Comentario Al Apocalipsis Ricargo Garrett
Comentario Al Apocalipsis Ricargo Garrett
Comentario Al Apocalipsis Ricargo Garrett
APOCALIPSIS (2008)
Ricardo Gárrett Boyd
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reconocer que el Apocalipsis está lleno de alusiones al Antiguo
Testamento. Se ha calculado que 278 de los 404 versículos
del Apocalipsis contienen una o más alusiones al Antiguo
Testamento. Algunas de las imágenes que Apocalipsis
presenta tienen el propósito de vincular su mensaje al Antiguo
Testamento, no el de presentar un factor específico del tiempo
del fin.
El vínculo del Apocalipsis con el resto del Nuevo
Testamento es aun más estrecha. El mensaje que Apocalipsis
presenta por medio de visiones simbólicas es el mismo que se
presenta en el resto del Nuevo Testamento: Dios ha enviado a
su Hijo para llamar a toda la humanidad a la reconciliación con
él. Los que responden, entablan una relación permanente con
Dios y cuentan con su protección y su dirección. Hay que
buscar bajo el simbolismo de Apocalipsis el evangelio de
Jesucristo, y no una cronología de los últimos días. Si interpre-
tamos el Apocalipsis con referencia a los dos Testamentos,
encontraremos un mensaje emocionante que nos fortalece
para enfrentar las peripecias del peregrinaje cristiano con
confianza renovada.
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La literatura apocalíptica
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El simbolismo apocalíptico
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Autor y fecha
Aunque la literatura apocalíptica en general es seudónima,
parece que el Apocalipsis de Juan es una excepción. En 1:9,
Juan se identifica como hermano de sus lectores y
compañero en el sufrimiento que ellos experimentan. En
22:10, Juan recibe la orden, No guardes en secreto ... este
libro, porque el tiempo está cerca; el verbo traducido
“guardar en secreto” significa literalmente “sellar.”
Normalmente al fin de un apocalipsis, hay una orden de
“sellar” el libro (Daniel 8:26; 12:4, 9), porque su mensaje es
para un tiempo lejano. Este sello aparece en función de la
seudonimidad. Explica cómo el libro pudo haber sido escrito
hace tantos siglos y publicado hasta ahora: quedaba sellado,
pero ahora se han abierto los sellos, porque en los planes de
Dios el tiempo del fin ha llegado. Apocalipsis 22:10 rompe con
esta ficción y aclara que Juan no es un seudónimo del
pasado, sino el verdadero autor de la obra. La mayoría de las
autoridades hoy están de acuerdo en que el visionario y autor
de Apocalipsis se llamaba Juan y fue un cristiano del primer
siglo d.C.
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Propósito
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Introducción (1:1-8)
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Conclusión (22:6-21)
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cosas.
En la tercera cláusula de esta descripción, Juan cambia el
verbo que usa; no dice, “y que será,” sino “y que viene” (el
participio es presente). En el contexto de las primeras dos
cláusulas, esta última expresa la existencia futura de Dios,
pero también recoge las descripciones de Dios en el Antiguo
Testamento como “el que viene” (Sal. 50:3; 96:13; Mal. 3:1;
etc.). Este verbo interpreta la tensión entre la trascendencia de
Dios y su inmanencia. Dios es trascendente; no es parte del
universo, ni limitado a una existencia dentro de él, porque no
es criatura sino Creador. Sin embargo, no está alejado de su
creación, sino que viene constantemente para establecer la
justicia y limitar la maldad. “El que viene” es una descripción
dinámica del interés y la actividad constantes del Dios
trascendente en su creación.
A la vez, el verbo “venir” trae a la mente del lector cristiano
la esperada venida de Cristo, que es el tema del Apocalipsis.
La aplicación del verbo al Padre, Dios del Antiguo Testamento,
confirma que la venida de Cristo es la intervención de Dios,
prometida en las profecías del Antiguo Testamento. En
Jesucristo, Dios viene a su creación para darse a conocer y
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¡Viene! (1:7-8)
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con Dios por medio de él. Esta pena les debe estimular a
arrepentirse. El arrepentimiento, un elemento clave en el
Apocalipsis (2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19; 9:20, 21; 16:9, 11) es el
comienzo de la fe.
Juan exclama, ¡así será! Amén. Por fe proclama que
Jesús viene, aun cuando no se perciben evidencias de ello.
