Derechos Reales
Derechos Reales
Derechos Reales
DERECHOS
REALES
número
1
Biblioteca del Derecho de Propiedad
Biblioteca del Derecho de Propiedad
Director: Gunther Gonzales Barrón
Capítulo I
LA PROPIEDAD Y LOS
DERECHOS REALES LIMITADOS
1. Definición de la propiedad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 13
2. Clasificaciones... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 14
2.1. Bienes muebles e inmuebles... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 14
2.2. Dominio público y propiedad privada... ... ... ... ... ... ... ... ... . 17
2.3. Propiedad romana y propiedad germánica ... ... ... ... ... ... ... . 19
3. La formación histórica del concepto
de propiedad privada en el Código Civil.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 20
3.1. La desvinculación de la propiedad.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 20
3.2. La desamortización... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 24
3.3. La reforma tributaria liberal y el Registro de la propiedad. 25
4. Definición y caracteres del derecho de propiedad .. . .. . .. . .. . .. . .. . 27
5. La función social de la Propiedad .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 28
6. Los derechos reales limitados .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 29
7. La tipicidad de los derechos reales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 31
8. Distinción entre los derechos reales y los derechos de crédito... 34
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 35
5
José Antonio Álvarez Caperochipi
Capítulo II
LA TUTELA JURISDICCIONAL
DE LA PROPIEDAD
1. La propiedad y su prueba... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 39
2. Orígenes y desarrollo histórico de la tutela Jurisdiccional de la
propiedad en España ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 40
3. La acción reivindicatoria .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 43
3.1. Definición... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 43
3.2. Prueba del dominio ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 43
3.3. La identificación de la cosa .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 47
3.4. Detentación por el demandado ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 50
3.5. La solicitud de nulidad del titulo del detentador... ... ... ... ... 51
4. Subsistencia de la acción publiciana .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 52
5. Aspectos procesales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 53
6. Prescripción de la acción reivindicatoria .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 54
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 55
Capítulo III
LA PROPIEDAD DE INMUEBLES
1. Deslinde ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 59
1.1. Definición... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 59
1.2. Criterios de delimitación de una finca
1.3. Extensión vertical de la finca ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 62
2. Las relaciones de vecindad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 63
2.1. Concepto .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 63
2.2. Fundamento y naturaleza.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 64
2.3 Supuestos legales típicos regulados en el Código civil.. . .. . .. . .. . 67
2.3.1. Derecho temporal de paso ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 67
2.3.2. Vertiente natural de aguas.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 67
2.3.3. Luces y vistas... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 69
2.3.4. Régimen de luces solas ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 70
2.3.5. Distancias entre construcciones y plantaciones ... ... ... ... 72
6
Índice General
3. La medianería ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 74
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 75
Capítulo IV
LA POSESIÓN
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 79
2. Origen y fundamento de la protección posesoria ... ... ... ... ... ... . 81
3. Naturaleza Jurídica de la posesión ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 84
4. La detentación... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 86
5. La Posesión.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 89
5.1. Posesión sin detentación ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 89
5.2. Prueba de la posesión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 93
5.3. Los sujetos de la posesión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 94
5.3.1 La posesión de menores e incapaces ... ... ... ... ... ... ... ... . 94
5.3.2. La coposesión ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 95
5.3.3. La posesión de las personas jurídicas.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 95
5.4. El objeto de la posesión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 96
6. La liquidación del estado posesorio ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 97
6.1. El derecho del poseedor de buena fe a los frutos ... ... ... ... . 97
6.2. La restitución de impensas y mejoras... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 100
6.3 El derecho de retención por las impensas y mejoras.. . .. . .. . 101
7. La adquisición a «non domino» de los bienes muebles... ... ... ... 101
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 105
Capítulo V
LA ADQUISICIÓN DE
LA PROPIEDAD Y LA OCUPACIÓN
1. Clasificación de los modos de adquirir la propiedad ... ... ... ... ... 109
2. La ocupación... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 111
3. El Hallazgo .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 114
3.1. Definición... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 114
7
José Antonio Álvarez Caperochipi
4. La ocupación de animales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 117
5. El tesoro... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 120
5.1. Concepto .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 120
5.2. La adquisición del tesoro: el tesoro como invención y como
accesión del fundo.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 121
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 124
Capítulo VI
LA ACCESIÓN
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 127
2. La edificación, plantación y siembra.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 128
2.1. Superficie solo cedit ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 128
2.2 La compensación al propietario de la cosa accesoria ... ... ... 130
2.2.1 Construcción por el propietario con materiales ajenos... 130
2.2.2. Construcción en terreno ajeno.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 130
2.3. La construcción extralimitada.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 132
3. La accesión de muebles... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 133
3.1 Concepto .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 133
3.2 Clases de accesión mobiliaria... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 134
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 137
Capítulo VII
LA USUCAPIÓN
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 141
2. Ámbito ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 143
3. Elementos de la usucapión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 144
3.1 La posesión .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 144
3.2. El tiempo.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 147
3.3 El justo título... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 147
3.4. La buena fe .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 149
8
Índice General
4. La renuncia a la prescripción ganada... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 149
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 150
Capítulo VIII
LA TRADICIÓN
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 153
2. Ámbito de la «traditio»... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 158
3. Clases de «traditio»... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 162
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 166
Capítulo IX
LA PROPIEDAD COMÚN
1. Sobre el fundamento de la propiedad común .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 171
2. La distinción entre comunidad y sociedad... ... ... ... ... ... ... ... ... . 176
3. Régimen Jurídico de la comunidad de bienes.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 180
3.1. Principios generales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 180
3.2. El derecho privativo sobre la cuota: el retracto de comuneros. 184
3.3. La división de la cosa común .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 185
4. El aprovechamiento por turno de bienes inmuebles o multipro-
piedad ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 189
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 192
Capítulo X
LA PROPIEDAD HORIZONTAL
1. Concepto y normativa... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 195
2. Constitución de la Propiedad horizontal: el titulo constitutivo... 198
2.1 El otorgamiento de título constitutivo ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 198
2.2. Contenido del titulo constitutivo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 199
3. Partes privativas y elementos comunes en la propiedad horizontal 202
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José Antonio Álvarez Caperochipi
3.1 Partes privativas .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 202
3.2 Elementos comunes... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 202
4. El estatuto del propietario en la propiedad horizontal... ... ... ... . 203
4.1. El uso y disposición de cada piso y local.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 203
4.2. Obligaciones de cada propietario respecto de la comunidad. 206
4.3 El aseguramiento del pago de los gastos de comunidad... ... 208
4.4. Responsabilidad de la comunidad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 210
5. Gestión de la comunidad ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 210
5.1 La asamblea o junta de propietarios... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 210
5.2 El presidente de la comunidad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 213
5.3. Impugnación de acuerdos de la junta de propietarios... ... ... 214
5.4. Libro de actas.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 215
6. Régimen de las pequeñas comunidades... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 216
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 216
Capítulo XI
EL USUFRUCTO
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 219
2. El deber de conservar la sustancia ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 222
2.1 El cuasiusufructo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 222
2.2. El usufructo con facultad de disposición .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 225
2.3. Figuras típicas de usufructo reguladas en el Código Civil... 226
2.3.1 El usufructo de montes... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 226
2.3.2. Usufructo de animales y rebaños ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 228
2.3.3 Usufructo de créditos.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 229
3. Duración .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 230
4. La administración del usufructuario .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 232
4.1 Principios generales: el aprovechamiento y abuso de la cosa
usufructuada... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 232
4.2. El inventario y fianza... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 234
4.3. Régimen de los frutos, gastos y mejoras ... ... ... ... ... ... ... ... . 236
10
Índice General
5. La extinción del usufructo ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 238
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 241
Capítulo XII
LAS SERVIDUMBRES
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 245
2. Caracteres... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 248
3. Constitución de servidumbres ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 250
3.1 La adquisición de las servidumbres por usucapión... ... ... ... 251
3.2. La constitución de servidumbres por signo aparente... ... ... .. 256
4. Régimen legal de las servidumbres... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 258
4.1. Ejercicio civiliter de las servidumbres... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 259
4.2. Obras de consolidación y reparación de la servidumbre ... . 261
5. Las servidumbres en particular ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 262
5.1. Las servidumbres llamadas personales... ... ... ... ... ... ... ... ... . 262
5.2 La servidumbre de pastos y leñas ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 263
5.3 Las servidumbres legales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 265
5.3.1 Caracterización de las servidumbres legales en el Código
civil ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 265
5.3.2. Servidumbres legales en materia de aguas.. . .. . .. . .. . .. . .. . 266
5.3.3. Servidumbres legales en materia de paso ... ... ... ... ... ... . 267
6. Extinción de las servidumbres... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 268
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 269
Capítulo XIII
LOS CENSOS
1. Planteamiento ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 273
2. La enfiteusis... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 274
2.1 Planteamiento histórico... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 274
2.2. La enfiteusis en el código civil... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 278
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José Antonio Álvarez Caperochipi
3. Los censos... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 280
3.1 Concepto .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 280
3.2. La distinción entre censo consignativo y reservativo.. . .. . .. . 283
3.3. Régimen del censo en Código Civil ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 283
4. Los foros .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 285
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 286
Capítulo XIV
DERECHO DE SUPERFICIE
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 289
2. El derecho de superficie en la legislación urbanística... ... ... ... ... 292
3. El derecho de sobreedificación... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 296
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 297
Capítulo XV
LA FACULTAD DE COMPRA
COMO DERECHO REAL
1. Los derechos reales de adquisición preferente ... ... ... ... ... ... ... ... 301
2. La retroventa, los tanteos y retractos legales y la opción como
derechos reales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 304
3. Régimen Jurídico de la opción... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 307
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 309
Capítulo XVI
LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA
1. Garantía y responsabilidad... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 313
1.1. Definición de garantía real ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 313
1.2 Caracteres de los derechos reales de garantía... ... ... ... ... ... . 315
2. La prohibición del pacto de la ley comisoria y el derecho patri-
monial de las garantías reales.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 316
12
Índice General
2.1. Planteamiento.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 316
2.2. Origen y significado histórico de la prohibición del pacto
comisorio.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 319
2.3. Fundamento de la prohibición del pacto comisorio ... ... ... . 321
2.4 Alcance de la prohibición ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 323
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 327
Capítulo XVII
EL DERECHO REAL DE PRENDA
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 331
2. Constitución... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 334
2.1. Posesión... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 334
2.2 Posibilidad de pluralidad de derechos de prenda sobre el
mismo bien dado en garantía .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 335
2.3. Fehaciencia de la fecha.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 337
3. El estatuto del acreedor Pignoraticio ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 338
3.1. Respecto de la cosa... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 338
3.2 Respecto del crédito garantizado... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 339
3.2 Especialidades en la prenda prestada por tercero... ... ... ... ... 341
4. Realización de la prenda... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 341
5. Especialidades de la prenda por razón del objeto... ... ... ... ... ... . 344
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 347
Capítulo XVIII
LA HIPOTECA (1)
1. Formación histórica del concepto de hipoteca en la codificación. 351
2. Naturaleza Jurídica de la hipoteca.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 353
3. La constitución de la hipoteca... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 356
3.1. Requisitos formales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 356
3.2. Capacidad y poder de disposición.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 358
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José Antonio Álvarez Caperochipi
3.3 Hipoteca constituida por tercero distinto del deudor de la
obligación garantizada ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 358
3.4 La hipoteca de cosa ajena... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 359
4. Bienes hipotecables... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 360
5. Extensión de la hipoteca... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 361
5.1. Extensión en cuanto al crédito garantizado .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 361
5.1.1 Extensión de la garantía hipotecaria a los intereses y
costas .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 361
5.1.2 Cláusulas de estabilización ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 364
5.1.3 Costas y gastos ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 365
5.2. Extensión en cuanto al bien hipotecado... ... ... ... ... ... ... ... ... 366
5.3 El principio de distribución de la garantía... ... ... ... ... ... ... .. 372
6. Las hipotecas especiales... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 374
6.1. La hipoteca de máximo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 375
6.2. Hipoteca en garantía de cuentas corrientes (Art. 153, LH,
arts. 245-6, RH) .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 376
6.3. Hipoteca en garantía de títulos transmisibles por endoso o
al portador ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 380
6.5. En particular, la hipoteca en garantía de letras de cambio... 383
6.6. La hipoteca en garantía de rentas o prestaciones periódicas. 385
7. Cancelación de la hipoteca... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 387
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 387
Capítulo XIX
LA HIPOTECA (II)
1. La protección del derecho de hipoteca: la devastación de la
garantía hipotecaria ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 391
2. La realización del valor de la cosa ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 394
2.1. La acción real y la acción personal en la ejecución hipotecaria 394
2.2. Modos de realización de la garantía hipotecaria.. . .. . .. . .. . .. . 395
2.2.1. La realización por puesta en administración ... ... ... ... ... 395
2.2.2. La realización por venta en pública subasta... ... ... ... ... . 396
14
Índice General
2.2.2.1 Régimen de subsistencia o liberación de gravá-
menes tras la ejecución hipotecaria... ... ... ... ... ... 396
2.2.2.2. Especialidades de la ejecución hipotecaria... ... ... 397
3. La acción hipotecaria... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 400
3.1. Requerimientos previos a la acción hipotecaria... ... ... ... ... . 400
3.2. Partes e intervenientes facultativos en la acción hipotecaria. 401
3.3. Principios procesales de la acción hipotecaria.. . .. . .. . .. . .. . .. . 402
3.4. El desalojo de los terceros poseedores ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 404
3.5. Ejecución hipotecaria y concurso de acreedores.. . .. . .. . .. . .. . 405
4. El llamado “Procedimiento extrajudicial” ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 407
5. Prescripción de la acción hipotecaria... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 409
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 410
Capítulo XX
HIPOTECA MOBILIARIA Y
PRENDA SIN DESPLAZAMIENTO
1. Concepto e historia... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 413
2. Naturaleza jurídica... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 415
3. Constitución de la garantía mobiliaria sin desplazamiento... ... . 416
4. La hipoteca mobiliaria .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 420
4.1. La hipoteca de establecimiento mercantil.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 420
4.2. La hipoteca de automóviles y otros vehículos de motor... ... 424
4.3 La hipoteca de aeronaves .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 425
4.4 La hipoteca de maquinaria industrial... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 425
4.5. La hipoteca de propiedad intelectual o industrial ... ... ... ... . 426
5. La prenda sin desplazamiento ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 426
5.1 La exigencia e prefecta identificación de los bienes pignora-
bles sin desplazamiento ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 426
5.2. Bienes pignorables .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 427
6. El Registro de hipotecas mobiliarias y prenda sin desplazamiento 428
7. Procedimiento de ejecución... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 429
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 429
15
José Antonio Álvarez Caperochipi
Capítulo XXI
LA ANTICRESIS
1. Concepto.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 433
2. Historia... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 435
3. Naturaleza Jurídica... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 437
4. La posesión del acreedor anticrético.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 440
5. Régimen general de la administración por el acreedor.. . .. . .. . .. . 441
BIBLIOGRAFÍA... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 442
16
PRÓLOGO
17
José Antonio Álvarez Caperochipi
18
Prólogo
civil más que unas reglas dispersas para supuestos concretos, es una
autentica constitución material del orden jurídico, que define el ma-
trimonio, la propiedad y el crédito, como tres grandes pilares del con-
cepto de Estado, y que no son sino la realidad misma del hombre en
cuanto ser social.
19
Capítulo I
LA PROPIEDAD Y LOS
DERECHOS REALES LIMITADOS
1. DEFINICIÓN DE LA PROPIEDAD
La definición subjetiva de propiedad (la propiedad como dere-
cho: art. 348 del CC: “el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin
mas limitaciones que las establecidas en las leyes”) es característica
del derecho moderno; el sistema aristotélico-tomista, igual que en el
derecho romano clásico, es claramente objetivista y considera pro-
piedad las cosas mismas; por otra parte, en el derecho histórico la
propiedad tiene también un claro sentido estamental y familiar.
23
José Antonio Álvarez Caperochipi
2. CLASIFICACIONES
2.1. Bienes muebles e inmuebles
El Código Civil parte de la distinción principal entre bienes mue-
bles e inmuebles (art. 333 CC). La distinción moderna se corresponde
a la distinción clásica romana entre res mancipi y res nec mancipi
24
La propiedad y los derechos reales limitados
25
José Antonio Álvarez Caperochipi
de un inmueble por haber sido destinados de modo permanente a su
servicio y hayan de considerarse inseparables del mismo por razones de
ornamentación (art. 334 5 CC), o por formar una unidad económica o
de explotación (art. 334, 5 y 6 CC).
La terminología más moderna define las partes inseparables de unos in-
muebles como partes integrantes, y las partes separables que tienen indi-
vidualidad propia como pertenencias o accesorios. En general la jurispru-
dencia es muy restrictiva en cuanto a reconocer que un bien mueble for-
ma parte integrante de un inmueble por su afectación al mismo. Solo hay
afectación jurídica de un mueble a un inmueble si la separación supone un
quebranto efectivo del valor del inmueble. El derecho real de hipoteca no
comprende los muebles incorporados al mismo o destinados a su servicio
mas que mediando pacto expreso (art. 111 LH). Los muebles de una casa
no pueden entenderse incluidos en su venta si no se dispone así expresa-
mente (STS 9.05.01). En especial la afectación económica de un bien mue-
ble a un inmueble ha de interpretarse restrictivamente (STS 3.07.87), los
muebles ha de entenderse en principio separables aunque estén al servicio
de una explotación agrícola (STS 21.12.90), los muebles afectados son se-
parables siempre que puedan ser sustituidos sin obras de albañilería (STS
4.05.74). Aunque pozo con su caseta y motor son partes integrantes de un
inmuebles (STS 31.12.91), y también los utensilios de riego establecidos de
modo permanente (STS 4.11.1985), y los radiadores incorporados tras una
adecuada instalación (STS 26.04.1978), tanto como las bañeras, radiadores
y tuberías (STS 18.03.61). Por otra parte la obligación de entrega de una
cosa comprende la entrega de todos sus accesorios (art. 1097 CC), pero el
concepto de accesorios ha de ser restringido a aquellos elementos que for-
man parte inseparable en la utilización de la cosa principal y sirven natural-
mente a la misma, como su documentación y elementos de identificación,
formularios de uso, y elementos al servicio de su utilización. El legado de
inmueble tampoco comprende el de los muebles incorporados al mismo si
no se dispone expresamente lo contrario, y ello aunque el art. 883 CC obliga
a entregar la cosa legada con sus accesorios (STSJ Navarra, 18.02.02).
26
La propiedad y los derechos reales limitados
27
José Antonio Álvarez Caperochipi
moderno frente a los grupos corporativos y comunitarios. El proceso de
sustitución y apropiación de la propiedad común por el príncipe hunde
sus raíces en el antiguo régimen, pero culmina en la revolución liberal,
donde quedan reconocidos como principales sujetos de derecho el in-
dividuo y el Estado. La propiedad común, tal como era definida en el
derecho medieval (véase, por ejemplo, Partida III Título XVII), se trans-
forma bien en dominio público estatal (el mar y sus riberas, el río y el
camino público, etc.), en dominio público municipal (fuentes, mercados,
etc.) o en propiedad privada (por la desamortización de la propiedad
municipal y eclesiástica).
El dominio público natural (el mar territorial, la zona marítimo-terres-
tre, los ríos y su cauces, el espacio aéreo, el subsuelo, etc.…), no puede ser
objeto de propiedad privada, es inalienable e imprescriptible (art 132.1
CE), y no es en principio susceptible de ser poseído por los particulares
y tampoco objeto de publicidad registral, porque su publicidad proviene
de la propia ley (aunque se permite su acceso al registro, art. 5 Rh, para
evitar controversias cuando la naturaleza demanial de un bien no es evi-
dente). El dominio público que no es natural es imprescriptible y no sus-
ceptible de publicidad registral mientras que este afecto al uso o servicio
público y por su afección sea reconocible su naturaleza (así caminos, ca-
nales, puertos, calles parques, etc.), aunque este dominio público puede
ser desafecto con carácter expreso o tácito (STS 3ª, 21.09.99).
Sobre el dominio público la administración goza de las prerrogativas de
recuperación posesoria y deslinde de oficio. La ley asimila al dominio
público el patrimonio nacional y el patrimonio histórico (que se definen
y regulan respectivamente por leyes 23/1982 de 16 de junio y 24/2001,
de 27 de diciembre). El dominio público puede ser objeto de aprovecha-
miento privado por la vía de las concesiones y autorizaciones de uso, y
estas sí pueden ser objeto de publicidad y usucapión (lo que se regula
con carácter general en la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, del Patrimo-
nio de las Administraciones Públicas).
28
La propiedad y los derechos reales limitados
vada adquiere frente a ello un cierto tinte residual, pues solo puede
ejercitarse un dominio privado sobre aquellos bienes que no sean de
dominio público por naturaleza o por afectación.
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30
La propiedad y los derechos reales limitados
31
José Antonio Álvarez Caperochipi
Prohíbe también la Ley de 11 de octubre de 1820 la adquisición de la
propiedad por las manos muertas (art. 1º). Tampoco el concepto de ma-
nos muertas es un concepto vacío, y en el ideario liberal tiene un sentido
propagandista y anticorporativo (y muy especialmente antirreligioso).
Y Ley de 11 de octubre de 1820 considera manos muertas «las iglesias,
monasterios, conventos y cualesquiera comunidad eclesiásticas, los
hospitales, hospicios, casas de misericordia y enseñanza, las cofradías
hermandades, encomiendas y cualesquiera otros establecimientos per-
manentes, sean eclesiásticos o laicos». La razón de la prohibición adqui-
sitiva estriba en que amortizan la propiedad, principalmente institutos
eclesiásticos, porque el derecho canónico prohíbe la enajenación de sus
bienes. La prohibición se complementa también con la incapacidad de
adquirir de los religiosos profesos de votos solemnes porque adquieren
para su orden. La prohibición de adquirir es el primer paso hacia la desa-
mortización que estudiamos más detenidamente después. En este punto,
la legislación desvinculadora quedaría derogada después de la desamor-
tización eclesiástica por el Concordato de 1851 en el que se reconoce
la subjetividad jurídica de la iglesia y de las órdenes y congregaciones
religiosas y su capacidad de adquirir.
32
La propiedad y los derechos reales limitados
33
José Antonio Álvarez Caperochipi
y claves distintos que, hoy en día, podemos englobar y calificar como
de restricción de las cargas reales sobre la propiedad, y de delimitación
típica de los derechos reales en favor del interés supremo de la tutela
del crédito.
3.2. La desamortización
El segundo proceso histórico en la formación del concepto de
propiedad en el Código Civil es la desamortización. Fue la venta en
pública subasta de toda propiedad corporativa para que estuviese “fe-
cundada” por la iniciativa individual. Responde a la filosofía liberal de
considerar la propiedad de las corporaciones como una rémora para el
progreso (propiedad amortizada de las manos muertas), y su entrega
a los ciudadanos privados como propiedad privada.
34
La propiedad y los derechos reales limitados
bienes de propios, llamados así en oposición a la propiedad señorial,
y eran en principio bienes de uso común y dedicados a pastos. Dichos
bienes —como baldíos— tuvieron la enemiga de la Ilustración, que los
tachaba de improductivos. Su desamortización encuadra también en la
transformación hacia cultivo de extensas zonas hasta entonces dedica-
das preferentemente a la ganadería y a la supresión de los privilegios
de la Mesta. La desamortización en Francia había creado una clase de
pequeños propietarios que fueron el principal soporte de la revo1ución y
que dieron estabilidad política al siglo XIX francés. Excepto en Navarra,
donde la Diputación foral realizó una inteligente política de desamor-
tización gradual, y conservo extensas zonas de propiedad comunal, en
España por el contrario la desamortización se realizó de forma anarquica
y apresurada, y en circunstancias de quiebra de la real hacienda. Parece
hoy generalmente admitido que no sirvió para la redistribución de la
propiedad sino que la desamortización beneficia exclusivamente a las
clases aristocráticas y a la burguesía urbana, que tenía solvencia, y es el
origen del latifundismo y de algunas de las mayores fortunas del país.
35
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La propiedad y los derechos reales limitados
Como resultado de la reforma tributaria y de la organización del registro
de la propiedad, la propiedad agraria queda afectada primordialmente al
crédito, en responsabilidad; y gracias al realismo y certeza que otorga su
constatación registral sirve de instrumento para la ordenación del crédi-
to, tanto a través del régimen hipotecario como sustentando los procedi-
mientos ejecutivos y concursales contra el deudor.
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40
La propiedad y los derechos reales limitados
de las cargas públicas se fundamenta, por la misma razón, en la apa-
riencia (dejando al derecho privado la investigación sobre las causas
y realidades jurídicas); la moral jurídica es una moral resultativa que,
por ello mismo, no puede atender sino apariencias; y en derecho la
realidad es siempre inseparable de su prueba. Por otra parte, el funda-
mento redistributivo de la propiedad en el derecho moderno, derivado
de la aparición del Estado y del concepto de soberanía, hace que toda
propiedad privada se fundamente en un título público, sin que existan
propiamente adquisiciones “originarias” de la propiedad. La mercan-
tilización del derecho después de la revolución francesa, la aparición
de la sociedad por acciones, de los títulos valores, etc.…, hace renacer
un derecho formalista para regir las relaciones económicas, que fun-
da la propiedad en mecanismos formales, públicos y seguros, como la
posesión y el registro. La pretensión de superar las «apariencias», para
encontrar la «realidad», encubre, comúnmente, una visión demagógica
y vulgar del derecho, sirve de caldo de cultivo para el florecimiento de
castas de leguleyos mediocres y corrompidos, y todo pensamiento fun-
dado en generalidades es un pensamiento superficial que trae consigo
una dosis grave de inseguridad jurídica y arbitrariedad (al carecer de
criterios preestablecidos para resolver los conflictos).
41
José Antonio Álvarez Caperochipi
El tema ha sido objeto de cierta polémica; algún autor, fundado en un
llamada genérica y en abstracto a la «autonomía de la voluntad» y en
una interpretación literal de los artículos 2.° de la LH y 7.° del RH, ha
mantenido la libertad de configuración de derechos reales. Sin embargo,
la doctrina en general se ha mostrado contraria a la postura de numerus
clausus y partidaria de la tipicidad de los derechos reales, aunque sin
aportar argumentos convincentes. Predominan en favor del numerus
clausus argumentos de carácter formal registral (como la simplicidad en
la llevanza del Registro de la propiedad), destacándose la poca impor-
tancia de la discusión (por la gran cantidad de derechos reales recono-
cidos), y propiciándose en general posturas intermedias o conciliadoras
(numerus clausus con disponibilidad de contenido: SANCHO REBU-
LLIDA). El principal, probablemente el único, argumento en favor de la
atipicidad es el principio de autonomía de la voluntad. Es el argumento
que utilizan también las posturas “conciliadoras”. A mi juicio, la auto-
nomía de la voluntad fue elevada a supremo principio del derecho civil
por la pandectística alemana (por influencia kantiana: metafísica de las
costumbres y metafísica del derecho), y en la medida en que implica una
pérdida del sentido formal del derecho, amenaza en convertirse en el ins-
trumento supremo de destrucción de las categorías jurídicas; a mi juicio,
en ningún caso puede emplearse como argumento en favor del sistema
de numerus apertus. Recientemente en una monografía ROMAN GAR-
CÍA, vuelve a abogar por un sistema de numerus apertus, aunque con
limitaciones rigurosas causales, formales y de publicidad. En el derecho
peruano el profesor GONZALES BARRON, concluye por el contrario,
tras un exhaustivo examen de la cuestión, que la necesidad histórica de
liberar los bienes y facilitar la circulación de la riqueza predica un siste-
ma de numerus clausus. La discusión es académica pues sobre el tema no
hay jurisprudencia, y menos importante en la práctica de lo que parece,
porque en cualquier caso la eficacia frente a terceros de los derechos de-
pende de los sistemas de publicidad, que imponen grandes restricciones
para el acceso de “nuevos” tipos de derechos reales.
42
La propiedad y los derechos reales limitados
Además todos los derechos reales limitados deben considerarse de algún
modo como regímenes de desmembración de la propiedad, en razón a
una causa jurídica, y que suponen medidas antieconómicas de tutela sin-
gular frente al principio supremo de tutela universal de los acreedores, y
de la afección de la propiedad en garantía de las deudas presentes o even-
tuales. Son, por tanto, derechos excepcionales (típicos). En definitiva,
todo privilegio crediticio tiene vocación de constituirse en derecho real,
especialmente por su inscripción o anotación registral, y, a la inversa,
aunque parezca menos evidente, todo derecho real oculta una desmem-
bración de la propiedad, un privilegio crediticio.
43
José Antonio Álvarez Caperochipi
44
La propiedad y los derechos reales limitados
Parece que la glosa toma las categorías de ius in rem y ius in personam,
del régimen procesal romano fundado en la distinción de actio in rem
y actio in personam. Y aunque la distinción ha sufrido críticas, pues es
evidente que no puede haber relaciones entre las personas y las cosas, y
que los derechos de crédito se pueden asimilar también en cierta forma
a las relaciones de garantía según su rango, es lo cierto que la distinción
tiene una gran tradición histórica, se muestra útil para explicar el de-
recho patrimonial civil, y modernamente fundamenta el régimen de la
publicidad registral y posesoria de los derechos.
BIBLIOGRAFÍA
Sobre la formación de la dogmática moderna de propiedad en
particular sobre la incidencia del liberalismo en la configuración de
la Propiedad privada puede verse: ALVAREZ CAPEROCHIPI La pro-
piedad en la formación del derecho administrativo Pamplona, 1983.
Sobre la función social de la propiedad VALLET DE GOYTISOLO,
Fundamento función social y limitaciones a la propiedad privada, en
«Estudios sobre derechos de cosas» Madrid 1974. Sobre la concep-
ción moderna de propiedad y los orígenes de la dogmática codificada
puede verse MONTES, La propiedad privada en el sistema de derecho
civil contemporáneo, Madrid, 1980.
45
Capítulo II
LA TUTELA JURISDICCIONAL
DE LA PROPIEDAD
1. LA PROPIEDAD Y SU PRUEBA
El sistema codificado reproduce el sistema recibido de la tradi-
ción jurídica del derecho romano y regula una triple realidad jurídica
en la protección de la tenencia de las cosas: la detentación, la pose-
sión y la propiedad. Significa que todo detentador de una cosa, cual-
quiera que sea la causa de su detentación, tiene derecho a seguirla
detentando (es protegido jurídicamente) y sólo puede ser privado por
el ejercicio de una acción judicial y mediante la prueba de un mejor
derecho (la detentación anterior: el derecho de posesión, protegida
sumariamente por los interdictos o por las acciones penales) o me-
diando la prueba plena de la propiedad (reivindicatoria).
49
Así, las dos acciones destinadas a privar de la cosa al detentador
son: 1. El interdicto posesorio: acción sumaria fundada exclusiva-
mente en probar una detentación anterior (durante el año: art. 460,
4.º CC; o la ilegitimidad de la detentación respecto del accionante en
los casos de violencia, clandestinidad o tolerancia: art. 444 CC); y 2.°
La acción reivindicatoria: acción plenaria para recuperar la posesión
o detentación de una cosa, fundada en la prueba plena del derecho de
propiedad. La reivindicatoria en principio sólo será necesaria cuando
el propietario haya perdido la posesión de una cosa, pues son pro-
cesalmente más sencillos y rápidos los interdictos, para recuperar la
posesión frente a un nuevo detentador.
52
La tutela jurisdiccional de la propiedad
3. LA ACCIÓN REIVINDICATORIA
3.1. Definición
La acción reivindicatoria es la acción que ejercita el propietario
para la recuperación de la detentación efectiva de una cosa, mediante
la prueba de la plenitud de su derecho.
53
José Antonio Álvarez Caperochipi
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La tutela jurisdiccional de la propiedad
basta presentar un título válido de adquisición, y los de los transmiten-
tes, y probar la sucesión de posesiones a título de dueño (accesión de
posesión), hasta completar el tiempo de la prescripción adquisitiva de-
terminado por la ley
Solo pueden reivindicarse las cosas que estén dentro del comer-
cio de los hombres. La inalienabilidad e imprescriptibilidad del domi-
nio público es un principio constitucional (art. 132.1 CE). Los bienes
de dominio público, natural o por afectación no pueden ser poseídos
por los particulares y tampoco reivindicados, y su tutela corresponde
al Estado (SSTS 4 de julio de 1985, 22 de julio de 1986). El patrimonio
histórico y el patrimonio nacional se asimilan en su imposeibilidad e
imprescriptibilidad al dominio público.
55
José Antonio Álvarez Caperochipi
imposeibilidad e imprescriptibilidad, y una diversidad de regímenes en
función de los bienes reivindica. Los caminos públicos son imposeibles
por los particulares, aunque se roturen e inscriban en el registro (STS
24.05.03), pero hay que acreditar el carácter de camino y el uso publico
efectivo como tal de un terreno (SSTS 22.10.90, 5.03.92, 10.06.93). En
tema de montes se admite en general la reivindicabilidad de las fincas
enclavadas en montes públicos y usucapibilidad de los montes por los
particulares aplicando el régimen común de la usucapión, aunque el
monte esté catalogado (SSTS de 31 mayo de 1972, 5 de febrero de 1999,
31 diciembre 2002). En tema de zona marítimo-terrestre la jurispruden-
cia es mas estricta: no se admite la usucapión por los particulares pues
son bienes fuera del comercio de los hombres (SSTS 8 de junio y 17 de
diciembre de 2001), las personas que fueran titulares dominicales antes
de la Ley de Costas de 1988, tienen únicamente la posibilidad de solicitar
de acuerdo con la disposición Transitoria Primera de dicha ley la con-
cesión de la titularidad de un derecho de ocupación y aprovechamiento
del dominio publico marítimo-terrestre, por un plazo de 30 años pro-
rrogables por otros treinta sin la obligación de abonar canon, de acuerdo
con constante doctrina del Tribunal Supremo (Sentencias de 9 de julio
y 11 de setiembre de 2003). En tema de castillos y fortalezas, aunque la
jurisprudencia venía admitiendo la usucapibilidad por los particulares y
el juego de la publicidad registral (STS de 15 de noviembre de 1961), pa-
rece exigir últimamente la existencia de un acto de desafectación expresa
(cfr. SSTS de 25 de junio de 1978 y 17 de diciembre de 1984).
