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Villiers de L Isle Adam - Flores de Las Tinieblas

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Flores de las Tinieblas

Villiers de L'Isle Adam

textos.info
Biblioteca digital abierta

1
Texto núm. 1824

Título: Flores de las Tinieblas


Autor: Villiers de L'Isle Adam
Etiquetas: Cuento

Editor: Edu Robsy


Fecha de creación: 21 de octubre de 2016

Edita textos.info

Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España

Más textos disponibles en http://www.textos.info/

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Flores de las Tinieblas
¡Oh, los bellos atardeceres! Ante los brillantes cafés de los bulevares, en
las terrazas de las horchaterías de moda, ¿qué de mujeres con trajes
multicolores, qué de elegantes “callejeras” dándose tono!

Y he aquí las pequeñas vendedoras de flores, que circulan con sus frágiles
canastillas.

Las bellas desocupadas aceptan esas flores perecederas, sobrecogidas,


misteriosas…

—¿Misteriosas?

—¡Sí, sí las hay!

Existe, —sépanlo, sonrientes lectoras—, existe en el mismo París cierta


agencia que se entiende con varios conductores de los entierros de lujo,
incluso con enterradores, para despojar a los difuntos de la mañana, no
dejando que se marchiten inútilmente en las sepulturas todos esos
espléndidos ramos de flores, esas coronas, esas rosas que, por
centenares, el amor filial o conyugal coloca diariamente en los catafalcos.

Estas flores casi siempre quedan olvidadas después de las fúnebres


ceremonias. No se piensa más en ello; se tiene prisa por volver. ¡Se
concibe!

Es entonces cuando nuestros amables enterradores se muestran más


alegres. ¡No olvidan las flores estos señores! No están en las nubes; son
gente práctica. Las quitan a brazadas, en silencio. Arrojarlas
apresuradamente por encima del muro, sobre un carretón propicio, es para
ellos cosa de un instante.

Dos o tres de los más avispados y espabilados transportan la preciosa


carga a unos floristas amigos, quienes gracias a sus manos de hada,
distribuyen de mil maneras, en ramitos de corpiño, de mano, en rosas

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aisladas inclusive, estos melancólicos despojos.

Llegan luego las pequeñas floristas nocturnas, cada una con su cestita.
Pronto circulan incesantemente, a las primeras luces de los reverberos,
por los bulevares, por las terrazas brillantes, por los mil y un sitios de
placer.

Y jóvenes aburridos y deseosos de hacerse agradables a las elegantes,


hacia las cuales sienten alguna inclinación, compran estas flores a
elevados precios y las ofrecen a sus damas.

Estas, todas con rostros empolvados, las aceptan con una sonrisa
indiferente y las conservan en la mano, o bien las colocan en sus corpiños.

Y los reflejos del gas empalidecen los rostros.

De suerte que estas criaturas—espectros, adornadas así con flores de la


Muerte, llevan, sin saberlo, el emblema del amor que ellas dieron y el amor
que reciben.

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Villiers de L'Isle Adam

Jean-Marie Mathias Philippe Auguste, conde de Villiers de l`Isle-Adam,


más conocido como Auguste Villiers de L'Isle-Adam (Saint-Brieuc, 7 de
noviembre de 1838 - París, 18 de agosto de 1889) fue un escritor francés
cuya obra, que abarca la poesía, el teatro y la narración, se orienta en gran
parte hacia el movimiento simbolista.

