Anna Kraus
Anna Kraus
Anna Kraus
sin título
operaciones de lo visual en
2666 de Roberto Bolaño
Anna Kraus
Almenara
Consejo Editorial
isbn 978-94-92260-24-6
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of the book.
comienzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
imagen técnica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53
subversión suave. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
epidemia de semejanzas desemejantes. . . . . . . . . . 183
final. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
para luap
Nous, sorciers, nous savons bien que les contradictions
son réelles, mais que les contradictions réelles ne sont
que pour rire.
Gilles Deleuze y Félix Guattari
comienzo
perspectivas
liminar
En una carta a su amigo Pierre Louÿs, Paul Valéry escribe lo
siguiente:
Será una coincidencia que en esta carta, escrita hace más o menos
cien años, aparezcan las cifras que dan nombre a la gran novela
de Roberto Bolaño, pero desde la perspectiva del trabajo que aquí
comienza es una coincidencia prodigiosa. Relacionar, a través de
Valéry, el título enigmático de la obra del autor chileno con las condi-
12 Anna Kraus
2
Martin Jay destaca la importancia, en varias de las lenguas europeas, de
las numerosas metáforas que relacionan la visión con el conocimiento, la com-
prensión y el poder, y vincula este fenómeno con la larga tradición filosófica que
privilegia la visión como el sentido más noble y como la herramienta principal
de la aprehensión del mundo (1995: 1-4).
3
Macherey se concentra en el lazo profundo que hay entre la escritura y el
pensamiento, aunque a su argumento cabría añadir la imposibilidad de definir
la literatura en sí. Terry Eagleton, en la introducción a su teoría literaria (1996),
14 Anna Kraus
4
«Nietzsche’s declaration “God is dead!” does not imply the end of the abso-
lute and truth, but the end of representations of the truth that have held sway over
Western civilization» (Vianello 2009: 33-34; énfasis del original).
16 Anna Kraus
¿obra visual?
Como sabemos desde, por lo menos, el Laoconte de Lessing
(1766), hablar de la «visualidad» de un texto literario resulta pro-
blemático y requiere ciertas advertencias preliminares. Dada la
especificidad del texto literario, cuya modalidad dominante es la
semántica (término propuesto por Lars Elleström, 2010a), es decir,
donde la «visualidad» suele ubicarse no en el significante mismo (la
materialidad del texto), sino en su significado simbólico (la virtua-
lidad del sentido de las palabras), es necesario comenzar esbozando
los distintos niveles donde es posible leer la visualidad en 2666 de
6
Adolf Loos (1870-1933) fue un arquitecto y teórico de la arquitectura
austriaco. El gesto retórico de evocar el Raumsplan está robado del trabajo
interdisciplinario de Penelope Haralambidou (2013).
18 Anna Kraus
2666
«Una buena novela es […] una novela que se entiende menos que
una mala novela. 2666 es una gran novela porque no se entiende
casi nada, aunque durante sus mil y tantas páginas persiste una ilu-
sión de conocimiento, una inminencia», afirma Alejandro Zambra
(2012: 144). En 2017, a más de una década de su publicación, 2666
apenas necesita presentarse y, sin embargo, sigue poniendo trabas a
la empresa del entendimiento. Compuesta de cinco «partes» que en
total ocupan 1 119 páginas (en la edición de Anagrama), es una obra
inacabada (1 121), pero coherente y de una complejidad extraordina-
ria. Además del título-paraguas, lo que une las cinco secciones de la
novela es un lugar geográfico en el que converge su trama: la ciudad
de Santa Teresa, trasunto ficcional de Ciudad Juárez, lugar infame si
se considera la serie de más de 700 asesinatos irresueltos9. Las víctimas
son mujeres jóvenes que, desde enero de 1993, han sido encontradas a
lo largo y ancho del desierto de Sonora. En la elaboración de la obra
Bolaño se sirvió del trabajo documental del periodista Sergio Gon-
zález Rodríguez, Huesos en el desierto (2002), cuya precisión pericial
en el tratamiento de los detalles es reconocible en la cuarta sección
de 2666, «La parte de los crímenes», donde encontramos más de 100
descripciones forenses de los cadáveres femeninos.
Dada la futilidad de resumir esta «novela maximalista» (Ercolino
2014), tiene sentido presentar, en términos muy generales, las cinco
entidades narrativas que la componen: «La parte de los críticos», «La
parte de Amalfitano», «La parte de Fate», «La parte de los crímenes»
y «La parte de Archimboldi». En la primera sección, cuatro académi-
cos europeos, obsesionados con la obra de Benno von Archimboldi
9
Este número de muertas corresponde al año 2012, según Wikipedia
(<https://es.wikipedia.org/wiki/Feminicidios_en_Ciudad_Ju%C3%A1rez>). En
2002, Sergio González Rodríguez, en Huesos en el desierto, documenta los casi
400 crímenes perpetrados hasta entonces.
22 Anna Kraus
tración en la Dióptrica, donde la figura del sujeto pensante corrige las imágenes
defectuosas del mundo que le ofrece el ojo. Apúntese de paso, para retomarse más
adelante, que la perspectiva geométrica –construcción monocular, «corregida» de
lo que se ve– puede pensarse, entonces, en términos del subjetivismo metafísico
y racional.
comienzo 27
13
Con esto se hace referencia al estudio de Daniel Balderston sobre la huella
stevensoniana en la obra de Jorge Luis Borges (1985). Balderston resalta allí la
importancia que ambos autores adscriben a la «función plástica de la literatura»,
28 Anna Kraus
libros a la intemperie
apropiación doble
En la segunda sección de 2666 se describen los pormenores y
las consecuencias desorbitadas de un hallazgo inusual hecho por
Amalfitano en su casa de Santa Teresa, a poco de mudarse desde
15
En la obra de Bolaño, llena de citas, alusiones y transposiciones de toda clase
de textos de cultura, es muy raro que una referencia se explique tan abiertamente.
De este modo, resulta que todo lo que rodea la aparición del Testamento geométrico
en la vida de Amalfitano, a todos los niveles de la representación literaria, está
–según se comentará a continuación– ligeramente dislocado del curso «habitual»
de las cosas: desde las anomalías dentro de la diégesis, pasando por este procedi-
miento narrativo inusual de comentar las raíces duchampianas de la instalación
en el patio trasero de Amalfitano, hasta la aparición de los polígonos filosóficos
en las páginas de 2666. Se trata, hay que resaltarlo, de pequeñas irregularidades
de las que ninguna es especialmente llamativa. Y sin embargo, el hecho de que
los deslices minúsculos en distintos niveles textuales simultáneamente converjan
en este acontecimiento parece importante. Puede especularse mucho acerca del
significando de la ligera desestabilización de la representación justo aquí, cuando
un filósofo condena un libro de geometría al deterioro, retomando así el gesto de
Marcel Duchamp. En lo que sigue, se propondrá pensar la secuencia de desplaza-
mientos –tanto diegéticos como formales y estilísticos– alrededor del Readymade
malheureux, en 2666, en el contexto de los desarrollos representacionales de Mar-
cel Duchamp y, al mismo tiempo, como una puesta en escena de sus ideas-juegos
multidimensionales. Siguiento esa pauta, podrá verse cómo el gesto duchampiano
de abrir el espacio de representación deviene operativo en la obra de Bolaño.
30 Anna Kraus
16
Es necesario precisar el uso del término «instalación» en el presente trabajo.
El arte de Marcel Duchamp –o, más concretamente, sus ready-mades, objetos
encontrados y ensamblados– es anterior a la instalación como práctica artística
que surgió en los años sesenta del siglo xx. Sin embargo, la realización ficticia
del Readymade malheureux de Duchamp encaja con lo que hoy llamamos insta-
llation art: la instalación efímera de Amalfitano está ubicada en un espacio no-
convencional (es decir, no-oficial y no-cultural) que puede ser «inhabited rather
than merely [a space for] presenting a work of art to be looked at» (Stallabrass
2006: 17). En otras palabras, el uso del término «instalación» que se propone en
el presente trabajo se sitúa a medio camino entre el ready-made duchampiano y
la installation art propiamente dicha.
17
Cuál es realmente el carácter del gesto de Amalfitano –si se trata de una
recreación, una cita o, tal vez, de una continuación o reactivación del ready-made
de Duchamp– es una pregunta que planteamos más adelante.
comienzo 31
libro a la intemperie
Antes de proseguir a despedazar, metafóricamente, la instalación
que Amalfitano arma en su jardín «estragado» (244), vale la pena
permitir que el texto la erija, otra vez, ante nuestros ojos. Citamos el
fragmento19 in extenso:
18
Las referencias más o menos explícitas a la obra y al pensamiento de Marcel
Duchamp son, en 2666, múltiples y de diversa índole (y, por supuesto, no se van
a enumerar aquí). Esta multiplicidad podría servirnos como legitimización débil
y casual del procedimiento metodológico empleado aquí, donde la versión ficticia
del Readymade malheureux deviene el umbral por el que se introducen todos los
interrogantes inscriptos en la auto-subversión de lo visual. No obstante, esperamos
evitar la trampa de un entusiasmo cegador –en la que han caído numerosos artistas
norteamericanos de la posguerra, según han sugerido algunos teóricos como Hal
Foster (1994), Thierry de Duve (1994) y Thomas Girst (2016)– y sostener que el
carácter muchas veces abstracto de la teoría y práctica artísticas de Duchamp las
dota de un valor filosófico universal, y de ese modo se facilita su transposición
dinámica a otros territorios de pensamiento.
19
La instalación de Amalfitano, hay que puntualizarlo, aparece en 2666
varias veces y no sólo en «La parte de Amalfitano»: se menciona también en «La
parte de los críticos» (177) y en «La parte de Fate» (431). Sin dejar de insistir en
la importancia (estética y filosófica) de ese esparcimiento por un espacio textual
que cubre tres de las cinco secciones de la novela, nos contentamos por ahora
con introducirlo a través de los pasajes que relatan su construcción y su vínculo
con la obra de Duchamp.
32 Anna Kraus
perspectiva anti-retinal
En el marco de una discusión sobre el carácter anti-retinal de la
obra de Duchamp, con frecuencia mal interpretado, Penelope Hara-
lambidou hace una aclaración necesaria al respecto: «far from being
comienzo 35
anti-visual, his stance was the opposite: he was against what he percei-
ved as an oversimplification, flattening and deterioration of vision, and
in search of lost dimensions in visual perception» (2013: 182). Ésta es
una observación esencial –vale hacerlo notar de inmediato– para lo
que nos ocupa aquí, no sólo con respecto a la procedencia ducham-
piana de la instalación de Amalfitano sino, sobre todo, porque nos
permite volver sobre nuestra hipótesis de lectura y repasar, de otro
modo, la auto-subversión inscripta en lo visual en la obra de Bolaño.
El 2666 «testimonial» y sugestivamente realista, vuélvase a subrayar,
lejos de atacar la representación como tal parece buscar corroerla en
tanto monolito autoritario e inflexible. De momento, sin embargo, es
necesario detenerse en el Readymade malheureux, pues éste ilumina
distintos niveles del funcionamiento del texto de Bolaño, y es a partir
de allí que organizamos nuestra investigación.
El Readymade malheureux (1919), obra temprana, privada y pro-
gramáticamente desaparecida de Marcel Duchamp, no pertenece al
grupo de obras más comentadas por la crítica específica. De todas
formas, vale la pena decir que este ready-made da cuerpo a un inte-
rrogante que concierne a la perspectiva y a su tratamiento en las artes
plásticas –tema, por otro lado, central para el artista francés.
Hans Belting sostiene que condenar un manual de geometría
euclidiana al desvanecimiento significa distanciarse de la perspectiva
linear, la cual, desde el renacimiento, propone una imagen plana de
un espacio percibido desde un punto monocular –como si esta última
fuera la representación plástica más perfecta posible. Para Belting, el
Readymade malheureux ridiculiza la construcción plástica tradicional,
impotente frente a las dimensiones superiores20, y encarna la perspec-
tiva de la cuarta dimensión en el proceso de su desvanecimiento en
20
La cuarta dimensión y la geometría no-euclidiana pertenecen a las pre-
ocupaciones centrales en la trayectoria artística y teórica de Marcel Duchamp.
Para más detalle, véase, sobre todo Henderson 1983 y 1998, Haralambidou 2013
y Adcock 2016.
36 Anna Kraus
Agamben afirma que «[n]o será para nada erróneo definir la fase
extrema del desarrollo del capitalismo en la cual vivimos como una
gigantesca acumulación y proliferación de dispositivos» (2011: 285).
En esta cita del italiano parecen resonar las observaciones que Guy
Debord hiciera unos cuarenta años antes a propósito de la sociedad
del espectáculo. Si se reconoce la actualidad de la crítica debordiana
sobre un sistema social y económico como representación opresiva,
puesta en movimiento
En vez de reproducir el espacio en un plano, de acuerdo con
las leyes de la perspectiva linear, el Readymade malheureux pone la
perspectiva misma en movimiento, incorporándola, como proceso
dinámico, en el espacio de la representación. Hans Belting escribe
al respecto:
flew away with the wind, they were swallowed by an invisible space in
which they could no longer be book pages. Rather than a projection
of space onto a plane, perspective becomes here an effect of time that
took place in space. (2009: 51)22
22
Hans Belting concibe la cuarta dimensión como tiempo; sin embargo,
según observa Linda Dalrymple Henderson en su libro sobre la cuarta dimensión
y la geometría no-euclidiana en el arte moderno, tal interpretación es simplifi-
cadora: «[t]he basic difficulty is inherent in our conventional perception of the
world. Visualizing a fourth perpendicular “inserted” into the intersections of the
three dimensions that meet in the corner of a room seems imposible […] But the
difficulty of conceiving a fourth dimension also led to the occasional use of the
more easily understood idea of time as the fourth dimension» (1983: 9).
23
La carta de Marcel a Suzanne es, literalmente, una écfrasis al revés, descrip-
ción de obra de arte in spe, obra de arte por venir. El término «écfrasis invertida»,
reverse ekphrasis, suele usarse, erróneamente, en referencia a la écfrasis visual que
40 Anna Kraus
24
Un estudio detallado de la importancia de la sombra y del reflejo en la obra
de Duchamp lo ofrece Linda Dalrymple Henderson, quien, en su trabajo sobre el
contexto artístico e intelectual del artista francés (1998), explica tanto las bases
científicas como las inspiraciones ocultistas y parapsicológicas que otorgaron a
la sombra y al reflejo un lugar privilegiado en la experimentación multidimen-
sional de Duchamp. Penelope Haralambidou desarrolla esta reflexión de modo
muy sugestivo, enfocando su estudio en Étant données… (2013), mientras que
Georges Didi-Huberman propone repensar a Duchamp a través del paradigma
de la impronta (2008). En términos más generales, en la investigación de la
obra de Duchamp, puede trazarse una clara línea de pensamiento, iniciada por
Rosalind Krauss (1977), seguida por Lyotard (2010) y por la ya mencionada
Haralambidou (2013), quienes consideran su producción artística en términos
de índice (categoría semiótica).
42 Anna Kraus
25
De hecho, investigadores como Jack Burnham, Ulf Linde y John F.
Moffitt intentan demostrar el carácter alquímico de la obra de Duchamp. Éste,
sin embargo, preguntado si podemos denominar su perspectiva como «alquímica»,
respondió: «We may. It is an Alchemical understanding. But don’t stop there!
[…] Alchemy is a kind of philosophy, a kind of thinking that leads to a way of
understanding» (Graham 1968: 3).
26
Según Derrida, lo visible puede devenir in-visible, escondido, cifrado,
velado, pero hay también todo aquello que no se deja ver jamás, lo absolutamente
no-visible como el sabor, el olor, el sonido (1999: 124-125).
comienzo 43
piensa con los términos propuestos por Gaston Bachelard, quien insiste en la cons-
tante de-formación de imágenes como condición de existencia de la imaginación.
Para el filósofo francés, una imagen fija es una imagen muerta, lo cual aquí se
propone pensar en correspondencia con la metáfora conceptual de la visualidad
opresiva del espectáculo y del desplazamiento como estrategia liberadora. Las
afinidades obvias con el concepto de desterritorialización, de Deleuze y Guattari,
se desarrollan en la sección pertinente.
28
Dado el linaje literario que une a Bolaño con escritores como Jorge Luis
Borges, Julio Cortázar e Italo Calvino, la alteración del pacto ficcional con el
lector –quien de repente se da cuenta de «la ruptura de los marcos que delimitan
los diferentes niveles ficcionales, o bien la invasión del relato ficcional dentro del
que [se le] había presentado como real» (San Martín 2011: 233)– no tiene que
extrañar en la obra del autor chileno. No obstante, el presente trabajo se interesa
por las transgresiones de las normas en la representación literaria de la obra de
Bolaño, no tanto indagando sus valores metanarrativos y metaficcionales, como
considerándolas, con Pierre Macherey, como ficciones filosóficas, es decir, agu-
dizando los oídos a sus resonancias más abstractas en el marco delineado aquí en
términos de la auto-subversión de lo visual dentro de un discurso más universal
acerca de la representación como término filosófico.