El que habla en 1:8 no es Jesucristo, el testigo fiel (5)
sino el que es, y que era y que ha de venir (4). La venida de
Jesús es la intervención prometida por Dios en el Antiguo
Testamento. El versículo 8 es una compilación de títulos
aplicados a Dios en el Antiguo Testamento. Yo soy se usa
como nombre de Dios en Exodo 3:14 e Isaías 48:12. Yo soy el
Alfa y la Omega es semejante a Isaías 44:6: Yo soy el
primero y el último (véase 48:12). El Alfa y la Omega son las
letras primera y última del alfabeto griego, en el cual escribe
Juan. Probablemente Juan piensa en una frase que los
rabinos usaban para describir a Yavé: “Aleph y Tau,” las letras
primera y última del alfabeto hebreo. El Señor Dios es una
combinación que se encuentra en el Antiguo Testamento (Dan.
9:9; véase Sal. 35:23; Gén. 2:4; 15:2; etc.). Ya vimos en el
comentario al versículo 4 que el que es, y que era y que ha
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3 κυριακη
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(2:5, 16, 21; 3:3, 19) Esta exhortación falta solamente en los
dos mensajes que no contienen ninguna crítica. En este primer
mensaje, se repite dos veces la necesidad del arrepentimiento
(2:5) y en el cuarto mensaje, en el centro de los siete, la falta
del arrepentimiento es la crítica principal (2:21-22). La voluntad
de Cristo para su iglesia es el arrepentimiento. Este será su
llamado también al mundo incrédulo, pero primero llama a su
propio pueblo al arrepentimiento.
El creyente nunca llega en esta vida a tal madurez que ya
no necesite el arrepentimiento. Porque sigue siendo pecador,
sigue necesitando la disposición a cambiar, el perdón, y la
purificación de su voluntad y de sus acciones. Esta verdad
debe afectar la manera en que el creyente testifica. El
testimonio de un creyente que practica el arrepentimiento
constante nunca será, “Sé santo como yo,” sino,
“Acerquémonos juntos al Señor para buscar el perdón.” Tal
testimonio es más atractivo y más genuino. Hay que aprender
cómo acercarse a Dios y a los hombres como pecador, y no
como un supuesto ex-pecador.
Si la iglesia de Efeso no se arrepiente, su Señor amenaza,
iré y quitaré de su lugar tu candelabro (2:5). Jesucristo es el
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verdadera riqueza.
La persecución de los cristianos en Esmirna venía de los
judíos. Hacia 155 d.C., los judíos de Esmirna acusarían a
Policarpo, el obispo cristiano de Esmirna, de no adorar al
emperador. Policarpo fue quemado en hoguera por no
confesar, “Cesar es señor.” Murió proclamando, “Jesús es
Señor.”
Juan declara que estos judíos, aunque tienen el nombre
honrado que corresponde al pueblo de Dios, en realidad no
son más que una sinagoga de Satanás. No son seguidores
de Dios (véase Rom. 2:28; Gál. 3:7) sino que promueven los
intereses de Satanás cuando buscan aprovechar el poder del
estado para ganar la victoria en su argumento teológico con
los creyentes en Jesús.
Es un error utilizar este versículo para afirmar que todos
los judíos son seguidores de Satanás. El propósito de Juan,
quien también fue un judío, no fue justificar el antisemitismo
que se ha manifestado demasiadas veces en la historia
cristiana. El martirio de Policarpo, denunciado por judíos que
tampoco decían “Cesar es señor,” ilustra la situación en
Esmirna. Juan responde a agresión; no justifica otra agresión.
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sobre éstos.
La promesa se expresa en palabras tomadas del Salmo
2:8-9. Este salmo describe la autoridad que Dios da a su
“ungido,” a quien dice en el versículo siete, “Tu eres mi hijo.”
Es interesante que la única vez que aparece el título Hijo de
Dios en Apocalipsis es al principio de este mensaje a Tiatira
(2:18). La identificación del Hijo con los que creen en él es tan
completa que aun les comparte su propia autoridad. Podemos
ejercer esta autoridad aun en el presente, en medio de los
conflictos y de la persecución, por medio de la adoración y el
testimonio. No es una autoridad para tomar venganza ni para
demandar honores, sino para servir como el Hijo sirvió y sirve.
Jesús promete también dar al vencedor la estrella de la
mañana (28). Esta expresión aparece en Números 24:17, en
la profecía de Balaam, quien fue presentado en Apocalipsis
2:14 como fuente del error que aqueja a las iglesias de
Pérgamo y Tiatira. En 22:16, Jesús dice que él mismo es la
estrella de la mañana. La figura sugiere luz, con todo el gozo y
entendimiento que la luz da. La estrella de la mañana es la luz
que aparece en las tinieblas de la noche, como promesa de la
plena luz que viene. Jesús es la luz que asegura al creyente
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venida de Cristo para ella. Jesús es “el que viene” (y Dios por
medio de él), y constantemente está viniendo para visitar su
creación. Apocalipsis presenta todas las manifestaciones de
Dios y Cristo en la época de la iglesia como anticipos de la
última venida de Cristo, que pondrá fin a la historia humana.
