Olga PDF
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EDITORIAL
ARTICULOS
NOTAS Y COMENTARIOS
BIBLIOGRAFIA
1990
Año XLV (Julio-Setiembre)
N° 177
SAPIENTIA
Propiedad de la Universidad Católica Argentina "Santa María de los Buenos
Aires'
REVISTA SAPIENTIA
Facultad de Filosofía y Letras UCA
Bartolomé Mitre 1869
1039 BUENOS AIRES — REPUBLICA ARGENTINA
LA PRUDENCIA
III
LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA
"el recto orden del obrar". Pero para que la ciencia práctica de la prudencia
llegue a ser virtud intelectual, se requiere la repetición de sus actos, que enri-
quecen a la inteligencia y facilitan su difícil actuación. La virtud de la prudencia
es una virtud intelectual, una ciencia práctica y a la vez una virtud moral,
porque ordena y preceptúa a las virtudes morales para llevarlas a su justo bien,
misión fundamental de la prudencia.4
Como dijimos antes, ella supone la recta ordenación de la voluntad adqui-
rida por los hábitos o virtudes morales, que la inclinan de un modo perma-
nente al bien moral o humano, a los que la prudencia aplica en la justa medida
racional a su bien, para evitar excesos de más o de menos y las dirige con su
imperio .5 La ciencia práctica) dei la prudencia no puede aplicarse sino para el bien
obrar humano.
Por eso, hay una prudencia individual, una familiar y otra política.13
La prudencia de la persona individual aplica las virtudes de la misma a su
fin en la recta medida.
La prudencia familiar se dirige principalmente a ordenar las virtudes del
jefe de la familia', para que conduzca a ésta a su fin correctamente, es decir,
a la promoción de los sexos, a la procreación y educación de los hijos. Por eso,
también la prudencia familiar debe estar en la esposa y en los hijos para orde-
narlos a cumplir sus deberes respectivos mediante las virtudes morales.
La principal es la Prudencia política, por tratarse, de ajustar las virtudes
morales de los ciudadanos al bien común de la sociedad política, que es el bien
moral superior y más, importante. En efecto, el bien común 09 el bien de toda la
comunidad de las personas: las condiciones necesarias para su recto, desarrollo
en los diversos aspectos: económico, político, social y cultura. Esta supremacía
del bien común confiere a la prudencia política una supremacía sobre las demás
Prudencias.16
Ahora bien, en este sector, la prudencici períenece . ante íodo, como dice
Santo Tomás, al Príncipe, es decir, al gobernante —sea cual sea' el régimen
gubernativo, monárquico, aristocrático o democrático—, pues es propio de la
prudencia imperar el acto bueno a la virtud y es al gobernante a quien com-
pete ante todo imperar a los súbditos lo necesario para lograr el bien común.17
Al súbdito como tal no compete la prudencia política; pero, como hombre
o persona individual debe poseer la prudencia de toda persona, que debe orde-
nar sus virtudes morales mediante la misma.18
1. Introducción
3. El ente: lo existente
Para probar que Santo Tomás no olvida el rango fundamental del ser,
sino que, por el contrario, le confiere la primacía absoluta sobre cualquier otra
11 S. Theol., I, q. 5, a. 2.
12 Cf. Comm. Met., IV, lect. 2.
13 Sobre el particular, cabe recordar el significativo aporte de Fabro, Gilson y de
Finance al problema del conocimiento.
14 Cf. Comm. Peri Herm., I, lect. 3, n9 31.
15 Cf. Comm. Met., IV, lect. 4.
16 Cf. Id., VII, lect. 17; Comm. Sec. Anal., I, lect. 3, n9 17.
"Falsch ist es, wenn jemand behauptet, Thomas hiitte dem 'esse' nie formell und aus-
driiklich den Sinn der Existen gegeben. Das hat er faktisch getan" (MANSER, G. M., Das
Wesen des Thomismus, Friburgi, 1949, pp. 549-550).
EL TRÁNSITO DE LA EXISTENCIA AL SER 171
sentencia sólo enuncia une necesidad lógica: "esto es" o "el ente es", algo "está
de hecho". Pero un juicio de actualidad del ente no debe confundirse bajo
ningún aspecto con el actus essendi o esse. Aun nos estamos moviendo en el
ámbito de la existencia o, si se prefiere, del existir de hecha de una determi-
nada cosa.
El esfuerza especulativo de Santo Tomás va aún más lejos: cabe penetrar
en lo más íntimo del ente para descubrir la proporción de las proporciones, la
radical inmanencia del acto de ser, y su insondable trascendencia. En este ámbi-
to el metafísico descubre la fuente de "irradiación inteligible", el ser con toda
su intensidad y mismidad, el ipsum esse rei.IS He aquí una de las cuestiones
mayores que olvida la escolástica. Perspectiva a la que tampoco divisó Man-
ser y que confundió Maritain con lo que él mismo denominara "filosofía
mística".19
Finalmente, y siempre en el ámbito de la reflexión metafísica, se alcanza,
como en una suerte de panorama, las perfecciones intensivas del actus essendi.
Perfecciones que se presentan como participaciones recortadas en la existencia
por una determinación esencial: "Todo ente, no siendo el ser mismo, tiene el
ser recibido en alguna cosa, mediante la cual el ser resulta restringido, y así
en todo ente finita una cosa es la esencia (natura) del ente que participa del ser
y otra cosa es el ser participado".2° Por consiguiente, el juicio de existencia abre
un camino a cuyo término el ente expresa con la categoría de participio su
participación en el ipsum esse.
En este rango inteligible, lo que est manifiesta por un lado, una composi-
ción esencial y, por el otro, una composición real? Mediante ésta, el ente (tó
ón) emerge del no ser (me ón) siendo, porque "el primer efecto de la creación
es el ser, antes que él nada es".212 De ahí que, para Santo Tomás, la diferencia
ontológica fundamental, que otrora señalara Parménides, se encuentra en la
relación dialéctica enes-esse. Más aún, la propia realidad del ente depende del
esse, porque "todo lo que está siendo" estriba en una limitada participación del
actus essendi. El mismo Aquinate lo expresa de esta manera: "el esse no es el
ente, sino aquello por lo cual el ente es (existe)".23 En efecto, el ser tomista
desentraña. al ente de la nada radical (confiriendo actualidad a toda lo que
le pertenece como tal); y lo hace un existente.
A nuestro entender, muchos equívocos se podrían haber evitado distin-
guiendo el "ser" perteneciente a la cópula del juicio, del "ser" entendido como
nombre; porque, mientras el primero expresa el sentido más radical del estar
siendo de una determinada cosa,, el segundo alude al sujeto que ejerce el ser.