29
«Marcel Duchamp has already done everything there is to do – except
video… only through video art can we get ahead of Marcel Duchamp», declara
comienzo 45
31
En la lectura que se desarrolla en estas páginas, el hecho de que los dibujos
de Amalfitano no estén copiados directamente del Testamento geométrico, sino
que aparezcan como una imagen deformada del contenido general del libro de
Dieste (geometría), lleva a pensarlos en el marco de la lógica de Marcel Duchamp,
regida por el principio de desemejanza. Jean-François Lyotard resalta la impor-
tancia de las superficies de contacto entre los cuerpos en movimiento o entre
dimensiones, a las que denomina parois dissimilantes (2010: 80), cuya función
(fonction dissimilatrice-miroitique) consiste en transformar la energía, producir
diferencia. En este sentido, los dibujos de Amalfitano que aparecen en el texto,
en esa superficie desemejante de contacto entre distintas dimensiones y distintos
universos, se vinculan directamente con el contenido del libro de Dieste (e incluso
con el del manual colgado en el balcón parisino de Suzanne Duchamp en 1919).
32
Además de la supuesta re-activación del Readymade malheureux en 2666,
pueden pensarse otras vías de expansión incontrolada e inortodoxa de esta obra
procesal. Unos meses después de la instalación del ready-made en su balcón,
Suzanne pintó un cuadro titulado «Le Readymade malheureux de Marcel». Éste,
de hecho pintado a partir de una fotografía de la instalación evanescente, puede
verse como un camino alternativo a la existencia del Readymade malheureux,
cuya singularidad atraviesa las superficies de contacto que ofrecen la fotografía
48 Anna Kraus
The crack, for Deleuze is neither a sign nor a mark, not even material,
but energetic; a movement that establishes a secret opening, temporary
and irregular, between inside and outside. […] It leaves the surface
intact; it is an effect of the surface, phantasmatic, an opening that is not
an opening. […] There and not there, the very condition of its presence
avisual. (2005: 77; énfasis del original)
negativo cifrado
Al principio de «La parte de Fate», el periodista afroamericano
viaja a Detroit, ciudad-fantasma de la era posindustrial. Lo primero
que llama su atención, mientras camina a la casa de su entrevistado,
es la apariencia del sector, un «barrio de jubilados de la Ford y de
la General Motors» (307). En esa parte de la ciudad vive uno de los
miembros fundadores de las Panteras Negras. Antes de llegar, Fate
detiene su mirada en un curioso mural:
Era circular, como un reloj, y donde debían estar los números había
escenas de gente trabajando en las fábricas de Detroit. Doce escenas que
representaban doce etapas en la cadena de producción. En cada escena,
sin embargo, se repetía un personaje: un adolescente negro, o un hombre
negro largo y esmirriado que aún no había abandonado o que se resistía
a abandonar su infancia, vestido con ropas que variaban con cada escena
pero que indefectiblemente siempre le quedaban pequeñas, y que cumplía
una función que aparentemente podía ser tomada como la del payaso,
el tipo que está ahí para hacernos reír, aunque si uno lo miraba con más
atención se daba cuenta de que no sólo estaba allí para hacernos reír.
Parecía la obra de un loco. La última pintura de un loco. En el centro del
reloj, hacia donde convergían todas las escenas, había una palabra pintada
con letras que parecían de gelatina: miedo. (307; énfasis del original)
54 Anna Kraus
llena de odio, entre la gente en las fábricas: un miedo que, como una
bomba de relojería, puede explotar en cualquier momento. «Detroit is
Dynamite», escribió el Life Magazine en agosto de 1942, refiriéndose
a las fricciones raciales en la ciudad que «can either blow up Hitler
or it can blow up the U.S.» (Klinker & Smith 1999: 180).
Por otra parte, el mural también resulta perturbador en otro sen-
tido, menos obvio, pero discernible. Para ello es preciso atender al
carácter gelatinoso de las letras con las que está escrita la palabra
«miedo». La introducción de la gelatina –gelatino-bromuro, proce-
dimiento inventado en el año 1871 por Richard Leach Maddox– en
el proceso de revelado fotográfico constituyó uno de los pasos más
decisivos en el desarrollo de la fotografía: permitió la producción
masiva de las placas fotográficas, cuyo uso fue relativamente simple
y requería poca destreza técnica, lo cual derivó en la popularización
de la fotografía a gran escala (Valverde 2005: 14). En la lectura que
sigue proponemos una relación entre el mural y la fotografía –ade-
más de la coincidencia fortuita entre la apariencia de las letras en el
mural y la historia de la fotografía– en el contexto de «La parte de
Fate», donde, según observa Neige Sinno, la formación de la realidad
ocurre a través de la percepción del personaje principal y depende
en un grado notable de la influencia de las películas y de los sueños
(2011: 65-66). Significativamente, en el primer sueño que se describe
en esta sección de 2666, Fate ve un filme que es «como un negativo»
de una película que ha visto antes (298), lo cual nos servirá de pauta
para comentar el mural de Detroit y, con ello, para pensar dicho
mural como una especie de negativo fotográfico.
En la película del sueño de Fate, los personajes son negros (298).
La simple sugestión de percibir lo blanco y lo negro a través del
concepto de negativo fotográfico introduce la idea de una identidad
reversible: en el negativo fotográfico lo negro es en realidad lo blanco.
Lo negro es el aspecto jamás percibido de lo blanco, un aspecto que,
sin embargo, siempre está allí, idéntico con lo blanco aunque con
56 Anna Kraus
la filosofía de la fotografía
Para Foucault, Deleuze y Agamben, el dispositivo es «cualquier
cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar,
determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos,
conductas, opiniones y los discursos de los seres vivientes» (García
Fanlo 2011: 5). A partir de esta confluencia, Luis García Fanlo cons-
tata que el principal aporte de Giorgio Agamben al tratamiento de
los dispositivos
imagen técnica 59
1
La crítica de la sociedad posindustrial que Vilém Flusser realiza en contra
de la creciente omnipresencia de las imágenes técnicas, parece reflejar la realidad
de una época de «transición o pasaje desde una forma social caracterizada como
“sociedad disciplinaria” productora de “sujetos productores”, a una “sociedad de
control” que necesitaría para su reproducción de “sujetos consumidores”» (García
Fanlo 2011: 7). Ésta no sólo se caracteriza por la coexistencia de los viejos disposi-
tivos con los nuevos, sino también implica que todos ellos «se integran dentro de la
red de poder-saber de modo que los dispositivos disciplinarios siguen disciplinando
pero, a la vez, son integrados a nuevas funciones de control: producción-consumo,
disciplina-control» (García Fanlo 2001: 7). En el desarrollo de nuestra reflexión
retomaremos lo dicho anteriormente.
60 Anna Kraus
Los ecos del concepto de Dasein, elaborado por Martin Heidegger en Sein
2
und Zeit (1927), son bien discernibles en la obra flusseriana. En lo que sigue, sin
embargo, no se desarrolla esta pauta, no sólo por razones de espacio y de enfoque,
sino también por la discrepancia esencial entre estos dos pensamientos filosóficos,
incompatibles en varios puntos centrales, como, por ejemplo, la postura ante la
muerte.
imagen técnica 61
4
Flusser, sitúando a la imagen en el centro de su reflexión sobre la interrela-
ción humano-mundo, incita a pensarla no tanto en el contexto de las preocupa-
ciones mediales –como las de W. J. T. Mitchell o, en un sentido más abstracto,
de Friedrich A. Kittler–, sino, sobre todo, como una continuación posindustrial
del antiguo debate filosófico sobre la representación, desarrollado con predomi-
nancia del aspecto visual. En consecuencia, tanto la retórica «mágica» del filósofo
checo como las dimensiones maximalistas de su propuesta fotográfica podrían
obtener un valor metafórico, lo cual les otorgaría significados más matizados,
más universales, permitiéndonos dialogar con Flusser de un modo más adecuado
y más productivo.
66 Anna Kraus
En «La parte de los crímenes» hay una escena famosa donde los policías se
7
televisión
lo inmediato distante
[Fate] vio un trozo de un programa basura en el que una mujer obesa
de unos cuarenta años tenía que soportar los insultos de su marido, un
obeso de unos treintaicinco, y de su nueva novia, una semiobesa de
unos treinta años. […] El obeso gesticulaba y se movía como un rapero,
jaleado por su novia semiobesa. La esposa del obeso, por el contrario,
permaneció en silencio mirando al público hasta que se puso a llorar
sin hacer ningún comentario.
Esto tiene que acabarse aquí, pensó Fate. Pero el programa o aquel
segmento del programa no acabó allí. Al ver las lágrimas de su esposa
el obeso redobló su ataque verbal. (327)
En otras palabras, lo que las imágenes técnicas nos dan a ver está allí
para ser mirado: «through being photographed, something becomes
a part of a system of information, fitted into schemes of clarification
[…] Reality as such is redefined – as an item for exhibition» (Sontag
1977: 156). Si insistimos en este punto es porque permite señalar un
parentesco incómodo entre el «ajuste de cuentas» fotografiado en la
prisión y el «programa basura» donde se graba y mediatiza la violencia
cotidiana de gente anónima y tipificada (unos «obesos»).
No sin razón es en «La parte de Fate» donde la televisión aparece
con mayor frecuencia. Refiriéndose a la televisión, uno de los per-
sonajes de White Noise de Don DeLillo observa que «[t]he medium
is a primal force in the American home. Sealed-off, timeless, self-
contained, self-referring. It’s like a myth being born right there in our
living room, like something we know in a dream-like and precons-
cious way» (1986: 51). Tanto en el presente como en los recuerdos de
Fate, la televisión es un elemento imborrable: al entrar en un cuarto,
el periodista norteamericano siempre enciende la tele, duerme delante
del televisor encendido y, evocando a su recién difunta madre, infali-
blemente la ve acompañada por la luz azulada de la emisión televisiva.
«The predominant myth of cinema, fostered by cinema itself,
is that its images and sounds present reality. The equivalent myth
of TV is that its broadcasts are immediate and live», observa John
Ellins (2000: 77), y aunque ambas partes de esta afirmación puedan
discutirse, vale la pena destacar que la creación de mitologías de la
visualidad es propia de ambos medios. Éstas, que en parte depen-
den de sus acondicionamientos técnicos –para el caso de la TV, la
presencia de la cámara portátil en el lugar de los acontecimientos
filmados y la ubicación del televisor en el espacio privado del domi-
cilio– contribuyen al establecimiento de reglas impensadas, propias
del dispositivo y decisivas a la hora de definir los hábitos y las acti-
tudes inadvertidos del espectador. El efecto de la imagen televisiva
pretende ser el de la inmediatez. La televisión no intenta acortar la
imagen técnica 77
«the act of decoding a framed field of vision in the exterior concrete world of
objects as if it were a picture» (1992: 73).
imagen técnica 79
9
«“Tele-visión” no significa solamente un aparato (la “caja idiota”) o, inclu-
sive, un lifestyle (espectáculo, mercancía o acidia). Lo que denomino “tele-visión”,
aunque no seamos conscientes de ello, implica un desplazamiento desde la meta-
física hacia la telefísica. Este giro define a esta época» (Yépez 2010: 10; énfasis
del original).
10
Es importante subrayar que la visión de Heriberto Yépez se diferencia de
la de Guy Debord, para quien el espectáculo es la realidad, y de la de Jean Bau-
drillard, para quien el simulacro sustituye a la realidad (1981: 10). Para Yépez,
la realidad sigue en el mismo lugar, sólo que nosotros ya no somos capaces de
percibirla.
80 Anna Kraus
[a]hora debo procurar ser lo que soy, pensó Fate, un negro de Har-
lem, un negro jodidamente peligroso. Casi de inmediato se dio cuenta
de que ninguno de los mexicanos estaba impresionado. […] Esta escena,
pensó […], yo ya la he vivido (408).
impregnación
Al final de «La parte de Fate» –que es el único instante en 2666
donde la cronología de la narración dentro de una misma sección
está quebrada– el relato se divide en un «antes» y un «después» de
un acontecimiento crucial (la visita a la prisión para entrevistar a
Klaus Haas) que entrelaza los dos hilos. Para explicarlo mejor: un
fragmento corto sobre lo que ocurre «antes» está seguido por uno
12
De modo parecido, cuando Fate y Rosa, tras haber huido de sus persegui-
dores, se esconden en su motel, Rosa le cuenta a Fate la historia de su noviazgo
con uno de ellos: su historia, en extremo detallada, sigue ininterrumpida durante
catorce páginas (412-426), aunque en realidad debería ocupar el breve instante
entre que Rosa «salió del baño» (412) y se durmió (427).
82 Anna Kraus
aparato digestivo (572). Por otro lado, entra en trances inoportunos que no salen
muy bien en la pantalla (546). El contraste entre los dos tipos de personajes que
representan Reinaldo y la Santa –uno plenamente espectacular y otro resistente
al encuadre de las imágenes técnicas– puede interpretarse como una metáfora de
la posibilidad, aún no perdida, de oponerse al sistema. En este contexto es signi-
ficativo el hecho de que Reinaldo sea un famoso de los medios de comunicación
masiva y que Florita Almada sea ella misma un medio, en el sentido parapsicológico
del término médium. Por esta vía se sugiere que la libertad del individuo, incluso
en la realidad espectacular del capitalismo tardío saturado de dispositivos, puede
buscarse recurriendo a medios alternativos, los cuales, subrayemos, no tienen
que vincularse forzosamente con fenómenos sobrenaturales. La videncia como
ejemplo ofrecería un acceso directo a lo esencial, más aún porque se trata de una
actividad intuitiva, fluida y desprovista de explicación racional, que no se somete
a las reglas de ningún dispositivo ni programa. De ahí que los trances de Florita
puedan ser leídos como un modo de resistencia a los requisitos del espectáculo.
imagen técnica 85
presencia de la ausencia
Neige Sinno observa la insistencia y la multitud de dispositivos
visuales en «La parte de Fate», «como si el narrador quisiera incluir
en el relato lo que Fate mira en las pantallas» (2011: 65). Pero, por
otro lado, también hay numerosas ocasiones donde la narración no
da cuenta de lo que pasa en la televisión. En este punto es crucial
notar que Bolaño vuelve una y otra vez sobre personajes que encien-
den televisores, sin que por ello se vea obligado a revelar lo que la
tele les ofrece. Hay una recurrente omisión del contenido visual de la
pantalla televisiva que desempeña un papel importante en el texto. El
mismo gesto de obstruir el acceso a ese flujo de imágenes que intentan
convocar la mirada está cargado de significados. Despojado de su
«mensaje» –parafraseando a Marshall McLuhan– el medio mismo
vuelve a ser el mensaje, desnudo en su presencia física, en su mate-
rialidad insistente. La materialidad del medio se ve resaltada cuando
el texto omite su función esencial, o, dicho en forma de pregunta y
en palabras de Bill Brown:
14
Al final de «La parte de Fate», se narra el encuentro de Amalfitano con
Charly Cruz. El padre de Rosa, tras interrogar al hombre joven acerca del movi-
miento aparente, comenta el ejemplo del borrachito. En una cara de un disco de
papel cartón está dibujado un borrachito sonriente, mientras en la otra están las
barras de una celda de prisión. Al hacer girar el disco, vemos el borrachito detrás
de los barrotes, feliz e inconsciente de estar preso. Sin embargo, dice Amalfitano,
somos nosotros los que nos dejamos engañar por la ilusión óptica, porque en
realidad no hay ninguna conexión entre las dos caras del papel cartón (422-423).
90 Anna Kraus
En «La parte de Fate», Fate escucha la siguiente conversación: «El tipo joven
15
se llevó las manos a la cara y dijo algo sobre la voluntad, la voluntad de sostener la
mirada. Luego se quitó las manos de la cara y con los ojos brillantes dijo: no me
refiero a la mirada natural, sino a una mirada abstracta. El tipo canoso dijo: claro»
(336). El tipo canoso, puede deducirse de la lectura de 2666, es Albert Kessler,
la versión ficcional del criminólogo norteamericano Robert Ressler, invitado a
Santa Teresa para ayudar a la policía local a capturar el asesino. El joven tiene
imagen técnica 91
subversión posible
En cuanto a aquello que aparece en las pantallas de los televisores
descritas en 2666, la crítica de Bolaño suele adjudicarles el rol de
que ser Lalo Cura, uno de los pocos policías con vocación. Están hablando de los
femicidios, de la violencia en Santa Teresa.
16
La problemática de la Otredad y las implicaciones éticas del texto de Bolaño
serán comentadas con detenimiento en la última parte del presente trabajo.
