Tema 1 2015
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Tema 1 2015
1. Introducción
Cada año en España cerca de un cuarto de millón de personas sufre una lesión
neurológica. Estas lesiones, que pueden ser de gravedad variable y diferente etiología por
orden de frecuencia, accidentes vasculares cerebrales (AVC), traumatismos craneoencefálicos
(TCE), tumores..., provocan con frecuencia déficits en las funciones cognitivas, de forma
que la percepción, el lenguaje, la memoria, etc. pueden verse afectadas. Desde el punto de
vista humano la primera preocupación con estas personas es conocer las implicaciones que
para su actividad diaria van a tener estos déficits, sin embargo, estas personas también tienen
un interés específico para la ciencia. La neuropsicología, por ejemplo, lleva más de un siglo
estudiando a estos sujetos como medio para obtener información sobre la localización de las
funciones mentales en el cerebro; otra rama de la psicología mucho más reciente, la
neuropsicología cognitiva, considera que el estudio de estos sujetos puede proporcionarnos
importante información acerca de la naturaleza y organización de los procesos mentales (es
decir, cómo se organizan los sistemas mentales entre sí, no cómo se organizan en el cerebro).
El objetivo principal de la neuropsicología cognitiva es: evaluar y/o desarrollar modelos
sobre el funcionamiento cognitivo normal, a partir del estudio de sujetos con alteraciones
cognitivas provocadas por lesiones neurológicas, los modelos desarrollados a su vez deben
servir para explicar la conducta de los sujetos lesionados.
Con tal definición queda claro dónde debemos situar el origen de la neuropsicología
cognitiva, y cuál es el grado de dependencia (en el nivel conceptual y metodológico) que ésta
tiene de la psicología cognitiva experimental. Por esta última entendemos la ciencia que se
dedica al estudio de los procesos mentales implicados en la percepción, la atención, la
memoria, el lenguaje, el aprendizaje, la solución de problemas, o el pensamiento (Eysenck,
1990), a través del desarrollo de experimentos que tienen como objetivo la verificación de
hipótesis.
El presente tema puede dividirse en dos bloques, en el primero definiremos la
neuropsicología cognitiva, señalaremos sus orígenes y las relaciones que mantiene con
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 2
disciplinas afines como la neuropsicología; nos acercaremos a los supuestos teóricos de los
que ésta parte; analizaremos el papel del conexionismo en la neuropsicología cognitiva;
finalizaremos con unos comentarios acerca de la aplicación de la metodología propia de esta
disciplina en el marco del desarrollo. En el segundo bloque nos centraremos en cuestiones de
índole metodológico, analizaremos las herramientas de las que se vale la neuropsicología
cognitiva para extraer conclusiones teóricas sobre los casos y abordaremos la discusión entre
los partidarios de los estudios de grupo y los defensores de los estudios de caso único.
La neuropsicología cognitiva tiene su origen gracias al encuentro entre dos áreas: por un
lado la propia psicología cognitiva que buscaba cómo validar sus modelos y encuentra en los
sujetos lesionados una piedra de toque; por otro lado la “neuropsicología clásica” que busca
una descripción de las conductas de los sujetos lesionados en base a criterios conductuales
más precisos, y que los encuentra en la psicología cognitiva.
Establecer un origen exacto y concreto para el inicio de la neuropsicología cognitiva tal y
como la hemos concebido no constituye una tarea fácil. Algunos autores señalan que la
neuropsicología cognitiva tiene su origen en el campo del lenguaje, concretamente en un
estudio de Marshall y Newcombe del año 1966 acerca de las alteraciones de la lectura
realizados con sujetos que habían resultado dañados por la caída de un misil (cit. Ellis y
Young, 1988). En este trabajo y, en el desarrollado años más tarde (ver Marshall y
Newcombe, 1973), se hace un análisis de los datos diferente al propuesto desde la
“neuropsicología clásica”, aquella que estudia la localización de las funciones mentales a
través del estudio de las lesiones. No se clasifica a los sujetos conforme a síndromes clínicos,
sino que se relacionan sus errores con el modelo de logogen propuesto por Morton en el
marco de la psicología cognitiva en 1969. Aunque el impacto de estos dos estudios
inicialmente fue escaso, sirvió para descartar el modelo de la ruta única en la lectura de
palabras vigente en ese momento para el procesamiento de los sujetos sanos, llamando la
atención sobre la necesidad de que los modelos cognitivos fueran capaces de explicar no sólo
las dificultades de los sujetos sanos sino también la de los lesionados. Su trabajo hizo
explícita la forma en la que los patrones de los sujetos lesionados podían constituir una prueba
de fuego para los modelos de procesamiento normal. Este parece ser el primer caso en el que
la filosofía de la neuropsicología cognitiva se muestra en toda su potencialidad: el estudio de
un sujeto con lesión cerebral sirve para el desarrollo y/o perfeccionamiento de un modelo de
procesamiento general.
Aunque la localización temporal del inicio de la neuropsicología cognitiva no es una
cuestión de excesiva importancia, debemos señalar que no todos los autores coinciden en
considerar el trabajo de Marshall y Newcombe como el pionero. Saffran (2000) considera que
la conferencia realizada en Oxford en 1977, casi diez años más tarde, para discutir la dislexia
profunda, es la que verdaderamente da comienzo al estudio experimental desde el enfoque de
la neuropsicología cognitiva. Esta autora parece, sin embargo, ignorar no sólo el trabajo de
Marshall y Newcombe, sino también la existencia de publicaciones anteriores en campos
como el de la memoria (Baddeley y Warrington, 1970; Shallice y Warrington, 1970 cit.
Baddeley, 1997), donde el estudio del síndrome amnésico se había convertido ya en una
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 4
herramienta clave para establecer diferencias funcionales entre la memoria a corto plazo y la
memoria a largo plazo.
En cualquier caso, no es hasta el inicio de los años 80 cuando se empieza a constituir la
neuropsicología cognitiva como disciplina. Es en estos años cuando surgen las primeras
publicaciones específicas, Cognitive Neuropsychology publicado en 1984 por Taylor &
Francis, y cuando más fuerte es el debate sobre los supuestos teóricos y prácticos de la
neuropsicología cognitiva (Caramazza, 1984; Caramazza, 1986; Shallice, 1988; Ellis y
Young, 1988).