En este ámbito, la significación verbal queda oculta tras el nombre. Fue éste el
sentido que se le otorgó generalmente al esse. De esta manera se opacó su
aspecto más profundo.
5. De la "existencia" al "esse"
24 Cf. MANSER, G. M., Das Wessen des TOMiS7121.18, ed. cit., pp. 508 ss.
25 Cf. Anal. Post., II, lect. 6, n9 4.
16 Cf. GREDT, J., Elementa Philosophicie aristotelico-thomisticae, v. I, Friburgi, 1937,
p. 4 y p. 104.
EL TRÁNSITO DE LA EXISTENCIA AL wat 173
una simple designación) que el ser es lo que existe o puede existir".32 En este
texto se refiere al ente, sólo él existe y, en este sentido, la existencia alude
exclusivamente a su estado de actualidad o de posibilidad. En la misma obra,
citando a Cayetano explica que: "la palabra «existencia», el concepto y el
nombre de existencia, designa la existencia misma desde el punto de vista de
la esencia, tanto que es una cierta densidad inteligible, es aquí la existencia
ut sígnificata, como aprehendida en su concepto, mientras que dado en el juicio
y en el verbo donde se expresa el juicio, la existencia es tomada ut exercita,
en cuanto ejercida" 33
32 "Saint Thomas est bien persuadé qu'un chien vivant vaut mieux qu'un lion mort,
quoi qu'il pense aussi, ce qui irrite certains, qu'un lion (vivant) vaut mieux q'un chien.
Et il est persuadé aussi que par delá tout l'ordre des étres, extra ~rae genes respecta totitus
esse, Dieta contient en soi toute la perfection de l'étre parce qu'a est l'Et-re méme ou
ter méme subsistant par sol (MAarrAIN,, J., Court traité de l'existence et de l'exis ' tant,
Paris, 1947, p. 64).
33 Id., pp, 64-65.
34 MARITAIN, J., en una obra editada en el año 1947, Da Bergson a Tornmaso d'Aquino,
dice que hay una supremacía de la "existencia" sobre la esencia; ahora bien, veinte años
después aclara el correcto sentido del término en un artículo publicado en la Reme Tho-
miste (cf. "Le concept d'existenoe", Reme Thomiste ,[19681, pp. 5-40). También véase el.
Court traité de l'existence et de teristant,, Paris, 1947, pp. 58-59.
35 MARrrALN, J., Le paysan de la Gamow, Paris, 1966, p. 198.
EL TRÁNSITO DE LA EXISTEITCIA AL SER 175
7. El ser y Dios
Dios se presenta, en el pensamiento tomista, como "algo" más allá de lo
cual el pensamiento no puede ir, porque resulta el término de toda búsqueda.
De ahí que hable de un ente supremo. Sabemos que nuestro conocimiento tiene
por objeto el ente y que, por lo tanto, Dios no se excluye de esta calificación.
Los textos, en la obra de Santo Tomás son elocuentes: "Aquel ser, pues, que
es ente subsistente, es necesario que no sea causado; ningún ente causado, en
efecto, es su ser",51 "sólo Dios es ente por propia esencia, porque su esencia es
su ser; pero toda otra creatura es ente participado, en cuanto que su esencia
no es su propio ser". Pero entonces, Dios, ¿es ente o ser? La pregunta parece
obvia, pero no lo es. Por ello conviene aclarar el tema.
Hemos dicho que nuestro conocimiento tiene por objeto al ente. Por lo
tanto, todo lo que se conoce se lo conoce bajo la razón de ente. Pero una cosa
es atribuirle a Dios la entidad, por analogía con lo conocido, y otra cosa es que
Dios resulte con "propiedad" un ente, objeto adecuado a nuestra inteligencia.
Conocerlo como ente no significa que Dios se reduzca a existir como un ente.
En los textos en los cuales Santo Tomás habla que Dios resulta un cierto "algo",
lo dice exclusivamente quoad nos, es decir, conforme a la naturaleza de nuestro
conocimiento. Pero una inteligencia de Dios no puede confundirse con la afir-
mación de lo que "Dios es", sin con ello no correr el peligro de entificar la
naturaleza divina. Lo que sucede es que el conocimiento de Dios rebasa nues-
tras posibilidades, de ahí que estemos tentados de verlo como una "cosa más":
`Sed Dei quidditas est ipsurin esse, unde est supra intellectum".53
que afirmaba con la fe? La prematura disociación del esse respecto de la sustan-
cia y la respectiva redimensión del ente confirma el supuesto que Santo Tomás
distingue entre el objeto de aprehensión intelectual (las formas esenciales) y
el objeto supremo del conocimiento, Dios.
8. Conclusión
00 S. Theol., I, q. 44, a. 2.
el Id., q. 8, a. 6.
EL TRÁNSITO DE LA EXISTENCIA. AL SER 183
de ahí ¿pe no quepa la asociación del esse con el de una simple res, por-
que su rango ontológico no se equipara al de una esencia. Confundir lo
esencial del ente con una esencia implica forjar una filosofía extraña al
tomismo, porque se asume un lenguaje que nada tiene que ver con la
filosofía de la que se parte. Lamentablemente esto ha sucedido con. quie-
nes han querido reforzar la tradicional tesis de la distinción entre la esen-
cia y el esse. La sinonimia entre el vocablo existencia y el actus essendi ha
sido la más grave herejía metafísica en el seno del tomismo. Por esta
razón, sería muy conveniente no otorgar al vocablo 'existencia' otro sig-
nificado en el seno del pensamiento tomista, fuera del conferido por su,
,autor, si con ello queremos evitar la confusión que aún se encuentra pre-
sente en muchos pensadores de la escuela. En realidad, debiéramos afir-
mar que lo existente participa del actus essendi, así como éste del Esse
Ipsurri. De ahí que el actus resulte el signo más evidente de la trascen-
dencia en la inmanencia y la fuente de la cual todo lo existente existe.
Por otra parte, el desafortunado recurso mariteniano a atribuir el
rango de 'Filosofía existencial' al tomismo, causó no pocos equívocos,
porque se ha pretendido asimilar a Santo Tomás a los más encumbrados
existencialistas de nuestro tiempo. El error era más de tenor nominal que
real: ni Maritain, ni Gilson han pretendido asimilar el tomismo al rango
de un existencialismo antiesencialista. Por el contrario, ellos buscaban alejar
definitivamente de las entrañas del tomismo el resto de formalismo que
aún permanecía en los seguidores de Santo Tomás. Lamentablemente, la
sinonimia entre el vocablo existencia, con el esse tomista, no contribuyó a
disipar las dudas y cavilaciones en torno a su correcto significado.