92 Anna Kraus
coherencia narrativa, este sueño de Fate parece más un recuerdo que una visión
onírica. Retomaremos esto en las páginas que siguen.
imagen técnica 93
19
Cuando le regala el libro a Fate, Antonio Jones dice que el volumen le
«será de mucha utilidad» (331). Por su parte, el periodista afroamericano queda
sorprendido al recibir la Trata de esclavos y no el Manifiesto de Marx (331). La
utilidad del trabajo de Thomas Hugh podemos pensarla retomando la yuxtapo-
sición del reportaje televisivo con el sueño de Fate: si la comunicación onírica
ofrece una alternativa a la transmisión televisiva, el mensaje que transmite debería
también preparar a Fate para su viaje a Santa Teresa, como potencialmente podría
haberlo hecho el reportaje. Frente a la realidad del capitalismo tardío, parece
sugerir el fragmento comentado, el pensamiento marxista ya no es suficiente y,
para comprender sus mecanismos, hay que atreverse a reconocer en el sistema
construido en base al principio de explotación –las maquiladoras santateresianas
son un ejemplo– la fuerza de un modelo precedente que parece no haber perdido
su actualidad. Entre paréntesis puede añadirse que el rapero afroamericano Kanye
West dice en una de las canciones («Feedback») de su álbum más reciente, The
Life of Pablo (2016): «rich slave in the fabric store picking cotton», lo cual –inde-
pendientemente de la posible referencia autobiográfica al hecho de que West sea
diseñador de ropa– puede entenderse en términos de la mentalidad del consumo
96 Anna Kraus
fotografía
en hacerlo por completo– sino que están vueltos a vestir después del
acto y, en varias ocasiones, con ropa que ni siquiera les pertenece.
Esta manipulación aparentemente innecesaria de los cuerpos resalta
el aspecto casi lúdico de su uso. Las mujeres devienen material con
el que los criminales juegan, tanto antes de matarlas como después.
También a nivel textual, la «lectura» de los cuerpos hecha por la
mirada forense los convierte en signos. Según Patricia Poblete Alday,
estos cuerpos maltratados se tornan «testimonio material del horror
allí donde el texto sólo puede darnos palabras: el cuerpo es entonces
el que habla». De todos modos, una vez que el cuerpo se convierte
en signo, «su decodificación es meramente funcional, y no sirve sino
para nutrir un discurso científico hiperespecializado, o bien para
reforzar los prejuicios que están a la base del sistema que produce y
ampara estos crímenes» (2010: 92-93). En este contexto es preciso
señalar que si bien se ha «convertido en el testimonio material del
horror», el cuerpo no habla, sino que es un referente vacío (Lainck
2014: 183). Percibidos en su materialidad como medios, los cadáveres
requieren una instancia interpretativa para producir sentido: sea ésta
científica, sea emocional y sensible, sea –¿por qué no?– estética 21. En
21
El filósofo y semiótico Charles Sanders Peirce, en su elaborada tipología de
los signos, observa que el interpretante –que es el término que usa para designar
el significado del signo– no se limita a la actividad intelectual y lógica, sino que
incluye también toda clase de reacciones incontroladas, emocionales, fisiológicas
o reflexivas. En 2666, además de la marcada predominancia de descripciones
forenses, se pueden observar otras «interpretaciones» o «lecturas» del cuerpo-signo:
tanto emocionales (la gente llora o está en estado de shock) como fisiológicas
(algunos se sienten mareados), pero éstas, al igual que la sequedad enajenadora de
los informes forenses, de algún modo parecen no del todo adecuadas, como si fue-
ran insuficientes frente a la inmensidad del horror sistémico del que los cadáveres
son prueba. Según observa Sharae Deckard, Juan de Dios Martínez «yearns for
but is denied catarsis, his dessication symbolic of a subjectivity indelibly marked
by the systemic violence that permeates the entirety of social relations in Santa
Teresa» (2012: 357).
102 Anna Kraus
22
No hay que olvidar que en numerosos casos los personajes se definen ante
todo justamente por un detalle extraordinario de su corporalidad: Entrescu, por
su pene anormalmente largo; Morini, por su silla de ruedas; Fate, por el color
de su piel; los padres de Hans Reiter no son otra cosa que «el cojo» y «la tuerta»;
Archimboldi, finalmente, del mismo modo que su sobrino Klaus Haas, destaca
por su enorme altura y sus ojos de un azul transparente. Los ejemplos para con-
tradecir la tesis de Chiara Bolognese resultan ser muchos (y no sólo dentro de
2666; en Una novelita lumpen tenemos al culturista ciego, cuyo cuerpo, entonces,
resulta doblemente importante para formar su identidad, tanto existencial como
narrativa; en El Tercer Reich tenemos al Quemado con el que cualquier relación
siempre se construye a partir de su apariencia física…). Son muchos como para
citar y comentarlos todos aquí. La cuestión de la corporalidad en Bolaño merece
un estudio más detenido.
imagen técnica 103
23
Esta vaguedad y fragmentariedad en la construcción de los personajes en
la obra de Bolaño la han notado y comentado varios críticos. Juan Villoro, por
ejemplo, apunta que, en 2666, «los personajes son trabajados como cosas, sujetos
ajenos a las vacilaciones de la vida interior que al modo de los héroes griegos avan-
zan a su desenlace sin cerrar los ojos» (2008: 87). Esta observación se complementa
bien con lo que Bolognese puntualiza en otro lugar: «[l]os individuos no son sino
que adquieren poses e identidades» (2009: 177; énfasis del original), como si,
de hecho, los personajes en Bolaño fueran nada más que muñecos ajustables al
flujo de los acontecimientos. La cuestión de la vaguedad o no de (algunos de) los
personajes bolañianos la comentamos con mayor detenimiento en la última parte
de este libro. Por ahora basta con decir que el tema resulta demasiado complejo
como para poder fijar unas características generales de los personajes en la obra
de Roberto Bolaño.
104 Anna Kraus
24
Carlos Walker propone una interpretación alternativa de las descripciones
de los cadáveres en 2666, la cual, en cierto modo, es complementaria a nuestra
argumentación: «La presencia intermitente y fragmentaria de este tipo de lenguaje
en “La parte de los crímenes”, permite figurar en la distancia instalada por esa
mirada lo que Foucault llama la rectitud violenta del vistazo clínico: no se detiene
en todos los abusos del lenguaje, sino que es muda como el dedo que apunta al
culpable parado detrás del espejo: con un sólo gesto eleva su veredicto. La distancia
de la pericia, el repetido hallazgo de los cadáveres en las cercanías de la espectral
Santa Teresa, la descripción exhaustiva de cada caso, dibujan, a contrapelo de lo
que muestra esa mirada que se quiere neutra y cercana a lo verdadero, un modo
soterrado de violencia que se anuncia en aquello que la mesura de su lengua pre-
tende callar» (2013: 260; énfasis del original).
imagen técnica 105
PM 2010
Graciela Speranza, en su Atlas portátil de América Latina, señala
una conexión entre la obra de la artista mexicana Teresa Margolles,
quien
y «La parte de los crímenes», donde Bolaño «no da voz a los muer-
tos como Rulfo en Pedro Páramo, pero deja que hablen los cadáveres
con una orfebrería certera del detalle» (2012: 119). Speranza hace
referencia a la totalidad de la obra de Margolles, creadora y miem-
bro activo del colectivo artístico SEMEFO (las siglas del Servicio
Médico Forense), quien en su trabajo utiliza cadáveres y restos de
cuerpos humanos (sangre, piel, dientes) como material artístico. No
obstante, existe una obra más reciente de Margolles, presentada en
la séptima Bienal de Berlín, en 2012, que parece tener aun más en
común con «La parte de los crímenes» que sus trabajos anteriores25.
La obra en cuestión se titula «PM 2010» y en la página oficial de la
Bienal Artur Żmijewski y Joanna Warsza la describen y comentan
de la siguiente manera:
25
La presentación de «PM 2010» coincidió con la publicación del Atlas
portátil de América Latina, de ahí que no fuera incluida en el trabajo de Gra-
ciela Speranza ni tampoco Bolaño la conociera. Estas circunstancias carecen de
importancia para nuestro razonamiento, cuyo objetivo no es buscar una verdad
histórica sino desarrollar un pensamiento, siguiendo distintas ideas por el hilo
de sus amistades dialogantes.
106 Anna Kraus
most dangerous border cities in Mexico. […] Margolles brings all 313
covers from 2010 –the most violent year in the entire history of drug
trafficking in Mexico– to the audience. Each front page of the paper
presents an image of one of the city’s victims of the drug war, who were
shot, stabbed, or tortured in the most horrific ways. […] These daily
images from a tabloid reflect the routine experience of violence and
death in a society which is collapsing under the pressure of organized
drug crime. Poverty, crime, and the bloody rivalries of paramilitary
gangs are always the day’s most important populist news items, next
to recurring erotic advertisements. The paper turns each scene into a
kind of obscure death porn, which is normalized through its constant
repetition.
[…] Margolles […] acts more like a journalist than an artist. She
brings us knowledge about the situation in her country, and exhorts
us to reduce or even stop the consumption of drugs. We are the ones
who create drug lords’ profits, and we should all share responsibility
for the Mexican bloodshed.26
26
Página oficial de la Bienal de Berlín, <http://www.berlinbiennale.de/blog/
en/projects/pm-2010-by-teresa-margolles-23751>.
imagen técnica 107
27
Vicente Luis Mora usa este término en su libro homónimo (2012), refirién-
dose a la fusión de la imagen y de la palabra que, en el mundo contemporáneo –
marcado por una constante autorepresentación e interacción del mundo «real» con
el virtual–, están tan estrechamente entrelazadas que su recepción requiere que el
leer y el mirar se mezclen y completen. Utilizado en el contexto de «La parte de los
crímenes», el término resalta tanto el carácter altamente «visual» de las descripciones
forenses como la proximidad entre el lector y el consumidor de imágenes de prensa.
108 Anna Kraus
28
Según Bataille (quien dialoga con el Pierre Klossowski de Sade, mon pro-
chain) en el sadismo, para conseguir la plena autorrealización del sujeto sádico, no
basta con llevar el deseo al frenesí hasta apoderarse de un objeto como tal (otro
ser humano): el objeto tiene que ser modificado para obtener de él el deseado
sufrimiento. Esa modificación equivale a la destrucción –destrucción de la otredad
del objeto como ente separado (1979: 249).
29
La reiteración de la imagen horrorosa no puede sino anestesiar al espec-
tador (Sontag 2003: 16-18), fundiendo las tragedias particulares y únicas de los
individuos en una amalgama de alimento visual ya digerido, visto miles de veces,
que, al perder la fuerza de impacto, deja no sólo de impresionar, sino, sobre todo,
de constituir una novedad. De ahí, según observa Paul Ardenne, que tanto en los
medios de comunicación como en el arte la tendencia a perseguir experiencias
cada vez más «extremas» sigue teniendo el poder de llamar la atención del público
(2006: 24-28).
imagen técnica 109
subversión artística
Llevado al terreno del arte, lo que ocurre en los medios de comu-
nicación cobra un sentido nuevo. En su ensayo «Balada de Kastriot
Rexhepi de Mary Kelly: Trauma virtual y testigo indicial en la era del
espectáculo mediático», la historiadora del arte Griselda Pollock pro-
pone que en las prácticas artísticas enfocadas en el tema del trauma
y de la violencia
bulimia
A partir de las propuestas críticas de Miguel Ángel Hernández
Navarro, puede discernirse una afinidad estratégica entre «PM 2010»
de Teresa Margolles y «La parte de los crímenes» de Roberto Bolaño:
ambas obras –cada una en su medio– operan con el exceso «bulí-
mico». Al bombardearnos con imágenes violentas –una, técnicas; el
otro, mentales– Margolles y Bolaño obtienen un efecto de saturación
que desemboca en una náusea estética y moral, que puede acabar
convertida en indiferencia –la misma de la que padece el consumidor
de los medios de comunicación. En «PM 2010», al juntar las portadas
del diario donde se exhiben los cadáveres en la misma superficie que
los cuerpos de mujeres erotizados, Teresa Margolles pone de relieve
la objetivación estéril de las existencias humanas, usadas como seg-
mentos intercambiables, como trocitos de carne que alimentan el
espectáculo con su insaciable deseo de llamar la atención. Con este
procedimiento la artista desenmascara la mirada del consumidor de
los medios de comunicación, dispuesto a tragárselo todo, y cumple
así con la tarea humanizante del arte a la que apela Griselda Pollock
–en lugar de inscribirse en las prácticas periodísticas que le adscriben
Żmijewski y Warsza.
A diferencia de Margolles, Bolaño no incorpora en su obra trozos
sacados directamente de la realidad sino que hace una transformación
del material histórico, y con ello se ubica en una zona entre ficción y
comentario de la realidad disfrazado que, además, le permite situarse
en un nivel más abstracto de reflexión. De todos modos, el efecto
es parecido. Cuando se trata de «La parte de los crímenes», la crítica
específica coincide en señalar que, tras haber leído unas cuantas des-
cripciones de cadáveres, el lector de 2666 deja de sentirse impactado,
al mismo tiempo que las víctimas van diluyéndose en el anonimato y
en la sombra del mal omnipresente e impune. La posible impaciencia
del lector, quien, al fin y al cabo llega, tal vez, a saltarse las descrip-
112 Anna Kraus
Y tal vez sea por eso que la cuarta sección de 2666 es la más larga
y la más densa, la que más lleva al lector a la náusea, mezclando el
horror interminable con el tedio de la repetición: las trescientas cin-
cuentaidós páginas equivalen a mucho tiempo como para no darse
cuenta de que algo no está como debería. En su ensayo titulado «La
parte del espectador», Miguel Ángel Hernández Navarro reflexiona
sobre el anestesiamiento de la sociedad de la imagen y observa que, a
pesar de todo, sigue habiendo imágenes que rompen nuestras barreras
perceptivas y emocionales y nos tocan, «nos punzan y nos zarandean»
(2009: 71). Esas imágenes logran hacerlo, porque encuentran vías
para llegar a lo que realmente somos, donde no existen los filtros por
los que estamos acostumbrados a verlas. Lo crucial es, sin embargo,
que
imagen técnica 113
anorexia
La obra de Teresa Margolles se sitúa, indiscutiblemente, del
lado del arte del exceso y la de Bolaño también parece hacerlo. Sin
embargo, creemos que Bolaño al mismo tiempo emplea una estra-
tegia escotómica30. Paul Ardenne sostiene que el instante crucial y
efímero de la muerte es irrepresentable (2006: 349), de ahí que las
artes visuales siempre hayan intentado capturarlo. Esa observación
no es del todo aplicable a la literatura, en donde existen palabras
capaces de expresar incluso aquel misterio. Bolaño, en cambio, decide
situar todo lo que concierne a las víctimas del lado del orden visual:
emplea estrategias de precisión descriptiva que, a través del lenguaje
médico, impregnan el texto de imágenes. Según hemos planteado,
las descripciones de los cadáveres funcionan en el texto de Bolaño
como proyección retrospectiva de las atrocidades a las que han sido
expuestas las víctimas. De ese modo, el lector se ve llevado a enfren-
tarse con una multitud de imágenes mentales de la violencia. En este
sentido, hemos destacado la proximidad de los informes forenses de
«La parte de los crímenes» con las fotografías de prensa, recogidas
por Teresa Margolles en «PM 2010», donde los cadáveres se diluyen
en el anonimato de la iterabilidad.
Griselda Pollock, en su artículo «Abandoned at the Mouth of
Hell or A Second Look that Does Not Kill: The Uncanny Coming
to Matrixial Memory» (2001), propone una reapropiación del mito
de Orfeo y Eurídice que le sirve para llevar a cabo una lectura más
profunda de la realidad dominada por los medios de comunicación.
Tal y como ocurre en el caso de Orfeo –quien, incrédulo y curioso,
30
En su El archivo escotómico de la modernidad (2007), Miguel Ángel Her-
nández Navarro desarrolla la idea de la «mancha ciega» –el escotoma o el punto
ciego– refiriéndose a la estrategia del arte moderno de decepcionar la mirada
del espectador, dejando lo esencial sin mostrar: ocultándolo o colocando en su
lugar un vacío.
imagen técnica 115
consideraciones generales
En la parte anterior se propuso ponderar los sueños, en 2666,
como vías de comunicación alternativa. Para ello destacamos su
potencial subversivo frente al dispositivo dominante. Los sueños apa-
recen como espacio privilegiado de (a)visualidad en la representación,
dotado de una intensidad y dinámica extraordinarias, situado en
una zona liminal entre presencia y representación, entre receptividad
y actividad. En vistas de esa marcada pauta interpretativa, parece
lógico ahora preguntarse si el supuesto potencial subversivo de los
instantes oníricos en la obra de Bolaño se inscribe en otros niveles
del texto, además de poder discernirse de la realidad representada.
De ser así, ¿en qué exactamente consistiría? Para buscar respuestas
a estos interrogantes habrá que indagar los sueños en la novela no
sólo por su morfología, su estatus ontológico y su funcionamiento,
sino también –y sobre todo– habrá que interrogar la pertinencia de
analizarlos como sustancialmente diferentes del resto del texto.
La crítica específica de Bolaño ha demostrado que la escritura de
lo onírico en su obra va más allá de un realismo convencional, sin
que ello implique una cercanía con la estética de lo maravilloso. Por
un lado, se ha observado la «presencia de un juego constante entre los
niveles ontológicos que hace de la distinción realidad-irrealidad una
118 Anna Kraus
con total claridad, una mano, la muñeca, parte del antebrazo» (109).
