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Objetivo del autor

Con base en la teoría de significación de Mario Bunge1, el autor pasa revista a las definiciones
de cuatro conceptos fundamentales a la materia que nos ocupa: marginación, marginalidad,
marginalidad económica y exclusión social. Una vez definidos, Cortés señala las categorías de
referencia y la extensión de dichos conceptos para, finalmente, abordar su significado; esto es,
desarrollar su contenido proposicional desde la teoría o contexto que le es propio a cada
concepto.
No está de más señalar que con este estudio se evitan usos vagos e imprecisos de los referidos
conceptos2, confusión que el autor ha identificado tanto en el discurso oficial, como en los
planteamientos académicos, científicos y profesionales (i.e., de remediación de la desigualdad e
inequidad sociales).

Problema específico que aborda el autor


La vaguedad y el uso inadecuado de los conceptos marginación, marginalidad, marginalidad
económica y exclusión social se encuentra en los discursos de los políticos, en los
planteamientos de investigación y en la opinión pública, en general. Esta vaguedad e imprecisión
son tratadas por Cortés en su texto, particularmente en el uso que se da a estos conceptos dentro
de las ciencias sociales y la política social.
Según dicho autor, este problema se debe a la aplicación indiscriminada de estos conceptos,
derivada de la noción errónea de que importan una vaga sinonimia, circunstancia que refleja un
escaso rigor teórico e investigativo y evidencia el desconocimiento general de los contextos
históricos que dieron lugar a la conformación de dichos conceptos.

Argumentos y conclusiones del autor


El concepto de marginación tiene como clase de referencia las ubicaciones geográficas, es decir,
es una propiedad de los agregados sociales tales como regiones, localidades, municipios o
entidades federativas (Cortés, 2006, pág. 79). Este argumento limita el fenómeno de la
marginación a unidades sociopolíticas, por lo que debemos evitar su aplicación a las personas y
los grupos sociales.
La definición de marginación citada en el artículo proviene de una institución social, el Consejo
Nacional de Población (CONAPO); pero existen diferentes definiciones según se trate de
instituciones tanto nacionales como supranacionales (ejemplo, ONU). Esto no significa que la
clase de referencia cambie, pues la marginación es un “fenómeno estructural”. En cambio, la
extensión del concepto depende de las variables estadísticas consideradas para medir la
marginación, lo que implica que un mismo territorio puede clasificarse como marginado o no
según la metodología de diseño del indicador estadístico que la mida.
En cuanto al sentido y significado del término marginación, según la definición de CONAPO, éste
implica patrones de desarrollo material localizados en el territorio y denota específicamente
aquellas localidades que carecen de al menos un tipo de servicio básico (infraestructura para la
educación formal inicial, agua, drenaje, electricidad) o que muestran altos índices de

1 Publicada en el libro Buscar la filosofía en las ciencias sociales, de 1999.


2 Marginación, marginalidad, marginalidad económica y exclusión social.
hacinamiento, de ocupación laboral en el sector primario y que, aún en esta época de alta
disponibilidad de materiales de construcción, presentan viviendas con piso de tierra.
Por otra parte, la marginalidad económica tiene como clase de referencia las relaciones sociales
de producción, es decir, se define a partir del diferente grado de acceso que cada persona tiene
a los medios de producción disponibles en su sociedad. Así, basta con integrar al sujeto en una
relación de producción central para aliviar su marginalidad económica (por ejemplo, mediante un
trabajo formal con prestaciones de ley).
En esta misma tesitura, la marginalidad económica es la característica propia de relaciones
sociales que no ocupan un lugar central en el modelo de acumulación de la riqueza vigente (e
incluso, aquellas que no reportan reconocimiento social ni seguridad a sus intervinientes).
Mención aparte merece el concepto de marginalidad. En cuanto a su extensión, el concepto de
persona marginal engloba a todos aquellos sujetos que ostentan valores, actitudes y modos de
vida impropios a la modernidad (esto es, tradicionales) y, por tanto, es ancilar a la teoría de la
modernización, “según la cual las sociedades subdesarrolladas se caracterizarían por la
coexistencia de un segmento tradicional y otro moderno, siendo el primero el principal obstáculo
para alcanzar el crecimiento económico y social autosostenido (Cortés, 2006, pág. 75)”.