3. Para evitar que el ente se 'devore' al ser, conviene no usarlos como sinó-
nimos, sino en su significado original (otorgado por Santo Tomás): El
esse resulta la actualidad de todos los actos 62 y, por lo tanto, lo que hace
ser al ente; el esse no es la existencia, sino "el acto del existente, en cuanto
es ente",63 de ahí que una cosa sea el "ser como acto" y otra el acto de
ser (actus essendi).
62 De Pot., q. 7, a. 2, ad 9.
63 In 1 Sent., dist. 19, q. 2, a. 2, sol.
184 CARLOS R. laza
CABLOS R. KEL Z
Roma
04 De Pot., q. 1Z, a. 1, ad 2.
ARTE Y CONOCIMIENTO
10 E. CusoN, Peinture et réalité, Vrin, Paris, 1972, pp. 236-237. Y otro tanto ocurr*
con la música: "Lo que supone esta interpretación de la experiencia musical es que el
placer que implica fluye de la aptitud de las potencias sensibles humanas para percibir
relaciones inteligibles bajo la forma de cualidades sensibles. Al usar la palabra percibir
queremos decir que esta experiencia es radicalmente distinta del conocimiento intelectual,
pero sostenemos también su naturaleza esencialmente cognoscitiva, así como la naturaleza
esencialmente inteligible de su objeto". Cf. E. GILSON, Pintura y real4diad, Aguilar, Madrid,
1961, p. 157.
CONTEMPLACION Y DIOS EN ARISTOTELES
II
III
Queda aún por develar la razón por la cual es necesaria la identidad sujeto-
objeto en el caso del acto divino, ya que la aludida superioridad de Dios res-
pecto de cualquier otro posible objeto de pensamiento no parece ser motivo
suficiente para tal identidad, si se piensa, por ejemplo, que el hombre aprehende
formas inteligibles antológicamente inferiores a su propia forma sin por ello
degradarse o perder su posición en el reino animal.
Para resolver este asunto deberemos considerar ciertos supuestos de la
doctrina aristotélica del conocimiento abstracto.
En el libro VI lo divino, objeto de la teología, es caracterizado como sustan-
cia inmóvil, separada de la materia y eterna= En el XI hallamos un pasaje
paralelo en el cual lo divino es considerado principio y soberano.23
Antes de entrar en el contenido del libro XII, es preciso realizar una aclara-
ción preliminar. En la estructura general del pensamiento aristotélico la "teolo-
gía" no es propuesta como una ciencia que tenga por objeto el conocimiento
de Dios en sí mismo sino solamente como una indagación que considera la divi-
nidad suprema como causa primera del movimiento del cosmos, en una pers-
pectiva que parte del mundo sensible para determinar la necesidad de la
existencia de Dios.24 La naturaleza de Dios se irá develando mediante las nece-
sidades que el planteo demostrativo exija.
En el capítulo cuarto Aristóteles se plantea la pregunta por los principios.
Concluye diciendo que no existen principios comunes para todas las categorías,
ya que no hay nada común y distinto aparte de la sustancia y las demás catego-
rías, de modo que la unidad de los principios debe ser entendida en sentido
analógico .z La afirmación de tal unidad supone el relevamiento de una identi-
dad de funciones en los varios campos de la experiencia?5 Forma, materia y
privación son los mismos sólo por analogía. Por contraste, la primera sustancia
será un principio común a todas las cosas, pero solamente en cuanto causa últi-
ma de movimiento y queda descartado desde ahora que pueda ser considerada
principio común en el sentido de "elemento" cuya naturaleza sea participada
en las demás sustancias o en las otras categorías.
En el capitulo quinto introduce la causalidad de los astros divinosffl La
generación y corrupción están garantizadas en su eternidad y necesidad por el
movimiento circular de los astros. El movimiento oblicuo del sol respecto del
ecuador lo aleja y lo acerca de los hemisferios terrestres produciendo alternati-
vamente la corrupción y la generación. De un modo gradual los primeros capí-
tulos nos acercan al contenido de la segunda parte del libro XII, donde el tema
de Dios es desarrollado. Así como los astros son causa motriz de las sustancias
corruptibles, los motores inmóviles son causa del movimiento de los astros y
IV
Aijet. XII 5,. 1071 a 36. Cf. NATAL; op. cit., p. 69. El cielo de las estrellas fijas es
causa de un movimiento uniforme, paralelo al ecuador y siempre idéntico respecto de la tierra
mientras que el movimiento eclíptico del sol es causa de la alteración de la generación y
la corrupción. El primer motor mueve la esfera de las estrellas fijas y ésta causa uno de los
movimientos del sol, el cual tiene además otro movimiento propio no reconducible a la
influencia del movimiento de las esferas superiores, que, es causa de la irregularidad.
29 Met. XII 6, 1071 b 6-11. Algunos comentadores (entre ellos, Owens, Bonitz, Tricot
y Reale.) entienden que la brevedad del pasaje exige considerar la demostración de la eterni-
dad del movimiento que ofrece Aristóteles en el libro VIII de la Física (251 a 8- 252 b 6).
La demostración de la eternidad del tiempo, más articulada que la anterior del movimiento,
apoya la precedente en cuanto e! tiempo es una afección del movimiento, aunque Berti la
considera completamente secundaria. La argumentación por el absurdo es la siguiente: si
el tiempo no fuese eterno, debería tener un comienzo y un fin; en tal caso habría que
suponer un tiempo anterior al comienzo y uno posterior al fin, pero eso es imposible: no
puede haber un "antes" y un "después" si no hay tiempo.
30 BERTI, Op. cit., p. 148: según este autor, esto significa que el discurso astronó-
mico no solamente no es esencial a la estructura lógica de la argumentación aristotélica sino
que representa un inútil distractor sin rigor lógico.
31 Met XII 6, 1071 b 17-20.
32 A continuación Aristóteles examina una serie de objeciones posibles a los varios
momentos del razonamiento precedente. El primer punto en cuestión es la precedencia del
acto respecto de la potencia: es necesaria una causa motriz que ponga en movimiento al
ente en potencia, la cual debe estar en acto y ser acto puro. Aristóteles rechaza las afirma-
ciones de los teólogos que hacen de la noche o de una mezcla homogénea potencial el
origen de todas las cosas (Cf. Met. XII 6, 1071 b 26-31). Para Aristóteles las mismas cosas
siempre han sido, sea en ciclos, sea de otro modo (Cf. Met. XII 6, 1072 a 7-9). La potencia
sólo precede al acto en un sujeto panicular antes del movimiento, pero en sentido absoluto
el acto es anterior a la potencia.