Esa suerte de estatua es descrita como «horrorosa y al mismo tiempo
muy hermosa» (109). Puesto que Pelletier lo sueña inmediatamente
después de haberle propinado una golpiza a un taxista paquistaní
(103), lo más lógico sería vincular los dos hechos y leer esta visión
onírica como expresión de remordimientos, de vergüenza y del miedo
por ser descubierto, junto con el goce y la fascinación relacionados con
la experiencia transgresiva de dejarse llevar por la pulsión destructiva,
en «una mezcla de sueño y deseo sexual», según Pelletier y Espinoza
la describen post factum (105). De modo parecido pueden leerse, por
ejemplo en «La parte de los crímenes», los sueños «plácidos y felices»
en los que Juan de Dios Martínez vive con su distanciada amante
«en una cabaña de la sierra» (528) o el que tiene Kessler, donde «un
tipo que da vueltas alrededor del cráter» (742) –diríase, una elabo-
ración onírica del abismo insondable de los crímenes irresueltos. En
«La parte de Archimboldi», un modelo semejante parecen seguir los
sueños de Hans Reiter conformados a partir de su obsesión con la
muerte de Ansky (921 y 922) y, sobre todo, los de Lotte, cuyo mundo
onírico suele responder consecuentemente a las preocupaciones de su
vida, personificando su esperanza o su fuerza interior en la figura de
su hermano gigante1 (1082, 1087, 1100, por ejemplo).
Otro tipo de sueños también explicables dentro de la convención
realista que elaboran los personajes, tal y como si tuvieran una psique,
son los sueños-recuerdos donde las situaciones, personas y emociones
del pasado se presentan a los personajes con gran nitidez. Amalfitano
sueña con su ex mujer Lola (239 y 260); Fate «se ve a sí mismo dur-
miendo plácidamente en el sofá de la casa de su madre en Harlem»
(436); Hans Reiter ve «al cojo, embutido en su viejo capote militar,
1
La aparición recurrente, en los sueños de Lotte, de la figura de su hermano,
dotado de los atributos de fuerza sobrehumana, parece evocar la teoría de los
sueños de Carl Gustav Jung, según la cual la figura de un hombre joven, en el
sueño de una mujer, corresponde al «animus positivo» (1976: 414).
122 Anna Kraus
De hecho, puede decirse que en 2666 –y, por cierto, en otras obras
de Bolaño, sobre todo en Monsieur Pain y en Amuleto– muchos de
2
El aire esotérico de esta visión del universo onírico como espacio existente
paralelamente al de la realidad, un espacio que puede visitarse y compartir por
muchos sujetos soñantes, recuerda las ideas de Carl Gustav Jung, especialmente
el concepto del inconsciente colectivo. «Si [une fantasie individuelle involontaire]
dispose de sources de toute évidence personnelles, la fantasie créatrice dispose aussi
de l’esprit primitif oublié et depuis longtemps enfoui avec ses images particulières
révélées dans les mythologies de tout temps et de tous les peuples. L’ensemble de
ces images forme l’ inconscient collectif donné in potentia par hérédité à chaque
individu» (Jung 2012: 42; énfasis del original).
124 Anna Kraus
3
En 2666 hay un sueño puramente sonoro: es el sueño de Amalfitano, donde
la voz de una francesa le habla «de signos y de números» y de algo que Amalfitano
no entiende y que la voz llama «“historia descompuesta” o “historia desarmada
y vuelta a armar”» (264). Este sueño merece ser mencionado por su parentesco
con los sueños sonoros desarrollados en Monsieur Pain, donde el narrador por
casualidad logra escuchar una conversación, como si su inconsciente fuera una
radio mal ajustada (1999: 52).
subversión suave 125
esquizoanálisis
Un vistazo rápido al panorama general de los sueños en 2666
parece indicar que este universo onírico pone en obra por lo menos
dos concepciones no del todo compatibles: la de una psique con sus
contenidos inconscientes y la de un flujo de comunicación sobrena-
tural. Con todo, sigue habiendo sueños inclasificables, tal es el caso
del que abre «La parte de Fate»:
4
Entre los críticos de Bolaño sobresale Pablo Catalán (2003) como el que ha
comentado su obra en términos de desterritorialización y de devenir, en el sentido
que ambas nociones obtienen del dúo Deleuze-Guattari.
subversión suave 127
5
Los conceptos de transcendencia y de inmanencia en Deleuze y Guattari
los explica Claire Colebrook de la siguiente manera: «[w]e begin from some term
which is set against or outside life, such as the foundation of God, subjectivity
or matter. We think life and the thought which judges or represents life. Tran-
scendence is just that which we imagine lies outside (outside thought or outside
perception). Immanence [one of the key terms (and aims) of Deleuze’s philosophy],
however, has no outside and nothing other than itself. Instead of thinking a God
who then creates a transcendent world, or a subject who then knows a transcendent
world, Deleuze argues for the immanence of life. The power of creation does not
lie outside the world like some separate and judging God; life itself is a process of
creative power. Thought is not set over against the world such that it represents
the world; thought is a part of the flux of the world. To think is not to represent
life but to transform and act upon life» (2002: xxiv; énfasis del original).
6
Es sólo la «desterritorialización absoluta» que transcurre, puede decirse, más
allá de las reterritorializaciones: «[l]a D[éterritorialisation] est absolue […] chaque
128 Anna Kraus
foir qu’elle opère la création d’une nouvelle terre, c’est-à-dire chaque fois qu’elle
connecte les lignes de fuite, les porte à la puissance d’une ligne vitale abstraite ou
trace un plan de consistance» (Deleuze & Guattari 1980: 636).
subversión suave 129
desplazamientos
táctica situacionista
Akira Mizuta Lippit, ya lo sabemos, describe los sueños como
avisuales, pues a pesar de que los pensemos en términos visuales, ellos
son invisibles (2005: 41). Los sueños en 2666, sin embargo, pueden
imaginarse como avisuales también en un sentido algo diferente.
Estrechamente entrelazado, en nuestra lectura, con un movimiento
desterritorializante, lo onírico en la obra de Bolaño no llega a obtener
contornos claramente delineados, y esto pone trabas a la visión como
metáfora de conocimiento racional que opera con categorías y defi-
niciones precisas. Lo onírico, entonces, aparece como una categoría
7
Recuérdese en este punto la reflexión de Max Horkheimer y Theodor
Adorno sobre la visión como herramienta de conocimiento del mundo: para
dominarlo con la mirada, el sujeto vidente necesita situarse fuera de sus límites,
enmarcándolo como totalidad abarcable desde su perspectiva.
subversión suave 131
Se trata de luchar contra ese sistema donde las obras de arte tienen
un valor económico, es decir, donde son una forma de acumulación
de capital y, por ende, sirven para cimentar la sociedad burguesa
(Perniola 2008: 32). Ahora bien, lo relevante para nuestra reflexión
es su reclamo de creatividad artística para la vida cotidiana: abolir
el arte sin dejar de practicarlo8, es decir, continuar el movimiento
revolucionario donde los surrealistas y los dadaístas lo dejaron. «Le
dadaïsme a voulu supprimer l’art sans le réaliser; et le surréalisme
a voulu réaliser l’art sans le supprimer», escribe Guy Debord en La
Société du Spectacle (1992: 186; énfasis del original). «La position
critique élaborée depuis par les situationnistes a montré que la sup-
pression et la réalisation de l’art sont les aspects inséparables d’un
même dépassement de l’art», concluye (1992: 186; énfasis del original).
La importancia de la abolición del arte y al mismo tiempo su práctica
como actividad revolucionaria, según observa Greil Marcus, consiste
en volver a ocupar el tiempo –que en su totalidad está robado por el
espectáculo– para consumirlo de modo subversivo, es decir, impro-
ductivo, lúdico, agradable (2002: 6). En otras palabras: no previsto
por el sistema y en desacuerdo con él. El arte abolido no sólo está
des-comercializado, des-obrado y desprovisto del artista individual,
también y ante todo es producido como una experiencia real, libre y
placentera, de la vida cotidiana.
8
Nótese al margen la semejanza con los postulados de los Infrarrealistas
expuestos, en el manifiesto escrito por Mario Santiago Papasquiaro, en las siguien-
tes frases: «¿qué proponemos? // no hacer un oficio del arte // mostrar que
todo es arte y que todo mundo // puede hacerlo // ocuparse de cosas
«insignificantes» / sin // valor institucional / jugar / el arte debe ser
ilimitado en cantidad, accesible // a todos, y si es posible fabricado por
todos !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! // impugnar el arte / impugnar la vida cotidiana
(duchamp) en un tiempo que aparece casi absolutamente bloqueado para
los // optimistas profesionales // transformar el arte / transformar
la vida cotidiana (nosotros) // creatividad / vida desalineada a toda
costa» (Papasquiaro 2013: 37).
subversión suave 133
Había llegado el momento de desterrar de una vez por todas los tér-
minos al uso, aceptados y asumidos por los surrealistas, para distinguir
entre vida real (lugar del aburrimiento y de la insignificancia) y vida
imaginaria (lugar de la maravilla y del sentido), ya que es la realidad
misma la que puede ser maravillosa. Al atribuir a lo maravilloso un
estatus surreal, el surrealismo indicó mecanismos de liberación que
continúan siendo imaginarios: los sueños, el arte, la magia… (2008:
17; énfasis del original)
9
Aunque tenga una forma parecida a la flânerie, la dérive surge de premisas
políticas esencialmente diferentes. En vez del poeta o estudiante solitario que
recorre los barrios bohemios, se trata del proletariado o del colectivo esparcido
en un movimiento unificador por todas las partes de la ciudad. La dérive tiene el
carácter de una experimentación espontánea y de un juego que sigue el principio
de la desorientación como estrategia subversiva ante el control hegemónico del
espectáculo (Marcus 2002).
134 Anna Kraus
10
Recuérdese que, para Guy Debord, el problema con la sociedad del espec-
táculo consiste ya no en que ofrezca imágenes simulacrales de la realidad, intro-
duciendo, de ese modo, una confusión y un empobrecimiento de la experiencia de
la vida, sino en que el espectáculo sea real y reemplace, devore la realidad. Desde
esta perspectiva, toda visualidad, toda imagen se entienden como representaciones
pertenecientes al espectáculo, como sus herramientas y su materialización, y, por
consiguiente, enemigas mortales de la vida real o anti-espectacular.
136 Anna Kraus
del cine: medio corrompido por parte del espectáculo y la clase bur-
guesa, pero de gran importancia para la vida cotidiana. La arquitec-
tura –otro elemento constitutivo de la cotidianeidad y punto crucial
en la agenda situacionista–, a diferencia del cine, dificultaba cualquier
intento de renovación que implicara poner en práctica el imperativo
de transformación (Levin 2002: 303). El cine, sin embargo, gracias
a su capacidad de manipulación técnica (montaje, voice-over…) y
de incorporación de otras mediaciones (documentación fotográfica,
fílmica), se prestaba excepcionalmente bien al détournement, cuya
orientación bregaba por apropiarse de las herramientas del medio
para socavar su representacionalidad (Levin 2002: 331).
En el centro de la técnica composicional del cine anti-espectacular
de Guy Debord, según sostiene Giorgio Agamben, está, por un lado,
la repetición que abre una zona de indecidibilidad entre lo real y lo
posible, y por otro, el stoppage, la congelación del fotograma que,
en vez de constituir una simple pausa cronológica, ejerce su trabajo
sobre la imagen, alejándola de su poder narrativo (2002: 316-317).
Ambos procedimientos, observa Agamben, revelan a la imagen como
medio, sin permitir que desaparezca en lo que ella hace visible, en su
«contenido» (2002: 318). Aunque en los años sesenta la práctica de
despojar el medio artístico de (una parte de) su representacionalidad
no fuera una novedad, Agamben muestra cómo Debord la utiliza en
el cine para obtener un efecto político anti-espectacular:
images behind images; while the other way is to exhibit the image as
image and thus to allow the appearance of «imagelessness», which, as
Benjamin said, is the refuge of all images. It is here, in this difference,
that the ethics and the politics of cinema come to play. (2002: 319;
énfasis del original)
Pelletier soñó con una página, una página que miraba al derecho
y al revés, de todas las formas posibles, moviendo la página y a veces
moviendo la cabeza, cada vez más rápido, aunque sin encontrarle nin-
gún sentido. Norton soñó con un árbol, un roble inglés que ella levan-
taba y movía de un lugar a otro de la campiña, sin que ningún sitio la
satisficiera plenamente. El roble a veces carecía de raíces y otras veces
arrastraba unas raíces largas como serpientes o como la cabellera de la
Gorgona. Espinoza soñó con una chica que vendía alfombras. Él que-
ría comprar una alfombra, cualquier alfombra, y la chica le enseñaba
muchas alfombras, una detrás de otra, sin parar. Sus brazos delgados y
morenos nunca estaban quietos y eso a él le impedía hablar, le impedía
decirle algo importante, cogerla de la mano y sacarla de allí. (173)
sueño–medio–médium
Algunas de las películas que Bolaño elige para hacer proliferar late-
ralmente el relato, para acentuar en él un estado dominante, o perfilar
indirectamente la psicología de un personaje, se caracterizan por repetir
un estilo cinematográfico contemporáneo de transición no estilizada
entre un nivel de realidad y otro, transición no codificada entre diver-
sos planos existenciales. […] En 2666, conforme el mismo principio
narrativo, los sueños de los personajes irrumpen sistemáticamente en
la realidad del drama, en la actualidad de los acontecimientos, perfi-
lándolos o desdibujándolos para la significación, tanto como lo hacen
los sucesos reales. (2005: 128)
142 Anna Kraus
12
La generalización implicada en la perspectiva que se asume aquí está vin-
culada con lo abierta que puede resultar esta lectura indirecta de un sueño no
descrito. La falta de particularidades e imágenes concretas permite pensar este
sueño como sueño en términos metonímicos, de modo que lo que la película
–relatada paralelamente a la latencia silenciosa del sueño– llegue a revelar a este
subversión suave 143
13
Pablo Corro Pemjean sostiene que la película evocada aquí es Ringu (1998),
filme de terror japonés de Hideo Nakata (2005: 124).
subversión suave 145
14
Aludimos a este carácter anti-espectacular no sólo porque en estas páginas
trabajamos con las ideas situacionistas, sino también por el anclaje histórico de la
obra de Bill Viola en otro movimiento artístico internacional, anti-capitalista y
vitalista de los años sesenta y setenta, Fluxus. Muchas de las características técnicas
y estéticas de la obra de Viola tienen sus precedentes en las vídeo instalaciones
de los miembros de Fluxus, como, por ejemplo el procedimiento de operar en la
proyección de vídeo con el estasis para despertar la impaciencia, incomodidad e
irritación del espectador, quien de este modo tiene que darse cuenta de su propia
presencia y de la existencia de su propio cuerpo (Remes 2015).
subversión suave 149
15
Por supuesto, Viola había filmado los «episodios» de Reverse TV antes de
que se emitieran, pero la homogeneidad del estasis de las masas anónimas de
telespectadores la dota de una duración permanente y atemporal, de modo que
no es contradictorio analizar este proyecto en términos de simultaneidad.
150 Anna Kraus
deseo–desterritorialización–flujo
«Le capitalisme est inseparable du mouvement de la déterritoriali-
sation, mais ce mouvement, il le conjure par des re-territorialisations
factices et artificielles», escriben Deleuze y Guattari (1972/1973: 364).
Algo muy similar podría decirse del espectáculo que, desde la pers-
pectiva situacionista, ultrarrápidamente absorbe cada nuevo elemento
de la realidad –producto, tendencia, idea– para re-territorializarlo,
convertirlo en imagen (en el sentido debordiano de la palabra) y, si
se quiere, en norma, estampa, molde de reproducción estandarizada.
De ahí que la lucha revolucionaria tiene que consistir en la constante
creación (dinámica, imprevisible, caprichosa) de experiencias de vida
cotidiana cuyo carácter irrepetible sea el garante de su autenticidad.
Para lograrlo, los situacionistas tienen que practicar una fuga cons-
152 Anna Kraus
imaginación dinámica
imaginación
El sueño acuático de Pelletier donde aparece el niño buceador pone
en marcha una serie de reflejos que se retroalimentan mutuamente. El
primero apunta al párrafo que introduce al niño Hans Reiter en 2666:
18
En este instante cabe volver a evocar el carácter sonoro de la aparición de la
grieta, según la conceptúa Gilles Deleuze en Logique du sens: de manera similar a
la descripción de la intrusión del Testamento geométrico en la vida de Amalfitano
y en el texto de 2666, aquí resuena la voz enigmática de un narrador súbitamente
personal, como si se insistiera en señalar la (no) apertura fantasmal en la superficie
del tejido representacional, por la cual emerge una profundidad oculta.