56
La tutela jurisdiccional de la propiedad
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José Antonio Álvarez Caperochipi
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La tutela jurisdiccional de la propiedad
revela que “in situ” no se identifica la finca reclamada, y ello porque el
terreno ha sufrido una modificación o no se reconoce adecuadamente
que la titulación presentada se refiera a la finca reivindicada.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
Sin embargo, esta preeminencia de los lindes está lejos de ser dogmática,
pues una merma de la cabida puede ser interpretada como indicio de
descripción indebida de los lindes (STS de 15 de noviembre de 1967); la
demostración de la propiedad de una parcela no prejuzga la propiedad
de un Castillo en su interior que es propiedad del Estado y esta inscrito
a su nombre (STS 3 de julio de 1975); la descripción de los linderos tiene
especial importancia como elemento identificador de la finca, pero siem-
pre que el aspecto superficial guarde adecuada relación con los linderos
(STS de 21 de marzo de 1985), resulta imposible la prescripción adqui-
sitiva del espacio reivindicado cuando el titulo no se ajusta a la finca que
se pretende adquirir, debiendo establecerse la perfecta identidad entre le
título y el bien que es objeto de posesión (SSTS 7 de febrero de 1985, 14
de mayo de 2004).
60
La tutela jurisdiccional de la propiedad
Históricamente se ha considerado también detentador a quien dolosa-
mente deja de poseer y a quien se presenta como poseedor sin serlo. En
realidad, es evidente que la condena, en estos casos, no es una condena a
la restitución in natura (que al no ser detentadores es imposible), sino a
una indemnización de los daños y perjuicios. Pero no hay incongruencia
aunque se condene en lo que no se pidió (se pide la cosa y se condena a
restituir su valor), ni si la condena va mas allá que el valor de la cosa (se
condena a los perjuicios), pues hay una subrogación ex lege del objeto de
la acción en atención a la propia ilegitimidad procesal del demandado, y
para evitar que los órganos de justicia puedan ser utilizados en obtención
de provechos tortuosos. Del mismo modo y por la misma razón la acción
surte efectos contra terceros que hayan adquirido la cosa del demandado
con posterioridad a interponerse la demanda (STS 30 mayo de 1925).
61
José Antonio Álvarez Caperochipi
Del mismo modo, y aplicando la misma doctrina, jurisprudencia ha res-
tringido hasta privar de contenido a la exigencia del artículo 38, 2.°, de
la LH y 313 del Rh (en cuya virtud no pueden ejercitarse acciones reales
sobre bienes inmuebles, en contradicción con lo establecido en los libros
del Registro, Sin antes pedir la nulidad o cancelación de los mismos). Tal
exigencia, inspirada en la legislación del Registro civil, se fundaba en la
pretensión de concatenar realidad y registro, y su filosofía de fondo era
hacer del título registral un título de legitimación privilegiado en el tráfi-
co. La jurisprudencia declara que aunque no se solicite nominal y especí-
ficamente la nulidad o cancelación del correspondiente asiento registral,
el ejercicio de una acción declarativa o reivindicatoria lleva claramente
implícita una petición de nulidad o cancelación del asiento contradicto-
rio (STS de 21 de marzo de 1984, 18 de mayo de 1994, 30 de julio de 1999)
62
La tutela jurisdiccional de la propiedad
5. ASPECTOS PROCESALES
La reivindicación de un bien implica también la liquidación del
estado posesorio, entre el detentador que es privado de su posesión
y el propietario que ve reconocido su derecho a poseer. También el
derecho por el detentador que es privado de la cosa al abono de las
impensas y mejoras, y en general el los gastos necesarios para la con-
servación y gestión de la cosa cuando procedan; y ello aunque no se
hubiera pedido expresamente en el suplico, ni se hubiese reconvenido
por el detentador, por ser cuestiones de esencia ligadas a la misma
reivindicación. Igualmente la sentencia puede valorar sin incurrir en
incongruencia el derecho de retención de la cosa frente al demandan-
te por impensas y mejoras o por otra causa cuando legalmente proce-
da (véase, STS 4 de junio de 1985).
63
José Antonio Álvarez Caperochipi
64
La tutela jurisdiccional de la propiedad
y de otra la prescripción extintiva de la acción reivindicatoria, ya que la
prescripción de las acciones se enuncia en ellos en términos generales y
no parece posible entender que se pueda extraer y exceptuar de entre las
acciones reales sobre bienes inmuebles, y ello sin nombrarla, la acción
reivindicatoria, o lo que es igual que se unimismen la prescripción extin-
tiva del dominio y la usucapión, como propone un autorizado sector de
la doctrina. Los artículos citados tratan la prescripción de las acciones,
extinguiéndolas por el transcurso del tiempo sin su ejercicio, y ello como
efecto distinguible y separable y autónomo de la pérdida mediata del do-
minio que se sigue a través de la perfección de la usucapión. El párrafo
segundo de la Ley 39 de la Compilación del Derecho Civil Foral de Na-
varra constituye por tanto una particularidad cuando dispone que «Las
acciones reales que no tengan establecido plazo especial sólo prescriben
a consecuencia de la usucapión con la que resulten incompatibles». Esta
particularidad sería innecesaria y redundante, si aquellos artículos del
Código Civil merecieran la lectura que se recusa”. Igual criterio se man-
tiene con posterioridad en las SS de la Audiencia de Salamanca de 8 de
mayo de 2002 y de Tenerife de 12 de mayo de 2003.
BIBLIOGRAFÍA
Sobre las acciones protectoras del dominio puede verse GON-
ZALEZ POVEDA, acciones protectoras del dominio y de la posesión,
Barcelona 2002. Se centra en la exposición de la jurisprudencia y re-
sulta de gran utilidad para la consulta de problemas concretos. Tam-
bién VALPUESTA FERNADEZ, acción reivindicatoria, titularidad
dominical y prueba, Valencia 1993; PRATS ALBENTOSA, Deslinde y
reivindicación, Valencia 1990. contraria a la postura mantenida en
este libro, puede consultarse el estudio de DE LA CUESTA SÁENZ, La
acción publiciana. Madrid, 1984, DE LOS MOZOS, De nuevo sobre la
acción publiciana en el Derecho español, RDP, 1989, pp. 723 y sigs..;
sobre la prescripción de la acción reivindicatoria, DE PABLO CON-
TRERAS, prescripción de la acción reivindicatoria, Madrid 1992, YZ-
QUIERDO TOSLADA, Las tensiones entre usucapión y prescripción
extintiva, Madrid 1998.
65
Capítulo III
LA PROPIEDAD DE INMUEBLES
1. DESLINDE
1.1. Definición
La acción de deslinde es la acción destinada a fijar exactamente
la consistencia material de una finca, en su conflicto con una finca
colindante. Hemos visto que la identificación de la finca y su exacta
delimitación son conceptos diferentes. La identificación es, propia-
mente, el reconocimiento y comprobación de que unos documentos
(una titulación) se corresponde con una finca, mientras que el deslin-
de es la fijación topográfica de su extensión exacta y de sus lindes con
las fincas colindantes Una finca puede estar exactamente identificada
aunque sus lindes y extensión estén controvertidos.
69
José Antonio Álvarez Caperochipi
la propiedad y de la posesión de una de las partes sobre la parcela con-
trovertida (así, SSTS 13 de marzo de 1996, 10 de febrero de 1997). Si se
entiende ejercitada expresamente una acción reivindicatoria sí se pro-
duce el efecto de cosa juzgada (SSTS 25 de febrero de 1984, 13 de marzo
de 1996). La nueva ley de enjuiciamiento civil 1/2000, ya no regula un
procedimiento sumario de deslinde y parece que el deslinde se realiza
por el procedimiento ordinario que se deduzca de su cuantía litigiosa en
analogía con los procedimientos de división (art. 251.3ª,6º), lo que sin
duda favorece la posibilidad de ejercicio conjunto de una reivindicatoria
y una acción de deslinde.
70
La propiedad de inmuebles
71
José Antonio Álvarez Caperochipi
El artículo 385 parece dar una cierta preferencia al documento sobre la
posesión, pero ello desconoce la indisoluble unidad entre documento y
posesión y debe interpretarse desde la perspectiva de que la posesión —
como extensión material— se prueba también por medio de documentos.
Subsidiariamente a los documentos y la posesión (y tal subsidiariedad es
recalcada reiteramente por la jurisprudencia (SSTS 8 de marzo de 1979,
24 de febrero de 1984), ante la falta de criterios seguros de relimitación de
una finca, la distribución del espacio litigioso entre los colindantes se debe
hacerse por mitad (art. 386 CC) o proporcionalmente a la superficie de las
fincas respectivas (art. 387 CC). Pero… ¿cuándo se empleará el criterio de
la división igualitaria y cuando el de la división proporcional?. En ocasio-
nes la jurisprudencia parece dar preeminencia a la división igualitaria del
terreno controvertido (STS 16 de diciembre de 1993) y emplea el criterio
de la división proporcional cuando la división igualitaria fuera contraria
a la equidad (SSTS 6 de abril de 1994, 14 de noviembre de 1997), como
cuando ambas fincas provienen de la segregación de una originaria finca
matriz (STS 23 de diciembre de 1992). Pero en otras ocasiones llegados
a este punto la jurisprudencia lo considera una decisión discrecional del
juzgador y reitera que el Tribunal goza de un principio de libertad en la
apreciación de la prueba (SSTS 8 de mayo de 1985, 6 de abril de 1994)
72
La propiedad de inmuebles
Las antiguas teorías de la extensión ilimitada son incompatibles con el
desarrollo de la tecnología moderna; también se han mostrado inade-
cuadas las teorías de la ocupación (que como luego se dirá no es un acto
individual, sino que presupone la apropiación colectiva de un pueblo),
y del interés (pues mi interés, por ejemplo, no me puede permitir limi-
tar la navegación aérea). Por otra parte, la legislación administrativa ha
publificado el subsuelo (legislación de minas) y ha codificado los usos
de la propiedad inmueble, especialmente los urbanísticos. Por ello, para
explicar la extensión vertical de la finca, se ha acuñado el concepto de
finca funcional. El propietario tiene derecho sobre el volumen necesario
(subsuelo y vuelo) para el uso de la finca, de acuerdo con su destino
económico y con las limitaciones (crecientes) establecidas por las leyes
(art. 350 CC).
73
José Antonio Álvarez Caperochipi
74
La propiedad de inmuebles
este daño sea desproporcionado con el provecho obtenido; esta nueva
teoría seduce por su alto valor ético y por poderse concatenar con las
ideas de responsabilidad por culpa entonces imperantes. Hoy en día la
teoría de los actos de emulación ha perdido vigencia y quedan engloba-
dos sus supuestos en la teoría más extensa del abuso del derecho. Muchas
de las sentencias modernas sobre inmisiones ilegitimas se articulan en
a doctrina mas genérica del abuso del derecho y aplican la teoría de la
responsabilidad (art. 1.902 del CC)
75
José Antonio Álvarez Caperochipi
1996, relativas a vertidos de residuos y aguas residuales; STS 3 de setiem-
bre de 1992 relativa a ruidos. Idéntica doctrina jurisprudencial se formula
con carácter general: La STSJ Navarra de 25 de abril de 2002, tras estable-
cer que la teoría del ius usus inicui y la limitación legal que las relaciones
de vecindad imponen a los convecinos de padecer inmisiones inicuas de
acuerdo a los usos generales y locales, establece que la quema de rastro-
jos tuvo lugar “en unos días en que soplaba un fuerte viento” y no puede
constituir un derecho o uso habitual en la agricultura que han de soportar
los convecinos, e impone la indemnización de los daños causados por la
imprudente quema. Frente a las emanaciones molestas no solo es posible
pedir la indemnización de los daños, sino también las oportunas medidas
cautelares y aun el cierre de la actividad industrial, aunque la misma tenga
licencia administrativa, pues la misma se concede siempre salvo el dere-
cho de propiedad y sin perjuicio de terceros (STS 30 de mayo de 1997).
76
La propiedad de inmuebles
urbanística. Existe también una importante normativa autonómica de
protección de medio ambiente, y específicamente la ley catalana 13/1990
de 9 de julio regula las inmisiones, relaciones de vecindad y servidum-
bres. En el ámbito jurídico privado el artículo 27.2 de la ley 29/1994 de
arrendamientos urbanos, permite resolver el arrendamiento cuando se
ejerciten en un local o vivienda actividades inmorales, peligrosas, in-
cómodas o insalubres; y el artículo 7.°, párrafo 2.°, de la ley 8/1999 de
propiedad horizontal prevé sanciones específicas en el ámbito de la pro-
piedad horizontal, y regula un sencillo procedimiento para la cesación
de las mismas e imposición judicial de medidas cautelares.
77
José Antonio Álvarez Caperochipi
Según el art. 47 Ley de Aguas texto refundido aprobado por decreto
legislativo 1/2001 de 20 de julio Los predios inferiores están sujetos a
recibir las aguas que naturalmente y sin obra del hombre desciendan
de los predios superiores, así como la tierra o piedra que arrastren en
su curso. Estableciéndose el derecho a oponerse a su recepción y el
deber de indemnización cuando las aguas no se causen naturalmen-
te sino que provengan alumbramientos artificiales o de alteración del
curso de l aguas (art. 47.2 LA). Cuando se modifiquen o desciendan
aguas artificialmente alumbradas, el dueño del predio superior debe-
rá establecer judicialmente una servidumbre forzosa de saca de agua
sobre el del inferior en los términos que estudiaremos en el volumen
segundo para las servidumbres forzosas. La jurisprudencia considera
agravación artificial de la vertiente de aguas, el profundizar un pozo
(STS 8 de abril de 1976) o canalizar las aguas para verterlas a una ace-
quia (STS 24 de setiembre de 1986). Según el art 48 de la misma LA,
excepcionalmente dichas servidumbres pueden establecerse por la au-
toridad administrativa, pues se dispone que los organismos de cuenca
podrán imponer, las servidumbres de saca de agua y abrevadero, de
estribo de presa y de parada o partidor, así como las de paso, cuando
se trate de garantizar el acceso o facilitar el mismo a zona de dominio
público de los cauces, para usos comunes, incluyendo los deportivos
y recreativos.
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La propiedad de inmuebles
79
José Antonio Álvarez Caperochipi
toda construcción que permita vistas al vecino aunque no haya barandilla
o ventana, como el llenado de un muro artificial (STS 18 de julio de 1997),
y ello aunque se abran las ventanas a un patio que solo es propiedad del
que abre las ventanas (STS 30 de junio de 1987). La prohibición de abrir
ventanas a distancia menor de la legal se aplica también a las construccio-
nes con licencia urbanística (STS 18 de julio de 1997). Ejercitada la acción
negatoria, puede optarse entre demolerse las obras, cerrarse las ventanas
o levantar un muro que impida las vistas (STS 22 de noviembre de 1991).
Es vía publica toda vía de uso común, cualquiera que sea su anchura y
calificación administrativa (STS 25 de setiembre de 1991), no son vías
públicas las servidumbres de paso que sirven a los colindates (STS 22 de
noviembre de 1989), análogas a las vías públicas son las acequias y ríos
que suponen elementos públicos de separación de dos fundos (SSTS 11
de octubre de 1979, 9 de marzo de 1979), pero no si se trata de acequias
privadas de poca entidad (STS 22 de octubre de 2000).
A tenor del art. 585. Cuando por cualquier título se hubiere ad-
quirido derecho a tener vistas directas, balcones o miradores sobre la
propiedad colindante, el dueño del predio sirviente no podrá edificar
a menos de tres metros de distancia, tomándose la medida de la ma-
nera indicada en el artículo 583.
80
La propiedad de inmuebles
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José Antonio Álvarez Caperochipi
propia; y tales luces o vistas no constituían derecho alguno de servidum-
bre, y por consiguiente no impedían el derecho que tiene el colindante
para disminuirlos o anularlos, edificando dentro de su propiedad; la falta
de ejercicio de ese derecho de edificar, por más o menos tiempo, no engen-
draba prescripción de servidumbre en favor del propietario que tuviere
abiertos los huecos en su pared,-. Según la sentencia este criterio norma-
tivo no ha sido alterado por el Código Civil vigente, en cuanto mantiene
las mismas posibilidades de la legislación anterior: La facultad de abrir
huecos con las características que señala el artículo 581; los derivados de la
adquisición del derecho real de servidumbre mediante título del art. 582;
y por virtud de la prescripción conforme a los artículos 537 y 538; formu-
lándose, para este último supuesto, que los huecos abiertos en pared pro-
pia y en correspondencia con suelo y ciclo ajenos, son de mera tolerancia,
salvo pacto o concesión expresa, y no pueden ganarse por prescripción,
sino computando ésta desde la ejecución de algún acto obstativo, en razón
a que, cuando alguno se aprovecha de esas luces, aspira a constituir una
servidumbre negativa, evitando que el dueño de la finca a que afectan pue-
da construir en contigüidad, y por consiguiente perjudicarlas.
82
La propiedad de inmuebles
distancias anteriores se disminuirán en 1 metro para todas las clases de
especies consideradas. El decreto establece tambien la posible interven-
ción administrativa autorizando o prohibiendo plantaciones a mayor o
menor distancia de la establecida legalmente. Parece que la norma se
aplica tanto a las especies plantadas como a las nacidas espontáneamen-
te, pero FERNANDEZ URZAIQUI opina que si tras una división de
una finca un árbol quedas situado a menor distancia que la legal, no le
será aplicable el art. 591 CC. Tal régimen parece que se aplica también
con carácter general aunque las fincas estuvieran separadas por cami-
nos, ríos o acequias.
HERNANDEZ GIL mantuvo en su día que por tratarse de una relación
de vecindad el derecho a mantener un árbol a menor distancia que la
legal no puede adquirirse por usucapión pero la jurisprudencia parece
reconocer tal derecho dado que se trataría de una servidumbre positiva
(SSAP, León 3 de julio de 1998, Pontevedra 22 abril de 1997, citadas por
FERNANDEZ URZAINQUI), todo ello sin perjuicio de la facultad de
cortar las ramas y raíces extralimitadas del árbol cercano. La jurispru-
dencia reconoce también un principio que favorece al plantador y a la
interpretación restrictiva de la limitación que supone a la propiedad. Así
se estima que la distancia ha de contarse no desde el límite del árbol—
que engorda—sino desde su punto central o lugar de plantación.
A tenor del Art. 592 CC: Si las ramas de algunos árboles se exten-
dieren sobre una heredad, jardines o patios vecinos, tendrá el dueño
de éstos derecho a reclamar que se corten en cuanto se extiendan
sobre su propiedad, y si fueren las raíces de los árboles vecinos las que
se extendiesen en suelo de otro, el dueño del suelo en que se intro-
duzcan podrá cortarlas por sí mismo dentro de su heredad.
No se entiende muy bien porque se pueden cortar las raíces de los árbo-
les que penetran en heredad ajena y no se pueden cortar las ramas. La
diferencia parece que estriba solo en la necesidad de interpelación. Las
ramas se pueden cortar pero previamente se ha de solicitar del vecino
que las corte, pues el vecino las puede cortar desde su propio fundo y
debe evitar que pasen al fundo contiguo, debiendo indemnizar los daños
que causen las ramas extralimitadas.
83
José Antonio Álvarez Caperochipi
3. LA MEDIANERÍA
Se presumen medianeras las paredes divisorias de edificios y fin-
cas, y también las cercas, vallados y setos vivos que dividen las fin-
cas (art. 572 CC). Lo definitorio de la medianería es tratarse de un
elemento autónomo de separación entre dos edificios o fincas (STS
5 de octubre de 1989). Pero el carácter de comunidad del elemento
divisorio entre dos fincas o edificios es una mera presunción, que no
se aplica cuando existen signos contrarios a la propiedad común de
la división medianera, que se concretan en detalle en el art. 573 CC,
recogiendo la importante tradición histórica en este punto.
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La propiedad de inmuebles
cualquier vecino puede elevar, profundizar o ensanchar una pared media-
nera a su costa (art. 576 CC), aunque los vecinos pueden adquirir la media-
nería pagando la parte proporcional que les corresponde en los gastos (art.
578 CC). El uso de la medianería es solidario entre todos los vecinos, sin
perjuicio de la fijación de los gastos que pudieran corresponder si se pre-
tende el derecho a apoyar construcción en la pared medianera (art. 579 CC)
La sobre edificación de la pared medianera por uno de los vecinos per-
mite presuponer la propiedad privada de lo sobreedificado (STS 20 de
marzo de 2003). También se puede derribar el edificio apoyado en pared
medianera sin perjuicio de los gastos de reparación y conservación de la
pared que ocasione (art. 576 CC).
A tenor del Art. 593 CC: Los árboles existentes en un seto vivo
medianero se presumen también medianeros, y cualquiera de los
dueños tiene derecho a exigir su derribo. Exceptúense los árboles que
sirvan de mojones, los cuales no podrán arrancarse sino de común
acuerdo entre los colindantes.
BIBLIOGRAFÍA
Sobre la naturaleza de la propiedad urbana y extensión y límites
de la propiedad puede verse: ALVAREZ CAPEROCHIPI Algunas con-
sideraciones sobre la propiedad urbana como derecho a un aprove-
chamiento medio «RDP», 1981, pág. 214 y sigs.
85
José Antonio Álvarez Caperochipi
86
Capítulo IV
LA POSESIÓN
1. CONCEPTO
El concepto de posesión no tiene un sentido unívoco. El estudio
de la posesión supone analizar el valor de la apariencia en el derecho
patrimonial:
a) Quien retiene materialmente una cosa (detentación) no pue-
de ser privado de ella, sino por un derecho mejor (art. 441
CC). Es decir, la mera detentación de una cosa legitima una
continuidad indefinida en la retención de la misma. En nues-
tro derecho puede afirmarse que todo detentador es poseedor
y está protegido por unas acciones sumarias que se denomi-
nan tradicionalmente interdictos posesorios, que permiten
retener y recuperar la cosa detentada, mientras no se pruebe
un mejor derecho sobre la misma.
b) Entre dos personas que no tienen un titulo que legitime una
detentación preferente, quien ha retenido una cosa antes, tie-
ne mejor derecho a continuar con la detentación que el que la
tiene ahora, siempre que el detentador más moderno no haya
ganado la posesión por el transcurso de un año (art. 460.4
CC). Es decir en caso de conflicto es preferido el detentador,
y entre dos detentaciones es preferido el detentador anterior
(art. 445 CC), salvo que el nuevo detentador haya ganado un
mejor derecho a poseer por el transcurso de un año.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
90
La posesión
El estudio dogmático de la posesión como institución jurídica que fun-
damenta el derecho patrimonial civil es una elaboración de la pandectís-
tica alemana de finales del XIX y comienzos del XX, y ha de considerarse
como una importante aportación de la ciencia alemana. La elaboración
de la teoría de la posesión se produce seguramente por la influencia en
el derecho de las nuevas categorías doctrinales introducidas por el idea-
lismo alemán y muy especialmente por el valor que el pensamiento kan-
tiano atribuye a la apariencia y a la voluntad en el derecho. En España
se observa una evolución notable en el tratamiento de la posesión entre
el proyecto de García Goyena de 1851 y el Código Civil; el proyecto,
siguiendo de cerca el modelo francés, presta atención sólo a la posesión
en concepto dueño para regular la liquidación de frutos e impensas. El
Código, por el contrario, contiene una dogmática mucho más científica
y elaborada, que parece seguir de cerca la celebre obra de SAVIGNY (hay
edición española de su: Tratado de la posesión, Madrid, 1845).
91
José Antonio Álvarez Caperochipi
92
La posesión
El profesor peruano GONZALES BARRON, que ha estudiado el tema
en detalle, subraya que en el derecho romano clásico no han tenido tu-
tela posesoria, el depositario, el mandatario (estos porque detentaban
en interés ajeno), el arrendatario (para debilitar su situación contrac-
tual), el comodatario y el depositario (que poseen a través de su princi-
pal). Para este autor SAVIGNY captó la esencia de la posesión romana,
mientras IHERING consagra la teoría germánica de la Gewere. Tras
recordar que el derecho romano estuvo vigente en Alemania como de-
recho común hasta la entrada en vigor en 1900 el Código civil alemán,
el BGB, y que estas discusiones no tenían un sentido teórico sino el de
dar coherencia a las fuentes romanas de cara a su aplicación efectiva,
concluye que SAVIGNY consideró la posesión un hecho, basado en
circunstancias materiales, del que se derivaban consecuencias jurídi-
cas, mientras que IHERING sostiene que la posesión es un derecho
porque representa en si mismo un interés jurídicamente protegible. A
mi parecer, lo más probable es que la protección posesoria no tenga un
origen, fundamento o naturaleza unívoco. Las fuentes romanas con-
funden al intérprete dada la naturaleza cambiante y volátil de la insti-
tución. En las sociedades más primitivas la propiedad son las cosas y la
inmediatividad (la detentación, la fuerza) es el signo de la titularidad;
la aparición de la distinción entre propiedad y detentación es ya un
signo de organización social coactiva (el hurto y robo como violencia
es políticamente reprimido) y de estructuración de relaciones de de-
pendencia política (esclavo e hijo detentan, pero no son titulares). El
siguiente paso es la distinción entre propiedad y posesión, es más sutil
y complejo: permite fundar relaciones de dependencia estrictamente
económica y no de sumisión a la potestad familiar (arrendamiento).
Implica que ha surgido ya una organización política compleja (el Esta-
do) como algo más que una mera reunión de pater familias, y que ha
surgido también el dinero como un signo económico representativo de
la organización política, que genera lazos de dependencia puramente
económica. Todo el derecho patrimonial está así vinculado a una su-
prema distinción estructural del sistema: propiedad y posesión. Cual-
quiera que sea la categoría jurídica que se analice está directamente
ligada en su génesis y evolución a la distinción entre propiedad y po-
sesión; por ejemplo, en la evolución de la garantía real observamos la
93
José Antonio Álvarez Caperochipi
progresiva espiritualización del objeto de la garantía: desde la entrega
de la cosa (transmisión fiduciaria) a la vinculación de la detentación
de la cosa desmembrada de la propiedad (prenda), y, finalmente, la
vinculación de la sola posesión desmembrada de la propiedad y la de-
tentación (hipoteca).
94
La posesión
Como el derecho romano nunca llegó a formular un principio dogmático:
toda detentación es protegida por interdictos, porque nunca llegó a formu-
lar una visión unitaria de la propiedad y posesión. Puede decirse que ambas
posturas —la de SAVIGNY y la de IHERING—. representan la realidad
de dos sistemas distintos de propiedad. La primera, la postura de SAVIG-
NY, se corresponde con una estructura más primitiva del derecho romano,
donde la propiedad es inseparable de la potestas (soberanía familiar); la
segunda, la postura de IHERING se corresponde a una configuración más
evolucionada de la propiedad como vínculo económico Está claro que esta
mas cercana a la modernidad esta segunda clase de propiedad, por eso la
postura de IHERING es mucho más actual: se protege con interdictos a
todo detentador, por su sola voluntad de detentar (animus possidendi).
95
José Antonio Álvarez Caperochipi
la resolución dogmática de los problemas jurídicos materiales: el conflic-
to entre el ganadero y el agricultor, entre el propietario y el comprador.
Entre le Ayuntamiento y el Estado, entre vecinos y ayuntamiento. Etc.
4. LA DETENTACIÓN
En el derecho moderno puede afirmarse que todo detentador es
poseedor, es decir, toda tenencia es protegida interdíctalmente frente
a cualquier género de perturbación. El fundamento del carácter uni-
versal de la protección posesoria estriba en que la detentación otorga
derecho por sí misma a continuar la retención de una cosa, sin refe-
rencia a ningún título, fundamento o causa de pedir.
96
La posesión
97
José Antonio Álvarez Caperochipi
bienes y servicios públicos son bienes de interés privado, cuya natura-
leza es similar a la propiedad privada, y no hay razón para que estén
excluidos de la tutela interdictal.
98
La posesión
5. LA POSESIÓN
5.1. Posesión sin detentación
Como decíamos, en el derecho moderno toda detentación da
derecho a recuperar la cosa detentada de quien no tenga derecho de
poseer por medio de interdictos, durante un año (art. 460, 4.° CC). El
derecho de posesión se funda así ordinariamente en una detentación
previa. Por ministerio de la ley, puede existir excepcionalmente dere-
cho de posesión sin detentación. Los dos supuestos principales son la
posesión civilísima y la posesión mediata.
99
José Antonio Álvarez Caperochipi
Otro caso similar de posesión sin detentación es el previsto en el artículo
1.922 in fine, al regular los privilegios crediticios sobre bienes muebles,
en los que se reconoce una reipersecutoriedad de treinta días para poder
hacer afectivo el privilegio. Los términos del artículo son oscuros. En
realidad es, probablemente, el artículo del Código que regula con mayor
precisión los supuestos y alcances del llamado derecho de retención de
muebles, que se funda en un privilegio crediticio sobre bien mueble, y
que no es propia mente ni una posesión ni una detentación. El titular del
privilegio no posee (pues reconoce el título posesorio de su deudor) y
tampoco efectivamente detenta; sólo tiene derecho a la constitución de
una situación similar al depósito por el que los bienes muebles conser-
van su identidad singular y su status loci.
100
La posesión
La jurisprudencia se muestra sin embargo en este punto dubitativa, y en-
contramos declaraciones contradictorias según el contexto en el que se
produzca el debate. El precarista no es poseedor ni tiene interdictos SAP
Valencia 28 de diciembre de 2002, el precarista es poseedor y tiene inter-
dictos SAP Córdoba 5 de noviembre de 2002. Pero los propios conceptos
de clandestinidad y tolerancia son cuestiones de hecho cuya valoración
corresponde a los tribunales de instancia. La tolerancia es común a las re-
laciones de vecindad y no otorga derecho de posesión (SSTS 2 de mayo de
1994, 19 de noviembre de 2002). A mi parecer, el régimen de la posesión
violenta, clandestina y precaria debe ser el siguiente: quien adquiere la
detentación mediante violencia tolerancia o clandestinamente adquiere
también la posesión y debe ser protegido por interdictos. Lo característi-
co de esta manera de poseer es que el detentador anterior “no es afectado”
y por ello, respecto de él, el verdadero poseedor, no corre el plazo de un
año del artículo 460, 4º CC, aunque haya perdido la detentación efectiva.
101
José Antonio Álvarez Caperochipi
ejercicio conjunto (alternativo o subsidiario) de ambos interdictos (SAP
Cuenca 2 de marzo de 2000). Hoy en día la cuestión parece haber perdi-
do trascendencia pues tras la reforma de la LEC, se evita la regulación de
procesos o procedimientos especiales y según dispone el art. 250 LEC, el
interdicto pierde su singularidad procesal, y se ejercitar la recuperación
posesoria por el procedimiento del juicio verbal (arts 437 a 447 LEC),
no hay necesidad de identificar procesalmente el nombre del interdicto
que se ejercita. La ley procesal evita utilizar el nombre interdicto aunque
expresamente previene que las sentencias sobre posesión no producen el
efecto de cosa juzgada (art. 447.2 LEC)
102
La posesión
Según el artículo 436 del CC: «se presume que la posesión se si-
gue disfrutando en el mismo concepto en que se adquirió, mientras
no se pruebe lo contrario». El momento originario de ejercicio de un
derecho es el momento decisivo para fijar la extensión de un derecho;
y el origen se constituye en el título del título: el instrumento primor-
dial delimitador de la posesión.
103
José Antonio Álvarez Caperochipi
la jurisprudencia reiteradamente que la inversión posesoria se produzca
por actos inequívocos (SSTS 29 de febrero y 10 de julio de 1992, no basta
el mero animus (STS 13 de diciembre de 1982), quien recibió una casa
como precarista no puede presumirse que paso a poseerla como dueño,
aunque estuviese en la casa largo tiempo, mientras que no demuestre
expresamente un acto de inversión posesoria (STS 4 de marzo de 1983),
el que disfruto un derecho como usufructuario no puede considerarse
poseedor a titulo de dueño (STS 10 de abril de 1990)
Según el artículo 459 del CC: «El poseedor actual que demuestre su
posesión en época anterior se presume que ha poseído también duran-
te el tiempo intermedio, mientras no se pruebe lo contrario»; se trata
no solo de una presunción de continuidad en la posesión sino también
de una presunción de continuidad en su forma de ejercicio. Presunción
que admite prueba en contrario (STS 29 de mayo de 1990).
104
La posesión
5.3.2. La coposesión
Solo se reconoce en los supuestos de indivisión (art. 445 CC).
Sin embargo la comunidad de bienes también puede ser poseída en
común, y en ese caso aunque no haya condominio podrá haber copo-
sesión de un condominio.
105
José Antonio Álvarez Caperochipi
106
La posesión
que se constituyen exclusivamente mediante título público expreso. Pero no
debe existir inconveniente en la tutela interdictal entre particulares de las
situaciones administrativas específicamente patrimoniales, como las conce-
siones de obras y servicios públicos o las concesiones del dominio público
(minas, aguas, etc.), que son también susceptibles de apropiación y, por tan-
to, de posesión y de adquisición por usucapión. Sobre el tema de la posesión
de derechos en la jurisprudencia de la Audiencias se encuentran afirmacio-
nes contradictorias. En general es corriente tutelar interdictalmente el dere-
cho de paso como poseible (SAP Lérida 19 noviembre 1995, Almería 6 de
setiembre de 2002, Teruel 29 de noviembre de 2002, Alicante 22 de enero
de 2003). También se reconoce generalmente el derecho a poseer el arren-
damiento (SAP Zamora 19 de enero de 1996, Oviedo 29 de junio de 1999),
o el derecho a continuar recibiendo un suministro de agua (SAP Valencia
11.10.01). Mas dudoso se reconoce la tutela posesoria de uso instalaciones
deportivas (SAP Madrid 13 enero 1996), o el derecho de amarrar un barco
en un puerto deportivo ((SAP Barcelona 2 diciembre de 1994), a vender en
un puesto a las puertas de un estado de fútbol ((SAP Madrid 15 de marzo
de 1993), pero no se reconoce el derecho de tutela interdictal del derecho a
tener vitrinas en un portal ((SAP Madrid 15 de julio de 1996,), o a ejercer una
exclusividad fotográfica ((SAP Pontevedra 1 noviembre de 1994).