CONTEIMPLACTÚN Y DIOS EN ARISTÓTELES 195
Nos detendremos ahora en el famoso pasaje que nos explica el modo cómo
el cielo de las estrellas fijas se asegura su propia continuidad:
..."De modo que el primer cielo ha de ser eterno. Entonces hay algo
que lo mueve. Puesto que lo que es movido y a su vez mueve es inter-
medio, hay algo que mueve sin ser movido, algo eterno que es sustancia
y actualidad. Así mueven el obleto del deseo y el objeto del pensamiento,
sin ser movidos. Los primeros de éstos son los mismos. Pues el bien apa-
rente es el objeto del apetito pero el bien primero es objeto del deseo
racional. Deseamos según nuestro parecer, más que nuestro parecer sea
según lo que deseamos : el principio es la intelección. El intelecto es
movido por lo inteligible y la otra columna es inteligible per se. Y de
esta columna, la sustancia es primera. Y la simple y en acto. (No es lo
mismo uno y simple, pues uno se refiere al número en tanto que simple
se refiere al modo cómo se es). Lo buenoy lo elegible per se se hallan
en la misma columna; y lo primero es siempre mejor o análogo a lo
mejor".06
Así, el problema de explicar cómo algo inmóvil ejerce su acción motriz
es resuelto por Aristóteles mediante la apelación al carácter deseable per se e
inteligible en primer grado de esta sustancia en acto. Puede suponerse en con-
secuencia que el primer cielo posee un alma capaz de inteligir y desear. Como
bien se ha dicho, de alguna manera la doctrina de la animación de los astros ya
está implícitamente admitida aquí.37
3 En tal sentido coincidimos con la apreciación de SIM111,. (Cf. "The Activity of Inmo-
bility" Etudes sur la Met. d'Aristote, p. 231).
34 BERTT, Op. Cit., p. 156.
;35 An. Post. 95 b 37. De Gen/. et Carrupt. 337 a 1 y sigtes. Aristóteles considera que no
hay por qué temer que los astros se detengan, a pesar de las apreciaciones de los físicos
(Cf. Met. IX 8, 1050 b 22-24).
36 Met. XII 7, 1072 a 23-b 1.
37 NATALI, Op. cit., p. 83.
196 BEIATRIZ BOSSI DE KIRCH:NER
313 Cf. Met. I 986 a 23; K, 1066 a 15; Física, 201 b 25; Met., 1004 b 27; De Gen. et
Corrupt. 319 a 15; De Sensu 447 b 30; 448 a 16; An. Post. 670 b 21.
39 Met. XII 7, 1072 b 1-4.
40 Cf. NATAL' op. cit., p. 84.
41 Met. XII 7, 1072 b 13-14.
42 Cf. NATAL!, op. Cit., p. 85.
43 Met. XII 7, 1072 b 6-7: la sustancia eterna móvil puede ser diversa según el lugar
(aunque no según su esencia).
44 Cf. SKEMP, op. cit., pp. 235 y 244.
CoNTEmPLAczóav Y DIOS EN ARISTÓTELES 197
47 NATAL', op. cit., pp. 86-7. El autor concluye que la diferencia entre nuestro pensa-
mientoely de Dios no es sólo de grado, como se dice en un primer momento (1072 b
14-15; 24-25) sino támbién de calidad (1072 b 25-26). Nuestra capacidad está liMitada
por la fatiga corporal (Cf. EN 1175 a 3; De Somno, 454 b 8).
48 De Anima, 430 a 2-4.
49 De Anima, 429 a 20-22.
50 De Anima, 429 a 15-18.
51 Cf. OWENS, op.. Cit., , p. 212; 227- 228.
CONTEMPLACIÓN Y Dips EN ARISTÓTELES .19
Este autor distingue dos tipos de pensamiento: uno que depende del objeto
exterior y otro que es completamente autosuficiente. Y deduce que si para
poder pensarse a sí mismo el intelecto debe primero pensar las formas ("el inte-
lecto se intelige a sí mismo por participación del inteligible"), que el intelecto
se intelige a sí mismo significa que piensa los noetá que ha llegado a ser a
través del primer estadio de pensamiento. Así concluye que "pensarse a sí
mismo" es pensar las propias entidades mentales, dado que Aristóteles usa
regularmente la expresión "el intelecto se piensa a sí mismo" para describir el
pensamiento puro abstracto, y para diferenciarlo del pensamiento de las cosas
que tienen materia. Se trata, en suma, de derribar la interpretación tradicional
según la cual el primer motor es presentado como un Narciso celestial que mira
alrededor para buscar la perfección que desea contemplar y no hallando nada
mejor que sí mismo se encierra en su postura de permanente auto-admiración.
VI
55 CLARK, Aristotle's Man, Oxford, 1975, p. 179. El caso del Dios de Aristóteles, sin
embargo, no puede asimilarse al de Dios en Santo Tomás, quien intieligiéndose, intelige
todas las otras cosas en cuanto es principio de las mismas.
- CONTEMPLACIÓN Y DIOS EN ARISTÓTELES 201
Por su parte, Owens sostiene que Dios se conoce como causa sin ningún
conocimiento del efecto. No obstante reconoce que no hay una respuesta directa
a esta cuestión en el texto de Aristóteles, fuera del carácter enteramente simple
y no proposicional del conocimiento de las sustancias separadas.60
Precisamente por ser simple, parece poco probable que solamente sea
de uno de los términos de la relación (la noción de causa implica la de efecto).
Más bien habría que suponer que Dios no se plantea su ser en términos de
causalidad, y que su pensamiento se cierra en sí como una esfera sin apertura.
VII
1 Las discrepancias en cuanto al orden en que han de leerse los libros de la Política
se mantiene a partir del cuarto libro, siendo total la unanimidad respecto a los tres primeros
La ordenación de W. L. Newrnan, 1887 - J. Marías, 1951, se distancia de la tradicional de
la forma siguiente: L. IV (VII), L. V (VITI), L. VI (IV), L. VII (V), L. VIII (VI),
(entre paréntesis la clasificación tradicional). Otras ordenaciones a tener en cuenta son:
I. Bekker, 1831. B. Saint-Hilaire, 1837; Faton, 1855; Bekker-Susemihl, 18554872. A estos
intentos de dar unidad a la Política de Aristóteles se une la voz de W. Jaeger, para quien
cualquier intento de ordenación resulta vano para dar orden a un todo que de sí carece
de unidad.
