Dresden
Dresden
Dresden
Marine alemana, botado en 1906, de 118 m de eslora y tres chimeneas, armado con 10
cañones de 105 mm, y el primer crucero alemán equipado con turbinas tipo Parsons y
cuatro hélices navales tetrapalas, que le permitían alcanzar 28 nudos, cuatro más
que su gemelo, el SMS Emden, con el cual constituía clase.
Los británicos no deseaban que el SMS Dresden se les escabullera y dieron una
batida de caza por toda la región austral sin encontrarlo.
El SMS Dresden navegó por los canales patagónicos en busca de refugio. Una vez
agotado el carbón, se mantuvo escondido en estrechos canales patagónicos chilenos
no demarcados geográficamente (isla Santa Inés e isla Santa Magdalena), por espacio
de varios meses y cambió de posición en muchas ocasiones, dentro de la misma zona.
El lugar más espectacular fue el fiordo de Quintupeu (42°5′41.17″S 72°33′16.40″O),
en cuya boca apenas cabía el SMS Dresden. Estuvo fondeado en Llancahué
(42°10′17.30″S 72°24′06.37″O), Porcelana (42°29′3.36″S 72°26′11.69″O), Cahuelmó y
Quintupeu. La tripulación sobrevivió gracias a la abundante caza, pesca y fuentes
de aguas naturales bebestibles, así como a la ayuda de algunos escogidos alemanes
residentes en Chile, tales como Harry Rothenburg y Albert Pagels radicados en Punta
Arenas (Chile). Estas personas gestionaron el aprovisionamiento de carbón, víveres
y noticias a la tripulación alemana.
Aprovisionamiento furtivo
Artículo principal: Quintupeu
El Dresden antes de hundirse en Juan Fernández.
Esa misma noche empezó la gloriosa estancia del Dresden en este maravilloso fiordo.
El aire tibio de verano, la banda tocando en cubierta, cerveza, cecinas de las
buenas, auténticas, fabricadas por los alemanes residentes y salchichas en fondos
con agua hirviendo, ¡no podía haber nada más estupendo después de tantas
privaciones! A la mañana siguiente, muy temprano, se empieza con el desarme de las
piezas dañadas. Todo el personal tenía algo que hacer, había que apurarse, pues era
de suponer que no podrían quedarse mucho tiempo, ya que ello contravenía la
Convención de La Haya. Se sacaron dos pesadísimas tapas de las calderas
semifundidas por las tremendas temperaturas a que habían sido sometidas, así como
ejes y partes de los comandos del timón. Todo fue trasladado al velero de la flota
de Oelkers que partiría rumbo a Calbuco y Puerto Montt. El personal, agotado, se
retiró temprano. Al otro día se continuó con la labor de desarme de las últimas
piezas dañadas con las que saldrían al día siguiente a las 5 de la mañana el
capitán Wiebliz, Albert Pagels y dos marineros en la lancha de vapor del buque,
rumbo a la isla Guar para ser entregados al mediodía en el solitario estero de
Chipué a la Elfeide, la goleta de Pagels comandada por su colaborador Schindling, y
llevarlos a reparar a Puerto Montt, estratagema meticulosamente elaborada con
anterioridad para no delatar la posición del Dresden.
Antes de partir con Pagels, Schindling entregó al capitán Wiebliz una bolsa con
correspondencia para el buque, recopilada por muy diferentes y extraños medios.
Enfilados a 182º magnéticos, rumbo que mantendrán por 10 millas para luego virar a
babor, a la cuadra de la isla Queultín y tomar el nuevo rumbo de 124º hacia la isla
Llancahué. Era un día soleado con mar plana y suave viento del NW. El pequeño motor
a vapor de la lancha resoplaba acompasadamente, manteniendo una velocidad, con
ayuda del viento, de 7 nudos que les auguraba una pronta llegada en unas 7 horas.