Desde el punto de vista de este autor, la neuropsicología cognitiva es otra forma de hacer
psicología cognitiva en la que para confirmar o falsar teorías sobre la cognición se obtienen
datos de un tipo especial de población, sujetos que sufren una alteración cognitiva fruto de
una lesión neurológica.
Una definición más formal y un poco más amplia de la neuropsicología cognitiva, la
encontramos en uno de los primeros manuales sobre la disciplina elaborado por Ellis y Young
(1988). Estos autores consideran que la mejor forma de caracterizarla es hacerlo por sus
objetivos, así, podemos considerar que la neuropsicología cognitiva como disciplina:
PSICOLOGÍA COGNITIVA
NEUROPSICOLOGÍA
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA
Figura 1.1. Relaciones entre los niveles de estudio y descripción de la psicología cognitiva,
neuropsicología y neuropsicología cognitiva.
el nivel explicativo deseado (el cognitivo). No se niega que el origen de los problemas del
sujeto sea la lesión en una determinada zona, sería absurdo negar eso, lo que se pretende es
ver si los distintos modelos que desde la psicología cognitiva normal se postulan pueden
explicar también la conducta anormal, y si no es así, cambiarlos.
A pesar de que el nivel explicativo de la neuropsicología y de la neuropsicología cognitiva
es diferente, uno es preferentemente de tipo biológico, el otro de tipo cognitivo, suele ser
común confundir los campos de estudio de ambas disciplinas. Con el objetivo de evitar
confusiones, creemos que observar el análisis y las conclusiones que de la descripción de un
caso realizan la neuropsicología y de la neuropsicología cognitiva puede ser muy útil.
Veámoslo en relación con la descripción de uno de nuestros pacientes.
Un caso como el del Señor D, pero también el de cualquier paciente afectado por una
lesión cerebral (por accidente vascular, traumatismo, tumor, infección, etc.), puede ser
descrito de forma similar, y, sin embargo, ser interpretado desde distintos planos de
explicación.
Así, la neuropsicología diría del Señor D: los déficits conductuales están provocados por
las lesiones isquémicas fruto del accidente cerebrovascular en el hemisferio izquierdo,
concretamente en áreas de las arterias cerebrales posterior y media, siendo más intensa la
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 8
lesión en áreas temporoparietales. Dado que los déficits conductuales se limitan a la expresión
verbal, como indican sus problemas fundamentalmente en la denominación de palabras, lo
que se denomina anomia y caracteriza a un síndrome conocido como afasia anómica, se puede
inferir que el área lesionada es la responsable de tales funciones verbales, confirmando así un
modelo anatómico sobre las funciones expresivas lingüísticas, según el cual la denominación
implica la activación de tales áreas.
Desde su particular enfoque, la neuropsicología cognitiva requiere un análisis más fino
de la conducta amén de sacar otras conclusiones de la descripción del sujeto. La conducta se
evalúa teniendo como referencia un modelo de producción de palabras compuesto por
distintos sistemas, procediéndose a la evaluación de cada uno de ellos con determinadas tareas
(e.g., denominación de palabras escritas, dibujos, definiciones, repetición de palabras,
clasificación categorial...) y a través del análisis de sus errores. Sus déficits en la producción
de palabras, anomia, están causados por un déficit (provocado evidentemente por la
afectación de ciertas áreas cerebrales) en el proceso de producción de palabras.
Específicamente hay un déficit en la activación de las palabras en el léxico de output
fonológico, que es lo que le impide la recuperación de las palabras. Este déficit se produce en
ausencia de problemas en el nivel semántico, pues el sujeto demuestra conocimiento sobre los
objetos que pretende denominar, y en ausencia de problemas en la selección de los fonemas,
como indica su capacidad para la lectura y la repetición.
AGENDA
VISOESPACIAL
BUCLE
FONOARTICULATORIO
con el modelo de memoria operativa de la figura 1.2. En él existen diferentes sistemas algunos de
los cuales se consideran altamente modulares (la agenda viso-espacial y el bucle
fonoarticulatorio) y otros no (el ejecutivo central). El ejecutivo central se considera, de hecho, un
sistema no modular, es decir, capaz de interactuar con diferentes sistemas y de utilizar distintos
tipos de información, contrariamente a las propiedades de especificidad de dominio y
encapsulamiento informativo. Pues bien, incluso en el estudio del ejecutivo central la
neuropsicología cognitiva ha aportado información relevante que sugiere que el funcionamiento
del ejecutivo central, en principio calificable como no modular, podría seguir una cierta
organización modular.
no están mas o menos localizadas en regiones cerebrales será imposible que se manifieste la
modularidad funcional en la conducta de los sujetos (Coltheart, 2001). Los estudios con sujetos
lesionados así como el advenimiento de las técnicas de neuroimagen han venido a confirmar la
idea de una cierta localización y especialización de las estructuras cerebrales. Aunque el cerebro
es sensible a las experiencias de los sujetos en los primeros años, por ejemplo, se ha visto como
áreas consideradas clásicamente auditivas son colonizadas por funciones visuales en sujetos con
sordera congénita (Hickok, Klima y Bellugi, 1996); hay que señalar que el supuesto de
modularidad anatómica parece confirmado experimentalmente, con lo que se garantiza la
existencia de lesiones selectivas que puedan dar lugar a la alteración selectiva de sistemas de
procesamiento concretos, facilitando su identificación.
4.4. Sustractividad
Este supuesto conecta directamente con el supuesto de modularidad debatido anteriormente,
la alteración de un sistema no debe alterar el funcionamiento de los demás. Se defiende que el
patrón de conductas de un sujeto lesionado debe mostrar el funcionamiento de todo el sistema
cognitivo salvo el de los sistemas que se encuentran lesionados (ver figura 1.3) (Saffran, 1982
cit. Ellis y Young, 1988). Esto implica, como hemos señalado anteriormente, que no haya
excesiva interactividad (ver más arriba), y por otro lado que en caso de lesión el sistema no
desarrolle nuevos módulos o conexiones.