2 X, 9, 1180b —final.
3 Etica a Nicómaco, X, 9, 1181a 12-14.
SAPIENTIA, 1990, Vol. XLV
206 MARGARITA MAURI ÁLVAREZ
5. La virtud
La virtud caracteriza al hombre bueno y al buen ciudadano. Por la virtud
se llega a la felicidad ya sea individual o de la pais, por esta razón, la finalidad
del legislador ha dé encaminarse a proponer por las leyes y la educación la
virtud de los ciudadanos que tiene a su cargo. Cada ciudadano ha de tener
como tal la virtud que le corresponde según sea su cargo en la ciudad, por eso,
la virtud del gobernante es diferente dé la de los gobernados porque es dife-
rente la virtud del que manda y la virtud de los que obedecen: las virtudes son
las mismas, pero desarrolladas en grados diferentes. Ya al finalizar el Libro
Aristóteles ha entrado en esta cuestión al analizar las relaciones en el seno de la
oikia. ¿Ha de tener el hombre en su función de señor, marido y padre las
mismas virtudes que sus subordinados por naturaleza, esclavos, esposa e hijos?
La respuesta es la misma que encontramos después en el L. III, cap. 4, la vir
tud es la misma en grado diferente según la relación que se establece entre
quien gobierna y quien es gobernado.
El régimen mejor 25 será, pues, el que en mayor medida contribuya a la
felicidad de la ciudad. Partiendo de la definición de felicidad que hallamos en
la Etica a Mcómaco —la felicidad consiste en el uso perfecto' de la virtud— 26
el régimen mejor es el que promueve la virtud de los ciudadanos, es decir,,
su bien.
hacerlo y lo, hace bien, y obedece el que por naturaleza no puede hacer otra
cosa, y obedece bien (es virtuoso, pues el esclavo no deja de ser hombre y por
ello participa en el grado de virtud que le corresponde).
Sin embargo,. Aristóteles no puede obviar la cuestión de la esclavitud por
convención, la situación del que es dáulos a consecuencia de la ley que acuer-
da que "lo cogido en la guerra es de los vencedores". Si bien se dice algunas
veces que la victoria en el combate se inclina a favor de los que son virtuosos
(que sería tanto como afirmar que los perdedores vienen a serlo por su condi-
ción moral) hay que reconocer —dice Aristóteles— que esto no es tan claro pues
la causa de la guerra puede ser injusta.
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LA TEORIA DE LA CIENCIA DE GUILLERMO DE OCKHAM
UNA IMAGEN PROSPECTIVA
LA NOCION DE CIENCIA
8 OCKHAM, Summula Philosophia Naturalis, St. Bonaventure, Nueva York, 1984, II,
cap. 3.
9 Ociaum, I Sent., Prologus, q. VIII, p. 208.
10 OcxHAM, o. c., q. VIII, p. 212.
11 OCKHAM, O. c., q. IX, p. 221 y ss.
LA TEOldA. DE LA- CIENCIA DE G. DE, OCKHAM 215
b) Conclusiones
Para confirmar la primera parte de esta tesis aduce ejemplos: una misma
realidad puede ser conocida por los sentidos y también por la inteligencia; algo
puede resultar conocido intuitiva y abstractivamente; todo aquello que puede
ser objeto de ciencia puede ser también objeto de error o de opinión.
El Venerabi Inceptor retorna aquí una idea expuesta en el inicio del Pró-
logo al Comentario a las Senteocias: el conocimiento intuitivo y el abstractivo
no pueden distinguirse por sus respectivos objetos, que son exteriores; y anuncia
que las tratiornes según las cuales se distinguen los objetos formales referidos a
un mismo objeto material no son intrínsecas a las cosas; se trata de compara-
ciones hechas por la inteligencia.2a
Hemos señalado que la ciencia comprende el conocimiento de los, términos
complejos e incomplejos, de los principios y conclusiones como así también de
las refutaciones de errores y falsos argumentos, comportando su metodología
tres estadios en tanto procede analizando, definiendo y sintetizando; en tal
sentido es conceptualiza. da por Aristóteles en el Libro I de la Fístiea,22 el Libro I
de los Analíticos Posterriores;23 y el Libro III de la Metafiska.24 De manera
que, así entendida, la ciencia no tiene unidad numérica sino que comporta una
gran variedad en hábitos distintos no sólo específicamente, sino también —en
algunos casos— genéricamente hablandoY5'
El capítulo primero de la Summula Philósophia Natura se inicia con el
análisis lingüístico del término "unidad". Según Ockham lo numéricamente
uno puede entenderse de dos maneras: estricta o propiamente connota aquello
que es por sí mismo una unidad, cual es, por ejemplo, el caso de Dios o del
.compuesto; pudiendo además tomarse de un segundo modo amplio e impropio,
!constituyendo entonces unidad la sola agregación de muchas realidades especí-
fica o sólo numéricamete diversas. Y en punto a esto resulta evidente que la
,unidad que caracteriza a la ciencia no es la de un ser substancial, sino que
se trata más bien de la relativa coherencia que guardan las partes entre sí .26
Además se comprueba experimentalmente que cuando algo constituye en
.sentido propio una unidad, cualquier modificación parcial que le acontezca
es concomitantemente una modificación del todo; pero analizando en particular
,e1 caso de la ciencia puede observarse que el estudio de algunos de sus aspectos
precede a la consideración de otros, e incluso en el hipotético caso de que se
cometiese un error, éste afectaría tan sólo a una conclusión y no a la totalidad
cuerpo doctrinal; lo cual, ciertamente no sería verdadero si la ciencia
tuviese una unidad conforme al primero de los modos establecidos. Conclusión
sque, por otra parte, aparece confirmada en tanto se considere que
"a los actos específicamente distintos les corresponden hábitos que tam-
bién son distintos en cuanto a su especie; ahora bien, los actos corres-
pondientes a las distintas conclusiones se distinguen específicamente y,
por tanto, también los hábitos";27
• OCKHAM, o. c., p. 212.
22 ArtisTáTFT-Es, Phys., 184 b 25-185 a 5.
23 ARISTÓTELES, And. Post., 76 a 31-32.
24 ARISTÓTELES, Metaf., 995 a 28-9.
25 OCKHAM, I Sent. Prol. q. 1, p. 9.
26 OCKHAM, Sumsn«. Phil. Naturaiis, I, cap. 1.
• OCKHAM, o. c., íb.
218 OLGA E. LARRE - J. E. BOLZÁN
Para Ockham, por el contrario, toda distinción real de los hábitos supone
una distinción real de los actos correspondientes, y consiguientemente de las
ciencias que ellos conforman. Su propósito general es, de este modo, traducir
todo lenguaje abstracto al universo de los individuos; de tal manera que, en su
sistema, la unidad de una ciencia resulta sólo del relativo orden que las distintas
partes guardan entre sí; mientras que para Santo Tomás dicha unidad depende
de un término final que es el género con relación al cual existe esta ciencia.'
