Materialismo Histórico y Dialéctico
Materialismo Histórico y Dialéctico
Materialismo Histórico y Dialéctico
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Pero sigamos. ¿En qué consiste fundamentalmente esa idea que Marx enuncia y que va
reclutando adhesiones? El núcleo de esa idea es lo que se llama «materialismo histórico-
dialéctico», que hoy vamos a tratar. (En sucesivos artículos iremos viendo otra serie de ideas-
fuerza encadenadas con la anterior).
Para Hegel el mundo real no era sino la realización progresiva de la «Idea», el espíritu
universal, absoluto y eterno, desarrollándose a sí misma. La Idea progresaba dialécticamente a
través de contradicciones internas («tesis» y «antítesis»), de las que resultaban la «síntesis»
(tesis a su vez del progreso siguiente).
Para Marx el hallazgo de Hegel resulta genial; porque frente a la «metafísica» para la cual
las cosas y los conceptos están fijos, aislados y dados de una vez para siempre, la «dialéctica»
–dice Engels– «aprehende las cosas y sus reflejos conceptuales esencialmente en su conexión,
su encadenamiento, su movimiento, su nacimiento y su fin».
Hegel concibe por primera vez –sigue Engels, y para él éste es un gran mérito– un sistema
en que «el mundo entero de la naturaleza, de la historia y del espíritu estaba representado como
un proceso; es decir, como engarzado en un movimiento, un cambio, una transformación y una
evolución constantes, y donde se intentaba demostrar el encadenamiento interno de este
movimiento y de esta evolución».
Pero –añade– «Hegel era idealista, lo que quiere decir que en lugar de considerar las ideas
de su espíritu como los reflejos más o menos abstractos de las cosas y de los procesos reales,
él consideraba a la inversa los objetos y su desarrollo como simples copias realizadas de la Idea
existente no se sabe donde, antes del mundo». Esto era «la perversión de la verdad». Por eso,
los hegelianos de izquierda, Feuerbach, Marx y Engels, van a dar la vuelta al sistema idealista
de Hegel (lo van a poner «cabeza arriba», según su expresión), pero conservando su método:
van a ser materialistas dialécticos.
Esta dialéctica marxista «cabeza arriba» aplicada a la Historia reduce a ésta a la historia
de la lucha de clases. Y «estas clases sociales en lucha la una contra la otra son siempre el
producto de las relaciones de producción y de cambio, en una palabra, de las relaciones
económicas de su época».
Los anteriores párrafos son de Engels. Por su parte, Marx dice: «En la producción social de
los medios de existencia, los hombres contraen relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un estadio
determinado del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de las relaciones
de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base concreta sobre la cual
se eleva una superestructura jurídica y política, y a la cual corresponden formas de conciencia
social determinadas. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida
social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su
manera de ser; es, al contrario, su manera de ser social la que determina su conciencia».
Como por clase social, el marxismo, entiende el conjunto de individuos que en el proceso
de la producción juegan un papel similar «toda la historia de la sociedad humana, hasta hoy, es
la historia de la lucha de clases». (Así empieza el capítulo «Burgueses y proletarios» del
«Manifiesto comunista».)
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Queda expuesto, a grandes trazos, lo que es el materialismo histórico. Pues bien, nosotros,
que no somos «anticomunistas de tela de cebolla», ¿qué tenemos que decir ante esa idea-
fuerza? Procuraremos ir hacia la verdad, es posible que nos equivoquemos a veces, pero no
diremos frivolidades.
En primer lugar, diremos que la dialéctica es un método excelente de trabajo para todo
«hombre al día» que se preocupe por el «mundo en torno». Los fenómenos, en efecto, se
condicionan y explican unos a otros y se hacen solidarios. La contradicción es algo esencial a la
Sociedad y a la Historia. Todo el sentido de historicidad moderno se apoya en la dialéctica.
Pero es que el uso que hace el social-marxismo de la dialéctica empieza por ser
tremendamente antidialéctico, por ser «absolutivista», esto es, dogmático, arbitrario, ahistórico.
La idea marxista quiere alcanzar la síntesis de la sociedad sin clases comunista frente a la
dialéctica que presenta la tesis de una burguesía explotadora, por un lado, y la antítesis de un
proletariado oprimido, por otro.
Pero aunque la síntesis se produjera la idea marxista seguiría siendo absolutivista porque
se estabiliza en ello y no sigue las mismas leyes internas de la dialéctica (para los marxistas la
síntesis de una sociedad sin clases comunista no sería, a su vez, tesis del proceso siguiente).
Todo esto, visto desde sus supuestos. Desde fuera, tenemos que las ideas provenientes
de la economía clásica, el determinismo, el biologismo, el positivismo, &c., que se encuentran en
el marxismo, son totalmente decimonónicas y completamente relegadas a figuras «históricas»
por las nuevas ciencias del hombre.
Lo cierto es que en Rusia las formas de producción han ido con retraso respecto a los
países occidentales. El «estajanovismo» era ya una invención occidental –la «taylorización»–
con muchos años de práctica. En Rusia se continúa con las «relaciones de producción». En
Occidente se habla ya de «relaciones humanas». Frente a la antigua concepción mecánica de la
sociedad resurge una nueva concepción humanista.