TEMA 1. Definición, delimitación y metodología 13
SUSTRACTIVIDAD
funcionamiento del sistema, pues la existencia de jerarquía, puede llevarnos a confusión acerca
de cuál es la alteración que se da en el sistema.
4.5. Transparencia
El término de este supuesto de la neuropsicología cognitiva según Caramazza (1986) es
que el sistema cognitivo de un paciente lesionado es fundamentalmente el mismo que el de un
sujeto normal, exceptuando una modificación local, esta descripción nos remite al término de
sustractividad recientemente comentado. Sin embargo, la definición ha evolucionado hacia un
término general (Caramazza, 1992) que especifica simplemente que el patrón de realizaciones de
un paciente debe proporcionarnos una indicación, normalmente compleja, acerca de la naturaleza
de la alteración subyacente. Esta asunción bien puede considerarse más que como un supuesto de
la neuropsicología cognitiva como una consecuencia que emerge de las demás condiciones
(modularidad funcional y anatómica, uniformidad de la arquitectura funcional y sustractividad),
consecuencia que además está ligada directamente a la viabilidad de la neuropsicología cognitiva
como disciplina, pues en caso de no haber transparencia la empresa de la neuropsicología
cognitiva sería inútil.
La mejor evidencia de que los supuestos de la neuropsicología cognitiva de una forma u otra
se cumplen y, de que, por tanto, la investigación en este campo es transparente, es como
argumenta Coltheart (2001), la propia práctica de la neuropsicología cognitiva. Si por ejemplo,
las funciones mentales no fueran relativamente independientes en su funcionamiento (específicas
de dominio) y no estuvieran más o menos localizadas en regiones concretas del cerebro
(especificidad neurológica), sería difícil encontrar sujetos con alteraciones cognitivas selectivas,
y el caso es que, tal y como muestra la literatura, no ocurre así. Por otra parte, si la arquitectura
funcional difiriera de forma sustancial de persona a persona hace tiempo que nos habríamos dado
cuenta, no solo desde el marco de la neuropsicología cognitiva sino desde el de la psicología
cognitiva. En relación con el supuesto de sustractividad, como hemos señalado, si no fuera
correcto también sería evidente: las inferencias que la neuropsicología cognitiva hace para la
mejora de los modelos de la conducta sana no serían válidas, y las evidencias proporcionadas por
la neuropsicología cognitiva en sus ya más de 30 años de existencia no sugieren esto.
pequeñas unidades interconectadas entre sí, que trabajan en paralelo, y a partir de las cuales
surgen conductas complejas. Sin embargo, es necesario señalar que la (mal llamada) metáfora
cerebral (Rummelhart, 1989) es simplemente una leve inspiración para el conexionismo.
Estos modelos ni se acercan a la extensión numérica de las estructuras cerebrales, ni siguen
algoritmos de aprendizaje biológicamente plausibles (caso de la regla delta). Además, en esta
inspiración se produce una mezcla de niveles que aporta poco más que confusión: la
estructura de red del cerebro corresponde a un nivel fisiológico, cuando para el conexionismo
la estructura reticular del sistema constituye una estructura funcional a nivel cognitivo.
El enfoque conexionista se caracteriza por el desarrollo de simulaciones de las conductas
de los sujetos a partir de las referidas redes. Estas redes implementadas en programas de
ordenador son expuestas a distintos estímulos de forma que aprenden (a partir de la variación
de los pesos de las conexiones entre las unidades) gracias a un algoritmo o regla determinado,
y son capaces de simular la conducta, por ejemplo, lectora de sujetos adultos (Seidenberg y
McClelland, 1989). Una de las ventajas de los modelos conexionistas es que, a diferencia de
los modelos cognitivos clásicos, permiten un funcionamiento gradual, no discreto. Así, en
caso de que se produzca algún pequeño daño en la red, el sistema pueda alterarse
parcialmente. De esta forma, los modelos conexionistas simulan con bastante acierto, gracias
a su naturaleza distribuida y altamente interactiva, la conducta de los sujetos lesionados,
capaces de realizar diferentes tareas en función de la severidad de la lesión. Es decir, el
enfoque conexionista aplicado a la neuropsicología cognitiva permite estudiar el efecto que
tiene el daño parcial de una red (están implementadas en un ordenador) sobre la conducta que
simula. De esta forma una red que ha aprendido a leer un conjunto de palabras puede ser
lesionada (introduciendo ruido en el sistema o eliminando unidades) y sus efectos ser
reobservados.
La lesión de los modelos PDP permite observar patrones de conducta parecidos a los que
provocan las lesiones cerebrales, lo que hace suponer que esta perspectiva ofrece modelos
coherentes de como sería el procesamiento humano. Esta práctica se ha convertido en algo
común, de forma que en la actualidad disponemos de simulaciones de alteraciones cognitivas
tan diferentes como los problemas para la lectura de palabras (e.g., Hinton y Shallice, 1991),
el reconocimiento de caras (e.g., Farah, O’Reilly y Vecera, 1993), las alteraciones semánticas
(e.g., Farah y McClelland, 1991) o las alteraciones en el procesamiento visual (e.g.,
Humphreys, Freeman y Müller, 1992), que sugieren que las representaciones distribuidas
pueden ser una alternativa a los sistemas más modulares.
TEMA 1. Definición, delimitación y metodología 17
dobles disociaciones en modelos de redes no modulares, dados los resultados obtenidos por
Bullinaria y Chater (1995), parece ser una consecuencia de la modelización con redes de
pequeño tamaño y por tanto no realistas. Otra característica deseable de la modelización
conexionista en la neuropsicología cognitiva es que los modelos fueran capaces de demostrar
un comportamiento similar al de los pacientes cuando son rehabilitados (ver Plaut, 1996).
los sujetos. Las evidencias de las que partimos para esta afirmación provienen de dos fuentes: 1)
el hallazgo en población infantil de dobles disociaciones en procesos como la lectura, el
reconocimiento de caras, o las habilidades ejecutivas; 2) la idea extendida entre muchos autores
del paralelismo existente entre las lesiones adquiridas y las alteraciones del desarrollo, dada la
similitud de los patrones alterados que ambas presentan (Ellis, 1984; Marshall, 1989). Ambos
factores conducen a la idea de que la diferencia entre los sistemas cognitivos de adultos y niños
no son tan radicales como suponemos.