Faltando más de una hora para efectuar el cambio de rumbo en la isla Queltin, el
capitán Wiebliz, a instancias de los tripulantes, accedió a abrir el saco de la
correspondencia. Sobre todas las cartas se destacaba inmediatamente una caja
dirigida a uno de los marineros tripulantes, Otto Hunger, el corneta del buque,
quien con gran apresuramiento y ansiedad la abrió: era un grueso chaleco con cuello
de piel que le había tejido su madre, pues él en una carta se había quejado del
frío de los canales magallánicos. Con gran alborozo se lo pone a pesar de que no
correspondía a la temperatura veraniega. Al cambiar el rumbo hacia el oeste,
favorecida por el viento de empopada, la pequeña embarcación aumentó su andar a
casi 8 nudos, lo que les permitió llegar al buque con el sol aún alto.
En principio, su objetivo era tomar la ruta de los veleros, una vez abastecido de
un barco amigo, pero en lugar del abastecedor se encontró con su última presa. El
velero británico venía sin carbón suficiente, por lo que las estimaciones de
combustible para realizar semejante travesía le ponían en peligro de quedar a la
deriva en medio del Pacífico.
La gobernación chilena sólo ofreció 72 horas de reparación con sus propios medios o
internación. Estando en estos trámites, una fuerza británica compuesta por los
cruceros HMS Kent, HMS Orama y HMS Glasgow lo sorprendió fondeado, el 14 de marzo
de 1915.1 Lüdecke, imposibilitado de escapar o hacer frente, e intentando ganar
tiempo para preparar la nave para su hundimiento, hizo subir bandera de parlamento,
y envió al oficial Canaris al HMS Glasgow a parlamentar, pero los británicos lo
ignoraron y comenzaron a disparar.1 El Dresden hizo algunos disparos, pero una
batería de popa fue alcanzada muriendo siete tripulantes. El capitán Lüdecke ordenó
desembarcar la tripulación y preparar el hundimiento de su nave: Algunos miembros
de la tripulación hicieron explotar la santabárbara de proa y abrieron las válvulas
de fondo, para luego lanzarse a nado para alcanzar la orilla mientras el crucero
imperial comenzaba a hundirse a las 11:35.1
Los heridos más graves fueron atendidos por los mismos británicos y trasladados a
Valparaíso en el transporte Orama. Más tarde el crucero chileno Esmeralda se
presentó y trasladó a los restantes marinos a Concepción.
Es llamativo porque Wilhelm Canaris tuvo una larga relación con Chile, según lo
documenta Richard Basset en El enigma del almirante Canaris. Historia del jefe de
los espías de Hitler. Navegó por estas costas. Hizo ejercicios navales en Tierra
del Fuego y Chiloé. A bordo del Dresden, jugó al escondite en el Pacífico Sur,
durante varios meses, con la flota imperial británica en 1916. El Dresden fue el
único navío alemán que sobrevivió a la catastrófica derrota teutona en las
Malvinas, a fines del año anterior. Y cuando finalmente fue atrapado frente a las
costas de Juan Fernández, una última y habilidosa jugada del subteniente Canaris,
oficial de inteligencia a bordo, permitió que la tripulación desembarcara y
hundiera su barco, impidiendo así a los británicos darse el gusto de cañonearlo a
discreción. En premio a su desempeño fue el primer oficial autorizado a huir del
archipiélago chileno, donde se suponía que toda la tripulación del Dresden debía
permanecer internada hasta el fin de la guerra. La tripulación sobreviviente del
Dresden, Canaris entre ellos, fue internada en Chile, en la isla Quiriquina -frente
a Talcahuano- y pese a que formalmente eran prisioneros, el relajamiento de las
medidas de seguridad impuestas por la Armada permitió a varios de los oficiales
viajar a Concepción en más de una oportunidad. Demás está decir que la fuga de
Canaris (y, luego, de casi toda la tripulación) contó con el decidido apoyo de los
anfitriones.1
En agosto de 1915 se fugó junto a otros compañeros de armas desde Chile, desde
Osorno. Allí estaba alojado en la mansión Von Geyso, desde donde lo enviaron al
fundo Eggers, en Puyehue, a fin de preparar el cruce de la cordillera, lo que hizo
solo y a caballo. Al otro lado, en una de las puntas del Nahuelhuapi, era esperado
por otro integrante de la familia Eggers, que lo cruzó en bote hasta San Carlos de
Bariloche, ubicándolo por algunos días en la estancia de Luis von Bülow. Allí fue
recibido por el cónsul alemán Karl Wiederhold, quien le proporcionó ayuda.1
Además, fue reclutado por la inteligencia exterior alemana, dadas sus evidentes
dotes de actor y su conocimiento del idioma de Cervantes, siendo enviado a trabajar
a la embajada alemana en Madrid, donde estuvo un año ejerciendo funciones de espía,
para lo cual utilizaba como cobertura su falsa de identidad del chileno Reed Rosas,
agregando -cuando se lo preguntaban- que él venía de una pequeña ciudad del sur de
Chile llamada Osorno.