107
José Antonio Álvarez Caperochipi
bienes del ausente (art. 187), del declarado fallecido (art. 197), del usufructo
(art. 487), por revocación de la donación (art. 651), de los bienes detentados
tras el cumplimiento de la condición (art. 1120) o por la acción resolutoria
(art. 1.124), saneamiento por evicción (art. 1478 CC) de los bienes entrega-
dos en virtud de obligación declarada nula (art. 1.303), por retracto conven-
cional (arts. 1.518 y 1.599), por depósito (art. 1.770), por pago indebido (art.
1.896), etc. Todos estos regímenes tienen en muchos casos reglas específicas.
La jurisprudencia se muestra en ocasiones dubitativa sobre el ámbito res-
pectivo de los regimenes especiales y del régimen general, así en caso de res-
titución de las prestaciones por nulidad del contrato en ocasiones considera
que se debe aplicar el régimen general de la restitución del estado posesorio
(SSTS 28.06.1966, 10.02.1970), pero en otras ocasiones, con mas precisión
a mi juicio, aplica el régimen de la retroactividad real de las prestaciones
que implica que no hay derecho a la retención de los frutos por el poseedor
(STS7.10.57, 14.06.76). A otros supuestos de retenciones indebidas la juris-
prudencia aplica el régimen de la acción de enriquecimiento sin causa, con
lo que evita aplicar el régimen restitutorio de la posesión.
Este régimen general de liquidación del estado posesorio parte de la dis-
tinción entre la posesión de buena fe y de mala fe. El poseedor de buena
fe hace suyos los frutos hasta que sea interrumpida legalmente su pose-
sión (art. 451). El Código Civil, presume la buena fe (art. 434), y reputa
la mala fe al que ignora que en su título o modo de adquirir exista vicio
que lo invalide (art. 433).
La definición subjetivista de la buena fe no está en concordancia con el
derecho histórico, que exigía para la existencia de buena fe titulo de pro-
piedad (siendo esta exigencia en la posesión similar a la exigencia título
para la usucapión). El artículo 428 del proyecto de GARCÍA GOYENA
aun define la buena fe en la posesión desde la visión objetivista del título,
pues considera poseedor de buena fe al que lo es en virtud de un título
traslativo de propiedad cuyos vicios ignora, exigiendo, por tanto un títu-
lo real y verdadero de propiedad, aunque pueda ser putativo e inválido.
Una reiterada jurisprudencia reitera que el justo titulo no es requisito
para la buena fe en la posesión como lo es para la usucapión (SSTS 10 de
julio de 1987, 12 de noviembre de 1993), hay buena fe aunque se resuelva
el titulo del detentador (STS 15 de febrero de 1991), o aunque el titulo del
detentador sea simulado (STS 16 de octubre de 1994)
108
La posesión
109
José Antonio Álvarez Caperochipi
y del producto liquido que le pertenece, el poseedor de buena fe que por
cualquier motivo no quiera aceptar esta concesión pierde el derecho a
ser indemnizado (art. 452 Párr.3º). La SAP La Rioja de 30.12.00 afirma
que dada la complejidad de los títulos en debate el juicio interdictal solo
decide sobre la preferencia en la posesión pero que la liquidación del es-
tado posesorio es propio del juicio ordinario. Idéntica doctrina mantiene
la SAP Pontevedra de 22.05.03, sobre el ámbito del juicio de desahucio.
110
La posesión
111
José Antonio Álvarez Caperochipi
Este es el sentido que la mayor parte de la doctrina quiere dar al art. 464
CC. El art. 464 CC, contempla el conflicto entre el tercero adquirente de
buena fe a título oneroso de un bien mueble y el propietario de dicho
bien. ¿Merece protección el que adquiere confiando en la apariencia de
propiedad o el propietario mismo de un bien mueble? Según la inter-
pretación del art. 464 CC que estimo correcta, el propietario es tutela-
do frente al tercero adquirente de buena fe a titulo oneroso de un bien
mueble en los supuestos de pérdida de la cosa o de privación ilegal de la
misma; en caso contrario es preferido el tercer adquirente de buena fe a
titulo oneroso de la cosa. El propietario de un bien mueble puede reivin-
dicarlo de cualquier tercer detentador en cuya posesión se encuentre si
lo extravió o si fue privado de él ilegalmente (hurto o robo, art 1262 CC,
por analogía).
112
La posesión
primeros consideran a la posesión de bienes muebles adquirida de buena
fe justo título para la usucapión —que es la tesis clásica, últimamente
remozada por VALLET DE GOYTISOLO y MIQUEL GONZÁLEZ—, y
los segundos, la tesis germanista, considera a la posesión adquirida por
el tercero de buena fe es justo título de propiedad. La tesis «germanista»
fue iniciada por en 1920, fue defendida después en los importantes ba-
jos de HERNÁNDEZ GIL sobre la posesión, y puede hoy considerarse
dominante en la doctrina española (últimamente DE LA CÁMARA).
Una seria investigación histórica muestra que la experiencia europea
medieval en este; punto es más o menos general y puede resumirse del
siguiente modo: con la recepción del derecho común se tiende a la pro-
tección del propietario, pero los derechos locales y particulares, así como
las prácticas mercantiles ofrecen fórmulas más o menos amplias de pro-
tección al adquirente En el derecho medieval hispano, MEREA y GAR-
CIÁ VALDEAVELLANO mantienen que regía un amplio principio de
protección al adquirente, aunque MIQUEL GONZÁLEZ duda de su ge-
neralidad y opina que la protección del adquirente se restringe al ámbito
de las adquisiciones en ferias y mercados. El precedente inmediato del
artículo 464 del CC español es el artículo 2.279 del Código de Napoleón,
que Consagra la regla en fait des meubles la possession vaut titre, pero
sus antecedente, estudiados detalladamente por MIQUEL, no justifican
un régimen general de protección del adquirente, sino que surge como
una regla que exime en los muebles de la prueba documental de la pro-
piedad; su interpretación posterior por la doctrina francesa ha distado
y dista de ser pacífica, aunque tiende a irse recibiendo progresivamente
limitaciones a la reivindicabilidad de los muebles. En España, el artículo
464, del que no existía precedente en el proyecto de 1851, se introduce a
petición de CÁRDENAS, según se refleja en los borradores de las actas
de la Comisión de Codificación de 24 de enero de 1882, y parece claro a
MIQUEL que no se pretendía introducir un principio general de tutela
de las adquisiciones a non domino. Pienso que tiene razón MIQUEL al
destacar que desde un punto de vista estadístico la protección del adqui-
rente a non domino se centra históricamente en la protección del adqui-
rente de ferias y mercados, pero ello no impide que en el derecho moder-
no existan fuertes razones para sostener una interpretación mucho más
amplia y general de protección del tercer adquirente de bienes muebles,
113
José Antonio Álvarez Caperochipi
y ello por muchas razones: la autoconciencia del significado de la apa-
riencia, la crisis del formalismo, la crisis de la propiedad inmobiliaria, la
protección y tutela del crédito, etc.
El artículo 464 dispone también en sus párrafos 2.° y 3.°: «Si el posee-
dor de la cosa mueble perdida o sustraída la hubiese adquirido de buena
fe en venta pública, no podrá el propietario obtener la restitución sin
rembolsar el precio dado por ella. Tampoco podrá el dueño de cosas
empeñadas en los Montes de Piedad establecidos con autorización del
Gobierno obtener la restitución, cualquiera que sea la persona que la
hubiera empeñado, sin reintegrar antes al establecimiento la cantidad del
empeño y los intereses vencidos.»
114
La posesión
La jurisprudencia en torno al artículo 464, se muestra polarizada por la
influencia ejercida por la Sentencia de 19 de junio de 1945, que adopta
la llamada tesis romanista. La Sentencia afirma que el art. 464 no trans-
cribe el Código Civil francés, como muestra la sustitución del término
robo por el —mucho más amplio— de privación ilegal; el Código Civil
español es de inspiración general romana; la seguridad del tráfico ya está
salvaguardada por el régimen de protección de las compras en el tráfico
mercantil; el artículo 464 no es estéril con la interpretación romanista,
pues presume el justo título para la usucapión y excepciona el artículo
1.954; la interpretación germanista es peligrosa por el mayor valor de los
muebles. Dicha doctrina es seguida por las SSTS de 27 de mayo de 1958 y
20 de marzo de 1991. Pero se trata de una jurisprudencia que no es uná-
nime. Según la sentencia de 15 de febrero de 1990, la resolución de una
compraventa no da derecho al vendedor a reivindicar la cosa del tercero
que la adquirió del comprador a titulo oneroso, y la STS 25 de febrero de
1992, afirma que no puede recuperarse un bien mueble del adquirente en
una subasta judicial. La STS de 22 de enero de 2002, en aplicación del art.
464 niega la reivindicabilidad de un cuadro de Sorolla vendido por una
galería de arte en la que su propietario lo había depositado.
BIBLIOGRAFÍA
Entre los estudios generales sobre la posesión son clásicos: MO-
RALES MORENO, Posesión y usucapión, Madrid, 1972; HERNÁN-
DEZ GIL, La posesión, Madrid, 1980. MIQUEL GONZÁLEZ, La
posesión de los bienes muebles, Madrid, 1979, y DE LA CÁMARA
ALVAREZ, Contribución al estudio del artículo 464 del Código Civil,
Madrid, 1979 (separata de la «RDN», abril-junio 1979), recogen am-
pliamente la historia, bibliografía Y jurisprudencia sobre el artícu-
lo 464 desde dos enfoques distintos. Estudios particulares recientes
que merecen ser citados: FUENTESECA, Cristina, posesión mediata
e inmediata, MADRID, 2002. DIAZ ROMERO, Gastos y mejoras en la
liquidación del estado posesorio, Madrid 1997.
115
Capítulo V
LA ADQUISICIÓN DE
LA PROPIEDAD Y LA OCUPACIÓN
1. CLASIFICACIÓN DE LOS MODOS DE ADQUIRIR LA PROPIEDAD
La posesión tiene un papel relevante en todos los modos de ad-
quisición de la propiedad por acto inter vivos, y la razón es que la
posesión es instrumento de publicidad del acto de adquisición de la
propiedad frente a terceros. En este curso de derechos reales vamos a
estudiar la adquisición de la propiedad inter vivos, a título particular.
119
José Antonio Álvarez Caperochipi
Desde esta perspectiva observamos que dos son los modos fun-
damentales de adquisición de la propiedad: la apropiación posesoria
(en la ocupación, accesión, tradición y prescripción), y la aceptación
del beneficiario (en la donación inmobiliaria, sucesión testamentaria y
sucesión intestada). En este curso de derechos reales se estudia la ad-
quisición de la propiedad mediante la apropiación posesoria, estudián-
dose en otros cursos de la asignatura la adquisición de la propiedad
mediante aceptación del beneficiario (en las donaciones y sucesiones).
120
La adquisición de la propiedad y la ocupación
2. LA OCUPACIÓN
La ocupación es un modo de adquirir propiedad de las cosas
que no tienen dueño o que presentan graves dificultades para que el
dueño pueda ser conocido. Estudiamos como parte del tratado de la
ocupación la adquisición de la propiedad de las cosas que no tienen
dueño (res nullius), de las cosas abandonadas (res derilictae) y los de-
rechos de caza y pesca, y también se estudian como parte de la ocupa-
ción figuras de naturaleza discutida, como la adquisición por hallazgo
de las cosas perdidas y la adquisición del tesoro por su descubridor.
121
José Antonio Álvarez Caperochipi
del ámbito de la ocupación. Las res derilictae se consideran adquiridas por
ocupación sólo si carecen de dueño. El tesoro pierde autonomía concep-
tual y tiende a considerarse también como un modo de adquisición por
ocupación (por la aprehensión material de las cosas y el animus habendi
thesaurus); con ello se altera la concepción clásica de la adquisición del
tesoro por descubrimiento —no por aprehensión material— y se admite
la posibilidad de adquirir el tesoro por niños o locos. Finalmente, respecto
del hallazgo se produce una contradicción entre las fuentes del derecho
común, que siguen los principios romanos, y los derechos particulares
(locales o ciudadanos), que tienden a fundar una adquisición de la pro-
piedad en la publicidad del hallazgo y en su adjudicación pública cuando
no aparece el dueño. La codificación, siguiendo la doctrina del derecho
común, incluye el tesoro y el hallazgo dentro de la ocupación. Pero en la
codificación, siguiendo también la doctrina de los siglos XVII y XVIII, se
produce una relajación de la concepción clásica de ocupación en la que la
noción de cosa encontrada pasa a primer plano; el eje decisivo del modo
de adquisición no estriba tanto en la aprehensión material de lo que no
tiene dueño, cuanto en el destino jurídico de una cosa de dueño incierto.
La pandectística alemana del siglo XIX, tras un anál isis detallado de las
fuentes romanas vuelve a una concepción restringida de la ocupación, que
excluye el tesoro y el hallazgo, por considerarlos adquisiciones por inven-
ción. La nueva corriente parte de subrayar dos contradicciones sustan-
ciales entre el régimen del tesoro y el régimen de la ocupación: en primer
lugar, que el tesoro no debe adquirirse por aprehensión material (como
en la ocupación), sino por su descubrimiento, en segundo lugar, que la
adquisición por ocupación del tesoro plantearía el problema de justificar
la adquisición automática de la mitad por el dueño del fundo.
122
La adquisición de la propiedad y la ocupación
El profesor MOREU BALLONGA explica en este sentido de modo
convincente que la ocupación no un medio de adquirir la propiedad
de las cosas que no tiene dueño, sino un modo de resolver una incer-
tidumbre sobre condición jurídica de las cosas; por otra parte, no se
quiere la propiedad por la aprehensión material de las cosa sino por lo
jurídicamente significativo que, por ejemplo, el tesoro y hallazgo ocul-
to es el descubrimiento, en las cosa abandonadas y en los hallazgos de
lo no oculto la aprehensión material, y en la caza la herida decisiva. Por
su parte el profesor PANTALEON, mantiene la postura tradicional, y
excluye el tesoro y el hallazgo del régimen de la ocupación. Afirma que
el tesoro es una accesión del fundo y al descubridor casual en terreno
ajeno se le atribuye la mitad del tesoro como premio como interme-
diario entre la buena suerte y quien se beneficia de ella; idéntico plan-
teamiento se desarrolla para el hallazgo, considerando que el interés
primario es la tutela del propietario, y justificando la adquisición de la
propiedad del hallador como premio que incentiva la restitución de las
cosas perdidas.
123
José Antonio Álvarez Caperochipi
La postura restrictiva de la ocupación dejaría hoy en día a la institución sin
contenido. En efecto, mundo actual prácticamente no existen res nullius;
por ejemplo, la sustitución del concepto medieval de cosa común por el mo-
derno de cosa pública ha hecho que la mayoría de los objetos considerados
tradicionalmente res nullius pasen a ser consideradas accesiones del domi-
nio público: los productos del mar, etc., y tal idea parece presidir también
el régimen de la caza y pesca (que es objeto de compleja regulación admi-
nistrativa); por otra parte, los despojos del mar son considerados hallazgos
y son sometidos a un régimen particular de hallazgo; las res derilictae no
tienen sustantividad propia, pues como las cosas no se presumen abando-
nadas se rigen por el régimen común del hallazgo; para el caso excepcional
de que exista constancia expresa del abandono (renuncia a la propiedad),
quien tomo la posesión de la cosa derilicta no adquiere una propiedad ex
novo, sino tal como estaba en el patrimonio del antiguo propietario [como
la renuncia no puede hacerse daño de terceros (Art. 6.°, 2.°,), la cosa deri-
licta sigue con las mismas cargas: acreedores, legitimarios, etc., que tenía en
el patrimonio del causante; no es por ello una ocupación sino una sucesión
que se asemeja sustancialmente a la adquisición derivativa por tradición].
También quedan excluidos de la ocupación en el derecho moderno los bie-
nes inmuebles, pues se impone dogmáticamente el principio de que los bie-
nes inmuebles que carecen de dueño pertenecen al Estado.
3. EL HALLAZGO
3.1. Definición
La teoría del hallazgo estudia el destino de las cosas muebles
encontradas cuyo dueño no se conoce pero se presume que existe.
Históricamente el hallazgo de las cosas perdidas y la ocupación de
animales (fieros, domesticados o domésticos), por sus especiales ca-
racterísticas, fue tratado aparte y con autonomía dogmática, y así lo
vamos a hacer nosotros aquí también.
124
La adquisición de la propiedad y la ocupación
momento de la adquisición por el hallador (la solución sabiniana recibi-
da por el derecho justinianeo es la que se incorpora a la tradición jurídi-
ca medieval, y es la que resulta más defendible en el derecho moderno).
125
José Antonio Álvarez Caperochipi
20Según la opinión más autorizada (M0REU), el hallador adquiere la
propiedad de las cosas halladas automáticamente sin que sea necesario
un acto de adjudicación administrativa. Tal es el criterio sentado por la
SAP Zaragoza de 12 de abril de 2002, que afirma que quien hallo 4.500
libras en una papelera tiene derecho a que se las entreguen cumplido
el termino legal sin que aparezca el dueño, aunque el Ayuntamiento no
cumplió el procedimiento de publicidad, porque el dinero fue entregado
en el juzgado que publico el hallazgo en el B.O. de la provincia. El que se
apropia de una cosa presumiblemente perdida con intención de hacerla
suya comete un delito de apropiación indebida o de hurto. Se plantea
el problema de si el hallador o descubridor de una cosa valiosa perdida
tiene el deber de recogerla para iniciar su guarda y el procedimiento de
publicidad del hallazgo o de avisar a su propietario. El profesor MOREU,
es partidario de reconocer la obligación de recoger las cosas perdidas ha-
lladas, GONZALES BARRON, considera que no existe obligación de re-
coger los objetos perdidos que se hallen, y esta es también la opinión de
PANTALEON. Desde luego la omisión del deber de socorro no parece
que se puede aplicar al régimen de la perdida de objetos, aunque quizás
la analogía con el régimen legal del deposito necesario podría fundar la
responsabilidad de quien niega, sin gasto ni riesgo de su parte, la ayu-
da pertinete para la recuperación de una cosa perdida. La obligación
de recoger lo perdido es coherente con el hecho de que la propiedad se
adquiere con el descubrimiento, y sí existe en todo caso en el funciona-
rio público o autoridad en función de su cargo. Así los empleados de un
cine o de una línea de autobuses tienen obligación de recoger y restituir
los objetos perdidos. Por supuesto que el que conoce al dueño de la cosa
perdida puede prescindir del procedimiento administrativo de restitu-
ción y efectuar la devolución directamente, pero entonces es dudoso que
tenga derecho al premio por el hallazgo y solo parece que tiene derecho
a pedir la restitución de los gastos. Existen regímenes especiales para el
hallazgo y ocupación de despojos del mar y aeronaves, en ferrocarriles y
de títulos valores que no vamos a examinar aquí.
126
La adquisición de la propiedad y la ocupación
4. LA OCUPACIÓN DE ANIMALES
Las fuentes históricas y en especial el Código, considera los ani-
males fieros y salvajes como res nullius y pueden, en consecuencia,
ser ocupados, sin embargo la compleja legislación administrativa
moderna (legislación de caza, pesca, puertos, costas, etc., protección
del medio ambiente y de especies animales), parten de una visión del
animal salvaje y libre como un objeto precioso, que debe ser salva-
guardado, y cuya caza y pesca es excepcional y exige la oportuna au-
torización previa.
Existe una abundante legislación autonómica española sobre caza por ser
esta materia de exclusiva competencia de las Comunidades Autónomas
(Art. 148.1.11CE). Por ejemplo, en Navarra, la primera legislación propia
que regula el tema aquí tratado, ha sido la Ley Foral 2/1.993, de 5 de marzo,
llamada de “Protección y Gestión de la Fauna Silvestre y de sus Hábitats”,
en la que, sienta el principio (Art. 5) de que “los animales silvestres son
patrimonio común, por lo que no son susceptibles de apropiación física
o jurídica, excepto por autorización administrativa en los términos regu-
lados en la presente Ley Foral”. La finalidad primordial de la legislación
sobre caza y pesca es “la protección, conservación, ordenación, mejora y
gestión de la riqueza cinegética y piscícola” (Art. 1 de la ley 7/2003 de 12 de
noviembre de caza y pesca fluvial de la región de Murcia).
127
José Antonio Álvarez Caperochipi
128
La adquisición de la propiedad y la ocupación
abandona su búsqueda o persecución pierde su derecho preferente, y
entonces el animal puede ser adquirido por el primero que lo ocupe.
El derecho preferente a la adquisición del animal muerto o capturado
se funda en el mismo principio de abstención del animal perseguido.
Según MOREU, según el propio Art. 22, el cazador intruso o sin licencia
no adquiere la propiedad de las piezas ilícitamente cobradas, y al serle
decomisadas se le priva solo de la posesión.
129
José Antonio Álvarez Caperochipi
5. EL TESORO
5.1. Concepto
El tesoro es un hallazgo que se puede presumir falto de dueño
por antiguo. La antigüedad del hallazgo exime de la búsqueda del
propietario y de la publicación del hallazgo, y confiere unos derechos
específicos al descubridor casual y al dueño del terreno en que la cosa
fue encontrada.
130
La adquisición de la propiedad y la ocupación
131
José Antonio Álvarez Caperochipi
Hemos visto cómo en las fuentes romanas el tesoro se adquiría por des-
cubrimiento, no por aprehensión materia En el derecho común, los au-
tores se esfuerzan en la asimilación del tesoro al régimen de la ocupación
y para ello exigen la aprehensión material como modo de adquisición,
e igual sucede con algún pandectista (PUCHTA), que llega a hablar de
un crédito del dueño del terreno a la mitad del valor del tesoro. Otros
autores —la doctrina pandectística y moderna—, comprendiendo la es-
pecialidad del tesoro respecto de la ocupación, lo asimilan al derecho
132
La adquisición de la propiedad y la ocupación
de invención (y destacan la contradicción intrínseca de los autores del
Código, que estudian el tesoro como parte del régimen de la ocupación y,
al mismo tiempo, mantienen el descubrimiento y no la ocupación como
modo de adquisición).
133
José Antonio Álvarez Caperochipi
26 de diciembre de 1985, afirma que puesto que hasta que se descubra
el dueño de un fundo no tiene derecho alguno no puede reservarse el
mismo en una escritura de comprtaventa, lo que contradice que el tesoro
sea primordialmente una accesión del fundo.
BIBLIOGRAFÍA
MOREU BALLONGA, Ocupación, hallazgo y tesoro, Barcelona,
1980. PANTALEON PRIETO a los arts, 610/617, en “Comentarios al
código civil y compilaciones forales” dirigido por M. Albaladejo, Ma-
drid 1987, Págs., 22 y sigs.
134
Capítulo VI
LA ACCESIÓN
1. CONCEPTO
La accesión es un sistema de resolución de la incertidumbre jurí-
dica producida por la unión inseparable de dos cosas pertenecientes
a distintos dueños, que habitualmente se resuelve por la atribución
integra de la cosa nueva al titular de la “cosa principal”, con el recono-
cimiento a favor del titular de la “cosa accesoria” de la compensación
de lucros y empobrecimientos.
137
José Antonio Álvarez Caperochipi
proyecto de GARCÍA GOYENA de 1851, que a su vez toma los princi-
pios del Código de Napoleón. La inspiración inmediata es POTHIER,
que recoge la visión ius naturalista de la accesión como un modo de
adquisición de derecho natural.
138
La accesión
Históricamente el principio se justifica por el mayor valor de la propiedad
respecto de la obra agregada y por la poca importancia relativa de las cons-
trucciones. El principio de identidad se conserva a través de los predios
rústicos y la jerarquía social prevalente es la de los propietarios agrícolas.
Hoy en día el valor económico de lo edificado es en ocasiones muy supe-
rior al del suelo, la identidad de la res nova puede estar mucho más cercana
de lo edificado que al suelo, y la edificación cumple una función social
que debe prevalecer sobre la tutela del propietario agrícola. Por ejemplo,
GARRIDO PALMA, tomando un argumento incidental de la STS 23 de
octubre de 1973, se refiere al principio superficie solo cedit como un ana-
cronismo, y propone sustituirlo por un nuevo criterio de determinación
de la cosa principal que toma en cuenta el valor de las cosas unidas, su des-
tino económico y la función social de la propiedad. Por ello propone que
el artículo 358 se interprete de una forma elástica: el dueño del suelo hace
suya la obra mientras el suelo mantenga su identidad; si la importancia de
la obra desfigura la identidad del suelo, será el dueño de la obra el que haga
suyo el suelo indemnizando el valor del suelo. Sin embargo dichas ideas no
han sido recogidas por la jurisprudencia que solo acepta la apropiacion del
suelo por el dueño del edificio en la construccion extralimitada.
139
José Antonio Álvarez Caperochipi
140
La accesión
141
José Antonio Álvarez Caperochipi
También el Código se muestra excesivamente riguroso con el ejecutor
de mala fe, que pierde lo edificado, plantado o sembrado sin derecho a
indemnización (Art. 362) y otorga al dueño del terreno el derecho de
demolición y la reposición de las cosas a su estado primitivo (Art. 363).
Este derecho de demolición, y aun la pérdida de lo edificado, plantado o
sembrado, debe ser modalizado con los principios primeros de equidad:
la demolición a costa del ejecutor sólo se puede referir a construcciones
provisionales y de poca importancia, y la pérdida del derecho a indem-
nización se produce siempre que el dueño del terreno no se aproveche
de las ventajas o se enriquezca sin causa (por ejemplo, vendiendo a un
tercero una cosecha que él no sembró). Esto puede deducirse de la apli-
cación del régimen de la gestión de negocios sin mandato. En caso de
mala fe de ambos se aplica el régimen general del Art. 361 CC (ver Art.
364, SSTS 4 de octubre de 1996, 16 de junio de 1998).
142
La accesión
3. LA ACCESIÓN DE MUEBLES
3.1 Concepto
La accesión se define como la unión inseparable de cosas mue-
bles, y se resuelve fijando la continuidad de una “cosa principal” atri-
buyendo la propiedad de todo al titular de la cosa principal e indem-
nizando al propietario de la “cosa accesoria”. Sólo con carácter excep-
cional, cuando no hay posibilidad de fijar un principio de identidad
de una cosa principal se habla de mezcla y de condominio (Art. 361).
143
José Antonio Álvarez Caperochipi
la cosa especificada. El derecho justinieaneo parece haber adoptado una
postura intermedia, de raíz sabiniana, que recogerían también Las Parti-
das, en la especificación si la cosa podía retornar a su antiguo estado no
había lugar a la especificación, solución que rechazan expresamente por
antieconómica los Códigos modernos, en los que por otra parte se pro-
duce la exaltación del trabajo o la obra realizada como criterio contrario
a la llamada media sentencia justineanea; la media sentencia introduce
también el criterio de la buena fe, si la cosa no puede volver a su primitivo
estado se atribuye al especificante, criterio proculeyano, pero siempre que
tenga buena fe, porque solo entonces merece la valoración de su merito.
144
La accesión
145
José Antonio Álvarez Caperochipi
la buena fe, y que si la materia vale más que la obra el propietario de la
materia puede hacer suya la obra por opción. La adquisición se procla-
ma por apropiación posesoria excepcionalmente cuando por el trabajo
la cosa (materia) con la nueva forma pierde incluso su identidad sus-
tancial.
146
La accesión
BIBLIOGRAFÍA
Sobre accesión en general, GARRIDO PALMA, ¿superperficiae
solo cedit? El principio de accesión y el derecho de superficie, «RDN»,
1969, pág. 89 y sigs. MARIANO ALONSO, en Comentario Código Civil
y compilaciones forales, dirigido por Manuel Albaladejo, tomo V, vol.
1, Madrid, 1980. DE ANGEL, Construcción, plantación y siembra en
suelo ajeno del Art. 361 CC, LL, 1985-4, Pág. 474 y sigs; CARRASCO,
ius aedificandi y accesión, Madrid 1986; AYMERICH RENTERIA, La
especificación en el código civil, ADC, 1987, Pág. 119 y sigs. Sobre la
ampliación jurisprudencial del régimen restitutorio en la accesión AL-
VAREZ CAPEROCHIPI, El enriquecimiento sin causa, Granada 1993.
147
Capítulo VII
LA USUCAPIÓN
1. CONCEPTO
La posesión esta ligada históricamente al modo ordinario de
prueba de la propiedad. Pero la usucapión, como transformacion de
la posesion continuada en propiedad, es algo más que un mero medio
de prueba de la propiedad o un mero instrumento al servicio de la
seguridad del tráfico, es, en cierto sentido, la identidad misma de la
propiedad. La prueba de la propiedad se hace acreditando la posesión
y el transcurso del tiempo en la posesión.
151
José Antonio Álvarez Caperochipi
a estas doctrinas, sienten la necesidad de afirmar que la prescripción
era un verdadero dominio en el fuero interno y en el externo, con inde-
pendencia de la negligencia del dueño; pero se trata de doctrinas «muy
avanzadas» para la época, y por ello es común afirmar que la adquisición
por usucapión sólo es lícita en conciencia como una presunción de aban-
dono del dueño, o como una voluntad presunta transmisiva del dueño
real. El carácter de mera exceptio con el que se trata a la prescriptio, y el
régimen peculiar de la renuncia a la prescripción ganada, se fundan en
esta duda sobre la licitud moral.
152
La usucapión
objetivos: la prueba de la propiedad y la seguridad jurídica (PLANIOL),
evitar la incerteza de la propiedad (D. 41.3.1) y se suele añadir también el
interés social y público (DÍEZ. PICAZO). La usucapión es algo más que
un medio de prueba de la propiedad o un instrumento de seguridad del
tráfico, es la realidad misma de la propiedad.
2. ÁMBITO
La usucapión es un medio de identificación (de adquisición, y de
prueba) de la propiedad y de los derechos reales por la concurrencia
de dos elementos: la posesión y el tiempo. Sólo se adquieren por usu-
capión la propiedad sobre las cosas (res extensa) y sobre los derechos
reales poseíbles.
153
José Antonio Álvarez Caperochipi
3. ELEMENTOS DE LA USUCAPIÓN
Los dos elementos propios de la usucapión son la posesión a títu-
lo de dueño y el tiempo. El tiempo se acorta (prescripción ordinaria)
con la existencia de justo título y buena fe. La terminología utilizada
por la doctrina es algo confusa, y llama prescripción ordinaria a la
consumada con justo título y buena fe, y prescripción extraordinaria
a la usucapión fundada exclusivamente en el transcurso del tiempo
sin título y buena fe. En realidad la buena fe y el justo título no son
elementos de usucapión, sino sólo apariencias de legitimidad que
aconsejan reducir o acortar el tiempo para la investidura formal de la
posesión. Por ello vamos a considerar exclusivamente como elemen-
tos propios de la usucapión la posesión y el tiempo.
3.1 La posesión
¿Cuál es la posesión que va a investirse formalmente como pro-
piedad mediante el transcurso del tiempo? Se trata exclusivamente de
la posesión a título de dueño (Art. 1941), conocida como possessio ad
usucapionem; nunca puede adquirirse propiedad por los poseedores
en nombre de otro (como los arrendatarios o depositarios). Cualquier
reconocimiento expreso o tácito del derecho del dueño interrumpe la
prescripción (Art. 1.948) por faltar el título de dueño.
154
La usucapión
La ermitaña que ocupa una casa de la parroquia a cambio de los servi-
cios que presta no puede llegarla a adquirir por usucapión (STS de 4 de
junio de 1979). El pago de cualquier canon presupone el arrendamiento
y evita la aplicación de la usucapión (STS de 3 de abril de 1930). La po-
sesión del fiduciario no puede servir de título para la usucapión (SSTS
de 28 de diciembre de 1973, 16 de noviembre de 1999). La posesión en
concepto de dueño no se presume y ha de acreditarse de modo indubita-
do por quien pretende haber adquirido la propiedad (SSTS 11 de marzo
de 1985, 6 de octubre de 1990, 25 de enero de 1994).
155
José Antonio Álvarez Caperochipi
La jurisprudencia requiere habitualmente acreditar cumplidamente el
inicio de la prescripción a efectos de computar el plazo de la adquisición
del dominio (SSTS 24 de marzo de 1992, 8 de mayo de 1993, 30 de di-
ciembre de 1994), y acreditar el inicio supone también acreditar el inicio
a titulo de dueño. Por ello la inversión posesoria deberá también acredi-
tarse fehacientemente como inicio valido del plazo de la usucapión.
156
La usucapión
3.2. El tiempo
El tiempo necesario para la usucapión es de treinta años para
los bienes inmuebles (Art. 1.959) y de seis años para muebles (Art.
1.955): es la usucapión llamada extraordinaria; cuando existe justo
título y buena fe, el tiempo para los inmuebles se reduce a diez años
entre presentes y veinte años entre ausentes (Art. 1957), y a tres años
para los bien muebles (Art. 1.955). Es la usucapión llamada ordinaria.
Si parte del tiempo estuvo presente y parte ausente, cada dos años de
ausencia se reputarán como uno para completar los días del presente
(Art. 1.958). ¿Por qué se distingue para la usucapión ordinaria de los
bienes inmuebles entre presentes y ausentes? El tema podría tener algu-
na justificación en épocas pretéritas, pero hoy en día con la facilidad de
comunicaciones quizás fuese aconsejable un régimen único.
157
José Antonio Álvarez Caperochipi
de «favor» a la delación hereditaria se debe a la dificultad de justificar por
el heredero los títulos de adquisición de su causante de cosas que él no ha
adquirido personalmente; dificultad que se extrema para los bienes mue-
bles (SSTS 11 de diciembre de 1943, 26 de octubre de 1966). En el dere-
cho vigente, es dudoso si la inscripción en el Registro de la Propiedad ha
de considerarse también, por sí misma, como justo título (lo niegan las
SSTS 4 de octubre de 1969, 13 de mayo de 1970, 18 de junio de 1992).
158
La usucapión
3.4. La buena fe
El Código Civil define la buena fe como la creencia que la persona
de quien recibió la cosa era dueño de la misma y podía transmitir el
dominio (Art. 1.950).
159
José Antonio Álvarez Caperochipi
BIBLIOGRAFÍA
DIEZ PICAZO, La prescripción en el Código civil, Barcelona 1964;
DE LA CUESTA, La usucapión de la nuda propiedad (Comentario a la
STS de 26 de marzo de 1986), ADC, 1987, pp. 727 y ss.; ALBALADE-
JO GARCIA, La prescripción extintiva, Madrid 2004.
