houlden, 50–52.
De Jonge, 37–39, enfatiza la dificultad de llegar a una conclusión.
22Ver las citas del Mishnah Pesahim 10.5b; Amós 2:10s.; Josué 24:7; Tácito,
Agricola, 45, en Bultmann, 10.
[1]
I. Howard Marshall, Las Cartas de Juan (Buenos Aires; Grand Rapids, MI:
Nueva Creación; William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), 95–103.