En relación con el incumplimiento del supuesto de sustractividad en el marco del desarrollo,
creemos que una simple modificación del mismo permite su cumplimiento en el desarrollo, a la
neuropsicología cognitiva le bastaría con tener en cuenta que en sistemas en desarrollo, las
conductas del sujeto manifestarán el funcionamiento de todos los sistemas salvo el del sistema
lesionado y el de aquellos que dependen para su desarrollo del input del módulo lesionado
(García-Orza e Iza, 2001). Esto no niega en sí misma la posibilidad de estudiar los procesos de
desarrollo, aunque si en los habituales términos que emplea la neuropsicología cognitiva, la cual
parte de módulos ya establecidos.
Desde nuestro punto de vista (García-Orza e Iza, 2001) se puede proponer una NCD
en la que las reglas no sean las que imperan en un sistema estático, dadas las diferencias que
entre ambos existen. Sistemas con características diferentes requieren métodos diferentes. El
empleo de disociaciones en el marco del desarrollo es complicado dada la dependencia que
tienen los sistemas de las aferencias de otros dispositivos para su desarrollo, pero esta
circunstancia, como muestran los datos, no siempre imposibilita su uso. Además, el estudio
del desarrollo dispone de otras herramientas como pueden ser los estudios longitudinales, los
estudios acerca de la efectividad de los tratamientos, o los estudios experimentales (en el
sentido de sujetos a manipulaciones experimentales) que están demostrando ser efectivos
(Lovett, 1992). Lo que en definitiva da carta de garantía a una disciplina es disponer de
herramientas que le permitan desentrañar su campo de estudio, la viabilidad de las que puede
hacer uso la NCD parece bastante garantizada como muestran estudios recientes.
Cuadro 1.3. Etiología de las lesiones neurológicas que más comúnmente conducen a
alteraciones cognitivas.
El perfil de los sujetos que sufren un traumatismo craneal es, según Forastero, Prieto,
Lucena y Gamero (1992), el de un varón joven, de entre 20 y 40 años que sufre un accidente
de tráfico. Los traumatismos craneoencefálicos pueden ser cerrados o abiertos. Los
traumatismos cerrados normalmente provocan dos tipos de lesión, daño axonal difuso en todo
el cerebro, y contusiones corticales más o menos focalizadas, producidas al desplazarse la
masa cerebral dentro del cráneo y golpear con éste. En cuanto a los traumatismos abiertos los
patrones de lesión dependen directamente del lugar en el que se produzca el impacto. Aunque
tanto las lesiones abiertas como las cerradas han proporcionado datos relevantes para la
neuropsicología cognitiva, las primeras provocan con más frecuencia alteraciones selectivas.
Un caso clásico de lesiones de este tipo es el de Phineas Gage (cit. Parkin, 1996), ejemplo
paradigmático de alteración en la función ejecutiva; este trabajador del ferrocarril fue
atravesado por una barra de hierro que entró por su mejilla y salió por la parte superior del
lóbulo frontal dañando las áreas frontales y prefontales. Las lesiones abiertas son bastante
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localización del daño cerebral a medida que avanza el proceso de demencia, da lugar a un
patrón cognitivo poco selectivo, que hace más compleja la interpretación de la alteración.
Las evidencias no dejan lugar a dudas al mostrar que, a pesar de la diferente etiología y
características de las lesiones (focales vs. difusas), éstas pueden ser lo suficientemente
selectivas como para que el estudio de sus efectos sobre la conducta proporcione evidencias
sobre la naturaleza de los procesos cognitivos.
Otro aspecto importante a la hora del estudio de los sujetos con daño cerebral tiene que
ver con el curso y la evolución de las lesiones. En algunos casos nos encontramos con que el
sujeto se recupera rápida y totalmente de sus lesiones, en otros casos los sujetos quedan con
secuelas físicas o mentales, y en otras ocasiones las secuelas iniciales provocadas por la lesión
se mantienen totalmente irrecuperables. El patrón de recuperación parece estar claramente
asociado al tipo de lesión. En el caso de las lesiones por trastorno cerebro-vascular la mitad de
los pacientes mueren antes de un mes, en el restante 50%, sólo un 10% puede reincorporarse a
su vida diaria, mientras que el restante 40% permanece con secuelas de importancia variable.
Por el contrario en el caso de los traumatismos craneoencefálicos el 20% de los sujetos
fallecen. En estas lesiones, las puntuaciones en la escala de Glasgow1 obtenidas por el sujeto
en los primeros días después del accidente ofrecen un pronóstico de su evolución.
Puntuaciones menores de 8 sugieren un mal pronóstico, con presencia de secuelas graves si es
que no sobreviene la muerte. El pronóstico en el caso de tumores, está directamente ligado a
la localización de éstos y la posibilidad de extirpación, así como a su tamaño, uno de los
problemas con los tumores es que son detectados generalmente tarde. En cualquier caso, se
considera que dentro de los cuatro meses siguientes a la lesión puede darse recuperación
espontánea de las lesiones sufridas, esta recuperación de las lesiones neurológicas está
asociada también a las características del sujeto; estilos de vida saludables o juventud ofrecen
un mejor pronóstico de recuperación. Aquellas habilidades no recuperadas después de los
cuatro meses requerirán rehabilitación (León-Carrión, 1995).
En la mayoría de los sujetos que sufren una lesión importante, en los primeros días suele
aparecer lo que se denomina síndrome de desorientación postraumática. Este estado se
caracteriza por dificultad para mantener la concentración y la atención, usualmente
acompañado de dolores de cabeza. La presencia de este síndrome puede conducir a una
evaluación errónea de las capacidades cognitivas del sujeto, lo que debe ser tenido en cuenta
1
Escala que a través de la valoración de la respuesta verbal, ocular y motora ofrece una valoración del nivel de
consciencia del sujeto.
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Dado que de las asociaciones de síntomas se pueden hacer distintas interpretaciones acerca
de las relaciones entre las tareas, en nuestro objetivo de identificar la arquitectura funcional
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del sistema cognitivo, parece un poco arriesgado considerarlas una prueba concluyente.