160
Capítulo VIII
LA TRADICIÓN
1. CONCEPTO
Se define la traditio como la entrega efectiva de la cosa por su
propietario con ánimo de transmitir la propiedad, cuando ha exis-
tido un contrato previo de enajenación. El contrato no transmite
por sí mismo la propiedad, para la transmisión de la propiedad se
exige además del contrato, la entrega efectiva de la posesión de la
cosa (traditio). La entrega da publicidad y realidad efectiva a lo pac-
tado en un contrato (titulo). La tradición tomo este nombre porque
la propiedad se prueba por la cadena causal de titulares sucesivos
(tradición).
163
José Antonio Álvarez Caperochipi
164
La tradición
de la clandestinidad: permite fácilmente la ocultación jurídica de los
bienes, creando titularidades ficticias, favorece las cargas ocultas pues
nadie tiene un método seguro para conocer transmisiones anteriores
de la propiedad (o la constitución “consensual” de cargas reales sobre
la cosa que permanecen “ocultas” al comprador), la transmisión pu-
ramente consensual de la propiedad impide una explicación sencilla
de las ventas de cosa ajena y cosa futura, que en el derecho francés se
configuran desde la muy compleja teoría del precontrato.
La pandectística alemana del siglo XIX, fundamentalmente por obra
de SAVIGNY, desarrolla una nueva visión, de raíz claramente kantiana,
de la traditio como entrega formal con ánimo de transmitir la propie-
dad (traditio como contrato real, abstracto, traslativo). La elaboración
pandectística se basa fundamentalmente en el análisis de los textos del
Digesto sobre traditio, SAVIGNY presta especial atención al régimen de
la condictio indebiti. El que paga lo indebido por error (causa solutio)
puede recuperar lo pagado, pero no por una acción real (la reivindica-
tio), sino por una acción personal (la condictio), lo que prueba —según
SAVIGNY— que el que paga por error transmite la propiedad de lo pa-
gado. La propiedad se transmite por una voluntad típica de transmitir
la cosa (credere solvere, donare). La traditio es así un contrato (acuerdo
bilateral de entrega y recibir), real (se perfecciona mediante la entrega),
abstracto (porque incorpora en sí mismo una causa típica: la voluntad
de transmitir, credere, solvere, donare). El contrato consensual produce
efectos obligacionales, pero la transmisión de la propiedad se funda en
la traditio; la traditio transmite la propiedad en todos los casos en que
hay voluntad de transmitir (credere, solvere, donare), aunque el contra-
to consensual sea nulo o ineficaz. Las excepciones del contrato obliga-
cional no son oponibles a la transmisión real. Se trata de una construc-
ción más jurídica, que se ajusta mucho mejor que la visión consensua-
lista del Código de Napoleón a las necesidades del tráfico económico
moderno. Al ajustar realidad y derecho, la traditio (la apropiación real
de la cosa) se convierte en un sistema de publicidad de la transmisión,
lo que otorga una certeza a las relaciones patrimoniales y una seguridad
al adquirente frente a las cargas ocultas. La adquisición por traditio no
garantiza la propiedad del transmitente, pero sí la inoponibilidad de los
contratos consensuales (ventas o gravámenes) no “realizados”, por la
165
José Antonio Álvarez Caperochipi
traditio o entrega posesoria. La teoría del contrato abstracto traslativo
se consagra a nivel legislativo por la Ley prusiana de inmuebles de 1872,
derogando al ALR, y en los parágrafos 873 y 929 del BGB. El complejo
sistema alemán se muestra injusto y demasiado complejo en su apli-
cación practica y no parece que suponga un adelanto frente al sistema
tradicional de titulo y modo.
166
La tradición
Posteriormente mantienen la misma postura FERRANDIS VILELLA y
ORTEGA PARDO, argumentando este último —con un argumento pa-
ralelo al de SAVIGNY— que el que pagó por error sólo puede repetir
lo pagado en virtud de una acción personal (la conditio indebiti) y no
de una acción real, lo que parece presuponer la tradición abstracta de
la propiedad. Sin embargo, esta idea no adquiere consenso general, y
frente a la interpretación germanista se produce una fuerte reacción de la
doctrina más autorizada, que mantiene —de forma unánime— las líneas
tradicionales
167
José Antonio Álvarez Caperochipi
En mi opinión como ya he adelantado en capítulos anteriores, la propiedad
es una posesión vestida Por ello debe considerarse la traditio como la rea-
lidad posesoria de la propiedad Toda transmisión de la propiedad se funda
en una transmisión material de la cosa (la posesión), porque la posesión
es lo real. La tradición no debe enfocarse además desde la perspectiva del
transmitente cuanto desde la perspectiva del adquirente; no es la transmi-
sión de la posesión sino una adquisición efectiva de la misma. Por eso, por
ejemplo, la STS de 27 de diciembre de 1970 declara que no puede darse por
cumplida la entrega de la cosa vendida en la fecha estipulada por la sola
desocupación física de personas y cosas, sino que es precisa al menos la en-
trega de las llaves, que es cuando realmente queda en poder del comprador.
2. ÁMBITO DE LA «TRADITIO»
La traditio es el modo de cumplimiento de un contrato obligacio-
nal que por la apropiación posesoria realiza la transmisión voluntaria
de la propiedad, inter vivos, de los bienes o derechos reales poseíbles.
168
La tradición
Quedan, pues, excluidos de traditio tanto la adquisición de bienes por el
heredero —no por el legatario: se exige entrega material para la adquisi-
ción de los legados—, como la adquisición a título gratuito de inmuebles.
En ambos casos (herencia y donación inmobiliaria) se adquiere por la
aceptación, aunque dicha aceptación se produce con efecto retroactivo.
La razón estriba en que la herencia no implica una transmisión de bie-
nes, sino una sucesión (ficción legal de continuidad); la posesión civi-
lísima centraliza el fenómeno hereditario. También está excluida de la
traditio la cesión de los derechos personales (cesión de créditos), que se
produce solo consensus
169
José Antonio Álvarez Caperochipi
derechos no poseibles como la nuda propiedad o las servidumbre ne-
gativas plantea el problema de la efectiva voluntad de transmitir y del
momento y lugar exacto en que se constituye el derecho, se hace ne-
cesario a estos efectos una distinción entre contrato con efectos obli-
gaconales y constitución efectiva del derecho. Normalmente el modo
debe cumplirse estableciendo una voluntad efectiva de transmitir el
derecho que es algo añadido al contrato mismo obligacional y que de-
termina el momento y lugar en que el derecho se constituye. Se pre-
gunta igualmente BERCOVITZ ALVAREZ, como podrá transmitir la
propiedad quien haya perdido la posesión de la cosa, pero parece que
aunque se haya perdido la posesión de la cosa por quien la transmite
el contrato tenga efectos meramente obligacionales y que el modo se
haga constar efectivamente señalando que el vendedor ha perdido la
posesión de la cosa. El código cuando no es posible la entrega pose-
soria parece exigir expresamente la traditio instrumental (Art. 1462)
la entrega efectiva de títulos o la efectiva puesta a disposición de la
cosa en manos del adquirente (Art. 1464). A la eficacia de los pactos
de transmisión de la posesión y formas fictas de tradición se refiere
también la jurisprudencia (en SSTS 20 octubre de 1989, 18 de febrero
de 1995), pero en este caso habrá de ser cuidadoso en la protección de
los derechos de terceros. En todo caso aunque haya acuerdo de tradi-
ción en caso de doble venta prevalecerá siempre el primero que tomo
posesión (Art. 1473 CC), lo que significa que la entrega posesoria no
se puede “espiritualizarse” cuando el bien transmitido es poseible. A
mi parecer la traditio por el mero acuerdo se produce solo en los ca-
sos en que la cosa vendida por cualquier causa no pueda trasladarse
a poder del comprador (Art. 1463 CC), y para ese supuesto el propio
Art. 1464 establece la exigencia de formalidad instrumental o entrega
de los títulos.
170
La tradición
Resulta físicamente imposible operar la tradición real o simbólica de un
objeto corporal que se encuentra ya en poder del adquirente (STS de 31
de octubre de 1983: se alegaba la falta de traditio en la venta de una finca
a los arrendatarios por documento privado); el acceso a la propiedad
de un arrendatario protegido se produce automáticamente (STS de 5 de
julio de 1980 —véanse también las SS de 6 de julio de 1982 y 15 de abril
de 1967—); la permuta entre los usufructuarios y el nuevo propietario
de sus respectivos derechos por la mitad indivisa de la finca produce
traditio por el propio contrato, aunque sea privado (STS de 27 de abril
de 1984.).
171
José Antonio Álvarez Caperochipi
para que se produzca la transmisión de la propiedad por traditio, publica
y notoria (el Art. 1464 parece exigir una forma instrumental, aunque
no sea pública). No cabe, pues, englobar la traditio en el mero acuerdo,
sino en la notoriedad del título posesorio, y esta doctrina es aplicable al
constitutum possessorium.
3. CLASES DE «TRADITIO»
Es claro que la entrega no se puede hacer siempre materialmente
y se sustituye por ritos significativos de la puesta a disposición de
la cosa en favor del adquirente. La doctrina al exponer las clases de
traditio, suele distinguir entre una traditio real—entrega material de
la cosa— y una traditio ficta —sin entrega material—, Pero muchas
de las figuras que se recogen en los Art. 1462 a 1464, no son traditio
ficta, sino modos simbólicos de una traditio real.
172
La tradición
signo social representativo de preeminencia sobre las cosas y la traditio
es un mero traspaso posesorio que se manifiesta comúnmente en el he-
cho de quedar la cosa sometida a la voluntad del adquirente. Por ejemplo
la tradicion documental a que se refiere el art. 1464 CC es normalmente
tambien una tradicion simbolica, segun refiere el profesor GONZALES
BARRON, dado que es freecuente en la entrega de mercaderias (en el
transporte terrestre, maritimo o aereo) que se haga por medio de la en-
trega de documentos de embarque o deposito, lo que no puede conside-
rarse una traditio ficta, puesto que no debe calificarse como mecanismo
subsidiario de entrega.
El sentido del artículo 1.463 del CC, se presta a debate cuando declara
que la traditio de muebles se consuma «por el solo acuerdo o conformi-
dad de los contratantes, si la cosa vendida no puede trasladarse a poder
del comprador en el instante de la venta». Lo que normalmente se inter-
preta como una grave incomodidad física (como las columnas de gran
peso D. 41.2.1.21). Según la jurisprudencia esta norma no establece una
traditio consensual de los muebles, y tiene un claro sentido subsidiario.
No basta en consecuencia el mero acuerdo de que se entrega, sino que
debe justificarse tambien la razon por la que no hay entrega material, por
ejemplo cuando el vendedor no es poseedor material o cuando hay grave
incomodidad física o jurídica para la entrega. Se admite la tradicion ficta
por la jurisprudencia cuando el traslado es difícil o costoso (SSTS 15 de
abril de 1947, 20 de octubre de 1961, 16 de febrero de 1995). La jurispru-
dencia aplica también el régimen de la traditio ficta a los inmuebles por
analogía (SSTS 2 de abril de 1992, 6 de mayo de 1994).
173
José Antonio Álvarez Caperochipi
El Código Civil, a pesar de estar ligado por ley de bases a la teoría del
título y el modo, recibe íntegramente del proyecto de GARCIA GOYE-
NA la regulación de la traditio, y muy especialmente de la traditio ins-
trumental. Pero es una regulación propia de un régimen de transmisión
consensual de la propiedad. Por otra parte en el proyecto de GARCIA
GOYENA la escritura pública es una formalidad esencial para la trans-
misión de la propiedad (Art. 1003) y como el propio GARCIA GOYENA
declara en su comentario, «nuestro artículo va más adelante» «y estable-
ce para todos los casos que la escritura basta para ganar la posesión». El
texto del Código, interpretado literalmente, se convierte en una incom-
prensible radicalización de la eficacia del documento público —no pre-
visto por cierto, en el Art. 1.473—, en una excepción que desnaturaliza
la teoría del título y el modo.
174
La tradición
instrumental como traditio real hasta sus últimas consecuencias, por
ejemplo: a) la escritura no transmite la propiedad cuando encubre una
fiducia en garantía (STS de 11 de marzo de 1974), b) la jurisprudencia
rechazando tercerías de dominio sobre muebles e inmuebles basados
en un documento publico de compra es constante si no se acredita la
trasmisión efectiva del bien vendido (STS 22 de junio de 1992, que re-
cuerda que la escritura publica hace fe de su otorgamiento pero no de
su contenido); c) es muy frecuente que la jurisprudencia se detenga en
el análisis de los documentos públicos que se pretenden oponer a un
embargo para identificar los indicios simuladores (STS 16 de setiembre
1996), como a la falta de pago acreditado de la cantidad consignada en
el documento de la intención de vender (STS 30 de julio de 1996, pues
el documento público no basta por sí mismo para acreditar la trans-
misión de la propiedad: STS 27 de julio de 1994). Por la extrema faci-
lidad de preconstituir situaciones fraudulentas tampoco es reconocida
la oponibilidad de un documento publico de compraventa si no hay
entrega efectiva de la posesión porque se aplaza la entrega de la cosa
(véase STS 9 de octubre de 1997, 22 de julio de 2003), si no hay cons-
tancia del pago del precio (STS 23 de enero de 1996), o en la permuta
de solar por piso a construir en documento publico que estima que no
produce por sí como traditio ficta la transmisión de la propiedad (STS
3 de octubre de 1997). Los indicios de fraude se manifiestan en general
en las enajenaciones a familiares, aunque haya posesión efectiva (SSTS
4 de setiembre de 1997, 11 de noviembre de 1997) o interposición fic-
ticia de relaciones societarias (SSTS 31 de diciembre de 1996, 5 de fe-
brero de 1997, 24 de marzo de 1997).
Por otra parte en el contexto de otras instituciones jurídicas es negada
también reiteradamente la eficacia del documento público para trans-
mitir la posesión de los bienes: a) en la doble venta la aplicación del Art.
1.473 CC no se puede fundar en la sola escritura pública. Por ejemplo,
en la Sentencia de 16 de febrero de 1970 se plantea el problema de una
doble venta: la primera, en documento privado, y la segunda, en escri-
tura pública; el comprador en escritura pública pretende ser el primer
poseedor material (ibidem, STS 24 de diciembre de 1969, en contra STS
25 de marzo de 1994); b) En el procedimiento ejecutivo y frente a alguna
afirmación tajante en sentido contrario, la más reciente jurisprudencia
175
José Antonio Álvarez Caperochipi
parece decantarse hacia la postura de considerar la traditio instrumental
una mera presunción de entrega; así, la STS de 2 de noviembre de 1974
declara que la traditio exigida respecto de los bienes muebles es la real
—se plantea el problema de si el auto adjudicando unas cajas de güis-
qui constituye título de dominio para fundar una tercería— ; c) ante la
existencia de diversos embargos judicial uno y administrativo otro, del
mismo bien el Tribunal de conflictos de jurisdicción en Sentencia de 20
de junio de 1994 dispone la preferencia que se deriva de la traba efectiva
de los bienes no de la fecha del primer auto de adjudicación d) La «tra-
ditio» instrumental y los lindes de la finca: en la Sentencia de 6 de abril
de 1945 el Tribunal Supremo entiende que el comprador no adquirió la
propiedad de lo reservado por documento privado y declara que la tra-
ditio instrumental es una mera presunción de la traditio real, combatible
cuando la realidad física de la finca no concuerda con la realidad jurídi-
ca; e) La usucapión solo se funda en la posesión real y no se puede fun-
dar en una traditio ficta o instrumental (SSTS 8 de mayo de 1982, 16 de
febrero de 1993); f) la escritura publica no puede transmitir la posesión
si el enajenante no era poseedor (SSTS 30 de junio de 1989, 9 de octubre
de 1997); g) en la venta de cosa futura, una vivienda en construcción,
la transmisión de la propiedad no se puede entender cumplida con la
escritura publica de venta que no puede asimilarse a la entrega pues la
posesión continua en manos del vendedor (STS 9 de marzo de 1994).
BIBLIOGRAFÍA
Sobre la naturaleza y clases de traditio puede verse: U. ALVA-
REZ SUÁREZ, El problema de la causa en la tradición, Madrid, 1945;
LACRUZ BERDEJ0, Inscripción y tradición, «RCDI», 1957; DÍEZ-PI-
CAZO, La tradición y los acuerdos traslativos en el derecho español,
176
La tradición
177
Capítulo IX
LA PROPIEDAD COMÚN
1. SOBRE EL FUNDAMENTO DE LA PROPIEDAD COMÚN
El derecho romano considera toda forma de comunidad como
antijurídica y antieconómica, y por ello la regula como una situación
transitoria y esencialmente divisible. Y este principio, muchas veces
en conflicto con la filosofía política y la teología de la historia, explica
también la regulación de la propiedad común en el Código civil.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
patrimonio-- fundar un voluntad propia de la sociedad, distinta de la
de sus miembros (representación), y la aparición de la sociedad en el
sentido moderno.
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La propiedad común
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política viene a influir en España a partir de la Guerra de secesión y prin-
cipalmente desde el Gobierno de Carlos III. Desde una perspectiva más
reciente, la causa próxima de la desaparición de los bienes comunales
(llamados baldíos), hay que buscarla en que tienen la enemiga de la Ilus-
tración; el libro de JOVELLANOS (Informe sobre la ley agraria) es un
libro decisivo en toda la historia del reformismo agrario del siglo XIX,
pues considera los bienes comunales como un despilfarro —dedicados
habitualmente a pastos en una economía de entorno ganadero--
184
La propiedad común
y BRINZ serán representantes de la nueva corriente que considera los
Ayuntamientos personas morales no ficciones legales, sino seres reales
con existencia verdadera, titulares de una propiedad comunitaria. En
Francia en el último tercio del siglo XIX, por ejemplo LAVALEYE De la
propriété et de se formes primitives (1874), exalta la propiedad comunal
como propia del estado de naturaleza. En España el libro de Joaquín COS-
TA, El colectivismo agrario en España (1915), inicia una nueva corriente
de literatura jurídica que exalta la propiedad común. Modernamente los
bienes comunales son contemplados por la doctrina y legislación admi-
nistrativa en unos términos que no nos corresponde examinar aquí.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
MESSINEO). 4. La cuota divide sujetos y cosas: la copropiedad son plura-
lidad de cosas sobre pluralidad de sujetos (es minoritaria). 5. No existe la
copropiedad, es una situación de interinidad de unos derechos esencial-
mente individuales (PEROZZI, VOIGI). Nótese que todas estas doctrinas,
siendo explicaciones de la naturaleza de la cuota, son también, necesa-
riamente, proyectos de organización de la voluntad común: el grado de
admisión de una representación como modo de gestión de la comunidad
y la vinculación personal a los actos de esa administración está en fun-
ción de la estructura de los vínculos internos (la naturaleza de la cuota).
En realidad la identidad de la comunidad como organización de derecho
privado exige y presupone deslindar la comunidad frente a la sociedad,
pues si el derecho romano no conocía sino imperfectamente el concepto
de sociedad, el derecho moderno tiene problemas de sistematización de la
naturaleza y finalidad de la comunidad de bienes.
186
La propiedad común
2. La duración (en la comunidad existe la facultad potestativa de divi-
sión, la sociedad tiene una duración temporal). 3. la comunidad implica
un derecho personal de uso solidario de la cosa, mientras que la sociedad
implica un título personal que no otorga un derecho inmediato de uso
del patrimonio social, pues el patrimonio social es en principio ajeno al
socio. 4. La sociedad valora el trabajo como aportación, mientras que la
comunidad no valora el trabajo de los condueños y lo trata como gestión
oficiosa. 5. La renuncia a una parte de la comunidad acrece a los copro-
pietarios como manifestación de la vocación de totalidad de cada parte.
6. Los comuneros pueden renunciar a asumir gastos renunciando a su
parte (Art. 395). b) En la relación externa de la comunidad, como no
hay actividad (ánimo de lucro) no hay responsabilidad por deudas so-
ciales (por la gestión social), sino sólo deber de responder a los gastos de
conservación, necesarios y útiles de la cosa, mientras que en la sociedad
existe una responsabilidad de todos los socios por la gestión social, ultra
vires, más allá del patrimonio social y aunque no se haya participado
directamente en la gestión.
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La propiedad común
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precio STS 4 febrero de 1994). c) Aseguradora tomando las medidas cau-
telares necesarias que pueden llegar al nombramiento de un administra-
dor judicial (Art. 398).
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La propiedad común
La dificultad estriba entonces en determinar cuáles son los actos que al-
teran la sustancia de la cosa (de disposición: exigen unanimidad), frente
a aquellos de aprovechamiento ordinario (basta la mayoría), que cons-
tituyen las facu1ta des ordinarias del comunero administrador si lo hu-
biere En casos límites el tema parece propiamente casuístico. BELTRÁN
DE HEREDIA, sistematizando la jurisprudencia anterior a 1940, califica
de disposición el cambio de pastos al cultivo de cereales (STS de 21 de
mayo de 1928) y el arrendamiento por más de seis años (SS de 1 de junio
de 1909L y 9 de junio de 1913); pueden también citarse como actos de
disposición: celebrar un arrendamiento inscribible (STS de 24 de abril de
1941), la transacción sobre bienes comunes (STS de 25 de abril de 1970),
la autorización para el traspaso arrendaticio (STS de 6 de octubre de
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1970), la prórroga de un arrendamiento protegido (STS de 14 de octubre
de 1973), la autorización de obras al arrendatario que alteren la configu-
ración del local (SSTS de 9 de mayo de 1972, 19 de octubre de 1993, 19
de setiembre de 1997; si no alteran la configuración se consideran actos
de administración, SS de 19 de febrero de 1964 y 25 de septiembre de
1968), la demolición de unos trasteros para plaza de garaje (STS de 22
de octubre de 1977), el consentimiento para edificar apoyando la obra
en una pared medianera (STS de 5 de junio de 1982), la constitución de
derechos reales sobre la cosa común (STS 25 de junio de 1990).
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que el artículo 404 no impone la exigencia de intentar previamente el
acuerdo de adjudicación entre los condueños (STS de 6 de junio de
1983). El Código Civil no prevé como tercera vía entre el acuerdo y la
pública subasta la posibilidad de una atribución preferencial a uno de
los condueños de la cosa indivisible: por ejemplo al comunero locata-
rio o usuario de un inmueble urbano, al comunero cultivador de una
empresa agraria, al comunero trabajador y gestor de una actividad em-
presarial o mercantil y, en general, a aquellos comuneros que tienen un
vínculo directo —económico afectivo— con la cosa. La jurisprudencia
en este punto parece estar dividida, así la STS de 5 de noviembre de
2001 admite que en la división judicial cabe adjudicar a un comunero
la cosa y compensar a los demás económicamente, destacando en el
mismo sentido la STS de 20 de enero de 2000 el desmerecimiento que
puede sufrir la cosa si se enajena por el procedimiento de pública su-
basta, y los gastos desmesurado que puede acarrear la propia subasta.
Mientras que la STS de 1 de marzo de 2001 niega que una vivienda co-
mún pueda atribuirse preferentemente al que la habitaba compensan-
do económicamente a los demás codueños y a falta de acuerdo impone
la pública subasta.
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Frente al principio general de la divisibilidad de la cosa común me pa-
rece, sin embargo, que puede afirmarse que existe una tendencia juris-
prudencial a la declaración de indivisibilidad y de que las sentencias rara
vez dividen efectivamente, ordenando la mayoría de las veces la división
por venta en pública subasta con admisión de licitadores extraños y el
reparto del dinero de la venta. En la división empresas comunes fami-
liares el aviamiento de la empresa dice expresamente la jurisprudencia,
impide la división material (STS de 13 de julio de 1981), criterio que se
emplea en la división de negocios familiares de hostelería, un hotel en
Castelldefels (STS de 27 de febrero de 1979, y en igual sentido STS de 5
de mayo de 1978), hotel restaurante (STS 13 de noviembre de 1976), ho-
tel aparcamiento (STS de 13 de febrero de 1969), cafetería (STS 3 de abril
de 1995), estación de servicio (STS 27 de junio de 1985), y en la división
de una explotación pesquera familiar (STS de 3 de mayo de 1972). Rara
vez se dividen por la jurisprudencia edificios o pisos entre los condue-
ños, señalándose comúnmente que por la división desmerece el valor
y destacándose en ocasiones la complejidad de la fijación de las resti-
tuciones dinerarias (SS de 1 de marzo de 2001, 30 de marzo de 1981);
reparaciones, obras o gastos de división horizontal desaconsejan la par-
tición material (STS de 19 de diciembre de 1983, 7 de marzo de 1985, 30
de junio de 1993). Tampoco suele la jurisprudencia dividir los solares
o parcelas urbanas, señalándose la menor posibilidad de rendimiento
de las parcelas pequeñas (SSTS de 9 de octubre de 1992, 14 de julio de
2003), el carácter desigual de aprovechamientos resultantes (STS de 3 de
marzo de 1976) o, en general, la desigual distribución y pérdida de valor
(SSTS 16 de febrero de 2002, 30 de julio de 1999), aunque en ocasiones se
admite la división del solar y 1a sentencia divide efectivamente (STS de
13 de mayo de 1980); finalmente, puede observarse que la jurisprudencia
rara vez divide las fincas rústicas o casas de campo, pues entiende que
desmerecen con la división (SS de 10 de diciembre de 1975, 10 de febrero
de 1973), o por el hecho de estar cercadas por un costoso muro de mam-
postería que no debe destruirse (STS 12 de marzo de 1996)
198
La propiedad común
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La propiedad común
no impide que el contrato se pueda declarar nulo después de los tres
meses si el vendedor falto a la buena fe y oculto condiciones esenciales
de la cosa vendida (AP Santa Cruz, S 08-03-2002). El Art. 11 de la Ley
prohíbe la percepción de cantidad alguna durante el plazo de 10 días
desde la conclusión del contrato, con el fin de que el adquirente no
se encuentre en modo alguno presionado, se prohíbe la prestación de
anticipo alguno antes de que haya transcurrido el plazo para ejercitar
el desistimiento. Resulta evidente que si al adquirente se le permite de-
sistir, pero ha entregado alguna cantidad a cuenta al vendedor, tendrá
mayores dificultades para separarse del contrato. El vendedor burla la
ley si obliga a los compradores a suscribir sendos contratos de présta-
mo (o a suscribir unas letras) al día siguiente por el importe objeto de
la compra (SAP Valladolid de 31 de diciembre de 2002, AP Palencia 10
de mayo de 2002).
Se establece una duración mínima (tres años) y máxima (cincuenta
años) del régimen de aprovechamiento por turno. El propietario debe
garantizar que los titulares de los derechos reciban los debidos servi-
cios implícitos en su titularidad. La escritura pública e inscripción en
el registro son requisitos formales sustanciales cuando se constituye
sobre un inmueble el régimen jurídico del aprovechamiento por turno.
La STS de 30 de setiembre de 2002, parece dar a entender en un debate
sobre competencia jurisdiccional que aunque no existe un aprovecha-
miento por turno si no hay forma sustancial sí hay compraventa y obli-
gación de pago del precio. Por otra parte se somete al régimen especial
de la ley todo contrato por virtud del cual se constituya o transmita
cualquier otro derecho, real o personal, por tiempo superior a tres años
y relativo a la utilización de uno o más inmuebles durante un período
determinado o determinable al año, disponiendo que cualquier con-
trato al margen de la presente Ley, será nulo de pleno derecho. Encon-
trándose una reiterada jurisprudencia que establece el derecho de re-
solución del comprador por incumplimiento del deber de información
o de las condiciones básicas del contrato, y siendo muy frecuentes en
la jurisprudencia el examen de las cláusulas de garantía de reventa o
recompra del derecho de aprovechamiento por turno.
201
José Antonio Álvarez Caperochipi
BIBLIOGRAFÍA
Sobre el tratamiento y concepto de propiedad común en la escolás-
tica española puede verse CARPINTERO BENITEZ, Del derecho natu-
ral medieval al derecho natural moderno: Fernando Vázquez de Men-
chaca, Salamanca, 1977; Sobre propiedad comunal y su trascendencia
en el derecho histórico: NIETO, Bienes comunales, Madrid, 1964
202
Capítulo X
LA PROPIEDAD HORIZONTAL
1. CONCEPTO Y NORMATIVA
Se denomina propiedad horizontal el régimen de la propiedad de
las casas por pisos o apartamentos. La propiedad horizontal tiene como
presupuesto un edificio (o casa) dividido en pisos o apartamentos.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
matices de derecho público, y se debe favorecer una interpretación res-
trictiva Y los complejos inmobiliarios deben calificarse como comuni-
dades ordinarias de comunidades de propietarios, manteniendo en lo
posible la relación entre edificio único y propiedad horizontal.
206
La propiedad horizontal
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José Antonio Álvarez Caperochipi
La propiedad privada sobre el piso o local se usa, disfruta y dispone en
la propiedad horizontal dentro de una estructura general comunitaria
(Art. 4 LPH); la propiedad horizontal en comunidad es una estructura
organizativa sin alteridad personal y sin una voluntad asociativa de
cada uno de los comuneros. Esta carencia de personalidad y de alteri-
dad subjetiva se muestra en la práctica jurídica: la comunidad no pue-
de ser propietaria de un piso (la vivienda del portero debe calificarse
como elemento común por destino, Rs. DGR de 1 de septiembre de
1981); no existe incongruencia cuando el actor comparece corno pre-
sidente y el Tribunal lo tiene personado como condueño (STS de 10 de
junio de 1981).
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La propiedad horizontal
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José Antonio Álvarez Caperochipi
Existe una amplia libertad de determinar la naturaleza de los bienes en el
título constitutivo. Hay, desde luego, unos bienes comunes por naturale-
za (estructuras, muros, cimentaciones, escaleras, etc.) que no pueden, en
ningún caso, determinarse como privativos; pero fuera de estos supuestos
el título define el carácter de los bienes (así, el garaje y el trastero pueden
ser privativos —anejos al piso— o comunes). Debe admitirse con carác-
ter de principio que se consideran comunes todos los bienes que el título
constitutivo no define y reserve como privativos (Art. 3 LPH), pero existe
una amplia libertad de reserva y determinación bienes como privativos.
Así, como veremos después, el solar, suelo, el patio, terrazas, pozos, etc.,
pueden reservarse por promotor y calificarse como privativos (las SSTS
de 23 de mayo de 1984, 31 de diciembre de 1993) declara que es válida la
transformación de la vivienda del portero en piso privativo al otorgar el
título constitutivo por el propietario de un edificio arrendado por pisos).
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La propiedad horizontal
211
José Antonio Álvarez Caperochipi
212
La propiedad horizontal
La jurisprudencia define como elementos comunes por naturaleza: fa-
chadas, muros de carga o de separación de fincas distintas (SSTS de 10
de octubre de 1980 y 9 mayo de 1983), cubiertas o terrazos (STS de 25
de mayo 1985), ascensores (STS de 8 de julio de 1983) y, en general las
vigas de cimentación, escaleras (STS de 10 de octubre de 1983), etc.:
La jurisprudencia define como elementos comunes por destino sótanos
(STS de 10 de mayo de 1967), solar (STS de 13 de marzo de 1981), patio
(SSTS de 10 de noviembre de 1981, 10 de marzo de 1983, 20 marzo de
1984 y 23 de noviembre de 1984), terrazas (STS 9 de enero de 1984), La
cancha de tenis que se ofrecía como común en la promoción de la venta
de pisos es elemento común aunque posteriormente se describa como
privativo en el título constitutivo (STS 23 de mayo de 2003). La prác-
tica conoce también la afectación de algún piso o local bien para usos
comunes, bien para subvenir a los gastos (departamento procomunal);
estos bienes no se consideran como copropiedad ordinaria, sino como
elementos comunes y pueden ser desafectados por acuerdo unánime de
los condueños (SSTS de 6 de junio de 1979, 8 de enero de 1980, 17 de
setiembre de 1985).
213
José Antonio Álvarez Caperochipi
de 1986) (sobre ruido STS 29.05.01), es incomoda una industria de
panadería (STS 4 de diciembre de 1972, por su parte la STS 20 de
marzo de 1989 considera que no es incomoda si se realizan las opor-
tunas obras de acondicionamiento).
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La propiedad horizontal
STS 27 de marzo de 1994). Ni se puede sin permiso de la comuni-
dad instalar utilizando elementos comunes una salida de humos
para la actividad del bajo (STS 2 de julio de 2002). El dueño del
bajo no tiene derecho a realizar excavaciones (SSTS de 30 de junio
de 1967, 27 de marzo de 1984 y 30 de noviembre de 1984). Para la
colocación de rótulos, la STS de 31 de octubre de 1974 distingue
entre la colocación en locales comerciales de estable cimientos
autorizados --que entra dentro de uso y disfrute normal— y los
pisos o viviendas en los que excede del uso normal; para la colo-
cación de rótulos se exige el consentimiento previo de la Junta de
propietarios (STS de 4 de julio de 1980); aunque la colocación de
rótulos esté autorizada por los estatutos, no puede invadir la parte
correspondiente al vecino (STS de 13 de octubre de 1981).
215
José Antonio Álvarez Caperochipi
La realización de obras ilegales implica la demolición de lo efectuado
o la reposición al estado anterior a la perturbación a costa del infrac-
tor (SSTS 6 de febrero de 2003, 9 de mayo de 2002). Y está admitido
que la comunidad y cada propietario puede ejercitar el interdicto de
obra nueva y el interdicto de retener la posesión cuando las obras o
actividad priven a la comunidad o a algún copropietario de un uso o
servicio común
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La propiedad horizontal
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Es válida tanto la norma estatutaria que exime del pago de servicios por
el propietario que no los usa (SSTS 30 diciembre de 1993, 4 de octubre
de 1999), como el acuerdo unánime en ese sentido adoptado por la Junta
general (exclusión de gastos de ascensor para el dueño del bajo STS 3 de
febrero de 1994); la exclusión es válida en el documento privado de la
cooperativa promotora en la venta de un bajo, aunque no se incorporase
a los estatutos (STS de 20 de mayo de 1983). Pero el pacto de exclusión
de los servicios comunes sólo es válido por los servicios que no se usan,
y es nula la cláusula general de exclusión del pago de los gastos generales
o acuerdos de reparto desproporcionado ( SSTS 16 de julio de 1996, 4
de octubre de 1999). La cláusula de exclusión de gastos es en todo caso
objeto de interpretación restrictiva por la jurisprudencia (STS de 26 de
diciembre de 1984).