En Occidente se saben métodos para prevenir y frenar las crisis económicas. En Rusia no,
porque por definición ni puede haber crisis económicas, ya que en un régimen socialista-
comunista hay una perfecta adecuación entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. Sin embargo, Rusia conoce hoy una gran crisis económica.
Por todas estas razones vemos que el marxismo, que llevaba la pretensión de alzarse con
la bandera de la dialéctica, se convierte en absolutivista, en antidialéctico.
El materialismo histórico aportó, sin embargo, algo positivo: hizo que se fijara la atención
en algo hasta entonces casi inédito: el hombre como ser social y económico. Intervienen en la
formación de esta postura muchos factores, pero es innegable que es isócrona y, en cierto punto
deudora, del marxismo.
Pero reconocer la importancia del factor económico no quiere decir elevarlo al grado de
criterio absoluto histórico. Hay muchas cosas que Marx no pudo explicar con su ley básica de la
primacía de las relaciones de producción. (Decisiva a este respecto ha sido la investigaciones
de un Max Weber sobre «la ética protestante y el espíritu del capitalismo». Según ella, el origen
de la forma de relación económico-social que supone el capitalismo –una infraestructura en fin–
viene dado por una concepción religiosa y ética –una superestructura– especial: la protestante,
la calvinista. La investigación es perfectamente científica, hecha por un historiador de la
economía y de los fenómenos sociales, pero que no es absolutivista, que no puede usar la
dialéctica al servicio de ideas preconcebidas, antidialécticas.)
Antes que se den los fenómenos económicos está el hombre productor de ellos, el hombre
que necesita pensar, desarrollar su vida y convivir con los demás. Lo económico no es la realidad
más sustante. Puede llegar a ser extraordinariamente relevante en una época como la nuestra,
pero de eso a afirmar que sea constante básica sobre la que se apoyen en último término todos
los hechos históricos y todas las creaciones humanas, va un abismo.
Reafirmamos una vez más nuestro concepto humanista del proceso histórico, porque
queremos estar con la verdad y a la altura de nuestros tiempos. La primacía le corresponde al
hombre. Sólo el hombre es un ser histórico. El hombre como totalidad es el que hace la Historia.
Negar la libertad radical del hombre a decidir su propio destino es negar al hombre mismo. Todo
lo que se haga después es pura utopía, porque el hombre sigue estando en el tiempo.
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Negación de la negación
Los nuevos fenómenos que surgen en la naturaleza y en la sociedad recorren
también su camino natural: envejecen con el transcurso del tiempo y ceden su
puesto a fenómenos y fuerzas más nuevos. Si antes negaban lo viejo, ahora son
negados a su vez por algo más joven, nuevo y fuerte. Esto es ya la negación de
la negación. Y como en el mundo existe una cantidad infinita de fenómenos, el
proceso de negación es constante, infinito, es decir, tiene lugar un proceso
ininterrumpido de negación de la negación. ¿A dónde conduce este proceso? El
siguiente ejemplo se lo mostrará. El proceso de la cosecha consta de varios
períodos: germinación de las semillas, crecimiento y maduración (recolección).
Durante la germinación, los granos sembrados dejan de existir, son negados. En
su lugar aparecen las plantas que nacen de ellos, los tallos. Pero después, las
plantas florecen, son fecundadas y, por último; madura la cosecha. Entonces
muere el tallo. Es la segunda negación. Y todo el proceso de obtención de la
cosecha es la negación de la negación. En este caso, el proceso de negación ha
conducido no sólo a la destrucción de las semillas enterradas, sino también al
surgimiento de nuevos granos y, además, en cantidad diez o veinte veces mayor.
En este resultado está la esencia de la ley de la negación de la negación. ¿Qué
teníamos al principio, en el punto de partida del proceso? Grano. ¿Qué tenemos
como resultado? Otra vez grano. El proceso parece repetirse, el "círculo" se
cierra. Pero la ley de la negación de la negación muestra que existe el desarrollo.
Porque al empezar el proceso disponíamos de determinada cantidad de semillas
y, al terminar, disponemos de la cosecha. Está claro que no se trata de una
simple repetición. Cierto que hemos llegado a lo mismo de lo que habíamos
partido, pero nos encontramos ante una repetición sobre una base nueva,
superior. Si los hombres llegaran, al recoger la cosecha, a los mismos resultados
cuantitativos y cualitativos iníciales, no merecería la pena cultivar la tierra. En
nuestro ejemplo, el comienzo del proceso (.siembra del grano) y el final (recogida
de la cosecha) son dos grados de desarrollo cualitativamente diferentes: grado
inferior y el superior. Como consecuencia de este desarrollo, el proceso no queda
estancado, sino que avanza de lo inferior a lo superior, de lo simple a lo complejo.
Así, pues, la esencia de la ley de la negación de la negación consiste en que, en el
proceso del desarrollo, cada grado superior niega, elimina, el anterior y, al mismo
tiempo, lo eleva a un grado nuevo y conserva todo el contenido positivo en su desarrollo..
La negación dialéctica de la negación presupone tanto la negación como la
conservación, tanto la destrucción como el desarrollo ulterior.