Aun en medio de la iglesia dormilona, Dios preserva un
remanente para continuar su obra. Hay unos cuantos que no
tienen solamente la forma de una relación con el Señor, sino
también su realidad (4). No se han manchado la ropa con los
valores, actitudes y prácticas del mundo, sino que son distintos
de él por su relación con Jesucristo. Ellos gozarán de
comunión con Cristo en la pureza de una relación positiva y
transformadora. Vestir de blanco indica que uno pertenece al
cielo, la morada de Dios (Mar. 9:3; 16:5; Hch. 1:10; etc.). En el
Apocalipsis, llega a ser símbolo de la vida eterna que gozan
los que se encuentran en la presencia de Dios, esto es, en
relación con él. Se desarrolla este simbolismo en el siguiente
versículo (3:5). Es probable que este símbolo participa también
del simbolismo del color blanco en general: victoria. Ropa
blanca también sugería en el primer siglo una fiesta, como la
celebración de los ganadores en los juegos griegos. Aquí en
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La adoración (8-12)
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La coda (5:13-14)
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Dios no permite que su juicio les toque a los que tienen una
relación de obediencia a él.
Esta verdad está en bastante tensión con las del capítulo
seis. La guerra (primeros cuatro sellos) y las calamidades
naturales (sexto sello) afectan igualmente a los creyentes y a
los que no tienen relación con Dios. Y el quinto sello describe
un sufrimiento exclusivo de los creyentes: la persecución. Hay
que vivir en esta tensión. Los creyentes experimentan la
realidad del sufrimiento, pero en medio de ella son llamados a
confiar en la protección, el “sello” de Dios. Dios declara que su
sufrimiento no es la expresión de su ira, sino dolores de parto
que producen gozo y adoración. Hay momentos cuando no es
face creer esto.
Juan escucha el número de los que fueron sellados, que
es un compuesto de los números doce y diez (4). Ciento
cuarenta y cuatro (12 por 12) indica que se trata del pueblo
de Dios, en plenitud. Todas las tribus de Israel confirma esta
interpretación; se trata de todo el Israel de Dios (Gál. 6:16).
Mil enfatiza que este pueblo incluye un número inmenso,
todos los que Dios elige. El número no es un límite, como si
fueran 144,000 y no más; más bien enfatiza la inmensidad del
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historia humana.
Una estrella (10) simboliza un ángel (1:20). Es posible que
en Apocalipsis 8:10-11 Juan utilice el mito de la caída de
Satanás. Algunos consideran la historia de la caída de
Satanás una enseñanza bíblica, pero la Biblia nunca enseña el
origen de Satanás. Más bien utiliza el cuento popular de esta
caída cuando está hablando de otros temas (por ejemplo en
Isaías 14:3-17). El tema de Apocalipsis 8:10-11 es el juicio
anticipado de Dios al hombre rebelde, no la naturaleza u
origen de Satanás. Juan afirma en términos que sus lectores
entenderían que aun los seres espirituales rebeldes y la
corrupción que éstos promueven entre la humanidad sirven el
propósito de Dios, porque estimulan en el hombre conciencia
de su necesidad y de su culpa.
El versículo 12 contiene otros detalles que son poéticos y
no literales. Un asolamiento de la tercera parte del sol no
produciría oscuridad durante cuatro de los doce horas del día,
sino una disminución de la luz. Menos podría ser oscurecida la
tercera parte de la noche. Juan describe con imaginación la
táctica de Dios. Interviene en la historia humana de la manera
más llamativa, para captar la atención del hombre, al cual
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quiere llamar.
El águila (13) fue mal agüero en la antigüedad; se asocia
con un ejército invasor en Deuteronomio 28:49, Jeremías
48:40 y Habacuc 1:8. En Apocalipsis 8:13 también anticipa
invasions (9:3-4, 7). El águila declara que, aunque los
primeros cuatro azotes fueron duros, los tres que faltan serán
peores. Como en Apocalipsis 3:10 y 6:10, los habitantes de la
tierra son los que no siguen a Jesucristo y por lo tanto no
pertenecen a la familia o reino celestial.
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El librito (10:1-11)
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Con una referencia a los ayes (14), Juan marca el fin del
interludio y el regreso a la serie de trompetas. El contenido de
la séptima trompeta es el anuncio del fin de la historia humana
(15), una historia de rebelión y rivalidad contra Dios. Ahora se
realiza el plan original de Dios, un mundo sujeto a su
soberanía. Se realiza en el Ungido que Dios mandó al mundo
como Salvador, de manera que el nuevo reino es de nuestro
Señor y de su Cristo. Esta restauración es permanente: él
reinará por los siglos de los siglos.