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La propiedad horizontal
2.° del artículo 1.923 CC (hipoteca tácita a favor del Estado y de los
aseguradores).
219
José Antonio Álvarez Caperochipi
5. GESTIÓN DE LA COMUNIDAD
La gestión de la comunidad se realiza por dos órganos funda-
mentales: la asamblea o Junta de propietarios, órgano supremo, ex-
presión de la voluntad colectiva, y el presidente, órgano personal,
administrador y representante de la comunidad, que puede estar
asistido por un secretario y un administrador (ART. 13.5 LPH) y fa-
cultativamente puede nombrarse un vicepresidente o vicepresidentes
(Art. 13.4 LPH)
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La propiedad horizontal
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La propiedad horizontal
que corresponda a la misma (Art. 249.1.8º). Como ya hemos visto ha
declarado la jurisprudencia en diversas ocasiones que los acuerdos ra-
dicalmente nulos no están sometidos al plazo de caducidad alguno, si
bien no esta claro a que acuerdos en concreto se refiere esta nulidad ab-
soluta, siendo la caducidad de la acción de impugnación y no la nulidad
absoluta la regla general (STS 26 de junio de 1993, 7 de marzo de 2002,
21 de julio de 2003). Aunque se consideran nulos de pleno derecho los
acuerdos inmorales, defraudatorios o que contravienen el orden publico
(SSTS 5 de febrero de 1991, 26 de junio de 1993) o contrarios a la equi-
dad y gravemente lesivos, como aquellos que eximen sin causa a unos
propietarios del pago de ciertos gastos generales (STS 4 de octubre de
1999), y también cuando se adoptan se toman con indefinición de algún
propietario, como cuando por el carácter secreto de los votos no se pue-
de conocer la cuota de participación efectiva (STS 17 de diciembre de
2001) o cuando como hemos visto antes se toman acuerdos infringiendo
las normas sobre convocatoria de las Juntas. Excepcionalmente la STS 15
de noviembre de 2001 declara que las juntas pueden realizarse en idioma
ingles siempre que se garantice que el propietario puede conocer su con-
tenido por una traducción fiel del administrador (STS 15 de noviembre
de 2001).
225
José Antonio Álvarez Caperochipi
BIBLIOGRAFÍA
GARCIA GIL, La propiedad horizontal, Madrid, 1999; PASTOR
ALVAREZ, La realización de obras por la comunidad en los elementos
o servicios comunes del edificio: (Ley 8/1999, de 6 de abril, de forma
de la Propiedad Horizontal), Valencia 2001; LORCA NAVARRETE,
El proceso monitorio regulado en la Ley de Enjuiciamiento Civil con
particular referencia al proceso monitorio en materia de propiedad
horizontal, Madrid 2000; BERCOVITZ RODRIGUEZ-CANO, Comen-
tarios a la ley de propiedad horizontal, Pamplona 2002, FUENTES
LOJO, Comentarios a la ley de propiedad horizontal, Barcelona 2002;
LA MONEDA DIAZ, Actividades prohibidas en la Ley de Propiedad
Horizontal: privación del uso y extinción de los derechos del ocupan-
te, Barcelona 2003.
226
Capítulo XI
EL USUFRUCTO
1. CONCEPTO
«El usufructo da derecho a disfrutar los bienes ajenos con la obli-
gación de conservar su forma y sustancia, a no ser que el título de su
constitución o la ley auto ricen otra cosa» (artículo 467 del CC, Cf.
también Art. 489 del CC) Esta definición es prácticamente idéntica a
la definición de PAULO del Digesto: ius alienis rebus utendi et fruendi
salva rerum substantia, que también repetían las Partidas (3, 31, 20).
229
José Antonio Álvarez Caperochipi
la cautio usufructuaria, que permite extender el usufructo a las cosas
consumibles y en general ampliar el disfrute por el usufructuario a todos
los provechos de la cosa compatibles con la conservación de la identidad
de la misma.
230
El usufructo
231
José Antonio Álvarez Caperochipi
por el usufructuario respecto del arrendatario que tiene un deber mucho
más radical de conservar la identidad misma de la cosa. El arrendamien-
to tiene una duración cierta y determinada mientras que el usufructo es
naturalmente vitalicio, el primero se constituye normalmente inter vivos
y a titulo oneroso, mientras que el segundo se constituye normalmente
mortis causa y a titulo lucrativo. El arrendamiento como derecho perso-
nal no es en principio oponible a terceros, aunque en el derecho moder-
no al reconocerse el carácter de poseedor del arrendatario se reconoce al
arrendamiento un cierto régimen de la oponibilidad a terceros, especial-
mente en la ejecución singular e hipotecaria, y aun en ciertos supuestos
es posible la inscripción del derecho de arrendamiento.
232
El usufructo
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José Antonio Álvarez Caperochipi
consideraba los vestidos cosas fungibles contra POMPONIO y ULPIA-
NO que estiman que no se deben devolver los vestidos que se deterio-
ran por el uso (D. 7, 9, 9, 3). Por su parte, las instituciones justinianeas
(De usufructu, II, 4, 2), volviendo a la opinión de TRIBONIANO, con-
sideran las cosas deteriorables objeto de cuasiusufructo y obligan a la
restitución de su estimación. La distinción entre fungibilidad y dete-
riorabilidad es un punto central en la teoría del usufructo pues, como
afirma BIBLIAZZI, en la vida ordinaria la mayor parte de las cosas que
integran un usufructo son deteriorables: ¿deben devolverse las cosas
que se deterioran por uso como si fuesen fungibles—cuasiusufructo?,
¿dónde se encuentra la distinción entre deteriorabilidad y fungibili-
dad? La respuesta’ fija el alcance de la restitución, define la naturaleza
del usufructo y establece los términos normativos de la resolución del
conflicto entre usufructuario y nudo propietario. La discusión se re-
produce en el derecho intermedio y llega hasta la codificación. ACUR-
SIO introduce la distinción entre vestidos ordinarios, que considera
recibidos en cuasiusufructo y vestidos festivos o conmemorativos a los
que considera inmersos en el régimen de las cosas deteriorables. Sin
embargo la doctrina moderna se muestra más restrictiva de los dere-
chos del nudo propietario. El Código de Napoleón, siguiendo la Opi-
nión de POMPONIO y ULPIANO, se refiere a los bienes deteriorables
en el artículo 589 y exime a los mismos de la restitución; PROUDHOM
opina que el usufructuario puede disponer de los bienes que se dete-
rioran lentamente pero sólo si dispone de ellos debe devolver la esti-
mación; el mismo PROUDHOM estima que el artículo 589 es aplicable
sólo al usufructo de muebles, pues cuando se trate de pertenencias de
un inmueble o usufructo de establecimiento mercantil la obligación
de restituir entra dentro del concepto de reparación ordinaria. El CC
italiano de 1942 distingue claramente entre cosas consumibles (Art.
995) y cosas deteriorables (artículo 996), y se propone en general una
definición restrictiva de cosas consumibles —del cuasiusufructo—
como aquellas que se destruyen al primer uso. En la doctrina española
anterior a la codificación se sigue en general el criterio del Código de
Napoleón estableciéndose expresamente (FEBRERO, GARCÍA GOYE-
NA) que no hay obligación de restituir las cosas que se deterioran por
el uso ordinario.
234
El usufructo
235
José Antonio Álvarez Caperochipi
desde luego (SS 29 de enero de 1955, 9 de diciembre de 1970). Entiendo
que si el disponente llegase a dispensar al usufructuario del deber de res-
titución —directamente o concediéndole poder de disposición gratuito,
o mortis causa— no nos encontramos propiamente ante un usufructo
con facultad de disposición, sino ante un fideicomiso de residuo si quid
supererit. La distinción entre usufructo con facultad de disposición y
fideicomiso de residuo es difícil y en ocasiones crítica. La cláusula por
la que la testadora dispone de la totalidad de los bienes de un usufructo
vitalicio a favor de su marido, y de la nuda propiedad en favor de los
herederos abintestato que vivan al fallecer el usufructuario es una Insti-
tución condicional y no un usufructo sin la nuda propiedad (STS de 4 de
febrero de 1970).
236
El usufructo
En el derecho romano los bosques non caeduae no otorgan el derecho
a la tala (ULPIANO, D. 7, 1, 13, 4); no se deben tampoco cortar árboles
frutales (GAlO: D. 7, 1, 11). El artículo 483 reitera que el usufructuario
sólo puede retirar los pies muertos o arrancados por accidente pero con
la obligación de reponerlos, si por perecer en gran número su reposi-
ción fuese muy onerosa, bastará con que los deje a disposición del nudo
propietario (Art. 484 del CC). El texto de estos artículos proviene de los
artículos 586 y siguientes del Código de Napoleón, que consideran a la
madera sustancia y no fruto (DUMOULIN, LAURENT, PLANIOL). La
antigua jurisprudencia francesa (ordenanza de 1669) prohibía expresa-
mente la tala al usufructuario, y le concedía excepcionalmente el derecho
de entresaca y a la extracción de maderas secas para quemar (lignum)
pero no de la madera de construcción (materiae) (DEMOLOMBE). Sólo
en los montes específicamente de tala (silvae caeduae), se permitía la
tala ordinaria de acuerdo con los usos del antiguo propietario, y la cos-
tumbre del lugar, y según la ordenanza de 1669, después de cuarenta
años sin tala se consideraba al monte de alto fuste. ¿Qué es un monte
talar? ¿Cuáles son las talas ordinarias? DEMOLOMBE y en general la
doctrina francesa, interpretaba como criterio decisivo los usos del pro-
pietario constituyente. Modernamente, sin embargo, especialmente en
la doctrina italiana, se pone en duda que el monte sea fruto, en España,
SANCHO REBULLIDA, considera que el artículo 485 prescinde de la
distinción entre bosques talares y de alto fuste (clasificación que —según
ese autor— es poco fecunda en consecuencias prácticas), y dando por
supuesto que toda la madera es fruto, centra su trabajo en determinar
el ciclo productivo del monte (para ello considera las talas como frutos
civiles que se perciben día a día). Como el aprovechamiento que supone
una tala otorga en un instante el provecho de largo tiempo de formación
de un bosque, la coherencia de considerar el bosque fruto se basa tam-
bién en sustituir el concepto de separatio para la atribución de los frutos
por el concepto de “período productivo”, considerando el bosque un fru-
to civil que se recibe día a día. En la jurisprudencia se intenta proteger al
usufructuario sin principios dogmáticos, otorgando al mismo el derecho
al desfrute ordinario del monte según los usos del país y el titulo consti-
tutivo (STS 15 de abril de 1988), la STS de 24 de febrero de 1960 declara
que el artículo 485 no autoriza la tala de aquellos árboles que tienen otro
237
José Antonio Álvarez Caperochipi
aprovechamiento que la madera, La STS de 21 de noviembre de 1973,
reconociendo el carácter abusivo de una tala que empobrece el monte,
propone sin embargo una interpretación restrictiva del artículo 520 por
ser una norma sancionatoria.
La norma del Código de Napoleón para los bosques de alto fuste (Art.
591), se generaliza en el Código para viñas, olivares y otros árboles o
arbustos (Art. 483 del CC). El usufructo de viñas en principio merece
el mismo tratamiento que el usufructo de montes, las viñas son capital,
pero se pueden retirar los pies muertos y también retirar para mejorar.
238
El usufructo
En principio puede afirmarse que en el rebaño las cabezas pierden su indi-
vidualidad y por ello el usufructuario puede disponer de las mismas pero
manteniendo siempre la identidad del rebaño (pues no debe considerarse
un usufructo de cosas consumibles). Solo el usufructo de ganado estéril se
considera cuasiusufructo (Art. 499 del CC), porque el destino ordinario del
ganado estéril es su consumo y se pierde la identidad misma del rebaño.
239
José Antonio Álvarez Caperochipi
3. DURACIÓN
El usufructo es naturalmente vitalicio (Art. 513.1 CC), pero nada
impide que pueda establecerse por contrato o por testamento por
una duración determinada con el límite máximo de duración de las
vinculaciones (segundo grado: Art. 781 del CC). El plazo de duración
del usufructo se fija entonces en su título constitutivo (normalmente
acto mortis causa o donación) y se extingue el usufructo de modo
automático cuando se cumple su plazo o termino (Art. 513. 2 CC).
A tenor del artículo 521 del CC: «El usufructo constituido en pro-
vecho de varias personas vivas al tiempo de su constitución, no se
extinguirá hasta la muerte de la última que sobreviviere».
240
El usufructo
241
José Antonio Álvarez Caperochipi
242
El usufructo
Parece que por analogía con el Art. 494 El nudo propietario podrá ejer-
citar personalmente la administración de la cosa usufructuada o solicitar
su puesta en administración. Este derecho del nudo propietario a ejerci-
tar o solicitar la puesta en administración de los bienes usufructuados no
es incompatible con la posibilidad de exigencia de responsabilidad por
la culpa o negligencia del usufructuario (STS 30 de setiembre de 1976).
Cuando las fincas se encuentran abandonadas causando una descapita-
lización en las mismas, es aplicable el artículo 520 del CC privando al
usufructuario de la administración (STS de 30 de septiembre de 1976).
Las reparaciones ordinarias están incluidas dentro del deber general de
conservación de la cosa, y en caso de no asumirlas el usufructuario pue-
de traer consigo la aplicación del Art. 520 CC y la puesta en administra-
ción del bien usufructuado. La responsabilidad por mala administración
ha sido con templada en diversas sentencias: si el deterioro es conocido
por el usufructuario y el nudo propietario le requiere para hacer las re-
paraciones ordinarias sin respuesta, el deterioro pierde su carácter in-
voluntario y se convierte en culpable (STS de 23 de febrero de 1971).
La responsabilidad patrimonial es la sanción ordinaria por el abuso en
la explotación, pues la pérdida de la administración ha de interpretarse
restrictivamente (SSTS de 16 de mayo de 1906, 21 de noviembre de 1973;
Sin embargo las SSTS de 11 de noviembre de 1995 y 11 de julio de 1997,
parecen contradecir esta doctrina, tutelan el nudo propietario, e impo-
nen un deber objetivo de administrar bien al usufructuario, que no esta
ligado a una constatación de culpa en la mala administración)
243
José Antonio Álvarez Caperochipi
En particular terminado el usufructo se extingue el arrendamiento con-
certado por el usufructuario (SSTS de 9 de junio de 1990, 16 de marzo
de 1978, STS de 22 de octubre de 1958). Las SSTS de 27 de junio de 1969,
22 de junio de 1992, 27 de enero de 1993 afirman que el consentimiento
del usufructuario es insuficiente para que el arrendatario pueda hacer
obras en la cosa arrendada o en general para que pueda alterar el desti-
no económico y social de la cosa, y de hacerlo procede la extinción del
arrendamiento concertado por la usufructuaria. Según las SSTS de 6 de
febrero y 3 de marzo de 1992, el arrendatario puede ejercitar el derecho
de retracto en caso de enajenación de la nuda propiedad.
244
El usufructo
lo que también puede ponerse en relación con el principio fundamental
del que parte el Código Civil de que el contenido del derecho esta admi-
nistración se determina en el título constitutivo del usufructo (Art. 467,
Art. 470 del CC), y las normas del Código son dispositivas (Cf. STS de
30 de octubre de 1979).
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José Antonio Álvarez Caperochipi
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El usufructo
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José Antonio Álvarez Caperochipi
propietario podrá requerir al usufructuario para efectuar los gastos y
reparaciones necesarias en la cosa usufructuada y de no hacerlo puede
hacerlo por si mismo a costa del usufructuario (Art. 500), y por analogía
con derecho a aplicar también el interés legal de las cantidades gastadas.
248
El usufructo
249
José Antonio Álvarez Caperochipi
los seguros. Propone, en consecuencia, una interpretación correctora del
articulo 518: a) contribución del usufructuario y del nudo propietario al
seguro (Art. 518.1); entiende BERCOVITZ que esta norma no dice que
el nudo propietario deba recibir el precio del seguro y tampoco que sea él
quien decide el destino del dinero, sino que el artículo 518 debe interpre-
tarse en relación con el 507 que otorga estas facultades al usufructuario.
Sin embargo a mi esta interpretación me parece dudosa. b) Contribución
exclusiva del usufructuario al seguro (Art. 518.2); BERCOVITZ sólo en-
cuentra justificada la norma cuando el usufructuario tuviese obligación
de asegurar la cosa como parte del deber de conservación (como conse-
cuencia de riesgos, etc.), en otro caso imponer al usufructuario la carga
de la edificación contradice el artículo 507, puede ser perjudicial para el
usufructuario al disminuir el tiempo de goce, y beneficia indebidamente
al nudo propietario que no ha contribuido a los gastos del seguro; por
ello BERCOVITZ entiende que el artículo 518.2 debe interpretarse en
relación con el artículo 507, y debe englobarse la reedificación en el régi-
men de las reparaciones extraordinarias efectuadas por el usufructuario,
por lo que tendrá derecho a exigir del propietario al terminarse el usu-
fructo el incremento del valor que tuviese la finca por efecto de las obras
c) En caso de contribución exclusiva del nudo propietario (Art. 5183);
entiende BERCOVITZ que la normativa se refiere al supuesto en que no
se trate del seguro del predio, sino sólo del seguro de la nuda propiedad.
250
El usufructo
BIBLIOGRAFÍA
Sobre el usufructo en general, puede verse ALBALADEJO-DO-
RAL, Comentario a los artículos 467 a 529 del CC, en la obra colectiva
dirigida por M. ALBALADEJO, tomo VII, Vol. 1, Jaén, 1980; SAN-
CHO REBULLIDA, Usufructo de montes, Barcelona, 1960; D’ORS y
BONET CORREA, El problema de la división del usufructo, «ADC»,
1952, Pág. 62 y sigs.; ALBALADEJO, Compensación de desperfec-
tos con mejoras en el usufructo, «ADC», 1963, Pág. 103 y sigs.; R.
BERCOVITZ, El seguro de usufructo en el Código Civil, «Estudios De
Castro», 1, Madrid, 1976, Pág. 169 y sigs.; MARTINEZ DE VELASCO
José Ignacio, La posesión, el usufructo y la prenda de derechos, Bar-
celona 1992. MALUQUER DE MOTES, Los conceptos de sustancia,
forma y destino de las cosas en el código civil, Barcelona 1992. CATA-
LA ROS El abuso del usufructuario: análisis del Art. 520 del Código
civil, Madrid 1995; BELUCHE RINCON, La relación obligatoria de
usufructo, Madrid 1996;
251
Capítulo XII
LAS SERVIDUMBRES
1. CONCEPTO
Se define la servidumbre como un gravamen tendencialmente
perpetuo de un fundo en provecho de otro fundo o de una utilidad
legalmente reconocida (causa servitutis). Ordinariamente la servi-
dumbre es un gravamen impuesto sobre un inmueble en beneficio de
otro perteneciente a distinto dueño; el inmueble en cuyo favor está
constituida la servidumbre se llama predio dominante; el que lo su-
fre, se denomina predio sirviente (Art. 530).
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una categoría general. Las categorías originarias serían las servidum-
bres de paso (iter, vía y actus) y aquaeductus —que son consideradas res
mancipi en las fuentes—, posteriormente con el desarrollo económico y
urbanístico de Roma, se irían desarrollando nuevos tipos de servidum-
bres rústicas y urbanas (que son tratadas, sin embargo, como res nec
mancipi). Las primitivas servidumbres (paso y acueducto) eran consi-
deradas parte de la propiedad del fundo dominante (iura praediorum).
Las sucesivas servidumbres se fueron incorporando a la categoría, típi-
camente, sin llegar a definir un principio de libertad de constitución de
servidumbres; por otra parte, en ningún lugar de las fuentes se reconoce
con carácter técnico el concepto de predio dominante, y aunque normal-
mente el régimen de las servidumbres contempla también relaciones de
vecindad entre fundos, se reconocen intereses distintos (y. gr. iter ad se-
pulcrum) como parte del tratado de las servidumbres. La glosa, acentúa
una generalización comenzada en la misma época postclásica, y elabora
el llamado arbor servitutum. Amplía el concepto de servidumbre con-
templando unas servidumbres personales (esclavitud), reales (entre fun-
dos) y mixtas (de fundo a persona o de persona a fundo) (BALDO). La
servidumbre era considerada una forma de dominio (BARTOLO) sobre
personas (personal), sobre fundos (real), o de fundos a personas —seño-
ríos jurisdiccionales— o de personas a fundos (mixta). La clasificación
de las servidumbres en personales r. reales y mixtas, es también corriente
en España donde la encontramos hasta la codificación. GUTIERREZ en
1878 aún comienza el tratado de las servidumbres con una referencia
a la esclavitud en las colonias. En el derecho moderno se afirma como
axioma que las personas no pueden ser objeto de servidumbre. Por eso,
se definen como servidumbres personales las mixtas de la antigüedad,
y se clasifican las servidumbres en dos grandes categorías: personales y
reales, aunque las personales, consideradas derechos feudales por la co-
dificación se regulan principalmente para establecer su redención.
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voluntaria de una servidumbre es contraria al derecho romano y pro-
pia del derecho intermedio (BALDO, BARTOLO). El principio tiene un
claro sentido antijurídico —multiplica las cargas ocultas— y antieco-
nómico—restringe los rendimientos de la propiedad—. En la moderna
codificación se admite que «cualquier provecho» del fundo dominante
puede fundar una servidumbre, y pierde el sentido de la tipicidad de las
servidumbres inmobiliarias. Sin embargo, el análisis atento de la juris-
prudencia muestra que la propia excepcionalidad de las servidumbres,
hace del problema un problema «teórico», pues la práctica apenas cono-
ce la existencia de servidumbres “innominadas”.
2. CARACTERES
La servidumbre es, en el derecho moderno, un derecho inmobi-
liario; grava directamente un fundo ajeno sin intermediación de su
propietario (sin imponer conducta alguna del mismo: servitus in fa-
ciendo consistere nequit), el acuerdo conteniendo un gravamen que
implique una actividad del titular del fundo sirviente, no será una
servidumbre sino un acuerdo obligacional. Por otra parte, no puede
establecerse servidumbre sobre un fundo propio (SSTS 19 de febrero
de 1996, 3 de enero de 1992),
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El principio de que la propiedad de toda finca se presume libre fue de los
primeros tajantemente sentados por la jurisprudencia del Tribunal Su-
premo (SS de 23 de junio de 1862, 30 de junio de 1864), después reiterado
ininterrumpidamente (SSTS de 8 de mayo de 1989, 23 de junio de 1995).
La excepcionalidad del gravamen real frente al personal se fundamenta
en consideraciones jurídicas (la servidumbre como desmembración de
la propiedad y restricción al crédito), y también económicas (la libertad
de la propiedad, especialmente agraria, como fomento a la producción y
como medio de hacer rentable la pequeña propiedad agraria).
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se regula con carácter general, viene previsto en la servidumbre legal de
paso (Art. 568 CC) que debe interpretarse con la máxima amplitud; tam-
bién se prevé en materia de aguas por medio del expediente de revisión
(Art. 61 del Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio, por el que se
aprueba el texto refundido de la Ley de Aguas).
3. CONSTITUCIÓN DE SERVIDUMBRES
El Código Civil (Art. 536) clasifica las servidumbres en dos gran-
des categorías: las legales (capítulo II, del título VII, del libro II) y las
convencionales (capítulo III, título VII, del libro II). Las servidumbres
convencionales se imponen mediante acto de disposición del propie-
tario del fundo sirviente, siempre que tenga capacidad de obrar y po-
der de disposición. Las servidumbres legales se denominan así porque
se imponen forzosamente por la ley, pero no se imponen directamen-
te por la ley, sino que, como consecuencia de la tutela jurisdiccional
de la propiedad, la ley otorga el derecho a exigir la constitución de
la servidumbre (Art. 564 del CC), que se impone judicialmente en el
procedimiento ordinario correspondiente, y siempre previa indem-
nización. Modernamente en la legislación pública se multiplican los
supuestos de servidumbres legales y administrativas, muchas de los
cuales se pueden constituir mediante acto administrativo.
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En el derecho romano las servidumbres rústicas originarias: paso (iter,
via y actus) y acueducto, son consideradas res mancipi y se adquieren por
la posesión de dos años; aunque lo que se adquiere no es propiamente un
derecho sino un fundo, pues los gravámenes originarios no eran consi-
derados derechos, sino cosas (el camino, el acueducto); la lex scribonia
(siglo I a. C.), prohíbe la usucapión de servidumbres pero sus términos y
alcance son oscuros; la época postclásica y justinianea parece haber ad-
mitido una cuasipossessio de algunas servidumbres y su usucapión por
medio de la longi temporis praescriptio. La falta de claridad en las fuen-
tes clásicas, que no llegan a elaborar una teoría general, se manifiesta de
nuevo en el derecho intermedio; la prescriptibilidad de las servidumbres
se convierte en uno de los problemas más complejos y debatidos por la
glosa. La principal aportación parece ser la de BARTOLO, que clasifica
las servidumbres en continuas y discontinuas, afirmando que solo se po-
seen a efectos de usucapión las servidumbres que tengan naturaleza con-
tinua, distinción que luego hace fortuna y se perpetúa hasta la codifica-
ción. Las Partidas admiten como excepción la prescripción inmemorial
de las servidumbres discontinuas (3, 31, 15), la doctrina clásica enten-
día aplicables a las continuas el régimen general de usucapión ordinaria
con justo título y buena fe (Gregorio LÓPEZ, COVARRUBIAS, Antonio
GOMEZ); la doctrina afirma también comúnmente que la prescripción
inmemorial de las servidumbres discontinuas (vetusta prescriptio) no es
un modo de adquirir la servidumbre, sino un medio de prueba de que
siempre ha existido.
Para poder ser usucapida una servidumbre tiene que ser con-
tinua. ¿Qué son servidumbres discontinuas? ¿Cuáles son las ser-
vidumbres continuas que se pueden adquirir por usucapión? El có-
digo, siguiendo Las Partidas (3, 31, 15) define como servidumbres
discontinuas aquellas cuyo ejercicio —o manifestación— requieran
un hecho actual del hombre (Art. 532 del CC). Sin embargo, la cate-
goría siempre ha sido difícil de concretar en la práctica. ¿Cuáles son
las servidumbres continuas? ¿Por qué se excluye de la usucapión las
discontinuas? Es lo más común —aunque no concluyente— fundar
la imposibilidad de usucapión de las discontinuas en una presunción
de tolerancia (STS de 20 de octubre de 1980). La categoría surge para
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Las servidumbres
subrayar que un uso por una persona sobre el fundo ajeno no puede
ser causa por sí mismo de originarse una servidumbre, aunque sea
un uso reiterado, porque debe considerarse parte de una vecindad
amistosa. Además razones de política económica y social aconsejan la
drástica restricción de la facultad de usucapir.
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que la generalización de la presunción de tolerancia, y las razones de
tutela de la propiedad agraria son “motivos sociales de lógica abstrac-
ta”, contrarias al sentido común, que llevan “a absurdas y contradictorias
conclusiones”. Con todo a mi la solución del código me parece correcta
sin perjuicio de las precisiones que sobre el tema ha realizado la juris-
prudencia en casos puntuales, como es la de considerar continua la ser-
vidumbre de paso que se muestra en la existencia real de un camino y la
prescripción inmemorial de la servidumbre de paso.
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A tenor del artículo 541 CC: “La existencia de un signo aparente, de ser-
vidumbre entre dos fincas, establecido por el propietario de ambas, se
considerará, si se enajenare una, como título para que la servidumbre
continúe activa y pasivamente, a no ser que, al tiempo de separarse la
propiedad de las dos fincas, se exprese lo contrario en el título de ena-
jenación de cualquiera de ellas, o se haga desaparecer aquel signo antes
del otorgamiento de la escritura”. La constitución tácita de servidum-
bres parece tener su origen en BARTOLO, con precedentes en la glosa
y en la figura romana del iter ad sepulcrum, en España es conocida en
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Las Partidas y se introduce probablemente a través de Gregorio LÓPEZ,
conocedor de la glosa italiana. Se acaba por imponer en la jurispruden-
cia del Tribunal Supremo del siglo XIX orientada por el proyecto de
GARCÍA GOYENA de 1851. ¿Cuál es el fundamento de la constitución
tácita de servidumbre? BONET CORREA, presenta los distintos funda-
mentos que se han ofrecido históricamente. En BARTOLO, su origen y
fundamento está ligado al régimen de prescripción de las servidumbres,
los glosadores y la doctrina de la codificación napoleónica la fundan en
el consentimiento tácito, y en la presunción de voluntad del causante (en
las constituidas mortis causa), la pandectística aduce los facta concluen-
da y asimila los signos aparentes a un título; se alega también necesida-
des prácticas del servicio de los fundos y la ley.
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pozo o toma de aguas es signo aparente de una servidumbre de saca de
agua (STS de 11 de mayo de 1962, 20 de octubre de 2003) b) Sobre la
necesidad de que el signo aparente sea establecido por el propietario, la
jurisprudencia aparece contradictoria: una línea jurisprudencial, quizás
la mas antigua, abandona la tesis voluntarista y no exige que el signo
aparente lo establezca materialmente el mismo propietario, pues basta
que no lo denuncie en el momento de la enajenación y conserve el sig-
no aparente (SS de 10 de octubre de 1957, 26 de enero de 1971, 30 de
junio de 1978, 8 de abril de 1988), otra corriente jurisprudencial niega
la constitución de servidumbre si no se prueba que el signo aparente
lo estableció el propietario originario de ambos fundos (STS de 20 de
octubre de 1980, 23 de junio y 14 de julio de 1995, 29 de julio de 2000).
c) Enajenación de los predios; comprende, según la jurisprudencia, to-
das las modalidades (voluntarias o forzosas) de transmisión separada
de los predios (STS de 27 de octubre de 1974), en particular la partición
hereditaria (SS de 20 de diciembre de 1965, 26 de enero de 1971, 27 de
octubre de 1974), y división de la cosa común que pasa a formar fincas
independientes (SSTS 3 de julio de 1982, 22 de setiembre de 1983). d)
Sobre la exclusión de la servidumbre por mención contraria, ha de ser
expresa sin que valga la mención genérica de enajenarse libre de cargas
(SS de 10 de octubre de 1967, 2 de enero de 1972, 11 de junio de 1975,
31 de enero de 1990, 20 de diciembre de 1997), aunque basta con que se
pacte la des aparición de los signos aunque luego no se lleve a efecto (STS
de 21 de enero de 1960). e) No es requisito que la servidumbre sea nece-
saria, el hecho de que la finca tenga salida al camino público, no priva la
aplicación del artículo 541 (STS de 30 de octubre de 1959, 6 de enero de
1971), aunque recientemente se afirma que no hay servidumbre si no se
trata de fincas contiguas (STS 10 de noviembre de 1986).
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acera en una servidumbre de acceso a la vía publica (STS 9 de mayo
de 1989)la reedificación de un edificio de cuatro plantas no puede
utilizar una servidumbre de vistas del antiguo edificio de una sola
planta (STS de 28 de junio de 1967); aunque en otras ocasiones la
jurisprudencia tiende a interpretar ampliamente el concepto de agra-
vación y a favorecer una adecuación de la servidumbre a su uso mas
racional; así, las obras de profundización de un pozo no implican
necesariamente la agravación de una servidumbre de vertido de agua
(STS de 8 de abril de 1976), el tendido eléctrico subterráneo puede
hacerse aéreo aun existiendo pacto expreso si no implica agravación
de la servidumbre por no suponer riesgo o dificultar la normal labor
de la finca (STS de 5 de abril de 1976), el derecho a pasar mayor
número de personas al edificarse en el predio dominante no implica
agravación de la servidumbre (STS de 18 de noviembre de 1980), la
canalización de desagües no supone agravación de la servidumbre
(STS 14 de diciembre de 1993).
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El Art. 543 delimita las obras que puede realizar el titular del fundo do-
minante exclusivamente como las necesarias, evidentemente como esas
obras presuponen una intromisión en el fundo sirviente ha de interpre-
tarse restrictivamente. En caso de que fueren varios los beneficiarios de
la servidumbre la contribución a los gastos debe hacerse no en propor-
ción a las cuotas, sino de los beneficios de la obra; a falta de otro criterio
para saber cual es la proporción en que se beneficia cada uno, se deter-
minará por la extensión de los predios respectivos (STS 25 de noviembre
de 1986). Si el titular del predio sirviente se beneficia de la servidumbre
debe también contribuir proporcionalmente a los gastos de conserva-
ción y reparación en la misma proporción (artículo 544, párrafo 2).
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También el titular del predio sirviente puede, en caso de estar obligado a
gastos de reparación, liberarse de la servidumbre renunciando al predio
(Art. 599); tal norma viene legalmente prevista sólo para el caso de cons-
titución convencional de la obligación de reparación, pero no hay razón
para no extenderla también a todo supuesto de obligación de reparación
(en particular, por aplicación del artículo 544, párrafo 2). Pero en este
supuesto parece que será necesaria la aceptación de la renuncia, pues la
renuncia del titular del predio dominante es automática, mientras que la
del titular del predio sirviente hay que interpretarla como una transla-
ción de dominio.
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contradecirla la legislación desvinculadota. La práctica muestra que ape-
nas se conocen servidumbres de carácter personal y que las que se han
tipificado (como el derecho de balcón, el de butaca e incluso los dere-
chos particulares de caza y siembra), obtienen una explicación más cla-
ra, sencilla y acorde con su naturaleza, configurándose como relaciones
obligatorias de carácter personal (así, STS de 5 de junio de 1976, el pacto
de no dedicar un local a industria o comercio, no es una servidumbre
sino una obligación de no hacer; STS 4 de junio de 1967, la vinculación
real es excepcional y no se puede constituir como tal lo que debe ser
interpretado como una obligación). Por ello puede considerarse que las
servidumbres personales son siempre excepcionales y de carácter legal,
pues las partes libremente sólo pueden constituir servidumbres —gravá-
menes perpetuos de carácter real— en utilidad de un fundo dominante
(causa servitutis).
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distinguen de las limitaciones legales del dominio, en que las primeras
son gravámenes singulares de fundos concretos, normalmente por razón
de la utilidad de fundos contiguos de interés particular, mientras que las
limitaciones legales del dominio forman parte de la configuración jurí-
dica normativa la propiedad (interés público) y su delimitación no da
derecho a la previa indemnización de su justiprecio.