162 Anna Kraus
19
Patricia Poblete Alday también interpreta el carácter acuático de los pri-
meros años de vida de Archimboldi en términos de liberación de la jerarquización
antitética del «arriba» y del «abajo»: «Reiter representa con exactitud en su fantasía
aquella inversión romántica, donde cada elemento del “abajo” tiene su equivalencia
en el “arriba”, y donde ese “abajo” ya no se asocia a los valores del mal y de la
corrupción –como en la doctrina cristiana– sino que se identifica con la posibilidad
de creación y con la libertad. Como vía de escape y refugio respecto de las miserias
cotidianas, el fondo marino actualiza un paraíso acuático; las aguas, entonces,
remiten a los ideales de pureza, renovación y curación. Considerando el carácter
femenino que comúnmente se le da al agua, y desde una perspectiva simbólica y
hasta psicoanalítica, podríamos decir que al sumergirse en ellas, Reiter vuelve al
útero materno, ese nirvana que no es sino un paréntesis entre la vida y la muerte;
entre el bien y el mal; entre el placer y el dolor: todas díadas, como hemos visto,
que en nuestra cultura se ligan íntimamente a esa antítesis doblevincular entre
el arriba y el abajo. En un contexto más amplio, el descenso a las profundidades
remite a la búsqueda de una sabiduría oculta (psicoanalítica, ancestral, esencial, o
como quiera llamársela), que es fundamento de todo acto creador y punto de inicio
de la verdadera proeza mítica: salir del Averno» (2010: 75; énfasis del original).
20
Ello puede sostenerse si se exceptúa el concepto de simulacro propuesto
por Gilles Deleuze, sobre todo en Différence et répétition (1993). Deleuze subvierte
el pensamiento platónico y concibe el simulacro en términos positivos. Define la
diferencia como la esencia de las cosas y de esa manera deroga la idea del modelo
(Idea) y todo el pensamiento jerárquico de la mismidad. En su lugar sostiene
que todo es simulacro, quitándole de paso a esta noción todas las connotaciones
negativas propias de la filosofía transcendente.
164 Anna Kraus
21
Las algas –basta un vistazo a la página que les dedica Wikipedia– no son
ni plantas, ni animales sino otra cosa, una categoría separada que, sin embargo,
se describe a través de sus semejanzas con las plantas terrestres, como si sus aspectos
individuales estuvieran demasiado diluidos.
166 Anna Kraus
22
Si partimos de la intuición que el niño-alga encarna la idea de la inmanen-
cia, es posible pensar que la obra de Archimboldi, obedeciendo a una estética de
inmanencia, no puede ser representada en 2666. En cambio, podríamos sugerir
que ella deja discernirse en las primeras páginas de «La parte de Archimboldi»
donde el ritmo, el estilo y la perspectiva de la narración sobre la infancia de Hans
Reiter dan la impresión de ser ajenos a la novela. La multitud de detalles concretos
que por lo demás caracteriza la obra está allí sustituida por descripciones generales
y al mismo tiempo condensadas que crean el mundo casi mítico del niño-alga,
con sus pueblos irreales, habitados por los Gordos o las Chicas Habladoras, de
acuerdo con sus nombres genéricos. En este marco, es significativo que Lotte, al
encontrarse con su hermano después de muchos años, le reproche a Archimboldi
haberse referido a sus padres como la «tuerta» y el «cojo» (1116), pues éstas son
las palabras que exclusiva y consecuentemente usa el narrador al comienzo de
«La parte de Archimboldi». Este procedimiento siembra la duda sobre la autoría
de ese fragmento de la novela, de modo que lo que los lectores estamos leyendo
podría en realidad ser un fragmento –¿o la totalidad?– del Rey de la selva, libro
de Archimboldi al que se refiere Lotte. Incluso el título de la obra en cuestión,
El rey de la selva, parece reforzar la ambigüedad del fragmento comentado aquí.
En la Roma antigua, «rey de la selva» (rex Nemorensis) era el título portado por
el sacerdote de la diosa Diana –Dianus– en la selva de Nemi (Frazer 1998). Rex
Nemorensis, según comenta Denis Hollier, era una distinción irrisoria, porque
de hecho no le concedía al «rey» ningún tipo de poder y además se daba al
criminal que, tras haberse escapado de la justicia romana, encontraba refugio
en el templo de Diana, al arrancarle la «rama dorada» al «rey» actual –si es que
conseguía matarlo. Este «rey de la selva» es, entonces, por definición un criminal
cuya soberanía se limita a esperar la muerte de la mano de un sucesor (Hollier
1993: 118). Si transponemos estas características del rex Nemorensis al contexto
de «La parte de Archimboldi», vemos cómo este título resalta el carácter impostor
del ejercicio de la literatura, borrando la identidad –en sí transitoria– del autor,
lo cual también desestabiliza la identidad del texto. El hecho de que el único
texto de Archimboldi al que, tal vez, tenemos acceso los lectores de 2666 lleve el
168 Anna Kraus
reflejo independiente
El mar, introducido junto con el nacimiento de Hans Reiter como
«el espejo de los ingleses», puede funcionar como un catalizador de
la imaginación que atraviesa –a posteriori, a modo del vaivén de las
olas– la pesadilla de Norton, hinchándola de agua ausente. En su
pesadilla en el hotel de Santa Teresa, Norton ve su reflejo en dos
espejos que están colgados uno enfrente del otro (154-155) y, puede
añadirse, como es inglesa, al mismo tiempo se ve reflejada en la
superficie del mar. El encuentro de estas dos imágenes –el espejo y la
superficie del agua– despierta la imagen mitológica del primer espejo
en el que se mira, fascinado, Narciso. Este Narciso, sin embargo, ya
no es el Narciso del diagnóstico psiquiátrico cuyas huellas Rosalind
Krauss rastrea en las vídeo instalaciones de principios de los setenta,
observando su encapsulamiento en un presente plegado sobre sí
mismo (1976: 53). Aquí, la temporalidad de la existencia parece
desplegarse en todas sus fases –pasado, presente, futuro–, las que se
enredan en esta imagen onírica, y evoca así el aspecto adivinatorio
que Bachelard percibe en ese mito acuático: «[l]a contemplation de
Narcisse est presque fatalement liée à une espérance. En méditant sur
sa beauté Narcisse médite sur son avenir. Le narcissisme détermine
alors une sorte de catoptromancie naturelle» (2014a: 34; énfasis del
original). Norton, suspendida en el espacio atemporal entre los dos
espejos que se miran y la reflejan, uno de frente, otro de espaldas,
ve su cuerpo «ligeramente sesgado», y le es imposible saber «[c]on
certeza […] si pensaba avanzar o retroceder» (154). En ese entrecruce
de miradas, se da cuenta que «la mujer reflejada en el espejo no era
ella» (154): es igual a Norton, «pero […] está muerta» (155). Si la
All the images and concepts we have of being are not pictures,
metaphors or representations of being; they are being in their own right.
There is not being plus representation. Univocal being demands that
we think all that is as within being, as immanent to life. (Colebrook
2002: 32)
al borde y gritó otra vez el nombre de Liz, esta vez con miedo a no volver
a verla nunca más. Le hubiera bastado un leve respingo en las ruedas
para caer en el interior. Entonces se dio cuenta de que la piscina se había
vaciado y de que su profundidad era enorme, como si a sus pies se abriera
un precipicio de baldosas negras enmohecidas por el agua. En el fondo
distinguió una figura de mujer (aunque resultaba imposible asegurarlo)
que se dirigía hacia las faldas de la roca. Ya se disponía Morini a gritar
otra vez y a hacerle señas cuando presintió que había alguien a sus
espaldas. En un instante tuvo dos certidumbres: se trataba de un ser
maligno, el ser maligno deseaba que Morini se volviera y viera su rostro.
[…] tras deslizarse unos metros Morini se detenía y se daba la vuelta y
enfrentaba el rostro del desconocido, aguantándose el miedo, un miedo
que alimentaba la progresiva certeza de saber quién era la persona que
lo seguía y que desprendía ese tufo de malignidad que Morini apenas
podía soportar. En medio de la niebla aparecía entonces el rostro de
Liz Norton. Una Norton más jóven, probablemente de veinte años o
menos, que lo miraba con una fijeza y seriedad que obligaban a Morini
a desviar la mirada. ¿Quién era la persona que vagaba por el fondo de
la piscina? […] Entonces volvía a mirar a Norton y ésta le decía:
–No hay vuelta atrás.
[…] Entonces la inglesa repetía, en alemán, no hay vuelta atrás. Y,
paradójicamente, le daba la espalda y se alejaba en dirección contraria
a la de la piscina, y se perdía en un bosque apenas silueteado entre la
niebla, un bosque del que se desprendía un resplandor rojo, y en ese
resplandor rojo Norton se perdía. (67-70)
cido del cuadro como raíces víricas en medio de carne muerta. Nuestra
cultura, decía una voz. Nuestra libertad. La palabra libertad le sonaba
a Espinoza como un latigazo en un aula vacía. Cuando despertó estaba
sudando. (153-154)
23
El movimiento Fluxus sigue teniendo seguidores que insisten en pensarlo
no en términos históricos como un fenómeno artístico acabado, sino como una
fuerza creativa que no cesa de ser productiva. En la página web del movimiento
puede leerse una cita de Dick Higgins, uno de los artistas fundadores de Fluxus,
que resalta su carácter continuo: «Fluxus means change among other things.
The Fluxus of 1992 is not the Fluxus of 1962 and if it pretends to be – then it
is fake. The real Fluxus moves out from its old center into many directions, and
the paths are not easy to recognize without lining up new pieces, middle pieces
and old pieces together» (< www.fluxus.org>).
subversión suave 175
operan sobre sus objetos desde fuera, sino que parecen fusionarse
con ellos. En todo esto pueden reconocerse los rasgos esenciales
de la estética de la inmanencia que, en vez de re-presentar –puesto
que la re-presentación implica distancia y no contacto–, más bien
encarna, presenta.
Esta intermedialidad, ¿cómo funciona en la práctica? En la estética
de vídeos de Fluxus, en las dos primeras décadas de su existencia,
era muy frecuente el uso del movimiento en cámara lenta, incluso
extremadamente lenta, que ofrecía una imagen aparentemente estática,
imperceptiblemente trabajada por el movimiento (Remes 2015: 72-73).
Uno de los vídeos basados en este procedimiento, Disappearing Music
for Face24 (George Maciunas, 1966), realizado según el event score de
Mieko Shiomi (Friedman & Smith & Sawchyn 2002: 97), toma por
objeto el «espacio entre dos estados afectivos» (Remes 2015: 72). En
él, el espectador puede ver –o, mejor dicho, no puede ver a causa de
la extrema lentitud del movimiento de las imágenes– la desaparición
de una sonrisa de Yoko Ono.
Justin Remes sostiene que Disappearing Music for Face ofrece
acceso a «the hidden dimensions of a visual experience» y, por con-
siguiente, «makes the invisible visible» (2015: 72). En este punto, la
instalación vídeo de Maciunas en su esencia no diferiría mucho de los
tempranos experimentos fotográficos con la captura del movimiento
–como, por ejemplo, el famoso caballo de Eadweard Muybridge
(1872)– que ya en aquella época revelaron la «dimensión oculta» de
la experiencia visual, e hicieron visibles los componentes minúsculos
del movimiento que el ojo humano no puede captar sin depender
del ojo mecánico. Sin embargo, el vídeo de Maciunas puede apun-
tar a otra cosa, relacionada ya no con satisfacer la pulsión escópica
24
Aquí, por supuesto, la cuestión de la intermedialidad de la obra es mucho
más compleja que la comentada aquí entre dos entidades definibles –basta fijarse
en el título. De todas formas, nos limitaremos a mencionar sólo aquello que está
directamente relacionado con el sueño de Espinoza.
subversión suave 177
figuras
En la parte anterior examinamos cómo los instantes oníricos
en 2666 permiten rastrear movimientos deformantes de imágenes
e ideas en diferentes secciones del texto, los que se hacen visibles,
justamente, a través de los sueños. Éstos, sin dejar de cumplir su
función dentro de la trama ficcional, dan cuenta de otras relaciones
y procesos de los que son la expresión. Los instantes oníricos en 2666
aparecen, entonces, como imágenes sobredeterminadas, es decir, las
imágenes oníricas están sobrecargadas de significados pertenecientes
a diferentes esferas: la del contenido manifiesto de la representación
literaria y la del inconsciente del texto (no el de los personajes). Si
seguimos la idea de que los sueños llevan a cabo una subversión suave
de la representación en la obra de Bolaño, podríamos añadir que de
ese modo se opera un détournement más de lo onírico: aquello que
dentro de la representación esquiva las concepciones y los análisis
tradicionales parece posibilitar que se psicoanalice, como un sueño,
la representación en cuanto tal.
184 Anna Kraus
Para Julia Kristeva, «[n]ot only is the dream a semiotic system, but
also more importantly the work behind it. That work is, moreover, the
definition of the unconscious itself, a transformative process rather
than a repressed content in Freudian thought» (Sjöholm 2005: 19).
La transposición del modelo freudiano al ámbito de la obra de arte
(sea discursiva o visual) permite discernir y comprender los procesos
inherentes a su lenguaje, en particular, aquellos que ponen trabas a
una significación coherente, como si se tratara del trabajo deforma-
dor del sueño que, en la operación de enmascarar los pensamientos
oníricos, produce figuras, texto-imágenes cuya interpretación permite
vislumbrar algo de la verdad reprimida y de las relaciones lógicas
que la rigen.
¿Cuáles son los procesos operativos en el trabajo del sueño? En el
sexto capítulo de La interpretación de los sueños, Freud los describe
detalladamente como diferentes relaciones que se establecen entre
epidemia de semejanzas desemejantes 185
1
En este punto, Lyotard no está de acuerdo con Freud cuando éste adscribe
la deformación del contenido primario del sueño a la censura del Yo. En cambio,
Lyotard argumenta que, para poder censurar el sueño, el Yo debería entender
su fondo más profundo, cuya constitución deseante lo hace incomprensible por
definición (2002: 244-246).
188 Anna Kraus
lui être extérieures, mais qui justement relèvent pour leur organisation
de la même matrice signifiante que lui» (Lyotard 2002: 250).
El hecho de que Lyotard dedique su Discours, figure exclusivamente
a la obra poética, definida por él como un texto trabajado por la figura
(2002: 281) y como «el otro de la prosa» (2002: 318), no impide que
2666 pueda leerse a través de este prisma, elaborado por el filósofo
francés para discernir y comprender el trabajo de la diferencia en el
texto. Además, si aceptamos esta definición de la poesía –como el otro
de la prosa–, es preciso recordar que la narrativa de Bolaño no puede
calificarse como un monolito prosaico ni mucho menos. En este
marco hablaremos de fisuras, desgarraduras, grietas. Lo figural será
nada más que un modo de aproximarse al malestar en la representa-
ción, cuyo surgimiento en el texto depende de la sobredeterminación
de imágenes específicas. En el afán de localizar provisionalmente los
instantes donde el texto transgrede las leyes que parece establecer
para sí mismo, no se intentará desenredar la aglomeración de sus
significados ni tampoco se tratará de deconstruirlo. Más bien, se
interrogará la dinámica de los procesos que allí se manifiestan para,
de esa manera, plantear la pregunta por sus posibles implicaciones
filosóficas y éticas.
imágenes inimaginables
rueda de prensa
«Pregunten lo que quieran», dice Klaus Haas en uno de los últimos
reglones de «La parte de Fate» (440), pero el intercambio revelador
iniciado por estas palabras no está descrito. La omisión de la escena,
potencialmente inaugurada por estas palabras, deviene así el centro
ausente, vacío o inaccesible, abierto como un agujero negro (blanco,
en la página) hacia el que se precipita la trama y, al mismo tiempo,
epidemia de semejanzas desemejantes 189
un imán negativo que la propulsa cada vez más lejos de sí, según
comentamos en la primera parte del presente volumen. No obstante,
de acuerdo con el principio compositivo de «links» o «llamadas» que
Patricia Poblete Alday localiza en la tendencia de ciertos detalles
a repetirse (con diferencia) en distintas secciones de 2666 (2010:
108-109), la entrevista suspendida resurge a la superficie del texto
en otro lugar y en otra forma. En «La parte de los crímenes», Klaus
Haas convoca tres ruedas de prensa. Las dos primeras están descri-
tas con suma brevedad. La primera, durante la cual Haas ratifica
su inocencia, representa «un pequeño escándalo» y, de paso, suscita
algunos rumores acerca de su gran fortuna europea (612). En cambio,
la segunda no despierta el interés de nadie y apenas es mencionada
entre otras noticias locales. A diferencia de sus predecesoras, la tercera
ocupa diez bloques textuales2 esparcidos por 42 páginas (716-758),
y se entrelaza así con otros hilos narrativos y con las descripciones
forenses de varias víctimas del femicidio santateresiano. Otro ele-
mento que distingue a esta última es la presencia de un fotógrafo
de La Voz de Sonora (218). Chuy Pimentel saca por lo menos3 ocho
2
Ya que a continuación se comentará –entre otras cosas– la organización
gráfica del texto impreso, es preciso diferenciar dos tipos de párrafos empleados en
2666: el párrafo ordinario, que se abre con sangría en el primer reglón y termina
con un punto y aparte; y el párrafo alemán, que está separado de los párrafos
contiguos por un interlineado blanco. Según su uso convencional, el párrafo
alemán no requiere sangría, en 2666, sin embargo, todos la llevan. Además, las
cinco secciones de la obra están divididas no en capítulos sino en lo que llamare-
mos bloques textuales (secuencias de párrafos ordinarios), separados entre sí por
un interlineado blanco.