En función de esta misma doctrina de la unidad de la ciencia se plantea
una discusión con Escoto para quien resulta imposible que un mismo conoci-
34 "Responden quod metaphysica, quantum ad illud quod de Deo considerat est simr
plicitér scientia quia est secundum quid propter quid, idea ad metaphysicam seeundumquid
pertinent illae veritates" SCOTUS, Repartata Parisiensia, Prol. III, Quaestiuncula 1.
35 AVEI<ROES, In Arist. rhysicam, 1, c. 5, t. 88 (ed. Iuntina, Venetiis, 1550, IV, ff. 22
vb, 23 v2),
36 OCKHAM, Sent. Prol. q. 1, p. 11.
- 37 ARISTÓTELES, Eth. Nic., 1139 b 14-17 en donde enuncia las cinco virtudes diano-
éticas: arte, ciencia, prudencia, sabiduría y razón, intuitiva.
3 OCKHAM, Expositio in libros. Physicorum, St. Bonaventure, N.Y., 1984, Prologus.
22g OLGA E. LABRE - J. E. BOLZÁN
de la tierra no nos produce ninguna idea propia acerca del sol. Toda intuición
supone normalmente que el sujeto cognoscente padece la acción de la cosa per-
cibida; y cada vez que el espíritu entra en posesión de un nuevo conocimiento,
incomplejo y propio es necesario un nuevo contacto con lo real.
Ockham continúa su exposición diciendo que el sujeto no contiene virtual-
mente la propiedad que se le atribuye, es decir, que no siempre es causa.39
Muestra en seguida que el conocimiento distinto del sujeto y de la propiedad
no basta para producir la evidencia de la proposición inmediata donde la sola
percepción intuitiva del sujeto designado no nos produce un conocimiento evi-
dente del mismo: sólo experimentalmente podemos conocer que el calor se
comunica, mientras que la blancura no.
Advierte, por último, que el conocimiento distinto del sujeto y aquel del
predicado no bastan siempre y en todos los casos para engendrar la evidencia
de la proposición necesaria que constituyen. Y aun cuando se admita que el
conocimiento de los principios contiene el de las conclusiones es imposible soste-
ner que el conocimiento del sujeto produce el del predicado. Desde el punto de
vista del conocimiento, el sujeto goza de una cierta primacía que no implica
causalidad.4°
Finalmente, Ockham enumera sistemáticamente aquello que según su Grite--
río no corresponde a la razón de sujeto, esto es: tanto el contener virtualmente
los predicados cuanto el ser motivo de determinación y especificación para la
ciencia, fundamento de su dignidad y objeto primero de conocimiento. De este
modo lo que en sentido propio pertenece a la razón de sujeto es el subyacer a
los predicados en una proposición; ser, por tanto, el referencial de la predi-
cación misma.41
Por tanto:
1) El sujeto de una ciencia, completo o parcial, es inseparable del sujeto--
de una conclusión.
2) El sujeto nunca es directamente conocido: sólo puede ser objeto de
conocimiento en tanto es una parte de la conclusión.
Ahora bien, 1) estas palabras nunca fueron escritas por Santo Tomás; 2)
más aun, no concuerdan con su pensamiento explícito; 3) están fuera de
contexto.
1. La frase está tomada del capítulo 14 del libro IV del opúsculo "De
Regno" (también titulado "De regimine principum") que Santo Tomás co-
menzó a redactar respondiendo a un pedido del rey Hugo II de Chipre que le
solicitara una síntesis de filosofía política. El reino de Chipre, ocupado por los
cruzados con el fin (o el pretexto) de evitar una invasión turca, fue vendido
por Ricardo Corazón de León en 1181 a Hugo de Lusignan (abuelo de Hugo II).
A pesar de sus buenas intenciones el rey extranjero sólo fue aceptado a regaña-
dientes. En 1233 hubo una revuelta contra Enrique, el padre de Hugo II y los
chipriotas lograron la adopción de la legislación del reino franco de Jerusalem,
en donde las "ligas" debían aprobar las decisiones' importantes del rey (como en
la mayoría de los países 'europeos).
Hugo II, tal vez deseando ampliar el poder real apoyándose en razones
sólidas, pidió a Santo Tomás, ya entonces considerado como una de las mayores
autoridades intelectuales de la cristiandad, los principios de una política justa.
En 1266 el Aquinense organizaba las Facultades de Teología y de Artes en el
"Studium" de su Orden religiosa en. Roma, a la vez que enseñaba, en el de la
Curia Romana; comentaba en sus cátedras los libros de Jeremías y de Trenos;
dirigía las disputas escolásticas sobre la potencia divina; tenía debates "de quo-
Pero hay otros índices muy claros: en el capítulo 20 del libro Hl trata de
la muerte del emperador Rodolfo de Ausburgo, ocurrida en 1292, diez y ocho
años después de la del Santo; en el capítulo 8 del libro IV afirma que los fran-
ceses lograron reinar en Sicilia por haberse adaptado al modo de ser de los
nativos cuando en realidad el despotismo de Carlos de Anjou era resistido vio-
lentamente (la resistencia culminó con las famosas "vísperas sicilianas") . El
mismo Tolomeo afirma que fue confesor de Santo Tomás; consta que murió
en 1327, cincuenta y tres años después que Santo Tomás. No se sabe cuándo
nació, pero en esa época el promedio de vida no llegaba a los sesenta años; si
los hubiese vivido tendría cinco o seis cuando, según él, habría tratado con el
Aquinense en Nápoles, en 1272. Si llegó a los setenta, no tendría más de quince
o diez y seis y no podría ser sacerdote. Para salvar su afirmación algunos autores
lo hacen más que octogenario: es posible que lo fuere, pero queda en pie que
sus informaciones no son muy confiables.
"El Filósofo introduce la fábula de la unión de Marte con Venus que relata
Hesíodo, de la que infiere que si se abstuviesen (los soldados) de las mujeres
e inclinarían a los hombres. Por eso Aristóteles reprueba la opinión de Platón
porque es menos mala la relación con mujeres que el caer en vicios viles. Por
eso dice San Agustín que las prostitutas hacen en el mundo el papel de las
sentinas en el mar o la cloaca en el palacio; quita las prostitutas del mundo
Y lo llenarás de sodomia" (De Regno, IV, 14; 1073).
NOTAS Y COMENTARIOS 227
Con esta base bíblica desarrolla en diversas obras, sobre todo en la Suma
de Teología, II parte, su teología moral. En ella asienta que siendo libre la
voluntad, el hombre puede ya seguir las tendencias propias de su condición ra-
cional, ya actuar irracionalmente cediendo a sus pasiones. De ahí que sea nece-
sario, para obrar rectamente, que la voluntad desarrolle hábitos conformes
a las exigencias de realización de la persona, es decir, virtudes. La virtud es
el hábito, que inclina a la voluntad a obrar correctamente, eligiendo el medio
entre el exceso y el defecto (S. teol., 1-11,6-66).