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la salida o camino existente resulta insuficiente para las necesidades del
fundo dominante (STS 18 de junio de 1989). Para fijar la modalidad y el
ancho de la servidumbre forzosa a constituir hay que atender a la finca,
extensión y cultivo o aprovechamiento de la finca dominante (SSTS 13
de junio de 1989, 16 de setiembre de 1995). La jurisprudencia subrayan-
do que todo gravamen forzoso ha de interpretarse restrictivamente ha
realizado una interpretación estricta de la necesidad, llegando a afirmar
(STS de 8 de marzo de 1923) que la salida por río navegable hace que la
finca no pueda considerarse enclavada; el establecimiento de servidum-
bre ha de ser el único medio de salida a camino público (STS de 14 de
octubre de 1941), y no tiene derecho a servidumbre forzosa de paso la
finca que linde con una vía pecuaria que equivale a camino público (STS
de 29 de marzo de 1977).
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BIBLIOGRAFÍA
LUCAS FERNÁNDEZ, La servidumbre de paso en el derecho civil
español, Murcia, 1962; J. ROCA JUAN, Comentarios al CC —dirigi-
dos por M. ALBALADEJO—, artículos 530 a 568, tomo VII, Vol. 2,
Jaén, 1978; BONET CORREA, La constitución de servidumbres por
signo aparente, Madrid, 1970; ALVAREZ CAPEROCHPI, El derecho
de pastos y las servidumbres personales como categorías jurídicas,
«RDP», 1980, Pág. 463 y sigs.; GUILARTE GUTIÉRREZ, La consti-
tución voluntaria de servidumbres en el derecho español, Madrid,
1984; Régimen jurídico de las servidumbres / Miguel Ángel del Arco
Torres, Manuel Pons González, Granada 1989; La acción confeso-
ria de servidumbre : configuración y régimen jurídico / Judith Solé
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Capítulo XIII
LOS CENSOS
1. PLANTEAMIENTO
El Código Civil distingue tres tipos de censos: enfitéutico, consig-
nativo y reservativo. Es el momento final de una evolución de siglos
durante los cuales la enfiteusis —y los censos— han significado cosas
muy distintas.
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Se ha llegado a decir que en esta materia el texto del Código Civil pue-
de considerarse más un epitafio que una regulación jurídica (J. GON-
ZÁLEZ). El Código de Napoleón no regula la enfiteusis. En el Código
Civil español, sistematizando el contenido de diversas leyes generales
promulgadas en el XIX, define la enfiteusis como una forma de censo
(el censo enfitéutico), excluye los censos del régimen histórico de la en-
fiteusis privándoles del laudemio y el comiso, remarcando su carácter
estrictamente patrimonial y haciendo de la enfiteusis una figura excep-
cional frente al censo, permite la redención universal de todo tipo de
enfiteusis o censo, o figuras similares como los foros (véase SSTS 3 de
febrero de 1896, 30 de diciembre de 1930), y acentúa la tutela del de-
tentador (dueño útil) de la finca como único titular efectivo de la finca
gravada frente al titular del dominio directo (la STS de 28 de mayo de
1976 declara por ejemplo, aunque incidentalmente, que el titular del
dominio útil puede ejercitar la acción reivindicatoria, mientras que el
titular del dominio directo solo tiene una acción personal para el re-
conocimiento de su derecho). El censo se distingue del arrendamiento
por su carácter tendencialmente perpetuo (Art. 1608 CC), sin embargo
la STS de 21 de noviembre de 2002, admite la existencia de un censo
enfitéutico constituido en 1875 por 44 años, afirmando que su extin-
ción es automática. La STS de 22 de junio de 1988 presume en todo
caso que la finca se cede temporalmente en arrendamiento y no en
enfiteusis.
2. LA ENFITEUSIS
2.1 Planteamiento histórico
El régimen de la enfiteusis enmarca un problema político: el
de la naturaleza del señorío. Por eso, a lo largo de los siglos el ter-
mino enfiteusis cambia de contenido y su régimen está teñido por
la lucha positica: por la evolución de la relación entre vasallos y
señores, por la resolución del conflicto entre el poder señorial y
el poder real, y por el origen y desarrollo del Estado y dentro de
él del concepto de propiedad privada y de autonomía de la volun-
tad. En particular, el problema del régimen jurídico de la enfiteu-
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Los censos
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La sociedad feudal se estructura a través de vínculos de sucesivo enfeuda-
miento a través de los cuales se elabora una compleja jerarquía social de
señores, siervos y plebeyos. La enfiteusis es el beneficio (benefitium) co-
rrespondiente al vasallaje (servitium, caballicatio) —según la definición
clásica del liber feudorum, y en España del liber iudiciorum y Las Parti-
das (IV, 26, 1): concesium rei propter homagium et fidelitatem facta—. La
jurisprudencia medieval califica el poder del señor como jurisdicción e
imperio y al incumplimiento infidelidad o perfidia. El carácter formal de
la enfiteusis está ligado al carácter ritual del enfeudamiento (sacramen-
tum fidelitatis). El servicio militar a caballo era el servitum feudal por
antonomasia. Con el tránsito de la alta a la baja edad media, la enfiteusis
tiende a patrimonializarse; fenómeno acentuado con los nuevos estudios
de derecho romano, por la incidencia de la noción de propietas romana.
El proceso de patrimoníalización de la enfiteusis es correlativo a la pér-
dida de poder de los señores feudales y al desarrollo del poder real (y del
Estado). BARTOLO define el canon como una ostentación del dominio y
una compensación de los frutos, con lo que la noción romana prevalece
sobre la de la alta medieval de sacramentum. La evolución final se inicia
con los juristas humanistas que consideran la auténtica propiedad el do-
minio útil, y el dominio directo como un mero gravamen o carga de la
propiedad. Por ello la enfiteusis se considera constituida causa venditio-
nis y perpetua —excepto la eclesiástica que no puede pasar de la terce-
ra generación; aunque en los siglos XVIII y XIX también se interpretan
como perpetuas—, y se aproxima en naturaleza y régimen a los censos. La
doctrina sobre el tesoro es un observatorio privilegiado de la evolución
jurídica de la institución. Las Partidas atribuyen el tesoro al dueño directo
como único Señor de la heredad (III, 28,45); MOLINA, en consonancia
con la teoría de la enfiteusis como dominio dividido propugna el reparto
del tesoro; a partir del siglo XVII la doctrina tiende a atribuir íntegra-
mente el tesoro al censatario como único titular efectivo, solución que
adopta el Código civil (Cf. Art. 1.632, Párr. 2, del CC).
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Los censos
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(Ley 68 de Toro: MOLINA, COVARRUBIAS, LLAMAS Y MOLINA,
GUTIERREZ, GIL), y tal es también la doctrina jurisprudencial ante-
rior al Código (STS de 29 de diciembre de 1864). Algún autor, fundado
en las Partidas (5, 8, 28), sostiene que en la enfiteusis el censualista en
caso de impago, puede recuperar la cosa por su propia autoridad mien-
tras que en el censo debe recibir auxilio judicial (LLAMAS y MOLI-
NA), pero en general se admite que la acción directa está en desuso en
todo caso (GIL); finalmente en su duración, algún autor mantiene que
la enfiteusis eclesiástica no puede pasar de tres generaciones, pero la
mayoría de los autores en el XIX mantienen la presunción de carácter
indefinido de todo censo incluido el enfitéutico sobre bienes titulari-
dad de la Iglesia.
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Los censos
libro de J. GIL, De los censos según la legislación general de España,
Santiago de Compostela, 1880, que inspira también el célebre manual de
GUTIERREZ, que como se sabe fue uno de los artífices intelectuales de
la codificación española.
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la finca (Art. 1.648), debiendo el dueño directo abonar las mejoras que
subsistan al tiempo de la devolución (Art. 1.652). La sucesión legal del
dueño directo se establece a falta de herederos testados o intestados (Art.
1.653), lo que en nuestros días significa la exclusión del llamamiento al
Estado. La derogación legal de la tasa de interés hace que el Código no
contemple la compleja normativa histórica sobre la tasa del censo, esto
es los limites de la renta censal en relación al capital de constitución del
censo. La STS de 3 de diciembre de 1987 estima que no ha lugar al co-
miso si el titular del dominio directo deja su domicilio para ir a vivir a
Barcelona sin notificar al titular del dominio útil su nuevo domicilio ni
darle instrucciones para el pago de la renta censal.
3. LOS CENSOS
3.1 Concepto
La enfiteusis tiene carácter de dominio dividido, frente a ello el
censo se define, como derecho real a recibir una renta, denominada
censal, de una finca.
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Los censos
El arrendamiento como contrato de cesión de la tenencia y el cultivo de
un fundo inmobiliario tiene sentido cuando hay más aceptantes que ofe-
rentes; los plazos de detentación de la finca son entonces cortos. Mientras
que, por el contrario, cuando hay más tierras incultas que población, los
plazos se alargan y las condiciones de entrega de las tierras muchas de
ellas ad meliorandum tiene que justificar el esfuerzo; entonces el censo
tiende a sustituir al arrendamiento. Pero la función primordial del censo
parece que era la de con seguir capital en un sistema jurídico que prohibía
el préstamo con intereses. El siglo XIII y XIV asitió a las discusiones sobre
la licitud moral del censo. Frente a la acusación de que la constitución de
un censo era análogo a la usura y al préstamo con interés, el argumento
central en favor de censo era que el mismo se constituía causa venditionis.
Pero… ¿era un préstamo con interés, es decir una usura en el sentido me-
dieval, el censo redimible? En la practica eran muchos los censos que se
constituían con facultad de redimir —que se calificaba de pacto de retro-
venta—, y en algunos incluso se configuraba la redención como facultad
potestativa del censualista. La figura del censo consignativo redimible fue
obra de juristas, los teólogos eran contrarios a su admisión; Enrique DE
GANTE, en 1276, argumentaba que eran reprobables por tratarse de una
forma de usura y esta era la opinión más común entre los teólogos. La
dura controversia fue finalmente cerrada por el papa MARTÍN V que en
su bula regimini universalis—1425— declaró lícitos los censos redimibles,
siempre que se pagase un capital en dinero, se obligasen bienes inmuebles,
fuese perpetuo y la redención se fijase en su caso en el mismo capital que
la Constitución. Esta bula, confirmada por Sixto III en 1455, iba a inau-
gurar una nueva fuente de controversias. LUTERO en 1519/1523, hacia el
siguiente comentario a estas bulas: «Toda Alemania está exhausta por las
continuas usuras, en especial la llamada zinskauft (censo), esta diabólica
invención fue sancionada por el Papa y continuó siendo practicada sobre
todo por el clero romano». Aunque luego como MELANCHTON Y BU-
CERO, parece haber moderado sus críticas a los censos por exigencias de
la lucha política y del apoyo de los príncipes. Domingo DE SOTO argu-
menta: si a una persona se le permite vender una cosa, ¿cómo no se va a
poder vender una renta de la cosa?; las condiciones de licitud del censo
son, según DE SOTO, la enajenación definitiva, el justiprecio y la recta
intención (no debe haber ánimo de fraude); desde esta perspectiva, DE
SOTO (igual que COVARRUBIAS defienden la licitud del censo redimible
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a la voluntad del censualista, e incluso mantiene DE SOTO que el injusto
precio del censo no es usura sino injusticia (porque el precio se paga no
por el uso de la cosa sino por la cosa misma). Nótese que esta doctri-
na abre la vía a una libre negociación mercantil y obtención de capitales,
aproximándose así a la postura calvinista de admitir la licitud del présta-
mo con interés. El papado va a salir al paso de esta interpretación de la
escolástica española; Pío V, en la bula cum onus —1569— declaró usura-
rios los censos que no recaen sobre inmuebles fructíferos, cuya redención
no quedase enteramente a voluntad del censatario, o en el cual el capital
del censo no se pagase de presente. La doctrina repite estas condiciones:
se prohíbe como usurario el censo personal (MOLINA, FARIA, VELA,
COVARRUBIAS, AVEDAÑO), se exige justiprecio en los mismos (CO-
VARRUBIAS, AVEDAÑO), Y debe imponerse sobre bienes raíces, fructí-
feros y determinados. La exégesis declara que por la exigencia de capital
de presente la constitución de un censo consignativo es un contrato real
que se perfecciona por la entrega del dinero (VELA, SALAS).
La normativa precodificada sobre el censo se recoge detalladamente en la
Novísima Recopilación (Libro X, Título XV: de los censos). La regulación
se centra en tres aspectos fundamentales: a) la exigencia de pago de la renta
censal en dinero (Leyes III, IV y V): los censos que se hayan pactado en
especie o fructuarios pueden ser pagados en dinero, a elección del censa-
tario; b) redención de los censos, se trata de una complejísima normativa
de redención de censos con vales de la real hacienda que se inicia en los
tiempos de Carlos IV, destinada tanto a fijar el capital de la redención como
el tipo de redención —en función del origen del censo, su duración y renta
(leyes XIV y siguientes)—, el fundamento de esta normativa es la nueva
sensibilidad desvinculadora; finalmente la Ley de 1 de mayo de 1855, como
corolario de la desamortización civil establece la redención general de cen-
sos foros y arrendamientos y la Ley de 20 de agosto de 1876, establece (Art.
1.°) la redimibilidad general de todos los censos, foros, subforos, rentas en
saco, derechuras, rabassa morra y cualquiera otras de la misma naturaleza,
y (Art. 13) establece también la nulidad de los subforos; c) tasa de interés de
los censos, para evitar la usura la tasa esta limitada a un máximo, también
se trata de una complejísima normativa fundada en la idea del justiprecio,
y que presenta gravísimos problemas de calificación y concreción. En ge-
neral, para fijar esta tasa se distingue entre censos consignativos y reserva-
tivos, vitalicios y perpetuos, redimibles y no redimibles.
292
Los censos
293
José Antonio Álvarez Caperochipi
294
Los censos
A diferencia de la enfiteusis, en el censo no existe comiso por impago
sino sólo acción real para el pago de las pensiones (Art... 1.659, 1.664).
En el supuesto de que el valor de la finca no cubra el capital del censo (y
un 25 por 100 más), el censualista puede obligar al censatario a su elec-
ción a que redima el censo, complete la garantía o abandone la finca en
los siguientes casos: 1. reclamación judicial (Art. 1.659), 2. disminución
culpable del valor de la finca, 3. impago de pensión por dos años, 4. con-
curso, quiebra o insolvencia declarada del censatario (Art. 1.660). Esta
opción existe sólo en el censo y no en la enfiteusis ni en el censo reser-
vativo, en el que el censatario no puede optar por completar la garantía
(Art. 1.664). El régimen del Código se completa con las normas sobre la
destrucción de la finca asegurada (Art. 1.626; que deben interpretarse en
los términos antes examinados sobre pago de seguro de finca usufruc-
tuada) y de expropiación de la finca (Art. 1.627).
4. LOS FOROS
Son una figura jurídica típica de Asturias y Galicia. Parecen ser
en su origen arrendamientos a largo plazo de fincas incultas (arren-
damientos ad meliorandum). En ocasiones se pactaban por tres gene-
raciones o por vida de tres reyes. Tanto la normativa como el propio
concepto de foro parecen haber surgido para evitar la nota de perpe-
tuidad que acompaña a la enfiteusis y a los censos.
295
José Antonio Álvarez Caperochipi
BIBLIOGRAFÍA
GIL, De los censos según la legislación general de España, Santia-
go de Compostela, 1880; BONET CORREA, Del contrato al derecho
real de Foro, AHDE, 1953, Pág. 161 y sigs. BORREL, Censo consig-
nativo, «NEJ», IV, Barcelona, 1952, Pág. 17 y sigs.; Censo reservati-
vo, ibídem, Pág. 21 y sigs.; LA LAGUNA, La enfiteusis en el derecho
Balear, Pamplona, 1968; BLASCO ROVIRA, La lucha antifeudal en
Benifaió, la redención de censos de enfiteusis (1783-1872), Valencia
1983; FIESTAS LOZA, La doctrina de Domingo de Soto sobre el censo
consignativo, «AHDE», 1984, Pág. 639 y sigs. JOVE Y BRAVO, Foros
en Galicia y Asturias, Gijón 1990; MARTINEZ MARTINEZ, aproxi-
mación histórica al foro gallego, Santiago de Compostela, 2002.
296
Capítulo XIV
DERECHO DE SUPERFICIE
1. CONCEPTO
El derecho de superficie, como cesión temporal por largo tiem-
po, distinta del arrendamiento, de un inmueble para edificación,
plantación o siembra, a cambio de una renta, es una figura tratada
marginalmente por la codificación del derecho civil, que sin embargo
despierta modernamente interés como instrumento de promoción
inmobiliaria, de abaratamiento del suelo y de conservación del patri-
monio público inmobiliario.
299
José Antonio Álvarez Caperochipi
protección de la superficie toman como modelo las concesiones de los
agri vectigales, llamándose superficie a los arrendamientos a largo plazo
de los bienes municipales. La compilación justinianea parece recoger tex-
tos contradictorios de distintos orígenes y épocas; en todo caso, la tutela
del superficiario es real, pues ha desaparecido la distinción entre acciones
útiles y directas; la posesión y la tradición se aplican al ámbito de la su-
perficie. En la compilación justinianea se discute como era configurado
el derecho de superficie: si como propiedad superficiaria (BIONDI), si
como iura in re aliena (PUGLIESE) —postura fundada en que en la sti-
pulatio de damni infecti, la superficie se asimila al usufructo—, o si como
propiedad separada (enfiteusis). Para el derecho intermedio resulta difícil
sentar criterios pero en términos generales puede afirmar que el régimen
de la superficie se asimila al de los censos. El superficiario es considera-
do dueño útil y el propietario dueño directo. Los autores apenas prestan
atención a la superficie como derecho autónomo. Ley 74 de Toro consi-
dera la superficie censo a los efectos del retracto y le otorga preferencia
sobre el retracto gentilicio. En la Codificación francesa la superficie es
desconocida, la asimilación doctrinal de la superficie al censo hace que
sea considerada una forma de propiedad separada y por tanto una vin-
culación, el derecho de superficie queda entonces inmerso en el régimen
general de supresión de la vinculaciones. El derecho de superficie asi-
milado a los censos en el derecho anterior a la codificación, parece, sin
embargo, adquirir cierta especialidad como excepción al régimen general
de redención de los mismos. El artículo 1.563 del proyecto de GARCÍA
G0YENA, sin embargo preveía la redimibilidad del derecho de superficie.
La perspectiva moderna de consideración de la superficie como dere-
cho real y temporal es obra de la pandectística (WINDSCHEID, DER-
NBURG), y en sintonía con este movimiento doctrinal el BGB regula la
figura entre los derechos reales. La superficie es una cesión de la titulari-
dad de un inmueble que como derecho temporal se distingue del censo,
y como derecho real se distingue del arrendamiento.
En cuanto a la naturaleza del derecho de superficie, la doctrina civil espa-
ñola ha mantenido tres posturas fundamentales: considerar la superficie
un dominio dividido (tal parece la era del Código, y de los primeros tra-
tadistas del mismo: VALVERDE), considerarlo un derecho real limitado
300
Derecho de superficie
sui géneris (GUILARTE, DE LOS MOZOS, etc. PEÑA Y BERNALDO
QUIROS funda esta postura en el carácter de numerus apertus de los de-
rechos reales y en la atipicidad de las servidumbres). Una tercera postu-
ra, la califica como una propiedad temporal, afirmando que al momento
de extinción del término por el que se constituyó la superficie, no se con-
solida el dominio del dueño del suelo sino que será exigible una entrega
para retransmitir la propiedad. Finalmente DIEZ PICAZO-GULLÓN
entienden que se trata de un arrendamiento si la superficie se constituye
temporalmente y de un censo si se constituye con carácter indefinido. La
jurisprudencia española después de promulgarse el código civil ha esta-
do caracterizando la superficie como una modalidad del censo (SSTS 9
de marzo de 1893, 4 de julio de 1928), pero después de la legislación del
suelo de 1956 destaca que frente a la naturaleza meramente obligacional
del contrato de arrendamiento, el de superficie es un derecho real con
virtualidad “erga omnes” (SSTS 15 de junio de 1984, 6 de octubre de
1987), disfrutando el superficiario del uso pleno y la libre disposición,
como titular pleno de la cosa pudiendo dar en anticresis, someter a servi-
dumbre y aun enajenar la superficie sin necesidad de consentimiento del
otro sujeto de la relación, por lo que aquél fue conceptuado en los textos
históricos de cuasi dominus, non iure directo sed utiliter (STS 1-2-1979).
301
José Antonio Álvarez Caperochipi
de marzo de 1991, para aparcamiento subterráneo, evidentemente tam-
bién se constituye para edificar (SAP de Vizcaya 30 de enero de 2001),
para sobreedificar (SAP Cádiz 15 de julio de 2002), para gestionar una
gasolinera (SAP Santa Cruz 1 de julio de 2002).
El propio Art. 1611 previó que la redención del censo se regulase por
ley especial; pero dicha ley especial que nunca llegó a promulgarse. Los
primeros tratadistas del Código apenas le prestan atención. La Ley Hipo-
tecaria de 1861 admitió la hipotecabilidad de la superficie como dominio
dividido (Art. 107.5, LH), lo que también se repite al regular la inscrip-
ción de la superficie en el Art. 27 de RH de 1863 y su reforma de 1870.
302
Derecho de superficie
La doctrina española ha discutido si existe un régimen civil general
del derecho de superficie, del que el régimen urbanístico es una es-
pecialidad (postura de GUILARTE y MEZQUITA DEL CACHO Y
GIL RODRIGUEZ), que circunscriben el ámbito de la superficie a la
construcción consecuencia del planeamiento urbano; o frente a esta
postura, si existe un único régimen para el derecho de superficie en
el que debe armonizarse la normativa dispersa sobre el tema (postura
de DE LOS MOZOS). La jurisprudencia considera el régimen de la
superficie urbana como un régimen especial, y las sentencias TS de
1 de febrero de 1979, 15 de junio de 1984 y 26 de noviembre de 2002
admiten la existencia de un derecho de superficie entre particulares,
al margen del Registro de la Propiedad, el cual no requiere para su
constitución escritura pública, como requisito ad solemnitatem. Por
su parte la Dra. IGLESIA MONGE, propone que existe un único de-
recho de superficie pero que entre particulares puede constituirse por
contrato, que tendrá efectos obligatorios aunque solo se constituye
efectivamente como derecho real por la inscripción. En todo caso, la
jurisprudencia reciente impone al superficiario todas las cargas de la
propiedad, en particular las tributarias (SSTS 5 de diciembre de 1989,
24 de enero de 1990, 10 de abril de 1990), y el superficiario tiene que
pagar también las licencias de obras (STS 24 de enero de 1990). La
Ley 428 del Fuero Nuevo de Navarra permite la constitución inter vi-
vos o mortis causa del derecho de superficie y simplemente se afirme
que el mismo es inscribible e hipotecable, sin sujetarlo al régimen de
inscripción registral constitutiva. A su vez, en el artículo 3 de la Ley
22/2001, de Cataluña se establece que tal derecho habrá de constar por
escrito, si bien cuando se atribuya al superficiario legitimación para
la realización de construcciones o plantaciones futuras será preciso el
otorgamiento de escritura pública
303
José Antonio Álvarez Caperochipi
De dicho texto se derogaron el apartado primero del Art. 287, el apartado
primero del Art. 288, y el Art. 290, como consecuencia del punto 2 de la
discutida sentencia del TC de 20 de marzo de 1997, que declaró la nulidad
de una gran parte del TRLS de 1992, por haber invadido competencias
urbanísticas atribuidas por la Constitución a la comunidades autónomas.
Pero en lo que afecta a la regulación del derecho de superficie la nulidad
es solo un efecto reflejo de la declaración de supletoriedad de dicha nor-
mativa a la de las comunidades autónomas, permaneciendo vigente la
estructura fundamental del derecho de superficie, ya que la propia STC
de 20 de marzo de 1997, argumenta que como institución de derecho civil
corresponde su regulación al Estado a tenor del Art. 149.1.8 CE, y en el
posterior texto articulado de la ley del régimen de suelo y valoraciones de
1998 no se hace referencia alguna al derecho de superficie. La disposición
derogatoria única de la Ley 6/1998 de 13 abril, sobre régimen del suelo
y valoraciones exceptuó, de la derogación general, el Art. 287 (excepto el
Párr.1), el 288 (excepto el Párr.1) y el 289 del TR de 1992.
El derecho de superficie se configura en el TR de la LS de 1992 como la
cesión de suelo urbano edificable, con la obligación de edificar el cesio-
nario en un plazo determinado y adquiriendo también temporalmente la
titularidad plena del todo (suelo y edificio), pero revertiendo la propie-
dad al cedente del suelo al cumplimiento del término. Entre particulares
cualquier destino de la finca cedida puede ser causa de un derecho de
superficie (Art. 287.2), pero en el TR de la LS los sujetos públicos deben
emplear la figura con fines urbanísticos.
304
Derecho de superficie
A tenor del Art. 16. 1 RH el plazo señalado para realizar la edi-
ficación no podrá exceder de 5 años, pero no se entiende como
una norma reglamentaria puede imponer un plazo que no esta
en el TRLS ni en ninguna otra norma civil. Y parece que dicha
norma reglamentaria esta dictada en atención al 159.1 de la LS
de 1956 que fue luego derogada en este punto
305
José Antonio Álvarez Caperochipi
3. EL DERECHO DE SOBREEDIFICACIÓN
El derecho de sobreedificación o vuelo es un derecho cuyo con-
tenido esencial es la facultad de construir nuevas plantas en edificio
ajeno. Tal derecho es contemplado en el artículo 16.2, RH, que admite
su inscribibilidad.
Así en los supuestos que dieron lugar a alas SSTS de 21 de enero de 1992
y 23 de febrero de 1993. La STS de 10 de mayo de 1999, sin embargo,
pone en cuestión la legalidad de la usual fórmula por la que el construc-
tor de un inmueble se reserva el derecho de vuelo sobre todo o parte del
edificio (“El derecho de elevación al que se refiere el Art. 16 del R.H. será
306
Derecho de superficie
tal derecho y estará legítimamente constituido cuando los titulares de
todos los pisos y locales lo otorguen a favor del beneficiario, bien a título
oneroso, bien a título lucrativo”, proclama esa sentencia, que anula en el
caso enjuiciado la aplicabilidad del Art. 16.2 RH por atentar contra la
norma de superior grado contenida en el Art. 396 CC).
BIBLIOGRAFÍA
DE LOS MOZOS, El derecho de superficie en general y en relación
con la planificación urbanística, Madrid, 1974. IGLESIA MONJE, El
derecho de superficie. Aspectos civiles y registrales, Madrid, Centro
de Estudios Registrales, 2000. Sobre el derecho de sobreedificación,
puede verse DOMENGE, El derecho de sobreedificación y subedífica-
ción, Palma de Mallorca, 1983. PEREZ DE ONTIVEROS BAQUERO,
El derecho de sobreedificación y subedificación, Madrid 2003.
307
Capítulo XV
LA FACULTAD DE COMPRA
COMO DERECHO REAL
1. LOS DERECHOS REALES DE ADQUISICIÓN PREFERENTE
Los denominados derechos reales de adquisición preferente,
son una categoría unitaria, bajo la que la doctrina española moderna
agrupa diversos supuestos en el que el titular tiene el derecho “real”
de comprar una cosa. El más genérico es el derecho de opción de com-
pra como derecho concedido por el propietario que faculta para la
adquisición de una cosa durante un cierto tiempo, mediante el pago
de un precio (pactado en el contrato de opción). Si la opción se con-
figura como derecho del mismo vendedor a recuperar la cosa vendi-
da durante cierto tiempo, nos encontramos ante el llamado retracto
convencional o pacto de retroventa. Los tanteos y retractos legales
se establecen por la ley, por razones de politica social y economica,
como derecho de opción de compra a favor de un tercero con ocasión
de una venta voluntaria del propietario; el tanteo legal, como derecho
a comprar con ocasión de una venta proyectada, y el retracto legal
después de la venta consumada, y en ambos casos como derecho de
subrogación en los derechos del comprador. Finalmente nada impide
que las partes puedan configurar tanteos y retractos convencionales
similares a los legales, es decir, una opción en favor de tercero con
ocasión de una venta.
311
José Antonio Álvarez Caperochipi
Toda opción otorga el derecho a adquirir la cosa. Hay pues dos momen-
tos sucesivos: el título de la opcion y su ejercicio efectivo. La adquisi-
ción de la propiedad mediante la opción exige primero la existencia e un
contrato o ley que origine el derecho de opcion y luego, en un segundo
momento, la formalización efectiva de una compraventa y la puesta de la
cosa en posesión del comprador ¿Por qué entonces el estudio de la op-
ción en el tratado de los derechos reales? La tipicidad de la opción es un
fenómeno moderno, ligado a la pretensión de oponibilidad de la opción
a terceros; esto es que el derecho de opción permita la efectiva adquisi-
ción de la cosa de cualquier persona que la detente o sea su propietario; y
ademas la calificacion de la opcion como derecho real se funda también
a la pretensión de transmisibilidad misma de la opción como derecho
singular y sustantivo. Es lo que se plantea la STS de 30 de octubre de
2001, la opción de compra puede ser cedida a un tercero y ello no se con-
sidera una cesión de contrato (del contrato de opción), lo que exigiría el
consentimiento del vendedor, sino la cesión de un derecho real, como un
valor por sí mismo.
312
La facultad de compra como derecho real
¿Cómo llega a adquirir consenso general en España una categoría genérica
de derechos reales de adquisición preferente? En el derecho histórico es-
pañol se conocen sólo como figuras típicas el retracto convencional y los
retractos legales de comuneros —el llamado retracto social—, gentilicio y
enfitéutico, sin llegar a desarrollarse una teoría general unitaria. El Código
Civil, como es notorio, tampoco recoge las figuras en una dogmática úni-
ca, aunque presenta ciertas innovaciones (como otorgar al retracto con-
vencional eficacia real: artículo 1.510, y de incorporar como figura nueva
el retracto de colindantes). Tampoco los tratados clásicos (SÁNCHEZ RO-
MÁN, CLEMENTE DE DIEGO, VALVERDE) se refieren a una categoría
de derechos reales de adquisición preferente y se limitan a exponer la teo-
ría del retracto convencional y los retractos legales en sede de compraven-
ta. El origen inmediato de la categoría se encuentra en los comentarios de
PEREZ y ALGUER a la obra de MARTIN WOLF, y en la crítica de estos
autores a la Rs. DGR de 4 de enero de 1927. Haciéndose eco de las nuevas
corrientes, el Reglamento Hipotecario de 1947 prevé y regula la inscribi-
bilidad de la opción de compra, revocando la oposición anterior de la Di-
rección General y siempre que exista convenio expreso de las partes para
que se inscriba, precio estipulado para la adquisición de la finca, y plazo
de ejercicio no superior a cuatro años. A mi juicio, este nuevo criterio del
RH de 1947 se justifica no sólo en una exigencia del tráfico jurídico sino
también en fundamentos dogmáticos: si era inscribible e hipotecable el
retracto convencional, que se define como derecho real en el Art. 1510 CC,
¿cómo no iba a poderse inscribir la opción de compra?
313
José Antonio Álvarez Caperochipi
Por ejemplo la STS 21 de febrero de 2003, concluye que una opción de
compra encubre un préstamo usurario, observa la sentencia que el pre-
cio de la opción es similar al capital prestado, no se transmite la posesión
del bien y el precio fijado para la opción es muy inferior al valor del
bien. Y es frecuente también que la cantidad prestada figure como pre-
cio de venta de un bien otorgando al prestatario la opción de recompra
por la cantidad prestada mas los intereses (muchas veces usurarios) que
se pactan (así STS 6 de julio de 1992). La STS de 16 de mayo de 2000,
afirma que el arrendamiento con opción de compra no puede calificarse
de leasing, porque con el dinero recibido no se ha pretendido financiar
la compra de bien sino que lo querido por las partes fue simplemente
garantizar un préstamo, concluyendo que con el contrato las partes han
contravenido la prohibición del pacto de la ley comisoria.
314
La facultad de compra como derecho real
y MONTALBÁN opinan en idéntico sentido, aunque fundamentan la
acción directa del retrayente en que por pactarse la no enajenación la
segunda venta es nula. De la misma forma, en el derecho precodificado,
la jurisprudencia sienta el carácter personal de la retroventa (SS de 7 de
abril y 26 de noviembre de 1866); la RsDGR. de 14 de agosto de 1863
rechaza la inscribibilidad de un pacto de retroventa por ser personal. El
cambio de criterio parece estar ligado a la reforma hipotecaria de 1866.
La nueva corriente se plasma en la STS de 12 de mayo de 1875: el pacto
de retroventa sólo produce acciones personales que pueden convertirse
en mixtas si se inscriben en el Registro de la Propiedad. El artículo 1510
CC innova de modo drástico y adopta una fórmula tomada del artículo
1.439 del proyecto de GARCÍA GOYENA que a su vez proviene del artí-
culo 1.664 del Código de Napoleón Del que la doctrina no ha deducido
con carácter unánime el carácter real del retracto. GARCÍA GOYENA
justifica el carácter real de la retroventa en que el derecho estaba some-
tido a una condición resolutoria, y el mismo GARCÍA GOYENA, en el
comentario al artículo 1.436, afirma que «se corta la fútil y sutilísima
cuestión sobre si la acción del vendedor es meramente personal o per-
sonal y real». Y Este artículo 1.510 conduce a la doctrina a mantener el
carácter real del retracto convencional.
315
José Antonio Álvarez Caperochipi
análisis histórico del artículo 1.510 del CC da pie para sostener que
su poco afortunado texto pretende permitir el acceso de la retroventa
al registro pero no establecer con carácter general su carácter real. La
eficacia frente a terceros de la retroventa se funda en todo caso en la
inscripción.
316
La facultad de compra como derecho real
años: Art. 14 RH); por tratarse de una vinculación que permite eludir el
régimen de constitución formal de las garantías reales y de prohibición
de los pactos sucesorios, el plazo de caducidad de cuatro años se debe
contar desde la constitución de la opción y no desde la venta del bien.
317
José Antonio Álvarez Caperochipi
318
La facultad de compra como derecho real
BIBLIOGRAFÍA
ARRCHEDERRA, Los derechos de tanteo y retracto convencio-
nales configurados con carácter personal, RDP», 1980, pág. 123 y
sigs; LORENZO MERINO, La opción de compra en el derecho espa-
ñol, Santiago 1992; TALMA CHARLES, El contrato de opción, Barce-
lona 1996. MATEO SANZ El retracto convencional: relación jurídica
y derecho subjetivo, Madrid 2000. VIVAS TESON, La compraventa
con pacto de retro en el código civil, Valencia 2000. RODRIGUEZ-
ROSADO, Fiducia y pacto de retro en garantía, Madrid 1998.