3
El número exacto de las fotos es imposible establecerlo con precisión, pues el
texto consigna que «Chuy Pimentel siguió haciendo fotos» (720) y, con ello, evita
especificar un número, aunque luego de esta aclaración el relato permita deducir
la existencia de al menos dos fotos más. En los demás casos, las instantáneas de
Pimentel se introducen una por una, permitiendo un cálculo simple (719, 724,
731, 738, 742 y 753).
190 Anna Kraus
4
Véanse, por ejemplo, los trabajos de Pablo Corro Pemjean (2005), Joaquín
Manzi (2005), Valeria de los Ríos (2008), Josué Hernández Rodríguez (2011) y
Florence Olivier (2011).
5
Una gran semejanza del andamiaje narrativo vincula este episodio con el
cuento «Laberinto», incluido en El secreto del mal (Bolaño 2007: 65-89). Allí hay
una fotografía que «se sitúa en el centro de un dispositivo que incluye, activa y
fundamenta la fabulación, la invención narrativa» (Moreno 2011: 337). Esto,
según propone Carlos Walker, determina que «la foto parece quedar atrás, mero
envión de los acontecimientos, mientras el narrador sigue difuminando las apa-
riencias de lo que ve» (2013: 224). La diferencia entre uno y otro es, sin embargo,
crucial. Mientras que en el cuento el contenido de la foto y la instancia narrativa
pertenecen a niveles narrativos distintos, en la descripción de la rueda de prensa
en 2666 las fotos surgen del mismo caudal de los acontecimientos que simultá-
neamente están captando. Esta singularidad tiene consecuencias determinantes
para la estructura profunda del texto en tanto espacio de representación.
epidemia de semejanzas desemejantes 191
7
Felipe A. Ríos Baeza sostiene que Arturo Belano (alias Arturo B. o B.) es
el único personaje bolañiano que viaja en el tiempo, tomando «la forma de una
partícula elemental, evidenciando que el tiempo no es una categoría fija y aislada
del espacio, sino una propiedad cuántica» (2010a: 220).
8
Es muy improbable que las fotografías introducidas con las palabras «en ella
se ve» (719, 720, 724) y, por consiguiente, desligadas espacial y temporalmente de
los acontecimientos narrados, estén descritas por Chuy Pimentel quien, justamente
por cumplir el papel de fotógrafo en esta rueda de prensa, queda inmovilizado en
el presente de la escena donde está manejando la cámara. Su voz, sin embargo,
puede entreoírse en los instantes ecfrásticos convencionales que potencialmente
adoptan su perspectiva (731) o más o menos abiertamente transcriben sus opi-
niones acerca de lo fotografiado (742, 753).
epidemia de semejanzas desemejantes 193
9
Por cuestiones relacionadas con la visualidad del texto en su forma impresa,
se considera consecuente marcar la ubicación de las citas comentadas dentro de
sus bloques textuales, es decir, en relación a las interlíneas en blanco.
194 Anna Kraus
[…] Pero la exigencia del retorno sería que, «bajo una falsa apariencia
de presente», la ambigüedad pasado–porvenir separa de forma invisible
el porvenir del pasado. (1994: 41)
10
Brett Levinson observa algo parecido a propósito del ready-made de Amal-
fitano. Lo lee a partir del principio de repetición sin representación y destaca una
serie de repeticiones unidas por el corte entre sus componentes. En este sentido,
Levinson propone ver la ruptura como una forma «of the between that holds its
two “sides” into a gathering, and as the time between repetition and the repeated.
Repetition and the repeated, therefore, neither separate nor cohere but cleave (in
the two opposing senses of the word)» (2009: 184).
epidemia de semejanzas desemejantes 195
11
Tal y como ya dijimos, se trata aquí de un tramo no escrito de texto que
vincula la escena fotografiada con el futuro implicado por la aparición de la
instantánea. Este tramo del texto, sin embargo, cobra una existencia espectral
en el remolino temporal desencadenado, en la narración, por las palabras «en
ella se ve…».
12
La «mirada háptica», recordemos, es un concepto propuesto por Luce
Irigaray como una posibilidad de descentralizar el discurso dominante. En «The
Power of Discourse and the Subordination of the Feminine», entrevista incluida
en This Sex Which Is Not One (1985: 68-85), Irigaray propone la re-apertura del
discurso filosófico a lo femenino o, más universalmente, a lo otro, a todos los otros
que el logos suele reducir a la economía de lo Mismo (1985: 74). Esta re-apertura
no consistiría en un cambio de perspectiva o de temática (hablar de o como la
mujer), sino en estropear el mecanismo teórico en sí, en suspender su pretensión
de producir una verdad y un sentido unívoco (1985: 78). Se evoca aquí a Irigaray
–a pesar de su crítica fervorosa al psicoanálisis (véase, por ejemplo, 1985: 34-67),
desde el que Lyotard articula estos desarrollos– sobre todo por su radical re-
conceptualización de la mirada. Tradicionalmente falocéntrica, objetivadora y, por
consiguiente, violenta, Irigaray propone pensarla desde la perspectiva feminista,
anclada en la anatomía del órgano sexual femenino, el cual en sí es inclusivo y
plural. Partiendo de este pliegue laberíntico plegado sobre sí mismo, Irigaray
desarrolla la idea de una mirada que salga de la hegemonía de lo Mismo, una
mirada realmente abierta al otro, mirada háptica, táctil, que implique la cercanía
real en vez de la distancia de la visión (1985: 23-33). Este pensamiento lleno de
respeto frente a la otredad se transpone a la propuesta acerca de la «re-apertura»
196 Anna Kraus
del discurso filosófico dominante: «This “style” does not privilege sight; instead it
takes each figure back to its source, which is among other things tactile. It comes
back in touch with itself in that origin without ever constituting in it, constituting
itself in it, as some sort of unity. […] Its “style” resists and explodes every firmly
established form, figure, idea or concept» (Irigaray 1985: 79; énfasis del original).
Incluso sin centrarse en los argumentos de Luce Irigaray, la afinidad de su reflexión
con el afán estético y ético de la obra de Bolaño, según se propone leerla aquí, se
irá haciendo cada vez más clara a lo largo de esta parte del presente trabajo. De
momento, basta con destacar la noción de mirada háptica, pues no sólo implica
el respeto y la proximidad frente al otro, sino también deroga la división entre lo
ocular y lo táctil y, de ese modo, abre un espacio otro para pensar la percepción
filosóficamente.
13
Derrida señala la imposibilidad de concebir la re-presentación sin basarse
en la noción de una presencia originaria (1972: 215).
14
En este contexto, la observación de Rosalind Krauss de que el encuadre
fotográfico «siempre se percibe como una rotura en el tejido continuo de la reali-
dad» (2002: 124; énfasis del original), obtiene un peso especial. La irrupción de la
fotografía en el texto desgarra no sólo el «tejido continuo» de la realidad diegética,
fragmentándola en encuadres y en aquello que queda fuera: siendo parte inherente
del discurso (del que surge, al que constituye, con el que se funde), produce en
él los cortes más profundos. Es sólo a través de su fragmentación en el discurso,
explica Gayatri Chakravorty Spivak en su introducción a Of Grammatology, que la
presencia puede articularse, siendo castración y desmembramiento tanto amenaza
como condición de la posibilidad del discurso (1997: lxvi).
epidemia de semejanzas desemejantes 197
semejanza
Frente a la desestabilización de las bases de la re-presentación, ¿qué
es lo que se ve en las fotos? Fijémonos en la segunda instantánea:
Photography makes aware for the first time the optical unconscious,
just as psychoanalysis discloses the instinctual unconscious. […] At the
same time photography uncovers in this material physiognomic aspects
of pictorial worlds which live in the smallest things, perceptible yet
covert enough to find shelter in daydreams… (1972: 7-8)
16
Dicho sea de paso, la etimología náhuatl de la palabra guajolote (huexolotl:
huey, hueyi = grande, viejo, y xólotl = monstruo) revela a un «gran monstruo», lo
cual en sí contiene una imagen de Klaus Haas. Para más detalle, véase <http://
etimologias.dechile.net/?guajolote>.
17
La metáfora, según Charles Sanders Peirce, es el signo icónico que puede
producir sentidos nuevos y permite descubrir espacios desconocidos y efímeros
que surgen, en el instante de la semiosis, de una similitud dinámica no entre cosas
semejantes, sino entre las asociaciones que cada una de ellas provoca independien-
temente de la otra (Anderson 1984). En esta semejanza centelleante (inestable,
nueva, vaga), que se ubica en el espacio entre las categorías habituales de la per-
cepción y del pensamiento, a veces deja entreverse lo inexpresable. De ahí que la
200 Anna Kraus
18
Vacío, hueco, abismo, secreto dinámico: desde el momento en que Ezequiel
de Rosso escribió, en 2002, que «el secreto el es motor de estas narraciones,
[…] secreto […] pensado como una instancia dinámica, […] como un lugar
productivo» (2002: 137), la crítica de Bolaño nunca ha dejado de girar en torno
a este «agujero» –motor productivo que ha sido pensado, entre otros, en términos
del Mal, del Unheimliche, de la estructura de la novela negra (Andrews 2005), de
la autofagia de la prosa (Manzoni 2002), de la elipsis como la intuición de una
presencia maléfica (Asensi Pérez 2010).
204 Anna Kraus
el pie de la letra
En los pasajes dedicados al trabajo del fotógrafo en el episodio
de la conferencia de prensa, la primera irrupción de lo visual en el
texto, como hemos visto, desestabiliza el tiempo y el espesor de la
narración; en la segunda, la fuerza negativa de la semejanza violenta
la imagen. En la tercera, son los límites espaciales de la representación
los que se ponen a temblar:
l’image ressemble, mais elle ne rassemble pas: elle laisse [son objet] à
sa dispersion première, son équivoque fatale, à sa nécessaire inaccessibi-
lité […] disparaître dans le milieu absolu, se dissiper comme vie revient
à ressembler, se solidifier comme image. (2003: 157-8)
l’«étrange moi» qui est celui du rêve, c’est un «hors de soi», ce n’est
pas vraiment moi, pas vraiment l’autre (celui que je distingue sur la
scène rêvée). Cette absence d’identité pousse Blanchot à attribuer au
rêve une vertu toute nouvelle, celle de l’anonymat, de la possibilité de
l’anonymat plus exactement […] Mais l’anonymat n’est pas le vide, de
la même façon que la non-présence n’est pas l’absence. On reconnaît ici
[…] la force de l’espace intermédiaire où tout se crée, la pause prolifique
au sein de laquelle se forme le sens et dont la formule grammaticale
serait le «Il», expression quintessenciée du Neutre.
[…] Car «Il» ne désigne ni l’un ni l’autre, mais une présence sans
personne, un «Il» littéralement impersonnel. (2010: 4-5)
19
Para la relación icónica entre meaning y form como mutuamente constitu-
tiva para la producción de sentido en la poesía, véase Elleström 2010 y Svensson
2016.
208 Anna Kraus
campo expandido
En cada uno de los tres pasajes comentados arriba se ha podido
observar una puesta en cuestión –si no una borradura total– de los
límites del encuadre. En primer lugar, la continuación del tiempo
gramatical presente une el contenido de la fotografía con aquello
que queda fuera de su marco (el susurro del periodista). En segundo
lugar, la puesta en movimiento de la dinámica entre lo visible y lo
absolutamente no-visible traspasa tanto el encuadre de una potencial
fotografía como la capacidad de la visión. En tercer lugar, se posiciona
un personaje entre tres espacios ontológicamente incompatibles (acon-
tecimiento diegético, su fotografía y la materialidad del texto que los
constituye). Este des-encuadramiento provoca el surgimiento de un
continuum visual dinámico semejante a aquél propuesto por el filósofo
epidemia de semejanzas desemejantes 209
20
La pertinencia de introducir aquí las reflexiones de un filósofo japonés está
motivada por el mismo argumento que Norman Bryson utiliza para justificar su
propio interés: la teoría de la visualidad de Nishitani, anclada en el pensamiento
occidental, parece ir más lejos que la de pensadores como Sartre o Lacan, cuyo
punto de partida sigue siendo la división entre sujeto y objeto (1988: 87).
210 Anna Kraus
encarnación
21
A lo largo de 2666 la voz narradora «aparece» de vez en cuando, surge de
lo neutro, ya sea para hablar desde una perspectiva subjetivizada de un «nosotros»
(«el número que nos importa», 25) o de un «yo» («no sé por qué», 35, «me retracto»,
246), como para escenificarse en los trazos borrosos de una presencia vaga que
deja presentirse en los pseudo-comentarios irregulares que implican una suerte de
control sobre la escritura («es mejor no decir nada», 32, «como es natural», 105,
«Tenía tiempo (eso creía)», 211) y, en otras ocasiones y al contrario, sugieren su
propia inseguridad («O no. Tal vez no había dicho esto», 119, «Tal vez soñó algo.
Algo breve. Tal vez… Tal vez no», 278).
epidemia de semejanzas desemejantes 211
encarnación
Fisura, herida, apertura. Georges Didi-Huberman, recordemos,
en su libro Devant l’ image (1990), propone la idea de una histo-
ria del arte crítica, es decir, que entre en relación dialéctica con la
ya existente, formada por el pensamiento iconológico de Giorgio
Vasari y de Erwin Panofsky. Para decirlo en términos generales
y simplificando, se trata de ir más allá del supuesto de una plena
legibilidad de la imagen pensada como representación mimética.
«Ce serait une histoire des limites de la représentation, et peut-être
en même temps de la représentation de ces limites», escribe Didi-
Huberman (1990: 231), lo que nos permite situarlo en consonancia
con la escritura del margen propuesta por Taylor. Preocupado por
investigar las déchirures en la representación visual, el teórico francés
encuentra la fuente de su poder desgarrador en el dogma cristiano de
la encarnación del Verbo (1990: 220). Con el fin de llevar adelante
un análisis de un instante llamativo de escritura parapráctica en
2666, es preciso esbozar los puntos cardinales de estos desarrollos
de Didi-Huberman.
En la tradición cristiana, la encarnación del Verbo se ha pensado
como la modificación sacrificial de un solo cuerpo (el del dios encar-
nado) para la salvación de todos los demás de la destrucción eterna.
22
Al fin y al cabo, todas estas intuiciones frente a aquello que se sitúa más allá
de las categorías pensables y racionales, ¿no giran acaso en torno a lo (no) mismo?
epidemia de semejanzas desemejantes 215
deseos cumplidos
Elvira Campos, la directora del manicomio de Santa Teresa, apa-
rece en «La parte de los crímenes» y en la vida del judicial Juan de
Dios Martínez a causa de un caso marginal, el del Penitente, un
sacrófobo que destroza imágenes y estatuas sagradas23 en varias de
las iglesias locales (455). En paralelo a su colaboración profesional,
Elvira Campos y Juan de Dios Martínez se hacen amantes. Un día,
la directora –quien, por otra parte, no quiere estrechar esta relación
(641)– le revela a Juan de Dios Martínez un sueño recurrente que
tiene:
…la directora […] le confesó que ella a veces soñaba que lo dejaba
todo. Es decir, que lo dejaba todo de forma radical, sin paliativos de
ningún tipo. Soñaba, por ejemplo, que vendía su piso y otras dos pro-
piedades que tenía en Santa Teresa, y su automóvil y sus joyas, todo lo
vendía hasta alcanzar una cifra respetable, y luego soñaba que tomaba
un avión a París, en donde alquilaba un piso muy pequeño, un estudio,
digamos entre Villiers y la Porte de Clichy, y luego se iba a ver a un
médico famoso, un cirujano plástico que hacía maravillas, para que le
realizara un lifting, para que le arreglara la nariz y los pómulos, para
que le aumentara los senos, en fin, que al salir de la mesa de operaciones
parecía otra, una mujer diferente, ya no de cincuenta y tantos años sino
de cuarenta y tantos o, mejor, cuarenta y pocos, irreconocible, nueva,
cambiada, rejuvenecida, aunque por supuesto durante un tiempo iba
vendada a todas partes, como si fuera la momia, no la momia egipcia
sino la momia mexicana, cosa que le gustaba, salir a pasear en el metro,
por ejemplo, sabiendo que todos los parisinos la miraban subrepticia-
mente, incluso algunos le cedían el asiento, pensando o imaginando
los dolores horribles, quemaduras, accidente de tránsito, por los que
23
En el contexto de nuestra lectura que dialoga con el motivo de la encarna-
ción y con las consecuencias que ella ha tenido para las artes visuales, este detalle
obtiene un peso de coherencia tan grande que ya ni siquiera puede tomarse en serio.
epidemia de semejanzas desemejantes 217
Citamos aquí a Yuri Lotman, pues nos permite sugerir que la des-
aparición de Elvira Campos del mundo posible de la ficción de 2666
puede pensarse como un «agujero pesado», como un procedimiento
negativo que –a diferencia de las otras numerosas desapariciones
de los personajes segundarios de la novela– introduce en el texto la
presencia significativa de una ausencia notable. Y esto, en principio,
por dos razones complementarias. Primero, la historia entre Elvira
Campos y Juan de Dios Martínez es uno de los dos elementos cons-
titutivos de la existencia ficcional del judicial, cuyo personaje ocupa
partes iguales que se dividen entre la persecución de los asesinos de
mujeres y su anhelo amoroso por la directora del manicomio. Lo
anterior quiere decir que Elvira Campos está inscripta en la estructura
del personaje de su amante, con lo cual su desaparición de la trama
desestabiliza la presencia de aquél en la novela, que queda a partir de
ese momento marcada por una falta. Segundo, éste es el único caso
donde un personaje expresa su voluntad de desaparecer, de «dejarlo
todo de forma radical». Este fenómeno, si se considera la consiguiente
ausencia de Elvira en el texto, resulta llamativo y parece representar
algo más que la fugacidad típica de los personajes de 2666.