Pecio
El Dresden es hoy una atracción para buzos profesionales debido a la claridad del
agua en ciertas épocas del año, y se conserva aún en relativo buen estado, en el
fondo del puerto de la isla a unos 70 m de profundidad y a 516 m del embarcadero.
Muchas piezas de vajilla han sido extraídas por buzos lugareños.
En febrero de 2006 fue rescatada la campana de bronce de 155 kg del crucero por un
grupo de arqueólogos. Se exhibió durante un año en el Museo Naval y Marítimo de
Valparaíso en Chile antes de ser prestada a Alemania por las autoridades chilenas,
por un período de cinco años, en muestra de las buenas relaciones institucionales.
Actualmente se encuentra en el Museo Militar de la ciudad de Dresde.
Hay una pieza hecha de material fundido del Dresden en la Séptima Compañía de
Bomberos de Concepción, Bomba Alemana ubicada en Veteranos del 79 S/N
Para conmemorar el centenario del hundimiento del crucero ligero “SMS Dresden”, la
Liga Chileno-Alemana (DCB) inauguró el lunes 3 de noviembre de 2014 una exposición
itinerante con piezas originales halladas y documentos de la historia del SMS
Dresden. La exposición se abrió en la sede de la Liga Chileno-Alemana y luego
inició un recorrido por Punta Arenas, Puerto Montt, Concepción y Valparaíso. En
marzo de 2015, la exposición será entregada solemnemente junto a una segunda
réplica de la campana a la isla Robinson Crusoe para quedarse allí
permanentemente.3
El tesoro del Dresden
La nave navegaba rumbo a Alemania cuando estalló la Primera Guerra Mundial, agosto
de 1914. El comandante recibió la orden de efectuar la guerra de corso en el
Atlántico y, posteriormente, dirigirse a Isla de Pascua para integrarse a la
escuadra del almirante Maximilian von Spee. En noviembre, el escuadrón de cruceros
alemanes derrotó a una escuadra británica a 41 millas del puerto de Coronel en
Chile, y esta misma fuerza, al incursionar en el Atlántico, fue completamente
derrotada por otra escuadra británica en las islas Malvinas, salvándose solamente
el Dresden. El SMS Dresden sufrió múltiples averías en el combate de Las Malvinas.
Se ocultó en los canales patagónicos del sur de Chile donde fue ayudado y
aprovisionado por el ciudadano alemán Harry Rothenburg, que residía en Punta
Arenas. Aconsejado por Rothenburg, la nave puso rumbo al estero de Quintupeu, cerca
de Puerto Montt. Allí la nave terminó su reparación y continuó su navegación hacia
el norte, debiendo fondear en la isla Robinson Crusoe, pues ya no tenía carbón para
sus calderas. Finalmente fue localizado por varios buques de guerra británicos y
hundido en la bahía Cumberland.