319
Capítulo XVI
LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA
1. GARANTÍA Y RESPONSABILIDAD
1.1. Definición de garantía real
El término garantía se utiliza para comprender toda modifica-
ción cuantitativa o cualitativa de la responsabilidad patrimonial. Las
garantías se clasifican en personales y reales. La pena convencional es
una forma de garantía por reforzamiento y agravación de la respon-
sabilidad del deudor (aunque limitada por la facultad moderadora de
los Tribunales: artículo 1.154). La fianza y solidaridad son garantías
personales que afectan otro patrimonio (Art. 1.911) al cumplimiento
de la obligación; el derecho de retención, los privilegios especiales y
los derechos reales de garantía son garantías reales porque vinculan
bienes concretos al cumplimiento de una obligación.
323
José Antonio Álvarez Caperochipi
La distinción entre privilegio y derecho real de garantía es de genero (el
privilegio) y especie (la garantía real), pues las garantías reales se consi-
deran también privilegios en la clasificación general del rango de los cré-
ditos, que se estudia en el derecho de obligaciones. Sistemáticamente sin
embargo el privilegio se considera una condición del crédito, y se estudia
en el derecho de obligaciones, mientras que el derecho real se considera
una garantía “accesoria” añadida al crédito por afectar una cosa concreta
se estudia en el tratado de los derechos reales. Los privilegios tienen un
origen legal que define públicamente su rango en el concurso de acree-
dores en razón de causa del crédito, mientras que los derechos reales de
garantía tienen un origen convencional. La distinción entre derecho real
de garantía y privilegio es propia del derecho codificado y no del derecho
común o del derecho romano (en los que los privilegios tienden a confi-
gurarse como hipotecas o prendas legales). La razón de la distinción entre
derecho real y privilegio está propiamente en el fin de las hipotecas —y
prendas— tácitas, con lo que el privilegio se distingue del derecho real por
su origen (el primero legal y el segundo voluntario), y también porque se
establece para los derechos reales unos procedimientos peculiares y su-
marios de ejecución que no existen para los privilegios. Los privilegios no
otorgan por sí mismos el ius distrahendi con independencia de la ejecu-
ción (concursal o singular) del crédito privilegiado. Con el fin de terminar
con las cargas ocultas la codificación establece el principio de la especiali-
dad y publicidad de los privilegios: los privilegios mobiliarios mediante la
retención, los privilegios inmobiliarios por la toma de razón en el registro
de la propiedad (por inscripción, anotación o nota marginal). Cualquier
privilegio inmobiliario de rango superior al hipotecario, ha de considerar-
se una hipoteca tácita y oculta, y por ello excepcional —y contrario a los
principios de publicidad y especialidad de las cargas reales—.
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Los derechos reales de garantía
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como una condición suspensiva (cfr. la opinión de SABINO reflejada en D.
41, 4, 2); y la escuela proculeyana que la consideraba una condición reso-
lutoria (es la opinión post-clásica y justinianea: ULPIANO, D. 18, 3, 1), lo
que tiene importancia en la eficacia real o personal de la retrocesión, ries-
go de destrucción, quiebra del accipiens, etc. En un derecho primitivo que
no conocía otra garantía que la venta fiduciaria, la cláusula comisoria en la
compraventa era el instrumento de configurar garantías reales similares a
las modernas; por eso puede afirmarse que sólo tras la aplicación efectiva
de la prohibición del pacto comisorio aparece la distinción entre venta con
pacto de retro (o reserva de dominio) y entrega en garantía (pignus). La
prohibición del pacto comisorio en las entregas en garantía se puede eludir
mediante una venta con pacto de retro o una venta condicional (negocios
válidos: D. 20, 5, 7), por eso tanto en el Código de Theodosío, como en el
Código de Justiniano, la prohibición se formula en sede de compraven-
ta. El problema dogmático va a ser siempre el mismo; ¿cómo distinguir
el pacto comisorio en la compraventa —válido--- del pacto comisorio en
el pignus—nulo—? Las fuentes romanas —especialmente el Digesto— se
muestran muy poco resolutivas y tienden a sostener en todo caso la efica-
cia del pacto comisorio en la compraventa (cfr. D. 13, 7, 34).
En el derecho intermedio la prohibición del pacto comisorio está direc-
tamente ligada a la prohibición de intereses en el mutuo. El interés se
define como el parto monstruoso del dinero —el dinero no produce fru-
tos—. y como una prestación intrínsecamente perversa (el Mamon del
Apocalipsis). Por eso, el pacto comisorio aparece prohibido en las fuen-
tes canónicas (Decretales de Gregorio XI) En Las Partidas, la nulidad
del pacto comisorio está ligada a la tutela del justiprecio en los contratos
(leyes 41, 42, título 13, partida 5), y en ese mismo fundamento se justifica
la exigencia de venta pública de las cosas dadas en garantía, sólo si no
se presentan licitadores puede acudir el acreedor al juez para que se le
adjudique la cosa en su justo valor: Partida 5, 13, 44.
Como se admiten por la escolástica justos títulos para cobrar intereses:
el uso (arrendamiento) y el riesgo (sociedad), BARTOLO frente a las
decretales (que establecen la nulidad absoluta del pacto comisorio), pro-
pone aplicar aquí el régimen general del justiprecio (acción rescisoria) y
interpreta el pacto comisorio como afectado por una invalidez relativa
que puede ser subsanada por el perjudicado. Esta opinión minoritaria
330
Los derechos reales de garantía
entre los glosadores y posglosadores parece generalizada entre los huma-
nistas (por ejemplo ALCIATO). SOCINO, por ejemplo, distingue entre
los convenios nulos por atentar contra el dolo o la pública utilidad, y los
rescindibles por tutela del débil, colocando la prohibición del pacto co-
misorio en la segunda categoría
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Los derechos reales de garantía
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Los derechos reales de garantía
idóneos de eludir la prohibición: mandatos de venta al acreedor (STS
19 de abril de 1990), opciones o promesas de venta (SSTS 20 de mayo
de 1986, 13 de mayo de 1988), ventas fiduciarias (STS 30 enero 1991),
etc. ¿Cuándo y en qué medida pueden declararse estos negocios como
contrarios a la prohibición del pacto comisorio?
La jurisprudencia analiza otras modalidades de elusión de la prohibición
del pacto comisorio a través de un leasing o de un lease back. Se dice en la
STS 16 mayo de 2000 que en el préstamo, lo relevante o trascendente, la ra-
zón de ser del contrato, es recibir dinero; se financia la empresa, mientras
que en el “leasing” se financia directamente la adquisición de un objeto. En
el caso debatido no hay un “leasing”, pues la finalidad del contrato no fue la
de financiar una adquisición, o mantener un objeto concreto, sino conse-
guir el dinero (también STS 17 marzo 1998). En otras sentencias se recoge
la modalidad de “lease back”, en la que la entidad financiera adquiere a su
propietario determinados bienes -muebles o inmuebles- que a continua-
ción cede a su anterior dueño en arrendamiento con opción de compra.
También esta variedad contractual, que en principio ha de considerarse
lícita, al amparo del principio de libertad recogido en el Art. 1255 del Có-
digo Civil, puede servir para disimular un contrato de préstamo simple
de dinero al que a través de una compleja operación (en que se combinan
la compraventa de un bien inmueble que posteriormente se arrienda al
vendedor y opción de compra a favor de éste) se trata de añadir una ga-
rantía de devolución de la suma prestada. Precisamente en las SSTS de 16
de Mayo de 2000 y 21 de noviembre de 2000 se analizan garantías atípicas
en la modalidad de lease back con la que pretenden eludirse principios
fundamentales del sistema de las garantías reales y en particular la prohi-
bición del pacto comisorio para que el arrendador, en caso de impago de
su crédito, pudiera hacer suya la cosa dada en garantía.
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José Antonio Álvarez Caperochipi
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Los derechos reales de garantía
BIBLIOGRAFÍA
DURAN RIVACOBA, La propiedad en garantía. Prohibición del
pacto comisorio. Pamplona 1998. FELIU REY, La prohibición del pac-
to comisorio y la opción en garantía, Madrid 1995.
337
Capítulo XVII
EL DERECHO REAL DE PRENDA
1. CONCEPTO
El derecho de prenda es un derecho real de garantía sobre cosas
muebles. Se puede definir como la afectación voluntaria de una cosa
mueble en garantía de un crédito, con la facultad de realización de su
valor (ius distrahendi) en caso de incumplimiento.
341
José Antonio Álvarez Caperochipi
y para crear un sistema fiable de garantía mobiliaria el código parte
de principios muy rigoristas de publicidad de la garantía mobiliaria
fundada en la posesión, de exigencia de desposesion efectiva del pro-
pietario de la cosa pignorada y de fehaciencia del origen de la garantía
mobiliaria, exigencia rituales y formales que hacen de la prenda un
derecho poco flexible, que no se adapta a la aparición de nuevas for-
mas de riqueza mobiliaria, como los depósitos bancarios, los títulos
valores y la anotaciones en cuenta. La doctrina y practica mercantil
y bancaria se esfuerza en crear nuevas figuras de garantía mobiliaria
ante la sospecha generalizada de que ante la dificultad de organizar
una publicidad real y efectiva se trata de crear un régimen mercantil
privilegiado y oscurantista de los grandes grupos financieros y banca-
rios, que acaparan para sí cualquier forma de riqueza. Los problemas
de configuración y desarrollo de la prenda se multiplican así ante la
aparición de la figura de la prenda de derechos, donde el origen sig-
nificado y publicidad de la garantía mobiliaria se enfrentan a retos y
contradicciones notorias.
342
El derecho real de prenda
de rebus creditis (D. 13, 7), y se prevé la prenda de todo un patrimonio
(D. 20, 1, 34, 2; D. 20, 4, 7, 1). En consecuencia la doctrina del derecho
común y aún el Código de Napoleón (y con él la mayoría de los Códigos
Civiles), definen la prenda como contrato y lo tratan en el tratado de los
contratos como contrato real).
343
José Antonio Álvarez Caperochipi
2. CONSTITUCIÓN
2.1. Posesión
La publicidad del derecho real de prenda se hace efectiva me-
diante la posesión. Por ello la posesión material es requisito sus-
tancial para la constitución de un derecho real de prenda (Art.
1.863), y la subsistencia del derecho real exige la subsistencia de
la posesión. La pérdida del derecho a poseer implica la pérdida de
la garantía real y del privilegio. El derecho de prenda da derecho al
ejercicio de todas las acciones que correspondan al dueño —plena-
rias y sumarias— para reclamar la cosa y defenderla contra tercero
(Art. 1.869.2).
344
El derecho real de prenda
345
José Antonio Álvarez Caperochipi
Se trata con todo de una preocupación fundamentalmente teórica, por-
que sobre el problema no se encuentra jurisprudencia alguna. La figura
plantea tres problemas fundamentales: la organización de la publicidad
de varias prendas simultaneas, la determinación del rango preferente en
varias prendas simultáneas, y como ha de hacerse la realización pública
de la cosa dada en sucesivas garantías prendarias en caso de incumpli-
miento de uno de los créditos garantiza. La primera contradicción es la
siguiente Si la posesión material es de esencia de la prenda ¿Cómo puede
haber sucesivas prendas que exigen constituir un régimen público pose-
sorio para cada una de ellas? La segunda contradicción es la preferencia
en el rango ¿se determina por la fecha del contrato respectivo de prenda?
¿Por el inicio de la posesión efectiva? En cuanto a la realización de la cosa
dada en prenda, si existen varios contratos de prenda simultáneos sobre
la misma cosa, el derecho romano resolvía la cuestión reconociendo solo
al el acreedor preferente el derecho de realización, pero el remanente
queda afectado en garantía (D. 20, 4, 12, 5.”). La ejecución del acreedor
pignoraticio posterior sólo es posible “desinteresando” o satisfaciendo al
acreedor preferente anterior (D. 20, 4, 9, 3; D. 20, 1, 5). En caso de reali-
zación por el acreedor posterior, que se considera ilegitima, el acreedor
preferente conserva íntegra la garantía (0. 20, 5, 1). En España PÉREZ
y ALGUER —siguiendo a WOLF—, mantienen que sólo puede reali-
zar la cosa (ius distrahendi) el acreedor de rango preferente, pero si un
acreedor posterior, por tener la posesión, realiza válidamente la venta
pública de la cosa, se extinguen los demás derechos de prenda aunque
sean anteriores. La Rs DGRN de 13 de febrero de 1912, entendió por su
parte que el rango se determinaba por la fecha del contrato de prenda y
que aunque cualquier acreedor podía realizar la prenda el cobro efectivo
había de hacerse por el rango respectivo.
346
El derecho real de prenda
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José Antonio Álvarez Caperochipi
sólo puede reconocerse la prenda con fecha fehaciente. La exigencia de
la fecha fehaciente tiene también sentido probatorio frente a terceros, en
la fijación del momento exacto de constitución de la prenda (y. gr., para
fijar si la prenda puede oponerse a un embargo, o si es eficaz frente a la
revocación de poderes al mandatario constituyente de la misma).
348
El derecho real de prenda
El Código Civil no atribuye al acreedor pignoraticio el uso
(1.870) y le otorga, sin embargo, intereses (Art. 1.868); han de
estimarse, sin embargo, ambas consecuencias como estrecha-
mente ligadas, la compensación de frutos por intereses se lla-
maba anticresis (CJ, 4, 32, 17). El pacto anticrético era impor-
tante, pues no tenía aplicación la tasa de interés a menos que se
tratase de una usura (es decir, el fruto excedente no se imputaba
naturalmente al capital y no existía una obligación de rendición
de cuentas). El Código de Napoleón sólo permitía recoger los
frutos cuando la deuda producía intereses (Art. 2.082). El Có-
digo Civil no prevé una anticresis prendaria propiamente dicha
(puesta en administración del bien y compensación de frutos
por intereses), y siguiendo la tradición del derecho común en
materia de justiprecio —del mismo modo que en cláusula pe-
nal: Art. 1.154— ordena en todo caso compensar los frutos reci-
bidos por los intereses imputando el excedente al capital. Es una
norma cuyo fundamento y alcance es dispositivo (cfr. artículo
1.885 por analogía).
349
José Antonio Álvarez Caperochipi
350
El derecho real de prenda
inflación reporta al deudor aplazar y atrasar los pagos, que acon-
sejan medidas radicales de garantía y seguridad de los créditos,
algunos autores han interpretado el pignus gordiano como una
autentica garantía, especialmente si la nueva deuda tiene vincu-
los de conexidad o dependencia con la antigua.
4. REALIZACIÓN DE LA PRENDA
En caso de incumplimiento de la obligación, el acreedor puede
proceder a la realización pública de la cosa dada en prenda (Art. 1.872
del CC). La realización no es un deber sino una facultad del acreedor
351
José Antonio Álvarez Caperochipi
352
El derecho real de prenda
teoría del justiprecio, libera sólo por el importe líquido de los bienes.
Entiendo sin embargo que en la adjudicación directa al acreedor el nota-
rio estará sometido a las previsiones generales del Art. 670 LEC para la
adjudicación de bienes hipotecados al acreedor, aplicables a la ejecución
de bienes pignorados por la remisión del Art. 691. 4 LEC, y que por la
misma razón podrá sustituir también el notario la subasta por la venta
por persona o entidad especializada. La STS de 13 de marzo de 1998 nie-
ga a un banco el derecho a la realización notarial de unas joyas que tenía
depositadas en fiducia.
El Art. 365 LEC prevé con carácter general que si se ejecutan bienes ad-
mitidos a cotización en mercados secundarios la enajenación de valores
sea directa y conforme a las leyes de dichos mercados. La venta de va-
lores cotizables exime de la subasta pero no del control del incumpli-
miento y exigibilidad del crédito y de la deuda. Tal control cuando el
préstamo es mercantil, en póliza con intervención de agente colegiado,
se hace por el procedimiento del artículo 323 del C. de C. Si la prenda
consiste en valores cotizables (títulos valores o anotaciones en cuenta) se
venderán en la forma prevenida en el Código de Comercio (Art. 1.872,
artículo 322 y sigs del C. de C. redactados conforme Ley 24/1988 de
28 julio, del Mercado de Valores). A tenor de dicho Art. 322, el acree-
dor, sin necesidad de requerir al deudor, puede pedir al vencimiento del
crédito la enajenación directa de los valores dados en garantía ante los
organismos rectores del correspondiente mercado secundario oficial. El
acreedor pignoraticio sólo podrá hacer uso del procedimiento ejecutivo
especial regulado en este artículo durante los tres días hábiles siguientes
al vencimiento del préstamo. Debe entenderse que se han de enajenar
solo los valores suficientes para el pago integro del crédito garantizado y
restituirse al deudor el excedente.
353
José Antonio Álvarez Caperochipi
5. ESPECIALIDADES DE LA PRENDA
POR RAZÓN DEL OBJETO
Pueden darse en prenda todas las cosas susceptibles de po-
sesión (Art. 1.864), la posesión es constitutiva de la prenda (Art.
1.863). No pueden ser objeto de prenda las cosas que no son
poseíbles: res incorporales traditionem recipere non possunt
(P0THIER). De cualquier forma, como el interés prevalente es la
garantía del crédito y no la defensa de cuestiones dogmáticas, en
la práctica se han admitido ficciones jurídicas en que se califican
como prendas situaciones análogas a las garantías reales sobre co-
sas poseíbles.
354
El derecho real de prenda
La calificación como prenda irregular a la entrega de dinero o de una cosa
genérica en garantía del cumplimiento de un crédito tiene el sentido fun-
damental de proteger al deudor. Aquí no rige la prohibición del pacto de la
ley comisoria. Desde luego la exigencia de ejecución jurisdiccional no tie-
ne sentido pues la cosa genérica y fungible deviene propiedad del acreedor
pignoraticio desde el momento de la entrega, y no tiene sentido el exigir
que se venda en publica subasta. Pero los principios de la justa valoración
de las cosas dadas en garantía que fundamentan la prohibición pueden
también aplicarse aquí. Así el deudor siempre debe tener derecho a con-
testar la extinción o vencimiento del crédito. Si la cosa entregada vale mas
que el crédito garantizado debe restituirse el exceso o darle el destino legal;
la valoración de la cosa entregada ha de hacerse siempre en el momento
del vencimiento del crédito y no en el momento de su constitución.
355
José Antonio Álvarez Caperochipi
La prenda sobre depósitos bancarios e imposiciones a plazo fijo ha sido ad-
mitida recientemente por la jurisprudencia española. La STS 21 de febrero
de 1997 admite la pignoración del saldo de una libreta de ahorros; la STS
de 7 de octubre de 1997, admite una prenda sobre deposito bancario; las
SSTS de 13 de noviembre de 1999 y 25 de junio de 2001 admiten la prenda
sobre una imposición a plazo fijo; la STS de 26 septiembre 2002, admite la
prenda sobre el aseguramiento de un crédito. En la mayoría de los casos el
banco depositario había pactado en póliza mercantil la afectación de un
depósito bancario al cumplimiento de un crédito. Se afirma que las impo-
siciones bancarias a plazo originan un crédito a favor del imponente que
posee un valor patrimonial apto para ser objeto de un derecho de prenda,
pues éste no puede circunscribirse a las cosas materiales, a través de una in-
terpretación rigurosamente literal del artículo 1864 del Código Civil (STS
25 junio 2001). Esta jurisprudencia espoleada por una cierta doctrina civil
y mercantil, me parece a mi dudosa, pues hay que partir que hablar de un
derecho real sobre un derecho de crédito es una contradicción en si mis-
ma, y que se trata de una jurisprudencia que favorece innecesariamente a
las entidades financieras respecto de los acreedores comunes, y las mas de
las veces los problemas planteados podrían resolverse aplicando la técnica
de la compensación. Los créditos no son poseibles y estas garantías reales
carecen de publicidad lo que supone volver al sistema de las cargas ocultas.
La jurisprudencia anterior declaraba, a mi juicio con mejor sentido, que
para pignorar un crédito hacia falta crear un titulo valor (SSTS 27 de di-
ciembre de 1985, 18 de julio y 28 de noviembre de 1989), la jurisprudencia
resuelve en justicia cuestiones que quizás pueden resolverse mejor aplican-
do el régimen general de la compensación, que como ya hemos visto es una
preferencia de carácter refaccionario, así se dice que compensación entre
el derecho de crédito del deudor pignorante y lo que éste adeuda al Banco,
no infringe la prohibición que respecto al pacto Comisorio contiene el ar-
tículo 1.859, ya que no puede producirse perjuicio alguno ni para el deudor
ni para terceros, pues la entidad financiera no va a obtener ni nada más
ni nada menos que la cantidad objeto de la imposición (STS de 25 junio
2001). A mi juicio por ejemplo no tiene sentido por ejemplo que pudiera
pignorarse una imposición a plazo a favor de un banco distinto de aquel en
el que se efectúa el deposito y que fuere preferente a un crédito del propio
banco en que esta depositado.
356
El derecho real de prenda
BIBLIOGRAFÍA
DEL POZO CARRASCOSA, El derecho de retener en prenda del
depositario, Barcelona 1989; FINEZ RATON Garantías sobre cuentas
y depósitos bancarios. La prenda de créditos, Barcelona, 1994; VI-
GUERA RUBIO, La prenda cambiaria, el endoso en garantía, Madrid,
1994; CRUZ MORENO, La prenda irregular, Madrid 1995; ARANDA
RODRIGUEZ, La prenda de créditos, Madrid 1996; SALINAS ADE-
LANTADO, El régimen jurídico de la prenda de valores negociables,
Valencia 1996. Escuela judicial, dir. NIETO CAROL, Garantías reales
mobiliarias, Madrid 1998; MEJIAS GOMEZ Prenda de acciones, Pam-
plona, 2002; MORENO DE LA SANTA GARCIA, Prenda de valores en
garantía de operaciones crediticias : prenda telemática, Madrid 2002;
VEIGA COPO, La prenda de acciones, Madrid 2002; CAMACHO CLA-
VIJO, La prenda de valores anotados en cuenta, Valencia 2003;
357
Capítulo XVIII
LA HIPOTECA (1)
1. FORMACIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE HIPOTECA
EN LA CODIFICACIÓN
La hipoteca puede definirse como un derecho real de garantía
sobre cosas inmuebles que se constituye mediante la publicidad regis-
tral. También se puede definir como la afectación de un bien inmue-
ble en garantía de un crédito para la realización pública de su valor en
caso de incumplimiento.
361
José Antonio Álvarez Caperochipi
el desarrollo económico. El régimen de la publicidad de las cargas y garan-
tías reales exigió una profunda reforma del régimen de los privilegios que
también se constituyen en la codificación como especiales y públicos (por
la retención, los privilegios mobiliarios; por la anotación o nota marginal
hipotecaria los inmobiliarios). La publicidad otorga de una parte la prefe-
rencia a un crédito pero de otra consigue la certeza y realidad del crédito:
el sistema crediticio se funda mejor en la realidad que en la personali-
dad, en especial por haberse derogado la prisión por deudas. Un sistema
realista de ordenación del crédito, fundado en el registro de la propiedad
permite organizar un sistema financiero y tributario coherente.
362
La hipoteca (1)
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José Antonio Álvarez Caperochipi
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La hipoteca (1)
constituida sin poder o con poder extralimitado, la Ley Hipotecaria de
1861 establecía expresamente que el rango era el del momento de la ra-
tificación; a partir de la Ley de 1944/46, nada se dice al respecto el rango
parece se constituye por la inscripción y no por la ratificación del acto.
La identidad formal del rango y su autonomía respecto del crédito se acen-
túa en las modernas figuras de hipotecas especiales. En la hipoteca en ga-
rantía de cuentas corrientes no puede decirse que la hipoteca sea accesoria
de un crédito, pues la hipoteca no garantiza en realidad ningún crédito
determinado sino todo crédito, cualquiera sea su fecha de origen o su cau-
sa, que se haga constar en el balance de la cuenta corriente; garantizando
así créditos de nacimiento posterior que pueden participar del rango de la
hipoteca con tal de que sean contablemente referibles a la cuenta corriente.
Desde otro punto de vista observamos que la hipoteca de máximo permite
eludir, por la razón formal de referencia contable de una cantidad sin exi-
gencia causal crediticia, los límites establecidos a la garantía hipotecaria
por razón de especialidad del crédito (intereses, cláusula de estabilización,
etc.); acentuándose también de este modo la independencia entre crédito
garantizado y rango hipotecario. También en la hipoteca en garantía de
letras de cambio por la autonomía del rango hipotecario respecto del cré-
dito se sustituye la relación crediticia por la pura formalidad cambiaria,
sin referencia a ningún crédito. El carácter directamente autónomo del
rango se manifiesta final mente en la subhipoteca o hipoteca del crédito
hipotecario; la realidad de la hipoteca es tan notoria que permite hipotecar
—como si fuera un bien inmueble— el propio crédito hipotecario (Art.
107.4, LH). Finalmente, la perrunita de rango puede hacerse directamente,
sin necesidad de consentimiento de los eventuales acreedores hipotecarios
intermedios, como cesión recíproca de créditos hipotecarios.
365
José Antonio Álvarez Caperochipi
3. LA CONSTITUCIÓN DE LA HIPOTECA
3.1. Requisitos formales
El derecho real de hipoteca se constituye por la inscripción en
el registro de la propiedad. El momento de la inscripción determina
el rango hipotecario. En las hipotecas voluntarias, es decir cuando la
constitución de la hipoteca se constituye por acuerdo entre el deu-
dor o un tercero con el acreedor, la inscripción debe ser precedida del
otorgamiento del contrato de hipoteca en escritura pública.
366
La hipoteca (1)
367
José Antonio Álvarez Caperochipi
el juez o tribunal deba actuar de oficio (Art. 166, LH), y de los procedi-
mientos administrativos de constancia de las hipotecas en favor de sujeto
público (Art. 167, LH).
368
La hipoteca (1)
en el crédito “con sus garantías”, BELUCHE RINCON, propone en este
caso el reparto de la responsabilidad y que cada uno responda por su
parte proporcional, pero a mi juicio, esta división de la responsabilidad
es propia de la fianza y no de la hipoteca, con mejor criterio, y siguiendo
la opinión de GUILARTE, la STS de 23 de marzo de 2000, determinó
que el fiador real no puede repercutir por la parte contra fiadores perso-
nales. Lo que supone que la deuda debe hacerse efectiva en primer lugar
contra la garantía real. Y es que el señalamiento (Art. 1832 CC) supone la
identificación de bienes realizables, y en consecuencia el fiador personal
tiene derecho a pedir que se ejecute la hipoteca antes que se le exija la
garantía personal.
369
José Antonio Álvarez Caperochipi
4. BIENES HIPOTECABLES
Son hipotecables los bienes inmuebles y los derechos reales so-
bre bienes inmuebles (arts. 106, LH; 1.874 del CC).
370
La hipoteca (1)
expresamente en la inscripción que el acreedor tenía conocimiento del
litigio, estando en todo caso la hipoteca pendiente de la resolución del
pleito. Son hipotecables los bienes sometidos a condición suspensiva o
resolutoria (107.10, LH), quedando extinguida la hipoteca al resolverse
el derecho del hipotecante. Son también hipotecables los pisos o locales
de un edificio en régimen de propiedad horizontal (107.11, LH).
El artículo 108, LH, desarrolla los bienes excluidos de hipoteca «No se
podrá hipotecar: 1.° Las servidumbres, a menos que se hipotequen jun-
tamente con el predio dominante, y exceptuándose, en todo caso, la de
aguas, la cual podrá ser hipotecada. 2.° Los usufructos legales, excepto
el concedido al cónyuge viudo por el Código Civil. 3.° El uso y la habi-
tación». Tampoco el derecho de arrendamiento es hipotecable —aunque
sea inscribible— porque los derechos personales no son hipotecables,
además el cauce de hipoteca del arrendamiento es la hipoteca mobiliaria
de establecimiento mercantil (véase capítulo siguiente).
5. EXTENSIÓN DE LA HIPOTECA
5.1. Extensión en cuanto al crédito garantizado
371
José Antonio Álvarez Caperochipi
asegurará, con perjuicio de tercero, además del capital, sino los intereses
de los dos últimos años transcurridos y la parte vencida de la anualidad
corriente. En ningún caso podrá pactarse que la hipoteca asegure intereses
por plazo superior a cinco años.». Llama la atención que el artículo 114,
LH, limite la extensión de la hipoteca respecto de intereses en cuanto al
tiempo, pero no en cuanto a la tasa de interés, la única limitación de la tasa
de interés es la derivada de la usura o de la legislación de protección de
consumidores y usuarios. Hemos hecho referencia a que el derecho roma-
no comprendía los intereses en la garantía real siempre que no excedieran
de la tasa de interés (D. 13, 7, 11, 3). El artículo 114 de la LH tiene su pre-
cedente inmediato en el artículo 1.802 del proyecto de GARCÍA G0YENA
que limitaba la extensión de la responsabilidad en cuanto al tiempo y no en
cuanto a la cuantía, porque estaba vigente la limitación de la tasa de interés
de la Novísima Recopilación (6 por 100) que sólo se abolió por Ley de 14
de marzo de 1856 (y se puso como condición la constancia formal de los
créditos). Los primeros proyectos anteriores a la Ley de 1861 se extendía,
en consecuencia, la garantía a los intereses; sin embargo, la Ley de 1861
volvería al sistema de limitar la responsabilidad hipotecaria por intereses
debidos por exigencias de la especialidad y por la «protección a terceros».
372
La hipoteca (1)
que se determinan con independencia como hipotecas de máximo las
cantidades respectivas y las mismas estén dentro de los limites legales
admitiéndose que en el plazo legal de los cinco años puedan preverse
dos cantidades máximas respectivamente para intereses ordinarios y de
demora (Rs. 22 de marzo de 2001, 13 de marzo de 2002). No se admite
la eficacia registral de un pacto de anatocismo pues los intereses sólo
pueden reclamarse en cuanto tales y dentro de los límites legales, pero
nunca englobados en el capital pues el principio de especialidad exige la
determinación separada de la responsabilidad a que queda afecto el bien
por principal y por intereses (Rs. 14 de enero y 10 de junio de 1997, 2 de
julio de 1997, 20 de enero de 1998).
La limitación de la responsabilidad por intereses se da sólo en perjui-
cio de terceros. La jurisprudencia interpreta que estos terceros en cuyo
favor se limita la responsabilidad hipotecaria son el tercero poseedor
de la misma adquirente del bien gravado, el mismo tercer poseedor de
los artículos 112 y 113, LH, en cuyo favor se limita la extensión de la
hipoteca por accesiones y mejoras y artículo 115, LH, en cuyo perjuicio
no se permite la ampliación de la hipoteca. (véase STS de 18 de marzo
de 1946, 11 de noviembre de 1994, 5 de julio de 2001 y 15 de marzo
de 2002), y también es tercero a los efectos del Art. 114 LH el acree-
dor hipotecario posterior, que debe poder exigir que la garantía de los
acreedores preferentes este claramente delimitada (SSTS 12 de marzo
de 1985, 12 de marzo de 1991; doctrina contraria a la de la DGR que
considera excluidos del concepto de terceros, a efectos de extensión
de la hipoteca a intereses y costas, a los inscribientes posteriores Rs.
DGR 24-8-1981; 13-4-1982 y 16-7-1987). Es decir teóricamente en la
realización de la cosa puede solicitarse la extensión a los intereses, aún
más allá del artículo 114 de la LH siempre que no perjudique a terce-
ros, pero en la practica el devengo de los intereses moratorios exige
constatar el incumplimiento y la aplicación de cláusulas de ajuste, el
control de su legalidad y la correspondiente liquidación, lo que hace
que la jurisprudencia se niegue muchas veces a ampliar la ejecución
hipotecaria a los intereses moratorios o cláusulas de ajuste del tipo de
interés aunque no haya terceros afectados (SS AP Burgos 18.11.2002,
Castellón 3.04.2002, Zaragoza 3.01.2000)
373
José Antonio Álvarez Caperochipi
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La hipoteca (1)
La concurrencia en un contrato de préstamo hipotecario de interés re-
muneratorio, interés de demora y cláusula de estabilización conduce en
ocasiones a consecuencias totalmente desproporcionadas para el deu-
dor. las SSTS de 15 de febrero y 8 de marzo de 1997 concluyen que si
se pacta además del interés ordinario un interés de demora, ha de en-
tenderse, que dicho interés superior tiene también como finalidad la de
compensar la devaluación monetaria producida por la inflación durante
el mayor plazo de duración del contrato, y por ello ese interés de demora
“resulta, ética y jurídicamente incompatible con una cláusula de estabi-
lización específicamente estipulada con esa misma finalidad, la cual ha
de tenerse por nula e ineficaz”. Sin embargo la conveniencia de admitir
deudas hipotecarias en moneda extranjera parece evidente en una eco-
nómica globalizada, y la doctrina registral mas reciente parece aceptar
formulas de variabilidad de la deuda si esta se fija en moneda extranjera
y los intereses se determinan por un tipo objetivo ha de entenderse aquel
que refleje la evolución real del pasivo en el mercando financiero y como
tal indiscutible e independiente de la voluntad de las partes de acuerdo
con los principios de equidad y justa equivalencia de las prestaciones
(Rs. de 8 y 9 de febrero de 2001 relativa a una cláusula de fijación de deu-
da en moneda extranjera como hipoteca de máximo)
375
José Antonio Álvarez Caperochipi
no implica que puedan englobarse ambos créditos en una sola canti-
dad, sino que ambas responsabilidades, por exigencia del principio de
especialidad deben aparecer claramente diferenciadas (Rs29 octubre
1984). La Rs. 17 de diciembre de 1993, entendió que el precio de una
arrendamiento financiero objeto de garantía hipotecaria comprende
también la correspondiente repercusión del IVA de la operación “ele-
mentos o sumandos integrantes del total precio a cuyo pago se obliga
el “arrendatario”, no hay razón alguna para exigir, cuando se quiera ga-
rantizar con hipoteca el pago de este precio o contraprestación, que se
constituya hipoteca separada por cada uno de esos elementos, disgre-
gando, pues, lo que civilmente tiene consideración conjunta de precio
o contraprestación”.