Precisamente la asociación ha sido el procedimiento empleado por la “neuropsicología
clásica” para la elaboración de síndromes, lo que ha llevado a interpretaciones erróneas sobre
la etiología de algunas alteraciones.
Un ejemplo, de cómo la asociación puede provocar conclusiones erróneas lo encontramos
en el campo del reconocimiento de objetos y caras. Hasta muy recientemente la mayoría de
los casos publicados indicaban que las alteraciones en el reconocimiento de caras iban
asociadas a alteraciones en el reconocimiento de objetos, lo que llevó a diferentes autores a
defender que ambos procesos podrían ser realizados por prácticamente los mismos sistemas
(Farah, 1991). La aparición de sujetos con (aparentemente) alteraciones en el reconocimiento
de caras y preservación del procesamiento de objetos (ver más abajo), es contraria a tal
conclusión. Los estudios neuropsicológicos sugieren que la asociación de ambas funciones
puede deberse a la cercanía neuroanatómica de las estructuras encargadas de las mismas
(áreas corticales ventrales).
A pesar de los problemas que el empleo de asociaciones puede provocar, en los últimos
años está existiendo una revalorización de la asociación como herramienta de la
neuropsicología cognitiva que ya auguró Caramazza (1986), para quien las asociaciones
pueden ser tan informativas como las disociaciones. Aquí no vamos a llegar a tal extremo,
pues es indudable la dificultad que entraña distinguir cuando un patrón de asociación es fruto
simplemente de una contingencia (zonas cerebrales adyacentes) o es verdaderamente causal
(existe relación funcional entre los sistemas). Sin embargo, debemos tener en cuenta, como
señala McCarthy (2001), que las asociaciones pueden y deben ser entendidas como una
consecuencia necesaria de la estructura de muchos modelos. Así en un modelo de doble ruta
para la lectura, como el descrito por Coltheart y cols. (1993) debe haber asociación entre los
resultados en la lectura de palabras de baja frecuencia y pseudopalabras.
En consecuencia, las asociaciones pueden ser fruto de la estructura de los sistemas de
procesamiento, y el trabajo del investigador debe ser idear tareas y analizarlas en marcos
teóricos concretos para que no conduzcan a interpretaciones erróneas. Las asociaciones en la
neuropsicología cognitiva proporcionan un dato, que debe ser interpretado concediéndole un
grado moderado de certeza.
tarea de reconocimiento de caras) y realiza la tarea B correctamente (por ejemplo: una tarea
de reconocimiento de objetos)(ver figura 2.1).
Cuando como en la figura 2.1, el sujeto realiza la tarea B significativamente peor que la
tarea A, y esta última se realiza de forma similar a como la ejecutaría un sujeto normal, este
tipo de disociación simple se denomina fuerte. Cuando simplemente nos encontramos con que
el sujeto realiza una tarea considerablemente peor que la otra, aunque su ejecución no llegue a
ser normal, se denomina esta disociación débil. Las conclusiones que se pueden extraer de
una disociación simple débil deben tomarse con mayor cautela, pues no está claro hasta que
punto el rendimiento por debajo de lo normal en la tarea mejor realizada es fruto de la misma
alteración que provoca las dificultades en la otra tarea.
DISOCIACIÓN SIMPLE
10
ACIERTOS
8 GRUPO
6 CONTROL
4 SUJETO 1
2
0
TAREA A TAREA B
La existencia de una disociación parece servir como evidencia de que existe al menos un
proceso implicado en la tarea B que no se emplea en la tarea A, y que sería el afectado por la
lesión. Sin embargo, no está del todo claro que tal conclusión pueda extraerse de los datos.
Puede ocurrir, por ejemplo, que ambos procesos no sean independientes, y que el
comportamiento disociado en ambas tareas se deba a la diferente dificultad de las mismas. No
es igual multiplicar 12 x 12 que 17 x 123, y no por ello suponemos que un buen rendimiento
en la solución de la primera operación y uno malo en la segunda refleja el empleo de sistemas
diferentes. En el caso de sujetos lesionados es posible que la alteración limite la capacidad de
memoria o de atención del sujeto, impidiendo una adecuada ejecución en la tarea más difícil y
no en la más fácil a pesar de que ambas impliquen los mismos procesos, y los sujetos de
control tengan similar rendimiento.
Continuando con el ejemplo utilizado en el punto anterior, señalar que el argumento de la
dificultad de la tarea ha sido usado con profusión en el estudio de la percepción de caras para
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DISOCIACIÓN SIMPLE
10
ACIERTOS
8 GRUPO
6 CONTROL
4 SUJETO 1
2
0
TAREA A TAREA B
DISOCIACIÓN SIMPLE
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ACIERTOS
8 GRUPO
6 CONTROL
4 SUJETO 2
2
0
TAREA A TAREA B
Volviendo a nuestro ejemplo; junto al hallazgo por parte de De Renzi y cols (1991) del
paciente VA, incapaz de reconocer caras pero, sin problemas para la identificación de objetos
personales, se produce años más tarde, la descripción por parte de Moscovitch et al., (1997)
del paciente CK. Este paciente no tenía problemas para el reconocimiento de caras pero sí
muchas dificultades para el reconocimiento de objetos muy comunes. La existencia de esta
doble disociación invalida el argumento de la dificultad de la tarea como responsable de la
disociación de funciones. Así, en el caso del reconocimiento de caras, el argumento de Farah
et al. (1992) contra la especificidad de la misma parece quedar invalidado por la existencia de
otro caso en el que la realizada es la tarea más difícil y no la más fácil.