Ahora bien, tal vez podría argumentarse que Elvira Campos, pre-
ocupada en exceso por el deterioro y la consiguiente mortalidad de
epidemia de semejanzas desemejantes 219
24
Por ejemplo, en varias ocasiones menciona su edad y la degradación gradual
de su cuerpo como un problema serio, ante el que procura hacer de todo para
mantenerlo joven: «hago gimnasia todos los días, no fumo, bebo poco, como
sólo cosas sanas, antes salía a correr por las mañanas. ¿Ya no? No, ahora me he
comprado una cinta deslizante» (477).
25
«En premier lieu, le verbe à l’infinitif n’est nullement indéterminé quant
au temps, il exprime le temps non pulsé flottant à l’Aiôn, c’est-à-dire le temps de
l’événement pur du devenir, énonçant des vitesses et des lenteurs relatives indé-
pendamment des valeurs chronologiques ou chronométriques que le temps prend
dans les autres modes. Si bien qu’on est en droit d’opposer l’infinitif comme mode
et temps du devenir à l’ensemble des autres modes et temps qui renvoient à Chro-
nos en formant les pulsations ou les valeurs de l’être» (Deleuze & Guattari 1980:
321-322). Si pensamos los numerosos infinitivos presentes en la descripción del
sueño de Elvira Campos a través del prisma de la teoría del devenir-imperceptible
formulada por Deleuze y Guattari en Mille plateaux, ellos parecen tener un signi-
ficado especial, pues son marcadores del tiempo del acontecimiento en su devenir,
a saber, de un desaparecer del texto que deviene puro movimiento imperceptible.
220 Anna Kraus
26
La recurrencia e importancia de la elipsis en la narrativa de Bolaño han
sido bien establecidas por la crítica específica. De lo escrito al respecto destacan
especialmente los trabajos de Manuel Asensi Pérez, quien interpreta la elipsis
como la intuición de una presencia maléfica que no queda formulada lingüística-
mente (2010) y los de María Esperanza Domínguez, quien propone una lectura
musicológica de Nocturno de Chile destacando la elipsis como su parte axial y
adjudicándole una gran densidad semántica (2012).
27
Derrida desarrolla la problemática de la enunciación performativa en tanto
la más «événementielle» dentro del contexto de su inevitable iterabilidad que,
condicionando su eficacia, contradice la singularidad radical del acontecimiento
(1972b: 387-390). En lo que sigue, sin embargo, dejaremos este aspecto de lado,
ya que no es el más relevante para las cuestiones que nos ocupan aquí y no haría
más que añadir una opacidad innecesaria a la argumentación.
222 Anna Kraus
Écrire n’est pas destiné à laisser des traces, mais à effacer, par les tra-
ces, toutes traces, à disparaître dans l’espace fragmentaire de l’écriture,
plus définitivement que dans la tombe on ne disparaît, ou encore à
détruire, détruire invisiblement, sans le vacarme de la destruction.
(Blanchot 1973: 72)
inscripción
Al encarnarse su deseo, Elvira Campos parece abandonar el texto
del que surge. En el otro extremo de la relación entre los personajes
y sus discursos constitutivos podrían situarse los críticos. «Pelletier,
Espinoza, Norton y Morini se definen en torno a su labor académica;
para ellos toda su existencia se cifra y se explica en estos códigos, y en
ese sentido bien podrían ser representados por un cuadro del mismo
Arcimboldo: El librero», observa Patricia Poblete Alday (2010: 124).
Vale la pena desarrollar esta comparación con el cuadro de Arcim-
boldo, pues no sólo se trata allí de subjetividades apasionadas hasta
la obsesión, también es posible leer una inexorabilidad más primaria
en la que «se cifra toda su existencia».
Si se deja de lado su valor alegórico, podemos atender a las sin-
gularidades del cuadro evocado por Poblete Alday. En el lienzo, con
un realismo nítido, está pintada una cantidad considerable se libros y
papeles. Su distribución espacial permite que a fuerza de una epidemia
de semejanzas incontrolables –semejanzas blanchotianas, la expresión
es de Didi-Huberman (2003: 157)– en el montón de documentos
aparezca la imagen de un hombre culto, como si existiera a pesar de
sus componentes.
La solidificación del retrato del bibliotecario, diluye la «vida» que
queda detrás y por un instante borra los libros y papeles, cuya aparien-
cia realista de pronto deja de importar frente a la fuerza de la imagen
emergente. La imagen del bibliotecario resulta inquietante por su
224 Anna Kraus
28
«L’image voile d’un voilement qui n’est pas mensonge, et découvre d’une
découverte qui n’est pas vérité. Elle est aussi ontologiquement nécessaire qu’elle
est inestable et ontologiquement dissociée», dice Didi-Huberman a propósito del
concepto de imagen de Blanchot (2003: 160).
epidemia de semejanzas desemejantes 225
29
A propósito de la ausencia esencial de la obra de Archimboldi –al que el
crítico aparentemente reconoce como un gran escritor–, Brett Levinson argumenta
que ésta no puede existir, porque la gran escritura no puede aparecer por escrito,
y la única escritura que existe, es la escritura menor (2009: 189). Manuel Asensi
Pérez, por su parte, resalta que «el primer límite del campo de la mirada narrativa
está constituido por una obra literaria vacía, la de Archimboldi», y propone que
«el referente literario está vacío, es una mera superficie, lo cual contrasta con el
entusiasmo experimentado por los críticos» (2010: 351).
226 Anna Kraus
30
Ya en la primera página de 2666, Pelletier descubre «[c]on furor (con
espanto)» (15) que el escritor Archimboldi pueda ser confundido con el pintor
Arcimboldo. Pelletier, dando por acabada su vida tal y como la ha vivido hasta
ahora, refuta a su pasado en el que se pone a «pensar y a repensar, pero no con
palabras sino con imágenes dolientes» (17), escogiendo decididamente el partido
de la palabra.
epidemia de semejanzas desemejantes 227
de las líneas con las que se trazan sus contornos. Las operaciones de la
figura-matriz, que, en la manera de escribirlos, obstinadamente sitúa
a los críticos del lado de la palabra31, parecen –para volver al paralelo
con el cuadro de Arcimboldo– provocar la reaparición de los discursos,
impidiendo que la imagen de los críticos en tanto «personas de carne
y hueso», como aquella del Bibliotecario, se solidifique.
escritura de la imagen
impronta
En algún punto, en busca de datos sobre Archimboldi, Pelletier
y Espinoza visitan su editorial en Hamburgo donde hablan con la
jefa de prensa:
[…] lo único que les dijo del escritor desaparecido fue que era una
buena persona.
–Un hombre alto, muy alto –les dijo–. Cuando caminaba junto con
el difunto señor Bubis parecían una ti. O una li.
Espinoza y Pelletier no entendieron lo que quería decir y la jefa de
prensa les dibujó en un papelito la letra ele seguida de la letra i. O tal
vez más indicado sería una le. Así.
Y volvió a dibujar sobre el mismo papelito lo siguiente:
Le
31
Sus conversaciones esenciales se narran a través de estadísticas lingüísticas
(61), el erotismo se comenta en clave bibliográfica (66), la violencia irrefrenable
se traduce en discurso teórico-político (103).
228 Anna Kraus
Que faut-il […] à l’apparition […]? […] Il faut une ouverture, unique
et momentanée, cette ouverture qui signera l’apparition comme telle.
[…] Un paradoxe va éclore, parce que l’apparaissant aura, pour un
moment seulement, donné accès à ce bas-lieu, quelque chose qui évo-
querait l’envers ou, mieux, l’enfer du monde visible – et c’est la région
de la dissemblance. (Didi-Huberman 1998: 15; énfasis del original)
diferencia infraleve
Además de estos enredamientos fundamentales (visualidad–tacto,
presencia–ausencia, forma–contra-forma, huella–imagen), es preciso
resaltar la disimilitud inherente de la semejanza producida por la
impronta. Didi-Huberman sostiene que la disimilitud que surge con
el uso del molde puede verse como uno de los puntos centrales del
pensamiento y de la experimentación artística de Marcel Duchamp
(el cual no deja de ser una referencia importante a la hora de leer a
Bolaño). Duchamp insistía en la diferencia infraleve que se produce
entre los objetos sacados del mismo molde. Entre uno y otro siem-
pre hay un écart que, aunque apenas se note, puede captarse con
una percepción entre visual y táctil (Didi-Huberman 2008: 286).
El artista, sostiene Didi-Huberman, pensaba la impronta como un
écart de la cosa, y, con ello, como una modificación esencial de la
«dimensión» que resalta aquella membrana (llamémosla así, por falta
de una palabra mejor) infraleve que se inserta entre la forma y la
contra-forma, donde lo que se imprime es justamente la diferencia
apenas perceptible entre lo nativo y lo negativo (2008: 305).
El pensamiento de la impronta Duchamp lo desarrolla en su
conceptualización de la «aparición» y de la «apariencia» en términos
de los cambios trans-dimensionales de las cosas:
37
Deleuze y Guattari, quienes emplean una versión de esta misma idea en
su teoría del devenir en la multitud, recuerdan que ya la había tenido Lovecraft,
a quien citan: «Les Vagues accrurent leur puissance, et découvrirent à Carter
l’entité multiforme dont son actuel fragment n’était qu’une infime partie. Elles
lui apprirent que chaque figure dans l’espace n’est que le résultat de l’intersection,
par un plan, de quelque figure correspondante et de plus grande dimension»
(Deleuze & Guattari 1980: 307).
epidemia de semejanzas desemejantes 233
38
Tomamos el adjetivo «anomal» de los desarrollos de Gilles Deleuze y Félix
Guattari, quienes lo derivan no de la «anomalía» que viene del «a-normal» latín,
sino de «“an-omalie”, substantif grec qui a perdu son adjectiv, désigne l’inégal,
le rugueux, l’aspérité, la pointe de déterriorialisation» (Deleuze y Guattari 1980:
298). «Anomal» se refiere a un espacio dotado de características especiales, ubi-
234 Anna Kraus
pensamiento icnológico
El procedimiento de la impronta debe su fecundidad al sentido
abierto –dialéctico y heurístico– de las operaciones que suscita,
sostiene Georges Didi-Huberman (2008: 319), lo cual impide cual-
quier certeza en cuanto a sus resultados. Su inherente ambigüedad
también se presta a la reflexión icnológica de la que es objeto, y así
se la sitúa más allá de las oposiciones binarias y de las categorías
firmemente definidas, más bien en el ámbito de un pensamiento
procesal que en uno orientado a las conclusiones. La «mirada de
la impronta», sostiene Didi-Huberman, en vez de aclarar las cosas,
debería permitir inquietar el punto de vista, re-enredar lo que parece
fácil, y siempre ir postergando el momento de dar sentido (2008:
321). El icnólogo está obligado a saber que las formas son procesos
y no tan sólo los resultados de ciertos procesos, y que estos pro-
cesos no terminan nunca. De este modo, la imagen actualmente
materialidad
gesto deíctico
La aparición de la «Le» debe verse en un contexto algo más
amplio, pues está situada entre otras «apariciones» con las que com-
parte características importantes. Como se ha dicho, el «dibujo»
de la jefa de prensa no sólo ha de verse como un híbrido imagen-
texto, también ha de verse como una marca gráfica que establece
una separación del flujo de la narración, cuya huella es un modo de
provocar su aparición en términos visuales. Si bien la forma gráfica
de la novela es, por lo general, bastante convencional, hay en ella
39
En función de nuestro interés puntual por el método icnológico, no con-
sideramos aquí las implicancias del tiempo histórico.
236 Anna Kraus
[…]
–Si no le importa –dijo el desconocido–, léame al menos los nombres
de algunas recetas. Yo cerraré los ojos y las imaginaré.
–De acuerdo –dijo Morini.
El desconocido cerró los ojos y Morini empezó a recitar lentamente
y con entonación de actor algunos títulos de las recetas atribuidas a Sor
Juana Inés de la Cruz:
Sgonfiotti al formaggio
Sgonfiotti alla ricotta
epidemia de semejanzas desemejantes 237
Sgonfiotti di vento
Crespelle
Dolce di tuorli di uovo
Uova regali
Dolce alla panna
Dolce alle noci
Dolce di testoline di moro
Dolce alle barbabietole
Dolce di burro e zucchero
Dolce alla crema
Dolce di mamey
Al llegar al dolce di mamey creyó que el desconocido se había dor-
mido y empezó a alejarse del Jardín Italiano. (74)
40
Si se considera que nuestra reflexión se centra en la problemática general
de la visualidad del texto –en vez de preocuparse por el significado específico de
lo que se dice en los fragmentos analizados–, es pues suficiente ilustrar los dibujos
geométrico-filosóficos de Amalfitano con estos tres ejemplos que permiten captar
el principio que los reúne.
238 Anna Kraus
(247)
[…] Pensó que si dibujaba sobre la hoja de papel en blanco que tenía
ante sí otra vez aparecerían aquellas figuras geométricas primarias.
Así que dibujó un rostro que luego borró y luego se ensimismó en el
recuerdo de aquel rostro despedazado. Recordó (pero como de pasada,
como se recuerda un rayo) a Raimundo Lulio y su máquina prodigiosa.
Prodigiosa por inútil. Cuando volvió a mirar el papel en blanco había
escrito, en tres hileras verticales, los siguientes nombres:
epidemia de semejanzas desemejantes 239
logofagias
En todos estos casos el signo de los dos puntos funciona como
marcador de una cierta suspensión del flujo narrativo, es decir, ins-
240 Anna Kraus
dissoi logoi
Dejemos ya la «Le» y empecemos por Morini. Éste es el único caso
donde la diferenciación gráfica del texto opera sin la introducción de
la interlínea en blanco, es decir, sin que la continuidad del texto se
rompa. A diferencia de los otros instantes logofágicos, donde –pode-
mos establecerlo ya– los elementos visuales se instalan en espacios
«liberados» de la escritura (rodeados de la blancura), los nombres de
recetas parecen reenviar la escritura a su «modelo» sonoro, como si
la lista de palabras en cursiva deviniera la partitura/transcripción42
de la declamación «lenta y con entonación de actor» de Morini (74).
La insistencia en que Morini pronuncie en voz alta los títulos de las
recetas podría, tal vez, interpretarse como un intento de retornar a la
«palabra plena», en tanto productora de la verdad y perteneciente al
dominio de la metafísica, dentro de la cual los signos de la escritura
siempre tienen el carácter segundario (Derrida 2014: 12), si no fuera
41
Esta logofagia no tiene nada que ver con la propuesta de Celina Manzoni,
quien plantea a la literatura de Bolaño como «autofágica», centrándose, recorde-
mos, en la recurrencia del procedimiento de reescritura como modo de producción
de la trama (2003).
42
Aquí, otra vez, como en el caso de la «Le», podría discutirse la «causalidad»
de la re-presentación: la lista de las recetas en la página de 2666, ¿existe impercep-
tiblemente antes de que Morini la lea en voz alta (partitura) o apenas después, en
tanto que representación de su declamación (transcripción)? La partitura original,
de todos modos, existe en el mundo extratextual, en Il libro di cucina di Juana
Inés de la Cruz de Angelo Morino, publicado en 1999, en Palermo, por la editorial
Sellerino, que Morini está leyendo en el llamado Jardín Italiano, en Londres.
242 Anna Kraus
43
En esta «prudencia apática» como en el famoso retraso de la inactividad
duchampiana, reconocemos algo del pensamiento icnológico propagado por
Didi-Huberman y suponemos que algo de este tipo de pasividad está encarnado
en la obra de Bolaño.