376
La hipoteca (1)
377
José Antonio Álvarez Caperochipi
de los muebles afectos a un inmueble es un punto muy conflicto en
la jurisprudencia que presenta contradicciones notarias. Las SSTS de
20 de febrero de 1973, 13 de marzo de 1974 declaran que la extensión
de la hipoteca a los inmuebles por destino no hace falta que sea ex-
presa y basta que pueda deducirse del contrato de constitución, y las
STS de 12 de noviembre de 1960 y 30 de junio de 1972, admiten la
validez de extensión de la hipoteca a los muebles o maquinaria que se
instalen después de constituirse la hipoteca. Las SSTS de 14 de mar-
zo de 1987 y 14 de marzo de 1986 declaran que la afectación opera
por el destino y no por su designación individualizada en el contrato
y aunque se hayan incorporado posteriormente a título de mejora.
También la STS de 21 de diciembre de 1990 declara que se extiende a
los muebles aunque no estuvieran completamente pagados en el mo-
mento de constituirse la hipoteca, y la STS de 28 de febrero de 1991
aunque se trate de muebles especialmente valiosos. Esta sentencia
construye el llamado contenido “dinámico” de la hipoteca, expresión
que ha hecho fortuna “el concepto no se refiere a una situación estáti-
ca, la existente al tiempo de constituirse la hipoteca, sino, por el con-
trario, a una situación dinámica que puede experimentar cambios y
modificaciones, constante la hipoteca y cuyo estado final se precisa
al tiempo de la ejecución”. Sin embargo la jurisprudencia reciente pa-
rece haber cambiado de orientación y especialmente frente a terceros
en caso de enajenacion o gravamen seoparado de los muebles, exige
la identificación expresa de los muebles en la escritura de constitu-
ción (STS 14 de diciembre de 2000) y considera que la hipoteca no
se extiende a los muebles incorporados con posterioridad (SSTS 7 de
junio de 2000 y 7 de abril de 2001). Como veremos mas en detalle en
la leccion referente a la hipoteca mobiliaria, La Dirección General de
los registros, en doctrina reiterada sostiene que es nula la hipoteca
mobiliaria posterior constituida sobre bienes previamente hipoteca-
dos como parte de una hipoteca inmobiliaria, y en virtud del pacto
de extensión de los Art. 109/111 LH. Sin embargo la jurisprudencia
se muestra mas rigurosa en la exigencia de identificación objetiva de
la afectación de un bien mueble a una hipoteca inmobiliaria anterior.
Por su parte la Rs. de 5 de mayo de 2000, revocando el criterio, a mi
parecer acertado, del presidente del TSJ de Madrid, afirma que los
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La hipoteca (1)
muebles afectos a un inmueble hipotecado con pacto de exten-
sión del Art. 111 LH no pueden ser objeto de hipoteca mobilia-
ria aunque no fueran identificados en la escritura de constitu-
ción, lo que funda en un concepto “dinámico” de finca.
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La subrogación de la garantía se efectuará tanto en el supuesto de
siniestro y expropiación total como parcial. El acreedor hipoteca-
rio no tiene derecho a la indemnización sino sobre la indemniza-
ción (BLASCO GASCÓ) Y La nueva garantía recibida es prendaria
(PUIG BRUTAU, BLASCO GASCÓ) y sobre la misma se recibe el
privilegio con el rango propio de la prenda.
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La hipoteca (1)
territorial, pues las segundas hipotecas apenas existen (y los que hay son
comúnmente ampliación de hipotecas anteriores); opinan también estos
autores que el concepto de finca es apriorístico (en ocasiones la finca lo
es sólo registral mente), el grave problema de coordinación entre el prin-
cipio de distribución y los principios de derecho común que no admiten
los pagos parciales, y que la distribución no es consecuencia necesaria de
la especialidad. Cabría añadir también que la realización parcial o sepa-
rada puede incrementar los costos de la ejecución de la hipoteca.
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Banco, al hacer los ingresos, el hecho fundamental de que las cantidades
ingresadas procedían de terceros a quienes había vendido tres de las fin-
cas que respondían hipotecariamente de su cuenta de crédito.
Por eso si las fincas hipotecadas sobre las que se distribuyó la responsabi-
lidad fueron parcialmente liberadas por un tercer adquirente, la respon-
sabilidad hipotecaria de la deuda permanece sobre las fincas restantes
(STS 21 de mayo de 2002). En este sentido la Rs. DGRN de 13 de enero
de 2003 dice para el supuesto de ejercicio de una acción hipotecaria por
una cuantía superior al montante de la cantidad distribuida que “no cabe
hablar de extralimitación en el ejercicio de la acción real hipotecaria ni
de falta de legitimación del acreedor para la venta; se está ejercitando
una única acción real, lo que es perfectamente compatible con la plurali-
dad de fincas dadas en garantía, derivada de un derecho que asegura un
único crédito cuyo montante es fijado en la demanda”. Sin embargo dos
fincas no se pueden ejecutar conjuntamente por la misma deuda, por
impedirlo el principio de la distribución de la responsabilidad hipoteca-
ria (Rs. 24 de octubre de 2000).
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La hipoteca (1)
y determinación del rango, y puede calificarse, igual que la posposición
de rango o la hipoteca de obligaciones futuras, de una reserva de rango.
En la hipoteca en garantía de cuenta corriente el rango no se define por
el origen del crédito sino por la inscripción hipotecaria; la apertura de la
cuenta permite atribuir el rango a créditos nacidos con posterioridad con
tal de que puedan ser contablemente asumibles en una cuenta corrien-
te. Por otra parte, se pierde la identidad entre crédito e hipoteca, y una
misma hipoteca puede garantizar muchos créditos distintos, de causa y
origen distintos, sin que los créditos se gradúen jerárquica mente (prior
tempore) con tal de que se asienten contablemente en la cuenta corriente.
La cantidad total garantizada puede ser indeterminada, pues el sistema de
compensación permite originar la garantía para «nuevos créditos», con la
misma hipoteca sólo respetando el «máximo» de deuda del saldo contable.
Ello supone contradecir en cierta medida el principio de determinación
(Art. 12 LH), y evidentemente permite eludir también los límites del prin-
cipio de especialidad por razón del crédito (límite por intereses o cláusula
de estabilización) con tal de que los intereses o cláusula de estabilización
sean contablemente referidos a la cuenta corriente. El problema es enton-
ces concretar cual es el mínimo de determinación e identificabilidad de
ese crédito futuro para que se pueda constituir una hipoteca de máximo.
La cláusula: y las deudas “que con carácter enunciativo y sin limitacio-
nes se relacionan”, constituye una auténtica formula abierta y contraria al
principio de especialidad (Rs. 4 de julio de 1984), pero que no determina
la nulidad de la hipoteca de máximo, si se reseña en el contrato de hipo-
teca una pormenorizada lista de relaciones jurídicas y que se refieren a las
diversas relaciones de crédito abiertas entre el Banco y la inmobiliaria, en
la gestión empresarial ordinaria de la misma (STS 27 mayo 2002). Diver-
sas resoluciones de la DGRN de 26 de noviembre de 1990, 3 de octubre
de 1991, 17 de enero de 1994, etc., insisten en que no puede admitirse una
hipoteca en que la determinación de la deuda garantizada quede al arbi-
trio del acreedor, y la Rs. de 9 de febrero de 2001 no admite una cláusula
en que la cantidad debida se fije con relación a una divisa extranjera entre
unas varias a elección del acreedor hipotecario; y se reitera por la jurispru-
dencia y doctrina registral que el carácter accesorio de la hipoteca requiere
una adecuada identificación, al tiempo de la constitución, de la relación
jurídica de que derive la obligación que ha de asegurarse.
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cados; uno en poder del que adquiere la hipoteca y otro en el del que la
otorga, en los cuales, al tiempo de todo cobro y entrega se hará cons-
tar, con aprobación y firma de ambos interesados, cada uno de los
asientos de la cuenta comente (Art. 153, LH). Se trata de un sistema
poco operativo y que no se aplica en la práctica; o, b) sistema de cer-
tificación de la entidad acreedora, en las cuentas corrientes abiertas
por los Bancos, Cajas de Ahorro y sociedades de crédito autorizadas,
que se introdujo en la reforma de la LH de 1944, y que la STC 14
/1992 de 3 de marzo declaró constitucional.
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consignando el importe de los restantes e intereses (previos dos llama-
mientos por edictos publicados en el BOE con un plazo de dos meses);
en este procedimiento por sentencia debe entenderse —pues si no no
tendrá sentido— que pueden cancelarse antes del vencimiento de los tí-
tulos; 4.° mediante justificación en acta notarial de no haber sido puestos
los títulos en circulación (exige certificación de la contabilidad de la enti-
dad emisora; y además anuncios en el Boletín Oficial de la provincia y en
un diario si lo hubiere, del lugar donde radican las fincas y de la entidad
emisora). Se prevén dos figuras de cancelación parcial: 1. cancelación
parcial de la emisión cuando se recogen todos los títulos que garantizan
una finca concreta (artículo 156.5, LH); 2. cancelación parcial en garan-
tía de una pluralidad de títulos (Art. 156.4. LH).
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sería perturbador y absurdo exigir la aceptación. Del mismo modo, la
renuncia del tenedor circunstancial de la letra a la hipoteca cambiaria
no da derecho a la cancelación de la misma, pues la garantía se esta-
blece en favor de tenedores actuales y futuros (Rs. de 26 de octubre de
1973), y el procedimiento ordinario de cancelación exige la manifes-
tación fehaciente de la inutilización del título (Cf. Art. 156, LH, por
analogía, y no basta acreditar el pago por certificacion bancaria Rs 31
de mayo de 2003).
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7. CANCELACIÓN DE LA HIPOTECA
En virtud del principio de la autonomía formal del rango, puede
afirmarse que la hípoteca se extingue por la cancelación de su inscri-
cpion en el registro. Si bien la cancelación puede pedirse cuando se
extingue el derecho inscrito (art. 79, LH).
BIBLIOGRAFÍA
GONZALEZ PORRAS, La hipoteca en garantía de letras de cam-
bio, Madrid 1987; SANCHEZ RUIZ DE VALDIVIA, La hipoteca y los
bienes inmuebles por destino, Madrid 1996; CECCHINI ROSELL,
El pacto de concreción de la responsabilidad en la hipoteca, Valen-
cia 1996; SAAVEDRA MORENO, El objeto hipotecado y la extensión
objetiva de la hipoteca, Madrid 1999; BLASCO GASCO, La hipoteca
inmobiliaria y el crédito hipotecario, Valencia 2000;; BELLOD FER-
NANDEZ DE PALENCIA, Hipoteca en garantía de crédito abierto
en cuenta corriente bancaria, Madrid 2001; JORDANO FRAGA, La
constitución de la hipoteca inmobiliaria voluntaria, Granada 1999;
GOÑI RODRIGUEZ DE ALMEIDA, El asiento de cancelación regis-
397
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398
Capítulo XIX
LA HIPOTECA (2)
1. LA PROTECCIÓN DEL DERECHO DE HIPOTECA: LA
DEVASTACIÓN DE LA GARANTÍA HIPOTECARIA
La devastación es la pérdida de valor económico de la garantía, lo
que evidentemente supone un riesgo para el acreedor, y permite líci-
tamente sospechar sobre la solvencia del deudor. El efecto ordinario
de la devastación de la garantía es el vencimiento anticipado del cré-
dito (Art. 1129 CC). La devastación —según el Art. 117 de la LH—,
no sólo es la pérdida del valor actual de la finca hipotecada, sino basta
el temor fundado a la insuficiencia de la garantía hipotecaria.
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artículo 1.129, CC. El artículo 117, LH que regula específicamente la de-
vastación de la garantía hipotecaria, contempla sólo la devastación por
acto del propietario o poseedor de la cosa, y no la devastación ocasional
o fortuita, pero en este punto el artículo 117, LH, debe complementarse
con los artículos 1.129 y 1.829 del CC que regulan supuestos de devas-
tación fortuita.
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La hipoteca (2)
la llamada “acción de devastación”, que nunca fue objeto de la debida
atención en anteriores Reglamentos. Ante el interés del acreedor hipote-
cario y el del arrendatario de finca hipotecada, con frecuencia encontra-
dos, se da un amplio arbitrio al juez a fin de evitar actuaciones de mala
fe». La jurisprudencia, como luego estudiaremos en detalle, declara que
no puede declararse extinguido un arrendamiento, cuando la finca se
ha trasmitido mediante adjudicación hipotecaria porque la atribución
dominical que del inmueble hipotecado se hace al adjudicatario afecta
únicamente, según dicha norma, a las inscripciones y anotaciones poste-
riores a la inscripción de la hipoteca que se ha realizado; pero de ahí no
se deriva que haya de afectar también a derechos personales, que no han
tenido acceso al Registro de la Propiedad, salvo simulación o conniven-
cia defraudatoria o cuando el arrendamiento cause un grave perjuicio a
la propiedad según los criterios del Art. 219 2º RH.
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Debe distinguirse la puesta en administración como medida cautelar
(por ejemplo, Art. 117, LH), de la puesta en administración como me-
dida ejecutiva. La diferencia sustancial estriba en que en la puesta en
administración como medida cautelar los frutos y rendimientos de la
finca se entregan en principio al titular de la misma, mientras que en la
puesta en administración como medida ejecutiva los mismos están afec-
tos al cumplimiento o pago de la obligación (costas, intereses y capital), y
se entregan al acreedor hipotecario. En la administración judicial como
medida cautelar la administración se encarga normalmente a un tercero,
mientras que en la puesta en administración como materia ejecutiva la
administración se entrega habitualmente al propio acreedor hipotecario.
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La hipoteca (2)
empleando un mínimo de diligencia (así STSC 39/2000 de 14 de febre-
ro), y también la exigencia de requerimiento de pago al tercer poseedor
u ocupante del bien ejecutado. También es llamativo que el deudor o ter-
cer poseedor no puedan oponer la excepción de haber pagado la deuda
garantizada con la hipoteca ejecutada, salvo que el pago conste registral-
mente, o exista escritura publica de carga de pago o de cancelación de la
garantía (Art. 695.1ª LEC). Sin embargo la jurisprudencia constitucio-
nal a través del concepto de indefensión ha introducido (en el antiguo
procedimiento del Art. 131 LH pero las mismas ideas son aplicables al
procedimiento vigente) particulares normas de tutela del deudor y ter-
cer poseedor que se pueden hacer valer por el incidente de nulidad de
actuaciones, y en particular es una exigencia constitucional que el tercer
poseedor (adquirente o detentador) pueda intervenir en el procedimien-
to de ejecución y de que se valore su titulo y que no pueda ser privado
de la propiedad o posesión sin ser oído (SSTC 148/1988 de 14 de julio,
223/1997, de 4 de diciembre, 222/1999 de 29 de noviembre, 214/2000, de
18 de septiembre, 29/2003, de 13 de febrero). Parece obvio que la oposi-
ción por defectos procesales (Art. 559 LEC), ha de entenderse común a
todos los procedimientos ejecutivos, pues se funda en causa de nulidad,
y también la oposición por pluspetición (Art. 558 LEC), que se funda en
la lealtad procesal y en evitar la indefensión del demandado.
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La eficacia de la ejecución hipotecaria se muestra así mucho más radical
en la jurisprudencia que la ejecución ordinaria precedida de una anotación
preventiva de embargo. Las SSTS de 30 de noviembre de 1987, 29 de enero
de 1997, 3 de mayo de 2000 y 14 de junio del 2000, establecen por ejemplo
la preferencia del acreedor hipotecario ejecutante frente al comprador en
documento privado seguido de toma de posesión anterior a la constitu-
ción de la hipoteca, sin hacerse cuestión como sucede en el procedimiento
ejecutivo ordinario de si el comprador anterior a la inscripción es propie-
tario real de la cosa, o si el acreedor ejecutante conoció o debió conocer la
propiedad extrarregistral de un tercero, como sucede ordinariamente en el
procedimiento ejecutivo común en el que se reconoce, a través de la tercería
de dominio, que el comprador anterior, aunque sea en documento privado,
si es indubitado, que pagó y que es poseedor publico y pacifico del bien
ejecutado, puede oponerse validamente a la ejecución (así SSTS 10.05.94,
23.12.96, 30.05.97, 24.10.97, 20.02.99, 9.06.99, 21.11.01, admiten la tercería
por el comprador en documento privado no fehaciente de un piso en el
juicio ejecutivo contra el titular registral y vendedor de dicho piso).
3. LA ACCIÓN HIPOTECARIA
3.1. Requerimientos previos a la acción hipotecaria
La ley prevé el requerimiento previo de pago al deudor personal
de la deuda (Art. 686, LEC); después de haber sido requerido de pago
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notificar la demanda de ejecución (Art. 689.1 LEC); en todo caso este
tercer poseedor de dominio o de mera posesión tiene derecho a que se
le exhiban los autos y a que se entiendan con el las sucesivas actuaciones
(Art. 662.1 LEC), lo que parece significar que tiene derecho a que se le
tenga como parte en el procedimiento ejecutivo, pero no es litis consorte
pasivo necesario. No existe norma expresa sobre costas en la ejecución
hipotecaria, se aplicará entonces la norma general que impone las costas
del proceso de ejecución al ejecutado (Art. 539. 2 LEC), lo que se hará
extensivo al tercer poseedor que se oponga al proceso ejecutivo sin des-
amparar los bienes.
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A mi juicio la ejecución en el procedimiento concursal plantea proble-
mas insolubles para determinar cual será el procedimiento de ejecución
hipotecaria dentro del concurso y cual la participación necesaria que han
de tener en el mismo terceros, en particular los terceros poseedores. A
mí me parece que si la ejecución hipotecaria simplemente se suspende
tras la declaración de concurso, en los términos y plazos determinados
por la ley es porque continua existiendo, y la ejecución separada es ade-
más el trasunto del propio privilegio registral y de la autonomía formal
del rango y de la preferencia de la afección singular, y supone imponer
al acreedor hipotecario una carga añadida y gravosa si tiene que acudir
a un lugar quizás lejano, a ejecutar una preferencia que es evidente por
sí, por ser el primer orden de las preferencias. La ejecución separada no
es más que el trasunto de su especial rango preferente y de la supresión
de los superprivilegios, y de que el crédito hipotecario no se vea afecta-
do tampoco por la interrupción en el devengo de intereses. La ejecución
separada se regula en detalle en la Ley hipotecaria y en la LEC y ambas
leyes no han sido derogadas en este punto. No creo que el régimen del
los arts. 8.3, 55 y 56 LC, ni el Art. 86. ter. 1..3º de la LOPJ, en la redacción
de la LO 8/2003 de 9 de julio, hayan de ser interpretados como el esta-
blecimiento de una unidad jurisdiccional para el ejercicio de las acciones
hipotecarias dentro del concurso. El Art. 57 LC parece dar a entender que
la ejecución hipotecaria solo se conoce por el juez del concurso en pieza
separada, cuando se ejecutan bienes del concursado afectos a su actividad
profesional o empresarial o a una unidad productiva de su titularidad.
Luego a contrario sensu, los demás bienes hipotecados pueden ejecutarse
separadamente. Por otra parte el Art. 55.1 excluye expresamente la eje-
cución separada laboral y administrativa pero no la hipotecaria. Ello sin
perjuicio de la posible declaración dentro del concurso de nulidad de una
hipoteca que se estime constituida fraudulentamente (STS 28.03.88), o
que se haya constituido en periodo sospechoso antes denominado de re-
troacción (STS 11.04.02), lo que comportará la nulidad de las ejecuciones
y adjudicaciones correspondientes (STS 24.10.89), porque las sentencias
ejecutivas no producen efecto de cosa juzgada (STS 1.02.74). El adjudi-
catario de un bien en una subasta basada en una hipoteca declarada nula
no es tercero hipotecario aunque inscriba la adjudicación en el registro,
porque el registro no convalida los actos nulos (SSTS 20.10.94, 2.01.99).
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BIBLIOGRAFÍA
LOPEZ LIZ, El procedimiento extrajudicial notarial de ejecución
hipotecaria: análisis práctico del R.D. 290/92 y formularios comenta-
dos, Barcelona, 1993; GARCIA MAS, Apuntes al procedimiento eje-
cutivo extrajudicial hipotecario, RCDI, núm. 616, mayo- junio 1993,
págs.871 yss. IGLESIAS CANLE, Procedimieno extrajudicial hipote-
cario (a propósito de la sentencia de la Sala Primera del Tribunal Su-
premo 402/1998, de 4 de mayo), en La Ley, 1998-6, D-330. POVEDA
BERNAL, Ejecución hipotecaria y extinción de los arrendamientos.
Nuevas perspectivas y consideraciones críticas, en RCDI, núm. 652,
1999, pp. 897 y ss. MARTIN DIZ, La ejecución de garantía hipotecaria
sobre bienes inmuebles, Granada 2000; NADAL GOMEZ, La transmi-
sión a terceros de inmuebles en el proceso de ejecución, Madrid 2001;
MONTERO AROCA, Las ejecuciones hipotecarias en la nueva ley de
enjuiciamiento civil, Valencia 2001; CORDON MORENO, El proceso
de ejecucion, Pamplona 2002; ALVAREZ CAPEROCHIPI, El registro
de la propiedad y el sistema de preferencias del crédito en la erjecuión
y en el concurso, Granada, 2003; RIVERA FERNANDEZ, La ejecucion
de la hipoteca inmobiliaria, Madrid, 2004;
420
Capítulo XX
HIPOTECA MOBILIARIA Y
PRENDA SIN DESPLAZAMIENTO
1. CONCEPTO E HISTORIA
Como hemos visto, la distinción entre prenda e hipoteca se fun-
da en la codificación en la naturaleza de los bienes (la prenda es ex-
clusivamente mobiliaria, la hipoteca inmobiliaria), y en el modo de
organizar la publicidad (la prenda se funda en la posesión, la hipoteca
en la inscripción registral).
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
2. NATURALEZA JURÍDICA
A mi parecer la hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
son prendas ordinarias en las que la posesión del acreedor es susti-
tuida por la inscripción registral. Por eso no se permite la existencia
de garantías sucesivas sobre el mismo bien (Art. 2.°, LHM), se asimila
su prelación a la prenda manual (Art. 1, LHM), y el deudor pierde el
poder de disposición del bien pignorado (Art. 4.°, LHM).
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José Antonio Álvarez Caperochipi
mobiliaria, y se organice luego sobre el tracto sucesivo de dicho bien,
sino que el registro mobiliario se limita a ser un registro de garantías
reales mobiliarias. No existe un sistema de constitución a non domino de
garantías registrales mobiliarias, el acreedor nada adquiere mediante la
inscripción registral si la garantía no es otorgada por el auténtico propie-
tario, la inscripción registral no tiene el efecto de garantizar la titularidad
del transmitente como sucede en el Art. 34 LH.
3. CONSTITUCIÓN DE LA GARANTÍA
MOBILIARIA SIN DESPLAZAMIENTO
Los once primeros artículos de la LHM regulan las disposiciones
generales sobre constitución de la garantía mobiliaria sin desplaza-
miento. En ellos se configura la naturaleza jurídica de la figura y sus
perfiles institucionales:
a) Se grava la plena propiedad (Art. 1., LHM). Por ello es ineficaz
la garantía cuando el propietario constituyente de la garan-
tía mobiliaria hubiese enajenado el bien con anterioridad a la
inscripción. No cabe por tanto hipotecas mobiliarias sobre de-
rechos reales, y se prohíbe expresamente la subhipoteca mobi-
liaria (Art. 12, párrafo 2, LHM). No caben, segundas hipotecas
mobiliarias, lo cual está en función de la naturaleza prendaria
de las garantías mobiliarias registrales. Excepcionalmente se
permite la garantía mobiliaria registral por consentimiento de
todos los partícipes en la indivisión, o por la concurrencia del
consentimiento del usufructuario y del nudo propietario.
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
garantía mobiliaria sin desplazamiento. La prohibición puede
además surtir otros efectos entre el vendedor y el comprador
(pérdida del derecho a utilizar el plazo del Art. 1.129 del CC,
responsabilidad contractual, revocación por fraude en la cons-
titución de la garantía en su caso: Art. 1.111 del CC).
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José Antonio Álvarez Caperochipi
Así en la extensión de las garantías —tanto respecto del crédito (ar-
tículo 9.°, LHM), como respecto del bien (Art.. 20 y 21, LHM)—,
en la exigencia de distribución en la hipoteca mobiliaria de varios
bienes por un mismo crédito (Art. 14, LHM), en el régimen de la
devastación de las garantías (Art.. 6, 17, 18, 22, 25, 29, 44, 51, 63 y
64 LHM) extensión de la garantía a los subrogados (Art. 5 LHM;
Art. 23, LHM), facultad de cesión (Art. 8., LHM), prescripción (Art.
11, LHM), en la posibilidad de hipotecas especiales (en garantía de
cuentas corrientes o de crédito o letra de cambio, Art. 7.°, LHM), etc.
En algunos casos la remisión hubiese sido más natural la remisión
al régimen general de la prenda (por ejemplo, en la exigencia de dis-
tribución de las garantías, o de la especialidad en cuanto al crédito).
Finalmente no se encuentra razón convincente para establecer un
plazo de prescripción de tres años de la acción hipotecaria o pigno-
raticia de la ley distinto del general (artículo 11, LHM) o la preferen-
cia de los créditos refaccionarios sobre la prenda sin desplazamiento
(Art. 66, LHM), alterando el régimen general de los privilegios del
artículo 1.926 del CC.
4. LA HIPOTECA MOBILIARIA
Solo pueden ser hipotecados los bienes muebles que se definen
legalmente como hipotecables. La hipoteca mobiliaria se constituye
sobre bienes perfectamente identificables (artículo 16, LHM). Rige
el principio de numerus clausus de bienes hipotecables (Art. 12,
LHM).
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
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La hipoteca puede ser constituida por el arrendatario o por el empre-
sario dueño del local (Art. 19, LHM). El dueño del local puede, des-
de luego, constituir una hipoteca inmobiliaria sobre el mismo pero
puede también acogerse a la hipoteca mobiliaria que sólo comprende
entonces el «establecimiento mercantil», reservándose la propiedad.
Las condiciones del eventual arrendamiento deberán entonces fijarse
en la escritura de constitución (Art. 24 y 28, LHM).
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
el Art. 29.3, LHM, sólo tiene el sentido de enajenación irregu-
lar—) siempre que se mantenga el valor de la garantía (Art. 18,
LHM; Art. 27, LHM).
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
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de la maquinaria industrial. Con todo es una figura difícil de distinguir
de la prenda sin desplazamiento industrial (Art. 53.1, LHM) y que es
cuestionable si debió ser regulada como hipoteca mobiliaria. Se impone
también respecto de ellos la obligación de guardar el status loci (Art. 44,
LHM).
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
La Doctrina de la dirección general de los registros reitera incesan-
temente la exigencia de una perfecta identificación del bien dado en
prenda sin desplazamiento, lo que es presupuesto de la constancia re-
gistral de la traba. La Rs 6 de octubre de 1994, subraya que no basta una
genérica descripción de encontrarse los bienes en “el puerto de Santur-
ce”, y de identificarse por listados informativos, la Rs. 5 mayo de 2000,
subraya que no bastan descripciones genéricas como “torno paralelo”.
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Hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento
7. PROCEDIMIENTO DE EJECUCIÓN
Las normas de ejecución de la ley de hipoteca mobiliaria y prenda
sin desplazamiento de 1954 fueron derogadas por la disposición de-
rogatoria única 2 8º de la Ley 1/2000 de 7 enero, de Enjuiciamiento.
La LEC regula ahora un procedimiento ejecutivo único para la hipote-
ca mobiliaria e inmobiliaria, en los Art. 681 y sigs., cuyos principios
generales, hemos estudiado en el capitulo anterior.
BIBLIOGRAFÍA
SERRANO GARCíA, La hipoteca de establecimiento mercantil,
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rantías. Insubsanabilidad del defecto, en CCJC, núm. 49, 1999, pp.
429 y ss. Comentario a la RDJRN de 16 de noviembre de 1998.
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Capítulo XIX
LA ANTICRESIS
1. CONCEPTO
La anticresis es la puesta en administración de un bien, usual-
mente inmueble, en garantía para del pago de una deuda, mediante la
afectación de sus frutos y provechos al pago de intereses y a la amor-
tización de la deuda garantizada.
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un gran recelo por el legislador, fue prohibida en el derecho medieval y
moderno, y sólo fue admitida sin tras la liberalización de la tasa de inte-
rés. Los recelos continúan en el derecho moderno. La referencia expresa
al pacto comisorio en la anticresis (art. 1884 CC) es muy significativa de
una sospecha institucional sobre la anticresis. El privar al deudor de la
administración de sus bienes “en garantía”, presenta un aroma de posible
abuso de una situación de necesidad y dependencia, y, en sentido con-
trario, se puede emplear también la anticresis para vaciar de contenido
económico a un inmueble y así defraudar la acción de los acreedores. Es
significativo que un gran número de sentencias que tratan incidental-
mente del pacto anticretico lo hacen en relación con la prohibición del
pacto comisorio. Y en las SSAP Granada de 24 de junio de 2002 y Ciudad
Real de 24 de noviembre de 1997, se declara la nulidad de una anticresis
que se estima constituida en fraude de acreedores.
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La anticresis
Tal exigencia es, por otra parte, consecuencia del sistema de pu-
blicidad de las cargas reales y de la erradicación de las cargas ocultas.
No puede existir derecho real sin publicidad. La existencia y subsis-
tencia de un orden posesorio de puesta en administración es necesa-
ria para la existencia y subsistencia de la anticresis como derecho real.
2. HISTORIA
La anticresis es una palabra griega que significa contragoce. El
pacto anticrético es, en su origen, el pacto de compensación de frutos
por intereses; el acreedor recibe la posesión de un bien en garantía
de la restitución de una deuda (pignus) y adquiere por el pacto an-
ticrético el derecho a los frutos como compensación de los intereses
del dinero prestado. En el derecho romano, la anticresis otorgaba al
acreedor un derecho similar al usufructo, y el acreedor anticrético po-
día arrendar el bien dado en garantía o administrarlo por sí mismo
(D. 20, 1, 11, 1)
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imputando el exceso al capital, sin embargo en algunas de las fuentes legis-
lativas postclásicas se permite el pacto anticrético compensatorio: compen-
sar frutos por intereses sin rendición de cuentas (CJ, De usur, 4., 32, 17); la
razón es el incertum fructum: la aleatoriedad de las cosechas futuras.
En el derecho intermedio, el régimen del pacto anticrético está afectado
por la prohibición canónica de cobrar intereses. La anticresis aparece pro-
hibida en el Concilio de París (829) y en las decretales del Papa Alejandro
III. En las Decretales de Gregorio IX, como excepción, se admite el pac-
to anticrético en las garantías prestadas por dote prometida al marido.
En consonancia, Las Partidas prohíben el interés del dinero, y obligan a
descontar de la deuda los frutos percibidos; el pacto anticrético se reputa
de usurario (Antonio GÓMEZ, CASTILLO, COVARRUBIAS, FEBRERO
novísimo, etc.), con la excepción de la anticresis por dote prometida (Ley
50 de Toro). La elusión de la prohibición debía ser fácil y frecuente es-
pecialmente a través de la venta con pacto de retro. Admitida la tasa de
interés, del 6 por 100 en la Novísima Recopilación, la opinión mayorita-
ria se pronunció por la admisión del pacto anticrético dentro de dichos
límites imputando el resto de los frutos al capital (DE LA SERNA MON-
TALBÁN, GUTIÉRREZ, FALCÓN). Finalmente la Ley de 14 de marzo
de 1856 abolió la tasa de interés con lo que la validez del pacto anticrético
«creemos que ya no puede ser objeto de disputa» (GUTIÉRREZ).
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La anticresis
codificación como modo de garantía, tanto antes del vencimiento del
crédito (anticresis), como después (ejecución por la puesta en adminis-
tración). El procedimiento ejecutivo que se regula en la codificación, es
costoso, lento y lleno de garantías formales y procesales que entorpecen
la realización pública de la cosa; estas garantías judiciales son una con-
secuencia de la tutela jurisdiccional de la propiedad, y contrastan con la
inmediatividad de la realización del derecho histórico (la contrapartida
de una farragosa ejecución procesal por venta pública —tutela jurisdic-
cional de la propiedad— fue la autonomía de la puesta en administra-
ción como modo de garantía).
3. NATURALEZA JURÍDICA
Discute apasionadamente la doctrina española y extranjera si
un contrato de puesta en administración de un bine, normalmente
inmueble, dado en garantía de una deuda puede configurarse como
derecho real de garantía o ha de ser considerado un mero derecho
personal, y si se califica como derecho real si la anticresis confiere el
ius distrahendi, es decir un derecho de ejecucion singular de la cosa
dada en garantía.
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crediticio. Es la postura que adoptan en Francia los hermanos MA-
ZEAUD, WEILL, y MARTY RAYNAUD. El Código Civil italiano de
1942 define la anticresis en su artículo 1960, lejos de los derechos reales
de garantía, como contrato, y la doctrina la califica preferentemente de
derecho personal de goce sin realización de valor o preferencia.
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A mi juicio, sin embargo, en el derecho moderno, la posesión del acree-
dor anticrético no es negociable por el principio de publicidad de las
garantías; la figura del tercer poseedor (art. 1.866 aplicable por remisión
del art. 1.886) debe entenderse como la de un servidor de la posesión del
acreedor (véase infra en el derecho de prenda).
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BIBLIOGRAFÍA
G GRANERO, Acerca de la naturaleza jurídica del derecho de an-
ticresis, «RCDI», 1945, pág. 457 y sigs.; SANZ FERNÁNDEZ, Derecho
de preferencia en la anticresis, «RDP», 1943, pág. 223 y sigs.; BAT-
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La anticresis
LLE, Anticresis, «NEJ», II, 1950, pág. 697 y sigs.; y también los co-
mentarios de GUILATE en la obra colectiva dirigida por ALBALADE-
JO, Tomo XXIII, comentario a los articulos 1881 a 1886, Jaén 1980.
GULLON BALLESTEROS, arts 1881 a 1886, Comentario al Código ci-
vil, Vol. II, Ministerio de Justicia, Madrid 1991, GUTIERREZ PEÑA,
El derecho de anticresis en el código civil español, Madrid 2004.
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Este libro se terminó de imprimir en Lima,
en los talleres gráficos de Jurista Editores,
en el mes de marzo de 2015.