A modo de resumen, podemos decir que el trabajo del neuropsicólogo cognitivo es,
fundamentalmente, la búsqueda de disociaciones: un sujeto lesionado es capaz de hacer la tarea
A pero no la B, de aquí se infiere que no existe relación entre las tareas A y B, es decir, que
ambas serían independientes. Como ciertamente este razonamiento puede llevar a errores, puesto
que la mayor dificultad de la tarea B puede ser la responsable de los fallos del sujeto y pudiera no
serlo la existencia de una lesión, el investigador debe tratar de buscar una disociación
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 30
complementaria, otro sujeto lesionado que muestre el patrón inverso, realice la tarea B pero no la
A. El hallazgo de una disociación doble es lo que nos garantiza cierta independencia entre los
procesos A y B. Esta lógica, sin embargo, es válida realmente sólo cuando se realiza bajo el
supuesto de que las tareas elegidas evalúan cada una un sistema, en caso contrario, como señala
Shallice (1988), la interpretación de los datos se complica un poco más. Esto es precisamente lo
que mantuvo a oscuras a los investigadores del proceso de la lectura durante muchos años
(Coltheart, 1980). Que las palabras familiares pudieran ser leídas por las dos rutas, evitaba la
observación del trastorno en caso de lesión de una de las rutas, no fue hasta el empleo de
diferentes tipos de estímulos que se pudo valorar el funcionamiento de las rutas de forma
independientemente.
No queremos concluir sin señalar un error frecuente en la interpretación de las disociaciones
dobles: la existencia de una doble disociación no implica necesariamente que las tareas A y B
sean totalmente independientes, simplemente indica que existe al menos un dispositivo que está
implicado en una tarea y que no lo está en la otra, y viceversa2. Así, en el caso del procesamiento
de caras y objetos, tras la descripción de los casos que hemos realizado podría ser perfectamente
posible que procesos iniciales relacionados con el análisis visual fueran compartidos por ambas
tareas, y no lo fueran otros procesos superiores, como los almacenes en los que se encuentran las
descripciones estructurales de tales objetos.
Hemos visto la importancia de las disociaciones para el estudio del sistema cognitivo, sin
embargo, debemos señalar que el hallazgo de una disociación doble no constituye el final del
trabajo del neuropsicólogo cognitivo. Queda por descubrir cuáles son los procesos
independientes y cuales pueden estar relacionados, cómo funcionan esos procesos, y cuál es
exactamente la incidencia de la lesión en el conjunto del sistema cognitivo (Ellis y Young,
1988). En este marco práctico, la neuropsicología cognitiva va a hacer uso de todas las
herramientas disponibles, asociaciones, disociaciones simples, disociaciones dobles, en
función de la diferente certeza que proporciona cada una de estas herramientas se asumirán
las debidas reservas.
2
La mera existencia de una doble disociación no debe considerarse ciegamente como evidencia de dos sistemas
diferentes, existen situaciones, como veremos al hablar de la imaginación y el reconocimiento de objetos, en los
que habiendo una doble disociación se ha postulado sólo la existencia de un sistema diferente.
TEMA 1. Definición, delimitación y metodología 31
conexionista, son de carácter teórico, otras afectan a las implicaciones teóricas que de ellas
derivan.
Comenzando con las críticas surgidas desde el enfoque conexionista, autores como Farah
(1994) han argumentado que la información que proporcionan las dobles disociaciones es sólo
útil si se asume el supuesto de modularidad. En ausencia de éste el hallazgo de dobles
disociaciones solo proporciona información ambigua. Es decir, desde este punto de vista se
asume que el uso de dobles disociaciones como método inferencial de la neuropsicología
cognitiva, depende de las asunciones teóricas de los modelos cognitivos que se evalúen, así
las disociaciones tienen sentido en el marco de modelos cognitivos de cajas y flechas, pero no
en el de los modelos conexionistas. Además desde el enfoque conexionista se ha criticado que
el empleo de las disociaciones dobles ha llevado a los psicólogos cognitivos a limitarse a
buscar componentes independientes, sin ahondar en su funciones, en la naturaleza de las
representaciones que manejan, o en las relaciones que mantienen con el resto del sistema
cognitivo (Bullinaria y Chater, 1995).
Si bien esta última crítica está justificada, y una buena prueba de ello es que está siendo
asumida por la neuropsicología cognitiva y está llevando a un análisis más profundo de los
resultados, la crítica realizada por Farah (1994) en relación con las disociaciones es más
compleja. Se basa en los resultados obtenidos al lesionar modelos conexionistas (e.g.,
Seidenberg y McClelland, 1989), en los que a pesar de no existir mecanismos diferentes para
diferentes tareas, aparece un comportamiento disociado. El razonamiento es simple: si a partir
de una sistema no modular, se obtienen patrones comportamentales disociados, parece que el
valor que la neuropsicología cognitiva confiere a las disociaciones para la identificación de
subsistemas de procesamiento no estaría justificado. Sin embargo, las premisas de las que
parte esta conclusión no son del todo ciertas, al menos por dos motivos:
a) Aunque diversos autores han mostrado cómo la lesión de una red conexionista puede
conducir a un patrón conductual disociado, parece que el pequeño tamaño de las redes
utilizados en estos casos no permite una simulación realista del funcionamiento
cognitivo. Los sistemas pequeños (con pocas unidades) además de no ser una buena
simulación del cerebro, confieren a las unidades mayor protagonismo en el
funcionamiento del sistema de lo que sería real, lo que facilita que cuando se produce su
lesión aparezcan las disociaciones dobles. Bullinaria y Chater (1995) han tratado de
evaluar si en redes más complejas y psicológicamente más plausibles se produce la
aparición de dobles disociaciones, es decir, si en ausencia de una estructura modular en
la realización de diferentes tareas aparecen dobles disociaciones. Los resultados, tras la
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 32
imposibilidad de encontrar dos sujetos iguales. Para estos autores el estudio de casos
individuales es la única metodología válida para el avance de la neuropsicología cognitiva.
La crítica a los estudios de caso único por el contrario ha venido a centrarse en las
dificultades para la generalización y replicación de los resultados a partir de conclusiones
extraídas de un único sujeto. En la práctica de la neuropsicología cognitiva el estudio de
grupos parece haberse reservado a parcelas concretas de la investigación, por ejemplo, el
estudio de las alteraciones de memoria, en el que los estudios de grupo con sujetos con
síndrome amnésico o con enfermedad de Alzheimer son práctica habitual. La razón para esto
último, radica seguramente en que, dado que las diferencias individuales son particularmente
influyentes en la ejecución de los sujetos normales en estas tareas, el resultado proporcionado
por un sujeto puede conducir fácilmente a equívocos.