El contenido del séptimo sello fue las trompetas (8:1-2). De
la misma manera, la séptima trompeta introduce las copas,
pero éstas no siguen inmediatamente, sino hasta los capítulos
15-16. El vínculo entre la séptima trompeta y las siete copas
es la frase, se abrió en el cielo el templo (11:19; 15:5). De él
saldrán los ángeles que llevan las copas (15:6).
Antes, hay un gran paréntesis que forma el centro del
Apocalipsis y el meollo de su mensaje: la carrera terrenal de
Jesucristo y su batalla con las fuerzas de Satanás (caps. 12-
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La crisis (12:1-4)
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ella.
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mañas.
El monte Sion originalmente fue la colina sobre la cual se
situaba la ciudad de los jebuseos (2 Sam. 5:6-9), pero el
nombre se extendió al norte, al monte donde se instaló el arca
del pacto (2 Sam. 6:16-17) y posteriormente se construyó el
Templo de Jerusalén (Is. 8:18; Miq. 4:7; etc.). Así llegó a ser
símbolo de la presencia de Dios con su pueblo (Joel 3:16;
Rom. 11:26) para protegerlo (Sal. 48:2-3). También representó
al mismo pueblo de Dios (Sof. 3:14; Heb. 12:22). En
Apocalipsis 14:1, Sion no es un lugar geográfico donde se
reunan los creyentes, sino la nueva sociedad que Jesucristo
está formando y que abarca todo el orbe. En el versículo 2, los
sellados se colocan en el cielo, y en el 3, delante del trono,
símbolos de la relación con Dios que es la base de la nueva
sociedad.
Estos creyentes no están lamentando su exclusión de la
sociedad terrenal, sino cantando alabanzas a Dios (3). El
ejército de Cristo se dedica al canto, no a la guerra; sus armas
son su testimonio, presentado en paz, y sobre todo su
adoración a Dios y a su Hijo. Su canto es fuerte como una
catarata y hermoso como arpas (2). Es un himno nuevo (3),
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La cosecha (14:14-20)
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el mar, los ríos y las fuentes de las aguas, y el sol (la cuarta
trompeta incluye también la luna y las estrellas). Las copas se
asemejan a las trompetas en que las primeras cuatro
describen trastornos de la naturaleza y la sexta describe la
guerra. (El mismo simbolismo se encontró en orden inverso en
los sellos: los primeros cuatro describieron la guerra y el sexto,
trastornos de la naturaleza.)
Pero también hay diferencias entre las trompetas y las
copas. Primero, el juicio de las copas ya no es parcial (véase
6:8; 8:7; etc.). Cada plaga afecta a toda la clase a la cual se
dirige. También se acelera el ritmo de la narrativa, ahora que
se acerca el fin. La más espantosa diferencia es que la
primera y la cuarta de las copas afectan directamente a los
seres humanos. Las primeras cuatro trompetas afectaron la
naturaleza y así indirectamente a los hombres, pero la serie de
las copas empieza con un castigo directo al hombre.
La primera copa produce una llaga maligna y repugnante
que recuerda la sexta plaga en Egipto (Ex. 9:8-11). Aflige a
toda la gente que tenía la marca de la bestia y que adoraba
su imagen. Esta marca y adoración simbolizan la manera en
que la bestia emplea la autoridad o el poder: para controlar a
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La visión (17:1-6)
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oprimido (esclavos).
Los reyes de la tierra con sus ejércitos se congregan
para la gran batalla final (19:19). Apocalipsis 19:17-21 es la
elaboración de la sexta copa (16:12-16), la gran batalla de
Armagedón. Juan describe la preparación para la batalla
(19:19) pero no narra batalla alguna. La victoria del jinete de
aquel caballo es tan rápida y tan tajante que no hay batalla.
Así es la justicia de Dios. Su paciencia parece interminable,
especialmente a los que sufren injusticia o persecución, pero
cuando Dios actúa, mueve con una rapidez que deja a todos
maravillados. Los rebeldes piensan que van a medir fuerzas
con Dios y con su Cristo, pero en realidad pueden actuar
solamente por la paciencia de Dios. Cuando ésta se acaba, la
batalla ya se acabó antes de empezar. Esta batalla omitida es
otra manera en que Juan presenta la soberanía y poder
absoluto de Dios.
La bestia con todas sus pretensiones divinas resulta ser
solamente prisionera derrotada de Dios (20). Junto con ella
cae el falso profeta; la descripción de las actividades de éste
lo identifica como la segunda bestia de Apocalipsis 13:11-17.
El dragón todavía no es lanzado al lago de fuego con ellos
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BIBLIOGRAFIA
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