Chao
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Introducción
Los pueblos que desconocen u olvidan su historia pierden su identidad, y por tanto rememorar
este acontecimiento es fortalecer la conciencia crítica de nuestras juventudes frente al
complejo proceso de negociación que culminó con la firma de los tratados el 7 de septiembre
de 1977. Un escenario en que la determinación y la tenacidad diplomática, inspirada en la
lucha de los mártires de 1964 y de generaciones de patriotas que dieron su cuota por la
reivindicación de la jurisdicción nacional y del Canal, crearon las condiciones histórico-
políticas que forjaron un sentimiento de unidad y pertenencia entre los panameños.
Antecedentes
En 1903 se firmó el Tratado Hay – Bunau Varilla, el cual generó roces entre Estados Unidos y
Panamá. A pesar de las revisiones de 1936 y 1955, las condiciones impuestas por el tratado
no satisficieron los intereses panameños. Esos tratados fueron consecuencia de la injusta
arremetida de agentes gringos el 9,10 y 11 de enero de 1964 contra la población que se lanzó
a calles de Panamá y Colón en demanda de una reivindicación soberana y que llevaron a la
ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Panamá, situación que duró 4
meses. Empezó una negociación al asumir, de facto, el poder el general Torrijos. EU
pretendía una negociación bilateral, sin embargo Panamá internacionalizó la lucha y se
apalancó en el Movimiento de los Países no Alineados.
Una de las condiciones que el presidente panameño Roberto Chiari impuso para el
restablecimiento de las relaciones fue que el gobierno de Estados Unidos acordara negociar
un nuevo tratado.
1. Tratado del Canal de Panamá: mediante el cual era derogado el tratado de 1903
restituyendo la soberanía panameña en el canal el 31 de diciembre de 1999 o el 31 de
diciembre de 2009 si se construyera un canal a nivel del mar.
2. Tratado de defensa del Canal de Panamá y de su Neutralidad.
3. Tratado sobre el Canal a Nivel del Mar: mediante el cual Estados Unidos ejercería
(durante los siguientes 20 años a partir de su entrada en vigor) una obra marítima
administrada por ambos países a través de un convenio vigente por 60 años a partir de
su apertura, cuyo término se acabaría a más tardar el 31 de diciembre de 2067.
En 1970 el gobierno panameño rechazó estos acuerdos, al considerar que no eran utilizables
ni siquiera como base para negociaciones posteriores, tomando la decisión de buscar un
nuevo proceso de negociación con Estados Unidos.
Por aquellos años, Torrijos intensificó su lucha diplomática para buscar apoyo concerniente al
caso del canal. Incluso el tema fue tratado en la reunión de los No Alineados en Colombo (Sri
Lanka) en 1976.
Después de arduas negociaciones, el 7 de septiembre de 1977 tuvo lugar en la sede de la
OEA en Washington la firma del Tratado del Canal de Panamá y el Tratado concerniente a la
neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal de Panamá, mejor conocidos como
Tratados Torrijos – Carter, llevada a cabo entre Torrijos y el presidente estadounidense Jimmy
Carter. Al evento acudieron representantes de 27 naciones del hemisferio, entre los cuales
había 18 jefes de estado. Cabe destacar que los únicos mandatarios extranjeros que
apoyaron principalmente a esta negociación fueron Carlos Andrés Pérez (Venezuela), Alfonso
López Michelsen (Colombia), Daniel Oduber (Costa Rica) y José López Portillo (México),
siendo este apoyo de vital importancia para el éxito de los Tratados Torrijos - Carter.
De regreso en Panamá, Torrijos convocó un plebiscito para ratificar los tratados, a realizarse
el 23 de octubre. El plebiscito tuvo una oposición en la que estuvieron grupos políticos
desplazados del poder político, de la democracia cristiana y sectores de la extrema izquierda.
La Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Central Nacional de Trabajadores,
exhortaron al apoyo a los Tratados expresando, que si bien no liquidaban inmediatamente el
enclave colonial, sí ponía fin al mismo. Advirtiendo que el peligro de una intervención es un
delito internacional y nunca puede ser un derecho de ninguna potencia. Las fuerzas populares
no conforme con lo pactado, valoraron lo esencial y coincidían con Torrijos en la lucha y
vigilancia continuada por su cumplimiento y para impedir futuras intervenciones de Estados
Unidos en Panamá. Había un duelo entre consignas como "panameño si votas sí estarás
traicionando a la patria, a la lucha histórica de tu pueblo, a tus mártires y a la esperanza de tus
hijos" o "panameño, si votas no será no al paraguas del Pentágono, no al derecho de
intervención, no al canal norteamericano" (ambas por el no). Al final, 506,805 panameños
salieron a votar y de los cuales el 67% votó por el sí, con lo cual quedaron ratificados los
tratados por parte de Panamá.
En Estados Unidos, a pesar de una intensa oposición (principalmente por parte de sectores
conservadores), el senado aprobó el Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá el 16 de
marzo y el Tratado del Canal de Panamá el 18 de abril. Los instrumentos de ratificación fueron
intercambiados el 16 de junio en Ciudad de Panamá y los tratados entraron en vigor el 1° de
octubre de 1979.
Estados Unidos conserva dos prerrogativas hasta que expire el contrato: el derecho de hacer
funcionar el Canal, disponiendo de las aguas y las tierras necesarias, y la responsabilidad
primordial de su defensa. La administración de la vía interoceánica y sus instalaciones,
confiada a la Comisión del Canal de Panamá, organismo público estadounidense regido por la
legislación de Estados Unidos y dirigido por nueve miembros (cinco estadounidenses y cuatro
panameños, todos nombrados por las autoridades de Estados Unidos, que también tienen el
poder de revocarlos).
Los tratados, que comprometían a que ambos países acordaran en forma amistosa y
cooperativa el proveer de una buena administración, operación y mantenimiento adecuado a
tal obra de ingeniería, están compuestos por:
Este tratado (que no tiene fecha de vencimiento) estipuló que el canal sería
permanentemente neutral pero advirtió que si por cualquier razón los barcos de Panamá o
de Estados Unidos debían pasar antes, tendrían el paso inmediato. Aquella rendija que
admitió Torrijos, tras las negociaciones, y que, en su estilo particular, identificó que:
“Panamá queda bajo el paraguas del Pentágono”. Nada buena aquella confesión y nada
de paraguas, más bien paraguón.
Conclusión
Un momento histórico vivimos hoy con la eficiente administración por los panameños, un
escenario en que se superaron los mitos y miedos infundados, y de lo equivocados que
estaban los detractores del Tratado, que en el Congreso de Estados Unidos señalaban que
“Panamá no tenía capacidad para administrarlo y que la corrupción endémica arruinaría su
administración”.
A pesar de injustos prejuicios, superado el trauma de una invasión, no solo los panameños
hemos ampliado el Canal, sino que la experiencia administrativa de los últimos 17 años ha
revelado una capacidad de gestión que supera las expectativas de los usuarios. Incluso pese
a problemas crónicos de violencia en un país fronterizo, los panameños, recurriendo a la
diplomacia preventiva, hemos sabido mantener una neutralidad sustentada en una sociedad
estable que es nuestro principal activo.
Sin embargo, nos encontramos ante el umbral de acontecimientos que pueden poner en
cuestionamiento la neutralidad de la vía interoceánica, precisamente cuando el liderazgo
estadounidense en forma recurrente invoca tradicionales esquemas de seguridad hemisférica,
presagiando aventuras guerreristas de la diplomacia de las cañoneras que se creían
superadas en la región. Mientras, se trastocan compromisos mundiales para mitigar los
cambios climáticos y se alienta retóricamente la amenaza de una conflagración nuclear en la
península coreana.
Después de 42 años transcurridos desde la firma de los Tratados Torrijos – Carter confirman
la dimensión histórica del general Omar Torrijos y su equipo negociador. Cumplidos los
derroteros y consignas, es necesario renovar el compromiso colectivo para edificar un futuro
con prosperidad. Alerta temprana, los recursos provenientes de peajes y demás actividades
del Canal, por más delicada que sea la función de los prácticos, no pueden ser consumidos en
ajustes exorbitantes.
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