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Extrait du laRepúblicaCultural.es
http://www.larepublicacultural.es/article1177.html
Description :
Me encuentro en la disyuntiva de colocar al escritor y periodista norteamericano David Foster Wallace, fallecido con 46 años el 12 de septiembre de 2008, en el
hueco de mi biblioteca donde reposan los libros de eterno descanso, resguardados con hermosos y originales apoya-libros, o bien hacerle sitio embutiendo un
espacio entre mis volúmenes más manoseados y deshilachados (en un desorden ordenado) que librería albergue. Me preguntó si encontraré otro momento, más
propicio en espíritu, para abrirme bienhechora a leer (al completo) los compactos lingüísticos de Foster Wallace rociados con ráfagas insensatas de absoluta
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perdida de tiempo, que viajan en el mismo paquete junto a radicales planteamientos literarios de más angosta genialidad. Dicha disposición sé que requiere el
momento vago, libre de prejuicios de estilo, aquel en el que con unos terrones bañados en absenta lo mismo mezclas Sontag con Grisham . Ello viene a cuento de
los relatos, acertijos pop, o crónicas malvas que me he saltado a la torera en una de sus, por otro lado interesante por impactante, obra de 1999, Brief Interviews
with Hideuos Men.
Me encuentro en la disyuntiva de colocar al escritor y periodista norteamericano David Foster Wallace, fallecido con
46 años el 12 de septiembre de 2008, en el hueco de mi biblioteca donde reposan los libros de eterno descanso,
resguardados con hermosos y originales apoya-libros, o bien hacerle sitio embutiendo un espacio entre mis
volúmenes más manoseados y deshilachados (en un desorden ordenado) que librería albergue. Me preguntó si
encontraré otro momento, más propicio en espíritu, para abrirme bienhechora a leer (al completo) los compactos
lingüísticos de Foster Wallace rociados con ráfagas insensatas de absoluta perdida de tiempo, que viajan en el
mismo paquete junto a radicales planteamientos literarios de más angosta genialidad. Dicha disposición sé que
requiere el momento vago, libre de prejuicios de estilo, aquel en el que con unos terrones bañados en absenta lo
mismo mezclas Sontag con Grisham . Ello viene a cuento de los relatos, acertijos pop, o crónicas malvas que me he
saltado a la torera en una de sus, por otro lado interesante por impactante, obra de 1999, Brief Interviews with
Hideuos Men.
No ha sido fácil moverme entre las páginas de Entrevistas breves con hombres repulsivos, que como
funambulista insaciable del más difícil todavía convirtió David Foster Wallace en un circo ambulante literario, y como
todo circo, no sólo dispone de funciones extraordinarias, también hay mucho relleno, pesadizos infranqueables, y
aburridas funciones. Veintitrés relatos descarados componen este volumen de 400 páginas. Son muchas páginas
para tanta labia elástica de chicle gigante con sabor a paella. ¿Cómo era capaz este hombre de escribir, escribir y
escribir dando vueltas sobre la misma meada? Pues gracias al talento.
En un recopilatorio de relatos como el que tengo entre las manos, David Foster Wallace ha reunido escenarios
fascinantes junto a ametralladoras soporíferas. Es quizá de ambos polos contradictorios de lo que está hecha la
fama laboriosa de este autor alabado por una de sus obras, "La broma infinita", en la que las grandes corporaciones
patrocinan y dan nombre a los años, ¿alguien piensa que estamos muy lejos de algo así?
Cronista del malestar, no solo de la sociedad estadounidense sino de todo el mundo occidental, su escritura es
cónica y poliédrica, sombría, con enormes dosis de ironía, radical, demasiado cambiante, y con demasiadas
influencias periodísticas y poperas, estilo al que, personalmente, achaco cierta falta de profundidad. Profundidad que
se me va diluyendo entre tanto laberinto de compuertas y ventanas con notas gigantes y observancias a pie de
página, en muchos casos a página completa. Lo siento, me marea.
Foster Wallace sufría de impulsos suicidas debido a una larga depresión de la que venía medicándose hacía años.
Es precisamente en dos textos, de los veintitrés del volumen, donde muestra estas tendencias sombrías con
asombroso conocimiento de causa: en el analítico y preciso "La persona deprimida", donde deducimos que se trata
Cuan difícil resulta encasillar a esta autor norteamericano, de quién me han parecido soberbios cuatro relatos
contados de la veintena presentada en un desordenado montaje, que más pretendiera llamar la atención sobre un
postmodernismo de último renglón. Destacan, decía, los que llevan el título del volumen, "Entrevistas breves con
hombres repulsivos", muestra zigzagueante de la noria mental en la que se trabuca el hombre con respecto a las
relaciones de pareja; "La muerte no es el final", descripción más que hilarante y acertada del intelectual de mediana
edad arrasador de todo premio oficial; y "Entrevistas breves con hombres repulsivos". Ah, perdón, éste ya lo había
dicho.
Como si se tratara de un juego, el mismo escritor resalta la inutilidad de algunas de sus propuestas, caso del
"Octeto": "Cinco de los ocho textos no funcionan en absoluto—es decir que no interrogan ni palpan lo que
quieres que palpen y además resultan artificiosos, caricaturescos, inquietantes o las tres cosas a la vez—
…El sexto solo funciona después de rehacerlo hasta que resulta intolerablemente largo y cargado de
digresiones…probablemente demasiado denso y tan lleno de recodos que nadie llegará siquiera a la parte final
…" Voilà, he aquí la confesión-broma. Su broma infinita, supongo.
¿Qué pretendía?. Tal vez, ¿quedar como un capullo cohibido y artificioso o simplemente como un Artista de
Pacotilla manipulador y posmoderno que intenta paliar un fiasco saltando a una meta dimensión y haciendo
comentarios sobre el propio fiasco? No sé ustedes, pero a mi estos juegos, a ratos me aburren terriblemente. Si
bien, me quedo con sus Masticadora de Avena frente a los Mirones de sus Ombligos; Su escatológica larga
descripción de un trabajador de aseos públicos: "Y los olores. No preguntes por los olores. Lo distintos que son los
olores de algunos hombres y la semejanza entre los olores de todos los hombres. Todos los sonidos amplificados
por los azulejos y la piedra florentina. Los gemidos de los enfermos de próstata. El susurro de las pilas. Los esputos
rugientes de la flema profunda, el chapoteo al chocar con la porcelana"; Su pedagógica explicación al lector sobre
la epifanía; o El discurso esquizofrénico que algunos medios (Vogue, Cosmopolitan, etc) representan para la mujer.
En resumen, las enrevesadas relaciones hombre-mujer son la esencia de sus relatos, incluso de aquellos más
sicodélicos.
Vocabulario de última generación, sensación física, ejercicio seudo-vanguardista de moda, reminiscencias a David
Lynch…todo cabe en este autor tan agitado. Sus libros son potentes cócteles, que tienen su momento.