Tras numerosos años de navegación, se instaló en la mansión de


Penanhoas, en Lopérec, que había heredado, y quedó lisiado por un

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accidente. Tuvo que buscar subsidios durante la Restauración antes de
recibir los 27.000 francos del Estado en 1826 a que tenía derecho en
compensación por su emigración. Entonces el marqués tuvo la idea de
fundar una especie de agencia de investigación genealógica para ayudar a
ciertos herederos a recuperar sus bienes incautados durante los disturbios
revolucionarios y del Imperio. Pero se enredó en especulaciones
financieras ruinosas y en 1843 su mujer tuvo que hacer una separación de
bienes para salvaguardar su propio patrimonio. En 1845 la familia se
instaló en Lannion, en casa de los padres de la madre de Augusto, la
señora de Kérinou. Entre 1847 y 1855, el joven Villiers siguió estudios
desordenadamente en diversas escuelas de Bretaña; estuvo interno en el
pequeño seminario de Tréguier y luego en Rennes en 1848 (en el antiguo
colegio de Saint-Vincent de Paul), en el liceo de Laval, de nuevo en
Rennes, en Vannes (colegio de Saint-François-Xavier) en 1851, donde
tuvo como condiscípulo al pintor James Tissot, y otra vez en Rennes.
Además dispuso en los intervalos de preceptores religiosos a domicilio, por
más que se mostraba más dotado para el piano y se descubría aficionado
a la poesía. En 1855, el Marqués vendió su casa y tierras y la familia se
instaló en París. En la capital Augusto frecuentó cafés de artistas y
algunos salones (donde su apellido lo había introducido) y allí gozó de
algún éxito. Amistó con el poeta Catulle Mendès y con Jean Marras en
1860, y conoció, en la Brasserie des Martyrs, a François Coppée, Charles
Baudelaire y Leconte de Lisle. Baudelaire lo animó a leer las obras de
Edgar Allan Poe que había traducido él mismo, y estas hicieron un gran
efecto en el joven escritor, quien asimiló parte de su poética simbolista y
su técnica para el relato fantástico. Comenzó a colaborar en algunas
publicaciones oscuras, pero su padre ingresó en prisión por deudas
(1856). En 1857, inquietos por sus dudosas y variopintas compañías, los
padres del joven escritor quisieron enviarlo a hacer un retiro religioso en la
abadía de Solesmes, cuyo superior, Dom Prosper Guéranger, era amigo
de la familia, pero él lo rehusó.

Sus primeras obras (Dos ensayos de poesía, 1858, Primeras poesías,


1859, la novela Isis, 1862), con poco o ningún éxito, desorientan sobre lo
que será su producción posterior una vez hubo conocido a los poetas
simbolistas Charles Baudelaire (1859) y Stéphane Mallarmé (1864), tras
quedar asimismo fascinado por la filosofía de Hegel. El 28 de agosto de
1862 sus padres lo obligaron a permanecer un tiempo en la abadía de
Solesmes, donde estuvo recluido hasta el 20 de septiembre. En 1863 se
une a una demi-mondaine o alta cortesana Louise Dyonnet, madre de dos

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hijos, y permaneció quince días en Solesmes, donde volvió a ver a Louis
Veuillot. En 1864, tras romper con Louise Dyonnet, conoció a Gustave
Flaubert y amistó con Stephane Mallarmé. En 1866 colaboró en Le
Parnasse Contemporain y en 1867 fundó la Revue des Lettres et des Arts
y escribió "El Intersigno", el primero de sus Cuentos crueles.

Sus intentos de conseguir pareja conveniente y estable fueron fracasando


sucesivamente. En 1867, pidió a Théophile Gautier la mano de su hija
Estelle, pero el escritor, que había dado la espalda a sus años de
bohemia, no dejó que su hija casara con un escritor con tan poco futuro,
fuera de que la propia familia de Villiers desaprobaba también esa unión.
Igualmente fueron estériles sus planes para matrimoniar con una heredera
inglesa, Anna Eyre Powell. Finalmente se vio bligado a vivir con la viuda
analfabeta de un cochero belga, Marie Dantine, de la que tuvo en 1881 a
su único hijo, Victor (apodado "Totor").

Dotado de un vigoroso poder expresivo, capaz de conferir a sus obras un


estilo torturado, a la vez que violento y profundamente lírico, los cuentos
de Villiers son muy desiguales y, al lado de algunos absurdos y
exagerados, se dan otros en los que el humor, la ironía o el terror macabro
dan lugar a situaciones excepcionalmente sugerentes.

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