De esta teoría se desprendió la idea de que si los países de América Latina


buscaban salir del subdesarrollo debían transformar a su población en
moderna. Esta fue la tarea que emprendió, en los inicios de la década de
1960, poco después de la victoria de la Revolución Cubana, el centro de
investigación y acción social Desarrollo Social para América Latina (Desal),
sito en Santiago de Chile, encabezado por el sacerdote jesuita Roger
Vekemans (Cortés, 2006, pág. 75).
Para abundar más en este punto, concedamos que la teoría marxista da sentido pleno al
concepto de marginalidad económica y, por su grado de congruencia metodológica, permite dar
un significado unívoco a dicho concepto. En cambio, la teoría de la modernidad es fluida y
multifacética en el mejor de los casos, por tanto, define sus conceptos principales con postulados
tan vagos como “marginal es todo aquello que no es moderno”.
Ejemplificar tampoco contribuye a esclarecer la cuestión, pues usando la anterior definición3 y
partiendo del hecho que el machismo es anticuado, bien podríamos calificar de marginal a un
individuo que, a pesar de ser millonario, ostente convicciones machistas. Incluso se puede
concluir con base en este ejemplo que la misoginia (en su vertiente machista) no tiene bases
económicas ni materiales, sino que se trata de una decisión personal (totalmente irreflexiva,
cabría señalar), lo que importa una tautología del todo inútil como herramienta de análisis.
El último concepto, la exclusión social, tiene estrecha relación con la marginalidad desaliana, en
tanto que comparten dimensiones sociales, económicas y políticas prioritarias (Cortés, 2006,
pág. 81).

3 Valores, actitudes y modos de vida impropios a la modernidad.


En este sentido, la exclusión social es un término igualmente ambiguo pues carece de una clase
de referencia única y su extensión comprende conjuntos diversos de objetos disímiles e
inconexos. En concreto:

• hace referencia a todos aquellos individuos desclasados y socialmente invisibles por


carecer de una dirección donde puedan ser censados (mendigos, vagabundos,
criminales, trúhanes, etc.);
• también, incluye a personas que en su momento estaban incluidas en el paradigma de
desarrollo y que posteriormente fueron descartadas, por el advenimiento de reformas
estructurales o al termino de los períodos de bonanza económica;
• además, comprende a sectores supernumerarios de la población, como los jóvenes y los
emigrantes, que ocupan empleos precarios y no impactan el mercado laboral;
• y en un sentido muy general, son excluidos todos aquellos individuos que carecen de
medios para acceder a los derechos sociales (nacionalidad, estatus, infraestructura,
conocimiento).
Geográficamente, la exclusión hace referencia en el caso exclusivo de Europa, al presupuesto
dialéctico inclusión–exclusión, es decir, hay que haber estado incluido en el planteamiento
eurocéntrico para ser después excluido, y viceversa.
Pero en el caso de América Latina, la exclusión se refiere por un lado, a los efectos de la llegada
tardía al mundo globalizado moderno y la marginalidad económica característica de la región;
por otro lado, hace referencia a la inadecuada implantación de modelos económicos globales en
una región con un menor grado de dinamismo económico y un alto grado de dependencia, lo que
de hecho engrosa las filas de la informalidad, encarece los ingresos de la población y refuerza
economías y modelos de producción tradicionales, que ante tal embate se declaran en
resistencia.

Reflexiones generales sobre el texto


El alivio de la marginalidad de corte desaliana implica que el individuo modernice sus opiniones,
valores, educación, relaciones con el medio ambiente, forma de ser, grupos sociales, etc.;
exigencia que algunos colectivos e individuos recienten, por considerarla nugatoria, injustificada
y un exceso del poder público que atenta contra el ámbito privado de la persona.
Debido a que el concepto de modernidad es debatible en el mejor de los casos, tanto como el de
los contenidos culturales tradicionales (utilizado para definir lo moderno); el adjetivo marginal, así
como el concepto de marginalidad, resultan tan peyorativos como ambiguos, por lo que debieran
ser utilizados siempre en el marco de la teoría desaliana, es decir, para calificar desde una
metodología de estudio sociológico un fenómeno social concreto: las políticas de desarrollo social
en América Latina en 1960 y sus derivados.
Por tanto, la marginalidad desaliana y la exclusión social son categorías descriptivas, no
explicativas; con la salvedad de que la primera está inserta en alguna teoría de la modernidad,
mientras que la última lo está en un marco jurídico garantista.
Ambos conceptos son problemáticos por la ambigüedad de sus criterios de clasificación, pero se
puede decir que la exclusión social es un caso particular de marginalidad desaliana desde la
perspectiva de los derechos sociales modernos, también llamados derechos de segunda
generación, por ser un desarrollo de los derechos civiles, o de primera generación, que
caracterizaron al Estado Benefactor al inicio del siglo XX.
En contraposición, la marginalidad económica y la marginación son conceptos con contenido
teórico específico y se utilizan como herramienta para evaluar y describir el grado de desarrollo
material que caracterizan a una región geográfica o a un determinado individuo.
Su contenido conceptual hace referencia directa a la estructura económica vigente en una
sociedad determinada, por lo que se trata de conceptos indispensables para el estudiante de
Políticas y Proyectos Sociales, tanto en su formación académica como en el desempeño
profesional, toda vez que la intervención social debe ser evaluada para ser efectiva.

Bibliografía
Bunge, M. (1999). Buscar la filosofía en las ciencias sociales. México, D.F.: Siglo XXI Editores,
S.A. de C.V.
Cortés, F. (enero-marzo de 2006). Consideraciones sobre la marginación, la marginalidad,
marginalidad económica y exclusión social. Obtenido de Papeles de Población, vol. 12,
núm. 47: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11204704

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