Quien sostiene que se deben evitar los deleites superfluos porque llevan a
excesos que desvían del término medio en el que consiste la virtud y que la
virtud es el hábito que inclina al hombre a obrar correctamente, es decir, con-
forme a su condición de persona no podría aceptar la prostitución legalizada.
Al tratar de la, lujuria afirma: "Sin duda alguna, la lujuria es pecado" (Sumas
tea, II-II, 153,3) y agrega: "Es manifiesto que la lujuria es un pecado capital"
(ib., 153,4). Al estudiar la fornicación como forma de lujuria, escribe: "Abso-
lutamente, sin ninguna duda hay que sostener que la fornicación simple (no
adúltera) es pecado mortal" (tb., 154,2).
Por desgracia, para muchos lo malo es sólo lo prohibido por la ley positiva
y lo bueno lo permitido por ella. La legitimación jurídica de la prostitución hará
que se la considere como una actividad no sólo lícita sino hasta necesaria. Este
tipo de argumentación —y no textos apócrifos atribuidos a Santo Tomás— es
la que pretenden imponer los empresarios nacionales o internacionales del
lenocinio.
La preocupación sanitarista, que parece inspirar el proyecto de legitimación
de la prostitución podría más bien volcarse a la búsqueda de soluciones a los
problemas que padecen quienes, faltos de solidez en sus principios éticos u
olvidándose de ellos en momentos de crisis, creen que comprando o vendiendo
placer físico podrían supnrar ya situaciones conflictivas, ya desajustes psíquicos,
ya fallas afectivas, ya carencias o apetencias económicas, sin reparar cómo
de ese modo envilecen la dignidad de la sexualidad humana. La legislación
sólo tiene sentido como medio de promoción del bien común que incluye no sólo
valores económicos y materiales sino ante todo morales y espirituales, es
decir, específicamente humanos.
4. En conclusión: carece de todo fundamento y es abusivo el pretender
apoyarse en la autoridad de Santo Tomás de Aquino para justificar la legali-
zación de un mal que él mismo declara moralmente ilícito y gravemente peca-
minoso. Esto, no significa que la autoridad civil deba punirlo. Los actos de
gobierno deben estar regidos por La prudencia (Suma teol., 1-11, q.50, a.2) ; y es
netorio que los valores éticos —salvo en sus principios generales— no son
conocidos y por ende aceptados igualmente por todos, aun los que afectan la
dignidad de la persona humana (Suma tieo/., q.94, a.4). Por ello la 'coacción
jurídica puede ocasionar males mayores que los que de hecho se dan: es
propio del legislador prudente tolerar males menores para evitar otros 311á3
graves (Sumas tea, a.3, ad 2m.),
230 GUSTAVO E: .PONFERBIADA
* BArrisTA MON-DIN, L'uomo libero; Dina Editore, Roma, 1989, 257 pp.
NOTAS Y COMENTARIOS 231
El único que 11eva a cabo hasta: el fin esta obra es Santo Tomás de Aquino.
Para él la libertad es fruto, primeramente, de la inteligencia, como causa final,
que señala, el fin del hombre, que. es el bien .especificante de la voluntad. A su
vez la libertad es fruto de la voluntad, que, como causa eficiente, está .espe-
cificada formal y necesariamente por el bien en sí o felicidad, que le presenta
el entendimiento; ,pero que es libre en cuanto a los,medios o bienes finitos en
busca de esa felicidad; porque todos ellos participan de ese bien, pero ninguno
se identifica plenamente con él. Santo Tomás prueba la existencia de la libertad
con argumentos antropológicos —por la conciencia, principalmente— y meta-
físicos, y por la exigencia de la misma que implican la moral, el derecho, ,e1
premio y el castigo y otros aspectos de la vida humana, que no tendrían sentido
sin la libertad. En una palabra, la doctrina tomista de la libertad es la que
,se conforma con su auténtica realidad, bien esclarecida y filosóficamente fundada.
fuera nada como pretende Sartre, no habría quién pudiera afirmar que todo
ea nada.
Los seres materiales, hasta el animal inclusive, están hechos por la natu-
raleza, son y obran siempre del mismo modo, de acuerdo a las leyes naturales
con. que Dios losi ha creado y dirige; son seres acabados, qué, obran incons-
ciente y necesariamente. En cambio, gracias a su espiritualidad inteligente y
libre, el hombre es un ser incompleto, quien con su libertad dirigida por la
inteligencia puede y debe realizarse según un modelo que él mismo se traza.
De allí la importancia de la decisión de la libertad, que hace al hombre dueño
de si y de su destino. El hombre, en su actividad espiritual, es independiente de
todo ser, fuera de Dios, que, como veremos, lejos de destruir su libertad la hace
posible y la asegura.
Por otra, parte, este ser absoluto del hombre no excluye, sino al contrario,
supone y se apoya en la intervención del Ser de Dios, en su libertad. Esta
intervención divina, lejos de destruir la libertad humana, interviene en ella
y la asegura. Porque todo ser, aún el de la actividad libre, depende inmediata
y esencialmente del Ser divino, sin el cual nada sería. La creatura no es ser,
sino que lo posee contingentemente y dependiente del único Ser que es Dios.
Por eso la intervención del Ser divino es siempre necesaria en cualquier ser,
aún ten la libertad, respetando siempre la naturaleza de tai ser. Por eso Dios
mueve a la libertad del hombre, sin. modificarla en cuanto tal, en cuanto liber-
tad. En definitiva, la necesaria intervención del Ser divino —fuente necesaria
de todo ser y actividad contingente— lejos de quitar, hace posible y asegura
la libertad del hombre.
Esta obra de Mondín expone y fundamenta sólidamente, sobre la base de
una antropología y metafísica, la libertad del hombre en todo su alcance y
en todas sus dimensiones. De los principios fundamentales deduce con riguroso
raciocinio todas sus consecuencias. En síntesis, se trata de una obra de sólida
doctrina, que expone y fundamenta filosóficamente las diversas facetas de la
libertad, y las desarrolla con riguroso orden y espléndida claridad. En una
palabra, una sólida contribución al acervo filosófico y teológico cristiano de
la libertad. El libro ha sido pulcramente impreso y presentado por la Editora
Dino de Roma.