La discusión entre ambos enfoques se ha centrado en varios temas que analizamos a
continuación.
10.1. La replicación
Los defensores de los estudios de grupo han criticado el diseño de caso único por no
permitir uno de los principios básicos de la experimentación como es la replicación. Si, tal y
como se argumenta, cada paciente es un experimento de la naturaleza diferente de cualquier
otro, los resultados hallados en un sujeto no se podrán replicar (a menos que se repliquen en el
mismo sujeto) (Robertson, Knight, Rafal y Shimamura, 1993).
Ciertamente la variedad de las lesiones y la complejidad de la organización cerebral y
funcional hace posible que cada lesión constituya un hecho único, que puede impedir la
replicación de los resultados hallados con un paciente, en otros sujetos. Sin embargo,
analicemos la importancia de la replicación para el método científico, el interés de la
replicación radica en asegurar que los resultados hallados con un sujeto no se deban a
circunstancias transitorias no controladas o a características totalmente exclusivas de éste
(Willmes, 1998). Ante esto puede argumentarse, como hace McCloskey (1993) que si se
emplean suficientes estímulos, se repiten las mediciones en el sujeto y se emplean adecuados
métodos estadísticos, debe aceptarse la validez de los datos encontrados con un único sujeto.
Además, hay que tener en cuenta que el objetivo de los estudios de grupo es eliminar las
variables extrañas que puedan estar oscureciendo las relaciones entre las variables
experimentales (Willmes, 1998), y esto mismo podemos lograrlo con un adecuado control del
sujeto y las circunstancias experimentales.
TEMA 1. Definición, delimitación y metodología 35
En relación con el argumento de que los resultados obtenidos con un paciente se pueden
deber a características exclusivas del sujeto que no se puedan generalizar al resto de la
población, entramos en una cuestión diferente, la de la validez que pueda tener la
generalización de los datos de un único sujeto a la población en general; el siguiente epígrafe
estará dedicado a esta cuestión.
En cualquier caso, una buena muestra de que la neuropsicología cognitiva ha solucionado
la cuestión de la replicación de una forma sencilla nos la ofrece la práctica de la investigación,
que se caracteriza por la búsqueda constante de evidencias convergentes. Por un lado, la
existencia de una disociación entre tareas en un sujeto, trata de ser confirmada con el empleo
de otras tareas (e.g., Badecker, Miozzo y Zanuttini, 1995); por otra parte, la mayoría de las
disociaciones simple o dobles encontradas por primera vez se toma como una prueba que
sugiere diferentes estructuras, pero que no se convierte en una evidencia concluyente hasta
que no se presenta algún nuevo caso. Un ejemplo de esto último, lo encontramos en el
comentario de Farah ante el hallazgo de una nueva disociación por parte de Rumiatti y
Humphreys (1994) que ponía en peligro su modelo del procesamiento visual. Farah considera
que hasta que no dispongamos de casos similares que confirmen esta disociación, la
capacidad de su modelo para explicar todos los demás, permite seguir confiando en él aunque
las dudas se ciernan sobre el modelo (Farah, 1997).
10.2. La generalización
Clásicamente se ha argumentado que el empleo de diseños de caso único no solo hace
difícil la replicación de los resultados sino también la extrapolación de los resultados a un
modelo de procesamiento normal. Con el análisis de un solo sujeto parece peligroso extraer
conclusiones para el resto de la población, sin embargo, aquí es donde uno de los supuestos de
la neuropsicología cognitiva desempeña un papel fundamental: la uniformidad de la
arquitectura funcional entre la población es la que permite extender los resultados obtenidos
con un sujeto al resto de la población. La solidez de las disociaciones fuertes a los efectos de
las variables interindividuales (Shallice, 1988) supone otra garantía.
En cualquier caso, el enfoque de caso único debe partir de un supuesto importante para
evitar los problemas de generalización: el estado del paciente previo a la lesión debe ser
normal, es decir, se supone que el sujeto antes de la lesión mostraba los procesos cognitivos
de la población normal, y si no era así debemos tener constancia de ello. Esto no sólo es
importante para la investigación sino también para el diagnóstico. Un caso real vivido por
NEUROPSICOLOGÍA COGNITIVA. Prof. Javier García Orza © 36
nosotros mismos nos permite ejemplificar la importancia de conocer la naturaleza del sujeto
previa a la lesión:
Hasta ahora nos hemos centrado en las dificultades potenciales de los estudios de caso
único, en el siguiente epígrafe veremos que los estudios de grupo en la neuropsicología
cognitiva tienen también sus problemas.
dependencia directa con la importancia de éstas para el modelo cognitivo a verificar, debe ser
el criterio que guíe nuestros pasos en la determinación de los grupos.
DISOCIACIÓN DOBLE
SUBGRUPOS
10 10
ACIERTOS
ACIERTOS
8 8
GRUPO 1
6 GRUPO 1 6
4 4 GRUPO 2
GRUPO 2
2 2 GRUPO 1'
0 0
TAREA A TAREA B TAREA A TAREA B
Figura 1.6. Ejemplo de una disociación doble irreal entre grupos, debida a la
heterogeneidad del grupo 1 (adaptado de Shallice, 1988).
Las dificultades para el empleo de grupos son eminentemente de carácter práctico, están
relacionadas con la dificultad para formar grupos homogéneos, y sólo un esfuerzo clasificador
y un análisis posterior de los datos de manera individual nos asegura la validez de los datos, y
su generalización al resto de sujetos incluidos en la categoría que caracteriza al grupo. Este
procedimiento está siendo el empleado en los estudios de grupo en el marco de la
neuropsicología cognitiva en lo que se conoce como estudios de “series de casos”, lo que
puede considerarse una muestra del reconocimiento de los problemas a los que pueden
conducir los estudios de grupo, en el marco de la neuropsicología cognitiva, si no se da un
adecuado control. Algunas de las ventajas de estos estudios de series de casos están asociadas
con la posibilidad de realizar análisis estadísticos más potentes, o con la posibilidad de ofrecer
un apoyo a los modelos basados en un conjunto de evidencias.
requerir el uso de grupos de control, con las dificultades que la selección de los sujetos
implica, su desarrollo también se puede complicar.
