Teoria Del Apego y Psicologia Del Self
Teoria Del Apego y Psicologia Del Self
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JUAN PABLO II
AL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES
AL CONCLUIR EL GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000
La oración
33. ¿No es acaso un «signo de los tiempos» el que hoy, a pesar de los vastos procesos
de secularización, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte
se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar? También las otras
religiones, ya presentes extensamente en los territorios de antigua cristianización,
ofrecen sus propias respuestas a esta necesidad, y lo hacen a veces de manera
atractiva. Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y
Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar
la relación con él.
Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a
ser auténticas «escuelas de oración», donde el encuentro con Cristo no se exprese
solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza,
adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el «arrebato del corazón.
Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia:
abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos
hace capaces de construir la historia según el designio de Dios[18].
34. Ciertamente, los fieles que han recibido el don de la vocación a una vida de especial
consagración están llamados de manera particular a la oración: por su naturaleza, la
consagración les hace más disponibles para la experiencia contemplativa, y es
importante que ellos la cultiven con generosa dedicación. Pero se equivoca quien
piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial,
incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy
pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino «cristianos con riesgo».
En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y
quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas
religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición.
Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un
punto determinante de toda programación pastoral. Yo mismo me he propuesto dedicar
las próximas catequesis de los miércoles a la reflexión sobre los Salmos, comenzando
por los de la oración de Laudes, con la cual la Iglesia nos invita a «consagrar» y
orientar nuestra jornada. Cuánto ayudaría que no sólo en las comunidades religiosas,
sino también en las parroquiales, nos esforzáramos más para que todo el ambiente
espiritual estuviera marcado por la oración. Convendría valorizar, con el oportuno
discernimiento, las formas populares y sobre todo educar en las litúrgicas. Está quizá
más cercano de lo que ordinariamente se cree, el día en que en la comunidad cristiana
se conjuguen los múltiples compromisos pastorales y de testimonio en el mundo con la
celebración eucarística y quizás con el rezo de Laudes y Vísperas. Lo demuestra la
experiencia de tantos grupos comprometidos cristianamente, incluso con una buena
representación de seglares.
Salmo 1*