244 Anna Kraus
44
Cuando el mendigo londinense comenta que el nombre de Morini es
«casi el mismo que el del autor del libro», Morini insiste en subrayar que no
es así, porque él se llama Piero Morini, mientras que el otro se llama Ángelo
Morino –lo cual, de hecho, en nada contradice la observación del mendigo,
porque «Morini» y «Morino» siguen pareciéndose mucho. Ángelo Morino (1950-
2007) fue un hispanista italiano, crítico y escritor. Vivió en Turín. Tradujo al
italiano la mayor parte de las obras de Bolaño. Piero Morini nació «en 1956, en
un pueblo cercano de Nápoles», pero trabaja en la universidad de Turín como
especialista de literatura alemana. Ha traducido la mayor parte de la obra de
Benno von Archimboldi. Ahora está sentado en un banco en Londres, hablando
de un libro escrito por Ángelo Morino que trabaja en la misma universidad que
él, en el mismo departamento de lenguas modernas. Una conclusión lógica es
que deberían conocerse… si existieran en el mismo universo. Morini se empeña
en sostener que los nombres Morini y Morino no se asemejan entre sí, porque tal
vez presiente que no fue por pura casualidad que el libro de Morino llegó a parar
en sus manos. Comprender que los dos comparten el mismo sujeto transuniversal
sería convertir a uno de ellos en el doble del otro, un simulacro, un ser ficticio
(desde una de las perspectivas), así que él, el personaje Morini quizás sería una
representación vaga de Morino –o al revés. El uno haría desaparecer al otro, si
pensáramos en línea con la argumentación que Jean Baudrillard traza en Pour-
quoi tout n’a-t-il pas déjà disparu? (2008). Éste es el único caso en 2666 –que en
general está vastamente poblado de individuos ficcionalizados– donde alguien
se encuentra con su doble transuniversal y, por lo mismo, la fragmentación del
sujeto se vuelve tan llamativa.
epidemia de semejanzas desemejantes 245
nombres propios
En lo que sigue pensamos en conjunto a las figuras geométricas
y las columnas de nombres de Amalfitano, pues ellas tienen varios
rasgos comunes –los rasgos que aquí se consideran esenciales– y
también tienen algunas correspondencias con el dibujo de la jefa de
prensa y con la lista de recetas de Morini. Por un lado, como la «Le»,
se presentan flanqueados por espacios en blanco como algo que el
texto «da a ver», como el fruto visible de una actividad involuntaria
de Amalfitano. Por otro lado, lo que en ellos pertenece a la escritura
son nombres, y esto permite discernir un paralelo con los nombres
246 Anna Kraus
otra ambigüedad
La decisión de escoger la ceguera blanchotiana (ver que no se puede
ver) frente a los dibujos involuntarios de Amalfitano abre una dimen-
sión más de la ambigüedad que ya no depende de la multiplicidad
de sentidos, sino que implica, en continuidad con lo que Blanchot
escribe sobre las dos versiones de lo imaginario, lo siguiente:
Este otro de todo sentido queda más allá de las oposiciones entre
sentidos diferentes y entre el sentido y su falta. Como la Otra Noche
que no es la construcción del día, porque ni siquiera se le opone
(Blanchot 2002: 151-152), el otro de todo sentido no deja captarse
con ninguna de las categorías disponibles al pensamiento. Ya hemos
visto distintas caras de esta otra ambigüedad en todos los instantes
logofágicos comentados arriba, donde se deshacen las oposiciones y
los conceptos básicos con los que estamos acostumbrados a ordenar y
explicar las cosas, a dominar la realidad, sin tomar en cuenta lo irreal
que silenciosamente la habita. Esta ambigüedad no ataca las respues-
tas, sino que parece retroceder un paso para silenciar las preguntas
antes de que se pronuncien, porque frente a lo absolutamente Otro45
no hay pregunta capaz de formularse desde el espacio de lo Mismo.
De hecho, la otra ambigüedad es el denominador común de todo lo
46
Deleuze y Guattari escriben al respecto: «L’extrême importance du livre
récent de J. F. Lyotard, c’est d’être la première critique généralisée du signifiant.
Dans sa proposition la plus générale, en effet, il montre que le signifiant se trouve
aussi bien dépassé vers l’extérieur par les images figuratives que, vers l’intérieur,
par les pures figures qui les composent, ou mieux ‘le figural’ qui vient bouleverser
les écarts codés du signifiant, s’introduire entre eux, travailler sous les conditions
d’identité de leurs éléments. Dans le langage et l’écriture elle-même, tantôt les
lettres comme coupures, objets partiels éclatés, tantôt les mots comme flux indivis,
blocs indécomposables ou corps pleins de valeur tonique constituent des signes
asignifiants qui se rendent à l’ordre du désir, souffles et cris. […] Partout donc
Lyotard renverse l’ordre du signifiant et de la figure. Ce ne sont pas les figures qui
dépendent du signifiant et de ses effets, c’est la chaîne signifiante qui dépend des
effets figuraux, faite elle-même de signes asignifiants, écrasant les signifiants comme
les signifiés, traitant les mots comme des choses, fabriquant de nouvelles unités,
faisant avec des figures non figuratives des configurations d’images qui se font et
se défont. Et ces constellations sont comme des flux qui renvoient à la coupure des
points, comme ceux-ci renvoient à la fluxion de ce qu’ils font couler ou suinter: la
seule unité sans identité, c’est celle du flux-schize ou de la coupure-flux. L’élément
du figurai pur, la ‘figure-matrice’, Lyotard la nomme bien désir, qui nous conduit
aux portes de la schizophrénie comme processus» (1972/1973: 235-236).
252 Anna Kraus
dont on pouvait croire –dont on ne peut pas croire encore– qu’elle est
l’éther même de notre pensée et de notre langage. Essayer de penser
le contraire coupe le souffle. Et il ne s’agit pas seulement de penser le
contraire, qui en est encore complice, mais de libérer sa pensée et son
langage pour la rencontrer par-delà l’alternative classique. (1967: 141;
énfasis del original)
ética de lo invisible
La proximidad evidente entre la ética de Lévinas y la escritura de
Blanchot –«Levinas and Blanchot […] repeat each other as well as
47
En la insistencia en la comunicación en sí, liberada del requisito utilitarista
de la transmisión del mensaje, reconocemos también la concepción batailleana de
la comunicación como coito, donde no sólo no se transmite ningún mensaje, sino
que además se deshacen las entidades del sujeto y del objeto. Véase Hollier 1993.
254 Anna Kraus
they repeat themselves» (Wall 1999: 6-7; énfasis del original)– permite
captar, en lo dicho hasta ahora, la dimensión ética de todos estos
gestos inconclusos que hemos ido leyendo en la obra de Bolaño, de
sus comunicaciones suspendidas y de sus figuras inubicables den-
tro de las categorías preexistentes. A lo largo de este libro hemos
interrogado las fisuras en el texto, el cual, por consiguiente, se ha
ido revelando como no-monolítico. Este texto está atravesado por
una indecidibilidad que se sitúa no tan sólo a nivel diegético48, sino
también en la escritura misma donde se escenifican la diferencia, el
margen, el silencio y la ausencia (no) ausente, todos ellos indefini-
bles. Los ecos derridianos de nuestra reflexión son más que obvios.
También resuenan en ella las ideas de Luce Irigaray, quien, frente
al otro, propone adoptar la mirada háptica, táctil –en oposición a
la puramente visual, falocéntrica y arraigada en la mismidad–, una
mirada inclusiva y no-discriminadora, transgresora de las oposiciones
tradicionales. Deleuze y Guattari quienes, por su lado, dan forma a
otros modos de romper con los sistemas estancados, Lyotard, Taylor,
Giordano, Blesa y Didi-Huberman, todos ellos, en su pensamiento,
abarcan fenómenos artísticos que no se dejan reducir a lo puramente
textual ni a lo puramente visual; ni material, ni semántico, ni formal,
ni estilístico, ni perteneciente a categorías fijas y exclusivas. Por su
experimentación incansable con los límites del arte, Duchamp ha
sido también una referencia recurrente. Por supuesto, habrían podido
ser muchas más las perspectivas preocupadas por lo (no) mismo,
numerosas de ellas ausentes por razones de espacio y de enfoque.
En resumen, esta multitud de voces, perspectivas e ideas, a primera
vista no siempre compatibles, nos permite decir que en la narrativa
de Bolaño se escribe silenciosamente esa otra ambigüedad, habitada
48
La crítica de Bolaño ha establecido, de manera irrefutable, la inconclusión
de la trama como uno de los mayores rasgos característicos de esa narrativa. Véase,
sobre todo, Sepúlveda 2003, Moreno 2011, Olivier 2011 y Volpi 2012.
epidemia de semejanzas desemejantes 255
[s]i donc la matrice est invisible, ce n’est pas parce qu’elle relève de
l’intelligible, c’est parce qu’elle réside dans un espace qui est encore au-
delà de l’intelligible, est en rupture radicale avec la règle de l’opposition,
est entièrement sous la coupe de la différence. (Lyotard 2002: 339;
énfasis del original)
L’œuvre est pensée non pas comme une réalité clinique à fonction
expressive, mais plutôt comme un «objet transitionnel», dont le statut
quant au clivage en extériorité et intériorité n’est ni comme celui du
epidemia de semejanzas desemejantes 257
blanco infinito
Alguien en alguna parte comenta la ruptura que el gesto gráfico
del párrafo produce en el monolito del texto como el silencio breve
de tomar aliento, una pausa minúscula en la que el otro (otra idea,
otro discurso, lo otro) tiene la oportunidad de instaurar su voz50.
Consecuentemente, los espacios en blanco, las entrelíneas vacías de
escritura, serían marcadores gráficos del retiramiento del discurso
49
Derrida, en L’ écriture et la différence, escribe sobre Lévinas: «Il faut que les
catégories manquent pour qu’Autrui ne soit pas manqué» (1967: 152).
50
Desde esta perspectiva, la visualidad de Nocturno de Chile (Bolaño 2000),
un texto compuesto por un solo párrafo de 139 páginas seguidas y otro de apenas
una línea, parece delatar la hipocresía del narrador, el cura Ibacache. Éste, en lo
que puede ser un último intento de justificar sus acciones, insiste en la importancia
del silencio: «Hay que ser responsable. Eso lo he dicho toda mi vida. Uno tiene la
obligación moral de ser responsable de sus acciones y también de sus palabras e
incluso de sus silencios, sí, de sus silencios, porque también los silencios ascienden
al cielo y los oye Dios y sólo Dios los comprende y los juzga, así que mucho cuidado
con los silencios. Yo soy responsable de todo. Mis silencios son inmaculados. Que
quede claro. Pero sobre todo que le quede claro a Dios» (Bolaño 2000: 11-12).
Sus «silencios inmaculados», que de hecho equivalen a la sordera y la ceguera
benévolas frente a los crímenes de la dictadura militar en Chile, corresponden al
silencio como tema recurrente en este monólogo caudaloso que, en la exposición
ininterrumpida de sus razones, de hecho ahoga las otras voces posibles, incluso
antes de que puedan oírse. Efectivamente, una vez que este discurso monolítico
se suspende en un punto y aparte, «se desata la tormenta de mierda» (Bolaño
2000: 150), como si en el segundo mini-párrafo se anunciara la explosión de
todo aquello que la argumentación interior de Ibacache –compuesta, podríamos
decir, sólo de palabras últimas y definitivas– hasta este punto lograba callar con
la máxima tensión de sus reglones unidos.
epidemia de semejanzas desemejantes 259
51
Como ejemplo de esto cabe evocar el monólogo selvático de La Santa
(535-542), el linaje de Lalo Cura (693-698) o la historia de Lotte que se narra
ininterrumpida desde que la voz narradora anuncia: «por fin llegamos a Lotte
260 Anna Kraus
[…]
–Yo fui escritor –dijo el viejo.
–Pero lo dejé.
[…] (981)
Reiter» (1082), hasta que Archimboldi, encontrado después de muchos años sin
verse, prometa ocuparse de todo (1116).
epidemia de semejanzas desemejantes 261
52
Este carácter desprovisto de certezas, renuente a apostar por cualquier tipo
de mismidad (unidad, consecuencia, lógica) parece realizar el «estilo plural» que
Derrida propone como manera de liberarse de la tiranía de la «interpretación»
(Chakravorty Spivak 1997: xxix). Y esto no sólo a través de la fragmentación del
relato, de perspectivas múltiples y movedizas, de una voz narrativa inubicable y
de la inclusión de otros discursos (como, por ejemplo, en las largas citas incor-
poradas en el flujo del relato), sino también a un nivel menos visible que es el
de la organización gráfica del texto. Las cinco partes no están organizadas de la
misma manera, aunque en todas ellas los módulos de base son el bloque textual
y el espacio de una entrelínea en blanco: en las partes 1ª, 3ª y 5ª, se mantiene
la división en párrafos con sangrías y se marcan los diálogos, nada de lo cual se
hace en la 2ª y la 4ª, ambas compuestas de bloques textuales indiferenciados.
No obstante, en la estructura «monolítica» de «La parte de Amalfitano» y de
«La parte de los crímenes», se abre una sola fisura: se marca una sola elocución
dialógica (291) y se divide un solo bloque textual en párrafos con sangrías (686-
689), respectivamente. Parece relevante apuntar que esta ligera vacilación, esas
oscilaciones tan minúsculas que incluso podrían pensarse como inconsecuencias
accidentales o simples descuidos, impiden la cimentación de cualquier sistema,
como si el texto de hecho siguiera diciéndose, en términos levinasianos, sin jamás
llegar a lo definitivamente dicho. Pero también es otra cosa: más allá de la cues-
tión de la intencionalidad de la escritura que, siguiendo a Derrida, nunca puede
determinarse por completo (1972b), surge la idea del error o de la imperfección
e, infaliblemente, la de la norma o modelo ideal que, según se propone aquí,
la obra de Bolaño no deja de indagar de modo realmente nietzscheano. Desde
esta perspectiva, resulta sintomático que los empleados de la editorial del señor
Bubis se entretengan con la lectura del Libro de errores y que el error favorito de
Archimboldi sea el siguiente: «Empiezo a ver mal, dijo la pobre ciega» (1059).
262 Anna Kraus
sin título
En el contexto de todo lo dicho hasta ahora, el título de la obra de
Bolaño, 2666, estaría doblemente desplazado en su función conven-
cional de dar nombre –es decir, de encuadrar– al texto que encabeza.
Por un lado, es relevante el gesto de la sustitución del sistema lingüís-
tico (palabra) por el sistema numérico (cifra), porque así se opera una
descentralización de la autoridad del código habitualmente vinculado
con la literatura. Esto puede verse como una sutil advertencia al lector
sobre lo convencional que es el aparato que informa su experiencia
del texto. Por otro lado, con el correr de la lectura, se hace patente
que el título no se «refleja» en ninguna de las secciones de la obra a
las que conecta: ninguna de ellas le ofrece «motivación» alguna, es
decir, ninguna confirma su autoridad. Según Jean-Joseph Goux, el
título suele ser la «pensée encore impensée du réseau […], une pensée
du texte» (Derrida 1972: 211), es decir, suele ofrecer una perspectiva
a través de la cual es preciso abordar el texto. Aquí, sin embargo,
como en el experimento de imaginación propuesto por Paul Valéry
y evocado al principio de nuestros desarrollos, por falta de «reflejo»
264 Anna Kraus
1
La crítica específica de la obra de Bolaño está bastante dividida ante la
cuestión del título de 2666. Muchos, como Florence Olivier (2007) y Arndt
Lainck (2014), resaltan las connotaciones apocalípticas que tiene la combinación
de nuestro milenio, «2000», con la cifra de la Bestia del Apocalipsis de san Juan,
«666». Otros, como Patricia Poblete Alday (2010) y Carlos Walker (2013), buscan
leerlo a través del resto de la obra de Bolaño e interpretan «2666» como una fecha
profética del «triste destino de la humanidad» (Poblete Alday 2010: 25-27), como
el «cementerio futuro» al que se alude en Amuleto y en Los detectives salvajes. Poblete
Alday, además de estar de acuerdo con la interpretación apocalíptica del título en
cuestión, sugiere pensarlo a través de la numerología. Una lectura radicalmente
opuesta a las aquí mencionadas la ofrece Brett Levinson, quien propone liberar
2666 de los sistemas referenciales preexistentes, sosteniendo que «2666 refers to
nothing but itself, to the Bolaño ouevre it names» (2009: 187). Nuestro trabajo
busca posicionarse en cierta proximidad con la propuesta de Levinson, aunque
insistimos más bien en entender el título de la última obra de Bolaño como un
gesto de apertura, es decir, como un movimiento que permite liberar la obra de las
redes de significación, pero sin por eso excluir ninguna posibilidad interpretativa.
Lo importante, desde esta perspectiva, es mantener el dinamismo de la relación
entre el título y la obra en vez de cerrar y cimentarla en una lectura definitiva.
final 265
2
Incluso la certeza palpable del pesado volumen, que suele ser la apariencia
material de la obra, se soporta en fundamentos vacilantes, sobre todo si recorda-
mos la última voluntad de Bolaño, quien quiso que las cinco «partes» de 2666 se
publicaran por separado (11).
266 Anna Kraus
escribir sobre
En el comienzo de su estudio sobre Bataille, Denis Hollier plantea
la siguiente dificultad:
gesto
A lo largo de nuestra deambulación por los (des)territorios de lo
visual en 2666 ha sido latente su dimensión táctil. Esta dimensión
se ha dejado notar en la insistencia física de las tácticas de obstruc-
ción de la visión sistémica –ellas operan con la sobra y con el vacío,
saturan el espacio de la representación de imágenes repetitivas hasta
270 Anna Kraus
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