OcrAvio N. DERISI
Dos veces ocupó la. Embajada Argentina ante la Santa Sede. Desde ella
trabajó para adecuar la Constitución, a fin de que el nombramiento de los
obispos no estuviese bajo la autoridad del Estado. Sin duda por teso y por otros
méritos mereció que la Santa Sede lo honrase con una de sus condecoraciones
más elevadas.
Desde la fundación de la Universidad Católica fue profesor de Derecho
en la misma. Ocupó la cátedra de Derecho Canónico: de Derecho Público
Eclesiástico, del cual era maestro. Pero sobre todo fue un Decano ejemplar de
la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UCA durante muchos años.
Y lo hizo con dedicación entera. No sólo organizó la. Facultad en múltiples
aspectos, sino que convivió todos los días con los alumnos. Oía Misa y comul-
gaba con ellos y se constituyó para los mismos en padre y consejero.
Preocupa al autor de leste libro una cuestión mucho más amplia que a que
en él aborda. En, la Pitroduzione (pp. 1 a 13) afirma, que hay en la actua-
lidad una profunda crisis en la valoración del acto moral, debida a considera-
ciones 'no abarcativas de la complejidad de la naturaleza del mismo. Siguiendo
a Sto. Tomás de Aquino, quien afirma que nada impide que alguna realidad
sea "secundum quid multa, et secundum quid unum" (E. Th., 1-II, q. 17. a. 4. e.),
Pangallo caracteriza el acto humano afirmando que se trata de "una realtá
unica ma ,composita" (p. 2). Por ello, su análisis exige una "ricerca interdis-
ciplinare" (investigación interdisciplinaria, p. 3) que, subordinada a principios
étkos, aborde, bajo diversos respectos, los distintos componentes de su natura-
leza. Señala que conoce las dificultades contemporáneas para una tarea como
la que propone, debido a que hoy se cuestiona la validez misma de la interre-
ladón y unidad de los saberes científicos, en razón de que la metafísica es rele-
gada "come semplice nostalgia" (p. 4), o es objeto de un rechazo radical, pues
la ausencia de la inteligibilidad metafísica del ente deja sin fundamento la
vinculación de los diversos ámbitos del saber científico.
La obra consta de tres capítulos (en los que presenta interesantes menciones
bibliográficas de índole filosófica y científica no filosófica) , y una conclusión.
En el capítulo primero: Idee per un aPProccio fenomenologiao-sctentifico ana
nozione cli "habitus" (pp. 11 a 31) , plantea como 'problema cuál es la naturaleza
de lo que se designa "hábito", esto es, una realidad que si bien resulta de la
repetición de actos es diferente de !ella, y que dispone para la realización de
operaciones de la misma clase, confiriendo además una progresiva facilidad para
la ej ecuciór de las mismas. Como respuesta a este interrogante, conforme a su
objetivo de lograr una "ricerca interdisciplinare" y de cumplir con la "esigenza
di :•.,indazione ontologica" (p. 8) , describa aspectos de la naturaleza de los há-
bitos, confrontando los rasgos que se atribuyen a los mismos, desde la psicología
"empírica" y la "racional" (filosófica) . Afirma en relación a ello que, si bien
la noción de hábito de la psicología empírica contemporánea se limita a los
hábitos operativos, a veces, la psicología empírica y la racional (de orientación,
clásica, y en especial tomista), con terminologías diferentes, arriban a conclu-
siones semejantes y/o complementarias.
LAURA E. CORSO
LEO ELDERS, Saint° Tomás de Aquino hoy y otros estudios, edc. de la So-
ciedad Tomista Argentina, Buenos Aires, 1989, 78 pp.
Esta colección de estudios es resultado del curso que dictara gel R. P. Dr. Leo
J. Elders, S . V.D. , afamado filósofo y teólogo tomista holandés, en su visita a
la Argentina en setiembre de 1988 invitado por la Sociedad Tomista Argentina.
El título de esta publicación no sólo está tomado de uno de los artículos, sino
que expresa la preocupación e intención del A. en cada uno de los trabajos,
el.• presentar un Santo Tomás como respuesta siempre viva e insoslayable.
238 BII3L.IOGRAFÍA
4. Según E., "La cuarta vía", uno de los cinco procedimientos en la demos-
tracción de la existencia de Dilos, es la más difídil y discutida, perol a su vez es
la vía más íntima y más poética: es la subida desde las bellezas parciales hacia
el Sol de la Verdad. E. ha optado por una explicación directa —y, considero,
suficientemente clara— de los textos que sustentan la cuarta vía, a fin de
disuadir las críticas y sortear las dificultades. Probablemente subsistan las obje-
BIBLIOGRAFÍA
dones, pero es de: notar que la explicación ofrecida por E. es correcta, sin
titubeos y ,zs el recurso más aperopiado para salvar las diferencias.
5. "Santo Tomás de Aquino hoy", es el último trabajo y en cierta forma
el que sintetiza la idea central que animó los cuatro restantes, pues tal idea
fue siempre, paso a paso, la vigencia del pensamiento de S. T. y su valor
intelectual, cultural y pedagógico. En esta ocasión el asunto se desarrolla en
un contexto histórico, el del renacimiento del tomismo a partir de mediadas del
siglo pasado, en especial la década de 1920. Se destaca en particular la inter-
vención de los Sumos: Pontífices, sobre todo la labor del Papa León XIII en
su encíclica Aeterni Patris donde se hace, manifiesto que, la Iglesia ha hecho
cuya la doctrina de S. T. Son interesantes las últimas reflexiones sobre Santo
Tomás de Aquino hoy, .respecto de la presencia de 8. T. en la docencia de
Seminarios, en congresos, ediciones y en especial las recomendaciones del Papa
Juan Pablo II.
Resulta interesante resaltar algunos análisis ofrecidos por E. en todos los
trabajos. En, primor lugar la presentación de Santo Tomás Comentador. Considera
que Dos comentarios —en particular los de Aristóteles— son una empresa filosófica,
sin confusión con la doctrina sacra, aunque la interpretación no impide una
apertura a la doctrina de la fe. Interpretación fiel, docta e inigualable por su
penetración en el pensamiento del autor comentado. Suele adoptar un punto
de vista más doctrinal que histórico, pues la cuestión central es la "veritas
rerum". En segundo lugar, en lo que se refiere a Santo Tomás autor, cabe
señalar sus análisis claros, directos y desapasionados, como en el tratamiento
de la teología filosófica de S. T. que ubica al autor en su contexto doctrinal
y con referencia a las actitudes intelectuales que se presuponen. Por último,
su propuesta, apoyada en las razones reiteradas por los Sumos Pontífices, es la
de retornar a los principios, métodos y doctrina de Santo Tomás para una reno-
va,ción espiritual y teológica de la Iglesia.
MARICEL D. M. DE GANDOLFI
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,
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