Otro motivo, no siempre expresado, para la preferencia por los estudios de caso único
proviene de uno de los objetivos declarados por Ellis y Young (1988) en su definición de la
neuropsicología cognitiva, la explicación de la conducta del sujeto lesionado a partir de un
modelo de la conducta alterada. La evaluación clínica de los pacientes, exige al
neuropsicólogo cognitivo el establecimiento de hipótesis funcionales sobre los déficits de un
sujeto concreto, aquí la información de los grupos tiene poco lugar, si no es como control.
Por otro lado, hay que reseñar otro problema que acecha a los estudios de caso único, y
que son las variaciones en el estado neurológico del sujeto. En ocasiones se dan
recuperaciones progresivas o deterioros espontáneos en las habilidades de los sujetos que
pueden llevarnos a conclusiones erróneas, por eso la atención a la estabilidad del paciente
debe extremarse cuanto más se prolongue en el tiempo la investigación.
Para concluir, podemos decir que desde sus comienzos la neuropsicología cognitiva ha
hecho principalmente uso del estudio de caso único. Este empleo del caso único difiere del
empleado por los neuropsicólogos de finales del siglo XIX, el estudio de caso único en la
neuropsicología cognitiva se ciñe a la metodología experimental que caracteriza a la
psicología cognitiva, de manera que existe un importante esfuerzo por el control de variables
y el empleo de metodología estadística. Aún así, el estudio de caso único no está exento de
dificultades, como la existencia de diferencias individuales o variaciones en el estado del
paciente, que pueden conducir a una falta de generalización de los resultados. En estos casos
el empleo riguroso de las disociaciones y del control de las variables y las tareas debe evitar la
obtención de conclusiones erróneas.
En relación con los estudios de grupo, la existencia de heterogeneidad en los sujetos
lesionados constituye el mayor inconveniente para la interpretación de estos datos, sin
embargo, el análisis individual de los datos a posteriori puede ser muy útil para clarificar el
verdadero alcance de los resultados obtenidos, tal y como se hace en los estudios de series de
casos.
Usando un criterio práctico, puesto que la mayoría de la experimentación en
neuropsicología cognitiva se ha desarrollado a partir del estudio de caso único, debe
considerarse a éste el método por excelencia de la neuropsicología cognitiva. Esto sin
despreciar los estudios de grupo desarrollados bajo procesos rigurosos de selección de los
pacientes en base a modelos cognitivos. Creemos que rechazar, a priori, cualquiera de estos
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investigador, estéril, por mal encaminado, al investigar como grupo a conjuntos de pacientes
heterogéneos.
Nuestra postura parte de que las clasificaciones deben ser únicamente instrumentos para
facilitar la comprensión de los síntomas, y puesto que la variabilidad de las patologías
(variabilidad intracategoría) supera en muchas ocasiones la existente entre las categorías el
empleo de los síndromes en la neuropsicología debe limitarse a los establecidos a partir de
modelos cognitivos solventes, y aún así con reservas. La neuropsicología cognitiva, en
ocasiones, hace uso de síndromes, solo que éstos están más delimitados que los propuestos
por la “neuropsicología clásica”, y definidos en base a un modelo teórico de corte cognitivo
apoyado en datos empíricos sólidos. Además se asume que puede haber importantes
variaciones entre los sujetos clasificados en los síndromes, en función de la relación que tenga
el proceso que estamos estudiando con la características que delimitan el síndrome objeto de
estudio (Vallar, 1999).
La existencia de casos en los que se da un peor reconocimiento de las caras que de los objetos,
puede ser explicada como fruto de un artefacto experimental relacionado con la diferente
dificultad de las tareas, puesto que el reconocimiento de las caras parece más complejo que el
de los objetos.
Hemos señalado la importancia de que las tareas tengan similar grado de dificultad. Para
esto es importante, el empleo de materiales de complejidad comparable, pero también que el
proceso de recogida de datos se produzca sin generar diferencias artificiales en la dificultad de
la tarea. Siguiendo con el ejemplo de la comparación del reconocimiento de caras y de
objetos, es habitual presentar una cara ante la que el paciente debe responder sí le resulta
familiar o no, en ese caso, las probabilidades de acierto y error en ambas tareas son similares;
tales probabilidades deben mantenerse cuando se use una tarea de elección múltiple (elige de
entre los cuatro estímulos que te presento el visto anteriormente), es decir, debe procurarse
que haya el mismo número de distractores, y con similares características en relación con el
estímulo crítico, en cada tarea.
Para finalizar estas cuestiones relacionadas con el diseño de las tareas, señalar que en la
neuropsicología cognitiva hay un uso bastante extendido de tareas off-line (aquellas en las que
se analiza el proceso a partir del resultado final) en comparación con las medidas en curso u
on-line (aquellas en las que se trata de seguir, normalmente a través del registro de los
tiempos de respuesta el curso del procesamiento). El uso mayoritario de las primeras se
asienta en dos razones: una de tipo histórico, la influencia de las tareas propias de la
neuropsicología clínica; otra relacionada con las características de los sujetos lesionados. En
relación con esta última, señalar dos cuestiones: las características atencionales y motoras que
presentan los sujetos lesionados en muchos casos imposibilitan el empleo de medidas de
tiempos de respuesta; por otra parte, mientras que en los sujetos sanos la valoración del
resultado final de las pruebas suele mostrar un efecto techo, es decir, son poco sensibles para
extraer conclusiones sobre el proceso, éste mismo tipo de tareas tiene suficiente sensibilidad
para la evaluación en un sujeto lesionado. El empleo de tareas en las que la ejecución de los
sujetos sanos es casi perfecta, implica, sin embargo, problemas a la hora de establecer
conclusiones sobre el grado de severidad de la alteración que un sujeto lesionado muestra en
una conducta. La solución: bien el diseño de tareas más complejas de forma que desaparezca
el efecto techo (aunque esto puede provocar un efecto suelo en los sujetos con lesión), bien el
empleo de medidas de tiempos (con las dificultades que esto puede generar por las
características del sujeto lesionado). El diseño de tareas debe, pues, moverse en este espacio
con precaución.